TEMA23
TEMA23
TEMA23
1
©OPOSICIONGH, 2001-2005.TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.
Tema 23: Del Neolítico a las sociedades urbanas del Próximo Oriente. Fuentes arqueológicas.
escasez, como la conservación de animales vivos en lugares de los que no puedan escapar
(cuevas primero), condiciones que indirectamente implican mantener vivos y alimentados a
los animales para que no mermen peso, posteriormente respetar a las hebras preñadas para
obtener más recursos futuros, alimentar a las crías recién nacidas hasta que culminen su
adultez, y, por último, dedicar animales a la tarea reproductora, especialmente entre aquellos
que muestran mayor adaptación a las condiciones de su nuevo hábitat. Por otra parte, el
clima (básicamente en lo que a las temperaturas se refiere) era menos apto globalmente para
la actividad agrícola durante el Mesolítico que durante el Neolítico. Sin embargo, esta teoría
de base climatológica no es suficiente para explicar el proceso de neolitización. Los cambios
en las condiciones ambientales del holoceno postglaciar no hubieran podido provocar este
proceso de adaptación si los cazadores–recolectores no hubieran poseído un repertorio
tecnológico que facilitara la transición a una economía productiva. Frente a la hipótesis de
determinismo tecnológico y ecológico, existen otras dos posturas. La primera da mayor
importancia al proceso de sedentarización, mientras que la segunda considera que el factor
inicial fue la presión demográfica y postula que sólo pasaron a producir alimentos aquello
grupos prehistóricos con escaso o nulo control de natalidad: el cambio climático, e incluso la
disminución de la cabaña de grandes mamíferos salvajes, son conceptos relativos a la
densidad de la población humana. Durante los períodos paleolítico y mesolítico no resultaría
preciso proceder a una intensificación del ciclo natural biológico (que es lo que constituye la
agricultura y ganadería respecto a la recolección y caza) porque la actividad predativa era
suficiente para subvenir a las necesidades de una población básicamente poco densa. La
arqueología ha demostrado que en algunas comunidades mesolíticas se asentaron, sin que
sin embargo llegaran a producir más alimentos.
Es posible calcular con bastante aproximación la densidad de población que permite una
economía natural predativa: un habitante por cada 10 Km2. En un medio determinado, hay
una relación entre la cantidad de herbívoros, carnívoros y omnívoros. Calculando la
proporción de fósiles de hombres que se encuentran en un yacimiento de un mismo período,
cuando las cifras son lo suficientemente importantes como para que la estadística resulte
significativa, se puede estimar la población: esto da una cifra de alrededor de un hombre por
cada 10 Km2, lo que corresponde, por ejemplo, a la densidad de aborígenes en algunas
regiones de Australia. Durante el Paleolítico y Mesolítico la población humana debió estar
por debajo de ese umbral crítico de densidad, por lo que la economía natural (en dichas
condiciones menos exigente en cuanto a intensidad del trabajo empleado, más "extensiva"
que la agricultura–ganadería) era viable.
Superado este límite de densidad tolerada (variables según las condiciones edafológicas
y climáticas de la región), la actividad predativa no es suficiente para la supervivencia, lo que
implica la necesidad de un cambio productivo. Desde este punto de vista, la revolución
neolítica responde a unas necesidades específicas, sería la adaptación del sistema de
obtención de alimentos y recursos a unas nuevas condiciones físicas y humanas: es
precisamente en regiones donde se detecta una mayor presión sobre el espacio donde
primero se inicia esta revolución neolítica: desde el actual Israel a Irak e Irán, Turquía, etc.
Sin embargo, es preciso advertir que los límites de dicha adaptación no son siempre
iguales, ni el proceso que pudiera parecer más lógico (introducción de la agricultura,
seguido del complemento de la ganadería) se produce de forma generalizada. La amplitud de
situaciones cuestiona en cierto sentido hablar de una "revolución neolítica", inclinando a
muchos autores a distinguir espacial y temporalmente los procesos y manifestaciones
idiosincráticas que la misma tiene en los distintos ámbitos geográficos, muchas veces con
relación a sus características climáticas y del terreno.
