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Francisco, 10 Años

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Re exiones interreligiosas en gratitud a los

10 años del ponti cado de Francisco


« El diálogo interreligioso es crucial
para construir la paz »

MARZO 2023

EPISC OPAL
ARGENTINA
CONFERENCIA

Conferencia Episcopal Argentina


Francisco, 10 años
ÍNDICE

. Hacia una nueva conversión.


Por Lía Zervino……………………………………………………………2

. La opción de Francisco no es por los pobres


Por Emilce Cuda…………………………………………………………..4

. Diez años de diálogo, concordia y paz entre judíos, cristianos y musulmanes.


Por Ricardo Elía…………………………………………………………...6

. Una mirada ecuménica a diez años de Francisco.


Por Marcelo Figueroa……………………………………………………...8

. Diez años de Francisco.


Por el Pastor Christian Hooft…………….………………………………10

. Un Papa para mejorar el mundo.


Por el Gran Rabino Isaac Sacca…………………………………………...12

. El Papa Francisco y los judíos.


Por Santiago Kovadloff…………………………………………………...14

. Es justo y necesario darte gracias Señor.


Por el Obispo Pedro Torres………….………………………………...…15

. Décimo aniversario Papa Francisco.


Por el Obispo Eduardo García…...……………………………………….18

. Francisco, décimo aniversario.


Por el Obispo Roberto Álvarez…………………………………………...23

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Conferencia Episcopal Argentina | Marzo de 2023
Francisco, 10 años
HACIA UNA NUEVA CONVERSIÓN
Por María Lía Zervino, Servidora.

Quisiera agradecer al Papa Francisco quien, siguiendo a sus antecesores, nos


conduce a una profundización de la aplicación del Concilio Vaticano II. Sólo
creo poder mostrar algunas líneas de su pensamiento recordando gestos,
palabras y hechos, desde el inicio de su pontificado y continuadas a lo largo del
mismo. Son “pinceladas” en la obra maestra que está realizando el Espíritu
Santo y que nos exhortan a una nueva conversión pastoral, personal y
comunitaria.

Se inclinó para recibir la bendición del Pueblo de Dios, en su primera aparición


como Papa. Un gesto de profunda humildad que marcó a fuego nuestra toma
de conciencia de la responsabilidad laical que nace del Bautismo y de la
Confirmación. Ya no habría lugar en su pontificado para el clericalismo. La
vocación y la misión propia de los fieles laicos es la transformación de las
distintas realidades terrenas para que toda actividad humana sea transformada
por el Evangelio, explicó en Evangelii Gaudium 201.

Una imagen histórica: por primera vez, un Papa inauguró un Jubileo fuera del
Vaticano. Ocurrió en Bangui, capital de la República Centroafricana,
designándola como “capital espiritual del mundo”. Allí, en un país sufriente por
las consecuencias de la guerra y la pobreza, selló su magisterio sobre la
misericordia que “no puede ser un paréntesis en la vida de la Iglesia, sino que
constituye su misma existencia, que manifiesta y hace tangible la verdad
profunda del Evangelio. Todo se revela en la misericordia; todo se resuelve en
el amor misericordioso del Padre” (Misericordia et misera 1). Nos animó, una y
otra vez, a que el rostro de la Iglesia sea el de la misericordia.

En el primer jueves santo de su pontificado lavó los pies a jóvenes presos,


incluyendo a dos muchachas, una de ellas musulmana. Este hecho fue uno de
los tantos con que confirmó su pensamiento sobre las mujeres. Por un lado, en
Fratelli tutti 23, denunció que aún se “está lejos de reflejar con claridad que las
mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los
varones. Se afirma algo con las palabras, pero las decisiones y la realidad gritan
otro mensaje. Es un hecho que «doblemente pobres son las mujeres que sufren
situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se
encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos» (EG 212)”.

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Conferencia Episcopal Argentina | Marzo de 2023
Francisco, 10 años
Por otro, subrayó sus fortalezas, en su rol materno dentro de la familia (Amoris
laetitia 173) y describió como sueño eclesial “que las mujeres tengan una
incidencia real y efectiva en la organización, en las decisiones más importantes
y en la guía de las comunidades, pero sin dejar de hacerlo con el estilo propio
de su impronta femenina.” (Querida Amazonia 103).

Su primera salida del Vaticano fue a Lampedusa. Una clave en las enseñanzas
del Papa consiste en salir a las periferias, como lugar del encuentro con Jesús.
“Es una cuestión hermenéutica: la realidad sólo se comprende si la miramos
desde la periferia, y no si nuestra mirada se sitúa en un centro equidistante de
todo. Para comprender verdaderamente la realidad, debemos alejarnos de la
ubicación central de calma y tranquilidad y dirigirnos hacia el área periférica.”
(Coloquio con Superiores Generales, 29 de noviembre 2013). Francisco está
convencido que es el único modo de cambiar la historia.

La sonrisa en su expresión cuando empezó a relacionarse con las personas


como Obispo de Roma, sorprendió a muchos de los que lo habíamos conocido
como Obispo de Buenos Aires. La “alegría” es central en su pensamiento:
Evangelii gaudium, Amoris laetitia, Gaudete et exsultate. “La alegría del Evangelio
llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. (…) Con
Jesucristo siempre nace y renace la alegría. (Evangelii gaudium, 1). Y la Iglesia
necesita no dejarse robar la alegría de la misión.

Con la elección de su nombre, Francisco, evidenció su pensamiento. Firmó


Fratelli tutti, sobre la tumba de San Francisco, indicándonos que el diálogo es la
vía señera de la fraternidad universal. La encíclica fue precedida por la histórica
firma de Fraternidad Humana, junto al Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb. Tomó del
Santo de Asís sus palabras para regalarnos el inmenso don de Laudato si, en la
que nos enseñó, a la Iglesia y al mundo, que el grito de los más pobres y el grito
del planeta constituyen una misma crisis, a la que estamos todos llamados a
responder para cuidar de nuestra Casa Común.

“El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera para la Iglesia en


este nuevo milenio” fue la célebre expresión que pronunció, en el 50 aniversario
de la constitución del Sínodo de los Obispos, en 2015. Desde entonces
desarrolló un hilo conductor que nos introdujo al actual proceso sinodal.
Esperamos, con la gracia del Espíritu Santo, realizar el sueño del Papa de una
Iglesia a la escucha, una Iglesia pobre para los pobres, que no es otra que la
Iglesia de la comunión, participación y misión.

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LA OPCIÓN DE FRANCISCO NO ES POR LOS POBRES
Por Emilce Cuda

La opción por los pobres no es una opción política, ni económica. Tampoco es


una opción filosófica, ni humanística. No es una opción de la Teología de la
Liberación, ni de la Teología del Pueblo. Los cristianos no optan por los pobres
porque son buenos, porque no tienen nada, porque sufren mucho o porque son
mayoría. Optan preferencialmente por los pobres porque así lo hizo Jesús de
Nazaret, el Cristo. Se trata de una opción por el Evangelio. Lo contrario es
demagogia cristiana como camino a la cristiandad.

Los católicos optamos “con” los pobres por vocación, porque hemos sido
llamados por una persona real a construir un Reino para todas y todos, incluso
“con” y para los pobres. Nos comprometimos con esa misión. La opción “con”
los pobres es una respuesta evangélica que da origen a un magisterio social,
propio del catolicismo. La opción “con” los pobres no responde a ninguna ética
filosófica, sino a la ética teológica. Esta última no parte de buenas razones sino
de una experiencia de vida real y concreta que asume como modelo: la vida de
Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, que nació pobre, en la periferia,
vivió con los pobres y habló a los pobres en el lenguaje de los pobres.

Optar “con” los pobres es el “estilo de vida con sabor a evangelio” del que nos
habla Francisco hace diez años desde la silla de San Pedro. Optar “con” los
pobres no significa asistencialismo público ni privado; tampoco colonialismo,
patriarcalismo e iluminismo. Significa participación.

En el X Aniversario del Pontificado de Francisco, los pobres están al centro de


su magisterio social por dignidad humana, no por pobres. Por eso Francisco
aporta a la opción por los pobres un componente no menor. No agrega un
nombre, un adjetivo ni un adverbio. Agrega una preposición: “con”. Eso
significa que atender el problema de la pobreza no es cuestión de esencialismos
porque el catolicismo no es metafísica. La opción católica no es “por” los
pobres sino “con” los pobres. En el modo está la clave hermenéutica del
evangelio.

