La Hija Del Relojero - Larry Loftis
La Hija Del Relojero - Larry Loftis
La Hija Del Relojero - Larry Loftis
Dramatis personae
Prólogo
Capítulo 1. Los relojeros
Capítulo 2. Juventudes hitlerianas
Capítulo 3. Persecución
Capítulo 4. Razias
Capítulo 5. Buceando
Capítulo 6. La guarida de los ángeles
Capítulo 7. Los bebés
Capítulo 8. Terror
Capítulo 9. Resistencia
Capítulo 10. El jefe
Capítulo 11. La misión
Capítulo 12. Seiscientos florines
Capítulo 13. Atrapados
Capítulo 14. Privilegiado
Capítulo 15. Prisión
Capítulo 16. Teniente Rahms
Capítulo 17. Huesos
Capítulo 18. Señora Hendriks
Capítulo 19. Resumen de justicia
Capítulo 20. Ravensbrück
Capítulo 21. Asesinato
Capítulo 22. El esqueleto
Capítulo 23. La lista
Capítulo 24. Edema
Capítulo 25. Déjà vu
Capítulo 26. La fábrica
Capítulo 27. Amar al enemigo
Epílogo
El resto de la historia
Apéndice
Nota del autor
Agradecimientos
Notas
Bibliografía
Créditos de fotografías
Índice analítico
Acerca del autor
Créditos
Planeta de libros
Para Steve Price,
un verdadero Casper Ten Boom
Atrévete a hacer lo correcto,
no lo que te ordene el deseo,
aprovecha la ocasión con valentía
—no dudes en cobardía—,
la libertad viene de los actos,
no de los pensamientos más altos.
No desmayes ni temas,
sal a la acción y a la tormenta,
confía en Dios y en los mandamientos
que sigues con anhelo;
la libertad, exultante, dará la bienvenida
a tu espíritu con alegría.
DIETRICH BONHOEFFER
PRÓLOGO
1. Isaac da Costa fue un abogado y poeta judío portugués convertido a la cristiandad. A lo largo
de su vida trabajó para que los cristianos holandeses oraran por Jerusalén y el pueblo judío
(nota del autor, en adelante N. del A.).
2. Mein Kampf fue publicado en dos volúmenes, el primero apareció en 1925 y el segundo en
1926 (N. del A.).
3. A Hindenburg no le gustaba Hitler y previamente le había dicho al general Kurt von
Hammerstein que «no tenía intención alguna de convertir a ese cabo austriaco en ministro de
Defensa ni canciller del Reich» (N. del A.).
4. La sa (Sturmabteilung, literalmente traducido como ‘destacamento de tormentas’ y conocido
también como sección de asalto) era una de las dos organizaciones paramilitares de Hitler (las
ss eran la otra) y fue conformada en 1920. Conocidos como «camisas pardas» o «tropas de
asalto», estos hombres eran usados por Hitler como un instrumento de terror callejero (N. del
A.).
5. Niemöller pasaría los siguientes siete años —mayormente en aislamiento— en los campos de
concentración de Sachsenhausen y en Dachau. Es famoso por su confesión: «Primero fueron
tras los judíos. Guardé silencio. Yo no era judío. Luego fueron tras los comunistas. Guardé
silencio. Yo no era comunista. Luego fueron tras los sindicatos. Guardé silencio. Yo no era del
sindicato. Luego fueron tras de mí. No quedaba nadie para levantar la voz por mí». (N. del A.).
66. Gavrilo Princip, un serbio de 19 años, asesinó al archiduque austriaco Franz Ferdinand en
Sarajevo el 28 de junio de 1914. El evento es considerado la causa más inmediata de la Primera
Guerra Mundial (N. del A.).
CAPÍTULO 2
JUVENTUDES HITLERIANAS
En la presencia de esta bandera de sangre, que representa a nuestro Führer, juro entregar toda mi
fuerza y energía al salvador de nuestro país, Adolf Hitler. Estoy dispuesto y preparado para dar
mi vida por él, y que Dios me ayude.
Conforme pasaban los días, los Ten Boom se percataron de que Otto era
distinto a los aprendices alemanes anteriores. Al inicio hacía críticas sutiles
sobre la gente y los productos holandeses, seguido por la proclamación: «El
mundo verá de lo que son capaces los alemanes». Poco después le diría a
Corrie que el Antiguo Testamento era el «Libro de las Mentiras» de los
judíos.
Opa, sin embargo, no estaba preocupado.
—Lo han educado mal —le dijo a Corrie—. Pero mirándonos, viendo
que amamos este libro y somos gente buena, se dará cuenta de su error.
Unas semanas después, sin embargo, fue revelado el lado siniestro de
Otto. Un día la casera de Otto fue al Beje para dar informes a los Ten Boom
sobre su joven empleado. Aquella misma mañana la mujer estaba
cambiando las sábanas de la cama de Otto cuando encontró algo bajo su
almohada. Y sacó de su bolso un cuchillo con una navaja curva de 10
pulgadas.
Opa volvió a darle el beneficio de la duda a Otto.
—Probablemente el chico está asustado —dijo—, está solo en un país
extraño. Seguramente la compró para protegerse.
Corrie reflexionó sobre el asunto. Era cierto que Otto estaba solo y no
hablaba holandés. Además de Opa, Betsie y Corrie —que hablaban alemán
—, no tenía nadie con quien charlar. Quizá padre tenía razón.
Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, Corrie se percató de algo
más. Otto parecía ser frío e irrespetuoso con el señor Christoffels —un
caballero mayor que Opa había contratado para ayudar con las reparaciones
—, pero tal vez se trataba simplemente de falta de consideración. Le
mencionó esta preocupación a su hermano Willem cuando estaba de visita
un día, quien borró de inmediato las esperanzas de Corrie.
—Es muy deliberado —dijo—. Es porque Christoffels es viejo. Los viejos
no tienen valor para el Estado. También es más difícil entrenarlos en las
nuevas formas de pensar. Alemania enseña sistemáticamente a faltar el
respeto a la vejez.
Al escuchar la conversación, Opa argumentó que Otto siempre había
sido respetuoso con él mismo, que era un poco más viejo que Christoffels.
—Contigo es distinto —dijo Willem—. Tú eres el jefe. Esa es otra parte
del sistema: respeto a la autoridad. Son los viejos y los débiles quienes deben
ser eliminados.
Corrie y Opa solo podían menear la cabeza. ¿Era posible una ideología
tan vil?
Unos cuantos días después, recibieron respuesta a su pregunta. Una
mañana el señor Christoffels entró dando tropezones en la tienda, con una
mejilla sangrando y la chaqueta desgarrada. Había perdido su sombrero, así
que Corrie salió de la tienda, apresurándose para llevárselo de vuelta a su
dueño. Andando sobre los pasos que el viejo había tomado para llegar al
trabajo, se percató de un par de personas que parecían estar haciéndose de
palabras con alguien: Otto. Le preguntó a uno de los observadores qué había
pasado y este le dijo que cuando Christoffels había dado vuelta en la esquina
hacia el callejón, Otto lo estaba esperando. Empujó al hombre contra el
costado de un edificio y le estampó la cara contra los ladrillos. Corrie estaba
horrorizada, sus peores temores sobre Otto eran verdad.
Por primera vez en los más de 60 años del negocio, Opa tuvo que
despedir a un empleado. Intentó razonar con Otto, explicarle por qué su
comportamiento había sido inapropiado, pero Otto permaneció impávido.
Opa le hizo saber que su empleo había terminado y Otto recogió sus
herramientas con calma, sin decir palabra.
Justo al llegar a la puerta, Otto se dio la vuelta y Corrie tembló. Era la
mirada más ominosa que hubiese visto en toda su vida.
Notas:
En Berlín el tiempo era esencial. Desde el día en que Hitler llegó al poder en
1933, los líderes militares alemanes habían conspirado para acabar con él, ya
fuera mediante asesinato o arresto y juicio. En 1938, ocurrió el llamado
complot de los generales1 para derrocar o matar a Hitler, e involucró a los
más altos dirigentes del ejército alemán, la Wehrmacht. Sin embargo, debido
a una serie de problemas logísticos, el complot no se logró concretar. A
partir del otoño de 1939, el general Franz Halder, jefe del Estado Mayor del
Ejército, llevaba una pistola cargada en el bolsillo cada vez que se reunía con
Hitler, decidido a disparar contra el propio Führer. Desafortunadamente,
nunca pudo hacerlo. Finalmente se dio cuenta de que era un oficial del
ejército, no un asesino, y que alguien más tendría que hacer el trabajo sucio.
Sin poder dar un golpe de Estado, los líderes de la Wehrmacht estaban
paralizados; Hitler exigió que invadieran Polonia, de modo que, el 1 de
septiembre de 1939,2 eso mismo hicieron. Francia e Inglaterra declararon de
inmediato la guerra contra Alemania, y de este modo comenzó la Segunda
Guerra Mundial.
Ahora, desde el inicio de los primeros meses de 1940, Hitler exigía más,
pidiendo a sus generales que se prepararan para invadir Noruega,
Dinamarca, Bélgica y los Países Bajos.
Los acérrimos oficiales antinazis sabían que esta era su última
oportunidad: tendrían que asesinar al Führer o sabotear sus planes. El
coronel Hans Oster,3 asistente del almirante Wilhelm Canaris, jefe de la
Abwehr, creía que si las naciones occidentales podían oponer una defensa
firme, el liderazgo de Hitler quedaría paralizado, lo que facilitaría un golpe
de Estado. La idea se le había ocurrido a Halder a finales de 1939, pero el
contacto de Oster con el agregado militar holandés en Berlín, el mayor
Gijsbertus Jacobus Sas, fue lo que brindó un canal de filtración eficiente.
Para Oster este significaba el plan B para detener a Hitler. El plan A era el
golpe de Estado, pero los generales de la Wehrmacht parecían perder la
oportunidad a cada vuelta.
Y así el reloj seguía avanzando.
El 3 de abril de 1940, Oster dio aviso a Sas de que Alemania invadiría
Dinamarca y Noruega seis días después, el 9 de abril. Le pidió a Sas no solo
advertir a los daneses y noruegos, sino también que notificara a Gran
Bretaña. Además, hizo que su amigo Josef Müller le pasara aquella
información al Vaticano. Sin embargo, la advertencia no fue suficiente, pues
la Wehrmacht invadió con éxito ambos países.
Ahora más que nunca Oster estaba decidido a frustrar la invasión de
Holanda. El 9 de mayo cenó con Sas y después se dirigieron al cuartel
general de las fuerzas armadas para que Oster pudiera investigar si había
novedades. El holandés esperó en el auto mientras Oster entraba a indagar
en los detalles. Después de 20 minutos, este volvió, desesperanzado.
—Querido amigo —le dijo a Sas—, ha terminado… el cerdo ha ido al
frente occidental, ahora ha terminado definitivamente. Espero que volvamos
a encontrarnos después de esta guerra.
Inmediatamente Sas notificó a La Haya con un mensaje dirigido
específicamente al Ministerio de Defensa: «Mañana al amanecer.
Prepárense». Luego alertó a su amigo Georges Goethals, el agregado militar
belga.
Pero los aullidos previos de Sas —todos ellos inexactos— habían cansado
a los generales holandeses y belgas. Tan solo la invasión a Holanda había
sido programada y cancelada 29 veces. El general H. G. Winkelman,
comandante en jefe holandés, estaba tan cansado de estas advertencias que
le dijo a Sas que su fuente —Oster— era lamentable. Y así, los Países Bajos y
Bélgica ignoraron épicamente la última advertencia Oster-Sas, asumiendo
que sería otra falsa alarma.
A las 3 a. m. del 10 de mayo, el Decimoctavo Ejército de Alemania
atravesó el río IJssel, la línea de defensa de Holanda. Al amanecer, la
Luftwaffe envió 1 100 aviones para bombardear aeródromos y lanzar dos
divisiones aerotransportadas al sur de Holanda. Para contrarrestar los 141
Panzer del Decimoctavo Ejército, el general Winkelman tenía tan solo 26
vehículos blindados y ni un solo tanque. La fuerza aérea holandesa estaba
igualmente superada en armamento: tenía solo 132 cazas útiles, de los cuales
solo 72 eran modernos.4
El plan de Hitler era lanzar tropas aerotransportadas en los tres
aeródromos que rodeaban La Haya, apoderarse de la capital y capturar a la
reina Wilhelmina y su gabinete.
Para su sorpresa, la resistencia de Holanda fue tenaz.
De regreso a casa, ella y Betsie se turnaban todas las noches para escuchar
las transmisiones de Free Dutch; mientras una se agachaba frente a la radio,
la otra tocaba el piano lo más estruendosamente posible. Sin embargo, las
noticias eran espantosas: las ofensivas alemanas tenían éxito en todos sus
frentes. Y eso, más que nada, preocupaba a los británicos. Los alemanes
habían reparado los daños causados por las bombas en los aeródromos
holandeses y ahora los utilizaban como bases de avanzada para los ataques
de la Luftwaffe contra Inglaterra.
Noche tras noche, Corrie se acostaba en la cama temblando ante el
sonido de las bombas de la Luftwaffe que se dirigían hacia occidente. Sin
embargo, los británicos no tardaron en responder con ataques contra
Alemania. A menudo, los cazas alemanes interceptaban aviones de la Royal
Air Force (raf) sobre Haarlem, y una noche se produjo un combate aéreo
sobre el Beje. A través de su ventana no podía ver los aviones, pero los rayos
de fuego de las balas trazadoras no dejaban dudas sobre lo que estaba
pasando.
A medida que avanzaba el verano de 1941, el gobierno holandés, que
estaba en el exilio, trabajaba para establecer su propia red con la cual
transmitir en los Países Bajos. El 28 de julio, Radio Oranje transmitió su
primer mensaje y la reina Wilhelmina no se anduvo con rodeos. En lugar de
referirse a los ocupantes como alemanes, los llamó moffen, un antiguo
insulto holandés que significa pueblo sucio y atrasado.
Reconociendo la efectividad de la bbc y Radio Oranje, Seyss-Inquart
emitió una «Medida para la Protección de la Población Holandesa Contra la
Falsa Información». Declaraba que se debía proteger a los holandeses de las
«noticias falsas» y que solo las estaciones nazis serían oficialmente
permitidas. Como era de esperar, la ley declaró que cualquier persona
sorprendida escuchando la bbc o Radio Oranje sería severamente castigada.
Corrie y los Ten Boom no tenían intención de obedecer la ley, sin
embargo, mantenían el sonido al mínimo volumen cuando sintonizaban la
radio. La comida, por otro lado, seguía siendo un problema. Alemania
invadió Rusia el 22 de julio y los cientos de miles de tropas alemanas que
marchaban hacia el este necesitaba raciones diarias, lo que significaba que
más productos de los Países Bajos serían desviados y enviados a la
Wehrmacht.
En las tardes, cuando el clima lo permitía, Corrie caminaba con su padre
por el vecindario y cada día que pasaba veía más evidencia de persecución.
Los escaparates, restaurantes, teatros e incluso salas de conciertos tenían
carteles que decían: «No se servirá a los judíos». En los parques, los carteles
simplemente advertían: «No judíos».
Conforme el verano daba paso al otoño, Corrie notaba una inquietante
secuencia de acontecimientos. Primero fueron los relojes que habían sido
reparados, pero cuyos dueños no habían regresado a recogerlos. Luego, una
casa en la cuadra de Nollie de pronto quedó desierta. No mucho después,
otra tienda de relojes, propiedad de un hombre judío que Corrie conocía
como el señor Kan, no volvió a abrir sus puertas. Un día, papá llamó a la
puerta preguntándose si su colega estaba enfermo, pero nadie respondió.
Durante los días siguientes, al pasar por delante de la tienda, se dieron
cuenta de que esta se había quedado a oscuras y cerrada.
Unas semanas más tarde, mientras Corrie y su padre caminaban por
Grote Markt, en el centro de Haarlem, se encontraron con una redada de
policías y soldados. Cuando se acercaron, Corrie sintió repulsión por lo que
vio. Innumerables hombres, mujeres y niños, todos con la estrella de David,
estaban siendo obligados a entrar a la parte trasera de un camión.
—Padre —lloró Corrie—. Esa pobre gente.
La policía se quitó del camino y el camión avanzó hacia delante.
Opa asintió.
—Esa pobre gente.
Corrie miró a su padre y se percató de que no miraba al camión que se
alejaba sino a los soldados.
—Compadezco a los pobres alemanes, Corrie. Han tocado a la niña de
los ojos de Dios.8
Durante los siguientes días, Corrie habló con su padre y Betsie sobre el
mejor modo de ayudar a sus vecinos judíos. Esconderlos en el Beje era la
respuesta obvia, pero tenían espacio limitado y no había escondites. Y el
riesgo era inmediato y severo: cualquiera que fuese atrapado refugiando
judíos sería enviado a prisión o a un campo de concentración.
Sin embargo, precisamente eso era lo que Willem estaba haciendo. Poco
después de la ocupación había creado un área de escondite bajo el suelo de
su estudio. Cuando la Gestapo hacía búsquedas aleatorias, todos los judíos a
quienes daba albergue se escondían en el lugar secreto.
Entre bastidores, los británicos estaban haciendo todo lo posible para
ayudar a sus aliados holandeses. Los combates aéreos que se hacían de
manera periódica por parte de la raf sobre Holanda no estaban teniendo un
impacto significativo en la guerra, pero los británicos tenían un arma
secreta: la Dirección de Operaciones Especiales. Fundada en 1940, la soe
(por sus siglas en inglés) se creó para llenar un vacío. A diferencia del MI6,
la organización profesional que realizaba espionaje extranjero, a la soe se le
encomendó hacer el trabajo sucio: armar a los combatientes de la
Resistencia, sabotaje (especialmente contra puentes, trenes y depósitos de
municiones alemanes), contrainteligencia e incluso asesinatos. En resumen,
la directiva de Winston Churchill para las empresas estatales era «prender
fuego a Europa». Todos los agentes estaban entrenados para matar usando
cualquier arma, incluyendo cuchillos, e incluso sus propias manos. Por esta
razón fueron apodados espías, comandos o simplemente «los irregulares de
Baker Street».
Los alemanes los llamaban «terroristas».
En casi todos los casos donde la soe buscó agentes para los territorios
ocupados, reclutaba a nacionales que hablaban el idioma sin acento y que
conocían la zona concreta a la que eran enviados. La soe había logrado
avances significativos en Francia, y ahora Londres quería hacer lo mismo en
los Países Bajos. En septiembre lanzaron en paracaídas a dos agentes en
Holanda, seguidos el 6 de noviembre por Thys Taconis, experto en sabotaje,
y H. M. G. Lauwers, su operador de radio.
Los operadores de radio —que recibían un arduo entrenamiento en
códigos y aparatos inalámbricos— eran la mejor fuente de Londres para
obtener información de testigos presenciales y para establecer entregas de
armas que se distribuían a los combatientes de la Resistencia.
Los dos agentes lanzados en septiembre tuvieron un éxito parcial:
mientras que uno regresó a Inglaterra con información útil en febrero de
1942, el otro se perdió en el mar. Mientras tanto, Taconis y Lauwers habían
establecido operaciones en Arnhem y La Haya, respectivamente.
El 18 de marzo, después de poco más de cuatro meses de comunicación
inalámbrica secreta, Londres recibió una solicitud de Lauwers para enviar a
otro agente, a lo que la sección holandesa de la soe respondió que lo harían
de inmediato.
Solo que la solicitud no fue de Lauwers.
Notas:
1. El complot de los generales, como fue conocido, era apoyado virtualmente por cada oficial
mayor alemán de la inteligencia militar, incluidos el general Walther von Brauchitsch,
comandante en jefe del ejército; el general Franz Halder, jefe del Estado Mayor del Ejército; el
general Ludwig Beck, predecesor de Halder; el general Gerd von Rundstedt, comandante en
jefe del grupo número 1 del ejército; el general Erwin von Witzleben, comantante del III
Cuerpo del Ejército, y Wilhelm Canaris, almirante en jefe de la Abwehr. Tres excepciones
notables en esta lista son los principales seguidores de las Wehrmacht de Hitler: el general
Alfred Jodl y el mariscal de campo Wilhelm Keitel, criminales de guerra que fueron ejecutados
en los juicios de Nuremberg, y el mariscal de campo Walter Model, que se suicidó el 21 de abril
de 1945 (N. del A.).
2. El plan fue llamado «la teoría del retroceso» (N. del A.).
3. Oster odiaba tanto a Hitler que entre los colegas de la Abwehr se refería a él como «el cerdo»
(N. del A.).
