Los Orígenes de La Lengua Española en América Los Primeros Cambios en Las Islas Canarias, Las Antillas y Castilla Del Oro - Jens Luedtke
Los Orígenes de La Lengua Española en América Los Primeros Cambios en Las Islas Canarias, Las Antillas y Castilla Del Oro - Jens Luedtke
Los Orígenes de La Lengua Española en América Los Primeros Cambios en Las Islas Canarias, Las Antillas y Castilla Del Oro - Jens Luedtke
DIRECTORES:
Iberoamericana • Ve r v u e r t • 2013
Gedruckt mit Unterstützung des Förderungs- und Beihilfefonds Wissenschaft der VG Wort.
© Iberoamericana, 2013
Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid
Tel.: +34 91 429 35 22
Fax: +34 91 429 53 97
info@iberoamericanalibros.com
www.ibero-americana.net
© Vervuert, 2013
Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main
Tel.: +49 69 597 46 17
Fax: +49 69 597 87 43
info@iberoamericanalibros.com
www.ibero-americana.net
Depósito Legal:
PRÓLOGO ...................................................................................................... 11
1
G. Leopardi 1991: II, 1387.
16 JENS LÜDTKE
2
En lo que sigue retomo y amplío gran parte de mis contribuciones de 1998 y 1999b.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 17
nacionalismos de todos los países de lengua española son un obstáculo para una
visión sintética, pero esto no impide a los hispanohablantes sostener, frente a las
naciones no hispánicas, cierta unidad panhispánica, incluso con orgullo. Pode-
mos eludirla en la actualidad, aunque nos deja en una situación ambigua: en la
época colonial, sin embargo, esa unidad fue una realidad manifiesta.
Extrañamente, para la historiografía de la lengua española el descubrimiento
de América no ha tenido lugar. En efecto, no se encadena la historia de la lengua
en la metrópoli con el desarrollo de la lengua en América en las obras que se lla-
man Historia de la lengua española. Esta afirmación no deja de ser cierta incluso
después de la excelente Historia de la lengua española editada por Rafael Cano
Aguilar en 2004. La obra introduce notables innovaciones: la historia lingüística
se enriquece de un estudio documental y textual, de lenguajes técnicos y del espa-
ñol en contacto con otras lenguas en la Península Ibérica e Hispanoamérica, pero
más que “historia” es una enciclopedia de la diacronía de la lengua. Una enciclo-
pedia histórico-lingüística es también la Romanische Sprachgeschichte o Histoire
linguistique de la Romania (2003, 2006, 2008), editada por Gerhard Ernst, Martin-
Dietrich Gleßgen, Christian Schmitt y Wolfgang Schweickard, en la cual se trata
la historia externa del español de América y de otros continentes por países (HSK
23.1 2003: 972-1069), y en algunos casos por temas. Sin embargo, no faltó quien
trajera la relación a la memoria. Recuerdo las palabras que Ramón Menéndez
Pidal escribió en 1950:
3
R. Menéndez Pidal 1950: 9-10.
18 JENS LÜDTKE
No puedo dejar de comentar estas líneas muy propias de su autor que mani-
fiestan la idea que tiene de la historia de la lengua española. En primer lugar,
proyecta la extensión del territorio del reino de Castilla durante la época de Enri-
que IV (1454-1474) en las dimensiones del país posteriores al reinado de los
Reyes Católicos y, hasta cierto punto, a la Guerra de Sucesión Española. No es
necesario apropiarse esta visión ideológica de una España que tiene continuidad
a través de sus habitantes desde la Antigüedad. El “más alto punto de interna per-
fección” se remite a los Siglos de Oro y el “externo desarrollo” a la implantación
de la lengua en América. Y finalmente, no puedo estar de acuerdo con una con-
cepción que ve en la eliminación de lenguas como el leonés y el aragonés una
forma de la unificación con ellas. Pero todo esto no impide que se marque con
toda claridad este momento clave de la historia lingüística.
Se puede argüir que lo que fue una realidad en la colonia, no lo fue después
de la Independencia y que se justifica de esta manera una historia nacional de la
lengua española en los Estados hispánicos. Pero si el camino va de la lengua de
Castilla “al español de veinte naciones”4, se pone de manifiesto que estas nacio-
nes se distinguen de otras naciones por su lengua, razón sobrada para tratar la
constitución de la lengua española como lengua de veinte naciones en una visión
de conjunto.
Han pasado más de quinientos años desde que Colón creyó haber descubierto
las Indias por el camino del Oeste, se colonizó el Nuevo Mundo y se implantó
ahí la lengua española. El español es la lengua románica que tiene el mayor
número de hablantes. Desde el siglo XIX, la gran mayoría vive fuera de la Penín-
sula Ibérica. No obstante esta evidencia, la historiografía del español americano
no ha progresado de acuerdo con las interrelaciones históricas. Esta carencia se
explica en parte por el atraso del desarrollo de la lingüística histórico-comparati-
va en España e Hispanoamérica. Una investigación continua supone su institu-
cionalización, ya que una existencia plagada de preocupaciones materiales no la
permite.5 En Alemania, el primer país en que se institucionalizó la filología
4
Cf. G. L. Guitarte 1991.
5
No faltan “Propuestas, exhortaciones, aceptaciones, acuerdos, buenos propósitos […]”
(J. M. Lope Blanch 1993: 106) desde los años sesenta del siglo pasado cuyos iniciadores fue-
ron sobre todo J. M. Lope Blanch (1993a) y G. L. Guitarte (1968, 1974). El proyecto del estu-
dio del español de América tomó formas más concretas desde el VIII Congreso de la Asocia-
ción de Lingüística y Filología de la América Latina (ALFAL) que en 1988 se celebró en San
Miguel de Tucumán. M.a B. Fontanella de Weinberg organizó el estudio coordinado del espa-
ñol de América desde 1989 y publicó como primer resultado de las labores del grupo de traba-
jo un volumen de Documentos para la historia lingüística de Hispanoamérica. Siglos XVI a
XVIII (1993). Después del fallecimiento de M.a B. Fontanella de Weinberg la dirección del
grupo de trabajo se confió a E. M. Rojas Mayer en el Congreso de la ALFAL que se desarrolló
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 19
moderna, se crearon cátedras a partir de los años veinte del siglo XIX. Este hecho
explica el enorme impulso de la filología románica en el centro de Europa. Sin
embargo, insisto en que la institucionalización no es más que una condición pre-
via para la investigación. Un aspecto de igual importancia es el concepto de len-
guaje. La historiografía de la lengua sigue la teoría del lenguaje, no al revés. La
acumulación del saber histórico puede ocultar este hecho con facilidad. La idea
del árbol genealógico de las lenguas elaborada por August Schleicher (31873)
coincide con la concepción de la lengua estándar en la hipótesis de que la lengua
es homogénea. Así, los filólogos del siglo XIX creían que incluso los dialectos y
subdialectos eran tan homogéneos como la lengua estándar, que erróneamente se
imaginaban uniforme. Si queremos superar la idea de la historia de la lengua
vigente todavía, no sólo en la lingüística hispánica, sino en la lingüística en gene-
ral, tenemos que partir de otra teoría del lenguaje. Es en este sentido que se deben
tomar las siguientes observaciones. No son críticas negativas ni a personas ni a
obras. Se trata tan sólo de comprobar los logros y señalar una perspectiva teórica
para la investigación futura.
en Las Palmas de Gran Canaria (1996), incluyendo desde entonces las Islas Canarias en el
proyecto, y posteriormente a J. Sánchez Méndez. E. M. Rojas Mayer publicó una presentación
del grupo de trabajo (1996) y Documentos para la historia lingüística de Hispanoamérica.
Siglos XVI a XVIII (1999) en CD-ROM.
Es cierto que nuestros conocimientos del español en América son relativamente escasos y
superficiales (J. M. Lope Blanch 1993b: 137) incluso hoy en día tras casi veinte años de fruc-
tífera investigación. Sin embargo, deducir de las carencias de la investigación que no se deben
emprender síntesis antes de haber descrito el español de América en las regiones individuales
según una teoría y método comunes no me parece justificado, a pesar de que las objeciones de
Lope Blanch son totalmente acertadas. No obstante conceder esta reserva, necesitamos una
visión global para orientarnos. Para esta tarea es más útil una obra como la Historia del espa-
ñol de América (2003) de J. Sánchez Méndez que una obra colectiva, la Historia y presente
del español de América (1992), coordinada por C. Hernández Alonso, porque asimila el estado
de la investigación de manera más homogénea. Cuando comparamos las exhortaciones de
Lope Blanch, y de Guitarte, con los resultados, comprobamos que el ejemplo personal es más
eficaz que la exhortación y el discurso programático. El camino más prometedor es la docen-
cia y el estímulo directo.
20 JENS LÜDTKE
Rafael Lapesa, publicada por primera vez en 1942, aunque este filólogo toma la
historia entonces inconclusa de Ramón Menéndez Pidal por la verdadera historia
de la lengua española6. Menéndez Pidal contribuyó con obras muy importantes a
la historiografía del español (por ejemplo, 1926), pero no dio una visión de con-
junto él mismo en vida, si bien su historia habría incluido en parte el español de
América7. Los historiadores de la lengua española no siguieron el modelo de
Menéndez Pidal. Sólo muy recientemente Diego Catalán reunió todos los mate-
riales en una historia póstuma de este autor8.
El gran maestro de la filología española prologó la primera edición de la
Historia de la lengua española de Lapesa y no expresó divergencia de opinio-
nes en esta materia. La obra de Lapesa abarca en parte más, en parte menos de
lo que promete el título: más de 100 páginas dedicadas a la historia del latín en
la Península Ibérica y a las lenguas con las que el latín entró en contacto. Aún
más espacio toma una dialectología española que se divide en las variedades
del español en España, el judeoespañol y el español de América. La inclusión
de la historia de la lengua latina es sin duda necesaria: las tareas entre los lati-
nistas y los romanistas están mal divididas. Para los latinistas el objeto de su
estudio es más reducido de lo que debería ser. Por eso, los romanistas tienen
que crear en gran parte la base histórica de las lenguas que estudian. La incor-
poración de la dialectología, sin embargo, se justifica simplemente por razones
prácticas. Es útil tener una obra que ofrezca una orientación extensa en la filo-
logía hispánica. Para la historia de la lengua española propiamente dicha no
queda mucho más de la mitad de la obra. Sus límites son muy claros: se expo-
nen la formación y la historia de la lengua literaria española en España. Con
esto responde de manera excelente a su finalidad en España, pero no en todos
los países hispánicos ni para los lectores no hispanohablantes con intereses lin-
güísticos más amplios.
6
R. Lapesa 1988.
7
R. Menéndez Pidal 1962.
8
R. Menéndez Pidal 2005.
9
Cf. K. Vossler 1923: 1-62.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 21
Volvamos a Lapesa. Como dijimos, no aspira a dar una historia global de la len-
gua española. Sin embargo, podemos preguntarnos si realmente es posible basar-
la en la lengua literaria nacional. Esta última tiene, por supuesto, un lugar de pri-
vilegio en una historia lingüística tradicional y es obvio que en general el
dominio de una lengua coincide con la extensión de su lengua literaria. A este
respecto Lapesa sigue la historia de la lengua francesa de Karl Vossler (1913,
1929) y obra consecuentemente en su concepción de la historia lingüística cuan-
do trata más ampliamente la historia de la lengua literaria hasta su codificación
en el siglo XVIII. Sin embargo, a partir del siglo XX y más aún desde el siglo XIX
se hacen más patentes las lagunas de la historiografía lingüística. En el siglo
XVIII se difunde la lengua española sobre todo en las regiones alóglotas de Espa-
ña debido a la política lingüística de los Borbones y al atractivo del español
como lengua universal. No obstante, sólo una minoría culta tuvo acceso a la len-
gua literaria.
Hay que subrayar que mis observaciones sólo se refieren a su concepción his-
toriográfica. La obra de Lapesa en su conjunto es ejemplar e incluye investiga-
ciones sobre la historia del español americano así como el desarrollo de la lengua
hasta el presente10. Pero aquí deseo integrar las investigaciones de historia lin-
güística en una concepción de la forma más coherente posible. A este respecto
puede decirse que la historia del español de América no se relaciona, en la medi-
da en que existe una interrelación efectiva, con una historia de la lengua que se
basa en las literaturas nacionales.
En la época colonial no se producen obras literarias desde la implantación de
la lengua española en las diferentes regiones, de modo que la lengua literaria en
la Península no enlaza directamente con el período de orígenes en América. Las
primeras obras que mencionan las historias de la literatura hispanoamericana
son, al modo de ver nuestro, literatura especializada y tratan más bien de la his-
toriografía, la geografía, la religión, la etnografía, la etnología y de muchas otras
ciencias. Se debería examinar en detalle si y hasta qué punto esta literatura espe-
cializada era pura y simplemente literatura para los humanistas del siglo XVI, con
las consecuencias que de ello se derivarían para la historiografía lingüística. Pero
si nos atenemos a las literaturas hispanoamericanas modernas, comprobamos
una solución de continuidad. Esto se evidencia también en la historia del mexi-
cano Antonio Alatorre (1989). Por eso la literatura –o sólo ella– es una base muy
problemática para una historia general de la lengua española.
10
Por ejemplo R. Lapesa 1996.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 23
11
A. de Nebrija 1981: 97.
12
F. Ferrer i Gironès 1986: 37; cf. J. Lüdtke 1989.
13
F. de Solano (ed.) 1991: 242.
14
C. Garatea Grau 2005.
15
H. Paul 51920: 11; la traducción de este pasaje se encuentra en el Apéndice.
24 JENS LÜDTKE
16
E. Coseriu 1967: 33.
17
G. L. Guitarte 1991.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 25
española en España, sino que tienen en cuenta, como en otros ámbitos de la lin-
güística hispanoamericana, únicamente las diferencias respecto al español metro-
politano en una perspectiva histórica. Así, a la usual descripción del español
americano podría corresponder –y de hecho corresponde– una historia igualmen-
te diferencial.
En cambio, sí pueden dar por presupuestos los hechos comunes de la gramá-
tica histórica del español de España y es posible limitarse a los elementos no
comunes en una gramática del español de América. Este método es factible, por-
que, de todos modos, la gramática histórica no refleja el devenir histórico o el
constituirse de una lengua. Una historia diferencial de la lengua, sin embargo, no
es factible en absoluto. Una lengua no se hace, no se constituye en una región
con sus diferencias, sino en su conjunto. La historiografía no puede, por eso,
escoger únicamente los elementos diferenciales si intenta ser mínimamente ade-
cuada.
La historia de una lengua debe justificar la manera cómo se hace una lengua.
Y una lengua se hace hablándola y escribiéndola, es decir, mientras funciona en
su totalidad. Sin embargo, la lengua llevada a las Indias no se hace, sino que se
transplanta como lengua ya hecha. Pero continúa cambiando, sobre todo en el
léxico. Es difícil entrar en la perspectiva de los hablantes, pero con mucha fre-
cuencia los escribanos y los cronistas toman acta de las innovaciones ya adopta-
das en la comunidad lingüística. Este saber enraizado es más importante, en últi-
mo análisis, que seguir las innovaciones mismas que sólo en una mínima parte se
adoptan en la comunidad lingüística.
Una historia que corresponda tanto a la llamada historia “externa” como a la
llamada historia “interna”18 no cuenta con muchos modelos. Se sacrifica regular-
mente la historia “interna” a la historia “externa” o al revés. Esta dificultad ya se
presenta cuando se escribe la historia de una lengua en un país. La dificultad se
potencia en el caso de la expansión de una lengua. No conozco ningún modelo
plenamente satisfactorio, si puede haber un modelo. Ésta es la razón por la que
he propuesto algunas aproximaciones a un modelo de esta índole.
18
Discuto esta oposición en una contribución de 2012. Cf. las contribuciones metodológi-
cas contenidas en HSK 23: 1, capítulos I, IV, VII y VIII, en particular la de F. Lebsanft.
26 JENS LÜDTKE
Puesto que la historia de una lengua nunca puede ser completa, se impone una
selección para la cual necesitamos criterios. Ya que cultivamos la historia de la
lengua como cualquier tipo de historia desde la actualidad23 como personas que
vivimos en el presente, cabe saber lo que tiene la mayor relevancia desde este
punto de vista. Esta perspectiva no impide que debamos intentar entender el
pasado en sí24, aunque siempre estudiemos la historia como hombres de hoy25.
Por este motivo y, más aún, por el nivel del desarrollo de la historiografía lin-
güística, podemos justificar el escaso interés por una historia global con la orien-
19
Véanse, sin embargo, J. A. Frago Gracia 1994ª, y Ma T. Echenique Elizondo y J. Sán-
chez Méndez 2005.
20
Por ejemplo M. Alvar (ed.) 1996.
21
Cf. J. J. Montes Giraldo 1982, J. C. Zamora Munné y J. Guitart 21988; cf. también J. M.
Lipski 1996.
22
Véase la obra de A. Alatorre 1989.
23
E. H. Carr 21987: 7-30; J. Tosh 21991: 130-151.
24
G. R. Elton 1969: 66.
25
Esta afirmación no significa que la historia sea teleológica, sino que, mal que nos pese,
no podemos evitar ser las personas que somos e interpretar desde ahí el presente y el pasado.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 27
26
Cf. John Tosh: “Above all, myths flourish when historical knowledge is superficial and
no alternative perspective is freely available. A sound historical education consists of a certain
depth of historical knowledge together with a grasp of the principles of historical criticism.
The prevalence of myth demonstrates that this programme is a social necessity, not a luxury
for the cultivated minority” (21991: 22). Es contradictorio que la época colonial encuentre
escaso interés público en los países hispanoamericanos, mientras que se buscan las raíces de
la propia cultura en comunidades indígenas extinguidas que, por otra parte, no se reconocen
en el presente. Contradicciones de esta índole pueden haber impedido, quizás, más que las
razones indicadas más abajo, una discusión de una historia de la lengua española global y por
países.
28 JENS LÜDTKE
Porque, como toda la puerta sigue al gozne –de manera que donde gira el gozne,
ésta lo secunda, girando o bien hacia adentro o bien hacia afuera–, así toda la grey de
las lenguas vulgares municipales gira y torna a girar, se mueve y se detiene, siguiendo
aquello que parece ser, por cierto, el real y verdadero padre de familia27.
Esta lengua hacia la que se orientan todas las modalidades habladas en Italia,
que estaba aún por crearse en la época de Dante, es la lengua común o, en su
forma homogeneizada, la lengua estándar, denominaciones éstas y algunas otras
que más bien concuerdan con diferentes fases evolutivas de la lengua común.
Añadamos que dentro de la lengua estándar le corresponde la mayor trascenden-
cia a su codificación, pues en esta forma se arraiga en las instituciones y se ense-
ña hoy como lengua materna y extranjera.
Hoy en día no podemos dar por supuesta la relevancia de la lengua española
codificada. La contraposición del español de América al español de España difi-
culta una visión unitaria del español en el presente y en el pasado. Es paradójico
que el monopolio de la codificación que tiene la Real Academia Española com-
plique una perspectiva común en la descripción y en la historia de la lengua. Vea-
mos la Resolución V, la más importante entre muchas otras que van en el mismo
sentido, aprobada el 27 de abril de 1956 por el Segundo Congreso de Academias
de la Lengua Española:
27
“Nam sicut totum hostium cardinem sequitur ut, quo cardo vertitur, versetur et ipsum,
seu introrsum seu extrorsum flectatur, sic et universus municipalium grex vulgarium vertitur
et revertitur, movetur et pausat secundum quod istud, quod quidem vere pater familias esse
videtur” (Dante 1968: 29).
28
Comisión Permanente de la Asociación de Academias de la Lengua Española 1956: 410.
29
El “Preámbulo” de este diccionario empieza con las siguientes palabras: “La Real Aca-
demia Española ha querido contribuir a la celebración del V Centenario del descubrimiento de
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 29
Y porque no me imputen que soy testigo apasionado alabando cosa tan propria
nuestra como no es la dignidad, y excelencia de la lengua Española: no quiero prouar
mi intento con lo que otros muchos antes que yo an dicho por ser tan hijos suyos y de
ánimo tan Español como el mio ni con decir que es tan general que en las Indias todas
que se han ganado se enseña por arte como la Latina en tiempo que los Romanos con-
quistaron el mundo en las tierras que sugetaban mandando que todas las cosas de
audiencia se despachasen en Latin para obligarles a todos a sauerlo y porque se cono-
ciesen los quales eran subditos: mas vna cosa podemos decir con verdad que nunca en
las tierras que no subjetaron tal lengua se deprendio (1980: 235).
Se suma así a las glorias del imperio el aprendizaje del español en las Indias,
tema que por primera vez fue tratado dos años más tarde por Bernardo de Aldre-
América publicando una nueva edición, la vigésima primera, de su Diccionario usual. Lo hace
para cooperar al mantenimiento de la unidad lingüística de los más de trescientos millones de
seres humanos que, a un lado y otro del Atlántico, hablan hoy el idioma nacido hace mil años en
el solar castellano y se valen de él como instrumento expresivo y conformador de una misma
visión del mundo y de la vida. Por eso ha solicitado insistentemente la Academia la coopera-
ción de sus hermanas correspondientes y asociadas para dar mayor cabida en su Diccionario a
las peculiaridades léxicas y semánticas vigentes en cada país. Gracias a tal colaboración ha sido
posible revisar y enriquecer en la presente edición el contingente americano y filipino”.
30
Es aquí de hacer resaltar la primera codificación del léxico de un país hispanoamerica-
no en el caso del Diccionario del español de México (DEM, 2011), elaborado por un equipo
bajo la dirección de L. F. Lara.
31
G. L. Guitarte 1984: 130-134.
30 JENS LÜDTKE
La lengua de España, i de partes tan remotas, como éstas [Orán, Melilla, La Gome-
ra, las ciudades de México y el Perú, y las Filipinas] todas es vna; los que van destos
reinos a aquellos no hallan lengua diuersa, algunos vocablos, i dialectos diferentes,
como los ai en Cordoua, Seuilla, Granada, i en cada ciudad, aldea, pero la lengua vna34.
Se podría objetar que éste es el punto de vista de un español que nunca pasó a
Indias. Sin embargo, la investigación de Emma Martinell (1994) sobre la docu-
mentación colonial en tierras americanas no ofrece en sustancia otros resultados.
Por si no fuera suficiente, cito finalmente a Andrés Bello, el gramático hispa-
noamericano, para quien la lengua común sigue siendo “un vínculo de fraterni-
dad” de todos los hispanohablantes:
32
G. L. Guitarte 1984: 141.
33
B. J. de Aldrete 1606: 56; cf. G. L. Guitarte 1984: 141.
34
B. J. de Aldrete 1614: 73, apud Guitarte 1984: 140.
35
Sobre las ideas ortográficas de Bello, véase A. Bello 21981a: 67-115.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 31
36
R. J. Cuervo 1987a y b.
32 JENS LÜDTKE
que llegó a publicar una parte titulada “El castellano en América”37. Pero no deja
lugar a dudas de que la gramática de la lengua estándar de los hispanoamerica-
nos y de los españoles es casi idéntica. Baste con recordar que Cuervo reeditó la
Gramática castellana de Bello “con extensas notas” a partir de 187438.
Si volvemos ahora a la cuestión de la historia común del español, se impone
la perspectiva de la unidad de la lengua histórica no sólo durante la época colo-
nial, sino, sin ir más lejos, incluso hasta la época de Cuervo.
Así, el punto de vista que nos permitiría estudiar la historia del español en
veinte naciones de manera coherente es la unidad de la lengua39. Este punto de
vista no es arbitrario; se deduce del saber (aunque no necesariamente del saber
reflexivo) y de la conciencia de los mismos hablantes. Con esto se reconoce el
hecho de que, como hemos dicho al principio, tanto la historiografía como la
historiografía lingüística se practican desde el presente y desde la relevancia
para los hombres de hoy. Este punto de vista común en el mundo hispánico se
defiende con unanimidad. Por lo tanto, una historia de la lengua debe partir a la
vez de la unidad de la lengua española y de la formación de nuevas tradiciones
lingüísticas nacionales, desarrollos que condujeron al lento reconocimiento de
una diversidad lingüística mayor en los nuevos Estados formados a raíz de la
Independencia. Desde aquel momento la uniformidad lingüística a nivel de la
lengua estándar ya no es una evidencia, sino que se debe crear de nuevo bajo
nuevas condiciones. De este modo, la formación de la lengua estándar, su codi-
ficación y su evolución siguen siendo el contenido de una historia lingüística,
pero se originan nuevas tareas como consecuencia del aislamiento de las nacio-
nes hispanoamericanas respecto a España y de las nuevas relaciones que se
establecen con otros Estados. Por ésta y otras razones no llegamos a una fase
común cuando remontamos el curso de la historiografía de la lengua estándar
codificada en España y la historiografía de las variedades hispanoamericanas.
Al mismo tiempo se produce en tierras americanas una variación lingüística
mayor en la lengua común que en España que cabe explicar históricamente. No
es una casualidad que la sociolingüística laboviana se aplique con más frecuen-
cia al español americano40 que al español peninsular. Sin que con esta afirma-
ción se acepten todas las implicaciones teóricas, es cierto que refleja una reali-
dad lingüística.
37
R. J. Cuervo 1901; G. L. Guitarte 1981 y 1984: 155-156.
38
Cf. C. Schmitt/N. Cartagena (eds.) 2000.
39
Cf. sobre todo E. Coseriu 1990; sobre la historia del problema de la unidad véase G. L.
Guitarte 1995.
40
Cf. C. Silva-Corvalán 1989 y H. López Morales 1989.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 33
1.3. Hacia una historia del español ultramarino como lengua colonial
41
Coseriu, que toma en cuenta la historia de las lenguas, la historia de los discursos y la
historia del hablar en general, se muestra escéptico acerca de la realizabilidad de las dos últi-
mas: “en la historia de las lenguas –conviene, por ahora, limitarse a ésta, pues para la historia
de los discursos no poseemos datos suficientes y para una eventual historia del hablar en gene-
ral (admitiendo que fuera posible) carecemos casi por completo de datos– no cabe separar las
disciplinas” (E. Coseriu 1981a: 29). Sin embargo, la realizabilidad se deduce de sus propios
planteamientos. Vamos a ver algunos ejemplos más abajo.
42
Ó. Loureda 2007: 56-61; véase más abajo 1.5.3.
43
Esta obra inacabada se puede consultar en una traducción parcial al alemán (E. Coseriu
1988a: 327-364).
44
E. Coseriu 1992: 186-190.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 35
45
E. Coseriu 2007: 138-139.
46
P. Koch 1997, W. Oesterreicher 1997, F. Lebsanft 2005, A. Schrott/H. Völker 2005a, A.
Schrott/H. Völker (eds.) 2005.
47
P. Koch 2008: 55.
48
Por ejemplo R. Wilhelm 2003.
36 JENS LÜDTKE
49
M. Ballesteros Gaibrois 1987.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 37
50
B. Schlieben-Lange 1983; cf. W. Oesterreicher 2007.
51
Se desarrollará este tema en 1.5.3. Cf. H. Aschenberg/R. Wilhelm 2003; J. Kabatek
(ed.) 2008.
38 JENS LÜDTKE
52
J. de Valdés 1969: 62.
53
Se aplica en R. Kailuweit (1999) la perspectiva metadiscursiva a los problemas del con-
tacto lingüístico entre español y catalán en los siglos XVIII y XIX y en C. Polzin-Haumann
(2006) al español peninsular del siglo XVIII.
54
Una integración de los niveles universal, histórico y actual se puede ver en W. Oeste-
rreicher (2007), sobre todo página 113, si bien interpreto lo histórico de otro modo (cf. 1.4.).
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 39
lengua funcional
↓
habla o discurso
55
E. Coseriu 1966, 1988; cf. W. Oesterreicher 1995.
56
Cf. E. Coseriu 1990: 55-57; acerca de la transformación de castellano en español, véase
J. L. Rivarola 1990: 93.
57
U. Weinreich 81974.
58
A. Wesch discute el concepto de la arquitectura de la lengua y lo aplica a la arquitecura
del francés en Francia y del español en España (1998a).
59
Acerca del origen de este término J. Lüdtke 1999c.
60
Coseriu casi no usa este término en el sentido usual, sino con el de “diferencia idiomá-
tica”, en el mismo sentido en que Wilhelm von Humboldt emplea Verschiedenheit.
40 JENS LÜDTKE
61
Cf. E. Coseriu 1981; G. Salvador 1988; J. Albrecht 1986: 78-80, que da otra interpreta-
ción de la lengua funcional respecto a la variedad.
62
J. L. Rivarola 1990: 31.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 41
forma función
sociedad selección adopción
lengua codificación elaboración
63
Cf. J. L. Rivarola 1990: 11-28.
64
R. A. Lodge 1993.
65
E. Haugen 1972: 110.
42 JENS LÜDTKE
66
Cf. Ž. Muljačić 1984: 81; 1985: 49.
67
Y. Malkiel (1972) es el primer tratamiento más amplio.
68
Cf. G. L. Guitarte 1991: 66-72.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 43
69
Siegel usa koineization, término que considero mal formado, pues en la sufijación de
las lenguas indoeuropeas nunca se conservan las desinencias de las palabras, es decir. la des-
inencia femenina -é en el caso de koiné.
70
G. de Granda 1994: 47.
44 JENS LÜDTKE
ces mostró poco interés por la historia de la lengua estándar en América durante
la época colonial.
La estandarización policéntrica71 carece de codificación explícita, de modo
que la codificación del español de España garantiza la unidad del idioma y la
permanencia de la validez de un único modelo lingüístico. El carácter implícito
de la estandarización permite una fuerte variación en el registro oral y menos
variación en la lengua escrita. Además, el carácter implícito se refleja en una
conciencia lingüística de actitudes negativas frente a la propia lengua.
El español en proceso de estandarización desplazó su centro hacia Madrid y
Castilla la Vieja a partir de finales del siglo XVI. La Real Academia Española,
fundada en 1713-1714, codificó un español del tipo que Granda llama monocén-
trico. Esta codificación incluye el léxico, la ortografía y la gramática. El contras-
te entre la codificación monocéntrica y la codificación policéntrica es notable y
no ha sido vencido, porque, retomando los términos de Einar Haugen, se codifi-
có entre las formas estándar del español únicamente la norma lingüística culta de
España entre las varias que se seleccionaron en el mundo hispánico, y se elaboró
asimismo esta lengua codificada para los fines expresivos que tenían las lenguas
estandarizadas policéntricas en su forma hablada. Los hispanoamericanos adop-
taron la lengua codificada española en lo esencial como norma culta, elaborando
estilos divergentes del español de España.
Dejemos un momento la lengua estándar y volvamos a la lengua que había
sido llamada koiné. Mientras que está comprobada una conexión directa entre la
lengua estándar en España y en América, el origen de la koiné americana queda
por aclarar. El debate se encendió en torno a la cuestión del origen andaluz del
español americano que ha sido llamado koiné, ya que no es de suponer seriamen-
te que un lingüista haya querido reducir el español americano en todas sus mani-
festaciones –es decir, como arquitectura lingüística– al andaluz. Aquí también se
trataba como en otros casos del origen de las diferencias del español americano
en relación con el español peninsular. Ésta es una discusión que no me gusta rea-
nudar, porque se repitió demasiadas veces como discusión y sólo muy reciente-
mente fue sustituida por el trabajo filológico. Me refiero aquí en particular a su
última fase, aún no reducida en canon histórico-lingüístico.
Si en el caso del español de América se trata de una koiné en el sentido de
Siegel, sea cual sea su origen, debe ser comprobado con base documental. Cabe
documentar esa lengua tanto en España como en América. Sólo últimamente se
emprendieron los estudios del andaluz y del español americano a gran escala, el
primero que hay que citar entre ellos es el de Juan A. Frago Gracia, al que Ger-
71
Cf. sobre este tema la obra de F. Lebsanft/W. Mihatsch/C. Polzin-Haumann (eds.) 2012.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 45
mán de Granda remite, y con fundadas razones para ello. Aunque desde el siglo
XVII se compara el español hablado en las regiones americanas con el andaluz72,
los filólogos se apoyan en la historia de la investigación ante todo en la compara-
ción con la lengua actual. Por eso es tan importante que ahora conozcamos mejor
la historia de la fonología del andaluz73 y que podamos indicar la posición del
andaluz en la arquitectura de la lengua española en España.
En este punto, a más tardar, podrá aumentar nuestro malestar ante el empleo
de koiné y lengua estándar para variedades totalmente distintas, más aún si con-
sideramos la formación de ambas como procesos de koinización y estandariza-
ción. ¿No fueron acaso en la terminología lingüística los términos de Gemein-
sprache por ejemplo en Hermann Paul74 o de langue commune en Joseph
Vendryes75 –y las expresiones análogas en otras lenguas– sencillamente traduc-
ciones de koiné y no se usa hoy lengua estándar (o expresiones análogas) por la
Gemeinsprache de Hermann Paul? Coseriu emplea también lengua común en el
artículo de 1958, publicado en 1981, entre otros usos, en el sentido de dialecto
secundario y dialecto colonial76. Vamos a retomar este tema en el próximo apar-
tado después de haber introducido los varios tipos de unidades sintópicas o varie-
dades del español (1.5.1.). Recordando la advertencia que acabo de expresar voy
a ser breve.
Mi discusión de este tema requerirá algunas precisiones de las relaciones
entre varios tipos de dialectos, la lengua común y la lengua estándar. Pero antes
de pasar a esta discusión, echaremos una mirada a los planteamientos tradiciona-
les para hacer resaltar que un planteamiento renovado es necesario.
72
J. A. Frago Gracia 1994: 17-18.
73
J. A. Frago Gracia 1993.
74
H. Paul 51920: 419; el término está ya en la primera edición de 1880.
75
J. Vendryes 1968: 289, 296-297, 298-299; 11923. La relación entre Paul y Vendryes es
evidente, aunque Vendryes no cita a Paul, probablemente porque da la obra de Paul por cono-
cida. El lingüista francés se refiere a la distinción entre “lengua artificial” y “lengua natural”,
que ya está implícita en Dante.
76
Una crítica de la existencia de una koiné en el período de orígenes en todos los puntos
aceptable ofrece J. L. Rivarola 1998.
46 JENS LÜDTKE
77
E. Coseriu 1990: 62.
78
Esta idea de P. Henríquez Ureña se desarrolla en Á. Rosenblat 1965, contribución a la
que J. M. Lope Blanch 1993 dedica una detallada crítica.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 47
79
E. Coseriu (1981: 14).
48 JENS LÜDTKE
gue los varios tipos es la relación con respecto a la lengua común. Si una comu-
nidad lingüística no dispone de una lengua común, su o sus lenguas son, desde el
punto de vista geográfico, dialectos primarios. Son igualmente dialectos prima-
rios aquellas variedades que son más antiguas que la lengua común a la que se
sobrepusieron. Y es uno de los dialectos primarios aquél que se constituyó en
lengua común80. Los otros tipos de dialectos ya presuponen la existencia de una
lengua común. Así, se constituyen dentro de una lengua común variedades espa-
ciales que pueden denominarse dialectos secundarios. Ya que normalmente estos
dialectos se forman en el proceso de la colonización, pueden llamarse igualmen-
te dialectos coloniales.
En la colonización suelen participar hombres de regiones diversas. Dado que
hablan la misma lengua histórica, han de definir cuáles son las tradiciones idio-
máticas propias que pueden continuar y cuáles son las que deben adoptar de
otros hablantes. Apoyándonos en situaciones de contacto lingüístico en la actua-
lidad, suponemos que los hablantes seleccionan en el trato con hablantes de otras
regiones aquellos elementos que son de uso y de comprensión suprarregional,
pero que integran asimismo elementos de otras variedades en su lengua. El dia-
lecto colonial generaliza elementos seleccionados de varios dialectos, transfor-
mándose de este modo en lengua común. Pero se crean también elementos nue-
vos por el conocimiento de una realidad nueva, lo que conduce, con la
nivelación, a la diferenciación del dialecto colonial en comparación con las
variedades de origen.
Un tercer tipo de dialectos tiene como condición previa la constitución de
una variedad dentro de aquella lengua común a la que Coseriu llama lengua
ejemplar y que se llama más a menudo lengua estándar. Dante estaba buscando
en Italia esta lengua como idioma cardinale cuando todavía no existía. La moti-
vación del término de lengua ejemplar es evidente: es la lengua que sirve de
modelo en una comunidad lingüística. Lengua estándar como término se refiere
más bien a la homogeneidad de esta lengua que admite, como las otras unidades
sintópicas, una diferenciación espacial.
La diferenciación actual de las lenguas estándar del español americano es
evidente. Según los países se desarrollaron otras variedades de la lengua están-
dar como normas cultas. La diferenciación terciaria del español se constituyó
desde los orígenes, pero las variedades habladas de los cultos no lograron impo-
nerse como normas hasta después de la independización de los países hispanoa-
mericanos. El proceso de diferenciación terciaria, sin embargo, no está conclui-
do. Antes de la Independencia, era evidente que la norma de España era la lengua
80
Cf. también Ž. Muljačić 1989.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 49
ejemplar. Después, la unidad de la lengua pasa a ser una tarea que se asume de
muy diversa manera. Por este motivo empieza un nuevo período de la historia de
la lengua española. El español americano es lengua común española que abarca,
como la lengua común de España, diferencias diatópicas, diastráticas y diafási-
cas. De esto resulta para la historia del español ultramarino que hay que contar,
desde el principio, con una diferenciación escasa como lengua estándar y con
una diferenciación relativamente pronunciada como dialecto colonial. La dife-
rencia de ambos tipos de unidades sintópicas es social. Una de nuestras tareas es
estudiar la regionalización del español fuera de España.
Hemos preferido llamar a las nuevas diferencias, cuyo posible origen hemos
esbozado, diferencias diatópicas y no dialectales. Hay que distinguir, por lo tanto,
lo propiamente dialectal de lo diatópico en general. Como en todas las lenguas his-
tóricas pertenecen a una lengua histórica aquellos dialectos que se subordinan a
una lengua común. Así, pertenecen, o pertenecían, a la lengua común española en
España el asturleonés, el navarroaragonés y los dialectos coloniales del castellano,
por ejemplo, el andaluz. La relación de un dialecto respecto a una lengua común
puede variar en el curso de la historia. El gallego era en la Edad Media un romance
que dio origen al portugués como dialecto colonial en la expansión hacia el sur. El
gallego y el portugués eran una sola lengua histórica. Debido a la expansión del
castellano en Galicia se consideraba el gallego como dialecto del español, sobre
todo en el siglo XVIII. Ya que hoy el gallego se ha constituido de nuevo como len-
gua oficial, forma una lengua histórica al lado del portugués y del español. Tam-
bién el asturiano y el aragonés intentan ser reconocidos como lenguas, pero no han
logrado este estatus según las condiciones que prescribe la Constitución española.
Hay relaciones similares entre los dialectos secundarios y terciarios de Espa-
ña y de América en la época moderna temprana, pero éstos forman parte de dis-
tintas arquitecturas idiomáticas. La expansión del español en la Península Ibérica
es el resultado de la Reconquista a la que sucedió la ocupación del territorio y la
población de norte a sur. De esta manera se difunde en sustancia el castellano en
la forma de dialectos secundarios –aunque con estas palabras representamos, por
cierto, este proceso en líneas simplificadas–. Pero la otra cara de la expansión
castellana es la influencia sobre los romances circunvecinos como el leonés o el
aragonés, que coincide en el tiempo con la extensión hacia el sur. Debido a este
proceso el castellano que se superpone a los otros romances se transforma en
español. En otras palabras: el romance castellano originario es el foco de la
arquitectura de la lengua española que nace del contacto con otros romances y
con lenguas no románicas. Ya para el siglo XVI debemos contar con, por lo
menos, dos arquitecturas idiomáticas territorialmente bien diferenciadas, en las
que los dialectos castellanos tienen un lugar muy distinto: mientras que en la
metrópoli coexisten dialectos derivados del castellano como el andaluz con
50 JENS LÜDTKE
81
En cuanto a si hay que distinguir siempre entre lengua común y lengua ejemplar vienen
muy a propósito las siguientes palabras: “mientras una lengua común no se haya establecido
como tal y no ha[ya] llegado a su vez a diferenciarse, no cabe distinguir entre lengua común y
lengua ejemplar, ya que los problemas relativos a su constitución y a su ‘status’ funcional en la
comunidad son, en el fondo, los mismos” (E. Coseriu 1990: 57, n. 21).
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 51
Aparecen también otras variedades que son tipos de lengua común en contac-
to con otras lenguas que vamos a llamar variedades contactuales. Por consi-
guiente, el problema radica en que lo que se llama koiné se refiere a distintas
entidades. Intentamos justificar las variedades más difundidas en la actualidad.
Por eso, hay que contar con la formación de muy distintos tipos de variedades,
entre ellas varios tipos de lengua común82. De todos modos, la afirmación de que
en el proceso de la difusión de una koiné se simplifiquen algunos paradigmas de
su estructura se aplica también a las variedades que llamo contactuales que son
formas de la lengua común. Koinización se refiere normalmente al nacimiento
de determinados rasgos que son nuevos respecto a las variedades originarias,
mientras que sería mejor, como hemos dicho, que denote el proceso por el que
una lengua se transforma en lengua común, independientemente de si ciertos ras-
gos nuevos se formen o no.
Pero hay más. La koinización se imagina como proceso que ocurre en la len-
gua hablada, mientras que la estandarización se hace dentro de la lengua escrita
cuya finalidad es la creación de una lengua literaria que sirva como lengua ejem-
plar de la que se elimina la variación. Sin embargo, existen lenguas escritas desde
antes de la estandarización que muchos lingüistas llaman scriptae83 y que José
Luis Rivarola84 toma en cuenta en el español de América. Con todo, tenemos que
contar con el problema de que no existe una scripta hispanoamericana que sea la
contrapartida de una koiné hablada, si bien de alcance más general85.
82
Cf. H. Paul 51920: 418-420.
83
Cf. las contribuciones reunidas en G. Holtus/M. Metzeltin/C. Schmitt (eds.) 1995.
84
J. L. Rivarola 1996: 588.
85
Para formarse una idea más concreta de los planteamientos que conllevan los procesos
resultantes del contacto lingüístico y la formación de un conjunto de variedades contactuales,
señalo, a pesar de diferencias de enfoque, los dos artículos fundamentales de G. de Granda
(1994a y 1994b).
52 JENS LÜDTKE
86
Cf. W. Oesterreicher 1994 y sobre todo J. A. Frago Gracia 1993 y 1999; J. Lüdtke
2011b.
87
Retomo la parte general de J. Lüdtke 1999.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 53
88
G. de Granda 1994: 314-315.
89
T. Stehl 1994; un interesante estudio de las variedades contactuales entre español y
catalán, que se basa en las interferencias, es L. Payrató 1985.
54 JENS LÜDTKE
90
U. Weinreich 81974.
91
M. Clyne 1967.
92
G. de Granda 1994.
93
G. de Granda 1994: 315.
94
Cf. J. Lüdtke 1988.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 55
A B
A’
B’
A’
B
56 JENS LÜDTKE
Esta situación provoca entre los lingüistas la impresión de que los hablantes
dan existencia a una sola variedad intermedia. Sin embargo, las variedades A, B y
A’ repercuten en la producción de una variedad B’:
A’
B’
El resultado de este proceso de aprendizaje para cada hablante son las varieda-
des de aprendizaje A’ y B’ como variedades secundarias, no necesariamente estables.
En una cuarta fase las variedades de aprendizaje A’ y B’ pueden ser aprendi-
das por parte de los hablantes como lenguas primarias.
Estas cuatro variedades pueden aparecer, en esta fase, o bien todas juntas o
bien reducidas a una parte de ellas (por ejemplo, o bien A, B’ y B o bien B, A’ y A).
A las variedades que hemos designado anteriormente como secundarias las
denominamos variedad contactual. Éstas corresponden a los dialectos terciarios
de Coseriu si las variedades resultantes se han formado sobre la base de una len-
gua ejemplar o lengua estándar (tipo A’). Variedades contactuales es un término
más general puesto que designa todas las variedades creadas mediante situacio-
nes de contacto. Entre ellas pueden figurar igualmente contactos entre dialectos
primarios y dialectos secundarios, y así sucesivamente.
En una quinta fase se puede suprimir la simetría por eliminación de B o de A.
Esto ocurre cuando los hablantes de las generaciones siguientes pasan progresi-
vamente a adoptar las variedades contactuales dejando así de hablar una varie-
dad que originariamente había entrado en contacto con otra, por ejemplo:
A’
B’
A’
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 57
A’
La primera fase no necesita ser comentada. Pero tiene que quedar claro que A
y B se consideran homogéneas sólo con respecto a las situaciones de contacto
que se han de registrar más adelante. Prescindimos, en este modelo, del hecho de
que cada lengua tiene siempre una complejidad interna y consideramos exclusi-
vamente la nueva complejidad originada mediante el contacto lingüístico. Pero
al describir una situación de contacto concreta es imprescindible tratar todos los
fenómenos que han producido esta situación en su singularidad histórica.
Situaciones del tipo de nuestra segunda fase se vienen describiendo como
situaciones de diglosia en el caso de que las dos variedades pertenezcan a una
misma lengua histórica o a lenguas emparentadas. Dependiendo del autor –recor-
demos sólo a Charles Ferguson (1959) y su ejemplo de variedad alta y varieda-
des bajas del árabe–, distintas constelaciones de contacto lingüístico se conside-
ran como típicas. Sus características respectivas han de formar parte, pues, de la
“definición” de situaciones que varían respectivamente.
Podemos imaginarnos la formación de dialectos secundarios a raíz de la
Reconquista a través de tales variedades contactuales. Pero simultáneamente
aparecen variedades castellanizadas del leonés y el aragonés en particular, que se
agregan a los distintos dialectos primarios del castellano. Por supuesto, es impo-
sible registrar estas variedades en su modalidad hablada, pero sí como varieda-
des contactuales en las scriptae y en la lengua literaria. Estas variedades son dia-
lectos literarios y constituyen, junto con la lengua literaria, codificada por
Nebrija sin referencia a autores determinados, y con las variedades de la lengua
hablada, la arquitectura del español en España en torno al año 150095.
La arquitectura del español en América parece continuar, tras una fase de
consolidación, los dialectos secundarios del sur del reino de Castilla y haber eli-
minado las scriptae norteñas –pero no la lengua literaria– desde el principio.
Las situaciones de contacto son frecuentes entre los españoles y los indígenas
canarios, amerindios, filipinos y africanos. Como condición previa de la descrip-
ción de las variedades contactuales necesitamos la descripción de las situaciones
de diglosia o bilingüismo en América, que son muy diferentes de las situaciones
europeas. Esta parte de la historia lingüística pertenece a la sociología histórica
de las lenguas, que trata de la convivencia de etnias distintas cuyo estatus social
es diferente. Hay que reconstruir, pues, las situaciones lingüísticas del pasado.
95
Cf. acerca de las variedades R. Lapesa 1992, J. A. Frago Gracia 1994a.
58 JENS LÜDTKE
96
Cf. por ejemplo C. Gibson 1967 y J. Lockhart 1999.
97
Cf. J. Lockhart 1991.
98
Cf. J. L. Rivarola 1990: 121-147.
99
Cf. R. Caravedo 1992.
100
Cf. J. Lüdtke 1988.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 59
101
M. A. K. Halliday/A. McIntosh/P. Strevens 1964: 84-87.
102
Similar a interlanguage emplea P. Trudgill el término interdialect (por ejemplo en
Trudgill 1986). Tal variedad, creada por hablantes que partiendo de un dialecto aprenden otro,
corresponde a una fase de aprendizaje que se da en un contacto de lenguas continuado. El tér-
mino lo considera Trudgill solamente como “label” (“rótulo”), introducido ad hoc para descri-
bir las situaciones de dialectos y de contacto de dialectos del inglés. Pero puede aplicarse en
segundo lugar a variedades estables, es decir, a variedades contactuales en general: “Interdia-
lect, then, may be a short-lived temporary phenomenon, or a long-term feature” (Trudgill
1988: 562). Tales términos, creados para un determinado caso típico, no son adecuados. No
permiten un grado elevado de generalización en su empleo conceptual. De esta manera la
caracterización de una variedad formada mediante el contacto de una lengua estándar con otra
como interdialect no sería apropiada. Variedad contactual, en cambio, tiene la ventaja de cap-
tar la lengua en cualquier aspecto que se deba a una situación de contacto. En un siguiente
paso se puede comprobar si una variedad se sitúa enfrente, debajo o al lado de otra.
60 JENS LÜDTKE
Este proceso lo pudo constatar Hermann Paul dentro del ámbito lingüístico
alemán todavía en una fase más intensiva que hoy en día. Dado que la formación
intensiva o la extensión de la vigencia de variedades contactuales coincidió con
nuevas tendencias en la dialectología de cuño neogramático, que consistía en
describir dialectos no modificados en su evolución fonética, se excluyeron inten-
cionadamente de la investigación los dialectos influenciados por la lengua están-
dar (B’).
Las variedades contactuales de tipo A’ y las de tipo B’ tienen características
muy diferentes. Normalmente, los hablantes de B que aprenden A dominan con
mayor perfección el léxico que la gramática de la nueva lengua. Casos extremos
del aprendizaje de A son la formación de pidgins y de lenguas criollas que se dis-
tinguen de la lengua que toman como modelo precisamente por su gramática y
que se caracterizan por su léxico de origen europeo. Si se formulan las situacio-
nes de contacto lingüístico en términos de sustrato y de superestrato, predomina
en A’ la gramática del sustrato; este proceso conduce a la transferencia o interfe-
rencia. Los hablantes de un superestrato tienden a aprender relativamente mejor
la gramática de B, pero conservan muchos elementos del léxico de su lengua, de
103
“Zweitens wirkt die künstliche Sprache auf die natürliche, indem aus ihr Wörter, hie
und da auch Flexionsformen und Konstruktionsweisen entlehnt werden. Die Wörter sind
natürlich solche, welche sich auf Vorstellungskreise beziehen, für die man sich vorzugsweise
der künstlichen Sprache bedient. Sie werden wie bei der umgekehrten Entlehnung entweder in
den Lautstand der natürlichen Sprache umgesetzt oder in der Lautform der künstlichen
beibehalten. Es gibt keine einzige deutsche Mundart, die sich von einer solchen Infektion gänz-
lich frei gehalten hätte, auch wenn der Grad ein sehr verschiedener ist” (H. Paul 61960: 415).
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 61
104
P. Muysken 1979: 41.
105
P. Muysken 1979: 44.
62 JENS LÜDTKE
regionales del español americano enseñan que no hay interrelación entre español
regional y lengua indígena.
Un arduo problema es un tercer tipo de contacto lingüístico. Los esclavos
negros que aprendieron el español o el portugués pudieron crear su tipo particu-
lar de variedades contactuales. Ya que procuro apoyarme en la documentación y
ya que las lenguas criollas se documentan en épocas relativamente tardías, ten-
dré mucho cuidado en suponer lenguas criollas –una o varias, de base portugue-
sa y “relexificada” con elementos españoles–. Si podemos probar la existencia
de un criollo portugués hispanizado, tendríamos asimismo una variedad terciaria
del español.
En la historia de las lenguas históricas el nacimiento de variedades a raíz del
contacto del dialecto o de la lengua con la lengua estándar se refleja en los
comentarios de los hablantes. Cuanto mayor es el grado de estandarización de
una lengua y su propagación por la Iglesia o el Estado en los diversos estratos
sociales, más aguda es la conciencia de la existencia de variedades contactuales,
y las personas que no dominan suficientemente bien la lengua hablada o escrita
en proceso de estandarización o expansión se verán desprestigiadas. Las quejas
sobre el dominio insuficiente de la lengua, que siempre es la lengua de un Esta-
do, se prolongan a través de los siglos106. La variedad más cercana al dialecto
(B’) se convierte en objeto de reflexión de una forma más sistemática sólo desde
que se enseña la lengua estándar, hoy en día ya mayormente codificada en su
forma, a vastas capas de la población. En los países románicos se da esto sobre
todo a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. La política escolar de María
Teresa de Austria, emperatriz de Alemania, repercute en Transilvania y en la
Lombardía, la de Carlos III en España y en Hispanoamérica107, y desde entonces
aumentan las quejas. La tradición aún está en vigor en Hispanoamérica durante
los siglos XIX y XX.
El modelo de variedades contactuales podría parecer demasiado aproximati-
vo, y sí lo es con mucha frecuencia para la descripción de las condiciones lin-
güísticas actuales, pues es fácil imaginar que las variedades contactuales por su
parte entren en contacto unas con otras a lo largo del proceso de aprendizaje de
generaciones posteriores, de forma que una delimitación entre las variedades se
haga ilusoria incluso por medio de la conciencia lingüística de los hablantes.
Esta evolución se puede explicar mediante la distinción, arraigada en la concien-
cia de los hablantes, entre “lengua aprendida espontáneamente” y “lengua apren-
dida reflexivamente”, aunque los hablantes no dispongan de términos para este
106
Cf. J. Milroy/L. Milroy 1991.
107
Cf. J. Lüdtke 1989.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 63
fenómeno. He establecido esta distinción para poder describir con ella situacio-
nes de diglosia en que un hablante usa dos lenguas o variedades. De un uso
espontáneo de la lengua se distingue un uso reflexivo, presuponiendo éste siem-
pre otra lengua o variedad superior, que conscientemente no se quiere escribir o
hablar108. Me he referido con ello a Benedetto Croce (1956), quien aplica su dis-
tinción “spontaneo/riflesso” únicamente a la literatura italiana dialectal. Esta dis-
tinción tiene para Croce, sin embargo, un sentido muy diferente. La diferencia-
ción entre lengua aprendida espontáneamente y lengua aprendida reflexivamente
puede referirse tanto al uso oral como al uso escrito de la lengua. No coincide
con la distinción entre lengua primaria y lengua secundaria, puesto que una len-
gua primaria aprendida oralmente de forma espontánea siempre tiene que ser
aprendida reflexivamente en su forma escrita.
Para la genealogía de las variedades contactuales la diferencia oral/escrito y
espontáneo/reflexivo es de suma importancia, ya que en las comunidades lin-
güísticas de tradición escrita los hablantes se ven confrontados con una doble
dificultad al aprender por escrito una lengua o variedad que no consideran idén-
tica a su lengua primaria. A los hablantes les queda por superar otro elemento de
igual complejidad cuando no sólo aprenden a hablar una lengua primaria espon-
táneamente y a escribirla reflexivamente, sino también adquieren –y esta vez de
forma reflexiva– una lengua secundaria para el uso oral y escrito.
He diferenciado una quinta fase en el caso de que una variedad contactual (B’)
subordinada llegue a convertirse en lengua primaria o espontánea de la(s) genera-
ción(es) siguiente(s), y de que los hablantes abandonen B o ya no la hablen y sólo
la conozcan residualmente. A este estado de evolución se ha llegado, en lo esen-
cial, en Francia. Los dialectos sólo se hablan en las regiones periféricas del país.
Incluso el occitano existe por lo general en forma de hablas afrancesadas. Cuando
desaparece la diferencia entre B y B’, esta distinción ya no tiene sentido. Pero
mientras los hablantes de B’ piensen que existe una variedad del tipo B en cierto
modo “originaria”, la diferencia tiene una base real en su representación mental.
Una dinámica análoga puede conducir a la eliminación de la lengua dominan-
te. De esta forma el latín desaparece del uso en la Romania. Las lenguas de
superestrato, antes lenguas dominantes en ciertos espacios tales como el franco
en Galia, el árabe en el sur de la Península Ibérica y en Sicilia, o el eslavo anti-
guo en el dominio del rumano, se pierden dejando transferencias o interferencias
ya no reconocidas como tales por los hablantes.
La sexta fase constituye la pérdida de la variedad dominante o de la variedad
dominada, de manera que, como resultado de todo el proceso, queden como fase
108
J. Lüdtke 1991: 239.
64 JENS LÜDTKE
séptima o bien A’ o bien B’. Las variedades A o B representan de igual modo posi-
bilidades del modelo, sin embargo, su realización en la historia resulta poco ima-
ginable. Ninguna lengua es tan sencilla que, como resultado del contacto, quede
únicamente una sola variedad. Por eso, concentro la reflexión en la dinámica
aquí representada como modelo de la evolución de dos variedades en contacto.
Fases como las aquí representadas son descritas en la lingüística románica desde
la perspectiva del sustrato y del superestrato o bien de las lenguas de sustrato y
de superestrato. En la conciencia de los hablantes la lengua de sustrato o super-
estrato no es propiamente accesible. Las lenguas de sustrato del latín se han per-
dido en la conciencia lingüística de los hablantes, a excepción de la de los etimó-
logos. En el español de América los hablantes siguen todavía parcialmente
conscientes de la continuidad de palabras de sustrato indígena aunque normal-
mente no las puedan identificar. En España, el árabe como lengua de adstrato
sigue parcialmente presente en la conciencia lingüística, aunque en concreto los
hablantes no lo puedan demostrar. Con esto, para el etimólogo, los términos sus-
trato, superestrato y adstrato remiten sin duda a situaciones de contacto de len-
guas. No obstante, no son estudiadas en concreto, dado que sólo son asequibles
para la investigación de forma muy rudimentaria.
En cuanto a las variedades contactuales del español tenemos, pues, tres tipos
fundamentales: (a) las variedades contactuales interdialectales que son el resulta-
do del contacto lingüístico entre españoles; (b) las variedades contactuales naci-
das del contacto entre español y lenguas indígenas; y (c) las variedades contac-
tuales entre español o portugués y lenguas africanas que son las lenguas criollas.
Las variedades están estructuradas jerárquicamente en las arquitecturas lingüís-
ticas y dependen del estatus social de sus hablantes. Las más prestigiadas eran los
tipos de español regional que corresponden a dialectos terciarios y podían ser habla-
das por los españoles de elevada posición social así como, en lo fundamental, por
señores indios que aprendieron el español. Puede que la lengua cristalizada en un
español regional, que es básicamente un dialecto secundario, haya sido hablada por
los criollos. De aquí, muy probablemente, la genealogía de un español regional109
que podemos llamar profundo. Seguían en esta supuesta jerarquía las variedades
indígenas hispanizadas. De rango inferior serían las lenguas indígenas y las lenguas
africanas. Es difícil indicar la posición de la lengua que hablaban los negros ladinos
que podía ser una variedad contactual del español o una lengua criolla. El contacto
del español con las otras lenguas realzaba su estatus y el de sus hablantes con res-
pecto a la lengua hablada en España. Así, hay por un lado subordinación de esta
lengua a la norma de España, pero por el otro se eleva su rango en América.
109
Cf. J. L. Rivarola 1995: 46.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 65
Los grupos étnicos –españoles a los que se suman los mestizos, los indios y
los negros (esclavos, horros o libres)– tenían diversos saberes. Aunque el nivel
de lengua y el estatus social, por una parte, y el saber cultural de los hablantes,
por la otra110, son cosas muy diferentes, se vinculan por el hecho de que en el
mundo colonial los grupos étnicos, correspondientes a categorías sociales, repre-
sentaban saberes que los caracterizaban. Cada grupo étnico tenía su propia cultu-
ra, que se transformaba paralelamente al nacimiento de variedades contactuales.
Es muy probable que los grupos sociales se identifiquen más fácilmente como
grupos étnicos, expresando sus respectivas culturas en un lenguaje distinto.
Una vez establecida esta posible interrelación entre etnia y lenguaje o lengua,
creo que se puede suponer una diferencia similar entre los españoles. En efecto,
las fuentes distinguen muy a menudo entre los “prácticos de la tierra” y los
demás. Estos pioneros se distinguieron siempre de los que no lo eran. Es fre-
cuente en los orígenes que los colonizadores establecidos desde hace algún tiem-
po y, por tanto, experimentados se destaquen de los “nuevamente venidos de
Castilla”, como dice, por ejemplo, la Información de los Jerónimos (1517).
“Prácticos de la tierra” y “nuevamente venidos de Castilla” son rodeos por expre-
siones generalmente poco lisonjeras. Si isleño y baquiano (o baqueano) valora-
ban a los colonizadores antiguos positivamente, bisoño, chapetón o gachupín111
sirvieron para distanciarse de los inmigrantes más recientes. Los baquianos
representan la memoria etnolingüística de momentos más tempranos de la colo-
nización y los conocimientos más exactos del Nuevo Mundo. Ellos eran los
informantes de cronistas como Bartolomé de las Casas y Gonzalo Fernández de
Oviedo. A ellos recurrieron los funcionarios como testigos para sus informacio-
nes oficiales y los autores de relaciones enviadas al Consejo de Indias. Las fuen-
tes no oficiales se basan en el saber etnolingüístico de estos hombres experimen-
tados.
110
Cf. E. Coseriu 1981.
111
Cf. sobre el tema desde otra perspectiva J. L. Rivarola 1995: 44-45.
66 JENS LÜDTKE
opacidad para los lectores actuales: ¿cómo podemos saber lo que expresaban los
textos para los coetáneos? El tema se emprende en esta obra desde los entornos y
se propone contribuir a la interpretación de los textos en los que se realizó la len-
gua española durante la colonia, fundamentalmente en la fase expansiva y funda-
cional de los siglos XVI y XVII, con la intención de recrear la actividad y los sabe-
res de sus autores y lectores.
No es posible estudiar los textos y sus estilos de lengua sin revisar brevemen-
te la documentación en la que se basa nuestro estudio y cuya selección depende
del concepto de lenguaje y de los objetivos de la investigación. Hay que tener
una idea de conjunto de los textos transmitidos entre los que se hace la selección.
Así, es posible analizar los textos según las personas que los producen. Tal crite-
rio concuerda con las finalidades de la historia lingüística. Los textos deberían
reflejar el origen regional y social de la persona, y una amplia gama de estilos de
lengua, empleados en muy variados tipos de usos expresivos.
Entre los autores serían reveladores los textos escritos por mujeres, pero es
muy difícil valorar debidamente su papel en la historia de la lengua, ya que las
mujeres dejaron poquísimos documentos durante la colonia. Ciertamente había
algunas escritoras, mujeres que escribieron cartas, muchas eran testigos en plei-
tos y a menudo se apuntaban sus palabras en las actas inquisitoriales como
denunciantes o denunciadas. La mayor parte de sus testimonios son, por eso,
indirectos. La lengua de los varios grupos sociales se apreciará, pues, hasta
donde resulte posible, en su lugar y según las personas.
Los personajes históricos, cuya biografía es conocida, dejaron muchas veces
huellas de su lengua en escritos. Sus relaciones, cartas o documentos oficiales
son particularmente valiosos, si son autógrafos. Desgraciadamente, esto no se da
con mucha frecuencia. Los amanuenses suelen ser anónimos. Con todo, hay una
ingente masa de documentos que es aprovechable y que se conserva en el Archi-
vo General de Indias en Sevilla, en los Archivos Generales de las naciones hispa-
noamericanas y en los Archivos Provinciales tanto en España, incluyendo las
Islas Canarias, como en América. Los archivos custodian, además de la docu-
mentación oficial, estatal o pública y eclesiástica, crónicas, obras científicas y
obras literarias.
La abundancia de la documentación de archivo es una maldición y una bendi-
ción para la investigación. El primer motivo por el cual se produjo la ingente
masa de documentos es la enorme distancia geográfica. El segundo, aunque no
de menor importancia, es el casuismo de la Corona que no pudo correr el riesgo
de tomar decisiones generales o dictar leyes universales. Este casuismo de la
colonización inició en las Capitulaciones de Santa Fe concedidas a Cristóbal
Colón y se repitió cada vez que se proyectaba un descubrimiento o una conquis-
ta posteriores. Cuando por excepción se promulgaron, el texto advirtió expresa-
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 67
mente que podía haber una reglamentación excepcional que, por supuesto, reque-
ría una autorización especial. De este modo, las situaciones que se pueden regis-
trar o reconstruir dentro de los límites de los contextos discursivos que los expo-
nen son estrictamente formales.
Se ha impugnado el valor documental de las obras que pertenecen a la litera-
tura en un sentido amplio. Hay cierta justificación en eso, si se toman de estas
obras ingenuamente documentaciones de fenómenos aislados de su entorno. Los
textos literarios, cronísticos y enciclopédicos se deben someter a un examen crí-
tico antes de su uso como documento lingüístico112. El problema radica más bien
en las ediciones que hasta ahora son críticas sólo en casos contados. Sabido es
que los cronistas, para dar un ejemplo significativo, se copian los unos a los
otros, aunque, por regla general, los autores señalan los pasajes y las partes que
copian, y precisan la fecha y el lugar de la redacción originaria. Por supuesto, las
copias que no mencionan estos datos se descartan de un aprovechamiento lin-
güístico por el desfase histórico que representa y, si se utilizan, necesitan una
justificación. A pesar de esto, las informaciones, propias o ajenas, pueden ser de
gran valor, cuando documentan usos lingüísticos con comentarios metalingüísti-
cos113. El metalenguaje marca entonces exactamente la distancia entre la lengua
empleada en la obra y la lengua hablada, y es así un claro indicio de por lo menos
dos niveles de lengua. El metadiscurso cronístico puede dar indirectamente acce-
so a fenómenos que no conocemos de otra manera y sirve para calibrar los resul-
tados a los que llegamos por el aprovechamiento directo de los documentos.
Sin el uso de obras históricas, enciclopédicas o literarias un ámbito trascen-
dente carecería de documentación. Me refiero a las variadísimas etnias, indias y
negras, en su mayoría no alfabetizadas. El saber de los indígenas, de transmisión
oral, se apunta y se fija en las obras de los religiosos; un documento excepcional
de este proceso cultural es la Relación de Michoacán114. En un segundo momen-
to, algunos indígenas de elevada posición social o escribanos aprendieron a escri-
bir en su lengua, sobre todo en náhuatl o quechua, o en lengua española. Así, en
las lenguas indígenas cabe distinguir la fase ágrafa de la fase posterior a la escri-
turalización, es decir, la introducción de un sistema gráfico. Ya al principio de
los contactos lingüísticos en las Antillas, fue una gran sorpresa que las lenguas
indígenas se pudieran escribir mediante las letras del alfabeto latino, pero sólo en
la expansión continental las lenguas indígenas ágrafas se convirtieron en escri-
112
Véanse las historias de la historiografía indiana de F. Weber 1911, B. Sánchez Alonso
1941, 1944, 1950, F. Esteve Barba 21992, A. C. Wilgus 1975, R. Jara y N. Spadacini (eds.)
1989 y las historias de la literatura hispanoamericana de la época colonial.
113
Cf. M. Metzeltin 1994: 146-150.
114
Fray Jerónimo de Alcalá 1988.
68 JENS LÜDTKE
tas. A partir de este momento se aplican los entornos y se van elaborando tradi-
ciones discursivas nuevas según modelos propios o españoles cuando se redac-
tan documentos oficiales. Si excluimos a estos indios y también a los negros, no
lograremos explicar el proceso de la transculturación multisecular de los indios
hasta su hispanización total en algunas regiones o la desaparición de los negros
en regiones como la provincia de Buenos Aires, en la pampa argentina, o en
México115, ni entenderemos la composición de la sociedad colonial que es la
base de sus arquitecturas lingüísticas. Tampoco conoceríamos mucho de todo lo
nuevo que experimentaban los españoles ni las culturas indígenas que describían
los misioneros, sobre todo los franciscanos.
Nuestro estudio de las fuentes que dejaron estos grupos parte de la teoría de
los entornos116. Karl Bühler la introdujo en su Sprachtheorie, obra publicada en
1934 y traducida al español en 1950 (21961), pero a pesar de la indudable impor-
tancia de esta Teoría del lenguaje, su elaboración posterior es intermitente y se
produjo con largos intervalos. Coseriu incluye una primera revisión crítica de los
entornos en su artículo “Determinación y entorno” de 1955-1956 que sienta en
parte las bases para una lingüística del texto ante litteram. Tras la constitución de
esta disciplina a partir de los años sesenta, Coseriu mismo se encarga de refor-
mular y ampliar el concepto de entorno117. En la formulación de estas observa-
ciones he tenido a mano la sugestiva obra de la primera lingüista que los desplie-
ga y introduce en la historia lingüística, la malograda Brigitte Schlieben-Lange
(1983). Corinna M. Kirstein (1997) aplica esta teoría a los tipos de textos de El
País. Finalmente, Heidi Aschenberg (1999) la modifica con vistas a aprovechar-
la en la construcción de situaciones en contextos literarios, mientras que Johan-
nes Kabatek, aunque constata el carácter críptico y de esbozo de esta teoría, la
emplea en el estudio de las tradiciones discursivas jurídicas del occitano y caste-
llano en la Edad Media118. Si bien retomo el tema donde Heidi Aschenberg lo
dejó, con las observaciones de Isolde Opielka (2008) acerca de los entornos en la
Residencia tomada a los jueces de apelación de Santo Domingo en 1517, al igual
que Johannes Kabatek, vuelvo a introducir en el conjunto un tipo de entorno, la
región, que no deja de justificarse por las distancias largas entre Europa y Améri-
ca, e incluso entre los mismos territorios americanos, así como por la constitu-
ción de la experiencia en mundos separados y mal comunicados.
Que el lector identifique bien los entornos, es una necesidad para interpretar
el documento o la obra en los que se apoya la historia de la lengua. Los entornos
115
Cf. por ejemplo G. Aguirre Beltrán 21970.
116
Las páginas que siguen se basan en J. Lüdtke 2011.
117
E. Coseriu 21967: 308-323; 2007: 205-232.
118
J. Kabatek 2005: 42.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 69
situacionales son extralingüísticos y tienen una fuerte carga referencial que sólo
es accesible en el lenguaje hablado cuando hablante y oyente los comparten
mediante su presencia. Estos entornos situacionales son el trasfondo de los con-
textos, y el oyente o lector los reconstruye a partir de dichos contextos.
Paso revista a los posibles entornos, con algunos ejemplos tomados de la his-
toria del español de América. Antes de bosquejar los diferentes tipos, voy a ofre-
cer un sumario:
(2) El saber
Si queremos hacer historia de la lengua y nos apoyamos en textos, hay que saber
lo que pertenece a la configuración lingüística del texto y lo que no, es decir, lo
perteneciente al conocimiento del mundo o al saber cómo se habla y escribe en
situaciones determinadas. El punto de partida para considerar el saber lingüístico
es la competencia lingüística del hablante y escribiente120. El saber lingüístico
consiste en:
– saber cómo se habla sobre el mundo y con los demás en cualquier lengua,
o saber elocucional;
– saber cómo se habla una lengua, o saber idiomático; y
– saber cómo se habla en discursos, o saber expresivo.
Si bien los discursos y los textos siguen tradiciones, éstas pueden variar y
cambiar. Muchas veces es difícil comprobar una diferencia entre variación y
cambio en curso. En cuanto al saber elocucional y las necesidades designativas,
las lenguas deben disponer de recursos para explicitar los entornos, incluso la
referencia a los interlocutores que en el lenguaje hablado permanecen o pueden
permanecer implícitos o se verbalizan mediante deícticos.
El saber idiomático cambia en las relaciones entre lengua escrita y hablada.
La variedad que se escribe en el continente americano, a pesar de su variación
interna, tiene la función de unir en una lengua común a los españoles, que empie-
zan a llamarse así con cada vez mayor frecuencia. Si bien no se documenta la
koiné hablada más que en huellas, aquí tenemos la voluntad de agruparse bajo el
techo de una lengua escrita común a todos. La conservación intencional de ras-
gos geográficos originales no tendría ningún sentido en las nuevas condiciones
119
Véase E. Coseriu 2006.
120
E. Coseriu 1988, 1992.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 71
121
Me refiero a la distinción entre léxico estructurado, por un lado, y las términologías y
nomenclaturas populares, por otro, que introduce Coseriu en 1991: 98-99.
72 JENS LÜDTKE
122
E. Coseriu 1992: 196.
123
J. J. Real Díaz 1970, 21991, J. Lüdtke 1999a, también llamado “discurso diplomático”
indiano por M. Carrera de la Red 2006; cf. P. Koch 2008.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 73
ción lingüística y, en otro sentido, por la experiencia acerca de las realidades signifi-
cadas124.
124
E. Coseriu 21967: 311.
125
E. Coseriu 21967: 311.
126
E. Coseriu 21967: 311.
127
E. Coseriu 21967: 312. Carlos Perna advierte que la negación no figura en esta edición
de 1967, pero no en el artículo publicado en 1955-1956; aparece también en la Lingüística del
texto, editada por Ó. Loureda en 2007. Opino que el sentido exige la negación.
74 JENS LÜDTKE
El amor à las letras, y la cultúra y pulidéz del trato humano ha reducido casi todas
las Ciéncias, ò Artes à Diccionarios, intentando que por ellos se aprendan y sepan.
Mas acodomado y de menos fatíga es su estúdio; pero la opinión de los Sabios es que
la edición de los Diccionarios ha perjudicado à la República literária, porque no se
estudian las Ciéncias con sólidos fundamentos, sino por la ligéra superficie de la
explicación de las voces, ò términos sueltos y divididos por Abecedario, en los Dic-
cionarios128.
En cuanto al ámbito, esta región se refiere a los objetos que se conocen “como
elemento del horizonte vital de los hablantes o de un dominio orgánico de la expe-
riencia o de la cultura, y sus límites no son lingüísticos; así, el espacio dentro del
cual se conoce el objeto ‘casa’ es un ‘ámbito’”129. Pertenecen a los ámbitos hispa-
noamericanos los conocimientos etnolingüísticos como los fenómenos de la natu-
raleza, flora y fauna así como las culturas indígenas, independientemente de su
denominación mediante un signo, y otras “cosas”. A pesar de la abundancia de
estudios sobre los ámbitos hispanoamericanos, la importancia del conocimiento
del “horizonte vital” de los españoles emigrados a Indias está todavía subestimada.
Uno de los temas relativos a la región que se subestima en particular es el de
la toponomástica, entendida como disciplina que estudia la toponimia o conjunto
de topónimos. Como sistema de significación vivo, la toponimia se localiza en el
saber idiomático, en la región y en el saber acerca del mundo empírico. La topo-
nimia es viva y creadora en la época de los descubrimientos y en la fase de la
ocupación de los nuevos territorios. No hay mejor caso para su estudio que el
128
Autoridades 1964: IV (11726-1739).
129
E. Coseriu 21967: 311.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 75
repartimiento de los terrenos en Tenerife (2.9.). Por ser más reciente y tierra
nueva, como la llaman los colonizadores mismos de Tenerife, la semántica de los
topónimos ultramarinos es más transparente que la de los peninsulares, cuyos
numerosos estratos diacrónicos ocultan los significados. Siendo así los hechos,
los nombres de lugar muestran similitudes con los términos; otra convergencia
con la terminología consiste en que los lugares pueden denominarse en un acto
propio, susceptible de caer en el olvido, y volver a nombrarse posteriormente.
El sistema de significación de la toponimia funciona en los límites de una
región; de este modo, la configuración toponímica sintópica de Canarias, incluso
de las islas particulares, se distingue de las grandes regiones hispanoamericanas
que se individualizan no sólo según las características de sus accidentes geográ-
ficos, sino también de hechos culturales y nacionales propios. En primer lugar,
existen los signos que son los lexemas toponímicos primarios (valle, barranco,
malpaís…) y secundarios (lomo, sierra…) que en determinadas zonas se organi-
zan en campos semánticos130 (véase 2.8.). Si bien la toponimia de una región es,
en principio, común a todos los hablantes, el conocimiento toponímico resulta
ser escalonado, porque el saber geográfico pertenece, hoy más que en el pasado
lejano, a diferentes ambientes. Los conocimientos dependen en gran parte de los
conocimientos de los hechos geográficos y de la manera en que los hablantes
aprovechan el espacio: trabajando, viajando o encontrándose en él en su tiempo
de ocio. El conocimiento de la toponimia en general, no sólo de la llamada topo-
nimia menor, depende del radio de acción, o sea del ámbito, de una persona.
El contexto que en Coseriu abarca “toda la realidad que rodea un signo, un acto
verbal o un discurso”131, se diferencia, según una propuesta de H. Aschenberg132,
en el contexto propiamente verbal, el saber, que constituye un conjunto de entor-
nos propio, como acabamos de ver, y los entornos relacionados con la situación
inmediata que forman parte del primer grupo y se comentarán más abajo. Ya que
este entorno se refiere únicamente a contextos verbales o discursivos, es conve-
niente limitar el término contexto al contexto discursivo para más claridad y
coherencia interna, de modo que se subraya el carácter verbal de este entorno. Lo
subdividimos en: (a) la situación mediata como contexto; (b) el contexto inme-
diato y mediato; y (c) el contexto positivo y negativo.
130
M. Trapero 1995: 34-38; véanse sobre la semántica en la toponimia también M. Trape-
ro 1999 y E. Coseriu 1999.
131
E. Coseriu 21967: 313.
132
H. Aschenberg 1999: 75.
76 JENS LÜDTKE
En primer lugar, el contexto verbaliza una situación, por ello lo llamamos tam-
bién contexto situacional mediato. Este entorno suele expresarse en el lenguaje
escrito mediante la transposición de los elementos situativos en contextos discur-
sivos, independizando así el texto del “campo mostrativo”133 del hablante o escri-
biente. Evidentemente los contextos reconstruyen la situación inmediata por
medio de la expresión de un cambio de perspectiva según la cual el origen se
desplaza a un punto de referencia que se encuentra fuera del yo, aquí y ahora134.
O si aparecen el yo, el aquí y el ahora, son las manifestaciones de un narrador,
creado por el texto mismo. El texto se desvincula del contexto práctico, es decir,
de las propiedades biológicas, regionales, sociales y culturales de los participan-
tes que se convierten en signos lingüísticos del contexto, pero sólo en la medida
en que el autor del documento es consciente de la necesidad de expresar estas
propiedades y no prefiere dejarlas implícitas. Los textos escritos son, pues, más
explícitos que los discursos enunciados en una situación oral, aunque las infor-
maciones se limiten a lo que el autor del documento transmite. Las referencias a
la situación se elaboran y estructuran en las descripciones y sus redes anafóricas.
Sin embargo, el hecho de que de su anclaje a la situación comunicativa con sus
referencias a entornos no verbalizados, pero dados por conocidos, se derive cier-
ta opacidad de los documentos oficiales, es un motivo más que suficiente para
suscitar el interés en esta materia considerada árida.
No obstante las muchas reservas, la situación inmediata se documenta de
forma indirecta o se comenta en contextos que aparecen en obras históricas, lite-
rarias y en documentos. Es posible verbalizar el mismo origen (bühleriano) de la
situación inmediata o bien desplazarla hacia la situación mediata, descrita
mediante los deícticos correspondientes o también, descontextualizando la ver-
balización de la situación, con la ayuda de los nombres propios135.
La misma documentación oficial contiene numerosas declaraciones testimo-
niales. Preguntas y respuestas son, pues, la base práctica de varios géneros de
documentos oficiales. Precede a las preguntas un interrogatorio preestablecido,
pero no sabemos si las preguntas se formulaban al tomar la declaración como
interrogaciones directas o indirectas. Los protocolos, redactados ante un escriba-
no público, apuntan los testimonios generalmente de forma transformada, motiva-
da por el cambio de la primera a la tercera persona gramatical, pero es muy proba-
133
K. Bühler 21961: 134-154.
134
E. Coseriu 2007: 221.
135
E. Coseriu 21967: 311.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 77
ble que se hayan puesto por escrito las palabras del testigo de forma literal. La
literalidad, en cambio, puede ser con mucha verosimilitud la práctica de la Inqui-
sición. Hay un motivo para esta suposición: ya que a los testigos se les inculcaba
mantener el secreto y los delitos consistían muchas veces en “dichos”, era impor-
tante averiguar si distintos testimonios convergían en sus declaraciones o no.
El proceso mencionado implica dos orientaciones: el tránsito de lo fónico a lo
gráfico y de lo gráfico a lo fónico, cambio medial que vamos a ejemplificar a
continuación. Es imposible desvincular el texto escrito de dos formas comunica-
tivas que derivan de él, y de las situaciones en las cuales se desenvuelven, la lec-
tura en voz alta y la puesta por escrito de las declaraciones de testigos en actas,
generalmente redactadas en situaciones muy formales. La lectura es un elemento
imprescindible de la notificación de un documento; en cambio, la puesta por
escrito produce un documento probatorio nuevo cuya forma depende de la inter-
vención del escribano. En la práctica de los escribanos y de los que, a falta de
ellos, tenían la autorización de redactar documentos oficiales se produce con fre-
cuencia un tipo de documento probatorio que levanta acta de las deposiciones de
un testigo. Es evidente que la situación inmediata que se convierte en acta es
altamente formal, ya que declaran testigos que tienen la obligación de decir la
verdad bajo juramento. Ambos casos son de importancia primordial en la comu-
nicación colonial. Hay que destacar que la actuación y la interacción no se apro-
vechan del texto impreso; la forma manuscrita es de rigor en asuntos administra-
tivos. Sólo en casos contados como la divulgación de las Leyes de Burgos
(1512-1513) la Corona recurre a la impresión. La copia manuscrita se mantiene
durante siglos, de modo que es imposible separar el documento de su forma
manuscrita, legitimada mediante las firmas y el sello correspondientes.
136
Según se defiende en W. Oesterreicher 2001.
78 JENS LÜDTKE
estamos discutiendo se refiere ante todo al uso que hacen los coetáneos de los
textos al producirlos, interpretarlos y reutilizarlos. Por supuesto, el lingüista
debe reconstruir también las situaciones en las cuales funcionaron los documen-
tos137. Los documentos vuelven a ponerse en varias situaciones, en el sentido que
damos a este término y pasan a través de una serie de “representaciones” en las
cuales intervienen fases orales. Sin embargo, el tenor del documento no puede
cambiar; sólo cambia el aspecto formal, la ortografía.
En el siguiente extracto de la deposición de Pedro Romero contenida en la
Residencia tomada a los jueces de apelación de Santo Domingo (1517) el tras-
fondo es el mundo histórico en el cual vivieron los coetáneos, más concretamen-
te la administración de la naciente colonia, la lengua del acta refleja bien el
esfuerzo por un modelo que elimina las variedades lingüísticas regional y social-
mente marcadas, el universo del discurso es el de un documento jurídico que da
forma a la vida cotidiana. Las respuestas corresponden a las preguntas estableci-
das en el interrogatorio del juez de residencia:
A la primera pregunta dixo que conosçe a los dichos liçençiados en la/25 dicha
pregunta contenjdos desde que vjnjeron a esta ysla por/26 juezes de las apelaçiones,
puede aver quatro años poco
///va testado e diz por///
[46v]
/1 mas o menos, e al liçençiado Ayllon desde que esta en esta/2 ysla, que puede
aver diez años poco mas o menos,
(…)/ por iiij años
/3 e que sabe que fueron juezes destas yslas de apelaçiones/4 los dichos quatro
años poco mas o menos e que los conos/5 çe por vista e habla e conversaçion que con
ellos e con/6 cada vno dellos ha tenjdo >e< desde el dicho tienpo/7 aca, e tanbien a
conosçido algunos ofiçios338/8 de su avdiençia e con Pedro de Ledesma que hera su
secretario.
p339
/9 Fue preguntado que hedad a este testigo. Djxo que sera de/10 hedad de treynta e
quatro años o treynta e çinco/11 años poco mas o menos. Fue preguntado sy es
debdo/12 o pariente de alguno de los dichos liçençiados en algun/13 grado. Dixo que
no tjene njngund debdo nj parentesco/14 con njnguno de los dichos liçençiados. Fue
preguntado sy es/15 amjgo o enemjgo de algun<o> de los dichos liçençiados./16 Dixo
que no tiene njnguna enemjstad con njn/17 guno dellos, antes los qujere bien, e que no
tiene njn/18 guna parçialidad con njnguno. Fue preguntado sy a/19 sydo dadivado,
137
Hay dos conceptos de “recontextualización”: el que acabamos de utilizar y que corres-
ponde al uso que hacen los hablantes de los textos, al producirlos, interpretarlos y reutilizarlos;
y otro que consiste en una operación del lingüista que se defiende en W. Oesterreicher 2001.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 79
corruto o atemorizado por alguna/20 persona para que diga el contrario de la verdad
en este caso/21 que es tomado por testigo. Dixo que no. Fue preguntado sy querria/22 o
desea que los dichos liçençiados vençiesen en este caso avn/23 que no toviesen justi-
çia. Dixo que no querria syno que/24 vençiese el que toviese justiçia e que la verdad se
sepa./25 So cargo del dicho juramento fue preguntado >fue preguntado< sy por/26
amor o temor del almjrante o por ser su allegado o/27 valedor o en otra qualqujer
manera que del dicho
[47r]
/1 almjrante toviese esperase algund favor o ynte/2 rese, querria319 que los dichos
liçençiados contra justiçia fuesen ca/3 stigados. Dixo que no e que no tiene amor al
almjrante nj/4 a ellos mas de quanto querria320 que se admjnjstrase justiçia/5 e que
antes qujere bien a los dichos liçençiados, como dicho tjene.
El contexto verbal puede ser inmediato –constituido por los signos que se
hallan inmediatamente antes o después del signo considerado– o mediato, hasta
llegar a abarcar todo el universo, y, en tal caso, puede llamarse contexto temáti-
co. En una obra, cada capítulo y, hasta cierto punto, cada una de sus palabras,
significan en relación con lo dicho en los capítulos anteriores y cobran nuevo
sentido con cada capítulo sucesivo, hasta el último138.
138
Coseriu 21967: 314-315.
80 JENS LÜDTKE
Desde otro punto de vista, el contexto verbal puede ser positivo o negativo: cons-
tituye contexto tanto aquello que efectivamente se dice, como aquello que se deja de
decir. Si este dejar de decir algo es intencional, tenemos lo que –según el propósito
que se atribuya al hablante– se llama insinuación, alusión o sugerencia139.
139
E. Coseriu 21967: 315.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 81
(4) La situación
Por situación conviene entender […] sólo las circunstancias y relaciones espacio-
temporales que se crean automáticamente por el hecho de que alguien habla (con
alguien y acerca de algo) en un punto del espacio y en un momento del tiempo; aque-
llo por lo cual se dan el aquí y el allá, el esto y el aquello, el ahora y el entonces, y
por lo que un individuo es yo y otros son tú, él, etc.141.
140
K. Bühler 21961: 108, 134-154.
141
E. Coseriu 21967: 310.
142
E. Coseriu 1955-1956: 301-302; 21967: 310-311.
143
I. Opielka 2008: 323-324.
82 JENS LÜDTKE
desde que está en esta isla, que puede haber diez años poco más o menos. Y sé
que fueron jueces de estas islas de apelaciones los cuatro años poco más o menos.
Y los conzco por vista y habla y conversación que con ellos y con cada uno de
ellos he tenido desde cuatro años acá, y también he conocido algunos oficiales de
su Audiencia, y con Pedro de Ledesma que era su secretario.
PREGUNTA: ¿Qué edad?
PEDRO ROMERO: Seré de edad de treinta y cuatro o treinta y cinco años poco más o
menos.
PREGUNTA: ¿Sois deudo o pariente de alguno de los licenciados en algún grado?
PEDRO ROMERO: No tengo ningún deudo ni parentesco con ninguno de los licencia-
dos.
PREGUNTA: ¿Sois amigo o enemigo de alguno de los licenciados?
PEDRO ROMERO: No tengo ninguna enemistad con ninguno de ellos, antes los quiero
bien, y no tengo ninguna parcialidad con ninguno.
PREGUNTA: ¿Habéis sido dadivado, corrupto o atemorizado por alguna persona para
que digáis el contrario de la verdad en este caso que sois tomado como testigo?
Pedro Romero: No.
PREGUNTA: ¿Querríais y deseáis que los licenciados venzan en este caso, aunque no
tengan justicia?
PEDRO ROMERO: No querría, sino que venza el que tenga justicia, y que la verdad se
sepa.
PREGUNTA: Os pregunto so cargo del juramento si por amor o temor del Almirante o
por ser su allegado o valedor o en otra cualquier manera que el Almirante tenga…
espere algún favor o interés, ¿querríais que los licenciados contra justicia sean
castigados?
PEDRO ROMERO: No, y no tengo amor al Almirante ni a ellos más de cuanto querría
que se administrase justicia, y antes quiero bien a los licenciados, como dicho
tengo.
144
J. Lüdtke 2009.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 83
145
E. Coseriu 21967: 316.
146
E. Otte 1988, A. Hartnagel 2007.
84 JENS LÜDTKE
Este entorno se entiende aquí como entorno situacional, no como contexto: “El
contexto físico abarca las cosas que están a la vista de quienes hablan o a las que
un signo adhiere […]. La deixis real e inmediata ocurre dentro de un contexto
físico, por el cual, además, se individúan implícitamente todas las cosas que el
contexto mismo contiene”148. Corresponde al entorno sinfísico de Karl Bühler149
y pertenece por sus características al lenguaje hablado.
En nuestro ejemplo, el juez de residencia Alonso de Zuazo, el escribano Mar-
tín de Calahorra y el amanuense anónimo forman parte del entorno físico del
interrogatorio, como también la casa de la contratación de Santo Domingo que
se encuentra en la calle que hoy se llama calle de Las Damas, y la coyuntura del
juicio residencia.
Sin embargo, aparece también como elemento situacional inherente a los
documentos oficiales. Demos un breve ejemplo. El documento oficial sólo des-
arrolla un potencial legal en su forma material una vez presentado en una situa-
ción inmediata formal ante las autoridades competentes por una persona legiti-
mada para tal efecto. Las circunstancias legales de la presentación son de tanta
importancia que se hacen constar en acta en un documento aparte o, por ejemplo,
en el libro del cabildo. Las decisiones de la Corona, necesariamente inadecuadas
a las circunstancias de su aplicación, vuelven a situarse en los debates dentro de
los cabildos. Es evidente que hay que examinar si una disposición puede aplicar-
se: a veces se acata u obedece, pero no se cumple150. No son infrecuentes los
casos en los cuales un funcionario emprende la huida ante la entrega de un docu-
mento cuya disposición no quiere cumplir.
147
P. Koch/W. Oesterreicher 2001: 586-587.
148
E. Coseriu 21967: 315.
149
K. Bülher 21961: 197-200.
150
D. Figueroa 2005. A. Jiménez Núñez 1994 aclara el sentido general de esta fórmula y
explica su aplicación en el entorno indiano.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 85
Se objeta que las crónicas y obras parecidas documentan entre los estilos de len-
gua la lengua escrita culta. Es cierto que la percepción actual de los estilos se
desvía hacia la lengua de los cultos y que los textos dan una imagen unilateral de
la realidad lingüística. Aun así no se justifica en absoluto que se descarte esta
lengua. Al contrario, su presencia, comprobada por la misma documentación, es
la prueba más segura de que entonces era una realidad y de que era omnipresen-
te. Rastrear sólo lo que se distingue de la lengua culta es un grave error de méto-
do. Dicho esto, el fragmento de la lengua de la que disponemos tampoco quita
que busquemos las huellas de la oralidad en los textos. Las formas básicas de la
discursividad son la narración, la descripción y la argumentación, que incluyen
sus respectivas tradiciones discursivas. Ellas se pueden inclinar más hacia la ora-
lidad o hacia la escrituralidad. En las Indias se pone por escrito, por ejemplo, la
historia oral de muchos testigos oculares. Esta historia oral abarca narraciones y
descripciones. ¿De dónde habrían podido tomar sus informaciones autores como
fray Bartolomé de las Casas o Gonzalo Fernández de Oviedo si no de lo que les
contaron los hombres experimentados, o sea, los baquianos? Uno de ellos, Ber-
nal Díaz del Castillo, animaba sus relatos con elementos típicos de la lengua
hablada: podemos imaginárnoslo contando sus historias, repetidas mil veces,
logrando con el tiempo siempre mejores efectos con sus recursos estilísticos.
Incluso personas no muy cultas redactaron las historias de sus hazañas para soli-
citar las mercedes que se debían a sus méritos como, por ejemplo, Francisco de
Jerez, Diego de Trujillo, Pedro Pizarro y Alonso Borregán151. Y algunos autores
se aproximaron a la lengua hablada mediante la reproducción de conversaciones.
En cuanto a los fenómenos orales en general, no nos interesan exclusivamen-
te los rasgos informales. El lenguaje hablado tiene elementos discursivos alta-
mente estructurados que forman parte de los géneros de textos orales como los
saludos, las imprecaciones, los juramentos o los pregones. En el lenguaje jurídi-
co los participantes en actos jurídicos, entre los que menciono la petición, la soli-
citud, el nombramiento, la confirmación y la notificación, deben pronunciar
actos de habla que sin forma oral no son válidos. Resumiendo estas observacio-
nes, se puede afirmar que el habla está presente en la documentación, aunque
hay que buscar e interpretar adecuadamente sus huellas152.
Los documentos deben ser fiables. Su fiabilidad es, sin embargo, relativa-
mente independiente de su veracidad histórica. Basta que la autenticidad de la
151
Cf. E. Stoll 1997.
152
Cf. W. Oesterreicher 1994.
86 JENS LÜDTKE
Y las fuentes, sobre todo aquellas que emanan de los grandes hombres, son inago-
tables; libros ya mil veces utilizados pueden y deben volver a ser leídos, pues presen-
tan una nueva faz a cada lector y a cada siglo e incluso a cada edad de cada indi-
viduo153.
153
J. Burckhardt 1971: 64.
154
Cf. acerca de la edición de documentos hispanoamericanos J. Lüdtke 1996. Véanse
también los criterios de edición que J. A. Frago Gracia considera para la historia del español
en América (1999) y en España (2002).
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 87
155
Se pueden mencionar A. Wesch 1993, B. Arias Álvarez 1997, I. Opielka 2008 y M.
Fernández Alcaide 2009.
88 JENS LÜDTKE
documentos en su lugar tanto en España como en las Indias. Los máximos repre-
sentantes eran los virreyes; el primero de ellos fue Cristóbal Colón, seguido, tras
un intervalo, por su hijo Diego; el virreinato fue trasformado posteriormente en
un cargo administrativo no hereditario. Aunque de rango inferior al de virrey, las
Audiencias indianas actuaban también en nombre del rey como cualquier institu-
ción dependiente tanto de un virrey como de una Audiencia que podía subdele-
gar su poder156.
El carácter sacro del documento regio no se entiende sin conocer la transmi-
sión de esta propiedad de la persona del rey a sus representantes y de éstas a los
documentos: el vínculo es el sello real. La Recopilación de leyes de los Reynos
de Indias incluye una ley al respecto con la cual Felipe II regula en 1559 cómo se
debe recibir la entrada del sello real en una Audiencia:
Es justo y conveniente, que quando nuestro sello Real entrare en alguna de nues-
tras Reales Audiencias, sea recevido con la autoridad, que si entrasse nuestra Real
persona, como se haze en las de estos Reynos de Castilla157.
156
Cf. sobre este tema M. Gómez Gómez 2008: 15-31.
157
Carlos II 1681: I, 243.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 89
158
“Muy poderosos señores: Cristóbal de Santa Clara, vecino de esta ciudad, hace presen-
tación en esta Real Audiencia de una Cédula Provisión [sic] Real de Vuestra Majestad en que
manda a sus oidores que hayan información del tiempo que yo serví en las fundiciones y
cobranza de las deudas de Vuestra Majestad y se la envíen según que en la dicha cédula más
largo se contiene y pido y suplico a Vuestra Majestad, sus oidores la obedezcan y cumplan
como en ella se contiene mandando hacer y efectuar lo en ella contenido con toda brevedad
sobre lo que pido justicia” (E. Mira Caballos 2000: 51). Cristóbal de Santa Clara titula a los
oidores mediante el uso de Vuestra Majestad porque hacen las veces del rey; en cambio, la
expresión sus oidores manifiesta que son los destinatarios de una cédula emanada de la reina
que se cita a continuación. De este modo, las tres menciones de Vuestra Majestad, que apare-
cen en la petición, corresponden a dos situaciones inmediatas diferentes. Si la primera men-
ción se refiere también a los oidores, este desdoblamiento se realiza de forma sorprendente:
designa igualmente a la reina en persona de quien emana la cédula real cuyo original Cristóbal
de Santa Clara entrega al presidente y oidores de la Audiencia después de haber leído su pe-
tición.
159
Informan acerca del derecho indiano por ejemplo R. Altamira y Crevea 1951, J. M.a
Ots Capdequí 1967, A. Dougnac Rodríguez 1994 y V. Tau Anzoátegui 1992.
90 JENS LÜDTKE
160
Las capitulaciones del siglo XVI están reunidas en M. del Vas Mingo 1986. Deben ser
completadas por las capitulaciones canarias citadas por E. Aznar Vallejo (1983, 21992) y las de
Santa Fe.
161
La documentación acerca de la historia de las ciudades hispanoamericanas se encuen-
tra en F. de Solano (ed.) 1996 (éste es el primer volumen de la obra).
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 91
y más tarde del Consejo de Indias; se trata de dictámenes acerca de las decisio-
nes a tomar y que se someten al rey para su aprobación. Los resultados de las
consultas son como regla general las reales provisiones y reales cédulas.
Las leyes que regulaban la vida de los territorios americanos tenían la forma
de una real provisión, una real cédula o una carta real cuando se trataba de casos
particulares. El documento que expresa la decisión del propio rey es la real pro-
visión cuya diferencia respecto a la real cédula consiste en la mayor solemnidad.
Ambos se inician con una intitulación ceremoniosa y se validan con el sello
regio. La menor formalidad de un documento se expresa en la sola participación
de los representantes del monarca; este documento se puede llamar carta real162.
Hay que hacer resaltar que esta diferencia no se deduce de una denominación
contenida en el documento, sino que es una distinción tipológica basada en la
variación de la intitulación y la validación a la que pertenecen las firmas y el tipo
de sello. Debido a que este último no suele reproducirse en las ediciones, la ver-
dadera motivación de la denominación de un documento de este tipo se deja en
la incertidumbre.
En el siglo XVIII el rey solía dejar tomar las decisiones a sus secretarios de
Estado que despachaban reales órdenes. En algunos casos se dictaban ordenan-
zas que regulaban un amplio sector de la vida colonial. Las Ordenanzas para el
tratamiento de los indios, mejor conocidas como Leyes de Burgos (1512), son
las primeras.
De menor importancia como documentos lingüísticos son las codificaciones
del derecho indiano que sistematizan las reales provisiones y cédulas. Aclaran la
situación jurídica, generalmente muy confusa por ignorancia de las leyes, compi-
lando los reglamentos que estaban en vigor. Tomamos de esta documentación los
usos lingüísticos vigentes en una época determinada, pero no llegamos a saber
por estos documentos cuándo se origina un uso lingüístico. De las compilaciones
las que más interesan son las publicadas como, por ejemplo, las Provisiones,
cédulas e instrucciones para el gobierno de la Nueva España de Vasco de Puga
(1563) a diferencia de los proyectos de codificación como las Ordenanzas
hechas para los nuevos descubrimientos (1573) o las Provisiones, cédulas, capí-
tulos de ordenanzas, instrucciones y cartas de Diego de Encinas (1596). Un ver-
dadero código indiano es la Recopilación de las leyes de los reinos de las Indias
en cuatro tomos, promulgada por Carlos II en 1680, que se amplifica en el siglo
XVIII hasta formar el Cedulario Índico de 116 tomos163.
162
M. Gómez Gómez 2008: 37-38.
163
Dan una idea general de la documentación indiana obras históricas como la de R.
Konetzke 1971 o L. N. McAlister 1984. Para informaciones más detalladas hay que recurrir a
historias del derecho indiano como A. Dougnac Rodríguez 1994 o R. Pérez Bustamante 1997.
92 JENS LÜDTKE
164
Una visión de conjunto de la residencia da J. Ma Mariluz Urquijo 1952; un ejemplo de
estudio lingüístico y discursivo es I. Opielka 2008.
165
J. A. Frago Gracia 1993: 38-40.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 93
166
Cf. A. Wesch 1998: 289. Aparte de las consideraciones que van a seguir en este capítu-
lo, sólo recientemente se van descubriendo las relaciones entre el “discurso indiano” (en M.
Carrera de la Red 2006) y las tradiciones discursivas. La investigación de esta última orienta-
ción parte de la lingüística del texto de Coseriu, que cito en la versión que fue editada, anotada
y presentada por Ó. Loureda Lamas en 2007. Se elabora teóricamente en B. Schlieben-Lange
1983, P. Koch 1997, W. Oesterreicher 1997, H. Aschenberg/R. Wilhelm (eds.) 2003, entre
otros, y se aplica posteriormente también a la lengua española en D. Jacob/J. Kabatek (eds.)
2001, J. Kabatek 2005, J. Kabatek (ed.) 2008 e I. Opielka 2008 (cf. 1.5.3.).
94 JENS LÜDTKE
167
R. Eberenz y M. de la Torre expresan esta propiedad de la documentación, y de la
inquisitorial en particular, mediante el título Conversaciones estrechamente vigiladas de su
libro publicado en 2003.
96 JENS LÜDTKE
La actio y la conscriptio
168
E. Coseriu 1988: 253.
169
J. J. Real Díaz 1970: 73-123.
170
J. J. Real Díaz 1970: 7-8.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 97
171
J. J. Real Díaz 1970: 130-134.
172
J. J. Real Díaz 1970: 140-142.
173
J. J. Real Díaz 1970: 147-151.
98 JENS LÜDTKE
174
J. Lüdtke 1984: 226-231.
175
J. J. Real Díaz 1970: 200.
176
J. J. Real Díaz 1970: 195.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 99
merced177. Real Díaz considera los verbos citados como sinónimos, pero no lo
son en un sentido más estricto. El rey se dirige con los verbos mandar y ordenar
a los funcionarios reales, sus inferiores directos, mientras que ruega y encarga a
los eclesiásticos y los religiosos por estar fuera de su competencia directa. Real
Díaz piensa que “[s]ería prácticamente imposible intentar una sistematización de
esta cláusula”178. Esto no parece cierto en absoluto, sino que es más bien un tema
interesante para una investigación lingüística.
Esta cláusula examina sobre todo tres materias: provisiones de gobernación,
de gracia y de justicia, pero a continuación Real Díaz da la lista de los otros
asuntos que se documentan por real provisión179. Un tema particularmente inte-
resante son las cláusulas finales cuya “redacción es variadísima y escapa a toda
sistemática”, incluyendo fórmulas “preceptivas, prohibitivas, derogativas, reser-
vativas, obligatorias, denunciativas, conminatorias, penales”180. Mirando estas
cláusulas más de cerca, descubrimos que una “cláusula preceptiva” es un reque-
rimiento, es decir, el cumplimiento de una disposición que se expresa mediante
“mando que”. Se resuelve entonces otro interrogante respecto del estudio lin-
güístico de estas cláusulas: se estudiarán como actos de habla.
El protocolo final consiste en la validación, la suscripción, la signatura y el
sello. Lo que se desarrolla en esta parte del documento es la validación cuando
se apunta la iussio o la orden de la documentación (en el sentido activo de docu-
mentar algo por escrito) que puede expresarse con la fórmula “la fize escribir por
su mandado”181. Validan el documento la firma y la rúbrica del rey, el refrendo
del secretario, las firmas de los consejeros (que validan el contenido del docu-
mento) y el sello que en los documentos más solemnes es el sello real de placa182,
con la carga simbólica que implica (1.5.3.).
177
J. J. Real Díaz 1970: 202.
178
J. J. Real Díaz 1970: 202.
179
J. J. Real Díaz 1970: 203-205.
180
J. J. Real Díaz 1970: 205.
181
J. J. Real Díaz 1970: 213.
182
El modelo descrito se realiza prácticamente, con mínimas variaciones, en la totalidad
de los documentos indianos. Se puede consultar, para informarse sobre la carta, tipo docu-
mental menos solemne, a A. M. Heredia Herrera 1977. Los elementos estructurales del docu-
mento son relativamente estables a lo largo de la época colonial. Por eso podemos prescindir
de tratar otros tipos de documentos.
100 JENS LÜDTKE
183
Cf. R. Kailuweit 1999.
184
Cf. J. Lüdtke 1986.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 101
185
El texto es una copia de sello cuarto que corresponde a los años 1670 y 1671. Agradez-
co a la profesora Marcela Magliani, técnico archivístico, su ayuda en el Archivo Histórico de
Tucumán.
186
Este grupo de palabras se repite en el documento.
187
Cf. E. M. Rojas Mayer y S. Maldonado en M.a B. Fontanella de Weinberg (ed.) 1993:
272-273.
102 JENS LÜDTKE
Se inicia el documento con la intitulación (l. 1-4). Como esta parte nunca
lleva comentario metalingüístico, tomamos este término diplomático para indi-
car su función textual. La intitulación comprende el nombre y el apellido, los
cargos y los límites geográficos del ejercicio de los cargos. Tratándose de la con-
firmación de las cédulas de encomienda, el período gramatical que la constituye
empieza con por quanto, de modo que tiene una estructura tripartita con las fir-
mas que validan el documento. Dado que la validación tampoco admite una fór-
mula metalingüística en el texto mantenemos este término igualmente.
Se podrían explicitar las funciones textuales de las componentes del período
en el orden en que aparecen en el documento, pero, procediendo de este modo, no
justificaríamos adecuadamente que el período culmine con el verbo “confirmo en
boz” (l. 15). Todo lo que precede a este verbo prepara el acto institucional que
sólo tiene efecto cuando lleva forma explícita. El acto de volver a instituir a Fran-
cisco de Olloscos como encomendero se expresa por confirmar y por el alcance
de las encomiendas que se detalla en los complementos directos que siguen a
continuación. El verbo mando se refiere ya a la institución de Francisco de Ollos-
cos como encomendero en el Tucumán y no es parte del acto institucional.
El acto institucional está íntimamente relacionado con la mención del benefi-
ciado que se designa en forma pronominal, “boz” (l. 4), adaptándose las formas
verbales y las varias formas pronominales a esta forma de tratamiento. Sigue el
nombre y apellido en aposición. La mención de la persona interesada no consti-
tuye cláusula aparte, sino que está integrada en la exposición. En esto se distin-
gue la cédula de encomienda, como hemos visto en el apartado anterior, de la
real provisión. La primera parte de la exposición es la justificación de la merced
introducida por la conjunción por quanto y toma la forma de una relación de
méritos:
188
C. A. Floria/C. A. García Belsunce 1992: 96.
104 JENS LÜDTKE
“so pena de cada quinientos pesos de oro para la camara de su magd.” (l. 25-26)
es una sanción que constituye la conminación de una pena y que no tiene expre-
sión metalingüística. Sigue el protocolo final que consiste en la validación (fecha
y firmas).
En cuanto al primer caso, el documento está relacionado con “la actio jurídi-
ca, el hecho o negocio documentado” y con “su propia puesta por escrito, su
conscriptio”190. En el documento dispositivo la actio es simultánea a la conscrip-
189
J. J. Real Díaz 1970: 10.
190
J. J. Real Díaz 1970: 10.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 105
191
J. J. Real Díaz 1970: 12.
192
J. Lüdtke 1999a.
193
Cf. J. J. Real Díaz 1970: 11.
194
Cf. J. J. Real Díaz 1970, A. Dougnac Rodríguez 1994: 227-276.
106 JENS LÜDTKE
cédula, una orden, un mandamiento, una institución, etc. como documento dis-
positivo. Sin embargo, esta clasificación es más jurídica que lingüística, o sea
que atiende más al uso jurídico posterior a su puesta por escrito o a su origen que
a la comprobación de las características lingüísticas de los documentos como
tales. Que un documento sirva para probar algo, por ejemplo, corresponde a una
intención esencial del documento, pero el documento no contiene esta informa-
ción de manera directa. En otras palabras, la clasificación de Real Díaz no es una
generalización de una descripción lingüística, sino que pasa ésta por alto para
llegar al uso jurídico aludido. A mi modo de ver, se omite el problema central.
Otra posible clasificación se basa en los intervinientes o las personas que dan
su parecer o su consentimiento a un asunto. A partir de la época de los Reyes
Católicos ellos son los consejeros de los reyes que desde 1524 se establecen
como Consejo de Indias. En 1600 se desgajan de este Consejo de Indias la Cáma-
ra de Indias y la Junta de Guerra de Indias. En 1705 se crean dos secretarías del
despacho, que serán cinco a partir de 1714195. Lo que más interesa en la historia
de la lengua, no obstante, son los tipos de textos que emanan de estos intervi-
nientes: pareceres, confirmaciones, en un primer momento; consultas, leyes,
pragmáticas, ordenanzas, provisiones (generales o particulares), reales cédulas,
y más tarde, reales órdenes, tras la creación del Consejo de Indias.
El documento en el que interviene el Consejo de Indias “puede surgir por
petición o súplica de la parte interesada o sin que medie petición alguna, es decir,
espontáneamente, como acto de la administración, de la autoridad en el desem-
peño de su triple actividad judicial, legislativa o ejecutiva”196. Antes de tomar
una decisión y de pasar a la redacción del documento, el funcionario delegado
del soberano se informa, de ahí que el documento correspondiente se llame infor-
mación. Es importante tomar siempre los nombres históricos. Real Díaz llama a
la información ahistóricamente informe. El paso previo a la forma legislativa es
la consulta.
195
J. J. Real Díaz 1970: 82-91.
196
J. J. Real Díaz 1970: 74.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 107
197
Creo que la lista que da E. M. Rojas Mayer de los diferentes tipos textuales (1998: 13-
15) se podría estudiar bajo esta perspectiva hermenéutica. Existen ya monografías sobre deter-
minados tipos de documentos, por ejemplo, sobre la información (J. Lüdtke 1991a y 1994, A.
Wesch 1993), la instrucción (A. Wesch 1993a, 1996), la crónica, la historia, la relación (E.
Stoll 1997: 56-76), la relación geográfica (M. Jiménez de la Espada 21965) o el juicio de resi-
dencia (I. Opielka 2008). Estas últimas pueden considerarse igualmente como documentos
oficiales en sentido amplio por ser enviados al Consejo de Indias y por servir de fuentes de
información oficiales. Véase también W. Mignolo 1982.
198
J. Lüdtke 1984, 1998a, N. Delbecque 1998.
108 JENS LÜDTKE
sobre un mesmo negoçio y un mesmo caso, a los prinçipes se escriue de vna manera,
a los s[e]ñores de otra, a los yguales diferentemente, y asimesmo o los ynferiores,
dando y aplicando a cada vno las palabras de su dinidad y mereçimiento, que a vnos
se habla suplicando, y a otros rogando, y a otros pidiendo, y a otros mandando199.
199
A. de Torquemada 1970: 182; las cursivas son mías.
200
Cf. S. P. P. Scalfati 1995: 37-38.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 109
gramatical. En este tipo el núcleo del texto es un acto de habla en el que el verbo
representa un uso performativo, de modo que la forma verbal es performativa e
interpretativa al mismo tiempo. En otras palabras, se produce y se interpreta un
acto de habla con el uso performativo de un verbo de manera explícita. El docu-
mento jurídico es un excelente campo de aplicación de la teoría de los actos de
habla que, cosa sorprendente, se ha cultivado poquísimo. Los documentos más
apropiados para este estudio son los documentos dispositivos y petitorios, ya que
en ellos la actio y la conscriptio de los actos de habla se producen simultánea-
mente. El dispositivo y la petición representan el núcleo de estos tipos de docu-
mentos. El autor desarrolla el documento en torno a este núcleo.
Los actos de habla jurídicos tienen caracteres especiales: se realizan de forma
oral y escrita. Es importante distinguir el protocolo de un acto de habla, la lectu-
ra de actos performativos en voz alta y la coincidencia en la disposición del acto
performativo con el acto de escribir.
En cambio, en el documento extendido de manera objetiva el autor narra en
tercera persona actos de habla y hechos pasados. La puesta por escrito es poste-
rior a la actio. En este caso hay que distinguir el uso performativo de un verbo de
su uso descriptivo. Ya que en la narración es preciso explicitar los elementos pre-
sentes en la situación, aparecen con alta frecuencia las palabras que llamo inter-
pretadores por su función hermenéutica explícita. Si el documento relata una
disposición, el escribano se refiere a un acto de habla utilizando un interpretador
que lleva forma verbal (“tiene declarado”) o nominal (“declaración”). Estas pala-
bras son interpretadores de actos de habla. Como es de esperar, este tipo de
interpretadores se usa para denominar tipos textuales.
Como se deciden casos particulares en la legislación indiana y raras veces se
hace referencia a principios jurídicos generales y títulos basados en el derecho
común –exceptuando, sin embargo, el real patronato, el estatuto jurídico de los
indios y algunas cosas más–, el casuismo del derecho castellano201 en las Indias
implica el uso frecuente de actos de habla, mientras que las leyes de alcance
general son más bien escasas.
Si los interpretadores de actos de habla están siempre relacionados con la
conscriptio, otros remiten a la actio que se desarrolla con anterioridad o poste-
rioridad a la conscriptio (“vender” y “venta”, “donar” y “donación”). A las pala-
bras que explicitan la acción jurídica les llamo interpretadores de estados de
cosas202. Es evidente que sirven para denominar documentos jurídicos.
201
Cf. A. Dougnac Rodríguez 1994: 20.
202
Cf. acerca de los interpretadores J. Lüdtke 1998a: 329-342; 1984; N. Delbecque 1998.
110 JENS LÜDTKE
Un nombramiento
la qual dicha provision vista por los dichos ss justa e rregimiento e leyda por mi el
escro dixeron en unanime conformes que la obedeçian e obedesçieron como carta e
provision de su magt e la ponian e pusieron sobre sus cabezas e que la cumpliran en
todo como en ella se contiene205.
203
M.a B. Fontanella de Weinberg (ed.) 1993: 267-270; M. Lizondo Borda 1936: 49-54.
204
Se distingue El Tucumán de la época colonial de la actual provincia de Tucumán.
205
M.a B. Fontanella de Weinberg (ed.) 1993: 267.
206
M.a B. Fontanella de Weinberg (ed.) 1993: 267.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 111
En otra entrada del mismo día se hace constar que se mandó “apregonar esta
rreal provision”207. Claro que en este caso no interesa su materialidad como
carta.
El 10 de diciembre de 1570 Pedro López Centeno “presento una provision
del muy ille s niculas carrizo por capt general y justa mayor destas provinçias en
que por ella nombra por su teniente de gor e justa mor desta dicha çiudad al suso-
dicho”208. El escribano explica el contenido de la provisión mediante el verbo
ilocutivo “nombra”. El documento reza así:
por la presente en ne de su magt vos elijo crio e nombro a vos el dho Po lopez çenteno
por mi lugarte de gor e capt de la dha ciudad de san miguel de tucuman209.
mando al cabo y justa e rregimiento de la dicha ciudad de san miguel de tucuman que
juntos en su cabo e ayuntamiento rreçiban de vos el juramento e solenidad e fianzas
que en tal caso se rrequieren y hecho vos rreciban por mi lugarte de gor e capt […]210.
vos doy todo poder cumplido en ne de su magt con sus incidençias y dependençias
anexidades y conexidades segun que mas largamente el dro en tal casso se rrequiere211.
