BENDICIONAL
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ORIENTACIONES GENERALES
I.- LA BENDICIÓN
EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN
1. La fuente y origen de toda bendición es Dios bendito, que está por encima de todo ,
el único bueno, que hizo bien todas las cosas para colmarlas de sus bendiciones y que,
aun después de la caída del hombre, continúa otorgando esas bendiciones, como un
signo de su misericordia.
6. Dios, del que desciende toda bendición, concedió ya en aquel tiempo a los hombres,
principalmente a los patriarcas, los reyes, los sacerdotes, los levitas, los padres , que
bendijeran su nombre en la alabanza, y en ese mismo nombre colmaran de
bendiciones divinas a los demás hombres y a las cosas creadas.
Cuando es Dios quien bendice, ya sea por sí mismo, ya sea por otros, se promete
siempre la ayuda del Señor, se anuncia su gracia, se proclama su fidelidad a la alianza.
Cuando son los hombres los que bendicen, lo alaban proclamando su bondad y su
misericordia.
Dios, en efecto, imparte su bendición comunicando o anunciando su bondad. Los
hombres bendicen a Dios cantando sus alabanzas, dándole gracias, tributándole culto y
adoración, y, cuando bendicen a otros hombres, invocan la ayuda de Dios sobre cada
uno de ellos o sobre las asambleas reunidas.
9. La Iglesia, movida por la fuerza del Espíritu Santo, expresa de diversas maneras
este ministerio suyo y por esto ha instituido diversas formas de bendecir. Con ellas
invita a los hombres a alabar a Dios, los anima a pedir su protección, los exhorta a
hacerse dignos de su misericordia merced a una vida santa y utiliza ciertas plegarias
para impetrar sus beneficios y obtener un feliz resultado en aquello que solicitan.
A ello hay que añadir las bendiciones instituidas por la Iglesia, que son signos sensibles
que «significan y cada uno a su manera realizan» aquella santificación de los hombres
en Cristo y aquella glorificación de Dios que constituyen el fin hacia el cual tienden
todas las demás actuaciones de la Iglesia.
10. Las bendiciones, en cuanto que son signos que se apoyan en la palabra de Dios y
se celebran bajo el influjo de la fe, pretenden ilustrar y deben manifestar la vida nueva
en Cristo, vida que tiene su origen y crecimiento en los sacramentos del nuevo
Testamento instituidos por el Señor. Además, las bendiciones, que han sido instituidas
imitando en cierto modo a los sacramentos, significan siempre unos efectos, sobre
todo de carácter espiritual, pero que se alcanzan gracias a la impetración de la Iglesia.
11. Con esta convicción, la Iglesia trata de que la celebración de la bendición redunde
verdaderamente en alabanza y glorificación de Dios y se ordene al provecho espiritual
de su pueblo.
Para que esto se vea más claro, las fórmulas de bendición, según la antigua tradición,
tienden como objetivo principal a glorificar a Dios por sus dones, impetrar sus
beneficios y alejar del mundo el poder del maligno.
13. Los cristianos, guiados por la fe, fortalecidos por la esperanza y espoleados por la
caridad, no sólo son capaces de discernir sabiamente los vestigios de la bondad divina
en todas las cosas creadas, sino que también buscan implícitamente el reino de Cristo
en las obras de la actividad humana. Es más, consideran todos los acontecimientos del
mundo como signos de aquella providencia paternal con que Dios dirige y sustenta
todas las cosas. Por tanto, siempre y en todo lugar se nos ofrece la ocasión de alabar a
Dios por Cristo en el Espíritu Santo, de invocarlo y darle gracias, a condición de que se
trate de cosas, lugares o circunstancias que no contradigan la norma o el espíritu del
Evangelio. Por eso, cuando se celebra una bendición se ha de someter siempre al
criterio pastoral, sobre todo si puede surgir un peligro de admiración o extrañeza entre
los fieles o los demás.
14. Esta manera pastoral de considerar las bendiciones está en sintonía con las
palabras del Concilio ecuménico Vaticano II: «La liturgia de los sacramentos y de los
sacramentales hace que, en los fieles bien dispuestos, casi todos los actos de la vida
sean santificados por la gracia divina que emana del Misterio Pascual de la pasión,
muerte y resurrección de Cristo, del cual todos los sacramentos y sacramentales
reciben su poder, y hace también que el uso honesto de casi todas las cosas materiales
pueda ordenarse a la santificación del hombre y a la alabanza de Dios» .
Así, con los ritos de las bendiciones, los hombres se disponen a recibir el fruto superior
de los sacramentos, y quedan santificadas las diversas circunstancias de su vida.
15. «Para asegurar esta plena eficacia, es necesario que los fieles se acerquen a la
sagrada liturgia con recta disposición de ánimo». Por esto, los que piden la bendición
de Dios por medio de la Iglesia han de afianzar sus disposiciones internas en aquella fe
para la cual nada hay imposible ; han de apoyarse en aquella esperanza que no
defrauda ; y sobre todo han de estar vivificados por aquella caridad que apremia a
guardar los mandamientos de Dios . Así es como los hombres que buscan el
beneplácito divino entenderán plenamente y alcanzarán realmente la bendición del
Señor.
16. Las bendiciones son acciones litúrgicas de la Iglesia y, por esto, la celebración
comunitaria que a veces se exige en ellas responde mejor a la índole de la plegaria
litúrgica, y así, mientras la verdad viene expuesta a los fieles por medio de la oración
de la Iglesia, los allí presentes se sienten inducidos a unirse con el corazón y con los
labios a la voz de la Madre.
Para las bendiciones más importantes, que afectan a la Iglesia local, es conveniente
que se reúna la comunidad diocesana o parroquial, presidida por el Obispo o el
párroco.
Pero también en las demás bendiciones es recomendable la presencia de los fieles, ya
que lo que se realiza en favor de un grupo cualquiera redunda de alguna manera en
bien de toda la comunidad.
17. Cuando no esté presente ningún grupo de fieles, tanto el que quiere bendecir a
Dios o pide la bendición divina como el ministro que preside la celebración deben
recordar que ya representan a la Iglesia celebrante, de modo que por su oración en
común y su petición la bendición desciende, «por medio del hombre, aunque no desde
el hombre», en cuanto que es «el deseo de la comunicación de la santificación y de las
gracias».
d) A los acólitos y lectores, que por la institución que se les ha conferido desempeñan
una peculiar función en la Iglesia, con razón se les concede, de preferencia a los
demás laicos, la facultad de impartir algunas bendiciones, a juicio del Ordinario del
lugar.
También los otros laicos, hombres y mujeres, por la eficacia del sacerdocio común, del
que se han hecho partícipes por el bautismo y la confirmación, ya sea en virtud de su
propio cargo (como los padres con respecto a sus hijos), ya sea en virtud de un
ministerio extraordinario, ya sea porque desempeñan una función peculiar en la
Iglesia, como los religiosos o los catequistas en algunos lugares, a juicio del Ordinario
del lugar , cuando conste de su debida formación pastoral y su prudencia en el
ejercicio del propio cargo apostólico, pueden celebrar algunas bendiciones, con el rito y
las fórmulas previstos para ellos, según se indica en cada una de las bendiciones.
Pero en presencia del sacerdote o del diácono, deben cederles a ellos la presidencia.
19. La participación de los fieles será tanto más activa cuanto más profunda sea la
instrucción que se les dé sobre la importancia de las bendiciones. Por esto los
presbíteros y ministros, en las mismas celebraciones, así como en la predicación y en
la catequesis, han de explicar a los fieles el significado y la eficacia de las bendiciones.
Es muy importante, en efecto, que el pueblo de Dios sea instruido acerca del
verdadero significado de los ritos y preces que emplea la Iglesia en las bendiciones,
para que en la celebración sagrada no se introduzca ningún elemento de tipo
supersticioso o de vana credulidad que pueda lesionar la pureza de la fe.
IV. LA CELEBRACIÓN DE LA BENDICIÓN
Estructura típica
22. La segunda parte tiene por objeto alabar a Dios, con los ritos y las preces, y
obtener su ayuda por Cristo en el Espíritu Santo. El núcleo central de esta parte lo
constituye la formula de bendición, u oración de la Iglesia, acompañada con frecuencia
de un signo determinado.
Para fomentar la oración de los presentes, puede añadirse la plegaria común que
normalmente precede a la fórmula de bendición, y a veces la sigue.
24. Por consiguiente, al preparar la celebración, hay que tener en cuenta sobre todo lo
siguiente:
b) hay que atender a las normas generales sobre la consciente, activa y adecuada
participación de los fieles;
c) conviene sopesar las circunstancias de las cosas y de los asistentes , observando los
principios que inspiran la reforma de estos ritos y las normas dadas por la autoridad
competente.
25. Los signos visibles que con frecuencia acompañan a las oraciones tienen la
finalidad principal de evocar las acciones salvadoras del Señor, mostrar una cierta
conexión con los principales sacramentos de la Iglesia, y, de este modo, alimentar la fe
de los allí presentes, captando así su atención para que participen en el rito .
26. Los principales signos que se emplean son los siguientes: extensión, elevación o
unión de las manos, imposición de las manos, señal de la cruz, aspersión del agua
bendita e incensación.
d) En algunos ritos se alude a la aspersión con el agua bendita. En este caso, los
ministros han de exhortar a los fieles a que recuerden el Misterio Pascual y renueven la
fe de su bautismo.
28. Algunas bendiciones incluyen una especial conexión con los sacramentos y por ello
pueden a veces unirse a la celebración de la Misa. En el Ritual de Bendiciones se indica
cuáles son estas bendiciones, en qué parte o con qué rito se han de unir, y para cada
caso se dan unas normas rituales que hay que observar. Las otras bendiciones de
ningún modo han de unirse a la celebración eucarística.
29. Algunas bendiciones pueden unirse a otras celebraciones, como se indica en el rito
correspondiente.
30. A veces puede resultar oportuno efectuar varias bendiciones en una sola
celebración. Al preparar esta bendición hay que tener presente lo siguiente: se emplea
el rito que contiene la bendición principal, añadiendo en la monición y en las preces
aquellas palabras y signos que mejor expresen la intención de dar también las otras
bendiciones.
31. El ministro ha de recordar que las bendiciones miran principalmente a los fieles,
aunque pueden celebrarse también en favor de los catecúmenos y, teniendo en cuenta
las normas del canon 1170, a no ser que obste alguna prohibición de la Iglesia,
también en favor de los no católicos.
En cuanto a las bendiciones que se hayan de celebrar comunitariamente con los
hermanos separados hay que observar en cada caso las normas dadas por el Ordinario
del lugar.
32. El celebrante o ministro, habida cuenta de todas las circunstancias y tras escuchar
también las sugerencias de los fieles, aprovechará según convenga las posibilidades
que ofrecen los diversos ritos, pero respetando la estructura, y sin cambiar en modo
alguno el orden de sus elementos principales.
33. En la celebración comunitaria hay que procurar que todos, tanto ministros como
fieles, cumpliendo su propia función, realicen todo lo que les corresponde, con decoro,
orden y piedad.
34. Se tendrá en cuenta también la índole peculiar del tiempo litúrgico, para que las
moniciones y oraciones de los fieles guarden relación con el ciclo anual de los misterios
de Cristo.
35. El Obispo, cuando preside las celebraciones más importantes, ha de usar las
vestiduras que indica el Ceremonial de Obispos.
37. El color de los ornamentos será el blanco o el que esté en consonancia con el
tiempo o la fiesta litúrgica.
a) Definir las adaptaciones, según los principios establecidos en este libro, respetando
la estructura propia de los ritos.
c) Conservar las bendiciones propias que ya existen en los Rituales particulares, si las
hay, o las del antiguo Ritual romano, si todavía están en uso, a condición de que
concuerden con la mente de la Constitución sobre la sagrada liturgia, con los principios
expuestos en el presente título y con las necesidades del tiempo actual; o bien
adaptarlas.
d) En los diversos ritos de bendición, sobre todo cuando existen varias fórmulas de
libre elección, añadir también otras fórmulas de la misma índole, además de las que
contiene el Ritual romano.
e) No sólo traducir íntegramente las Introducciones de este libro, tanto las generales
como las particulares de cada bendición, sino también, si el caso lo requiere,
completarlas, de suerte que los ministros entiendan más plenamente el significado de
los ritos y los fieles puedan participar en ellos de forma consciente y activa.
f) Completar aquellas partes que se hallen en falta en el libro, por ejemplo, introducir
otras lecturas que se consideren útiles o señalar los cantos más adecuados.
g) Preparar las traducciones de los textos, de modo que se acomoden a la índole de las
diversas lenguas y a la idiosincrasia de las diversas culturas.
h) En las ediciones del libro ordenar el material a tenor de lo que parezca más apto
para el uso pastoral, editar por separado las distintas partes del libro, haciéndolas
preceder siempre de las principales introducciones.
PRIMERA PARTE
BENDICIONES
QUE SE REFIEREN DIRECTAMENTE
A LAS PERSONAS
CAPÍTULO I
41. Para que los esposos y demás miembros de la familia fueran cada vez más aptos
para asumir y realizar más plenamente su propia misión, la Iglesia instituyó también la
ayuda de algunos sacramentales con los que la vida familiar, en determinadas
circunstancias, fuera enriquecida con la proclamación de la palabra de Dios y una
peculiar bendición. Tales son fundamentalmente los Ritos de bendición descritos en
este capítulo.
42. Siempre que una familia cristiana pide la bendición, o también cuando lo aconseja
la atención pastoral, es oportuno impartir esta bendición, con objeto de fomentar la
vida cristiana en los miembros de la familia. Para una mejor consecución de este fin, la
celebración habrá de acomodarse a las circunstancias concretas.
68. Obedeciendo al mandato de Cristo, los pastores, entre los principales deberes de
su actividad pastoral, han de ser solícitos en visitar las familias cristianas y anunciarles
la paz de Cristo, que dio este encargo a sus discípulos: «Cuando entréis en una casa,
decid primero: Paz a esta casa» (Lc 10, 5).
69. Por tanto, los párrocos y sus ayudantes han de considerar que es de su particular
incumbencia visitar cada año a las familias que viven en su territorio, principalmente
durante el tiempo pascual. Es una ocasión magnífica de ejercer la función pastoral,
tanto más eficaz cuanto que les brinda la oportunidad de conocer a cada una de las
familias.
70. Como quiera que la bendición anual de las familias en sus propias casas mira
directamente a la misma familia, esta bendición exige la presencia de sus miembros.
71. No debe hacerse la bendición de las casas sin la presencia de los que en ella viven.
73. Normalmente esta bendición se celebra en cada una de las casas; no obstante, por
razones de tipo pastoral y para reforzar la unidad de las familias que viven en el
mismo edificio o lugar, puede también celebrarse por varias familias a la vez, reunidas
en un lugar adecuado. En este caso se dirá la oración en plural.
92. La bendición de los esposos puede hacerse dentro de la Misa, según los ritos
descritos más adelante, en los núms. 95-107; 108-115, o bien fuera de la Misa, según
los ritos que se indican más adelante, en los núms. 116-132; 133-135.
93. Fuera de los aniversarios, los esposos pueden también pedir la bendición en
determinadas necesidades o circunstancias de la vida, como pueden ser una reunión
espiritual o una peregrinación en común. Si se ha de bendecir a varios esposos a la
vez, la oración de bendición y la bendición final se dirán en plural.
94. Con el fin de acomodar la celebración a las circunstancias del lugar, de los esposos
y de las familias, pueden adaptarse algunos de los elementos de estos ritos,
respetando siempre los principales.
Las bendiciones se encuentran en Rito de la bendición dentro de la misa con motivo del
aniversario del matrimonio.
116. El rito que aquí se propone pueden utilizarlo también el diácono y el laico, con los
ritos y preces previstos para él.
117. Con el fin de acomodar la celebración a las circunstancias del lugar y de los
esposos, pueden adaptarse algunos de los elementos de este rito, respetando siempre
los principales.
136. Pueden darse varias ocasiones pastorales en que se ruegue a Dios por los niños
ya bautizados, por ejemplo, cuando los padres solicitan para ellos la bendición del
sacerdote, cuando se celebra alguna fiesta para los niños, cuando se inaugura el curso
escolar, u otras semejantes. Por tanto, esta celebración se ha de acomodar a las
circunstancias de cada caso.
137. Los ritos que aquí se proponen pueden utilizarlos el sacerdote, el diácono y
también el laico, principalmente el catequista y el que tiene ¿i su cargo la educación de
los niños, con los ritos y preces previstos para los laicos.
138. Con el fin de acomodar la celebración a las circunstancias de las familias y de los
niños, pueden adaptarse algunos de los elementos de este rito, respetando siempre los
principales.
176. Como atestigua el Evangelio, la gente presentaba niños a Jesús para que los
bendijera y les impusiera las manos. Los padres cristianos desean también vivamente
que se imparta a sus hijos una bendición semejante. Más aún, en las tradiciones de los
pueblos es tenida en gran estima la bendición impartida a los hijos por los mismos
padres.
178. Por tanto, el rito que aquí se propone pueden utilizarlo los padres, el sacerdote o
el diácono, los cuales, respetando los principales elementos y la estructura del rito,
adaptarán cada una de sus partes a las circunstancias concretas del momento.
197. Entre los deberes de los esposos cristianos y sus diversas formas de apostolado,
además de la educación de los hijos, tiene no poca importancia el ayudar a los
prometidos a que se preparen mejor para el matrimonio.
Así, pues, los honestos esponsales de los cristianos constituyen para las dos familias
un acontecimiento singular, que conviene celebrar con algún rito especial y con la
oración en común, para invocar la bendición divina y llevar a feliz término lo que
felizmente comienza.
198. Cuando los esponsales se celebran en la intimidad de las dos familias, uno de los
padres puede presidir el rito de la bendición. Pero si se halla presente un sacerdote o
un diácono, entonces a ellos corresponde más adecuadamente el cometido de presidir,
con tal de que quede bien claro ante los presentes que no se trata de la celebración del
matrimonio.
199. Por tanto, el rito que aquí se propone pueden utilizarlo los padres, el sacerdote, el
diácono o un laico. Éstos, respetando los principales elementos y la estructura del rito,
adaptarán cada una de sus partes a las circunstancias.
217. La bendición antes del parto puede darse a una sola mujer, principalmente en
medio de su propia familia, o a varias a la vez en clínicas u hospitales. En este caso,
las fórmulas se dirán en plural.
218. La bendición de la mujer después del parto que aquí se propone, como quiera que
tiene aplicación únicamente en el caso de la mujer que no pudo participar en la
celebración del bautismo de su hijo, se hace en singular.
219. Los ritos que aquí se proponen pueden usarlos el sacerdote, el diácono o también
el laico. Éstos, respetando les principales elementos y la estructura del rito, adaptarán
la celebración a las circunstancias de las mujeres y de los lugares.
260. Los ancianos cuyas fuerzas se van debilitando, tanto si viven en su propia casa
como si conviven juntos en algún hospital o residencia, necesitan de la ayuda fraterna
de los demás, para que sigan sintiéndose plenamente acogidos en la familia y en la
comunidad eclesial.
Esta bendición, tiende a que los ancianos reciban de los hermanos un testimonio de
respeto y de agradecimiento. Al mismo tiempo nosotros, junto con ellos, damos
gracias a Dios por los beneficios que de él han recibido y por las buenas obras que han
realizado con su ayuda.
261. El rito que aquí se propone puede utilizarlo el sacerdote, el diácono o también el
laico, los cuales, respetando la estructura del rito y los principales elementos,
adaptarán la celebración a cada una de las circunstancias.
293. Existe la antiquísima costumbre, que tiene su origen en la manera de obrar del
mismo Cristo y de los apóstoles, de que los enfermos bendecidos por los ministros de
la Iglesia. Los ministros, cuando visitan a los enfermos, deben observar diligentemente
lo que se dice en el Rito de la unción y de la pastoral de los enfermos, núms. 87-90;
pero sobre todo les han de poner de manifiesto la solicitud y el amor de Cristo de la
Iglesia.
295. El rito que aquí se describe puede utilizarlo el sacerdote no y también el laico, con
los ritos y preces previstos para el laico; todos estos, respetando la estructura y los
principales elementos del rito, adaptarán la celebración a las circunstancias concretas
de los enfermos y lugar.
CAPÍTULO III
325. Cuando los discípulos de Cristo —clérigos, religiosos, laicos— son enviados por los
legítimos pastores de la Iglesia para anunciar a las gentes el misterio de la salvación,
es muy conveniente celebrar un rito para, implorar la bendición de Dios sobre los
nuevos predicadores del Evangelio, al tiempo que se recuerda a los fieles la naturaleza
y eficacia de la actividad misionera y se les anima a que con sus oraciones acompañen
a los que, dotados de un carisma especial, han de partir para anunciar el Evangelio.
327. Los ritos que aquí se proponen puede utilizarlos el presbítero, el cual, respetando
la estructura del rito y sus elementos principales, adaptará la celebración a las
circunstancias de los misioneros y del lugar. Si, como es aconsejable, preside el rito el
Obispo, se harán las oportunas adaptaciones.
CAPÍTULO IV
365. El rito de bendición de las personas que en una Iglesia local son destinadas a
impartir la catequesis puede realizarse o en una adecuada celebración de la palabra o
en la celebración de la Eucaristía, como se indica más adelante.
366. El rito que aquí se propone pueden usarlo el sacerdote o el diácono, los cuales,
respetando la estructura del rito y sus elementos principales, adaptarán la celebración
a las circunstancias del lugar.
II. BENDICIÓN DE UN GRUPO REUNIDO PARA LA CATEQUESIS O LA ORACIÓN
385. El rito que aquí se propone pueden emplearlo el presbítero, el diácono, o también,
con los ritos para él previstos, el laico; todos ellos, respetando la estructura del rito,
adaptarán la celebración a las circunstancias del lugar.
CAPÍTULO V
I. BENDICIÓN DE LECTORES
392. Este rito va destinado a aquellas personas que, sin haber recibido la institución de
lectores, cumplen la función de proclamar habitualmente las lecturas bíblicas en la
celebración de la Eucaristía y en las demás celebraciones litúrgicas.
393. El rito que aquí se describe pueden utilizarlo el sacerdote o el diácono, los cuales,
respetando la estructura del rito y sus elementos principales, adaptarán la celebración
a las circunstancias de las personas y del lugar.
394. Si se estima oportuno efectuar esta bendición dentro de la Misa, se hace después
de la homilía, siguiendo el rito descrito a partir de la presentación de quienes van a ser
bendecidos como lectores, suprimiendo la celebración de la palabra de Dios, pues ya
ha tenido lugar anteriormente.
409. Este rito va destinado a aquellas personas que, sin haber recibido la institución de
acólitos, cumplen habitualmente el oficio de ayudar en la celebración de la Eucaristía y
en las demás celebraciones litúrgicas.
410. El rito que aquí se propone pueden utilizarlo el sacerdote o el diácono, los cuales,
respetando la estructura del rito y sus elementos principales, adaptarán la celebración
a las circunstancias de las personas y del lugar.
411. Si se estima oportuno efectuar esta bendición dentro de la Misa, se hace después
de la homilía, siguiendo el rito descrito a partir de la presentación de los candidatos,
suprimiendo la celebración de la palabra de Dios, pues ya ha tenido lugar
anteriormente.
427. Este rito va destinado a aquellas personas que, por vocación y dedicación
especial, se ocupan en las comunidades cristianas de la acción caritativa y social en
pro de los necesitados.
428. El rito que aquí se describe pueden utilizarlo el sacerdote o el diacono, los cuales,
respetando la estructura del rito y sus elementos principales, adaptarán la celebración
a las circunstancias de las personas y del lugar.
CAPÍTULO VI
443. La Iglesia, fiel al Evangelio, fomenta y afianza con su actuación cuanto de bueno
existe en la comunidad humana.
Aunque es tarea común de todo el pueblo de Dios aliviar las desgracias e infortunios en
las necesidades públicas, son muy dignas de encomio aquellas asociaciones que,
aunando sus esfuerzos, pueden prestar una ayuda más eficaz y procuran atraer a otros
socios con el fin de prestar así en un momento de agobio una ayuda más eficaz.
445. El rito que aquí se propone pueden utilizarlo el sacerdote o el diácono. Estos,
respetando la estructura del rito y sus elementos principales, adaptarán la celebración
a las circunstancias de la asociación y del lugar.
CAPÍTULO VII
460. Las peregrinaciones a los lugares sagrados, a los sepulcros de los santos y a los
santuarios, ya se hagan en la forma tradicional o de u modo nuevo, han de ser tenidas
en gran estima en la vida pastoral, ya que estimulan a los fieles a la conversión,
alimentan su vida cristiana y promueven la actividad apostólica.
462. Para conseguir esto más fácilmente, muchas veces será provechoso, con ocasión
del comienzo o del final de la peregrinación, organizar una adecuada celebración en la
que se imparta a los peregrinos una bendición especial.
464. Los ritos que aquí se proponen pueden utilizarlos el sacerdote o el diácono. Éstos,
respetando la estructura del rito y sus elementos principales, adaptarán las
celebraciones a las circunstancias de la peregrinación y del lugar.
CAPÍTULO VIII
SEGUNDA PARTE
512. Los cristianos, guiados por la fe, fortalecidos por la esperanza y movidos por la
caridad, no sólo son capaces de discernir sabiamente los vestigios de la bondad divina
en todas las cosas creadas, sino que consideran todos los acontecimientos del mundo
como signos de aquella providencia paternal con que Dios dirige y gobierna todas las
cosas. Por tanto, siempre y en todo lugar se nos ofrece la oportunidad de orar, de
confiar en el Señor y de mostrarle el debido agradecimiento.
513. Es conveniente expresar mediante unos ritos peculiares el sentido de nuestra fe,
que nos hace percibir la presencia de Dios en todos los acontecimientos de la vida,
ritos que se realizan en la inauguración de estas cosas o edificios. Así, bendecimos a
Dios y le damos gracias por las nuevas cosas o edificaciones que se llevan a cabo,
pidiéndole principalmente que colme de sus bendiciones a los que van a hacer uso de
ellas.
514. Las bendiciones que figuran en esta segunda parte se refieren a las cosas que se
van a utilizar y a los edificios que se inauguran, cosas y edificios que se relacionan con
las diversas actividades de los cristianos y que, por lo mismo, tienen una importancia
notable en su vida.
CAPÍTULO IX
515. El siguiente rito se emplea cuando se inicia la construcción de una obra o cuando
se bendice la primera piedra de algún edificio de cierta importancia, principalmente si
se destina a una determinada comunidad. La manera de bendecir una primera piedra,
como también la de bendecir el trabajo de edificación de una nueva iglesia se realiza
según el rito indicado en el Ritual de la Dedicación de iglesias y de altares.
516. El rito que aquí se describe pueden usarlo el sacerdote o el diácono, los cuales,
respetando la estructura del rito y sus elementos principales, adaptarán la celebración
a las circunstancias de los presentes y del lugar.
CAPÍTULO X
534. Cuando los cristianos desean inaugurar una nueva casa invocando la protección
divina, el pastor de almas y sus cooperadores accederán de buen grado a este deseo,
ya que con ello se les ofrece una magnífica, ocasión de entrar en contacto con aquellos
fieles. Así, juntos y con alegría, dan gracias a Dios, de quien procede todo bien, por el
don de una nueva vivienda.
535. El rito que aquí se propone pueden utilizarlo el sacerdote, el diácono, y también el
laico, con los ritos y fórmulas previstos para él.
536. Con el fin de acomodar la celebración a las circunstancias del lugar y de los que
viven en la casa, pueden adaptarse algunos de los elementos de este rito, respetando
siempre la estructura de la celebración y sus elementos principales.
537. No debe hacerse la bendición de la nueva casa sin la presencia de los que en ella
viven.
CAPÍTULO XI
553. Cuando se abre un nuevo seminario o casa donde se forman los candidatos a las
sagradas órdenes, es conveniente disponer de un rito particular de bendición.
554. Como quiera que la apertura de un nuevo seminario influye de algún modo en la
vida espiritual de los cristianos de toda la diócesis, debe comunicarse a su debido
tiempo el día que tendrá lugar la bendición, para que pueda asistir a ella el mayor
número posible de fieles, o al menos se unan espiritualmente por la oración. Para
facilitar la asistencia, como también por razón del carácter del rito, se escogerá un día
festivo, de preferencia un domingo.
556. El rito que aquí se describe lo usa el Obispo o también el presbítero, los cuales,
respetando la estructura del rito, adaptarán la celebración a las circunstancias de los
presentes y del momento.
557. En aquellos lugares donde se hace la bendición de todas las casas en el tiempo
pascual o en otro tiempo determinado, el celebrante, con los elementos indicados en
este Rito, puede preparar una adecuada celebración, que aprovecha al bien espiritual
de los alumnos que en ella participan.
CAPÍTULO XII
577. Puesto que en las casas religiosas se agrupan los que, profesando los consejos
evangélicos, desean seguir e imitar más de cerca a Cristo, el Señor, es conveniente
dotar a estas casas de una peculiar bendición.
578. En el presente Rito, con la denominación de casa religiosa se designan también
los conventos y monasterios. En la celebración, respetando siempre los elementos
principales, se ha de acomodar todo a las circunstancias del lugar y de las personas,
teniendo en cuenta también la índole propia y peculiar del Instituto y de su función
apostólica. Cuando se trata de bendecir una casa de formación, pueden tomarse
algunos elementos, oportunamente adaptados, de la Bendición de un seminario, en
base a lo que se halla descrito en el capítulo XI.
580. El Rito que aquí se presenta puede realizarlo el presbítero. Al Ordinario a cuyo
cuidado está encomendada la casa religiosa compete la bendición del nuevo edificio. Si
él no puede presidir el rito, encomendará esta presidencia al superior de la comunidad.
Si preside el rito un presbítero que no pertenece al Instituto, o el Obispo, debe
adaptarse todo de acuerdo con esta circunstancia.
581. Si la casa religiosa tiene iglesia propia, y ésta se dedica o bendice, en las letanías
o en la oración de los fieles pueden intercalarse, según las circunstancias, algunas
invocaciones o intenciones relacionadas con la casa y las peculiaridades de la vida
religiosa que en ella van a practicar sus miembros.
582. En aquellos lugares donde se hace la bendición de las casas durante el tiempo
pascual o en otro tiempo determinado y se estima oportuno bendecir también las casas
religiosas, el ministro, poniéndose antes de acuerdo con la familia religiosa, preparará
una adecuada celebración, que favorezca el bien espiritual de los participantes.
CAPÍTULO XIII
601. La Iglesia ha patentizado siempre un interés especial por las escuelas, tanto las
de grado inferior como las de superior, ya que en ellas se van abriendo las mentes de
los discípulos hasta alcanzar una eficaz educación. Esto tiene aplicación sobre todo en
aquellas instituciones católicas donde los adolescentes y jóvenes tienen la posibilidad
de adquirir una cultura y una formación humana, al tiempo que van haciéndose
receptivos al espíritu del Evangelio.
602. La bendición que aquí se propone tiene presente tanto al personal docente y a
sus alumnos, como también a todos los que de algún modo. están al servicio de la
escuela o universidad, así como a la misma comunidad en cuyo provecho se erigen.
Por eso es conveniente que todos estén presentes en la celebración, en cuanto sea
posible.
603. Este rito pueden usarlo el sacerdote o el diácono, los cuales, respetando su
estructura y sus principales elementos, adaptarán la celebración a las circunstancias
del lugar y de las personas.
604. En aquellos lugares donde se celebra cada año la bendición de las escuelas
durante el tiempo pascual o en otro tiempo, si se utilizan los elementos Indicados en
este rito y también en el rito de la Bendición los niños, capítulo I, núms. 136-157, será
fácil preparar una celebración que tenga en cuenta a un tiempo al personal docente y
al alumnado.
628. Cuando se inaugura una nueva biblioteca, máxime si está destinada al uso de
alguna comunidad, se ofrece una buena oportunidad pastoral de impartirle la adecuada
bendición y recordar a los fieles su significado.
629. Este Rito pueden utilizarlo el sacerdote o el diácono, los cuales, respetando la
estructura del rito y sus elementos principales, adaptarán la celebración a las
circunstancias del lugar y de las personas.
630. En aquellos lugares donde cada año, durante el tiempo pascual o en otro tiempo,
se imparte también la bendición a las bibliotecas u otros lugares similares, podrá
disponerse una adecuada celebración, empleando de manera conveniente los
principales elementos indicados en esta Bendición.
CAPÍTULO XV
647. Todas las casas destinadas al cuidado de los enfermos pueden con razón ser
consideradas como un signo de la fidelidad con que los discípulos de Cristo observan el
mandato evangélico de atender a los enfermos.
En la inauguración de estos establecimientos, se ofrece la oportunidad pastoral de
reunir a la comunidad cristiana y hacer que los fieles comprendan mejor el significado
de la enfermedad y la importancia que reviste la medicina en los designios de la
providencia divina.
648. Esta bendición no se refiere directamente a los enfermos, sino más bien a los que
de algún modo los atienden y los sirven. Por lo mismo, la bendición del hospital no
debe hacerse sin la participación de los médicos y demás personas que están al
cuidado de los pacientes.
649. Este rito pueden utilizarlo el presbítero o el diácono, los cuales, respetando su
estructura y elementos principales, podrán adaptar cada una de sus partes para que la
celebración se acomode mejor a las circunstancias del lugar y de las personas.
650. En aquellos lugares donde se celebra cada año, durante el tiempo pascual o en
otro tiempo determinado, la bendición en los hospitales o casas de salud, se preparará
una celebración que tenga en cuenta a los enfermos, a los médicos y a los enfermeros,
utilizando para ello los principales elementos de este Rito y el de la bendición de los
enfermos, capítulo II, núms. 297-320.
CAPÍTULO XVI
665. El hombre, con el trabajo asiduo de sus manos y el desempeño de sus cometidos,
cuida incesantemente de la creación. Por otra parte, «el progreso de las técnicas de
producción y la mejor organización del comercio y de los servicios han convertido la
economía en un instrumento capaz de satisfacer las nuevas necesidades de la familia
humana que no dejan de acrecentarse».
Existe, pues, motivo más que suficiente para bendecir aquellos lugares donde el
hombre trabaja con empeño en beneficio propio y en provecho de sus semejantes.
666. Esta celebración mira no sólo a la comunidad en cuyo beneficio se construyen los
nuevos laboratorios, talleres y tiendas de comercio, sino también a los que en ellos
trabajan. De ahí que en la celebración de la bendición se requiera la presencia de la
comunidad o, por lo menos de algunos de sus representantes, como también de los
que de un modo u otro trabajarán en los diversos menesteres.
667. Este rito puede utilizarlo el sacerdote o el diácono, los cuales, respetando su
estructura y los elementos principales de que consta, adaptarán la celebración a las
circunstancias concretas del lugar y de las personas.
668. En aquellas regiones donde cada año, durante el tiempo pascual o en cualquier
otro tiempo, parece oportuno impartir también la bendición en dicho locales, se
preparará una adecuada celebración, empleando de manera conveniente los
principales elementos que se indican en esta Bendición.
