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Discurso Poder Subjetividad
Discurso Poder Subjetividad
Discurso Poder Subjetividad
Discurso, poder
y subjetividad
Una reflexión filosófica en torno
a la racionalidad política moderna
2012
Méndez Sandoval, Carlos Andrés
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica en torno a la racionalidad
política moderna /
Coautores: Zapata Otálvaro Henry, Vanegas Edgar Alonso.
– Cali : Editorial Bonaventuriana, 2012
180 p.
Incluye referencias bibliográficas
ISBN: 978-958-8436-94-4
1. Antropología filosófica 2. Nihilismo (Filosofía) 3. Foucault, Michel - crítica e interpre-
tación 4. Subjetividad
I. Zapata Otálvaro, Henry II. Vanegas, Edgar Alonso
128 (DD 23)
M538
Introducción..................................................................................................... 9
5
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
6
Índice
Bibliografía.................................................................................................... 177
7
Introducción
(Mañana gris. Primer bostezo de la razón. Canto del gallo del positivismo)
5. El mundo verdadero es una Idea que ya no sirve para nada, que ya ni siquiera
obliga, una Idea que se vuelve inútil, superflua; en consecuencia es una Idea que
ha sido refutada: eliminémosla.
(Día claro; desayuno, vuelta del sentido común y de la serenidad alegra; Platón se
pone rojo de vergüenza y todos los espíritus libres arman un ruido de mil demonios).
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Para evitar reparos exegéticos y eruditos, vale la pena aclarar que el fragmento
anterior será comentado con el objetivo de darle sentido al término nihilismo.
En efecto, es evidente que Nietzsche se refiere explícitamente a las tendencias
de pensamiento filosófico dominantes en la modernidad (Kant, el positivismo
y, cómo no, él mismo). Pero se refiere a estas en la medida en que implican una
cierta comprensión del mundo y de la verdad: Kant, al poner en duda la posi-
bilidad que tiene el ser humano de conocer el noúmeno (la cosa en sí), relega
al entendimiento a la aprehensión del mundo fenoménico (espacio-temporal).
La ciencia es ciencia del fenómeno y el noúmeno aparece como una idea regu-
ladora de la acción humana (moral). La situación es aún más compleja frente
al positivismo: ya no importa el noúmeno, sino solo los hechos cuantificables
y verificables. Esta progresión en la exposición de las ideas de Nietzsche nos
permite entender, en una primera aproximación, lo que significa el término
nihilismo, a saber: el nihilismo es aquella situación en que del mundo verda-
dero ya no se puede saber nada. Lo que Nietzsche entiende como muerte de
Dios es la consecuencia lógica del despliegue del proyecto moderno, el cual,
de manera general, se caracteriza por la idea de que solo es real aquello que la
razón humana puede conocer y verificar por sí misma. Detrás del escenario en
que se desarrolla la escena de la muerte de Dios, se encuentra, manejando los
hilos, la ciencia moderna.
Pero el nihilismo no solo tiene este sentido negativo y oscuro. Es evidente que,
a medida que Nietzsche avanza en su exposición, el horizonte de esta fábula se
despeja y aparece de nuevo el sol. Kant y el positivismo se quedan con el mundo
aparente (el mundo fenoménico). Nietzsche y su alter-ego (Zaratustra), van más
allá: no es necesaria la hipótesis de un mundo aparente. Este nuevo comienzo
trasciende los límites de la razón moderna que confiada en la certeza de sus
recursos y en la incuestionabilidad de sus hallazgos, no ha sabido aún liberarse
del último vestigio de metafísica, a saber: la fe en la verdad y en el progreso. El
nuevo día es aquel en que, incluso la verdad y el progreso, serán desvelados en
su carácter de ilusión.
Los sentidos del término nihilismo son dos: primero, el nihilismo coincide con
la evidencia de que el supremo valor (Dios, la verdad y el progreso) ha dejado
de ocupar el centro desde el cual se organiza el sentido de la realidad. Segundo,
que el nihilismo significa tener la capacidad de estar en el mundo en actitud
gozosa a pesar de lo anterior, esto es, ser capaz de crear el sentido de la tierra en
un mundo gobernado por la ausencia de un fundamento último: “No se trata
de que el nihilismo sea que el ser esté en poder del sujeto, sino que el ser se
haya disuelto completamente en el discurrir del valor, en las transformaciones
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Introducción
Pues bien, no cabe duda que Michel Foucault es uno de los filósofos contempo-
ráneos cuyas tesis se han vuelto referencia obligada. Su estilo es plural, diverso,
versátil. Y si un mérito ha de reconocerse a su estilo y su forma de proceder en el
orden del pensamiento es precisamente esa tendencia suya a romper los límites
de lo disciplinario, a indisciplinar el discurso y a subvertir los objetos que los
saberes tradicionales se han dado como privilegio propio e indeclinable. Todo
puede ser subvertido, sobre todo lo más alto, lo más noble, lo más puro. Esta
herencia nietzscheana cuya precisión perversa y mirada aguzada en el análisis
está atenta a las más mínimas conmociones y rupturas, presenta no obstante
un corpus metodológico y conceptual bien estructurado.
En efecto, son dos los andamiajes conceptuales usados por Foucault para llevar
a cabo sus investigaciones, a saber, la arqueología del saber y la genealogía del
poder. Vastas obras se han escrito alrededor de ambos temas, incluyendo al
mismo Foucault, quien se vio en la obligación de aclarar, ante el público de
lectores, cuáles son sus formas de proceder en el análisis. Una aclaración de
este tipo sobra aquí, toda vez que en el decurso mismo de este texto se irán
haciendo explícitos algunos de los procedimientos arqueológicos y genealógicos
implementados por el pensador francés. No obstante, es menester en este punto
1. No es otra cosa lo que parece afirmar Vattimo cuando sostiene que “El nihilismo acabado,
como el Ab grund heideggeriano, nos llama a vivir una experiencia fabulizada de la realidad,
experiencia que es también nuestra única posibilidad de libertad” (Vattimo, 1998, p.32).
Son evidentes las resonancias nietzscheanas en este fragmento: tener una experiencia fa-
bulizada de la realidad implicaría, de suyo, construir una noción débil de la verdad que
coarte la tentación de la metafísica. En una palabra: evitar la tentación de caer de nuevo
en aquellos metarrelatos que buscan darle unidad y coherencia a la realidad por medio de
totalizaciones teóricas. Es claro el objetivo emancipatorio de esta idea, sobre todo, si se
tienen en cuenta los efectos fatales del proyecto de la Ilustración en el siglo XX (los campos
de exterminio y la bomba atómica, entre otros), pero es también riesgoso, habida cuenta de
que esta noción débil de la verdad y este relativismo implican una relativización del sentido
de la historia (Vattimo, 1998).
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
En este sentido, hay que sortear un posible equívoco: Michel Foucault no cons-
truye jamás una teoría general de la subjetividad ni tampoco esboza una idea
omnicomprensiva de la modernidad. Por varias razones. La primera de estas
razones es metodológica: hacer una teoría general de la subjetividad y de la
modernidad implicaría suponer que es factible descubrir entidades universales
en el escarpado y accidentado decurso de la historia. Sería obviar de entrada el
hecho mismo de que las palabras y las realidades que con aquellas designamos
se modifican al calor de las rapiñas y las batallas. Hay que oponer, pues, en el
orden del pensamiento, lo contingente a lo necesario, lo singular a lo universal.
Sin duda podría enumerarse una larga serie de razones por las cuales Michel
Foucault se resistió a desarrollar una teoría general de la subjetividad moderna.
Esto no fue un obstáculo para que el pensador francés escribiera un sugerente
opúsculo sobre Kant y la Ilustración, cuyas tesis centrales definen en gran me-
dida el sentido de su quehacer filosófico. A la luz de sus análisis sobre el texto
kantiano en torno de la Ilustración, Foucault define la modernidad como una
actitud, es decir, como una determinada forma de relación con el presente
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Introducción
Bajo esta rúbrica deben ubicarse los estudios contenidos en esta investigación.
Se trata en efecto de despejar las tesis centrales de Michel Foucault en lo que se
refiere a la determinación histórica de los saberes que han definido al ser humano
como sujeto de discurso para las ciencias humanas y de delimitar las prácticas
disciplinarias y de gobierno en virtud de las cuales el ejercicio del poder en las
sociedades modernas occidentales se ha dado a la labor de producir un cierto
tipo de individuo y de regular y controlar la vida biológica de las poblaciones. En
una palabra: se trata de situar las investigaciones foucaultianas bajo la rúbrica
nietzscheana de la muerte de Dios, entendida como ausencia de fundamento
absoluto de la realidad y el conocimiento; a la luz, claro está, de la reflexión
foucaultiana sobre el acontecimiento de la modernidad, toda vez que es en tal
evento histórico-cultural en el que aparece la sentencia de la muerte de Dios.
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Sin embargo, a este proyecto podría oponerse una objeción: ¿cuál es el sentido
de reivindicar un cierto análisis filosófico sobre el acontecimiento de la moder-
nidad y de la subjetividad fundado en la determinación de prácticas sociales
locales y singulares? ¿Cuál sería la validez y la funcionalidad de tales análisis?
No se puede responder a este interrogante sin esbozar de antemano una sonrisa
filosófica: aquel que piensa que la validez de un esquema filosófico consiste
en la capacidad que tiene este de explicar y abarcar en su seno una multipli-
cidad creciente de acontecimientos disímiles, no ha salido aún del prejuicio
metafísico-platónico. Si bien Foucault desvirtúa cualquier apelación a modelos
metahistóricos para abordar el problema de la Ilustración y de la subjetividad,
esto no significa que una cierta generalización no sea posible. Esta generalidad
de los análisis estribaría precisamente en el hecho de que las prácticas y discursos
analizados serían recurrentes en el contexto socio-histórico de las sociedades
occidentales (así, por ejemplo, las relaciones entre razón y locura, enfermedad y
salud, gobierno y obediencia, entre otros). Por un efecto de transducción de las
relaciones de saber-poder y por la proximidad de los horizontes históricos de las
sociedades occidentales, la analítica del poder y la arqueología del saber esbozan
los contornos de una experiencia común de la realidad. Incluso la genealogía
de la gubernamentalidad moderna –como se verá en el tercer capítulo de esta
investigación– muestra las líneas de continuidad entre las culturas del viejo y
el nuevo mundo, a la luz de la emergencia de los Estados-nación en Europa y
la consolidación de una competencia interestatal basada en el comercio.
Este texto consta de tres partes. En la primera se lleva a cabo el análisis de una
de las obras principales de la etapa arqueológica del pensador francés, a saber,
Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. Esta obra, escrita
en el año de 1969, se interroga por las diversas experiencias del orden que, en
Occidente, han hecho posible unas ciertas configuraciones en el ámbito de los
saberes y de los discursos. Se pretende dar cuenta de los tres momentos princi-
pales del libro Las palabras y las cosas, a saber, la episteme del renacimiento, la
episteme clásica y la episteme moderna. No obstante, la intención va más allá:
se trata de mostrar, a la luz del análisis de la mencionada obra de Foucault, cómo
se configura el dispositivo de las ciencias humanas, qué hace visible este disposi-
tivo, qué líneas de enunciación privilegia, qué disposiciones objetivas propicia.
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Introducción
El hecho de que Foucault en el libro Las palabras y las cosas hable de la muerte de
Dios y de la muerte del hombre como acontecimientos meramente discursivos,
no riñe con la tesis de que hay una vinculación profunda entre el poder pastoral
y la racionalidad política moderna, tal cual es expuesta en el libro Seguridad,
territorio, población. Como se verá hay una alusión directa a los análisis expuestos
por Foucault en la obra Las palabras y las cosas, sobre todo en lo referente al
papel de la economía política como eje central de la forma de gubernamentali-
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
dad propia del Estado moderno. Lo que sucede es que la analítica del poder en
Foucault recoge y recompone el sentido de los análisis arqueológicos, y en no
pocas ocasiones amplía los dispositivos planteados con anterioridad. Tal es el caso
de la genealogía de la racionalidad política moderna y su profunda vinculación
con las formas discursivas que, según el filósofo francés, marcan la emergencia
de la modernidad en Occidente (biología, economía política y demás).
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De la arqueología de las ciencias
humanas a la muerte del hombre.
Una lectura de Las palabras y las
cosas, de Michel Foucault
El libro Las palabras y las cosas consta de un prefacio y dos partes. La primera
parte está constituida por seis capítulos, mientras la segunda se estructura en
cuatro capítulos. En cuanto a los temas que se abordan en las diversas partes
y capítulos, es menester señalar lo siguiente: el prefacio, de suma importancia,
marca el derrotero de la obra, aclarando cuál ha sido la inspiración primera de
la que nace algo así como una arqueología de las ciencias humanas, al tiempo
que hace algunas precisiones de orden metodológico. La primera parte define,
fundamentalmente, lo que Foucault concibe como episteme clásica. Sin em-
bargo, hay aquí una alusión explícita y un análisis general de la episteme del
renacimiento, la cual permite comprender, por contraste, las características
peculiares del saber en la época clásica. La segunda parte aborda la definición
de la episteme moderna. En ella se trata de poner de relieve las discontinuidades
que se perfilan entre la época clásica y la época moderna, lo cual permite captar
con precisión las características singulares de cada una de las configuraciones
epistémicas; además en esta parte de la obra es donde Foucault aborda de
manera explícita el problema de las ciencias humanas y su objeto: el hombre.
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Y el texto de Borges rompe con esta posibilidad. Multiplica los equívocos, es-
cancia lo inconmensurable, lo singular. Borges, según Foucault, construye una
heterotopía, es decir, una disposición de las cosas, de los nombres en un no lugar
que es el lenguaje. Porque, en última instancia, no hay una categoría, ni una
clase, ni una especie en la que los diversos animales de que habla la enciclopedia
china puedan ser acogidos.
En este punto, Foucault plantea sus interrogantes propios, aquellos que habrán
de orientar su arqueología de las ciencias humanas.
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
El problema que aborda Foucault en Las palabras y las cosas es el problema del
orden, o mejor aún, el problema de una experiencia concreta del orden, de una
experiencia que ha posibilitado, precisamente, esas clasificaciones y disposiciones de
los seres y las palabras que el texto de Borges puso en cuestión. Es la experiencia del
orden en la cultura moderna occidental lo que Foucault busca desentrañar en
su arqueología de las ciencias humanas:
Lo que trata de analizar este estudio es esta experiencia (la del orden). Se trata de
mostrar en qué ha podido convertirse, a partir del siglo XVI, en una cultura como
la nuestra: de qué manera, remontando, como contra la corriente, el lenguaje tal
como era hablado, los seres naturales tal como eran percibidos y reunidos, los
cambios tal como eran practicados, ha manifestado nuestra cultura que hay un
orden y que a las modalidades de este orden deben sus leyes los cambios, su regu-
laridad los seres vivos, su encadenamiento y su valor representativo las palabras
(…) (Foucault, 2002, p. 7).
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
En este sentido, tenemos que el libro Las palabras y las cosas apunta a desentrañar
la experiencia del orden que caracteriza a la cultura occidental –desde el siglo
XVII hasta nuestros días–, determinando el concepto de episteme como aquel
a priori histórico que define la emergencia y transformación de saberes, ideas e
incluso mentalidades históricamente situados. En consecuencia, sacando a luz
el modo de la episteme occidental clásica y moderna (su origen y transforma-
ciones), se tendrá a la vez el plano epistemológico, la disposición general de los
saberes que nos constituyen, puesto que, según Foucault, la episteme clásica y
sus disposiciones atraviesan incluso el orden en el que nosotros nos movemos
hoy día.
Pues bien, hay que anotar algo antes de empezar. En primera instancia, la época
clásica es, por decir así, la piedra de toque en lo que respecta a la experiencia
moderna del orden en Occidente. La pregunta de Foucault así lo indica, y él
mismo lo sostiene una y otra vez en las páginas de su obra. Sin embargo, el
capítulo II de la primera parte de Las palabras y las cosas está dedicado a la
exposición de la episteme renacentista. En lo que sigue, pues, debe verse una
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
En un texto de su Magia natural, Porta evoca esta cadena inmensa, tensa y vibrante,
esta cuerda de la conveniencia: Por lo que se refiere a su vegetación, la planta con-
viene con la bestia bruta, y por el sentimiento, el animal brutal con el hombre que
se conforma con el resto de los astros por su inteligencia (Foucault, 2002, p. 28).
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
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cosas. “No hay semejanza sin signatura”, afirma Foucault (2002, p. 35). Hay un
lenguaje primigenio, un lenguaje escanciado por Dios en el mundo, que permite
al hombre reconocer las marcas por las cuales se determinan las similitudes
entre los seres y las cosas:
Para saber que el acónito cura nuestras enfermedades de los ojos o que la nuez
triturada en espíritu de vino sana nuestros dolores de cabeza, es necesario una
marca que nos lo advierta, sin ella este secreto seguiría indefinidamente su sueño
(Foucault, 2002, p. 34).
Ahora bien, las signaturas y las relaciones que indican vuelven sobre las cuatro
articulaciones de la semejanza, a saber: conveniencia, emulación, analogía y
simpatía. De esta manera, las signaturas entran en el juego de correspondencias
de la semejanza que se agita en el siglo XVI2. Piénsese en el ejemplo del acónito
y los ojos. Hay una afinidad, una correspondencia inscrita en la superficie de la
planta (una multiplicidad de pequeños globos que semejan ser ojos) que indica
al médico su virtud curativa. Este signo es, de cabo a rabo, una forma de la
conveniencia, de la emulación, de la analogía y de la simpatía, pues es gracias
a estas potencias de lo semejante que el acónito graba en su dorso a los ojos que
puede curar: “¿Qué forma constituye al signo en su singular valor de signo? La
semejanza. El signo significa algo en la medida en que tiene semejanza con lo
que indica (el acónito con los ojos)” (Foucault, 2002, p. 37).
2. Para mirar la manera como las signaturas remiten, en el XVI, a aquello que significan, ver p.
36, del libro Las palabras y las cosas, el ejemplo del acónito y cómo se concibe como remedio
para enfermedad de los ojos –Analogía acónito– ojos leída en la superficie misma de la
planta.
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Figura 1
Representación gráfica de la epistemedel Renacimiento (S. XVI)3
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
una especie de semejanza primitiva, muda, que dona el modo de ser a las cosas. S2 constitu-
ye la primera materialización de la semejanza, su primer murmullo en el lenguaje. Aquí, las
signaturas puestas por Dios sobre el mundo juegan el papel de códigos de desciframiento de
esas potencias primordiales que conforman la dimensión S1. Es decir: en S2, las signaturas
permiten la visibilización de aquellas fuerzas que juegan, invisibles, en el fondo del mundo.
S2 habla, pues, ya no de fuerzas primitivas sino de un lenguaje primero, primordial, inscrito
en el dorso de las cosas. S3 es, por último, la dimensión donde se proyectan los saberes, las
ciencias, las ideas, las lenguas y los conocimientos humanos. La posibilidad de estos saberes
se da en virtud de una teoría de la interpretación, fundada a su vez sobre una hermenéutica
y una semiología; estas permiten a los hombres poner su pensamiento a jugar el juego de las
similitudes y de las analogías.
El conocimiento se pone de manifiesto como comentario, como interacción y lanzamiento
continuo de lo semejante a través del signo. Es necesario aclarar que estas tres dimensiones
no se dan sucesivamente: el principio de su relación es la simultaneidad. La división se usa
simplemente como estrategia explicativa. Por otro lado, es necesario tener en cuenta el
hecho de que las signaturas que cifran la semejanza, no son figuras plenas que dan algo así
como la esencia de las cosas; por el contrario, los signos inscritos en la Naturaleza son otras
formas de la semejanza, indicaciones de analogías, emulaciones y conveniencias posibles.
De esta forma, lo que conoce el Renacimiento es una proliferación creciente de la similitud
a través del lenguaje. Lo que permiten los saberes (medicina, adivinación…) es la remisión
de las lenguas humanas a ese lenguaje primigenio inscrito en lo real, a través de la figura del
comentario.
4. Sostiene Foucault, al referirse al libro de Aldrovandi Serpentum et draconum: “para Al-
drovandi y sus contemporáneos, todo esto era legenda, es decir, cosas que leer (se refiere
a una larga categorización en torno al estatuto natural de la serpiente, categorización en
que Aldrovandi recoge elementos tan dispares como anatomía de la serpiente y adagios y
milagros). Pero la razón no está en que se prefiera la autoridad de los hombres a la exactitud
de una mirada sin prevención, sino en que la naturaleza misma es un tejido ininterrumpido
de palabras y de marcas, de relatos y de caracteres, de discursos y formas. Cuando se hace la
historia de una animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el
del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto
y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del
mundo, de las tradiciones o de los poetas” (2002, p. 47).