Resumiendo los actos de habla de esta carta de provisión podemos decir que
este documento es un nombramiento, un mandato y un poder. Estas cinco pala-
bras podrían servir de denominaciones para el texto que estamos analizando.
No puede tener esta función la validación del documento expresada de forma
narrativa: “vos mande dar y di la pte firmada de mi ne e rrefrendada de ernan mexia
villalobos escro puco y de cabo desta dicha ciudad de santiago del estero”212.
207
M.a B. Fontanella de Weinberg (ed.) 1993: 267.
208
M.a B. Fontanella de Weinberg (ed.) 1993: 268.
209
M.a B. Fontanella de Weinberg (ed.) 1993: 268.
210
M.a B. Fontanella de Weinberg (ed.) 1993: 268.
211
M.a B. Fontanella de Weinberg (ed.) 1993: 268-269.
212
M.a B. Fontanella de Weinberg (ed.) 1993: 269.
112 JENS LÜDTKE
E bista e leyda por mi el dho escro puco e de cabo dixieron que la obedesçian e obe-
desçieron como a carta e provision de su gor e justa myor desta provinçia e que en lo
que toca al cumplimiento della que cada uno de sus merçedes diga lo que le pareçe213.
E visto lo susodicho e petiçion dello por los dhos ss justa e rregimiento dixeron que
ya tienen dados sus botos y pareçer cada uno por si e que aquello que tienen dicho en
ellos es lo que buelben a dezir e que mandan se cosa esta petiçion con ello216.
Una donación
Una donación parece un acto tan inequívoco que de éste debería resultar una sola
denominación. Verificamos al analizar un documento concreto que esto, sin
embargo, no es así, ni siquiera en este caso. Nuestro ejemplo es, como ya antici-
pamos, la donación de un solar hecha por Juan Bautista Bernio a la Compañía de
Jesús en el año 1588217. Es cierto que el documento comienza con la fórmula clá-
sica “Sepan quantos esta carta de donaçion vieren”218, de manera que podríamos
213
M.a B. Fontanella de Weinberg (ed.) 1993: 269.
214
M.a B. Fontanella de Weinberg (ed.) 1993: 269-270.
215
M.a B. Fontanella de Weinberg (ed.) 1993: 270.
216
citados en: M.a B. Fontanella de Weinberg (ed.) 1993: 270.
217
E. M. Rojas Mayer/S. Maldonado 1993: 274-277; M. Lizondo Borda 1936: 74-78.
218
E. M. Rojas Mayer/S. Maldonado 1993: 274.
1. EL ESPAÑOL COMO LENGUA HISTÓRICA 113
otorgo e conozco por esta carta que de mi libre y espontania voluntad hago graçia e
donacion pura perfecta e inrrevocable que el dro llama fha entre bivos de un solar219.
dixo su paternidad [el padre Francisco de Angulo] que usando de la dicha escriptura
de la dicha compañia de jesus tomaba e tomo de su autoridad la posesion del dicho
219
E. M. Rojas Mayer/S. Maldonado 1993: 274.
220
E. M. Rojas Mayer/S. Maldonado 1993: 275.
221
E. M. Rojas Mayer/S. Maldonado 1993: 275.
222
E. M. Rojas Mayer/S. Maldonado 1993: 275.
223
E. M. Rojas Mayer/S. Maldonado 1993: 275-276.
224
E. M. Rojas Mayer/S. Maldonado 1993: 276.
225
E. M. Rojas Mayer/S. Maldonado 1993: 276.
114 JENS LÜDTKE
solar y en señal della le paseo por la mano el capitan pedro de olorique alcalde hordi-
nario desta ciudad e se anduvo paseando por dicho solar e quito en el algunas vezes
las yervas y el dicho alcalde dixo que atento a que le consta hera so lo contenido en la
dicha escriptura e pertenecerle dicho solar226.
226
E. M. Rojas Mayer/S. Maldonado 1993: 277.
2 . L O S P E R Í O D O S D E L E S PA Ñ O L E N E S PA Ñ A
Y E N U LT R A M A R
En principio, se pueden tomar los puntos de vista introducidos en 1.2., 1.3., 1.4.
y 1.5. como criterios para periodizar la historia de la lengua española fuera de
España, pero su ponderación depende del ritmo de los cambios ocasionados a lo
largo de su historia. Éstos se originan en las condiciones históricas generales del
nacimiento de una lengua colonial (1.3.) que tiene como corolario la tensión
entre la unidad y la variedad (1.2.) y la reestructuración de la arquitectura de la
lengua (1.5.), así como los cambios universales que suelen describirse como
“novedad indiana” (1.4.). El comienzo de esta transformación coincide con la
expansión a las Islas Canarias y las Antillas, mientras que el deslinde de las
demás etapas tiene su razón de ser en los avances de la colonización del conti-
nente que producen las readaptaciones de la lengua colonial en los nuevos entor-
nos. El establecimiento de los períodos radica, pues, en la importancia provisio-
nal que otorgamos a los varios criterios considerados. En este sentido, una
división plenamente fundada sólo puede ser posterior a la investigación que com-
prueba la aceleración y retardo de los cambios mismos.
Lo que se llama la base del español americano1, un concepto problemático,
tiene sus antecedentes en los presupuestos lingüísticos del antagonismo entre
fuerzas centrípetas y fuerzas centrífugas que se cristalizan en torno al mono y
policentrismo del español americano (2.1.). La interacción de los dialectos
secundarios y terciarios hasta el siglo XV (2.2.) prepara la formación de centros
de irradiación de dialectos terciarios, proceso en el cual la lengua ejemplar anti-
gua, cuyo centro se supone en Toledo, se sustituye mediante Madrid, desde que
se establece la corte en esta ciudad, en lo que concierne a la expansión a Cana-
rias y América (2.3.). Este hecho nos lleva a la consideración de las Islas Cana-
rias en la historia de la lengua española (2.4.) y las corrientes de la hispaniza-
ción de América y sus etapas cronológicas (2.5.). Una ojeada a los demás
territorios, las Filipinas, por un lado, y África, por otro (2.6.), y un ejemplo de
los cambios lingüísticos y culturales, señalados mediante los avatares de estan-
cia (2.7.) concluye esta parte que aspira a delimitar el ámbito de la periodiza-
ción de la lengua.
1
Para una crítica, véase G. L. Guitarte 1998; cf. 1.5.
116 JENS LÜDTKE
2
Cf. R. Eberenz 1991.
3
La creación de estas variedades no suele tratarse en las historias de la lengua española.
Aduzco como ejemplo de estudio lingüístico de las modalidades regionales los comentarios
metalingüísticos discutidos en J. A. Frago Gracia 1994a y la contribución de J. M.a Enguita
Utrilla 2004a quien dedica algunas páginas al proceso de la castellanización de Navarra y Ara-
gón. Las otras regiones dialectófonas y bilingües siguen a cierta distancia temporal en un pro-
ceso que queda fuera de nuestro propósito.
2. LOS PERÍODOS DEL ESPAÑOL EN ESPAÑA Y EN ULTRAMAR 117
Así, la historia lingüística monocéntrica pasa por alto los desarrollos regiona-
les y, a la inversa, las historias lingüísticas policéntricas, generalmente regiona-
les, descuidan la estandarización monocéntrica. Ambas concepciones, sin embar-
go, deben entrelazarse, ya que son evoluciones que se complementan. Para
conciliar estas concepciones opuestas, necesitamos una periodización común o,
por lo menos, periodizaciones relacionadas entre sí. Tomando en cuenta nuestros
conocimientos actuales, esta operación será de carácter provisional, pero es una
ayuda para orientarnos y un instrumento que posibilita la división del trabajo de
investigación.
Una periodización de la historia del español deberá tomar en cuenta criterios
históricos generales: la conclusión de la conquista de la Península Ibérica y el ini-
cio de la expansión ultramarina, por un lado, y la Independencia de los países his-
panoamericanos, por otro, porque estos hechos repercuten en el saber y el compor-
tamiento lingüístico de los hablantes. La Independencia trae consecuencias
lingüísticas, ya que se interrumpe el contacto con España y empiezan a escasear
las relaciones entre los países hispanoamericanos. Al buscar un paralelo entre la
expansión temprana y la historia de la literatura, se comprueba una coincidencia
aproximada con la literatura preclásica, mientras que la Independencia de los paí-
ses hispanoamericanos enlaza en cierto modo con el final de la Época de las Luces.
El criterio lingüístico interno abarca dos aspectos: la constitución de la len-
gua castellana literaria hasta el siglo XIII, que se transforma entre el siglo XV y el
siglo XVII y se codifica desde el principio del siglo XVIII, y el desarrollo de la
estructura del español entre los siglos XV y XVII. Al mismo tiempo se constituyen
variedades habladas de la lengua estándar. Podemos suponer épocas de la histo-
ria del español en la medida en que convergen distintos criterios. Sigo advirtien-
do que estas épocas se delimitan de manera tentativa, debido al estado de nues-
tros conocimientos.
Si bien no existe una periodización propiamente dicha de todo el español
ultramarino, Guillermo L. Guitarte ha propuesto para el área más grande e impor-
tante, la América hispanohablante, un esbozo interesante y discutido con fre-
cuencia4. Voy a reanudar igualmente lo planteado en este esbozo y a tratar de
incluir las demás regiones. Deberían resaltarse más las relaciones con España, la
vigencia del español de España como norma lingüística, así como la menor vali-
dez normativa de este español a lo largo de los siglos XIX y XX.
La necesidad de tomar en cuenta la historia de la colonización española con-
lleva la dificultad de cómo hay que estudiar las regiones hispanoamericanas y la
4
G. L. Guitarte 1980: 119-137 = 1983: 167-182. J. Sánchez Méndez discute ésta y otras
propuestas de periodización (2003: 24-34).
118 JENS LÜDTKE
5
R. Menéndez Pidal 31976: 441.
6
R. Menéndez Pidal 31976: 482-483.
7
Cf. M. Hernández Sánchez-Barba 1981: II, 5-6.
2. LOS PERÍODOS DEL ESPAÑOL EN ESPAÑA Y EN ULTRAMAR 119
de este segundo período repoblador y colonizador fue Burgos, capital del conda-
do de Castilla en el siglo X bajo Fernán González († 970). La tierra ocupada de
esta forma abarcaba la cuenca del Duero, incluyendo en torno a 1060 Osma,
Segovia y Ávila. Esta zona se llamó Castilla la Vieja en una época posterior. El
origen de los repobladores se manifiesta en los topónimos. Tres lugares en la
región de Ávila llevan el nombre de Gallegos y un pueblo cerca de Segovia, el
de Aragoneses. En esta zona se difunde h- en lugar de f-, [] en lugar de [ʎ] o [j]
(muger vs. arag. muller), ermano vs. leon. jermanos y nav.-arag. germanos, lat. -
ct- > ch ([tʃ] en mucho vs. nav.-arag. muito), no diptongan vocales antes de yod
(ojo, noche vs. uello, nueite en otros romances peninsulares), lat. -sci- > cast.
[ts], en lugar de [ʃ] que se escribe <x> (lat. *asciata > açada vs. leon. y arag.
axada). Las vacilaciones en los diptongos se reducen en épocas tempranas a ue y
ie en Castilla, mientras que persisten en la misma época en León, La Rioja y Ara-
gón. La reducción del diptongo ie a i como en silla tiene igualmente su centro en
Burgos, junto con otras innovaciones8.
La conquista de Toledo introduce la segunda época de la expansión de la len-
gua común castellana que dura hasta el siglo XII. Se ocupa la zona hasta el Campo
de Calatrava, Alarcón y Cuenca y sobre todo Toledo (en 1085), llamada más
tarde Castilla la Nueva. La repoblación de Castilla la Nueva se distingue de la
repoblación de Castilla la Vieja. Los pobladores no tenían interés en los pastos
de Castilla la Nueva y en una tierra fronteriza poco segura. Los reyes entregaron
esta tierra a las órdenes militares. La Orden de Alcántara recibió la Extremadura
occidental, la Orden de Santiago la parte central y la de Calatrava la Mancha.
Los maestres de estas órdenes encomendaban los castillos y plazas fuertes a
comendadores que tenían la obligación de defender los territorios contra los ata-
ques musulmanes9. Se presume que el comendador mayor Nicolás de Ovando
introdujo este sistema feudal de encomiendas en las primeras colonias america-
nas con algunas transformaciones, lo cual resulta muy poco probable como
vamos a ver. Hasta esta época la lengua oficial era el latín.
Toledo, la antigua capital del reino visigodo, vuelve a ser centro político, cul-
tural y lingüístico del reino de Castilla10. La lengua común hablada desarrolla
desde el siglo XIII una lengua literaria relativamente unitaria cuya fonología
sufrió muchos cambios entre la época de Alfonso el Sabio y el siglo XV. La len-
gua literaria dentro de estos límites temporales se llama por lo común castellano
o español antiguo. No corresponde a la “norma toledana” como se suele decir, ya
8
R. Menéndez Pidal 31976: 485-486; cf. J. J. de Bustos Tovar 2004: 273-279.
9
M. Hernández Sánchez-Barba 1981: II, 6.
10
Cf. M. Criado de Val 21969: 65-124.
120 JENS LÜDTKE
11
Defiende la idea de la norma toledana, por ejemplo, R. Lapesa 91981: 240-242, mien-
tras que la rechaza F. González Ollé 1978.
12
M. Hernández Sánchez-Barba 1981: II, 6-7.
2. LOS PERÍODOS DEL ESPAÑOL EN ESPAÑA Y EN ULTRAMAR 121
judíos que habían sido expulsados de otras partes de Europa, y les otorgaron pri-
vilegios para incitarles a establecerse en sus tierras. Estos privilegios eran al
mismo tiempo el motivo de su impopularidad que tuvo como consecuencia los
pogromos de 1391 y su expulsión cien años más tarde. En 1391, la comunidad
judía de Sevilla tenía aproximadamente 450 hogares y era la mayor de Andalu-
cía; había otras importantes en Córdoba, Jaén, Úbeda y Baeza.
El poblamiento de los puertos de la Andalucía occidental resultó difícil. Cán-
tabros y vascos se asentaron en Cádiz. No pocos catalanes se establecieron en los
puertos andaluces y salvaguardaban intereses comerciales en Sevilla. La mayor
comunidad de los pobladores costeños fueron, sin embargo, los genoveses a los
que se adjudicó un barrio de Sevilla en 1251. Sin estas comunidades reducidas
de navegantes no habría sido posible llevar a cabo la expansión andaluza en el
espacio atlántico y a América.
Existía un fuerte contraste entre las ciudades más densamente pobladas y el
campo de escaso peso demográfico que apenas podía abastecer las ciudades. Las
pequeñas heredades pasaban a manos de la Iglesia, de las órdenes religiosas y
militares, así como de los nobles, mientras que los descendientes de los antiguos
dueños se convertían en jornaleros. Las ciudades se sometían al control de regi-
dores cuyos cargos se volvían hereditarios y que estaban emparentados o relacio-
nados de otra manera con la nobleza terrateniente. El empobrecimiento de la
población andaluza es el motivo directo de la emigración en épocas posteriores.
Las etapas pobladoras habían tenido una influencia inmediata en la estructura
de la sociedad castellana a finales de la Edad Media. La estructura social de Cas-
tilla se distinguía mucho del resto de Europa. De manera similar, una lengua muy
divergente surgida de la concurrencia entre los hablantes de todas las regiones de
España y de Portugal se destacaba del idioma de las otras regiones. Los hablantes
de la lengua que más tarde se llamaría andaluz tenían una composición regional
parecida a la de los colonizadores de América. Es una hipótesis tentadora, aunque
difícil de demostrar, proponer que tanto la colonización de Andalucía como la
colonización de América hayan tenido resultados lingüísticos semejantes.
13
R. Menéndez Pidal 1962.
14
R. Menéndez Pidal 1962: 101-104.
15
J. A. Frago Gracia 1993.
2. LOS PERÍODOS DEL ESPAÑOL EN ESPAÑA Y EN ULTRAMAR 123
16
R. Menéndez Pidal 1962: 104-105; 2005: 577-579, 713-717.
124 JENS LÜDTKE
Hay que distinguir en la historia de la lengua española –como en todas las len-
guas que se difunden fuera de su región de origen– dos historias interrelaciona-
das: una general y varias regionales. Ambos enfoques están desarrollados de
manera muy desigual en la historiografía de la lengua española (1.1.). Voy a
esbozar sucintamente una periodización de la lengua española en las Islas Cana-
rias según criterios históricos y a proponer un lugar para esta historia regional en
una historia de la lengua española en general.
La Islas Canarias son el primer dominio extrapeninsular de la lengua españo-
la. Su importancia reside en que el archipiélago siempre tuvo la función de servir
de puente entre España y América. Después de haber formado sucesivamente
variedades contactuales y dialectos coloniales a raíz de la conquista de Burgos,
Toledo y Sevilla, el español se difundió desde 1402 en las Islas Canarias junto al
francés. Distinguimos un primer período que abarca los años entre 1402 y 1478,
y durante el cual normandos, occitanos y otros franceses conquistan las islas de
Lanzarote (1402), Fuerteventura (1404) y El Hierro (hasta 1405) para el rey de
Castilla y las colonizan franceses y castellanos. La Gomera se encuentra ya bajo
el dominio del rey de Castilla a mediados del siglo XV. Este período concluye en
1477 con la Pesquisa de Pérez de Cabitos ordenada por la reina Isabel con la
intención de averiguar si el rey de Portugal tenía el derecho de disputarle la con-
quista de las Islas Canarias. Mientras que las primeras islas conquistadas eran
tierra de señorío y por eso no estaban bajo el control directo de la reina, las Islas
Canarias conquistadas posteriormente resultaron tierra de realengo.
El segundo período empieza con la conquista de Gran Canaria en 1478 y
1479 y termina en 1526 con la creación de una Audiencia, tribunal de apelación
que por la distancia, a diferencia de la Península, tenía también función de
gobierno y hacienda. La fundación de la Audiencia de Canarias tenía su antece-
dente en una institución indiana, la Audiencia de Santo Domingo, fundada en
1511. Mientras que la conquista y la colonización correspondieron a los señores
en el primer período, la conquista de las demás islas del archipiélago canario se
convirtió desde 1478 bajo los Reyes Católicos en una cuestión de Estado. Entre
1484 y 1486 Gran Canaria pasó a manos del reino de Castilla. Siguieron las con-
quistas de La Palma y Tenerife.
Estos dos períodos de la historia del español canario son al mismo tiempo la
primera etapa de la expansión ultramarina castellana. Disminuye la inmigración
2. LOS PERÍODOS DEL ESPAÑOL EN ESPAÑA Y EN ULTRAMAR 127
2.5. América17
17
Paso revista a algunas obras de conjunto. En la cronología se refleja en parte la historia
del estudio histórico del español americano.
No veo ninguna justificación para repetir, como se suele hacer, las llamadas “teorías” acer-
ca del origen del español de América. Los planteamientos tradicionales se reseñan ya en Y.
Malkiel 1972. Las obras que voy a citar se distinguen profundamente de la concepción discu-
tida en los apartados precedentes. Recomiendo como visión de conjunto de la investigación
histórica del español de Canarias y de América a J. Medina López 1995. Una obra de intro-
ducción elemental al español americano desde el punto de vista actual e histórico son B.
Malmberg 1974 y M.a B. Fontanella de Weinberg 1992. C. Hernández Alonso (ed.) 1992 trata
los temas diacrónicos generales y por países. En J. M. Lipski 1996 se pueden consultar las
“perspectivas históricas” que preceden a los capítulos que analizan el español en cada país his-
panoamericano. H. López Morales 1998 da una visión de conjunto de la historia lingüística
para el lector general. J. A. Frago Gracia 1999 hace un estudio concreto y personal de textos
del siglo XVI al siglo XIX, incluyendo trabajos anteriores sobre el tema. J. Sánchez Méndez
2003 es la obra más representativa de la investigación sobre la historia de la lengua española
en América. J. A. Frago Gracia y M. Franco Figueroa 2003 ofrecen en parte una historia del
español por temas. Para seguir las líneas generales de la investigación se pueden leer las con-
ferencias plenarias de los Congresos Internacionales de Historia de la Lengua Española (ACIH-
LE I-VIII).
2. LOS PERÍODOS DEL ESPAÑOL EN ESPAÑA Y EN ULTRAMAR 129
Juan Ponce de León y de Jamaica bajo las órdenes de Juan de Esquivel. A partir
de 1511, Diego Velázquez toma posesión de Cuba de este a oeste. Sin embargo,
los españoles se abstienen de establecerse en las Antillas Menores y en las Anti-
llas septentrionales –actualmente las Bahamas–, ya que son “inútiles” por care-
cer de oro. Los habitantes de esas islas se deportan a las Antillas Mayores donde,
por no resistir las enfermedades introducidas por los europeos y el trabajo en las
minas, se extinguen pronto. Las islas no ocupadas por los españoles serán poste-
riormente la base de entrada de ingleses, holandeses, franceses y de otros euro-
peos que, excluidos de la división del globo entre españoles y portugueses, no
estaban dispuestos a respetar las bulas del papa Alejandro VI.
Las experiencias generales y lingüísticas adquiridas en las Antillas se proyec-
tan en el continente18. Hasta mediados del siglo XVI, la flota de Indias arribaba a
Santo Domingo. Todos los recién llegados permanecían varias semanas en la isla
antes de seguir camino al lugar de destino. Desde la segunda mitad del siglo XVI
La Habana asumió la función de Santo Domingo. De ese modo se explica que la
influencia antillana acarreara las primeras semejanzas del español americano19.
El castellano se convierte en español por su expansión en América y la políti-
ca intervencionista de Carlos V en Europa. El cambio de la conciencia encuentra
su expresión metalingüística en el uso más frecuente de denominaciones como
lengua de los españoles y luego lengua española. Generalmente la expresión de
una conciencia metalingüística es un indicio importante del desarrollo de nuevas
variedades y de nuevas funciones de variedades a falta de documentos lingüísti-
cos concretos. Los pobladores que, procedentes de las distintas regiones de la
Península Ibérica, se reunían en América, probablemente crearon una lengua
parecida al andaluz, aun cuando los andaluces no hubieran sido tan numerosos
como efectivamente lo fueron.
Sólo después de que la emigración española a América disminuye en el trans-
curso del siglo XVII, las Antillas pierden importancia, proceso reforzado por la
amenaza de invasión de Inglaterra, Francia y los Países Bajos, las nuevas poten-
cias coloniales. Por contrapartida, la emigración planificada de los canarios va
en aumento a partir de finales de la época de los Habsburgo20.
La función de aclimatación lingüística que se otorga a las Antillas desde Rufi-
no José Cuervo produce, como hemos dicho, las semejanzas tempranas del espa-
18
J. L. Rivarola 2004 trata con brevedad el trasplante y las corrientes migratorias en la
difusión del español en el Nuevo Mundo, seguidos del estudio de los primeros cambios léxi-
cos y el contacto de lenguas.
19
M.ª T. Vaquero de Ramírez 1992; I. Pérez Guerra 2003 (Caribe), R. L. Choy López
1999 (Cuba), J. R. Lodares Marrodán 2003 (Puerto Rico).
20
Véase la introducción al español en las Antillas que ofrece I. Pérez Guerra 2003.
130 JENS LÜDTKE
ñol americano, que se difunden por las vías de comunicación abiertas por los
descubrimientos. La propagación del léxico antillano, ante todo de indigenismos
seguros, muestra, mejor que otros fenómenos, la manera de obrar de las vías de
comunicación en la difusión de la lengua española.
Mientras que el istmo de Panamá se coloniza, en una segunda etapa de la
expansión, a partir de 1513, la tercera etapa parte de varias bases. La primera fue
Cuba. Hernán Cortés, a quien Diego Velázquez había elegido capitán de la expe-
dición de descubrimiento y rescate de la tierra que iba a llamar Nueva España, se
rebeló contra este gobernador de Cuba y conquistó entre 1519 y 1521 el altiplano
de México, dominado por los aztecas21. Desde la Nueva España se penetró a los
territorios de Centroamérica22. Desde la costa del Pacífico, en particular Acapul-
co, Miguel López de Legazpi y Andrés de Urdaneta conquistaron las Filipinas en
1565. La impronta mexicana del español filipino se explica por su procedencia
novohispana.
En el poblamiento de las costas de la América del Sur distinguimos tierras de
tránsito y tierras de expansión sólo regional. En las costas de Sudamérica, sobre
todo en la Capitanía de Venezuela, se fundaron pueblos que, si bien eran bases
para la expansión, no lo eran más que hacia el interior del país23.
Desde Panamá, ciudad de la costa del Pacífico en Castilla del Oro, instituida
en 1519, y tierra de tránsito, los españoles avanzaron en numerosos viajes de
descubrimiento hacia el sur. En 1532 Francisco Pizarro y Diego de Almagro lle-
garon al Perú y al Alto Perú, la actual Bolivia24. Diego de Almagro intentó con-
quistar Chile entre 1535 y 1537. En 1541 Pedro de Valdivia fundó Santiago de
Chile25.
Gonzalo Jiménez de Quesada hizo igualmente una expedición rumbo al Perú
entre 1536 y 1539, pero desde Santa Marta. Ya que Pizarro se le había anticipa-
do, se apoderó del Nuevo Reino de Granada y fundó Santa Fe de Bogotá
(1538)26.
En la penetración del Río de la Plata participaron sobre todo descubridores y
colonizadores que habían venido directamente de la metrópoli y por eso carecían
de experiencia americana. Sólo tuvieron éxito aquéllos que eran prácticos de la
tierra, es decir, experimentados. En 1535 Pedro de Mendoza fundó Buenos Aires
por primera vez. Tras su pronta destrucción, Juan de Garay reconstruyó la ciudad
21
J. M. Lope Blanch 1992; M.-D. Gleßgen 2003.
22
D. Schlupp 2003.
23
J. J. Montes Giraldo 2003.
24
J. L. Rivarola 1992 y 2003; J. G. Mendoza Quiroga 1992.
25
A. Matus/S. Dargham/J. L. Samaniego 1992; N. Cartagena 2002, 2003.
26
J. J. Montes Giraldo 1992 y 2003.
2. LOS PERÍODOS DEL ESPAÑOL EN ESPAÑA Y EN ULTRAMAR 131
en otro lugar en 158027 en una expedición que había partido desde Asunción, la
futura capital de Paraguay, fundada por Juan de Salazar en 153728. Asunción fue
durante mucho tiempo el foco de irradiación lingüística en la región del Río de la
Plata. Montevideo se fundó para poner coto al avance de los portugueses29.
Mientras que las vías de la expansión señaladas hasta ahora pueden motivar la
formación de un español policéntrico, las cortes virreinales establecidas en Méxi-
co (1535) y en Lima (1544) difundieron un modelo metropolitano culto en la
segunda mitad del siglo XVI cuyo centro iba a ser Madrid. Así, muy pronto se des-
arrolló el antagonismo entre fuerzas centrípetas y centrífugas del español ameri-
cano, aunque hay que confesar que la supuesta acción de las cortes se basa más
en conclusiones analógicas que en investigaciones concretas. De todos modos,
los españoles no llevaron a América una lengua homogénea ni en cuanto al ori-
gen regional ni en cuanto al origen social de los hablantes. La diferencia entre
dialectos secundarios canarios y americanos y una lengua culta diversificada
según las regiones se remonta a las épocas más tempranas del descubrimiento y
de la colonización de los territorios ultramarinos. La unidad de la lengua escrita y
de la lengua común hablada, al lado de dialectos coloniales de formación tempra-
na, se debe a la permanencia y al cambio de eclesiásticos, oficiales reales y solda-
dos. Por su carácter sorprendentemente homogéneo no conviene que la lengua
común o lengua culta o lengua estándar de Canarias y América se llame lengua
colonial, sino dialectos secundarios. O si se quiere designar a ambos tipos de len-
gua de esta manera, hay que esclarecer de qué tipo de lengua colonial se trata.
Hay que contar con transferencias y retenciones entre estos dialectos colonia-
les, la lengua común y la lengua culta durante toda la historia del español. Las
transferencias de la lengua común y, en particular, de la lengua culta en los dia-
lectos coloniales casi no se documentan. En cambio, son tanto más instructivas
las transferencias que a causa de fenómenos fonéticos, morfológicos y léxicos
adoptados de dichos dialectos coloniales, pueden ser tomadas hoy como indicios
de la existencia de dialectos coloniales. Estas transferencias, consideradas como
“errores” desde la norma lingüística, son generalmente los únicos elementos en
los que se manifiestan los dialectos coloniales en la documentación. Las fuentes
para su descripción son, por tanto, textos escritos en un español culto que por sus
características de dialecto terciario revelan rasgos populares.
La historia del español americano se divide a grandes rasgos en una época
colonial y otra posterior a la Independencia. Guillermo L. Guitarte la subdivide
27
M.a B. Fontanella de Weinberg 1987 y 1992a; A. Elizaincín 1992 y 1992a.
28
G. de Granda 1992; W. Dietrich 2003.
29
A. Elizaincín 2003.
132 JENS LÜDTKE
30
Cf. G. L. Guitarte 1983: 168. Para más propuestas de periodizaciones se puede consul-
tar J. Sánchez Méndez 2003: 24-34.
2. LOS PERÍODOS DEL ESPAÑOL EN ESPAÑA Y EN ULTRAMAR 133
dio que recrear la historia desde la perspectiva de sus actores. Al principio, ésta
es una historia española que con los atisbos de una nueva conciencia se transfor-
ma en historia regional, y que recibe una interpretación nacional tras la Indepen-
dencia, en momentos distintos en los varios países. Esta concientización es un
proceso dinámico que está lejos de haber concluido. Nuevas voces en el concier-
to son los indígenas en algunos países y no falta una revalorización de la Améri-
ca negra31.
Pasemos a un examen más detallado de los períodos del español americano.
Los especialistas coinciden en decir que la primera lengua común debe de haber-
se formado en las primeras décadas de la colonización antillana. Es el período de
la adaptación de la lengua a la nueva realidad en América, si bien con considera-
bles fluctuaciones. Se acostumbra llamar a los años de 1493 a 1519 período anti-
llano. Guitarte prefiere período de orígenes, ya que la expresión período antilla-
no insiste en un ámbito geográfico determinado. En efecto, período de orígenes
es más adecuado: las similitudes lingüísticas no se limitan a las Antillas, sino que
incluyen Canarias, Tierra Firme y la metrópoli, en la medida en que algunas
regiones participan más en la emigración que otras. En este período el español
entra en contacto con la primera lengua amerindia, el arahuaco, y se constituyen
formas comunicativas que se perfeccionan en la conquista de Tierra Firme y se
transfieren a las nuevas comunidades indígenas. Sin embargo, los préstamos
canarios y amerindios son de poca monta. El alcance americano del espacio anti-
llano está restringido, ante todo, a los decenios posteriores al descubrimiento
hasta las repercusiones de la conquista de la Nueva España y, en parte, del Perú.
Por razones de método, se podría tomar el año 1519 como término del período
de orígenes en la expansión hacia la Nueva España y el año 1532 en la expansión
al Perú; si bien las influencias novohispanas y andinas repercuten en la lengua en
momentos posteriores, para mayor seguridad vamos a poner en las cuatro prime-
ras décadas el primer corte sincrónico para la descripción lingüística. Aunque
insisto en el límite temporal del período de orígenes y las eventuales repercusio-
nes lingüísticas que parten de la Nueva España y el Perú, el criterio más impor-
tante es su participación o no en las innovaciones y readaptaciones novohispanas
y andinas. En tanto éstas no se comprueben, la delimitación resulta bastante arbi-
traria.
La conquista de México primero y de Sudamérica después cambia la orienta-
ción lingüística de cada territorio hispanoamericano. La relativa homogeneidad
del español americano no se explica sin la hipótesis de que ya en el período de
31
Un testimonio al respecto es la revista América Negra (AN), publicada por la Pontificia
Universidad Javeriana de Bogotá; cf. M. Perl/A. Schwegler (eds.) 1998.
134 JENS LÜDTKE
orígenes se había ido formando una lengua común que empezaba a divergir del
español metropolitano. El estado lingüístico originario se ha oscurecido desde el
siglo XVI por el cambio de las vías de comunicación entre las colonias hispanoa-
mericanas.
Muchísimos aspectos de la lengua temprana de las Antillas han quedado sin
esclarecer. Guitarte indica dos razones de esta situación: “el no haber una refe-
rencia concreta de los hechos lingüísticos a las condiciones específicas de la his-
toria americana de aquellos años, y el basarse los estudios realizados en obras de
historiadores, no en documentación de archivos”32. Podemos argüir, sin embar-
go, que la referencia concreta de los hechos lingüísticos a las específicas condi-
ciones de la historia americana se podrían establecer, hasta cierto punto, aprove-
chando las fuentes históricas y la documentación de archivos editada tanto por
historiadores como por lingüistas. Creo que la documentación promete más de lo
que puede cumplir por sus limitaciones internas. Una razón de mayor peso es la
visión fragmentaria de las investigaciones de la historia de la lengua, motivada
por el origen nacional de los investigadores y por polémicas estériles.
Restringiendo la perspectiva, se confiaba en demasía en la identificación de
la procedencia regional peninsular de los fenómenos del español americano, lo
cual provocó vehementes debates en torno al origen andaluz. Guitarte señala que
el problema no está bien planteado: “La verdadera cuestión con que nos enfren-
tamos al tratar de los orígenes es la de la constitución de una lengua colonial.
Ésta nunca es una simple réplica de la de la metrópoli, sino es el resultado de un
proceso de selección y simplificación”33. Vuelvo a llamar la atención sobre la
complejidad del concepto de lengua colonial que puede referirse a la lengua
culta y a la lengua común hablada al nivel de un dialecto secundario. Pero inde-
pendientemente de este punto hay un indicio seguro de una nueva forma de espa-
ñol. Algunas palabras tomadas de las lenguas arahuacas se han difundido en
diferente medida en el continente americano para designar la nueva realidad.
Tras establecer esta etapa común se trata de averiguar cómo obran las condi-
ciones de la diferenciación y las condiciones de la homogeneización del español
en América. Ambos desarrollos coexisten en cada momento de la historia y tam-
bién con la “selección y simplificación” de la fonología y la gramática. No se
concibe el español de las Antillas sino como una lengua que se transforma en un
proceso dinámico que trascendiendo su fluctuación se va conformando en una
lengua relativamente estable. Contribuyen a la diferenciación la aclimatación de
los colonizadores al nuevo medio ambiente, desde la Nueva España hasta el Río
32
G. L. Guitarte 1983: 169.
33
G. L. Guitarte 1983: 170.
2. LOS PERÍODOS DEL ESPAÑOL EN ESPAÑA Y EN ULTRAMAR 135
de la Plata, las lenguas generales y las otras lenguas indígenas de larga difusión,
así como el nivel cultural de los indios y españoles en las diferentes regiones.
Con toda razón los actuales países hispanoamericanos remontan su historia y la
de su civilización hasta la colonización. Tampoco deja de empezar con la coloni-
zación la historia de la lengua nacional. Sin embargo, se va a tener en cuenta este
aspecto cuando se emprenda la historia del español en regiones y países particu-
lares después de la Independencia con una justificación retrospectiva. En cuanto
a la época que se extiende hasta la Independencia hay que realzar tanto las dife-
rencias respecto al español peninsular como las relaciones con la lengua de la
metrópoli.
Es probable que los rasgos principales del español hayan terminado de cons-
tituirse en las regiones hispanoamericanas a mediados del siglo XVII34. Pero,
puesto que el español americano participa en el desarrollo del español peninsu-
lar, resulta difícil establecer un límite temporal. Prescindiendo de casos aisla-
dos35 no estamos informados suficientemente bien acerca de la historia del espa-
ñol americano entre los siglos XVI y XVII. Se deben estudiar las relaciones entre la
lengua de los colonizadores durante la implantación en la región respectiva y la
de las audiencias, virreinatos y capitanías generales posteriores, con las diferen-
tes direcciones que toma la hispanización de los indígenas; las oleadas de inmi-
grantes después de la conquista de México y del Perú; la evangelización de los
indígenas y sus repercusiones lingüísticas; y muchos temas más. Una cantidad
de datos muy superior a la de los primeros decenios aguarda su aprovechamien-
to: obras históricas, literatura y una abundante documentación oficial que permi-
te seguir el desarrollo en su diferenciación regional en los detalles. Se puede
poner el segundo corte sincrónico en el período que va de 1580 a 1600.
Es posible dividir los siglos XVI, XVII y XVIII en dos períodos también en cuan-
to a las condiciones externas del desarrollo lingüístico. El español se expande
mediante cambios lingüísticos en el nuevo continente en las comunidades indí-
genas hasta alrededor de 1600, alcanzando ante todo los estratos altos de esas
comunidades. Posteriormente comienza una reducción y delimitación del domi-
nio lingüístico español que remite a las pérdidas futuras de territorios españoles.
Las Antillas que se despueblan a partir del siglo XVI quedan expuestas a los ata-
ques de ingleses, holandeses y franceses que se apoderan de una parte de estas
islas. Los portugueses franquean el meridiano establecido en el Tratado de Tor-
desillas (1494).
34
Cf. J. A. Frago Gracia 1990: 77-78.
35
Por ejemplo M. Álvarez Nazario 1982 (Puerto Rico) y otras obras de este autor, E. M.
Rojas Mayer 1985 (Tucumán), M.a B. Fontanella de Weinberg 1987 (Buenos Aires), M. Á.
Quesada Pacheco 1990 y 2009 (Costa Rica), J. Sánchez Méndez 1998 (Venezuela y Ecuador).
136 JENS LÜDTKE
36
J. Lüdtke 1989.
2. LOS PERÍODOS DEL ESPAÑOL EN ESPAÑA Y EN ULTRAMAR 137
37
R. J. Cuervo 1947: 91.
38
Sin embargo, suscitaron la polémica Juan Valera-Cuervo de la cual encontramos un eco
al final de la cita de Cuervo. Según este filólogo, Juan Valera “pretende que las naciones his-
panoamericanas sean colonias literarias de España, aunque para abastecerlas sea menester
tomar productos de países extranjeros, y, figurándose tener aún el imprescindible derecho a la
represión violenta de los insurgentes, no puede sufrir que un americano ponga en duda el que
las circunstancias actuales consientan tales ilusiones: esto le hace perder los estribos y la sere-
nidad clásica. Hasta aquí llega el fraternal afecto” (1947: 129, n.; 11903). El “nacionalismo
literario” de la literatura costumbrista fue particularmente vigoroso en la Argentina, que Gui-
tarte reduce a su justa medida: “Pues bien, que la pretensión de usar ‘idiomas nacionales’ en
América procede, aunque parezca extraño, del desarrollo de la literatura costumbrista es una
tesis de Quesada; en su obra sobre el ‘criollismo’ muestra cómo el uso del habla dialectal
constituía para muchos la manera de lograr una literatura argentina ‘propia’” (1991: 151). Por
lo demás, no vamos a exponer la polémica por extenso, ya que cuenta con una amplia literatu-
ra especializada.
138 JENS LÜDTKE
El desarrollo del español filipino no se puede comparar con el del resto de los
territorios ultramarinos. Más que en América, a partir de la ocupación española
de las Filipinas (1565), el castellano siempre fue la lengua de una minoría espa-
ñola y, sobre todo en el siglo XIX, indígena. El número de los españoles era dema-
siado reducido y el archipiélago demasiado enorme como para permitir una
expansión masiva en sus 7000 islas e islotes. El uso del español disminuye a raíz
de la ocupación estadunidense de las Filipinas (1898) y el inglés toma su lugar39.
Las regiones africanas de mayor importancia son la Guinea Ecuatorial y el
Sahara Oriental. La bipartición de los períodos de la historia lingüística de la
Guinea Ecuatorial se parece en sus líneas generales a la periodización del espa-
ñol americano. Colonia de España desde 1778, se independizó en 1968. Al con-
trario de lo que pasó en Filipinas, el español sigue siendo lengua oficial. Sabe-
mos muy poco acerca de Río de Oro o Sahara Occidental, región de
hispanización escasa, iniciada en el siglo XX, aunque hay contactos lingüísticos
desde el siglo XV40.
39
C. Casado-Fresnillo/A. Quilis 2003.
40
J. Medina López 2003.
41
Versión adaptada y ampliada de J. Lüdtke 2008.
2. LOS PERÍODOS DEL ESPAÑOL EN ESPAÑA Y EN ULTRAMAR 139
Allí se llamó estancia a la granja o cortijo, y estanciero al que en ella hacía traba-
jar a los indios (voz que luego ha pasado a significar el que tiene o guarda una estan-
cia) […]. Muchos términos y formas que entonces eran corrientes en España y des-
pués han caído en olvido, de ahí se extendieron por todas partes, y, gracias al
aislamiento, subsisten hoy, ora bien recibidos, ora un poco o harto desacreditados42.
[el almirante Cristóbal Colón] había hecho una estancia, que en Castilla llamarán
creo que caserío o cortijo o heredad, donde se hacían las labranzas y dellas el pan y se
criaban gallinas y hacían güertas [sic] y todo lo demás que era menester para tener
hacienda o heredad los españoles y buena vida, excepto los ganados que se tenían en
otra parte44.
42
R. J. Cuervo 71939: XVII-XVIII; 11867.
43
R. J. Cuervo 71939: XX.
44
Las Casas 1994: III, 1160.
140 JENS LÜDTKE
Estos indios [los que trabajan en las minas] están en la ocupación del oro, sin los
otros indios e gente que ordinariamente atienden a las heredades y estancia donde los
indios se recogen a dormir y cenar y tienen su habitación y domicilio; los cuales
andan en el campo labrando el pan y los otros mantenimientos con que los unos y los
otros se sustentan y mantienen. Y en tales estancias e moradas, hay mujeres continua-
mente que les guisan de comer y hacen el pan y el vino (donde lo hacen de maíz o del
cazabi), y otras que llevan la comida o los que andan en la labor del campo o en la
mina45.
45
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 162
46
F. J. Santamaría 1942: s. v.
2. LOS PERÍODOS DEL ESPAÑOL EN ESPAÑA Y EN ULTRAMAR 141
47
Utilizo la concordancia lematizada de los dos diccionarios de Nebrija por María Lour-
des García-Macho (1996).
48
S. v. stantia: “Domicilium, statio, habitatio, hospitium”.
49
M. Fernández de Enciso 1987: 136.
142 JENS LÜDTKE
Hi. desus. Reunión nocturna de vecinos en la casa de uno de ellos, para hablar y
beber unos vasos de vino. ¿En casa de quién es esta noche la estancia? SIN. cabildo,
converseado y tafeña.
Esta voz herreña caída ya en desuso no tiene pues ninguna relación directa
con el supuesto americanismo estancia.
Podríamos dar nuestra búsqueda por terminada si nos apoyáramos en las
obras lexicográficas disponibles por falta de un diccionario histórico completo
del español. Pero justamente por ello hay que estudiar los primeros textos que
documentan la expansión de la lengua en cada región. Así, uno se topa con la
palabra en la residencia del adelantado Alonso de Lugo, es decir, en las cuentas
del desempeño de su cargo público que Lope de Sosa le tomó en la isla de Tene-
rife en 1509:
en la conquista de la isla de Grand Canaria, donde por su real mandado tuvo una de
las dos estancias mas prencipales e peligrosas de la dicha isla de Gran Canaria, que
fué en el Agaete [en el memorial de descargo]50.
si [los testigos] saben quel dicho Sr. Ad. estovo por mandado de su Alteza en la con-
quista de Grant Canaria e tovo una de dos estancias que avía, que fué el Agaete, la
más prencipal e peligrosa, e hizo en élla una fortaleza, de donde cada día salía a pele-
ar e peleava e fué muchas vezes herido51.
sus Altezas [los Reyes Católicos] […] le hezieron merced del dicho sitio e tierras e
aguas de Agaete donde hizo ingenio e hedificó e plantó e despedró muchas tierras e
sacó acequias, hizo caminos52.
50
L. de la Rosa Olivera/E. Serra Ráfols (eds.) 1949: 44-45.
51
En el “interrogatorio”, L. de la Rosa Olivera/E. Serra Ráfols (eds.) 1949: 109.
52
L. de la Rosa Olivera/E. Serra Ráfols (eds.) 1949: 45.
2. LOS PERÍODOS DEL ESPAÑOL EN ESPAÑA Y EN ULTRAMAR 143
53
En el llamado manuscrito Ovetense, F. Morales Padrón (ed.) 1978: 165.
54
F. Morales Padrón (ed.) 1978: 160; estas palabras se repiten literalmente en el Lacunen-
se, otro manuscrito de la misma conquista, 223.
55
A. de Espinosa 1980: 112.
56
L. de la Rosa Olivera/E. Serra Ráfols (eds.) 1949: 119.
57
L. de la Rosa Olivera/E. Serra Ráfols (eds.) 1949: 120.
144 JENS LÜDTKE
antes quel repartimiento se hiziese se publicavan ser suyos [que los indios eran de
Miguel de Pasamonte] e hazía estançia para ellos; e aun no solamente publicarlo en
palabra, pero aun haser asiento junto al estançia e en los conucos deste testigo, a
quien primero estavan encomendados los indios quel dicho tesorero ovo63.
58
Otras documentaciones de hacienda en la residencia tomada a Lugo se encuentran en
L. de la Rosa Olivera/E. Serra Ráfols (eds.) 1949: 78, 89, 125, etc.
59
E. Mira Caballos 2000: 157. La edición moderniza la ortografía. La demora que apare-
ce en la primera cita remite a la temporada que debían trabajar los indios en las minas.
60
E. Mira Caballos 2000: 158.
61
E. Mira Caballos 2000: 160.
62
E. Mira Caballos 2000: 161.
63
Probanza de Astudillo, testimonio de Cristóbal Guillén, Santo Domingo; L. Arranz
Márquez 1991: 448.
2. LOS PERÍODOS DEL ESPAÑOL EN ESPAÑA Y EN ULTRAMAR 145
64
J. Lüdtke 1991 y 1994, A. Wesch 1993.
65
A. Wesch 1993: 120, 134 y 154.
66
A. Wesch 1993: 146; cf. J. Lüdtke 1991: 278.
67
H. Cortés 1993: 129.
68
H. Cortés 1993: 130.
69
H. Cortés 1993: 132.
70
El editor Á. Delgado Gómez da “granja”, “campamento” como glosas de estancia en su
edición de las Cartas de relación de Hernán Cortés, la única comentada hasta la fecha. Estas
146 JENS LÜDTKE
Y porque allí [en la provincia de Malinaltebeque], segúnd los españoles que allá
fueron me informaron, hay mucho aparejo para facer estancias y para sacar oro, rogué
al dicho Muteeçuma que en aquella provincia de Malinaltebeque, porque era para ello
más aparejada, ficiese hacer una estancia para Vuestra Majestad. Y puso en ello tanta
deligencia que dende en dos meses que yo se lo dije estaban sembradas sesenta hane-
gas de maíz y diez de frisoles y dos mill pies de cacap, que es una fruta como almen-
dras que ellos venden molida y tiénenla en tanto que se trata por moneda en toda la
tierra y con ella se compran todas las cosas nescesarias en los mercados y otras par-
tes, y había hechas cuatro casas muy buenas en que en la una demás de los aposenta-
mientos hicieron un estanque de agua y en él pusieron quinientos patos, que acá tie-
nen en mucho porque se aprovechan de la pluma dellos y los pelan cada año y facen
sus ropas con ella, y pusieron fasta mill y quinientas gallinas sin otros adereszos de
granjerías71.
Tiene [la ciudad de Panamá] asimismo muchos términos y corren otros muchos
ríos, donde en algunos dellos tienen los españoles sus estancias y granjerías, y han
plantado muchas casas [sic; recte: cosas] de España, como son naranjas, cidras, higue-
ras. Sin esto, hay otras frutas de la tierra, que son piñas olorosas y plátanos, muchos y
buenos, guayabas, caimitos, aguacates y otras frutas de las que suele haber de la
misma tierra. […] Los señores de las estancias cogen mucho maíz75.
hay algunas estancias que los españoles han hecho […]76; por haber poca anchura
para hacer sus sementeras y estancias, se pasó dos leguas o poco más de aquel sitio
hacia el río grande […]77. En estas vegas tienen los españoles sus estancias o granjas,
donde están sus criados para entender en sus haciendas78 […]; dábamos en algunas
estancias de los indios y se tomaban algunas cosas79.
Llegado al Perú, el cronista usa estancia, por ejemplo, en los casos siguientes:
Hacia el oriente están las estancias o tierras de labor de Cotoyambe y las monta-
ñas de Yumbo y otras poblaciones muchas, y algunas que no se han por descubierto
enteramente80.
74
P. de Andagoya 1986: 91.
75
P. Cieza de León 1984: 74.
76
P. Cieza de León 1984: 74.
77
Provincia de Arma; P. Cieza de León 1984: 121.
78
Ciudad de Cali; Cieza P. Cieza de León 148.
79
Provincia de Popayán; P. Cieza de León 1984: 171.
80
P. Cieza de León 1984: 184.
148 JENS LÜDTKE
Los españoles vieron en unas chácaras asentado el ejército de Atabalipa con tan-
tas tiendas, que parecía una ciudad82.
[Los naturales] fueron por tales partes y rodeos que dieron en una estancia que tenía
[Belalcázar], estando con él pocos más de treinta hombres y muchas mujeres con car-
gas de su bagaje83.
La comarca de la ciudad [de La Plata] es buena y abundante por los valles que
tiene en contorno, donde se da el maíz, y en los altos el trigo. Las chácaras son de
mucha tierra, y por ella se han enriquecido no pocos. Conocí en esta ciudad, agora
cuatro años, un vecino que vendió una chácara suya con tres o cuatro piedras de
molino en 52 000 reales de a ocho; para ser un chacarero rico no es necesario más
que el año sea un poco estéril, y que en su chácara haya llovido84.
81
P. Cieza de León 1984: 186; cf. J. L. Rivarola 1993: 86-87.
82
P. Cieza de León 1986: 148.
83
P. Cieza de León 1986: 291.
84
R. de Lizárraga 1987: 212.
85
R. de Lizárraga 1987: 86.
2. LOS PERÍODOS DEL ESPAÑOL EN ESPAÑA Y EN ULTRAMAR 149
[Los guaicurúes] han despoblado mas de 80 chacras y haciendas muy buenas de los
vecinos [de Asunción de Paraguay]86.
Tiénenla los indios [llamados orejones] toda ocupada [una isla del río Paraguay]
de sementeras y chacras87.
86
R. Díaz de Guzmán 1998: 44.
87
R. Díaz de Guzmán 1998: 47.
88
R. Cano Aguilar (coord.) 2004: 31.
150 JENS LÜDTKE
89
H.-M. Gauger 2009: 534.
90
B. Schlieben-Lange 1989: 11-12.
2. LOS PERÍODOS DEL ESPAÑOL EN ESPAÑA Y EN ULTRAMAR 151
[…] han pasado y pasan para con algunos las islas de Canaria por
región de la América, y por indianos sus habitantes1.
Las Islas Canarias son comparables con la América hispánica en muchos aspec-
tos, pero en pequeña escala. Las llamadas teorías que se han desarrollado con
referencia al español americano se pueden examinar en el español canario, ya
que se formó casi en el mismo período y se parece mucho al español hablado en
algunas regiones hispanoamericanas, no obstante que las lenguas con las que el
castellano entró en contacto en las Islas Canarias, lenguas que suelen llamarse
sustrato, no tienen nada en común con las lenguas que podían influir en buena
medida el español en América. Aunque se debe principalmente a la emigración
canaria a las Indias, la marcada semejanza resulta sorprendente, teniendo en
cuenta que en realidad la colonización canaria no se puede comparar con ningu-
na fase de la colonización de América, ni siquiera de las Antillas. Por eso hay
que tratar con cuidado las conclusiones que se sacan de la relación directa entre
la procedencia regional y social de los pobladores y la lengua actual, la única que
está relativamente bien documentada, aunque con diferencias según las regiones.
Habrá que tomar en cuenta más conexiones que surjan de una historia de la colo-
nización hasta la actualidad, basada en documentos.
La expansión del español en las Islas Canarias se enmarca en el contexto de la
expansión ultramarina de los orígenes que es el punto de partida de la difusión
ulterior. Su importancia reside en que el archipiélago siempre sirvió de interme-
diario entre España y América. Tras una fase señorial en las Islas Canarias orien-
tales, el español se difundió desde aproximadamente 1480 en las islas occidenta-
les que como islas de realengo eran partícipes de la movilidad regional de los
pobladores. Se deben incluir en el espacio discontinuo de los orígenes del español
americano los territorios más allá de las Antillas y Castilla del Oro, es decir, Pana-
má, las Islas Canarias de realengo y una parte de la Península. Es difícil delimitar
entre estos espacios las regiones peninsulares como regiones de procedencia de
1
J. de Viera y Clavijo 21982: I, 16-17; 11772.
154 JENS LÜDTKE
2
Esta colección que se conserva en el archivo del Museo Canario de Las Palmas no ha
sido tanto aprovechada para la investigación lingüística como merecen sus fondos documenta-
les ricos y variados.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 155
3
D. J. Wölfel (1965: 9-128) emprendió la primera reseña y crítica de la documentación
canaria temprana desde la perspectiva de su utilidad para estudiar la antigua lengua canaria.
Cf. E. Aznar Vallejo 21992: 605-618, J. Medina López/D. Corbella Díaz (eds.) 1996.
4
F. Morales Padrón (ed.) 1978: 54.
5
J. A. Samper Padilla (coord.), et al. 1996. Remito a esta contribución para una reseña
más completa.
6
E. Serra/L. de la Rosa Olivera 1953, E. Serra Ráfols (ed.) 1978, F. Moreno Fuentes (ed.)
1988.
156 JENS LÜDTKE
7
E. Serra Ráfols 1949, E. Serra Ráfols/L. de la Rosa Olivera 1952, 1965, 1970, L. de la
Rosa Olivera/M. Marrero Rodríguez 1986.
8
Para un estudio histórico-lingüístico extenso remito al modelo que proponen R. Eberenz
y M. de la Torre 2003.
9
J. A. Frago Gracia, tan riguroso en exigir el uso del manuscrito, admite en referencia al
aprovechamiento de las Fontes Rerum Canariarum: “Bien es verdad que este importantísimo
corpus, aun sirviendo impreso para la atestiguación léxica y gramatical, inexcusablemente
habrá de consultarse en manuscrito para el análisis fonético” (1996: 232).
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 157
Para los canarios, los guanches fueron y son, al mismo tiempo, los “otros” y nos-
otros (F. Estévez González 1987: 15).
10
J. Lüdtke 1996.
11
Comprobé esta dificultad en un estudio reciente que hice sobre la unión y la separación
de preposición + artículo determinado en dos textos antillanos tempranos (J. Lüdtke 2011a).
Juan de Valdés afirma de manera explícita el carácter casual de las combinaciones de los artí-
culos (definidos) con determinadas preposiciones (1969: 65). La modernización elimina la
correspondencia con el sistema casual del latín que los escribientes medievales y renacentistas
de la Península Ibérica consideraban relevantes, al igual que los autores de otras regiones de
lengua románica.
12
No he aprovechado de forma sistemática el Corpus diacrónico del español (CORDE) de
la Real Academia Española, ya que, según mis pruebas al azar, dicho corpus no incluye todos
los textos que considero relevantes para mi estudio. Además, debo recurrir a los textos com-
pletos en un estudio de los entornos.
158 JENS LÜDTKE
Las Islas Canarias se conocen desde la Antigüedad. Los griegos las llamaban
Hespérides, los romanos Fortunatae Insulae. Estas islas afortunadas tienen un
lugar fijo en la mitología grecorromana. Eran los Campos Elíseos en los que los
buenos vivían en abundancia después de la muerte. Ésta es una premonición de las
proyecciones de frustraciones y mitos europeos en el nuevo continente: el paraíso
terrenal, El Dorado, las amazonas, sin hablar de desatinos más recientes. Quizás la
realidad de las islas no correspondiera a la imagen de felicidad y paz que se hacían
los hombres de la edad antigua. Pedro el Ceremonioso, rey de la confederación
catalano-aragonesa, las llama illes Perdudes en su Crònica, escrita en el siglo
XIV14, por llevar tal vez el nombre de Perdita, una de las islas del mito de San Bran-
dán o San Borondón15. Posteriormente este nombre se aplicó a las islas de Cabo
Verde. Calificar a las Islas Canarias como “afortunadas” se ha convertido en topos,
que, según las islas y las épocas de su historia, corresponde o no a la realidad.
Poco se sabe de los habitantes primitivos de las islas, los antiguos canarios16,
de su origen y de la época de su ocupación de las islas. La antropología biológi-
ca ha relacionado los canarios con el hombre de Cro-Magnon, así como con el
hombre mediterráneo. Para los antropólogos culturales, los canarios no son
representantes de una cultura unitaria, sino que se caracterizan por su diversidad
cultural. Se han comprobado semejanzas con las culturas del norte y noroeste de
África, sobre todo con culturas beréberes. En cambio, la documentación históri-
ca de las relaciones entre elementos culturales en un lapso de tiempo de milenios
y un espacio inmenso resulta sumamente difícil, ya que estas culturas se encuen-
tran hoy en día en regiones de retiro17.
13
“Vamos, amigos, ya que el viento manda soltar las amarras, vamos, lancemos el barco a
fuerza de un brazo vigoroso hacia los campos bienaventurados, al puerto feliz de las islas afor-
tunadas que el Océano, con sus aguas azuladas, encierra en sus brazos para nosotros, amigos,
lejos de Europa y lejos de sus combates. Viviremos allá sin trabajo y sin aflicción…”.
14
Jaume I, et al. 1971: 1091.
15
Cf. F. Fernández-Armesto 1993: 157.
16
No uso el término guanche que durante la época de los primeros contactos se refiere
únicamente a los aborígenes tinerfeños. Llamar a la lengua canaria guanche puede ser un
espejismo que aparenta una unidad lingüística que todavía queda por probar. Véase más abajo
en 3.4. sobre “El francés, ¿lengua dominante?”.
17
F. Estévez González 1987 recomienda estudiar el problema de los antiguos canarios
desde la historia de las ciencias correspondientes y empezar por informarse sobre la antropo-
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 159
Más relevantes que estas cuestiones para la historia de la lengua española son
el peso demográfico, la estructura social y el estado de desarrollo cultural de los
canarios, pues estas condiciones influenciaron el proceso de la conquista, la
colonización y la asimilación lingüística. Es muy probable que a principios del
siglo XV hayan vivido en Lanzarote, Fuerteventura y El Hierro nada más que
algunos centenares de personas. Estas islas más pequeñas habían sufrido una
pérdida demográfica mayor a raíz de las numerosas cazas a los isleños para escla-
vizarles. En Le Canarien se mencionan “aproximadamente 300 personas”18; esta
cifra está en contradicción con los 200 guerreros sobrevivientes en Lanzarote19.
Abreu Galindo, quien escribe en torno al año 1600, da la cifra de 4000 hombres
de guerra para Fuerteventura20, pero este cronista es el único en indicar un núme-
ro tan considerable. La Gomera tenía, según Zurara, 700 hombres de pelea y La
Palma 500. La comparación con las cifras a principios del siglo XV que propor-
ciona Le Canarien hace suponer un fuerte descenso de la población en La Palma:
“La isla está muy poblada de gente, ya que no ha sido pisada como las otras
islas”21. Quizás haya sido Tenerife con sus 15 000 habitantes (Espinosa) o 6000
hombres de pelea (Zurara) la isla más poblada. Seguía Gran Canaria con 5000
(Zurara), 14 000 (Abreu Galindo) o 18 000 hombres de guerra22, mientras que Le
Canarien habla de 6000 hombres de guerra y pone en duda la indicación de los
grancanarios de que tuvieran 10 000 hombres de guerra23. Bartolomé de las
logía de los canarios; cf. acerca de los canarios en general H. Biedermann 1984 y A. Tejera
Gaspar/R. González Antón 1987, con extensas bibliografías, y J. J. Jiménez González 1999
sobre Gran Canaria en particular. Hay que hacer resaltar la síntesis de la cultura de los guan-
ches de L. Diego Cuscoy 1968. H. Biedermann 1984 opina que es probable un poblamiento de
las Islas Canarias desde el sudoeste de la Península Ibérica a fines del Mesolítico o a princi-
pios del Neolítico. La revista Almogaren, editada por el Institutum Canarium, informa con
regularidad sobre los canarios y su cultura.
18
Gadifer de La Salle 1976: 65; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.)
2003: 142.
19
“deux cens hommes de deffance” (E. Serra/A. Cioranescu [eds.] 1964: 79).
20
J. de Abreu Galindo 21977: 60.
21
“Le païs est moult fort peuplé de gens, quar il n’a mie esté ainsi foulé que les aultres
païs ont esté” (Gadifer de La Salle 1976: 62); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz
(eds.) 2003: 133.
22
D. J. Wölfel 1979.
23
E. Serra/A. Cioranescu (eds.) 1964: 121; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz
(eds.) 2003: 137. Estas cifras, que no son comparables y equivalentes, sólo pueden proporcio-
nar una idea aproximada; se basan en E. Serra/A. Cioranescu (eds.) 1964, Gadifer de La Salle
1976, G. E. de Zurara 1978: I, 296, 301, J. de Abreu Galindo 21977, A. de Espinosa 1980, D. J.
Wölfel 1979; y se comentan en A. Tejera Gaspar/R. González Antón 1987. F. Morales Padrón
(ed.) 1978: 62, tasa en 30 000 el número de los habitantes de sólo Gran Canaria. Continúo la
160 JENS LÜDTKE
Casas estimaba que el número total de habitantes era en el siglo XV 100 000 per-
sonas24. Es probable que esta cifra sea menos exagerada de lo que, creyendo
conocer a Las Casas, estamos inclinados a suponer. Si seguimos a Eduardo Aznar
Vallejo, entonces sobrevivieron la conquista aproximadamente 4000 canarios en
las islas, sin contar a los canarios esclavizados fuera de Canarias.
Los documentos dejan en las sombras la estratificación social de Lanzarote,
Fuerteventura, El Hierro y La Palma. En La Gomera existían dos capas sociales:
los nobles y la gente baja. Una estratificación parecida –y mejor descrita– tenía
Gran Canaria, pero diferenciando dos niveles de nobleza. En Tenerife, Espinosa
distingue “hidalgos, escuderos y villanos”, que aparecen en la obra de Torriani
como “Villani, Nobili, et Nobilissimi”25.
En Gran Canaria gobernaban probablemente dos jefes de tribu, en La Gome-
ra cuatro, en Tenerife nueve y en La Palma doce. Los españoles les llamaban,
como antes los franceses, reyes o, con las denominaciones canarias, guadnarte-
me/guadarteme/guanarteme en Gran Canaria y mencey en Tenerife. Los canarios
tenían el grado de desarrollo de la Edad de Piedra. La cultura de Gran Canaria
estaba más desarrollada que la de las demás islas.
La primera condición de diferenciación lingüística son los mismos canarios,
su o sus lenguas, su cultura y su sociedad. Los habitantes de las Islas Canarias,
cuyo origen se desconoce, sin estratificación social conocida en las islas orienta-
les además, hablaban probablemente lenguas afines, si es que las fuentes se inter-
pretan correctamente. Intérpretes diferentes en cada isla aseguraban la comuni-
cación entre los europeos y los canarios, comunicación precaria que, unida al
carácter belicoso de los naturales, dificultó la conquista de las islas.
cita de la Crónica de Zurara por ser una de las fuentes de información más tempranas: “Mas
ha hi outra jlha que se chama da Gomeira a qual se trabalhou de conquistar mice maciote com
alguũs castellaaãs que tomou em sua cõpanhya. E nõ poderom acabar sua conquista como quer
que antre aquelles canareos aja alguũs christãas. e esta sera pouoraçom de vijc. homẽes. Na
outra jlha da palma moram .vc. homẽes. E na seista jlha que he de Tanarife ou do jnferno e
chamãlhe assy do jnferno / por que tem em cima huu algar por que saae sempre fogo. moram
seis mil homẽes de pelleia. aa septima jlha chamam a gram canarea e que auera cinquo mil
homẽes de pelleia/” (G. E. de Zurara 1978: I, 296).
24
Las Casas 1994: I, 457.
25
“Había entre ellos [los habitantes de Tenerife] hidalgos escuderos y villanos, y cada
cual era tenido según la calidad de su persona. Los hidalgos se llamaban Achimencey, los
escuderos Cichiciquitzo, y los villanos Achicaxna” (A. de Espinosa 1980: 42); cf. D. J. Wölfel
1979: 164.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 161
26
Repito que evito la denominación lengua guanche en un contexto histórico, en el que
cabe distinguir la lengua de los guanches (de Tenerife), canarios (de Gran Canaria), gomeros,
majoreros (de Fuerteventura), etc. Cf. 3.4.
27
Cf. J. A. Correa Rodríguez 2004.
28
La mejor reseña de las fuentes del canario la da D. J. Wölfel 1965: 9-128; I, §§ 1-322.
Tras la publicación de la obra de Wölfel se hicieron accesibles otras fuentes que, sin embargo,
no le quitan valor. Wölfel ha recogido e interpretado todas las informaciones a la mano en sus
162 JENS LÜDTKE
No cabe duda de que hubo contactos lingüísticos entre el canario y otras len-
guas a lo largo de toda la historia de las islas. Según hipótesis fundadas, el cana-
rio primitivo o primordial pudo haber entrado en contacto con otras lenguas
incluso antes de la llegada de los indoeuropeos al sudoeste de Europa. Lo que sí
es cierto, es que el canario conectó con las lenguas de pobladores o navegantes
que llegaron a las islas antes del siglo XIV29, ya queisponemos de documentos
históricos de contactos con europeos escritos fuera de las islas en ese siglo y en
el siglo XV. A principios del siglo XV se redactó en las islas la primera relación
detallada, Le Canarien, que nos instruye sobre los contactos entre canarios y
europeos, así como sobre el contacto entre los propios europeos, es decir, entre
franceses y castellanos. El valor de las pruebas documentales va desde la mera
posibilidad de que haya habido contacto en el caso de los grabados rupestres y la
probabilidad en lo concerniente al material lingüístico reunido y transmitido
durante los dos primeros siglos después de la conquista francesa y castellana,
hasta el carácter fidedigno de los documentos conservados en archivos europeos
e insulares así como Le Canarien. Por eso espero que se me perdone el que no
tenga convicciones fuertes en un terreno que en muchos aspectos parece arena
movediza. Por este motivo me limitaré a la interpretación de los pasajes tomados
de autores que tuvieron conocimiento del contacto vivo.
Monumenta linguae Canariae (1965, 1996), obra que cito por sus partes y párrafos para que el
lector pueda encontrar con facilidad la referencia tanto en la edición alemana como en la espa-
ñola. Hay que hacer resaltar entre sus fuentes las siguientes, que cito en la mayoría de los
casos en una edición más reciente: N. da Recco 21929, E. Serra/A. Cioranescu (eds.) 1960 y
1964 (= Le Canarien), Gadifer de La Salle 1976 (un capítulo de Le Canarien que contiene una
descripción de las Islas Canarias), la suntuosa edición de Le Canarien por B. Pico/E. Aznar
Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003, G. E. de Zurara 1978 y 1981, G. Chil y Naranjo 1880,
que corresponde a la Pesquisa de Pérez de Cabitos, reeditada por E. Aznar Vallejo en 1990, E.
Serra Ràfols (ed.) 1978, G. Frutuoso 1964, A. de Espinosa 1980, D. J. Wölfel 1979, J. de
Abreu Galindo 21977, F. Morales Padrón (ed.) 1978. Una nueva recolección del material lin-
güístico, lamentablemente no crítica, da F. Navarro Artiles (1981) en su diccionario del cana-
rio titulado Teberite. J. Bethencourt Alfonso aboga en Historia del pueblo guanche (1991) por
la unidad lingüística de Canarias. Cf. acerca de este autor C. Díaz Alayón 1993. Wölfel no ha
tenido acceso a todas las fuentes del canario. Así, numerosas palabras se documentan, entre
otros escritos, en E. Zyhlarz 1950, G. Rohlfs 1954, M. Steffen 1956 y en los mapas del ALEI-
Can, aprovechados en A. Llorente Maldonado 1981, 1984 y 1987, en encuestas cuyo grado de
formalidad es bastante variable. Rohlfs hace hincapié en la unidad del sustrato, mientras que
Zyhlarz postula la existencia de varios sustratos. A pesar de todos los esfuerzos no se ha logra-
do comprobar si las palabras consideradas como canarias realmente lo son. En varios casos,
hubo que revisar las hipótesis al respecto después de un mejor conocimiento de las lenguas de
la Península Ibérica.
29
H.-J. Ulbrich 1989a.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 163
Es muy probable que los canarios no hayan conocido ninguna forma de escritura
en la época de la conquista o que la hayan desaprendido si habían tenido una en
la época prehispánica, pero existen huellas de contactos lingüísticos anteriores a
la llegada de los europeos en petroglifos e inscripciones de varios tipos. Esto
último me parece probable, pero presupone que hubo diferentes grupos de pobla-
dores. Es difícil creer que las Islas Canarias se hayan poblado de una vez o por
una misma población llegada en varias oleadas durante milenios. La idea de
diversas etnias asimiladas en el sentido de los autóctonos o de los intrusos es más
plausible y concuerda con lo que sabemos de otras regiones de retirada.
Las inscripciones se encuentran en casi todas las islas y están escritas en cua-
tro tipos de caracteres diferentes, pero muchos investigadores no las atribuyen a
los antiguos canarios, sino a navegantes desconocidos venidos desde fuera del
archipiélago. Tampoco se atribuyen a los canarios los petroglifos o letreros cuyo
origen se desconoce30. La interpretación histórica de los grabados rupestres cana-
rios es fundamental para imaginarse los contactos lingüísticos anteriores a la
conquista francesa y castellana y su incidencia en la configuración de la o las
lenguas canarias. Si realmente los grabados rupestres se deben a navegantes des-
conocidos, hay que tomar en cuenta la alternativa de que fuera posible la vuelta
desde Canarias a su país de origen o la permanencia en las islas. La probabilidad
de la primera alternativa depende del desarrollo de nuestros conocimientos de la
navegación de alta mar durante el Neolítico y la Edad de Bronce que debe haber
existido en aquellas épocas según corroboran las noticias de autores antiguos
acerca de las Islas Afortunadas; y la de la segunda se confirma por la misma pre-
sencia de petroglifos y del material epigráfico en Canarias. De hecho, ¿cómo se
explica la creación de estos documentos arqueológicos cuya producción requiere
mucho tiempo si no son el resultado de una estancia prolongada o de un asenta-
miento en las islas? El gran número de los petroglifos hace improbable que deban
atribuirse a visitantes. Los petroglifos de Lanzarote, por ejemplo, alcanzan la
cifra de 244 y se siguen descubriendo más31.
La hipótesis de un asentamiento estable de navegantes foráneos explicaría
bastante bien el carácter compuesto de las lenguas canarias, la divergencia lin-
güística de las islas y la dificultad de comparar el canario con una sola lengua.
Así, yo no excluiría que los grabados fueran manifestaciones de diversos asenta-
mientos. La convergencia o divergencia de esos vestigios arqueológicos en las
30
Cf. acerca de los petroglifos H. Biedermann 1982-1983, que contiene informaciones
bibliográficas adicionales.
31
H.-J. Ulbrich 1990.
164 JENS LÜDTKE
32
La escritura ibérica dista mucho de ser unitaria, pero saltan a la vista las similitudes
entre los signos lanzaroteños que reúne H.-J. Ulbrich (1989: 26-27) y el cuadro sinóptico de
las escrituras hispánicas agrupado por J. de Hoz (1998: 209). Entre los Monumenta Lingua-
rum Hispanicarum, editados por Jürgen Untermann, interesa el tercer volumen en particular
que incluye las inscripciones ibéricas de España (J. Untermann 1990).
33
Cf. H.-J. Ulbrich 1989: 40.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 165
34
Cf. A. Tejera Gaspar/R. González Antón 1987: 32-33. M. Trapero (1995: 146) privile-
gia igualmente la explicación de la lengua canaria por el beréber.
35
Cf. H.-J. Ulbrich 1989: 37-39. Véanse el estudio de los grabados rupestres de Lanzaro-
te de este autor (1990) y las tres fases inmigratorias hipotéticas anteriores a la conquista que
distingue (H.-J. Ulbrich 1989a: 83-86).
36
D. J. Wölfel 1965: 4 [introducción, 1996].
166 JENS LÜDTKE
37
Cf. acerca de las relaciones de parentesco del canario sobre todo D. J. Wölfel 1965,
1996 y, además, H. Biedermann 1984: 100-114; D. Castro Alfín 1983: 85-90. Aparte de Wöl-
fel, H. Stumfohl (1972 y 1982-1983) discute posibles relaciones con lenguas preindoeuropeas.
E. Zyhlarz 1950 aboga por una afinidad con las lenguas líbicas y beréberes. W. Giese 1949
explica la morfología del sustantivo por analogías con lenguas beréberes. Según este autor,
otras palabras pueden ser de origen árabe, mientras que gran parte del léxico podría estar rela-
cionado con una lengua preberéber (o con varias). G. Marcy 1962 explica los nombres de las
Islas Canarias con el beréber, pero de modo muy hipotético y poco convincente. Cito como
ejemplo de posturas de orientación preberéber, que han merecido no pocas críticas, a J. Álva-
rez Delgado 1941.
38
Cf. acerca de los primeros lusismos incorporados al español canario en el siglo XVI M.a
T. Cáceres Lorenzo 1998.
39
Cf. los cronistas J. de Abreu Galindo 21977: 39-44; L. Torriani 1978: 117-119; el histo-
riador J. de Viera y Clavijo: 21982: I, 262-272; los documentos publicados por J. Zunzunegui
1941.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 167
40
J. Zunzunegui 1941; A. Rumeu de Armas 1986: 170-195; H.-J. Ulbrich 1989: 102-118.
41
H.-J. Ulbrich 1989: 123-124.
42
D. J. Wölfel 1965: 39-40; I, § 78.
168 JENS LÜDTKE
ahora, cuando los bateles se acercaron a la costa, los hombres no se atrevieron a saltar
en modo alguno, ya que no entendían su lengua en absoluto. Su idioma es, por cierto,
como dicen, bastante pulido y fluido, como el italiano43.
Puesto que los europeos no bajaron a tierra, algunos isleños fueron a los barcos
nadando. Los tripulantes capturaron a cuatro hombres jóvenes. Hay que suponer
que pusieran a éstos en contacto con habitantes de otras islas a las que arribaron,
pues leemos acerca de la lengua de esas islas:
Y dicen además que éstas [islas] son tan diversas entre sí en cuanto a las lenguas
que de ningún modo los unos entienden a los otros y que, aparte de eso, no tienen bar-
cos ni otros recursos con los que pueden pasar de la una isla a las otras, si no fuera
nadando44.
43
“sane cum ex navibus naviculae quaedam magis littori propinquassent, non intelligen-
tes aliquo modo illorum linguam, minime descendere ausi sunt. Est quidem, ut referunt, idio-
ma eorum satis politum, et more italico expeditum” (N. da Recco 1827: 55); cf. D. J. Wölfel
1965: 132; R. Caddeo (ed.) 1929: 143.
44
“Et ultra hoc eas [insulas] dicunt idiomatibus adeo inter se esse diversas, ut invicem
nullo modo intelligantur, ac insuper nullis navigium, aut aliud instrumentum esse per quod
possint de una insula ad alias pertransire, nisi natatu facerent” (N. da Recco 1827: [sin página
en mi fuente D. J. Wölfel 1965: 132]).
45
“Hi [quatuor homines, Insula autem ex qua sublati sunt Canaria dicitur] nihil penitus ex
idiomate aliquo intelligunt, cum ex variis et pluribus eis locutum sit” (N. da Recco 1827: 58);
cf. D. J. Wölfel 1965: 132; II, § 2; R. Caddeo (ed.) 1929: 147.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 169
y canarios. Esto significa que hasta entonces no se habían hecho correrías en las
islas. Es evidente que los europeos aún no habían traído canarios que hubieran
podido servir de intérpretes.
La situación cambia completamente con la conquista francesa de las islas
orientales que se relata en Le Canarien, crónica francesa escrita por los capella-
nes Pierre Boutier y Jean Le Verrier (o Leverrier) entre 1402 y 1404 bajo la direc-
ción de Gadifer de La Salle, el verdadero primer conquistador y colonizador de
Lanzarote. Jean de Béthencourt, generalmente considerado conquistador y colo-
nizador de esa isla, estuvo en Castilla o en la corte del antipapa Benedicto XIII, en
Aviñón, durante la mayor parte de ese tiempo46. Encontramos en la relación de
los capellanes un testimonio patente de que Béthencourt y Gadifer no sólo querí-
an llegar a las Islas Canarias en general, sino que se habían fijado Lanzarote
como meta, pues hablan de “dos canarios, el uno llamado Alfonso y una mujer
llamada Isabel que los dichos caballeros tenían como intérpretes en la isla de
Lanzarote”47. Hay que tomar al pie de la letra la información de que Alfonso e
Isabel habían sido traídos como intérpretes a Lanzarote. Sus nombres señalan
que habían sido bautizados en Castilla y que habían aprendido el castellano48. Se
puede dudar de si los franceses “habían llevado” (“avoient amenez”) a los intér-
pretes desde Andalucía o desde Francia. La firme voluntad de ir a Lanzarote
habla en pro de un proyecto ideado en Normandía, provincia de Francia, de la
que era originario Jean de Béthencourt. Eso lo confirma el hecho de que Alfonso
tenía un tío en Lanzarote, Affche, con quien se metió en una conjuración contra
los franceses. En lo que concierne a este sobrino de Affche se dice:
su sobrino llamado Alfonso que Béthencourt había traído para ser intérprete, como se
ha dicho más arriba, y que vivía continuamente con nosotros y conocía nuestra comu-
nidad y nuestra pobreza y aspiraba a todo trance a nuestra destrucción49.
Está claro que Alfonso había sido traído por Béthencourt solo. Puesto que este
pasaje atestigua la gran familiaridad de Alfonso con los franceses, es muy posi-
46
Cf. J. Zunzunegui 1941: 397-400.
47
“deux Canares, un nommé Alfonce et une femme nommée Ysabel, lesquelz les dis che-
valiers avoient pour estre leurs truchemens en l’isle de Lancelot”(E. Serra/A. Cioranescu
[eds.] 1964: 43); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 34.
48
La hipótesis de que Béthencourt haya comprado ambos intérpretes en Castilla no es
segura.
49
“son nepveu nommé Alfonce, lequel Bettencourt avoit amené pour estre truchement,
comme dessus est dit; lequel demouroit continuelment avecques nous et savoit nostre comune
et nostre povreté et tiroit du tout à nostre destruction” (E. Serra/A. Cioranescu [eds.] 1964:
59); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 59.
170 JENS LÜDTKE
ble que haya servido a Béthencourt como informante ya en Normandía. Así tam-
bién se explica mejor el que los primeros contactos con habitantes de Lanzarote,
blanco de frecuentes cazas de esclavos, se hayan desarrollado de manera pacífi-
ca, por la mediación de Alfonso (y de Isabel)50. Así no es de descartar que los
intérpretes hayan dominado posiblemente la lengua de Lanzarote, el castellano y
el normando o francés.
Muy pronto, a finales de octubre de 140251, Alfonso se escapó. Después nada
se sabe de él y su paradero, a no ser que este Alfonso sea idéntico a un hombre
mencionado mucho más tarde: “Alfonso Canario que se había vuelto cristiano”,
“Alfonso el intérprete”52. A los franceses sólo les queda Isabel para la comunica-
ción con los indígenas. Así, cuando el francés Bertin de Berneval y sus compa-
ñeros rebeldes quisieron llevar a Isabel, junto con otros habitantes de Lanzarote,
a Castilla, los capellanes dicen: “Bertin, ya que lleváis a esa pobre gente, dejad-
nos a Isabel la Canaria, pues no somos capaces de hablar con los habitantes que
viven en esta isla”53. Acto seguido, los partidarios de Bertin la arrojan por la
borda para que se ahogara. Sin embargo, los capellanes consiguen sacarla del
agua.
Pietre, otro esclavo canario, vendido a juzgar por el nombre en Italia (¿en
Génova?), era probablemente de Gran Canaria y no era, según parece, de ningu-
na utilidad en Lanzarote. Cuando estuvo en Fuerteventura, tampoco entendía la
lengua o no se sentía solidario con los indígenas majoreros, puesto que participó
en la caza de esclavos en esa isla54. En cambio, debe de haber sido el intérprete
entre los habitantes de Gran Canaria y los europeos en el puerto ubicado entre
Telde y “Argouimes” (Agüimes), pues Gadifer le manda después al guanarteme
de Telde:
50
Según esta hipótesis, sería posible que Alfonso e Isabel hubieran vivido antes en Casti-
lla y hubieran pasado después a Francia. En cuanto a las andanzas de Alfonso, Cioranescu
opina: “no cabe duda de que había ya un tráfico entre Normandía y las Islas” (1982: 161). Pero
es menos probable que haya existido una relación directa, que no se documenta en otras fuen-
tes, que un contacto indirecto mediado por Castilla.
51
E. Serra/A. Cioranescu (eds.) 1964: 43; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz
(eds.) 2003: 37.
52
“Alfonce Canarien qui c’estoit fait crestien”, “Alfonce le truchement” (E. Serra/A. Cio-
ranescu [eds.] 1960: 289); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 387.
53
“Bertin, puisque vous enmenez ces pouvres gens, laissiez nous Isabel la Canare, car
nous ne saurions parler aux habitans qui demourent en ceste isle” (E. Serra/A. Cioranescu
[eds.] 1964: 53); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 46.
54
E. Serra/A. Cioranescu (eds.) 1964: 71; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz
(eds.) 2003: 69.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 171
Y Gadifer mandó a Pedro el Canario a hablar con el rey que estaba a cinco leguas
de aquel lugar. Y porque no volvió a la hora exacta que debía volver, los españoles
que eran los dueños de la barca no querían esperar55.
Un año después Gadifer regresa a Gran Canaria, esta vez frente a Arguineguín.
Al cabo de once días llega Pietre el Canario para hablar con Gadifer, pero le pre-
para una emboscada. Es obvio que Pietre era natural de esa isla y que quería que-
darse en ella.
Mientras que un intérprete establecía el contacto lingüístico con los granca-
narios, no existía una buena comunicación con los herreños o bimbapes. Se dice
con ocasión del viaje de reconocimiento que hizo Gadifer en el verano de 1403:
“Si Gadifer hubiese tenido un buen intérprete, habrían ido a verse con él y habrí-
an cumplido una parte de su voluntad”56. Es posible que “buen trujimán” (“bon
truchement”) signifique que la canaria Isabel, la única intérprete que quedaba
tras la huida de Pietre, podía prestar ciertos servicios de interpretación, pero no
buenos. Si entendemos bien la palabra “buen” (“bon”), entonces la lengua de El
Hierro estaba por lo menos emparentada con la de Lanzarote.
La confianza en la inteligibilidad mutua de las lenguas de las diversas Islas
Canarias no puede haber sido considerable, ya que Gadifer quiere adquirir en
Sevilla un intérprete para cada isla en particular: “Y ha mandado gente a Sevilla
para conseguir un intérprete de aquella isla [El Hierro] y de todas las otras para
estar preparado en el futuro”57. Gadifer y los capellanes expresaron claramente
que existía la posibilidad de intercomprensión, aunque no suficiente, en una fór-
mula varias veces repetida:
a) las islas de Canaria habitadas por gente infiel de diversas religiones y diversas len-
guas;
b) [Béthencourt] se fue al rey de Castilla y le prestó homenaje de todas las Islas Cana-
rias o de la mayor parte de ellas, de las que eran más de su agrado, que son siete,
habitadas por gente infiel de diversas religiones y diversas lenguas;
55
“Et transmist Gadifer Pietre le Canare parler au roy à V lieuez de là; et pour ce qu’il ne
retourna mie à la droicte heure qu’il devoit retourner, les Espaignolz qui estoient maistres de la
barge ne vouldrent attendre” (E. Serra/A. Cioranescu [eds.] 1964: 73); cf. B. Pico/E. Aznar
Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 73.
56
“se Gadifer eust eu bon truchement, ilz fussent venuz devers lui et eussent fait une par-
tie de sa voulenté” (E. Serra/A. Cioranescu [eds.] 1964: 77); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D.
Corbella Díaz (eds.) 2003: 77.
57
“Si a transmis à Sivile pour avoir truchement d’icelle isle [de Fer] et de toutes les autres,
contre les saisons qui viennent” (E. Serra/A. Cioranescu [eds.] 1964: 77); cf. B. Pico/E. Aznar
Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 77.
172 JENS LÜDTKE
c) conquistaríamos todas las islas de acá y muchas otras que están aquí, que no se han
mencionado y que son muy buenas y bien pobladas por gente infiel de diversas
religiones y diversas lenguas;
d) [Gadifer] conquistará todas las islas de acá, que están pobladas por gente infiel de
diversas religiones y diversas lenguas58.
58
a) “les isles de Canarie, habitées de gens mescreans de diverses loys et de divers langa-
ges” (en el prefacio del 19 de abril de 1404); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz
(eds.) 2003: 5; b) “[Bettencourt] s’en ala devers le Roy de Castille et lui fist hommage de tou-
tes les isles Canariennes ou de la plus grant partie d’elles, desquelles qu’il lui pleust mieulx,
lesquelles sont sept, habitées de gens mescreans de diverses loys et de divers langages” (E.
Serra/A. Cioranescu [eds.] 1964: 33); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.)
2003: 22; c) “nous conquerrions toutes les isles de pardessa et maintes autres qui y sont, des-
quelles il n’est nulle mencion et qui sont moult bonnes et bien peuplées de gens mescreans de
diverses loys et de divers langages” (E. Serra/A. Cioranescu [eds.] 1964: 63-65); cf. B. Pico/E.
Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 61; d) “[Gadifer] conquestera toutes les isles de
par dessa, qui sont puplées de gens mescreans de diverses loys et de divers langages” (E.
Serra/A. Cioranescu [eds.] 1964: 81); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.)
2003: 81.
59
1960: 275, 287, 325.
60
“Fore tronquenay, c’est à dire, traistre mauvés” (E. Serra/A. Cioranescu [eds.] 1960:
121); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 236.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 173
court. Estamos apenas informados del nombre indígena de Lanzarote: “la Isla de
Lanzarote que se llama en su lengua Tyterogaka”61 y de los antropónimos Anago62,
Afche, Affche63 y Mahy, Mahi64, mientras que el rey (“roy”) es anónimo. En Gran
Canaria Gadifer tiene conocimiento de las poblaciones de Telde, Argomes y Argui-
nigui así como del nombre del hijo del rey (parece que Gadifer no sabía que había
dos reyes en Gran Canaria; sea como fuera, sólo menciona a uno de ellos), llama-
do Artamy65, pero Artamy puede corresponder simplemente al segundo elemento
del apelativo guadarteme, o sea, “rey”. En cuanto a las demás islas, no hace nada
más que una cita de los nombres: “La Isla del Infierno que se llama Tenerefix”,
“La Isla de Erbane que se llama Fuerteventura”66 y “La Gomera”67.
Estos escasos datos acerca del canario están en curioso contraste con la inten-
ción varias veces reiterada de la cristianización de los indígenas. Por otro lado,
Le Canarien es un tratado de propaganda que debía hacer plausible la posibili-
dad de conquistar las islas. Los comentarios sobre la lengua de los antiguos cana-
rios no hubieran contribuido mucho a fomentar esa intención. Por eso quizás sea
sintomático que el manuscrito de Béthencourt señale más posibilidades de explo-
tar las islas que el de Gadifer.
No se plantea el problema de la comunicación entre franceses y canarios. En
Lanzarote dos isleños hablan con Bertin y éste les contesta. No se dice nada
más68. Pero al poco rato se indica que la comunicación no se efectúa de manera
directa: “y ya que él [Bertin] estaba meditando mala traición, les hizo decir [a los
canarios]”69. Y a la inversa, los canarios tienen que hacerse interpretar sus pala-
61
“l’isle Lancelot, qui s’appelle en leur langage Tyterogaka” (Gadifer de la Salle 1976:
65); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 146.
62
E. Serra/A. Cioranescu (eds.) 1964: 43; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz
(eds.) 2003: 34.
63
E. Serra/A. Cioranescu (eds.) 1964: 57, 59, 61; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella
Díaz (eds.) 2003: 50, 53, 57.
64
E. Serra/A. Cioranescu (eds.) 1964: 61; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz
(eds.) 2003: 54.
65
Gadifer de la Salle 1976: 63-64; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.)
2003: 126.
66
“L’isle d’Enfer, qui se dit Tenerefix” (Gadifer de la Salle 1976: 62); cf. B. Pico/E. Aznar
Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 134; “L’isle d’Erbane, qui ce dit Forte Aventure” (Gadi-
fer de la Salle 1976: 64); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 138.
67
Gadifer de la Salle 1976: 62; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003:
133.
68
E. Serra/A. Cioranescu (eds.) 1964: 41; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz
(eds.) 2003: 33.
69
“et lui [Bertin] aiant la male traison en pensée leur fist dire [aux Canares]” (E. Serra/A.
Cioranescu [eds.] 1964: 43); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 34.
174 JENS LÜDTKE
bras: “los paganos infieles nos han hecho decir”70. Debe quedar en suspenso la
cuestión de si el francés era la lengua originaria en el primer caso y la lengua de
llegada en el segundo. No hay que excluir que el castellano o el occitano, o ambas
lenguas, sirvieran de intermediarias. El occitano se documenta en los nombres de
Guillermo de Alemania y de Guillermo de Andernach, villa alemana situada sobre
el Rin: Guillem d’Allemaigne71 y Guillem d’Anderrac72. Éstos pertenecen proba-
blemente al grupo de los gascones de Gadifer que a causa de la afinidad más estre-
cha entre el occitano y el castellano, si lo comparamos con el francés, habrían
tenido menos problemas para entenderse con los marineros castellanos73.
¿Cómo se desarrolla el contacto lingüístico después del asentamiento de los
franceses? Acerca de esta situación tenemos el valioso testimonio de Alvise da
Ca’ da Mosto (o Cadamosto). Si este navegante veneciano coincide en atestiguar
la diversidad de las lenguas de Lanzarote, Fuerteventura, El Hierro y La Gomera
entre 1455 y 1457, pero al mismo tiempo una posibilidad de comunicación, aun-
que limitada, podemos suponer un mejor conocimiento de la situación lingüísti-
ca de las Islas Canarias en el transcurso de medio siglo, como hemos señalado en
el caso de la expresión “bon truchement” en Le Canarien. Ca’ da Mosto dice con
respecto a la lengua de las cuatro islas mencionadas: “Los habitantes de estas
cuatro islas sujetas a cristianos son canarios y difieren en la lengua y se entien-
den poco entre ellos”74. La escasa inteligibilidad recíproca no se puede referir a
otra cosa que al canario de cuatro de las islas dominadas por los castellanos. Ya
que las islas habían sido colonizadas por europeos, desde varias décadas antes
del viaje de Ca’ da Mosto, no se puede cuestionar la afirmación de que “se
entienden poco entre ellos” (“poco s’intende l’uno con l’altro”), es decir, una
posibilidad de comunicación, aunque reducida75.
Una de las informaciones que da Ca’ da Mosto sobre las islas todavía no con-
quistadas en aquel entonces es particularmente importante. Ésta sigue a la des-
cripción de los habitantes y de la cultura de Tenerife:
70
“les paians mescreans nous ont fait dire” (E. Serra/A. Cioranescu [eds.] 1964: 57); cf.
B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 50.
71
E. Serra/A. Cioranescu (eds.) 1964: 51; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz
(eds.) 2003: 42.
72
E. Serra/A. Cioranescu (eds.) 1964: 61; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz
(eds.) 2003: 57.
73
Esta argumentación es improcedente si Guillem reproduce cast. Guillén. Pero no hay
ninguna alusión a que los dos alemanes se hayan reunido con los franceses sólo en España.
Habla en contra de ello su gran familiaridad con Gadifer.
74
“Gli habitanti di queste quattro isole soggette a’ Cristiani sono canarj, e sono differenti
di linguaggio, e poco s’intende l’un con l’altro” (R. Caddeo [ed.] 1929: 176).
75
Cf. D. J. Wölfel 1965: 134-135; II, § 8.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 175
y si se me preguntara cómo se saben estas cosas, contesto que los habitantes de las
cuatro islas de cristianos acostumbran ir a asaltar de noche con algunas fustas suyas
estas islas para capturar algunos de estos canarios idólatras y a veces toman hombres
y mujeres y les mandan a España para venderles como esclavos: y sucede que algunas
veces resultan cautivos algunos de las fustas a los que los dichos canarios no hacen
morir, sino que les hacen matar cabras y desollarlas y trabajar de carniceros, lo que
tienen por vilísimo oficio, y para despreciarles. Y les hacen trabajar hasta que se pue-
dan rescatar76.
Los documentos apoyan lo que relata Ca’ da Mosto y explican, mejor que éste,
cómo los castellanos consiguen el conocimiento de la lengua de Tenerife: en la
toma de posesión de Tenerife por Diego de Herrera en 1464 se hace mención a
dos intérpretes (trugamanes) y a “otros muchos que sabian la lengua de la dicha
Isla de theneriffes”. Esta expresión se repite en el documento, pero no sabemos
cómo los intérpretes y los otros adquirieron sus conocimientos lingüísticos77. Es
probable que los intérpretes hayan sido castellanos cautivos en Tenerife y resca-
tados después.
No tenemos datos, tampoco en Le Canarien, acerca de si o cómo los indíge-
nas de Gran Canaria, Tenerife y La Palma se comunicaban en su lengua con los
indígenas de las cuatro islas conquistadas y pobladas antes. Pero hay indicios en
los documentos que permiten inferir cómo se comunicaban los grancanarios y
los guanches. Con referencia al año 1494, doña Margarita Guanarteme acredita
en una información de 1526 que su padre don Fernando Guanarteme, rey de Gál-
dar en Gran Canaria, podía negociar con el rey Venitomo (o Benitomo) de Taoro
y su hijo Ventor (o Bentor) en la lengua de los guanches78. Si eso es cierto, debe
haber habido un parentesco relativamente estrecho entre las lenguas de Gran
Canaria y Tenerife. No es probable que don Fernando Guanarteme haya tenido
antes de sus negociaciones con varios reyes de Tenerife la oportunidad de apren-
der su lengua, pero sí que las lenguas de Gran Canaria y Tenerife estuvieran
estrechamente emparentadas79. No en último término el portugués Gaspar Fruc-
76
“E se mi fusse detto come si sa queste cose, rispondo che gli abitanti delle quattro isole
de’ Cristiani hanno per costume con alcune loro fuste andar ad assaltar queste isole di notte per
pigliar di questi Canarj idolatri; e alle volte ne prendono maschi e femmine, e li mandano in
Ispagna a vendere per ischiavi: e intraviene che alle fiate rimangono presi alcuni delle fuste, i
quali i detti Canarj non fanno morire, ma fannoli ammazzar capre e scorticarle, e far carne, che
tengano per vilissimo officio, e per dispregiarli; e li fanno far fino a tanto che si possano ris-
cuotere” (R. Caddeo [ed.] 1929: 179).
77
Cf. A. Rumeu de Armas 1975, el facsímil del documento reproducido entre las páginas
74 y 75.
78
D. J. Wölfel 1965: 79-80; II, §§ 182-183.
79
Cf. D. J. Wölfel 1965: 136-137; II, § 17.
176 JENS LÜDTKE
tuoso transmite entre 1580 y 1591 la opinión del “canario” Antón Delgado, radi-
cado en Tenerife, quien habría entendido la lengua de Gran Canaria, Tenerife y
La Gomera, y comprobado analogías con la lengua de los moros de tierra firme80.
Los grancanarios tuvieron a todo trance la posibilidad de comparar su lengua con
las de La Gomera y Tenerife, pues tomaron parte en la represión de una rebelión
de los gomeros y conquistaron La Palma y Tenerife con los castellanos81. Pode-
mos citar incluso a un castellano como testigo del parentesco de las lenguas de
Gran Canaria y Tenerife: Guillén Castellano oriundo de la Montaña, región de
Cantabria. Fray Juan de Abreu Galindo informa en su Historia de la conquista
de las siete Islas de Canaria sobre “Juan Mayor y Guillén Castellano, hombres
diestros en las entradas de estas islas, y que sabían la lengua canaria”82. El autor
no dice dónde ni de quién Guillén Castellano había aprendido el canario, pero
podemos inferir el lugar y la maestra. Guillén Castellano y Juan Mayor pueden
haber aprendido esta lengua en Lanzarote con María Tazirga, pariente del gua-
narteme de Gáldar. Esta canaria había estado cautiva en Lanzarote. Hablaba muy
bien el castellano y “conocía muy bien a Juan Mayor y Guillén Castellanos [sic],
en cuyas casas había estado”83. Juan Mayor prestó servicios como intérprete en
la conquista de Gran Canaria. Guillén Castellano participó además en la con-
quista de Tenerife. Fue uno de los primeros regidores de La Laguna y a causa de
este cargo su vida pública está muy bien documentada en los Acuerdos del Cabil-
do de Tenerife. Así, una entrada del año 1502 dice: “E luego paresçió ende pre-
sente Ximón e Fernando Tacoronte e Gaspar e Francisco de Tacoronte, guan-
ches, por lengua de Guillén”84. Como he dicho en varias ocasiones, guanches se
llamaban en aquel entonces, según las fuentes históricas, únicamente los habi-
tantes de Tenerife y este etnónimo se usaba como apellido, de modo que no
puede haber ninguna duda acerca de su origen. En el contexto del libro de acuer-
dos del cabildo insular no existe ningún otro Guillén al lado de Guillén Castella-
no. Por este motivo podemos tener por cierto que este conquistador de Gran
Canaria y Tenerife servía de intérprete. Ya habían pasado ocho años desde 1494,
el inicio de la conquista de Tenerife, pero supongo que Guillén Castellano no
estaría en una edad en la que fuera fácil aprender una lengua extranjera. Más
80
Está en contradicción con esto la afirmación del inglés Thomas Nichols, a mediados del
siglo XVI, que había vivido varios años en Tenerife y que decía acerca de la lengua de los
guanches: “They spake another language cleane contrarie to the Canariens, and so conse-
quently everie iland spake a severall language” (A. Cioranescu/T. Nichols 1963: 117).
81
D. J. Wölfel 1965: 138-139; II, § 17b.
82
J. de Abreu Galindo 21977: 121.
83
J. de Abreu Galindo 21977: 123.
84
E. Serra Ráfols 1949: 51 (288).
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 177
y que esto sea verdad, que hayan venido de Africa los primeros pobladores de estas
islas, lo da a entender la proximidad que hay de la tierra firme de Africa con estas
islas; pues entre ella y la primera isla, que es Fuerteventura, solamente hay diez y
ocho leguas, poco menos. También me da a entender hayan venido de Africa, ver los
muchos vocablos en que se encuentran los naturales destas islas con las tres naciones
que había en aquellas partes africanas, que son berberiscos y azanegues y alárabes88.
Y dello se puede colegir qué nación haya venido a cada isla, conforme a la conso-
nancia de los vocablos. Atenta la cual, parece que a Lanzarote, Fuerteventura y Cana-
ria arribó la nación de los alárabes, entre los africanos estimada en más; porque en
estas tres islas llamaban los naturales a la leche aho, al puerco, ylfe; a la cebada,
tomosen; y ese mismo nombre tienen los alár[a]bes y berberiscos89.
85
Es curioso que Wölfel (1965: 139; II, § 17b) tome a Guillén Castellano por canario anti-
guo, sin dar ninguna justificación.
86
A. de Viana 1986: II, 286.
87
Los editores le llaman “indígena canario” (1949: VIII). Pedro de la Lengua dice “que
conoce al dicho Ad. [= Adelantado Alonso de Lugo] quince años, poco más o menos” (1949:
50) y que “a la conquista desta dicha isla de Tenerife vinieron con el dicho Ad. parientes sobri-
nos suyos y criados” (1949: 61). Como este testigo fue interrogado en 1511, el conocimiento
del Adelantado y de Pedro de la Lengua se remontan a 1496 aproximadamente.
88
J. de Abreu Galindo 21977: 31.
89
J. de Abreu Galindo 21977: 32-33; cf. 54; compárese L. Torriani 1940: 76, 90, 104, 122,
164, 198.
178 JENS LÜDTKE
Fray Alonso de Espinosa que escribe en torno a la misma época y que todavía
podía consultar a los guanches, refiere diferentes opiniones acerca del origen de
los canarios, subrayando a continuación:
la mía [opinión] es que ellos son africanos y de allá traen su descendencia, así por la
vecindad de las tierras, como por lo mucho que frisan en costumbres y lengua, tanto
que el contar es el mismo de unos que otros. Allégase a esto también que los manjares
son los mismos, como es el gofio, leche, manteca, etc.90.
Si la lengua canaria de diferentes islas estaba emparentada con las lenguas beré-
beres del continente africano, es forzoso deducir el parentesco de las lenguas de
las islas entre ellas:
Es, pues, muy probable que las lenguas de las siete islas estuvieran emparenta-
das, pero con diferencias más o menos marcadas. Los documentos lingüísticos a
nuestro alcance no son suficientes para decidir sobre si hay que llamarlos más
bien dialectos de una lengua o lenguas diversas. Sin embargo, se identificaba un
rasgo común. A un observador fehaciente como fray Juan de Abreu Galindo le
llamaba la atención la pronunciación de <t>: “Y en su lenguaje comienzan
muchos nombres de cosas con t, los cuales pronunciaban con la media lengua”92.
De todos modos, no había contacto entre las islas en la época de la conquista y
por eso no se explica esta convergencia lingüística.
La existencia de topónimos similares en islas diferentes sugiere también el
parentesco de las lenguas. Gando en Gran Canaria corresponde a Agando en La
Gomera y a Aragando en El Hierro. Encontramos un topónimo Jinámar o Giná-
mar en Gran Canaria, Jinama en El Hierro y Giniginámar en Fuerteventura;
Mafur en Gran Canaria, Afur en Tenerife; Tacoronte en Tenerife y Tacorón, Toco-
rón, Tecorone en El Hierro; Tamaduste en El Hierro, Tamadiste en La Gomera,
90
A. de Espinosa 1980: 33; cf. D. J. Wölfel 1965: 139-144; II, §§ 18-33.
91
“solleuano alle volte passare à Tenerife, et à Forteventura à rubare, dalla qual nauigatio-
ne eglino hebbero similitudine con gli altri isolani, così in linguaggio come in costumi, come
si disse de i venturini che questi imitarono in far guistitia” (L. Torriani 1940: 122).
92
J. de Abreu Galindo 21977: 34. Cf. L. Galand 1989 quien discute el problema de <th->
o <t-> inicial como elemento femenino y la función del mismo elemento en posición final.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 179
Y la tierra está habitada de mucha gente que habla la lengua más extraña de todas
las tierras de acá, y habla con los labios inferiores, como si no tuvieran lengua. Y se
93
Cf. M. Trapero 1995: 127.
180 JENS LÜDTKE
dice por acá que por algún delito un gran señor les hizo llevar allá y les hizo cortar las
lenguas, y según su manera de hablar, se lo podría creer94.
A juzgar por estas palabras, los gomeros no silbaban como hoy, sino que habla-
ban. Los labios inferiores deben de haber desempeñado un papel especial en esa
manera de hablar que podía hacer creer que la lengua no intervenía en la articula-
ción. La supuesta falta de la lengua en la articulación produjo después la leyenda
etiológica del rey que como castigo les cortaba la lengua a sus súbditos y les aban-
donaba a las inclemencias del mar. Esa historia los franceses la escucharon en las
Islas Canarias (“Y se dice por acá…”). Sólo la nota que se añade como comentario
(“y según su manera de hablar, se lo podría creer”) señala una experiencia inme-
diata, pero se trata otra vez de un hablar y no de un silbar. Por lo demás, la historia
de los hombres expuestos al mar con las lenguas cortadas la difunden igualmente,
pero de forma independiente a Le Canarien, cronistas canarios del siglo XVI. Ade-
más, si consideramos que los franceses permanecieron algún tiempo en El Hierro
donde el lenguaje silbado existe también hasta la actualidad, sin que lo mencionen,
se hace aún más improbable que en vista de esta descripción los franceses hayan
observado a los antiguos canarios en el acto de silbar su lengua. Debe quedar pen-
diente si, eventualmente, informaciones indirectas y fabulosas se hayan superpues-
to a un conocimiento directo de la manera de hablar de los gomeros. Pero no es de
suponer que un francés o un castellano no supiera distinguir el silbar del hablar.
Por eso, no hay que valorar esta afirmación ni siquiera como descripción aproxi-
mada del silbo gomero antiguo como sucede de manera poco crítica en algunas
descripciones del lenguaje silbado actual95. El problema no tiene solución.
Los cronistas no dejan de mencionar la comunicación por silbos en Tenerife,
pero tal vez éstos tuvieran ahí la función de señales. Los guanches se comunica-
ban con esas señales y con silbos para reunirse:
Y, cuando tenían guerra, con ahumadas se entendían, y con silbos que daban de lo
más alto; y el que los oía silbaba al otro, y así de mano en mano en breve tiempo se
convocaban y juntaban todos96.
94
“Et est le païs habité de grant peuple qui parole plus estrange langage de tous les aultres
païs de par dessa, et parlent des baulievrez, auxi que c’ilz fussent sans langue. Et dist on par
dessa que un grant prince pour auscun meffait les fist la mectre et leur fist tailler les langues, et
selon la maniere de leur parler on le pourroit croire” (Gadifer de la Salle 1976: 62); cf. B.
Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 133-134.
95
Por ejemplo, M. Quedenfeldt 1887: 737; J. Lajard 1891: 484; posteriormente se presu-
pone implícitamente que los franceses aludieran al lenguaje silbado; cf., por ejemplo, H. Bie-
dermann 1984: 108-109, y expresamente E. Serra Ráfols en Le Canarien 1960: 245.
96
J. de Abreu Galindo 21977: 296; A. de Espinosa 1980: 42, da una información similar,
pero de forma más sucinta.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 181
Era costumbre entre los naturales de la tierra que, si alguno iba a visitar a otro o a
negociar, no entraba dentro de la casa, sino sentábase en una piedra que tenían a la
puerta y silbaba o cantaba hasta que de dentro lo oían99.
97
J. de Abreu Galindo 21977: 318.
98
A. de Espinosa 1980: 98.
99
J. de Abreu Galindo 21977: 327.
100
Se conoce, además, el lenguaje silbado en un valle de Turquía y entre los indígenas
mazatecos, en el cual las distinciones del lenguaje silbado se basan en rasgos tonales; cf. R.
Trujillo 2006: 62.
182 JENS LÜDTKE
101
R. Trujillo 2006: 290.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 183
Vocales Consonantes
grave aguda grave aguda
aguda grave
interrupta interrupta continua continua
I (i e) A (a o u) P (p k) T (tʃ s) B (β γ m f h) T (y ʎ r rr ð n )
En las Islas Canarias, Castilla pone a prueba las técnicas de conquista de tierras
extraeuropeas a través de las etapas de colonización, dominio y evangelización
que surtirían efecto luego en América103.
Puesto que los habitantes de las Islas Canarias eran infieles para los cristia-
nos, cada príncipe tenía el derecho, según las normas jurídicas de la época, de
someterles. Emprendieron intentos de ocupación Alfonso IV de Portugal (1341),
el infante Luis de la Cerda (1344), Pedro IV el Ceremonioso de Aragón (1352) y
muchos otros. Estos numerosos pretendientes al señorío de las islas hacían nece-
saria una intervención papal. Castilla usó sus influencias en la Santa Sede para
102
Cf. acerca del lenguaje silbado, entre los trabajos más viejos, M. Quedenfeldt 1887, J.
Lajard 1891, R. Ricard 1932, J. Bethencourt Alfonso 1972, sobre aspectos generales también
H. Nowak 1972, sobre la fonética y la fonología del lenguaje silbado A. Classe 1957/1959,
sobre la descripción articulatoria del silbo gomero A. Class [sic] 1963, sobre los lenguajes sil-
bados en general R.-G. Busnel/A. Classe 1976 y sobre su fonología R. Trujillo 1978 y 2006.
En J. J. Batista y M. Morera 2007 se recogen los artículos mencionados y algunos más en su
versión original y acompañados de su traducción al español. Para entender el funcionamiento
del silbo sustitutivo, se deben estudiar las expresiones usuales concretas en una situación coti-
diana, no un corpus de ejemplos aislados tomados de la lengua española para dar cuenta del
sistema fonológico que se sustituye.
103
Cf. acerca de la historia de Canarias en general D. Castro Alfín 1983; sobre la historia
del período entre 1478 y 1526 E. Aznar Vallejo 1983: 41-44; acerca de la conquista de Teneri-
fe A. Rumeu de Armas 1975; y hasta el siglo XV en particular F. J. Clavijo Hernández (coord.)
1985. Este capítulo es una reelaboración de J. Lüdtke 2003.
184 JENS LÜDTKE
hacerse confirmar la supremacía sobre las Islas Canarias que el papa Eugenio IV
les había concedido, contra los intereses de los portugueses, con la bula Dudum
cum ad nos (1436) ratificada en 1479 en el Tratado de Alcáçovas firmado entre
Castilla y Portugal.
Otros fueron, sin embargo, los que ejercieron el poderío efectivo al principio.
El primero es Jean de Béthencourt (c. 1360-1425), noble normando oriundo de
Grainville-la-Teinturière en la región de Caux (Pays de Caux), quien se había
arruinado en la guerra de los Cien Años y probaba fortuna fuera de Francia.
Había arribado a esta isla en 1402 con Gadifer de La Salle (c. 1355-1422), el ver-
dadero primer conquistador de Lanzarote. Enrique III de Castilla, no obstante,
reconoció a Jean de Béthencourt como señor de las Islas Canarias. La relación de
esta primera conquista duradera de una parte del archipiélago es Le Canarien.
autor que se data en el primer cuarto del siglo XV. Es probable que haya sido
escrito para Juan Sin Miedo, duque de Borgoña, pues estaba, según consta, en
posesión de los duques de Borgoña en 1420, y se conserva hoy en el Museo Bri-
tánico. El segundo manuscrito puede fecharse entre 1488 y 1491, y considerarse
como una falsificación literaria hecha por el noble normando Jean V de Béthen-
court utilizando el manuscrito original o una copia para ensalzar las hazañas de
su antecesor Jean IV de Béthencourt, junto con Gadifer de La Salle uno de los
primeros conquistadores de las Islas Canarias. Este manuscrito es de propiedad
privada. Su edición por Pierre Bergeron (París, 1629-1630) determinó la visión
de la conquista de Canarias en lo sucesivo, y en parte hasta la actualidad.
Es posible reconstruir la relación entre ambos manuscritos de la siguiente
manera: el texto se empieza a escribir en 1402 (sin embargo, el principio se fecha
en un momento posterior) y es el resultado de la colaboración de Pierre Boutier,
capellán de Gadifer de La Salle, religioso de Saint-Jouin-de-Marnes, y de Jean
Le Verrier, capellán de Jean de Béthencourt que se nombran como los autores en
el prefacio. Ambos escriben hasta el 19 de abril de 1404 principal o exclusiva-
mente por encargo de Gadifer, ya que los capellanes se refieren a instrucciones
de Gadifer en este sentido, la cronología de los sucesos no apoya tampoco una
interpretación diferente. Jean de Béthencourt y Gadifer zarparon el primero de
mayo de 1402 de La Rochela. Después de escalas en Vivero y La Coruña arriba-
ron a Cádiz. Gadifer, quien había desembarcado antes en el Puerto de Santa
María, fue detenido por acusación de piratería y llevado ante el Consejo Real en
Sevilla, pero resultó absuelto de estos cargos. Jean de Béthencourt y Gadifer lle-
garon a Lanzarote a principios de julio de 1402. En octubre, Béthencourt tuvo
que volver a Castilla para prestar el homenaje feudal por la posesión de Canarias
y prometió regresar a la isla para Navidad de ese año. No permaneció más tiem-
po en Lanzarote y Fuerteventura más que de julio a octubre de 1402. El 19 de
abril de 1404, el día del regreso de Jean de Béthencourt a Francia, el manuscrito
pasó “a otras manos”104. Los clérigos escribieron entonces un prólogo para indi-
car el límite temporal de su responsabilidad por el texto y atestiguar la veracidad
tanto de su escrito como del texto futuro. Puesto que los capellanes tenían mala
opinión de la credibilidad de Jean de Béthencourt, el continuador a quien se
refieren no puede ser otra persona que Gadifer:
104
E. Serra/A. Cioranescu (eds.) 1964: 15-17; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella
Díaz (eds.) 2003: 5. En lo que sigue me refiero con 1964 al texto de Gadifer, con 1960 al texto
de Jean V de Béthencourt, ambos editados por E. Serra y A. Cioranescu.
186 JENS LÜDTKE
poner por escrito todas las cosas que les han sucedido a su principio y toda su manera
de gobernar de la que podemos tener conocimiento verdadero, desde que salieron del
reino de Francia hasta el 19 de abril de 1404, día que Béthencourt ha llegado a estas
islas. Y desde entonces la escritura ha pasado a otras manos que la van a continuar
conforme a la verdad hasta el fin de su conquista105.
En realidad, el señor feudal no era otro que Béthencourt, siendo Gadifer su com-
pañero, pero los capellanes consideran a Béthencourt, a la inversa, como compa-
ñero de Gadifer.
Cabe contar con dos tradiciones de manuscritos, o bien desde el 19 de abril
de 1404, o bien desde fines de 1404 o principios de 1405. Gadifer habría sido
responsable de uno de los manuscritos. Pese a eso, se continúa escribiendo sobre
Béthencourt y Gadifer en tercera persona, aunque desde la perspectiva de Gadi-
fer. Es natural, pues, que el capellán de Gadifer, Pierre Boutier, fuera el continua-
dor o que ambos capellanes continuaran la relación. Todavía en 1404 o a más tar-
dar a principios de 1405 se habría hecho una copia del manuscrito original. Es
probable que el manuscrito que quedaba en posesión de Gadifer se continuara
105
“Et nous frere Pierre Boutier, moyne de Saint Jouyn de Marnes et Mons. Jehan le
Verrier, prebstres, chappellains et serviteurs des chevaliers desus nommés, avons commancié à
mectre en escript toutez les choses qui leur sont advenues à leur commancement et toute la
maniere de leur gouvernement dont nous povons avoir eu vraye cognoissance des ce qu’ilz
partirent du royaume de France jusques au XIX-e jour d’avril mil IIIIc et IIII que Bethencourt est
arrivé es isles pardessa; et de là en avant est venue l’escripture en autres mains qui la poursui-
vront tout au vray jusquez à la fin de leur conqueste” (1964: 15-17); cf. B. Pico/E. Aznar
Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 5.
