Carta Pastoral Mons. Reig Pla
Carta Pastoral Mons. Reig Pla
Carta Pastoral Mons. Reig Pla
Septiembre 2018
BUSCANDO LA VERDADERA RESPUESTA
LA SANTIDAD
ÍNDICE
1. La iniciación cristiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10
2. El camino de la santidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
3. La Eucaristía: centro de la Iglesia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
4. El Sínodo de los obispos: los jóvenes, la fe y el
discernimiento vocacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
5. La santidad matrimonial y las familias cristianas . . . . . . . . . 31
6. Una santidad misionera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40
BUSCANDO LA VERDADERA RESPUESTA
LA SANTIDAD
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I. ESTAMOS EN GUERRA: UN COMBATE ESPIRITUAL
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el poder, ha derivado hacia lo más íntimo de la persona: su vocación al
amor. Se trata de una lucha espiritual que no sólo modifica vidas sino la
vida misma en su origen. Es, en el lenguaje del Papa San Juan Pablo II,
la cultura de la muerte que ataca a las raíces del alma, entenebreciendo
la inteligencia y pervirtiendo la libertad humana.
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bienes de consumo; reduciendo el amor a un simple sentimentalismo
y rompiendo los vínculos firmes de la persona con la familia, con la
tradición y con Dios.
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salud reproductiva o derecho a decidir), del adulterio, del divorcio,
de la deconstrucción del cuerpo humano, de las rupturas familiares,
de la eutanasia (llamada muerte digna); la exaltación asimismo del
individualismo y de la soberanía de la voluntad humana con el desprecio
de las virtudes y, en especial, de la castidad que custodia y protege el
amor humano.
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(Rm 12, 2-3), ni desmerecer en nada la cruz de Jesucristo. La única
respuesta frente a esta batalla espiritual, que nos presenta la revolución
sexual global tal y como la describe Gabriele Kuby, es la santidad. El
programa es Cristo y la consigna ser santos con la gracia de Dios y una
voluntad deliberada, utilizando las armas de Dios.
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entregados a la verdad como lo están al amor; no son falsos profetas
que dan a la gente lo que quieran en vez de lo que necesitan. Pero sin
importar lo impopular que pueda ser la descripción del trabajo de un
santo, su doble devoción a la verdad y al amor es la única arma que
puede ganar la guerra contra la cultura de la muerte. Sólo los santos
pueden salvar al mundo. La auténtica razón por la que la Iglesia es
débil y el mundo se muere es que no hay suficientes santos. No, eso no
es del todo cierto. La razón es que nosotros no somos santos».
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II. ORIENTACIONES PASTORALES
1. La iniciación cristiana
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como es, una diócesis recientemente restaurada, está caracterizada
por la juventud de sus presbíteros, por la necesidad de ir creando las
instituciones básicas de toda diócesis (Seminarios, Curia administrativa,
pastoral y judicial), por instaurar las Delegaciones, Consejos del
presbiterio y pastoral, etc., y por favorecer la atención primaria de los
fieles (primer anuncio cristiano, catequesis, liturgia, jóvenes, familia…)
en comunión con la vida consagrada, los movimientos eclesiales y las
distintas realidades de la religiosidad popular.
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habrá trabajadores ni empresarios cristianos; no se generarán verdaderos
políticos cristianos, ni agentes ni medios de comunicación cristianos,
ni jóvenes cristianos, ni vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.
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parte, la Delegación de Catequesis ha ofrecido los criterios a seguir
y la importancia de contar con catequistas formados, respetando
las etapas y el proceso de acompañamiento de la parroquia y del
obispo diocesano.
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El nacimiento de un hijo es una ocasión espléndida para
motivar a los padres, en ocasiones para promover su matrimonio o
para profundizar en su vida conyugal. Nuestra preocupación, además
de estar atentos a sus circunstancias, es que con esta ocasión puedan
conocer la verdad de Cristo, sean llamados a una auténtica conversión
que les ayude a descubrir la belleza de la vida cristiana. Desaprovechar
la ocasión, y cumplir simplemente los trámites, es olvidar que el
Señor nos quiere pescadores de hombres para sacarles del abismo del
sufrimiento y de la muerte.
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de Jesucristo a sus apóstoles. A su vez, deben descubrir a la parroquia
como su casa, practicando los mayores con sus padres la hospitalidad
cristiana. A la parroquia no solamente se va. Allí se vive con otros un
estilo nuevo de vida. Allí se ora, se canta, se aprende, convivimos unos
con otros y formamos la verdadera familia de Jesús, sus discípulos.
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Desgraciadamente, sólo en el ámbito de la catequesis es donde, además
de conocer los mandamientos de Dios y de la Iglesia, que son los
caminos del Bien, podrán conocer también los pecados capitales y los
vicios que derivan de ellos y que acaban corrompiendo al hombre.
