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RAZÓN Y PALABRA

Primera Revista Electrónica en Iberoamérica Especializada en Comunicación


www.razonypalabra.org.mx

¿HACIA UN NUEVO MAPA CULTURAL? PRÁCTICAS Y CONSUMOS


CULTURALES EN MÉXICO.
Víctor M. González Esparza (México).1

Resumen.

El ensayo es una aproximación a los cambios en el mapa cultural de México, más allá de
las visiones centralistas predominantes. Aprovecha la Encuesta Nacional de Hábitos,
Prácticas y Consumos Culturales de Conaculta del 2010, la cual plantea por primera vez
datos representativos de cada uno de los estados de la república. A partir de estos datos
plantea un Índice de Participación Cultural para propiciar la comparación y la reflexión
sobre las características culturales del país.

Palabras clave.

Nuevo mapa cultural, Consumos culturales, Índice de Participación Cultural, México.

Abstract.

This essay is an approximation to changes in the cultural map of Mexico, which goes
beyond the prevailing centralist visions. It utilizes the National Survey of Habits,
Practices and Cultural Consumptions, Conaculta 2010, which raised for the first time
representative data from each of the States of the Republic. It later provides an Index of
Cultural Participation to promote comparison and reflection around the cultural
characteristics of Mexico.

Palabras clave.

New cultural map, Cultural consumption, Index of Cultural Participation, Mexico.

Número 88 Diciembre 2014 – febrero 2015


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1. Los usos del consumo.

1.1 Introducción

A fines de los años setenta del siglo pasado, Mary Douglas y Baron Isherwood iniciaron
una reflexión sobre la relación entre cultura y economía a través del consumo que, no
obstante el tiempo transcurrido, aún es pertinente. Más allá de las dudas sobre la sociedad
de masas y del consumo, de la degradación de la cultura ante el espectáculo, los autores
introdujeron una perspectiva que ampliaba las posibilidades del análisis cultural. Cito:
“La calumnia persigue al comercio y la culpa a la propiedad. La creciente
ola de protesta contra la sociedad de consumo constituye el antecedente de
este libro. El consumismo es condenado como una forma de voracidad,
estupidez y falta de sensibilidad en los deseos. Cada mes un nuevo libro
alza la voz contra los excesos del consumo y su despliegue vulgar. ¿Qué se
puede hacer al respecto?”.2

Considerar al consumo como un elemento visible de la cultura, que le da sentido a la vida


en sociedad, que nos ayuda a comprender su complejidad, y a las mercancías como una
serie más o menos coherente de significados, “que podrán ser percibidos sólo por quienes
conozcan el código y los escudriñen en busca de información”, representó la caída de un
muro intelectual o la creación de un puente entre la antropología y la economía, entre
cultura y sociedad, finalmente entre el arte y la vida. “Olvidémonos, continúan los autores,
de que las mercancías sirven para comer, vestirse y protegerse. Olvidemos su utilidad e
intentemos en cambio adoptar la idea de que las mercancías sirven para pensar;
aprendamos a tratarlas como un medio no verbal de la facultad creativa del género
humano.” Ahora bien, uno de los principales problemas de la vida social es que los
significados sólo permanecen estáticos por breves momentos, de ahí que el consumo “es
un proceso ritual cuya función primaria consiste en darle sentido al rudimentario flujo de
los acontecimientos”.3

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Darle sentido al flujo de los acontecimientos, de eso se trata. De ahí que adentrarnos en el
mundo de los consumos culturales implique un esfuerzo por desentrañar algunas de las
tendencias y diferencias sociales más amplias.

El tema de los consumos culturales y su relación con las diferencias sociales tiene en
Pierre Bourdieu una fuente de inspiración permanente. Su obra La distinción nos advierte
de pensar a la cultura, el gusto estético y los consumos culturales, como flotando en el aire
sin referentes de diferenciación social. El universo de los bienes culturales proporciona
posibilidades “casi inagotables” para la investigación de la distinción.
“Si entre todos los universos posibles no existe ninguno como el universo
de los bienes de lujo y, entre éstos, de los bienes culturales, que parezca tan
predispuesto para expresar las diferencias sociales, es porque la relación de
distinción se encuentra objetivamente inscrita en él y se vuelve a activar, se
sepa o no, se quiera o no, en cada acto de consumo…No se trata solamente
de las afirmaciones de la diferencia que a porfía profesan escritores y
artistas a medida que se afirma la autonomía del campo de producción
cultural, sino a la intención inmanente a los propios objetos culturales”.4

Los consumos culturales poseen una carga social en el lenguaje, en el sistema de valores
éticos y estético, que funcionan de manera automática para marcar la diferencia: culto-
inculto, noble-vulgar, letrado-iletrado, reproducen las diferencias acumuladas en el capital
cultural. En este sentido, “La ciencia del gusto y del consumo cultural (a la cual sin duda
contribuyó Bourdieu), comienza por una transgresión que no tiene nada de estética: en
efecto, anula la frontera sagrada que hace de la cultura legítima un universo separado, para
descubrir las relaciones inteligibles que unen ´elecciones´ en apariencia inconmensurables
como las preferencias en materia de música y de cocina, de pintura y deporte, de literatura
y peluquería”.5

La obra de Bourdieu es una de las más prolíficas e influyentes entre los científicos sociales
del siglo XX,6 quizá porque Bourdieu logró avanzar tanto teórica como concretamente en
la superación de las tradicionales dicotomías que todavía hoy influyen metodológicamente

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en las disciplinas sociales: objetividad vs. subjetividad, estructura vs. individuo, análisis
concreto vs. teoría, etc.

Bourdieu trabajó diferentes temáticas en un proceso de construcción teórica permanente:


su investigación sobre Argelia, la fotografía, el mundo académico francés, las políticas
públicas de vivienda, la miseria del mundo de las clases bajas y el mundo del arte y la
cultura, dan muestras del amplio espectro de intereses del autor. De este último destaca
precisamente El amor al arte, los museos y su público, y La distinción, investigaciones en
donde a través de grandes encuestas el autor muestra que la apreciación de obras de arte,
el gusto, está construido socialmente en la interacción entre las estructuras sociales y las
prácticas de los agentes, mediadas por el concepto de habitus como principio orientador
de las acciones.

El concepto de habitus, tomado de la escolástica y en especial del estudio que realizara el


historiador del arte Edwin Panofsky sobre las catedrales góticas, ofrece una alternativa a
esquemas simplificados sobre la cultura, al ser definido “como un sistema de esquemas
interiorizados que permiten engendrar todos los pensamientos, las percepciones y las
acciones características de una cultura […]”7 Habitus es un concepto para cuestionar los
determinismos sociales de “reglas”, “modelos” y “estructuras” y aceptar “el sentido del
juego” en las estrategias de los agentes sociales o individuales.

El otro concepto es el de campo en donde ocurren los juegos, es decir en donde “se
configuran las relaciones objetivas entre posiciones […]”,8 en donde ocurren las luchas
por la conservación o la transformación de las fuerzas (o capitales) existentes, por lo que
pude hablarse de un campo cultural o de significación en donde ocurren las “luchas
culturales” que van prefigurando el mapa cultural. En este sentido, la investigación sobre
prácticas y consumos ofrece la oportunidad para distinguir las diferentes fuerzas que están
en juego, los principios que orientan las prácticas, así como también las determinaciones

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estructurales que reproducen las desigualdades. De estas dos influencias principales, se


desprenden los primeros estudios sobre prácticas y consumos culturales en México.