La ética teológica católica no discierne sobre qué es verdadero y qué es falso


porque, a diferencia de la filosofía, parte de la verdad revelada que es una palabra
encarnada, una persona. Es la Palabra que nos dice que, de ellos, los pobres, es
el Reino de los Cielos, y que si queremos salvarnos debemos unirnos. La ética
teológica católica discierne sobre lo bueno y lo malo, no sobre la verdad,

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Francisco, 10 años
teniendo como modelo ejemplar la vida de Jesús de Nazaret, el Cristo, la verdad
revelada. Por eso para Francisco, pastor y teólogo, optar “con” los pobres es
una posición evangélica, no política. Se trata de discernir “con” ellos entre lo
bueno y lo malo para cuidar el mundo, que es el planeta, y también las personas
que lo habitan.

Si tuviese que elegir, dentro del magisterio de Francisco, cuál es el mensaje para
el pueblo argentino como Pueblo de Dios, diría que está contenido en esa
preposición: “con”. Decidir “con” los pobres es el modo evangélico de decir
“participación”. Por ahí pasa la mejor política. No solo en el magisterio de
Francisco, sino también en todo el pensamiento teológico y social de la Iglesia.
La humanidad participa de lo divino por la gracia de la encarnación de la
segunda persona de la trinidad. Algunos, con relación a la inclusión de los
descartados prefieren usar el vocablo democracia, sin embargo, este no es un
vocablo evangélico si no va asociado al significado universal de la participación.
La mera representación no implica que se tomen decisiones “con” los
representados. Los invito a ver cuántas veces el Papa argentino usa en los
documentos más consultados de su magisterio social la palabra democracia y
cuántas la palabra participar. Democracia: EG 0; LS 0; FT 4; QA 0. Participar:
EG 20; LS 7; FT 13; QA 6.

Considero que el Papa Francisco ha dado muchas claves para lograr la unidad
en la diferencia entre los argentinos, pero todas ellas cobran sentido si se presta
especial atención a ese “con” que alude a la participación en sentido evangélico.
Optar “con” los pobres no significa querer ser pobre ni que todos sean pobres.
Por el contrario, es darle un lugar en la mesa de las decisiones sobre lo común
también a los pobres, no por pobres sino por ser hijos de Dios.

Participación no significa simplemente “escucha”; significa “decisión”. Optar


“con” los pobres es reconocer la dignidad en cada ser humano, y esa dignidad
se hace presente, no solo cuando habla y se expresa, sino también y sobre todo
cuando decide sobre lo común.

En diez años de pontificado, el Papa Francisco, al margen de los problemas


coyunturales de su país de origen, ha confirmado con hechos concretos su
opción “con” los pobres. Si ampliamos la categoría de pobre desde lo
económico a lo social, optar “con” los pobres debe leerse también como optar
“con” la mujer, “con” el migrante, “con” el preso, “con” el traidor, “con” los
márgenes, “con” los últimos de la lista, porque ellos serán los primeros, nos
dice el Evangelio.

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Francisco, 10 años
Esa posición soberana de Francisco, quien no se deja marcar agenda ni por
derecha ni por izquierdas, hace que se lo reconozca como líder mundial por la
paz. Así como sus guerreras son todas las guerras, su pueblo es todo el pueblo
y todos los pueblos. Francisco es pontífice; no es político ni economista. No
tiene parte entre las partes. Su función es ser puente, no tomar posición en
alguna de las partes. Como puente-pontífice, puede comunicar las diferencias
sin anular las identidades. Es una unidad que comunica, no es la unidad del
totalitarismo. Francisco se ofrece, desde hace una década, como puente firme
sobre el que pueda transitar la pesada carga de las diferencias. Es el Papa
nuestro, y está ahí, para ayudarnos a construir la unidad.

EL PONTIFICADO DE FRANCISCO: DIEZ AÑOS DE DIÁLOGO,


CONCORDIA Y PAZ ENTRE JUDÍOS, CRISTIANOS Y
MUSULMANES
Por Ricardo Elía.

El Cardenal Primado de Argentina y Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor


Jorge Mario Bergoglio (nacido en el porteño barrio de Flores en 1936), fue
elegido Pontífice de la Iglesia Católica el miércoles 13 de marzo de 2013. Eligió
el nombre de Francisco I por Francisco de Asís, fundador de la orden
franciscana, el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que amó
y custodió la creación, y que protagonizó el primer gran encuentro islamo-
cristiano cuando se reunió en Egipto con el sultán ayubí Malik al-Kamil en
septiembre de 1219 para buscar la paz y la concordia entre cristianos y
musulmanes.

El 28 marzo de 2013, dos semanas después de haber asumido su pontificado,


el Papa Francisco I brindó un ejemplo para toda la humanidad de cómo un
creyente debe ser humilde con el prójimo y estar a su servicio. Ese Jueves Santo,
Francisco le lavó los pies a una docena de jóvenes en el centro penitenciario
para menores Casal del Marno en Roma, entre ellos, a dos mujeres, una católica
italiana y una musulmana serbia. El pontífice de 76 años explicó que el lavado
de pies “reproduce un símbolo que es una caricia de Jesús” y subrayó que él
había ido a esa prisión a hacer ese gesto “de todo corazón”. También precisó
que lo había hecho “como sacerdote y como obispo”, sin mencionar la palabra
papa. Esta tradicional ceremonia se realizaba por lo general en la Archibasílica
San Juan de Letrán en Roma y los escogidos eran sacerdotes. En las imágenes
difundidas por la CTV, la televisión del Vaticano, se ve al papa arrodillarse,
echar agua a los pies de los jóvenes, secarlos y abrazarlos. Dice el Corán: «Y

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Francisco, 10 años
entre la Gente del Libro hay quien cree en Dios y en lo que se les hizo descender
a ellos; y son humildes ante Dios en reverencia.» (Âl ‘Imrân, “La Familia de
Imran”, 3:199)

El lunes 26 de mayo, durante su viaje a Tierra Santa, el Papa Francisco se fundió


en un abrazo fraterno con el rabino Abraham Skorka y el profesor Omar
Abboud (miembro del Centro Islámico) en Jerusalén, que fue un ejemplo
mundial para la paz y el entendimiento entre religiones.

El lunes 4 de febrero de 2019, se produjo el encuentro entre el Sheij Ahmed el


Tayyeb, Gran Imam de la Universidad de Al-Azhar en El Cairo (República
Árabe de Egipto), y el Papa Francisco I, en Abu Dabi, en los Emiratos Árabes
Unidos. Ese viaje histórico significó la primera visita de un pontífice católico a
la península arábiga. Ese día, los representantes del Islam y la Catolicidad
firmaron el documento sobre «La fraternidad humana por la paz mundial y la
convivencia común». En el prefacio se lee: “La fe lleva al creyente a ver en el
otro a un hermano que debe sostener y amar. Por la fe en Dios, que ha creado
el universo, las criaturas y todos los seres humanos —iguales por su
misericordia—, el creyente está llamado a expresar esta fraternidad humana,
protegiendo la creación y todo el universo y ayudando a todas las personas,
especialmente las más necesitadas y pobres.” Y luego dice: “El Occidente
podría encontrar en la civilización del Oriente los remedios para algunas de sus
enfermedades espirituales y religiosas causadas por la dominación del
materialismo. Y el Oriente podría encontrar en la civilización del Occidente
tantos elementos que pueden ayudarlo a salvarse de la debilidad, la división, el
conflicto y el declive científico, técnico y cultural.”

Queremos recordar muy especialmente en este artículo, el miércoles 29 de


marzo de 2000, cuando el entonces Cardenal Primado de Argentina y
Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Jorge Mario Bergoglio, convocó a
educar para la paz y la esperanza, en un acto interreligioso y ecuménico, junto
a autoridades civiles de la Nación, de la Ciudad de Buenos Aires y miles de
alumnos, padres y maestros representantes de las comunidades educativas de
Buenos Aires. Momentos antes de tomar la pala con sus propias manos para
plantar un olivo, el Cardenal Bergoglio dijo: “No queremos una paz de
estanque, una paz que no se mueva. En última instancia acuérdense de que el
agua estancada es la primera que se corrompe. Esa no es la paz de nuestro Dios
cercano. La paz de nuestro Dios cercano es la paz del manantial que sigue
fluyendo, y que sigue creando cosas y dando vida con su misma agua y dando
vida con su misma paz. Sigue creando esperanza. Nuestra paz es fundamento,
es origen, es manantial, de una esperanza que nos va a trascender incluso a

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nosotros mismos, pero que ya hoy la tenemos que sembrar.” A la convocatoria
asistieron entre otros, el entonces seminarista judío Marcelo Polacoff (hoy
rabino), y el Imam del Centro Islámico de la República Argentina, Sheij Ibrahim
Desuque Al-Alfi. Entre la gente estaba el judío polaco Jack Fuchs (1924-2017),
sobreviviente del campo de exterminio de Auschwitz, radicado en Buenos Aires
en 1963. El Papa Francisco en su Vigilia de Oración por la Paz del sábado 7 de
septiembre de 2013, recordó: “Pienso también hoy en aquel olivo que los
representantes de las diferentes religiones plantamos en Buenos Aires, en la
Plaza de Mayo, el año 2000, pidiendo que no haya más caos, pidiendo que no
haya más guerra, pidiendo paz.”.

