Tema 1 ANTROPOLOGÍA CRISTIANA
Tema 1 ANTROPOLOGÍA CRISTIANA
Tema 1 ANTROPOLOGÍA CRISTIANA
VALORES
1
conjunto de concepciones teóricas que intentan explicar el fenómeno
evolutivo.
2
utilización del fuego, ciertos ritos funerarios, organización del espacio
habitado -ya sea abierto o en grutas- y una cierta economía basada en la caza
y en la recolección.
d) Homo sapiens arcaico: el paso de la forma de erectus al sapiensf ue
gradual. Se han hallado restos en Europa y Oriente próximo de hace 100.000-
40.000 años. Manifiestan un considerablemente crecimiento de su capacidad
craneal. Dentro de este grupo se hallan los neandertales, que se extinguieron
sin dejar descendencia.
e) Homo sapiens sapiens (hombre actual): data de hace unos 90.000
años en Palestina; muy rápidamente se propagó a Europa, y también a
América y Australia. Su cultura está mucho más desarrollada no solo en su
industria lítica, sino también en el arte, ritos funerarios, etc.
3
aptos, quienes transmiten a sus descendientes esas características
favorables. Los seres mejor adaptados tendrán más descendencia y
mediante un proceso gradual, las pequeñas ventajas se irán
acumulando hasta producir nuevas especies. Así pues, son tres las
ideas principales de la tesis de Darwin: variabilidad de las especies,
selección natural y herencia de los caracteres adquiridos.
c) Neodarwinismo: al no contar con una base genética, el darwinismo
encontraba dificultades de aplicación. Sin embargo, las leyes de la
genética descubiertas por Mendel sirvieron para apoyar la hipótesis
evolucionista. De esta manera, en 1937 se formuló la denominada
teoría sintética de la evolución o neo-darwinismo. Este afirma que las
variaciones que se encuentran en la base de la evolución son las
mutaciones genéticas, es decir, cambios en el ADN que se producen
de manera fortuita. Existen muchas mutaciones que pueden ser viables
y beneficiosas que se trasmiten hereditariamente a los descendientes.
d)Neutralismo: a finales de los años sesenta, el neodarwinismo
comenzó a entrar en crisis. Basándose en cálculos estadísticos algunos
científicos concluyeron que, si los organismos vivos hubiesen elegido
ciegamente entre el gran número de posibilidades existentes, la
probabilidad de existencia para la mayor parte de los seres vivos hoy
sería nula. Así pues, se pone en tela de juicio que haya habido tiempo
suficiente para que se diera la evolución según las tesis
neodarwinistas. Según los neutralistas, las variaciones genéticas son
en su mayoría neutras en sus efectos, no confieren ni ventaja ni
desventaja al portador. La selección natural, por tanto, pierde gran
parte del poder explicativo que le asignaban los neodarwinistas.
e) Teoría de los equilibrios puntuados: desde los años 70 comienza a
ganar fuerza la explicación saltacionista o teoría de los equilibrios
puntuados, según la cual en la evolución existieron cambios bruscos y
no una lenta acumulación de variaciones, esto es, mediante
macromutaciones, observándose luego una fase de estatismo
morfológico. El estatismo propone el azar como agente director del
cambio evolutivo, quitándole a la selección natural el protagonismo
que los seleccionistas le habían concedido.
f) Teoría del diseño inteligente: A lo largo de las últimas décadas surge
una oposición global a las tesis neodarwinistas mediante a la teoría del
Intelligent Design. Para estos autores algunas estructuras biológicas -
como la célula- ostentan un tipo de complejidad «irreductible» que
hace imposible que se hayan formado por pequeños cambios al azar y
por selección natural. Sería necesario que dichas estructuras naturales
fueran específicamente diseñadas, y de este modo necesitamos admitir
la existencia de un diseñador.
4
1. 3. PRESUPUESTOS FILOSÓFICOS SOBRE EL ORIGEN DEL HOMBRE: AZAR O
CREACIÓN
5
Si los procesos naturales tienen un propósito deliberado es razonable
pensar que ese orden proviene de una Inteligencia creadora, exterior al
mundo, que ha dotado al cosmos de un dinamismo intrínseco, el cual se
mueve hacia sus fines propios, según unas tendencias preferentes. Por eso,
la admisión de la finalidad en el Universo se asocia con la idea de Creación.
6
humana, siendo un ser biológicamente poco dotado? Las especies animales
se adaptan al medio para poder sobrevivir, pero el hombre, por el contrario,
adapta el medio a sus propias necesidades. No precisa la adaptación
morfológica, sino que de manera activa modifica su entorno para su
supervivencia y para vivir de manera verdaderamente humana. La técnica,
por tanto, constituye una de las más claras manifestaciones de la cultura y de
la racionalidad humana, mediante la cual el hombre «humaniza» la
Naturaleza. Nuestra especie experimentó cambios que aparentemente la
hicieron más débil. Pero el «despertar espiritual» -es decir, la aparición de la
autoconciencia, y el dominio del «yo» y de las conductas sociales- le
permitió superar la adaptación natural del resto de los animales.