4. Antes de que terminara el día ya habían perdido 62 (N. del A.).
5. Del 1 al 25 de septiembre de 1939, la Luftwaffe atacó Varsovia. Tan solo durante el día 25
arrojó 560 toneladas de explosivos de alta potencia y 72 toneladas de bombas incendiarias (N.
del A.).
6. Hitler le dijo a Anton Mussert, líder del Movimiento Nacionalsocialista de Países Bajos
(nsb), que los mejores representantes de la raza germánica podían encontrarse en Países Bajos
y Noruega (N. del A.).
7. Más tarde Corrie y Betsie persuadieron a su padre de no usar la estrella en público (N. del
A.).
8. En el Antiguo Testamento, Israel es referido dos veces como la niña de los ojos de Dios.
Deuteronomio 32:10 dice: «En una tierra desierta Él [Dios] lo encontró, en una tierra árida y
aullante. Lo protegió y cuidó de él; lo protegió como a la niña de sus ojos». De manera similar,
en Salmos 17:8 David reza: «Guárdame como a la niña de tus ojos; escóndeme a la sombra de
tus alas» (N. del A.).
CAPÍTULO 4
RAZIAS
Dos noches más tarde, Corrie escuchó otro golpe en el callejón justo antes
de las ocho de la noche. Abrió para encontrar a una pareja mayor —ambos
muertos de miedo— que cargaban consigo sus últimas posesiones.
Contaron la misma historia y Corrie les dio la bienvenida. Sabía que el
riesgo que estaba tomando suponía un problema. Los Ten Boom ahora
albergaban a tres judíos y el Beje estaba a tan solo media cuadra del cuartel
de policía de Haarlem. Al día siguiente visitó a Willem para pedirle ayuda y
su consejo. Le contó sobre los judíos y le preguntó si podría encontrarles un
lugar en el campo.
—Se está volviendo más difícil —dijo—. Están resintiendo la escasez de
comida incluso en las granjas. Aún tengo algunas direcciones, sí. Pero no
recibirán a nadie sin una tarjeta de racionamiento.
—¡Sin una tarjeta! Pero ¡a los judíos no se les dan tarjetas de
racionamiento!
Willem meditó un momento.
—Lo sé. Y las cartillas de racionamiento no se pueden falsificar. Se
cambian con demasiada frecuencia y son demasiado fáciles de detectar.
—¿Y entonces cómo rayos vamos a conseguir tarjetas de racionamiento?
—preguntó Corrie.
—Robándolas.
La palabra «robar» atrapó la conciencia de Corrie.
—Entonces, Willem, ¿podrías robar…? Quiero decir… ¿podrían robarse
tres tarjetas de racionamiento?
Willem negó con la cabeza. La Gestapo lo tenía vigilado noche y día,
dijo.
—Será mucho mejor para ti que desarrolles tus propias fuentes. Entre
menos conexión tengas conmigo (entre menos conexión tengas con
cualquier otra persona), mucho mejor.
En el tren de vuelta a casa, Corrie se devanó los sesos para pensar en una
fuente. Le vino a la mente un nombre: Fred Koornstra, que trabajaba para la
empresa de servicios públicos y leía el medidor eléctrico del Beje todos los
meses. Por lo que recordaba, ahora trabajaba en la Oficina de Alimentos, el
mismo lugar donde repartían las cartillas de racionamiento.
Esa tarde después de la cena, visitó a Fred, pero inquieta por no saber si
este la ayudaría o la entregaría a las autoridades. Después de un poco de
plática, le explicó que estaba albergando a tres judíos y que otros dos
acababan de llegar aquella tarde; todos necesitaban tarjetas de
racionamiento.
—¿Hay forma de que puedas darnos algunas tarjetas extra? ¿Más tarjetas
de las que reportas?
Fred negó con la cabeza. Cada tarjeta está controlada, dijo, y los números
se revisaban dos veces. Pensó por un momento y luego tuvo una idea.
—A menos… A menos que hubiese un atraco. La Oficina de Alimentos
de Utrech fue robada el mes pasado… Si ocurriera al atardecer, cuando solo
estamos el empleado de registros y yo… y nos encontraran amarrados y
amordazados…
Corrie esperó mientras Fred procesaba cómo podría cometerse el falso
crimen.
—¿Cuántas necesitas? —preguntó finalmente Fred.
—Cien.
Una semana después de que Corrie visitara a Fred Koornstra, este pasó por
el Beje. Corrie quedó conmocionada por lo que vio: los ojos de Fred eran de
un color púrpura verdoso y su labio inferior estaba cortado e hinchado.
Antes de que pudiera comentar, Fred dijo:
—Mi amigo representó el papel con mucha naturalidad.
Dejó sobre la mesa una carpeta de papel manila con exactamente 100
tarjetas de racionamiento y añadió que podría proporcionar otras 100
tarjetas cada mes. Corrie estaba eufórica: se salvarían cientos de vidas judías,
pero era demasiado arriesgado para ella recogerlas en su casa todos los
meses. Entonces tuvo otra idea. ¿Podría venir al Beje vestido con su antiguo
uniforme de medidor? Después de todo, el medidor estaba en el interior de
la casa, por lo que podía darle las tarjetas fuera de la vista de miradas
indiscretas. Fred aceptó y Corrie encontró un lugar en las escaleras donde
podía esconder las cartas cuando fuera a «revisar el medidor».
Unas cuantas noches después, Corrie recibió a cuatro judíos más: una
mujer y sus tres crías. Más tarde, mucho después de que empezara el toque
de queda, volvió a sonar el timbre. Asumiendo que se trataría de otro judío
que había escuchado sobre el Beje, Corrie se apresuró a abrir la puerta. Para
su asombro, el visitante era su sobrino, Kik, el hijo de Willem.
—Toma tu bicicleta —le dijo—. Hay algunas personas a las que quiero
que conozcas.
—¿Ahora? ¿Después del toque de queda?
Kik no respondió y Corrie fue a buscar su incansable bicicleta.
Pedalearon por las calles oscuras, luego cruzaron un canal y Corrie se dio
cuenta de que estaban en el suburbio de Aerdenhout. Kik la llevó a una casa
rodeada de árboles donde una joven doncella los esperaba en la puerta. Kik
llevó ambas bicicletas al interior y las colocó en el vestíbulo junto a muchas
otras.
Mientras entraron al salón, nada menos que el viejo amigo de Corrie,
Pickwick, los recibió con café. Su verdadero nombre era Herman Sluring y
era uno de los mejores clientes de los Ten Boom. Fabulosamente rico,
compraba los relojes más caros del Beje y, a menudo, se unía a la familia en
el piso de arriba para conversar. En el centenario de la tienda envió un
enorme ramo de flores y asistió a la fiesta de celebración. Todo el mundo lo
amaba y se referían a él afectuosamente como «tío Herman» —que era el
nombre que prefería Peter para dirigirse a él— o «Pickwick», un nombre que
Corrie y Betsie le habían dado después de darse cuenta de que parecía un
boceto del famoso personaje de Charles Dickens.
De estatura baja, gordo, calvo y bizco, Pickwick no tenía gran atractivo,
pero era un excelente caballero cristiano que amaba a los niños y era amable
y generoso.
Comenzó por presentar a Corrie y Kik con los demás invitados y Corrie
comprendió de inmediato que se trataba de trabajadores clandestinos de la
Resistencia; todos se llamaban señor Smit o señora Smit. Se enteró de que
los líderes de la Resistencia trabajaban en conjunto con las fuerzas británicas
y holandesas libres que luchaban en otras ciudades, y Pickwick parecía estar
a cargo del grupo de Haarlem. Momentos después presentó a Corrie al
grupo como «la jefa de una operación aquí en esta misma ciudad»; hasta ese
momento, Corrie simplemente se veía a sí misma como alguien que estaba
ayudando a sus vecinos judíos.
Uno a uno, Pickwick fue presentando a los demás, cada uno con una
habilidad o contribución particular: uno podía preparar documentos de
identidad falsos, otro podría proporcionar un automóvil con placas
gubernamentales, otro más podría falsificar firmas.
Corrie comprendió que había cruzado el Rubicón: ahora formaba parte
de la Resistencia holandesa.
Notas:
Peter sabía que tenía una sola oportunidad y que tenía que hacer algo en 30
segundos. La prisión de Ámsterdam había sido suficientemente mala; si iba
a Alemania, estaba seguro de que no regresaría.
—Señor, solo un momento —dijo—. Tengo más pruebas de que soy un
ministro.
—¿Cuál?
—Deme solo cinco minutos de su tiempo para hablarle de la palabra del
Señor. Luego podrá juzgar si le estoy diciendo la verdad o no.
El comandante se echó hacia atrás en su silla y lo miró fijamente durante
lo que parecieron días. Luego llamó con la mano a otro oficial y ambos
tuvieron una conversación corta que Peter no pudo escuchar. De pronto el
Alemán miró hacia arriba exasperado y señaló hacia la puerta:
—¡RRRRRRAUS!
Peter salió corriendo antes de que cambiara su suerte.
Sin embargo, las razias continuaron con más severidad que antes. Pudo
observar que en todos los lugares importantes de la ciudad los soldados no
hacían preguntas; simplemente arrestaban a los niños y los enviaban a
Alemania. A partir de ese momento, si salía en público necesitaría un
disfraz, sin importar ya el certificado de la iglesia. Con un poco de ayuda de
sus hermanas comenzó a vestirse como mujer cuando salía de la casa.
Sorprendentemente, las faldas y mascadas funcionaban; en numerosas
ocasiones los soldados incluso le silbaban.
Sin embargo, conforme pasaban los días, incluso los disfraces eran
insuficientes, pues los agentes de la Gestapo que se encargaban de «reclutar»
hacían redadas a los hogares sin previo aviso, secuestrando a cualquier
muchacho que encontraran. Llegado este punto ya no había alternativa;
tendría que «bucear».
Los onderduikers,1 como eran llamados, eran chicos holandeses que
tenían que desaparecer y esconderse de casa en casa del mismo modo en que
los judíos lo estaban haciendo. Los judíos eran «buceadores» también, pero
las consecuencias de ser atrapados eran radicalmente distintas. Para los
holandeses no judíos, significaba trabajos forzados, para los judíos
significaba la muerte.
A partir de un censo especial en enero de 1941, los nazis habían
comenzado a deportar a los judíos a Alemania. El censo judío les
proporcionó los registros necesarios para redadas posteriores, que
comenzaron al verano siguiente. En junio de 1942, la Zentralstelle, la oficina
alemana que organizaba las deportaciones, anunció que a partir del 14 de
julio todos los judíos serían enviados a trabajar a Alemania bajo la
supervisión de la policía. Sin embargo, pocos cumplieron la orden, por lo
que los alemanes allanaron casas en Ámsterdam, arrestando y reteniendo
como rehenes a unos 750 judíos a lo largo de ese mismo día. La represalia
tuvo el efecto deseado: durante las dos semanas siguientes, unos 6 000 judíos
se presentaron para ser transportados a Westerbork, una estación de tránsito
al noreste de Países Bajos que los nazis utilizaban como punto de parada
para las deportaciones a campos de concentración.
Una de esas familias atrapadas en la vorágine fue la familia Frank. El 9 de
julio, Ana relató cómo era la situación para los buceadores judíos: «Mi
madre me llamó a las cinco y media[…] Estábamos los cuatro envueltos en
tantas capas de ropa que parecía como si fuéramos a pasar la noche en un
refrigerador[…] Ningún judío en nuestra situación se atrevería a dejar la
casa con una maleta llena de ropa. Yo vestía dos camisetas, tres pares de
ropa interior, un vestido y sobre este una falda, una chaqueta, un abrigo, dos
pares de calcetines, zapatos pesados, una capa, una bufanda y muchas cosas
más.
»Las camas sin tender, las cosas del desayuno sobre la mesa, la carne para
el gato en la cocina, todas estas cosas creaban la impresión de que nos
habíamos ido repentinamente. Pero no nos importaban las impresiones.
Solo queríamos salir de ahí, alejarnos y llegar seguros a nuestro destino.
Nada más importaba».
La familia de Ana Frank encontró un sitio para esconderse en el edificio
de la oficina de su padre en el número 263 de Prinsengracht. El edificio era
de planos sumamente irregulares y la estructura les permitía desaparecer en
las plantas superiores. La planta baja albergaba un almacén con diversos
espacios destinados a almacenes, talleres y fresado. En la esquina del edificio
había una oficina por la cual se podía acceder al segundo, tercer y cuarto
pisos. El segundo nivel contenía tres oficinas y una escalera conducía al
tercer piso, donde había más habitaciones pequeñas y un baño. El cuarto
piso contenía dos pequeñas habitaciones y el ático. Fue en estas habitaciones
del tercer y cuarto pisos donde se refugió la familia Frank.
Los Frank estaban felices de tener un lugar donde quedarse, pero el
hacinamiento y el encierro eran asfixiantes. «No poder salir me molesta más
de lo que puedo expresar», escribió Ana en su diario el 28 de septiembre, «y
tengo miedo de que descubran nuestro escondite y nos disparen».
Y, ciertamente, las habitaciones eran fáciles de encontrar una vez que se
llegaba al tercer piso. Para añadir una capa de seguridad, un carpintero
construyó una estantería en la entrada; si se empujaba o tiraba en el lugar
correcto, se abría. Llamaron a su nuevo hogar el «Anexo Secreto».
A inicios de diciembre los rumores decían que los nazis pronto reanudarían
las redadas y arrestos en masa en todas las universidades holandesas. La
Universidad de Delft, percibiendo el peligro inminente, anunció que las
vacaciones de Navidad comenzarían temprano debido a «la falta de carbón
para la calefacción».
Durante las vacaciones, Hans decidió abandonar Delft y buscar un
escondite en casa de unos familiares en Zelanda, situada en el extremo
suroeste de Holanda. Al ser la provincia menos poblada de los Países Bajos,
era el último lugar donde los alemanes realizarían incursiones. Al poco de
llegar se enamoró de una hermosa muchacha de 17 años llamada Mies.
Provenía de Goes, un pueblo cercano, y también ella estaba enamorada.
Todas las tardes, Hans se encontraba con ella en la estación de tren para
acompañarla a casa después de sus estudios en la escuela para maestros
local. Decidieron que querían casarse, pero la posibilidad de hacerlo era
nula.
Después del Año Nuevo, los males que ocurrían en Ámsterdam
empeoraban día a día. Seyss-Inquart no solo reanudó las redadas en
Ámsterdam, sino que hizo un esfuerzo especial para arrestar y deportar a
huérfanos, ancianos y enfermos.
Notas:
Ese mismo día, Ana Frank registró en su diario que había presenciado una
pelea en lo alto del cielo unas cuantas noches antes, y cómo los aviadores
aliados tuvieron que lanzarse en paracaídas desde su avión en llamas. Eran
canadienses, descubriría más tarde, y cinco tripulantes habían salido sanos y
salvos. El piloto, sin embargo, murió quemado y la Gestapo rápidamente
capturó a cinco de los hombres restantes.
Muy temprano esa misma mañana podía sentirse el peligro cada vez más
cerca y Ana escribió: «Anoche las armas hicieron tanto ruido que mamá
cerró la ventana. A esto siguió un fuerte estruendo, que sonó como si una
bomba incendiaria hubiera caído junto a mi cama.
»—¡Luces! ¡Luces! —grité. Esperaba que la habitación estallara en llamas
en cualquier momento».
Estas escenas se repetirían una y otra vez para Ana y para todos en
Ámsterdam y Haarlem.
Siento la necesidad de explicarles brevemente a ustedes, como colaboradores míos, cuál ha sido el
motivo de mi renuncia el 12 de septiembre de 1940. Ese día me quedó claro que en nuestro país
la llamada declaración aria será una cosa obligatoria. Esto significa que, al considerar solicitudes
o planificar cambios de personal, estaremos obligados a investigar si la persona en cuestión es de
ascendencia judía. Por muy querida que sea para mí esta vocación, a causa de dicha medida me
sentí obligado a presentar mi dimisión, pues mi conciencia de cristiano y de holandés nunca me
permitirá hacer semejante pregunta a nadie…
Hans sabía que el hombre tenía razón: su futuro era precario. Las represalias
nazis contra cartas como esta fueron severas, al igual que los castigos para
cualquiera que las copiara o difundiera. Y entonces le aseguró a Corrie que
mecanografiaría varias copias para que el hombre pudiera distribuirlas a sus
colegas.
El 8 de junio, la Gestapo llevó a cabo más razias por toda Holanda;
cientos de muchachos holandeses serían enviados a Alemania al día
siguiente. El aumento del peligro también trajo consigo a la tercera residente
de los Ten Boom: Mary Van Itallie, la segunda judía en el Beje. Era una
mujer de 42 años de complexión fina, hija de un profesor de la Universidad
de Ámsterdam, y su historia era peor que la de Thea. Cuando los alemanes
comenzaron a perseguir a los judíos holandeses, le dijo a los Ten Boom, sus
padres se suicidaron para no tener que enfrentarse a un campo de
exterminio como el de Auschwitz. Hay que reconocer que, a pesar del
trauma, Mary se mantuvo positiva y optimista. Ella creía que la bondad y la
verdad eventualmente prevalecerían y encajaba bien con todos en el Beje.
Poco después de la llegada de Mary, Corrie acogió a dos buceadores
holandeses más: Henk Wessels y Leendert Kip. Nadie preguntó sus edades,
pero Henk aparentaba 18 años y Leendert 25. Henk tenía cara de niño de
coro y su carácter tranquilo y alegre coincidía con su aspecto físico.
Leendert era todo lo contrario: de aspecto maduro, con una sonrisa traviesa,
era hablador y obstinado. Sin embargo, sus ocupaciones parecían no
coincidir con sus fisonomías: el niño del coro era en realidad un joven
abogado mientras que el testarudo era maestro de una escuela.
Los refugiados de los Ten Boom ahora eran cinco —Hans, Thea, Mary,
Henk y Leendert— y discutieron como grupo la mejor manera de
esconderse en la vieja casa. Hans pensaba que el desván podría ser un buen
lugar y examinó el espacio cubierto de polvo. La puerta del ático era
demasiado obvia, concluyó, así que cerró la escotilla original con clavos y
serró una nueva en un lugar menos obvio. Sin embargo, cuando lo probaron
durante un simulacro de emergencia, quedó claro que el ático no
funcionaría; tomaba demasiado tiempo que todos pudieran levantarse a
cerrar la escotilla.
Sin embargo, Corrie tuvo una idea.
—Le preguntaré a Pickwick. Estoy segura de que conocerá a alguien que
pueda ayudarnos.
Unos días más tarde apareció un arquitecto en el Beje. Como la mayoría
de los trabajadores de la Resistencia, su nombre era señor Smit. Al parecer él
inspeccionaba todos los escondites de la Resistencia de Haarlem y quería
hacer lo mismo con el sistema de seguridad completo del Beje. Corrie le
mostró el espacio en la escalera donde escondían las tarjetas de
racionamiento y el señor Smit lo aprobó. Luego le explicó su sistema de
seguro/no seguro: si en la ventana del comedor colgaba un cartel de madera
que decía «Relojes Alpina», era seguro entrar, sin embargo, si no estaba ese
cartel, no era seguro entrar. Luego estaba el espejo afuera de la ventana que
revelaba quién se acercaba; si apareciera la Gestapo o la policía, la puerta
entre la tienda y la casa podría cerrarse con llave, proporcionando así un
valioso tiempo extra para que los refugiados buscaran escondites.
Smit subió las escaleras y se maravilló ante la excéntrica distribución de
la casa, las paredes torcidas y los niveles irregulares del suelo.
—Señorita Ten Boom, si todas las casas se construyeran como esta,
tendría ante usted a un hombre menos preocupado.
Corrie lo siguió mientras él se dirigía a su propio dormitorio en el último
piso.
—¡Eso es! —gritó Smit—. Quiere que su escondite sea lo más alto
posible. Eso da más oportunidades de llegar a él mientras la búsqueda se
hace en los niveles de abajo.
—Pero… esta es mi habitación.
Smit la ignoró y comenzó a mover muebles y a tomar medidas. Después
de unos minutos, hizo una señal hacia el fondo de la habitación.
—¡Aquí es donde irá la pared falsa!
Trazo una línea con lápiz a unas 30 pulgadas de la pared.
—Una sola fila de ladrillos será suficiente. Un clóset falso a la izquierda y
frente a este un panel corredizo al fondo del clóset serán suficientes.
