Vilanova, Evangelista 03 - Historia de La Teologia Cristiana
Vilanova, Evangelista 03 - Historia de La Teologia Cristiana
Vilanova, Evangelista 03 - Historia de La Teologia Cristiana
CRISTIANA
III
SIGLOS XVIII, XIX Y XX
BIBLIOTECA HERDER
SECCIÓN DE TEOLOGÍA Y FILOSOFÍA
VOLUMEN 182
111
BARCELONA
EDITORIAL HERDER
1992
EVANGELISTA VILANOVA
HISTORIA DE LA
TEOLOGÍA CRISTIANA
TOMO TERCERO
SIGLOS XVIII, XIX Y XX
BARCELONA
EDITORIAL HERDER
1992
Versión castellana de JOAN LLOPIS, de la obra de
EVANGELISTA VILANOVA, Historia de la teologia cristiana, UI,
Facultat de teologia de Barcelona - Editorial Herder, Barcelona 1989
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índice
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Índice
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Índice
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Índice
Capítulo sexto: La decadente teología de la España del siglo XVIII .. ".. 285
1. Introducción................................................................. 285
Il. La Ilustración penetra en España ........................................ 289
1. Oviedo y Valencia, los dos focos principales ...................... 289
2. Crítica e historia eclesiástica .......................................... 294
IIl. Un jansenismo entre politizado y pastoral ...................... ,...... 295
IV. Universidades y academias................................................ 299
V. Clarificaciones en torno a la masonería ...................... "........ 302
VI. La expulsión de los jesuitas y sus secuelas para la teología es-
pañola ......................................................................... 303
VII. La angustia moral y el trasfondo de la casuística . ... ............ ..... 305
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índice
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Índice
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Índice
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índice
Capítulo segundo: León XIII y el neotomismo ...... ........ .......... ....... 585
1. La estrategia de León XIII y la encíclica Aeterni Patris .............. 585
n. El neotomismo académico y su metodología teológica ............. 591
In. Dimensión social, política y pastoral del neotomismo de León XIII.. 597
IV. El neotomismo en la península Ibérica ................................. 601
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Índice
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Índice
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Índice
IV. La teología neopatrística .. ....... ......... ....... ... ....... ....... ......... 807
V. La eclesiología eucarística .................................................. 809
B. Otros focos de la teología ortodoxa. ................. .................. .... 810
1. Introducción.................. .............. ............ ............. ..... 810
n. La teología en el Patriarcado Ecuménico .. ................. ......... 812
nI. La teología en Grecia .................................................... 815
IV. La teología ortodoxa en Rumania ..................................... 818
V. La teología ortodoxa en Norteamérica ............................... 819
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índice
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Índice
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PRÓLOGO
21
Prólogo
22
Prólogo
23
Prólogo
24
Prólogo
2S
INTRODUCCIÓN
1. Basta reproducir los textos de dos críticos, intelectualmente muy diversos. Escri-
bíaJosé M. Valverde: «De momento, quedamos impacientes por saber cómo ve Evan-
gelista Vilanova el presente y cómo supone que puede ser el porvenir de la teología:
acaso la actual acentuación de los imperativos de justicia social, sin la cual no cabe
hablar de amor al prójimo ni a Dios, deja en segundo plano una honda crisis de la
teología en cuanto teología especulativa. Desde la actual situación de la mente humana,
en especial por lo que toca a la crisis del lenguaje, ¿cabe suponer que el futuro de la
teología siga siendo homogéneo con su pasado?» (<<El País», 17 de enero de 1985).
27
Introducción
Jaume Lorés, por su lado, decía: «Hay que esperar con expectativa el segundo
volumen, cuando aparezcan, junto a la tradición católica, las tradiciones protestantes y
anglicanas y en ellas el pensamiento teológico se halle implicado directamente en la
historia de la filosofía, como en el caso de Kant, Hegel y el mismo Nietzsche. Ante este
reto de una teología católica tendente a huir de la modernidad y una teología protestan-
te a respirar en su interior, es donde Evangelista Vilanova podrá mostrar su libertad de
espíritu y su talante comprensivo en una tarea no coyunturalmente ecuménica, pero sí
destinada a sentar las bases históricas para un eficaz y generoso pensamiento cristiano
contemporáneo que cumpla con el rigor intelectual de un Chenu, con la valentía sincera
de un Robinson, con el esfuerzo creativo de un Bonhoeffer y con todas las esperanzas
no cumplidas por el momento de un cristianismo en auténtico diálogo con una munda-
nidad que no le es extraña, puesto que constituye la base de su modernidad. Creo que
Evangelista Vilanova no defraudará a los que confían que sea tan claro y sincero con la
teología moderna y contemporánea como lo ha sido con la patrística medieval» (<<La
Vanguardia», 7 de marzo de 1985).
28
Introducción
29
Introducción
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Introducción
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Introducción
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Introducción
de artículos; se han omitido en favor de la brevedad de espacio. Sólo constan las obras
más significativas, tanto de alcance general como monografías especializadas en algún
autor o tema concretos. De las primeras, hay que mencionar, entre otras, L. Duch,
Religió i món modern, Montserrat 1984; R. Schaeffler, Religion und kritisches Bewust-
sein, Friburgo-Munich 1973; U. Neuenschwander, Gott im neuzeitlichen Denken,
2 vols., Gütersloh 1977; W. Weischedel, Der Gott der Philosophen, Darmstadt 1983;
H. Thielicke, Glauben und Denken in der Neuzeit; M. Despland, La religion en Oc-
cident, Montreal 1979; J. Collins, God in modern philosophy, Wesport-Connecticut
1978 (reimpresión de la edición de Chicago 1959).
Josep Hereu quiere dejar constancia de su agradecimiento a Eusebi Colomer, Lluís
Duch y Pere Lluís Font por las orientaciones que de los mismos ha recibido para la
elaboración de su contribución.
33
Introducción
E.V.
34
ABREVIATURAS Y SIGLAS
35
Abreviaturas y siglas
36
Abreviaturas y siglas
37
Parte primera
I. Ruptura y continuidad
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La era de la razón en sus comienzos
42
Una nueva visión del mundo
43
La era de la razón en sus comienzos
44
Una nueva visión del mundo
9. W. Dilthey, Hombre y mundo en los siglos XVI y XVII, México 31978 (trad. de
E. Imaz), p. 106. La obra de Dilthey también será fundamental en todo este capítulo.
10. Basta indicar que, desde la óptica calvinista y puritana, para los elegidos la
posesión de la gracia divina implicaba una actitud de odio y desprecio para con los
demás, condenados. Este sentimiento podía llegar a ser tan fuerte como para desem-
hocar, en determinadas circunstancias, en la creación de sectas (d. M. Weber, o.c. en la
nota 2, p. 171s). Véase también L. Duch, Reformas y ortodoxias protestantes: siglos XVI
y XVII, en E. Vilanova, Historia de la teología cristiana n, Barcelona 1989, 197ss.
45
La era de la razón en sus comienzos
46
Una nueva visión del mundo
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La era de la razón en sus comienzos
12. A. Koyré, Del mundo cerrado al universo infinito, Madrid 1979, p. 89. Esta
obra de Koyré es otra obra fundamental para el presente capítulo.
13. A. Koyré, o.c. en la nota 12, p. 31s. Véase también H. Blumenberg, Die Koper-
nikanische Wende, Francfort 1965, p. 88s.
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Una nueva visión del mundo
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La era de la razón en sus comienzos
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Una nueva visión del mundo
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La era de la razón en sus comienzos
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Una nueva visión del mundo
dades religiosas que conviven unas con otras. Además, reconoció una
vida secular completamente emancipada, ya que no pretende dominar
directa, ni tampoco indirectamente a través del Estado.
Más aún, el protestantismo liberó al Estado de toda subordinación
jurídica a la jerarquía; enseñó que los oficios estatales representan un
servicio directo a Dios. Y ello significa la autonomía definitiva del
Estado, aunque no signifique la idea moderna del Estado. En defini-
tiva, el derecho natural, como la religión natural o la ciencia, nacen de
una filosofía: la que niega lo sobrenatural, lo divino, y sustituye la
acción y la voluntad personales de Dios por el orden inmanente de
la naturaleza 18.
53
La era de la razón en sus comienzos
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Una nueva visión del mundo
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La era de la razón en sus comienzos
56
Capítulo segundo
I. La era de la razón
57
La era de la razón en sus comienzos
58
Filosofía y religión en los pensadores del siglo XVII
59
La era de la razón en sus comienzos
n. Descartes (1596-1650r
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Filosofía y religión en los pensadores del siglo XVII
1. Método y filosofía
9. Véase H. Küng, ¿Existe Dios?, Madrid 21979 (trad. de ].M. Bravo), p. 27.
10. Así las Meditationes de prima philosophia (1614), traducidas posteriormente al
francés como Méditations métaphysiques, dirigidas a los filósofos y teólogos de la
Sorbona, y acompañadas de diversas series de objeciones y respuestas; los Principia
philosophiae (1644), traducidas posteriormente; el Traité sur les passions de l'ime
(1649). Hay que señalar también una copiosa correspondencia de un valor considerable
para la elucidación de su pensamiento. Entre las obras póstumas, un Traité du monde
(1677), suspendido de publicación a causa de la condena de Galileo; las Regulae ad
directionem ingenii (1618 ?); un diálogo inacabado, titulado Recherche de la vérité par la
lumiere naturelle (1701), y unas Notes adredes contre un certain programme, escritas
como réplica a un manifiesto sobre la naturaleza de la mente, de Regius de Utrecht.
Descartes fue puesto en el índice el año 1663.
11. Cf. G. Rodis-Lewis, Descartes. Cartesianos y anticartesianos franceses, en His-
toria de la filosofía, o.c. en la nota 1, p. 7-56.
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La era de la razón en sus comienzos
2. De la duda al «cogito»
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4. Razón y revelación
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5. La moral cartesiana
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6. La herencia de Descartes
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La era de la razón en sus comienzos
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Filosofía y religión en los pensadores del siglo XVII
1. El Memorial
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La era de la razón en sus comienzos
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Filosofía y religión en los pensadores del siglo XVII
2. Las Provinciales 29
29. Para todo este apartado sigo de cerca a J. Mesnard, Pascal, o.c. en la nota 22,
1'. 7155.
30. Cf. L. Cognet, Le jansénisme, París 51985. Véase, además, L. Goldmann, o.c.
m la nota 22, p. 13355; E. Vilanova, o.c. en la nota 23, p. 76855.
31. J. Stemmann, Pascal, París 21962, p. 123.
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3. Los Pensamientos
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La era de la razón en sus comienzos
e) La apuesta
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d) La religión cristiana
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La era de la razón en sus comienzos
e) Conclusiones
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Filosofía y religión en los pensadores del siglo XVII
33. Véase, entre otrOS, P. Lluís, Significación filosófica de los dos infinitos pascalia-
'"'S, .Convivium» 19-20 (1965) 73-95.
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La era de la razón en sus comienzos
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2. Metafísica y religión
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Filosofía y religión en los pensadores del siglo XVII
v. Spinoza (1632-1677)37
37. Quiero agradecer las indicaciones que J.M. Via me ha dado para la elaboración
del estudio sobre Spinoza. Las obras de Spinoza son las editadas por C. Gebahrt,
Spínoza Opera, 4 vols., Heidelberg 1925; reimpresión 1972.
Obras de interés para nuestro tema: S. Breton, Spínoza, théologíe et politique, París
1977; G. di Luca, Crítica della religione in Spínoza, L'Aquila 1982; M. Gueroult,
Spinoza I. Dieu (Éthique 1), París 1968; E.E. Powell, Spinozas Gottesbegriff, Hildes-
heim 1980; W. Prümers, Spinozas Religionsbegriff, Hildesheim 1980; P. Siwek, Spinoza
et le panthéisme religieux, París 1950; L. Strauss, Die Religionskritik Spinozas als
Grundlage seiner Bibelwissenschaft, Hildesheim 1981; G. van Riet, Actualité de Spi-
noza, RPL 66 (1968) 36-84; H.A. Wolfson, Spinoza and Religion, Nueva York 1950;
S. Zac, La morale de Spinoza, París 1959; Íd., Philosophie, théologie et politique dans
l'oeuvre de Spinoza, París 1979; íd., Spinoza et l'interprétation de I'Écriture, París 1965;
P. Lachieze-Rey, Les origines cartésiennes du Dieu de Spinoza, París 1950; J. Ratner,
Spinoza and God, Nueva York 1930; H.G. Hubbeling, Spinoza, Barcelona 1981 (trad.
de R. Gabás, con abundante bibliografía); G. Campana, Liberazione e salvezza
del/'uomo in Spinoza, Roma 1978; H.F. Hallet, Creation, emanation, salvation. A
spinozistic study, La Haya 1972; E.E. Harris, Salvation from despair. A reappraisal of
Spinoza's philosophy, La Haya 1973; A. DomÍnguez, La morale de Spinoza et le salut
par la foi, RPL 78 (1980) 345-364; H.G. Heimbrock, Vom Heil der Seele, Francfort-
Berna 1981; S. Breton, Politique, Religion, Écriture chez Spinoza, Lyón 1973; A. Maler,
Le Traité théologico-politique de Spinoza et la pensée biblique, París 1966; C. Pac-
chiani, Spinoza Ira teologia e politica, Padua 1979; M. Walter, Metaphysik als Antitheo-
logie. Die Philosophie Spinozas im Zusammenhang der religionsphilosophischen Proble-
matik, Hamburgo 1971.
81
La era de la razón en sus comienzos
2. El sistema spinozista
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Filosofía y religión en los pensadores del siglo XVII
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La era de la razón en sus comienzos
3. Salvación y conocimiento
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Filosofía y religión en los pensadores del siglo XVII
5. Teología y filosofía
44. Spinoza tenía muy claro que su filosofía le había alejado mucho de la tradición
bíblico-cristiana. Escribía así a su amigo Oldenburg: «Mi opinión sobre Dios y la
naturaleza es muy distinta de la que defienden los actuales cristianos. Yo sostengo que
Dios es la causa inmanente de todas las cosas, no la causa trascendente ... Muchos de los
atributos que ellos refieren a Dios, yo los considero realidades creadas; y, en cambio,
cosas que ellos consideran creadas, yo sostengo que son atributos de Dios, mal com-
prendidos por ellos. Además, yo no podría separar a Dios de la Naturaleza» (Epist.
LXXIII, citada por J. Vives, Si sentiu la seva veu, Barcelona 1988, p. 383; versión cast.,
Si oyerais su voz, Santander 1988).
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La era de la razón en sus comienzos
6. El spinozismo
45. Hay que tener presente la experiencia personal de Spinoza para comprender
adecuadamente este punto: una vida marcada por la incomprensión, la intolerancia, la
p.ersecución, etc. Él busca una felicidad razonable, que ni Iglesias ni Estados le pr"opor-
Clonan. De ahí que la religión que él propaga está por encima de estas particularidades,
pero no sea independiente de las mismas.
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Filosofía y religión en los pensadores del siglo XVII
Es uno de los pensadores más polifacétícos del siglo, tanto por los
estudios que realizó (matemáticas, jurisprudencia, filosofía, descubri~
46. Desde 1923 se espera la gran edición de la Academia de Berlín, que está todavía
lejos de terminarse. La mejor edición sigue siendo la de c.l. Gerhardt, Die philosophi_
schen Schriften von Gottfried Wilhelm Leibniz, 7 vols., Berlín 1875-1890; Die mathe-
matischen Schriften, 7 vols., Londres-Berlín 1850; La Haya 1855-1863. También está la
edición de J.E. Erdmann, Opera Philosophica Omnia, Aalen 1959, reproducción de
la edición de 1840.
Obras de interés para nuestro tema son: A. Wildermuth, Wahrheit und Schopfung.
Ein Grundriss der Metaphysik des G.W. Leibniz, Winterthur 1960; A. Pichler, Die
Theologie des Leibniz aus siimtlichen gedruckten und vielen noch ungedruckten Que-
llen, 2 vols., Hildesheim 1965; G. Cannarella, Il significato religioso della cosmologia
leibniziana, Pescara 1981; G. Grua, Jurisprudence universelle et Théodícée selon Leib-
niz, París 1953; L. Le Chevalier, La morale de Leibniz, París 1933; A. Pérez de Labor-
da, Leibniz y Newton. Física, filosofía y teodicea, Salamanca 1981; J. Hostler, Leibniz's
moral philosophy, Londres 1975; Ph. Secretan, A propos du Dieu de Leibniz, FZPT 27
(1980) 24-35; K. Hildebrandt, Leibniz und das Reich der Gnade, La Haya 1953;
J. Iwanicki, Leibniz et les démonstrations mathématiques de l'existence de Dieu, París
1934; A. Plantinga, God, possible worlds and the problem of evil, Nueva York 1974;
G. Petri, JI cristianesimo universale di Leibniz, Milán-Roma 1953; E. Schering, Leibniz
und die Versohnung der Konfessionen, Stuttgart 1966; J. Guitton, La pensée oecuménique
de Leibniz, París 1967; Ch.D. Zangger, Welt und Konversion. Die theologische Begrün-
dung der Mission bei Gottfried Wilhelm Leibniz, Zurich 1973.
89
La era de la razón en sus comienzos
dor del cálculo infinitesimal) como por las actividades a que se dedicó,
sobre todo las diplomáticas. El motivo no era tanto un interés directo
en los asuntos políticos cuanto un intento de «armonizar el mundo»
de acuerdo con sus principios filosóficos. Fundador de sociedades
eruditas (Acta eruditorum, de Leipzig) o presidente de alguna de ellas
(Sociedad de ciencias de Berlín, más tarde Academia Prusiana), se
esforzó también por unir las diversas confesiones cristianas por medio
de un proyecto de alianza entre Estados cristianos, y trató de que sus
proyectos incluyesen al Oriente. Ninguno de tales proyectos tuvo
éxito. Entre sus obras hay que destacar el De arte combinatoria
(1666), el Systhema theologicum (1686), los Nouveaux essais sur l'en-
tendement humain (1765), que son una réplica al Essay de Locke; los
Essais de théodicée (1710), que son una respuesta sistemática al artícu-
lo Rorarius del Diccionario de Bayle, y a muchas otras objeciones.
La filosofía de Leibniz no fue expuesta en ningún gran tratado
sistemático. Hay que buscarla en cartas, artículos, periódicos, etc. y
en otros tratados breves, como por ejemplo el Discurso de metafísica
(1686), el Systeme nouveau de la nature et de la communication des
substances (1695), los Principes de la nature et de la grace (1714), la
Monadologie (1714). Pero Leibniz dejó una masa de manuscritos que
hasta hace poco estaban inéditos. De modo que es difícil decir la
última palabra sobre lo que realmente pensaba.
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56. Según él, las órdenes religiosas son los grandes ejemplos de esa unidad univer-
sal: son organizadas, jerarquizadas y destructoras de toda dispersión.
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La era de la razón en sus comienzos
5. Conclusiones
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Filosofía y religión en los pensadores del siglo XVII
59. Las obras de Hobbes son las editadas por G. Molesworth, Opera philosophica,
5 vols .. Londres 1841; reimpresión: Aalen 1966.
Estudios de interés para nuestro tema: F.C. Hood, The divine politics of Thomas
Hobbes. An interpretation of Leviathan, Oxford 1964; D. Braun, Der sterbliche Gott
oder Leviathan gegen Behemoth; 1: Erwdgungen zu Ort, Bedeutung und Funktion der
Lehre von der Konigsherrschaft Christi in Thomas Hobbes Leviathan, Zurich 1963;
F. Tonnies, Vida y doctrina de Thomas Hobbes, Madrid 1932 (trad. de E. Imaz); M.M.
Rossi, Alle fonti del deismo e del materialismo moderno. 1, Le origini del deismo; 2,
L'evoluzione del pensiero di Hobbes, Florencia 1942; E.J. Eisenach, Two words of
liberalism. Religion and politics in Hobbes, Locke and Mill, Chicago 1981.
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La era de la razón en sus comienzos
60. Cf. R. Polin, Hobbes, Dieu et les hommes, París 1981. Hay que advertir que
esta obra es la que ha servido de base para la redacción del estudio sobre Hobbes.
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Filosofía y religión en los pensadores del siglo XVII
es la fuerza del soberano, las leyes civiles, las que obligan in foro
externo. La fe del soberano es la única invulnerable.
Lo principal para Hobbes es mostrar que, al obedecer las leyes
civiles, uno no contradice las leyes divinas. Y no sólo esto, sino que al
obedecer las leyes divinas, uno no puede en modo alguno desobede-
cer ni las leyes de la naturaleza ni a Dios mismo. La razón natural es
la palabra más indudable de Dios, y aunque haya muchas cosas en la
palabra de Dios por encima de la razón, ninguna le es contraria. En
la medida en que no difieren de las leyes de la naturaleza, no hay duda
de que son leyes de Dios y que llevan en sí mismas su autoridad
legible para todo hombre que tenga uso de razón natural. Dicha auto-
ridad no es más que la de toda doctrina moral conforme a la razón,
cuyos dictados son leyes eternas. Por tanto, Hobbes subraya que la
obediencia necesaria para la salvación reside en la voluntad de obede-
cer las leyes divinas, pero recuerda, al mismo tiempo, que éstas son
idénticas a las leyes morales, las cuales, a su vez, están expresadas por
las leyes civiles, es decir, en último término, por aquel que gobierna
los asuntos temporales y los asuntos espirituales, que para Hobbes se
reducen a los primeros.
2. Teología y política
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La era de la razón en sus comienzos
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Filosofía y religión en los pensadores del siglo XVII
3. Razón y fe religiosa
las órdenes del rey era blasfemar. Hobbes se sirve de un lenguaje pretendidamente
religioso o teológico para expresar una soberanía absoluta de un orden totalmente
diverso.
101
La era -de la razón en sus comienzos
63. Las obras de P. Bayle están publicadas bajo el título Oeuvres diverses, 4 vals.,
Hildesheim-Nueva York 1970; reimpresión de la edición de 1727, con introducciones
de E. Labrousse. El Dictionnaire historique et critique, 16 vals., Ginebra 1969, es una
reimpresión de la edición de 1820-1824. La Vie de M. Bayle, de P. Desmaizeaux, se
halla en todas las ediciones del Dictionnaire a partir de la quinta (1730). Señalemos
finalmente un Inventaire critique de la correspondance de Pierre Bayle, de E. Labrous-
se, París 1981.
Estudios de interés: P. Retat, Le Dictionnaire de Bayle et la lutte philosophique au
XVIIIe siecle, París 1971; J.P. Jossua, Pierre Bayle ou l'obsession du mal, París 1977;
E. Labrousse, Pierre Bayle 1: Du pays de la foi ¿tia cité d'Erasme, La Haya 1963; Pierre
Bayle II: Héterodoxie et rigorisme, La Haya 1964 (con abundante bibliografía);
e. Senofonte, Pierre Bayle. Dal calvinismo all'iluminismo, Nápoles 1978; L. Dubois,
Bayle et la tolérance, París 1902; E. Constantinescu-Bagdat, Etudes d'histoire pacifiste
III. Bayle, París 1928; G. Paganini, Analisi della fede e critica della ragione nella
filosofia di Pierre Bayle, Florencia 1980; W.E. Rex, Essays on Pierre Bayle and religious
controversy, Nueva York 1965; K.e. Sandberg, At the crossroads offaith and reason.
An essay on Pierre Bayle, Tucson 1966; J. Devolve, Religion, critique et philosophie
positive chez Pierre Bayle, Ginebra 1970; reimpresión de la edición de 1906; G. Cantelli,
Teología e ateismo. Saggio sul pensiero filosofico e religioso di Pierre Bayle, Florencia
1969; E. Jeanmarie, Essai sur la critique religieuse de Pierre Bayle, Estrasburgo 1862.
102
Filosofía y religión en los pensadores del siglo XVII
64. Hay que tener presente que el hermano mayor de P. Bayle fue detenido a causa
de los efectos de la Critique générale. Puesto que el propio Bayle no podía ser objeto de
persecución, fue su hermano mayor quien tuvo que soportar los efectos de la intoleran-
cia; conducido a la prisión de Burdeos, murió en la misma en 1685.
65. Entre las cartas de Bayle o dirigidas a él, se han podido contar más de 1640.
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La era de la razón en sus comienzos
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Filosofía y religión en los pensadores del siglo XVII
66. La teoría política corriente en el siglo XVII hacía de la unidad religiosa del país
un factor capital de cohesión social: cuius regio, eius religio. El pluralismo confesional
se consideraba una anomalía.
67. Bayle quiere escapar al Estado confesional unitario. Ninguna Iglesia, ninguna
confesión, puede razonablemente acudir al brazo secular para aumentar el número de
sus adeptos.
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La era de la razón en sus comienzos
3. Bayle y la religión6 8
68. E. Labrousse, o.c. en la nota 63. Para este punto sigo de cerca dicha obra. El
estudio de E. Labrousse es muy importante para el conocimiento de Bayle.
106
Filosofía y religión en los pensadores del siglo XVII
4. Conclusión
107
Capítulo tercero
l. Introducción
" El contenido del presente capítulo tiene que completarse -dada la imbricación de
hechos, doctrinas y orientaciones- con todo lo que se expone en el capítulo «Hacia la
era de la razón» del volumen II de esta Historia de la teología cristiana, Barcelona 1989,
p. 795ss.
1. M. Batllori, Un problema central del segle XVIII: Jl.lustració i cristianisme, en
A través de la historia i de la cultura, Montserrat 1979, p. 298. En España, el brillante
papel de los jesuitas en la «preilustración» es patente en Valencia (d. V. Navarro
Brotons, Tradició i canvi científic al País Valencia modern {1660-1720}, Valencia 1985)
108
Respuestas de una teología cuestionada
yen Salamanca (d. J.L. Cortina Iceta, El siglo XVIII en la Pre-Ilustración salmantina.
Vida y pensamiento de Luis de Losada [1681-1748J, Madrid 1981).
2. Se ha llegado a lanzar la hipótesis de que la lengua vernácula de Spinoza no era el
portugués sino el castellano. De hecho, en su biblioteca, había obras de Góngora,
Quevedo, Cervantes, Gracián, la Biblia en castellano ... Cf. R. Arrillaga Torrens,
Raíces hispánicas en Benedictus de Spinoza, San Juan de Puerto Rico 1973, p. 8.
3. J. de Viguerie, Richelieu théologien, en R. Mousnier (dir.), Richelieu et la culture,
París 1987, p. 29-42, presenta a un Richelieu teólogo injustamente olvidado en prove-
cho de un Bérulle o de un Saint-Cyran. No separa su teología de su acción política: en
él, vida y pensamiento forman una unidad. En sus obras teológicas, como en su Testa-
mento político, se expresa con claridad. Dos grandes principios: la razón (el sentido
común) y la voluntad. Fundamentalmente tomista, sobresalió en el arte de divulgar.
4. H. Gouhier, Introduction au theme «Révélation et rationalité au XVIIe siecle»,
RScPhTh 64 (1980) 327-332.
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La era de la razón en sus comienzos
crito por los teólogos de casi todas las religiones europeas, algunos de
los cuales lo designaron como la encarnación de Satanás, respondía a
los ataques literarios sólo cuando creía en la buena fe de sus adver-
sarios. El que Leibniz le visitara, en su pobre habitación, al pasar por
Holanda, fue una excepción; durante el siglo XVII y hasta la primera
mitad del XVIII el nombre de Spinoza fue tabú. Si se lo citaba en alguna
publicación era sólo para insultarlo. El caso de Leibniz es muy distin-
to: sus relaciones señoriales, en función de una curiosidad universal,
se caracterizaron por la simpatía, sin renunciar al espíritu crítico, para
con los intelectuales de todas partes s . Interesado por las corrientes
espirituales de Europa, especialmente de los países germánicos, seguía
la evolución de los mismos debates teológicos intracatólicos: por co-
rrespondencia, estaba informado de las discusiones entre jesuitas y
jansenistas, del asunto Molinos, de la polémica entre Bossuet y Fé-
nelon, sensible como era a la cuestión de la pasividad ... La concepción
del amor, por ejemplo, le acercó a Malebranché, y el irenismo inter-
cristiano, a Bossuet, a pesar de que su relación terminó bruscamente.
Además, hay un pluralismo de visiones que hace que, según al-
gunos historiadores, no se pueda hablar de filósofos cartesianos: cada
forma de pensamiento que recurre al maestro, en cierta manera lo
transforma. Cada uno de los que siguen sólo puede construir a base de
abandonar algún aspecto de Descartes: Spinoza, la experiencia de la
libertad; Malebranche, la teoría de la creación libre de las verdades
eternas; los ilustrados, la metafísica. Y no hablemos de Pascal, refrac-
tario al racionalismo cartesiano.
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Respuestas de una teología cuestionada
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La era de la razón en sus comienzos
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Respuestas de una teología cuestionada
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La era de la razón en sus comienzos
14. Cf. J.-P. Jossua, Diseours ehrétiens et sean dale du mal, París 1979, p. 5-39.
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Parte segunda
LA ILUSTRACIÓN Y SU PROBLEMÁTICA
TEOLÓGICA
Capítulo primero
LA RAZÓN ILUSTRADA
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La razón ilustrada
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La razón ilustrada
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La razón ilustrada
ber depende del espíritu humano, el estudio del instrumento del saber
tiene que dar la clave universal para la comprensión de las formas
diversas de inteligibilidad. La metafísica se convierte en epistemología
y procede a la verificación de los poderes del espíritu humano. En
otros términos, lo trascendente es substituido por lo trascendental.
Se rompe de modo definitivo la forma fija de la imagen antigua y
medieval del mundo como cosmos, en el sentido de un orden accesi-
ble directamente a la contemplación. En vez de un mundo y de un ser
tenemos infinitos mundos que nacen constantemente del seno del
devenir. Pero lo esencial del cambio reside en que el espíritu alberga
una nueva fuerza: la fuerza de la razón es la única que nos franquea la
entrada al infinito, al conocer su ley. La ideología de la Ilustración se
basa en la transparencia de una razón que sólo rinde cuentas ante sí
misma; el prototipo de esa inteligibilidad se extrae de las operaciones
del conocimiento científico, que por primera vez en la historia del
saber toma el relevo reservado a la teología. De este modo, el campo
epistemológico de la filosofía natural se desprende de toda reminis-
cencia teológico-metafísica. La experiencia y el cálculo descifran la
presencia de Dios en el mundo, dado que la misma naturaleza es a su
vez una revelación. Iluminar el orden-intrínseco de lo real, sin preten-
der dar razón de las causas primeras, es lo mismo que afirmar la
muerte de Dios en epistemología. Esa retirada de Dios es la que im-
pone buscar formas nuevas de inteligibilidad que se justifiquen a sí
mismas, sin recurrir a la trascendencia. La autoridad de la ciencia
excluye el método de autoridad, y la ciencia, de contemplativa, pasa a
ser operativa y técnica.
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La Ilustración y su problemática teológica
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La razón ilustrada
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La razón ilustrada
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La Ilustración y su problemática teológica
V. El reverso de la Ilustración
El período ilustrado, que abarca buena parte del siglo XVIII y que
Mittelstrass ha calificado de segunda Ilustración, entendiendo que la
primera había sido la de Grecia, hallará su contrapunto en la épo-
ca romántica, revancha de la luz negra de las profundidades sobre
la claridad de la razón ilustrada. El Romanticismo es, en este sentido, la
contrapartida de la Ilustración, como movimiento histórico. Por eso
138
La razón ilustrada
31. Y. Belaval propone que se tendría que situar el siglo XVIlI en el período com-
prendido entre 1685 y 1785 aproximadamente (cf. artículo citado en la nota 4).
32. Además de la bibliografía indicada, se puede ver: H. Blumenberg, Der Prozess
der theoretischen Neugierde, Francfort 1973; W. Oelmüller, Was ist heute Aufklarung,
Düsseldorf 1972; íd., Die unbefriedigte Aufklarung, Francfort 1969; W. Schneiders,
Die wahre Aufklarung, Friburgo-Munich 1974; W. Oelrnüller, Ilustración, en Concep-
tos fundamentales de filosofía 1I, Herder, Barcelona 1978, p. 334-348; H. Greive, Auf-
klarung, en TRE, IV, 1979; l.A. Merino, Variaciones sobre la Ilustración, Madrid 1979;
W. Philipp, Das Werden der Aufklarung in theologiegeschichtlicher Sicht, Gotinga
1957; A. KelIer, Crítica de la Ilustración, Barcelona 1984.
139
Capítulo segundo
1. G. Gusdorf, Les principes de la pensée au siecle des lumieres, París 1971, p. 69ss.
2. H.B. Acton, «The enlightenment» y sus adversarios, en Historia de la filosofía.
VI: Racionalismo, Empirismo, Ilustración, Madrid 81985, p. 220-280.
140
Ilustración y deísmo en Gran Bretaña
141
La Ilustración y su problemática teológica
century, Londres 1970-1973, 3 vols.; W.K. Jordan, The development of religious tolera-
tion in England, Londres 1932-1940, 4 vols.; 1.M. Roberston, Short history of free-
thought ancient and modern, Londres 31915, 2 vols.; M.M. Rossi, Alfe fonti del deismo
e del materialismo moderno, Florencia 1942; c.c.]. Webb, Studies in the history of
natural theology, Oxford 1915; ].R. Cragg, From puritanism to the age of reason,
Cambridge 1950; N. Torrey, Voltaire and the English deists, N ew Haven 1930; G .R.
Cragg, Reason and authority in the eighteenth century, Cambridge 1964.
5. Para tener una visión global del deísmo, se puede ver, entre otros: ]. Forget,
Déisme, en DTC IV, 1924, col. 232-243; Ch. Gestrich, Deismus, en TRE VIII, 1981,
col. 392-405.
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Ilustración y deísmo en Gran Bretaña
ligiosa sólo tiene valor si opera a la vez sobre la vida y produce frutos
tangibles. Creían en el poder de la razón humana para alcanzar la
verdad objetiva sobre Dios y para introducirse en las leyes morales
universales y absolutas. Pero insistían sobre todo en dos puntos: que
una intención sincera de llevar una vida moral es conditio sine qua non
para lograr un conocimiento verdadero de Dios, y que las verdades de
mayor importancia son, precisamente, las que están en la base de la
vida cristiana.
El platonismo de Cambridge se mantuvo apartado de los mo-
vimientos dominantes en el panorama del pensamiento filosófico y
teológico de Inglaterra, lo que explica su escasa influencia. No fueron
ni empiristas ni puritanos. Estaban interesados por defender una in-
terpretación espiritualista del universo como base de una vida moral
cristiana.
Debemos, finalmente, mencionar a otro autor, Richard Cumber-
land (1632-1718), que criticó la teoría de los principios y las ideas
innatas de los platónicos de Cambridge, pero que tiene con ellos otros
puntos de contacto. Su obra principal es De legibus naturae (1672).
13. Las obras de Locke están publicadas bajo el título The works o[ John Locke,
Aalen 1963, 10 vols., reproducción de la edición de Londres 1823.
Estudios de interés para nuestro tema son: E. Crous, Die Grundlagen der religions-
philosophischen Lehren Lockes, Halle 1909; reeditado en Hildesheim-Nueva York
1980; S.G. Hefelbower, The relation o[ John Locke to English deism, Chicago 1918;
M. McLachlan, The religious opinions o[ Milton, Locke and Newton, Manchester 1941;
R. Klibansky-J.W. Gough, Locke's Epistola de tolerantia, Oxford 1968; I.T. Ramsey,
lntroduction to an edition o[ Locke's reasonableness o[ christianity, Londres 1958;
J. Coleman,John Locke's moral philosophy, Edimburgo 1983; W. Baumgartner, Natur-
recht und Toleranz, Würzburgo 1979; M. Firpo, Il problema della tolleranza religiosa
nell'eta moderna. Dalla ri[orma protestante a Locke, Turín 1978; A. Ramagnano, Il
problema dei principi morali in Giovanni Locke, Salemo 1960; G. Bianca, La credenza
come [ondamento dell'attivita pratica in Locke e in Hume, Catania 1948; S.P. Lam-
precht, Moral and political philosophy o[John Locke, Nueva York 1962; F. Lezius, Der
Toleranzbegri[[ Lockes und Pu[endor[s. Ein Beitrag zur Geschichte der Gewissens-
[reiheit, Aalen 1971, reproducción de la edición Leipzig 1900; M. Montuori, John
Locke on toleration and the unity o[ God, Amsterdam 1983.
147
La Ilustración y su problemática teológica
148
Ilustración y deísmo en Gran Bretaña
15. R.I. Aaron,John Locke, Oxford 31973, p. 296. Esta obra constituye probable-
mente el estudio global más completo de la vida y la filosofía de Locke.
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3. La tolerancia religiosa
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4. La herencia de Locke
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Ilustración y deísmo en Gran Bretaña
27. Aquí no nos referiremos a la obra de Boyle como científico, sino que nos
limitaremos únicamente a los aspectos religiosos de su pensamiento.
28. Las obras de Newton fueron editadas por S. Horsley, lsaaci Newtoni Opera
quae existant omnia, 5 vols., 1779-1785. Han sido reeditadas en Stuttgart-Bad Cann-
statt 1964; McLachlan editó, el año 1950, Isaac Newton's theological manuscripts,
Liverpool.
Estudios de interés sobre nuestro tema son: H. Metzger, Attraction universelle et
religion naturelle chez quelques commentateurs anglais de Newton, París 1938; M.L.
Righini Bonelli-W.R. Shea (dirs.), Reason, experiment and mysticism in the scientific
revolution, Nueva York 1975; ].E. McGuire-M. Tamy, Certain philosophical ques-
tions. Newtons Trinity notebook, Londres-Nueva York-Cambridge 1983; F. Wagner,
155
La Ilustración y su problemática teológica
Isaac Newton im Zwielicht zwischen Mythos und Forschung. Studien zur Epoche der
Aufklarung, Friburgo de Brisgovia 1976; A. Pérez de Laborda, Leibniz y Newton,
n. Física, filosofía y teodicea, Salamanca 1981.
29. El año 1667 Newton escribe De gravitatione et aequipondio f/uidorum, y en
1673 redacta el De aere et aethere. Sin embargo, su obra principal es Philosophiae
naturalis principia mathematica, conocida con el nombre de Principia, cuya primera
edición salió en 1687. La primera edición de la Optica salió en 1704. En el año 1711
W. Jones edita el De analysi de Newton. Póstumamente, en 1728, se publican las
Lectiones opticae que Newton había impartido en Cambridge.
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Ilustración y deísmo en Gran Bretaña
30. Newton escribió sobre cuestiones religiosas durante toda su vida; algunas de las
cosas que escribió se publicaron, pero muchas otras no. Se trata, en general, de do-
cumentos ocasionales que permiten hacer algunas injerencias sobre la religiosidad de
Newton. Sobre este punto, d. F.E. Manuel, The religion of Isaac Newton, Oxford
1974. Véanse también las páginas dedicadas a Newton por B. Cottret, Le Christ des
a
Lumieres.Jésus de Newton Voltaire (1560-1790), París 1990, obra de especial interés.
157
La Ilustración y su problemática teológica
31. El tema era objeto de estudio en la época; algunos de los tratados contempo-
ráneos sobre el tema son: W. Derham, Physico-Theology or a demonstration of the
being and attributes of God from his works of creation, 1713; Cheyne, Philosophical
principies of religion: natural and revealed, 1715; Th. Burnet, Telluris theoria sacra, etc.
158
Ilustración y deísmo en Gran Bretaña
159
La Ilustración y su problemática teológica
34. Esta obra fue objeto de una fuerte controversia en la época en que fue escrita,
como lo muestra la cantidad de obras y escritos que suscitó (d. Introducción de
G. Gawlick a las obras de Toland, nota 33).
160
Ilustración y deísmo en Gran Bretaña
35. Sobre Clarke se puede ver: ].E. Le Rossignol, The ethical philosophy olSamuel
Clarke, Leipzig 1892; J.P. Ferguson, The philosophy 01 Dr. Samuel Clarke and its
critics, Nueva York 1974.
Las conferencias de Clarke se publicaron en 1719 con el título A discourse concern-
ing the being and attributes 01 Cod, the obligations 01 natural religion and the truth
and certainty 01 the christian revelation, que contiene dos series, una de 1705 y otra de
1706. Destaquemos también su polémica con Leibniz a propósito de la concepción del
espacio y de Dios: A coUection o[ papers which passed between the late learned Mr.
Leibinz and Dr. Clarke, 1717; y una colección de sermones: One hundred and twenty
three sermons, editada por J. Clarke en el año 1734. Sus obras completas constan de
cuatro volúmenes, editados en Londres, 1738-1742.
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11U~lIa\..-lUll y U\.,J..::HiiV .....U . .................... _ ... _~ .... __ _
163
La Ilustración y su problemática teológica
39. Leslie escribe tres obras: A short essay method with the deists, 1697; Vindication
of short essay method, 1710, y Truth of christianity demonstrated, 1711.
40. Entre sus escritos hay que destacar: Essay on reason, 1707; Priestcraft in perfec-
tion, 1709; Discourse on freethinking, 1713; Grounds and reasons of christian religion,
1724; Scheme of literal profecy, 1727.
41. Six discourses on the miracles of our Saviour, 1727-1729; Moderator between an
infidel and an apostate, 1721; Free gifts to the clergy, 1723-1724.
164
Ilustración y deísmo en Gran Bretaña
Los dos libros que dieron fama al obispo de Durham fueron Ser-
mons y sobre todo The analogy ai religion, natural and revealed, to
the constitutian and course oi nature, publicados en 1726 y 1736,
respectivamente.
El objetivo de Butler era oponerse a la posición deísta ordinaria.
Admite y rechaza a la vez las doctrinas deístas. Profesa creer en un
Dios de la naturaleza como los deístas, un Dios cuyos atributos se
pueden descubrir por la razón. Pero, cuando esta concepción se con-
fronta con la divinidad histórica de la mitología judía y cristiana,
empieza a retractarse y afirma que, evidentemente, Dios no ha sido
descubierto por la razón, y no se puede demostrar que haya gober-
nado a los hombres de acuerdo con las leyes de la razón. Nosotros
42. Entre sus obras, destacamos: Letter from Rome, 1729; Answer to Water/and,
1731; Miracolous power, 1747, y Free inquiry, 1748.
43. Remitimos nuevamente a la obra de L. Stephen citada en la nota 3.
44. Sobre Butler se puede ver: A. Duncan-]ones, Butler's moral philosophy, 1952;
E.e. Mossner, Bishop Butler and the age of reason, Nueva York 1936; W.]. Norton,
Bishop Butler, moralist and divine, N ew Brunswick-Londres 1940; P. Allan Carson,
Butler's ethics, La Haya 1964; A. ]effner, Butler and Hume on religíon: a comparative
analysís, 1966; B. von Eckardt, Ethik der Selbslíebe: Joseph Butler's Theoríe der mensch-
lichen Natur, Heidelberg 1980; A. Babolin, Joseph Butler. 1: Ricerca critica ed etica. II:
Religione naturale e rivelazione, Padua 1973.
165
La Ilustración y su problemática teológica
45. Entre sus obras destacamos: Critical and philosophical enquiry, 1727; Alliance
between Church and State, 1736; Divine legation, 1737-1741; Julian, 1750; View of
Bolingbroke's philosophy, 1754-1755; Remaks of Hume, 1757; Doctrine of grace, 1762,
aparte de sermones y correspondencia.
166
Ilustración y deísmo en Gran Bretaña
46. Sobre este autor, d. S. Grean, Shaftesbury's philasaphy af religian and ethics,
Ohio 1971.
167
La Ilustración y su problemática teológica
obra The fable of the bees or private vices public benefits (1714), que
era una ampliación de The grumbling hive or knaves turned honest
(1705). Es importante su idea de que el egoísmo privado y el bien
público no son incompatibles, opinión implícita en la teoría dellais-
sez-faire tanto en política como en economía.
Francis Hutcheson (1694-1746) es considerado el divulgador y
sistematizador de Shaftesbury. An inquiry into the original of our
ideas of beauty and virtue (1725) está dedicada a defender abiertamen-
te los principios de Shaftesbury contra los de Mandeville; Essay on the
nature and conduct of the passions and affections, with illustrations on
the moralsense (1728) muestra una clara influencia de Butler; Philo-
sophiae moralis institutio compendiaria (1742) hace patente el influjo
de Marco Aurelio, cuyos Soliloquios tradujo; finalmente, debemos
señalar la edición póstuma de System of moral philosophy (1755).
Hutcheson tiende a confundir la virtud y la benevolencia. Es una de
las fuentes principales de la teoría utilitarista de la filosofía moral.
Pero existen tantos elementos distintos en la teoría ética de Hutche-
son que no parece posible poderlos analizar todos.
Por último, mencionaremos a dos autores de menor importancia:
David Hartley (1705-1757), autor de la obra Observation on man
(1749), que a la vez es deudora de la obra de J. Gay, Dissertation
concerning the fundamental principies of virtue and morality; y a
Abraham Tucker (1705-1774), autor de The light of nature pursued.
Tucker ha estudiado la naturaleza humana e informa a sus lectores
que ha descubierto que la satisfacción privada de cada hombre es el
origen último de todos sus actos. Pero intentó establecer la norma de
caridad universal o benevolencia, dirigida a todos los hombres sin
excepción, y que la norma fundamental de conducta es esforzarse por
el bien común o felicidad. Tucker suponía que existía un «banco
universah>, un stock de felicidad administrado por Dios.
47. Las obras de Berkeley son las editadas por A.A. Luce-T.E. Jessop, The works o[
George Berkeley, Bishop o[ Cloyne, 9 vols., Londres 1948.
168
Ilustración y deísmo en Gran Bretaña
1. El itinerario de su pensamiento
Estudios de interés para nuestro tema son: B. Baladi, La pensée religieuse de Berke-
ley et l'unité de sa philosophie, El Cairo 1945; 1. Hedenius, Sensationalism and theology
in Berkeley's philosophy, Oxford 1936; E. Sillem, George Berkeley and the proo[s [or
the existen ce o[ God, Londres 1957; M. Gueroult, Berkeley, quatre études sur la percep-
tion de Dieu, París 1956; J. Pucelle, Berkeley ou l'itinéraire de l'ame ti Dieu, París 1967.
48. Berkeley perdió la segunda parte de la obra durante uno de sus viajes al conti-
nente. El autor concebía probablemente la estructura de la obra como tripartita.
49. Como indica el título, Hylas es el materialista y Philonous el amante de la
inteligencia. Éste trata de convencer a Hylas de la absurdidad de sus tesis sobre la
materia y sobre la existencia de los objetos independientemente de la mente que los
percibe. El objetivo general de los tres diálogos es la unión de la opinión ingenua de que
los objetos de los sentidos son realidades corpóreas con la teoría filosófica que consi-
dera los objetos como ideas del espíritu, así como la compatibilidad de esto con los
dogmas de la religión y las Sagradas Escrituras.
Diversos trabajos preliminares para el Ensayo y los Principios se contenían en
cuadernos de Berkeley que fueron escritos entre 1707 y 1708 Y que fueron publicados
por A.e. Fraser en 1871 con el título Commonplace book o[ occasional metaphysical
thoughts, y por el profesor A.A. Luce en el año 1944 con el título Philosophical com-
mentaries.
169
La Ilustración y su problemática teológica
50. Estos sermones contienen buena parte de su filosofía política y moral. Para él, la
rebelión es innatural e injustificable. Hay que obedecer a las leyes aun cuando se las
crea injustas; eso sí, con una obediencia pasiva. Sólo un caso extremo de tiranía puede
merecer la oposición activa, pues sería suplantación del orden que Dios ha querido dar
a la creación.
170
Ilustración y deísmo en Gran Bretaña
2. Filosofía y apologética
3. La teoría de la percepción
171
La Ilustración y su problemática teológica
51. Lo que Berkeley denomina ideas no son ideas de las cosas, sino cosas. No
representan entidades que trascienden las cosas. Son ellas mismas dichas entidades. Al
percibir ideas, no percibimos imágenes de cosas sensibles, sino las mismas cosas sensi-
bles.
52. Las obras de Hume están publicadas por Th.H. Green y Th.H. Grosse, con el
título The philosophical works of David Hume, Aalen 1964, 4 vols., reimpresión de la
nueva edición de Londres 1882-1886.
Estudios de interés sobre Hume: O. Quarst, Der Begriff des Belief bei David
Hume, Nueva York-Hildesheim 1980, reproducción de la edición de Halle 1903;
172
Ilustración y deísmo en Gran Bretaña
173
La Ilustración y su problemática teológica
53. Hay que tener presente que en la época de Hume, toda una generación de
filósofos naturales, inspirados por Newton, aplicaban el método empírico a todo el
dominio de los problemas científicos. Aunque Hume no era un newtoniano convenci-
do, su obra difícilmente podía quedar al margen del movimiento intelectual de la época
(cf. J. Noxon, La evolución de la filosofía de Hume, Madrid 1974, p. 425S).
54. G. Deleuze, Empirismo y subjetividad. La filosofía de David Hume, Barcelona
31986 (trad. de H. Acevedo), p. 11.
