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El conflicto: Antropología de la(s) neutralidad(es)

Chapter · June 2019


DOI: 10.2307/j.ctvk8vz6x.4

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Francisco Jiménez Bautista


University of Granada
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CAPÍTULO I. EL CONFLICTO: ANTROPOLOGÍA DE LA(S)
NEUTRALIDAD(ES)

Francisco Jiménez Bautista


Profesor de Estudios de la paz
Universidad de Granada, España

En este capítulo presentamos las distintas definiciones de conflicto para intentar


determinar qué rasgos son comunes a todos ellos. La globalización y las sociedades
complejas hacen que existan distintos niveles de intensidad en los conflictos y
que el rango produzca distintas situaciones en nuestras vidas diarias, por lo que
es importante intentar encontrar los elementos comunes y configurar un modelo
metodológico que ayude a establecer una aproximación a una Teoría de conflictos
(Jiménez, 2007; Esquivel, Jiménez y Esquivel-Sánchez, 2009). El camino hacia la paz
pasa a través de la teoría y la práctica de la gestión de conflictos. Existe una relación
de interdependencia entre los Estudios para la paz y la Teoría de Conflictos, que
nos llevaría al axioma: Transformar conflictos para buscar la paz (Jiménez, 2011).
Es decir, transformación de las condiciones conflictivas, sabiendo que el conflicto
es una condición.
El objetivo que con el capítulo es la acción formativa al dar unas herramientas
y estrategias de gestión de conflictos con el fin de que puedan implementar en su
vida profesional y personal una convivencia pacífica.
Recuperamos la idea de Miguel Unamuno, al considerar que primero la verdad
y después la paz. Nosotros partimos de la tesis que los conflictos se neutralizan con
la verdad. Los conflictos construyen la paz y la paz nos lleva a una vida digna.

1. Introducción

La metáfora del camino en Investigación para la paz se expresa de la siguiente


forma. El camino que va del conflicto a la violencia es el camino más fácil para es-
tudiar a la sociedad. Este camino tiene a su favor multitud de factores que van desde
18 Francisco Jiménez Bautista

los mass media a la industria armamentística. Y como el conflicto es consustancial


al ser humano, la violencia se presenta de forma cotidiana en nuestras vidas. El
camino que va del conflicto a la paz es, quizás, mucho más difícil de poder percibir.
Afrontar los conflictos por medios pacíficos, si bien es una práctica común en la
historia de la humanidad, no es, ya que, por definición lo que tenemos que entender
es que la historia se ha ido construyendo a través de la violencia y la guerra (Tortosa,
2001). Vincular el conflicto con la violencia (es una más de las manifestaciones del
conflicto) es en sí uno de sus elementos cotidianos. La guerra es una de las violencias,
la más espectacular pero no por ello la más importante.
Es obvio que el camino más corto es el que lleva del conflicto a la paz, pero en
América Latina suelen utilizar el camino que va del conflicto a la paz, pasando por
la violencia, e incluso puede llegar a perpetuarse. Es conveniente procurar consi-
derar los tres elementos (conflicto, paz y violencia, además, de guerra), para poder
transcender y transformar los conflictos desde la Investigación y los Estudios para
la paz (Peace Research and Peace Studies) considerando todo ello desde el conjunto
de conocimientos que nos permiten saber cuáles son las causas de la guerra (y por
ende las de la violencia) y cuáles son los caminos por los que tiene que transitar la paz
(desarrollo, democracia, bienestar social, seguridad, gobernabilidad, entre otros).
En este marco conceptual, las relaciones entre conflicto y poder originan debates
que son complejos y que implican utilizar la teoría de la complejidad. La idea más
aceptada, y la que proponemos en este capítulo, concibe al conflicto como la con-
traposición de intereses, percepciones, valores y necesidades humanas insatisfechas,
etc., que están siempre presentes en todas las sociedades y relaciones humanas.
Por lo tanto, los conflictos están presentes en el tiempo y en el espacio desde que la
cultura nos hizo humanos y nos ayudó a avanzar en el «dominio» del ambiente. No
olvidemos que toda nuestra realidad y existencia se encuentra inscrita en el «tiempo»
y en el «espacio», como señalaba Inmanuel Kant en su Crítica de la Razón Pura:
todo lo que no se circunscriba a estas dos condiciones no existe para el conocimiento.
Por ello, es necesario realizar una crítica a todas las descalificaciones del espacio
que se han realizado a lo largo de los últimos años. El espacio es lo que estaba muerto,
fijado, no dialéctico, inmóvil. Por el contrario, el tiempo era rico, fecundo, vivo,
dialéctico (Foucault, 1992). El espacio, olvidamos muchas veces, es un todo único,
sistémico y dialécticamente interactivo y mutante que requiere planificación holística
e integrada (trans-disciplinar) (Jiménez, 2004).
Por ello, a lo largo de la historia, los conflictos son consustanciales a la huma-
nidad, constituyendo un factor importante en la evolución de las sociedades. El
concepto de conflicto abre grandes posibilidades de estudio, análisis y diagnóstico
por su relación con las necesidades humanas, las percepciones, las emociones, los
deseos, que forman parte del entramado social y, por ende, del ser humano. Así,
Capítulo I. El conflicto: antropología de la(s) neutralidad(es) 19

el conflicto debe ser entendido como un retorno a las potencialidades humanas


genéricas. Como señala Edgar Morin:
«Así como el individuo lleva en su organismo células madre que puede generarlo,
también la humanidad lleva consigo los principios de su propia regeneración,
aunque dormidos, clausurados en las especializaciones y las esclerosis sociales»
(Morin, 2005: 285).

Por ello, el conflicto lleva el germen de la paz, con alternativas para una política
de la humanidad que construya un mundo más justo y perdurable. Hay que saber
que el conflicto es innato al ser humano, al igual que las células madre, capaces de
regenerar a la humanidad, están presentes en todas partes, en todo ser humano y
en todas las sociedades, por tanto, de lo que se trata es de saber cómo alternativas
de futuro.
Mientras que la violencia y la paz son aprendizajes sociales, no inscritos en la
naturaleza biológica o el código genético, el conflicto sí es connatural al ser humano,
en cuanto existe la posibilidad siempre presente de intereses enfrentados entre per-
sonas, grupos, estados, o los conflictos internos (por ejemplo, crisis de crecimiento
personal) y los conflictos del ser humano con el ambiente.
El conflicto debe verse como crisis y como oportunidad de cambio. Como crisis,
hay que pensar que una crisis, un fracaso o un varapalo vital pueden convertirse en
éxito. Decía el Dalai Lama «no conseguir lo que deseas, a veces significa un maravi-
lloso golpe de suerte», sin duda convencido de que los fracasos enseñan más que el
éxito y la adversidad nos conduce, inevitablemente, a la reflexión. La palabra crisis
viene del griego krísis y del latín crisis, que significa «separar», «definir», según el
diccionario de la Real Academia de la Lengua señala que es un cambio profundo y
de consecuencias importantes en un proceso o una situación, o en la manera en que
estos son apreciados» (RAE, 2017). Así pues, la crisis supone un momento de cambio
o ruptura para tomar una decisión sobre qué camino escoger. Es una situación que
nos avisa de que ha llegado el momento de hacer un cambio urgente.
La idea del conflicto como crisis, desde la antigüedad y desde diversas culturas
orientales, se ha dado a multitud de respuestas a los conflictos. Una de las respuestas
desde la cosmovisión china es que el conflicto tiene un rol en la vida personal y
social de los seres humanos. El símbolo chino usado para expresar «crisis», suele ir
aparejado otros dos símbolos: el de peligro y oportunidad.

