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Ausente Profesor
Ausente Profesor
Ausente Profesor
PALABRAS CLAVE
Estudiante, educación, docente, pedagogía, enseñanza, aprendizaje
La primera es qué tan presentes están los estudiantes en los procesos educativos.
Sabemos que la presencia física no es garantía de lo que deberíamos llamar
“presencia” la cual es, como dice Paulo Freire (1968), la “estudiar es realmente un
trabajo difícil, exige de quien lo hace una postura crítica, estructurada”, es la plena
conciencia de proceso y de cada etapa del proceso, es la certeza de que cada
idea o cada saber llega a la mente del estudiante como a una tierra fértil, en la
cual germina, no en los surcos predeterminados por el docente, sino desde la
riqueza de sus conocimientos previos, de sus propias concepciones de mundo, y
de la misma manera retroalimenta el saber, retroalimenta el proceso, y se nutre
verdaderamente de lo que el ente educativo le ofrece.
Podemos decir que los escenarios son cada vez más dinámicos y los actores son
cada vez más diferenciados: La ruptura generacional parece ser hoy una ruptura
cultural, las diferencias comportamentales y la manera como se conceptúan
presentan diferencias cada vez más irreconciliables. Esto hace posible la siguiente
pregunta: ¿Qué podemos hacer los maestros para estimular en los estudiantes la
imaginación, la creatividad, el interés, en otras palabras, la pasión por las áreas de
estudio? ¿Qué podemos hacer los maestros para que nuestros estudiantes no
estén ausentes en nuestras aulas?
Los maestros, en muchos casos aun no están dispuestos a ser trascendidos por
los educandos. Aunque ese fenómeno se da a pesar de ellos –los maestros-,
debería darse con la complicidad de ellos, lo que daría lugar a que se cumpliera
uno de los fines más altos de la educación “permitir el aprendizaje”, así no
tendríamos que decir como el argentino Cabral (1979): “Mi educación fue muy
buena hasta que me la interrumpió el colegio”.
Valdría la pena que estas sencillas reflexiones, de las cuales hay aun muchos
aspectos que explorar, permitieran una revisión de nuestros objetivos como
maestros, de nuestro rol, de los “intereses cognoscitivos” de los estudiantes,
como dice G.I. Shukina (1968), y de nuestra genuina identidad que no es el
cumplimiento de un horario en el salón de clases, sino un lograr estar “presente”
en el proceso educativo, para que los estudiantes estén igualmente “presentes” en
su aprendizaje.
BIBLIOGRAFIA