La presión sobre el suelo que se reproduce una vez que la comunidad neolítica asentada
en el área comienza a ver incrementada su población a un ritmo hasta entonces desconocido
(de los 150.000 homínidos de hace 3 millones de años ubicados en África, a los pocos más
de 5 millones de hombres de comienzos de Neolítico, se pasará a principios de nuestra era a
4
©OPOSICIONGH, 2001-2005.TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.
Tema 23: Del Neolítico a las sociedades urbanas del Próximo Oriente. Fuentes arqueológicas.
unos 250 millones de habitantes), lo que se traduce en migraciones paulatinas y lentas hacia
regiones ocupadas aún por cazadores–recolectores, lo que provoca una difusión de las
nuevas técnicas. Por otro lado, también se produce cierto comercio regional e incluso de
mayor escala, que tendría como eje la navegación del Mediterráneo.
En las regiones del Cercano Oriente, donde crecen de forma natural los cereales, los
hombres siguen la natural tendencia a la trashumancia de las ovejas y cabras salvajes.
Probablemente, los rebaños llegarían a tolerar la presencia humana, bien que esto significara
una merma relativa del número de integrantes: la huida podía suponer renunciar a los
imprescindibles pastos naturales, por lo que el instinto de huida se iría aminorando hasta
llegar a tolerar la presencia continua de un hombre–ganadero, que sabe en qué período y
condiciones es más favorable sacrificar a las piezas. A partir de un momento determinado,
por el incremento de población parejo al desarrollo ganadero, el hombre se vería obligado a
incrementar sus fuentes de alimentación, plantando cereales para su consumo y para
alimentación de la cabaña ganadera, progresivamente "estabulada". En dicho ámbito
geográfico, parece más coherente pensar que fuera la ganadería la que precedió a la
agricultura.
En otras zonas de condiciones similares se produce este mismo esquema, mientras que
en el caso contrario es observable en regiones más húmedas. En cualquier caso, la
asociación de ambas actividades, ganadería y agricultura, es lo que da un carácter propio a la
revolución neolítica, y acabará por producirse allí donde ésta se desarrolla.
Los cambios en el régimen alimenticio y las nuevas condiciones de vida producirán
algunos cambios menores de tipo fisiológico en el hombre: existen algunas modificaciones
antropométricas parciales, como la pérdida de numerosos cráneos del carácter dolicocéfalo,
la redondez del cráneo o braquicefalia, así como una tendencia a la endogamia y por tanto
formaciones de tipos físicos bien diferenciados en cada región.
Sudán, los montes Zagos, e incluso los Balcanes, desbancando más recientemente a Egipto
como cuna neolítica (la agricultura se habría desarrollado más tarde). La cronología se
especificó con mayor fiabilidad, y quedó establecido el fenómeno de la neolitización entre
los milenios IX y VII antes de nuestra era. Pero nuevos descubrimientos llevan a
replantearse esta cuestión: en Japón y China existían comunidades neolíticas hacia el 7000
a.C., y en América Central algo más tarde. La idea de la difusión ha ido perdiendo adeptos,
hasta el punto de que actualmente se piensa que las comunidades cazadoras variaron su
modo de vida desde una perspectiva de transformación socioeconómica autóctona. Dicha
hipótesis no descarta la difusión neolítica por algunas áreas, pero ya no se cree que ésta sea
un mecanismo básico para el proceso de neolitización. Las primeras noticias del trigo
cultivado proceden, sin embargo, del Próximo Oriente, y están datadas hacia el 7000 a.C. Al
cultivo del maíz en América (hacia el 5000 a.C.) le precede el de la calabaza, aguacate,
fenómeno sincrónico con el cultivo del arroz en el lejano Oriente. Por otra parte, la
domesticación de ovejas está atestiguado en 9000 a.C. en el norte de Irak, el de las cabras en
el 7000 a.C. en Irán, el de los cerdos en el 6000 a.C. en Anatolia, y el del perro en el 8400 en
Idaho, 7500 en Inglaterra, etc.