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20 Francisco Jiménez Bautista

Se asocia el conflicto con un estado o situación de crisis que es donde el ser


humano se suele desenvolver. En el conflicto, el ser humano se hace y en dicha con-
tradicción y desafío se crece. En China el conflicto tiene un rol en la vida personal y
social, sin olvidar, que frente a un desafío uno tiene incertidumbres. En este sentido,
el conflicto es funcional al correcto funcionamiento de la sociedad porque direccio-
nalmente los conflictos (sociales, familiares, personales), consiguen una dinámica
de las relaciones institucionales que estructuran el tejido social. Por ejemplo, el
conflicto puede nacer de los intereses de los Estados, que tienen una lógica del todo
diferente de los individuos (política) o puede nacer de procesos inconscientes así
como lo postula el psicoanálisis.
Para Galtung es un dato de facto que una situación de crisis o conflicto contiene
ambas posibilidades. El conflicto siendo incertidumbre y apertura (es decir, crisis) es
también creatividad y crecimiento. Una oportunidad para el crecimiento humano y
social, «[…] el conflicto genera energía, el reto es como canalizar constructivamente
esa energía» (Galtung, 2003: 107):
El hecho que se encuentren dos seres vivos frente a una realidad de recursos
limitados, puede ser leído como una situación de crisis o bloqueo. Pero justamente,
como toda situación de crisis en los seres humanos, estará caracterizada también por
una máxima apertura al cambio, una oportunidad permanente para crecer, porque
el ser humano no puede vivir todo el tiempo en la inseguridad y la incertidumbre;
siempre buscará respuestas. Existen siempre alternativas. Desde nuestras culturas
todos estamos determinados para responder de un modo u otro a la crisis. No olvi-
damos que las respuestas a las crisis a veces son determinadas por la cultura. Por ello,
si las reacciones a la crisis son fundamentalmente violentas, el conflicto ya no será
una patología, ahora la enfermedad se convertirá en un síntoma de un mal mucho
más profundo. Niklas Luhmann en su teoría sobre los conflictos sociales atribuyen
al conflicto un rol indicador de disfunciones sociales donde el conflicto emana una
señal de alarma, es decir, «[…] destruye […] la pretensión global del sistema social
de ser un complejo ya reducido y ordenado» (Luhmann, 1998: 421).
No ver esta realidad bipolar puede llevarnos a concepciones limitadas no sólo del
conflicto sino de la realidad misma. Por ejemplo, las visiones maniqueas bien-mal,
ganar-perder, etc., son concepciones limitadas que subrayan procesos negativos
que quitan potencialidad al conflicto y que las únicas acciones que pueden motivar
son buscar y eliminar el conflicto o al adversario, perdiendo así la oportunidad de
poder actuar sobre el problema de fondo. Bajo estos parámetros una de las tesis
principales de Galtung es que «no existe alternativa a la transformación creativa del
conflicto» (Luhmann, 1998: 108) que en palabras del Gandhi sería «[…] el conflicto
nace espontáneamente en el individuo y en todas las sociedades, su dinámica puede
ser destructiva, pero también puede ser direccionada a un acuerdo constructivo»
(Galtung, 1987: 78).
Capítulo I. El conflicto: antropología de la(s) neutralidad(es) 21

Por ello, oportunidad o alternativa deben verse como una posibilidad de mejorar
una situación, una relación, siempre que se sepa resolver, gestionar, transformar y
neutralizar creativamente por métodos noviolentos (López-Martínez, 2017) y no
deriven en intentos de superarlos mediante el recurso de la violencia. Esta es la
patología que produce la forma de reducir el conflicto. Así la paz, puede entenderse
desde esta perspectiva, como la transformación noviolenta, creativa y empática de
los conflictos.
Se suele percibir al conflicto como algo negativo, y, por tanto, como algo a eludir.
Esta idea probablemente parta o sea consecuencia de diversos motivos, como:
a) Cuando se piensa en los conflictos y se relacionan con la forma en que habi-
tualmente se suelen afrontar o «resolver», es decir, la violencia, la anulación o
la destrucción de una de las partes, y no en una solución justa y mutuamente
satisfactoria.
b) Todas las personas sabemos que hacer frente a un conflicto significa con-
sumir muchas energías y tiempo, así como pasar un rato no excesivamente
agradable, y por lo que,
c) La mayoría (incluidos los investigadores) sentimos que no hemos sido edu-
cados para afrontar los conflictos de una manera positiva y que por tanto,
nos faltan herramientas y recursos (Jiménez, 2004a).
Partimos de la tesis que el conflicto es consustancial al ser humano como ser
social que interacciona con otros seres humanos con los que discrepa, y que tienen
intereses, percepciones, valores y necesidades contrapuestas. El conflicto, además de
ser ineludible por mucho que cerremos los ojos e intentemos evitarlo está presente, y
continúa su dinámica. Para afirmar esta idea, se podrían dar muchos motivos, entre
los cuales pueden citarse:
a) La diversidad y la diferencia son valores. Vivimos en un mundo plural y en
el que la diversidad desde la cooperación y la solidaridad es una fuente de
crecimiento mutuo. Convivir en esa diferencia conlleva el contraste y, por
tanto, también divergencias, disputas y conflictos.
b) Consideramos que sólo al entrar en conflicto con las estructuras injustas y con
las personas que las mantienen, la sociedad puede avanzar hacia modelos
más justos y sostenibles. Es decir, consideramos el conflicto como el principal
instrumento de transformación y neutralización de las formas de violencia
de la sociedad.
Sin ánimo de exhaustividad, para cualquier persona interesada en ocuparse de
los conflictos, en particular cuando se apunta a su regulación y resolución, el punto
principal y más problemático es su comprensión y definición. Obviamente, no se
puede regular aquello que por conocimiento limitado no se entiende o define com-
pletamente. Sin aclaración previa, podríamos encontrarnos en la situación de quien
22 Francisco Jiménez Bautista

camina sin norte. Por ello, un conflicto supone, en síntesis, una interacción entre
varias personas con objetivos y fines que son incompatibles. Y ello, a su vez, supone la
presencia de personas y/o grupos con algún tipo de interdependencia, que perciban
algún tipo de incompatibilidad en la consecución de sus objetivos y metas, o bien
de competencia en la consecución de ciertas recompensas, propias de un ejercicio
de competencia. Sin embargo, en la actualidad, los conflictos tienen un ámbito más
global del que han tenido en épocas históricas anteriores, con influencias a escala
planetaria y consecuencias para gran parte de la humanidad, ya sea directa o indi-
rectamente. Las características básicas de los conflictos actuales pueden resumirse
de la siguiente forma:
- Han aumentado su ubicuidad y surgen en cualquier lugar del mundo.
- Comprometen a una amplia variedad de partes, desde personas a título indi-
vidual, familias, grupos humanos, instituciones, colectividades, hasta llegar a
los macro-conflictos protagonizados por naciones o estados o mega-conflictos
entre civilizaciones entre religiones o una mezcla de ambas.
- Aparecen de forma sutil y oculta o son públicamente explicitados. Natural-
mente, entre ambos extremos surge una amplia gama de conflictos que tienen
en mayor o menor grado distintas características.
- Pueden incluir o no la violencia directa (verbal, psicológica y física). En la
actualidad, la mayor parte de los conflictos se desarrollan sin que intervengan
acciones violentas (directas, estructurales, culturales y/o simbólicas e híbri-
das), aún cuando los conflictos de tipo geopolítico, étnico, raciales, xenófobos,
suelen tener un gran componente de agresividad (sin olvidar que, la agresión
es un mecanismo de conservación y defensa ligado a la supervivencia) no se
manifiestan de forma violenta y se podría pensar que existe un declive de la
violencia (Pinker, 2012). La tesis que defiende Steven Pinker en su libro Los
ángeles que llevamos dentro es que nuestra época es menos violenta, menos
cruel y más pacífica que cualquier período anterior de la existencia humana.
- La tipología contextual de los conflictos actuales es muy amplia: conflictos
familiares, raciales, étnicos, religiosos, jurídicos, sociales, internacionales,
geopolíticos, de vecindad, por motivos de riqueza, de propiedad, ambienta-
les, de género, etc. Aunque somos conscientes que las principales formas de
violencia ya están ahí: un choque de civilizaciones con el islam; el terrorismo
nuclear; las guerras provocadas por el cambio climático, nos hace pensar
que vuelven los conflictos y con ellos la violencia en sus distintas formas de
manifestarse.
Aun cuando no existe una teoría que abarque los conflictos en todas sus di-
mensiones, si han surgido intentos de establecer las bases teóricas de determinados
tipos de conflictos, fundamentalmente geopolíticos y de relaciones entre estados,
los aspectos de carácter social.
Capítulo I. El conflicto: antropología de la(s) neutralidad(es) 23