1.2 Los Consumos Culturales en México.

El estudio pionero sobre el consumo cultural en México fue coordinado por Néstor García
Canclini (1993), en donde se analizaron los temas que marcarían la agenda sobre el tema,
además de que establecerían el tipo de conclusiones que serían recurrentes por estudios de
este tipo. Por ejemplo, García Canclini esbozó las diferentes propuestas teóricas que hasta
la fecha, junto con los trabajos de Jesús Martín Barbero, siguen siendo la “guía” para los
estudiosos de las diferentes áreas sociales en toda Latinoamérica.9 Al cuestionar la
concepción naturalista o el valor de uso de los bienes de consumo, planteó los seis
modelos teóricos más fructíferos en su momento y lanzó una definición sobre el consumo
cultural: como el conjunto de procesos (yo agregaría sociohistóricos, VMGE) de
apropiación y usos de productos en los que el valor simbólico prevalece sobre los valores
de uso y de cambio, o donde estos últimos se configuran subordinados a la dimensión
simbólica.10

En el apartado sobre “Necesidades, consumo y modernización”, García Canclini señaló


algunas contradicciones generadas por las políticas modernizadoras ante una estructura
nacional históricamente consolidada, tales como la impugnación a la “distribución
centralista de los bienes culturales y las desigualdades que fomenta en el acceso a los
mismos.” Al mismo tiempo, señalaba un “giro conceptual” en las políticas
gubernamentales que implicaba una profunda revisión a la integración posrevolucionaria,
dado que el neoliberalismo hegemónico implicaba una reorganización privatizadora y
selectiva de las prioridades. De ahí que, concluía García Canclini, “el estudio del consumo
cultural aparece, así, como un lugar estratégico para repensar el tipo de sociedad que
deseamos… Conocer lo que ocurre en los consumos es interrogarse sobre la eficacia de las

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políticas, sobre el destino de lo que producimos entre todos, sobre las maneras y las
proporciones en que participamos en la construcción social del sentido.”11

En este mismo estudio, García Canclini junto con Mabel Piccini elaboraron lo que sería
las conclusiones prácticamente para todo estudio de este tipo, es decir, conclusiones que se
han repetido constantemente: a) la poca correspondencia entre la infraestructura cultural y
el crecimiento urbano; b) la baja utilización de los bienes culturales “clásicos” e incluso de
las ofertas culturales tradicionales; c) procesos comunicacionales contradictorios en donde
se genera “una homogenización y una diferenciación” más acentuadas que en pasado, y d)
el repliegue hacia formas privadas de consumo cultural así como a la intensificación de las
redes cotidianas de la vida familiar. Por lo que concluyen en sugerir análisis etnográficos
de lo cotidiano a fin de “diseñar un mapa cualitativo de la vida cultural y de las prácticas
simbólicas de la comunidad.”12

De ahí la sugerencia de Ana Rosas Mantecón (2002) y Guillermo Sunkel (2002 y 2004) en
el sentido de profundizar en el análisis del acceso a los rituales vinculados a la cultura, o
bien reconocer a los llamados “consumos culturales” como parte de un contexto más
amplio y de un proceso socio histórico de construcción de nuevas categorías culturales o
de grupos sociales.13

De principios de los años noventa del siglo pasado a la actualidad se han elaborado en
México dos Encuestas nacionales (2004 y 2010), así como numerosos trabajos estatales y
locales que, con algunas diferencias que posteriormente indicaremos, han terminado por
concluir lo que los periodistas quieren oír: el bajo nivel de correspondencia entre la
infraestructura y los desarrollos urbanos, y el bajo consumo de los servicios culturales
“clásicos”, es decir del teatro, danza, orquestas sinfónicas, de la lectura, etc.

Sin embargo, me parece que entre la propuesta de analizar el consumo como un elemento
relevante para comprender a la sociedad contemporánea, como “bueno para pensar”, a las

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reiteradas conclusiones sobre el bajo “consumo cultural” existe un salto cualitativo que es
necesario aclarar a fin de avanzar en los estudios. En primer lugar, habría que distinguir
entre consumos culturales, lo cual implica efectivamente reconocer que se trata de
procesos socio-históricos de apropiación y uso de bienes con valor simbólico, en donde
por supuesto se encuentran los servicios culturales, así como los bienes artísticos y el
mercado del arte, propios de las industrias culturales. Esta diferencia nos advierte del
cambio en el patrón de consumo de estos bienes y servicios, en donde el cine y los
espectáculos musicales masivos adquieren relevancia, pero también el consumo de bienes
culturales desde los hogares en un proceso que se ha dado en llamar “conectividad digital”
y que tiene que ver con procesos más amplios de la relación entre jóvenes y los medios de
comunicación.14

He resaltado el carácter socio-histórico de los procesos ya que la perspectiva histórica


poco ha sido considerada en estos análisis, además de que no le hemos otorgado el sentido
a los bienes culturales “clásicos”, dado que los referimos sólo a partir de la primera
instancia (generalmente las encuestas) y no de la relevancia histórica que representa, por
ejemplo, lo que Raymon Williams llamó la “larga revolución”: es decir, la revolución
cultural que significa la ampliación de los públicos lectores y de las artes. Por ello, es
necesario encontrar los contextos que nos permitan reconstruir el valor de los consumos
culturales para el análisis de la sociedad contemporánea.

La posibilidad de llevar a cabo este tipo de estudios permitirá no sólo sistematizar la


información, sino ampliar la reflexión sobre las transformaciones de la sociedad mexicana
de los últimos años. Por ello es importante incluir otras perspectivas, sobre todo desde las
regiones en donde la infraestructura y los servicios culturales han tenido un avance
significativo como parte de una transformación más amplia de las ciudades y de la
sociedad mexicana.

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Finalmente, existen un estudio más sobre las prácticas y los consumos culturales en
México que habría que considerar. El análisis de la Encuesta de 2004 (patrocinada por el
Conaculta y realizada por la UNAM) elaborado por Alfonso Castellanos Ribot, quien se
centra en los datos a nivel nacional no obstante que la encuesta permitía referencias
regionales.15 Se trata de un estudio cuidadoso, una síntesis de la Encuesta Nacional de
Prácticas y Consumo Cultural publicada por el Conaculta, en el que corrobora los
patrones de asistencia, por ejemplo, a recintos culturales, así como de lectura y de uso de
internet: jóvenes de mayor escolaridad y de mayores niveles de ingreso.16 Patrones, por
cierto, similares a los de otros países, incluso desarrollados.

¿Cuáles son entonces los alcances de estas encuestas? La pregunta sigue siendo, sin duda,
pertinente. Sin embargo, la perspectiva cambia si comenzamos a pensar los consumos
culturales más allá de las dicotomías tradicionales entre alta y baja cultura y los
consideramos igualmente prácticas de la distinción y, en términos de participación, de
reflexionar sobre la ciudadanía cultural en momentos de que nuevos obstáculos se
presentan para el acceso y ampliación de los bienes y servicios culturales.