UNA MIRADA ECUMÉNICA EN DIEZ AÑOS DE FRANCISCO


Por Marcelo Figueroa.

Sin dudas, el ecumenismo es una de la columnas basales o avenidas de


confluencia más significativas del pontificado de Francisco. Utilizo el término
ecumenismo en un sentido amplio (gr. Oikouméne, tierra habitada), para incluir
lo que conocemos como diálogo interconfesional e interreligioso. Sin embargo,
en el caso del papa Bergoglio, debemos ampliar el concepto aún más. Para
reflexionar alrededor de su enfoque y aporte ecuménico resulta imprescindible
incorporar miradas hacia y desde la interculturalidad de razas y cosmovisiones,
interconectividad del cosmos creado, interrelación de ecosistemas e
inculturación periférica y popular. Este último concepto resulta fundamental
porque para involucrarnos en el lumen del pensamiento bergogliano sobre la
verdadera conversión ecuménica integral. Resulta menester concebir a los
pueblos pobres y los que conviven en contacto con la naturaleza, a cada
elemento de la creación o del cosmos, y, desde luego, a cada mirada particular
trascendente y religiosa, como sujeto mítico de su hermenéutica ecuménica.

Todo esto no obsta, muy por el contrario, solo se comprende cabalmente, si lo


leemos desde sus “anteojos cristocéntricos”. Esto se traduce en la riqueza de
mantener su visión de Jesús como garante de todos los secretos de la sabiduría
y el conocimiento (Col. 2,3), sostener sin fundamentalismos su identidad
cristiana en la solidez de una encarnadura que toca la llaga de toda la humanidad
(Jn 1,14), y enriquecer su catolicidad con una actitud dialogante conciliadora y
Conciliar.

Asumiendo a priori, la simplicidad enunciativa de trazar líneas ecuménicas


desde su llega a al obispado de Roma podemos considerar por motivos de

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espacio solo algunas. Francisco ha adjetivado al ecumenismo de acuerdo con
las situaciones que la humanidad y el planeta han atravesado. Habló del
ecumenismo del amor, de la misericordia, de la paz, de la solidaridad, de la carne,
y de la sangre.

Durante sus cuarenta viajes apostólicos visitando más de sesenta países, en


todos los casos incluyó al ecumenismo como parte fundamental en sus agendas.
Tuvo no pocos viajes exclusivamente ecuménicos, como el último a Sudán del
Sur. El Sínodo de la Amazonía, fue ecuménico en su concepción, desarrollo y
documentación testimonial. Mantuvo cientos de encuentros con líderes
referentes religiosos ortodoxos, judíos, musulmanes, protestantes y de otras
cosmovisiones o religiones mundiales.

Para no pocos vaticanistas, las dos Encíclicas que encolumnan el pensamiento


y el legado todavía en construcción del Papa Francisco son Laudato Sí, que se
introduce con el aporte del Patriarca Ecuménico Bartolomé; y Fratelli tutti, en la
que hace referencia desde su inicio a sus encuentros y documentos en conjunto
con el Gran Imán, Ahmad Al-Tayyeb. De manera que, estas dos piezas
inagotables de estudio, reflexión, análisis y praxis son en su esencia ecuménicas.

Para otros, el punto cúlmine de la palabra e influencia del Papa Francisco, por
su dramatismo y universalidad, fue su discurso aquella noche lluviosa del 27 de
marzo del 2020 en plena pandemia. Frente a este “virus ecuménico” fue el papa
Bergoglio, solo en una Plaza San Pedro vacía y silente, quien tuvo palabras de
esperanza para un mundo sufriente. Todavía resuenan en el cosmos y en
nuestros corazones algunas de ellas en aquel Statio Orbis. “Nos dimos cuenta de
que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero al mismo
tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos
necesitados de confortarnos mutuamente”.

Cuando nos adelantábamos a imaginar un mundo post pandemia, acaeció el


flagelo de una guerra en Europa que se sumó a decenas de conflictos bélicos en
distintas partes del mundo ya existentes. El Papa Francisco se constituyó en
una voz profética previa y de denuncia e incansable llamado a la paz ante esta
tercera guerra mundial. Son incantables sus mensajes, homilías, sermones,
discursos y encuentros ecuménicos de oración en búsqueda de la paz.
Numerosas, sus acciones concretas de cercanía ante la llaga del dolor de
personas sufrientes. Tronaron valientemente sus denuncias de los ocultos
poderes belicistas. Resultan infatigables sus intentos de implementar el
ecumenismo como diplomacia pacificadora.

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Conocer la semiótica de su ecumenismo, la fortaleza de sus gestos, el lenguaje
de sus silencios, la profundidad de sus palabras y el trascendente significado de
sus acciones concretas será indispensable para comprender la visión y misión
de Francisco. Es un entramado cuidadoso, hasta quirúrgico en términos de
diseño, pero con el tiempo se irá viendo como una red segura y novedosa para
acoger a un mundo que parece caer en el vacío de sus miserias, egoísmos, grietas
de odio y palabras huecas. Sin embargo, desde estos primeros diez años de
papado, y su legado inconcluso, el papa argentino nos llama a construir juntos
puentes hacia una Oikouméne esperanzadora.

10 AÑOS DE FRANCISCO
Por el Pr. Christian Hooft

Ese día 13 de marzo de 2013 por la tarde, una emoción abrazaba a los
argentinos. Un compatriota, Jorge Mario Bergoglio, era elegido papa. El
arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado de la Argentina se convertía en
el primer papa latinoamericano de la historia. Sus gestos de sencillez y
austeridad llamarían la atención de la prensa mundial, algo que los argentinos,
ya conocíamos. Siempre se caracterizó por ser una persona humilde, sobria,
paciente, honesta, comprometida con los más vulnerables, dispuesta al diálogo,
con sentido común y de mentalidad abierta.

Jorge Bergoglio era buen conocedor de los males ocasionados por la


contaminación del cercano Riachuelo a las villas y barriadas postergadas de
nuestra ciudad de Buenos Aires. Pronto Francisco aportaría, en mayo del 2015,
su segunda encíclica “Laudato Sí” (Alabado seas), la primera de un pontífice
dedicada al cuidado del medioambiente y dirigida a cada persona que habita el
planeta. Frases como “No somos Dios. La Tierra nos precede y nos ha sido
dada" o "La explotación del planeta ya ha superado los límites aceptables" y
otras, han sido un llamado de atención a los líderes mundiales respecto de la
necesidad de cuidar la creación, que nos ha sido dada para administrar, y el buen
cuidado de la “casa común” como parte de nuestra responsabilidad frente al
Creador.

Bergoglio había sido propulsor y protagonista del diálogo interreligioso en


nuestro país, siguiendo las premisas del Concilio Vaticano II, promoviendo la
cultura del encuentro, algo que continuaría proponiendo y consolidando como
papa Francisco, primero a través de los “Diálogos Fraternos” expresados en la
Declaración de Abu Dhabi en los Emiratos Árabes, sobre la Fraternidad

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Humana por la paz mundial y la convivencia común (Febrero de 2019) y luego
a través de su tercera Encíclica “Fratelli Tutti” sobre la fraternidad y la amistad
social (2020), y que marcaría un hito fundamental en su pontificado en estos 10
años.

En este sentido, es de destacar la importancia para nuestro país la iniciativa de


la Mesa del Diálogo Argentino que conformamos los distintos credos y actores
de la sociedad civil, en los momentos más críticos de la crisis de diciembre de
2001, teniendo al arzobispo Jorge Bergoglio como uno de los líderes
convocantes. Fueron más de cien reuniones, con 1.700 protagonistas de los más
diversos ámbitos (representantes de la política, la empresa, el trabajo, la
educación, la salud, las organizaciones sociales, las confesiones religiosas…).

Se constituyeron las comisiones socio-laboral-productiva, de salud, educación,


reforma política y reforma de la justicia. Durante meses se trabajó de manera
ardua y comprometida. El resultado final fue el documento “Bases para las
reformas: principales consensos, conteniendo propuestas serias y concretas
para cada uno de los ámbitos más trascendentes de la vida nacional. Este fue
un claro ejemplo de la efectividad puesta en acción de aquella cultura del
encuentro.

