LITERATURA MEDIEVAL ESPANOLA 10deg
LITERATURA MEDIEVAL ESPANOLA 10deg
LITERATURA MEDIEVAL ESPANOLA 10deg
CASTELLANO 10°
GUÍA DE APRENDIZAJE Nº 3
MOTIVACIÓN
ESPAÑA1
TORERO TORO CORTÓ PICADOR
En la corrida de toros del viernes, en España, se cortaron muchas orejas y colas. Con las pistas
determine: los nombres de los toreros, picadores y toros, y ¿qué cortó cada torero? PISTAS:
1. El Cordobés lidió a Furia y pudo cortar Una Oreja y la Cola, al final de la corrida; el picador
que lo acompañó no fue Agustín, ni tampoco Pepe.
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2. Toño fue el picador del torero que lidió a Manchado, y Paco, del torero que obtuvo Dos
Orejas.
3. Gonzalillo realizó una buena faena capoteando a Impla cable, sin embargo, no pudo cortar nada
pues el toro fue indultado. A diferencia de él, Manolete cortó la Cola de un toro que no fue
Oscuro.
4. Joaquín no fue el picador que acompañó en su faena a Paquirri; ni tampoco, acompañó al torero
que lidió a Recio.
5. Joselito no fue quien cortó Una Oreja, como el torero que lidió a Manchado; pero Joselito sí
estuvo acompañado por Paco el picador.
6. Agustín no fue el picador del torero que lidió a Recio.
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NUEVOS CONCEPTOS
Con la desintegración del pueblo romano, Europa comienza una nueva etapa conocida como Edad
Media; alrededor del AÑO 1.000 ya se había organizado la sociedad en un nuevo orden. Esto hará
que tengan lugar las primeras manifestaciones de la Literatura Española, el siguiente es el
contexto histórico social de la época. La medieval abarca desde el siglo quinto hasta el siglo
quince de nuestra era. Observemos el esquema que muestra las diferentes clases sociales y su
organización durante la Edad Media.
CONTEXTO HISTÓRICO SOCIAL ÉPOCA: siglo V hasta el siglo XV Clases sociales
ACTIVIDADES
A. Leo el siguiente texto explicativo del Mío Cid y el fragmento de la obra El cantar de Mío Cid y
analizo:
El Cantar de Mío Cid es un cantar de gesta anónimo que relata hazañas heroicas inspiradas
libremente en los últimos años de la vida del caballero castellano Rodrigo Díaz de Vivar.
Se trata de la primera obra épico- narrativa extensa de la literatura española en una
lengua romance, y destaca por el alto valor literario de su estilo. Está escrito en
castellano medieval y compuesto alrededor del año 1200 (fechas post quem y ante quem:
1195–1207). Se desconoce el título original, aunque probablemente se llamaría gesta o
cantar, términos con los que el autor describe su obra en los versos 1085 y 2276,
respectivamente. El Cantar de Mío Cid es el único cantar épico de la literatura española
conservado casi completo. Se han perdido la primera hoja del original y otras dos en el
interior del códice, aunque el contenido de las lagunas existentes puede ser deducido de
las prosificaciones cronísticas, en especial de la Crónica de veinte reyes. Además del
Cantar de Mío Cid, los cuatro textos de su género que han perdurado son: las Mocedades
de Rodrigo —circa 1360—, con 1700 versos; el Cantar de Roncesvalles —1270—, un
fragmento de unos 100 versos; y una corta inscripción de un templo románico, conocida
como Epitafio épico del Cid —¿1400?—. El poema consta de 3735 versos de extensión
variable aunque dominan versos de 14 a 16 sílabas métricas. Los versos del Cantar de Mío
Cid están divididos en dos hemistiquios separados por cesura. La longitud de cada
hemistiquio es de 4 a 13 sílabas, y se considera unidad mínima de la prosodia del Cantar.
No hay división en estrofas, y los versos se agrupan en tiradas, es decir, series de versos
con una misma rima asonante.
Tirada 1.
1.
El Cid convoca a sus vasallos; éstos se destierran con él.
Adiós del Cid a Vivar.
(Envió a buscar a todos sus parientes y vasallos, y les dijo cómo el rey le mandaba salir
de todas sus tierras y no le daba de plazo más que nueve días y que quería saber quiénes
de ellos querían ir con él y quiénes quedarse.)
A los que conmigo vengan que Dios les dé muy buen pago;
también a los que se quedan contentos quiero dejarlos.
Habló entonces Álvar Fáñez, del Cid era primo hermano:
"Con vos nos iremos, Cid, por yermos y por poblados;
no os hemos de faltar mientras que salud tengamos,
y gastaremos con vos nuestras mulas y caballos
y todos nuestros dineros y los vestidos de paño,
siempre querremos serviros como leales vasallos."
Aprobación dieron todos a lo que ha dicho don Álvaro.