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
comentario de este lenguaje primigenio. Por esta razón, “saber consiste en referir
el lenguaje al lenguaje; en restituir la gran planicie uniforme de las palabras y
las cosas. Hacer hablar a todo. Es decir, hacer nacer por encima de todas las
marcas (lenguaje primero) el discurso segundo del comentario (interpretación y
semiología)” (Foucault, 2002, p. 48). Es en este sentido se afirma que la episteme
del renacimiento se puede definir como un saber de la semejanza estructurado
sobre una teoría concreta de la interpretación, teoría que comporta una her-
menéutica y una semiología, y que ofrece, como producto propio del saber, a la
figura extinta ya del comentario.
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
El orden clásico
Si la episteme del Renacimiento se articuló como una ciencia de la similitud
fundada en una teoría general de la interpretación, la episteme de la época
clásica se concibe en el libro Las palabras y las cosas como una ciencia del or-
den fundada en una teoría de la representación. En este punto, Descartes es el
interlocutor principal de Foucault.
Pero he aquí que otro punto nuevo es introducido por Descartes. La com-
paración por la medida (búsqueda de igualdades y diferencias en conjuntos
cualesquiera que sean) que apunta a la composición de un orden complejo, no
se da en el nivel de lo real –como en el siglo XVI cuando las similitudes eran
atributos inscritos en el ser de las cosas–, sino en el nivel del pensamiento. (…)
“Por último, el papel de la comparación no es ya el revelar el ordenamiento
del mundo; se la hace de acuerdo con el orden del pensamiento y yendo natu-
ralmente de lo más simple a lo más complejo” (Foucault, 2002, p. 61). Esta es,
según Foucault, la gran modificación que introduce la episteme clásica (mitad
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
5. Vale la pena resaltar, que a pesar de que la comparación se mantiene en los horizontes
epistémicos de los siglos XVI y XVII, el sentido de la misma es del todo opuesto. La compa-
ración en el XVI es un acto en virtud del cual el pensamiento humano, que reproduce por
analogía el pensamiento divino que ordena el mundo, es capaz de establecer las relaciones
de similitud inscritas en el ser de las cosas mismas. Es decir: el XVI asume la comparación
como un criterio para desentrañar los atributos constitutivos del realidad (simpatía…). En
el XVII la comparación, que aún se concibe como una actividad gracias a la cual se estable-
cen relaciones entre cosas, no obstante, se da en el orden del pensamiento, lo cual desplaza
la preocupación por el orden del mundo hacia la preocupación por el modo como se debe
proceder en el pensamiento. De allí la importancia, para Descartes y tantos otros filósofos
del XVII, de construir un método certero de conocimiento.
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
–– Historia y ciencia se divorcian. Solo hay saber allí donde hay percepción clara
y distinta, no donde se juega el juego de las opiniones y las contingencias.
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Ahora bien, esta ciencia general del orden o mathesis posee un rasgo adicional
de suma importancia: la puesta en orden de la realidad y del pensamiento se
lleva a cabo por medio de signos. Si el análisis es el método general, los signos
7. El libro Las Reglas para la dirección del espíritu de Descartes pueden servir para poner de
manifiesto la disposición general de la episteme clásica. En efecto, lo que en esta obra se
plantea en el ámbito de la filosofía se puede recoger en el concepto de mathesis: por un lado,
la regla II explicita que los objetos adecuados del conocimiento son aquellos que se dan,
en toda su pureza y simplicidad, a una mente atenta; es decir, que son las representaciones
puras de la mente aquello hacia lo cual se debe apuntar para lograr un conocimiento certero
(este punto plantea la menesterosidad de una teoría de la representación). Por su parte, la
regla III expone cuáles son las operaciones de la mente que pueden poner al sujeto a salvo
del error, a saber, la intuición y la deducción. La intuición ofrecería el criterio de medida
(unidad simple) en una representación compleja, mientras la deducción permitiría la re-
composición del orden a través del ordenamiento de los elementos simples y sus posibles re-
laciones. La filosofía, desde esta perspectiva, cabría dentro de la concepción del saber como
una ciencia del orden fundada en una teoría de la representación. Véase: DESCARTES,
René. (1970). Reglas para la dirección del espíritu, Argentina: Aguilar, parte 1, capítulo 1.
8. La relación con la mathesis presenta dos rasgos fundamentales. El primero es que las rela-
ciones entre los seres se pensarán bajo la forma del orden y la medida, con ese desequilibrio
fundamental que consiste en que siempre se pueden remitir los problemas de la medida a
los del orden. Así la relación de toda mathesis con el conocimiento se da como la posibilidad
de establecer entre las cosas, aun las no mensurables, una sucesión ordenada: el análisis
alcanza muy pronto el valor de método universal. El segundo punto es que la mathesis no
implica necesariamente una relación explícita con la matemática como tal: otros dominios
empíricos no matematizables entran por esta época en el ámbito de la mathesis como ciencia
general del orden. Véase, FOUCAULT, Michel. (2002). Las palabras y las cosas, Argentina:
Siglo XXI, capítulo 2.
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
son los instrumentos a través de los cuales se instaura el orden, por lo menos
en las ciencias empíricas que Foucault analizará unas páginas más adelante:
Esta determinación doble de la episteme del siglo XVII expresa, grosso modo, la
disposición general de la misma: la episteme clásica se moverá entre una teoría
general de los signos como principios del ordenamiento y de la clasificación, y
al mismo tiempo, el problema de las semejanzas presentes en el orden mismo
de la realidad, esa semejanza sorda, incluso natural, que se mueve por debajo
del pensamiento y que, de alguna manera, posibilita el análisis comparativo.
Unos párrafos más arriba, Foucault analizará en sus elementos constitutivos la
episteme clásica.
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Pero, ¿cómo se llega a esta consecuencia? ¿Cómo se descubre esta función del
acónito? A través de la semejanza, que es la coyuntura que relaciona el signo
con las cosas designadas (tercera dimensión del signo en el Renacimiento). Pues
a través de la similitud entre el acónito y los ojos se descubre la simpatía entre
ambos, se saca a luz una relación secreta que, de no ser por la marca externa,
habría quedado en la sombra. Para descubrir esto, se hace necesario construir
una teoría general de la interpretación, esto es, una conjunción de semiología
y hermenéutica.
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
La mathesis del siglo XVII se mueve entre una teoría general del signo y una
reflexión sobre las semejanzas mudas, empíricas, que permiten a la imaginación
establecer las comparaciones pertinentes entre las cosas y los seres. Por esta
razón, Foucault prosigue con la elucidación de lo que es el signo en la época
clásica. ¿Qué es, pues, esta figura sorprendente (signo) que en el Renacimiento
aparece inscrita en el dorso de las cosas y los seres, permitiendo así la remisión
de los mismos por virtud de la semejanza y sus formas? ¿Permanece constante la
concepción del signo en el siglo XVII? Foucault niega esta posibilidad. Es más,
sostiene que es justamente el ser del signo lo que se transforma con la irrupción
de la episteme clásica.
En efecto, el signo a partir del siglo XVII, empieza a ser definido por tres varia-
bles fundamentales. En primer lugar, el origen del enlace (esto es, si es natural
o arbitrario); en segunda instancia, el tipo de enlace (si el signo pertenece o
no al conjunto que designa); por último, la certidumbre del enlace (es decir, la
mayor o menor probabilidad de que un signo signifique aquello que designa).
Estos rasgos del signo implican un desplazamiento radical en relación con la
concepción renacentista.
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
ejemplo, por una idea general, aparece un signo certero9. De esta manera, el
signo se convierte en un correlato necesario de la actividad cognoscente, en
un remanente mental que representa al pensamiento mismo. En una palabra:
el signo se vuelca todo sobre la subjetividad y se desliga de su condición previa
de objeto mundano, natural incluso (entendiendo por esto el hecho de que en
el siglo XVI, el signo era una figura más que habitaba el mundo).
(…) el saber rompe su parentesco con la divinatio. Ésta supone signos que le son
anteriores: de modo que el conocimiento entero se alojaba en el hueco de un signo
descubierto, afirmado o secretamente transmitido. Su tarea era revelar un lenguaje
previo repartido por Dios en el mundo. (...) A partir de ahora (época clásica),
el signo comenzará a significar en el interior del conocimiento: de él tomará su
certidumbre o su probabilidad. (Foucault, 2002, p. 65-66).
9. En este punto puede ser pertinente indicar un caso del modo como funciona el signo en el
siglo XVII. Descartes, en sus Meditaciones, habla del cogito como aquel elemento básico,
primordial, que define el modo de ser del sujeto cognoscente. Pero el cogito no se define,
como algunos han querido ver, por las funciones mentales más abstractas (análisis-síntesis,
conceptualización…) sino que abarca a la percepción, la sensación y el afecto. Es decir: el
cogito es un signo que recoge una multiplicidad de manifestaciones y operaciones humanas.
De alguna manera, el cogito (entendido como la capacidad de abrir el mundo, de poner el
mundo en frente del sujeto que conoce) sustituye las sensaciones, percepciones y afectos
concretos. O mejor aún: los representa. Véase: DESCARTES, René, (1973) Meditaciones
metafísicas, Argentina: Aguilar, capítulos I y II.
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
en cierto sentido al conjunto que designa10, también es cierto que los signos se
constituyen como tales en virtud de una descomposición que el espíritu ejecuta
sobre un conjunto dado, permitiendo así la instauración de elementos simples
encargados de designar el conjunto entero:
(…) para que un elemento de una percepción se convierta en signo, no basta con
que forme parte de ella; es necesario que se lo distinga a título de elemento y se
lo separe de la impresión global a la que está confusamente ligado, así pues, es
necesario que ésta sea dividida, que la atención se dirija a una de esas regiones
enmarañadas que la componen y que la aísle. En consecuencia, la constitución
del signo es inseparable del análisis (Foucault, 2002, p. 67).
Doble determinación del tipo de enlace del signo en la época clásica: por un
lado, una suerte de pertenencia natural del signo al conjunto o fenómeno que
representa; pero, por otro, y de manera primordial, acción analítica del espí-
ritu sobre el conjunto, acción que, finalmente, instaura al signo en su función
significante.
10. Foucault cita en este punto a Condillac, quien argumenta que es necesario que haya si-
multaneidad entre la percepción de una cosa y el sonido verbal que la representa, puesto
que, de lo contrario, el sonido pierde su carácter referencial, su poder designante. Así pues,
sonido verbal y percepción se funden, en primera instancia, en un conjunto que los implica
a ambos, lo cual significaría que el signo, en la época clásica, sigue perteneciendo a aquello
que designa. Véase, FOUCAULT, Michel. (2002). Las palabras y las cosas, Argentina: Siglo
XXI, p. 67.
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
La representación duplicada
No obstante, aún no ha sido formulada la característica más importante del
signo en la época clásica. Si en el Renacimiento el signo estaba constituido por
una estructura triádica (marca-contenido-semejanza), en la época clásica asume
una estructura dual. El signo encierra, en última instancia, la relación entre un
significante y un significado (entre la cosa que representa y la cosa representada).
Se trata, de excitar lo significado a través del significante. Las señales de tránsito,
por ejemplo, se distribuyen en este espacio de relaciones entre significantes y
significados. Un semáforo en rojo indica peligro al tiempo que la prohibición
del paso. La señal en rojo es el significante, lo significado es el riesgo. De esta
manera, una señal de tránsito encierra dos ideas: una, la de la cosa que representa
(una señal en rojo que cumple con una función específica dentro de las leyes
de tránsito vehicular) y otra, la de la cosa representada (peligro, colisión…). A
través de la primera idea se despierta en los conductores y transeúntes la idea
de la segunda. En este sentido, la Logique de Port Royal sostiene que “cuando no
vemos un cierto objeto (luz en rojo) sino como representación de otro (riesgo,
colisión…) la idea que de él se tiene es una idea de signo, y este primer objeto
es llamado signo” (Foucault, 2002, p. 70). De esta manera, el signo es tanto
la indicación de otra cosa (relación entre significante y significado), como el
hecho mismo de representar esta relación. El ser del signo consiste, en suma, en
representar la relación de sustitución entre dos ideas (significante y significado).
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
La imaginación de la semejanza
De esta manera, Foucault explicita uno de los polos constitutivos de la episte-
me clásica, a saber, el polo de la teoría general de los signos. Estos signos que
representan el modo como el ser humano conoce el mundo, se convierten así
en principios de la clasificación y ordenamiento de lo que aparece (la natura-
leza, la acción moral…). Pero hace falta el polo de las semejanzas empíricas,
de aquel murmullo confuso de las cosas que permite establecer comparaciones
entre las cosas.
Pues bien, en este punto Foucault afirma que, a pesar de que la semejanza deja
de ser en el siglo XVII la forma privilegiada del conocimiento, no por ello deja
de desempeñar un papel importante en este ámbito:
39
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
40
De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
Para finalizar, Foucault indica algo: a pesar de que en la época clásica se habla
de naturaleza (red embrollada de semejanzas) y de naturaleza humana (imagi-
nación), estos términos no quieren significar que se hayan descubierto de hecho
dos dimensiones nuevas que es menester investigar. Según Foucault, con estos
términos la época clásica solo desea mantener la juntura entre la semejanza y la
imaginación, juntura que hace posible las ciencias empíricas del orden. Razón
por la cual, tanto la naturaleza como la naturaleza humana están subordinadas
a esa ciencia general del orden que procuró ser la episteme clásica. Y no al
revés. Esto es, que hasta mediados del siglo XVII aún no había nacido ese ser
conocido como hombre, ser que nos impone la tarea de conocerlo en su esencia.
Mathesis y taxinomia
El último parágrafo del capítulo III, se titula Mathesis y taxinomia. En él, Foucault
recoge los resultados de sus reflexiones sobre el signo y la semejanza, y plantea
la disposición estructural de la episteme clásica:
Mathesis Taxinomia
Álgebra Signos
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
La mathesis, de manera general, significa que las relaciones entre los seres se
piensan bajo el criterio del orden y la medida. Así, la relación de la mathesis
con el conocimiento se da como la posibilidad de establecer entre las cosas,
aun las no mensurables, una sucesión ordenada. Esta posibilidad de establecer
sucesiones ordenadas entre los seres presenta dos polos problémicos: por un
lado, una teoría general de los signos como aquellos elementos que permiten la
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
La crisis de la representación
Así como a mediados del siglo XVII queda rota la configuración epistémica del
Renacimiento, a fines del siglo XVIII, la episteme clásica va a entrar en crisis. El
saber, que se concebía entonces como la puesta en orden de la realidad por virtud
del pensamiento (establecimiento de identidades y diferencias), se transforma
desde fines del siglo XVIII en “un espacio hecho de organizaciones, es decir,
de relaciones internas entre los elementos cuyo conjunto asegura una función;
mostrará que estas organizaciones son discontinuas, que no forman, pues, un
cuadro de simultaneidades sin rupturas, sino que algunas son del mismo nivel
en tanto otras trazan series o sucesiones lineales” (Foucault, 2002, p. 214).
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Potencia ontológica, fondo del que se generan todos los seres, la historia se
constituye como el a priori histórico que define la disposición de la episteme
moderna, así como el orden lo hizo con la episteme clásica y la semejanza, a su
vez, con la episteme renacentista. Por otro lado, la episteme moderna halla sus
principios organizadores en la analogía y la sucesión (el equivalente de estos
principios en la época clásica son la identidad, la diferencia y la igualdad, y en
el Renacimiento, la conveniencia, la simpatía, la analogía y la emulación). Pero
esta brusca diferenciación entre la época clásica y la época moderna necesita
de modulaciones para ser comprendida. En efecto, ¿cómo fue posible esta
ruptura?, “¿cómo se borraron estas maneras de ordenar que fueron el discurso,
el cuadro, los cambios? ¿Qué nuevo modo de ser han debido recibir para que
todos estos cambios hayan sido posibles y para que hayan aparecido, apenas al
cabo de algunos años, estos saberes, ahora familiares, que llamamos, a partir
del siglo XIX, filología, biología y economía política?” (Foucault, 2002, p. 216).
a. Una primera etapa en la que “el modo de ser fundamental de las positivi-
dades no cambia; las riquezas de los hombres, las especies de la naturaleza,
las palabras que pueblan las lenguas siguen siendo aún lo que eran en la
época clásica: representaciones duplicadas –representaciones cuyo papel es
designar las representaciones, analizarlas, componerlas y descomponerlas
para hacer surgir en ellas, con el sistema de sus identidades y de sus diferen-
cias, el principio general de un orden–” (Foucault, 2002, p. 217).
b. Una segunda fase en la que “las palabras, las clases y las riquezas adquie-
ren un modo de ser no compatible con el de la representación” (Foucault,
2002, p. 217).
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
El trabajo
Las reflexiones económicas en la época clásica (las de Quesnay y Condillac,
entre otros) conciben el trabajo como medida de análisis de las riquezas y como
criterio de las relaciones de intercambio de productos. Pero para los economistas
clásicos, el criterio último que representaba la actividad del trabajo, al mismo
tiempo que las actividades comerciales, era la necesidad:
(…) la cantidad de trabajo inscrita en el precio de las cosas no era más que un
criterio de medida, relativo y reducible a la vez. En efecto, el trabajo de un hom-
bre valía la cantidad de alimentos que era necesaria para mantenerlo a él y a su
familia durante el tiempo que durara el trabajo. Tanto que, en última instancia,
la necesidad –el alimento, el vestido, la habitación- definía la medida absoluta del
precio del mercado (Foucault, 2002, p. 218).
11. Esta breve alusión a la teoría económica clásica permite sacar una conclusión de vital im-
portancia, a saber, que en la época clásica el valor de cambio (valor de un objeto en una
transacción comercial) se hallaba finalmente reducido al valor de uso (valor de un objeto
en relación con las necesidades de los hombres). Sostiene Foucault: “Todo a lo largo de la
época clásica, es la necesidad la que mide las equivalencias, el valor de uso que sirve de
45
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
referencia absoluta a los valores de cambio; es el alimento el que valora los precios, dando
a la producción agrícola, al trigo y a la tierra, el privilegio que todos les han reconocido”
(Foucault, 2002, p. 218).
46
De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
pronto cómo el valor de uso, que antaño regía al valor de cambio, se retrae y
desplaza, dejando puestas así las condiciones necesarias para la emergencia y
predominio del valor de cambio.
Esa fatalidad externa que es el tiempo, las penas, la finitud de un ser que ya no
haya necesariamente expresadas sus necesidades en su actividad de trabajo, esa
fatalidad que es el criterio absoluto del valor de los objetos, y por consiguiente
de las riquezas, hace que el análisis de las mismas desborde el espacio de la
representación clásica por lo menos en dos sentidos:
47
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Ideología y crítica
Lo dicho anteriormente sirve para especificar en qué consistió la fisura que se da
en la episteme clásica a fines del siglo XVIII. Esta consiste, fundamentalmente,
en que la relación de la representación consigo misma y con las relaciones de
orden que hacen posibles, pasan ahora por condiciones externas a la represen-
tación. Para retomar el caso del análisis de las riquezas:
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
Lo que Foucault muestra en el ámbito del análisis de las riquezas que lleva a
cabo Adam Smith es precisamente este extrañamiento de la representación de
las necesidades que fundaba el valor de los productos en el mercado, y la insti-
tución del criterio del trabajo como un principio extrínseco de determinación
del mismo. El universo de representaciones, su ordenamiento interno a partir
de la determinación de identidades y diferencias queda roto, permitiendo así la
emergencia de principios trascendentales allende el campo de la representación.
Desde este momento “habrá cosas, con su organización propia, sus nervaduras
secretas, el espacio que las articula, el tiempo que las produce; y después la
representación, pura sucesión temporal, en la que ellas se anuncian siempre
parcialmente a una subjetividad, a una conciencia, al esfuerzo singular de un
conocimiento, al individuo psicológico que, desde el fondo de su propia historia
o a partir de la tradición que se la ha transmitido, trata de saber” (Foucault,
2002, p. 235). En una palabra: El giro subjetivo que había iniciado Descartes
y que hizo recaer el problema del conocimiento sobre la mera esfera de la
consciencia que se representa el mundo, entra en crisis. De nuevo, el objeto
de conocimiento y su modo de aparecer, la posibilidad de su conocimiento se
convierten en temas recurrentes de la filosofía y de las ciencias. Ya no solo el
poner orden en el pensamiento asegura la infalibilidad del saber; el objeto impone
sus condiciones, fundamenta desde fuera la posibilidad de todo conocimiento
y todo ordenamiento probable12.
12. Si bien es cierto que no se puede predicar de la filosofía cartesiana que sea una pura filosofía
subjetivista –puesto que con la aparición de las ideas claras y distintas, aparece de nuevo
la realidad del mundo en virtud de la infalible existencia de Dios– sí se puede decir que el
49
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Sin embargo, Foucault es claro al sostener que el hecho de que se haya originado
esta abertura hacia la trascendencia en el siglo XVIII, no significa que los saberes
hubiesen omitido el problema del orden. Es más: precisamente los trascenden-
tales (trabajo, vida y lenguaje) empezarán a definir pronto un nuevo modo de
experiencia y concepción del orden, lo cual liga a la episteme moderna con la
episteme clásica en una especie de hilo de continuidad a pesar de las rupturas.