55. D. Hume, Investigació sobre l'enteniment huma, Barcelona 1983 (trad. de J.M.
Sala-Valldaura, intr. de V. Camps), p. 15.
174
Ilustración y deísmo en Gran Bretaña
2. Escepticismo y creencia
175
La Ilustración y su problemática teológica
3. El sentimiento moral
57. D. Hume, Diálogos sobre la religión natural, Salamanca 1979 (intr. de J. Sá-
daba), p. 13.
58. Treatise, libro 111, en The philosophical works of David Hume n.
59. Hay que comprender correctamente e! pape! de! sentimiento. Para Hume es
más correcto decir que sentimos los valores que decrr que los deducimos o que llegamos
a ellos por medio de un proceso de razonamiento lógico. La razón es una facultad
pasiva, y como tal no puede determinar la práctica. Pero, además, la razón es una
facultad apta para juzgar sobre la verdad o la falsedad, no sobre e! bien y e! mal morales,
es decir, sobre 10 censurable y 10 permitido. El problema de los juicios morales no es su
verdad o falsedad, sino su condenación o aprobación .. No es la lógica lo que rige las
distinciones morales, sino el sentimiento. Además, la sola razón es incapaz de impedir o
producir inmediatamente cualquier acción. Detrás de esta crítica de Hume podemos ver
e! rechazo de todo intelectualismo moral. Para Hume, el conocimiento y el juicio
pueden ser causas inmediatas de una acción, pero ésta no tiene su móvil último en
aquéllos.
176
Ilustración y deísmo en Gran Bretaña
4. La creencia religiosa
177
La Ilustración y su problemática teológica
178
Ilustración y deísmo en Gran Bretaña
65. A. Smith escribió Theory of moral sentiments, 1759, y An inquiry into the
nature and causes of the wealth of nations, 1776.
66. La principal obra de Price es Review of the principal questions in morals, 1757.
179
La Ilustración y su problemática teológica
67. Se deben mencionar tres obras de Reid: An inquiry into the human mind on the
principies of common sense, 1764; Essays on the intellectual powers of man, 1875; Essays
on the active powers of man, 1788.
68. Lo hizo en la obra An examination of Dr. Reid's Inquiry into the human mind,
Dr. Beattie's Essay on the nature and immutability of truth, and Dr. Oswald's Appeal
to common sense in beha/f of religion, 1774.
69. Campbell escribió Philosophy of retoric; Oswald, An appeal to common sense in
behalf of religion; Beattie, Essay on truth.
70. La producción de Stewart es política: Elements of the philosophy of human
mind, 1792; Outlines of moral philosophy, 1793; Philosophical essays, 1810; Dissertation
exhibiting the progress of metaphysical and political philosophy since the revival of
letters in Europe, 1815; Philosophy of the active and moral powers, 1828.
71. En 1804 se publicó Inquiry into the relation of cause and effect. Lectures on the
philosophy of the human mind es una obra póstuma.
180
Ilustración y deísmo en Gran Bretaña
181
<:apítulo tercero
182
La Ilustración francesa y la Enciclopedia
183
La Ilustración y su problemática teológica
religión era un enemigo del progreso intelectual y del uso claro y libre
de la razón. Esta actitud de los philosophes ante la religión tuvo im-
portancia y significación cultural, ya que expresaba un cambio en
relación con el punto de vista de la cultura medieval y representaba
realmente un estadio cultural distint0 4 • Por otra parte, el ejercicio de
la razón en filosofía no significaba para ellos la construcción de gran-
des sistemas deducidos a partir de ideas innatas o de primeros prin-
cipios autoevidentes. En este sentido rechazaron la metafísica especu-
lativa del siglo anterior. Dicho con otras palabras, comprendieron que
es un error suponer la existencia de un método ideal, el método de-
ductivo de la matemática, aplicable a todas las ramas del saber.
Por tanto, podemos considerar en general la filosofía de la Ilustra-
ción francesa como un intento de desarrollar lo que Hume había
llamado la ciencia del hombre. También se debe observar que los
filósofos de la Ilustración francesa, lo mismo que cierto número de
moralistas ingleses, aspiraban a separar la ética de la metafísica y la
teología. Recordemos finalmente que la filosofía del siglo XVIII, tanto
en Francia como en Gran Bretaña, fue obra principalmente de hom-
bres que no eran profesores de filosofía en las universidades y que a
menudo tuvieron intereses extrafilosóficos. Es en los salones y en los
cafés donde se elabora una opinión pública independiente.
Por cuanto hemos dicho, el estatuto de las «luces» en Francia es
particularmente ambiguo. Son consideradas oficialmente más como
un peligro que como una utilidad. En la medida en que el pensamien-
to de los philosophes está expuesto a la represión, en esa misma me-
dida se convertirá en agresivo. El pensamiento libre es un pensamien-
to «contra»5.
4. Debemos recordar, al mismo tiempo, que en esa época somos testigos del cre-
cimiento y la extensión del punto de vista científico.
5. Sobre este período, véase D. Mornet, La pensée franr;aise au XVIIIe siecle, París
12 1969 (trad. cast., Madrid 1988); íd., Les origines intellectuelles de la Révolution fran-
r;aise, París 1933; R. Pomeau, L'Europe des Lumieres, París 1966; R. Mortier, Clartés et
ombres du siecle des Lumieres, Ginebra 1969; J. Fabre, Lumieres et Romantisme, París
1963; G. Gusdorf, Les principes de la pensée européenne au siecle des lumieres, Pa-
rís 1971, p. 67ss.
184
La Ilustración francesa y la Enciclopedia
6. Entre sus obras hay que contar diversas piezas teatrales, y en 1683-1684 publica
las dos partes de sus Dialogues des morts, donde aparece un Fontenelle atrapado entre
su pasión por la razón y sus sistemas teóricos y la constatación de su inutilidad, entre su
creencia en el progreso del espíritu y la estupidez de una sociedad llena de prejuicios y
supersticiones, entre su decidido racionalismo y las pasiones todopoderosas. En los
años 1683 y 1687 Fontenelle publica anónimamente la primera y la segunda parte de las
Lettres diverses du chevalier d'Her, conocidas como Lettres galantes. Del mismo año
que Entretiens son Doutes sur le systeme physique des causes oécasionales. En 1747
publica anónimamente el Traité de la liberté.
7. El libro en cuestión era el del holandés A. van Dale, médico y predicador
anabaptista, De oraculis ethicorum dissertationes duae (1683).
8. Para Fontenelle, la inteligencia del hombre no era en épocas antiguas esencial-
mente distinta de la inteligencia del hombre moderno. Tanto el hombre primitivo como
185
La Ilustración y su problemática teológica
186
La Ilustración francesa y la Enciclopedia
13. Según Montesquieu, los diferentes sistemas de leyes positivas que se dan en
diferentes sociedades políticas son relativas a una variedad de factores, como el carácter
de un pueblo, la naturaleza y los principios de las formas de gobierno, el clima, las
condiciones económicas, etc. La totalidad de dichas relaciones constituye lo que Mon-
tesquieu llama «el espíritu de las leyes». En otros términos, existe un orden inteligible
bajo el caos aparente de las legislaciones contradictorias. El azar es siempre insuficiente
como explicación.
14. Cf. Montesquieu, De l'esprit des lois, libro 1, lII.
15. Cf. el excelente estudio de D. Menozzi, Letture politiche di Gesu. Dall'Ancien
Régime alla Rivoluzione, Brescia 1979.
187
La Ilustración y su problemática teológica
IV. La Enciclopedia
16. ef. Fr.P. Bowman, Le Christ des barricades (1789-1848), París 1987.
17. El artículo Encyclopédie de la Enciclopedia define su objetivo de modo bien
claro: La palabra Enciclopedia significa encadenamiento de conocimientos ... ; elobjeti-
188
La Ilustración francesa y la Enciclopedia
189
La Ilustración y su problemática teológica
Diderot (1713~1784)19
19. Las obras de D. Diderot están editadas en París en el año 1976 con el título
Oeuvres completes. Sobre Diderot se puede ver: J.E. Barker, Diderot's treatment of the
christian religion, Nueva York 1931; P. Hermand, Les idées morales de Diderot, París
1923; P. D'Aquino, L'enciclopedismo e l'etica del Diderot, Salemo 1965.
190
La Ilustración francesa y la Enciclopedia
fanatismo que los incrédulos por su falta de fe; ya que del fanatismo a
la barbarie hay poca distancia. Hay que liberar la fe en Dios de los
prejuicios con que la desvirtúan los fanáticos, e impregnarla con el
espíritu de tolerancia.
Hacia el año 1740 Diderot escribe De la suffisance de la religion
naturelle, obra defensora del deísmo en términos casi lógicos (se pu-
blicó en 1770). En 1747, el mismo en que se encarga de dirigir la
Enciclopedia, escribe la Promenade d'un sceptique, que no se publi-
cará hasta 1830. En esta obra describe tres caminos: el de las «espi-
nas», que es el de los cristianos, donde hallamos personajes piado-
sos vestidos de blanco y con los ojos vendados. Aunque no ven, se
les prohíbe tocar el vestido (pecar), y en casos desafortunados se les
vende jabón (absolución); el camino de los «castaños», donde se han
reunido los filósofos más diversos (pirrónicos, ateos, teístas, etc.); el
camino de las «flores», que está poblado de despreocupados, gente de
moral relajada 2o •
La Lettre sur les aveugles al'usage de ceux qui voient (1749) es una
conversación con un ciego de nacimiento, Saunderson; éste tiene co-
mo interlocutor a un clérigo. Negándose a aceptar la fe revelada,
invoca, antes de morir, al Dios de Clarke y de Newton. La prueba
físico-teológica de la existencia de Dios no existe para los ciegos. Para
creer en Dios, Saunderson necesitaría poderlo tocar, es decir, tener
pruebas evidentes.
La idea del conjunto del mundo, suscitada por el ciego Saunder-
son, va madurando en Pensées sur l'interprétation de la nature. Di-
derot confía en que la física reconozca algún día todos los fenómenos
naturales como caras distintas de la misma realidad. Hay una auténti-
ca fe en la racionalidad dinámica del cosmos; Diderot está más seguro
de esto que de la existencia de un Dios ordenador, como dice en su
oración final: «Oh Dieu! je ne sais si tu es ... Le cours des choses est
nécessaire par lui-meme si tu n'es pas; ou par décret si tu es.» Pro-
cedente de la física newtoniana, el gran Arquitecto se adapta mal al
universo científico de Diderot, que es el de la química y de las ciencias
biológicas.
En 1769 escribe una novela, La religieuse, publicada en 1796, con-
cebida como un informe en primera persona, escrito por una de las
20. Cf. I.K. Luppol, Diderot, México 21985 (trad. de D. Cossío, J.e. Vázquez y
F. Giner), p. 83ss.
191
La Ilustración y su problemática teológica
192
La Ilustración francesa y la Enciclopedia
1. Buffon (1707-1788j22
193
La Ilustración y su problemática teológica
2. La Méttrie (1709-1751)
194
La Ilustración francesa y la Enciclopedia
3. Condillac (1714-1780)
24. La obra principal en la que La Méttrie expone de modo más completo sus
teorías es L'homme machine.
195
La Ilustración y su problemática teológica
4. Helvetius (1715-1771j25
25. Sobre Helvetius, d. Ch.N. Momdzjan, Helvetius. Ein streibarer Atheist des
18. lh., Berlín 1959 (trad. del ruso por O. Finger-H. Schulze).
26. Se prohíbe su edición y venta, es condenado por el obispo de París, por el papa,
por el parlamento y por la Sorbona.
27. Cf. De l'homme, sección VII, cap. 1-4.
196
La Ilustración francesa y la Enciclopedia
5. D'Holbach (1723-1789]3°
197
La Ilustración y su problemática teológica
6. Cabanis (1757-1808)
7. Los fisiócratas
31. Se le atribuyen también otras obras sobre cuestiones religiosas que aquí no
mencionaremos, ya que muchas de ellas no se publicaron.
198
La Ilustración francesa y la Enciclopedia
8. Condorcet (1743-1794p3
199
La Ilustración y su problemática teológica
200
La Ilustración francesa y la Enciclopedia
1. El pensamiento de Voltaire
35. Sobre Voltaire se puede ver: R.Z. Lauer, The mind of Voltaire. A study of his
«constructive» deism, Westminster-Maryland 1961; N.L. Torrey, Voltaire and the En-
glish deists, Hamden-Conn. 1967; c.J. Betts, Early deists in France. From the so-called
«déistes» of Lyon (1564) to Voltaire's Lettres philosophiques (1734), La Haya 1984. Es
también de notable interés la colección «Studies on Voltaire and the XVllIth century».
36. Sobre la religión de Voltaire, véase la obra de R. Pomeau, La religion de Vol-
taire, París 21969. Para la redacción de este apartado sobre Voltaire, la he seguido muy
de cerca.
201
La Ilustración y su problemática teológica
2. La religión de Valtaire
37. Cf. R. Pomeau, Voltaire par lui-méme, París 1956. Esta obra es de gran utilidad
para una visión de conjunto del pensamiento de Voltaire.
202
La Ilustración francesa y la Enciclopedia
203
La Ilustración y su problemática teológica
204
La Ilustración francesa y la Enciclopedia
4. La tolerancia
205
La Ilustración y su problemática teológica
5. El optimismo de Voltaire
206
La Ilustración francesa y la Enciclopedia
47. Sobre Rousseau se puede ver: E.R. Balduzzi, JI pensiero religioso di G.G. Rous-
seau, Florencia 1934; P.M. Masson, La religion de Rousseau, 3 vols., París 1916, reim-
presión en Ginebra 1979; A. Schinz, La pensée religieuse de J.j. Rousseau et ses réeents
interpretes, París 1927; A. Pintor-Ramos, El deísmo religioso de Rousseau. Estudios
sobre su pensamiento, Salamanca 1982; Ch. Jacquet, La pensée religieuse de Jean-
Jaeques Rousseau, Lovaina 1975; A. Bonetti, Antropologia e teologia in Rousseau, Mi-
lán 1976; R. Grimsley, Rousseau and the religious quest, Londres-Nueva York-Oxford
1968; Ch.W. Hendel, Jean-Jaeques Rousseau, moralist, Indianapolis 21963; P. Burgelin,
J.j. Rousseau et la religion de Geneve, Ginebra 1962; A. Deregibus, JI problema morale
in Jean-Jaeques Rousseau e la validita dell'interpretazione kantiana, Turín 1957;
F. Glum, Jean-Jaeques Rousseau: Religion und Statt. Grundlegung einer demokrati-
sehen Stattslehre, Stuttgart 1956; B. Ravary, Une eonscienee ehrétienne devant la pensée
religieuse de J.j. Rousseau, París 1956; J.Fr. Thomas, Le pélagianisme de Rousseau,
París 1956; F. Bassó, Cristianisme i Jl.lustració: confliete obert. El drama religiós de J.]'
Rousseau, Barcelona 1988.
48. Rousseau escribió otro discurso: Diseours sur l'origine de l'inégalité parmi les
hommes, también enviado a la Academia de Dijon.
207
La Ilustración y su problemática teológica
208
La Ilustración francesa y la Enciclopedia
1. Naturaleza y sociedad
50. Véase H. Gouhier, Les méditations métaphysiques de j.j. Rousseau, París 1970.
Esta obra es de gran utilidad para el estudio de Rousseau.
51. En una carta a Voltaire dice que ha sufrido demasiado en esta vida para no
esperar otra. Todas las sutilezas de la metafísica, prosigue Rousseau, no me harán dudar
ni por un momento de la inmortalidad del alma ni de una providencia ... la siento, creo
en ella, la espero y la defenderé hasta mi último aliento.
52. El estado de la naturaleza es más una hipótesis destinada a hacernos compren-
der al hombre actual, el hombre social, que una teoría para representarnos los orígenes
de la humanidad.
209
La Ilustración y su problemática teológica
y de salvación. «Todo está bien, al salir de las manos del autor de las
cosas; todo degenera en las manos del hombre»53.
Las dos dimensiones de la antropología de Rousseau aparecen en
la distinción del hombre de la naturaleza y el de la sociedad. En el
paso de la naturaleza a la sociedad está la «caída». En otros términos,
para Rousseau el hombre hace el mal, pero no es malo. Lo conocemos
malo, pero es bueno por naturaleza54 .
2. Sentimiento y razón
53. Citado por K. Barth, Images du XVIIIe siecle, Neuchatel 1949 (trad. de
P. Godet), p. 79ss.
54. En una carta dirigida al arzobispo de París, Christophe de Beaumont, Rousseau
dice explícitamente que el principio fundamental de toda moral es que el hombre es un
ser naturalmente bueno, amante de la justicia y del orden; que no hay perversidad
original en el corazón del hombre y que los primeros movimientos de la naturaleza son
siempre rectos. Las mismas ideas son expresadas también en la Profesión de fe del
vicario saboyano.
210
La Ilustración francesa y la Enciclopedia
3. La religión
211
La Ilustración y su problemática teológica
212
La Ilustración francesa y la Enciclopedia
213
Capítulo cuarto
l. Pietismo
1. Sobre el pietismo, se puede ver: L. Cristiani, Piétisme, en DTC XII, 2, 1935, col.
2084-2093; B. Weber, Piétisme, en DS XII, 2,1986, col. 1743-1757; W. Lohff, Piet(smo,
en Sacramentum mundi 5, Herder, Barcelona 31985, col. 465-469; la obra de L. Ko-
lakowsky, Cristianos sin Iglesia. La conciencia cristiana y el vínculo confesional en el
siglo XVII, Madrid 1982 (trad. de F. Pérez) es interesante para algunos aspectos y
algunos autores concretos; E. Hirsch, Geschichte der neueren evangelischen Theologie
II, Gütersloh 51975; A. Ritschl, Geschichte des Pietismus, 3 vols., Bonn 1880-1886,
reimpresión 1966, es la obra fundamental para estudiar el pietismo.
214
Pietismo e Ilustración en Alemania
1. Pietismo reformado
215
La Ilustración y su problemática teológica
2. Pietismo luterano
3. Las figuras más importantes del pietismo suizo fueron, en Berna, S. Lutz
(1674-1750); en Basiela, H. Annoni (1697-1770); en Zurich, J.K. Ulrich (1705-1768);
en Graubünden, D. Willi (1686-1755). Sobre el pietismo en Suiza, cf. P. Wernle, Der
schweizerische Protestantismus im XVIII. lh., 3 vols., Tubinga 1922-1925.
4. Esta sociedad, conJ.A. Urslperger (1728-1806), J.F. Oberlin (1740-1826) y J.e.
Lavater (1741-1801), fue una de las fuentes importantes del movimiento de réveil en el
siglo XIX.
5. Sobre este autor, d. L. Duch, Reformas y ortodoxias protestantes: siglos XVI y
XVII, en E. Vilanova, Historia de la teología cristiana n, Herder, Barcelona 1989,
p. 478-481.
6. Entre sus figuras hay que mencionar a Ch. Hoburg (1607-1675), J. Betke
(1601-1663) y F. Breckling (1629-1711).
216
Pietismo e Ilustración en Alemania
217
La Ilustración y su problemática teológica
218
Pietismo e Ilustración en Alemania
3. Pietismo separatista
219
La Ilustración y su problemática teológica
4. Pietismo y Aufklarung
220
Pietismo e Ilustración en Alemania
12. Sobre este punto véase: G. Tonnelli, La filosofía alemana desde Leibniz a Kant,
en Y. Belaval, Historia de la filosofía XII, Madrid 71984, p. 99-164; G. Gusdorf, La
conciencia cristiana en el siglo de las luces, Estella (Navarra) 1977 (trad. de A. Ortiz),
p. 73-114; H. Bossenecker, Pietismus und Aufklarung, Würzburgo 1958; F .W. Kant-
zenbach, Protestantisches Christentum im Zeitalter der Aufklarung, Gütersloh 1965. Es
importante mencionar aquí a Ch. Thomasius, autor polifacético y considerado uno de
los padres de la Aufklarung. Entre los estudios dedicados a su obra, se puede ver:
W. Bienert, Der Anbruch der christlichen deutschen Neuzeit dargestellt an Wissenschaft
und Glauben des Chr. Thomasius, Halle 1934; W. Schneiders, Recht, Moral und Liebe.
Untersuchungen zur Entwicklung der Moralphilosophie bei Chr. Thomasius, Münster
1961; K. Neisser, Thomasius und seine Beziehung zum Pietismus, Heidelberg 1928.
221
La Ilustración y su problemática teológica
13. Cf. J.M. Valverde, Vida y muerte de las ideas, Barcelona 1980, p. 1555.
14. Cf. W. Dilthey, De Leibniz a Goethe, México 21978, p. 90-232.
222
Pietismo e Ilustración en Alemania
223
La Ilustración y su problemática teológica
224
Pietismo e Ilustración en Alemania
17. Sobre Ch. Wolff se puede ver: A. Bissinger, Die Struktur des Gotteserkenntnis.
Studien sur Philosophie Christian Wolffs, Bonn 1970; P.A. Heilemann, Die Gotteslehre
des Christian Wolff, Leipzig 1907; R. Levy, Die Religionsphilosophie Christian Wolffs,
Würzburgo 1928.
225
La Ilustración y su problemática teológica
226
Pietismo e Ilustración en Alemania
227
La Ilustración y su problemática teológica
1. Los neólogos 18
228
Pietismo e Ilustración en Alemania
19. Cf. K. Aner, Die Theologie der Lessingzeit, 1929, citado por K. Barth, o.c. en la
nota 16.
20. Sobre Sernler, d. H. Hoffrnann, Die Theologie Semlers, Leipzig 1905; H. Thie-
licke, Glauben und Denken in der Neuzeit, Tubinga 1983, p. 156ss.
229
La Ilustración y su problemática teológica
21. La teoría del canon concebido como unidad, como un todo, con aquel mismo
sistema de sus propiedades divinas, es la resultante de largos años de conflictos del
protestantismo con la Iglesia católica. Pero, investigando la cuestión más de cerca, se ve
que los escritos del canon eran todos ellos recursos concretos para conseguir en las
limitadas comunidades cristianas una finalidad impuesta por la época. De ahí se des-
prende, como consecuencia para la teología histórica, el problema de una investigación
histórico-literaria de dichos escritos, de su origen, de las intenciones de quienes los
redactaron. Tienen que comprenderse a partir de las circunstancias locales y tempo-
rales. La Biblia ya no contiene, según él, la verdad pura y simple; para descubrirla se
debe desglosar lo que en ella hay de local y temporal.
230
Pietismo e Ilustración en Alemania
22. He aquí donde está el sentido de su célebre declaración sobre la doctrina del
Testamentum Spiritus Sancti: por firme que haya sido su convicción en cuanto a la
verdad de la revelación y por vivo que haya sido el celo que demostró para asegurarse
de la misma, nunca sintió un testimonio semejante del Espíritu Santo, como tampoco
encontró nunca una línea en la Biblia sobre dicho punto. Es en el historicismo y el
psicologismo donde había de repercutir esta crítica.
231
La Ilustración y su problemática teológica
232
Pietismo e Ilustración en Alemania
25. Obras: Werke ed. de G.B. Mendelssohn, 7 vols., Leipzig 1843-1844; Gesam-
melte Schriften, ed. dejo Elbogen, J. Guttman y M. Mittwoch, Berlín 1929. Estudios de
interés son: N. Cahn, M. Mendelssohns Moralphilosophie, Giesen 1921; H. Holters,
Der spinozistische Gottesbegriff bei M. Mendelssohn und F.H. Jacobi, Emsdetten 1938;
H. Scholz, Hauptschriften zum Pantheismusstrit zwischen Jacobi und Mendelssohn,
Berlín 1916.
26. Obras: Sdmtliche Schriften, 30 vols., Berlín 1771-1794; Sdmtliche Werke, ed.
crítica de Lachmann-Muncker, Leipzig 1886ss; 4." ed. de]. Petersen, 25 vols., Berlín
1925-1935. Estudios de interés: G. Pons, G.E. Lessing et le christianisme, París 1964;
233
La Ilustración y su problemática teológica
234
Pietismo e Ilustración en Alemania
28. Cf. W. Dilthey, Vida y poesía, México 31978 (trad. de W. Roces), p. 27-125.
235
La Ilustración y su problemática teológica
236
Pietismo e Ilustración en Alemania
inv~sible. Todas las ideas religiosas han brotado del mismo tronco,
han nacido de la unidad de la primera fe; todas ellas forman un des-
arrollo único de la razón religiosa.
Nathan se halla impregnado del ideal de la humanidad. El destino
del hombre no es la especulación, ni la contemplación artística, sino
la práctica. De ese carácter de nuestro saber histórico se desprende la
conclusión de que no existe, sencillamente, ninguna prueba histórica
del cristianismo ni de ninguna otra religión. Es así como el escepticis-
mo científico prepara el camino para la autonomía moral del hombre,
que es esencial para la forma más alta de su conducta. Por tanto,
practicar el bien por el bien mismo, investigar la verdad en virtud de la
investigación misma y desplegar enérgicamente nuestras fuerzas sin
poner nunca la mira en una meta abstracta sino en el desarrollo in-
terior y vivo del hombre mismo. El hombre animado por dichos
móviles aparece como el primer hombre verdaderamente mayor de
edad en la historia intelectual de Alemania. Así lo expresa Lessing en
la segunda obra, Erziehung des Menschensgeschlechts.
Lessing veía en todas las religiones simples etapas en las que se
realiza la religión ideal de la humanidad y bajo la cual se unirán algún
día todos los hombres auténticamente sinceros. En el interior de la
historia, que abarca las diversas religiones y también la Iglesia lutera-
na, sólo hay decisiones humanas preliminares, afirmaciones humanas
de talo cual posibilidad histórica, pero no un encuentro con Dios,
que interviene desde fuera y exige la fe por medio de una decisión
obediente y definitiva del hombre. Según Lessing, ninguna Iglesia y
ninguna religión tienen el derecho de apelar a una tal revelación, ya
que la revelación, en este sentido, es precisamente el factor que Les-
sing excluye de su comprensión de la historia. La historia es la revela-
ción. La revelación debe ser comprendida en el sentido de Lessing
como la selección sucesiva o simultánea de las posibilidades propias e
inherentes a la humanidad histórica. La revelación es la educación del
género humano. La educación no da al hombre nada que ya no tenga;
sólo se lo da de modo más rápido y fácil. La revelación tampoco da al
género humano nada que la razón no pueda descubrir 3o .
Lessing no pensaba que no hubiera razones para preferir una po-
sición religiosa o filosófica a otra. Pero se trataba para él de una
cuestión de grados, de una infinita aproximación a la verdad absoluta
237
La Ilustración y su problemática teológica
238
Pietismo e Ilustración en Alemania
33. Obras: Sdmtliche Schriften, ed. crítica dejo Nadler, 6 vols., Viena 1949-1957.
Estudios de interés: H. Schreiner, Die Menschwerdung Gottes in der Theologie johann
Georg Hamanns, Tubinga 1846; M. Seils, Theologische Aspekte zur gegenwdrtigen
Hamann-Deutung, Gotinga 1957; W. Leibrecht, Gott und Mensch bei johann Georg
Hamann, Gütersloh 1958; W.M. Alexander, J.G. Hamann's philosophy and faith, La
Haya 1966; H. Herde,johann Georg Hamann. Zur Theologie der Sprache, Bonn 1971;
T.J. German, Hamann on language and religion, Londres-Nueva York 1981; J. Nad-
ler, johann Georg Hamann, der Zeuge des Corpus Mysticum, Salzburgo 1949; R.G.
Smith, J.G. Hamann (1730-1788). A study in christian existen ce, with selection of his
writings, Nueva York 1960.
239
La Ilustración y su problemática teológica
34. Obras: Samtliche Werke, ed. por B. Suphan y otros, 33 vols., Berlín 1877-1913.
Estudios de interés: W. de Boor, Herders Erkenntnislehre in ihrer Bedeutungfür seinen
religiosen Idealismus, Gütersloh 1929; H. Erdmann, Herder als Religionsphilosoph,
Hersfeld 1868; H. Kuhfuss, Cott und Welt in Herders «Ideen zur Philosophie der
Ceschichte der Menschheit», Emsdetten 1938; J. Ninck, Die Begründung der Religion
bei Herder, Leipzig 1912; O. Baumgarten, Herders Lebenszweck und die religiose
Frage der Cegenwart, Tubinga 1905; E. Hoffart, Haders «Cott», Walluf-Nendeln-
Sandig 1975, reproducción de la edición de 1918 en Halle; V. Verra, Mito, rivelazione e
filosofía in f.C. Herder e nel suo tempo, Milán 1966; E. Fülling, Ceschíchte als Offen-
barung. Studíen zur Frage Historismus und Claube van Herder bis Troeltsch, Berlín
1956.
240
Pietismo e Ilustración en Alemania
241
La Ilustración y su problemática teológica
36. J.G. Herder, Obra selecta, Madrid 1962 (trad. de P. Ribas), p. XIII-XLII.
242
Pietismo e Ilustración en Alemania
243
La Ilustración y su problemática teológica
37. Obras: Werke, ed. de F. Roth, 6 vols., Leipzig 1812-1825. Estudios de interés:
A. Frank, Jacobis Lehre vom Glauben, Halle 1910; C.A. Thilo, Jacobis Religionsphi-
losophie, Langensalza 1905; W. Weischedel, Jacobi und Schelling. Eine philosophisch-
theologische Kontroverse, Darmstadt 1969.
244
Pietismo e Ilustración en Alemania
38. Obras: Gesammelte Schriften, ed. crítica de la Academia de las Ciencias Prusia-
na, 22 vols., Berlín 1902-1942. Estudios de interés: K. Bayer, Kants Vorlesungen über
Religionslehre, Halle 1937; J. Bohatec, Die Religionsphilosophie Kants in der «Religion
innerhalb der Grenzen der blossen Vernunft», Hamburgo 1938; F.E. England, Kant's
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J. Maréchal, Le point de départ de la métaphysique, Brujas 1923-1945, vols. 3 y 5;
A. Messer, Kommentar zu Kants ethischen und religionsphilosophischen Hauptschrif-
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Frage nach der gottlichen Al/genugsamkeit. Zur transzendentalen Wende in d. philos.
Gotteslehre, Francfort-Berna-Nueva York 1984; A. W. Bentel, Die Beugung der reinen
Vernunft zur Religion: d. Spiel d. Spiele oder wo sich d. Paralel/en treffen oder nicht,
245
La Ilustración y su problemática teológica
Francfort-Berna 1983; L. Hauser, Religion als Prinzip und Faktum: das Verhdltnis von
konkreter Subjektivitdt und Prinzipientheorie in Kants Religions- und Geschichtsphi-
losophie, Francfort-Berna 1983; G. di Salvo, Cristianesimo e Jede razionale in Kant,
Milán 1981; H.O. Kuinst, Zum Verhdltnis von Wissen und Glauben in der kritischen
Philosophie Immanuel Kants. Struktur und Aufbauprobleme dieses Verhdltnisses in der
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thought, Washington 1977; F.J. Herrero, Religión e historia de Kant, Madrid 1975; M.
Despland, Kant on history and religion, Montreal 1973; A.E. EIschazli, Kants kritische
Philosophie und das Problem der Offenbarung, Hamburgo 1970; W.H. Walsch, Kant's
moral theology, Londres 1965; H. de Vos, Kant als Theologe, Baarn 1968; S. Klausen,
Das Problem der Erkennbarkeit der Existenz Gottes bei Kant, Oslo 1959; H.G. Red-
mann, Gott und Welt. Die Schóp[ungstheologie der vorkritischen Periode Kants, Gotin-
ga 1962; W. Schultz, Kant als Philosoph des Protestantismus, Hamburgo 1960; H.
Eklung, Die Würde der Menschheit. Ueber die erkenntnistheoretischen Vorausset-
zungen der Religionsphilosophie bei Kant, Uppsala 1947; A. Lamacchia, La filosofia
della religione in Kant. 1: Dal dogmatismo teologico al teismo morale (1755-1783), Bari
1969; A. Cortina, Dios en la filosofía trascendental de Kant, Salamanca 1981. Hay que
señalar también la importancia de la revista «Kant-Studien», fundada por H. Vaihinger
en 1896.
39. Was ist Aufkldrung?, VIII, 35 (las citas se hacen de acuerdo con la edición de la
Academia: las cifras romanas corresponden al volumen y las arábigas, a la página).
40. ef. K. Barth, a.c. en la nota 16, p. 135ss.
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que explicar cómo la razón pura puede ser práctica. Y esto es para
Kant lo que ninguna razón humana puede explicar58 • La razón re-
basaría todas sus fronteras si se atreviera a explicar cómo la razón pura
puede ser práctica, lo que equivaldría a explicar cómo es posible la
libertad. No existe, en efecto, ningún otro dato teóricamente demos-
trable que nos permita comprender cómo una ley puede ser por sí
misma directamente fundamento determinante de la voluntad, cómo
es posible concebir teórica y positivamente esta especie de causalidad,
sino que lo único que podemos y debemos hacer es dar por supuesto,
por medio de la ley moral y en virtud de la misma, que dicha causa-
lidad existe59 .
Kant adopta en la ética una actitud contraria al relativismo, al
escepticismo y al dogmatismo. También Kant presupone que el juicio
y la acción morales no son producto de un sentimiento personal o de
la mera convención. La acción humana es objeto de una argumenta-
ción peculiar, pero que no deja de ser racional. La ética kantiana se
basa en el supuesto de que la razón puede determinar, según prin-
cipios, la voluntad.
Su autorreflexión ética le lleva al primer principio: el imperativo
categórico y la autonomía de la voluntad. Del mismo modo que hay
un a priori del saber, existe también un a priori de la moral. La auto-
nomía es aquella vinculación de la razón teórica y de la razón moral
en que ésta tiene la conciencia de vincularse a sí misma. La voluntad
no se somete en ella a ninguna regla diferente de la que ella misma
establece y acata como norma general. Sólo entramos en el campo
problemático de la ética donde se halla esta forma, donde las apeten-
cias y los deseos individuales se saben sometidos a una ley válida sin
excepción para todos los sujetos éticos y donde, al mismo tiempo y
por ~tra parte, el sujeto comprende y afirma esta ley como la suya
propIa.
La nueva fundamentación de la ética es fruto de un examen crítico
de la razón práctica. Ésta no es una razón distinta de la razón teórica;
sólo existe una razón, que funciona en el aspecto teórico y en el
práctico. Como hecho puro de la razón, la ley moral no necesita ser
deducida teóricamente, ni ser comprobada por experiencia alguna: se
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voluntad está esa finalidad última de la creación que puede y debe ser
también la finalidad última del hombre 71 • Tal «demostración de
Dios», partiendo del problema del bien pleno, no parece tener antece-
dentes históricos; se trata de una aportación original de Kant.
Kant sigue la idea básica de la Ilustración: sólo existe una religión
verdadera y esta religión no puede contradecir la razón 72 . Kant no
excluye, por otra parte, que las doctrinas religiosas emanen de «hom-
bres inspirados sobrenaturalmente». Aunque la verdadera religión no
necesite una revelación histórica y se pueda ser persona religiosa sin
creer en una revelación y sin compartir el credo de una Iglesia visible,
hay que decir que en el terreno histórico la verdadera religión puede
empezar con una revelación. Por ello, una teoría puramente filosófica
sobre la religión ha de mantenerse «dentro de los límites de la razón»,
sin afirmar que toda religión emane «de la simple razón»73. Profanan-
do la religión, el filósofo la hace digna de estima, ya que muestra que
no hay contradicción entre lo revelado y lo racional, y que la revela-
ción ha sido el precursor y el monitor de la razón. Si los dos círculos
de la razón y de la fe son concéntricos, la razón está en el corazón de
la revelación. La religión dentro de los límites de la razón no es enton-
ces una especie particular o artificial de religión, sino el núcleo mismo
de toda religión auténtica 74 .
Kant no pretende construir una nueva religión, sino mostrar que
la religión histórica no contradice en lo esencial la religión natural de la
razón. La religión es, a los ojos de Kant, un hecho exclusivamente
moral. Kant no niega la posibilidad de una revelación, pero no la cree
necesaria para la religión. Por ello, en el fondo, tiende a relativizar las
diferencias entre los distintos credos religiosos en favor de la única
religión racional: «Sólo hay una religión, pero puede haber diversas
especies de creencias»75. Kant se opone a la pretensión de las Iglesias y
credos religiosos que se consideran por la única religión verdadera,
pero admite la superioridad de la religión cristiana sobre los demás
credos. El cristianismo tiene a su favor la moral más pura que jamás
haya existido y el hecho de que es la única religión histórica que puede
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ley puramente formal a la que la potencia radical del mal arrebata toda
eficacia. Kant dinamita la noción de sabiduría según la cual la virtud es
igual al saber. Kant disocia la moralidad y el saber. Ello implica una
concepción del mal totalmente distinta.
Kant es a la vez un Aufkldrer confiado en el progreso de la especie
humana, y un luterano convencido del carácter radical y universal del
mal. Kant propone la formulación filosófica de una expresión conoci-
da de la fe luterana: Simul iustus et peccator. El hombre es radicalmen-
te malo, pero fundamentalmente bueno.
Kant es un hombre religioso sin espíritu teológico, así como Hegel
es un teólogo sin espíritu religioso. En ninguna obra se revela tan
claramente como en esta obra de Kant sobre la religión la fuerza de las
primeras impresiones pietistas recibidas por él ya en su adolescencia.
Fue, en efecto, el pietismo la doctrina que impuso en él de modo
decisivo aquel principio de la interpretación moral de las Escrituras
sobre el que descansa la teoría de la religión de nuestro filósofo.
Kant optó por un cristianismo razonable. La religión cristiana
contiene en sí lo que la religión natural será en sí y por sí. Kant admite
que la institución religiosa cristiana era integrable a las exigencias de la
razón. Se comprometió, muy prudentemente, en la vía de una justi-
ficación racional de la religión más allá de los límites de la razón. La
discriminación de lo verdadero y lo falso en materia de fe es una
empresa racional. Pero el tribunal de la razón no es aquí el de la razón
teórica, sino el de la razón práctica: sondea la calidad de las intencio-
nes y el valor esquemático de las instituciones, y no su simple confor-
midad a una teología racional elaborada a priori por la crítica. Una
exigencia religiosa no puede sobrepasar la ética si la contradice. La
religiosidad, en Kant, se confunde con la moralidad del ser humano.
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investiga las leyes dictadas por los conceptos del entendimiento puro
aplicados a la naturaleza, la filosofía práctica estudia las leyes dictadas
por los conceptos de la razón pura centrados en la libertad.
Pero ambas esferas, naturaleza y libertad, el mundo sensible y el
mundo moral, no pueden estar disociadas, ya que la libertad está
destinada a expresarse en el mundo sensible. Para salvar el abismo
entre el mundo natural y el mundo moral, es necesario buscar un
punto de unión. Kant cree haberlo encontrado en la facultad del
JUlClO.
El concepto que expresa la obra específica del juicio reflexivo y su
misión mediadora entre la naturaleza y la libertad es la finalidad.
Cuando se afirma que algo tiene un sentido finalista, se hace referen-
cia a ciertos fenómenos considerados como un todo y se somete este
todo a un fin. Mientras que los fenómenos se pueden comprobar
empíricamente, el ordenamiento de la totalidad a un fin es el elemento
general, no dado empíricamente, que el juicio descubre con su propia
espontaneidad. Por ello, el dato sensible, que es la naturaleza, y la
afirmación espontánea, que es la libertad, forman una unidad origi-
naria en los juicios finalistas.
La función del arte es darnos aquí una experiencia, aunque subje-
tiva puramente, de la reconciliación de la naturaleza y la libertad. De
este modo se experimenta el placer de percibir lo universal en lo
singular, gracias a la resonancia de la finalidad del todo en cada parte.
En el plano del arte, el hombre, trascendiendo toda limitación y su-
perando toda división, alcanza la totalidad. El arte simboliza la moral.
La libertad se hace naturaleza, y la naturaleza, libertad. Y en cuanto se
da la reconciliación entre la naturaleza y la libertad, como realizada,
tiene un verdadero carácter religioso.
El pensamiento teleológico culmina en una «teología»82. El con-
cepto de finalidad objetiva e interna no es una generalización empírica
ni un concepto puro del entendimiento. Nace del juicio reflexivo, que
sólo posee un sentido regulador para la investigación de la naturaleza.
Por ello, da teología más perfecta» no puede demostrar la existencia
de un ser inteligente como autor del universo. Kant no rehabilita en
modo alguno la teología metafísica tradicional. La culminación teoló-
gica de la teleología no posee el rango de conocimiento objetivo.
La Urteilskraft puede comprenderse como la capacidad de discer-
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83. Cf. J. Gómez Caffarena, El teísmo moral de Kant, Madrid 1983, p. 31.
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Capítulo quinto
I. Introducción
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9. Una excelente historia del tema la ofrece G. Heinz, «Divinam christianae re-
ligionis originem probare.» Untersuchung zur Entstehung des fundamentaltheologi-
schen Offenbarungstraktates der katholischen Schultheologie, Maguncia 1984; cf. tam-
bién Fr.-J. Niemann, a.c. en la nota 7.
10. La problemática ilustrada en torno a la revelación queda bien precisada en el
magnífico estudio de M. Seckler, Aufklarung und Offenbarung, en Christlicher Glaube
in moderner Gesellschaft 21, Friburgo de Brisgovia 1980, 8-27.
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11. Cf. G. Heinz, o.c. en la nota 9, p. 176-186; Fr.-J. Niemann, o.c. en la nota 7,
p. 229-246.
12. La importancia de esta figura y de su obra se hace patente en H. Bungert, j.M.
Sailer, Theologe, Padagoge und Bischof zwischen Aufklarung und Romantik, Ratis-
bona 1983.
13. Cf. 1. Garlaschi, Vita cristiana e rigorismo morale. Studio storico-teologico su
Pietro Tamburini (1737-1827), Brescia 1984, p. 147-152.
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17. Ch. Keller, Das Theologische in der Moraltheologie. Eine Untersuchung histo-
rischer Modelle aus der Zeit des Deutschen Idealismus, Gotinga 1976, donde el autor
presenta la relación entre moral teológica y ética racional en cuatro capítulos dedicados
a Kant, Mutschelle, Sailer y Schreiber.
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Capítulo sexto
lo Introducción
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La Ilustración y su problemática teológica
traro n el apoyo de Roma, que actuó con precaución, dado que los
partidarios de la renovación pertenecían a capas sociales superiores y
eran ayudados por la voluntad ilustrada de Carlos IIl, rey de Nápoles,
convertido, como sucesor de su hermano Fernando VI, en rey de
España.
El movimiento ilustrado halló sostén en el seno del gobierno real y
entre los ministros: el conde de Aranda, el marqués de Floridablanca,
Campomanes, Roda; y la colaboración decisiva de un sector impor-
tante del episcopado: Bertran, Climent, Armanya, Mayoral, Loren-
zana, Valero y Losa, Tavira, Palafox, Amat l .
Queda abierta una pregunta: este esfuerzo de renovación intelec-
tual y moral, científica e incluso religiosa, ¿llegó al pueblo? Es excesi-
vamente simplista responder con una negativa: una primera impresión
da la idea de un pueblo rural cautivo todavía de la mentalidad me-
dieval, profundamente anclado en una religiosidad mezclada de su-
persticiones, encuadrado en una cristiandad clerical y vigilado por la
Inquisición. Pero probablemente esa primera impresión tiene que co-
rregirse gracias a los recientes trabajos sobre la historia social de las
mentalidades. El inicio de la revolución francesa suscitó en España, en
medio de confusiones e innegables ambigüedades, un interés crecien-
te, incluso en los ambientes populares. La invasión napoleónica cam-
bió dicho espíritu positivo y acogedor de las «ideas francesas». En
aquel momento, quienes desde hacía tiempo se oponían a las perspec-
tivas innovadoras hallaron la ocasión de fustigar las ideas de la revolu-
ción, sobre todo las de libertad e igualdad. Un modelo de tal tipo de
propaganda belicosa es la obra de beato Diego José de Cádiz y la
famosa Apología del altar y el trono, del padre Vélez (1818).
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2. Historia de los heterodoxos españoles 11, Madrid 1960 (BAC 151), p. 474.
3. G. Fraile, Historia de la filosofía española desde la Ilustración, Madrid 1972,
p. 3-8, 52-60.
4. A. Martínez Albiach, Talante del catolicismo español, Burgos 1977, p. 22-60.
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11. G. Delpy, L'Espagne et l'esprit européen, París 1936; G. Marañón, Las ideas
biológicas del padre Feijoo, Madrid 31954; J. 5arrailh, L'Espagne éclairée de la seconde
moitié du XVIIIe siecle, París 1954; A. Ardao, La filosofía polémica de Feijoo, Buenos
Aires 1962.
12. Cf., en especial para las perspectivas más filosóficas, S. Cerra Suárez, Líneas
medulares del pensamiento de Feijoo, ,,5tudium ovetense» 4 (1976) 35-73; en cuanto a la
política, cf. J.A. Maravall, Las tendencias de reforma política en el siglo XVIII español,
ROc XVIII, 52 (1967) 53-82; A. Mestre, Reflexiones sobre el marco político-cultural de
la obra de Feijoo, "Bulletin hispanique» 91 (1981) 295-312.
13. Tomos 56, 141 Y 142 de BAE, Obras escogidas del P. Fray Benito Jerónimo
Feijoo y Montenegro, por Vicente de la Fuente (t. 56) y Agustín Millares Carla (t. 141 y
142). La bibliografía anterior a 1976 se halla en S. Cerra Suárez, Doscientos cincuenta
años de bibliografía feijoniana, «5tudium ovetense» 41 (1976) 329-494. Posteriormente,
cf. Cátedra Feijoo instituida en la Universidad de Oviedo, vol. 1: ponencias y comuni-
caciones, Oviedo 1981; la revista «Yermo» le dedicó el n.O 20 (1982).
14. En cuanto a la crítica histórica, de gran interés, F. Javier Fernández Conde llega
a la conclusión de que Feijoo «se mueve en el campo de la historia como un gran
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35. Storia delta massoneria dalte origini alta Rivoluzione Francese, Florencia 1974.
36. Masonería, Iglesia e Ilustración: un conflicto ideológico-político-religioso. 1. Las
bases de un conflicto (1700-1739); n. Inquisición: procesos históricos (1739-1750); nI.
Institucionalización del conflicto (1751-1800); IV. La otra cara del conflicto, conclusio-
nes y bibliografías, Madrid 1976-1977.
37. R. Olaechea-J.A. Ferrer Benimeli, El conde de Aranda. Mito y realidad de un
político aragonés, 2 vols., Zaragoza 1978, 1, p. 128-172; n, p. 7-27; d. también J.A.
Ferrer Benime1i, La masonería en Aragón, 3 vols., Zaragoza 1979.
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España fue el tercer país que expulsó a los jesuitas. Sin ceder a las
tendenciosas maniobras legalistas de Francia y evitando la conmoción
de la visita eclesiástica de Portugal, el gobierno español se movió de
una manera callada y expeditiva. La apertura reciente de dos archivos
privados de dos grandes personajes españoles, Gregario Mayans y
Siscar y Pedro Rodríguez de Campomanes, han permitido, entre
otros a Teófanes Egida, una renovación de la historia de la expulsión
de los jesuitas 38 • Se ha podido replantear con serenidad objetiva lo que
la moderna historiografía había propuesto para explicar la expulsión,
en función de la implicación de los jesuitas en los disturbios del motín
de Esquilache y de su coincidencia con amigos antirreformistas de la
«diametral oposición de dos despotismos» en la lucha por el poder
económico, político y social, de la resistencia de los jesuitas a la Ilus-
tración y al regalismo parajansenistas, en especial en cuanto al pro-
babilismo y, en consecuencia a la justificación del tiranicidi0 39 . A
pesar de la aportación del nuevo material, es todavía objeto de debate
entre los historiadores lo que en toda esa requisitoria hay de motiva-
ción jurídica real y lo que tiene de alegato propagandístico, pues,
aunque el Dictamen de Campomanes como tal se mantuvo secreto,
pronto tuvo que ser conocido por los autores de los libelos de pro-
paganda que se difundieron por toda Europa. Y de esta dilucidación
dependerá el que unos se inclinen hacia la tesis de que los jesuitas
fueron expulsados básicamente por sus ideas populistas y antitiránicas
(en tal caso, se hallarían en una línea progresista, como defendieron
Salvador de Madariaga y Pedro Voltes Bou), y que otros crean que lo
fueron por sus actitudes reaccionarias, en el doble sentido: contra las
monarquías absolutas y contra la Ilustración.
En el campo de la teología, la expulsión de una masa cu¡¡lificada de
jesuitas provocó un vacío difícil de llenar: los colegios mayores
universitarios, las llamadas cátedras «Suárez» y algunas universidades
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304
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41. M. Morner (dir.), The expulsion of theJesuits from Latin-America, Nueva York
1965; íd., The expulsion of the Jesuits from Spain and Spanish America in 1167 in light
of eighteenth-century regalism, «America» 23 (1966) 156-164; íd., Los motivos de la
expulsión de los ¡esuitas del imperio español, «Historia Mexicana» 16 (1966-1967) 1-14.