Quizá por ello es importante comenzar a pensar el sector en toda su amplitud,


involucrando no sólo a los “intermediarios culturales” sino a los diferentes públicos, tanto
de los servicios públicos como de las industrias culturales. Precisamente para conocer a
estos públicos existe una herramienta poco aprovechada hasta el momento, se trata de la
Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumos Culturales 2010,17 patrocinada por
el Conaculta, y que por primera vez nos permite acercarnos a la complejidad de los
públicos del sector cultural en todo el país, dado que es la primera Encuesta de este tipo
que tiene representatividad para todos los estados. De ahí que podemos hablar de un
nuevo Mapa Cultural, como lo muestra el siguiente ejercicio sobre un índice de
participación cultural.

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2. Índice de Participación Cultural.

La necesidad de conocer los alcances y las contradicciones de un amplio proceso de


democratización de bienes y servicios culturales ha planteado diferentes posibilidades de
análisis, especialmente a partir de las Encuestas de prácticas y consumos culturales.
Recientemente, sin embargo, para el caso latinoamericano ha surgido una corriente de
análisis que se ha concretado en el planteamiento de índices de consumo cultural que
permiten un mayor grado de comparación nacional e internacional.18

De acuerdo con el Índice de Consumo Cultural elaborado por la Universidad Alberto


Hurtado, de Chile, que además de ofrecer una excelente metodología para la elaboración
de estos instrumentos permite una comparación internacional, la ubicación de México
podría considerarse en una escala intermedia (V. Cuadro 1, Índice de Consumo Cultural,
Europa, México y Chile), toda vez que está por arriba de España y en general cerca del
promedio de la Unión Europea.
Más allá de los índices que para el tema en América latina están en construcción para una
validación internacional, su análisis representa un ejercicio de comparación fundamental
para el caso mexicano y que desde luego requiere de mayor reflexión sobre el proceso de
democratización de los bienes y servicios culturales.

Cuadro 1. Índice de Consumo Cultural en Europa, México y Chile.

Índice de
consumo
PAIS cultural
(ICC)

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Suecia 0,96
Dinamarca 0,95
Holanda 0,95
Luxemburgo 0,83
Finlandia 0,81
Estonia 0,78
República Checa 0,77
Inglaterra 0,72
Alemania 0,71
Letonia 0,69
Austria 0,62
Irlanda 0,60
Eslovaquia 0,60
Eslovenia 0,57
Francia 0,50
Bélgica 0,49
UE 27 0,48
México 0,38
Lituania 0,34
Italia 0,33
España 0,31
Hungría 0,31
Malta 0,24
Polonia 0,17
Grecia 0,11
Chipre 0,09
Rumania 0,06
Portugal 0,05
Bulgaria 0,04

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Chile 0,02

Fuente: Pedro Güell, Rommy Morales y Tomás Peters, Una canasta básica de consumo
cultural para América Latina, Elementos metodológicos para el derecho a la
participación cultural, Chile, Universidad Alberti Hurtado, 2011, p. 120.

Para el caso mexicano, Ernesto Piedras coordinó la elaboración del Índice de Capacidad y
Aprovechamiento Cultural de los Estados (ICACE), en el que privilegió información a
partir de la infraestructura, de las industrias culturales y de los presupuestos federales
transferidos a los estados (oferta), y puso en el mismo paquete elementos de la “demanda”
a partir de la pregunta de si “Alguna vez…” de la Encuesta 2010. Dado que el índice es
una mezcla en donde la infraestructura mantiene una gran centralización, los resultados
finalmente reiteran y privilegian la concentración en el Distrito Federal.

Sin embargo, un análisis más detallado de las prácticas y los consumos culturales permite
plantear un Índice de Participación Cultural para el país, que privilegie efectivamente el
consumo sobre diez variables seleccionadas. Índice de Participación Cultural. El objetivo
de este Índice de participación Cultural es establecer de una sola mirada las características
centrales de las diferentes regiones, en términos de prácticas y consumos culturales.

Las variables se escogieron a partir de la pregunta de “En los últimos doce meses ¿cuántas
veces asistió...?”,19 y no en términos generales de si alguna vez ha asistido, como aparece
el dato del ICACE de Piedras. Es decir, se trata de una propuesta más acotada, lo cual
permite comparaciones más específicas incluso a nivel internacional.20

Este nuevo Índice no tiene como propósito evaluar el desempeño de las regiones y los
estados, sino señalar algunos indicadores que pueden contribuir a esclarecer algunos
determinantes de los consumos y las prácticas culturales en el país y, en lo posible, contar
con mejor información para la toma de decisiones.

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Un primer punto que habría que señalar de este Índice es que las diferencias entre los
estados y las regiones no son tan amplias, como se podría pensar tradicionalmente dado el
centralismo. En el Índice de Piedras la desviación es muy amplia (de 67.1 puntos el
indicador más bajo a 312), lo cual nos habla de que las diferentes variables utilizadas
provocaron una mayor concentración básicamente en el Distrito Federal. El Índice de
Participación Cultural, sin embargo, señala otro proceso, lo que aquí hemos llamado un
nuevo Mapa Cultural en el país en donde las diferencias comienzan a acortarse.

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Gráfica 1: Índice de Participación Cultural 2010,

Gráfica 1.
Índice de Participación Cultural

DF
AGS
MEX
QRO
PUE
SON
COAH
YUC
MICH
MOR
JAL
NL
Nacional
BC
NAY
QROO
DGO
SIN
CHIH
ZAC
VER
HGO
CHIS
CAMP
BCS
TAB
GRO
OAX
GTO
COL
TAMPS
SLP
TLAX
0.00 0.05 0.10 0.15 0.20 0.25 0.30 0.35

Series1

Elaborado a partir de diez Prácticas y Consumos Culturales, Fuente: Encuesta Nacional de


Hábitos, Prácticas y Consumos Culturales, 2010, Conaculta.

Más aún, si observamos el promedio de las regiones, la diferencia no es tan drástica, sin
negar que las disparidades persisten.

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Cuadro 2. Índice de Participación Cultural por Regiones.

Total Noroeste 0.223


Total Noreste 0.237
Total Centro-occ 0.228
Total Centro 0.242
Total Sur 0.226
Total Nacional 0.232
Elaborado por VMGE.

El presupuesto para cultura influye pero no es determinante para explicar estas diferencias.
Como puede observarse en la Gráfica 2, las prácticas y los consumos culturales no están
directamente relacionados con el gasto per cápita en los estados, si bien algunos estados
presentan correlación entre ambos índices, como es el caso de Aguascalientes y Quinta
Roo.

Gráfica 2: Gasto per cápita por estado en cultura, 2006-2011.

Gráfica 2.
Gasto Estatal per cápita en Cultura
2006-2011
120.00
100.00
80.00
60.00
40.00
20.00
0.00
BAJA…
BAJA…
AGUASCALIE…

SAN LUIS…
DISTRITO…

QUINTANA…
CHIHUAHUA

OAXACA
COLIMA

HIDALGO

PUEBLA

SINALOA

TLAXCALA
CAMPECHE
COAHUILA

CHIAPAS

TABASCO
DURANGO
GUANAJUATO

JALISCO

MICHOACÁN

NAYARIT
MÉXICO

QUERÉTARO
MORELOS

SONORA

TAMAULIPAS

VERACRUZ

ZACATECAS
GUERRERO

NUEVO LEÓN

YUCATÁN

Fuente: Cálculo propio con base en los datos proporcionados por los estados al Portal de
Transparencia, elaborado con apoyo de Enrique Jiménez.

