GUILLERMO FURLONG - Sobre San Martin
GUILLERMO FURLONG - Sobre San Martin
GUILLERMO FURLONG - Sobre San Martin
EL GENERAL
SAN MARTIN
¿MASÓN
CATÓLICO — DEÍSTA?
F2235
A
.F^8
TL
EL AUTOR Y SU OBRA
DISTRIBUIDORA Y EDITORA
THEORIA S.R.L.
Rívadavia 1255 Buenos Aires
de Psblo Fortuny.
Los e scr i to s póstumos de Albbrdi, de Alberto Octavio Córdoba.
Mendqea hace cien años, de José Luis Masini Calderón.
Juan Manuel de Rosas, de José Luis Rusanicfae.
OF PRIWCf^
AU6 29 1983
EL GENERAL
SAN MARTÍN
TL
PRÓLOGO
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del Libertador Don José de San Martín, que Pacífico
Otero dio a la publicidad en 1932, o en el artículo que,
sobre San Martín y la Iglesia, dio a la estampa el doctor
Rómiilo Carbia, en 1942, o eji el ensayo sobre La P.eli-
gión de San Martín, que publicó el señor Horacio F.
Delfino, en 1943, o en el ensayo de Miguel Angel Di
Pasquo, San Martín soldado católico, o en las tnoiiogra-
fías que, acerca de Las convicciones religiosas de los
proceres argentinos y acerca de San Martín y la logia
Lautaro, dieron a la prensa, en 1944, los señores José
Luis Trenti Rocamora y Armando Tonelli,
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y en el equívocó'\ como escribió Gervinus^, ni es verdad
que nadie tenía um idea neta de sus verdaderos talentos^
ni de su carácter^ ''pero como consignan todos los que le
conocieron era varón austero^ e7iemigo del boato y de la
ostentación; era sobrio y parco en el córner^ y lo era
también en el habW^, ''Era esquivo a lo se?itimental y a
lo sensuar^ escribe Ricardo Rojas. "Su filosofía fue la de
un estoico. Más que un hábil guerrero^ agrega el autor de
El Santo de la Espada, era San Martín un asceta del pa-
triotismo^ un templario de la libertad'' ^. Eugenio María
de Mostos ha dicho que San Martín "fue argentino por
su cima, pero hombre de Esparta por sus hábitos. Ningún
hombre más sencillo, ?ii tampoco más severo; ninguno más
sobrio de palabras, pero tampoco más pródigo de su per-
sona. . . Tanto en su figura atlética, en su rostro enjuto,
en sus ojos fríos, se denotaba la indiferencia por todo lo
que es vano, y su atención exclusiva a lo que constituía
el propósito de su existencia^' ^.
2 Citado por Mitre, quien, a su vez, escribe que San Martín era "altivo
por carácter y modesto por temperamento y por sistema más que por
por virtud... Moderado por cálculo... austero en el deber... severo
hasta la dureza a veces... reservado hasta tocar el disimulo...". Cf. B.
Mitre, Obras co?npletaSy Buenos Aires, 1938, t. 1, p. 146 y R. Rojas, El
Santo de la Espada^ Buenos Aires, 1940, p. 518.
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2 Según Barcia Trelles, que parece haber visto los registros del Cole-
gio de Nobles, San Martín estuvo no dos, sino cuatro años (1784-17SS)
en dicho instituto. Cf. ]osé de San Martin en España^ p. 47.
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II
Vamos a recordar mediante una larga enumeración
los principales rasgos de la conducta religiosa de San
xMartín.
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las tres conciliares proclamas, sin que de su lectura resulte
impedimento alguno canónico; oídos y entendidos sus
mutuos consentimientos de que fueron por dicho pres-
bítero representante preguntados; siendo testigos, entre
otros, D. Carlos de Alvear, sargento mayor del referido
escuadrón y su esposa doña María del Carmen Quinta-
nilla. igualmente en el día diez y nueve del mismo mes,
recibieron las bendiciones solemnes en la misa de velacio-
nes, en que comulgaron; y por señal de verdad lo firmo.