Asimismo, existen experiencias sobre conflictos personales, basadas en la ob-


servación de conductas humanas más o menos primarias provocadas en situaciones
límites, como es el «Experimento Acali», llevado acabo por Genovés (1975). Con
respecto a la agresividad Genovés destaca que «las fricciones que se producen en
Acali poseen siempre un origen humano que se puede concretar en tres causas
fundamentales:
a) «Conflictos consigo mismo.
b) Conflictos interpersonales.
c) Conflictos con el líder (deseo de poder)».1
Las conclusiones más relevantes a las que se llegó en relación con la agresividad
y la violencia fueron las siguientes: los estudios sobre el comportamiento animal
(Lorenz, von Frisch, Tinbergen), no poseen prácticamente aplicabilidad en las re-
laciones humanas interpersonales: el ser humano es otra cosa. Las fricciones a bordo
no pueden jamás ligarse a instinto agresivo alguno, ni al grupo racial o «stock» bio-
lógico de los participantes del experimento. Sí al carácter personal y a circunstancias
educativas y tradiciones propias de los contextos en los que se ha nacido.
Los conflictos son los motores y las expresiones de las relaciones entre los seres
humanos que conducen a posibles cambios y transformaciones. Su importancia,
como señala John Burton, para la resolución de conflictos se hace necesaria una a-
disciplina, ya que no toma sus bases teóricas ni metodológicas de ninguna disciplina
humanística o social específica, sino de todas y cualquiera de ellas lo que constituye
un enfoque integral y se presenta como una perspectiva de análisis interdisciplinar. La
resolución de conflictos no es una disciplina histórica, geográfica, antropológica,
económica, psicológica, sociológica, sino que más bien se sirve de todas ellas en un
intento por comprender al ser humano y sus sociedades, a través de los conflictos
que se generan o en los que se involucran (Burton, 1993).
La conflictología o resolución de conflictos, es la ciencia del conflicto, contiene
los conceptos de crisis, cambio, violencia o problema. El término fue acuñado por
Galtung y actualmente está internacionalmente aceptado por la Academia, las socie-
dades científicas, universidades, Naciones Unidas y las ONG de Paz y conflictos así
lo consideran. Teóricos e investigadores como John Burton (1993), Morton Deustch
(1973, 1983, 1991), Kenneth E. Boulding (1962, 1993); Johan Galtung (1960, 1965),
John Paul Lederach (1995), Rapoport (1974, 1992, 1995), entre muchos otros han
fundamentado los principios pluridisciplinarios. Miles de libros, centenares de
programas universitarios especializados, doctorados e institutos de investigación
1
El Experimento Acali, es el primer intento de estudio de diversos parámetros de la conducta
humana, liberada, en lo posible, de conservadurismos, rutinas y hábitos sociales. Dicho experimento
lo llevaron a cabo con 11 personas de diferentes nacionalidades y razas que cruzaron el Atlántico y el
Caribe en una travesía en balsa que duro 101 días, (Genovés, 1975).
24 Francisco Jiménez Bautista

en ámbitos como la Antropología, Historia, Sociología, Psicología Filosofía, incluso


en Matemática, Biología y Medicina nos muestra un panorama científico único
(Vinyamata, 2015).
La conflictología se ocupa con el estudio de los conflictos cuando estos se han
transformado en manifestaciones violentas. Eduard Vinyamata, igualmente suele
señalar que la «conflictología»:
«[…] es una ciencia a-disciplina y transversal del conflicto, el cambio, la crisis
[…] sinónimo de Resolución de Conflictos y transformación de conflictos como
sistemas integrales e integradores de conocimientos, técnicas y habilidades
orientadas al conocimiento de los conflictos, sus posibles causas, así como las de las
habilidades, técnicas y procedimientos de todo tipo de tratamiento y transformación
de los conflictos, crisis y procesos de cambio. La conflictología incluye sistemas y
denominaciones como resolución de conflictos, Resolución Alternativa de disputas,
Gestión y Gestión alternativa de Conflictos, Arbitraje, Dinámicas de grupos,
Mediación, Negociación, Conciliación, Entrenamiento, terapias Psicológicas,
Filosofía práctica y cualquier otra manera de analizar y solventar conflictos»
(Vinyamata, 2005: 278).

2. ¿Concepto y definición de conflicto?

Hace un año me invitaron a participar en un monográfico sobre Georg Simmel


en la Revista Sciencia e pace de la Universidad de Pisa, Italia. Yo había leído a Simmel
de forma superficial y especialmente un pequeño libro sobre El conflicto (Simmel,
2010). En un mundo de postmodernos que consideran que están inventando algo,
yo como profesor titular de Historia de la Antropología intento conectar todos los
saberes, pero siempre hago un esfuerzo por buscar las fuentes primarias de cualquier
investigación. Simmel puedo decir que es el pionero de la Teoría de conflictos,
por eso yo ya soy la suma de Simmel + Galtung + Vinyamata = Jiménez Bautista.
Honestidad obliga, nos movemos en la Investigación para la paz y los caminos nos
dan seriedad científica. La crítica para los postmodernos –no leídos–, que creen
comenzar desde cero, son unos sonámbulos en la niebla, personas que conocen una
realidad y no saben a dónde vienen. Les falta conocer los orígenes.

2.1. Introducción

La publicación del libro Soziologie. Untersuchungen über die Formen der Verge-
sellschaftung (Berlín, 1908), aparece el capítulo Der Streit, previamente publicado
con el título de The Sociology of Conflict en la American Journal of Sociology (1904)
Capítulo I. El conflicto: antropología de la(s) neutralidad(es) 25

que constituye el eje central de análisis de este capítulo. El conflicto, sociología del
antagonismo (Simmel, 2010) de Georg Simmel, nos ofrece unos antecedentes histó-
ricos que constituyen un esfuerzo por recuperar las temáticas del conflicto para la
Investigación para la paz, al plantear unas ideas sobre la configuración del conflicto, y
que no suele aparecer dentro de los teóricos de la Investigación para la paz. Pensamos
que por desconocimiento, que no por ocultar dichos conocimientos (Jiménez, 2018).
Este libro, El conflicto de Simmel, constituye un planteamiento precursor para la
Investigación para la paz. En el contexto de los inicios del Siglo XX, se puede llegar
a pensar al considerar que la vida es una «fluctuación y agitación» de contrarios
siempre en precario equilibrio, aunque se perciba el conflicto como algo positivo.
El diseño de la obra El conflicto de Georg Simmel, tiene un orden lógico en la
resolución y gestión de conflictos: primero plantea ¿qué es un conflicto? Y después
nos racionaliza la importancia que tiene la relación de paz y guerra, y al final inte-
ractúa con el perdón y la reconciliación. Este eje lineal le da sentido a su obra y la
estructura desde una óptica propia de la Investigación para la paz: conflicto, paz y
guerra, perdón y reconciliación, que será el orden de su libro de 1908.