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Las aportaciones a los estados por parte de la Federación se han incrementado


sustancialmente en los últimos años, fundamentalmente por los etiquetados por la
Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados; sin embargo tampoco es el único factor
para explicar las divergencias en las prácticas y los consumos (v. Gráfica 3).

Gráfica 3. Aportaciones federales a los estados en cultura, 2006-2011.

600,000,000

500,000,000
2006

400,000,000 2007
2008
300,000,000
2009

200,000,000 2010
2011
100,000,000

0
QRTO
BC
BCS

SLP

SON

YUC
CAM
COAH

GRO

JAL
MEX

SIN
CHIH
DF
AGS

CHIS

DGO

HGO

MOR
COL

GTP

MICH

NAY

OAX
PUE

QROO

TAB
TAM

VER

ZAC
NL

TLAX
Fuente: Conaculta.

Como veremos más adelante, existen otros determinantes para explicar las prácticas y los
consumos de los mexicanos. Analizar directamente la Encuesta de Hábitos, Prácticas y
Consumos Culturales de los mexicanos puede ayudarnos a entender la complejidad del
tema.

3. Los consumos culturales en la práctica.

Existen diferentes maneras de analizar los consumos culturales, más aún diría que lo que
nos interesa destacar tiene que ver con un concepto distinto: las “prácticas culturales”, que

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se diferencia de los consumos desde el punto de vista de la distinción, de acuerdo a


Bourdieu. Porque las prácticas culturales, más allá de los televidentes, cinéfilos e
internautas, siguen una lógica de la diferenciación social en un consumo de lujo. Por ello
me concentraré en dos actividades que me parecen altamente significativas: la lectura y la
educación artística.

3.1 Los lectores.

Las prácticas culturales más significativas tienen como paradigma a la lectura, desde luego
por la idea de cultura involucrada a partir por lo menos de la invención de la imprenta,
pero sobre todo porque la lectura tiene que ver con procesos de autoafirmación y
autoconocimiento desde la creación del espacio privado y de la lectura en silencio. Por
ello la lectura tiene que ver también con la democratización porque, en palabras de
Michele Petit, nos hace estar mejor equipados “para resistir algunos procesos de
marginación o ciertos mecanismos de opresión. Para elaborar o reconquistar una posición
de sujeto, y no ser sólo objeto de los discursos de los otros.”21

Más allá de la reflexión sobre la “convergencia digital” y por supuesto las diferentes
maneras de acercarse a la lectura, habría que reconocer lo que es importante para
conservar, sin que ello descarte las posibilidades por ejemplo del internet. Por ello ante la
pregunta de “¿Cuántos libros completos, que no estén relacionados con la escuela o con su
profesión, ha leído en los últimos doce meses?”, seleccioné a los que han leído
simplemente un libro o más, por el puro gusto de leer, por placer. El resultado es el
siguiente.

Primero hay que comenzar con el número de lectores en el país: 19.1 millones declararon
haber leído al menos un libro por gusto (más allá de requerimientos de la profesión o de la
escuela) en el último año; 13.5 millones declararon haber comprado libros en los últimos
doce meses. Un mercado, para decirlo en esas palabras, nada despreciable. Con

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perspectiva de género, son ligeramente más las mujeres lectoras que los hombres, aunque
la diferencia es un poco más en el segmento de la educación básica y con ingresos medios
(25.2 %, en comparación al 23.2 % de hombres).

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Mapa 3: Mujeres que han leído uno o más libros.

Mujeres que han leído


o por lo menos
1 libro en el últim año.

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Mapa 2: Hombres que han leído uno o más libros.

Hombres que han leído


o por lo menos
1 libro en el últim año.

Fuente: Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumos Culturales 2010, México


CONACULTA. Tabulados propios derivados de la pregunta “¿Cuántos libros ha leído
en los últimos 12 meses?”.

Efectivamente, la retórica de la decadencia es engañosa, como lo comentara Fernando


Escalante Gonzalbo en una amplia reflexión sobre las transformaciones del mundo de los
libros y de la lectura, y en especial de las mediaciones que han entorpecido el acceso a la
lectura.22 Este autor distinguió, entre otras cosas, que no existía un lector genérico, sino
diferentes públicos lectores (“habituales” y “ocasionales”, así como los no lectores), y que
entre un quince y un veinte por ciento de la población eran “lectores habituales”: “Se
ganaría algo –algo en claridad, al menos-, comenta Escalante Gonzalbo, si pudiera
admitirse que los lectores habituales serán siempre una minoría. En el mejor de los casos,

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un quince o un veinte por ciento de la población, y fragmentada además en grupos de


aficiones distintas, donde cada quien leerá lo que le venga en gana. Aun así, continúa, esa
minoría importa, y no es lo mismo que sea del dos, del cinco o del veinte por ciento, y lo
deseable sería que fuese lo más grande posible.”23

Es de notar que aún entre estudiosos poco se han considerado los datos existentes, quizá la
excepción es Gabriel Zaid quien utilizó las diferentes Encuestas (de lectura 2006, la de
prácticas y consumos culturales 2004 y la ENIGH 2004) para mostrar lo poco que leen los
universitarios.24 Incluso, como veremos más adelante, dentro del grupo de jóvenes lectores
efectivamente leen más los que cuentan con educación básica y media que los
universitarios. Para comprender lo anterior, lo importante es analizar la información
existente y partir de ella para la reflexión.

Frente a la idea común de que los jóvenes no leen, por lo que se han derivado una serie de
conclusiones nostálgicas y hasta apocalípticas acerca de la desaparición del libro y de la
civilización, los datos de la Encuesta nacional de hábitos, prácticas y consumos culturales
2010 (Encuesta 2010 en adelante) muestra un panorama distinto. Quizá no el deseable,
pero tampoco nada despreciable.25

De acuerdo a esta Encuesta 2010, a nivel nacional, son precisamente los jóvenes
(considerados aquí entre 13 y 30 años) el grupo mayoritario (53.2 %) de los que han leído
más de un libro en el último año, más allá de los requerimientos. A nivel de segmentos,
son especialmente los jóvenes varones, de educación media (bachillerato), y con ingresos
de clase media los más lectores. Le siguen inmediatamente las mujeres adultas (de 31 a 60
años), con educación básica y con ingresos medios, lo cual en sí mismo nos habla de una
generación previa a las jóvenes actuales de mujeres lectoras. Un tercer grupo es el de
jóvenes mujeres, con educación e ingresos medios.

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Por el contrario, resulta al menos sintomático de generaciones anteriores que el perfil más
bajo digamos del “no lector” se encuentre entre los adultos mayores de 60 años (mujeres y
hombres casi por igual), con educación superior pero con ingresos declarados menores a
tres mil pesos.

Uno de los grandes beneficios de esta Encuesta 2010 para México es que puede analizarse
a nivel regional (la de 2004 también era representativa a nivel regional pero no estatal, lo
que tenía un margen de error mayor), pero también a nivel estatal, por lo que
efectivamente por primera vez se puede realizar el mapa cultural del país. Para ello he
tomado la regionalización utilizada por el Conaculta para comparar los diferentes perfiles
de lectores.