50
De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
No son pues las representaciones mismas, según las leyes de un juego que les es
propio, las que podrían desplegarse a partir de sí y por un solo movimiento des-
componerse (análisis) y recomponerse (síntesis): solo los juicios de la experiencia
o las verificaciones empíricas pueden fundarse sobre los contenidos de la repre-
sentación. Cualquier otro enlace debe fundarse, si ha de ser universal, más allá
de toda experiencia, en el a priori que la hace posible (Foucault, 2002, p. 237).
Al indagar por el a priori que hace posible las representaciones, Kant da una
paso fuera del horizonte de la episteme clásica, pues deja en segundo plano la
pregunta por el modo como las representaciones se ligan unas con otras en su
movimiento inmanente (la mecánica de la asociación de ideas en Hume, por
ejemplo, que aparece como una explicación psicologista) y se pregunta más bien
por el fundamento externo de la representación en general. Así, como Smith
en el análisis de las riquezas, Kant ejecuta un desplazamiento de la inmanencia
del pensamiento a las condiciones trascendentales del mismo13. De esta manera,
pues, a fines del siglo XVIII se da un acontecimiento que define a la episteme
moderna: “la retracción del saber y del pensamiento fuera del espacio de la
representación” (Foucault, 2002, p. 238).
13. En este punto vale la pena contrastar a Descartes y a Kant en lo que concierne a sus pre-
tensiones filosóficas. Si bien es cierto que la empresa respectiva de cada uno de los filósofos
tiene en común con la otra la preocupación por hacer de la filosofía una ciencia segura,
los presupuestos filosóficos de los que parte cada uno son diversos. En Descartes, el prin-
cipio primero (alcanzado luego de la duda metódica) es el principio de inmanencia de la
consciencia, es decir, aquel principio según el cual, a pesar de que los contenidos de mi
consciencia sean todos falsos, hay algo que es indudable: que pienso. Este pensamiento,
como actividad representativa, instituirá la posibilidad de alcanzar verdades indudables (a
través del método, el cual define el movimiento inmanente de las representaciones claras
y distintas). Kant mostrará por su parte que este principio cartesiano, si bien es cierto, es
insuficiente. Porque no solo se trata de pensar, de representar en este movimiento inma-
nente del espíritu, sino que hay que apelar al tribunal de la razón para que esta determine la
legitimidad del pensamiento. En esta apelación a la razón que vuelve sobre el pensamiento
mismo se define la posición crítica. Y, como es evidente, se ventila de nuevo el problema que
Foucault plantea en Las palabras y las cosas, a saber, la idea de un trascendental que define
en sus posibilidades y en su despliegue al pensamiento en tanto representación. Véase:
FOUCAULT, Michel. (2002). Las palabras y las cosas, Argentina: Siglo XXI.
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Esta breve digresión es útil para definir los límites del pensamiento moderno
respecto del clásico. Frente al empirismo, Kant plantea la existencia de un
sujeto trascendental (una especie de estructura a priori, universal por demás,
del aparato cognoscitivo del hombre, que determina la necesidad de los jui-
cios de conocimiento); por otro lado, frente al racionalismo Kant reconoce la
existencia de la realidad material en sí misma (noúmeno), a pesar de que duda
52
De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
53
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Ahora bien, si se trata de resolver las relaciones complejas entre los contenidos
empíricos y el sujeto trascendental, aparece una vía que termina retrotrayendo
el dominio empírico a una consciencia que se concibe a sí misma como espíritu,
esto es, como campo empírico y trascendental a la vez. Sea cual sea la vía que
se tome, una consecuencia de vital importancia para el pensamiento moderno
(en el que está inscrita la posibilidad de nuestro pensamiento) es que el sujeto
trascendental gobierna:
Las consecuencias más lejanas, y para nosotros más difíciles de rodear, del acon-
tecimiento fundamental que sobrevino a la episteme occidental hacia fines del siglo
XVIII, pueden resumirse así: negativamente, el dominio de las formas puras del
conocimiento se aísla, tomando a la vez soberanía y autonomía con respecto a todo
saber empírico, haciendo nacer y renacer indefinidamente el proyecto de formalizar
lo concreto y de constituir, a despecho de todo, ciencias puras; positivamente, los
dominios empíricos se ligan a reflexiones sobre la subjetividad, el ser humano y la
finitud, tomando el valor y la función de la filosofía, lo mismo que de reducción de
la filosofía o de antifilosofía (Foucault, 2002, p. 244).
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
David Ricardo
Ricardo y Smith se acercan, pero se distancian también sutilmente. Hay que
recordar que con la episteme moderna se introduce una historicidad profunda en
el corazón de las cosas. Ya Smith lo presagiaba, pero es Ricardo quien establecerá
el principio de historicidad en el seno del concepto de trabajo. En Smith, el
trabajo representa la cantidad de horas invertidas en la producción de un objeto,
criterio que le permitirá establecer un valor estable para tal objeto en la lógica
misma del intercambio (es decir, el trabajo cumple aún un papel representativo,
representa el jornal etc.). Ricardo reconoce esta dimensión representativa del
trabajo como tiempo invertido en la producción de un objeto, pero profundiza
tal noción al sostener que el trabajo es la fuente de todo valor. Así, por un lado
está el trabajo que compran los empresarios y que donan los obreros; pero, por
otro lado, está el trabajo concebido como una serie causal de acontecimientos,
de fases productivas que llevan finalmente a la existencia a una cosa:
55
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Con esta complejización del concepto de trabajo, que desde Ricardo implica
una larga serie de elementos concatenados, se rompe el molde del análisis clá-
sico de las riquezas. Desde este momento, la historicidad de la producción de
riquezas se consolida como un problema fundamental de la economía política,
en comparación con el análisis de Smith, aún muy plano, en el que el trabajo
equivalía a la cantidad de horas invertidas en su producción, otorgándole así
su valor en el mercado.
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
La filología moderna
Un punto ineludible en un repaso general del libro Las palabras y las cosas es
el problema del lenguaje. Y sobre todo en lo que se refiere al lenguaje en el
siglo XIX, pues el estatuto que gana en la modernidad habrá de determinar el
modo de saber en los siglos posteriores –incluido el nuestro–. Por esta razón es
fundamental abordar los desplazamientos en relación con el lenguaje durante
la episteme moderna.
– La teoría de la radical.
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
zación autónoma, rompe sus ligas con los juicios, la atribución y la afirmación. El
paso ontológico que el verbo ser aseguraba entre el hablar y el pensar se ha roto;
de golpe, el lenguaje adquiere un ser propio. Y es este ser el que determina las leyes
que lo rigen (Foucault, 2002, p. 289).
Que el lenguaje se constituya como una organización autónoma, con sus propias
leyes y modos de funcionamiento, significa que el lenguaje ya no es el desdo-
blamiento traslucido del pensamiento, de la representación:
(…) en los siglos XVII y XVIII era (el lenguaje) el desarrollo inmediato y espon-
táneo de las representaciones; en él recibían éstas sus primeros signos; el lenguaje
era un conocimiento y el conocimiento era, con pleno derecho, un discurso. Con
respecto a todo conocimiento, se encontraba pues en una situación fundamental:
solo se podía conocer las cosas del mundo pasando por él. No porque formara parte
del mundo en un enmarañamiento ontológico (como en el Renacimiento), sino
porque era el primer esbozo de un orden en las representaciones del mundo (…)
el conocimiento clásico era profundamente nominalista (Foucault, 2002, p. 289).
Hay que recordar que la época clásica no se planteó el problema del sentido,
que no pensó nunca que detrás de las palabras hubiese un más allá por descifrar.
Por el contrario, concebía la mecánica del conocimiento –que va de la sensa-
ción a la idea– como un proceso que termina finalmente en la adjudicación de
un signo a una representación. Por esta razón, el lenguaje en la época clásica
está vinculado directamente con las cuestiones de la atribución y del juicio, es
decir, de la manera como las representaciones (conceptos claros y distintos en
Descartes, pero en general entre los siglos XVII y XVIII) se enlazan y establecen
relaciones específicas en el código de signos que las desdoblan: por el hecho de
que el orden del mundo se encuentra esbozado en la representación, y esta a su
vez, se desdobla directamente en el lenguaje, Foucault sostiene que el conoci-
miento clásico era nominalista, esto es, que la realidad, el ser, la naturaleza en
últimas, encontraban su punto de apoyo y actualización en el pensar entendido
como discurrir, como decir, que el principio de razón de lo real se alojaba todo
en la dimensión de la consciencia que conoce y ordena las representaciones
sobre el mundo.
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
por el origen de las palabras, de los juicios y las atribuciones. El lenguaje, ese
ser casi celestial salido de la luz matinal del conocimiento representativo, se ve
en los siglos XVIII y XIX maculado por el paso del tiempo, de las rapiñas y las
dominaciones históricas concretas. De esta manera, al establecer una distancia
entre el conocer y el lenguaje, la modernidad verá a este último como un objeto
empírico más que hay que abordar con métodos adecuados, para desentrañar
sus orígenes, sus articulaciones y sus significados.
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
ciencias, hasta las palabras que las han hecho posibles” (Foucault, 2002,
p. 291). La dimensión crítica del lenguaje en el siglo XIX se da en esa po-
sibilidad de remontar los conocimientos y opiniones hasta las condiciones
históricas de posibilidad de tales saberes. Esto es: el saber, que antaño se
consideraba puro y simple, abstraído de los avatares de la materia y de la
historia, gana también un estatuto histórico. La filología se convierte en la
forma moderna de la crítica14.
14. De allí la famosa tesis nietzscheana según la cual la creencia en Dios es producto de la fe
ciega en la gramática. A este respecto vale la pena resaltar la importancia que da Nietzsche,
en el ámbito de la moral, al sentimiento de culpa como derivación de un vicio inveterado
en la cultura occidental y que, precisamente, se pone de manifiesto en la gramática, a saber,
la creencia en que de hecho existe un sujeto al que se pueden imputar las acciones y las pa-
siones. Véase: NIETZSCHE, Friedrich, La genealogía de la moral, España: Alianza editorial.
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
depositado por la historia; para otros, se trata de hallar los principios universal-
mente válidos del discurso, independientemente de las condiciones históricas
concretas, de la contingencia; para los que quieren interpretar, las palabras se
convierten en un texto que hay que cortar para poder ver el sentido oculto que
las anima; finalmente, el lenguaje surge para sí mismo en un acto de escribir
que no designa más que su propio modo de ser. Debido precisamente a esta
fragmentación, la filosofía se mantuvo lejos del problema del lenguaje durante
tanto tiempo, hasta el día en que Nietzsche acercó de nuevo a la filología y a
la filosofía.
Así, Foucault plantea de nuevo el retorno del lenguaje en la época moderna como
el fenómeno crucial en la configuración de la episteme, de la misma manera que
en la época clásica el discurso se manifestó como la unidad funcional capaz de
develar la manera como las representaciones se relacionan unas con otras, se
articulan unas en correspondencia con las otras. Con la diferencia sustancial de
que el lenguaje moderno ya no se encontrará del lado de las representaciones
como la duplicación de las mismas, sino, por el contrario, encontrará su modo
de ser peculiar en la dispersión anotada con anterioridad. El lenguaje como
objeto de la filología, el lenguaje como sistema formal de las leyes universales
del discurso, el lenguaje como fondo histórico oscuro que hace posibles los dis-
15. En este punto, anota Foucault: “ La gran tarea a la que se dedicó hasta el fin de su vida Ma-
llarmé, es la que nos domina ahora; en su balbuceo encierra todos nuestros esfuerzos actuales por
devolver a la constricción de una unidad quizá imposible el ser dividido del lenguaje” (Foucault,
2002, p. 297). Esta constricción, este imperativo de unidad del lenguaje fragmentado es el
que se manifiesta en la empresa de filosofías contemporáneas como la corriente analítica,
el estructuralismo y la fenomenología. Unos apelando a la formalización de los discursos
que detentan cierto grado de verdad (científicos), otros a las estructuras a priori que hacen
posible la aparición de ciertos contenidos y prácticas; ambos, finalmente, buscando dominar
en una unidad específica las contingencias de un lenguaje que desde el siglo XIX empieza a
sacar a luz su carácter enigmático. Véase: FOUCAULT, Michel. (2002). Las palabras y las
cosas, Argentina: Siglo XXI.
61
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
cursos, los valores y las teoría y, finalmente, el lenguaje como literatura, como
juego de autorreferencialidad pura.
Sea como sea, la eclosión del discurso en la época clásica hizo posible la frag-
mentación del lenguaje, y ésta, a su vez planteó como necesaria la interrogación
por el ser del lenguaje y por la posibilidad de establecer de nuevo una unidad
del mismo en medio de su dispersión16. Este giro lingüístico pone de manifiesto,
entonces, el carácter peculiar de la episteme moderna. Es más: no solo el giro,
sino la necesidad de interrogarse por el ser del lenguaje, por su estatuto complejo
y disperso, y en consecuencia, por la posibilidad de reconstituir una unidad que
supere la fragmentación que lo funda.
16. En este punto, Foucault se pregunta si esta vuelta sobre el lenguaje y todos los proyectos de
recuperar la unidad del mismo en medio de su dispersión no serán acaso el anuncio de un
nuevo día para el pensamiento occidental, tal vez el despuntar de una nueva configuración
epistémica. ¿Se refiere acaso al tema de la posmodernidad entendida ésta como ruptura
con el régimen de orden de la época moderna? Véase: FOUCAULT, Michel. (2002). Las
palabras y las cosas, Argentina: Siglo XXI. p. 298.
17. Sostiene Foucault: “Todas las líneas interiores del cuadro, y sobre todo las que vienen del
reflejo central, apuntan hacia aquello mismo que es representado, pero que está ausente.
Es a la vez objeto, ya que es lo que el artista representado está en vías de recopiar sobre su
tela, y sujeto-ya que lo que el pintor tenía ante los ojos, al representarse en su trabajo, era
a él mismo, dado que las miradas figuradas sobre el cuadro se dirigen a este emplazamiento
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
Conocida popularmente como Las Meninas desde el siglo XIX, el cuadro fue titulado originalmente
La familia de Felipe IV y es probablemente la obra más importante del pintor español Diego
Velásquez. Es una pintura realizada al óleo sobre un lienzo de grandes dimensiones con las figuras
representadas en tamaño natural. Aunque no tiene firma ni fecha, por fuentes indirectas se sabe
que data de 1656. Se halla expuesta en el Museo del Prado de Madrid.
ficticio del personaje regio que es el lugar real del pintor…” (Foucault, 2002, p. 300). Este
vacío, esta ausencia que apenas se presiente en la pintura de Velásquez (puesto que aún no se
formula de manera explícita la presencia regia en este lugar sino solo a través de una especie
de duplicación de la imagen a través de un espejo), será llenado, según Foucault, en la época
moderna con el nacimiento del hombre como tema y problema de las ciencias humanas.
Véase: FOUCAULT, Michel. (2002). Las palabras y las cosas, Argentina: Siglo XXI.
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
La analítica de la finitud
Con la emergencia de la biología en el lugar de la historia natural, de la eco-
nomía política en el lugar del análisis de las riquezas y de la filología en el de
la gramática general, nace, a su vez, el hombre. El hombre será, desde el siglo
XIX hasta nuestros días, ese rey sumiso que a la vez que es representado por el
pintor (las ciencias que lo estudian), es el sujeto que se representa el mundo,
la naturaleza, el lenguaje y las relaciones de producción. Precisamente es este
estatuto ambiguo el que Foucault resalta en el punto de emergencia del hombre:
los seres naturales, las riquezas y las palabras se ponen del lado de las condicio-
65
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
nes objetivas que las hacen posibles (trabajo, vida y lenguaje), esto es, rompen
su identidad con la representación en la que naturaleza y naturaleza humana
convergían en la época clásica; por esta razón, afirma Foucault:
Esta cita contiene ya el germen de las ideas más importantes que habrán de
culminar la reflexión de Foucault en el libro Las palabras y las cosas, al tiempo
que irá perfilando la disposición singular de la episteme moderna. En primera
instancia, está la idea de que la modernidad se caracteriza por la no identidad
entre el ser y el pensar, identidad que caracterizó todo el discurrir de la moderni-
dad clásica. Importante recordar aquí la famosa cita berkeleyana esse est percipi,
sentencia que define de una manera sintética el modo de ser del siglo XVII en
general, a pesar de la diversidad de corrientes que se constituyó en esta época.
66
De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
Todos estos contenidos que su saber le revela como exteriores a él (la producción,
la vida y el lenguaje y sus respectivas determinaciones) y más viejos que su naci-
miento, lo anticipan, desploman sobre él toda su solidez y lo atraviesan como si no
fuera más que un objeto natural o un rostro que ha de borrase en la historia. La
finitud del hombre se anuncia-y de manera imperiosa-en la positividad del saber
(Foucault, 2002, p. 305).
Entre las formas de una inconsciencia feliz y una infalibilidad del entendimiento
solo adjudicable a Dios, se encuentra la forma finita del ser humano, única
criatura capaz de conocer, en sí misma y por sí misma, aquello que le limita y
le determina desde fuera18.
67
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
El modo de ser de la vida y aquello mismo que hace que la vida no exista sin pres-
cribirme sus formas, me son dados, fundamentalmente, por mi cuerpo; el modo
de ser de la producción, la pesantez de sus determinaciones sobre mi existencia,
me son dados por mi deseo (…) En el fondo de todas las positividades empíricas
y de aquello que puede señalarse como limitaciones concretas en la existencia del
hombre, se descubre una finitud (Foucault, 2002, p. 306).
Así, pues, el hombre es límite. Por un lado, es como un pliegue de los principios
trascendentales que lo definen, pero a la vez, el hombre es el límite mismo de
estos principios trascendentales, toda vez que estos aparecen en virtud de que
el hombre los hace aparecer gracias a su capacidad de conocerse. Conociéndose
a sí mismo en sus disposiciones fundamentales, el hombre será la condición de
emergencia de la realidad que aparece, que le hace frente: “Así, desde el corazón
mismo de la empiricidad, se indica la obligación de remontar o, a voluntad, des-
cender justo hasta una analítica de la finitud en la que el ser del hombre podrá
fundar en su positividad todas las formas que le indican que él no es infinito”
(Foucault, 2002, p. 306).
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
fundado, aquella figura misteriosa –el hombre– que aparece en la cresta del
movimiento inmanente de la vida, el trabajo y el lenguaje, es idéntico a aquello
que le condiciona. Sea como fuere, los fenómenos concretos de que se habla
serán idénticos, ontológicamente hablando, al principio que los funda. De esta
manera, el pensamiento moderno vuelve de nuevo al tema de la representación
en cuadro (orden) que caracterizó a la episteme clásica, pero introduciendo
ahora el tema de lo trascendental y su repetición en lo empírico (Foucault,
2002, p. 307).
Lo empírico y lo trascendental
Así pues, el problema de lo mismo que introduce de nuevo el tema de la repre-
sentación como duplicación o repetición de lo trascendental en lo empírico,
del cogito en lo impensado y del retorno al origen en el retroceso al origen, se
presenta como la estructura fundamental de la episteme moderna; episteme cuyo
a priori es la analítica de la finitud. En lo que sigue debe verse una exposición
esquemática de esta triple duplicación.
a. Aquellos saberes que estudian al hombre como un ser natural y que buscan
determinar una especie de naturaleza del conocimiento humano. Estos son
análisis que se alojan en el cuerpo, que estudian la percepción, los mecanis-
mos sensoriales y los esquemas neuromotores. Funcionan como una especie
de estética trascendental.
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Pero finalmente hay una partición aún mas sustancial: aquella que se refiere a
la verdad como algo emanado de las condiciones objetivas de lo real –verdad
que se forma en el cuerpo a través de la percepción y que gana una forma más
estable mientras las ilusiones históricas se disipan– y, a la vez, la delimitación de
una verdad del discurso, de una verdad capaz de anticipar el futuro –esta verdad
permite tener sobre la naturaleza o la historia, un discurso que sea verdadero–.
Es, pues, el estatuto de este discurso el que se manifiesta con cierta ambigüe-
dad, pues, o bien el discurso emana de los contenidos empíricos que rastrea en
la naturaleza y en la historia, o bien el discurso anticipa a la naturaleza y a la
historia que él mismo define. Para Foucault, no obstante, lo característico de
los saberes modernos no es la antítesis irreconciliable entre el positivismo y los
discursos escatológicos, sino más bien la constitución de un modo de discurso
que mantiene la tensión entre ambos principios:
70
De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
El cogito y lo impensado
El hombre se presenta como una figura paradójica: es, a la vez, el lugar de re-
velación de lo trascendental y una figura empírica más puesta en el orden de
lo real por las instancias ontológicas fundamentales (en este caso el trabajo, la
vida y el lenguaje). Es decir, a través del conocimiento de ese fenómeno em-
pírico que es su cuerpo por ejemplo –esa parcela de la vida que le hace ocupar
un espacio particular en la naturaleza–, él mismo es capaz de sacar a luz las
condiciones naturales que hacen posible todo conocimiento. Los contenidos
empíricos concretos de su saber, le manifiestan aquello que trasciende lo con-
creto: un determinado modo de constitución de su organismo que permite un
modo específico de conocer. En este sentido, Foucault sostiene que lo empírico
duplica lo trascendental.