— Dr. Julián Segundo de Agüero".
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muertos del tres de febrero en este año en San Lorenzo" ^.
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por unas frases del general Paz, creeríase que en algunos
regimientos se siguió considerando el duelo militar como
algo legítimo. Su ejercicio "fue propuesto en mi regi-
miento, escribe Paz, habiendo sido convocados los ofi-
ciales para su aceptación. Nuestros jóvenes oficiales se
condujeron con un juicio superior a sus años, haciendo
observaciones sensatas sobre los muchos inconvenientes.
Sea que el general San Martín no quería una cosa distinta
de la que se había establecido en su regimiento, sea que-
pesase el mérito de las observaciones que se hicieron, sea
otra cualquiera la causa, lo cierto es que no se volvió a
tratar el asunto y jamás se llevó a efecto. Ignoro lo que
sucedió en los otros cuerpos, pero el hecho es que en nin-
guno se implantó, y que el de Granaderos quedó como
único depositario de su bizarra institución, la que allí
mismo se debilitó mucho, y según pienso, cayó en de-
suso".
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medio conseguirá usted tener al ejército bien subordinado,
pues él, al fin, se compone de hombres educados en la
religión católica que profesamos, y sus máximas no pue-
den ser más a propósito para el orden.
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Fue manifiestamente devoto de Ta Virgen Santísima,
bajo la advocación del Carmen, no obstante ser Nuestra
Señora de la Merced o de las Mercedes la que contaba
entonces, en tierras argentinas, con más adeptos.
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Mientras el general San Martín se hallaba disponiendo
el Ejército de los Andes, no dejaba de interesarse por
la acción del futuro congreso a celebrarse en Tucumán,
y con fecha 26 de enero de 1816 escribía a Tomás Go-
doy Cruz y le manifestaba que lo que más le interesaba
era la declaración de la independencia. Por lo que tocaba
al sistema de gobierno se hallaba sin cuidado, con tal que
el que se adoptara no tuviera ^'tendencia a destruir
nuestra religión".
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15. Mnur., Historial th- Sau Martín, Buenos Aires, 1907, t. 2, p. 173.
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cia amistad. Yo soy ya viejo para militar, y hasta se me
ha olvidado el oficio de destruir a mis semejantes; por
otra parte tengo una pacotilla (y no pequeña) de pecados
mortales cometidos y por cometer, ainda más. Ud. sabe
mi profundo saber en latín, por consiguiente, esta oca-
sión me vendría de perilla para calzarme el Obispado
de Buenos Aires y por este medio no sólo redimiría
todas mis culpas, sino que, aunque viejo, despacharía las
penitentas con la misma caridad cristiana como lo haría
el casto y virtuoso Canónigo Navarro de feliz memoria.
Manos a la obra, mi buen amigo, yo suministraré gratis
a sus hijos el Sacramento de la Confirmación, sin contar
mis oraciones por su alma que no escasearán. Yo creo que
la sola objeción que podrá oponerse para esta mamada
es la de mi profesión, pero los santos más famosos del
Almanaque, ¿no han sido militares? Un San Pablo, un
San Martín, ¿no fueron soldados como yo, y repartieron
sendas cuchilladas sin que esto fuese un obstáculo para
encasquetarse la mitra? Basta de ejemplos". Anotadas
estas opiniones, agrega el historiador Piccirilli, indícale
al amigo cómo debe proceder para ahorrar en el fran-
queo de la correspondencia y bajo la impresión del pen-
samiento dominante, finaliza: "Admita Ud. la santa ben-
dición de su nuevo prelado, con lo cual recibirá la gracia
de que tanto necesita para liberarse de las pellejerías que
le proporcionará su empleo: yo se la doy con la cordia-
lidad de su viejo amigo".
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iglesias que, a un mismo tiempo, repicaban. El regocijo
y satisfacción habría sido difícil medirlos.
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a la ciudad famosa
(Nido que fue del águila argentina.)