7
Esta singularidad de la especie humana se ve reforzada por un nuevo
orden de desarrollo, el de la historia personal o biográfica que parece
depender del sujeto mismo en cuanto individuo. En este orden de existencia,
los actos son únicos e irrepetibles y levan una impronta personal del sujeto
en cuanto individuo, y no en cuanto miembro de una especie», En definitiva,
lo propio del hombre como especie es la posibilidad que tiene cada uno de
los individuos que la componen de tener una vida propia.
8
índole espiritual, no dependiente de lo corpóreo. Por lo tanto, parece que no
puede proceder de la materia porque el efecto y la causa deben ser
proporcionados. En otras palabras, la materia puede producir seres
materiales, pero no puede producir seres no-materiales.
9
ya un cuerpo orgánico que por sí mismo se desarrollará en un ser con todas
las facultades humanas.
10
trascendental del proceso evolutivo mundano. Dios actúa siempre mediante
las causas segundas sin sustituirlas, sin interrumpirlas, desde la raíz del ser
creado. Si hay realmente una evolución, ello quiere decir que el mundo
progresa ontológicamente, va de menos a más. Dios y los padres pre-
homínidos son causa del hombre, pero no parcialmente, sino del hombre
entero; no son dos causas que se anulan la una a la otra, de hecho, ninguna
se basta por sí misma. Pero estas dos causas son distintas: a la causalidad
trascendental de Dios la llamamos creación; a la causalidad categorial de la
criatura la llamamos generación u hominización.
Que el alma sea creada directamente por Dios significa que el hombre uno,
en cuanto persona, procede enteramente de un acto creador.
1.8. COROLARIO
11
TEMA 2: LA CREACIÓN
12
la creación se convierte en una exhortación al pueblo para que mantenga su
fe, puesto que será liberado por un Dios más fuerte que la potencia opresora2.
2
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Teología de la creación (Santander 1984) 27s.
3
Cf. VON RAD, G., Teología del Antiguo Testamento, vol. I (Salamanca 1993) 54s.
4
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Teología de la creación (Santander 1984) 30.
5
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Teología de la creación (Santander 1984) 58.
13
desmitologizador poniendo por encima de todo a Dios y haciendo una
identificación entre el Dios de la historia (salvador de Israel) y el Dios de la
creación. Así mismo, el texto refuerza la fe monoteísta en un único Dios,
omnipotente, principio exclusivo del que procede el mundo por medio de la
Palabra (dabar) y en virtud de su libre designio de autocomunicación
amorosa6.
14
el que ha creado el mundo puede decidir su suerte final. Solo Yahweh es el
creador; solo Yahweh realizará la salvación definitiva. Esta es la tesis del
Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento el razonamiento es a la
inversa: si Dios se ha revelado definitivamente en Cristo, y a través de Él ha
salvado definitivamente a los hombres, entonces Dios lo tiene que haber
realizado todo por medio de Él. Aquí se ve la unidad de fe en la creación y
en la salvación, ambas obradas por medio de Cristo8.
8
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Teología de la creación (Santander 1984) 67-77.
9
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Teología de la creación (Santander 1984) 89.
10
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Teología de la creación (Santander 1984) 90.
11
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Teología de la creación (Santander 1984) 90.
15
a) Símbolos de fe12: en ellos se mantiene la mentalidad bíblica para la que lo
importante es resaltar la presencia dinámica de Dios en el mundo como
sustentador, dominador o soberano. Además, se impone la tendencia de
asignar solo al «Padre» el papel creador. Así por ejemplo, el concilio de
Nicea (325) contra el dualismo afirmará que Dios es creador de lo visible y
lo invisible13.
12
Los símbolos de fe o credos son el primer intento de sistematización conceptual de las verdades
reveladas.
13
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Teología de la creación (Santander 1984) 91s.
14
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Teología de la creación (Santander 1984) 95.
15
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Teología de la creación (Santander 1984) 96s.
16
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Teología de la creación (Santander 1984) 106-108.
16
Así las cosas, la respuesta cristiana se vertebró principalmente a partir
de los dos concilios vaticanos:
17
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Teología de la creación (Santander 1984) 108s.
18
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Teología de la creación (Santander 1984) 110-113.
17
2.4. CREACIÓN CONTINUA, CONSERVACIÓN, PROVIDENCIA, CONCURSO
DIVINO
18
2.4.3. Providencia
19
La obra de Dios no es más suya porque sea menos del hombre ni
viceversa, teniendo en cuenta que se sitúan en diversos planos la acción de
Dios y la del hombre, no se interfieren. Toda la acción es de Dios, aunque
no solo suya, y toda ella es del hombre, aunque no solo suya.