Esta idea trae consigo una consecuencia directa: si el hombre es un ser empírico
más, definido por principios trascendentales, entonces la esencia de lo huma-
no no puede darse en la evidencia indubitable del cogito. Y es que su ser, su
condición ontológica particular, siempre estará anclada en un más allá que se
le escapa –la potencia de la vida como principio de gestación y sostenimiento
71
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
El hombre es un modo de ser tal que en él se funda esta dimensión siempre abierta,
jamás delimitada de una vez por todas, sino indefinidamente recorrida, que va desde
una parte de sí mismo que no reflexiona en un cogito al acto de pensar por medio
del cual la recobra; y que, a la inversa, va de esta pura aprehensión a la obstrucción
empírica, al amontonamiento desordenado de los contenidos, al desplome de las
experiencias que escapan a ellas mimas, a todo el horizonte silencioso de lo que se
da en la extensión arenosa de lo no pensado (Foucault, 2002, p. 314).
Pero en el siglo XIX el tema es otro. El sujeto, incluido en cierto sentido el kan-
tiano, antes del siglo XIX, se siente a salvo, domina el panorama desde la altura
de su condición de principio fundante, de fuente de conocimiento y de certezas.
73
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
De este modo, el tema del cogito gana de nuevo relevancia en la época moderna,
pero no ya como la forma general de todo conocimiento posible –como era en
Descartes–, sino como la necesaria tensión entre lo no pensado y lo pensado.
El cogito moderno se definirá, entonces, como el interrogante continuo sobre
la posibilidad de un pensamiento arraigado en lo no pensado:
20. Vale la pena recordar las primeras líneas de un ensayo de Nietzsche, cuya reflexión gira en
torno del problema de la verdad, a saber Introducción teorética sobre la verdad y la mentira en
sentido extramoral. En este texto, Nietzsche define el conocimiento como una fábula, como
una invención particular de un ser particular. Precisamente, y de acuerdo con la posición
de Foucault frente a la cuestión del lenguaje en la época Moderna, Nietzsche desenmascara
la pretensión de universalidad y necesidad del conocimiento a través de una serie de tesis
en torno de la naturaleza y la función pragmática del lenguaje. Véase: NIETZSCHE, FRIE-
DRICH, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Madrid: Taurus.
74
De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
incesante que debe ser siempre retomada) recorrer, duplicar y reactivar en una
forma explícita la articulación del pensamiento sobre aquello que, en torno a él y
por debajo de él, no es pensado, pero no le es a pesar de todo extraño, según una
exterioridad irreductible e infranqueable (Foucault, 2002, p. 315).
75
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Ante este panorama, Foucault sostiene que el origen, en la época moderna, será
siempre el modo como el hombre se articula con lo Otro, con aquello que no
es él mismo y que ya estaba allí desde siempre (la vida, el trabajo, el lenguaje,
la historia en general). Lo originario nunca indica la fecha de nacimiento del
hombre, y mucho menos la del mundo, la de la naturaleza o las palabras. El
origen, para el hombre moderno, es la evidente separación del origen: el hecho
de que el hombre se ha separado indudablemente de su patria primera, del Ser,
la evidencia inexpugnable de que es el animal no fijado:
El hombre siempre puede pensar lo que para él es válido como origen solo sobre un
fondo de algo ya iniciado. Este no es para él el comienzo –una especie de primera
mañana de la historia a partir de la cual se habrían acumulado las adquisiciones
ulteriores. El origen es más bien la manera en que el hombre en general, todo
hombre sea el que fuere, se articula sobre lo ya iniciado del trabajo, de la vida y
del lenguaje (Foucault, 2002, p. 321).
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
b. El viejo análisis del discurso se fracciona en dos partes: por un lado, sub-
siste como conocimiento de las formas gramaticales, con ciertas transfor-
maciones. Por otro lado, se convierte en una analítica de la finitud. Esta
partición pone de manifiesto algo de suma importancia según Foucault, a
saber: la incompatibilidad entre la primacía del lenguaje y la primacía del
77
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
hombre: el reinado del ser del hombre solo fue posible gracias a la eclosión
del discurso clásico como lugar de síntesis del ser y el pensar; por su parte,
el discurso clásico prescindió por casi dos siglos de la analítica del ser del
hombre mientras funcionó articulado con una teoría de la representación.
De acuerdo con esto, afirma Foucault, la nueva importancia que ha cobrado
el lenguaje desde el siglo XIX amenaza con hacer desaparecer de nuevo la
preocupación central en que se convirtió el hombre desde fines del siglo
XVIII.
El sueño antropológico
De esta manera, arribamos a la conclusión central del capítulo nueve del libro
Las palabras y las cosas. Así como la época clásica quedó presa en la dogmática
–en la idea de que el análisis exhaustivo de las representaciones sería a su vez
el análisis de todos los conocimientos posibles y del orden de lo real–, la época
moderna duerme bajo el influjo de una nueva dogmática: la antropología. Y
es que, según la disposición epistemológica de la modernidad, el análisis del
ser del hombre brinda a su vez todo aquello que puede darse a la experiencia
general del hombre.
Según Foucault, y en un tono que recuerda al mismo Kant, hay que despertar
al pensamiento de este segundo sueño dogmático. Y esto solo se logra des-
vertebrando el cuadrilátero antropológico que acaba de definir en el capítulo
9. Para este fin, Foucault agrega un par de elementos. En primera instancia,
recuerda el advenimiento histórico de la episteme moderna en todo lo que tiene
de aleatorio y accidental, atacando así de entrada la posibilidad de una teoría
general sobre la esencia del hombre. En segundo lugar, ofrece una vía alternativa
para recluir esta tendencia antropológica que caracteriza a la época moderna:
volver de nuevo a una reflexión fundamental sobre el retorno del lenguaje,
descentrando de esta manera al sujeto de conocimiento como principio y fin
78
De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
de la experiencia del orden. ¿Será acaso que nos hallamos en el umbral de una
nueva época?, se pregunta Foucault.
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
que reclama, como los seres vivos y las lenguas, un principio de elucidación
definitivo. Esta nueva figura autoriza una posición novedosa en la historia del
pensamiento occidental, a saber, “el hombre se convierte en aquello a partir
de lo cual todo conocimiento puede constituirse en su evidencia inmediata y
no problemática; a fortiori, se convierte en aquello que autoriza poner en duda
todo el conocimiento del hombre” (Foucault, 2002, p. 35).
80
De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
Esta situación (mixtura) las pone en relación con todas las otras formas del saber:
tienen el proyecto, más o menos diferido pero constante, de darse o en todo caso
de utilizar, en uno u otro nivel, una formalización matemática; proceden según los
conceptos de la biología, de la economía y de las ciencias del lenguaje; se dirigen
en última instancia a ese modo de ser del hombre que la filosofía trata de pensar
en el nivel de la finitud radical, en tanto que ellas mismas quieren recorrer sus
dimensiones empíricas (Foucault, 2002, p. 337).
Se puede definir a las ciencias humanas en relación con las matemáticas: por
un lado, se determina aquello que es matematizable en estos saberes, o por el
contrario, se delimita aquello que es matematizable y aquello que entra en el
campo de la comprensión, de la interpretación. Pero Foucault muestra que
esta definición de la forma de las ciencias humanas por lo matematizable es
insostenible:
81
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Si no se debe ubicar a las ciencias humanas en el espacio abierto por las ciencias
exactas en la época moderna, entonces ¿en qué lugar del triedro epistemológico
moderno se les puede ubicar? La respuesta de Foucault es clara:
En cambio, las dificultades más sustanciales, aquellas que permiten definir mejor
lo que son, en su esencia, las ciencias humanas, se alojan por el lado de las otras
dos dimensiones del saber: aquella en que se despliega la analítica de la finitud y
aquella a lo largo de la cual se reparten las ciencias empíricas que tienen por objeto
el lenguaje, la vida y el trabajo (Foucault, 2002, pp. 340-341).
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De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
De modo más general, el hombre no es, para las ciencias humanas, este ser vivo que
tiene una forma muy particular (una fisiología muy particular y una autonomía
casi única); es ese ser vivo que, desde el interior de la vida a la cual pertenece
por completo y por la cual está atravesado todo su ser, constituye representaciones
gracias a las cuales vive y a partir de las cuales posee esta extraña capacidad de
poder representarse precisamente la vida (2002, p. 342).
La forma de las ciencias humanas es, pues, esta relación tensa entre las ciencias
empíricas y la filosofía como reflexión sobre la finitud del hombre: de las ciencias
empíricas toman las ciencias humanas la elucidación de los supuestos y leyes
trascendentales que rigen, desde fuera, la constitución natural de ese doble
empírico-trascendental nacido entre los siglos XVIII y XIX; pero, finalmente, lo
hacen no con la intención de reducir al hombre a su funcionamiento biológico,
económico y lingüístico, sino más bien para comprender al hombre como ese ser
empírico capaz de construir representaciones que delinean los campos positivos
de la biología, la economía y la lingüística: “(Las ciencias humanas) reconducen
subrepticiamente a las ciencias de la vida, del trabajo y del lenguaje al lado de
esta analítica de la finitud que muestra cómo puede el hombre habérselas en
su ser con esas cosas que conoce y conocer esas cosas que determinan, en la
positividad, su ser” (Foucault, 2002, p. 343).
83
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
84
De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
La tesis de Foucault es que estos tres modelos son, finalmente, los mojones
principales en el devenir de las ciencias humanas en Occidente. Primero fue
el reinado del modelo biológico –en el que el hombre, su psique, la sociedad
y demás son vistos como seres vivos y se los analiza en virtud de la función–;
después estaría el reinado del modelo económico, en el que las actividades
humanas son vistas desde la perspectiva del conflicto; y posteriormente, viene
el imperio del modelo filológico y lingüístico: estadio en que se trata de buscar
y desvelar el sentido oculto, y de sacar a luz el sistema significante. Ahora bien,
el desplazamiento de modelos que va del biológico al lingüístico, encuentra
un segundo desplazamiento que llevará a Foucault al problema del papel de la
representación en las ciencias humanas.
85
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
86
De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
87
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
(…) Es también el mismo caso de lo que hoy se llama las ciencias humanas; dibujan,
cuando se les hace el análisis arqueológico, configuraciones perfectamente positivas;
pero desde el momento en que se determinan estas configuraciones y la manera en
que están dispuestas en la episteme moderna, se comprende por qué no pueden ser
ciencias: en efecto, lo que las hace posibles es una cierta situación de vecindad con
respecto a la biología, a la economía y a la filología; no existen sino en la medida
en que se alojan al lado de éstas – o más bien debajo, en su espacio de proyección.
Sin embargo, mantienen con ellas una relación que es radicalmente diferente de la
que puede establecerse entre dos ciencias conexas o afines: en efecto, esa relación
supone la transferencia de modelos exteriores en la dimensión de lo inconsciente
y de la consciencia y el reflujo de la reflexión crítica hacia el legar mismo del que
provienen esos modelos (Foucault, 2002, p. 355).
La historia
Las tres configuraciones epistemológicas que se conocen con el nombre de cien-
cias humanas son, a saber, la psicología, la sociología y el estudio de las lenguas
y las literaturas; cada una de estas, como se vio anteriormente, está definida
por su respectivo espacio de proyección que linda con las ciencias empíricas
(biología, economía y lingüística respectivamente), ciencias en virtud de las
cuales se conforma el estatuto positivo de los saberes sobre el hombre.
88
De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
Ahora bien, los trascendentales que constituyen el entramado en que está ins-
crito el nacimiento del hombre (norma, regla y sistema significante), delimitan
a su vez el carácter finito de este: el hombre en tanto ser vivo se da en el borde
de aquellas normas (naturales) que definen sus funciones biológicas; en tanto
ser económico, el hombre aparece en el límite mismo de las reglas que rigen los
sistemas productivos y de consumo que definen su vida en sociedad; finalmente,
el hombre en tanto ser de habla se da en la maraña de los sistemas significantes
que hacen posibles las palabras y las lenguas.
Así pues el hombre está, por un lado, fundado, pero por otro lado funda por
medio de las representaciones la positividad de las ciencias y saberes sobre la
naturaleza, la sociedad, el lenguaje y, último gradiente, sobre sí mismo. Es por
esta razón que Foucault afirma que para comprender mejor el estatuto de las
ciencias humanas, habría que afirmar que su posibilidad está dada en los inters-
ticios abiertos entre las ciencias empíricas (biología, economía y lingüística) y
la reflexión filosófica sobre la finitud.
Pues bien, en este punto el filósofo francés introduce una reflexión sobre la
historia. Pero, ¿a nombre de qué? Hay dos respuestas a este interrogante. En
primer lugar, se lee en casi todos los manuales de historia de las ideas que el siglo
XIX fue el siglo histórico por excelencia: el conocimiento, la moral, el arte, la
política, todo se da en el movimiento de despliegue de la historia. La historia
es, por decir así, el deus ex machina del pensamiento moderno. Pero, razón aún
89
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
más profunda, Foucault halla en sus indagaciones que hay una correlación
epistemológica entre historia y ciencias humanas21:
En todo caso, esta disposición de la historia en el espacio epistemológico tiene una
gran importancia para su relación con las ciencias humanas. Puesto que el hombre
histórico es el hombre vivo, que trabaja y habla, todo contenido de la historia sea
cual fuere depende de la psicología, de la sociología o de las ciencias del lenguaje.
Pero, a la inversa, puesto que el ser humano se ha convertido en histórico de una
cabo a otro, ninguno de los contenidos analizados por las ciencias humanas puede
permanecer estable en sí mismo ni escapar al movimiento de la historia (Foucault,
2002, p. 359).
21. Foucault sostiene que, a pesar de las apariencias y de lo sabido y consabido en los manuales
de Filosofía, el siglo XIX se consolida como el siglo de la historia en virtud de que el hombre
que lo habitó se halló, de súbito, deshistorizado. Esta deshistorización se da gracias al decli-
ve de los discursos omniscientes, totalizantes que planteaban la idea de un discurrir unitario
y teleológico de los tiempos (ora la versión cristiana que organizaba el devenir del mundo
de acuerdo con un plan en parte humano y en parte divino, ora la concepción estoica que
ordenaba bajo el sino de un tiempo cósmico el discurrir de las cuestiones humanas y de los
fenómenos naturales). Pues el hombre del siglo XIX incursiona a la sombra del carácter
insostenible de estas cronologías y doctrinas. Por esta razón, en la maraña de los tiempos
que le determinan desde fuera (vida, trabajo y lenguaje), el hombre del siglo XIX parte en
la búsqueda insistente de su historicidad. Véase: FOUCAULT, Michel. (2002). Las palabras
y las cosas, Argentina: SigloXXI, pp. 358-359.
90
De la arqueología de las ciencias humanas a la muerte del hombre...
interior de una historicidad que los constituye y los atraviesa; porque las formas
tomadas sucesivamente por las ciencias humanas, la elección que hacen de su
objeto, los métodos que le aplican son dados por la historia, sostenidos sin cesar
por ella y modificados a su gusto” (Foucault, 2002, pp. 359-360).
91
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
b. Que el siglo XIX plantea el tema del sujeto de conocimiento con una pers-
pectiva diferente, a saber, la de la historicidad; perspectiva que introduce
el tema de la imposibilidad de saberes absolutos y el carácter inevitable de
la relatividad del conocimiento de las ciencias humanas.
92
Vigilar y castigar: emergencia
y procedencia del individuo moderno
a la luz de una anatomopolítica
del cuerpo humano
93
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
94
Vigilar y castigar: emergencia y procedencia del individuo moderno a la luz ...
la tesis de que esas concepciones históricas que se dan a la búsqueda del origen,
guardan en su seno rezagos de una metafísica de corte platónico. Esta historia
metafísica “se esfuerza en recoger la esencia exacta de la cosa, su posibilidad más
pura, su identidad cuidadosamente replegada sobre sí misma, su forma inmóvil
y anterior a lo que es externo, accidental y sucesivo” (Foucault, 1992, p. 17).
Es contra esta historia tradicional que la genealogía afila sus armas. En primer
lugar poniendo en duda la existencia de algo, así como un origen de las cosas,
de los valores morales, de los sentimientos. A través del uso de los términos
procedencia (Herkunft) y emergencia (Entstehung) es que el genealogista se
dará a la labor de deconstruir esa metafísica de la historia que ha dominado el
horizonte filosófico occidental desde Sócrates hasta Hegel y Marx.
22. Foucault sostiene que, a pesar de las apariencias y de lo sabido y consabido en los manuales
de Filosofía, el siglo XIX se consolida como el siglo de la historia en virtud de que el hombre
que lo habitó se halló, de súbito, deshistorizado. Esta deshistorización se da gracias al decli-
ve de los discursos omniscientes, totalizantes que planteaban la idea de un discurrir unitario
y teleológico de los tiempos (ora la versión cristiana que organizaba el devenir del mundo
de acuerdo con un plan en parte humano y en parte divino, ora la concepción estoica que
ordenaba bajo el sino de un tiempo cósmico el discurrir de las cuestiones humanas y de los
fenómenos naturales). Pues el hombre del siglo XIX incursiona a la sombra del carácter
insostenible de estas cronologías y doctrinas. Por esta razón, en la maraña de los tiempos
que le determinan desde fuera (vida, trabajo y lenguaje), el hombre del siglo XIX parte en
la búsqueda insistente de su historicidad. Véase: FOUCAULT, Michel. (2002). Las palabras
y las cosas, Argentina: Siglo XXI, pp. 358-359.
95
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Cuadro 1
Caracterización general de la historia tradicional
96
Vigilar y castigar: emergencia y procedencia del individuo moderno a la luz ...
Pero Foucault halla una cosa muy distinta. No la razón que avanza progresi-
vamente hacia su propia consumación, ni el paroxismo de un sentimiento de
humanidad que dimana de los jueces en particular, y de las sociedad en general,
hacia lo que hay de humano en el criminal; por el contrario, lo que se encuentra
es una reforma del sistema de administración de justicia: la burguesía del siglo
XVIII ve aparecer una nueva forma de ilegalismos que atacan frontalmente
los derechos de propiedad y percibe el antiguo régimen de administración de
justicia –monárquico– como un sistema incapaz de garantizar adecuadamente
la seguridad y la reparación de los delitos:
97
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
ta, los controles se hacen más densos y las intervenciones penales más precoces
(Foucault, 2005, p. 82).
La reforma del sistema penal en el siglo XVIII, la cual marca el umbral de paso
de la penalidad supliciante a la penalidad disciplinante, dibuja en la maraña
de pasiones e intereses nuevos un campo de lucha en el que unas fuerzas
traban relación con otras y disponen de una manera novedosa las reglas y las
instituciones. En efecto, la burguesía veía con desconfianza el sobrepoder del
soberano en la práctica penal: si el soberano decide quitar la vida o perdonar al
delincuente puede hacerlo sin ningún tipo de objeción. Por esta razón, la reforma
debe procurar construir un sistema penal que no dependa de la voluntad de una
persona y que disponga los mecanismos pertinentes para clasificar los delitos
y hacer cumplir los castigos asociados con los primeros. Como puede verse, la
reforma del sistema penal es la expresión concreta de un campo de lucha en el
que disputan fuerzas históricas concretas –en este caso la burguesía emergente
y la monarquía y las instituciones anejas a esta–23. Esta breve alusión al segundo
capítulo del libro Vigilar y castigar sirve para ilustrar en qué sentido el genealogista
es un bufón: se burla, abierta y directamente, de las grandes ideas solemnes,
de los elevados sentimientos de humanidad; pero se burla sin evadirlos con
indignación: el genealogista entiende que la historia animada por las pasiones
humanas es un desfile inagotable de máscaras, es un carnaval concertado.
23. La reforma del sistema penal que se efectúa en el siglo XVIII (en la que aparecen teóricos
tan importantes como Beccaria) consiste en un proyecto político que comprende: 1. La
división en zonas y el rastrillado de los ilegalismos (de cara a la consolidación de un sistema
de producción capitalista y la emergencia de una nueva clase social: la burguesía); 2. La ge-
neralización de la función punitiva (antes de la reforma el poder de castigar era sumamente
irregular y heterogéneo: esto impedía la coherencia y la unificación de un único poder de
castigar y la definición estricta de los crímenes y los castigos) (Foucault, 2005 p. 83); 3. Fi-
nalmente, la delimitación del poder de castigar (antes de la Reforma, el rey se excedía en sus
funciones mientras otras instancias tenían un poder demasiado limitado), es decir, construir
una máquina de juzgar y castigar y no dejar estas funciones en manos de particulares. Este
proyecto político de Reforma trae consigo una nueva concepción del criminal, de los delitos
y de los castigos (Foucault, 2005 p. 106).