106
“Et veu que Bethencourt en fait d’armes aet perdu la force et la vertu d’aucuns de ses
membrez, on li deveroit bien tenir à grant honeur en fait de chevaliere d’avoir entrepris d’estre
compaignon de conquerir, tourner et convertir à nostre foy le peuple de cy estrangez contreez,
qui ne se puet faire sans la cremour de Dieu” (1964: 17); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Cor-
bella Díaz (eds.) 2003: 5.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 187
EL TIPO TEXTUAL
107
A esta edición de 1964 había precedido una “Introducción” de A. Cioranescu (1959) y
la edición del texto de Jean V de Béthencourt. Desgraciadamente, la edición de 1960 contiene
los comentarios filológicos y no la autoritativa de 1964. Cioranescu volvió a publicar su
“Introducción” en una edición simplificada, corregida y puesta al día, titulada Juan de Béthen-
court (1982). Más cuidadoso que la edición de Cioranescu es el texto que P. Rickard ha publi-
cado en su Chrestomathie de la langue française au quinzième siècle con el título “Le Cana-
rien (chronique de la conquête française des îles Canaries)” que cito como Gadifer de La Salle
1976. Este texto reproduce la descripción de seis Islas Canarias que concluye el manuscrito
original. Rickard indica a Gadifer de La Salle como autor. Ya que la edición de Serra Ráfols y
Cioranescu contiene numerosos errores que no señalo porque no he comparado ese texto con
el manuscrito del Museo Británico, conviene seguir utilizando la edición de Margry (1896) o,
mejor aún, la edición diplomática y en facsímile de B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz
(eds.) 2003.
108
Resulta incomprensible que la falsificación de Jean V de Béthencourt se utilice con
más frecuencia que el manuscrito de Gadifer que es a todas luces más fidedigno.
109
1964: 17; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 5.
188 JENS LÜDTKE
110
Caps. 44-49; 1964: 87-95; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003:
86-101.
111
Caps. 50; 1964: 95-99; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 101-105.
112
Caps. 51-52; 1964: 99-101; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003:
105-106.
113
Caps. 53-54; 1964: 103-105; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003:
106-113.
114
Caps. 55; 1964: 107-109; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003:
113-114.
115
Caps. 56-59; 1964: 109-115; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003:
117-122.
116
Caps. 60-64; 1964: 117-125; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003:
122-126.
117
Caps. 64-70; 1964: 125-141; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003:
126-145.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 189
nocer un tipo de texto homogéneo. Pero hasta cierto punto el marco de Le Cana-
rien corresponde a lo que se llamará relación en la documentación indiana. La
perspectiva de la relación se entrelaza con la idea de cruzada, la planificación de
la conquista de otras islas y el ataque a los sarracenos desde África. Podemos
atribuir la perspectiva de la relación más bien a los capellanes, pero las otras
perspectivas corresponden claramente a los intereses de Gadifer.
Hay que averiguar los motivos y las condiciones previas de este primer viaje de
conquista emprendido con la intención de colonizar la tierra conquistada. Los
clérigos se limitan a informar sobre la conversión. Para Jean de Béthencourt, en
cambio, puede haber sido decisivo salvarse de dificultades económicas y sus-
traerse a pleitos118. Gadifer de La Salle, aunque sigue siendo mencionado en la
generación siguiente como modelo de caballero119, no llegó a más que senescal,
de modo que podemos suponer en él como motivo la ascensión económica y
social, mismo motivo que inducirá a los españoles a emigrar a América.
¿Por qué se dirigieron precisamente a las Islas Canarias? Sólo podemos hacer
conjeturas al respecto. Robert (o Robin) de Braquemont, pariente de Jean de
Béthencourt, tenía relaciones con la corte castellana y la papal de Aviñón, lo cual
le posibilitó la investidura de Canarias. Pero esto no explica más que la elección
del área de influencia castellana. Se iba entonces a las Islas Canarias para coger
esclavos y adquirir orchilla y otros productos como pieles, grasas y sangre de
drago, colorante purpúreo muy apreciado en aquella época120. Es evidente que la
caza de esclavos no era el objetivo de Béthencourt, ya que Gadifer y él buscaban,
como colonizadores, la paz con los habitantes de Lanzarote y les protegían de
118
Cf. A. Cioranescu 1982: 135-153.
119
Cf. A. Cioranescu 1982: 201-202.
120
Estas mercancías resultan de la relación de Niccoloso da Recco: “primo quidem IIII
homines ex incolis illarum insularum duxere: pelles praeterea plurimas hircorum, atque capra-
rum, sepum, oleum[,] piscis et phocarum exuvias, ligna rubra tingentia, fere ut verzinum, fac
esse dicant experti talium illa non esse verzinum. Insuper et arborum cortices aequo modo in
rubrum tingentes, sic et terram rubram, et huiusmodi” (N. da Recco 1827: 54) En español:
“Bien es verdad que llevaron al principio cuatro hombres entre los habitantes de aquellas islas;
además, la mayor parte de las pieles de machos cabríos y de cabras, sebo, aceite, pescado, pie-
les de focas, maderas tintóreas rojas, así como verzinum [it. verzino, una madera tintórea que
produce un colorante rojo], si bien los expertos dicen que los colorantes de éstos no son verzi-
num. Además, cortezas de árboles que sirven igualmente de colorantes rojos, así como tierra
roja, y más cosas parecidas”.
190 JENS LÜDTKE
A pesar del escaso interés etnográfico de los franceses que nos impide sacar con-
clusiones acerca de la comunicación con los canarios, Le Canarien nos sugiere que
ni el canario ni el francés dominaban en Lanzarote. Puede que el francés se haya
mantenido durante aproximadamente cien años como escribe Pedro Mártir de
Anglería en la tercera década de su obra De orbe novo, que narra los sucesos en el
Nuevo Mundo hasta 1515: “También he sabido poco ha en esas mismas islas, del
francés B[é]thencourt, primer cultivador de las Afortunadas […], hay un partido
betancoriano que conserva todavía la lengua y las costumbres francesas”124. El
121
Gadifer de La Salle 1976: 65.
122
Cf. A. Cioranescu 1982: 157-163. Por lo demás, F. Fernández-Armesto (1987: 181)
piensa que los franceses podrían haber buscado el “Río de Oro”. No hay el más mínimo indi-
cio para esta conjetura que presupone que las Islas Canarias fueran menos conocidas de lo que
en realidad eran.
123
“oursolle, qui vault biaucoup d’argent, qui sert à tainture” (1960: 135); “une grayne
qui vault biaucoup, que on appelle orsolle, elle sert à teindre draps ou autre chose et est la
milleure graine d’icelle graine que l’on sache trouver en nul pais, pour la condicion d’icelle”
(1960: 249).
124
P. M. de Anglería 1989: 216; el texto original dice: “Didici etiam nuper esse in insulis
ipsis á Betanchoro Gallo primo fortunatarum cultore […], Betanchóranam factionem quae
adhuc et linguam et mores Gallicos seruet” (P. M. de Anglería 1966: 129).
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 191
francés, sin embargo, no parece haber sido la lengua que los canarios o los caste-
llanos y extranjeros aprendieran en las islas orientales, puesto que aparte de unos
pocos apellidos y topónimos nada se transmitió en Canarias que se remonte al
francés. No hay más que dos topónimos cuyo origen francés se documenta en Le
Canarien: “Después empezaron un castillo que se llama Rubicón”125. En el
momento crucial de la guerra civil contra Pompeyo, Julio César atravesó en el
año 49 a. C. el río Rubicón. Así, este nombre puede aludir a la intención de con-
quistar la isla de Fuerteventura situada frente al castillo de Rubicón y al alcance
de la vista. Pero eso no lo sabemos a ciencia cierta. En los mapas modernos se
ubica Rubicón, antes situado en la Punta del Papagayo y sede de un obispado, en
el extremo sudoeste de Lanzarote126. El motivo sería que las piedras de Rubicón
habrían servido de material de construcción de la nueva localidad. El otro topó-
nimo es Riche Roque en Fuerteventura: “y Béthencourt ha empezado una fortale-
za en una gran ladera de una montaña, sobre una fuente viva, a una legua del
mar, que se llama Riche Roque”127. Este topónimo se conserva como nombre de
una fuente, Fuente Roche128. Se plantea la cuestión de por qué los franceses deja-
ron huellas lingüísticas tan escasas.
Es obvio que Le Canarien no puede instruirnos sobre préstamos franceses en
el castellano del siglo XV. Por eso hay que buscar otras huellas de un posible con-
tacto entre francés y castellano. Un galicismo hipotético es la palabra jable con
su variante sable, bien documentado en la toponimia de Lanzarote, Fuerteventu-
ra y El Hierro, pero también en las demás, con excepción de La Gomera. El tes-
timonio de la toponimia prueba que sable o jable era un apelativo común de
125
“Après commencerent un chastel qui s’apelle Rubicom” (1964: 49); cf. B. Pico/E.
Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 14. El topónimo puede originarse en una reminis-
cencia literaria de Gadifer quien llevaba consigo “plusieurs livrez rommans et autres” (“varios
libros en romance y otros”) (1964: 190-202). Según M. Trapero y E. Llamas Pombo se había
dado el nombre de la iglesia de San Marcial de Rubicón “en memoria de El Rubicón que está
la [sic] lado de la Rochella [sic]” (1998: 107).
126
Se redescubrió y excavó ese lugar apenas en 1960.
127
“et a commencié Bettencourt une forteresce en un grant pendant d’une montaigne, sur
une fontaine vive, à une lieue pres de la mer, qui s’apelle Riche Roque” (1964: 119); cf. B.
Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 126.
128
Cf. E. Serra/A. Cioranescu (eds.) 1964: 214-222, sobre todo 221. El nombre de la for-
taleza es Richiroche en fray Juan de Abreu Galindo (21977: 69). Abreu puede haber tenido
conocimiento de este topónimo a través del sumario del manuscrito de Jean V de Béthencourt,
tal vez en una traduccción española (cf. E. Serra/A. Cioranescu (eds.) 1964: 159). Puesto que -
roche en Richiroche armoniza con Fuente Roche, de tradición oral, Richiroche puede ser una
forma castellana oral antigua. La forma de Roche en lugar del francés u occitano afrancesado
Roque se fecha así por lo menos en el siglo XVI.
192 JENS LÜDTKE
todas o casi todas las Islas Canarias129. La consonante inicial se explica sólo si la
hacemos remontar a los primeros contactos. La /s/ del fr. sable se podía adaptar
según las variantes de la sibilante sorda como [s] predorsodental o como [s] api-
coalveolar. La segunda sería más probable para explicar la forma jable: la [s]
apicoalveolar de la palabra canaria sable debe haber pasado a la fricativa prepa-
latal [ʃ], sufriendo los cambios regulares de este sonido. En cuanto a la recons-
trucción del significado, habría que partir de los topónimos en Lanzarote y Fuer-
teventura que se refieren a dunas, a “arenas eólicas”, es decir, “arena blanca
amarillosa y movediza” que encontramos en las costas europeas del Atlántico.
Este apelativo se ha conservado en los topónimos. Del significado originario
deriva el significado “arena volcánica”, “de color oscuro o negro y de granos
más gruesos”130. Si fuera galicismo, la palabra se habría difundido en las dos for-
mas sable y xable > jable en las etapas de la conquista de las demás Islas Cana-
rias desde Lanzarote hasta Fuerteventura, lo cual explicaría la gran extensión de
la palabra y del topónimo. La restricción ulterior de su uso ya no se puede justifi-
car sin tomar en cuenta el campo semántico “tierra”. Sin embargo, ambas formas
se documentan perfectamente en la España continental. Jable deriva de manera
convincente del gallego xabre: “1. Tipo de terra moi areosa ou con barro que
pode utilizarse como material de construcción […]. 2. Área”131. Sumando al gal.
xabre la forma sable (“Arenal formado por las aguas del mar o de un río en sus
orillas”) documentada según el DRAE en Asturias y Santander, obtenemos prácti-
camente las mismas variantes en regiones vecinas tanto en el norte de España
como en Canarias.
En 1998, Maximiano Trapero y Elena Llamas Pombo propusieron la interpre-
tación de la palabra guanche como galicismo. Es obvio que en el caso de ser
cierto la palabra se tomara del francés en la época de los primeros contactos lin-
güísticos. Esta nueva etimología va acompañada, lógicamente, del rechazo de
guanche como guanchismo. Aunque puedo compartir los reparos a una etimolo-
gía guanche o beréber, hay que examinar brevemente los argumentos en favor
del origen francés. Como siempre en estas cosas hay que distinguir rigurosamen-
te la documentación, que se estudia siguiendo criterios filológicos, de la recons-
trucción interna. Éste es un método probabilístico que no supera este estatus si
no encontramos una documentación probatoria. Se registra abundantemente el
verbo guenchir del francés antiguo y las formas guenchir y ganchir del francés
medio con el significado “moverse hacia un lado”, “alejarse respecto a un curso
129
D. Corbella Díaz 1993: 345; M. Trapero 1999: 249-251.
130
M. Trapero 1999: 250.
131
DRAG: s. v. xabre.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 193
o trayectoria previos”, “huir dando media vuelta”, “evitar algo con un cambio de
la postura corporal” y otros usos132. De guenchir/ganchir deriva el nombre de
acción ganche, de género femenino, formando también la locución faire ganche
que significa “huir”, con varias acepciones, por ejemplo, “huir haciendo eses o
en zig-zag”133. Sin duda alguna está abundantemente documentada la destreza de
los indígenas canarios para arrojar y esquivar piedras134, pero no se documenta,
sino que se reconstruye el cambio semántico de la ganche “giro”, “acción de
apartarse”, al apelativo le ganche “el que se gira”, “el ágil” y el cambio del ape-
lativo al etnónimo. El cambio metonímico implicado de acción a agente y rela-
cionado con la función del sujeto es frecuente en cualquier lengua y se encuentra
también en la lengua española135. Mientras que el proceso metonímico que expli-
ca el cambio del nombre de acción al apelativo es muy probable, el cambio del
apelativo ganche a un etnónimo, sea en francés o en español, lo es mucho menos.
Lo que queda por justificar es el paso de ganche a guanche en francés o en espa-
ñol, ya que los pasajes citados atestiguan sin variar una primera sílaba que fono-
lógicamente equivale a /gε̃-/ o /gã-/. La falta de este eslabón fonológico del fran-
cés hace la reconstrucción más bien improbable. Sin embargo, existía una forma
portuguesa gaãchos que designaba a los naturales de Lanzarote y La Gomera,
pero anterior a la conquista, ya que el documento está fechado el 7 de julio de
1376. Este documento, conservado en un archivo particular al que pertenecía y
que se destruyó posteriormente, tiene algunos inconvenientes, pues sólo se cono-
ce por una publicación del historiador portugués Fortunato de Almeida, y no se
considera como fiable “sobre la base de varios anacronismos en relación con la
historia de Canarias”136. Una prueba documental ya no es posible, porque habien-
do sido destruido el archivo no se puede comprobar la autenticidad del documen-
to. Por otra parte, los autores de Le Canarien usan invariablemente canare para
designar a los habitantes indígenas de las Islas Canarias y tampoco diferencian
entre los naturales de una isla en particular.
Examinemos ahora la documentación toponímica. Es cierto que la presencia
actual del nombre guanche en la toponimia de todas las islas es un argumento
fuerte en favor del uso genérico de guanche, aunque no de su origen europeo. Si
guanche fuera un término genérico para designar a todos los canarios desde el
principio, se habrían ido eliminando los otros etnónimos a medida que se fueron
conquistando las islas. Como Tenerife fue la última isla conquistada con la parti-
132
M. Trapero/E. Llamas Pombo 1998: 161-169.
133
M. Trapero/E. Llamas Pombo 1998: 165.
134
M. Trapero/E. Llamas Pombo 1998: 175-185.
135
J. Lüdtke 1978.
136
M. Trapero/E. Llamas Pombo 1998: 149.
194 JENS LÜDTKE
Preguntado por el quarto artículo dixo que sabe que traía el dicho governador de
Canaria un guanche canario y que este guanche se ayuntó con otro guanche de la isla
de Tenerife y que sabe que anbos andauan de casa en casa de los vezinos de la isla
diziendo a los guanches que eran libres (s. v. guanche; cursivas del texto).
137
M. Trapero/E. Llamas Pombo 1998: 114.
138
E. Serra Ráfols (ed.) 1949: I, 41.
139
L. de la Rosa Olivera/E. Serra Ráfols (eds.) 1949: 120.
140
L. de la Rosa Olivera/E. Serra Ráfols (eds.) 1949: 7.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 195
declarar libres a todos los indígenas canarios, incluso a los aborígenes de Gran
Canaria y a los conquistados con anterioridad.
Ahora bien, la hipótesis del etnónimo genérico contrasta con el uso del mas-
culino y del femenino singular frente al plural en la toponimia canaria. Trapero y
Llamas Pombo dan “el valor ‘lugar de la gente guancha’” al singular femenino
La Guancha y “un valor colectivo” al masculino singular El Guanche142. El valor
probatorio de la toponimia está acompañado del rechazo de la hipótesis del repar-
to de guanches por todas las islas. El primer problema que habría que resolver es
la presencia del topónimo en la propia isla de Tenerife. Llama la atención el que,
de cuatro nombres de lugares, tres topónimos estén en singular, dos sean femeni-
nos y uno masculino, y uno esté en plural143, y el que tres de ellos se encuentren
en los antiguos bandos de guerra y uno, La Guancha, lugar del municipio de
Candelaria, en los antiguos bandos de paces. El carácter de rareza de los guan-
ches en el norte de Tenerife a raíz de la venta de esclavos originarios sobre todo
de los bandos de guerra puede ser el motivo por el que se denomina una casa o
un caserío con las palabras guanche y guancha, y precisamente en singular,
mientras que los antiguos bandos de paces, ocupados sin solución de continuidad
por los naturales, carecen prácticamente de este tipo de toponimia. Tampoco
creo que los restos indígenas estén en contradicción con la hipótesis de un asen-
tamiento aislado de un natural de Tenerife en las otras islas, haya sido previa-
mente esclavo o no. Los naturales de Tenerife se vendieron incluso en los puer-
tos del Mediterráneo144. Bien conocida es la solidaridad que practicaban los
guanches entre sí. El hecho de que se aferraran a su modo de vida tradicional
permite explicar la existencia de guanche en la toponimia menor y entre los
nombres de antiguos caseríos y cuevas habitadas.
En suma, a mi modo de ver, la cuestión del origen guanche queda abierta,
aunque enriquecida de muchos otros puntos de vista que hay que tomar en cuen-
ta. No puedo hacer caso omiso a los abrumadores testimonios documentales e
históricos antiguos que restringen guanche a la denominación de los naturales de
Tenerife. Para explicar el uso generalizado actual de guanche, me parece más
convincente otro desarrollo semántico. Puesto que canario designaba al habitan-
te aborigen, esta voz pudo pasar a designar al habitante de origen peninsular, al
igual que las denominaciones de los indígenas americanos como en el caso de
mexicano. A partir de entonces faltó una denominación unívoca para el aborigen
que guanche pudo suplir tras la extinción de la población originaria. Las docu-
141
L. de la Rosa Olivera/E. Serra Ráfols (eds.) 1949: 133.
142
M. Trapero/E. Llamas Pombo 1998: 145.
143
M. Trapero/E. Llamas Pombo 1998: 141.
144
Cf. V. Cortés 1955.
196 JENS LÜDTKE
145
“Et parla ou fist parler à un des compaignons de la nef qui s’appelle Simaine” (1964:
37); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 42.
146
1964: 45; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 38.
147
1964: 37; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 26.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 197
desde el principio y que el francés fue poco relevante para la comunicación fuera
de la comunidad de los colonos franceses. Aparte del papel dominante del caste-
llano en las situaciones de contacto lingüístico también lo señalan los no pocos
préstamos castellanos en el francés de Le Canarien.
Castellanismos
Cuando la gente de Gadifer dirige la palabra a los marineros del barco Tranche-
mar diciendo: “Señores, ¿qué buscáis?”148, todavía podemos estar en la duda de
si se usa fr. querir, “buscar, desear”, como cast. querer. Pero leemos ya en el
principio de Le Canarien al cabo de pocas líneas: “en ciertas islas que están de
aquella banda, que se llaman las Islas Canarias”149. Esta palabra románica medi-
terránea y también andaluza que significa “lado, costado de la nave, costa” se
emplea varias veces con este significado: “Y vinieron, costeando todas las islas
por la otra banda”, “se extiende de la otra banda” (es decir, las Islas Canarias
enfrontadas a la costa occidental de África), “todos los reinos de cristianos, de
paganos y de sarracenos que están de este lado de esa banda”150. Es interesante
que esta palabra falte en el manuscrito de Jean V de Béthencourt. Se halla sí
cousté en este uso, pero en la descripción sumaria de las islas que retoma en
parte pasajes anteriores: “Y confina su tierra [es decir, Tenerife] por un lado a
diez leguas cerca de la Gomera hacia el mediodía y por el otro lado hacia el norte
a siete leguas de Gran Canaria”151.
Aún más fuerza probatoria tiene una palabra que designa una configuración
del terreno típica que se introduce con la ocasión de una caza de esclavos en
Fuerteventura: “[Gadifer] bien se doubtoit que en un fort pays qui estoit là devant
en la plaine avoit des gens. Si ordonna de ce pou de gens qu’il avoit, comprendre
tout ce mauvait pays”152; “fort pays” reanuda este grupo nominal a renglón segui-
do. Se caracteriza El Hierro de manera parecida: “Et est le pays tresmauvais une
lieue tout entour par devers la mer”153. La Palma se llama “tresforte”154. Fort
148
“Beaux seigneurs, que querez vous?” (1964: 45); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Cor-
bella Díaz (eds.) 2003: 38.
149
“en certaines isles qui sont sur celle bande, qui se dient les isles de Canarie” (1964:
15); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 5.
150
“Et s’en vindrent, coustoiant de l’autre bande toutes les isles” (1964: 79); cf. B. Pico/E.
Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 78; “s’estent de l’autre bande”, “tous les royau-
mez de chrestiens, de paiens et de sarrazins qui sont de ceste bande par dessa” (1964: 101); cf.
B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 106.
151
“Et marche leur païs [es decir, Tenerife] d’un cousté a six lieuez pres de la Goumiere
devers le midy, de l’autre cousté devers le nort a sept lieuez de la Grant Canare” (Gadifer de
La Salle 1976: 63); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 134.
198 JENS LÜDTKE
pays –la interpretación “terreno que se defiende con facilidad” es menos proba-
ble en este contexto– se entiende como traducción del cast. malpaís al francés.
Este calco semántico del francés es la primera documentación indirecta de mal-
país. Malpaís es una palabra canaria indispensable. Sin embargo, todavía hacia
fines del siglo XVI fray Juan de Abreu Galindo la explica para forasteros: “entre
los malpaíses que allí hay [cerca de Las Palmas], que son unas peñas quemadas
y riscos”155; “la piedra quemada, que dicen malpaís”156. Es posible que el signifi-
cado “terreno de lava” no sea el primer significado: no hay tal configuración del
terreno en el valle del Río de Palmas en Fuerteventura que había sido descrito
como “fort pays” y “mauvais pays”157.
Los marineros deben haber servido de intermediarios en la transmisión de
banda y malpaís. Esto es seguro en el caso de fr. bonnance, cast. bonança: “et
furent trois jours en bonnance”158, y de fr. papefil, cast. papahigo: “et singlerent
celle journée ovecquez le papefil tant seulement”159. Otras palabras son hyguye-
res por higuera infernal o “ricino”160, sang de dragon por sangre de drago –fr.
dragon, fr. mod. dragonnier, puede ser una reinterpretación de drago, palabra
castellana para este árbol161–, fr. marvesins, cast. maravedís, maravedíes, mone-
da menor de diferentes valores162, fr. cafiz (plural)163, cast. cafices, cahices,
medida de capacidad para áridos, de distinta cabida según las regiones. La pala-
bra que designa al jefe de tribu, roy164, parece provenir del castellano, ya que
152
1964: 71: “[Gadifer] sospechaba que hubiera gente en un terreno rocoso que estaba
delante de ellos en la llanura. Y mandó a los pocos hombres que tenía cercar todo ese malpa-
ís”; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 69.
153
1964: 77: “Y es el país muy malo una legua en derredor hacia el mar”; cf. B. Pico/E.
Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 77.
154
1964: 77; Gadifer de La Salle 1976: 62; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz
(eds.) 2003: 77.
155
J. de Abreu Galindo 21977: 186.
156
J. de Abreu Galindo 21977: 265.
157
Cf. E. Serra/A. Cioranescu (eds.) 1960: 142. M. Trapero 1999: s. v. malpaís; según el
TLEC, s. v. malpaís, y M. Morera 2001, la voz está ampliamente documentada en todas las Islas
Canarias y se proyecta a las zonas volcánicas de América, sobre todo en México.
158
1964: 25: “y estuvieron tres días en bonanza”; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella
Díaz (eds.) 2003: 14.
159
1964: 121: “y navegaron aquel día sólo con el papahigo”; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/
D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 126.
160
1976: 65; cf. E. Serra/A. Cioranescu (eds.) 1964: 138-141. La identificación de esta
palabra con la tabaiba dulce o “Euphorbia canariensis” en D. J. Wölfel 1965: 572, no me con-
vence.
161
1964: 73; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 73. Sang de dra-
gon es un préstamo del castellano, según el FEW: s. v. draco, desde el siglo XIII. Drago se docu-
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 199
menta en torno a 1500 en los Acuerdos del Cabildo de Tenerife (E. Serra Ráfols 1949: I, 27,
35). La primera representación gráfica de un drago que conozco se encuentra en un grabado de
Martin Schongauer, de 1496, que representa una huida a Egipto y que retoma Alberto Durero.
Se explica la transmisión de la imagen de este árbol exótico por el contacto con esclavos cana-
rios en un puerto de la costa de España.
162
1964: 33; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 25.
163
1964: 119; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 125.
164
1964: 25; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 14. La palabra no
se registra en este uso en el FEW ni en el diccionario del francés antiguo de A. Tobler/E. Lom-
matzsch.
165
Por ejemplo 1964: 41; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 33.
166
1964: 71, 123; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 69, 129.
167
1964: 97; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 101.
168
1960: 249: “grandes florestas de árboles que se llaman tarayes y que llevan goma de
sal hermosa y blanca.” Con toda la razón D. J. Wölfel (1965: 579) considera esta palabra
como castellana y no canaria. No está en lo cierto E. Serra Ráfols que considera can. tarajal
“tamariz” como formación colectiva derivada de una base del canario antiguo (1964: 212).
Según el DCECH: s. v. taray, se trata de un arabismo, documentado por primera vez en Nebrija.
Por consiguiente, la palabra debe antefecharse de cien años. Tarajal se documenta como fitó-
nimo –no como colectivo– en J. de Abreu Galindo con referencia a Fuerteventura: “hay algu-
nos árboles, como son tarajales, acebuches y palmas” (21977: 59) y también en el topónimo
majorero Valtarahal que aparece en el mismo autor: “un valle que llamaron Valtarahal, por los
muchos tarajes que en él hay” (21977: 67).
169
Jean V de Béthencourt escribe “navires” (1960: 25), lo que quiere decir que para él
nave no era una voz muy difundida si la conocía.
200 JENS LÜDTKE
Los franceses pudieron enterarse de los nombres de las Islas Canarias por los
andaluces, los marineros andaluces en particular, y por una fuente escrita, el
“Libro del Conosçimiento”174. Los escritores de Le Canarien consideran que el
autor de esta obra, un franciscano, está bien informado175, pero no le siguen a
pesar de eso cuando cuenta nombres diversos para la misma isla como si fueran
170
1964: 55: “tierra de moros, pues las naves podían estar a mitad del camino de allá y de
España”; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 49. Jean V de Béthencourt
tiene “Mores” en vez de “naves”, lo que hace el pasaje incomprensible (1960: 91).
171
1964: 65: “que las naves de España y de otras partes que solían frecuentar estas regio-
nes ya no van”; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 58. Este pasaje falta
en Jean V de Béthencourt.
172
1964: 107: “Es una navegación de no más de tres días en barca o en nave, ya que las
galeras que siempre van bordeando la tierra toman un camino más largo”; cf. B. Pico/E. Aznar
Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 113. Así también en Jean V de Béthencourt, pero en
orden inverso: “pour naves et pour bargez” (1960: 207).
173
Cf. J. Heers 1971: 205-210.
174
B. Bonnet y Reverón 1944: 218. Sólo si los autores de Le Canarien no conocen –o no
conocen bien– el nombre transmitido por vía oral recurren a los nombres del franciscano, por
ejemplo, en “cap de Bugeder” (1964: 95) –cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.)
2003: 105– por Cabo (de) Bojador. Hoy en día, este nombre corresponde a Cabo Yubi (Juby).
El actualmente llamado Cabo Bojador está situado al sur del Cabo Yubi (cf. F. Fernández-
Armesto 1987: 192).
175
1964: 101; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 106.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 201
islas diversas176. Por este motivo y porque los nombres que encontramos en la
obra del franciscano no coinciden regularmente con los de los autores de Le
Canarien no vamos a referirnos a esa obra. Si los franceses se apoyaban en una
fuente escrita para los nombres de las islas, lo más probable es el uso de un por-
tulano, porque remiten a un mapa con motivo de la descripción de La Palma: “La
isla de Palmas, la más adelantada por la parte del océano, es más grande de lo
que figura en el mapa”177.
Los nombres de las islas que aparecen en Le Canarien se usan con leves
variaciones hasta la actualidad: “isles de Canarie”, “isles de Canare” o “isles
Canariennes”178, “isle Lancelot” o Lanzarote, quizás llamada así por “Lancelot
Maloisel”, cosa no segura179, “L’isle de Gracieuse” o Graciosa180, “l’isle de Lou-
pes” o Isla de Lobos181, “isle d’Erbanne” o Erbania y “Forte Aventure” o Fuerte-
ventura con preferencia de Erbanne182, “[l]a Grant Canare” o Gran Canaria183,
“[l]’isle d’Enfer” o “Tenerefix” que corresponden a la isla del Infierno y Teneri-
fe184, “[l]a Gomere”, “Gomiere” o La Gomera185, “[l]’isle de Palmes” o la isla de
La Palma186 y “l’isle de Fer” o El Hierro187.
En un documento de 1418 relativo a la donación de las islas al conde de Nie-
bla, que los señores de las Islas Canarias aportan como prueba en la Pesquisa de
Pérez de Cabitos (1477; cf. 3.5.1.), se mencionan los mismos nombres que dan
los capellanes franceses:
176
1964: 103; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 109.
177
“L’isle de Palmes, qui est la plus avant du cousté de la mer occiene, est plus grande
qu’elle ne ce monstre en la carte” (1976: 62); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz
(eds.) 2003: 133.
178
1964: 15, 33; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 5, 22. La
variación entre Islas de Canaria e Islas Canarias se mantuvo durante mucho tiempo en la len-
gua española.
179
1964: 25, 61; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 14, 133.
180
1964: 25; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 14.
181
1964: 27; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 17. La isla lleva el
nombre de los lobos marinos o focas que viven ahí. Un problema es la oclusiva <p> en “Lou-
pes” o “Louppes”. No está claro si esta forma se explica por cat. llops marins –los mallorqui-
nes de aquella época eran célebres por sus portulanos– o simplemente por el fr. loups marins
(1964: 31). Podía ser también un préstamo del castellano.
182
1976: 64; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 138.
183
1976: 63; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 134.
184
1976: 62; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 134.
185
1976: 62; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 133.
186
1976: 62; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 133. El plural
corresponde seguramente a la forma originaria. En la Información de Pérez Cabitos leemos
“la isla de las Palmas” (R. Torres Campos 1901: 127); cf. E. Aznar Vallejo (ed.) 1990: 190.
187
1964: 77; B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 77.
202 JENS LÜDTKE
vos do en pura e en justa es [sic] perfecta donaçión fecha entre biuos e non reuocabe
[sic] por virtud del dicho poder para agora e para syempre jamás como mejor e más
complida en qualquier manera e por qualquier vya e deve ser dado e otorgado, asy de
derecho como de fecho, a vos el dicho Señor Conde [de Niebla] todas las yslas de
Canaria que son el Roque e Santa Clara e Alegrança e La Graçiosa e Lançarote e
ysla de Lobos e Fuerteventura e La Gran Canaria e El Infierno e La Gomera e la
Ysla del Fierro e la ysla de Palmas e todas las otras yslas asy ganadas como por ganar
que son so este nombre llamadas yslas de Canaria188.
188
E. Aznar Vallejo (ed.) 1990: 77; cf. p. 251.
189
Cf. J. Álvarez Delgado 1954; M. Trapero 1995: 124.
190
1964: 43: “cierto pueblo llamado La Gran Aldea”; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Cor-
bella Díaz (eds.) 2003: 34.
191
H.-J. Ulbrich 1990: 54-55.
192
R. Torres Campos 1901: 160. Cf. E. Serra/A. Cioranescu (eds.) 1960: 58, n. 9.
193
1964: 59: “en un pueblo cerca de Arrecife”; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella
Díaz (eds.) 2003: 53; 1964: 83: “otro puerto llamado Arrecife”; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D.
Corbella Díaz (eds.) 2003: 85.
194
1964: 27: “un río llamado el Río de Palmas”; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella
Díaz (eds.) 2003: 17.
195
1964: 69; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 66.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 203
196
1960: 263. En el manuscrito de Gadifer se arrancó en este lugar un folio, de tal manera
que sólo se conserva la mitad del nombre de la torre (“Vauta…”, 1964: 123); cf. B. Pico/E.
Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 129.
197
J. de Abreu Galindo 21977: 69. Véase la cita a propósito de fr. tarhais (21977: 67).
198
1964: 123: “puerto de los jardines”; o “Puerto de los Huertos”; cf. B. Pico/E. Aznar
Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 129.
199
“et de moult d’aultres arbres de diverses manieres et de diverses condicions” (Gadifer
de La Salle 1976: 63); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 134.
200
“Et souloit estre moult peuplee de gens, mais les Espaigneulx et les Arragonnoyz et aul-
trez coursaire [sic] de mer les ont par maintez foiz pris et menez en servages, tant qu’ilz sont
demourez pou de gens. Car quant nous y arrivasmez, ilz n’estient que environ trois cens per-
sonnes, que nous avons pris a grant paine et a grant travail, et par la grace de Dieu baptisiez”
(Gadifer de La Salle 1976: 65); cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 142.
204 JENS LÜDTKE
seguían una tradición que era tan vieja como sus experiencias de conquista, colo-
nización, navegación y comercio en la Península Ibérica y el Atlántico.
201
“et avions plus de IIIIxx prisonniers au chastel de Rubicon et en y avoit en grant foison
de mors; et tenoions nous ennemis en tel point qu’ilz ne savoient plus que faire et se venoient
de iour en iour rendre en nostre mercy, puis le[s] uns puis les autres, tant qu’ilz sont pou
demouré en vie qui ne soient baptisiez, especialment de gens qui nous puissent grever. Et
somme au dessus de nostre fait du tout quant à l’isle de Lancelot, en laquelle avoit plus de
deux cens hommes de deffance quant nous y arrivasmez” (1964: 79); cf. B. Pico/E. Aznar
Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 78.
202
Cf. D. J. Wölfel 1931: 130-136.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 205
203
G. Chil y Naranjo 1880: 608, 609.
204
G. Chil y Naranjo 1880: 617-618.
205
G. Chil y Naranjo 1880: 626.
206
Cf. J. Lüdtke 1991b: 35-36.
206 JENS LÜDTKE
207
Este capítulo se apoya sobre todo en J. Lüdtke 2000.
208
J. de Abreu Galindo 21977: 93-94.
209
J. de Abreu Galindo 21977: 85.
210
L. Torriani 1979: 186, 188.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 207
211
R. Torres Campos publicó este documento por primera vez en 1901. E. Aznar Vallejo
volvió a editarlo en 1990. Ninguna de las dos ediciones se realizó según criterios lingüísticos.
212
Cf. E. Serra/A. Cioranescu (eds.) 1964: 23; cf. B. Pico/E. Aznar Vallejo/D. Corbella
Díaz (eds.) 2003: 9.
213
E. Aznar Vallejo (ed.) 1990: 31-32.
208 JENS LÜDTKE
rien. Las innovaciones léxicas comunes a todas las islas, como por ejemplo mal-
país, deben tener su origen en el castellano de Lanzarote. Cuando todas las islas
tienen préstamos canarios comunes y formas idénticas en el siglo XVI como gofio
o tamarco, es obvio que esas formas se difundieron desde Lanzarote y, quizás,
Fuerteventura y las demás islas de señorío (3.5.). La hipótesis contraria presupo-
ne una unidad lingüística que, independientemente de cómo la interpretemos,
encontramos también en las fuentes.
El cambio del señorío al régimen de realengo se inició indirectamente en 1461
cuando Diego García de Herrera intentó conquistar Gran Canaria, ya que en ese
tiempo era señor de todas las Islas Canarias con la excepción de Lanzarote. Mathiot
de Béthencourt había vendido los ingresos de esa isla al príncipe portugués Enri-
que el Navegante. Diego de Herrera tomó posesión de Gran Canaria en presencia
de los guanartemes de Telde y Gáldar. Tres años más tarde hizo un ensayo pareci-
do en Tenerife en presencia de nueve menceyes. Los castellanos quebrantaron el
acuerdo con Gran Canaria en 1474. Como reacción, los habitantes de Gran Canaria
arrasaron la Torre de Gando, base operativa de los Herrera. A pesar de eso, algunos
guaires –es decir nobles– de Gran Canaria rindieron homenaje en lugar de sus gua-
nartemes a Diego García de Herrera en Lanzarote, acto probablemente simbólico
en lo que concierne a los canarios, mientras que los habitantes castellanos se rebe-
laron contra sus señores y contra los portugueses que habían ocupado la isla. Bajo
la presión de la amenaza portuguesa se formó una identidad castellana en la isla.
Sin embargo, no es posible acertar si esa identidad tenía una base sólo política y
nacional o también lingüística. Cuando los lanzaroteños testifican en la Pesquisa
de Pérez de Cabitos sobre los “portugueses”, se pueden tomar las informaciones
como indicios políticos y lingüísticos al mismo tiempo, ya que castellanos y portu-
gueses estaban alternativamente en guerra y en contacto pacífico.
En esta situación política inestable, Isabel, reina de Castilla desde 1474,
comisionó en el mes de noviembre de 1476 a un juez, Esteban Pérez de Cabitos,
para indagar los recientes sucesos de Lanzarote y la cuestión de a quién corres-
pondía el derecho de la posesión de las Islas Canarias independientes. Pérez de
Cabitos llevó a cabo el interrogatorio de los testigos en 1477 no en Canarias,
como era su deber, sino en Sevilla. Se presentan los resultados en la llamada
Pesquisa de Pérez de Cabitos.
Hay un nexo causal inmediato entre la aclaración de la situación jurídica en
la Pesquisa y la conclusión del Tratado de Alcáçovas en 1479 entre Castilla y
Portugal. En ese tratado se estipuló una excepción en cuanto a la jurisdicción
eclesiástica de las tierras situadas entre el Cabo de Nun y la India que el papa
Nicolás V había otorgado a Portugal en la bula Romanus Pontifex en 1454. Toda-
vía en 1456, la bula Inter caetera del papa Calixto III había incluido explícita-
mente las islas del Atlántico.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 209
Cabe valorar la Pesquisa no sólo por falta de otras fuentes de la historia e his-
toria lingüística de Canarias en el siglo XV, sino también a causa de la importan-
cia por lo común subestimada que le corresponde en la historia de la expansión
ultramarina de Castilla. Al aclarar la situación jurídica en la contienda con Portu-
gal acerca de la influencia en el Atlántico, la reina Isabel preparó el marco de la
orientación futura del desarrollo de la conquista sin poder presentir en aquel
momento los efectos de su inteligente decisión. Tras esta decisión se comprobó
que Castilla tenía el derecho de conquistar las demás Islas Canarias. Ésta era la
base de la ocupación castellana de islas atlánticas que aún no estaban en pose-
sión de Portugal como resulta de un documento que se refiere a “todas las islas
de Canaria, ganadas e por ganar”214. Cuando Colón trae a la memoria de los
Reyes Católicos en el prólogo de su diario de a bordo que le habían nombrado
“Almirante Mayor de la mar Occéana y Visorey e Governador perpetuo de todas
las islas y tierra firme que […] descubriese y ganase, y de aquí adelante se des-
cubriesen y ganasen en la mar Occéano [sic]”215 según los términos de las Capi-
tulaciones de Santa Fe, estas palabras eran reproducción de fórmulas a las que
esta reina escrupulosa en cuestiones jurídicas había atribuido gran importancia.
La decisión de Cristóbal Colón de hacer escala en La Gomera, la isla canaria
que, aparte de El Hierro, era la isla situada más hacia el oeste, era, si bien en rela-
ción con un conocimiento aproximado de los alisios, una consecuencia directa
de esta situación jurídica. La Palma se conquistaría poco después.
El objetivo de la indagación no era solamente la aclaración de los derechos
de Castilla con respecto a Portugal. Al rebelarse contra los portugueses, los lan-
zaroteños se sublevaron al mismo tiempo contra sus señores, expresión de un
espíritu comunero impensable en Castilla con un grupo tan reducido y que era
una premonición de las libertades que se tomaría después el “hombre america-
no” (4.1.4.). Los lanzaroteños se rebelaron en nombre de los Reyes Católicos,
como atestiguan las testificaciones de Juan Ruiz, Fernán (Ferrand) Guerra, Juan
Bernal y Juan Mayor, cuyas formulaciones estaban concertadas por los testigos o
copiadas por el escribano. Fernán Guerra relata la resistencia contra los portu-
gueses en su testimonio con las siguientes palabras:
veyendo que non auía quien se doliese de la dicha ysla e vesinos della estar enagena-
da como dicho es e deseando ser realengos de la Corona Real de Castilla, se acorda-
214
F. Pérez-Embid (1948: 217) cita este documento de 1480/81. La formulación presupo-
ne que las conquistas ultramarinas se consideraban asuntos públicos. En el documento citado,
La Palma y Tenerife todavía no estaban conquistadas. Se pensaba, por cierto, al escoger la fór-
mula “ganadas y por ganar”, en las islas conocidas. Pero es igualmente cierto que se ha toma-
do deliberadamente esta formulación genérica.
215
C. Colón 1984: 16.
210 JENS LÜDTKE
ron e juntaron todos e echaron fuera de la dicha ysla al dicho capitán [cuyo nombre
no se menciona] e ofiçiales e otros portogueses que con él estauan ende se tornaron e
dieron la obediençia a la Corona Real de Castilla216.
Sin embargo, ya que Enrique IV de Castilla y León había transferido poco antes
de su muerte (1474) los derechos de Lanzarote a Diego de Herrera e Inés Peraza,
que con eso habían obtenido los derechos señoriales de todas las Islas Canarias,
los vecinos de Lanzarote sintieron la necesidad de protestar, en nombre de los
reyes, contra el señorío. Dice Fernán Guerra:
cree este testigo e le paresçe que la dicha ysla de Lançarote pertenesçe a la Corona
Real de Castilla, e que de las otras yslas que cree este testigo que la conquista e seño-
río de las yslas que oy día son por conquistar que antes pertenesçe a la Corona Real
de Castilla que non a otra persona alguna. E que entiende este testigo que es cargo de
conçiençia a los Señores Reyes dexarlas señorear a señores que las non conquistan
nin pueden conquistar e que en Su Altesa las debía conquistar porque los ynfieles fue-
sen tornados de nuestra santa fe católica217.
216
E. Aznar Vallejo (ed.) 1990: 209.
217
E. Aznar Vallejo (ed.) 1990: 212.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 211
218
E. Aznar Vallejo (ed.) 1990: 18.
219
E. Aznar Vallejo (ed.) 1990: 49, 181.
220
Cf., por ejemplo, E. Aznar Vallejo (ed.) 1990: 71.
221
E. Aznar Vallejo (ed.) 1990: 182.
222
Por L. Hanke 1949; cf. J. Lüdtke 1991a: 272; A. Wesch 1993.
212 JENS LÜDTKE
223
E. Aznar Vallejo (ed.) 1990: 181-182.
224
E. Aznar Vallejo (ed.) 1990: 57, 58, 182-185.
225
J. Corominas 1973: s. v. forma; DCECH: s. v. forma.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 213
Por ende, agora que lo se vos pido e requiero una e dos e tres veses e quantas más
con derecho puedo e deuo que non resçibays más testigos e vos abstengades de faser la
dicha pesquisa fasta que primeramente yo e la dicha mi muger o nuestro procurador sea
presente llamado e aperçebido para ver jurar e conosçer los testigos que en la dicha
rasón quisyerdes resçebir mandándome dar primeramente copia de los artículos e pre-
guntas por do los exsaminays e mandays preguntar para que yo pueda poner mi contra
ynterrogatorio e repreguntas por do los dichos testigos sean repreguntados e ynterroga-
dos e mi resçeptor para que sea presente a la dicha exsaminaçión como el derecho en
tal caso lo dispone e fagades lacerar e romper qualesquier deposyçiones de testigos que
clandestinamente en mi absençia syn guardar la dicha forma e horden aveys tomado
pues que aquellos de derecho non se deuieron tomar en la forma que se tomaron e por
ello fueron e son ningunos e non fisieron nin fasen fe cerca de lo qual ynploro vuestro
noble ofiçio e pido cumplimiento de derecho quedándome a saluo para en su logar e
tienpo que yo pueda desir e allegar e verificar ante vos lo que asy concierne el derecho
del señorío e posesyón de la dicha mi ysla e sy asy fisierdes faredes derecho227.
226
Cf. S. Benso 1989.
227
E. Aznar Vallejo (ed.) 1990: 58; cursivas mías.
228
E. Aznar Vallejo (ed.) 1990: 55.
214 JENS LÜDTKE
229
E. Aznar Vallejo (ed.) 1990: 59.
230
F. Morales Padrón (ed.) 1978: 121.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 215
231
P. Cullén del Castillo ha editado en el Libro Rojo (1947) los documentos sobre los orí-
genes de la colonización castellana de Gran Canaria, publicados posteriormente en un texto
revisado por M. Lobo Cabrera en 1995. Se trata de la relación de un conquistador conservada
en cuatro copias tardías que divergen a causa de los distintos copistas; cf. D. J. Wölfel 1965,
1996; F. Morales Padrón (ed.) 1978. Esta relación, así como otras fuentes documentales de la
época, parece haber sido utilizada por los antiguos cronistas canarios, sobre todo por fray Juan
de Abreu Galindo (1977) que escribió su obra antes de 1605 y, previamente, por el italiano L.
Torriani (1940) que había estado en las islas probablemente entre 1582 y 1597, pero con certe-
za entre 1584 y 1596. Algunas formulaciones de los cronistas retoman textualmente pasajes de
los documentos originales, de manera que en lo esencial podemos considerar el lenguaje como
auténtico. J. Viera y Clavijo publicó en 1776 la primera historia extensa de las Islas Canarias
que se destaca, además, por el excelente aprovechamiento de las fuentes documentales.
232
J. de Abreu Galindo 21977: 232.
233
J. de Abreu Galindo 21977: 207, 224, 231.
234
F. Morales Padrón (ed.) 1978: 163-164.
216 JENS LÜDTKE
Diego de Silva, hidalgo portugués al servicio del señor Diego de Herrera, pudie-
ra conversar con el guadarteme de Gáldar a través de sus intérpretes235. Los cro-
nistas testimonian muchos casos de conocimiento de la lengua castellana o cana-
ria. Este bilingüismo incipiente se refuerza, aparte del intercambio de rehenes,
por el matrimonio entre canarias y castellanos.
El interés económico en la conquista de Gran Canaria se manifiesta en el
establecimiento de dos ingenios de azúcar, mientras la isla se iba conquistando.
La caña de azúcar, su tratamiento y la terminología de su cultivo llegaron a Gran
Canaria desde Madera (3.10.1.). En cuanto al desarrollo de la agricultura y la
ganadería en las Islas Canarias y en América, y al léxico agropecuario, nos
encontramos en el comienzo de una nueva época. Alonso Fernández de Lugo,
conquistador de La Palma y Tenerife, plantó en 1481 uno de los dos cañaverales
en el valle grancanario de Agaete. Se comprueba en un testimonio de la residen-
cia de Alonso de Lugo en 1509 que este conquistador había tenido una estancia
en ese lugar. Esta estancia se llama ingenio en la relación anónima de la conquis-
ta de Gran Canaria. En general se tiene estancia por americanismo como hemos
visto (2.7.). Ya que se emplea estancia con anterioridad al descubrimiento de
América y se sustituye muy pronto por ingenio es probable que estancia haya
sido el término más antiguo para “plantación de caña de azúcar” o “plantación”
en general, y que la caña de azúcar no haya pasado desde las Antillas a Canarias
como se piensa, sino a la inversa. Por consiguiente, estancia como palabra gene-
ral para “plantación” se habría restringido a designar la “plantación de cañas de
azúcar”. El vocablo se sustituye por el neologismo ingenio en la expresión inge-
nio de azúcar que, antes de tener su significado actual, denominaba primeramen-
te un dispositivo que servía para exprimir el jugo de la caña de azúcar. Estancia,
por el contrario, se introduce en las Indias como palabra general tanto para “plan-
tación” como para “estancia de ganado” y se diferencia con posterioridad en
estancia, hacienda y hato. Además, resulta de las fuentes documentales el origen
portugués de ingenio y de la terminología azucarera. En documentos escritos en
torno a 1500 en Las Palmas, estos lugares de producción se llaman varias veces
ingenio236 cuyo origen es la palabra portuguesa engenho. En cambio, yngenio
aparece en un documento extendido en 1502 en Sevilla por los Reyes Católicos y
con regularidad después. En este documento se le reconoce al portugués Lorenço
Ferrandez ser “uno de los primeros que començaron a façer açucar” en Gran
Canaria237. Si este portugués ha transmitido sus conocimientos de la producción
azucarera a los pobladores de Gran Canaria, debe haber comunicado al mismo
235
F. Morales Padrón (ed.) 1978: 117-118
236
F. Fernández-Armesto 1982: 211.
237
F. Fernández-Armesto 1982: 212.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 217
238
J. de Abreu Galindo 21977: 178, 282-283, 289.
218 JENS LÜDTKE
Daute– les infligieron una derrota fulminante que se atribuye a la recia resisten-
cia de los guanches y a la inexperiencia de los castellanos. Alonso de Lugo no se
desanimó por el revés. Después de que una nueva capitulación fijara un nuevo
plazo para la conquista y ya que los mismos socios de la compañía anterior ha-
bían puesto a disposición del adelantado los recursos necesarios una segunda
vez, dos huestes arribaron en 1495 a Tenerife y conquistaron la isla en el mismo
año. La resistencia guanche duró hasta el año siguiente239.
El cambio de la coyuntura puso trabas a la colonización de Tenerife. En 1496
Colón regresó de su segundo viaje a América. Se entiende que Tenerife, ganada
con enormes pérdidas, tenía menos atractivos para los posibles pobladores que la
Andalucía oriental, las Islas Canarias ya colonizadas y el oro de las Antillas.
239
La mejor fuente documental de la conquista de Tenerife es la residencia que Lope de
Sosa tomó a Alonso de Lugo (L. de la Rosa Olivera/M. Marrero Rodríguez [eds.] 1949) que
abarca la primera década de la vida de la isla bajo el dominio castellano. Fray Alonso de Espi-
nosa trata de la conquista incidentalmente en su Historia de Nuestra Señora de Candelaria
(Sevilla, 1594; 1980). Una visión poética y conciliadora del choque de culturas presenta Anto-
nio de Viana en Antigüedades de las islas Afortunadas y conquista de Tenerife (Sevilla, 1604;
1968); este poeta da interesantes descripciones etnográficas de los guanches y su cultura que
remiten a una fuente común como las demás obras que informan sobre la cultura guanche y la
conquista.
240
El presente capítulo es una reelaboración de J. Lüdtke 2000. El método seguido se
explica más adelante en 4.1.9.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 219
241
C. Bayle 1952: 11.
242
Cf. M. Álvarez Nazario 1982: 252-254.
220 JENS LÜDTKE
243
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 45-46.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 221
Por ende nos vos mandamos que repartades todos los exidos y dehesas y hereda-
mientos de la dicha ysla entre los cavalleros e escuderos e marineros, e otras personas
que en la dicha ysla están y estuvieren y en ella quisieren bivir e morar, dando a cada
uno aquello que vieredes que según su merescimiento e estado ovieren de menester e
244
R. Konetzke 1965: 49, 97, 102, 140, 142; L. N. McAlister 1984: 7-8.
222 JENS LÜDTKE
así mismo para que podades entre las tales personas de nuevo nombrar elegir officios
de regimiento e jurados e otros officios que vieredes son necessarios en la dicha ysla
para que sean cadañeros o por vida o perpetuos o de la manera que a vos bien visto
fuere, no embargante que qualesquier personas tengan los dichos officios por autori-
dades de qualesquier personas e dellos ayan sido proveydos245.
El poder especial de Pedro de Vera era a todas luces considerable. En este texto
se mencionan las categorías futuras de habitantes castellanos, los vecinos, mora-
dores, estantes y pobladores cuyo estatus se explica a veces en las provisiones
reales. Siete años más tarde Gran Canaria se declara tierra de realengo (“nuestro
señorío”) en Salamanca y se integra a la Corona de Castilla, excluyéndose al
mismo tiempo el otorgamiento de otros feudos en la isla:
después que la ovimos [la isla de Gran Canaria] para nuestro señorío por la gracia de
Dios, por nuestro mandado la dicha ysla fue poblada de gentes de nuestros reynos, e
la encorporamos e avemos por encorporada en nuestro patrimonio e corona real, e por
quanto por los vezinos e moradores de la dicha ysla nos fue supplicado e pedido por
merced que le diéssemos nuestra carta en que le segurassemos e les prometiéssemos
que agora ni en tiempo alguno ni por alguna manera la dicha ysla no será enagenada
ni apartada de nuestra corona real, nos por fazer bien e merced a los dichos vezinos e
moradores e pobladores de la dicha ysla […], por la presente seguramos e promete-
mos e damos nuestra fee e palabra real […] que agora ni en tiempo alguno, nos ni los
reyes que después de nos vinieren e subcedieren en estos nuestros reynos, no enage-
naremos ni enagenaran ni apartaremos, ni apartaran la dicha ysla246.
A través de esta disposición tanto Gran Canaria como el resto de las Canarias
occidentales pasaban a pertenecer a Castilla. Es decir, desde aquel momento, las
islas son parte integrante de la Corona, no colonias, y a ellas se imponían conse-
cuentemente las instituciones vigentes en Castilla.
Los Reyes Católicos conceden en 1494 el fuero de Las Palmas, que es, según
Pedro Cullén del Castillo, la ley más importante de las islas. Hasta el siglo XVIII
Gran Canaria no tuvo otro ayuntamiento que el de Las Palmas. Tampoco se fun-
daron otras ciudades que las que este fuero proveía. Más aún, este privilegio real
se aplicó también a las otras Islas Canarias y sirvió de precedente a muchas orde-
nanzas en las Indias247.
Necesitamos de indicaciones textuales para averiguar la articulación interna del
campo léxico. Podemos determinar oficio como archilexema del campo. General-
mente, esta palabra se refiere a las funciones que se representan mediante las expre-
245
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 109-110.
246
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 113-114.
247
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 42-44.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 223
siones “regir é governar las cosas del bien é procomún dellas”248 y, de forma más
específica para determinados cargos, “conocer de los pleitos civiles y criminales”249
y “dar fe”. A veces, binomios de sinónimos tales como “governación é regimien-
to”250 explicitan los oficios. En lugar del archilexema oficio se usa también cargo en
los casos en que las atribuciones de un titular se formulan de manera explícita:
Y el personero tenga cargo de procurar las cosas de provecho del consejo, e con-
tradecir las que fueren en su daño, é requerir que se guarden las buenas ordenanzas, é
procurar todo lo que cumple a los propios del consejo de manera que por su neglicen-
cia no se pierda el derecho de consejo con tanto que el tal procurador no tenga voto.
el mayordomo […] terná cargo de tomar las fianzas a los arrendadores, é cobrar los
maravedís que le devieren é hazer todas las diligencias que fueren menester para la
cobranza dellos, é que el mayordomo dará cuenta en fin del año dentro en treinta días,
la qual cuenta se tome en el cabildo presente la justicia é regidores251.
Lo que establece el fuero acerca de la época del año en que el mayordomo tiene
la obligación de rendir cuenta de su gestión muestra que las funciones del cargo
pueden quedar implícitas.
Por regla general, oficio designa el cargo que desempeña una persona, como
en el ejemplo siguiente: “e nombren tres alcaldes é seis regidores é un procura-
dor é un alguacil é un mayordomo é ponga cada uno dichos oficios en un papele-
jo”252. Estos oficios se llaman igualmente cargos e incluyen determinadas atribu-
ciones. Esto quiere decir que en el fuero de Las Palmas oficio es un archilexema
más abarcador que en lo sucesivo. En primer lugar, el significado de este término
se especifica mediante explicaciones referentes a cargos cuyos titulares se desig-
nan con denominaciones de personas como regidor, personero y procurador. En
segundo lugar, es posible usar nominalizaciones predicativas para nombrar los
titulares de los oficios. Este procedimiento aparece en “los oficios de regimiento
e juraderías”253 donde el archilexema o hiperónimo oficio interpreta los oficios
particulares regimiento y juraderías que siguen inmediatamente después.
A diferencia de otros oficios, la ley representa éstos como oficios públicos.
Oficio público tiene en este caso el mismo significado que cargo o empleo asu-
248
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 119.
249
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 122.
250
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 119.
251
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 124. Destacado mío en esta cita y las siguientes.
252
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 121.
253
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 128.
224 JENS LÜDTKE
Como hemos dicho, los oficiales que son artesanos se llaman en el fuero también
menestrales. Peter Boyd-Bowman no registra ningún testimonio de menestral
con el significado de “oficial mecánico”257 en el siglo XVI. Según este autor se
usaba oficial, en cambio, tanto para un titular de un cargo como para un artesano
en las Indias.
Para los oficios más destacados se usan las denominaciones colectivas cabil-
do, ayuntamiento y concejo. Estas voces son, por así decir, nombres colectivos
onomasiológicos, al contrario de los nombres colectivos en la formación de pala-
bras como, por ejemplo, regimiento que tenía el significado secundario de “regi-
dores”. Las motivaciones de la una o de la otra palabra no son idénticas y su sen-
tido no se limita a designar una entidad colectiva. Un cabildo comprende los
titulares siguientes:
Otrosí ordenamos e mandamos que los dichos regidores se junten en cabildo con
la justicia y con el personero é escrivano de consejo tres días en la semana: lunes é
miércoles e viernes, sin estar otra persona alguna con ellos, salvo los dichos procura-
254
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 126.
255
Cf. la cita en P. Boyd-Bowman 1972: s. v. oficio.
256
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 120.
257
Cf. Autoridades: s. v. menestral.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 225
dores del común que de yuso fará mención é alli vean todas las cosas del consejo,
ansí lo que toca a los propios de la villa, como lo que toca a la guarda de las ordenan-
zas é términos della é todas otras cosas que conciernen a la buena governación é regi-
miento della, de que segund las leyes destos reynos de deve conocer en los semejan-
tes ayuntamientos.
Otrosí ordenamos e mandamos que el mayordomo de la villa ni el letrado della no
entren en cabildo, sino quando fueren llamados, é luego que se acabe aquello para
que fueren llamados se salgan, é en el dicho cabildo no tengan voto, salvo la justicia
e regidores258.
Son, pues, en primer lugar las personas las que constituyen un cabildo, y forman
un cabildo los funcionarios públicos que tienen derecho a voto. En cambio, el
mayordomo y el letrado tienen sólo derecho a voz. A las personas que se reúnen
en un cabildo se las llama también concejos. Sin embargo, el vocablo concejo se
aplica igualmente al edificio, que, de manera más específica, se designa como
casa de concejo.
Hay que distinguir entre los miembros del cabildo, además, los que tienen
derecho a voto y el escribano de concejo que tiene voz, pero no voto. Al contra-
rio de los otros funcionarios, son los Reyes Católicos o, en términos más genera-
les, el rey, quienes ponen al escribano de concejo:
mandamos que el escrivano de consejo sea puesto por nos o por los reyes que después
de nos subsedieren, e tenga el oficio cuanto nuestra merced y voluntad fuere, y sea
vezino de la dicha villa e lleve todos los derechos por el arancel259.
que el escrivano de consejo escriva por nombre los que se juntan cada día de consejo,
asimismo los que votaren en consejo sobre cada un negocio, e lo asiente todo en el
libro del consejo, porque se sepa a quien se ha de argüir la culpa de lo que se hiziere
como non deve260.
Los tres alcaldes y los seis regidores, en cambio, tienen derecho a voto, como
deducimos del pasaje citado más arriba sobre la composición del cabildo, y de
éste: “en el dicho cabildo no tengan voto, salvo la justicia e regidores”261. Aquí
se agrupan los tres alcaldes en la expresión colectiva justicia. Esta disposición
258
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 123.
259
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 122.
260
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 123-124.
261
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 123.
226 JENS LÜDTKE
no aclara si el alguacil forma parte de la justicia, aunque esta duda tiene por su
parte una buena explicación, ya que el equivalente tradicional de alguacil era
precisamente justicia. Sus atribuciones eran tan evidentes que no era necesario
detallarlas en este fuero, sino sólo las atribuciones de los alcaldes ordinarios:
mandamos, que los dichos tres alcaldes ordinarios y el alguacil sirvan sus oficios
quando no oviere governador, é los alcaldes conoscan de todos los pleytos civiles é
criminales en el tiempo que durase su oficio, y en los pleytos civiles cada una [sic]
dellos conosca por sí de los pleytos que antellos se demandare, y en los pleytos crimi-
nales cada uno de ellos pueda recevir la querella y tomar la primera información, e
mandar prender al que hallare culpante; pero después de preso o si non podiere ser
havido si se oviere de proceder en reveldía, que no pueda conocer sino todos juntos, o
si el uno fuere impedido o ausente, conoscan los dos o en caso que los fuesen impedi-
dos, o ausentes el uno, y las sentencias que diere sea, como fuere acordado por todos
tres, a lo menos por los dos o por el uno en presencia de los dos, los quales no lleven
otros derechos salvo los contenidos en el arancel que les será dado262.
Como una gran innovación con respecto a Castilla el fuero de Las Palmas
otorga la elegibilidad de los alcaldes ordinarios, del alguacil, de los regidores,
del personero y del mayordomo. La elección incumbe a los electores. Los elec-
tos, por su parte, aplican el mismo procedimiento electoral a la elección de otros
oficiales de oficios públicos264: seis escribanos públicos, eventualmente un obre-
262
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 122.
263
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 123.
264
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 122.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 227
ro, un veedor de la obra así como un escribano. Los vecinos pecheros eligen a
los dos procuradores del común en una votación abierta y nominal. El justicia y
los regidores invisten al resto de los funcionarios:
Otrosí ordenamos é mandamos que aya casa de consejo é cárcel e casa diputada é
parte en qué estén los escrivanos públicos de contínuo é auditorio para las audiencias
de los alcaldes, é todo esto esté en la plaza é en lugar convenible267.
265
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 124.
266
Cf. F. de Solano (ed.) 1996.
267
P. Cullén del Castillo (ed.) 21995: 125.
228 JENS LÜDTKE
268
F. de Solano (ed.) 1996: 38.
269
Cf. H. Cortés 1993: 105-158.
270
H. Cortés 1993: 134-135.
271
H. Cortés 1993: 135.
272
H. Cortés 1993: 135.
230 JENS LÜDTKE
Tras el plazo de una noche para decidirse Cortés fundó la Rica Villa de la
Vera Cruz, nombró alcaldes y regidores en nombre de los reyes y les tomó jura-
mento. El cabildo y ayuntamiento delegó el poder a Hernán Cortés tras examinar
y anular los “poderes e instrucciones” de Diego Velázquez. No llegamos a saber
si hubo una elección regular, pero de hecho los nuevos cargos de Cortés se basa-
ron en una elección que se describe de la siguiente manera:
y esperan una confirmación real. Bernal Díaz del Castillo afirma que, en efecto,
tuvo lugar una elección:
Al elegir a Cortés como capitán general y con la conquista de México, este ejér-
cito infringió el privilegio real de conquista que la Corona de Castilla había reto-
mado a consecuencia de la Pesquisa de Pérez Cabitos y transferido de mala gana
a Colón por algún tiempo.
La formación de una tradición posterior al fuero de Las Palmas queda por
aclarar. El cabildo se compondrá de miembros diferentes con el transcurso del
tiempo y se crearán nuevos cargos que no podemos tratar aquí. Respecto a la
cuestión de la elección o del nombramiento y de la competencia de los funciona-
rios hay diferentes usos durante muchos años. Las observaciones precedentes
sirven únicamente para poner en claro que las diferencias léxicas en los ámbitos
más elementales de la lengua empiezan a perfilarse desde el inicio de la coloni-
zación y siguen desarrollándose desde entonces.
En vista de la sustitución del vocabulario institucional en Hispanoamérica a
raíz de la Independencia, hay que estar informado sobre la introducción de la
administración municipal en los nuevos territorios. Ahora bien, el primer fuero
273
H. Cortés 1993: 138.
274
B. Díaz del Castillo 1982: 82.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 231
promulgado para una villa fuera del reino de Castilla fue el de Gran Canaria, fir-
mado en 1494 por los Reyes Católicos. La importancia de este fuero radica en la
elegibilidad de los cargos de regidor, alcalde ordinario y alguacil275, principio
establecido en este fuero que se transmite al de La Española en 1507. El reem-
plazo de la terminología administrativa unitaria será otro elemento diferenciador
del español peninsular y de ultramar.
La población que habitaba las Islas Canarias después de la conquista era de ori-
gen muy variado. Había que compensar la pérdida demográfica causada por las
guerras y el comercio de esclavos indígenas. Aunque las guerras de conquista
fueron sangrientas, la población indígena no fue exterminada. Numerosos docu-
mentos oficiales prueban que los antiguos canarios recibieron los apellidos de
sus padrinos de bautismo castellanos, se casaron con castellanos y adoptaron su
modo de vivir277. Ellos participaron en la conquista de las Islas Canarias, incluso
a veces de su propia isla, y emigraron a las Indias. Los indigenismos canarios,
apelativos y topónimos, son la prueba de su supervivencia. Los préstamos no son
insignificantes, considerando la enorme distancia entre las culturas canaria y
castellana. Por lo menos se toman los términos de la cultura pastoril y voces que
designan plantas y animales endémicos, así como antropónimos y topónimos.
No podemos esperar que se transmita el léxico etnográfico de los canarios, aun-
que éste tampoco falta.
A pesar de todo esto, la convivencia de los canarios con los castellanos y los
demás europeos no fue idílica, sino todo lo contrario, especialmente al principio.
Tenemos que averiguar, en primer lugar, cuántos canarios habían sobrevivido a
la conquista. Ya que disponemos de pocos datos acerca de las islas de señorío,
conquistadas con anterioridad, no podemos prescindir de las descripciones de
finales del siglo XVI. Según Leonardo Torriani, quien muy probablemente escri-
bió entre 1584 y 1586 su Descrittione et historia del Regno de l’Isole Canarie
già dette Le Fortunate con il parere delle loro fortificationi para Felipe II, tres
cuartos de los habitantes de Lanzarote fueron moriscos o beréberes apenas cris-
tianizados que habían venido de las costas de África al principio como esclavos.
Este poblamiento se basa en la cercanía del continente que facilitaba el intercam-
bio demográfico y las recíprocas cazas de esclavos. Torriani no nos informa
275
P. Cullén del Castillo (ed.) 11947: 4-11.
276
Este capítulo es una reelaboración de J. Lüdtke 1998b.
277
H. Biedermann 1984: 7-9.
232 JENS LÜDTKE
sobre los demás habitantes de Lanzarote ni tampoco sobre el origen de los habi-
tantes de Fuerteventura, pero probablemente la aportación de los moriscos y
negros, capturados en las entradas en las costas de África o comprados en la
trata, fue masiva y llegó incluso al predominio. Los antiguos habitantes de las
islas orientales se fueron como conquistadores a Gran Canaria, La Palma y Tene-
rife por un lado, mientras éstas siguieron despoblándose con las invasiones y
cazas de esclavos por otro278.
El destino de los gomeros fue particularmente grave. Tras su participación en
la conquista de Gran Canaria por mandato de la reina Isabel y una sublevación
en 1488, el señor de La Gomera, Hernán Peraza, trasladó a doscientos gomeros
rebeldes a Gran Canaria. En otra ocasión, los gomeros que se defendieron contra
los atropellos de sus señores fueron matados cruelmente, igual suerte corrieron
muchos de sus paisanos solidarios asentados en Gran Canaria; las mujeres y los
niños fueron vendidos279. El obispo Juan de Frías, quien apeló ante los Reyes
Católicos, consiguió que los gomeros esclavizados fueran declarados libres.
La conclusión que extrae Eduardo Aznar Vallejo de sus investigaciones de
archivo es que entre 11 000 y 14 000 personas pudieron sobrevivir en las islas
realengas durante las tres primeras décadas del siglo XVI. Realizando un cómpu-
to aproximativo, la población de todas las islas de aquella época no habría supe-
rado el número de 20 000 habitantes. Este mismo historiador calcula el número
de indígenas todavía asentados en las islas en unas 4000 personas que podemos
sumar a los pobladores europeos y los esclavos africanos horros. Sin embargo,
los canarios que sobrevivieron a la conquista fueron más numerosos. Prescin-
diendo de aquéllos que permanecieron en las islas como esclavos, una parte
importante –en su mayoría mujeres y niños– se vendió en los mercados de escla-
vos de Sevilla, Cádiz, Génova, Valencia, Córdoba, Puerto de Santa María, Arcos,
Baeza, Loja, Madera, Sanlúcar de Barrameda y muchos otros lugares280; y otra
parte de la población indígena fue deportada. En la medida en que este traslado
se efectuó entre las islas, estos antiguos canarios están incluidos en el número
calculado: los gomeros en Gran Canaria, los “canarios” en Tenerife, etc. Además
se deportaron antiguos canarios libres que se habían rendido fuera de las islas y
se perdieron para la sustancia demográfica insular, si no volvieron una vez cris-
tianizados, y fueron a parar a varios lugares del reino de Castilla, principalmente
a Sevilla. Había antiguos canarios también en Córdoba, Priego y El Arahal. Tanto
gomeros como palmeros se trasladaron y se quedaron en Andalucía. Mucho
278
L. Torriani 1940: 80-81.
279
J. de Abreu Galindo 21977: 219-221, 247-253.
280
Véase E. Aznar Vallejo 1983: 151-173.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 233
281
E. Aznar Vallejo 1983: 199-202.
282
Cf. D. J. Wölfel 1965: 50-52. Se consultarán aquí las ediciones de E. Serra Ràfols (ed.)
1978, F. Moreno Fuentes (ed.) 1988 y 1992.
283
E. Aznar Vallejo 1983: 160.
234 JENS LÜDTKE
con las de nombre guanche, como por ejemplo en la siguiente mención de “todos
los vecinos e moradores estantes e abitantes, asy castellanos como portugueses,
canarios, gomeros e guanches” en Tenerife284. Aprovecho los documentos publi-
cados por E. Serra Ráfols (1978) y por F. Moreno Fuentes (1992); se revisa su
procedencia prehispánica en el diccionario Teberite de F. Navarro Artiles (1981)
y el Gran diccionario guanche de F. Osorio Acevedo (2003). No atribuyo impor-
tancia a las cifras, que no se refieren siempre a las mismas personas, abarcando
45 canarios y 17 nombres guanches diferentes en el primer caso así como 29 y
17 respectivamente en el segundo, ya que las menciones de las procedencias no
son completas ni hubo motivo de hacer referencia a los guanches que permane-
cieron en posesión de sus tierras, explicándose de este modo la escasa presencia
de éstos en las datas frente a los canarios. Si cito dos formas, la primera se toma
de la obra de Serra Ráfols por estar más cercana al manuscrito.
Hay guanches que se identifican únicamente mediante su nombre originario
como Guaniaca y Grantegina [sic], grupo donde también se puede contar el
guanche en Guanyxemar/Guanixemar el guanche. Algunas personas tienen un
nombre castellano y un segundo nombre del cual no se sabe si sirve de apellido,
tal es el caso de Pedro Guantejina, que es idéntico a la persona ya mencionada,
Juan Guanyacas, Gonçalo Guaneqa y Pedro Masyona. Varias personas se deno-
minan mediante un nombre castellano y la indicación de su procedencia de un
menceyato: Miguel de Agoymad, con variantes, Diego de Bauten o Ibaute, Her-
nando de Ibabte, Pedro de Ibaute, Francisco (de) Tacoronte y Hernando Taco-
ronte, sin tomar en cuenta los reyes de Abona, Adexe/Adeje, Anaga, Dabte/
Daute, Güímar, Icod, Tacoronte y Taoro. Responden a un nombre castellano
solo Bastián/Vastián el Guanche, Beatris Guancha, Catalina la Guancha, Gas-
par guanche y don Pedro. Bueno en Pedro Bueno tiene aspecto de sobrenom-
bre; los demás se identifican mediante nombre y apellido: Alonso de Alcázar,
Juan Alonso, Diego Álvares, Juan de Baltasar, Catalina Hernández, Gaspar
Hernandes/Hernández, Miguel de las Hijas, María de Lugo, Pero Martín y
Juan de Vera. En cuanto a su origen, se manifiesta con claridad que son natura-
les de Tenerife. Al hablar de Gaspar Hernández, se dice explícitamente que es
vecino “de esta isla y natural de ella”, de manera que no podemos tomar el esta-
tus de vecino como indicación de origen. En otra fuente, los Acuerdos del Cabil-
do de Tenerife, encontramos referencias a los guanches sobrevivientes: “en esta
isla hay doscientos hombres de pelea guanches” (1514), los cuales se cuentan
en una población de más de 600 personas: “sabrá V. A. [Vuestra Alteza] que en
esta su dicha isla abrá seis cientas personas o mas guanches naturales della entre
284
E. Serra Ráfols (ed.) 1949: 41. La cita se refiere a 1501.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 235
los quales serán bien los dozientos honbres de pelea poco más o menos”
(1515)285.
Al comparar los nombres de los canarios con los de los guanches, se nota ya
desde el principio la escasez de nombres solos que son, además, todos castella-
nos. Una mención, “donde mataron a Pablo el canario”, se refiere a un muerto,
un hombre llamado Rodrigo se especifica mediante Canario, y otra persona del
mismo nombre tiene como sobrenombre el coxo, aparte de un Rodrigo que es el
yerno de Juan Vizcaíno, también canario, Pedro de la Lengua que manifiesta en
su apodo que sirvió de intérprete en la conquista de Tenerife, y una Mencía. Con-
siderando que las personas de las capas sociales más bajas de aquella época tales
como los esclavos, negros o moriscos se denominan mediante su nombre solo,
llama la atención el mayor número de los guanches frente a los canarios que se
mencionan de esta forma. No es desacertado suponer que la consideración social
de los guanches fue más baja que la de los canarios, debido al estatus de con-
quistadores de estos últimos. Algunos conservaron su apellido canario –si lo es–:
Juan Dana, Juan Doramas, Fernando (de) Guanarteme y Francisco Guanarte-
me, Pedro Manynydra/Maninidra, Diego (de) Mançanufro y Pedro de Texena286.
Los demás canarios señalan su integración en la sociedad castellana a través de
su nombre y apellido: Juan de Cartaya, Alonso de Córdova/Córdoba, Martín
Cosme, Diego, Juan y Pedro Delgado, Antonio Días, Juan Fernández, Juana y
María Fernandes, Costancia Ferrandes, Pedro de Fyerro, Guillén García, Alon-
so, Antonio, Juan y Pedro Gonçales, Juan Hernández, Rodrigo Hernandes,
Francisco de Herrera, Diego y Fernando de León, Pedro de Lugo, Pedro (de)
Madalena, Pablo Martín, Diego y Francisco Mayor, Sabastián Rodrigues, Fer-
nán, Juan y Martín Sanches, Diego de Tor, Juan y Pedro Biscayno/Viscayno/Viz-
caíno287.
Por otro lado, tanto los guanches de paces como muchos de los de guerra
sufrieron la esclavización. Sin embargo, ésta fue desapareciendo a lo largo del
siglo XVI gracias a la manumisión y el rescate. La solidaridad de los canarios se
manifestaba precisamente en el rescate de sus parientes, a no ser que fuera impo-
sibilitado por la venta fuera de las islas. En general, los canarios libres formaban
parte de los campesinos. Se dedicaban a su ganadería tradicional, la agricultura y
285
E. Serra Ráfols/Rosa Olivera (eds.) 1965: 8, 103.
286
F. Ossorio Acevedo 1996 recoge los nombres propios prehispánicos.
287
El estudio de la antroponimia canaria está todavía al principio. J. Medina López 1995
recoge los antropónimos tomados de los protocolos notariales del escribano Hernán Guerra
relativos a los años 1508, 1509 y 1510. En base a esta lista se pueden encontrar informaciones
sobre la procedencia regional, la ocupación, el nivel social, las relaciones de parentesco y el
eventual arraigo de los habitantes de la ciudad de La Laguna, datos de interés para este capítulo.
236 JENS LÜDTKE
288
E. Aznar Vallejo 1983: 199-205.
289
La obra de Abreu Galindo se publicó por primera vez en 1848 en Santa Cruz de Tene-
rife, la de Sosa en 1849, igualmente en Santa Cruz de Tenerife. Cf. D. J. Wölfel 1965: 141.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 237
nal y social de la población canaria del siglo XVI no quiere ser más que la presen-
tación de uno de los elementos relevantes en la formación del español canario.
Por falta de datos tempranos, no tomamos en cuenta los contactos con América,
España y Portugal, para citar sólo los contactos más importantes, aunque ellos
debieron haber sido muy relevantes.
Como ya hemos comentado, aunque los franceses –normandos y occitanos–
fueron los primeros pobladores europeos, aparte de algunos apellidos y topóni-
mos no dejaron mayor rastro en el español canario. Muchos de ellos eran “caste-
llanos”, sobre todo andaluces, y también había un número incalculable de judíos,
conversos y moriscos peninsulares. El segundo grupo lo constituían los portu-
gueses, muchos de ellos judíos, oriundos tanto del litoral de Portugal como de las
islas atlánticas, que se asentaron en la parte septentrional y occidental de La
Palma, Tenerife y Gran Canaria. Podemos conceder menor importancia al peso
demográfico de los catalanes y de los italianos, principalmente genoveses.
Entre los nuevos pobladores de Canarias, los “castellanos”, los portugueses,
los beréberes, los esclavos negros y los genoveses formaban los contingentes
más importantes. El mayor grupo de los colonizadores originarios del reino de
Castilla290 eran los andaluces como podemos deducir de algunos indicios por
falta de una estadística poblacional: numerosos andaluces eran marineros y mer-
caderes, y jugaron una parte decisiva en la conquista, de manera que se les repar-
tieron tierras extensas en las datas. Esta posición privilegiada les valió la mayo-
ría entre los regidores. Sin embargo, los andaluces se encontraban también en
otros estratos de la población: eran mercaderes, practicaban profesiones libera-
les, eran artesanos y labradores. Los andaluces habían tenido interés por las Islas
Canarias desde antes de la ocupación de las islas realengas, pero éste aumentó
después de la conquista. Las relaciones especiales entre las islas y Andalucía se
expresan también en la exportación de esclavos canarios a las ciudades andalu-
zas situadas en el Atlántico.
Hay que hacer la salvedad de que el término andaluz no designa sólo a cristia-
nos viejos, sino también a moriscos y judíos. Tras la toma de Granada, los moros
y judíos o bien tuvieron que convertirse al cristianismo o bien fueron expulsados.
Los grupos de los judíos conversos y de los moros conversos, llamados moriscos,
se comprueban en las actividades del Tribunal de la Inquisición introducido en
las islas en 1505, aunque no es posible calcular la parte de los conversos en la
población de origen andaluz. Es notable que los moriscos castellanos, en su
290
Aparte de algunos casos aislados, los catalanes y aragoneses no participaron en la
colonización de las Indias, ya que las bulas papales otorgaron el patronato real al reino de Cas-
tilla y el Tratado de Tordesillas dividió el mundo entre Castilla y Portugal.
238 JENS LÜDTKE
Tiene mucho comercio, porque está más poblada que Canaria, y dos veces más
que La Palma. La mayor parte de la gente son portugueses los cuales, como superan a
las demás naciones de España en la industria de la agricultura, han conseguido que
esta isla fuese la de mayor feracidad y riqueza291.
291
L. Torriani 1978: 171; “E di gran mercantia perch’è popolata più di Canaria, et della
Palma il doppio, et la maggior parte da gente Portughesa, laquale auanzando in la industria
dell’agricoltura à l’altre nationi Spagnuole l’han resa di maggior fertilità et ricchezza” (L.
Torriani 1940: 158).
292
L. Torriani 1978: 241; “Questa Città è habitata da Portughesi, Castigliani, Fiamenghi,
Francesi, e d’alcuni Genouesi” (L. Torriani 1940: 216).
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 239
293
J. Pérez Vidal (1991) y M. Morera Pérez (1994: 10-24) tratan la inmigración portugue-
sa y sus consecuencias lingüísticas con más detalles.
294
E. Aznar Vallejo 1983: 154-155.
240 JENS LÜDTKE
295
E. Aznar Vallejo 1983: 193-199.
296
M. Lobo Cabrera 1982: cuadros de ventas.
297
E. Aznar Vallejo 1983: 190.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 241
da mitad del siglo XVI y que permaneció alto hasta el siglo XVIII. A pesar del peso
demográfico de los negros, no se les ha prestado todavía el interés científico que
les corresponde.
Es probable que la población negra haya sido particularmente numerosa entre
1550 y 1650. En esta época el cultivo de la caña de azúcar y con ello el empleo
de esclavos negros como mano de obra alcanzó su punto culminante. Podemos
formarnos una idea del porcentaje de los esclavos tomando como ejemplo La
Laguna, la ciudad más poblada: entre sus 5 o 6000 habitantes había 1500 escla-
vos o más.
La unión de España y Portugal entre 1580 y 1640 facilitó la trata de esclavos,
especialmente por la cercanía del archipiélago canario a las islas de Cabo Verde
y las costas occidentales de África de donde partía la trata portuguesa. La histo-
ria interna de los esclavos negros en las Islas Canarias es prácticamente descono-
cida así como su influencia en la cultura canaria. Se atestigua una fuerte presen-
cia de esclavos negros en La Laguna de Tenerife para el año 1683. Sin embargo,
la afirmación de que había “más negros que vecinos” parece ser exagerada. En
Santa Cruz de La Palma se documenta la veneración de San Benito negro de
Palermo entre los negros, santo que murió en 1589. Si un cabildo de negros podía
participar en las fiestas del santo, esta parte de la población tenía que ser impor-
tante o considerable entre los habitantes de Santa Cruz de La Palma. Cabildos
como éste existieron también en la América hispánica. Es de suponer que Cana-
rias cumplió un papel relevante en la adaptación, transculturación y transmisión
de las culturas africanas en América. La veneración de San Benito negro en La
Palma (1603) y el testimonio posterior de la veneración de este santo en el Brasil
(1711) así como en la Venezuela occidental apoyan la hipótesis de esta filiación298.
Hemos tenido en cuenta el estatus social de los habitantes de las Islas Cana-
rias en el siglo XVI al exponer la composición regional. Al igual que en las socie-
dades coloniales, en el archipiélago canario también se solía efectar una nivela-
ción relativa de las diferencias sociales, siempre en comparación con el estatus
social que los pobladores europeos tenían en su país de origen. El hecho de que
una persona fuera extranjera no era un impedimento para su integración en la
sociedad canaria. La eficacia personal era más importante que el lugar de naci-
miento o el origen social. Al lado de un estrato que llamaremos clase media por
falta de un término más adecuado y que incluía a mercaderes, artesanos, campe-
sinos libres y algunas profesiones liberales existía una capa reducida de privile-
giados, formada por la baja nobleza, cuya influencia se basaba en su poder eco-
298
Cf. G. de Granda 1972: 222-224, donde se cita a Pedro de Ocampo, la persona que
decía que había “más negros que vecinos” en La Laguna.
242 JENS LÜDTKE
299
E. Aznar Vallejo 1983: 181-192.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 243
300
ALEICan(publicado por M. Alvar, 1975-1978).
301
Empleo castellano en un sentido histórico, distinguiendo en la expansión ultramarina
un período castellano de un período español que tienen su contrapartida lingüística. Esta dife-
rencia se manifiesta, al contrario de lo que sucede en la América hispana, en la integración de
Canarias en la Corona de Castilla, mientras que América se gobierna por el Consejo de Indias
(a partir de 1524). La misma diferencia se expresa mediante los nombres étnicos, castellano
en Canarias y español en América. Tras una breve fase de vacilación en las Antillas, muy
pronto se documenta el paso de la lengua de los españoles a la lengua española, aunque no
como única denominación.
302
Cf. J. Medina López 1994.
244 JENS LÜDTKE
apoyar en las informaciones que revelan las fuentes, tocantes al país de origen y
a la religión que habían dejado de grado o por fuerza.
No es éste el lugar para hacer un resumen del desarrollo demográfico de las
Islas Canarias posterior la época fundacional, por necesario que sea; me limito a
aducir los datos demográficos apropiados para una interpretación lingüística303.
Baste, para subrayar la importancia y la posición especial de Canarias en la his-
toria demográfica de la expansión ultramarina de España, señalar la composición
étnica y religiosa de los pobladores grancanarios en torno a 1525 que Luis Alber-
to Anaya Hernández se atreve a cuantificar. Dice este historiador que “los
hablantes no castellanos podrían llegar o sobrepasar algo el 50% del total de la
población grancanaria”304. Pero es evidente que no podemos deducir de esta cifra
que la mitad de la población de Gran Canaria tuviera otra lengua materna que el
castellano. En efecto, se suman en este porcentaje tanto los esclavos negros y
moriscos, con un 20% de aborígenes, como los cristianos nuevos –moros y ju-
díos– y los europeos –portugueses, genoveses, “flamencos” y franceses–. Si bien
es notable el elevado número de cristianos nuevos y conversos que no tiene su
contrapartida en el Nuevo Mundo, es probable que todos se puedan considerar
como hablantes del castellano, aunque no necesariamente como primera lengua.
Hay que advertir que grupos religiosos, grupos étnicos y grupos lingüísticos no
coinciden en absoluto. Los cristianos nuevos de moros y judíos y los conversos
eran castellanos, portugueses, moriscos, beréberes; una parte de los negros, como
por ejemplo los fulos y jalofos, eran musulmanes305; y los canarios no bautizados
y muchos negros eran paganos.
Las referencias a las lenguas que los distintos grupos hablaban entre sí y en el
contacto con otros grupos son escasas. Surgen alusiones a las lenguas cuando
hay problemas comunicativos y cuando la lengua puede ser indicio de judaísmo,
de mahometismo o de heterodoxia en general. En estos casos encontramos indi-
caciones sobre intérpretes en las crónicas y en la documentación oficial, espe-
cialmente en las actas inquisitoriales306. Éstas son las fuentes que voy a utilizar
en lo que sigue.
303
Son muy útiles a este respecto las obras de M. Lobo Cabrera 1982, E. Aznar Vallejo
1983, L. A. Anaya Hernández 1996 que, además de abarcar aspectos demográficos, recogen
datos de estudios anteriores.
304
L. A. Anaya Hernández 1996: 125.
305
M. Lobo Cabrera 1982: 140.
306
Sólo se ha aprovechado una mínima parte de la documentación publicada (cf. J. Medi-
na López 1994). Destacan las actas inquisitoriales de la Colección Bute conservadas en el
archivo del Museo Canario en Las Palmas y las Fuentes Rerum Canariarum: una décima parte
de las mismas es accesible en los dos volúmenes publicados por W. de Gray Birch 1903.
Según L. A. Anaya Hernández, el Catálogo de W. de Gray Birch “contiene numerosas testifi-
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 245
EL FRANCÉS
Estamos mejor informados sobre los primeros contactos entre los europeos que
se asentaron en Lanzarote y los antiguos majoreros por Le Canarien, crónica
escrita por los capellanes Pierre Boutier y Jean Le Verrier entre 1402 y 1404
(véase 3.4.). Ya la primera colonia castellana persistente era plurilingüe: el casti-
llo de Rubicón, y más tarde también sede episcopal, fundado por los franceses
Gadifer de La Salle y Jean de Béthencourt en el sur de Lanzarote en lo que
actualmente es la Punta del Papagayo. Ya que dos de los tres intérpretes que fue-
ron llevados de Francia, eran originarios de Lanzarote –Alfonso, que huyó pron-
to, e Ysabel– hay que suponer que los franceses tuvieran la intención de arribar a
aquella isla.
Bajo el mando de ambos compañeros de armas y a partir de 1404 bajo el
único mando de Jean de Béthencourt, se establecieron pobladores originarios de
Normandía, de Bigorre –la senescalía de Gadifer de La Salle– y de otras regio-
nes occitánicas. Así, cuando los capellanes bautizaron a los naturales de Lanza-
rote, podemos imaginarnos la evangelización en francés con la mediación de la
intérprete Isabel y la enseñanza de las cuatro oraciones o de alguna de ellas en la
misma lengua.
Si de la presencia del francés no quedó mucho más que algunos topónimos y
antropónimos, se impone la conclusión de que este idioma no llegó a ser prepon-
derante en las primeras décadas del siglo XV. De hecho, según parece, los france-
ses usaban el castellano en los contactos con el exterior. Las interferencias –otro
indicio de preponderancia lingüística– apuntan hacia una influencia léxica del
castellano sobre el francés en la que abundan los marinerismos307.
EL GENOVÉS
El silencio de las fuentes al respecto nos indica que las lenguas europeas en con-
tacto, todas románicas, no constituían un problema de intercomprensión. Los
habitantes de las Islas Canarias estaban incluso familiarizados con el genovés,
por lo menos en el ámbito de ciertas familias. Cuando Diego de Funes, vecino de
La Palma, declara en 1526 contra el genovés Jácome de Monteverde, igualmente
EL PORTUGUÉS
308
W. de Gray Birch 1903: 64.
309
W. de Gray Birch 1903: 103-104.
310
D. Corbella Díaz 1996: 115-122; cf. J. Pérez Vidal 1991, C. Díaz Alayón 2003, P. N.
Leal Cruz 2003.
311
E. Aznar Vallejo 1983: 195.
312
Doy algunos ejemplos de estos documentos que se estudian en la edición de E. Serra
Ràfols (ed.) 1978: 31, 65, 69, 80, etc.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 247
para acostarse, y que la dicha Mençia Vaez su madre dixo al dicho Alvar Gonça-
lez ‘Mira, non veds [sic] alla a vosa filla’”313. Un valioso documento del castella-
no aprendido por un portugués o leonés es el libro de magia transcrito en 1524 o
1525 por Pedro Marsel para el portugués Sebastián González en Las Palmas314.
EL HEBREO
Los testimonios son más explícitos cuando el problema de la lengua surge dentro
del contexto de la persecución religiosa. Como los criptojudíos fueron los más
perseguidos, la Inquisición presta más atención a manifestaciones de la lengua
hebrea (es decir, para ser más exacto, aramea), a oraciones en la misma lengua y
a prácticas judías en general. La persecución bien se agrava bien disminuye
según las etapas del desarrollo de la Inquisición en Canarias. Tras una postura
relativamente indulgente en la fase de la Inquisición episcopal, se creó en 1505
el Tribunal de la Fe. El primer inquisidor, Bartolomé López de Tribaldos, que
desempeñaba varios otros cargos eclesiásticos, sentenció a pocos denunciados.
El auge de la represión inquisitorial canaria tiene lugar durante el bienio de las
actividades de Martín Jiménez (1524-1526), mientras que la actuación de Luis
de Padilla (1527-1563) y del Santo Oficio en épocas posteriores (1567-1605)
tuvo consecuencias desastrosas para los acusados. Si nos atenemos sólo a los
procesados por año, se comprueba una media de 0,36 en el período de la pre-
Inquisición, 0,65 bajo Tribaldos, 1,2 bajo Jiménez, 1,2 bajo Padilla, seguidos de
3,1 procesados entre 1568 y 1605315. Hay que tener presente estos datos cuando
se trata de valorar las testificaciones recogidas a lo largo del siglo XVI.
En 1505 se acusa de hablar “hebreo” a dos mujeres, Beatriz Sánchez e Inés
Hernández316. Parece cierto que algunos conversos se reunieron en casa de Luis
Álvarez, según consta en las declaraciones del delator Diego de San Martín en
1505, y en otra declaración del regidor y licenciado Hernando de Aguayo en
1525 ante el inquisidor Padilla. Su casa era, pues, sinagoga y allí los conversos
leyeron ciertos libros para burlarse de los cristianos viejos, entre ellos uno en
hebreo317.
Quizás sea sintomático el caso de Ana González, vecina de La Palma, hija de
cristianos nuevos de judíos, originarios de las Azores. Sus padres hablaban
313
W. de Gray Birch 1903: 78.
314
J. Lüdtke 1991c. Este estudio se basa en mi transcripción del libro de magia, aún inédi-
ta. Existe una versión editada para historiadores por U. Lamb (1963).
315
L. A. Anaya Hernández 1996: 369.
316
L. A. Anaya Hernández 1996: 1996, 229, 230.
317
L. A. Anaya Hernández 1996: 194-196.
248 JENS LÜDTKE
hebreo cuando vivían en las Azores, como Ana confesó en un proceso que empe-
zó en 1524:
y asy mismo dixo y confeso la dicha Ana Gonçales que estando los dichos Alvar Gon-
çales y Mençia Vaez sus padres en los Açores les avya vysto muchas vezes fablar en
Ebrayco cerrado. Y que quando fablavan en Ebrayco, lo hablavan algunas vezes en
apartado y otras vezes en la cama quando estavan acostados, y que alli no les avya
vysto faser otra cosa ny que a la sazon hera muchacha y no mirava en ello291,
aquello que fablavan de los Judios de lo que fazian y de lo que comjan en las pascuas
que lo parlavan los dichos Alvar Gonçales y Mençia Vaez estando solas a parte y que
algunas vezes la dicha Ana Gonçales les oya fablar que nonbravan Moysen e Ysaque,
y otros nonbres y cosas que no entendia319.
algunas vezes estando solos los dicho [sic] Alvar Gonçales y Mençia Vaez sus padres
y otra çierta persona fablavan en su lengua que la dicha Ana Gonçales no entendía320.
estando la dicha Ana Gonçales en el termino de la Breña en una fazienda que tiene su
marido yendo algunas vezes a la villa a casa de los dichos Alvar Gonçales y Mençia
vaez sus padres, hallava alli muchas vezes a maestre Diego, cirujano, que estava con
los dichos sus padres dentro de una casylla que hablavan cerrado que ella no los
entendía a mas de que algunas vezes les oya nonbrar nonbres de Judios, Moysen, e
Ysac, y otros que no se acuerda321.
Ana González no quiso que sus padres la casaran con un judío o tornadizo, sino
que “ella se avya casado a hurto con un christiano viejo que se llama Pedro Her-
nandes y es Portugues”322.
La triste experiencia de Ana González nos muestra dos cosas. Los judeo-
conversos asentados en Canarias no enseñaron la lengua hebrea o no pudieron
318
W. de Gray Birch 1903: 76.
319
W. de Gray Birch 1903: 77.
320
W. de Gray Birch 1903: 78.
321
W. de Gray Birch 1903: 78.
322
W. de Gray Birch 1903: 82.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 249
EL ÁRABE
En las tres primeras décadas del siglo XVI los moriscos sufrieron menos, en tér-
minos relativos, que los cristianos nuevos de judíos la persecución del Santo Ofi-
cio. Constan en la documentación inquisitorial muy pocas referencias al árabe y
ninguna en las otras fuentes que he manejado. No hay ninguna referencia a una
lengua o un dialecto beréber. Esta falta de documentación puede explicarse tam-
bién por la mayor familiaridad de los castellanos con el árabe. De todos modos,
es imposible que no se haya hablado árabe y beréber, considerando la continua
importación de esclavos berberiscos y moriscos. En las testificaciones ante el
Santo Oficio se alude indirectamente al árabe cuando se trata de la función de
intérprete que algunos castellanos desempeñaban en la Berbería situada enfrente
de las Islas Canarias a principios del siglo XVI325. En un testimonio, Lope Fer-
nández se refiere a la lengua en la que en torno a 1500 un moro llamado Hamete
Benhamad conversaba con él, que era “en lengua medio castellana medio Aravy-
go, de manera que se entendieron anbos a dos”326. Habla seguramente árabe el
morisco Alonso de Fátima, cuyo proceso empezó en 1511 en Lanzarote y que fue
“relajado al brazo seglar”, es decir, quemado, en 1513327. Debían de hablar gene-
ralmente esa lengua las moriscas en sus conjuros y hechicerías como, por ejem-
plo, Teresa de Molina, originaria de Triana en Las Palmas de Gran Canaria, “que
323
W. de Gray Birch 1903: 19-20.
324
“el porcentaje de matrimonios mixtos entre los padres en Gran Canaria es del 9,5; de
los hijos el 18,5; en Tenerife del 6,7 y 20,9 y en La Palma pues es de un 8% de matrimonios
mixtos entre los padres, que se eleva a un 23,1 en la siguiente generación, casi el triple” (L. A.
Anaya Hernández 1996: 148).
325
W. de Gray Birch 1903: 8; M. Ronquillo Rubio 1991: 69, 105.
326
W. de Gray Birch 1903: 9.
327
W. de Gray Birch 1903: 92.
250 JENS LÜDTKE
328
W. de Gray Birch 1903: 44.
329
M. Lobo Cabrera 1982: 384.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 251
330
Cf. J. A. Frago Gracia 1996.
252 JENS LÜDTKE
331
Cf. sobre todo M. Trapero 1999.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 253
En los estudios sobre los elementos prehispánicos hemos de diferenciar dos líneas
de análisis paralelas y en cierta medida convergentes. En primer lugar, la dedicada
específicamente al conocimiento de las lenguas prehispánicas; en segundo lugar, la
que ha indagado las huellas que ese sustrato aborigen ha dejado en el español hablado
en Canarias, centrada fundamentalmente en la recogida del vocabulario indígena ac-
tivo332.
332
D. Corbella Díaz 1996: 110-111.
333
Las mayores recolecciones del léxico de la lengua prehispánica son D. J. Wölfel
1965/1996 y F. Navarro Artiles 1981.
254 JENS LÜDTKE
334
Las obras a las que M. Trapero (1996) pasa revista para un estudio de la toponimia se
aprovecha también para los préstamos prehispánicos. Se consultará la primera y la segunda
parte de D. J. Wölfel 1965 o 1996 para un estudio exhaustivo de estas fuentes.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 255
descuidan los documentos oficiales. Wölfel escribe acerca de las fuentes histó-
ricas:
335
D. J. Wölfel 1965: 12-13; II, § 5; mi traducción del alemán como también en las demás
citas.
336
D. J. Wölfel 1965: 14; I, § 9.
256 JENS LÜDTKE
den en tantos detalles que deben tener una fuente común, como Wölfel ha demos-
trado de manera convincente337. Es manifiesto que Antonio de Viana aprovecha
la misma fuente algunos años más tarde en su epopeya Antigüedades de las Islas
Afortunadas de la Gran Canaria (Sevilla, 1604) que representa el universo del
discurso literario.
Los testimonios más fidedignos, sin embargo, aparecen en la documentación
oficial coetánea, de tiempo y lugar de redacción conocidos. Los ejemplos son
escasos, debido a que los documentos tratan casi exclusivamente de la vida de
los colonizadores338.
En un documento del siglo XV, Enrique, conde de Niebla, menciona el nom-
bre del ganado sin marcar, guanire:
me es fecha relacion por el dicho Mosen Maciote que en las mis yslas de Lançarote e
Fuertevenura e el Fierro se crian algunos ganados syn señal, que es llamado segund
nonbre de la tierra Guanire el qual ganado diz que queda algunos años por señalar por
algunos enbargos que sus dueños han en algunas cosas que son cunplideras a mi se-
ruicio339.
337
D. J. Wölfel 1965: 92-96; II, §§ 214-225.
338
Las otras fuentes son el ALEICan y las monografías dialectológicas de época relativa-
mente reciente. Como el léxico de origen canario tiene una fuerte función identitaria, cabe dis-
tinguir su posible vitalidad real de las implicaciones ideológicas.
339
G. Chil y Naranjo 1880: II, 607; en un traslado de una carta de don Enrique del año de
1426.
340
J. de Abreo Galindo 21977: 61.
341
E. Serra Ráfols/L. de la Rosa Olivera (eds.) 1965: III, 103; 22 de julio de 1515.
342
E. Serra Ráfols/L. de la Rosa Olivera (eds.) 1965: III, 65; 15 de enero de 1514.
343
M. Trapero 1999: 122-123.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 257
La gente va completamente desnuda, sobre todo los hombres, que sólo llevan un
cuero con todo su pelo anudado sobre los hombros; las mujeres llevan un cuero seme-
jante del mismo modo, y otros dos cueros, uno delante y otro atrás, sujetos a la cintu-
ra, que les llegan hasta las rodillas350.
Para las documentaciones, que no pretenden ser las primeras, de baifo “cabrito”
(1574), balo (1522)351, faican, o mejor faiçan, o faizán “sacerdote” en Gran
344
Se lee en el primer volumen de los Acuerdos del Cabildo de Tenerife para 1502: “por-
que se hagan sus gamabuesas al tiempo que se concertare” (E. Serra Ráfols [eds.] 1949: 43) y
posteriormente en Abreu Galindo (21977: 59) como voz majorera.
345
“Cueva habilitada para vivir en ella“ según el DHECan y la misma definición lexicográ-
fica ampliada con “o para servir de granero” en el M. Morera 2001.
346
E. Serra Ráfols (ed.) 1949: 10.
347
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 22.
348
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 113. “Lugar llano y circular, cercado de piedras que servía
de asiento, donde se celebraban las asambleas de los antiguos habitantes de las islas, presidi-
das por el guanarteme o el mencey, y la asamblea misma” (DHECan; destacado en el diccio-
nario; primera documentación 1497).
349
E. Serra Ráfols/L. de Rosa Olivera (eds.) 1965: III, 12. En 1502 se documenta la forma
tamargo.
350
“les gens vont touz nuz espicielment les hõmez exepte vn / cuir a tout le poel que ilz
ont noue sur lespaule les f ẽ / mez ont au tel cuer p maismes mani’e τ deux autres cuers / lun
deuant τ lautre darrere sains a trauers des rains / et leur vont iusques aus genois”; cf. B. Pico/E.
Aznar Vallejo/D. Corbella Díaz (eds.) 2003: 142.
351
“Arbusto de la familia de las rubiáceas que se cría en los terrenos arenosos, pedregosos
y áridos cercanos al mar” (DHECan).
258 JENS LÜDTKE
Canaria (c. 1510), gánigo “cazuela de barro” (1554), gofio “harina de millo,
trigo o cebada tostados” (1495), guanarteme “rey”, en Gran Canaria (1481),
tabaiba “nombre genérico de varias plantas de la familia de las euforbiáceas”
(1501), teberite “marca que se hace a las cabras en una oreja” (1522) y time
“[r]isco, borde de un precipicio” (1553) me remito al DHECan de C. Corrales
Zumbado y D. Corbella Díaz. Guanche, voz comentada en 3.4., entra también en
esta categoría. Un lugar aparte ocupa magado “garrote endurecido al fuego,
usado como arma por los indígenas” (c. 1554), que aparece en una obra conside-
rada generalmente como crónica de la conquista de Gran Canaria, pero que para
ser más exacto se debería valorar como relación de un conquistador.
Las crónicas y obras etnográficas del siglo XVI describen la cultura de los
aborígenes canarios y el léxico etnolingüístico correspondiente según lo que
entonces se conocía. La exposición de esa cultura pretérita mediante un léxico
prehispánico no nos debe llevar a creer que las voces que emplean los cronistas
se habían tomado todas prestadas en la lengua española de la época, sino, más
bien, que es imprescindible separar las voces en elementos de la lengua origina-
ria y en ya asimilados. En ningún caso los préstamos son tan numerosos como
las meras menciones de palabras prehispánicas en el momento de la redacción de
las obras. Generalmente los textos patentizan lo que es sólo un elemento etnolin-
güístico sin arraigo en la lengua hablada. Esto es particularmente obvio en las
citas de frases y oraciones canarias que por ese motivo excluimos de antemano.
Hay un indicio relativamente seguro de que el léxico pertenece al pasado: se pre-
sentan las palabras usando verbos en imperfecto como en llamaban o decían.
Así, por ejemplo, cuando Abreu Galindo describe algunos artefactos y la cocina
de los habitantes de Gran Canaria de la manera siguiente:
Usaban de ollas y cazuelas en que hacían sus comidas, hechas de barro, que lla-
maban ganigos [sic, en lugar de gánigos], cocidas al sol. Hacían anzuelos para pes-
car, de cuernos de cabras. Preciaban las cabras, que llamaban aridaman, su principal
caudal y hacienda, por el provecho que de ellas sacaban para su mantenimiento. Había
ovejas, que decían tahatan. Criaban puercos, que les excusaban echar manteca en sus
guisados; los llamaban taquazen. Su ordinaria comida era carne de cabra cocida con
sebo o tocino y, después de cocida, le echaban. Cuando hacían fiesta, cocían la carne
en sebo o manteca, y a esta fritura llamaban tamazanona352.
352
J. de Abreo Galindo 21977: 159.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 259
Con estas citas no pretendo afirmar en absoluto que gofio, gánigo y tafiague
sean efectivamente prehispanismos lanzaroteños, aunque parezca probable. Una
palabra como gánigo –al igual que tamarco, “un hábito de cueros de cabra”356–
aquí sólo se registra como palabra canaria no prestada, lo que implica dificulta-
des a la hora de atribuirla a una variedad, ya que existe también como préstamo.
Por lo general, no se tiene conciencia de que la repartición diatópica actual
del léxico no es sólo el resultado de la adaptación regional in situ, sino de rea-
daptaciones consecutivas. A tal conclusión llega precisamente Marcial More-
ra357. La repartición geográfica actual puede resultar de la conservación de un
término, como se constata en El Hierro. Hay que utilizar el diccionario Teberite
de Francisco Navarro Artiles para una crítica y una “investigación en el habla
viva”. Excepcionalmente se establece la equivalencia entre palabras prehispáni-
cas que los castellanos conocieron en las diferentes etapas de la conquista. La
voz tafiague, aducida arriba en último lugar, corresponde a la tabona tinerfeña
comentada por Abreu Galindo en imperfecto: “A éstas [rajas de pedernal] llama-
ban tabonas”358; y en presente: “unos pedernales, que dicen tabonas”359. Espino-
sa la explica también en presente: “una tabona, que es una piedra prieta y lisa
como azabache, que, herida una con otra, se hace en rajas y queda con filo como
navaja, con que sangran y sajan”360. Tamarco, un préstamo tan arraigado a prin-
cipios del siglo XVI como para usarse corrientemente en los Acuerdos del Cabil-
do de Tenerife y admitir el derivado entamarcado, en realidad se llamaba ahico
353
J. de Abreo Galindo 21977: 58.
354
J. de Abreo Galindo 21977: 57.
355
J. de Abreo Galindo 21977: 58.
356
J. de Abreo Galindo 21977: 57.
357
Cf. M. Morera 1994: 12-13.
358
J. de Abreo Galindo 21977: 295.
359
J. de Abreo Galindo 21977: 298.
360
A. de Espinosa 1980: 52.
260 JENS LÜDTKE
También tenían miel de una fruta, que llaman mocán, que son del tamaño y hechu-
ra de garbanzos: antes que maduren son muy verdes; cuando del todo están maduros,
están muy negros. Son dulces y no se come dellos más del zumo: a estos llaman los
naturales yoya, a la miel dellos chacerquem363 (1980: 38).
361
J. de Abreo Galindo 21977: 293.
362
J. de Abreo Galindo 21977: 298.
363
A. de Espinosa 1980: 38.
364
D. J. Wölfel 1965: 518; IV, § 242.
365
D. J. Wölfel 1965: 540-541; IV, § 284.
366
J. de Abreo Galindo 21977: 74.
367
D. y Z. Bramwell 1987: 222; una atribución a otras especies se encuentra en A. Llo-
rente Maldonado 1984: 288.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 261
o gofio:
y mocán:
368
D. J. Wölfel 1965: 575; IV, § 394.
369
A. de Viana 1996: 17.
370
A. de Viana 1996: 14v.
262 JENS LÜDTKE
Una vez introducidas en el primer canto, el autor puede emplear éstas y otras
voces para dar colorido local a su epopeya:
371
A. de Viana 1996: 14v.
372
A. de Viana 1996: 46-47.
373
Se relaciona con el gofio la tacanija que es un “polvito de harina que se desprende al
moler”. La taraica es una “especie de tenazas de madera para coger higos chumbos”. Está
relacionada con la molienda la tasaca, el “agujero donde se metía la manija para hacer girar la
piedra del molino de mano” (A. Llorente Maldonado 1984: 288). En Tenerife y Gran Canaria,
el tajaraste era una danza en corro típica y el nombre de una pandereta que la acompaña; el
goro una “pequeña cerca de piedras cubiertas con otras, cuya finalidad es servir de refugio a
los cabritos”; la gorona un “corralito de piedra para abrigo del pastor”; el tagoro unas “piedras
que formando una choza sirven como refugio”; y la tegala un “cerco de piedra, sin techo;
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 263
corralillo” (A. Llorente Maldonado 1984: 287-288). Agrego en este lugar jameo, una especie
de hundimiento o concavidad del terreno, que se produjo en Lanzarote por el derrumbamiento
de galerías de lava. El jairamo, “zurrón hecho con piel de cabra” (M. Alvar 1959: 191), llama-
do también cairano en otros lugares, forma parte del equipamiento de un pastor. Esta voz es
un derivado de jaira (y variantes), “cabra doméstica”. La primera leche que da un animal des-
pués de parir se llama en La Palma, La Gomera y Tenerife belete (M. Alvar 1959: 135), y tam-
bién beletén. Existen nombres de colores para determinados animales, por ejemplo, las ovejas:
cómbaca, cómboca “(oveja) de color amarillento”, firanca “(oveja) que tira a negro pero no lo
es”, manajaisa “(oveja) negra con la cabeza blanca”, pípana, puípana “(oveja) blanca con la
guijada canela; (animal) con una mancha alrededor del ojo”; y también nombres de colores
más generales: pipana “(vaca o cabra) pintada” (A. Llorente Maldonado: 287-288), en El Hie-
rro pípales “(animal) calzado”), cafora “(res) colorada con hocico negro” en La Palma (A.
Llorente Maldonado 1984: 287, 316).
Se documentan los nombres de algunos animales endémicos. Una lavandera de las islas se
llama tamasma (A. Llorente Maldonado 1984: 208), una gaviota en La Gomera tabobo (D. J.
Wölfel 1965: 561), una especie de salamandra perinquén (“Tarentola boettgeri”, A. Llorente
Maldonado 1984: 287), con la variante pracán en La Gomera (C. Alvar 1975: 136), y placa o
plácano en otras islas (A. Llorente Maldonado 1984: 288).
Se han transmitido no pocos fitónimos canarios antiguos. El pírgano (y variantes), que es
la “rama de la palmera” y la “penca de la rama de la palmera”, servía para cubrir techos y de
forraje (A. Llorente Maldonado 1984: 288); y la tajalaga o taleague es el “escudete del estípi-
te de la palmera” (A. Llorente Maldonado 1984: 288 y D. J. Wölfel 1965: 507). Es canaria la
pantana que es una “Cucurbita pepo”, una “cidra” y una “calabaza vinatera” (A. Llorente
Maldonado 1984: 287). Así, las plantas endémicas o muy frecuentes en las islas tienen a menu-
do nombres canarios, sobre todo las plantas xerófitas. Forman parte de este grupo el tagasas-
te/tagasate (“Cytisus proliferus”), un arbusto que sirve de pasto; el tasaigo “un arbusto endé-
mico que está presente en todas las islas en algunas variedades”, por ejemplo la “Rubia
tinctorum”; el oroval/orobal, “Physalis floruosa” y otras variedades, un arbusto; el bejeque o
bequeque, el “Sempervivum glutinosum” y “Sempervivum urbicum” (A. Llorente Maldonado
1984: 287-288). Estos nombres no son los únicos cuyo origen se podría remontar a la antigua
lengua canaria. Su difusión en las islas es muy diferente, lo que tiene que ver, entre otras
cosas, con la difusión diferente de las plantas y con la denominación de plantas diferentes con
el mismo nombre.
264 JENS LÜDTKE
ridad. Así fue también como los españoles denominaron en las etapas subsi-
guientes del descubrimiento de tierras americanas lo nuevo o desconocido:
mediante palabras que habían conocido en sus primeros contactos con los indí-
genas del Caribe (4.2.).
Todo lo que está relacionado con la ganadería, actividad que formaba parte
de los medios de subsistencia y del modo de vida de los habitantes prehispáni-
cos, se designa mediante nombres a veces muy específicos que, en parte, han lle-
gado a nuestros días. Podemos suponer con un alto grado de certeza que los lla-
mados “guanchismos” fueron más numerosos y frecuentes en el pasado. El
retroceso de la ganadería, igualmente en la Península y en otros lugares, y su
reemplazo por otros medios de vida hizo caer paulatinamente en el olvido el
conocimiento del léxico ganadero especializado.
Desgraciadamente, la fusión de la ganadería prehispánica con la castellana no
se documenta en la época inmediatamente posterior a la conquista. Este proceso
se refleja en una terminología popular: los nombres de color de cabras y ovejas
son castellanos y prehispánicos; castellanos por ser los propietarios españoles, y
prehispánicos porque los pastores seguían siendo indígenas374.
Las observaciones precedentes pueden ser suficientes para probar la existen-
cia de un contacto lingüístico canario-hispánico y la persistencia de la población
aborigen posterior a la conquista. Las fuentes primitivas señalan que durante la
fase inicial de la colonización el contacto lingüístico fue relativamente intenso.