Señorita, esto ha sido maravilloso. Estaré tan orgulloso de esto como lo estoy
de las hermosas casas que he construido.
Durante los siguientes dos días fueron llegando trabajadores con
herramientas escondidas dentro de periódicos y ladrillos en maletines. En
poco tiempo, Corrie tenía una pared de ladrillos en su habitación que
rápidamente estuvo recubierta de estuco. En un extremo de la falsa pared
estaba un armario, que servía como entrada al escondite. En la repisa
inferior había un panel corredizo secreto —una obra maestra de
construcción— que medía tres pies de ancho por dos pies de altura. Estaba
colocado en ranuras muy ajustadas para que al cerrarlo no aparecieran
grietas ni costuras. Un contrapeso y una rueda permitían que la pieza se
moviera con facilidad, y en la parte inferior se colocó una fina capa de goma
para disimular el ruido al cerrarla.
Se aplicó una nueva capa de pintura a la pared y al armario, y cuando se
secó, Corrie colocó ropa de cama y toallas en los estantes. En la parte
inferior, delante del panel deslizante, colocó dos grandes costureros. El
trabajo fue tan profesional que la pintura y el calafateo parecían originales,
con marcas de suciedad, manchas de agua y molduras desconchadas y
descascaradas. Al mirar la pared falsa de una habitación donde había vivido
durante 50 años, no podía imaginar que no hubiera sido parte de la
construcción original desde hacía unos 150 años.
El señor Smit fue a dar una última inspección unos días después y le dio
a Corrie un consejo de supervivencia y seguridad:
—Mantenga una jarra de agua ahí dentro —dijo—. Cambie el agua una
vez por semana. Las galletas marineras y las vitaminas no tienen caducidad.
Siempre que haya alguien en la casa y cuya presencia no sea oficial, todas sus
posesiones deben guardarse aquí.
Dio un golpecito a la pared detrás del clóset y admiró la construcción.
—La Gestapo podría buscar un año entero. Nunca encontrarían este
escondite.
Notas:
Notas:
1. El escape Pimentel-Süskind-Van Hulst funcionó a la perfección, y eventualmente se
rescataron entre 600 y 1 000 infantes judíos (N. del A.).
2. El oficial de una sinagoga que dirige las partes litúrgicas del servicio y canta las oraciones (N.
del A.).
3. Puesto que el teatro Hollandsche Schouwburg se usaba ahora exclusivamente para procesar a
los judíos, solían referirse a este como Joodse Schouwburg (N. del A.).
4. Palabra hebrea de transición que puede traducirse en español como «ahora», «sí» o «mira»
(N. del A.).
CAPÍTULO 8
TERROR
Los domingos por la tarde los visitaba Peter, y casi siempre interpretaba
un concierto de sus himnos favoritos y composiciones personales. Sin
embargo, cuando llegaba el lunes, aparecía de nuevo la tensión.
Una tarde, mientras todos estaban reunidos para el lunch en el comedor,
escucharon el sonido de un rasguño en la ventana.
—No se den la vuelta —dijo Nilsl, un trabajador clandestino que estaba
de visita. Tenía el rostro pálido—. Alguien está mirando al otro lado de la
cortina.
Corrie no podía creerlo. Estaban en el segundo piso y el Beje no tenía
escalera de incendios.
—Está en una escalera —agregó Nils—. Limpiando las ventanas.
—Yo no ordené que se limpiaran las ventanas —dijo Betsie.
Justo en ese momento, el hombre se asomó a través de las cortinas de
encaje y agitó una mano.
Todos se congelaron. Tenía que tratarse de un agente de la Gestapo o de
un informante, y claramente podía ver a los Ten Boom en una habitación
llena de gente. Eusi agitó la mano de vuelta y dijo con voz muy baja:
Ese mismo día, Ana Frank registró lo sucedido con los bombarderos de
la raf que Hans había escuchado la noche anterior: «El norte de Ámsterdam
fue fuertemente bombardeado el domingo», escribió en su diario.
«Aparentemente hubo mucha destrucción. Hay calles enteras que están en
ruinas y les llevará un tiempo desenterrar todos los cadáveres. Hasta el
momento ha habido 200 muertos e innumerables heridos; los hospitales
están a reventar. Nos han hablado de niños que buscan con tristeza a sus
padres muertos entre las ruinas humeantes. Todavía me hace temblar el
pensar en el zumbido apagado y distante que indicaba la destrucción que se
avecinaba».
Irónicamente, Hitler se reunió con Mussolini en el norte de Italia el día
19, para insistir en que los italianos aumentaran sus esfuerzos bélicos.
Mientras estaban en conferencia, 700 bombarderos aliados arrojaron 1
100 toneladas de bombas sobre Roma. Mussolini fue arrestado por su propia
gente seis días después.
Los aliados continuaron el ataque sin ceder. El 27 de julio, la raf
bombardeó Hamburgo con 2 300 toneladas de bombas incendiarias. El
infierno resultante mató a 40 000 residentes. Dos días después, la ciudad
recibió otras 2 300 toneladas de bombas.
En total, el Comando de Bombarderos de la raf arrojó 16 000 toneladas
de bombas sobre objetivos en Alemania, Francia y Noruega en julio,
mientras que la Octava Fuerza Aérea de Estados Unidos sumó otras 3 600.
Sin embargo, el Beje continuó en pleno apogeo. Hacia finales de mes,
Leendert y Henk Wessels se mudaron a otra casa segura, y Corrie acogió a
un judío elegante e inmaculadamente vestido, el señor De Vries. Unos días
después, Kik, el hijo de Willem, llegó con dos amigos. Al enterarse de que
los tres eran activos clandestinos, la Gestapo había allanado su lugar, pero
lograron escapar. Como todas las camas del Beje estaban ocupadas,
acordaron dormir en el suelo del salón. La guarida de los ángeles, sin
embargo, planteaba un problema: con siete en el espacio, solo podían meter
a una persona más, no a tres. Kik y sus amigos decidieron que, si ocurría
una redada, correrían al tejado y saltarían de casa en casa para escapar.
Como era de esperarse, continuaron las redadas y persecución,
especialmente en Ámsterdam. Llegaron noticias hasta el Beje informando
que los nazis estaban enviando judíos a Polonia en transportes regulares,
que la Gestapo seguía con los arrestos en masa de chicos de 18 y 19 años, y
que los trabajadores de la Resistencia holandesa estaban siendo ejecutados.
En Haarlem, la Gestapo seguía persiguiendo todas las pistas sobre
habitantes locales que escondían judíos, y la brecha de información
finalmente se cerró.
La mañana del 14 de agosto arrestaron a Nollie.
CAPÍTULO 9
RESISTENCIA
Ámsterdam
Nollie estaba agazapada en la camioneta de la policía en un compartimento
pequeño y oscuro, preguntándose con preocupación a dónde la llevarían.
Mientras la camioneta avanzaba, un fino rayo de luz entró en su celda e
inundó la pared. Sacando un lápiz que tenía escondido en el pelo, escribió:
«¡Jesús Vencedor!». No era mucho, pero tal vez el próximo cautivo se
animaría al leerlo.
Cuando llegaron a la comisaría, alguien metió a Nollie a empujones en
una celda que se encontraba en un sótano a oscuras. Al parecer, los nazis
creían que la oscuridad desanimaría a sus prisoneros, tal vez haciendo que
se volvieran más dóciles. Ella no aceptaría nada de esto, y se puso a cantar.
—¿Cómo puedes cantar? —preguntó una voz desde las sombras.
Antes de que Nollie pudiera responder, la mujer comenzó a llorar.
—No pierdas el valor —le dijo Nollie—. Dios aún está en el trono. No
estamos solas.
Continuaron los avisos de redadas cerca del Beje, por lo que durante dos
semanas los refugiados esperaron en sus alojamientos temporales. Desde sus
distintos lugares escuchaban noticias e informes: más incursiones de la
Gestapo en Haarlem, detenciones masivas en Ámsterdam y rumores de una
invasión de los aliados. Las señales diarias de ataques aéreos confirmaron
que los aliados estaban enviando más aviones para bombardear las fábricas
alemanas.
Sin embargo, el comienzo de octubre trajo noticias devastadoras: en
venganza por el asesinato de dos agentes de la Gestapo, los nazis ejecutaron
a 19 trabajadores de la Resistencia de Haarlem.
Diez días después, otros 140 fueron fusilados.
Notas:
1. Los italianos firmaron el acta de rendición el 3 de septiembre, pero no se hizo el anuncio sino
hasta el 8 de septiembre (N. del A.).
2. Sinagoga familiar.
CAPÍTULO 10
EL JEFE
Mientras estaba con sus padres, Hans había reflexionado sobre el miedo que
le provocaba la Gestapo y sobre su falta de poder para hacer algo. Un día se
encontró con unos buceadores que habían formado su propio grupo de
Resistencia y decidió unirse a ellos.
La pena por ser atrapado era la muerte.
Poco después, un trabajador clandestino tomó prestado el documento de
identidad de Hans para falsificarlo. Su fecha de nacimiento sería alterada,
dijo el hombre, así como su ocupación. Si se convertía en Hans Poley, un
ministro asistente de 24 años de la Iglesia Reformada holandesa de Haarlem
—con un certificado que llegaría más tarde—, sería menos vulnerable a ser
arrestado.1 Cuando llegó el documento, le informó a Corrie de su decisión,
pues pondría en riesgo a los Ten Boom y al resto de refugiados. Para su
sorpresa, ella le pidió que operara desde el Beje para poder ayudar. Hans
supo que sería mensajero y transportaría información y tarjetas de
racionamiento. Y, dado que el Beje pasaría a formar parte de la red de la
Resistencia, Corrie podría supervisar la afluencia regular de visitantes
clandestinos y sus necesidades.
Días después, Hans se enteró de que su padre, un líder de la Resistencia,
había estado a punto de ser ejecutado. El grupo del señor Poley se había
estado reuniendo periódicamente y llamaba a sus reuniones «el
Intercambio». El 13 de octubre, un colega de la red le pidió que asistiera a la
reunión del grupo en Hoorn, a unos 32 kilómetros al norte de Ámsterdam.
Sabiendo que una gran reunión conllevaba riesgos innecesarios, el señor
Poley se negó. Sus instintos resultaron ser acertados, pues la Gestapo había
sido avisada sobre la reunión y los sorprendió con una redada. Peor aún,
todos los miembros clandestinos capturados fueron ejecutados.
Querida Mies:
Ansío conocerte. Tienes un novio muy agradable, pero ¡no le digas que te lo dije! Todos lo
queremos mucho. Te envío mis mejores deseos de cumpleaños. Dios te bendiga con buena salud
y en la escuela, pero especialmente con la maravillosa certidumbre de que eres de Jesús.
Los más cálidos saludos de tu Tante Kees
Luego fue Ronnie quien tomó la libreta, puso su propia nota y se la pasó
a Betsie, quien escribió sus saludos y se la dio a Opa, quien terminó con
«También yo me uno enviando mis más sinceras felicitaciones». Opa se
disculpó y subió las escaleras. Después de unos pocos minutos, volvió y le
entregó un folleto a Hans.
—Toma, hijo, envíaselo, es un pequeño regalo de parte de un viejo para
tu prometida.
Hans miró el panfleto y se sintió conmovido. Se titulaba Herinneringen van
een Oude Horlogemaker (Memorias de un viejo relojero), y Opa lo había
escrito en 1937 por el aniversario número 100 de la relojería Ten Boom. A
Hans no le alcanzaban las palabras. Este abuelo a quien amaba y respetaba
tanto siempre parecía ofrecer un gesto amable, una palabra de ánimo en el
momento apropiado.
—Te queremos mucho —agregó Opa—, así que también la queremos a
ella, y este es mi modo de decirlo.
Hans, al igual que el resto de refugiados, estaba aprendiendo día a día el
profundo, duradero e incondicional amor de los Ten Boom.
Enero de 1944
A medida que se aproximaba el Año Nuevo, la Gestapo se acercaba cada vez
más al Beje. Hacia finales de enero, un leal policía holandés pasó por la
tienda e informó a Corrie que los nazis habían planeado una redada en una
casa subterránea en Ede esa misma noche. Preguntó si Corrie tenía a alguien
que pudiera ir para advertirle a la familia.
Ella respondió que no tenía mensajeros disponibles, pero Jop —que
había escuchado la conversación— se ofreció a ir.
—Entonces apresúrate, muchacho —dijo el oficial—. Debes ir de
inmediato.
Le dio la dirección a Jop y Corrie ayudó a disfrazarlo de mujer. Dada la
distancia, el viaje a Ede le tomaría el día entero, pero Jop podía fácilmente
volver antes del toque de queda de las siete.
Dieron y pasaron las siete, pero Jop nunca volvió.
Una semana más tarde, Corrie recibió una carta del jefe de la policía de
Haarlem. El papel contenía una sola oración: «Vendrás a mi oficina esta
tarde».
Corrie asumió lo peor. Seguramente se había descubierto su trabajo
alojando y escondiendo refugiados, junto con su participación en las
cartillas de racionamiento. Se lo informó a los trabajadores de la Resistencia
que estaban en la casa en aquel momento y uno por uno se fueron
silenciosamente. Los refugiados permanentes vaciaron las papeleras y
prepararon la casa para una búsqueda. Corrie recogió los documentos
incriminatorios y los quemó.
Ella iría a enfrentar la situación. Se bañó y luego recogió en una bolsa lo
que Nollie le había sugerido para la cárcel: su Biblia, un peine, un cepillo de
dientes, jabón, un lápiz, una aguja y un hilo. Se vistió con varias capas de
ropa, abrazó a Opa y Betsie y luego se fue a la reunión.
En la comisaría le mostró la carta del jefe al policía que la atendía y él la
condujo a la oficina del hombre. Detrás del escritorio la saludó un hombre
calvo y de pelo gris rojizo.
—Bienvenida, señorita Ten Boom.
El jefe cerró la puerta y le pidió a Corrie que tomara asiento.
—Lo sé todo sobre usted —dijo—. Sobre su trabajo.
Corrie se enderezó.
—Como relojera, quiere decir. Probablemente está pensando más en el
trabajo de mi padre que en el mío.
—No, quiero decir su otro trabajo.
—Ah, ¿se refiere a mi trabajo con niños especiales? Sí, déjeme contarle…
—No, señorita Ten Boom. No estoy hablando de su trabajo con niños
especiales. Estoy hablando de su otro trabajo…
El jefe sonrió y Corrie le devolvió una sonrisa tímida.
—Ahora, señorita Ten Boom, tengo una petición.
Se levantó de su asiento y dio la vuelta al escritorio, sentándose al borde
de este. En un susurro le dijo que trabajaba con la Resistencia.
Corrie mantuvo la calma, sin decir nada. Era precisamente así como la
Gestapo atrapaba a la gente.
Había un traidor en el departamento de policía filtrando información
para la Gestapo, siguió diciendo el jefe, y luego añadió:
—No tenemos modo de lidiar con este hombre.
Corrie intentó no mostrar ninguna emoción. De nuevo pensaba que la
mejor manera de responder era con su silencio.
—¿Qué alternativas tenemos? —preguntó el jefe—. No podemos
arrestarlo, no hay prisiones que no estén controladas por los alemanes. Pero
si sigue entre nosotros, muchos otros podrían morir. Por eso es que me
preguntaba, señorita Ten Boom, si en su trabajo usted podría conocer
alguien que pudiera…
—¿Matarlo?
—Sí.
Notas:
1. En un inicio, los nazis eximían a los clérigos holandeses de ser enviados a Alemania para
hacer trabajos forzados (N. del A.).
2. Ronnie también tenía un nombre de gentil: Tom Van Sevenhuysen (N. del A.).
CAPÍTULO 11
LA MISIÓN
5 de febrero de 1944
Hans sintió que alguien lo sacudía. No había dormido por más de unas
pocas horas y tardó en entender qué estaba pasando.
—¡Hans, Hans, despierta! —decía Corrie—. Vístete y baja. Tienes que ir
en una misión urgente. Te prepararé té y unos sándwiches mientras te
alistas.
Hans se vistió y bajó las escaleras. Mientras tomaba el desayuno, Corrie
le dio los detalles. La Gestapo había allanado la casa de la señora Van Asch
la noche anterior, le dijo. Entre sus cosas encontraron la dirección de un
trabajador clandestino de Soest. Su nombre era Van Rijn y la Gestapo
planeaba arrestarlo esa misma mañana, a menos que Hans pudiera
advertirle primero.
—Será mejor que tomes el primer tren a Ámsterdam —dijo Corrie—.
Ahora, oremos para que vuelvas sano y salvo.
Corrie hizo una rápida oración y le dio a Hans la dirección de Van Rijn.
El tren de las cuatro de la mañana en dirección a Ámsterdam, añadió, le
llevaría a la casa del hombre mientras todavía estaba oscuro.
Hans tomó el tren, pero en Ámsterdam no había un tren con conexión a
Soest sino hasta las seis.
Cuando era de día.
No tuvo más remedio que esperar. Al desembarcar en Soest, vio a dos
hombres con gabardinas que parecían lugareños. Les preguntó cómo llegar a
Vredehofstraat, la calle en la que vivía Van Rijn, y le dieron indicaciones.
Unos 15 minutos después tocó el timbre de la puerta del hombre. Van Rijn
abrió la puerta, todavía en pijama.
—¿Quién es usted? ¿Qué pasa?
Hans explicó lo que Corrie le había dicho y, mientras hablaba, apareció
la esposa de Van Rijn, quien comenzó a llorar ante la noticia. Hans recalcó
de nuevo que el hombre debía marcharse inmediatamente y le deseó suerte.
Mientras caminaba por el camino de entrada, vio dos figuras.
Los hombres en gabardina.
—¡Alto ahí! —gritó uno de ellos—. ¡Gestapo! ¿Quién es usted y qué hace
aquí tan temprano en una mañana de sábado?
—Les traje un mensaje a estas personas, de parte de sus parientes en
Amersfoort.
Los agentes de la Gestapo no le creyeron. Llevaron a Hans hasta la puerta
y la golpearon. Después de interrogar a Van Rijn, arrestaron y esposaron a
ambos hombres. Llorando de nuevo, la señora Van Rijn dijo que su marido
tenía una enfermedad cardiaca y les rogó que no lo llevaran. También
admitió que Hans había venido a advertirles.
Adiós cubierta.
En el tren de regreso a Haarlem, Hans trabajó mentalmente en su
historia. Sería, en el mejor de los casos, arriesgada. Los agentes se
identificaron como Willemse y Smit, y el primero comenzó la rutina del
«policía bueno». Tenía influencia en la sede de la Gestapo, dijo, y si Hans
cooperaba, podría sacarlo de allí. Pero cooperar significaba contar toda la
historia, incluyendo quién le había dado el mensaje y cómo se involucró.
¿Quién eres?
¿Quién te reclutó?
¿Quién es tu supervisor clandestino?
¿Quién te envió a dar aviso a Van Rijn?
¿Con quién más trabajas?
¿Dónde está tu cuartel clandestino?
Hans esperó todo el día y hasta bien entrada la noche antes de que Willemse
y Smit volvieran. Cuando regresaron, aumentó su ansiedad. ¿Habían
arrestado a sus padres? Tal vez estaban encerrados en la cárcel de Haarlem en
ese mismo momento.
Willemse le quitó las esposas y lo llevó a la mesa en el cuarto principal de
interrogaciones.
—Bueno, probablemente ya sabes qué es lo que encontramos —dijo Smit
—. Y probablemente sabes lo que eso significa para ti.
Notas:
1. Nationaal-Socialistische Beweging in Nederland (Movimiento Nacionalso-cialista en los
Países Bajos) (N. del A.).
2. En 1944 la clandestinidad holandesa asesinaría a más de trescientos líderes del nsb (N. del
A.).
CAPÍTULO 12
SEISCIENTOS FLORINES
Notas:
1. Hacia finales de 1943, entre quienes organizaban el movimiento para derrocar a Hitler se
encontraban el general Ludwig Beck, exjefe del Estado Mayor del Ejército; el general Friedrich
Olbricht, de la Oficina General del Ejército; el general Hellmuth Stieff, jefe de la Rama
Organizativa del Alto Mando del Ejército (okh); el general Eduard Wagner, primer intendente
general del Ejército; el general Erich Fellgiebel, jefe de señales del okh; el general Fritz
Lindemann, jefe de la Oficina de Artillería; el general Paul von Hase, jefe del Kommandantur
de Berlín; y el coronel Freiherr von Roenne, jefe de la Sección de Ejércitos Extranjeros (N. del
A.).