98
Vigilar y castigar: emergencia y procedencia del individuo moderno a la luz ...
como propia? El filósofo del siglo XVIII reivindicó para sí la razón ilustrada como
una patria primera. La razón le hizo libre de los yugos externos, de la opresión
política y social; entonces reivindicó la autonomía como fuente de la acción
moral. Pero en el umbral de esta libertad y esta autonomía individuales estaba
el entramado abigarrado y sin costuras de la sociedad disciplinaria. Al acudir
a los bajos fondos de la historia, al interrogar al cuerpo y sus ritmos vitales, el
genealogista saca a la luz lo Otro de la razón: la autonomía y la libertad son
efectos de superficie de un trabajo silencioso pero efectivo que las disciplinas
hacen sobre el cuerpo. Pero la verdad es que no existe lo Otro de la razón: ésta
se construye sobre aquello que ella misma se empecina en negar y excluir–sobre
todo del cuerpo, de ese cuerpo que el mismo Nietzsche equiparaba con la razón–.
En este sentido, pues, la identidad se difumina desde el momento preciso en
que resulta imposible alcanzar de nuevo esa patria primera de las esencias que
la razón en sus propios desvaríos ha creído entrever.
99
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Cuadro 2
Caracterización general de la genealogía
Modalidad de
Postulados de la historia Usos de la historia
la historia
1. La genealogía descubre En contraposición a la historia monumen-
el secreto de que detrás tal, la cual recupera y conserva las grandes
de las cosas no hay esen- cimas de la civilización, el genealogista
cia, o mejor aún, de que encuentra un desfile inagotable de más-
su esencia fue construida caras que se suceden unas a otras. No hay
pieza por pieza a partir de cumbre del pasado al cual aferrar nuestra
figuras extrañas a ella (el identidad presente: antes bien, luego de
alma del hombre moderno descubrir la índole carnavalesca de la his-
se construye a través de la toria, tal vez nos quede por reconocer que
sujeción que el dispositivo la originalidad que aún nos está permitida
disciplinario ejerce sobre el consiste precisamente en ser creadores
cuerpo) (Foucault, 1992, y recreadores de máscaras que sirvan de
pp. 18-22). recambio.
2. La genealogía descubre que En lugar de restituir con la historia anti-
el comienzo histórico es cuaria aquel suelo que sirve como referente
bajo, irrisorio, irónico. De de identidad (suelo, nación, cultura) el
allí que no encuentre so- genealogista muestra que lo plural habita
lemnidad en el mismo. No esa supuesta identidad que encarnamos.
hubo un primer momento No tenemos un alma sino múltiples almas
anterior a los instantes en finitas (Foucault, 1992, p. 66). La genea-
que el ser se desgajara, logía busca disipar las identidades, mostrar
Genealogía traslúcido, de ningún prin- las discontinuidades que nos definen.
cipio creador perfecto y
bondadoso. Los comienzos La genealogía busca disociar el sujeto de
están regados con sangre; conocimiento. La genealogía es un saber
más allá de la fuerza de la perspectivo. Por tal razón es injusto. No al-
razón y de la moralidad está canza ningún tipo de objetividad: el genea-
el cuerpo y sus debilidades, logista no puede tomar distancia de aquello
las intrigas y las pasiones que analiza. Si el sujeto de conocimiento es
inconfesadas. ese ojo puro y luminoso que contempla el
mundo, entonces ese sujeto queda abolido
3. La genealogía encuentra en la genealogía. Pues el genealogista se in-
que detrás de la verdad volucra en aquello que conoce, busca decir
hay una proliferación de sí o no, busca tomar partido. La genealogía
errores. La verdad también es una forma de apropiarse las reglas, las
tiene su historia: el hombre leyes, los conceptos, los valores para darles
del humanismo burgués, un nuevo giro, un nuevo sentido. El genea-
con sus sólidos valores mo- logista reconoce la ausencia de fundamento
rales y sus conocimientos histórico de la que procede, pero pone en
bien cimentados, ha sido juego el carnaval de máscaras que desfilan
modelado en los cuarteles en el inagotable escenario de la historia.
militares, en los hospitales No hay sustrato alguno. La genealogía es
y en las escuelas. un juego de dados que el historiador hace
ante el juego dado de la voluntad de poder.
100
Vigilar y castigar: emergencia y procedencia del individuo moderno a la luz ...
101
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
En este sentido, hacer genealogía implicará de suyo develar los sistemas de su-
jeción que la sociedad construye en torno del cuerpo, para determinar de esta
manera la cualidad de la fuerza que ese mismo cuerpo expresa en su relación
con los dispositivos de sujeción.
102
Vigilar y castigar: emergencia y procedencia del individuo moderno a la luz ...
Al mostrar la índole relativa de los valores morales, de las reglas y las leyes, la
genealogía enseña a su vez que la historia es de aquellos que se apropian de las
normas, los valores y les donan un sentido nuevo. Hacer genealogía permite
sacar a la luz la contingencia de los diversos sistemas de valoración e interpre-
tación y, por tanto, también es la posibilidad de una toma del poder a través de
la configuración de un nuevo sistema de valoración de las normas (Foucault,
1992, pp. 30-41).
En estas páginas queda pues expuesta la concepción más o menos sistemática que
Foucault plantea en su ensayo Nietzsche, la genealogía, la historia. Lo que viene
en esta investigación debe verse como un esfuerzo por aplicar al libro Vigilar
y castigar los andamios conceptuales y metodológicos de la genealogía, con el
objetivo de hacer explícita la peculiar forma de investigación de Foucault, al
tiempo que demostrar la manera como su análisis de la sociedad disciplinaria
lleva implícita una crítica radical de los valores profesados por el humanismo
burgués.
103
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
He aquí pues el campo de acción en el que se inscribe el libro Vigilar y castigar: una
cierta perspectiva histórica en virtud de la cual se descifran ciertos regímenes de
verdad, ciertos dominios subjetivos y objetivos que son constitutivos de aquello
que una sociedad considera como verdadero, como enunciable. Lo novedoso
de este enfoque está precisamente en la cesura que introduce en el ámbito de
la reflexión epistemológica. Y es que a lo largo de la historia de la filosofía, la
cuestión de la verdad ha sido fundamentalmente una cuestión que atañe a la
razón misma, a sus aciertos y yerros, a sus métodos adecuados y a los discursos
articulados en consecuencia, pero jamás osó filósofo alguno a sostener –por lo
menos hasta el siglo XIX– que las verdades de razón eran, en el fondo, efecto
de unas ciertas formas de relación social, económica y política muy puntuales.
104
Vigilar y castigar: emergencia y procedencia del individuo moderno a la luz ...
De esta manera, hay que enmarcar los análisis elaborados en el texto Vigilar y
castigar desde una doble perspectiva, a saber:
a. Como una aportación a esa historia externa de la verdad que halla en las
relaciones de poder inscritas en una sociedad, las condiciones de posibilidad
del discurso y de las enunciaciones con pretensión de veracidad.
b. Una especial aportación a esa historia de los diferentes modos por los cuales
los seres humanos devienen sujetos; en particular, como una historia de esas
prácticas divisorias (cuerdo-sano, criminal-buen ciudadano) que están en
la base de la configuración del sujeto moderno.
105
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
4. El poder no actúa por medio de la represión. Esta es una tesis capital del pen-
samiento foucaultiano: el poder produce realidad. Con sus técnicas, sus
dispositivos y sus estrategias interviene sobre los individuos, los modela,
los recrea. El poder, además de la ley, produce la norma, esto es: el criterio
de referencia en virtud del cual van a ser cualificados, valorados y juzgados
los comportamientos individuales al interior de un sistema social, de una
institución, de una relación. “Esta producción de lo Real, esta transforma-
ción técnica de los individuos tiene un nombre en nuestras sociedades:
normalización” (Morey, 1983, p. 258).
106
Vigilar y castigar: emergencia y procedencia del individuo moderno a la luz ...
Estos son los postulados metodológicos que definen el punto de partida del
pensamiento de Foucault. Hay que ir más allá del Estado, de las clases sociales,
de la ley para lograr captar la manera como funciona el poder. Esto no significa
que hay que malentender la posición del pensador francés: Foucault no niega la
existencia de las clases, ni del Estado o las instituciones; simplemente considera
que los modelos de análisis basados en estas realidades no son suficientes para
hacerle frente, de manera adecuada, a la manera como el poder gestiona la vida
en las sociedades contemporáneas. Dejemos, no obstante, que sea el mismo
Foucault quien despeje el alcance de su perspectiva genealógica:
Cuando yo planteo la cuestión del poder, lo que de hecho hago es preguntar por
su funcionamiento, por el ejercicio del poder. Haciendo una comparación-aunque
todas son cojas-, podría decirse: cuando en el siglo XVIII se planteó el problema
de la electricidad, comenzaron a hacerse descubrimientos capitales sobre ella a
partir del momento en que dejó de preguntarse cuál era su naturaleza o de dónde
venía…Yo hablo de cómo funciona, no de dónde ocurre. Preguntarse de dónde
viene la electricidad, si es lo mismo o no que la corriente vital, si se emparenta con
los espíritus animales…no son éstos los problemas. Con el poder pasa un poco lo
mismo: preguntar si el poder viene del estado, si todo el poder surge de la domina-
ción de una clase sobre otra, no es la cuestión. (…) Más vale preguntar: ¿Cómo
ocurre?, ¿Cómo se distribuye? Es esto lo que me interesa, estos canales, estos hilos,
estas corrientes. Es la nervadura del poder lo que yo trato de encontrar24 (Citado
por Morey, de Foucault, p. 259).
¿De qué se trata entonces? Del funcionamiento del poder, no de la esencia mis-
ma del poder. De allí que en la obra de Foucault aparezcan permanentemente
términos tales como dispositivo, táctica, estrategia y tecnología, todos términos
que hablan acerca de cómo sucede algo, cómo pasa y no qué es. Esta estrategia
foucaultiana apunta a desbloquear epistemológicamente las teorías clásicas
24. Esta nota es extraída por Miguel Morey de una comunicación personal de Foucault. En esta,
el pensador francés utiliza como metáfora las explicaciones de Bachelard sobre la electrici-
dad como medio de desbloqueó epistemológico.
107
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
En efecto, si fuese menester poner Vigilar y castigar bajo el signo de algún hori-
zonte filosófico particular, este sería el inaugurado por el filósofo alemán Friedrich
Nietzsche. Esta relación es clara en la medida en que el proyecto genealógico
que Foucault desarrolla y sistematiza, desde una perspectiva metodológica e
investigativa, es el doblez mismo de las reflexiones de Nietzsche contenidas en
obras dispersas y concentradas en una de las obras cumbre de su pensamiento,
a saber, La genealogía de la moral. Ahora bien, ¿qué es lo propio del pensamiento
nietzscheano? ¿Qué hay de novedoso en la filosofía del autor del Zaratustra?
Entre los múltiples puntos que podrían indicarse aquí, vale la pena señalar los
siguientes:
– Esta filosofía de los valores se configura bajo un nuevo signo, a saber, pre-
guntar por el sentido y el valor de los valores. Esto significa que el problema
central de esta filosofía de los valores es el punto de vista del que proceden
tales valores, la perspectiva desde la cual los valores son producidos y crea-
dos. Hay que ir tras las valoraciones que fundan determinados valores y dejar
de pensar en un valor en sí de lo bueno, de lo malo, de lo justo: “lo alto y
lo bajo, lo noble y lo vil no son valores, sino representación del elemento
diferencial del que deriva el valor de los propios valores” (Deleuze, 2000, p.
8). Segundo desplazamiento fundamental: la filosofía crítica de Nietzsche
es antiesencialista y, por consiguiente, antimetafísica.
108
Vigilar y castigar: emergencia y procedencia del individuo moderno a la luz ...
– Puesto que no hay cosas ni esencias por las cuales determinar científicamente
el sentido de la realidad, la filosofía se convierte en una sintomatología y en
una semiología. Las fuerzas se apropian las cosas y hacen que el sentido de
las cosas y las palabras varíe, fluctúe. Por ejemplo: la representación tuvo un
sentido particular en el siglo XVII y otro muy diferente en el siglo XIX. El
genealogista se pregunta qué fuerzas entran en pugna en estos dos momentos
puntuales de la historia para determinar el sentido de la representación.
¿Qué ha pasado entre Descartes y Schopenhauer, por ejemplo? Cada nuevo
sentido de una cosa o una palabra en la historia es un síntoma y un signo.
El filósofo crítico (genealogista) debe ser a la vez médico e intérprete, es
decir, atisbar el estado de las fuerzas que definen una cierta sintomatología
en el modo de ser de las cosas, los discursos, los cuerpos incluso. Atisbar
este estado de las fuerzas y determinar las relaciones entre estas: eso es la
interpretación. La filosofía es un complejo arte de la interpretación.
109
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
toma su apoyo, recibe sus justificaciones y sus reglas, extiende sus efectos y
disimula su exorbitante singularidad” (Foucault, 2005, p. 30).
Esta historia del alma moderna, no obstante, asume un cariz particular, a saber:
se enfoca desde la perspectiva de una cierta economía política del cuerpo que
está en la base de las sociedades modernas occidentales. ¿Qué significa esto? En
primera instancia que el alma existe pero no de la manera como siempre se ha
creído: existe al interior, en la superficie y alrededores de un cuerpo sometido
siempre a unas determinadas relaciones de poder y de saber que lo cercan: “el
alma es el elemento en el que se articulan los efectos de determinado tipo de
poder y de referencia de un saber” (Foucault, 2005, p. 36). En segundo lugar,
la perspectiva sobre el poder será definida, por el mismo Foucault, como mi-
crofísica del poder, toda vez que, como se anotó con anterioridad, el poder no
es algo que se posea ni que repose en una instancia central que lo ejerce, sino
algo “cuyo campo de validez se coloca en cierta manera entre estos grandes
funcionamientos (instituciones) y los cuerpos mismos con su materialidad y
sus fuerzas” (Foucault, 2005, p. 31).
110
Vigilar y castigar: emergencia y procedencia del individuo moderno a la luz ...
111
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Cuadro 3
Periodización del poder punitivo moderno en Occidente
Orden Forma penal Castigo dominante Período histórico
político
Clasicismo: entre el s.
Despótico Supliciante Suplicio XVII a la primera mitad
del s. XVIII.
Busca la reforma penal:
Busca la reforma penal: abandono del suplicio.
Tránsito del abandono del suplicio. Búsqueda de una forma
Segunda mitad del s.
despotismo al Búsqueda de una forma de penalidad suavizada
XVIII.
orden burgués de penalidad suavizada pero efectiva. (Oposi-
pero efectiva. ción entre reformadores
y correctores).
Disciplinante-norma-
Burgués Prisión Siglo XIX.
lizante
Desde la óptica en la que se coloca Foucault, este exceso de poder posee una
racionalidad muy precisa: reactiva toda la circulación del poder por medio de la
representación pública de la venganza del Príncipe, lo que hace que se recalifique
la deuda infinita entre el soberano y sus vasallos (Morey, 1883, p. 273).
112
Vigilar y castigar: emergencia y procedencia del individuo moderno a la luz ...
Por otro lado, según Foucault, para la segunda mitad del siglo XVIII hubo un
suavizamiento de las prácticas delictivas mismas, una transformación en el modo
mismo de ser de los ilegalismos. Se paso de una delincuencia de sangre a una
delincuencia de fraude. Más allá de atacar los cuerpos, la delincuencia buscaba
la sustracción de los bienes. Estas situaciones de orden histórico y político llevan
pues a la concepción de una reforma penal. El objetivo: hacerle frente a esta
nueva forma de ilegalismos que se da en el seno de una sociedad mercantilista,
a la vez que contener el exceso de poder del soberano en la administración de
la justicia. Los principios generales de este reforma penal son, a saber: establecer
un poder de juzgar sobre el que no pese el ejercicio del poder soberano; un poder
de juzgar independiente, que se libere de la pretensión de legislar; un poder de
juzgar desligado de las relaciones de propiedad.
113
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
que anima el crimen a través de la representación del castigo, casi sin tocar el
cuerpo y mucho menos sin dolor ni padecimientos atroces. Con la reforma del
sistema punitivo comienza su andadura el proyecto de hacer del castigo sobre
una presa inmaterial (el alma). Los rasgos generales de este modelo reformista
se representa en el Cuadro 4.
Cuadro 4
Caracterización general del modelo penal reformista
OBJETIVO CARACTERÍSTICAS
Hacer funcionar la idea de crimen –– El castigo se propone evitar que se repita el crimen.
como signo del castigo, a través de –– No se trata de borrar el crimen sino de transformar
un arte de las representaciones que el culpable.
no haga necesaria la intervención
directa y atroz sobre el cuerpo del –– Se debe singularizar la pena.
condenado. Busca restituir el sujeto –– Se debe hacer partícipe a la ciudadanía como
jurídico del pacto (contrato social). sujeto de la agresión del delincuente.
Por la misma época se da sin embargo una disputa entre aquellos que propug-
nan una reforma del sistema penal y otros que detentan una concepción de la
penalidad como corrección de la conducta individual. Los correctores com-
parten con los reformistas algunas ideas –se trata de evitar la repetición del
crimen, de transformar al delincuente, entre otras–. No obstante hay también
enormes diferencias entre ambas posturas. Tales diferencias pueden percibirse
en el Cuadro 5.
Cuadro 5
Caracterización general del modelo correccionista
OBJETIVO CARACTERÍSTICAS
Realizar una manipulación de los –– Impone una corrección que excluye el espectáculo.
individuos, de su cuerpo, de su tiem-
–– La corrección es discontinua (autónoma) respecto
po para modificar de esta manera
del poder judicial.
sus conductas delictivas. Formar un
sujeto obediente, plegado a las formas –– Se centra más en las técnicas de corrección (ejer-
de cualquier poder. cicios) que en las representaciones.
–– Hay una institución paradigmática donde se llevaría
a cabo la corrección: la cárcel.
Estos son, pues, los dos modelos alternativos al modelo supliciante del orden des-
pótico: una reforma pedagógica del delincuente (reformismo) y una corrección
técnica de la conducta del delincuente (correccionismo). Ya desde el siglo XVI
114
Vigilar y castigar: emergencia y procedencia del individuo moderno a la luz ...
Cuadro 6
Orden despótico Reformismo Correccionismo
Castigo que recali-
Castigo como Castigo como técni-
fica a los individuos
Sentido de la pena ceremonial de la ca de coerción sobre
como sujetos de
soberanía. los individuos.
derecho.
El soberano y su El aparato adminis-
Fuente del castigo El cuerpo social.
fuerza. trativo.
Efecto de la pena Marca Signo Huella.
Sujeto recalificán- Individuo sujeto a
Objeto de la pena Enemigo vencido.
dose. una coerción.
Vehículo de la pena Ceremonia Representación. Ejercicio.
Las almas cuyas
El cuerpo que se Los cuerpos que se
Eficacia de la pena representaciones se
suplicia. domestican.
manipulan.
A grandes rasgos este es el panorama jurídico penal que dominaba entre los
siglos XVII y XIX en Europa. En este punto Foucault se pregunta por qué fue
la prisión el dispositivo tecnológico que se impuso en Occidente y no otra
tecnología punitiva. En las páginas que vienen a continuación se aplicarán las
herramientas conceptuales más importantes de la genealogía al trabajo propia-
mente histórico que Foucault lleva a cabo en el texto Vigilar y castigar25, con el
25. Para comprender mejor el ejercicio que viene a continuación, es menester poner en claro
cuatro reglas generales de la investigación contenida en el libro Vigilar y castigar:
a. No centrar el estudio de los mecanismos punitivos en sus únicos efectos represivos sino
mejor en los efectos positivos, productivos.
b. Analizar los métodos punitivos no como consecuencias de reglas de derecho o
indicadores de estructuras sociales sino como técnicas específicas del campo general de
los procedimientos de poder.
c. Tratar la historia del derecho penal y de las ciencias humanas a partir de una matriz
común (la tecnología de poder está en el principio de la humanización de la pena como
del conocimiento del hombre).
d. La entrada del alma en la escena de la justicia penal es el efecto de una transformación en
la manera como el cuerpo es investido por las relaciones de poder (Foucault, 2005, p. 30).
115
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Pero el cuerpo está también directamente inmerso en un campo político; las relacio-
nes de poder operan sobre él una presa inmediata; lo cercan, lo marcan, lo doman,
lo someten a suplicio, lo fuerzan a unos trabajos, lo obligan a unas ceremonias,
exigen de él unos signos. Este cerco político del cuerpo va unido, de acuerdo con
unas relaciones complejas y recíprocas, a la utilización económica del cuerpo; el
cuerpo, en una buena parte, está imbuido de relaciones de poder y de dominación
como fuerza de producción. (…) El cuerpo solo se convierte en fuerza útil cuando
es a la vez cuerpo productivo y cuerpo sometido (Foucault, 2005, p. 33).