Cf. también G. Bellini, Storia delle relazioni letterarie tra l'ltalia e I'America di lingua
spagnola, Milán 1977.
42. A.-F. Vaucher, Une célébrité oubliée: le P. Manuel de Lacunza y Díaz
(1731-1801), Collongessons-Saleve 1941; íd., Lacunziana, 4 vols., Collongessons-Sale-
ve 1949-1958.
43. Molina, que fue ante todo un naturalista, hoyes objeto de estudio: d. J. Ji-
ménez Berguecio, Juan Ignacio Molina talquino de cuna y de alma: exposición de los
vínculos fundamentales del abate Molina con Talca, Santiago de Chile 1977; Ch.E.
Ronan-W. Hanisch, Epistolario de Juan Ignacio Molina S.1., Santiago de Chile 1977.
44. Cf. F. Ferrero, Angustia religiosa y moral cristiana en el siglo XVII!. Notas para
una lectura de las fuentes históricas, «Moralia» 33 (1987) 51-64.
305
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45. F. Citterio, Appunti per un capitolo di storia della teologia morale: del triden-
tino al secondo concilio Vaticano, ScC 115 (1987) 495-539, especialmente 510-521.
46. F. Brunetti, La crise de la théologie morale au XVIIIe siecle: le débat sur le bien
et le mal, RHPhR 68 (1988) 195-208.
47. J. Delumeau, La peur en Occident, París 1978; íd., Le péché et la peur. La
culpabilité en Occident (XIIIe-XVIIIe siecles), París 1983, p. 44-97 Y 365-623 sobre la
«pastoral del miedo»; d. también Ph. Aries, La muerte en Occidente, Barcelona 1982; y
].A. Rivas, Miedo y piedad: testamentos sevillanos del siglo XVIII, Sevilla 1986.
48. No se puede olvidar que el exilio de los jesuitas produjo en España un notable
vacío de profesores en las cátedras de moral, donde, según órdenes de Carlos 1Il, no se
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Capítulo séptimo
EL «ILLUMINISMO» ITALIANO
I. Introducción
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El «Illuminismo» italiano
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El «Illuminismo» italiano
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El «llluminismo» italiano
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El «llluminismo» italiano
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El «llluminismo» italiano
25. R. Bruch, Die Ausbildung der Lehre van den Erkenntnisquellen der Maralthea-
lagie im 17. und 18. Jahrhundert, Düsseldorf 1981.
317
La Ilustración y su problemática teológica
26. Ph. Lécrivain, La montée du rigorisme au 17e et 18e siecles, «Christus» 34 (1987)
183-190.
27. Cf. J. Delumeau, Morale et pastorale de saint Alphonse: bienveillance et juste
milieu, en Alphonse de Liguori, pasteur et docteur, París 1987, p. 139-159; Ph. Lécri-
vain, Saint Alphonse aux risques du rigorisme et du liguorisme, en ibíd., p. 231-272;
M. Vidal, Del rigorismo a la benignidad. Significado histórico de la moral alfonsiana,
«Moralia» 38-39 (1988) 157-192.
28. Cf. Th. Rey-Mermet, El santo del siglo de las luces. Alfonso de Liguori, Madrid
1985; Alphonse de Liguori, pasteur et docteur, París 1987, obra colectiva de gran interés
histórico y doctrinal donde aparecen, en un contexto bien detallado, las dimensiones de
pastor, moralista y maestro espiritual, propias de san Alfonso María.
29. M. Vidal, La «praxis»: rasgo característico de la moral alfonsiana y reto a la
teología moral actual, «5tudia moralia» 25 (1987) 249-326.
318
El «Illuminismo» italiano
v. Liturgia y espiritualidad
319
La Ilustración y su problemática teológica
32. P. Stella, L' Eucaristia nella spiritualitit italiana da meta Seicento ai prodromi del
movimento liturgico, en Eucaristía, memoríale del Signore e sacramento permanente,
Turín-Leumann 1967, p. 145-157. Cf. E. Cattaneo, Problemi liturgici nel Settecento
italiano, Milán 1977.
33. Cf. 1. Scicolone, Il Cardinale Giuseppe Tomasi di Lampedusa e gli inizi delta
scienza liturgia, Roma 1981 (<<Studia Anselmiana» 82); F. Andreu, Pellegrino alle sor-
genti. San Giuseppe María Tomasi. La vita. Il pensiero. Le opere, Roma 1987.
34. Entre la numerosa bibliografía sobre este erudito, fuente importante para la
historia de la cultura europea, d. P. Stella, Preludi culturali e pastorali delta «Regolata
devozione dei cristíani», ~n L.A. Muratori e cultura contemporanea, Florencia 1975,
p. 241-270.
320
El «Illuminismo» italiano
aislada de los pastores y del pueblo. Los pastores, que deberían haber
sido los mediadores entre aquéllos y el pueblo, no siempre estaban en
un nivel de comprensión que les permitiera asimilar las enseñanzas
para comunicarlas al pueblo. En ello podemos descubrir dos grupos
de causas complementarias y convergentes: en la catequesis, en la
predicación y en la piedad dominaba una corriente devocional de
carácter moralista35 , y los escritos de san Francisco de Sales, de san
Leonardo de Porto Maurizio y, después, de san Alfonso M. de Liguo-
ri daban más facilidades a los pastores y los predicadores y, en conse-
cuencia, tenían más difusión que las doctas investigaciones de carácter
histórico-crítico. El segundo motivo es que los «doctos», con su in-
terés por la Iglesia primitiva, eran considerados sin razón como janse-
nistas o filojansenistas 36 •
Autores como algunos maurinos (Mabillon, Montfaucon), B. Bac-
chini, G. Fontanini, D. Passionei, L.A. Muratori y el mismo cardenal
Bona37 fueron acusados de jansenistas o al menos considerados como
sospechosos de filojansenismo, porque, con diversa motivación y con
un espíritu muy distinto, trabajaban en la misma dirección de reforma
y retorno a la pureza de los orígenes. El cardenal Tomasi, amigo de
muchos sospechosos de herejía, después de su muerte fue acusado de
haber cedido a ella, aunque fue dignamente defendido.
Ese período, por tanto, fue un tiempo de tensiones. En el plano
teológico, si, por un lado, se viven las definiciones dogmáticas del
concilio Tridentino, por otro se busca un nuevo camino a partir
del método positivo-escolástico: no deja de ser un compromiso entre
la vieja escolástica y las nuevas exigencias, nacidas del humanismo
y estimuladas por la reforma protestante. De ahí la investigación, las
publicaciones, los estudios de las fuentes cristianas. En esta corriente
se insertan nuestros eruditos, no haciendo directamente labor de
35. En cuanto a la predicación, d. E. Santini, L'eloquenza italiana dal Concilio
tridentino ai nostri giorni. Gli oratori sacri, Milán 1923.
36. Baste recordar E. Damming, Il movimento giansenista a Roma nella seconda
meta del sec. XVIIJ, Ciudad del Vaticano 1945; P. Zovatto, Jntroduzione al giansenis-
mo italiano (Appunti dottrinali e critico-bibliografici), Trieste 1970.
37. Cf. G. Pettinati, JI Cardinal Bona e il giansenismo (1609-1674), en Nuove
richerche storiche sul giansenismo, Roma 1954, p. 85-137; L. Ceyssens, Le Cardinal
Jean Bona et le jansénisme. Autour d'une récente étude, «Benedictina» 10 (1956)
79-119, 267-327. En cuanto al cardenal Tomasi, d. F. Andreu, Il beato Tomasi e la
spiritualita del SUD tempo, «Regnum Dei» 5 (1949) 267-273, yA. Oliver, El beato José
M. Tomasi y el jansenismo. Documentos inéditos, «Regum Dei» 9 (1953) 26-51.
321
La Ilustración y su problemática teológica
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El "Illuminismo» italiano
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La Ilustración y su problemática teológica
tir con el mismo Muratori -; creía que la tenía que defender con toda
la ternura de hijo y con toda la inteligencia de teólogo. San Alfonso
María se ha convertido para el pueblo sencillo de la Italia meridional
en un santo eminentemente popular; intérprete del Evangelio y guía
espiritual, es el símbolo del maestro comprensible y doctor de la
verdad cristiana.
La panorámica que hemos ofrecido quedaría todavía más incom-
pleta sin una referencia a la devoción al Sagrado Corazón, que halló
en san Pompilio María Pirrotti (t 1766) un gran difusor, especialmen-
te en la Italia del sur, donde fundó una congregación de personas
piadosas llamada del «Sacro cuore». También le ayudó san Alfonso
María43 . Luego, en 1765, fue instituida su fiesta litúrgica44 • En torno a
esta devoción se encenderá una de las polémicas más agudas entre las
provocadas por el jansenismo.
El siglo fomentó otras devociones: la de la Preciosísima Sangre,
destinada a desarrollarse en el siglo siguiente. También el culto euca-
rístico tomó relieve especial a raíz de hechos milagrosos o pro-
digiosos. La piedad mariana, en medio de múltiples manifestaciones,
halló en la Inmaculada Concepción el centro de sus expresiones más
Slllceras.
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Capítulo octavo
l. Introducción
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La revolución francesa desde la teología
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La revolución francesa desde la teología
8. Fr.P. Bowman, Le Christ des barrica des (1789-1848), París 1987, p. 37;
B. Plongeron (dir.), Pratiques religieuses, mentalités et spiritualités dans I'Europe ré-
volutionnaire (1770-1820), ParÍs-Turnhout 1988; d. P. Colin, ¿Cómo hablar de los
temas «cristianos» de la Revolución?, Con e 221 (1989) 131-144.
333
La Ilustración y su problemática teológica
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La revolución francesa desde la teología
obispos presentados por e! emperador). Este concilio era la continuación lógica de los
artículos orgánicos, del Catecismo imperial y de toda la política de presión sobre el
papa, confinado en Savona, que acabaría con el cautiverio de Fontainebleau. Napoleón,
aconsejado por sus juristas y por su ministro de cultos Portalis, recuperaba el galicanis-
mo político del antiguo régimen.
Pero e! galicanismo estaba demasiado vinculado a la realeza y sus instituciones para
no haber recibido un fuerte golpe en la crisis revolucionaria que las había abatido.
A pesar de la actitud de Napoleón, e! ultramontanismo crecía. Lamennais se hizo
defensor de las ideas romanas (Tradition de l'tglise sur l'institution des éveques, 1814).
Los acontecimientos políticos también favorecían dicha tendencia. Las luchas de! em-
perador y el papa no eran populares. En la cuestión romana, la opinión sería favorable
al papa.
Los teólogos se hallaban en 1810 ante hechos nuevos: un poder absoluto que tendía
al cesaropapismo, sin la garantía de las viejas tradiciones de la monarquía, y una opinión
cada vez más ultramontana, no siempre según un lúcido discernimiento. Cf. A. Latreille,
L'ere napoléonienne, París 1974; también B. Plongeron, Las resistencias de una ética
política frente a Napoleón (1795-1815), Conc 90 (1973) 515-526.
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La Ilustración y su problemática teológica
1. El problema eclesiológico
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La revolución francesa desde la teología
los círculos hostiles a las reformas en curso, el papa evoca entonces los
ataques y los trastornos de que la Iglesia había sido objeto: usur-
pación de los derechos de la .Sede Apostólica, incautación de los
bienes eclesiásticos a disposición de la nación, supresión de los diez-
mos, medidas contra las congregaciones religiosas. La fuente de tales
males y sacrilegios reside en las «falsas doctrinas» y los «escritos co-
rruptores». Las indicaciones dadas, en este sentido, por Pío VI son
importantes. Revelan que, para él, el curso de la revolución, desde sus
comienzos, está viciado por los principios consignados en la Decla-
ración de 1789. Además, los enunciados se refieren a la naturaleza de
la ley y de la soberanía, que minan el fundamento último de la auto-
ridad, proclaman la libertad de opinión, incluso en materia de re-
ligión, y terminan cuestionando el catolicismo como religión de Es-
tado.
Por tanto, no es extraño que en el breve Quod aliquantum (fecha-
do ellO de marzo de 1791 y dirigido al cardenal de La Rochefoucauld
y a los obispos miembros de la Constituyente) el papa, después de
haber condenado globalmente la Constitución civil del clero, la pre-
sente como una máquina de guerra destinada a «aniquilar la religión
católica y, con ella, la obediencia debida a los reyes». Para él, la
prueba de este designio funesto es evidente: el texto condenado está
inspirado directamente por la Declaración que afecta a «la igualdad y
la libertad naturales de todos los hombres», de donde deriva la liber-
tad de conciencia y de expresión de sus opiniones.
La intervención de Pío VI se refiere a los dos derechos fundamen-
tales que proclama la Declaración: la libertad y la igualdad. Es contra
la libertad donde el texto es más violento, pero no hay que olvidar la
condena de la igualdad: ambas se juntan para minar la obediencia
debida a las autoridades y los fundamentos del orden social. Después
de haber evocado el jardín del Edén, la falta de Adán y los manda-
mientos que Dios dio al hombre desobediente y culpable, el texto
pregunta: «¿Dónde está, pues, esa libertad de pensar y de obrar que la
Asamblea nacional concede al hombre social como derecho impres-
criptible de la naturaleza? Tal derecho quimérico, ¿no es contrario a
los derechos del Creador supremo a quien debemos la existencia y
cuanto poseemos?» A los principios de la revolución francesa, Pío VI
opuso, en un lenguaje y una argumentación que volverá a utilizar más
tarde, «las leyes de la razón, de la sociedad y de la religión», las únicas
que han de regular la vida de los hombres; la autoridad, en último
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La Ilustración y su problemática teológica
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La revolución francesa desde la teología
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VI. Conclusión
12. Cf. É. Poulat, Liberté, laiCité. La guerre des deux France et le principe de la
modernité, París 1987.
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La Ilustración y su problemática teológica
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Parte tercera
IDEALISMO Y ROMANTICISMO
I. La conciencia romántica
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Del Romanticismo a la restauración
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Idealismo y Romanticismo
facilitar la unión con Dios, a partir del siglo XVI es el amor a toda la
creación lo que hace posible el conocimiento de Dios. El alquimista y
teólogo Paracels0 7 introduce la naturaleza entera en la mística pro-
testante, armonizando la mística cristiana con la tradición platónica.
V. Weigel, S. Frank, J. Bühme y muchos otros subrayan lo que la na-
turaleza tiene de divino y representan esta herencia, así como también
la representa el Maestro Eckhart8 • Para los Naturphilosophen, ningún
abismo separa a Dios del hombre microcosmos, ningún dogma puede
impedirnos el acceso a las fuentes ocultas de la naturaleza. Un hálito
recorre el universo, el espíritu habita en la materia. Bajar a nuestro
interior nos permite hallar de nuevo nuestros vínculos originales con
el cosmos, ya que llevamos dentro de nosotros el universo entero. El
interior es como el exterior. Estudiar las cosas que nos rodean es
también conocernos mejor y es conocer a Dios. Los Naturforscher
son siempre más o menos místicos monistas. Al presentarse la natura-
leza, en su estructura teológica, como una revelación gradual de Dios,
la naturaleza se ve divinizada, y Dios se hace naturaleza, de modo que
la ciencia adquiere al mismo tiempo una significación religiosa. Este
monismo vitalista va generalmente acompañado por un rechazo de la
trascendencia comprendida como una ruptura. No hay dualismo, sino
una progresión perfecta de un plano al otro. La materia se ve rehabi-
litada desde el momento en que Dios se manifiesta no «a través» de las
criaturas, sino «en» ellas. Éstos son algunos de los motivos, juntamen-
te con otros ya explicitados en otros pasajes de esta obra, de por qué
hay que buscar en Alemania especialmente los orígenes del Roman-
ticismo.
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Idealismo y Romanticismo
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10. Este proceso a Newton sólo se justifica por el desconocimiento del autor de los
Principia. Newton no pretende excluir a Dios de la tierra de los hombres. Pero se podía
poner en obra la ciencia de Newton sin poseer su piedad. Los pensadores del siglo de
las luces reducen la extensión universal a ser sólo un sensorium hominis, no un senso-
rium Dei.
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Capítulo segundo
POÉTICA ROMÁNTICA
1. Sobre este período, se puede ver la obra de H. Urs von Balthasar, Theodramatik,
6 vols., Einsiedeln 41976-1983.
2. Cf. M. Riquer-J.M. Valverde, Historia de la literatura universal VII, Barcelona
1985, p. 15 Y 61.
3. Cf. G. Lukács, L'anima i les formes, Barcelona 1984 (trad. de A. Quintana),
p. 83-96.
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1. Goethe (1749-1832)5
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Poética romántica
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9. Cf. O. Lempp, Das Problem der Theodicee in der Philosophie und Literatur des
18. Jh. bis au! Kant und Schiller, Leipzig 1910, reeditado Hildesheim-Nueva York
1976.
10. Cf. W. Dilthey, o.c. en la nota 6, p. 186-260.
11. Cf. H. Urs von Balthasar, o.c. en la nota 8, p. 472-502.
360
Poética romántica
12. Sobre F. Schlegel, se puede ver: M.J.J. Anstett, La pensée religieuse de Friedrich
Schlegel, París 1941; C. Ciancio, Friedrich Schlegel. Crisi della filosofia e rivelazione,
Milán 1984.
13. F. Schlegel sólo escribió una novela (Lucinde) y un drama (Alarcos) y, en cam-
bio produjo una obra crítica voluminosa, que abarca desde sus estudios sobre la an-
tigüedad griega y romana hasta las tesis que sostiene en sus Fragmenten publicados en
«Athenaeum», dondé elabora sus concepciones sobre la esencia de lo «romántico».
A.W. Schlegel, su hermano, se dedicó a la traducción de las obras de Shakespeare, y toda
su labor de creación se redujo a dos ensayos: Über schone Literatur und Kunst y Über
dramatische Kunst und Literatur, que fue una especie de catecismo para los defensores
del nuevo drama y alcanzó gran difusión. L. Tieck desarrolló una abundante actividad
literaria, pero en él predomina su visión e interpretación de la edad media alemana.
361
Del Romanticismo a la restauración
14. Schlegel divide la historia del mundo en cuatro edades e invita a sus oyentes a
considerarse situados «en el punto de transición entre la tercera y la última». ef. sobre
este tema H. de Lubac, La posteridad espiritual de Joaquín de Fiare 1, Madrid 1989
(trad. de J.H. Martín de Ximeno), p. 348-353.
362
Poética romántica
15. Señalemos, entre las obras de Jean Paul, Leben des vergnügten Schulmeisterlein
Maria Wuz (1790); Hesperus (1795); Titan (1800); Die Flegeljahr.
16. Cf. W. Dilthey, a.c. en la nota 6, p. 261-286.
17. Sobre Novalis, se puede ver: M. Besset, Novalis et la pensée mystique, París
1947; E. Biser, Abstieg und Auferstehung. Die geistige Welt in Novalis Hymnen an die
Nacht, Heidelberg 1954; S.A. Malsch, The image of Martin Luther in the writings of
Novalis and Friedrich Schlegel. The speculative vision of history of religion, Berna-
Francfort 1974; H. Timm, Die heilige Revolution: der religiose Totalitdtskonzept der
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Poética romántica
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Poética romántica
21. Cf. H. Urs von Balthasar, o.c. en la nota 8, p. 279-316; véase también
W. Dilthey, o.c. en la nota 6, p. 340-411.
367
Capítulo tercero
FILOSOFíA IDEALISTA
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Filosofía idealista
I. F. Hemsterhuis (1721-1790)2
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Del Romanticismo a la restauración
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Filosofía idealista
4. Obras: Fiehtes Werke, 11 vols., Berlín i971. Aunque no presenta todas las garan-
tías de una moderna edición crítica, es la única relativamente completa. Actualmente
está en curso de publicación la gran edición crítica de la Academia de Ciencias de
Baviera: R. Lauth, H. Jacob, H. Gliwitzky (dirs.), Gesamtausgabe der Bayerisehen
Akademie der Wissensehaften, Stuttgart-Bad Cannstatt 1964ss. Otras obras de interés:
F. Gogarten, Fiehte als religioser Denker, Jena 1914; E. Hirsch, Christentum und
Gesehiehte in Fiehtes Philosophie, Tubinga 1920; Fiehtes Religionsphilosophie, Stuttgart
1956; A. Messer, Fiehtes religiose Weltansehauung, Stuttgart 1923; W. Ritzel, Fiehtes
Religionsphilosophie, Stuttgart 1956; R. W. Steine, The doctrine of God in the philoso-
phy of Fiehte, Filadelfia 1945; F. Wagner, Der Gedanke der Personliehkeit Gottes bei
Fiehte und Hegel, Gütersloh 1961; G. Bader, Mitteilung gottliehen Geistes als Aporie
der Religionslehre Johann Gottleib Fiehte und Karl Rahner, Francfort-Berna 1978;
R. Preul, Reflexion und Gefühl. Die Theologie Fiehtes in seiner vorkantisehen Zeit,
Berlín 1969; H. Radermacher, Fiehtes Begriff des Absoluten, Francfort 1970; M. Riobó
González, Fiehte, filósofo de la intersubjetividad, Herder, Barcelona 1988.
5. Cf. E. Colomer, El pensamiento alemán de Kant a Heidegger, II. El idealismo:
Fiehte, Schelling y Hegel, Herder, Barcelona 1986, p. 19-71; véase también A. Philo-
nenko, Fiehte, en Y. Belaval, Historia de la filosofía VII, Madrid 71984, p. 302-355.
6. Éste es un rasgo común a los tres grandes idealistas: la revolución francesa
aparece a sus ojos, al menos en un primer momento, como la realización de su ideal de
humanidad.
371
Del Romanticismo a la restauración
los que aman la libertad y los que prefieren esclavizarse a las co-
sas: «Lo que se escoge como filosofía depende, por tanto, del hombre
que se es; un sistema filosófico no es en efecto un instrumento muer-
to, que podría aceptarse o rechazarse a placer, sino que está animado
por el espíritu del hombre que lo posee»7. Fichte refleja, en esta intro-
ducción, el gran tema metafísico-religioso de la época: determinismo
o libertad 8 •
Por otro lado, hay que tener presente que la alimentación espi-
ritual de la casa paterna consistía en una religiosidad íntima y severa.
En todas sus obras, desde la primera hasta la última, fueron problemas
y vivencias religiosos los que condujeron su pensamiento a las más
hondas raíces de su convicción.
1. Dialéctica del yo
372
Filosofía idealista
una cosa, sino como un puro obrar, sin ningún ser que obre detrás de
él. Por tanto, el yo no es nada fuera de la acción. No es un yo real el
que produce la acción, sino al revés, es en la acción real donde surge
el yo. En el nuevo planteamiento de Fichte el «yo pienso» es primor-
dialmente un «yo actúo». El yo libre que engendra la moralidad es el
mismo que fundamenta el conocimiento. La intuición intelectual fich-
teana coincide, pues, en el fondo con la conciencia de la libertad.
No es la intuición de un ser, sino de un acto. Se trata en ella de
alcanzar el yo como espontaneidad pura, como acción originaria, co-
mo libertad creadora.
Fichte pretende mostrar que la autoposición del yo es el principio
explicativo de todos los hechos de la conciencia empírica. Antes de
poner nada en el yo, el yo mismo ya tiene que ser puesto. No se puede
afirmar nada, si no es sobre la base de la previa afirmación del yo. El
primer principio de la teoría de la ciencia es, por tanto, el yo como
autoposición absoluta.
En este primer momento, dado que no existe nada fuera del yo, el
yo se pone a sí mismo sin límites. De ahí se sigue que el yo, al ponerse,
pone en sí mismo toda realidad. Es en la misma conciencia donde se
dan el poner y el oponer, y es en razón de esta identidad como el yo,
al ponerse, pone a la vez el no yo. La conciencia que acompaña el acto
de ponerse el yo como yo comporta la conciencia de su oposición al
no yo. Al reconocerse como yo, el yo reconoce también que el no yo
es el yo. Por ello no puede ponerse como yo sin oponerse al no yo.
Después de la tesis y de la antítesis queda como tercer momento la
síntesis. Sin ella la oposición absoluta del no yo destruiría al yo. En su
oposición yo y no yo se niegan mutuamente. Hay que buscar un
principio de reconciliación de ambos y éste se halla en su mutua
limitación. En lugar de destruirse completamente el uno al otro, yo y
no yo se limitan, es decir, cada uno suprime una parte de la realidad
del otro.
El yo absoluto tiene que oponerse un mundo para poder hallar
en él resistencia que le permita ejercer su actividad. Por tanto, el
mundo no es el medio sino la condición de posibilidad de acción. El
porqué de la existencia del mundo es, en definitiva, una razón de
orden moral. El mundo de las cosas debe concebirse como una pro-
ducción del yo absoluto, encaminado a un fin práctico: hacer posible
la moralidad del ser racional. La acción moral es el esfuerzo infinito
por vencer este límite, la superación del no yo por el yo. Dicho es-
373
Del Romanticismo a la restauración
2. Filosofía y religión
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Filosofía idealista
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Del Romanticismo a la restauración
376
Filosofía idealista
377
Del Romanticismo a la restauración
K.I.A. Schelling, 14 vols., 1856-1861. Esta antigua edición está en la base de la nueva
que hoy se suele utilizar: Schellings Werke nach der Originalausgabe in neuer Anord-
nung, ed. de M. Schroter, 12 vols., Munich 1927-1959. Recientemente se ha iniciado la
publicación de la gran edición crítica de la Academia de Ciencias de Baviera, que tiene
previstos 80 volúmenes: H.M. Baumgartner, W.G. Jacobs, H. Krings y H. Zeltner
(dirs.), Historisch-kritische Ausgabe. 1m Auftrag der Schelling-Komission der Bayeri-
schen Akademie der Wissenschaften, Stuttgart 1967ss. Otras obras de interés: A. Bauso-
la, M etafisica e rivelazione nella filosofia positiva di Schelling, Milán 1965; H. Czuma,
Der philosophische Standpunkt in Schellings Philosophie der Mythologie und der Offen-
barung, Innsbruck 1969; G. Decker, Die Rückwendung zum Mythos, Schellings letzte
Wandlung, Munich 1930; K. Franzt, Schellings positive Philosophie, 1880, reedición
Aalen 1968; H. Führmans, Zum Problem des Schellingschen Theismus, Düsseldorf
1954; J. Habermas, Das Absolute und die Geschichte. Von der Zwiespaltigkeit im
Denken Schellings, Bonn 1954; K. Hemmerle, Gott und das Denken nach Schellings
Spatphilosophie, Friburgo de Brisgovia 1968; V. Jankélévitch, L'odisée de la conscience
dans la derniere philosophie de Schelling, París 1932; W. Kasper, Das Absolute in der
Geschichte. Philosophie und Theologie der Geschichte in der Spatphilosophie Schellings,
Maguncia 1965; F.O. Kile, Die theologischen Grundlagen von Schellings philosophi-
scher Freiheit, Leiden 1965; P. Tillich, Mystik und Schuldbewusstein in Schellings philo-
sophischer Entwicklung, en Gesammelte Werke 1, Stuttgart 1959; G. Vergauwen, Ab-
solute und endliche Freiheit. Schellingslehre von Schopfung und Fall, Friburgo 1975;
K.H. Vollkmann-Schluck, Mythos und Logos. Interpretation zu Schellings Philosophie
der Mythologie, Berlín 1969; W. Weischedel,jacobi und Schelling. Eine philosophisch-
theologische Kontroverse, Darmstadt 1969; Th.F. O'Meara, Romantic idealism and
Roman catholicism. Schelling and the theologians, Notre-Dame-Ind. 1982; D. Korsch,
Der Grund der Freiheit: eine Untersuchung zum Problemgeschichte der positiven
Philosophie und zur Systemfunktion der Christentums im Spatwerk F. W.J. Schellings,
Munich 1980; R. Mokrosch, Theologische Freiheitphilosophie, Francfort 1976; R. Goe-
bel, Schelling, Künder einer neuen Epoche des Christentums. Eine Skizze zu Leben und
Werk, Stuttgart 1975; B. Loer, Das Absolute und die Wirklichkeit in Schellings Philo-
sophie, Berlín-Nueva York 1974.
17. Éste es el título de la obra de X. Tilliette, Schelling, une philosophie en devenir,
2 vols., París 1970.
378
Filosofía idealista
1. Filosofía de la naturaleza
379
Del Romanticismo a la restauración
agitan las mismas fuerzas que actúan en la conciencia. Es, por así
decir, «espíritu invisible», del mismo modo que el espíritu es «natura-
leza invisible».
La idea de la naturaleza como sistema teleológico inteligible apare-
ce como la autorreflexión de la naturaleza, como naturaleza que se
conoce a sí misma en y por el hombre. El mundo infinito no es otra
cosa que nuestro espíritu creador en sus producciones y reproduccio-
nes infinitas. El espíritu vive y crece con el mundo. El mismo espíritu
actúa en las producciones de la naturaleza y en las creaciones de la
libertad. El espíritu es uno en sus manifestaciones.
Aunque la naturaleza no indique un dios perdido, recubre un dios
oculto. Y el culto a la naturaleza se decanta hacia la religión. Esta
religión tiene un nombre: hen kai pan. La religión propiamente dicha
no es por ello suprimida. Filosofía y religión tienen el mismo conte-
nido, pero la filosofía es el punto de vista racional de lo que se vive en
la religión. En esta filosofía de tenor religioso, dios, el universo, el
todo, el uno y todo son sinónimos e intercambiables.
El problema de la filosofía de la naturaleza no es sino el problema
de la filosofía. El acto de nacimiento del filósofo coincide con la huida
de la tutela de la naturaleza. Y el punto de partida de la filosofía tiene
algo de contranaturaleza. Sin la separación originaria no habría ne-
cesidad de filosofar. Sin la unidad restaurada no habría salvación.
2. El idealismo trascendental
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Filosofía idealista
381
Del Romanticismo a la restauración
3. Filosofía de la identidad
382
Filosofía idealista
4. Filosofía de la libertad
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Filosofía idealista
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Del Romanticismo a la restauración
386
Filosofía idealista
29. Las obras de Hegel han conocido básicamente cuatro ediciones, ninguna de las
cuales puede considerarse completa: Werke. Vollstdndige Ausgabe durch einen Verein
von Freunden des Verewigten, Berlín 1832-1845, publicada por un grupo de discípulos;
Sdmtliche Werke.Jubilaumausgabe, reed. a cargo de H. Glockner, Stuttgart 1927-1940,
1961-1968; Samtliche Werke. Neue Kritische Ausgabe, Leipzig 1911ss, incompleta, ed.
por G. Lasson y continuada por J. Hoffmeister, F. Nikolin, O. Poggeler; Gesammelte
Werke hrsg. im Auftrag der Deutschen Forschungsgemeinschaft, Hamburgo 1968ss,
edición apenas empezada. Paralelamente a esta edición, se ha iniciado la edición crítica
de las lecciones universitarias del filósofo a cargo de los colaboradores del Hegel-Ar-
chiv de Bochum: Vorlesungen. Ausgewahlte Nachschriften und Manuskripte, Hambur-
go 1983ss; Theologische Jugendschriften, ed. de H. Nohal, Tubinga 1907; Dokumente
zu Hegels Entwicklung, ed. de J. Hoffmeister, Stuttgart 1936.
Obras de interés para nuestro tema: E. Britto, Hegel et la tache actuelle de la
christologie, París-Namur 1979; C. Bruaire, Logique et religion dans la philosophie de
Hegel, París 1964; A. Chapelle, Hegel et la religion, 3 vols., París 1964-1967;
K. Damke, Das Problem der metaphysischen Gottesbeweise in der Philosophie Hegels,
Leipzig 1940; A. Escohotado, La conciencia infeliz. Ensayo sobre la filosofía de la
religión de Hegel, Madrid 1972; E.L. Fackenheim, The religious dimension in Hegel's
thought, Boston 1967; Fr. Guibal, Dieu selon Hegel, París 1975; W. Jaeschke, Die
Religionsphilosophie Hegels, Darmstadt 1983; H. Küng, Die Menschwerdung Gottes,
Friburgo de Brisgovia 1970 (trad. cast., La encarnación de Dios, Herder, Barcelona
1974); Q. Lauer, Hegel's concept of God, Albany 1982; Ch. Link, Hegels Wort «Gott is
tot», Zurich 1974; J. Moller, Der Geist und das Absolute, Paderborn 1951; H. Ogier-
mann, Hegels Gottesbeweise, Roma 1948; F. Pertini, L'idea di Dio in Hegel, Roma
1976; D.M. Schlitt, Hegel's Trinitarian Claim. A critical reflection, Leiden 1984;
J. Splett, Die Trinitatslehre G. W.F. Hegels, Friburgo-Munich 1965, 21978; R. Van-
court, La pensée religeuse de Hegel, París 1965; P. Asveld, La pensée religeuse du jeune
Hegel. Liberté et aliénation, Lovaina 1953; G.P. Adams, The mystical element in He-
gel's early theological writings, Berkeley 1910; G. Dulckeit, Die Idee Gottes im Geiste
der Philosophie, Munich 1947; 1. Iljin, Die Philosophie Hegels als kontemplative Got-
teslehre, Berna 1946; G. Lasson, Einführunf!. in Hegels Religionsphilosophie, Leipzig
387
Del Romanticismo a la restauración
1930; E. Schmidt, Hegels Lehre von Gott, Gütersloh 1952; G. Rohrmoser, Subjekti-
vitdt und Verdinglichung. Theologie und Gesellschaft im Denken des jungen Hegel,
Gütersloh 1961; M. Borghesi, La figura di Cristo in Hegel, Roma 1983; J. Yerkers, The
christology of Hegel, Albany 1983; S. Hirschlehnen, Modi der Parusie des Absoluten,
Francfort-Berna-Nueva York 1983; R. Theis, Le discours dedoublé. Philosophie et
théologie dans la pensée du jeune Hegel, París 1978; F. Biasutti, Assolutezza e soggetivi-
tao L'idea di religione in Hegel, Trento 1979; H. Hadlich, Hegels Lehren über das
Verhdltnis von Religion und Philosophie, Halle 1906, re edición Hildesheim-Nueva
York 1980; H. Timm, Fallhole des Geistes: der religiose Denken des jungen Hegels,
Francfort 1979; B.M.G. Reardon, Hegel's philosophy of religion, Londres 1977;
H. Rondet, Hégélianisme et christianisme. Introduction théologique a l'étude du syste-
me hégélien, París 1965; K. Wolf, Die Religionsphilosophie des jungen Hegels, Munich
1960; R. Garaudy, Dieu est mort. Étude sur Hegel, París 1962.
Hay que mencionar también las revistas «Hegel-Studien» y «Hegel-Jahrbuch» a
partir de 1961; D.E. Christensen (dir.), Hegel and the philosophy of religion, La Haya
1970; «International Journal of Philosophy of Religion» (La Haya 1970); autores diver-
sos, Hegel et la théologie contemporaine. L'Absolu dans l'histoire, Neuchatel-ParÍs
1977; G. Planty-Bonjour (dir.), Hegel et la religion, París 1982.
30. H. Marcuse, Razón y revolución, Madrid 81986, p. 35-47.
31. H. Urs von Balthasar, Gloria V, Madrid 1988, p. 524-540.
32. E. Colomer, El pensamiento alemán de Kant a Heidegger 11. El idealismo:
Fichte, Schelling y Hegel, Herder, Barcelona 1986, p. 113-402.
33. Expresión citada por E. Colomer, ibÍd., p. 125.
388
Filosofía idealista
1. Teología y filosofía
34. Sobre esta cuestión, d. K. L6with, De Hegel a Nietzsche, Buenos Aires 1968
(trad. de E. Estiú). Son numerosos los pasajes dedicados a la filosofía de Hegel.
35. Cf. A. Léonard, La [oi chez Hegel, París 1970, p. 299.
389
Del Romanticismo a la restauración
como fin supremo del hombre. En el singular escrito, Das Leben jesu,
Hegel concreta en torno a la figura del Maestro el significado de su
nuevo proyecto religioso. Fiel al modelo kantiano, Hegel se propone
llevar a cabo una lectura libre del Evangelio en la línea de una religión
de la mera razón. En este sentido escribe una especie de «quinto
evangelio», del que ha desterrado todo elemento milagroso y sobre-
natural. La vida concluye con la muerte y la sepultura de Jesús, sin
alusión alguna al acontecimiento pascual. En Die Positivitdt der
christlichen Religion Hegel aborda desde su órbita peculiar el proble-
ma del origen del cristianismo como religión positiva. Jesús fue, como
Sócrates, un maestro que enseñó una religión puramente moral, ba-
sada en la virtud personal y libre. La causa principal de la transforma-
ción en una religión estatutaria está en la adhesión ciega a la persona
de Jesús de sus discípulos. La religión de la virtud y el reino interior
de Dios se convirtieron en una religión dogmática y autoritaria. Nació
así la Iglesia como una institución que exige obligatoriamente la fe e
impone la ley moral desde fuera en nombre de la autoridad de Jesús.
De este modo, los cristianos fueron a parar de nuevo a donde estaban
los judíos, a la servidumbre de la ley. En este contexto, Hegel alude al
tema de la alienación del hombre. Al ponerse de este modo en manos
de una institución extraña, el hombre se hace extraño y exterior a sí
mIsmo.
En el escrito que pone fin a la serie Der Geist des Christentums
und sein Schiksal, Hegel indica una nueva etapa de su evolución in-
telectual. El nuevo ensayo constituye el intento de explicar la apari-
ción del cristianismo y su significado a través de la historia del pueblo
judío. El destino del pueblo judío se inicia con Abraham. Este destino
es una separación, una escisión, por la que Abraham se arrancó de su
familia y de su pueblo y confió exclusivamente en Dios. Los judíos
dependen enteramente de Dios, que consideran un objeto extraño en
su trascendencia inaccesible. Su relación con él es la del esclavo con el
amo. Falta en absoluto el vínculo del amor. La religión judaica es así la
pura expresión de la alienación. La aparición de Jesús consiste en
la substitución de la ley de la obediencia por la ley del amor. Los Theo-
logische jugendschriften presentan, por tanto, la primera formulación
del concepto de «alienación» (Entfremdung), que está destinado a
desempeñar un papel decisivo en el desarrollo de la filosofía hegeliana.
Otros dos escritos forman parte también de esa primera etapa de
Hegel. El primero es Systemfragment, donde Hegel, siguiendo las
390
Filosofía idealista
2. Método y sistema
391
Del Romanticismo a la restauración
bía puesto lo infinito más allá de lo finito, con lo que el paso de uno a
otro se hacía imposible. En Hegel, en cambio, lo finito se da en el seno
de lo infinito. El supuesto del pensamiento de Hegel no es, como en
Kant, la razón finita, sino la razón absoluta. Hegel retorna al plantea-
miento de Spinoza: hay que partir de Dios. De modo que la filosofía
ha recuperado a Dios en Hegel, pero para negarlo en su ser separado e
identificarlo dialécticamente, es decir, en identidad y diferencia, con la
razón autoconsciente.
Hegel se mueve en el terreno de la conciencia absoluta, que es
donde se identifica lo racional y lo real. El proyecto de Hegel es el
más "audaz de la historia de la filosofía: superar, reconciliándolas, las
dos etapas del pensamiento occidental, la filosofía del ser y la filosofía
del sujeto. Hablando con propiedad, en la filosofía de Hegel sólo lo
infinito es. Lo finito, lo determinado, sólo es la inquietud de no ser
lo que es y, por ello, es tránsito más allá de sí mismo, movimiento de
autosuperación. Hegel se opone a un dualismo metafísico que conci-
biera lo finito como subsistente alIado de lo infinito. Pero también se
opone a un monismo metafísico por el que finito e infinito fuesen una
y la misma cosa. Finito e infinito se implican y se distinguen entre sí
como dos momentos de un mismo proceso dialéctico. Si lo finito es la
negación de lo infinito, el verdadero infinito es negación de la ne-
gación y, por ello, pura afirmación. La dialéctica se convierte así en un
inmenso movimiento, en el que cada momento supera y conserva el
anterior hasta conseguir un sistema de conceptos que coincide con lo
real en su totalidad, es decir, con Dios o el ser absoluto.
El sujeto Dios se concibe ahora como un sujeto vivo, infinito,
implicado en el movimiento de autosuperación de la conciencia finita.
En consecuencia, Dios ha perdido la conciencia de exterioridad, de
absoluta trascendencia respecto de la conciencia y, a la vez, lo finito
ha perdido la apariencia de realidad y subsistencia ontológica respecto
de Dios. Lo característico de Hegel es no buscar a Dios más allá, sino
aquí.
Un Dios absolutamente trascendente, desligado del mundo, le pa-
rece a Hegel superfluo. Pero tal concepción de Dios es portadora de
una inevitable ambigüedad: si por su contenido es ontoteológica, por
su forma conceptual o especulativa es ya antropológica, ya que Dios
no es concebible separado del mundo o del hombre. Ontología, teolo-
gía y antropología forman un todo. Dios y mundo, finito e infinito se
hallan reconciliados en el lazo especulativo de la autoconciencia hu-
392
Filosofía idealista
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4. Filosofía de la religión
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5. El saber absoluto
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Filosofía idealista
48. Obras: Werke, Berlín 1835-1864: I. Teología (13 vols.); 11. Sermones (10 vols.);
III. Filosofía (9 vols.).
Otras obras de interés: F. Fluckinger, Philosophie und Theologie bei Schleierma-
cher, Zurich 1947; F. Neglia, La filosofia della religione di Schleiermacher, Turín 1952;
W. Schulrz, Schleiermacher und der Protestantismus, Hamburgo 1957; I. Wendland,
Die religiose Entwicklung Schleiermachers, Tubinga 1915; L.W. Schultz, Das Verhdlt-
nis von Ich und Wirklichkeit in der religiosen Anthropologie Schleiermachers, Gotinga
1935; E. Cramaussel, La philosophie religieuse de Schleiermacher, Montpellier 1908;
H.J. Birkner, Theologie und Philosophie. Einführung in Probleme der Schleiermacher-
Interpretation, Munich 1974; M. Simon, La philosophie de la religion dans l'oeuvre de
Schleiermacher, París 1974; H. Gerdes, Der geschichtliche biblische Jesus oder der
Christus der Philosophen. Erwdngungen zur Christologie Kierkegaards, Hegels und
Schleiermachers, Berlín 21974; S. Sorrentino, Schleiermacher e la filosofia della re-
ligione, Brescia 1978; E. Hirsch, Schleiermachers Christusglaube. Drei Studien, Güters-
loh 1968; P. Selvadagi, «Il giovane Schleiermacher.» Individualita e religione, Roma
1984; D. Offermann, Schleiermachers Einleitung in die Glaubenslehre, Berlín 1969; F.
Hertel, Das theologische Denken Schleiermachers, Zurich 1965; F. Beisser, Schleierma-
chers Lehre von Gott, Gotinga 1970; R. Stalder, Grundlinien der Theologie Schleierma-
chers l, Wiesbaden 1969; P. Seifert, Die Tbeologie des jungen Schleiermachers, Güters-
loh 1960; K.E. Welker, Die grundsdtzliche Beurteilung der Religionsgeschichte durch
Schleiermacher, Leiden 1965; H.]. Birkner, Schleiermachers christliche Sittenlehre im
Zusammenhang seines philosophisch-theologisches Systems, Berlín 1964; E. Huber, Die
Entwicklung des Religionsbegriffs bei Schleiermacher, Leipzig 1901, reedición Aalen
1973; Th.H. Jorgensen, Das religionsphilosophische Offenbarungsverstdndnis des spd-
teren Schleiermacher, Tubinga 1977; M. Trowitzsch, Zeit zur Ewigkeit. Beitr. zum
Zeitverstdndnis in d. Glaubenslehre Schleiermachers, Munich 1976; ] .E. Thiel, God
and world in Schleiermacher's Dialektik and Glaubenslehre. Criticism and the metho-
dology of dogmatics, Berna-Francfort 1981; M. Michel, La théologie aux prises avec la
culture. De Schleiermacher a Tillich, París 1982; K. Nowak, Schleiermacher und die
Frühromantik. Eine literaturgeschichtliche Studie zum romantische Religionsverstdnd-
nis und Menschenbild am Ende des 18. Jh. in Deutschland, Weimar-Gotinga 1986.
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Del Romanticismo a la restauración
49. Schleiermacher, Discours sur la religion, París 1944 (trad. e introducción de I.J.
Rouge), p. 5-107.
50. Los Hermanos Moravos, expulsados de Moravia, fueron acogidos por Zizendorf en
su comunidad pietista (d. anteriormente en este mismo volumen, parte II, capítulo cuarto,
apartado 1, números 2 y 3).
51. Cf. F. Copleston, Historia de la filosofía VII, Barcelona 1978, p. 122-128.
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Del Romanticismo a la restauración
53. Cf. W. Dilthey, Obras, V: Hegel y el idealismo, México 31978 (trad. de E. Imaz),
p. 307-357.
54. CL N. Hartmann, o.c. en la nota 2, p. 307ss.
404
Filosofía idealista
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Del Romanticismo a la restauración
ninguna lo es. Así como todas son imperfectas, todas tienen su razón
de ser. Su número, originalidad y diversidad son la condición para que
la intuición de lo divino, fuente de toda religión, ya que no puede
realizarse totalmente en ninguna forma particular, pueda aproximarse
a la totalidad por el mismo número y diversidad de sus encarnaciones.
Por tanto, la posición de Schleiermacher respecto de las religiones
históricas es compleja. Por una parte, rechaza toda idea de una re-
ligión natural universal que haya sido sustituida por las religiones
históricas; sólo existen estas últimas y la primera es una ficción. Por
otra parte, Schleiermacher ve en la sucesión de las religiones en la
historia una revelación progresiva de un ideal que nunca se alcanzará
totalmente.
Lo que es indudable, según nuestro autor, es que en el origen de
las verdaderas religiones colectivas, como en el caso de toda verdadera
religión individual, hay una intuición personal, directa, original de lo
divino. El fondo de su pensamiento es que toda creencia, colectiva o
individual, para constituir una religión verdadera, real, viva, tiene que
religarse a una intuición personal de la relación entre lo finito y lo
infinito.
2. Doctrina de la fe cristiana
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Filosofía idealista
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408
Capítulo cuarto
DE HEGEL A NIETZSCHE!
lo La herencia hegeliana
1. Tres obras de carácter general sobre este período son: K. L6with, De Hegel a
Nietzsche. La quiebra revolucionaria del pensamiento en el siglo XIX. Marx y Kier-
kegaard, Buenos Aires 1968 (trad. de E. Estiú); G. Lukács, El asalto a la razón. La
trayectoria del irracionalismo desde Schelling hasta Hitler, Barcelona-México 21968
(trad. de W. Roces); H. Marcuse, Razón y revolución. Hegel y el surgimiento de la
teoría social, Madrid 81986 (trad. de J. Frombosa-F. Rubio).
2. H. Marcuse, o.c. en la nota 1, p. 9-34.
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Del Romanticismo a la restauración
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De Hegel a Nietzsche
1. Representación y voluntad
5. No hay una edición que se haya convertido en clásica de las obras de Schopen-
hauer. La más utilizada ha sido la de J. Frauenstadt, Sdmtliche Werke, 6 vals.,
1873-1874, revisada y editada en dos ocasiones por Arthur Hübscher, en 7 vols., publi-
cados entre 1946-1950 (2." ed.) y 1972 (3." ed.). Una edición actual y manejable es la de
Angelika Hübscher (siguiendo la edición de Arthur Hübscher), publicada en 10 vals.,
Zurich 1983-1984. Obras de interés sobre Schopenhauer: A. Costa, Il pensiero religioso
di Arturo Schopenhauer, Roma 1935; A. Faggin, Schopenhauer, il mistico senza Dio,
Florencia 1951; M. Suances Marcos, Arthur Schopenhauer. Religión y metafísica de la
voluntad, Herder, Barcelona 1989.
6. A. Philonenko, Schopenhauer, en Y. Belaval, Historia de la filosofía VIII, Ma-
drid 71985, p. 67-94.
7. Citado por A. Philonenko, o.c. en la nota 6, p. 70.
8. F. Copleston, o.c. en la nota 4, p. 209. Véanse los dos capítulos dedicados a
Schopenhauer, p. 207-229.
9. Esta inclinación a la filosofía hindú se debe al encuentro de Schopenhauer, en
Weimar, con F. Mayer, notable orientalista, que le inició en los textos de la filosofía
hindú. Schopenhauer siguió interesándose por la filosofía oriental hasta el fin de su
vida. En sus últimos años se dedicó a meditar sobre los textos de los Upanishad.
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De Hegel a Nietzsche
2. Filosofía y religión
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Del Romanticismo a la restauración
3. Influencia de Schopenhauer
13. Sobre este tema, d. Y. Belaval, Historia de la filosofía VII, Madrid 71984,
p. 293-301; K. Lowith, o.c. en la nota 1, p. 8055.
14. E. Colomer, Elpensamiento alemán de Kant a Heidegger, 111. El postidealismo:
Kierkegaard, Feuerbach, Marx, Nietzsche, Dilthey, Husserl, Scheler, Heidegger, Her-
der, Barcelona 1989, p. 10.
