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Psicología Institucional - Intro
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Psicología Institucional - Intro
2004 abril 22-24.
Facultad de Psicología
Sin embargo hay que decir que no siempre la psicología
institucional vinculada con la escuela es entendida como una práctica al
servicio de la institución; de la misma manera hay que reconocer que no
todo lo que se denomina institutional psychology responde a un esquema
similar. Respecto de lo primero, a título de ejemplo, basta con confrontar
los trabajos de Lidia Fernández (1998) en los que la Escuela es tomada
como objeto de estudio de la Psicología Institucional. En lo que cabe a la
denominación estadounidense pueden confrontarse los trabajos de Lois
Holzman (1997) donde porinstitutional psychology se entiende ante todo los
modelos que la institución promueve, algo así como su cultura interna. De
todas maneras, más allá de estas objeciones, lo que interesa destacar es que
existe una concepción de la Psicología Institucional en la que ésta es
considerada como una práctica desarrollada en y por la institución. No es
esta la perspectiva que por mi parte sustento; por el contrario me siento
cómodo con una corriente inscripta en la línea que arranca con
la Psicoterapia Institucional que, entre los años ’40 y ’50 de la centuria pasada
planteó la necesidad de darse como objeto de análisis a la institución en sí,
antes que a los sujetos de la institución (Daumezon y Koechlin, 1952). En
consecuencia,un primer punto de vista a sustentar es que la Psicología
Institucional no es aquella que tiene por sujeto que la ejerce a la institución, sino
por el contrario es la psicología que tiene a la institución como objeto de estudio y
de intervención.
II.
Sin duda estas afirmaciones pueden ser contestadas, pero de lo que aquí se
trata, antes que hacer una historia de los orígenes de la cuestión, es delinear
las tendencias generales que hacen al surgimiento de la Psicología
Institucional. Su desarrollo en la Argentina ejemplifica de manera bastante
clara el recorrido recién expuesto. Si se hace centro en la figura de Pichón
Rivière se podrá observar como él participa de los orígenes del Psicoanálisis
en nuestro medio, en tanto teoría y práctica del sujeto individual. Luego se
distancia de ese psicoanálisis para inaugurar su Psicología Social.
Finalmente serán sus discípulos, tales como Bleger y Ulloa, quienes darán
forma a una psicología institucional de contenido psicoanalítico[1]. Un
segundo punto de vista a sustentar consiste entonces en plantear que la
Psicología Institucional se articula con conceptos teóricos provenientes de campos
epistemológicos colindantes entre sí, tanto psicológicos como no psicológicos; y que
esta característica no constituye una carencia, sino que hace a su riqueza
conceptual.
III.
Si se afirma que por Psicología Institucional no hay que entender las
prácticas psicológicas que realiza la institución, sino a la psicología que la
tiene por objeto, se abre entonces el espacio de una pregunta, ¿poseen las
instituciones un aparato psíquico que amerite ser abordado por una
psicología? Pregunta que puede resultar ingenua, pero que a la vez es
fundamental pues se sitúa en los orígenes mismos de la Psicología Social,
antecedente –como se vio– de la Psicología Institucional. Para esa misma
pregunta Durkheim ensayó una respuesta: ante la evidencia de que existían
representaciones anímicas metaindividuales, intentó postular la existencia
de un aparato psíquico colectivo que explicara el hecho. Si no pudo avanzar
en la idea es porque para los paradigmas de la época –en los cuales él se
inscribía– la noción de psiquismo se sustentaba en la neurobiología. Sin
contar con la existencia de un cuerpo orgánico colectivo resultaba imposible
plantear la idea de un psiquismo social, pues para postular una mente
supraindividual se requería identificar su sustrato biológico, corporal
(Durkheim, 1912).
IV.
V.
Por otra parte existe también una relación entre las instituciones de una
sociedad y la reflexión que sobre ellas se hace en esa sociedad. Recurriendo
a la distinción entre una dimensión analítica y otra práctica, se puede decir
que toda actividad de reflexión teórica (dimensión analítica) de un hecho
social se realiza siempre en relación con las contingencias históricas, con la
realidad práctica de esa sociedad. O, dicho a la inversa, es en la práctica
social e histórica donde se producen ciertas reflexiones teóricas sobre la
institución: en determinados momentos y lugares se piensa a la institución
de distinta manera. Así, durante el Renacimiento, el paradigma con que se
la piensa es el de la dominación, y el modelo de pensamiento en juego
encuentra un buen ejemplo en Maquiavelo. En la Modernidad el paradigma
es el de la libertad; y, entre los numerosos pensadores de la época, tal vez se
pueda elegir a Montesquieu como modelo, aunque mal se podría dejar de
lado a Tocqueville y Rousseau por citar sólo a dos pensadores más.
VI.
