Andre Serge - La Significacion de La Pedofilia
Andre Serge - La Significacion de La Pedofilia
Andre Serge - La Significacion de La Pedofilia
LA PEDOFILIA
SERGE ANDRÉ
Conferencia en Lausanne, 8 de junio de 1999
Traducción : Guillermo Rubio
Por razones que ignoro - y sobre las que siempre me pregunto - esta práctica
me ha conducido a recibir regularmente demandas de sujetos que el lenguaje
común calificaría de "pedófilos". ¿Por qué han venido a mi ? ¿ Por qué me
han elegido ? ¿ Por qué por mi parte les he recibido sin la menor reserva, sin
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temor ni repugnancia, sin curiosidad obscena tampoco y, con frecuencia,
durante largos años ? No lo sé. Todo lo que sé es que lo que decían, las
cuestiones que me planteaban y las dificultades a las que se confrontaban,
me interesaban.
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su analista durante las primeras sesiones, se habían reproducido,
textualmente idénticos, hasta el término de esta primera tentativa.
Los dos síntomas principales con los que alimentaba su queja aparente (la
impotencia sexual completa con las mujeres y la imposibilidad de soportar
una relación en la que hubiera una fuente cualquiera de autoridad masculina)
podían, sino desanudarse, por lo menos explicarse. No voy a entrar en la
continuación de este análisis ni en su conclusión, que merecerían
ciertamente una exposición exhaustiva. Diez años después del final de este
trabajo tuve la ocasión de hablar sobre la clínica de la pedofília con aquel
colega, el primer analista de este paciente. Cuando le pregunté por qué nunca
había subrayado la importancia del fantasma pedófilo de su ex-paciente, me
respondió sorprendido : ¡ nunca había pensado en eso ! Y ademas, añadió
rápidamente, si me hubiera dado cuenta en aquella época, ciertamente no
habría llamado la atención del paciente sobre este punto sino que sin duda
habría interrumpido el análisis, ya que - decía - "hay ciertas cosas que más
vale no saber...".
Hay ciertas cosas que más vale no saber... Yo solo puedo manifestar mi
desacuerdo completo con esta opinión. Estoy convencido por el contrario de
que, en todos los casos, más vale saber. No digo que sea bueno saber todo. ¡
Lejos de eso ! Hay un saber que hace daño. Hay incluso - y eso ocurre - un
saber del que uno sólo difícilmente puede restablecerse (pienso, por ejemplo,
en el caso de una mujer joven que vino en análisis porque estaba literalmente
destrozada por el fantasma de haber sido violada por su padre y que fue
conducida a descubrir durante su análisis que su madre había tenido
relaciones incestuosas con su propio padre - el abuelo materno de mi
paciente -, entre los ocho y los veinte y tres años, es decir, hasta dos años
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después del nacimiento de su hija). Eso no es un motivo, yo pienso más bien
que vale la pena saber. Es el principio del psicoanalista, como es el principio
de Edipo, no del Edipo del complejo, sino del de la tragedia de Sófocles.
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nada que ver con la significación de la pedofília, es decir con el amor
electivo por los niños - entendiendo amor en su sentido más amplio, del
registro platónico al acto sexual más crudo, y niño como un ser joven que
aún no ha alcanzado la pubertad. Marc Dutroux es seguramente un criminal,
aparentemente un psicópata, y quizás un perverso sádico, pero seguro que no
es un pedófilo. A titulo de comparación - y con las reservas que estas
palabras implican - el caso de Marc Dutroux esta mucho más próximo del de
un Gilles de Rais que de los pedófilos famosos y declarados como Lewis
Carroll, André Guide, Henry de Montherlant, Roger Peyrefitte o Roland
Barthes, entre otros. La comparación con el proceso de Gilles de Rais parece
imponerse, pues este último no se contentaba con tener relaciones sexuales
con los niños que raptaba, sino que además les mataba sistemáticamente
después de torturarles, siguiendo así el ejemplo de algunos ilustres
emperadores romanos como Tiberio y Caracalla.
