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1. Introducción
Por ello, el conflicto lleva el germen de la paz, con alternativas para una política
de la humanidad que construya un mundo más justo y perdurable. Hay que saber
que el conflicto es innato al ser humano, al igual que las células madre, capaces de
regenerar a la humanidad, están presentes en todas partes, en todo ser humano y
en todas las sociedades, por tanto, de lo que se trata es de saber cómo alternativas
de futuro.
Mientras que la violencia y la paz son aprendizajes sociales, no inscritos en la
naturaleza biológica o el código genético, el conflicto sí es connatural al ser humano,
en cuanto existe la posibilidad siempre presente de intereses enfrentados entre per-
sonas, grupos, estados, o los conflictos internos (por ejemplo, crisis de crecimiento
personal) y los conflictos del ser humano con el ambiente.
El conflicto debe verse como crisis y como oportunidad de cambio. Como crisis,
hay que pensar que una crisis, un fracaso o un varapalo vital pueden convertirse en
éxito. Decía el Dalai Lama «no conseguir lo que deseas, a veces significa un maravi-
lloso golpe de suerte», sin duda convencido de que los fracasos enseñan más que el
éxito y la adversidad nos conduce, inevitablemente, a la reflexión. La palabra crisis
viene del griego krísis y del latín crisis, que significa «separar», «definir», según el
diccionario de la Real Academia de la Lengua señala que es un cambio profundo y
de consecuencias importantes en un proceso o una situación, o en la manera en que
estos son apreciados» (RAE, 2017). Así pues, la crisis supone un momento de cambio
o ruptura para tomar una decisión sobre qué camino escoger. Es una situación que
nos avisa de que ha llegado el momento de hacer un cambio urgente.
La idea del conflicto como crisis, desde la antigüedad y desde diversas culturas
orientales, se ha dado a multitud de respuestas a los conflictos. Una de las respuestas
desde la cosmovisión china es que el conflicto tiene un rol en la vida personal y
social de los seres humanos. El símbolo chino usado para expresar «crisis», suele ir
aparejado otros dos símbolos: el de peligro y oportunidad.
Por ello, oportunidad o alternativa deben verse como una posibilidad de mejorar
una situación, una relación, siempre que se sepa resolver, gestionar, transformar y
neutralizar creativamente por métodos noviolentos (López-Martínez, 2017) y no
deriven en intentos de superarlos mediante el recurso de la violencia. Esta es la
patología que produce la forma de reducir el conflicto. Así la paz, puede entenderse
desde esta perspectiva, como la transformación noviolenta, creativa y empática de
los conflictos.
Se suele percibir al conflicto como algo negativo, y, por tanto, como algo a eludir.
Esta idea probablemente parta o sea consecuencia de diversos motivos, como:
a) Cuando se piensa en los conflictos y se relacionan con la forma en que habi-
tualmente se suelen afrontar o «resolver», es decir, la violencia, la anulación o
la destrucción de una de las partes, y no en una solución justa y mutuamente
satisfactoria.
b) Todas las personas sabemos que hacer frente a un conflicto significa con-
sumir muchas energías y tiempo, así como pasar un rato no excesivamente
agradable, y por lo que,
c) La mayoría (incluidos los investigadores) sentimos que no hemos sido edu-
cados para afrontar los conflictos de una manera positiva y que por tanto,
nos faltan herramientas y recursos (Jiménez, 2004a).
Partimos de la tesis que el conflicto es consustancial al ser humano como ser
social que interacciona con otros seres humanos con los que discrepa, y que tienen
intereses, percepciones, valores y necesidades contrapuestas. El conflicto, además de
ser ineludible por mucho que cerremos los ojos e intentemos evitarlo está presente, y
continúa su dinámica. Para afirmar esta idea, se podrían dar muchos motivos, entre
los cuales pueden citarse:
a) La diversidad y la diferencia son valores. Vivimos en un mundo plural y en
el que la diversidad desde la cooperación y la solidaridad es una fuente de
crecimiento mutuo. Convivir en esa diferencia conlleva el contraste y, por
tanto, también divergencias, disputas y conflictos.
b) Consideramos que sólo al entrar en conflicto con las estructuras injustas y con
las personas que las mantienen, la sociedad puede avanzar hacia modelos
más justos y sostenibles. Es decir, consideramos el conflicto como el principal
instrumento de transformación y neutralización de las formas de violencia
de la sociedad.