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De Hegel a Nietzsche
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Del Romanticismo a la restauración
Fue sin duda D.F. Strauss (1808-1874), con su obra Das Leben
jesu (1835), quien desencadenó la escisión entre un hegelianismo de
derechas y otro de izquierdas. Creyente sincero y teólogo experimen-
tado, Strauss se plantea el problema de cómo resolver las contradic-
ciones del Nuevo Testamento. O bien el Nuevo Testamento es total-
mente histórico, o sólo lo es en parte, o no lo es en absoluto.
Strauss pretendió aplicar la filosofía hegeliana de la religión a la
teología. En el punto central del pensamiento teológico de Strauss se
hallaba la tesis de Hegel, según la cual la religión tenía, en forma de
representación, lo que la filosofía tenía que elevar a la forma del con-
cepto. El dogma cristiano poseía la verdad, pero en una forma que
todavía le era inadecuada. Strauss quiso demostrar, partiendo de He-
gel, que éste no se oponía a una crítica de la historia evangélica. Al
contrario, la filosofía de la religión constituiría una crítica semejante,
porque abandonaba el hecho histórico a la forma de la representación.
La oposición metodológica entre Hegel y Strauss estaba en la circuns-
tancia de que Hegel había elevado a concepto la «representación»
religiosa, mientras que Strauss la redujo a un mito libremente creado.
El resultado último de su interpretación mítica de la doctrina cristiana
de la fe sostenía que «el hombre-Dios era la humanidad»; proposición
que ya se hallaba en Hegel, en cuanto éste tampoco consideraba al
hombre-Dios como un hecho histórico aislado, sino que lo concebía
como una manifestación del absoluto que, en general, es espíritu.
Strauss significa, con la obra Das Leben jesu, ni más ni menos que
una ruptura del consenso en la investigación sobre la vida de Jesús,
una protesta contra su método. Strauss exige del biógrafo de Jesús un
método de observación y pensamiento exento de prejuicios, es decir,
no gravado de entrada por la fe. La forma de la narración neotesta-
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Del Romanticismo a la restauración
moderno »25 . Como todos los filósofos del idealismo alemán, también
Feuerbach partió de la teología protestante. Su mayor aspiración fue
la transformación de la filosofía absoluta del espíritu en una filosofía
humana del hombre. En contraste con la teología filosófica, cuyo
principio estaba en el infinito, Feuerbach exigía para la filosofía del
futuro «la verdadera posición de la finitud». El comienzo de la filoso-
fía genuina ya no era Dios o el absoluto, sino el hombre finito y
mortal. Con esta humanización de la filosofía, Feuerbach sabía que se
hallaba en la línea del protestantismo, en la que realizaba la humani-
zación de Dios de manera religiosa. «Ya hace tiempo que la teología se
ha convertido en antropología, desde que el protestantismo, en parti-
cular Lutero, desvió el interés de lo que es Dios en sí mismo para
dirigirlo enérgicamente hacia lo que es Dios para el hombre»26. Pero
Feuerbach dio un paso más, cuando declaró que la verdadera esencia
de la religión cristiana no era la del Dios-hombre sino la del hombre
como tal. A partir de este punto se produjo en Feuerbach la completa
disolución de la teología religiosa y filosófica en la «ciencia universal»
de la antropología.
25. Expresión de Pannenberg, citada por G. Amengual, o.c. en la nota 24, p. 11.
26. K. Barth, o.c. en la nota 17, p. 330.
27. Éste es el subtítulo de la obra de G. Amengual, Crítica de la religión y antro-
pología en Ludwig Feuerbach, Barcelona 1980.
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De Hegel a Nietzsche
1. La tarea de la filosofía
30. La obra de Marx y Engels conoce dos «ediciones completas», que son en reali-
dad «incompletas» y en cierto sentido complementarias: K. Marx-F. Engels, Histo-
rische-kritische Cesamtausgabe. Werke, Schriften, Briefe (= MEGA), ed. D. Riazanov-
Adoratsky, 12 vols., Moscú 1927-1932; K. Marx-F. Engels, Werke (NRW), 41 vols.,
Berlín 1957-1967. Existe también una edición separada de la obra de Marx que recoge
con mayor exactitud el texto de los escritos juveniles: K. Marx, Werke, Schriften,
Briefe, ed. H.J. Lieber, P. Fuhrt y B. Kautsky, Stuttgart 1962ss.
Otras obras de interés: M. Bertrand, Le statut de la religion chez Marx et Engels,
París 1979; W. Bienert, Der überholte Marx. Seine Religionskritik und Weltanschauung
kritisch untersucht, Stuttgart 1974; W. Brugger, Der dialektische Materialismus und die
Frage nach Cott, Munich 1981; J.M. Cottier, L'athéisme du jeune Marx. Ses origines
hegeliennes, París 21960; W. Post, La crítica de la religión en Karl Marx, Herder,
Barcelona 1972; J.L. Ruiz de la Peña, Muerte y marximo humanista. Aproximación
teológica, Salamanca 1978; Ch. Wackenheim, La faillite de la religion d'apres Karl
Marx, París 1963.
31. H. Küng, o.c. en la nota 15, p. 307ss; d. también p. 305-364.
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De Hegel a Nietzsche
2. La concepción de la religión 36
36. Sobre la religión en Karl Marx, d. E, Colomer, o,c. en la nota 14, p, 152-177
especialmente.
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De Hegel a Nietzsche
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37. Sobre Stirner, d. R.W.K. Paterson, The nihilistic egoist Max Stirner, Oxford
1971.
38. K. Lowith, o.c. en la nota 1, p. 149ss; diferentes partes de esta obra están
dedicadas a Stirner.
428
De Hegel a Nietzsche
429
Del Romanticismo a la restauración
Otras obras' de interés: H. Buss, Kierkegaards Angriff auf die bestehende Christen-
heit, Hamburgo-Bergstedt 1970; J. Colette, Histoire et absolu. Essai sur Kierkegaard,
París 1972; J.A. Collado, Kierkegaard y Unamuno. La existencia religiosa, Madrid
1962; H. Deussen, Soren Kierkegaard. Die paradoxe Dialektik des politischen Christen,
Munich 1974; G. Velocci (dir.), Filosofia e fede in Kierkegaard, Roma 1976; F. Hau-
schildt, Die Ethik Soren Kierkegaards, Gütersloh 1983; Th. Kampmann, Kierkegaard
como educador religioso, Madrid 1953 (trad. dejo Artigas); J. Nguyen van Tuyen, Foi et
existen ce selon Kierkegaard, París 1971; H. Roos, Kierkegaard et le catholicisme, Lo-
vaina 1955; W. Ruttenbeck, Soren Kierkegaard. Der christliche Denker und sein Werk,
Berlín 1962; H. Schroer, Die Denkform der Paradoxalitdt als theologisches Problem.
Eine Untersuchung zu Kierkegaard und der neueren Theologie als Beitrag zur theo-
logischen Logik, Gotinga 1960; G. Schuep, Das Paradoxe des Glaubens. Kierkegaards
Anstosse für die christliche Verkündigung, Munich 1964; G. Schultzky, Die Wahrneh-
mung des Menschen bei Soren Kierkegaard. Zur Wahrheitsproblem der theologischen
Anthropologie, Gotinga 1977; P.A. Stucki, Le cristianisme et l'histoire d'apres Kier-
kegaard, Basilea 1964; F. Sur, Kierkegaard et le devenir chrétien, París 1967; N. Thul-
strup y M. Milukova Thulstrup (dirs.), Theological concepts in Kierkegaard, Copenha-
gue 1980; E. Thielsch, Kierkegaards Glaube, Gotinga 1964; R. Thomte, Kierkegaards
philosophy of religion, Princenton 1948; M. Thust, Soren Kierkegaard. Der Dichter des
Religiosen, Munich 1931; N. Viallaneix, Kierkegaard. El único ante Dios, Herder,
Barcelona 1977 (trad. de J. L1opis).
41. J. Colette, Soren Kierkegaard, en Y. Belaval, o.c. en la nota 6, p. 113-127.
42. E. Colomer, o.c. en la nota 14, p. 27-90; K. LDwith, o.c. en la nota 1, dedica
también numerosos pasajes a la obra de Kierkegaard. Véase también M. Riquer-J.M.
Valverde, Historia de la literatura universal VIII, Barcelona 1986, p. 94ss.
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b) Subjetividad y verdad
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45. Para este apartado, sigo la obra de E. Colomer, o.c. en la nota 14, p. 61-68.
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d) Fe y razón
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e) Cristiandad y cristianismo
j) Significación de Kierkegaard
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soledad llega a ser él mismo. Igual que Nietzsche. Sólo que Nietzsche,
para afirmar al hombre, niega a Dios, mientras que para Kierkegaard
el hombre únicamente puede realizarse plenamente en Dios y en Cris-
to. Kierkegaard se convierte así, como Pascal, en uno de aquellos
grandes pensadores que se han constituido en apóstoles de la verdad
cristiana.
437
Del Romanticismo a la restauración
verdad amarga: Dios no puede ser sustituido por ninguna otra cosa48 •
El origen de Nietzsche es hipercristiano. Su infancia transcurrió
en un ambiente femenino, austero y profundamente religioso. Sus
escritos de adolescente, poesías y esbozos autobiográficos atestiguan
la intensidad con que se apropió la doctrina y la vida de piedad del
luteranismo. Lou Salomé no se engañaba al sospechar que la vida y el
pensamiento de Nietzsche estuvieron guiados por un instinto re-
ligioso. Si en sus últimas obras combate tan encarnizadamente la fe en
Dios y la necesidad de salvación es porque las sentía más próximas
que nunca. En todo caso, el pensamiento de Nietzsche nunca podrá
comprenderse sin una previa comprensión del hombre Nietzsche.
Según Nietzsche, la comprensión platónico-cristiana del ser es la
gran mentira que hay que desenmascarar. En él tiene lugar una inver-
sión de la metafísica, entendiendo por metafísica la posición de Dios o
del mundo suprasensible: ésta es a la vez su fuerza y su debilidad.
Después de veinticinco siglos de interpretación metafísica del ser,
Nietzsche busca un nuevo comienzo y retorna a Heráclito. Su lucha
empieza contra los eleatas, contra Platón y la tradición metafísica que
arranca del mismo. Heráclito sigue siendo la raíz originaria de la
filosofía de Nietzsche. Después de mil quinientos años tiene lugar una
repetición de Heráclito, con la inaudita pretensión de poder borrar el
prolongado trabajo intelectual del tiempo intermedio, de señalar al
género humano un camino nuevo y, sin embargo, antiquísimo, que
contradice la tradición entera 49 • La metafísica es considerada de ma-
nera «moral»: un movimiento en el que se imponen «valores» que
atrofian, oprimen o debilitan la vida.
Frente a tal concepción, Nietzsche ve en el fenómeno de lo trágico
la verdadera naturaleza de la realidad. La tragedia se convierte, para él,
en la llave que abre paso a la esencia del mundo. El arte se convierte en
el organon de la filosofía; se considera como el acceso más profundo,
más propio, como la intelección más originaria, detrás de la cual viene
el concepto. Lo trágico es la primera fórmula usada por Nietzsche
48. E. Colomer, o.c. en la nota 14, p. 223-332. El enfoque del estudio de Nietzsche
de E. Colomer es muy útil para el tratamiento de Nietzsche desde una perspectiva
teológica, como es la nuestra.
49. E. Fink, La filosofía de Nietzsche, Madrid 61984 (trad. de A. Sánchez Pascual).
Obra muy recomendable para una exposición cronológica del pensamiento de Nietz-
sche, siguiendo la aparición de sus obras; al mismo tiempo es un estudio muy esclarece-
dor.
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De Hegel a Nietzsche
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De Hegel a Nietzsche
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Del Romanticismo a la restauración
decir, sin el Dios cristiano y creador del mundo, pero una teología
que justifica la existencia como fenómeno estético, que percibe, en el
esplendor de lo bello, lo sagrado del mundo, la religión estética de
Dionisos, el dios del juego. El arte nos redime, nos salva de lo horrible
de la existencia, mostrándonos el mundo como una obra de arte que
se engendra y se justifica a sí misma.
Rechazar al Crucificado quiere decir, por tanto, abrirse a Dioni-
sos, participar en el juego del mundo y querer desde el fondo de sí
mismo lo necesario. En Kierkegaard, Dios quería decir que en último
término todo era posible. En Nietzsche, la ausencia de Dios y el
retorno de Dionisos significan el fin de lo posible, el encerramiento en
el círculo de lo necesario. Para designar dicha actitud Nietzsche acuñó
una fórmula: amor fati. La última y suprema voluntad consiste en
querer lo necesario. De este modo, la separación entre necesidad y
libertad queda suprimida.
Así como en todo gran irracionalismo encontramos encubierto un
exceso de racionalismo, así también en todo gran ateísmo encontra-
mos encubierta una lucha con el pensamiento de Dios. Y éste es
claramente el caso del ateísmo de Nietzsche. En el ateísmo de Nietz-
sche se oculta una búsqueda desviada de Dios 51 .
Contemporáneo de Nietzsche es el teólogo Overbeck52 , que en
sus escritos trató especialmente el tema de la relación de la teología y
el cristianismo en general. Quiso probar que no sólo la teología mo-
51. Una cita deJ,M. Valverde confirma esta afirmación: «La idea del eterno retorno
se muestra más difícil de aclimatar fuera de la atmósfera extática y visionaria de Zaratus-
tra, donde es motivo de perplejidad entre los comentaristas. ¿Cómo puede hacer llorar
de felicidad a Nietzsche la perspectiva de una repetición insistente de cada instante, y
más en su dolorosa vida casi en ceguera, volviendo al cabo de larguísimos ciclos de
años, una vez y otra? Posiblemente aquí hay una transformación o un disfraz de una
idea cristiana que a Nietzsche le enfurecía más que otras: la inmortalidad personal,
concebida no simplemente como contemplación beatífica de Dios, sino, por la resurrec-
ción individual, como repaso y recuerdo de la propia vida -y según dice Kierke-
gaard - gozando o sufriendo en la medida en que esa reviviscencia nos haga sentirnos
contentos o avergonzados de lo que fuimos a cada instante ... La intuición de esa inago-
table pervivencia, tras la muerte, de cada momento y cada experiencia, sería la previa
versión cristiana del eterno retorno: Nietzsche, cada vez más arrimado al cristianismo
para luchar contra él, necesita aquí un esfuerzo especial, la energía zaratustriana, para
contraponerle esta versión suya, tan proclive a ser leída como "bienaventuranza eter-
na"" (M. Riquer-J,M. Valverde, o.c. en la nota 50, p. 112s).
52. Sobre Overbeck, d. K. Lówith, o.c. en la nota 1, p. 519-534. Entre las obras de
Overbeck mencionamos Christlichkeit der Theologie, 1873.
442
De Hegel a Nietzsche
53. Utilizamos esta expresión para evitar la otra de postmodernidad, dado el senti-
do ambiguo y equívoco de esta última. También porque la parte primera de esta obra
lleva por título: «La era de la razón en sus comienzos.» Sobre este punto, d. E.
Colomer, o.c. en la nota 14, p. 22s.
443
Del Romanticismo a la restauración
444
Capítulo quinto
I. Teología y eclesialidad
445
Del Romanticismo a la restauración
446
La teología católica en los países germánicos
447
Del Romanticismo a la restauración
época en diálogo, nunca tan vivo y abierto, con todos los pensadores
importantes. La teología está abierta, en una corriente de gran renova-
ción espiritual. En forma pasiva y activa tiene contactos por todos
lados.
En la consecución del citado autopensamiento, como compren-
sión de uno mismo, se recurre a la inspiración y a la acción del espí-
ritu, el cual actúa no sólo como fuerza privada sino comprensiva e
históricamente eficaz en los grandes espacios: explosión del espíritu
que no se puede reducir al genio personal.
La renovación del espíritu, en ese tiempo y por los teólogos de ese
tiempo, surge de una nueva atención y de una nueva capacidad de
volver a ver el misterio divino y sus huellas y testimonios en el mun-
do: un sentido «místico» comprensivo, para decirlo como Drey. Ve-
mos aquí el papel de la Iglesia que, llevada por el Espíritu con mayús-
cula, procura un pensamiento de la «unidad en la multiplicidad del
cristianismo» (Moehler). Descubrimos en la teología de ese tiempo
una pasión típica, que quiere superar la acumulación puramente aditi-
va de proposiciones teológicas y de piezas de la tradición, para tender
hacia un punto central que enseñe a captar, desde el interior, cómo lo
múltiple es uno y manifiesta esta unidad. Así Drey trata de compren-
der la estructura de la vida eclesial, rica en tensiones y, precisamente
por eso, vIva.
De todos modos, la dimensión más importante, que se impondrá
en definitiva gracias a ese pensamiento de la unidad en la multipli-
cidad, resultó ser la dimensión de la «historia», de un gran futuro. En
esa época surgió una nueva gran conciencia histórica. Y al mismo
tiempo, con el más fascinante pensamiento destinado a comprender la
realidad como acontecimiento espiritual -para el que Hegel había
dado un ejemplo grandioso-, surgió el pensamiento más peligroso y
más sUjeto a incomprensiones.
y la teología emprende la tarea de pensar de manera decisiva la
historia y considerar el cristianismo no como una construcción con-
ceptual, abstracta e intemporal, sino como un proceso histórico y vital
y, por tanto, como un hecho vivo. El cristianismo como aconteci-
miento: para comprenderlo fue necesaria la ayuda del concepto, total-
mente repensado, de «desarrollo» o «tradición». Inmediatamente se
convirtió en un tema de importancia central: no se entendió como un
vehículo puramente externo de un pensamiento esquemático, siempre
igual, sino más bien como un proceso específico, que hace que el
448
La teología católica en los países germánicos
449
Del Romanticismo a la restauración
8. K. Eschweiler, Die zwei Wege der neueren Theologie, Georg Hermes, Matthias
Jos. Scheeben, Augsburgo 1926.
9. E. Hocedez, o.c. en la nota 6, n, París 1952, p. 39-59; J.M.G. Gómez-Heras,
Cultura burguesa y restauración católica, Salamanca 1975, p. 37-85; J. Pritz, A. Gün-
ther, en Katholische Theologen Deutschlands im 19. Jahrhundert 1, Munich 1975,
p. 348-375.
450
La teología católica en los países germánicos
451
Del Romanticismo a la restauración
452
La teología católica en los países germánicos
12. ].R. Geiselmann, Geist des Christentums und des Katholizismus. Ausgewdhlte
Schriften katholischer Theologie im Zeitalter des deutschen 1dealismus und der Roman-
tik, Maguncia 1938. Cf. las sugerentes orientaciones de X. Tilliette, L'Église romanti-
que: de l'ideal ti l'histoire, «Archivio di filosofia» 54 (1986).
13. Cf. R. Reinhardt (dir.), Tübinger Theologen und ihre Theologie. Quellen und
Forschungen zur Geschichte der Katholisch-Theologischen Fakultdt Tübingen, Tubinga
1977.
453
Del Romanticismo a la restauración
14. Cf. Sto Jáki, Les tendances nouvelles de l'ecclésiologie, Roma 1957, p. 44-54;
B. Casper, Friedrich Pilgram, en Katholische ... , O.C. en la nota 9, I1, p. 212-232.
15. Cf. J. Rief, J.S. von Drey, en Katholische ... , O.C. en la nota 9, I1, 9-39, con
óptima selección de la bibliografía aparecida hasta 1975.
454
La teología católica en los países germánicos
455
Del Romanticismo a la restauración
cia teológica. Así la idea del reino de Dios es una clave hermenéutica
que permite comprender la esencia del cristianismo y le produce los
diversos nexos de sentido (y también de carencia de sentido). Nos
percatamos de que el interés de la historia desemboca en el presente.
La teología, en consecuencia, ha de tener una referencia vital al pre-
sente, afirmación que incluye muchos aspectos: el primero, el que la
Iglesia -el lugar de la teología- es una entidad actual.
La teología, para Drey, es una encrucijada en la que se encuentran
eclesialidad, cientificidad y vitalidad. El arte del teólogo consiste en
saber tomarse en serio cada una de dichas dimensiones, pero sin re-
nunciar a ninguna de ellas por un exceso de afecto a una en particular.
De ahí la libertad del teólogo para examinar críticamente las
opiniones, para separar 10 que puede ser útil de lo que no lo es, para
liberar a la Iglesia de formas inservibles y de apéndices extraños, «des-
pojándola de opiniones insostenibles».
18. Sto Jáki, O.C. en la nota 14, p. 21-35; P.-W. Scheele, johann Adam Mohler, en
Katholische ... , o.c. en la nota 9, JI, p. 70-98, con excelente selección de la bibliografía
aparecida hasta 1975; Y. Congar, Mohler, johann Adam, en Catholicisme IX, París
1980, p. 460-462. Una buena introducción a M6hler es la de H. Savon, j.A. Mohler,
París 1965.
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La teología católica en los países germánicos
19. J.R. Geiselmann, Les variations de la définition de l'Église chez Joh. Adam
Mohler, en L'ecclésiologie au XIX' siecle, París 1960, p. 141-195.
20. P. Chaillet, La tradition vivante, RScPhTh 27 (1938) 161-183.
457
Del Romanticismo a la restauración
21. Ésta fue la tesis de E. Vermeil (1913), asumida por A. Fonck en el artículo sobre
Miihler del DTC X, 1928, col. 2048-2063, P(lJ'O corregida en el artículo Tradition,
escrito por A. Michel, del mismo DTC XV, 1943, col. 1332-1335. Según Congar (a.c.
en la nota 18) sería más justo decir que nos habríamos ahorrado la crisis modernista si se
hubiese seguido la línea de Miihler, pues había empezado a responder a las cuestiones
que provocaron la citada crisis.
458
La teología católica en los países germánicos
22. ef. Fr. Wolfinger,j.E. Kuhn, en Katholische ... , o.c. en la nota 9, n, p. 129-162.
23. P. Eicher, Teologías modernas, en Diccionario de conceptos teológicos n, Her-
der, Barcelona 1990, p. 576s.
459
Del Romanticismo a la restauración
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La teología católica en los países germánicos
24. Cf. E. Vermeil, j.-A. Miihler et l'école catholiqu'e de Tubingue, París 1913,
p. 176-210.
25. Cf. E. Hocedez, o.c. en la nota 6, 1, p. 211-213 Y n, p. 308-319.
461
Del Romanticismo a la restauración
1. La teología social
26. Cf. K. Hemmerle, Franz von Baaders philosophischer Gedanke der Schopfung,
Friburgo de Brisgovia-Munich 1963.
27. A. Faivre, Eckartshausen et la théosophie chrétienne, París 1969.
28. Cf. A. Khun, Die Kirche im Ringen mit dem Sozialismus, Munich 1965;
H. Maier, Revolution und Kirche, MUlllCh 31973.
29. R. Aubert, Mgr. Ketteler ... et les origines du cathalicisme social, «Collectanea
Mechlinensia» 32 (1947) 534-539; H. Conus, Mgr. van Ketteler. Un gran éveque social,
462
La teología católica en los países germánicos
463
Del Romanticismo a la restauración
464
La teología católica en los países germánicos
33. Speigl, Traditionslehre und Traditionsbeweis in der hist. Theol. Ignaz Dolfin-
gers, Essen 1964.
465
Del Romanticismo a la restauración
466
La teología católica en los países germánicos
34. Cf., además, G. Schwaiger,Johann Michael von Sailer, en Katholische ... , a.c. en
la nota 9, 1, p. 55-93; a pesar de la óptima bibliografía recogida, no pudo consignar J.M.
Sailer. Theologe, Pddagoge und Bischof zwischen Aufkldrung und Romantik, Ratis-
bona 1983.
35. CL Ch. Keller, Das Theologische in der Moraltheologie. Eine Untersuchung
historischer Modelle aus der Zeit des deutschen ldealismus, Gotinga 1976.
36. P. Balestro, La novita della concezione morale diJohann B. Hischer, «Rivista di
Filosofia neo-scolastica» 62 (1970) 291-320, 634-667; 63 (1971) 28-49; E. Keller, Jo-
han n Baptist Hirscher, en Katholische ... , a.c. en la nota 9, II, p. 40-69.
467
Del Romanticismo a la restauración
468
Capítulo sexto
POSITIVISMO Y ESPIRITUALISMO
469
Del Romanticismo a la restauración
470
Positivismo y espiritualismo
471
Del Romanticismo a la restauración
2. A. Comte (1789-1857]9
472
Positivismo y espiritualismo
11. A. Cornte, Discurs sobre l'esperit positiu, Barcelona 1982 (trad. de J. Melendres,
intr. de J. Rovira), p. 13-33.
473
Del Romanticismo a la restauración
b) La idea de orden
12. Cf. J.M. Petit Sulla, Filosofía, política, religión en Augusto Comte, Barcelona
1978. Obra que hay que tener presente y que es muy útil para comprender el pensa-
miento de Comte desde nuestro punto de vista.
13. Citado por J.M. Petit Sulla, a.c. en la nota 12, p. 40.
14. J. Lacroix, La sociologie d'Auguste Comte, París 1957, p. 103. Obra muy su-
gerente.
474
Positivismo y espiritualismo
475
Del Romanticismo a la restauración
15. Expresión de Huxley, citada por ].M. Petit Sulla, o.c. en la nota 12, p. 245.
16. H. de Lubac, El drama del humanismo ateo, Madrid 21967, p. 197. La parte
segunda de dicha obra (p. 53-314) está enteramente dedicada a Comte.
17. ]. Lacroix, o.c. en la nota 14, p. 7.
476
Positivismo y espiritualismo
d) Positivismo y tradicionalismo
18. F. Copleston, Historia de la filosofía IX, Barcelona 1980 (trad. de J.M. García
de la Mora), p. 104; cf. también p. 85-106.
477
Del Romanticismo a la restauración
3. El positivismo en Francia 19
19. F. Copies ton, o.c. en la nota 18, p. 109-137; d. tambiénJ.P. Boosten, Taine et
Renan et l'idée de Dieu, Maastricht 1936.
Positivismo y espiritualismo
20. Obras de interés sobre Durkheim: 1. Seger, Durkheim and his critics on the
sociology of religion, Nueva York 1957; M. Halbwachs, Les origines du sentiment
religeux d'apres Durkheim, París 1925; W.S.F. Pickering, Durkheim and religion, Lon-
dres 1974.
21. É. Durkheim, Les formes elementals de la vida religiosa, Barcelona 1987 (trad.
de J. Perramon, prólogo de J. Estruch), p. 63.
479
Del Romanticismo a la restauración
22. Ibíd., p. 7.
23. G.G. van der Leeuw, L'homme primitif et la religion, París 1940.
480
Positivismo y espiritualismo
4. El empirismo británico
481
Del Romanticismo a la restauración
482
Positivismo y espiritualismo
nes que él había llegado también A.R. Wallace. Entre los autores
pertenecientes a esta corriente, hay que mencionar también a Thomas
Henri Huxley (1825-1895) y Georg John Romanes (1848-1895),
biólogo y autor de diversos libros sobre la evolución, que pasó de una
fe religiosa original al agnosticismo, y del agnosticismo, a través del
panteísmo, volvió ala línea del teísmo cristiano. Entre sus obras men-
cionamos A candid examination o[ theism, mind, motion and monism,
y Thoughts on religion.
Finalmente, en el ámbito del pensamiento británico, citaremos a
Herbert Spencer (1820-1903) Y su obra The nature and reality 01
religion. Spencer, a pesar de ser, en parte, un empirista, no excluye el
elemento metafísico explícito en su pensamiento: éste se conoce como
la filosofía de lo incognoscible. No es posible conocer lo incon-
dicionado y lo absoluto. Y esto se aplica no sólo al absoluto de la
religión, sino también a las últimas ideas científicas como represen-
taciones de entidades metafenoménicas. Parece que Spencer creyó sin-
ceramente que la conciencia vaga de un absoluto o incondicionado era
un elemento indispensable en la conciencia humana y, por así decir, el
centro de la religión, el elemento permanente que sobrevive a la su-
cesión de los diferentes credos y sistemas metafísicos.
5. El pragmatismo americano
27. Obras de interés sobre W. James: J.S. Bixler, Religion in the philosophy of
William James, Boston 1926; K.A. Busch, William James als Religionsphilosoph, Gotin-
ga 1911; G. Maire, WilliamJames et le pragmatisme religieux, París 1934; R. Burgt-
J. Vanden, The religious philosophy of William James, Chicago 1981; P.W. Pruyser,
A dymanicpsychology of religion, Nueva York 1968; H. Reverdin, La notion d'expérien-
ce religieuse d'apres WilliamJames, Ginebra 1913; A. Vergote, Religion,foi, incroyance.
Étude psychologique, Bruselas 1983.
483
Del Romanticismo a la restauración
484
Positivismo y espiritualismo
la experiencia tiene que incluir la religión, dado que ésta puede exten-
derse a la totalidad de la vida y no sólo a un objeto sobrenatural.
485
Del Romanticismo a la restauración
1. El idealismo británico
486
Positivismo y espiritualismo
33. Cf. F. Copleston, o.c. en la nota 29, p. 188-216. Sobre Bosanquet, cf. F.
Houang, De l'humanisme a l'absolutisme. L'évolution de la pensée religieuse du néo-
hégélien anglais Bernard Bosanquet, París 1964.
34. Las principales obras de Royce; son: The religious aspect of philosophy (1885);
The eoneeption of God (1897); Studies in good and evil (1898); The problem of ehris-
tianity (1913). Sobre Royce, cf. G. Dykhuiser, The eoneeption ofGod in the philosophy
of Josiah Royee, Chicago 1936.
487
Del Romanticismo a la restauración
488
Positivismo y espiritualismo
489
Del Romanticismo a la restauración
a) Ciencia y filosofía
490
Positivismo y espiritualismo
b) Moral y religión
46, G. Levesque, Bergson. Vida y muerte del hombre y de Dios, Herder, Barcelona
1975 (trad. de A. Esteban Lator Ros), p. 55.
491
Del Romanticismo a la restauración
492
Positivismo y espiritualismo
493
Capítulo séptimo
1. Para más detalles, cf. las conocidas historias de la Iglesia. Las consecuencias para
la teología quedan patentes en E. Hocedez, Histoire de la théologie au XIX' siecle 1,
Bruselas-París 1949, p. 67-70. Cf. B. Plongeron, Arquetipo y repeticiones de una cris-
tiandad (1770-1830), Conc 67 (1971) 89-103; íd., Entre Bossuet et Lamennais: quelques
équivoques historiques de «po/itique chrétienne» , «Studies in Religion» 15 (1986)
277-301.
494
Teología y apologética en la Francia de la restauración
2. Cf. Fr.P. Bowman, Christ romantique, Ginebra 1973; íd., Le Christ des barri-
cades (1789-1848), París 1987; D. Menozzi, Letture politiche di Gesu. Dal/'ancien ré-
gime al/a rivoluzione, Brescia 1979.
3. E. Germain, Parlerde salut?, París 1967; Fr.P. Bowman, Discours surl'éloquence
sacrée a l'époque romantique, París 1980. No se debe olvidar que el problema que en
aquel momento obsesionaba a la jerarquía no era teológico (Dios, fe, gracia ... ), sino el
de la autoridad eclesial, como mostró oportunamente Y. Congar, L'ecclésiologie, de la
Révolution franr;aise au concile du Vatican, sous le signe de l'affirmation de l'autorité,
en L'ecclésiologie au XIX' siecle, París 1960, p. 77-114.
495
Del Romanticismo a la restauración
496
Teología y apologética en la Francia de la restauración
497
Del Romanticismo a la restauración
498
Teología y apologética en la Francia de la restauración
499
Del Romanticismo a la restauración
11. M. Sourian, Les idées morales de Mme. de Stael, París 1910; J.A. Henning,
L'Allemagne de Mme. de Stael et la polémique romantique, París 1929; C. Pellegrini,
Mme. de Staet, Florencia 1938.
12. R. Spaeinann, Der Ursprung der Soziologie aus dem Geist der Restauration,
Munich 1959. En cuanto al despertar social, d. F.-A. Isambert, Christianisme et classe
ouvriere, París 1961, p. 120ss.
500
Teología y apologética en la Francia de la restauración
13. ef. Fr.P. Bowman, o.c. en la nota 2, p. 99-109. Para todo el tema, d. el. Savart,
Les catholiques en France au XIX' siecle. Le temoignage du libre religieux, París 1985.
14. ef. É. Poulat, L'Église, c'est un monde, París 1986, p. 13.
15. ef. H. J. Pottmeyer, Unfehlbarkeit und Souveranitdt. Die pdPstliche Unfehl-
barkeit im System der ultramontanen Ekklesiologie des 19. Jahrhunderts, Maguncia
1975.
16. Los tres han sido objeto de una buena presentación por parte de Émile Poulat,
o.c. en la nota 14. En cuanto a Lamennais, Poulat se interesa menos por el personaje en
sí mismo que por su uso póstumo, por sus postérités putatives, que son inmensas,
complejas y confusas. La tradición laica lo reivindica, pero la tradición cristiana no ha
dejado de referirse a él según múltiples variantes, a menudo contradictorias: ¿cómo
evitar la tentación de rehacer el recorrido, aun cuando no se pueda llegar al final?
(p. 117).
17. Le libéralisme catholique, presentado por M. Prelot y F. Gallouedec Gennys,
París 1969; E. Hocedez, o.c. en la nota 1, I1, Bruselas-París 1952, p. 159-182.
501
Del Romanticismo a la restauración
18. El ontologismo se convirtió en un sistema filosófico que pretendía que Dios era
el objeto primero de la inteligencia y lo juzgaba todo a la luz del ser primero. Presentó
como argumento principal que, siendo Dios el ser por excelencia, necesariamente es el
más inteligible y, por tanto, el ser primeramente conocido por nosotros. El ontologis-
mo desconoce que no hay conocimiento humano más que a partir de lo sensible. Para
las vicisitudes del ontologismo en Francia, d. E. Hocedez, o.c. en la nota 1, II, Bru-
selas-París 1952, p. 126-140.
19. P. Eicher, Teologías modernas, en Diccionario de conceptos teológicos II, Her-
der, Barcelona 1990, p. 573. Cf. G. Martina, La Chiesa nel!'eta del!'assolutismo, del
liberalismo, del totalitarismo, Brescia 1970, p. 502-554.
20. Así J.-L. Talmon ve en el «socialismo místico» uno de los orígenes del totali-
tarismo moderno, mientras que Henri Desroche o Michel Abensour descubren en su
lectura una afinidad con las tesis de Bloch sobre las relaciones entre religión, utopía y
socialismo. Para el padre de Lubac, en cambio, Saint-Simon y acompañantes se tendrán
que inscribir en la «posteridad espiritual» de Joaquín de Fiore.
502
Teología y apologética en la Francia de la restauración
1. Saint-Simon y el mesianismo
503
Del Romanticismo a la restauración
23. Cf. H. Desroche, La société festive, du fouriérisme écrit aux fouriérismes prati-
ques, París 1975; íd., Les dieux revés, París 1972, p. 89-145.
24. Cf. el monográfico de RUO 57 (1987); d. especialmente el arto de L. Le Guil-
lou, Actualité de Lamennais, p. 11-22.
504
Teología y apologética en la Francia de la restauración
25. F. Duine, Lamennais, sa vie, ses idées, ses ouvrages, París 1922; Lamennais,
París 1969, y sobre todo L. Le Guillou, L'évolution de la pensée de F. Lamennais, París
1966; H. de Lubac, a.c. en la nota 9, p. 51-72, Y los estudios de Y. Transvouez, J.-R.
Derré y L. Le Guillou en Civilisation chrétienne. Approche historique d'une idéologie.
XV/lIe-X/Xe siecle, París 1975, p. 105-142, 147-182, 255-266.
26. R. Bréhat, Lamennais ou le Prophüe Féli, París 1966.
27. J.-R. Derré, Le renouvellement de la pensée religieuse en France de 1824 ti 1834.
Essai sur les origines et les significations du Mennaisisme, París 1962; d. también RDO,
cit. en la nota 24, especialmente los artículos de K. Jürgensen (p. 39-51) Y Ph. Sylvain
(p. 67-80).
28. La significación de la obra queda excelentemente enmarcada en Fr.P. Bowman,
a.c. en la nota 2, p. 189-195. La obra señaló un hito en las relaciones de Lamennais con
sus amigos, como lo muestra L. Le Guillou, Víctor Rugo, Lamennaís et Montalembert
jusqu'aux Paroles d'un croyant, "Revue d'histoire littéraire de la France» 86 (1986)
988-998.
29. La condamnation de Lamennais, Informe presentado por M.J. Le Guillou y
L. Le Guillou, París 1982.
505
Del Romanticismo a la restauración
drama que vivió la Iglesia del siglo XIX y del que Lamennais fue uno
de los principales actores 30 •
Por su obra y su acción luchó contra la mediocridad de ciertos
católicos, contra los compromisos del clero con el poder temporal, y
buscó un ideal cristiano más evangélico. Su participación en la proble-
mática interna de la sociedad moderna se mantuvo, con actitudes y
formulaciones diversas, a través de Lacordaire (1802-1861), Monta-
lembert (1810-1870), Gerbert (1798-1864), y -pasando entre otros
por Sainte-Beuve (1804-1863), Victor Hugo (1802-1885?1, Lamartine
(1790-1869) y Vigny (1797-1863)- empalma con las posiciones pro-
gresistas del siglo XX 32 .
30 J.-R. Derré, Lamennais, ses amis et le mouvement des idées ti l'époque romanti-
que, París 1962; H. de Lubac, o.c. en la nota 9, p. 73-88.
31. R. Molho, Esquisse d'une théologie des «Misérables», «Romantisme» 9 (1975)
105-108. La obra de Victor Hugo no es una «reducción» de Dios. Al contrario, resucita
el misterio del infinito: Dios está detrás de todo, y todo esconde a Dios. Hay que
potenciar al poeta-profeta a causa de su palabra reveladora de los secretos de lo íntimo,
y también por su acción que liberará la fuerza de Dios presente en el corazón de las
masas, al modo como lo ha subrayado J.P. Jossua, Pour une histoire religieuse de
l'expérience littéraíre, París 1985, p. 39-100.
32. Cf. É. Poulat, La posterité de Lamennais, RUO 57 (1987) 23-37.
33. A. Duval, Lacordaire et Buchez. Idéalisme révolutionnaire et réveil religieux en
1839, RScPhTh 45 (1961) 422-455; F.-A. Isambert, Politique, religion et science de
l'homme chez Buchez, París 1967; íd., Buchez ou l'age théologique de la sociologie,
París 1967; H. de Lubac, o.c. en la nota 9, p. 89-134.
506
Teología y apologética en la Francia de la restauración
507
Del Romanticismo a la restauración
37. La aportación del padre Lacordaire al siglo XIX está bien presentada por
Y. Congar, Presencia del padre Lacordaire, en Los caminos del Dios vivo, Barcelona
1964, p. 319-324; en cuanto al ministerio de la palabra, cf. las p. 328-336.
38. Cf. Cl. Humbert, Lacordaire et le capitalisme naissant, «Économie et Huma-
nisme» 20 (1961) 18-25.
39. Cf. Y. Marchasson, Ozanam, Antoine Frédéric, en DS XI, 1982, col.
1078-1084. Entre la abundante bibliografía, d. P. Guihaire, Lacordaire et Ozanam,
París 1939; J.-B. Duroselle, Les débuts du catholicisme social en France, París 1951;
P. Michel, Civilisation chrétienne et barbarie dans l'oeuvre d'Ozanam, en Civilisation
chrétienne ... , en la nota 35, p. 267-280.
508
Teología y apologética en la Francia de la restauración
509
Del Romanticismo a la restauración
510
Teología y apologética en la Francia de la restauración
511
La teología italiana en función del papado
L CE, A,e, Jemolo, Chiesa e Stato in Italia negli ultimi eento anni, TurÍn 1949: a
partir de esta obra, el tema se ha visto enriquecido con numerosas aportaciones; cE" por
ejemplo, A, Gambasin, Religione e societa dalle riforme napoleoniehe all'eta liberale.
Clero, sinodi e laieato in Italia, Padua 1974, Para todo este capítulo, d. G. Penco, Storia
delta Chiesa in Italia n, Milán 1978, p. 225-330,
2, Véase, por ejemplo, M. Sancipriano, Lamennais in Italia. Autorita nel pensiero
filosofieo-religioso del Risorgimento, Milán 1973,
513
Del Romanticismo a la restauración
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La teología italiana en función del papado
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Del Romanticismo a la restauración
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La teología italiana en función del papado
517
Del Romanticismo a la restauración
13. Para la significación y la interpretación del Syllabus, cf. los excelentes estudios
de R. Auben, E. Borne y M.-D. Chenu, en Ensayos sobre la libertad religiosa, Barce-
lona 1967; G. Martina, La Chiesa ... , o.c. en la nota 5, p. 578-596.
518
La teología italiana en función del papado
3. 1854: el Denzinger15
519
Del Romanticismo a la restauración
16. ef. W. Kasper, Die Lehre von der Tradition in der Romischen Schule, Friburgo
de Brisgovia 1962, p. 66-143.
17. ef. F. Traniello, Cultura ecclesiastica e cultura cattolica. Scuole ecclesistiche e
cultura teologico-filosofica, en Chiesa ... , o.c. en la nota 5, p. 3-28.
520
La teología italiana en función del papado
1. La preocupación apologética
18. Cf. C. Bozzetti, Gregorio XVI e Rosmini, en Gregorio XVI. Miscellanea com-
memorativa 1, Roma 1948, p. 99-111; G. Velocci, La Chiesa in Rosmini, Roma 1974;
muy ilustrativa es la reacción de Newman: A. Patrone, John Henry Newman e «Le
cinque piaghe della Chiesa», «Rivista rosminiana» 72 (1978) 317-322.
19. I. Biffi, Ragione,fede, teologia in Rosmini:.dal «Razionalismo» al «Linguaggio
teologico» , «Teologia» 10 (1985) 59-90.
20. Para las obras de Rosmini, d. Edizione nazionale delle opere edite e inedite di
A. R.-S., Roma-Padua 1934-1979,49 vols. C. Bergamaschi ha dado la Bibliografia degli
scritti e ineditti di A. R., Milán 1970, 2 vols. Para la bibliografía de los estudios, cf.
C. Bergamaschi, Bibliografia rosminiana, 1818-1981, Milán-Génova 1967-1982, 6 vols.,
con apéndices, el noveno de los cuales apareció en «Rivista rosminiana di filosofia e
cultura» 82 (1988) 69-74. Véase también «Rivista rosminiana» (fundada en 1906) y
«Charitas» (fundada en 1927). Para su vida y espiritualidad, d. F. Évain, Rosmini-
Serbati (Antonio), en DS XIII, 1988, col. 987-991.
521
Del Romanticismo a la restauración
21. Cf. L. Portier, Les grandes amitiés de Manzoni: Antonio Rosmini, «Revue des
études italiennes» 32 (1986) 87-93.
22. Cf. A. Fonck, Ontologisme, en DTC XI-l, 1931, col. 1000-1061; L. Foucher,
La philosophie catholique en France au XIX' siecle avant la renaissance thomiste et dans
son rapport avec elle (1800-1880), París 1955, p. 167-195; E. Hocedez, Histoire de la
théologie au XIX' siecle II, Bruselas-París 1952, p. 113-157.
522
La teología italiana en función del papado
de Rosmini, pues consideraba que esa idea del ser era un inter-
mediario inútil entre el hombre y Dios.
Si los ontologistas intentaban escapar de todo panteísmo, Roma
no participaba de tal optimismo. Así como las grandes obras de Male-
branche habían sido puestas en el índice, también se incluyeron en
1882 todas las obras de Gioberti; en 1887, cuarenta proposiciones
sacadas de Rosmini fueron prohibidas en la enseñanza. El contradic-
tor más decidido de los ontologistas fue el dominico Zigliara, futuro
cardenal, aunque reconocía que «el ontologismo tiene algo de ver-
dad»23.
Lo que históricamente está claro es que las proposiciones de Ros-
mini que quedaron af~ctadas fueron extraídas de obras póstumas
y que no fue responsable de la divulgación de aquellos errores.
Su intención había sido la de combatir la filosofía racionalista del
siglo XVIII y, en particular, el sensualismo dominante.
23. Texto citado por H. de Lubac, Sur les chemins de Dieu, París 1956, p. 275.
Según el padre de Lubac, sea cual fuere la intención de los ontologistas, su doctrina nos
parece hoy entrañar el peligro de confundir nuestra idea del ser y la idea del Ser, el ser
abstracto y el Ser puro.
24. Cf. M. Vidal, La moral católica en el siglo XIX y la figura de san Alfonso,
«Moralia» 31-32 (1986) 259-272.
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Del Romanticismo a la restauración
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La teología italiana en función del papado
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Del Romanticismo a la restauración
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La teología italiana en función del papado
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Del Romanticismo a la restauración
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La teología italiana en función del papado
tanteo Desde los pastoralistas más activos hasta los pensadores más
influyentes, como Antonio Rosmini o Antonio Cesari (t 1828), todos
señalaban el camino de la salvación en el ámbito eclesial, donde la
piedad eucarística y mariana ayudaba a la identificación con Crist0 41 •
529
Capítulo noveno
1. Una buena síntesis en J.M. Cuenca Toribio, La Iglesia española en la crisis del
antiguo régimen (1789-1833), en A. Fliche-Y. Martin (dirs.), Historia de la Iglesia,
XXIII, Valencia 1976, p. 547-572, Y en M. Revuelta González, La Iglesia española ante
la crisis del antiguo régimen (1803-1833), en R. García Yilloslada (dir.), Historia de la
Iglesia en España V, Madrid 1979, p. 3-113.
2. Para los avatares del tribunal de la Inquisición en ese momento, d. J. Bada,
L'Església de Barcelona en la crisi de l'antic regim (1808-1833), Barcelona 1986,
p. 381-386.
530
Postración teológica en la península Ibérica
3. Cf. A. Elorza, Hacia una tipología del pensamiento reaccionario en los orígenes
de la España contemporánea, «Cuadernos hispanoamericanos» 68 (1986) 370-385, Y
especialmente J. Herrero, Los orígenes del pensamiento reaccionario español, Madrid
1971; d. también J. Mercader Riba, Orígenes del anticlericalismo español, «Hispania»
33 (1973) 101-123.
4. Sobre la "desamortización», d. la bibliografía de V. Cárcel Ortí en R. García
Villoslada (dir.), Historia de la Iglesia en España V, Madrid 1979, p. 137-138; el mejor
estudio de conjunto es el de F. Simón Segura, La desamortización española en el siglo
XIX, Madrid 1973.
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Del Romanticismo a la restauración
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Postración teológica en la península Ibérica
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535
Del Romanticismo a la restauración
536
Postración teológica en la península Ibérica
22. Según l.A. Maravall, Villanueva es «el primer representante del catolicismo
liberal en España», dado que intentó demostrar, a partir de la escolástica, la armonía
entre el pensamiento católico y el liberalismo democrático: Sobre orígenes y sentido del
catolicismo liberal en España, en Homenaje a Aranguren, Madrid 1972, p. 229-266.
537
Del Romanticismo a la restauración
23. R. Luis Soriano, Las ideas políticas de Francisco Alvarado, «Revista de estudios
políticos» 216 (1977) 181-203.
24. E. Tierno Galván, Tradición y modernismo, Madrid 1962, p. 145-146.
25. J.M. Cuenca, Apertura e integrismo en la Iglesia decimonónica española, Sevilla
1970.
26. Según Gregario Marañón, «Menéndez Pelayo puede considerarse precursor de
la mentalidad postliberal, en cierto modo liberal, que tiene hoy ganadas a muchas
conciencias»: Tiempo viejo y tiempo nuevo, Madrid 1940, p. 96.
27. P. Sainz Rodríguez, Menéndez Pelayo, historiador y crítico literario, en Evolu-
ción de las ideas sobre la decadencia española, Madrid 1962, p. 430-569; sobre su
538
Del Romanticismo a la restauración
540
Postración teológica en la península Ibérica
31. M. Batllori, Balmes sempre més disputat que discutit, Vic 1986.
32. M. Rubio y Borrás, Historia de la Real y Pontificia Universidad de Cervera,
2 vols., Barcelona 1958; A. Folch, La Universidad de Cervera, Barcelona 1970.
33. J. Roura, Ramon Maní d'Eixela i la filosofia catalana del segle XIX, Montserrat
1980.
34. I. Casanovas, Balmes. La seva vida. El seu temps. Les seves obres, 3 vols.,
Barcelona 1939; cf. M. Batllori, Balmes i Casan ovas. Estudis biograjics i doctrinals, Bar-
celona 1959.
35. Cf. M. Batllori, Per la storia della fortuna del Balmes in Italia, en Actas del
Congreso Internacional de Filosofia de Barcelona III, Madrid 1949, p. 335-355; íd.,
Ba/mes i I'Europa del seu temps, en Vuit segles de cultura catalana a Europa, Barcelona
21959, p. 217-246.
36. Cf. J. Zaragüeta y otros autores, Balmes, filósofo social, apologista y político,
Madrid 1945; M. Batllori, Balmes en la historia de la filosofía cristiana, «Razón y fe»
134 (1946) 281-295; Actas del Congreso Internacional de Filosofía de Barcelona, 3 vols.,
Madrid 1949. U na rápida síntesis del pensamiento de Balmes se puede hallar en N.