Concluyo la revisión de la aportación canaria al léxico español con una obser-
vación de alcance general. Su contribución al léxico americano es prácticamente
nulo, aparte de la difusión de gofio por los emigrantes canarios, pero se mantiene
vivo el interés por las culturas y lenguas ajenas y desconocidas tras la conquista
de la Península. Curiosamente, el árabe no parece haber servido de catalizador
como en los primeros momentos de los contactos en tierras americanas (4.1.1.);
el nivel cultural de los habitantes canarios fue muy inferior a las culturas conoci-
das anteriormente375.
374
Los nombres de color de cabras y ovejas así como los de las marcas del ganado se han
conservado mejor que en otras islas en El Hierro donde los estudió M. Trapero (1999a) en
base a una encuesta en el terreno. En general, se usan las marcas para las cabras, en El Hierro
para cabras y ovejas. Además, los colores son más diferenciados para las ovejas que para las
cabras en esta isla. El encuestador constató que los pastores daban definiciones diferentes para
términos de colores idénticos que hoy en día son sustantivos, pero que pudieron ser adjetivos
en el pasado. La reproducción de los colores mediante las distinciones del español estándar es
sólo un expediente para explicar las diferencias semánticas de este campo terminológico.
375
En cuanto a la composición cuantitativa del léxico canario actual, se cifra el número
actual de voces en “120 términos de posible adscripción prehispánica” (D. Corbella Díaz
1996: 113).
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 265
376
Los materiales históricos no hacen factible la exhaustividad requerida para que el
método estructural sea aplicable.
266 JENS LÜDTKE
final de 3.4.), los nombres de las islas son casi todos españoles o romances.
Conocemos algunos nombres indígenas de las islas –Tyterogaka, Erbania,
Gomera, Tenerife–, pero sólo se transmitieron si eran nombres usuales entre los
españoles. Dado que las islas no formaban un dominio unitario, se entiende que
se hayan conservado los nombres que se impusieron desde una perspectiva externa.
La referencia a Le Canarien señala que el proceso toponímico inicial se pro-
longó de forma ininterrumpida a partir de entonces a lo largo de todo un siglo.
Cuando el adelantado Alonso Fernández de Lugo repartió las tierras de la isla de
Tenerife, la última conquistada, los españoles tenían detrás una experiencia en el
conocimiento de la geografía del archipiélago y una práctica de denominarla ya
plenamente formadas.
La afluencia de los portugueses, una parte de los cuales fueron oriundos del
archipiélago de Madera y de las Azores, dejó su huella en los nombres de lugar
de Tenerife. Los portugueses, establecidos en las islas atlánticas dos generacio-
nes antes de la conquista de La Palma y Tenerife, crearon en aquéllas una toponi-
mia enteramente original, porque las islas estaban desiertas. No es sorprendente,
pues, que una parte del léxico toponímico haya pasado de Madera en particular,
la más próxima y similar de las islas atlánticas portuguesas, a Tenerife, y que la
convergencia de este léxico sea notable en ambas islas. Citaré las voces portu-
guesas, préstamos o meras coincidencias, en los lugares oportunos377.
En este capítulo vamos a tratar el perfil de una región de Canarias, la isla de
Tenerife, como conocimiento compartido de sus habitantes, tras algunas obser-
vaciones sobre el análisis etimológico de la toponomástica. Siguen un resumen
de las fuentes, el estudio semántico de esta región mediante la distinción de los
tipos de topónimos, sus fuentes y la formación de una toponimia regional.
Antes de justificar un análisis de los nombres de lugar como región que, por
lo tanto, no puede atender únicamente al léxico toponímico de un solo origen, o
bien prehispánico, o bien castellano, hay que descartar como tal de entre nues-
tros propósitos un análisis bien establecido y venerable por su tradición y sus
logros, el estudio etimológico. El motivo de esta opción no es diferente de las
decisiones que se toman para considerar los temas de la historia de una lengua en
general, ya que no entran temas que están fuera del alcance de los hablantes coe-
táneos.
Para dar una muestra de cómo se pueden investigar los topónimos según esta
orientación, se remite globalmente a las numerosas contribuciones que profundi-
377
Me sirvo de las hojas de la Carta Militar de Portugal publicada en 2003 por el Instituto
Geográfico do Exército, Regiões Autónomas, Açores, Madeira, Série P821, que utilizo en el
ejemplar conservado en el Instituto Ibero-Americano de Berlín, signatura Port-m dl 5. Le
agradezco a Caterina Indolfo su amable ayuda en facilitarme el acceso a esta serie de mapas.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 267
378
El valor de la recolección de los topónimos prehispánicos de D. J. Wölfel consiste en
su contribución a la etimología, que hay que revisar y completar con los materiales de J.
Bethencourt Alonso 1991 y los corpus modernos.
379
Por ejemplo en L. Torriani 1940: 82, 84.
380
M. Trapero 1995: 136.
381
J. de Abreo Galindo 21977: 264.
382
J. de Abreo Galindo 21977: 264.
383
J. de Abreo Galindo 21977: 267.
384
J. de Abreo Galindo 21977: 85.
385
M. Trapero 1999a: 200.
268 JENS LÜDTKE
386
J. de Abreo Galindo 21977: 85.
387
M. Trapero 1999a: 195.
388
Lo cual es el caso de B. Pérez Pérez 1995. En esta obra figuran también los topónimos
tinerfeños recogidos en los documentos oficiales más antiguos y localizados en la geografía
insular. Remito a esta elaboración a quienes intentan identificar los lugares de topónimo pre-
hispánico que se citan a continuación.
389
Las investigaciones sobre la toponimia canaria actual se reseñan en M. Trapero 1996 y
1999: 64-68. El panorama de las recolecciones de los topónimos canarios incluye las fuentes
de la toponimia histórica (1996: 209-210), aunque no se aprovechan. La documentación actual
no se puede proyectar en el pasado, porque no sabemos quiénes usaron cuál topónimo, ni qué
significante y qué significado tuvo entonces.
390
Este globo se conserva en el Germanisches Nationalmuseum de Nuremberg.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 269
posteriores no proporcionan una riqueza mayor de detalles. Según todas las apa-
riencias391, tenemos que esperar hasta el final del siglo XVI para encontrar mapas
que contengan informaciones toponímicas acerca del interior de las islas: poco
antes de 1590 el ingeniero italiano Leonardo Torriani dibuja los contornos y las
siluetas o perfiles de las islas, incluyendo algunos planos que acompañan su
Descrittione et historia del Regno de l’Isole Canarie392. La representación de
Tenerife ofrece algunos topónimos costeros, la ubicación de las poblaciones más
importantes con sus nombres y la posición del Pico del Teide que domina tam-
bién la Prospettiua di Tenerife. El motivo de agregar los planos de la ciudad de
La Laguna, del puerto de Santa Cruz y de la villa de Garachico era proponer los
lugares en los cuales debían construirse fortificaciones, el objetivo último de
toda la obra de Torriani. Pero no la podemos utilizar por varias razones: es muy
tardía, da cuenta de una fase relativamente adelantada del desarrollo de las pobla-
ciones y la leyenda está en italiano. En esta etapa de la expansión ultramarina, el
conocimiento de la realidad geográfica precedió todavía a la representación car-
tográfica. La preparación de los viajes de descubrimiento mediante mapas y la
sustitución de la realidad geográfica por la imagen cartográfica se inicia con los
viajes a las Indias, conduciendo a la inversión de la percepción del espacio geo-
gráfico. Así, los mapas mentales del hombre moderno antes y después de la fami-
liarización con la cartografía son extraordinariamente diferentes.
Las fuentes históricas de la toponimia canaria se reparten en tres universos de
discurso: la administración, las crónicas y la literatura, de los cuales sólo nos
interesan los dos primeros. Las fuentes más directas que transmiten los topóni-
mos en la forma tomada de la tradición oral son los repartimientos de tierras y
aguas que se dieron en recompensa de sus servicios a las personas que habían
conquistado las islas de señorío corriendo con los gastos. El repartidor de la pri-
mera isla de señorío, el de Gran Canaria, fue Pedro de Vera393, pero no se conser-
varon ni los documentos originales ni las copias. Tampoco consideramos las tie-
rras repartidas en la isla de La Palma que pronto se empeñó a los Bélzares, sino
que pasamos a valorar enseguida el caso excepcional de la conservación casi
integral de los repartimientos en la isla de Tenerife. Fue el conquistador mismo,
el adelantado Alonso Fernández de Lugo, quien junto con sus parientes y criados
distribuyó los terrenos consignados en albalaes (de datas), que es el término más
frecuente, de redacción libre, también llamados cédulas de repartimiento en el
391
D. J. Wölfel en L. Torriani 1940: 21-26.
392
Los mapas, las siluetas y los planos se reproducen en L. Torriani 1940 (texto original
italiano y traducción al alemán) y 1978 (traducción española).
393
F. Morales Padrón (ed.) 1978: 163-164.
270 JENS LÜDTKE
Por consiguiente, utilizo esta fuente en función de la fidelidad con la cual repro-
duce los manuscritos, aceptando la grafía de los nombres propios y del texto en
los seis primeros cuadernos del primer libro; he podido convencerme de la vali-
dez de este criterio al comparar una edición salida de esta escuela paleográfica
con los originales, como se dirá más abajo. El origen oral de los nombres de
lugar se patentiza en el hecho de que hayan sido los propios agraciados los que
solicitaron las tierras, motivo por el cual podemos tomarlos como los mejores
conocedores del terreno respectivo en aquel momento y como las personas más
idóneas para describir la ubicación de su futura propiedad.
F. Moreno Fuentes continúa la labor de E. Serra Ráfols en su edición del libro
V de datas originales (1988) así como del libro primero de datas por testimonio
de la misma editora (1992), las cuales son copias casi coetáneas de los documen-
tos originales y con frecuencia nuevas transcripciones de los documentos edita-
dos por Serra Ráfols en 1978, de modo que se puede hacer el mismo uso de ellos
como del resto de los documentos; en este caso me limité a reexaminar las edi-
ciones de determinados documentos y a utilizar los índices. Incluso los frecuen-
tes atropellos de Alonso de Lugo y de su clan, a los que se agrega la confusión
causada por el método del reparto, ya que cada uno solicitó la tierra que se le
antojaba, favorecen una excelente documentación de los topónimos tinerfeños
en su época fundacional castellana. Las injusticias, los errores y la falta de cum-
plimiento de las condiciones bajo las cuales se concedieron los terrenos, por
parte de los agraciados, requirió la reformación del reparto cuyos documentos
publicaron E. Serra Ráfols y L. de la Rosa Olivera (1953), como también el jui-
cio de residencia del adelantado Alonso de Lugo llevado a cabo por Lope de
Sosa (1949). Este documento ofrece la ventaja de localizar las tierras distribui-
das y por tanto los topónimos correspondientes en un entorno insular global396.
394
L. de la Rosa Olivera/E. Serra Ráfols (eds.) 1949. Hemos utilizado este documento en
3.6. para dar cuenta de los primeros pobladores de Tenerife.
395
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 12.
396
Pude verificar el carácter fidedigno de la edición del juicio de residencia en los origi-
nales que fotografié en el Archivo Municipal de La Laguna; debo el aprovechamiento del
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 271
manuscrito original a Rolf Kailuweit. Finalmente, las crónicas integran los topónimos en su
universo de discurso que es el del español estándar del siglo XVI, un aspecto que hay que tomar
en cuenta si no queremos confundir los puntos de vista de los propietarios, de los repartidores
y funcionarios reales así como de los autores que tranquilos se inclinan en su escritorio sobre
el objeto de su estudio.
397
F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 166.
398
“Porción de tierra que se repartía a los caballeros que habían contribuido a la conquis-
ta y colonización de un territorio” (DRAE).
399
“Porción de tierra o heredad que, despúes de hecha la conquista de un país, se solía
asignar a cada soldado de a pie para que se estableciese en él” (DRAE).
272 JENS LÜDTKE
ser la clave del motivo por el cual el baladero guanche se interprete como baila-
dero; quizás no sea descabellado suponer que hubo confusión de la plaza donde
bailaban los guanches y del lugar donde los guanches hacían balar las ovejas
como se verá más abajo.
El adelantado concluye la data citada con una cláusula de reserva. Aparte de
“sin perjuicio” o “sin perjuicio de tercero”, se usan las fórmulas “si no fuere
dado” o “si no son/fueren dadas”, implicando, o bien pedazo, o bien tierra. Para
hacer la posesión efectiva, se ejecuten actos de posesión que se documentan oca-
sionalmente como en el siguiente caso:
De esta forma se señalaba a los demás beneficiarios posibles que una tierra esta-
ba repartida antes de que el propietario la hubiera amojonado.
Una vez aclaradas las fuentes, podemos elaborar la toponimia tinerfeña como
región que se funda en la época de los orígenes del asentamiento de los nuevos
pobladores en los topónimos que son los más esenciales, ya que se dan por cono-
cidos y se presuponen en el momento del repartimiento, porque la localización
de los terrenos se describe en primer lugar mediante los topónimos indígenas,
cuya mención en los documentos explica al mismo tiempo la modalidad de su
transmisión hasta la actualidad; en segundo lugar, se usan topónimos castellanos,
primarios y secundarios, que se dan también por conocidos. Las informaciones
topológicas contenidas en los documentos nos ofrecen un panorama amplio, si
bien no completo, en textos que reflejan conocimientos aún desiguales del terre-
no y una competencia descriptiva y expresiva variables. Finalmente, se describe
la localización del terreno repartido en concreto, generalmente por falta de un
topónimo menor. Así, la denominación de los terrenos y solares presupone los
demás topónimos de alcance más general, porque ellos son los últimos en cuanto
a su especificación.
La primera fase de la ocupación de una tierra es la más creadora y la más
importante. Así, el motivo de elegir las Islas Canarias y Tenerife en particular
para señalar la manera como se forman los nombres de los lugares de una región
400
F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 133.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 273
vido algunas vezes que se ponía en plátjca que no se devía hacer en esta ysla segund
en Castilla, por que hera tierra nueva e que así se havía de poblar, por que de otra
manera si se hiziera rigurosamente que no se poblara401.
401
Interrogatorio, 87r; cf. L. de la Rosa Olivera/E. Serra Ráfols (eds.) 1949: 108-109.
402
Según la propuesta presentada en 1.5.3., el léxico toponímico, en vez de ser una “len-
gua funcional”, como opina M. Trapero (1995: 23-25, 57-83, 177-192), es una región, como
venimos exponiendo, un saber sintópicamente compartido dentro de una lengua histórica,
pero no simplemente dialectal, porque los hablantes, incluso los foráneos, deben usar los topó-
nimos que circulan en una región.
274 JENS LÜDTKE
las islas, porque sus habitantes son plenamente conscientes de las particularida-
des del espacio insular y las conocen, y éstas son un objeto de estudio tanto más
privilegiado cuanto que puede captarse en su fase formativa como sucede en el
caso de Tenerife403.
Hemos dividido el análisis de la región en la zona, el ambiente y el ámbito. La
zona toponímica está constituida por el conocimiento de los nombres de lugar de
esta isla y coincide con los límites dialectales, aunque los supera, ya que la topo-
nimia pertenece al acervo lingüístico de los hablantes que conocen el espacio
como entorno vital en todos los niveles sintópicos, no sólo los dialectales, y coin-
cide en particular con el espacio en el cual son conocidos los topónimos prehispá-
nicos específicos. Los conocimientos al respecto no se limitan a la familiaridad
con los lugares, sino que incluyen las terminologías de las actividades con las
cuales el hombre se apropia de la tierra por el trabajo y otros motivos, o se desin-
teresa de su aprovechamiento. Esta relación entre la toponimia y las terminologí-
as se establece desde las cédulas de repartimiento que no dejan sin mencionar el
uso que se debe hacer del terreno, si es que el aprovechamiento no queda implíci-
to. Los repartidores no podían saber de qué manera se utilizarían las tierras en el
futuro, pero tenían alguna noción acerca de su posible explotación. Por lo tanto, la
indicación de los usos tiene una dimensión futurista. Como queda dicho, restrin-
giéndome al manejo de los seis primeros cuadernos editados por E. Serra Ráfols
de forma íntegra y fiable, extraigo de los albalaes los usos de las tierras destinadas
a la senbradura404, que es el uso más común, también llamado “de pan levar”405
o, por ejemplo, “para pan senbrar”406 y “para sembrar pan o pastel”407; “para
403
M. Trapero (1995: 195-207) remite a la toponimia del Valle de Telde en Gran Canaria
como ejemplo de topónimos motivados, lugar cuyo paisaje ha sido muy alterado en la actuali-
dad. Sin embargo, la transformación geográfica y su designación es más fácil de describir en
Tenerife, porque se han conservado tanto los primeros documentos como los posteriores,
correspondientes a las primeras décadas del siglo XVI, de manera que nos permiten trazar el
perfil toponímico de una isla de considerable extensión.
404
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 20; 5. La cifra que aparece en segundo lugar es el número
corriente del primer cuaderno de las datas. Si aparecen dos cifras unidas mediante un guión, la
primera expresa el número corriente de las datas del volumen citado y la segunda corresponde
al número corriente de un cuaderno.
405
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 29; 53-15. Una tierra de pan levar era “[l]a destinada a la
siembra de cereales o adecuada para este cultivo” (DRAE).
406
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 27; 44-6.
407
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 25; 32. La hierba pastel o el glasto es una “[p]lanta crucí-
fera, tallo herbáceo, ramoso, de seis a ocho decímetros de altura, hojas grandes, garzas, lance-
oladas, con orejetas en la base; flores pequeñas, amarillas, en racimo que forman un gran
ramillete y fruto en vainilla elíptica, negra y casi plana, con semilla comprimida, tres veces
más larga que ancha” (DMILE).
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 275
408
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 49; 168-10.
409
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 55; 196-38. El portuguesismo latada significa “[e]mparra-
do, armazón que sostiene la parra u otras plantas, como tomateras y árboles frutales” (DHEC).
410
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 26; 37.
411
Majuelo o “viña nueva”.
412
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 26; 42-4.
413
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 28; 49-11. “Sitio, lugar o huerta donde hay árboles frutales,
especialmente manzanos” (DRAE; port. pomar).
414
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 24; 29.
415
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 25; 30.
416
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 40; 115-30.
417
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 46; 145-22.
418
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 37; 96-11.
419
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 30; 60-22.
420
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 56; 209-51.
421
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 20: 6.
422
I. Iordan y M. Alvar ofrecen una sucinta orientación en I. Iordan 1967: 103-128 que
merece una reconsideración en el contexto de la lingüística actual.
423
Cf. F. Krüger 1914: 5-41.
276 JENS LÜDTKE
424
F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 21.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 277
la voluntad de su alteza es poblar estas dichas islas de personas que ellas sean nobles-
cidas e honradas e defendidas e porque el bachiller J[uan] G[uerra] es persona honra-
da e tal de que su alteza es servida que esté e pueble e sea v[ecin]o. en esta isla e por-
que él sea venido a vecindar e vivir a esta isla, voluntad de su alteza es que a las
semejantes personas se den sus vecindades, según que merecen425.
425
F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 167.
426
Folio 36v del manuscrito; cf. L. de la Rosa Olivera/E. Serra Ráfols (eds.) 1949: 46.
427
Folio 37; cf. ibíd.: 46.
428
Como sí lo obtuvo Las Palmas de Gran Canaria: “Año de 1515, el emperador y rey
nuestro Señor Carlos V y la reina doña Juana su mujer dieron a la ciudad título de noble, lla-
mándola Noble Ciudad Real de Las Palmas y llamándola ciudad, que antes la llamaban villa
del Real de Las Palmas” (J. de Abreu Galindo 21977: 242).
278 JENS LÜDTKE
429
En lo que concierne a la semántica en la toponimia, elaboro, entre otras cosas, también
las propuestas de M. Trapero 1995: 81 y 1999. Sin embargo, me importa subrayar que la topo-
nimia no es un corpus (como lo es para la toponomástica), sino un saber.
430
La lista de los topónimos no estructurados es aún más larga: “Tampoco forman cam-
pos semánticos los grupos clasificatorios que pueden hacerse desde el punto de vista histórico
cultural: por ejemplo, los antropónimos (patronímicos, apodos e hipocorísticos, gentilicios, de
oficios y condiciones, etc.); los de referencia socio-económica (actividades pastoriles, agríco-
las, pesqueras, industriales, comunitarias, etc.); los de actividades administrativa y de defensa;
los de referencia cultural (creencias mágico-religiosas, leyendas populares, costumbres loca-
les, etc.); y los relacionados con la religión: la hierotoponimia. Y tampoco son campos semán-
ticos los grupos léxicos que pueden hacerse con los topónimos según su procedencia lingüísti-
ca: por ejemplo, en el caso de Gran Canaria, con el de los guanchismos, el de los canarismos,
el de los andalucismos, el de los portuguesismos, etc.” (M. Trapero 1995: 83).
431
Resuelvo las abreviaturas de la edición de Serra Ráfols, generalmente indicadas
mediante punto (q.), que falta en este caso concreto. Si se citan topónimos a partir de la página
62, su mención no se basa en la transcripción íntegra de las datas originales, pero sus formas
son también fiables.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 279
Benixo”432, “una cueva […] q[ue] ha por nombre la Cueva Azmygua”433, “el pago
q[ue] dizen Heneto”434 y de forma más explícita “toda el agua […] q[ue] es hacia
la costa de Aguache; la qual agua se llama en lengua de Tenerife Ajofa en Temi-
jar”435; “las cuevas q[ue] llaman los guanches Taforya” y a renglón seguido “las
dos cuevas de Taforya con sus corrales”436; “[u]nas aguas que son en el barranco
de Aguajo que se llama en el nombre de los guanches”437.
En cuanto a los significados de los nombres prehispánicos, hay que saber que
Tenerife es una isla, el Araotava, hoy La Orotava, una villa y el Teide un pico.
Este saber toponímico permite dos usos lingüísticos: uno que confía la función
designativa al nombre solo en el Araotava o Teyda438; y otro que interpreta los
nombres propios mediante apelativos como en la isla de Tenerife y el término de
Araotava, tipo que aparece con frecuencia en las cédulas439. Este empleo de los
topónimos muestra que su semántica está implícita en los nombres arbitrarios y
puede aclararse en caso necesario o lexicalizarse en su forma explicitada. Los
topónimos de la lengua común, tanto los primarios como los secundarios, “inter-
pretan” el nombre de lugar semánticamente opaco, en el sentido que doy a este
término440.
El hablante y el oyente manejan la semántica implícita del nombre propio de
manera muy diferente. Al oír, por ejemplo, un topónimo por primera vez, una
persona no puede enterarse, sin más contexto, de la ubicación a la cual se refiere
el nombre, sobre todo si no está motivado en su lengua, y debe conocer el lugar
que designa para tener una idea de su significado implícito. El hablante supera el
carácter oculto del significado del nombre propio por vía interpretativa explícita
al anticipar la comprensión que se dirige mediante el uso de interpretadores, por-
que los hablantes conocen tanto la designación como el significado implícito de
un topónimo. Los interpretadores aparecen en nuestra documentación desde el
inicio del poblamiento de la isla con tanta frecuencia que algunas veces sobran
las referencias: los nueve reinos guanches son nombrados como en Reino de
Abona, villa se usa en villa de Sant Cristóbal, aunque estos topónimos se pueden
432
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 26.
433
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 26.
434
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 31.
435
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 37.
436
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 133; 613-14.
437
F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 161; 1505.
438
Por ejemplo en “la halda de Teyda” (E. Serra Ràfols [eds.] 1978: 145).
439
Para más detalle sobre el tema remito a J. Lüdtke 1998a. En lo que concierne a los
topónimos, se trata de un caso de interpretación de “objetos”.
440
J. Lüdtke 1984 y sobre el español 1998a.
280 JENS LÜDTKE
dar por conocidos en la zona isleña. Otra cosa son los lugares menos conocidos
como el “barranco del Albarrada”, siempre citados en la edición de E. Serra
Ráfols441, o las “fuentes de Chipevcho”442, o aquellos lugares cuya designación
se prestaría a ambigüedades como en el “Barranco de Abona”443, la “montaña de
Tegueste”444, el “Río de Guyma”445 o Güímar, porque los mismos nombres
designan lugares diferentes. Cuando la toponimia representa un conocimiento
compartido, los nombres de lugar evocan por sí solos los significados, a veces al
inicio distintos a los actuales, como vamos a ver al tratar la adaptación de los
topónimos.
Pero la lingüística toponímica de Trapero va mucho más allá de la aplicación
que ha hecho a los nombres de lugar opacos, porque fundamenta la toponomásti-
ca como disciplina autónoma446, es decir, como estudio del léxico toponímico.
Los topónimos fundamentales comunes constituyen el léxico primario que con-
figura los accidentes geográficos en forma exclusiva al cual pertenecen lexemas
tales como barranco, cerro, cumbre, isla, puerto, rambla, río, roque, valle, etc.
Según Trapero, “[e]l límite entre su función primaria de léxico común y su fun-
ción secundaria de topónimo lo marca la singularidad de la referencia del segun-
do uso frente a la generalidad significativa del primero”447. El núcleo de las voces
pertenecientes a este grupo son primarias también a otro respecto, precisamente
porque se oponen en cuanto a su morfología como simples a las voces secunda-
rias complejas, las cuales son las voces derivadas (lugarejo, bufadero, terrezue-
la) y las convertidas o traspuestas (llano)448. Por estas características los campos
semánticos se componen de un número muy reducido de palabras simples, pero
las palabras complejas entran igualmente para formar un campo homogéneo en
cuanto a su semántica.
Junto a un léxico esencialmente toponímico existe otro que funciona en
varios campos que forma el conjunto de los topónimos secundarios. Hay por
ejemplo un léxico simple, o no derivado, compuesto de lexemas que son nom-
bres de materia o de masa y que en otros usos se convierten en contables. Así, la
441
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 32; 69-31.
442
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 266; 1326-24.
443
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 162; 788-29.
444
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 294; 1413-51.
445
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 156; 752-23.
446
E. Coseriu 1999: 15.
447
M. Trapero 1995: 35.
448
En lo que sigue, me aparto de la división de Trapero (1995, 1999), dejando intactos,
sin embargo, los logros teóricos de su enfoque. Desarrollo en extenso la idea de la formación
de palabras en una obra publicada en J. Lüdtke 2011.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 281
449
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 53; 189-31.
450
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 61; 242-27.
451
M. Trapero 1999: 221. Un contexto discursivo de esta voz se refiere claramente a un
accidente geográfico: “un pedaço de t[ierr]a. en Teguexte detrás de la fortaleza de Tegina que
se entiende de barranco a barranco en la qual tierra avrá tres c[ahíces] de senbradura” (E. Serra
Ràfols [eds.] 1978: 20).
452
J. de Abreu Galindo 21977: 284.
453
Cf. M. Trapero 1999: 75-80.
282 JENS LÜDTKE
dejado pasar muchas voces toponímicas. Debemos esforzarnos por hacer abstrac-
ción del aspecto actual de la isla e imaginarnos un mundo prehistórico escasamen-
te marcado por el hombre prehispánico, su hábitat y sus actividades ganaderas y
agrícolas rudimentarias. Sin embargo, al leer los documentos atentamente, resulta
posible enterarse de los lugares que han sido marcados por la mano de los guan-
ches. Captamos pocos elementos del paisaje aún intactos hoy en día, ya que, o
bien no se mencionan, o bien sólo se manifiestan en la descripción de la ubicación
de una tierra repartida. Sin embargo, mientras que Trapero valora las aportaciones
a la toponimia canaria por contribuir a la recolección más exhaustiva y auténtica
en la actualidad, mi intento es diferente, porque se trata de estudiar de qué manera
se forma la toponimia de una región importante, la de Tenerife, en cuanto modelo
de la formación de una toponimia primitiva fuera de la Península Ibérica. En el
momento de la conquista de Tenerife sólo estaba constituida por completo la topo-
nimia mayor –los nombres de las Islas, los reinos, los poblados, las elevaciones
importantes y sobre todo los accidentes costeros–, estando por adoptar, adaptar y
crear los nombres de lugar consecutivos a la implantación de los europeos.
Un inconveniente grave dificulta el análisis semántico del léxico histórico en
general, no sólo el de la parte que estamos tratando: la falta de diccionarios histó-
ricos completos. Procurando estudiar el devenir histórico del léxico toponímico
hasta donde sea posible, no puedo servirme de repertorios léxicos que consignan
la semántica del vocabulario peninsular vigente antes de la expansión a Canarias,
sino que hay que deducir los significados de las voces de los contextos discursi-
vos junto con el conocimiento de la geografía isleña y la literatura especializada,
extrapolando las informaciones relevantes a partir de fuentes de índole diversa.
Revisé las entradas de los diccionarios históricos del español canario, el DHECan y
el DHEHC, elaborados por C. Corrales Zumbado y D. Corbella Díaz (2001) así
como por M. Morera (2001). Consulté igualmente el DCECH de J. Corominas y J.
A. Pascual, y sobre todo el Diccionario de toponimia canaria de M. Trapero
(1999). No hay que desatender la continuidad de numerosos topónimos que apo-
yan mi interpretación semántica. En pocas palabras, se ofrece aquí una aproxima-
ción a la semántica del léxico toponímico de Tenerife a principios del siglo XVI.
En el primer conjunto de campos semánticos, la geografía y naturaleza de los
suelos, se distingue en cuanto a la situación geográfica la “división del territorio
insular” en isla, isleta, islote y roque (port. roque), que es una roca o peñasco
que está en el mar. Hay que agregar a este campo las subdivisiones que eran los
bandos/vandos (de guerra y de paces) antes de la conquista, llamados reinos/rey-
nos por separado también en los años posteriores a la conquista, no menceyatos
como hoy en día. Término se usa en las datas para un territorio tan grande como
un reino o menor, al lado del menos frecuente comarca. En la “orientación”, es
decir, “la posición de un lugar respecto a un punto cardinal”, encontramos barlo-
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 283
454
F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 185.
284 JENS LÜDTKE
455
F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 140.
456
M. Trapero 1999: 265; port. lombo.
457
Port. lomba, “[p]lanura sobre serra, colina ou qualquer altura” (GDLP); lombada,
“[g]rande lombo ou lomba contínua de terreno” (GDLP).
458
M. Trapero 1999: 307.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 285
459
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 235; 1227-10. Flayre, o fraile en la actualidad, es una eti-
mología popular que deriva del lat. FRACTUM > frecho, presente en varios lugares de la toponi-
mia peninsular (M. Trapero 1999: 222-223).
460
Cf. C. Díaz Alayón 1987: 32-33, 1987a: 85. Cf. port. caldeira, caldeirão.
461
Llama la atención que en la isla de Madera se denominan ribeiras las depresiones que
en las Islas Canarias son barrancos. Véase la Carta Militar de Portugal, Instituto Geográfico
do Exército, Regiões Autónomas, Açores, Madeira, Série P821, 2003. En un documento de
Tenerife de 1527 aparece el (puerto de) Ribera Brava, situado en Madera (D. Galván Alonso
[ed.] 1990: II:, 548). La proximidad de la ribeira maderense al barranco tinerfeño se confirma
en A. Vieira 2004: 44, 45.
462
F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 107: “se hizo un majano frontero de una mata verde e el
mismo camino por lindero hasta la degollada, aguas vertientes a la huerta de Juan Yanis”
(1504).
463
Según el DHEC, “loma prolongada”. Encuentro esta voz una sola vez en la siguiente
primera documentación probable: “la qual dicha fayana tiene de la parte de encima una com-
bada” (F. Moreno Fuentes [ed.] 1992: 20). El DCECH documenta la base comba “vallecito”
sólo en el año 1573 y no da ninguna fecha para combada. Cf. port. comba.
464
J. Viera y Clavijo 21982a: s. v.; C. Díaz Alayón 1987: 31-32, 1987a: 81.
465
Regionalismo de Salamanca según M. Alonso 1982: s. v.
286 JENS LÜDTKE
abrigo, lugar que sirve de tal para personas y animales; los “arrastres y despren-
dimientos de tierras” con rambla/arrambra/arranbra, “lecho natural de las aguas
pluviales cuando caen copiosamente” (DRAE), que aparece en la forma aportu-
guesada arrambra, y el lusismo fajana, fayana, “terreno llano al pie de laderas o
escarpes y formado comunmente [sic] por materiales desprendidos de las alturas
que lo dominan” (port. fajã)466; los “accidentes de costa” otra vez con bufadero,
con caleta y punta así como puerto (port. porto) y muelle, voz de origen catalán,
para cuya primera documentación ofrezco como fecha 1502 (port. molhe); los
poco numerosos hidrónimos entre los cuales contamos los “manantiales” agua,
madre del agua (port. madre de água), madre del arroyo, fuente/huente (port.
fonte), manadero, lusismo que no encuentro mencionado en ninguna obra espa-
ñola (port. manadeiro), manantial, naciente (1511; port. nascente), lugar donde
brota un manantial, y remaniente, una palabra que designa la “extracción del
agua”, pozo; los “depósitos de agua”, estanco en tanto “depósito natural” como
también herido (port. ferido)467, laguna que se conserva en La Laguna, laguneta,
charco y abrevadero, aguadero468; albercón y estanque como depósitos artificia-
les (port. estanque); y para terminar esta reseña de la morfología del terreno, los
“cauces del agua” que son los cauces naturales barranco, barranca, barranque-
te, caedero, hoy caidero, arroyo, río, que todavía tenía “agua corriente perma-
nente”, por ser la isla abundante en agua, y los artificiales acequia, canal, des-
aguadero, tanquecillo (port. tanque) y tomadero (1546), “[z]anja o canal para
encauzar el agua hacia las presas o depósitos”.
Con contadas excepciones, los topónimos aducidos anteriormente denominan
lugares naturales. El resto se refiere a la “intervención y uso del hombre en la
naturaleza”, que puede ser tanto del guanche como del europeo. El campo de los
“núcleos de población” abarca los términos genéricos lugar, lugarejo, y los más
específicos, según su tamaño de menor a mayor, casa469, casas, cueva, si está
habitada, llamada también cueva de morada, el guanchismo auchón “[c]ueva
habilitada para vivir en ella o para servir de granero”, vecindad y pago, que
designan realidades parecidas, las fortificaciones fortaleza y torre, así como
ingenio, aldea, villa y ciudad. Con toda probabilidad el campo de las “construc-
ciones elementales que servían de refugio en el campo” fue más rico en ese perí-
466
M. Trapero 1999: 217, siguiendo el DHECan.
467
Por ejemplo en “tierra cerca del herido del agua para en que haga casa e ingenio y
molino” (F. Moreno Fuentes [ed.] 1992: 62), un regionalismo portugués del Miño: “Cada por-
ção de água represada que se usa nas regas” (DLPC: s. v.).
468
F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 206.
469
Esta palabra se usa para las casas ya existentes al localizar las tierras, o bien se deben
construir para justificar el reparto.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 287
odo, aunque encontramos en las datas sólo albarrada, una voz que Trapero com-
prueba únicamente en El Hierro con el significado “pared de piedra seca”470, así
como choza y esteo (port. esteio) que podría ser un tipo de refugio. Caben aquí,
sin embargo, todos los topónimos guanches, de los cuales detecté tagoro471 en
las datas y gamabuesa, es decir, gambuesa, en los Acuerdos del Cabildo de Tene-
rife (3.8.). Los “establos para animales de pastoreo” se llaman corral en poblado
y majada en el campo, rodeo, por ejemplo, de las vacas, “sitio donde se reúne el
ganado mayor” (DRAE), y hay que citar otra vez ahijadero, que funciona en el
campo de los “establos para animales domésticos” al igual que cuadra y palo-
mar. Colocamos en este lugar la habitación de las abejas, colmena y el colectivo
colmenar. La diferenciación de las “vías de comunicación urbana” es todavía
escasa, sólo contamos con calle, calleja y calle real. Cuando una vía comunica
pueblos, se dispone de camino, camino real, carril, “camino estrecho capaz tan
sólo para el paso de un carro”, vereda, “camino estrecho”, arrife (1551; port.
arrife “arruamentos abertos no interior do maciço florestal”) y serventía (1516;
port. serventia), “[c]amino que pasa por terrenos de propiedad particular, y que
utilizan los habitantes de otras tierras”. Puerto, portechuelo y paso, que aparece
en el topónimo Malpaso, son “vías dificultosas de comunicación en montaña”,
andén “[p]aso estrecho y peligroso en un risco escarpado” (DDEC), y atajo, cues-
ta, paso, puente “elementos de una vía particular”. Para terminar, ofrecemos las
palabras más importantes y frecuentes en las datas, que constituyen el motivo de
su redacción, a saber, las tierras que se reparten. El término básico, pues, es tie-
rra472, a veces terrezuela, con frecuencia diferenciado en tierra de riego o de
regadjo y tierra de sequero473, o de forma aislada, de secano, si no se llama sim-
plemente pedaço, suerte, terreno, heredad, heredamiento o asiento; se destinan
para usos particulares las que se llaman campo, labrança, sementera, era, que
puede ser un lugar destinado a la trilla como un terreno de cultivo pequeño y
llano (port. eira), vega, si es grande, tablero con el significado “terreno llano
cultivable”, viña y majuelo, probablemente “viña nueva”, huerta/guerta así
como terrero (1536), “[t]rozo de terreno llano sin piedras usado habitualmente
para bailar, practicar la lucha canaria o el juego de palo” (DHECan). Un solar es
470
Cf. M. Trapero 1999: 110.
471
F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 149, 184.
472
Tierra no forma parte del campo “tipo de suelo”, sino del de “tierras de cultivo”, si
bien en realidad no lo son todavía o no necesariamente; son terrenos que se van a convertir en
tierras de cultivo tras los trabajos de desmonte y roza.
473
Excepcionalmente se encuentra un contexto discursivo explicativo: “si algunas tierras
tienen de sequero son helechales e cosa perdida”, memorial de descargo, 13v; cf. L. de la Rosa
Olivera/E. Serra Ráfols (eds.) 1949: 18.
288 JENS LÜDTKE
474
De brezo: “Arbusto de la familia de las Ericáceas, de uno a dos metros de altura, muy
ramoso, con hojas verticales, lineales y lampiñas, flores pequeñas en grupos axilares, de color
blanco verdoso o rojizas, madera dura y raíces gruesas, que sirven para hacer carbón de fragua
y pipas de fumador” (DRAE).
475
De cardón: “Planta euforbiácea, sin hojas, de tallos carnosos de hasta tres metros de
altura, de color verde pálido y de forma acanalada, con las aristas de estos canales erizadas de
pequeñas y duras púas. Suele formar extensos y compactos grupos, con la apariencia de altos
candelabros (Euphorbia canariensis)” (DDEC).
476
De escobón (o tagasaste): “arbusto leguminoso, alto, de hojas trifoliadas y flores en
racimos axilares de color blanco” (DHEC).
477
De gamón: “Planta liliácea, con hojas erguidas, largas, en figura de espada, y flores
blancas en espiga apretada, sobre un escapo rollizo de un metro aproximadamente de altura,
de raíces tuberculosas, fusiformes e íntimamente unidas por uno de sus extremos (DMILE).
478
De mocán: “Árbol de Canarias, cuya madera se emplea en la fabricación de coches y
carretas” (DMILE).
479
De sabina: “Arbusto o árbol de poca altura, de la familia de las Cupresáceas, siempre
verde, con tronco grueso, corteza de color pardo rojizo, ramas extendidas, hojas casi cilíndri-
cas, opuestas, escamosas y unidas entre sí de cuatro en cuatro, fruto redondo, pequeño, negro
azulado y madera encarnada y olorosa” (DRAE).
480
De tabaiba: “Árbol cuya madera, muy ligera y poco porosa, se usa para tapones de
cubas y barriles” (DRAE).
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 289
481
De torvisco: “Mata de la familia de las Timeleáceas, como de un metro de altura,
ramosa, con hojas persistentes, lineares, lampiñas y correosas, flores blanquecinas en racimi-
llos terminales, y por fruto una baya redonda, verdosa primero y despés roja” (DRAE).
482
De jaguarzo: “Arbusto cistáceo, que puede alcanzar hasta los dos metros de altura,
derecho y ramoso; su madera es fuerte y quebradiza, de tonos marrones que se vuelven rojos
bajo la corteza; las hojas, lanceoladas y casi lineales, son algo viscosas, de color verde oscuro
por el haz y blanquecinas y tomentosas por el envés; las flores blancas, pequeñas y delicadas,
tienen el aspecto y la textura del papel arrugado; el fruto, capsular, pequeño y liso, es casi glo-
boso (Cistus monspeliensis)” (DDEC).
483
De granadillo: “Arbusto hipericáceo de densa ramificación, de hasta cuatro metros de
altura, con hojas de color verde oscuro por el haz y pálido por el envés, flores amarillas y fru-
tos capsulares, parduscos, con numerosas semillas (Hypericum canariense)” (DHEC).
484
Del port. comba: “Vale que se vai elevando entre dunas ou montanhas” (GDLP).
485
Del port. lata: “Vara transversal ou forcado de parreira” o bien “[r] enque de videiras
altas dispostas aos dois lados de un caminho” (GDLP).
290 JENS LÜDTKE
486
M. Trapero 1995: 34.
487
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 20-21.
488
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 42.
489
1501, E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 87.
490
1503, E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 139.
491
1502, F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 46.
492
1501, F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 54.
493
1502, F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 157.
494
1505, F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 149.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 291
bre aborigen Taganana que se caracteriza primero como valle y luego como
comarca, dentro de la cual la tierra repartida se delimita frente a otra, la de Juan
de Armas. En la misma comarca se distinguen a continuación el río de Taganana
y otro valle llamado de Guaxa, que puede ser una mala lectura, en la primera
mención, el cual quizás se convierta en el barranco de Aguaxe, sin que sepamos
si el valle y el barranco de este nombre son idénticos ni si ya se diferencian en su
semántica. De este modo, el mosaico de las tierras distribuidas obliga a los soli-
citantes y al repartidor a precisar cada vez más la localización de las tierras con-
tiguas, proceso que solamente podemos observar en las zonas muy solicitadas,
mientras que no obtenemos informaciones sobre las mejores tierras y aguas que
Alonso de Lugo se otorga a sí mismo y a Hernando de Hoyos, criado del rey:
“las tierras e aguas […], que se disen Tahoro, que son junto con la sierra por a do
suben a Dabte fasta el Cabo de Tahoro”495, así como tampoco sobre los reinos de
Güímar, Abona y Adeje por ser poco rentables.
Los hablantes adoptan numerosos topónimos prehispánicos y los adaptan al
mismo tiempo496. No es seguro ni siempre cierto que los topónimos aborígenes
auténticos sean los que se recogen en la actualidad. Al contrario, la oralidad y el
carácter auténtico de los topónimos antiguos se manifiesta en la variación de sus
significantes mediante los cuales los varios autores de los documentos intentan
dar forma gráfica al topónimo que escucharon. Entre los topónimos recurrentes
cada vez en una sola variante, algunos fueron adoptados con facilidad y otros
dejaron esta fase adaptación atrás como Tacoronte, Taganana que, si presentan
las variantes Taganane o Tagnane, pueden considerarse lapsus cálami. Otro
reino se escribe mayoritariamente Abona; las variantes son Avona y Abone, esta
última probablemente una variante gráfica como también en la mayoría de las
grafías de Tegina, Tegyna, Tejina frente a Texina –compárense Benixo, Benyxo y
Benijo– que señala un cambio fonético en curso, y Teguyna. Esta última grafía
puede ser un indicio de la confusión de los grafemas <g> y <gu> para el fonema
/g/ como en Tegeste y Tegueste; la variante asibilada Teguexte tiene aire de adap-
tación lusa como también Maxca al lado de Masca. Las grafías Tahoro y Taoro
pueden marcar diferencias de estructura silábica, lo que sucede también en Naga
y Anaga. La sibilante sonora parece ser originaria en Tegina, la sibilante sorda en
Adexe, Adex y Dexe, si bien se documenta con la variante Adés. En lo que con-
cierne al reino que hoy se escribe Güímar, su nombre ofrece las variantes Goy-
mat, Guyma, Goyma, Guymad, Guimar, Guymar, Goymard, Aguymar, Agoy-
495
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 16.
496
Con adopción, creación y adaptación me refiero a los procedimientos en la formación
de topónimos que distingue M. Alvar (1993) y que acepta también M. Trapero (1995: 129).
292 JENS LÜDTKE
497
F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 13. Hay otras variantes más del mismo documento en
otra transcripción en E. Serra Ráfols (ed.) 1978: 53.
498
F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 142.
499
M. Trapero 1995: 125.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 293
menor bailadero que delata el hibridismo cultural durante la época de los primeros
contactos. Bailadero es un sustituto de baladero. Espinosa escribe a este propósito:
cuando los temporales no acudían, y por falta de agua no había yerba para los gana-
dos, juntaban las ovejas en ciertos lugares que para esto estaban dedicados que llama-
ban el baladero de las ovejas, e hincando una vara o lanza en el suelo, apartaban las
crías de las ovejas y hacían estar las madres al derredor de la lanza, dando balidos; y
con esta ceremonia entendían los naturales que Dios se aplacaba y oía el balido de las
ovejas y les proveía de temporales500.
Ya desde principios del siglo XVI este significado de baladero, que según parece
estaba difundido en todas las islas, se pierde y se reemplaza por la etimología
popular bailadero501.
La creación de un topónimo es un acto que pasa desapercibido, aunque la isla
manifiesta caracteres insólitos y desconocidos anteriormente en la misma así como
en el resto de las Islas Canarias. Al ser del mayor relieve de cara al futuro, los
lugares no se “bautizan” mediante nombres propios, entendiendo como tal un acto
intencionado. Los nombres de lugar que los europeos estiman dignos de comenta-
rio son los nombres guanches. Ya que se conocen los topónimos mayores se
comentan los topónimos menores de los cuales hemos citado algunos más arriba.
En el repartimiento, Alonso de Lugo y los demás repartidores, o los solicitan-
tes, no denominan las tierras, sino que describen simplemente su localización.
Como el terreno se describe a partir de alguno de los pocos topónimos conocidos
que son con mayor frecuencia de origen guanche, se procura especificar su ubi-
cación lo más exactamente posible tomando éstos como referencia, porque los
mismos topónimos léxicos se usan en ámbitos diferentes. Selecciono las descrip-
ciones de tierras situadas en la región de Icod de los Vinos, porque es uno de los
lugares tradicionales que no sufrió tantas transformaciones causadas por cam-
bios de cultivo y urbanizaciones tan profundas y radicales como otros y por tener
un conocimiento directo de la villa.
En cuatro casos los nombres se mencionan explícitamente como topónimos:
“en Ycoden desde la fuente de la Guancha q[ue] dicen” (1491)502, “en término
500
A. de Espinosa 1980: 34.
501
F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 126 lo documenta ya en 1505: “un agua manatial, que
es en Adexe al Bailadero, la cual dicha agua se llama Arguaya”; y no aparece apenas sino
hacia finales del siglo según C. Díaz Alayon 1987: 29-31, 1987a: 74-76.
502
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 168. Reproduzco la mayúscula de la transcripción de E.
Serra Ráfols así como las demás particularidades de esta edición. Evidentemente, las mayús-
culas señalan que los transcriptores reconocieron las expresiones como topónimos, pero no
excluyo erratas. Las cifras entre paréntesis remiten a las fechas indicadas en los documentos.
294 JENS LÜDTKE
503
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 250.
504
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 252.
505
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 175, 1504.
506
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 79 (1507), 167 (1508); 252 (1522); 283 (1514); 294 (1516);
300 (1506).
507
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 38.
508
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 38.
509
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 175.
510
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 27.
511
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 71.
512
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 57 (1502); 158 (1507); 163 (1503); 189 (1504); 293 (1508).
513
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 180.
514
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 104.
515
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 64 (1503); 145 (1504); 147 (1507); 155 (1508); 190 (1499);
191 (1502).
516
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 133 (1501); 172 (1505).
517
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 159.
518
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 170.
519
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 179.
520
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 149 (1508); 166 (1504); 190 (1505); 194 (1504).
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 295
521
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 90.
522
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 117.
523
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 158.
524
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 187.
525
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 285.
526
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 187 (1504); 253 (1511).
527
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 98.
528
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 128.
529
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 184 (1510); 186 (1500).
530
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 144.
531
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 135 (1500); 186 (1504).
532
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 187.
533
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 68 (1501); 116 (1500); 183 (1506); 185 (1507).
534
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 30.
535
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 69.
536
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 31.
537
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 90.
538
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 89.
539
E. Serra Ràfols (ed.) 1978: 101.
296 JENS LÜDTKE
540
E. Coseriu 1981b: 113-118.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 297
evoca al mismo tiempo la microtoponimia del lugar que sirve de punto de refe-
rencia y el sistema de la macrotoponimia de la región canaria en su totalidad.
Debemos leer los albalaes de Tenerife en esta clave y, además, las referencias a
cualquier lugar tocado en las fuentes que siempre abren un horizonte geográfico
que rebasa el lugar documentado en cada caso.
Los cronistas no sólo representan otro universo de discurso, sino que escriben
sobre las islas cuando habían discurrido cien años tras la conquista de Tenerife.
Los datos que extraemos de ellos no son tan ricos ni están tan diversificados
como las informaciones que arrojan las datas. Su valor consiste en que explican
algunos topónimos. Así, los guanches llamaban a su isla, según Abreu Galindo,
Chineche: “Esta isla de Tenerife se llamaba, en su común hablar, Chineche, y a
los naturales llamaban Bincheni”541; o, siguiendo a Espinosa, mediante la varian-
te Achinech: “los naturales de esta isla, que llamamos guanches, en su lenguaje
antiguo la llamaron Achinech”542. Isla de Tenerife está en variación con isla de
Infierno: “A esta isla de Tenerife llaman algunos la isla de Infierno, porque hubo
en ella muchos fuegos de piedra azufre, y por el pico de Teide, que echa mucho
fuego de sí”543. Se establecen correspondencias entre nombres guanches y caste-
llanos: “Alonso de Lugo, teniendo en poco a los guanches, puso su real en La
Laguna, que llamaban Aguere”544; o se interpretan, como Arguijón: “la cuesta
que desciende de la ciudad de La Laguna de Santa Cruz, que se dice Arguijón,
que es decir ‘mira navíos’”545. Se refieren cambios de nombre: “el puerto de
Santa Cruz, que primero se llamaba Añaso”546, y un acto de bautizo:
541
J. de Abreu Galindo 21977: 1977: 300.
542
A. de Espinosa 1980: 26.
543
J. de Abreu Galindo 21977: 327.
544
J. de Abreu Galindo 21977: 317.
545
J. de Abreu Galindo 21977: 292. M. Trapero (1996: 190-191) no cree que esta equiva-
lencia sea cierta, porque los guanches “desconocían totalmente el arte de la navegación”. Sin
embargo, los navíos formaban parte de su horizonte vital, debido a la aparición no infrecuente
de navegantes.
546
J. de Abreu Galindo 21977: 314.
547
J. de Abreu Galindo 21977: 321.
298 JENS LÜDTKE
no nos enteramos del arraigo de los conocimientos de los cronistas entre los
hablantes.
No dejo de mencionar el nombre de una octava isla mayor, la isla de San
Borondón, cuya ubicación introduce Abreu Galindo tras muchas prevenciones:
“Esta isla de San Blondón parece de la isla de La Palma al oesudueste, y de la del
Hierro parece al oesnoroeste”548. El autor sabe que el nombre deriva de San
Brandano y narra que muchos de los españoles que fueron en su busca no halla-
ron “sino arrumazón (como dicen los mareantes) o acumulación de celajes”549,
cosa que no es cierta y cita “algunas averiguaciones que se han hecho”550. No
hace falta profundizar en las pruebas de que este espejismo es realmente tierra;
esta isla entra aquí porque es una de las tantas prefiguraciones de tierras míticas
que desorientaron a las personas de ánimo aventurero en América.
Frente a la escasa presencia del léxico canario de Hispanoamérica, contamos
con la propagación de una parte del léxico toponímico que son innovaciones
canarias como ancón, bufadero (bufeadero en Hispanoamérica), caldera, malpa-
ís o que corresponden a una difusión, o bien paralela, o bien coincidente, con
barranco, hoya, loma, lomo y morro551.
548
J. de Abreu Galindo 21977: 333.
549
J. de Abreu Galindo 21977: 338.
550
J. de Abreu Galindo 21977: 340.
551
Cf. M. Trapero 1995: 133; M. Álvarez Nazario 1972: 104-106 y 1982: 158-175.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 299
552
R. J. Cuervo 21987: 36-38.
553
Se pueden considerar como tales algunas voces que J. A. Frago Gracia cita a lo largo
de su texto, es decir, estancia (1999: 44), lomada (58), pargo (89), vieja (58), peje (232), ras-
padura (233), zafra (293), unas de ellas ya mencionadas antes y otras tratadas en este capítulo.
554
C. Corrales Zumbado 1996.
555
Citemos algunas obras como ejemplos: M. Almeida/C. Díaz Alayón 1988 (Islas Cana-
rias), M. Alvar 1959 (Tenerife), M. Almeida 1989 (Gran Canaria), M. Morera 1994 (Fuerte-
ventura) y M. Torres Stinga 1989 (Lanzarote).
556
Resulta imposible atribuir el catalanismo muelle que he mencionado en 3.9. a la
influencia directa de este grupo de pobladores.
300 JENS LÜDTKE
557
Al leer el artículo de L. Cintra (2008) que reseña los estudios sobre los dialectos de
Madera hay que notar la escasez de investigaciones y la ausencia de una contribución acerca
de la terminología azucarera.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 301
cas en la obra de Eduardo Aznar Vallejo (1992) que contiene el léxico de las pri-
meras décadas, hasta 1526, pero, por un lado, no se plantea el problema de la for-
mación de una terminología nueva como tal ni tiene, por otro, a su disposición en
la primera edición (1983) las numerosas ediciones de documentos que se publi-
caron después. Los numerosos lusismos comprobados en las distintas obras, tanto
ediciones de fuentes como estudios, me convencieron, como si todavía fuera
necesario, de la importancia de la influencia portuguesa en el léxico canario desde
el comienzo. En este sentido, revisé el léxico de origen portugués que Marcial
Morera (1994) analiza desde una perspectiva maximalista. Todas las obras consi-
deradas proporcionan un léxico en gran parte convergente que he limitado a las
palabras documentadas lo más temprano posible, en todo caso siempre antes de
1580, fecha que marca el inicio de la unión de las Coronas de España y Portugal,
según mis recuentos y la documentación consignada en los diccionarios históri-
cos de Morera (DHEHC) y Corrales Zumbado y Corbella Díaz (DHECan).
El valor del estudio también léxico de la obra de Aznar Vallejo reside en par-
ticular en que se basa en fuentes documentales, generalmente consultadas en los
originales conservados en los archivos. Su análisis no se distingue en muchos
aspectos de un análisis lingüístico si no fuera por la perspectiva de contribuir a la
reconstrucción histórica que no a la histórico-lingüística. En ambas perspectivas,
el período que empieza con el principio de la conquista de Gran Canaria en 1477
y concluye con la creación de la Audiencia en 1526 es la época de la formación
del español en las islas de realengo. La limitación a estas islas no es ningún
inconveniente como tampoco la mayor abundancia de documentación sobre
Tenerife. En cambio, la articulación del estudio en el marco administrativo, los
hombres y las actividades económicas requiere la extrapolación de las informa-
ciones relativas a la lengua. Los límites cronológicos, la coherencia y la amplitud
de esta obra histórica hacen superflua la repetición de una revisión de las fuentes
documentales que no puede ser tan pormenorizada en el ámbito de una historia
general de la lengua española como la ofrecida en los ricos materiales de la sín-
tesis en cuestión, tanto más que muchas veces el autor usa los términos en su
forma original. Lo que generalmente se da por sabido, no siempre con razón, son
los significados de las voces citadas. Por lo demás, se puede prescindir de apro-
vechar los materiales acopiados, siempre que no se esperan innovaciones, présta-
mos o adaptaciones de ninguna clase.
Es posible que sea más relevante reseñar algunos campos onomasiológicos o
terminologías populares que los de procedencia parcial portuguesa o ibérica
occidental en general, aspecto que se basa más bien en la geografía lingüística
que en la probable percepción de los coetáneos, que estaban más interesados en
las actividades económicas y los ingresos, si bien debemos contentarnos con las
parcelas léxicas documentadas.
302 JENS LÜDTKE
558
M. Morera 1994a: 70.
559
Conviene citar a M. Morera quien se propone “estudiar sistemáticamente las conse-
cuencias lingüísticas que implicó la integración semántica y formal de estos préstamos en el
español isleño” (1994a: 9). Este punto de vista actual no me permite proyectar los resultados
de la investigación en los siglos XVI y XVII, pero voy a aprovechar sus materiales en la medida
de lo posible. Por los caracteres de un estudio pancrónico es imposible averiguar las etapas de
mayor o menor penetración de lusismos en el español de Canarias. Por razones de coherencia
metodológica dejo también a un lado el interesante artículo de P. N. Leal Cruz sobre el análisis
contrastivo del léxico español de origen portugués en La Palma, isla que conserva el mayor
número de palabras de esta procedencia en el archipiélago. El autor muestra que la distancia
mínima entre español y portugués favorece las transferencias de la una a la otra lengua consi-
derando que sólo un 7% de total del léxico es “de distinto étimo” (2003: 661).
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 303
posible región de procedencia. Sin embargo, las lenguas y los dialectos son tan
afines que, según la lengua escrita que se use en las islas, pueden aparecer tanto
en español como en portugués en los poco frecuentes documentos en los cuales
se emplea este último idioma. De este modo, no se consigna la forma originaria,
sino la que corresponde al tipo léxico de la lengua de llegada. La situación de
contacto y de diglosia implica el bilingüismo de un número importante de perso-
nas que sólo se manifiesta si los documentos se redactan alternativamente en una
y otra lengua delatando en el significante gráfico de las voces el trasfondo de la
lengua de contacto. En el proceso de apuntar los contenidos transmitidos en len-
guas usadas alternativamente operan correspondencias regulares en ambos senti-
dos. La base de la comparación son lenguas mínimamente distantes entre sí, de
todos modos menos diferentes que hoy en día, si bien el portugués sufrió mayo-
res cambios vocálicos y el español consonánticos en los siglos XV y XVI. No es
éste el lugar de tratarlos detalladamente; sólo advierto que las correspondencias
luso-hispánicas son un argumento a favor de la fase del cambio fonológico mani-
festado en las interferencias y en las adaptaciones de los lusismos a esta lengua,
dos procesos diferentes que cabe distinguir. Entre las correspondencias fonéticas
que aparecen en las fuentes puedo citar: -ei-/-e-: manadeiro/manadero; -e-/-ie-:
rego/riego; -ou-/-o-: louro/loro; -ø-/-n-: fajã/fajana; -mb-/-m-: lombada/lomada;
f-/h-: ferido/herido; j, ge,i/x, j: abadejo/abadexo, donde <x> representa la palatal
sorda como se deduce también de la correspondencia ch-/x como en marracho
/marraxo; y z/c: azevinho/acebiño. Me privo de la discusión de las correspon-
dencias j/y como en fajã/fayana y ç/s que se colocarán en el contexto mucho más
amplio del desarrollo de las palatales y del seseo/ceceo. Podemos colocar aquí
las correspondencias de la morfología léxica, por ejemplo -doiro, -douro/-dero, -
eiro/-ero e –inho/-illo, -ão/-ón: espigão/espigón; -ã/-ana: fajã/fajana. Argüimos
de estas regularidades de las palabras que logramos documentar hasta aproxima-
damente 1580, fecha que marca la unión de las dos Coronas peninsulares, que su
estudio es de particular importancia, debido a que los portuguesismos no son
sólo préstamos, sino que representan la huella léxica de toda una variedad con-
tactual que se manifiesta también de otra forma, por ejemplo en la presencia
masiva de rasgos fonológicos portugueses documentados con posterioridad. Al
considerar las adaptaciones de los significantes portugueses a los españoles no es
recomendable partir de los étimos latinos, que los hablantes desconocen.
La profunda interpenetración de las lenguas lleva a veces al predominio de
significantes portugueses560 y en otros casos al predominio de significados de
voces comunes al portugués y al español561, pero no se puede aclarar la cuestión
560
M. Morera 1994a: 53-54.
561
M. Morera 1994a: 65-67.
304 JENS LÜDTKE
562
J. de Viera y Clavijo 21982a: 59; 11768.
563
M. Morera 1994a: 38-39.
564
J. H. Galloway 1989: 19-47.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 305
565
J. Heers 1971: 324, 335-337; J. H. Galloway 1989: 45.
566
J. H. Galloway 1989: 34.
567
F. Morales Padrón (ed.) 1978: 164; A. Vieira 2008: 72-73.
568
Documentado, según F. A. Frago 1999: 90, n. 213, en Andalucía.
569
J. H. Galloway 1989: 50.
570
J. Heers 1971: 335.
571
J. Martínez Ruiz 1964: 271; cf. J. Martínez Ruiz 1962: 167.
306 JENS LÜDTKE
572
J. Martínez Ruiz 1964: 272-287.
573
La documentación maderense que A. Vieira (2004) cita a lo largo de su artículo no deja
captar la terminología de la producción azucarera. Su transmisión del árabe a las varias len-
guas románicas requeriría un estudio detenido y minucioso.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 307
ción canaria y que pasaron además dos siglos entre la producción de las fuentes.
Madera y Canarias, con Gran Canaria574, La Gomera, La Palma y Tenerife, en
mucho menor medida las Azores, fueron las regiones de experimentación en las
cuales las técnicas de cultivo y producción azucarera empezaron a adaptarse a
las condiciones coloniales, aunque no consta que los maderenses ni los canarios
hayan introducido mayores innovaciones tecnológicas respecto a la fase medite-
rránea de la expansión de este ramo. El modelo del ingenio parece haber sido, sin
embargo, el lagar575. El cultivo y la producción no sólo se difundieron de Made-
ra a Canarias y el Brasil, sino también de Canarias a La Española y el resto de los
territorios españoles de América576. Así, la introducción tan temprana de la indus-
tria sacarina a partir del archipiélago canario, más abundante en agua, está rela-
cionada directamente con su auge en la isla cercana de Madera. Alonso de Lugo
fomentó, más que otra cosa, la implantación de los ingenios de azúcar, otorgando
a los pobladores capaces de edificarlos las mejores tierras y aguas (3.9.). Por lo
demás, los portugueses establecidos anteriormente en el archipiélago de Madera
y las Azores tenían un buen motivo para emigrar, ya que estaban bajo un régimen
de señorío que les cerraba el acceso a la propiedad de la tierra, y aun cuando
algunos lo tenían, el tamaño reducido de las tierras disponibles para los muchos
propietarios de ingenio maderenses hacen comprensible su emigración a Ca-
narias.
Nuestro problema para dar cuenta de la filiación lingüística de la terminolo-
gía azucarera y su origen es que la documentación es prácticamente inexistente
en la Madera de los siglos XV y XVI577 y en las regiones mediterráneas en las que
574
Las Ordenanzas del Concejo de Gran Canaria, estudiadas y publicadas por F. Morales
Padrón (1974), ofrecen informaciones acerca de la producción azucarera de esta isla. Sin
embargo, no es esperable que este texto, como documento dispositivo que es, aclare por ejem-
plo el funcionamiento de un ingenio de azúcar ni que describa los ambientes profesionales de
este tipo de planta. Para conocer los trabajos concretos y los ambientes profesionales los docu-
mentos tinerfeños aprovechados en este capítulo son mucho más útiles. Pocas son las voces
que se encuentran en las ordenanzas grancanarias que no aparezcan también en Tenerife. Si
bien opino que no son más que lagunas documentales, no las tomo en cuenta, ya que no se
excluye que se trate de posibles divergencias entre las islas. Las mismas observaciones se apli-
can al artículo de G. Camacho y Pérez Galdós sobre “El cultivo de la caña de azúcar y la
industria azucarera en Gran Canaria (1510-1535)” (1961). Además, no se distingue claramen-
te entre el uso coetáneo y el moderno ni se trata, o sólo de paso, la aportación portuguesa a la
terminología, ya que el objetivo de esta contribución no es lingüística.
575
A. Vieira 2004: 52-53.
576
J. H. Galloway 1989: 49-50.
577
Los datos relevantes de la comparación sistemática de las condiciones de la economía
azucarera en Madera y Canarias según A. Vieira 2004 no parecen alcanzar para este propósito.
308 JENS LÜDTKE
578
M.a L. Fabrellas 1952.
579
Cuando Juan de Valdés escribe: “Por grossero hablar tengo dezir, como algunos, enge-
ño; yo uso ingenio” (1969: 122), confirma un uso bien establecido. Se refiere al significado
“máquina de guerra”, no al “ingenio de azúcar”. Covarrubias (1994: s. v.), quien lo cita, sólo
usa ingenio.
580
E. Serra Ráfols (ed.) 1949: 120.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 309
581
A. Vieira 2008: 63-64.
310 JENS LÜDTKE
582
D. Galván Alonso (ed.) 1990: I 399.
583
“São as formas do açúcar uns vasos de barro queimado na fornalha das telhas, e têm
alguma semelhança com os sinos, altas três palmos e meio, e proporcionalmente largas, com
maior circunferência na boca, e mais apertadas no fim, aonde são furadas, para se lavar e pur-
gar o açúcar por este buraco” (A. J. Antonil 1982: 127).
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 311
Los bienes son los siguientes: la mitad de un ingenio moliente y corriente sito en
La Orotava con sus ejes, ruedas, prensas y otras maderas y pertrechos pertenecientes
a la casa del ingenio para que esté, según que está, moliente y corriente. Se especifica
que un banco, un husillo y eje pequeño asentados en el ingenio están mal acondicio-
nados y maltratados por manera que se presume que no podrán servir la zafra venide-
ra de 1528; es condición que Rizo ponga en el ingenio otro banco, husillo y eje peque-
ño […]. Se incluye en el arrendamiento la casa de calderas, peroles grandes de cobre
y tres tachas asentadas en el ingenio. Se añade que el cobre está algo traído y gastado
de servir en el ingenio y asimismo recibe las hornallas del ingenio hechas y adereza-
das con su casa de hornallas[,] tendal y finas y todos los pertrechos pertenecientes a
la casa de calderas. Recibe la casa de purgar con sus andamios, furos y corrientes
[…]; asimismo recibe en la casa de purgar su soberado y piletas para poner el azúcar
con su balcón para solearlo, y otra casa junto a la casa de piletas […]. Recibe la casa
de refinar en la que hay una caldera grande de cobre, dos tachas de cobre asentadas
sobre una hornalla, dos tinas grandes de palo y sus andamios en que purgan los sinos
de la panela, con sus corrientes y canalejas por donde va la remiel de la casa de refi-
nar al tanque de la remiel. Recibe un granel que está en el ingenio que es soberado y
arrimado a la casa de refinar, tejado y bien reparado, y debajo de él un estanco para
la remiel. Recibe las herramientas, pertrechos y municiones siguientes: 3 hurgoneros
de hierro, 7 batideras de cobre, 1 repartidera, 3 pombas, todo de cobre; 3 escumade-
ras grandes, 6 escumaderas pequeñas, un signo de hacer lejía y 4 cubos, todo de
cobre; 2 rascadores de hierro, 1 coladera del barro de cobre, 1 caldera de cobre viejo
y otra chiquitita de hierro que llama pie de cabra, 1 almádana pequeña y otra grande,
1 barra de hierro grande, 1 pala […], 1 tacha grande de refriar y 3 tachuelas de cobre
del tendal, todo de cobre; 1 paileta vieja, 3 hachas, 2 grandes y 1 pequeña […], 14
podones de desburgar, 8 calabozos de cortar, 5 rejas de arados, 16 acederas, 3 rosa-
les de pino, un cadenado grande con su llave, 4 remiñones de cobre, 2 frenos para los
esclavos negros, 1 olla de cobre, 14 brazas de guindaleza vieja […]. Recibe con esta
escritura […] 4 acémilas que Elvira Díaz trae al acarreto de los molinos. […] además
recibe un pedazo de tierras de cañas de un año que son de planta en que hay 10.150
brazas de tierra, que están ahora bien curadas y limpias […]; otro pedazo de tierras
con cañas plantadas este presente año en marzo que pasó […], las cuales cañas de
312 JENS LÜDTKE
584
D. Galván Alonso (ed.) 1990: II, 570-575. En un contrato posterior del 11 de septiem-
bre de 1527, el matrimonio Cristóbal de Valcárcel e Isabel de Lugo, hija de Elvira Díaz, le
arriendan a Doménigo Rizo la otra mitad del ingenio (II, 711-713). Ya que conocemos el inven-
tario del ingenio a través del documento anterior, este documento no nos facilita nuevas infor-
maciones léxicas.
585
D. Galván Alonso (ed.) 1990: I, 412.
586
D. Galván Alonso (ed.) 1990: II, 905.
587
D. Galván Alonso (ed.) 1990: II, 799.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 313
588
M. Marrero Rodríguez (ed.) 1974: 131.
589
“Instrumento cortante de hoja ancha, destinado a podar o desmochar árboles o male-
za” (DEA).
590
Comprobamos estos términos en un documento tinerfeño de 1507: “Le vende [a Rodri-
go Alonso] solamente la primera hoja con el agua y con un estanque de agua […] para regar
las cañas, y la zoca que quedare, después de cortada la caña, será para Sardina, propietario de
la tierra” (M. Marrero Rodríguez [eds.] 1974: 78). Y en otros de 1508: “Las tierras están plan-
tadas de cañas y las ha de moler Juan de Llerena, para quien será el azúcar obtenido; y la zoca
queda para su hermano junto con la tierra” (143); “[Alonso López] Hipoteca la mitad del
cañaveral, así de hoja como de zoca” (148).
591
En un contrato concluido ante el escribano Juan Ruiz de Berlanga, la lista de los traba-
jos de un cañaverero es un poco más larga: “Juan Méndez, vo., da a partido a Héctor Luis, caña-
vero [sic], presente, todas las cañas que tiene puestas en Daute […], para que las cure –cavar,
escardar, regar, envarar, armar trampas a los ratones y demás labores propias de este cultivo–
hasta que estén en sazón y se muelan” (1507; M. Marrero Rodríguez [eds.] 1974: 71-72).
314 JENS LÜDTKE
592
M. Marrero Rodríguez (ed.) 1974: 57.
593
J. H. Galloway 1989: 91.
594
D. Galván Alonso (ed.) 1990: I, 412.
595
Según un contrato redactado el 13 de noviembre de 1507, el mercador genovés Este-
ban Mentón “se obliga a pagar a Tomasín Gardón […] 193 arrobas de azúcar blanco, lealdado
[…]. Pagaderas, en el ingenio de Güímar, del azúcar que se cogiere en este valle y se moliere
en el mismo ingenio, de la zafra que ahora se hace, el día primero de enero” (M. Marrero
Rodríguez [ed.] 1974: 118). La interpretación alternativa, y quizas más probable, es que las
arrobas son “pagaderas el día primero de enero”. En este caso, la cuestión del inicio de la zafra
queda abierto.
596
A. Vieira 2004: 47.
597
M. Marrero Rodríguez (ed.) 1974: 59.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 315
598
Cf. J. H. Galloway 1989: 108.
599
Se documentan en los Acuerdos del Cabildo de Tenerife; E. Serra Ráfols/L. de la Rosa
Olivera (eds.) 21996: 28. Se ajusta a esta función la de “tubo o canalillo para desaguar o verter
un líquido” contenida en la definición lexicográfica del DHECan: “Orificio, tubo o canalillo
para desaguar o verter un líquido, como la piquera del lugar por donde pasa el mosto al poci-
llo” (1500). Esta voz es también un occidentalismo general.
600
Cf. A. J. Antonil 1982: 108.
601
Según el DECLC, esta voz es un catalanismo del castellano, fechado alrededor de 1600,
que aquí se documenta varias décadas antes (en 1527), y tiene la forma parol en portugués. Es
un “diminutiu de l’antic pér ‘espècie de cubell’, éste de origen galo”. J. Coromines no men-
ciona el uso en la industria que nos ocupa.
602
“(Arc[aísmo]) Vasija grande de metal, redonda y poco profunda por la cual iba pasan-
do el guarapo hasta convertirse en azúcar” (DHECan). El contrato de Elvira Díaz menciona
una paileta, diminutivo de paila.
603
“Espuma, conjunto de impurezas o materias insolubles del jugo o caldo de las cañas
que asciende a la superficie de este líquido cuando se calienta y se deseca con cal” (DHECan).
316 JENS LÜDTKE
604
A. J. Antonil 1982: 131.
605
“En los ingenios de azúcar, caja o canal de madera donde caía la miel que no llegaba a
cristalizar en las formas” (DHECan).
606
El DHECan se refiere en primer lugar al texto que estamos analizando y define esta voz
de la siguiente manera: “(Arc[aísmo]) f. Recipiente que ha tenido y puede tener diversos
empleos, como el de poner a solear la azúcar, lavar la ropa, fregar la loza e incluso de abreva-
dero”.
607
A. J. Antonil 1982: 128.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 317
mascabado en esta operación que describe Antonil: “Como o açúcar vai purgan-
do, assim vai branqueando por seus graus, a saber, mais na parte superior, menos
na do meio, pouco na última […], e este menos purgado é o que se chama mas-
cavado”608.
Agreguemos el uso de dos herramientas. La batedera sirve para remover la
miel en una tacha, según Antonil: “que chamam tacha de bater, aonde se mexe
com uma batedeira, que é semelhante à escumadeira, mas com seu beiço [borde]
e sem furos”609. Luego, la miel o remiel, según se llame, pasa a la repartidera
donde también se bate para repartirla por las formas: “se passa [a têmpera que
chamam venda] com reminhol dentro de uma repartideira, e a reparte pelas […]
quatro ou cinco formas”610. Los objetos de uso común son almádana (almáde-
na), barra, cubo, hacha, olla, rascador y otros que no hace falta comentar, con
la excepción del marinerismo guindaleza que designa un “[c]abo grueso y muy
largo, de tres o cuatro cordones” (DEA).
Digamos rápidamente que pertenecen al personal de un ingenio el purgador
(1510), el reescumero (1522) y el refinador (1509), sin repetir los oficiales ya
nombrados.
608
A. J. Antonil 1982: 132.
609
A. J. Antonil 1982: 122.
610
A. J. Antonil 1982: 1982: 123.
611
Demos el testimonio de M. Marrero Rodríguez quien afirma tras su estudio del proto-
colo del escribano Juan Ruiz de Berlanga referente a los años 1507 y 1508: “La mayoría de los
artesanos eran originarios del reino de Portugal. Los que trabajan la piedra en la modalidad de
pedreros o canteros, los que edifican casas, albañiles, y los que labran la madera, carpinteros”
(1974: 40).
612
M. Marrero Rodríguez (ed.) 1974: 76.
318 JENS LÜDTKE
613
Por ejemplo, M. Marrero Rodríguez (ed.) 1974: 53-54, 66-67, 123-125; D. Galván
Alonso (ed.) 1990: II: 562-563.
614
Si en lo que sigue no se indica la fuente de las expresiones entrecomilladas y otras
informaciones, éstas se toman del DHECan.
615
M. Marrero Rodríguez (ed.) 1974: 66.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 319
616
Cf. tesoura, “[e]strutura de madeira ou de ferro que sustenta a cobertura de uma cons-
trução” (DLPC).
617
DCVB: s. v. El Grand Robert ofrece la siguiente definición de chevron: “[p]ièce de bois
équarri sur laquelle on fixe des lattes qui soutiennent les éléments (ardoises, tuiles…) de la toi-
ture”.
618
Si lata es un lusismo, lo es por su semántica. La etimología remota de esta voz es cél-
tica o germánica (DCECH).
619
E. Serra Ráfols/L. de la Rosa Olivera (eds.) 21996: 148.
620
F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 140, 245. Esta voz designa un “[á]rbol aquifoliáceo,
especie muy particular de acebo, cuya madera, blanco-amarillenta, sólida y pesada, ha sido
muy estimada por los carpinteros y ebenistas (Ilex aquifolium maderensis)” (DHECan).
621
“Árbol de la familia de las lauráceas, que crece hasta 16 metros de altura. Su madera,
de tonos rojizos muy oscuros, es durísima, pero frágil, algo parecida a la caoba y de mucha
duración. Las flores, abundantes, se disponen en racimos. Son olorosas y dan lugar a frutos en
forma de aceitunas alargadas (Apollonias barbujana)” (DHECan).
320 JENS LÜDTKE
622
F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 25, 180.
623
F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 18.
624
F. Moreno Fuentes (ed.) 1992: 289. “Arbusto propio de la laurisilva, de tres o cuatro
metros de altura, tallos delgados y frágiles de corteza blanquecina, hojas compuestas de bor-
des aserrados, inflorescencias blancas de flores olorosas y frutos pequeños en bayas negruzcas
(Sambucus palmensis)” (DHECan).
625
D. Galván Alonso (ed.) 1990: I: 382.
626
M. Marrero Rodríguez (ed.) 1974: 66. La tea es la “[m]adera resinosa que se extrae del
corazón del pino canario” (DHECan).
627
M. Marrero Rodríguez (ed.) 1974: 66.
628
M. Marrero Rodríguez (ed.) 1974: 66.
629
M. Marrero Rodríguez (ed.) 1974: 124.
630
D. Galván Alonso (ed.) 1990: II: 562.
631
“Árbol miricáceo, muy frondoso, que puede alcanzar los diez metros de altura, de
tronco y ramas nudosos, hojas simples, lanceoladas, y flores verdosas. Los frutos en drupa, de
color rojo negruzco, llamados crese(s), fayos o fitos, son comestibles aunque poco gratos; las
semillas han sido utilizadas para hacer gofio (Myrica faya)” (DHECan).
632
D. Galván Alonso (ed.) 1990: II, 87, 89.
633
Documentado a partir de 1505; “[á]rbol oleáceo que puede alcanzar hasta los quince
metros de altura, de tronco grueso –o arbustiforme, y con varios troncos– cubierto de una cor-
teza gris muy áspera y verrucosa. Inflorescencias racimosas, con pequeñas flores blancas, y
frutos oblongos, algo carnosos, purpúreos cuando están maduros. Su madera, de excelente
calidad por su dureza, se emplea en carpintería (Picconia excelsa)” (DHECan). No encontré
bergasco en ningún diccionario.
634
1514; E.Serra Ráfols/L. de la Rosa Olivera (eds.) 1965: III, 29. “Árbol de la familia de
las teáceas, que llega a alcanzar los diez metros de altura, de tronco delgado pronto ramifica-
do, hojas lanceoladas, con bordes serrados, flores blancas en racimos axilares, más o menos
colgantes, en forma de campanas, y frutos rojizo-grisáceos que se vuelven negros al madurar,
llamados como el árbol también yoya (Visena mocanera)” (DHECan).
635
L. de la Rosa/M. Marrero (eds.) 1986: V, 223. “Árbol de la familia de las mirsináceas,
que puede llegar a medir seis o más metros de altura, con troncos casi rectos, lisos y de corte-
za blanquecina; hojas romboidales grandes, de color verde, a veces con tonos pardos por el
envés; flores aisladas en grupos de dos o tres, que se transforman en pequeños frutos comesti-
bles, violáceos y redondos llamados también adernos (Heberdenia excelsa o Ardisia baha-
mensis)” (DHECan).
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 321
rel (1507)636, este último con la variante de significante loro (1578; port. louro).
Otros árboles son: marmulano (1520)637, sabina (1529; port. sabina)638, sangui-
no (1534; port. sanguineiro)639, til (1507; posiblemente del portugués til, una
variante de tília)640 y viñátigo “Persea indica” (1522)641.
Acabamos de reunir los nombres de los árboles cuya mención está motivada
por el eventual origen portugués de los términos. En realidad, el aspecto semán-
tico implicado en su aparición en las Islas Canarias es mucho más relevante. En
efecto, las especies arbóreas son todas endémicas y carecían de nombre europeo
y, en el caso de Madera, de nombre en absoluto, de manera que la aplicación de
los significantes portugueses o castellanos a las especies recién descubiertas es
una innovación designativa, premonición de actitudes que resurgirán en el Nuevo
Mundo. A diferencia de los contactos lingüísticos que en las Indias se manifies-
tan también en el préstamo de términos botánicos, los nombres de los árboles
canarios son casi todos ibéricos; una excepción es mocán. Ante la clasificación
europea de los árboles, es prácticamente irrelevante si se usaban voces castella-
nas o portuguesas, tanto más que sus significantes eran y son muy similares, y
que las adaptaciones fonológicas funcionaban en una y otra dirección; esta últi-
ma observación se aplica sobre todo a voces tales como faya y haya, laurel y
loro, que designan especies de árboles diferentes, así como til cuyo significante
636
L. de la Rosa/M. Marrero (eds.) 1986: V, 130, 223, 388, 394. “Árbol lauráceo que
puede alcanzar hasta veinticinco metros de altura, de tronco recto con la corteza grisácea, casi
lisa; hojas ovado lanceoladas, coriáceas, fragantes, con nervadura pronunciada y unas peque-
ñas glándulas características en la base de los nervios principales; flores de color crema verdo-
so y frutos elípticos, carnosos, en forma de aceituna negruzca al madurar. Es componente prin-
cipal de la laurisilva junto con otras lauráceas como el til, el viñático y el barbuzano (Laurus
azorica o canariensis)” (DHECan).
637
“Árbol de la familia de las sapotáceas, parecido al laurel, de hasta doce metros de altu-
ra, de tronco grueso con la corteza gris oscura, áspera y agrietada; hojas lanceoladas, grandes
y anchas, un poco coriáceas, verde oscuras y algo lustrosas; flores blanquecinas, solitarias o
agrupadas hacia los extremos de las ramas; frutos carnosos, negros al madurar (Sideroxilon
marmulano)” (DHECan).
638
“Cedro de Canarias […] (Juniperus cedrus)” (DHECan).
639
“Árbol de hasta diez metros de altura, de tronco grueso y corteza oscura; copa densa,
siempre verde; hojas aovadas y pecioladas, con borde aserrado y glándulas redondas y promi-
nentes en la parte baja, en las axilas de los nervios; flores pequeñas y verdosas, y frutos algo
carnosos, esféricos, rojizos, que oscurecen al madurar (Rhamnus glandulosa)” (DHECan).
640
“Árbol de la familia de los laureles, de gran porte, propio de lugares muy húmedos de
la laurisilva, con hojas anchamente lanceoladas u oavadas y frutos como bellotas en un cáliz
basal (Ocotea foetens)” (DHECan).
641
M.a T. Cáceres Lorenzo y M. Salas Pascual (1995: 59-82) ofrecen una lista comentada
de los fitónimos actuales de posible origen portugués.
322 JENS LÜDTKE
Las dos especies se repiten en otro parecer. Las documentaciones de lapa y bur-
gao son más tardías, lo cual no prueba nada como tampoco la mención relativa-
mente temprana de burgó en una fuente francesa que motivaría el origen de bur-
gao en esta lengua, ya que se trata de un molusco (o de varios) difundido por las
costas del Atlántico, cuyo nombre puede propagarse a partir de cualquier lugar y
lengua de esta zona645. Otro molusco marino es craca (port. craca) que no hallé
en la documentación consultada.
El cabildo de Tenerife se vio obligado a intervenir en el establecimiento de
precios oficiales, debido a que los precios de mercado eran, en opinión de los
pescadores, poco rentables. Por este motivo, uno de los primeros acuerdos es el
siguiente:
642
E. Serra Ráfols/L. de la Rosa Olivera (eds.) 1965: III, 77, 79.
643
1506; E. Serra Ráfols (ed.) 1949: 114.
644
Folio 50, L. de la Rosa Olivera/E. Serra Ráfols (eds.) 1949: 109-110; cf. 67v, ibíd.:
110.
645
Según el DCECH, el origen de ambas voces es o bien incierto, o directamente desco-
nocido.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 323
A petición de los pescadores, que dicen que por estar los precios del pescado
barato se excusaban de no haber más pescadores y también por que tenían muchos
costos, acuerdan que todo pescado que muriere de cualquier manera, excepto de vara,
se pese en la carnicería, siendo fresco:
Entiéndese que todo pescado de cuero se le corte el hocico hasta los ojos y se le
abra y destripe y le corte la cola y alas646.
646
E. Serra Ráfols/L. de la Rosa Olivera (eds.) 21996: 20-21.
647
L. de la Rosa Olivera/M. Marrero Rodríguez (eds.) 1986: 336; una lista parecida se
encuentra en la página 392 y en L. de la Rosa Olivera/ E. Serra Ráfols (eds.) 1949: 4-5.
648
E. Serra Ráfols/L. de la Rosa Olivera (eds.) 21996: 122.
649
Según M. Morera: “pescado de cuero ‘pescado que carece de escamas o que las tiene
muy pequeñitas’ (port. pescado de couro ‘designação comum aos peixes teleósteos, silurifor-
mes, de pele lisa ou revestida de placas ósseas’)” (1994: 61-62).
324 JENS LÜDTKE
ser el pescado, lo cual explica muy bien el arraigo y la propagación de los nom-
bres de peces650.
La importancia del portugués supera con mucho la de las demás lenguas ya men-
cionadas (3.7.) en su conjunto. Según la síntesis de D. Corbella Díaz651 son de
origen luso 1250 voces, de las cuales el 12% son formas verbales, 65% sustanti-
vos, 12% adjetivos y 2% “de otras categorías”. Esta circunstancia se debe a la
inmigración lusa masiva. Contamos con varias oleadas inmigratorias en las islas
occidentales. Los primeros inmigrantes vinieron como conquistadores y pobla-
dores, y tomaron posesión de las tierras repartidas en La Palma y Tenerife. Una
segunda oleada menos minuciosamente documentada llegó durante la época de
la unión de las Coronas de España y Portugal; de éstas, la primera era regional y
la segunda general, ya que operaba en todo el imperio. El asentamiento en zonas
compactas y el parentesco lingüístico favorecieron la creación de variedades
contactuales luso-hispánicas (1.5.2.)652. Si bien este hecho permite estudiar el
influjo léxico del portugués por separado como una de las grandes áreas de con-
tacto de ambas lenguas, hablar sólo de portuguesismos reduciría la percepción
de las variedades nacientes a mero préstamo de palabras, mientras que el contac-
to se extendió durante varios siglos, siendo comprobable en sus resultados hasta
la actualidad. Al proponer estudiar por el momento la vertiente léxica de este
contacto advierto al mismo tiempo que ésta se ubica dentro de las variedades
intermedias para las cuales disponemos de documentación temprana. Los demás
aspectos fonético-fonológicos y gramaticales se tratarán en otra obra. Si bien se
suele confiar en la fuerza probatoria de la fonética en la gramática diacrónica, se
impone mucha prudencia en la confianza en este criterio; al revisar las datas de
Tenerife, hemos visto que la fonética y la fonología del léxico se adaptan con
regularidad a la lengua usada, lo cual invalida la vigencia absoluta del argumen-
650
Encontré documentados, en la isla de Madera, entre los ictiónimos comunes atum,
badejo, besugo, bica, bicuda, cabra, cavala, cação, cherne, choupa, congro, escolar, gata,
guelro, marracho, mero, pargo, peixe cão, peixe rei, raia, sardinha y sargo (A. de A. Nunes
2
1974). Se verán más préstamos de este tipo en M. Morera 1994a: 115-116.
651
D. Corbella Díaz 1996: 121.
652
M. Morera (1994a: 153-166) y D. Corbella Díaz (1996) ofrecen sucintos panoramas de
la investigación sobre los lusismos canarios. Ambos autores son conscientes de que hablar
sólo de préstamos no hace justicia a la envergadura del fenómeno. En realidad, las Islas Cana-
rias pertenecen a la región de contacto profundo del español con el portugués.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 325
653
M. Morera describe la interpenetración luso-española como simbiosis, pero deja muy
claro que el léxico de origen portugués se sustituyó desde hace no mucho tiempo: “El progre-
sivo proceso de castellanización de lusismos se puso en marcha en Canarias desde el mismo
momento en que los portugueses llegaron a las islas. A pesar de esto, no cabe ninguna duda de
que la mayor desaparición de elementos de este componente del léxico regional se ha produci-
do en concreto en las últimas décadas del siglo XX, en que la sociedad canaria se ha visto
expuesta a un intenso proceso de urbanización y su economía ha experimentado una radical
terciarización y tecnificación” (1994a: 150).
326 JENS LÜDTKE
654
A. M. Macías Hernández 1991 y 1992, M. Hernández González 1995 y 1997.
655
Cf. P. Trudgill 1986.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 327
los pobladores de América hay que considerar que los canarios, que podían emi-
grar con más facilidad que los peninsulares, no se incluyen en la documentación.
El Catálogo de pasajeros a Indias de la Casa de la Contratación en Sevilla,
que inició sus actividades en 1503, consigna entre 1504 y 1527 sólo a seis perso-
nas originarias de las Islas Canarias. Sin embargo, el número de los emigrados
efectivos fue muy superior, aunque existen, también en este caso, datos mera-
mente aproximativos. Ya la emigración oficial que se comprueba en otras fuentes
de la Casa de la Contratación, en documentos de las Islas Canarias656 y en cróni-
cas de Indias superaba con mucho la cifra citada. Desde 1497 se llevaron indíge-
nas canarios al Nuevo Mundo como soldados; en algunas expediciones llegaron
hasta cincuenta hombres657.
Las otras potencias europeas, en especial las que adoptaron la Reforma pro-
testante (los ingleses, en parte los franceses, los neerlandeses y los daneses), no
reconocieron ni la división papal del globo ni el Tratado de Tordesillas (1494)
concluido entre Castilla y Portugal que concreta la concesión del papa Alejandro
VI. Tras el desastre de la Armada Invencible las costas de las tierras dominadas
por los españoles estuvieron expuestas a los ataques de corsarios y piratas; al
mismo tiempo, las oleadas migratorias del siglo XVI y también del siglo XVII
hacia el continente americano despoblaron el Caribe. La expansión de los fran-
ceses desde la isla de la Tortuga hacia la parte occidental de La Española es otra
consecuencia del desamparo de las Antillas. Estos sucesos históricos ocasiona-
ron un cambio de la política poblacional de la Corona: en un primer momento se
procuró limitar la emigración canaria y no se establecieron grupos canarios com-
pactos en las Indias, pero tras el hundimiento de la Invencible se fomentó esta
emigración, y desde entonces comunidades homogéneas se asentaron en las islas
y tierras del Caribe. El toque de alarma había sido la conquista inglesa de Jamai-
ca (1655). Sin embargo, mientras que España tuvo que hacer un gran esfuerzo
defensivo y poblacional en la época de su decadencia peninsular, la colonia flo-
reció en esos siglos.
Las disposiciones legales de la emigración son muy irregulares y siguen los
cambios políticos. Por un lado, en la real cédula del 9 de septiembre de 1511 se
autoriza el viaje mediante el puro registro sin control ninguno y, por el otro, se
piden al mismo tiempo permisos especiales para mayores grupos de emigran-
tes658. Desde 1545, los permisos de emigrar a las Indias aumentan, lo que tiene
656
Si se conservan por casualidad como ocurre en el caso de los protocolos notariales que
ha estudiado M. Lobo Cabrera 1991. Según esta fuente 84 vecinos de Gran Canaria pasaron a
las Indias.
657
E. Aznar Vallejo 1983: 158.
658
M. Alvar 1975: 30.
328 JENS LÜDTKE
como consecuencia la despoblación de las islas y las quejas relativas a dicha san-
gría poblacional. La inseguridad jurídica que se refleja en el Cedulario de Cana-
rias es una constante y las disposiciones no siguen una línea uniforme durante
los siglos XVI y XVII659. Es posible atribuir estas vacilaciones en parte a un con-
flicto de competencias: al contrario de las Indias, que dependían de una institu-
ción propia, del Consejo de Indias, las Islas Canarias estaban bajo el control del
Consejo de Castilla.
La escala numérica de la emigración canaria se subestima, porque la investi-
gación no dispone de fuentes estadísticas que se aproximen a la integridad rela-
tiva y a la continuidad del Catálogo de pasajeros a Indias. De todas formas, es
posible recoger documentos de la emigración canaria y compensar con éstos
otras lagunas documentales. La participación de los canarios en la colonización,
siempre presente desde los descubrimientos, fue en aumento en el último tercio
del siglo XVII, sobre todo en la última década, y siguió creciendo a lo largo del
siglo XVIII. Baste con dar tres ejemplos de colonización canaria. La real cédula
de 1678 otorgó la liberalización del comercio canario con las Indias a cambio
de la financiación de la travesía de cinco familias isleñas destinadas a poblar las
regiones deshabitadas, principalmente Cuba, Yucatán y Venezuela, el llamado
“tributo de sangre”660. En 1684, 97 familias, es decir, 543 personas, llegaron a
la Isla de Santo Domingo para contrabalancear el avance de los franceses, fun-
dando San Carlos de Tenerife que se integró en el municipio de Santo Domin-
go661. En 1693, colonos canarios, en su mayoría tinerfeños, fundaron Matanzas
en Cuba, medida preventiva para adelantarse a una eventual ocupación de la
Bahía de Matanzas por parte de los neerlandeses quienes amenazaban con apo-
derarse de La Habana662. En 1726, emigrantes tinerfeños fundaron Montevideo
para poner coto a la expansión de los portugueses. La liberalización del comer-
cio en 1763 produjo el estancamiento de la emigración canaria, pero después de
que en 1778 siete puertos del Nuevo Mundo obtuvieron la autorización de
comerciar con las Canarias, la emigración volvió a facilitarse más y a documen-
tarse mejor663. Los isleños se asentaron en la Isla de Santo Domingo, Puerto
Rico, Cuba, Venezuela, Yucatán, Luisiana664 y otros lugares en comunidades
compactas665.
659
F. Morales Padrón (ed.) 1970.
660
M. Hernández González 1995: 26-28.
661
M. Hernández González 1995: 30.
662
F. Castillo Meléndez 1987: 54.
663
M. Álvarez Nazario 1972; J. Pérez Vidal 1991.
664
J. A. Samper Padilla/C. E. Hernández 2009.
665
M. Alvar 1972a.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 329
El comercio de Canarias con América creó otro contacto permanente que res-
tringió el monopolio de Sevilla. En la primera fase de la colonización del Nuevo
Mundo el aprovisionamiento de los españoles fue un problema; los canarios
pudieron abastecer las Indias occidentales de alimentos –vino, cereales, queso,
aceite y otros productos– más rápidamente que los andaluces. Se aplicó una regla-
mentación más liberal desde 1508, con tal que las mercancías se registraran en la
Casa de la Contratación de Sevilla. Posteriormente, esta autorización ampliada
volvió a limitarse y se sustituyó a partir de 1566 por autorizaciones a plazo666.
La aportación de los canarios a la constitución del español americano no
resulta sólo de la emigración y del comercio con las Indias, sino también del
papel que tenían en la emigración clandestina que debe haber existido desde el
siglo XV. Algunas personas habrían esperado el pasaje de navíos en barcas667. Las
Islas Canarias eran el punto débil en el control de la emigración. En las leyes de
Indias volvieron a repetirse las disposiciones que prohibían la salida a extranje-
ros, judíos, musulmanes, conversos y negros ladinos; lo que significa, como
siempre en las leyes prohibitivas, que se infringían con regularidad. Así, una real
cédula emitida el 11 de mayo de 1526 en Sevilla dice acerca de la emigración de
los negros ladinos:
Una real provisión del 3 de octubre de 1539 proscribe el pasaje “so pena que por el
mismo caso haya perdido y pierda todos sus bienes para nuestra Cámara y Fisco, y
sea luego echado de la isla o provincia donde estuviere y hubiere pasado”:
queremos y mandamos que desde el día que esta dicha nuestra carta fuere mostrada y
pregonada en las gradas de la ciudad de Sevilla, en adelante, ningún hijo ni nieto de
quemado, ni reconciliado, de judío, ni moro, por la Santa Inquisición, ni ningún nue-
vamente convertido de moro, ni judío pueda pasar ni pase a las dichas nuestras Indias,
Islas y Tierra Firme del mar Océano en manera alguna669.
666
E. Aznar Vallejo 1983: 315-316.
667
F. Morales Padrón (ed.) 1970: III, 196.
668
R. Konetzke 1953: I, 80.
669
R. Konetzke 1953: I, 192.
330 JENS LÜDTKE
670
Recopilación de las leyes de los Reinos de Indias, libro VIII, ley 28; apud G. de Granda
1978a: 151.
671
G. de Granda 1978a: 154.
672
G. de Granda 1978a: 146-147.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 331
673
M. Álvarez Nazario 1972: 114-116.
674
Cf. los términos que reúne M. Álvarez Nazario (1972: 180-191) y que coinciden con la
documentación de principios del siglo XVI.
675
M. Álvarez Nazario 1972.
676
I. Pérez Guerra 2003a.
677
L. M. Santana Hernández 2003.
678
S. G. Armistead 2007, J. A. Samper Padilla/C. E. Hernández 2009a.
679
C. Corrales Zumbado/D. Corbella Díaz (1994) recogen este léxico desde una perspec-
tiva actual.
332 JENS LÜDTKE
En la historia de la lengua española las fronteras de los Estados y los límites lin-
güísticos resultan a veces muy estrechos. En el siglo XV los viajes de los portu-
gueses a lo largo de las costas occidentales de África inician la época de los des-
cubrimientos. En toda una nueva terminología náutica se encuentra expresada la
ampliación de los conocimientos geográficos, como también se amplían las
experiencias lingüísticas mediante el trato con hablantes de lenguas antes desco-
nocidas. Si bien los castellanos se dedican a la exploración del Atlántico, sus
intereses se concentran en las Islas Canarias y la tierra firme de enfrente.
Los portugueses acumulan experiencia más rápidamente que los castellanos.,
Volvió a difundirse la teoría de que la Tierra tiene forma de globo, pero más bien
entre astrólogos, aunque es poco probable que los navegantes portugueses se
hayan aprovechado de la navegación astronómica682. A ésta se oponían los que
defendían que Enrique el Navegante introdujo la determinación de la latitud
mediante la observación de la estrella polar y los escépticos que no creían que
era posible manejar los instrumentos náuticos en alta mar.
La piedra de toque para resolver este problema son los escritos de Cristóbal
Colón, porque en este gran navegante confluyen las experiencias mediterráneas,
las portuguesas y las castellanas. El genovés no discute ni el uso de la brújula,
por la cual se deja guiar, ni la rosa de los vientos de 32 divisiones, ya que indica
el rumbo en cuartas, las divisiones propias de la rosa de los vientos, y no en gra-
dos como hubiera sido el caso de haberse valido de otros instrumentos náuticos.
Entre éstos, Colón no menciona el astrolabio para tomar la altura del sol, pero sí
se sirve del cuadrante, instrumento de resultados inciertos en la navegación de
alta mar. Como todos los navegantes de su época, empleaba ampolletas, que son
relojes de arena, para medir el tiempo durante el cual se conserva un rumbo y
680
Este capítulo es la versión española modificada y ampliada de J. Lüdtke 1994d.
681
J. Heers 1996: 70.
682
Como supone, entre otros, L. de Albuquerque 41989.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 333
683
Para este párrafo aproveché las pruebas fehacientes de J. Heers 1996: 227-236.
684
Cf. acerca de los presupuestos náuticos de los viajes de descubrimiento de los portu-
gueses L. de Albuquerque 41989.
685
A partir de João de Barros (1932: 18) las relaciones posteriores se apoyan en Zurara.
Por este motivo, no las vamos a utilizar aquí.
686
P. Chaunu 1969: 137.
687
La historiografía de la lengua portuguesa no ha prestado demasiada atención, desde S.
da Silva Neto (1952), a los contactos lingüísticos tempranos en el Occidente de África.
334 JENS LÜDTKE
Colón aplicaría en América, práctica que le produciría conflictos con las normas
jurídicas de Castilla (4.1.1.)688.
La astronomía de la cual habla la crónica de Zurara (en el cap. XII) se usa en
lo esencial en la astrología de la época. Para el desarrollo de la navegación, sin
embargo, la aplicación eficaz de las experiencias anteriores y su ampliación fue
importante. Los conocimientos se comprobaron con la circunnavegación del
Cabo Bojador, como decíamos, antes de la cual los marineros tuvieron que supe-
rar un miedo similar al de la tripulación de la flota de Colón en vista de la trave-
sía del Atlántico: se creía que más allá del cabo la tierra era inhabitable; que ésta
era un desierto arenoso sin agua ni vegetación; que allí había bajíos y corrientes
tan fuertes que la vuelta no sería posible; para los cuales no había además mapas
marítimos (cap. VIII). Gil Eanes se atrevió a salvar este obstáculo en 1434 (cap.
IX). Desde entonces los portugueses emprendieron cada año, con una interrup-
ción entre 1437 y 1439, un viaje a las costas occidentales de África.
Es muy modesto lo que se manifiesta en la lengua, pero en lo que concierne
al español, sólo se documenta con mucha posterioridad en el diario de a bordo de
Cristóbal Colón. Primero hay que mencionar los nombres de los vientos de los
cuales aparecen en Zurara las direcciones y los puntos cardinales que son funda-
mentales para la navegación ante las costas atlánticas de África: el norte, porque
las otras direcciones de los vientos se orientan por éste; el nordeste, el rumbo de
la vuelta a Portugal689; el nordoeste, la dirección en la cual están situadas las
Azores desde Madera690; el sul, el rumbo de la costa occidental de África desde
Portugal, y en general691. Entre las otras direcciones sólo se documenta una vez
leuãte692. Si bien denominaciones “atlánticas” y “mediterráneas” de los vientos
aparecen mencionados en Zurara, éstas se citan únicamente en casos aislados.
El hecho de que entonces estos nombres de la rosa de los vientos eran nuevos
y todavía no habían llegado a las lenguas románicas del Mediterráneo, lo
demuestra el testimonio del mercader veneciano Alvise da Ca’ da Mosto, quien
viajó por encargo de Enrique el Navegante a Guinea, pasando por las islas at-
lánticas:
688
Si bien existen algunas referencias a la exploración de la lenguas del oeste de África
mediante la captura de habitantes de la costa, los historiadores no presentaron esta última,
según mis informaciones, como parte de un proyecto de exploración sistemática. Cf. para
algunas indicaciones, por ejemplo, G. G. Kinzel 1976: 283, y L. de Albuquerque 1987: 13.
689
G. E. de Zurara 1978: I, 320.
690
G. E. de Zurara 1978: I, 309.
691
G. E. de Zurara 1978: I, 293, 241, 325, 342, 344.
692
G. E. de Zurara 1978: I, 320.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 335
partimos del dicho Cabo de San Vicente el día 22 de marzo de 1455, con viento de
gregal y tramontana en popa, dirigimos nuestro camino hacia la Isla de Madera
andando recto cuarta del garbino hacia poniente693.
Durante los días que estuvimos enfrente de la desembocadura de este río no vimos
más de una vez la estrella polar y nos parecía muy baja por encima del mar y por eso
convenimos en observarla con tiempo muy claro, y nos parecía estar por encima del
mar la altura de una lanza. Ademas, divisamos seis estrellas bajas, claras, lúcidas y
grandes por encima del mar. Cuando se orienta por esta señal en la brújula, estaban
exactamente en el austro, lo cual se representa de la siguiente manera:
*
* * * * *
*
éstas las tomamos por el Carro del Austro; pero no vimos la estrella principal, porque
no era razonable poder descubrirla, si no perdíamos nuestra estrella polar694.
693
“partimmo dal sopraddetto Capo San Vincenzo a’ dì 22 marzo 1455, con vento da
greco e tramontana in poppa, drizzando il nostro cammino verso l’Isola di Madera, andando
alla quarta di garbin verso ponente a via dritta” (R. Caddeo [ed.] 1929: 169-170).
694
“Nelli giorni che noi stemmo sopra la bocca di questo fiume non vedemmo più che
una volta la tramontana e ne pareva molto bassa sopra il mare, e però la convenivamo vedere
con tempo molto chiaro, e ne pareva sopra il mare l’altezza di una lancia. Ancora avemmo
vista di sei stelle basse sopra il mare, chiare, lucide e grandi; tolte quelle a segno per la busso-
la, ne stavano dritto per ostro, figurate in questo modo seguente:
*
* * * * *
*
le quali giudicammo il Carro dell’ostro; ma la stella principale non vedemmo, perchè non era
ragionevole di poterla discoprire se non perdevamo la nostra tramontana” (R. Caddeo [ed.]
1929: 257).
336 JENS LÜDTKE
Es difícil averiguar hasta qué punto los conocimientos náuticos, incluso los
más elementales, estaban difundidos entre las tripulaciones. Cuando en 1447
Nuno Tristão sucumbió en Guinea con todos los adultos a las flechas envenena-
das de los nativos y sólo quedaron cinco jovenes con fuerzas suficientes, el que
era el grumete no poseía los conocimientos necesarios para timonear la carabela:
el grumete en que todos ellos tenían su esperanza confesó claramente su poca sabidu-
ría, diciendo que no sabía gobernar una embarcación ni ser provechoso para ello, que,
sólo si fuese dirigido por otro, haría todo lo que pudiese para hacer lo que le manda-
sen695.
un mozo de la cámara del Infante que se llamaba Airas Tinoco que iba como escriba-
no […], un mozo tan joven, nacido y criado en Olivenza, que es una villa del interior
muy distante del mar, el cual avisado por la gracia divina encaminó el navío y mandó
al grumete que siguiese recto el norte, desviándose un poco hacia la parte del levante,
siguiendo el viento que se llama nordeste, porque allí sabía él que se hallaba el Reino
de Portugal al cual deseaban llegar696.
695
“o grumete em que elles todos sua sperãça tinham claramente confessou sua pouca
sabedorya dizendo como nom sabya rotear nem trabalhar acerca dello em cousa que aprouei-
tasse / sooemente que se por outrem fosse encamynhado que farya quanto podesse naquello
que lhe mandassem” (G. E. de Zurara 1978: I, 319).
696
“huũ moço da camara do Jffante, que se chamaua airas tinoco, que hya por scriuam
[…], huũ tã pequeno moço nado e criado em oliuença / que he hũa villa do sertaão muy afasta-
da do mar o qual auisado por graça deuinal, encaminhou o nauyo / mandando ao grumete que
dereitamente seguisse o norte abaixandesse huũ pouco aa parte do leuãte, ao vento que se
chama nordeste / por que ally entendya elle que jazia o Regno de Portugal / cuja vyagem eles
seguyr deseiauam” (G. E. de Zurara 1978: I, 319-320).
697
G. E. de Zurara 1978: I, 52.
698
G. E. de Zurara 1978: I, 52, 286, 294.
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 337
os encomiendo que vayáis tan lejos como podáis y que os esforcéis por tener lengua
de esa gente tomando a alguien a través de quien os podáis informar con certeza, por-
que no será cosa pequeña, según mi deseo, tener a alguna persona por la cual yo
pueda estar informado699.
En este viaje Afonso Gonçalves Baldaia no pudo cumplir con esta misión. El
Infante tuvo que esperar hasta que en 1441 Antão Gonçalves hiciera prisioneros
a un hombre y una mujer para cumplir con su deseo700. En el mismo año, el
Infante mandó a Guinea con la misma orden y con la de continuar los descubri-
mientos a Nuno Tristão, quien se encontró con la nave de Antão Gonçalves.
Nuno Tristão llevaba consigo a un árabe o beréber que no entendía la lengua de
los prisioneros:
Nuno Tristão dijo que un alarbe que él traía allí, que era siervo del Infante, su
señor, hablase con alguno de aquellos capturados para ver si entendía su lengua y que
éste, si se entendiesen, sería muy útil para saber todo el estado y las condiciones de la
gente de aquella tierra. Y de hecho hablaron los tres, pero la lengua del uno era muy
diferente de la de los otros, por lo cual no se pudieron entender701.
699
“vos encomendo que vaades o mais auante que poderdes E que vos trabalhees dauer
lingua dessa gente. / filhando alguũ per que o certamente possaes saber / Ca nõ sera pequena
cousa segundo o meu deseio auer algũa persoa per que desto possa seer en conhecimento” (G.
E.de Zurara 1978: I, 55).
700
Cf. D. Gomes en R. Rainero 1970: 112-115.
701
“Disse Nuno tristam que huũ allarue que elle ally trazia que era seruo do Iffãte seu
senhor fallasse com alguũ daquelles catiuos pera veer se entendya sua linguagem. e que se se
entendessem que aproueitarya muyto pera saber todo o estado e condiçoões das gentes daque-
lla terra E bem he que fallarõ todos tres. mas a linguajem era muy afastada huũa das outras.
pello qual se nõ poderõ entender” (G. E. de Zurara 1978: I, 66).
338 JENS LÜDTKE
Los capitanes, una vez vueltos a sus navíos, mandaron a aquel alarbe, que Nuno
Tristão llevaba consigo, que hablase con aquellos moros. Pero ninguna vez lo pudie-
ron entender, porque la lengua de aquellos no es el árabe, sino el zenaga del Sáhara,
porque así llaman a aquella tierra, pero parece que el caballero, ya que era más noble
que los otros que allí eran cautivos, había visto más y mejores cosas y había recorrido
otras tierras donde había aprendido la lengua árabe. Y por tanto, se entendía con
aquel alarbe al cual contestaba a cualquier cosa que le preguntaba702.
Antão Gonçalves recibió por el precio de sus dos prisioneros a diez negros, es
decir, moros y moras de diferentes tierras. El tratante entre ellos fue un tal Martim
Fernández que era alfaqueque del Infante. Y bien parece que tenía buenos conoci-
mientos de la lengua árabe, pues era entendido entre aquellos, mientras que el otro
alarbe que era moro de nación no había podido encontrar a quien lo entendiesse, sino
uno solo704.
702
“Recolheitos aquelles capitaães a sseus navyos. mandar[o]m aaquelle alarue, que
Nuno tristam leuaua consigo / que fallasse cõ aquelles mouros. e nũca o poderom entender.
porque a linguajem daquelles nõ he mourisca mas azaneguya de zaara / ca assy chamã aaque-
lla terra /. mas o caualleiro parece que assy como era nobre antre os outros que ally eram
catiuos assy vira mais cousas e milhores e andara outras terras onde aprendera a linguagem
mourisca E portanto se entendya cõ aquelle alarue. ao qual respondya a qual quer cousa que
lhe preguntaua” (G. E. de Zurara 1978: I, 68); cf. D. Gomes en R. Rainero 1970: 114-117.
703
“Ainda que a linguagẽ daquelles presos nom podesse ser ẽtendida per nhuũs outros
mouros que em esta terra esteuessem / ora fossem forros ou catiuos. abastou pera começo o
que aquelle cavalleiro que Antam gonçalluez trouxera soube dizer. pello qual o Iffante foe ẽ
conhecymẽto de muy grande parte das cousas daquella terra onde elle moraua” (G. E. de Zura-
ra 1978: I, 73).
704
“Antã gonçalluez recebeo por preço de seus dous catiuos dez negros antre mouros e
mouras. de terras desuairadas. seendo trautador antre elles huũ Martym fernandez que era alfa-
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 339
Mediante este rescate el alcance de las informaciones se amplió más allá de las
tierras de los beréberes hacia el África negra. En estas cazas de esclavos, que se
regularizaron, se reclutaban los intérpretes, de modo que un navegante llamado
Lançarote ya pudo obtener más informaciones de un intérprete capturado de
Antão Gonçalves o Nuno Tristão en 1433:
Pero Lançarote no se olvidó de informarse con los moros que había capturado lo
que tenía que saber acerca del lugar y del tiempo en que estaba, y supo de ellos a tra-
vés de su intérprete que allí cerca había algunas islas pobladas donde podrían hacer
buenas presas con poco trabajo705.
Los portugueses supieron pronto que no podían fiarse de la lealtad de los intér-
pretes. Gonçalo de Sintra no hizo vigilar al joven beréber que había llevado con-
sigo como intérprete, de modo que éste pudo escaparse a una isla situada en la
proximidad del Cabo Blanco en 1443 o 1444, y advertir a los isleños de los por-
tugueses:
Los inconvenientes resultantes de esta huida dejó a los portugueses una lección
que habrá de ser recordada posteriormente en más de una oportunidad: “que
siempre se debe poner especial guarda en el prisionero, rehenes, truchimanes de
queque do Iffante E bẽ parece que auya grande sabedorya da linguajẽ mourisca pois antre
aquelles era entendido, onde o outro allarue que era mouro de naçõ nom podera achar quem o
ẽtendesse seno huũ soo” (G. E. de Zurara 1978: I, 79).
705
“Empero a Lançarote nom esqueceo de saber dos mouros que tijnha presos o que lhe
cõpria de saber acerca do lugar e tẽmpo em que estaua e aprendeo delles per seu ẽtrepetador
que ally acerca auya outras jlhas pouoadas onde poderyam com pouco seu trabalho fazer boas
presas” (G. E. de Zurara 1978: I, 91).
706
“Gonçallo de Sintra leuaua huũ moço azenegue por torgimam, o qual ja de nossa lin-
guajẽ sabya grande parte / que lhe o Jffante entregara mandandolhe que posesse neelle boa
guarda / E parece que mingua de boo avisamento daquelles que dele tijnham cuidado e princi-
palmẽnte do capitam de que o carrego deuera ser mayor / buscando o moço tempo e lugar pera
ello /. spedyosse hũa noite dantre elles e lançousse com aquelles moradores da jlha, aos quaaes
deu nouas de todo o que sabya dos contrairos” (G. E. de Zurara 1978: I, 116).
340 JENS LÜDTKE
tierra ajena y resguardarlos con gran cautela. Y los males que ya acontecieron de
esto son manifiestos”707.