En términos del número de lectores, la región Centro concentra el 45 % del total, le sigue
Centro Occidente con el 20 % y el Sur con el 15 %, el Noreste el 12 % y el Noroeste el 8
%. Quizá el carácter “oligopólico” del mercado de libros tenga que ver con la distribución
espacial de los lectores; sin embargo, como veremos a continuación, la consideración de
los lectores a nivel regional abre posibilidades para el propio mercado pero también desde
luego para las políticas culturales, antes incluso del salto digital.

Como mencioné anteriormente a nivel nacional, el mayor número de lectores se encuentra


en los jóvenes (hombres y mujeres) de ingreso medio, con escolaridad media, así como
también en las mujeres adultas con ingresos medios y educación básica. Este mismo
patrón de prácticas lectoras lo encontramos tanto en el Noroeste como en el Sur, un
fenómeno que llama la atención por las diferencias socioeconómicas entre una región y
otra.

Cuadros 3 y 4: Lectores en región Sur y Noroeste.

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Educación Básica Educación Media Educación Superior
3,001 a 3,001 a 3,001 a
-3,000 12,000 -3,000 12,000 -3000 12000
12,000 12,000 12,000
Noroeste
Jóvenes 2.1% 5.5% 0.7% 1.2% 8.7% 1.5% 0.6% 3.4% 2.0% 25.6%
Hombres Adultos 2.3% 4.6% 0.6% 0.8% 6.0% 0.8% 0.1% 4.1% 2.0% 21.4% 50.3%
Adultos Mayores 0.8% 1.7% 0.0% 0.0% 0.5% 0.0% 0.0% 0.2% 0.2% 3.3%
Jóvenes 1.7% 5.4% 0.0% 0.5% 8.4% 1.0% 0.5% 3.8% 1.9% 23.3%
Mujeres Adultos 3.1% 8.6% 0.2% 0.5% 6.6% 0.9% 0.2% 2.5% 0.7% 23.3% 49.7%
Adultos Mayores 0.7% 1.5% 0.0% 0.0% 0.2% 0.1% 0.0% 0.1% 0.4% 3.1%
10.6% 27.4% 1.5% 3.0% 30.3% 4.4% 1.3% 14.1% 7.4%
100.0%
39.5% 37.7% 22.7%

Educación Básica Educación Media Educación Superior


3,001 a 3,001 a 3,001 a
-3,000 12,000 -3,000 12,000 -3000 12000
12,000 12,000 12,000
Jóvenes 3.8% 3.7% 0.2% 4.1% 9.2% 0.9% 1.1% 2.4% 1.6% 26.9%
Hombres Adultos 4.2% 4.1% 0.3% 1.6% 3.7% 0.6% 0.3% 3.1% 1.8% 19.7% 48.9%
Sur

Adultos Mayores 1.2% 0.4% 0.1% 0.1% 0.1% 0.1% 0.0% 0.1% 0.2% 2.3%
Jóvenes 4.4% 4.3% 0.2% 5.3% 6.0% 0.5% 1.2% 4.0% 1.1% 27.2%
Mujeres Adultos 4.5% 6.0% 0.2% 1.6% 3.6% 0.5% 1.2% 2.4% 2.3% 22.3% 51.1%
Adultos Mayores 0.6% 0.5% 0.0% 0.0% 0.4% 0.1% 0.0% 0.1% 0.0% 1.6%
18.7% 18.9% 1.0% 12.8% 22.9% 2.7% 3.8% 12.1% 7.0%
100.0%
38.7% 38.4% 23.0%

Fuente: Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumos Culturales 2010, México CONACULTA.

En la región Centro, el mayor número de lectores se encuentra entre los jóvenes (hombres
y mujeres) con educación e ingresos medios, pero también en jóvenes mujeres con
educación básica.

Cuadro 5: Lectores en región Centro.


Educación Básica Educación Media Educación Superior
3,001 a 3,001 a 3,001 a
-3,000 12,000 -3,000 12,000 -3000 12000
12,000 12,000 12,000
Centro

Jóvenes 4.0% 4.6% 0.5% 2.8% 9.3% 1.1% 0.2% 3.3% 1.8% 27.6%
Hombres Adultos 4.2% 5.7% 0.1% 1.5% 4.3% 0.1% 0.6% 2.1% 2.4% 21.0% 50.8%
Adultos Mayores 1.0% 0.4% 0.0% 0.0% 0.2% 0.1% 0.0% 0.3% 0.3% 2.2%
Jóvenes 5.2% 5.7% 0.8% 2.2% 6.5% 0.9% 0.7% 2.7% 0.9% 25.6%
Mujeres Adultos 5.1% 5.0% 0.4% 0.9% 5.0% 0.9% 0.3% 1.7% 1.5% 20.8% 49.2%
Adultos Mayores 1.6% 0.3% 0.0% 0.0% 0.5% 0.0% 0.0% 0.3% 0.2% 2.8%
21.0% 21.6% 1.7% 7.4% 25.8% 3.1% 1.9% 10.4% 7.0%
100.0%
44.3% 36.3% 19.3%

Fuente: Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumos Culturales 2010, México CONACULTA.

La región Centro Occidente tiene también un orden diferente de los tipos de lectores:
Mujeres en primer lugar (jóvenes con educación e ingresos medios y adultas con
educación básica e ingresos medios), y hombres jóvenes con educación e ingresos medios.
Finalmente, el Noreste presenta un patrón especial: jóvenes (hombres y mujeres) y
mujeres adultas con ingresos medios, pero todos con educación básica.

Cuadro 6: Lectores en región Centro-occidente.

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Educación Básica Educación Media Educación Superior
3,001 a 3,001 a 3,001 a
Centro-occ -3,000
12,000
12,000 -3,000
12,000
12,000 -3000
12,000
12000
Jóvenes 4.3% 7.4% 0.4% 2.1% 6.4% 1.3% 0.5% 3.2% 2.0% 27.6%
Hombres Adultos 3.0% 5.7% 0.4% 0.4% 2.7% 0.3% 0.5% 1.6% 3.0% 17.6% 47.4%
Adultos Mayores 0.5% 0.5% 0.2% 0.0% 0.2% 0.0% 0.0% 0.4% 0.5% 2.3%
Jóvenes 4.3% 6.9% 0.7% 2.1% 8.5% 1.7% 0.9% 2.8% 1.9% 29.7%
Mujeres Adultos 4.0% 8.3% 0.2% 1.2% 4.3% 1.1% 0.0% 1.8% 0.8% 21.7% 52.6%
Adultos Mayores 0.4% 0.4% 0.0% 0.0% 0.3% 0.0% 0.0% 0.0% 0.0% 1.2%
16.5% 29.2% 1.9% 5.7% 22.2% 4.5% 1.9% 9.9% 8.2%
100.0%
47.5% 32.4% 20.0%

Fuente: Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumos Culturales 2010, México CONACULTA.

En términos generales, los jóvenes con ingresos medios destacan, sobre todo con
educación media y básica. El nivel educativo importa por supuesto y, tal y como lo
anticipó Gabriel Zaid, los lectores desafortunadamente no están concentrados en el nivel
universitario. Quizá el deseo de obtener un título como un reconocimiento, más que una
oportunidad para seguir aprendiendo, pesa en este nivel. O bien, dada su consistencia, la
variable que más impacta en el número de lectores es el nivel de ingresos más que el nivel
educativo.