Mucho que agradece el Cid aquello que ellos hablaron.
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El Cid sale de Vivar, a Burgos va encaminado,
allí deja sus palacios yermos y desheredados.
Los ojos de Mío Cid mucho llanto van llorando;
hacia atrás vuelve la vista y se quedaba mirándolos.
Vio como estaban las puertas abiertas y sin candados,
vacías quedan las perchas ni con pieles ni con mantos,
sin halcones de cazar y sin azores mudados.
Y habló, como siempre habla, tan justo tan mesurado:
"¡Bendito seas, Dios mío, Padre que estás en lo alto!
Contra mí tramaron esto mis enemigos malvados".
2
Agüeros en el camino de Burgos
Ya aguijan a los caballos, ya les soltaron las riendas.
Cuando salen de Vivar ven la corneja a la diestra,
pero al ir a entrar en Burgos la llevaban a su izquierda.
Movió Mío Cid los hombros y sacudió la cabeza:
"¡Ánimo, Állvar Fáñez, ánimo, de nuestra tierra nos echan,
pero cargados de honra hemos de volver a ella! "
3
El Cid entra en Burgos
Ya por la ciudad de Burgos el Cid Ruy Díaz entró.
Sesenta pendones lleva detrás el Campeador.
Todos salían a verle, niño, mujer y varón,
a las ventanas de Burgos mucha gente se asomó.
¡Cuántos ojos que lloraban de grande que era el dolor!
Y de los labios de todos sale la misma razón:
"¡Qué buen vasallo sería si tuviese buen señor!"
B. Respondo con mi grupo de trabajo y en mi cuaderno las preguntas con base el texto anterior
C. Leo el siguiente fragmento de “EL CONDE LUCANOR “obra narrativa representativa de los
inicios de la literatura española, escrita por DON JUAN MANUEL y resuelvo en mi cuaderno el
siguiente taller con base en la interpretación del texto:
EL CONDE LUCANOR CONSIDERADO UNO DE LOS CIEN LIBROS QUE DEBO LEER
ANTES DE MORIR
Lo que sucedió a un filósofo que por casualidad entró en una calle donde vivían malas
mujeres Otra vez hablaba el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, de este modo:
-Patronio, vos sabéis que una de las cosas de este mundo por la que más debemos
esforzarnos es por alcanzar buena fama y conservarla intacta. Como sé que en esto y en
otras tantas cosas nadie me podrá aconsejar mejor que vos, os ruego que me digáis cómo
podré acrecentar y guardar mi fama. -Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, mucho me
agrada lo que decís. Para que podáis hacer en esto lo mejor, me gustaría que supierais
cuanto ocurrió a un gran filósofo, que era muy anciano. El señor conde le preguntó lo que le
había ocurrido. -Señor conde -dijo Patronio-, un gran filósofo, que vivía en una ciudad del
reino de Marruecos, padecía una molesta enfermedad, pues sólo podía obrar con dolor, con
pena y muy despacio. »Para librarlo de las molestias que padecía, le habían mandado los
médicos que, siempre que lo necesitara, obrase en seguida, sin dejarlo para más tarde,
pues pensaban que, cuanto más lo dejase, las heces se pondrían más secas y duras, con el
consiguiente daño y perjuicio para su salud. Siguiendo el consejo de sus médicos, obraba
como os digo y sentía cierto alivio. »Sucedió que un día, yendo por una calle de aquella
ciudad, en la que tenía muchos discípulos que seguían sus enseñanzas, le vinieron ganas de
obrar como os he contado. Para hacer lo que sus médicos le aconsejaban y que tan buenos
resultados le daba, se metió en una callejuela para hacer lo excusado. »Dio la casualidad
de que en aquella calleja vivían las mujeres de vida pública, que si hacen daño a su cuerpo
también deshonran su alma. Pero el filósofo nada sabía que aquellas mujeres vivieran allí.
Por la clase de enfermedad que padecía, por el tiempo que permaneció en aquel lugar y por
el aspecto que ofrecía al salir de la calleja, aunque ignoraba quiénes vivían allí, todos
pensaron que había ido allí para hacer algo impropio de lo que debe hacerse y de lo que
hasta entonces había hecho. Si alguna persona respetable hace alguna cosa que merece
censura y crítica, por pequeña que sea, a todos les parece peor y da más que hablar que
cuando se trata de alguien que hace públicamente cosas peores; así, a este filósofo
comenzaron a criticarlo y a hablar mal de él, pues, siendo tan anciano y aparentando tanta
virtud, había visitado un lugar como aquel, tan dañino para su cuerpo, para su alma y para
su propia fama. »Cuando llegó a su casa, vinieron a él sus discípulos que, con mucha pena y
pesar, le dijeron qué desgracia o pecado había sido aquel por el cual se había
desprestigiado a sí mismo y a ellos, sus discípulos, a la vez que había perdido la fama que
hasta entonces había conservado sin mancha alguna. »El filósofo, al oírles hablar así, se 7
asombró mucho y les preguntó por qué decían aquello, o qué falta había cometido, pues no
sabía de qué le estaban hablando. Ellos le contestaron que no debía disimular, pues no
quedaba nadie de la ciudad que no comentara su mala acción al visitar la calleja donde
vivían las malas mujeres. »Cuando el sabio escuchó esta explicación, sintió gran pesar,
pero les pidió que no se lamentaran, pues de allí a ocho días les podría dar una respuesta.