Ocurrió más de una vez en la historia colonial que algún europeo se hizo
abandonar y se expuso a los riesgos de ser explorador tierra adentro. El primer
portugués que permaneció en la costa occidental de África, en Río de Oro, fue
João Fernandes. El mismo pudo haber sido prisionero de los moros en el Medi-
terráneo y haber aprendido así el árabe y una lengua beréber, pero Zurara no
confía en que sus conocimientos lingüísticos, en el caso de que los tuviera, le
fueran de provecho: “puede que él ya había sido prisionero entre los otros moros
en esta parte del Mar Mediterráneo donde había tenido conocimiento de la len-
gua. Pero no sé si le era útil entre aquéllos”708. Siete meses más tarde Antão
Gonçalves partió en busca de João Fernandes quien estaba esperando la llegada
de sus compatriotas en la playa. A este hombre atrevido se remontan los conoci-
mientos de los portugueses acerca de las lenguas y los pueblos del Occidente de
África, por lo que pudo enterarse en su permanencia. Distingue sobre todo los
beréberes arabizados de los demás habitantes: “La escritura que usan y la lengua
que hablan no son tales como las de los otros moros, sino de otra manera. Pero
todos son de la secta de Mahoma y son llamados alarbes y azenegues [zenagas]
y beréberes”709. De los tres pueblos citados uno hablaba árabe y los dos otros
una lengua beréber que tenía un alfabeto propio, hoy en día revitalizado. João
Fernandes divide el continente africano en tres partes según criterios religiosos,
políticos y lingüísticos: hay tierras habitadas por musulmanes o “moros”, en las
cuales unos hablan árabe, otros una lengua beréber, y la tierra de los negros, lla-
mada Malí:
Y hay que saber que en toda la tierra de África que va desde Egipto hasta el
poniente los moros no tienen más reino que el Reino de Fez, en el cual se encuentra el
de Marruecos y de Tafilete, y el Reino de Túnez, en el cual está el de Tlemcen [o Tre-
mecén] y de Bujía [o Béjaïa]. Y toda la otra tierra la poseen estos alarbes y azenegues
que son pastores de a caballo y de pie y que van por los campos como ya he dicho. Y
se dice que en la tierra de los negros hay otro reino que se llama de Malí, pero esto no
707
“que no prisioneiro arrefeẽs, turgimaãs de terra alhea, sempre sse deue de poer special
guarda sguardando sobre elles com grande cautella E os malles que ja desto acontecerõ mag-
nifestos sõ” (G. E. de Zurara 1978: I, 120).
708
“bem he que elle fora ja catiuo antre os mouros em esta parte do mar medyo terreno /
onde ouuera conhecimento da linguajem. mas nõ sey se lhe prestarya antre aquelles” (G. E. de
Zurara 1978: I, 131).
709
“A letra com que screuem / nem a lynguagem com que fallã nõ he tal como a dos
outros mouros ante doutra guisa / Empero todos som da seita de maffamede e ssom chamados
alarues e azenegues e barbaros” (G. E. de Zurara 1978: I, 290).
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 341
es cierto, porque ellos traen de aquel reino los negros y los venden como los otros, en
lo cual se muestra que si fuesen moros no los venderían así710.
Y la gente de esta tierra verde es toda negra y por esto la he llamado Tierra de los
Negros o Tierra de Guinea, motivo por el cual los hombres y mujeres de ella son lla-
mados guineos, que quiere decir tanto como negros712.
710
“E he bem que saibaaes que em toda a terra dafrica que he des o egipto atees o poente
/ os mouros nõ teẽ mais Regno que o Regno de feez no qual jaz o de Marrocos e de Taffelete e
o Regno de Tunez em que he o de Tremecem e de Bugya/. E toda a outra terra possuuẽ estes
alarues e azanegues que som pastores de cauallo e de pee e que andan sobre os cãpos, como ja
tenho dicto / E dizse que na terra dos negros ha huũ outro Regno que se chama de Meelly
empero esto nõ he certo ca elles trazem daquelle Regno os negros e os vendẽ como os outros
no que se mostra que se fossem mouros que os nõ venderyam assy” (G. E. de Zurara 1978: I,
290-291).
711
“Et, transeuntes vltra inuenerunt flumen magnum quod vocatur Cenega multum popu-
latum, et locuti sunt Chrisstiani [sic] cum ipsis per homines quos secum portabant” (D. Gomes
en R. Rainero 1970: 125).
712
“E esta gente desta terra verde he toda negra e porem he chamada terra dos negros ou
terra de guinee por cujo aazo os homeẽs e molheres della som chamados guineus, que quer
tanto dizer como negros” (G. E. de Zurara 1978: I, 225).
713
G. E. de Zurara 1978: I, 227.
714
Cf., por ejemplo, G. E.de Zurara 1978: I, 282.
342 JENS LÜDTKE
como intérpretes715. Al fin y al cabo, la Crónica de Guiné es otra cosa que lo que
indica su título, puesto que es la crónica de las exploraciones de las islas atlánti-
cas y de las costas habitadas de beréberes.
Es probable que Zurara relate los sucesos sólo hasta 1453, es decir, no hasta
la muerte del Infante en 1460, ya que no menciona el viaje a Guinea que hizo
Alvise da Ca’ da Mosto en 1455. Este mercader veneciano se ocupa de los con-
tactos lingüísticos con los negros con tanto detalle como lo había hecho Zurara
con los beréberes. La primera comunicación la tuvo al sur del río Senegal con un
señor llamado Budomel, como sus dominios: “Me detuve con mi carabela en
este lugar parar tener lengua con este señor”716. Para este fin dispuso de un intér-
prete negro posiblemente adquirido no mucho tiempo antes: “le hice saber por
un truchimán mío negro que yo había venido con algunos caballos y otras cosas
para servirle si le hacía falta”717. El autor indica de forma expresa el origen de los
intérpretes. Uno de ellos fue enviado a tierra en la región de la desembocadura
de un río entre el Cabo Verde y el río Gambia; en esta ocasión nos enteramos de
que los portugueses habían formado a estos negros como intérpretes:
Hay que entender esta “lengua española” –“lingua spagnola” en el texto origi-
nal– como portugués. Antes de la unión de las Coronas de Castilla y Aragón, la
Península Ibérica en su totalidad se llamaba en castellano España, en italiano
Spagna y en portugués Espanha. Ya que un italiano de esa época podía llamar a
su lengua italiano, aun cuando hablara una koiné regional, la misma perspectiva
desde fuera era muy natural en la percepción de la Península Ibérica.
715
G. E. de Zurara 1978: I, 348-352.
716
“A questo luogo mi affermai con la mia caravella per aver lingua da questo signore”
(R. Caddeo [ed.] 1929: 217). El nombre de Budomel se reproduce posteriormente mediante las
formas Bor-Damel, Vedamel, Vedanil; cf. R. Caddeo (ed.) 1929: 216, n. 2.
717
“fecili assapere per un mio turcimanno negro, come io ero venuto con alcuni cavalli e
altre robe per servirlo se gli era bisogno” (R. Caddeo [ed.] 1929: 217).
718
“e deliberammo di voler mandare in terra uno delli nostri turcimanni, perchè cadauno
delli nostri navilj aveva turcimanni negri, menati con noi di Portogallo, i quali furono venduti
per quelli signori di Senega a’ primi Portogallesi che vennero a scoprire il detto paese de
Negri. Questi schiavi erano fatti cristiani, e sapevano ben la lingua spagnuola” (R. Caddeo
[ed.] 1929: 249).
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 343
les hice hablar a través de mis truchimanes; ninguno de ellos pudo entender ninguna
vez lo que decían, tampoco los de las otras carabelas: al ver esto, tuvimos grandísima
pena, y finalmente partimos sin poder entenderlos. Como vimos que estábamos en
una tierra nueva y que no podíamos ser entendidos, concluimos que era superfluo
continuar, porque juzgamos que siempre hallaríamos más lenguas nuevas y que no se
podía hacer cosa de provecho; y así decidimos regresar721.
Esta justificación de la vuelta prueba que los portugueses seguían una técnica
exploradora. Los intérpretes tuvieron un papel destacado como informantes e
intermediarios, y también como agentes comerciales. Colón, que había estado en
Guinea722, conoció esta práctica allí y la aplicó después con la mayor naturalidad
en los primeros contactos con los indígenas antillanos. El 12 de noviembre de
1492 escribe en su diario de a bordo que mandaba detener a cinco mancebos y
que hacía traer a siete mujeres y tres niños. Esta captura que Las Casas particu-
larmente no tenía por “la mejor cosa del mundo”, la justifica Colón de manera
expresa con las experiencias de los portugueses en Guinea:
Esto hize porque mejor || se comportan los hombres en España aviendo mu || geres
de su tjerra que sin ellas, porque ya otras mu || chas veces se acaeçió traer hombres de
Gujnea || para que deprendiesen la lengua en Portugal, || y después que bolvían y pen-
saban de se aprove || char d’ellos en su tjerra por la buena compañja || que le avían
719
R. Caddeo (ed.) 1929: 249-250.
720
R. Caddeo (ed.) 1929: 264-265, 266-268.
721
“li feci parlare alli miei turcimanni; nè mai alcun di loro potè intender cosa che e’
dicessono, nemmeno quelli dell’altre caravelle: il che veduto, ne avemmo grandissimo dispia-
cere, e finalmente ci partimmo senza poterli intendere. E vedendo ch’eravamo in paese nuovo,
e che non potevamo esser intesi, concludemmo che ’l passar più avanti era superfluo, perchè
giudicavamo, dover trovar sempre più nuovi linguaggi, e che non si poteva far cosa buona: e
così determinammo di tornar indietro” (R. Caddeo [ed.] 1929: 278-179; cf. 280).
722
C. Colón 1984: 8-11.
344 JENS LÜDTKE
hecho y dádivas que se les avían dado, || en llegando en tjerra jamás parecía[n]. Otros
no || lo hazían así. Así que, tenjendo sus mugeres, || [23v] ternán gana de negociar lo
que se les encargare, || y también estas mugeres mucho enseñarán a los || nuestros su
lengua, la qual es toda vna en || todas estas yslas de Yndja, y todos se entien || den y
todas las andan con sus almadías, lo || que no an en Gujnea, adonde es mjll maneras ||
de lenguas que la vna no entiende la otra723.
Esto lo quise ensayar y envié en tierra a un indio llamado Diego (o Santiago) que
el señor Infante había mandado con nostros, para que, si llegábamos a la India, tuvié-
ramos a una lengua724.
723
C. Colón 1976: I, 122.
724
“Quod ego volui experimentare mittens Jacobum quendam indium, quem Dominus
Infans nobiscum misit vt, si intrassemus in Indiam, quod habuissemus linguam, in terram” (D.
Gomes en R. Caddeo [ed.] 1929: 147).
3. LAS CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DEL ESPAÑOL CANARIO 345
725
A. H. de Oliveira Marques 2006: 124-152, 189-199.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN
D E L A L E N G U A E S PA Ñ O L A E N L A S A N T I L L A S
Y EN CASTILLA DE ORO
1
D. Catalán 1958: 235. Cf. J. L. Rivarola 1996 y 1998, L. R. Choy López 1999 y 2002, J.
G. Moreno de Alba 12001: 7-67 (base y andalucismo del español americano), M.ª T. Vaquero
de Ramírez 2006 (zonas dialectales), T. Medin 2009: 21-78 (formación de una sociedad colo-
nial) y gran parte de la bibliografía en 2.5.
2
G. L. Guitarte 1983: 169-172.
348 JENS LÜDTKE
3
R. J. Cuervo 1939: XVII.
4
Expuse este tema en mi contribución al VIII Congreso Internacional de Historia de la
Lengua Española (2011).
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 349
sociales y culturales del cambio lingüístico. Pero como muy bien sabía Hermann
Paul5, la gramática histórica no es otra cosa, en lo esencial, que una gramática
descriptiva, y una gramática descriptiva pretende describir la gramática de una
lengua como homogénea, es decir, como si fuera unitaria, eliminando la varia-
ción. Sin embargo, una de las grandes aportaciones de Ferdinand de Saussure
(1972/1987) a la lingüística es la difusión de la concepción tripartita del lengua-
je en langage (lenguaje), langue (lengua) y parole (habla). El objeto de la “his-
toria interna” es la langue, considerada desde una perspectiva diacrónica. En
este concepto no se toman en cuenta ni el lenguaje ni el habla. ¿Con qué término
de la oposición se enlazan el lenguaje y el habla en su historia, con la historia
“interna” o “externa”? En mi opinión, el lenguaje y el habla abarcan aspectos
“internos”, o propiamente lingüísticos, y “externos” que se relacionan con el
mundo sobre el que se habla, formulados en discursos. Por consiguiente, lo
extralingüístico puede estar fuera de la lengua, pero no fuera ni del lenguaje ni
del habla; la oposición no es nítida. El lenguaje concierne a la designación de las
“cosas” y el hablante lo realiza individualmente en discursos. La lengua interre-
laciona también aspectos “internos” y “externos”, ya que tiene diferencias en el
espacio que llamamos diatópicas, diferencias de nivel social o diastráticas y
diferencias que aparecen al hablar un individuo en un momento determinado o
diafásicas (1.5.). Considerando la interrelación de todos estos fenómenos, me
resulta imposible aceptar la oposición en los términos corrientes. En consecuen-
cia, la historia lingüística integral en su concepción –no lo puede ser en su reali-
zación– enfoca sus problemas a partir de los cambios lingüísticos que los hablan-
tes crean y difunden en el espacio, en su entorno social y en su nivel cultural
individual. En este sentido, el inicio del período es cierto, pero todos los límites
posteriores están difuminados y se compararán con el ritmo de los cambios lin-
güísticos a lo largo de la expansión de la lengua. Los primeros cambios que per-
ciben los coetáneos son léxicos y nosotros que estudiamos la historia de la len-
gua hoy en día, comprobamos el mismo tipo de modificaciones en las fuentes.
Tras el auge de los cambios en los primeros años, éstos fueron disminuyendo en
la expansión a Puerto Rico, Cuba y Castilla del Oro. El léxico se diferenciaba
escasamente en la expansión a las otras Antillas, un poco más en el golfo de
Urabá y el primer centro de irradiación lingüística que se desplazaba hacia Pana-
má. Los viajes de descubrimiento a La Florida y las cabalgadas a las Bahamas
aportan pocas innovaciones léxicas; por el contrario, confirman un reciente saber
común aplicado a otra región. De este modo, la última fecha de este período de
límites escalonados, en cuanto al aprovechamiento retrospectivo de las fuentes,
5
H. Paul 51920: 23-24.
350 JENS LÜDTKE
son los años en torno a 1550, cuando La Española se marginaliza y pierde defini-
tivamente importancia como centro de irradiación lingüística tras la refundación
de La Habana en el noroeste de Cuba. Las demás regiones se individualizan
pronto, en menor medida el norte de Sudamérica y en mayor grado la Nueva
España que, por tanto, dejamos fuera de consideración. Los períodos consecuti-
vos pueden delimitarse según otros criterios que léxicos: todo depende de la ace-
leración o la retardación de todos los tipos de cambio lingüístico. Los rasgos
divergentes e innovadores no léxicos no se documentan en los tres primeros
decenios, o si éste es el caso, son pocos.
Es oportuno considerar las primeras décadas bajo dos perspectivas: en la
perspectiva de una historia del español de América, el español del Caribe en el
lapso de tiempo que abarca los años entre 1493 y 1519/1531 es la base del des-
arrollo futuro en el continente y sólo en este sentido me parece plenamente justi-
ficado llamar a esta fase período de orígenes; para los fines de una historia del
español en el Caribe, por el contrario, es poco probable que haya solución de
continuidad con los desarrollos posteriores aunque sí nuevas orientaciones.
Ya que la fase antillana precede al desarrollo de todas las comunidades hispa-
noamericanas, la historia del español en las Antillas es la parte fundacional de
cada historia hispanoamericana nacional. En esta época los contactos por vía
marítima y de otros tipos tuvieron influencias lingüísticas en cada región. Así,
habiendo sido Santo Domingo centro de irradiación lingüística, la lengua habla-
da en esta ciudad devino una etapa de la lengua implantada en otras tierras ame-
ricanas. Con el aumento del aislamiento de Santo Domingo, el ascenso de La
Habana como puerto más importante en el viaje de vuelta de la carrera de Indias
y la erección de los virreinatos en la ciudad de México y en Lima se desplazan
los caminos por los que se difunden las innovaciones españolas y americanas
dentro de las distintas colonias de las Indias así como entre las colonias. Por lo
visto las historias lingüísticas deben seguir el camino de la conquista y coloniza-
ción desde el momento de los primeros contactos en las Indias. Aduzcamos dos
ejemplos:
[…] fue tanta falta de pan, que en esta tierra llaman centli cuando está en mazorca; y
en lengua de las Islas le llaman maíz –de este vocablo y de otros muchos usan los
españoles, los cuales trajeron de las Islas a esta Nueva España–6.
[…] la tenemos medio corrupta [nuestra lengua española] con vocablos que a los
nuestros se les pegaron en las islas cuando se conquistaron, y otros que acá se han
tomado de la lengua mexicana7,
confirman que los españoles tuvieron conciencia de que la lengua indígena de las
Antillas influenciaba el léxico castellano que tomaba así características propias8.
Aunque falten indicios de rasgos fonológicos y gramaticales diferenciadores,
podemos estar seguros de que este testimonio correspondía a una realidad en el
espacio de las Antillas de entonces que se apoya en el léxico9 y que era a su vez
expresión de la nueva experiencia. En cambio, no estamos autorizados a inferir
de estas palabras que la lengua antillana constituyera una fase del español en
América para Motolinía. Este autor llama la atención sobre el hecho de que los
españoles “trajeron [muchos vocablos] de las Islas a esta Nueva España”, pero
esta afirmación concierne sólo a la Nueva España.
Cambiemos de rumbo, y tomemos el camino de Panamá al Perú. A los pocos
años de la conquista del Perú, Agustín de Zárate, autor del tercer testimonio que
presentamos, quien había estado en 1544 y 1545 en aquel país, escribió entre
1546 y 1553 desde Valladolid:
En todas las provincias del Perú había señores principales, que llamaban en su
lengua curacas, que es lo mismo que en las islas solian llamar caciques; porque los
españoles que fueron á conquistar el Perú, como en todas las palabras y cosas genera-
les y mas comunes iban amostrados de los nombres en que las llamaban de las islas
de Santo Domingo y San Juan y Cuba y Tierra-Firme, donde habian vivido, y ellos no
sabian los nombres en la lengua del Perú, nombrábanlas con los vocablos que de las
tales cosas traian aprendidos, y esto se ha conservado de tal manera, que los mismos
indios del Perú cuando hablan con los cristianos nombran estas cosas generales por
los vocablos que han oido dellos, como al Cacique, que ellos llaman curaca, nunca le
nombran sino cacicua, y aquel pan […] le llaman maíz, con nombrarse en su lengua
zara, y al brebaje llaman chicha, y en su lengua azúa, y así de otras muchas cosas10.
6
T. de Motolinía 1985: 119.
7
G. de Mendieta 1973: II, 120.
8
Cf. sobre la conciencia lingüística en América E. Martinell Gifre 1988 y 1994.
9
Cf. G. L. Guitarte 1983: 171.
10
A. de Zárate 1947: 470b.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 353
Aparece aquí, al lado de las antillanas, la palabra chicha que los españoles toma-
ron probablemente de la lengua de los indios cunas de Panamá, pero que Zárate
atribuye como los demás a los arahuacos; este testimonio es una advertencia a no
sobrevalorar a los autores que escriben sobre regiones de las cuales carecen de
conocimientos directos y personales. Castilla del Oro tiene su influencia en la
lengua de las regiones andinas, aunque escasa, y ésta se incluye en el espacio
antillano.
Nuestro cuarto testigo es el Inca Garcilaso. Este mestizo peruano opone la
lengua de los españoles, formada en las Antillas, sin otra caracterización a la len-
gua de los indios del Perú. Sus comentarios conciernen igualmente al léxico:
“Las que los españoles llaman batatas (y los indios del Perú apichu) las hay de
cuatro o cinco colores”11. Una palabra antillana se presenta, pues, como integra-
da en la lengua española. Otra identificación es aún más clara:
Hay otra fruta que nace debajo de la tierra, que los indios llaman ínchic y los
españoles mani.
(Todos los nombres que los españoles ponen a las frutas y legumbres del Perú son
del lenguaje de las islas de Barlovento, que los han introducido ya en su lengua espa-
ñola y por eso damos cuenta de ellos)12.
De los frutos que se crían encima de la tierra tiene el primer lugar el grano, que
los mexicanos y los barloventanos llaman maíz y los del Perú zara, porque es el pan
que ellos tenían13.
Extraemos tres conclusiones de las citas tomadas del Inca Garcilaso: 1) el autor
dispone de un término para designar la lengua antillana, es decir, lenguaje de las
islas, mientras que los indígenas antillanos se llaman barloventanos sin distin-
ción entre arahuacos y caribes; 2) este lenguaje se caracteriza por su léxico y se
distingue también de otras variedades por el léxico; y 3) el léxico indígena anti-
llano está integrado en la lengua de los españoles.
El último testimonio lo tomamos del padre jesuita José de Acosta. En su visión
retrospectiva del siglo pone las cosas en su lugar y dice en su Historia natural y
moral de las Indias (1590) tras subrayar la falta de especias americanas:
Pero la natural especería que dió Dios a las Indias de occidente es la que en Casti-
lla llaman pimienta de las Indias, y en Indias por vocablo general tomado de la pri-
11
Garcilaso de la Vega 1991: 517.
12
Garcilaso de la Vega 1991: 517.
13
Garcilaso de la Vega 1991: 514.
354 JENS LÜDTKE
mera tierra de islas que conquistaron nombran ají, y en lengua del Cuzco se dice
uchu, y en la de Méjico, chili14.
Es cierto que, para establecer una división dialectal en el presente, los criterios
léxicos son poco apropiados. Para el pasado tenemos, sin embargo, el testimonio
seguro de algunos autores que no hay que desechar. En ellos encontramos la pri-
mera diferenciación léxica en las Indias con su reflejo en la conciencia metalin-
güística. Por eso tomamos en cuenta el léxico antes que la fonología y la gramáti-
ca. Los historiadores, en cambio, han prestado siempre mucha atención al léxico
colonial, y su ejemplo me parece convincente. Sin embargo, la fragmentación léxi-
ca es un tema importante para una investigación histórica, pues hay que aclarar de
qué manera se perdió una división diatópica que estaba presente en la conciencia
de los españoles de los siglos XVI y XVII; si bien el estado de la lexicografía históri-
14
J. de Acosta 1954: 144.
15
M. Galeote 1997: s. v.
16
J. M. Lope Blanch 1989: 27.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 355
17
Cf. P. Boyd-Bowman 21985, entre otras contribuciones.
356 JENS LÜDTKE
Como en Canarias, los españoles poblaron las Antillas en dos fases: la prime-
ra corresponde al régimen de factoría, políticamente parecido al régimen seño-
rial de las Islas Canarias orientales; en la segunda fase los reyes favorecieron el
espíritu emprendedor de los conquistadores en detrimento de los intereses del
virrey Cristóbal Colón y de sus sucesores, rectificando así su política como ocu-
rriera en Canarias a partir de 1477/1478. A raíz de esta segunda expansión se
empezaron a poblar Puerto Rico, Jamaica y Cuba entre 1508 y 1511, así como la
Tierra Firme a partir de 1509. Es probable que los antillanismos, es decir, los
préstamos arahuacos y en menor grado los caribes, ya se difundieran de La Espa-
ñola a las otras Antillas y a Tierra Firme: canoa, cacique, bohío, ají, iguana,
cazabe, maíz, sabana, etc., los mismos que llegarían poco más tarde a México18.
Sin embargo, hay una diferencia que a primera vista no parece tan profunda,
pero que incide en el desarrollo ulterior: las Islas Canarias se integraron en la
Corona de Castilla; las Indias, en cambio, eran un reino o un conjunto de reinos
que dependían de la Corona de Castilla. La consecuencia es que los funcionarios
reales y los eclesiásticos se establecieron en Canarias donde se reclutaban tam-
bién los soldados que defendían las islas, en tanto que estas mismas categorías de
personas, incluyendo a los misioneros, experimentaron un recambio permanente
durante toda la dominación española de América. Se resienten de esta manera los
efectos de una regionalización diferente del español en Canarias y en América.
Los estrechos contactos con Andalucía produjeron variedades canarias próximas
al andaluz; las variedades hispanoamericanas, en cambio, se subordinan al espa-
ñol metropolitano llevado por los representantes del poder central y de la Iglesia.
Las características de la regionalización dependen de la incidencia muy variable
de las fuerzas centrípetas y centrífugas en las zonas hispanoamericanas.
En cuanto a los pobladores, el predominio lingüístico de los andaluces y de
los meridionales en general parece ya fuera de duda. Se mantiene al igual que en
Canarias la influencia del oeste de la Península, incluso de Portugal, aunque en
menor medida, así como también la influencia portuguesa en la lengua, al lado
del predominio meridional en general19.
Partir de los entornos (1.5.3.) significa escudriñar lo que sabían los sujetos agen-
tes coetáneos, ante todo Cristóbal Colón, pero raras veces las fuentes dan un
18
Cf. J. M. Lope Blanch 1981: 75-88.
19
Cf. G. de Granda 1978a: 139-156.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 357
20
Traigo a la memoria un ejemplo que se ubica fuera de nuestro período, pero que es tan
elocuente que merece citarlo, la descripción que hizo Hernán Cortés del Mercado de Tlatelol-
co. Este ejemplo se vuelve tanto más significativo que la descripción es la base del famoso
mural que Diego Rivera pintó en el Palacio Nacional y de la magnífica reconstrucción expues-
ta en el Museo Nacional de Antropología, ambas en la ciudad de México. Hernán Cortés,
quien había perdido todos sus papeles en la Noche Triste, tuvo que reconstituir esta descrip-
ción de memoria (1993: 233-237).
358 JENS LÜDTKE
las cuales más que ser historias o crónicas se semejan a obras enciclopédicas.
Como tales, se deben valorar a partir del momento histórico en el cual sus auto-
res las redactan. Sin embargo, si no sabemos en qué momento, ni en qué lugar un
autor escribe su obra, ni cuáles fuentes utiliza, debemos ser prudentes al recurrir
a ellas. No obstante, los comentarios que se emiten sobre los fenómenos y suce-
sos que exponen son valiosos para poner las cosas en su lugar. En la época de los
orígenes los tratados especializados son de menor relevancia, pero no pueden
faltar, dado el caso se los puede considerar. El universo de la ficción no se pre-
senta en este momento21, si no en la obra latina de Pedro Mártir de Anglería
(1459-1526) por sus calidades literarias, ni tampoco el de la fe, universo sobre el
cual encontramos sólo unas pocas referencias cuando se tocan los temas de los
malos tratos y de la evangelización de los indígenas. La religiosidad de Colón
está fuera de duda, pero sus huellas lingüísticas son borrosas: lo que permanece
son la toponimia y la misión de evangelizar a los indios, con lo cual la coloniza-
ción ibérica se distingue radicalmente de la anglosajona. Vale aclarar que, a pesar
de que Bartolomé de las Casas se dedica a proteger a los indios, esta política
queda fuera de los límites del período que estamos tratando.
Los universos de discurso a través de los cuales accedemos a una parcela de
la realidad lingüística del período de orígenes son, pues, la administración y la
ciencia; la primera en la documentación oficial, la segunda en escritos de orien-
tación muy variada debido a los intereses divergentes que sus autores defienden.
Como ya vimos, estos textos son llamados generalmente crónicas desde la pers-
pectiva actual, si bien corresponden a una variedad de tipos textuales. El segun-
do universo de discurso está relacionado con el primero, dado que suele basarse
en documentos oficiales, aparte de las experiencias propias de los autores y los
testimonios de testigos presenciales.
La primera dificultad que se opone a la realización de una descripción del
español en el período fundacional es el “escaso número de fuentes primarias
publicadas de acuerdo con las exigencias mínimas requeribles en la materia”22.
En cuanto a los más interesados, los lingüistas dominicanos, éstos tienen proba-
blemente más dificultades que los lingüistas de otros países hispanoamericanos
que se proponen estudiar la historia de la lengua española en su tierra, ya que la
documentación relativa a los primeros años del dominio español en la isla se
encuentra en el Archivo General de Indias y otros archivos españoles.
Los textos cronológicamente muy cercanos a la época de la conquista y de la
colonización son casi siempre de carácter oficial. La documentación colonial es
21
Véase W. Mignolo 1982 acerca de la transformación de la documentación en literatura,
un proceso que se observa fundamentalmente con posterioridad al período de orígenes.
22
G. de Granda 1988: 207.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 359
23
En 42 tomos, Madrid, 1864-1884 (Kraus Reprint Ltd., 1964-1966; sigla: CDI). Colec-
ción editada por J. F. Pacheco, F. Cárdenas y L. Torres de las que los tomos I, V, VII, VIII, X, XI,
XXI, XXIV, XXX-XXXVI, XXXVIII, XXXIX y XL atañen a las Antillas durante las primeras décadas.
24
En 25 tomos, Madrid 1885-1932 (sigla: CDU), sobre todo con los tomos V-IX y XXII.
Colección editada por la Real Academia de la Historia.
25
Por ejemplo de J. L. Guitarte 1968: 159-160; G. de Granda 1988: 203-213; J. Lüdtke
1988a: 1514-1515 y 1996.
26
J. A. Frago Gracia 1987; método que aplica en su Historia del español de América
(1999).
27
Cf. J. J. Real Díaz 1970.
360 JENS LÜDTKE
28
C. Colón 1984; J. Gil/C. Varela (eds.) 1984.
29
C. Colón 1976.
30
Madrid 1825-1829; reedición 1954-1955.
31
La primera edición completa es de 1530; la primera década se imprimió en 1511, aun-
que se publicó una edición pirata de 1504, a la cual alude el autor en un pasaje que citamos a
continuación.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 361
época inicial en esta obra escrita en estilo epistolar es de gran valor testimonial y
lingüístico. Un estudio lingüístico sólo se debe apoyar en el texto latino original,
no en sus traducciones. Los interesantes comentarios metalingüísticos sobre el
español pasan generalmente desapercibidos en las traducciones españolas32. El
autor explica su uso desenvuelto de la lengua latina de la siguiente manera:
Llamo algodón aquella especie de hilaza que otra vez he dicho que se llama bom-
bicino, en italiano.
Si los latinistas del Adriático o de la Liguria echan a ignorancia o a descuido
varias palabras semejantes, si mis escritos llegan alguna vez a sus manos, como
vimos que ocurrió con mi primera Década, impresa sin contar conmigo, he resuelto
no preocuparme de ello gran cosa; y sepan que yo soy de la Lombardía, no del Lacio,
y que nací lejos del Lacio, que fue en Milán, y que he vivido muy lejos de allí, como
que es en España. Lo mismo quiero que tengan por dicho los genuinos adriáticos o
ligúricos más cercanos al Lacio, acerca de bergantines, carabelas, adelantado, almi-
rante en su nombre vulgar español. Y no ignoro que los helenistas dicen que quien
tiene como principal ese mando debe llamarse archithalaso; los apasionados a la voz
del griego y del latín, éstos navarchum, aquéllos pontarchum, y lo mismo las otras
cosas semejantes33.
32
J. Lüdtke 1992. J. G. Moreno de Alba (1996) ofrece un estudio basado también en el
original latino. En 2011 Carlos Castilla ha presentado una tesis doctoral sobre este autor en la
Universidad Nacional de Tucumán, Argentina.
33
P. M. de Anglería 1989: 142; las cursivas son en parte del traductor, en parte mías. El
original dice: “Dico gossipium id lanuginis genus quod alias bombycinum appellatione vulga-
ri Itala dixi. Ascripturi ne sint ignorantiæ, an incuriæ plæraque similia Latinissimi viri qui
Adrianum incolunt aut Lygusticum, si ad eorum manus nostra deuenerint aliquando, vti pri-
mam Decadem vidimus nobis inconsultis impressorum prelis suppositam, neutro cruciari statu
ad summum, voloque sciant me Insubrem esse, non Latium & longe a Latio natum, quia
Mediolani: & longissime vitam egisse, quia in Hispania. Idem velim dictum genuinis Adriati-
cis siue Lygusticis Latio proprioribus de Bergantinis, de Carauellis & Almiranto Adelantoque
vulgari appellatione Hispana” (1966: 98; II, vii; las cursivas son mías).
34
Acerca de la credibilidad de Las Casas y de la fiabilidad de sus informaciones escribe J.
Pérez de Tudela Bueso: “Las Casas era, por su temperamento, por su hábito y por su acendra-
da dignidad religiosa, incapaz de decir una sola palabra en falso. Por lo demás, después de
siglos de diatribas sobre su persona, todavía falta quien haya podido, documento en mano,
convencerle de mentiroso” (en: Las Casas 1957: I, LIV).
362 JENS LÜDTKE
35
C. Varela 21984: 179. Véase acerca de los problemas editoriales de esta carta F. Leb-
sanft 2006.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 363
sino de todo el siglo XVI en una serie, deducimos de ellas qué saber lingüístico se
crea en una época determinada en la que destaca la primera fase de los primeros
contactos en La Española, seguida de la expansión a México y al Perú, y qué
saber lingüístico se transmite, se transforma o cae en el olvido. Todas estas infor-
maciones se toman hasta cierto punto de las crónicas de orientación enciclopédi-
ca. Y no por último ellas mismas son –cosa que con frecuencia no se considera–
testimonios de la historia de la lengua literaria y posteriormente de la lengua
estándar en el Nuevo Mundo.
Por lo demás podríamos repetir, en lo que concierne a la edición de las cróni-
cas, lo que dijimos acerca de la edición de los documentos: faltan ediciones críti-
cas y comentadas con todo detalle como las que son la norma en los textos
medievales. En este sentido no se puede encarecer en su justa medida la edición
de la Historia de las Indias que corresponde a los tomos 3 a 5 y de la Apologéti-
ca historia que constituyen los tomos 6 a 8 de las obras completas de fray Barto-
lomé de las Casas, realizada por un grupo de editores de sus hermanos de hábito.
No está de más decir que no vamos a utilizar una obra muy conocida para la
historia de la lengua, Le historie della vita e dei fatti di Cristoforo Colombo
(Venecia 1571), que se atribuye a su hijo don Fernando, pero que escribieron
seguramente varios autores u otros intervinientes prescindiendo del traductor.
Toda la literatura sobre Colón se apoya en esta biografía de la que no se puede
sacar provecho sin una cuidadosa crítica textual36. Sin embargo, dos relaciones
contenidas en esta obra son importantes para nosotros: las relaciones del jeróni-
mo catalán Ramon Pané de 1496 y 1498 sobre los indios de La Española37.
Procuraré prestar atención al estatus probatorio de una fuente, tanto más que
éstas son muy heterogéneas. Esta característica no les quita valor, sino que, al
contrario, nos permite tener acceso a la diversidad lingüística. Los documentos
fechados, localizados y redactados por un autor conocido tienen la ventaja de
que podemos atribuirles informaciones sintópicas, sinstráticas y sinfásicas, si
disponemos de datos sobre su procedencia regional y social así como sobre su
nivel cultural. En cambio, hay que manejar el documento con más cuidado en la
medida en que conocemos sólo alguno de los datos requeridos. Los textos narra-
tivos ponen también los fenómenos en su lugar, pero se dirigen a un público
menos o poco informado sobre el tema tratado. Al mayor nivel informativo
puede corresponder un lenguaje que se eleva sobre el uso cotidiano y contribuye
a la elaboración de una lengua estándar y ejemplar, que siempre estuvo presente
en América como bien recuerda Rufino José Cuervo en su trabajo “Castellano
36
Cf. I. Luzzana Caraci 1989.
37
R. Pané 1974 y sobre todo 1992, en la edición de J. J. Arrom; cf. D. Ramos Pérez 1981-
1982: 43-47.
364 JENS LÜDTKE
Quizás no haya mejor documento oficial para estudiar el español antillano de los
orígenes que el llamado Interrogatorio Jeronimiano y que vamos a llamar mejor
Información de los Jerónimos o Jeronimiana, escrito entre el 6 y el 18 de abril de
1517 en las Casas de la Contratación de Santo Domingo38. Aquí afloran la vida
cotidiana y la lengua de la isla a través de los pareceres que dan trece vecinos de
la misma “sobre la manera como deben estar los yndios destas yslas”39. Además,
todo lo que comprobamos en este documento, o casi todo, se encuentra también
en las crónicas de Indias: en De orbe novo de Pedro Mártir de Anglería, en la His-
toria de las Indias y la Apologética historia de fray Bartolomé de las Casas, y en
la Historia general y natural de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo40.
No presento esta Información de los Jerónimos según las intenciones de los
reformadores de Indias, fray Bartolomé de las Casas y el cardenal Cisneros, sino
como lo presentan los mismos Jerónimos:
38
Cf. M. Giménez Fernández 1953: I, 308, n. 858.
39
A. Weisch 1993: 1r.
40
Me baso aquí en el manuscrito original de la Información de los Jerónimos, conservado
en el Archivo de Indias (Indiferente general, legajo 1624, ramo 3, número 1) así como en la
transliteración fidedigna realizada por A. Wesch (1993) y, para el 11º testigo, por R. Kailuweit.
Doy las gracias a la directora y a los empleados del Archivo General de Indias por facilitarme
con diligencia y generosidad una copia de la Información. El texto íntegro fue publicado por
primera vez por E. Rodríguez Demorizi 1971: 273-354. M. Giménez Fernández había publica-
do con anterioridad los pareceres escritos del licenciado Vázquez de Ayllón (1953: I, 573-
590), y de fray Bernardo de Santo Domingo (1953: I, 591-595).
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 365
que sean tales de qujen se presuma que con juramento çerca delo que les fuere pre-
guntado diran verdad (1r).
41
Cf. L. Hanke 1949: 42-45: “The Jeronymite Interrogatory”.
42
M. Giménez Fernández no está en lo cierto cuando sostiene que Pedro de Ledesma
haya copiado el parecer del licenciado Vázquez de Ayllón (1953: I, 573) ni cuando le reprocha
el descuido del traslado del parecer de fray Bernardo “que lo hace casi ininteligible y contras-
ta con la fidelidad del traslado del Parecer de su superior el Juez Ayllón” (1953: I, 595).
366 JENS LÜDTKE
palabras indígenas que, según Bartolomé de las Casas, los castellanos metropoli-
tanos no podían conocer.
43
Cito la descripción de la obra por F. Moya Pons que había suscitado mi interés: “Es el
documento más completo que he visto sobre problemas e intimidades de la Audiencia como
Juzgado de Apelación en la Española. Las deposiciones de los testigos contrarios a los Jueces
proyectan un amplio cuadro de acciones deshonestas por parte de esos tres funcionarios.
Setenta preguntas, orientadas a esclarecer hasta qué punto los Jueces abusaron de su poder y
se enriquecieron a costa de los vecinos y de las rentas reales, fueron contestadas por más de
treinta testigos que se consideraban lesionados por las acciones de los Jueces, cf. ff. 9v-403v.
La defensa de los Jueces estuvo llena de tecnicismos legales y, desde luego, estuvo orientada a
negar todos los cargos, cf. 404-442v. Hasta donde tengo noticias, este cuerpo de documentos
no ha sido publicado ni parcial ni totalmente todavía, así como tampoco existe un estudio, ni
siquiera preliminar del mismo, donde se establezcan los procedimientos legales utilizados por
Zuazo para llevar a cabo la Residencia, los cuales fueron muy cuestionados por Pero Gallego,
abogado de los Jueces, cf. 442 y ss. y 464 y ss. Escapa a los fines de esta obra penetrar en los
problemas legales suscitados por la Residencia, especialmente en lo que toca al esclarecimien-
to de cada uno de los cargos levantados contra los Jueces. Sin embargo, quiero hacer notar que
las acusaciones de los testigos, pese a las negativas de los Jueces y de su abogado, coinciden
con los testimonios de los cronistas y con la mayoría de los documentos que he utilizado en la
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 367
preparación de esta obra. La ‘Residencia de los Jueces, por Zuazo’ aguarda todavía la mano
del especialista en Derecho Indiano, así como del historiador social que quiera conocer
muchas de las peculiaridades de la vida de la Española en el Siglo XVI” (31978: 225, n. 40).
Cabe decir que la Residencia es aún mucho más interesante de lo que hacen suponer las pala-
bras de Moya Pons.
44
L. Arranz Márquez 1991; hay ediciones anteriores.
45
No nos ocuparán sus lusismos, posibles catalanismos, italianismos, latinismos y prime-
ras documentaciones de palabras españolas como tales. Cf. acerca de la lengua R. Menéndez
Pidal 1940: 5-28; F. Romero Lema 1969; J. Arce 1971: 11-28; B. Malmberg 1974: 51-59; B.
E. Vidos 1977; J. Gil en la “introducción” a C. Colón 21984: XXIII-LVI; J. M. Castellnou i Grau
1989; los comentarios de M. Alvar en C. Colón 1976; y D. Ramos Pérez/M. González Quinta-
na 1995.
368 JENS LÜDTKE
LO VIEJO
46
Las Casas no copió el original de Colón conservado en el archivo real, sino, probable-
mente en 1544, una copia del diario. Es posible que este dominico haya consultado otra vez el
texto entre 1552 y 1553 para la redacción de su Historia de las Indias (D. Ramos Pérez/M.
González Quintana 1995: 20-21). Posteriormente se pierde la huella del diario. Acerca de la
transmisión del texto, cf. M. Alvar 1976: I, 9-16; J. Gil en C. Colón 21984: IX-XXIII (Gil no se
refiere a la edición de Alvar de 1976). Utilizamos para nuestro estudio lingüístico la edición
diplomática y facsimilar de M. Alvar de 1976.
47
C. Colón 1976: I, 66-67.
48
C. Colón 1976: I, 66.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 369
las regiones del mundo, leed este libro donde hallaréis todas las
grandísimas maravillas y grandes diversidades de Armenia, de Per-
sia y de Tartaria, de la India y de muchas otras provincias […].
Pero además hay algunas de aquellas cosas las cuales él [Marco
Polo] no vio, sino que escuchó de personas dignas de fe, y por esto
dirá las cosas vistas de vista y las otras de oídas, a fin de que nues-
tro libro sea veraz y sin ninguna mentira49.
Este acto simbólico tenía un aspecto universal, otro nacional y un tercero parti-
cular. En lo universal, se toma posesión de la tierra en nombre de la religión cris-
tiana, expresada en la cruz de las banderas y la oración, iniciando así de forma
49
“Signori imperadori, re e duci, e tutte altre gente che volete sapere le diverse generazio-
ni delle genti e le diversità delle regioni del mondo, leggete questo libro dove troverete tutte le
grandissime maraviglie e gran diversitadi d’Erminia, di Persia e di Tarteria, d’India e di molte
altre provincie […]. Ma ancora v’ha di quelle cose le quali egli [Marco Polo] non vide, ma
udille da persone degne di fede, e però le cose vedute dirà di veduta e l’altre per udita, acciò
che che ’l nostro libro sia veritieri e sanza niuna menzogna” (M. Polo 1975: prólogo); traduc-
ción mía.
50
C. Colón 1995: 109, 111.
370 JENS LÜDTKE
51
Los portugueses van a identificar esta isla con La Española, según Las Casas: “Antilla
llamaban los portogueses [sic] entonces esta isla Española” (1994: II, 1177).
52
De entre el sinnúmero de tratamientos del tema destaco el esbozo crítico del fondo his-
tórico, cultural, científico e ideológico del proyecto de Cristóbal Colón en J. Heers 1996: 95-
123. Este historiador reconstruye en su obra los conocimientos del navegante, su mentalidad y
la de sus coetáneos, sus actitudes ante el Nuevo Mundo, la naturaleza y los indios. Lo primero
que Colón se propone conocer en 1492, desde antes de partir, es la geografía marítima, o sea,
el camino de las Indias (1996: 368). Véanse también J. Gil 1992 y B. Pastor 2008: 25-100.
53
Á. Rosenblat 1977: 141.
54
Así describe la continuación del primer viaje tras el descubrimiento de Cuba: “Ad
Orientem igitur proras vertens Ophyram insulam sese reperisse refert, sed cosmographorum
tractu diligenter considerato, Antiliæ insulæ sunt illæ & adiacentes aliæ, hanc Hispaniolam
appellavit” (P. M. de Anglería 1966: 40; De orbe novo, I, i). En español: “Volviendo, pues, la
proa hacia el Oriente, cuenta que encontró la isla de Ofir. Pero, considerando diligentemente
lo que enseñan los cosmógrafos, aquéllas son las islas Antillas y otras adyacentes. Llamó a
ésta Española” (P. M. de Anglería 1989: 11).
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 371
55
La palabra Indias con referencia a América se imprime por primera vez en la carta a
Luis de Santángel (C. Colón 21984: 140). Se esboza a veces el inicio de una diferenciación de
los nombres de habitantes de América por otros nombres étnicos. La variación lingüística duró
sin embargo poquísimo tiempo y pronto volvió a predominar indio como nombre de cualquier
aborigen del nuevo continente.
56
El verbo descubrir se utilizaba en la época de los descubrimientos como verbo inten-
cional.
372 JENS LÜDTKE
Indias. En realidad, había contado con encontrar negros en las Indias, se sorpren-
de pues de que los habitantes sean “de la color de los canarios, ni negros ni blan-
cos”, “los cabellos ni crespos, salvo corredíos y gruessos como sedas de cavallo”,
es decir, no como los de los negros que había conocido; y Colón se sorprende otra
vez: “y ellos ninguno prieto, salvo de la color de los canarios, ni se deve esperar
otra cosa, pues está Lestegüeste con la isla del Fierro en Canaria, so una línea”57.
Sin embargo, Pedro Mártir pone en duda que Colón haya llegado a las Indias en
las cartas dirigidas al conde Borromeo en el mes de mayo de 1493 y en noviembre
de 1494 así como en el mes de febrero del mismo año al arzobispo de Granada58.
Le importaba estipular, tras alguna vacilación pero sin intentar un examen
empírico del asunto, que Cuba era tierra firme porque quería tomar esta isla
como una parte de Asia. El 23 de octubre esta isla era todavía “la ysla de Cuba,
que creo que deve ser Çipango”59, siendo probable que “ysla” haya sido una
interpolación de Las Casas (esto acarrea una de las incoherencias que comproba-
mos en el diario de a bordo); el 2 de noviembre de 1492, sin embargo, Cuba es
llamada “tierra firme”. Remitiendo a pasajes precedentes de Colón, pero no
copiados, Las Casas comenta: “y todavía afirma que aquella es tjerra firme”60. El
12 de junio de 1494 Colón hizo consignar al escribano de a bordo en un acta que
Cuba era tierra firme. Estaba prohibido bajo pena de castigo afirmar lo contrario.
No obstante, Michele da Cuneo que había acompañado a Colón en su viaje en
aguas de Cuba no renuncia a su escepticismo. Tras nombrar un rumbo en el viaje
de Cuba, añade: “creyendo el señor Almirante que ésta era tierra firme”61. Miche-
le da Cuneo se distancia a veces cuando una opinión no revisable de Colón debe
quedar en tela de juicio. El mapa mental de Colón y la realidad geográfica esta-
ban en contradicción. Este desorden no incide sólo en los topónimos –asiáticos o
americanos–, sino también en el léxico: lo que es isla o tierra firme, por ejemplo.
A pocos años de distancia Américo Vespucio (en italiano Amerigo Vespucci)
afirma ya que la tierra descubierta es un “Nuevo Mundo” y que no se trata de
Asia. En cuanto a los nombres de los continentes se difunde ante todo la voz
continente. Según las ideas geográficas de entonces, el número de continentes es
idéntico después del descubrimiento: Europa, África y las Indias. En el mapa-
mundi de Martin Waldseemüller, publicado en Saint-Dié en 1507, la parte meri-
dional del continente se llama erróneamente America62. Este nombre se hace
57
C. Colón 21984: 31.
58
P. M. de Anglería 1966: 360, 364, 365.
59
C. Colón 1976: I, 104.
60
C. Colón 1976: I, 114.
61
J. Gil/C. Varela (eds.) 1984: 255.
62
A. Asche/W. M. Gall 2006: 45.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 373
63
Acerca de los nombres de América, cf. F. Morales Padrón 1988: I, 19-24.
374 JENS LÜDTKE
64
F. Morales Padrón/A. Muro Orejón/F. Pérez-Embid (eds.) 1964.
65
Escribe Eginardo en su Vida de Carlomagno: “Ventis vero hoc modo nomina inposuit,
ut subsolanum vocaret ostroniwint, eurum ostsundroni, euroaustrum sundostroni, austrum
sundroni, austroafricum sundwestroni, africum westsundroni, zefyrum westroni, chorum wes-
tnorproni, circium norpwestroni, septentrionem norproni, aquilonem norpostroni, vulturnum
ostnorproni” (Éginhard 31947: 82, 84). Traducción: “Llamó a los vientos con los siguientes
nombres: al viento este ostroniwint, al sudeste ostsundroni, al sudsudeste sundostroni, al sur
sundroni, al sudsudoeste sundwestroni, al sudoeste westsundroni, al oeste westroni, al noroes-
te westnorproni, al nornoroeste norpwestroni, al norte norproni, al nornordeste norpostroni, al
nordeste ostnorproni”. Es obvio que no se transmiten estos nombres de los vientos en línea
directa a la Península Ibérica, sino que se invierte el orden de algunos elementos de los com-
puestos y que se substituye el elemento ost por est.
66
P. Chaunu 1983: 294.
67
DCECH: s. v. este.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 375
te. Sólo al agregar una nota a la carta cuando estaba en aguas de Lisboa, se le
escapan Sul y Sueste.
La condición previa de la navegación de alta mar es, entre otras cosas, el
manejo de la aguja y de la carta de marear que se difundieron durante el siglo
XV. La rosa de los vientos estaba dibujada en varios lugares de una carta de mare-
ar. Se ajustaba la aguja de marear68 o brújula en la carta de marear, cuando el
piloto tomaba su derrota como Colón en dirección de las Islas Canarias (se niega
la verdad de su afirmación, pero por el momento a nosotros sólo nos interesan
las palabras): “[…] y llevé el camjno de las yslas de Canaria de Vuestras
Altezas, que son en la dicha mar occeana, para de allí tomar mj derrota y nave-
gar tanto que yo llegase a las Yndias”69.
Éstos son todos términos técnicos de la navegación que no conocían todos los
profanos y que quizás no estuvieran arraigados desde hacía mucho tiempo. Pare-
ce ser que, por lo menos, algunos de estos términos habían entrado en el uso
andaluz a través del portugués, puesto que el condado de Niebla estaba en con-
tactos frecuentes con la costa de Algarve. Tenemos que esperar hasta décadas
más tarde para encontrar un comentario explícito acerca de la novedad de la
difusión de los marinerismos como éste de Fernández de Oviedo: “estonces la
anduvieron [la mar] a tiento e con la sonda siempre en la mano, e apocando las
velas de noche”, donde delimita a continuación los grupos de profanos que son
68
Cf. M. Metzeltin 1970.
69
C. Colón 1976: I, 66.
376 JENS LÜDTKE
las clases altas y los habitantes de tierra adentro: “y los caballeros y gente ejerci-
tada en la tierra, que no entendieren algunos términos de la navegación, con que
me conviene dar cuenta destas cosas de la mar, pasen adelante”70.
La rosa de los vientos es un ejemplo de la introducción de una nueva termi-
nología náutica y de su difusión en la lengua española, pero también del cambio
de lugar que el lenguaje de los marineros tiene en la arquitectura lingüística. Este
cambio terminológico resulta de la transición del cabotaje mediterráneo a la
navegación astronómica en el Atlántico. Las 16 líneas se llaman rumbos; ocho
de ellos, las direcciones principales del viento, se dibujan en las cartas de mare-
ar en negro, los otros ocho rumbos entre los rumbos principales, en rojo. Entre
estas últimas líneas se encuentran las quartas71. Un ejemplo de un rumbo es leste
gueste, que es el camino de Indias que había tomado Colón; un ejemplo de una
derrota es leste, voz que guarda esta forma en portugués. Una parte de este léxi-
co especializado pasa tal cual al español con la expansión ultramarina. Sin
embargo, una variación lingüística no del todo concluida acompaña este proceso.
Durante la época colonial continúa la variación entre norte, tramontana y sep-
tentrión, sur, mediodía y austro, este, levante y oriente, oeste, poniente y ociden-
te/occidente. En estas series de voces, tramontana, levante, mediodía y poniente
son tradicionales y populares, septentrión/setentrión, oriente, austro y occidente
corresponden al estrato latinizante de la lengua, y norte, leste, posteriormente
este, sul, gueste/oeste son términos del lenguaje marinero; como tales admiten
más diferencias, de las cuales cito sólo nordeste, sudeste, sudoeste y norueste
que no tienen equivalentes en otras variedades según una explicación de Fernán-
dez de Oviedo: “en ocho partes o vientos principales en que se divide la esfera,
que son: Leste (id est Oriente), Sueste, Sur o Austro, Sudueste, Oeste u Occiden-
te, Norueste, Norte o Septentrión, Nordeste”72. En su afán de aclarar el léxico
específico que usa, este cronista repite incesantemente las mismas glosas para
explicar las direcciones de los vientos, por ejemplo: “al Leste u Oriente”, “corren
al Leste la vía del Oriente”, “Hueste o Poniente”, “Septentrión o Norte”, “la
banda del Sur o Mediodía”.
Así, desde entonces se viene dando lugar a la difusión de una parte de la ter-
minología náutica en la lengua común, proceso que está abundantemente docu-
mentado en los cronistas de Indias que todavía comentan voces marineras hoy
corrientes en la lengua española. Valgan dos ejemplos del primer cronista, Pedro
70
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 29. Sobre el léxico marinero en este autor, cf. J. M.a
Enguita Utrilla 2004: 187-198.
71
Cf. para el portugués L. de Albuquerque 41989: 54-55; acerca de la rosa de vientos en
C. Colón, véanse J. F. Guillén y Tato 1951: s. v., y C. Colón 1976: II, 18, n. 7.
72
G. Fernández de Oviedo 1992: II, 12, proemio.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 377
Sinum repetunt sub Grisalua repertum ab Alamino, cui nomen dedere Baiam
Sancti Ioannis. Baiam vocat Hispanus sinum73.
Otro comentario: “ex acri vndarum refluxu quem Hispani vocant ressacam”74.
73
P. M. de Anglería 1966: 154; De orbe novo, IV, vii. En español: “llegan al golfo descu-
bierto por Alaminos cuando la expedición de Grijalva, y le pusieron Bahía (que así llaman al
golfo los españoles) de San Juan” (P. M. de Anglería 1964: 421).
74
P. M. de Anglería 1966: 83; De orbe novo, II, ii. En español: “por violento reflujo (lla-
mado resaca por los españoles) de las olas” (P. M. de Anglería 1964: 222).
378 JENS LÜDTKE
LO NUEVO
aves y paxaritos de tantas maneras y tan diuersas de las nuestras, que es maravi-
lla. Y después ha árboles de mjll maneras y todos de su manera fruto, todos guelen
qu’es maravilla; que yo estoy el más penado del mundo de no los cognosçer76.
Es evidente que sus hipérboles sirven para impresionar a los Reyes Católicos.
Las plantas, los animales, las frutas, los puertos, las montañas, las lagunas y los
valles se llaman maravilla, son infinitos y hay de mil maneras, todo junto se
75
G. de Granda 1978d: 233-253, que cita las contribuciones anteriores sobre el tema.
76
C. Colón 1976: I, 102.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 379
77
Cf. J. Arce 1971: 17-20; cf. E. Martinell Gifre 1988a.
78
C. Colón 1976: I, 72.
79
Antes identificado con Rum Cay, isla que según Joseph Judge corresponde a Crocked
Island; cf. J. Judge/J. L. Stanfield 1986: 590-592. Una breve reseña de otras opiniones se
encuentra en F. Morales Padrón 1988: I, 95-98.
80
C. Colón 1976: I, 93. “Usaban los indios desta isla [Española], entre otros sus vicios,
uno muy malo, que es tomar unas ahumadas, que ellos llaman tabaco, para salir de sentido. Y
esto hacían con el humo de cierta hierba que, a lo que he podido entender, es de calidad de
beleño […]. La cual toman de aquesta manera: los caciques e hombres principales tenían unos
palillos huecos, del tamaño de un jeme o menos, de la groseza del dedo menor de la mano, y
estos cañutos tenían dos cañones respondientes a uno […], e todo en una pieza. Y los dos
ponían en las ventanas de las narices, e el otro en el humo e hierba que estaba ardiendo o que-
mándose; y estaban muy lisos e bien labrados. Y quemaban las hojas de aquella hierba arrebu-
jadas o envueltas de la manera que los pajes cortesanos suelen echar sus ahumadas; e tomaban
el aliento e humo para sí, una e dos e tres e más veces, cuanto lo podían porfiar, hasta que que-
daban sin sentido grande espacio, tendidos en tierra, beodos, o adormidos de un grave e muy
pesado sueño. […] aquel humo […] llaman los indios tabaco, e no a la hierba o sueño que les
toma (como pensaban algunos)” (G. Fernández de Oviedo 1992: I, 116).
81
C. Colón 1976: I, 118.
82
C. Colón 1976: I, 95.
83
C. Colón 1976: I, 96.
84
C. Colón 1976: I, 118.
380 JENS LÜDTKE
85
C. Colón 1976: I, 157.
86
C. Colón 1976: I, 115.
87
Á. Rosenblat 1977: 139-140.
88
C. Colón 1976: I, 97.
89
C. Colón 1976: I, 107.
90
C. Colón 1976: I, 109.
91
C. Colón 1976: I, 118.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 381
Ellos [los habitantes de Guanahaní] vinjeron a la nao con almadías, que son
hechas del pie de vn árbol, commo vn barco luengo, y todo de vn pedaço, y labrado
muy a maravilla según la tjerra, y grandes, en que en algunos venjan .40. y .45.
hombres. Y otras más pequeñas, fasta aver d’ellas en que venja vn solo hombre.
Remavan con vna pala commo de fornero, y anda a maravilla. Y si se les trastorna,
luego se echan todos a nadar y la endereçan y vazian con calabaças que traen ellos96.
92
C. Colón I: 1976: 109.
93
C. Colón I: 1976: 110.
94
Sobre esta palabra y otros antillanismos, cf. H. López Morales 1990.
95
Cf. Las Casas 1992: 469, en el resumen de un pasaje tomado de la crónica de Zurara
(cf. 3.12.). Esta palabra aparece en la descripción del viaje de 1455 que Alvise da Ca’ da
Mosto emprendió en las costas occidentales de África. Observa tales barcas en el río Senegal:
“Vero è che coloro che abitano sopra questo fiume, e alcuni di quelli che stanno alle marine,
hanno alcuni zopoli, cioè almadie tutte d’un legno, che portano da tre in quattro uomini al più
nelle maggiori” (A. da Ca’ da Mosto en R. Caddeo [ed.] 1929: 216).
96
C. Colón 1976: I, 87-88.
382 JENS LÜDTKE
Ellos tienen <en> todas las islas muy muchas canoas a manera de fustes de remo,
d’ellas maioras, d’ellas menores, y algunas y muchas son mayores que huna fusta de
diez e ocho bancos. No son tan anchas, porque son de hun solo madero, mas huna
fusta no terná con ellas al remo, porque van que no es cosa de creer; y con éstas nave-
gan todas aquellas islas que son innumerables y traten [sic] sus mercaderías. Algunas
d’estas canoas he visto con LXX y LXXX ombres en ella, y cada uno con su remo97.
Dos días antes habían traído azagayas, “lanzas pequeñas arrojadizas”98, como
regalos en el primer encuentro, palabra beréber que Cristóbal Colón utiliza tam-
bién en otras ocasiones. El almirante compara lo nuevo con elementos de la cul-
tura árabe o mora conocidos en la Península Ibérica99.
Como vemos, el diario de a bordo de Colón es también el protocolo de sus
actos creadores y de los de su tripulación, aunque las innovaciones parezcan a
veces insignificantes. Los actos designativos innovadores van en dos direccio-
nes. La primera es la aplicación y posible ampliación del campo designativo de
las palabras españolas que hemos expuesto en las líneas precedentes. Es irrele-
vante que se hagan identificaciones equivocadas, porque Colón cree haber escu-
chado un ruiseñor en las proyecciones de su imaginación o porque interpretó
mal los relatos de los indios. Puede dar una identificación equivocada con una
palabra particular, pero también con una historia cuya correspondencia con la
realidad cree haber hallado, sin que haya tenido lugar todavía en los hechos. Un
ejemplo particularmente curioso de esta segunda dirección designativa es la
identificación de los manatíes con las sirenas: “vido tres serenas que salieron
bien alto de la mar, pero no eran tan hermosas commo las pintan, que en algu-
na manera tenjan forma de hombre en la cara”100. Las sirenas estaban pintadas
97
C. Colón 21984: 143.
98
C. Colon 1976: I, 86.
99
No convence lo que M. Morínigo opina al respecto y lo que otros repiten: “El deseo de
la propiedad lingüística y la consiguiente indecisión para dar nombres a las cosas que no pue-
den reconocer se complica en el ánimo de los descubridores con el prejuicio de hallarse cerca
de las tierras visitadas y descritas por Marco Polo […]. Ese mismo prejuicio le hace creer que
Luis de Torres, marinero que sabía árabe, le puede servir de intérprete, puesto que los árabes
musulmanes habían precedido a los cristianos en ese remoto Oriente. Así se explica la inclina-
ción por las voces árabes para nombrar las cosas nuevas: la canoa es almadía, los indios son
gandules, azagayas sus armas, alfaneques sus casas y alcatraz el pelícano americano” (1959:
57-58). Ésta no resulta una justificación apropiada porque los españoles seguirán comparando
las culturas del continente con la cultura árabe en los momentos posteriores a los primeros
contactos en el Caribe. Cf. sobre las comparaciones árabes o moras en los primeros contactos
con las culturas de América J. Lüdtke 1996a.
100
C. Colon 1976: I, 208.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 383
Y luego que legé a las Indias, en la primera isla que hallé, tomé per forza algunos
d’ellos para que deprendiesen y me diesen noticia de lo que avía en aquellas partes, e
así fue que luego entendiron y nos a ellos cuando por lengua o señas; y éstos han
aprovechado mucho. Oy en día los traigo que siempre están de propósito que vengo
del cielo, por mucha conversación que ayan havido conmigo. Y estos eran los prime-
ros a pronunciarlo adonde yo llegaba, y los otros andavan corriendo de casa en casa y
a las villas cercanas con bozes altas “Venit, venit a ver la gente del cielo”102.
Con todo eso, había tomado medidas para establecer el contacto lingüístico con
los príncipes de la India. Había llevado a Rodrigo de Xerez como intérprete,
cuyos conocimientos lingüísticos desconocemos, al converso Luis de Torres que
“sabía dize, que ebrayco y caldeo y avn algo arávigo”. Llegado a Cuba, el
almirante envía a éstos a un supuesto Gran Kan con cartas de los Reyes Católi-
cos y muestras de especias103. Existía una técnica para establecer contactos lin-
güísticos, como hemos visto (cf. 3.12.), que los portugueses habían practicado ya
en las costas del África occidental y que Colón adoptó. Apenas llegado en Gua-
nahaní Colón hace la prueba de si son aptos para intérpretes, haciéndoles repetir
lo que les decía, y se propone tomar presos a algunos de ellos: “Yo, plaziendo
a Nuestro Señor, levaré de aquj al tiempo de mj partida seys a Vuestras Altezas
para que deprendan fablar”104. Realizó su intención, capturando a siete indios de
los que uno se huyó el 15 de octubre, seguido de otro105. Se procuró tomar no
sólo a hombres, sino también a mujeres, dado que las experiencias de los portu-
gueses con sus lenguas habían mostrado que los hombres se quedaban si eran
cautivados con sus mujeres y niños. Colón da expresamente una motivación bas-
tante detallada de su acción, lo que podemos interpretar como reconocimiento de
que el acto pudiera ser posteriormente censurado. El 12 de noviembre escribe
101
C. Colon 1976: I, 89.
102
C. Colón 21984: 142-143.
103
C. Colón 1976: I, 113-114.
104
C. Colón 1976: I, 87.
105
C. Colón 1976: I, 90, 91.
384 JENS LÜDTKE
una entrada frente a Cuba que Las Casas llama “las palabras formales del Almi-
rante”:
ayer vino abordo de la nao vna almadía con seys man cebos, y los çinco entraron
en la nao; estos mandé detener τ los traygo. Y después enbié a vna casa que es de
la parte del río del ponjente, y tru xeron siete cabeças de mugeres entre chicas τ
grandes y tres njños. Esto hize porque mejor se comportan los hombres en España
aviendo mu geres de su tjerra que sin ellas, porque ya otras mu chas veces se
acaeçió traer hombres de Gujnea para que deprendiesen la lengua en Portugal, y
después que bolvían y pensaban de se aprove char d’ellos en su tjerra por la buena
compañja que le avían hecho y dádivas que se les avían dado, en llegando en tje-
rra jamás parecía[n]. Otros no lo hazían así. Así que, tenjendo sus mugeres,
[23v] ternán gana de negociar lo que se les encargare, y también estas mugeres
mucho enseñarán a los nuestros su lengua, la qual es toda vna en todas estas
yslas de Yndja, y todos se entien den y todas las andan con sus almadías, lo que
no an en Gujnea, adonde es mjll maneras de lenguas que la vna no entiende la otra.
Esta noche vino a bordo en vna almadía el marido de vna d’estas mugeres y
padre de tres fijos, vn macho y dos fembras, y dixo que lo dexase venjr con
ellos, y a mj me aplo go mucho, y quedan agora todos consolados con él, que
deven todos ser parientes, y él es ya hombre de .45. años106.
106
C. Colón 1976: I, 122.
107
“sì quietamente e senza romore o tumulto” (F. Colombo 1930: I, 186; I: 1990: I, 105).
108
C. Colón 1976: I, 217.
109
C. Colón 1976: I, 138.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 385
escribió: “por lengua no los entiendo”110. Los indios de Guanahaní fueron guías
en un mundo de islas que era al mismo tiempo el dominio de su lengua. Los
españoles no salieron de las Antillas arahuacas en este primer viaje. En las Luca-
yas se tomó noticia de más de cien islas cuyos nombres se enumeran111. Es cierto
que Colón haya confundido palabras del lucayo (¿igneri?, 4.1.2.) con nombres
propios. La palabra arahuaca bohío, que significa “casa”, es tomada posterior-
mente por el nombre de la isla de Haití112. El 23 de noviembre, día en que toma
bohío por el nombre de Haití, dice haber oído que los indios habían comunicado
una noticia sobre tuertos, información que induce a Las Casas a afirmar que el
almirante no entendía casi nada. Aunque era un excelente observador, no ha
reproducido las palabras ni nombres indios con mucha exactitud113, puesto que
es patente que no se ha interesado mucho por su lengua. Un ejemplo llamativo es
–si no se trata de una transmisión defectuosa– el nombre de la isla que había bau-
tizado Isabela, muy probablemente Fortune Island. En su primera aparición el 16
de octubre se escribe Samaot, al día siguiente Samoet (dos veces), el 19 de octu-
bre Saomete y Saometo, el 20 de octubre Saometo114.
En realidad, la comunicación con los habitantes de las islas descubiertas se
estableció mediante el lenguaje de los gestos e incluso del cuerpo. No entro en
este interesante tema porque no se constituye una tradición de lenguaje de signos
a partir de los primeros contactos mediante gestos entre Colón y los indígenas,
pero este remedio explica la falta de comprensión, las malas interpretaciones y la
facilidad con la cual el descubridor incurre en sus identificaciones equivocadas.
No se usa gesto, sino señas, señales y a veces ademanes en las expresiones hacer
señas o ademanes y decir por señas, como si se tratara de una comunicación
cabal. Con el paso de las semanas Colón llegó a entender mejor los valores deíc-
ticos, mímicos o simbólicos de estas señas; sin embargo, el almirante entiende a
veces tan mal los gestos que identifica un bohío que se encuentra en la dirección
del gesto con el nombre de la isla de Haití o Quisqueya115 como acabamos de ver.
Prescindiendo de la perplejidad del autor del diario, los nombres indígenas
nos han llevado al segundo tipo de neologismos, los préstamos. Colón considera
los nombres como los préstamos más importantes y los consigna sistemática-
mente. Aunque bautiza nuevamente las islas recién descubiertas, utiliza los nom-
110
C. Colón 1976: I, 105; 24 de octubre.
111
C. Colón 1976: I, 90.
112
Cf. C. Colón 1976: I, 103, 115, 123; cf. Las Casas 1957: I, 153, 160; 1994: I, 571, 583.
113
Cf. Las Casas 1957: I, 201; 1994: I, 648.
114
Cf. C. Colón 1976: I, 94, 96, 98, 99.
115
Sobre los gestos en el diario J. Romera Castillo 1989 y en general sobre el lenguaje de
los gestos en las Indias, cf. E. Martinell Gifre 1988: 21-42 y 1992: 123-150.
386 JENS LÜDTKE
bres españoles con menos frecuencia que los indígenas. Toma posesión con
solemnidad de dos islas recién descubiertas en el nombre del cristianismo (San
Salvador, Santa María de Concepción), otras en el de los Reyes Católicos (Fer-
nandina, Isabela), del príncipe heredero (Juana), pero prefiere llamar a algunas
con su topónimo indígena: Guanahaní, Saometo (con variantes) o Cuba (con
variantes). Esta variación colombina señala que el problema del uso de los nom-
bres geográficos en lo sucesivo tiene su fundamento en las primeras vacilaciones
–si no cayeron en el olvido como los nombres de las Lucayas, de modo que los
especialistas tuvieron que buscar San Salvador en épocas recientes–. Hay que
añadir que Colón aplicó a veces el mismo nombre a lugares geográficos diferen-
tes. Fernandina, una de las Lucayas (Long Island), se convierte en el nombre
español de Cuba. El paso del nombre anterior de Cuba, Juana, a Fernandina
estaba motivado por la muerte del príncipe heredero Juan, que abrió el camino a
la sucesión de Carlos I, el futuro emperador de Alemania Carlos V. También
Pedro Mártir documenta el nombre Juana; esto da lugar a comentarios de Gon-
zalo Fernández de Oviedo116 quien pone en tela de juicio a Pedro Mártir como
fuente histórica fidedigna. Nosotros, en cambio, nos enteramos de las tradiciones
continuas y de la ruptura de la tradición.
Es evidente que los nombres astronómicos eran específicos de Colón: Puerto
del Sol, Río de la Luna, Valle del Paraíso117. Sólo mencionemos de paso que las
identificaciones equivocadas de Colón tales como Cipango = Cuba118 no se con-
servaron desde el principio. En algunos casos los nombres nuevos, especialmente
en el Caribe, se tradujeron a otras lenguas o se volvieron a introducir los viejos.
Otros se dan en la mayoría de las veces por su semejanza con paisajes castellanos,
provincias o lugares, por ejemplo, La Española como forma diminutiva de Espa-
ña para Haití a causa de su supuesta similitud con España119. Los accidentes geo-
gráficos motivan muy pocos topónimos en el primer viaje; las evocaciones son
sobre todo religiosas y manifiestan la intención de evangelizar las nuevas tierras.
116
Pedro Mártir escribe: “alteram Hispaniolam, Ioannam alteram vocauit” (P. M. de
Anglería 1964: I, i, 40). En español: “a la una [Colón] la llamó la Española, y a la otra Juana”
(P. M. de Anglería 1989: 11). Fernández de Oviedo comenta: “Esta isla creo yo que es la que
el cronista Pedro Mártir quiso intitular Alfa, e otras veces la llama Juana; pero de tales nom-
bres no hay en estas partes e Indias isla alguna. Y no sé qué le pudo mover a la nombrar así”
(1992: I, 47). Cf. el comentario casi idéntico en 1992: II, 111.
117
Cf. Á. Rosenblat 1977: 140.
118
Colba; C. Colón 1976: I, 103.
119
Por si queda una duda acerca de este origen, citamos a Pedro Mártir, quien escribe al
hablar de la sustitución de los topónimos Quizqueia, Haití y Cipango: “Ab Hispania postmo-
dum appellant diminutive Hispaniolam” (1966: 130; III, vii). En español: “Posteriormente le
llaman por el nombre de España en diminutivo: Hispaniola” (1989: 218), es decir, Española.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 387
Mientras que Colón adopta en seguida los nombres que oye en la boca de los
lucayos y de los taínos, tarda varios días hasta registrar la primera voz indígena
en su diario. Llama a las barcas de los indios durante unos días almadías; es
manifiesto que Las Casas añade a la primera mención de esta voz el 26 de octu-
bre: “Estas son las canoas”120. Aparecen en la entrada del 3 de noviembre “redes
en que dormjan, que son hamacas”121, quizás otro comentario de Las Casas;
sin embargo, figura también pocos días después en las Historie122.
Hernando Colón documenta en el mismo día la palabra que significa “asien-
tos” o “banquillos”, Duchi, en plural, su singular es duho, en la etnografía moder-
na dujo, que utilizaban indios antillanos, y la palabra maíz, grano que Colón había
comparado con el panjzo o “mijo”123. Esta palabra se ha conservado, por ejemplo,
en la provincia española de Jaén como palabra para el maíz, al lado de paniza124.
El 16 de diciembre Colón ve batatas en Haití (esta identificación, sin embargo,
no es segura): “Tienen sembrado en ellas ajes, que son vnos ramjllos que plan-
tan”125. Aje es una batata o una subespecie126. El almirante dice el 15 de enero de
1493: “axí, qu’es su pemjenta”127. Lo poco que había entendido de la lengua indí-
gena lo podemos deducir de que se entera sólo el 18 de diciembre que la palabra
que significa “rey” es caçique: “y allí supo el Almjrante que al rey llamava[n]
en su lengua caçique”128, aunque esta voz aparece como comentario de rey en la
entrada del día anterior. Por lo tanto, Colón aplicó rey en un significado discursivo
ampliado, sustituyendo a este significado ampliado por un préstamo, después de
haber identificado el nombre del jefe indio. A partir de entonces el uso puede variar
entre la palabra española y la indígena. Esta identificación no habrá sido completa,
ya que no sabía distinguir muy bien a un cacique de un nitaíno, como sabemos de
una reproducción de Las Casas que comenta este pasaje en el diario de a bordo:
120
C. Colón 1976: I, 108.
121
C. Colón 1976: I, 115.
122
F. Colombo 1930: I, 175; 1990: I, 98.
123
C. Colón 1976: I, 183, 184; cf. miglio en una lista de palabras de Antonio Pigafetta
(1928: 88), millo en gallego y milho en portugués.
124
J. M. Becerro Hiraldo/C. Vargas Labella 1986: 67, 112.
125
C. Colón 1976: I, 165.
126
J. Chez Checo (ed.) 1978.
127
C. Colón 1976: I, 218.
128
C. Colón 1976: I, 171.
129
C. Colón 1976: I, 184.
388 JENS LÜDTKE
130
Las Casas 1994: II, 1466.
131
Las Casas 1994: I, 552.
132
Las Casas 1994: I, 564.
133
Las Casas 1994: I, 570, 572.
134
Las Casas 1994: I, 587.
135
Las Casas 1994: I, 627.
136
E. O’Gorman 1977, B. Pastor 2008: 17-100 (11983), J. Gil 1992, F. Borchmeyer 2009.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 389
como los otros. Las informaciones que además se ocultan al público no surten
efecto en la historia de la lengua y no se consideran aquí.
Las Casas menciona otras palabras que introduce, como Colón, con la fórmu-
la “que llaman/llamaban x”. Cuando una palabra entra en el uso de esta manera,
incluso varias veces, pero no se usa como palabra española, es decir, sin comen-
tarios, entonces no es necesariamente un préstamo. Por lo general, no se adopta
en la propia lengua. Estas menciones de voces pueden tener la función de pro-
porcionar informaciones sobre los indios y su lengua o de hacer la relación más
auténtica. Quedan así como verdaderos préstamos colombinos los nombres pro-
pios, entre ellos los nombres de islas, que compiten con los nombres españoles, y
probablemente dos apelativos, las palabras cacique y canoa, que Colón utiliza en
las variantes canoas y canuas en su relación dirigida a Luis de Santángel, fecha-
da en el 15 de febrero de 1493. Esta relación se da a conocer fuera del reducido
grupo de los descubridores y se integra en seguida al español.
En cuanto a las fases de la colonización resulta decisivo que la lengua de las
Grandes Antillas fuera relativamente unitaria. Los límites de la expansión anti-
llana de la lengua arahuaca son los límites del primer asentamiento de los espa-
ñoles. Los belicosos caribes dificultan el avance de los españoles en las Antillas
Pequeñas. Además, estas islas no daban ningún motivo para la fundación de una
factoría, puesto que ahí no existían mercancías interesantes para el trueque, pero
ante todo porque carecían de oro.
Hay que constatar que en la mente de los descubridores por el camino del
oeste no vivían sólo indios en las Indias. En una ocasión Chanca cuenta a los
caribes entre los indios:
La diferençia destos a los otros indios en el ábito es que los de Caribe tienen el
cavello muy largo, los otros son tresquilados e fechas cient mill diferençias en las
cabeças de cruzes, e de otras pinturas en diversas maneras, cada uno como se le anto-
ja, lo cual se hazen con cañas agudas137.
137
J. Gil/C. Varela (eds.) 1984: 162.
138
C. Colón 1976: I, 173.
390 JENS LÜDTKE
139
Cf. las observaciones de J. Gil (1992: 21-56) desde otra perspectiva.
140
C. Colón 21984: 139.
141
C. Colón 21984: 140-141.
142
C. Colón 21984: 141.
143
C. Colón 21984: 142.
144
C. Colón 21984: 143.
145
C. Colón 21984: 145.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 391
dizen los caribes, porque no bastava razón para creer que heran
perdidos de otra manera, porque iban entr’ellos pilotos marineros,
que por la estrella saben ir e venir hasta España; creíamos que en
tan pequeño espacio no se podían perder. Este día primero que allí
deçendimos andavan por la playa junto con el agua muchos ombres
e mugeres mirando la flota e maravillándose de cosa tan nueba, e
llegándose alguna barca a tierra a hablar con ellos diziéndolos
“taino, taino”, que quiere dezir ‘bueno’, esperaban en tanto que no
salían del agua, junto con él moran, de manera que cuando ellos
querían se podían salvar. En conclusión, que de los ombres ningu-
no se pudo tomar por fuerça ni por grado, salvo dos que se segura-
ron e después los traxeron por fuerça. Allí se tomaron más de vein-
te mugeres dellas cativas y de su grado se venían otras naturales de
la isla que fueron salteadas y tomadas por fuerça. Çiertos mocha-
chos cabtivos se vinieron a nosotros huyendo de los naturales de la
isla que los tenían cabtivos146.
146
Carta del doctor Diego Álvarez Chanca al cabildo de Sevilla; C. Colón 21984: 159.
147
C. Colón 21984: 143.
148
R. Cassá (1992) da una buena síntesis divulgativa sobre la historia de los arahuacos y
caribes de las Antillas e incorpora la investigación arqueológica reciente que es crucial para
entender el desarrollo interno de las culturas antillanas prehispánicas. Entre los trabajos sobre
la arqueología mencionamos dos síntesis: la de R. Dacal Moure y M. Rivero de la Calle (1984)
sobre Cuba y la de M. Veloz Maggiolo (1972) sobre la isla de Santo Domingo. Nuestros cono-
cimientos arqueológicos son recientes y susceptibles de mejora.
392 JENS LÜDTKE
El nombre moderno deriva de una etnia establecida en la región entre el delta del
río Amacuro en Venezuela y la Guayana Francesa actuales. Las lenguas arahua-
cas eran el grupo de lenguas más difundido de la América del Sur.
Nuestros conocimientos de los habitantes, sus diferentes culturas y lenguas se
basan en hallazgos arqueológicos, en descripciones etnográficas de europeos y
en documentos lingüísticos y culturales transmitidos hasta la época actual. Para
entender la historia de los pobladores de las islas caribeñas, sus rutas migratorias
y sus asentamientos, los avances de la arqueología son decisivos. Nuestra tarea,
sin embargo, está mucho más limitada y es distinta. Basta que identifiquemos las
grandes comunidades lingüísticas y su extensión, mayormente la zona del con-
tacto lingüístico en la isla de Haití con los pobladores españoles, la densidad
demográfica de las comunidades y su grado de desarrollo social, económico y
cultural. Un tratamiento extenso debería relacionar la investigación lingüística
con la historia y la arqueología149. Por este motivo las obras históricas son más
relevantes que cualquier otro tipo de fuente.
Los arqueólogos aún no han podido establecer si la primera ruta de entrada a las
Antillas Mayores fue América Central, tomando como puente islas hoy sumergi-
das y Jamaica, si el primer poblamiento antillano partió de Venezuela y las Anti-
llas Menores, o si tomó las dos rutas. Pueden corresponder a estas oleadas más
tempranas los habitantes del extremo oeste de la península Guacayarima en La
Española y los guanahacabibes en el extremo oeste de Cuba. Gonzalo Fernán-
dez de Oviedo describe los pobladores preagrícolas de La Española en los
siguientes términos:
149
Informan sobre los arahuacos antillanos y sus lenguas S. Lovén 1935, C. H. de Goeje
1939, D. Taylor 1977, R. E. Alegría 1976 y 1978, M. Álvarez Nazario 1977 y 1996, I. Rouse
1992 y S. Jansen 2011. Aparte de la evidencia arqueológica y la lengua de los arahuacos sobre-
vivientes hasta la actualidad nuestra fuente más fiable son la Historia de las Indias (1994) y la
Apologética historia (1992) de Las Casas. Aunque no hay motivos para suponer que Las Casas
supiera la lengua arahuaca (cf. S. Lovén 1935: 659), este autor hacía indagaciones sobre su
cultura y su lengua, y apuntaba las palabras indicando el acento o la cantidad de sílabas. La
regularidad con la que proporciona informaciones sobre las palabras arahuacas confirma la
suposición de que usaba un vocabulario que podía ser el de Ambrosio de Morales que se ha
perdido (S. Lovén 1935: 563). A. Tovar (1966) delimita las lenguas arahuacas y el grado de
parentesco interno mediante los métodos de la lexico-estadística y la tipología; cf. también A.
Meillet/M. Cohen (dirs.) 1952: 1102-1128; así como A. Tovar/C. Larrucea de Tovar 21984:
120-134.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 393
Estos últimos, que son los postreros, son a manera de salvages: no tienen casas,
asientos, ni pueblos, ni labranzas: no comen sinó tortugas, pescado i algunas salvagi-
nas, que toman por los montes151.
LOS ARAHUACOS
150
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 83.
151
Carta de Diego Velázquez a Su Alteza, 1º de abril de 1514, en R. Cassá 1992: 24.
152
B. Díaz del Castillo 1982: 6.
394 JENS LÜDTKE
153
En la obra The American Nations; or, Outlines of Their General History, Ancient and
Modern (Philadelphia), que no he podido consultar. Carl Friedrich Philipp von Martius reúne
el primer glosario latín-taíno en 1863, 21867 (= 1969: 314-318). M. R. Harrington (1921) y S.
Lovén (1935) difunden este nombre como etnónimo.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 395
154
Podemos leer dos comentarios de Las Casas al respecto: “toda la más de la gente de
que estaba poblada aquella isla [de Cuba] era pasada y natural desta isla Española, puesto que
la más antigua y natural de aquella isla era como la de los yucayos […]. Esta era la natural y
nativa de aquella isla, y llamábanse en su lengua ciboneyes (la penúltima sílaba luenga); y los
désta, por grado o por fuerza, se apoderaron de aquella isla y gente della y los tenían como sir-
vientes suyos, no como eslavos” (1994: III, 1843). En la Apologética se llaman exbuneyes:
“cuando pasó la gente de esta isla Española, y poco a poco sojuzgó a la de aquella (es decir,
Cuba), que era una gente simplícisima y mansuetísima (la misma que la de los lucayos […]),
tuviéronlos por esclavos y llamábanlos exbuneyes, la penúltima sílaba luenga” (1958: 149).
155
M. Álvarez Nazario 1977: 13-14.
156
M. Álvarez Nazario 1977: 18.
157
Las Casas en la Apologética historia: “Es aquí de saber que un gran pedazo desta
costa, bien más de veinte y cinco o treinta leguas, y quince buenas y aun veinte de ancho, hasta
las sierras que hacen desta parte del norte la Gran Vega inclusive, era poblada de unas gentes
que se llamaban macoriges y otras ciguayos, y tenían diversas lenguas de la universal de toda
la isla. No me acuerdo si diferían éstos en la lengua, como ha tantos años, y no hay hoy uno ni
ninguno a quien lo preguntar, puesto que conversé hartas veces con ambas generaciones, y son
pasados ya más de cincuenta años. Esto, al menos, sé de cierto: que los ciguayos, por donde
andaba agora el Almirante, se llamaban ‘ciguayos’ porque traían todos los cabellos muy luen-
gos, como en nuestra Castilla las mujeres” (1994: I, 666). La grafía del nombre de los macori-
xes constituye un problema ortográfico. Ya que la cedilla se omite con frecuencia en la grafía
396 JENS LÜDTKE
de la <ç>, esta letra se confunde con <c>, pero también <t> con <r> como muestra la grafía
Maroris que aparece en la cita italiana sobre la estructura social en 4.1.9. y que se basa en una
mala lectura de <c>. Tampoco me sirve de argumento la forma moderna Macorís que no se
usa sólo en la región originaria (San Francisco de Macorís), sino también en el sudeste de la
República Dominicana (San Pedro de Macorís). No me pronuncio sobre la forma originaria
auténtica, porque no manejo documentación que permita averiguar si las formas actuales
corresponden a una transmisión oral o escrita. A continuación voy a usar la grafía maçorixes
de forma tentativa, aunque Pedro Mártir escribe Macorixes (1966: 132; III, 7).
158
F. Moya Pons 81981: 9.
159
A. Tovar/C. Larrucea de Tovar 21984: 121-122.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 397
damente caribe insular por Douglas Taylor (1977), con el arahuaco conocido por
unas pocas palabras del taíno citadas en las fuentes históricas.
Para delinear una geografía lingüística rudimentaria del pasado podemos ser-
virnos de la palabra que designa el oro, la única que interesaba a Colón en con-
creto en su primer viaje. Con esta palabra se ejemplifican, entre otras cosas, las
diferencias lingüísticas entre las islas. Los lucayos llamaban al oro nozay, los
habitantes del oeste de La Española usaban caona y el este de esta isla decía
tuob. Las Casas confirma expresamente la observación de Colón160. Por consi-
guiente, podemos atribuir caona al taíno de las Antillas Mayores y tuob a la len-
gua de los ciguayos y/o de los maçorixes de La Española. Las Casas localizaba
estas comunidades lingüísticas, que se extinguieron en una época muy temprana,
con bastante exactitud:
Tres lenguas había en esta isla [La Española] distintas, que la una a la otra no se
entendía: la una era de la gente que llamábamos el Macorix de Abajo y la otra de los
vecinos del Macorix de Arriba […]. La otra lengua fué la universal de toda la tierra, y
ésta era más elegante y más copiosa de vocablos y más dulce el sonido; en ésta, la de
Xaraguá –como dije arriba– en todo llevaba ventaja y era muy más prima161.
160
Las Casas 1994: I, 666.
161
Las Casas 1992: III, 1281.
162
Este religioso era catalán. Ya que hoy el catalán es oficial en Cataluña y se escriben
también los nombres en su forma oficial en las comunidades históricas, me atengo a este uso
que se refleja asimismo en la versión catalana de la relación de R. Pané (1992).
163
II: 1958: 124; I: 1994: 155, 181. Estas palabras de Las Casas parecen inducir a Lovén a
suponer que Ramon Pané había escrito sus relaciones en catalán (S. Lovén 1935: 561), pero la
cita no apoya esa interpretación. Se trataba sólo de “referir” las palabras de Pané, no de tradu-
cirlas.
398 JENS LÜDTKE
en una época en que las comunidades estaban si no intactas, por lo menos no tan
deterioradas como después de los primeros repartimientos de Nicolás de Ovando
a partir de 1502.
Ramon Pané llegó en el segundo viaje de Colón y fue el primer misionero
cuyo nombre conocemos; evangelizaba a los habitantes de Macorix. A principios
de 1495 Cristóbal Colón le encargó vivir con el cacique Guarionex y recoger
informaciones sobre “ritos y antigüedades” de esos indios164. Ya que este cacique
hablaba el arahuaco general de la isla, el taíno, mientras que el misionero sólo
sabía la lengua de Macorix, éste pidió permiso para llevar consigo a indios bilin-
gües. Le acompañó Guaicananù, el mejor de los indios y el primer cristiano bau-
tizado cuyo nombre de pila era Juan. El lugar en que Pané había de vivir distaba
media legua del fuerte de la Concepción. Allí estuvo casi dos años, probable-
mente desde principios de 1495 hasta finales de 1496. Sin embargo, Ramon Pané
y Juan se trasladaron de ahí hasta donde habitaba el cacique Mabiatué que estaba
más dispuesto a convertirse al cristianismo. Pané permaneció en su entorno al
menos hasta 1498.
Encontramos las primeras referencias a sus conocimientos lingüísticos en una
epístola de Pedro Mártir del 13 de junio de 1497 y en otra del 12 de mayo de
1499165. Este cronista se basa en relatos orales y no en relaciones escritas. Las
fechas de las epístolas de Pedro Mártir apoyan la conclusión de que Pané termi-
nó la primera relación a mediados del año 1496, para que Colón la llevara al
regreso de su segundo viaje, y que pudo terminar la segunda en 1498166. Es posi-
ble que la primera relación, como la segunda, haya sido llevada a España por
otro navegante que Colón. En cuanto a la fecha de la segunda relación, Pané
puede haberla rematado asimismo en 1500, para que Colón la llevara consigo a
164
F. Colombo 1930: I, 213; 1990: I, 219; cap. xxv.
165
P. M. de Anglería 1966.
166
Ésta es la opinión de D. Ramos Pérez (1981-1982: 43-47). Según este autor, la segun-
da relación empieza con “Ora…”. J. J. Arrom da una edición crítica y fiable de las relaciones,
usando sin embargo el singular Relación, en 1974. La mejor edición es la última en lengua
catalana (1992), que contiene el texto italiano de Fernando Colombo en facsímil. Los nombres
y las palabras arahuacas se documentan en su forma italianizada de manera arbitraria y segu-
ramente plagada de errores. Arrom reproduce los nombres y las palabras en la forma que se
acerca más a la forma originaria o que corresponde a las palabras en su forma actual. Estas
correspondencias se escriben aquí entre paréntesis. No obstante, habría sido preferible que
Arrom hubiera proporcionado una edición de los textos latinos de Pedro Mártir y del extracto
español de Las Casas. Véase asimismo la edición de H. E. Polanco Brito que incluye otros tex-
tos cronísticos (R. Pané 1988). Mencionan a Pané, o escribieron sobre él, el conde de la Viña-
za (1892: 10), C. Bayle (1950: 42), S. Lovén (1935: 560-583), además de los otros autores
citados en las notas.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 399
167
Tenemos, por consiguiente, tres fuentes para esta relación: el resumen de Pedro Mártir
en latín (1530, primera década, libro ix, caps. 4-7); el extracto en español que da Las Casas en
la Apologética historia (1958: caps. lxx, clxvi, clxxvii; 1992: caps. 120, 166, 167)M y el
extracto en la traducción italiana de la historia del almirante escrita por su hijo Hernando (F.
Colombo 1990: I, cap. lxi).
168
R. Pané 1992: cap. viii, 130v.
169
Según R. Cassá (1992: 80), los términos que cita Pané son ciguayos. Esta etnia puede
haber tomado elementos de la cultura de los taínos, como las ceremonias y los rituales, lo cual
explicaría la identidad del léxico ciguayo que cita Pané con el de otras fuentes; la práctica del
chamanismo propio a los taínos parece haberse difundido en las comunidades tanto maçorixes
como ciguayas.
170
R. Pané 1992: 127r.
171
R. Pané 1992: cap. v, 128v, 129v.
172
R. Pané 1992: 127v.
173
R. Pané 1992: 132r, 132v.
400 JENS LÜDTKE
Dejando la corrupción de las formas aparte, esta diferencia aparece en las docu-
mentaciones de esta palabra como préstamo. Las Casas usa el singular cemí, plu-
ral cemíes, en la Información de los Jerónimos encontramos, sin embargo, el plu-
ral cemiles. El misionero llama a los chamanes bohuti o buhuitihu, los bohites en
Las Casas y los behiques en la Información. Los muertos174 pueden aparecer
como Goeiz, espíritu vivo (¿guayza? o nombre de la máscara o “carátula” de los
indios), o como Opia175, espíritu muerto, hupía en Las Casas. Se alude al rito de
la Cogioba176 que se describe como “polvere” (“polvo”), pero puede haber teni-
do el significado más general de “droga”. Relacionamos el instrumento musical
maiohanan con las ceremonias. Pané menciona al Cacique177.
En cuanto a la cultura material, el jerónimo hace mención a plantas cultiva-
das en sus conichi178 o campos, los conucos, como la giuca, la yuca, de cuyas
raíces se producía el Cazzabí179, y el agí que podemos considerar como corrup-
ción del nombre del tubérculo age y no del pimiento axí, hoy ají, y algunas plan-
tas cuyas frutas se recogen: Iobi180o “mirabolanos”, y una hierba llamada
Digo181, la fruta Guabaza182. Los nombres de animales son dos: tona, “a guisa di
rane”, y Cobo183, un caracol de mar. Le llamaba la atención “una infermità, come
rogna”, llamada caracaracol. Conoce el Guanin184, plural Guanini185, el guanín
u oro bajo de los españoles, y sus casas, Bouhi186. Y no faltan los Canibali187,
palabra que por su forma española nos hace sospechar que todas las voces cita-
das pueden ser ya préstamos. Por otro lado, los dos nombres de una misma plan-
ta contradicen esta conclusión: “pigliano un’erba, che si chiama Gueio, che ha le
foglie simili al Basilicò, grossa & larga, & con altro nome chiamasi Zachon”188.
Nos quedamos con la duda de si estas palabras pertenecen a una misma lengua o
174
R. Pané 1992: 127.
175
R. Pané 1992: 133r.
176
R. Pané 1992: 131v; cohoba.
177
R. Pané 1992: 127v, 130r.
178
R. Pané 1992: 131r.
179
R. Pané 1992: 131v; cazabí, hoy cazabe o casabe.
180
R. Pané 1992: 127v; jobos.
181
R. Pané 1992: cap. ii, 128r.
182
R. Pané 1992: 132v; no identificada.
183
R. Pané 1992: 127v.
184
R. Pané 1992: 129v.
185
R. Pané 1992: 129r.
186
R. Pané 1992: 128v; bohío.
187
R. Pané 1992: 132.
188
R. Pané 1992: 136. En la edición de la Historia del Almirante de L. Arranz: “una hier-
ba que se llama güeyo, que tiene las hojas semejantes a la albahaca, gruesa y larga, por otro
nombre llamada zacon” (H. Colón 1984: 217).
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 401
LOS CARIBES
189
T. Buesa Oliver/J. M.a Enguita Utrilla 1992: 66-67.
190
C. Colón 1976: I, 115.
191
C. Colón 1976: I, 132.
192
C. Colón 1976: I, 157, 160, 167.
193
C. Colón 1976: I, 191.
194
C. Colón 1976: I, 199.
402 JENS LÜDTKE
expresa por medio de “ellos” que “los de Canjba” corresponde a una forma luca-
ya del nombre de los caribes, mientras que Carib era la forma usual en La Espa-
ñola195 y que Colón adopta en su acervo lingüístico. En el tiempo de su vuelta el
almirante explica Carib como “la ysla de Carib”196, ya que no sabe todavía que
eran muchas islas. En su segundo viaje tuvo conocimiento directo de los caribes.
A pesar de las citas anteriores no está enteramente asegurado si ambos nom-
bres, caribes y canibales –esta última palabra era al principio una palabra llana–,
se crearon ya en el primer viaje de Colón, pero se documentan sin ninguna duda
desde el segundo viaje. Chanca llama a las Antillas Menores islas “de Caribe”197
cuando llega a Guadalupe y a los habitantes caribes198, y los describe como
“gente que come carne humana”199. Simón Verde les llama cambalos200; Juan de’
Bardi canabali en italiano201; y el savonés Michele da Cuneo camballi en su
latín, pero es probable que <m> sea una mala lectura de <ni>. El acento de esta
forma está conforme con la forma Canibáles que Pedro Mártir, cuidadoso en los
detalles lingüísticos, marca con un acento gráfico en su latín202. Así, esta palabra
era paroxítona en su origen. Sin embargo, en la edición moderna de Martín Fer-
nández de Enciso se usa caníbales y no caribes:
Están todas las otras [islas entre La Trinidad y San Juan] que he nombrado entre-
medias destas dos, y son todas de caníbales, que comen carne humana, y vánse por la
mar en canoas a hacer guerra a otras partes y unos a otros203.
creyeron ellos [los indios de La Española] que aquella gente debía ser los que llama-
mos caribes y entonces los llamaban y llamábamos cañíbales”204.
195
C. Colón 1976: I, 213.
196
C. Colón 1976: I, 216.
197
D. Álvarez Chanca 1984: 158.
198
D. Álvarez Chanca 1984: 159.
199
D. Álvarez Chanca 1984: 158.
200
J. Gil/C. Varela (eds.) 1984: 210.
201
J. Gil/C. Varela (eds.) 1984: 214.
202
P. M. de Anglería 1966: 40; De orbe novo, I, i.
203
M. Fernández de Enciso 1987: 206; 11519.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 403
De uno o de dos o de diez –que apenas subían de tres los que mataban [los
indios]– hacían grandes quexas a los Reyes, que por ser caníbales (que entonces lla-
maban [a] los que ahora decimos caribes, que son los que comen carne humana), no
querían conservar con los cristianos ni los acogían en sus tierras, antes los mata-
ban205.
El hallazgo de las islas situadas en la parte occidental del océano excede la cre-
encia de Colón de haber descubierto unas islas ubicadas según sus ideas geográ-
ficas enfrente del continente asiático. La reestructuración del saber coetáneo
acerca del globo terráqueo implica dos vertientes: una universal que localiza de
varias maneras las tierras encontradas en el mundo entonces conocido y una
regional que va configurándose en los viajes de descubrimiento de Cristóbal
Colón y de otros navegantes de la época. Estos dos entornos interrelacionados
evolucionan a un ritmo diferente en ambientes diversos. La interpretación del
sentido geográfico y político de los descubrimientos es una tarea a la cual se
dedican los estudiosos renacentistas y el ambiente de los monarcas entre los cua-
les cabe contar al papa Alejandro VI, nacido como vasallo de la Corona de Ara-
gón. En cambio, los conocimientos detallados acerca del Caribe son el fiel tra-
204
R. Pané 1992: III, 1156.
205
R. Pané 1992: II, 1372.
206
C. A. Jáuregui (2008: 48-63) no tiene conocimiento del uso de la forma llana canibáles
tras las primeras décadas y su reaparición como cultismo. Habría sido interesante prestar aten-
ción al acento porque así se podría aclarar la transmisión popular o culta del vocablo.
404 JENS LÜDTKE
207
H. Vianna 121975: 32-40.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 405
208
E. O’Gorman 1977.
209
Cf. E. O’Gorman 1977: 90-91.
210
H. Vianna 121975: 180.
406 JENS LÜDTKE
211
Estos testimonios se reúnen en C. Colón 21984: 151-260.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 407
las mujeres caribes que no eran “buenas”. La mayoría de los hombres habían
salido para merodear y tomar arahuacos. Explica lo que son canoas212 y, arribado
a Santa María de Monserrat, diferencia entre los otros “indios” y “los caribes”213
que ya habían conquistado “Burequen”, es decir, la isla de Boriquén o Borinquén
o la isla San Juan Bautista de Colón. Notemos que indio ya es un etnónimo gené-
rico, pero el uso vaciló en las primeras décadas y designó al principio únicamen-
te a los arahuacos de las Antillas Mayores, de modo que no fue necesario buscar
otro nombre o, cuando hubiera sido necesario, ya había en verdad pocos sobrevi-
vientes. Al llegar a La Española, ninguno de los españoles dejados en la Villa de
la Navidad estaba con vida.
Colón dividió la isla en provincias214, transferencia de una visión clásica al
Nuevo Mundo que era menos usual en España. El contacto lingüístico se estable-
ció por los intérpretes215 que el almirante había capturado en su primer viaje,
aplicando de esta manera el método sometido muchas veces a prueba en los via-
jes de castellanos y portugueses en Canarias y las costas de África. La comunica-
ción con el primo del cacique Guacanagarí, en la proximidad de Monte Cristi, y
con el mismo cacique, que fingió estar herido en una pierna cuando recibió a
Colón recostado en una hamaca216, se hizo difícil por el idioma217. A pesar de
estos inconvenientes, el virrey logró saber cómo murieron los españoles que
habían quedado en La Navidad. En esta ocasión, Chanca explica lo que son caci-
ques218 y opina que los indios son fáciles de convertir a la fe católica. Como
médico es especialista en plantas medicinales, pero no enumera más plantas úti-
les y más especies que Colón. La convergencia entre la visión de Colón y Chan-
ca es significativa y nos da la certeza de que las nuevas experiencias y su expre-
sión lingüística eran comunes a todos y podían transmitirse por vía oral. En este
sentido, los testimonios tempranos son valiosos y representativos de los cambios
lingüísticos.
La primera villa fundada en América fue la Isabela, nombrada así en honor
de la Reina Católica. Las descripciones de la Isabela están todas muy idealiza-
das, pues el sitio no era idóneo para la construcción de un buen puerto ni ofrecía
buenas condiciones para la agricultura, y estaba además lejos de las minas de
oro. Sin embargo, este pueblo es importante para la historia de la ciudad hispa-
212
D. Álvarez Chanca 1984: 160.
213
D. Álvarez Chanca 1984: 162.
214
D. Álvarez Chanca 1984: 164.
215
D. Álvarez Chanca 1984: 165.
216
D. Álvarez Chanca 1984: 170.
217
D. Álvarez Chanca 1984: 171-172.
218
D. Álvarez Chanca 1984: 173.
408 JENS LÜDTKE
La ciudad de la Isabela, que surge bellísima, está junto a un puerto excelente, que
abunda en peces de sabor suculento que, probado por los médicos, se dan a los enfer-
mos para que recobren la salud. Se pescan otros de cuerpo enorme, de tamaño de un
buey, que devoran cortándoles los pies, de gusto a ternera; si los pruebas, dejarás las
demás delicias de pescado. Los nuestros la llaman Isla Bella, habiendo puesto a la
ciudad el nombre de Isabela. Esta, por aventajar a todas las demás en virtud de su
estratégica situación y la benignidad de su clima, será dentro de muy pocos años
populosa, y repleta y frecuentada de colonos competirá con cualquiera de las ciuda-
des españolas cuando estén acabados sus edificios y levantados con magnificencia
sus muros. Disponen las casas y construyen las murallas de suerte que den ornato a la
ciudad y presten refugio seguro a los habitantes. Una ancha calle trazada a cordel
divide la ciudad en dos partes, calle que es cortada después transversalmente por
otras muchas costaneras; en la playa se alza un magnífico castillo con una elevada
fortaleza, la morada del Prefecto se llama Palacio Real, ya que acontecerá alguna vez,
por la gracia de Dios, que es artífice y dador óptimo de tantos bienes, que los Reyes,
zarpando de Cádiz, penetren en tan dichosos reinos para ver sus islas después de
haber alcanzado la victoria por doquier. Allí se ha consagrado un noble templo opu-
lento en dones y repleto de ofrendas, que la reina Isabel envió desde España para el
culto divino. Deciden que está también la capital de la provincia219.
La esperanza de que los Reyes Católicos o sus sucesores zarparan algún día de
Cádiz para arribar a las Indias nunca se cumplió, ni siquiera en la época más
desastrosa de la monarquía que siguió a la invasión de España (1808). Los peces
“de cuerpo enorme” son, evidentemente, manatíes. Si la casa del gobernador y la
iglesia se encontraban en la misma plaza, la planta se asemejaba a la plaza mayor
de Las Palmas, cuyo fuero los Reyes Católicos otorgaron en torno a esta época.
Pero el fuero real y la fundación virreinal siguieron tradiciones distintas. Esta
diferencia explica que no se documente el léxico administrativo de la misma
manera que en las Islas Canarias ni que parta de una base idéntica; tenemos que
esperar hasta el gobierno de Nicolás de Ovando para que se imponga el Estado.
La fundación de la Isabela tenía un carácter novedoso y sin precedente en la
experiencia de los españoles. Conocemos el origen social de los hombres cuya
cifra oscila entre 1200 y 1500 personas, reclutadas por la Corona y por Colón,
sin contar otros que viajaban sin recibir sueldo, pero no conocemos las cifras
absolutas de los varios estratos sociales (4.1.4.2.) ni sabemos quiénes eran colo-
nos, es decir, quiénes tenían la intención de permanecer en La Española y quié-
219
G. Coma 1984: 199; cf. M. de Cuneo 1984: 243.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 409
nes tenían la intención de regresar. Ésta es una de las razones por la cual no doy
tanta importancia a los porcentajes de los pobladores en cuanto a su procedencia
social o regional, entre las otras razones se cuentan las correlaciones entre deter-
minados rasgos lingüísticos y grupos de pobladores que son poco numerosas o
difíciles de establecer, y las que dominan en la lengua del Nuevo Mundo como
las innovaciones designativas, los préstamos y los cultismos que son indepen-
dientes de este criterio. Tampoco conocemos la composición social de los pasa-
jeros de las tres carabelas bajo el mando de Bartolomé Colón (1494) y de las
cuatro naves de Antonio de Torres en el mismo año. Sin embargo, nos enteramos
de que en el segundo viaje de Cristóbal Colón pasaron a La Española unos vein-
te hombres con sus caballos, muchos hidalgos, un centenar de ballesteros y arca-
buceros, algunos centenares de artesanos, labriegos, carniceros, carpinteros,
herreros, talabarteros y sobre todo albañiles y canteros; pero no consta cuáles de
estos pobladores sobrevivieron y permanecieron en la isla. Si la fundación de la
Isabela y su fracaso fueron útiles para algo, se puede decir que la villa sirvió de
campo de experimentación, aunque no logro probar un vínculo directo entre este
experimento urbanístico y las fundaciones posteriores.
La segunda fundación de una villa fracasó como la primera, aunque por otros
motivos. Cristóbal Colón la sustituyó por la ciudad de Santo Domingo, fundada
en 1494 y una segunda vez en 1496 por su hermano Bartolomé. La elección de
este lugar se basaba en la proximidad de las minas de oro y de su función de
puerto de exportación. En su urbanismo no se retoma la traza de la Isabela.
Las nuevas fundaciones de los españoles eran todas villas o ciudades, aun
cuando tuvieron por mucho tiempo las dimensiones de una aldea220. Sin embar-
go, siempre que los indios habían desarrollado una cultura urbana como en Méxi-
co y en el Perú, los españoles se asentaron en las ciudades indígenas. La cultura
de los arahuacos antillanos había alcanzado sólo el nivel de una economía de
subsistencia sin haber producido concentraciones de población en centros urba-
nos. Puesto que los españoles fundaron villas y ciudades para españoles, se vis-
lumbraba desde el principio la separación de una comunidad española y una
muchedumbre de comunidades indígenas que formarían en el futuro la república
de los españoles y la república de los indios.
No obstante, encontramos ya en épocas tempranas atisbos de una alternativa
a esta separación en dos comunidades. Los españoles –entre ellos algunos hidal-
gos y una mayoría de gente de origen modesto– no habían aguantado tantas
penas y peligros para ser asalariados en una factoría. Se empeñaron entonces en
220
Desgraciadamente, no es posible analizar la urbanización de las Antillas en la docu-
mentación oficial. F. de Solano editó las fuentes (1996) que muestran la ausencia de fueros y
ordenanzas, lo cual hace difícil el estudio del léxico urbanístico en la época de los orígenes.
410 JENS LÜDTKE
tomar el papel de los caciques, uniéndose con sus hijas. Sus intereses económi-
cos, su nueva posición social y sus nuevos lazos familiares les pusieron en con-
traste con los partidarios del virrey Colón. El descontento general llevó a Bernal
Díaz de Pisa en 1494 a la primera rebelión. Al año siguiente la rebeldía abierta
estalló con la agitación de Francisco Roldán221. Este hecho tuvo importantes
consecuencias: al fin y al cabo, Colón y sus herederos perdieron su monopolio y
se volvió a favorecer la iniciativa de particulares como en tiempos de la Recon-
quista y de la conquista de las Islas Canarias. La empresa particular autorizada
por el rey será a partir de entonces la base de la expansión y colonización de los
españoles en América.
Esta actitud rebelde de los primeros españoles en el nuevo continente origina
una diferenciación que se manifiesta desde el primer momento. José Ortega y
Gasset formula este profundo cambio en un brindis con las siguientes palabras:
“El hombre americano […] deja de ser sin más el hombre español, y es desde los
primeros años un modo nuevo del español. Los conquistadores mismos son ya
los primeros americanos”222. Cristóbal Colón expresa esta actitud de forma cir-
cunstancial y quiere poner remedio a los resultados que esta situación produce
cuando escribe a los Reyes Católicos en 1498: “Acá son muy necesarios devotos
religiosos para reformar la fe en nos, más que por la dar a los indios, que ya sus
costumbres nos han conquistado y les hacemos ventaja”223. Oviedo había comen-
tado la conducta de los españoles con motivo del segundo viaje de Colón y de la
fundación de Isabela en el mismo sentido: “como a algunos de los que a estas
partes vienen, luego el aire de la tierra los despierta para novedades e discordias:
que es cosa propia de las Indias; así naturalmente, están los indios e gentes natu-
rales dellas muy diferentes de contino”224. El hombre nuevo entra en escena en la
visión de un autor como Bartolomé de las Casas quien lo rechaza y ridiculiza en
la primera figura que se rebela contra la situación de subordinación que Bartolo-
mé Colón impone a los asalariados, es decir, a Francisco Roldán. Este personaje
no quiere dejarse introducir en la tradicional sociedad estamental, sino ascender
en ella. Esta intención resulta muy clara, transparentándose en la crítica de la
parte contraria225.
Tras el tercer viaje de Colón la inmigración se estancó. Oviedo comenta esta
situación:
221
Las Casas 1994: II, 974-986.
222
J. Ortega y Gasset 1973: 244.
223
Las Casas 1994: II, 1133.
224
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 52.
225
Las Casas 1994: II, 975-976.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 411
E como los que se habían ido de acá con el Almirante (e antes sin él), e habían
padescido los trabajos que se han dicho, e iban enfermos e pobres, e de tan mala color
que parescían muertos, infamóse mucho esta tierra de Indias, e no se hallaba gente
que quisiese venir a ellas.
Por cierto, yo vi muchos de los que en aquella sazón volvieron a Castilla, con
tales gestos, que me paresce que aunque el rey me diera sus Indias, quedando tal
como aquéllos quedaron, no me determinara de venir a ellas […].
Y como faltaba ya la gente, e no dejaban de irse a España sino los que no podían o
por falta de navíos, e de la vuelta del Almirante ninguna certinidad se tenía, estaba ya
cuasi perdida esta tierra e tenida por inútil, e con mucho temor los que acá estaban226.
226
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 60.
227
Las Casas 1994: II, 1043, 1067-1068, 1377.
228
Las Casas 1994: II, 1452.
412 JENS LÜDTKE
quista de Borinquén o San Juan de Puerto Rico. Como consecuencia de las expe-
riencias de La Española los indígenas opusieron mayor resistencia, huyendo en
parte hacia las Antillas Menores. En 1509 Juan de Esquivel conquistó Jamaica o
Santiago, que apenas se pobló. Diego Velázquez inició en 1511 la sumisión de
Cuba o Fernandina. Siguió una serie de fundaciones de ciudades en Cuba: Bara-
coa (1512), Bayamo (1513), Trinidad (1514), Sancti Spíritus (1514), Puerto Prín-
cipe, llamado posteriormente Camagüey (1515), Santiago (1515) y La Habana
(1519). Apenas fundada, esta última ciudad situada entonces en el sur de la isla
sería la base de la conquista de México. Al mismo tiempo La Española decayó
por el agotamiento de los yacimientos de oro y el descenso masivo de la pobla-
ción indígena.
Resumiendo, comprobamos una ruptura poblacional y probablemente lin-
güística entre la fundación de la primera villa, seguida del éxodo de quienes
podían regresar, y la llegada de Nicolás de Ovando. Mientras que se formó la
lengua antillana en dos etapas, la colombina y la ovandina, este modelo lingüísti-
co se difundió en poquísimos años en las Antillas Mayores, en Castilla del Oro,
en la Nueva España y tentativamente en el norte de Sudamérica. La rapidez de la
expansión de los españoles aclimatados en La Española es suficiente para expli-
car la homogeneidad léxica, la única comprobable, de las nuevas tierras. Frente a
la ruptura anterior, la continuidad de una parte de la población en La Española y
las otras Antillas229 es fundamental para entender el desarrollo del español, sea
que los habitantes hayan sido taínos, españoles, mestizos o esclavos negros
(4.1.4.3.). En comparación con la transmisión de la lengua recién formada, inde-
pendientemente del grupo social que la llevó a efecto, y su estatus social en las
Antillas mismas, los temas tradicionales de la procedencia regional (4.1.4.1.),
social (4.1.4.2.) y cultural de estos pobladores son de menor importancia y sólo
se consideran brevemente aquí.
229
Al mismo tiempo estas islas se despueblan durante los siglos XVI y XVII, tema constan-
te de la política poblacional de la Corona.
230
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 52.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 413
Desde el principio del estudio del español americano se dio gran importancia
al origen regional de los conquistadores y pobladores. Gracias a las investigacio-
nes del lingüista canadiense Peter Boyd-Bowman (1956, 1964, 1973, 1985) esta-
mos informados acerca de todo cuánto se puede saber sobre el origen regional de
los pobladores de las Indias. Sin embargo, aunque se esperaba encontrar la expli-
cación de cómo se formaron las variedades americanas del español en su proce-
dencia regional, este saber no nos cerciora de la o las normas lingüísticas que los
emigrados llevaban a las Indias. Incluso Boyd-Bowman, quien dedicó muchos
años de su vida a esta investigación, acaba mostrándose relativamente escéptico
acerca del valor de estas investigaciones para la historia de la lengua cuando
escribe en una nota del “Prólogo” de su Indice geobiográfico de cuarenta mil
pobladores españoles de América en el siglo XVI:
se debe tener en cuenta siempre que el predominio numérico de los andaluces fue
sólo uno de varios factores que ayudaron a formar el dialecto antillano original y sólo
uno de otros muchos más que contribuyeron a formar los dialectos antillanos de la
actualidad. Nuestras estadísticas no pasan de ser guías que señalan, en casos de mayo-
rías considerables o de migraciones en grupos en determinados años, tendencias lin-
güísticas regionales que pueden haber sido reforzadas o neutralizadas, en seguida o
más tarde, por otras circunstancias. Por sí mismas, estas estadísticas carecen de vali-
dez lingüística. Pero empleadas debidamente como testimonio auxiliar así por histo-
riadores de la lengua como por los sociólogos, pueden ayudarnos a resolver el proble-
ma fundamental de quién, cuándo y dónde231.
231
P. Boyd-Bowman 1964: XXV, n.
414 JENS LÜDTKE
232
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 53.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 415
pronto la agricultura por el oficio más prestigioso de soldado. Los artesanos fue-
ron también en grupos pequeños y los que se establecieron solían renunciar a su
oficio.