2. Por ejemplo, el doctor Wim Op te Winkel escondió a 13 judíos y buceadores holandeses en
su hogar, mientras que el doctor Willem Portheine y el doctor Vince Haag también
escondieron judíos (N. del A.).
3. Cuando los trabajadores clandestinos se encontraban, había dos medidas de seguridad para
asegurarse de que una persona recién llegada no era un informante o agente de la Gestapo. Diet
Eman, una agente joven de la Resistencia en Ámsterdam, recordaba una reunión a la que fue
citada durante la primavera de 1943: «Cuando llegué al lugar por primera vez, tuve que dar
algunas frases cifradas para identificarme como alguien confiable. Toqué el timbre y dije las
palabras correctas, luego una mujer[...] me invitó a pasar. El espacio era muy pequeño, era un
departamento de una sola persona[...] Tenía una sala pequeña, un dormitorio minúsculo, una
cocineta, una regadera y un baño[...] Y en ese pequeño lugar se escondían 27 judíos». Si no se
tenían palabras clave, se podían dar nombres de otras personas clandestinas. Corrie no recibió
ni palabras clave ni nombres del hombre frente a ella (N. del A.).
CAPÍTULO 13
ATRAPADOS
Más tarde, antes de que intentaran dormir, Opa llamó a los Ten Boom para
que se reunieran a su alrededor y le pidió a uno de los guardias la Biblia que
le habían confiscado a Willem. El guardia se la devolvió a Opa y le pidió a
Willem que leyera el salmo 91 en voz alta.
—El que habita en el lugar secreto del Altísimo —comenzó Willem—
morará bajo la sombra del Todopoderoso. Diré del Señor: Él es mi refugio y
mi fortaleza: mi Dios; en él confiaré…
Cuando Willem terminó, Opa comenzó a orar, con tanta calma y paz
como siempre. Le pidió a Dios que permaneciera al lado de cada uno de
ellos, anticipando que pronto los separarían.
Sin embargo, Corrie seguía agitada e inconsolable. Después de todo,
habían estado haciendo el trabajo de Dios, ¿dónde estaban los ángeles
protectores? Empezó a llorar y Betsie, sentada a su lado, le recordó que Dios
protegía a aquellos que confían en él, pero la protección es de sus almas, no
de sus vidas ni de sus cuerpos físicos. Betsie le aseguró a Corrie que Dios
estaría con ellos —incluso en el más profundo infierno— y les daría el valor
para enfrentarse a la prisión.
Luego Betsie rezó por Corrie y por todos en el grupo.
Notas:
1. Hans Van Messel era un operador clandestino que ayudaba a Siertsema (N. del A.).
2. Romanos 13:1 dice: «Todos deberán obedecer a las autoridades gobernantes, pues no hay
mayor autoridad que aquella establecida por Dios» (N. del A.). (NVI)
CAPÍTULO 14
PRIVILEGIADO
En el Beje, las cosas se habían vuelto insoportables para los seis atrapados.
Era el segundo día y la guarida de los ángeles parecía más bien una celda de
castigo. Todos tenían sed y hambre, pero lo peor era la falta de instalaciones
para ir al baño. Para evitar que el líquido se filtrara por las paredes, habían
estado orinando sobre sábanas que habían hecho trizas. Para lo otro, tenían
un pequeño cubo que Ronnie había tirado accidentalmente. El hedor era
nauseabundo.
La tensión y la frustración elevaban la ansiedad a un nivel peligroso,
pero Eusi y Martha calmaban a todos.
—Si confías en el Todopoderoso —decían—, Él estará contigo y
protegerá tu alma.
Sin embargo, el mismo pensamiento rondaba las mentes de todos:
¿cuánto tiempo podían soportar?
Corrie, Betsie, Opa, Nollie y Peter miraban a través de las ventanas mientras
el autobús se dirigía hacia el sur, alejándose de Ámsterdam —donde estaba
la prisión—, pero ¿hacia dónde iba?
Dos horas más tarde llegaron a La Haya y el autobús se detuvo frente a
un edificio nuevo. Entre los prisioneros se rumoraba que aquel era el cuartel
general de la Gestapo para toda Holanda. Todos salieron y Corrie notó que
Pickwick no estaba entre ellos.
—Alle Nasen gegen die Mauer! —gritó alguien—. Todos con las narices
contra la pared.
Los Ten Boom obedecieron, dando la cara a un muro de piedra gris, y un
soldado le dio una silla a Opa. Pasaron las horas y el grupo permaneció en
sus lugares sin moverse y sin hablar.
—¡Peter, ruega por mí! —Nollie dijo a su lado—. No creo que pueda
soportar más.
Manteniendo la nariz y los ojos pegados a la pared, Peter se estiró para
tomar la mano de su madre y luego oró.
—Todo está bien ahora —dijo Nollie momentos después—. Gracias al
Señor.
A última hora de la tarde, un guardia los condujo a una sala de
procesamiento y Corrie notó que los oficiales que se encargaban de la
administración eran Willemse y Kapteyn. Uno a uno, llevaron a los
prisioneros ante ellos y nuevamente les preguntaron lo mismo de siempre:
nombre, dirección, ocupación. Cuando cada persona terminaba, Willemse o
Kapteyn le dictaban a un tercer hombre en una máquina de escribir.
El oficial de la Gestapo que estaba a cargo de la supervisión vio a Opa y
señaló.
—¡Ese viejo! ¿Era necesario arrestarlo? ¡Tú, viejo!
Willem ayudó a Opa a acercarse al escritorio y el oficial dijo:
—Me gustaría enviarle a casa, viejo amigo. Tomaré su palabra de que no
causará más problemas.
—Si me envía a casa hoy —dijo Opa en calma—, mañana le abriré mis
puertas a cualquier hombre que venga a buscar ayuda.
El agente de la Gestapo enfureció.
—¡De vuelta a la fila! Schnell!
El procesamiento de los prisioneros continuó hasta bien entrada la
noche, y luego todos fueron escoltados a la parte trasera de un gran camión
militar. Opa estaba demasiado débil para subir a la plataforma del camión,
por lo que dos soldados lo levantaron.
La oscuridad había caído cuando llegaron a su destino: la prisión de
Scheveningen. Unas enormes puertas de hierro se cerraron detrás del
autobús y luego se repitió todo de nuevo: entraron y se les dijo que se
acercaran a la pared. Corrie permaneció cerca de su padre, a quien una vez
más se le permitió sentarse en una silla.
Inclinándose hacia adelante, ella lo besó en la frente.
—Que el Señor esté contigo.
—Y contigo.
Opa tenía algo que lo hacía parecer angelical y Corrie recordó el
intercambio anterior de su padre con alguien que le había advertido sobre
albergar judíos.
—Si persistes… finalmente terminarás en prisión, y nunca podrías
sobrevivir a ella en tu condición delicada.
—Si eso llegara a ocurrir —había respondido Opa—, seguiré
considerando un honor dar mi vida en nombre del pueblo de Dios.
Justo entonces, Corrie escuchó a los guardias asignando las celdas de los
Ten Boom: Betsie a la 314, Corrie a la 397, Opa a la 401 y Nollie a una celda
indeterminada.
—¡Mujeres prisioneras, síganme! —gritó una voz áspera.
Betsie tomó la mano de Corrie y juntas caminaron detrás de un guardia
por un largo pasillo, al final del cual había otra mesa de procesamiento. Ahí,
un asistente recogió los objetos personales que les quedaban y Corrie le
entregó su reloj, su billetera y algunos florines. El guardia señaló el anillo de
oro que llevaba Corrie —un regalo de su madre— y ella también lo entregó.
Luego, otro guardia dirigió la fila por el pasillo y leyó de una lista la celda
que ocuparía cada reclusa. Betsie fue una de las primeras en ser llamada y,
antes de que Corrie pudiera despedirse, la puerta se cerró de golpe. Nollie
fue la siguiente.
La línea continuó hasta que llegaron a la 397.
—Ten Boom, Cornelia.
Corrie entró en la pequeña celda, donde tres mujeres estaban sentadas
sobre esteras de paja y otra estaba reclinada en el catre solitario.
—Denle el catre a esta —dijo el guardia—. Está enferma.
—¡No queremos una enferma aquí! —gritó una de las reclusas.
Haciendo caso omiso del comentario, el guardia cerró la puerta.
—Lamento tener que compartir su espacio tan limitado —dijo Corrie a
sus compañeras de celda.
Sorprendentemente, las mujeres mostraron consideración —le
ofrecieron pan y agua— y le permitieron usar el catre. Corrie comió y luego
se reclinó envuelta en su abrigo. Se quedó dormida en minutos.
Mientras tanto, Peter, Opa, Betsie, Nollie, Flip y Hans languidecían en sus
propias celdas. Al igual que los demás, Peter estaba rodeado por cuatro frías
paredes grises, pero podía ver un poco del cielo a través de la ventana de
arriba. Por un tiempo no hizo más que angustiarse por su difícil situación,
pero una tarde notó que el sol se ponía en un ángulo donde sus rayos
brillaban directamente en su celda. Sacó las páginas sueltas del Libro de
Hechos y empezó a leer a la luz. Se maravilló de cómo los primeros
cristianos esperaron la llegada del poder desde las alturas y cuando vino el
Espíritu Santo proclamaron con valentía el Evangelio a quienes los
rodeaban. Peter vio que había un equilibrio entre la espera y la acción.
«En la tranquilidad de mi celda», recordó, «esperé en el Señor. Oré
preguntando a dónde y cómo era Su voluntad que fuera».
Lucas 14:33 seguía llegando a su mente y Peter luchaba con el texto: «Del
mismo modo, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que tiene, no
puede ser mi discípulo».
Todo. Parecía demasiado. ¿Podría abandonar su hogar, a sus padres y
todo lo que amaba, si ese fuera el costo?
Había llegado a la encrucijada sobre la que Dietrich Bonhoeffer había
escrito en su libro de 1937, El costo del discipulado. «Cuando Cristo llama a
un hombre», había escrito Bonhoeffer mientras luchaba contra los nazis, «le
pide que venga y muera».
Al igual que Bonhoeffer, Peter se había unido a la Resistencia para luchar
contra Hitler y ambos estaban ahora encarcelados en prisiones de las ss.
Pero el pastor y él también compartían la misma fuente de poder y
liberación: su fe en Cristo.
Peter se arrodilló al lado del banco de su celda y oró:
—Señor, lo que sea que quieras, donde sea que lo quieras, cuando sea
que lo quieras… ahí es a donde iré.
Se levantó y se adueñó de él una felicidad indescriptible. Recordó los
pasajes donde Pablo y Silas cantaban en prisión y entonces empezó a hacer
lo mismo.
La prisión de Amstelveenseweg
En Ámsterdam, Hans Poley hacía lo mejor que podía para alojarse con otras
cuatro personas. Pero como solo había tres camas, dormía en el suelo, sobre
un colchón de paja. Las comidas diarias también eran insuficientes: el
desayuno consistía en pan y agua, el almuerzo en guiso o gachas aguadas de
sémola y la cena en cuatro delgadas rebanadas de pan. Para evitar los
dolores del hambre bebía tanta agua como podía.
Por fortuna, cada dos viernes la Cruz Roja les daba a los prisioneros una
bolsa de papel café que contenía pan de trigo o de centeno, queso o
mantequilla, chocolate o dulces y cigarrillos. «Los paquetes fueron lo más
destacado de mi estadía en esa prisión», escribió más tarde, «y hacían
maravillas con nuestra moral. Muchas veces bendije a la Cruz Roja por esa
invaluable y visible señal de esperanza».
La prisión de Scheveningen
El 8 de marzo, Corrie fue llamada a su primera audiencia, pero los
funcionarios le hicieron pocas preguntas y pronto regresó a su celda.
Mientras tanto, en la celda 401, la frágil salud de Opa empeoraba a cada
hora. Su mente empezó a divagar y sus compañeros de celda gritaron
pidiendo ayuda médica. Al día siguiente, el personal de la prisión finalmente
lo llevó a la clínica Ramar, pero perdió el conocimiento al llegar. En una
camilla en el pasillo, Opa recibió el honor de dar su vida por los judíos.
Casper Ten Boom, el Gran Anciano de Haarlem, murió el 9 de marzo de
1944.
Lo enterraron en una tumba anónima en el cementerio de Loosduinen.2
Prisión de Amstelveenseweg
Hacia finales de marzo, le ordenaron a Hans Poley que recogiera sus cosas;
iba a ser trasladado. Mientras los guardias reunían a los prisioneros y los
escoltaban a la estación de tren, se corrió la voz sobre su destino:
Amersfoort.
Hans se encogió. Amersfoort, un campo de tránsito de la Gestapo, era
famoso por el hambre y sus atrocidades, y exigía que los prisioneros
permanecieran afuera durante horas, independientemente del clima. Otras
historias eran peores. A veces los prisioneros eran obligados a gatear boca
abajo mientras los guardias de las ss saltaban sobre sus espaldas y los
golpeaban con las culatas de sus rifles. Y cualquiera que fuera sorprendido
intentando escapar o violando las normas penitenciarias era enviado a
confinamiento solitario en el «Búnker», una celda subterránea tan oscura
como la boca de un lobo. Aquí un prisionero podía permanecer en completa
oscuridad durante uno, dos o incluso tres meses.1
Sin embargo, en aquel momento Hans tenía otros asuntos en mente.
Anteriormente había escrito dos cartas —una a Mies y otra a su familia— y
esta era su oportunidad de enviarlas. Cuando el tren ralentizó la velocidad al
acercarse a un cruce, las arrojó por la ventana, rezando para que alguien las
encontrara y las entregara.
Cuando llegaron a la estación de Amersfoort, Hans y los otros
caminaron hacia la prisión. El lugar era estremecedor, con doble alambrada,
torres de vigilancia con ametralladoras, reflectores y soldados patrullando
con perros.
—¡Johannes Poley! —gritó alguien.
Hans dio un paso adelante y un guardia le puso en las manos un pedazo
de tela con un número. Desde ese momento, Hans Poley dejó de existir.
Era simplemente el prisionero 9238.
Prisión de Scheveningen
El 11 de abril, Corrie envió una carta a casa dirigida a «Nollie y todos los
amigos».
«Estoy bien», les decía a todos. «Tengo pleuresía severa, pero he
mejorado mucho, exceptuando que sigo tosiendo. Milagrosamente me he
ajustado a esta vida solitaria, pero estoy en comunión con Dios».
Sin saber que su padre había muerto, Corrie siguió su carta: «Lo más
difícil para mí ha sido que no dejo de preocuparme por Betsie y
especialmente por mi padre… Me preocupan los relojes de nuestros clientes
[judíos escondidos en la guarida de los ángeles] que quedan en la casa vacía,
pero el Salvador busca todo el tiempo evitar toda preocupación, temor y
nostalgia; incluso el médico me dijo: “Siempre está alegre”. Canto casi todo el
día y tenemos mucho que agradecer: una celda con aire… tres emparedados
de la Cruz Roja, media cacerola de avena extra y luego esta comunión
continua con el Salvador.
»Las dimensiones de la vida aquí son muy extrañas», escribió como
conclusión. «El tiempo es algo que hay que atravesar. Me sorprende que
pueda adaptarme tan bien… Por favor, no se preocupen por mí. A veces
puede que esté oscuro, pero el Salvador proporciona Su luz y eso es
maravilloso».
Ese mismo día, Betsie le escribió una carta a Cocky, la hija de Nollie. «El
diluvio de imponentes aguas vino hacia mí», le dijo a su sobrina, «pero no
me desesperé ni por un momento. El Señor está cerca de mí como nunca
antes en mi vida. Incluso en esos primeros días terribles pude sentir su
cercanía… Desde el primer momento he podido adaptarme a mi celda y a la
vida de la prisión. Duermo bien y no sufro de frío… Debido al nerviosismo,
mi estómago no podía tolerar la comida de la prisión. Casi no comía nada y
tenía hambre. Después de cuatro semanas pedí ver al médico y ahora estoy
comiendo unas gachas deliciosas y todo va mejor.
»Estoy deseando mucho verte y recibir noticias de Willem, Peter y
Corrie».
El 15 de abril, Corrie cumplió 52 años. Durante toda su vida, cumplir
años significaba una fiesta, especialmente en el Beje. Pero ahora yacía en
confinamiento solitario. Sin familia ni amigos. Sin pastel. Sin regalos. Sin
cantos. Solo cuatro paredes grises y el silencio.
Decidió que tendría una fiesta ella sola. Comenzó a cantar una canción
infantil, «La novia del árbol de Haarlem», pero casi de inmediato alguien
golpeó la puerta.
—¡Silencio ahí adentro! ¡Los prisioneros en confinamiento deben
guardar silencio!
Para Corrie, la restricción fue especialmente dolorosa; durante 50 años
había disfrutado del ruido, el canto y las risas en el Beje. Hoy, sin embargo,
su cumpleaños pasaría en silencio. Sin embargo, dos días después
experimentó el mejor lujo que había tenido desde su arresto: una ducha. La
sala era grande, pero, como siempre, lo que reinaba era silencio. Aun así,
Corrie disfrutó simplemente poder ver otras caras.
«La ducha… fue gloriosa», recordó, «agua tibia y limpia sobre mi piel
supurada, chorros de agua a través de mi cabello enmarañado. Regresé a mi
celda con una nueva resolución: la próxima vez que me permitieran
ducharme me llevaría tres de mis Evangelios. El confinamiento me estaba
enseñando que no era posible ser rica en soledad».
Una semana después, Corrie recibió su segundo regalo especial: tiempo
al aire libre. Habían pasado nueve semanas desde la última vez en que había
disfrutado del aire fresco y del sol, y lo aprovechó al máximo. Cuando el
guardia abrió la puerta, Corrie entró, absorbiendo los colores lo más rápido
que pudo: arbustos con flores rojas, prímulas brillantes, el cielo azul
luminoso.
Sin embargo, mientras caminaba por el sendero, llamó su atención un
agujero alargado al final del jardín. Continuó hacia allí y se dio cuenta de
que era una tumba recién excavada. Sintió que el corazón se le hundía en el
pecho. Más allá del pozo, un alto muro de piedra con fragmentos de vidrio
en la parte superior se elevaba siniestramente. Miró a su alrededor y notó
que este muro rodeaba el jardín.
Luego lo olió. Huesos quemados. Recordó que Kik había dicho que
Scheveningen tenía tres crematorios y de pronto la abrumó el hedor.
Segundos más tarde oyó al otro lado del muro el chirrido abrasador de una
ametralladora.
De pronto todo fue muy claro. Scheveningen era la ciudad de los
condenados y los muertos.
Sin embargo, casi de inmediato recordó Génesis 5:24: «Y Enoch caminó
con Dios». Después de todo, no estaba sola; Dios estaba con ella. Ignorando
la miseria a su alrededor, siguió caminando, disfrutando de nuevo los
arbustos, las flores y el cielo. Lo que estaba absorbiéndola, pensó Corrie, era
una metáfora: la tierra era como un jardín de prisión, y el cielo era la
libertad de afuera, lleno de luz y vida.
Los últimos días de abril trajeron mejor suerte para los Ten Boom. Willem,
Nollie y Flip habían sido liberados de Scheveningen, y Peter, Corrie y Betsie
debían iniciar audiencias con el oficial que podría ponerlos en libertad.
Una mañana, un guardia escoltó a Peter hasta una pequeña oficina
donde lo esperaba un alemán uniformado. Se trataba del teniente Hans
Rahms, el Sachbearbeiter (juez) de la prisión. Peter comprendió
inmediatamente el poder del hombre: Rahms determinaba si los prisioneros
eran liberados o enviados a campos de concentración.
«Podría haber sido actor de un anuncio en una revista estadounidense»,
escribió Peter más tarde. «Era guapo, de rasgos regulares y pelo rubio. Sus
manos eran de contornos fuertes, sus hombros anchos y su complexión
masiva, por lo que fácilmente podría haberse catalogado en la categoría de
un atleta».
—Siéntese, ¿quiere? —pidió Rahms con voz profunda y agradable.
Luego le indicó a Peter que le contara lo que había sucedido la noche de
su arresto y Peter le explicó que había ido a hacer una simple visita para ver
a su abuelo. Una vez dentro del Beje, sin embargo, un grupo de hombres de
la Gestapo lo arrestaron y lo llevaron a prisión.
Rahms le sostuvo la mirada a Peter como si estuviese contemplando su
alma.
—¿Sabías que tu abuelo refugiaba judíos en su casa?
