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El Cazador y El K

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El cazador y el k’umpa

Había una vez un cazador, su nombré era Luis, vivía en una chacra cerca de los Andes. Era un
hombre pobre y humilde, que se dedicaba a cazar llamas y alpacas para alimentar a su familia
y vender sus lanas. Un día, decidió ir a cazar al valle, donde se suponía que había muchos
animales.

El cazador se preparó con su arco y sus flechas, y se dirigió al valle, acompañado de su perro.
Caminó durante horas, buscando las huellas de las llamas y alpacas. Al llegar al valle, vio un
rebaño de animales pastando tranquilamente. El cazador se escondió detrás de unas rocas, y
apuntó con su arco a una llama grande y gorda.

Pero antes de que pudiera disparar, sintió un golpe en la cabeza que lo hizo caer al suelo. El
cazador se levantó aturdido, y vio que le habían lanzado una piedra desde lo alto de la
montaña. Miró hacia arriba, y vio a un hombre vestido con un poncho rojo y un sombrero
negro. Era el dueño del rebaño, que lo había descubierto.

¡Oye, tú! ¿Qué haces aquí? ¿Quieres robar mis animales? - le gritó el hombre.

No, señor, yo solo quería cazar una llama para mi familia - respondió el cazador.

Pues no puedes hacer eso, estas son mis llamas y alpacas, y yo las cuido con mucho esfuerzo.
Si quieres una llama, cómprala en el mercado - dijo el hombre.

Pero señor, yo no tengo dinero para comprar una llama, soy muy pobre - se excusó el cazador.

Eso no es problema mío, lárgate de aquí o te lanzaré otro k’umpa - amenazó el hombre.

El k’umpa era un combo de piedra que usaban los pastores para defender sus rebaños de los
depredadores o los ladrones. Era un arma muy efectiva, pues podía romper huesos o causar
heridas graves.

El cazador no quiso arriesgarse a recibir otro k’umpa, así que cogió su arco y sus flechas, y se
marchó del valle con su perro. Pero mientras se alejaba, sintió una gran rabia e impotencia.
Pensó en su familia que lo esperaba con hambre en la chacra, y en la injusticia de no poder
cazar una sola llama.

Llanos Saldaña, Nicol Yazmin


Entonces, decidió volver al valle por la noche, cuando el pastor estuviera dormido. Así podría
cazar una llama sin que nadie se diera cuenta. Y así lo hizo. Esperó a que oscureciera, y regresó
al valle con su arco y sus flechas. Se acercó sigilosamente al rebaño, y eligió una llama grande y
gorda. Apuntó con su arco y disparó una flecha al corazón del animal.

La llama cayó muerta al instante, sin hacer ruido. El cazador se acercó para llevársela, pero
antes de que pudiera hacerlo, oyó un ladrido furioso. Era el perro del pastor, que había sentido
el olor del cazador y lo había descubierto. El perro se lanzó sobre el cazador, mordiéndole las
piernas y el brazo.

El cazador trató de defenderse con su cuchillo, pero el perro era muy fuerte y ágil. El ruido
despertó al pastor, que salió de su carpa con su k’umpa en la mano. Al ver al cazador junto a su
llama muerta, se enfureció aún más.

¡Así que eres tú otra vez! ¡Te atreviste a volver a mi valle! ¡Ahora sí que te voy a enseñar quién
manda aquí! - exclamó el pastor.

Y sin más, le lanzó un k’umpa al cazador con toda su fuerza. El k’umpa le dio en la cabeza al
cazador, partiéndole el cráneo. El cazador cayó muerto junto a la llama, mientras el perro
seguía ladrando.

El pastor se acercó al cuerpo del cazador, y lo miró con desprecio. Luego, cogió su llama
muerta, y la llevó a su carpa. Pensó en venderla en el mercado al día siguiente, y se sintió
satisfecho. Se acostó a dormir, sin saber que había cometido un gran pecado.

Y dicen que desde entonces, cada vez que alguien pasa por el valle, puede ver al espíritu del
cazador vagando por el lugar, buscando una llama para su familia. Y también puede ver al
espíritu del pastor, que no puede descansar en paz, pues tiene que cuidar eternamente de su
rebaño.

Llanos Saldaña, Nicol Yazmin

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