La Organizacion Politica
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Lib-UADY
Mapa general 17
Cronología 19
Introducción 21
Parte I
De los remotos pobladores a los albores de la civilización
maya yucateca
Parte III
La civilización maya yucateca.
Renovación y fragmentación política, 1100-1542
E xiste un amplio consenso entre los investigadores del área maya que
el conocimiento sobre la organización política de los mayas yucatecos del
tiempo de la invasión española se tiene gracias a los estudios realizados por
Ralph L. Roys. Para este autor, cuando los españoles llegaron a Yucatán, la
península estaba dividida en “provincias”, las cuales eran territorios continuos,
y era de la idea de que entre los mayas, como en cualquier Estado moderno,
el poder se ejercía sobre una región limitada y acotada; y propuso de manera
tentativa las fronteras de sus provincias. Los mayistas del Preclásico, Clásico
y Posclásico, independientemente de las fuentes utilizadas, cuando proponen
los modelos de organización política también parten de la percepción de que
el poder se ejercía sobre un territorio continuo, e incluso muchos investiga-
dores se han preocupado particularmente por presentar de manera gráfica los
límites territoriales y otros por estimar en kilómetros cuadrados la superficie
territorial sobre la que un centro político ejerció su dominio.
En contraposición a las anteriores propuestas, los estudios epigráficos
sugieren que el ejercicio del poder entre los mayas tuvo un sustento personal
y no territorial, pues han encontrado evidencias jeroglíficas de que un sajal
—cargo nobilario ostentado por ciertos miembros de nobleza dominante—
podía convertirse en usajal cuando se vinculaba a un rey. Este principio je-
rárquico se observa también en el rango monárquico de ahau, cuando este,
por triunfo militar, vínculos familiares, protección, alianzas asimétricas se
1. EL MULTEPAL MAYAPÁN
las mujeres que ayudaban a otra a hilar su algodón recibían la misma ayuda
inmediatamente al término de esta labor. En la construcción de una casa, los
participantes esperaban recibir el mismo favor cuando les tocase construir o
reparar sus viviendas y percibían como retribución comida y bebida durante
la jornada de trabajo. La rotación, caracterizada por los españoles como rue-
da y tanda, era el concepto de orden que los mayas aplicaron para organizar
el mulmenyah. Consistía en alternar responsabilidades entre los grupos fami-
liares o alguno de sus miembros para la ejecución de algún trabajo.
Estos conjuntos de jefes de familia, a pesar de haber alcanzado un alto
grado de cohesión a través de sus vínculos de sangre y afinidad y del sistema
del mulmenyah no se tradujo, como generalmente se ha aceptado, en que,
como integrantes de una misma unidad residencial, fuesen vasallos de un mis-
mo señor o batab. Las fuentes históricas demuestran que los jefes familiares de
una misma unidad residencial se encontraban vinculados a distintos señores.
En un lugar denominado Kulá, por ejemplo, residían tres jefes de familia con
sus respectivas proles. Dos de ellos, Ah Chuuac Kauil y Ah Cot Balam Kauil,
reconocían al batab de Tikom; en tanto que Napuc Yah, al señor del linaje Xiu
residente en Cuncunul. En un lugar cuyo topónimo era Tubuluichba vivían
nueve jefes familiares. Nachan Chay y Namay Pot eran cuchteelob de un señor
del linaje Xiu; Napuc Uitizil, Nachan Dzul, Nachan Batun y Dzulub Batún
eran del batab de Tekom; y Nacam Ucan, Nachan Coyí y Namay Pot eran
vasallos del batab del linaje Kauil de Tixcacal.
De este modo, el poder de los batabob se extendió hasta aquellos jefes
familiares que los reconocían como sus señores, independientemente del
lugar de su residencia, por lo que los entramados políticos se entretejían
a modo de red en el espacio peninsular; en otras palabras, el señorío maya
yucateco fue de naturaleza jurisdiccional, no territorial. A este tramado de
conexiones políticas los mayas lo denominaron batabil, que aparece tradu-
cido en el Calepino maya como cacicazgo. En el siglo XVI esta palabra no se
empleaba para designar el territorio sobre el cual un cacique ejercía su po-
der. Se utilizaba para referirse a la “dignidad de ser cacique o señor de indios”
(Figura 1).
Figura 1
Distribución espacial de los batabilob o señoríos.
mismo linaje, uno era vasallo de Na Mox Chel, el gran señor de Dzidzantún,
y ocho eran independientes.
Por su parte, a fines de la primera mitad del siglo XVI el linaje Cocom
gobernaba seis señoríos, incluyendo el de Sotuta, la capital y, desde allá, Na-
chí Cocom, el halach uinic, había organizado su cuchcabal con 11 señores. Dos,
el de Ekmul y Sahcabá, eran Cocom; dos eran Ix y cinco eran de linajes distin-
tos. Los señores Cocom de Tecoh, Chaltún y Tixbecyá eran independientes.
Los casos de los linajes Pech y Chel constituyen una verdadera excep-
ción. Cuando los españoles llegaron a Yucatán el primer linaje gobernaba
31 señoríos; y su halach uinic, a través del vínculo de sangre, prácticamente
había frenado la desbandada de sus señores, pues su sucesor Naum Pech
había logrado organizar el cuchcabal de Motul con 28 señores, de los cuales
24 eran de su linaje, y los dos restantes pertenecían al linaje Canché, uno al
Oxté y el otro al Ek. De los otros siete señores Pech que se separaron, dos
eran vasallos de Namox Chel, gran señor de Dzidzantún, uno de Nachí Co-
com, gran señor de Sotuta, y los otros cuatro permanecían independientes.
Namox Chel era el gran señor de Dzidzantún y tenía un linaje integrado con
otros tres señores; y a través de alianzas políticas o matrimoniales, guerra o
simplemente reconocimiento al tiempo de la conquista, había incorporado a
su cuchcabal como vasallos a 28 señores, de ellos 20 eran de linajes distintos.
En conclusión, como consecuencia de la prolongada y severa crisis
demográfica, cuando los españoles llegaron a la península de Yucatán exis-
tían, por un lado, un sinnúmero de señores que habían logrado escapar del
vasallaje de los grandes señores y permanecían independientes. En términos
espaciales, estos señoríos ocuparon las regiones del Dzuluinicob, el Ceha-
che, el rincón noroccidental y los alrededores de Tizimín de las Tierras Bajas
del norte de la península de Yucatán. Por el otro, había 18 halach uinicob
que, con algunos batabob de su linaje y de otros, habían logrado integrar un
tejido más reducido de nuevos vínculos políticos para formar sus respectivos
cuchacabalob.