El caso Dutroux nos recuerda así lo que Freud puso en evidencia, a saber
que la pulsión sádica es uno de los componentes fundamentales que
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caracterizan al ser humano. Los animales pueden ser crueles, pero no son
sádicos. "El crimen es el hecho de la especie humana" decía Georges
Bataille. Es una frase que Freud habría podido escribir. Una de las
expresiones más frecuentes de esta pulsión sádica es el maltrato, la tortura, y
el asesinato de niños. Hay que resignarse a admitir, a pesar de la repulsión
que provoca ese saber, que nuestra "humanidad" se reconoce también en el
hecho de incluir ciertos seres cuyo goce consiste en cortar niños en trozos. El
escándalo y la emoción popular producidos por la revelación del caso
Dutroux - tanto como, por otra parte, la significativa capacidad de las masas
que habían desfilado en las "marchas blancas" hace apenas dos años para
ignorar ahora toda información sobre el caso - son en realidad, directamente
proporcionales a la represión a la que todos sometemos nuestro propio
sadismo.
Si, tenemos que reconocerlo, si, hemos olvidado todo eso. O más bien, lo
hemos reprimido : no queremos saber nada.
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faz de la libido que todos hemos tenido que censurar enérgicamente en
nosotros mismos. Han tenido que pasar cincuenta años para que el proceso
Papon haya tenido lugar (si podemos considerar que lo que ha tenido lugar
fue el proceso que teníamos derecho a esperar). Estén seguros de que habrá
que esperar por lo menos tanto tiempo para que el caso Dutroux sea
verdaderamente aclarado.
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erección. En 1978, una nueva novela del mismo autor titulada Quand mourut
Jonathan, traza la aventura amorosa de un artista de edad madura con un
niño de ocho años. Este libro es celebrado en Le Monde del 14 de abril de
1976 : "Tony Duvert va hacia lo más puro"... En 1979, L île Atlantique le
vale nuevos elogios ditirámbicos de Madeleine Chapsal.
¿ Qué pasó entonces entre 1980 y 1995 para que la opinión pública sufriera
un cambio tan espectacular ? Me gustaría que alguien me aclarara este
misterio. El fenómeno es especialmente significativo puesto que nuestras
sociedades occidentales contemporáneas parecen desde entonces cimentadas
en el ideal sacrosanto, pero puramente imaginario, del niño-rey y por la
obsesión correlativa de la protección de la infancia. Lejos de mi la idea de
discutir la necesidad de dicha protección y el progreso que constituye. Pero
la mejor protección del niño ¿ no es más bien el deseo y el apoyo que los
adultos que le rodean le manifiestan a fin de verle crecer ? Hace algunos
meses me sorprendió - y estoy particularmente contento de contarles esta
sorpresa aquí, en el hospital Nestlé que ha querido recibir mis palabras esta
tarde - ver una publicidad de la firma Nestlé en la pantalla de mi televisión
en la que el texto enunciaba orgullosamente : "En Nestlé el niño es
presidente". ¿ No estamos al borde de una especie de delirio colectivo ? ¿
Quién no ve la hipocresía de este culto al niño inocente, virgen de cuerpo y
alma, el niño maravilloso y puro cuyo universo se considera poblado
únicamente de sueños y de juegos ? ¿ Quién no observa, en el lenguaje y en
la imaginería publicitaria y mediática de hoy en día, que la mercancía más
preciosa del mundo es un niño hermoso ? ¿ A quién no le choca constatar
que el ejemplo de Ciudad ideal que se nos propone tiene dos versiones :
Dysneyland y Las Vegas ? De un lado, el mundo del niño imaginado como
un adulto en miniatura, del otro, el mundo del adulto imaginado como un
niño eterno. Hemos entrado, sin darnos cuenta, en una verdadera idolatría
del niño, en una "infantolatría", en la infantilización general del mundo. Los
niños se visten como adultos mientras los adultos se atiborran de caramelos
y de juguetes como niños - unos y otros se disputan los mandos de la consola
del ordenador familiar. Lo ideal hoy en día es permanecer niño, ya no es
convertirse en adulto. Y, cada vez más, es una cierta representación
imaginaria del niño la que hace ley. Es el niño mítico cuya estatua se eleva al
rango de ídolo en la medida misma en la que los adultos caen del pedestal,
dimiten de su función y se infantilizan cada vez más.
