Juarez y Otros Maltrato y Abuso Sexual Infantil-2
Juarez y Otros Maltrato y Abuso Sexual Infantil-2
Juarez y Otros Maltrato y Abuso Sexual Infantil-2
y el maltrato infantil
Ana Francia Iturregui
Assumpta Roqueta, Beatriz G. Luna, Rosa Mª Fernández García, Eduardo
Pásaro, Eduardo Barca, Josep Cornellà, Cristina Torres, Mª Elena Borrajo,
Natalia Barcons, Mireia Sala, Ignasi Ivern, Rosa Mora, Josep Ramón Juárez,
Esther Grau y Marga Muñiz. Coordinados por Rosa Mª Fernández García ‘
© Rosa Mª Fernández García (Coord.) et al.
Neuropsicología del abandono y el maltrato infantil
© Derechos exclusivos de edición en español reservados para todo el mundo:
Hilo Rojo Producciones, S.L., C/ La Rasa 8, 08530 La Garriga (Barcelona)
www.hilorojoediciones.com
1ª edición: Marzo de 2014
ISBN: 978-84-941620-7-7
D.L.: B 4535-2014
Anclaje en el pasado
Hacerse preguntas sin respuesta o buscar
explicaciones imposibles de obtener
Necesidad de buscar culpables
Negación cognitiva o emocional del suceso
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traumáticos, existencia de una psicopatología familiar, presencia de
reacciones disociativas durante el suceso traumático y/o inexistencia de una
red de apoyo familiar y social, además del estilo de afrontamiento (junto
con la resiliencia) que son aspectos que también debemos tener en cuenta y
que tratamos al final de este capítulo. Antes de ello, vamos a presentar las
secuelas (daño psíquico) habituales en casos de maltrato y abuso infantil.
2. Secuelas psicopatológicas
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los que se incluían las agresiones sexuales, mencionaron también tres fases
para referirse al curso que solía darse tras sufrir un suceso de tal magnitud.
Explicaron que, en una primera etapa, se produciría un embotamiento
general, caracterizado por lentitud, pensamientos de incredulidad y una
reacción de sobrecogimiento. A medida que el estado de shock se fuera
disipando, aparecería la segunda fase, más caracterizada por el dolor la
rabia, la indignación, la culpa y la impotencia, alternándose con momentos
de abatimiento. Finalmente, emergería una fase donde se tendería a re-
experimentarse el suceso, bien de manera espontánea o bien, asociado a
agentes externos que lo activaran.
Secuelas inmediatas
Esfera emocional:
‐ Sensación de irrealidad: sensación de que el hecho no ha podido
sucederse, de que realmente no le ha podido pasa a ella,
acompañado de llanto y rabia, y en ocasiones de sentimientos de
vergüenza y culpa.
‐ Sentimiento de pérdida de control de la situación.
‐ Sintomatología psíquica: confusión, desorientación, pérdida de la
capacidad de concentración, etc.
Esfera cognitiva:
‐ Déficit en el procesamiento de la información, dificultad en la toma
de decisiones, percepción de profunda indefensión, etc.
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Si bien parte de la sintomatología mencionada puede terminar disipándose
transcurridas algunas semanas, se calcula que alrededor del 80% de las
víctimas puede también presentarla transcurrido un año. Asimismo, entre
los factores protectores del trauma, Fernández-Ballesteros en Soria, M.A. y
Saiz, M.D. (2006), nombra el apoyo social (y naturalmente, familiar) con el
que la víctima cuenta.
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‐ Trastorno por estrés agudo: manifestaciones iguales a las del
TEPT pero cuya diferencia radica, tanto en el número de
criterios, como en la duración de la alteración (de 2 días a 4
semanas) y la relación temporal entre el suceso y el inicio de
la sintomatología (dentro de las 4 primeras semanas).
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La sensación de impotencia de la víctima ante la idea de “no haber hecho
más por evitarlo” hace a estos delitos característicos de un gran sentimiento
de culpa (Fernández-Ballesteros en Soria y Saiz, 2006). Esta idea parece
profundamente importante a la hora de llevar a cabo las terapias y
acompañamientos a mujeres víctimas de una violación u otro tipo de
agresiones, planteándose el reto de dotar de mecanismo de enfrentamiento
a las mujeres con el fin de darles la oportunidad de nuevo de recuperar el
control.