CAPÍTULO XVII
684. La madre Iglesia acepta y secunda con especial solicitud aquellos inventos de la
técnica que miran principalmente al desenvolvimiento del espíritu humano. Entre estos
inventos, destacan aquellos mecanismos que pueden influir, no sólo en las personas
individualmente consideradas, sino también en las multitudes y en la totalidad de la
sociedad humana, como son la prensa, el cine, la radio, la televisión y otros
semejantes, que con razón se llaman medios de comunicación social. La bendición de
locales y medios destinados a este tipo de comunicación es una forma de patentizar el
interés y la preocupación de la Iglesia por su recta utilización.
686. Este rito puede emplearlo el sacerdote o el diácono, los cuales, respetando la
estructura del rito y sus elementos principales, pueden siempre adaptar algunas de sus
partes para que la celebración se acomode mejor a las circunstancias del lugar y de las
personas.
687. En aquellas regiones donde cada año, durante el tiempo pascual o en cualquier
otro tiempo, parece oportuno impartir también la bendición en dichos locales, se
dispondrá una adecuada celebración, empleando de manera conveniente los
principales elementos que se indican en esta Bendición.
CAPÍTULO XVIII
702. Los ejercicios físicos son útiles para robustecer la salud corporal y conservar el
equilibrio psíquico, no menos que para fomentar relaciones de fraternidad entre los
hombres de cualquier raza, nación o condición. Para recordar estas ventajas, puede
resultar oportuna la celebración de la bendición. Ésta puede tener lugar a raíz de la
inauguración de algún gimnasio u otro local destinado a la práctica de la cultura física,
sobre todo si lo utilizan principalmente los cristianos.
703. Esta celebración afecta tanto a aquellos en cuyo provecho se construyen estos
complejos deportivos como a los que los dirigen o de un modo u otro trabajan en ellos.
De ahí que la bendición no deba hacerse sin su asistencia.
704. Este esquema pueden usarlo el sacerdote o el diácono, los cuales, respetando la
estructura del rito y sus elementos principales, adaptarán la celebración a las
circunstancias del lugar y de las personas.
CAPÍTULO XIX
720. La vida humana encuentra una eficaz ayuda en el uso de aquellos medios o
instrumentos que sirven para acortar las distancias y hacer posible el encuentro, la
unión y la mutua comunicación entre los hombres, y que pueden designarse, de un
modo genérico, como medios relacionados con los desplazamientos humanos. Entre
estas realidades cabe enumerar, por ejemplo, una calle o carretera, una plaza, un
puente, una vía férrea, un puerto, un vehículo cualquiera, una nave y un avión.
Puesto que en el uso de dichos medios se aviva y fomenta la conciencia de las mutuas
obligaciones, ello nos ofrece una buena ocasión de bendecir a Dios y de orar al mismo
tiempo por las personas que los utilizarán en lo sucesivo.
721. El rito que aquí se ofrece puede utilizarse con motivo del estreno o inauguración
de aquellos medios que de un modo u otro, se relacionan con los viajes o los
desplazamientos. No obstante, si en algún lugar es habitual que, en días
determinados, la gente acuda a la Iglesia utilizando coches u otros medios de
locomoción para implorar la bendición divina, como prenda de la protección de Dios en
sus viajes, puede hacerse una bendición especial para este caso, sirviéndose de los
elementos de este rito.
723. Este rito pueden utilizarlo el sacerdote, el diácono y también el laico, con los ritos
y fórmulas previstos para él.
724. Con el fin de acomodar la celebración a las circunstancias del lugar y de las
personas, pueden adaptarse algunos de los elementos de este rito, respetando siempre
la estructura de la celebración y sus elementos principales.
CAPÍTULO XX
749. El rito de bendición que aquí se propone concierne tanto a la comunidad en cuyo
provecho se ponen en funcionamiento esos instrumentos técnicos (como por ejemplo,
una central eléctrica, un acueducto, un sismógrafo, etc.), como principalmente a todos
los que de algún modo dirigirán o manejarán estos instrumentos. Por eso se requiere
en la celebración la presencia por lo menos de algunos representantes suyos.
750. Este esquema pueden utilizarlo el sacerdote, el diácono y también el laico, con los
ritos y fórmulas para él previstos.
751. Con objeto de adaptar la celebración a las circunstancias concretas del lugar y de
las personas, pueden adoptarse algunos de los elementos de este formulario,
respetando siempre la estructura de la celebración y sus principales elementos.
CAPÍTULO XXI
769. Es posible y conveniente bendecir los instrumentos de cualquier clase, incluso los
de gran tamaño, que utilizan los hombres para su trabajo, como son, por ejemplo, los
motores, las barcas de pesca y otras cosas semejantes. Esta bendición ayudará a que
ellos se mentalicen de que con su trabajo personal se unen a sus hermanos, les sirven,
demuestran una auténtica caridad y pueden colaborar al perfeccionamiento de la
creación divina. Esta bendición puede hacerse en determinadas circunstancias, por
ejemplo, en la celebración de san José, obrero, o de algún santo patrón, o también a
raíz de algún encuentro de obreros en que éstos se reúnan llevando sus instrumentos
de trabajo.
770. Puesto que esta celebración concierne, no a los instrumentos en sí mismos, sino a
las personas que los utilizan, se requiere la presencia de los obreros o, por lo menos,
de algunos representantes suyos.
771. Este rito pueden utilizarlo el sacerdote, el diácono, y también el laico, con los ritos
y fórmulas previstos para él.
772. Con el fin de acomodar la celebración a las circunstancias del lugar y de las
personas, pueden adaptarse algunos de los elementos de este rito, respetando siempre
la estructura de la celebración y sus elementos principales.
CAPÍTULO XXII
793. En muchos lugares los miembros de algunos grupos religiosos, civiles e incluso
militares, piden la bendición de sus respectivas banderas. Esta práctica puede
admitirse e incluso recomendarse mientras el deseo de esta bendición no incluya
aspectos o matices poco afines al Evangelio.
794. Antes de bendecir una determinada bandera es, por tanto, necesario saber cuál
será el uso de la misma, pues sólo podrán bendecirse las destinadas a las asociaciones
religiosas o las de aquellas otras que prestan su ayuda en las necesidades públicas y
las que son propias de una nación o de un pueblo. Para las banderas de carácter
religioso se usará la primera fórmula; para las de carácter civil la segunda.
795. Como lecturas bíblicas pueden usarse, además de las que figuran en el mismo
rito, otras lecturas bíblicas que aludan al carácter o finalidad de la asociación que va a
servirse de la bandera.
CAPÍTULO XXIII
802. Puesto que muchos animales, según los designios de la divina providencia del
Creador, comparten en cierto modo la vida del hombre, por cuanto le sirven de ayuda
en su trabajo, o le proporcionan alimento y compañía, nada impide que, en
determinadas ocasiones, por ejemplo, en la fiesta de algún santo, se conserve la
costumbre de invocar sobre ellos la bendición de Dios.
803. Este rito pueden utilizarlo el sacerdote, el diácono, y también el laico, con los ritos
y fórmulas previstos para él.
805. Cuando se trata de bendecir uno que otro animal o de la bendición de los
animales con ocasión de alguna celebración, puede emplearse también el Rito breve
que se indica más adelante, núms. 823-826.
CAPÍTULO XXIV
827. Con este rito los fieles manifiestan su agradecimiento a Dios, que con amor
inefable creó el mundo y lo confió al cuidado del hombre, para que éste, con su trabajo
asiduo, proporcione a los hermanos lo necesario para el sustento.
828. Este rito puede emplearse en aquellas ocasiones más adecuadas de la vida
agrícola, de manera que, con la ayuda de la oración, se santifique el trabajo humano, y
la bendición del Señor acompañe las alternativas de las estaciones y sus faenas
correspondientes.
829. Este rito pueden usarlo el sacerdote, el diácono, y también el laico, con los ritos y
fórmulas previstos para él.
830. Con el fin de acomodar la celebración a las circunstancias del lugar y de las
personas, pueden adaptarse algunos de los elementos de este rito, respetando siempre
la estructura, de la celebración y sus elementos principales.
CAPÍTULO XXV
849. Esta bendición puede efectuarse en la fiesta de la Exaltación de la santa Cruz (14
de septiembre), el día 3 de mayo (antigua fiesta de la Invención de la santa Cruz), o
bien el primer domingo del mes de mayo, u otro día apropiado, según las costumbres
de cada lugar.
La bendición se hará con solemnidad, con participación del diácono, donde sea posible
y con una procesión precedida de la Cruz y del Evangeliario.
CAPÍTULO XXVI
867. Con el fin de acomodar la celebración a las circunstancias del lugar y de las
personas, pueden adaptarse algunos de los elementos de este rito, respetando siempre
la estructura de la celebración y sus elementos Principales.
CAPÍTULO XXVII
BENDICIÓN DE LA MESA
883. El cristiano, antes y después de comer, tanto si lo hace solo como si comparte los
alimentos con otros hermanos, da gracias al Dios providente por los manjares que
cada día recibe de su bondad. No deja de recordar, además, que el Señor Jesús unió el
sacramento de la Eucaristía al rito de un banquete y que, una vez resucitado de entre
los muertos, se manifestó a los discípulos al partir el pan.
884. El cristiano, cuando se sienta a la mesa, reconociendo en los manjares que le dan
una señal de la bendición de Dios, no debe echar en olvido a los pobres que
posiblemente carecen del sustento del que él, quizás, disfruta en abundancia. Por eso
debe, con su sobriedad, subvenir en la medida que le sea posible a la necesidad de
aquellos. Más aún, de vez en cuando los invita de buen grado a la mesa en señal de
confraternidad, según las palabras de Cristo en el Evangelio (cf. Lc 14, 13-14).
TERCERA PARTE
929. La Iglesia ha tenido siempre un interés especial en que las cosas relacionadas con
el culto sean dignas, decorosas y bellas, y que, una vez bendecidas, se utilicen
solamente para las celebraciones sagradas, y no para usos corrientes. Esta costumbre
la Iglesia quiere conservarla.
Por lo cual, las cosas destinadas por la bendición al culto divino han de ser tratadas por
todos con respeto y no se han de emplear en usos inapropiados o en actos corrientes.
930. Estas bendiciones para las cosas que en las Iglesias se destinan o erigen para el
uso litúrgico o las prácticas devocionales se añaden aquí con el fin de completar las
que ya figuran en los demás libros litúrgicos.
931. Cuando las iglesias se consagran a Dios con el rito de la dedicación, o cuando se
bendicen debidamente, todo lo que hay en ellas, exceptuando el altar, se ha de tener
por bendecido y erigido por el mismo rito de la dedicación o bendición, de modo que
no necesita una nueva bendición o erección.
CAPÍTULO XXVIII
BENDICIÓN DEL BAPTISTERIO O DE LA NUEVA PILA BAUTISMAL
933. Entre las partes principales de la iglesia destaca con razón el baptisterio o el lugar
donde está situada la pila bautismal. Allí, en efecto, se celebra el bautismo, primer
sacramento de la nueva Alianza. Por él los hombres, adhiriéndose a Cristo por la fe y
recibiendo el espíritu de hijos adoptivos, se llaman y son hijos de Dios; unidos a Cristo
en una muerte y resurrección como la suya , forman con él un mismo cuerpo ; ungidos
con la efusión del Espíritu, se convierten en templo santo de Dios y miembros de la
Iglesia, en «una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo
adquirido por Dios ».
934. Puesto que el bautismo es el principio de toda la vida cristiana, todas las iglesias
catedrales y parroquiales deben tener su baptisterio o lugar donde está colocada la
fuente o pila bautismal. Sin embargo, por razones pastorales, con el consentimiento
del Ordinario del lugar, también en las demás iglesias u oratorios puede erigirse un
baptisterio o colocarse una pila bautismal.
935. Al construir un nuevo baptisterio o instalar una pila bautismal, debe atenderse,
antes que nada, a que pueda allí celebrarse digna y ade cuadamente el rito del
bautismo tal como se describe en el Ritual del Bautismo de niños o en el Ritual de la
Iniciación cristiana de adultos.
937. El baptisterio separado de la nave de la iglesia ha de ser digno del misterio que
allí se celebra y se ha de reservar para el bautismo, como conviene al lugar donde los
hombres nacen de nuevo, como del seno de la Iglesia, por el agua y el Espíritu Santo.
938. La pila bautismal, sobre todo en el baptisterio, debe ser fija, estéticamente
elaborada con un material adecuado, limpia, y apta también, si se da el caso, para la
inmersión de los catecúmenos. La pila, para que sea un signo más expresivo, puede
construirse también de manera que brote de ella agua corriente, como de un
verdadero manantial. Se ha de procurar asimismo que el agua, según las necesidades
de cada lugar, pueda calentarse.
RITO DE LA BENDICIÓN
939. Cuando se edifica un nuevo baptisterio o se construye una nueva pila bautismal,
es conveniente que se celebre el rito peculiar de bendición. Pero no debe emplearse
este rito si se trata de un recipiente movible «en que se prepara el agua cuando, en
algunos casos, se celebra el sacramento en el presbiterio ».
940. Puesto que la administración del bautismo constituye el origen de aquella vida
espiritual que en cierto modo deriva y depende del Obispo, el gran sacerdote de sus
fieles en Cristo , conviene que el Obispo en persona bendiga los nuevos baptisterios o
pilas bautismales que se construyan en su diócesis; sin embargo, puede encomendar
esta tarea a otro obispo o a un presbítero, principalmente a uno que sea como
colaborador y ayudante suyo en la cura pastoral de aquellos fieles para los cuales se
ha erigido la pila bautismal o el nuevo baptisterio. Si preside un Obispo, deberá
adaptarse de modo conveniente todo lo que aquí se indica.
941. Con el fin de expresar más claramente la índole pascual del bautismo y fomentar
la asistencia de los fieles, se escogerá normalmente, para la bendición del baptisterio,
un domingo, principalmente del tiempo pascual, o bien el domingo o fiesta del
Bautismo del Señor.
El rito de la bendición del baptisterio no puede celebrarse el miércoles de Ceniza,
durante la semana Santa y en la Conmemoración de todos los fieles difuntos.
PREPARACIÓN PASTORAL
942. La erección de un nuevo baptisterio o de una pila bautismal tiene una gran
importancia en la vida espiritual de la comunidad cristiana. Por esto los fieles no sólo
deben ser informados a su debido tiempo de la bendición del nuevo baptisterio sino
que también se les ha de preparar con esmero para que asistan activamente al rito.
Conviene que se les instruya acerca del sentido y significación de la pila bautismal, de
modo que queden imbuidos de veneración y amor hacia el bautismo y su signo, que es
esa misma pila bautismal.
944. En este rito se usarán vestiduras sagradas de color blanco o festivo. Debe
prepararse:
— (para el Obispo: alba, cruz pectoral, estola, pluvial, o casulla si celebra también la
Misa, mitra, báculo pastoral);
— para los presbíteros: albas y estolas, o las vestiduras requeridas para la Misa;
— para los diáconos: albas, estolas (dalmáticas);
— para los demás ministros: albas u otras vestiduras legítimamente aprobadas.
CAPÍTULO XXIX
978. Todas las cosas relacionadas con la celebración litúrgica, que se hallan ya en su
lugar en la iglesia cuando ésta es dedicada o bendecida, se consideran ya bendecidas
junto con la iglesia. Pero cuando se estrena o se renueva alguna de ellas, como la
cátedra episcopal en la iglesia catedral, la sede presidencial, el ambón para la
proclamación de la palabra de Dios, el lugar de la reserva del santísimo sacramento o
sagrario o la sede para la celebración del sacramento de la penitencia, puede ser una
buena oportunidad para mentalizar a los fieles sobre su importancia, mediante una
adecuada celebración.
979. Todos deben observar estrictamente los principios y normas que establecen los
libros litúrgicos respecto a la elaboración y adecuada colocación de estas partes de la
iglesia.
980. Las bendiciones que aquí se describen puede utilizarlas el sacerdote, el cual,
respetando la estructura de los ritos, adaptará oportunamente la celebración a las
circunstancias del lugar.
983. Aunque resulta más adecuado unir este rito a la celebración de la Misa, no hay
inconveniente en que, si se da el caso, se haga junto con una celebración de la palabra
de Dios.
1002. El ambón o lugar desde el que se proclama la palabra de Dios debe responder a
la dignidad de esta palabra y ha de recordar a los fieles que la mesa de la palabra de
Dios está siempre dispuesta. Esta bendición sólo puede impartirse cuando se trata de
un verdadero ambón, es decir, que no sea un simple atril movible, sino un ambón
estable y destacado por su dignidad. Sin embargo, teniendo en cuenta la estructura de
cada iglesia, también puede bendecirse un ambón movible, a condición de que sea
algo realmente pronúnente, adecuado a su función y estéticamente elaborado.
1003. Este rito puede unirse a la celebración de la Misa, o también, según las
circunstancias, puede emplearse en una celebración de la palabra de Dios.
CAPÍTULO XXX
BENDICIÓN DE UNA NUEVA PUERTA DE LA IGLESIA
1049. La construcción de una nueva puerta de la iglesia puede brindar una ocasión
propicia para recordar a los fieles un acontecimiento externo de cierta relevancia, pero
al mismo tiempo y sobre todo para evocar en ellos el significado íntimo y profundo de
todo lo que es y representa el recinto sagrado al que da acceso la puerta.
De ahí que resulte oportuno dirigir a Dios una oración peculiar para cuando se celebra
la bendición de las puertas de las iglesias, y con tal motivo reunir a los fieles,
aprovechando así esta coyuntura para que escuchen la palabra de Dios y eleven a él
sus plegarias.
1066. Entre las sagradas imágenes, ocupa el primer lugar «la representación de la
valiosa y vivificante cruz» , ya que es el símbolo de todo el Misterio pascual. Para el
pueblo cristiano ninguna otra imagen es más querida, ninguna más antigua. La santa
cruz representa la pasión de Cristo y su triunfo sobre la muerte, y también, como
enseñaron los santos Padres, anuncia su segunda y gloriosa venida.
1069. El rito que aquí se describe puede usarlo el presbítero, el cual, respetando la
estructura del rito y sus elementos principales, adaptará la celebración a las
circunstancias de las personas y del lugar. Si, como es aconsejable, preside el rito el
Obispo, se harán las oportunas adaptaciones.
1070. La bendición de la nueva cruz puede hacerse en cualquier día y hora, excepto el
miércoles de Ceniza, el Triduo pascual y la Conmemoración de todos los fieles difuntos;
pero debe elegirse un día en que los fieles puedan acudir en gran número. Se ha de
preparar oportunamente a los fieles para que asistan activamente al rito.
1071. El rito que se describe en este capítulo se refiere únicamente a dos casos:
CAPÍTULO XXXII
1091. Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza. Esta imagen divina el hombre, al
pecar, la mancilló tristemente en sí mismo, pero Cristo, que es plena y perfecta
«imagen del Dios invisible», la restauró misericordiosamente con su muerte. En Cristo
sus discípulos se convierten en una criatura nueva y, por la acción del Espíritu Santo,
se van transformando en imagen del mismo Cristo.
1092. Para que los fieles puedan contemplar más profundamente el misterio de la
gloria de Dios, que fue reflejada en la faz de Jesucristo y que resplandece en sus
santos, y para que estos mismos fieles sean «luz en el Señor», la madre Iglesia los
invita a venerar piadosamente las imágenes sagradas. Estas, además, han sido
realizadas a veces con gran arte y gozan de una religiosa nobleza, con lo que vienen a
ser un resplandor de aquella belleza que procede de Dios y a Dios conduce. Las
imágenes, en efecto, no sólo traen a la memoria de los fieles a Jesucristo y a los
santos que representan, sino que en cierta medida los ponen ante sus ojos: «Cuanto
mayor es la frecuencia con que se miran las imágenes tanto más los que las
contemplan se sienten atraídos hacia el recuerdo y deseo de sus originales».
Por todo ello, la veneración de las sagradas imágenes figura entre las principales
formas de la veneración debida a Cristo, el Señor, y, en modo distinto, a los santos,
«no porque se crea que en ellas hay alguna divinidad o poder que sean el motivo del
culto que se les da», sino «porque el honor que se les tributa está referido a los
prototipos que representan».
1093. Cuando se expone a la pública veneración de los fieles una nueva imagen
sagrada, sobre todo en las iglesias, a tenor de lo establecido en la Constitución
litúrgica Sacrosanctum Concilium, núm. 125, es conveniente bendecirla con el rito
peculiar que aquí se propone. Esta bendición no debe hacerse dentro de la Misa. En
cambio, si se trata de una imagen destinada a ser venerada sólo en casas particulares,
se ha de bendecir con el rito descrito más adelante en el capítulo XLIII.
1095. Estos ritos puede utilizarlos el presbítero, el cual, respetando la estructura del
rito y sus elementos principales, puede adaptar alguno de estos elementos, para que la
celebración se acomode mejor a las circunstancias del lugar y de las personas. Si,
como es aconsejable, preside el rito el Obispo, se harán las oportunas adaptaciones.
CAPÍTULO XXXIII
1143. Por la íntima relación que guardan las campanas con la vida de la comunidad
cristiana, arraigó la costumbre —que ha ido prevaleciendo y se ha querido conservar—
de bendecirlas antes de colocarlas en el campanario.
1145. Según las circunstancias del momento y del lugar, la campana se bendice en día
festivo, fuera de la iglesia o también dentro de ella, con el rito descrito en los núms.
1147-1161. Si se estima oportuno bendecirla dentro de la Misa, la bendición tiene
lugar después de la homilía, a tenor de lo que se dice en el núm. 1162.
1146. Este rito puede utilizarlo el presbítero, el cual, respetando su estructura y los
elementos principales de que consta, puede adaptar cada una de sus partes para que
la celebración se ajuste mejor a las circunstancias del lugar y de las personas. Si,
como es aconsejable, presidie el rito el Obispo, se introducirán las oportunas
adaptaciones.
CAPÍTULO XXXIV
BENDICIÓN DE UN ÓRGANO
1165. La bendición del órgano puede hacerse cualquier día, excepto en los tiempos en
que el derecho restringe su uso.
CAPÍTULO XXXV
1180. Entre las cosas pertenecientes al culto, las hay que por su naturaleza merecen
una atención especial. Por eso es aconsejable bendecirlas antes de empezar a hacer
uso de ellas.
1183. Los objetos que se han de bendecir para los oficios litúrgicos deben responder a
las normas establecidas por la autoridad legítima; o sea, que han de ser bellos y
confeccionados con exquisita elegancia, aunque evitando siempre la mera suntuosidad.
1184. Es recomendable bendecir varios objetos con un solo rito, ya sea dentro de la
Misa ya sea en alguna celebración en la que los fieles participen oportunamente. Si se
trata de bendecir un solo objeto, puede entonces emplearse el Rito breve fuera de la
Misa.
1188. Cualquier sacerdote puede bendecir el cáliz y la patena con tal que estén
fabricados según las normas indicadas en los núms. 290-295 de la Ordenación general
del Misal romano.
CAPÍTULO XXXVI
BENDICIÓN DEL AGUA FUERA DE LA CELEBRACIÓN DE LA MISA
1223. Un elemento que gozó siempre de gran veneración en la Iglesia y constituye uno
de los signos que con frecuencia usa para bendecir a los fieles es el agua. El agua
ritualmente bendecida evoca en los fieles el recuerdo de Cristo, que representó para
nosotros la culminación de las bendiciones divinas. Él, en efecto, que se dio a sí mismo
el apelativo de «agua viva», instituyó para nosotros el bautismo, sacramento del agua,
como signo de bendición salvadora.
1225. Cuando la bendición del agua tiene lugar fuera de la celebración de la Misa, el
sacerdote o el diácono usarán el formulario que aquí se propone, de modo que,
respetando su estructura y los elementos principales, adapten la celebración a las
circunstancias del momento.
CAPÍTULO XXXVII
CAPÍTULO XXXVIII
1244. Para dar más sentido religioso o para significar su inauguración puede hacerse
un rito de bendición, que signifique el comienzo de las solemnes fiestas navideñas.
Este rito es introductorio de los misterios que se celebran en la Liturgia.
1264. La bendición del Belén que acostumbra colocarse cada año en la iglesia durante
las fiestas de Navidad, si se une a las I Vísperas o a la primera Misa de Navidad tiene
una estructura propia, por cuanto en estas celebraciones ya se incluyen los elementos
que habitualmente se incorporan a las otras bendiciones (lectura de la palabra de Dios,
preces, etc.) y que, por ello, no conviene repetir en la bendición.
1269. El ministro dispone a los presentes con estas palabras u otras semejantes:
Hermanos: Con la celebración de la Eucaristía (de las Vísperas) vamos a dar comienzo
(hemos dado comienze) a las solemnes fiestas de Navidad de este año.
La imagen de Jesús en el pesebre nos ayudará a recordar los misterios que celebramos
estos días en la liturgia. Pidamos, pues, a Dios Padre, que la contemplación de este
Belén o nacimiento avive nuestra fe en su Hijo, que se ha hecho hombre para hacernos
partícipes de su Pascua.
CAPÍTULO XXXIX
1273. Conviene, pues, invitar a los fieles a que vean en este árbol, lleno de luz, a
Cristo luz del mundo, que con su nacimiento nos conduce a Dios que habita en una luz
inaccesible.
CAPÍTULO XL
1279. Cuando en una iglesia u oratorio se erigen las estaciones del vía crucis, conviene
que la bendición y erección se haga con la celebración instituida para este fin, y que
esta celebración la realice el rector de la iglesia u otro presbítero, con participación del
pueblo, y de tal manera que dicha celebración preceda inmediatamente al piadoso
ejercicio del vía crucis. Si las estaciones del vía crucis están ya colocadas en la iglesia
que se ha de dedicar o bendecir, no necesitan ningún rito especial de erección.
1280. Las imágenes de las estaciones con las cruces, o las cruces solas, se dispondrán
adecuadamente a la vista de los fieles o estarán ya colocadas en su lugar propio.
1281. Con el fin de acomodar la celebración a las circunstancias del lugar y de los
presentes, pueden adaptarse algunos de los elementos de este rito, respetando
siempre la estructura de la celebración y sus elementos principales.
CAPÍTULO XLI
BENDICIÓN DE UN CEMENTERIO
1299. Conviene que sea el Obispo de la diócesis quien celebre el rito; esta función
puede el Obispo delegarla en la persona de un presbítero, especialmente el que tenga
como ayudante en el cuidado pastoral de aquellos fieles que se han preocupado de la
edificación del cementerio.
Si preside el Obispo, se harán las oportunas adaptaciones.
1300. La bendición del camposanto puede hacerse cualquier día y a cualquier hora,
excepto el miércoles de Ceniza y la semana Santa; pero debe elegirse de preferencia
un día en que los fieles puedan acudir en gran número, especialmente el domingo, ya
que la conmemoración semanal de la Pascua del Señor expresa mejor el sentido
pascual de la muerte cristiana.
1301. Si en alguna parte la autoridad civil o una comunidad cristiana —es decir,
hermanos separados y católicos— construyen un cementerio destinado a la inhumación
de difuntos de comunidades fundamentalmente cristianas, es conveniente inaugurar el
cementerio con una celebración ecuménica, cuyos elementos se distribuirán de común
acuerdo entre las partes interesadas. Esta celebración, por lo que respecta a los
católicos, debe ser organizada por el Ordinario del lugar.
CUARTA PARTE
1320. La Iglesia, con el fin de promover y fomentar la piedad de los fieles en sus
múltiples manifestaciones, tiene por norma secundar los piadosos ejercicios del pueblo
cristiano cuando se ajustan a las leyes y normas dadas en esta materia. Al realizar las
preces litúrgicas o al practicar ciertos ejercicios de piedad suelen utilizarse algunas
cosas u objetos, como la corona o el rosario de la Virgen u otros semejantes. Entonces
es recomendable que esos mismos objetos, antes de ponerlos en manos de los fieles,
sean objeto de una bendición peculiar.
1321. Además, entre los fieles, ha adquirido fuerza de costumbre el hecho de llevar
consigo determinados objetos de devoción, o de usar otros para la plegaria, de
exponer en sus casas imágenes sagradas para venerarlas en familia y también guardar
en sus hogares cosas bendecidas, como por ejemplo, ciertas bebidas y alimentos.
Con el fin de atender de algún modo a estas formas de piedad se proponen en esta
parte algunos esquemas de bendiciones que pueden celebrarse para tales
circunstancias.
CAPÍTULO XLII
1324. Si hay que bendecir varios comestibles a la vez, no se han de multiplicar los
ritos, sino que se bendecirán todos con un mismo rito, empleando la fórmula
correspondiente.
1325. Con el fin de acomodar la celebración a las circunstancias del lugar y de las
personas, pueden adaptarse algunos de los elementos de este rito, respetando siempre
la estructura de la celebración y sus elementos principales.
1326. Estas bendiciones pueden celebrarse dentro de la Misa únicamente en las fiestas
de santa María Virgen y de los santos, donde esté en vigor la tradición popular y los
fieles acostumbren asistir a la Misa, empleando para ello el rito indicado más adelante,
núms. 1341-1345. Cuándo la bendición se celebra dentro de la Misa, sólo puede
hacerse una vez al día.
CAPÍTULO XLIII
1348. Este rito pueden utilizarlo el sacerdote y el diácono, los cuales, respetando su
estructura y elementos principales, adaptarán la celebración a las circunstancias del
momento y de las personas.
1349. Si la bendición se celebra para un solo objeto, el ministro puede emplear el Rito
breve indicado al final de este capítulo, núms. 1363-1366, o, en determinadas
circunstancias, sólo la fórmula breve descrita en el núm. 1367.
CAPÍTULO XLIV
1370. Este rito pueden utilizarlo el sacerdote y el diácono, los cuales, respetando su
estructura y elementos principales, adaptarán la celebración a las circunstancias del
momento y de las personas.
1371. Si se trata de bendecir un solo rosario o unos pocos rosarios, el ministro puede
emplear el Rito breve descrito al final de este capítulo, núms. 1388-1392, o, en
determinadas circunstancias, sólo la fórmula breve indicada en el núm. 1393.
CAPÍTULO XLV
1394. La bendición e imposición del escapulario debe hacerse, siempre que sea
posible, dentro de una celebración comunitaria. Cuando se trata de una imposición del
escapulario por la que los fieles son admitidos a la cofradía de algún Instituto religioso,
tal admisión debe hacerla un miembro o un ministro debidamente delegado por la
autoridad competente del mismo Instituto.
1396. Para el ingreso en una cofradía en la cual uno se hace partícipe espiritualmente
de algún Instituto religioso, hay que tener en cuenta las normas peculiares
determinadas por cada Instituto y observarlas íntegramente.
CAPÍTULO XLVI
BENDICIÓN DE UN HÁBITO
1412. Este rito se usa para bendecir el vestido o hábito que se lleva en honor de
Jesucristo (v. gr.: el Señor de los Milagros), de la Santísima Virgen (v. gr.: Nuestra
Señora del Carmen) o de un santo (v. gr.: san Francisco, san Antonio, etc.).
QUINTA PARTE
CAPÍTULO XLVII
1418. Los cristianos, cuyo principal empeño consiste en prolongar a lo largo de la vida
cotidiana la gracia de la celebración eucarística, tratan de vivir siempre en actitud de
acción de gracias. Dios, en efecto, con sus dones nos invita constantemente al
agradecimiento; pero esto vale sobre todo en aquellas situaciones en que Dios concede
algún beneficio especial a sus fieles, los cuales, por lo mismo, se sienten movidos a
reunirse para alabar y bendecir al Señor en justa correspondencia, por los dones
recibidos.
CAPÍTULO XLVIII
1437. Se ofrece aquí un rito de celebración destinado a santificar con una bendición
especial todas aquellas circunstancias de la vida que en los ritos precedentes no se
indican de manera expresa (por ejemplo, una reunión de los miembros de alguna
familia o grupo para celebrar un acontecimiento determinado, o un conjunto de cosas
destinadas a los pobres, etc.). Este rito, al proponer varios textos de libre elección,
puede acomodarse fácilmente a las diversas circunstancias.
1439. El rito que aquí se describe pueden utilizarlo el sacerdote, el diácono, o un laico,
con los ritos y preces previstos para el laico; todos éstos, respetando la estructura y
sus principales elementos, adaptarán cada una de sus partes a las circunstancias de
las personas y del lugar.
BENDICIONES
Mesa
Nuevos frutos
Cementerio
Viajeros
Términos o Campos
Vía Crucis
Peregrinos
Animales
Árbol de Navidad
Caridad
Bandera
Belén
Ministros
Técnica y Trabajo
Corona Adviento
Catequistas
Desplazamientos
Agua
Misioneros
Gimnasios
Ornamentos
Enfermos
Comunicación
Vasos sagrados
Ancianos
Laboratorio
Órgano
Mujer
Hospital
Campana
Prometidos
Biblioteca
Imágenes
Hijos
Escuela o Universidad
Cruz
Hábito
Niños
Casa religiosa
Puerta Iglesia
Escapulario
Esposos
Seminario
Cátedra o Sede
Rosarios
Familia (anual)
Casa nueva
Sagrario-Ambón
Objetos piedad
Ocasionales
Familia
Estructuras
Baptisterio
Comestibles
Acción de gracias
PERSONAS
CONSTRUCCIONES
COSAS RELIGIOSAS
OBJETOS DE DEVOCIÓN
CIRCUNSTANCIAS
PRIMERA PARTE
CAPÍTULO I
40-41.
V. Hijos
A. Rito
B. Con Misa
C. Con comunión
D. Rito breve
42-43.
A. RITO DE LA BENDICIÓN
Con Misa
44. El rito que aquí se propone pueden utilizarlo tanto el sacerdote como el diácono, y
también el laico, pero con los ritos y preces previstos para el laico.
45. Con el fin de acomodar la celebración a las circunstancias del lugar y de los
miembros de la familia, pueden adaptarse algunos de los elementos de este rito,
respetando siempre los principales.
RITOS INICIALES
49. El ministro dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u
otras semejantes:
Queridos hermanos: La familia, que por el sacramento del matrimonio recibe la gracia
de Cristo y una vida nueva, tiene una especial importancia tanto para la Iglesia como
para la sociedad civil, de las cuales es la célula primera y vital.
Con esta celebración, invocamos la bendición del Señor para que los miembros de la
familia sean siempre entre sí cooperadores de la gracia, y difundan la fe en las
diversas circunstancias de la vida.
Con la ayuda de Dios, cumpliréis vuestra misión, conformando toda vuestra vida según
el Evangelio, para que podáis ser ante el mundo testigos de Cristo.
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS
50. Luego uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un texto de la sagrada
Escritura seleccionado entre los que a continuación se proponen.
1 Co 12, 12-14: Somos un solo cuerpo
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Corintios.
Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del
cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos
nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo
Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. El
cuerpo tiene muchos miembros, no uno solo.
Palabra de Dios.
51. O bien:
Ef 4, 1-6: Sobrellevaos mutuamente con amor
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Efesios.
Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que
habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos,
sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con
el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza
de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un
Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.
Palabra de Dios.
52. Pueden también leerse: Rm 12, 4-16; 1 Co 12, 31b-13, 7.
53. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
Salmo responsorial Sal 127 (128), 1-2. 4-6a (R.: 1a)
R. Dichoso el que teme al Señor.
Tú que, velando por la unidad de la familia, dijiste: «Lo que Dios ha unido, que no lo
separe el hombre»,
— guarda a estos esposos siempre unidos con el vínculo indestructible de tu amor. R.