En general se constituyen poblados de 8 a 25 familias. Supone un cambio cuantitativo
pero también cualitativo respecto al Mesolítico y Paleolítico, en los que los agrupamientos
solían ser de grupos de menos de 50 personas: factor que tiene su importancia social, pues a
mayor número de individuos mayores son las posibilidades de diversificación de las
funciones productivas y adopción de formas colectivas de defensa (desde empalizadas a
castros). En general, el tamaño de los poblados depende de la fertilidad del suelo y la
proximidad al agua. Las casas se construyen ahora con mayor solidez: de piedra seca en el
Mediterráneo, de adobe o ladrillo en el Cercano Oriente, de arcilla seca sobre un armazón de
madera en el resto de Europa; y con una amplia variedad de estilos y dimensiones de las
construcciones: desde habitaciones únicas en poblados menos evolucionados a casas con una
división de habitáculos y funciones (que corresponden a sociedades más complejas), y
plantas circulares o cuadradas. Pero también se vuelve más compleja la propia articulación
funcional de la habitación: creación de silos, generalmente cabados en el suelo o existencia
de grandes tinajas de tierra cocida para el acúmulo de grano, rudimentarios aljibes o pozos
artificiales para la recogida del agua de lluvia, etc. En Nea Nicomedia aparece el yeso como
revestimento del suelo, a partir del 6000 a.C.
Pero tampoco debemos olvidar que se trata de un proceso dinámico, con sucesivas
etapas en las que se introducen cambios cualitativos: en principio, la división social de los
poblados es mínima, existiendo una economía escasamente diversificada, y en la que las
funciones productivas eran desempeñadas conjuntamente (no hay una marcada división del
trabajo). A comienzos del Neolítico las casas en el Creciente Fértil son prácticamente
iguales, no existe la propiedad privada, ni por tanto la desigualdad social, lo que concordaría
con una organización social en la que todas las decisiones son tomadas colectivamente, o al
menos no existen protagonismos de poder.
Pero las necesidades económicas irán haciendo evolucionar el estadio de la revolución
neolítica primitivo. En primer lugar, son precisos nuevos utillajes agrícolas: es necesario
contar con piedra pulimentada para roturar, escardar la tierra o cosechar, echar y moler el
grano, así como disponer de hachas y azadas en las que por efecto de la microabrasión o
pulido, la tierra o los granos o la resina no queden pegados a la piedra. La necesidad de
incrementar el utillaje y de dotarlo de mayor calidad que implica el crecimiento de la
población, está en la base de una primera e incompleta especialización del trabajo: una clase
artesanal de creadores de instrumento, o de ceramistas, aporta trabajos más cualificados, y
recibe a cambio alimentos. La industria ósea tendrá gran aplicación, en forma de punzones,
agujas, espátulas, mangos y matrices, cucharas, etc.
La cerámica no va unida automáticamente a la agricultura, aunque ya ha sido
considerada por los arqueólogos de forma casi automática como el rasgo esencial de un
6
©OPOSICIONGH, 2001-2005.TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.
Tema 23: Del Neolítico a las sociedades urbanas del Próximo Oriente. Fuentes arqueológicas.
cuales se utiliza la escritura como elemento de control y gestión. Existe una clase sacerdotal
que cuenta con grandes ingresos y propiedades hacia el 3100 a.C. y a partir del 3000 se
puede hablar ya de una monarquía como sistema político. Durante este período cristalizan
las bases de la civilización sumeria.
Un proceso similar y casi sincrónico se produjo en Egipto. La fertilidad del país se
reducía a una estrecha faja de tierra que enmarca el Nilo. Cada primavera caen lluvias
torrenciales en África Central, lo que provoca grandes riadas en el Nilo, que deposita limos
fértiles en sus aledaños, que no requieren fertilizantes. Además, es una cuenca rica en pesca,
lino, papiro y gran variedad de aves y animales de caza, y permite comunicar con el resto de
la región las extracciones auríferas de Arabia y Nubia.
En Egipto se desarrolla, durante el IV milenio, el período predinástico. Al principio sólo
se conocen asentamientos de cabañas circulares, construidas con materiales que no
sobrepasan los niveles tecnológicos del Neolítico Pleno mesopotámico, sin que haya indicios
de la existencia de jefes o reyezuelos. Pero hacia 3700 a.C. se percibe la existencia de
algunos elementos desequilibradores de esta sociedad igualitaria: la existencia de esclavos, la
propiedad priva o acumulación diferenciada de bienes y el comercio de productos como la
obsidiana, cobre del Sinaí, conchas de adorno del mar Rojo, cedro del Líbano, etc.,
coincidentes con la aparición de los primeros signos jeroglíficos.