Las ideas del Romanticismo llegan al Río de la Plata de la mano del joven
Echeverría, se difunden a través su Salón Literario, cobran cuerpo en la
Asociación de Mayo y dan lugar a la Generación del ’37, en la que se forma
el también joven Alberdi. Cuando ya en su madurez este último deba
proponer un modelo para la institucionalización política del país, echará
mano de las ideas románticas para armonizar la perspectiva liberal del
los unitarios con las ideas localistas del bando federal[12]. Pues a partir de
1810, desde Buenos Aires, se venía intentando plasmar un modelo
institucional liberal sustentado en un iluminismo que rechazaba las
instituciones heredadas del virreinato. Un ejemplo paradigmático lo
constituye el gesto de Rivadavia de abolir los cabildos por considerarlos una
rémora del hispanismo, para pasar a sustituirlos por la institución sajona
del juez de paz. En este movimiento se observa clara la ruptura de la
secuencia entre la materialidad concreta, las costumbres psicosociales y la
forma de las instituciones de una sociedad. Pero, en el caso de Sarmiento,
aunque se confiesa continuador de las ideas rivadavianas, hay que
reconocer que no ocurre lo mismo. En el Facundo se observa un interesante
análisis mesológicodonde se vinculan la geografía (el desierto) con las
costumbres y las instituciones de esta parte de América: somos como somos
por el suelo que habitamos y las costumbres que heredamos. El problema es
que en su apuesta institucionalizadora –que en no poca medida gana–
Sarmiento, como conclusión de sus análisis, propone ex profeso la ruptura de
aquella secuencia. No sólo su ruptura, sino también la inversión del
proceso: traer instituciones foráneas para cambiar las costumbres y
modificar la realidad geográfica (cultivar). Alberdi, contemporáneo
pero enemigo intelectual del sanjuanino más ilustre, hará por su parte un
planteo menos drástico, menos liberal y más romántico podría decirse
simplificando los términos de la cuestión. Pues aunque también inscripto en
las ideas liberales, y al mismo tiempo socialistas, el inspirador de nuestra
Constitución intentará una transacción con la realidad telúrica defendida
por el bando federal. De todos modos, las soluciones que aporta el
tucumano en el fondo apuntan a la misma inversión de la
secuencia natural entre hábitat, hábitos e instituciones. Estas soluciones
fueron las que efectivamente materializó la Generación del ’80.
Este rápido resumen tiene por objeto postular una posición al respecto: el
proceso de institucionalización –que comienza a debatirse al día siguiente
de la Segunda Invasión Inglesa, culmina después de Caseros, y se
materializa en los ‘80– produjo la modernización del país al precio de privar
de representación institucional a una parte considerable de su sociedad y su
historia. A esta dimensión negada Martínez Estrada (1932) la denomina
realidad telúrica o facúndica, y la concibe como a una fuerza inconsciente que
subyace por debajo de la realidad civilizada. Como fuerza,
lo facúndico trabaja en dos sentidos, por una parte mina a la estructura
instituida vaciándola de contenido, por otra parte, esporádicamente,
emerge como magma volcánico o masa aluvional superando al sistema
institucional. Hay en los textos de Martínez Estrada, posteriores al ’30, un
constante y saludable esfuerzo de construir una reflexión sobre la
institución en la Argentina. Claro que su intento es detectable si se posee la
inquietud de indagar sobre el particular, pues no hace falta indicar que en
nuestro medio es escasa la reflexión explicita sobre lo institucional. Sobre
todo, lo que escasea es una reflexión crítica hecha con categorías que se
adecuen a la singularidad local del problema[13].
VII.
VIII.
Resta aún retomar la cuestión de la reflexión que una sociedad hace
respecto de sus propias instituciones. Con apoyo en el materialismo
dialéctico y en el romanticismo histórico he planteado la continuidad que se
tiende entre: las condiciones existenciales de una sociedad, la psicología
social que le es propia, y las formas institucionales que esa sociedad
produce. Otro sustento posible para explicar esa misma continuidad es el
concepto de transducción, tal como es trabajado por Gilbert Simondon[15].
Lo interesante de su idea es que liga mediante una misma lógica a procesos
de naturaleza diferente. Pero más lo es su afirmación de que el pensamiento
que permite dar cuenta esos procesos no es en raíz distinto de los procesos
mismos. Pues el modo lógico con que opera el pensamiento es transductivo,
como transductivos son los procesos sobre los que el pensamiento piensa:
“la génesis del pensamiento se cumple al mismo tiempo que la génesis del
objeto”.
Abril 2004.
Bibliografía
Freud S., (1921) Psicología de las masas y análisis del yo, O. C. t. III,
Madrid, B. Nueva, 1945.
Pichón Rivière E., El Proceso Grupal I, Nueva Visión, Bs. As, 1980.
[1] Cfr. Balán (1991), Ulloa (1995), Vezzetti (1996), Bleger (1995).
[8] Aunque no habría que descartar otros aportes teóricos, como los más
recientes de H. Maturana y F. Varela (1973) surgidos del campo de la
Biología.