Este documento discute la relación entre el conflicto y la naturaleza humana según varios filósofos antiguos. Argumenta que el conflicto es inherente a la naturaleza humana y que los seres humanos son tanto conflictivos como complejos. Los conflictos pueden abordarse de manera violenta o pacífica, y los filósofos griegos como Heráclito y Platón veían el conflicto como un aspecto natural de las relaciones humanas.
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Este documento discute la relación entre el conflicto y la naturaleza humana según varios filósofos antiguos. Argumenta que el conflicto es inherente a la naturaleza humana y que los seres humanos son tanto conflictivos como complejos. Los conflictos pueden abordarse de manera violenta o pacífica, y los filósofos griegos como Heráclito y Platón veían el conflicto como un aspecto natural de las relaciones humanas.
Este documento discute la relación entre el conflicto y la naturaleza humana según varios filósofos antiguos. Argumenta que el conflicto es inherente a la naturaleza humana y que los seres humanos son tanto conflictivos como complejos. Los conflictos pueden abordarse de manera violenta o pacífica, y los filósofos griegos como Heráclito y Platón veían el conflicto como un aspecto natural de las relaciones humanas.
Este documento discute la relación entre el conflicto y la naturaleza humana según varios filósofos antiguos. Argumenta que el conflicto es inherente a la naturaleza humana y que los seres humanos son tanto conflictivos como complejos. Los conflictos pueden abordarse de manera violenta o pacífica, y los filósofos griegos como Heráclito y Platón veían el conflicto como un aspecto natural de las relaciones humanas.
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NATURALEZA HUMANA Y CONFLICTO
A través de la historia, hemos visto como el conflicto ha marcado y se ha vuelto parte
esencial de la naturaleza humana. Son muchos los conflictos los que hemos vivido y que siguen marcando, como en la actualidad, en donde todavía seguimos recibiendo noticias de los conflictos que hay por todo el mundo y que afectan muy directamente a la sociedad civil, produciendo en ellas grandes sufrimientos con todo tipo de violencia directa, estructural y cultural. Es esta cantidad de conflictos la que hace que los investigadores e investigadoras de paz busquen la necesidad de estudiarlos y de comprender sus dinámicas, para poder darles una solución. Para abordar la relación entre el conflicto y la naturaleza humana, se toma como punto de referencia investigaciones, documentos y el análisis del pensamiento de diferentes filósofos. A partir de una revisión antropológica que hace la Universidad Jaume I en la catedra UNESCO de filosofía para la paz y el Instituto interuniversitario de desarrollo social y paz (IUDESP) de la misma Universidad, se pone como énfasis dos rasgos de la naturaleza humana: “La conflictividad y la complejidad”. La conflictividad: Pone de manifiesto que es inherente al ser humano el hecho de vivir conflictos; el ser humano es conflictivo porque es propio de su naturaleza vivir conflictos. Pero, ¿qué son los conflictos? Su definición etimológica nos hace interpretarlos como un «luchar con», pues deriva del prefijo «co-» (que quiere decir «unión» o «colaboración») y del verbo «fligere» (que quiere decir «luchar»). Esta definición etimológica nos hace suponer que es esencial a la naturaleza humana «luchar con»; interaccionar con otros y con otras para luchar. Evidentemente, es importante matizar aquí que esa interacción, ese «luchar con», puede realizarse con violencia o pacíficamente. Tanto es así, que se aprecia como el verbo luchar está vinculado con la violencia («luchar con violencia»), pero también puede adoptar otra connotación más positiva. El verbo luchar, procedente del latín luctari y unido a las preposiciones «con», «contra» y «por», significa, por un lado, usar las fuerzas y los recursos propios para vencer a otro, a un obstáculo o conseguir una cosa y, por el otro lado, el ataque recíproco que se realizan las personas con sus fuerzas y sus armas. Sin embargo, en un sentido figurado, ese «luchar con, contra y por» puede verse como el esfuerzo individual o colectivo que se realiza para alcanzar una cosa sin el uso necesario de la fuerza violenta. Está claro que es este último el sentido que me interesa destacar en estas páginas, pues lo que se quiere es subrayar la visión positiva de la relación entre la conflictividad, la complejidad y la naturaleza humana porque, además, es este