56. Terminadas las preces, el ministro, según las circunstancias, invita a todos los
presentes a cantar o rezar la oración del Señor, con las siguientes palabras u otras
semejantes:
Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
Todos:
Padre nuestro ...
ORACIÓN DE BENDICIÓN
57. El ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas sobre los
miembros de la familia, de lo contrario con las manos juntas, dice la oración de
bendición:
Oh Dios, creador y misericordioso restaurador de tu pueblo,
que quisiste que la familia, constituida por la alianza nupcial,
fuera signo de Cristo y de la Iglesia,
derrama la abundancia de tu bendición
sobre esta familia, reunida en tu Nombre,
para que quienes en ella viven unidos por el amor
se mantengan fervientes en el espíritu y asiduos en la oración,
se ayuden mutuamente,
contribuyan a las necesidades de todos
y den testimonio de la fe.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
58. O bien:
Te bendecimos, Señor,
porque tu Hijo, al hacerse hombre,
compartió la vida de familia
y conoció sus preocupaciones y alegrías.
Te suplicamos ahora, Señor, en favor de esta familia:
guárdala y protégela,
para que, fortalecida con tu gracia,
goce de prosperidad, viva en concordia
y, como Iglesia doméstica,
sea en el mundo testigo de tu gloria.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
59. Según las circunstancias, el ministro rocía con agua bendita a la familia reunida,
sin decir nada.
CONCLUSIÓN DEL RITO
60. El ministro concluye el rito diciendo:
Jesús, el Señor,
que vivió en el hogar de Nazaret,
permanezca siempre con vuestra familia,
la guarde de todo mal
y os conceda que tengáis
un mismo pensar y un mismo sentir.
Todos responden:
Amén.
61. Es aconsejable terminar la celebración con un canto adecuado.
B. RITO DE LA BENDICIÓN UNIDA A LA CELEBRACIÓN DE LA MISA
62. El sacerdote, al preparar la Misa, respetando las normas establecidas, hará libre
uso de la facultad de escoger las diversas partes de la Misa, atendiendo principalmente
al bien espiritual de los miembros de la familia.
Cuando la bendición de la familia se hace dentro de la celebración de la Misa en casa
de la misma familia, el rito debe ordenarse según los principios y normas de la
Instrucción Actio pastoralis para los grupos pastorales , o tanbién, si se da el caso del
“Directorio de Misas con niños” , empleando en este caso las moniciones adecuadas.
63. Después de la lectura del Evangelio, el celbrante, basándose en el texto sagrado,
debe exponer en la homilía la gracia y obligaciones de la vida familiar en la Iglesia.
64. Sigue la oración de los fieles, en la forma acostumbrada; esta oración, el
celebranyte la concluye con la fórmula de bendición, a no ser que parezca más
oportuno emplear esta fórmula al final de la Misa, como una oración sobre el pueblo.
Entre las intercesiones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que
le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las
circunstancias del momento o de la familia:
Invoquemos a Cristo, el Señor, Palabra eterna del Padre, que, mientras convivió con
los hombres, quiso vivir en familia y colmarla de bendiciones, y pidámosle que proteja
a esta familia, diciendo:
Tú que en Caná de Galilea alegraste los comienzos de una familia, al hacer tu primer
signo, convirtiendo el agua en vino,
— alivia los sufrimientos y preocupaciones de esta familia y conviértelos en alegría. R.
Tú que, velando por la unidad de la familia, dijiste: «Lo que Dios ha unido, que no lo
separe el hombre»,
— guarda a estos esposos siempre unidos con el vínculo indestructible de tu amor. R.
65. El celebrante, extendiendo las manos sobre los miembros de la familia, prosigue a
continuación:
Oh Dios, creador y misericordioso restaurador de tu pueblo,
que quisiste que la familia,
constituida por la alianza nupcial,
fuera signo de Cristo y de la Iglesia,
derrama la abundancia de tu bendición
sobre esta familia, reunida en tu Nombre,
para que quienes en ella viven unidos por el amor
se mantengan fervientes en el espíritu y asiduos en la oración,
se ayuden mutuamente,
contribuyan a las necesidades de todos
y den testimonio de la fe.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
66. O bien:
Te bendecimos, Señor,
porque tu Hijo, al hacerse hombre,
compartió la vida de familia
y conoció sus preocupaciones y alegrías.
Te suplicamos ahora, Señor, en favor de esta familia:
guárdala y protégela,
para que, fortalecida con tu gracia,
goce de prosperidad, viva en concordia
y, como Iglesia doméstica,
sea en el mundo testigo de tu gloria.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
67. Si parece más oportuno, la oración de bendición puede decirse al final de la
celebración de la misa, después de la invitación:
Inclinaos para recibir la bendición.
U otra semejante.
Después de la oración de bendición, el celebrante añadirá siempre:
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
Todos responden:
Amén.
II. BENDICIÓN ANUAL DE LAS FAMILIAS EN SUS PROPIAS CASAS
68-74.
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
75. Reunida la familia, el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
La paz del Señor a esta casa y a todos los aquí presentes.
O bien:
La gracia y la paz de Dios, nuestro Padre,
de Jesucristo, el Señor,
estén con vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
76. El párroco, o su ayudante en el ministerio, dispone a los presentes a recibir la
bendición, con estas palabras u otras semejantes:
La visita del pastor tiene como finalidad principal que, en su persona, el mismo Cristo
entre en vuestra casa y os traiga la paz y la alegría. Esto se realizará sobre todo por la
lectura de la palabra de Dios y por la oración de la Iglesia.
Preparemos, pues, nuestro espíritu para que, en esta celebración, Cristo, el Señor, por
su Espíritu Santo, se digne hablarnos y confortarnos.
En otras circunstancias la monición se habrá de adaptar oportunamente.
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS
77. Luego uno de los presentes, o el mismo celebrante, lee un texto de la sagrada
Escritura seleccionado principalmente entre los que a continuación se proponen.
Mt 7, 24-28: La casa edificada sobre roca
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.
Tú que, sentado a la mesa con los discípulos, te diste a conocer en la fracción del pan,
— haz que esta familia, participando junta en la celebración de la Eucaristía, fortalezca
su fe y dé testimonio de su piedad. R.
Tú que llenaste con la fuerza del Espíritu Santo la casa donde estaban reunidos los
discípulos,
— envía el mismo Espíritu a esta família, para que goce de su paz y de su alegría. R.
83. O bien:
Fuera del tiempo pascual
Queridos hermanos, al implorar la bendición del Señor sobre vuestra familia, tengamos
presente que la unión familiar sólo puede mantenerse y crecer cuando tiene por autor
al mismo Señor. Invoquémoslo, pues, diciendo:
R. Santifícanos, Señor.
Señor Jesucristo, por quien todo edificio se va levantando, por la fuerza del Espíritu
Santo, hasta formar un templo consagrado,
—haz que estos servidores tuyos se reúnan en tu Nombre y que su vida tenga en ti su
sólido fundamento. R.
Tú que, por los sacramentos de la iniciación cristiana, hiciste que los miembros de la
familia humana entraran a formar parte de la familia espiritual,
—haz que estos servidores tuyos cumplan fielmente su misión en la Iglesia. R.
Tú que quisiste que la Iglesia naciente se reuniera en el cenáculo con María, tu Madre,
—haz que esta Iglesia doméstica aprenda de la Virgen María a guardar en su corazón
tus palabras, a dedicarse a Ia oración y a compartir su vida y sus bienes con los
demás. R.
84. Terminadas las preces, el celebrante, según las circunstancias, invita a todos los
presentes a cantar o rezar la oración del Señor, con las siguientes palabras u otras
semejantes:
Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
Todos:
Padre nuestro...
ORACIÓN DE BENDICIÓN
85. El celebrante, con las manos extendidas sobre los miembros de la familia, añade a
continuación:
En tiempo pascual
Bendito seas, Señor,
que en la Pascua del antiguo Testamento
conservaste intactas las casas de tu pueblo escogido,
rociadas con la sangre del cordero,
y que, en los sacramentos de la nueva Alianza,
nos diste a tu Hijo Jesucristo,
crucificado por nosotros y resucitado de entre los muertos,
como verdadero Cordero pascual,
para proteger a tus fieles de los engaños del enemigo
y llenarnos con la gracia del Espíritu Santo,
derrama sobre esta casa y familia tu bendición , +
para que el gozo de la caridad
inunde los corazones de los que en ella viven.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
86. O bien:
Fuera del tiempo pascual
Dios eterno,
que con tu amor de Padre
no dejas de atender a las necesidades de los hombres,
derrama sobre esta familia
la abundancia de tu bendición +
y santifica con tu gracia a los que viven en esta casa,
para que, obrando según tus mandatos,
y aprovechando el tiempo presente,
lleguen un día a la morada tienen preparada en el cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
87. O bien:
Bendito seas, Dios, Padre nuestro,
por esta casa, destinada por tu bondad
a que viva en ella esta familia.
Haz que sus habitantes reciban los dones de tu Espíritu
Y que el don de tu bendición +
Se haga patente en ellos por su caridad efectiva,
De manera que todos los que frecuenten esta casa
encuentren siempre en ella
aquel amor y aquella paz
que sólo tú puedes dar.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
88. Después de la oración de bendición, el celebrante rocía con agua bendita a los
presentes y la casa, diciendo, según las circunstancias:
Que esta agua nos recuerde nuestro bautismo en Cristo,
que nos redimió con su muerte y resurrección.
R. Amén.
CONCLUSIÓN DEL RITO
89. El celebrante concluye el rito, diciendo:
Que Dios colme vuestra fe de alegría y de paz.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón.
Que el Espíritu Santo derrame en vosotros sus dones.
Todos responden:
Amén.
90. Es aconsejable terminar la celebración con un canto adecuado.
III. BENDICIONES DE LOS ESPOSOS
91-94.
A. RITO QUE SE HA DE EMPLEAR DENTRO DE LA MISA CON MOTIVO DEL
ANIVERSARIO DEL MATRIMONIO
95. En la liturgia de la palabra, de conformidad con las rúbricas, pueden tomarse las
lecturas, o bien del Leccionario para la celebración del Matrimonio , o bien de la Misa
para dar gracias a Dios, según el Leccionario de las Misas por diversas necesidades .
96. Después de la lectura del Evangelio, el celebrante, basándose en el texto sagrado,
debe exponer en la homilía el misterio y la gracia de la vida matrimonial cristiana,
teniendo en cuenta las diversas circunstancias de las personas.
97. Luego el celebrante invita a los esposos a que oren en silencio y renueven ante
Dios el propósito de vivir santamente en el matrimonio.
98. Si los esposos presentan los anillos de su matrimonio, el celebrante dice esta
oración:
Acrecienta y santifica, Señor,
el amor de tus servidores
y, pues se entregaron mutuamente estos anillos
en señal de fidelidad,
haz que progresen en la gracia del sacramento.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Los anillos pueden ser honrados con la incensación.
99. Si se bendicen anillos nuevos, el celebrante dice esta oración:
Bendice y santifica, Señor,
el amor de tus servidores
y, ya que estos anillos representan para ellos un signo de su fidelidad,
haz que también les recuerden
su amor recíproco
y la gracia del sacramento.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
100. Pueden emplearse también las siguientes fórmulas :
Bendice , + Señor, estos anillos
que bendigo en tu Nombre,
para que quienes los lleven
cumplan siempre tu voluntad,
se guarden íntegra fidelidad el uno al otro,
y vivan en paz amándose siempre.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
O bien:
Bendice + y santifica, Señor,
el amor de tus servidores (N. y N.),
y que estos anillos, signo de fidelidad,
les recuerden su promesa de amor mutuo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
101. Sigue la oración de los fieles, en la forma acostumbrada en la celebración de la
Misa, o bien la plegaria común en la forma aquí propuesta:
Invoquemos la misericordia de Dios, Padre todopoderoso, que en su providente
designio quiso que la historia de la salvación quedara significada en el amor, la
fidelidad conyugal (y la fecundidad), y digámosle:
Padre santo, que eres llamado fiel, y que pides y premias la observancia de tu alianza,
—llena de tus bendiciones a estos servidores tuyos, que recuerdan el aniversario
(vigésimo quinto, quincuagésimo, sexagésimo) de su matrimonio. R.
Tú que con el Hijo y el Espíritu Santo gozas eternamente de la plena unidad de vida y
comunión de amor,
—haz que estos servidores tuyos recuerden siempre la alianza de amor que
contrajeron en el matrimonio y la guarden con toda fidelidad. R.
El Espíritu Santo
alimente vuestras vidas con su amor.
R. Amén.
Finalmente bendice a todos los presentes, añadiendo:
Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes,
os bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo.
R. Amén.
B. RITO DE LA BENDICIÓN DENTRO DE LA MISA EN OTRAS CIRCUNSTANCIAS
108. En la liturgia de la palabra, de conformidad con las rúbricas, pu( den tomarse las
lecturas del Leccionario por los esposos o de la Misa e acción de gracias .
109. Después de la lectura del Evangelio, el celebrante, basándose en el texto
sagrado, debe exponer en la homilía el misterio y la gracia de la vida matrimonial
cristiana, teniendo en cuenta las diversas circunstancias de las personas.
110. Luego, según la oportunidad, el celebrante invita a los esposos a que oren en
silencio y renueven ante Dios el propósito de vivir santamente en el matrimonio.
111. Sigue la oración de los fieles, en la forma acostumbrada en la celebración de la
Misa, o la plegaria común en la forma aquí propuesta:
Invoquemos la misericordia de Dios, Padre todopoderoso, que en su providente
designio quiso que la historia de la salvación
—quedara significada en el amor, la fidelidad conyugal (y la fecundidad), y digámosle:
Padre santo, que hiciste de la unión conyugal un gran misterio referido a Cristo y a la
Iglesia,
—derrama con largueza sobre estos servidores tuyos la plenitud de tu amor. R.
Tú que con el Hijo y el Espíritu Santo gozas eternamente de la plena unidad de vida y
comunión de amor,
—haz que estos servidores tuyos recuerden siempre la alianza de amor que
contrajeron en el matrimonio y se apoyen inutuamente durante toda su vida. R.
El Espíritu Santo
alimente vuestras vidas con su amor.
R. Amén.
Finalmente bendice a todos los presentes, añadiendo:
Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes,
bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo.
R. Amén.
C. RITO DE LA BENDICIÓN FUERA DE LA MISA
116-117.
RITOS INICIALES
118. Reunida la comunidad, puede cantarse el salmo 33 (34) u otro canto adecuado.
Terminado el canto, el ministro dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
119. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saluda a los presentes, diciendo:
La gracia y la paz de Dios Padre,
que dignificó el matrimonio
haciéndolo sacramento de Cristo y la Iglesia,
estén con vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
121. El ministro, en los aniversarios del matrimonio, dispone a los esposos y a los
presentes a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:
Nos hemos reunido aquí para recordar el aniversario de la celebración del matrimonio
de estos hermanos nuestros. Nos sentimos solidarios de su alegría y con ellos
queremos dar gracias a Dios. Él los ha hecho signo de su amor en el mundo, y ellos, a
través de los años, se han guardado fidelidad (y han cumplido dignamente sus
obligaciones como padres). Demos gracias también, queridos hermanos, por todos los
beneficios que el Señor os ha concedido en vuestra vida de casados. Que Dios os
conserve en el mutuo amor, para que tengáis cada vez más un mismo pensar y un
mismo sentir.
En otras circunstancias la monición se habrá de adaptar oportunamente.
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS
122. Luego el lector, o uno de los presentes, lee un texto de la sagrada Escritura,
seleccionado de preferencia entre los que se indican en el Ritual del Matrimonio y en el
Leccionario por los esposos o de la misa en acción de gracias . Se elegirán aquellos
textos que parezcan más relacionados con las circunstancias concretas de los esposos.
1 Co 1, 4-8: En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia
que Dios os ha dado
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Corintios.
En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os
ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y
en el saber; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo. De hecho, no
carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor
Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros
en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo,
Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!
Palabra de Dios.
123. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
Salmo responsorial Sal 127 (128), 1-2. 3. 4-5 (R.: 1a)
Padre santo, que hiciste de la unión conyugal un gran misterio referido a Cristo y a la
Iglesia,
—derrama con largueza sobre estos servidores tuyos la plenitud de tu amor. R.
Tú que con el Hijo y el Espíritu Santo gozas eternamente de la plena unidad de vida y
comunión de amor,
—haz que estos servidores tuyos recuerden siempre la alianza de amor que
contrajeron en el matrimonio y la guarden con toda fidelidad. R.
143. El ministro dispone a los niños y a los presentes a recibir la bendición, con estas
palabras u otras semejantes:
El Hijo de Dios, nuestro Señor, cuando vino al mundo, asumió la condición de niño, e
iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres. Más tarde,
recibió benignamente a los niños y los bendijo, resaltó su dignidad, más aún, los puso
como ejemplo para los que buscan de verdad el reino de Dios.
Pero los niños necesitan la ayuda de los adultos para el desarrollo de sus cualidades
naturales, de sus facultades morales e intelectuales, e incluso físicas, para que
alcancen así la madurez humana y cristiana.
Invoquemos, pues, sobre ellos la bendición divina, para que nosotros atendamos con
diligencia a su formación y ellos acepten de buen grado la debida instrucción.
144. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo ministro, lee un texto de la
sagrada Escritura.
Mc 10, 13-16: Jesús bendecía a los niños
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Marcos.
Le acercaban niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al
verlo, Jesús se enfadó y les dijo:
—«Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos
es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño no
entrará en él.»
Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.
Palabra del Señor.
145. O bien:
Mt 18, 1-5. 10: El que recibe a un niño me recibe a mí
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.
Tú que, por medio de los padres y de la Iglesia, manifiestas tu amor a los niños,
— haz que todos los responsables de su cuidado tengan una verdadera dedicación a su
trabajo. R.
Tú que, por el bautismo, nos engendraste a una nueva filiación y nos abriste las
puertas de la casa de tu Padre,
— haz que, con humilde sumisión, te sigamos por donde quieras llevarnos. R.
Te rogamos, óyenos.
Protégenos de todo peligro.
Te rogamos, óyenos.
Te rogarnos, óyenos.
Te rogamos, óyenos.
Te rogamos, óyenos.
Te rogamos, óyenos.
Te rogamos, óyenos.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
152. El ministro, si es sacerdote o diácono, imponiendo, según las circunstancias, las
manos sobre los niños, dice la oración de bendición:
Señor, Dios nuestro, que de la boca de los niños
has sacado la alabanza de tu Nombre,
mira con bondad a estos niños (a este niño/a esta niña)
que la fe de la Iglesia encomienda a tu providencia
y, así como tu Hijo, nacido de la Virgen,
al recibir con agrado a los niños,
los abrazaba y los bendecía,
y nos los puso como ejemplo,
así también, Padre, derrama sobre ellos (él/ella) tu bendición,
para que, cuando lleguen a mayores (llegue a mayor),
por su buena conducta entre los hombres,
y con la fuerza del Espíritu Santo,
sean testigos (sea testigo) de Cristo ante el mundo
y enseñen y defiendan (enseñe y defienda)
la fe que profesan (profesa).
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
153. Si el ministro es laico, con las manos juntas, dice:
Señor Jesucristo, tanto amaste a los niños
que dijiste que quienes los reciben te reciben a ti mismo;
escucha nuestras súplicas en favor de estos niños
(este niño/esta niña)
y, ya que los (lo/la) enriqueciste con la gracia del bautismo,
guárdalos (guárdalo/guárdala) con tu continua protección,
para que, cuando lleguen a mayores (llegue a mayor),
profesen (profese) libremente su fe,
sean fervorosos (sea fervoroso/sea fervorosa) en la caridad
y perseveren (persevere) con firmeza
en la esperanza de tu reino.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.
154. Después de la oración de bendición, el ministro puede rociar a los niños con agua
bendita, diciendo, según las circunstancias:
Que esta agua nos recuerde nuestro bautismo en Cristo,
que nos redimió con su muerte y resurrección.
CONCLUSIÓN DEL RITO
155. El ministro, si es sacerdote o diácono, concluye el rito, diciendo:
Jesús, el Señor, que amó a los niños,
os bendiga y os guarde en su amor.
Todos responden:
Amén.
156. Si el ministro es laico, concluye el rito, santiguándose y diciendo:
Jesús, el Señor, que amó a los niños,
nos bendiga y nos guarde en su amor.
Todos responden:
Amén.
157. Es aconsejable terminar la celebración con un canto adecuado.
B. RITO DE LA BENDICIÓN DE UN NIÑO AUN NO BAUTIZADO
158. Con ocasión de algún grupo que se reúne para preparar la próxima celebración
del bautismo, puede resultar oportuno invocar una peculiar bendición sobre el niño aún
no bautizado, igual que sobre un catecúmeno. De, este modo, en la práctica pastoral
puede proyectarse con más claridad él significado de la cruz que el ministro y los
padres trazan sobre el niño: con este gesto se expresa que el niño es protegido con la
señal de la salvación, queda consagrado a Dios y se dispone a recibir el bautismo.
159. El rito que aquí se propone pueden utilizarlo también el diácono y el laico,
principalmente el catequista, con los ritos y preces previstos para él.
RITOS INICIALES
160. Reunida la familia, el ministro dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
161. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saluda al niño y a os presentes,
diciendo:
La gracia y la paz de Dios, nuestro Padre,
de Jesucristo, su Hijo,
que mostró su amor por los niños,
estén con vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
O bien:
Bendito seas por siempre, Señor.
O de otro modo adecuado.
162. Si el ministro es laico, saluda al niño y a los presentes, diciendo:
Hermanos, alabemos y demos gracias al Señor, que abrazaba a los niños y los
bendecía.
Todos responden:
Bendito seas por siempre, Señor.
O bien:
Amén.
163. El ministro dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u
otras semejantes:
El Hijo de Dios, nuestro Señor, cuando vino al mundo, asumió la condición de niño, e
iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres. Más tarde,
recibió benignamente a los niños y los bendijo, resaltó su dignidad, más aún, los puso
como ejemplo para los que buscan de verdad el reino de Dios.
Pero los niños necesitan la ayuda de los adultos para el desarrollo de sus cualidades
naturales, de sus facultades morales e intelectuales, e incluso físicas, para que
alcancen así la madurez humana y cristiana.
Invoquemos, pues, sobre ellos la bendición divina, para que nosotros atendamos con
diligencia a su formación y ellos acepten de buen grado la debida instrucción.
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS
164. Luego uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un texto de la sagrada
Escritura, seleccionado de preferencia entre los que se indican en los Rituales del
Bautismo de niños y de la Iniciación cristiana de los adultos y en el Leccionario del
Misal romano . Se elegirá la lectura que parezca más apta para que los padres se
preparen adecuadamente para el bautismo de su hijo.
Mc 10, 13-16: Jesús bendecía a los niños
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Marcos.
Le acercaban niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al
verlo, Jesús se enfadó y les dijo:
—«Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos
es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño no
entrará en él.»
Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.
Palabra del Señor.
165. El que preside, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes,
explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la
celebración.
166. Después de la lectura o de la alocución, según las circunstancias, se canta un
salmo, un himno u otro canto.
Salmo responsorial Sal 150, 1-2. 3-4. 5 (R.: 5c)
Jesús, Señor, que quieres que los nuevos hijos de la Iglesia sean engendrados, no de
la carne ni de la sangre, sino de Dios,
— haz que este tiempo de preparación para el bautismo sirva para una más plena
celebración de este sacramento. R.
Tú que, por medio de los padres y de la Iglesia, manifiestas tu amor a este niño,
— haz que todos los responsables de su cuidado tengan una verdadera dedicación a su
trabajo. R.
Tú que, por el bautismo, nos engendraste a una nueva filiación y nos abriste las
puertas de la casa de tu Padre,
— haz que, con humilde sumisión, te sigamos por donde quieras llevarnos. R.
Todos responden:
Amén.
C. RITO BREVE
172. El ministro dice:
Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Todos responden:
Que hizo el cielo y la tierra.
173. Uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un texto de la sagrada Escritura,
por ejemplo:
Mc 10, 14: Dejad que los niños se acerquen a mí: no se le impidáis; de los que son
como ellos es el reino de Dios.
Mt 18, 3: Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de
los cielos.
Mt 18, 5: El que recibe a un niño como éste en mi Nombre me recibe a mí.
1Co 14, 20: Hermanos, no tengáis actitud de niños; sed niños para lo malo, pero
vuestra actitud sea de hombres hechos.
174. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, imponiendo las manos sobre el niño,
de lo contrario con las manos juntas, dice la adecuada oración de bendición:
a) Para un niño ya bautizado
Señor Jesucristo,
tanto amaste a los niños
que dijiste que quienes los reciben te reciben a ti mismo;
escucha nuestras súplicas
en favor de este niño (esta niña)
y, ya que lo (la) enriqueciste con la gracia del bautismo,
guárdalo (guárdala) con tu continua protección,
para que, cuando llegue a mayor,
profese libremente su fe,
sea fervoroso (fervorosa) en la caridad
y persevere con firmeza en la esperanza de tu reino.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.
b) Para un niño aún no bautizado
Dios, Padre todopoderoso,
fuente de bendición y defensor de los niños,
que enriqueces y alegras a los esposos
con el don de los hijos,
mira con bondad a este niño (esta niña)
y, ya que ha de nacer de nuevo
por el agua y el Espíritu Santo,
dígnate agregarlo (agregarla) a los miembros de tu grey,
para que, una vez recibido el don del bautismo,
sea partícipe de tu reino
y aprenda a bendecirte con nosotros en la Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
FÓRMULA BREVE
175. Según las circunstancias, el sacerdote o el diácono pueden emplear la siguiente
fórmula breve de bendición:
Jesús, el Señor,
que amó a los niños,
te bendiga, + N.,
y te guarde en su amor.
R. Amén.
V. BENDICIÓN DE LOS HIJOS
176-180.
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
181. Reunida la familia, el que preside dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
182. Luego, si el que preside es sacerdote o diácono, saluda a los presentes, diciendo:
La gracia de Dios Padre,
que nos ha hecho sus hijos adoptivos,
esté con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
183. Si el que preside es laico, saluda a los presentes, diciendo:
Hermanos, alabemos a Dios Padre,
que nos ha hecho sus hijos adoptivos.
Todos responden:
A él la gloria por los siglos de los siglos.
O bien:
Amén.
184. El que preside dispone a los hijos y a los presentes a recibir la bendición, con
estas palabras u otras semejantes:
Con razón el salmo compara a los hijos con los renuevos de olivo alrededor de la mesa
familiar; ellos, en efecto, no sólo son signo y anuncio de la bendición divina, sino que
atestiguan la presencia eficaz del mismo Dios, el cual, como dador de la fecundidad en
los hijos, multiplica el júbilo en la familia y aumenta su alegría.
No sólo se debe a los hijos el mayor respeto, sino que conviene que se les enseñe
oportunamente el amor y el temor de Dios, para que, conscientes de sus obligaciones,
vayan creciendo en sabiduría y en gracia, y, teniendo ya en cuenta y poniendo por
obra todo lo que es verdadero, justo y santo, sean testigos de Cristo en el mundo y
mensajeros de su Evangelio.
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS
185. Luego uno de los presentes, o el mismo que preside, lee un texto de la sagrada
Escritura:
Mt 19, 13-15: No impidáis a los niños acercarse a mí
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.
En aquel tiempo, le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y
rezara por ellos, pero los discípulos les regañaban. Jesús dijo:
—«Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el
reino de los cielos.»
Les impuso las manos y se marchó de allí.
Palabra del Señor.
186. O bien:
Tb 4, 5-7. 19: Hijo, recuerda estas normas
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de Tobías.
Hijo, acuérdate del Señor toda tu vida. No consientas en pecado ni quebrantes sus
mandamientos. Haz obras de caridad toda tu vida, y no vayas por caminos injustos,
porque a los que obran bien les van bien los negocios. Da limosna de tus bienes, y no
seas tacaño. Si ves un pobre, no vuelvas el rostro, y Dios no apartará su rostro de ti.
Bendice al Señor Dios en todo momento, y pídele que allane tus caminos y que te dé
éxito en tus empresas y proyectos. Porque no todas las naciones aciertan en sus
proyectos; es el Señor quien, según su designio, da todos los bienes o humilla hasta lo
profundo del abismo. Bien, hijo, recuerda estas normas; que no se te borren de la
memoria.
Palabra de Dios.
187. O bien:
Pr 4, 1-7: Escuchad, hijos, la corrección paterna
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de los Proverbios.
Padre lleno de amor, que tanto amaste a los hombres que entregaste a tu Hijo único,
— protégenos y defiéndenos a nosotros, tus hijos, nacidos de nuevo por el bautismo.
R.
204. El ministro dispone a los presentes a recibir la bendición con estas palabras u
otras semejantes:
Sabemos que la gracia de Dios es siempre necesaria para todos y en todo momento;
pero nadie duda que esta gracia la necesitan los cristianos de manera especial cuando
se preparan para formar una nueva familia.
Por tanto, para que estos hermanos nuestros crezcan en el mutuo respeto, se amen
cada vez más sinceramente, y, con el debido trato y la oración en común, se vayan
preparando castamente para la celebración del santo matrimonio, imploremos para
ellos la bendición divina.
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS
205. Luego uno de los presentes, o el mismo que preside, lee un texto de la sagrada
Escritura.
Jn 15, 9-12: Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he
amado
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Juan.
Tú que has querido que tus verdaderos hijos, hermanos de Cristo, se hicieran conocer
por su mutuo amor. R.
Tú que impones a los hombres las suaves exigencias de tu amor, para que,
sometiéndose a ellas, encuentren la felicidad. R.
Tú que unes al hombre y a la mujer con el amor recíproco, para que la familia que
nace de esta unión se alegre con el gozo de los hijos. R.
Tú que llamas a N. y N. a aquella plena comunión de amor por la que los miembros de
la familia cristiana llegan a tener un mismo pensar y un mismo sentir. R.
211. Antes de la oración de bendición, de acuerdo con las costumbres de cada lugar,
los que contraen esponsales pueden expresar su compromiso con algún signo, por
ejemplo, firmando un documento, o con la entrega de los anillos o de algún otro
presente.
212. Se pueden bendecirlos anillos o los otros presentes de desposorio con la fórmula
siguiente:
El Señor haga que de tal manera guardéis estos dones
que os habéis intercambiado
que a su tiempo llevéis a término
lo que os habéis prometido con esta donación recíproca.
R. Amén.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
213. El que preside, con las manos juntas, dice la oración; si es sacerdote o diácono,
con las manos extendidas:
Te alabamos, Señor,
porque, en tu designio de bondad,
mueves y preparas a estos hijos tuyos N. y N.
para que se amen mutuamente;
dígnate fortalecer sus corazones,
para que, guardándose fidelidad
y agradándote en todo,
lleguen felizmente
al sacramento del matrimonio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
214. O bien, cuando preside un sacerdote o un diácono:
Señor Dios, fuente de todo amor,
tu designio providente
hizo que estos prometidos se encontraran;
te pedimos
que a quienes imploran tu gracia
en este tiempo de preparación al matrimonio
les otorgues la ayuda de tu bendición,
para que progresen en el mutuo afecto
y se amen con amor sincero.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
CONCLUSIÓN DEL RITO
215. El que preside concluye el rito, diciendo:
El Dios del amor y de la paz habite en vosotros,
dirija vuestros pasos
y confirme vuestros corazones en su amor.
Todos:
Amén.
216. Es aconsejable terminar la celebración con un canto adecuado.
VII. BENDICIÓN DE LA MUJER ANTES O DESPUÉS DEL PARTO
217-220
A. RITO DE LA BENDICIÓN DE LA MUJER ANTES DEL PARTO
RITOS INICIALES
221. Reunida la familia o la comunidad de fieles, el ministro dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
222. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saluda a la mujer y a los presentes,
diciendo:
Jesucristo, el Hijo de Dios,
que se hizo hombre en el seno de la Virgen María,
esté con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
223. Si el ministro es laico, saluda a la mujer y a los presentes, diciendo:
Hermanos, bendigamos a Jesús, el Señor,
que se hizo hombre en el seno de la Virgen María.
Todos responden:
Bendito seas por siempre, Señor.
O bien:
Amén.
224. El ministro dispone a la mujer y a los presentes a recibir la bendición con estas
palabras u otras semejantes:
Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de
Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de
María, saltó la criatura en su vientre y dijo a voz en grito:
— « ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para
que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura
saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el
Señor se cumplirá.»
Palabra del Señor.
226. Pueden tambien leerse: Lc 1, 26-28; Lc 2, 1-14.
227. Según la oportunidad, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto
adecuado.
Salmo responsorial Sal 32 (33), 12 y 18. 20-21. 22 (R.: 5b)
Tú que te dignaste hacerte hombre naciendo de una mujer, para que recibiéramos el
ser hijos por adopción. R.
Tú que no desdeñaste el seno de una madre, sino que quisiste que fueran proclamados
dichosos el vientre que te llevó y los pechos que te criaron. R.
Tú que en la Virgen María, bendita entre todas las mujeres, dignificaste el sexo
femenino. R.
Tú que en la cruz diste como madre a la Iglesia a la misma que habías elegido por
madre tuya. R.
Tú que fecundas a la Iglesia con nuevos hijos por el ministerio de las madres
acrecentando la alegría y aumentando el gozo. R.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
230. El ministro, si es sacerdote o diácono, extendiendo, según las circunstancias, las
manos sobre la mujer, o haciendo la señal de la cruz en su frente, de lo contrario con
las manos juntas, dice la oración de bendición:
Señor Dios, creador del género humano,
cuyo Hijo, por obra del Espíritu Santo,
quiso nacer de la Virgen María,
para redimir y salvar a los hombres,
librándolos de la deuda del antiguo pecado,
atiende los deseos de esta hija tuya,
que te suplica por el hijo que espera,
concédele un parto feliz;
que su hijo se agregue
a la comunidad de los fieles,
te sirva en todo y alcance finalmente la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
231. Después de la oración de bendición, el ministro invita a todos los presentes a
invocar la protección de la Santísima Virgen María, lo que puede hacerse con la
recitación o el canto de la antífona:
Bajo tu protección nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigimos en nuestras necesidades;
antes bien, líbranos siempre de todo peligro,
oh Virgen gloriosa y bendita.
En lugar de esta súplica pueden decirse también otras plegarias, por ejemplo, la
antífona Madre del Redentor, el Avemaría o la Salve.
CONCLUSIÓN DEL RITO
232. El ministro, si es sacerdote o diácono, vuelto hacia la mujer, concluye el rito,
después de la invitación: Inclinaos para recibir la bendición, u otra semejante,
diciendo:
Dios, fuente y origen de toda vida,
te proteja con su bondad.
R. Amén.
Confirme tu fe, robustezca tu esperanza,
aumente cada vez más tu caridad.
R. Amén.
En aquellos días, Ana concibió, dio a luz un hijo y le puso de nombre Samuel, diciendo:
Por el bautismo recibido, que ha convertido el corazón de este niño en templo del
Espíritu Santo. R.
Por la serena alegría que, con este nacimiento, has infundido en el corazón de todos.
