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Bazin - Carta de Siberia

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LETTRE DE SIBÉRIE

por André Bazin

Chris Marker es, tal vez se recuerde, el autor de los textos de Bibliothèque Nationale
[Biblioteca Nacional] y Les Statues meurent aussi [Las estatuas también mueren] (que
el público sólo ha podido ver hasta el momento a medias, pues ha sido cortada por la
censura). Estos textos incisivos, contundentes, en los que una afilada ironía juega al
escondite con la poesía, bastarían para conferir a su autor un lugar destacado en el
ámbito de la producción de cortometrajes, el sector más vivo del cine francés. Como
autor de los textos de los films de su amigo Resnais, con quien se entiende de maravilla,
Chris Marker ya había renovado profundamente la relación habitual del texto con la
imagen. Pero su ambición era a todas luces más radical: se proponía realizar sus propias
películas.

Primero fue Dimanche à Pekín [Domingo en Pekín], justamente premiada en el Festival


de Tours de 1956, y ahora es la extraordinaria Lettre de Sibérie [Carta de Siberia].
Dimanche à Pekín era sin duda admirable, aunque al mismo tiempo decepcionaba un
tanto, ya que el formato del cortometraje parecía insuficiente para un tema tan amplio.
También hay que reconocer que las imágenes, a menudo muy bellas, no ofrecían, sin
embargo, material documental suficiente. Nos dejaban con ganas de más. Ahora bien, el
germen de la dialéctica entre imagen y palabra, que Chris Marker iba a desarrollar en
Lettre de Sibérie, ya estaba en ella. Dialéctica que esta vez se despliega con la duración
de un largometraje y con todas sus consecuencias.

“Un punto de vista documentado”

¿Cómo presentar Lettre de Sibérie? En primer lugar como lo que no es, constatando que
no se parece en absoluto a ningún film de tipo (de “tema”) documental de los que hasta
ahora hemos visto. Pero ahora hay que intentar decir lo que es. Objetiva y llanamente,
este film es el reportaje cinematográfico de un francés que tiene el privilegio de visitar
Siberia con total libertad, siguiendo un itinerario de varios miles de kilómetros. A pesar
de que ya se han visto, desde hace tres años, algunos reportajes filmados por viajeros
franceses en Rusia, Lettre de Sibérie tampoco se parece a ninguno de ellos. Para intentar
captar de forma más precisa su naturaleza, propondré esta definición aproximada: Lettre
de Sibérie es un ensayo en forma de reportaje cinematográfico sobre la realidad
siberiana del pasado y del presente. O aún mejor, adaptando la fórmula que Vigo
aplicaba a À propos de Nice [A propósito de Niza], “un punto de vista documentado”,
diré que es un ensayo documentado por el film. La palabra que importa aquí es
“ensayo”, entendida en el mismo sentido que en literatura: un ensayo a la vez histórico y
político, aunque escrito por un poeta.

En efecto, generalmente, e incluso en el caso del documental “comprometido” o de


tesis, la imagen, es decir, el elemento propiamente cinematográfico, constituye la
materia prima del film. La orientación viene dada por la selección y el montaje, y el
texto acaba de organizar el sentido conferido al documento. En el caso de Chris Marker,
ocurre algo distinto. Diría que la materia prima es la inteligencia, la palabra su
expresión inmediata, y que la imagen no interviene más que en tercera posición, en
relación con la inteligencia verbal. El proceso se ha invertido. Arriesgaré aún otra
metáfora: Chris Marker aporta en sus films una concepción completamente nueva del
montaje, que yo llamaría horizontal, en oposición al montaje tradicional que se realiza a
lo largo de la película, centrado en la relación entre los planos En el caso de Marker, la
imagen no remite a lo que la precede o la sigue, sino que en cierta forma se relaciona
totalmente con lo que se dice.

Del oído al ojo

Mejor aún, el elemento primordial es la belleza sonora, y es desde ella desde donde la
mente debe saltar hacia la imagen. El montaje se hace oído al ojo. Debido a la falta de
espacio, sólo daré un ejemplo de ello, por otra parte el más logrado. Chris Marker nos
presenta un documento significativo y a la vez bastante neutro: una calle de Yakoutsk.
Vemos pasar por ella un autocar y a unos obreros trabajando en la reparación de la
calzada; por último un tipo de cara un tanto patibularia, en todo caso poco favorecido
por la naturaleza, cruza por casualidad por delante de la cámara. Chris Marker decide
entonces comentar esta imágenes, más bien anodinas, desde dos puntos de vista
opuestos: primera el del simpatizante comunista, al término del cual es peatón
desconocido aparece como un “pintoresco representante de las regiones boreales”,
peatón que en la versión reaccionaria se transforma en “un inquietante asiático”.

Ya esta antítesis, por sí sola, puede considerarse un hallazgo brillante y digno de


regocijo, aunque también pueda parecer una ocurrencia facilona: pero entonces el autor
nos propone un tercer comentario, imparcial y minucioso, que describe objetivamente al
pobre mongol como “un yakutio que padece de estrabismo”. En esta ocasión, estamos
más allá de la astucia y la ironía, pues lo que Marker acaba de hacer es proporcionar una
demostración implícita de que la objetividad es aún más falsa que los dos puntos de
vista sectarios, es decir, que, al menos en lo que concierne a determinadas realidades, a
imparcialidad es una ilusión. La operación a la que hemos asistido es precisamente
dialéctica, pues ha consistido en emitir tres iluminaciones intelectuales distintas sobre
una misma imagen y en recibir su eco.

Inteligencia y talento

Aún me queda por informar al lector, para completar la idea que puede hacerse de esta
empresa sin precedentes, de que Chris Marker no se limita a usar documentales
filmados in situ, sino que emplea todo el material fílmico útil a su objetivo: y no sólo,
naturalmente, documentos de carácter estático (grabados, fotos, etc.), sino también
dibujos animados, sin dudar, por otra parte, en decir, a la manera de McLaren, las cosas
más serias del modo más cómico (como en la secuencia de los mamuts). Sólo hay un
denominador común a todo este despliegue de recursos: la inteligencia. La inteligencia
y el talento. Precisemos, para ser justos, que la fotografía es de Sacha Vierny, la música
de Pierre Barbaud, y que el texto está excelentemente dicho por Georges Rouquier.

Junto a Lettre de Sibérie se proyecta un extraordinario documental de Mario Ruspoli


sobre la caza del cachalote, tal y como se practica aún hoy en día en algunas islas
Azores, es decir, con la arcaica técnica del arpón de mano, la misma que describe
Melville en Moby Dick. Es tanto un documental sobre la caza de ballenas como un film
etnográfico sobre la vida de esos extraños pueblos de pescadores.

(France-Observateur, 30 de octubre de 1958


y Le cinéma français de la libération
à la nouvelle vague, Cahiers du Cinéma, 1998)

Esta traducción fue extraída de Chris Marker: Retorno a la inmemoria del cineasta,
volumen editado con motivo de la exposición y programación audiovisual que con el
título Chris Marker tuvo lugar en la Fundació Antoni Tàpies, Barcelona (4 diciembre
1998-24 enero 1999) y en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, Sevilla (4 marzo
– 4 abril 1999). Valencia, Ediciones de La Mirada, 2000.

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