Peter rezó para que se le concediera sabiduría. Esto iba a ser difícil.
—Bueno, sabía que mi abuelo siempre tenía abierta su puerta para
cualquiera que lo necesitara. Ayudaba a quien fuera, sin importar si era
alemán, holandés, un nazi o un judío, simplemente porque para él esa era su
labor como cristiano.
—¿Usted también es cristiano?
—Sí, señor. Lo soy.
Rahms negó con la cabeza.
—No puedo entenderlo. No puedo entender qué ventaja hay en ser lo
que tú llamas «cristiano». Admito que son buenas personas. Muchos de
ustedes han sacrificado mucho por los demás. Pero basta con mirar los
resultados. Al final, sufren por todo su trabajo. Tomemos, por ejemplo, lo
que le pasó a tu familia. Tu abuelo, tu madre y tus tías han sido encarcelados.
¿Aún así sientes que realmente vale la pena ser cristiano?
Peter sonrió. Se suponía que la audiencia versaba sobre su culpabilidad al
ayudar a esconder judíos, pero ahora tenía ante él la oportunidad de dar
testimonio de su vida.
—No esperamos tener una vida fácil aquí en la tierra —le dijo a Rahms
—. Dios nunca ha dicho en ninguna parte de la Biblia que todo sería fácil o
que todo iría bien. Los problemas solo sirven para ponernos a prueba,
fortaleciéndonos para lo que nos espera. Esperamos con ansias el día en que
Jesucristo regrese. Ha prometido establecer su reino… Mientras tanto,
nuestros corazones tienen la paz que Él les proporciona y podemos ser
felices incluso en tiempos de sufrimiento y persecución, porque tenemos la
seguridad de la salvación que viene al creer y aceptar a Cristo como nuestro
Salvador personal.
Rahms parecía perplejo. Esta era, aparentemente, la primera vez que
había escuchado el Evangelio y tenía muchas preguntas. Hablaron y
hablaron sobre las creencias de los cristianos y sus motivos.
Pasaron las horas.
—¿Realmente crees que Cristo volverá a la Tierra? —preguntó Rahms.
—Sí, señor, ¡lo creo con certeza!
—¿Crees que Él vendrá durante mi tiempo de vida?
—No puedo responder eso con certeza. En la Biblia dice que no
podemos saber cuándo será, pero también ha profetizado muchas cosas que
podemos ver cómo se han cumplido hoy en día… Pero si viniera, ¿estaría
usted listo?
La pregunta tomó a Rahms por sorpresa y con un gesto nervioso de sus
manos, cambió el tema de conversación.
Peter y el alemán llevaban tanto tiempo discutiendo que un guardia tuvo
que interrumpir para traer el almuerzo del teniente. Rahms le hizo un gesto
para señalar a Peter.
—Traiga otra porción para el prisionero.
Peter celebró la abundante comida y conversaron mientras Rahms
picoteaba su plato.
—Parece que no tengo mucha hambre, ¿le gustaría terminar lo que me
queda?
Peter no podía creer su buena suerte. Era prisionero con raciones
miserables y, ahora, tenía ante él dos comidas deliciosas y nutritivas.
Mientras Peter devoraba ambos platos, Rahms se volvió hacia su máquina
de escribir y comenzó a escribir un informe.
—Mi tiempo para hacer entrevistas casi ha terminado —dijo—. Dícteme
su historia rápidamente.
Peter terminó las judías verdes y las papas y volvió a contar su inocente
historia. Rahms la escribió tal cual fue descrita por Peter, sin ninguna
pregunta.
Esa tarde, Peter salió de la prisión de Scheveningen.
En turno para visitar al teniente Rahms estaban las hermanas Ten Boom,
empezando por Corrie. Por dos meses había temido una audiencia, pues un
interrogatorio intenso podría llevarla a revelar detalles sobre su trabajo
escondiendo judíos y buceadores, sobre las tarjetas de racionamiento y los
incontables nombres de trabajadores clandestinos.
En una mañana fría y lluviosa se vistió y siguió a un guardia por largos
pasillos hasta la puerta interior de la prisión. Aquí, otro guardia la condujo a
lo largo de una hilera de pequeñas habitaciones construidas a lo largo de la
pared exterior y hasta una oficina.
Detrás de un escritorio estaba sentado un oficial joven pero distinguido.
—Soy el teniente Rahms —acercó una silla para Corrie y cerró la puerta
—. ¿Siente frío aquí? Deme un minuto y encenderé el fuego. Está enferma y
no debemos permitir que se enfríe.
Rahms tomó un pequeño cubo de carbón y con las manos desnudas
colocó varios trozos en una estufa.
—Espero que esta primavera no tengamos muchos más días tan fríos
como este.
Sospechando que la bondad del alemán podría tratarse de una trampa,
Corrie oró para que Dios protegiera sus labios.
Sin embargo, en lugar de comenzar con el interrogatorio, Rahms parecía
querer tener una pequeña charla, tal vez como cortesía antes de pasar al
asunto en cuestión. Durante un rato hablaron de flores y de cómo Rahms
había plantado tulipanes contra el muro de la prisión.
—Es lo mejor que he plantado en mi vida —dijo—. En casa siempre
tenemos bulbos holandeses.
Todo en este hombre parecía provenir de un lugar gentil y honesto, pero
Corrie seguía preocupada de que todo fuera una estratagema psicológica.
—Ahora dígame —dijo él— qué es exactamente lo que ha hecho. Es
posible que pueda hacer algo por usted, tal vez es posible que pueda hacer
algo grande. Pero no debe esconderme nada.
Rahms indagó sobre su participación en la Resistencia y sobre su papel
en el Beje. Al cabo de unos minutos, Corrie se dio cuenta de que la Gestapo
creía que el Beje era el cuartel general donde se organizaban los robos a las
oficinas de racionamiento. Durante casi una hora, el teniente hizo preguntas
mordaces al respecto, pero la ignorancia de Corrie sobre los detalles pareció
convencerlo de su inocencia.
—Sus otras actividades, señorita Ten Boom. ¿Qué quisiera contarme con
respecto a ellas?
—¿Otras actividades? Oh, quiere decir… ¿quiere saber sobre mi iglesia
para gente con retraso mental?
Antes de que Rahms pudiera responder, Corrie se sumergió en su
trabajo con los discapacitados de Haarlem.
—¿No es eso una pérdida de tiempo? —preguntó—. Ciertamente es
mucho más importante convertir a una persona normal que a una débil
mental.
Rahms había sido adoctrinado en la filosofía nacionalsocialista de que
los ancianos, los débiles y los discapacitados debían ser dejados de lado y
eliminados, y Corrie vio ahí una oportunidad.
—¿Puedo decirle la verdad, teniente Rahms?
—Esta audiencia, señorita Ten Boom, se basa en el supuesto de que usted
me hará ese honor.
Corrie tragó saliva y se lanzó hacia delante.
—El Señor Jesús tiene normas distintas a las humanas. La Biblia lo revela
como alguien que tiene gran amor y misericordia por todos los perdidos y
despreciados, por todos los pequeños, débiles y pobres. Es posible que a sus
ojos una persona con deficiencia mental sea de mayor valor que usted o que
yo misma. Cada alma humana es valiosa para Él.
Rahms se sentó en silencio durante un minuto, reflexionó y luego se
puso de pie.
—Eso será suficiente por hoy.
A la mañana siguiente, Rahms pasó por la celda de Corrie y la acompañó
no a su oficina, sino al jardín.
—Toma usted muy poco sol —dijo—. Podemos continuar con el examen
aquí igual que adentro.
Corrie, conmovida por su amabilidad, observó cómo Rahms se apoyaba
contra una pared, pensativo.
—No dormí en toda la noche —dijo—, pero pensaba constantemente en
lo que me dijo acerca de Jesús. Cuénteme más sobre Él.
Los papeles se habían invertido, pensó Corrie. Atrás quedó el juez
alemán que tenía autoridad divina para liberar a la gente o enviarla a la
horca. Ante ella ahora había un hombre, simplemente un hombre común y
corriente, que por primera vez se enfrentaba a su propia esterilidad
espiritual.
—Jesucristo es una luz —dijo ella—, que vino al mundo para que todos
quienes creen en Él no tengan que seguir en la oscuridad. ¿Hay oscuridad en
su vida, teniente?
Rahms asintió.
—Hay mucha oscuridad en mi vida. Cada noche cuando me acuesto no
me atrevo a pensar en el momento en que debo levantarme por la mañana.
Cuando me despierto, le temo al día. Odio mi trabajo. Tengo una esposa e
hijos en Bremen, pero ni siquiera sé si están vivos. Quién sabe; puede que
una bomba los haya hecho pedazos durante la noche.
—Hay Alguien que los tiene siempre a la vista, teniente Rahms. Jesús es
la Luz que la Biblia me muestra, la Luz que puede brillar incluso en una
oscuridad tan profunda como la suya.
Rahms murmuró tan bajo que Corrie apenas pudo escucharlo:
—¿Qué puede usted saber de mi oscuridad…?
Regresaron a la celda de Corrie y Rahms hizo una pregunta más.
—No puedo entender cómo puedes creer que hay un Dios, porque si lo
hay, ¿por qué permitiría que tú, una mujer valiente, seas encarcelada?
—Dios nunca comete errores —respondió Corrie—. Hay muchas cosas
que no entenderemos hasta mucho después. Pero esto no es un problema
para mí. Es la voluntad de Dios que por un tiempo esté a solas con Él.
Un día más tarde, Rahms llamó a Corrie a otra audiencia, esta vez de
nuevo en su oficina. Para su sorpresa, él no tenía ni una sola pregunta sobre
su participación en ocultar judíos o ayudar a la clandestinidad. En cambio,
quería saber sobre su infancia, sus padres y sus tías.
Ella le contó que su padre había muerto en Scheveningen y Rahm
enfureció; los expedientes no decían nada al respecto. Corrie preguntó por
qué la habían puesto en confinamiento solitario y él le leyó el registro:
—La condición de la prisionera es contagiosa para los demás.
—¡Pero ya no soy contagiosa! He estado mejor desde hace semanas, y mi
hermana está muy cerca. Teniente Rahms, ¡si tan solo pudiera ver a Betsie!
Si pudiera hablar con ella por unos minutos.
Rahms sopesó la petición y Corrie pudo ver que había compasión y
angustia en sus ojos.
—Señorita Ten Boom, es posible que yo pueda parecerle una persona
poderosa. Tengo uniforme. Tengo cierta autoridad sobre aquellos que están
a mi cargo. Pero estoy en prisión, querida señorita de Haarlem, una prisión
más fuerte que esta.
Más tarde aquella semana, Rahm llamó a Corrie para otra audiencia, de
nuevo para hablar de temas espirituales. Deseaba comprender por qué
debían sufrir los cristianos.
—¿Cómo puede creer en Dios? —preguntó—. ¿Qué clase de Dios dejaría
que ese pobre anciano muriera aquí en Scheveningen?
Corrie recordó lo que su padre había dicho sobre las preguntas
complicadas: «Hay conocimiento que es demasiado pesado… no puedes
cargar con él… tu Padre lo cargará hasta que tú seas capaz de hacerlo». Pero
antes de que Corrie pudiera repetir estas palabras, entró un guardia.
Rahms se puso de pie.
—La prisionera Ten Boom ha completado sus audiencias —le dijo al
guardia—, y ahora volverá a su celda.
Cuando Corrie pasó al lado de Rahms, este le dijo en voz baja:
—Camine despacio en el pasillo F.
Notas:
1. En Ravensbrück, la espía de la soe Odette Sansom estuvo confinada en una celda del Búnker
durante tres meses con ocho días. La luz de su celda se encendía durante cinco minutos cada
día; por lo demás, la celda permanecía en total oscuridad (N. del A.).
CAPÍTULO 17
HUESOS
Poco después, Betsie escuchó la noticia de que Willem, Flip y Peter habían
sido liberados y le escribió una carta a Nollie:
«Yo estoy bien», le dijo a su hermana. «Mi alma tiene mucha paz».
Le informó a Nollie sobre sus audiencias con el teniente Rahms y agregó:
«No fue un interrogatorio, sino un testimonio maravilloso contando los
motivos de nuestros actos. Por eso pude testificar constantemente el amor y
la redención de nuestro Salvador, lo cual hago siempre en la celda.
»Escuché que Peter y Willem están libres y que mi padre fue liberado el
10 de marzo[…] Anhelo mucho verte, la libertad y el trabajo. Duermo como
nunca he dormido en mi vida[…] La amistad que hemos hecho en la celda
es tal que una a una he invitado a mis compañeras de celda a venir a nuestra
casa».
Notas:
Notas:
1. La Guarida del Lobo de Hitler era el cuartel general en Rastenburg, Prusia (hoy en día
Ketrzyn, Polonia) (N. del A.).
2. Los aduladores de Hitler, el mariscal de campo Wilhelm Keitel y el general Alfred Jodl,
fueron dos excepciones notables (N. del A.).
3. Viktor Frankl, al reflexionar sobre su propio tiempo en un campo de concentración, escribe
algo similar: «Prácticamente éramos vendidos como esclavos: la firma les pagaba a las
autoridades del campo un precio fijo por día, por prisionero» (N. del A.).
CAPÍTULO 19
RESUMEN DE JUSTICIA
Ámsterdam
En la capital holandesa, la Gestapo continuó arrestando a los judíos que
hasta el momento habían escapado de la captura. El 4 de agosto, un gran
sedán aparcó frente al número 263 de Prinsengracht, donde se encontraba el
anexo en el que se escondía la familia Frank. Un oficial de las ss, junto con
varios miembros holandeses de la policía de seguridad, entraron y
arrestaron a ocho judíos, entre ellos Otto y Edith Frank y sus hijas, Margot y
Ana.
Todos fueron enviados a campos de concentración.
Vught
La segunda semana de agosto, Corrie envió una carta a Nollie para
compartir más sobre la vida bajo el encarcelamiento nazi. «Hay tanta
amargura y comunismo,1 cinismo y profunda tristeza», escribió. «Lo peor
para nosotros no es lo que sufrimos nosotros mismos, sino el sufrimiento
que vemos a nuestro alrededor». Le aseguró a su familia que ella y Betsie
estaban de buen humor. Aunque su cabello se había vuelto gris, observó
Corrie, había ganado 22 libras. Pero no estaba compartiendo todo.
En una entrada más personal, al siguiente día hizo un resumen del
comportamiento de las mujeres prostitutas: «Rostros bonitos pero anodinos,
voces fuertes, gestos atrevidos[…] Nunca parecen tener miedo. Cuando
todas están en completo silencio, escuchando las amenazas y la furia de
nuestros superiores, ellas gritan respuestas audaces. Saben que están a salvo
si los guardias son hombres. Son las últimas en presentarse para al pase de
lista».
Prisión Amersfoort
El 15 de agosto, mientras trabajaba en la oficina administrativa, Hans
encontró una lista de prisioneros que iban a ser liberados. No podía creerlo,
pero ahí estaba: Poley, número 9238. El doctor Kooistra tenía razón; las ss se
negaron a permitir la entrada a Alemania de prisioneros con tuberculosis y,
en lugar de ejecutar a Hans por delitos relativamente menores, lo iban a
liberar.
Al día siguiente, exactamente seis meses después de su arresto, salió del
campo como un hombre libre.
Vught
El tercer día de Corrie en la fábrica de Philips, un prisionero-capataz, el
señor Moorman, se acercó a su banco de trabajo. Dijo que había escuchado
que Corrie había recorrido toda la línea de montaje para saber qué había
pasado con sus pequeñas varillas.
—Usted es la primera trabajadora que ha mostrado algún interés en lo
que hacemos aquí.
—Estoy muy interesada. Soy relojera.
Moorman pensó por un momento y luego acompañó a Corrie al
extremo opuesto de la fábrica, donde los prisioneros ensamblaban
interruptores de relé. Moorman dijo que sería un trabajo más complejo,
aunque no tan complejo como la reparación de relojes. Corrie lo disfrutó y
su jornada de 11 horas de trabajo se pasó con mayor rapidez.
De vez en cuando, Moorman iba a supervisarla, y actuaba más como un
hermano mayor que como supervisor. A menudo aconsejaba y animaba a
los prisioneros angustiados y encontraba trabajos más fáciles para los
cansados. Su amabilidad se volvió más significativa cuando Corrie descubrió
que a su hijo de 20 años le habían disparado en el campo la semana en que
ella y Betsie llegaron. Ni una sola vez vio amargura, tristeza o tragedia en sus
ojos. Pero era un patriota.
Un día pasó por su banco y observó la fila de interruptores de relé que
ella había completado.
—¡Querida relojera! ¿No recuerda para quién está trabajando? ¡Estas
radios son para los aviones de combate!
Corrie observó mientras él empezaba a sabotear su trabajo, arrancando
un cable o torciendo un tubo.
—Ahora, suéldelos mal. ¡Y no tan rápido! Ya superó la cuota diaria y aún
no es mediodía.
El mediodía era una hora importante. A diferencia de Scheveningen, en
este campo se almorzaba —una papilla insípida de trigo y chícharos—, pero
de todos modos era abundante y nutritiva. Después de comer, los
prisioneros tenían media hora para pasear por el recinto y disfrutar del aire
fresco y del sol. La mayoría de los días, Corrie se tumbaba junto a la valla e
intentaba dormir. «La brisa de las granjas alrededor del campamento llegaba
con dulces aromas de verano», recordó. «A veces soñaba que Karel2 y yo
caminábamos de la mano por un camino rural».
Después de casi 40 años, Corrie no había olvidado a su primer y único
amor.
Cuando terminaba el trabajo a las seis en punto, se hacía otro pase de
lista y luego los prisioneros regresaban penosamente a sus cuarteles. Sin
faltar un solo día, Betsie esperaba a Corrie en la puerta, y un día la recibió
con noticias acerca de otra prisionera en el cuarto de costura. La mujer era
de Ermelo y su marido, el hombre responsable de haber traicionado a los
Ten Boom. Según le dijo una señora a Betsie, era el mismo hombre que
había engañado a Corrie con los 600 florines. Su nombre era Jan Vogel y
había trabajado con la Gestapo desde el primer día de la ocupación, y
finalmente había hecho equipo con Willemse y Kapteyn.
Corrie se enfureció. «Llamas de fuego parecieron saltar alrededor de ese
nombre en mi corazón», recordaría más tarde. «Pensé en las últimas horas
de mi padre, solo y confundido, en el pasillo de un hospital. De las obras
clandestinas tan bruscamente detenidas. Pensé en Mary Itallie arrestada
mientras caminaba por la calle. Y sabía que si Jan Vogel se paraba frente a
mí en aquel momento, podría haberlo matado».
Esa noche, mientras las mujeres se reunían para hacer oración alrededor
de su litera, Corrie le pidió a Betsie que ella se encargara de dirigir,
argumentando que le dolía la cabeza. Pero fue más un dolor de corazón. Esa
noche no pudo dormir. Ahora podía ponerle un nombre —Jan Vogel— a la
traición que había llevado a la muerte de su padre y al encarcelamiento de su
familia.
Corrie tuvo el estómago revuelto por días, así que una noche le preguntó
a Betsie cómo podía estar tan tranquila.
—¿No sientes nada por Jan Vogel? ¿No te molesta?
—¡Oh, sí, Corrie! ¡Terriblemente! Lo siento por él desde que lo supe y
rezo por él cada vez que me viene a la mente su nombre. ¡Qué terrible
sufrimiento debe estar pasando!
Esa Betsie, siempre enseñando con un ejemplo tranquilo y humilde.
Parecía ser de otro mundo. ¿Y qué era exactamente lo que Betsie estaba
enseñando? ¿Que Corrie era tan culpable como Jan Vogel?
«¿No estábamos él y yo juntos, ante un Dios que todo lo ve, condenados
por el mismo pecado de asesinato?», se preguntó. «Porque lo había matado
con mi corazón y con mi lengua».
Condenada, oró, diciéndole a Dios que había perdonado a Jan Vogel y
suplicando que la perdonara. «Le he hecho un gran daño», continuó. «Ahora
bendícelo a él y a su familia».
Aquella noche descansó por primera vez durante toda una semana.
Mientras tanto, la vida en los campos de concentración seguía su curso.