R.
Confirme tu fe,
robustezca tu esperanza,
aumente cada vez más tu caridad.
R. Amén.
Conserve a tu hijo,
le dé la salud del cuerpo
y la sabiduría del entendimiento.
R. Amén.
Finalmente bendice a todos los presentes, diciendo:
Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes,
os bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo.
R. Amén
254. Si el ministro es laico, implora la bendición del Señor sobre la mujer y sobre
todos los presentes, santiguándose y diciendo:
La misericordia de Dios Padre todopoderoso,
la paz de su Hijo único Jesucristo,
la gracia y el consuelo del Espíritu Santo
os proteja en la vida,
para que, caminando a la luz de la fe,
alcancéis los bienes prometidos.
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre todos nosotros.
R. Amén.
255. Es aconsejable terminar la celebración con un canto adecuado.
D. RITO BREVE
256. El ministro dice:
Bendito sea el nombre del Señor.
Todos responden:
Ahora y por siempre.
257. Uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un texto de la sagrada Escritura,
por ejemplo:
1S 1, 27: Este niño es lo que yo pedía; el Señor me ha concedido mi petición.
Lc 1, 68-69: Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su
pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su servidor.
1Ts 5, 18: Dad gracias en toda ocasión: ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús
respecto de vosotros.
258. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, de lo
contrario con las manos juntas, dice la oración de bendición:
Oh Dios, de quien desciende toda bendición
y hacia quien sube la humilde súplica del que te bendice,
concede a esta madre, ayudada por tu bendición,
que se muestre agradecida contigo
y tanto ella como su hijo
se alegren siempre de tu protección.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén
FÓRMULA BREVE
259. Según las circunstancias, el sacerdote o el diácono pueden usar la siguiente
fórmula breve de bendición:
El Señor, Dios todopoderoso,
que llenó de alegría el universo
con el nacimiento de su Hijo,
te bendiga +
y haga que te alegres siempre en el Señor
por el nacimiento de tu hijo.
R. Amén.
VIII. BENDICIÓN DE LOS ANCIANOS QUE NO SALEN DE CASA
260-263
A. RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
264. Reunida la familia o la comunidad de fieles, el ministro dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
265. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saluda a los ancianos y a los demás
presentes, diciendo:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo,
el amor del Padre
y la comunión del Espíritu Santo
estén con vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
266. Si el ministro es laico, saluda a los ancianos y a los demás presentes, diciendo:
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba
el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del
Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por
el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la
ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
—«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu servidor irse en paz. Porque
mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz
para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer
muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los
ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos
y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a
todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Oh Dios, que por tu misericordia revelaste a tu Hijo a Simeón y Ana, que aguardaban
la liberación de Israel,
— haz que estos servidores tuyos vean con los ojos de la fe a tu Salvador y se alegren
con el consuelo del Espíritu Santo. R.
Tú que, por medio de tu Hijo, prometiste alivie y paz a todos los que están cansados y
agobiados,
— haz que estos servidores tuyos carguen con Paciencia su cruz cada día. R.
Tú que a nadie privas de tu amor de padre y muestras un cariño especial por los más
débiles,
— haz que en nuestra sociedad se reconozca y respete la dignidad y derechos de los
ancianos. R.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
274. El ministro, si es sacerdote o diácono, extendiendo, según las circunstancias, las
manos sobre todos los ancianos a la vez o sobre cada uno en particular, o haciendo la
señal de la cruz en la frente de cada uno, de lo contrario con las manos juntas, dice la
oración de bendición:
Señor, Dios nuestro,
que has concedido a estos fieles tuyos
la gracia de esperar en ti
y de experimentar tu bondad,
en medio de los vaivenes de la vida,
te bendecimos por haberles concedido abundantemente
tus dones a lo largo de tantos años,
y te pedimos que vivan siempre con la alegría
de una juventud de espíritu constantemente renovada,
que tengan el necesario vigor corporal
y que su conducta sea un hermoso ejemplo para todos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
275. O bien:
Dios omnipotente y eterno,
en quien vivimos, nos movemos y existimos,
te damos gracias y te bendecimos
porque has dado a estos servidores tuyos
largos años de vida,
junto con la perseverancia en la fe y en las buenas obras;
concédeles ahora, Señor,
que, confortados por el afecto de los hermanos,
estén alegres en la salud,
no se depriman en la enfermedad,
y, reanimados con tu bendición,
empleen en tu alabanza el tiempo de su ancianidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
276. O bien:
Señor, Dios todopoderoso,
que has dado a estos servidores tuyos
una dilatada ancianidad,
concédeles tu bendición,
para que sientan la dulzura de tu compañía;
que al recordar el pasado tu misericordia los consuele,
y al mirar hacia el futuro la esperanza los sostenga.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
CONCLUSIÓN DEL RITO
277. El celebrante, si es sacerdote o diácono, concluye el rito, diciendo, vuelto hacia
los ancianos, la invitación: Inclinaos para recibir la bendición, u otra y añadiendo, con
las manos extendidas:
Jesucristo, el Señor,
esté siempre a vuestro lado para defenderos.
R. Amén.
278. Si el ministro es laico, implora la bendición del Señor sobre los ancianos y todos
los presentes, santiguándose y diciendo:
El Señor nos bendiga,
nos guarde de todo mal
y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Oh Dios, que por tu misericordia revelaste a tu Hijo a Simeón y Ana, que aguardaban
la liberación de Israel,
— haz que estos servidores tuyos vean con los ojos de la fe a tu Salvador y se alegren
con el consuelo del Espíritu Santo. R.
Tú que, por medio de tu Hijo, prometiste alivio y paz a todos los que están cansados y
agobiados,
— haz que estos servidores tuyos carguen con paciencia su cruz cada día. R.
Tú que a nadie privas de tu amor de padre y muestras un cariño especial por los más
débiles,
— haz que en nuestra sociedad se reconozca y respete la dignidad y derechos de los
ancianos. R.
281. El celebrante, extendiendo las manos sobre todos los ancianos a la vez, añade a
continuación:
Señor, Dios nuestro,
que has concedido a estos fieles tuyos
la gracia de esperar en ti
y de experimentar tu bondad,
en medio de los vaivenes de la vida,
te bendecimos por haberles concedido abundantemente
tus dones a lo largo de tantos años,
y te pedimos que vivan siempre con la alegría
de una juventud de espíritu constantemente renovada,
que tengan el necesario vigor corporal
y que su conducta sea un hermoso ejemplo para todos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
282. Si parece más oportuno, al final de la Misa, después de la invitación: Inclinaos
para recibir la bendición u otra semejante, con la que se invita a los ancianos a recibir
la bendición propia, el celebrante, con las manos extendidas sobre los ancianos, dice la
bendición o la oración, respondiendo todos:
Amén.
BENDICIÓN
283. El celebrante, vuelto hacia los ancianos, dice:
Jesucristo, el Señor,
esté siempre a vuestro lado para defenderos.
R. Amén.
288. Si el ministro es laico, dice la siguiente oración de bendición, con las manos
juntas:
Señor, Dios todopoderoso,
que has dado a estos servidores tuyos
una dilatada ancianidad, concédeles tu bendición,
para que sientan la dulzura de tu compañía;
que al recordar el pasado tu misericordia los consuele,
y al mirar hacia el futuro la esperanza los sostenga.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
D. RITO BREVE
289. El ministro dice:
Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Todos responden:
Que hizo el cielo y la tierra.
290. Uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un texto de la sagrada Escritura,
por ejemplo:
Sb 4, 8: Vejez venerable no son los muchos días, ni se por el número de años; canas
de hombre son y edad avanzada, una vida sin tacha.
St 5, 7-8: Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda
paciente el fruto valioso de tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened
paciencia también vosotros.
Lc 9, 23: Dirigiéndose a todos, dijo Jesús: «El que seguirme, que se niegue a sí
mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo.»
291. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, según las circunstancias,
extendiendo las manos sobre el anciano, o haciendo la señal de la cruz en su frente, de
lo contrario con las manos juntas, dice la oración de bendición:
Señor, Dios todopoderoso,
que has dado a este servidor tuyo
una dilatada ancianidad,
concédele tu bendición,
para que sienta la dulzura de tu compañía;
que al recordar el pasado
tu misericordia lo consuele,
y al mirar hacia el futuro
la esperanza lo sostenga.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
FÓRMULA BREVE
292. Según las circunstancias, el sacerdote o el diácono pueden usar la fórmula breve
de bendición:
La bendición + de Dios todopoderoso,
que a nadie abandona
y que aún en la vejez y las canas
guarda a sus hijos con solicitud de padre,
descienda sobre ti (vosotros).
R. Amén.
CAPÍTULO II
I. RITO DE LA BENDICIÓN
A. PARA LOS ADULTOS
RITOS INICIALES
297. Reunida la comunidad, el ministro dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
298. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saluda a los enfermos y a los
presentes, diciendo:
La paz del Señor a esta casa y a todos los aquí presentes.
O bien:
La paz del Señor sea siempre con vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
299. Si el ministro es laico, saluda a los enfermos y a los presentes, diciendo:
Hermanos, bendigamos al Señor,
que pasó haciendo el bien y curando a todos.
Todos responden:
Bendito seas por siempre, Señor.
O bien:
Amén.
300. El ministro dispone a los enfermos y a los presentes a recibir la bendición con
estas palabras u otras semejantes:
Jesús, el Señor, que pasó haciendo el bien y curando todas las dolencias y
enfermedades, encomendó a sus discípulos que cuidaran de los enfermos, que les
impusieran las manos y que los bendijeran en su Nombre. En esta celebración,
encomendaremos a Dios a nuestros hermanos enfermos, para que los ayude a
soportar con paciencia los sufrimientos del cuerpo y del espíritu, sabiendo que si son
compañeros de Cristo en el sufrir, también lo serán en el buen ánimo.
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS
301. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo ministro, lee un texto de la
sagrada Escritura, seleccionado de preferencia entre los que se indican en el Ritual de
la unción y de la pastoral de los enfermos y en el Leccionario de las Misas por los
enfermos . Se elegirán aquellos textos que parezcan más directamente relacionados
con las condiciones tanto espirituales como corporales de aquellos enfermos.
2Co 1, 3-7: Dios del consuelo
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Corintios.
— «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con
mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis
vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
Palabra del Señor.
303. O bien:
Mc 6, 53-56: Colocaban a los enfermos en la plaza
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Marcos.
En aquel tiempo, cuando Jesús y sus discípulos terminaron la travesía, tocaron tierra
en Genesaret, y atracaron.
Apenas desembarcados, algunos lo reconocieron, y se pusieron a recorrer toda la
comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaba los enfermos en
camillas.
En la aldea o pueblo o caserío donde llegaba, colocaban a los enfermos en la plaza, y
le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y los que lo tocaban
se ponían sanos.
Palabra del Señor.
304. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
Salmo responsorial Sal 101 (102), 2-3. 24-25 (R.: 2)
Tú que viniste al mundo como médico de los cuerpos y de las almas, para curar
nuestras enfermedades. R.
Tú que tuviste a tu Madre junto a la cruz, compartiendo tus sufrimientos, y nos la diste
por madre. R.
Tú que quieres que completemos en nuestra carne tus dolores, sufriendo por tu
cuerpo, que es la Iglesia. R.
308. En lugar de la plegaria común, o además de la misma, pueden decirse las letanías
que figuran en el Ritual de la unción y de la pastoral de los enfermos, núms. 137 y
138:
Tú que soportaste nuestros sufrimientos
y aguantaste nuestros dolores: Señor, ten piedad.
Tú que, llamando a los niños, dijiste que de los que son como ellos es el reino de los
cielos, escucha con piedad nuestra oración por estos niños. R.
Tú que dijiste que los misterios del reino se revelan, no a los sabios y entendidos, sino
a los sencillos, manifiesta a estos niños los signos de tu amor. R.
Tú que recomendaste a tus discípulos la solicitud por los enfermos, asiste con bondad
a los que se dedican al cuidado de estos niños. R.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
319. El ministro, si es sacerdote o diácono, imponiendo las manos, según las
circunstancias, sobre todos los niños enfermos a la vez o sobre cada uno en particular,
dice la oración de bendición:
Señor, Dios nuestro, cuyo Hijo Jesucristo
recibió con afecto a los niños y los bendijo,
extiende benigno tu mano protectora
sobre estos servidores tuyos (N. y N.),
enfermos en su temprana edad;
así, recobradas sus fuerzas,
y devueltos en perfecta salud
a tu santa Iglesia y a sus padres,
puedan darte gracias de corazón.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
320. Si el ministro es laico, y principalmente cuando el padre o la madre bendicen al
hijo enfermo, haciendo la señal de la cruz en la frente de cada uno, dice:
Padre misericordioso y Dios del consuelo,
que velas con solicitud constante por tus criaturas
y, por tu bondad, concedes la salud corporal y espiritual,
dígnate librar de la enfermedad a estos niños N. y N.
(a este niño N.) (al hijo que tú me has dado),
para que creciendo durante toda su vida
en gracia y sabiduría ante ti y los hombres,
te sirva con santidad y justicia
y te dé gracias por tu misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
II. RITO BREVE
321. El ministro dice:
Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Todos responden:
Que hizo el cielo y la tierra.
322. Uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un texto de la sagrada Escritura,
por ejemplo:
2Co 1, 3-4: ¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de
misericordia y Dios del consuelo! Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de
poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha.
Mt 11, 28-29: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y
encontraréis vuestro descanso.
323. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, imponiendo las manos, según las
circunstancias, sobre el enfermo, o, si es laico, haciendo la señal de la cruz en su
frente, dice la oración de bendición:
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
que con tu bendición levantas y fortaleces
nuestra frágil condición,
mira con bondad a este servidor tuyo N.;
aparta de él la enfermedad y devuélvele la salud,
para que, agradecido,
bendiga tu santo Nombre.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
FÓRMULA BREVE
324. Según las circunstancias, el sacerdote o el diácono pueden usar la fórmula breve
de bendición:
Jesucristo, el único Señor y Redentor,
te bendiga, + N.,
guarde tu cuerpo,
salve tu alma
y te lleve a la vida eterna.
R. Amén.
CAPÍTULO III
325-327
I. En la celebración de la Palabra
I. En la celebración de la Misa
N. N., presbítero,
a la Iglesia que está en N.
N. N., diácono,
a la Iglesia que está en N.
N. N., laico,
para el servicio de la Iglesia que está en N.
336. Si entre los misioneros que han de partir figuran religiosos o religiosas, entonces,
en lugar del diácono, el superior o la superiora del Instituto notifica a los fieles sus
nombres y cargos, así como el lugar al que son enviados, diciendo, por ejemplo:
De nuestro Instituto de N.,
impulsados por la caridad y la obediencia,
parten para anunciar el Evangelio:
337. Cuando el diácono los llama, los misioneros responden con alguna expresión
adecuada (por ejemplo: Presente) o con algún signo (por ejemplo, poniéndose de pie).
338. Leído el Evangelio, el celebrante hace la homilía, en la cual explica las lecturas
bíblicas y el significado de la celebración.
339. Terminada la homilía, los misioneros se levantan, se acercan al celebrante y se
colocan de modo que todos puedan ver el rito.
PRECES
340. Sigue la plegaria común, en la que todos piden por los misioneros que han de
partir y por las Iglesias a las que son enviados. Entre las invocaciones que aquí se
proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir
otras más directamente relacionadas con las circunstancias del momento o de los
misioneros.
Invoquemos a Dios, Padre misericordioso, que ungió a su Hijo con el Espíritu Santo
para que evangelizara a los pobres, vendara los corazones desgarrados y consolara a
los afligidos. Digamos confiados:
Dios misericordioso y eterno, que quieres que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad,
— te damos gracias porque diste al mundo tu Hijo, como Maestro y Redentor. R.
Tú que enviaste a Jesucristo para evangelizar a los pobres, proclamar a los cautivos la
libertad y anunciar el tiempo de gracia,
— dilata tu Iglesia, de modo que abarque a los hombres de toda lengua y nación. R.
N. N., presbítero,
a la Iglesia que está en N.
N. N., diácono,
a la Iglesia que está en N.
N. N., laico,
para el servicio de la Iglesia que está en N.
351. Si entre los misioneros que han de partir figuran religiosos o religiosas., entonces,
en lugar del diácono, el superior o la superiora del Instituto notifica a los fieles sus
nombres y cargos, así como el lugar al que son enviados, diciendo, por ejemplo:
De nuestro Instituto de N.,
impulsados por la caridad y la obediencia,
parten para anunciar el Evangelio:
353. La lectura del Evangelio la hace uno de los diáconos o de los presbíteros que han
de partir para las misiones.
Mientras se canta el versículo antes del Evangelio, el celebrante pone incienso; luego,
omitiendo la acostumbrada bendición del diácono, dice en voz alta al diácono y a todos
los misioneros:
El Evangelio que se proclama en esta casa de Dios
anunciadlo de palabra y de obra a los paganos,
para que les sea revelado el misterio de Cristo y de la Iglesia.
U otras palabras adecuadas.
El diácono y los misioneros que han de partir responden:
Amén.
354. Leído el Evangelio, el celebrante hace la homilía, en la cual explica las lecturas
bíblicas y el significado del rito.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
355. Después de la homilía todos se levantan. Los misioneros que han de partir se
acercan al celebrante y se quedan de pie ante él de manera que los fieles pueden ver
el rito. El celebrante, imponiendo conjuntamente las manos sobre ellos, dice:
Te bendecimos y alabamos, oh Dios,
porque, según el designio inefable de tu misericordia,
enviaste a tu Hijo al mundo,
para librar a los hombres, con la efusión de su sangre,
de la cautividad del pecado,
y llenarlos de los dones del Espíritu Santo.
Él, después de haber vencido a la muerte,
antes de subir a ti, Padre,
envió a los apóstoles
como dispensadores de su amor y su poder,
para que anunciaran al mundo entero
el Evangelio de la vida
y purificaran a los creyentes
con el baño del bautismo salvador.
Te pedimos ahora, Señor,
que dirijas tu mirada bondadosa
sobre estos servidores tuyos
que, fortalecidos por el signo de la cruz,
enviamos como mensajeros de salvación y de paz.
Con el poder de tu brazo, guía, Señor, sus pasos,
fortalécelos con la fuerza de tu gracia,
para que el cansancio no los venza.
Que sus palabras sean un eco de las palabras de Cristo
para que sus oyentes presten oído al Evangelio.
Dígnate, Padre, infundir en sus corazones el Espíritu Santo
para que, hechos todo para todos,
atraigan a muchos hacia ti,
que te alaben sin cesar en la santa Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
ENTREGA DE LA CRUZ
356. El celebrante bendice las cruces, diciendo:
Señor, Padre santo,
que hiciste de la cruz de tu Hijo
fuente de toda bendición
y origen de toda gracia,
dígnate bendecir estas cruces
y haz que quienes las lleven a la vista de los hombres
se esfuercen por irse transformando
a imagen de tu Hijo.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
357. Luego los misioneros se acercan uno a uno al celebrante, el cual les entrega la
cruz, diciendo:
Recibe este signo del amor de Cristo
y de nuestra fe;
predica a Cristo, y éste crucificado,
fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
El misionero responde:
Amén.
Recibe la cruz, la besa y vuelve a su lugar.
358. Según las circunstancias, el celebrante pronuncia la fórmula de entrega de la cruz
una sola vez para todos, diciendo en voz alta:
Recibid este signo del amor de Cristo
y de nuestra fe;
predicad a Cristo, y éste crucificado,
fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
O bien:
Recibid la cruz,
signo del amor de Cristo
y de la misión para la que os ha elegido la Iglesia.
Los misioneros responden todos a la vez:
Amén.
Y se acercan al celebrante para recibir la cruz.
359. Mientras, se puede cantar la antífona:
R. Proclamad día a día su victoria.
Con el salmo 95 (96), u otro adecuado.
Salmo 95 (96)
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su Nombre,
proclamad día tras día su victoria. R.
CAPÍTULO IV
I. Bendición de catequistas
A. En la celebración de la Palabra
B. En la celebración de la Misa
Si tus labios profesan que Jesús es el Señor y tu corazón cree que Dios lo resucitó de
entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la
profesión de los labios, a la salvación. Dice la Escritura: «Nadie que cree en él quedará
defraudado.» Porque no hay distinción entre judío y griego, ya que uno mismo es el
Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. Pues «todo el que invoca el
Nombre del Señor se salvará». Ahora bien ¿cómo van a invocarlo, si no creen en él?,
¿Cómo van a creer: si no oyen hablar de él?; y ¿cómo van a oír sin alguien que
proclame?; y ¿cómo van a proclamar, si no los envían? Lo dice la Escritura: « ¡Qué
hermosos los pies de los que anuncian el Evangelio!»
Palabra de Dios.
371. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
Salmo responsorial Sal 95 (96), 1-2a. 2b-3. 7-8a. 10 (R.: 3)
Haz que todo el mundo conozca que tú, Padre, eres el único Dios verdadero
— y que Jesucristo, tu Hijo, es tu enviado. R.
Que la gracia del Espíritu Santo dirija nuestros corazones y nuestros labios,
— para que permanezcamos siempre en tu amor y en tu alabanza. R.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
374. El celebrante, con las manos extendidas, dice la oración de bendición:
Señor, con tu bendición + paternal,
robustece la decisión de estos servidores tuyos,
que desean dedicarse a la catequesis;
haz que lo que aprendan meditando tu palabra
y profundizando en la doctrina de la Iglesia
se esfuercen por comunicarlo a sus hermanos
y así, junto con ellos, te sirvan con alegría.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
CONCLUSIÓN DEL RITO
375. El celebrante, vuelto hacia los catequistas, concluye el rito, diciendo:
Dios, que en Cristo ha manifestado su verdad y su amor,
os haga testigos del Evangelio
y de su amor en el mundo.
R. Amén.
Haz que todo el mundo conozca que tú, Padre, eres el único Dios verdadero
— y que Jesucristo, tu Hijo, es tu enviado. R.
Que la gracia del Espíritu Santo dirija nuestros corazones y nuestros labios,
— para que permanezcamos siempre en tu amor y en tu alabanza. R.
380. El celebrante, con las manos extendidas, dice la oración:
Señor, con tu bendición + paternal,
robustece la decisión de estos servidores tuyos,
que desean dedicarse a la catequesis;
haz que lo que aprendan meditando tu palabra
y profundizando en la doctrina de la Iglesia
se esfuercen por comunicarlo a sus hermanos
y así, junto con ellos, te sirvan con alegría.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
381. Si se estima más oportuno, la oración de bendición puede emplearse al final de la
celebración de la Misa, después de la invitación:
Inclinaos para recibir la bendición.
U otra parecida.
Después de la oración de bendición, el celebrante añadirá siempre:
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
Todos responden:
Amén.
II. BENDICIÓN DE UN GRUPO REUNIDO PARA LA CATEQUESIS O LA ORACIÓN
382-385
RITO DE LA BENDICIÓN
386. El que preside dispone a los asistentes a recibir la bendición, con estas palabras u
otras semejantes:
En la reunión que ahora terminamos, nos ha hablado Jesús, el Señor. Nos sentimos en
él deber de darle gracias porque ha querido revelarnos el misterio escondido desde el
principio de los siglos en Dios. Lo que ahora importa es que vivamos de acuerdo con la
palabra que hemos escuchado. Antes, pues, de separarnos, elevemos nuestro corazón
a Dios para que, por su Espíritu Santo, nos guíe hasta la verdad plena y nos dé fuerza
para hacer siempre lo que le agrada.
PRECES
387. Si se estima oportuno, antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria
común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el que preside puede seleccionar
las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas, con
las circunstancias del momento.
Las palabras que nos ha dicho el Señor son espíritu y vida; pidamos que estas palabras
de vida eterna encuentren en nosotros unos oyentes que no se limitan a escucharlas,
sino que las ponen en práctica. Digámosle:
Cristo, Hijo de Dios, que viniste al mundo para proclamar el amor del Padre a los
hombres,
— auméntanos la fe, para que recibamos tus palabras como un signo de su bondad
paternal. R.
Cristo, en quien el Padre halló sus complacencias, y nos mandó escucharte con fe,
— enséñanos a profundizar en tu palabra y a saborear íntimamente su dulzura. R.
Cristo, que con tu palabra iluminas nuestra mente y das inteligencia a los ignorantes,
— haz que, escuchándote con un corazón sencillo, lleguemos a conocer los misterios
del reino de los cielos. R.
Cristo, que continuamente dejas oír tu palabra en la Iglesia, para que a todos los
hombres, al oírla, los ilumine una sola fe y los una la misma caridad,
— haz que amemos y cumplamos cada vez más tu palabra para que todos los
cristianos, gracias a ella, tengamos un mismo pensar y un mismo sentir. R.
Cristo, que con tu palabra eres lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro sendero,
— haz que, oyéndote, corramos con el corazón ensanchado por el camino de tus
mandatos. R.
Cristo, que pronunciaste tu palabra para que siga su avance glorioso para salvación de
los hombres,
— llénanos de esta palabra hasta tal punto que nos presentemos ante el mundo como
mensajeros y testigos del Evangelio. R.
Sigue la oración de bendición, como se indica más adelante.
388. Cuando no se dicen las PRECES, antes de la oración de bendición, el ministro, con
estas palabras u otras semejantes, invita a todos a orar, implorando el auxilio divino:
Oremos, queridos hermanos,
a Dios, Padre todopoderoso,
para que guíe nuestros pasos
por la senda de sus mandatos.
Y, según la oportunidad, todos oran un rato en silencio. Sigue la oración de bendición.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
389. El ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, si es laico, con
las manos juntas, dice la oración de bendición:
Te damos gracias, Señor, y te bendecimos,
porque en distintas ocasiones y de muchas maneras
hablaste antiguamente a nuestros padres por los profetas,
pero ahora, en esta etapa final, nos has hablado por tu Hijo,
para mostrar a todos en él
la inmensa riqueza de tu gracia;
imploramos tu benignidad,
para que quienes nos hemos reunido
para estudiar las Escrituras,
consigamos un conocimiento perfecto de tu voluntad
y, agradándote en todo,
fructifiquemos en toda clase de obras buenas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
CONCLUSIÓN DEL RITO
390. El ministro concluye el rito, diciendo:
Dios, Padre misericordioso,
que envió su palabra al mundo
y, por medio del Espíritu Santo,
nos guía hasta la verdad plena,
nos haga heraldos del Evangelio
y testigos de, su amor en el mundo.
R. Amén.
391. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.
CAPÍTULO V
I. Bendición de Lectores
Rito
I. BENDICIÓN DE LECTORES
392-394
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
395. Reunida la comunidad, se entona, según las circunstancias,'un canto adecuado,
terminado el cual, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del. Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén
396. Luego el celebrante saluda a los presentes, empleando alguna de las fórmulas
que propone el Misal romano.
397. El celebrante dispone a los que han sido presentados a recibir la bendición, con
estas palabras u otras semejantes:
Queridos hermanos y hermanas (jóvenes), que vais a desempeñar en la comunidad
cristiana el servicio de leer la palabra divina en las celebraciones litúrgicas: Vuestra
misión, que os hace como el último eslabón entre el Dios que se ha revelado en las
sagradas Escrituras y el hombre a quien éstas están destinadas, contribuirá a que los
fieles crezcan en la fe, alimentados por la palabra de Dios.
Cuando proclaméis la palabra, sed vosotros mismos dóciles oyentes de ella,
conservándola en vuestros corazones y llevándola a la práctica guiados por el Espíritu
Santo.
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS
398. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la
sagrada Escritura.
Hch 8, 26-40: Tomando pie de este pasaje, le anunció el Evangelio de Jesús
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de los Hechos de los apóstoles.
Por nuestra comunidad, que ha de encontrar una valiosa ayuda en la misión confiada a
los lectores, para que crezca en la fe y en el testimonio de todos sus miembros,
roguemos al Señor.
Sigue la oración de bendición, como se indica más adelante.
404. Cuando no se dicen las PRECES, antes de la oración de bendición, el celebrante
invita a todos a orar, diciendo:
Oremos.
Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio. Sigue la
oración de bendición.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
405. El celebrante, con las manos extendidas, añade:
Oh Dios,
que en distintas ocasiones y de muchas maneras
has hablado a los hombres,
para darles a conocer el misterio de tu voluntad,
bendice + a estos hermanos nuestros,
para que, cumpliendo fielmente el oficio de lectores,
anuncien la palabra de Dios a los demás,
meditándola primero en su corazón.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
406. Mientras se entona un canto adecuado, el celebrante entrega a cada uno el
Leccionario.
CONCLUSIÓN DEL RITO
407. El celebrante bendice al pueblo, con las manos extendidas sobre él, diciendo:
Dios, Padre misericordioso,
que envió su palabra al mundo
y, por medio del Espíritu Santo,
nos guía hasta la verdad plena,
nos haga heraldos del Evangelio
y testigos de su amor en el mundo.
Todos:
Amén.
408. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.
II. BENDICIÓN DE ACÓLITOS
409-411
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
412. Reunida la comunidad, se entona, según las circunstancias, un canto adecuado,
terminado el cual, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
413. Luego el celebrante saluda a los presentes, empleando alguna de las fórmulas
que propone el Misal romano.
414. El celebrante dispone a los que han sido presentados a recibir la bendición, con
estas palabras u otras semejantes:
Queridos niños (jóvenes): Desde el día de vuestro bautismo sois hijos de Dios y
formáis parte de la Iglesia, que es «una raza elegida, un sacerdocio real, una nación
consagrada, un pueblo adquirido por Dios». Cada día de vuestra vida que transcurre en
la fidelidad al Señor es una ofrenda agradable a sus ojos.
Ahora, animados por vuestros padres y por la comunidad cristiana, queréis servir al
Señor con una dedicación mayor, ayudando al sacerdote en el altar. La Iglesia os
acoge con este propósito.
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS
415. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la
sagrada Escritura.
Nm 3, 5-9: Pon la tribu de Leví al servicio del sacerdote Aarón
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de los Números.
Por nuestra comunidad de N., que podrá realizar su misión evangelizadora y caritativa
entre los pobres y los marginados con la ayuda de estos nuevos colaboradores, para
que sea fiel reflejo de la misericordia de Dios entre los hombres, roguemos al Señor.
Sigue la oración de bendición, como se indica más adelante.
439. Cuando no se dicen las Preces, antes de la oración de bendición, el celebrante,
con estas palabras u otras semejantes, invita a todos a orar:
Oremos, queridos hermanos,
a Dios, que es amor,
para que se digne inflamarnos con el fuego de su Espíritu
y hacernos fervorosos en el amor recíproco,
como Cristo nos ha amado.
Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio. Sigue la
oración de bendición.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
440. El celebrante, con las manos extendidas, añade:
Oh Dios, que derramas en nuestros corazones,
por el Espíritu Santo, el don de la caridad,
bendice + a estos hermanos nuestros,
para que, practicando las obras de caridad
y de la justicia social,
contribuyan a hacer presente a tu Iglesia en el mundo,
como un sacramento de unidad y de salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
CONCLUSIÓN DEL RITO
441. Después de la oración de bendición, según las circunstancia canta la antífona:
La señal por la que conocerán todos
que sois discípulos míos
será que os améis unos a otros.
CAPÍTULO VI
Tú que te hiciste pobre por nosotros y viniste, no para que te sirvieran, sino para
servir,
— concédenos amar a los hermanos y ayudarlos en sus necesidades. R.
Tú que con tu obra redentora hiciste un mundo nuevo en el que los hombres se
sintieran solidarios unos de otros y se amaran entre sí,
— ayúdanos a trabajar con denuedo por la instauración de un modo de vivir
auténticamente evangélico. R.
CAPÍTULO VII
I. Al emprender el camino
II. Antes o después de la peregrinación
Padre santo, que antiguamente fuiste guía y camino para el pueblo que peregrinaba en
el desierto,
— protégenos ahora que vamos a emprender este camino y haz que, superando todo
peligro, regresemos felizmente a nuestro hogar. R.
Tú que nos diste a tu Hijo único como el camino para llegar a ti,
— haz que lo sigamos con fidelidad y perseverancia. R.
Tú que nos diste a María siempre Virgen como modelo y ejemplo del seguimiento de
Cristo,
—haz que, teniéndola ante nuestra mirada, andemos siempre en una vida nueva. R.
Tú que, por el Espíritu Santo, guías hacia ti a la Iglesia que peregrina en este mundo,
— haz que, buscándote a ti por encima de todo, corramos por el camino de tus
mandatos. R.
Padre santo, que quisiste que en el éxodo pascual fuera prefigurado místicamente el
camino de salvación que ha de recorrer tu pueblo,
— haz que al cumplir nuestra peregrinación nos adhiramos a ti con ánimo fuerte y
voluntad plena. R.
Tú que has puesto a tu Iglesia en el mundo como un santuario desde donde brilla la
luz verdadera,
— haz que hacia ella confluyan de todas partes pueblos numerosos y marchen por tus
senderos. R.
Tú que nos enseñas que en los caminos de la vida hay que discernir los signos de tu
presencia,
— haz que también nosotros tengamos a tu Hijo por compañero de camino y de mesa
en la fracción del pan. R.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
486. El celebrante, con las manos extendidas, añade:
Bendito. seas, Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que de entre todas las naciones
te elegiste un pueblo consagrado a ti,
dedicado a las buenas obras;
tú que has tocado con tu gracia
el corazón de estos hermanos
para que se unan a ti con más fe
y te sirvan con mayor generosidad,
dígnate colmarlos de tus bendiciones,
para que, al regresar a su casa con alegría,
proclamen de palabra tus maravillas
y las manifiesten ante todos con sus obras.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
CONCLUSIÓN DEL RITO
487. El celebrante concluye el rito, diciendo:
El Señor de cielo y tierra,
que ha estado con vosotros en esta peregrinación,
os guarde siempre.
R. Amén.
CAPÍTULO VIII
Todos responden:
Amén.
495. El ministro dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u
otras semejantes:
Encomendemos al Señor a estos hermanos nuestros que están a punto de partir, para
que les conceda un buen viaje y para que ellos, por los caminos de este mundo, alaben
a Dios por sus criaturas, experimenten su bondad en la hospitalidad de sus hermanos,
pongan de manifiesto ante los hombres la buena nueva de la salvación, se muestren
afables con todos; para que sean atentos con los afligidos y necesitados que se crucen
en su camino, sepan consolarlos y se esfuercen por ayudarlos.
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS
496. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo ministro que preside, lee un
texto de la sagrada Escritura.
Lc 3, 3-6: Allanad sus senderos
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.
Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios con
todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas.
Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y
hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás
a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal; las escribirás en las jambas
de tu casa y en tus portales.
Palabra de Dios.
498. Pueden también leerse: Gn 12, 1-9; Gn 28, 10-16; tb 5, 17-22; Lc 24, 13-35; Jn
14, 1-11.
499. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
Salmo responsorial Sal 22. (23), 1-3. 4. 5. 6 (R.: 1)
Padre santo, cuyo Hijo único se nos ofreció como el camino para llegar a ti,
— haz que lo sigamos con fidelidad y perseverancia. R.
Tú que en otro tiempo fuiste guía y camino para el pueblo que peregrinaba en el
desierto,
— protégenos ahora que vamos a emprender este camino y haz que, superado todo
peligro, regresemos felizmente a nuestro hogar. R.