Sin ánimo de exhaustividad, para cualquier persona interesada en ocuparse de
los conflictos, en particular cuando se apunta a su regulación y resolución, el punto
principal y más problemático es su comprensión y definición. Obviamente, no se
puede regular aquello que por conocimiento limitado no se entiende o define com-
pletamente. Sin aclaración previa, podríamos encontrarnos en la situación de quien
22 Francisco Jiménez Bautista
camina sin norte. Por ello, un conflicto supone, en síntesis, una interacción entre
varias personas con objetivos y fines que son incompatibles. Y ello, a su vez, supone la
presencia de personas y/o grupos con algún tipo de interdependencia, que perciban
algún tipo de incompatibilidad en la consecución de sus objetivos y metas, o bien
de competencia en la consecución de ciertas recompensas, propias de un ejercicio
de competencia. Sin embargo, en la actualidad, los conflictos tienen un ámbito más
global del que han tenido en épocas históricas anteriores, con influencias a escala
planetaria y consecuencias para gran parte de la humanidad, ya sea directa o indi-
rectamente. Las características básicas de los conflictos actuales pueden resumirse
de la siguiente forma:
- Han aumentado su ubicuidad y surgen en cualquier lugar del mundo.
- Comprometen a una amplia variedad de partes, desde personas a título indi-
vidual, familias, grupos humanos, instituciones, colectividades, hasta llegar a
los macro-conflictos protagonizados por naciones o estados o mega-conflictos
entre civilizaciones entre religiones o una mezcla de ambas.
- Aparecen de forma sutil y oculta o son públicamente explicitados. Natural-
mente, entre ambos extremos surge una amplia gama de conflictos que tienen
en mayor o menor grado distintas características.
- Pueden incluir o no la violencia directa (verbal, psicológica y física). En la
actualidad, la mayor parte de los conflictos se desarrollan sin que intervengan
acciones violentas (directas, estructurales, culturales y/o simbólicas e híbri-
das), aún cuando los conflictos de tipo geopolítico, étnico, raciales, xenófobos,
suelen tener un gran componente de agresividad (sin olvidar que, la agresión
es un mecanismo de conservación y defensa ligado a la supervivencia) no se
manifiestan de forma violenta y se podría pensar que existe un declive de la
violencia (Pinker, 2012). La tesis que defiende Steven Pinker en su libro Los
ángeles que llevamos dentro es que nuestra época es menos violenta, menos
cruel y más pacífica que cualquier período anterior de la existencia humana.
- La tipología contextual de los conflictos actuales es muy amplia: conflictos
familiares, raciales, étnicos, religiosos, jurídicos, sociales, internacionales,
geopolíticos, de vecindad, por motivos de riqueza, de propiedad, ambienta-
les, de género, etc. Aunque somos conscientes que las principales formas de
violencia ya están ahí: un choque de civilizaciones con el islam; el terrorismo
nuclear; las guerras provocadas por el cambio climático, nos hace pensar
que vuelven los conflictos y con ellos la violencia en sus distintas formas de
manifestarse.
Aun cuando no existe una teoría que abarque los conflictos en todas sus di-
mensiones, si han surgido intentos de establecer las bases teóricas de determinados
tipos de conflictos, fundamentalmente geopolíticos y de relaciones entre estados,
los aspectos de carácter social.
Capítulo I. El conflicto: antropología de la(s) neutralidad(es) 23
2.1. Introducción
La publicación del libro Soziologie. Untersuchungen über die Formen der Verge-
sellschaftung (Berlín, 1908), aparece el capítulo Der Streit, previamente publicado
con el título de The Sociology of Conflict en la American Journal of Sociology (1904)
Capítulo I. El conflicto: antropología de la(s) neutralidad(es) 25
que constituye el eje central de análisis de este capítulo. El conflicto, sociología del
antagonismo (Simmel, 2010) de Georg Simmel, nos ofrece unos antecedentes histó-
ricos que constituyen un esfuerzo por recuperar las temáticas del conflicto para la
Investigación para la paz, al plantear unas ideas sobre la configuración del conflicto, y
que no suele aparecer dentro de los teóricos de la Investigación para la paz. Pensamos
que por desconocimiento, que no por ocultar dichos conocimientos (Jiménez, 2018).