20
TEMA 3: LA CREACIÓN DEL HOMBRE COMO «IMAGO DEI»
Hasta ahora hemos visto cómo Dios lo ha creado todo. Ahora bien, en
el centro de su obra ha querido colocar, por voluntad propia, a un ser
concreto: el hombre. Este es el centro y el culmen de toda la creación. Para
expresar esta idea el autor sagrado emplea el concepto de «imago Dei» (Gn
1,27). Con esta expresión se incide en la idea de que el hombre ha sido creado
a imagen y semejanza de Dios. Esta es la primera, fundamental y universal
afirmación de la revelación divina acerca del hombre. A partir del momento
de su creación el ser humano se convierte en interlocutor directo de Dios (Ex
33, 11).
a) Gn 1, 26-27
«Y dijo Dios: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza; que domine
los peces del mar, las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra”. Y creó
Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó».
21
el aspecto de dominio sobre el mundo, que sería la razón por la cual se otorga
al hombre la condición de imagen. Siendo imagen de Dios, el hombre se hace
digno de su poder para garantizar y afirmar su soberanía como único Señor
del universo. En este sentido, Israel ha considerado al hombre como
mandatario de Dios. Otros autores, sin embargo, piensan que hay que insistir
más en la relación con Dios, de la cual sería consecuencia el dominio sobre
el mundo. La condición de imagen se referiría así a todos los aspectos del
ser humano, no solo a uno de ellos. En este caso, lo más importante, no es
únicamente la condición del hombre, sino el obrar de Dios: Él es el que crea
al hombre a su imagen y semejanza. La condición del hombre es el resultado
de la acción de Dios. Por lo tanto, la creación es un acontecimiento entre
Dios y el hombre; todo hombre ha sido creado para existir en relación con
Dios; en esto consistirá su condición de imagen19.
19
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Imagen de Dios. Antropología teológica fundamental (Santander
1988) 43s.
20
RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Imagen de Dios. Antropología teológica fundamental (Santander 1988)
45.
21
Cf. Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Imagen de Dios. Antropología teológica fundamental
(Santander 1988) 45.
22
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Imagen de Dios. Antropología teológica fundamental (Santander
1988) 46.
22
b) Literatura sapiencial: Sb 2, 23-24
23
por el hombre ahora se hace accesible a él por medio de su Hijo. Así las
cosas, si el hombre en el relato del Génesis en cuanto imagen de Dios era el
responsable de toda la creación, Cristo, imagen perfecta de Dios es el
encargado de recapitular todas las cosas y de darles consistencia24.
24
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Imagen de Dios. Antropología teológica fundamental (Santander
1988) 79.
25
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Imagen de Dios. Antropología teológica fundamental (Santander
1988) 78s.
26
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Imagen de Dios. Antropología teológica fundamental (Santander
1988) 79.
27
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Imagen de Dios. Antropología teológica fundamental (Santander
1988) 79s.
24
los que predestinó, a ésos también los llamó; y a los que llamó, a esos
también los justificó; a los que justificó, a esos también los glorificó». El
sentido de la historia de la salvación apunta a esa meta última de
transformación, por la gracia, de los hombres que se adhieren a Cristo como
prototipo de la nueva humanidad28.
Ahora bien, san Pablo sitúa en el presente este cambio de los cristianos
que, contemplando la gloria del Señor Jesús, se transforman en su imagen
gloriosa. Se trata por tanto de una realidad actual, inscrita en la vida de fe
que no se puede diferir hasta la vida eterna: «mas, todos nosotros, que con el
rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos
vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es
como actúa el Señor, que es Espíritu» (2 Co 3,18). Es el proceso de
conversión por el que el cristiano va configurándose con Cristo y
reproduciendo en sí su imagen.
28
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Imagen de Dios. Antropología teológica fundamental (Santander
1988) 79s.
29
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.-L., Imagen de Dios. Antropología teológica fundamental (Santander
1988) 81.
25
En suma, se puede afirmar que la concepción paulina de «imagen»
resalta tres ideas principales: Cristo, imagen de Dios; el hombre, imagen de
Cristo; el hombre, imagen de Dios en Cristo.
3.2.1. En la patrística
26
la imagen» que es el Logos eterno de Dios. Así las cosas, el hombre gracias
a su mente es racional, y por ello partícipe del Logos o razón divina.
27
humano como no sustancial se sitúa al margen de la antropología cristiana.
Por lo tanto, es preciso afirmar que el hombre es una unidad psicofísica,
anímico-corpórea. En consecuencia, es todo el hombre en su unidad alma-
cuerpo el que será imagen de Dios.
«La Biblia enseña que el hombre ha sido creado “a imagen de Dios”, con
capacidad para conocer y amar a su Creador, y que por Dios ha sido constituido
Señor de la entera creación visible para gobernarla y usarla glorificando a Dios.