Las religiones iban a caminar una senda de intercambios fundamentales junto a


otros representantes sociales frente a los problemas más sensibles que afectaban
a nuestra nación, los que serían inmensamente valiosos para pacificar el país y
para encontrar una senda de recuperación política y social. Buscar el encuentro
y la unidad de los argentinos para construir una nación relevante se establecería
como objetivo primordial a alcanzar.

Es indudable que la creciente confianza y diálogo actual es un producto de ese


diálogo. Es la misma senda hacia una diversidad reconciliada que sin dudas
culminará limando cualquier aspereza o reclamo que todavía pueda existir entre
miembros de las distintas religiones, fortaleciendo la coexistencia, la libertad, la
igualdad y la amistad mutua para atender los problemas sociales, morales y
espirituales que afectan a la sociedad actual.

Como actores sociales podemos estar seguros de que estamos para


complementarnos y ser enriquecidos en el trabajo conjunto. Estamos unidos en
el amor de Dios por la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte
natural, la protección de la niñez, el fortalecimiento de la familia, el respeto de
los derechos humanos, la eliminación de la pobreza, el cuidado del
medioambiente, la defensa de los más vulnerables y perseguidos, el desarrollo

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humano y social integral, el camino de la ética y respeto a todos los derechos
del prójimo, la defensa de la justicia y tantos otros temas fundados en los
mismos principios y valores que aprendemos de la Biblia, la Palabra de Dios, y
que fueron ejemplificados en la vida de nuestro Señor Jesucristo.

Este tiempo de catástrofes, de desarreglos climáticos, de guerras y amenazas a


nivel global, pero también de crisis económica y de desencuentros a nivel local,
nos convoca a los representantes de los credos y nos compele casi
obligatoriamente a profundizar este diálogo honesto y sincero, de escucha real
y verdadero amor hacia el prójimo, en especial hacia aquel que piensa distinto,
como expresión de la transformación que el mensaje del Todopoderoso ha
hecho en nosotros para bendecir y transformar esta tierra con Su amor.

UN PAPA PARA MEJORAR EL MUNDO


Por el Gran Rabino Isaac Sacca.

El Papa Francisco es una bendición no solo para los católicos sino para toda la
humanidad.

La fe en un Ser Supremo genera motivación, devoción y voluntad, atributos


humanos que una vez activados pueden ser canalizados para bien o para mal.

La responsabilidad de los líderes religiosos es encauzar esas potencias humanas


hacia el bien. Solo así la fe será beneficiosa para los feligreses y para el mundo.
Cuando la fe está contaminada, puede conllevar a objetivos contrarios a la
propia fe, como la guerra o el odio.

En mi servicio religioso a la comunidad judía de Argentina, siempre me


preocupó esa manipulación de la fe para objetivos ajenos a la misma, que
conlleva al odio.

Si la fe no está protegida de los que la usurpan, se torna contraproducente.


¿Dónde están esos líderes religiosos que aparte de ocuparse de los asuntos
internos de sus congregaciones están alerta a esta patología humana y protegen
la fe de las posibles deformaciones de la misma?

Cuando en el año 2003, el monseñor Jorge Bergoglio, cardenal primado de


Argentina y arzobispo de Buenos Aires, me llamó para visitarme, pensé que era
una visita protocolar. Sin embargo, en esa reunión descubrí a uno de esos pocos

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líderes religiosos que no solo se limitan a los asuntos internos de su
congregación de fe, sino que están atentos a las problemáticas del mundo.

Desde la primera vez que lo conocí, percibí su preocupación ante la miseria que
producen el odio y los prejuicios y su deseo de convivencia armónica entre los
seres humanos.

Esos valores son los valores fundamentales de toda fe, pero con el tiempo se
dejan de ponderar —sin mala intención— a causa de otros asuntos que las
congregaciones requieren internamente.

El cardenal Bergoglio quería erradicar esa problemática de miseria humana: no


se limitaba solo a los asuntos internos de su fe (que sin duda son importantes y
numerosos), sino que entendía que sin una armonía global ninguna fe estaría a
salvo. Debía dedicar también partede su valiosísimo tiempo a visitar a un rabino,
a un imán y a quien sea, de cualquier o ninguna religión, para fomentar el bien.

Aunque Argentina presenta un excelente clima de convivencia entre las


religiones, el entorno mundial puede llegar a afectar a las sociedades sanas. Si no
se promueve de manera activa la paz y el diálogo, las buenas tendencias pueden
deteriorarse y revertirse. El Papa Francisco es el impulsor de una nueva era de
convivencia que reivindica y refuerza la declaración Nostra aetate y le da un nivel
humano. Abre un nuevo nivel de diálogo. No la discusión teológica, sino el
diálogo fraterno para la paz y la convivencia.

En varias oportunidades, pensé y comenté: “Ojalá el cardenal Bergoglio algún


día sea Papa”. Tuvimos la dicha —no solo los católicos sino todo el mundo— de
que un hombre de semejante elevación moral pragmática por el prójimo, la
convivencia y la paz acceda al liderazgo de la Iglesia católica.

A partir del momento de su asunción como Papa, su causa adquiere una


envergadura mundial. Sin duda es un beneficio para el catolicismo y para la
sociedad en general.

Apenas fue elegido, le comenté que sería un gran placer visitarlo para seguir el
vínculo de trabajo para el diálogo y la paz. Continuamos los encuentros y el
vínculo se mantuvo firme. Lo recibí en Jerusalén —a pedido del Gran Rabinato
del Estado judío— cuando visitó Israel. En varias oportunidades nos reunimos
en el Vaticano solos o con organizaciones y hasta amigos en común, para recibir
su apoyo y combatir la miseria del mundo que genera la falta de diálogo fraterno
entre las personas.

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Conferencia Episcopal Argentina | Marzo de 2023
Francisco, 10 años
Esta es la faceta que descubrí en su carácter de líder religioso, pero también
descubrí un ser humano ejemplar. Sus virtudes serían muy destacadas en
cualquier persona. El hecho de que las virtudes se conjuguen en una figura de
renombre y alcance mundial agranda aún más su mérito.

Su extrema sencillez y humildad, bondad y generosidad no están basadas en la


ingenuidad sino en una sabiduría práctica que lo hace más noble.

Incluso desde su cargo papal, en cada encuentro y en nuestro intercambio


epistolar fluido —sus respuestas nunca se atrasan más de 48 horas— nunca dejó
de preguntar por mi esposa, mis hijos, la comunidad, amigos en común y los
vecinos del barrio de Villa Crespo, donde se encuentra nuestra sinagoga
principal en la calle Camargo en Buenos Aires.

En septiembre de 2022, el Gran Rabino Sefardí de Israel, Rabí Itzjak Yosef me


llamó desde Kazajistán al concluir la cumbre mundial de religiones después de
reunirse con Su Santidad y me expresó su admiración por la calidad humana y
la sabiduría del Papa Francisco y su interés real de armonía entre los pueblos y
religiones del mundo y su afecto profundo con el pueblo y la fe de Israel.

Desde mi humilde condición, desde la fe judía, al cumplirse 10 años de su


pontificado, le expreso mi gratitud por su fraterna amistad y lo bendigo por sus
extraordinarios e históricos logros alcanzados. Rezo por su éxito en la
encomiable labor a la que Dios lo convoca: promover un mundo más justo y
pacífico.

EL PAPA FRANCISCO Y LOS JUDÍOS


Por Santiago Kovadloff.

El pontificado de Francisco ha sabido dar continuidad y nuevos frutos a la


tarea iniciada con lucidez y coraje por Juan Pablo II: restañar la herida
profunda ocasionada al pueblo judío por el antisemitismo cristiano.

Esa labor de comprensión progresiva de lo judío y de los judíos ganó, de la


mano de Francisco, un formidable impulso. Gracias a ella siguió
ensanchándose el campo de una reparación finalmente reconocida como
imprescindible.

La hermandad judeo-cristiana debe seguir afianzándose en un mundo que

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Francisco, 10 años
demanda incontables reconciliaciones.

Francisco ha dado y sigue dando, en esta primera década de su pontificado,


pruebas esenciales de cercanía fraternal con el pueblo judío. Todas ellas se
nutren en una comprensión renovadora y ciertamente auspiciosa de su propia
fe cristiana. No solo de sus raíces históricas y teológicas indisociables del
judaísmo. También de los desafíos que a la vivencia religiosa le plantea una
realidad en la que la secularización extrema empieza a dar signos de
agotamiento a través de la crisis de las ideologías, los dilemas espirituales que
la tecnolatría no puede resolver y una crisis medioambiental que compromete
el porvenir del hombre en la Tierra.