Cuerpo productivo y cuerpo sometido: extraña paradoja, toda vez que el desarro-
llo minucioso de las fuerzas y capacidades del cuerpo orgánico, que permite una
mejor aplicación y articulación con el aparato productivo capitalista, en lugar de
fortalecer la capacidad de resistencia y respuesta al sometimiento, termina por
dejar al cuerpo impávido ante los poderes que lo controlan y sujetan. Se podría,
pues, afirmar lo siguiente: la genealogía halla en la productividad y la docilidad
las cualidades más representativas del alma moderno-burguesa. Estas cualidades
de la fuerza o de la pulsión son ya un primer acercamiento a la determinación
de la procedencia del alma moderna. No obstante resulta menester profundizar
en algunas tesis antes de proseguir con la exposición.
116
Vigilar y castigar: emergencia y procedencia del individuo moderno a la luz ...
entre los siglos XVIII y XIX, particularmente en las sociedades europeas? Si bien
ya se ha indicado la procedencia del cuerpo-alma burgués, ahora es menester
indicar la forma como se inscribe tal cualidad en el cuerpo. En este sentido,
resulta necesario echar un vistazo a la caracterización que hace Foucault de la
sociedad disciplinaria.
26. Lo novedoso de la relación que las disciplinas establecen con el cuerpo en el siglo XVIII
consiste en:
a. Trabajan el cuerpo en sus partes y no ya de manera global (el aprendizaje de la escritura,
por ejemplo, consiste en la articulación de diversas posturas del cuerpo .espalda recta,
piernas, brazos y mano, dedos etc…).
b. El control se ejerce sobre las fuerzas corporales.
c. La modalidad de control: implica una coerción constante sobre los procesos más que
sobre los resultados (cumplimientos de horarios, asignación de actividades, gradación
y cumplimiento de competencias y metas como en el caso de la educación que implica
una movilidad ascendente o descendente) (Foucault, 2005, p. 140-141).
117
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
–– La elaboración temporal del acto: pero no es solo el tiempo visto desde fuera,
el tiempo que pasa en los relojes. Es el tiempo vivido desde dentro, en el
esfuerzo y la precisión o imprecisión con que se ejecuta cada actividad. La
disciplina describe rigurosamente las acciones y movimientos singulares del
cuerpo que constituyen tal o cual actividad (marchar o escribir).
27. Véase: SLOTERDIJK, Peter. (1999). Normas para el parque humano. Editorial Ciruela.
118
Vigilar y castigar: emergencia y procedencia del individuo moderno a la luz ...
Segunda gran conclusión: el cuerpo deja de ser lo que fue para Descartes, algo
mecánico una simple res extensa. Aparece el cuerpo natural, portador de fuer-
zas y que posee a su vez una duración particular. De esta manera, el cuerpo se
ofrece a los ejercicios y las actividades impuestas por la disciplina; más que una
variable física y geométrica, el cuerpo es una realidad sintiente con sus propios
ritmos, su orden y sus condiciones internas. Más que una mera organización
de partes ligadas unas con otras, es un todo funcional cuyas fuerzas tienen la
capacidad plástica de crecer y multiplicarse en el ejercicio de las actividades.
Los dispositivos disciplinarios en el siglo XVIII descubren (o crean mejor) un
nuevo cuerpo: el cuerpo orgánico, natural.
119
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
mejor será la promoción del individuo en la sociedad y mucho mayor será tam-
bién el reconocimiento y, por tanto, el éxito.
120
Vigilar y castigar: emergencia y procedencia del individuo moderno a la luz ...
que debe alcanzar en el año lectivo, tanto como el soldado que no aprende
las maniobras militares a cabalidad). Ahora bien, el castigo disciplinario es
correctivo (al contrario del castigo supliciante que buscaba simplemente
demarcar la jerarquía de poder a través del uso de la fuerza y la violencia).
Se privilegian los castigos del orden del ejercicio: el que no escribe bien debe
repetir numerosas veces los ejercicios, hasta que alcance la competencia
indicada. Finalmente, en la disciplina el castigo es una figura en un siste-
ma de gratificaciones y sanciones. Los castigos deben evitarse. Pero deben
aplicarse de ser necesario: en virtud de este sistema de gratificaciones y
sanciones, los aparatos disciplinarios jerarquizan y clasifican a las buenas y
a las malas personas (los individuos normales y los anormales). El principio
por el que se rigen las sanciones disciplinarias no es la ley sino la norma.
En este sentido, pues, la operación fundamental del poder disciplinario es
la fabricación de hombres normales a través de una intervención técnica
sobre los mismos (Ver Cuadro 7).
Cuadro 7
Refiere los actos y conductas de los individuos a un conjunto referencial que
Compara
es campo de comparación y que define una serie de reglas a seguir.
Diferencia a los individuos unos de otros en relación con esta regla de conjunto
Diferencia
que sirve como marco de referencia para las acciones y conductas.
Determina en términos de valor las capacidades, acciones y el modo de ser
Jerarquiza
de los individuos en relación con las reglas o normas.
El conjunto de referencia (normas) define aquello con lo cual los individuos
Homogeneiza
deben buscar conformidad.
Traza el límite entre lo normal y lo anormal, entre lo conforme a la norma y
Excluye
aquello salvaje que no se pliega a la misma.
121
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
El panoptismo
Este esquema disciplinario encuentra en el siglo XIX un paradigma arquitec-
tónico de articulación: el panóptico del filósofo inglés Jeremy Bentham. De
acuerdo con Foucault este se define así:
122
Vigilar y castigar: emergencia y procedencia del individuo moderno a la luz ...
Para concluir, se podría afirmar que una sociedad disciplinaria es aquella sociedad
en la cual, a través de una serie de innovaciones técnicas puntuales como las
descritas unas páginas más arriba, se logra la gestión y el control productivo sobre
las multiplicidades humanas por medio del aislamiento, la individualización y
la visibilidad de los comportamientos individuales. Esto, claro es, en referencia
a un marco de normas establecidas desde las cuales es factible calificar tales
comportamientos y, por tanto, decidir el modo de corregir aquellos que sea
necesario corregir. El excedente del poder disciplinario que entre los siglos XIX
y XX lleva a tal poder fuera de instituciones totales como la cárcel y el hospital
psiquiátrico, se hace evidente en el papel crucial que empezaron a jugar los
esquemas disciplinarios y normalizadores al interior de instituciones como la
escuela y la familia. No es entonces excesiva la afirmación foucaultiana según
la cual desde el siglo XIX el poder disciplinario ha colonizado los espacios de lo
cotidiano en las sociedades occidentales.
123
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
He aquí pues, a grandes rasgos, el gran cuadro genealógico que esboza Foucault
en el libro Vigilar y castigar, para determinar la procedencia y la emergencia del
alma moderna. La procedencia del individuo moderno es de baja extracción:
sus fuerzas son de índole reactiva, es decir, están configuradas en virtud de
la estricta sujeción a los aparatos, ritmos, exámenes, actividades y ejercicios
impuestos al cuerpo por el dispositivo disciplinario. Aunque hay algo que hace
falta en la reflexión de Foucault: su análisis del poder se da en los extramuros,
124
Vigilar y castigar: emergencia y procedencia del individuo moderno a la luz ...
125
Poder pastoral, Estado moderno y
población: una lectura del curso de
1978. Seguridad, territorio, población
Como ha sido explícito en los capítulos anteriores, el presente trabajo tiene como
objetivo fundamental analizar y evaluar la reflexión arqueológica y genealógica
de Michel Foucault en torno de las formas de saber y de los dispositivos de po-
der, propios de las sociedades modernas occidentales. Para tal fin, en el primer
capítulo se explicita lo que el pensador francés denominó episteme moderna –sus
elementos constitutivos y las relaciones que la definen–, mientras el segundo
capítulo aborda el dispositivo disciplinario-normalizador como elemento deter-
minante en la constitución del individuo moderno. En el presente capítulo se
llevará a cabo un desplazamiento fundamental.
En efecto, desde el curso del año 1976, Defender la sociedad, el mismo Foucault
empieza a usar los términos biopoder y biopolítica para referirse a una transfor-
mación radical en el horizonte de las relaciones de poder en Occidente –entre
los siglos XVIII y XIX básicamente–. El siglo XVIII descubre que el blanco sobre
el cual se ejerce el poder no es solo el individuo, su cuerpo, energía y activi-
dades, sino también otra figura novedosa que empieza a dibujar su perfil en el
trasfondo sobre el que se proyectan los individuos disciplinados y normalizados,
a saber, la población:
Se percibe que la relación de poder con el sujeto, o mejor, con el individuo no debe
ser simplemente esa forma de sujeción que permite al poder recaudar bienes sobre
el súbdito, rique¬zas y eventualmente su cuerpo y su sangre, sino que el poder
se debe ejercer sobre los individuos en tanto constituyen una especie de entidad
bio¬lógica que debe ser tomada en consideración si queremos precisamente utilizar
esa población como máquina de producir todo, de producir ri¬quezas, de producir
bienes, de producir otros individuos (Foucault, 1999a, pp. 235-255).
127
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
28. “Durante milenios, el hombre siguió siendo lo que era para Aristóteles: un animal vivo
con la capacidad adicional de una existencia política; el hombre moderno, por su parte, es un
animal cuya política pone su existencia como ser vivo en cuestión". La traducción es mía.
128
Poder pastoral, Estado moderno y población: una lectura del curso de 1978 ...
(comercio) en las ciudades. Foucault anota esto. Sin embargo, ¿a qué se debe
semejante transformación? A la emergencia de los dispositivos de seguridad y
de su correlato: la población.
Cuadro 8
Concepción
Caso Características
del espacio
129
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Este es, pues, a grandes rasgos el paralelo que Foucault establece entre las
maneras como el esquema soberano, el disciplinar y el de seguridad asumen
el problema del espacio. Los proyectos urbanísticos entre el siglo XVIII y el
XIX buscan resolver la cuestión de la movilidad y la circulación, cada uno con
sus problemas fundamentales, por tal razón, sostiene Foucault que “así como
la soberanía capitaliza un territorio y plantea el gran problema de la sede del
gobierno, y así como la disciplina arquitectura un espacio y se plantea como
problema esencial una distribución jerárquica y funcional de los elementos, la
seguridad tratará de acondicionar un medio en función de acontecimientos o
elementos posibles, series que será preciso regularizar en un marco polivalente
y transformable” (Foucault, 2006, p. 40).
130
Poder pastoral, Estado moderno y población: una lectura del curso de 1978 ...
caso de las epidemias, los efectos negativos sobre la vida. Desde este momento,
afirma Foucault, el poder del soberano no se ejercerá simplemente sobre un
territorio, sino que ampliará su dominio hasta “ese punto de articulación donde
la naturaleza, en el sentido de elementos físicos, interfiere con la naturaleza en
el sentido de la naturaleza de la especie humana; en ese punto de articulación
donde el medio se convierte en determinante de la naturaleza” (Foucault, 2006,
p. 44). El dispositivo de seguridad de Nantes pone sobre la pista de la emergencia
de la población y del medio como eje de articulación de una forma novedoso
de gestión política: el biopoder.
Sea el problema de la viruela entre los siglos XVIII y XIX. En el siglo XVIII la
tasa de mortalidad por viruela en Europa era muy alta, 1 de cada 8 personas
moría de esta enfermedad. Pero apareció un procedimiento casi milagroso: la
variolización. Esta práctica, que es el antecedente más cercano de la vacuna-
131
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Las ventajas de este dispositivo son evidentes. Ante todo, la técnica de la va-
riolización posibilita la matematización rigurosa de la población en relación con
una epidemia. Y esta matematización, esta cuantificación permite establecer
cifras estadísticas acerca del comportamiento normal de la enfermedad en lo que
se refiere a la morbilidad, crecimiento o disminución de los casos. De nuevo,
el mismo esquema: la enfermedad no es algo que hay que impedir a como dé
lugar, simplemente es un fenómeno natural al que se le da curso por medio de la
réplica controlada (inoculación) del virus, de tal forma que este no sea mortal.
Por tal razón, este dispositivo de seguridad lo que establece es la normalidad
de la enfermedad y ofrece, a la racionalidad médica, un horizonte de acción, a
saber: buscar que las curvas anormales de las epidemias se acerquen más a las
curvas normales (media estadística). Es decir: a buscar un nivel tolerable de
enfermos, decesos y demás al interior de la población. En el cuadro 9 pueden
verse las diferencias entre la normalización al interior del dispositivo disciplinario
y la normalización al interior del dispositivo de seguridad.
Cuadro 9
Esquema Características
132
Poder pastoral, Estado moderno y población: una lectura del curso de 1978 ...
133
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
134
Poder pastoral, Estado moderno y población: una lectura del curso de 1978 ...
Hay que hacer una salvedad empero frente a estos planteamientos foucaultianos:
la preeminencia del tipo de poder que se denomina gobierno no significa que
los poderes soberano y disciplinario desaparezcan del mapa de las relaciones de
poder inscritas en las sociedades modernas occidentales. El mismo Foucault es
claro cuando sostiene que “estamos ante un triángulo: soberanía, disciplina y
gestión gubernamental, una gestión cuyo blanco central es la población (…)”
(Foucault, 2006, p. 135). La mecánica real del poder en las sociedades contem-
poráneas es mucho más compleja de lo que parece, puesto que los engranajes
del mismo resultan de la interacción entre las diversas tecnologías de poder: la
sexualidad será, por ejemplo, el lugar de inscripción múltiple de relaciones de
poder de orden disciplinario y gubernamental: “el sexo se tornará un instru-
mento de la acción disciplinar, y va a ser uno de los elementos esenciales de esa
anatomo-política de la que hablé, pero por otro lado es el sexo el que asegura
la reproducción de las poblaciones, y con el sexo, con una política del sexo
podemos cambiar las relaciones entre natalidad y mortalidad” (Foucault, 1999,
p. 247). De esta manera, pues, se evita la tentación simplificadora de definir la
sociedad contemporánea (s. XIX) como sociedad de control, en oposición a una
sociedad moderna disciplinaria (s. XVIII) y una sociedad de soberanía (s. XVII).
Ahora bien, para abordar con mayor precisión ese fenómeno característico de la
modernidad política que Foucault ha denominado gubernamentalidad, resulta
menester tener en cuenta que esta noción designa una cierta configuración
que es el resultado de la interacción de tres líneas de fuerza fundamentales
en Occidente, a saber, el poder pastoral, el sistema diplomático-militar y la
policía. En efecto, estas tres tecnologías de poder configuran el sustrato de la
gubernamentalidad moderna y, en consecuencia, la forma puntual de racio-
nalidad característica del Estado. Hay que iniciar entonces esta historia de la
gubernamentalidad con una aclaración de aquello que el pensador francés ha
denominado el poder pastoral.
Características fundamentales
del poder pastoral cristiano
Foucault dedica las clases del 8, 15 y 22 de febrero de 1978 a hacer el análisis
de lo que él mismo ha denominado poder pastoral. La manera como introduce
este problema da una indicación precisa del derrotero de su investigación. En
primera instancia, el pensador francés recoge en varios diccionarios diversas
definiciones y sentidos del término gobierno en lapsos históricos de tiempo (del
siglo IX al XV d.c.) en los cuales aún esta palabra no había adquirido su sentido
135
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Ahora bien, esta idea de que el gobierno tanto material como moral es un gobier-
no sobre los hombres no es, según Foucault, una idea que proceda del horizonte
cultural greco-romano. Al margen de unas pocas referencias en la literatura
griega al tema del gobernante como conductor de hombres30, la presencia de
la metáfora pastoral brilla por su ausencia. Esta constatación lleva al pensador
francés a ubicar la procedencia de esta concepción del poder como gobierno
y conducción de los hombres en el contexto cultural del Oriente precristiano.
Y fue a través de la configuración de la Iglesia cristiana como tal noción de
gobierno advino a Occidente.
29. Foucault remite al diccionario de: GODEFROY, Frédéric, Dictionnaire de l´ancienne langue
francaise et de tous ses dialectes du IX au XV siecle, Paris, F. Vieweg, 1885, tomo IV.
30. Foucault se refiere explícitamente a tres conjuntos de textos griegos, a saber: los textos
homéricos (Iliada y Odisea), los textos de la tradición pitagórica (textos atribuidos a Ar-
quitas de Tarento) y los textos platónicos (fundamentalmente el diálogo el Político). En lo
que se refiere a la tradición homérica, Foucault sostiene que la designación del soberano
como pastor de los pueblos es más una designación ritual en la literatura indoeuropea que
una determinación explícita de las funciones y el modo de ser del soberano para los griegos
(Foucault, 2006, p. 162). El soberano es antes bien el timonel que gobierna la nave en la
que va la tripulación para llevarla a puerto seguro, más no el conductor moral y material que
guía a su rebaño a la felicidad y la salvación. La tradición pitagórica sí presenta por su parte
una equiparación explícita entre el pastor y el soberano que hace la ley: el pastor es para
los pitagóricos el philantropos, el que ama a sus administrados. No obstante, esta tradición
pitagórica es “una tradición, si no marginal, al menos limítrofe” (Foucault, 2006, p. 164).
El pensador francés dedica por otro lado varias páginas al análisis del diálogo El político de
Platón. La presencia de la metáfora pastoral para designar al soberano es ambigua en este
texto. En un primer momento, el soberano parece ser aquel que guía al rebaño de animales
domésticos (hombres) hacia la consumación de su condición más elevada. No obstante,
unas páginas más arriba Platón define al soberano como el tejedor de las relaciones sociales,
de las instituciones y deja la función pastoral para el médico y el maestro de gimnasia, entre
otros. Lo cual significa, según Foucault, que para Platón el soberano que hace la ley no es
el pastor del rebaño que constituye la sociedad sino el mentor del proyecto político que
orienta tal sociedad. (Foucault. 2006: 167-176). Para profundizar, véase: FOUCAULT, Mi-
chel. (2006). Seguridad, territorio, población. México: Fondo de Cultura Económica. ISBN:
950-557-671-4.
136
Poder pastoral, Estado moderno y población: una lectura del curso de 1978 ...
Esta breve caracterización lleva a Foucault a definir el poder pastoral como “(…)
un poder ejercido sobre una multiplicidad y no sobre un territorio. Es un poder
que guía hacia una meta y sirve de intermediario en el camino hacia ella. Es
un poder, por último, que apunta a la vez a todos y a cada uno en su paradójica
equivalencia, y no a la unidad superior formada por el todo” (Foucault, 2006,
p. 158).
Pues bien, estos rasgos que Foucault halla en el ejercicio del poder pastoral en
el Oriente precristiano se encuentran de nuevo en el pastorado cristiano, aun
cuando con un nivel de complejidad y refinamiento mucho mayor:
El pastorado cristiano es algo muy distinto del tema pastoral ya indicado (…)
porque el pensamiento cristiano enriqueció, transformó y complicó el tema. También
es algo muy distinto y completamente nuevo pues (…) dio origen a una inmensa
red institucional que no encontramos en otros lados (…) Para terminar, tercera
diferencia-y en ella querría insistir especialmente- en el cristianismo el pastorado
produjo todo un arte de conducir, dirigir, guiar, llevar de la mano, manipular a los
hombres, un arte cuya función es tomarlos a cargo colectiva e individualmente a lo
largo de toda su vida y en cada momento de su existencia (Foucault, 2006, p. 192).
31. Foucault se refiere aquí al estudio de MULLER, D. (1961). “Der gute Hirt. Ein Beitrag zur
Geschichte ägyptischer Bildrede”, En: Sprache, 86, pp. 126-144.
32. A este respecto, el pensador francés se refiere a: DURR, Lorenz. (1925). Ursprung und Aus-
bau der israelitisch-jüdischen Heilandserwartung, Berlin, Scwetschke & Sohn, pp. 116-120.
33. SEIBERT, Ilse. (1969). Hirt, Herde, König. Zur Herausbildung des Königtums in Mesopotamien,
Berlin, Akademie Verlag, num 53.
34. Foucault se apoya en textos sagrados tales como: Isaías, 56, 11; Jeremías, 2, 8; 10, 21; Eze-
quiel, 34, 2-10, entre otros.
137
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Cuadro 10
Características
generales del Principios que posibilitan el cumplimiento de las tres funciones
pastorado pastorales
cristiano
El pastorado –– Principio de responsabilidad analítica: el pastor rinde cuentas de
cristiano guía a todas y cada una de sus ovejas y de las acciones (buenas o malas)
la salvación a los que cada una de estas lleve a cabo.
individuos y a la –– Principio de transferencia exhaustiva: el pastor debe considerar
comunidad. como suyos los méritos y deméritos de cada una de sus ovejas.
–– Principio de inversión del sacrificio: el pastor debe estar dispuesto a
sacrificar a la oveja que corrompe el grupo, pero también debe estar
dispuesto a perderse él mismo por la salvación de su rebaño.
El pastor cristiano se “mueve en una economía de los méritos y los
deméritos, una economía que supone un análisis en elementos puntuales
de los mecanismos de transferencia, inversión (…)” (Foucault, 2006, p.
204).
El pastora- Principio general de la dependencia integral:
do cristiano –– Un individuo se somete absoluta e irrestrictamente a otro: el que es
establece una dirigido se somete al que dirige.
cierta relación
de obediencia –– La obediencia en el pastorado cristiano no conduce a un fin
entre individuos específico salvo el hecho mismo de llegar a ser obediente: la
(entre cada voluntad propia es una mala voluntad si no está sujeta a la voluntad
miembro del re- del pastor que me guía.
baño y el pastor –– El pastor cristiano manda no por sí mismo sino porque ha
que lo orienta). sido ordenado para ello; guiar y ordenar es a su vez un acto de
obediencia.