¿Qué es el hombre para que tú te acuerdes de él? ¿O el hijo del hombre para que
te cuides de él? Apenas lo has hecho inferior a los ángeles al coronarlo de gloria
y esplendor. Tú lo pusiste sobre la obra de tus manos. Todo fue puesto por ti
debajo de sus pies (Sal 8, 5-7). Pero Dios no creó al hombre en solitario. Desde el
principio los hizo hombre y mujer (Gn l, 27). Esta sociedad de hombre y mujer es
la expresión primera de la comunión de personas humanas. El hombre es, en
efecto, por su íntima naturaleza, un ser social, y no puede vivir ni desplegar sus
cualidades sin relacionarse con los demás. Dios, pues, nos dice también la Biblia,
miró cuanto había hecho, y lo juzgó muy bueno (Gn 1,31)» (GS 12).
Dios, que cuida de todos con paterna solicitud, ha querido que los
hombres constituyan una sola familia y se traten entre sí con espíritu de
hermanos. Todos han sido creados a imagen y semejanza de Dios, quien hizo
de uno todo el linaje humano y para poblar la faz de la tierra (Hch 17,26), y
todos son llamados a un solo e idéntico fin, esto es, Dios mismo (cf. GS 24).
28
Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le
descubre la grandeza de su vocación (GS 22,1). En Cristo, “imagen del Dios
invisible” (Col 1,15; 2 Co 4,4), el hombre ha sido creado “a imagen y
semejanza” del Creador. En Cristo, redentor, la imagen divina alterada en el
hombre por el primer pecado ha sido restaurada en su belleza original y
ennoblecida con la gracia de Dios» (GS 22).
29
«El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser
incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se
encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él
vivamente. […] El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo
[…] debe, con su inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y
pecaminosidad, con su vida y con su muerte, acercarse a Cristo. Debe, por decirlo
así, entrar en Él con todo su ser, debe «apropiarse» y asimilar toda la realidad de
la Encarnación y de la Redención para encontrarse a sí mismo» (RH 10).
1) Carácter unitario del hombre. El hombre es una única unidad formado por
alma y cuerpo;
2) La capacidad de conocer y amar al Creador, es decir, la posibilidad de
relacionarse con Dios;
3) El dominio sobre el mundo y la creación para que la gobierne y la use
glorificando Dios;
30
4) La condición social del hombre, a imagen de la Trinidad, y la necesidad
que tiene de los demás para alcanzar la propia perfección. Esta dimensión
social tiende a la construcción del cuerpo de Cristo que es la Iglesia, que se
reúne a imagen de la Trinidad (cf. LG 4).
5) Sitúa la antropología a la luz de la cristología: «el misterio del hombre
sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado».
Que el hombre sea persona significa que es un sujeto dueño de sí, libre
y, en atención a ello, capaz de configurar su ser de modo creativo.
31
establecer una relación con Dios análoga a la que mantienen las
Personas divinas.
2. Llamado en ser hijo en el Hijo. Dios llama al hombre a incorporarse
y participar por obra del Espíritu en la vida propia del Hijo eterno
encarnado, muerto y resucitado.
BIBLIOGRAFÍA
32
TEMA 4: EL PECADO ORIGINAL COMO SOLIDARIDAD DE
TODOS LOS SERES HUMANOS EN EL MAL
33
de su tiempo (el pecado concreto del momento o la infidelidad de los reyes
de Israel, entre otros) remontándose al origen de la humanidad. Un acto
pecaminoso al comienzo determina, de algún modo, la suerte sucesiva de los
hombres. Hay una especie de encadenamiento de pecados y de
consecuencias el pecado (cf. Gn 4,8.23-24) que nos muestra que el mal no
proviene de Dios, sino del hombre. Además, se expone en qué consiste el
pecado del hombre: en querer ser como Dios, en su autosuficiencia que
rehúsa el don del Señor. Según el autor sagrado, el pecado engendra pecado
y, en consecuencia, el hombre es solidariamente responsable de su suerte
sobre toda la tierra.
Este relato sobre el estado y el pecado original afirma que los hombres
actuales no se encuentran ya en aquella situación que Dios había otorgado al
principio a los primeros padres. Es fundamental en esta narración el estado
inicial de paz con Dios. El comienzo del capítulo tercero recoge la tentación
de la serpiente, símbolo del mal. Hay, por tanto, una fuerza contraria a Dios
y el hombre que hace su aparición ya antes del pecado humano. La
transgresión del mandato divino habría de proporcionar al hombre y a la
mujer la igualdad con Dios, por el conocimiento del bien y del mal. La
serpiente busca que el hombre pretenda ponerse en lugar de Dios y afirme
frente a Él su autonomía de modo absoluto. Adán y Eva, al caer en la
tentación, rompen la paz original. En esta ruptura y en la autoafirmación
frente Dios está el núcleo del pecado.
34
del pecado que proceden del estado de alejamiento de Dios en que el primer
pecador se colocó a sí mismo y a todos sus hijos. En este sentido se puede
hablar de culpa o pecado que procede del «origen» y que de algún modo es
«hereditario», puesto que existe entre los hombres una solidaridad más
amplia que la meramente biológica.