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Curiosa, pero lógicamente, cuanto más se amplía esta celebración del niño
imaginario, más se pone de manifiesto en el seno de la realidad económica y
social, que el niño representa un coste. Además, cuanto más se le venera más
se convierte en un bien escaso, más tiende a ser único. Si en todas las fases
de la civilización que nos han precedido, y en las culturas que rodean nuestro
territorio Occidental, se considera al niño como la primera riqueza, para
nosotros constituye actualmente una carga y a cada cual le parece normal
que el Estado corra con los gastos. En suma, el niño que adulamos y
queremos proteger de todo, el niño que mantenemos en un estado artificial
de infancia, es cada vez más irreal. Es nuestro sueño narcisista y en última
instancia sólo le queremos para nuestro propio placer. Para nosotros el niño
ya no es una riqueza, sino que se ha convertido en un lujo - lo que es
totalmente diferente.
4. LA SIGNIFICACIÓN DE LA PEDOFÍLIA
Por una parte se puede abordar la pedofília desde un punto de vista exterior,
objetivo, descriptivo. Es lo que hacen los juristas que deben establecer los
hechos y calificarlos después, es decir traducirlos al lenguaje del derecho
penal. Por ejemplo, se llamará "violación" a toda relación sexual entre un
adulto y un niño que tenga menos de una cierta edad fijada por la ley.
También es lo que hacen los psicólogos y los sexólogos, sobre todo los que
pretenden hoy en día ser expertos en el tratamiento de los pedófilos. Los
psicólogos describen los comportamientos fundándose en el modelo teórico,
experimentado con el animal de laboratorio, del reflejo automático inducido
por el estímulo. Por ejemplo, cierta imagen que representa a un niño
pequeño desencadena un principio de erección en el paciente. El tratamiento
consistirá entonces en asociar dicha imagen con una sensación de displacer.
Así, se mostrará sistemáticamente dicha imagen al paciente enviándole una
descarga eléctrica dolorosa en el pene. En estos dos enfoques, el que se
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funda sobre los hechos y el que se funda sobre los comportamientos, se
evacúa una dimensión esencial - la más esencial - : la del sujeto que hace el
acto calificado de "pedófilo", la de la dimensión subjetiva (y no objetiva) de
este acto.
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5. LA ESTRUCTURA DE LA PERVERSIÓN
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como "desmentido", la traducción más literal - consiste en plantear
simultáneamente dos afirmaciones contradictorias a) si, la madre está
castrada b) no, la madre no está castrada. El neurótico experimenta una gran
dificultad para comprender el proceso. Pues para el neurótico, la lógica
inconsciente se funda sobre el principio de identidad, que es la base de la
lógica clásica : A = A. Para el perverso, el desmentido significa que A = A y
también, al mismo tiempo, que A es diferente de A. Esta coexistencia - que
sólo es contradictoria para el neurótico - hace del perverso un argumentador
temible (por lo menos cuando es inteligente) y un retórico particularmente
apto para manejar y manipular el valor de verdad del discurso para tener
siempre razón.
2. El Edipo perverso
El Edipo perverso se distingue por el lugar especialmente particular que se
atribuye al padre en cada uno de los niveles en el que es llamado a cumplir
su función. En tanto que instancia simbólica, depositario de la ley, de la
prohibición y de la autoridad, el padre es perfectamente reconocido - el
perverso no es psicótico. Igualmente, los atributos del padre imaginario,
héroe o cobarde, padre ogro o padre ciego, son localizables y localizados por
el sujeto. Es a nivel del padre real que la perversión llama la atención. En la
situación edípica que caracteriza a la perversión, el hombre que es llamado
en la realidad a asumir el papel de padre es sistemáticamente dejado de lado
- en exilio, diría Montherlant - por el discurso materno que envuelve al
sujeto. Convertido así en un personaje irrisorio, en una pura ficción, el padre
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se ve reducido a ser únicamente una especie de actor de comedia a quien se
le pide actuar de padre, pero sin que este papel implique la menor
consecuencia : es un padre "para la escena".
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3. El uso del fantasma
A nivel de contenido, se puede decir que todo fantasma es esencialmente
perverso. El escenario imaginario en el que el neurótico conjuga su deseo y
su goce no es nada más, después de todo, que el modo en el que se imagina
perverso en secreto. No es por lo tanto el contenido del fantasma el que
permite diferenciar al perverso del neurótico sino, como voy a mostrar, su
uso.