El pastorado cristiano apunta a la negación de la voluntad individual por
intermedio de una serie de prácticas irrestrictas de obediencia y sumisión.
No se trata, como en el estoicismo o el epicureísmo, de vencer a las
pasiones por medio de la conquista del carácter propio, sino de renunciar
a la configuración de cualquier forma de carácter propio o individual.
35. La cronología que aborda Foucault en su análisis del pastorado cristiano es amplia: va del
siglo III d.c. al siglo XV d.c. aproximadamente. Entre la bibliografía analizada por el pensa-
dor francés encontramos obras de autores cristianos tales como San Ambrosio (obispo de
Milán de 374 a 397 d.c.) De officis ministrorum; Juan Casiano (360 -435 d.c.) Collationes;
pero también aborda textos de autores cristianos como Heinrich Suso (1295-1366 d.c.)
Horologium sapientiae y Juan Hus (s. XV), entre otros.
138
Poder pastoral, Estado moderno y población: una lectura del curso de 1978 ...
He aquí pues las conclusiones a las que llega Foucault en su análisis del poder
pastoral cristiano. Más allá de la cuestión de la salvación, la ley y la verdad,
el pastorado cristiano se caracteriza por movilizar una cierta economía de los
méritos y los deméritos, un sistema cerrado de relaciones de obediencia entre
individuos y una particular manera de producir una verdad individual, de sacar
a luz los secretos soterrados del alma de los individuos. Esta triple economía
de las relaciones de poder pastoral es un elemento clave en la comprensión de
la historia del sujeto en Occidente. Y es este uno de los puntos cruciales de la
investigación foucaultiana en el curso Seguridad, territorio, población. De acuerdo
con el pensador francés, el poder pastoral constituye el preludio de la guberna-
mentalidad tal y como se desarrollará a partir del siglo XVI. Este preludio, este
hilo de continuidad que la genealogía del poder pastoral devela en relación con
la configuración de una cierta forma de gobierno político en los albores de la
modernidad en Occidente (siglo XVI), se expresa “en virtud de la constitución
tan específica de un sujeto cuyos méritos se identifican de manera analítica,
un sujeto atado a redes continuas de obediencia, un sujeto subjetivado por la
extracción de verdad que se le impone” (Foucault, 2006, p. 219).
36. Para profundizar en este análisis, véase: FOUCAULT, Michel (2006). Seguridad, territorio,
población. México: Fondo de Cultura Económica, pp. 204-218.
139
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
37. Para profundizar, ver: FOUCAULT, Michel. (2006). Seguridad, territorio, población, México:
Fondo de Cultura Económica, p. 246.
140
Poder pastoral, Estado moderno y población: una lectura del curso de 1978 ...
Por otro lado, también se asiste en ese mismo siglo XVI a un desarrollo de la
conducción de los hombres al margen de la autoridad eclesiástica, y ello en dos
aspectos o, para ser más exacto, en toda una serie de aspectos que constituyen
un amplio abanico (…) No hay que olvidar que en ese momento reaparece una
función crucial que era la función de la filosofía (…) la filosofía como respuesta a
la pregunta fundamental: ¿cómo conducirse? (Foucault, 2006, p. 266).
38. Para profundizar en este tema, véase: ARIES, Phillipe. (1987). El niño y la vida familiar en el
antiguo régimen, Madrid: Taurus.
141
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
39. Para profundizar en las tesis de Santo Tomás, véase: AQUINO, Santo Tomás de. (1995).
Sobre la monarquía, Madrid: Tecnos.
142
Poder pastoral, Estado moderno y población: una lectura del curso de 1978 ...
Triple analogía que describe la forma de gobierno del soberano: analogía con
Dios, con la naturaleza y con el padre o pastor. Por tal razón, Foucault afirma
que el arte del gobierno para Santo Tomás forma “un continuo que va de Dios al
padre de familia pasando por la naturaleza y los pastores. Este gran continuo de
la soberanía al gobierno no es otra cosa que la traducción, en el orden político,
del continuo de Dios a los hombres” (Foucault, 2006, pp. 272-273).
40. En unas bellas páginas del libro Las palabras y las cosas, el pensador francés se da a la labor
de definir la episteme medieval y renacentista para pasar, posteriormente, al análisis de la
episteme clásica (s. XVI y XVII). Es incuestionable la simetría que existe entre el análisis
foucaultiano de las epistemes medieval y clásica y el análisis genealógico de la razón de
estado en Seguridad, territorio, población. Es más: la emergencia de la pregunta por el arte de
gobernar en el siglo XVI coincide con la aparición de esas nuevas formas discursivas carac-
terísticas de la época clásica. Para profundizar, véase: FOUCAULT, Michel. Las palabras y
las cosas, México: Siglo XXI, cap 2-3.
143
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
144
Poder pastoral, Estado moderno y población: una lectura del curso de 1978 ...
¿En qué consistirá entonces el arte de gobernar o razón de Estado a la luz de las
tesis precedentes? Desde una perspectiva objetiva, el arte de gobernar consistirá
en implementar aquello que es necesario y suficiente para mantener la integridad
de la república en los tres sentidos precedentes: territorio, leyes e individuos.
Desde una perspectiva subjetiva, la razón de estado consistirá por su parte en
un arte que posibilitará el conocimiento adecuado para alcanzar la integridad,
estabilidad y paz de la república (Foucault, 2006, p. 299). He aquí pues en
términos generales aquello en que consiste la racionalidad del arte de gobernar
políticamente a los hombres a partir del siglo XVI. Se trata de concentrar los
cálculos y estrategias de gobierno en aquellos elementos propios, intrínsecos al
Estado como tal para favorecer el mantenimiento de su integridad y naturaleza.
No obstante, hay un punto que es menester aclarar, a saber: la relación estrecha
entre gobierno pastoral y gobierno político de los hombres.
La tesis de Foucault al respecto es que el arte del gobierno político que inaugura
la modernidad en Occidente expresa también aquellas funciones propias de la
forma de poder pastoral que se analizaron unas páginas más arriba. El gobierno
político de los hombres establece también una cierta relación particular con
la salvación, la obediencia y la verdad. Esto no significa empero que haya una
trasposición o continuidad lineal entre el poder pastoral y el gobierno de lo
público: se mantiene la estructura en el ejercicio del poder aun cuando las
diversas relaciones con la verdad, la obediencia y la salvación se establecerán
de una forma específica. El Cuadro 11 pone de manifiesto esta forma de racio-
nalidad específica de la razón de Estado entre los siglos XVI y XVII a través de
los análisis que lleva a cabo Foucault sobre tres fenómenos puntuales, a saber: el
golpe de Estado (Naudé), las sediciones (Bacon) y el conocimiento del Estado
por parte del príncipe41.
41. Estos análisis ocupan la a Foucault en la clase del 15 de marzo de 1978 y constituyen la
respuesta puntual y específica a la pregunta sobre el tipo de racionalidad característico de la
razón de Estado entre los siglos XVI y XVII. Para profundizar véase: FOUCAULT, Michel.
(2006). Seguridad, territorio, población, México: Fondo de Cultúra Económica, pp. 301-322.
145
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Cuadro 11
Rasgo sustancial de la razón de Es-
tado (s. XVI-XVII) en su relación Características fundamentales
con el poder pastoral
Autor: Gabriel Naudé. Obra: –– Necesidad: la necesidad se opone a la ley según
Considerations politiques sur le coups Naudé; o mejor aún, se pone por encima de la ley.
d´Etat, 1639, capítulo 2. Fenóme- Más allá del derecho natural, positivo o divino la
no: el golpe de estado. necesidad del Estado (es decir, todo aquello que
La salvación: el golpe de Estado no éste necesite para mantenerse e incluso crecer)
es la usurpación del poder político deberá orientar la práctica política.
por parte de un grupo cualquiera –– La violencia: si para mantener el Estado llegase a
en una sociedad determinada. En ser necesario apelar a la violencia, tal apelación
el siglo XVI el golpe de Estado se sería totalmente justa.
refiere al derecho que tiene la razón –– Teatralidad del golpe de Estado: el golpe de Estado
de Estado de desvirtuar el cuerpo de debe ser puesto en escena, debe ser representado
leyes que rigen a la sociedad de ser a la manera teatral pues de tal representación
necesario para la salvación (manu- depende la adhesión y la movilización del
tención) del orden estatal. –– Necesidad, violencia y teatralización son los tres
rasgos característicos de la razón de Estado. En el
siglo XVII comienza a aparecer “esta dureza tea-
tral y trágica del Estado que exige que, en nombre
de su salvación, una salvación siempre amenazada
y jamás segura, se acepten las violencias como las
formas más puras de la razón y la razón de Estado.
Autor: Francis Bacon. Obra: “Of –– Las dos causas materiales. El hambre. Según
seditions and troubles” en The Bacon, no hay mayor riesgo de sedición que un
Essayes or Counsels, Civil and Morall, pueblo sumido en el hambre y la indigencia.
Londres, 1625, Third edition. Fenó- Además del hambre, el descontento del pueblo es
meno: Las sediciones La obediencia. la segunda fuente de las sediciones.
El texto de Francis Bacon abordado –– Las causas ocasionales. Son situaciones coyuntura-
por Foucault presenta un análisis les que caen sobre la materia inflamable (indigen-
exhaustivo de las causas y motivos cia y descontento) y levantan la animosidad en el
de las sediciones y las revoluciones pueblo. Se hallan las siguientes causas ocasionales:
al interior de la República. El pro- cambio en la religión. Modificación de la distribu-
blema de la obediencia en el seno ción de los privilegios, vuelco en las leyes y cambio
de la razón de Estado en el siglo en el régimen impositivo, entre otros.
XVII se da pues como un signo de –– Los remedios contra las sediciones. Bacon sostiene
interrogación en torno de la manera que para remediar las sediciones hay que atacar
en que se deben evitar las sediciones las causas materiales de las mismas, es decir, el
y revoluciones. En lugar de ser una hambre y el descontento. Para impedir la indigen-
relación individual (entre el pastor cia hay que reprimir el lujo y evitar la holgazane-
y su fiel) totalmente orientada por ría; también es necesario incentivar el comercio,
la autoridad de uno sobre el otro, la hacer circular el dinero, disminuir tasas de interés
obediencia o ausencia de sedi- y elevar el nivel de vida. Es necesario equilibrar
ción en la razón de Estado será el recursos y población.
resultado de un cálculo económico
y propagandístico sobre la manera
de evitar el hambre y conducir la
opinión.
146
Poder pastoral, Estado moderno y población: una lectura del curso de 1978 ...
La razón de Estado produce a su La ratio status implica una producción de verdad, como
vez una cierta forma de verdad en el pastorado, pero de otra índole. El contenido del
pero diferente de la producción de saber del Estado (de quien gobierna un Estado) tiene
verdad en el pastorado cristiano. que ver con los elementos que constituyen la fuerza
El saber propio de la ratio-status y riqueza del mismo (recursos, población, comercio,
es un ´producto científico-técnico riquezas, impuestos): es un saber sobre cosas. Es un
que versa sobre cosas y que busca saber técnico: aparece la estadística.
orientar y determinar la conducta El saber de quien gobierna implica también el
de la población. desarrollo de un aparato administrativo de saber
capaz de dar cuenta de la situación de las variables
que constituyen el Estado en un momento dado: ya
no la sabiduría del príncipe sino la eficacia del saber
producido por un aparato de Estado (Foucault, 2006,
pp. 318-322).
147
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
– No hay nada por encima del Estado: cada Estado tiene autonomía e inde-
pendencia para determinarse a sí mismo (soberanía política).
42. Los acuerdos de Westfalia se llevaron a cabo en dos congresos, el de Münster (1648), donde
se reunieron los príncipes y Estados católicos, y el de Osnabrück, donde negociaron los
protestantes con representantes imperiales. Entre los dos se repartieron unos 200 represen-
tantes de países que en muchos casos llevaban años negociando acuerdos parciales. Todo
ello da idea de la complejidad de los temas a tratar, sobre los que sin embargo consiguieron
ponerse básicamente de acuerdo entre todos, con el resultado de un nuevo ordenamiento
imperial y europeo. Algunas cuestiones quedaron, sin embargo, pendientes. España y Fran-
cia continuaron en guerra hasta la Paz de los Pirineos de 1659, en la que se reguló asimismo
el contencioso existente entre Francia y el ducado de Lorena, que había unido su causa a la
española. Para profundizar en este tema, véase: PARKER, Geoffrey. (2003). La guerra de los
treinta años, Madrid: Machado libros. Cf. MEINECKE, Friedrich. (1983). La idea de la razón
de Estado en la edad moderna, Madrid: Centro de Estudios Constitucionales.
148
Poder pastoral, Estado moderno y población: una lectura del curso de 1978 ...
status debe posibilitar el desarrollo de las fuerzas del mismo. En este sentido,
Foucault da cuenta de tres transformaciones sustanciales en el marco de lo que
por entonces empezó a concebirse como competencia interestatal. El Cuadro
12 da cuenta de tales mutaciones:
Cuadro 12
Primer modelo: Rivalidad entre Segundo modelo: Competencia entre Estados (entre
príncipes (hasta el siglo XV) los siglos XVI y XVIII)
– Los enfrentamientos se daban en – Los enfrentamientos se piensan desde la perspectiva
torno de la riqueza del príncipe de los recursos del Estado, de sus riquezas y poten-
(sus tesoros o recursos fiscales). ciales.
– El poder del príncipe se mide de – El cálculo del poder de un Estado se hace a la luz de
acuerdo con la extensión de sus sus fuerzas más sólidas y no ya de las posesiones del
posesiones. príncipe: recursos naturales, posibilidades comercia-
– Cuando había enfrentamiento les etc…
entre príncipes se pensaba en el – Lo que orienta las alianzas en el marco de la com-
sistema de alianzas en un sentido petencia son los intereses de los Estados (sobre todo
familiar. los intereses comerciales más allá de las alianzas
familiares o dinásticas).
149
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Esta es pues la idea de Europa que se forja entre los siglos XVI y XVII, justo en
el mismo momento en que abundan las reflexiones sobre la ratio status: “Euro-
pa, como región geográfica de una multiplicidad de Estados, sin unidad pero
con desniveles entre los pequeños y los grandes y una relación de utilización,
colonización, dominación con el resto del mundo: esta idea se forjó a fines del
siglo XVI y comienzos del XVII y se cristalizaría a mediados de esta última cen-
turia con el conjunto de tratados firmados en ese momento, para constituir la
realidad histórica de la que todavía no hemos salido. Eso es Europa” (Foucault,
2006, p. 344).
¿Qué tiene que ver esta idea de Europa construida en el siglo XVII al calor del
Tratado de Westfalia con el dispositivo de seguridad que Foucault denomina apa-
rato diplomático-militar? Fundamentalmente, el aparato diplomático-militar de
que habla Foucault es la estrategia implementada por los Estados europeos para
garantizar el equilibrio y la paz en un mundo caracterizado por la fragmentación
150
Poder pastoral, Estado moderno y población: una lectura del curso de 1978 ...
Cuadro 13
Objetivo: la balanza europea Instrumentos
– Hay equilibrio si el Estado – La guerra: se hará la guerra siempre que el
más fuerte no puede equilibrio interestatal se vea amenazado.
imponer su ley a los demás No es necesaria una justificación jurídica:
Estados. la simple transgresión de la razón política
– La balanza europea es justifica la intervención armada.
Aparato la constitución de un – La diplomacia: Europa es una sociedad
diplomático- grupo limitado de Estados de naciones que debe zanjar de manera
militar (siglo poderosos cuyas fuerzas se permanente los problemas en torno de
XVII) compensarían mutuamen- los intereses de cada nación. La diploma-
te. cia asegura esta negociación continuada
– La reunión de varias que permitiría el equilibrio de intereses
potencias pequeñas debe interestatales.
poder contrarrestar la – Nacimiento de un dispositivo militar pro-
fuerza de una potencia fesional, articulado con un saber táctico y
superior que se presente con el desarrollo de armamento, fortalezas
como amenazante. y transporte.
Esta es entonces a grandes rasgos la descripción que hace Foucault del dispositivo
diplomático-militar: conjunto de estrategias, saberes y prácticas orientadas todas
a la consecución de un equilibrio interestatal que permita la conservación y a
la vez el crecimiento de las fuerzas del Estado en un contexto de competencia
creciente y abierta. Es pues evidente la relación directa de este dispositivo con
el problema de la seguridad. Hacer la guerra, ejercer la diplomacia y constituir
un cuerpo militar profesional y eficaz son las estrategias implementadas por
las sociedades occidentales modernas para garantizar la paz entre los Estados.
151
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Cuadro 14
Entre los siglos XV y XVI Entre los siglos XVII y XVIII
– Comunidad humana regida por – El conjunto de los medios a través de los
una autoridad pública. cuales se pueden incrementar las fuerzas
– El conjunto de los actos que del Estado a la vez que se mantiene el
Sentidos buen orden de este.
del término van a regir tales comunidades
policía bajo la autoridad pública. – Leyes y reglamentos que conciernen al
– El resultado positivo y valorado interior de un Estado para consolidar y
de un buen gobierno sobre las acrecentar su poder .43
comunidades sometidas a una – La policía tiene por objeto el buen uso
autoridad púbica. de las fuerzas del Estado (su esplendor).
43. De acuerdo con Foucault, el más grande teórico moderno de la policía fue el alemán Gott-
lob Von Justi (1720-1771). En su texto Grundsatze der Policey-Wissenchaft (1756) (el cual fue
traducido al francés como Eléments generaux de police (1769), Von Justi afirma: “bajo el
nombre de policía se comprenden las leyes y reglamentos que conciernen al interior de un
Estado, que tienden a consolidar y acrecentar su poder, a hacer un buen uso de sus fuerzas,
a procurar la felicidad de los súbditos”. Como puede verse, esta idea es una glosa de una de
las tesis del pensador alemán Von Justi. Para profundizar, véase: FOUCAULT, MICHEL.
(2006). Seguridad, territorio, población, México: FCE, pp. 358-359.
152
Poder pastoral, Estado moderno y población: una lectura del curso de 1978 ...
Cuadro 15
Estructura administrativa Funciones
– Oficina de policía. General refor- – La oficina de policía se encarga
mador de policía. Su función es de: la instrucción de los niños
fomentar en el pueblo” (…) una y los jóvenes (estos deben
singular práctica de modestia, aprender todo lo necesario para
Turquet de caridad, lealtad, industria y buenas desempeñar un papel apropiado
Mayerne: La migas” (Foucault, 2006, p. 366). en el Estado). La piedad, las
Monarchie – Oficina de caridad: La oficina de armas pero también alguna
aristodemocratique caridad depende de la oficina de profesión útil.
(1611). La policía. Su misión es encargarse de – Esta oficina se hará cargo de
policía es “(…) los pobres del reino, de los pobres la salud pública en tiempos
todo lo que debe sanos a quienes se dará un trabajo, de epidemia y contagio. Se
dar ornamento, y de los pobres enfermos a quienes ocupará de los accidentes, las
forma y se entregará una subvención. catástrofes naturales y la mi-
esplendor a (Foucault, 2006, p. 367) seria procurando impedir que
– Oficina de comercio: la oficina estos sucedan.
la ciudad”.
(Foucault, 2006, de comercio se encargará de los – Reglamentará la fabricación,
p. 365). comerciantes y de las regulaciones la producción, la comercializa-
del mercado. ción y la venta de los productos.
– Oficina de propiedad: se encargará – Velará por la compra y la venta
de los bienes inmuebles evitando de los inmuebles; vigilará el
un exceso de poder por parte del precio de las ventas y la legali-
soberano. dad de las mismas.
Resulta evidente pues que el esplendor del Estado por el cual habrá de velar la
policía a lo largo del siglo XVII es el resultado de un entramado complejo en
el que se hallan inscritos tanto el cuidado de las vías, los parques y los edificios
como la formación moral, académica y profesional de la población. En una pala-
bra: la policía tiene por objeto la actividad de los hombres. Y es esta regulación
de la actividad de los hombres la que deberá ser articulada con el Estado y el
desarrollo de sus fuerzas y potenciales:
El hecho de tener al hombre por verdadero sujeto, y por verdadero sujeto en cual-
quiera de las cosas a las que se entregue, en cuanto tiene precisamente una actividad
y esta debe caracterizar su perfección y permitir, por consiguiente la perfección del
Estado es, a mi entender, uno de los elementos más fundamentales y característicos
de lo que en lo sucesivo se entiende por la policía (Foucault, 2006, p. 369).
153
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
44. Esta interpretación foucaultiana del Estado de policía en el siglo XVII lleva implícita una
tesis muy importante para comprender el fenómeno de urbanización en Europa. De hecho,
154
Poder pastoral, Estado moderno y población: una lectura del curso de 1978 ...