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Teniendo en cuenta todos estos aspectos, la iniciación cristiana
abre las puertas a la vida en Cristo y a la participación en el discipulado
del Señor, desde donde somos enviados a anunciar al Evangelio y a
ordenar la vida humana, personal, familiar y social según Dios.
2. El camino de la Santidad
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se ha unido, en cierto modo, con todo hombre» (Gaudium et spes, 22).
De este hecho deriva “lo serio” de la vida humana, ya que en el obrar de
cada día se decide el destino eterno de cada hombre.
Del mismo modo que decimos en el canto del Gloria «porque sólo
Tú eres santo», la santidad que hoy nos llega a nosotros es participación
de la santidad divina que nos alcanza en la carne de Cristo resucitado
presente en los sacramentos.
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y para proponer itinerarios de formación para las Delegaciones de
Pastoral juvenil, de Pastoral Familiar y de Pastoral Social.
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conviene conocer para que no arruinen nuestra vida cristiana, ni nos
desvíen del seguimiento de Cristo. A los sacerdotes corresponde
explicar a todos los fieles la importancia de esta advertencia.
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Del mismo modo conviene subrayar su llamada a la oración
constante (GE, 147-157) y la importancia del combate, la vigilancia
y el discernimiento (Cf. Cap. V). Y es precisamente en este final de
la Exhortación donde se nos presenta de nuevo la vida cristiana como
una lucha espiritual, reconociendo –como recogíamos del filósofo Peter
Kreeft– que estamos inmersos en una guerra: «La vida cristiana es un
combate permanente. Se requiere fuerza y valentía para resistir las
tentaciones del diablo y anunciar el evangelio. Esta lucha es muy bella,
porque nos permite celebrar cada vez que el Señor vence en nuestra
vida» (GE, 158).
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Celebrar la muerte del Señor es reconocer su amor inefable, que ha
llegado a la autodonación radical por nuestra salvación. Celebrar la
muerte y resurrección, la Pascua del Señor, es participar del triunfo del
Amor que nos invita a repetir el gesto de nuestra donación. Comulgar,
en efecto, significa entrar en el mismo dinamismo del amor que ha
llevado a Cristo a entregarse por nosotros, inmolado por amor.
Como nos recordaba el Papa San Juan Pablo II, «la incorporación
a Cristo, que tiene lugar por el Bautismo, se renueva y se consolida
continuamente con la participación en el sacrificio eucarístico, sobre
todo cuando esta es plena mediante la comunión sacramental. Podemos
decir que no solamente cada uno de nosotros recibe a Cristo, sino
que también Cristo nos recibe a cada uno de nosotros. Él estrecha su
amistad con nosotros: “vosotros sois mis amigos” ( Jn 15, 14). Más aún,
nosotros vivimos gracias a Él: “el que me coma vivirá por mí” ( Jn 6, 57).
En la comunión eucarística se realiza de manera sublime que Cristo y
el discípulo “estén” el uno en el otro: “Permaneced en mí, como yo en
vosotros” ( Jn 15, 4)».
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Así, la Eucaristía es su fuente y, al mismo tiempo, la cumbre de toda
evangelización, puesto que su objetivo es la comunión de los hombres
con Cristo y, en Él, con el Padre y con el Espíritu Santo”» ( Juan Pablo
II, Ecclesia de Eucharistia, 22).
Nuestra diócesis, además de ser por los Santos Niños Justo y Pastor
una diócesis con vocación martirial, es una diócesis eminentemente
eucarística. La profanación y robo de las Formas eucarísticas en 1597
fue ocasión para que, además de recobrarlas, el Señor nos ofreciera una
señal de su presencia permanente al no consumirse con el paso del
tiempo.
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la Capilla del Santísimo de la Iglesia de Santa María en la ciudad de
Alcalá de Henares.
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No podemos dejar pasar este año sin celebrar juntos como diócesis
este feliz acontecimiento que, junto a la reversión de las reliquias
de los Santos Niños, dio origen a grandes fiestas en Alcalá con una
gran riqueza celebrativa y festiva, incluida la representación de autos
sacramentales. Confiamos a la comisión extraordinaria, que será creada
a comienzos de curso, que elabore una propuesta para conmemorar con
gratitud este hecho prodigioso.
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nuestro bien y vienen precedidas por el amor de Dios y por su gracia.
Sólo el Amor de Dios –manifestado en la humanidad de Cristo–
puede despertar a nuestros adolescentes y jóvenes del letargo y del
sueño que les provoca una cultura utilitaria, individualista, hedonista
y despersonalizada. Me produce mucha compasión ver a nuestros
adolescentes –también a los niños– y a los jóvenes, atrapados por los
móviles, deambulando por las calles con auriculares que les abstraen
de la realidad o arremolinados con sus videojuegos o sus pantallas. A
veces pienso que son los nuevos pobres que, a pesar de las conexiones
en la red, viven una gran soledad y están como pendientes de mil cosas,
emociones y gustos sin darse cuenta de que les falta lo más necesario:
una compañía amistosa, una comunidad donde sentirse queridos y un
proyecto de vida que les entusiasme.