En suma:
a) Universalidad del pecado (cf. Rm 3,23; 11,23; cf. Gal 3,22; cf. Ef 2,3): la
insistencia del poder del mal y de la muerte que dominan la vida del hombre
que no está unido a Cristo hace pensar en una situación general pecaminosa,
35
previa a la decisión de cada uno. Una situación determinante de la distancia
que experimentamos entre lo que deberíamos hacer y lo que hacemos, y que
nos lleva a cometer los pecados.
Dicho de una manera más sencilla. La teología recogida por san Pablo
en su epístola a los ciudadanos de Roma sostiene que todo hombre y mujer
que viene a este mundo está marcado por un doble signo: el de adán -que lo
conduce hacia el pecado-, y el de Cristo -que lo lleva hacia la vida de gracia.
Ahora bien, es el ser humano en el uso de su libertad el que tiene que ratificar
una de las dos tensiones.
Por otro lado, la muerte que reina sobre todos los hombres no está
puesta en relación únicamente con la transgresión del primer hombre, sino
también con los pecados de todos los hombres de la historia. Esto no es otra
cosa que la manifestación de la «fuerza del pecado» que aquella transgresión
primigenia ha desencadenado. Por tanto, hay que entender que los pecados
personales de todos los hombres, junto con el pecado de Adán crean el
«contexto de pecado» en el que todos nos movemos.
36
la opción de Adán. Así, por la desobediencia de uno, todos han sido
constituidos pecadores. Por otro lado, la obediencia de uno -de Cristo que
nos precede- todos serán constituidos justos. Cristo y la gracia prevalecen
sobre el pecado, porque «donde abundó el pecado sobreabundó» (cf. Rm
5,19). Cristo, con su obediencia, a la cual nos adherimos por medio de la fe,
nos libra del poder del pecado que nos esclaviza. Por consiguiente, con el
recurso a Adán, Pablo nos explica de qué nos libera Cristo: de los pecados
personales y de la fuerza del pecado que se impone a nuestra decisión. Esta
fuerza del pecado, que viene de Adán, está en todos, es algo previo nuestras
opciones personales.
37
2.2. SAN AGUSTÍN Y LA CONTROVERSIA PELAGIANA
38
Todo ello lo podemos sistematizar como sigue:
39
de esa salvación que acontece por la mediación de la Iglesia, que se hace
operativa en el bautismo (cf. Rm 5, 12; cf. Jn 3,5).
30
Podemos definir la concupiscencia como aquella disminución de la libertad producida por el
pecado y que, sigue pesando en el hombre, aun cuando haya sido perdonado. Es, por tanto, el
efecto-signo del pecado. No es pecado, sino que procede de la desobediencia del primer pecado
(cf. Gn 3, 11). Es la tendencia desordenada y espontánea de las facultades naturales sensibles y
espirituales del hombre, previa al concurso de su voluntad y su razón.
40
pecado original «formalmente» en la privación de la justicia original y
«materialmente» en la concupiscencia.
41
bautizado, está corrompido intrínsecamente y su libertad anulada (cf.
CEC 406).
2. Por otro lado, interpreta la justificación como una simple no
imputación del pecado que permanece intacto en el bautizado, aunque
no imputado por una especie de acto jurídico extrínseco en
consideración de los méritos de Cristo.
Afirmaciones conciliares:
42
2.6. CONCILIO VATICANO II
3.2.1. K. Rahner
43
3.2.2. P. Schoonenberg
44
nosotros. Por ello todos están llamados a ser uno en Jesús y a cooperar en la
realización de ese designio. El pecado va siempre contra este designio. Por
ello, el Cristo cabeza que el Nuevo Testamento nos presenta es al mismo
tiempo el Señor muerto y resucitado, el que nos reconcilia con el Padre y
restablece nuestra amistad con él; amistad que habíamos perdido con el
pecado.
45
el pecado original originante su causa y su fundamento, pero se distingue de
este.
31
Hay que entender “generación humana” en un sentido integral que tiene en cuenta una pluralidad de
factores. No solo su aspecto físico, sino también desde la entrada en un medio humano y cultural, en una
sociedad entera, en el mundo en general.
46
4.4. EL PECADO ORIGINAL ORIGINANTE: EL PECADO DE ADÁN Y EL PECADO
DEL MUNDO
47
a) Gracia y justicia original: comunión con Dios en Cristo
48
TEMA 5: LA GRACIA COMO AUTOCOMUNICACIÓN DE DIOS
EN CRISTO
49
1.1.1. Terminología de la gracia en el Antiguo Testamento
50
Abraham: cf. Gn 9,8-17;15,4-18) y con David (cf. Sal 89,4; cf.