De alguna manera, lo que los autores nos quieren referir es que, el daño ya
está hecho, la situación se produjo y no se borrará, pero la decisión de vivir
convencidas de que son una mujer etiquetada como “violada”, o una mujer
que fue víctima de una violación, es muy diferente. La primera reflexión
obliga a cargar con la etiqueta de víctima para siempre, mientras que la
segunda refiere que padecieron un suceso en sus vidas que no se olvidará,
pero que no permitirán que marque su presente y futuro.
Secuelas emocionales
Este tipo de secuelas, según Echeburúa (2004), están referidas a la huella
más o menos permanente que el trauma psíquico puede dejar en la persona,
no remitiendo con el paso del tiempo ni habiéndose recibido el tratamiento
correspondiente. En este caso, lo más habitual serían cambios importantes
en la personalidad durante al menos 2 años después del suceso, y una
afectación en las funciones académicas, laborales y en las relaciones
interpersonales.
En el entorno familiar, este tipo de vivencia traumática puede suponer el
sentimiento de inseguridad del niño, y del entorno familiar cercano a la
víctima, quedando afectada parte de la estructura familiar. A nivel social es
necesario tener en cuenta los prejuicios a los que se enfrenta la víctima. El
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posible embotamiento afectivo, deterioro de las relaciones interpersonales y
a veces, un posible aislamiento tanto emocional como social. Finalmente, a
nivel académico es posible que baje el rendimiento, la concentración y la
motivación por ir a la escuela, deteriorando o empeorando con esto la
relaciones con los/as compañeros/as, faltando al centro escolar y que esto
contribuya más a bajar la autoestima.
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Las reacciones al estrés se presentan de tres maneras (Solís, C. y Vidal, A.,
2006) que guardan además una relación directa con las correspondientes
secuelas anteriormente mencionadas.
A. Fisiológicas: son las respuestas asociadas al sistema nervioso
autónomo y tiene que ver con toda la sintomatología somática:
dolores de cabeza, problemas estomacales, aumento de la presión
sanguínea, sequedad de boca, etc., (Cassaretto, 2003).
B. Emocionales: son las respuestas subjetivas asociadas al malestar
emocional, como el miedo, la ansiedad, la ira, la excitación, etc.
(Taylor, 1999).
C. Cognitiva: son las repuestas de preocupación, negación y pérdida de
control, que pueden ir además acompañadas de bloqueos mentales,
pérdidas de memoria, sensación de irrealidad, etc. (Sandín, B. 1995).
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4. Autocontrol: esfuerzos por controlar los propios sentimientos y
respuestas emocionales.
5. Aceptación de responsabilidad: reconocer el papel que uno/a haya
tenido en el origen o mantenimientos del problema.
6. Escape-evitación: uso del pensamiento irreal improductivo o de
estrategias como comer, beber, utilizar drogas o tomar
medicamentos.
7. Re-evaluación positiva: percibir los posibles aspectos positivos que
tenga o hay tenido la situación estresante.
8. Búsqueda de apoyo social: acudir a otras personas (amigos,
familiares, etc.) para buscar ayuda, información o también
comprensión y apoyo emocional.
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que este modelo también puede ser entendido como el desarrollo de las
resiliencias.
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Estamos plenamente de acuerdo que a partir de esas características
familiares podemos inferir cómo promover o facilitar estos factores
protectores, además de poder evaluar y diagnosticar de forma más
constructiva, el fenómeno del maltrato y abuso infantil.
También de acuerdo con Barudy (2006) para lograr ambas cosas, los
profesionales deberán desarrollar algunas capacidades básicas, como son:
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1. Capacidad de vincularse como personas, no solo desde el rol o la
función, sino implicarse emocional y afectivamente, pero
estableciendo límites claros.
2. Capacidad de facilitar conversaciones: facilitar el espacio de
diálogo que determine el origen y dé un sentido al sufrimiento.
Esto con todos los miembros de la familia.
3. Capacidad de trabajar en red para proporcionar apoyo a todos los
implicados.
4. Capacidad para elegir el espacio relacional adecuado para
intervenir: la familia como sistema, un espacio conjunto, y las
personas que componen la familia, un espacio diferenciado para
cada una.
5. Capacidad de autocuidado: para ello la metodología de
intervención en red es un instrumento útil y un antídoto para el
burnout.
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