2.2. ¿Qué es el conflicto?

El conflicto lleva el germen de la paz, con alternativas para una política de la


humidad que construye un mundo más justo y perdurable. Hay que señalar que
el conflicto es propio del ser humano, al igual que las células madre, capaces de
regenerar a la humanidad, están presentes en todas partes, en todo ser humano
y en todas las sociedades, y de lo que se trata de saber es cómo estimularlas como
crisis o alternativas de futuro (Jiménez, 2007). Tanto Simmel (2010) como nosotros
(Jiménez, 2007) partimos de dos premisas:
- La primera, que los conflictos (son neutrales para los dos). Es algo original
y novedoso en términos de Investigación para la paz, sabiendo que la paz es
positiva y la guerra es negativa. Nosotros hablamos más de violencia en clave
negativa.
- La segunda, al igual que Simmel no quiere eliminar la tensión, al igual que la
paz neutra que busca puntos intermedios, neutralizar las formas de violencia
cultura y/o simbólica. Es decir, se pretende vivir al máximo los conflictos para
que las técnicas de resolución, gestión, transformación y neutralización de
conflictos las reduzca a su valor mínimo.
Desde la Sociología, Simmel entiende el conflicto como una forma de «socia-
lización» (Simmel, 2010: 17) y un síntoma de vitalidad social. Nosotros desde la
Antropología de la neutralidad, pensamos que el conflicto debe verse como crisis
26 Francisco Jiménez Bautista

y como oportunidad de cambio, donde el conflicto se nos presenta de forma tridi-


mensional, es decir, puede ser positivo, negativo o neutro. Por eso, Simmel, nos dice,
«El conflicto en sí mismo ya es una resolución de la tensión entre los contrarios;
el que pretenda la paz, no es sino una expresión particular, y obvia, del hecho de
ser síntesis de elementos, ya sea contra otro o con otro, bajo un concepto superior»
(Simmel, 2010: 17).

Para Galtung es un dato de facto que una situación de «tensión», «crisis» con-
tiene ambas posibilidades. El conflicto siendo incertidumbre y apertura (es decir,
tensión) es también creatividad y crecimiento. Una oportunidad para el crecimiento
humano y social, «[…] el conflicto genera energía, el reto es como canalizar cons-
tructivamente esa energía» (Galtung, 2003: 107).
Nosotros defendemos la tesis de que el conflicto es consustancial al ser humano
como ser social es una constante que hay que neutralizar (Jiménez, 2007). Interac-
ciona con otros seres humanos con los que discrepa, y que tienen intereses, percep-
ciones, valores y necesidades contrapuestas. El conflicto, además, de ser ineludible
por mucho que cerremos los ojos e intentamos evitarlo, está presente, y continúa su
dinámica, su proceso. Georg Simmel nos señala,
«De ahí que muchos grupos pierdan su unidad: porque dejan de tener
adversarios. […] De ahí que la victoria total sobre el enemigo no siempre es
buena noticia desde el punto de vista sociológico: rebaja la energía que preserva
la cohesión y ganan terreno las fuerzas disolventes, nunca ociosas» (Simmel,
2010: 74).

No tener adversarios, no tener enemigos, sabiendo que los conflictos son los
motores y las expresiones de las relaciones entre los seres humanos que conducen
a posibles cambios y transformaciones. Por eso, cuando el objeto de conflicto des-
aparece repentinamente, dice Simmel: «[…] todo el movimiento parece entonces
balancearse en el vacío y esto se debe a que nuestra sensibilidad es más conservadora
que nuestra racionalidad y que, por tanto, la excitación no se calma tan pronto lo
dicte la razón» (Simmel, 2010: 84).
La resolución, gestión, transformación y neutralización de conflictos se hace
necesaria dentro de una perspectiva de estudio, análisis y diagnóstico de una
Antropología de la neutralidad, ya que comienza a construirse desde un nuevo
paradigma pacífico que suma las bases teóricas, prácticas y metodológicas de todas
las disciplinas sociales y humanísticas, además, añade introduce la axiología y la
visión sociopolítica de cada momento histórico.
La manifestación de los conflictos nos debe llevar a su neutralización y por
tanto no debe ser una disciplina sociológica, histórica, geográfica, antropológica,
Capítulo I. El conflicto: antropología de la(s) neutralidad(es) 27

económica, psicológica, sino que más bien se sirve de todas ellas en un intento por
comprender al ser humano y sus sociedades, a través de los conflictos que se generan
o en los que involucran, como una forma de socialización que diría Simmel (2010)
o un síntoma de vitalización social a la hora de enfrentar los fenómenos, problemas
y conceptos (Jiménez, 2016).

2.3. El conflicto desde los años 60

Esta extendida la noción de «conflicto asociado a violencia», esta idea proviene


de los primeros conflictos analizados en los años 60 o, en el mejor de los casos, de la
tradición oriental, donde el conflicto se presenta siempre de forma bifurcada (como
crisis o alternativa). Los conflictos comienza a interesar, como hemos señalado an-
teriormente desde la obra de Georg Simmel (2010), y de forma considerable a partir
de los años 60, con la obra de Lewis A. Coser (1970), Nuevos aportes a la teoría del
conflicto social, nos ayuda a comprender la importancia de estas temáticas durante
esta década.
Destacamos desde la antropología a Max Gluxkman en su libro Custom and
conflicto in Africa (1973), donde establece que los conflictos que surgen en el mi-
cronivel, entre los múltiples subsistemas que componen una sociedad tales como
grupos, familias, clanes, villas, instituciones, etc., al ser resueltos de acuerdo a las
valorizaciones, costumbres y leyes de la sociedad, permite que ésta reacomode
periódicamente y en distintos niveles a las partes y elementos sociales que se sitúan
en posiciones de roces o discrepancias antagónicas.
Gluckman se postula por la armonía y el equilibrio social que depende de una
posición balanceada en las instituciones y el comportamiento social. Max Gluck-
man, usa la palabra conflicto para referirse a «[…] la relación entre discrepancias
que establecen una cadena de procesos que producen alteraciones en el personal
de la posición social, pero no produce alteraciones en el patrón o pauta de las posi-
ciones mismas» (Gluckman, 1977: 109). Es decir, Gluckman prefiere el término ya
establecido de contradicciones para aquellas relaciones entre principios diferentes
en la estructura social que inevitablemente dirigen hacia cambios radicales en el
patrón o pauta social.
En la actualidad, la noción de conflicto abarca aquellas situaciones en la que dos
o más partes tienen intereses opuestos acerca de algo, y cuyo desenlace no suele ser
una resolución definitiva sino que constituye una etapa más o menos duradera en el
desarrollo del mismo, que puede resurgir en términos similares o distintos a la vez
anterior. Naturalmente, a veces se produce el cierre de un conflicto, de forma que
28 Francisco Jiménez Bautista

dicho conflicto desaparece definitivamente, al desaparecer las causas que lo origina-


ron o al modificarse los intereses de las partes de manera más o menos permanente.
La palabra conflicto puede significar cosas bastante diferentes dependiendo del
contexto. Por una parte, puede referirse a una incompatibilidad en los objetivos,
metas, o intereses de dos o más individuos, grupos u otras unidades denominadas
«actores», y por otra puede referirse a un tipo de conducta, incluyendo una pro-
pensión para hacer daño, perjudicar, hacer fracasar o destruir a algún otro actor
o actores (Ogley, 1999: 401-412). Esta distinción fue realizada por Robert Axelrod
(1970) distinguiendo entre «conflicto de intereses» y «conducta conflictiva». El
conflicto de intereses aparece en una gran parte de situaciones de la vida humana
y no tiene, en sí mismo, un carácter negativo o destructivo. Muchas veces surge la
confusión entre ambos conceptos sin tener en cuenta que su ocurrencia puede o no
ser explicable en términos de incompatibilidad de objetivos, metas o intereses, y que
puede ser incluso totalmente unilateral (Ogley, 1999).
La Investigación para la paz y más específicamente la investigación en Teoría de
conflictos, han proporcionado varias definiciones que intentan ser de tipo universal
y abarcar el máximo posible de tipos de conflictos, entre las que podemos destacar
las siguientes:

Cuadro I.1.Definiciones de conflictos.

