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Comprensión Bíblica

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VI.

ELEMENOS A TENER ENCUENTA EN LA INTERPRETACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS


REVELADA

1. Idioma. El propósito de la interpretación bíblica es dejar claro el sentido y mensaje de la


revelación de Dios. ¿Cómo interpretamos la Biblia? Debemos comenzar por reconocer lo que
G. Campbell Morgan llamó el «principio contextual». Debe considerarse la Biblia dentro de su
propio contexto de idioma, tiempo, lugar y situación. Cada parte de ella debe analizarse a la luz
de las demás partes. Pero también el laico debe hacer suya la tarea. Debe tomar en cuenta la
diferencia entre prosa y verso, profecía y apocalipsis, parábola y hecho. La Biblia es antigua y
oriental; es decir, procede del Oriente Medio o Cercano, y no de Europa o América. Los
orientales piensan en sentido figurado más que los occidentales; se valen de la poesía y del
lenguaje figurado. No podemos meter a la fuerza nuestros patrones de lenguaje literal y
rectilíneo en este libro antiguo y oriental, en el cual no tienen aplicación.

2. El tiempo. El tiempo, la historia o lo que podríamos llamar trasfondo histórico debe


comprenderse para interpretar correctamente la Biblia. Entre los pueblos antiguos, los
hebreos eran los que tenían el más agudo sentido de la historia; y lo eran porque Dios se
reveló en sus actos y palabras por medio de la historia. Los acontecimientos de la Biblia
tuvieron por centro el área geográfica que se extiende desde Egipto hacia el norte por
Palestina, Babilonia y Asiria, hasta el Asia Menor y finalmente Europa. Puesto que los 7
acontecimientos de la Biblia ocurrieron en un período de varios millares de años, han de
observarse cuidadosamente los movimientos históricos de este gran período.

3. El lugar. Si el factor tiempo tiene que ver con el trasfondo histórico, el factor lugar tiene que
ver con el trasfondo geográfico. Es un hecho reconocido que la posición climática y geográfica
influyen en la cultura de un pueblo. En Egipto, donde hace mucho calor y rara vez llueve, la
gente es lenta y necesita dormir mucho. Generalmente en climas frescos, por el contrario, la
gente tiene movimientos más rápidos y es más progresiva en cuanto a eliminar la suciedad y la
enfermedad. Algunas de las leyes del Pentateuco tienen definida relación con las cálidas
condiciones climáticas del Cercano y Medio Oriente. Por ejemplo, la prohibición de comer
cerdo era buena, porque dicha carne se descomponía rápidamente sin refrigeración. A la luz
de este hecho sería injusto interpretar los actos de los antiguos hebreos como ignorancia
simplemente porque podemos hoy día conservar y comer esta carne.

4. La situación. Para comprender a estos pueblos antiguos en su vida cotidiana y ponernos en


su lugar es esencial que observemos minuciosamente sus costumbres y modo de vivir. Es un
hecho nuestra tendencia a formarnos imágenes; por lo tanto, nos formamos un cuadro más
exacto de la Biblia si visitamos, por así decirlo, los pueblos bíblicos. Afortunadamente esto es
posible mediante la abundancia de datos disponibles sobre vestido, relaciones y costumbres
bíblicos. Además, los diccionarios bíblicos y libros similares de consulta suministran
ilustraciones gráficas mediante cuadros y la palabra escrita. Actualmente los eruditos obtienen
muchos de sus datos del trabajo de los arqueólogos que están excavando los restos de las
civilizaciones de tiempos bíblicos.

5. Ver la Biblia como un todo. G. Campbell Morgan, al enunciar el principio contextual de


interpretación bíblica, insistía en que era absolutamente necesario considerar cada libro de la
Biblia y hasta cada capítulo y pasaje, a la luz de la Biblia entera. A veces se expresa de este
modo: El mejor intérprete de la Biblia es la Biblia misma. He aquí un ejemplo exagerado: La
Biblia dice, «No hay Dios» (Salmo 14.1). Así dice al pie de la letra. Pero proclamar que la Biblia
enseña el ateísmo sería de lo más irresponsable y falto de honradez. Tenemos que leer la
afirmación, «No hay Dios», en su contexto completo, y entonces leemos: «Dice el necio en su
corazón: No hay Dios». Pero en la interpretación de este texto hay que ir más allá del contexto
inmediato. Hay que considerar el resto de la Biblia. La Biblia comienza con Dios (Génesis 1.1) y
termina con Dios (Apocalipsis 22.21), y entre uno y otro extremo casi cada línea palpita con la
enseñanza de que hay un Dios viviente.

VII. OBSEVACIONES A TENER EN CUENTA AL MOMENTO DE LEER LA BIBLIA

1. Al principio estos libros eran obras independientes las unas de las otras, escritos en rollos o
en papiro. Estos libros no se escribieron pensando que más tarde se juntarían en una
colección. Cuando se trataba de leer algún texto, se sacaba solamente el rollo donde estaba,
no todos los rollos (ve Lucas 4,17). Fue solo muchos siglos más tarde que se juntaron y se
pusieron bajo una sola encuadernación (tapa), como si fuera un solo libro, como la conocemos.
En ese tiempo, hace dos mil años no existía el papel ni había imprenta.

