Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Naturaleza Humana y Conflicto

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 3

NATURALEZA HUMANA Y CONFLICTO

A través de la historia, hemos visto como el conflicto ha marcado y se ha vuelto parte


esencial de la naturaleza humana. Son muchos los conflictos los que hemos vivido y que
siguen marcando, como en la actualidad, en donde todavía seguimos recibiendo noticias de
los conflictos que hay por todo el mundo y que afectan muy directamente a la sociedad
civil, produciendo en ellas grandes sufrimientos con todo tipo de violencia directa,
estructural y cultural. Es esta cantidad de conflictos la que hace que los investigadores e
investigadoras de paz busquen la necesidad de estudiarlos y de comprender sus dinámicas,
para poder darles una solución.
Para abordar la relación entre el conflicto y la naturaleza humana, se toma como punto de
referencia investigaciones, documentos y el análisis del pensamiento de diferentes
filósofos. A partir de una revisión antropológica que hace la Universidad Jaume I en la
catedra UNESCO de filosofía para la paz y el Instituto interuniversitario de desarrollo
social y paz (IUDESP) de la misma Universidad, se pone como énfasis dos rasgos de la
naturaleza humana: “La conflictividad y la complejidad”.
La conflictividad: Pone de manifiesto que es inherente al ser humano el hecho de vivir
conflictos; el ser humano es conflictivo porque es propio de su naturaleza vivir conflictos.
Pero, ¿qué son los conflictos? Su definición etimológica nos hace interpretarlos como un
«luchar con», pues deriva del prefijo «co-» (que quiere decir «unión» o «colaboración») y
del verbo «fligere» (que quiere decir «luchar»). Esta definición etimológica nos hace
suponer que es esencial a la naturaleza humana «luchar con»; interaccionar con otros y con
otras para luchar. Evidentemente, es importante matizar aquí que esa interacción, ese
«luchar con», puede realizarse con violencia o pacíficamente. Tanto es así, que se aprecia
como el verbo luchar está vinculado con la violencia («luchar con violencia»), pero también
puede adoptar otra connotación más positiva. El verbo luchar, procedente del latín luctari y
unido a las preposiciones «con», «contra» y «por», significa, por un lado, usar las fuerzas y
los recursos propios para vencer a otro, a un obstáculo o conseguir una cosa y, por el otro
lado, el ataque recíproco que se realizan las personas con sus fuerzas y sus armas. Sin
embargo, en un sentido figurado, ese «luchar con, contra y por» puede verse como el
esfuerzo individual o colectivo que se realiza para alcanzar una cosa sin el uso necesario de
la fuerza violenta. Está claro que es este último el sentido que me interesa destacar en estas
páginas, pues lo que se quiere es subrayar la visión positiva de la relación entre la
conflictividad, la complejidad y la naturaleza humana porque, además, es este sentido el
que evidencia que los conflictos entendidos como un «luchar con» pueden afrontarse por
medio de la violencia, pero también pueden serlo por medios pacíficos. Nuevamente y con
la misma finalidad, son estos últimos los que me interesa acentuar a la hora de regular los
conflictos porque son estos medios los que nos hacen comprender más fácilmente qué es lo
que quiere decir el ser conflictivo, puesto que hacen ver que los conflictos no están unidos
necesariamente a la violencia. Somos conflictivos, pero ello no quiere decir que seamos
violentos.
La complejidad: Supone que el ser humano tiene posibilidades diversas para afrontar sus
conflictos, bien sean estas posibilidades violentas o pacíficas. Con esta característica se
manifiesta la responsabilidad que cada persona tiene de las cosas que hace, dice y calla, así
como de la libertad que se disfruta a la hora de escoger cómo queremos relacionarnos con
los y las demás. Es decir, cómo queremos poner en práctica la intersubjetividad.
Como se puede apreciar en los párrafos anteriores, lo dicho hasta aquí se ha pretendido no
sólo abordar la relación entre la naturaleza humana, el conflicto y la complejidad, sino,
también, profundizar en la visión positiva de esta relación. Esta pretensión se ha llevado a
cabo destacando, sobre todo, que la inherencia de los conflictos a la naturaleza humana no
implica que ésta sea necesariamente violenta, ya que las situaciones conflictivas pueden ser
transformadas también pacíficamente. Por consiguiente, la finalidad debería ser aprender
esos medios pacíficos que han de hacer posible las transformaciones positivas de los
conflictos con el fin de otorgar, al mismo tiempo, un sentido más creativo a los mismos,
haciéndolos ver como oportunidades que se presentan para el intercambio, el crecimiento y
el aprendizaje (claro está, siempre que se afronten pacíficamente). Los conflictos así
entendidos forman parte de la vida. Son la vida misma. Constituyen un componente vital
básico. Están presentes en prácticamente todos los espacios de las relaciones humanas. Los
conflictos constituyen el acontecimiento reiterado que relata la historia de la humanidad,
los conflictos son crisis y las crisis son oportunidades de cambio o evolución.
En la filosofía griega se dedicó gran parte del pensamiento al estudio de la naturaleza
humana debido, entre otras cosas, a que existía la tendencia a concebir al ser humano como
el centro de la creación, capaz de actuar racional y éticamente por naturaleza. Esta
interpretación fue, entonces, una de las causas del desarrollo de los extraordinarios
manuscritos de carácter antropológico de la época. Los filósofos presocráticos, los sofistas,
Sócrates, Platón, Aristóteles y muchos más, todos tuvieron alguna cosa que decirnos sobre
el ser humano y, entre sus pensamientos, encontramos hoy en día ciertas doctrinas que nos
permiten fundamentar la relación entre conflicto, complejidad y naturaleza humana.
El carácter permanente que Heráclito otorga al conflicto es el que nos lleva a interpretarlo
en su pensamiento como un aspecto inherente de las relaciones sociales y de la naturaleza
humana, pues él mismo es quien señala al choque de los opuestos como la verdadera
condición de la vida, siendo este contraste, este choque de opuestos y, con ello, decimos,
evidentemente, el conflicto la única armonía posible.
Esta misma presencia del conflicto y de la complejidad en la naturaleza humana se
encuentra en otros pensadores clásicos de la época como, por ejemplo, Platón, quien ya
hace patente el carácter conflictivo de la naturaleza humana desde la misma división que
plantea del alma humana en tres partes. En el diálogo el Fedro nos habla de la parte racional
del alma ligada a la racionalidad, de la parte irascible en la que se da la valentía y de la
parte apetitiva donde se hallan los deseos corporales. A partir de esta división, Platón
caracteriza al ser humano justo como aquel en el que tiene lugar un equilibrio entre las tres
partes del alma, es decir, como aquel en el que de forma armónica se dan los deseos
corporales y la valentía, aunque siempre supervisados por la racionalidad, que seguirá
teniendo una cierta superioridad respecto a las otras dos partes. Esta partición en tres puede
ser una buena muestra de los conflictos internos que vivimos las personas, pues ni que decir
tiene que son muchas las ocasiones en las que, por ejemplo, no coincide lo que nos dice
nuestra racionalidad y nuestra apetencia, y es ahí donde surge el conflicto, donde mana el
no saber qué hacer.

También podría gustarte