CONFLICTO Definición
1 «Conflicto es una situación de competición en la que las partes son
conscientes del potencial de futuras posiciones y cada parte desea
ocupar una posición incompatible con los deseos de la otra parte»
(Boulding, 1962).
2 «Un enfrentamiento, choque o desacuerdo intencional entre dos
grupos o entes de la misma especie que manifiesta, uno respeto
de los otros, una intención hostil, en general a propósito de
un derecho y quienes, por mantener, afirmar o restablecer este
derecho, intentar quebrar la resistencia del otro, eventualmente
recurriendo a la violencia» (Freund, 1983: 65).
3 «Conflicto es el intercambio intencionado de sanciones negativas o
conductas punitivas entre dos o más partes» (Blalock, 1989).
4 «Conflicto es una especie o clase de relación social en la que
hay objetivos de distintos miembros de la relación que son
incompatibles entre sí» (Entelman, 1999).
5 «Conflicto es la presencia de intereses divergentes o percepciones
incompatibles entre personas o grupos, y el deseo de seguir una
conducta proporcionada a estas percepciones» (Bercovitch, 1999:
403-412).
Fuente: Elaboración propia.
Capítulo I. El conflicto: antropología de la(s) neutralidad(es) 29

Estas definiciones abarcan distintos aspectos de la conflictividad, pero existen


ciertos rasgos comunes a todas ellas.
a) En primer lugar, la existencia de un conflicto exige una intencionalidad en cada
oponente para actuar de una determinada manera, aún a sabiendas que será
incompatible, en algún grado, con los deseos de la otra parte, lo que elimina
que un conflicto surja de forma espontánea sin ninguna intencionalidad.
Naturalmente, esto no implica que alguna parte tenga intención de producir
un conflicto, aunque en la mayoría de los conflictos una parte lo provoca para
intentar conseguir algún objetivo o alguna utilidad personal.
b) En segundo lugar, la existencia de un conflicto precisa de una competición
o de la existencia de algún recurso, entendido en sentido amplio, es decir,
el deseo de alcanzar un mismo objetivo, lo cual constituye el elemento que
ocasiona el enfrentamiento, aún cuando a veces solamente sea una estrategia
de enfrentamiento que enmascara otros objetivos o utilidades no claramente
explicitados a simple vista.
c) En tercer lugar, las posiciones deben ser opuestas aunque no incompatibles (el
que algunos autores hablen de incompatibilidad quizá provenga de enfren-
tamientos más belicistas, es decir, los conflictos estrictamente competitivos).
En general, ambas partes desean conseguir todo o parte de una misma cosa, y
de ahí proviene la competición; sin embargo, es usual que se pueda prescindir
de una parte de ese algo deseado a cambio de poder conseguir otros objetivos
de distinto orden (incluso en algunas situaciones, el objetivo de un conflicto
es el restablecimiento de relaciones previas sin pedirlo expresamente o el
método para conseguir reactivar o establecer negociaciones).
Estas ideas nos obligan a agrupar las causas esenciales de los conflictos a la hora
de definirlos. En la mayoría de los casos se observa cómo existe un peso creciente
de un número apreciable de factores y no de uno sólo, lo que permite, en los inicios
de este siglo y con los medios de comunicación e información existentes, disponer
de más posibilidades que nunca para conocer y entender las raíces de los conflictos
(Fisas, 1998).
Los modelos de análisis de conflictos comparten un factor común a todos ellos:
son modelos causales, es decir, solamente admiten la influencia del azar como un
factor de entre varios que pueden actuar en el desarrollo del conflicto y en las accio-
nes y estrategias que lo conforman, pero lo eliminan de la génesis del conflicto. En
este sentido, existen varios aspectos de utilidad (utilidades) que inducen a originar
o participar en un conflicto y pueden resumirse según la siguiente forma (Brams y
Kilgour, 1988; Blalock, 1989):
- La utilidad asociada a la finalidad de alcanzar objetivos específicos relacionados
con la otra parte (por ejemplo, conseguir una parte del territorio del oponen-
30 Francisco Jiménez Bautista

te, obtener libertad de explotación de recursos, protegerse contra ataques,


controlar recursos, aumentar el poder de influencia, etc.).
- La utilidad asociada a las agresiones del oponente, que provocan una escalada
en el conflicto ya iniciado o producen la iniciación de un conflicto.
- La utilidad asociada a evitar la agresión y/o castigo que pueda llevar a cabo
el oponente, o incluso para eludir otros costes asociados con el conflicto.
- Por último, la utilidad asociada a conseguir ganar status y reconocimiento
como resultado de la participación en el conflicto.
Por ello, las soluciones a los conflictos estructurales no son fáciles de plantear
y resolver en un mundo en el seno de una sociedad dominada por tantos intereses
cruzados y por las dificultades de concertar políticas que, a largo plazo, permitan su-
perar determinadas incompatibilidades entre los individuos y los grupos humanos.

3. El elemento básico del conflicto: el poder

Entendemos la Investigación para la paz o los Estudios para la paz como un


poder-saber para producir cambios sociales a favor de la convivencia pacífica de
los seres humanos. Sobre todo, el poder crea conocimiento y el conocimiento crea
poder, como Foucault señaló:
«[…] el poder y el conocimiento se implican directamente el uno al otro;
no hay relación de poder sin la correspondiente constitución de un campo de
conocimiento, ni un conocimiento que no presupone y constituye el mismo tiempo
relaciones de poder» (Foucault, 1979: 27).

Por tanto, somos conscientes que el uso de un tipo de conocimiento especiali-


zado debería conllevar un uso del poder con igualdad y el trabajo por construir un
paradigma pacífico donde Transformar conflictos para buscar la paz implique dos
categorías analíticas (paz mundo y paz neutra) que nos puede ayudar a comprender
y eliminar los conflictos y las distintas formas de violencia (Jiménez, 2011).
Las consideraciones previas indican que los conflictos están asociados a situa-
ciones en las que surge un problema relacionado con el poder en distinto grado,
entendiendo el concepto de poder como potencial para hacer algo, para conseguir
objetivos específicos o para superar las resistencias de la otra parte. Existen conflic-
tos que tienen entre sus objetivos, a veces como objetivo único, conseguir poder o
aumentar el que ya se tiene y de esta forma disponer de mayor potencialidad para
utilizarlo en ese mismo conflicto o en otros futuros (Jiménez, 2007; Esquivel, et al.,
2009: 6-23). Es importante señalar las características del poder, al ser relacional,
Capítulo I. El conflicto: antropología de la(s) neutralidad(es) 31

intensional, gradual, expansivo, atribuido, multiforme, producto social y recurso