»Se retiró luego a su estudio, donde escribió un libro, corto pero muy bueno y provechoso.
Amén de otras cosas buenas que tiene, como si mantuviera una conversación con sus
discípulos sobre la buena y mala ventura, les dice así: »"Hijos, con la buena y la mala
suerte sucede así: a veces se la busca y se la encuentra, aunque a veces es encontrada sin
buscarla. La buscada y hallada es cuando un hombre hace buenas acciones, gracias a las
cuales consigue alguna felicidad; eso mismo ocurre cuando por sus malas obras le sucede
alguna desgracia. Esta es la suerte, buena o mala, hallada y buscada por el hombre, pues
hace cuanto puede para que le venga el bien o el mal que busca. »"Igualmente, la hallada y
no buscada es cuando a un hombre, sin hacer nada para ello, le sucede alguna cosa buena o
algún bien; por ejemplo, un hombre que vaya por el campo y encuentre un gran tesoro o
cualquier cosa de gran valor sin haberse esforzado en buscarlo. Eso mismo ocurre cuando
a un hombre, sin haberlo merecido, le sobreviene alguna cosa mala o alguna desgracia; es
como si un hombre fuera caminando por la calle y le cayera una piedra que otro lanzó
contra un pájaro que iba por el cielo. Esta es la mala ventura encontrada y no buscada,
puesto que ese hombre nunca hizo nada para que le ocurriera esa desgracia. »"Hijos,
debéis saber que en la buena o mala suerte hallada y buscada se unen dos cosas: que el
hombre se ayude a sí mismo, haciendo el bien para lograr el bien y obrando mal si es esto
lo que busca; además, merecerá el premio o el castigo de Dios según sus obras sean buenas
o malas. Igualmente, en la suerte buena o mala, hallada y no buscada, se necesitan otras
dos cosas: que el hombre evite en cuanto le sea posible hacer el mal o parecerlo, de donde
le pueda venir alguna desgracia o mala fama y, en segundo lugar, pedir y rogar a Dios que,
pues Él procura alejar de nosotros la desventura o la mala fama, también le ayude para
que no le sobrevenga alguna desgracia, como me ocurrió a mí el otro día cuando entré en
una calleja para hacer lo que no se podía excusar por mi propia salud que, aunque era algo
inocente y de lo que no podía venirme mala fama, como por desventura mía vivían allí
aquellas mujeres, aunque yo salía sin culpa, fui muy criticado y quedé infamado". »Vos,
Conde Lucanor, si queréis mantener y acrecentar vuestra fama y honra, debéis hacer tres
cosas: la primera, muy buenas obras que complazcan a Dios y, logrado esto, que, después,
en cuanto sea posible, agraden también a los hombres, cuidando siempre vuestro estado y
dignidad, pero sin olvidar que, por muy buena fama que tengáis, podéis perderla si,
debiendo realizar buenas obras, hacéis las opuestas, porque muchos hombres obraron bien
durante cierto tiempo y, como después se apartaron de ese camino, perdieron los méritos
conseguidos y acabaron de mala manera. La segunda cosa es rogar a Dios para que os
ilumine en la conservación y aumento de vuestra fama, a la vez que aleje de vos la ocasión
de perderla, por obras o palabras vuestras. La tercera cosa es que ni de palabra ni de obra
hagáis nunca nada por lo que las gentes pongan en duda vuestra fama, que siempre debéis
guardar por encima de todo, pues muchas veces los hombres hacen buenas acciones, pero,
como levantan sospechas y parecen malas, ante la opinión de las gentes quedan como
realmente malas. Tened presente siempre que en asuntos tocantes a la fama tanto
aprovecha o perjudica lo que opinan las gentes como la propia verdad, aunque para Dios y
para el alma sólo cuentan las obras que el hombre hace, así como la intención que guarda.
Al conde le pareció este cuento muy bueno y rogó a Dios para que le permitiera hacer las
obras necesarias para salvar su alma y aumentar su fama, su honra y su estado. Y como
don Juan vio que el cuento era excelente, lo mandó escribir en este libro e hizo unos
versos que dicen así:
Haz siempre el bien sin levantar recelos, que así siempre tu fama se extienda por los 8
cielos.