A finales del IV milenio, contemporáneamente a la fase de Dejmdet Nars del período Ur
de Mesopotomia, se forman las grandes ciudades, casi ciudades–Estado, como
Hieracómpolis, con casas de ladrillo de desigual riqueza, cámaras funerarias para reyezuelos,
irrigación artificial o desecación de zonas del valle del Nilo: todo ello avala la existencia de
un poder central en manos de un jefe o rey–faraón. Entre el 3000 y 2800 a.C. se constituye
la primera dinastía del estado egipcio.
La tercera civilización del Viejo Mundo es la surgida en el valle del río Indo, y es la
menos conocida de todas, pese a que dos de sus ciudades, Harapa en el Norte y Mohenjo
Daro en el sur, fueron las más grandes del III milenio y su influencia se extendió desde
Afganistán al golfo de Arabia. En contra de lo que se sostenía, se trata de una cultura
autóctona que evoluciona hacia el urbanismos y el estado, con ciudades centro de
importantes redes comerciales con Irán y el sur de Turquestán.
El primer estado de Europa responde básicamente al modelo asiático. Se trata del
minoico, que se forma a comienzos del II milenio en Creta y es sincrónico al estado hitita de
Asia Menor. Su origen hay que buscarlo en el desarrollo de la civilización egea del II
milenio. Durante el mismo, en las Cíclades y en las costas de Asia Menor, se detectan
procesos paralelos de diferenciación de la riqueza e incremento del comercio. Será Creta la
que elevará estos indicios evolutivos a la categoría de civilización, ordenando sus esquemas
de asentamientos en ciudades, controlando las redes comerciales, estableciendo contactos e
intercambios con los imperios egipcios y mesopotámico e influyendo sobre el continente
europeo para la formación del primer estado griego, el estado micénico (1600 a.C.)
Todas las civilizaciones del Viejo Mundo corresponden a lo que arqueológicamente se
conoce como la Edad del Bronce; pero durante este período la civilización se concentra sólo
en el Próximo Oriente, Oriente Medio, norte de África y sudeste de Europa. Las
comunidades del Occidente europeo continúan viviendo bajo el régimen de jefaturas y no se
integrarán en la civilización hasta bien entrado el I milenio (Edad del Hierro), gracias a los
contactos iniciados por fenicios y griegos.
En América, la aparición del estado y del urbanismo son cronológicamente diversos y
sólo se alcanza la plenitud hacia el 500 a.C. con la civilización maya. Sin embargo, ya desde
el 1350 a.C., en el período olteca, se conocen trabajo de irrigación artificial y terrazas
agrícolas, así como la existencia de artesanos y el acceso diferenciado por parte de la
población a los bienes materiales, construcción de pirámides macizas y escultura
monumental. La civilización olmeca es un pueblo del sur del golfo de México, cuyo
esplendor se fecha desde aproximadamente el 1500 hasta el 900 a.C. Ocupó las selvas
13
©OPOSICIONGH, 2001-2005.TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.
Tema 23: Del Neolítico a las sociedades urbanas del Próximo Oriente. Fuentes arqueológicas.
5– BIBLIOGRAFÍA.
:Historia de la Humanidad, T. 1., Ed. Planeta Barcelona, 1975.
ALIMEN, M.H: Preshistoria. Col. Hª Universal Siglo XXI (V.1). Madrid, Ed. Siglo XXI,
1971.
JORDÁ, F., PELLICER, M. et al.: Historia de España, Vol. 1. Ed. Gredos, Madrid, 1986.
Instituto Gallach: Las razas humanas. Vol. I: El origen del hombre. Instituto Gallach, 1991.
SERVICE: Los orígenes del Estado. Madrid, 1984.
BRAIDWOOD, R.J.: El hombre prehistórico. México, 1971.
LEORI–GOURHAN, A.: Arte y grafismo en la Europa prehistórica. Madrid, 1984.
MORGAN, L.: La sociedad primitiva. Madrid, 1975.
14
©OPOSICIONGH, 2001-2005.TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.