Este libro, El conflicto de Simmel, constituye un planteamiento precursor para la
Investigación para la paz. En el contexto de los inicios del Siglo XX, se puede llegar
a pensar al considerar que la vida es una «fluctuación y agitación» de contrarios
siempre en precario equilibrio, aunque se perciba el conflicto como algo positivo.
El diseño de la obra El conflicto de Georg Simmel, tiene un orden lógico en la
resolución y gestión de conflictos: primero plantea ¿qué es un conflicto? Y después
nos racionaliza la importancia que tiene la relación de paz y guerra, y al final inte-
ractúa con el perdón y la reconciliación. Este eje lineal le da sentido a su obra y la
estructura desde una óptica propia de la Investigación para la paz: conflicto, paz y
guerra, perdón y reconciliación, que será el orden de su libro de 1908.
Para Galtung es un dato de facto que una situación de «tensión», «crisis» con-
tiene ambas posibilidades. El conflicto siendo incertidumbre y apertura (es decir,
tensión) es también creatividad y crecimiento. Una oportunidad para el crecimiento
humano y social, «[…] el conflicto genera energía, el reto es como canalizar cons-
tructivamente esa energía» (Galtung, 2003: 107).
Nosotros defendemos la tesis de que el conflicto es consustancial al ser humano
como ser social es una constante que hay que neutralizar (Jiménez, 2007). Interac-
ciona con otros seres humanos con los que discrepa, y que tienen intereses, percep-
ciones, valores y necesidades contrapuestas. El conflicto, además, de ser ineludible
por mucho que cerremos los ojos e intentamos evitarlo, está presente, y continúa su
dinámica, su proceso. Georg Simmel nos señala,
«De ahí que muchos grupos pierdan su unidad: porque dejan de tener
adversarios. […] De ahí que la victoria total sobre el enemigo no siempre es
buena noticia desde el punto de vista sociológico: rebaja la energía que preserva
la cohesión y ganan terreno las fuerzas disolventes, nunca ociosas» (Simmel,
2010: 74).
No tener adversarios, no tener enemigos, sabiendo que los conflictos son los
motores y las expresiones de las relaciones entre los seres humanos que conducen
a posibles cambios y transformaciones. Por eso, cuando el objeto de conflicto des-
aparece repentinamente, dice Simmel: «[…] todo el movimiento parece entonces
balancearse en el vacío y esto se debe a que nuestra sensibilidad es más conservadora
que nuestra racionalidad y que, por tanto, la excitación no se calma tan pronto lo
dicte la razón» (Simmel, 2010: 84).
La resolución, gestión, transformación y neutralización de conflictos se hace
necesaria dentro de una perspectiva de estudio, análisis y diagnóstico de una
Antropología de la neutralidad, ya que comienza a construirse desde un nuevo
paradigma pacífico que suma las bases teóricas, prácticas y metodológicas de todas
las disciplinas sociales y humanísticas, además, añade introduce la axiología y la
visión sociopolítica de cada momento histórico.
La manifestación de los conflictos nos debe llevar a su neutralización y por
tanto no debe ser una disciplina sociológica, histórica, geográfica, antropológica,
Capítulo I. El conflicto: antropología de la(s) neutralidad(es) 27
económica, psicológica, sino que más bien se sirve de todas ellas en un intento por
comprender al ser humano y sus sociedades, a través de los conflictos que se generan
o en los que involucran, como una forma de socialización que diría Simmel (2010)
o un síntoma de vitalización social a la hora de enfrentar los fenómenos, problemas
y conceptos (Jiménez, 2016).
CONFLICTO Definición
1 «Conflicto es una situación de competición en la que las partes son
conscientes del potencial de futuras posiciones y cada parte desea
ocupar una posición incompatible con los deseos de la otra parte»
(Boulding, 1962).
2 «Un enfrentamiento, choque o desacuerdo intencional entre dos
grupos o entes de la misma especie que manifiesta, uno respeto
de los otros, una intención hostil, en general a propósito de
un derecho y quienes, por mantener, afirmar o restablecer este
derecho, intentar quebrar la resistencia del otro, eventualmente
recurriendo a la violencia» (Freund, 1983: 65).