La hora de despertarse era a las cinco de la mañana para pasar lista a las seis,
pero si un solo prisionero había llegado tarde al check-in la noche anterior, o
se había cometido cualquier otra infracción menor, se levantaba a todo el
cuartel de la cama para pasar lista a las tres y media o cuatro de la mañana, a
menudo de pie bajo la lluvia durante horas. A las cinco y media era el
desayuno, que consistía en pan negro y café soluble. Después de pasar lista,
se dirigían a las seis y media hacia la fábrica de Philips. Cuando los
prisioneros regresaban a sus cuarteles, el tiempo que pasaban fuera requería
de un «permiso para caminar».
Luego estaba la letrina, ubicada dentro del cuartel. Contenía 10 retretes,
tres de los cuales normalmente estaban fuera de servicio. «En el campo»,
escribió Corrie en una nota, «la letrina es el lugar donde tenemos nuestras
discusiones políticas más interesantes[…] Ahí es donde me encuentro con
mis conocidas. Se transmiten noticias peligrosas[…] Sentadas, una al lado
de la otra, en las letrinas hay comunistas, criminales, testigos de Jehová,
cristianas reformadas, liberales, prostitutas».
Cuando un guardia se dirigía a la fábrica, a la barraca o a la letrina,
sonaban las palabras clave «nubes densas» o «aire denso» para que todas
fingieran estar ocupadas o escondieran cualquier contrabando.
Lo más desalentador era la justicia sumaria del campo. «Si alguien
transmite una noticia o un aviso», escribió en una entrada de su diario el 19
de agosto, «es fusilado».
Sin embargo, más tarde ese mes, Corrie y Betsie presenciaron los
primeros signos de una posible victoria de los aliados. Durante varios días se
extendió en el campo el rumor de que la Brigada de la Princesa Irene —
parte de las fuerzas holandesas que habían escapado a Inglaterra antes de
que Holanda capitulara— se estaba acercando a Vught. No mucho después
se despertaron una noche con el estruendo de miles de aviones sobre sus
cabezas. Momentos después, las bombas explotaron muy cerca del
campamento; aparentemente los aliados apuntaban a puentes cercanos. El
estruendo era tan grande que las prisioneras tenían que mantener la boca
abierta para proteger sus tímpanos.
Luego, el 23 de agosto, la batalla de los cielos ocurrió directamente sobre
el campamento. A la hora del almuerzo, cientos de aviones sobrevolaban la
zona, acompañados por el crepitar de los disparos de ametralladoras
mientras se desarrollaba un combate aéreo a baja altura. Las prisioneras
observaban esperanzadas y Corrie se reclinó en el suelo para asimilarlo.
Cuando las balas y los fragmentos de proyectiles levantaron tierra a su
alrededor, corrió a refugiarse cerca de una barraca, pero permaneció afuera
para seguir observando. Otras tuvieron menos suerte: cinco mujeres heridas
tuvieron que ser hospitalizadas.
En efecto, los aliados estaban avanzando. El 25 de agosto, el general
Dietrich von Choltitz, el prusiano que era gobernador militar de París en
Alemania, desobedeció a Hitler y se negó a destruir la ciudad antes de
retirarse. En su lugar, se rindió y entregó la ciudad a las fuerzas de la Francia
Libre con nada más que algunos disparos esporádicos. Por ello sería
apodado el «Salvador de París».
Pero las victorias aliadas tuvieron consecuencias devastadoras para los
prisioneros en los campos de concentración. Heinrich Himmler, que
supervisaba todos los campos, ordenó ejecuciones masivas —primero de
prisioneros enfermos y ancianos, luego de prisioneros sanos— para aligerar
el viaje en retirada.
Vught no se salvaría. La mañana del 3 de septiembre, Corrie estaba
trabajando en la fábrica Philips cuando a media mañana se ordenó a los
prisioneros que regresaran a sus barracas. Cuando llegaron a la barraca 35,
Betsie estaba esperando afuera.
—¡Corrie! ¿Ha venido una brigada? ¿Somos libres?
—No. Aún no. No lo sé. Oh, Betsie, ¿por qué tengo tanto miedo?
En ese momento sonó el altavoz en el campo de hombres que estaba al
lado. Curiosamente, a los hombres se les ordenó presentarse para pasar lista,
pero a las mujeres no. Luego, uno por uno, los prisioneros fueron llamados.
Las mujeres que rodeaban a Corrie —muchas de las cuales tenían maridos o
parientes en la sección de los hombres— se estremecían al escuchar cada
nombre. Las mujeres subían a bancas o marcos de ventanas para ver lo que
estaba pasando.
—Puedo ver a mi esposo —dijo una mujer con el rostro pálido—, ¿creen
que será la última vez que lo vea?
Pasaron algunos momentos y otra dijo:
—Ahora están llamando a los hombres hacia adelante… ahora están
marchando fuera de las puertas. Oh, seguramente los están transportando a
Alemania.
Eran tantos hombres que las mujeres podían escuchar el sonido de sus
pasos y, después de unos cuantos minutos, volvió el silencio.
De pronto, el sonido de una descarga de rifle perforó el aire. Luego otra.
Y otra. Las mujeres en la barraca empezaron a llorar. Cada disparo
significaba la muerte de un esposo, padre, hijo o hermano. Las ejecuciones
siguieron por dos horas.
Las ss asesinaron a 180 hombres holandeses.
Notas:
1. La mayoría de los campos incluían a prisioneros rusos, muchos de los cuales eran seguidores
de Marx (N. del A.).
2. De adolescente, Corrie se había enamorado de un joven holandés, llamado Karel, y había
guardado la esperanza de casarse algún día con él. Ese sueño se rompió cuando apareció en el
Beje un día para presentar a su prometida (N. del A.).
CAPÍTULO 20
RAVENSBRÜCK
A las seis de la mañana siguiente, los guardias ordenaron a todas las que
estaban en la barraca que recogieran sus efectos personales. Corrie y Betsie
todavía tenían las fundas de almohada que habían traído de Scheveningen, y
dentro de ellas estaban las pocas pertenencias que tenían: cepillos de dientes,
aguja e hilo, aceite vitamínico que habían guardado de un paquete de la
Cruz Roja y un suéter. Como había hecho anteriormente, Corrie puso su
Biblia en la pequeña bolsa con el cordón enrollado y la colgó de modo que
cayera en su espalda.
Afuera, las prisioneras recolectaban mantas y luego marchaban fuera del
campo. Mientras avanzaban por el bosque sobre un camino de tierra, Corrie
notó que Betsie respiraba con dificultad. No era la primera vez que pasaba
esto; Betsie tenía dificultades cada vez que tenía que caminar aunque fuera
una distancia corta, pero esta vez era más inquietante.
Corrie estiró el brazo bajo el hombro de su hermana y juntas caminaron
con los demás otros cuantos metros hasta la estación de tren. Cuando
llegaron a la plataforma, encontraron al menos 1 000 mujeres en su grupo.
Más adelante se reunieron los prisioneros varones, aunque era difícil
identificar el número. Corrie vio su transporte; no se trataba de un tren de
pasajeros, sino uno de carga, y sobre cada pocos vagones había montadas
ametralladoras. Los soldados comenzaron a abrir las puertas, pero era
imposible ver lo que había dentro; sin iluminación ni ventanas, los vagones
estaban a oscuras.
Los guardias empujaron a las mujeres hacia delante y Corrie ayudó a
Betsie a subir. Cuando sus ojos se acostumbraron a la penumbra, pudo
distinguir en un rincón una gran pila de pan.
Se dirigían a Alemania.
La adición de más prisioneras hizo que las hermanas Ten Boom tuvieran
que moverse a la parte trasera del vagón, y Corrie calculó que lo máximo
que podría contener eran 40 mujeres. Sin embargo, los guardias siguieron
empujando, maldiciendo y gritando, hasta que reunieron a 80. La puerta se
cerró de golpe y las mujeres comenzaron a llorar, algunas incluso se
desmayaron. Al cabo de unos minutos, la temperatura en el interior del
furgón empezó a subir y el hedor del olor corporal penetró en el aire
atrapado. Si bien el vagón tenía dos pequeños ventiladores de parrilla, estos
eran insuficientes para proporcionar aire fresco. Corrie sintió náuseas.
—¿Sabes por qué estoy agradecida? —preguntó Betsie—. ¡Agradezco que
papá esté hoy en el cielo!
Betsie. Solo ella podía encontrar alegría en tiempos como aquellos.
Pasaron horas, pero el tren nunca se movió. Muchas mujeres habían
arreglado acuerdos entre ellas en los que algunas podían sentarse si ponían
las piernas alrededor de la persona de enfrente, mientras que otras hicieron
hoyos con frenesí en la madera para que entrara algo de aire. Una mujer al
lado de Corrie encontró un clavo y lo usó para hacer un agujero.
Eventualmente se hicieron suficientes como para permitir que entrara un
poco de aire, de modo que las mujeres se tomaban turnos frente a ellos.
Sin embargo, el vagón no tenía baños y pronto el hedor pudo más que el
aire fresco que entraba por los agujeros. Tampoco tenían agua.
El tren dio una sacudida y empezó a avanzar lentamente. A lo largo del
día y hasta el anochecer se detenía, esperaban una hora y luego volvía a
ponerse en marcha. Corrie y Betsie lograron sentarse, reclinándose sobre la
persona que estaba a su lado, y Corrie sintió una mujer apoyada contra ella;
la mujer fue amable y cambió de posición para que Corrie pudiera estirar las
piernas. Entablaron conversación y Corrie descubrió que la mujer era una
prostituta que había sido arrestada por infectar a un soldado alemán con
una enfermedad venérea.
Corrie le contó sobre Jesús y le dijo:
—Si alguna vez necesitas mi ayuda, ¿vendrás a verme? Vivo…
Se le rompió la voz. ¿El Beje aún era su hogar? ¿Volvería a verlo algún
día?
Se recostó hacia atrás, cerró sus ojos y dormitó. Pronto soñaba que
estaba en el Beje y podía escuchar granizos golpeando las ventanas. Se
despertó con lo que parecía algo que golpeaba el vagón.
—¡Son balas! —gritó alguien—. ¡Están atacando el tren!
Las ametralladoras alemanas comenzaron a devolver el fuego y Corrie se
preguntó si la brigada holandesa los estaba rescatando. Las balas
continuaron golpeando el tren y ella tomó la mano de Betsie. Después de
unos minutos, cesó el tiroteo y el tren permaneció inmóvil durante una hora
antes de volver a ponerse en marcha. En el vagón de enfrente, Corrie
escuchó a alguien cantar:
—Adieu, amada Holanda, querida patria, adiós.
Luego se dio cuenta: ningún miembro de su familia sabía a dónde se
encaminaban ella y Betsie. Encontró un pequeño trozo de papel y escribió
sus nombres, añadiendo que estaban siendo transportadas a Alemania.
Escribía una petición a quien la encontrara para que le enviara la nota a
Nollie y luego la metió a través de una grieta en la pared del vagón. Quizás
algún holandés patriota transmitiría su mensaje.
Al cabo de un rato volvió a quedarse dormida y se despertó al amanecer
cuando alguien anunció que pasaban por Emmerich, una ciudad en el lado
occidental del Rin.
Habían entrado a Alemania, pero no estaban ni cerca de su destino. Al
día siguiente las mujeres empezaron a rogar que les dieran agua. Cuando el
tren volvió a detenerse, un soldado les pasó una cubeta, pero las prisioneras
más cercanas a la puerta se la bebieron toda. Por la tarde y a la mañana
siguiente, los guardias les dieron más agua, pero cada vez las mujeres al
frente la bebían toda. Ya era el tercer día y Corrie y Betsie no habían recibido
ni una sola gota de agua. La sed había dejado a Corrie delirante.
La siguiente vez que el tren se detuvo, el agua finalmente llegó a la parte
trasera y Betsie acercó una taza a los labios de Corrie. Bebió largamente,
trago tras trago, y luego decidió que sería mejor reservar un poco para esa
noche. Momentos después cayó en estupor y su imaginación la llevó a un
hospital.
—Enfermera, por favor deme un poco de agua —intentaba decir.
Corrie durmió y no despertó hasta la mañana del cuarto día. El tren se
había detenido en una ciudad llamada Fürstenberg, a unos 40 kilómetros al
norte de Berlín. Después de un tiempo considerable, se abrió la puerta del
vagón y se ordenó a las prisioneras que salieran. Una a una, las mujeres
gatearon y tropezaron para salir. Afuera había aire fresco y sol, y estos,
combinados con lo que parecía ser un oasis verde frente a sus ojos, les
levantaron el espíritu. Cuando Corrie saltó del tren vio un hermoso lago
azul y, al otro lado, entre sicomoros, una pequeña iglesia y una abadía.
Cuando todas hubieron bajado del tren, los guardias les gritaron que se
reunieran en grupos de cinco. Corrie miró a los soldados que las vigilaban y
que eran apenas alrededor de una docena —la mayoría con no más de 15
años—. Pera ellas estaban débiles, frágiles y con una deshidratación severa,
así que no planteaban mucho riesgo de oposición. Las mujeres comenzaron
a marchar y cuando llegaron al lago, pasaron cubetas para que las
prisioneras bebieran.
Corrie bebió hasta saciarse y luego se desplomó sobre la hierba
exuberante. Mientras observaba el lago resplandeciente y los campos más
allá de este, le vino a la mente el comienzo del salmo 23: «El Señor es mi
pastor, nada me faltará. En verdes pastos me hace reposar, me conduce junto
a aguas tranquilas».
El salmo era acertado, ya que Corrie y Betsie estaban a punto de caminar
por el valle de la sombra de la muerte: Ravensbrück. Este era el nombre más
temido para las mujeres de toda Europa. Un campo de concentración para
prisioneras que era famoso por su crueldad, brutalidad y ejecuciones.
Después de un rato, los niños soldados llamaron a las mujeres a
formación y emprendieron la marcha una vez más. Rodearon el lago
alrededor de kilómetro y medio y luego empezaron a hacer el ascenso por
una colina. Pasaron al lado de varios aldeanos, en su mayoría familias, y
Corrie se deleitó al ver a los niños pequeños con los ojos muy abiertos. Los
adultos, sin embargo, aparentemente advertidos de no hablar con las
prisioneras, miraron para otro lado.
Corrie y Betsie se apoyaron una en la otra para la subida y cuando
llegaron a la cima, lo vieron. En medio de un bello entorno, interminables
hileras de barracones grises, rodeados por un alto muro de hormigón con
torres de vigilancia. En un extremo, salía un humo grisáceo a través de una
chimenea.
—Ravensbrück —gritó alguien desde la primera línea.
La palabra fue pasando de boca en boca por el grupo: habían llegado al
infierno.
Cuando se acercaron al campo, la inmensa puerta de hierro se abrió y
todas entraron entre hileras de guardias de las ss. Tan pronto como hubiesen
entrado todas, una prisionera holandesa comenzó a cantar:
Una vez dentro, Corrie observó su entorno: altos muros, torres de vigilancia
y el omnipresente alambre de púas tendido en la parte superior de cada
muro y en el suelo. Cada pocos metros, había carteles con calaveras
indicando que la cerca estaba electrificada.1 Barracas grises y opacas se
extendían por metros y metros, sin nada entre ellas excepto arena o ceniza.
Increíblemente, el campamento no tenía árboles, arbustos, plantas… ni
siquiera color.
Corrie y varias prisioneras notaron una hilera de grifos y se apresuraron
a beber y lavarse. En segundos apareció un equipo de guardias de las ss —
mujeres en uniformes azul oscuro—, tenían corte militar y gritaban. Nadie
tenía permitido salir de sus filas, gritaron, y Corrie y las otras volvieron de
inmediato con el grupo principal.
Los guardias las condujeron por una calle entre barracas, donde se
extendían manos esqueléticas por todas partes, pidiendo comida. Corrie y
otras cuantas comenzaron a arrojarles pan que habían guardado del tren,
pero los guardias alejaron a golpes a las prisioneras demacradas.
El hambre era parte del plan de Ravensbrück para mantener el
servilismo.
Pronto terminaron ante una enorme tienda de campaña de lona con un
suelo de paja improvisado. Se quedarían aquí por el momento, les dijeron, y
Corrie y Betsie se hundieron en la paja. Pero inmediatamente se pusieron de
pie y comenzaron a rascarse.
¡Piojos! ¡Pulgas!
Extendieron la manta sobre la paja infestada y se sentaron encima. Para
mantener los piojos lejos de sus cabezas, las mujeres se pasaban tijeras para
cortarse el cabello unas a otras. Un par de tijeras llegaron a las manos de
Corrie, que le cortó el cabello a Betsie, llorando.
Después de un rato, las guardias llamaron a todas y las condujeron a una
zona arenosa lejos de la tienda y el cuartel. Se les dijo que se pusieran
nuevamente en formación, pero al final de la tarde algunas comenzaron a
sentarse. Al anochecer las guardias desaparecieron y se hizo evidente que las
holandesas debían dormir en el suelo bajo las estrellas. Corrie y Betsie se
tumbaron en el suelo desnudo y se cubrieron con la manta.
Corrie admiró el trabajo de Dios con las estrellas algunos minutos y
Betsie se quedó dormida.
A la mitad de la noche comenzó a llover.
Notas:
1. La manera más común de suicidio en Ravensbrück era lanzarse contra la malla electrificada
(N. del A.).
2. «Un ser humano contaba solo porque tenía un número de prisionero», recuerda Viktor
Frankl acerca de Auschwitz. «Uno se convertía literalmente en un número: vivo o muerto… eso
no tenía importancia; la vida de un “número” era completamente irrelevante. Lo que había
detrás de ese número y de esa vida importaban aún menos: el destino, la historia, el nombre de
ese ser humano» (N. del A.).
3. El objetivo de Market-Garden era que paracaidistas aliados aterrizaran en Países Bajos para
capturar numerosos puentes, lo que abriría el paso a través del Rhin, creando así una ruta para
la invasión del norte de Alemania. La operación se detalla en Un puente demasiado lejos de
Cornelius Ryian, que más tarde, en 1977, tuvo una adaptación fílmica (N. del A.).
CAPÍTULO 21
ASESINATO
Haarlem
Una mañana de octubre, Hans Poley escuchó un alboroto en la calle. Dado
que había sido liberado de Amersfoort solo seis semanas antes, le pareció
mejor quedarse adentro. Miró por una ventana y vio soldados reunidos en
Westergracht, a solo 300 metros de la casa de sus padres. Los Poley pronto se
enteraron de que allí mismo, unas horas antes, habían disparado a un oficial
de la Gestapo.
Mientras los alemanes recorrían el vecindario para encontrar a los
agentes de la Resistencia que habían cometido el crimen, Hans y sus padres
ocultaron rápidamente todo lo que pudiera ser incriminatorio.
Esa tarde, Hans vio nubes de humo que se elevaban desde los edificios al
final de la calle.
Al no poder encontrar a los autores del asesinato, la Gestapo se vengó
incendiando varias casas. Los Poley esperaban que la suya no fuera la
siguiente.
Ravensbrück
La cena en la barraca 28 significaba un cucharón de sopa de nabo. Después,
cuando los guardias se iban, Corrie y Betsie hacían servicios de adoración
en el área de las literas; usualmente empezaban cantando. Asistían decenas
de mujeres de todas las nacionalidades, y en una noche cualquiera podía
escucharse un himno cantado por los luteranos, el Magnificat cantado en
latín por los católicos romanos o un canto sencillo de los ortodoxos
orientales. Cuando terminaba el canto, Corrie o Betsie leían la Biblia,
primero en holandés y luego en alemán. Con cada verso hacían una pausa,
permitiendo que sus palabras fueran traducidas al francés, ruso, polaco y
checo a medida que pasaban entre la multitud. Durante los días siguientes,
la asistencia aumentó y, a menudo, celebraban un segundo servicio después
de pasar lista por la noche.
El 1 de noviembre las mujeres de la barraca 28 recibieron noticias
alentadoras. Por alguna razón —tal vez porque había sido bombardeada—
no habría más equipos de trabajo para la fábrica Siemens. En su lugar, los
guardias las pusieron a hacer otro trabajo: nivelar el terreno. Si bien sus
tarjetas rojas eximían a Corrie y Betsie de realizar trabajos pesados, las
guardias aparentemente consideraban que palear era un trabajo sencillo y las
enviaron a trabajar cerca de los límites del campo. Por qué sería necesario
nivelar el terreno era un misterio, pero el trabajo era realmente agotador.
Betsie se ponía más débil cada día y una mañana apenas pudo levantar
un pequeño trozo de césped. Gritándole que trabajara más rápido, una
guardia le arrebató la pala y comenzó a mostrar el puñado de tierra que
había en ella a los demás equipos.
—¡Miren lo que lleva la señora baronesa! ¡Seguramente está
ejercitándose demasiado!