2 Sam 23,59).
o La alianza por excelencia es la alianza que Dios hace con su
pueblo en el monte Sinaí (cf. Ex19).
o Compromiso mutuo entre Dios y el pueblo. La condescendencia
de Dios eleva a Israel sobre su propia condición, de ahí la
comprensión de la alianza como vínculo matrimonial (cf.
Jer31,33; 32,40; cf. Ez 36,26).
51
Veamos las diversas dimensiones de la Gracia en san Pablo:
En suma:
a) En Cristo se ha manifestado la fidelidad divina a la alianza y es la
causa de nuestra salvación.
b) La justicia de Dios se revela en Cristo, y tiene carácter de perdón y
misericordia superadora del pecado.
c) La justificación se obtiene por la fe y no por las obras.
52
del Hijo su dinamismo vital, al igual que el Hijo lo recibe del Padre (Jn
17,23). Así, pues, la vida es un don divino porque es el ser mismo del Padre
dándose al Hijo desde toda la eternidad y, mediante el Hijo, llegando a
nosotros para incorporarnos a la comunión de vida propia de la Trinidad.
2.2.1. Pelagio
53
c) Considera como «gracia» la libertad del hombre, su capacidad natural de
obrar el bien. El resto, la Ley, los sacramentos o el Evangelio son meras
ayudas externas. Niega la gracia interior.
54
2.3.1. Santo Tomás
2.4.1. Lutero
55
2.4.2. Concilio de Trento
Por otro lado, los molinistas (Luis de Molina) parten de la libertad del
hombre. Solo esta hace que la gracia sea realmente eficaz. Pero ello no quiere
decir que la primacía de Dios se olvide: Dios ve lo que el hombre haría en el
uso de su libertad si se le colocase en una determinada circunstancia; conoce,
por tanto, los «futuribles». Dios pone al hombre en las circunstancias que
quiere para que, a su vez, este obre según su libertad.
56
2.6. AGUSTINISMO POSTRIDENTINO (BAYO Y JANSENIO)
57
Por su parte la constitución Dei verbum sobre la divina revelación
sostiene en su segundo número que Dios, Uno y Trino, ha querido revelarse
y entrar en comunión con el hombre. La gracia en el hombre es la comunión
de vida con Cristo, por medio del Espíritu Santo, artífice y cauce por el que
la gracia de Cristo llega a nosotros.
BIBLIOGRAFÍA
58
TEMA 6: LA ESCATOLOGÍA
1.1. INTRODUCCIÓN
32
Cf. L.-F. LADARIA, Introducción a la Antropología Teológica (Estella 1993) 168-171.
59
5º. Existe una tensión entre el presente y el futuro, típica de la escatología
cristiana. Tanto el presente como el futuro están ligados a la persona de Jesús
y desde su venida la humanidad vive la tensión entre el ya y el todavía no.
Su señorío no remite a un futuro distinto de él mismo a partir de su
resurrección, aunque no se ha manifestado todavía completamente en
nosotros. Sólo a partir del presente (este mundo) de la salvación en Cristo
tiene sentido la dimensión de futuro (eternidad). Puesto que en este mundo
transitorio se decide nuestra suerte eterna, nuestro esfuerzo en este mundo
que pasa, adquiere un valor trascendente.
33
Cf. B. SESBOÜÉ, La resurrección y la vida. Catequesis sobre las realidades últimas (Bilbao 1998)
13-14.
34
Sencillamente hacemos referencia a lo que expone en su obra A. FERNÁNDEZ, Teología
dogmática, vol. II (Madrid 2012) 682-684.
60
mientras llega el momento. La muerte marca el tiempo para desarrollar los
«negocios» y para que finalice el tiempo de merecer o desmerecer.
4º. La Sagrada Escritura distingue entre la primera y la segunda muerte. La
primera muerte es la física, y la segunda la eterna que es la condenación
final35.
5º. Los efectos negativos de la muerte han sido vencidos por la muerte y
resurrección de Cristo. El mismo Cristo asumió la muerte y su muerte
redentora ha despojado a la muerte de su dominio absoluto sobre el hombre.
6º. La muerte es el comienzo de la Vida. La muerte consiste en perder algo
con el fin de adquirir otro elemento vital radicalmente nuevo y más rico (la
muerte es ganancia). Mediante el bautismo no solamente se da un vuelco a
la muerte que ha introducido el pecado, sino que se recibe una vida nueva.
Al bautismo se le denomina precisamente muerte porque ha dado muerte a
la muerte y ha comunicado al creyente una vida nueva infinitamente más
excelente.
35
El infierno, como segunda muerte, significa rechazar la salvación ofrecida por Jesucristo, que
venció a la muerte. En T. SPIDLIK, «Maranatha». La vida después de la muerte (Madrid 2016) 209.
36
Cf. J.-L. RUIZ DE LA PEÑA, La otra dimensión. Escatología cristiana (Santander 41991) 294
37
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual
Gaudium et spes [en adelante: GS] (Ciudad del Vaticano 1965) n. 18.