(Redorta, 2006: 34) nos lleva a un conjunto de características que lo hacen distinto
y complejo.
Algunas definiciones más clásicas se enfocan al poder como influencia. Así, el
poder ha sido definido de forma relacional por Bertrand Russell (1938) como «la
producción de efectos intencionales», lo que lo convierte en una propiedad que
puede pertenecer a cualquier persona o grupo. También podemos definir el poder
como «la capacidad de un individuo o grupo de individuos para modificar la con-
ducta de otros individuos o grupos en la forma que desee quién lo ejerce» (Tawney,
1937) y que suele ser caracterizado por un determinado tipo de relaciones humanas.
El ejercicio del poder puede llevarse a cabo utilizando distintas alternativas y en
distinto grado, pero siempre es necesario emplear recursos que disminuirán e incluso
se agotarán y que pueden ser necesarios para otros conflictos o que pueden usarse
para conseguir otros objetivos. Las situaciones en las que se emplearán los recursos
que se poseen y en que grado dependen de los objetivos a conseguir, de las creencias,
del apoyo que se pueda obtener de otras personas o instituciones, de la posición
que tengan las partes en su entorno, nos van indicando por dónde transita el poder.
Los recursos de cada parte deben evaluarse no solo como elementos aislados con
propiedades objetivas, sino que hay que tener en cuenta los objetivos de la otra parte
contraria, puesto que un conflicto no es un proceso de toma de decisiones de forma
individual sino que hay que tener en cuenta la interacción entre las partes, y que cada
acción realizada por una de ellas modifica, actúa, influye, etc., en las acciones de la
otra. Es decir, es necesario realizar la evaluación de los recursos considerando que
éstos son elementos dinámicos que pueden cambiar, ya sea por las acciones propias
o por las de la otra parte. Hay que tener en cuenta que cada conflicto tiene intereses
muy competitivos y en distinto grado, que varían en el transcurso del mismo, y que
están determinados por la naturaleza del proceso del conflicto y de si los posibles
desenlaces del mismo son constructivos o destructivos para alguna de las partes
(Deutsch, 1991: 26-56).
A partir del surgimiento de un conflicto, cada una de las partes intenta hacer
prevalecer los derechos que considera tener, ya sean reales o no, y en base a los cuales
ha establecido su posición. Los elementos clave para que un conflicto se desarrolle
y se mantenga en el tiempo pueden sintetizarse y resumirse en los siguientes pasos
(Deutsch, 1983: 431-453):
1) Si el conflicto se origina a partir de una situación social anárquica dificulta
en gran medida la posibilidad de una conducta racional.
2) El conflicto tiene una orientación competitiva de ganar-perder (win-lose) que
puede impedir llegar a acuerdos excepto que se disponga de una posición de
ventaja.
32 Francisco Jiménez Bautista

3) La existencia de conflictos internos dentro de cada una de las partes que se


expresen por medio de conflictos externos.
4) La realización de juicios erróneos y tener percepciones no realistas.
5) La existencia de compromisos incumplidos, que suele provocar una escalada
en espiral.
El conflicto sufre una escalada cuando se ejerce el poder con la movilización
de los recursos que constituyen la fuente del poder, cuya efectividad depende del
grado de movilización de los recursos y del grado de efectividad de la movilización.
Y cada parte intenta ejercer el poder del que dispone de una u otra forma, ya sea para
conseguir unos objetivos inmediatos, ya sea como base para poder continuar ejer-
ciendo el poder y conseguir otros objetivos a más largo plazo y fundamentalmente,
para disponer de una situación más favorable a sus intereses en el momento en que
el conflicto derive hacia una situación de negociación (Cascón, 2001; Sánchez, 2015;
Barrientos, 2016; Del Pozo, 2018).
Posteriormente, este esquema suele continuar en distintos grados en función
de la situación. Mientras una negociación se está llevando a cabo, normalmente en
una posición de status quo, una parte se siente agraviada y desea desestabilizar este
status quo pues siente que está pagando los costes del conflicto debido a la duración
de las negociaciones o que la distribución de costes es asimétrica (Nicholson, 1991:
57-78). Estas situaciones van surgiendo a lo largo del desarrollo del conflicto de
forma sucesiva, sin olvidar, que en los conflictos endémicos el que más «tiene» es
el que más «pierde».
Usualmente, cada parte en conflicto utiliza el poder del que dispone para ir
consiguiendo objetivos parciales o globales, escalando el conflicto en mayor o me-
nor medida. Algunas veces se llega a un punto de no retorno que conduce a que el
conflicto se convierta exclusivamente en competitivo para que cuando la situación de
una de las partes, habitualmente la que dispone de menor poder, sea insostenible, se
llegue a una solución que siempre favorecerá a la parte de mayor poder. En general,
la fase en que cada parte intenta utilizar su poder finaliza cuando se alcanza una
situación extrema en la que ninguna de ellas puede aumentar la presión sobre la otra,
llegando a un status quo negativo para ambas partes que hay que superar, aunque
solamente sea para relajar las tensiones.
Es bastante común que la parte con menor número de recursos realice acciones
de escalada de baja o muy baja intensidad, evitando una acción contundente de la
parte más poderosa pero manteniendo el conflicto activo de forma permanente hasta
conseguir alguna concesión de la otra parte. Esta lógica lineal del conflictos, no se
produce, por ejemplo en otros conflictos donde su complejidad es distinta, como el
caso protagonizado por la banda terrorista ETA en España (la banda terrorista, que
busca la independencia de un territorio fuera de España).
Capítulo I. El conflicto: antropología de la(s) neutralidad(es) 33

Es habitual que el uso del poder por cada parte se lleve a cabo de distinta forma.
Si alguna de las partes decide en algún momento mantener el status quo del con-
flicto y no está dispuesta a alcanzar acuerdos (por ejemplo, porque piensa que le va
perjudicar), las formas más comunes de hacerlo consisten en: escalar el conflicto
mediante acciones que retrotraigan el conflicto a alguna situación previa de mayor
conflictividad; llevar a cabo una ruptura en las negociaciones; exigir condiciones
inaceptables para la otra parte; ofrecer intercambios imposibles; mantener la nego-
ciación pero provocar, a otros niveles, la predisposición del contrario a no negociar;
realizar acciones que permitan la obtención de ganancias con la desaparición del
status quo, desear no ser defraudado.
Con toda esta casuística, si se desea alcanzar un resultado negociado existen
varias formas de realizarlo. Una de las más utilizadas, a lo largo del proceso de
negociación, una o ambas partes alternan acciones de escalada y desescalada en el
conflicto mediante exigencias maximalistas que, al poco tiempo, se neutralizan. Por
ello, se busca obtener concesiones de la otra parte en los momentos de desescalada
para, acto seguido, plantear nuevas exigencias, generalmente maximalistas, y volver a
escalar moderadamente el conflicto para conseguir mediante una nueva desescalada,
una parte de estas nuevas exigencias. Este proceso, bastante utilizado, se denomina
coloquialmente «del salchichón», porque una parte lucha enconadamente por con-
seguir que la otra parte le conceda un pequeño objetivo, una rodaja del embutido y,
cuando lo ha conseguido, plantea nuevas exigencias para conseguir otra rodaja de la
misma forma, y así hasta conseguir el máximo de rodajas o el salchichón completo.
Los ejemplos en la vida política española, no solamente desde la existencia de la
democracia sino incluso durante la dictadura, son esclarecedores a este respecto
(Esquivel y Esquivel, 2015).
Por otra parte, a veces se plantea una negociación en un contexto más iguali-
tario, usualmente cuando las dos partes tienen poder y recursos de similar nivel,
ambas actúan de acuerdo a los principios de igualdad y reciprocidad, o cuando la
que tiene un poder mayor decide actuar, unilateralmente o no. Estas situaciones se
caracterizan porque la parte o las partes que actúan de esta forma están expresando
su predisposición a llegar a acuerdos, incluyendo o no ofrecer intercambios factibles
entre las partes: plantear concesiones admisibles para la parte opuesta; mantener
una política conciliadora sin realizar actos agresivos que pudieran impedir negociar
al adversario; realizar concesiones con la esperanza de obtener ventajas por parte
del oponente; proponer compromisos; obtener ganancias con el mantenimiento del
status quo; actuar para no ser el primero en romper la negociación. Esta forma de
trabajar constituye la base de actuación para conseguir resolver, gestionar, transfor-
mar y neutralizar los conflictos de forma pacífica, con un comportamiento prosocial:
empático, tolerante, diferente y solidario.
34 Francisco Jiménez Bautista

Aquí debemos plantear alternativas de paz y utilizar como instrumento en la


regulación de los conflictos un planteamiento ético de responsabilidad, predicar con
el ejemplo con una agenda concreta de compromisos entre todos los individuos y
fuerzas sociales, desterrar los comportamientos corruptos, resolver los conflictos
de intereses mediante el diálogo, la negociación, y dar prioridad a los problemas
sociales. Por ello, habría que acabar con la impunidad de las autoridades públicas
y de todos los poderes fácticos, y propiciar la capacidad humana de los ciudadanos
para ejercer el debido control del poder (Jiménez, 2004).