Leemos que los primeros colonizadores procedían de las clases sociales bajas
y que eran más bien incultos. Esta valoración puede ser acertada desde la perspec-
tiva de los cronistas, pero no se puede afirmar sin más que corresponda a la visión
del siglo XVI, considerando la sociedad en su totalidad. Formaban parte en aquella
época de la clase baja quien practicaba un trabajo manual, es decir, los labradores
y la mayoría de los oficios de artesanos, particularmente los albañiles y los car-
pinteros. Las personas procedentes de estos grupos, es decir, la abrumadora mayo-
ría de los habitantes de España, no llegaron a América en la misma proporción de
su parte en la población castellana. Tomando en cuenta su porcentaje en la pobla-
ción total de España, el número de labradores y artesanos es, en términos relati-
vos, reducidísimo. En la colonia, la consideración social dependía aún más que en
la metrópoli de una ocupación no manual. Puesto que los indígenas y los esclavos
negros hacían los trabajos manuales –que por eso se considerarán como clases
bajas–, los españoles procuraron sustraerse al trabajo físico por no desclasarse.
No olvidemos un grupo importante de espíritu inquieto y aventurero, la joven
generación independiente que Oviedo caracteriza en su Sumario:
los que a aquellas partes van, por la mayor parte son mancebos, y no obligados por
matrimonio a residir en parte alguna; y porque como se han descubierto y descubren
cada día otras tierras nuevas, paréceles que en las otras henchirán más aína la bolsa; y
aunque así haya acaecido a algunos, los más se han engañado, en especial los que ya
tenían casas y asientos en esta isla233.
233
G. Fernández de Oviedo 1979: 85.
234
J. Heers 1996: 377-379.
416 JENS LÜDTKE
Acordaron los reyes, con parecer del Almirante, que estuviesen siempre en esta
isla a sueldo y costa de Sus Altezas, por su voluntad empero, trecientas [sic] y treinta
personas desta calidad y oficios y forma siguiente: cuarenta escuderos, cien peones
de guerra e de trabajo, treinta marineros, treinta grumetes, veinte artífices o que supie-
sen labrar de oro, cincuenta labradores de campo, diez hortelanos, veinte oficiales de
todos oficios y treinta mujeres235.
Éste es el nivel social que por lo general se describe como popular y bajo236. Sin
embargo, comparando esta estructura social y el número de sus integrantes con
la metropolitana, se considerará superior el nivel social de la población en La
Española237. Bien es verdad que entre los nobles sólo emigraba la baja nobleza,
pero la clase media estaba mejor representada en relación con la metrópoli. La
escasa presencia de personas cultas que junto a la nobleza hubieran podido tener
una función lingüística normativa habría sido más relevante que el origen social
en general.
Estas condiciones no se mantuvieron durante mucho tiempo en La Española.
El comendador mayor Nicolás de Ovando y posteriormente el virrey don Diego
Colón favorecieron a la nobleza y a los funcionarios reales en el reparto de los
indios. Al mismo tiempo los españoles de la primera hora que en la Península
235
Las Casas 1957: I, 304; 1994: II, 957.
236
Cf., por ejemplo, M. Álvarez Nazario 1982: 44-46, y F. Moya Pons 1992: 66. A. Garri-
do Domínguez escribe: “en la empresa americana prima con mucho el estrato social más bajo”
(1992: 40). Hay que entender qué se considera el “estrato social más bajo”. En la estimación
de la época éste está constituido por los jornaleros a quienes no contamos entre los emigrados.
Me parece muy equilibrada la opinión F. Morales Padrón: “Entre el elemento humano que
nutrió la corriente conquistadora se percibe la presencia de gran proporción de hidalgos,
muchos de ellos muy pobres. Por eso se van. La nobleza entonces se dividía en Grandes,
Nobles, Caballeros, Gentiles-hombres e Hidalgos. Embarcan pocos labradores, debido sin
duda a la resistencia de los señores a que abandonen sus tierras. La Corona se esforzó desde
1493 por enviar gente del campo sin conseguirlo. Entre los 13262 emigrantes que van de 1520
a 1539 sólo se detectan 12 labradores. La colonización fue más obra de soldados. Muchos
campesinos se convirtieron en tales. Resumiendo: la conquista fue obra de la nobleza inferior
y de gente que había convergido hacia las ciudades o se había formado en ellas (artesanos, clé-
rigos, religiosos…). Cortés dice que ‘La más de la gente española que acá pasa son de baja
manera, fuertes y viciosos, de diversos oficios y pecados’” (1986: 131-132).
237
F. Morales Padrón se expresa en palabras similares: “Las expediciones estuvieron inte-
gradas por sectores medios, bajos y capas inferiores o pobres de la nobleza peninsular, en pro-
porción mayor que en la población de España o de cualquier parte de Europa. Sólo así se
explica la poca relación entre el número de los que actuaron y lo que hicieron. Sólo así se
explica que grupos tan reducidos lograron estructurar rápidamente un orden nuevo, crear por
todas partes focos de vida urbana (fundaron ciudades) y civil, con su organización municipal,
su orden político, administrativo, judicial, eclesiástico” (1986: 131).
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 417
238
F. Moya Pons 31978: 109-111.
239
Cf. F. Moya Pons 31978: 139.
240
F. Colón 1984: 269, L. Arranz Márquez 1991: 71-72.
418 JENS LÜDTKE
“Si los caciques y señores tenían hijas, luego con ellas eran abarraganados; y desta
manera estuvieron todos, yo presente, munchos [sic] años”241; “Estos señores y
caciques tenían hijas o hermanas o parientes cercanas, las cuales luego eran toma-
das, o por fuerza o por grado, para con ellas se amancebar”242; “los españoles que
tenían a las hijas de sus señores o a las mismas señoras por criadas y como muje-
res, y ellos pensaban que eran con ellas casados”243. Nicolás de Ovando obligó a
los españoles a contraer matrimonio con sus “criadas”244. Sin embargo, había
españoles que no querían casarse de ninguna manera con sus concubinas, según el
testimonio de Oviedo, quien contrasta las “dueñas e doncellas hijasdalgo” venidas
en el cortejo de la virreina María de Toledo con las indias rechazadas:
E aunque algunos cristianos se casaban con indias principales, había muchos más
que por ninguna cosa las tomaran en matrimonio, por la incapacidad e fealdad dellas.
E así, con las mujeres de Castilla que vinieron, ennoblesció mucho esta ciudad,
y agrega desde la época en la cual escribe: “e hay hoy dellas e de los que con
ellas casaron, hijos e nietos”245. Estos niños nacidos en la nueva tierra serán los
criollos que se atestiguan en un momento posterior, como diremos en su lugar. Si
éstos todavía carecen de denominación, los niños nacidos de la mezcla de razas
se llaman ya en Oviedo mestizos (4.1.6.), palabra malsonante cuya connotación
se debe tanto a la mala fama de sus padres como a la propia, si damos crédito a
este cronista:
también han venido otros acá de tal suerte, que bastaran revolver a Roma e a Sanctia-
go, como lo suelen decir los vulgares. Que se deba creer lo que digo de los indios, prú-
ebase porque la experiencia e obras de algunos lo mostraron, y por los mestizos, hijos
de cristianos e de indias; porque con grandísimo trabajo se crían, e con mucho mayor
no los pueden apartar de vicios e malas costumbres e inclinaciones a algunos246.
241
Las Casas 1994: II, 1160.
242
Las Casas 1994: II, 1283.
243
Las Casas 1994: II, 1336.
244
Las Casas 1994: II, 1459.
245
Las Casas 1992: I, 89.
246
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 92.
247
Cf. la visión idílica del “léxico del mestizaje” en M. Alvar (1987; 161-162; sobre mes-
tizo ). El DCECH indica el año 1600 como fecha de la primera documentación, aunque ya está
en Oviedo desde 1535 en forma impresa.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 419
No se puede dejar de aludir a otro componente social, los esclavos negros, cuya
lengua tampoco se documenta si no se trata de su lengua originaria que se dedu-
ce de los etnónimos que provienen de los territorios situados entre el oeste de
África y Mozambique, por ejemplo, berbisíes, jolofes, fulas, mandingas, etc.249.
Los esclavos negros se introdujeron, por un lado, para abolir o, al menos, reducir
la esclavitud de los indios, según una propuesta de Las Casas, aunque la política
de la trata era vacilante250. Posteriormente el protector de los indios deploraría su
propia sugerencia:
Este aviso de que se diese licencia para traer esclavos negros a estas tierras dió
primero el clérigo Casas, no advirtiendo la injusticia con que los portogueses los
toman y hacen esclavos; el cual, después de que cayó en ello, no lo diera por cuanto
había en el mundo, porque siempre los tuvo por injusta y tiránicamente hechos escla-
vos, porque la misma razón es dellos que de los indios251.
248
Cf. G. Fernández de Oviedo 1992: I, 129.
249
M. Álvarez Nazario 1982: 23; 1974: 32-37, 42-47, 49-51, 52-53, 54-61; S. Zavala
2
1984: 196-203.
250
S. Zavala 21984: 112-116.
251
Las Casas 1994: III, 2191.
252
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 107.
420 JENS LÜDTKE
4000 esclavos negros, mientras que al mismo tiempo la población española iba
disminuyendo253. Las proporciones respectivas de ambos grupos muy desfavora-
bles para los españoles animaron a los negros a sublevarse en los años veinte del
siglo XVI. Dice Oviedo que “ya hay tantos en esta isla, a causa destos ingenios de
azúcar, que paresce esta tierra una efigie o imagen de la misma Etiopía”254. La
amenaza que constituían los negros ladinos indujo a las autoridades a prohibir su
importación y a limitarla a negros bozales; sin embargo, produjeron alzamientos
también negros de un mismo origen africano.
A falta de documentación existen sólo hipótesis acerca de la influencia africa-
na en las Antillas. Humberto López Morales indica tres hipótesis: una que llama
“hipótesis criollista”255, defendida sobre todo por German de Granda (1978a),
otra que consiste en el aprendizaje del español –y a la cual es propenso López
Morales– y una tercera que postula que el criollo hispánico tiene su origen en
una lengua franca de base portuguesa. Además, la primera y la tercera hipótesis
no se excluyen e incluso permiten localizar el nacimiento de una lengua criolla
ya en el siglo XV256, teoría monogenética que defiende igualmente Germán de
Granda (1978b). A mi modo de ver, los poco numerosos esclavos que se docu-
mentan en las dos primeras décadas del siglo XVI hasta 1518 hacen improbable la
aparición de un criollo hispánico durante el período de orígenes que no ofrece un
buen fundamento para desarrollarlo. No se dispone por lo demás de ninguna
fuente que demuestre lo contrario.
253
M. Álvarez Nazario 1982: 24.
254
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 125.
255
H. López Morales 1995: 123-124.
256
Cf. M. Álvarez Nazario 1982: 26-27, G. de Granda 1978, H. López Morales 1995:
123-124.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 421
los colonos alta y la lengua culta demasiado presente en el uso público que se
manifestaba en el sermón y la enseñanza de los sacerdotes y religiosos, en la lec-
tura pública de los documentos oficiales en la Audiencia y los municipios así
como en la corte virreinal para ser una condición suficiente de la formación de
otra lengua común al lado de la ya existente. Frente a la acomodación y la coa-
lescencia en el dominio del léxico fundamental que se aprende a lo largo de toda
la vida, los mismos procesos son menos probables en la fonología y la gramática,
ya que fueron adultos quienes emigraron.
(b) Una parte importante de los emigrados, cuyo número no se puede cuanti-
ficar, volvió a la metrópoli, difundiendo ahí el conocimiento de las nuevas cosas
y palabras. Esta influencia se atribuirá también a los funcionarios reales y a aqué-
llos que como Las Casas y Fernández de Oviedo atravesaron el Atlántico varias
veces. Al mismo tiempo, esta observación es otra objeción al peso otorgado a la
procedencia regional y social de los emigrados a Indias, en la cual se calculan las
llegadas, pero no las pérdidas y partidas.
(c) Procede del grupo de los primeros pobladores antillanos la población his-
panoamericana, cuya lengua se había adaptado a las nuevas condiciones, que
pasó de La Española a las demás Antillas y a Tierra Firme, al principio sobre
todo a Castilla del Oro.
257
F. Moya Pons 1992: 72; E. Rodríguez Demorizi 1971.
258
Las Casas 1994: II, 1452; 1961: II, 99.
259
Las Casas 1994: II, 2313; cf. F. Moya Pons 1992: 74-75.
422 JENS LÜDTKE
260
Las Casas 1994: II, 2317.
261
G. Fernández de Oviedo 1959: I, 66-67.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 423
262
Á. Rosenblat 1954: I, 102-103.
263
Á. Rosenblat 1954: I, 108.
264
S. Cook/W. Borah 21998: I, 359-387.
265
F. Moya Pons 1977: 11.
266
F. Moya Pons 1977: 18; cf. F. Moya Pons 1992.
267
A. de Zuazo 2000: 86; C. O. Sauer 1966: 65-69.
424 JENS LÜDTKE
la, además, causas específicas. Colón forzó a los arahuacos, acostumbrados sólo
a los trabajos de una economía de subsistencia, a las arduas labores en las minas,
en la agricultura y a la entrega de tributos, cargas que eran con mucho superiores
a sus fuerzas. Los indios que huyeron, fueron cazados y esclavizados. Las ins-
trucciones dadas a Nicolás de Ovando en 1501 y 1503 declararon libres a los
indios, pero a pesar de esto era posible forzarles al trabajo asalariado. En conse-
cuencia, los indios fueron repartidos en grupos de trabajo para la explotación
intensa de la isla. La reacción frente a la extinción de los indígenas empezó antes
de finalizar el segundo decenio de la ocupación española. Los dominicos se
hicieron abogados de los indios que eran explotados por los españoles que tenían
indios repartidos –aún no se llamaban encomenderos– mediante el trabajo forza-
do en las minas y estancias –lo que era contrario a su estatus de vasallos y libres–,
y obligados a convertirse al cristianismo. A raíz de un nuevo repartimiento de
indios por el virrey Diego Colón en 1509, los dominicos suscitaron una campaña
en favor de la protección de los indios. Tras muchas vacilaciones decidieron con-
fiar un sermón, aprobado y firmado por todos, a su mejor predicador, fray Anto-
nio de Montesino. Este sermón fue pronunciado en el cuarto domingo del
Adviento de 1511 en la iglesia mayor de Santo Domingo sobre un pasaje del
Evangelio de San Juan: “Ego vox clamantis in deserto”, “Yo soy la voz del que
clama en el desierto” (San Juan 1, 23)268, y fue corroborado el domingo siguien-
te, causando un escándalo público.
La predicación del dominico desencadenó la legislación indigenista de la
Corona. La política dominica de la protección de los indios resulta en las llama-
das Leyes de Burgos proclamadas por Fernando el Católico en 1512/1513269, en
las que se hace el compromiso –imposible de cumplir, por otra parte– de la liber-
tad de los indios, el repartimiento y el trabajo asalariado.
El descenso de la población, sin embargo, no se detuvo. Se interrumpió así el
proceso de la renovación demográfica: nacieron menos hijos, se impidieron los
partos, y hubo menos mujeres que hombres. Pero todo esto no es suficiente para
explicar la desaparición casi total de los antillanos en un lapso de aproximada-
mente 30 años. Hay que mencionar el detalle importante de que los taínos, a
diferencia de los indios del continente, no podían huir en grupos grandes y por
eso estaban expuestos más fácilmente a las cazas de esclavos. Pero más que esto
los trabajos forzados y la subalimentación deben haber provocado un debilita-
miento y depresiones colectivas que predispusieron a los antillanos en una medi-
268
Las Casas narra este suceso en los capítulos III a V del libro III de su Historia de las
Indias (1994: 1757-1770).
269
Es decir, las Ordenanzas para el tratamiento de los indios; cf. A. Wesch 1993.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 425
270
Cf. D. Taylor 1977. N. del Castillo Mathieu (1982) prueba en el análisis puntual de
cacique, canalete, cayuco, cazabe en el caribe insular que estas voces derivan del taíno y pro-
pone un posible origen taíno para colibrí y una explicación de bucanero y bucán.
426 JENS LÜDTKE
271
Por ejemplo de forma indirecta por P. Boyd-Bowman: “Aunque nuestros textos rindie-
ron buen número de indigenismos, de los cuales algunos cayeron posteriormente en desuso,
nos impresiona la frecuencia relativamente baja del elemento indígena dentro del texto corri-
do. Hasta los más comunes, como cacique, naboría, cacao[,] canoa, ají no alcanzan a cambiar
el carácter predominantemente peninsular del español americano” (1972: xii); y J. C. Zamora
Munné: “Frente al medio millar que usa Oviedo, y al número aun mayor que supone Moríni-
go, yo no puedo documentar más que 229, a pesar de usar como fuente no una sola obra (la
citada Historia [de Oviedo]) sino el elevado número de manuscritos y libros que relacioné al
principio de este trabajo” (1976: 104). De las 229 voces 66 voces son de origen taíno, si se
incluye los derivados y los tainismos probables.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 427
En este sentido utiliza unos 500 indigenismos en los que se refleja el uso lingüís-
tico. No obstante, éste no es homogéneo, porque se basa en las experiencias que
el autor había hecho en diferentes momentos en Tierra Firme y en La Española, y
en las informaciones que por todas partes había recogido a lo largo de su vida.
Por eso tengo por probable que los préstamos apuntados hayan sido vivos, si
bien en diferentes regiones, momentos y ambientes.
Lo que llama la atención es otra cosa: ¿por qué no se transmiten los numero-
sos nombres de plantas y animales que cita Fernández de Oviedo y se sustituyen
por otros? Más aún: ¿cómo sucede que sea imposible identificar muchas plantas
y animales descritos en las crónicas?
Ya que no podemos contestar a estas preguntas en este momento (cf. 4.1.9.),
discutiremos las sustituciones de palabras y los dobletes. Escribe a este propósi-
to J. M.a Enguita Utrilla quien ha investigado con más detenimiento el léxico de
Fernández de Oviedo, sobre todo los nombres de animales y plantas:
272
G. Fernández de Oviedo 1959: I, 10; 1992: I, 10.
273
J. M. Enguita Utrilla 1979: 172.
274
J. Lüdtke 1991; A. Wesch 1993: 107-108; I. Opielka 2008: 180.
428 JENS LÜDTKE
275
F. J. Zamora Salamanca 1997.
276
Cf. J. C. Zamora Munné 1976: 146, 267.
277
Cf. J. C. Zamora Munné 1976: 86-87.
278
P. Henríquez Ureña 1982, S. Valdés Bernal 1986, 1991.
279
En cuanto a los préstamos comprobados solamente en las crónicas, se debería averi-
guar en una investigación comparativa cuáles de esas palabras pertenecientes a un léxico espe-
cializado –a la terminología de la botánica, zoología, etnología, etc.– sobreviven en ámbitos
tradicionales de la cultura antillana y cuáles se sustituían por palabras agregadas en épocas
más tardías; cf. sobre todo M. Álvarez Nazario 1977: 59-102.
280
M. Álvarez Nazario 1996: 74.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 429
281
Las observaciones que siguen se apoyan en un artículo mío publicado en 1992 y reela-
borado en gran parte.
282
Cf., por ejemplo, M. Alvar 1972, M.a de las N. Olmedillas de Pereiras 1974: 197-221,
el DCECH. En cambio, J. G. Moreno de Alba (1996) aduce las formas latinas. M. Ballesteros
Gaibrois (1987: 31-49) conoce los originales latinos, aunque cita, por supuesto, las traduccio-
nes en su obra divulgativa.
283
Traducción a cargo de J. Torres Asensio, reproducida en la reimpresión de 1989.
430 JENS LÜDTKE
284
P. M. de Anglería 1966: 40; De orbe novo, VIII, viii.
285
P. M. de Anglería 1966: 131; De orbe novo, III, viii.
286
P. M. de Anglería 1966: 56, 134, 234; De orbe novo, I, iv, III, viii, y VII, ix, respectiva-
mente. “Huracán, en lengua desta isla [Española], quiere decir propiamente tormenta o tem-
pestad muy excesiva; porque, en efecto, no es otra cosa sino grandísimo viento e grandísima y
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 431
excesiva lluvia, todo junto, o cualquiera cosa destas dos por sí” (G. Fernández de Oviedo
1992: I, 146).
287
P. M. de Anglería 1966: 199; De orbe novo, V, ix.
288
P. M. de Anglería 1966: 119; De orbe novo, III, iv.
289
P. M. de Anglería 1966: 100; De orbe novo, I, ix.
290
P. M. de Anglería 1966: 74; De orbe novo, I, ix.
291
P. M. de Anglería 1989: 216; “Ex insula Mattininó de qua in prima Decade cum accen-
tu in vltima vti tua Sanctitas noscet per virgulam superim positam in omnibus eorum vocabulis
ne toties repetendum sit vbi accentus nouorum vocabulorum iaceant” (P. M. de Anglería 1966:
129; De orbe novo, III, vii).
292
P. M. de Anglería 1966: 40 y ss.; De orbe novo, I, i.
293
F. Lestringant 1984.
294
P. M. de Anglería 1966: 231; De orbe novo, VIII, iv.
432 JENS LÜDTKE
co sin dar una valoración crítica. Parece que por este motivo la forma de algunos
indigenismos varía según los informadores. Escojo dos casos de variación orto-
gráfica que pueden ser interesantes. Notamos esmero filológico cuando apunta
“Cazábi”295, “Cazabi”296, “Cazábbi”297, “caccáby”298, “cazzabi”299: el rasgo
común de estas grafías es la marcación de la pronunciación llana, esta palabra no
es oxítona, como se escribe a veces, sino paroxítona; la variación de <b> y de
<bb> quizá italianizante marca el valor fonológico /b/ y la variación <z> ~ <cc>
~ <zz> reproduce la sibilante predorsodental, o un sonido parecido, otra vez de
manera italianizante (<z>, <zz>) o castellanizante (<cc>, es decir, <ç>) con la
finalidad de señalar el carácter sordo del sonido. La forma de maíz varía todavía
más: “Maizium”300, “Maís”301, “Maisum”302, “Maizum”303, “Maizio”304, “Mai-
zium”305, “Maizum”306, “Maiiccio”307, “maiícium”308. Si prescindimos de las
diferencias de la adaptación a la morfología latina, se señala en esta palabra
sobre todo el carácter sordo o sonoro y el punto de articulación de la sibilante.
Las letras <z> y <s> parecen marcar el carácter sonoro, las letras <cc> y <c> el
carácter sordo de la sibilante, mientras que <s> por un lado y <z>, <cc> y <c>
por otro indican una variación entre una sibilante apicoalveolar y una sibilante
predorsodental que es la original. Por lo tanto, Maís/Maisum es una innovación
española que resulta de la confusión de ambas sibilantes. Se trata, pues, de un
caso de seseo, con la sibilante apicoalveolar, pero éste no se da sólo en palabras
patrimoniales, sino también en un préstamo de una lengua indígena que se inte-
gra plenamente en el sistema del español309.
Podemos considerar en general a los indigenismos como préstamos. Sin
embargo, la mención de las primeras palabras arahuacas está motivada por su
interés filológico: “Vocant enim coelum turéi. Domum boa. Aurum cáuni. Virum
295
P. M. de Anglería 1966: 66; De orbe novo, I, vii.
296
P. M. de Anglería 1966: 73; De orbe novo, I, ix.
297
P. M. de Anglería 1966: 124 y 131; De orbe novo, III, v y vii.
298
P. M. de Anglería 1966: 137; De orbe novo, III, ix.
299
P. M. de Anglería 1966: 245; De orbe novo, VIII, iii.
300
P. M. de Anglería 1966: 41; De orbe novo, I, i.
301
P. M. de Anglería 1966: 87; De orbe novo, II, iii.
302
P. M. de Anglería 1966: 88; De orbe novo, II, iv.
303
P. M. de Anglería 1966: 110; De orbe novo, III, ii.
304
P. M. de Anglería 1966: 113; De orbe novo, II, iii.
305
P. M. de Anglería 1966: 116; De orbe novo, III, iv.
306
P. M. de Anglería 1966: 124; De orbe novo, III, v.
307
P. M. de Anglería 1966: 165; De orbe novo, V, ii.
308
P. M. de Anglería 1966: 245; De orbe novo, VIII, iii.
309
Volveremos sobre este tema en otro contexto.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 433
bonum tayno, nihil mayani”310. Entre éstas no arraigan turéi y mayani, boa se adap-
ta como bohío, buhío, cáuni como caona y tayno “bueno” se usa aquí con el signifi-
cado de nitayno “noble”. Es decir que difícilmente se trata en este caso de présta-
mos, sino más bien de palabras arahuacas como tales, que se citan para mostrar que
esta lengua se puede escribir con letras latinas: “[Colonus] secum decem viros ex
illis abduxit, a quibus posse omnium illarum insularum linguam nostris litteris lati-
nis sine vllo discrimine scribi compertum est”311. En cambio, un préstamo se intro-
duce y se explica de la siguiente manera: “suis linthribus quas Canóas vocant, edu-
xerunt […]. Canóas autem illas ex solo cauato acutissimis lapidibus ligno, longas
sed angustas construunt, monóxyla propterea esse dicemus”312. No es preciso que
me extienda más sobre los préstamos del arahuaco, y de las lenguas antillanas en
general; basta citar las palabras ya mencionadas arriba, conservando el caso latino:
310
P. M. de Anglería 1966: 41-42; De orbe novo, I, i; en español: “Pues al cielo le llaman
turei, a la casa boa, al oro cauni, al hombre de bien tayno, y a la nada mayani” (P. M. de Angle-
ría 1989: 14).
311
P. M. de Anglería 1966: 41; De orbe novo, I, i; en español: “trayéndose consigo diez
hombres de aquéllos, por los cuales se vio que se podía escribir sin dificultad la lengua de
todas aquellas islas con nuestras letras latinas” (P. M. de Anglería 1989: 14)
312
P. M. de Anglería 1966: 40; De orbe novo, I, i; en español: “sacó aquella gente a los
hombres […] en sus botes, que llaman canoas […]. Las canoas aquellas las construyen de un
solo madero, largas pero estrechas, vaciándolo con piedras agudísimas. Por eso diremos que
son monóxilas” (P. M. de Anglería 1989: 12).
313
P. M. de Anglería 1966: 76; De orbe novo, I, x.
314
P. M. de Anglería 1966: 130; De orbe novo, III, viii.
315
P. M. de Anglería 1966: 236: De orbe novo, VII, x.
316
P. M. de Anglería 1966: 51; De orbe novo, I, iii.
317
P. M. de Anglería 1966: 76; De orbe novo, I, x.
318
P. M. de Anglería 1966: 130; De orbe novo, III, vii.
319
P. M. de Anglería 1966: 46; De orbe novo, I, ii.
320
P. M. de Anglería 1966: 74 y 156; De orbe novo, I, ix, y IV, viii.
321
P. M. de Anglería 1966: 130; De orbe novo, III, vii.
322
P. M. de Anglería 1966: 130; De orbe novo, III, vii.
323
P. M. de Anglería 1966: 236; De orbe novo, VII, x.
324
P. M. de Anglería 1966: 74; De orbe novo, I, ix.
434 JENS LÜDTKE
325
P. M. de Anglería 1966: 151; De orbe novo, IV, vi.
326
P. M. de Anglería 1966: 123; De orbe novo, IV, v.
327
P. M. de Anglería 1966: 40; De orbe novo, I, I.
328
P. M. de Anglería 1966: 118; De orbe novo, III, iv.
329
P. M. de Anglería 1966: 116; De orbe novo, III, iv.
330
P. M. de Anglería 1966: 124; De orbe novo, III, v.
331
“Y entre las batatas se hallan cinco especies, o géneros dellas, diferenciadas en la
rama o en la hoja, e tienen aquestos nombres: aniguamar, atibiuneix, guaraca, guacaraica e
guananagax, y todas son batatas, y a mi parecer poco se diferencian” (G. Fernández de Ovie-
do 1992: I, 234-235).
332
P. M. de Anglería 1966: 136; De orbe novo, III, ix.
333
P. M. de Anglería 1966: 136; De orbe novo, III, ix.
334
P. M. de Anglería 1966: 252; De orbe novo, VIII, viii.
335
P. M. de Anglería 1966: 199; De orbe novo, V, ix.
336
P. M. de Anglería 1966: 199; De orbe novo, V, ix.
337
P. M. de Anglería 1966: 100; De orbe novo, II, ix.
338
P. M. de Anglería 1966: 73; De orbe novo, I, ix.
339
P. M. de Anglería 1966: 136; De orbe novo, III, viii.
340
P. M. de Anglería 1966: 119; De orbe novo, III, iv.
341
P. M. de Anglería 1966: 215; De orbe novo, VII, I.
342
P. M. de Anglería 1966: 199; De orbe novo, V, ix.
343
P. M. de Anglería 1966: 136; De orbe novo, III, viii.
344
P. M. de Anglería 1966: 198; De orbe novo, V, ix.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 435
Falta todavía un examen crítico de la forma y del contenido de estas palabras que
Pedro Mártir reúne, junto a los nombres propios extraños, al final de las Déca-
das. Estos “Vocabula barbara”351 constituyen el primer glosario de americanis-
mos352. El valor lingüístico de la lista plagada de errores es modesto, la nómina
tampoco está completa. Por un lado, se alistan topónimos indígenas y, por el
otro, apelativos, pero sin distinguir la lengua de origen. Por este motivo, prescin-
do de un análisis que nos llevaría muy lejos.
La mayoría de las palabras que cita Pedro Mártir de Anglería son ya présta-
mos del español. Habla a favor de esta suposición el hecho de que tales palabras
se aplican tanto a las Antillas como a Tierra Firme y México, donde se hablan
otros idiomas. Y Pedro Mártir menciona, por el contrario, pocas palabras no anti-
llanas, y cuando lo hace da generalmente el equivalente antillano. La razón de
este procedimiento me parece muy sencilla: el grado de vitalidad de los présta-
mos antillanos –arahuacos y caribes– depende de las vías de comunicación reco-
rridas por los españoles. Los informadores de Pedro Mártir arribaron por fuerza
a La Española. Los que siguieron su camino hasta Castilla del Oro o México
debieron volver a La Española para regresar a España y se expusieron así por lo
menos dos veces a la influencia lingüística de la isla. Se comprende que las noti-
cias sobre esta isla son más detalladas y más frecuentes que las de otras tierras,
ya que todos los que estuvieron de vuelta se tuvieron que acostumbrar de nuevo
a la lengua de los baquianos de La Española. Los descubridores y los coloniza-
dores que se establecieron en el continente se adaptaron por segunda vez a un
nuevo ambiente lingüístico.
Me inclino a creer que este empleo de los indigenismos no es un recurso esti-
lístico de nuestro autor, ya que éste afirma que “da lo que le dan”. Pedro Mártir
no ha creado nuevas palabras, ni siquiera nuevos significados de discurso. Esta
345
P. M. de Anglería 1966: 51; De orbe novo, I, iii.
346
Este pez se llama pez reverso en G. Fernández de Oviedo (1979: 104).
347
P. M. de Anglería 1966: 252; De orbe novo, VIII, viii.
348
P. M. de Anglería 1966: 133; De orbe novo, III, viii.
349
P. M. de Anglería 1966: 234: De orbe novo, VII, ix.
350
P. M. de Anglería 1966: 115; De orbe novo, III, iii.
351
P. M. de Anglería 1989: 269-273.
352
J. G. Bohórquez C. 1984: 32-33; G. Haensch 1997: 216.
436 JENS LÜDTKE
353
Cf., sin embargo, la aproximación a los indigenismos, en Pedro Mártir, de S. E. Barbe-
rini 1980: 195-218.
354
E. Lunardi 1976.
355
D. Ramos Pérez 1981-1982: 56. Y dice muy acertadamente al final como conclusión:
“Es en suma el descubrimiento lo que el cronista asume en su obra –como todos– que respon-
de a una sucesión de tiempos, en cada uno de los cuales aparece, como generador del impulso
del momento, un supuesto que parte de la interpretación, a la que se superpone luego otro
tiempo, con otro supuesto y con otro horizonte. Es una de las claves de la crónica indiana, que
aparece así ya en Pedro Mártir en carne viva” (1981-1982: 80).
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 437
con informantes en todas las tierras visitadas por él. En cambio, escribe su Histo-
ria general y natural de las Indias ya como cronista oficial.
No obstante, no hay que creer que sólo adopta una perspectiva europea. Su
uso de innovaciones americanas –préstamos arahuacos y adaptaciones de pala-
bras españolas para denominar lo nuevo– es bastante natural, pues tras introducir
palabras nuevas como canoa y cacique las emplea sin diferencia respecto a su
léxico habitual.
Se deduce de las crónicas, como he dicho, la manera de interpretar el uso del
nuevo léxico. No es de esperar que dé explicaciones sistemáticas. Comenta las
palabras más bien incidentalmente, al hablar de si los huevos de los lagartos
(“caimanes”) son comestibles. Podemos sacar conclusiones de este comentario
que van más allá del caso particular:
No tienen yema, y todos son clara, y guisados en tortillas son buenos y de buen
sabor; yo he comido algunas veces de estos huevos, pero no he comido de los lagar-
tos, puesto que muchos cristianos los comían cuando los podían haber, en especial los
pequeños, al principio que la tierra se conquistó, y decían que eran buenos. E cuando
estos lagartos dejaban los huevos cubiertos en el arena, y algún cristiano los hallaba,
cogía aquella nidada, y traíalos a la ciudad del Darien, y dábanle cinco o seis castella-
nos, y más, según los que traía, a razón de un real de plata por cada huevo; yo los
pagué en este precio, y los comí algunas veces en el año de 1514 años; pero después
que hubo mantenimientos y ganados, se dejaron de buscar, pero no porque si con
ellos topan acaso, dejen de comerlos de buena voluntad algunos356.
356
G. Fernández de Oviedo 1979: 199-200.
438 JENS LÜDTKE
En aquella isla [La Española] hay muchos y muy ricos ingenios de azúcar, la cual
es muy perfecta y buena; y tanta, que las naos vienen cargadas de ella cada un año.
Allí todas las cosas que se siembran y cultivan de las que hay en España, se hacen
muy mejor y en más cantidad que en parte de nuestra Europa; y aquellas se dejan de
hacer y multiplicar, de las cuales los hombres se descuidan y no curan, porque quie-
ren el tiempo que las han de esperar para le ocupar en otras ganancias y cosas que
más presto hinchan la medida de los codiciosos, que no han gana de perseverar en
aquellas partes. De esta causa no se dan a hacer pan ni a poner viñas, porque en aquel
tiempo que estas cosas tardaran en dar fruto, las hallan en buenos precios y se las lle-
van las naos desde España; y labrando minas, o ejercitándose en la mercadería, o en
pesquerías de perlas, o en otros ejercicios, como he dicho, más presto allegan hacien-
da de lo que la juntarían por la vía del sembrar el pan y poner viñas; cuanto más que
ya algunos, en especial quien piensa perseverar en la tierra, se dan a ponerlas. Asimis-
mo hay muchas frutas naturales de la misma tierra, y de las que de España se han lle-
vado, todas las que se han puesto se hacen muy bien. E porque particularmente se tra-
tará adelante de estas cosas que por su origen la misma isla y las otras partes de las
Indias se tenían, y hallaron en ellas los cristianos, digo que de las que llevaron de
España hay en aquella isla, en todos los tiempos del año, mucha y muy buena hortali-
za de todas maneras, muchos ganados y buenos, muchos naranjos dulces y agrios, y
muy hermosos limones y cidros, y de todos estos agrios muy gran cantidad; hay
muchos higos todo el año, y muchas palmas de dátiles, y otros árboles y plantas que
de España se han llevado. En esta isla ningún animal de cuatro pies había, sino dos
maneras de animales muy pequeñicos, que se llaman hutia y cori, que son casi a
manera de conejos. Todos los demás que hay al presente se han llevado de España, de
los cuales no me parece que hay que hablar, pues de acá se llevaron, ni que se deba
notar más principalmente que la mucha cantidad en que se han aumentado así el gana-
do vacuno como los otros; pero en especial las vacas, de las cuales hay tantas, que son
357
A. Gerbi 1978: 334.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 439
muchos los señores de ganados que pasan de mil, y dos mil cabezas, y hartos que
pasan de tres, y cuatro mil cabezas, y tal que llega a más de ocho mil. De quinientas y
algunas más, o poco menos, son muchos los que las alcanzan; y la verdad es que la
tierra es de los mejores pastos del mundo para semejante ganado, y de muy lindas
aguas y templados aires; y así, las reses son mayores y más hermosas mucho que
todas las que hay en España; y como el tiempo en aquellas partes es suave y de nin-
gún frío, nunca están flacas ni de mal sabor. Asimismo hay mucho ganado ovejuno, y
puercos en gran cantidad, de los cuales y de las vacas muchos se han hecho salvajes;
y asimismo muchos perros y gatos de los que se llevaron de España para servicio de
los pobladores que allá han pasado, se fueron al monte, y hay muchos de ellos y muy
malos, en especial perros, que se comen ya algunas reses por descuido de los pasto-
res, que mal las guardan. Hay muchas yeguas y caballos, y todos los otros animales
de que los hombres se sirven en España, que se han aumentado de los que desde allá
se han llevado358.
358
G. Fernández de Oviedo 1979: 86-88.
359
J. A. Frago Gracia presentó una comunicación sobre crioyo en el III Congreso de la
Asociación de Historia de la Lengua Española que quedó sin publicar en las actas.
440 JENS LÜDTKE
lia y que emigraban a las Indias tenían que hacerse respetar frente a los baquia-
nos, voz que tiene la variante baqueano según las regiones. Se denominan tam-
bién los baquianos en los textos mediante una paráfrasis: “prácticos de la tierra”.
En la relación de la conquista de Gran Canaria la palabra baquianos se sustituye
por prácticos en una versión posterior360, por este motivo creo que si bien
baquiano era frecuente en las Islas Canarias antes de llegar a América, fue cayen-
do en desuso porque la diferencia entre pobladores viejos y nuevos ya había per-
dido importancia. La primera documentación americana de baquiano es de 1544.
Los baquianos se opusieron a los chapetones361, que reemplazan a los bisoños.
En México gachupín tomará el lugar de chapetón362. La voz baquiano es por
consiguiente mucho más antigua de lo que se suele creer363. Los baquianos fue-
ron los informantes de Gonzalo Fernández de Oviedo y conocemos algunos de
ellos en La Española a través de la Información de los Jerónimos (1517) y de la
Residencia tomada a los jueces e apelación por Alonso de Zuazo (1517). Éstos
representaban el saber acerca del pasado y eran interrogados por este motivo,
pero su estatus de buen informante no implicaba necesariamente prestigio social.
Los baquianos habían aprendido a sobrevivir en el Nuevo Mundo, porque tenían
la experiencia imprescindible para ello. Puede que no supieran muchas otras
cosas fuera de su ámbito, por lo que se daba una actitud negativa frente al baquia-
no. Esta palabra se usaba incluso como insulto.
Volvamos al pasaje en el que se relataba que los huevos de caimán “se deja-
ron de buscar”364. Había dos maneras de buscar alimentos: ranchear y mariscar.
Las Casas usa ranchear para la caza de indios; éste puede ser un uso especial y,
quizás, eufemístico de la palabra, documentada en La Florida del Inca Garcilaso
de la Vega. La obra se publicó apenas en 1606, pero su informante Gonzalo Sil-
vestre (a quien el Inca llama “autor”) narra sucesos de la época en torno a
1540365. Si ranchear es, en una de sus acepciones, la recolección de plantas y
360
F. Morales Padrón (ed.) 1978: 140, 291.
361
Oviedo da al mismo tiempo la paráfrasis y la equivalencia entre bisoño y chapetón:
“Los que nuevamente vienen a ellas [las Indias], a los quales en estas Indias llamamos chape-
tones, y en Italia les dicen visoños” (1992: II, 175); cf. “chapetones o nuevamente venidos”
(1992: I, 302).
362
S. Alberro 1992.
363
Cf. J. L. Rivarola 1990a: 79-89.
364
G. Fernández de Oviedo 1979: 200.
365
“Y acuérdome que un día salieron del real siete de a cavallo a ranchear, que es buscar
alguna comida y matar algún perrillo para comer, que en aquella tierra usávamos todos y nos
teníamos por dichosos el día que nos cabía parte de alguno y aún no avía faisanes que mejor
nos supiessen” (Garcilaso de la Vega 1988: 298).
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 441
animales comestibles por tierra, la misma acción se llama mariscar si tiene lugar
en la costa366.
Al principio los españoles no comían alimentos desconocidos, lo que confir-
ma lo dicho. Hasta llegar a tanto debieron pasar varios meses en el segundo viaje
de Colón: había arribado el 28 de noviembre de 1493 al puerto de la Navidad,
pero sólo después de aproximadamente cuatro meses los españoles comenzaron
a comer de los alimentos de los indígenas367. Muchos recién llegados prefirieron
morirse de hambre a comer los productos de la nueva tierra.
Una última consideración relaciona la introducción de la “cultura de la con-
quista”368 con la extinción de la cultura indígena. La notable diferencia de la
documentación más abundante de los indigenismos en la literatura cronística se
justifica con facilidad por el hecho de pertenecer al universo del discurso cientí-
fico que perpetúa parcialmente el saber de los indígenas documentado en una
situación de contacto cultural y lingüístico en vivo como el que transmite Ovie-
do, sabiendo que se trata de conocimientos pretéritos. Al exponer los usos del
zumo venenoso de la yuca en la Historia, sobre todo en la producción de un licor
dulce y de otro agrio (“agro”), derivado de este zumo, este autor escribe:
estas experiencias pocos indios las saben ya hacer, porque los viejos son muertos, e
porque los cristianos no lo han menester; porque para agro, hay tantas naranjas y
limones en la isla, que no hay nescesidad [sic] de lo que es dicho, ni para licor dulce
mucho menos, por haber tanto azúcar en la Isla: y así se ha olvidado lo que en estos
dos casos de dulce e agro servía el zumo de la yuca369.
Cabe aplicar este comentario también a las menciones de voces indígenas poco
frecuentes en los documentos oficiales. Si interpretamos las fuentes no de forma
puntual, sino considerando los estratos cronológicos, la región de la cual procede
y el ambiente en el cual era corriente, una información esclarece otra.
366
Se encuentra en una crónica de la conquista de Gran Canaria redactada en torno a 1554
(F. Morales Padrón [ed.] 1978: 14, 18), si bien se refiere a un hecho sucedido al principio de la
conquista, y en La Florida del Inca Garcilaso: “En otro lançe semejante prendieron los indios
desta provincia Hirrihigua otro español llamado Hernando Ventimilla, grande hombre de mar.
El cual salió una tarde inadvertidamente, mariscando y cogiendo camarones por la ribera de la
baía abaxo, con la menguante della, y assí descuidado fue hasta encubrirse con indios escondi-
dos. Los cuales, un monte que avía entre la baía y el pueblo donde avía indios escondidos. Los
cuales, viéndole solo, salieron a él y le hablaron amigablemente diziendo que partiesse con
ellos del marisco que llevava” (1988: 276-277).
367
“[Cristóbal Colón] comenzó a comer, y la gente, del cazabí o pan y ajes y de los otros
manteninimientos [sic] de los indios” (Las Casas 1994: I, 882).
368
G. M. Foster 1962: 33-50.
369
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 232.
442 JENS LÜDTKE
Todo esto apoya la constatación de que se deben tomar las crónicas al pie
de la letra, es decir, no sólo utilizarlas como fuentes para reunir recolecciones
de materiales, sino interpretarlas colocando las informaciones en sus entornos.
Éstas describen en parte un mundo que sólo siguen recordando los veteranos,
a los que pertenecen también Las Casas y Fernández de Oviedo; pero ambos
autores nos informan también sobre lo nuevo, es decir, sobre la introducción
de la agricultura y la ganadería españolas. Debido a estos cambios la mayor
parte del saber de los baquianos se va haciendo obsoleto. Si analizamos las
fuentes con exactitud, se descubren las discontinuidades del desarrollo. Ya que
las descripciones coetáneas del período de orígenes son escasas, se sabe poco
acerca de este período desde su propia perspectiva. Si bien Las Casas y Ovie-
do lo evocan en momentos posteriores, el lector actual no se entera necesaria-
mente de que la realidad reseñada pertenecía al pasado mismo en el momento
de la redacción de sus obras. Un autor como Fernández de Oviedo comete este
error, recriminando ignorancia a Pedro Mártir de Anglería, cuando por el con-
trario se trataba sólo de conocimientos anticuados. Así se toma equivocada-
mente por información sobre mediados del siglo XVI lo que existió en realidad
a principios del siglo. C. O. Sauer (1966/1984) pone de relieve esta diferencia
temporal.
La reconstrucción de los conocimientos de los primeros años, los lingüísti-
cos inclusive, resulta difícil. Por un lado, los primeros escritos como los de
Colón o Chanca, expresan más bien el saber previo que el nuevo. Por el otro,
disponemos de las obras enciclopédicas de Las Casas y Oviedo, quienes enfo-
can el período de orígenes desde tiempos posteriores, cuando la Nueva España
y el Perú estaban conquistadas. No obstante, es posible dentro de ciertos límites
acceder al eslabonamiento y a la construcción de los conocimientos, porque los
mismos autores se refieren a estas disimilitudes cronológicas o describen las
experiencias en su diferenciación manifestada en cada fase evolutiva. En este
sentido las crónicas interrelacionadas son fuentes fundamentales para el estudio
de muchos dominios del léxico, pero es necesario complementarlas con otras
fuentes.
La adaptación fonológica y sobre todo morfológica y la integración de los
arahuaquismos en el español americano del siglo XVI muestran que, cosa nada
extraña, los españoles hablaban la lengua de los arahuacos con errores. Así, el
género de los préstamos corresponde al uso español: las palabras en -a son feme-
ninas, pero no siempre como, por ejemplo, naboría; las que acaban en -o son
masculinas, independientemente de su forma en el arahuaco.
El arahuaco era una lengua aglutinante, ocasionando algunos problemas en la
delimitación de las palabras al adaptarlas al español. La voz arahuaca que signi-
ficaba “ojo”, aku, no se tomaba prestada bajo esta forma, sino con el sufijo pri-
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 443
vativo ma-: maco, por lo general en el plural macos, es decir, literalmente “sin
ojos”370.
No es probable que la fonología de las lenguas arahuacas haya influido en la
pronunciación del español. Los contactos lingüísticos no fueron lo suficiente-
mente intensos, tampoco duraron mucho tiempo. He aquí algunos problemas: era
difícil reproducir /w/, los matices de e/i y de o/u particularmente en posición
final donde se adapta como -o, las vocales largas que los cronistas indican con
regularidad, por ejemplo, en el caso de la i que muchas veces se escribe <y>
como en zeyba371.
Las palabras arahuacas se difundieron con la expansión de los españoles en
más regiones que todos los otros indigenismos continentales. Se generalizaron
cacique, canoa y maíz incluso más allá de la lengua española. Los arahuaquis-
mos servían para denominar cosas nuevas aun cuando éstas eran similares con
restricciones. Así se transfería al principio de la conquista del Perú bohío, que
designaba la choza de los indígenas antillanos, a las casas de piedra de los indí-
genas peruanos. La difusión diferente de estas voces contribuye a la diferencia-
ción del español americano en los nuevos dominios lingüísticos. Sucede con fre-
cuencia que dos o más préstamos tomados de diversas lenguas indígenas entren
en conflicto. Los antillanismos ají, maizal y batata pasan con la conquista a la
Nueva España. Tras una etapa de coexistencia de estas palabras con los nahua-
tlismos chile, milpa y camote se seleccionaron los últimos372. Sirvan además de
ejemplos algunos pares de palabras tomados de Oviedo (en los que la segunda
palabra no siempre reemplaza a la primera): cori – curiel, un roedor que se pare-
ce al cobayo, beorí – tapir, encubertado – armadillo, perico ligero – perezoso,
gallina olorosa – zopilote y aura, picudo – tucán, pájaro loco – oropéndula,
higo del mastuerzo – papaya, peral – aguacate.
Numerosas voces indígenas cayeron en desuso desde los primeros años a raíz
de la importación de alimentos, plantas y animales europeos en las regiones del
Caribe y del olvido subsiguiente de los medios de subsistencia de los autóctonos,
así como de la extinción de la población indígena que ya no motivaba el uso del
léxico relativo a su cultura. A continuación, volveremos nuestra atención a los
aspectos lingüísticos de la desaparición de los indios antillanos, aspectos que se
incluyen en el tratamiento de los campos léxicos.
370
M. Álvarez Nazario 1977: 93-94.
371
Véanse las interesantes observaciones en M. Álvarez Nazario 1977: 83-92.
372
J. C. Zamora Munné 1976: 101; M. Álvarez Nazario 1977: 117-121; P. Ontañón de
Lope 1979; J. M. Lope Blanch 1981; J. Lüdtke 2007; acerca de su desarrollo ulterior en Cuba,
cf. S. Valdés Bernal 1986.
444 JENS LÜDTKE
Para dar una idea coherente y sistemática del léxico antillano, citaremos los
indigenismos en el capítulo sobre los campos léxicos (4.1.9.) junto a las adapta-
ciones del léxico patrimonial y de las creaciones españolas.
373
Utilizo el término de transculturación introducido por F. Ortiz (1983: 86-90) en lugar
de aculturación. En efecto, los cambios culturales no implican una orientación en un solo sen-
tido, sino que ambas culturas en contacto se transforman paralelamente. Aquí nos atenemos a
algunos reflejos lingüísticos de la cultura taína, prescindiendo del cambio cultural de los espa-
ñoles. S. Valdés Bernal adopta también este término (1991: 40-44) y lo aplica tanto a los
indios antillanos como a los españoles. Sin embargo, los procesos de cambio cultural no son
estrictamente paralelos. Los españoles obligan a los indígenas a adaptarse a su manera de
vivir, mientras que los indios no tienen ni el poder ni la voluntad de exigir la transculturación
de los españoles. Los lingüistas españoles insisten a veces en el aindiamiento del español,
pero el español no se convierte de ninguna manera en indio. Si comprobamos un mestizaje
cultural en ambos casos, el resultado llega hasta la occidentalización del indio cuando forma
parte de la cultura mayoritaria de las naciones hispanoamericanas, mientras que el español no
se americaniza hasta el punto de transformarse en indio. Puede que las naciones hispanoameri-
canas exageren sus distintivos respecto a Europa y Estados Unidos, pero yo, como europeo,
nunca me veo fuera de la cultura occidental en una nación hispanoamericana, aunque sí en una
comunidad indígena. Por lo demás, está muy lejos de mí tomar la “transculturación” de los
arahuacos como una forma de cinismo. Con estas observaciones retomo mi artículo de 1994a.
374
Cf., por ejemplo, R. Konetzke 1971, C. O. Sauer 1966/1984, N. N. McAlister 1984.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 445
en que éstos son relevantes para la historia lingüística dentro de los límites de
nuestro planteamiento. En principio, se comentan fenómenos conocidos que, sin
embargo, no se consideran generalmente en la historiografía de la lengua espa-
ñola en América.
Los historiadores hablan de la transculturación de los taínos en el lenguaje de
nuestra época. Para ello adoptan palabras de varias épocas pasadas y acuñan
expresiones nuevas para fenómenos antiguos. De este modo, nuestro lenguaje
técnico es en parte contemporáneo, en parte reflejo de varios siglos de historia
indiana. Por esta heterogeneidad de los términos, la vía de acceso a la lengua del
pasado está parcialmente soterrada. Si queremos reconstruir el devenir de la len-
gua, no hay otro remedio que recurrir a la documentación coetánea.
Las Casas describe la situación de partida en la Apologética historia:
Quién sabe hasta qué punto esta visión es idílica. El cambio cultural de los taínos
se realiza partiendo de esta situación ante todo en los ambientes de la organiza-
ción del trabajo, de la sociedad y de la religión. La evangelización del indio, aun-
que declarada objetivo principal de la colonización española y legitimación del
patronato real de las Indias, está menos documentada en las fuentes y menos lle-
vada a efecto que la organización del trabajo y la reestructuración de la sociedad.
REPARTIMIENTO Y ENCOMIENDA
375
Las Casas 1992: III, 1316.
446 JENS LÜDTKE
376
Cf. Sobre este tema E. Mira Caballos 1997.
377
E. Serra Ráfols 1959.
378
E. Rodríguez Demorizi 1971: 81.
379
Las Casas 1961: II, 37; 1994: II, 1346.
380
Las Casas 1957: I, 408; 1994: 1 II, 138.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 447
381
E. Rodríguez Demorizi 1971: 88.
382
E. Rodríguez Demorizi 1971: 79.
383
L. Arranz Márquez 1991: 503-504.
384
J. Lüdtke 1978: 54-61.
448 JENS LÜDTKE
E otrosi dijeron los [repartidores], que mandaban e mandaron que si algunos hijos
de cristianos fueron registrados en el dicho repartimiento, diciendo ser hijos de muje-
res naturales de la dicha Isla, y en dicho repartimiento han sido encomendados a
algunos o algunas de las dichas personas, la tal encomienda sea en sí ninguna, e que
los tales hijos de cristianos sean libres de toda sujeción e servidumbre, e que sus
padres e parientes hagan de ellos libremente todo lo que quisieren385.
[El bachiller Bartolomé Ortiz] oyó desir que estava pregonado quel dicho Rodrigo de
Alburquerque avía de haber solo el dicho repartimiento e que lo oyó dezir pública-
mente; e que después lo hiso segund pareçió por sus çédulas de encomienda387.
[El bachiller Bartolomé Ortiz] sabe que dieron indios / al bachiller Juan Roldán e al
bachiller Bustamante e al liçenciado Serrano e al bachiller Pedro Moreno por que ha
oído dezir a los dichos, e que ha visto las encomiendas dellos388.
385
E. Rodríguez Demorizi 1971: 105
386
Cf. Las Casas 1994: III, 1910.
387
L. Arranz Márquez 1991: 438; otros ejemplos 431, 440, 441.
388
L. Arranz Márquez 1991: 443.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 449
e diz que ha xv años que [Francisco Quexada] tiene indios de encomienda en la dicha
villa de Santiago, por çedula e mandamiento del Rey nuestro señor padre e ahuelo
(Real Decula [sic] a favor de Francisco Quexada para que no le quiten los indios
mientras sigue en Castilla, Madrid, 18 de noviembre de 1516)392.
Dicho sea de paso que la encomienda se antefecha según esta cédula al año
1501 bajo el gobierno de Francisco de Bobadilla. Lo que no he encontrado en la
389
S. Zavala 1973: 287, n. 24.
390
S. Zavala 1973: 313.
391
S. Zavala 1973: 292.
392
L. Arranz Márquez 1991: 408.
450 JENS LÜDTKE
393
U. Lamb 1956: 144.
394
U. Lamb 1956: 144-145.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 451
Un uso verbal como éste hace difícil la interpretación de allegado como “parien-
te, amigo, conocido, persona cercana a una casa o familia”398. Pueden ser, por el
contrario, los indios que habían “perdido su adscripción clánica original”, los
que “buscaron refugio en un nuevo grupo bajo el mando de un cacique”399.
Se formaron en las Antillas algunos campos léxicos que ahí se perdieron
luego con el ocaso de los indios, pero que los españoles llevaron a las regiones
395
7 de enero de 1515; L. Arranz Márquez 1991: 321.
396
Este verbo “debía entenderse como reparto provisional, limitado en el tiempo y
pudiendo sólo ser disfrutado por una o dos demoras, por el tiempo que durase la realización de
trabajos concretos o bien mientras el rey resolviera lo que habría de hacerse” (L. Arranz Már-
quez 1991: 252-253).
397
E. Rodríguez Demorizi 1971: 91.
398
L. Arranz Márquez 1991: 256.
399
F. Moya Pons 1992: 70.
452 JENS LÜDTKE
La mezcla de razas es una de las condiciones más importantes del contacto lin-
güístico en las Antillas. No sabemos si los taínos aprendían el español en una
variedad intermediaria (1.5.2.) o si los colonizadores hablaban una especie de
pidgin en el trato con los indios empleados en los servicios de trabajo, porque los
testimonios directos son tardíos, pues los dan Oviedo y Las Casas en los años
treinta y cuarenta del siglo XVI. Sin embargo, no es preciso que el contacto lin-
güístico haya sido intenso para explicar los numerosos arahuaquismos. Lo más
probable es que los préstamos hayan sido transmitidos por las mujeres, concubi-
nas en la mayoría de los casos, y llamadas criadas a veces también por las espo-
sas de los pobladores400, entre ellos los encomenderos. Casi todas las mujeres
eran indias. Las españolas emigraron a América en número reducido. Los mesti-
zos nacidos de la unión de españoles con indias, de número no calculable, habrí-
an aprendido español y arahuaco. Que los mestizos hablaran español resulta de
que desde su juventud participaban en el ejército de los españoles en las conquis-
tas. En los primeros tiempos el origen ilegítimo de los mestizos, como ocurriera
también con el de los hijos naturales de la Edad Media española, no era un impe-
dimento para la integración en la sociedad colonial.
Por lo tanto, existieron las siguientes posibilidades de contacto entre hablan-
tes del arahuaco y del español, sin que sea siempre posible afirmar si los indíge-
nas aprendieron el español o, al revés, los españoles el taíno o si ambos grupos
400
Ésta es la opinión defendida por H. López Morales 1995: 155.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 453
El clérigo Casas, luego, en llegando al pueblo, hacía juntar todos los niños che-
quitos, y tomaba dos o tres españoles que le ayudasen, con algunos indios desta isla
Española, ladinos, que consigo llevaba y alguno que había él criado, baptizaba los
niños que en el pueblo se hallaban408.
401
Á. Rosenblat 1977: 93-97.
402
Á. Rosenblat 1977: 97-100.
403
R. Pané 1992.
404
Las Casas 1957: II, 249; 1994: II, 858.
405
F. J. Zamora Salamanca 2006: 2996.
406
Las Casas 1961: II, 82; 1994: II, 1424.
407
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 124.
408
En Cuba en torno a 1513; Las Casas 1961: II, 243; 1994: III, 1876.
409
A. Wesch 1993: 5r.
454 JENS LÜDTKE
Preguntando españoles a indios –y no una vez acaeció, sino más– si eran cristia-
nos, respondió el indio: “Sí, señor, yo ya soy un poquito cristiano”. “En qué sabes que
eres poquito cristiano?”: Dixo él: “Porque ya saber yo un poquito mentir; otro día
saber yo muncho [sic] mentir y seré yo muncho [sic] cristiano”410.
410
Las Casas 1994: III, 2396.
411
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 221.
412
Las Casas 1994: II, 842-844.
413
P. Henríquez Ureña 1982: 121, n. 1.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 455
La cual, baxando los ojos, vido un poquito dél [del grano de oro] relucir; e visto,
de propósito descubre más; y, así descubierto todo, llama al minero español, que era
el verdugo que no los dexaba resollar, y dícele: Ocama, guaxeri, guariquen caona
yari. (Ocama, dice oyes; guaxeri, señor; guariquen, mira o ven a ver; yari, el joyel o
piedra de oro; caona llaman al oro)416.
Este testimonio confirma que los mineros y estancieros debían saber hasta cierto
punto la lengua de sus trabajadores; su bajo estatus social explica también que un
autor como Las Casas no viera ninguna necesidad de ponerse en el lugar de estas
personas que despreciaba. La misma información se comprueba en el pleito cita-
do arriba en el cual esos mozos mostraban conocimientos de la lengua de sus tra-
bajadores indígenas417. Igualmente valiosa es una observación de Bernal Díaz
del Castillo, quien estaba presente en el descubrimiento de Cozumel en el mes de
abril de 1518. Mientras la flota de Grijalva esperaba en vano la llegada del cala-
chioni o cacique maya:
vino una india moza, de buen parecer, e comenzó a hablar la lengua de la isla de
Jamaica […]; y como muchos de nuestros soldados e yo entendíamos muy bien aque-
lla lengua, que es la de Cuba, nos admiramos, y la preguntamos que cómo estaba
allí418.
Si bien Bernal sólo afirma que los españoles entendían muy bien aquella lengua,
este testimonio es revelador en un sentido más general, porque muestra que los
españoles habían adquirido en pocos años –Cuba se pobló desde 1511– conoci-
mientos del arahuaco cubano. El contacto lingüístico había durado ya más tiem-
po en La Española, siendo más necesario que los pobladores de la primera hora
aprendieran la lengua que en épocas posteriores. Por lo tanto, tenemos buenas
414
Las Casas 1994: II, 921.
415
Las Casas 1994: I, 1246.
416
Las Casas 1994: II, 1300.
417
F. J. Zamora Salamanca 2006: 2997.
418
B. Díaz del Castillo 1982: 20-21.
456 JENS LÜDTKE
razones para creer que una parte de los españoles dominara la lengua de los taí-
nos. No podemos examinar si la hablaban bien, pero tampoco es relevante para
la cuestión de los préstamos.
El testimonio más dramático es el ejemplo de la transculturación o aindia-
miento de un español residente en La Habana que comunica Las Casas:
El español ya cuasi no sabía hablar nuestra lengua, sino en la de los indios habla-
ba las más palabras; sentóse luego en el suelo como los indios y hacía con la boca y
con las manos todos los meneos que los indios acostumbraban, en lo cual no poca risa
a los españoles causaba. Creo que se entendió dél que había tres o cuatro años que allí
estaba; y después –algunos días andados– que en su lengua y nuestra materna se iba
acordando, daba larga relación de las cosas que por él habían pasado419.
¿qué doctrina podían dar hombres seglares y mundanos, idiotas y que apenas
–comúnmente y por la mayor parte– se saben santiguar, a infieles de lengua diversísi-
ma de la castellana, [de la] que nunca aprendieron sino tres vocablos: “daca agua,
daca pan, ven a las minas, torna a trabajar”420.
yo digo verdad, y lo juro con verdad, que no hobo [sic] en aquellos tiempos ni en
otros munchos [sic] años después, más cuidado y memoria de los doctrinar y traer a
nuestra fe ni que fuesen cristianos que si fueran yeguas o caballos o algunas bestias
otras del campo421.
419
Las Casas 1994: III, 1889.
420
Las Casas 1994: III, 1808.
421
Las Casas 1994: II, 1338.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 457
que haya un sacristán si se hallare suficiente de los indios, si no de los otros que sir-
van en la iglesia y muestra los niños a leer y escribir hasta que son de edad de nueve
años, especialmente a los hijos de los caciques y de los otros principales del pueblo, y
asimismo les muestren a hablar romance castellano y ha se de trabajar en todos los
caciques cuanto fuere posible que hablen castellano426.
422
Las Casas 1994: II, 1517.
423
E. Rodríguez Demorizi 1971: 157.
424
E. Rodríguez Demorizi 1971: 121.
425
E. Rodríguez Demorizi 1971: 141.
426
R. Konetzke 1953: I, 66.
458 JENS LÜDTKE
Si bien Rosenblat cree que las Antillas se hispanizaron pronto427, esto es más
probable para las mujeres indias que vivían con españoles que para los hombres.
Con todo, estos procesos antillanos tienen una influencia muy limitada en el
desarrollo continental del español. Es cierto que la política lingüística de la Coro-
na empezó con la cristianización e hispanización de los antillanos, pero en las
Antillas no nacieron modelos de convivencia de españoles e indios y del uso de
las lenguas que hubieran podido continuar influyendo directamente en el conti-
nente, ya que los indios antillanos se extinguieron muy pronto. La importación
de esclavos negros reforzó las diferencias entre las Antillas y amplias zonas de
Tierra Firme.
427
Á. Rosenblat 1977: 100-103.
428
Cf., por ejemplo, el tratamiento de C. E. Kany (1962) que clasifica el léxico hispanoa-
mericano según criterios como la metáfora, la metonimia o la formación de palabras, los estu-
dios de M. Alvar (1970, 21990) sobre los americanismos en Bernal Díaz del Castillo y, entre
los trabajos más recientes, el de T. Buesa Oliver/J. M.a Enguita Utrilla (1992) y el J. G. More-
no de Alba (1992) que sintetizan los resultados de la investigación sobre los indigenismos.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 459
429
H. Geckeler 1993: 11. En lo que sigue retomo en gran parte, si bien con muchas
ampliaciones, J. Lüdtke 1996b.
430
Cf. E. Coseriu 1977: 95-133,
431
Cf. M. A. Morínigo 1953.
460 JENS LÜDTKE
Ellos vinieron a la nao con almadías, que son hechas del pie de un árbol, como un
barco luengo, y todo de un pedazo, y labrado muy a maravilla según la tierra, y gran-
des en que algunos venían 40 y 45 hombres. Y otras más pequeñas, fasta haber d’ellas
en que venía un solo hombre434.
432
Con el cambio a -ete esta palabra se populariza y se incorpora a la formación de pala-
bras como si fuera un diminutivo; cf. arete, boquete, etc. W. Meyer-Lübke (1966: 26) llamaba
a esta función de un sufijo “alineador” (“einreihend”), porque la forma incluye una palabra
derivada en una serie de derivados mediante un sufijo. Casos similares son azulejo y almoha-
da que son adaptaciones de palabras árabes y se pueden considerar como etimologías popula-
res. Este cambio no ocurrió en el español de México, porque en esta variedad muchas palabras
terminan en -ate.
433
Alvise da Ca’ da Mosto usa esta palabra en la relación de su viaje a la costa occidental
de África: “alcuni di quelli che stanno alle marine, hanno alcuni zopoli, cioè almadie tutte d’un
legno, che portano da tre in quattro uomini al più nelle maggiori” (R. Caddeo [ed.] 1929: 216).
434
C. Colón 1976: II, 54.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 461
435
DCECH:s. v.
436
M. Alvar en C. Colón 1976: I, 35.
437
H. López Morales (1995: 123) hace hincapié en la gradualidad de la incorporación de
canoa y otros indigenismos a la lengua de Colón, punto de vista que hay que tomar en cuenta
siempre que la documentación lo permite.
462 JENS LÜDTKE
recibe una nueva expresión. En otras palabras: por la vía de la nueva designación
de una palabra tradicional se crea un nuevo significado en la lengua española.
Observemos una documentación poco tiempo posterior. Podemos estar en la
duda de si, después de haber conocido la canoa, Colón usaba las palabras alma-
día y canoa para diferentes tipos de barca en diferentes regiones. En este caso se
trataría de una diferencia diatópica. Colón no nos informa acerca de este detalle.
No obstante, si, por un lado, los españoles usaban almadía en la costa occidental
de África y las Islas Canarias de la misma manera que canoa en América, hay ya
una documentación temprana de canoa en Martín Fernández de Enciso, de 1519,
para designar los barcos de los negros.
Tienen [los negros de Manicongo] barcos fechos de sólo un palo, tanto anchos
que roda un tonel en ellos, y son tanto largos que van en uno ciento y cincuenta hom-
bres de pelea, y llevan dentro todas las cosas que han menester para sus mantenimien-
tos; y llámanlas canoas438.
Este autor usa canoa también para la embarcación americana de madera de una
pieza, por ejemplo, al hablar de los indios que se tomaron en el río Marañón o
Amazonas: “En este río se tomaron cuatro indios en una canoa que venían por el
río abaxo”439. Los hablantes y escribientes que siguen este uso documentan un
cambio designativo: lo designado por canoa que Colón y sus tripulaciones ha-
bían equiparado en América a lo designado por almadía en África, fue adoptado
por los españoles emigrados a América con posterioridad como única palabra,
cuando ya no importaba la diferencia de región. Este cambio designativo es la
mayor transformación que se comprueba en este caso. En cambio, es incierto si
ha habido un cambio en el contenido de almadía y canoa. Supongamos que tene-
mos los siguientes rasgos distintivos en canoa: “embarcación”, “sin vela”, “larga
y estrecha”, “para una o más personas” y “de un tronco”. Todos éstos se aplicarí-
an igualmente a almadía, y, según esta interpretación, tendríamos identidad o
cuasi-identidad de los significados de almadía y canoa. En el uso de una palabra
por otra se habría sustituido un significante por otro. No se trataría de un cambio
semántico, sino de una sustitución material. No obstante, un cambio de este tipo
se llama generalmente “cambio semántico” en la lingüística histórica. Estricta-
438
M. Fernández de Enciso 1987: 170.
439
M. Fernández de Enciso 1987: 203. También se refiere a las Antillas Pequeñas: “Están
todas las otras [islas] que he nombrado entremedias destas dos [la Trinidad y San Juan], y son
todas de caníbales, que comen carne humana, y vánse por la mar en canoas a hacer guerra a
otras partes y unos a otros” (206). Además, canoa aparece en el topónimo cabo de Canoa a la
proximidad de Cartagena de Indias (217).
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 463
440
La tradición de llamar a estas transformaciones “cambio semántico” se origina en la
semántica histórica de M. Bréal (31897).
441
E.-M. Güida (2004) muestra que indio e indiano tienen antecedentes medievales y que
su significado no se limita a “natural de la India”.
464 JENS LÜDTKE
442
Los experimentos de la semántica cognitiva se producen en el nivel lingüístico del dis-
curso. Las conclusiones relacionadas con el nivel de la lengua, son, por lo tanto, indirectas. En
pocas palabras, median entre la lexemática y la semántica cognitiva la distinción de la lengua
y del discurso, de los significados y de las cosas, de la estructuración lingüística y de las ter-
minologías, el punto de vista del hablante y del oyente.
466 JENS LÜDTKE
443
Las Casas 1994: II, 855.
444
Las Casas 1994: II, 896.
445
J. L. Martínez (ed.) 1990: I, 48.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 467
“inquirir e saber el secreto de las dichas islas e tierras” que irían a ser la Nueva
España. Este secreto abarca en gran parte el nuevo saber que se organiza en cam-
pos terminológicos. Cito como apoyo el siguiente pasaje de la instrucción:
trabajaréis con mucha diligencia e solicitud de inquirir e saber el secreto de las dichas
islas e tierras y de las demás a ellas comarcanas y que Dios Nuestro Señor haya sido
servido que se descubran e descubrieren, así de la maña e conversación de la gente de
cada una dellas en particular, como de los árboles y frutas, yerbas, aves, animalicos,
oro, piedras preciosas, perlas, e otros metales, especiería e otras cualesquier cosas que
de las dichas islas e tierras pudierdes saber e alcanzar, e de todo traer entera relación
por ante escribano446.
446
J. L. Martínez (ed.) 1990: I, 55.
468 JENS LÜDTKE
447
Cf. L. Arranz Márquez 1991: 89.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 469
448
Las Casas 1994: III, xiii-xvi.
449
Las Casas 1994: III, 1819-1820.
470 JENS LÜDTKE
En el tercer capítulo del libro III de su Historia de las Indias Las Casas nom-
bra expresamente a los españoles establecidos en las Antillas a quienes achaca la
injusticia de las Leyes de Burgos, es decir, a Francisco de Garay, Juan Ponce de
León, el conquistador de Puerto Rico, al mercader Pero García de Carrión y
“otros vecinos”. El prólogo de la ley no calla la colaboración de los tres grupos
de asesores que habían intervenido en la formulación de las leyes, que son los
miembros del Consejo de Castilla (“algunos del mi Consejo”, dice la reina
Juana), los teólogos consultados (“personas de buena vida y letras y conscien-
cia”) y “otros que habían muncha [sic] noticia y experiencia de las cosas de la
dicha isla e de la vida y manera de los dichos indios”450, que Las Casas califica
de “enemigos de los indios”. No obstante la importancia histórica de los parece-
res jurídico y teológico como fundamento de las Leyes de Burgos, no entramos
en sus méritos, porque no inciden directamente en la configuración de la lengua.
Sin duda, la nueva divergencia lingüística se percibe desde el primer momen-
to, pero no todos los textos tienen el mismo valor documental para servir de
prueba de la percepción de la novedad como los de Las Casas. Hay que contar
también con el hecho de que numerosas voces entraran en el uso común y que
incluso se convirtieran en patrimoniales. Por consiguiente, distinguimos varios
grados en la presentación de los indigenismos y de las innovaciones léxicas patri-
moniales.
La primera categoría consiste en su mera mención sin ningún comentario u
otro indicio del carácter novedoso de una voz; así, el pan de los indios es el caça-
bi, palabra llana que también la edición crítica de la Historia de las Casas repro-
duce mediante el oxítono cazabí451, aunque Pedro Mártir de Anglería pone el
acento siempre en la penúltima sílaba, escribiendo Cazábi. Cacique e indio ya
son tan corrientes que no requieren ninguna explicación. La segunda categoría
introduce un distanciamiento mínimo mediante determinantes nominales tales
como los adjetivos posesivos en “sus asientos”452, que implica la referencia a dos
sustantivos diferentes que designan la misma realidad. Se dispone del término
estancia453 desde la perspectiva española y del término etnográfico indígena, que
es yucayeque, que parece no haber entrado en el uso general; no se encuentra,
por ejemplo, en Las Casas. Este autor se refiere en la descripción de los monto-
nes, que citaremos más abajo, a instrumentos a los cuales llama “unos palos tos-
tados”, donde recurre el determinante unos, con cuya vaguedad alude al bastón
plantador y de búsqueda de los indios antillanos que los aztecas llamarán coa.
450
Las Casas 1994: III, 1805.
451
Las Casas 1994: III, 1816.
452
Las Casas 1994: III, 1805.
453
Las Casas 1994: III, 1805.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 471
cinco mil montones, los tres mill de yuca –que son las raíces de que hacían el pan– y
los dos mill de ajes –que son raíces que se comen por fructa [sic]–. Ítem, docientos y
cincuenta pies de axí –que es la pimienta que sirve de poner sabor a lo que se guisa, si
es algo459.
454
Las Casas 1994: III, 1805.
455
Las Casas 1994: III, 1816.
456
Las Casas 1994: III, 1812.
457
Las Casas 1994: III, 1809.
458
Los términos de este estrato interpretativo no son de ninguna manera específicos de
Las Casas como muestra el siguiente testimonio de Gerónimo de Mendieta: “Y asi los españo-
les a quien [el gobernador] los dió o encomendó [a los indios], ponían sobre ellos unos crueles
verdugos, uno en las minas, que llamaban minero, y otro en las estancias o granjas, que llama-
ban estanciero (como ahora los usan en todas las Indias), hombres desalmados, sin piedad,
que no les dejaban descansar, dándoles palos y bofetadas, azotes y puntilladas, llamándolos
siempre de perros y otros peores vocablos, nunca viendo en ellos señal de alguna blandura,
sino de extremo rigor y aspereza” (1973: 43).
459
Las Casas 1994: III, 1813.
472 JENS LÜDTKE
Los editores de la Historia usan guiones para marcar el nivel discursivo de la ley
y del comentario de Las Casas, quien da por sabido en este pasaje lo que son
montones y aclara el significado de yuca, aje y axí. Este autor explica lo que son
montones más adelante al hablar de la decimotercera ley: “Este alzar los monto-
nes era levantar la tierra con unos palos tostados por azadas y azadones, poco
menos de altos que hasta la cinta, y de grandeza de cuatro pasos en redondo”460.
Las técnicas explicativas que acabo de mencionar sirven para designar la nove-
dad indiana, independientemente de si se trata de voces patrimoniales como
montón y casa o de préstamos como bohío. La última categoría que distinguimos
son las formas expresivas de la valoración generalmente negativa, aunque a
veces también positiva, cuando se refieren a los indios, relativas a personas,
objetos y hechos. Este estrato discursivo comprende las recriminaciones del pro-
tector de los indios y se separa nítidamente de las paráfrasis descriptivas y de las
demás formas que acabamos de distinguir. En cuanto a los estratos gramaticales,
aparecen una palabra insultante como perro, mediante la cual los españoles se
refieren a los indios (“De perros lo hacen [rezar de mala gana las principales ora-
ciones de la Iglesia Católica]; a osadas que nunca estos perros en su vida sean
cristianos”461) y un grupo nominal como “aquellos pecadores verdugos”462, que
son los mineros y estancieros, a quienes se caracteriza en la misma página
mediante “verdugo ordinario”, o bien la expresión más compleja “la llaga mortal
que mataba a los indios”463, que es el repartimiento, estrato gramatical que com-
bina un grupo nominal con una oración subordinada. Llamo a este fenómeno lin-
güístico interpretación que tomo en esta discusión de la variación lascasiana en
su vertiente discursiva, dejando a un lado sus aspectos idiomáticos464. Este nivel
expositivo le valió a Las Casas las muchas críticas de sus adversarios y el repro-
che de negligencia en el uso de las fuentes; se puede probar, por el contrario, lo
que pertenece estrictamente a las informaciones que toma de otros y a la valora-
ción que tiene en común con otros, si bien con frecuencia de manera opuesta.
Ambos estratos se distinguen en su texto con toda la claridad que es de desear.
En efecto, las categorías enumeradas sirven para caracterizar los distintos
niveles de la variación entre los cuales destaca el último, que llama la mayor
atención a los lectores y que ha servido para desacreditar a Las Casas como per-
sona y como fuente histórica de manera global. En nuestro contexto variacional
las críticas antiespañolas no son más que la contrapartida de la infamación de los
460
Las Casas 1994: III, 1815.
461
Las Casas 1994: III, 1810.
462
Las Casas 1994: III, 1810.
463
Las Casas 1994: III, 1804.
464
J. Lüdtke 1984 y 1998; N. Delbecque 1998.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 473
indios por parte de los españoles que se refleja de forma atenuada en el prólogo
de las Leyes de Burgos: “de su natural son inclinados a ociosidad e malos vicios,
de que nuestro Señor es deservido, y no a ninguna manera de virtud ni doctrina
y el principal estorbo que tienen para no se enmendar de sus vicios e que la doc-
trina no les aproveche”465, donde ociosidad y malos vicios son expresiones que
recurren en documentos oficiales, por ejemplo en la Información de los Jeróni-
mos, y que Las Casas desarrolla en un capítulo aparte, citando las recriminacio-
nes de los españoles contra los indios, diciendo por ejemplo: “no saberse regir”,
“no eran capaces de fe”, “iguales de bestias”, “eran bestias y holgazanes y ama-
ban la ociosidad”466, donde por lo menos bestia igual que el ya citado perro
“interpretan” a los indios para deducir de esta valoración conclusiones jurídicas,
laborales y políticas. Comparando la Historia de Las Casas con la documenta-
ción oficial, este nivel interpretativo siempre está presente en los debates apasio-
nados en torno al lugar de los indígenas y de los explotadores en la sociedad
colonial. Es decir que hay formas interpretativas propias en los varios tipos de
fuentes, pero la interpretación no está ausente, aunque pueda velarse.
Los conceptos clave que elaboran las Leyes de Burgos según la puntualiza-
ción de Las Casas y el tratamiento que agrega se reducen a un léxico muy limita-
do enfocado a partir del tema del “buen tratamiento y conservación de los indios”
según las leyes y la “perdición” y el “acabamiento” en Las Casas. La primera
oposición se divide en la perspectiva de los españoles y “la vida y manera de los
[…] indios”, en la expresión neutral del prólogo de las leyes467. Los indios viven
en sus estancias, o yucayeques, donde tienen sus casas o bohíos, duermen en
hamacas, visten mantas de algodón, cultivan sus labranzas o montones median-
te palos tostados, se alimentan de pan cazabi hecho de yuca, de ajes y axí, y se
divierten cantando y bailando areítos. Los españoles tienen repartimientos de
indios, llamados posteriormente encomiendas, procuran mudar –es decir, depor-
tar– a los indios cerca de sus villas y ciudades, donde los reúnen en estancias
que como plantaciones son de otro tipo que las indígenas, cultivan las labranzas
bajo la supervisión de un estanciero y trabajan en las minas durante una demora
o período laboral de cinco meses o más bajo el mando de un minero. Tanto el
minero como el estanciero son declarados responsables de la doctrina de los
indios.
La impresión que se impone en una lectura actual del texto de Las Casas es
que todos los españoles residentes en La Española debían estar al corriente de los
465
Las Casas 1994: III, 1804.
466
Las Casas 1994: III, viii.
467
Las Casas 1994: III, 1805.
474 JENS LÜDTKE
468
Las Casas 1994: III, 1805.
469
Las Casas 1994: III, 1809.
470
Las Casas 1994: III, 1815.
471
Las Casas 1994: III, 1832.
472
Las Casas 1994: III, 1812.
473
Las Casas 1994: III, 1813.
474
Las Casas 1994: III, 1814.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 475
Con este concepto no se trata en rigor de campos semánticos ya que este término
se identifica en la semántica estructural europea con el estudio sincrónico exhaus-
tivo de los lexemas de un campo. Los estudiosos de los campos semánticos han
podido aprovechar para sus trabajos diccionarios monolingües. Nosotros dispone-
mos además para una primera aproximación a una investigación sincrónica y dia-
crónica de los campos semánticos en la historia de la lengua española en Espa-
ña475, de diccionarios etimológicos a los que podemos recurrir a falta de un
diccionario histórico de la lengua española. Carecemos, sin embargo, de tales
fuentes de información para el estudio de la historia –y del estado presente– del
español en América. Los diccionarios del español peninsular no sirven para un
estudio del tipo que estoy proponiendo, puesto que no solían tomar en cuenta las
fuentes hispanoamericanas en la elaboración de los diccionarios etimológicos ni
en el diccionario histórico, que todavía está en su inicio, de la Real Academia de la
Lengua (1964, 1972)476. Entretanto, se van a aprovechar los diccionarios de Peter
Boyd-Bowman (1972, 1983, 1982, 1984) y el Léxico histórico del español de
México (2002) de Concepción Company Company y Chantal Melis que se basan
en la documentación oficial así como en numerosos diccionarios especializados477.
475
Cf. G. Salvador 1988. Ya que el mayor cambio léxico había tenido lugar en el siglo XV,
no tomamos en cuenta estudios sobre la mortandad e innovación léxicas tales como R. Ebe-
renz (2004) y S. N. Dworkin (2004), pero subrayemos que esta gran transformación del léxico
general precede a la colonización de América.
476
M.-D. Gleßgen (1997) ha propuesto la elaboración de un diccionario histórico del
español americano cuya realización es tarea aún de quién sabe cuántos años.
477
Se puede ver también el tratamiento del léxico en M. Álvarez Nazario 1982: 155-357.
Sin embargo, tanto la teoría del léxico como la perspectiva continental que procuro aplicar son
476 JENS LÜDTKE
Todo esto nos obliga a buscar otro enfoque si no queremos renunciar de ante-
mano a una investigación de semántica léxica diacrónica o histórica. Podemos
abordar dos consecuencias, una de índole teórica y otra de índole metodológica.
En cuanto al planteamiento teórico, deberíamos renunciar al rigor del análisis fun-
cional de un campo semántico o léxico, por lo menos provisionalmente. Es muy
difícil realizar los trabajos preliminares –el aprovechamiento de una documenta-
ción extensa– y el estudio léxico al mismo tiempo. Otra solución sería un estudio
del léxico a nivel universal. La perspectiva universal coincide con la designación
de la realidad extralingüística mediante términos. En lugar de enfocar el problema
semántico desde los significados de los lexemas en cuanto unidades funcionales,
partimos, entonces, de los conceptos que designan los términos. Las voces se
organizan a este respecto, por sus características comunes en cuanto a la sección
correspondiente de la realidad extralingüística, en campos designativos.
La terminología de la semántica en sus varios niveles no está unificada. Otros
lingüistas se refieren al nivel semántico universal –sin usar esta expresión–
mediante los términos denotación o referencia. Al citar estas correspondencias
no quiero decir que todos estos términos sean idénticos, ya que se distinguen por
lo menos en sus perspectivas. Sin embargo, podemos hacer abstracción de estas
diferencias teóricas y llamar a los campos designativos igualmente campos refe-
renciales478; también serían aceptables términos como campos denotativos o
campos onomasiológicos, este último si no tomamos onomasiológico en un sen-
tido metodológico, sino como equivalente de denotativo.
Si necesitamos una terminología unívoca, podemos seguir llamando a los cam-
pos semánticos del léxico estructurado con este término, mientras que la diferen-
cia teórica entre léxico estructurado y léxico terminológico o nomenclátor se
puede reflejar en los términos campo terminológico, campo referencial, campo
denotativo o campo onomasiológico. Y si prescindimos de una división interna
del léxico, empleamos el término campos léxicos, que tiene la ventaja de expresar
el carácter fundamental de muchos lexemas que entran en su composición.
La observación metodológica se deduce de la idea del campo designativo.
Los textos que nos pueden servir de fuentes deben cubrir ampliamente las áreas
temáticas que tratan. Éste es el caso sobre todo de las crónicas, a las que se debe-
ría volver a prestar más atención, y de aquellos documentos oficiales consisten-
tes en pareceres dados por testigos que contestan a las preguntas de un interroga-
torio preestablecido. El número de testigos es en general lo suficientemente
grande como para establecer por lo menos el perfil de un campo designativo.
479
Ésta es la denominación adecuada de este género de texto, en lugar del tradicional
interrogatorio (L. Hanke 1949; cf. J. Lüdtke 1991, 1994, y A. Wesch 1993).
478 JENS LÜDTKE
480
Información de los Jerónimos 1517: 42v.
481
Información de los Jerónimos 1517: 47v; ambos de Marcos de Aguilar.
482
Información de los Jerónimos 1517: 50r; al parecer escrito por fray Bernardo.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 479
NAÇION
Esta palabra es el archilexema del campo léxico que abarca en la Información los
lexemas español, castellano, yndio, lucayo483, llamados también yucayos en
otras fuentes, carjbe484 y negro485. El carácter archilexemático de la palabra
resulta de los siguientes contextos: “los españoles o otros de otras naçiones”486,
“qual qujer yndjo o español o negro o de otra naçion”487. Es interesante que se
use casi siempre español y pocas veces castellano, así que podemos concluir que
el concepto de español nació y se propagó fuera de España en Italia, en las Anti-
llas y otros lugares, pero no se puede generalizar esta observación como muy
bien advierte Isolde Opielka, pues en el texto que ha estudiado no aparece otro
etnónimo que castellano488. Converge con este uso que Pedro Mártir llama a esta
nación Hispani y Castellani en latín. Con todo eso, España ocurre sólo tres
veces: “los rreynos despaña”489, “ala corona rreal despaña”490 y “beujr en poliçia
como biven en españa y en otros rreynos”491, y todas las demás veces Castilla.
Claro está que los españoles se llaman también cristianos a sí mismos bajo el
aspecto de la religión; este empleo es corriente en los testimonios de Gonzalo de
Ocampo, Jerónimo de Agüero y Cristóbal Serrano entre otros.
Gonzalo Fernández de Oviedo documenta en su Historia general y natural
de las Indias la conciencia del origen regional que tienen los españoles. Como
queda dicho, la falta de otras documentaciones tan explícitas no se debe a otra
cosa que a la evidencia:
aunque eran los que venían, vasallos de los reyes de España, ¿quién concertará el viz-
caíno con el catalán, que son de tan diferentes provincias y lenguas? ¿Cómo se aver-
483
Información de los Jerónimos 1517: 42r.
484
Información de los Jerónimos 1517: 52r.
485
Información de los Jerónimos 1517: 13r, 21r, 24v, 51v.
486
Información de los Jerónimos 1517: 7r.
487
Información de los Jerónimos 1517: 50v.
488
I. Opielka 2008: 120, 198.
489
Información de los Jerónimos 1517: 3.
490
Información de los Jerónimos 1517: 17r.
480 JENS LÜDTKE
491
Información de los Jerónimos 1517: 23r; según palabras del aragonés Miguel de Pasa-
monte.
492
Gonzalo Fernández de Oviedo 1992: I, 52.
493
Las Casas describe este color: “los que viven so la línea equinoccial, como participen
de la templanza della, son de color algo azafranada o –como decimos– loros […], de necesi-
dad se sigue ser la color de todas estas gentes entre blanco y prieto, mediada; en unas partes
más cercana a lo blanco y en otras más a lo negro, pero en todas en mediocridad o mediana
manera” (1992: I, 380).
494
Información de los Jerónimos 1517: 42r.
495
Información de los Jerónimos 1517: 52r.
496
Cf. I. Opielka 2008: 53r.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 481
LA MANERA DE VIVIR
Los españoles tienen una vida política. Ni siquiera la alta civilización de los
totonacos de Cempoala hace vacilar a Hernán Cortés en calificar a sus habitantes
de “gentes bárbaras”, aunque “viven más política y razonablemente que ninguna
de las gentes que hasta hoy en estas partes se ha visto”499. De esta manera apre-
ciamos mejor la distancia que los españoles ven entre su propia cultura y la ara-
huaca. Tenemos un documento extraordinario para valorar las actitudes españo-
las en el primer texto de política indigenista que es la Información de los
Jerónimos. El campo léxico de la “manera de vivir de los indios” se construye en
contraste con el campo que podemos llamar, en los términos de la Información,
el campo de la vida politica500, del “beujr en poliçia”501 o del beujr politica
mente. Una serie de juegos, bailes, ritos y ceremonias causan extrañeza a los
españoles; los podríamos llamar, de manera más explícita según el tenor de los
documentos, “vida bárbara” o “bestial”, combinando las informaciones a nuestro
alcance. Algunas manifestaciones de la vida indígena, calificadas de “oçiosi-
dad”502, se citan con fórmulas análogas que a veces contienen palabras indíge-
nas, por ejemplo: “todo su pasatiempo hera en holgar y tomar yervas para fazer
sus cohobas”503, “lo mas del tiempo an de gastar en areytos y jugar al batey”504,
497
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 92.
498
Por ejemplo en un documento de 1517 redactado en La Española, si bien se refiere a la
importación de negros (L. Arranz Márquez 1991: 512).
499
H. Cortés 1993: 114-115.
500
Información de los Jerónimos 1517: 11v.
501
Información de los Jerónimos 1517: 23r.
502
Información de los Jerónimos 1517: 17r.
503
Información de los Jerónimos 1517: 5v.
504
Información de los Jerónimos 1517: 12r.
482 JENS LÜDTKE
505
Información de los Jerónimos 1517: 37v.
506
Información de los Jerónimos 1517: 8r.
507
Información de los Jerónimos 1517: 7v.
508
Información de los Jerónimos 1517: 9v.
509
Cf. A. Wesch 1993: 281-285.
510
Información de los Jerónimos 1517: 11v.
511
Información de los Jerónimos 1517: 1v, 5r, 13r.
512
Información de los Jerónimos 1517: 23r.
513
Oviedo ofrece esta descripción en 1526: “Tornando al areito, digo que el areito es de
esta manera: cuando quieren haber placer y cantar, júntase mucha compañía de hombres y
mujeres, y tómanse de las manos mezclados, y guía uno, y dícenle que sea él el tequina, id est,
el maestro; y este que ha de guiar, ahora sea hombre, ahora sea mujer, da ciertos pasos adelan-
te y ciertos atrás, a manera propia de contrapás, y andan en torno de esta manera, y dice can-
tando en voz baja o algo moderada lo que se le antoja, y concierta la medida de lo que dice con
los pasos que anda dando; y como él lo dice, respóndele la multitud de todos los que en el con-
trapás o areito andan lo mismo, y con los mismos pasos y orden juntamente en tono más alto;
y dúrales tres y cuatro y más horas” (1979: 132).
514
La Información apunta un ejemplo de mala costumbre de este tipo: “toman sus coho-
bas e yervas para lançar del cuerpo lo que comen” (Información de los Jerónimos 1517: 20r);
y la transferencia de esta voz al vino, ya que son “afiçionados al vjno por que dizen ques mejor
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 483
LA ESTRUCTURA SOCIAL
Como los canarios, los indios se separan en indios de paz e indios de guerra, si no
tomamos en consideración los que estaban fuera del alcance de los españoles. Los
prototipos de los indios de guerra eran los caribes “que comen carne humana” y
los indios alzados que podían ser esclavizados. Cabe señalar aquí que la palabra
usual que designa la toma de posesión de las Indias no era conquista518 como hoy
cohoba que la suya” (14v). La naturaleza exacta de las yervas es difícil de determinar. Según
Oviedo se trata de tabaco que toman en forma de ahumadas (1992: I, 116).
515
El nombre botánico es Bixa Orellana.
516
Información de los Jerónimos 1517: 43r.
517
Las Casas 1992: II, 1155-1156.
518
T. Todorov 1982: 59, P. Chaunu 31987: 135-137.
484 JENS LÜDTKE
en día, sino guerra, con su antónimo paz, cuando se trata de la actividad. Los sol-
dados se convierten en conquistadores sólo una vez terminada la guerra.
Los Reyes Católicos decidieron en 1500 que los indios habían de considerar-
se como vasallos y legalmente libres519. Sólo podían ser esclavizados si eran “de
buena guerra”520. La esclavitud era la consecuencia de la resistencia que los
indios oponían a los españoles y de la huida con la que se esquivaban servir de
mano de obra. A este respecto, hay que excluir a los caribes de nuestra conside-
ración, ya que eran los únicos que se podían esclavizar por principio. Por lo
demás, los Reyes Católicos procuraban impedir la venta de esclavos, solución
que Cristóbal Colón había favorecido. El cambio social521, cuyo léxico tratamos
aquí, concierne a los indios de paz llamados asimismo guatiaos, considerados
legalmente vasallos de los reyes de Castilla. Estas distinciones se suponen en la
siguiente propuesta del licenciado Zuazo de traer caribes a La Española e inte-
grarlos como esclavos a la sociedad colonial:
Hay necesidad tambien que los caribes de Tierra firme que comen carne humana,
se puedan traer por esclavos a esta isla porque aquellos viven bárbaramente, con que
se señale el lugar donde los puedan traer, que ha de ser cabe nuestros guatiahos, que
quiere decir nuestros amigos o questan de paz en servicio de su Alteza522.
519
S. Zavala 21984: 102-103.
520
S. Zavala 21984: 104-105.
521
El documento oficial que, quizás, informe mejor sobre la estructura social de los taínos
sobrevivientes en aquel tiempo es el repartimiento de 1514 (reproducido en E. Rodríguez
Demorizi 1971: 73-248), aunque se trata de una comunidad ya desarraigada.
522
Carta del licenciado Alonso de Zuazo del 22 de enero de 1518 a Monsieur de Chèvres
[sic], en E. Rodríguez Demorizi 1971: 267.
523
Las Casas describe un trueque de nombres: “A éste [Cotubanamá o Cotubano], como a
señor principal y señalado, el capitán general [Juan de Esquivel] dio su nombre, trocándolo
por el suyo, diciendo que se llamase desde adelante Juan de Esquivel, y que él se llamaría
Cotubano, como él. Este trueque de nombres en la lengua común desta isla se llamaba ser yo
fulano, que trocamos los nombres, guatiaos, y así se llamaba el uno al otro guatiao. Teníase
por gran parentesco y como liga de perpetua amistad y confederación. Y así, el capitán general
y aquel señor quedaron guatiaos, como perpetuos amigos y hermanos en armas. Y así, los
indios llamaban Cotubano al capitán, y al señor, Juan de Esquivel” (1994: II, 1324).
524
Cf. Boyd-Bowman 1972: s. v.; S. Lovén 1935: 517-518.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 485
[Los jueces y tesorero] escribieron al Rey Católico que había muchas islas inútiles al
derredor desta [La Española], e quera bien que los indios dellas se trujesen a esta isla
Española para que sirviesen a los cristianos, después que habían dado ocasión con su
repartimiento a tanta matanza de los indios naturales526.
525
Según la real cédula de Isabel la Católica despachada el 20 de diciembre de 1503 en
Medina del Campo; CDI 1879: XXXI, 209.
526
A. de Zuazo 2000: 87.
527
“Tres vocablos tenían con que pronunciaban el grado y la dignidad o estado de los
señores: el uno era guaoxerí (la última sílaba luenga) el cual ser el menor de los tres grados,
como nosotros decimos a los caballeros ‘vuestra merced’, significaba; el segundo era baharí
(la misma última luenga) y éste como a mayor señor quel primero, como cuando a los señores
de título decimos ‘señoría’, ellos baharí lo llamaban; era el tercero y supremo matunherí (asi-
mismo el acento en la postrera sílaba), que a solos los reyes supremos, como nosotros a los
reyes decimos ‘Vuestra Alteza’, ellos matunherí lo aplicaban” (Las Casas 1992: II, 1280); cf.
S. Lovén 1935: 518, R. Cassá 1974: 125-126, y 1992: 111-112. El máximo rango de jefes
corresponde al guamiquina. Este título se aplica en la conocida inversión de perspectivas tam-
486 JENS LÜDTKE
bién a españoles de alto rango, como a Cristóbal Colón, el almirante, “guamiquina de los cris-
tianos” (Las Casas 1994: II, 877), llamado de este modo por la gente del cacique Caonabo. La
cacica Anacaona quería “hacer reverencia y festejar al guamiquina de los cristianos que había
venido entonces de Castilla. Guamiquina (la penúltima luenga) quiere decir en su lenguaje el
señor grande de los cristianos” (1994: II, 1327). En este último caso gaumiquina designa al
gobernador Nicolás de Ovando.
528
A. Wesch 1993: 1r.
529
A. Wesch 1993: 11v.
530
A. Wesch 1993: 23v.
531
A. Wesch 1993: 40r.
532
A. Wesch 1993: 44r.
533
A. Wesch 1993: 50v.
534
Cf. S. Lovén 1935: 502-503, R. Cassá 1974: 132-137, y 1992: 113-114.
535
Las Casas 1992: II, 1280.
536
Cf. M. Álvarez Nazario 1982: 246, n. 193.
537
P. Boyd-Bowman (1972) no registra esta voz.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 487
piacque a Dio d’illuminar col lume della santa fede cattolica tutta una casa della gente
principal della sopradetta fortezza [recte: prouincia] della Maddalena, la qual provin-
cia chiamavasi già M a r o r i s, e il signor di quella si chiama G u a u a o u o c o n e l,
538
E. Rodríguez Demorizi 1971: 83; cf. E. Mira Caballos 1997: 81-83.
539
Información de los Jerónimos 1517: 20v.
540
Información de los Jerónimos 1517: 22r.
541
Información de los Jerónimos 1517: 43v.
542
Información de los Jerónimos 1517: 29vbis.
543
Información de los Jerónimos 1517: 51v.
544
Información de los Jerónimos 1517: 43r.
545
Información de los Jerónimos 1517: 47v.
546
Información de los Jerónimos 1517: 43r.
488 JENS LÜDTKE
che vuol dir figliuolo di Guauaenechin. Nella casa sopradetta stanno i suoi servitori e
favoriti, i quali ha [sic, han] per cognome Giahuuanoriú ed erano in tutto sedici per-
sone, tutti parenti, fra’ quali erano cinque fratelli maschi547.
Había en estas islas [las Antillas] entre los españoles dos maneras de esclavos per-
petuos; la una, los podían vender públicamente, como los que tomaban en las guerras,
y la otra, los que no podían vender que se supiese, y éstos llamaban naborías, puesto
que para vendellos también secretamente buscaban y tenían mil mañas y cautelas.
Comúnmente llamaban los indios en su lengua naborías los criados y sirvientes ordi-
narios de casa550.
547
F. Colombo 1930: II, 49-50; 1990: I, 217-218.
548
Cf. R. Cassá 1974: 140.
549
F. Moya Pons 1992: 69.
550
Las Casas 1961: II, 255; 1994: II, 1899; cf. S. Lovén 1935: 499-500; S. Zavala 21984:
152-153, 155.
551
G. Fernández de Oviedo 1979: 142.
552
Las Casas 1961: II, 306; 1994: III, 1991-1992.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 489
ser nula en la sociedad colonial porque no hay, según mis informaciones, reflejo
del concepto de naboría perpetua en las crónicas de Indias. La expresión indios
domésticos que usa Bartolomé de las Casas parece ser una paráfrasis de naboría
para lectores no indianos:
los indios domésticos que los españoles por sirvientes llevaban (que eran más de mill
ánimas, porque siempre andan desta manera y con grande compaña, y otros muchos
que traían de más de 50 leguas atrás, de los mismos de Cuba naturales554.
Las naborías de casa eran indios de repartimiento, por lo tanto legalmente libres
y, a diferencia de los indios de un cacique, de origen clánico o tribal heterogé-
neo, de modo que el uso colonial y generalizado de naboría, el prácticamente
único documentado, se opone al uso precolombino entre otras cosas por el posi-
ble parentesco entre cacique y naboría.
Mención aparte merecen las concubinas de los españoles, llamadas cria-
das555, que se podrían comprender en la expresión naboría. Respecto a sus hijos,
los mestizos, el silencio de la documentación es prácticamente total. Sólo se
alude a los hijos mestizos al final del listado de indios encomendados en cada
villa o ciudad en el repartimiento de 1514: “algunos hijos de cristianos, diciendo
ser hijos de mujeres naturales de la dicha Isla [La Española]”556.
El estrato inferior de la sociedad taína eran los esclavos. Es revelador que el
léxico de la tenencia de ganado se aplique a los esclavos. Este fenómeno, sin
embargo, no es ninguna innovación americana. La esclavitud era un hecho en la
sociedad europea ya antes de la conquista de las regiones americanas. De hecho,
los españoles se sirvieron de la venta de esclavos para financiar la conquista de
las Islas Canarias occidentales557. Considerando mi método cronológico, el lugar
apropiado para tratar el léxico esclavista bien podría haber sido el capítulo sobre
las Islas Canarias. Sin embargo, si lo trato en este contexto, la razón es la mayor
relevancia que la discusión teológica y jurídica coetánea da a este tema en Amé-
rica y su uso económico y social hasta su abolición a lo largo del siglo XIX. Pode-
mos estudiar este léxico mejor en América, porque disponemos de más fuentes,
ya que se discute la legalidad de la esclavización de los indios. Las Casas, el pro-
tector de los indios, es el mejor testimonio ya que informa sobre las cabalgadas
en las Lucayas cuyos habitantes capturados se calculaban en números de piezas:
553
R. Cassá 1974: 212-213.
554
Las Casas 1961: II, 244; 1994: III, 1879.
555
Las Casas 1961: II, 5; 1994: II, 1283.
556
E. Rodríguez Demorizi 1971: 105.
557
Cf. V. Cortés 1955.
490 JENS LÜDTKE
[se vendía] cada indio de aquellos [lucayos] que ellos [los españoles] también
nombraban piezas, cada pieza, como si fueran piezas o cabezas de ganado, por
cuatro pesos de oro y no mas”558;
y llevados [los indios que habían sido cazado en Cuba] ante Diego Velázquez, repartí-
aselos a uno tantos y a otro tantos, según él juzgaba, no por esclavos, sino para que le
sirviesen perpetuamente como esclavos y aun peor que esclavos; sólo era que no los
podían vender, al menos a la clara, que de secreto y con sus cambalaches hartas veces
se ha en estas tierras usado. Estos indios así dados, llamaban piezas por común voca-
blo, diciendo: “Yo no tengo sino tantas piezas, y he menester para que me sirvan tan-
tas”, de la misma manera que si fueran ganado559.
558
Las Casas 1961: II, 108; 1994: II, 1469. Este léxico se documenta también en los docu-
mentos oficiales, por ejemplo en la Residencia tomada a los jueces de apelación por Alonso
de Zuazo, editada por I. Opielka 2008.
559
Las Casas 1961: II, 235; 1994: II, 1863.
560
Las Casas 1961: II, 235;: 1994: III, 1862.
561
1535; G. Fernández de Oviedo I: 1992: 128; Información de los Jerónimos (A. Wesch
1993: 52r).
562
G. Fernández de Oviedo I: 1992: 173.
563
1535; G. Fernández de Oviedo 1992: I, 221.
564
G. Fernández de Oviedo 1992: II, 38.
565
Las Casas 1961: II, 477; III: 1994: III, 2304. Enrique fue un cacique ladino indultado
por Carlos V.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 491
ros andaban los nuestros españoles monteando por su propia culpa los indios que
huían de su braveza y crueldad”566; la otra era ranchear: “andar los españoles a
cazallos [a los indios] por los montes, que llaman ellos ranchear, vocablo muy
famoso y entre ellos muy usado y celebrado”567. Una forma particular de caza de
indios se llamaba aperrear, que quiere decir “hacer matar por perros”: “aperre-
ar, conviene a saber, echar a los perros bravos”568.
Es probable que las distinciones fundamentales y relevantes en la sociedad
colonial de las Antillas hayan sido la de “indio repartido” (cacique, indio, nabo-
ría) y “no repartido” (lucayo, caribe) y entre los no repartidos, la de “enaneja-
ble” (cimarrón) y “no enajenable”. Sobre esta base se desarrollará en América
un vocabulario sociopolítico distinto que se crea en parte en la metrópoli, en
parte in situ, y se proyecto en todo el continente.
PROFESIONES Y OFICIOS
Bajo el patronato real se transfieren a las Indias los cargos administrativos que
expusimos en su aplicación a Gran Canaria (3.5.3.). Los nuevos cargos indianos
que aparecen con el establecimiento de la Audiencia en Santo Domingo son viso-
rrey, repartidor de indios y oidor. Como en las Canarias, los términos correspon-
den a la tradición castellana. Las diferencias se deben al casuismo de la legisla-
ción indiana que modifica los contenidos de los términos en cada intervención
jurídica, como ocurre con los nombramientos, por ejemplo, que estipulan cada
vez una por una las atribuciones gobernativas, jurídicas, dispositivas, adminis-
trativas y militares de los cargos u oficios de gobernador, capitán general, justi-
cia, alcalde mayor, tesorero, escribano, procurador, etc. en una sociedad que no
conoce la separación de poderes. A diferencia del cambio semántico corriente,
estas modificaciones se introducen siempre de forma intencionada569.
El campo léxico de las profesiones y de los oficios de los españoles está bien
documentado. Puesto que la mayoría de las palabras del campo son tradiciona-
les, me limito a comentar los neologismos estançiero y minero. Estos oficios son
566
Las Casas 1992: I, 362-363.
567
Las Casas 1961: II 235; 1994: III, 1862.
568
Las Casas 1961: II 285; 1994: III, 1954; cf. G. Fernández de Oviedo 1992: II, 156, en
relación con la Florida.
569
Puedo renunciar a dar un resumen de los cargos administrativos, ya que se tratan en
varias obras de historiadores, sobre todo de extranjeros, como, por ejemplo, R. Konetzke 1971
y L. N. McAlister 1984.
492 JENS LÜDTKE
570
Información de los Jerónimos 1517: 14r.
571
Información de los Jerónimos 1517: 15v.
572
Información de los Jerónimos 1517: 8v.
573
Información de los Jerónimos 1517: 9r.
574
Información de los Jerónimos 1517: 12r.
575
Información de los Jerónimos 1517: 4v.
576
Información de los Jerónimos 1517: 40r y v, 41r.
577
Información de los Jerónimos 1517: 21v, 31r, 32v, 33r, 33v.
578
Información de los Jerónimos 1517: 19r.
579
Información de los Jerónimos 1517: 45r.
580
Baste el siguiente comentario de Las Casas: “El tractamiento [sic] y consuelo que
hacían y siempre hicieron y los tristes, en remuneración de sus continos [sic] servicios y traba-
jos, era munchos [sic] azotes y palos; y otra palabra no oían de su boca sino ‘perro’” (1994: II,
1285). El insulto perro lo prohíbe la vigésima cuarta ley de Burgos. Cf. G. Fernández de Ovie-
do 1992: I, 67.
581
Información de los Jerónimos 1517: 13r.
582
Información de los Jerónimos 1517: 13r.
583
Información de los Jerónimos 1517: 44r, cf. 4.1.7.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 493
pondiente, sin que sea posible ofrecer una idea ni siquiera aproximada de su con-
figuración, si prescindimos de los términos genéricos que suelen carecer de
variación. Las observaciones que siguen se refieren a los accidentes geográficos,
el campo de la población, la vivienda y las tierras de cultivo.
Por lo demás, la comunicación intercontinental pide precisiones geográficas
relativas al camino por el mar Océano o la mar Océana, con el cual la voz que se
aplicaba al paso por la tierra se familiariza aún más en su uso entre navegantes,
tomando en cuenta los vientos, las corrientes marítimas, las estaciones y otros
datos del saber náutico. De todo esto abordamos sólo lo perteneciente al camino,
que está determinado por el conocimiento de los vientos propicios y las corrien-
tes, a la derrota, al rumbo y a la posición de un lugar respecto a un punto cardi-
nal, en cuya denominación entran en competencia los términos náuticos, por
ejemplo norte, en contraste con los tradicionales usados en el desplazamiento
por el terreno, por ejemplo tramontana, cierzo y septentrión, según la región y el
nivel de lengua (cf. 4.1.1.). No puedo encarecer demasiado la importancia del
descubrimiento del camino a las Indias que Colón había abierto en el primer
viaje y que supo reconocer en cada viaje subsiguiente a pesar de las desviaciones
de sus viajes hacia el sur. En este sentido, los términos mencionados en este
párrafo son igualmente topónimos marítimos, por extraña que pueda parecer la
idea de aplicar el concepto de lugar a espacios y datos marítimos584.
Respecto a la división del terreno, se afianza un cambio diasistemático, la
difusión de provincia en variación con reino que concuerda con la idea de impe-
rio ya antes de la elección de Carlos I de España como emperador de Alemania.
La variación “reino o cacicado”585 subraya la antigua independencia de los sobe-
ranos indígenas. Un indicio de esta innovación semántica es la sustitución de la
voz regio en el latín de Pedro Mártir, usada al principio de su obra, por provin-
cia. Un cambio similar se señala en la variación costa o ribera, costa o ribera de
mar que prueba que costa empieza a imponerse en castellano a partir de los
romances peninsulares periféricos que no diptongan la o abierta del latín costa,
cuyo resultado castellano es cuesta “ladera o pendiente de una colina o una mon-
taña”. Es curioso que aparezca también la glosa inversa en “sus costas e ribe-
584
J. Heers (1996: 233-238) comunica con claridad los elementos constitutivos de un
camino del mar, en el cual se trataba de seguir, si posible, un solo rumbo en línea recta y medir
o, mejor, apreciar las distancias recorridas. En la página 250 proporciona la descripción de un
camino particular, el que, según Colón, conduce de las Islas Canarias a La Española. Como
prueba de que esta información llegó a difundirse entre los españoles establecidos en las islas,
cito una anécdota de Oviedo en la cual un labrador “oraba mal siglo a Colom, que el camino
destas Indias enseñó” (1992: I, 166).
585
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 121.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 495
586
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 154.
587
DEM: s. v. Oviedo lo menciona: “Mangle es un árbol de los mejores que en estas partes
hay, y es común en estas islas e Tierra Firme” (1992: I, 285; cf. también 1979: 227-228); así
como Las Casas: “y están también ciertas raíces de árboles en la mar, que según la lengua
desta Española se llaman mangles” (1994: II, 1054).
588
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 160; h. 1535. Llamo la atención sobre la variante
andalucista alcabuco: “como [los indios] se meten por los alcabucos […], es forçado que se
mueran”, en el testimonio de Diego de Ocaña, en la Probanza de Astudillo, registrada en Santo
Domingo en el mes de febrero de 1515 (L. Arranz Márquez 1991: 437).
589
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 129.
590
Las Casas 1994: III, 2146.
496 JENS LÜDTKE
“el cabo de la isla [de Cuba], que hoy se llama el cabo o punta de Sant Antón”591,
donde la primera mención de cabo se refiere a uno de los dos extremos de Cuba,
mientras que la segunda designa un accidente que se glosa mediante punta y que
Las Casas considera como más corriente. Los mismos dos usos se aclaran recí-
procamente en la obra más técnica de Martín Fernández de Enciso cuando escri-
be: “Desde al cabo de Higüey fasta el cabo del Tiburón, que es el cabo y fin de la
isla [La Española], hay ciento y sesenta leguas”, oponiendo esta información a la
siguiente: “El principio de la tierra de la Española es el cabo de Higüey”592. Así,
el accidente se llama propiamente cabo, sirviendo principio y cabo o fin para
ubicar los dos accidentes del mismo tipo el uno frente al otro. En cuanto al cabo
o, visto desde La Española, al principio, de la isla de Cuba, Las Casas y Oviedo
coinciden en llamarlo punta de Maicí, hoy Maisí: “la punta o cabo desta isla, que
se llamaba en su lengua [de los indios] Mahicí [sic]”593; y más explícitamente “la
punta o cabo oriental de la isla de Cuba, la cual creo que se llamaba, en mi tiem-
po, la punta de Maicí o de Bayatiquiri en lenguaje de los indios”594, y así la llama
Oviedo: “la punta de Maicí”595. Para Pedro Mártir bahía596 merece su atención
tanto por su novedad como por su pertenencia al lenguaje de los marineros que
es el rasgo común de las denominaciones de los accidentes costeros que sufren
un cambio diasistemático.
Entre la escasez de hidrónimos destaca el arahuaquismo que denomina depó-
sitos naturales de agua, que son “ciertas entradas de peñas –que llaman xagüeyes
los indios– como en la provincia de Higüey”597. La glosa de esta voz en Las
Casas es aljibe: “no hay río alguno, y [los indios] no carecen de aguas, que
beban, excelentes; éstas están en aljibes obrados por la misma naturaleza, que en
lengua de indios se llaman xagüeyes”; “aljibes y xagüeyes (que son unas conca-
vidades que la naturaleza hizo debajo de aquellas mesas y peñas)”598. La delimi-
tación de los cauces naturales del agua no era fácil, aparte de río, como señalan
los determinantes y las glosas de quebrada en “el rio o quebrada de agua”599,
“quebradas o arroyitos de agua”600.
591
G. Fernández de Oviedo 1992: II, 102.
592
Martín Fernández de Enciso 1987: 2007.
593
Las Casas 1994: III 1843.
594
Las Casas 1992: I, 288-289.
595
G. Fernández de Oviedo 1992: II, 110, 111.
596
Baiam, en P. M. de Anglería 1989: 275; IV, vii, 154.
597
Las Casas 1994: II, 1333.
598
Las Casas 1992: I, 299.
599
G. Fernández de Oviedo 1979: 249.
600
Las Casas 1992: I, 293.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 497
601
Las Casas 1994: III, 1812.
602
Las Casas 1994: III, 1794.
603
Las Casas 1994: III, 1804.
498 JENS LÜDTKE
POBLAÇION
604
Estas observaciones concuerdan con los datos sacados de la Suma de geografía de
Martín Fernández de Enciso que usa pueblo, lugar y población como hiperónimos: “Sevilla es
el mayor pueblo y de mayor trato a causa del puerto. Granada fué gran pueblo en tiempos de
moros” (1987: 66); “Hay en ella [en la provincia de Bohemia] una ciudad que se llama Praga,
que es gran pueblo” (79); “Agora están en esta isla muchos lugares de cristianos; el principal
es Sancto Domingo” (209); “muchas poblaciones de indios” (216).