Bilbeny, Filosofia contemporania a Catalunya, Barcelona 1985, p. 47-62; sobre aspectos
y obras concretos, la bibliografía es abundante: cito, como ejemplo, la penetrante
conferencia de E. Tierno Galván, Qué es «El Criterio», publicada en Vic en 1987.
541
Del Romanticismo a la restauración
542
Postración teológica en la península Ibérica
42. Cf. también V. Cárcel Ortí, Política eclesial de los gobiernos liberales españoles,
1830-1840, Pamplona 1975; íd., Los obispos españoles y la división de los católicos,
Barcelona 1 9 8 3 . '
43. Cf. J. Herrero, o.c. en la nota 3, p. 117-133.
44. Para estudiar la apologética, a partir de 1830, d. R. GarcÍa y GarcÍa de Castro,
Los apologistas españoles, 1830-1930, Madrid 1935.
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Del Romanticismo a la restauración
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Postración teológica en la península Ibérica
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Del Romanticismo a la restauración
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Postración teológica en la península Ibérica
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Del Romanticismo a la restauración
61. Cf. C. Fantappié, Per una rilettura del sinodo di Pistoia del 1786, CrSt 9 (1988)
541-561.
62. Cf., por ejemplo, F. Díaz de Cerio, Regesto de la correspondencia de los obispos
de España en el siglo XIX con los Nuncios, según el fondo de la Nunciatura de Madrid
en el Archivo Vaticano (1791-1903), 3 vols., Ciudad del Vaticano 1984, con 26 096
documentos explícitamente registrados.
63. Cf. R. Gallagher, Il sistema manualistico della teologia morale dalla morte di
sant'Alfonso ad oggi, en L. Álvarez y S. Majorado (dirs.), Morale e redenzione, Roma
1983, p. 266-268; S.Th. Pinckaers, Les sources de la morale chrétienne, París 1985,
p. 301-304.
64. Cf. F. Ferrero, El siglo XIX: condicionamientos y configuración de la moral
cristiana, «Moralia» 31-32 (1986) 223-258; todo el fascículo de la revista está dedicado a
la moral en el siglo XIX desde diversas perspectivas que ofrecen una buena panorámica.
65. «Burgense» 26 (1985) 443-491.
549
Capítulo décimo
l. Introducción
La preeminencia de la teología rusa en el mundo ortodoxo se
remonta al siglo XVI. Después de la caída de Constantinopla, en 1453,
la dominación turca imperante en todos los países balcánicos provoca
que el centro de gravedad de la Ortodoxia se desplace hacia la Rusia
libre.
Pero la autonomía teológica rusa quedó seriamente deteriorada
por la influencia de las escuelas de Kiev y de Moscú, ya desde el si-
glo XVII.
El metropolita de Kiev, Pedro Moghila (t 1647), occidental de
formación, organizó la escuela de teología sobre el modelo polaco.
A la misma llamó a los jesuitas de Lublín. La escolástica tomista,
enseñada en lengua latina, entró en el mundo ruso. Y para oponerse al
avance del protestantismo, los profesores adoptaron la eclesiología
católica de tipo belarminiano. La Confesión ortodoxa del metropolita
Moghila es un tratado típicamente occidental de una teología antipro-
testante.
El siglo XVIII, el de Pedro el Grande, supone la introducción ma-
siva de las ideas «europeas» y, con la filosofía y el liberalismo, el
protestantismo se instaló fácilmente, bajo la égida del monje Teófanes
Prokopovich, eminencia gris de Pedro el Grande. Hubo que esperar
al siglo XIX para que una renovación autóctona superase el peso de
Occidente en la teología ortodoxa. Fue el tiempo de un despertar
espiritual, de una reacción a la política de secularización y de una
preocupación reflexionada por formar clérigos instruidos. "Es el mo-
mento de la reforma de las escuelas de teología (1809) y de la forma-
550
Renovación de la teología ortodoxa
551
Del Romanticismo a la restauración
A fines del siglo XVIII tres hombres, unidos por una fuerte amistad
-Anastasio de Paros, Macario de Corinto y Nicodemo el Hagio-
rita - tuvieron el mérito de revalorizar la tradición hesicasta4 • Al
552
Renovación de la teología ortodoxa
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Del Romanticismo a la restauración
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Renovación de la teología ortodoxa
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Del Romanticismo a la restauración
10. Cf. B. de Schloezer, Gaga!, París 1945; L. Lavrin, Gaga!, Londres 1952;
P. Evdokimov, Gaga! et Dastei"evski, París 1961; E. Behr-Sigel, Le message spiritue!
de Gaga!, «Contacts» 28-29 (1960).
11. Les animes martes, Barcelona 1984 (trad. de Josep M. GÜell).
556
Renovación de la teología ortodoxa
V. El movimiento eslavófilo
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Del Romanticismo a la restauración
560
Renovación de la teología ortodoxa
17. G. Samarine, Préface aux Oeuvres théologiques de A.5. Khomiakov, París 1939
(Unam sanctam 7).
18. Un buen resumen de la eclesiología de la sobornost, con sus consecuencias,
puede encontrarse en M.J. Le Guillou, Misión y unidad, Barcelona 1963, p. 432-438.
561
Del Romanticismo a la restauración
562
Renovación de la teología ortodoxa
Hay que decir que Roma había dirigido una invitación a los obis-
pos ortodoxos, como también había lanzado una llamada a los protes-
tantes: en ambos casos, por causas diversas, la invitación en general
fue mal recibida. Prejuicios y desconfianza hacia Roma y sobre todo
hacia una nueva política imperialista papal que hacía sospechosas las
palabras paternales y el desinterés de las intenciones. También de-
bemos tener en cuenta la dependencia a que estaban sujetos los obis-
pos respecto a algunos gobiernos hostiles a la Iglesia católica. La
actitud de Roma también fue desafortunada: la carta de invitación se
publicó en el diario romano antes de ser enviada a los interesados; no
había precedido ningún tipo de consulta. La temática eclesiológica
que se tenía que tratar no estaba lo bastante madura como para poder
dialogar serenamente. y el resultado, en palabras de Sergio Bulgakov,
pronunciadas más tarde, sería que el Vaticano I fue el «suicidio colec-
tivo del episcopado católico»20.
Los esfuerzos cada vez más conscientes del sucesor de Pío IX, el
papa León XIII, tenderían eficazmente a superar malentendidos y a
crear una mentalidad ecuménica destinada a producir frutos esperan-
zadores de unidad 21 .
563
Parte cuarta
EL CONCILIO VATICANO 1
I. El Vaticano 1 a debate
567
Del Vaticano 1 al Vaticano Il
568
El concilio Vaticano 1
569
Del Vaticano 1 al Vaticano II
22. Véase la importante recensión de O.H. Pesch, Bilanz der Diskussion um die
vatikanische Primats- und Unfehlbarkeitsdefinition, en Papsttum als Okumenische
Frage, Munich-Maguncia 1979, p. 159-211.
23. Expresión de G. Defois en Le pouvoir dans l'Église, París 1973, p. 21.
24. L. Voyé, Sociologie et religion, «Revue théologique de Louvain» 10 (1979) 318.
25. Towards christian reunion. Vatican 1: obstacles and opportunities, Anand (In-
dia) 1984.
570
El concilio Vaticano 1
571
Del Vaticano 1 al Vaticano II
29. Además de las obras de R. Aubert citadas en las notas 10 Y 11, véase, del mismo,
L'Église en Italie avant et apres Vatican 1, en Chiesa e religiosita in Italia dopo I'Unita
(1861-1878), vol. 1, Milán 1973, p. 3-31.
30. Cf. Y. Congar, L'ecclésiologie de la Révolution fran,aise au concile Vatican sous
le signe de'l'affirmation de l'autorité, en L'ecclésiologie au XIX' siecle, París 1960,
p. 77-114.
31. Le développement historique de l'autorité dans I'Église. Éléments pour la réfle-
xion chrétienne, en Problemes de l'autorité, París 1962, p. 145-181.
572
El concilio Vaticano 1
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Del Vaticano 1 al Vaticano II
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El concilio Vaticano 1
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Del Vaticano 1 al Vaticano II
576
El concilio Vaticano r
tomado una forma que sugiere una infalibilidad absoluta y que puede
ser arbitraria. A pesar de que en el espacio de un siglo el papa sólo la
ha ejercido una vez (1950), el hecho de saber que puede ejercerla ha
creado una especie de «mito de la infalibilidad», mito que ha hecho
olvidar el mismo texto de la constitución con los límites y las condi-
ciones que estipula. En el Vaticano 1 se ha visto la consagración de una
monarquía papal, a partir del «suicidio colectivo del episcopado»
(Bulgakov), según la cual el papa y la Santa Sede tenían la posibilidad
jurídica, si no de suprimir el poder de los obispos, al menos de pres-
cindir de ellos continuamente. Un tal desequilibrio reclamaba un co-
rrectivo doctrinal y práctico: teológicamente lo ha ofrecido el Vatica-
no II con la doctrina de la colegialidad episcopal43 ; su institucionaliza-
ción es mucho más difícil 44 •
Aunque el Vaticano 1, en sus textos mayores, no utilizó la noción
de societas perfecta para designar a la Iglesia, sí la asumió como tema
central en los dos principales esquemas sobre la Iglesia preparados
anteriormente, pero no discutidos en públic0 45 • Así recogía un tema
iniciado en el siglo XVIII y destinado a perpetuarse y a convertirse en
símbolo de una concepción de Iglesia 46 • Si se llama sociedad «perfec-
ta» no es a causa de su excelencia o santidad, sino sobre todo por su
autonomía y porque se basta a sí misma. Por tanto, una sociedad
577
Del Vaticano 1 al Vaticano II
578
El concilio Vaticano 1
51. El trabajo deJ.A. Vacant, Études théologiques sur les constitutions du concile de
Vatican d' apres les actes du concile 1, París 1895, que ha sido e! comentario clásico de!
Vaticano 1 hasta el estudio de Pottmeyer (1968), pasa por alto esa diferencia de enfoque
filosófico-teológico entre el proemio y e! cuerpo de la constitución.
52. No se puede hablar de incrédula -como hizo e! Vaticano 1- toda la filosofía
moderna. Descartes, Spinoza, incluso e! fundador de! deísmo, Herbert de Cherbury
(1581-1648), Leibniz, etc., fueron creyentes. Los corifeos de la crítica radical de la
religión (Feuerbach y Marx) apenas encontraron eco en e! concilio. De ahí que la frase
de Mate, «la alternativa de la edad moderna no era ateo o cristiano, sino deísta o
católico» (p. 96), sea de una importancia excepcional para entender la constitución Dei
Filius. El auténtico enemigo de la apologética católica de los siglos XVIII y XIX es e!
deísmo. El Vaticano 1 continuó esta tradición pasando por alto el antiteísmo de verdad
de Feuerbach y Marx. «Se adjudicaba al deísmo de la filosofía moderna la etiqueta de
"ateo", no porque negase la existencia de Dios, sino porque un tal deísmo había sido la
fuerza propulsora del proceso de secularización que había conducido a la negación de
la época de la identidad clásica de la Iglesia» (p. 170). Mate no pudo tener en cuenta e!
óptimo estudio de H. Bouillard, De l'apologétique ti la théologie fondamentale, «Les
quatre fleuves» 1 (1973) 57-70, en el que se nos presenta el desenfoque que sufrió la
apologética clásica, que consideró el deísmo como su enemigo cualificado, cuando éste
ya no era sino un eco sin vida del pasado.
579
Del Vaticano 1 al Vaticano II
53. «Se habla de restauración política -por ejemplo, la que llevan a cabo Metter-
nich y la Santa Alianza -, restauración filosófica - de los legitimistas franceses (De
Bonald, De Maistre, Lamennais)-, restauración religiosa -que se va gestando en
pequeños grupos eclesiales, esperando su hora-, restauración papal -movimiento
institucional, que buscaba la definición de la autoridad papal dentro de la Iglesia y de la
autoridad de la Iglesia dentro de la sociedad-» (Mate, o.c., p. 105).
54. Cf. R. Aubert, Le concile du Vatican et la connaissance naturelle de Dieu,
«Lumiere et vie» 14 (1954) 21-52; C. Fabro, La conoscenza di Dio nel C. Vaticano 1,
«Divinitas» 2 (1961) 375-410. En cuanto a la globalidad del conocimiento «teológico»,
según el Vaticano 1 -con la significación de la intelligentia fidei, ex nexu mysteriorum
inter se, ex eorum, quae naturaliter cognoscit, analogia, ex mysteriorum nexu ... cum fine
hominis ultimo, y los praeambula fidei-, d. E. Schillebeeckx, Revelació i teologia,
Barcelona 1970, p. 84-111.
580
El concilio Vaticano 1
581
Del Vaticano 1 al Vaticano II
582
El concilio Vaticano 1
583
Del Vaticano 1 al Vaticano II
aH. Küng, Madrid 1978; H. Küng, Respuestas a propósito del debate sobre «¿Infalible?
Una pregunta», Bilbao 1971; íd., Fehlbar? Eine Bilanz, Zurich 1973; d. Conc 83
(1973).
64. El centralismo papal quedó bien institucionalizado, como muestra R. Metz,
Influencia del Vaticano I en la doctrina del Código de 1917, Conc 187 (1983) 133-139.
Desde un punto de vista ecuménico, no puede sorprender un texto como el de
A. Tamborra, Il Concilio Vaticano I e gli orientali «ortodossi». Illusioni e disingani,
«Rassegna sto rica del risorgimento» 57 (1970) 507-519.
584
Capítulo segundo
585
Del Vaticano 1 al Vaticano II
586
León XIII Y el neo tomismo
587
Del Vaticano 1 al Vaticano II
588
León XIII Y el neotomismo
589
Del Vaticano 1 al Vaticano II
8. CE. J.e. Murray, Leo XIII on Church and State ... ; Leo XIII; Separation of
Church and State; Leo XIII: two concepts of government, «Theological Studies» 14
(1953) 1-30, 145-214, 551-567 Y 15 (1954) 1-33.
9. Y. Congar, L'Eglise de saint Augustin ti l'époque moderne, París 1970,
p. 450-452.
10. R. Aubert, La Santa Sede y la unión de las Iglesias, Barcelona 1959, p. 30-70.
G. Baum, L'unité chrétienne d'apres la doctrine des papes de Léon XIII a Pius XII,
París 1961; R.F. Esposito, Leone XIII e l'Oriente cristiano, Roma 1961.
590
León XIII Y el neotomismo
11. P. Dezza, Al/e origini del neotomismo, Milán 1940, p. 20, 40, 49.
12. A. Walrz, Dottrina e scuola. Il tomismo dal 1800 al 1879, Ang 20 (1943)
300-326; Saggi sul/a rinascita del tomismo del secolo XIX, Ciudad del Vaticano 1973;
J.-P. Gélinas, La restauration du thomisme sous Léon XIII et les philosophies nouvel/es,
Washington 1959. De gran interés es la aportación de L. Malusa, Neotomismo e intran-
sigentismo cattolico. Il contributo di Giovanni Maria Cornoldi per la rinascita del tomis-
mo, Milán 1986.
13. G. Filograssi, Teologia e filosofia nel Col/egio Romano dal1842 ad oggi, Gr 35
(1954) 512-540.
14. H. Le Floch, Le cardinal Bil/ot, lumiere de la théologie, París 1947; sobre e!
pape! de Billot en el orden temporal, d. P. Droulers, Le cardinal Bil/ot, le pere Desbu-
quois et le syndicalisme ouvrier. Correspondance 1913-1914, BLE 85 (1984) 196-209.
15. I.P. Grossi, Un'accademia tomista alla Minerva. Note d'archivio, «Memorie
dominicane» 75 (1985) 226-248. La orientación teológica, en la orden dominica, pronto
591
Del Vaticano 1 al Vaticano II
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1. El orden
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2. El desorden
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Del Vaticano 1 al Vaticano II
82-90; en cuanto a los matices que se dan en el ámbito catalán, véase, del mismo autor,
Neotomisme, nacionalisme i catolicisme social, QVC 109 (1981) 64-88, Y Del «Catolicis-
mo Social Catalán» al pluralismo de los católicos en Cataluña (1899-1951), "Perspectiva
social» 21 (1985) 111-132.
27. O.c. en la nota anterior, p. 11.
28. F. Fonzi, Dalt'intransigentismo alta Democrazia Cristiana, en Aspetti delta
cultura cattolica nelt'eta di Leone XIII, Roma 1961, p. 324ss; en este mismo sentido, d.
E. Borne, La Democracia Cristiana com a doctrina i com a ideologia, QVC 79 (1975)
51-61, Y las conclusiones de J.-M. Mayeur, Partidos católicos, partidos democratacris-
tianos e Iglesia católica, Conc 177 (1982) 39-48.
598
León XIII Y el neotomismo
599
León XIII Y el neo tomismo
601
Del Vaticano 1 al Vaticano II
37. Para la bibliografía de C. González, y sobre él, cf. F. Díaz de Cerio, Bibliogra-
fía del cardenal Ceferino González, O.P., «Pensamiento» 20 (1964) 65-69, precedida
del estudio, del mismo autor, El Cardenal Ceferino González, O.P. (1831-1894). Bi-
bliografía y figura intelectual, en ibíd., p. 27-63. Sobre el período en que enseñó en la
Universidad de Santo Tomás de Manila, cf. A. González Pola, El cardenal Fray Zeferi-
no González y Díaz Tuñón, O.P. (1831-1894), «Communio» 9 (1976) 47-129.
38. Cf. F. Velasco, El krausismo en el panorama filosófico-ético del siglo XIX en
España, «Moralia» 8 (1986) 417-448; D. de Pablo Maroto, o.c. en la nota 35,
p. 577-581; A. Botti, La Spagna e la crisi modernista, Brescia 1987, p. 31-60. En cuanto
al juicio que Unamuno hacía de Ceferino González, cf. N. González Caminero,
Unamuno. Trayectoria de su ideología y de su crisis religiosa, Comillas 1948, p. 65.
39. A. Alonso Lobo, Introduccion a la obra de Arintero. La verdadera mística
tradicional, Salamanca 1980. Cf. V.T. Gómez, Bibliografía arinteriana, «Teología espi-
ritual» 22 (1978) 425-441 (se trata de un volumen extraordinario dedicado a Arintero).
40. Evolución orgánica, ed. de Madrid 1974; cf. Á. Huerga, La «revolución», clave
y riesgo de la aventura intelectual arinteriana, «Studium» 7 (1967) 127-133; A. Alonso
Lobo, El padre Arintero, precursor clarividente del Vaticano 1/, Salamanca 1970;
A. Bandera, La obra eclesiológica del padre Arintero. Cronología con mística al fondo,
CTom 113 (1986) 497-526.
602
León XIII Y el neotomismo
41. Se editó por primera vez en Valencia, en 1923. Al año siguiente se tradujo al
francés, en Friburgo de Suiza. La BAC ha publicado dos ediciones, en 1952 y 1963, con
una introducción del padre Emilio Sauras. Cf. C. Pozo, La teoría del progreso dogmá-
tico en los teólogos de la escuela de Salamanca, Madrid 1959; XIII Semana Española de
Teología, Madrid 1954.
42. Una visión completa, interpretación simpatizante de la obra, la ofrece A. Torres
Queiruga, Constitución y evolución del dogma. La teoría de Amor Ruibal y su apor-
tación, Madrid 1977; véase también ].M. Delgado Varela, Correlativismo teológico:
metodología histórico-crítica, «Compostellanum» 14 (1969) 265-295.
43. Un cambio de postura, en este fervoroso jesuita, le llevó a escribir una polémica
Historia interna documentada de la Compañía de Jesús, basada en parte en un panfleto
anónimo, de título elocuente, Los jesuitas de puertas adentro o un barrido afuera de la
Compañía de Jesús; d. M. Batllori, Miquel Mir en la transició del segle XX, en A través
de la historia i la cultura, Montserrat 1979, p. 307-316.
603
Del Vaticano 1 al Vaticano II
44. J. Valls Julia, Don Jaime Almera y Comas, padre de la geología catalana, Barce-
lona 1982; F. Nicolau y J. Valls Julia, El Dr. Almera i la seva escola de geologia,
Barcelona 1987.
45. Cf. J. Bonet i Balta, PrOleg en J. Torras i Bages, Obres completes, Barcelona
1948, p. XI-XXXVI. Nueva edición de las Obres completes en 4 vols., Montserrat
1984-1989.
46. M. Batllori, Josep Torras i Bages. La historia idealitzada, en Caleria de perso-
natges. De Benedetto Croce a Jaume Vicens Vives, Barcelona 1975, p. 67. Cf. también
C. Maní, Torras i Bages: el regionalisme, un antitipus etico-historic del sistema de la
Restauració, RCT 12 (1987) 141-163.
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<:apítulo tercero
l. La teología de la mediación
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2. La escuela de Erlangen 6
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3. El nuevo biblismo
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La teología protestante en la segunda mitad del siglo XIX
13. Cf. la obra clásica, crítica hacia la teología liberal, de R. Bultmann, Die liberale
Theologie und dir jüngste theologische Bewegung, Berlín 1924; un resumen de la pro-
blemática planteada, puede hallarse en K. Hecker, Liberalismo y teología liberal, en
Sacramentum mundi IV, Herder, Barcelona 31984, c·ol. 273-284.
14. K. Barth, o.c. en la nota 1, p. 438-444.
15. Cf. R. Schafer, Ritschl. Grundlinien eines fast verschollenen dogmatischen Sy-
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Del Vaticano 1 al Vaticano II
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La teología protestante en la segunda mitad del siglo XIX
17. Cf. R. Rouquette, La teología protestante en Francía, Barcelona 1976; los dos
autores citados podrán comprenderse mejor en la prehistdria bien expuesta por
A. Encrevé, Protestants franr;ais au milieu du XIXe siecle, Ginebra 1986. En cuanto a
Sabatier, d. B. Reymond, Auguste Sabatieret le procés théologique de l'autorité, Lausa-
na 1976; para la valoración de la obra, d. É. Poulat, Modernistica, París 1982,
p. 105-109.
18. L. Giussani, La teología protestante en América, Barcelona 1965.
19. W. Greive, Der Grund des Glaubens. Die Christologie Wilhelm Herrmanns,
Gotinga 1976; E. Quapp, Selbstoffenbarung Gottes bei W. Herrmann, Gotinga 1980.
20. Ante la naturaleza y el mundo, que se alejan del hombre en dirección a una
objetividad de validez general, Herrmann se orienta hacia «la vivencia fundamental de
nuestra existencia humana». La historia es el ámbito en el que cada individuo inconfun-
diblemente es él mismo en cuanto se relaciona confiadamente con su prójimo. Esta
relación de confianza no tiene nada que ver con la necesidad de lo natural: está más allá,
dado que es el ámbito de la libertad. Cf. Th. Mahlmann, W. Herrmann, en TRE 15,
1986, p. 165-172.
613
Del Vaticano I al Vaticano JI
21. Cf. G. Bonaccorsi, Harnack e Loisy, Florencia 1904; d. también las clásicas
críticas de J. de Ghellinck, La carriere scientifique de Harnack, RHE 26 (1930)
962-991; íd., En marge de l'oeuvre de Harnack, Gr 11 (1930) 497-525; íd., Un organi-
sateur des recherches patristiques, en Patristique et Moyen dge IlI, Bruselas 1948,
p. 1-102. La vida y los intereses histórico-teológicos del investigador fueron bien expues-
tos por su hija Agnes van Zahn-Harnack, Adolf von Harnack, Berlín 1951. Cf. F.W.
Kantzenbach, A. von Harnack, en TRE 14, 1985, p. 450-458.
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La teología protestante en la segunda mitad del siglo XIX
22. Trad. cast., La esencia del cristianismo, 2 vols., Barcelona 1904 (versión de
J. Miró Folguera). Cf. G. Voigt, Gesprdch mit Harnack. Zur kritischen Auseinanderset-
zung mit dem «Wesen des Christentums», Berlín 1954; K.H. Neufeld, Adol! Harnacks
Konflikt mit Kirche. Weg-Stationen zum «Wesen des Christentums», Innsbruck-Viena
1979.
23. Después de este manual de historia de los dogmas de Harnack, hay que citar al
menos las publicaciones de Fr. Lofs (1889) y de Reinhold Seeberg (4 vols., 1895ss) y,
además, la gran obra de F. Kattenbusch sobre el símbolo apostólico (2 vols.,
615
Del Vaticano 1 al Vaticano 1I
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La teología protestante en la segunda mitad del siglo XIX
2. La escuela escatológica
24. Trad. italiana, Storia della ricerca sulla vita di Gesu, Brescia 1986, con una
excelente introducción de 1.M. Robinson y una presentación a la ed. italiana de
E. Grasser. Para la ulterior investigación, a partir de la obra de Schweitzer, cf. J.M.
Robinson, Kerygma und historischer jesus, Zurich-Stuttgart 1960 (trad. francesa en
Ginebra 1960), donde sitúa las posiciones de la Leben-jesu-Forschung protestante en
tiempos recientes, con Bornkamm, Kasemann y otros. ef. A. Torres Queiruga, La
revelación de Dios en la realización del hombre, Madrid 1987, p. 83-86. Para la orien-
tación concreta de Wrede, véase P.-R. Tragan, o.c. en la nota 11, p. 765.
25. La problemática esbozada queda bien expuesta por U. Asendoorf, Der escha-
617
Del Vaticano 1 al Vaticano II
tologische Durchbruch, en TRE 10, 1982, p. 327-334; S. Hjelde, Das Eschaton und die
Eschata, Munich 1987.
26. eL H. Groos, A. Schweitzer. Grosse und Grenzen, Eine kritische Würdigung
des Forschers und Denkers von A.S., Munich-Basilea 1974; E. Grasser, Albert Schweit-
zer als Theologe, Tubinga 1979.
27. N. Stricker, Weltpilger, Friburgo de Brisgovia 1961; L'Évangile de la miséricor-
de. Hommage au Dr. Schweitzer, París 1965.
618
La teología protestante en la segunda mitad del siglo XIX
28. R. Wonneberger, H. Gunkel, en TRE 14, 1985, p. 297-300. Sobre las caracte-
rísticas y las consecuencias del método de la historia de las religiones, según Gunkel,
véase P.-R. Tragan, o.c. en la nota 11, p. 55s y 73-78.
29. E. Lessing, Die Geschichtsphilosophie Ernst Troeltschs, Londres 1966; G. Bek-
ker, Neuzeitliche Subjektivitdt und Religiositdt. Die religionsphilosophische Bedeutung
von Heraufkunft und Wesen Neuzeit im Denken von Ernst Troeltsch, Ratisbona 1982.
619
Del Vaticano 1 al Vaticano II
del a priori teórico, del moral y del estético, está el a priori religioso.
Esta afirmación comporta considerar la religión nacida de la estructu-
ra del espíritu humano. Si se actualiza en el tiempo y en el espacio,
posee su propio modo de certeza como los demás a priori.
Troeltsch era un filósofo con visión histórica, y pretendía llegar a
un «sistema»; sin embargo, sabía que en la época que le tocó vivir no
podía ir más allá de una «concepción previa». Quiso dar a su pensa-
miento, lleno de problemas históricos, una base metafísica, pero le fue
imposible fundamentarla; también le fue difícil vincularla a la fe cris-
tiana: ello explica que tuviera que limitarse a ser un teólogo «excéntri-
co». Así no es de extrañar que la renovación teológica que siguió a la
primera guerra mundial hubiera rechazado y olvidado su teología 30 ,
a pesar de que hoy se recurre a la misma con renovado interés 31 •
Consideró la dogmática como algo práctico. Donde mejor aparece
su concepción es en su Glaubenslehre, editada a título póstumo por su
esposa (1925), a fin de que «el filósofo de la cultura de Berlín, Troeltsch,
no hiciera olvidar completamente al teólogo de Heidelberg». El
problema central de esta obra es la importancia religiosa de Jesús. La
persona dé Jesús le había planteado las máximas dificultades al tratar
del «absolutismo del cristianismo», es decir, de la prueba de que el
cristianismo, en una perspectiva religiosa, es la religión perfecta que,
por la aparición de Jesucristo, adquiere en la historia configuración
definitiva y no superable en el futur0 32 . En Die Absolutheit des Chri-
stentums und die Religionsgeschichte (1902)33 no cree que la «esencia
del cristianismo», presentada por Harnack, se dé en la historia, siem-
pre abierta al futuro; sólo un método aristotélico, que hace abstrac-
ción de lo concreto, nos permitiría determinar tal esencia. Por otro
30. Cf. W. Groll, Ernst Troeltsch und Karl Barth. Kontinuitat im Widerspruch,
Munich 1976.
31. Basta citar J.P. Clayton (dir.), Ernst Troeltsch and the future of theology, Cam-
bridge 1976; K.-E. Apfelbacher, Friimmigkeit und Wissenschaft. Ernst Troeltsch
und sein theologisches Programm, Munich-Viena 1978.
32. R. Mengus, Ernst Troeltsch et l'institution de l'absolu, RSR 70 (1982) 481-498,
resigue las etapas de la investigación atormentada, a través de la historia de las re-
ligiones, de la metafísica y, finalmente, de la ética, camino hacia lo universal, que
conduce a Troeltsch a considerar en el fenómeno cristiano el «compromiso» histórico
donde se institucionaliza el absoluto.
33. Trad. cast., El carácter absoluto del cristianismo, Salamanca 1979 (introd. de
Aurelio Orensanz). El desacuerdo de su tesis con la de Harnack se hace patente en
W. Pauck, Harnack und Troeltsch, Stuttgart 1968.
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La teología protestante en la segunda mitad del siglo XIX
34. Cf. B. Reymond, Troeltsch, Schweitzer, Tillich ou les voies d'un christianisme
désabsolutisé, «Laval théologique et philosophique» 43 (1987) 3-18, donde aparece
cómo dichos tres autores han abordado ante auditorios no especializados el problema
del encuentro entre cristianismo y religiones no cristianas. Los tres lo han hecho adop-
tando el punto de vista de que el cristianismo no es una religión como las demás. Han
intentado pensar en la desabsolutización del cristianismo, pero sin diluir con ello su
verdad y especifidad.
35. E. Stolz, Die Interpretation der modernen Welt bei Ernst Troeltsch. Zur
Neuzeits- und Siikularisierungsproblematik, Hamburgo 1979.
36. H. Bosse, Marx, Weber, Troeltsch. Religionssoziologie und marxistische Ideo-
logiekritik, Munich 1970.
37. Max Weber intentó mostrar, por ejemplo, que el calvinismo tenía una gran
influencia sobre la manera como los dirigentes capitalistas habían amasado su fortuna y
habían organizado sus fábricas, animados por un ascetismo personal y orientados hacia
las tareas de este mundo, todo ellos según el modelo predicado por la moral calvinista.
Cf. Max Weber, L'i!tica protestant i l'esperit del capitalisme, Barcelona 1984 (trad., ed. y
pról. de Joan Estruch).
621
Del Vaticano 1 al Vaticano II
622
Capítulo cuarto
EFERVESCENCIA INTRACATÓLICA
1. Sobre la situación de las ciencias eclesiásticas durante el tercer cuarto del si-
glo XIX, véase R. Aubert, Le pontificat de Pie IX, París 1962, p. 184-223 Y 526-531.
2. Pensemos en la revista «Theologische Quartalschrift», de Tubinga, fundada en
1818; «Theologisches Literaturblatt», fundada en Bonn en 1876 bajo la égida de D6l1in-
ger, desapareció en 1887. Por otra parte, después de 1865 aparecía «Freiburger Di6ze-
sanarchiv», que se quedó como la única revista de este género en Alemania. En 1880
F .X. Kraus fundaba el Reallexikon der christlichen Altertümer.
3. Cf. A.G. Hamman,jacques-Paul Migne. Le re tour aux Peres de I'Église, París
1975; Migne et le renouveau des études patristiques. Actas del Coloquio de Saint-Flour,
París 1985, especialmente los trabajos de Jean Leflon y Gérard Cholvy (p. 53-89).
4. L. Soltner, Migne, dom Guéranger et dom Pitra. La collaboration solesmienne
aux entreprises de Migne, en Migne et le renouveau ... , o.c. en la nota anterior,
p. 193-209. La significación de la obra de dom Guéranger ha sido críticamente presentada
623
Del Vaticano 1 al Vaticano II
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Efervescencia intracatólica
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Del Vaticano 1 al Vaticano II
12. P. Beillevert, L. Laberthonniere, en DS IX, París 1975, col. 9-16; M.-T. Perrin,
Laberthonniere et ses amis, París 1975; Íd., La jeunesse de Laberthonniere. Printemps
d'une mission prophétique, París 1980; La pensée du P. Lucien Laberthonniere, París
1983 (coloquio filosófico): para la valoración de estas obras, cf. R. Virgoulay, Présence
de Laberthonniere, RevSR 60 (1986) 55-62.
13. Esta opción explica, por ejemplo, su oposición al aristotelismo de Bergson y de
Brunschvicg, que le sirve para definir su personalismo de esencia evangélica: cf.
S. Breton, Pensée et passion chez Laberthonniere, en el coloquio cit. en la nota anterior,
p. 179-200.
14. ef. S. Breton, Laberthonniere et la métaphysique de la charité, «Recherches et
débats» 39 (1962) 171-179; P. Scolas, Le Dieu de charité selon Laberthonniere, en el
coloquio cit. en la nota 12, p. 107-125.
15. Ni la intervención del cardenal Mercier en su favor pudo aligerar el rigor ro-
mano: R. Aubert, Le cardinal Mercier et le pere Laberthonniere, en el coloquio cit. en
la nota 12, p. 201-223.
626
Efervescencia intracatólica
16. Sobre el padre Ambroise Gardeil, O.P. (1859-1931), que, pese a los límites de la
época, aparece como un precursor en metodología teológica, cf. H. Gardeil, L'oeuvre
théologique du P.A. Gardiel, París 1956, y M.-D. Chenu, Fe y teología según el padre
A. Gardeil y El dato revelado y la teología, en La fe en la inteligencia, Barcelona 1966,
p. 255-268.
17. Sobre el padre Léonce de Grandmaison, S.l. (1868-1927), que contribuyó mu-
cho con sus artículos moderados y justos (a juicio del mismo Loisy) a guiar la opinión
desorientada y polémica, cf. J. Lebreton, Le P.L. de Grandmaison, París 1932.
18. Para comprender la orientación adoptada, que mereció las sospechas de Roma,
d. A. Baudrillart, Vie de Mgr. D'Hulst, 2 vols., París 1900, e Institut catholique de
Pans. Le livre du Centenaire, 1875-1975, París 1975.
19. Fue decisiva, para la orientación del Instituto, la presencia del padre Ferdinand
627
Del Vaticano 1 al Vaticano Il
1. El ámbito bíblico
Cavallera, 5.1., infatigable erudito, que se adhirió a un método crítico con apertura de
espíritu. Cf. Mélanges offerts au R.P.F. Cavallera, Toulouse 1948.
20. Una visión de conjunto, con detalles significativos, puede hallarse en E. Ho-
cedez, o.c. en la nota 7, p. 124-142.
21. Sobre el padre Marie-Joseph Lagrange, O.P. (1855-1938), cf. F.-M. Braun,
L'oeuvre du P. Lagrange, Friburgo de Suiza 1943, y Le P. Lagrange au service de la
Rible. Souvenirs personnels, con prefacio de P. Benoit, París 1967, donde leemos: «El
único que ha combatido por nosotros abiertamente ha sido el padre dom Bonaventura
Ubach, catalán» (p. 201, nota 60). Se puede encontrar más información sobre el padre
Lagrange en el cap. IX, 1, 3 de esta parte cuarta.
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Del Vaticano 1 al Vaticano II
23. Según Congar, Gréa «es una especie de hápax en la teología de la época» (L't-
glise de saint Augustin a l'époque moderne, París 1970, p. 458). Véase M. Seremha,
Dom Gréa moderniste?, ScC 105 (1977) 599-610.
24. Sobre Louis Duchesne (1843-1922), véase la nota de P. d'Espezel en DHGE,
XIV, París 1960, col. 966-984, y Mgr. Duchesne et son temps, Roma 1975, coloquio
organizado por la École fran<;aise de Roma.
25. H.I. Marrou, Mgr. Duchesne et l'histoire ancienne du christianisme, en Mgr.
Duchesne et son temps, o.c. en la nota anterior, p. 11.
26. Sobre Pierre Batiffol (1861-1940), véase J. Riviere, Mgr. Batiffol, París 1929:
en 1898 fue llamado al rectorado del Instituto católico de Toulouse.
27. Sobre Alfred Loisy (1857-1940), véase sobre todo A. Houtin y F. Sartiaux,
A. Loisy. Sa vie, son oeuvre, ed. por É. Poulat, París 1960; É. Poulat, Critique etmystique.
Autour de Loisy ou la conscience catholique et l'esprit moderne, París 1984.
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Efervescencia intracatólica
33. Cf. J. Morales, Veinte años decisivos en la vida de j.H. Newman, 1826-1845,
5crT 10 (1978) 123-221; L. Chitarin, Fede e teologia nella conversione di j.H. N ewman,
«5tudia Patavina. Rivista di scienze religiose» 31 (1984) 565-600; M.A. Acebal Montes,
La conversión del cardenal Newman, «Augustinus» 32 (1987) 433-453.
34. M. Nédoncelle, L'Apologia de Newman dans l'histoire de l'autobiographie et de
la théologie, en Interpretation der Welt. Festschrift für R. Guardini, Würzburgo 1965,
p. 571-585.
35. C. Fabro, Le probleme de l'Église chez Newman et Kierkegaard, RT 77 (1977)
30-90, presenta la actitud diferente de esas dos figuras ante la Iglesia, como fue diyer-
gente el movimiento de su vida: en Newman, de la Iglesia anglicana a la católica; en
Kierkegaard, de la Iglesia luterana a su contestación. Más allá de toda diferencia, sin
embargo, hay una aproximación positiva en el punto capital de la realidad de la Iglesia y
en la intención religiosa que los guió en su comportamiento crítico ante la cristiandad
oficial, en referencia a lo que Kierkegaard denominaba «el cristianismo del Nuevo
Testamento».
633
Del Vaticano 1 al Vaticano II
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Efervescencia intracatólica
39. Cf. J. Guitton, La missió projetica deIs laics, Barcelona 1965, que arranca del
artículo de Newman publicado en «Rambler» referido al papel de la fe popular en el
momento deÍ arrianismo; M. Skarkey, Newman on the laity, Gr 68 (1987) 339-346.
40. P. Fontan, Conviction et connaissance selon Newman, RT 85 (1985) 620-634.
41. Cf.las observaciones que, a raíz de un tema conexo, hace P. Gauthier, Newman
et Blonde!. Tradition et développement du dogme, París 1988; aquí muestra cómo los
pensamientos de ambos son complementarios y divergentes. Newman sólo ejerció una
influencia indirecta y tardía en Blonde!. El punto de partida era diferente: para
Newman, la oposición entre dos concepciones de la tradición, la protestante y la católi-
ca; para Blondel, la oposición entre ciencia histórica y la concepción fixista de la Biblia
y de la historia.
635
Del Vaticano 1 al Vaticano II
42. Cf. Ch. Hollis, Newman y los modernistas, en Newman y el mundo moderno,
Barcelona 1972, p. 237-256.
43. Muy próxima a Loisy es la teoría de Le Roy en su artículo Qu'est-ce qu'un
dogme? (1905), que desencadenó duras reacciones. Blonde1, por temor a una condena
romana, no se atrevió a contestar directamente; 10 hizo por medio de un amigo que, sin
embargo, endureció su pensamiento: d. M. Foket, L'article «Qu'est-ce qu'un dogme?»
d' E. Le Roy. La réplique de j. Wehrlé et le rOle de M. Blondel, EThL 60 (1980) 60-97.
44. S. Troiani, L'esperienza religiosa nell pensiero di George Tyrrell, Roma 1972.
636
Efervescencia intracatólica
45. P. Gauthier, o.c. en la nota 41; véase la obra clásica de H. Duméry, La philoso-
phie de I'Action, París 1948; H. Bouillard, Blondel y el cristianismo, Barcelona 1966;
R. Saint-Jean, Génese de l'Action: Blondel 1882-1893, París 1965, que muestran lo
difícil que es todavía captar las verdaderas implicaciones del pensamiento blondeliano;
una síntesis penetrante se puede encontrar en M. Seckler, Maurice Blondel, en Tenden-
cias de la teología en el siglo XX, Madrid 1970, p. 81-87.
637
Del Vaticano 1 al Vaticano II
46. Cf. J. Hasenfuss, H. Schells Synthese von scholastischen und modernen Denker
und Glauben im Sinne eines christlichen Personalismus, en Einsicht und Glaube. Fest-
schrift G. Sohngen, Friburgo de Brisgovia 1962, p. 377-398.
47. S. Rehrauer, Americanismo: el fenómeno y sus raíces histórico-filosófico-éticas,
«Moralia» 8 (1986) 493-508.
48. El pragmatismo nació con las obras de Charles Sanders Peirce, pero se convirtió
638
Efervescencia intracatólica
639
Del Vaticano 1 al Vaticano II
51. Véase para todo este rico movimiento espiritual A. Masoliver, Els religiosos a la
Catalunya del segle XIX, QVC 105/106 (1981) 30-52.
52. Textos teresianos: Quadern,s autobiografics, Barcelona 1964 (intr. de ].M. Ba-
lIarín); Consells i records, Montserrat 1976; Darreres paraules de santa Teresa de jesús
Infant, Barcelona 1954; Poemes de santa Teresa de l'Infant jesús, Barcelona 1945;
Obras completas de santa Teresita del Niño jesús, Burgos 41975.
53. J. Leclercq, Sainteté et culture (A propos de l'imaginaire de sainte Thérese de
Lisieux), «5tudia missionalia» 35 (1986) 99-109, presenta la concepción del mundo y del
cielo que tenía la santa y cómo definía el camino para pasar del uno al otro. Esta visión
de Teresa tiene como fuente casi exclusiva la liturgia católica, las lecturas bíblicas
escuchadas en la iglesia a lo largo de su vida. Teresa «se hizo santa en la escuela de la
tradición viva de la Iglesia católica».
54. A. Déclais, Thérese de Lisieux et la Parole de Dieu. Le Mystere révélé aux
tous-petits, «Carmel» 34 (1984) 133-141. La figura de Teresa y la infancia espiritual
queda bien interpretada, con explicables matices, en H. Urs von. Balrhasar, Teresa de
Lisieux. Historia de una misión, Herder, Barcelona 31989; R. Laurentin, Thérese
de Lisieux. Mythes et réalité, París 1972; C. de Meester, Les mains vides. Le message de
Thérese de Lisieux, París 1972; J.-F. 5ix, Teresa de Lisieux en el Carmelo, Herder,
Barcelona 1980; íd., La verdadera infancia de Teresa de Lisieux, Herder, Barcelona
640
Efervescencia intracatólica
21982; Ph. Vercouste, Les grandes intuitions de sainte Thérese de l' Enfant jésus, París
1984; F. Ibarmia, Teresa de Lisieux, o la visión nueva del Evangelio eterno, REsp 181
(1986) 521-552.
55. Oeuvres completes I-II, París 1979-1980; Pensées I-Il, París 1984, trad. cast.,
Escritos espirituales, Madrid 1958. Para su espiritualidad, d. H. Urs van Balthasar, Suor
Elisabetta della Triniúi e il suo messaggio spirituale, Milán-Roma 1959; M.M. Philipon,
La doctrina espiritual de sor Isabel de la Trinidad, Buenos Aires 1945; C. de Meester,
Isabel de la Trinidad. Desde la aurora te busco, Burgos 1984.
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Del Vaticano 1 al Vaticano II
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Capítulo quinto
LA CRISIS MODERNISTA
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Del Vaticano I al Vaticano II
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La crisis modernista
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1. Francia 13
12. M.-D. Chenu, La «doctrine sociale» de l'Église comme idéologie, París 1979,
p. 28-29. Para todos los episodios enumerados por Chenu, cL A. Boland, Modernisme, en
DS X, París 1979, col. 1419-1420; el asunto del sindicalismo cristiano en Francia está
bien presentado por É. Poulat, La derniere bataille du pontificat de Pie X, RSCI 25
(1971) 83-107.
13. Cf. sobre todo É. Poulat, Histoire, dogme et critique dans la crise moderniste,
Tournai-París 1962; F. Rodé, Le mirae/e 4ans la crise moderniste, París 1965.
14. B. Montagnes, La condition de l'exégese catholique au temps du modernisme: le
?ere Lagrange, RT 87 (1987) 533-546; íd., Les séquelles de la crise moderniste. L'École
biblique au lendemain de la grande guerre, RT 90 (1990) 245-270. Para los textos
antimodernistas emanados de Roma, d. P. Grelot, Évangiles et histoire, Tournai 1985,
p. 23-36 (trad. cast., Los Evangelios y la historia, Herder, Barcelona 1987, p. 28-40).
15. M.D. Lagrange, M. Loisy et le modernisme, París 1932; R. de Boyer de Sainte
Suzanne, Alfred Loisy entre la foi et l'incroyance, París 1966; Un oeuvre e/andestine
d'Henri Bremond, Sylvain Leblanc. Un e/ere qui n'a pas trahi, Alfred Loisy d'apres ses
649
Del Vaticano 1 al Vaticano II
Mémoires (1931), Roma 1972 (intr. y notas de É. Poulat); E. Goichot, Loisy, A., en
Encyclopaedia Universalis 10,1971, p. 94-95; M. Bécamel, Loisy A., en Catholicisme 7,
1975, col. 1044-1053; M. Ivaldo, Religione e cristianesimo in A. Loisy, Florencia 1977;
É. Poulat, Critique et mystique, o.c. en la nota 1.
16. M. Martin du Gard, Henri Bremond, París 1972; A. Blanchet, Henri Bremond
(1865-1904), París 1975; R. Aubert, Henri Bremond et la crise moderniste. Lumieres
nouvelles, RHE 72 (1977) 332-348.
17. R. Virgoulay y el. Tresfontaines, Maurice Blonde/. Bibliographie analytique et
critique, 2 vols., Lovaina 1975-1976; P. Favraux, L'unité de l'oeuvre blondélienne,
NRth 108 (1986) 356-373; J. Sullivan, Blondel and Apologetics, «Downside Review»
105 (1987) 1-11; P. Gauthier, Newman et Blondel. Tradition_et développement du
dogme, París 1988.
18. Además del esbozo y de la bibliografía recogida en el capítulo anterior, d.
P. Beillevert, "Dogme et théologie» du Lucien Laberthonniere. A propos d'une réedition
récente, RSR 67 (1979) 397-418, yA. Douchevsky, L'esprit de Laberthonniere, París
1982, tesis sugerente que contextualiza admirablemente el pensamiento de Laber-
thonniere en relación con los filósofos contrarios (Aristóteles, Tomás, Brunschvicg,
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La crisis modernista
2. Italia
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21. Un buen resumen en G. Penco, Storia della Chiesa in Italia n, Milán 1978,
p. 491-500.
22. É. Poulat, Modernistica, o.c. en la nota 1, p. 41.
23. Véase la nota 29 del cap. n de esta parte; d., además, M. Guasco, Murri ed il
modernismo, Roma 1968.
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La crisis modernista
3. Gran Bretaña
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La crisis modernista
32. Cf. Estudios críticos sobre el modernismo, Madrid 1968 (introd., selección y
bibliografía general por H. Castillo); ].M. Valverde, Generación del 98 y «Modernis-
me», en Llü¡ons de literatura comparada catalana i castellana (segles XIX-XX), Mont-
serrat 1985, p. 27-48.
33. Modernismo frente a noventa y ocho, Madrid 1951, p. 8. Cf. E. del Río, La idea
de Dios en la generación del 98, Madrid 1973.
34. Es el caso del meritorio artículo de G. Azam, Crise moderniste en Espagne,
BLE 80 (1979) 195-212, donde se equipara a Juan Ramón Jiménez con Unamuno, uno
y otro profundamente antiinteIectualistas y alimentados con la más alta espiritualidad.
El autor olvida que no todos los literatos, ni todos los filósofos, incluso con incisiva
inquietud religiosa, acabaron de entrar en la problemática modernista. Parece probarlo
el profundísimo Antonio Machado, cuya teología ha hallado en ].M. González Ruiz,
La teología de Antonio Machado, Santander 21989, a un presentador entusiasta. Sin
embargo, siempre quedará por averiguar si el supuesto «agnosticismo» de Machado
-como el de Loisy- no coincidía con una sana y auténtica mística. La apertura a una
perspectiva de totalidad y trascendencia -con una primacía del amor- explicaría el
«sano escepticismo» con que se acostumbra a presentar esta figura profunda que, des-
pués de haber leído a tantos filósofos (Kant, Bergson), se había distanciado de los
mismos en busca de auténtica libertad.
35. A. Botti, La Spagna e la crisi modernista, Brescia 1987, y E. Valentí, El primer
modernismo literario catalán y sus fundamentos ideológicos, Esplugues de Llobregat
1973.