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sonora, vibrante, dirigió a este último estas memorables
palabras: ¡Soldados! Son éstas las primeras banderas que
se bendicen en América. Jurad sostenerlas, muriendo en
su defensa como yo lo juro. ¡Lo juramos!, respondie-
ron tres mil y más voces, atronando el aire, llevando el
entusiasmado pueblo en esos ecos repercutidos en todos
los corazones, nuevo ardor a su amor a la Patria, a su
decidida consagración a la causa de la libertad.
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de la victoria que tan estratégicamente había preparado.
Aun rehecho su ejército, después de la sorpresa de Can-
cha Rayada, era inferior en número al realista, y la batalla
de Maipú estuvo en un triz de perderse, y fue en esc
momento angustioso, según escribió en 1918 el señor Ma-
cario Ossa, que "en lo más recio del combate, según con-
taba al que suscribe el señor don José Zapiola, militar en
la misma batalla, el gone^^al San Martín, viendo f laquear
un ala de su ejército, gritaba a la tropa entusiasmado:
Nuestra Patrona, la Santísima Virgen del Carmen, nos
dará la victoria, y aquí mismo le levantaremos la iglesia
prometida para conmemorar este triunfo. Acto continuo,
después de las memorables palabras del general San Mar-
tín, cargan las tropas con ímpetu irresistible y se pronun-
ció el triunfo de toda la línea.
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Sol, que sea el patrimonio de Íos guerreros libertadores,
el premio de los ciudadanos virtuosos y la recompensa de
todos los hombres beneméritos. Ella durará mientras
haya quien recuerde la fama de los años heroicos, porque
las instituciones que se forman al empezar una grande
época se perpetúan por las ideas que cada generación
recibe, cuando por la edad, en que averigua con respeto
el origen de la que han venerado sus padres".
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"Esta es una reveladora epístola, escribe con toda razón
su editor. Nos muestra el alma generosa de San Martín
y en la intimidad de ella se confiesa creyente esperanzado
que fía en Dios providente. Esta nunca podrá ser la carta
de un escéptico y sí la de un hombre de fe honda. Anto-
jadizo sería dar a ella una interpretación política, estando
destinada a un humilde servidor".
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otros"/^
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III
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San Martín ^'creía en Dios y nada míi\ esto se
redujo el panorama de su vida espiritual''. Sólo por razo-
nes políticas, como se lo aconsejaba Belgrano, permitió
actos religiosos simplemente efectistas. Como hombre^
lo propio que como soldado, obraba por cálculo frío y
astuto.
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a este vocablo, y menos aun fue un masón convencido,
por la simple razón de que, en su tiempo, no existía la
masonería, en el sentido condenable y condenado de esta
designación. En tiempo de San Martín se entendía por
masonería y por logias ciertas agrupaciones políticas o
sociales y las había también antirreligiosas, que tenían
fines diversos y se valían generalmente del secreto. Hoy
se entiende por masonería una asociación condenada por
la Iglesia, cuyo principal objetivo, o uno de sus princi-
pales objetivos, es la destrucción del altar. Para obtener
este fin sus adeptos se valen del secreto y de agentes jura-
mentados. Las agrupaciones, que arriba recordamos, se
denominaron logias, ya fueran entidades aisladas, ya estu-
vieran constituyendo parte de las corporaciones que, con
diversos nombres y con obejtivos, más o menos homo-
géneos, habían ido surgiendo en diversos países de Euro-
pa. El fin antirreligioso no fue común a las logias aisladas,
ni lo fue de algunas agrupaciones o conjuntos de logias,
y esa realidad explica el que los Romanos Pontífices
fueran proscribiendo unas u otras, según se deducía de
los hechos su carácter anticatólico. En 1738, Clemente XII
condenó los Liberi Muratori y Benedicto XIV ratificó
esta condenación en 1751. Pío VII condenó las organi-
zaciones carbonarias en 1821, y León XII, cuatro años
más tarde, por su Encíclica Qíw graviora, condenó la
secta llamada Uiiiver sitaría, y Pío IX volvió a condenar a
ésta y a otras sectas o ramas masónicas en 1846, en 1865
y en 1869. No fue sino León XIII quien, a 20 de abril
de 1884, y por su Encíclica Hiimammi gemís, cuyo títu-
lo es De Secta Massoiuim, puntualizó los errores de las
sectas en general y las condenó.