Lo anterior merece una explicación. La información que estamos utilizando, a diferencia


del Capítulo anterior, tiene que ver con datos absolutos, es decir, cuántos son y dónde se
encuentran los lectores, a diferencia del capítulo anterior que se utilizan datos relativos, es
decir el porcentaje por ejemplo de universitarios que dice haber leído dentro de su propio
segmento, entre universitarios, de ahí que esta última perspectiva privilegie a un segmento
pequeño; en cambio los datos absolutos determinan su posición dentro del conjunto, lo
cual quizá nos acerca a una participación o consumo efectivo.

Ante el reconocimiento de que hay un número significativo de lectores, la pregunta


siguiente es sobre lo que leen. Las tres opciones que tuvieron mayor respuesta fueron:
Novela, Superación personal y, de manera un tanto sorprendente, Historia; le siguen
Cuento, Fenómenos paranormales (fantasmas, vampiros, etc.) y Cocina; y en la siguiente
terna se encuentran libros para jóvenes, Poesía y Biografía. En gustos se rompen géneros,
más aún si aceptamos que lo que importa es leer por placer.

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3.1.1 Educación artística

Uno de los temas centrales de política cultural es sin duda la educación artística. En su
más reciente libro, Guilles Lipovetsky junto con Jean Serroy, ante los riesgos de la
desorientación en la sociedad del hiperconsumo, propusieron una vuelta de tuerca a la
utopía a través de la cultura:

La política cultural que hay que promover, dicen Lipovetsky y Serroy,26 no debe ser la que
se pone al servicio de los creadores, de los artistas profesionales y de las vanguardias que
subvenciona. Debe estar al servicio de la educación artística, a través de los
conservatorios, las escuelas municipales de música y otras academias. A través igualmente
de cursos artísticos en las escuelas que no sean los parientes pobres que son hoy,
reducidos a opciones minúsculas que alejan de la práctica artística más de lo que
acercan…27

A partir de esta utopía habría que construir buena parte de la política cultural para los
próximos años.

Un primer análisis de las preguntas dedicadas a la educación en la Encuesta multicitada,


nos advierte de las pocas personas que estudian una carrera artística, no obstante de que
existe un interés creciente por hacerlo. El primer cuadro al respecto nos ofrece el
panorama nacional del porcentaje de personas que estudian en la actualidad alguna
disciplina artística por estado, o practican alguna actividad artística.

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Cuadro 8: Educación Artística en el país


Estudia o practica aspectos relacionados con la cultura y las artes
Ha escrito algo
Practica una
Estudios en en su tiempo Estudios en Sabe tocas un Estudios en Estudios en Estudios en Estudios en Estudios en Estudios en
Actividad
letras libre o en el Arqueología instrumento música Danza Cine Teatro Artes Plásticas Artes Visuales
Artística
último año

Región Sur
CAMP 1.2 1.7 1 12.4 0.9 0.9 0.8 1.2 0.7 1 6.8
CHIS 1.9 3.4 0.9 17.6 1.7 2.2 1.4 1.9 2.2 11 17.6
QROO 2.6 3.8 3.1 13.3 2.2 3.3 3.2 4.7 3.6 1.5 12.1
TAB 1.8 6 0.5 13 1.1 1.5 1.2 0.5 0.6 1 10.1
VER 0.6 6.2 1.3 17.9 2.1 1.3 2.1 1 1.4 1 15.6
YUC 2.9 6.2 2.4 14.3 2 2.5 1.3 1.6 3 2.3 17.5
Promedio 1.8 4.6 1.5 14.8 1.7 2.0 1.7 1.8 1.9 3.0 13.3
Promedio Nacional 1.3 5.6 1.3 15.9 1.5 2.2 1.5 1.3 2.1 1.6 14.4
Región Noroeste
BC 0.4 1.8 0.5 15.3 1.5 2.8 1.2 0.6 0.6 0.3 10.7
BCS 2.2 5.6 0.6 14.3 1.7 3.7 1.3 1.1 2.2 2.4 13.6
SIN 0.4 3.7 0.3 16.6 1.5 2.2 1.3 0.9 1.1 0.8 9.3
SON 0.4 6 0.6 12.5 0.4 2.2 1.2 1 0.6 0.4 13.1
Promedio 0.9 4.3 0.5 14.7 1.3 2.7 1.3 0.9 1.1 1.0 11.7
Promedio Nacional 1.3 5.6 1.3 15.9 1.5 2.2 1.5 1.3 2.1 1.6 14.4
Región Centro
DF 1.7 8.4 2.6 16.2 1.7 4.6 2.6 2.4 4 3.3 15.8
GRO 1.8 4.6 0.5 15.8 1.1 0.8 0.4 1.1 1.4 0.7 11.7
HGO 0.8 4.8 0.9 12.2 1 1.2 2 1.4 1.8 0.6 10.2
MEX 1.9 7.8 2.1 19.7 1.1 2.3 1.4 1.3 2.1 2 15
MOR 1.9 5.8 1.6 18.5 2.2 1.9 1.6 1.4 2.7 1.8 15.9
OAX 0.3 2.8 0.5 19.2 1.1 2.4 1 1.5 1.1 0.4 17.3
PUE 0.9 5.2 1.1 12.2 2 1.3 1.3 0.8 2.5 2.1 13.9
TLAX 0.2 2.5 0.2 11.6 1.1 0.5 0.1 0.4 19.9 0.9 12.9
Promedio 1.2 5.2 1.2 15.7 1.4 1.9 1.3 1.3 4.4 1.5 14.1
Promedio Nacional 1.3 5.6 1.3 15.9 1.5 2.2 1.5 1.3 2.1 1.6 14.4
Región Centro-Occidente
AGS 1.2 8.8 0.8 17.6 1.4 2.2 2 0.8 3.2 2.8 18.9
COL 3.4 4.9 1.6 15.7 1.7 1.4 1.8 1.1 3.1 2.5 16.4
GTO 1.3 6.3 0.4 12.8 0.6 1.9 0.7 0.4 2 1 14.1
JAL 1.4 4.2 1.9 21.9 3.6 2.9 1.3 2.3 2.9 2.3 23.7
MICH 0.7 4.8 0.8 12.6 1.5 2.6 1.5 1 1.2 0.9 13
NAY 2.7 4 1 13.1 2.7 2.4 2.4 2.2 2.9 1.1 21.9
QRO 1.1 8 1.4 16 2.9 1.9 1.7 1.8 4 1.5 7
SLP 0.7 4.8 0.3 10.8 1 0.4 0.6 1 1.5 0.5 11.4
ZAC 1.1 4.1 0.4 14.1 0.9 1.1 0.4 0.9 0.7 0.8 11.9
Promedio 1.5 5.5 1.0 15.0 1.8 1.9 1.4 1.3 2.4 1.5 15.4
Promedio Nacional 1.3 5.6 1.3 15.9 1.5 2.2 1.5 1.3 2.1 1.6 14.4
Región Noreste
COAH 1.2 4.6 0.9 15.2 0.7 1.2 1.3 1.2 1.3 1.6 18.8
CHIH 3.8 8 2.6 21.2 4.1 4.6 4.2 3.9 5.1 4.3 12.6
DGO 0.6 3.8 0.4 12.2 0.2 0.8 1.4 0.9 1 1.1 8.7
NL 0.7 4.3 0.6 10.4 0.2 0.8 0.8 0.7 1.2 2.1 9.7
TAMPS 0.7 4.8 0.7 10.8 0.8 1.1 1.4 0.3 1 1.2 8.2
Promedio 1.4 5.1 1.0 14.0 1.2 1.7 1.8 1.4 1.9 2.1 11.6
Promedio Nacional 1.3 5.6 1.3 15.9 1.5 2.2 1.5 1.3 2.1 1.6 14.4

El promedio nacional de quienes practican una actividad es del 14.4%, siendo Jalisco
(23.7), Aguascalientes (18.9%) y Coahuila (18.8%) los estados con mayor porcentaje al
respecto. El promedio nacional de quienes declararon haber escrito algo en el último año

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es del 5.6%, y sobresalen Aguascalientes (8.8%), y el Distrito Federal (8.4%) por tener el
mayor número de personas que declararon ser escritores; el porcentaje de quienes
declararon estudiar letras a nivel nacional es de sólo el 1.3%.