36. Véase, como muestra, J.e. Laplana, Gaieta Soler i Santiago Rusiñol, un dialeg
entre fe i cultura en el marc del modernisme, en Estudis de llengua i literatura catalanes,
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La crisis modernista
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del cristianismo «ahonda no en lo que cree Unamuno, sino en lo que valdría la pena
creer, según él, frente a las angustias de muerte a que no puede escapar el hombre, con
ecos, si se quiere, pascalianos y kierkegaardianos, pero también en lucha con numero-
sos filósofos y teólogos - Unamuno era, seguramente, el único entonces en España que
conocía el pensamiento protestante, e incluso el único que leía la Biblia-» (o.c. en la
nota 39, p. 378).
43. Antoni M. de Barcelona, El Cardenal Vives y Tutó, de la Orden de los Frailes
Menores Capuchinos, Barcelona-Igualada 1916. Véase J. Bonet i Balta, L'Església ca-
talana de la Jl.lustració a la Renaixen,a, Montserrat 1984, p. 261-303, 589-639 Y sobre
todo 729-735. Para su obra, Andrés de Palma de Mallorca, El cardenal Vives y Tutó:
estudio bibliográfico, EstFr 60 (1959) 247-266.
44. Para toda su obra, véase MisceHinia CarIes Cardó, Barcelona 1962, y Misce[./,i-
nia Manya, Tortosa 1979; cf. también C. Martí, J. Perarnau, E. Vilanova y J.M. Rovira
Belloso en RCT 9 (1984) 471-514.
45. Algo sobre controversia religiosa. El modernismo y las tendencias modernistas,
EstFr 2 (1908) 65-70, 193-198. En la misma revista, e! padre Rupert M. de Manresa
diagnostica que <<la nueva filosofía conduce derechamente al panteísmo» (EstFr 12
[1908] 9). Cf. A. Botti, O.c. en la nota 35, donde presenta los brotes germinales de
modernismo en el campo dominicano, agustiniano y franciscano-capuchino
(p. 121-152): en este último, al presentar al padre Mique! d'Esplugues, al padre Rupert
M. de Manresa y su revista «Estudios franciscanos», no se aprovecha de las apor-
taciones de los estudios del padre Basili de Rubí en torno a la actuación de dichas
figuras. Cf. J.M. Gasol-Fr. Raurell-V. Serra, Rupert de Manresa, pensador en temps de
crisi (1869-1939), Barcelona 1989.
46. E. Valentí, o.c. en la nota 35, p. 248-265.
658
La crisis modernista
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Del Vaticano 1 al Vaticano II
48. Mgr. Duchesne et son temps. Actas del Coloquio de 23-25 mayo 1975, Roma
1975.
49. É. Poulat, Critique historique et théologique dans la crise moderniste, RSR 50
(1970) 535-550, artículo reproducido en Modernistica, París 1982, p. 187-210.
50. Para esta problemática, d.]. Perarnau,jesús de Nazaret y la Iglesia, en]. Llopis
y otros autores, De la fe a la teología, Herder, Barcelona 1977, p. 130-158; íd., jesús
funda I'Església?, en Transcendencia i testimoniatge, Barcelona 1977, p. 37-56.
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76. El tema tiene una larga historia. Lo había observado el padre ehenu, a propósi-
to de la edad media; basten estos dos textos: «La actividad simbólica no es sólo una
figura literaria o un gesto que recubre desde fuera, por medio de un artificio imaginati-
vo, una realidad oculta; es el medio apropiado de expresar ... una realidad misteriosa,
gracias al desnivel existente entre dos realidades, una de las cuales es apta, en cierto
modo, para expresar la otra. Nos hallamos ante un admirable recurso del espíritu que,
en su nivel y conforme a la autenticidad de su línea, es tan grande y tan fecundo como
aquella otra comprensión que la ciencia obtiene, a base de alcanzar las cosas en sus
causas. La explicación de la ciencia, la significación del símbolo: dos tipos de conoci-
mientos heterogéneos.» «La densidad espiritual de la expresión simbólica es extremada-
mente original e irreductible a una expresión conceptual porque precisamente es origi-
nal su modo de referencia a lo trascendente misterioso» (La fe en la inteligencia,
Barcelona 1966, p. 312 Y 150). ef. también M.-D. ehenu, La littérature comme «lieu»
de la théologie, RScPhTh 53 (1969) 70-80, refiriéndose al excelente estudio de P. Du-
ployé, La religion de Péguy, París 1964.
77. Véase, entre otros, R. Sugranyes de Franch, A l' entorn de la posició religiosa de
Maragall, Qve 5 (1960) 51-68; J. Benet, Maragall i la setmana tragica, Barcelona 1968,
donde publica el profético y luminoso texto de Maragall, L'Església cremada; E. Trías,
El pensament de Joan Maragall, Barcelona 1982, y la recensión que de dicha obra hace
J. Lorés en Qve 116 (1983) 127-131.
78. Entre la abundante bibliografía sobre Péguy (d. Pia Italia Vergine, Studi su Ch.
Péguy. Bibliografia critica ed analitica, 1893-1978, 2 vols., Lecce 1982) véase J. De-
laporte, Connaissance de Péguy, París 1944; íd., Péguy dans son temps, París 21967;
A. Rousseau, Le prophete Péf!.uy, 2 vols., París 1946; J. Roussel, Péf!.uy, Barcelona
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La crisis modernista
1962; A. Robinet, Péguy entre jaures, Bergson et l'Église, s.l. 1968; B. Guyon, Péguy,
París 1974, una de las mejores introducciones; D. Halévy, Péguy et les «Cahiers de la
quinzaine», París 1979. Para su teología, además de la obra de P. Duployé citada en
la nota 76, d. Ch. Moeller, Charles Péguy y la esperanza de la resurrección, en Litera-
tura del siglo XX y cristianismo, IV, Madrid 1960, p. 557-640; H. Urs van Balthasar, La
g/oire et la croix, 11. Styles, 2, París 1972, p. 277-379. Un buen resumen en A.A.
Deveux, Péguy, en DS XII, París 1984, col. 865-874. Estudios particulares en Actes du
Colloque international d'Orléans, «Cahiers de l'Amitié Charles Péguy», París 1966;
«Revue d'histoire líttéraire de la France» núm. esp. (marzo-junio 1973); Rencontres
avec Péguy, Actes du Colloque de Nice 1973, París 1975; Polémique et théologie: le
«Laudet», les «Cahiers de la quinzaine», textos reunidos por S. Fraisse (<<Revue des
lettres modernes», 588-593 [1980], 664-668 [1983]) Y los números monográficos de las
revistas «Esprit» (oct. 1978), «Foi et vie» 81-82 (1982), Lafoi de Péguy, «Cahiers de
l'Amitié Charles Péguy», 9 (1986).
79. P. Duployé, o.c. en la nota 76, p. 89-101.
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La crisis modernista
82. En 1908 los amigos supieron que Péguy creía en Dios. El amigo que eligió para
la primera confidencia fue Jacques Maritain, con quien había comulgado en un mismo
fervor revolucionario. Después, Maritain -atraído por Bergson, con una fe católica
orientada por el áspero y absoluto Léon Bloy, con una filosofía centrada en un santo
Tomás interpretado no históricamente- se hizo incompatible con el carácter y la
actitud de Péguy: cf. la delicada descripción de R. Maritain, Las grandes amistades,
Buenos Aires 1954. Joseph Lotte recogería, en el mes de septiembre de 1908, la confe-
sión del retorno de Péguy a la fe, que no se hizo pública hasta enero de 1910, por la
publicación de Le mystere de la charité de Jeanne d'Are. Sin embargo, subsistió un
puntO oscuro, no atribuible simplemente a razones familiares: a pesar de la fe, la
esperanza y la caridad, Péguy permaneció en el umbral de la Iglesia, como un penitente
que no se acerca a la comunión.
83. La mayoría de las obras están reunidas en tres volúmenes de la «Bibliotheque de
la Pléiade», París: Oeuvres en prase, t. 1 (1898-1908), 1959; t. 2 (1909-1914), nueva ed.
aumentada 1961; Oeuvres poétiques completes, nueva ed. enriquecida 1975. Trad. cast.:
Poesías, Madrid 1943 (se!., trad. y pró!. de V. Pala); Palabras cristianas, Salamanca
51981 (se!., trad. e intr. de J.L. Martín Descalzo y J. Jiménez Lozano); El dinero,
Madrid 1973 (trad. de J. Vila Selma); El misterio de la caridad de Juana Arco, Madrid
1979 (trad. de M. Pecellín Lanchars). Trad. cat.: El misteri deis Sants lnnocents, Barce-
lona 1964 (intr. de J.M. Ballarín); El portie del misteri de la segona virtut, Barcelona
1989 (intr. de A. Verjat).
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Del Vaticano 1 al Vaticano II
84. Para una visión global, d. Un séminaire sur la théologie de Péguy, animado por
J.-P. Jossua, «Cahiers de l'Amitié Charles Péguy» 8 (1985) 80-83 Y 9 (1986) 120-124.
Para aspectos concretos véase el comentario de A. Béguin a Eve de Péguy, ibíd. 3-4
(1948); J. Onimus, Incarnation, essai sur la pensée de Ch. Péguy, ibíd. 6 (1952);
P. Duployé, o.c. en la nota 76; B. Guyon, Charles Péguy devant Dieu, París 1974;
J. Bastaire y H. de Lubac, Claudel et Péguy, París 1974.
672
La crisis modernista
contexto, no es extraño que Péguy proclame que hay que hacer una
revolución temporal (económica, social, industrial) para lograr la sal-
vación eterna, porque misteriosamente, a partir de la encarnación, lo
eterno se ha sujetado a lo temporal. El pecado mortal, en sentido
cristiano, consiste en el rechazo del arraigo del hombre, en la espi-
ritualización (acompañada de una angustia estéril) y en la huida del
mundo, que es «la angustia de la angustia».
Urs von Balthasar podía decir muy acertadamente que Péguy tenía
un «corazón sacramentab 85 . Gracias a él, las palabras, los aconteci-
mientos y el mismo hombre se hacen transparentes, y así podemos
identificar el plus de significación y de vida que está escondido en
todas las manifestaciones de la experiencia humana. El «corazón sa-
cramental» es el único capaz de adiestrar al ser humano en la lectura
de los símbolos. Y esta lectura cura al hombre de los estragos de la
vida, de la siempre inquietante presencia de la muerte. Si el olvido de
la capacidad simbólica posee nefastas consecuencias en la convivencia
humana, al margen de cualquier consideración religiosa, en la co-
munidad cristiana el enmudecimiento de los símbolos será sencilla-
mente catastrófico. La incapacidad simbólica acarrea la imposibilidad
de experimentar en los acontecimientos de la vida cotidiana su verda-
dera profundidad, su misión teodidacta. Péguy instituye una terapia
teológica que, mediante la narración de los hechos de Cristo, hace
accesible al cristiano, en medio de los desgarramientos de la vida, el
reconocimiento de que es alguien salvado, reconciliado, religado con
los demás, con el mundo y con Dios. Es una terapia teológica que
manifiesta la misericordia insondable de Dios.
Así, Péguy se ha convertido en uno de los representantes más
genuinos de la actitud católica ante la existencia humana. Dios, el
hombre y el mundo, en sus relaciones contrastadas y, a menudo,
difíciles, constituyen un todo indestructible y amorosamente unido.
El cimiento de esta unión, tan problemática e incluso imposible para
muchos de nuestros contemporáneos, es la esperanza. Pero una espe-
ranza que es tal porque ha experimentado hasta el fondo la deses-
peranza y la desesperación. En el mes de septiembre de 1913 Péguy
escribió a su Íntimo amigo Joseph Lotte: «Nuestra Señora me ha
salvado de la desesperación, que es el peligro más grande. Las perso-
nas como nosotros tienen siempre tanta fe y tanto amor como es
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Del Vaticano 1 al Vaticano II
86. Y. 'Congar, La tradición y las tradiciones, 2 vols., San Sebastián 1966; cf. H.
Tiedemann-Bartels, Verwaltete Tradition. Die Kritik Charles Péguy, Friburgo-Munich
1986.
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La crisis modernista
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A bibliography, Londres 1973, con más de mil titulo s de libros y artículos dedicados a
su persona y su obra.
90. Para su vida, cL F. Heidsieck, S. Weil, París 1965; M.-M. Davy, S. Weil, sa vie,
son oeuvre, París 1966; S. Petrement, La vie de S. Weil, 2 vols., París 1973; Ph. Dujar-
din, Simone Weil.ldéologie et politique, Grenoble 1975; G. Thibon, Entre el amor y la
muerte, Madrid 1967.
91. S. Weil, La condition ouvriere, París 1951 (trad. cast., Barcelona 1962). Sobre
este tema, d. F. Fleure, S. Weilouvriere, París 1955; G. Hourdin, L'expérience ouvriere
de S. Weil, «La vie intellectuelle» (julio 1951) 63-72; A. Sfamurri, L'umanesimo cris-
tiano di S. Weil, L'Aquila 1970. p. 11-63.
92. J.M. Perrin, G. Thibon, S. Weil telle que nous l'avons connue, París 1952;
J. Cabaud, L'expérience vécue de S. Weil, París 1957; B. Halda, L'évolution spirituelle
de S. Weil, París 1964 (trad. cast., Burgos 1965).
93. M.-M. Davy, lntroduction au message de S. Weil, París 1954; V.-H. Debidour,
S. Weil ou la transparence, París 1963; M. Narcy, S. Weil. Malheur et beauté du monde,
París 1967. Véase el clásico análisis de Ch. Moeller, Simone Weil y la incredulidad de los
creyentes, en Literatura del siglo XX y cristianismo 1, Madrid 1960.
676
La crisis modernista
94. Entre sus escritos más significativos hay que señalar Le pesanteur et la grace,
París 1947 (trad. cast., Buenos Aires 1953); L'enracinement, París 1949 (trad. cast.,
Buenos Aires 1954); Attente de Dieu, París 1950 (trad. cat., Barcelona 1965, con intr.
de Jordi Maragall); La connaissance surnaturelle, París 1950; Intuitions préchrétiennes,
París 1951; Cahiers, 3 vols., París 1951-1956; Oppresion et liberté, París 1955 (trad.
cast., México 1977).
95. A. Alejos Morán, Un lenguaje simbólico sobre Dios en los escritos de S. Weil, en
La proclamación del mensaje cristiano, Valencia 1986, p. 373-382; íd., Cristo en Simone
Weil, «Anales Valentinos» 2 (1976) 221-306.
96. Cf. F. d'Hautefeuille, Le tourment de Simone Weil, Brujas 1970.
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Del Vaticano 1 al Vaticano II
97. Cf. B. Sierra, Dios busca al hombre. La trayectoria de S. Weil, «Estudio Agus-
tiniano» 12 (1977) 99-128.
98. Y. Congar, Santa Iglesia, Barcelona 1965, p. 55, 61.
99. G. Kempfer, La philosophie mystique de Simone Weil, París 1960.
100. Citado por P. Elia, Simone Weil: obbedire all'amore nella giustizia, Turín
1975, p. 5.
678
Capítulo sexto
I. Introducción
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El impacto de las filosofías contemporáneas
681
Del Vaticano 1 al Vaticano II
682
El impacto de las filosofías contemporáneas
4. Cf. A. Etcheverry, Le conflit actuel des humanismes, París 1955. Antes el padre
Henri de Lubac había publicado Le drame de l'humanisme athée, París 1944, 71983
(trad. cast., Madrid 1949), obra significativa que debe entenderse a partir de! contexto
histórico que le dio origen. Cuando la ocupación nazi alcanzó Lyón, e! padre de Lubac
se comprometió en la «resistencia» y fue encarcelado diversas veces por los alemanes.
Sin embargo, él quiso precisar que su actividad de resistente tenía una significación de
oposición espiritual. Le drame de l'humanisme athée constituye e! testimonio de dicha
resistencia espiritual. El libro fue concebido en la época en que el cristiano francés
sufría doblemente a causa de su amada patria y de su fe amenazada, pero hallaba en e!
ejemplo de Péguy un motivo de esperanza. La primera parte de! libro, consagrada a
Feuerbach, se refiere a la explicación de! problema; Nietzsche principalmente, cuya
doctrina fue difundida en Francia por los nazis, rechaza la cristiandad en nombre de un
orgullo presuntuoso. El padre de Lubac opone al prestigio de la fuerza la grandeza del
amor. La otra forma de ateísmo analizada es la representada por Auguste Comte y su
positivismo. Para caracterizarla, no es inútil advertir que Comte aparece no sólo como
un precursor de! nazismo y de su destrucción del individuo, sino también como e!
tentador que, a semejanza de los nazis, promete maravillas a la Iglesia a cambio de
renegar de Cristo. A este ateísmo, el padre de Lubac opone a Dostoieivski, el detenido,
e! deportado, el hombre «atormentado por Dios», que ilustra en sus personajes el
fracaso de un triple ateísmo: el del individuo ideal, el del revolucionario social y el del
filósofo racionalista. Véase también Cl. Geffré, La crise de l'humanisme et l'actualité
d'une anthropologie chrétienne, en Humanisme et ¡oi chrétienne, París 1976, p. 473-
482; P. Eicher, Significado de la humanidad de Dios en el problema del humanismo
cristiano, Conc 175 (1982) 146-150, yA. Vergote, Malentendidos cristianos sobre lo
humano, ibíd., 171-182;].L. Ruiz de la Peña, Las nuevas antropologías. Un reto a la
teología, Santander 1983.
5. Ed. original, París 1936; trad. cat., con prólogo de J.M. Piñol, Barcelona 1966.
6. Cf. D. Menozzi, L'Eglise et l'histoire. Une dimension de la chrétienté de Léon
XIII a Vatican II, en La chrétienté en débat, París 1984, p. 45-75. Cf., no obstante,
M.M. Labourdette, Jacques Maritain nous instruit encare, RT 87 (1987) 655-663.
7. Véase la síntesis de A. Dartigues, La fenomenología, Herder, Barcelona 21981;
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otros que no son yo: de ahí la relación ontológica que tiende al amor.
Además, en el acto de la libertad percibimos oscuramente la trascen-
dencia, que es Dios. Pero no en el Dios «tradicional» que se demuestra
por la razón como Causa primera y no es más que un «objeto». Es el
Dios como «existencia absoluta», más allá de todo concepto, el otro,
la nada de los místicos y de la teología negativa. Sólo lo percibimos
como un límite, en el sentido matemático de la palabra, como el
término hacia el que tendemos sin poderlo alcanzar jamás l6 . En efec-
to, en el acto de la libertad, el yo busca su cumplimiento; pero no lo
consigue nunca, nadie se realiza perfectamente. Así, el yo se orienta
hacia una existencia absoluta que lo supera infinitamente, que lo tras-
ciende. En nuestros mismos fracasos, «descifra» la presencia de Dios,
percibe a Dios mismo, pero como en negativo, como abismo, <<nada»
de todas las cosas finitas. Así, la filosofía de Jaspers termina en el
silencio. Al excluir la razón, es pura experiencia; él valoró la más
profunda de tal experiencia, la de los místicos l7 •
En el ámbito francés, sobresale Jean-Paul Sartre (1905-198.0) que
hizo oír su voz primero a través de una obra no propiamente filosó-
fica: sus novelas; su paso por el teatro y los ensayos de crítica explican
su innegable influencia l8 • En el campo filosófico hay que distinguir su
pensamiento propiamente existencialista, con L'etre et le néant
(1943), y la época de síntesis entre existencialismo y marxismo, Criti-
que de la raison dialectique (1960)19. Su punto de partida es el descu-
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22. Cf. Ch. Moeller, o.c. en la nota 20, IV, Madrid 21958, p. 181-341; F. Peccorini,
Gabriel Mareel: la "razón de ser» en la «participación», Barcelona 1959.
23. Respuesta a una encuesta sobre la imagen de Dios, publicada en "Age nouveau»
90 (1955) 39. Para todo este tema. cf. Ch. Widmer, Gabriel Mareel et le théisme
existentiel, París 1971, y sobre todo R. Troisfontaines, De l'existenee ti !'etre. La philo-
sophie de Gabriel Mareel, Lovaina-París 1968, con un prefacio del mismo Marcel,
donde afirma que se considera bien interpretado y sistematizado.
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El impacto de las filosofías contemporáneas
3. La fenomenología hermenéutica
24. Cf. Ch. Moeller, o.c. en la nota 20, r, Madrid 1955, p. 37-123; G. Hourdin,
Camus el justo, Barcelona 1960; O. Fullat, La moral atea de A. Camus, Barcelona
1963; íd., Camus dins la claror de la «culpa»: 1955-1965, QVC 50 (1970) 66-74.
25. F . Vela, Ortega y los existencialismos, Madrid 1961. Sobre la dimensión re-
ligiosa de Ortega, véase la polémica suscitada por el libro de S. Ramírez, La filosofía de
Ortega y Gasset, Barcelona 1958; íd., ¿ Un orteguismo católico? Diálogo amistoso con
tres epígonos de Ortega, españoles, intelectuales y católicos, Salamanca 1968; íd., La
zona de seguridad. «Rencontre» con el último epígono de Ortega, Salamanca 1959.
Respondieron P. Laín Entralgo, Los católicos y Ortega, «Cuadernos hispanoameri-
canos» 101 (1958) 283-296; J. Marías, El lugar del peligro, Madrid 1958; M. Boix, Amb
Ortega i contra Ortega, QVC 3 (1959) 175-206. Cf. también D. Natal, Ortega y la
religión. Nueva lectura. 1: Dios a la vista y Dios escondido, «Estudio Agustiniano» 23
(1988) 3-118.
26. Cf. F. Mussner, Histoire de l'herméneutique de Schleiermacher ti nos jours,
París 1972; se halla una información más completa y actualizada en Claus von Bormann,
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35. Cf. A. PIé, Freud et la morale, París 1969; íd., Cambios de actitud en la Iglesia
frente al psicoanálisis, Conc 99 (1974) 349-353; J.-M. Pohier, Psicología contemporánea
y exigencias de la fe, en Porvenir de la teología, Barcelona 1969, p. 75-94; íd., Teología y
psicoanálisis, .Conc 135 (1978) 221-231.
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38. D. Antiseri (dir.), Analisi epistemologica del marxismo e della psicanalisi, Roma
1974.
39. M. Dansereau, Freud et l'athéisme, París 1971; cf. también el cap. sobre Freud
en H. Zahrnt, La sfida della moderna critica della religione, Brescia 1981.
40. Cf. D. Stein, ¿Es posible una lectura psicoanalítica de la Biblia?, Conc 158
(1980) 191-205; S. Kepnes, Importancia de la narración en la religión y el psicoanálisis,
Conc 176 '(1982) 327-338.
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5. Los estructuralismos 46
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Las tesis del psicoanalista Lacan, junto con las del estructuralismo
lingüístico y marxista, redondearon el alcance del movimiento. Según
él, Freud, a pesar de usar la palabra como terapéutica, no se había
percatado del carácter lingüístico de todo pensar. Arrancando de la
conciencia lingüística, Lacan interpreta a Freud a partir de la clarifi-
cación de la estructura; sin embargo, el símbolo freudiano no conduce
más que a sí mismo: es inútil querer desvelar un sentido que lo tras-
ciende s1 .
La versión ideológica de los caminos estructuralistas proviene de
dar un carácter general y absoluto a los principios de método, y las
abstracciones metódicas se convierten en negaciones de cuño ontoló-
gICO.
El descubrimiento del papel desempeñado por el inconsciente,
por ejemplo, desemboca en la negación del sujeto consciente y condu-
ce a considerar como una ilusión la libertad y la responsabilidad. No
es extraño que Jean Lacroix escribiera, en 1962, que Lévi-Strauss «es-
taba a punto de dar lugar al único materialismo consecuente de nues-
tro tiempo, a la única filosofía rigurosamente atea»S2 .
. El estructuralismo no sólo afecta al concepto de hombre, sino
también a la formación de cualquier concepto. De ahí, su incidencia
en la teología, que no deja de tener una relación con los atributos
fundamentales del pensamiento humano. Esbroeck planteó el proble-
ma comparando los métodos hermenéuticos de Paul Ricoeur y el
análisis de los mitos propuesto por Lévi-Strauss y la interpretación
medieval de los sentidos de la Escrituras3 • Este planteamiento compa-
rativo abre amplios horizontes, no sólo para los contenidos, sino tam-
bién para las formas de comunicación con las que la Iglesia conecta
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El impacto de las filosofías contemporáneas
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2. El neopositivismo de Wittgenstein
59. Trad. cato y ed. a cargo de ].M. Terricabras, Barcelona 1981. Además de la
diáfana introducción a esta edición, Terricabras es autor de un vigoroso estudio: Lud-
wig Wittgenstein. Kommentar und Interpretation, Friburgo-Munich 1978, altamente
recomendable a cuantos deseen profundizar en su pensamiento.
60. Tractatus, 6.44, 6.45 (trad. cit. en la nota anterior, p. 151).
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El impacto de las filosofías contemporáneas
3. El círculo de Viena
61. Cf. J. Ladriere, L'articulation du sens, 2 vols., París 1984, donde analiza el
funcionamiento propio con que se expresa la fe, utilizando el método comparativo con
el lenguaje de la ciencia, de la filosofía, de la acción.
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4. El segundo Wittgenstein
62. Trad. cato y ed. a cargo de }.M. Terricabras, Barcelona 1983; en la introducción
sitúa oportunamente la trayectoria intelectual de Wittgenstein y señala el lugar que en
ella ocupa esta obra.
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64. Cf. J. Ladriere, o.c. en la nota 61; danálisis que hace de la «performatividad»
del lenguaje litúrgico puede hallarse en castellano en Conc 82 (1973) 215-229.
65. Trad. cato de R. Puppo i Bunds, ed. a cargo de M. Cadevall i Soler, Barcelona
1985. También existe traducción cato de la obra de Popper, El coneixement objectiu,
Barcelona 1985 (ed. y prólogo de V. Camps). Entre la abundante bibliografía sobre
Popper, d. M.A. Quintanilla, Idealismo y filosofía de la ciencia, Madrid 1972, y
J. Martínez, Ciencia y dogmatismo, Madrid 19S0.
66. J.R. Echevarría, El criterio de falsabilidad en la epistemología de Karl Popper,
Madrid 1970.
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El impacto de las filosofías contemporáneas
67. Trad. cato de J. Mallafré, Barcelona 1981; la importancia de esta obra para la
revolución lingüística ha sido puesta de manifiesto por ].M. Valverde, Conocer ¡oyce y
su obra, Barcelona 1978; Valverde es también el traductor al castellano del Ulises,
Barcelona 21976.
68. O.c. en la nota anterior, p. 11.
69. el. Geffré, Un nouvel dge de la théologie, París 1972, p. 67-81.
713
Del Vaticano 1 al Vaticano II
70. Dada la abundancia de bibliografía sobre el tema, me limito a señalar dos obras
de fácil acceso en las que se pueden hallar las informaciones necesarias: G.M.M. Cot-
tier, G. Wetter y L. Fabbri, El ateísmo contemporáneo II, Madrid 1972, p. 101-249;
G. Rodríguez de Yurre, El marxismo I-II, Madrid 1976 (BAC maior 11-12).
71. R. Winling, Le christianisme primitif comme «paradigme»: évolution d'une
problematique (d'Engels a Garaudy), RevSR 55 (1981) 96-107, 198-205, 264-271.
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El impacto de las filosofías contemporáneas
72. Se pueden hallar los textos más significativos de Lenin en Sobre la religión 11,
Salamanca 1975 (ed. preparada por H. Assmann y R. Mate), p. 260-323.
73. Para una información bibliográfica, d. o.c. en la nota anterior, p. 155-157.
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Del Vaticano 1 al Vaticano II
El año 1923 aparecen dos autores con sus obras más característi-
cas. Karl Korsch (1889-1961), alemán de nacimiento, publica Marxis-
mo y filosofía, donde defiende que el marxismo, además de ser una
teoría social, es a la vez una doctrina filosófica 75 • La distinción se
aplica a los campos de análisis: como teoría social, el marxismo, según
una metodología definida, explica el desarrollo de las sociedades, en
particular de la actual; como doctrina filosófica, ofrece una interpre-
tación histórica y predice la sociedad sin clases. Él había experimen-
tado la influencia de Lukács, llamado a pesar decisivamente en el
pensamiento marxista.
Desde sus primeras obras hasta el momento de su muerte, el hún-
garo Gy6rgy Lukács (1885-1971) ha sido uno de los teóricos más
discutidos y más contestados. Tanto defensores como adversarios lo
consideran, después de Marx, el más importante filósofo de la escuela
marxista. Sus primeras obras (1908-1910) desembocan en Historia y
conciencia de clase (1923), sobre una renovación de la doctrina marxis-
ta, en la que aparecen las dos categorías fundamentales de todo pensa-
miento dialéctico: la de totalidad y la de identidad del sujeto y del
objeto. La superación del dualismo objeto-sujeto, que correspondería
en la terminología marxista al de materialismo-espiritualismo, tendría
lugar por la praxis. Acusado de desviacionismo, en 1925, por el mar-
xismo ortodoxo soviético, Lukács hizo su auto crítica y se abstuvo, a
partir de 1926, de toda publicación teórica importante, hasta 1932. La
llegada de Hitler al poder le llevó a pensar que las divergencias entre
diferentes formas de pensamiento marxista, incluida la suya y la de la
dirección comunista, interesaban menos que la amenaza inminente del
nazismo. Recomenzó a publicar y elaboró una obra considerable,
tanto en el plano de la historia de la filosofía y de la literatura, como
en el de la crítica literaria, en la que planteó también de manera in-
directa las principales cuestiones políticas del movimiento comunis-
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El impacto de las filosofías contemporáneas
3. La escuela de Francfort
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El impacto de las filosofías contemporáneas
80. J. Habermas, Coneixements i interes, Barcelona 1987 (trad. cato y ed. a cargo de
G. Vilar e 1. Olartua, prólogo de R. Gabás); d. R. Gabás,]. Habermas: dominio técnico
y comunidad lingüística,_Barcelona 1980. Para la contextualización de la obra de Haber-
mas, d. L. Duch, Religió i món modern, Montserrat 1984, p. 33-37. El interés actual
por este filósofo, que se esfuerza por pensar la realidad social a partir del lenguaje, es
puesto de manifiesto por G. Petitdemange, Jürgen Habermas, «Études» 368 (1988)
69-76.
81. Cf. W. Benjamin, ['obra d'art a !'epoca de la seva reproductibilitat tecnica,
Barcelona 1983 (trad. cato de J. Creus, ed. y prólogo a cargo de J.F. Yvars); íd., Art i
literatura, Vic 1984 (trad. e introd. de A. Pons, ed. a cargo de M. Carbonell).
719
Del Vaticano 1 al Vaticano Il
82. Eros i civilització, Barcelona 1968 (trad. cato de J. Sofé-Tura); d. J .M. Castellet,
Lectura de Marcuse, Barcelona 1969; A. Marques, «Eros i civilització». Una contribució
a Freud?, QVC 60 (1972) 80-92.
83. L'home unidimensional, Barcelona 1968 (trad. cato y prólogo deJ.M. Castellet).
84. Cf. J.M. Palmier, Herbert Marcuse et la nouvelle gauche, París 1973.
85. La dimensió estetica, Barcelona 1982 (trad. cat. con presentación deJ.F. Yvars).
720
El impacto de las filosofías contemporáneas
análisis como ciencia social; emigrado a los Estados Unidos, por culpa
del nazismo, se le ha agrupado entre los antropólogos culturalistas
americanos o neofreudianos, aunque él siempre ha rechazado dicha
etiqueta. La característica de Fromm es la aproximación pluridimen-
sional de los problemas, en una época en que se impone la especiali-
zación. Quiere abordar a todo el hombre y dirigirse a todos los hom-
bres.
Sin embargo, la gran difusión de sus ideas ha subrayado su as-
pecto liberal en detrimento de la teoría crítica radical y de la tenden-
cia revolucionaria~que comportaban. En los primeros escritos apare-
cidos en Alemania se reconocen las líneas maestras de su pensamiento,
síntesis original de marxismo y freudismo.
A pesar de interesarse por las tradiciones religiosas como el judaís-
mo, el budismo, el cristianismo, denuncia, por ejemplo, el dogmatis-
mo de éste cuando toma la forma de un poder casi político, susti-
tuyendo el concepto revolucionario de la divinización del mesías por
el dogma del Verbo preexistente (El dogma de Cristo, 1930; Psico-
análisis y religión, 1950; Seréis como dioses, 1966). La preocupación
central de Fromm es la situación del hombre en el siglo xx: desvincu-
lado de sus raíces, el hombre moderno no ha conquistado su indepen-
dencia: En El miedo a la libertad (1941 )86 analiza los condicionamien-
tos en que se mueve y esboza caminos de progreso, así como en el
último libro ¿ Tener o ser? (1976)87, donde sin demasiadas ilusiones
evoca un cambio de sociedad, en la que el objetivo utópico fuese más
realista que el realismo de los dirigentes de hoy. Aquí afirma que «la
cuestión esencial es el paso a una "religiosidad" humanista sin re-
ligión, sin dogmas ni instituciones, una religiosidad preparada desde
tiempo por el movimiento de una religiosidad sin teísmo, de Buda a
Marx».
Fenómeno notable en Europa, la escuela de Francfort no ha de-
jado, durante casi cinco décadas, de plantear el problema de las re-
laciones teoría-praxis, marxismo-filosofía, filosofía-ciencia. Las tesis
y los análisis de estos filósofos y sociólogos han evolucionado en
función de su manera de vivir la historia. Así, se reconoce en sus
escritos un retorno a la antropología premarxista. Deberemos pregun-
tarnos sobre las razones objetivas de dicho retorno, pues las contra-
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Del Vaticano 1 al Vaticano II
4. El escatologismo de Bloch
722
El impacto de las filosofías contemporáneas
90. Sobre esta obra, véase el vol. 11 de esta Historia de la teología cristiana, Herder,
Barcelona 1989, p. 769-772.
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Del Vaticano 1 al Vaticano II
91. Trad. cast., Madrid 1985. En esta obra, Kolakowski, que había puesto de
manifiesto cuáles podían ser las consecuencias que se desprenderían de la no existencia
del demonio, de un modo más extenso y fundamentado se plantea la misma cuestión en
relación con la no existencia de Dios. Posiblemente la meta de sus argumentaciones es
bien conocida por quienes, desde disciplinas muy distintas, se han visto confrontados
con el problema del mal, las pruebas de la existencia de Dios, la relación entre fe y
razón, etc. Sin embargo, a mi juicio, lo que interesa en este libro son las intuiciones de
Kolakowski en el camino que sigue para conseguir resultados (la mayoría de ellos
negativos) ya conocidos por filósofos, teólogos, sociólogos y antropólogos. En este
camino, él, casi argumentando ad absurdum, reafirma el derecho a la existencia de la
religión como la manera más eficaz para superar el nihilismo moral y epistemológico.
Por ello rompe una lanza en favor de la verdad de la religión, lo que significa una
relativización, que creemos muy necesaria, de las exigencias monopolizadoras de la
razón. Consideramos que en algunos de sus planteamientos Kolakowski se halla muy
próximo a la posición de Mircea Eliade, del que se siente deudor.
92. Cf. B. Piwowarckyk, Lire Kolakowski. La question de l'homme, de la religion,
de l' Église, París 1986.
724
El impacto de las filosofías contemporáneas
93. et. la visión complexiva ofrecida por W. Desan, The marxism af Jean-Pau/
Sartre, Nueva York 1965.
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El impacto de las filosofías contemporáneas
6. La tradición italiana
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Del Vaticano 1 al Vaticano II
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Capítulo séptimo
I. El gran viraje
1. Para todo. este perío.do., bien estudiado. en una abundante biblio.grafía, reco.men-
damo.s H. Fries, Existencialismo protestante y teología católica, Madrid 1961, Y en
particular H. Zahrnt, Aux prises avec Dieu. La théologie protestante au XX' siecle, París
1969 (o.riginal alemán, 1966); E. Co.lo.mer, Historia y evolución del problema de Dios en
la teología protestante, en Convicción de fe y crítica racional, Salamanca 1973, p. 33-121.
Véanse también las o.bras señaladas en la no.ta 1 del capítulo. tercero de esta parte del
libro.
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Del Vaticano 1 al Vaticano II
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La eclosión de las teologías surgidas de la Reforma
provocó una discusión fecunda con los católicos, cuyo mento co-
rresponde a G. Schongen, H.U. von Balthasar4, H. Bouillard5 y
H. Küng 6 , y que desembocó en aportaciones hoy irrenunciables, so-
bre todo en orden a la valoración de la Palabra de Dios y, consiguien-
temente, al diálogo confesional, que -sin menosvalorar diferencias,
contrastes y tensiones- ha de caminar hacia la unidad «originaria»,
intuida en medio de las opacidades de la historia actuaF.
Cuando Barth se situó en la escena teológica, ésta se orientaba,
frente al liberalismo, a repensar esencialmente la ortodoxia. El libro
Das Wesen des Evangelischen Christentums (1925), de Karl Heim,
profesor en la Universidad de Tubinga, constituye una buena expre-
sión de tal enfoque. Es sabido que la exposición que hace del catolicis-
mo, en absoluto lograda, provocó la respuesta del teólogo católico
Karl Adam, colega suyo en Tubinga. Heim tiene puntos concretos de
referencia con Friedrich Heiler, eclesiólogo preocupado por la cues-
tión ecuménica, ya en su primera obra Das Wesen des Katholizismus
(1920): también de esta obra arrancó una controversia, cuyo fruto
principal fue la obra de Karl Adam titulada, como la que contestaba,
Das Wesen des Katholizismus (1924).
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Del Vaticano 1 al Vaticano II
Genese et réception de sa théologie, Ginebra 1987, p. 15-68; d. también Ch. Frey, Die
Theologie Karl Barths. Eine Einführung, Frandort 1988.
9. Cf. Fr.-W. Marquardt, Theologie und Sozialismus. Das Beispiel Karl Barth,
Munich 31985; E. Thurneysen, Theologie et socialisme dans les lettres de jeunesse, o.c.
en la nota anterior, p. 117-147; L. Duch, Karl Barth: in memoriam, QVC 45 (1969)
116-124.
10. Es oportuno recordar la expresión de Urs von Balthasar, según la cual «la
teología de Barth es bella»: «no sólo en el sentido exterior, en cuanto Barth escribe
bien. Escribe bien, porque une dos cosas: la pasión y la objetividad. Precisamente la
pasión por la causa teológica, y la objetividad que se adhiere a algo tan excitante como
la teología. Objetividad significa inmersión en el objeto. Yel objeto de Barth es Dios,
como se ha revelado al mundo en Jesucristo, y del cual da testimonio la Escritura ... La
cosa se construye por sí sola. Pero es tan fascinante y comprometida que aquí la
verdadera objetividad tiene que coincidir con una conmoción, que lo invade todo, y por
ello es propiamente inexpresable ... Esta unidad de pasión y objetividad es la razón de la
belleza de la teología barthiana» (o.c. en la nota 4, trad. it., p. 41). No son muchas las
obras de Barth traducidas al castellano. En catalán, la única que hay es Introducció a la
teologia evangelica, Barcelona 1965 (trad. de M. Balasch).
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toria diferente que siguieron 14. Para indicar sólo el aspecto metodo- .
lógico, de innegable interés, Barth pasó en silencio los problemas de la
crítica histórica. El problema del Jesús de la historia no lo tocó en
absoluto. Pero no pudo ignorar los problemas reales. Así, cuando
Bultmann escribió sobre la desmitologización, algo importante se
produjo en el campo teológico. Gracias a Bultmann la cuestión plan-
teada por la crítica histórica no desapareció en teología. Mostró que
no se podía descartar y que todas las dimensiones de nuestra relación
con la Biblia no podían expresarse en afirmaciones paradójicas y so-
brenaturalistas, incluso cuando estaban formuladas con la fuerza pro-
fética de un KarI Barth. No podemos dejar de plantearnos la significa-
ción histórica de los escritos bíblicos.
14. Para una buena síntesis de los puntos de vista comunes y de la divergencia de
itinerario teológico, cf. H. Fries, Existencialismo protestante y teologia católica, Madrid
1961.
15. Cf. H. Beintker, Brunner, Emil, en TRE 7, 1981, col. 236-242. Entre la literatu-
ra no alemana, cf. L. Malevez, Théologie dialectique, théologie catholique et théologie
naturelte, RSR 28 (1938) 385-429,527-569; íd., La pensée d'Emil Brunner sur l'homme
et le péché. Son conflit avec la pensée de K. Barth, RSR 34 (1947) 407-453; H. Bouillard,
Karl Barth, 1: Genese et évolution de la théologie dialectique, París 1957, p. 17-70,
175-211; S. Caiazzo, La rivelazione come idea centrale delta teologia in Emil Brunner,
Roma 1960; íd., Fede come incontro di persone in E. Brunner, «Aloysiana» 2 (1961)
97-152.
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19. Una buena síntesis de la obra de Cullmann, hasta 1960, la ofrece J. Frisque,
Osear Cullmann. Una teología de la historia de la salvación, Barcelona 1967. Se puede
hallar el análisis de puntos concretos de su pensamiento en A. Briva Mirabent, El
tiempo de la Iglesia en la teología de Cullmann, Barcelona 1961; L. Bini, L'intervento
di O. Cullmann nella discussione bultmanniana, Roma 1961; A. Javierre, El tema
literario de la sucesión, Zurich 1963. Para una profundización de la obra posterior,
véanse las dos misceláneas Neues Testament und Geschichte, Zurich-Tubinga 1972,
y Okumene. Moglichkeiten und Grenze heute, Tubinga 1982: la contribución de
R. Panikkar en esta última obra puede hallarse, en traducción catalana y actualizada,
en QVC 140 (1988) 80-86, con el título Vers un ecumenisme ecum/mic.
20. Cf. K. Wilk, La doctrine politique du nationalsocialisme: Carl Schmitt, París
1934; P. Tommisen, Versuch einer Carl Schmitts Bibliographie, Berlín 1953. Para la
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1. La Formgeschichte y la Redaktionsgeschichte
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G. Tavard, Initiation ti Paul Tillich, París 1969; J. Rieunaud, Paul Tillich, philosophe et
théologien, París 1969; L. Racine, L'Évangile selon Paul Tillich, París 1970; Paul Tillich,
su obra y su influencia. Libro homenaje, Madrid 1971; A. Garrido Sanz, La Iglesia en el
pensamiento de Paul Tillich, Salamanca 1979.
32. Se puede hallar una panorámica inteligente en F. Manresa, Paul Tillich: filósofo
y teólogo, «Selecciones de libros» 5 (1968) 411-429.
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36. Su pensamiento ha sido bien analizado por H. Hofmann, Die Theologie Rein-
hold Niebuhrs im Lichte seiner Lehre von der Sünde, Zurich 1954; G.P. Vignaux, La
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fía completa del autor y los principales estudios sobre su teología. En castellano, sólo
existe la traducción de su obra ¿Qué es el cristianismo?, Barcelona 1977. Una buena
presentación de su pensamiento, la ofrece H. Zahrnt, o.c. en la nota 1, p. 161-225; para
un juicio católico, d. Ch. Duquoc, o.c. en la nota anterior, p. 58-70.
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44. Trad. cast., Barcelona 1969 y Salamanca 21983; trad. cat., Resistencia i submis-
sió, Esplugues de Llobregat 1969.
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45. Cf., por ejemplo, su texto La interpretación religiosa de los conceptos bíblicos,
en Antología de los teólogos contemporáneos, Barcelona 1969, p. 128-140.
46. Cf. M. Bosanquet, The lije and death of Dietrich Bonhoeffer, Londres 1968
(trad. franc., París 1970).
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47. Obsérvese que en los mismos Estados Unidos la resonancia profunda de esta
teología fue menor de la que se podría pensar a juzgar por las innumerables obras
publicadas sobre la misma. Si sus teólogos fueron leídos y discutidos, no suscitaron una
«conversión» masiva a su doctrina. El que existiesen es más bien el testimonio de una in-
satisfacción profunda ante las teologías tradicionales. Para la mayoría de los jóvenes
norteamericanos, el Dios que se predicaba y al que se rezaba en las iglesias quedaba
demasiado envuelto en el conformismo del establishment, hasta convertirse en un obs-
táculo a sus aspiraciones hacia una vida más justa y más auténticamente responsable. Sin
embargo, las búsquedas y propuestas de dichos teólogos, por ambiguas que fueran,
contribuyeron a plantear una situación de crisis que la reflexión cristiana no podía
ignorar. En Europa, el debate fue seguido con interés, como lo muestra la bibliografía,
ya original, ya traducida, aparecida en torno a la «muerte de Dios». Cf. Les deux visages
de la théologie de la sécularisation, Tournai 1970; Ch.N. Bent, El movimiento de la
muerte de Dios. Un estudio de G. Vahanian, W. Hamilton, P. Van Buren, Th.j. Altizer,
Santander 1969 (orig. inglés, 1967); J. Bishop, Los teólogos de la muerte de Dios,
Herder, Barcelona 1969 (orig. francés, 1967); V. Camps, Los teólogos de la muerte de
Dios, Barcelona 1968; E. Colomer, Déu, viu o mort? Una aproximació histórico-crítica
a la teologia radical, Barcelona 1970 (también está en versión cast.); Ch. Duquoc,
Ambigüedad de las teologías de la secularización, Bilbao 1974 (orig. francés, 1972);
D.E. Jenkins, Guia para el debate sobre Dios, Madrid 1968 (orig. inglés, 1966); E.L.
Mascall, The secularization of christianity, Londres 1965; B. Mondin, 1 teologi della
morte di Dio, Turín 1968; Th.W. Ogletree, Controversia sobre «la muerte de Dios».
Síntesis y valoración de la obra de Th.J.J. Altizer, W. Hamilton y P. Van Buren,
Barcelona 1968 (orig. inglés, 1966). También hay que citar los numerosos análisis de
puntos parciales aparecidos en revistas. Algunas de estas revistas dedicaron al tema
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48. En castellano hay varias obras: W. Hamilton, La nueva esencia del cristianismo,
Salamanca 1969 (orig. inglés, 1961); P. van Buren, El significado secular del evangelio,
Barcelona 1968 (orig. inglés, 1963); Th.J.J. Altizer, El evangelio del ateísmo cristiano,
Barcelona 1972 (orig. inglés, 1967); Teología radical y muerte de Dios, Barcelona 1967
(orig. inglés, 1966).
49. De las obras de Vahanian traducidas a las lenguas románicas, hay que citar La
muerte de Dios, Barcelona 1968 (orig. inglés, 1960); Esperar sin ídolos, Barcelona 1970;
La condition de Dieu, París 1970; Dieu et l'utopie, París 1977.
50. Cf. Elfuturo de la fe, Barcelona 1969 (orig. inglés, 1966); Los fundamentos de
lafe, Barcelona 1972 (orig. inglés, 1969). Antes había publicado Cristianismo y revolu-
ción, Herder, Barcelona 1965.
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51. Trad. casto y cat., Barcelona 1968. Cf. la excelente presentación crítica de
R. Marlé en «Études» 325 (1966) 120-130 Y Debate sobre la ciudad secular, Bilbao 1971,
y también G. Thils, Cristianismo sin religión, M:¡drid-Barcelona 1970. No deja de ser
significativa la sospecha del Secretariado General de la revista «Concilium», según la
cual «no es imaginario del todo el peligro de que la ciudad secular sirva para brindar a
los americanos una conciencia tranquila que les permita seguir haciendo lo que de Jacto
hacen ya: dar por supuesto que cuentan con Dios para ejecutar todos los proyectos
bienintencionados que urden los hombres; halagar servilmente a técnicos, managers,
hombres de Estado, elementos de mentalidad revolucionaria, que hacen "todo lo que
pueden" para resolver los problemas de la sociedad, al mismo tiempo que ponen mucho
cuidado en proteger sus propios intereses y su "seguridad"» (Utopía, Conc 41 [1969]
157).
52. Estas tesis se explicitan en otras obras suyas: El cristiano como rebelde, Madrid
1968 (orig. inglés, 1955); No lo dejéis a la serpiente, Barcelona 1969 (orig. inglés, 1967;
también hay trad. cat.).
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53. Trad. cast., Madrid 1972, 31983. La obra se mueve en la tendencia de un cris-
tianismo dionisíaco, bien representado por Sam Keen, A manifeste for a dionysian
theology, para quien la religión es celebración, danza y sentimiento, íntimamente re-
lacionados con los ritmos de vida.
54. R. Panikkar, QVC 122 (1984) 83-84; trad. cast. Santander 1985.
SS. Sincero para con Dios, Barcelona 1966 (orig. inglés, 1963; también hay trad.
cat.); ¿Una nueva Reforma?, Esplugues de Llobregat 1971 (orig. inglés, 1965). Tam-
bién influyeron Exploración en el interior de Dios, Esplugues de Llobregat 1969 (orig.
inglés, 1967; también en trad. cat.); La moral cristiana hoy, Barcelona 1967 (orig. inglés,
1964) Y La diferencia que implica ser cristiano hoy, Barcelona 1973 (orig. inglés, 1968).