605
Información de los Jerónimos 1517: 1r.
606
Información de los Jerónimos 1517: 46r.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 499
ante la casa real estaba en todas una plaza grande más barrida y más llana, más luen-
ga que cuadrada, que llamaban en la lengua destas islas batey, la penúltima sílaba
luenga, que quiere decir el juego de la pelota616.
607
Información de los Jerónimos 1517: 11v.
608
Información de los Jerónimos 1517: 11v.
609
Información de los Jerónimos 1517: 50v.
610
La misma variación se da dos años antes en una probanza redactada en Santo Domin-
go: “esto lo sabe este testigo porque lo ha visto en sus haziendas e estançias e minas” (Pro-
banza de Astudillo, febrero de 1515, testimonio de Gonzalo de Guzmán, Santo Domingo; L.
Arranz Márquez 1991: 468).
611
Información de los Jerónimos 1517: 8r.
612
Información de los Jerónimos 1517: 18r.
613
Información de los Jerónimos 1517: 11v.
614
Información de los Jerónimos 1517: 11r.
615
Información de los Jerónimos 1517: 45v.
616
Las Casas I: 1992: 525; cf. G. Fernández de Ovideo I: 1992: 143.
617
Cf. Información de los Jerónimos 1517: 9v, 12r, 14v,42v, 43r.
618
Información de los Jerónimos 1517: 14v.
500 JENS LÜDTKE
Váse cada día aumentando y ennobleciendo esta ciudad, y siempre será mejor, así
porque en ella reside el dicho almirante visorey, y la audiencia y cancillería real que
vuestra majestad en aquellas partes tiene, como porque de los que en aquella isla viven,
los más de los que más tienen, son vecinos de la dicha ciudad de Santo Domingo627.
Estos vecinos contribuyen con lo suyo a la belleza de la ciudad que son las
casas de cal y canto. Se contruyen fortalezas, hatos o hatajos y ventas que son a
veces el único edificio que permanece en uso tras la despoblación de un lugar.
619
Las Casas 1992: I, 525.
620
L. Arranz Márquez 1991: 38-39.
621
Información de los Jerónimos 1517: 11r.
622
Información de los Jerónimos 1517: 21r.
623
Información de los Jerónimos 1517: 21r.
624
Información de los Jerónimos 1517: 18v.
625
Información de los Jerónimos 1517: 25v.
626
Información de los Jerónimos 1517: 36r.
627
G. Fernández de Oviedo 1979: 91.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 501
LA VIVIENDA
En la vivienda los indígenas antillanos distinguen las casas redondas de los caci-
ques o caneyes de las casas cuadradas de los demás indios, bohíos o buhíos,
según Fernández de Oviedo en su Sumario:
Las casas en que estos indios viven son de diversas maneras, porque algunas son
redondas como un pabellón, y esta manera de casa se llama caney. En la isla Españo-
la hay otra manera de casas, que son fechas a dos aguas, y a estas llaman en Tierra
Firme buhío, y las unas y las otras son de muy buenas maderas628.
Oviedo había conocido los bohíos en Castilla del Oro, pero esta voz la habían
llevado allí los españoles. Los caneyes sólo existieron durante las primeras déca-
das y se perdieron con la extinción de los arahuacos en las Antillas, aunque la
palabra pasó a Dominica, a Venezuela y otros lugares. En la Información de los
Jerónimos ya no aparece caney, y bohío se cita con el comentario “vn buhio o
cassa”629.
Establecido en Santo Domingo en 1532, Oviedo informa de oídas sobre las
casas de los indígenas. Ahora el término general es buhío, “pero, propiamente,
en la lengua de Haití, el buhío o casa se llama eracra”630, voz que no encuentro
documentada en ningún otro autor. El caney sigue siendo el buhío que tiene
forma de pabellón, mientras que las casas “hechas a dos aguas” se designan
mediante el término genérico buhío, aunque me parece poco probable que este
autor describa un caney habitado por un cacique y visto con sus propios ojos en
La Española.
Sin embargo, hay más informaciones sobre las casas antillanas y caribeñas en
Oviedo. Aunque describe sobre todo la casa indígena, añade en su Historia gene-
ral y natural la manera en que los españoles adoptan y adaptan el buhío. Comen-
ta la casa tradicional de los indios cuya descripción omitimos en lo que sigue y
un nuevo tipo de casa indígena en las Antillas que contrasta una con otra como
también un nuevo tipo de casa en Tierra Firme:
Otras casas o buhíos hacen asimismo los indios, y con los mesmos materiales;
pero son de otra fación y mejores en la vista, y de más aposento, e para hombres más
principales e caciques, hechas a dos aguas, y luengas como las de los cristianos, e así,
de postes e paredes de cañas y maderas […]. Estas cañas son macizas y más gruesas
628
G. Fernández de Oviedo 1979: 134.
629
Información de los Jerónimos 1517: 50r; al parecer escrito por fray Bernaldo.
630
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 143.
502 JENS LÜDTKE
que las de Castilla, y más altas, pero córtanlas a la medida de la altura de las paredes
que quieren hacer, y a trechos, en la mitad, van sus horcones (que acá llamamos haiti-
nales), que llegan a la cumbrera e caballete alto. Y en las principales hacen unos por-
tales que sirven de zaguán o rescibimiento; e cubiertas de paja […].
Los cristianos hacen ya estas casas en la Tierra Firme con sobrados, e cuartos
altos e ventanas; porque, como tienen clavazón, e hacen muy buenas tablas, y lo
saben mejor edificar que los indios, hacen algunas casas de aquestas tan buenas, que
cualquier señor se podría aposentar en algunas dellas631.
631
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 144.
632
Por ejemplo en “en sus casas de paja –que llamaban bohíos–” (Las Casas 1994: I, 549).
S. Lovén (1935: 340-341, 344, 348) tampoco aclara esta duda.
633
G. Fernández de Oviedo 1979: 86.
634
Información de los Jerónimos 1517: 6r
635
Información de los Jerónimos 1517: 7r.
636
Información de los Jerónimos 1517: 7v.
637
Información de los Jerónimos 1517: 7r.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 503
LOS ARTEFACTOS
638
Información de los Jerónimos 1517: 31v.
639
Información de los Jerónimos 1517: 50v.
640
Información de los Jerónimos 1517: 13v.
641
G. Fernández de Oviedo 1979: 96.
642
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 226-235.
643
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 128 y 149.
644
Los hicos o jicos se describen en Oviedo de esta manera: “De los extremos desta
manta [es decir, de la hamaca] están asidos e penden muchos hilos de cabuya o de henequén
[…]. Aquestos hilos o cuerdas son postizos e luengos, e vánse a concluir, cada uno por sí, en
el extremo o cabos de la hamaca, desde un trancahilo (de donde parten), que está fecho
como una empulguera de una cuerda de ballesta, e así la guarnecen, asidos al ancho, de cor-
nijal a cornijal, en el extremo de la hamaca. A los cuales trancahilos ponen sendas soga, es
de algodón o de cabuya, bien fechas, o del gordor que quieren; a las cuales sogas llaman
hicos (porque hico quiere decir lo mismo que soga, o cuerda); y el un hico atan a un árbol o
504 JENS LÜDTKE
E lo que así se ha rallado, échanlo en un lagar muy limpio, e allí hinchen dello un
cibucán, que es una talega luenga de empleita, hecha de cortezas de árboles blandas,
tejida algo floja, de labor de una estera de palma, e es de diez o doce palmos de luen-
go, e tan gruesa como una pierna e menos, en redondo fecha. Y después que está llena
esta talega de aquella yuca rallada, está aparejada e bien fecha una alzaprima de
madera, e con su torno, de que cuelgan el cibucán por el extremo dél, en lo alto, e al
otro cabo que pende abajo, átanle pesgas de piedras gruesas, e con el torno, estírase el
cibucán e levanta las piedras en el aire, de tal manera, que se estruja y exprime la
yuca e le sale todo el zumo, e destílase en tierra por entre las junturas de la labor del
cibucán o empleita dél650.
poste, y el otro al otro, y queda en el aire la hamaca, tan alta del suelo como la quieren
poner” (1992: I, 117).
645
Información de los Jerónimos 1517: 15v.
646
Información de los Jerónimos 1517: 39v.
647
Información de los Jerónimos 1517: 32v. Tanto Oviedo (1992: I, 117-118) como Las
Casas (1992: III, 1281) la describen detalladamente.
648
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 145.
649
Al lado del casabe existe otro tipo cuya denominación no se conserva, el xauxau:
“Este pan [el cazabi] es bueno e de buen mantenimiento, e se sostiene en la mar; e hácenle
tan grueso como medio dedo para gente, e para personas principales, tan delgado como oble-
as e tan blanco como un papel, e a esto delgado llaman xauxau” (G. Fernández de Oviedo
1992: I, 232).
650
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 231-232.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 505
Toman después aquesto, e tienen aparte, asentado en el fuego en hueco (que quede
debajo por do ponerle fuego), un burén, que es una cazuela llana de barro, e tan gran-
de cuanto un harnero, e sin paredes, e debajo está mucho fuego, sin que la llama suba
a la cazuela, que está asentada e fija con barro. Y está tan caliente aquella plancha o
cazuela que llaman burén, como es menester; y encima echan de aquella yuca (que
salió exprimida del cibucán), como si fuese salvado o arena en torno, tanto cuanto
cuasi toma la cazuela, menos dos dedos alrededor, e tan alto como dos dedos o más, e
tiéndenlo llano, e luego se cuaja: e con unas tablillas que tiene para aquello la horne-
ra, en lugar de paleta, dale una vuelta para que se cueza de la otra parte; y en tanto
cuanto se hace una tortilla de huevos en una sartén, o más presto, se hace una torta
deste cazabi en el burén, segund es dicho651.
El burén está sobre “unos palos que ponen, a manera de parrillas o trébedes, en
hueco, que ellos llaman barbacoas”, en una de las acepciones de esta última
palabra652. Un tipo de cesta, el hava o haba, cobrará una amplia difusión en las
Indias:
Hacen asimismo ciertas cestas, que ellos llaman habas, para meter la ropa y lo
que quieren, muy bien tejidas, y en ellas entretejen estos bihaos653, por lo cual, aun-
que llueva sobre ellas o se mojen en un río, no se moja lo que dentro de las dichas
habas está metido; y las dichas cestas hacen de las cortezas de los tallos de los dichos
bihaos y los hacen de los mismos para poner sal y otras cosas, y son muy gentiles y
bien hechas654.
651
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 232.
652
G. Fernández de Oviedo 1979: 117-118. Los ejemplos se refieren a Tierra Firme. El
otro uso de esta voz se documenta también con el significado “andamios […] de madera e
cañas, e cubiertos como ramadas […], e a estos andamios llaman barbacoas” (G. Fernández
de Oviedo 1992: I, 227).
653
El bijao, cuyo nombre botánico es Heliconia caribaea, se comenta en otro lugar del
Sumario: “Hay unos tallos, que llaman bihaos, que nacen en tierra y echan unas varas dere-
chas y hojas muy anchas, de que los indios de sirven mucho” (1979: 240). S. Valdés Bernal
propone una relación etimológica entre bijao y bija (1991: 116) que se justifica difícilmente,
ya que las documentaciones originarias bihao y bixa se distinguen mediante los fonemas /h/
y /ʃ/.
654
G. Fernández de Oviedo 1979: 241. Existen otros utensilios, el híbiz y el guariquetén,
que no se transmiten en la lengua española: “Tienen luego un cedazo algo más espeso que un
harnero de los con que ahechan el trigo en Andalucía, que llamaban híbiz (la primera sílaba
luenga), hecho de unas cañitas de carrizo muy delicadas” (Las Casas 1992: I, 335); “rállanlas
en unas piedras ásperas sobre cierto lecho al cual llamaban guariquetén (la penúltima breve),
que hacen de palos y cañas, puestas por suelo dél unas hojas o coberturas que tienen las pal-
mas, que son como unos cueros de venados” (1992: I, 334).
506 JENS LÜDTKE
Usan las mujeres unas a que llaman naguas, fechas de manera que les toma desde
la cinta fasta a las rodillas; y las que son vírgines andan como nascen; y luego que una
mujer se echa con un hombre y pierde la virginidad se cubre655.
En la misma época Oviedo menciona “unas mantas cortas de algodón, con que
las indias andan cubiertas desde la cinta hasta las rodillas”656. La denominación
de esta prenda se generaliza en la forma enaguas en el mundo hispánico.
La documentación de macana empieza con Pedro Mártir en latín en el ablati-
vo “sagittis Machánisque id est ensibus amplis ligneis”657 –es decir, “con […]
saetas y con macanas, esto es con anchas y largas espadas de madera”658–, glosa
que se repite varias veces. Esta mención se refiere a Castilla del Oro. Oviedo
confirma el uso español en la misma región:
La macana es un palo algo más estrecho que cuatro dedos, y grueso, y con dos
hilos, y alto como un hombre, o poco más o menos, según a cada uno place o a la
medida de su fuerza, y son de palma o de otras maderas que hay fuertes, y con estas
macanas pelean a dos manos y dan grandes golpes y heridas659.
655
M. Fernández de Enciso 1987: 209; cf. 1987: 225.
656
G. Fernández de Oviedo 1979: 245.
657
P. M. de Anglería 1966: 106; De orbe novo, III, i.
658
P. M. de Anglería 1989: 165.
659
G. Fernández de Oviedo 1979: 113.
660
G. Fernández de Oviedo 1992: II, 94.
661
Cf. G. Friederici 21960: 193.
662
Cf. S. Valdés Bernal 1991: 186.
663
Las Casas 1994: II, 995.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 507
La posesión que tiene en el campo, con casa y caseros, que tienen cuidado de lo
que allí se cría, como las aves, los lechones, las palomas, los conejos del corral, los
patos y anadones. Hácese allí el queso, requesón, natas, cuajada; tienen su hortaliza,
corrales para recoger el ganado y establos grandes para las bestias de labor; 2. y en
aquello se hace mucha ganancia, y ésta de llama propiamente granjería, y de allí se
extendió a cualquier género de trato, del cual se saque alguna ganancia y provecho664.
664
S. de Covarrubias 1994: s. v.
665
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 1992: 154.
666
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 1992: 167.
667
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 1992: 232.
668
Información de los Jerónimos 1517: 52v.
508 JENS LÜDTKE
Y desta causa, sé muy bien y he muchas veces visto cómo se saca el oro e se
labran las minas en estas Indias; porque esto es todas ellas de una manera, e yo lo he
hecho sacar para mí, con mis indios y esclavos, en la Tierra Firme, en la provincia y
gobernación de Castilla del Oro671.
tal minero, cuando quiere dar catas para tentar e buscar la mina que ha de labrar, si
las quiere dar en sabana o arcabuco, hace así: limpia primero todo lo que está sobre
669
Información de los Jerónimos 1517: 24v.
670
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 159.
671
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 159.
672
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 160.
673
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 160.
674
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 165.
675
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 165.
676
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 160.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 509
la tierra de árboles o hierba o piedras, e cava con su gente ocho o diez pies (y más o
menos) en luengo, y otros tantos (o lo que le paresce), en ancho, no ahondando más
de un palmo o dos, igualmente. Y sin ahondar más, lavan todo aquel lecho de tierra e
cantidad que ha cavado en aquel espacio que es dicho, sin calar más bajo. Y si en
aquel peso de un palmo o dos halla oro, síguelo; e si no, después de limpio todo aquel
hoyo, ahonda otro palmo, e lava la tierra así, igualmente como hizo la que sacó del
primero lecho o cata primera. E si tampoco en aquel peso no halla oro, ahonda más e
más, por la orden que he dicho, palmo a palmo, lavando la tierra de cada lecho (o
tiento de cata), hasta que llegan a la peña viva abajo677.
Una mina puede ser una parte que le toca al señor o toda la mina, dividida “entre
dos a diez o más minas en un término”678. Tiene que haber como mínimo dos
“personas de trabajo”679 que escopetan o cavan la tierra e hinchan las bateas de
servicio, otras dos, los acarreadores, acarrean la tierra escopetada al agua y dos
lavadores, generalmente mujeres indias o negras, la lavan asentadas en el agua,
“las piernas metidas en el agua hasta las rodillas o cuasi”680, después de vaciar
las bateas de servicio en otras mayores de lavar. Si se “saca el oro en los ríos,
arroyos o lagunas”, se xamuran681 o “agotan” las corrientes de agua o lagunas y
se aplica el método de trabajo que acabo de resumir. El oro que se saca de esta
manera es oro virgen –no fundido–, oro fino o de ley y se valora en quilates de
bondad682. La inversión de capitales implica también una estancia que sirve para
aprovisionar a las personas que trabajan en la mina. El período anual que los
indios trabajaban en las minas se llamaba demora: “Duraban en las minas y en
los trabajos dellas, al principio, seis meses; después ordenaron que ocho, que lla-
maban ‘una demora’, hasta el tiempo que traían todo el oro cogido a la fundi-
ción”683.
En el octavo capítulo del libro VI de su Historia Ovideo también trata de los
ingenios de azúcar que relevan la economía del oro tras su fracaso. Los resulta-
dos del aprovechamiento de esa fuente son exiguos. Los primeros intentos de
677
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 160.
678
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 161.
679
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 162.
680
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 161.
681
La Información de los Jerónimos documenta esta voz en 1517: “en xamurar y a rreco-
perar y rrevolver grandes piedras” (13r-13v). Según el DCECH, el étimo es el cat. eixamorar.
682
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 159.
683
Las Casas II: 1994: II, 1351, 1354; 1994: II, 1453. Esta voz se astestigua igualmente en
documentos oficiales, por ejemplo en el repartimiento de 1514, cf. E. Rodríguez Demorizi
1971: 75. Véase también el diccionario de términos mineros de F. Langue y C. Salazar-Soler
1993.
510 JENS LÜDTKE
no se sabe de isla ni reino alguno, entre cristianos ni infieles, tan grande e semejante
cosa desta granjería del azúcar. […] e las espumas e mieles dellos, que en esta isla se
pierden y se dan de gracia, harían rica otra gran provincia686.
trujo los maestros de azúcar a esta isla, e hizo un trapiche de caballos […] e trujo los
oficiales para ello desde las islas de Canaria, e molió e hizo azúcar primero que otro
alguno687.
684
P. M. de Anglería 1966: 48; De orbe novo, I, iii; en español: 1989: 30.
685
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 106.
686
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 110.
687
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 106.
688
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 110.
689
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 107.
690
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 109.
691
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 110.
692
El editor de Oviedo no reconoció (azúcar) lealdado como término, ya que separa este
participio en “leal dado” (G. Fernández de Oviedo 1992: I, 110).
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 511
693
Remito al estudio de G. Rodríguez Morel 2004. Desgraciadamente, este autor traduce
los términos al inglés sin indicar los equivalentes en español. No obstante, los documentos
aprovechados dan la impression de ser idóneos para un estudio léxico.
694
J. Heers 1996: 350-352. El rescate es el tema de numerosas preguntas de la Residencia
tomada a los jueces de apelación, cf. I. Opielka 2008.
695
Información de los Jerónimos 1517: 85, 45r
696
Información de los Jerónimos 1517: 6r.
697
Información de los Jerónimos 1517: 50r.
698
El “axi, ques su pimienta” se documenta en la entrada del 15 de enero de 1493 (C.
Colón 1995: 359) que, sin embargo, es un resumen de Las Casas, quien comenta en otro lugar:
“La pimienta, porque parece a la pimienta montés de aquestas tierras, que llaman axí, bien
pudieron engañarse que la había” (1994: I, 583). Oviedo lo describe así: “Ají es una planta
muy conocida e usada en todas las partes destas Indias, islas e Tierra Firme, e provechosa e
nescesaria, porque es caliente e da muy buen gusto e apetito con los otros manjares, así al pes-
cado como a la carne, e es la pimienta de los indios” (1992: I, 235).
512 JENS LÜDTKE
manj699 y diahutias”700, “no qujeren comer syno la sustançia delo que es el anay-
boa”701. Si la yuca es mantenjmjento, el agua de yuca es ponçoña: “tomarian
agua de yuca e se matarian”702. Estos indigenismos no se sustituyen nunca por
palabras españolas.
En cambio, el caçaby/caçabi703 es “el pan dellos”704 o el “pan”705 que se
vende. Ya no es únicamente alimento de indios, pero se deja de comentar al
entrar en el uso común de los españoles. Fernández de Oviedo da una descrip-
ción detallada de la preparación del casabe en su Historia que citamos más arri-
ba al hablar del cibucán como uno de los artefactos706.
A Juan de Ampiés le importa enumerar los animales que son mantenjmjentos
poco apetitosos: “an por mejor enlos montes comer arañas e xueyes e cangrejos
culebras rrayzes e otras vascosydades de la tierra ponçoñosas que no los mantenjm-
jentos que los españoles les dan”707. Vázquez de Ayllón emplea en vez de cangrejo
el indigenismo xayba708 que designa varias especies y se distingue del xuey o juey,
un cangrejo de tierra. Los lagartos, es decir, las iguanas, no atraen al visitador Juan
Mosquera: “son yncljnados a muchos vjçios espeçialmente aestarse enlos montes
comiendo arañas e rrayzes de arboles e lagartos e otras cosas suzjas”709.
699
“Una fructa tienen los indios en esta isla española, que llaman maní, la cual ellos siem-
bran e cogen, e les es muy ordinaria planta en sus huertos y heredades, y es tamaña como
piñones con cáscara, e tiénenla por sana” (G. Fernández de Oviedo 1992: I, 235).
700
Información de los Jerónimos 1517: 44r. El diahutia es una especie de Xanthosoma:
“Yahutia, por otros llamada diahutia, es una planta de las más ordinarias que los indios culti-
van con mucha diligencia o especial cuidado. Es de comer, della, la raíz e también las hojas,
las cuales son como berzas grandes” (G. Fernández de Oviedo 1992: I, 235). Como forman
acentuadas se conocen también yahutía y diahutía.
701
Información de los Jerónimos 1517: 39v. No logré identificar este indigenismo que se
encuentra, sin embargo, en los diccionarios.
702
Información de los Jerónimos 1517: 38r.
703
Información de los Jerónimos 1517: 31v/32r.
704
Información de los Jerónimos 1517: 1v.
705
Información de los Jerónimos 1517: 23r.
706
Cf. G. Fernández de Oviedo 1992: I, 231-232.
707
Información de los Jerónimos 1517: 20r.
708
Información de los Jerónimos 1517: 29v.
709
Información de los Jerónimos 1517: 5r.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 513
710
M. Fernández de Enciso 1948: 154.
711
M. Fernández de Enciso 1948: 116.
712
M. Fernández de Enciso 1948: 146.
713
M. Fernández de Enciso 1948: 192.
714
M. Fernández de Enciso 1987: 173.
715
M. Fernández de Enciso 1987: 151.
716
Cf. Álvarez López 1940 y 1941.
514 JENS LÜDTKE
717
“Perros gozques domésticos se hallaron en aquesta isla Española (y en todas las otras
islas que está en este golfo pobladas de cristianos), los cuales criaban los indios en sus casas.
Eran todos estos perros, aquí en esta e las otras islas, mudos, e aunque los apaleasen ni los
matasen, no sabían ladrar” (G. Fernández de Oviedo 1992: II, 30).
718
“En esta isla [La Española] ningún animal de cuatro pies había, sino dos maneras de
animales muy pequeñicos, que se llaman hutías y cori, que son casi manera de conejos” (G.
Fernández de Oviedo 1979: 87). Se puede clasificar en este grupo dos especies cubanas, un
“animal que se llama guabiniquinax; son como zorros e del tamaño de una liebre” y “otro ani-
mal que llaman aire, tamaño como un conejo, de color entre pardo y bermejo, y muy duro de
comer; pero no los dejan por eso de llevar a la olla o al asador” (G. Fernández de Oviedo
1992: II, 116).
719
Citemos a Las Casas para una propuesta de clasificación quien parece conocer a Ovie-
do: “había unos conejos de hechura y cola propia de ratones […]. Estos eran de cuatro espe-
cies: una se llamaba quemí (la última sílaba aguda) y eran los mayores y más duros; la otra
especie era los que se llamaban hutías (la penúltima luenga), la tercera los mohíes (la misma
sílaba luenga), la cuarta era como gazapitos, que llamaban curíes (la misma sílaba también
luenga)” (Las Casas 1992: I, 328).
720
“Cori es un animal de cuatro pies, e pequeño, del tamaño de gazapos medianos. Pares-
cen estos coris especie o género de conejos, aunque el hocico le tienen a manera de ratón, mas
no tan agudo” (II: 29).
721
Cf. G. Fernández de Oviedo 1992: I, 48.
722
Cf., por ejemplo, G. Fernández de Oviedo 1992: I, 226.
723
Cf., por ejemplo, G. Fernández de Oviedo 1992: II, 27.
724
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 226.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 515
725
Cf., por ejmplo, G. Fernández de Oviedo 1992: I, 48.
726
“Llámase iuana, y escríbese con estas cinco letras, y pronúnciase i, e con poquísimo
intervalo, u, e después, las tres letras postreras, ana, juntas o dichas presto: así que, en el nom-
bre todo, se hagan dos pausas de la forma que es dicho. Digo que se tiene por animal neutral,
e hay contención sobre si es carne o pescado, porque anda en los ríos e por los árboles asimis-
mo; y por esta causa, una vez me paresció […] que le debía poner […] con los animales de
agua, y agora me ha parescido ponerle aquí con los terrestres, pues conforme a las opiniones
de muchos, en ambos géneros se compadesce […]. Mas de mi opinión e parescer, yo le habría
por carne […]. Éste es una serpiente o dragón, o tal animal terrestre (o de agua), que para
quien no le conosce, es de fea e espantosa vista, e extraño lagarto, grande e de cuatro pies”
(1992: II, 32).
727
Cf. G. Fernández de Oviedo 1992: I, 48.
728
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 49; II, 32.
729
G. Fernández de Oviedo 1992: II, 32.
730
G. Fernández de Oviedo 1992: II, 58.
731
G. Fernández de Oviedo 1992: II, 63.
732
Según el DCECH: s. v. tiburón. El pasaje es el siguiente: “Putant ee amplas adeo profun-
dasque cauernas eius vt e mari per eas magni etiam marini pisces emergant, inter quos quidam
ab eis dicitur Tiburonus qui hominem iniectu dentis secat medicum & vorat” (P. M. de Angle-
ría 1966: 132; III, viii); traducción: “Piensan que son tan anchas y tan profundas sus cavernas
[que se encuentran en un lago salado de La Española] que por ellas salen aun enormes peces
de mar, y entre ellos uno que llaman tiburón, que de una dentellada parte por medio a un hom-
bre y se lo traga” (1989: 223). Todas las demás documentaciones son posteriores a ésta que se
puede fechar en 1516.
733
La variante del nombre de este pez en López de Gómara es guaicán, pero su fuente de
información parece ser Pedro Mártir quien describe ampliamente la pesca con la ayuda de este
pez, al que llama guaicanus: “Piscem incolæ Guaicanum, nostri Reuersum appellant quia ver-
sus venetur” (P. M. de Anglería 1966: 51; I, iii); traducción: “Los indígenas llaman a ese pez
guaicano; los nuestros ‘revirado’ o ‘vuelto’, porque le pescan boca arriba” (1989: 359). En
cuanto a reversus, esta traducción no me parece adecuada porque Pedro Mártir suele latinizar
las palabras castellanas, como hace en Colonus y no Columbus. El DCECH glosa guaicán
mediante “rémora”.
734
Las Casas 1992: I, 312.
516 JENS LÜDTKE
libuza735 y tití o tetí736. Tras aludir a los animales insectos en general, incluye
varias especies de insectos, como por ejemplo los cocos o gorgojos en la catego-
ría de animalejos737, las abejas, abispas, moscas, tábanos y mosquitos en la de
animalias738. Manatí representa un problema de clasificación especial. En efec-
to, si bien pertenece a la familia de los pescados, por vivir en el agua, se distin-
gue por su piel y su carne: “Y es pescado de cuero y no de escama”, “Creo yo
que es uno de los buenos pescados del mundo y el que más paresce carne”739.
Sorprende que el hiperónimo marisco, una innovación léxica del siglo XIV, esté
ausente en la obra de Oviedo. Entre las aves los cronistas mencionan algunas
especies de papagayos como guacamayos o guacamayas y xaxabes o xaxaves.
Es conveniente aducir los indigenismos generales que designan nombres de
plantas antes de pasar al tratamiento abarcador de Oviedo. El mayor número de
préstamos se encuentra en el ámbito de los frutos y las plantas o vegetales comes-
tibles en general. Son nuevos alimentos la batata (tubérculo cuyo nombre se
alternaba con patata) o el boniato (existen varias especies de los tubérculos de la
Ipomoea batatas), la guayaba (fruto del Psidium guajava) y el derivado guaya-
bo, el maní (Arachis hypogea), la papaya (Carica papaya), la yuca amarga
(tubérculo, Manihot utilissima, el alimento principal de los indígenas) y la
dulce740. Entre las otras plantas u objetos de procedencia vegetal que los españo-
735
Las Casas 1992: I, 335.
736
Las Casas 1994: II, 1398, y 1992: I, 313.
737
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 288.
738
G. Fernández de Oviedo 1992: II, 31. Entran en esta categoría algunos indigenismos
antillanos; el cocuyo: “hay una [luciérnaga] especial, que se llama cocuyo, que es cosa mucho
de notar” (1992: II, 84); el comixén o comején: “y otras [hormigas] hay rubias, y otras hay que
llaman comején, que la mitad son hormigas, y la otra mitad es un gusanico que traen metido
en una cosilla o cáscara blanca que llevan arrastrando, y son muy dañosas, y penetran las
maderas y casas” (1979: 190); “Hay otras [hormigas] que se llaman comixén, las cuales son
pequeñas, e tienen las cabezas blancas” (1992: II, 78); la nigua: “a los hombres se les hace en
los pies entre cuero y carne, por industria de una pulga, o cosa mucho menor que la más
pequeña pulga, que allí se entra, una bolsilla tan grande como un garbanzo, y se hinche de
liendres, que es labor que aquella cosa hace, y cuando no se saca con tiempo, labra de manera
y auméntase aquella generación de niguas (porque así se llama, nigua, este animalito), de
forma que se pierden los hombres, de tullidos, y quedan mancos de los pies para siempre”
(1979: 108); el xixén o jején: “los peores [mosquitos] de todos son unos menudísimos que lla-
man xixenes” (1992: II, 81).
739
G. Fernández de Oviedo 1992: II, 64.
740
“Y es de seis géneros en esta isla Española. Una llaman ipotex, que hace un fructo
como manzanillas, que cada una tiene seis cuarterones, y esta generación de yuca es de las
muy buenas. Otra se dice diacanan, y tiénese por la mejor de todas, porque redunda más pan
della. La tercera especie de yuca se llama nubaga; la cuarta se dice tubaga; la quinta llaman
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 517
coro, y ésta es la que tiene los astilejos de las hojas coloradas; la sexta e última se nombra
tabacan, y ésta tiene la rama más blanca que ninguna de las otras” (G. Fernández de Oviedo
1992: I, 233).
518 JENS LÜDTKE
cual yo tengo más por planta que no por árbol) es gruesa como un dedo”741; y asi-
mismo el árbol manzanillo: “Pero hablando más a lo cierto, yo no lo tengo por
árbol, sino por planta”742. Se da también el caso inverso y en vez de planta se
decanta por árbol: “Guao es un árbol que es más que planta, e por eso le llamo
árbol: que también los he visto grandes”743. Es manifiesto que el tamaño es deter-
minante para la categorización de los árboles y así una planta se convierte en
árbol según su tamaño; éste es el caso de la planta a la que los indios antillanos
llaman goaconax y que los cristianos llaman bálsamo: “Esta es una planta que
nasce de sí mesma, sin industria de los hombres, e de que hay mucha cantidad en
esta isla [La Española] e en otras partes, e cresce hasta parescer árbol de estado e
medio de altura de un hombre, o cuasi tanto como dos estados, los ástiles o
varas”744. Aparte de la mera descripción de las palmeras, el cronista no da un cri-
terio que permita delimitar árbol y planta. Es poco claro si palma es un hipónimo
de árbol o si ambos son cohiperónimos: “Estos árboles o palmas echan una fruc-
ta que se llama coco”745; “en la verdad, como se dijo de suso, este árbol es espe-
cie de palma”746. La voz cardón no sólo parece remitir a cualquier planta con
espinas, como los cardos y cactos, sino también a un árbol, si el cardón es sufi-
cientemente grande como los “cardones que los cristianos llaman cirios” en La
Española747, a los que el cronista se refiere anafóricamente con “árboles” y “esos
cirios”748. Fernández de Oviedo no aclara la diferencia entre hierba y planta, ya
que los plátanos, que distingue explícitamente de los “árboles plátanos”749, se
denominan “hierbas” o “plantas”750. Deducimos de los comentarios acerca de la
hierba de las llagas o hierba de los remedios, que también en este caso el tamaño
es decisivo para su inclusión en la denominaciones de hierba, planta, esterpo751 e
incluso árbol: “Cuando esta hierba y sus tallos son nuevos, e no más altos que
hasta la rodilla, e están tiernos, están para curar las llagas, como adelante se dirá;
e después, creciendo, suben hasta ser como planta o esterpo, e aun cuasi árbol”752.
741
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 274.
742
G. Fernández de Oviedo 1992: II, 13.
743
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 301.
744
G. Fernández de Oviedo 1992: II, 19.
745
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 283.
746
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 284.
747
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 264.
748
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 265.
749
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 249.
750
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 236.
751
Fernández de Oviedo aplicaba este último hiperónimo, que no aparece, según mis
informaciones, en ningún otro autor, sólo al perebecenuc.
752
G. Fernández de Oviedo 1992: II, 21.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 519
753
G. Fernández de Oviedo 1992: II, 21.
754
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 237.
755
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 253.
756
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 281.
757
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 248.
758
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 233.
759
G. Fernández de Oviedo 1992: III: 32.
760
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 233.
761
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 281.
520 JENS LÜDTKE
cen en el período que estamos tratando. Además, sobre todos los lexemas, trans-
formados o no, operan los procedimientos de la formación de palabras.
Y, porque un indio les hizo entender [a los españoles] que había un río donde con
redes se pescaba el oro, lo llevaron los procuradores a Castilla para que lo dixese al
762
E. Coseriu 21967: 18.
763
P. Cieza de León 1984: 73.
764
Hay trabajos relativamente viejos que no se toman aquí en cuenta; cf. S. L. Robe 1953
y 1960: 10-30.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 521
rey; e, o porque el indio lo inventó o porque ellos lo fingieron, de tal manera se exten-
dió por todo el reino la fama de que pescaban el oro en la tierra firme con redes, des-
que llegaron, que para ir a pescallo cuasi toda Castilla se movió. Y así llamaron des-
pués por provisiones reales aquella provincia ‘Castilla del Oro’; porque los oficiales
que el rey entonces tenía no eran muy enemigos del oro765.
Presuponer hoy en día un territorio llamado Castilla del Oro es hasta cierto punto
arbitrario. Los españoles de aquel entonces tienen otra perspectiva: se han
implantado en una isla del mar Océano, La Española, desde la que miran hacia
las islas vecinas, San Juan, Cuba, Jamaica y la Tierra Firme aún por descubrir. El
continente seguirá llamándose Tierra Firme hasta cuando los españoles se hayan
establecido de manera estable y predominante en el continente.
El primer nombre del imperio español en el nuevo mundo, islas del mar Océ-
ano y Tierra Firme, es significativo, porque marca el centro de la colonia en las
Antillas desde las que se mira hacia el continente.
La época fundacional de la lengua española en Panamá se refiere a los años
que corren entre la fundación de Santa María la Antigua del Darién en el golfo de
Urabá (1510) y el inicio de la conquista del Perú. Coincide con estos años un
cambio radical de la orientación antillana inicial que desplaza el centro del domi-
nio español con la proyección continental en la década de los veinte hacia la
Nueva España, la cual, por ser un rumbo de escasa incidencia en el sur del conti-
nente, no se prosigue aquí, y en la década de los treinta en dirección al Perú. Los
asentamientos en Tierra Firme preceden a los dos nuevos rumbos.
En realidad, Castilla del Oro es una parte de la Tierra Firme, pero del istmo
de Panamá parten desarrollos tan dinámicos que se justifica su separación de los
demás territorios. Esta región fue una plataforma para el comercio continental y
también un punto de escala para los funcionarios, sacerdotes, misionarios y sobre
todo los emigrados a las tierras andinas en su época fundacional.
La gobernación de Cartagena (1523 y 1532), con la gobernación del río San
Juan (1536), será el núcleo de la expansión hacia el norte de los Andes y formará
la Audiencia de Quito. De la gobernación de Santa Marta (1524) nacerá la
Audiencia de Santa Fe de Bogotá con la penetración hacia el sur, y la goberna-
ción de Venezuela (1530) será posteriormente la Capitanía de Venezuela, que
dependerá de la Audiencia de Santo Domingo. La expansión colonizadora de
estos territorios tiene características tan diferentes que distinguimos tierras de
tránsito como, en primer lugar, Castilla del Oro y, en menor medida, el interior
de las gobernaciones de Cartagena y Santa Marta, y tierras que carecen de expan-
sión más allá del interior del mismo país como la mencionada Capitanía de Vene-
765
Las Casas 1994: III, 1946.
522 JENS LÜDTKE
I. De parte del muy alto e muy poderoso e muy católico defensor de la Iglesia,
siempre vencedor y nunca vencido, el gran rey don Fernando (quinto de tal nom-
bre), rey de las Españas, de las Dos Sicilias, e de Hierusalem, e de las Indias,
islas y Tierra Firme del mar Océano, etc., domador de las gentes bárbaras; e de la
766
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914 y P. Álvarez Rubiano 1944.
767
Reproducido, por ejemplo, por M. Fernández de Enciso 1987: 220-221, y por G. Fer-
nández de Oviedo 1992: III, 227-228.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 523
muy alta e muy poderosa señora la reina doña Joana, su muy cara e muy amada
hija, nuestros señores: Yo Pedrarias Dávila, su criado, mensajero e capitán, vos
notifico e hago saber como mejor puedo, que Dios, Nuestro Señor, uno e trino,
crió el cielo e la tierra, e un hombre e una mujer, de quien vosotros e nosotros e
todos los hombres del mundo fueron e son descendientes e procreados, e todos
los que después de nos han de venir. Mas, por la muchedumbre que de la genera-
ción déstos han subcedido desde cinco mill años y más que ha que el mundo fué
criado, fué nescesario que los unos hombres fuesen por una parte y otros por
otra, e se dividiesen por muchos reinos e provincias, que en una sola no se podí-
an sostener ni conservar.
II. De todas estas gentes, Dios, Nuestro Señor, dió cargo a uno, que fué llamado
Sanct Pedro, para que de todos los hombres del mundo fuese príncipe, señor e
superior, a quien todos obedesciesen, e fuese cabeza de todo el linaje humano,
donde quier que los hombres viviesen y estuviesen, y en cualquier ley, secta o
creencia; e dióle todo el mundo por su reino e señorío e jurisdición.
III. Y como quier que le mandó que pusiese su silla en Roma, como en lugar más
aparejado para regir el mundo; mas también le permitió que pudiese estar e poner
su silla en cualquier otra parte del mundo, e juzgar e gobernar a todas las gentes,
cristiano, e moros, e judíos, e gentiles, e de cualquier otra secta o creencia que
fuesen.
IV. A éste llamaron Papa, que quiere decir Admirable, mayor padre e guardador;
porque es padre e guardador de todos los hombres.
V. A este Sanct Pedro obedescieron e tuvieron por señor e rey e superior del univer-
so los que en aquel tiempo vivían; e asimesmo han tenido a todos los otros que
después de él fueron al pontificado elegidos, e así se ha continuado hasta agora e
se continuará hasta que el mundo se acabe.
VI. Uno de los Pontífices pasados, que en lugar déste subcedió en aquella silla e
dignidad que he dicho, como príncipe o señor del mundo, hizo donación destas
islas e Tierra Firme del mar Océano a los dichos Rey e Reina e a sus subcesores
en estos reinos, nuestros señores, con todo lo que en ellas hay, según que se
contiene en ciertas escripturas que sobre ello pasaron, que podéis ver si quisié-
redes. Así que, Sus Altezas son reyes e señores destas islas e Tierra Firme, por
virtud de la dicha donación. E como a tales reyes e señores destas islas e Tierra
Firme, algunas islas e cuasi todas (a quien esto ha sido notificado) han sido res-
cebido a Sus Altezas, e los han obedescido e obedescen, e servido e sirven como
súbditos lo deben hacer; e con buena voluntad, e sin ninguna resistencia, luego
sin delación, como fueron informados de lo susodicho, obedescieron e rescibie-
ron los varones e religiosos que Sus Altezas enviaron para que les predicasen e
enseñasen nuestra sancta fe católica a todos ellos, de su libre e agradable volun-
tad, sin premia ni condición alguna, e se tornaron ellos cristianos, e lo son; e
Sus Altezas los rescibieron alegre e benignamente, e así los mandan tractar
como a los otros sus súbditos e vasallos, e vosotros sois tenidos e obligados a
hacer los mesmo.
524 JENS LÜDTKE
VII. Por ende, como mejor puedo, vos ruego e requiero que entendáis bien esto que
vos he dicho, e tomés para entenderlo e deliberar sobre ello, el tiempo que
fuere justo; e reconozcáis a la Iglesia por señora e superiora del universo, e al
Sumo Pontífice, llamado Papa, en su nombre; e al Rey e Reina, en su lugar,
como a señores e superiores e reyes destas Islas e Tierra Firme, por virtud de la
dicha donasción; e consintáis e deis lugar que estos padres religiosos vos decla-
ren e prediquen lo susodicho.
VIII. Si así lo hiciéredes, haréis bien e aquello que sois tenidos e obligados, e Sus
Altezas, e yo en su nombre, vos recibirán con todo amor e caridad; e vos deja-
rán vuestras mujeres e hijos e haciendas libremente, sin servidumbre, para que
dellos e de vosostros hagáis libremente todo lo que quisiéredes e por bien
toviéredes; e no vos compelerán a que vos tornés cristianos, salvo si vosotros,
informados de la verdad, os quisiéredes convertir a nuestra sancta fe católica,
como lo han hecho cuasi todos los vecinos de las otras islas. E allende desto,
Sus Altezas os darán muchos previlegios y exenciones, e vos harán muchas
mercedes.
IX. Si no lo hiciéredes y en ello maliciosamente dilación pusiéredes, certifícoos
que con el ayuda de Dios, yo entraré poderosamente contra vosotros, e vos
haré guerra por todas las partes e maneras que yo pudiere, e vos subjectaré al
yugo e obidiencia de la Iglesia, e a Sus Altezas, e tomaré vuestras personas e
vuestras mujeres e hijos, e los haré esclavos, e como tales los venderé, e dis-
porné dellos como Sus Altezas mandaren; e vos tomaré vuestros bienes, e vos
haré todos los males e daños que pudiere, como a vasallos que no obedescen ni
quieren rescebir su señor, e le resisten e contradicen. E protesto que las muer-
tes e daños que dello se recrescieren, sean a vuestra culpa, e no a la de Sus
Altezas ni mía, ni destos caballeros que conmigo vinieron. E de como lo digo e
requiero, pido al presente escribano m768e lo dé por testimonio signado.–Epis-
copus Palentinus, comes.–F. Bernardus, Trinopolitanus, episcopus.–F. Tomás
de Matienzo.–F. Al. Bustillo, magister.–Licenciatus de Sanctiago.–El doctor
Palacios Rubios.–Licenciatus de Sosa.–Gregorius, licenciatus.
Los componentes centrales son los actos de habla explícitos reproducidos en cur-
sivas: vos notifico e hago saber, vos ruego e requiero, certifícoos, protesto y
pido, entre los cuales requiero motiva la denominación del documento; sin tomar
en cuenta que los imperativos y los tiempos verbales en futuro representan actos
de habla indirectos, teniendo el sentido de mandatos, promesas y amenazas. La
lectura y traducción del documento a los indios implica una serie de circunstan-
cias elocucionales y discursivas tan difíciles de cumplir que las convierten en
surrealistas.
768
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 227-228.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 525
769
Cf. De orbe novo II, i-vii; III, i-iii, v-vi, ix-x; V, ix; VI, ii; VII, x; VIII, x.
770
Sobre todo el volumen III de la edición de 1992.
526 JENS LÜDTKE
Yo vide algunos que tenían señales de feridas en sus cuerpos, y les hize señas qué
era aquello, y ellos me amostraron commo allí venían gente de otras yslas que esta-
ban açerca y los querían tomar y se defendían. Y yo crey, e creo, que aquí vienen de
tierra firme a tomarlos por captivos772.
771
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 241.
772
C. Colón 1995: 113.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 527
773
Para más datos sobre las lenguas de América del Sur, cf. A. Tovar/C. Larrucea de Tovar
2
1984: 120-134 (lenguas arahuacas); 135-145 (lenguas caribes); 171-182 (lenguas del grupo
chibcha); y sobre la historia del contacto de lenguas en Castilla del Oro y el Nuevo Reino de
Granada, H. Triana y Antorveza 1987: 9-13, 35-89; sobre las lenguas de Centroamérica W.
Lehmann 1920; y sobre las lenguas de Panamá M. M. Alba C. 1950 y R. D. Gunn 1980.
774
S. Robe 1960: 24-25.
528 JENS LÜDTKE
775
A. Tovar/C. Larrucea de Tovar 21984: 171.
776
J. Caudmont 1968; A. Tovar/C. Larrucea de Tovar 21984: 149-151.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 529
777
P. de Andagoya 1986: 88-89, 98, 100-101.
778
Cf. Audiencia de Panamá 1908: 141.
779
Cf. J. Lüdtke 1992, J. G. Moreno de Alba 1996.
530 JENS LÜDTKE
En la lengua que llaman de Cueva, que es gran provincia, hay muchas diferencias
de vocablos; y sin esa lengua, de las que yo he visto por la Tierra Firme, hay lengua
de Coiba, lengua de Burica, lengua de Paris, lengua de Veragua, Chondales, Nicara-
gua, Chorotegas, Oroci, Orotiña, Guetares, Maribios, e otras muchas que por evitar
prolijidad dejo de nombrar, las cuales todas pienso yo que son apartadas del número
de 72 (puesto que creo que de alguna o algunas dellas hobieron principio)780.
780
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 203.
781
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 239.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 531
[El tesorero Alonso de la Puente] dize que ya se abra sabido por las cartas que han
escripto el governador y oficiales como gaspar de morales paso en la ysla de las per-
las como asento con el cacique e yndios que diesen en cada vn año de seruicio cien
marcos de perlas y que agora ha començado a encomendar a algunas personas de bien
algunos caciques de los […] más cercanos783.
De este modo, el asiento de Morales puede ser una etapa previa para la introduc-
ción de la encomienda en el momento en que se escribe este extracto de secreta-
ría, es decir, en 1515, año en el que comienza la encomienda en Castilla del Oro.
No obstante, el primer repartimiento mejor conocido de los indios de Tierra
Firme tuvo lugar en 1519, encomendándoseles a los vecinos de la recién fundada
ciudad de Panamá. Se realizó otro repartimiento en 1522 que manifiesta el mayor
número de indios encomendados, 9 964 personas en total784. Hubo repartimien-
tos de menor importancia numérica –cuya cifra desconocemos– en Natá, Acla y
otras ciudades.
El declive demográfico fue rápido. Lo causaron las epidemias, las guerras,
los trabajos en las minas de oro y la pesca de perlas, así como la expedición de
Pedrarias Dávila a Nicaragua y la conquista del Perú, hacia donde los españoles
llevaron a sus indios encomendados. Es posible evaluar aproximadamente las
pérdidas demográficas: en 1533 los 32 o 33 encomenderos españoles de la ciu-
dad de Panamá tenían más de 500 indios en total; una cifra que desciende a 120
en 1544. El último reducto de la institución de la encomienda en la región, Natá,
disponía a mediados del siglo XVI de entre 1 500 y 1 600 indios de encomien-
da785. Así, la encomienda duró aproximadamente 30 años en Tierra Firme en
general y poco más en Natá.
Ahora bien, retomando lo poco que se puede deducir de las fuentes sobre los
indios foráneos, mientras los aborígenes se iban extinguiendo, Castilla del Oro
se repoblaba en parte de indios procedentes de Nicaragua, Guatemala, Perú,
México y las Antillas. El mayor conjunto documentado de indígenas eran los
600 esclavos traídos en 1549 de la costa venezolana, de Cubagua, Cabo de la
782
M.a del C. Mena García 1984: 327.
783
Santa María la Antigua, 1515; P. Álvarez Rubiano 1944: 438.
784
M.a del C. Mena García 1984: 334.
785
M.a del C. Mena García 1984: 75-81.
532 JENS LÜDTKE
786
M.a del C. Mena García 1984: 78-79.
787
M.a del C. Mena García 1984: 80-81, 355.
788
Audiencia de Panamá 1908: 216.
789
Audiencia de Panamá 1908: 218.
790
Audiencia de Panamá 1908: 218.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 533
dellos son criollos”791. Sólo hay un indicio indirecto: las lenguas africanas se
identifican mediante un padrón de los negros y mulatos libres redactado en 1575
en el que aparecen los apellidos Jalofo, Conga, Bran, Biafara, y en otros docu-
mentos Bañul, Mandinga, Mozambique y Zape792, que se refieren todos a negros
originarios del oeste y sur de África.
En el último decenio del siglo XV y el primero del siguiente las costas del norte
de la América del Sur son de difícil acceso. En un primer momento continúan los
descubrimientos. Los contornos del Mediterráneo español, el Caribe793, van
emergiendo en el segundo viaje de Colón (1493-1496) y en su tercero (1498-
1500), en los viajes de Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa y Américo Vespucio,
así como en los de Pero Alonso Niño y los hermanos Guerra, en el de Vicente
Yáñez Pinzón y el de Diego de Lepe, todos ellos en los años 1499 y 1500, y
otros descubrimientos más entre los que destacan los viajes de Vicente Yáñez
Pinzón a la región actual de Santa Marta en Colombia (1501), el cuarto viaje de
Colón (1502-1504), el de Cristóbal Guerra a la costa de las Perlas, situada en el
norte de Sudamérica (1503), y al golfo de Urabá, de Alonso de Ojeda a la misma
región (1504), de Diego de Nicuesa y Alonso de Ojeda a Urabá y Veragua
(1508), para mencionar sólo algunos de los primeros exploradores. Muchos de
estos descubrimientos en Tierra Firme toman la forma de cabalgadas o entradas
como en la guerra contra los moros.
El rey Fernando organizó las tierras del continente en gobernaciones. Este
nuevo sistema, entendido gobernación como oficio de gobernador y territorio de
su competencia, fruto de los pleitos colombinos, es una innovación que se aplica
desde principios del siglo, limitando el dominio de los Colón a La Española y las
otras Antillas Mayores.
Los primeros asentamientos se establecieron en condiciones difíciles. Las
futuras gobernaciones se delimitan mediante las capitulaciones como, por ejem-
plo, las de Alonso de Ojeda y Diego de Nicuesa, otorgadas en 1508. En éstas el
rey manda a Alonso de Ojeda construir dos fortalezas en la tierra de Urabá y a
Diego de Nicuesa otras dos en Veragua, “labradas, los çimientos de piedra y lo
otro de tapia, que sean de tal manera que se puedan bien defender de la gente de
791
Audiencia de Panamá 1908: 162.
792
M.a del C. Mena García 1984: 380.
793
C. O. Sauer 1984.
534 JENS LÜDTKE
794
M.a del Vas Mingo 1986: 157.
795
Las Casas 1994: III, 2170.
796
M.a del Vas Mingo 1986: 173, 174.
797
M.a del Vas Mingo 1986: 290.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 535
Andalucía 29 (34,7%)
Extremadura 18 (21,4%)
Castilla la Nueva 8 (9,5%)
Castilla la Vieja 7 (8,3%)
León 5 (5,9%)
Asturias 2 (2,3%)
Montaña 2 (2,3%)
Provincias vascas 7 (8,3%)
Corona de Aragón 1 (1,1%)
798
Durante la mayor parte de la colonia, la diócesis de Panamá fue sufragánea de Lima
primero y de Cartagena en los siglos XIX y XX. El arzobispado de Panamá data de 1926.
799
Cf. M. Á. Quesada Pacheco 2009: 43-69 sobre la inmigración a Costa Rica durante el
siglo XVI.
800
Me apoyo en las investigaciones de M. Góngora 1962: 68-90, quien publica los docu-
mentos y los analiza, así como en M.a del C. Mena García 1984.
801
Cf. M. Góngora 1962: 77.
536 JENS LÜDTKE
Este documento permite estudiar la migración desde las Antillas hacia Tierra
Firme, información que precisamos para dar cuenta de la formación de la lengua
española en Panamá y para incluir esta tierra en las regiones del período de orí-
genes. En el documento de 1519, 88 personas declararon tener encomiendas. De
éstas, tres no especifican los años de su permanencia en Castilla del Oro. El
mayor grupo, 27 encomenderos, llegó con Pedrarias Dávila cinco años antes, en
1514. Uno de este grupo tenía indios en La Española, lo que nos permite concluir
que Pedrarias Dávila puede haber llevado consigo a veteranos antillanos. Los
demás encomenderos se reparten a lo largo de los años de la siguiente manera:
uno estaba en Castilla del Oro desde hacía 14 años, dos vinieron con Alonso de
Ojeda en 1508 (11 años), uno con Rodrigo de Colmenares (11 años), cuatro con
Martín Fernández de Enciso (de 9 a 10 años), tres con Diego de Nicuesa (11
años). Uno vino “en un navio suyo” hacía 10 años. El resto de los declarantes
sólo menciona los años de estancia por “estas partes” como algunas veces se
dice: uno declara 10 años, hay dos con nueve años, dos con ocho años, 14 con
siete años, seis con 12 años, uno con cuatro años, cuatro con tres años y ocho con
dos años. Sumando los españoles reclutados por Ojeda, Colmenares, Enciso y
Nicuesa, el encomendero de La Española que había llegado con la flota de Pedra-
rias y dejando a un lado a los encomenderos que no declararon sus años de per-
manencia en Castilla del Oro, llegamos a la cifra de 56 personas que muy proba-
blemente habían pasado de La Española o, quizás, de otra isla de las Antillas
Mayores a Castilla del Oro. Este predominio de los españoles establecidos ante-
riormente en las Antillas explica perfectamente la impronta antillana del léxico
panameño. Más aún, estos encomenderos participaron en el descubrimiento, la
conquista y la colonización del Perú, quedando en la ciudad de Panamá sólo 32 o
33 vecinos en 1533802.
Sigue el mismo año la fundación de Santiago y de Natá. A raíz de estas fun-
daciones se despoblaran los lugares fundados antes del descubrimiento del istmo
de Panamá, por ejemplo, el Darién. A este propósito escribe Oviedo a mediados
del siglo XVI: “Desde a dos o tres meses adelante se despobló el Darién, por el
mes de septiembre del año de mill e quinientos e veinte y cuatro”803. Y escribe en
otro lugar:
En la qual conquista [de la Tierra Firme], los que en aquella sazón pasamos con
Pedrarias Dávila, lugarteniente e capitán general del Rey Católico, e después de Vues-
tras Majestades, seríamos hasta dos mil hombres, e hallamos en la tierra otros qui-
nientos e más cristianos debajo de la capitanía de Núñez de Balboa en la cibdad del
802
M.a del C. Mena García 1984: 48.
803
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 303.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 537
Darien (que también se llamó antes la Guardia e después Santa María del Antigua); la
cual cibdad fué cabeza del Obispado de Castilla del Oro, e agora está despoblada804.
Concretando más dice acerca de los españoles que llegaron en la flota de Pedra-
rias Dávila: “Y destos dos mil y quinientos hombres que he dicho, no hay al pre-
sente en todas las Indias, ni fuera dellas cuarenta hombres”805.
La nueva tierra no era nada más que la prolongación de las ciudades y villas
antillanas, si bien era el puesto más avanzado de la colonia. Se aplicaba el mode-
lo de Santo Domingo: valerse de la mano de obra indígena, repartiendo a los
indígenas en encomiendas. La economía se basaba en la minería de oro median-
te la explotación al descubierto como en las Antillas y en la pesca de perlas,
teniendo como consecuencia el agotamiento tanto de las minas como de la pobla-
ción indígena. La fase inicial de la historia de Panamá terminó con el descubri-
miento del Perú y la aplicación terminante de las Leyes Nuevas en 1551, inspira-
das por Las Casas y ya promulgadas en 1542. El descubrimiento del Perú cambió
completa y definitivamente el destino de Panamá. De último bastión del Caribe
pasó a ser una zona de tránsito hacia los países andinos durante la colonia y una
de las claves del tráfico mundial tras la construcción del canal. De ahí que consi-
deremos el año 1532 como límite, por precaución, en la historia lingüística de la
región. Hasta entonces Castilla del Oro fue una extensión del mundo antillano,
posteriormente traspasó la lengua de las Antillas a los países andinos, recibiendo
y transmitiendo las influencias lingüísticas en sentido inverso. Y hay que decir
que la aplicación de las Leyes Nuevas tuvo como efecto que algunos grupos de
indígenas sobrevivieran por la abolición de la encomienda y la fundación de
reducciones.
Hasta 1539 Panamá fue gobernada desde Santo Domingo. La ciudad tuvo
una audiencia entre 1539 y 1543, siendo gobernada posteriormente desde la
Audiencia de Guatemala. Se volvió a establecer una audiencia en 1565 que se
disolvió en 1718 cuando se transfirió al virreinato de Lima. Sin embargo, Pana-
má tuvo una audiencia otra vez entre 1722 y 1739. A partir de este último año
esta tierra pasó al dominio del virreinato de Santa Fe de Bogotá.
Los años cuarenta marcan la decadencia de la colonia que fue recuperándose
hasta 1570, año en que alcanzó el mismo número de vecinos que en el momento
de su fundación en 1519, es decir, 400. En esta fase se establecieron los contac-
tos frecuentes en el Atlántico por el cabotaje con Cartagena y Santo Domingo y
en el Pacífico con Lima, Nicaragua y Acapulco.
804
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 9-10.
805
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 10.
538 JENS LÜDTKE
806
Las Casas 1992: II, 629.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 539
807
G. Fernández de Oviedo 1992: I, 118.
808
Por supuesto, se puede estudiar el léxico desde otros puntos de vista, por ejemplo
como aplicación de nombres de referentes culturales en el estudio de N. Cartagena (2002)
sobre el Sumario de Oviedo.
540 JENS LÜDTKE
La toma de posesión de la Mar del Sur por parte de Vasco Núñez de Balboa
es tan significativa como el mismo acto que realizó Cristóbal Colón en la isla
Guanahaní. Este acto, sin embargo, tiene la ventaja adicional de que está mejor
documentado que el de Colón en el informe que ofrece Gonzalo Fernández de
Oviedo en su Historia, quien había tenido los documentos en su poder y cita lite-
ralmente algunos pasajes. En lo que sigue, el autor distingue entre su relato y las
partes que cita de los documentos:
809
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 212.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 541
Y a los veinte e nueve de aquel mes, día de Sanct Miguel, tomó Vasco Núñez
veinte e seis hombres con sus armas, los que le paresció que estaban más dispuestos,
e dejó allí en Chape los restantes, e fuése derecho a la costa del mar Austral, al golfo
que él había nombrado de Sanct Miguel, que podía estar media legua de allí. Y en
unos grandes ancones y llenos de arboledas, donde el agua de la mar crescía e men-
guaba en gran cantidad, llegó a la ribera a hora de vísperas, e el agua era menguante.
Y sentáronse él y los que con él fueron, y estuvieron esperando que el agua cresciese,
porque de bajamar había mucha lama e mala entrada; y estando así, cresció la mar, a
vista de todos, mucho y con gran ímpetu. Y como el agua llegó, el capitán Vasco
Núñez, en nombre del Serenísimo e muy Católico Rey don Fernando, quinto de tal
nombre, e de la Reina Serenísima e Católica doña Joana, su hija, e por la corona e
cetro real de Castilla, tomó en la mano una bandera y pendón real de Sus Altezas, en
que estaba pintada una imagen de la Virgen Sancta María, Nuestra Señora, con su
prescioso Hijo, Nuestro Redemptor Jesucristo, en brazos, y al pie de la imagen esta-
ban las armas reales de Castilla e de León pintadas; y con una espada desnuda y una
rodela en las manos, entró en el agua de la mar salada hasta que le dió a las rodillas, e
comenzóse a pasear, diciendo: ‘Vivan los muy altos e muy poderosos Reyes don Fer-
nando e doña Joana, Reyes de Castilla e de León e de Aragón, etc., en cuyo nombre, e
por la corona real de Castilla, tomo e aprehendo la posesión real a corporal, e actual-
mente, destas mares e tierras e costas e puertos e islas australes, con todos sus anejos
e reinos e provincias que les pertenescen o pertenescer pueden, en cualquier manera e
542 JENS LÜDTKE
por cualquier razón e título sea o ser pueda, antiguo o moderno, e del tiempo pasado e
presente o por venir, sin contradición alguna. E si alguno otro príncipe o capitán, cris-
tiano o infiel, o de cualquier ley o secta o condición que sea, pretende algún derecho a
estas tierras e mares, yo estoy presto e aparejado de se lo contradecir e defender en
nombre de los Reyes de Castilla, presentes o por venir, cuyo es aqueste imperio e
señorío de las Indias, islas e Tierra Firme septentrional e austral, con sus mares, así en
el polo ártico como en el antártico, en la una y en la otra parte de la línia equinocial,
dentro o fuera de los trópicos de Cáncer e Capricornio, segund que más cumplida-
mente a Sus Majestades e subcesores todo ello e cada parte dello compete e pertenes-
ce, e como más largamente por escripto protesto que se dirá o se pueda decir e alegar
e favor de su real patrimonio, e agora e en todo tiempo, en tanto que el mundo turare
hasta el universal juicio de los mortales.’ E así hizo sus autos de posesión, sin contra-
dición alguna y en forma de derecho; y como no hobo ni paresció contradición algu-
na, lo pidió por testimonio, aceptando la posesión e señorío e jurisdición real e corpo-
ral e autoral, con su mero e mixto imperio e absoluto poderío real, en nombre de Sus
Majestades, libremente, sin reconoscimiento alguno en lo temporal, de la mar Austral
e golfo de Sanct Miguel, e en aquella parte, o por sí e por todo lo restante expresado o
por expresar de las dichas Indias, islas e Tierra Firme e sus mares, así en lo descubier-
to como en lo por descubrir.
Y hechos los autos e protestaciones convinientes, obligándose a lo defender, en el
dicho nombre, con la espada en la mano, así en la mar como en la tierra, contra todas
e cualesquier personas, pidiólo por testimonio810.
Mientras que en la parte citada anteriormente los sucesos se narran en una visión
retrospectiva cuyos elementos tienen sus antecedentes en la Reconquista de la
Península, ésta se enfoca a partir de la situación inmediata citada literalmente y
expresada en los verbos de acto de habla tomo y aprehendo así como en los deíc-
ticos referentes a la misma situación. Se amplía la visión en la descripción dis-
cursiva del lugar y de las circunstancias, y se concreta la toma de posesión
mediante actos simbólicos. No era suficiente un acto de habla o una serie de
ellos, sino que éstos tenían que ir acompañados de actos tales como cortar un
árbol, erigir una cruz y otros. La parte performativa se refiere a la apropiación en
nombre de los reyes y ya no de la religión cristiana, pero alarga la vista hacia la
perspectiva continental que se expresa en el léxico toponímico correspondiente
(cf. 4.1.9.) y se concluye con probar el agua del Mar del Sur: “y con sus manos,
todos ellos probaron el agua e la metieron en sus bocas, como cosa nueva, por
ver si era salada como la destotra mar del Norte”811. Todo esto prueba que Bal-
boa tenía la conciencia de actuar dentro de todo un continente y no sólo en
810
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 214.
811
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 215.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 543
ambientes locales limitados como los agraciados de tierras en Tenerife, por ejem-
plo. El provecho personal y el castellano nacional son las dos caras de la misma
moneda. Por este motivo, invita a sus compañeros a imitarle y reunirse con él en
el simulacro de una defensa de la nueva tierra. Es de subrayar aquí la fe en la
fuerza de las palabras que une a todos y no delata ni por asomo un distancia-
miento de ninguno de los participantes ni del cronista. Antes bien, todo esto se
documenta como es debido. Tras la ejecución de Balboa, Pedrarias Dávila repite
la segunda parte de la toma de posesión en 1519, consistente en la entrada en el
mar, que no voy a comentar por ser justamente una mera repetición, aunque dis-
ponemos del auto de posesión812.
En 1515 se empieza a redactar un documento que aplica las leyes introduci-
das en 1512 y 1513 concernientes a los temas que deben tratarse en un documen-
to indigenista y que van a formar tradiciones elocucionales así como a un nuevo
tipo de texto, el requerimiento, que, sumándose a los ya existentes, constituye
una tradición discursiva nueva: este documento, en cuanto a los contenidos, es la
carta relación del licenciado Gaspar de Espinosa813 –anteriormente juez de resi-
dencia en La Española y en Castilla del Oro juez de residencia de Vasco Núñez
de Balboa– dirigida a Fernando el Católico y a su hija Juana, que describe la
expedición de los españoles. El objetivo de la expedición era castigar a los indios
que destruyeron la villa de Santa Cruz y mataron a sus habitantes, es decir, el de
“pacificar e castigar los crimenes, escesos e muertes de Cristianos, que los dichos
Caciques e indios de las dichas provincias de la mar del Sur habian hecho e per-
petrado”814, o bien, en términos más francos, “reformar e pacificar e quebrantar
la soberbia con que los Caciques e indios de aquellas partes quedaron del desba-
rato e muerte de Cristianos”815. Como texto que rinde cuentas de este viaje, nom-
bre fingido en lugar del cual se usa también entrada, cabalgada o aún más cru-
damente rancheadura816 en el mismo documento, se trata de un proceso que es
teóricamente una serie de documentos justificativos; sin embargo, éstos, “los
autos e escriptos que sobre esta razon se hizieron”817, faltan en el documento
conservado en el Archivo General de Indias y es probable que nunca hayan exis-
tido, de modo que estos textos se mencionan por razones puramente formales
812
Reproducido en Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 179-183.
813
Reproducida en CDI 1864: II, 467-522 y Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 117-150. G.
Fernández de Oviedo valora este viaje en su Historia (1992: III, 256-259) como también Las
Casas (III: 1994: 2052-2060).
814
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 118.
815
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 122.
816
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 130.
817
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 147.
544 JENS LÜDTKE
para satisfacer las exigencias legales estipuladas uno o dos años antes. Cuentan
entre estas piezas justificativas varias instrucciones dadas a los capitanes que se
separaban de la hueste y las muchas informaciones que se debían llevar a cabo
en el camino y que concluyen los capítulos del documento, pero que no entran
en la carta relación “ansi por el poco aparejo de papel e tinta como por el poco
tiempo e lugar de escribir en forma”818. El esquema de la actuación muestra algu-
na variación que depende de si el crimen es obvio, seguido del castigo inmedia-
to, caso en el cual los cristianos llegaban o salteaban de noche, rancheaban la
tierra819 y hacían información y justicia, las cuales se remataban con la entrega
de algunas habas o cestas de oro y el repartimiento de los indios de guerra escla-
vizados que se vendían en La Española, siempre que el cacique o los indios no
estaban avisados o sobre aviso. En el caso más benigno, se llamaba y requería al
cacique de la provincia o se enviaba a requerirle para leerle el requerimiento,
seguido del buen tratamiento, con la reserva de si era posible, la tradición elocu-
cional nueva más recurrente, pero siempre tenían que entregar su oro. En la valo-
ración de las actitudes de los indios era esencial saber si salían o venían de paces,
cuando se requerían de paces, y si tras hacer paces se dejaban de paces, todavía
iban de paces o quedaban de paces a la vuelta. Los indios que aceptaban el
requerimiento eran indios mansos, los que no, indios bravos, rebeldes, alzados o
de guerra, incluso muy de guerra. Una táctica de guerra muy común entre los
indios, la guaçábara, escrita guacabara en el texto, aparece con bastante fre-
cuencia.
El léxico específico, en parte tradicional, en parte enriquecido mediante apor-
taciones antillanas, ofrece pocas innovaciones, todas debidas al contacto lingüís-
tico reciente. Se oponen regularmente los cristianos a los indios. Los primeros se
llaman a veces españoles, los segundos se especifican en algunos casos como
abaris820, indios chorigaras821 e indios gandules822, calificativo que recuerda a
los jóvenes moros belicosos. En cuanto al estatus social, destacan el cacique, el
principal y el gran principal. Entre los esclavos y los demás indios se encuen-
tran las naborías, hombres y mujeres, cuyo estatus describe Oviedo así:
818
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 118.
819
Las Casas da el siguiente comentario sobre la voz ranchear que se refiere a la región
del Darién: “Y porque no podían estar ociosos, y el exercicio suyo [de los españoles] no era ni
suele ser en estas Indias sino ir a saltear y robar y captivar [sic] [a] los que están quietos en sus
casas –que ellos le pusieron por nombre ‘ranchear’– prendieron alguna gente que andaba por
los montes huída” (1994: III, 1940).
820
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 119.
821
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 131.
822
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 131.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 545
Había entre aquellos pobladores primeros, más de mill e quinientos indios e indias
naborías que servían a los cristianos en sus haciendas e casas; pero porque delante se
tocará algunas veces este nombre de naborías, es bien que aquí se declare. Naboría es
el que ha de servir a un amo, aunque le pese; e él no lo puede vender ni trocar sin expre-
sa licencia del gobernador; pero ha de servir hasta que la naboría o su amo se muera. Si
la naboría se muere, acabado es su captiverio; y si muere su señor, es de proveer de tal
naboría al gobernador; y dala a quien él quiere. E estos tales indios llaman naborías de
por fuerza, e no esclavos; pero yo por esclavos los habría, cuanto a estar sin libertad823.
Estas modalidades del servicio de una naboría podían ya ser diferentes de las que
sufría en las Antillas. Los indios que eran presas se contaban como piezas. Algu-
nos eran ladinos, entre ellos se encontraban dos bautizados cuyos nombres de
pila aparecen en las usuales formas diminutivas como Antonico y Martinico. Por
supuesto, eran indios ladinos los que servían de intérpretes, por ejemplo en la
provincia de Natá, donde la hueste permaneció algunos meses durante el año
1516: “el padre Vicario les predicaba, por una lengua interprete, nuestra santa
fee católica”824. Las lenguas eran imprescindibles para traducir el requerimiento
como en la siguiente situación ambigua en la cual el capitán Bartolomé Hurtado
lo hace explicar a los indios de la isla Caubaco, ubicada en el golfo de Panamá:
“Despues de haber peleado con el dicho Capitan los dichos indios un poco, el
dicho Capitan los hablo por las lenguas e les dixo como eran cristianos e como
los enviaba el Rey Nuestro Señor, en aquellas tierras, que eran suyas a requerir-
les que fuesen sus subditos e naturales”825. En un episodio se aclara cómo los
indios, quienes debían ser jóvenes, llegaban a ser intérpretes:
823
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 232.
824
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 133.
825
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 145.
826
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 122.
546 JENS LÜDTKE
a decirle […] que volviesen el oro e esclavos que habian tomado al Capitan Gonzalo
de Badajoz e a los cristianos que con el fueron; e que fuese vasallo e servidor de SS.
827
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 129.
828
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 131.
829
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 144.
830
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 127.
831
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 121.
832
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 142.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 547
AA. [Sus Altezas] e bueno amigo de los cristianos e que sirviese en lo que por el tyba
de los cristianos le fuese mandado833.
833
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 132.
834
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 134.
835
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 139.
836
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 127.
837
Oviedo ofrece en 1526 una descripción de esta bebida: “porque no se pase de la memo-
ria qué cosa es aquella chicha o vino que beben, y cómo se hace, digo que toman el grano del
maíz según en la cantidad que quieren hacer la chicha, y pónenlo en remojo, y está así hasta
que comienza a brotar, y se hincha, y nacen unos cogollicos por aquella parte que el grano
estuvo pegado en la mazorca que se crió, y desque está así sazonado, cuécenlo en agua, y des-
pués que ha dado ciertos hervores, sacan la caldera o la olla en que se cuece, del fuego, y repó-
sase, y aquel día no está para beber, y el tercero está bueno, porque está de todo punto asenta-
do, y el cuarto día muy mejor, y pasado el quinto día se comienza a acedar, y el sexto más, y el
séptimo no está para beber” (1979: 133). El origen chibcha o cueva (kuna) de esta voz es una
de las hipótesis justificadas según G. Friederici (21960: 171) y otros, aunque hay quienes la
rechazan, entre ellos S. Valdés Bernal: “sería el único caso en que una voz de esa procedencia
548 JENS LÜDTKE
haya pasado al español hablado en las Antillas” (1991: 187). Como siempre, esta controversia
sólo se podría resolver mediante documentaciones fechadas con anterioridad a los contactos
lingüísticos en Castilla del Oro.
838
Publicados por P. Álvarez Rubiano en 1944.
839
Las Casas comunica esta etimología, cf. 1994: II, 1554.
840
Las Casas 1994: II, 1387.
841
Las Casas 1994: II, 1570.
842
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 437.
843
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 556.
844
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 479.
845
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 480.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 549
E luego yncontinente vino el Cacique de la dicha ysla de flores que se solia llamar
terarique que agora se llama pedro arias e con el muchos yndios cabras e principales
que entre los dichos yndios llaman por capitanes y otros yndios de la dicha ysla al
dicho puerto donde el dicho señor tenyente general estava el qual dicho cacique cabras
e principales e yndios su señoria los Rescibio con mucho amor e buena voltuntad846.
Aparece aquí el indigenismo cabra otra vez en un documento oficial, lo que pare-
ce estar en contradicción con las afirmaciones precedentes acerca de los motivos
etnográficos que inducían a Andagoya y Oviedo a usar voces de la lengua de
Cueva. A pesar de esto, no creo que se trate de un indigenismo muy corriente, ya
que esta voz se comenta en el documento mediante la expresión “que entre los
dichos yndios llaman por capitanes”, aunque hay una confirmación suplementaria
del uso de cabra en el topónimo Cerro de Cabra847, si realmente cabra se refería
a “capitán” o “principal” en este caso. Sea como fuere, la ruptura de la comunidad
indígena no habrá permitido la pervivencia de su léxico específico.
Pasemos a los antillanismos. Éstos son de dos tipos: los indigenismos y las
voces españolas adaptadas en las Indias. No voy a separar los indigenismos de
las voces patrimoniales y voy a insistir más bien en el uso común de las islas y
Tierra Firme. Las cavalgadas848 o entradas849 ya no se efectuaban desde hacía
mucho tiempo a caballo, sino en barcos. Sin embargo, las grangerias850 más
importantes eran las minas, la pesca de perlas y las labranças851. Para servirse de
los indios, se hizo un Repartimiento852, institución que nace en América en cuan-
to a su forma específica. En un repartimiento se encomiendan853 indios de servi-
cio854 a un español. Hay otra categoría de indios que se llaman naborias855 y que
son “indios domésticos”. Al igual que siempre se contraponen los indios a los
cristianos856 como en la guerra de los moros, aun cuando los indios son cristiani-
zados también. Entre los artefactos figuran las canoas857 y las hamacas858. Final-
846
Isla de Flores, 1519; Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 466.
847
M.a del C. Mena García 1984: 80.
848
1515; Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 426.
849
1515; Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 437.
850
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 438.
851
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 438.
852
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 437.
853
Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 438; encomendar.
854
1515; Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 434.
855
1515; Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 437.
856
1516; Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 443.
857
1515; Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 435.
858
1516; Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 443.
550 JENS LÜDTKE
859
1516; Á. de Altolaguirre y Duvale 1914: 440.
860
Cf. P. M. de Anglería 1966: 115, 98, 107.
861
P. M. de Anglería 1966: 89; De orbe novo, II, iv; siguen en el cuarto y quinto capítulo
otras cuatro menciones de urú, por ejemplo: “en varias embarcaciones de una sola pieza, que,
según dijimos, llaman ‘canoas’ los isleños de la Española y ‘urús’ los de Urabá” (P. M. de
Anglería 1964: 239).
862
P. M. de Anglería 1966: 98; De orbe novo, II, vii; “Mandaron al mismo tiempo prepa-
rar lanchas armadas de una sola pieza (que en la Década, al tratar de las canoas, denominamos
monóxilas) a que ellos nombran ‘chicos’” (P. M. de Anglería 1964: 262).
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 551
culchae: “Nouem capit e chiápæis monoxylis quæ ipsi Culchas vocant”863. Pedro
Mártir es el único autor en citar estas variantes regionales de canoa. Gonzalo
Fernández de Oviedo, nuestra mejor fuente para Castilla del Oro, llama canoas a
los barcos de Núñez de Balboa que Pedro Mártir había designado como urú864.
Es interesante el que en contactos posteriores se comprueben equivalencias
de cacique, así como equivalencias de canoa. Pedro Mártir de Anglería señala
las sustituciones de rex/regulus y cacicus/cacichus, respectivamente, en las dife-
rentes regiones del Nuevo Mundo:
Varia etiam in variis oris regum & primariorum nomina. Vocant regulum
Cacichum vt alias diximus, alibi Quebí, Tibá uero alicubi866.
863
P. M. de Anglería 1966: 107; De orbe novo, III, i; esta voz se menciona en el primero y
el décimo capítulo cuatro veces más. Traducción: “Tomó consigo nueve monóxilas que los
chiapenses llaman ‘culchas’” (P. M. de Anglería 1964: 293).
864
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 211.
865
P. M. de Angleria 1966: 79; De orbe novo, III, i; traducción: “Halló que su lengua era
muy diferente de la hablada en la Española y Cartagena. También los idiomas son en estas
regiones distintos de los de sus propios vecinos. En efecto: en la Española se llama ‘cacique’
al rey; en cambio en la provincia de Coiba se le denomina ‘chebin’ y ‘tiba’ en otros sitios” (P.
M. de Anglería 1964: 213).
866
P. M. de Angleria 1966: 117; De orbe novo, III, iv; traducción: “También son diferentes
según las regiones los nombres de sus reyes y primates: al reyezuelo lo llaman cacique, como
ya hemos dicho, en otras partes ‘queví’ y en algunas ‘tiba’” (P. M. de Anglería 1964: 320).
867
P. M. de Anglería 1966: 98; De orbe novo, II, vii; traducción: “los régulos de aquella
región, a quienes llaman ‘chiacones’, como a los de la Española ‘caciques’” (P. M. de Anglería
1964: 262).
552 JENS LÜDTKE
de los documentos oficiales, aunque Oviedo comenta los entornos en los que se
originan. Sin embargo, los descubrimientos, las entradas, las guerras y la explo-
tación de las minas no dejan de implicar a los indios. De ahí que aparezca el léxi-
co antillano particular en los capítulos que tratan de esos asuntos, mientras que
es insignificante en los capítulos que relatan los sucesos de la vida interna de la
colonia.
La mayor parte de los cambios léxicos son poco llamativos como vemos en el
texto siguiente, que podría ser la materia de un cuento:
868
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 199.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 553
general, sin distinción entre etnias como en las Antillas donde se diferenciaban a
los lucayos y los caribes; indio ya se ha generalizado en Oviedo. Capturar a los
indios se llama en Castilla del Oro ranchear, significado que los cronistas
comentan. En cuanto a los antillanismos propiamente dichos, maizal (2) es un
derivado español de la palabra taína maíz tal y como buhío (7) que se ha genera-
lizado para designar las casas de los indígenas. Todos estos elementos han entra-
do en el uso lingüístico de aquellos tiempos y no llaman la atención. Sin embar-
go, ellos son relativamente recientes y frecuentes. Estos cambios graduales
explican mejor que una clasificación de las voces según el criterio de la proce-
dencia (andalucismo, indigenismo) como el léxico se transforma desde las pri-
meras décadas.
Sólo en muy contados casos este autor usa voces particulares de Tierra Firme:
capera869, el árbol que se llama también panamá, perico-ligero870, nombre dado
de forma irónica al perezoso, aparecen tingla “oro”871, chicha “bebida de maíz
fermentado”872, beorí873, una “vaca de la tierra” que se glosa también mediante
“danta”, báquira874 o “pécari”, un mamífero semejante al jabalí, paco “escla-
vo”875, thyle, “cierto carbón molido”876, pechry “mar”877, nahes “remos”878,
camayoa “homosexual paciente”879, que se repiten de vez en cuando. En lugar de
cabra o queví y saco recurre a la perífrasis “indio principal”880. Emplea los mis-
mos topónimos que la documentación oficial, si bien procura elevar su estilo
mediante la variación entre la expresión española y la latina en Mar del Sur y
mar Austral881, pero aun no conoce el helenismo istmo, ya que escribe “el paso o
estrecho que hay de tierra de mar a mar”882, una verdadera laguna léxica.
Se comprueba en Pedro Mártir que el elemento diferenciador más importante
del léxico panameño temprano son los préstamos tomados de la lengua de Cueva.
Esta información converge con los datos que ofrece Fernández de Oviedo en su
869
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 178.
870
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 188.
871
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 191.
872
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 192.
873
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 203.
874
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 203.
875
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 210
876
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 210.
877
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 212.
878
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 216.
879
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 219.
880
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 215.
881
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 235.
882
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 234.
554 JENS LÜDTKE
883
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 316.
884
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 316.
885
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 313.
886
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 313.
887
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 316.
888
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 320.
889
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 320.
890
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 320.
891
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 320.
892
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 316.
893
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 313.
894
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 323.
895
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 339.
896
G. Fernández de Oviedo 1992: II, 39-42.
897
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 316.
898
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 332.
899
Cf., al respecto, W. Lehmann 1920: I, 112-122, y J. M.a Enguita Utrilla 2004: 63-75.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 555
Oro. Oviedo, pese a estar orgulloso de ser testigo presencial de muchas noveda-
des, no insiste en que se basa enteramente en sus experiencias, y Andagoya, que
en parte cita las mismas voces que Oviedo, hace un interesante comentario acer-
ca de su fuente: “Finalmente paresció, por información que yo hice con las bru-
jas, esto y otras muchas cosas”900. Así pues, cuando su tema es la etnografía de
los indígenas, los autores procuran describir la cultura mediante el léxico de la
cultura indígena correspondiente. En los otros casos, al relatar los sucesos, usan
o bien las voces corrientes en las Indias como Oviedo, o bien el léxico patrimo-
nial como Andagoya, aunque vamos a ver una excepción más abajo. Manifiesta
el escaso arraigo de este léxico etnográfico la pervivencia de solamente dos tér-
minos, chicha y churcha “zarigüeya”901.
Ya que la mayor parte de este léxico no se conserva ni mucho menos se trans-
mite a otras regiones, se impone la conclusión de que la impronta antillana era
tan fuerte que la incipiente diferenciación léxica se amortigua y cesa, a más tar-
dar, tras la conquista del Perú.
El número de las voces antillanas tanto indígenas como españolas en Oviedo
es relativamente reducido, pero de alta frecuencia textual. Siguen oponiéndose
los indios a los cristianos que los ranchean en sus entradas, y raras veces se usa
otro etnónimo como en caribes902 o indio […] de la provincia de Cueva903. En
cuanto a la estructura social, se destaca a los caciques y las naborías. Las vivien-
das son casi sin variar los buhíos. Los indios duermen en hamacas, se desplazan
en canoas, se embijan las caras, cultivan el maíz en los maizales así como la
yuca usando havas, que se producen de bihaos, y macanas que también les sir-
ven de armas en sus guazábaras –voz que designa la escaramuza con gritos de
guerra, documentada a partir de la fase panameña de la expansión española, lo
cual no permite su atribución a un origen determinado–, comen tortillas y bollos
de maíz y sus mujeres llevan naguas. Los españoles aprenden de los indios anti-
llanos algunas palabras que designan configuraciones del terreno tales como
sabana y arcabuco. Nuestro cronista cita algunos nombres de plantas que sirven
de mantenimientos –por ejemplo, batatas, ajes, ají, hobos y caimitos–, nombres
de árboles, de frutas y de animales del Nuevo Mundo904. No nota otra diferencia
con respecto a las islas que aquéllas que se explican mejor por las diferencias
entre la fauna y flora insulares y continentales que por el solo uso lingüístico.
900
P. de Andagoya 1986: 91.
901
J. M.a Enguita Utrilla 2004: 74-75.
902
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 209.
903
G. Fernández de Oviedo 1992: III, 220.
904
Cf. G. Fernández de Oviedo 1992: III, 327-329.
556 JENS LÜDTKE
4.2.4. MÁS ALLÁ DEL PERÍODO DE ORÍGENES EN TIERRA FIRME: PEDRO CIEZA DE
LEÓN Y JUAN DE CASTELLANOS
Continuemos en este lugar con la cita de Cuervo sobre “el caudal léxico acopia-
do, que después seguían aumentando o acomodando en los nuevos países con-
quistados” (4.0.1.):
Ilustran y confirman notablemente este punto las relaciones que del descubri-
miento de Antioquia, Ancerma y Quimbaya extendieron los escribanos que en él
acompañaron al mariscal Jorge Robledo […]. Ahí vemos que se va aplicando a los
objetos naturales, a las armas y costumbres de los indios el nombre aprendido, o en la
Española (ají, arcabuco, batata, bejuco, bija, cabuya, ceiba, curí, guama, sabana,
yuca; barbacoa, guazábara, hamaca, macana), o en otros puntos de la Tierra Firme
de antes conocidos (auyama, pijavaes, aguacate, chaguala, chaquira, estolica), o
finalmente en el Perú, de donde acababan de llegar los descubridores (anacona, cho-
clo, ‘que es maíz tierno’)905.
El autor, muy consciente las vías de acceso de la lengua española en cada país
hispanoamericano, toca este tema en varios lugares de sus Apuntaciones sin darle
un amplio tratamiento, ya que su propósito es muy diferente.
LAS FUENTES
905
R. J. Cuervo 71939: XIX.
558 JENS LÜDTKE
ñoles se asientan antes en el golfo de Urabá y Castilla del Oro, y con algún retra-
so en la futura Gobernación de Venezuela, que va a formar parte de una misma
unidad administrativa con las Antillas. Hay más, mientras que Castilla del Oro se
convierte en foco de irradiación demográfica y lingüística hacia el Perú y los
demás países andinos y que Cartagena de Indias va a ser la base de la penetra-
ción del futuro Nuevo Reino de Granada, la colonización de Venezuela es esca-
sa, no alcanzando el interior del país hasta muy tarde. Las fuentes no reflejan
este orden de las cosas. Se cruzan varias perspectivas en la percepción del descu-
brimiento y la conquista. Aún titubeante en Colón, se observan las costas del
continente en las obras de Oviedo y Las Casas desde La Española o desde Espa-
ña. Otros como Pascual de Andagoya, Pedro Cieza de León o Juan de Castella-
nos abarcan conocimientos alcanzados en muy variados espacios geográficos,
Andagoya en Castilla del Oro y lo que es hoy en día el oeste de Colombia, Cieza
de León en los países andinos desde el oeste de la Colombia actual hasta Bolivia
y Juan de Castellanos desde el norte de Sudamérica, incluyendo el Caribe. En
cuanto a la cronología de las obras de los autores aducidos, éstas son casi todas
posteriores a la conquista de la Nueva España y el Perú. La consecuencia lin-
güística es que comprobamos repercusiones de la aclimatación de la lengua espa-
ñola en las regiones recién conquistadas que en parte, aunque mínima, se trans-
miten a otras regiones. Es este desfase que nos induce a tomar las fechas de
aquellas conquistas como posibles límites de períodos en la implantación del
español. Los elementos lingüísticos directos que revelan la apropiación del espa-
cio geográfico por parte de los españoles son insuficientes. Sin embargo, los
indicios indirectos son bastante claros: la toponimia es generalmente diferencia-
dora, no repitiéndose nombres de las grandes unidades geográficas como mar
del Norte – mar del Sur, la Nueva España – la Nueva Castilla – el Nuevo Reino
de Granada, etc.; el léxico antillano común se difunde; el léxico de procedencia
novohispana como aguacate o petaca se expande y conoce como tal; y lo mismo
ocurre finalmente con el léxico de procedencia peruana como guaca, chasque,
palta, etc.
Pedro Cieza de León (nacido entre 1518 y 1520 y fallecido en 1554) es el pri-
mer cronista que describe una parte importante de lo que es Colombia en la
actualidad y que abarca la región entre Antioquia y Pasto. Había pasado a las
Indias en 1535 con destino a Santo Domingo cuando La Española estaba ya muy
despoblada y los indios exterminados, de modo que apenas había podido tomar
contacto directo con la cultura indígena antillana, suponiendo que hubiera sido
posible. Sin embargo, no parece que su aclimatación lingüística y cultural haya
tenido lugar en La Española, ya que afirma en la Primera parte de la crónica del
Perú que llegó al Perú “desde la provincia de Cartagena”. Y en efecto, su lengua-
je no delata una comparación ni siquiera implícita del español antillano con el
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 559
906
P. Cieza de León 1984: 96.
907
P. Cieza de León 1984: 73.
908
P. Cieza de León 1984: 63,
909
P. Cieza de León 1984: 79, 105, etc.
910
P. Cieza de León 1984: 100.
911
P. Cieza de León 1984: 143.
912
P. Cieza de León 1984: 155.
913
P. Cieza de León 1984: 162.
560 JENS LÜDTKE
los indios propiamente dichos ya no son los indios antillanos. Sin embargo, no
faltan etnónimos específicos: “Otra provincia está por encima deste valle [del
Magdalena] hacia el norte, que confina con la provincia de Ancerma, que se lla-
man los naturales della los chancos”914; “los [indios] de las Barbacoas”915; “unos
indios […], que se llaman Xamundi, como el río”916; “alguna gente […], que se
llaman los aguales, que sirven y están subjetos a la ciudad de Cali”917; “unos
indios a quien llaman los coconucos”, que vivían a proximidad de Popayán918; y,
finalmente, los “indios de los Pastos” que comarcan con “otros indios y naciones
a quien llaman los quillacingas”919. A veces se explica el origen de un gentilicio:
llaman a estos indios [que vivían cerca de la ciudad de Cali] gorrones, porque cuando
poblaron en el valle la ciudad de Cali nombraban al pescado gorrón, y venían carga-
dos dél diciendo: “Gorrón, gorrón”; por lo cual, no teniéndoles nombre propio, llamá-
ronles, por su pescado, gorrones, como hicieron en Ancerma en llamarla de aquel
nombre por la sal, que llaman los indios […] ancer920.
914
P. Cieza de León 1984: 145.
915
P. Cieza de León 1984: 146.
916
P. Cieza de León 1984: 156.
917
P. Cieza de León 1984: 157.
918
P. Cieza de León 1984: 160.
919
P. Cieza de León 1984: 166.
920
P. Cieza de León 1984: 146.
921
P. Cieza de León 1984: 95.
922
P. Cieza de León 1984: 109.
923
P. Cieza de León 1984: 118.
924
P. Cieza de León 1984: 127.
925
P. Cieza de León 1984: 128.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 561
que todos los más comen carne humana”926. También son “gentes bárbaras” los
indios asentados cerca del río de San Juan927. Una vez los indios del Darién se
destacan, ya que “no tienen las fealdades que otras naciones”928.
El canibalismo muy difundido en la Tierra Firme no deja de preocupar a Cieza
de León, quien, sin embargo, procura entender “su mala costumbre y maldito vicio,
que es comerse unos a otros”929. Su afán de comprender se expresa en la descrip-
ción de las formas muy variadas de la antropofagia y en alguna observación como
ésta: “Hay cosas tan secretas entre estas naciones de las Indias que sólo Dios las
alcanza”930. Quizás por el descriptivismo del autor se nos podría escapar una pará-
frasis relativamente frecuente. Vamos afirmando en varios lugares de esta historia
la importancia de este procedimiento para comprobar y fechar usos lingüísticos. Si
Cieza de León emplea como estereotipo recurrente “carniceros de comer carne
humana”931, “carniceros y amigos de comer la humana carne”932, “amigos de
comer carne humana”933, una expresión tan larga no puede ser corriente. Y efecti-
vamente se le escapa una y única vez la palabra que es usual: “Son muy guerreros
[los indios sujetos a la ciudad de Cali] y tan carniceros y caribes como los de la
provincia de Arma y Pozo y Antiocha”934. Así, la palabra que elude en las demás
expresiones es caribe. No usa caníbal, que es al principio sinónimo de caribe y
que parece haberse perdido ya. Con este uso Cieza resuelve una duda: ¿significa
caribe “antropófago” o es un etnónimo? Esta alternativa implica una cuestión de
derecho, ya que era legal esclavizar a los “caribes que comen carne humana”, fór-
mula que parece dudosa por equiparar a los caribes con los caníbales, pero que en
realidad resuelve la ambigüedad entre el apelativo “caníbal” y el etnónimo.
Siempre en la sección de las costumbres encontramos las prácticas religiosas,
“los ritos y costumbres”935 o “sus cerimonias y costumbres”936. Sin embargo,
“estos indios no tienen creencia, a lo que yo alcancé”937, o bien, “no guardan
religión alguna, a lo que entendemos”938. En ningún caso se usa un término para
926
P. Cieza de León 1984: 143.
927
P. Cieza de León 1984: 78.
928
P. Cieza de León 1984: 91.
929
P. Cieza de León 1984: 157.
930
P. Cieza de León 1984: 167.
931
P. Cieza de León 1984: 113, 131.
932
P. Cieza de León 1984: 116.
933
P. Cieza de León 1984: 126.
934
P. Cieza de León 1984: 162.
935
P. Cieza de León 1984: 63.
936
P. Cieza de León 1984: 95.
937
P. Cieza de León 1984: 126.
938
P. Cieza de León 1984: 152.
562 JENS LÜDTKE
lo que es el chamanismo de estos pueblos, sino que sólo se alude a aquéllos que
“hablan con el demonio”:
Hablan con el demonio los que para aquella religión están señalados, y son gran-
des agoreros y hechiceros, y miran en prodigios y señales y guardan supersticiones
las que el demonio les manda: tanto es el poder que ha tenido sobre aquellos indios,
permitiéndolo Dios nuestro Señor por sus pecados o por otra causa que El sabe939.
Aquí aparece la religión que se les niega a los indios en otros lugares. Subraye-
mos, por si no ha sido evidente, que sigue el rechazo de lo indígena y con esto de
los indigenismos como voces bárbaras.
La estructura social de los indígenas que captamos en Cieza es elemental. Las
fórmulas más frecuentes son binomios tales como “indios y caciques” o “señore-
tes y caciques” en la región del golfo de Urabá940, “cacique o señor”941 o “un
señor o cacique”942, “los señores y principales”943 y “capitán y señor”944. Estos
sintagmas alternan con las correspondientes palabras sueltas o con combinacio-
nes de palabras como “señor principal”. A veces se indica la función del cacique
mediante “el señorío o cacicazgo”945. La conjunción coordinadora y parece tener
una interpretación aditiva, ya que muy menudo el autor distingue claramente
esta función gramatical de la función disyuntiva de o, uso que no es general en
absoluto en nuestra documentación en la que y introduce igualmente una expli-
cación metalingüística. Deducimos de estos ejemplos la existencia de tres o cua-
tro estratos en las comunidades indígenas, los caciques, los principales, los capi-
tanes y el resto de los indios, si los principales y los capitanes no son idénticos,
reduciéndose en este caso la estructura a tres estratos. En este campo léxico
queda delimitado con un término propio sólo la figura del cacique, mientras que
Pedro Mártir de Anglería había distinguido también a los principales con un tér-
mino propio. Cieza de León alude de paso a los “criados y amigos” de un señor
en la región de Urabá946, que pueden corresponder a las naburías de los indios
antillanos, pero esta conclusión no es segura. Lo que son los behites o bohites de
las Antillas, en cambio, tienen un equivalente en la Tierra Firme descrita por
939
P. Cieza de León 1984: 113.
940
P. Cieza de León 1984: 91.
941
P. Cieza de León 1984: 93.
942
P. Cieza de León 1984: 100.
943
P. Cieza de León 1984: 104.
944
P. Cieza de León 1984: 116.
945
P. Cieza de León 1984: 117.
946
P. Cieza de León 1984: 95.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 563
nuestro autor, sólo que él les llama “grandes agoreros y hechiceros”947, “grandes
hechiceros algunos dellos, y herbolarios”948, y “los sacerdotes y ministros suyos
[del demonio]”949, que son los chamanes que “hablan con el demonio”. Pero por
lo general el autor trata estos elementos etnográficos como los demás, porque
emplea la técnica de la descripción también en las prácticas religiosas de los cha-
manes.
Obtenemos pocas informaciones sobre las profesiones y oficios, ya que Cieza
describe las comunidades indígenas en el momento de la fundación de las ciuda-
des españolas. Sin embargo, la mención de las “indias de servicio” en la región
de la ciudad de Cartago implica la implantación del régimen colonial: “a los
españoles se les murieron sus indias de servicio”950. Bien pueden ser estas
“indias de servicio” las concubinas que habíamos encontrado en las Antillas con
el eufemismo de “criadas”. Sin embargo, una interpretación literal es posible,
puesto que la misma expresión se aplica a la sociedad indígena: “Cuando se
mueren [los quillancingas] hacen las sepulturas grandes y muy hondas […]. Y si
son señores principales les echan dentro con ellos algunas de sus mujeres y otras
indias de servicio”951. Entre Antioquia y Ancerma “solía estar un pueblo junto de
grandes casas, todas de mineros”952 donde “minero” significa la “persona que
trabaja en las minas” por tratarse de un pueblo indígena y no un “español que
tiene a cargo los indios que trabajan en las minas”. La palabra más importante de
este campo es encomendero que sorprendentemente se cita una sola vez: “mas
todo lo que ganan y les dan a los tristes [cargadores o peones indígenas, que no
tienen nombre en Cieza] lo llevan los encomenderos”953. Las otras menciones
son paráfrasis: “muchos [indios] han comido a los señores [españoles] que sobre
ellos tenían encomienda”954, “los indios y caciques que sirven a los señores que
los tienen por encomienda están en las sierras”955, “las personas que los han
tenido por encomienda”956, “los señores que han tenido sobre ellos encomien-
da”957. Resultan dos paráfrasis de estos ejemplos, “señor que tiene indios por
947
P. Cieza de León 1984: 113.
948
P. Cieza de León 1984: 118.
949
P. Cieza de León 1984: 125.
950
P. Cieza de León 1984: 139.
951
P. Cieza de León 1984: 168.
952
P. Cieza de León 1984: 111.
953
P. Cieza de León 1984: 155.
954
P. Cieza de León 1984: 125.
955
P. Cieza de León 1984: 149.
956
P. Cieza de León 1984: 157.
957
P. Cieza de León 1984: 166.
564 JENS LÜDTKE
todo este valle, desde la ciudad de Cali hasta estas estructuras, fue primero muy
poblado de muy grandes y hermosos pueblos, las casas juntas y muy grandes. Estas
poblaciones y indios se han perdido y gastado con tiempo y con la guerra961.
Pasado, pues, este río [‘grande, de quien ya he contado’], todo el término que hay
desde él a la ciudad de Popayán está lleno de muchas y hermosas estancias, que son a
la manera de las que llamamos en nuestra España alcarías o cortijos; tienen los espa-
ñoles en ellas sus ganados966.
958
P. Cieza de León 1984: 61.
959
P. Cieza de León 1984: 170.
960
P. Cieza de León 1984: 104.
961
P. Cieza de León 1984: 143.
962
P. Cieza de León 1984: 121.
963
P. Cieza de León 1984: 117, cf. 121.
964
P. Cieza de León 1984: 171.
965
P. Cieza de León 1984: 170.
966
P. Cieza de León 1984: 158.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 565
entre las formas de las casas, pero éstos son escasos. Leemos que las “gentes bár-
baras” que viven en la región del río de San Juan construyen sus caneyes sobre
una especie de barbacoa o palafito:
Salen a la costa muchos ríos grandes, y entre ellos el mayor y más poderoso es el
río de San Juan, el cual es poblado de gentes bárbaras, y tienen las casas armadas en
grandes horcones a manera de barbacoas o tablados, y allí viven muchos moradores,
por ser los canelles o casas largas y muy anchas967.
Dentro de las casas de los señores tienen de las cañas gordas que de suso he dicho,
las cuales, después de secas, en extremo son recias, y hacen un cercado como jaula,
ancha y corta y no muy alta, tan reciamente atadas que por ninguna manera los que
meten dentro se pueden salir; cuando van a la guerra, los que prenden pónenlos allí y
mándanles dar muy bien de comer, y de que están gordos sácanlos a sus plazas, que
están junto a las casas, y en los días que hacen fiesta los matan con gran crueldad y
los comen972.
967
P. Cieza de León 1984: 78.
968
P. Cieza de León 1984: 155.
969
P. Cieza de León 1984: 145.
970
P. Cieza de León 1984: 111.
971
P. Cieza de León 1984: 128.
972
P. Cieza de León 1984: 127-128.
973
P. Cieza de León 1984: 113, 123.
566 JENS LÜDTKE
nos. Los otros edificios están relacionados con los ritos y ceremonias. La voz
tablado se vuelve a aplicar a “un tablado alto y bien labrado de las mismas cañas
[de las grandes fortalezas], con su escalera, para hacer sus sacrificios”974, que
Cieza de León había contemplado en la provincia de Arma. El cronista echa de
ver alguna “casa ni templo de adoración”975, aunque sí observó “una grande
casa o templo dedicado al demonio; los horcones y madera vi yo por mis propios
ojos”976 en la provincia cuyo señor y rey era Nutibara977, que se asemeja al tabla-
do de los sacrificios antes mencionado. Estos templos o casas de adoración serán
las guacas en la cultura de los incas. Las sepulturas son tanto edificios aparte
como “aposentos” de una casa, nunca recibiendo otro nombre que éste en las
numerosas y detalladas descripciones.
Subdividimos los artefactos en varios campos: las armas, el ajuar y las cosas
de uso doméstico, la indumentaria o el traje, las joyas y las embarcaciones. El
campo de las armas consiste casi con exclusividad en lexemas patrimoniales.
Sólo de vez en cuando se mencionan palabras indígenas: “No tienen estos indios
montañeses [de las montañas de Abibe] otras armas sino lanzas de palma y dar-
dos y macanas”978. “Las armas que tienen estos indios [de la provincia de Arma]
son dardos, lanzas, hondas, tiraderas con sus estalocisa [sic; recte: estólicas]”979
y pelean con “cuchillos de pedernal”980. Los términos interesantes son tiradera,
estólica y macana. La tiradera, elipsis de flecha tiradera, es una flecha muy
larga, de bejuco y con punta de asta de ciervo, disparada por medio de correas. El
significado de estólica o estórica se deduce mejor de la cita siguiente: “Las
armas que tienen [los indios de la provincia de Quimbaya] son lanzas, dardos y
unas estolicas, que arrojan de rodeo con ellas unas tiraderas, que es mala
arma”981. La estólica es, pues, un arma para arrojar tiraderas, varas o dardos. La
documentación en el Sumario de Oviedo nos remite a una región entre Castilla
del Oro y el norte de Sudamérica. La macana, en cambio, no es un arma, sino un
instrumento para el trabajo agrícola como la batea982 y la coa, que se usaba tam-
974
P. Cieza de León 1984: 123.
975
P. Cieza de León 1984: 95, cf. 117.
976
P. Cieza de León 1984: 100.
977
P. Cieza de León 1984: 101.
978
P. Cieza de León 1984: 100, cf. 118.
979
P. Cieza de León 1984: 124.
980
P. Cieza de León 1984: 113, 126, 150-151.
981
P. Cieza de León 1984: 138.
982
La cantidad de tierra que cabe en una batea se llama bateada: “En otro río vi yo a un
negro del capitán Jorge Robledo de una bateada de tierra sacar dos granos de oro bien creci-
dos” (P. Cieza de León 1984: 112).
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 567
bién para coger el oro: “las macanas o coas con que lo labraban [el oro]”983.
“Estos indios [de Pozo] […] son grandes labradores; cuando están sembrando o
cavando la tierra, en la una mano tienen la macana para rozar y en la otra la
lanza para pelear”984. Así se entiende que los indios convierten “los bastones o
macanas”985 fácilmente en armas, aunque es un uso secundario que se generaliza
para denominar varios tipos de armas indígenas tales como porras de madera o
espadas de madera o palmera.
Poco sabemos del ajuar de una casa. Los indios de Tierra Firme “duermen en
hamacas; no tienen ni usan otras camas”986. Aunque la estera se utiliza para
cubrir el suelo, puede servir de almohada –“las dos dellas [de tres mujeres de un
cacique] se echaron a la larga encima de un tapete o estera y la otra atravesada,
para servir de almohada”987– o para entoldar casas: “Dentro destas casas hay
muchos apartados entoldados con esteras”988. Entre los indios los españoles
“hallaban gran cantidad de oro en unos canastillos que ellos llaman habas”989.
Entre las ollas990 el cronista destaca alguna “olla grande”991 y “encensarios de
barro”992, sin especificar más. Otro vaso es “una totuma, que es a manera de una
albornía grande, llena de tierra”993, hecha de una variedad de calabaza, voz de los
dialectos caribes de Tierra Firme, según Manuel Alvar994.
Traje es el archilexema de la indumentaria en Cieza de León995. Las mujeres vis-
ten mantas, por ejemplo en la región del golfo de Urabá: “Las mujeres andas [sic]
vestidas con unas mantas que les cubren de las tetas hasta los pies, y de los pechos
arriba tienen otra manta con que se cubren”996. En cuanto a la ropa de los señores,
sólo se indica que “se cubren con una gran manta pintada, de algodón”997; y los
hombres llevan invariablemente unos maures “con que cubren sus vergüenzas”998 o
983
P. Cieza de León 1984: 111.
984
P. Cieza de León 1984: 130.
985
P. Cieza de León 1984: 145.
986
P. Cieza de León 1984: 92.
987
P. Cieza de León 1984: 105.
988
P. Cieza de León 1984: 122.
989
P. Cieza de León 1984: 92.
990
P. Cieza de León 1984: 103.
991
P. Cieza de León 1984: 116.
992
P. Cieza de León 1984: 124.
993
P. Cieza de León 1984: 111.
994
Cf. M. Alvar 1972: 292-294.
995
P. Cieza de León 1984: 104, 120.
996
P. Cieza de León 1984: 92.
997
P. Cieza de León 1984: 105.
998
P. Cieza de León 1984: 114.
568 JENS LÜDTKE
“para cubrir sus vergüenzas se ponen delante dellas unos maures tan anchos
como un palmo y tan largos como palmo y medio”999. El material de estos tapa-
rrabos puede ser otra cosa que algodón:
[Los chancos] no traen más que maures, con que se cubren sus vergüenzas, y éstos no
de algodón, sino de unas cortezas de árboles los sacan, y hacen delgados y muy blan-
dos, tan largos como una vara y de anchor de dos palmos1000.
Una vez los maures son “caracoles grandes de oro bien fino, con que se atapaban
sus partes deshonestas”1001. G. Friederici opina, tras proponer un origen de una
lengua del Pacífico mexicano o de los valles del Cauca y del Cuenca, que la pala-
bra proviene de una lengua de la Colombia occidental1002. Los españoles introdu-
cen en el valle de la ciudad de Cali un cambio del modo de vestir de los indios:
“Andan desnudos generalmente, aunque ya en este tiempo los más traen camise-
tas y mantas de algodón y sus mujeres también andan vestidas de la misma
ropa”1003 y “se han tornado cristianos, y andan vestidos con sus camisetas”1004.
Algunas de las joyas tienen denominaciones indígenas que sólo aparecen en
la Tierra Firme: “joyeles, y unos que llaman caricurís”1005:
Traen ellos y ellas abiertas las narices, y puestos en ellas unos que llaman caricuris,
que son a manera de clavos retorcidos, de oro, tan gruesos como un dedo, y otras más y
algunos menos. A los cuellos se ponen también unas gargantillas ricas y bien hechas de
oro fino y bajo, y en las orejas traen colgados unos anillos retorcidos y otras joyas1006.
999
P. Cieza de León 1984: 125.
1000
P. Cieza de León 1984: 146.
1001
P. Cieza de León 1984: 92.
1002
G. Friederici 21960: 403, 742.
1003
P. Cieza de León 1984: 152.
1004
P. Cieza de León 1984: 153.
1005
P. Cieza de León 1984: 92.
1006
P. Cieza de León 1984: 152.
1007
P. Cieza de León 1984: 129-130.
1008
P. Cieza de León 1984: 152.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 569
Las embarcaciones que encontramos en La crónica del Perú son las “balsas
y canoas”1009, expresión que alterna con “ni con barcos ni balsas”1010 y “hay una
barca” para pasar el río grande de Santa Marta1011.
Los mantenimientos coinciden en gran parte con las plantas y en menor medi-
da con los animales. Por eso vamos a tratar en este apartado las plantas que son
alimentos, dejando las plantas que no lo son para el siguiente apartado, y termi-
naremos con los animales. La hierba que aparece con más frecuencia es el maíz,
sembrado en maizales1012 y base de un “vino hecho de su maíz”1013 “o de otras
raíces”1014. Este vino hecho de maíz se llama una sola vez chicha en “cántaros de
su chicha o vino”1015 que los indios de Urabá entierran con el cuerpo de un señor
muerto.
Pasemos a algunas conclusiones. Generalmente la novedad indiana se repre-
senta en Cieza mediante palabras patrimoniales que contienen innovaciones
designativas. Para diferenciar las cosas designadas por medio de la misma pala-
bra el autor usa la técnica de la descripción. Los indigenismos antillanos vienen
en segundo lugar, pero no se dejan de describir por eso las cosas nuevas. Esto
quiere decir que el léxico antillano pasa íntegramente al oeste colombiano en la
obra que analizamos, si la descripción de la tierra da motivo para ello. Raras
veces la crónica refleja la experiencia panameña, como con chicha y chucha, y la
aclimatación lingüística en Cartagena de Indias y los Andes colombianos en usos
como estólica, totuma, maure, caricurí, chagualeta, chaquira, pixivá, y nos ade-
lantamos a la etapa peruana con inga, palta, guaca y oveja, ya que Cieza de León
remata su obra con posterioridad a la conquista del Perú. Comprobamos varia-
ción entre el léxico patrimonial e indígena, y sólo pera – aguacate – palta es un
caso de alternancia entre una voz patrimonial, una mexicana y una peruana.
Nuestro mejor testigo del desarrollo léxico en las costas septentrionales de
Sudamérica en toda su extensión es Juan de Castellanos (1522-1607). La Prime-
ra parte de las Elegías de varones ilustres de Indias se publicó en 1589, año muy
tardío para la adaptación léxica que nos interesa, pero es posible identificar los
estratos cronológicos del léxico que usa en esta primera parte y en las dos
siguientes en manuscritos que se conocieron mucho más tarde1016. El estudio del
1009
P. Cieza de León 1984: 157, 142.
1010
P. Cieza de León 1984: 142-143.
1011
P. Cieza de León 1984: 119.
1012
P. Cieza de León 1984: 107, 148.
1013
P. Cieza de León 1984: 95, 129, 134, 168.
1014
P. Cieza de León 1984: 106.
1015
P. Cieza de León 1984: 95.
1016
Las tres partes forman la edición de la Biblioteca de Autores Españoles (1944). Perte-
necen a las Elegías el Discurso de el capitán Francisco Draque de naçión ingles, editado por
570 JENS LÜDTKE
A. González Palencia en 1921, y la cuarta parte que había hecho imprimir Paz y Melia en
1886.
1017
Cf. M. Alvar 1972: 72-79.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 571
refieran a cosas conocidas entre los indígenas colombianos, mientras que torti-
lla, que significa “pan de maíz”, puede ser una repercusión de la aclimatación de
la lengua en la Nueva España. El orejón o “varón de la familia real de los incas,
porque se dilataban las orejas encajándose grandes rodajas de madera” nos remi-
te al contacto con el Perú y la difusión posterior de una parte del léxico de este
origen. Son estos indicios los que interpretamos como resultados de las etapas
cronológicas y geográficas de la lengua española. Una vez conquistado un país,
el nuevo léxico podía difundirse con los nuevos conocimientos sin implicar con-
tacto directo o limitarse al uso en la región recién conquistada.
Tras comprobar el origen variado de no pocas voces en las Elegías de varo-
nes ilustres, seguimos con la adopción del vocabulario indígena del norte de
Sudamérica, el único que delata con toda seguridad una adaptación regional.
Proceden de la gran familia del caribe continental algunas voces que, sin
necesidad de indicar el origen específico de cada una, demuestran el arraigo de
algunos indigenismos en la lengua española de la Colombia y Venezuela de
entonces. No se conoce el origen exacto de las siguientes voces cuyo carácter en
parte histórico evoco con su pura sonoridad: báquira “pécari”, baroda “conchas
para hacer collares”, cachama “especie de pez”, caracara “especie de ñame”,
chica “planta sarmentosa”, mamón “árbol”, manatí, mara “árbol”, mayo “perro
mudo”, múcura “cántaro”, piache “hechicero, brujo, sacerdote”, pito “insecto
hematófago”, tococo “alcatraz”, ture “asiento”; guaica “asta, dardo”, coche
“venado”, guapo “raíz comestible”, paracaguá “joyel de oro”, cotuprís “planta
sapindácea”, cimiruco “cereza silvestre”, curibijure “planta bromeliácea”, yopa
“polvo vegetal que embriaga alucinando”; y del cumanagoto en particular: auya-
ma “especie de calabaza”, caracuey “planta de la América tropical”, caricurí
“sortijón de oro bajo”, guacharaca “ave gallinácea”, guaricha “mujer”, hayo
“variedad de la coca”, maçato “bebida fermentada”, maco “fruta de gusto pareci-
do a la castaña”, mico “mono”, moconí “vasallo”, pericaguaro “achira”, totuma
“calabaza; recipiente que de ella se hace”1018. Estas palabras designan plantas,
animales y artefactos, y algunas son denominaciones de personas como itoto,
piache, guaricha y moconí, entrando por completo en los campos de terminolo-
gías populares conocidos.
Manifiesta su limitada relevancia el chibcha con abira “dios”, aíra “hijo de su
seno”, mohán “hechicero, brujo”, xeque “hechicero”, saga “días del ayuno”,
moque “resina usada para sahumerios”, cipa “señor supremo”, uzaque “título nobi-
liario”, maure “zarcillo”, chaguala “joya de oro redonda”, grupo “joyel”, gacha
“vasija para elaborar la sal”, úquira “ave como un faisán”, civís “red para cazar”,
1018
Cf. M. Alvar 1972: 81-82.