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cada vez más largos, o los encierran en los clubes nocturnos o en
las discotecas, o los invitan a macroconciertos siempre cargados de
alcohol y de droga. Mientras tanto, muchos de los que recibieron la
“iniciación cristiana” abandonaron las parroquias y no aparecen por
ellas ni siquiera en las fiestas patronales, ni se les ve en la visita pastoral.
Sin querer cargar las tintas, a todo ello hay que añadir la dependencia
constante de las pantallas y de los smartphones, navegando en la red
por sitios que nunca debieron consultar.
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Más bien son estimulados como marionetas al servicio de aquellos que
no buscan más que negocio. De nuevo conviene recordar la advertencia
de Alasdair MacIntyre, quien, en su libro After Virtue, nos recuerda que
durante la decadencia del imperio romano los bárbaros estaban en las
fronteras; hoy, sin embargo, los tenemos gobernando. Nuestra época,
como la decadencia del imperio romano, nos recuerda MacIntyre,
está esperando a Benito. Con esta imagen, el filósofo norteamericano
nos propone la necesidad del comunitarismo frente a una sociedad
emotivista.
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Instrumentum laboris del Sínodo, el cual, junto con la Exhortación
Apostólica Gaudete et Exultate del Santo Padre, debe marcar el rumbo
de las propuestas para este curso pastoral.
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Vocaciones a la vida consagrada y sacerdotal
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futuros sacerdotes, será como una esposa que reclamará su fidelidad
esponsal y su vocación a la paternidad. Madurar en la afectividad, vivir
gozosamente la virtud de la castidad, son condiciones necesarias para
abrazar la vida consagrada y sacerdotal.
31
porque los esposos reciben en el momento del matrimonio la caridad
esponsal de Cristo, que es el camino concreto por donde discurre la
santidad de los cónyuges.
32
En el sacramento del Matrimonio, como en los demás
sacramentos, hemos de distinguir tres estratos. El primero es el signo
del sacramento. En el caso del matrimonio el signo visible son el esposo
y la esposa dándose el consentimiento e intercambiándose los anillos:
«yo te quiero a ti y prometo serte fiel en las alegrías, en las penas, en la
salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida».
33
Es el Espíritu Santo quien infunde, cuando se dan las condiciones,
esta caridad que es la gracia final del sacramento. Se trata nada menos
que del amor (agape) mismo de Cristo, quien en la Cruz se entregó
totalmente de manera fiel y exclusiva a la Iglesia. Esta gracia final (la
caridad esponsal) rompe la dureza de corazón y hace que el vínculo
conyugal penetre y alcance la mente, el corazón, la libertad y los
sentimientos de los esposos. Este es el impresionante regalo de bodas.
El vino, que suplicaba María para los esposos de Caná, se ha convertido
en la sangre de Cristo que redime el corazón humano y lo capacita para
un amor fiel e indisoluble.
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Si a la baja natalidad añadimos menos capacidad educativa de
las familias e ideologización de los programas de educación escolar,
el panorama se nos convierte en sombrío. Sin embargo, esta es una
ocasión de gracia que hemos de aprovechar. Como los primeros
cristianos, hemos de ser capaces, con la gracia de Dios, de revitalizar
nuestras parroquias y comunidades cristianas con rostro familiar y
cooperar con los padres y colegios en su tarea educativa. Pastoralmente,
ahora mismo, unida a la iniciación cristiana, la tarea más importante de
la Iglesia, es la misión educativa.
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quien nos enseñó a volver a poner a Dios, el logos amante, en el
centro de la vida y apreciar la Verdad en un contexto relativista. Y este,
finalmente, es el empeño del Papa Francisco, quien nos orienta hacia la
santidad descubriendo la alegría del Evangelio.
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al acompañamiento de la vocación al amor (preparación próxima) y la
preparación inmediata a la celebración fructuosa del sacramento del
matrimonio.
37
Verdaderamente, ser padres equivale también a ser educadores,
ya que la familia es el primer sujeto educativo. En este sentido, además
de recuperar con determinación la misión educadora de la familia,
hemos de estar atentos para no caer en el desaliento. Sin lugar a dudas
es posible educar cuando se adquiere conciencia de lo que el Señor nos
ha confiado y conocemos el deseo que cada persona lleva escrito en su
corazón. En este corazón está escrito el deseo de infinito, el deseo de
Verdad, de Bien y de Belleza y, en definitiva, el deseo de Dios. Educar
es introducir a alguien, con nosotros, en la realidad, respondiendo a sus
preguntas primeras y también a las últimas.
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paganizada. No lo olvidemos: somos minorías creativas y de estas
minorías, plenamente identificadas con el designio de Dios, depende
el futuro de nuestra sociedad.
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6. Una santidad misionera
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celebrar los acontecimientos centrales de los misterios de la Vida del
Señor, de su Santísima Madre y los 400 años del reconocimiento de las
Santas Formas.
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