Es muy cierto que de esta formidable disposición de Francisco al diálogo con


quienes durante tanto tiempo han sido desoídos, no solo se han beneficiado
los judíos. También lo han hecho y lo siguen haciendo todos los credos a los
que el Papa ha sabido acercarse. Incluso a aquellas corrientes que dentro del
universo cristiano expresan posicionamientos de distinta orientación y que
durante siglos han permanecido distanciadas del catolicismo tanto como éste
de ellas.

Así es como van llegando a su fin viejos enconos mutuos signados por la
intransigencia del prejuicio y sórdidos intereses que han desfigurado hasta lo
irreconocible el significado de la auténtica religiosidad.

En lo relativo al vínculo entre católicos y judíos podemos afirmar que, al ir


reconciliándose con los judíos, la Iglesia también se ha ido reconciliando
consigo misma. Es por ello tan indispensable como fecundo que no solo la
Iglesia siga ensanchando su vivencia fraternal de lo judío, sino que también
nosotros, los judíos, abramos más y más nuestro corazón a la riqueza de la fe
cristiana, esa que,representada y ejercida en estos últimos diez años por el Papa
Francisco, nos rescata, a unos y otros, de la trágica inmovilidad del pasado.

ES JUSTO Y NECESARIO DARTE GRACIAS SEÑOR


Por Mons. Pedro Torres.

Me han invitado a dar testimonio de lo vivido en estos diez últimos años en el


ámbito interreligiosos en torno al ministerio del Papa Francisco. Lo primero
que me resuena es lo que decimos en cada eucaristía en torno a que “es justo y
necesario, es deber y salvación dar gracia” por el paso de Dios, por su obrar,

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Francisco, 10 años
por el sí de cada uno de los que se abren a la acción del Espíritu para trabajar
por el dialogo que conduce al encuentro, a la paz, a vivir el don de la fraternidad.
Dialogo institucional y artesanal. El Papa se nos ha mostrado común un
artesano del diálogo: ¿cómo no agradecer con alegría?

Se me ocurría oportuno encontrar seis palabras, más una, que sinteticen la


experiencia de este tiempo de gracia:

SORPRESA. Aquel 13 de marzo convocados por la “fumata blanca” vimos


con sorpresa que fue llamado a la Sede de Pedro un hombre de latinoamérica,
venido del “fin del mundo”. Un Obispo que ya conocíamos sensible y
comprometido con el diálogo ecuménico e interreligioso y que había tendido
puentes y creando amistades que llevaban a preguntarse cómo se continuarían
en el tiempo en esta nueva misión.

Un Rabino me decía “Juan Pablo II llego a ser una Papa amigo del mundo judío,
ahora un amigo ha llegado a ser Papa”. Mientras tanto los hermanos de la Iglesia
Apostólica Armenia se preguntaban si sostendría en la nueva misión sus
pronunciamientos sobre el terrible genocidio vivido a inicios del siglo XX,
como después lo hizo efectivamente; mientras los ortodoxos de Antioquia
pensaban como vincularse con el amigo respetando los protocolos vaticanos.
La sorpresa y la fidelidad de Bergoglio a sus amistades abrieron puertas al
encuentro y diálogo en diversos rincones de la tierra y en espacios e
instituciones interreligiosas que trabajan por la paz. Recuerdo que al finalizar el
2013 en un encuentro de más de novecientos referentes religiosos de todo el
mundo en Austria pude constatar que la sorpresa se había trasformado en
alegría.

SENCILLEZ. Desde el pedido de la bendición en el Balcón de San Pedro


hasta sus llamadas telefónicas y su modo de vida cotidiana mostraron
coherencia, recordando a algunos la sencillez del Papa Juan XXIII. Este Papa
con un lenguaje coloquial que ponía en aprietos a los traductores con sus
modismos locales traídos de Buenos Aires supo encontrar lenguajes, muchos
lenguajes, que recogían preocupaciones y anhelos de representantes religiosos
de diversos rincones de la tierra. Su mirada a las minorías, a rincones lejanos,
que lo llevaron a hacer viajes a lugares impensados, su atención a los migrantes,
su disponibilidad para sumarse a las iniciativas del Patriarca Bartolomé en
jornadas de cuidado de la creación despertó el deseo de nuevos espacios de
encuentro y de dialogo.

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Francisco, 10 años
CERCANÍA. Desde el Concilio Vaticano al presente los organismos de la
Santa Sede que acompañan el ministerio Petri no ha tenido casi mil documentos
de diversa densidad sobre la temática interreligiosa y la labor de los Dicasterios
ha sido intensa y consciente del apoyo valoración de los diversos pontífices. Se
han madurado criterios de discernimiento y se han respondido a muchos
interrogantes sobre este servicio, pero por momentos la diversidad de un
mundo tan plural desborda y hasta podríamos decir paraliza. Algunos llegaron
a hablar de que estábamos en un invierno ecuménico en interreligioso donde
los diálogos teológicos habían tocado un techo. Francisco con sus gestos recreo
la cercanía con el ecumenismo de la vida, de la sangre derramada como testigos
de Dios, el ecumenismo y la colaboración solidaria por un mundo más fraterno.
Esta cercanía de hecha de gestos y encuentros, particularmente en sus viajes,
han hecho posible muchas iniciativas comunes; como por ejemplo la
Declaración conjunta con referentes musulmanes de Abu Dhabi y el importante
comino trazado en Fratelli tutti.

Es sorprendente escuchas en reuniones interreligiosos que un Mufti


recomienden a los demás la lectura y reflexión de Laudato Si´ y o de otros textos
Pontificios. Los gestos de cercanía de Francisco durante la pandemia y en cada
momento crítico de los diversos rincones de la tierra han sido creo yo muy
apreciados. En enero de este año escuché al presidente de la Conferencia
Episcopal de Nigeria invitar (en un espacio virtual de dialogo ecuménico e
interreligiosos) a caer en la cuenta con entusiasmo y conversión del mensaje que
contienen los viajes del papa de estos años. Uno de ellos a la sufrida Myanmar
abriendo espacios de encuentro también con el budismo.

CONTINUIDAD. Sin embargo, hay que reconocer que en estos años no todo
es nuevo, el Papa recoge con creatividad el camino trazado por el magisterio
Conciliar y pos Conciliar, y también por los Santos como Francisco de Asís o
San Bernardo, por los Padres de la Iglesia de los primeros siglos que llamaban
a no olvidad la enseñanza de San Juan sobre que Jesús tiene otras ovejas que no
son de este redil. En este sentido la declaración de San Gregorio de Narek
(+1010) como Doctor de la Iglesia, (armenio) y de San Ireneo de Lyon invitan
a ensanchar la mirada frente a un Dios que “cuando creo a Adam estaba
pensando en Cristo” (como enseñaba este último), vale decir que desde la
creación el amor misericordioso de Dios está destinado a todo hombre y hasta
allí debe llegar nuestro amor.

REALISMO. Como pocos Francisco es testigo de lo arduo que es el camino


y de fraternidad, y no se ha cansado de hace presente las tentaciones del camino,
las dificultades y carencias de cada rincón de la tierra. En sus criterios, desde el

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Francisco, 10 años
inicio del ministerio, nos ha dicho que la realidad está sobre la idea, el tiempo
es superior al espacio, la unidad no es uniformidad sino diversidad reconciliada,
recordado que Dios también es el autor de la diversidad, y nos conduce a la
unidad que es superior al conflicto. Impacta el realismo frente a una guerra a
pedazos y su conciencia que la armonía entre las religiones es un aporte a la paz.

Un realismo que parece hundir sus raíces en la vida espiritual humilde, orante y
adorante del Pontífice, actitud que supone reconocer al Dios Mayor que es
Padre Misericordioso y hace soplar su Espíritu donde quiere; realismo frente a
la historia de la humanidad y sus conflictos, que han dejado heridas profundas
que solo el amor y la ternura pueden sanar; realismo ante la fragilidad humana,
y por eso conciencia que hay que iniciar procesos que no son mágicos, y más
de una vez hay que recomenzar como está siendo la situación del vínculo con
la comunidad Rusa, que paso de abrazos auspiciosos a silencios, y espera nuevos
puentes de entendimiento y paz. Realismo descubriendo la interdependencia
humana, patente en la pandemia que nos permitió reconocer que nos
necesitamos y lleva al compromiso de caminar juntos, sinodalmente, para
responder al proyecto de Dios.

ESPERANZA. El Papa nos hace mirar constantemente para adelante, y ya ha


convocado al jubileo del 2025 con el tema de la esperanza, pero no solo, ha
creado espacios de reflexión de educación y creatividad, invitando a los jóvenes
a imaginar caminos nuevos.