61
Ante el pesimismo de la muerte solamente cabe una respuesta, el
optimismo de la vida que nos trae Jesucristo con su resurrección. Jesucristo
murió para resucitar, y la resurrección es, por consiguiente, la recuperación
de la existencia del hombre que había sucumbido a la muerte. Así, el ser-
para-la- muerte se convierte en ser-para-la-vida.
Estamos diciendo, por lo tanto, que la muerte es una acción que debe
realizar el hombre. Si la vocación del hombre es a la libertad y consiste en
construir eternidad a través de sus sucesivas decisiones, esta opción va a
38
Seguimos la exposición y desarrollo que hace J.-L. RUIZ DE LA PEÑA, La otra dimensión, cit., 294-
298.
62
quedar coronada con la muerte. El sentido que dé a la muerte forma una
unidad con el sentido que ha dado a su vida. Desde este punto de vista la
muerte es elección, y se le pide al hombre que escoja su muerte dándole así
sentido o subrayando su sinsentido39.
Particular importancia para este tema tiene el pasaje de san Pablo a los
Romanos (cf. Rom 8, 19-23), del cual sacamos tres elementos importantes:
1º. La suerte del universo está ligada a la suerte del hombre. Si el hombre
arrastró al mundo —por el pecado— a una situación adversa de corrupción,
también lo hará partícipe de la liberación.
2º. La redención del universo pende de «la redención de nuestro cuerpo».
«Gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial», la
transformación de nuestra corporalidad a imagen de Cristo resucitado.
3º. La redención del universo no consiste simplemente en la resurrección de
los muertos, sino que atañe al universo mismo que se verá liberado «de la
esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de
Dios». Afirma san Pablo que la misma «creación está gimiendo y sufre
dolores de parto» porque anhela también la liberación; es decir, la nueva
creación, que se está gestando ahora, será alumbrada por el mundo presente
en el tiempo oportuno.
39
Cf. B. SESBOÜÉ, La resurrección y la vida, cit., 82.
40
Catecismo de la Iglesia Católica [en adelante: CEC], n. 1043.
41
CEC, n. 1047.
63
También la revelación nos hace comprender que la figura de este mundo,
afeada por el pecado, pasará y una vez vencida la muerte habrá resurrección
en Cristo «y lo que fue sembrado bajo el signo de la debilidad y de la
corrupción, se revestirá de incorruptibilidad y, permaneciendo la caridad y
sus obras, se verán libres de la servidumbre de la vanidad todas las criaturas,
que Dios creó pensando en el hombre»42.
42
GS, n. 39. CEC, n. 1048. Hemos seguido en este apartado de la nueva creación a J.-L. RUIZ DE LA
PEÑA, La otra dimensión, cit., 215-219.
43
El CEC, n. 1046 señala en cuanto al cosmos, la profunda comunidad de destino del mundo material
y del hombre. Y para el hombre esta consumación será la realización final de la unidad del género humano,
querida por Dios desde la creación (cf. n. 1045).
44
Cf. J. RATZINGER, Introducción al cristianismo (Salamanca 2005) 297.
64
entender la teología paulina de la resurrección y que recogemos
sintéticamente en los siguientes puntos principales45:
1º. Cristo murió y fue resucitado.
2º. Si los muertos no resucitan, es decir si la resurrección es imposible, lo
mismo valdría para Cristo, y las consecuencias son claras: no hay esperanza
y menos aún salvación.
3º. Pero hay resurrección porque Cristo resucitó de entre los muertos «como
primicia de los que durmieron». Es clave, pues, la resurrección de Cristo,
pero domina sobre todo en el texto las consecuencias que tiene la
resurrección de Cristo: su resurrección abre el proceso de las resurrecciones.
Igual que hubo solidaridad en la muerte con Adán, también somos solidarios
en la resurrección con Cristo. Es decir, nuestro futuro es Cristo mismo; o
dicho con otras palabras: puesto que la muerte de Cristo conoció un futuro,
también nuestra muerte conocerá un futuro.
4º. Sin la esperanza en la resurrección el único recurso que cabe en la vida
terrena consiste en el «comamos y bebamos que mañana moriremos».
5º. ¿Cómo resucitarán los muertos, con qué cuerpo? San Pablo lo ilustra con
la imagen de la semilla, que necesita ser enterrada para transformarse. El
cuerpo actual es el grano desnudo, no es aún el cuerpo definitivo. Fija san
Pablo la diferencia entre el cuerpo temporal y el de la resurrección en las
antítesis corrupción-incorrupción, vileza-gloria, debilidad-fortaleza, cuerpo
psíquico-cuerpo espiritual. Estas antítesis oponen dos modos de existencia
del hombre uno y entero: la basada en lo inmanente, y aquella existencia
invadida por la fuerza del Espíritu que da vida. El carácter corruptible de la
existencia terrena responde a nuestra solidaridad con Adán, mientras que la
solidaridad con Cristo nos hará rebasar nuestra existencia caduca, y alcanzar
la forma de existencia definitiva, la conformación de nuestro cuerpo con el
cuerpo glorioso de Jesucristo.