Tesoro secreto, estrictamente privado en el neurótico (de tal modo que hacen
falta años de análisis para que consienta en comenzar a hablar de ello), el
fantasma para el perverso es por el contrario una construcción que sólo toma
sentido cuando se hace público. Para el neurótico el fantasma es una
actividad solitaria : es la parte de su vida que sustrae al lazo social.
Inversamente, el perverso se sirve del fantasma (sin ni siquiera darse cuenta
por otra parte de que se trata de un montaje imaginario) para crear un lazo
social en el que su singularidad pueda realizarse. Para el perverso, el
fantasma sólo tiene sentido y función si es puesto en acto o enunciado de tal
modo que consiga incluir a un otro, con o sin su consentimiento, en su
escenario. Es lo que aparece, considerado del exterior, como una tentativa de
seducción, de manipulación o de corrupción del partenaire. Por ejemplo, el
sádico exigirá de su víctima que ella misma le pida, acusándose de una u
otra falta, el castigo que va a infligirle - castigo que aparecerá entonces como
"merecido".
¿ Por qué esta necesidad de obtener la complicidad forzada del otro ? Porque
en la perversión el fantasma tiene una función demostrativa. El perverso solo
puede, en efecto, asegurarse de su subjetividad a condición de hacerse
aparecer como sujeto positivado en el otro (maniobra en la que no es más
que el agente). ¿ Pero de qué sujeto se trata en este caso ? De un sujeto para
el que es esencial, vital, afirmar que hay continuidad entre deseo y goce.
Pues para el perverso un deseo que no se termina en goce no es más que una
mentira, una estafa o una cobardía. Esta mentira y esta cobardía es lo que
denuncia incansablemente como constitutivos de la realidad del neurótico y
del orden social : si éste prohibe el goce (en todo caso, a partir de cierto
punto) es porque el neurótico no se atreve a gozar verdaderamente. El goce
constituye el valor supremo del universo perverso, mientras que en la
neurosis, es el deseo. Por eso es por lo que el neurótico se sostiene
perfectamente en un deseo insatisfecho (en la histeria), en un deseo
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imposible (en la neurosis obsesiva) o en un deseo prevenido (en la fobia). El
neurótico encuentra su apoyo en un deseo cuyo objeto siempre falta - cada
vez que cree haberlo alcanzado, se desilusiona rápidamente : no, no era
"eso". Por esta razón, en la neurosis, el goce va siempre acompañado de
culpabilidad.
Para entrar en esta teoría, hay que cernir la relación subjetiva que el perverso
mantiene con la Ley. La opinión común tiende a confundir perversión y
transgresión. Sin embargo seria completamente simplista y erróneo asimilar
al perverso a un fuera-de-la-ley, incluso si la interrogación cínica, el desafío
y la provocación de las instancias que representan la ley constituyen datos
constantes de la vida de los perversos.
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una virtuosidad dialéctica notables. Su texto no-escrito no promulga más que
un solo precepto : la obligación de gozar.
6. LA PERVERSIÓN PEDÓFILA
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condición de que no fueran ciudadanos romanos. En la Edad Media, los
monasterios eran lugares privilegiados de relaciones pedófilas entre monjes
y jóvenes novicios. En bastantes de las culturas que nos rodean hoy en día el
uso sexual de los niños, o su prostitución organizada, es considerada como
algo normal de lo que nadie se preocupa. Esa especie de caza al pedófilo que
se ha convertido, desde hace poco, en la consigna de nuestros países debe ser
considerada por lo tanto como un fenómeno curioso más que como un
progreso de la civilización. En tanto que psicoanalista pienso que antes de
empeñarse en la lucha contra la pedofília, convendría esclarecer de entrada
por qué y contra qué lucha el pedófilo. Hay que escuchar eso antes de
condenarlo.