Resuenan en mí otras palabras además de las seis destacadas intentando


expresar la experiencia de estos años, pero creo la séptima palabra es la que cada
uno tiene que formularse sintetizando lo aprendido en estos 10 años de
ministerio cargados de gracia, para asumir nuestro dialogo en “el poliedro” de
un mundo plural y vertiginoso donde Dios está realizando la historia de la
salvación Dar gracias es justo y necesario, es luz para dar continuidad a los
procesos de fraternidad a los que estamos llamados.

DÉCIMO ANIVERSARIO DEL PONTIFICDO DEL PAPA


FRANCISCO
Por Mons. Eduardo García.

No resulta fácil hablar de los diez años de pontificado del Papa Francisco, dado
que yo mismo desde aquel 13 de marzo no termino de caer en la cuenta de que
aquel hombre con el que compartí 20 años de paternidad, de consejo espiritual,

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de confesión, de amistad, ahora sea el Obispo de Roma, como gusta llamarse
así mismo. Hay realidades, que a los que estamos del otro lado del hemisferio,
nos parecen muy lejanas, hasta impensables. En las palabras de su saludo inicial
va preanunciado sencillamente lo que durante estos años nos ha trasmitido y ha
realizado

¿Quién es el Papa, para nosotros llamado Jorge Bergoglio? El que vemos


y escuchamos en la ventana de San Pedro, capaz de decir un informal “buenas
tardes”. Un hombre profundamente humano, que ha vivido una vida corriente
y normal, y por esto se comunica como lo hacen los hombres y las mujeres que
atienden el hogar, que trabajan, que se cruzan por la calle. Ese es Francisco, un
hombre con sentimientos como los nuestros pero transfigurados por la
experiencia del encuentro vivo y personal con Dios. Ese “buenas tardes”, habla
de un pastor que busca el encuentro con el hombre, acercándose allí donde el
hombre existe, con su vida a cuestas, afirmando que Dios está allí donde hay
un hombre o una mujer que lo buscan con sincero corazón. Dios habita en la
ciudad, decía Bergoglio, en el hombre común que trabaja, sufre y renueva su
esperanza cada día. “Buenas tardes” fue el comienzo de un dialogo para entrar
en la casa y en el corazón de su pueblo con la simpleza de aquel que golpea la
puerta y saluda, esperando ser recibido. No se impone, desea el bien, lo bueno
para esta nueva familia universal a la que debe conducir y acompañar desde el
amor de Dios, siendo ministro de su ternura.

¿Quién es el Papa, para nosotros llamado Jorge Bergoglio? Aquel que


después de entrar saludando se presenta sencillamente poniendo a la Iglesia
como protagonista de este momento: “Fueron a buscar un Papa”; sana
eclesiología en la que se reconoce la acción del Espíritu en aquellos que Dios
ha colocado para una misión; ni fue Dios directamente con un rayo poderoso,
ni fue el fruto de una campaña similar a las que se usan en los medios políticos.
Hay un convencimiento profundo de que es Dios el que actúa a través de
aquellos a quienes les ha confiado un ministerio en la Iglesia. Hay un acento
más: la colegialidad vivida en fraternidad. Dijo Francisco: “mis hermanos
Cardenales”, no “los cardenales”. La iglesia por sobre todas las cosas es familia,
es comunión y si no hay comunión es porque no se ha dejado lugar al espíritu
que la crea y la fortalece. La iglesia es un cuerpo, el camino lo hacemos juntos
y esto da garantías de la presencia del Señor: “Donde dos o más se reúnan en
mi nombre yo estoy en medio”.

Francisco es el hombre que ama entrañablemente a la Iglesia, por eso quiere


una Iglesia al servicio de este mundo, siendo fiel a Cristo y a su Evangelio; una
Iglesia libre de toda espiritualidad mundana, una Iglesia libre de la tentación de

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Francisco, 10 años
quedarse congelada dentro de sus propias estructuras, de ser una Iglesia
clericalista. Quiere una Iglesia atenta a los signos de los tiempos; una Iglesia que
no puede ser reducida a ser una pequeña capilla, ya que está llamada a
convertirse en una casa abierta para toda la humanidad; una Iglesia que sale a
las calles con el corazón cargado de evangelio, tocando con sus manos los la
carne y corazones de todos sin excepción; una Iglesia dispuesta a llegar a las
periferias existenciales, donde nuestros hermanos y hermanas luchan cada día
para sobrevivir.

¿Quién es el Papa Francisco? El hombre de la comunión. En esa primera


tarde, el papa Francisco preanuncia una iglesia sinodal cuando hace la invitación
a caminar juntos el pastor y el pueblo desde una iglesia de Roma que preside en
la caridad. Él es el Obispo de la Iglesia madre de la Iglesias particulares que
deben vivir en comunión desde la caridad. Lo ha dicho a los Cardenales, la
Iglesia no es una ONG piadosa. Es la caridad visible de Cristo a través de sus
miembros.

Es el Obispo de Roma que preside desde la caridad. Su mirada sobre su


ministerio, que entraña un poder, lo vive como un servicio al pueblo santo Dios.
Esta es una expresión que repite constantemente. No es una expresión
edulcorada, y no quiere decir que es el pueblo de gente buenita, donde no
existen problemas, peleas, injusticias y debilidades. Pero, sin embargo, este
pueblo es depositario de la gracia santificadora que Jesús ha conseguido por su
obediencia de hijo y por su sangre derramada en la cruz. Su lenguaje sencillo no
es porque le falte vuelo teológico, sino muy por el contrario porque la teología
ha pasado del intelecto a la experiencia. Por eso en esta sencilla y cariñosa frase
está enunciando una verdad teológica muy profunda: “somos el pueblo
santificado por Dios”. Y, en este pueblo, el obispo sirve como “ipse armonía”.
Es aquel que crea la armonía, que armoniza los distintos carismas, que descubre
potencialidades y las hace crecer. Para poder armonizar lo diverso y no
simplemente ejecutar ordenes es necesaria la caridad. El obispo preside desde
la caridad, la iglesia de Roma preside no porque manda más sino porque en la
caridad asume las riquezas y dones de todas las Iglesias y las armoniza en la
búsqueda del bien de todo el pueblo de Dios y del crecimiento del Cuerpo de
Cristo desde la evangelización y misión.

Esto no es una teoría, ha sido la experiencia que ha trasmitido en su pastoreo


como arzobispo cuando invitó, antes de programar evangelizador, a posar la
mirada sobre el santo pueblo de Dios: y ahí reconocer experiencialmente sus
heridas y fragilidades descubriendo el rostro de Cristo, ir a su Evangelio para
rezar, pensar y discernir lo que necesita y desde ahí armar una pastoral que no

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Francisco, 10 años
sea de escritorio. No buscar soluciones rápidas y pre armadas, sino dejarnos
iluminar y trasformar por la oración y la confrontación con los otros,
permitiendo que sea Dios el que hable y no las recetas ya experimentadas. Por
las heridas y fragilidades Dios nos habla pidiéndonos la ternura del Padre que
sólo podemos brindar en la medida que se renueva y crece nuestro fervor
apostólico siendo testimonio vivo del amor de Aquel “que nos amó y nos
salvó”. Esta pluralidad de exigencias nos llama a reforzar una identidad eclesial
que brote de una mayor comunión, que se haga palpable en un estilo común,
procurando el modo de acoger a todos haciendo de las parroquias, geografías
pastorales, y muy especialmente de las “periferias existenciales de la ciudad,
“santuarios”, donde se experimenta la presencia de Dios que es ternura y que
continúa derramando su bendición.