2. La segunda observación es que no todos los libros fueron escritos al mismo tiempo. Entre los
primeros escritos y los últimos libros de la Biblia han pasado casi mil años. Algunos son, pues,
más antiguos que otros. Levítico es mucho más antiguo que Ezequiel, y Ezequiel es varios siglos
más antiguo que los evangelios. Eso significa que no todos los libros de la Biblia representan el
mismo nivel de cultura ni el mismo grado de profundidad. Los libros más antiguos, en
contraste con los más recientes, tendrán ideas más antiguas o primitivas que los más
recientes. Esto es obvio si se compara, por ejemplo, la idea de vida eterna que encontramos en
el libro de Éxodo con la que vemos en el libro de Ezequiel o más tarde en el de Eclesiastés.
Poco a poco fueron entendiendo, primero, que después de la muerte hay vida, más tarde
comprendieron que hay premio y castigo en la otra vida, y ya en tiempo de Jesús se hablaba
inclusive de resurrección de muertos.

3. La tercera observación es que el orden de los escritos en la Biblia no es el orden en el que se


compusieron. Génesis no fue el primero que se escribió (lo más antiguo está en el libro de
Éxodo), ni tampoco fue el Apocalipsis el último (lo fue 2 Pedro). El orden en el que se pusieron
más tarde en la colección ha sido por afinidad o semejanza de temas, todos los profetas juntos,
los libros históricos uno tras otro, como ya vimos. Recuerda que originalmente eran
independientes.

4. La cuarta observación es que la Biblia está dividida en Antiguo Testamento y Nuevo


Testamento. Entre los dos hay grandes diferencias, por ejemplo, diferencias en la manera de
entender a Dios y hablar de él, por eso Jesús aparece discutiendo tantas veces con los judíos: él
tenía otra idea de Dios. Unos veían a Dios más como guerrero y otros más como protector,
unos como juez y otros como padre. En el Antiguo Testamento se subrayan la alianza, el culto y
las leyes. En el Nuevo Testamento se subrayan la fe y el amor.

5. La quinta, pero sumamente importante observación, es que no todos los escritos son del
mismo género literario. Observarás en el Índice de tu Biblia que hay libros de historia, hay
profetas, hay salmos, hay proverbios, hay cartas, por mencionar los más obvios; estos son
“géneros literarios” (género historia, género profecía, género salmo, etc. Si estás más atento y
te paseas por los libros mismos de la Biblia, encontrarás muchos más: poemas, refranes,
discursos, himnos, parábolas, etc.

6. La sexta observación es que, como los libros de la Biblia se escribieron hace tanto tiempo
(hace por lo menos dos mil años), y en otra cultura (en el Oriente Medio), es lógico que en la
Biblia encontremos expresiones, frases y conceptos que son extraños para nosotros (por
ejemplo “hacer la verdad”, “hijo de la mentira”, “justificación por la fe”). Eso lo notarás con
frecuencia al leer la Biblia. Ellos (¡no Dios¡) no pensaban ni hablaban como nosotros hoy aquí.
Un diccionario de la Biblia puede ayudar a aclarar algunos de estos términos y conceptos. Lo
mismo sucede hoy con el castellano si lo comparamos con Argentina, México o España:
observamos que no es idéntico. La manera de pensar (conceptos e ideas) en Santiago no es
igual que en el Amazonas.

7. Una última observación (que es la que más perturba a muchos) es que el escritor redactó su
obra pensando en aquellos que le leerían, que eran personas de su tiempo y quizás de algunas
generaciones más. Es decir, los escritores de las obras bíblicas NO escribieron pensando en
nosotros, veinte siglos más tarde. Isaías, Ezequiel, Zacarías, etc., escribieron hace más de dos
mil años, y escribieron para su pueblo, para Israel de ese tiempo. Zacarías comenzó a hablar
“en el octavo mes del año segundo de (el rey) Darío” (1,1), o sea, hace 2.500 años, y fue para la
gente de su tiempo porque “Yavé se ha irritado mucho contra sus padres” (1,2) ¡no contra los
nuestros! Es decir, aunque parezca extraño, NO ESCRIBIERON PENSANDO EN NOSOTROS. Por
eso no hablaban de nuestros problemas; ellos hablaban de los suyos. San Pablo escribió sus
cartas para comunidades muy concretas de mediados del primer siglo: en Roma, en Corintio,
en Tesalónica, etc. Lucas escribió su evangelio y Hechos para su amigo Teófilo (ve Lc 1,3; Hch
1,1). El autor del Apocalipsis se dirigió a “las siete iglesias de Asia” (cap.2-3), no en Chile. Basta
observar en los textos mismos a quiénes se dirigía.

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