155
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
En segundo lugar, ha habido una tesis implícita que es menester sacar a luz, a
saber: la policía es inseparable de “(…) una teoría y una práctica gubernamental
que en general se inscribe bajo la rúbrica del mercantilismo” (Foucault, 2006,
p. 285). Aparecen la ciudad y el comercio y la circulación pero enmarcados en
la teoría y la práctica del mercantilismo. En el curso Seguridad, territorio, pobla-
ción, Foucault define el mercantilismo según cuatro principios fundamentales:
1) La exigencia de que cada país procure tener la mayor cantidad posible de
habitantes; 2) Que esa población se consagre en su totalidad al trabajo; 3) Que
los salarios percibidos por ella sean los más bajos posibles para que, 4) los costos
de producción de las mercancías sean igualmente bajos y poder, así, 5) vender
grandes volúmenes al extranjero para importar la mayor cantidad de moneda
(representación clásica de la riqueza). (Foucault, 2006, p. 385).
156
Poder pastoral, Estado moderno y población: una lectura del curso de 1978 ...
Hay una segunda línea de continuidad que resulta necesario indicar en este
punto, a saber, aquella que va del análisis de las riquezas –práctica discursiva
propia de la episteme clásica– a lo que Foucault denomina Estado de policía. En
el libro Las palabras y las cosas, Foucault sostiene: “Todo a lo largo de la época
clásica, es la necesidad la que mide las equivalencias, el valor de uso que sirve
de referencia absoluta a los valores de cambio; es el alimento el que valora los
precios, dando a la producción agrícola, al trigo y a la tierra, el privilegio que
todos les han reconocido” (Foucault, 1968, p. 218). Es clara la vinculación en-
tre un discurso económico que basa su concepción del valor de cambio de los
productos en el valor de uso de los mismos, esto es, en las necesidades vitales
de los hombres, y una racionalidad política que define como objetivo funda-
mental de su gestión la reciprocidad entre bienestar de la población (bondad
de la vida, conservación de la vida y demás desde la óptica de Delamare) y
fortalecimiento del Estado.
Y es que, como se vio con anterioridad, la ratio status todo a lo largo del siglo
XVII hasta mediados del siglo XVIII “se interesa por vez primera, en la mate-
rialidad fina de la existencia y la coexistencia humanas, en la materialidad fina
del intercambio y la circulación, y toma por primera vez en cuenta ese ser y ese
mayor bienestar (…)”(Foucault, 2006, p. 387). Pertinencia entonces de la tesis
del pensador francés según la cual hay que buscar el núcleo de emergencia de los
discursos y los saberes en las prácticas sociales y políticas de la época particular
objeto de estudio, lo cual es de hecho una crítica radical del principio de objeti-
157
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Policía: conjunto de
instituciones y prácticas que
Aparato diplomático-militar:
buscan el desarrollo de las
garantiza el equilibrio entre
fuerzas del Estado a través
Estados en un contexto
de la disciplinarización de la
abierto de competencia
población. Instituciones y
interestatal. Instituciones y
prácticas: escuelas, fábricas
prácticas: la diplomacia y Estado de policía y talleres.
el Ejército. (siglo XVII y primera
mitad siglo XVIII).
Efecto de conjunto de
prácticas y saberes
específicos
Mercantilismo: técnica y
calculo de fortalecimiento
del poder de los Estados en
la competencia europea a
través de las relaciones
comerciales.
46. El capítulo VI de la primera parte de Las palabras y las cosas lo dedica Foucault al estudio
del análisis de las riquezas. Precisamente uno de los parágrafos de este capítulo está dedi-
cado al discurso del mercantilismo (pp. 171-178). En términos generales, la riqueza en la
época clásica es la representación duplicada de la relación sustancial entre trabajo y nece-
sidad; en últimas, a través de ella se analiza la representación que tienen los hombres de
aquello que constituye el objeto más preciado de su deseo. Como es evidente, el análisis de
las riquezas en la época clásica está atravesado por una teoría general de la representación
(esto es, del deseo humano y su necesidad), al tiempo que apunta a establecer un orden de
estas representaciones a través de la representación del valor de los objetos (valor de uso
y valor de cambio) en relación con la capacidad que tienen de satisfacer tales deseos. Para
profundizar, véase: FOUCAULT, Michel. (1968). Las palabras y las cosas, Argentina: Siglo
XXI, pp. 164-206.
158
Poder pastoral, Estado moderno y población: una lectura del curso de 1978 ...
como Las palabras y las cosas y Vigilar y castigar. El Estado de policía es, de manera
esquemática, la forma de gubernamentalidad propia de la época clásica, que
podría ubicarse entre 1580 y 1750 aproximadamente. Las formas discursivas que
orientan esta práctica gubernamental –el mercantilismo fundamentalmente– se
inscribirían dentro de aquello que Foucault denominó análisis de las riquezas47.
Y en lo tocante a las prácticas que configuran la anatomopolítica del cuerpo
humano de que habla Foucault en el texto Vigilar y castigar hay que remitirse
a los análisis sobre la sociedad disciplinaria. Ahora bien, a mediados del siglo
XVIII se da una mutación en el horizonte de la gubernamentalidad moderna.
Para ilustrar esta mutación se abordará el tema de la escasez de granos entre
los siglos XVII y XVIII y se sentarán los principios histórico-políticos que están
en la base de la emergencia de la economía política moderna.
47. Para mostrar las relaciones que van de la arqueología del saber a la genealogía de la guber-
namentalidad podría plantearse un esquema general como el siguiente:
– Época clásica – análisis de las riquezas (mercantilismo) ---- Tipo de gubernamentalidad:
Estado de policía (Todo a lo largo del siglo XVII hasta mediados del siglo XVIII).
– Época moderna --- Economía política (fisiocratismo en primera instancia, y posteriormen-
te el liberalismo económico de Adam Smith y David Ricardo) --- Tipo de gubernamentali-
dad: Estado liberal (segunda mitad del siglo XVIII en adelante).
Para profundizar en esta posible periodización y conceptualización, véase: FOUCAULT,
Michel. (2002). Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas, Argentina:
siglo XXI, Capítulo VI, Parte I, pp. 164-206.
159
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
48. Foucault se refiere al texto Lettre d´un negociant sur la nature de commerce de grains del año
de 1763 cuyo autor es Louis Paul Abeille (1719-1807).
49. Ver el cuadro de la página 102 de la presente investigación en el cual se plantea la relación
directa entre escasez de alimentos-sedición y gobierno a la luz del análisis foucaultiano del
texto de Bacon sobre las sediciones.
160
Poder pastoral, Estado moderno y población: una lectura del curso de 1978 ...
¿Cuáles son sus diferencias, sus estrategias y principios? Foucault lleva a cabo
un análisis general sobre las disposiciones ejecutadas en la sociedad francesa
entre los siglos XVII y XVIII para hacer frente a la escasez.
Cuadro 16
Forma de gobierno Medidas de Medidas de
Objetivo
económico restricción coacción
– Limitación de pre- – Se obliga a la El objetivo es que “los
cios y del derecho gente a sembrar granos se vendan al
de acopio. tal o cual cosa precio más bajo posi-
– Limitación de las y una cantidad ble, que los campesi-
exportaciones e determinada. nos, en consecuencia,
Mercantilismo tengan la menor
importaciones – Los comerciantes
(desde comienzos ganancia posible y que
por medio de son obligados a
del siglo XVII los habitantes de las
una limitación de vender pronto
hasta comienzos del ciudades puedan ali-
la extensión de sin esperar el alza
XVIII). mentarse de la manera
los cultivos para de precios.
evitar la subida de más barata. posible, lo
– Se impide el
los precios cual mantendrá bajos
transporte de
salarios” (Foucault,
granos de un país
2006, p. 49).
a otro.
a. Mantener el precio de los granos en los niveles más bajos hace que los
campesinos se arruinen en períodos de abundancia, toda vez que el precio
del trigo en el mercado será inferior al coste de producción.
161
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Pues bien, el fracaso del mercantilismo traerá consigo en el primer cuarto del
siglo XVIII una nueva teoría y una nueva estrategia económica para enfrentar el
acontecimiento en cuestión. Dentro de esta estrategia aparecen dos corrientes
de la teoría económica que marcarán el umbral de entrada en la modernidad,
a saber, la fisiocracia y el liberalismo económico. El análisis detallado del libe-
ralismo económico como forma de gobierno de los hombres será el tema que
ocupará el curso dictado por el pensador francés en el año de 1979, en el College
de France, el cual apareció publicado al español con el título Nacimiento de la
biopolítica. En el curso Seguridad, territorio, población hay no obstante un esbozo
de los desplazamientos fundamentales que empiezan a darse desde el primer
cuarto del siglo XVIII en lo referente a los discursos y a las prácticas de gobierno
económico. En este sentido es menester preguntar cómo fueron las cosas en el
siglo XVIII frente a la cuestión de la escasez, justo en el momento en que em-
pieza a desmontarse ese sistema jurídico disciplinario que fue el mercantilismo.
50. Foucault alude aquí al texto Máximes du governement économique de Quesnay en el cual se
concibe la doctrina fisiocrática como una determinada forma de gobierno económico. Para
profundizar, véase: QUESNAY, Francois. (1958). Maximes du governement économique en
Francois Quesnay et la physiocratie, París, INED, Tomo II, pp. 949-976.
162
Poder pastoral, Estado moderno y población: una lectura del curso de 1978 ...
Este corte histórico que establece Foucault se ve refrendado por el análisis del
texto de Louis Paul Abeille citado anteriormente, a saber, Lettre d´un négociant
sur la nature du commerce des grains (1763). Este documento es paradigmático
en la literatura fisiócrata y el objetivo de Foucault al analizarlo es sacar a luz
“(…) los objetivos, las estrategias a las cuales obedece y los programas de ac-
ción política que sugiere” (Foucault, 2006, p. 56). El Cuadro 17 da cuenta del
dispositivo de seguridad instaurado por los fisiócratas en Francia para abordar
el problema de la escasez de granos.
Cuadro 17
Forma de
gobierno Características Estrategias Objetivo
económico
– La escasez es un fenóme- – No apuntar al precio El dispositivo de
no natural; no es un mal más bajo, antes bien control de los
ni un castigo. favorecer el alza de fisiócratas apunta a
– La unidad de análisis no precios. compensar la esca-
es como tal la carestía – Bien remunerados debi- sez –no ya a impe-
sino el grano y todo lo do a los buenos precios dirla– a través de un
asociado con él: trabajo, los campesinos tendrán cierto dejar hacer,
tiempo, sembrados, mejores cosechas. Así dejar que las cosas
Fisiocracia costos, calor… se compensará el fenó- pasen naturalmente
(1750 en – Se deberá influir sobre meno de la escasez. en lugar de enmar-
adelante) la realidad del grano – Libre comercio: de car el acontecimien-
teniendo en cuenta sus darse la escasez los to en una serie de
oscilaciones naturales. agricultores nacionales medidas restrictivas
– Se trata de compensar no retendrán el grano e inútiles.
la escasez a través de a la espera de la subida
ciertas medidas no de de precios, pues el
impedirla. grano importado habrá
de regular el precio del
mismo.
Fuente: Seguridad, territorio, población:
163
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
que el objeto y el sujeto de tales medidas es la población. Pero, ¿en qué sentido
la población es objeto? En el sentido de que las medidas adoptadas apuntan a
obtener un cierto efecto compensatorio: la buena remuneración de las cosechas
busca generar mejores y más abundantes cosechas en los próximos años. Ahora
bien, la población es sujeto en la medida en que ella debe conducirse de una
cierta manera: debe sacar los granos al mercado y demás. La fisiocracia inaugura
entonces una tecnología de poder que piensa “ante todo y fundamentalmente
en la naturaleza de las cosas y ya no en la mala índole de los seres humanos, la
idea de una administración de las cosas que tome en cuenta en primer lugar la
libertad de los hombres, lo que éstos quieren hacer, lo que están interesados en
hacer, lo que piensan hacer, como elementos correlativos” (Foucault, 2006, p.
71). El umbral de la gubernamentalidad moderna –que va de la forma de go-
bierno encarnada en el Estado de policía a la gubernamentalidad liberal pasando
por la fisiocracia– se cruza en el momento en que se vinculan directamente la
población y el medio de vida como datos estrictamente naturales a través de
un tercer elemento fundamental: la libertad.
164
Poder pastoral, Estado moderno y población: una lectura del curso de 1978 ...
165
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
Algo resulta evidente. En el siglo XVIII serán los economistas los que propicia-
rán una nueva oscilación en el horizonte de la gubernamentalidad. El lenguaje
166
Poder pastoral, Estado moderno y población: una lectura del curso de 1978 ...
Nueva gubernamentalidad que nace con los economistas más de un siglo después
de que la otra gubernamentalidad (Estado de policía) apareciera en el siglo XVII.
Gubernamentalidad de los políticos que va a darnos la policía, gubernamentalidad
de los economistas que, creo, va a servir de introducción a algunas de las líneas
fundamentales de la gubernamentalidad moderna y contemporánea (Foucault,
2006, p. 399).
Ahora bien, ¿cuáles fueron las modificaciones sustanciales que introdujo esta
forma de gubernamentalidad económica durante la segunda mitad del siglo
XVIII? De una manera esquemática podría afirmarse lo siguiente:
51. En este punto vale la pena remitirse al parágrafo 1.2.1.1. del primer capítulo de esta investi-
gación, titulado El trabajo, con el objetivo de develar las transformaciones que introdujeron
la fisiocracia y los análisis del economista escocés Adam Smith en el contexto teórico y
discursivo del análisis de las riquezas. Es evidente que en Las palabras y las cosas el trabajo
es una de esas categorías definidas por Foucault como trascendentales (Vida y lenguaje son
las otras dos nociones centrales). Estas categorías tienen en gran medida la responsabilidad
de la emergencia de la figura del hombre como a priori histórico-discursivo de la episteme
moderna, tal y como se mostró en el primer capítulo de esta investigación. Ahora bien, lo
interesante es ver la manera como las prácticas de gubernamentalidad entre los siglos XVII
y XVIII que se han planteado hasta este momento complementan la labor arqueológica
foucaultiana y amplían el dispositivo de saber-poder en el cual ha sido producida la subje-
tividad moderna. Es por la entronización del discurso y de las prácticas económicas en la
modernidad que el problema de la vida de la especie resultará ser uno de los focos de control
y vigilancia más preciados de las prácticas gubernamentales en las sociedades occidentales
modernas. Habría que preguntarse además si la genealogía de la gubernamentalidad moder-
na que esboza Foucault en el texto Seguridad, territorio, población no da una explicación his-
tórica coherente del acontecimiento en virtud del cual, hoy día, el discurso político parece
ceder terreno ante el discurso omnipresente y aparentemente todopoderoso de la economía.
Me refiero, fundamentalmente, al reinado del discurso neoliberal desde la década de 1980 y
al afianzamiento de las instituciones que se han encargado de realizar este proyecto, a saber:
Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y organización Mundial del Comercio.
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A manera de conclusión
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
172
A manera de conclusión
Entre estos cuatro dispositivos el que va a estar vinculado más directamente con
el discurso de la economía política va a ser el que se refiere a la socialización
de las conductas procreadoras, toda vez que este dispositivo es una forma de
“socialización económica por el sesgo de todas las incitaciones sociales o fiscales
(…) socialización política por la responsabilización de las parejas respecto del
cuerpo social entero (que hay que limitar, o por el contrario, reforzar)” (Foucault,
1985, p. 128). De nuevo pues el horizonte de la población entra en escena,
pero esta vez en relación con el fenómeno de la sexualidad y la procreación.
Las prácticas sexuales de los individuos deben enmarcarse, entre otros, en el
cálculo de la viabilidad o inviabilidad de los nacimientos de cara a establecer
la densidad poblacional idónea para llevar a cabo el proyecto de expansión y
fortalecimiento del Estado. En una palabra: las prácticas sexuales deben con-
ducirse de manera tal que el comportamiento individual esté conforme con las
tendencias y proyecciones de la población.
Y el gobierno, por su parte, en vista del objeto sobre el cual actúa de manera
primordial (la población) es el eje de aplicabilidad y demostrabilidad práctica
de las hipótesis de la economía política. En este sentido es evidente la nece-
saria interacción entre saber y poder, entre economía política y gobierno. Lo
cual implica de suyo la comprobación de la tesis foucaultiana según la cual la
racionalidad de las teorías y saberes al uso en una época determinada solo podrá
173
Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
No obstante, hace falta introducir un aspecto tan fundamental como los dos
citados unas líneas más arriba. Se trata de la disciplina. Dicho de manera escueta,
la disciplina en la época moderna es la función primordial de la policía tal cual
la teoriza Foucault en el curso Seguridad, territorio, población. De nuevo, el caso
de la sexualidad pone de manifiesto esta cuestión: si la economía política define,
por ejemplo, la curva necesaria de nacimientos en el seno de una población X,
entonces los poderes médico-policiales deben encargarse de gestionar y efectuar
dicho cálculo económico.
Ahora bien, ¿sobre quién recaen finalmente los tentáculos del poder de norma-
lización? Sobre el individuo, sobre su cuerpo y su deseo. Pero un individuo ya
no aislado, recluido o abstraído del todo sino, por el contrario, de un individuo
definido básicamente en su relación con el todo-población. Se disciplina al
individuo (su cuerpo, sus hábitos) porque en virtud de esta disciplinarización
se asegura el control sobre la población. He aquí entonces el encuentro e
interacción entre saber (economía política), dispositivo de seguridad (campañas
de incremento o reducción de la natalidad, por ejemplo) y disciplina (instau-
ración en el cuerpo del individuo de una sexualidad normal, monogámica,
heterosexual y reproductiva).
Este sobrevuelo de algunas de las tesis foucaultianas en torno del poder discipli-
nario, los saberes modernos y la forma de gubernamentalidad moderna permite,
en última instancia, entrever la compleja concepción del sujeto moderno. Ser
sujeto es estar sujetado a: 1) Los discursos que han hecho del hombre un objeto
de conocimiento y a su vez un sujeto de enunciación de verdad (las ciencias
empíricas, las ciencias humanas y también las filosofías trascendentales de cuño
kantiano); 2) Los poderes disciplinarios y las intervenciones de una fuerza policial
híper-reglamentaria que al actuar sobre el cuerpo de los individuos hace posible
la producción de un individuo económicamente útil y políticamente dócil; y
3) Estar sujeto a las fluctuaciones naturales de una población que contiene al
individuo en cuanto tal pero que, como totalidad, hace menester la intervención
de un poder de gubernamentalidad que vela, no ya por el incremento de las
fuerzas y condiciones de vida del individuo en sí mismo, sino por el desarrollo
y la expansión de las fuerzas de la población entendida como un todo. En una
palabra: consiste en quedar sujeto al todo y a los dispositivos implementados
174
A manera de conclusión
No obstante, hay que ser justos con el pensamiento de Foucault. En primer lugar,
porque no es esta una teoría general sobre la modernidad, ni mucho menos la
última palabra sobre la subjetividad en la época moderna. El método foucaul-
tiano consiste en analizar acontecimientos puntuales (la locura, la sexualidad
y la gubernamentalidad, entre otros) para develar la racionalidad que les es
propia y el modo como el poder opera en ese espacio de producción de verdad
y de realidad. En segundo lugar, porque la manera como Foucault aborda el
funcionamiento del poder desde el momento en que asume como objeto de
reflexión la gubernamentalidad (es decir: del poder que se ejerce cuando uno
conduce ya sea su propia conducta o la de otros) implica el reconocimiento de
la libertad como polo esencial en la dinámica de las relaciones de poder. Y es
que el poder ya no busca someter, subordinar o acallar aquello que se le resiste,
sino más bien conducir estratégicamente lo que se resiste para alcanzar una
cierta finalidad funcional y productiva.
Por tal razón, Foucault afirma que “(…) el poder es menos una confrontación
entre dos adversarios o el enlace del uno con el otro, que un problema de go-
bierno” (Foucault, 1991, p. 86). Y el gobierno se define, en términos generales,
como la capacidad de “(…) estructurar el posible campo de acción de otros”
(Foucault, 1991, p. 86). En este sentido, se gobierna siempre que se busca produ-
cir un efecto sobre las acciones de la gente sin tener que apelar necesariamente
a la violencia o el terror. Esta forma de gobierno que seduce, incita, produce
o disuade es la forma de gobierno propiamente moderna. Ahora bien, solo se
seduce, disuade o incita a aquel que tiene la capacidad de obrar por sí mismo, de
determinarse a sí mismo a resistir o acatar la orden. En este sentido, el gobierno
siempre pone en juego la libertad de decisión y la posibilidad de estructurar el
campo de acción propio de una forma diferente de la que dictamina el poder
gubernamental-pastoral. Pero, ¿a qué viene todo esto? Simplemente al hecho de
que para consolidar una reflexión más completa sobre la noción foucaultiana de
sujeto moderno sería menester introducir toda la reflexión del pensador francés
sobre la ética del cuidado de sí, el autogobierno y el gobierno de los otros.
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Discurso, poder y subjetividad. Una reflexión filosófica...
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Bibliografía
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