Ahora bien, en términos de quienes practican algún instrumento musical el promedio


nacional es del 15.9%, de los más altos en términos de estas prácticas, y de los estados con
mayor porcentaje son Jalisco, el Estado de México y Oaxaca; sin embargo, estudian
música en el promedio nacional sólo el 1.5%.

El siguiente cuadro habla del interés por estudiar una disciplina artística igualmente por
estados y con el promedio nacional. Habría que recordar que el porcentaje es en relación a
la población de más de trece años en el país y que están representados en esta Encuesta
(poco más de ochenta millones de personas). El reto, como se puede apreciar es, dado el
interés por la educación artística de la población, incrementar al menos (el promedio varía
de acuerdo a la disciplina) en diez veces más las posibilidades de que más jóvenes puedan
tener opciones en educación artística, lo cual abre un nicho especial para las políticas
culturales en el país.

De lo que gustaría estudiar a la población de más de 13 años en el país destaca en primer


lugar música (con el 20.7 % nacional), danza (con el 13 %), cine, artes plásticas y visuales
(con más del 12 % cada una de las disciplinas), lo cual puede ayudar a orientar la oferta
educativa. Más allá del Distrito Federal, los estados que presentan porcentajes más altos
de deseos por educarse artísticamente son: Tabasco, Baja California Sur, Morelos,
Aguascalientes, y Chihuahua, estados por cierto representan a las diferentes regiones
culturales del país y que podrían ser sede de proyectos de educación artística más
ambiciosos.

Específicamente por disciplina se podría ordenar la demanda como sigue. En música,


sobresalen Aguascalientes, Morelos, Nayarit, Tabasco y Baja California Sur; en Cine

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destaca la demanda del Estado de México, Aguascalientes, el Distrito Federal, Quintana


Roo y Morelos; en Artes Plásticas y Visuales sobresalen Morelos, Campeche, el Estado de
México, Aguascalientes y Nayarit; y finalmente en Danza los estados con mayor demanda
son: Aguascalientes, el Estado de México, Quintana Roo, Nayarit y Campeche.

Si la política cultural al futuro puede estar fundamentada en la educación artística, este


tipo de información puede contribuir a diseñar, por ejemplo, las universidades de las artes
del futuro.

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Cuadro 9: Le gustaría estudiar alguna disciplina artística.


Le gustaría estudiar
Arqueología Música Danza Cine Teatro Artes Plásticas Artes Visuales

Región Sur
CAMP 7.4 19.1 18.1 9.2 9.3 22.1 13.3
CHIS 9.1 22.4 17.5 16.4 8.1 9.2 9.6
QROO 9.6 25.5 19.6 15.1 9.3 16.9 9.3
TAB 7.3 26.3 12.8 14 12.9 15.4 15.5
VER 1.5 23.5 9 12 3.9 9.7 7.8
YUC 5.1 20.3 12.4 7.8 8.5 10.7 14.4
Promedio 6.7 22.9 14.9 12.4 8.7 14.0 11.7
Promedio Nacional 6 20.7 13 12.9 7.1 12.9 12.6
Región Noroeste
BC 0.5 11.3 7.6 9.1 1.3 13.7 15.4
BCS 6.8 25.3 11.5 13.7 8.2 10.9 11.6
SIN 4.6 10.6 15.3 12.2 7.2 10 10.4
SON 4.9 25 9.3 12.6 8 16.9 11.9
Promedio 4.2 18.1 10.9 11.9 6.2 12.9 12.3
Promedio Nacional 6 20.7 13 12.9 7.1 12.9 12.6
Región Centro
DF 6.8 22.1 15.7 18.6 8.9 14.6 17
GRO 5.7 24.5 15 4.9 7.3 14.6 11.9
HGO 3.4 18.5 6.8 7.2 9.7 3.7 10.1
MEX 9.2 26.8 19.4 22.2 11.4 17.4 17.7
MOR 2.9 29.1 15.3 16.6 13.2 18.3 18.1
OAX 7.5 21.8 16.7 9.8 3.6 12.1 12.6
PUE 9.5 19.9 14.8 8.6 5.3 13.2 11.7
TLAX 3.7 15.5 10.5 11.7 5 15.6 11.8
Promedio 6.1 22.3 14.3 12.5 8.1 13.7 13.9
Promedio Nacional 6 20.7 13 12.9 7.1 12.9 12.6
Región Centro-Occidente
AGS 5.8 31.3 20 21.1 13.6 17 17.9
COL 4.9 15.6 5.8 10.4 7.9 3.8 9.8
GTO 3.6 15.7 8.3 5.4 2.6 14.6 10.8
JAL 6.2 13.8 10.7 9.8 5.9 9.8 8.3
MICH 6.4 23.7 10.2 15.2 7.8 14.8 12.6
NAY 10.9 26.9 18.3 15.2 10.4 14.4 19.9
QRO 6.1 18.7 10.4 18.5 6 8.5 11.8
SLP 9.3 17.9 11.4 9.7 3.9 14.7 10.5
ZAC 3 11.2 10.2 6.8 4.8 8.9 7.2
Promedio 6.2 19.4 11.7 12.5 7.0 11.8 12.1
Promedio Nacional 6 20.7 13 12.9 7.1 12.9 12.6
Región Noreste
COAH 1.5 19.7 6.4 12.5 9.2 10 13.2
CHIH 7.3 26 7.3 11.5 9.5 13.2 13.4
DGO 0.5 9.4 6.5 5 1.2 8.6 9.5
NL 5.1 13.4 11.2 14.1 4.7 11.8 16.1
TAMPS 2.5 18.4 12 9.1 2.6 8.5 6.7
Promedio 3.4 17.4 8.7 10.4 5.4 10.4 11.8
Promedio Nacional 6 20.7 13 12.9 7.1 12.9 12.6

Número 88 Diciembre 2014 – febrero 2015


RAZÓN Y PALABRA
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Conclusiones generales.

1 La metodología de este capítulo trata de precisar quiénes son y dónde están los
practicantes y consumidores culturales, que declararon su participación no en
términos de si “alguna vez”, sino en el último año previo a la encuesta;

2 A diferencia del uso de los resultados relativos, este tipo de información


pretende adentrarse en el mundo de los participantes, es decir de los que sí
realizan una actividad cultural, más allá del “no público” y de las proporciones
con respecto a cada segmento, con el fin de orientar los servicios de calidad a
quienes son los principales consumidores.