45
Cf. J.-L. RUIZ DE LA PEÑA, La otra dimensión, cit., 189-194.
46
«El término “carne” designa al hombre en su condición de debilidad y de mortalidad (cf. Gn 6,
3; Sal 56, 5; Is 40, 6). La “resurrección de la carne” significa que, después de la muerte, no habrá solamente
vida del alma inmortal, sino que también nuestros “cuerpos mortales” (Rm 8, 11) volverán a tener vida».
CEC, n. 990.
47
«Creer en la resurrección de los muertos ha sido desde sus comienzos un elemento esencial de la
fe cristiana». CEC, n. 991.
65
1º. Un evento escatológico, es decir que sucederá en el último día, o con
otras expresiones: a la llegada de Cristo, el día del juicio, al fin del mundo.
2º. Un acontecimiento universal: resucitarán todos los muertos.
3º. El concepto de resurrección incluye la identidad somática, es decir los
muertos resucitarán con sus cuerpos48.
48
Cf. J.-L. RUIZ DE LA PEÑA, La otra dimensión, cit., 203.
49
CEC, n. 1000.
50
Cf. CEC, n. 997.
51
Cf. CEC, n. 998.
52
CEC, n. 999.
53
GS, n. 18.
66
una forma nueva en una realidad nueva, participando en la otra referencia
espacial de Dios, imposible de categorizar geográficamente54.
Antes hemos dicho que unos resucitarán para la vida, y otros para la
condenación. A este estado de condenación eterna lo llamamos infierno. El
magisterio de la Iglesia sostiene que se condenan sólo aquellos que no se
arrepienten y perseveran hasta la muerte en pecado mortal. Dios no es, por
tanto, la causa de la condenación sino el mal uso de la libertad que cada ser
humano hace de ella.
54
Cf. J. RATZINGER, Dios y el mundo. Creer en nuestra época. Una conversación con Peter Seewald
(Barcelona 2002) 413-414, citado por A. FERNÁNDEZ, Teología dogmática, vol. II, cit., 714.
55
Cf. B. SESBOÜÉ, La resurrección y la vida, cit., 125-133.
56
Cf. CEC, n. 168.
67
a su imagen y le dio vida. La muerte aconteció como consecuencia del
pecado, por lo que debe ser combatida y superada. La buena noticia del
Nuevo Testamento es que Cristo ha vencido a la muerte, victoria en la que
participamos todos. Por eso profesamos en el Credo: «Creo en el perdón de
los pecados y en la vida eterna»57.
57
Cf. T. SPIDLIK, «Maranatha». La vida después de la muerte, cit., 262.
58
«La Escritura nos habla de ella en imágenes: vida, luz, paz, banquete de bodas, vino del reino,
casa del Padre, Jerusalén celeste, paraíso: “Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre
llegó, lo que Dios preparó para los que le aman”» (1 Cor 2, 9). CEC, n. 1027.
59
CEC, n. 1025.
60
CEC, n. 1023.
61
Cf. A. FERNÁNDEZ, Teología dogmática, vol. II, cit., 745-746. Se basa en las expresiones de los
primeros cristianos que ante el martirio les hacía ver el más allá en una inmediata cercanía a Dios.
62
Cf. J.-L. RUIZ DE LA PEÑA, La otra dimensión, cit., 248.
68
3ª. Consiste en lograr la vida plena del hombre. En el cielo se alcanzará la
plena perfección en una vida nueva cuyas dimensiones superan lo humano y
se sitúan en la órbita de lo divino, participando de la plenitud de Dios. Esa
plenitud se alcanza no sólo en la comunión con Dios sino con los demás
salvados, hay una «relación a los demás hombres y a la creación entera»63.
El acceso a esta vida eterna es para los limpios de corazón porque sólo
ellos verán a Dios (cf. Mt 5, 8). El purgatorio es concebido como una
dimensión del paso del hombre a Dios antes de la visión beatífica. Los que
están imperfectamente purificados, pero mueren en la gracia y en la amistad
de Dios «sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la
santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo»64.
BIBLIOGRAFÍA
63
CEC, n. 1029. Afirma el teólogo Ruiz de la Peña que, si Dios destina al hombre entero a la vida
eterna, si hay nueva creación, habrá igualmente conexión hombre-tierra. La dimensión social de la vida
eterna acredita que no puede darse una auténtica consumación del hombre al margen de la consumación de
la humanidad, y viceversa. En J.-L. RUIZ DE LA PEÑA, La otra dimensión, cit., 250.
64
CEC, n. 1030. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los
concilios de Florencia y de Trento, llamando purgatorio a la purificación final de los elegidos que nada
tiene que ver con el castigo de los condenados. En ibid., 1031.
69