56. Entre nosotros se divulgó favorablemente su estudio El cuerpo. Estudio de
teología paulina, Esplugues de Llobregat 1968.
57. Robinson expuso siempre la unión esencial de liturgia y evangelización en la
teoría y en la praxis; cf. su informe teológico sobre las exigencias litúrgicas en el CIare
CoJIege, de Cambridge: Liturgy coming to life (1960).
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4. La «process theology»60
60. Cf. R.B. Mellert, What is process theoio gy ?, Nueva York 1975; A. Parmentier,
La philosophie de Whitehead et le probleme de Dieu, París 1977; A. Gounelle, Le
dynamisme créateur de Dieu, Montpellier 1981; J. Bracten, "Teología del proceso», una
teología que toma en serio la modernidad, COlle 191 (1984) 77-85.
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69. Para apreciar todo su alcance, cL Gottes Zukunft. Zukunft der Welt, Homenaje
a J. Moltmann en su 60 aniversario, Munich 1986. eL también J. Niewiadomski,
Die Zweideutigkeit von Gott und Welt in J. Moltmanns Theologie, Innsbruck-Viena-
Munich 1982.
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78. D. Solle, Stellvertretung. Ein Kapitel Theologie nach dem Tode Gottes, Stutt-
gart 1965 (trad. franc., París 1969); Cf. H. Gollwitzer, Von der Stellvertretung Gottes.
Christlicher Glaube in der Verborgenheit Gottes. Zum Gesprdch mit Dorothee Solle,
Munich 1967; E. Kunz, «Gott» im nachtheistischen Zeitalter. Zum Verstdndnis des
Glaubens an Gott bei Dorothee Solle, «Theologie und Philosophie» 44 (1969) 531-533.
79. CE. A. Schilson y W. Kasper, o.c. en la nota 64, p. 154-167.
80. D. Solle, Atheistisch an Gott glauben. Beitrdge zur Theologie, Olten 1968;
d. G. Graf, Gott dennoch Recht geben. Die Theodizeefrage als ein entscheidendes Pro-
blem, besonders bei Luther, Bultmann und Solle, Frandort-Berna-Nueva York 1983.
81. D. Solle, Viaje de ida. Experiencia religiosa e identidad cristiana, Santander
1977.
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suscitados por esta obra hay que recordar, en el ámbito latino, el de R. Marlé, Dieu
«mystere du monde» selon Eberhard Jüngel, RSR 67 (1979) 337-372; X. Pikaza,
El lugar de la experiencia de Dios. En torno a E. Jüngel, «Gott als Geheimnis der Welt»,
«Diálogo ecuménico» 14 (1979) 71-100; A. Bertulett, Per una fondazione del sapere
teologico. Saggio su «Dio, mistero del mondo» di E. Jüngel, «Teologia» 8 (1983)
247-264; G. Remy, L'analogie selon E. Jüngel. Remarques critiques. L'enjeu d'un dé-
bat, RHPhR 66 (1986) 147-178.
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88. W. Kern, L'attuale teología della Jede ín ambiente tedesco nella prospettiva di
Eberhard Jüngel, «Teologia" 6 (1981) 198-217.
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1. Introducción
89. Cf. Sto Neill, El anglicanismo, Barcelona 1966; B. Leeming, Anglicanismo: co-
munión anglicana, en Sacramentum mundi 1, Herder, Barcelona 31982, col. 172-176,
con bibliografía selecta, y las visiones panorámicas de H.J.T. Johnson, Le tendenze
teologiche nella Chiesa d' Inghilterra, en Problemi e orientamenti di teología dommatica 1,
Milán 1957, p. 663-685, con la bibliografía debida ajo Gill (p. 686-690); Y. Congar,
Breve historia de las corrientes del pensamiento dentro del anglicanismo, en Cristianos
en diálogo, Barcelona 1967, p. 311-343; A.M. Ramsey, Récents développements de la
théologie anglicane, de Gore ti Temple, 1889-1939, París-Tournai 1967; 1. Klein, La
teología anglicana en el siglo XX, en La teología en el siglo XX n, Madrid 1973 (BAC
maior 6), p. 107-133, con bibliografía actualizada.
90. Esta afirmación, que tiende al tópico, debe matizarse a partir de las conclusio-
nes de G. Rowell, Las confesiones de fe de la Iglesia primitiva vistas desde la tradición
clásica anglicana, «Diálogo ecuménico» 20 (1985) 319-342.
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2. La investigación bíblica
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La eclosión de las teologías surgidas de la Reforma
92. Sto Neill, The interpretation o[ the New Testament, 1861-1961, Londres 1964.
93. G. Strecker, Charles Harold Dodd, en TRE 9, 1983, col. 15-18. También se
puede consultar M. Carrez, Charles Harold Dodd, en Teólogos protestantes contempo-
ráneos, Salamanca 1968, p. 135-160; ].A.T. Robinson, Charles Harold Dodd, en Ten-
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La eclosión de las teologías surgidas de la Reforma
3. La renovación litúrgica
94. Jesus and his coming, Londres 1957; The new look on the Fourth Cospel, Lon-
dres 1959; Twelve New Testament studies, Londres 1962; The body. A study in pauline
theology, Londres 1963 (trad. cast., Esplugues de Llobregat 1968); The human face of
Cod, Bristol 1973.
95. De su producción, hay trad. casto de Las narraciones evangélicas sobre los mila-
gros, Madrid 1974.
96. O. Rousseau, Histoire du mouvement liturgique, París 1945, p. 111-130;
H. Strawley, The liturgical movement: its origin and growth, Londres 1954.
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97. Cf. K. Packard, Le renouveau liturgique dans l'Église anglicane, «La Maison-
Dieu» 19 (1949) 54-59; R. Baron, La vida litúrgica de los anglicanos, «Diálogo ecumé-
nico» 15 (1969) 315-322.
98. El tema de los ministerios se había discutido ya a finales del siglo XIX, especial-
mente en lo que se refiere al episcopado. En 1926 aparecieron los Essays catho!ic and
critical, editados por E.G. Selwyn, que volvieron a remover el tema, y más aún Aposto-
!ic ministry. Essays on the history and the doctrine of episcopacy, editados por K.E. Kirk
(1946): esta importante obra (con una valiosa aportación de Gregory Dix) provocó una
seria controversia en la que se enfrentaron el principio católico de un ministerio que
procede de la autoridad apostólica y de la institución divina, y el principio protestante
que lo hace proceder de la congregación de los fieles. Para toda esta problemática, con
fuertes repercusiones ecuménicas, cf. en la perspectiva católica, C. Vagaggini, Possibili-
ta e limiti del riconoscimento dei ministeri non cattolici, en Ministeres et célebration de
l'eucharistie, Roma 1973 (<<Studia anselmiana» 61), p. 250-320; Sto Neill, Necesidad del
episcopado: preguntas y respuestas anglicanas, Conc 80 (1972) 525-536; G. Farnedi y
Ph. Rouillard (dirs.), Il ministero ordinato nel dialogo ecumenico, Roma 1985 «<Studia
anselmiana» 92). En cuanto a las posiciones oficiales de las Iglesias, cf. Comisión angli-
cano-católica, Jalons pour l'unité. Rapport final, París 1982. Respecto del discutido
tema del ministerio de la mujer, cf. J. Bosch, El ministerio de la mujer en las Iglesias
cristianas. Para la formación de un dossier ecuménico, «Escritos del Vedat» 4 (1974)
198-288; L'ordination des femmes, pierre d'achoppement de l'anglicanisme, 1st 34/2
(1988).
99. Cf. P.Th. Camelot, Sur la théologie de la confirmation, RScPhTh 38 (1954)
637-657, quien, sin describir el debate, da cuenta de su documentación.
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La eclosión de las teologías surgidas de la Reforma
coming to life, 1960), así como Stephen N eill aplicaría estas orien-
taciones a los sacramentos de iniciación (The Church and Christian
Uníon, 1966). De este modo, la renovación pastoral de la liturgia
desembocaba en un aspecto misionero, como término de las investi-
gaciones sobre el culto en el Nuevo Testamento, a la manera de
C.F.D. Moule en su Worship in the New Testament (1961).
La evolución posterior, con plurales expresiones, conoció un des-
pliegue paralelo al que se dio en la Iglesia católica. En el campo de la
investigación, la presencia de los anglicanos en las Semanas de estu-
dios litúrgicos en el Instituto de San Sergio es la expresión de un
interés ecuménico, que en este ámbito concreto ayuda al conocimien-
to y la comprensión mutuos 100 •
100. Para citar las últimas participaciones, d. D.R. Holeton, Marie dans la tra-
dition liturgique anglicane, en La Mere de jésus-Christ et la communion des saints dans
la liturgie. Conférences Saint-Serge d'études liturgiques, XXXIII, París 1986, Roma
1987, p. 129-144.
101. Para una bibliografía muy útil y válida hasta 1969, d. C. García Cortés, La
comunión anglicana y su proyección ecuménica, «Diálogo ecuménico» 15 (1969)
431-452. Véase W.H. van de Pool, La communion anglicane et l'oecuménisme, París
1963.
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102. Cf. H. Saint-John, État actuel de la doctrine dans I'Église anglicane, «La vie
intellectuelle» (10-1I1-1939) 177-188.
103. Sto Neill, William Temple, en Tendencias de la teología en el siglo XX, Madrid
1970, p. 237-244.
104. En cuanto a la autoridad, d. La autoridad en la Iglesia (Venecia 1916).
Congreso anglicano-católico, «Diálogo ecuménico» 44-45 (1977).
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105. B.M.G. Reardon, Charles Gore, en TRE 13, 1984, col. 586-588.
106. Cf., desde una perspectiva católica, B. Leeming, Reflections on English christo-
logy, en A. Grillmeier y H. Bachts (dirs.), Das Konzil von Chalkedon. Geschichte und
Gegenwart IlI, Würzburgo 1954, p. 695-718.
107. Cf. B. Leeming, o.c. en la nota anterior, p. 705ss; para una información más
detallada, d. T.H. Hughes, The atonement: Modern theories of the doctrine, Londres
1949.
108. B.M.G. Reardon (dir.), A selection from H.S. Holland's writings, Londres
1962.
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Del Vaticano I al Vaticano II
109. W.R. Inge, más filósofo de la religión e historiador del misticismo, influyó
sobre todo a través de Outspoken essays, 2 vols. (1919, 1922), Y Personal idealism and
mysticism (1907); H. Rashdall, en el campo teológico, publicójesus, human and divine,
Nueva York-Londres 1922.
110. Pueden enriquecer la visión ofrecida en aquel lugar las obras de P. Gardner,
Modernism in the English Church, 1927; H.D.A. Major, English modernismo Its origin,
method, aims, 1927; ].F. Bethune-Baker, The way o[ modernism, 1927, y e.E. Raven,
Natural religion and christian theology, 1953.
111. Proces de l'objectivité de Dieu. Les présupposés philosophiques de la crise de
l'objectivité de Dieu, París 1969.
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113. ef. B. Mondin, Il problema del linguaggio teologico dalle origini ad oggi,
Brescia 1971, p. 446-460.
114. F. Farré, Language, logic and God, Nueva York-Evanston-Londres 1961
(trad. franc., París 1970).
790
Capítulo octavo
LA TEOLOGíA ORTODOXA
I. Introducción
1. Lo prueba el hecho de que en Grecia, como en los demás países de los Balcanes,
después de liberarse del dominio turco, la Iglesia ortodoxa, que no tenía elaborado
ningún sistema teológico en el que basar la docencia de sus escuelas o facultades tecno-
lógicas, se dedicó a traducir al griego los compendios rusos de dogmática escolar. Para
toda esta historia, la literatura asequible en Occidente está bien recogida en B. Schultze,
Iglesias orientales, en Sacramentum mundi 3, Herder, Barcelona 31984, col. 832-833.
Querríamos subrayar el interés de la obra del teólogo búlgaro Sto Zankov, Das orthodoxe
Christentum des Ostens, Berlín 1928, y señalar las aportaciones de las revistas más al
alcance: «Unam sanctam» (1937ss), «Istina» (1954ss), «Irénikon» (1926ss), «The East-
em Churches Quarterly» (1936ss), «Revue d'études bizantines» (1946ss), «Het Chris-
telijk Oosten en Hereniging» (1948ss), «Das ostliche Christentum» (1936ss), «Orien-
talia Christiana periodica» (1935ss), «Unitas» (1962ss), «Episkepsis» (1969ss), "Proche
Orient chrétien» (1950ss), y los aportes de la colección Orientalia Christiana Analecta
(1935ss).
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La teología ortodoxa
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5. Una expresión reciente de esta visión tan tradicional se puede hallar en J. Zi-
zioulas, L'etre ecclésial, Ginebra 1981; véase G. Baillargeon, ] ean Zizioulas, porte-parole
de l'Orthodoxie contemporaine, NRth 111 (1989) 176-193.
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10. Cf. A.D. Menut, Dostoievsky and existentialism with reflections on «The
Grand Inquisitor», Laurence 1972. Sobre la amistad de Dostoievski con Soloviov y sus
intercambios de pensamiento, hasta el punto de no saber quién de ellos tuvo la ide'a del
Gran Inquisidor, d. W. Szylkarski, Solowjew und Dostojewskij, Bonn 1948; íd., Mes-
sianismus und Apocalyptik bei Dostojewskij und Solowjew, como apéndice a A. Maeei-
na, Der Grossinquisitor, geschichtsphilosophische Deutung der Legende Dostojewskijs,
Kerle 1952. Cf. también J. Catteau, La geOle de l'espérance ou la légende du Grand
Inquisiteur dans «Les Freres Karamazov», «Christus» 26, n.o 103 (1979) 353-362.
11. Cf. A. Uhl, Dolor por Dios y dolor por el hombre. Nietzsche y Dostoyevski,
Cone 165 (1981) 206-219.
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La teología ortodoxa
12. Para una introducción a esta figura, cf. Sto Zweig, Tolstoi, Barcelona 1959;
D. Gilles, Tolstoi, Barcelona 1963; A.]. Onieva, Tolstoy a lo vivo, Esplugues de Llobregat
1972. Sus relaciones e influencias quedan patentes en S. Laffite, Léon Tolstoi et ses
contemporains, París 1960; en cuanto a Dostoievski, cf. D. Merejkovsky, Tolstoj e
Dostoievskij, Bari 1938; G. Steiner, Tolstoi" ou Dostoievsky, París 1963.
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Del Vaticano 1 al Vaticano JI
13. M.J. Markovitch, Rousseau et Tolstoi; París 1928; L. Chestov, L'idée du bien
chez Tolstoi' et Nietzsche, París 1928.
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14. B. Gabbe, Dottrine religiose e sociali del conte L. Tolstoi, Milán, s.f.; N. Weis-
bein, L'évolution religieuse de Tolstoi; París 1960; L. Müller, La evolución religiosa de
León Tolstoi, «Folia humanistica» 17 (1979) 233-249.
15. F. Kautman, Dostoi'evski et Tolstoi' sont-ils les annonciateurs de la morale de
demain?, 1st 32 (1987) 7-19.
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16. N. Lossky, Histoire de la philosophie russe des origines a 1950, París 1954;
B. Zenkovsky, Histoire de la philosophie russe, París 1955.
17. Cf. S.M. Solowiew, Vie de Vladimir Solowiew, par son neveu, París 1982. Para
su doctrina, ef. D. Strémooukhoff, Vladimir Soloview et son oeuvre messianique, Es-
trasburgo 1935; L. Muller, Solowiew und der Protestantismus, Friburgo de Brisgovia
802
La teología ortodoxa
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siglo XX II, Madrid 1973 (BAC maior 6), p. 154-159. Cf. R. Triomphe, Aspects de la
«divino-humanité» selon Vladimir Soloviov, RHPhR 60 (1980) 197-205.
19. P. Evdokimov, o.c. en la nota 7, p. 105-118, sobre todo 113.
20. Cf. E. Porret, Berdiaeff, propháe des temps nouveaux, Neuchatel-París 1951;
J.L. Segundo, Berdiaeff, une réflexion chrétienne sur la personne, París 1963; E. Klem-
roth, Der Gedanke der ewigen Schopfung bei Nikolai Berdiajew, Hamburgo-Bergstedt
1963; M.M. Davy, Nicolas Berdiaev, l'homme du Huitieme Jour, París 1964. Algunas
de sus obras traducidas al castellano: Autobiografía espiritual, Barcelona 1957; Una
nueva edad media, Barcelona 51934; El sentido de la historia, Madrid 1979; El cris-
tianismo y el problema del comunismo, Madrid 91968; El cristianismo y la lucha de
clases, Madrid 21936; Reino del Espíritu y reino del César, Madrid 1964.
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La teología ortodoxa
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26. The heritage of the early Church. Essays in honor the very reverend Georges
Vasislievich Florovsky, Roma 1973 (Orientalia Christiana Analecta, 195): contiene la
bibliografía de Florovski.
27. O. Clément, Orient-Occident. Deux passeurs: Vladimir Lossky et Paul Evdoki-
mov, Ginebra 1985.
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28. La tesis sobre Eckhart continúa el debate con Bulgakov, a partir del redescubri-
miento del palamismo e intenta conciliar ambas patrísticas o hacerlas dialogar.
29. El entusiasmo de Olivier Clément por esta teología icónica (d. o.c. en la nota
27) no es compartido por otros teólogos. Jean-Pierre Jossua, por ejemplo, a quien no se
puede tachar de ser insensible a la belleza, descubre en la obra de Evdokimov un
discurso sin perspectiva crítica ni discernimiento de los diferentes universos que evoca,
«marquetería infinita que es en sí misma obra de arte, pero que deriva de una intelec-
tualidad que no me dice nada» (Lettres sur la ¡oi, París 1980, p. 103-104).
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v. La eclesiología eucarística
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l. Introducción
33. Trad. cat.: Silva del Mont Athos, Escrits espirituals, Montserrat 1982; Arxima-
drita Sofroni, La seva vida és meva, Barcelona 1987.
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41. No se puede silenciar que el padre Dumitru Staniloae ha publicado una colec-
ción de diez volúmenes, Philocalia, que presenta y comenta de la manera más actual los
principales textos místicos de la Ortodoxia. Se puede recurrir a R. Joanta, Roumanie.
Tradition et culture hésychastes, Bellefontaine 1987.
42. 1. Bria, Hommage au P. Dumitru Staniloae ti l'occasion de son soixante-quin-
zieme anniversaire, "Contacts» 31, n.o 105 (1979).
43. D.J. Constantelos, Orthodox theology in America, en La théologie ... , o.c. en la
nota 37, p. 186-199.
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La teología ortodoxa
44. A. Schmemann, The task of orthodox theology in America today, «St. Vladi-
mir's Seminary Quarterly» 10, n.o 4 (1966) 181. Cf. D.]. Constantelos, The task of
orthodox theology today, «The Greek Theological Review» 17 (1972) 13-18.
821
Capítulo noveno
1. El movimiento bíblico
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Movimientos renovadores en el seno del catolicismo
1. Cf. el cap. quinto de esta parte y especialmente Ch. Theobald, L'exégese catholi-
que au moment de la crise moderniste, Cl. Savart y J.-N. Aletti (dirs.), Le monde
contemporain et la Bible, París 1985, p. 387-439.
2. Cf. J. Levie, La Bible, parale humaine et message de Dieu, París-Lovaina 1958,
p. 71-88. Sobre el valor de las decisiones de la Comisión Bíblica, d. A. Miller, Das neue
biblische Handbuch, «Benediktinische Monatschrift» 31 (1955) 49-50 Y A. Kleinhaus,
De nova Enchiridii Biblici editione, Anton 30 (1955) 63-65.
3. J. Levie, o.c. en la nota anterior, p. 157-210.
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13. G. Giavini, Gli studi biblici in Italia negli anni dal1950 al 1970, ScC 101 (1973)
9-42.
14. Cf. Salvación en la Palabra. Targum-Derash-Berith. En memoria del profesor
Alejandro Díez-Macho, Madrid 1986.
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ésta, en los padres - y esto les caracterizaba - la vida obtiene una primacía efectiva y
reconocida sobre la fórmula, la comunión del Espíritu Santo señorea sobre el mero
desarrollo lógico del pensamiento. Por tanto, no debe sorprendernos el que sean más
precisos en el sentido de las cosas de Dios que en su fórmula; los instrumentos· concep-
males y verbales a veces les faltan precisamente allí donde el sentido de la fe y de la
ortodoxia es más real. Hombres activísimos, la mayoría, cogidos por la vertiginosidad
de las cosas y del tiempo, circunstanciados en las condiciones de su propia época,
tenían, sin embargo, la mirada interior fija en Dios; por ello alcanzaron una exacta
visión teológica de la realidad. Cf. Y.M.J. Congar, L'esprit des ?eres d'apres Moehler,
«La vie spirituelle. Supplément» (1938) 8.
20. La relación entre el concepto de tradición y los padres, con los matices propues-
tos por Geiselmann, está bien expuesta en J. Ratzinger, Teología e historia. Notas sobre
el dinamismo histórico de la fe, Salamanca 1972, p. 129-138.
21. La problemática surgida a causa de la identificación práctica entre tradición y
magisterio es analizada por E. Vilanova, El magisterio de la Iglesia en la enseñanza de la
teología, en G. Dumeige, La fe católica, Barcelona 1965, p. IX-XXIX.
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22. H. Bremond, Histoire du sentiment religieux en France depuis la fin des guerres
de religion jusqu'a nos jours, vol. IV, París 1920, p. 254-256.
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27. CL C. Mondésert, Pour lire les Peres de l'Église dans la collection «5ources chré-
tiennes», París 21988. Esta obra, de innegable utilidad, no pone de relieve la significación
que tenía la colección para la metodología teológica, en los comienzos de la llamada
nouvelle théologie.
28. A partir de 1988, el lector catalán puede beneficiarse de los textos patrísticos in-
cluidos en la colección Classics del cristianisme, editada por la Fundació Enciclopedia
Catalana y la Facultad de Teología de Cataluña.
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1. Tendencia cultual
38. C. Vagaggini, Liturgia e pensiero teologico recente, Roma 1962. Para apreciar
en un caso concreto, en la doctrina sacramental, lo que la liturgia aporta a la teología,
cf. la X Semana para profesores de liturgia en Mont César, Liturgie et théologie,
«Les questions liturgiques et paroissiales» 44 (1963) 241-243.
39. H.A.P. Schmidt, Introductio in liturgiam occidentalem, Roma 1960, p. 88-89.
Fue precisamente dom Beauduin con su librito La piété de I'Église, de gran valor
y equilibrio, quien puso los puntos sobre las íes.
40. El valor educativo de la liturgia, cap. 11, Religión, culto, liturgia, p. 19-41.
41. Pour une définition de liturgie, «Les questions liturgiques et paroissiales» 6 (1921)
224.
42. Grundriss der katholischen Liturg,ie, Friburgo de Brisgovia 1923, p. 1-3. Eisen-
hofer fue muy conocido, entre nosotros, a través de la traducción castellana de la cuarta
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Movimientos renovadores en el seno del catolicismo
edición de la obra citada, hecha por M. Trens y publicada, primero, por Herder de Fribur-
go de Brisgovia (1940) con el título Litúrgica católica, y luego por Herder
de Barcelona (1947) como Compendio de liturgia católica.
43. La Iglesia en oración, Herder, Barcelona 21967, p. 226-228.
44. El mismo santo Tomás no saca toda la doctrina del culto del tratado de reli-
gión, sino también del de sacramentos, cuyo estudio propone más convenientemente
en relación con la cristología (11-11, q. 89, pról.). Cf. C. Vagaggini, El sentido teológico
de la liturgia, Madrid 1959 (BAC 181), p. 536-540. De modo qu~, manteniendo una
fidelidad a la doctrina tomista del culto, no se puede olvidar que -como mostró
J. Lécuyer, Réflexions sur la théologie du culte selon saint Thomas, RT 55 (1955)
339-362-, para el mismo santo Tomás, la gloria de Dios se confunde con el bien del
hombre. Dándose a Dios en un movimiento de fe y de amor, es decir, obrando para la
gloria de Dios, el hombre puede llegar al término que el amor de Dios le ha inspirado.
En el NT esta gloria de Dios en el hombre nos es dada por Jesucristo y su misterio
redentor, representado en los sacramentos de la Iglesia.
45. J.M. Hanssens, La concélebration du cathécum¡me dans l'acte de son bapteme
ou Notes de théologie liturgique, Gr 27 (1946) 417-443.
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3. Misterio y sacramento
El esfuerzo de dom Casel y las controversias suscitadas en torno a
su doctrina habían de producir su fruto. El acento puesto sobre la
presencia y actualidad del misterio de Cristo en los sacramentos había
de ser fecundo para la teología sacramentaria propiamente dicha, y
ello en todos sus díversos campos: bíblico, histórico, filológico. Las
preocupaciones de los teólogos, cuando se ocupaban de los sacramen-
tos, quedaban limitadas a los aspectos históricos y apologéticos, ca-
nónicos y casuísticos. Hoy, en cambio, se interesan por los mismos
sacramentos en su realidad de signos sagrados por los que Cristo
«pontífice» nos atrae y nos santifica, uniéndonos a su misterio de
muerte y resurrección. La teología sacramental, movida por la doble
preocupación que caracteriza la teología actual, el deseo de un contac-
to más estrecho con la tradición y el movimiento de adaptación al
mundo moderno, se ha desarrollado en estos últimos tiempos de un
modo muy satisfactorio. A partir de dom Casel ha reencontrado el
sentido de la «sacramentalidad» tal como lo concebía la tradición
patrística y medieval más genuina.
Así en Inglaterra, el libro de dom Vonier, A key to the doctrine of
the eucharist (1925), yen Francia, además de los trabajos del padre De
la Taille y del canónigo Masure, la importante tesis del padre Héris en
su Mystere du Christ (1928), inauguran un nuevo camino. En Alema-
nia, Sohngen presentaba en 1937 una exposición de la noción de sacra-
mento o, si se quiere, de «sacramentalidad». En el fondo lo hizo de
una manera clásica, en dependencia de santo Tomás, pero con una
especial referencia a las cuestiones contemporáneas, las de la Myste-
rienlehre por un lado y, por el otro, las del Wort und Sakrament,
específicamente protestantes. Sohngen intentó asumir, más de lo que
49. Cf. G. Lafont, Permanence et transformation des intuitions de dom Casel, «Ec-
clesia orans» 4 (1987) 261-284; -E. von Severus, Der Werdengang und die Grundgedan-
ken O. Casels, ibíd. 5 (1988) 165-175.
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57. Para la doctrina del sacerdocio de los fieles, véase P. Dahn, Le sacerdoce royal
des fideles dans la tradition ancienne et moderne, Bruselas-París 1950, y especialmente
Y. Congar,Jalones para una teología del laica do, Barcelona 1961, p. 216-269. Cf. el vol.
58 (1959) de «La Maison-Dieu» dedicado al tema de la confirmación, y A. Adam, La
confirmación y la cura de almas, Herder, Barcelona 1962.
58. Cf. la bibliografía recogida por H. Schmidt, Introductio in liturgiam occidenta-
lem, Roma 1960, p. 413-426.
59. Cf. L. Sartori, Le concezioni sacramentali del sacrificio della Messa, ScC 78
(1950) 3-24.
60. Le Mystere. Introduction ti la théologie de la liturgie, «La Maison-Dieu» 14
(1948) 76.
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4. Historia salvadora
61. cí. J.M.R. Tillard, La triple dimension du signe sacramental. A. propos de Sum-
ma theologica III, 60, 3, NRth 93 (1961) 225-254.
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1. Introducción
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la doctrine des Papes, de Léon XIII a Pie XII, París 1961; B. Lambert, El problema
ecuménico, Madrid 1963; G. Thils, Historia doctrinal del movimiento ecuménico, Ma-
drid 1965; Y. Congar, en LTK 7 2 1962, col. 1128-1137, arto asumido en Cristianos en
diálogo, Barcelona 1967, p. 75-88, con una bibliografía selecta y útil; E. Fouilloux, Les
catholiques et l'unité chrétienne du XIXe au XXe siixle. /tinéraires européens d'expres-
sion franr;aise, París 1962. Cf. implicaciones más completas en J.F. Lescrauwalt, Critical
bibliography of ecumenicalliterature, Nimega 1965. Para algunos momentos escogidos
de la historia del ecumenismo a lo largo de los tiempos de la Iglesia, d. G. Alberigo,
Nostalgie di unita. Saggi di storia dell'ecumenismo, Génova 1989.
69. En lo que se refiere a España, d. J. Desumbila, El ecumenismo en España,
Barcelona 1964; muy significativa es la obra de J. Estruch, Ecumenismo, actitud espi-
ritual, Barcelona 1964, y también, del mismo J. Estruch, Paraules, precs d'un protestant
als seus germans catOlics, QVC 33/34 (1966) 177-183.
70. Cf. R. Aubert, La Santa Sede y la unión de las Iglesias, Barcelona 1959.
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pre una consideración distinta hacia las Iglesias de Oriente y hacia las
que surgieron de la Reforma 71 • Las Iglesias de Oriente, a causa de su
ministerio apostólico, totalmente auténtico y válido, siempre se consi-
deraron «Iglesias». No así las Iglesias hijas de la Reforma, tan cues-
tionadas en el curso de los cuatro siglos de contrarreforma. Es un
síntoma significativo, en la teología controversista y polémica, el que
a menudo y sin demasiado conocimiento de causa, se aplicase a todas
esas Iglesias una misma medida, como si estuviesen constituidas de
una manera uniforme (en la perspectiva ecuménica, por ejemplo, an-
glicanos y luteranos presentan una problemática diferente).
Con la negación categórica del carácter de Iglesia a las comuni-
dades nacidas de la Reforma, era muy difícil -por no decir imposi-
ble- establecer diálogo entre ellas y la Iglesia católica. Al mismo
tiempo, en el incipiente movimiento ecuménico se hacía notar una
profunda influencia del concepto reformista de Iglesia, más que del
concepto católico-romano o del ortodoxo oriental. La eclesiología
católica no reconocía al protestantismo un lugar propio. Tampoco
contaba demasiado con las Iglesias orientales, a pesar de que no dejaba
de reconocer su validez, tant,o en el dogma como en el ministerio y los
sacramentos.
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72. Cf. M. Villain, L'abbé Paul Couturier. Apotre de I'Unité chrétienne. Souvenirs
et documents, Tournai-París 1957; M. Couturier, Oecuménisme spirituel. Les écrits de
l'abbé Paul Couturier, París 1963.
73. Cf. L. Bouyer, o.c. en la nota 36; Veilleur avant l'aurore. Colloque Lambert
Beauduin, Chevetogne 1978, con la conclusión de E. Lanne que subraya la intercone-
xión entre liturgia, unidad cristiana y monaquismo (p. 277-283). La dedicación de
Beauduin al ecumenismo empezó pronto: León XIII había fundado el colegio benedicti-
no de San Anselmo (Roma) con una finalidad unionista de cara a Oriente: dom Lam-
bert Beauduin prestó mucha atención a dicha finalidad cuando llegó al colegio como
profesor (O. Rousseau, «Informations catholiques internationales» [5.1.1964]).
74. Este doble enfoque persistió hasta después de las tomas de posición de Juan
XXIII; d. A. Franquesa, Retorn o retrobament?, QVC 7 (1961) 83-93.
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76. Sobre el Consejo ecuménico de las Iglesias y la posición adoptada por la Iglesia
romana, d. el equilibrado juicio de Y. Congar, Aspectes de l'ecumenisme, Barcelona
1965, p. 47-62. Se puede hallar un estudio y una información detallados en W.A.
Visser't Hooft, The genesis and formation of the World Council of Churches, Ginebra
1983, y Le Conseil oecuménique des Églises. Renouveau et unité, questions de vie,
«Lumiere et vie» 162 (1983). El papel de la ortodoxia queda bien patente en Orthodo-
xie et mouvement oecuménique, Chambésy-Ginebra 1986, p. 129-223.
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77. ef. J. Bosc, L'office royal du Seigneur jésus-Christ, Ginebra 1957; d. también
A. Nygren, Christus und seine Kirche, Gotinga 1956.
78. A. Bea, La unió deis cristians, Barcelona 1963; d. E.M. ]ung-Inglessis, Augusti-
nus Bea Kardinal der Einheit. Biographie und Dokumentation, Paulus Verlag, s.l.,
1962, y especialmente Sto Schmidt, Agostino Bea, il cardinale dell'unita, Roma 1987.
79. R. Panikkar, Vers un ecumenisme ecumimic, Qve 140 (1988) 80-86.
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83. Una expresión polémica de esta orientación puede hallarse en la obra de H. Fries
y K. Rahner, La unión de las Iglesias. Una posibilidad real, Herder, Barcelona 1987,
donde los autores proponen una manera de enfocar el ecumenismo que significa una
posibilidad real de obtener la unión de las distintas confesiones cristianas. La obra
obliga a los ecumenistas romanos a replantear algunas cuestiones como, por ejemplo, la
de los ministerios, que hasta ahora se consideraban como insolubles en el diálogo entre
las distintas Iglesias. Pocos libros como éste han hallado inás resonancia en estos úl-
timos años y han sido objeto de juicios de valor más contrapuestos. Lo muestra perfec-
tamente el apéndice, Asentimiento y crítica, preparado por Fries, donde presenta un
interesante balance de las reacciones provocadas (p. 175-210).
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87. Muy pronto, la tesis de Koster quedó confirmada por el trabajo filológico-
exegético del canónigo Cerfaux. La obra, La théologie de l' Église suivant saint Paul,
París 1942, mostró que el concepto paulino que definía a la Iglesia no era el de cuerpo
de Cristo. San Pablo partía de la idea judía de Israel como pueblo de Dios, en el que
radicaban el testamento y las promesas. Los cristianos constituyen el nuevo pueblo que,
en continuidad con Israel, se llama «Iglesia». El tema sugirió muchos estudios exegé-
ticos, de tónica preferentemente analítica. Ya había aparecido una visión sintética de la
Iglesia, centrada en la idea de pueblo de Dios; me refiero a la obra del abad Anscar
Vonier, The people of God (1937).
88. Die Kirche als Ursakrament, Francfort 1953 (trad. cast., San Sebastián 1963).
8'9. Cf. M.-J. Le Guillou, Misión y unidad. Las exigencias de la comunión, Barce-
lona 1963, p. 419-425; J. Hamer, o.c. en la nota 81.
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p. 15-29. No olvidemos que la expresión théologie nouvelle fue forjada por el domi-
nico Réginald Garrigou-Lagrange, precisamente en la época en que dirigía la tesis del
joven Karol Wojtyla, el futuro Juan Pablo n.
16. A.H. Maltha, o.c. en la nota 14.
17. M.-D. Chenu, Une école de théologie: le Saulchoir, París 1985: reedición del
texto de Chenu, precedido de diversos estudios de exposición y análisis de la situación
en que nació el estudio y el papel que desempeñó. Son sus autores G. Alberigo,
E. Fouilloux, J. Ladriere y J .-P. Jossua. Algunos datos sobre la persona y la tarea del
padre Chenu pueden encontrarse en O. de la Brosse, Le Pere Chenu. La liberté dans
la foi, París 1969; J. Duquesne interroge le Pere Chenu: «Un théologien en liberté»,
París 1975; L'hommage différé au Nre Chenu, París 1990.
18. Nos podemos dar cuenta de esto en G. Bof yA. Stasi, La teologie come scienza
della fede. Saggio sullo statuto epistemologico della teologia, Bolonia 1982, y Cl. Geffré,
Un nouvel dge de la théologie, con prefacio de M.-D. Chenu, París 1972; Le dépla-
cement de la théologie, París 1977; G. Schwaiger (dir.), Historische Kritik in der Theo-
logie, Gotinga 1980.
19. Sobre la relación del modernismo y la nouvelle théologie (¿constituyen un arco
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La nueva sensibilidad de la teología católica
o una unidad?), d. G. Colombo, La teologia fra fede e cultura sulla prima meta del
secolo XX, «Teologia» 11 (1986) 3-23.
20. Al reconocer la primacía de la palabra de Dios, el padre Chenu no temió hablar
del relativismo de las fórmulas dogmáticas. En aquella época, en un ambiente antimo-
dernista, fue un escándalo y constituyó la principal objeción de la censura romana en
contra del opúsculo de 1937. Era precisamente el teandrismo de la palabra de Dios lo
que le hacía decir que toda encarnación de esta palabra de Dios en palabras humanas no
comporta una absolutización de la formulación en cuanto es histórica y, en consecuen-
cia, relativa. Cf. Cl. Geffré, La réalisme de l'incarnation dans la théologie du Pere
M.-D. Chenu, RScPhTh 69 (1985) 389-399.
21. Cf. G. Alberigo, Christianisme en tant qu'histoire et «théologie confessante», en
M.-D. Chenu, Une école ... , o.c. en la nota 17, p. 11-34.
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24. Para toda la polémica, d. Th. Tshibangu, o.c. en la nota 12, p. 274-283.
25. G.M. Camps, Bases de una metodología teológica, Montserrat 1954, es un in-
tento logrado de responder, desde una perspectiva tomista, a la problemática suscitada
por Charlier.
26. Cf. J. Comblin, o.c. en la nota 8, p. 52-67; Th. Tshibangu, o.c. en la nota 12,
p. 283-301; R. Winling, La teología del siglo xx. La teología contemporánea (1945-1980),
Salamanca 1987, p. 77-83.
877
Del Vaticano 1 al Vaticano II
actual sería una teología falsa», planteó la crítica del método escolásti-
co corriente en su nivel epistemológico. Bouillard respondió intro-
duciendo, en la teología del conocimiento conceptual de la fe, una
distinción entre el aspecto de juicio (affirmation) y el aspecto de re-
presentación (représentation); el primero es inmutable, el segundo es
evolutivo, transformable. Los aspectos de representación siempre
cambiantes incluyen una afirmación constante, permanente, sobre
Dios. Bouillard lo explica a través del hecho de que cuando un con-
cepto evoluciona, los otros también se transforman, de manera que
entre los conceptos así transformados subsisten las antiguas re-
laciones. Ello permite afirmar la posibilidad de alcanzar una verdad
no cambiada en y a través de conceptos que han cambiado. Obser-
vemos que, tal como mostraron las polémicas suscitadas por esta tesis,
Bouillard no apuntaba directamente al contenido de la fe dogmática
(que depende de la «afirmación»), sino solamente a los conceptos
teológicos (que pertenecen al aspecto de «representación»). Obser-
vemos también que los aspectos de cambio y de inmutabilidad no
están yuxtapuestos, sino que se interpenetran: los conceptos no con-
tienen la afirmación de fe en ella misma, pero, a través de los concep-
tos, «se contempla la realidad misma»27.
Las consecuencias que este enfoque provocó en teología fueron
sospechosas de relativismo histórico y de relativismo doctrinal, consi-
derados fruto de una posición antiintelectualista, poco respetuosa pa-
ra con el sistema de santo Tomás. Es verdad que a la polémica anties-
colástica se añadió, entre los representantes de la nouvelle théologie,
un vivo interés por la patrística, que no respondía a un programa de
restauración arcaizante 28 , sino más bien a la búsqueda de una teología
27. H. Bouillard, Conversion et grace chez saint Thomas d'Aquin, París 1944,
p. 211-224. En ese nivel, se plantea lo que Bouillard -y los demás teólogos de la nouvelle
théologie- puedan deber a la filosofía «de I'action» de Blonde!, y a Rousselot. Este
punto marcaría la diferencia entre la escuela de los jesuitas y la de los dominicos, entre
los cuales la filosofía de Blondel no encontró acogida, después del primer intento,
inmediatamente retractado, de Gardeil (G. van Riet, L'épistémologie thomiste, Lovaina
1946, p. 242-262; R. Aubert, Le probleme de l'acte de foi, Lovaina 21950, p. 395). En
particular, Congar no muestra una connaturalidad especial para la orientación blon-
deliana: cf. La Tradition et les traditions 11, París 1963, p. 121-136.
28. «No tenemos la ingenuidad de preferir una teología "neopatrística" a una teolo-
gía "neoescolástica"», según Vrs von Balthasar en el Avant-propos de Présence et pen-
sée. Essai sur la philosophie religieuse de Grégoire de Nysse, París 1942.
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35. M.-D. Chenu, Trente ans apres, «Lumiere et vie» 124 (1975) 72-77.
36. M.-D. Chenu, El sacerdocio de los sacerdotes obreros [1954], en El Evangelio en
el tiempo, Barcelona 1966, p. 263-268: las reacciones contrarias a este texto acusaron a
Chenu de disociar, contra la teología tradicional, «un sacerdocio de simple presencia y
un sacerdocio ministerial de sacramento»; no es extraño que, treinta años después,
escribiera: «Al releer el dossier de la crisis de los años 1950-1960, y a pesar de sentir una
gran pena ante tanta oclusión mental y pastoral, recogemos los elementos de una teolo-
gía del sacerdocio que no permanece encasillada en los aparatos ideológicos e insti-
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V. La teología de la historia
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38. Cf. A. Moda, Hans Urs von Balthasar, Bari 1976, p. 141-147; A. Peelmen,
Hans Urs von Balthasar et la théologie de l'histoire, Berna-Francfort-Las Vegas 1978.
Con un enfoque no siempre convergente con el de Urs von Balthasar, hay que valorar
la obra de M. Seckler, Le salut et l'histoire. La pensée de saint Thomas d'Aquin sur la
théologie de l'histoire, París 1967.
39. Para el pensamiento vigoroso y culto de Urs von Balthasar, pese a las reservas
hechas a su «discurso abstracto, ferviente. polémico e intemporal. auto evidente» a.-p.
Jossua), d. H. Vorgrimler, Bilan de la théologie du XX, siecle n, Tournai-París 1970,
p. 685-706. Estudios introductorios: G. de Schrijver, Le merveilleux accord de l'homme
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La nueva sensibilidad de la teología católica
et Dieu. Étude de l'analogie de l'etre chez H. Urs von Balthasar, Lovaina 1983;
R. Vignolo, H. Urs von Balthasar: estetica e singolarita, Milán 1983; J. Godenir, jésus,
l'Unique. Introduction a la théologie de H. Urs von Balthasar, París 1984. La posición
neointegralista -apuntada en su primer libro Apokalypse der deutschen Seele
(1937-1939), buena clave interpretativa de toda su obra- se expresó periódicamente en
la revista «Communio»: d. H. Urs von Balthasar, Communio: un programa, «Com-
munio» 1 (1979) 12-27; véase Ph. Denis y F.-X. Huberlant, Le mouvement Communio,
«Esprit» (feb. 1984) 11-25. Cf. R. Fisichella, Rileggendo H. U. von Balthasar, Gr 71
(1990) 511-546. Para discernir el alcance de su papel en el movimiento Comunione e
liberazione, d. S. Abbruzzese, Comunione e liberazione. Identité catholique et disqua-
lification du monde, París 1990.
40. El conocido pensador holandés G. van der Leeuw escribía: «Si no hallamos el
sentido en la historia, es que no nos hallamos a nosotros mismos» (De zin der Ge-
schiedenis, Groninga 1935, p. 5).
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41. Las primeras contribuciones significativas son las de Th. Haecker, Der Christ
und die Geschichte, Leipzig 1935; J. Bernhard, Sinn der Geschichte, Friburgo de Bris-
govia 1932.
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La nueva sensibilidad de la teología católica
paración que sube hacia Jesucristo y como una irradiación que deriva
del mismo» (Daniélou).
La diversa forma de equilibrar dichos elementos se consolidó en
dos orientaciones principales de la teología de la historia, denomi-
nadas según los neologismos encarnacionismo y escatologism0 42 • La
cuestión que se planteaba era la relación entre la vida presente y la
vida futura. ¿Hay que hablar de una simple relación de condicio-
namiento exterior o de una relación de continuidad real e intrínseca?
Malevez muestra cómo la respuesta católica difiere sensiblemente de
la de Karl Barth, cuya posición estimuló a numerosos teólogos católi-
cos a precisar su punto de vista43 • La visión católica, en su conjunto,
se fundamenta en la teología de la encarnación; pero la realización del
reino se presenta en el Nuevo Testamento de una manera paradójica y
misteriosa: una visión que comprende elementos de crecimiento gra-
dual (homogeneidad) y de discontinuidad (heterogeneidad, irrupción
escatológica). El acento en una u otra visión dividió a los teólogos.
1. Tendencia encarnacionista
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2. Tendencia escatologista
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61. Como iniciación a la obra de Rahner, cf. H. Vorgrimler, Vida y obra de Karl
Rahner, Madrid 1965; íd., Entender a Karl Rahner, Herder, Barcelona 1988; D.L.
Gelpi, Iniciación a la teología de Karl Rahner, Santander 1967; L. Roberts, Karl Rah-
ner: sa pensée, son oeuvre, sa méthode, Tours-París 1969; K.-H. Weger, Karl Rahner.
Introducción a su pensamiento teológico, Herder, Barcelona 1982. Muy penetrantes son
los artículos de K. Lehman, K. Rahner, en Bilan de la theólogie du xx· siecle 11,
Tournai 1971, p. 835-874; de A. Alvarez Bolado, Presentación y elogio del doctorando,
en Teología y mundo contemporáneo. Homenaje a K. Rahner, Madrid 1975, p. 27-34,
de J.B. Metz, Apprendre a croire. Merci a Karl Rahner, en K. Rahner, Le courage du
théologien, París 1985, p. 13-19.
62. Hacia los años veinte, al amparo de uno de los grandes focos tomistas (Lovai-
na), tiene lugar un espectacular intento de modernización de la teología natura\. En el
colegio jesuítico de filosofía de Eegenhoven, Pierre Scheuer y Joseph Maréchal imagi-
nan montar sobre Kant una metafísica cristiana. Maréchal con su monumental Le point
de départ de la métaphysique (5 tomos, 1922ss), pone el fundamento de un resur-
gimiento filosófico que parte del llamado dinamismo intelectual, que tiene poco que ver
con el método de inmanencia de Blonde\. El eje del sistema no es el hombre en concre-
to, el histórico o fenomenológico, el sujeto fenoménico en el lenguaje de Kant, sino el
trascendental, instalado, por decir así, con sus formas a priori funcionales, estructuran-
tes, en el sujeto, en el hombre concreto. Sobre Kant y los poskantianos, pero sin sus
sistematizaciones radicales, el a priori absoluto es considerado por Maréchal como un
movimiento del espíritu abierto a un desarrollo sin límites que no tiene otra explicación
posible que una presencia del absoluto que nos atrae. Véase la bibliografía citada en las
notas 71 y 72 del cap. quinto de esta parte; cf. también Marie de la Croix, La pensée du
P. Joseph Maréchal, NRth 93 (1971) 938-987.
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65. lB. Metz, Teología como biografía. Una tesis y un paradigma, Cone 115 (1976)
209-218, arto asumido en sU libro La fe en la historia yen la sociedad, Madrid 1979,
p. 228-236.
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71. Basta recorrer los capítulos consagrados a la ética naturalista, la ética analítica y
la ética existencialista y fenomenológica, en V.J. Bourke, Histoire de la morale, París
1970, p. 371-439.
72. El lector puede iniciarse en el tema en J. Milanesi y M. Aletti, Psicología de la
religión, Madrid 1974; M. Poll, Psicología de la religión, Herder, Barcelona 1969;
A. Vergote, Psicología religiosa, Madrid 1969.
73. Una visión complexiva de la renovación de la teología moral puede hallarse en
G. Thils, Tendances actuelles en théologie morale, Gembloux 1940, obra escrita en un
momento en que no se había hecho sentir la sacudida más profunda. Para apreciar dicha
sacudida, cf. F. Bockle, Tendencias de la teología moral, en J. Feiner (diL), Panorama
de la teología actual, Madrid 1961, p. 521-546; J. Gründel, Teología moral, en
E. Neuhausler-E. Gossmann (dirs.), ¿Qué es teología?, Salamanca 1969, p. 259, 295,
con bibliografía selecta.
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85. Uno de los compañeros del padre Ramírez en la Facultad de Friburgo (Suiza),
el padre Utz, hace constar, después de una valoración positiva de su obra, que muchos
se preguntaban «cómo un hombre de su talla hubiese podido cerrarse en el estudio de la
escolástica sin ninguna sensibilidad por el dinamismo de la vida intelectual» (V. Marre-
ro, Santiago Ramírez, O.P. Su vida y su obra, Madrid 1971, p. 3). Aquí está la clave de
la falta de repercusión histórica de una obra tan meritoria.
86. Un signo de este aislamiento -vivido en Cataluña, la parte más ventilada de la
Península - aparece en ocasión del Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona
(1952): ninguno de los eSt\ldios allí presentados se hace eco de la doctrina caseliana
sobre la presencia de los misterios de Cristo en la eucaristía (d. J. Perarnau, o.c. en la
nota 81).
87. Cf. C. Floristán, Tendencias pastorales en la Iglesia española, en Teología y
mundo contemporáneo. Homenaje a K. Rahner, Madrid 1975, p. 491-512.
88. M. Benzo, La formación moral en España de 1939 a 1975, Conc 130 (1977)
516-523.
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89. Para más detalles sobre la evolución de la teología española de estos años, d.