Otros guardias y algunas prisioneras se rieron y Corrie sintió que la ira
se apoderaba de ella. Miró a su hermana y vio, sorprendentemente, que
Betsie también se reía.
—Esa soy yo —le dijo Betsie a la guardia—. Pero será mejor que me deje
tambalear con mi pequeña paleada, de lo contrario tendré que parar por
completo.
La guardia sacó su fusta de cuero y se la pusó a Betsie entre el pecho y el
cuello.
—¡Yo decidiré quién puede parar!
Corrie tomó su pala y corrió hacia la guardia, pero Betsie se puso delante
de ella.
—¡Corrie! —gritó bajando el arma de su cuerpo—. ¡Sigue trabajando!
Corrie se aferró con fuerza a la madera de su pala, respirando con
dificultad. Betsie tomó el mango, se lo quitó y enterró la pala en el suelo. Al
mirar el cuello de su hermana, Corrie notó una mancha carmesí en la piel de
Betsie y había sangre manchando su cuello.
Betsie cubrió la herida con la palma de su mano.
—No lo mires, Corrie. Mira solo a Jesús.
A inicios de noviembre, los guardias dieron a las prisioneras abrigos de
invierno, aparentemente todos tomados de soldados rusos muertos. Sin
embargo, a mediados de mes llegaron las lluvias de otoño y la ropa adicional
hizo poco para compensar el frío. A menudo llovía durante el pase de lista
de las 4:30 a. m., pero los prisioneros se veían obligados a permanecer al
exterior en filas de diez y durante horas esperaban en el lugar designado,
incluso si se había formado un gran charco de agua. Muchas mañanas,
Corrie se encontraba hundida en charcos con el agua hasta los tobillos.
Pero a Betsie le tocó la peor parte. Junto con su tos, comenzó a escupir
sangre y Corrie la llevó a la enfermería del campo. La temperatura de Betsie
era de 38 °C, insuficiente para ser ingresada para recibir atención. Su
condición empeoró y Corrie siguió llevándola, hasta que la temperatura de
Betsie alcanzó el umbral de 40 °C. Aunque estuvo ingresada en una
habitación, Betsie no recibió atención ni medicamentos. Cuando regresó a la
barraca, tres días después, Corrie pudo sentir que todavía tenía temperatura
alta.
Sin embargo, continuaron los «servicios religiosos» Ten Boom, que
ahora estaban en auge, y Corrie y Betsie agregaron servicios individuales:
comenzaron a visitar a mujeres enfermas de la barraca y oraban por ellas.
Luego oraban por todos los prisioneros de Ravensbrück y, alentadas por
Betsie, también por los guardias.
Una noche, cuando Corrie se acostó al lado de su hermana, Betsie
comenzó a hablar de qué pasaría con su ministerio después de la guerra.
Tenía que haber un lugar donde las personas pudieran recuperarse y
sanarse, pensó, física, emocional y espiritualmente, a su propio ritmo.1
—Hemos aprendido mucho aquí —dijo— y deberemos ir por todo el
mundo para decirle a la gente lo que ahora sabemos: que la luz de Jesús es
más fuerte que la más profunda oscuridad. Solo los prisioneros pueden
saber qué es estar desesperado en esta vida. Podemos decir por experiencia
que ningún pozo es demasiado profundo, porque los brazos eternos de Dios
siempre nos sostienen.
»Debemos alquilar un campo de concentración después de la guerra»,
continuó Betsie, «donde podamos ayudar a los alemanes desplazados a
conseguir un techo. He oído que el 95% de las casas en Alemania han sido
bombardeadas. Nadie querrá estos campos de concentración después de la
guerra, por eso debemos alquilar uno y ayudar al pueblo alemán a encontrar
una nueva vida en una Alemania destruida».
No solo eso, dijo Betsie, sino que también debían tener una casa en
Holanda para recibir a los holandeses que habían estado en campos de
concentración. Ellos también necesitaban recomponer sus vidas.
Un día después, Betsie describió su visión con mayor detalle.
—Es una casa tan hermosa —le dijo a Corrie—; todos los pisos son de
madera con incrustaciones, con estatuas colocadas en las paredes y una
amplia escalera que desciende. ¡Y jardines! Jardines a su alrededor donde
pueden plantar flores.
Corrie intentó procesar en su mente los elaborados planes de Betsie.
—¿Debemos quedarnos en ese campo o podemos quedarnos en la casa
para exprisioneros en nuestro hogar en Holanda?
—Ninguna. Debes viajar alrededor del mundo y decirle a quien sea que
quiera escuchar lo que hemos aprendido aquí: que Jesús es una realidad, que
Él es más fuerte que los poderes de la oscuridad. Diles. ¡Dile a quien quiera
escuchar! Él es nuestro mejor Amigo, nuestro refugio.
El sueño parecía poco realista, pero llenó a Corrie de esperanza. Con el
tiempo empezó a creer que realmente lo harían realidad. Mientras tanto,
tenían que soportar el campo.
Hacia el fin de mes, la barraca 28 recibió una nueva Aufseherin
(supervisora). Siempre era delicado cuando llegaban nuevos guardias o
policías al campo, cada uno con su propia forma de crueldad y
temperamento. Esta dejó su marca desde el inicio.
El día de su llegada golpeó a una prisionera hasta matarla.
Diciembre trajo consigo temperaturas más frías, lo que hizo que pasar lista
fuera una tortura. En las filas matutinas y vespertinas, las prisioneras
golpeaban el suelo con los pies, creando casi una cadencia de marcha. Para
añadir calidez a sus escasos abrigos, Corrie y Betsie los rellenaron con papel
de periódico. Dormir también era peligroso, ya que los cristales rotos
dejaban entrar ráfagas de viento helado. Alguien había echado una manta
sobre la mayoría de las ventanas desnudas, pero eso no sirvió de mucho para
bloquear el frío.
Una noche gélida, Corrie rodeó a Betsie con sus brazos para calentarla y
se sorprendió de lo que sintió: el pulso de Betsie era débil y rápido.
Esta crueldad no se detenía nunca. Unas mañanas más tarde, el pase de lista
de la barraca 28 comenzó a las 3:30 a. m.,—una hora antes— porque tres
mujeres habían llegado tarde el día anterior. Mientras Corrie esperaba en la
gélida oscuridad, notó un par de faros que rebotaban sobre la nieve. Eran
camiones de plataforma que se dirigían al hospital del campo. Durante el
pase de lista no dejaron de circular los susurros.
Momentos después se abrió la puerta del hospital y salió una enfermera
con alguien apoyada de su brazo. La mujer ayudó a la paciente a subir al
primer camión, y luego otras enfermeras la siguieron con más pacientes. Por
lo que Corrie pudo ver, se trataba de pacientes ancianas, enfermas o con
discapacidades mentales, y las enfermeras ayudaban gentilmente a cada una
a entrar. Pronto las enfermeras trajeron a más pacientes, una de los cuales
Corrie conocía: una madre con un hijo pequeño que también estaba en el
hospital del campo. Sin embargo, no estaba enferma, y Corrie supuso que la
habían llevado al hospital debido a sus incesantes peticiones de tener a su
hijo cerca.
Al cabo de unos minutos, habían subido a unas 100 mujeres y luego
llegaron camillas con pacientes tan enfermas que tuvieron que ser cargadas
para abordar los camiones. Pero ¿a dónde iban? ¿A un hospital de verdad?
—¡Transporte de enfermos! —susurró alguien cerca de Corrie.
Sonaron murmullos a través de toda la multitud, pero no tenían sentido
a oídos de Corrie. Si estas mujeres enfermas y ancianas no estaban siendo
transportadas a un hospital, ¿entonces por qué eran tan dulces y gentiles las
enfermeras con ellas?
Miró a los camiones comenzar a moverse y dirigirse directamente al
crematorio.2
Notas:
1. Viktor Frankl, un psiquiatra que había sido prisionero en Auschwitz y en Dachau, escribió
después de su liberación en 1945: «Sería un error pensar que un prisionero liberado ya no
necesita cuidado espiritual. Tenemos que considerar que un hombre que ha estado bajo
semejante presión mental por tanto tiempo naturalmente corre un cierto grado de peligro tras
su liberación, especialmente porque la presión ha sido liberada de manera tan repentina. Este
peligro […] es la contraparte psicológica del aeroembolismo. Así como la salud física del
trabajador de un pozo de cimentación estaría en peligro si abandonara repentinamente su
cámara de buzo[…] así el hombre que repentinamente ha sido liberado de la presión mental
puede sufrir daños en su salud moral y espiritual» (N. del A.).
Además del peligro de las «aeroembolias», observó Frankl, los prisioneros liberados también
tenían que ser curados o protegidos de la amargura y la desilusión (N. del A.).
2. El 16 de diciembre de 1946, Odette Samson —quien había sido transferida del Búnker de
Ravensbrück a una celda cerca del crematorio— testificó en el juicio en Hamburgo contra los
crímenes de guerra de Ravensbrück que escuchaba los gritos de las mujeres que eran llevadas al
crematorio. Las puertas se abrían y cerraban, le dijo a los jueces, y escuchaba más gritos y luego
silencio. Viktor Frankl describió una escena similar luego de su entrada a Auschwitz: «para la
gran mayoría de nuestro transporte, alrededor del 90%, significaba la muerte[…] Aquellos que
eran enviados a la izquierda marchaban de la estación directo al crematorio» (N. del A.).
CAPÍTULO 22
EL ESQUELETO
Mientras que el Evangelio que daba Corrie florecía, la salud de Betsie iba de
mal en peor. Para la segunda semana de diciembre, el frío severo le había
hecho algo en las piernas. Muchas veces, al amanecer, encontraba que no
podía moverlas y Corrie y otra la cargaban al pase de lista. Betsie había
perdido tanto peso que apenas y alcanzaba la constitución de un infante.
Mientras se leían sus nombres, Betsie no podía golpear sus pies contra el
suelo para mantener la sangre moviéndose, de manera que, al volver dentro,
Corrie le restregaba los pies y las manos.
Unos días después, Betsie despertó ahora también incapaz de mover los
brazos, y Corrie corrió con un guardia.
—¡Por favor! ¡Betsie está enferma! ¡Oh, por favor, necesita ir al hospital!
—En firmes. Diga su número.
—Prisionera 66 730 reportándose. ¡Por favor, mi hermana está enferma!
—Todas las prisioneras deben presentarse para el conteo. Si está enferma
puede registrarse en el conteo de enfermos.
Otra mujer ayudó a Corrie a sacar a Betsie. Caminaron con mucho
trabajo sobre la nieve y cuando estaban a medio camino del hospital, Corrie
vio que se había formado una fila en la puerta, y que se extendía alrededor
de la esquina del edificio. Junto a una pared, tres prisioneras yacían en la
nieve, probablemente muertas. Corrie no podía dejar que su hermana
sufriera la misma suerte, así que la llevaron de regreso para pasar lista y
luego la arroparon nuevamente en la cama.
Corrie intentó consolarla, pero el discurso de Betsie se volvía débil y
dificultoso.
—Un campo, Corrie… pero nosotras… estamos a cargo… —Betsie
descansó un momento y luego continuó—: será muy bueno para ellos ver
crecer las cosas. La gente puede aprender a amar mirando las flores.
Corrie preguntó sobre lo que había dicho Betsie antes sobre un campo y
una casa.
—¿Vamos a tener este campo en Alemania? ¿En lugar de la casa grande
de Holanda?
—Oh, no. Sabes que la casa es primero.
Betsie empezó a toser y Corrie vio sangre en la cama.
—¿Estaremos juntas, Betsie? ¿Haremos todo eso juntas?
—Siempre juntas, Corrie. Tú y yo… siempre juntas.
Notas:
1. Después de la guerra, Viktor Frankl escribió que casi todos los prisioneros habían
contemplado el suicidio. «Nació de la desesperanza de la situación», recordó, «el peligro
constante de la muerte se agazapaba sobre nosotros día a día y a todas horas, y la cercanía de las
muertes sufridas por tantos de los otros» (N. del A.).
2. El Areópago era una colina rocosa en Atenas dedicada al dios Ares (o Marte) y era también
el nombre de un grupo de filósofos estoicos y epicúreos que se encontraban allí. Desde este
monte fue que enseñaba y debatía el apóstol Pablo. Ver Hechos 17:19-34 (N. del A.).
CAPÍTULO 23
LA LISTA
Cerca de Navidad, llegó una mujer nueva a la barraca 28, una rusa llamada
Marusha. Sin embargo la barraca estaba llena y Marusha no tenía cama.
Cuando cayó la noche, Corrie la vio dando vueltas sin rumbo entre las
hileras de camas, buscando un lugar donde dormir. Si no encontraba
ninguno, tendría que dormir en el piso sin colchón, almohada o cobija
alguna. Las rusas no eran bien recibidas por las otras prisioneras, y a donde
sea que Marusha dirigiera la vista, las mujeres negaban con la cabeza.
Corrie consideró la difícil situación de la mujer. «Qué terrible sería para
una prisionera de un campo de concentración no tener un lugar donde
dormir», pensó. Al ver los ojos desesperados y atormentados de Marusha,
Corrie le indicó que se acercara. Corrie movió su cobija y señaló el lugar que
había sido de Betsie. Sonriendo, Marusha entró bajo la cobija.
Mientras la rusa se reclinaba y apoyaba la cabeza en la almohada, Corrie
se preguntó si habría alguna forma de comunicarse con esta persona que
tenía a solo unos centímetros de distancia. No sabía ruso y, al parecer,
Marusha no sabía nada más. Seguramente tenía que haber una manera de
unir las lenguas.
—¿Jesoes Christoes? —dijo finalmente Corrie.
—¡Oh! —los ojos de Marusha brillaron e hizo la señal de la cruz, luego
abrazó a Corrie y la besó.
Corrie escribió más tarde: «La que había sido mi hermana durante 52
años, con quien había compartido tantas buenas y malas, me había dejado.
Una mujer rusa ahora reclamaba mi amor; y habría otros también que
serían mis hermanas y hermanos en Cristo. Me preguntaba si el Señor me
brindaría más oportunidades para darle a otros el amor y el cuidado que mi
padre y Betsie ya no necesitaban».
Sin embargo, también Corrie necesitaba de amor y cuidados. Después
del día en que ella y todas las de la barraca 28 se vieron obligadas a
permanecer de pie en el frío punzante durante más de 12 horas, cinco
mujeres, incluida Corrie, enfermaron de muerte. Nadie sabía si era tifoidea o
algo más.
Al cabo de 10 días, las otras cuatro mujeres estaban muertas.
Notas:
1. El tifus no fue exclusivo de Ravensbrück, sino que afectó a todos los campos. Viktor Frankl
escribió sobre la situación en Auschwitz: «En el invierno y primavera de 1945 hubo un brote de
tifus que infectó a casi todos los prisioneros. El índice de mortalidad fue alto entre los débiles,
quienes tuvieron que seguir con los trabajos forzados tanto tiempo como pudieron. Los
cuarteles para los enfermos eran de lo más inadecuado, prácticamente no había ni medicina ni
médicos» (N. del A.).
2. El edema es común en casos de inanición, pues quien lo padece tiene proteína insuficiente.
Dado que la proteína juega un papel importante en el balance de agua del cuerpo, su falta causa
que áreas como el abdomen o las piernas acumulen y retengan agua (N. del A.).
CAPÍTULO 24
EDEMA
En Haarlem, Peter Van Woerden recordaba a los Ten Boom. Desde que tenía
memoria, siempre había compartido el día de Navidad en el Beje con Opa y
el resto de la familia.
«El carácter dulce de ese viejo caballero hacía que lo amaran todos
quienes lo conocían», recordó Peter, «especialmente su familia». Este año las
cosas serían distintas. Su ausencia se sentiría profundamente.
Pero las fiestas de Navidad eran lo último que tenían los holandeses en la
mente. El bloqueo alemán de alimentos había durado tanto tiempo que
cientos de personas morían de hambre cada día.1 Más allá de los betabeles y
tulipanes, no había nada que comer.
«La miseria, el hambre y las enfermedades estaban por todas partes»
observó Peter.
Y la muerte siguió tocando a quienes lo rodeaban.
Su viejo amigo Piet, que también era el prometido de su hermana Aty,
fue la siguiente víctima. Piet había estado activo en la clandestinidad y un
día partió para una reunión en el cuartel general de la Resistencia. La
reunión, sin embargo, era una trampa de la Gestapo y lo llevaron a la prisión
de Ámsterdam.
Fue ejecutado por un pelotón de fusilamiento.
Finalmente llegó otro tren y Corrie abordó junto con las otras, pero no había
comida. Exhausta y débil, se quedó dormida. Muchos días y muchos trenes
después, despertó una tarde cuando bajaban en la terminal de Berlín. Era la
media noche del Año Nuevo de 1945.
Corrie bajó del tren con sus nuevos zapatos rígidos y se preguntó cómo
encontraría su conexión. Tenía que ir a Uelzen, pero en la plataforma no
había señales. Había un anciano recogiendo los escombros de una bomba no
muy lejos de allí, y ella le pidió ayuda. Amablemente, la acompañó
tomándola del brazo hasta el andén correcto, pero el tren no partiría sino
hasta dentro de varias horas, según descubrió Corrie. Aun así, subió a
bordo. Estaba mareada por el hambre, pero sabía que si se desmayaba
podría perderse la partida.
Finalmente arrancó el tren y en la primera parada Corrie bajó y siguió a
otros pasajeros hasta la cafetería de la estación. Le dijo al empleado que
había perdido sus cupones de comida, pero que podía pagar con florines
holandeses. Corrie abrió la mano para mostrar el dinero y la mujer se burló.
—¡Esa es historia pasada! ¡Sal de aquí antes de que llame a la policía!
Corrie regresó al tren. Tal vez vería a Betsie y a su padre antes de lo
esperado. El tren arrancó después de un tiempo, pero durante incontables
kilómetros avanzó muy lentamente. Al parecer, los aliados habían
bombardeado varias vías y estaciones, y Corrie tuvo que bajar de varios
trenes y abordar otros. Desde cada ventana veía la devastación de lo que
alguna vez fuera la hermosa Alemania. Por todas partes, edificios y casas
destruidos, y millones de familias alemanas sin hogar.
En una estación, Corrie preguntó a un oficial del andén si había alguna
posibilidad de conseguir comida. Tal vez reconociendo que estaba al borde
del colapso, llamó a un niño que trasladaba el equipaje en un carrito
motorizado. Lo siguiente que supo Corrie fue que ella y el oficial viajaban en
el vehículo hacia una pequeña casa cercana.
Le dijo algunas palabras a la mujer que vivía allí y, momentos después,
Corrie tenía pan, mermelada y café delante de ella. Fue el acto más
bondadoso que había presenciado desde su llegada a Alemania.
Tan pronto como Corrie terminó, sonó una sirena de ataque aéreo y el
oficial dijo que debían regresar a la estación de inmediato.
Aproximadamente un día después, tras de lo que parecieron semanas de
viaje, Corrie llegó a la estación en Bad Nieuweschans, una ciudad holandesa
a media milla de la frontera alemana.
Finalmente había regresado a Holanda. Al ver a numerosos soldados
alemanes a lo largo de las vías, sin embargo, se recordó a sí misma que esta
era una Holanda ocupada. Un amable hombre holandés vio a Corrie
cojeando desgarbada y la ayudó a subir a otro tren aún. Sin embargo, este
solo llegaba hasta Groningen —a unos 50 kilómetros al occidente de la
frontera—, pues las vías más allá habían sido bombardeadas.
Cuando llegaron, Corrie supo de un lugar llamado la Casa de la
Diaconisa, que era un híbrido entre hospital y casa de convalecencia, y que
estaba tan solo a unas calles de distancia. Con sus últimas fuerzas, se
arrastró hasta el lugar y pidió asilo y si podía hablar con la encargada.
—La hermana Tavenier no puede venir en este momento —dijo la mujer
que la recibió—, pues está en un servicio religioso en uno de los pabellones.
Me temo que tendrá que esperar.
—¿Sería posible que yo también asistiera?
La enfermera dijo que sí.
—¿Tiene algo para beber?
La enfermera le trajo té y una tostada, y le dijo que eso era lo mejor para
su condición actual. Por un momento Corrie se había olvidado de que
estaba coja y delgada como un espantapájaros, y aquí había una mujer a la
que en verdad le importaba cuidarla.
Después de unos minutos de iniciado el servicio religioso, un ministro
de edad avanzada los condujo para entonar los himnos. Corrie reproducía al
fondo de su mente, una y otra vez, los cantos en la barraca 28 sucia e
infestada de piojos. Cuando terminó el servicio, volvió la enfermera.