3 «Conflicto es el intercambio intencionado de sanciones negativas o
conductas punitivas entre dos o más partes» (Blalock, 1989).
4 «Conflicto es una especie o clase de relación social en la que
hay objetivos de distintos miembros de la relación que son
incompatibles entre sí» (Entelman, 1999).
5 «Conflicto es la presencia de intereses divergentes o percepciones
incompatibles entre personas o grupos, y el deseo de seguir una
conducta proporcionada a estas percepciones» (Bercovitch, 1999:
403-412).
Fuente: Elaboración propia.
Capítulo I. El conflicto: antropología de la(s) neutralidad(es) 29
Es habitual que el uso del poder por cada parte se lleve a cabo de distinta forma.
Si alguna de las partes decide en algún momento mantener el status quo del con-
flicto y no está dispuesta a alcanzar acuerdos (por ejemplo, porque piensa que le va
perjudicar), las formas más comunes de hacerlo consisten en: escalar el conflicto
mediante acciones que retrotraigan el conflicto a alguna situación previa de mayor
conflictividad; llevar a cabo una ruptura en las negociaciones; exigir condiciones
inaceptables para la otra parte; ofrecer intercambios imposibles; mantener la nego-
ciación pero provocar, a otros niveles, la predisposición del contrario a no negociar;
realizar acciones que permitan la obtención de ganancias con la desaparición del
status quo, desear no ser defraudado.
Con toda esta casuística, si se desea alcanzar un resultado negociado existen
varias formas de realizarlo. Una de las más utilizadas, a lo largo del proceso de
negociación, una o ambas partes alternan acciones de escalada y desescalada en el
conflicto mediante exigencias maximalistas que, al poco tiempo, se neutralizan. Por
ello, se busca obtener concesiones de la otra parte en los momentos de desescalada
para, acto seguido, plantear nuevas exigencias, generalmente maximalistas, y volver a
escalar moderadamente el conflicto para conseguir mediante una nueva desescalada,
una parte de estas nuevas exigencias. Este proceso, bastante utilizado, se denomina
coloquialmente «del salchichón», porque una parte lucha enconadamente por con-
seguir que la otra parte le conceda un pequeño objetivo, una rodaja del embutido y,
cuando lo ha conseguido, plantea nuevas exigencias para conseguir otra rodaja de la
misma forma, y así hasta conseguir el máximo de rodajas o el salchichón completo.
Los ejemplos en la vida política española, no solamente desde la existencia de la
democracia sino incluso durante la dictadura, son esclarecedores a este respecto
(Esquivel y Esquivel, 2015).
Por otra parte, a veces se plantea una negociación en un contexto más iguali-
tario, usualmente cuando las dos partes tienen poder y recursos de similar nivel,
ambas actúan de acuerdo a los principios de igualdad y reciprocidad, o cuando la
que tiene un poder mayor decide actuar, unilateralmente o no. Estas situaciones se
caracterizan porque la parte o las partes que actúan de esta forma están expresando
su predisposición a llegar a acuerdos, incluyendo o no ofrecer intercambios factibles
entre las partes: plantear concesiones admisibles para la parte opuesta; mantener
una política conciliadora sin realizar actos agresivos que pudieran impedir negociar
al adversario; realizar concesiones con la esperanza de obtener ventajas por parte
del oponente; proponer compromisos; obtener ganancias con el mantenimiento del
status quo; actuar para no ser el primero en romper la negociación. Esta forma de
trabajar constituye la base de actuación para conseguir resolver, gestionar, transfor-
mar y neutralizar los conflictos de forma pacífica, con un comportamiento prosocial:
empático, tolerante, diferente y solidario.
34 Francisco Jiménez Bautista
Los conflictos varían mucho según el contexto social en que ocurren, por los
recursos y medios utilizados durante la escalada y distensión de los mismos, por los
problemas y situaciones que los originan, y por los recursos que utiliza cada parte
involucrada. Una revisión básica de los tipos de conflictos más usuales proporciona
los indicios que apuntan a la dificultad de establecer y desarrollar una teoría unifi-
cada de conflictos.