3 El mayor número de consumidores están en el cine y los conciertos de música


en vivo (22 millones cada uno), seguidos de los usuarios del internet (20
millones) y lectores (19 millones).

4 Contrario a la opinión común, la lectura en este sentido está entre las


principales prácticas culturales de los mexicanos, muy cercana a los consumos
culturales de masas, a diferencia de otras prácticas; sobre esta argumentación el
número de mujeres lectoras es ligeramente mayor que el de hombres.

5 El principal segmento de practicantes y consumidores culturales es el de


jóvenes, con ingresos familiares entre 3 y 12 mil pesos, y con educación media
y básica. El patrón es similar en todas las regiones y estados del país, con
ligeros cambios.

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6 La recomendación, habría que insistir en ello, es orientar las políticas culturales


a este segmento juvenil, y diseñar proyectos de educación artística para atender
la demanda existente.

1
Doctor en Estudios Latinoamericanos por Tulane University, Maestro en Historia por el Instituo de Inv. Dr.
José Ma. Luis Mora, y Lic. en Sociología por la UNAM. Profesionalmente se ha desempeñado como
Director del Instituto Cultural de Aguascalientes, Director General del Centro Nacional de las Artes en
Conaculta, actualmente es Director General de Difusión y Vinculación de la Universidad de Aguascalientes.
2
Mary Douglas y Baron Isherwood, El mundo de los bienes. Hacia una antropología del consumo,
Conaculta/Ed. Grijalbo, 1990, p.17.
3
Mary Douglas y Baron Isherwood, El mundo de los bienes… Op.cit.., pp.77 y 80.
4
Pierre Bourdieu, La distinción. Criterio y bases sociales del gusto, Ed Taurus, Reedición 1991, p.223.
5
Pierre Bourdieu, “Consumo Cultural”, en El sentido social del gusto, Elementos para una sociología de la
cultura, Buenos Aires (Argentina), Siglo XXI editores, 2010, p.239.
6
Para una excelente exposición de la obra de Bourdieu puede verse el trabajo de Genaro Zalpa Ramírez,
Cultura y Acción Social. Teoría (s) de la cultura, Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2011, pp.110-
128. En general la propuesta del autor es un tributo a Bourdieu.
7
Pierre Bourdieu, en el postfacio al libro de Panofsky, citado por Genaro Zalpa, Cultura y Acción social…,
p.119.
8
Genaro Zalpa, Cultura y Acción social…op.cit., pp.126-128.
9
Héctor Gómez Vargas, “Figuras del Pensar. Los estudios sobre el Consumo Cultural en América Latina y la
organización del Campo Académico de la Comunicación en México” en Estudios sobre las Culturas
Contemporáneas, Época II, Volumen XII/Número 23/Junio 2006, pp.9-43.
10
García Canclini, Néstor, El Consumo Cultural en México, CONACULTA 1993, p.34.
11
García Canclini, Ibid., p.42.
12
García Canclini, op.cit., p.78.
13
Mantecón, Ana Rosas, “Los estudios sobre consumo cultural en México”, en Daniel Mato (coord.),
Estudios y Otras Prácticas Intelectuales Latinoamericanas en Cultura y Poder, CLACSO/CEAP/FACES,
Universidad central de Venezuela, 2002. Sunkel, Guillermo, “Una mirada otra. La cultura desde el
consumo”, en Daniel Mato (Coord.), Estudios y Otras Prácticas Intelectuales Latinoamericanas en Cultura
y Poder, CLACSO/CEAP/FACES, Universidad Central de Venezuela, 2002, pp.287-294; y “El consumo
cultural en la investigación en comunicaciones en América Latina”, en Contornos, Signo y Pensamiento 45,
Vol. XXIII, julio-diciembre, 2004; y el clásico: Sunkel, Guillermo, (coord.) El consumo cultural en América
latina, Convenio Andrés Bello, 1999.
14
Para un estudio específico de estos cambios v. Héctor Gómez Vargas, Jóvenes, mundos mediáticos y
ambientes culturales. Los tiempos del tiempo: la ciudad, biografías mediáticas y entornos familiares,
Universidad Iberoamericana León, 2010, CD-Rom.
15
Alfonso Castellanos Ribot, “Las Estadísticas básicas de la cultura en México”, en Cultura Mexicana:
revisión y prospectiva, Francisco Toledo, Enrique Florescano y José Woldenberg (Coordinadores), Ed.
Taurus, 2008, pp.365-400.
16
Alfonso Castellanos, “Las estadísticas…”, op.cit., pp.371-372, 378 y
17
Los resultados difundidos por el propio Conaculta, estado por estado y en general, pueden consultarse en:
http://www.conaculta.gob.mx/encuesta_nacional.php El estudio que presento parte del análisis de la
encuesta a partir de tabulados propios.
18
Pedro Güell, Rommy Morales y Tomás Peters, Una canasta básica de consumo cultural para América
Latina. Elementos metodológicos para el derecho a la participación cultural, Santiago de Chile, Ed.
Universidad Alberto Hurtado, 2011.
19
Salvo en el caso del cine, que especifica “En los últimos tres meses…”
20
Las variables seleccionadas para este Índice son las siguientes, referidas a preguntas específicas de la
Encuesta de Hábitos, Prácticas y Consumos del 2010:

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1. P. 2 En los últimos tres meses ¿cuántas veces fue al cine?


2. P. 13 En los últimos 12 meses, ¿cuántas veces asistió a un espectáculo de danza?
3. P. 24 (…) concierto de música o presentación de música en vivo?
4. P. 43 (…) a una obra de teatro?
5. P.55 ( …) zonas arqueológicas?
6. P.66 (…) a un museo?
7. P.73 (…) a una biblioteca?
8. P. 83ª ¿Cuántos libros completos, que no estén relacionados con la escuela o con su profesión, ha
leído en los últimos doce meses?
9. P.96 (…) a una exposición de artes plásticas?
10. P. 104 (…) a una exposición de artes visuales?
11. P.109 (…) a centros culturales?
12. P.129 ¿Usted usa internet?
Gasto público en cultura per cápita en los estados.
21
Michele Petite, Lecturas: del espacio íntimo al espacio público, Fondo de Cultura Económica, 1ª reimp.,
2004, p.104.
22
Fernando Escalante Gonzalbo, A la sombra de los libros. Lectura, mercado y vida pública, El Colegio de
México, 2007.
23
Fernando Escalante Gonzalbo, A la sombra…, pp.140, 184 y 342-343. El autor presenta varios cálculos
sobre los lectores habituales: por ejemplo, cuando habla sobre la primera mediación que es la familia y la
escuela, comenta que “sólo una de cada veinte personas –con seguridad menos- puede contrastar las
novedades que se anuncian como obras maestras de la literatura, la crítica o la historia, con un conjunto de
lecturas previas”, p.154.
24
Gabriel Zaid, “La lectura como fracaso del sistema educativo”, Letras Libres, Noviembre 2006.
25
Un tema sobre el que reflexiona Escalante Gonzalbo es sobre la mediación “oligopólica” del mercado del
libro, un tema que lamentablemente no vino a remediar la ley del libro.
26
Guilles Lipovetsky y Jean Serroy, La cultura-mundo, Anagrama, 2010, en especial “La cultura-mundo
como civilización” (Capítulo 4).
27
Lipovetsky y Serroy, op.cit., p.203.

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