O. González de Cardedal, Situación actual de la teología española, Salm 29 (1982) 5-41;
M. Gesteira Garza, Evolución de la teología en la España de la transición, en Al servicio
de la Iglesia y el pueblo. Homenaje al cardenal Tarancón, Madrid 1984, p. 103-130; íd.,
La teología en España, en Iniciación a la práctica de la teología 1, Madrid 1984, p. 333-355.
Por lo que se refiere a la teología hispánica en el momento conciliar, d. ].M. Laboa, L~s
obispos españoles ante el Vaticano lI, «Miscelánea Comillas» 44 (1986) 45-68; E. Vi-
lanova, Los «vota» de los obispos españoles después del anuncio del concilio Vaticano lI,
RCT 15 (1990).
90. O.c. en la nota 8I.
91. Para la obra de Manya, eL MisceHinia Manya, Tortosa 1979. Para la de Xiber-
ta, d. Miscel·lania Bartomeu M. Xiberta, AST 45 (1972) Y la reedición de su tesis elavis
Ecclesiae, Barcelona 21974, aportación altamente apreciada para comprender la dimen-
sión eclesial de la penitencia (d. R.M. Valabek, AST 45 [1972] 25+ -47+).
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Capítulo undécimo
EL CONCILIO VATICANO II
l. Introducción
1. G. Caprile, Pio XI e la ripresa del concilio Vaticano, «La civild cattolica» 117-3
(1966) 27-39; íd., Pio XI e la Curia romana e il concilio, ibíd. 120-2 (1969) 121-133,
562-575; íd., Pio XII e un nuovo progetto di concilio ecumenico, ibíd. 117-3 (1966)
209-227; R.A. Graham, Pio XII e il Concilio Vaticano 11, ibíd. 127-1 (1976) 427-436;
P. Hebblethwaite, Jean XXIII, le pape du Concile, París 1988, p. 342-344.
2. «Lo que se ha llamado el carácter pastoral del concilio no es más que una nueva
sensibilidad dogmática» (E. Schillebeeckx, L'Église du Christ et l'homme d'aujourd'hui
selon le Vatican 11, Lyón 1965, p. 149). Para el dualismo entre pastoral y doctrinal, d.
el lúcido artículo de M.-D. Chenu, Un concilio «pastoral», en El Evangelio en el tiempo,
Barcelona 1966, p. 633-649, e Y. Congar, La teología en el concilio. El «teologizar» del
concilio, en Situación y tareas de la teología hoy, Salamanca 1970, p. 51-70. En cuanto al
ecumenismo, d. R. Aubert, L'évolution des tendances oecuméniques dans I'Église ro-
maine depuis l'ouverture du Concile, lrén 27 (1964) 354-375, Y M. Villain, Vatican 11 et
le dialogue oecuménique, Tournai 1966.
3. Sto Schmidt, Agostino Bea, il cardinale dell'unita, Roma 1987; íd., Giovanni
XXIII e il Segretariato per l'unione dei cristiani, CrSt 8 (1987) 95-117.
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10. J.M. Rovira Belloso, Analisi teológica del Concili Vatica Il, QVC 116 (1983)
41-64; íd., Significación histórica del Vaticano Il, en C. Floristán y J.-J. Tamayo, El
Vaticano Il, veinte años después, Madrid 1985, p. 22-24.
11. J. Lorés, L'impacte del Concili a Catalunya, QVC 116 (1983) 7-31. En un nivel
más universal y teológico, d. G. Alberigo y J.-P. Jossua (dirs.), La recepción del Vatica-
no Il, Madrid 1986; S. Dianich (dir.), Venti anni di Concilio Vaticano Il. Contributi
sulla sua recezione in Italia, Roma 1985; C. Floristán y J.-J. Tamayo (dirs.), El Vatica-
no Il, veinte años después, Madrid 1985; H. Küng y N. Greinacher (dirs.), Contro il
tradimento del Concilio. Dove va la Chiesa cattolica?, Turín 1987; P. Ladriere y
R. Luneau (dirs.), Le retour des certitudes. Événements et orthodoxie depuis le Vati-
can 1I, París 1987.
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14. Entre la inmensa bibliografía sobre la personalidad y la obra de Juan XXIII, cL,
además de sus propios escritos (Diario del alma es el texto más asequible), G. Zizola,
La utopía del papa Juan, Salamanca 1975; íd., Giovanni XXIII. La fede e la politica,
Roma-Bari 1988; A. Y G. Alberigo, Giovanni XXIII, profezia nella fedelta, Brescia
1978; G. Alberigo, La profezia di papa Gio'l-'anni, Vercelli 1983; L. Algisi, Papa
Giovanni XXIII, Turín 1981; L.F. Capovilla, Giovanni XXI//. Quindici letture, Ro-
ma 1970; íd., Papa Giovanni, un secolo. Centenario della nascita 1881-1981, Bérgamo
1981; G. Lercaro, Giovanni XXIII. Linee per i4na ricerca storica, en Per la forza dello
Spirito. Discorsi conciliari, Bolonia 1984, p. 287-310; L'eta di Roncalli, CrSt 8/2 (1987);
P. Hebblethwaite, Jean XXIII, le pape du Concile, París 1988.
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15. Según la traducción catalana del texto en Concili Vatica II, Madrid 1967 (BAC
265), p. 951-959. Para comprender el alcance del discurso, d. G. Alberigo-A. Melloni,
L'allocuzione «Gaudet Mater Ecclesia», di Giovanni XXIII (11 d'otobre 1962), en
Fede, tradizione, profezia. Studi su Giovanni XXIII e sul Vaticano II, Brescia 1984,
p. 185-283.
16. G. Ruggieri, Appunti per una teología in Papa Roncalli, en G. Alberigo (dir.),
Papa Giovanni, Roma-Bari 1987, p. 245-271.
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28. La literatura sobre Pablo VI cada día es más abundante: cf. el «Notiziario» del
Istituto Paolo VI de Brescia. Para la obra escrita, d. Paulus PP. VI, 1963-1978. Elenchus
bibliographicus, por P. Arató y P. Vian, Brescia 1981 (Istituto Paolo VI, 1). El lector
puede recurrir a G. Huber, Paul VI, esquisse bibliographique et psychologique, París
1963;]. Guitton, Dialogues avec Paul VI, París 1967; A. Santamaria, Un papa riformis-
ta e conservatore, Roma 1967; ].F. Andrews (dir.), Paul VI. Critical appraisals, Nueva
York 1972; N. Vian, Anni e opere di Paolo VI, Roma 1978; P. Lesourd y].M. Benja-
min, Paul VI, 1897-1978; París 1978, y Daniel-Ange, Paul VI, un regard prophétique,
2 vols., París 1979-1981; A. Boland, Paul VI, en DS XII, 1983, col. 522-534; A. Ugenti,
Paolo VI. Un Papa da riscoprire, Turín 1985; R. Aubert, Paul VI, en Catholicisme X,
1985, col. 930-941. Dos obras colectivas enriquecen las aproximaciones a la rica y
polifacética figura del papa Montini y a la evolución de su imagen y de su pontificado:
A. Caprioli y L. Vacearo (dirs.), Paolo VI e la cultura, Brescia 1983, y Paul VI et la
modernité dans I'Église, París-Roma 1984.
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El concilio Vaticano II
seaba mantener a toda costa el poder monárquico total tal como había
existido antes de él»29.
Desde una perspectiva histórica se pueden distinguir esquemáti-
camente dos niveles en el estudio de las relaciones entre el papa Mon-
ti ni y el concilio: por un lado, la posición de Pablo VI en el concilio
como acontecimiento global, con sus aceleraciones y frenazos; por
otro, sus intervenciones, generalmente discretas, en el trabajo de las
comisiones. En el primero, Pablo VI se mantuvo independiente tanto
frente a los ambientes de la Curia como a las turbulencias de la asam-
blea. En el segundo, las intervenciones más o menos discretas son
juzgadas menos favorablemente. Así, a raíz de las «enmiendas ponti-
ficias» sobre la colegialidad, la revelación, la moral conyugal y el
ecumenismo, el sistema monárquico y el régimen más colegial del
concilio general se mostraban inconciliables: las oposiciones en cuan-
to al procedimiento y la mentalidad llevaron a Pablo VI a una posición
compleja. Él quería por encima de todo alcanzar un consenso lo más
amplio posible en el seno del concilio, consenso que adquiría la im-
portancia de una unanimidad moral. Esta unanimidad tenía un precio:
según Poulat, «el Vaticano II ponía el principio de una nueva conducta
pastoral sobre un fondo doctrinal tradicional y no cambiado», y los
contrastes difíciles entre los padres conciliares no desembocaban en
los aspectos dogmáticos, sino que se situaban en el terreno de la
relación entre Iglesia y el mundo, considerados dualmente en una
exterioridad recíproca. La teología del concilio se basaba en la vieja
doctrina agustiniana de las dos ciudades, traducida en la del poder
«espiritual» y la del poder «temporah>30. Este juicio puede aparecer ex-
cesivamente reductor, en la medida en que mezcla los diversos compo-
nentes del concilio y desvalora el peso de los matices con que se pre-
sentaba el tradicional patrimonio eclesiástico reclamado por Pablo VI.
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Del Vaticano 1 al Vaticano II
31. Muchos de los juicios actuales sobre el Vaticano 1I se refieren más a las interpre-
taciones posteriores, libres unas y re ductivas otras; ingenuamente algunos culpan de las
crisis y tensiones de los años postconciliares a las incertezas doctrinales «emanadas» de
un concilio menos preciso en sus formulaciones que el de Trento o e! Vaticano I.
A pesar de! interés histórico de las diversas interpretaciones postconciliares -con la acen-
tuación progresiva de! papa solus tomada ya por Pablo VI y Juan Pablo I1, bien respalda-
do por e! cardenal Ratzinger-, debemos centrarnos aquí en los contenidos específicos
que han desembocado en esas «indecisiones» doctrinales, a la manera recogida por
N. Colaianni, La cdtica del Vaticano Il en la bibliografía actual, Conc 187 (1983)
148-155. Para la evolución eclesial de! período postconciliar, entre la abundante biblio-
grafía, e! lector hallará una visión seria en J. Grootaers, Dal Concilio Vaticano Il a
Giovanni Paolo JI. Una grande svolta delta Chiesa cattolica, Casale Monferrato 1982.
32. R. Caporale, Les hommes du Concile. Étude sociologique du Vatican Il, París
1965.
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33. Una buena información en 1.M. Piñol, La !larga marxa de Mareel Lejebvre,
QVC 143 (1988) 90-108.
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37. Concilio Vaticano Il, Madrid 31966 (BAC 252), p. 837-846; cf. especialmente
M.-D. Chenu, Un Concilio a escala del mundo y El mensaje del Concilio al mundo, en
El Evangelio en el tiempo, Barcelona 1966, p. 613-625.
38. Cf. J.-P. Jossua e Y. Congar (dirs.), La liturgia después del Vaticano Il. Balan-
ces, estudios, prospecciones. Constitución «Sacrosanctum Concilium», Madrid 1969, ex-
celente recopilación de estudios sobre aportaciones de la constitución. Cf. E. Vilanova,
Constitución sobre liturgia y Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual, «Phase»
34 (1966) 280-298. Posteriormente ha aparecido, sobre todo en las revistas especiali-
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zadas, una amplia literatura sobre la reforma litúrgica, menos sobre la teología de la
liturgia. En ocasión de los veinte años de la constitución, se publicaron números mono-
gráficos en las revistas «Phase» 137 (1983) Y «La Maison-Dieu» 157 (1984); d. también
P. Farreau, La liturgie, París 1983; L. Maldonado, Liturgia, sacramentos y religiosidad
popular, en C. Floristán y J.-J. Tamayo, El Vaticano 1I, veinte años después, Madrid
1985, p. 237-270.
39. Además del estudio clásico de Congar, en J.-P. Jossua e Y. Congar (dirs.), o.c.
en la nota anterior, p. 279-338, d. A. Nocent, La Iglesia local realización de Cristo y
sujeto de la eucaristía, en G. Alberigo y J.-P. Jossua, o.c. en la nota 4, p. 262-277.
40. Cf. E. Vilanova, Palabra de Dios y reforma litúrgica, «Phase» 165-166 (1988)
203-210.
41. Cf. A. Franquesa, Para revalorizar la concelebración, «Phase» 165-166 (1988)
211-225.
42. Cf. los comentarios dirigidos por G. Baraúna e Y. Congar y M. Peuchmaurd
(cf. n. Indicaciones bibliográficas, en este mismo capítulo) y el de G. Philips, La Iglesia
y su misterio en el Concilio Vaticano 1I. Historia, texto y comentario de la Constitución
«Lumen gentium», 2 vols., Herder, Barcelona 1968-1969. Una panorámica de la doctri-
na eclesiológica del Vaticano II y de su ulterior evolución, la ofrece H. Rikhorf, La
eclesiología de la «Lumen gentium», Conc 167 (1981) 97-111; C. Floristán, La Iglesia
después del Vaticano 1I, en C. Floristán y J.-J. Tamayo (dirs.), o.c. en la nota 10,
p. 67-103; R. Blázquez, La Iglesia del Concilio Vaticano 1I, Salamanca 1988.
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53. Además de los diversos comentarios a Dei verbum (el ya citado de la colección
Unam sanctam, París 1968, con la colaboración de K. Barth, P. Benoit, A. Grillmeier,
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59. Sobre este tema la literatura es inmensa, sobre todo en España, dado que la
doctrina de la libertad religiosa constituía una descalificación del nacionalcatolicismo
establecido por el régimen franquista y la jerarquía eclesiástica española. Citemos
únicamente, además del comentario de la colección Unam sanctam, París 1967, con
textos de los monseñores Pavan, Willebrands y De Smedt y de los padres Hamer,
Congar y Benoit, los artículos de G.M.M. Cottier, La liberté religieuse. Theme majeur
de Vatican Il, «Études» 322 (1965) 443ss, y el de G. Leclerc, La Déclaration conciliare
sur la liberté religieuse, «Études» 324 (1966) 516ss, y el número monográfico de
Conc 8 (1965). Entre la bibliografía hispánica, cL V. Rodríguez, Sobre la libertad
religiosa, CTom 91 (1964) 311-429; T.I. ]iménez Urresti, Libertad religiosa, Madrid
1965; A. Temiño, La conciencia y la libertad religiosa, Burgos 1965; ]. Hervás, La
libertad religiosa, Madrid 1966; F. Segarra, La libertad religiosa a la luz del Concilio
Vaticano Il, Barcelona 1966; La libertad religiosa, «Atlántida» n.O 24 (monográfico), IV
(1966) 573-740; A. Fuenmayor, La libertad religiosa, Madrid 1968; F. Vera Urbano, La
libertad religiosa como derecho de la persona, Madrid 1968. Una buena síntesis de
la problemática, en H.R. Schlette, Libertad religiosa, en Sacramentum mundi 4, Her-
der, Barcelona 31984, col. 314-321.
60. Para todo este tema, d. La chrétienté a débat. Histoire, formes et problemes
actuels, París 1984.
936
El concilio Vaticano II
937
Del Vaticano 1 al Vaticano II
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El concilio Vaticano II
939
Del Vaticano 1 al Vaticano II
940
El concilio Vaticano II
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Del Vaticano 1 al Vaticano II
66. ef. P. Valadier, L'Église en proceso Catholicisme et société moderne, París 1987,
p. 150-183; É. Poulat, La modernité ti l'heure de Vatican Il, en Le deuxieme Concite du
Vatican (1959-1965), Roma 1989, p. 809-826.
942
El concilio Vaticano Il
943
Balance y perspectivas
LA TEOLOGÍA CATÓLICA
EN LOS PRIMEROS VEINTE
AÑOS DE POSTCONCILIO
Capítulo primero
l. Introducción
947
La teología católica del postconcilio
R. Luneau (dirs.), Le retour des certitudes. Événements et orthodoxie depuis Vatican ¡¡,
París 1987, p. 300-308. Para la periodización del postconcilio, se podrían señalar las
siguientes etapas: 1965-1968 (primer postconcilio, momento de euforia reformista, so-
bre todo en e! campo litúrgico); 1968-1978 (segundo postconcilio, de fuerte crisis de la
euforia inicial); 1978-1983 (fin de! postconcilio, con la promulgación del nuevo Código
de derecho canónico); 1983ss (era wojtyliana, con voluntad de restauración y de «retor-
no a las certezas»). Cf. J. Llopis, Corrents de la teologia catOlica contemporania, «Foc
nou» 177 (1989) 4s.
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14. A. Álvarez Bolado, ¿Una institució que desapareix o una institució que es trans-
forma?, QVC 59 (1971) 7-23.
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La teología católica del postconcilio
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Grandeza y miseria de la teología postconciliar
lium», realizados por equipos de diferentes países (todos ellos ricos): 181 (1983), Los
nuevos movimientos religiosos (EE. UU., Canadá); 185 (1985), La indiferencia religiosa
(Francia); 203 (1986), El cristianismo entre las religiones del mundo (Alemania).
20. Cf. A. Rousseau y J.-P. Leconte, Condiciones sociales del trabajo teológico,
Conc 135 (1978) 167-177.
21. En cuanto a Europa, d. G. Bonnet, La culture européenne et les facultés de
théologie, MSR 37/2 (1980) 75-98. La referencia al caso holandés queda bien explicado
por K. Derksen, Teología no universitaria en Holanda, Conc 135 (1978) 157-167.
22. Cf. F. Refoulé, Orientations nouvelles de la théologie en France, "Le Supplé-
ment» 105 (1973) 119-147; Ch. Duquoc, Situation de la théologie en France, ibíd. 147
(1983) 591-602; Cl. Geffré, Le christianisme au risque de l'interprétation, París 1983,
p. 323-346.
23. La teologia italiana oggi, a cargo de la Fac. Teol. de la Italia septentrional,
Brescia 1979; S. Dianich y E.R. Tura (dirs.), Venti anni de Concilio Vaticano II.
Contributi sulla sua recezione in Italia, Roma 1985.
24. O. González de Cardedal, Teología en España (1965-1987), en J. Laboa (dir.),
El postconcilio en España, Madrid 1988, p. 62-184, a partir de una rica información
-atenta al trabajo realizado en el centro peninsular, pero sin consignar el llevado a
cabo en la periferia-ofrece un inventario de luces y sombras, con juicios críticos
-que no todos compartirán- sobre personas, facultades de teología, grupos, editoria-
les, tendencias e influencias ... El balance resulta muy distinto del que se puede leer, por
ejemplo, en los trabajos reunidos en C. Floristán y J.-J. Tamayo, o.c. en la nota 3. No
se tendría que olvidar lo que señala R. Aguirre, La teología española «puente» entre la
teología centroeuropea y latinoamericana, "Pastoral misionera» 149 (1986) 569-575.
También puede ayudar la concisa y ejemplar panorámica de X. Pikaza, Tendencias
teológicas en España, "Vida nueva» (16.VII.1988) 25-32. En cuanto a Cataluña, cf.
S. Pié, en Iniciación a la práctica de la teología 1, Madrid 1984, p. 356-365; hay que advertir
que, por error de edición, no se consigna en el balance de Pié la teología académica de la
Facultad de Teología de Cataluña, que en esos veinte años ha realizado una tarea que
correspondería a dos generaciones: la de normalización, a base de resolver el problema
infraestructural, y la tarea creadora, más comprometida e iluminadora. Esta circuns-
tancia explica que, a pesar de la resistencia a limitarse a una docencia clerical, no acabe
de extender al país una reflexión equilibrada y crítica sobre la fe, tal como es vivida en
nuestro presente, que sea capaz de superar el pragmatismo inmediato.
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La teología católica del postconcilio
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Grandeza y miseria de la teología postconciliar
28. ef. B. Lonergan, Método en teología, Salamanca 1988 (orig. inglés, Nueva York
1972).
29. Muy sintomática en esta línea es la obra colectiva Prod!s de l'objectivité de
Dieu. Les présupposés philosophiques de la crise de l'objectivité de Dieu, París 1969;
cf. especialmente el. Geffré, Sens et non-sens d'une théologie non métaphysique, en
Un nouvel áge de la théologie, París 1972, p. 67-81.
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La teología católica del postconcilio
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Capítulo segundo
1. ¿Dogmática o hermenéutica?
966
La teología postconciliar a través de tres binomios
1. El modelo dogmático
Este modelo fue practicado sobre todo entre los teólogos, desde el
concilio de Trento hasta el Vaticano II, mientras se abrían otros ca-
minos para la comprensión de la fe. El dogmatismo es una teología de
contrarreforma, con preocupación apologética, obsesionada por man-
tener la ortodoxia doctrinal. Su metodología, a partir de tesis, ya ha
sido explicada en este volumen 3 • Además, tiene muy presente la dis-
tinción, explicitada a partir del siglo XVIII, entre Iglesia que enseña e
Iglesia enseñada, gracias a la cual el magisterio se convierte en la
instancia superior del saber y el control del saber de los demás.
En tal situación, la teología se reduce a un comentario de las de-
finiciones dogmáticas y de las interpretaciones y consignas dadas por
el magisterio, de modo que la relación con la verdad del misterio
queda determinada por su relación con la institución jerárquica, en
detrimento de otras instancias contextuales o vivenciales capaces de
enriquecer la intelligentia fidei. Según esta posición, las verdades de fe
no aparecen como tales en función de la misma verdad de Dios que
se revela, sino porque son afirmadas por el magisterio. La autoridad
de éste, en la práctica, sustituye a la de la Escritura 4 .
La tendencia al dogmatismo se da en toda religión, en la medida en
que intenta identificar la verdad con una forma histórica, en nuestro
caso con la de la contrarreforma. La falta de sensibilidad histórica
3. La situación de la teología dogmática hoy está bien expuesta por Cl. Geffré, Un
nouvel dge de théologie, París 1972, p. 43-66. Cf. también 'una buena descripción en
M. Michel, Voies nouvelles pour la théologie, París 1980, p. 55-69.
4. La distancia entre la concepción de la autoridad doctrinal presentada por santo
Tomás y la de la teología contrarreformista queda bien explicada por P. Eicher, Theo-
logie. Eine Einführung in das Studium, Munich 1980, p. 99-103 Y 178-183 (trad. fran-
cesa, París 1982).
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La teología católica del postconcilio
2. El modelo hermenéutico
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1. El Dios de la metafísica
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2. La historia salvadora
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33. Éste sería el ideal de teología propuesto por Cipriano Vagaggini, que formuló
con precisión en el artículo Teologia, en Nuovo Dizionario di teologia, Roma 1977, col.
1597 -1711; para comprender el alcance y el valor del proyecto, véase Magnus Lóhrer, Il
modello gnostico-sapienzale della teologia. La prospettiva di base della metodologia
teologica di C. Vagaggini, en Lex orandi, lex credendi-Sacramentum, 6, Roma 1980
(Studia anselmiana, 79), p. 19-47.
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La teología católica del postconcilio
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La teología postconciliar a través de tres binomios
35. Constituye una muestra de ello, entre nosotros, el Dialeg teológic entre S. Pié i
L. Duch, QVC 121 (1984) 104-166.
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Capítulo tercero
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La teología católica del postconcilio
2. En cuanto a las comunidades africanas, d., por ejemplo, M.-D. Chenu, Africa en
el Concilio, en El Evangelio en el tiempo, Barcelona 1966, p. 627-632.
3. Cf. G. Thils, Pour une théologie de structure planétaire. Médiations universelles
de salut et chrétienté, en La chrétienté en débat, París 1984, p. 77-87.
4. E. Dussel, Teologías de la «periferia» y del «centro», ¿encuentro o confron-
tación?, Conc 191 (1984) 141-154. Para las dificultades vividas por la teología sud-
americana de la liberación, en concreto, d. J. Castanyé, Teologia de la Congregació
de la doctrina de la fe i teologia de l'alliberament, QVC 133 (1986) 52-63; H. Küng y
N. Greinacher, Contro il tradimento del Concilio, Turín 1987, p. 155-171,361-375; la
defensa de esta teología por parte de K. Rahner está recogida en G. Girardi, La tunica
lacerata, Roma 1986, p. 174-215. Cf. también la conferencia de Leonardo Boff, La
teología de la liberación post Ratzinger locutum, en Premi Internacional Alfons Comín,
1987. ha Leonardo Boff, Barcelona 1987, p. 26-49.
988
La pérdida del monopolio europeo en teología
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La pérdida del monopolio europeo en teología
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La teología católica del postconcilio
utilizada en América Latina por el clero» (Il, proposición n.o 3). Por otro lado, en las
conversaciones de Fidel Castro con Frei Betto hallamos una profunda simpatía del líder
cubano por la teología de la liberación, cuyos teólogos principales leyó.
9. Es interesante observar que Gustavo Gutiérrez, considerado el padre de la teolo-
gía de la liberación, es deudor todavía, en su obra Teología de la liberación. Perspecti-
vas, Salamanca 14 1990, de los grandes teólogos europeos que orientaron al Vaticano 11:
basta hojear los índices de autores citados. Para la identificación de esta teología
fue importante la semana celebrada en El Escorial (8-15 de julio de 1972), organizada
por el Instituto Fe y secularidad: las ponencias, en Fe cristiana y cambio social en
América Latina, Salamanca 1973.
10. J. Comblin, Le theme de la libération dans la pensée chrétienne latino-améri-
caine, «Revue nouvelle» (1972, mayo-junio) 560-574. Desde una perspectiva netamente
teológica, d. el excelente artículo de Jon Sobrino, Teologia de l'alliberament i teologia
europea progressista, QVC 113 (1986) 64-85.
992
La pérdida del monopolio europeo en teología
993
La teología católica del postconcilio
seguir a Jesucristo, no sólo dicen algo del martirio sino también sobre
Dios. Este enfoque es provocativo, y por ello esta teología se ha hecho
conflictiva desde todas las perspectivas. En la perspectiva teológica, la
denuncia que desde Roma hizo el cardenal Ratzinger (1984) dio
ocasión a respuestas concienzudas. U na de las más serias fue la de J. L.
Segundo 12 ; se sintió profundamente afectado por el documento, de tal
forma que confesaba que su teología sería falsa, si la del documento
fuese verdadera: así se creaba un doloroso problema de conciencia,
que no sería el único.
Segundo intentó averiguar cuál es la teología subyacente al do-
cumento romano, ya que se atacaba la teología de la liberación desde
otra teología (no simplemente desde la fe). La conclusión de Segundo
es que antes de tratar las cuestiones del marxismo, la lucha de clases o
la doctrina de la Iglesia popular, la teología de la liberación ya estaba
juzgada. Había sido acusada de caer en un reduccionismo inmanentis-
ta y secular. Ahora bien, ¿desde dónde -se pregunta Segundo- se
hace tal acusación? Desde una teología, difundida en todo el do-
cumento, que es dualista, trascendentalista, espiritualista, que no
acepta que el hombre y la,historia puedan ser caminos de trascenden-
cia, que considera que el Antiguo Testamento se ha radicalizado en el
Nuevo hasta tal punto que Dios se hace presente casi de forma exclu-
siva en la interioridad del corazón y que reduce la actividad del cris-
tiano a la búsqueda de la perfección personal.
Segundo opone esta teología a la del Vaticano II y llega a la conclu-
sión de que el conflicto ya no es entre el documento y la teología de la
liberación, sino entre el documento y la misma doctrina conciliar. No
es casual que Ratzinger, autor principal del documento, sea tan crítico
hacia el postconcilio (Informe sobre la fe) y, lógicamente, también
frente al mismo concilio.
En último término, se repite el problema de la crisis modernista:
también ahora el conflicto se da en torno a la inmanencia y el in-
manentismo. Más allá de los posibles peligros y desviaciones de la
teología de la liberación -toda teología tiene los suyos, y Roma hace
bien advirtiéndolo -, aparece el conflicto entre una teología dualista,
espiritualista, personalista, intimista e incluso esteticista y aristocrá-
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La teología católica del postconcilio
2. Versión sudafricana
19. Y. y oung, El éxodo como paradigma de la teología negra, Conc 209 (1987)
115-123; J. Cone, Teologías de la liberación en las minorías étnicas norteamericanas,
Conc 219 (1988), donde aparece cómo, ante una existencia deshumanizadora, empieza a
surgir una vida nueva a partir de una nueva percepción de la naturaleza última del
mismo cristianismo, peregrinación en tierra extranjera.
20. Entre la amplia bibliografía sobre el tema, se puede consultar en castellano:
L. Jones, Blues People, Música negra en la América blanca, Barcelona 1970; Th. Leh-
mann, Un grito de esperanza: los espirituales negros, Conc 59 (1970) 406-411;
J. Cone, El cielo según los espirituales negros, Conc 143 (1979) 359-369; íd., El sig-
nificado de Dios en los espirituales negros, Conc 163 (1981) 390-394. Véase, en francés,
G.-Cl. Balmir, Du chant au poeme, París 1982.
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21. Cf. como mejor obra para comprender la situación, T.R.H. Davenport, South
Africa. A modern history, Londres 21978; véase también M. Cornevin; L'apartheid:
pouvoir et falsification historique, París 1978; D. Tutu, Persecución de los cristianos en
Africa del Sur, Conc 183 (1983) 404-413.
22. Apoyan su cualidad cristiana en cuatro clases de argumentos: 1) Argumento
bíblico: el Antiguo Testamento preconiza la separación de los pueblos, cada cual en su
territorio. 2) Argumento histórico: pertenece al plan de Dios el que el pueblo boer sea
elegido y salvado. 3) Argumento teológico: la nación boer está sacralizada. 4) Ar-
gumento misionero: el pueblo boer se considera enviado a África del Sur para la pro-
pagación de la verdadera fe y la salvación de las razas no blancas. El mesianismo
cristiano se ha convertido en un mesianismo blanco. Todo ello conlleva una orga-
nización política de impronta nazi. Cf. M. Aicardi de Saint-Paul, Ségregation et
Apartheid, París 1979; M. Hope e Y. Young, The South African Churches in a revo-
lutionary situation, Maryknoll 1981; D. Hurley, Tareas de la Iglesia en favor de los
derechos humanos. La Iglesia ante el apartheid, Conc 144 (1979) 134-139;
A. Boesak, La Iglesia negra y el futuro en Sudáfrica, Conc 158 (1980) 222-233.
23. A.-M. Goguel y P. Buis, Chrétiens d'Afrique du Sudface a l'apartheid, París
1978, p. 58-59.
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La teología católica del postconcilio
francesa, París 1984). Otros teólogos han hecho oír su voz: Sto Biko,
A. Boesak, M. Buthelezi, S. Maimela, T. Mofokeng. Sus aportaciones
prolongaron la obra colectiva editada bajo la dirección de Basil Moo-
re, The challenge of black theology in South Africa (1974).
Una auténtica teología negra considera la liberación del opresor al
mismo tiempo que la del oprimido, la plenitud de vida para ambos.
Pero, después de haberla considerado como el grito del niño impoten-
te, los blancos han visto en ella la obra subterránea de la ideología
marxista: bajo la apariencia de evangelio social, dicen, la teología pro-
paga el socialismo.
En septiembre de 1985 se publicó el documento Kairos, importan-
te para la formulación de la teología negra, firmado por protestantes y
católicos. Después de criticar la llamada «teología del Estado» y la
«teología de la Iglesia», la sostenida generalmente por las Iglesias de
lengua inglesa, pide una «teología profética». El texto exige el com-
promiso de la Iglesia aliado de los oprimidos, con lucidez y donación.
La lectura de la Biblia conduce al problema de Dios. El problema
antropológico es un problema de cultura en el sentido africano de la
palabra, marcada por la concepción del hombre, del mundo, de Dios.
Alguien pensaba que en la teología de la liberación, en África del Sur,
la cultura no estaba en el primer plano. Las cosas han cambiad024 •
Donde la opresión empezó negando la identidad y dignidad humanas
de sus víctimas, la lucha liberadora empieza afirmando esta identidad
y dignidad. Esto es una lucha de liberación culturaJ25.
24. Cf. P.A. Kalilombe, Le theme de la libération dans la théologie africaine en pays
anglophones, «Documents inter-Églises» (1985) 29.
25. Para todo este tema, y para fos matíces que se dan entre el África anglófona, la
francófona y África del Sur, cf. E. Mveng, Teología africana de la liberación, Cone 219
(1988) 195-216.
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La pérdida del monopolio europeo en teología
1. Cronología reciente
26. S. Semporé, Las Iglesias de Africa entre su pasado y su futuro, Conc 126 (1977)
312-328. Cf. también T. Tshibangu, Una Iglesia joven en vías de madurez, Conc 164
(1981) 99-107; H. Rücker, Afrikanische Theologie. Darstellung und Dialog, Innsbruck-
Viena 1985; R. Luneau, Prendre la parole, etre écoutées: une tache difficile pour les
Églises d'Afrique, en P. Ladriere y R. Luneau (dirs.), Le retour des certitudes, París
1987, p. 103-121.
27. Bibliografía: B. Chenu, o.c. en la nota 1, p. 147-191; además de las obras
consignadas en una bibliografía bien seleccionada (p. 189-191), d. los monográficos de
las revistas Conc 126 (1977); «Les quatre fleuves» 10 (1979); «Lumiere et vie» 159
(1982); ,,5píritus» 88 (1982) Y Jos artículos de E. Mveng y J. Ukpong en Conc 219
(1988) sobre Teología del tercer mundo. Convergencias y divergencías.
1001
La teología católica del postconcilio
1002
La pérdida del monopolio europeo en teología
30. M. Hebga, Émancipation d'Églises sous tutel/e, París 1981; J.-M. Ela, ldentité
propre d'une théologie africaine, en el. Geffré (dir.), Théologie et choc des cultures,
París 1984, p. 23-54.
31. A. Shorter, Théologie chrétienne africaine. Adaptation ou incarnation?, París
1980.
32. Pedro Arrupe, Carta sobre la inculturación (4.V.1978), en La identidad del
jesuita en nuestros tiempos, Santander 1981, p. 95-102. Sobre el tema véase, como obra
fundamental, lnculturazione. Concetti, problemi, orientamenti, Roma 1979, y la pro-
funda panorámica de A. Torres Queiruga, lnculturación de la fe, en C. Floristán y
J.]' Tamayo (dirs.), Conceptos fundamentales de pastoral, Madrid 1983, p. 471-
480.
1003
La teología católica del postconcilio
nuevo campo cultural sin ser percibido como una intrusión violenta),
sus fundamentos teológicos son muy sólidos. Monsengwo Pasinya la
ha presentado como una consecuencia de la encarnación del Verbo,
una exigencia de catolicidad y unidad de la Iglesia, una exigencia de
trascendencia del mensaje, una característica de la revelación siempre
actual, una necesidad epistemológica del mensaje y de su carácter
escatológic033 •
La inculturación subraya el papel central de la Iglesia local, y
también el de la expresión religiosa. :Ésta agrava el problema litúrgico,
dada la relación entre inculturación y tradición, que no es ni fortuita
ni arbitraria. La tradición tiene como tarea transmitir una doctrina o
unos ritos de una época a la siguiente; la inculturación se esfuerza por
transmitirlos de una cultura a otra. Se trata de dos problemas que no
sólo se iluminan mutuamente, sino que tienen una solución única. En
ambos casos, se trata de pasar de un sistema de símbolos a otro.
En efecto, si el contraste es inmenso entre el pensamiento y la praxis
de los africanos y la mentalidad helénica y latina, no es más vasto que
entre el pensamiento semítico y su simbolismo, cuna de la fe cristiana,
y el pensamiento helénico y su simbolismo. Así mismo hay un con-
traste entre el simbolismo cristiano romano y el simbolismo carolin-
gio que le sucedió en el imperio de Carlomagno. Es evidente que un
paso así, ya sea lento o rápido, accidental o planificado, inconsciente o
consciente, procede según la doble vía de un descubrimiento de
nuevas fórmulas lingüísticas, entre otras, y de una reinterpretación, de
una relectura de fórmulas antiguas que se guardan. Es igualmente
cierto que la transición de un tipo de cultura a otro no se hace única-
mente en el espíritu y no es simplemente un fenómeno de compren-
sión religiosa; exige una manera de vivir, una praxis en transforma-
ción, una ortopraxis que se busca34 .
Las críticas actuales de la inculturación en África se centran en el
peligro de una restauración cultural, en una línea estática de carácter
arqueológico y folklórico; en el escaso cuidado en conectar la dimen-
sión cultural con la religiosa, y la minimización inesperada: desde
perspectivas más puritanas hasta otras más cómodas, se ve que no se
1004
La pérdida del monopolio europeo en teología
35. Para este último aspecto, d. J.-M. Ela, o.c. en la nota 30.
36. S. Semporé, Le défi des Églises afro-chrétiennes, «Lumiere et vie» 159 (1982) 53;
véase M. McVeigh, El concepto de religión en las teologías cristianas de Africa, Conc 156
(1980) 396-402.
37. E. Mveng, Teología africana de la liberación, Conc 219 (1988) 195-216;
J. Ukpong, Bibliografía teológica africana, ibíd., p. 257-266.
1005
La teología católica del postconcilio
V. La teología en Asia
38. J.-M. Ela, De l'assistance ala libération, «Foi et développement» 83-84 (1981);
véanse especialmente sus libros Le cri de l'homme africain, París 1980, y Ma foi d'afri-
cain, París 1985.
39. Chemins de la christologie africaine, París 1986.
40. R. Panikkar, La interpeUació de l'Asia al cristianisme, en Teologia i vida, Barce-
lona 1984, p. 81-93.
41. Cf. R.V. de Smet, La teología en la India, en La teología en el siglo XX 1,
Madrid 1973 (BAC maior 5), p. 348-361; M. Amaladoss, L'Église en Inde: vingt ans
apres Vatican 11, en P. Ladriere y R. Luneau (dirs.), o.c. en la nota 26, p. 13-33. Cf.
sobre todo R.H.S. Boyd, An introduction to Indian Christian Theology, Madras 21975;
íd., Khristadvaita. A theology for India, Madras 1977; A. Mookenthottam, Indian
theological tendencies, Berna 1978; R. Panikkar, The unknown Christ of hinduism,
Bangalore 21981 (trad. cast., Madrid-Barcelona 1971); íd., Algunos aspectos de la espi-
ritualidad hindú (con abundante bibliografía), en B. ]iménez-Duque y L. Sala Balust
(dirs.), Historia de la espiritualidad IV, Barcelona 1969, p. 431-542; íd., Le dialogue
intrareligieux, París 1985: para la rica y notable aportación de Panikkar al tema, véase
Bibliografía de y sobre Raimundo Panikkar, «Anthropos» 53-54 (1985) 29-41.
Actualmente es el director general de la Colección de monografías teológicas índicas,
editada por la Asociación de teólogos de la India, «Indic Theological Series», QVC 141
(1980) 118-121.
42. Sobre la base de la enseñanza budista, sensible a la experiencia del sufrimiento,
Kazoh Kitamori, de confesión luterana, publicó la primera teología japonesa de la
1006
La pérdida del monopolio europeo en teología
Cruz, La teología del dolor de Dios (1946; trad. cast., Salamanca 1975): d. J.I. Gonzá-
lez Faus, EE 48 (1973) 5-40. Atento al contexto de un Japón vencido y devastado, a la
concepción budista del sufrimiento y a la concepción japonesa de la tragedia, la apor-
tación de Kitamori responde a las características del espíritu japonés. La obra El Dios
crucificado, de J. Moltmann, se inspira explícitamente en la reflexión de Kitamori.
43. Nos podríamos referir al Vietnam o a Filipinas, a China o Corea, con la teología
del minjung; d. O. Metzler, La teología del «tercer mundo», Conc 190 (1983); Chung
Hyun-kyung, ¿Opio o semilla de la revolución? El chamanismo en Corea, Conc 219
(1988) 267-276.
44. R. Panikkar, La intuieió cosmoteandrica, QVC 120 (1984) 85-91. Una valiosa
concreción de esta síntesis, la ofrece Henri Le Saux, La montée au fond du coeur. Le
joumal intime du moine chrétien-sanyyasi hindou (1948-1973), selección con introduc-
ción y notas de R. Panikkar, París 1986.
45. A. Pieris, Hablar del Hijo de Dios en las culturas no cristianas de Asía, Conc
173 (1982) 391-399.
46. Cf. la obra colectiva Dieu en Asie, París 1982. Dos recientes publicaciones de
dos teólogos asiáticos marcan claramente el itinerario teológico que hay que seguir:
Tissa Balasuriya, Planetary theology, Nueva York 1984, y Aloisius Pieris, Theologie
der Befreiung in Asien. Christentum im Kontext der Armut und der Religionen, Fribur-
go-Basilea-Viena 1986.
1007
La teología católica del postconcilio
1008
La pérdida del monopolio europeo en teología
1009
La teología católica del postconcilio
51. R. Panikkar, El somni d'una església índia, QVC 131-132 (1986) 174-199.
52. R. Gibellini, Il dibattito sulla teologia della liberazione, Brescia 1986, p. 96-122.
1010
La pérdida del monopolio europeo en teología
53. R. Panikkar, The unknown ... , o.c. en la nota 41. Para los intentos de una
cristología india, d. B. Chenu, o.c. en la nota 1, p. 209-217.
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ÍNDICE DE NOMBRES
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índice de nombres
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índice de nombres
Foket, M. 636 643 Franzelin 516 574 582 591 627 629
Folch, A. 541 631 636
Folch de Cardona, arzobispo de Va- Franzt, K. 378
lencia 288 Fraser, A. 169
Folliard, D. 996 Frauenstadt, ]. 411
Fonck, A. 458 522 Frayssinous 495
Fontan, P. 635 Frenaud, G. 527
Fontanini, G. 321 Freud, Sigmund 695 696-700 703 900
Fontcuberta, J. 717 Frey, Ch. 732
Fontecha Inyesto, J.F. 951 Friedhoff 468
Fontenelle véase Le Bovier de Fonte- Friedmann, G. 110
nelle, Bernard Friedrich, Gerhard 740
Fonzi, F. 598 Friedrich, ]. 568
Forget, ]. 142 Fries, H. 729 736 863 871 935 964
Forrest, A. 327 Fries, ].F. 410
Forte, B. 960 963 Frings, cardenal
Foucault, M. 701s Frisque, J. 739 864
Foucher, L. 496s 522 599 Frohschammer, ]acob 451 461 580
Fouillé 487 Frombosa, ]. 409 469
Fouilloux, E. 592 854 874 Fromm, Erich 718 720s
Foulquié, P. 686 Frost, F. 632
Fourier, Charles 470 503s Fruchon, P. 694
Fraijó, M. 769 771 Fuchs, Ernst 693 696 747s
Fraile, Guillermo 119 287 548 Fuchs, J. 468 519 901
Fraile Miguélez, Miguel 295 Fuenmayor, A. 936
Fraisse, S. 669 Fuente, Vicente de la 290
Francisco de Sales, san 321 Führmans, H. 378
Francke, August Hermann 217 Fuhrt, P. 423
Franco, A. 876 Fullat, O. 693
Franco, G. 568s Fülling, E. 240
Franco, R. 931 971 Funk, F.X. 631 838
Francovich, Cario 302 Furet, Fran<;ois 327
Frank, A. 244
Frank, Franz Hermann Reinhold Gabás, R. 81 719
609s Gabbe, D. 801
Frank, Simón 349 802 Gaboriau, F. 685 897
Frankenberger, H. 245 Gabus, J.F. 751
Frankl, S. 51 Gadamer, D.G. 694 696
Frankl, Viktor E. 700 Gadille, ]. 569
Franklin 329 Gafo 601
Franquesa, A. 857 928 Gagern, M. von 418
Franquieres 211 Gagnebet, M.R. 583
Franz, E. 358 Gaillard, ]. 845 848 851
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Índice de nombres
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Índice de nombres
Marcel, Gabriel 437 684 687s 690ss MartÍ, Casimmir 532 534 54658 589
695 886 901 604 658 931
Marción 614 MartÍ, Josep 295
Marco Aurelio, emperador 168 MartÍ, Manuel 121s 292 294
222 MartÍ d'Eixelil, Ramon 541
Marco, Salvatore di 728 Martimort, A.G. 843 848
Marcocchi, M. 322 Martin 468
Marcos, evangelista 616s 742 781s Martin, LB. 567
Marcuse, Herbert 388 409 422 424 Martin, V. 359 530 533 568 575
431 469 471s 718 720 Martín Descalzo, J.L. 671 913
Marchasson, Y. 508 Martin du Gard, M. 650
Mardones, 1.M. 968 Martín Hernández, F. 299
Maréchal, Joseph 245 666s 894 Martín Tejedor, J. 575s
Maret, Henri 507s Martín Velasco, J.D. 686 740 986
Marfany, J.-M. 721 Martín de Ximeno, J.H. 362 376
Margarit, A. 554 Martina, G. 308 326 502 514 518 568
Margerie, B. de 753 583 586 624 950
María Amelia, esposa de Luis Felipe Martinell, Maria 34
343 MartÍnez, C.G. 288
María Magdalena de Pazzi, santa 323 MartÍnez, J. 711
María Rosa Molas, santa 640 MartÍnez Albiach, A. 286ss 296 535
María Teresa, emperatriz 275 278ss 583
281 MartÍnez Camino, J.A. 776
Maria, Á. de 78 Martínez Cortés, J. 753
MarÍas, J. 127 693 904 MartÍnez Millán, J. 118
Marie de la Croix 667 894 MartÍnez Ruiz, J. (AzorÍn) 656
MarÍn Beuzas, F. 533 MartÍnez Vigil, arzobispo de Oviedo
MarÍn Solá, Francisco 601s 601
Marion, Jean-Luc 60 795 973s Martini, Antonio 315
Maristany del Rayo, J. 554 690s Marx, Karl 325 332 409s 414 419
Maritain, Jacques 60 63 67 554 671 423-427428 431 471 492 579 695
681 683 881 893 902 919 933 702 714ss 718 720s 726s 750 752
Maritain, R. 671 807
Markovitch, M.J. 800 Marxsen, W. 742 782
Marlé, R. 694 696 734 743 749 756 Mascall, E.L. 760 788
764 777 856 907 953 956 Mascaron 298
Marquardt, Fr.-W. 730 732 Masdeu, Baltasar 300 304
Marques, A. 696 720 Masdeu, Joan Francesc de 295 304
Marrero, V. 904 Masdeu, José A. 300 304
Marrou, H.L 624 630 885 Masoliver, A. 547 640
Martelet, G. 914 Masotta, O. 703
Martens, W. 276 Massillon, J.-B. 298
Martensen 431 Masson, P.M. 207
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índice de nombres
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índice de nombres
Pablo VI, papa 343 918-921 922 924 Passerin d'Entreves, E. 514
926 933 952 975 980 988 1002 Passionei, D. 321
Pablo Maroto, D. de 575 601s Pasternak, Boris 793
Pacelli véase Pío XII, papa Paterson, R.W.K. 428
Packard, K. 784 Patfoort, A. 848
Pacheco, F.M. 323 Patrone, A. 521
Pacchiani, e. 81 Patuzzi, Vicenzo 316s 319
Paganini, G. 102 Pauck, W. 620
Pagano, Mario 309 Pavan, monseñor 936
Paissac, H. 691 Pavoni, Ludovico 526
Paissy Velichkovski 553 Pawson, G.P.R. 145
Paladio 836 Pecellín Lanchars, M. 671
Palafox, obispo 286 Peccorini, F. 692
Palamas, Gregorio 809 Pedrazzoli, M. 771
Palanco, Francisco 119s Pedro, san 596 600 630 739 810 918
Palau Quer, Francesc 546 640 930
Paley, W. 181 Pedro el Grande, de Rusia 550 791
Palmier, J.-M. 703 720 Peelmen, A. 884
Pangloss 204 Péguy, Charles 668-675 683 888
Panikkar, Raimundo 739 765 860 Peirce, Charles Sanders 483 638
935 978 982 1006s 1009ss Pelagio 833
Pannenberg, Wolfhart 420 769ss Pelegrí Valls, J. 689
Paolinelli, M. 154 Pelikan, H.R. 755
Papadiamandis, Alejandro 553 818 Pellegrini, e. 500
Papandreu de Tranúpolis, Damas- Pellegrino, M. 834
kinos, metropolita 813 Penco, G. 313 513s 526 652 828
Papebroch 122 Peñalver, P. 573
Papini 828 Peñalver Simo, M. 695
Paprocki, H. 793 Perarnau, Josep 605 658 660 902 904s
Paracelso 349 913
Paradis, G. 581 Pereira de Freitas, J.S. 684
Pareyson, L. 68 437 Pérez, A. 189
Parma, duque de 196 Pérez, F. 214
Parménides 973 Pérez, José 122
Parmentier, A. 767 Pérez Alhama, J. 532
Parsch, P. 840 Pérez Aparicio, M.e. 288
Pascal, Blaise 30 34 68-77 109 111ss Pérez de Ayala 601
186 204 244 627 651 659 723 758 Pérez Bayer 300
796 Pérez Goyena, A. 288
Pascal, G. 70 Pérez de Laborda, A. 89 156
Pascual Piqué, J. 771 Périer, M. 70
Pasqual, Jaume 295 Perramon, J. 479
Passaglia 516 591 624 Perrin, M.T. 626 676
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