Tú que hiciste de la hospitalidad ofrecida a los viajeros uno de los signos de la venida
de tu reino,
— haz que quienes carecen de domicilio fijo puedan hallar un lugar donde
establecerse. R.
Sigue la oración de bendición, como más adelante.
503. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición, el ministro, con
estas palabras u otras semejantes, implora la ayuda divina, diciendo:
Señor, enséñanos tus caminos.
R. Señor, ten piedad.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
504. El ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, de lo contrario,
con las manos juntas, dice la oración de bendición:
Si él no ha de partir con los demás:
Dios omnipotente y misericordioso,
que a los hijos de Israel los hiciste atravesar
a pie enjuto el mar Rojo,
y a los Magos, que iban a adorar a tu Hijo,
les mostraste el camino por medio de una estrella,
protege a nuestros hermanos y concédeles un buen viaje,
para que, con tu ayuda y compañía,
lleguen felizmente al término de su viaje
y puedan finalmente arribar
al puerto de la salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
505. O bien, cuando él también parte con los demás:
Dios todopoderoso y eterno,
que hiciste salir a Abrahán de su tierra
y de la casa de su padre
y lo guardaste sano y salvo
en los caminos de su peregrinación,
protégenos también a nosotros, tus servidores;
sé para todos, Señor, apoyo en la preparación del viaje,
compañía y solaz durante el camino,
y ayuda en las dificultades,
para que, guiados por ti,
lleguemos al término de nuestro viaje
y regresemos felizmente a nuestro hogar.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
CONCLUSIÓN DEL RITO
506. El que preside, si es sacerdote o diácono, concluye el rito, diciendo:
El Señor os (nos) acompañe siempre
y, con su beneplácito,
dirija amorosamente vuestro (nuestro) camino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO IX
515-517.
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
Amén.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
521. Según las costumbres del lugar, después del saludo, unos representantes de los
responsables de la construcción pueden hacer de algún modo la presentación de la
obra.
La obra que hoy comenzamos debe animar nuestra fe y ser para nosotros ocasión de
expresar nuestra gratitud. Nos son bien conocidas aquellas palabras del salmo: Si el
Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles. Somos en cierto modo
cooperadores de Dios siempre que con nuestro trabajo atendemos y servimos a los
hermanos o a la comunidad. Con esta celebración, imploremos, pues, hermanos, la
ayuda de Dios, para que esta construcción llegue felizmente al término deseado, y
para que proteja a los constructores y los guarde de todo mal.
523. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la
sagrada Escritura.
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Corintios.
Palabra de Dios.
525. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
526. O bien:
527. El celebrante, según las circunstancias, puede hacer una breve homilía,
explicando la lectura bíblica, para que los presentes perciban por la fe el significado de
la celebración.
PRECES
528. Sigue la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el
celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más
directamente relacionadas con las circunstancias de los presentes o del lugar.
Invoquemos, queridos hermanos, a Dios, Padre todopoderoso, para que la obra que
hoy comenzamos contribuya a la edificación del reino de Dios y nos una a Cristo,
piedra angular, en la fe y en la caridad.
Tú que nos has dado la inteligencia y la fuerza para ser colaboradores de tu obra. R.
Tú que por tu Hijo, nuestro Señor, has querido edificar tu santa Iglesia sobre piedra
firme. R.
Tú que, por el Espíritu de tu Hijo, nos haces entrar en la construcción del templo
espiritual en el que quieres hacer morada. R.
Tú que pones en nosotros la firme esperanza de llevar a buen término, con tu ayuda,
la obra que hoy comenzamos con tu bendición. R.
Tú que, como piedras vivas, nos labras y pulimentas golpe a golpe, para formar parte
de la Jerusalén celestial. R.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
R. Amén.
530. O bien:
R. Amén.
531. El celebrante, según las circunstancias, puede rociar con agua bendita el solar
donde se va a levantar el nuevo edificio, y la primera piedra. Luego se coloca la piedra
en los cimientos, mientras el pueblo entona un canto adecuado.
532. Luego el celebrante, con las manos extendidas sobre los presentes, concluye el
rito, diciendo:
CAPÍTULO X
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
538. Reunidos en el lugar adecuado los miembros de la familia con sus parientes y
amigos, el ministro dice:
Amén.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
Todos responden:
Amén.
541. Luego dispone a los presentes para la celebración, con estas palabras u otras
semejantes:
Queridos hermanos, dirijamos nuestra ferviente oración a Cristo, que quiso nacer de la
Virgen María y habitó entre, nosotros, para que se digne entrar en esta casa y
bendecirla con su presencia.
Cristo, el Señor, esté aquí, en medio de vosotros, fomente vuestra caridad fraterna,
participe en vuestras alegrías, os consuele en las tristezas. Y vosotros, guiados por las
enseñanzas y ejemplos de Cristo, procurad, ante todo, que esta nueva casa sea hogar
de caridad, desde donde se difunda ampliamente la fragancia de Cristo.
542. Luego uno de los presentes o el mismo ministro, lee un texto de la sagrada
Escritura.
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.
—«Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz en esta casa .” Y si allí hay gente
de paz, descansará sobre ellos, vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la
misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No
andéis cambiando de casa en casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo
que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca d vosotros el reino
de Dios.”»
543. Pueden también leerse: Gn 18, 1-10a; Mc 1, 29-30; Lc 10, 38-42 Lc 19, 1-9; Lc
24, 28-32.
544. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
Salmo responsorial Sal 126 (127), 1. 2. 3-4. 5 (R.: cf. 1)
545. O bien:
PRECES
547. Sigue la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el ministro
puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente
relacionadas con las circunstancias de los presentes o del lugar.
Con ánimo agradecido y gozoso invoquemos al Hijo de Dios, Señor de cielo y tierra,
que, hecho hombre, habitó entre nosotros, y digamos:
Tú, por quien todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un
templo consagrado,
— haz que los habitantes de esta casa se vayan integrando en la construcción, para
ser morada de Dios, por el Espíritu. R.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
R. Amén.
R. Amén.
R. Amén.
R. Amén.
549. El sacerdote o el diácono pueden utilizar también las oraciones de bendición que
se indican anteriormente en el Rito de la bendición anual de las familias en sus propias
casas, fuera del tiempo pascual, capítulo I, núms. 86-87.
550. Después de la oración de bendición, el ministro rocía con agua bendita a los
presentes y la casa, diciendo, según las circunstancias:
Todos responden:
Amén.
CAPÍTULO XI
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
558. Los alumnos y los fieles se reúnen en el lugar donde se ha erigida, el nuevo
seminario que se va a bendecir, y se interpreta, según convenga, un canto adecuado.
Amén.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
O bien:
561. Luego el celebrante habla brevemente a los presentes para disponer su ánimo a
la celebración y explicar el rito; puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:
Queridos hermanos, por la misericordia de Dios nos hemos congregado aquí para la
bendición de un nuevo seminario, que es un gran regalo de la generosidad divina. Un
seminario —como su mismo nombre indica— es como un semillero destacado en la
diócesis, donde se forman los ministros de la Iglesia. Pidamos, pues, al Señor que este
nuevo seminario sea una escuela de oración y un aula de erudición divina y que los
alumnos que reciba los devuelva convertidos en pastores celosos para vosotros y en
compañeros y colaboradores nuestros en el sagrado ministerio.
R. Amén.
563. Luego los lectores o el diácono leen uno o varios textos de la sagrada Escritura,
principalmente de los que se proponen a continuación o de los que se hallan en el
Leccionario para la administración de las sagradas Ordenes , intercalando los
convenientes salmos responsoriales o bien espacios de silencio. La lectura del
Evangelio ha de ser el acto más relevante.
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Corintios.
Palabra de Dios.
567. O bien:
Sal 99 (100), 2. 3. 4. 5
R. (Jn 15, 14) Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el
Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a
las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como
ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos:
—«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la
mies que mande trabajadores a su mies.»
569. Pueden también leerse: Mt 13, 44-46; Mc 4, 1-2. 26b-34; Lc 24, 44-48; Jn 1, 35-
42; Jn 20, 19-23.
570. Luego el celebrante hace la homilía, en la que explica las lecturas bíblicas y el
significado de la celebración.
PRECES
571. Sigue la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el
celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más
directamente relacionadas con las circunstancias del momento o de las personas.
En Cristo, que es la imagen perfecta del Padre, están encerrados todos los tesoros de
la gracia y del saber. Acudamos a él con confianza e invoquémoslo, diciendo:
O bien:
O bien:
Señor Jesucristo, que reuniste a los discípulos para instruirlos y asociarlos al servicio
del reino,
— haz que también nosotros nos esforcemos por imitarte y consagrarnos al servicio del
pueblo de Dios. R.
Tú que oraste por los discípulos para que fueran consagrados en la verdad,
— derrama sobre nosotros el Espíritu Santo, a fin de que, unidos a ti, demos fruto, y
nuestro fruto dure. R.
Tú que, como sumo sacerdote escogido entre los hombres, hiciste del pueblo redimido
por ti un reino de sacerdotes de Dios, tu Padre,
— haz que con nuestra palabra y nuestra vida, demos testimonio de lo que hemos
creído al meditar tu ley. R.
Tú que, para cumplir la voluntad del Padre, escogiste un género de vida virginal y
pobre,
— haz que, amando a Dios sobre todo, y entregados totalmente a él, nos unamos a ti
y nos esforcemos por vivir sólo para agradarte. R.
R. Amén.
573. Después de la oración de bendición, el celebrante rocía con agua bendita a los
presentes y el nuevo edificio, mientras se canta la antífona:
574. Luego el diácono, según las circunstancias, invita a los presentes: a recibir la
bendición, con estas palabras u otras semejantes:
El celebrante, con las manos extendidas sobre los presentes, concluye el rito, diciendo:
R. Amén.
R. Amén.
575. O bien:
R. Amén.
R. Amén.
R. Amén.
R. Amén.
CAPÍTULO XII
BENDICIÓN DE UNA NUEVA CASA RELIGIOSA
577-582
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
583. Los religiosos y fieles se reúnen en el lugar donde se ha erigido la nueva casa
religiosa, y se interpreta, según convenga, un canto adecuado.
Amén.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
O bien:
586. El celebrante dispone a los presentes para la celebración, con estas palabras u
otras semejantes:
Donde dos o tres se reúnen en el nombre de Cristo, allí está Cristo en medio de ellos.
Al bendecir esta casa, en la que vivirán juntos aquellos a los que congrega el amor de
Cristo, con el fin de seguirlo fielmente más de cerca en la caridad y la castidad, en la
pobreza, y la obediencia, imploramos la bondad de aquel de quien procede todo bien y
le suplicamos que los ayude a poner por obra lo que han prometido, buscando en todo,
como Jesús, la gloria del Padre; que, hermanados en la oración perseverante,
manifiesten la imagen de la Iglesia orante, y, guiados por el Espíritu Santo, trabajen
sin descanso, cada cual según su propia vocación, para que Cristo habite siempre en
todos nosotros.
Oremos.
R. Amén.
588. Luego los lectores o los diáconos leen uno o varios textos de la sagrada Escritura,
de los que se indican en el Leccionario de la Misa por los religiosos o en la
consagración de vírgenes y en la profesión religiosa , intercalando los convenientes
salmos responsoriales o bien espacios de silencio. La lectura del Evangelio ha de ser el
acto más relevante.
Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad; por ella algunos recibieron sin
saberlo la visita de unos ángeles. Acordaos de los que están presos, como si
estuvierais presos con ellos; de los que son maltratados, como si estuvierais en su
carne.
Vivid sin ansia de dinero, contentándoos con lo que tengáis, pues él mismo dijo:
«Nunca te dejaré ni te abandonaré»; así tendremos valor para decir: «El Señor es mi
auxilio: nada temo; ¿Qué podrá hacerme el hombre? » Acordaos de vuestros
dirigentes, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e
imitad su fe.
Aquí no tenemos ciudad permanente, sino que andamos en busca de la futura. Por
medio de Cristo, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, el fruto
de unos labios que profesan su Nombre.
No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; ésos son los sacrificios que
agradan a Dios. Obedeced con docilidad a vuestros dirigentes, pues ellos se desvelan
por vuestro bien, sabiéndose responsables; así lo harán con alegría y sin lamentarse,
con lo que salís ganando.
Palabra de Dios.
590. O bien:
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Juan.
Al día siguiente, estaba de nuevo Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús
que pasaba, dice:
—«Este es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver
que lo seguían, les pregunta:
—«¿Qué buscáis?»
Ellos le, contestaron:
«Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo:
—«Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro
de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y
siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:
—«Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo). »
Y lo llevó a Jesús.
591. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
592. O bien:
593. Luego el celebrante hace la homilía, en la cual explica las lecturas bíblicas y el
significado de la celebración.
PRECES
594. Sigue la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el
celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más
directamente relacionadas con las circunstancias del momento o de los presentes.
Cristo, el Señor, prometió permanecer en medio de sus discípulos hasta el final de los
tiempos; supliquémosle con humilde y confiado amor:
Tú que te hiciste hombre de la Virgen María por obra del Espíritu Santo y quisiste
habitar entre nosotros;
— agradecidos, te recibimos en nuestra casa. R.
Tú que prometiste recibir en las moradas eternas a los que te acogen con bondad en la
persona de los huéspedes,
— enséñanos a reconocerte en los hermanos, y a servirlos con alegría por amor a ti. R.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
R. Amén.
596. O bien:
Señor Jesucristo,
tú aseguraste que quienes profesan los consejos evangélicos
tienen preparada una morada en el cielo;
guarda y rodea con el muro de tu protección
esta casa religiosa que ahora bendecimos,
para que cuantos han de vivir en ella
se mantengan unidos por la caridad fraterna,
en actitud de servicio generoso a ti y a los hermanos;
sean, con su vida, testigos del Evangelio
y fomenten la piedad cristiana.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.
597. Después de la oración de bendición, el celebrante rocía con agua bendita a los
presentes y la casa, mientras se canta la antífona:
598. Luego el diácono, según las circunstancias, invita a los presentes a recibir la
bendición, con estas palabras u otras semejantes:
El celebrante, con las manos extendidas sobre los presentes, concluye el rito, diciendo:
R. Amén.
599 O bien:
R. Amén.
Cristo, el Señor,
habite por la fe en vuestros corazones
y os transmita el reino en la casa de su Padre.
R. Amén.
El Espíritu Santo
viva con vosotros y esté con vosotros,
para que el gozo que ahora experimentáis
llegue a su feliz cumplimiento.
R. Amén.
R. Amén.
CAPÍTULO XIII
I. RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
Amén.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
608. El celebrante dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u
otras semejantes:
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.
610. Pueden también leerse: Pr 1, 1-7; Sb 7, 7-20; Sb 9, 1-6. 10-18; Si 1, 1-4. 18-20;
Si 51, 18-29; Ef 4, 11-24; Mt 11, 25-30.
611. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
Salmo responsorial Sal 118 (119), 97-98. 99-100. 124-125 (R.: cf. 105)
612. O bien:
PRECES
614. Sigue la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el
celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más
directamente relacionadas con las circunstancias del momento o de las personas.
Señor, Dios, nuestro, que nos amas tanto que has querido que nos llamemos y seamos
hijos tuyos,
— haz que también las ciencias humanas nos ayuden a ver con más claridad y vivir
con plenitud nuestra vocación cristiana. R.
Tú que en Cristo, tu Hijo, nos diste el modelo del hombre nuevo, que va creciendo en
sabiduría, en estatura y en gracia,
— haz que, a medida que aumentan nuestros conocimientos humanos, crezca también
nuestro aprovechamiento espiritual. R.
Señor, Dios nuestro, que has hecho al hombre partícipe de tu misma sabiduría,
— haz que evitemos toda intención meramente terrena y que busquemos la formación
íntegra de la persona. R.
Tú que enviaste al mundo a tu Hijo, luz verdadera, que alumbra a todo hombre, para
que fuera testigo de la verdad,
— haz que, buscando libremente la verdad, podamos contribuir, con nuestros logros, al
progreso de la sociedad humana. R.
Tú que, con sabia disposición, has querido que la unidad de la comunidad humana no
fuera ajena al misterio de salvación
— haz que el avance de la ciencia y de la pedagogía ayude eficazmente a la unión de
los hombres. R.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
R. Amén.
616. O bien:
R. Amén.
617. Después de la oración de bendición, el celebrante rocía con agua bendita a los
presentes y la casa, mientras se entona un canto adecuado.
618. El celebrante concluye el rito, diciendo, con las manos extendidas sobre los
presentes:
R. Amén.
Luego el celebrante, con las manos extendidas sobre los presentes, los bendice,
diciendo:
El Dios de sabiduría
os sostenga con su bendición.
R. Amén.
Todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego el celebrante, con las manos
extendidas, dice:
R. Amén.
625. O bien:
Oh Dios, que nos concedes hoy
inaugurar bajo tu protección
este local destinado a la enseñanza,
concédenos, por tu favor,
que todos los que acudan a él
para enseñar o aprender
busquen siempre la verdad
y te reconozcan a ti como su única fuente.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Luego el celebrante, con las manos extendidas sobre los presentes, los bendice,
diciendo:
El Dios de sabiduría
os sostenga con su bendición.
R. Amén.
CAPÍTULO XIV
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
Amén.
Jesús, el Señor, que es el camino, y la verdad, y la vida, esté con todos vosotros.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
634. El celebrante dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u
otras semejantes:
Por tanto es oportuno pedir la bendición de Dios para vuestra iniciativa, ordenada a la
custodia y difusión de los libros, ya que es una manera de proclamar la verdad divina.
635. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la
sagrada Escritura.
Col 3, 16-17: Todo lo que realicéis, sea todo en nombre de Jesús, dando gracias a Dios
Padre por medio de él
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Colosenses.
La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros
con toda sabiduría; corregios mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón,
con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis,
sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Palabra de Dios.
636. Si se estima oportuno, puede hacerse una exposición de algún libro de la sagrada
Escritura, principalmente de los evangelios; o también una lectura prolongada de la
misma sagrada Escritura, pero sin omitir la homilía antes de la oración de bendición.
638. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
639. O bien:
PRECES
Dios, nuestro Señor, nos hace ver en la misma naturaleza sus palabras, hechos y
prodigios y nos los da a conocer en los, libros sagrados, leídos con fe; invoquémoslo,
diciendo unidos de corazón:
Cristo, Redentor nuestro, Palabra del Padre y Sabiduría eterna, luz verdadera que
alumbra a todo hombre,
— muéstranos el camino de la verdad. R.
Tú que prometiste a tus discípulos que el Espíritu Santo les enseñaría la verdad plena,
para que pudieran penetrar más profundamente los misterios divinos,
— haz que, con la inspiración y la ayuda del mismo Espíritu estemos perfectamente
instruidos para toda obra buena. R.
Tú que quisiste que quedaran consignadas por escrito muchas de tus obras, para que
creamos y para que, creyendo, tengamos vida en tu Nombre,
— haz que, con fe y con generosidad, abramos a nuestros hermanos el camino de la
verdad y de la salvación. R.
Tú que quisiste que tus discípulos y fieles comunicaran a los demás el fruto de sus
reflexiones y experiencias,
— haz que escuchemos con docilidad a aquellos maestros llenos de prudencia y de
sana doctrina. R.
Da la sabiduría asistente de tu trono a todos los que aquí vendrán para leer o estudiar.
Haz que todos los que acudan a este lugar vayan progresando en el conocimiento de
las cosas divinas y humanas y en tu amor.
R. Señor, ten piedad.
R. Amén.
644. Después de la oración de bendición, el celebrante rocía con agua bendita a los
presentes y el local.
R. Amén.
CAPÍTULO XV
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
Amén.
Jesús, el Señor,
que recomendó a sus discípulos
que atendieran a los enfermos
y les proporcionaran alivio,
esté con todos vosotros.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
653. El celebrante dispone a los presentes para recibir la bendición, con estas
palabras, u otras semejantes:
El Padre de misericordia y Dios del consuelo, que por medio de su Hijo nos alienta en
el Espíritu Santo, ama y bendice de un modo especial a los que se encuentra n
atribulados, a los enfermos y a todos los que atienden y sirven a los enfermos.
Los enfermos, en efecto, no sólo completan en su carne los dolores de Cristo, sufriendo
por su cuerpo, que es la Iglesia, sino que además representan en cierto modo al
mismo Cristo, que afirmó que está presente en los enfermos y considera como dirigida
a sí mismo cualquier atención que se tenga con ellos.
Es justo, por tanto, que imploremos la bendición divina sobre los enfermos que (viven)
vivirán en esta casa y sobre las personas que en ella se (dedican) dedicarán
generosamente a atenderlos, y, por tanto, también sobre esta casa, destinada al
cuidado de los enfermos.
654. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la
sagrada Escritura.
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.
Recorría Jesús toda Galilea, ensefiando en las sinagogas y proclamando el Evangelio
del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo. Su fama se extendió por
toda Siria y le traían todos los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y
dolores, endemoniados, lunáticos y paralíticos. Y él los curaba. Y le seguían multitudes
venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania.
655. Pueden también leerse: Si 38, 1-14; 2Co 1, 3-7; Mt 25, 31-46; Lc 10, 30-37.
656. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
Salmo responsorial Is 38, 10. 11. 12abcd. 16b-17 (R.: cf. 17a)
657. O bien:
PRECES
659. Sigue la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el
celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más
directamente relacionadas con las circunstancias del momento o de las personas.
Supliquemos con humildad a Cristo, el Señor, que vino al mundo para curar a los
enfermos y consolar a los afligidos:
Tú que prometiste el premio celestial a los que en tu Nombre visiten y consuelen a los
enfermos,
—infunde en nosotros sentimientos de compasión, para que sepamos descubrirte y
amarte en los hermanos enfermos. R.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
R. Amén.
661. O bien:
R. Amén.
662. Después de la oración de bendición, el celebrante rocía con agua bendita a los
presentes y la casa, mientras se interpreta un canto adecuado.
663. El celebrante concluye el rito, diciendo, con las manos extendidas sobre los
presentes:
R. Amén.
R. Amén.
CAPÍTULO XVI
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
Amén.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
671. El celebrante dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u
otras semejantes:
Jesucristo puso de manifiesto la gran dignidad del trabajo cuando él mismo, la Palabra
del Padre hecha carne, quiso ser llamado hijo del carpintero y trabajar humildemente
con sus propias manos. Así alejó la antigua maldición del pecado y convirtió el trabajo
humano en fuente de bendición.
En efecto, el hombre, realizando fielmente su trabajo y todo lo que se refiere al
progreso temporal y ofreciéndolo humildemente a Dios, se purifica a sí mismo,
desarrolla con su inteligencia y habilidad la obra de la creación, ejercita la caridad, se
hace capaz de ayudar a los que son más pobres que, él y, asociándose al Cristo
redentor, se perfecciona en el amor a él.
Bendigamos, pues, a Dios y pidámosle que derrame su bendición sobre todos los que
desempeñen sus tareas en este lugar.
672. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la
sagrada Escritura.
Creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó.
Y los bendijo Dios y les dijo:
—«Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las
aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra.»
Y dijo Dios:
—«Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra;
y todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; y a todas
las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todo
ser que respira, la hierba verde les servirá de alimento».
Y así fue. Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.
Palabra de Dios.
673. O bien:
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Marcos.
En aquel tiempo, se marchó Jesús de allí y fue a su pueblo en compañía de sus
discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que
lo oía se preguntaba asombrada:
—«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos
milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de
Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»
Y esto les resultaba escandaloso.
674. Pueden también leerse: Si 38, 24-34; 1Ts 4, 9-12; M 3, 6-13; Mt 6, 25-34; Mt
25, 14-29; Lc 16, 9-12.
675. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
676. O bien:
PRECES
Dios, nuestro Señor, que creó el mundo y lo llenó de maravillas como signo de su
poder, santificó también en sus orígenes el trabajo del hombre, para que éste,
sometiéndose humildemente a la bondad del Creador, se dedicara con perseverancia a
perfeccionar de día en día la obra de la creación. Roguémosle, pues, diciendo:
Bendito seas, Señor, que nos has dado la ley del trabajo, para que, con nuestra
inteligencia y nuestros brazos, nos dediquemos con empeño a perfeccionar las cosas
creadas. R.
Bendito seas, Señor, que quisiste que tu Hijo, hecho hombre por nosotros, trabajara
como humilde artesano. R.
Bendito seas, Señor, que has hecho que en Cristo nos fuera llevadero el yugo y ligera
la carga de nuestro trabajo. R.
Bendito seas, Señor, que en tu providencia nos exiges que procuremos hacer nuestro
trabajo con la máxima perfección. R.
Bendito seas, Señor, que te dignas aceptar nuestro trabajo como una ofrenda y como
una penitencia saludable, motivo de alegría para los hermanos y ocasión de prestar
ayuda a los pobres. R.
Bendito seas, Señor, que elevas a la sublime dignidad de la Eucaristía el pan y el vino,
fruto de nuestro trabajo. R.
Oremos.
Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio. Sigue la
oración de bendición.
ORACIÓN DE BENDICIÓN.
a) Bendición de un laboratorio
R. Amén.
b) Bendición de un taller
R. Amén.
R. Amén.
681. Después de la oración de bendición, el celebrante rocía con agua bendita a los
presentes y el local, mientras se interpreta un canto adecuado.
682. El celebrante concluye el rito, diciendo, con las manos extendidas sobre los
presentes:
R. Amén.
Luego dice:
CAPÍTULO XVII
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
Amén.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
690. El celebrante dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u
otras semejantes:
Dios, cuya sabiduría no tiene límites y cuya bondad es un tesoro inagotable, ilumina
sin cesar la mente de los hombres, para que descubran nuevos medios que les
permitan comunicarse entre sí y transmitir todo tipo de noticias. Estos hallazgos de la
técnica, debidamente empleados, son de gran ayuda para la humanidad, ya que
contribuyen en gran medida a que pueda acudirse en socorro de las personas cuando
se presenta alguna necesidad, y ayudan también a cultivar y distraer el espíritu y,
llegada la ocasión, a propagar y consolidar el reino de Dios.
691. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la
sagrada Escritura.
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Marcos.
692. Pueden también leerse: Ba 3, 29-36; Flp 4, 8-9; Hb 4, 12-1 5, lb. 2. 13-16.
693. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
PRECES
Bendito seas, Señor, sabiduría eterna, que iluminas la Mente de los hombres y, con tu
bendición, haces progresar sus iniciativas. R.
Bendito seas, Señor, qué a través de las realidades visibles nos animas a escrutar las
invisibles. R.
Bendito seas, Señor, que descubres siempre los secretos de tu omnipotencia a los que
te buscan de verdad. R.
Bendito seas, Señor, que nos mueves a investigar los misterios de la naturaleza y a
reconocerte y alabarte como su autor. R.
Bendito seas, Señor, que has querido reunir en Cristo a tus hijos dispersos a causa del
pecado, para que formen todos una sola familia. R.
Bendito seas, Señor, que quieres que el Evangelio del reino sea anunciado a todos los
hombres, para que te reconozcan a ti como único Dios verdadero, y a tu enviado,
Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro. R.
Oremos.
Y todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego el celebrante dice la oración de
bendición.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
Humildemente te bendecimos,
Señor, Dios todopoderoso,
que nos iluminas y nos animas
a descubrir los misterios de la naturaleza, creada por ti,
y a esforzarnos, en perfeccionar tu obra;
mira con bondad a tus servidores, Señor,
que usarán estos instrumentos de la técnica,
fruto de un largo y cuidadoso esfuerzo;
haz que comuniquen la verdad,
defiendan la justicia,
fomenten la caridad,
extiendan la alegría
y hagan crecer entre todos la paz
que nos trajo del cielo Cristo, el Señor,
que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.
R. Amén.
700. El celebrante concluye el rito, diciendo, con las manos extendidas sobre los
presentes:
R. Amén.
Luego dice:
R. Amén.
CAPÍTULO XVIII
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
Amén.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
708. El celebrante dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u
otras semejantes:
Dios nos ha dado las fuerzas para que le sirvamos con alegría, ayudemos a los
hermanos y nuestro cuerpo, sujeto a la ley de Dios, esté dispuesto para toda obra
buena. Por tanto, Dios aprueba que dediquemos un tiempo al descanso del espíritu y al
ejercicio corporal, que nos ayudan a mantener el equilibrio interior y a comportarnos
fraternal y amistosamente con los demás.
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Corintios.
Ya sabéis que en el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno sólo se
lleva el premio. Corred así: para ganar. Pero un atleta se impone toda clase de
privaciones. Ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una
que no se marchita. Por eso corro yo, pero no al azar; boxeo, pero no contra el aire;
mis, golpes van a mi cuerpo y lo tengo a mi servicio, no sea que, después de predicar
a los otros, me descalifiquen a mí.
Palabra de Dios.
710. Pueden también leerse: 1Co 3, 16-17; 1Co 6, 19-20; Flp 3, 12-15.
711. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
712. O bien:
PRECES
Jesús, el Señor, que es nuestra alegría y nuestra fuerza, llama a todos los hombres
hacia sí, para que los que están cansados y agobiados, permaneciendo en su amor,
encuentren en él alivio y consuelo. Invoquémoslo, pues, diciendo confiadamente:
Tú que escuchas nuestras súplicas, para que nuestra alegría sea completa:
R. Atráenos hacia ti, Señor.
Tú que quieres que, unidos a ti, tengamos un mismo pensar y un mismo sentir:
R. Atráenos hacia ti, Señor.
Oremos.
Y todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego el celebrante dice la oración de
bendición.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
R. Amén.
718. El celebrante concluye el rito, diciendo, con las manos extendidas sobre los
presentes:
Luego dice:
R. Amén.
CAPÍTULO XIX
I. RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
Amén.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
Bendigamos concordes
a Jesucristo, el Señor,
que es el camino, y la verdad, y la vida.
Todos responden:
Amén.
729. El ministro dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u
otras semejantes.
Cristo, el Hijo de Dios, vino al mundo para reunir a los dispersos. Por consiguiente,
todo aquello que contribuye a que los hombres se unan entre sí es conforme a los
designios de Dios, ya que la construcción de nuevas vías de comunicación y el
progreso técnico en los transportes acortan las distancias existentes y suprimen la
separación que existe entre los pueblos a causa de las montañas o los mares.
Pidamos al Señor que bendiga a los que han trabajado en la construcción de esta obra
(este medio de transporte) y proteja con su ayuda a los usuarios
730. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la
sagrada Escritura, elegido de manera que esté relacionado con las circunstancias
concretas del caso.
731. O bien:
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de los Hechos de los apóstoles.
732. Pueden también leerse: Is 40, 1a. 3-5; Hch 8, 27-39; Mc 4, 35-41; Lc 3, 3-6; Jn
1, 47-51; Jn 14, 1-7.
733. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
734. O bien:
PRECES
Jesús, Señor, que al hacerte hombre has querido convivir con los hombres,
— concédenos, con el apoyo de tu presencia constante, caminar felizmente por la
senda de tu amor. R.
Jesús, Señor, que recorrías las poblaciones anunciando tu Evangelio y curando a los
enfermos,
— continúa transitando por nuestras plazas y calles y confórtanos con tu misericordia.
R.
Jesús, Señor, que te presentaste a los discípulos cuando navegaban por el mar y los
libraste del peligro,
— asístenos siempre en las tempestades de este mundo. R.
737. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición el ministro dice:
Oremos.
Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego dice la
oración de bendición.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
738. El ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, si es laico, con
las manos juntas, dice la oración de bendición:
a) Bendición de un puente, de una calle o carretera, de una plaza, de una vía férrea,
de un puerto, de un aeropuerto
R. Amén.
O bien:
R. Amén.
R. Amén.
c) Bendición de un avión
R. Amén.
O bien:
R. Amén.
R. Amén.
R. Amén.
739. Después de la oración de bendición, según las circunstancia el ministro rocía con
agua bendita los locales, los vehículos y a los asistentes, mientras se entona un canto
adecuado.
Luego dice:
Todos responden:
744. Uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un breve texto de la sagrada
Escritura, por ejemplo:
Jn 14, 6: Dijo Jesús: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino
por mí.»
Mt 22, 37a. 39b-40: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón. Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. Estos dos mandamientos sostienen la ley entera y los
profetas.
745. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, si es
laico, con las manos juntas, dice la oración de bendición:
Oremos.
Dios todopoderoso, creador del cielo y la tierra,
que, en tu gran sabiduría,
encomendaste al hombre hacer cosas grandes y bellas,
te pedimos por los que usen este vehículo:
que recorran su camino con precaución y seguridad,
eviten toda imprudencia peligrosa para los otros,
y, tanto si viajan por placer o por necesidad,
experimenten siempre la compañía de Cristo,
que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.
R. Amén.
R. Amén.
747. Según las circunstancias, el ministro rocía con agua bendita a presentes y el
vehículo.
CAPÍTULO XX
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
Amén.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
Amén.
755. El ministro dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u
otras semejantes:
El hombre, con el trabajo de sus manos y con la ayuda de la técnica, coopera con el
Creador para que la tierra se convierta en un lugar más digno de la familia humana. Él
se preocupa de perfeccionar la obra de la creación, vela por fomentar la fraternidad
entre los hombres y cumple el mandamiento de Cristo de entregarse generosamente al
servicio de los hermanos. Nosotros, pues, que nos servimos de estos inventos para
nuestro bienestar, bendigamos y alabemos sin cesar a Dios, que es la luz verdadera y
el surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.
Palabra de Dios.
757. O bien:
Jn 4, 5-14: El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Juan.
Llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su
hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí
sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a
sacar agua, y Jesús le dice:
—«Dame de beber.»
Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice:
—«¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?»
Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.
Jesús le contestó:
—«Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú y él te
daría agua viva.»
La mujer le dice:
—«Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres
tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos
y sus ganados?»
Jesús le contestó:
—«El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le
daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en una
fuente de agua que salta hasta la vida eterna.»
758. Pueden también leerse: Nm 20, 2-11; Is 55, 1-11; Si 17, 1-6.
759. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
Salmo responsorial Sal 28 (29), 1-2. 3-4. 7-9. 10-11 (R.: 2)
760. O bien:
PRECES
Dios eterno, que creaste todas las cosas y las sometiste al dominio del hombre,
— concédenos utilizar sabiamente las fuerzas de la naturaleza para gloria tuya y
utilidad de los hombres. R.
Oremos.
Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego dice la
oración de bendición.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
764. El ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, si es laico, con
las manos juntas, dice la oración de bendición:
R. Amén.
R. Amén.
c) Bendición de un acueducto
R. Amén.
Luego dice:
CAPÍTULO XXI
I. RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
Amén.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
Todos responden:
Amén.
777. El ministro dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u
otras semejantes:
Dios encargó al hombre que poseyera y sometiera la tierra, hasta que llegara el
momento de la instauración de un nuevo cielo y una tierra nueva, de acuerdo con
aquellas palabras del Apóstol: «Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios»
(1Co 3, 23).
Con este fin, el hombre utiliza los instrumentos adecuados, con los cuales de algún
modo coopera y participa de los beneficios de la redención. Bendigamos, pues, a Dios,
de todo corazón, por esta admirable disposición, y pidámosle que con su ayuda nos
proteja y nos preste apoyo en nuestro trabajo.
778. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo ministro, lee un texto de la
sagrada Escritura.
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses.
Acerca del amor fraterno no hace falta que os escriba, porque Dios mismo os ha
enseñado a amaros los unos a los otros. Os exhortamos a seguir progresando:
esforzaos por mantener la calma, ocupándoos de vuestros propios asuntos y
trabajando con vuestras propias manos, como os lo tenemos mandado. Así vuestro
proceder será correcto ante los de fuera y no tendréis necesidad de nadie.
Palabra de Dios
779. Pueden también leerse: Ex 3 5, 30-36, 1; Jb 28, 1-28; Pr 31, 10-31; Si 38, 24-
34; Is 28, 23-29; Hch 18, 1-5; Mt 13, 1-9; Lc 5, 3-11.
780. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
781. O bien:
PRECES
Tú que con sabiduría iluminas al hombre para que emprenda constantemente nuevas
realizaciones, y tu Nombre sea glorificado y tu alabanza resuene en toda la tierra. R.
Tú que enviaste a tu Hijo al mundo para que, santificando y dignificando el trabajo con
el sudor de su frente, fuera para nosotros ejemplo de laboriosidad incansable. R.
Tú que con tu gracia inspiras, sostienes y acompañas al hombre en toda obra buena.
R.
784. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición el ministro dice:
Oremos.
Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego dice la
oración de bendición.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
785. El ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, si es laico, con
las manos juntas, dice la oración de bendición:
R. Amén.
786. O bien:
R. Amén.
787. Según las Circunstancias, el ministro rocía con agua bendita a los presentes y los
instrumentos de trabajo.
Cristo, el Señor,
que, para realizar su obra salvadora,
asumió la ley del trabajo,
nos alivie con su consuelo
y nos conceda su paz.
R. Amén.
Todos responden:
791. Uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un breve texto de la sagrada
Escritura, por ejemplo:
Si 38, 31. 34: Todos los artesanos se fían de su destreza y son expertos en su oficio.
Mantienen la vieja creación, ocupados en su trabajo artesano.
2Ts 3, 7-8: Imitad nuestro ejemplo: nadie nos dio de balde el pan que comimos, sino
que trabajamos y nos cansamos día y noche, a fin de no ser carga para nadie.
792. Luego el ministro dice, con las manos juntas, la oración de bendición, terminada
la cual, según las circunstancias, rocía con agua bendita a los presentes y los
instrumentos de trabajo.
R. Amén.
CAPÍTULO XXII
RITO DE LA BENDICIÓN
Todos responden:
797. Uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un breve texto la sagrada
Escritura.
El Señor envió contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron
muchos israelitas.
Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo:
—«Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte
de nosotros las serpientes.»
Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió:
—«Haz una serpiente venenosa y colócala en un estandarte: los mordidos de
serpientes quedarán sanos al mirarla.»
Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una
serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.
Palabra de Dios.
798. O bien:
799. O bien:
Aquel día,
brotará un renuevo del tronco de Jesé,
y de su raíz florecerá un vástago.
Sobre él se posará el espíritu del Señor:
espíritu de prudencia y sabiduría,
espíritu de consejo y valentía,
espíritu de ciencia y temor del Señor.
Le inspirará el temor del Señor.
No juzgará por apariencias
ni sentenciará sólo de oídas;
juzgará a los pobres con justicia,
con rectitud a los desamparados.
Herirá al violento con la vara de su boca,
y al malvado con el aliento de sus labios.
La justicia será cinturón de sus lomos,
y la lealtad, cinturón de sus caderas.
Habitará el lobo con el cordero,
la pantera se tumbará con el cabrito,
el novillo y el león pacerán juntos:
un muchacho pequeño los pastorea.
La vaca pastará con el oso,
sus crías se tumbarán juntas;
el león comerá paja con el buey.
El niño jugará en la hura del áspid,
la criatura meterá la mano
en el escondrijo de la serpiente.
No harán daño ni estrago
por todo mi monte santo:
porque está lleno el país
de ciencia del Señor,
como las aguas colman el mar.
Aquel día, la raíz de Jesé
se erguirá como enseña de los pueblos:
la buscarán los gentiles,
y será gloriosa su morada.
Palabra de Dios.
800. Seguidamente el ministro, con las manos extendidas, dice una las siguientes
oraciones de bendición:
Oh Dios,
que con la sangre preciosa de tu Hijo,
consagraste el estandarte santo de la cruz
y quisiste que el árbol santo
fuera para los fieles
el signo de la salvación;
bendice + esta bandera
que hoy te presentan tus hijos,
y concede a cuantos confiesan a Jesucristo
como su Dios y su Señor, avanzar,
guiados por esta bandera,
por las sendas del Evangelio
y ser para sus hermanos
ejemplo de justicia,
de fraternidad y de amor.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén
Oh Dios,
que has hecho de todas las naciones
un solo pueblo consagrado a ti;
bendice + esta bandera
que hoy te presentan tus hijos
y haz que, bajo tu protección,
cuantos se sirvan de ella
obtengan con abundancia el logro de sus ideales
(o: el bien de su Patria)
y progresen también
en el amor y comprensión
hacia todos los hombres.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén
801. Según las circunstancias, el ministro rocía con agua bendita a los presentes y la
bandera.
CAPÍTULO XXIII
I. RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
Amén.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
Proclamemos la grandeza
del Señor, nuestro Dios,
que todo lo hizo con sabiduría.
Todos responden:
Amén.
809. El ministro dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u
otras semejantes:
Los animales, creados por Dios, habitan el cielo, la tierra y el mar, y comparten la vida
del hombre con todas sus vicisitudes. Dios, que derrama sus beneficios sobre todo ser
viviente, más de una vez se sirvió de la ayuda de los animales o también de su figura
para insinuar en cierto modo los dones de la salvación. Los animales fueron salvados
en el arca de las aguas del diluvio y, después del diluvio, quedaron asociados al pacto
establecido con Noé; el cordero pascual recordaba el sacrificio pascual y la liberación
de la esclavitud de Egipto; un gran pez salvaguardó a Jonás; unos cuervos alimentaron
al profeta Elías; los animales fueron agregados a la penitencia de los hombres y, junto
con toda la creación, participan de la redención de Cristo.
Al invocar, pues, (por intercesión de san N.) la bendición de Dios sobre estos animales,
alabemos al Creador de todo démosle gracias por habernos elevado por encima de las
de más criaturas y pidámosle que, conscientes de nuestra dignidad, vivamos siempre
al amparo de su ley.
810. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo ministro, lee un texto de la
sagrada Escritura.
Palabra de Dios.
811. O bien:
El Señor modeló de arcilla todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo y se
los presentó al hombre, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el
nombre que el hombre le pusiera. Así, el hombre puso nombre a todos los animales
domésticos, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo.
Palabra de Dios.
813. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
814. O bien:
PRECES
Dios creó al hombre y lo colocó en la tierra para que, ejerciendo el dominio sobre todos
los animales, profesara la gloria del Creador. Proclamemos su alabanza, diciendo:
Bendito seas, Señor, que creaste a los animales y los pusiste bajo nuestro dominio,
para que nos ayudaran en nuestro trabajo. R.
Bendito seas, Señor, que para rehacer nuestras fuerzas nos das como alimento la
carne de los animales. R.
Bendito seas, Señor, que, para entretenimiento de tus hijos, nos das la compañía de
los animales domésticos. R.
Bendito seas, Señor, que en las aves del cielo alimentadas por ti nos das una señal de
tu providencia paternal, según las palabras del mismo Jesús. R.
Bendito seas, Señor, que nos has dado a tu Hijo como Cordero y has querido que en él
nos llamáramos y fuéramos de verdad hijos tuyos. R.
Bendito seas, Señor, que por medio de las más humildes criaturas nos atraes también
a tu amor. R.
817. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición el ministro dice:
Oremos.
Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego dice la
oración de bendición.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
818. El ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, si es laico, con
las manos juntas, dice la oración de bendición:
R. Amén.
819. O bien:
R. Amén.
820. Según las circunstancias, el ministro rocía con agua bendita a los presentes y a
los animales.
Todos responden
824. Uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un breve texto de la sagrada
Escritura, por ejemplo:
Gn 2, 20a: El hombre puso nombre a todos los animales domésticos, a los pájaros del
cielo y a las bestias del campo.
Cf. Sal 8, 7-9a: Señor, diste al hombre el mando sobre las obras de tus manos, todo lo
sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las
aves del cielo y los peces del mar.
825. Luego el ministro dice, con las manos juntas, la oración de bendición:
R. Amén.
826. Según las circunstancias, el ministro rocía con agua bendita a los presentes y a
los animales.
CAPÍTULO XXIV
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
Amén.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
Todos responden:
Amén.
834. El ministro dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u,
otras semejantes:
835. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo ministro, lee un texto de la
sagrada Escritura.
Gn 1, 1. 11-12. 29-31: Vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Génesis.
Al principio creó Dios el cielo y la tierra. Y dijo Dios:
—«Verdee la tierra hierba verde que engendre semilla, y árboles frutales, que den
fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra.»
Y así fue. La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y
árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie.
Y vio Dios que era bueno. Y dijo Dios:
—«Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra;
y todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; y a todas
las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todo
ser que respira, la hierba verde les servirá de alimento. »
Y así fue. Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.
Palabra de Dios.
836. O bien:
Dt 32, 10c-14: Dios puso al pueblo a caballo de sus montañas y lo alimentó con las
cosechas de sus campos
Palabra de Dios.
838. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
Salmo responsorial Sal 103 (104), 1-2a. 14-15. 24. 27-28 (R.: 24c)
Dios providente, Padre de todos, se preocupa amorosamente por sus hijos y los
alimenta y protege, bendiciendo la tierra para que dé los frutos para el sustento del
hombre. Invoquémoslo con espíritu filial, diciendo:
R. Te rogamos, óyenos.
Tú que nos enseñaste que somos sarmientos de aquella vid que es Cristo,
— haz que, permaneciendo en tu Hijo, demos fruto abundante. R.
Tú que multiplicas el trigo, con el cual nos das el pan nuestro de cada día y el alimento
de la Eucaristía,
— concédenos cosechas abundantes con el rocío del cielo y la fertilidad de la tierra. R.
Tú que alimentas a los pájaros del cielo y vistes a los lirios del campo,
— enséñanos a no estar agobiados pensando qué vamos a comer o con qué nos vamos
a vestir, sino a buscar sobre todo tu reino y tu justicia. R.
842. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición el ministro dice:
Oremos.
Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego dice la
oración de bendición.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
843. El ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendida si es laico, con las
manos juntas, dice la oración de bendición:
R. Amén.
844. O bien:
R. Amén.
R. Amén.
CAPÍTULO XXV
RITO DE LA BENDICIÓN
V. ¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza! Jamás el bosque dio mejor tributo en hoja, en
flor y en fruto.
R. ¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la vida empieza con un peso tan dulce en su
corteza! (T. P. Aleluya.)
V. Tú, solo entre los árboles, crecido para tender a Cristo en tu regazo.
R. ¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la vida empieza con un peso tan dulce en su
corteza! (T. P. Aleluya.)
853. Después del Evangelio, el celebrante rocía con agua bendita en rección al oriente
y dice:
Oremos.
R. Amén.
856. Después del Evangelio, el celebrante rocía con agua bendita en dirección al
occidente y dice:
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
autor y conservador de todos los bienes,
ante quien se dobla toda rodilla
en el cielo, en la tierra y en el abismo;
confiados en tu misericordia,
te suplicamos humildemente
que apartes de nuestros términos todas las tormentas
y disperses las tempestades,
para que, libres de estas calamidades,
demos gracias a tu majestad
y tengamos el ánimo mejor dispuesto
para poder servirte.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
V. ¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la vida empieza con un peso tan dulce en su
corteza!
R. Tú, solo entre los árboles, crecido para tender a Cristo en tu regazo. (T. P. Aleluya.)
V. Esta señal de la cruz brillará en el cielo, cuando venga el Señor para juzgar.
R. Tú, solo entre los árboles, crecido para tender a Cristo en tu regazo. (T. P. Aleluya.)
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada
Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David;
la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
—«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú eres entre las mujeres.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo:
—«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre
y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del
Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de
Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel:
—«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó:
—«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra;
por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya
está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó:
—«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y la dejó el ángel.
859. Después del Evangelio, el celebrante rocía con agua bendita en dirección al norte
y dice:
Oremos.
Señor y Dios nuestro,
dígnate conceder y conservarnos
los frutos de la tierra,
para que nos alegremos con tus beneficios temporales
y sintamos el aumento de los dones espirituales.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
V. Esta señal de la cruz brillará en el cielo, cuando venga el Señor para juzgar.
R. Y pondrá al descubierto los designios del corazón. (T. P. Aleluya.)
V. Cuando el Hijo del hombre se sentará en el trono de su gloria y comenzará a juzgar
el mundo con el fuego.
R. Y pondrá al descubierto los designios del corazón. (T. P. Aleluya.)
862. Después del Evangelio, el celebrante rocía con agua bendita en dirección al sur y
dice:
Oremos.
Te rogamos, Señor y Dios nuestro,
que mires nuestros términos
con ojos serenos y rostro alegre,
y envíes sobre ellos tu bendición,
para que el granizo no los afecte,
la fuerza de la tempestad no los arrase,
la sequía no los debilite,
las plagas no los dañen,
ni el exceso de lluvia los malogre,
sino que lleves a madurez sus frutos íntegros
y sean abundantes para nuestra utilidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
863. El celebrante, con la cruz en sus manos, hace la señal de la cruz hacia los cuatro
puntos cardinales, diciendo:
R. Amén.
CAPÍTULO XXVI
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
Amén.
El Dios Altísimo, que creó el cielo y la tierra, esté con todos vosotros.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
Todos responden:
Amén.
871. El ministro dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u
otras semejantes:
La Iglesia ofrece el sacrificio eucarístico principalmente para dar gracias por los
beneficios recibidos de Dios, y prolonga también a las diversas horas del día las
alabanzas tributadas en la celebración de la Eucaristía, enseñándonos así que hemos
de permanecer siempre en una continua acción de gracias. Bendigamos, pues, al
Señor, que una vez más nos concede en estos nuevos frutos los bienes de la tierra. Y,
así como Abel ofrecía a Dios las primicias de la tierra, así también nosotros hemos de
aprender a compartir los dones de Dios con los hermanos necesitados, para
comportarnos como verdaderos hijos del Padre de quien proceden todos los bienes en
beneficio de todos.
872. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo ministro, lee un texto de la
sagrada Escritura.
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de los Hechos de los apóstoles.
Dios hizo el cielo, la tierra y el mar y todo lo que contienen. En el pasado, dejó que
cada pueblo siguiera su camino; aunque siempre se dio a conocer por sus beneficios,
mandándoos desde el cielo la lluvia y las cosechas a sus tiempos, dándoos comida y
alegría en abundancia.
Palabra de Dios.
873. Pueden también leerse: Dt 27, 1a; 28, 1-12b; Jl 2, 21-24. 26-27; 1Tm 6, 6-11.
17-19; Lc 12, 15-21.
874. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
875. O bien:
Sal 125 (126), 4-5. 6
R. (3) El Señor ha estado grande con nosotros.
PRECES
Dios providentísimo, que con paternal precisión nos das el alimento cosechado de la
tierra,
— haz que estos frutos que hemos recolectado con el sudor de nuestra frente sirvan
para sustento de nuestra vida y para el desarrollo de nuestra persona. R.
Tú que por medio de Jesucristo, tu Hijo, nos has llenado de frutos de justicia,
— concédenos que, permaneciendo en él, participemos de su plenitud de vida y demos
fruto abundante. R.
Tú que, en la Eucaristía, te sirves del pan y del vino, fruto de nuestro trabajo, como
signos del sacramento de nuestra fe,
— concédenos que estos dones que en la mesa de tu Hijo separamos para ti alimenten
la vida de la Iglesia. R.
Tú que deseas que tus hijos participen por igual de todos los bienes,
— haz que los necesitados puedan gozar de una vida sin angustias ni preocupaciones y
vivan entregados a tu alabanza. R.
878. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición el ministro dice:
Oremos.
Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego dice la
oración de bendición.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
879. El ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, si es laico, con
las manos juntas, dice la oración de bendición:
R. Amén.
880. O bien:
R. Amén.
CAPÍTULO XXVII
BENDICIÓN DE LA MESA
883-885.
PRIMER ESQUEMA
Amén.
Luego:
R. Amén.
887.
O bien:
V. Señor, dígnate saciar a todos los hombres con el necesario sustento, para que
puedan darte gracias junto con nosotros.
R. Amén.
ANTES DE LA CENA
Amén.
Luego:
V. Los desvalidos comerán hasta saciarse, alabarán al Señor los que lo buscan.
R. Viva su corazón por siempre.
V. Invoquemos al Señor, que nos da el pan de cada día.
R. Padre nuestro...
Tuyo es el reino, tuyo es el poder y la gloria por siempre, Señor. Amén.
V. Protégenos, Señor, Dios nuestro, y concédenos el sustento que necesita nuestra
debilidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
DESPUÉS DE LA CENA
889.
O bien:
O bien:
V. Señor, dígnate saciar a todos los hombres con el necesario sustento, para que
puedan darte gracias junto con nosotros.
R. Amén.
890. Este modo de bendecir la mesa y de dar gracias se observará en todo tiempo,
excepto en los días indicados a continuación, en los que se varían únicamente los
versículos.
I. Tiempo de Adviento
V. Octava de Pascua
SEGUNDO ESQUEMA
I. Tiempo de Adviento
ANTES DE LAS COMIDAS
Amén.
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del profeta Isaías Is 58, 10. 11a
Cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu
luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía. El Señor te dará reposo
permanente, en el desierto saciará tu hambre.
893. O bien:
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de los Hechos de los apóstoles Hch 2,
44-47a
Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y
bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al
templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos,
alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo.
894. O bien:
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Corintios 2Co 9, 8-
10
Tiene Dios poder para colmaros de toda clase de favores, de modo que, teniendo
siempre lo suficiente, os sobre para obras buenas. Como dice la Escritura: «Reparte
limosna a los pobres, su justicia es constante, sin falta.»
El que proporciona semilla para sembrar y pan para comer os proporcionará y
aumentará la semilla, y multiplicar la cosecha de vuestra justicia.
895. O bien:
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Efesios Ef 5, 19-20
Recitad, alternando, salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y tocad con toda el
alma para el Señor. Dad siempre gracias a Dios Padre por todo, en nombre de nuestro
Señor Jesucristo.
896. O bien:
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 1Ts
5, 16-18
Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión: ésta es la
voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros.
897. O bien:
Escuchad ahora, hermanos, las palabras de la carta a los Hebreos Hb 13, 1-2
Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad; por ella algunos recibieron sin
saberlo la visita de unos ángeles.
898. O bien:
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo Mt 6,
31ab. 32b-33
No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os
vais a vestir. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre
todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura.
899. Leído el texto bíblico, el que preside añade (haciendo la señal de la cruz, si es
sacerdote o diácono):
Oremos.
Dios, Padre misericordioso,
que, para devolvernos la vida,
quisiste que tu Hijo se hiciese hombre,
bendice + estos dones tuyos,
con los que vamos a rehacer nuestras fuerzas,
para que así, fortalecidos en el cuerpo,
nos mantengamos en vigilante espera
de la gloriosa venida de Cristo.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
900.
Oremos.
Te damos gracias, Dios todopoderoso,
que has restaurado nuestras fuerzas
con los dones de tu providencia;
te pedimos que, al restaurar nuestro cuerpo,
fortalezcas también nuestro espíritu.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
901. Se hace todo como se ha indicado antes, para el tiempo de Adviento, excepto lo
siguiente:
Oremos.
Bendito seas, Dios y Señor,
que en la virginidad fecunda de la Virgen Maria
realizaste las esperanzas de los pobres;
te pedimos que, con la misma fe
con que ella esperó al Hijo que había de nacer,
sepamos nosotros reconocerlo en los hermanos.
Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Oremos.
Padre santo, cuya Palabra hecha carne
es el niño que nos ha nacido
y el hijo que se nos ha dado,
te pedimos que también nosotros,
imitando esta donación,
nos entreguemos al servicio de nuestros hermanos
y trabajemos para satisfacer necesidades
corporales y espirituales.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
903. Se hace todo cómo se ha indicado antes, para el tiempo de Adviento, excepto lo
siguiente:
Oremos.
Te damos gracias, Señor,
porque nos proporcionas estos alimentos;
dígnate socorrer también a los necesitados,
y haz que nos sentemos un día todos juntos
en la mesa feliz de tu reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Oremos.
Oh Dios, que con el ayuno cuaresmal de tu Hijo
nos enseñas que la vida del hombre
no sólo se sustenta con el pan,
sino con toda palabra que sale de tu boca,
ayúdanos a levantar hacia ti nuestros corazones
y haz que, con la fuerza que de ti proviene,
te amemos sinceramente
en la persona de nuestros hermanos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
905. Se hace todo como se ha indicado antes, para el tiempo de Adviento, excepto lo
siguiente:
Oremos.
(si es sacerdote o diácono, hace la señal de la cruz)
Señor Jesucristo,
que, para cumplir la voluntad del Padre,
te sometiste, por nosotros, incluso a la muerte,
bendícenos +
a los que nos hemos reunido fraternalmente
alrededor de esta mesa,
para que, gustando tu mismo alimento espiritual,
sepamos discernir lo que es la voluntad de Dios,
lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Oremos.
Oh Dios, padre de todos los hombres,
mira con amor a esta familia tuya
y concédenos que, así como ahora
venimos con gozo a esta mesa,
podamos un día compartir la plenitud de este gozo,
reunidos todos en la felicidad de tu reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
V. Tiempo pascual
907. Se hace todo como se ha indicado antes, para el tiempo de Adviento, excepto lo
siguiente:
Oremos.
Llenos de alegría te alabamos, Jesucristo, Señor nuestro,
que, resucitado de entre los muertos,
te manifestaste a los discípulos al partir el pan;
quédate con nosotros, Señor,
mientras tomamos, agradecidos, estos alimentos,
y admite como comensales de tu reino
a quienes te recibimos como huésped
en la persona de nuestros hermanos.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Oremos.
Oh Dios, fuente de vida,
derrama en nuestros corazones la alegría de la Pascua
y, pues nos has dado estos alimentos, fruto de la tierra,
concédenos también
mantenernos siempre en aquella vida nueva
que Cristo con su resurrección nos ha conseguido
y con su misericordia nos ha comunicado.
Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
909. Se hace todo como se ha indicado antes, para el tiempo de Adviento, excepto lo
siguiente:
Oremos.
(si es sacerdote o diácono, hace la señal de la cruz)
R. Amén.
910. O bien:
R. Amén.
911. O bien:
R. Amén.
912. O bien:
(si es sacerdote o diácono, hace la señal de la cruz)
R. Amén.
Oremos.
Te damos gracias, Señor, dador de todos los bienes,
que, por tu misericordia,
nos has reunido alrededor de esta mesa;
te pedimos que este refrigerio corporal
nos dé nueva fuerza para continuar nuestro camino
en este mundo,
y poder un día llegar felizmente
a la participación del banquete de tu reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
914. O bien:
R. Amén.
915. O bien:
R. Amén.
TERCER ESQUEMA
R. Amén.
R. Amén.
CUARTO ESQUEMA
R. Amén.
919. O bien:
R. Amén.
920. O bien:
R. Amén.
921. O bien:
(si es sacerdote o diácono, hace la señal de la cruz)
De ti, Señor, desciende todo bien:
te suplicamos que bendigas + estos alimentos
que, llenos de gratitud, vamos a tomar.
R. Amén.
922. O bien:
R. Amén.
R. Amén.
924. O bien:
Nos hemos saciado, Señor, con los bienes que nos has dado;
cólmanos también de tu misericordia.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.
925. O bien:
R. Amén.
926. O bien:
R. Amén.
927. O bien:
R. Amén.
928. O bien:
R. Amén.
TERCERA PARTE
CAPÍTULO XXVIII
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
945. Reunido el pueblo, el celebrante y los presbíteros, los diáconos y los ministros,
revestidos todos con sus propias vestiduras, se dirigen desde la sacristía al baptisterio,
a través de la nave de la iglesia. Precede el turiferario con el incensario humeando;
sigue un acólito con el cirio pascual, y los demás. Es conveniente que los que van a ser
bautizados tomen parte, con sus padrinos, en la procesión; de lo contrario, se reúnen
en un lugar adecuado del baptisterio.
947. Cuando la procesión ha llegado al baptisterio, todos se colocan en los lugares que
tienen asignados. El cirio pascual se coloca en el candelero preparado en el centro del
baptisterio o junto a la pila bautismal. Terminado el canto de las letanías, el celebrante
saluda al pueblo, diciendo:
Nos hemos reunido aquí, queridos hermanos, para una gozosa celebración. Hoy
inauguramos una nueva fuente del bautismo, y administraremos a estos elegidos el
sacramento del nuevo nacimiento, para que, por la misericordia de Dios que han
alcanzado, entren en la Iglesia, pueblo adquirido por Dios, se unan a Cristo, el
primogénito de muchos hermanos, y, habiendo recibido el Espíritu de adopción, con su
nuevo título de hijos puedan invocar a Dios como Padre.
Oremos.
Y todos oran un rato en silencio. Luego el celebrante, con las manos extendidas, dice:
Oh Dios, que en el sacramento del nuevo nacimiento
multiplicas sin cesar el número de tus hijos,
concédenos, te pedimos,
que todos los que renazcan de esta fuente de salvación
con su manera de vivir glorifiquen tu Nombre
y aumenten la santidad de la madre Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Todos:
Amén.
950. Terminada la oración, se hace el rito de admisión de los que van a ser bautizados.
Según sea la condición de los elegidos, se empleará, con las debidas adaptaciones, el
rito que se halla en el Ritual del Bautismo de niños (núms. 109-114), o el rito que se
describe en el Ritual de la Iniciación cristiana de adultos (núms. 246-251), a no ser
que este rito ya se haya realizado en el segundo grado de la iniciación cristiana de
adultos (núms. 140-151).
956. Bendecida la fuente bautismal, prosigue la celebración del bautismo, tal como se
indica en el Ritual del Bautismo de niños (núms. 124-132), o en el Ritual de la
Iniciación cristiana de adultos (núms. 217-234 o 259-273), según sea la condición de
los que van a ser bautizados.
CONCLUSIÓN DEL RITO
957. Si se trata de bautismo de niños, el rito concluye tal como se indica en el Ritual
del Bautismo de niños (núms. 133-135), o bien de la manera que aquí se propone.
958. El celebrante bendice a las madres, con sus hijos en brazos, a los padres, al
pueblo, diciendo:
959. Después de la bendición, es conveniente entonar algún canto que exprese el gozo
pascual y la acción de gracias, o el Magníficat.
II. Bendición de una nueva pila bautismal, sin celebración del bautismo
RITOS INICIALES
Nos hemos reunido aquí, queridos hermanos, para una gozosa celebración. Hoy
inauguramos una nueva fuente del bautismo, para que todos los que en ella renazcan,
por la misericordia de Dios que han alcanzado, entren en la Iglesia, pueblo adquirido
por Dios, se unan a Cristo, el primogénito de muchos hermanos, y, habiendo recibido
el Espíritu de adopción, con su nuevo título de hijos puedan invocar a Dios como
Padre.
Oremos.
Y todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego el celebrante, con las manos
extendidas, dice:
Oh Dios,
que en el sacramento del nuevo nacimiento
multiplicas sin cesar el número de tus hijos,
concédenos, te pedimos,
que todos los que renazcan
de esta fuente de salvación
con su manera de vivir
glorifiquen tu Nombre
y aumenten la santidad de la madre Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Todos:
Amén.
970. Y todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego el celebrante vuelto hacia la
pila bautismal, llena de agua, con las manos extendidas dice:
Invoquemos a Dios, Padre todopoderoso, que por el misterio pascual nos ha hecho
nacer del agua y del Espíritu Santo a la vida nueva de hijos suyos; digámosle:
— haz que siempre y en todo lugar recordemos este don tuyo y la dignidad que él nos
confiere. R.
Tú que quisiste que del costado de Cristo crucificado brotara el agua del Espíritu Santo,
— haz que bebamos de esta fuente de vida, para que se convierta dentro de nosotros
en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna. R.
Tú que en el baño del nuevo nacimiento has hecho de nosotros una raza elegida, un
sacerdocio real, una nación consagrada,
— haz que, como exige nuestra condición de cristianos, proclamemos tus hazañas ante
los hombres. R.
Tú que por medio del bautismo haces crecer a tu Iglesia, dándole siempre nuevos
hijos,
— concede a cuantos han renacido en la fuente bautismal vivir siempre de acuerdo con
la fe que profesaron. R.
Tú que nos has concedido, por tu bondad, levantar esta fuente bautismal,
— haz que sea para los catecúmenos el baño de vida y para todos nosotros un
estímulo para renovar nuestra vida. R.
975. Luego el celebrante introduce la oración del Señor, con estas palabras u otras
adecuadas:
976. Después de la bendición, es conveniente cantar algún canto que exprese el gozo
pascual y la acción de gracias, o el Magníficat.
CAPÍTULO XXIX
A. En la celebración de la Misa
Amén.
985. Luego el celebrante saluda a los presentes, empleando alguna de las fórmulas
que propone el Misal romano.
986. Después, con una monición adecuada, introduce a los fieles en la Misa,
ilustrándolos al mismo tiempo sobre el significado del rito inicial referido a la cátedra o
a la sede recién construida. Puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:
Hoy se destina por primera vez esta nueva cátedra (sede) al uso litúrgico. Alabemos,
queridos hermanos, a nuestro Dios y Señor, que se digna hacerse presente en sus
ministros, dedicados a las funciones sagradas, para enseñar, dirigir y santificar a los
fieles, y pidámosle que haga cada vez más dignos a los que ejercen tan santo
ministerio.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
Oremos.
Y todos oran durante algún tiempo en silenció. Luego el celebrante prosigue, con las
manos extendidas:
R. Amén.
Hoy se destina por primera vez esta nueva cátedra (sede) al uso litúrgico. Alabemos,
queridos hermanos, a nuestro Dios y Señor, que se digna hacerse presente en sus
ministros, dedicados a las funciones sagradas, para enseñar, dirigir y santificar a los
fieles, y pidámosle que haga cada vez más dignos a los que ejercen tan santo
ministerio.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
Oremos.
Y todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego el celebrante prosigue, con las
manos extendidas:
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.
Fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su
costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro
del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu.del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres,
para anunciar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista.
Para dar libertad a los oprimidos;
para anunciar el año de gracia del Señor.»
Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía
los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:
—«Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.»
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que
salían de sus labios.
994. Pueden también leerse: Ne 8, 1-4a. 5-6. 8-10; Is 40, 9-11; Hch 10, 34-38; Hch
13, 15-32.
996. O bien:
Sal 1813 (19B), 8-9. 10. 15
R. (cf. Jn 6, 63c) Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
997. Terminadas las lecturas, el celebrante hace la homilía. En ella explica las lecturas
bíblicas y la presencia de Cristo, en representación del cual ejercen su función los
ministros sagrados.
PRECES
998. Luego se hace la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el
celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más
directamente relacionadas con las circunstancias del momento.
Nuestro Señor Jesucristo de tal manera ama a la Iglesia que ha querido por medio de
sus ministros y pastores que sea adoctrinada por la palabra divina y alimentada por los
santos sacramentos. Por todo esto, lo alabamos, diciendo:
Bendito seas, Señor, que, por medio de los maestros de la fe, continúas enseñándonos
tu Evangelio. R.
Bendito seas, Señor, que, por medio de los pastores que tú has elegido, nos das sin
cesar el alimento espiritual, a nosotros, ovejas de tu rebaño. R.
Bendito seas, Señor, que, por medio de tus pregoneros, nos llamas y nos invitas a
cantar las alabanzas del Padre. R.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
Señor Jesucristo,
que enseñaste a los pastores de tu Iglesia
a servir a los hermanos y no a ser servidos,
te pedimos que hagas con tu gracia
que todos los que vengan a esta cátedra (sede)
proclamen siempre tu palabra
y administren dignamente tus sacramentos,
y así, junto con el pueblo a ellos confiado,
te alaben sin cesar en la sede eterna del cielo.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.
1000. El celebrante concluye el rito, diciendo, con las manos exten das sobre los fieles:
El Señor os bendiga
con todas las bendiciones del cielo
y os mantenga siempre santos y puros en su presencia;
que él derrame sobre vosotros, con abundancia,
las riquezas de su gloria,
os instruya con la palabra de la verdad,
os oriente con el Evangelio de la salvación
y os haga siempre ricos en caridad fraterna.
R. Amén.
R. Amén.
A. En la celebración de la Misa
Todos responden:
Amén.
1006. Las lecturas se toman de la Misa del día, o bien pueden seleccionarse del modo
siguiente: la primera lectura, del libro de Nehemías 8, 1-4a. 5-6. 8-10, seguida de Sal
18B (19B), 8-9. 10. 15, con la respuesta: Tus palabras, Señor, son espíritu y vida; si
se proclama una segunda lectura, puede escogerse de la segunda carta del apóstol san
Pablo a Timoteo 3, 14-4, 5a; en cuanto al Evangelio, es aconsejable proclamar el texto
de Lucas 4, 14-22a, anteponiendo la aclamación: No sólo de pan vive el hombre, sino
de toda palabra de Dios, con o sin Aleluya, según el tiempo litúrgico.
1008. Después del Evangelio, el celebrante hace la homijía, en la cua explica las
lecturas bíblicas y la presencia de Cristo en la palabra de Dios.
Nos hemos reunido aquí, hermanos, para inaugurar este ambón y destinarlo al uso
sagrado, para que aparezca ante todos como un signo de aquella mesa de la palabra
de Dios que nos ofrece el primer y necesario alimento de nuestra vida cristiana.
Prestemos a esta celebración la mayor atención, escuchando con fe a Dios, que nos
habla, para que sus palabras sean realmente para nosotros espíritu y vida.
Oremos.
Y todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego el celebrante continúa, con las
manos extendidas:
R. Amén.
En aquellos días, todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que se
abre ante la Puerta del Agua, y pidió a Esdras, el letrado, que trajera el libro de la Ley
de Moisés, que Dios había dado a Israel. El sacerdote Esdras trajo el libro de la Ley
ante la asamblea, compuesta de hombres, mujeres y todos los que tenían uso de
razón. Era mediados del mes séptimo. En la plaza de la Puerta del Agua, desde el
amanecer hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a
los que tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley.
Esdras, el escriba, estaba de pie en el púlpito de madera que había hecho para esta
ocasión. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo —pues se hallaba en un
puesto elevado— y, cuando lo abrió, toda la gente se puso en pie. Esdras bendijo al
Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió:
—«Amén, amén. »
Después se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra.
Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma
que comprendieran la lectura. Nehernías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y
escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo decían al pueblo entero:
—«Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis.»
Porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley. Y añadieron:
—«Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no
tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el
Señor es vuestra fortaleza.»
Palabra de Dios.