4. Hacia una tipología de conflictos

Los conflictos varían mucho según el contexto social en que ocurren, por los
recursos y medios utilizados durante la escalada y distensión de los mismos, por los
problemas y situaciones que los originan, y por los recursos que utiliza cada parte
involucrada. Una revisión básica de los tipos de conflictos más usuales proporciona
los indicios que apuntan a la dificultad de establecer y desarrollar una teoría unifi-
cada de conflictos.
Aunque existen diversas clasificaciones de los conflictos basadas en aspectos
distintos (recursos utilizados, partes que intervienen, nivel de conflictividad, etc.),
una de las tipologías más utilizadas para clasificar los conflictos suele señalar las
partes que intervienen en el mismo (Kriesberg, 1999: 413-425):
a) Conflictos entre personas. Los conflictos entre individuos, interpersonales
son universales, ya sean interpersonales, en el seno familiar o dentro de una
comunidad, aunque cada parte puede sentirse a sí misma o ser apreciada por
la otra parte como representante de algún grupo.
b) Conflictos entre instituciones. En estos conflictos las partes son entidades
como partidos políticos, corporaciones, sindicatos, iglesias o gobiernos, en
las que existen unos directivos que representan a todos los miembros en las
relaciones externas y tienen autoridad para alcanzar compromisos en nombre
de la institución. Generalmente las organizaciones que operan dentro de una
sociedad mantienen el respeto a unas reglas previamente establecidas en sus
relaciones. Sin embargo, algunas organizaciones que se basan en la existencia
de una identidad territorial, étnica, lingüística, o religiosa, pueden exigir de-
mandas que desafían a las agencias gubernamentales realizando escaladas en
el conflicto que usan métodos institucionales y no institucionales. Además,
muchas organizaciones sobreviven a los miembros individuales, por lo que
tienen la potencialidad de prolongar un conflicto hasta niveles intergenera-
cionales.
Capítulo I. El conflicto: antropología de la(s) neutralidad(es) 35

c) Conflictos entre grupos comunales. Las partes son grupos que interactúan
entre sí y comparten una identidad común cuyos miembros tienen intereses
comunes como colectividad. A veces sus límites son ambiguos y su estructura
es difusa. En general, sus intereses son de tipo territorial, étnico, de perte-
nencia a una clase, de creencias, de lenguaje, de tipo religioso, de liberación
nacional, etc. Suelen ser conflictos a gran escala y muy destructivos.
Prácticamente desde el inicio de las investigaciones acerca de los conflictos
han aparecido modelos teóricos que intentan elaborar una teoría general de los
conflictos, en distintas concepciones del mismo. Diversos autores han propuesto
modelos de resolución, transformación o regulación de conflictos con pretensiones
que abarcan desde un modelo general causal de los conflictos (Blalock, 1989) hasta
una guía para el trabajador en conflictos (Galtung, 2004).
En general, cada modelo incluye un conjunto de variables que determinan los
conflictos, pero usualmente solamente tienen validez en algunos tipos de conflicto.
Algunos autores han intentado elaborar un modelo de propósito general que abar-
que todos los conflictos, desde el nivel micro hasta el nivel macro, pasando por los
niveles meso y mega, desde los conflictos geopolíticos hasta los conflictos familiares
e individuales. Sin embargo, estas propuestas no parecen ser demasiado viables por
distintas causas:
a) La variedad de tipos de conflictos es tan amplia que cualquier teoría que
modelice todos los conflictos deberá tener, si existe, una complejidad mayor.
b) Las teorías existentes se basan en una cantidad muy grande de variables y
factores que constituyen la base de las mismas, alcanzando un nivel de com-
plejidad suficiente. Además, la aceptación o no de las variables o factores de
cada modelo están lejos de poseer un consenso general, lo que constituye
un inconveniente importante para estos modelos que aspiran a una «teoría
unificada de conflictos».
c) La variedad en los distintos tipos de conflictos está sufriendo constantes
cambios. La transformación de las sociedades humanas con el transcurso del
tiempo modifica tipos de conflictos, haciendo que surjan nuevos y que otros
desaparezcan o se conviertan en algo anecdóticos. Este hecho exige que una
posible teoría unificada de conflictos deba estar modificándose constante-
mente y, posiblemente, desechándose y siendo sustituida por nuevos modelos
para adaptarse.
d) Por último, la amplia variedad de conflictos existentes en la sociedad actual
exige que exista una especialización basada en el tipo de conflicto de que se
trate. El análisis, la predicción de posibles desenlaces, la evaluación de las
estrategias y acciones de cada una de las partes, entre otras, exigen la utiliza-
ción de modelos muy específicos que se ajusten lo mejor posible al conflicto.
36 Francisco Jiménez Bautista

En otras clasificaciones, «la cooperación supone una comprensión comunicativa


en torno a preferencias susceptibles de conexión mutua, que no son necesariamente
concordantes» (Axelrod y Keohane, 1985: 226). En los sistemas complejos no preten-
den su procesamiento continuado en la forma de una transformación temporalizada
en otras contradicciones.
De esta forma, Robert Axelrod plantea la temática sobre la cooperación social
con una lógica del análisis de la conducta individual que persiguen sus propios
intereses de acuerdo a un tipo de acción coste-beneficio. Esto es el «dilema del pri-
sionero, ‘prisoner’s dilemma’» donde existen dos jugadores, que pueden optar por
una entre dos alternativas: cooperar o no hacerlo. El dilema está en que si ninguno
coopera ambos saldrán peor librados que si hubiesen cooperado (Axelrod, 1986:
19).2
El dilema del prisionero caracteriza una interacción en la que la acción egoísta
de ambas partes conduce a un resultado no deseado por ninguno. Una acción no
cooperativa conduce a resultados no deseados por ninguno. Una acción cooperativa
conduce a resultados más deseables para ambos. Una combinación de acción egoísta
y cooperativa por parte de los dos participantes conduce incluso a un resultado más
deseable para la parte egoísta y a un resultado no deseable para el otro. Situaciones
como la contaminación ambiental, la carrera de armamentismo, las negociaciones
legislativas, se asemejan al dilema del prisionero.3
La dinámica de estructuración de las sociedades desarrolladas se articula en
torno a (Beriain, 1996: 139):
a) El disenso y el conflicto, entre los diferentes subsistemas sociales –económicos,
políticos, culturales, ciencia, sanidad, educación, religión, ejército, tecnología,
etc.– que pugnan por un «pedazo» del presupuesto.
b) El consenso y la cooperación que se producen con arreglo a una concepción
holística de la sociedad, de una identidad colectiva racionalmente consti-
tuida donde existen diferencias múltiples. «La comunicación oscila entre el
conflicto y la cooperación, no existiendo una garantía hacia el consenso, ya
que éste debe hacer frente a ‘crecientes cuellos de botella’ originados por las
expectativas originadas en el litigio» (Elster, 1989).
Estos dos planteamientos nos llevan a realizar de forma sucinta otra clasificación
de conflictos, siguiendo a Beriain (1996: 139-140):
2
El «dilema del prisionero» fue desarrollado originalmente por Merril M. Flood y Melvin
Dresher en la Corporación RAND (Research And Development), siendo formalizado poco después
por Albert W. Tucker, con la frase sobre las recompensas penitenciarias y le dio el nombre del «dilema
del prisionero».
3
Axelrod afirma que la estrategia del «tit for tat, ‘Donde las dan, las toman’» –comenzar
cooperando en el primer encuentro y luego imitar fielmente la respuesta del otro– suele ganar a toda
estrategia más egoísta. El tiempo orienta hacia la modalidad «toma y daca».
Capítulo I. El conflicto: antropología de la(s) neutralidad(es) 37