Aunque existen diversas clasificaciones de los conflictos basadas en aspectos
distintos (recursos utilizados, partes que intervienen, nivel de conflictividad, etc.),
una de las tipologías más utilizadas para clasificar los conflictos suele señalar las
partes que intervienen en el mismo (Kriesberg, 1999: 413-425):
a) Conflictos entre personas. Los conflictos entre individuos, interpersonales
son universales, ya sean interpersonales, en el seno familiar o dentro de una
comunidad, aunque cada parte puede sentirse a sí misma o ser apreciada por
la otra parte como representante de algún grupo.
b) Conflictos entre instituciones. En estos conflictos las partes son entidades
como partidos políticos, corporaciones, sindicatos, iglesias o gobiernos, en
las que existen unos directivos que representan a todos los miembros en las
relaciones externas y tienen autoridad para alcanzar compromisos en nombre
de la institución. Generalmente las organizaciones que operan dentro de una
sociedad mantienen el respeto a unas reglas previamente establecidas en sus
relaciones. Sin embargo, algunas organizaciones que se basan en la existencia
de una identidad territorial, étnica, lingüística, o religiosa, pueden exigir de-
mandas que desafían a las agencias gubernamentales realizando escaladas en
el conflicto que usan métodos institucionales y no institucionales. Además,
muchas organizaciones sobreviven a los miembros individuales, por lo que
tienen la potencialidad de prolongar un conflicto hasta niveles intergenera-
cionales.
Capítulo I. El conflicto: antropología de la(s) neutralidad(es) 35
c) Conflictos entre grupos comunales. Las partes son grupos que interactúan
entre sí y comparten una identidad común cuyos miembros tienen intereses
comunes como colectividad. A veces sus límites son ambiguos y su estructura
es difusa. En general, sus intereses son de tipo territorial, étnico, de perte-
nencia a una clase, de creencias, de lenguaje, de tipo religioso, de liberación
nacional, etc. Suelen ser conflictos a gran escala y muy destructivos.
Prácticamente desde el inicio de las investigaciones acerca de los conflictos
han aparecido modelos teóricos que intentan elaborar una teoría general de los
conflictos, en distintas concepciones del mismo. Diversos autores han propuesto
modelos de resolución, transformación o regulación de conflictos con pretensiones
que abarcan desde un modelo general causal de los conflictos (Blalock, 1989) hasta
una guía para el trabajador en conflictos (Galtung, 2004).
En general, cada modelo incluye un conjunto de variables que determinan los
conflictos, pero usualmente solamente tienen validez en algunos tipos de conflicto.
Algunos autores han intentado elaborar un modelo de propósito general que abar-
que todos los conflictos, desde el nivel micro hasta el nivel macro, pasando por los
niveles meso y mega, desde los conflictos geopolíticos hasta los conflictos familiares
e individuales. Sin embargo, estas propuestas no parecen ser demasiado viables por
distintas causas:
a) La variedad de tipos de conflictos es tan amplia que cualquier teoría que
modelice todos los conflictos deberá tener, si existe, una complejidad mayor.
b) Las teorías existentes se basan en una cantidad muy grande de variables y
factores que constituyen la base de las mismas, alcanzando un nivel de com-
plejidad suficiente. Además, la aceptación o no de las variables o factores de
cada modelo están lejos de poseer un consenso general, lo que constituye
un inconveniente importante para estos modelos que aspiran a una «teoría
unificada de conflictos».
c) La variedad en los distintos tipos de conflictos está sufriendo constantes
cambios. La transformación de las sociedades humanas con el transcurso del
tiempo modifica tipos de conflictos, haciendo que surjan nuevos y que otros
desaparezcan o se conviertan en algo anecdóticos. Este hecho exige que una
posible teoría unificada de conflictos deba estar modificándose constante-
mente y, posiblemente, desechándose y siendo sustituida por nuevos modelos
para adaptarse.
d) Por último, la amplia variedad de conflictos existentes en la sociedad actual
exige que exista una especialización basada en el tipo de conflicto de que se
trate. El análisis, la predicción de posibles desenlaces, la evaluación de las
estrategias y acciones de cada una de las partes, entre otras, exigen la utiliza-
ción de modelos muy específicos que se ajusten lo mejor posible al conflicto.
36 Francisco Jiménez Bautista
5. A modo de conclusiones
6. Referencias bibliográficas