sentido el que evidencia que los conflictos entendidos como un «luchar con» pueden afrontarse por medio de la violencia, pero también pueden serlo por medios pacíficos. Nuevamente y con la misma finalidad, son estos últimos los que me interesa acentuar a la hora de regular los conflictos porque son estos medios los que nos hacen comprender más fácilmente qué es lo que quiere decir el ser conflictivo, puesto que hacen ver que los conflictos no están unidos necesariamente a la violencia. Somos conflictivos, pero ello no quiere decir que seamos violentos. La complejidad: Supone que el ser humano tiene posibilidades diversas para afrontar sus conflictos, bien sean estas posibilidades violentas o pacíficas. Con esta característica se manifiesta la responsabilidad que cada persona tiene de las cosas que hace, dice y calla, así como de la libertad que se disfruta a la hora de escoger cómo queremos relacionarnos con los y las demás. Es decir, cómo queremos poner en práctica la intersubjetividad. Como se puede apreciar en los párrafos anteriores, lo dicho hasta aquí se ha pretendido no sólo abordar la relación entre la naturaleza humana, el conflicto y la complejidad, sino, también, profundizar en la visión positiva de esta relación. Esta pretensión se ha llevado a cabo destacando, sobre todo, que la inherencia de los conflictos a la naturaleza humana no implica que ésta sea necesariamente violenta, ya que las situaciones conflictivas pueden ser transformadas también pacíficamente. Por consiguiente, la finalidad debería ser aprender esos medios pacíficos que han de hacer posible las transformaciones positivas de los conflictos con el fin de otorgar, al mismo tiempo, un sentido más creativo a los mismos, haciéndolos ver como oportunidades que se presentan para el intercambio, el crecimiento y el aprendizaje (claro está, siempre que se afronten pacíficamente). Los conflictos así entendidos forman parte de la vida. Son la vida misma. Constituyen un componente vital básico. Están presentes en prácticamente todos los espacios de las relaciones humanas. Los conflictos constituyen el acontecimiento reiterado que relata la historia de la humanidad, los conflictos son crisis y las crisis son oportunidades de cambio o evolución. En la filosofía griega se dedicó gran parte del pensamiento al estudio de la naturaleza humana debido, entre otras cosas, a que existía la tendencia a concebir al ser humano como el centro de la creación, capaz de actuar racional y éticamente por naturaleza. Esta interpretación fue, entonces, una de las causas del desarrollo de los extraordinarios manuscritos de carácter antropológico de la época. Los filósofos presocráticos, los sofistas, Sócrates, Platón, Aristóteles y muchos más, todos tuvieron alguna cosa que decirnos sobre el ser humano y, entre sus pensamientos, encontramos hoy en día ciertas doctrinas que nos permiten fundamentar la relación entre conflicto, complejidad y naturaleza humana. El carácter permanente que Heráclito otorga al conflicto es el que nos lleva a interpretarlo en su pensamiento como un aspecto inherente de las relaciones sociales y de la naturaleza humana, pues él mismo es quien señala al choque de los opuestos como la verdadera condición de la vida, siendo este contraste, este choque de opuestos y, con ello, decimos, evidentemente, el conflicto la única armonía posible. Esta misma presencia del conflicto y de la complejidad en la naturaleza humana se encuentra en otros pensadores clásicos de la época como, por ejemplo, Platón, quien ya hace patente el carácter conflictivo de la naturaleza humana desde la misma división que plantea del alma humana en tres partes. En el diálogo el Fedro nos habla de la parte racional del alma ligada a la racionalidad, de la parte irascible en la que se da la valentía y de la parte apetitiva donde se hallan los deseos corporales. A partir de esta división, Platón caracteriza al ser humano justo como aquel en el que tiene lugar un equilibrio entre las tres partes del alma, es decir, como aquel en el que de forma armónica se dan los deseos corporales y la valentía, aunque siempre supervisados por la racionalidad, que seguirá teniendo una cierta superioridad respecto a las otras dos partes. Esta partición en tres puede ser una buena muestra de los conflictos internos que vivimos las personas, pues ni que decir tiene que son muchas las ocasiones en las que, por ejemplo, no coincide lo que nos dice nuestra racionalidad y nuestra apetencia, y es ahí donde surge el conflicto, donde mana el no saber qué hacer.