¿Quién es el Papa, para nosotros llamado Jorge Bergoglio? El hombre


de la “Memoria”, memoria que no es solo recuerdo, sino presencia activa y
operante del pasado en el hoy; la memoria del pasado nos acompaña, no como
un peso aplastante, sino como un hecho interpretado a la luz de la conciencia
presente. Memoria desde la que se sostiene nuestra fe. Francisco tiene una
veneración muy especial por aquellos que nos han precedido; comenzando por
los patriarcas, los profetas, los apóstoles y los santos padres hasta llegar al hoy
de aquellos sacerdotes y laicos que caminaron junto al pueblo de Dios
trasmitiendo la fe. En esta memoria se realiza vive a fondo su propia raíz
ignaciana que quiere llevarnos no solo al agradecimiento sino a tener más amor.
Memoria que aparece en el lugar que da a los ancianos como aquellos que tienen
que trasmitir a los jóvenes su sabiduría de vida y “pasar la herencia”. Siendo
arzobispo de Buenos Aires tuvo una preocupación amorosa y particular por los
sacerdotes mayores. Pedía que, en el hogar sacerdotal, “no falte nada”. Y no
faltaba nada, ni las cosas materiales ni su llamada y visita continua. Una de las
consignas que puso a los seminaristas era la visita periódica al hogar como parte
de la formación. “ellos son nuestras raíces” decía. La fe pascual en las que nos
confirma como Pedro, arranca de una experiencia familiar en la que siendo un
niño pequeño su abuela lo llevó a una celebración de viernes Santo y cuando
estaba pasando el Cristo yacente le pidió que se arrodillara y después le dijo:
Hoy está muerto, pero mañana va a resucitar. Y el Papa Francisco dice que en
ese momento comenzó a creer en la resurrección. La fe del Papa arrancó con el
anuncio que le hizo su abuelita en aquella semana Santa. Memoria y
agradecimiento para Francisco van de la mano y tiene que tener rostros
concretos, nombre y apellido. El agradecimiento que es fruto del amor, que no
es una idea ni puede ser una racionalización del evangelio, sino que son
fundamentalmente gestos.

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¿Quién es el Papa, para nosotros llamado Jorge Bergoglio? Desde el
primer momento el Papa Francisco no se cansa de hablar de la misericordia y
de la ternura de Dios como sus rasgos más determinantes y profundos que nos
coloca en nuestro autentico lugar. Somos “misericordeados por Dios”, somos
amados en nuestra pobreza, fragilidad y miseria con un amor que nos eleva y
nos dignifica. De ahí que la sonrisa, el abrazo, el gesto de ternura que reciben
todos los que se acercan al Papa no son algo más, son expresión del amor
misericordioso de Dios. Y porque la misericordia tiene este lugar tan importante
en su magisterio puede entenderse su preocupación por los pobres, los
descartados, lo emigrantes y los que sufren cualquier tipo de marginación o
vulnerabilidad. Francisco es aquel que ama profundamente a los pobres y que
clama por ellos con la certeza de que su dignificación no pasa por subirlos al
podio de la lastima creando demagógicamente una cultura particular que los
aísle, sino que su dignificación pasa por ayudarlos compartir la vida del pueblo
de Dios como miembros que tienen que recibir, pero también con posibilidad
de dar desde su pobreza. “Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres.
Ellos tienen mucho que enseñarnos. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a
prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a
interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de
ellos”. No hace de la pobreza una ideología, al contrario, no le tiembla la voz
para denunciar los males que la ocasionan. La opción preferencial por los más
pobres, una Iglesia pobre para los más pobres, de su discurso de aquel primer
sábado por la mañana, nada tiene que ver con una cuestión meramente
sociológica sino profundamente evangélica. La vida, la carne de los pobres, no
sólo materiales es la carne maltratada, despojada y humillada de Jesucristo que
nos ha abierto el acceso al Padre. Cuando habla de pobres el Papa encarna
existencialmente el concepto bíblico de los anawin, los marginados, enfermos,
solos, prostitutas, pecadores. Lejos de todo fariseísmo que consideraba que el
contacto con ellos dejaba al hombre impuro, Francisco asume y vive la novedad
evangélica que anuncia que el amor es el que purifica y transforma. De ahí su
deseo de estar cerca de toda miseria humana sin puritanismos que alejan.
Acercarnos con amor para que los otros, estén en la situación que estén, sientan
que Dios los recibe y los abraza. No necesitamos estar limpios para acercarnos
a Dios, nos acercamos para que él nos limpie. Y esto no es extravagancia o
populismo sino evangelio puro y encarnado.

¿Quién es el Papa, para nosotros llamado Jorge Bergoglio? El hombre de


fe, en ninguna carta, en ninguna oportunidad falta esta frase: “Rece por mí”.
No es una fórmula piadosa, es un convencimiento: la elección viene de Dios,
pero la gracia de la fidelidad, de la fecundidad no viene por los propios méritos

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Francisco, 10 años
sino por la oración intercesora del pueblo de Dios, es una profesión de fe en la
fuerza de la oración como debilidad de Dios y fuerza del hombre.

El Papa Francisco no es un invento del 13 de marzo: es, cree y vive como Papa,
lo que fue, creyó y vivió como sacerdote y obispo. Hay una coherencia de vida
que es lo que hacen genuinos todos sus gestos, potenciados ahora por la gracia
especial del Espíritu Santo que le ha regalado una alegría manifiesta, visible y
desbordante. Celebrar su presencia como Papa no significa agrandar el ego para
creernos que somos los mejores del mundo: tenemos a Maradona, Messi,
capeones mundiales 2022 y también un Papa. Celebrar este momento no sólo
es alegrarnos que un argentino, para los que creemos: sea hoy nuestro pastor y
para los que no creen un indiscutido líder moral; es sobre aprender que nada se
inventa de un día para otro, nada es veraz sin raíz. Nosotros, mal
acostumbrados a atar todo con alambre, a hacer de las grandes oportunidades;
oportunismos, a perder la memoria y no cumplir lo que prometemos, a vivir en
una eterna escenografía maquillando la realidad; se hace necesario que podamos
estar a la altura de un argentino que se puso el mundo al hombro y tiene las
ganas y el coraje de querer cambiar el rumbo de la historia.

FRANCISCO, DÉCIMO ANIVERSARIO


Mons. Roberto Álvarez.

Seguramente habrá quienes puedan escribir y explayarse sobre las grandes líneas
magisteriales del Papa Francisco, y lo harán con una pericia y solidez teológica
que difícilmente se encuentren en este escrito. Y si bien considero que el
enorme cariño que le tengo es razón suficiente para esta exposición – sin
pudores afirmo que, más allá del “religioso obsequio de la voluntad” requerido por la
fe, quiero, y mucho, al Papa Francisco – he buscado para ordenar mi
pensamiento aquellos textos donde aparece Simón Pedro en el Evangelio de
Marcos. Porque yo no he conocido al Cardenal Bergoglio sino a Francisco, a
Pedro.

Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón (1,16)

El mar y Galilea eran expresión de las “periferias”, de los confines; de aquellos


lugares alejados de los centros de decisión y poder. Desde el primer momento
– “me han ido a buscar al fin del mundo” - el Papa Francisco ha hecho de su
magisterio escrito, pero especialmente de su magisterio gestual, un papado de
las periferias, de los descartados, de los últimos y los sin voz. Lo hemos visto

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Francisco, 10 años
“bordeando las orillas” de infinidad de mares, entendiendo el mar como el lugar
de la dificultad, de lo que no se domina, de aquello que está vinculado también
a lo oscuro y que alejaba al judío de la “tierra santa”. Quizás la respuesta a
algunas voces que se levantan y preguntan “¿a dónde nos lleva? ¿con quién se
junta o a quién recibe?”, esté aquí mismo: el Papa Francisco ha vuelto a llevar a
la iglesia – quizás haciendo carne aquel mandato casi testamentario de San Juan
Pablo II, “navega mar adentro” – hacia otras orillas, surcando mares a veces
embravecidos. Hoy ya está más que claro que en sus opciones de lugares donde
viaja, la particular atención a cuestiones conflictivas o de discernimientos
complejos, está presente este “caminar al borde”, orillar los mares de la
humanidad y no temer salpicarse. También es claro el deseo de reforzar la idea
que “desde la periferia se ve mejor”; que los organismos internacionales, las
estructuras mundiales de decisión tienen que tener una perspectiva diversa a la
hora de analizar y trazar estrategias en “los terceros y cuartos mundos”: que sus
miradas políticas, económicas y culturales se deben “situar en la periferia” y
dejarse nutrir por ella. Y eso que clama desde las fronteras al mundo, también
lo dice para nuestras comunidades, para nuestros ambientes eclesiales…o
eclesiásticos.

Cuando salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y


Andrés. 30. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre... (1, 29-30)

Jesús sale del lugar de culto, el lugar sacral y entra, por primera vez - en el
Evangelio de Marcos - en una casa. Allí se encuentra, toca, levanta y capacita
para un oficio a una mujer “enfebrecida”. El Papa Francisco también nos ha
llevado a mirar a la mujer desde otro lugar; él mismo ha superado ciertas
barreras sacrales, ciertos modos nuestros asentados en costumbres que “anulan
la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido” (7,13) y que
impiden acercarse con valentía a los mundos femeninos. Algunos autores
sostienen que esta fiebre de la suegra de Pedro es más bien como un enojo, una
furia generada por su situación de postergación. El Papa se ha animado a
ponerle nombre a esas mociones que nacen a veces de corrientes lideradas por
mujeres que tienen enojos genuinos, valederos. También ha avanzado en
proponer y sostener a mujeres en oficios en la Iglesia hasta ahora sólo referidos
a varones; servicios de conducción y de referencia donde las ha invitado a poner
el “genio femenino”. Y lo ha hecho con una asombrosa libertad, sin
sobreactuaciones ni gestos grandilocuentes, con la sencillez del que oxigena
esos ambientes con el aire que ha respirado siempre, con la firmeza del que sabe
que cualquier otra opción sería aceptar machismos y patriarcados que sólo
enrarecen y son tóxicos.

