Cristologia de La Obra Lucana
Cristologia de La Obra Lucana
Cristologia de La Obra Lucana
LA OBRA LUCANA.
Evangelio de Lucas y Hechos de los Apostoles.
La cristología es central para la
interpretación de Lc-Hch (Richard), pues
Jesús está en el corazón de la teología
lucana. Por Jesús, Dios realiza su plan
de salvación. Muchos estudios recientes
han insistido en aspectos de la
cristología del evangelio, como profeta,
siervo, testigo, mártir, pero han
descuidado la de Hch, donde aparece
como Mesías / Cristo, Hijo de David,
Señor, Hijo de Dios, Siervo del Señor,
profeta como Moisés, Hijo del Hombre,
el Santo y Justo.
Características Cristológicas
El bautismo de Jesús
“Tu eres mi hijo, el amado, en ti me
he complacido” (Lc 3,22)
Misión de Jesús
Salvador de Israel y
universal
Lc 24,47 – salvación
para todas las naciones
Hechos de los Apóstoles
La obra de Cristo prosigue a
través de sus testigos y tiene que
ser contada como una
continuación del evangelio. La
decisión teológica tiene un valor
considerable porque la
revelación no se limita ya la vida
de Jesús, sino que en adelante
engloba la historia de los testigos
juntos, con hechos el evangelio a
su historia.
Cristología de los Hechos de los Apóstoles.
Hch supone y confirma el mensaje total de los Evangelios, no sólo de los
tres Sinópticos, sino que en cierto modo anticipa el mensaje del Evangelio
de Juan. Es de notar que Lucas, al escribir Hch como continuación de su
Evangelio, supone y tiene en la mente cuanto ha escrito en su Evangelio.
Hch subraya cuidadosamente el aspecto de que el misterio pascual -
pasión, muerte y resurrección- no es un acontecimiento debido a la propia
dinámica de los hechos, sino esencialmente el cumplimiento en el tiempo
del plan salvífico establecido por Dios, providencialmente llevado adelante
a través de las contingencias humanas, progresivamente revelado en las
profecías del AT, y finalmente, llevado a efecto y cumplido por Jesucristo
(cfr. p.e., Hch 2,23; 3,18; 4,28; 13,27-29; 17,3-11; 26,23; etc.). La Ascensión
de Jesús íntimamente unida con su Resurrección, es el punto de partida
peculiar de la Cristología de Hch (cfr. Hch 1,1-11; 2,33; 3,13.21; 5,21; 7,56;
17,31; etc.).
En cuanto a lo que podríamos llamar doctrina teológica sobre Jesús, esto
es, un segundo paso en profundidad tras el primero de proclamación o
kérygma de la noticia salvífica que es Jesús, Hch es rico, pero asistemático:
Lucas no compone un tratado de Cristología (ya hemos expuesto el
género y características de Hch).
Es de singular importancia la presentación que hace Lucas del misterio de
Jesucristo en los sucesivos discursos de Pedro y Pablo ante diferentes
auditorios: judíos, paganos, creyentes de procedencia judía y heleno-
cristianos. Vemos como según las circunstancias, la presentación del
misterio de Cristo adquiere vocabulario y conceptos matizados, que están
en relación con la capacidad y actitudes de los oyentes respectivos.
Sintetizando lo más posible podemos decir que:
– en Hch la humanidad de Jesús ha sido constituida en estado y condición
de poder divino.
– Los diversos títulos que se dan a Jesús en Hch: Señor (Kyrios, p.e.,
2,36), Salvador (5,31), Siervo de Dios (3,13.26; 4,25.27.30), Justo (Hch
7,52; 22,14), Santo (3,14) y sobre todo Xristós (las más de las veces),
indican siempre la mesianidad de Jesús, concebida ésta en su más alta
trascendencia de Hijo de Dios.
El libro se abre con una temática claramente cristológica: los "cuarenta días"
(número bíblico simbólico que indica el paso a una nueva generación, el tiempo
necesario para que Dios transforme una situación) de encuentros que los
discípulos con el Resucitado antes de su ascensión a los cielos (Hch 1,3). Este
tiempo se concluye justamente con el relato de la ascensión, que en la obra de
Lucas ocupa un lugar importante: cierra su primer libro (Lc 24,30-31) y abre el
segundo (Hch 1,9-11). Es un momento que sirve para distinguir la historia de
Jesús que se concluye en la tierra (Evangelio) de la historia de la iglesia que
comienza (Hechos).
Esta idea típicamente lucana, muy diferente de la de Mateo (que ignora la
ascensión y afirma que el Resucitado está constantemente presente en la historia
terrena de la iglesia: Mt 28,20), subraya de forma realista el inicio de una nueva
época histórica para los discípulos de Jesús. Lucas, sin embargo, tendrá mucho
cuidado de dejar claro distinción no quiere decir separación: en los Hechos de los
Apóstoles es claro que el anuncio de la iglesia, tal como aparece en los discursos
del libro, está sólidamente centrado en la figura de Jesús. En los Hechos el acento
se pone casi exclusivamente en el misterio y el anuncio de la resurrección de
Cristo, proclamado como intervención divina y salvadora, objeto del testimonio
misionero de la iglesia (cf. 1,22; 2,32; 3,15; etc.).
Otro tema cristológico importante que recorre todo el libro es la comunión con el Señor
glorificado. El gesto litúrgico del "partir el pan" es parte integrante de la vida de la
comunidad (2,42-46; cf. Lc 24,30-35). La comunidad se nutre gozosamente del
misterioso pan que el Resucitado mismo ha "partido" para los suyos. El uso del nombre
de Jesús es otra forma con que el libro manifiesta la presencia del Señor: el bautismo
es administrado "en el nombre de Jesús el Cristo" (2,38; 10,48; 19,5); en su nombre los
apóstoles realizan prodigios y milagros (3,6; 4,10-12; 9,34; 16,18).
La concepción bíblica del "Nombre" sugiere que no se trata simplemente de "nombrar"
a un personaje lejano, sino de la misteriosa manifestación del poder que mana de
alguien vivo y presente. La continua comunicación del Señor con su iglesia se pone de
manifiesto también a través de los relatos de misteriosas apariciones de Jesús. En este
sentido la figura de Pablo es ejemplar: su conversión es consecuencia de un encuentro
con el Resucitado (9,1-8; 22,6-10; 26,12-18), su misión entre los gentiles es precedida e
indicada por Jesús en una visión (22,17-18), como también la difícil fundación de la
iglesia de Corinto (18,9-11) y su viaje a Roma como testigo (23,11).