- Primero, el conflicto reaparece como una escisión de la identidad del «yo»


ante la identificación con un pluralismo de identidades colectivas como la
identidad construida en torno a los orígenes étnicos, la identidad construida
en torno a la igualdad cultural de los seres humanos, y la identidad construida
en torno a los derechos individuales y civiles de igualdad y a los procedi-
mientos de legislación democrática de la autoridad a través del ciudadano.
- Segundo, el conflicto se manifiesta entre Estado-nación y entre nacionalidad,
entre una configuración dominante de la comunidad societal, en términos
de Talcott Parsons, que se articula como Estado, disponiendo el uso de la
violencia legítima dentro del territorio dado, frente a comunidades societales
que no están organizadas políticamente como Estado-nación y que coexisten
dentro del Estado-nación de una forma ambivalente, unas veces, viendo reco-
nocida su identidad sociocultural por el Estado-nación, otras, en oposición
a la autoridad cultural de base vehiculada por la violencia de Estado.
- Tercer, el conflicto se manifiesta entre el Demos y Tennos, a nivel político en el
que el pueblo aparece como portador de los derechos políticos de ciudadanía
y entre el nivel pre-político en el que el pueblo aparece como el portador de
la unidad étnica, cultural y socio-económica.
- Cuarto, se producen conflictos entre comunidades simbólicas por motivos
religiosos –cristianos y musulmanes hoy–, por motivos ideológicos –antia-
bortistas, nacionalistas xenófobos e inmigrantes, etc.–.
- Quinto, el conflicto entre civilizaciones –como entidades culturales– repre-
senta una fase de la evolución del mundo moderno. Gran parte de los con-
flictos se desarrollan hoy a lo largo de líneas culturales –no económicas, ni
políticas–, que separan una civilización de otra; la occidental, la confuciana
china, la japonesa, la islámica, la hindú, la eslavo-ortodoxa, la latinoameri-
cana y la africana (Huntington, 1993: 25 y ss). Hay que tener presente, que
en los conflictos ideológicos la cuestión clave es: ¿de qué lado estás?, en los
conflictos entre civilizaciones la cuestión es: ¿qué eres tú?
Los mayores conflictos que vamos a encontrar en los próximos años, tienen
que ver con la identidad, las instituciones, la ciudadanía, la comunidad simbólica
y la cultura aspectos que nos obligan a pensar en formas de ir neutralizando toda
forma de conflicto, antes de llegar a que estos se externalicen y nos lleven a distintas
formas de violencia.
Por muchas razones, los autores consideran que es imposible crear un modelo
de Teoría de conflictos. Sin embargo, resulta fundamental estimular la creatividad, la
empatía y la noviolencia (Lopéz-Martínez, 2017; Rosenberg, 2011) para que al buscar
soluciones (Cornelius y Cornelius, 2003: 41-44; Jiménez, 2007) o transformaciones
a los conflictos prevalezca la comprensión mutua, la tolerancia y el desbloqueo de
posiciones personales e institucionales. Necesitamos, en definitiva, cambiar nuestra
38 Francisco Jiménez Bautista

percepción de los conflictos y la forma de acercarnos a ellos a través de un nuevo


paradigma pacífico basado en la paz mundo y la paz neutra (Jiménez, 2011, 2014).

5. A modo de conclusiones

Destacamos las siguientes conclusiones finales:


- Primero, el origen de los conflictos necesita ser abordado fundamentalmente
a partir de una adecuada comprensión de la conducta humana. Aunque existe
una amplia variedad de conflictos que además, se producen en muy diver-
sas situaciones y niveles, los aspectos comunes pueden establecerse como:
intencionalidad de una o de ambas partes y la existencia de competición y de
posiciones opuestas. Estos rasgos se producen en distinto grado, lo que permite
considerar cada conflicto como algo específico y no generalizable.
- Segundo, de aquí que el elemento básico asociado a los conflictos sea el po-
der que dispone cada parte y es utilizado como estrategia para conseguir los
objetivos que dicha parte considera legítimos. En esta situación es necesario
evaluar el poder y los recursos disponibles de cada parte en el conflicto,
aunque entendemos el conflicto como un proceso en el que las acciones que
lleva a cabo una de las partes están determinadas por las percepciones que
posee la otra parte, y están condicionadas por las acciones y la potencialidad
de la otra parte.
- Tercero, la utilización del poder y los recursos de las partes determina la
evolución del conflicto mediante acciones que suben y bajan y que se que
se llevan a cabo para conseguir objetivos concretos y/o mejores posiciones
en el momento de alcanzar un proceso de negociación, mediación, arbitraje,
entre otros, del conflicto. Las acciones que se llevan a cabo y la intensidad
de las mismas permiten predecir en gran medida la actitud de cada parte en
el conflicto. En este sentido, una vez que el conflicto ha llegado a un impasse
por el motivo que sea (cansancio, extensión en el tiempo, agotamiento de
recursos, creer que se dispone de una buena posición, etc.) es cuando se puede
comenzar un proceso de resolución o transformación pacífica del conflicto
mediante alguno de los métodos negociadores (negociación entre partes,
mediación de un tercero, recurso a los tribunales judiciales, arbitraje) que se
establezcan o que sean utilizados por tradición.
- Cuarto, la Teoría de conflictos se sostiene hoy día especialmente desde una
base sociológica, que va: individual-social; pasado-presente; sincrónico-
diacrónico, micro-macro, inclusión-exclusión, es decir, los dualismos.
Igualmente, la inclusión de la dimensión cultural en los Estudios para la paz
desarrolla enormemente dicho campo de estudio al llevarnos a una Antro-
pología del conflicto o una Antropología de la Neutralidad, lo que nos anima
Capítulo I. El conflicto: antropología de la(s) neutralidad(es) 39

a pensar en una Teoría de conflictos que no prescinde de ninguna propuesta


epistemológica.
- Y por último, estos resultados explican la dificultad de llevar a cabo el diseño y
desarrollo de una teoría que permita explicar todos los conflictos. En los casos
en que se ha intentado, la gran cantidad de factores y variables que intervie-
nen en el modelo no ha suscitado el apoyo unánime de los investigadores, y
en este capítulo queremos expresara la dificultad de una Teoría General de
Conflictos unificada que explique todos los conflictos. Es más factible desa-
rrollar modelos teóricos a menor escala que estén diseñados para modelizar
un tipo micro o meso, cada uno de ellos, un tipo específico de conflicto al
que se ajuste lo mejor posible, lo que quizá permita posteriormente unificar
algunos modelos simples en otros más sofisticados y complejos. Este hecho
abre un amplio campo de investigación en los Estudios del futuro (prospec-
tiva). La exposición de un desarrollo de teorías y de aspectos prácticos es
importante para el desarrollo de una amplia gama de la regulación, gestión,
transformación y neutralización en los conflictos y en los mecanismos de su
pacificación.

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