La pedofília se define como el amor por los niños - precisemos : una cierta
forma de amor que apunta a cierto tipo de niños. No hay que confundir por
lo tanto, repito, al perverso pedófilo con el perverso sádico. La ley positiva
en vigor impone, por razones de técnica de procedimiento y de lingüística
penal, calificar automáticamente de "violación" las relaciones sexuales de un
adulto con un niño de menos de una cierta edad, pero no por ello debemos
tomar realmente a los pedófilos por violadores sistemáticos. En principio
(por supuesto hay excepciones), la violación no interesa al pedófilo. Por el
contrario, su discurso se funda sobre la tesis de que el niño consiente las
relaciones que el pedófilo mantiene con él, y más aún, que el niño mismo las
pide. Lo que dice el pedófilo - yo caricaturizo apenas, lo he oído
regularmente en mi práctica - es casi que el niño le ha violado a él. Es un
punto muy importante, hay que tomar estas palabras muy en serio (lo que no
quiere decir que haya que creerlas).
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convencernos, es que la violencia en relación al niño se sitúa esencialmente
en la estructura familiar por el hecho de ser fundamentalmente represiva en
relación a la sexualidad. El perverso pedófilo sostiene que los padres - y, en
primer lugar, el padre - abusan de sus hijos y les violentan robándole su
sexualidad, impidiéndoles hacer el amor y obligándoles a no ser más que
voyeurs del erotismo parental (cf. Le bon sexe illustré de Tony Duvert).
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Pero ¿ qué es un verdadero amor paterno tal que el pedófilo lo concibe ? Es
un amor pasional y sensual que se sitúa en rivalidad profunda con el amor
materno - como si la madre robara al padre la parte erótica del amor que éste
experimenta por el niño. Restaurar la pasión de ser padre y hacer de ésta el
modelo de la pasión amorosa, eso es lo que está radicalmente en juego en la
pedofília. Es la razón por la que el pedófilo esta íntimamente persuadido de
hacer el bien a los niños con los que tiene relaciones amorosas o sexuales.
También es por lo que está convencido de ser mejor educador - mejor
porque más verdadero - que el padre legal. Replica las leyes y las
costumbres familiares que castran a los padres antes de castrar a los hijos,
pues sólo puede estar a la altura de su función el padre cuyo amor no
retrocede ante la pasión. Una pasión que no rechaza ni reprime lo que
implica de sensualidad y de erotismo. Una pasión que exige la reciprocidad
porque cree saber que el niño mismo reclama esta sensualidad paterna. En
suma, el perverso pedófilo nos plantea el desafío de concebir la función
paterna como algo fundado sobre la idealización de la pulsión más que sobre
la idealización del deseo. En esta pasión, la iniciación al goce tiene la más
grande importancia. En efecto, como en toda perversión, el goce se identifica
aquí a la Ley. Se trata entonces de introducir al niño a la verdad de la Ley y
de hacerle descubrir la mentira fundadora de la familia y de la normalidad
social. Tony Duvert, que ya he citado, denuncia esta mentira como la alianza
de una maternidad incestuosa y de una paternidad pederasta cuyo sexo se
pretende ausente (cf.. Tony Duvert, Le bon sexe illustré, pp. 66-67).
Algunas palabras en fin sobre el niño que es tomado como objeto elegido de
la perversión pedófila. A veces se ha evocado la idea de que el niño jugaría
para el pedófilo el papel de un fetiche. Es una idea que me parece interesante
aunque no me parece exacta. Hay que señalar - es un criterio decisivo para
distinguir al pedófilo del homosexual pederasta - que el pedófilo elige al
niño pre-púber. Es una noción muy difícil de manejar, sobre todo para el
legislador o para el juez, obligados a apoyarse sobre criterios "objetivos",
como por ejemplo la idea absurda de una edad en la que se fijaría lo que se
llama la "mayoría sexual". La pre-pubertad no se refiere ni a una edad ni a
una definición biológica o médica de la pubertad. Es una noción vaga, vaga
puesto que su objeto es confuso. En efecto, a lo que apunta la perversión
pedófila es al niño cuyo cuerpo o cuyo espíritu no han elegido aún
verdaderamente su sexo. Es el ángel o el angelote como se prefiera. Es el
niño aparentemente asexuado o sexuado de una manera indefinida, es el ser
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que encarna en cierto modo el desmentido opuesto al reconocimiento de la
diferencia de sexos, y en quien el pedófilo discierne, por esta misma razón,
la dicha de una sexualidad completa, más amplia que la de los adultos. Esta
imprecisión de la sexuación del niño no tiene solamente la función de
sostener la defensa contra la homosexualidad, tan inherente a la pedofília
como a otras formas de perversión. Los pedófilos y los homosexuales se
horripilan mutuamente, es una dato bien conocido de la clínica. Pero, más
allá de esta función de defensa, la exigencia de que el niño sea elegido antes
de la manifestación de la pubertad significa que el pedófilo busca en el niño
que le atrae la encarnación del desmentido de la castración y de la diferencia
de sexos. El niño elegido por el pedófilo es el tercer sexo. O más
exactamente es el sexo que une, confundiéndolos, los polos opuestos de la
diferencia sexual. Esto es por lo que la atracción que experimenta el pedófilo
puede cristalizarse tanto sobre un rasgo de feminidad exquisita que aparece
en un joven muchacho como sobre la travesura de una chiquilla.