4. CONDICIONES DE LA DIFERENCIACIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA 573
1019
M. Alvar 1972: 94.
1020
Cf. J. J. Montes Giraldo, et al. 1986.
574 JENS LÜDTKE
1
Cf. E. Martinell Gifre 1988 y 1994.
2
J. Lüdtke 2002.
578 JENS LÜDTKE
en el tiempo. En esta línea hemos seguido el paso de la lengua a las Islas Cana-
rias, a las Antillas y a Castilla del Oro, tomando en cuenta los enlaces de La
Española con Cuba, la Nueva España y las subsiguientes proyecciones en esta
dirección, de La Española con Tierra Firme, desatendiendo al norte de Sudaméri-
ca que corresponde al período posterior al período de orígenes común, y la pro-
yección hacia los países andinos desde Panamá. Hemos presentado los testimo-
nios de Pedro Cieza de León y Juan de Castellanos para marcar la distancia
cronológica y regional manifiesta en el léxico del Nuevo Reino de Granada.
Éstos muestran que, aparte de los contactos iniciales, los límites cronológicos
posteriores no son tajantes.
Cada descubrimiento prometedor en Tierra Firme, Yucatán y la Nueva Espa-
ña en las costas septentrionales de Sudamérica, atrae a pobladores, dejando des-
pobladas las islas una tras otra a lo largo de aproximadamente treinta años. Esta
redistribución poblacional tiene dos consecuencias directas: por un lado, se
implanta la lengua tal como se había formado en las islas por las tierras del con-
tinente, alargando de este modo la fase antillana fuera de su espacio geográfico
originario; por otro lado, esta lengua así constituida manifiesta pocos cambios al
principio de las expansiones continentales, según el testimonio tanto de los docu-
mentos oficiales como de las crónicas. Estas observaciones permiten extraer una
conclusión importante respecto a la utilización de las fuentes. A falta de atesti-
guaciones anteriores, éstas se pueden aprovechar a condición de que continúen
directamente rasgos antillanos en el léxico; los otros fenómenos que no sean
léxicos no pueden dar fe de la configuración de la lengua de los orígenes en
América. De cualquier modo que se aprecie este aporte documental, su localiza-
ción cronológica se desume de la cita correspondiente que se puede revalorizar
en otra forma si se considera oportuno.
Al comparar la esclavización de los indígenas canarios que tenía el objetivo
de financiar la empresa de la conquista y el exterminio de los indios antillanos y
panameños, ambos fenómenos son los resultados de intenciones idénticas, es
decir, aprovecharse de los indígenas, con la diferencia de que los indios se podí-
an emplear en la extracción del oro, lo cual causó su mortandad, mientras que los
canarios no ofrecían ninguna ventaja económica aparte de ser mercancía. Por lo
demás, existe la misma distinción entre canarios de paces y de guerra como
entre estas categorías en las Indias, con el agravante de que los indios de guerra
se consideraban con frecuencia caribes, o sea antropófagos. Ante estas actitudes
de los soldados y colonos, el llamado aindiamiento de los españoles me parece,
más allá de la adopción de nuevas costumbres alimenticias y la convivencia con
mujeres indias, puro sentimentalismo.
La consecuencia del declive demográfico de las Antillas es el paulatino repo-
blamiento mediante esclavos negros y posteriormente con grupos de pobladores
580 JENS LÜDTKE
canarios, básicamente durante los dos últimos siglos de la época colonial. Este
proceso, sin embargo, pertenece ya a la historia del español antillano como histo-
ria regional y no se ha considerado aquí. Debido a estos vericuetos demográficos,
no podemos saber sin estudios históricos profundizados si el estado presente del
español del Caribe delata una transmisión ininterrumpida o si está motivado por
la reintroducción de otros lugares del mundo hispánico, sobre todo de Canarias.
Las Islas Canarias no fueron una tierra plenamente colonial. En más de un
siglo se formó una sociedad que era una réplica de la sociedad española com-
puesta de elementos poblacionales no del todo idénticos a la peninsular, en la
cual predominaban los andaluces y portugueses, mientras que los autóctonos se
asimilaban pronto o se marginaban. La explotación de tipo colonial se manifestó
en el cultivo de la caña de azúcar, realizado mediante un fuerte contingente de
mano de obra esclava, y su comercialización internacional. Si hay una propaga-
ción del español canario, ésta parte de Gran Canaria y Tenerife y cobra mayor
importancia desde el siglo XVII. Las huellas tempranas son difícilmente detecta-
bles en el español de América; se entiende que, por ejemplo, no se usen los pre-
hispanismos canarios para designar la realidad americana tan diferente de la
canaria ni que se impongan en las Antillas los pocos españoles emigrados a las
Indias que con anterioridad se habían aclimatado en las Islas Canarias. Así, las
islas son tierras de tránsito, sin que se haya logrado probar una notable impronta
temprana del español canario en el período de orígenes americano.
El escenario cambió completamente en las Antillas y Tierra Firme. El español
antillano primordial se formó en torno al eje que enlazaba Santo Domingo con
Puerto Plata así como, hasta 1508, con otros asentamientos más en el interior y
algunas villas costeras tras la llegada de Ovando, porque a partir de 1508 empie-
za la proyección de los españoles hacia las otras Antillas y Castilla del Oro. En
realidad, la fase formativa efectiva duró sólo quince años, lo cual se deduce del
hecho de que el español antillano haya llegado a Tierra Firme plenamente forma-
do en su sustancia. Tras muchos tanteos y una vacilación inicial entre una explo-
tación colonial de las minas de oro, sobre todo a partir del centro que fue Santo
Domingo, del cual partían igualmente las cabalgadas, actividades que implican
la estructura de una factoría, y el asentamiento duradero los pobladores de las
Antillas, la implantación poblacional en las Indias se decantó por la segunda
forma. El asentamiento estable fue la condición imprescindible para que se for-
maran nuevas formas de convivencia y, por lo tanto, una comunidad lingüística
nueva. La toma de posesión de La Española y de las islas vecinas llevó a la cons-
titución de un modelo plenamente colonial, en vísperas de la Europa moderna,
por los pobladores que no regresaron a España, sino que optaron resueltamente
por el nuevo continente y crearon una colonia sin precedente medieval, de la
cual examinamos los aspectos lingüísticos y culturales documentables en las
5. UN BALANCE 581
3
Cf. E. Mira Caballos 1997: 76-77.
4
J. Lüdtke 2007a.
582 JENS LÜDTKE
origen indiano del texto y las innovaciones que implica, el nivel de los conoci-
mientos del autor y los destinatarios peninsulares.
El ritmo del cambio en las diferentes áreas de la lengua fue altamente des-
igual. Si hubo cambio en la gramática, la fonología y la fonética, improbable en
un lapso de tiempo tan corto, no se documenta con la claridad deseable como
para delimitar los caracteres de la lengua española del período de orígenes. En
cuanto al fundamento o la base gramatical y fonológica del español en las nuevas
tierras, hay trasplante de la lengua, no cambio perfectamente perceptible. Esta
lengua trasplantada era diferente en las Islas Canarias y el Caribe como eran
diferentes los primeros cambios en ambas regiones. En una visión realista son
únicamente estos cambios los que avalan la delimitación de un período de oríge-
nes. Se podría argumentar que la parcela de la lengua que se estudia en estas
páginas no justifica el reconocimiento de tal período. Mi conclusión, sin embar-
go, es muy otra: la extrañeza de los cambios culturales ocultados en las voces
patrimoniales que designan una realidad inédita y manifestados en las nuevas
creaciones españolas y los préstamos, unidos al cambio radical de las condicio-
nes del desarrollo de la lengua –pues tras treinta años la mayoría de los españoles
asentados en las Antillas y Panamá habían migrado hacia México y el Perú, for-
mando los centros de irradiación lingüística más importantes del continente–
acapara tanto la conciencia lingüística de los coetáneos, atestiguada con abun-
dancia en las crónicas y otras obras, como nunca jamás en testimonios posterio-
res que suelen limitarse a fenómenos regionales, que debe servir de criterio deli-
mitador. Se nota una enorme distancia entre lo que buscan muchos historiadores
de la lengua, la koiné, y lo que se encuentra, el cambio cultural. En la presente
obra se ha tomado la decisión de tomar como base los fenómenos cuya existen-
cia está avalada por las fuentes.
APÉNDICE
Hermann Paul
La gramática histórica y el verdadero objeto del investigador de la lengua1
1
Hermann Paul (51920): Prinzipien der Sprachgeschichte. Tübingen: Niemeyer: 23-24;
traducción de Jens Lüdtke; revisión de Edgar Alberto Madrid Cervín; cf. Hermann Paul
(1970): Princípios fundamentais da história da língua. Tradução de Maria Luisa Schemann.
Lisboa: Fundação Calouste Gubelkian: 33-34.
584 JENS LÜDTKE
Abreviaciones y siglas
Grand Robert Rey, Alain (dir.) (22001): Le Grand Robert de la langue française. 6 vols.
Paris: Dictionnaires Le Robert.
Hespéris Hespéris. Bulletin de l’Institut des Hautes Études Marocaines. Rabat.
HL Historiografía Lingüística. Amsterdam/Philadelphia: John Benjamins.
HSK 23.1-3 Ernst, Gerhard/Gleßgen [Glessgen], Martin-Dietrich/Schmitt, Christ-
ian/Schweickard, Wolfgang (eds.) (2003, 2006, 2008): Romanische
Sprachgeschichte. Histoire linguistique de la Romania. Ein interna-
tionales Handbuch der Geschichte der romanischen Sprachen. Manuel
international d’histoire linguistique de la Romania. 3 vols. Berlin/New
York: Walter de Gruyter (Handbücher zur Sprach- und Kommunikation-
swissenschaft. Handbooks of Linguistics and Communication Sciences.
Manuels de linguistique et des sciences de communication. Heraus-
gegeben von/Edited by/Édités par Herbert Ernst Wiegand. Band 23.1-3).
Iberoromania Iberoromania. München (1969-1976)/Tübingen (1976-).
IP Investigación y Progreso. Buenos Aires.
JSA Journal de la Société des Américanistes de Paris. Paris.
Khipu Khipu. Zweisprachige Zeitschrift für den Kulturaustausch. Münster.
LEA Lingüistica Española Actual. Madrid.
Lexis Lexis. Revista de Lingüística y Literatura. Lima.
Linguistica Linguistica. Ljubljana.
Lingüística Lingüística. Publicación de la Asociación de Lingüística y Filología de
la América Latina.
LiS Language in Society. Cambridge/New York: Cambridge University
Press.
LtA Lletres Asturianes. Oviedo: Academia de la Llingua Asturiana,
MC El Museo Canario. Las Palmas de Gran Canaria.
NR Neue Romania. Veröffentlichungen des Studienbereichs Neue Romania
des Instituts für Romanische Philologie der Freien Universität Berlin.
NRFH Nueva Revista de Filología Hispánica. México, D. F.
NTS Norsk Tidsskrift for Sprogvidenskap. Oslo.
PMLA Publications of the Modern Language Association of America. New
York.
RDTP Revista de Dialectología y Tradiciones Populares. Madrid: Instituto
“Miguel de Cervantes”/CSIC.
RET Revista Española de Teología. Madrid.
RHC Revista de Historia Canaria. Dedicada a estudios de historia, lingüística
y literatura relacionados con las Islas Canarias. La Laguna (Tenerife):
Universidad de La Laguna.
RHL Revista de Historia. La Laguna (Tenerife).
RHLE Revista de Historia de la Lengua Española. Madrid: Arco/Libros.
RICP Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña. San Juan (Puerto Rico).
RJb Romanistisches Jahrbuch. Berlin: Walter de Gruyter.
RRL Revue Roumaine de Linguistique. Bucureşti.
BIBLIOGRAFÍA 589
Obras citadas
ABREU GALINDO, Juan de (21977): Historia de la conquista de las siete islas de Gran
Canaria. Edición crítica con introducción, notas e índice por Alejandro Cioranescu.
Santa Cruz de Tenerife: Goya (11848).
ACOSTA, P. José de (1954): Obras. Estudio preliminar y edición del P. Francisco Mateos.
Madrid: Atlas.
AGUIRRE BELTRÁN, Gonzalo (21970): La población negra de México. 1519-1810. Estudio
etnohistórico. México, D. F.: FCE.
ALATORRE, Antonio (1989): Los 1001 años de la lengua española. México, D. F.: FCE/El
Colegio de México.
ALBA C., M. M. [Alba Carranza, Manuel María] (1950): Introducción al estudio de las
lenguas indígenas de Panamá. Panamá: Imprenta Nacional.
ALBERRO, Solange (1992): Del gachupín al criollo o de cómo los españoles de México
dejaron de serlo. México, D. F.: El Colegio de México [edición original en francés
(1992): Les Espagnols dans le Mexique colonial. Histoire d’une acculturation. Paris:
Armand Colin].
ALBRECHT, Jörn (1986): “‘Substandard’ und ‘Subnorm’. Die nicht-exemplarischen Aus-
prägungen der ‘Historischen Sprache’ aus varietätenlinguistischer Sicht”. En: Holtus,
Günter/Radtke, Edgar (eds.): Sprachlicher Substandard. Tübingen: Niemeyer, 65-88.
ALBUQUERQUE, Luís de (1987): Gil Eanes, o Cabo Bojador. Lisboa: Academia de Marinha.
590 JENS LÜDTKE
— (1989): Décadas del Nuevo Mundo. Traducción de Joaquín Torres Asensio. Madrid:
Polifemo.
ANTONIL, André João (1982): Cultura e opulência do Brasil. Belo Horizonte: Editora Ita-
tiaia.
ARCE, Joaquín (1971): “Significado lingüístico-cultural del diario de Colón”. En: Arce,
Joaquín/Gil Esteve, Manuel (eds.): Diario de a bordo de Cristóbal Colón. [Alpigna-
no]: Imprenta de A. Tallone, 11-28.
ARIAS ÁLVAREZ, Beatriz (1997): El español de México en el siglo XVI. Estudio filológico
de quince documentos. México, D. F.: UNAM.
ARMISTEAD, Samuel G. (2007): La tradición hispano-canaria en Luisiana. Las Palmas de
Gran Canaria: Anroart Ediciones.
ARRANZ MÁRQUEZ, Luis (1991): Repartimientos y Encomiendas en la Isla Española (El
Repartimiento de Alburquerque de 1514). Madrid: Fundación García Arévalo.
ASCHE, Susanne/GALL, Wolfgang M. (2006): Neue Welt und altes Wissen. Wie Amerika zu
seinem Namen kam. Eine Ausstellung mit Kostbarkeiten der Offenburger Bibliothek.
Offenburg: Fachbereich Kultur der Stadt Offenburg.
ASCHENBERG, HEIDI (1999): Kontexte in Texten. Umfeldtheorie und literarischer Situa-
tionsaufbau. Tübingen: Niemeyer.
ASCHENBERG, Heidi/WILHELM, Raymund (eds.) (2003): Romanische Sprachgeschichte
und Diskurstraditionen. Tübingen: Niemeyer.
AUDIENCIA DE PANAMÁ (1908): “Descripción de Panamá y su provincia sacada de la rela-
ción que por mandado del Consejo hizo y embió aquella Audiencia (Año 1607)”. En:
[Serrano y Sanz, Manuel (ed.)]: Relaciones históricas y geográficas de América Cen-
tral. Madrid: Librería General de Victoriano Suárez, 137-218.
ÁVILA, Raúl (1999): “Sobre semántica social: conceptos y estratos en el español de Méxi-
co”. En: íd.: Estudios de semántica social. México, D. F.: El Colegio de México, 59-
104.
AZNAR VALLEJO, Eduardo (1983): La integración de las Islas Canarias en la Corona de
Castilla (1478-1520). Aspectos administrativos, sociales y económicos. La Laguna
(Tenerife): Secretariado de Publicaciones de la Universidad de La Laguna (21992).
— (ed.) (1990): La Pesquisa de Cabitos (1476/77). Las Palmas de Gran Canaria: Cabil-
do Insular de Gran Canaria.
— (21992): La integración de las Islas Canarias en la Corona de Castilla (1478-1526).
Sevilla/La Laguna (Tenerife): Universidad de Sevilla/Universidad de La Laguna
(11983).
BALLESTEROS GAIBROIS, Manuel (1987): La novedad indiana. Noticias, informaciones y
testimonios del Nuevo Mundo. Madrid: Alhambra.
BALLY, Charles (41965): Linguistique générale et linguistique française. Berne: Francke.
BARBERINI, Santi Emanuele (1980): “Un particolare aspetto del contributo di Pietro Mar-
tire d’Anghiera, attraverso le sue opere, alla conoscenza del Nuovo Mondo’”. En:
Pietro Martire d’Anghiera nella storia e nella cultura. Secondo Convegno Interna-
zionale di Studi Americanistici. Genova: Associazione Italiana Studi Americanistici,
195-218.
BIBLIOGRAFÍA 593
— (1984): Léxico hispanoamericano del siglo XIX. Madison (WI): Hispanic Seminary of
Medieval Studies.
— (21985): Índice geobiográfico de más de 56 mil pobladores de la América hispánica.
I. 1493-1519. México, D. F.: FCE (11964).
BRAMWELL, David y Zoë I. (1987): Historia natural de las Islas Canarias. Guía básica.
Alarcón (Madrid): Rueda.
BRÉAL, Michel (31897): Essai de sémantique. Science des significations. Paris: Hachette.
BUESA OLIVER, Tomás/ENGUITA UTRILLA, José María (1992): Léxico del español de Amé-
rica. Su elemento patrimonial e indígena. Madrid: MAPFRE.
BÜHLER, Karl (21961): Teoría del lenguaje. Traducción del alemán por Julián Marías.
Madrid: Revista de Occidente (11950) [edición original en alemán (1934): Sprachthe-
orie. Jena: Gustav Fischer].
BURCKHARDT, Jacob (1971): Reflexiones sobre la historia universal. Prólogo de Alfonso
Reyes. Traducción de Wenceslao Roces. México, D. F.: FCE (título original: Weltge-
schichtliche Betrachtungen. Stuttgart: Kröner: 1938; 11905).
BUSNEL, René-Guy/CLASSE, André (1976): Whistled Languages. Berlin: Springer.
BUSTOS TOVAR, José Jesús de (2004): “La escisión latín-romance. El nacimiento de las
lenguas romances”. En: Cano Aguilar, Rafael (coord.): 257-290.
BUSTOS TOVAR, José Jesús de/CANO AGUILAR, Rafael (eds.) (2009): La obra de Lapesa
desde la filología actual. Madrid: Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales.
CÁCERES LORENZO, María Teresa (1998): “La incorporación de los lusismos en los oríge-
nes del español de Canarias”. En: ACIHLE IV, 2, 445-453.
CÁCERES LORENZO, María Teresa/SALAS PASCUAL, Marcos (1995): Los nombres de las
plantas canarias. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo Insular de Gran Canaria.
CADDEO, Rinaldo (ed.) (1929): Le navigazioni atlantiche di Alvise da Ca’ da Mosto, Anto-
niotto Usodimare e Niccoloso da Recco. Milano: Alpes.
CAMACHO Y PÉREZ GALDÓS, Guillermo (1961): “El cultivo de la caña de azúcar y la indus-
tria azucarera en Gran Canaria (1510-1535)”. En: AEAt 7, 11-70.
CANDAU DE CEVALLOS, María del C. (1985): Historia de la lengua española. Potomac
(MD): Scripta Humanistica.
CANO AGUILAR, Rafael (1988): El español a través de los tiempos. Madrid: Arco/Libros
(31997).
— (coord.) (2004): Historia de la lengua española. Barcelona: Ariel.
CARAVEDO, Rocío (1992): “Espacio y modalidades lingüísticas en el español del Perú”.
En: Hernández Alonso, César (ed.): 719-741.
CÁRDENAS RUÍZ, Manuel (ed.) 1981): Crónicas francesas de los indios caribes. Recopila-
ción, traducción y notas de Manuel Cárdenas Ruíz. Introducción de Ricardo E. Ale-
gría. Río Piedras (Puerto Rico): Universidad de Puerto Rico, en colaboración con el
Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.
CARLOS II (1681): Recopilacion de leyes de los Reynos de Indias. 4 tomos. Madrid: Julián
de Paredes [reproducción en facsímil (1973). Prólogo de Ramón Menéndez Pidal.
Estudio preliminar de Juan Manzano Manzano. 4 tomos. Madrid: Cultura Hispánica].
CARR, Edward Hallett (21987): What is history? Harmondsworth/etc.: Penguin.
BIBLIOGRAFÍA 595
— (1990): “El español de América y la unidad del idioma”. En: I Simposio de Filolo-
gía Iberoamericana (Sevilla, 26 al 30 de marzo de 1990). Zaragoza: Libros Pórtico,
43-75.
— (21991): “Introducción al estudio estructural del léxico”. En: íd.: Principios de semán-
tica estructural. Madrid: Gredos: 87-142 (versión española de Coseriu 1966).
— (1992): Competencia lingüística. Elementos de la teoría del hablar. Madrid: Gredos.
— (1999): “Nuevos rumbos en la toponomástica”. En: Trapero, Maximiano: 15-24.
— (2006): “Orationis fundamenta. La plegaria como texto”. En: íd./Loureda Lamas,
Óscar: Lenguaje y discurso. Pamplona: Universidad de Navarra, 61-83.
— (2007): Lingüística del texto. Introducción a la hermenéutica del sentido. Edición,
anotación y estudio previo de Óscar Loureda Lamas. Madrid: Arco/Libros.
COVARRUBIAS OROZCO, Sebastián de (1994): Tesoro de la lengua castellana o española.
Edición de Felipe C. R. Maldonado, revisada por Manuel Camarero. Madrid: Castalia
(11611).
CRIADO DE VAL, Manuel (21969): Teoría de Castilla la Nueva. La dualidad castellana en
la lengua, la literatura y la historia. Madrid: Gredos.
CROCE, Benedetto (1956): “La letteratura dialettale riflessa, la sua origine nel Seicento e
il suo ufficio storico”. En: íd.: Uomini e cose della vecchia Italia. Vol. I. Bari: Later-
za, 225-234.
CUERVO, Rufino José (1901, 1903): “El castellano en América”. En: BH 3, 35-62; 5, 58-77.
— (1947): El castellano en América. Precedido de un estudio sobre Rufino José Cuervo
por Rodolfo M. Ragucci. Buenos Aires: El Ateneo.
— (21987): Obras. Presentación de Félix Restrepo. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo.
— (1987a): Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano. Bogotá: Instituto Caro y
Cuervo (Obras, tomo II; 71939; 11867).
— (1987b): “Castellano popular y castellano literario”. En: íd.: 415-753.
CULLÉN DEL CASTILLO, Pedro (ed.) (21995): Libro Rojo de Gran Canaria o Gran Libro de
provisiones y reales cédulas. Introducción de Pedro Cullén del Castillo. Presentación
de Francisco Morales Padrón. Revisión, ordenación e índices de Manuel Lobo Cabre-
ra. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo Insular de Gran Canaria (11947).
CUNEO, Miguel de (1984): “Relación de Miguel de Cuneo”. En: Gil, Juan/Varela, Con-
suelo (eds.): 235-260.
CHACÓN Y CALVO, José María (ed.) (1929): Cedulario cubano (Los orígenes de la coloni-
zación). 3 vols. Madrid: Compañía Iberoamericana de Publicaciones.
CHEZ CHECO, José (ed.) (1978): El aje. Un enigma descifrado. Santo Domingo: Museo
del Hombre Dominicano.
CHIL Y NARANJO, Gregorio (1876, 1880, 1899): Estudios históricos, climatológicos y
patológicos de las Islas Canarias. Las Palmas de Gran Canaria: Imp. de La Atlántida.
CHOY LÓPEZ, Luis Roberto (1999): Periodización y orígenes en la historia del español de
Cuba: València: Tirant lo Blanch.
— (2002): “El radicalismo de la koiné antillana”. En: ACIHLE V, 1137-1142.
DACAL MOURE, Ramón/RIVERO DE LA CALLE, Manuel (1984): Arqueología aborigen de
Cuba. La Habana: Gente Nueva.
BIBLIOGRAFÍA 599
ción original en italiano (1975): La natura delle Indie nuove, da Cristoforo Colombo
a Gonzalo Fernández de Oviedo. Milano: Ricciardi].
GIBSON, Charles (1967): Los aztecas bajo el dominio español (1519-1810). Traducción
de Julieta Campos. México, D. F.: Siglo XXI [edición original en inglés (1964): The
Aztecs under Spanish Rule. A History of the Indians of the Valley of Mexico, 1519-
1810. Stanford (CA): Stanford University Press].
GIESE, Wilhelm (1949): “Acerca del carácter de la lengua guanche”. En: RHC 15, 188-
203.
GIL, Juan (1992): Mitos y utopías del descubrimiento. I. Colón y su tiempo. Madrid:
Alianza Universidad (11989).
GIL, Juan/VARELA, Consuelo (eds.) (1984): Cartas de particulares a Colón y Relaciones
coetáneas. Madrid: Alianza.
GIMÉNEZ FERNÁNDEZ, Manuel (1953): Bartolomé de las Casas. Vol. I. Sevilla: CSIC.
GLEßGEN, Martin-Dietrich (1997): “Prolegómenos para un Diccionario Histórico de Ame-
ricanismos (1492-1836)”. En: Holtus, Günter/Kramer, Johannes/Schweickard, Wolf-
gang (eds.): Italica et Romanica. Festschrift für Max Pfister zum 65. Geburtstag. Vol.
I. Tübingen: Niemeyer: 403-434.
— (2003): “Historia externa del español en México”. En: HSK 23.1, 979-995.
GOEBL, Hans (1976): “Die Skriptologie – ein linguistisches Aschenbrödel? Vermischtes
zur Methologie einer discipline-carrefour”. En: RRL 21, 65-84.
GOEJE, Claudius Henricus de (1939): “Nouvel examen des langues des Antilles avec
notes sur les langues arawak-maipures et caribes et vocabulaires Shebayo et Guayana
(Guyane)”. En: JSA 31, 1-120.
GOMES, Diogo (1970): “Degli inizi della scoperta della Guinea”. En: Rainero, Romain
(ed.): 97-165.
GÓMEZ GÓMEZ, Margarita (2008): El sello y registro de Indias. Imagen y representación.
Köln/Weimar/Wien: Böhlau.
GÓNGORA, Mario (1962): Los grupos de conquistadores en Tierra Firme (1509-1530).
Fisonomía histórico-social de un tipo de conquista. Santiago de Chile: Universitaria.
GONZÁLEZ OLLÉ, Fernando (1962): Los sufijos diminutivos en el castellano medieval.
Madrid: CSIC (Revista de Filología Española, Anejo LXXV).
— (1978): “El establecimiento del castellano como lengua oficial”. En: BRAE 58, 229-280.
GRANDA, Germán de (1972): “Algunas notas sobre la población negra en las Islas Cana-
rias (siglos XVI-XVIII) y su interés antropológico y lingüístico”. En: RDTP 28, 213-228.
— (1978): Estudios lingüísticos hispánicos, afrohispánicos y criollos. Madrid: Gredos.
— (1978a): “Acerca de los portuguesismos en el español de América”. En: íd.: Estudios
lingüísticos hispánicos, afrohispánicos y criollos. Madrid: Gredos, 139-156.
— (1978b): “Estado actual y perspectivas de la investigación sobre hablas criollas en
Hispanoamérica”. En: íd.: 311-334.
— (1978c): “Un planteamiento sociohistórico del problema de la formación del criollo
portugués del África occidental”. En: íd.: 335-349.
— (1978d): “Léxico de origen náutico en el español del Paraguay”. En: RDTP 34, 233-253.
— (1987): “Puntos sobre algunas íes. En torno al español atlántico”. En: ALH 3, 35-54.
604 JENS LÜDTKE
HOZ, Javier de (1998): “Die iberische Schrift”. En: Die Iberer. Paris/Barcelona/Bonn:
Association Française d’Action Artistique/Ministerio de Educación y Cultura/Funda-
ció “La Caixa”/Kunst- und Ausstellungshalle der Bundesrepublik Deutschland,
207-219.
Información de los Jerónimos, Santo Domingo 1517, manuscrito conservado en el Archi-
vo General de Indias, Sevilla.
IORDAN, Iorgu (1967): Lingüística románica: evolución, corrientes, métodos. Reelabora-
ción parcial y notas de Manuel Alvar. Madrid: Alcalá.
JACOB, Daniel/KABATEK, Johannes (eds.) (2001): Lengua medieval y tradiciones discursi-
vas en la Península Ibérica. Descripción gramatical, pragmática histórica, metodo-
logía. Madrid/Frankfurt am Main: Iberoamericana/Vervuert.
JANSEN, Silke (2011): Indiana submersa. Antillenspanisch und indianisches Substrat:
eine linguistische Archäologie. Halle-Wittenberg (habilitación inédita).
JARA, René/SPADACINI, Nicolás (eds.) (1989): 1492-1992: Re/discovering Colonial Wri-
ting. Ann Arbor: The Prisma Institute.
JAUME I/DESCLOT, Bernat/MUNTANER, Ramon/PERE III (1971): Les cuatre grans cròni-
ques. Revisión del texto, prólogo y notas de Ferran Soldevila. Barcelona: Selecta.
JÁUREGUI, Carlos A. (2008): Canibalia. Canibalismo, calibanismo, antropofagia cultural
y consumo en América Latina. Madrid/Frankfurt am Main: Iberoamericana/Vervuert.
JIMÉNEZ DE LA ESPADA, Marcos (21965): Relaciones geográficas de Indias, Perú. Madrid:
BAE.
JIMÉNEZ GONZÁLEZ, José Juan (1999): Gran Canaria prehistórica. Un modelo desde la
arqueología antropológica. Tenerife/Gran Canaria: Centro de la Cultura Popular
Canaria.
JIMÉNEZ NÚÑEZ, Alfredo (1994): “Equipeya indiana o por qué, a veces, la ley se obedece
pero no se cumple”. En: CIHA V, 3, 265-277.
JIMÉNEZ PATÓN, Bartolomé (1980): “Eloquencia española en arte”. En: Casas, Elena (ed.):
La retórica en España. Madrid: Editora Nacional, 217-373.
JUDGE, JOSEPH/STANFIELD; JAMES L. (1986): “Where Columbus found the New World”.
En. NGM 170: 566-572, 578-599.
KABATEK, Johannes (2005): Die Bolognesische Renaissance und der Ausbau romanisch-
er Sprachen. Juristische Diskurstraditionen und Sprachentwicklung in Südfrankreich
und Spanien im 12. und 13. Jahrhundert. Tübingen: Niemeyer.
— (ed.) (2008): Sintaxis histórica del español y cambio lingüístico: nuevas perspectivas
desde las Tradiciones Discursivas. Madrid/Frankfurt am Main: Iberoamericana/Ver-
vuert.
KAILUWEIT, Rolf (1997): Vom EIGENEN SPRECHEN. Eine Geschichte der spanisch-kata-
lanischen Diglossie in Katalonien (1759-1859). Frankfurt am Main/etc.: Lang.
— (1999): “Los verbos ilocutivos en documentos de Tucumán: cuestiones pragmáticas,
sintácticas y semánticas”. En: Rojas Mayer, Elena M. (ed.): 127-143.
KANY, Charles E. (1962): Semántica hispanoamericana. Madrid: Aguilar [edición origi-
nal en inglés (1960): American-Spanish Semantics. Berkeley (CA): University of
California Press].
BIBLIOGRAFÍA 607
KENISTON, Hayward (1937): The Syntax of Castilian Prose: The Sixteenth Century.
Chicago (IL): University of Chicago Press.
KINZEL, Günter Georg (1976): Die rechtliche Begründung der frühen portugiesischen
Landnahmen an der westafrikanischen Küste zur Zeit Heinrichs des Seefahrers. Göp-
pingen: Kümmerle.
KIRSTEIN, Corinna M. (1997): Textlinguistische Analyse informationsbetonter Textsorten
der spanischen Tageszeitung “El País”. Textumfelder und Methoden der Bezugnahme
auf das Lesevorwissen im Rahmen der Linguistik des Sinns. Frankfurt am Main/etc.:
Peter Lang.
KLOSS, Heinz (21978): Die Entwicklung neuer germanischer Kultursprachen seit 1800.
Düsseldorf: Schwann (11952).
KOCH, Peter (1997): “Diskurstraditionen: zu ihrem sprachtheoretischen Status und ihrer
Dynamik”. En: Frank, Barbara, et al. (eds.): 43-79.
— (2008): “Tradiciones discursivas y cambio lingüístico: el ejemplo del tratamiento
vuestra merced en español”. En: Kabatek, Johannes (ed.): 53-87.
KOCH, Peter/OESTERREICHER, Wulf (1990): Gesprochene Sprache in der Romania:
Französisch, Italienisch, Spanisch. Tübingen: Niemeyer.
— (2001): “Gesprochene Sprache und geschriebene Sprache/Langage parlé et langage
écrit”. En: Holtus, Günter/Metzeltin, Michael/Schmitt, Christian (eds.): Lexikon der
Romanistischen Linguistik (LRL). Vol. I, 2: Methodologie (Sprache in der
Gesellschaft/Sprache und Klassifikation/Datensammlung und –verarbeitung).
Méthodologie (Langue et société/Langue et classification/Collection et traitement
des données). Tübingen: Niemeyer, 584-627 (artículo en francés).
KONETZKE, Richard (1953, 1958, 1962): Colección de documentos para la historia de la
formación social de Hispanoamérica, 1493-1810. Vol. I (1493-1592), 1953; vol. II,
primer tomo (1593-1659), 1958; vol. II, segundo tomo (1660-1690), 1958; vol. III,
primer tomo (1691-1779), 1962; vol. III, segundo tomo (1780-1807), 1962. Madrid:
CSIC.
— (1971): América Latina. II. La época colonial. Madrid: Siglo XXI de España [edición
original en alemán (1965): Die Indianerkulturen Altamerikas und die spanisch-portu-
giesische Kolonialherrschaft. Frankfurt/Main: Fischer-Bücherei].
KRÜGER, Fritz (1914): Studien zur Lautgeschichte westspanischer Mundarten auf Grund
von Untersuchungen an Ort und Stelle. Hamburg: Seminar für romanische Sprachen
und Kultur.
KUNKEL, Günther (1986): Diccionario botánico canario. Manual etimológico. Las Pal-
mas de Gran Canaria: Edirca.
LAJARD, J. (1891): “Le langage sifflé des Canaries”. En: BSAP 2, 469-483.
LAMB, Ursula (1956): Fray Nicolás de Ovando, gobernador de las Indias (1501-1509).
Madrid: CSIC/Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo (Santo Domingo 21977).
— (1963): “La Inquisición en Canarias y un libro de magia del siglo XVI”. En: MCan 24,
113-144.
LANG, Jürgen (1991): Die französischen Präpositionen. Funktion und Bedeutung. Hei-
delberg: Carl Winter.
608 JENS LÜDTKE
— (2000): “The beginnings of a new period in the overseas expansion of Spanish: The
Pesquisa de Pérez de Cabitos (Seville 1477)”. En: Staib, Bruno (ed.): Linguistica
romanica et indiana. Festschrift für Wolf Dietrich zum 60. Geburtstag. Tübingen:
Narr, 291-301.
— (2002): “Ämter im Stadtrecht von Las Palmas de Gran Canaria (1494) und der Beginn
einer hispanoamerikanischen Stadtrechtstradition. Eine Wortschatzskizze”. En: Störl,
Kerstin/Klare, Johannes (eds.): Romanische Sprachen in Amerika. Festschrift für
Hans-Dieter Paufler zum 65. Geburtstag. Frankfurt am Main/etc.: Peter Lang, 287-300.
— (2003): “Los primeros contactos entre la lengua canaria y las lenguas europeas”. En:
ACIEC I, 153-193.
— (2007): “Las corrientes de la hispanización lingüística de Hispanoamérica”. En: ACAIH
XV, 1, 123-147.
— (2007a): “Lengua y discurso latinizantes en la Apologética historia sumaria de fray
Bartolomé de las Casas”. En: Lara, Luis Fernando/Yunuen Ortega, Reynaldo/Teno-
rio, Martha Lilia (eds.): De amicitia et doctrina. Homenaje a Martha Elena Venier.
México, D. F.: El Colegio de México, 437-451.
— (2008): “Las vías de comunicación en la expansión ultramarina de la lengua española
y su diferenciación léxica: el ejemplo de estancia”. En: Albrecht, Jörn/Harslem, Frank
(eds.): Heidelberger Spätlese. Ausgewählte Tropfen aus verschiedenen Lagen der
spanischen Sprach- und Übersetzungswissenschaft. Festschrift anlässlich des 70.
Geburtstages von Prof. Dr. Nelson Cartagena. Bonn: Romanistischer Verlag, 133-
147.
— (2008a): “Panamá, el trampolín de la expansión hacia los países andinos en el siglo
XVI”. En: ACIHLE VII, 2, 1625-1638.
— (2009): “La deixis en los entornos de un documento colonial. La carta de Vasco
Núñez de Balboa del 20 de enero de 1513 a Fernando el Católico”. En: Haßler,
Gerda/Volkmann, Gesina (eds.): Deixis y modalidad en textos narrativos. Münster:
Nodus, 47-69.
— (2010): “Acerca de la constitución temprana de la norma culta del español en Améri-
ca”. En: Iliescu, Maria/Siller-Runggaldier, Heidi/Danler, Paul (eds.): XXVe Congrès
International de Linguistique et de Philologie Romanes (Innsbruck, 3-8 septembre
2007). Berlin/New York: De Gruyter: 605-614.
— (2011): La formación de palabras en las lenguas románicas. Su semántica en diacro-
nía y sincronía. Traducción de Elisabeth Beniers, aumentada y elaborada en parte por
el autor y revisada por Carlos Gabriel Perna. México, D. F.: El Colegio de México
[edición original en alemán (2005): Romanische Wortbildung. Inhaltlich – diachro-
nisch – synchronisch. Tübingen: Stauffenburg].
— (2011a): “Hacia la separación gráfica de las preposiciones y de los determinantes
nominales en el período de orígenes”. En: Enghels, Renata/Meulleman, Machteld/
Vanderschueren, Clara (eds.): Peregrinatio in Romania. Artículos de homenaje a
Eugeen Roegiest con motivo de su 65 cumpleaños. Gent: Academia Press, 123-134.
— (2011b): “Los entornos en la historia de la lengua española en América”. En: Váz-
quez Laslop, María Eugenia/Zimmermann, Klaus/Segovia, Francisco (eds.): De la
BIBLIOGRAFÍA 613
MARTIUS, Carl Friedrich Philipp von (21867): Beiträge zur Ethnographie und
Sprachenkunde Südamerikas, zumal Brasiliens. II: Zur Sprachenkunde. Leipzig:
Friedrich Fleischer (11863, reimpresión 1969).
— (1969): Wörtersammlung brasilianischer Sprachen. Glossaria linguarum Brasilien-
sium. Glossarios de diversas lingoas e dialectos, que fallao os Indios no imperio do
Brazil. Wiesbaden: Dr. Martin Sändig (= 21867).
MATUS, Alfredo/DARGHAM, Soledad/SAMANIEGO, José Luis (1992): “Notas para una his-
toria del español en Chile”. En: Hernández Alonso, César (ed.): 543-564.
MCALISTER, Lyle N. (1984): Spain and Portugal in the New World, 1492-1700. Lon-
don/etc.: Oxford University Press.
MEDIN, Tzvi (2009): Mito, pragmatismo e imperialismo. La conciencia social en la con-
quista del imperio azteca. Madrid/Frankfurt am Main: Iberoamericana/Vervuert.
MEDINA LÓPEZ, Javier (1994): “El español de Canarias a través de las Fuentes Rerum
Canariarum: aproximación histórico-lingüística”. En: ALH 10, 217-237.
— (1995): El español de América y Canarias desde una perspectiva histórica. Madrid:
Verbum.
— (1995): “Onomástica del español de Canarias: primeras fuentes”. En: Lexis XIX, 1, 1-57.
— (1999): El español de Canarias en su dimensión atlántica. València: Universitat de
València.
— (2003): “Historia externa del español en las Islas Canarias”. En: HSK 23.1, 1052-1060.
MEDINA LÓPEZ, Javier/CORBELLA DÍAZ, Dolores (eds.) (1996): El español de Canarias
hoy: análisis y perspectivas. Madrid/Frankfurt am Main: Iberoamericana/Vervuert.
MEILLET, Antoine/COHEN, Marcel (dirs.) (1952): Les langues du monde. Paris: H. Champion.
MENA GARCÍA, María del Carmen (1984): La sociedad de Panamá en el siglo XVI. Sevilla:
Excma. Diputación Provincial de Sevilla.
MENDIETA, fray Gerónimo de (1973): Historia eclesiástica indiana. 2 vols. Madrid:
Atlas/BAE.
MENDOZA QUIROGA, José G. (1992): “El castellano del siglo XVI en Bolivia”. En: Hernán-
dez Alonso, César (ed.): 413-436.
MENÉNDEZ PIDAL, Ramón (1926): Orígenes del español. Estado lingüístico de la Penín-
sula Ibérica hasta el siglo XI. Madrid: Espasa-Calpe (31976).
— (1940): “La lengua de Cristóbal Colón”. En: BH 42, 5-28 [reimpreso en: íd. (1942): La
lengua de Cristóbal Colón, el estilo de Santa Teresa y otros estudios sobre el siglo
XVI. Madrid: Espasa-Calpe, 11-47].
— (1950): “La lengua en tiempo de los Reyes Católicos (del retoricismo al humanis-
mo)”. En: CH 5, 9-24.
— (1962): “Sevilla frente a Madrid. Algunas precisiones sobre el español de América”.
En: Catalán, Diego (ed.): Estructuralismo e historia. Miscelánea homenaje a André
Martinet. Vol. III. La Laguna (Tenerife): Universidad de La Laguna: 99-165.
— (2005): Historia de la lengua española. 2 vols. Madrid: Fundación Ramón Menéndez
Pidal/Real Academia Española.
METZELTIN, Michael (1970): Die Terminologie des Seekompasses in Italien und auf der
Iberischen Halbinsel bis 1600. Basel: Apollonia.
BIBLIOGRAFÍA 615
RODRÍGUEZ MOREL, Genaro (2004): “The sugar economy of Española in the sixteenth
century”. En: Schwartz, Stuart B. (ed.): 85-114.
ROHLFS, Gerhard (1954): “Contribución al estudio de los guanchismos en las Islas Cana-
rias”. En: RSEL 38, 83-99.
ROJAS MAYER, Elena M. (1985): Evolución histórica del español en Tucumán entre los
siglos XVI y XIX. Tucumán: UNT.
— (ed.) (1998): Estudios sobre la historia del español de América. Tucumán: UNT.
— (1998a): “Los tipos textuales en los documentos coloniales de Hispanoamérica entre
los siglos XVI y XIX”. En: íd. (ed.): 9-28.
— (ed.) (1999): Estudios sobre la historia del español de América. Vol. II. Tucumán:
UNT/INSIL/Facultad de Filosofía y Letras.
— (ed.) (1999a): Documentos para la historia lingüística de Hispanoamérica. Siglos XVI
a XVIII. Madrid: Asociación de Lingüística y Filología de América Latina, Comisión
de Estudio Histórico del Español de América, CD-ROM.
ROJAS MAYER, Elena M./MALDONADO, Silvia (1993): “Tucumán”. En: Fontanella de
Weinberg, María Beatriz (ed.): 261-355.
ROMERO CASTILLO, José (1989): “Rasgos kinésicos en el Diario de Cristóbal Colón”. En:
Criado de Val, Manuel (ed.): Literatura hispánica. Reyes Católicos y descubrimiento.
Barcelona: PPU, 115-124.
ROMERO LEMA, Francisco (1969): La lengua de Cristóbal Colón. A Coruña: Moret.
RONQUILLO RUBIO, Manuela (1991): Los orígenes de la Inquisición en Canarias, 1488-
1526. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo Insular de Gran Canaria.
RONSARD, PIERRE (1963): Poésies choisies. Paris: Garnier.
ROSA OLIVERA, Leopoldo de la/MARRERO RODRÍGUEZ, Manuela (eds.) (1986): Acuerdos
del Cabildo de Tenerife. Vol. V: 1525-1533. San Cristóbal de la Laguna: Instituto de
Estudios Canarios.
ROSA OLIVERA, Leopoldo de la/SERRA RÁFOLS, Elías (1949): El Adelantado D. Alonso de
Lugo y su residencia por Lope de Sosa. La Laguna (Tenerife): CSIC/Instituto de Estu-
dios Canarios.
ROSENBLAT, Ángel (1954): La población indígena y el mestizaje en América. 2 vols. Bue-
nos Aires: Nova.
— (1965): La primera visión de América y otros estudios. Caracas: Ministerio de Educación.
— (1977): Los conquistadores y su lengua. Caracas: Universidad Central de Venezuela.
ROTH, Wolfgang (1986): “La problemática de la historiografía de la lengua y el español
de América”. En: ACIEA II, 265-272.
ROUSE, Irving (1992): The Tainos: Rise & Decline of the People Who Greeted Columbus.
New Haven/etc.: Yale University Press.
RUIZ PÉREZ, Pedro (1987): “Sobre el debate de la lengua vulgar en el renacimiento”. En:
Criticón 38, 15-44.
RUMEU DE ARMAS, Antonio (1947, 1950): Piraterías y ataques navales contra las islas
Canarias. 2 vols. Madrid: CSIC.
— (1975): La conquista de Tenerife (1494-1496). Tenerife/Madrid: Aula de Cultura de
Tenerife/Gráficas Uguina [(22006): La Laguna (Tenerife): Instituto de Estudios Cana-
rios].
622 JENS LÜDTKE
— (1993a): “Das documento indiano des 16. Jahrhunderts und die Traditionen des
Sprechens. Anmerkungen zur Textsorte instrucción”. En: Foltys, Christian/Kotschi,
Thomas (eds.): Berliner romanistische Studien. Für Horst Ochse. Berlin: Institut für
Romanische Philologie der Freien Universität Berlin, 423-431 (NR 14).
— (1996): “Tradiciones discursivas en documentos indianos del siglo XVI. Sobre la
‘estructuración del mandato’ en ordenanzas e instrucciones”. En: ACIHLE III, 955-967.
— (1998): “Hacia una tipología de los textos administrativos y jurídicos españoles
(siglos XV-XVII)”. En: Oesterreicher, Wulf/Stoll, Eva/Wesch, Andreas (eds.): 187-217.
— (1998a): Zwei sprachliche Diasysteme im Vergleich: Französisch und Spanisch.
Manuscrito inédito.
WILGUS, A. Curtis (1975): The Historiography of Latin America. A Guide to Historical
Writing, 1500-1800. Metuchen (NY): The Scarecrow Press.
WILHELM, Raymund (2003): “Von der Geschichte der Sprachen zur Geschichte der
Diskurstraditionen. Für eine linguistisch fundierte Kommunikationsgeschichte”. En:
Aschenberg, Heidi/íd. (eds.): 221-236.
WILHELMY, Herbert (1981): Welt und Umwelt der Maya. Aufstieg und Untergang einer
Hochkultur. München/Zürich: R. Piper & Co.
WÖLFEL, Dominik Josef (1931): “Quiénes fueron los primeros conquistadores y obispos
de Canarias”. En: IP 5, 130-136.
— (1965): Monumenta linguae Canariae. Graz: Akad. Druck- und Verlagsanstalt.
— (1979): Leonardo Torriani – Die Kanarischen Inseln und ihre Urbewohner. Eine
unbekannte Bilderhandschrift vom Jahre 1590. Leipzig: K. F. Koehler [(11940):
Hallein: Burgfried; traducción española (1978): Descripción e historia del reino de
las Islas Canarias. Santa Cruz de Tenerife: Goya].
— (1996): Monumenta Linguae Canariae. Monumentos de la lengua aborigen canaria.
Traducción al español de Marcos Sarmiento Pérez. Santa Cruz de Tenerife: Gobierno
de Canarias, Dirección General de Patrimonio Histórico.
ZAMORA MUNNÉ, Juan Clemente (1976): Indigenismos en la lengua de los conquistado-
res. Río Piedras (Puerto Rico): Universitaria.
ZAMORA MUNNÉ, Juan Clemente/GUITART, Jorge (21988): Dialectología hispanoamerica-
na. Salamanca: Almar.
ZAMORA SALAMANCA, Francisco J. (1997): “Contactos lingüísticos entre españoles e indios
en un temprano pleito de la isla Española (año 1509)”. En: Lingüística 9, 195-175.
— (2006): “Mezcla de lenguas en La Española en los primeros tiempos de la conquista”.
En: ACIHLE VI, 3, 2993-2999.
ZÁRATE, Agustín de (1947): “Historia del descubrimiento y conquista de la provincia del
Perú”. En: Vedia, Enrique de (ed.): Historiadores primitivos de Indias. Vol. II. Madrid:
Atlas, 459-574.
ZAVALA, Silvio (1973): La encomienda indiana. Segunda edición revisada y aumentada.
México, D. F.: Porrúa.
— (21984): Estudios indianos. México, D. F.: El Colegio Nacional (11948).
ZUAZO, Alonso de (2000): Cartas y memorias (1511-1539). Prólogo, edición y notas
Rodrigo Martínez Baracs. México, D. F.: CONACULTA.
628 JENS LÜDTKE
— (2000a): “Carta del licenciado Zuazo a monsieur de Chièvres”. En: íd.: 81-104.
ZUNZUNEGUI, José (1941): “Los orígenes de las misiones en las Islas Canarias”. En: RET 1,
361-408.
ZURARA, Gomes Eanes de (1978, 1981): Crónica dos feitos notáveis que se passaram na
conquista da Guiné por mandado do Infante D. Enrique. 2 vols. Lisboa: Academia
Portuguesa da História.
ZYHLARZ, Ernst (1950): “Das kanarische Berberisch in seinem sprachgeschichtlichen
Milieu”. En: ZDMG 100, 403-460.
Í N D I C E D E M AT E R I A S
aclimatación 129, 139, 205, 302, 348, 350, andalucismo 40, 139, 251, 278 n., 347 n.,
351, 556, 558, 569, 571 458, 553
acomodación 326, 330, 421, 498 andaluz 43, 44, 45, 46, 49, 121, 128, 129,
actio 96, 97, 98, 104, 105, 109 134, 139, 197, 237, 251, 305, 308, 325,
acto de habla 80, 85, 95, 99, 100, 103, 105, 330, 356, 375, 414, 458, 577
107, 108, 109, 110, 111, 112, 114, 156, Andes 521, 569, 573
213, 214, 271, 276, 369, 524, 542, 575 andoque 528
adaptación 15, 207, 241, 259, 291, 298, Anglería
299, 301, 303, 305, 322, 330, 348, 399, Pedro Mártir de 190, 358, 360, 364,
401, 426, 432, 437, 444, 459, 463, 468, 370, 405, 429, 430, 435, 442,
502, 546, 569, 572, 581 463, 470, 483, 525, 529, 550, 551,
fonológica 321, 442, 495 562
morfológica 442 animal 231, 260, 263, 286, 287, 378, 379,
administración 69, 78, 95, 106, 218, 219, 380, 388, 400, 426, 427, 428, 435, 436,
220, 224, 230, 269, 358 437, 438, 439, 441, 443, 465, 466, 467,
adopción 36, 41, 42, 50, 166, 213, 296, 298, 490, 511, 512, 513, 514, 515, 517, 519,
304, 357, 436, 477, 539, 572, 579, 581 539, 546, 554, 555
África 127, 138, 158, 161, 165, 177, 188, Antilia 370
189, 197, 199, 203, 231, 232, 236, 239, antillanismo 140, 356, 381 n., 443, 549,
240, 332, 333, 334, 340, 344, 371, 372, 553
381, 383, 419, 461, 462, 474, 513, 533 Antillas 13, 15, 43, 67, 115, 123, 128, 129,
negra 339 133, 134, 135, 136, 145, 146, 148, 150,
aindiamiento 444 n., 456, 579 151, 153, 154, 156, 179, 203, 206, 216,
ajuar 503, 566, 567, 570 218, 219, 227, 233, 243 n., 255, 326,
Algarve 164, 239, 305, 333, 374, 375 327, 347-356, 359 n., 370 n., 371, 377,
allouague 396 378, 380, 385, 389, 390, 391, 392, 394,
ambiente 69, 73, 74, 75, 87, 94, 205, 254, 395, 396, 397, 401, 402, 406, 407, 409 n.,
274, 275, 276, 298, 303 n., 306, 308, 411, 412, 417, 420, 421, 422, 423, 425,
319, 335, 403, 427, 435, 441, 445, 493, 428, 431, 435, 436, 444, 446, 450, 451,
543, 576 452, 454, 458, 462 n., 470, 474, 478,
ámbito 11, 34, 36, 60, 67, 69, 73, 74, 75, 479, 480, 481, 486, 488, 491, 493, 495,
132, 133, 219, 230, 245, 257, 274, 276, 497, 501, 507, 517, 521, 526, 531, 533,
293, 296, 377, 406, 415, 428 n., 440, 535, 536, 537, 538, 545, 548, 553, 556,
463, 474, 516, 546 557, 558, 559, 562, 563, 564, 571, 573,
americanismo 116, 139, 140, 142, 145, 216, 578, 579, 580, 581, 582
435, 458 n., 550, 559, 571 apellido 102, 176, 191, 203, 205, 231, 233,
Andagoya 234, 235, 237, 265,533
Pascual de 147, 525, 529, 556, 558 arabismo 54, 166, 199 n., 203, 460, 464
andaluces 43, 47, 129, 196, 200, 203, 237, arahuaco 133, 252, 348, 396, 398, 401,
238, 251, 298, 329, 355, 356, 365, 373, 428, 433, 435, 437, 442, 452, 454, 455,
413, 480, 580 527, 571
630 JENS LÜDTKE
arahuacos 15, 145, 353, 355, 370, 384, 391, caliponau 396
392 n., 393-401, 407, 409, 424, 425, cambio
442, 444-458, 501, 503, 526, 527 cultural 13, 34, 115, 373, 444, 445, 575,
arahuaquismo 145, 442, 443, 452, 496 582
árbol 189, 198, 199 n., 203, 260, 261, 275 designativo 299, 462, 464, 550
n., 288 n., 302, 313 n., 318, 319, 320 n., diasistemático 373, 376, 377, 464, 494,
321, 369, 378, 381, 434, 438, 460, 467, 496, 548
483, 495, 503, 504, 509, 512, 515, 517, etnolingüístico 373, 442
518, 519, 540, 542, 553, 554, 555, 565, fonológico 119, 151, 192, 303, 351,
568, 570, 571, 572 402, 480, 538
arcaísmo 318, 458 gramatical 23, 43, 50, 151, 351, 538,
armas 101, 186, 188, 382 n., 541, 555, 557, 581, 582
566, 567, 573 léxico 11, 138, 155, 299, 351, 464, 493,
arquitectura 538, 552, 575, 578
de la lengua 38-114, 115, 151, 576 lingüístico 16, 35, 37, 70, 71, 86, 115,
lingüística 64, 68, 92, 123, 151, 376 122, 135, 150, 187, 253, 349, 350,
artefacto 258, 318, 319, 428, 463, 465, 478, 351, 357, 403, 407, 417, 465, 525,
503, 506, 512, 549, 554, 566, 572 538, 556, 575, 577
Asia 344, 371, 372, 390, 403, 404, 405 semántico 193, 462, 463, 464, 478, 491,
asimilación 159, 205, 217, 236, 243, 251, 519, 579, 581, 582
255, 261, 330, 474, 475 terminológico 71, 376, 577
astrología 334 campo
astronomía 334 denotativo 476
audiencia 29, 79, 82, 88, 89 n., 105, 126, designativo 382, 446, 452, 464, 476
135, 227, 301, 366 n., 411, 421, 480, léxico 222, 444, 451, 464, 474, 475,
491, 500, 521, 525, 532, 537, 573 520, 559, 562, 564, 566, 570
auto 105, 108, 542, 543 onomasiológico 220, 301, 304, 476
Azores 239, 247, 248, 266, 307, 332, 334, 370 referencial 476
semántico 11, 75, 106, 107, 140, 192,
bando 105 278, 280, 281, 282, 283, 285, 288,
base del español americano 38, 115, 252, 578 459, 475
Behaim terminológico 264 n., 301, 467, 476,
Martin 268, 370 570, 572
beréberes 161, 165, 217, 231, 237, 238, caña de azúcar 142, 143, 216, 217, 239,
239, 240, 244, 337, 339, 340, 341, 342, 241, 304, 305, 307 n., 308, 309, 510,
381 580
betoy 528 Canarias, Islas 15, 16, 33, 47, 66, 75, 86,
bilingüismo 57, 61, 216, 267, 278, 303 90, 92, 115, 120, 126-128, 131, 133,
bocotá 529 138, 141, 142, 145, 148, 150, 151, 153-
bozales 250, 420 331, 332, 344, 355, 356, 371, 374, 375,
Brasil 27, 238, 241, 250, 306, 307, 404, 405 377, 407, 408, 410, 440, 445, 446, 462,
474, 489, 491, 493, 494 n., 495, 522,
cabildo 84, 105, 110, 111, 112, 176, 194, 217, 575, 576, 577, 578, 579, 580, 582
219, 220, 223, 224, 225, 226, 227, 228, canarios 15, 57 127, 128, 129, 143, 157-
230, 234, 241, 256, 257, 259, 287, 300, 160, 161, 162, 163, 165, 166-179, 180,
304, 313, 319, 320, 322, 323, 331, 450 187, 190, 191, 193, 194, 195, 199 n.,
ÍNDICE DE MATERIAS 631
205, 208, 214, 215, 217, 231, 232, 233, 486, 497, 501, 506, 508, 520, 521, 525,
234, 235, 236, 237, 240, 244, 251, 254, 526, 527, 530, 531, 533, 534, 536, 537,
255, 258, 263, 264, 265, 268, 292, 307, 538, 539, 541, 543, 545, 550, 551, 552,
326, 327, 328, 329, 330, 355, 372, 446, 553, 556, 578, 579, 580
458, 483, 579 casuismo 66, 89, 109, 219, 491
canarismo 257, 260, 262, 278 catalanes 54, 121, 166, 167, 168, 237, 239,
cancillería 88, 500 242, 300
canibalismo 561 categorización 466, 518
capitulación 66, 90, 105, 209, 218, 219, catíos 528
522, 533, 534 cédula 91, 105, 269
caribe 396, 425, 528, 571, 572, 573 de encomienda 100, 101, 102, 103, 107,
insular 397, 425 448
Caribe 33, 43, 127, 154, 219, 264, 326, 327, chamán 400, 433, 486, 563
331, 350, 382 n., 386, 389, 394, 403, chamí 528
422, 443, 459, 474, 480, 481, 507, 508, Chile 123, 130, 556
529, 533, 537, 556, 578 580, 582 chocó/chocóes 527, 528, 532
caribes 353, 356, 388, 389, 391, 396, 401- cibuneyes 395, 396
403, 406, 407, 425, 431, 435, 463, 480, ciencia 69, 70, 74, 136, 268, 357, 358
482, 483, 484, 490, 491, 503, 526, 527, Cieza de León, Pedro 147, 520, 557, 558,
553, 555, 561, 567, 579 559, 579,
negros 396 cláusula 99
carpintería 302, 317, 318, 319, 320 coconucos 528, 560
carta 66, 69, 71, 83, 89, 91, 99 n., 105, 110, codificación 22, 28, 29, 31, 32, 41, 42, 44, 116
111, 113, 222, 357, 360, 362, 372, 374, colima 528
375, 381, 383, 384, 388, 389, 391, 393, Colombia 147, 377, 527, 528, 533, 556,
423, 426, 430, 461, 485, 497, 525, 531, 558, 568, 572, 573
543, 544 Colón, Cristóbal 16, 66, 87, 88, 90, 128,
de donación 112, 113, 119 139, 151, 184, 203, 209, 227, 229, 268,
de provisión 111, 112, 114, 283, 332, 333, 334, 345, 355, 356, 357,
real 81, 98 360, 362, 364, 367-390, 391, 398, 403,
Cartagena de Indias 558, 559, 569, 573 409, 410, 411, 436, 460, 463, 480, 484,
Casa de la Contratación 84, 123, 243, 326, 526, 540, 575
327, 329, 411, 493 Diego 79, 88, 144, 366, 411, 416, 417,
de la Contratación 201, 268, 337 424 449, 522
castellanismo 197, 205, 283 colonización 12, 13, 33, 43, 46, 48, 58, 65,
castellanización 16, 26, 39, 116 n., 325 n. 66, 73, 115, 117, 118, 120, 121, 123,
castellano antiguo 122, 123 126, 127, 131, 133, 135, 138, 146, 150,
castellanos 162, 167, 168, 174, 175, 176, 153, 159, 166, 167, 183, 204, 206, 214,
179, 181, 199, 203, 204, 207, 208, 215, 215 n., 218, 219, 221, 227, 230, 236,
216, 218, 222, 231, 234, 236, 237, 238, 238, 251, 252, 264, 277, 328, 329, 330,
239, 244, 249, 250, 251, 253, 254, 259, 331, 348, 350, 358, 368, 389, 391, 404,
262, 264, 330, 332, 407, 437, 479, 480 405, 406, 410, 411, 416 n., 423, 439,
Castellanos, Juan de 557, 558, 569, 570, 445, 474, 502, 507, 527, 530, 533, 536,
571, 573, 579 539, 550, 558
Castilla del Oro 130, 153, 154, 229, 347, colorado 528
349, 350, 353, 362, 412, 421, 435, 437, combinación sintagmática 288, 289, 298
632 JENS LÜDTKE
459, 460, 461, 462, 464, 465, 476, 480, 413, 420, 426, 429, 431, 440, 441, 445,
573, 577 448, 450, 451, 458, 461 n., 468, 473,
dialecto 17, 19, 24, 26, 30, 41, 42, 43, 46, 474, 475, 476, 477, 479, 488, 489, 490,
47, 49, 51, 59, 60, 62, 63, 178, 249, 493, 498, 505 n., 506, 511, 515, 525,
275, 303, 355, 396, 413, 458, 528, 567 532, 548, 553, 557, 562, 566, 570,
colonial 24, 45, 48, 49, 50, 52, 53, 118, 571,575, 576
120, 126, 127, 131, 206 colonial 30, 80, 98, 104, 358
primario 48, 50, 51, 52, 56, 57, 58 documento 18 n., 52, 65-149, 150, 151, 153,
secundario 24, 45, 48, 49, 50, 51, 52, 155, 156, 160, 161, 162, 163, 175, 178,
53, 56, 57, 58, 64, 115, 118, 131, 184, 193, 194, 201, 207, 209, 211, 212,
134, 325, 351, 378 214, 215 n., 216, 219, 220, 221, 231,
terciario 49, 50, 52, 53, 56, 58, 64, 115, 234, 240, 246, 247, 250, 254, 255, 256,
116, 131, 378 268, 269, 270, 271, 272, 274 n., 276,
dialectología 20, 41, 60 277, 282, 284, 291, 292, 293 n., 295,
hispanoamericana 26, 46 296, 300, 301, 302, 303, 305, 306, 307,
diasistema 30 308, 310, 311, 313, 314, 318, 319, 327,
diferencia 328, 355, 357, 358, 359, 360, 361 n.,
diafásica 39, 47, 49, 93, 578 363, 364, 365, 366, 367, 392, 401, 414,
diastrática 39, 47, 49, 578 417, 421, 427, 441, 446, 450, 468, 473,
diatópica 39, 47, 49, 462, 578 475, 476, 477, 480, 481, 484 n., 490 n.,
diferenciación 400, 502, 503, 507, 509 n., 511 n., 522,
fonológica 154 524, 533, 535, 536, 539, 540, 543, 544,
gramatical 154 546, 547, 548, 549, 550, 552, 559, 570,
léxica 36, 140, 149, 151, 154, 354, 478, 575, 576, 579, 581
555 colonial 13, 93, 95, 96, 100
lingüística 154, 160 dispositivo 96, 104, 105, 106, 109, 307 n.
diglosia 57, 58, 63, 278, 303 indiano 72, 93, 96, 97, 98, 104, 493
diplomática 93, 94, 100 petitorio 104, 105, 109
dirección 98 probatorio 77, 95, 104, 105, 541, 575,
discurso 34, 37, 38, 39, 40, 70, 71, 72, 75, 576
76, 82, 83, 93 n., 96, 100, 149, 196, donación 94, 109, 110, 112-114, 201, 202,
221, 296, 349, 388, 435, 465 n., 576 271, 276, 290, 523
repetido 296 edición 20, 67, 86, 87, 91, 93, 94, 155, 156,
dispositivo 98, 100, 109 157, 244 n., 270, 301, 308, 359, 360,
divergencia lingüística 163, 470 363, 366, 367, 398 n., 430, 470, 525,
documentación 36, 47, 52, 54, 62, 65, 66, 539
67, 69, 71, 76, 85, 87, 89, 91, 94, 95,
97, 99, 102, 107, 114, 123, 131, 134, El Hierro 126, 159, 160, 171, 172, 174,
135, 140, 141, 144, 150, 151, 155, 156, 178, 179, 180, 181, 191, 196, 197, 201,
158, 179, 189, 192, 193, 194, 198, 211, 205, 206, 207, 209, 219, 254, 259, 263,
220, 221, 236, 244, 249, 251, 252, 254, 264 n., 267, 287, 298
256, 257, 261, 268, 270, 279, 281, 286, elaboración 41, 42, 47, 50, 122, 155, 304,
288, 290, 299, 300, 301, 302, 304, 306, 363, 519, 581
307, 308, 309, 314, 318, 319, 322, 324, embarcación 200, 460, 461, 462, 464, 503,
325, 327, 331, 355, 357, 358, 360, 373, 550 n., 566, 569, 570
374, 381, 393, 396 n., 399, 400, 409 n., emberá 528
634 JENS LÜDTKE
emigración 83, 121, 127, 129, 133, 153, americano 25, 26, 27, 32, 38, 41, 42, 43,
239, 243, 251, 307, 325, 326, 327, 328, 44, 48, 49, 61, 62, 115, 116, 121-
329, 331, 411, 414, 464 152, 153, 326, 329, 330, 346-356
emperá 528 antiguo 119
encomendero 102, 417, 421, 424, 451, 452, antillano 331, 333-519, 558, 580
457, 474, 486, 487, 492, 531, 535, 536, canario 41, 61, 126, 127, 145, 153-346,
563 576, 580
encomienda 90. 95, 100, 101, 102, 103, de América 17, 24, 25, 26, 28, 30, 31,
107, 119, 359, 366, 423, 445, 446, 447, 41, 42, 44, 45, 46, 51, 57, 64, 69,
448, 449, 450, 451, 452, 473, 531, 532, 86, 121-152, 578, 580
536, 537, 563, 564 policéntrico 44, 116, 118, 131
Enrique el Navegante 208, 212, 332, 333, estandarización 44, 45, 50, 51, 62
334, 344, monocéntrica 42, 43, 58, 116-118
entorno 52, 65, 66, 68, 70, 72, 73, 75, 76, policéntrica 42, 43, 44, 50, 116-118
77, 79, 82, 83, 115, 150, 151, 194, 254, estatus diasistemático 464
270, 273, 296, 322, 326, 349, 350, 357, estilo de lengua 24, 41, 47, 66, 85, 92
360, 366, 367, 403, 404, 426, 442, 467, estrella polar 332, 333, 335
546, 552, 575, 576 estructura social 121, 159, 395 n., 416, 477,
físico 69, 84, 102 478, 483, 554, 555, 562
ocasional 69, 83, 296 etapa antillana 15
situacional 69, 83, 84, 182 etnografía 22, 155, 255, 387, 555
situacional práctico 69, 71, 83, 296 etnohistoria 58
vital 71, 79, 274 etnolingüística 41, 72, 464
época colonial 16, 17, 21, 22, 27 n., 29, 32, evangelización 36, 135, 151, 183, 245, 255,
33, 42, 44, 95, 99 n., 110 n., 123, 131, 358, 390, 445, 457
132, 136, 283, 330, 371, 372, 373, 376, expansión 11, 12, 15, 16, 25, 26, 29, 30, 33,
529, 580 36, 40, 42, 43, 46, 49, 52, 53, 62, 67, 92,
época fundacional 244, 250, 265, 270, 281, 115, 117, 118, 119, 121, 122, 123, 126,
317, 326, 521, 525 128, 129, 130, 131, 133, 138, 141, 142,
esclavización 233, 235, 236, 390, 489 144, 150, 151, 153, 154, 155, 167, 184,
esclavos 167, 170, 172, 175, 189, 195, 197, 206, 207, 209, 211, 243 n., 244, 269,
199 n., 211, 231, 232, 235, 237, 238, 282, 307, 315, 325, 327, 328, 349, 363,
240, 241, 242, 339, 390, 395 n., 424, 367, 373, 376, 410, 421, 422, 426, 430,
425, 446, 480, 484, 488, 490, 508, 531, 443, 451, 480, 520, 521, 555, 573, 579
532, 544, 545, 546, 552 antillana 349, 356, 389, 396, 412
ladinos 250 exposición 98, 102
moros 239 extremeños 238, 365
negros 62, 65, 154, 237, 240, 241, eyeri 396
244, 250, 251, 311, 314, 341,
342, 412, 415, 419, 420, 425, 458, factoría 166, 240, 356, 389, 406, 409, 580
579 fauna 36, 74, 261, 298, 466
escritura de donación 114 americana 379, 438, 479, 554, 555, 571
escrituralidad 77, 83, 85 Fernández de Oviedo, Gonzalo 65, 82, 85,
escrituralización 67, 71 122, 139, 362, 364, 386, 392, 426, 430,
espacio comunicativo 40 436, 440, 468, 477, 479, 513, 517, 522,
español americano 525, 530, 540, 551
ÍNDICE DE MATERIAS 635
ficción 69, 358 gramática 16, 28, 31-32, 44, 58, 60, 134,
Filipinas 27, 30, 115, 130, 138, 350 139, 151, 242, 255, 351, 354, 355, 360,
firma 77, 83, 89, 91, 99, 101, 102, 104, 111, 420, 421, 457, 528, 575, 581, 582
365, 424 descriptiva 23
flamencos 206, 238, 240, 242, 244, 332 diacrónica 65, 324, 349
flora 36, 74, 261, 298, 438, 466, 479, 554, 555 histórica 23, 24, 25, 348, 349, 351
fonología 45, 119, 134, 139, 151, 156, 161, Gran Canaria 90, 126, 142, 143,155, 156,
182, 324, 351, 354, 359, 420, 421, 443, 159, 160, 164, 167, 168, 170, 171, 172,
565, 575, 581, 582 173, 175, 176, 177, 178, 184, 194, 195,
franceses 126, 129, 135, 160, 162, 167, 169, 196, 197, 201, 202, 204, 206, 207, 208,
170, 173, 174, 179, 180, 190, 191, 196, 210, 211, 214, 215, 216, 217, 218, 219,
197, 199, 200, 201, 202, 203, 204, 206, 220, 222, 227, 231, 232, 233, 236, 237,
237, 240, 244, 245, 327, 328, 344, 425, 474 238, 239, 240, 244, 254, 255, 256, 258,
franciscanos 68, 454, 457 260, 261, 262 n., 269, 271, 274 n., 276,
fuentes 24, 34, 46, 53, 58, 86, 90, 93, 107 n., 281, 290, 299, 301, 304, 305, 307, 308,
110, 131, 134, 140, 141, 151, 155-157, 322, 327 n., 440, 441 n., 491, 578, 580
160, 164, 166, 176, 177, 181, 208, 209, Granada 16, 30, 88, 120, 123, 237, 238,
214, 215 n., 216, 220, 221, 227, 229, 250, 305, 306, 345, 360, 378
243, 244, 245, 249, 250, 252, 254, 255, guahibo 528
261, 264, 266, 267, 268, 269, 272, 273, guaimí 528, 532
282, 292, 297, 301, 302, 303, 304, 307, guambianos 528
308, 317, 323, 327, 328, 349, 351, 356- Guanahaní 16, 381, 382, 384, 385, 386,
367, 370, 373, 395, 397, 399 n., 401, 460, 463, 466, 540
423, 426, 428, 431, 441, 442, 445, 468, guanahatabibes 393, 395
472, 473, 475, 476, 477, 478, 479, 489, guanchismo 166, 192, 260, 264, 278 n., 286
493, 497, 522-525, 539, 550, 554, 557- Guinea 334, 336, 337, 341, 342, 343, 367,
559, 574, 578, 579, 581, 582 380
fuero 90, 217, 218, 219, 220, 221, 222, 223, Guinea Ecuatorial 138
224, 226, 227, 228, 229, 231, 408, 409
Fuerteventura 126, 159, 160, 170, 173, 174, habla 39, 40, 47, 63, 78, 85, 137 n., 259,
177, 178, 185, 191, 192, 196, 197, 198, 349
199 n., 201, 202, 203, 205, 206, 207, Haití 128, 355, 370, 384, 385, 386, 387,
208, 215, 217, 219, 232, 239, 251, 254, 392, 394, 395, 396, 501, 546
256, 263 hebreo 247, 248, 249
función textual 98, 100, 102 hipótesis criollista 420
hispanización 21, 30, 39, 58, 68, 115, 123,
galicismo 191, 192, 495 132, 135, 138, 166, 204, 236, 242, 268,
gallegos 54, 74, 119, 120, 238 406, 454, 456, 457, 458
generalización extensiva 536 historia
genovés 245, 246 de la lengua 11, 12, 13, 15, 16, 17, 18,
genoveses 121, 166, 167, 168, 196, 200, 19-23, 24, 25, 26-45, 49, 53, 54, 57,
203, 217, 237, 238, 239, 242, 244, 300, 58, 62, 65, 66, 68, 69, 70, 86, 87,
305, 310, 312, 332, 367, 388 92, 96, 106, 115, 116, 117, 126, 128
geografía 22, 70, 166, 266, 268 n., 282, n., 131, 132, 134, 135, 136, 138,
298, 300, 301, 354, 370, 373, 397, 493, 139, 149-152, 154, 159, 188, 209,
498, 539, 557 213, 214, 219, 251, 252 254, 265,
636 JENS LÜDTKE
266, 276, 301, 325, 326, 332, 347, indigenismo 46, 54, 73, 130, 231, 252, 426
349, 350, 351, 354, 357, 358, 362, n., 427, 428, 429, 432, 435, 436 n., 441,
363, 369, 389, 405, 413, 429, 436, 443, 444, 458, 461, 464, 470, 478, 511,
444, 445, 446, 459, 475, 483, 512, 512, 516, 539, 546, 547, 549, 550, 553,
519, 520, 537, 575, 577, 580, 581 559, 562, 565, 569, 570, 572, 573, 581
del lenguaje 36, 38 indios 30, 64, 65, 68, 91, 107, 109, 135,
externa 17, 24, 25, 154, 206, 347, 348, 139, 140, 144, 145, 147, 149, 211, 213,
349 240, 250, 351, 352, 353, 358, 363, 366,
interna 24, 25, 154, 206, 348, 349, 355 370 n., 371, 379, 382, 383, 384, 385,
historia oral 85, 212 387, 388, 389, 390-403, 407, 409, 410,
historicidad del lenguaje 34 416, 417, 418, 419, 421, 422-458, 462,
historiografía indiana 67 n., 69, 357 463, 466, 469, 470, 471, 472, 473, 474,
478, 480, 481, 482, 483, 484, 485, 487,
igneri 385, 396 488, 489, 490, 491, 492, 493, 495, 496,
Ilustración 36, 136, 218 498, 499, 500, 501, 502, 503, 506, 507-
Independencia 18, 21, 27, 30, 31, 32, 43, 512, 514 n., 518, 520, 522, 524, 527,
48, 117, 118, 128, 131, 132, 133, 135, 530, 531, 532, 536, 540, 543, 544, 545,
136, 137, 139, 218, 230, 326, 406 546, 547, 548, 549, 550, 552, 553, 554,
India 208, 304, 344, 369, 370, 371, 380, 555, 557-574, 576, 579
383, 404, 463, 513 indumentaria 257, 477, 506, 566, 567
Indias 18, 25, 29, 30, 40, 47, 72, 74, 82, 83, iñeri 396, 425
85, 87,88, 89, 94, 95, 97, 98, 108, 109, influencia africana 420
116, 122, 123, 127, 128, 129, 141, 147, información 65, 90, 92, 105, 106, 107 n.,
151, 153, 206, 210, 216, 219, 222, 224, 144, 145, 175, 201 n., 202, 211, 212,
227, 231, 242, 265, 269, 321, 326, 327, 213, 220, 347, 359, 364-366, 400, 427,
328, 329, 330, 350, 351, 353, 354, 356, 428, 433, 440, 453, 468, 473, 477, 478,
362, 364, 371, 372, 373, 374, 376, 377, 479, 480, 481, 482, 483, 492, 497, 498,
383, 388, 389, 391, 393, 404, 408, 410, 499, 500, 501, 502, 504, 507, 511, 544,
411, 413, 414, 415, 419, 421, 429, 430, 560
436, 438, 439, 440, 445, 450, 463, 464, informe 106, 213, 360, 362, 378, 399, 456,
467, 469, 478, 481, 489, 491, 493, 494, 466, 508, 540
497, 498, 502, 505, 508, 522, 537, 538, ingenio 142, 143, 216, 275, 276, 286, 304,
539, 542, 548, 549, 551, 552, 555, 558, 305, 307, 308, 309, 310, 311, 312, 314,
559, 561, 570, 571, 576, 577, 578, 579, 315, 317, 510, 511, 570
580 de azúcar 216, 275, 276, 290, 307, 308,
indígenas 30, 57, 58, 67, 72, 133, 135, 136, 316 n., 318, 419, 420, 438, 509
143, 145, 148, 149, 151, 170, 173, 175, inmediatez comunicativa 79, 84
193, 194, 195, 204, 215, 217, 231, 232, inmigración 122, 126, 238, 239, 300, 302,
233, 251, 253, 255, 258, 262, 264, 327, 324, 325, 326, 394, 410, 535 n.
343, 353, 358, 366, 381, 385, 386, 391, innovación 25, 36, 73, 90, 92, 119, 133,
393, 394, 395, 399, 401, 412, 413, 415, 150, 154, 226, 298, 301, 307, 350, 355,
418, 419, 422, 423, 424, 425, 431, 441, 357, 378, 382, 432, 436, 451, 464, 466,
443, 444 n., 446, 452, 455, 466, 468, 477, 522, 533
471, 473, 480, 487, 488, 494, 501, 515 americana 437, 489
n., 516, 530, 531, 532, 537, 549, 553, designativa 321, 388, 409
555, 556, 559, 562, 563, 572, 573, 579 indiana 471
ÍNDICE DE MATERIAS 637
léxica 36, 208, 349, 458, 463, 470, 475 koinización 43, 45, 50, 51
n., 516 kuna 525, 529, 547 n.
lingüística 296, 357
semántica 461, 494 La Española 16, 21, 123, 128, 139, 140,
inquisición 90, 211, 212, 213 141, 144, 207, 227, 231, 255, 307, 327,
Inquisición 77, 90, 156, 212, 214, 237, 247, 329, 330, 347, 348, 350, 351, 355, 356,
250, 329, 355 362, 363, 366 n., 370, 386, 388, 390,
instrucción 77, 80, 91, 107 n., 211, 229, 391, 392, 395, 397, 399, 401, 402, 406,
230, 424, 449, 456, 466, 467, 488, 544 407, 408, 409, 411, 412, 416, 417, 420,
interferencia 53, 54, 55, 60, 63, 245, 300, 421, 422, 423, 425, 426, 427, 428, 435,
303 438, 440, 445, 447, 450, 451, 453, 454,
interlecto 59 455, 468, 473, 480, 482, 484, 485, 489,
interpretación 279 n., 472 490, 494 n., 495, 496, 497, 498, 501,
interpretador 107, 109, 279 502, 507, 512 n., 514 n., 515 n., 516 n.,
de actos de habla 107, 109 518, 521, 526, 529, 533, 534, 536, 538,
de cosas 107, 108 543, 544, 550, 551, 556, 557, 558, 575,
de estados de cosas 107, 108, 109 579, 580, 581
intérprete 151, 160, 167, 169, 170, 171, La Gomera 30, 126, 159, 160, 172, 173,
172, 175, 176, 177, 190, 196, 204, 215, 174, 176, 178, 179-183, 191, 193, 196,
216, 217, 235, 244, 245, 249, 250, 272, 197, 201, 202, 205, 206, 207, 209, 211,
306, 333, 339, 341, 342, 343, 344, 355, 215, 219, 232, 254, 260, 263, 304, 307
382 n., 383, 407, 436, 453, 454, 457, La Habana 129, 227, 328, 350, 412, 456
545, 577 La Palma 90, 126, 159, 160, 175, 176, 196,
interrogatorio 72, 76, 77, 78, 80, 81, 84, 92, 197, 201, 204, 209, 210, 214-217, 219,
142, 208, 211, 212, 220, 299, 364, 365, 232, 233, 237, 238, 239, 240, 241, 245,
366, 476 246, 247, 249, 254, 255, 262 n., 266, 267,
intitulación 91, 96, 98, 102 268, 277, 281, 298, 302, 304, 324, 331
irradiación 58, 115, 121, 126, 475 Lanzarote 126, 159, 160, 163, 164, 165,
continental 497 166, 167, 169, 170, 171, 172, 173, 174,
lingüística 47, 123, 131, 136, 207, 349, 176, 177, 184-204, 205, 207, 208, 210,
350 211, 212, 215, 217, 218, 219, 231, 232,
Isabela 128, 227, 347, 385, 386, 407, 408, 239, 245, 249, 251, 254, 256, 263, 267,
409, 410, 510 578
italianos 202, 237, 300, 332, 406, 430 Las Casas, Bartolomé de 65, 85, 139, 144, 358,
iussio 99 360, 361, 362, 363, 364, 366, 388, 397,
410, 430, 448, 461, 468, 483, 489, 534
Jamaica 129, 327, 356, 392, 394, 396, 412, lengua 285, 372
417, 425, 445, 453, 455, 497, 521 árabe 40, 64, 246, 249, 264, 305, 306,
jornalero 121, 224, 416 n., 485, 487 337, 340, 382 n., 460 n.
judíos 16, 17, 121, 237, 244, 246, 247, 248, arahuaca 349, 355, 358, 389, 392, 395,
249, 250, 329, 330, 523 396, 428, 450, 461, 527
juicio de residencia 77, 92, 107 n., 270, beréber 164, 165, 166, 178, 192, 242,
277, 322 243, 249, 262, 337, 340, 382
canaria 127, 161, 163, 164, 165, 167,
koiné 43, 44, 45, 50, 51, 70, 123, 330, 342, 168, 178, 184, 190, 216, 236, 242,
347, 351, 420, 582 252, 253, 255, 263, 355
638 JENS LÜDTKE
caribe 396, 425, 527, 528, 571, 572, 573 indígena 23, 36, 46, 54, 58, 61, 62, 64,
castellana 16, 17, 26, 29 n., 30, 39, 43, 67, 71, 72, 135, 138, 173, 253, 255,
49, 54, 57, 58, 61, 68, 117, 118-121, 257, 348, 352, 359, 391, 397, 401,
129, 138, 139, 153, 161, 165, 166, 403, 425, 432, 436, 443, 453, 527,
169, 170, 174, 176, 190-197, 198, 528, 529, 538
199, 200, 203, 205, 207, 208, 216, literaria 20, 22, 23, 24, 25, 26, 42, 50,
217, 236, 242, 243, 244, 245, 246, 51, 57, 58, 92, 116, 119, 122, 123,
247, 248, 250, 251, 253, 255, 266, 136, 363, 417, 426, 430
267, 278, 298, 299, 305, 308, 315 nacional 20, 21, 22, 23
n., 325, 342, 348, 352, 367, 427, oficial 95, 119, 138
457, 453, 461, 494, 532, 577, 581 portuguesa 33, 49, 62, 64, 161, 166,
chibcha 525, 527, 528, 529, 530, 547 n., 216, 242, 246, 247, 250, 252, 266,
572, 573 281, 283, 286, 298, 299, 300, 301,
colonial 33, 42, 45, 115, 131, 134, 486 302, 303, 305, 306, 307 n., 308, 315
común 28, 30, 32, 41, 48, 49, 50, 51, n., 318, 319, 321, 322, 323, 324,
52, 53, 70, 116, 118, 119, 121, 122, 325, 333 n., 337, 342, 356, 369,
131, 132, 133, 134, 251, 252, 279, 374, 375, 376, 379, 387 n., 406,
290, 325, 330, 376, 377, 414, 421, 420, 475, 577
428 lenguaje
criolla 41, 47, 60, 62, 64, 250, 418, 419, de las islas 353
420, 439 de los gestos 385
de Cueva 525, 529, 530, 548, 549, 553 lenguaje silbado 179-183
ejemplar 48, 49, 50, 51, 53, 56, 115, lenguas en contacto 166, 253
123, 363 letra 67, 97, 369, 370, 395 n., 431, 432,
española 16, 17, 18, 19-152, 154, 159, 433, 515 n.
193, 221, 251, 252, 258, 301, 308, lexemática 459, 465, 467
332, 342, 347, 348, 352, 353, 358, léxico
367, 376, 378, 381, 389, 391, 403, antillano 130, 444, 478, 503, 529, 538,
420, 422, 425, 429, 445, 456, 458, 539, 552, 557, 558, 569, 570
460, 461, 462, 463, 475, 495, 520, colonial 73, 354
521, 527, 532, 536, 550, 556, 557, estructurado 71, 459, 464, 476, 519,
558, 571, 572, 573, 575, 577, 581, 570, 577
582 etnolingüístico 258, 261
estándar 19, 21, 24, 28, 29, 31, 32, 36, fundamental 46, 243, 265, 420, 421,
41, 42, 43, 44, 45, 47, 48, 49, 50, 428, 452
56, 58, 59, 60, 62, 117, 121, 131, indiano 469, 486
136, 363, 378 primario 280
franca 420 técnico 71, 254
francesa 22, 27, 33, 41, 53, 126, 166, terminológico 71, 219, 243, 254, 304,
170, 174, 190, 191, 192, 193, 197, 373, 459, 464, 465, 467, 476, 519,
198, 199, 202, 203, 204, 205, 207, 570
245, 319, 322, 374 toponímico 265, 266, 271, 273 n., 278,
funcional 24, 39, 40, 47, 273 n., 459 280, 282, 288, 289, 296, 298, 300,
general 403, 527, 528, 573 302, 371, 404, 478, 493, 497, 519, 542
histórica 15, 32, 35, 38, 39, 40, 48, 49, ley 88, 89, 91, 106, 220, 222, 223, 415, 469,
52, 57, 58, 62 537
ÍNDICE DE MATERIAS 639
leyenda negra 422 moros 33, 176, 200 n., 237, 239, 244, 250,
Leyes de Burgos 77, 91, 365, 424, 456, 457, 304, 338, 339, 340, 341, 381, 461, 498
469, 470, 471, 472, 473, 474, 522 n., 523, 533, 544, 549, 552
leyes de Indias 89, 91, 329, 485, 488, 489 mosca 527
Lucayas 378, 379, 380, 385, 386, 394, 425 muisca 527, 528, 573
lucayos 355, 381, 383, 384, 387, 388, 394,
395, 397, 454, 480, 485, 490, 526, 553 nahuatlismo 443, 539
lusismo 166, 246, 285, 286, 289, 301, 302 navegación 163, 178, 200 n., 204, 239, 297
n., 303, 313, 318, 319 n., 323, 324, 325, n., 332, 334, 344, 373, 374, 375, 474
367 n., 458 astronómica 332, 376
negros 62, 65, 68, 154, 232, 235, 237, 240,
macoriges/maçoriges/maçorixes 395 241, 244, 250, 251, 311, 329, 338, 340,
madera 189 n., 262 n., 276, 288 n., 289 n., 341, 342, 343, 372, 396, 412, 415, 419,
305, 311, 314, 317, 318, 319, 320, 434, 420, 425, 458, 461, 462, 481,532, 533,
462, 501, 504, 505, 506, 516 n., 517, 579
566, 572 bozales 420
Madera 216, 232, 239, 250, 266, 275, 276, ladinos 64, 329, 420
283, 284, 285 n., 300 n., 305, 306, 307, nivel
319, 321, 323, 324 n., 332, 334, 335, de lengua 24, 41, 47, 51, 52, 65, 67,
367 417, 494
Madrid 30, 31, 44, 47, 115, 121, 122, 123, histórico 34, 38 n.
131, 406, 427, 449 individual 34
mandamiento 106, 108, 449 lingüístico 34, 93, 351, 417, 465 n.
mandato 87, 103, 111, 232, 368, 524, 547 universal 34, 38 n., 476
Mar del Sur 370, 498, 534,540, 542, 543, nivelación 48, 118, 154, 241, 330, 355, 415
545, 548, 550, 553, 558, 559, 575 lingüística 330
medio ambiente 134, 265, 276, 319, 469, nombramiento 85, 90, 98, 103, 110, 111,
500 112, 114, 128, 230, 411, 491, 541, 575
memoria 80, 92, 522 norma 29, 48, 52, 64, 123, 132, 136, 137,
memorial 77, 105, 142, 270, 277, 522 363, 430
merced 16, 85, 90, 94, 102, 103, 107, 142, antillana 438
222, 225, 257, 276, 524, 540, 541 culta 44, 48, 136
mercedes de tierra 90 lingüística 42, 44, 117, 123, 131, 132,
mestizo 41, 65, 353, 412, 417, 418, 419, 138, 365, 413, 417
439, 448, 452, 481, 484 toledana 119, 120 n.
metadiscurso 33, 37, 38, 67 notificación 77, 85, 98, 220
metalenguaje 67, 221 novedad 36, 139, 150, 337, 368, 375, 378,
México 15, 23, 26, 30, 37, 58, 68, 87, 123, 410, 426, 429, 469, 470, 495, 496, 555,
130, 131, 133, 135, 136, 144, 146, 179 577, 581
minería 507, 508, 537 indiana 36, 115, 299, 472, 569
molusco 322 Nueva España 15, 58, 91, 123, 130, 133,
Montesino, Antonio de 424, 469 134, 136, 145, 150, 350, 351, 352,
Montesinos, Antón de 469 412, 442, 443, 460, 464, 467, 521, 530,
Montevideo 131, 328 535, 539, 556, 558, 559, 572, 575, 579
moriscos 120, 154, 156, 231, 232, 235, 237, Nuevo Mundo 15, 18, 65, 74, 123, 128, 129
240, 244, 249, 250, 251 n., 146, 184, 190, 206, 211, 214, 229,
640 JENS LÜDTKE
244, 321, 327, 328, 329, 330, 347, 362, Panamá 123, 130, 141, 146, 147, 153, 156,
363, 364, 367, 370, 372, 373, 378, 397, 349, 352, 353, 394, 404, 488, 497, 520-
404, 405, 407, 409, 411, 414, 425, 429, 537, 538, 545, 548, 550, 553, 554, 556,
436, 438, 439, 440, 457, 458, 463, 480, 575, 579, 581, 582
495, 513, 521, 534, 550, 551, 555, 577, Pané, Ramon 255, 363, 397- 401, 402, 453,
578 483, 487
Núñez de Balboa, Vasco 82, 84, 498, 522, paniquitas 528
534, 535, 540, 541, 543, 550 papel 97, 399, 544
parecer 92, 106, 112, 322, 364, 365, 476,
occidentalismo 285, 302, 315 n., 325 478 n., 482, 499, 501 n., 558, 560,
oficio 78, 132, 175, 213, 218-231, 239, 278 564
n., 415, 416, 471, 478, 491, 492, 493, pasto 528
533, 563 Pedrarias Dávila 429, 362, 522, 523, 531,
oralidad 77, 85, 95, 291, 388 534, 535, 536, 537, 541, 548
orchilla 189, 190, 312 periodización 115, 117, 118, 126, 132 n.,
orden 87, 99, 105, 106 136, 138, 348, 351
ordenanza 90, 91, 105, 106, 220, 222, 223, período
228, 229, 307 n., 409 n., 424 n., 451 antillano 133, 251, 391, 486
origen (bühleriano) 76, 81 de orígenes 22, 45 n., 58, 86, 132, 133,
regional 43, 44, 61, 65, 66, 83, 86, 92, 140, 154, 204, 233, 347-356, 358,
119, 120, 131, 134, 139, 208, 233, 377, 414, 420, 422, 439, 442, 459,
234, 236, 237, 240, 243, 251, 355, 465, 475 n., 477, 480, 481, 493,
365, 412, 413, 414, 479, 535, 538, 497, 502, 507, 508, 520-522, 535,
539, 546, 578 536, 557, 565, 575, 579, 580, 582
social 66, 83, 86, 131, 236, 241, 330, fundacional 358, 459
408, 409, 414, 416, 578 perlas 438, 467, 507, 511, 529, 531, 533,
oro 101, 129, 140, 141, 146, 218, 229, 389, 537, 545, 549
390, 397, 400, 406, 407, 409, 412, 416, Perú 15, 30, 58, 59, 110, 123, 130, 133,
422, 433 n., 434, 445, 453, 455, 467, 135, 136, 146, 147, 148, 179, 347, 348,
490, 499, 500, 507, 508, 509, 511, 520, 350, 351, 352, 353, 354, 363, 405, 409,
521, 528, 531, 537, 544, 546, 552, 553, 421, 442, 443, 444, 460, 520, 521, 525,
564, 566n., 567, 568, 571, 572, 573, 531, 536, 537, 555, 556, 557, 558, 560,
579, 580 569, 572, 573, 582
Ovando, Nicolás de 119, 398, 408, 411, 412, pescado 302, 322-324, 393, 408, 511 n.,
416, 418, 421, 423, 424, 446, 450, 468, 513, 515, 516, 517, 546, 554, 560
486 n., 492 pesquisa 90, 126, 155, 161 n., 194, 201,
206-214, 219, 230
pacificación 419 petición 71, 85, 88, 89 n., 95, 98, 105, 106,
paeces 528 108, 109, 112, 205
palabra pidgin 60, 452
arahuaca 381, 385, 387, 388, 389, 392 n., planta 190, 231, 258, 260, 261, 263, 275 n.,
394, 397, 398 n., 399, 400, 402, 288, 295, 302, 305, 308, 309, 313, 318,
426, 428, 431, 432, 433, 437, 443, 322, 331, 378, 379, 380, 400, 407, 426,
555 427, 434, 437, 438, 439, 440, 443, 466,
indígena 366, 384, 426, 429, 430, 431, 503, 511, 512, 516-520, 539, 555, 569,
443, 460, 481, 550, 566, 568 570, 571, 572
ÍNDICE DE MATERIAS 641
población “conjunto de personas” 49, 159, procedencia 161, 164, 165, 234, 243, 268,
163, 231-242, 244, 250, 251, 255, 264, 305, 396, 553, 571, 576, 578
292, 394, 409, 411, 412, 415, 416, 420, occidental 300, 301, 302 n.
421, 422, 423, 424, 425, 439, 443, 446, regional 92, 122, 130, 134, 153, 235 n.,
529, 530, 532, 537, 556 238, 242, 325, 330, 363, 365, 409,
poblaçion “lugar habitado” 147, 173, 179, 412, 413, 414, 415, 421, 497, 506,
184, 206, 269, 283, 286, 326, 381, 411, 535, 558
478, 494, 498-500, 546, 564 social 153, 330, 363, 409, 414, 417,
poder 101, 103, 111, 113, 202, 230 421, 535
política lingüística 22, 31, 136, 458 profesión 237, 241, 478, 491-492, 563
portugués 33, 49, 62, 64, 161, 166, 216, protocolo 76, 82, 95, 109, 235 n., 310, 317
242, 246, 250, 252, 298, 300, 302, 303, n., 327 n., 382
305, 308, 319, 323, 324, 369, 374, 375, final 99, 104, 113
406, 412, 475, 577 inicial 98
portugueses 129, 131, 135, 167, 168, 175, prototipo 466, 483
184, 194, 202, 203, 208, 209, 216, 217, Puerto Rico 27, 127, 128, 140, 219, 325,
233, 234, 237, 238, 239, 244, 246, 247, 328, 331, 349, 351, 356, 394, 396, 401,
250, 251, 266, 300, 302, 307, 314, 325, 412, 417, 421, 425, 428, 445, 449, 470,
328, 329, 330, 332-345, 370, 373, 381, 486, 581
383, 405, 407, 461, 474, 475, 578, 580 puesta por escrito 77, 79, 83, 96, 104, 106,
portuguesismo 275 n., 278 n., 281, 283, 286 109, 161, 468
n., 299, 300, 301, 302, 303, 304, 307 n.,
318 n., 319, 321, 322, 324, 325, 331, quechua 59, 61, 67, 148, 354, 573
332, 376 quechuismo 573
pragmática 106
prehispanismo 252, 253, 254, 259, 260, ranchería 425
298, 580 real cédula 23, 77, 88, 91, 97, 98, 105, 106,
préstamo 36, 60, 127, 133, 151, 166, 179, 155, 327, 328, 329, 449, 451, 485 n.,
191, 197, 198 n., 201 n., 203, 205, 207, 525
208, 231, 242, 243, 252-264, 266, 298, real órden 91, 97, 106
300, 301, 302 n., 303, 319, 321, 324, real provisión 77, 91, 97, 98, 99, 102, 103,
348, 355, 368, 381, 385, 387, 388, 389, 105, 106, 110, 111, 112, 114, 155, 205,
396, 399, 400, 409, 452, 456, 460, 461, 222, 329, 521, 525
464, 467, 469, 472, 483, 502, 513, 516, recontextualización 77, 78 n.
529, 548, 550, 553, 582 referencia 476
antillano 252, 356, 400, 401, 425-444, refrendo 99
461, 464, 468, 482, 550 región (entorno) 66, 69, 72, 73, 74, 92, 266,
etnolingüístico 469 272, 273, 274, 281, 282, 575
indígena 468, 478 léxica 464
muisca 573 toponímica 75, 266, 273, 378, 404, 405
primeros cambios 11, 71, 129 n., 151, 349, regionalización 49, 137, 356
351, 582 relación 65, 66, 67, 80, 82, 84, 92, 93 n.,
primeros contactos 150, 151, 158 n., 161, 105, 107 n., 143, 145 n., 146, 147, 155,
166, 170, 190, 192, 245, 264, 293, 343, 162, 167, 168, 169, 184, 186, 188, 189,
350, 357, 363, 382 n., 385, 417, 422, 204, 214, 215 n., 216, 229, 255, 258,
425, 464, 528, 529, 556, 557 333 n., 343, 360, 362, 363, 389, 397-
642 JENS LÜDTKE
401, 426, 430, 440, 460 n., 467, 469, sello 77, 97, 99
483, 487, 525, 543, 544, 550, 556, 557 sello real 88, 89, 91, 99
geográfica 80, 92, 105, 107 n. semántica 265, 279, 280, 282, 291, 404, 476
repartimiento 75, 144, 194, 215, 233, 269, cognitiva 460, 465, 467, 577
272, 274, 284, 293, 296, 367, 398, 421, estructural 278, 460, 465, 475
423, 424, 445-452, 457, 469, 471, 472, léxica 298, 459, 476
473, 484 n., 485, 487, 489, 509 n., 531, sentido 71, 79, 100, 108, 110, 114
535, 544, 549 Sevilla 47, 66, 120, 121, 122, 123, 126, 171,
república 185, 188, 204, 208, 215, 216, 232, 243,
de los españoles 409 326, 327, 329, 359, 411, 493, 498 n.,
de los indios 409 548
requerimiento 99, 113, 213, 214, 229, 522, signatura 99
525, 543, 544, 545, 546 significación 72, 74, 75, 459, 460, 465
retención 131 significado 39, 75, 103, 110, 140, 141, 143,
Río de la Plata 15, 123, 130, 131, 534 144, 149, 183, 192, 197, 198, 199, 203,
rosa de los vientos 332, 334, 374, 375, 376, 211, 213, 214, 216, 220, 223, 224, 226,
378, 388 252, 267, 268, 278, 279, 280, 282, 285,
Rubicón 191, 203, 204, 207, 215, 217, 218, 287, 293, 301, 303, 308 n., 319, 348,
245 377, 378, 387, 400, 433, 435, 447, 448,
rúbrica 81 449, 450, 451, 452, 459, 460, 461, 462,
463, 464, 465, 467, 472, 476, 481, 484,
saber 488, 505 n., 506, 513, 515, 553, 564,
acerca del mundo empírico 69, 72, 74 566, 577
elocucional 34, 35, 69, 70 significante 156, 161, 183, 252, 268 n., 291,
enciclopédico 151, 404, 464 300, 302, 303, 321, 380, 459, 460, 461,
etnolingüístico 65, 439, 468, 486 462, 463, 464, 465, 467, 468, 483, 514,
expresivo 34, 35, 37, 69, 70, 72, 100, 552, 577
108 signo lingüístico 460, 466, 467, 538
idiomático 69, 70, 74, 107, 254 sistema 24, 52, 54, 74, 75, 83, 182, 297,
lingüístico 37, 40, 69, 151, 184, 273, 432, 459
363, 373, 464 fonológico 182, 242, 355
náutico 374, 494 situación 67, 68, 69, 71, 76, 77, 78, 81, 82,
Sahara Oriental 138 83, 84, 92, 109, 188, 296
salutación 98 inmediata 69, 75, 76, 77, 79, 81, 82, 83,
sambú 528 84, 89 n., 156, 296, 357, 368, 497,
Santa María la Antigua del Darién 521, 522
522, 534, 535 mediata 69, 75, 76
Santo Domingo 68, 78, 84, 88, 126, 129, sociedad colonial 68, 132, 347 n., 417, 452,
144, 211, 227, 325, 328, 347, 350, 351, 473, 484, 485, 486, 488, 489, 491, 576
352, 362, 364, 391 n., 394, 409, 411, sociolecto 41, 47, 51
414, 417, 422, 424, 426, 447, 449, 474, Sudamérica 123, 125, 130, 133, 146, 350,
480, 491, 495 n., 499 n., 500, 501, 521, 394, 412, 497, 506, 527, 533, 538, 558,
537, 558, 573, 580 566, 572, 579, 581
scripta 42, 51, 57, 58, 116, 122 superestrato 60, 63, 64
selección 41, 42, 134, 296, 299, 464, 477, suscripción 99
538, 550 sustrato 46, 60, 61, 64, 153, 162 n., 242, 253
ÍNDICE DE MATERIAS 643
taíno 391, 394, 397, 398, 399, 406, 425 n., de expansión 123, 130, 154
426 n., 433, 452, 483 de tránsito 123, 130, 521, 580
taínos 387, 395, 396, 399, 401, 412, 424, tipo de texto 37, 68, 92, 100, 104, 187, 188,
425, 427, 444, 445, 452, 456, 480, 483, 189, 211, 214, 220, 254, 355, 543
484 n., 485 jurídico 104-114, 212
talamanca 528, 529 Toledo 43, 50, 115, 119, 120, 121, 122, 123,
Tenerife 75, 90, 126, 142, 143, 155, 156, 126, 221, 436, 503
159, 160, 161 n., 164, 172, 174, 175, toponimia 74, 75, 191, 193, 195, 203, 254 n.,
176, 177, 178, 179, 180, 181, 183 n., 265-298, 358, 388, 404, 405, 493, 558
193, 194, 195, 196, 197, 198 n., 201, topónimo 74, 75, 118, 119, 161, 165, 178,
202, 203, 204, 207, 208, 209 n., 210, 179, 191, 192, 195, 199 n., 202, 203,
211, 214, 215, 216, 217, 218, 219, 232, 231, 237, 245, 255, 263, 266, 267, 268,
233, 234, 235, 236, 237, 238, 239, 240, 269, 270, 272, 273, 274, 276, 278, 279,
241, 249, 254, 255, 256, 257, 259, 260, 280, 281, 282, 284, 286, 287, 289, 291,
261, 262 n., 265-298, 299, 300, 301, 292, 293, 294, 295, 296, 297, 298, 371,
302, 304, 307, 308, 310, 313, 315 n., 372, 386, 388, 405, 411, 428, 435, 462
317, 320, 322, 323, 324, 328, 331, 370, n., 493, 494, 495, 548, 549, 553, 554
404, 446, 543, 578, 580 primario 288, 290, 296
teribes 529 secundario 280, 299, 296
término náutico 377, 494 toponomástica 74, 156, 266, 267, 273, 278
terminología 45, 53, 71, 95, 96, 114, 136, n., 280
219, 231, 243, 274, 301, 331, 428, 465, tradición
476, 519, 538, 577 discursiva 34, 35, 37, 38, 68, 70, 72, 85,
azucarera 216, 217, 275, 300 n., 304, 93 n., 357, 469, 525, 539, 543, 577
305, 306, 307, 308, 311, 317, 331, elocucional 35, 357, 359, 469, 525, 539,
510 543 544, 577
científica 464 expresiva 35, 38
minera 507, 508 transculturación 68, 151, 241, 444-458, 483
náutica 332, 333, 373, 376 transferencia 53, 54, 55, 60, 61, 63, 131,
popular 243, 264, 301, 465, 572 137, 283, 302 n., 325, 381, 407, 452,
texto 34, 66, 67, 68, 69, 70, 71, 72, 73, 76, 482 n., 538, 552, 557
77, 79, 83, 85-114, 467, 469, 477, 497 trasplante de la lengua 582
Tierra Firme 16, 133, 136, 165, 176, 177, trata de esclavos 232, 240, 241, 419
209, 219, 227, 229, 238, 262, 329, 332, Tratado
347, 348, 352, 356, 362, 371, 372, 381, de Madrid 405
390, 417, 421, 422, 425, 427, 435, 445, de Tordesillas 135, 237 n., 327, 371,
458, 482, 484, 488, 495 n., 497, 501, 404, 405, 406
502, 505 n., 508, 511 n., 520, 521, 522, traza 227, 408, 409
523, 524, 525, 526, 528, 530, 531, 533, tule 529
534, 536, 538, 542, 548, 549, 551, 553, tunebo 528
554, 557-574, 579, 580
tierras unidad
altas 46, 58 de la lengua 17, 26-33, 41, 42, 49, 115,
bajas 43, 46 116
de cultivo 142, 143, 147, 274, 276, 287 del idioma 44, 46
n., 308, 494, 502-503 lingüística de las Antillas 179, 355, 391
644 JENS LÜDTKE
camino 142, 271, 283, 287, 312, 335, 494, caracara 572
552, 559 caracaracol 400
camino real 287 caracuey 572
camiseta 568 cárcel 227, 565
camote 443 cardo 517, 519
campo 140, 287, 289, 322, 340, 416, 456, cardón 517, 518
507 cardonal 288
canaleja 311 caribe 388, 389, 391, 401, 402, 403, 407,
canario 143, 161 n., 194, 195, 232, 233, 431, 463, 480, 484, 490, 591, 526, 527,
234, 235, 236, 373 555, 561, 579
canal 286 Caribe, los de 389, 480, 526
canastillo 567 caricurí 568, 569, 572
canela 380 carjbe 479, 480
canalete 425 n. carreta 314, 510
canelles 565 carril 287
caney 501, 565, 570 carrizal 288
cangrejo 512, 546 carta 91, 99 n., 105, 108, 110, 112, 113,
Caniba, los de 480, 526 114, 329
canibales 402, 403, 480 carta real 91, 98
caníbales 402, 403, 431, 462 n., 480, 527, 561 carta de marear 375, 376
canibáles 402, 431, 527 casa 275, 281, 286, 381, 384, 393, 408, 415,
canibali 400 464, 472, 473, 474, 500, 501, 502, 545,
canoa 356, 357, 381, 382, 387, 388, 389, 556, 564, 566, 567, 577
401, 402, 407, 426 n., 433, 434, 437, casa baja 318
443, 460, 461, 462, 463, 464, 465, 477, casas de cal y canto 500
503, 546, 550, 551, 555, 569, 571 casa de calderas 309, 310, 311, 315
canohuela 571 casa de hacer espumas 310
caña de azúcar 304, 305, 308, 310 casa de hornallas 309, 311, 315
caña de joja 313 casa del ingenio 311, 314, 315
caña de planta 310, 311, 313, 314 casa de mieles 310
caña de planta nueva 312 casa de moler 309, 310
caña de rezoca 309, 310, 312, 313, 314 casa de molienda 309
caña de zoca 309, 310, 312, 314 casa de pileras/casa de pilleras 310
caña de zoca nueva 312 casa de piletas 311, 316
cañaveral 288, 305, 308 casa de prensa/casa de prensar 309
cañaveral de çoca 309 casa de purgar 310, 311, 316
cañaveral de reçoca 309 casa de refinar 311, 316
cañaverero 309, 313 n. casa soberada/casa de sobrada 318
cantera 283 casa terrera 318
canto 283, 500 casería 148, 450, 564
caoba 517 caserío 139, 140, 284
caona 397, 433, 455 caso 108
capera 553, 554 castellano 119, 243 n., 457, 479, 532
capitán 486, 520, 523, 540, 541, 542, 546, Castilla 65, 74, 88, 139, 209, 210, 273, 353,
549, 562 411, 418, 439, 449, 479, 487, 502, 520,
capitán general 484 n., 491, 536, 541 521, 540, 541, 542, 577
ÍNDICE DE VOCES 649
481, 482, 483, 492, 497, 498, 499, 500, juey 512
501, 502, 504, 507, 511, 544, 560 jura/jurá 554
informar 212 juradería 223
ingenio 142, 143, 216, 276, 286, 304, 308, justicia 79, 101, 103, 178, 223, 224, 225,
310, 311, 314, 315, 510, 570 226, 227, 229, 230, 491, 544
ingenios de agua 275, 308 jutía 380
ingenio de azúcar 216, 276, 290, 308, 420,
438 labrança 287, 492, 502, 503, 549
ingenio de bestias 275, 308 labranza 139, 140, 145, 393, 445, 446, 473
ingenio moliente y corriente 311, 314, 510 ladera 285, 286
inquisición 90, 211, 212, 213 La Española 329, 370 n., 386, 395, 397, 453,
instrucción 77, 80, 91, 107 n., 211, 229, 485, 496, 497, 501, 512 n., 514 n., 516 n.
230, 449, 466, 467, 544 lagartija 514
interrogatorio 80, 211, 212, 364, 365 lagarto 379, 437, 459, 512, 513, 514, 515 n.,
Iobi 400 571
ira 530 laguneta 286, 289
iraca 530 lanza 293, 382, 566, 567
iracha 530, 554 lapa 322
Isabela 385, 386, 407, 408 lata 289 n., 319
isla 79, 142, 143, 153, 168, 176, 177, 194, latada 275, 289
209, 212, 222, 229, 234, 236, 255, 256, laurel 320, 321
261, 277, 280, 282, 297, 298, 329, 347, lavadero 289
348, 352, 353, 354, 371, 372, 382, 383, lavador 509
390, 391, 397, 402, 408, 415, 416, 422, lealdador 319
438, 441, 446, 448, 449, 453, 455, 463, lealdar 313, 314 n., 510
470, 484, 488, 489, 490, 496, 497, 499, lecho 505, 509
500, 501, 510, 518, 521, 522, 523, 524, lecho, primero 509
530, 532, 534, 541, 542 legumbre 353, 517
islas inútiles 366, 485, 488 lejía 311, 316
isleño 65, 178 lengua 177 n., 217, 235, 306, 337, 344, 383,
isleta 282, 289 384, 385, 453, 455, 457, 487
islote 282, 289 lengua interprete [sic] 545
istmo 553 león 556, 571
iuana 435, 515 lerene 570
leste 374, 375, 376
jabalí 571 leste gueste 372, 376
jable 164, 191, 192 letrado 220, 225, 226
jagua 434, 483, 570 leuãte 334
jaguar 461, 571 levante 336, 376
jagüey 570 libros de datas 155, 233
jaula 546, 565 libros de repartimiento 233, 450
jenjibre 466 libuza 516
jibrón 319 lince 571
jicotea 515 linde 283
jornalero 224 lindero 283, 285 n.
Juana 386 línea equinoccial 480 n., 498
ÍNDICE DE VOCES 655
mexicano 195, 353 naboría 395, 426 n., 433, 442, 487, 488,
mezquita 556 489, 491, 544, 545, 549, 555, 570
mezqujta 381 naborías de casa 446, 457, 487, 488
mico 572 naboría perpetua 488, 489
miel 260, 261, 262 naburía 433, 562
miel de cañas 305, 306, 309, 310, 317, 510 naciente 286
milano 466 nación 177, 238, 478, 479, 480, 481, 559,
milpa 443, 459, 460 560, 561
mina 140, 438, 446, 456, 469,471 n., 473, naguas 506, 555
498, 499 n., 508, 509, 552 nahe 503, 553
mina de oro 390, 499 naná 380
minero 451, 508 nasa 323
ministro 563 natural 101, 143, 148, 177, 181, 205, 234,
miradero 284, 285 260, 267, 293, 297, 391, 395 n., 422,
mocán 205, 260, 261, 262, 320, 321 448, 485, 489, 540, 545, 559, 560
mocanal 288, 295, 296 nave (fr.) 196, 199, 200
moconí 572 negocio 108, 225, 228, 364
mogote 495 negro 311, 329, 396, 419, 462, 479, 481
mohán 572 nitaíno 387, 433, 485, 486, 488, 571
mohuiy 571 nitayno 387, 433
mohuy 514 noble ciudad 277
mojón 283 noblescer 277
moler 275, 308, 309, 310, 313 n. nordeste 334, 336, 375
molienda 309, 315, 510 nordoeste 334
moliente y corriente 311, 314, 510 norte 283, 334, 336, 375, 376, 377, 395,
molino 148, 261, 275, 286, 311, 314, 510 494, 495, 498, 534, 542, 545, 548, 558,
montaña 147, 259, 280, 284, 294, 320, 381, 559, 560
495, 552, 566 norueste 375, 376
montañeta 284, 289
montañuela 284, 289 ñeblí 466
monte 393, 439, 441 n., 491, 495, 508, 511,
512, 540, 544 n. obeceder 110, 112
montear 490, 491 occidente 353, 376
montecillo 495 Ocidente 374, 376
montezillo 381 ociosidad 473, 481
moque 572 ochí 554
morador 194, 205, 222, 234, 446, 565 oeste 376
morro 284, 298, 495 oficial 210, 224, 226, 228, 416, 510, 521,
mosca 516 531, 552
mosquito 516 oficio 78, 175, 213, 222, 223, 224, 225,
múcura 572 226, 228, 416, 471, 478
mudança 500 oficio mecánico 224
mudanza 469 oficio público 223, 224, 226
mudar 473 oidor 88, 89, 366, 491, 497
mundo nuevo 436, 497 olla 258, 311, 317, 514 n., 547 n., 567
munición 311 ome 554
ÍNDICE DE VOCES 657