Consumo Cultural
Consumo Cultural
Consumo Cultural
María Mata, (Mata, 1993, pp. 7-12) propone y expone que el consumo sigue la
descripción de los comportamientos de los sujetos con respecto a los medios, pero
sin ninguna incorporación del entorno cultural.
Para distintos autores (ver por ejemplo Canclini, 1992; Barbero, 1990; Lozano,
1991 y Jacks, 1996) cualquier práctica de consumo implica en sí un acto cultural.
Incluso las prácticas asociadas a las necesidades básicas involucran esta
dimensión.
García Canclini examina distintos modelos que se han utilizado para explicar el
consumo. Entre ellos, los modelos que definen el consumo como lugar donde las
clases y los grupos compiten por la apropiación del producto social; o como lugar
de diferenciación social y de distinción simbólica entre los grupos; o como sistema
de integración y comunicación; o como proceso de objetivación de deseos; o como
proceso ritual. De la discusión de estos modelos se concluye que, si bien cada uno
de ellos es necesario para explicar aspectos del consumo, sin embargo, ninguno
de ellos es autosuficiente. También manifiesta que existe una coherencia oculta
entre los lugares donde "los miembros de una clase comen, estudian, habitan,
pasan la vacaciones, en lo que leen y disfrutan", etc. Así la apropiación de
cualquier bien es un acto que diferencia simbólicamente. "Todos los actos de
consumo -y no sólo las relaciones con el arte o el saber- son hechos culturales"
(Canclini, 1992, p.138).
En su libro “De los medios a las mediaciones”, Martín Barbero llega al tema del
consumo por un camino distinto: a través de la crítica al “media-centrismo” y su
elaboración de la categoría de mediaciones. Sin embargo, la conceptualización del
consumo que desarrolla este autor estará, en varios sentidos, íntimamente
conectada con la de García Canclini. Consideramos brevemente cuatro aspectos
de esta conceptualización.
Modelos Teóricos
Uno de los principales aportes de Canclini al estudio de este proceso, es su
integradora comprensión del consumo como un fenómeno complejo, atravesado
por diversas lógicas, por lo que exige ser analizado a partir de diferentes ámbitos y
enfoques disciplinarios. El consumo cultural es para este autor:
García Canclini señala un error en esta teoría, el cual consiste en creer que se
pueden desarrollar necesidades artificiales en la sociedad. El teórico sugiere
complementar este enfoque economista con el saber antropológico que explica
como los usuarios seleccionan y combinan los productos y mensajes.
Modelo 2: El consumo es el lugar donde las clases y los grupos compiten por la
apropiación del producto social.
El consumo pasa de ser un canal de imposiciones verticales a una especie de
escenarios donde se disputa lo que la sociedad produce y la diversidad de
maneras de usarlo.
Según García Canclini las diferencias entre los grupos elitistas y los subalternos
de la sociedad ya no se dan como antes, mediante la oposición entre los propios y
lo importado, o entre lo tradicional y lo moderno, “Sino como la adhesión
diferencial a sub-sistemas culturales con diversas complejidades y capacidad de
innovación: Mientras unos escuchan a Santana, Sting y Carlos Fuentes; otros
prefieren escuchar a Julio Iglesias, Alejandra Guzmán y las telenovelas mexicanas
o brasileñas por exportación”.
A través de los rituales, según García Canclini. “la sociedad selecciona y fija,
mediante acuerdos colectivos, los significados que regulan”. El antropólogo cita la
definición del consumo que dan Douglas e Isherwood como “un proceso ritual
cuya función primaria consiste al rudimentario flujo de los acontecimientos”.
Mediante este modelo, García Canclini rechaza la creencia de que el consumidor
es “irracional”. Cada vez que una persona selecciona, compra y utiliza, “está
contribuyendo a la construcción de un universo inteligible con los bienes que
elige”.
La teoría del consumo cultural permite hacer una reflexión crítica a las actitudes de
los consumidores, y la forma de como los productores promocionan sus productos.
Según Canclini (1995), consumir permite participar en un espacio de disputas por
las cosas que produce la sociedad y por las maneras de usarla.