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Conferencia Episcopal Argentina | Marzo de 2023
Francisco, 10 años
Simón salió a buscarlo con sus compañeros, 37. y cuando lo encontraron,
le dijeron: «Todos te andan buscando». 38. Él les respondió: «Vayamos
a otra parte… (1,36-37)

En este texto, algunos sostienen que el primer verbo traducido como “buscar”
tiene un matiz violento y no es el mismo utilizado para decir posteriormente
“todos te andan buscando”; quizás la traducción debería ser “perseguir”. Desde esta
perspectiva, Simón – que sale a “perseguir” a Jesús para hacerlo volver a su casa
- aprende que el “todos” de Jesús es muchísimo más abarcador que el de ellos;
que no debe intentar encasillarlo en el perímetro de su perspectiva o de sus
intereses: “Vayamos a otra parte”, dice Jesús…y nos ha repetido el Papa
Francisco. En estos años de Pontificado, quien gusta decir que un pastor va
“atrás, en medio, y a veces delante de su pueblo”, nos ha hecho saber que
cuando pareciera que “va muy rápido”, que “se ha puesto muy adelante”, apenas
está acercándonos a “los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres
de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren”.

Desde la exhortación Evangelii Gaudium hasta hoy, se lo ve haciendo enormes


esfuerzos por “ensanchar los tientos” de esta carpa que es la Iglesia, por
imprimirle ese amor de Jesús por un todo que incluye infinidad de minorías
hasta ahora ignoradas, cuando no puestas en el rincón de “raras”,
“pecaminosas”, “perversas”. Francisco, al transformar en un principio
operativo lo ya esbozado por San Juan Pablo II y Benedicto XVI sobre el
“principio de misericordia”, nos invita a tocar las llagas del mundo como si
fueran las llagas de Cristo, y poner sobre ellas – sean cuales fueran – un bálsamo
que alivia y no remedios que irritan. Esa expresión tan suya: “dejar de peinar ovejas
en la sacristía” lo lleva a mirar - ¿quién no reconoce en Francisco un Papa que
detiene todo para mirar y escuchar? – e involucrarse con grupos y personas que
nos eran invisibles, insignificantes o se percibían juzgadas con dureza por la
Iglesia y que a su vez parecieran ver en la Iglesia el enemigo a vencer. Francisco
– quizás por este afán jesuita de ir a las fronteras – es una voz inquietante y
movilizadora para quienes a veces nos ensimismamos y encontramos la razón
de ser en nosotros mismos y no en la misión. Basta releer sus mensajes de fin
de año a la Curia Romana, o aquel primer saludo a la Conferencia Episcopal
Argentina donde decía “prefiero una iglesia accidentada por salir a la calle, que enferma
por ensimismada”.

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Conferencia Episcopal Argentina | Marzo de 2023
Francisco, 10 años
Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a
Pedro: «Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni
siquiera una hora? (14,37)

En este texto, en la situación extrema de su soledad, Jesús le reprocha a Simón


y a otros apóstoles su dificultad para “velar en la prueba”. Quizás debe haber
pocas imágenes tan plásticas del Papa Francisco “velando” por el mundo que
esa oración, a solas, en tiempos de pandemia en la plaza San Pedro; sobre todo
porque esa dimensión orante está atravesada por lo simple, por lo sencillo. Es
esa piedad popular que precisa tocar, cerrar los ojos, etc. ¡Cuántas imágenes
tenemos de nuestro Papa deteniéndose ante una imagen, tocándola, cerrando
los ojos y sin importarle el tiempo! ¡Cómo no atesorar e imitar sus regulares
visitas a Santa María la Mayor a ofrecer o agradecer los viajes emprendidos!
Pero Francisco también ha sabido ser profeta para indicar dónde tenemos que
estar vigilantes. Miremos su continua prédica para acabar con “esta tercera guerra
mundial en cuotas”, su grito casi destemplado contra el armamentismo, su
denuncia por el modo de resolver la tragedia de la inmigración, y el énfasis
puesto en la tragedia de la trata de personas y el trabajo infantil. Pero es
particularmente en el tema de lo ecológico donde nos ha “despertado”; con esa
encíclica señera que es Laudato Si, y lo que ella ha significado para ambientes y
círculos católicos y otros tantos que han visto en este escrito un punto de
inflexión en el modo de abordar y hacer conocer la urgencia ecológica. Hacia
adentro, ha significado incorporar este tema definitivamente en el magisterio
social y en la conciencia eclesial; y lo ha hecho con esa perspectiva donde la
expresión “integral” se suma a la de ecología y pone al hombre en el centro en
la lucha ecológica.

Hay infinidad de textos donde Marcos opta por referirse al primer apóstol no
con el nombre de Simón sino con el de Pedro; sólo quisiera resaltar dos. Cuando
lo confiesa como Mesías, el relato lo menciona así “Y ustedes, ¿quién dicen que
soy yo?». Pedro respondió: «Tú eres el Mesías». (8,29). Y allí comienza un largo
itinerario de formación para Pedro y los otros apóstoles sobre qué significa
seguir a Jesús y cuánto hay que despojarse de concepciones que unen lo
religioso al poder. Francisco, al expresar con sinceridad en su primera alocución
que quería una “Iglesia pobre y para los pobres”, ha ido más allá de predicar y vivir
cierta austeridad material. Nos ha hablado de “despojarnos” sobre todo de esa
“mundanidad” que entiende la evangelización como captación de estructuras
de poder, como ejercicio de presión desde el entramado de influencias y
“lobbies” y no como irradiación de la “alegría del Evangelio”. En su cuerpo ya
se le nota el peso por cambiar esta mentalidad. Es un cambio al que también
apuntan su condena cada vez más explícita al clericalismo, su advertencia por

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Conferencia Episcopal Argentina | Marzo de 2023
Francisco, 10 años
lo que llama el “indietrismo”, que no es otra cosa que excusarse diciendo que
se “está cambiando todo” para no ceder en ningún privilegio; y su afán por instalar
aquel antiguo principio eclesial de la sinodalidad como el antídoto al poder.

Por último, al final del Evangelio, Marcos recuerda el mandato de Jesús


Resucitado a las mujeres – entre ellas María Magdalena elevada a “apóstala de los
apóstoles” por Francisco – donde el Señor les dice: Vayan ahora a decir a sus
discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán (16,7).
Jesús, después de los dolores y horrores vividos, no los cita en Jerusalén sino
en Galilea, allí donde los llamó, en la sencillez de lo cotidiano, de la pesca, de
las Bienaventuranzas y las Bodas. Escuchar a Francisco, seguirlo en sus gestos
sencillos, saberse mirado y atendido, desgranar sus pensamientos siempre tiene
cierto sabor a Galilea, o al menos a emprender el viaje hacia allá. Con este Pedro
– no el primero ni el único- que se impuso el nombre de Francisco estamos
haciendo este trayecto hacia el Resucitado. Otros Papas habrá habido y habrá
que verán necesario volver a desbrozar cuestiones teológicas, o hacer brillar la
verdad de aquello que es lo más perfecto. Hoy agradezco este Papa que me hace
ver al costado, que me invita a ponerme detrás; porque en los confines se puede
ver la enorme multitud que lo acompaña: al hermano sol y la hermana luna, a la
tierra, a los descartados, a aquellos que cargan una historia de fracasos y
traiciones como María Magdalena y como Simón Pedro, como yo y como el
mismo Francisco se encarga de decir sobre él mismo.

Bendigo estos diez años que él mismo esbozó en su primera homilía a los
cardenales. Bendigo caminar hacia Galilea y no quedarme detenido. Bendigo
edificar sin generar pesos ni necesitar dejar construidas cosas admirables y
contundentes. Bendigo predicar volviendo a la Alegría de la Buena Noticia, al
kerigma, a lo esencial sin menospreciar ninguna de las otras verdades aledañas.
Bendigo a la Iglesia por ese 13 de marzo en donde nos confirió este obispo de
Roma. Bendigo a Dios por regalarnos a Francisco, que me anuncia a Jesús, y
me conduce a Galilea.

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