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no
"No hay una sola vez que escriba sobre nuestro país
que no sufra una irritación — dejemos este asunto y con-
chiyo diciendo que el hombre que establezca el orden e7i
nuestra Fatria, sean cuales fueren los ifiedios que para ello
emplee, es el sólo que merecerá el noble título de su
libertador'',
"iMenos mal que San Martín los acepta como mal nece-
sario y medida transitoria para constituir el gobierno
democrático, civil y duradero".
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excesos algunos, y sólo en los días francos, o terminadas
las academias generales, como escribe Espejo, y eso en
compañía de sus grandes amigos, O'Higgins, Arcos, Al-
varez Condarco, Necochea, etc. Era gran conocedor de
vinos, nos dice Pueyrredón, y "se complacía en hacer
comparaciones entre los diferentes vinos de Europa", pero
el mismo Pueyrredón, y, a la par de él, Espejo y xMiller,
nos dicen que era "parco en extremo", así en el comer
como en el beber. Por lo que respecta al uso del opio,
véase lo que escribe Tomás Guido: "A más de la dolencia
crónica que diariamente le mortificaba, sufría, de vez en
cuando, ataques agudísimos de gota ... Su médico, el
doctor Zapata, lo cuidaba con incesante esmero, inducién-
dolo, no obstante, a un uso desmedido del opio, a punto
de que, convirtiéndose esta droga, a juicio del paciente,
en una condición de su existencia, cerraba el oído a las
instancias de sus amigos para que abandonase el narcótico
(de que muchas veces le sustraje los pomitos que lo con-
tenían) y se desentendiese del nocivo efecto con que len-
ta, pero continuamente, minaba su físico v amenazaba su
moral".
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de invadir la CJran Bretaña. AWí mismo fue donde el ge-
nio militar del siglo distribuyó solemnemente las cruces
de honor a los valientes soldados de su ejercito. . .
F:! c.ipill.i en (]uc se hnllnn los despojos mortales del inmortal solda-
do de 1.1 patria algenrina, no formaba parte de la Catedral, con anterio-
riilad a 1880. (Constituía una sala en la que estaba ubicada la dirección
del periódico 'i .a \'o/. de la Iglesia", y tenía salida directa a la calle
Ki\ nila\ ia, pero donííc se lialla aliora la entrada a dicha capilla o panteón,
encontrábase otrora el altar de Nuestra Señora de La Paz.
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41, 137.
Bcrmúdez, Francisco, 2 5.
Bertin, abate, 90.
Beverina, Juan, 94, 13 5.
Biedma, José Juan, 37.
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Capdevila, Arturo, 1 7, 5 5, 5 7.
Carmen, Nuestra Señora del, 3 9,
126.
70.
na de la, 105.
Hospital de San Antonio, 42.
Hostos, Eugenio María de, 13.
Hudson, Damián, 24, 61, 64, 70.
Martín, 82.
Matorras, Gregoria, 15, 21.
Mausoleo de San Martín, 132.
Mercedes, Nuestra Señora de las,
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Andes, 60.
San Martín y el Padre Bauza, 49.«
San Martín y el abate Berfín, 90.
San Martín contra la blasfemia,
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44, 45.
Santa Rosa de Lima, 80.
Santo Domingo de Guzmán, 16.
Sayos, presbítero, 56.
Segura, familia de, 24.
"Serás lo que has de ser . . 17.
Socorro, Iglesia del, 24.
Suárez, José, 50.
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Prólogo 7
Capítulo I 15
Capítulo II 21
Capítulo III 93
índice onomástico y temático 139
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se terminó de imprimir
en el Departamento Gráfico
de Agencia Periodística CID
Avda. de Mayo 666, 2° Piso
Capital Federal el día
7 de marzo de 1982
DE NUESTRO FONDO
EDITORIAL
SARMIENTO, SU GRAVITACION EN EL
DESARROLLO NACIONAL, de Pedro de
Paoli.
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