1014. Salmos responsoriales: Sal 18B (19B), 8-9. 10. 15 (R.: cf. Jn 63c)
1015. O bien:
1016. Terminadas las lecturas, el celebrante hace la homilía. En ella explica las
lecturas bíblicas y la presencia de Cristo en la palabra de Dios.
PRECES
1018. Luego se hace la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen,
el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más
directamente relacionadas con las circunstancias del momento.
Hermanos, Dios Padre nos ha dado su Palabra hecha carne para que la escuchemos y
encontremos en ella el alimento de nuestra fe. Pidamos juntos:
R. La palabra de Cristo habite entre nosotros en toda su riqueza.
Haz, Señor, que los discípulos de Cristo, tu Hijo, sientan hambre intensa de tu palabra
y sean en el mundo fieles testigos de ella. R.
Asiste, Señor, a los ministros de tu palabra, para que crean de corazón y cumplan en
su vida lo que proclaman con sus labios. R.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
R. Amén.
1020. El celebrante concluye el rito, diciendo, con las manos extendidas sobre los
fieles:
R. Amén.
R. Amén.
1024. Hecha la oración universal, el celebrante, situado cerca del sagrario que se va a
bendecir, vuelto hacia la asamblea, invita a los fieles a la oración, diciendo:
Oremos.
R. Amén.
Dicha la oración después de la comunión, habida cuenta de las circunstancias del lugar
y de la celebración, puede organizarse, del modo acostumbrado, una procesión a
través de la iglesia hacia la capilla o lugar donde se halla el sagrario que se ha
bendecido.
Con el salmo 33 (34), 2-3. 4-5. 6-7. 8-9, o un canto apropiado, por ejemplo, Salve,
Cuerpo verdadero, nacido de María Virgen, u otro adecuado.
Salmo 33 (34), 2-3. 4-5. 6-7. 8-9
R. Amén.
R. Amén.
R. Amén.
R. Amén.
R. Amén.
R. Amén.
1035. Reunido el pueblo, se canta, según las circunstancias, un salmo una antífona u
otro canto adecuado.
Amén.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
1038. Luego el sacerdote, con una breve monición, instruye a los presentes sobre el
significado del rito, lo que puede hacer con estas palabras u otras semejantes:
Este rito de bendición, en el que participamos con fe, nos recuerda en primer lugar que
hemos de estar vivamente agradecidos a Dios, que manifiesta especialmente su poder
con el perdón y la misericordia. A esta sede penitencial, en efecto, nos acercamos
como pecadores y volvemos de ella justificados, gracias al ministerio de reconciliación
que Cristo Jesús ha otorgado a su Iglesia. Él nos conceda que todos los que se sienten
agobiados por el peso de sus pecados hallen en esta sede la liberación, y que todos los
que están manchados por el barro de este mundo salgan de aquí blanqueados en la
sangre del Cordero.
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.
En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le
presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al
paralítico:
—«¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados.»
Algunos de los letrados se dijeron:
—«Éste blasfema.»
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo:
—«¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: “tus pecados están perdonados”, o
decir “levántate y anda”? Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en
la tierra para perdonar pecados.»
Dijo dirigiéndose al paralítico:
—«Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa.»
Se puso en pie, y se fue a su casa.
Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal
potestad.
1041. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
Salmo responsorial Sal 129 (130), 1-2. 3-4. 5-6b. 6c-8 (R.: 7bc)
1043. Terminadas las lecturas, el sacerdote hace la homilía. En ella explica las lecturas
bíblicas y la importancia eclesial del sacramento de la penitencia.
PRECES
1044. Luego se hace la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen,
el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más
directamente relacionadas con las circunstancias del momento.
Bendito seas, Señor, que entregaste a tu Hijo por nuestros pecados, para que nos
arrancara de las tinieblas del pecado y nos introdujera en la luz y la paz de tu reino. R.
Bendito seas, Señor, que, por el Espíritu Santo, purificas nuestra conciencia de las
obras muertas. R.
Bendito seas, Señor, que has dado a la Iglesia santa las llaves del reino de los cielos,
para que las puertas de tu misericordia queden abiertas para todos. R.
R. Amén.
1046. El sacerdote concluye el rito, diciendo, con las manos extendidas sobre los
fieles:
CAPÍTULO XXX
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
Salmo 23 (24)
Amén.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
1053. Luego el celebrante habla brevemente a los fieles para disponer su ánimo a la
celebración y explicar el significado del rito; puede hacerlo con estas palabras u otras
semejantes:
Hemos venido aquí, hermanos, para bendecir la puerta de esta iglesia. Asistamos con
devoción a esta ceremonia y pidamos humildemente al Señor que todos los que
traspasen sus umbrales para entrar en la iglesia con el fin de escuchar la palabra de
Dios y celebrar los sagrados misterios sigan con rectitud de corazón la voz de Cristo,
que se proclama a sí mismo puerta de la vida eterna.
Oremos.
Y todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego el celebrante prosigue, con las
manos extendidas:
R. Amén.
1055. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la
sagrada Escritura.
Ap 21, 2-3. 23-26: Vi la ciudad santa, que descendía del cielo, enviada por Dios
Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios,
arreglada como una novia que se adorna para su esposo. Y escuché una voz potente
que decía desde el trono:
—«Esta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su
pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. »
La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y
su lámpara es el Cordero. A su luz canúnarán las naciones, y los reyes de la tierra
llevarán a ella su esplendor, y sus puertas no se cerrarán de día, pues allí no habrá
noche. Llevarán a ella el esplendor y la riqueza de las naciones.
Palabra de Dios.
1057. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
Salmo responsorial
Sal 117 (118), 1 y 4. 15-16. 19-20. 22-23 (R.: 26)
1058. O bien:
Sal 99 (100), 2. 3. 4. 5
R. (2b) Servid al Señor con alegría.
PRECES
1060. Si se estima oportuno, antes de la oración de bendición puede hacerse la
plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el celebrante puede
seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente
relacionadas con las circunstancias del momento.
Nosotros, que somos. como piedras vivas edificadas sobre Cristo, piedra escogida,
invoquémoslo en favor de su amada Iglesia y proclamemos nuestra fe firme en ella,
diciendo:
R. Aquí está la casa de Dios y la puerta del cielo.
Jesús, Señor, que, con el Padre y el Espíritu Santo, haces morada en los que te aman,
— lleva a tu Iglesia a su perfección por el amor. R.
Jesús, Señor, que nunca echas afuera a los que vienen a ti,
— recibe a todos los pecadores en la casa de tu Padre. R.
Queridos hermanos,
hemos venido aquí con alegría,
para inaugurar con la bendición divina
la nueva puerta de esta iglesia.
Invoquemos humildemente a Dios,
pidiéndole que nos asista con su gracia.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
Te bendecimos, Señor,
Padre santo, que enviaste a tu Hijo a este mundo
para reunir, con la efusión de su sangre,
a los hombres,
dispersos por la fuerza disgregadora del pecado,
y para que fuera el Pastor y la Puerta
de los que están agrupados en un solo redil,
de manera que quien entre por ella se salvará,
y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
Te suplicamos, Señor,
que tus fieles, al entrar por esta puerta,
por medio de Jesucristo, tu Hijo,
puedan acercarse a ti, Padre, con un mismo Espíritu,
y, al acudir a tu iglesia,
confiados, por la fe en Cristo,
manteniéndose constantes en la enseñanza de los apóstoles,
en la comunión de la fracción del pan
y en las oraciones,
crezcan siempre para edificación de la Jerusalén celeste.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1064. Luego el celebrante bendice al pueblo, diciendo, con las mano extendidas sobre
los fieles:
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
R. Amén.
CAPÍTULO XXXI
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
1072. Si ello es factible, conviene que la comunidad de los fieles se dirija
procesionalmente desde la iglesia u otro lugar adecuado al lugar donde se ha erigido la
cruz que se ha de bendecir. Si la procesión no puede hacerse o no parece oportuna, los
fieles se reúnen en el lugar donde se ha erigido la cruz que se ha de bendecir.
1073. Reunido el pueblo, el celebrante saluda a los fieles, diciendo:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo,
que por nosotros colgó del madero,
esté con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
1074. Luego el celebrante habla brevemente a los fieles para disponer su ánimo a la
celebración y explicar el significado del rito; puede hacerlo con estas palabras u otras
semejantes:
Al bendecir solemnemente esta cruz, queridos hermanos, veneremos con fe el designio
eterno de Dios, según el cual el misterio de la cruz se ha convertido en el signo de la
misericordia divina. Siempre que miremos la cruz, recordaremos que en ella culminó el
misterio del amor con el que Cristo amó a su Iglesia. Siempre que saludemos la cruz,
acordémonos de que Cristo, suprimiendo con su sangre toda división, hizo de todos los
hombres un solo pueblo.
Siempre que veneremos la cruz, pensemos que somos y nos declaramos discípulos de
Cristo y, cargando todos cada día con la propia cruz, sigámoslo con generosidad.
Esforcémonos, pues, por asistir atentamente a esta celebración, para que el misterio
de la cruz brille ante nuestros ojos con un nuevo fulgor y podamos sentir con más
fuerza su eficacia.
Oremos.
Todos:
Amén.
Marchemos en paz.
1077. Y se organiza la procesión hacia el lugar donde se ha erigido la cruz. Mientras
avanza la procesión, se canta la antífona.
Salmo 97 (98)
1079. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee uno o varios
textos de la sagrada Escritura, seleccionados principalmente entre los que se indican a
continuación o los que se proponen en el Leccionario sobre el misterio de la santa
cruz , intercalando los convenientes salmos responsoriales o bien espacios de silencio.
La lectura del Evangelio ha de ser siempre el acto más relevante. También pueden
emplearse las lecturas que propone el Leccionario sobre la pasión del Señor .
Flp 2, 5-11: Se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Filipenses.
Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. Él, a pesar de su
condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su
rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando
como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una
muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-
sobretodo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo,
en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: «Jesucristo es Señor, para gloria de
Dios Padre. »
Palabra de Dios.
1080. Pueden también leerse: Nm 21, 4-9; 1Co 2, 1-5; Hb 4, 12-16; Jn 3, 13-17; Jn
19, 25-27.
1081. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
Salmo responsorial Sal 30 (31), 2 y 6. 12-13. 15-16. (R.: Lc 23, 46)
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
1082. O bien:
Sal 21 (22), 8-9. 17-18a. 23-24b
R. (2a) Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Sal 54 (55), 5-6. 13. 14-15. 17-18. 23
R. (23ab) Encomienda a Dios tus afanes, que él te sustentará.
1083. El celebrante, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes,
explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la
celebración y el poder de la cruz del Señor.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
1084. Terminada la homilía, el celebrante, de pie ante la cruz, con las manos
extendidas, dice la oración de bendición:
Te bendecimos, Señor, Padre santo,
que, en el exceso de tu amor,
nos procuraste el remedio de la salvación y de la vida
en el árbol,
de donde el primer hombre había sacado ruina y muerte.
Porque, cuando llegó la hora de su Pascua,
Jesús, el Señor, sacerdote, maestro y rey,
ascendió voluntariamente al árbol de la cruz
y lo convirtió en trono de su gloria,
en altar de su sacrificio, en cátedra de la verdad.
Allí, elevado sobre la tierra, venció al antiguo enemigo
y, vestido con la púrpura de su sangre,
atrajo hacia sí, lleno de amor, a todos los hombres;
allí, con los brazos extendidos,
te hizo, Padre, la ofrenda de su vida
e infundió una fuerza salvadora
a los sacramentos de la nueva alianza;
allí, enseñó con su muerte
lo que antes había anunciado de palabra:
que el grano de trigo, cuando muere,
produce fruto abundante.
Así, pues, te suplicamos, Señor,
que tus fieles, al venerar este signo de salvación,
reciban los frutos de redención
que Cristo Jesús mereció con su pasión;
que en la cruz den muerte a sus pecados
y que, por el poder de esta cruz, dominen la soberbia
y fortalezcan su debilidad;
que en ella encuentren consuelo en sus aflicciones
y seguridad en sus peligros;
y que, protegidos por su poder,
recorran sin daño los caminos de este mundo,
hasta que tú, Padre, los recibas en el hogar del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1085. O bien:
Señor, Padre santo,
que quisiste que la cruz de tu Hijo
fuera la fuente de toda bendición
y el origen de todos tus beneficios,
atiende generoso a nuestras súplicas,
ya que hemos alzado esta cruz
como un testimonio de nuestra fe,
y concédenos que, viviendo, aquí en la tierra,
unidossiempre al misterio de la pasión de Cristo,
alcancemos el gozo eterno de la resurrección.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1086. El celebrante pone incienso en el incensario e inciensa la cruz. Después se canta
la antífona:
Tu cruz adoramos, Señor,
y tu santa resurrección
alabamos y glorificamos;
por el madero
ha venido la alegría al mundo entero.
O bien:
Por la señal de la santa cruz,
de nuestros enemigos
líbranos, Señor, Dios nuestro.
U otro canto adecuado en honor de la santa cruz.
1087. Terminado el canto, si puede hacerse cómodamente, el celebrante, los ministros
y los fieles veneran la nueva cruz: se acercan a ella ordenadamente uno tras otro y le
hacen alguna señal de veneración, según las costumbres del lugar. Si esto no es
posible, el celebrante, con unas breves palabras, invita al pueblo a venerar la santa
cruz, y éste la venera, guardando algún tiempo de silencio o profiriendo una adecuada
aclamación, por ejemplo:
Cristo, tú que te rebajaste hasta someterte incluso a la muerte, y una muerte de cruz,
— otórganos, a tus servidores, la virtud de la sumisión y la paciencia. R.
Cristo, tú que fuiste levantado sobre todo por Dios, que te concedió el «Nombre-sobre-
todo-nombre»,
— concede a tus fieles la perseverancia hasta el fin en tu servicio. R.
Cristo, a quien toda lengua proclamará Señor, para gloria de Dios Padre,
— recibe a nuestros hermanos difuntos en el reino de la felicidad eterna. R.
1089. Luego el celebrante introduce oportunamente la oración del Señor, con estas
palabras u otras semejantes:
Todos:
Padre nuestro...
CAPÍTULO XXXII
RITOS INICIALES
Amén.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
1099. Luego el celebrante habla brevemente a los fieles para disponer su espíritu a la
celebración y explicar el significado del rito; puede hacerlo con estas palabras u otras
semejantes:
1100. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee uno o varios
textos de la sagrada Escritura, seleccionados principalmente entre los que proponen el
Leccionario del Misal romano o de la Liturgia de las Horas para la celebración del
misterio concreto del Señor representado en la imagen, intercalando los convenientes
responsorios o espacios de silencio. La lectura del Evangelio ha de ser siempre el acto
más relevante. También pueden leerse los textos que se proponen a continuación:
Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del
pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha
trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el
perdón de los pecados. Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura;
porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e
invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y
para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del
cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el
primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él quiso
reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la
sangre de su cruz.
Palabra de Dios.
1103. O bien:
Ap 15, 3. 4
R. (14, 7) Respetad a Dios y dadle gloria.
1104. El celebrante, según las circunstancias, hace la homilía, en la cual explica las
lecturas bíblicas y el misterio del Señor representado en la imagen, para que el
significado de la celebración sea percibido por la fe.
PRECES
1105. Si se estima oportuno, antes de la oración de bendición puede hacerse la
plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el celebrante puede
seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente
relacionadas con las circunstancias de la comunidad o del momento.
Invoquemos a Dios Padre, que nos ha dado por salvador y redentor a su Verbo, por
quien todo fue creado y en quien todo se mantiene, y digámosle:
Padre, que quisiste que Cristo fuera para nosotros un maestro manso y humilde de
corazón,
— haz que con docilidad aprendamos de él la mansedumbre y la bondad. R.
Padre, que por la sangre de la cruz de Cristo reconciliaste contigo todos los seres,
— haz que trabajemos por la concordia y la paz. R.
R. Amén.
1108. O bien:
R. Amén.
RITOS INICIALES
1112. Reunido el pueblo, se entona oportunamente un canto adecuado, terminado el
cual, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
1113. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo,
nacido de la Virgen María,
el amor del Padre
y la comunión del Espíritu Santo
estén con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
1114. Luego el celebrante exhorta brevemente a los fieles para disponer su espíritu a
la celebración y explicar el significado del rito; puede hacerlo con estas palabras u
otras semejantes:
Llenos de alegría, nos hemos reunido aquí, queridos hermanos, para bendecir una
imagen de la santísima Virgen. Esta efigie con el título de N. será un signo de cuán
grande y profunda es la relación de la santísima Virgen con Cristo y su Iglesia. Santa
María, en efecto, es la madre de Cristo, imagen visible de Dios invisible, y ella misma
es imagen, figura y modelo de la Iglesia: imagen en que la Iglesia contempla con gozo
lo que ella, en su totalidad, espera ser; figura en que reconoce elcamino y la norma
para llegar a la plena unión con Cristo; modelo en que se apoya la Esposa de Cristo
para cumplir su misión apostólica. Asistamos con atención y fervor a esta acción
sagrada.
1118. O bien:
1119. El celebrante, según las circunstancias, hace la homilía. En ella explica las
lecturas bíblicas y el papel de santa María Virgen en la historia de la salvación, para
que el significado de la celebración sea percibido por la fe.
PRECES
Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle:
Redentor nuestro, que hiciste de la Virgen María lugar de tu presencia y sagrario del
Espíritu Santo,
— haz también de nosotros un templo en el que habite siempre tu Espíritu. R.
Señor del cielo y de la tierra, que has colocado a tu derecha a María reina,
— danos un día el gozo de tener parte en la gloria. R.
Sigue la oración de bendición, como se indica más adelante.
1121. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición, el celebrante,
con estas palabras u otras semejantes, invita a todos a orar, implorando la ayuda
divina:
Unidos, como la Madre de Jesús y los apóstoles,
presentemos a Dios nuestras humildes peticiones.
Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
1122. El celebrante, con las manos extendidas, dice la oración de bendición:
Te alabamos, Señor, Dios inefable,
que antes de la creación del mundo
constituiste a Cristo principio y fin de todas las cosas
y, en tu admirable designio de bondad,
uniste a él a la santísima Virgen,
para que fuera Madre y cooperadora de tu Hijo,
imagen y modelo de la Iglesia,
madre y protectora de todos nosotros:
ella es, en efecto, la mujer nueva,
que reparó los estragos de la antigua Eva;
la excelsa Hija de Sión,
que, uniendo su voz suplicante a los gemidos de los patriarcas,
asumió en su corazón las esperanzas del antiguo Israel;
la servidora pobre y humilde,
de quien salió el Sol de justicia,
tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Padre santo, te pedimos que tus fieles,
que han elaborado esta efigie de la santísima Virgen,
gocen siempre de su protección
y graben en su corazón la imagen
que contemplan con sus ojos.
Que tengan una fe inquebrantable
y una firme esperanza,
así como una caridad diligente y una sincera humildad;
que tengan fortaleza en el sufrimiento, dignidad en la pobreza,
paciencia en la adversidad, donación en la prosperidad;
que trabajen por la paz y luchen por la justicia,
para que, después de recorrer los caminos de este mundo
en el amor a ti y a los hermanos,
lleguen a la Ciudad permanente,
donde la santísima Virgen intercede como Madre
y resplandece como Reina.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1123. O bien:
R. Amén.
O bien:
1125. El celebrante bendice al pueblo, con las manos extendidas sobre él, diciendo:
R. Amén.
R. Amén.
R. Amén.
R. Amén.
RITOS INICIALES
Amén.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
1129. Luego el celebrante exhorta brevemente a los fieles para disponer su espíritu a
la celebración y explicar el significado del rito; puede hacerlo con estas palabras u
otras semejantes:
1130. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee uno o varios
textos de la sagrada Escritura, seleccionados principalmente entre los que proponen el
Leccionario del Misal romano o de la Liturgia de las Horas en el Común o en el Propio
de los santos, intercalando los convenientes salmos responsoriales o espacios de
silencio. La lectura del Evangelio ha de ser siempre el acto más relevante. También
pueden leerse los textos que se proponen a continuación:
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.
1132. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R.
Dios, fuente de santidad, que has hecho brillar en tus santos las maravillas de tu
gracia multiforme,
— concédenos celebrar tu grandeza en ellos. R.
Dios sapientísimo, que por medio de Cristo has constituido a los apóstoles fundamento
de tu Iglesia,
— conserva a tus fieles en la doctrina que ellos enseñaron. R.
Tú que has dado a los mártires la fortaleza del testimonio, hasta derramar su sangre,
— haz de los cristianos testigos fieles de tu Hijo. R.
Tú que has dado a las santas vírgenes el don insigne de imitar a Cristo virgen,
— haz que reconozcan la virginidad a ti consagrada como una señal particular de los
bienes celestiales. R.
R. Amén.
1138. O bien:
R. Amén.
1140. El celebrante bendice al pueblo, con, las manos extendidas sobre él, diciendo:
CAPÍTULO XXXIII
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
Amén.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
1149. Luego el celebrante exhorta brevemente a los fieles para disponer su espíritu a
la celebración y explicar el significado del rito; puede hacerlo con estas palabras u
otras semejantes:
Éste es para nosotros un día de gran alegría, porque esta iglesia desde hoy tiene una
nueva campana, hecho que nos da la ocasión de bendecir a Dios con esta celebración.
Las campanas están en cierto modo relacionadas con la vida del pueblo de Dios: su
toque, en efecto, nos señala los momentos de la oración, reúne al pueblo para las
celebraciones litúrgicas, advierte a los fieles cuando se produce algún suceso
importante que es motivo de alegría o de tristeza para esta parte de la Iglesia (para
esta población) o para cualquiera de los fieles. Asistamos, pues, con devoción a estos
ritos, para que siempre que oigamos la voz de la campana nos acordemos de que
formamos todos una misma familia, y, obedientes a su voz, nos reunamos todos, como
signo visible de nuestra unidad en Cristo.
1150. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la
sagrada Escritura, seleccionado entre los que a continuación se proponen:
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Marcos.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara
su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto
resucitado. Y les dijo:
—«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se
bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado.»
Ellos fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba
confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
1151. Pueden también leerse: Nm 10, 1-8. 10; 1Cro 15, 11-12. 25-28; 16, 1-2; Is 40,
1-5. 9-11; Hch 2, 36-39. 41-42; Mt 3, 1 -11; Mc 1, 1-8.
1152. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
1153. O bien:
Sal 150, 1-2. 3-4. 5
R. (2b) Alabad al Señor por su inmensa grandeza.
1154. El celebrante, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes,
explicándoles la lectura bíblica, para que perciban el significado de la celebración y la
finalidad de la campana.
PRECES
1155. Sigue, según las circunstancias, la plegaria común. Entre las invocaciones que
aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas
o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias de los presentes o
del momento.
Unidos en una sola voz, presentemos nuestras peticiones a Dios Padre, que quiere
hermanar en su Iglesia a todos los pueblos, y digámosle:
Señor y Dios nuestro, que siempre nos llamas a la unidad, para que, animados por un
mismo Espíritu, recorramos el único camino de salvación. R.
Señor y Dios nuestro, que quieres que nosotros, tu pueblo, seamos una señal cada vez
más cierta de tu presencia entre los hombres. R.
Señor y Dios nuestro, que nos enseñas a participar de las penas y alegrías de los
hermanos, para que nuestra caridad sea más verdadera. R.
Señor y Dios nuestro, que hoy llenas de alegría espiritual nuestra asamblea, para que
enseñe a los hermanos el mensaje de la salvación. R.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
R. Amén.
1158. O bien:
R. Amén.
R. Cantad al Señor
y bendecid su Nombre. Aleluya.
1160 El celebrante bendice al pueblo, con las manos extendidas sobre los fieles,
diciendo:
R. Amén.
Él os conceda misericordioso
que, al ser convocados en la iglesia
por el solemne toque de esta campana,
escuchéis atentamente su palabra.
R. Amén.
R. Amén.
R. Amén.
1162. Si la bendición de la campana se hace dentro de la Misa (cf. supra, núm. 1145),
debe tenerse en cuenta lo siguiente:
— se dice la Misa del día;
— las lecturas, salvo en las solemnidades, fiestas y domingos, pueden tomarse de la
Misa del día o de las que se proponen en los núms. 1150-1153;
— la bendición de la campana se hace después de la homilía, siguiendo el rito descrito
en los núms. 1155-1158.
CAPÍTULO XXXIV
BENDICIÓN DE UN ÓRGANO
1163-1165.
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
Amén.
O bien:
Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
1168. El celebrante dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u
otras semejantes:
Nos hemos reunido aquí, queridos hermanos, para bendecir un nuevo órgano, gracias
al cual la celebración de la liturgia será más bella y solemne. El arte musical, cuando
se usa en los ritos sagrados, tiene por fin principal la glorificación de Dios y la
santificación de los hombres, y por eso el sonido del órgano se convierte en un signo
eminente del cántico nuevo que se nos manda cantar a Dios; cantamos de verdad el
cántico nuevo cuando nos comportamos rectamente, cuando nos adherimos de
corazón y con alegría a la voluntad de Dios, cuando nos amamos los unos a los otros y
cumplimos así el mandamiento nuevo.
1169. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la
sagrada Escritura de los que se proponen a continuación:
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Colosenses.
Palabra de Dios.
1170. Pueden también leerse: Nm 10, 1-10; 1Cro 15, 3. 16. 19-21. 25; 2Cro 5, 2-5a.
11-14; Ef 5, 15-20; Lc 1, 39-47; Lc 10, 21-22.
1171. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
1172. O bien:
Sal 97 (98), 1. 2-3. 4-6
R. (cf. 5 y 6) Aclamad y tocad para el Señor.
1173. El celebrante, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes,
explicándoles la lectura bíblica, para que perciban el significado de la celebración y la
finalidad del órgano.
PRECES
1174. Sigue, según las circunstancias, la plegaria común. Entre las invocaciones que
aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas
o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias de los presentes o
del momento.
Padre santo, rey del cielo y de la tierra, fuente de toda perfección y constante
inspirador de toda armonía santa, te alabamos por tu inmensa gloria. R.
Señor Jesucristo, reflejo de la gloria del Padre, que, hecho hombre, viniste a los
hombres, para quitar el pecado del mundo y enriquecer con tu gracia a los hermanos
redimidos, te glorificamos por tu gran misericordia. R.
Espíritu Santo Dios, que habitas en el corazón de los hombres y los edificas para
formar un solo cuerpo, te ensalzamos por tu invisible presencia en la Iglesia. R.
Santa Trinidad un solo Dios, principio y fin de todas las cosas, a quien el cielo y la
tierra cantan un cántico nuevo, te adoramos por tu insondable felicidad. R.
Conscientes de que somos miembros de la santa Iglesia, invoquemos ahora, a una sola
voz y con un solo corazón, a Dios, nuestro Padre.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
R. Amén.
1177. Luego el celebrante pone incienso e inciensa el órgano; mientras, éste se hace
sonar por primera vez.
1178. El celebrante bendice al pueblo, con las manos extendidas sobre los fieles,
diciendo:
R. Amén.
R. Amén.
CAPÍTULO XXXV
1190. En la liturgia de la Palabra, salvo en los días inscritos en los números 1-9 de la
Lista de días litúrgicos, puede leerse una o dos lecturas de los textos propuestos a
continuación.
PRIMERA LECTURA
1191. El lector, uno de los presentes o el mismo sacerdote, lee un texto de la sagrada
Escritura:
Palabra de Dios.
1192. Puede también leerse: 1Co 11, 23-26.
1193. A continuación se dice o se canta un salmo responsorial.
Salmo responsorial Sal 22 (23), 1-3a. 3b-4. 5. 6 (R.: 5a. d)
R. Preparas una mesa ante mí, y mi copa rebosa.
1194. O bien:
Sal 15 (16), 5 y 8. 9-10. 11
R. (5a) El Señor es el lote de mi heredad y mi copa.
EVANGELIO
1195.
Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 14, 12-16. 22-26
El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús
sus discípulos:
—«¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?»
Él envió a dos discípulos, diciéndoles:
—«Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en
la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la
habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”
Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos
allí la cena.»
Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y
prepararon la cena de Pascua.
Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio,
diciendo:
—«Tomad, esto es mi cuerpo.»
Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron.
Y les dijo:
—«Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no
volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de
Dios. »
Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.
1196. O bien:
Mt 20, 20-28: Mi cáliz lo beberéis.
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos...
1197. Después de la lectura de la palabra de Dios, el sacerdote hace la homilía, en la
cual explica las lecturas bíblicas y el sentido de la bendición del cáliz y de la patena
que se usan en la celebración de la Cena del Señor.
1198. Terminada la oración de los fieles, los ministros, o los delegados de la
comunidad que ofrece el cáliz y la patena, los colocan sobre el altar. Luego, el
sacerdote se dirige al altar. Mientras tanto, se canta la antífona siguiente u otro canto
adecuado:
Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor.
Oremos.
Todos responden:
1200. Luego, los ministros extienden el corporal sobre el altar. Algunos fieles traen el
pan, el vino y el agua para la Eucaristía. El sacerdote coloca los dones sobre la patena
y el cáliz recién bendecidos, y los presenta como de costumbre. Mientras tanto, se
canta la antífona siguiente:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, que ofreció su cuerpo y su sangre por nuestra
salvación, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros.
El pueblo contesta:
Y con tu espíritu.
1207. Terminada la homilía, los ministros, o los delegados de la comunidad que ofrece
el cáliz y la patena, los colocan sobre el altar. Luego, el sacerdote se dirige al altar.
Mientras, se puede cantar la antífona siguiente u otro canto adecuado:
Oremos.
Todos responden:
Invoquemos a Jesús, el Señor, que se entrega sin cesar a la Iglesia como pan de vida
y copa de la salvación, y digámosle confiadamente:
Salvador nuestro, que sometiéndote a la voluntad del Padre, bebiste, por nuestra
salvación, el cáliz de la pasión,
— concédenos que, uniéndonos al misterio de tu muerte, alcancemos el reino de los
cielos. R.
Sacerdote del Altísimo, que estás presente, aunque oculto, en el sacramento del altar,
— haz que los ojos de nuestra fe vean lo que se esconde a nuestra mirada corporal. R.
Cordero de Dios, que mandaste a la Iglesia celebrar el misterio pascual con los signos
del pan y el vino,
— haz que el memorial de tu muerte y resurrección sea para todos los creyentes
fuente y culminación de toda su vida espiritual. R.
Hijo de Dios, que con el pan de vida y la bebida de salvación sacias de modo admirable
el hambre y sed de ti,
— haz que en el misterio de la Eucaristía nos llenemos de caridad hacia ti y hacia todos
los hombres. R.
1210. Luego, el sacerdote puede introducir la oración del Señor con estas palabras u
otras semejantes:
Señor Dios,
que por la muerte y resurrección de tu Hijo
redimiste a todos los hombres,
conserva en nosotros la obra de tu amor,
para que, venerando constantemente el misterio de Cristo,
consigamos el fruto de nuestra salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Podéis ir en paz.
Todos:
1215. El celebrante dispone a los presentes para la bendición, con estas palabras u
otras semejantes:
Queridos hermanos: Los objetos que ahora han sido traídos aquí reciben una bendición
especial, para significar con ello que se destinan de modo exclusivo al culto divino.
Pidamos al Señor que nos bendiga también a nosotros, y así, él, que es Santo, nos
haga también a nosotros santos y dignos de celebrar los sagrados misterios con piedad
y devoción.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
Oremos.
Y todos oran durante algún tiempo en silencio. Después el celebrante, con las manos
extendidas, prosigue:
R. Amén.
R. Amén.
B. RITO BREVE
Todos responden:
O bien:
Todos responden:
Y con tu espíritu.
1219. El celebrante, según las circunstancias, dispone a los presentes para la
celebración de la bendición.
1220. Uno de los presentes, o el mismo celebrante, lee algún texto de la sagrada
Escritura:
Rm 12, 1: Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros
cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable.
Ga 3, 26-27: Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que os habéis
incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo.
Hch 2, 42: Los discípulos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles,
en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones.
Jn 4, 23: Se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero
adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así.
1221. Luego el celebrante dice:
Oremos.
Y todos oran durante algún tiempo en silencio. Después el celebrante, con las manos
extendidas, prosigue:
R. Amén.
R. Amén.
CAPÍTULO XXXVI
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
Amén.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
Con esta bendición del agua, recordamos a Cristo, agua viva, así como el sacramento
del bautismo, en el cual nacimos de nuevo del agua y del Espíritu Santo. Siempre,
pues, que seamos rociados con esta agua o que nos santigüemos con ella al entrar en
la iglesia o dentro de nuestras casas, daremos gracias a Dios por su don inexplicable, y
pediremos su ayuda para vivir siempre de acuerdo con las exigencias del bautismo,
sacramento de la fe, que un día recibimos.
1230. Pueden también leerse: Is 12, 1-6; Is 5 5, 1 -11; Si 15, 1-6; 1 Jn 5, 1-6; Ap 7,
13-17; Ap 22, 1-5; Jn 13, 3-15.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
Oremos.
Después de una breve pausa de silencio, el celebrante, con las manos extendidas, dice
la oración de bendición:
R. Amén.
1232. O bien:
CAPÍTULO XXXVII
MONICIÓN INTRODUCTORIA
Al comenzar el nuevo año litúrgico vamos a bendecir esta corona con que inauguramos
también el tiempo de Adviento. Sus luces nos recuerdan que Jesucristo es la luz del
mundo. Su color verde significa la vida y la esperanza.
El encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona debe significar nuestra
gradual preparación para recibir la luz de la Navidad.
1239. Uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un breve texto de la sagrada
Escritura, por ejemplo:
Is 60, 1: ¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece
sobre ti!
1240. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, si es
laico, con las manos juntas, dice la oración de bendición:
Oremos.
La tierra, Señor, se alegra en estos días,
y tu Iglesia desborda de gozo
ante tu Hijo, el Señor,
que se avecina como luz esplendorosa,
para iluminar a los que yacemos en las tinieblas
de la ignorancia, del dolor y del pecado.
Lleno de esperanza en su venida,
tu pueblo ha preparado esta corona
con ramos del bosque
y la ha adornado con luces.
Ahora, pues, que vamos a empezar el tiempo de preparación
para la venida de tu Hijo,
te pedimos, Señor,
que, mientras se acrecienta cada día
el esplendor de esta corona, con nuevas luces,
a nosotros nos ilumines
con el esplendor de aquel que, por ser la luz del mundo,
iluminará todas las oscuridades.
Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Y se enciende el cirio que corresponda según la semana de Adviento.
CAPÍTULO XXXVIII
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
Amén.
Todos responden:
1247. Luego el que dirige la celebración dispone a los presentes para la bendición, con
estas palabras u otras semejantes:
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.
En aquellos días, José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de
Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para
inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí le llegó el
tiempo del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó
en un pesebre.
PRECES
En este momento en que nos hemos reunido toda la familia para iniciar las fiestas de
Navidad, dirijamos nuestra oración a Cristo, Hijo de Dios vivo, que quiso ser también
hijo de una familia humana; digámosle: Por tu nacimiento, Señor, protege a esta
familia
.
Oh Cristo, por el misterio de tu sumisión a María y a José enséñanos el respeto y la
obediencia a quienes dirigen esta familia. R.