En todo caso, el psicoanálisis del pedófilo permite poner en claro que, lo que
el pedófilo busca encontrar y hacer aparecer en la figura infantil elegida por
su pasión es él mismo. No se trata solamente de una búsqueda narcisista, ni
de un proceso de identificación imaginaria. Esta búsqueda frenética no se
sitúa solamente a nivel del yo y de sus imágenes especulares. Es el sujeto en
tanto que tal el que es llamado a revelarse. El sujeto, es decir lo que sólo es
un vacío en la cadena significante del discurso. El pedófilo llena este vacío
provocando la aparición de un niño que representa la encarnación de un
sujeto natural más que de un hijo del lenguaje, de un sujeto que seria virgen
de la marca significante, de un sujeto anterior a la castración simbólica. Ese
es su extravío fundamental. Ahí es donde se manifiesta hasta que punto él
mismo se ha quedado convertido en un eterno niño imaginario, atado a ser lo
que podría llenar la falta del deseo de su madre para que la beance del
mismo no aparezca nunca.
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sujetos pedófilos me permite confirmar que, para ellos, la infancia no es un
momento, una etapa transitoria de la vida, un tiempo destinado
esencialmente a terminarse, sino una especie de estado del ser que hay que
restituir en una temporalidad indefinida. En la lógica pedófila, el niño
constituye el desmentido opuesto a la división del sujeto : el "sujeto-niño"
encarna el mito de una completud natural en la cual el deseo y goce no están
separados. Por eso cada pedófilo está constantemente confrontado al drama
de ver al niño amado transformarse y abandonar este estado del cual se hace,
él, depositario. También es por eso por lo que, a pesar de su atractivo y
frecuentemente de su talento excepcional para la pedagogía, pienso con
François Regnault, que se puede definir al pedófilo como "el reverso del
pedagogo" (cf. L Infini n° 59, p. 125). Puesto que el verdadero pedagogo - ¿
todavía los hay hoy en día ? - es el que funda su práctica sobre la suposición
de que el deseo más fundamental del niño es el deseo de hacerse mayor.
Como escribe Hegel en sus Principios de filosofía del derecho (§ 175), "la
necesidad de ser educado existe en los niños tanto como el sentimiento, que
les es propio, de no estar satisfechos de lo que son. Es la tendencia a
pertenecer al mundo de los mayores que adivinan superior, el deseo de
hacerse mayor. La pedagogía del juego trata al elemento pueril como algo
que tendría un valor en si mismo, lo presenta a los niños como tal, y
menosprecia para ellos lo que es serio, y se deprecia ella misma en una
forma pueril poco valorada por lo niños. Representándolos como acabados
en el estado de inacabamiento en el que se sienten, esforzándose así en
contentarles, turba y altera su verdadera necesidad espontánea que es mucho
mejor" (citado por F. Regnault in op.cit.).
Instruidos por estas últimas frases, nos toca interrogarnos sobre el sentido,
que evocaba más arriba, de la evolución contemporánea de nuestra sociedad.
Este movimiento, que he designado como "infantolatría" de la época, ¿ no
corre el riesgo de llevarnos hacia una forma de pedofília generalizada y
triunfante? Esta hipótesis podría en todo caso explicar las manifestaciones de
horror y de pánico que el pedófilo despierta hoy en día en nuestra sociedad.
¿ Este horror no sería finalmente el horror ante la revelación de la
significación de nuestra propia idealización de la infancia ?
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