Tú que amaste y fuiste amado por tus padres, afianza a nuestra familia en el amor y la
concordia. R.
Tú que estuviste siempre atento a las cosas de tu Padre, haz que en nuestra familia
Dios sea honorificado. R.
Tú que has dado parte de tu gloria a María y a José, admite a nuestros familiares, que
otros años celebraban las fiestas de Navidad con nosotros, en tu familia eterna. R.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
R. Amén.
O bien:
R. Amén.
Cristo, el Señor,
que se ha aparecido en la tierra
y ha querido convivir con los hombres
nos bendiga y nos guarde en su amor.
Todos responden.
Amén.
Amén.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
Todos responden:
O bien:
Amén.
1256. El ministro dispone a los presentes para la bendición con estas palabras u otras
semejantes:
Hermanos: La imagen de Jesús en el pesebre nos ayudará a recordar los misterios que
celebramos estos días en la liturgia. Pidamos, pues, a Dios Padre, que la
contemplación de este Belén o nacimiento avive nuestra fe en su Hijo, que se ha hecho
hombre para hacernos partícipes de su vida.
1257. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo ministro, lee un texto de la
sagrada Escritura.
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.
En aquellos días, José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de
Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para
inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí le llegó el
tiempo del parto, y dio a luz a su primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un
pesebre.
1258. El que preside, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes,
explicando la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado del pesebre
colocado en la iglesia.
PRECES
1260. Sigue la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el
ministro puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras.
Tú que al entrar en el mundo has inaugurado el tiempo nuevo anunciado por los
profetas,
— haz que tu Iglesia se rejuvenezca siempre. R.
Tú que por tu nacimiento terreno anuncias a todos la alegría de una vida sin fin,
— alegra a los agonizantes con la esperanza de un nacimiento eterno. R.
Tú que te hiciste hombre para que todos los hombres, de un confín al otro del mundo,
contemplaran la salvación de Dios,
— acuérdate de las familias que en estas fiestas de Navidad viven en soledad y dolor y
haz que sientan el consuelo de saberse hijos de la gran familia de Dios. R.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
R. Amén.
O bien:
R. Amén.
Todos responden:
Amén.
1269. El ministro dispone a los presentes con estas palabras u otras semejantes:
Hermanos: Con la celebración de la Eucaristía (de las Vísperas) vamos a dar comienzo
(hemos dado comienze) a las solemnes fiestas de Navidad de este año.
La imagen de Jesús en el pesebre nos ayudará a recordar los misterios que celebramos
estos días en la liturgia. Pidamos, pues, a Dios Padre, que la contemplación de este
Belén o nacimiento avive nuestra fe en su Hijo, que se ha hecho hombre para hacernos
partícipes de su Pascua.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
1270. Terminada esta monición se hace un breve silencio. Luego el celebrante bendice
el pesebre con una de las siguientes oraciones:
Oremos.
Señor Dios, Padre nuestro,
que tanto amaste al mundo
que nos entregaste a tu Hijo único
nacido de María, la Virgen,
dígnate bendecir + este nacimiento
y a la comunidad cristiana que está aquí presente,
para que las imágenes de este Belén
ayuden a profundizar en la fe
a los adultos y a los niños.
Te lo pedimos por Jesús, tu Hijo amado,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
O bien:
Oremos.
R. Amén.
1271. Concluida la bendición, los fieles pueden adorar la imagen del Niño Jesús.
CAPÍTULO XXXIX
RITO DE LA BENDICIÓN
1275. El ministro, al comenzar la celebración, dice:
Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Todos responden:
Que hizo el cielo y la tierra.
1276. Uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un breve texto de la sagrada
Escritura, por ejemplo:
Is 60, 13: Vendrá a ti, Jerusalén, el orgullo del Líbano, con el ciprés y el abeto y el
pino, para adornar el lugar de mi santuario y ennoblecer mi estado.
1277. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, si es
laico, con las manos juntas, dice la oración de bendición:
Oremos.
Bendito seas, Señor y Padre nuestro,
que nos concedes recordar con fe
en estos días de Navidad
los misterios del nacimiento de Jesucristo.
Concédenos, a quienes hemos adornado este árbol
y lo hemos embellecido con luces,
vivir también a la luz
de los ejemplos de la vida santa de tu Hijo
y ser enriquecidos con las virtudes
que resplandecen en su santa infancia.
Gloria a él por los siglos de los siglos.
R. Amén.
1278. Según las circunstancias, el ministro rocía con agua bendita a los presentes y el
árbol.
CAPÍTULO XL
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
1282. Reunida la comunidad, puede cantarse el himno Vexilla Regis prodeunt u otro
canto adecuado.
1283. Terminado el canto, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
1284. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
Jesús, el Señor,
que murió por nosotros
y nos redimió por su misterio pascual,
esté con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
1285. El celebrante dispone a los presentes para la bendición y para realizar el piadoso
ejercicio, con estas palabras u otras semejantes:
Dios misericordioso ha salvado a los hombres por la muerte y resurrección de su Hijo.
Él se anonadó a sí mismo y tomó la condición de esclavo, rebajándose hasta someterse
incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Al recordar este inmenso amor de Cristo, nos sentimos movidos a recorrer con la
mente y el corazón el camino de la cruz, llenos de agradecimiento hacia el Señor, que
murió por nosotros en la cruz, y con el propósito de morir también nosotros al pecado
y andar en una vida nueva.
Queridos hermanos: Es cosa hermosa si, por la experiencia que cada uno tiene de
Dios, soporta que lo maltraten injustamente. Vamos a ver ¿qué hazaña supone
aguantar que os peguen, si os portáis mal? En cambio, si, obrando el bien, soportáis el
sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios. Pues para esto habéis sido llamados,
ya que también Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que
sigáis sus huellas. El no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo
insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se
ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados, subió al
leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas os han
curado. Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y
guardián de vuestras vidas.
Palabra de Dios.
1289. O bien:
Sal 30 (31), 2 y 6. 12-13. 15-16
R. (Lc 23, 46) Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
1290. El celebrante, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes,
explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la
celebración.
PRECES
1291. Sigue la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el
celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más
directamente relacionadas con las circunstancias de los presentes o del momento.
Glorifiquemos a Cristo, que nos ama y nos ha redimido con su sangre, y a él, que por
nosotros murió y resucitó, démosle gracias, diciendo:
Tú que, en el camino del calvario, no rechazaste la ayuda del Cirineo para que llevara
tu cruz,
— haz que seamos generosos en sufrir contigo por el bien de la Iglesia. R.
Tú que por la sangre de tu cruz hiciste la paz con todos los seres,
— reúne junto a ti a todos los hombres, para que, superada toda división, formen un
solo rebaño y te reconozcan como único pastor. R.
Tú que prometiste que al ser elevado sobre la tierra atraerías a todos hacia ti,
— haz que todos los hombres se conviertan a tu amor. R.
Tú que quisiste padecer en el camino de la cruz para ayudar a todos los que sufren
alguna prueba,
— enséñanos la ciencia de la cruz, para que, compartiendo tus padecimientos,
rebosemos de gozo cuando se manifieste tu gloria. R.
Tú que desde la cruz nos encomendaste a María, tu Madre, en la persona del discípulo
Juan,
— haz que, imitándola a ella, tengamos parte en tu pasión y en tu gloria. R.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
1292. El celebrante, con las manos extendidas, dice la oración de bendición:
Oh Dios, cuyo Hijo
murió y resucitó por nosotros
para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia,
ayuda con la gracia de tu bendición a tus fieles
que recuerdan devotamente los misterios de su pasión,
para que los que siguen a Cristo
llevando con paciencia su cruz
rebosen de gozo cuando se manifieste su gloria.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1293. O bien:
Señor, Padre santo,
tú dispusiste que la cruz de tu Hijo
fuera origen de toda bendición
y causa de todas las gracias,
haz que, adhiriéndonos en la tierra a la pasión de Cristo,
alcancemos el gozo eterno de la resurrección.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1294. Después de la oración de bendición, el celebrante, según las circunstancias,
pone incienso e inciensa todas las cruces o imágenes, mientras se canta la antífona:
Tu cruz adoramos, Señor,
y tu santa resurrección alabamos y glorificamos;
por el madero ha venido la alegría al mundo entero.
U otra antífona o canto adecuado, por ejemplo, La Madre piadosa estaba.
1295. Luego sigue el piadoso ejercicio del vía crucis, según las costumbres del lugar.
CONCLUSIÓN DEL RITO
1296. Es conveniente entonar un canto adecuado, por ejemplo, el himno Ad cenam
Ágni próvidi, en recuerdo de la resurrección. Después el celebrante bendice al pueblo,
diciendo:
Dios, que por la muerte y resurrección de su Hijo
se dignó redimir al género humano,
os conceda que,
recordando con piedad la pasión de Cristo,
sigáis al Señor crucificado,
y así, en el cielo,
gocéis de su presencia gloriosa.
R. Amén.
Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes,
os bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo.
R. Amén.
1297. O bien:
La bendición de Dios,
que por la cruz y la sangre de su Hijo
se ha dignado redimirnos y salvarnos,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
Él os conceda que, con todos los santos,
logréis abarcar lo alto y lo profundo
del amor de Cristo manifestado en la cruz.
R. Amén.
Que acoja complacido vuestras piadosas acciones
y se digne atender benignamente
nuestras peticiones.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
CAPÍTULO XLI
BENDICIÓN DE UN CEMENTERIO
1298-1302.
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
1303. Cuando sea posible, conviene que la comunidad de fieles se dirija
ordenadamente desde la iglesia u otro lugar adecuado hasta el cementerio que se ha
de bendecir. Si la procesión no puede hacerse o no parece oportuna, los fieles se
reúnen en la entrada del cementerio.
El celebrante saluda a los fieles, diciendo:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo,
dador de la vida y triunfador de la muerte,
esté con todos vosotros.
U otro saludo semejante.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
1304. Luego el celebrante dispone oportunamente el espíritu de los fieles para la
celebración, con estas palabras u otras semejantes:
Queridos hermanos, movidos por la piedad cristiana, hemos venido para bendecir este
cementerio, en el cual reposarán los cuerpos de nuestros hermanos, hasta que
resplandezca el día del retorno glorioso del Señor. Desde este lugar de dormición,
preparado para nuestros hermanos difuntos, levantemos la mirada hacia la ciudad
celestial y contemplemos allí a Cristo, muerto y resucitado por nosotros, para que él
nos acoja bondadoso cuando resucitemos, ya que nos encarga que estemos ahora en
vela aguardándolo.
1305. Terminada la monición, el celebrante dice:
Oremos.
Y todos oran durante algún tiempo en silencio. El celebrante, con las manos
extendidas, prosigue:
Oh Dios, que haces de tus fieles
la Iglesia que peregrina en la tierra,
para recibirlos un día como habitantes definitivos en el cielo,
mira a esta familia tuya,
que ha venido piadosamente al cementerio,
y haz que este lugar,
preparado para la inhumación de los cuerpos,
le recuerde la vida futura en Cristo,
el cual transformará nuestro cuerpo humilde,
según el modelo de su cuerpo glorioso.
Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
1306. Terminada la oración, el diácono hace la monición:
Marchemos en paz.
Y se organiza la procesión hacia el cementerio de la siguiente manera: precede el
crucífero en medio de dos ministros con los ciriales encendidos; sigue el celebrante con
los otros ministros, finalmente los fieles.
1307. Mientras avanza la procesión, se canta la antífona:
R. Que mi lote, Señor, sea el país de la vida.
O bien la antífona:
R. Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
O bien la antífona:
R. Ésta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Con el salmo 117 (118), u otro salmo tomado preferentemente del Ritual de Exequias
(35), u otro canto adecuado.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte. R.
Aclamemos a Cristo, el Señor, que al morir en la cruz borró el pecado y al salir del
sepulcro destruyó la muerte:
Oh Cristo, Hijo del hombre, que, cuando moriste en la cruz, quisiste tener a tu madre
como compañera en tu pasión y, cuando resucitaste, la llenaste de gozo,
— levanta y robustece la esperanza de los decaídos. R.
Oh Cristo, Hijo de Dios vivo, que resucitaste de entre los muertos a tu amigo Lázaro,
— lleva a una resurrección de vida a los difuntos que rescataste con tu sangre
preciosa. R.
Oh Cristo, consolador de los afligidos, que enjugaste las lágrimas de la madre viuda
que lloraba la muerte de su hijo, haciendo que resucitara,
— consuela tanibién ahora a los que lloran la muerte de sus seres queridos. R.
Oh Cristo redentor, ilumina a los que, por no conocerte, viven sin esperanza,
— para que crean también ellos en la resurrección de los muertos y en la vida del
mundo futuro. R.
Oh Cristo, luz del mundo, que, al dar la vista al ciego de nacimiento, hiciste que
pudiera mirarte,
— descubre tu rostro a los difuntos que todavía carecen de tu resplandor. R.
1317. Luego el celebrante introduce oportunamente la oración del Señor, con estas
palabras u otras semejantes:
Ahora elevemos nuestra mente hacia el Padre celestial
y digamos la oración del Señor,
para pedir la venida del reino
y el perdón de nuestros pecados.
Todos:
Padre nuestro...
Tuyo es el reino,
tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor.
1318. El celebrante bendice al pueblo, diciendo:
CUARTA PARTE
RITOS INICIALES
CAPÍTULO XLIII
I. RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
1350. Reunido el pueblo, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
1351. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
La gracia, la misericordia y la paz
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo
estén con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
Todos responden:
Y, con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
1352. El celebrante dispone a los presentes para la celebración de la bendición, con
estas palabras u otras semejantes:
Los objetos piadosos que habéis traído para bendecir muestran, cada uno a su
manera, vuestra fe, ya que sirven para recordar el amor de nuestro Señor, o también
para aumentar vuestra confianza en la ayuda de la santísima Virgen María y de los
santos.
Al pedir la bendición del Señor sobre estos objetos e imágenes, lo que hemos de
procurar ante todo es dar el testimonio de vida cristiana que de nosotros exige el uso
de estos objetos.
Donde hay Espíritu del Señor hay libertad. Y nosotros todos, que llevamos la cara
descubierta, reflejamos la gloria del Señor y nos vamos transformando en su imagen
con resplandor creciente; así es como actúa el Señor, que es Espíritu. Por eso,
encargados de este ministerio por misericordia de Dios, no nos acobardamos; al
contrario, hemos renunciado a la clandestinidad vergonzante, dejándonos de intrigas y
no adulterando la palabra de Dios; sino que, mostrando nuestra sinceridad, nos
recomendamos a la conciencia de todo hombre delante de Dios.
Palabra de Dios.
1354. Pueden también leerse: Rm 8, 26-31; 1Co 13, 8-13; 1Co 15, 45-50; 2Co 4, 1-7;
Ga 1, 1. 3-5; 2, 19b-20; Ef 3, 14-21; Col 3, 14-17; Lc 11, 5-13; Lc 18, 1-8.
1355. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
Salmo responsorial Sal 99 (100), 2. 3. 4. 5 (R.: 5b)
1356. O bien:
Sal 122 (123), 1. 2. 3-4
R. (1) A ti levanto mis ojos a ti que habitas en el cielo.
Sal 138 (139), 1-2. 3-4. 5-6. 7-8. 9-10
R. (cf. 4b) Tú, Señor, lo sabes todo.
Sal 150, 1-2. 3-4. 5
R. (2a) Alabad al Señor por sus obras magníficas.
1357. Después de la lectura, se hace oportunamente la homilía, en la cual el,
celebrante explica la lectura y el significado del rito.
1358. Antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria común. Entre las
invocaciones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le
parezcan más adecuadas o añadir otras directamente relacionadas con las
circunstancias de los presentes o del momento.
Nosotros, hermanos, no queremos tener un semblante de piedad, sino que la
profesamos de corazón; por esto, invoquemos al Señor, diciendo:
CAPÍTULO XLIV
1368-1371.
I. RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
1372. Reunido el pueblo, el celebrante se dirige hacia él, mientras se canta
oportunamente el himno Te gestientem gaudiis («Rezar el santo Rosario») u otro canto
adecuado.
1373. Terminado el canto, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo
Todos se santiguan y responden:
Amén.
1374. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
La gracia y la paz de Dios, nuestro Padre,
de quien, por el Hijo nacido de la Virgen,
procede todo bien,
estén con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
1375. El celebrante dispone a los presentes para la celebración de la bendición, con
estas palabras u otras semejantes:
La santísima Virgen, predestinada desde toda la eternidad, junto con la encarnación
del Verbo divino, para ser Madre de Dios, fue aquí en la tierra la santa madre del
Redentor y cooperó de un modo singular a su obra.
Esta disposición de la divina providencia es puesta de relieve, de manera muy
apropiada y admirable, en aquella forma de oración que se llama el rosario; por esto
los pastores de la Iglesia han tenido siempre en gran aprecio y han recomendado
vivamente el rezo del rosario. Con razón, pues, la Iglesia concede una especial
bendición a los rosarios y a los que, rezando el rosario, recuerdan y meditan los
misterios de nuestra redención, para que, con María y por medio de María, Dios reciba
nuestra alabanza.
A los tres días, María y José encontraron al niño Jesús en el templo, sentado en medio
de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían
quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se
quedaron atónitos, y le dijo su madre:
—«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos
angustiados.»
Él les contestó:
—«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? »
Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió
bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba
creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.
Palabra de Dios.
1378. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
Salmo responsorial Lc 1, 46-47. 48-49. 50-51. 52-53. 54-55 (R.: 49)
R. Haz, Señor, que, por María, nos unamos más íntimamente a Cristo.
Tú que, al unir tan estrechamente a la Virgen María con Cristo, tu Hijo, la colmaste
admirablemente con la plenitud de la gracia,
— haz que la sintamos siempre como intercesora de la gracia. R.
Tú que diste el Espíritu Santo a los apóstoles cuando estaban orando con María, la
madre de Jesús,
— concédenos que, dedicados a la oración, así como vivimos por el Espíritu,
marchemos tras el Espíritu. R.
El celebrante dice la oración de bendición, como se indica más adelante.
1382. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición el celebrante
dice:
Oremos.
Y todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego el celebrante dice la oración de
bendición.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
1383. El celebrante, con las manos extendidas, dice:
Bendito sea Dios, Padre nuestro,
que nos concede recordar
y celebrar con fe
los misterios de su Hijo.
Él nos dé su gracia,
para que, sostenidos por la piadosa súplica del rosario,
nos esforcemos por meditar
y conservar continuamente en nuestro corazón
los gozos, los dolores y la gloria de Jesús,
junto con María, su madre.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1384. O bien:
Te pedimos, Dios todopoderoso,
que tus fieles, al recitar devotamente el rosario,
imploren confiadamente la protección de la Virgen María
y, meditando asiduamente los misterios de Jesucristo,
los reproduzcan en su vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1385. O bien:
Dios todopoderoso y lleno de misericordia,
que, por el gran amor que nos tienes,
quisiste que tu Hijo se hiciera hombre
en el seno de la Virgen María,
por obra del Espíritu Santo,
que sufriera la muerte de cruz
y que resucitara de entre los muertos,
dígnate bendecir a todos los que hagan uso de estos rosarios
en honor de la Madre de tu Hijo,
orando con los labios y el corazón,
para que aumente su devoción
y, en la hora de su muerte,
la misma Virgen María los lleve a tu presencia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1386. Luego sigue la piadosa recitación del rosario, según las costumbres del lugar.
CONCLUSIÓN DEL RITO
1387. Después del canto de una antífona, por ejemplo, Dios te salve, Reina y Madre, u
otro canto adecuado, el celebrante concluye el rito, diciendo:
Dios, que, por medio de santa María Virgen,
ha llenado el mundo de alegría,
se digne colmaros de su bendición.
R. Amén.
Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes,
os bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo.
R. Amén.
FÓRMULA BREVE
1393. En determinadas circunstancias, el sacerdote o el diácono puede emplear la
siguiente fórmula breve:
En el nombre del Padre, y del Hijo, + y del Espíritu Santo.
R. Amen.
CAPÍTULO XLV
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
1397. Reunido el pueblo, o por lo menos los miembros de la cofradía, el celebrante se
dirige hacia ellos, mientras se canta oportunamente algún himno relacionado con la
celebración. Terminado el canto, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
1398. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
La gracia y la paz de Dios, nuestro Padre,
de quien, por el Hijo nacido de la Virgen,
procede todo bien, estén con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
1399. El celebrante dispone a los presentes para la celebración del rito, con estas
palabras u otras semejantes:
Dios se vale de unos signos humildes para manifestar su gran misericordia para con
nosotros. También el hombre adopta estos signos tan humildes para expresar sus
sentimientos de gratitud, para mostrar su voluntad de servir a Dios y su propósito de
ser siempre fiel a su consagración bautismal.
Este escapulario, que es considerado como un signo de ingreso en la confraternidad
con la Orden religiosa de N., aprobada por la Iglesia, expresa una voluntad definida de
participar del espíritu de dicha Orden. Esto equivale a renovar el propósito bautismal
de revestirnos de Cristo, con la ayuda de la Virgen María, que desea en gran manera
que seamos imitadores de Cristo, para alabanza de la santísima Trinidad, hasta que,
vestidos con el traje de bodas, seamos introducidos en la patria celestial.
Teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: «Creí, por eso hablé»,
también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor
Jesús también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros. Todo es para
vuestro bien. Cuantos más reciban la gracia, mayor será el agradecimiento, para gloria
de Dios. Por eso, no nos desanimamos. Aunque nuestro hombre exterior se vaya
deshaciendo, nuestro interior se renueva día a día. Y una tribulación pasajera y liviana
produce un inmenso e incalculable tesoro de gloria. No nos fijamos en lo que se ve,
sino en lo que no se ve. Lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno.
Es cosa que ya sabemos: Si se destruye este nuestro tabernáculo terreno, tenemos un
sólido edificio construido por Dios, una casa que no ha sido levantada por mano de
hombre y que tiene una duración eterna en los cielos; y, de hecho, por eso
suspiramos, por el anhelo de vestirnos encima la morada que viene del cielo,
suponiendo que nos encuentre aún vestidos, no desnudos. Los que vivimos en tiendas
suspiramos bajo ese peso, porque no querríamos desnudarnos del cuerpo, sino
ponernos encima el otro, y que lo mortal quedara absorbido por la vida.
Dios mismo nos creó para eso y como garantía nos dio el Espíritu.
En consecuencia, siempre tenemos confianza, aunque sabemos que, mientras sea el
cuerpo nuestro domicilio, estamos desterrados lejos del Señor. Caminamos sin verlo,
guiados por la fe. Y es tal nuestra confianza, que preferimos desterrarnos del cuerpo y
vivir junto al Señor. Por lo cual, en destierro o en patria, nos esforzamos en agradarle.
Porque todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir premio
o castigo por lo que hayamos hecho mientras teníamos este cuerpo.
1402. El celebrante hace la homilía, en la cual explica a los presentes el significado de
la celebración.
PRECES
1403. Sigue la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el
celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más
directamente relacionadas con las peculiaridades de los fieles o las circunstancias del
momento.
Apoyados en la intercesión de María, que entretejió la vestidura de nuestra condición
mortal para el Verbo, encarnado por nosotros en ella por obra del Espíritu Santo, para
que nosotros pudiéramos participar de la gracia del que es nuestro hermano
primogénito y vivir la alabanza de Dios, invoquemos al Padre, diciendo:
Tú que dispusiste que tu Hijo amado se vistiera de nuestra carne, para que, por medio
de él, los hombres participaran en Cristo de tu vida,
— haz que nos llamemos y seamos siempre hijos tuyos. R.
Tú que quisiste que Cristo fuera en todo como nosotros, menos en el pecado, para
que, siguiéndolo, seamos imagen de tu Hijo,
— concédenos imitar de tal manera a Cristo que te agrademos en todo. R.
Tú que por boca del Apóstol nos exhortas a ser en el mundo la fragancia de Cristo,
— haz que reconozcamos en los hermanos el signo de la presencia de Cristo. R.
Tú que nos embelleces con la vestidura de la santidad y la justicia, para que vivamos
para ti en el Espíritu Santo, mostrando así la santidad de la Iglesia,
— haz que nuestra santidad vaya siempre en aumento, para que cooperemos
generosamente en la salvación de nuestros hermanos. R.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
1404. El celebrante, con las manos extendidas, añade:
Oh Dios, inicio y complemento de nuestra santidad,
que llamas a la plenitud de la vida cristiana
y a la perfección de la caridad
a los que han renacido del agua y del Espíritu Santo,
mira con bondad a estos servidores tuyos,
que reciben con devoción
este escapulario para alabanza de la santísima Trinidad
(en honor de la pasión de Cristo /
en honor de santa María Virgen),
y haz que sean imagen de Cristo, tu Hijo,
y así, terminado felizmente su paso por esta vida,
con la ayuda de la Virgen Madre de Dios,
sean admitidos al gozo de tu mansión.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
IMPOSICIÓN DEL ESCAPULARIO
1405. Luego el celebrante impone el escapulario a los candidatos, diciendo las
siguientes palabras u otras semejantes del Ritual propio:
a) Para el escapulario en honor de la santísima Trinidad o de los misterios de Jesucristo
CAPÍTULO XLVI
BENDICIÓN DE UN HÁBITO
1411-1412.
RITO DE LA BENDICIÓN
1413. El celebrante, al comenzar la celebración, dice:
Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Todos responden:
Que hizo el cielo y la tierra.
1414. Uno de los presentes, o el mismo celebrante, lee un breve texto de la sagrada
Escritura, por ejemplo:
Ef 4, 23-24: Renovaos en la mente y en el espíritu y vestíos de la nueva condición
humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.
1415. Luego el celebrante, con las manos extendidas, dice la oración de bendición:
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
que en el bautismo
nos has despojado del pecado
y nos has revestido de la dignidad de hijos tuyos;
te pedimos que bendigas este hábito de penitencia
y a quien lo va a llevar
por amor a tu Hijo (v. gr.: el Señor de los Milagros),
O bien:
por amor a la Santísima Virgen (v. gr.: del Carmen),
O bien:
por amor a san N. (v. gr.: Francisco, Antonio),
y concédele que, recordando su compromiso de cristiano,
rechace todo pecado y cumpla tus mandamientos,
y alcance la plenitud de los méritos
de la muerte y resurrección de tu Hijo Jesucristo.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
1416. Según las circunstancias, el celebrante rocía con agua bendita el hábito y a los
presentes.
QUINTA PARTE
CAPÍTULO XLVII
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
1421. Reunida la comunidad, el ministro dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
1422. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saluda a los presentes, diciendo:
Dios, rico en misericordia,
que hace maravillas para con su pueblo,
esté siempre con vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
1423. Si el ministro es laico, saluda a los presentes, diciendo:
Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra mesura la
conozca todo el mundo. El Señor está cerca. Nada os preocupe; sino que, en toda
ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean
presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobre pasa todo juicio, custodiará vuestros
corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
1426. Pueden también leerse: 1Co 1, 4-9; Col 3, 15-17; 1Ts 5, 12-14; 1Tm 2, 1-10;
Lc 17, 11-19.
1427. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
Salmo responsorial Sal 65 (66), lb-2. 8-9. 10-11. 13-14. 16-17. 19-20 (R.: 16)
R. Venid a escuchar,
os contaré lo que Dios ha hecho conmigo.
Tú que con amor generoso desbordas los méritos y deseos de los que te suplican,
— concédenos cantar siempre con el corazón y con la boca tus maravillas. R.
Tú que enseñaste a tus discípulos a compartir sus bienes con los demás,
— haz que nuestros hermanos se beneficien también de tus dones, para que puedan
participar de nuestra alegría. R.
1431. En lugar de la plegaria común, se puede cantar el himno Te Deum laudamus (A
ti, oh Dios, te alabamos), o el cántico «Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor»,
o el cántico Magníficat (Proclama mi alma la grandeza del Señor), o un salmo.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
1432. El ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, si es laico, con
las manos juntas, dice la oración de bendición:
Padre todopoderoso,
magnánimo dispensador de todos los bienes,
te damos gracias por los beneficios que nos has otorgado,
y te pedimos humildemente que,
habiendo sido preservados por ti,
nos escondas y protejas siempre
a la sombra de tus alas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1433. O bien:
Oh Dios, cuya misericordia no tiene límites
y cuya bondad es un tesoro inagotable,
te damos gracias por los beneficios que nos has concedido,
implorando de tu bondad
que no abandones a quienes has escuchado
y que nos dispongas para los bienes futuros.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
CONCLUSIÓN DEL RITO
1434. El ministro, si es sacerdote o diácono, concluye el rito, diciendo:
Dios Padre, con el Hijo y el Espíritu Santo,
que ha actuado con vosotros
según la grandeza de su misericordia,
os proteja siempre con su bendición.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
1435. Si el ministro es laico, concluye el rito santiguándose y diciendo:
Dios Padre, con el Hijo y el Espíritu Santo,
que ha actuado con nosotros
según la grandeza de su misericordia,
sea bendito ahora y por siempre.
R. Amén.
CAPÍTULO XLVIII
1437-1439.
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
1440. Reunida la comunidad, el ministro dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
1441. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saluda a los presentes, diciendo:
Dios, fuente de todo bien,
esté con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
1442. Si el ministro es laico, saluda a los presentes, diciendo:
Bendigamos, hermanos, a Dios,
fuente de todo bien.
Todos responden:
Amén.
1443. El ministro dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u
otras semejantes:
Todo lo que Dios ha creado y sustenta, todos los acontecimientos que él dirige con su
providencia, así como las buenas obras de los hombres que induzcan al bien, son
motivo para que los fieles bendigan, de corazón y de palabra, a Dios, origen y fuente
de todo bien. Con esta nuestra celebración, nosotros profesamos nuestra fe en el
hecho de que a los que temen y aman a Dios todo les sirve para el bien, así como
nuestra convicción de que siempre y en toda situación debemos buscar la ayuda divina
para que, uniéndonos a la voluntad de nuestro Padre, podamos hacerlo todo para
gloria de Dios en Cristo.
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS
1444. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo ministro lee un texto de la
sagrada Escritura.
Col 1, 9b-14: Fructificad en toda clase de obras buenas
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Colosenses.
Palabra de Dios.
1445. O bien:
Rm 8, 24-28: El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Romanos.
En esperanza fuimos salvados. Y una esperanza que se ve ya no es esperanza. ¿Cómo
seguirá esperando uno aquello que se ve? Cuando esperamos lo que no vemos,
aguardamos con perseverancia. Pero además el Espíritu viene en ayuda de nuestra
debilidad, porque nosotros no Sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu
mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones
sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
Palabra de Dios.
1446. O bien:
1Tm 4, 4-5: Todo lo que Dios ha creado es bueno
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a Timoteo.
Todo lo que Dios ha creado es bueno; no hay que desechar nada, basta tomarlo con
agradecimiento, pues la palabra de Dios y nuestra oración lo consagran.
Palabra de Dios.
1447. Pueden también leerse: Nm 6, 22-27; Dt 33, 1. 13b-16a; Sb 13, 1-7; Si 18, 1-
9.
1448. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro
canto adecuado.
Salmo responsorial Sal 104 (105), 1-2. 3-4. 5 y 7. 8-9 (R.: 43)
R. El Señor sacó a su pueblo con alegría.
Dios eterno, que nos das un sentido más profundo de esta vida, cuando nos
sometemos de corazón a tu voluntad,
— dígnate llenarnos de tu espíritu de santidad. R.
Tú que enviaste tu Hijo al mundo para que destruyera la maldición del pecado y nos
trajera tu bendición,
— dígnate bendecirnos en su persona con toda clase de bienes celestiales. R.
Tú que enviaste a nuestros corazones el Espíritu de tu Hijo, que nos hace gritar:
«Abbá», Padre,
— escúchanos a nosotros, tus hijos, que reconocemos y ensalzamos tu bondad de
Padre. R.
Tú que por la muerte y resurrección de tu Hijo nos has escogido para ser tu pueblo y
tu heredad,
— acuérdate de nosotros en nuestras necesidades y bendice tu heredad. R.
El celebrante dice la oración de bendición, como se indica más adelante.
1452. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición el celebrante
dice:
Oremos.
Y todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego el ministro dice la oración de
bendición.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
1453. El ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, si es laico, con
las manos juntas, dice:
1454. a) Para las cosas creadas
Bendito seas, oh Dios, Creador del universo,
que hiciste buenas todas las cosas
y confiaste la tierra al hombre para que la cultivase;
haz que usemos siempre con agradecimiento
de las cosas que tú has creado
y que, conscientes de que son un don tuyo,
sepamos compartirlas con los necesitados,
en la caridad de Cristo, nuestro Señor,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
1455. O bien:
Te bendecimos, Señor, Padre santo,
por cuya palabra y poder fue hecho todo,
y por cuya donación recibimos
todo lo necesario para nuestra subsistencia;
te pedimos que nosotros, tus fieles,
obedeciendo de buen grado a tu voluntad,
usemos siempre con agradecimiento de estas criaturas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1456. O bien:
Dios todopoderoso y eterno, que creaste al hombre
adecuadamente provisto de los bienes de esta vida,
para que pudiera aspirar a los dones eternos,
atiende a nuestras súplicas y concédenos que,
fortalecidos con el consuelo de los bienes terrenales,
dispongamos de lo suficiente para nuestra subsistencia
y alcancemos finalmente la herencia que tú nos prometes.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1457. b) Para las cosas hechas por mano de hombre
Dios todopoderoso y eterno,
que sometiste al hombre el mundo creado
para que nos ayudáramos mutuamente por la caridad,
dígnate atender a nuestras súplicas,
con las cuales imploramos tu bendición
sobre los que usarán de estas cosas según su necesidad,
para que siempre te reconozcan a ti como el bien supremo
y amen a sus hermanos con sincero corazón.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1458. c) Para determinadas circunstancias de la vida
Concede, Señor, a tus fieles
encontrar seguridad y riqueza
en la abundancia de tus misericordias
y haz que, protegidos por tu bendición,
se mantengan en continua acción de gracias
y te bendigan rebosantes de alegría.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1459. O bien:
Concede, Señor, que tus fieles,
por la fuerza de tu bendición,
se dispongan interiormente al bien,
para que realicen todas sus obras
fortalecidos y movidos por tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1460. O bien:
Conforta, Señor, a tus fieles
con la bendición que imploramos de ti,
para que nunca nos apartemos de tu voluntad
y siempre podamos agradecer tus beneficios.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1461. O bien:
Señor, bendice a tu pueblo
que espera siempre en tu misericordia
y concédele recibir de tu mano generosa
todo lo que tú mismo le impulsas a pedir.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1462. O bien:
Señor, que tu pueblo reciba los frutos
de tu generosa bendición
para que, libre de todo pecado,
logre alcanzar los bienes que desea.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
CONCLUSIÓN DEL RITO
1463. El ministro, si es sacerdote o diácono, concluye el rito diciendo
Dios, bendito a través de todo,
os bendiga por Cristo en todo,
para que todo os sirva para el bien.
R. Amén
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
1464. Si el ministro es laico, concluye el rito santiguándose y diciendo:
Dios, bendito a través de todo,
nos bendiga por Cristo en todo,
para que todo nos sirva para el bien.
R. Amén.