—Ahora, ¿qué hacemos contigo?
Corrie se encogió de hombros. Por más de un año no se le había
permitido tomar ninguna decisión, solo podía seguir órdenes.
—No lo sé, hermana.
—Ya sé.
La mujer tocó una campana y entró una enfermera joven.
—Hermana —dijo la mayor—, lleve a esta dama al comedor de las
enfermeras y dele una comida caliente.
La chica tomó el brazo de Corrie y la condujo a través de un pasillo.
—¿A dónde irá después? ¿Dónde es su casa?
—Voy hacia Haarlem.
—Oh, Haarlem. ¿Conoce a Corrie Ten Boom?
Corrie miró a la chica y entonces la recordó. Era una de las líderes de la
ywca con quien había trabajado antes de la guerra.
—¡Truus Benes!
—Pues sí, ese es mi nombre. Pero no creo conocerla a usted.
—Soy Corrie Ten Boom.
Truus se detuvo y miró con detenimiento el rostro de Corrie.
—Oh, no, eso es imposible. Conozco muy bien a Corrie Ten Boom. He
estado muchas veces con ella en campamentos para niñas. Es mucho más
joven que usted.
Y ahí estaba: más pruebas de lo que Corrie había vivido en Ravensbrück.
Envejecida y demacrada, irreconocible. Consideró lo que veía la joven: una
mujer enfermiza con ojos hundidos, cabello gris y rostro delgado y pálido.
—Pero en verdad, yo soy Corrie Ten Boom.
Truus volvió a mirarla y tomó la mano de Corrie.
—Sí… sí… eres tú. ¡Eres tú!
Fueron al comedor y Truus le llevó plato tras plato de carne con salsa,
papas, coles de Bruselas, una manzana y pudín con jugo de grosellas. Con
cada bocado, Corrie podía sentir que su cuerpo respondía llenándose de
energía y sanación.
En una mesa cercana, otra enfermera le susurró a su compañera:
—Nunca había visto a nadie comer con tanta intensidad.
Después de cenar, Truus acompañó a Corrie por el pasillo hasta una
habitación grande donde podía tomar un baño caliente. De una bañera
blanca y reluciente salía vapor y Corrie se hundió hasta la barbilla; el agua
limpia y tibia calmó su piel llena de piquetes de piojos y cubierta de costras.
Truus regresó más tarde y llamó a la puerta.
—¡Cinco minutos más! —suplicó Corrie.
Truus la dejó cinco minutos más, pero cada vez que volvía, Corrie volvía
a pedir otros cinco minutos. Después de todo tenía 10 meses de suciedad
que lavar, y no sabía cuándo volvería a tener la oportunidad de gozar este
lujo. Finalmente, Corrie cedió y salió; Truus le dio una bata de noche.
Caminaron por el pasillo hacia un dormitorio acogedor, asignado para una
enfermera que estaba de permiso.
Corrie se detuvo en la entrada. Colores. Lo único que había visto durante
casi un año era gris y aquí había un brillante despliegue de colores
coordinados. Miró la cama, con gruesas mantas de lana dobladas hacia atrás
para revelar sábanas blancas y frescas. Dejó que sus manos se deslizaran
sobre el algodón suave, de un lado a otro. Truus la invitó a recostarse en la
cama, le puso una almohada debajo de los pies y luego la dejó descansar.
Corrie miró alrededor de la habitación y continuó absorbiendo y
disfrutando su nuevo refugio. Frente a la cama había un estante lleno de
todo tipo de libros, y afuera podía escuchar los sonidos familiares de
Holanda: el silbido de un barco en un canal, niños jugando y llamándose
unos a otros en la calle y, a lo lejos, un coro cantando con las campanadas de
un carillón.
Hogar.
Notas:
1. Durante aquel verano, murieron 16 000 holandeses de inanición (N. del A.).
CAPÍTULO 25
DÉJÀ VU
Aquella tarde pasó una enfermera y llevó a Corrie hacia otra habitación
donde se quedaría unos días. En algún lugar cerca, una radio tocaba una
composición de Bach. Era la primera música que Corrie escuchaba en 10
meses.
Vencida, se dejó caer al suelo y sollozó. Dios le había devuelto la vida.
Ella había sido prisionera y el Señor la había rescatado y puesto en libertad.
Tenía que haber un propósito en todo esto, pensó, y de ahora en adelante,
como Saulo de Tarso después de su conversión, tendría una nueva misión.
Ravensbrück había sido su camino a Damasco.
Pero primero tenía que notificar a Willem y Nollie de su liberación y
después debía llegar a Haarlem. Sin embargo, había una prohibición de
viajes que le impedía regresar a casa y el servicio telefónico era limitado. Se
recuperó durante 10 días en la Casa de la Diaconisa y finalmente alguien
consiguió que la transportaran en un camión de comida clandestino. Lo
estaban desviando de un envío a Alemania, por lo que tendrían que viajar de
noche, sin luces.
Durante horas, el camión dio tumbos en la oscuridad y, cuando llegaron
a Hilversum, Corrie le dio indicaciones al conductor hasta la casa de
Willem. Momentos después, Willem, Tine y dos de sus hijas estaban en los
brazos de Corrie.
Corrie les habló sobre la enfermedad y muerte de Betsie y a Willem se le
descompuso el semblante.
—Casi desearía tener las mismas noticias sobre Kik. Sería bueno para él
encontrarse con Betsie y padre.
No habían tenido noticias de su hijo, le dijo a Corrie, desde que Kik
había sido deportado a Alemania.
Corrie se quedó con ellos dos semanas, en parte para adaptarse otra vez
a la vida normal, pero sobre todo para disfrutar del tiempo con su hermano
y su familia. Pudo ver que Willem había sufrido mucho en su propio
encierro; ahora caminaba con un bastón y cojeaba. Él también estaba
muriendo. Había contraído tuberculosis en prisión y los efectos nocivos
eran evidentes en su cuerpo demacrado.
Primero padre, luego Betsie, probablemente Kik y pronto Willem. Pero
su hermano no prestaba atención a sus dolencias. Tenían 50 pacientes en el
asilo de ancianos que él dirigía, y Willem los cuidaba y consolaba a todos.
Después de varios días, Corrie notó algo más. Willem había contratado a
decenas de mujeres jóvenes para ayudar a administrar el hogar, algunas
como asistentes de enfermeras, otras como trabajadoras de cocina y otras
como secretarias. Sin embargo, no se trataba de muchachas en absoluto, sino
de jóvenes varones que se vestían como mujeres para escapar de los campos
de trabajos forzados alemanes. Si bien sus capacidades eran limitadas,
Willem seguía ayudando a la Resistencia.
Sin embargo, Corrie anhelaba ver a Nollie y a su amado Beje, y Willem
consiguió transporte. Sería otro viaje ilegal, pero encontró un coche que
podía recorrer los 50 kilómetros desde Haarlem para recogerla. Las
autoridades alemanas habían permitido a Willem utilizar el coche de su
residencia de ancianos hasta los límites de la ciudad, por lo que organizaron
el traslado en un lugar secreto de Hilversum.
Cuando llegaron, Corrie vio una enorme limosina negra esperando en la
nieve al lado del camino. Tenía placas del gobierno y cortinas cubriendo las
ventanas traseras. Le dio un beso de despedida a Willem y entró al extraño
automóvil.
—¡Herman!
—Mi querida Cornelia —dijo Pickwick—, Dios me permite volver a
verte.
La última vez que Corrie lo había visto fue cuando iban camino a La
Haya, herido y sangrando. Ahora se veía normal, como si no le hubiese
pasado nada, de no ser por los dientes que le faltaban.
Como siempre, Pickwick tenía las últimas noticias. Los grupos
clandestinos seguían activos, dijo, pero muchos de los hombres jóvenes
estaban escondidos. Corrie preguntó sobre los judíos a los que había dejado
en la guarida de los ángeles y él le contó que todos estaban bien, excepto
Mary Van Itallie, a quien habían arrestado y enviado a Polonia.
La limusina pasó por el puente Spaarne que conducía al centro de
Haarlem y Corrie quedó cautivada por la vista de la iglesia de San Bavo.1
Esta majestuosa iglesia gótica —construida entre 1245 y 1520— contaba con
una aguja de 75 metros y albergaba al órgano del renombrado Christian
Müller.2 Cuando se construyó, en 1738, era el órgano más grande del
mundo. Cubre todo el muro occidental de la iglesia y se eleva casi 30 metros
de altura, además, está adornado con 25 estatuas, todas talladas por Jan Van
Logteren, un escultor de Ámsterdam. En el pináculo se encuentran dos
leones dorados que sostienen el escudo de armas de Haarlem.
Al enterarse de este órgano, Georg Friedrich Händel empezó a tocarlo
entre 1740 y 1750. En 1766, 16 años más tarde, un niño prodigio de 10 años
estaba en los pedales.
Wolfgang Amadeus Mozart.
Como la iglesia estaba tan cerca de su casa, Corrie la consideraba tan
familiar como la relojería Ten Boom. Pero primero estaba el Beje. Cuando la
limosina dio la vuelta en Barteljorisstraat, Pickwick le advirtió que la casa no
era precisamente la misma. Después de que se quitara la guardia policiaca, le
dijo, las autoridades instalaron a muchas familias ahí. Ahora estaba
desocupada, aunque uno de sus colegas más leales, el señor Toos, había
reabierto la tienda.
Corrie no podía llegar a la puerta del callejón lo suficientemente rápido y
un momento después cayó en el abrazo de Nollie. Su hermana había llegado
temprano esa mañana junto con sus hijas para limpiar el lugar para la
llegada de Corrie. Recorrieron toda la casa y Corrie notó que habían robado
varias cosas: cuatro alfombras orientales, su máquina de escribir, algunos
libros y todos los relojes que habían dejado para reparar. Sin embargo,
quedaban tres de sus posesiones más queridas: su piano, el retrato de Opa y
su silla favorita.
A medida que pasaban los días, Corrie se volvía más inqueta. Empezó a
acompañar al señor Toos en la tienda, pero ya no sentía alegría en el trabajo.
A veces se daba cuenta de que había estado mirando al vacío durante una
hora. Incluso el Beje le proporcionaba poco calor. En un intento por reavivar
la felicidad hogareña que había traído Betsie, Corrie compró plantas para
cada alféizar de las ventanas.
Sin embargo, se olvidó de regarlas y murieron.
Había algo que faltaba. Actividad. Trabajo que importara realmente. Al
fin y al cabo, la guerra aún continuaba y ella echaba de menos la
clandestinidad.
No tuvo que esperar mucho. A principios de febrero llegó alguien al Beje
con una petición muy familiar.
—Señorita Ten Boom, tengo un amigo en prisión —dijo el hombre—.
Usted conoce al director de la prisión, es un buen holandés que está de
nuestro lado. ¿Iría conmigo? ¿Me presentaría al director y le pediría que
libere a mi amigo?
Corrie aceptó y cuando llegaron a la prisión y el director salió, a Corrie
se le aceleró el pulso. Nunca en su vida había visto a aquel hombre. ¿Sería
otra trampa de Quisling?3 ¿La enviarían de vuelta a Ravensbrück? O tal vez
se ahorrarían el problema y simplemente la fusilarían.
La sangre desapareció del rostro de Corrie cuando hizo la petición a
nombre del prisionero.
—Espere un momento —dijo el director—. Haré una llamada a la
Gestapo para ver si es posible aprobar esta petición.
Notas:
1. A menudo se hace referencia a la iglesia como la Grote Kerk, que quiere decir «iglesia
grande», o simplemente como iglesia de San Bavo (N. del A.).
2. Irónicamente, Müller era alemán (N. del A.).
3. Vidkun Quisling fue confundador del Nordisk Folkereisning noruego (el Despertar del
Pueblo Nórdico) en 1931, un grupo que apoyaba la ideología nazi; fue jefe del gobierno títere
controlado por los nazis que gobernó Noruega de 1942 a 1945. En 1939 había invitado a los
nazis a ocupar su país y luego se reunió con la fuerza invasora en abril de 1940. Quisling
inspiró al London Times a usar su nombre como eufemismo para todos los traidores y
colaboracionistas (N. del A.).
CAPÍTULO 26
LA FÁBRICA
Hoy escuché que probablemente usted haya sido quien me traicionó. Estuve 10 meses en un
campo de concentración. Mi padre murió tras nueve días de encarcelamiento. Mi hermana
también murió en prisión.
El daño que usted planeó para mí se convirtió en una buena cosa para mí por gracia de Dios.
Me acerqué más a Él. Para usted se aproxima un castigo severo. He orado por usted para que el
Señor lo acepte si se arrepiente…
Yo lo he perdonado por todo. También Dios lo perdonará si se lo pide… Si para usted es difícil
orar, entonces pídale a Dios que le dé Su Espíritu, que trabaja con la fe en su corazón…
Espero que el camino que tome ahora sirva para su salvación eterna.
A inicios de 1951, casi siete años después de ser liberado de prisión, Peter
fue a Bremen, en Alemania, como parte de un grupo que dirigía encuentros
evangélicos. Oficialmente, era el intérprete de un orador estadounidense,
pero también se encargaba de tocar la mayor parte de la música para los
eventos. Una noche el tema fue la «Segunda Venida de Cristo» y el orador
preguntó a la audiencia:
—Si Jesús viniera esta noche, ¿estarían listos?
Cuando terminó el servicio, un alemán se abrió paso hasta el frente de la
sala. Al principio Peter no reconoció al hombre, pero luego recordó el
rostro: Hans Rahms. El teniente había envejecido considerablemente y Peter
podía notar que estaba o había estado enfermo.
—Señor Rahms, ¿me recuerda? Fui su prisionero hace siete años en
Scheveningen.
El alemán asintió y Peter le preguntó qué había pasado con él después de
la guerra. Rahms dijo que había sido prisionero durante varios años, pero
que ahora trabajaba limpiando ventanas.
Hablaron durante varios minutos y luego Peter fue al grano.
—Recuerdo haberle preguntando en aquel entonces si estaría listo si
Cristo llegaba. No me respondió. Esta noche me gustaría hacerle la misma
pregunta. Si Jesús viniera esta noche, ¿estaría listo?
—Sí, Peter. Creo que estoy listo.
Notas:
1. El 8 y el 9 de noviembre, Hitler y los seguidores del grupo nazi llevaron a cabo un atentado
en Múnich, esperando tomar el control del país. Fueron confrontados por la policía en una
cervecería y se produjo un tiroteo; 14 nazis y cuatro policías murieron y Hitler fue arrestado.
Acusado de traición, fue condenado a cinco años de prisión. Allí escribió su tratado ideológico,
Mein Kampf. Fue puesto en libertad después de cumplir solo nueve meses (N. del A.).
2. El libro fue publicado en Canadá en 1947, pero la edición norteamericana aparecería hasta
1970 (N. del A.).
3. Prisionera y aún así… (N. del A.).
4. Se desconoce el número exacto de mujeres muertas en Ravensbrück, pero el rango estimado
es de entre 30 000 hasta 92 700 (N. del A.).
5. El nombramiento ocurrió en 1967, y la presentación se llevó a cabo en Jerusalén el 28 de
febrero de 1968. Como parte de la ceremonia, Corrie plantó un árbol memorial en la Avenida
de los Justos (N. del A.).
EPÍLOGO
Mi queridísima Ellen:
Gracias por todo lo que has hecho y por quien has sido durante estos años tan importantes de mi
vida.
Sigue manteniendo a Jesús en el trono de tu corazón, así estarás siempre en los límites donde el
amor de Dios pueda alcanzarte.
Si tienes tiempo, ve y busca detrás de la pintura «Castillo de Brederode». Escribí algo especial
al otro lado del cuadro.
Que Dios te bendiga a ti y a Bob de manera muy especial.
Ellen sabía que el Castillo de Brederode era una herencia muy preciada de los
Ten Boom. Era una hermosa representación de una escena cerca de Haarlem
realizada por el pintor holandés A. Miolée. Quitó el marco de la pared y
miró en la parte posterior la inscripción de Corrie:
La pintura ahora cuelga en el hogar de Ellen y Bob, y cada vez que Ellen lo
contempla dice:
—Gracias, Señor, por haberme dado a Tante Corrie.
Notas:
1. El Beje ahora opera como el Museo Corrie Ten Boom (N. del A.).
2. El 4 de septiembre de 1947, la reina Wilhelmina abdicó al trono para que su hija, Juliana,
pudiera comenzar su reinado (N. del A.).
3. Por su trabajo con la Fudación Christian Hope Indian Eskimo, a Corrie le dieron un nombre:
«Lomasi», que significa «flor hermosa» en hopi (N. del A.).
4. Corrie recibió un doctorado honoris causa en Humanidades el 23 de abril de 1976 (N. del
A.).
EL RESTO DE LA HISTORIA
Audrey Hepburn
Después de la guerra, el 25 de abril de 1946, Audrey Hepburn volvió a Velp y
ofreció un recital de danza para colectar dinero para la Cruz Roja. Ocho
años más tarde, apenas un año después de su papel protagónico en Roman
Holiday, regresó a Oosterbeek, Países Bajos, con su esposo, Mel Ferrer, para
depositar una ofrenda floral en el monumento a la 1.ª División
Aerotransportada británica.
Tres años después, en 1957, Audrey conoció a Otto, el padre de Ana
Frank. Le contó que junto con la publicación del diario de su hija se filmaría
una película sobre su historia. Le preguntó a Audrey si interpretaría el papel
de Ana, pero ella le dijo que no podía.
Fritz Sühren
Como comandante de Ravensbrück, Fritz Sühren fue el responsable de las
miles de mujeres que murieron en el campo, entre ellas Betsie Ten Boom. En
un intento por salvar su propio pellejo en el último momento, tomó a una de
sus prisioneras, la agente de la soe Odette Sansom, y condujo un convoy de
dos coches para rendirse ante los estadounidenses. Como parte de su propia
historia para salvar su vida, Odette les había dicho a los alemanes que estaba
casada con su compañero agente Peter Churchill, pariente de Winston
Churchill. Si bien ella y Peter se habían enamorado, no estaban casados y él
no era pariente del primer ministro. Sin embargo, los alemanes se lo
creyeron todo y Sühren asumió que la liberación de la esposa de un
Churchill lo pondría en buena posición ante sus captores.
Cuando llegaron a un puesto de avanzada estadounidense, Sühren fue
arrestado y encarcelado para ser juzgado por crímenes de guerra, junto con
otros del campo de concentración de Neuengamme. Sorprendentemente,
escapó y se ocultó, huyendo de las autoridades durante años. Finalmente, el
24 de marzo de 1949, fue recapturado por tropas estadounidenses en
Deggendorf y entregado a los franceses para su procesamiento.
El 10 de marzo de 1950 fue juzgado por crímenes de guerra y crímenes
contra la humanidad por un tribunal militar en Rastatt, Alemania. Lo
condenaron a muerte y Sühren fue ahorcado el 12 de junio en Sandweier,
Baden-Baden.
Ayer Marina me llevó al lugar donde Kik y yo estuvimos tantas horas el 18 de agosto de 1944, en
medio de Lage Vuursche, un bosque cercano a Hilversum[…] Fue el último lugar donde
estuvimos juntos. Una vez más, derramé lágrimas a pesar de que sucedió hace 73 años[…]
La chica de 18 años ya no existe. Después de la guerra, había esperanza. Kik tenía una mente
muy fuerte. Era tan ingenioso. Habría encontrado un modo de sobrevivir. Un modo de regresar.
Esperé. Esperé mucho tiempo.
Kik no regresó. No iba a regresar. No sé cuánto tiempo me llevó aceptar esta realidad. Cuando
finalmente lo hice, mantuve a Kik firmemente guardado en mi corazón. Durante muchos años no
permití que hubiera espacio para nadie más. Pero al mismo tiempo sabía que la vida me estaba
esperando[…] Encontré el amor de nuevo. Me casé con un hombre maravilloso. Tres hijos y
cuatro nietos han traído mucha felicidad a mi vida.
Kik nunca salió de mi corazón. Y su recuerdo perduró en muchos otros. Una calle de
Hilversum lleva su nombre. Su nombre apareció en muchos libros y estudios sobre la Resistencia
holandesa. Les conté a mis hijos y nietos sobre él[…]
Nadie puede contar la historia del amor que Kik y yo sentíamos el uno por el otro[…] La
mayoría de los sentimientos y experiencias de este periodo no se pueden expresar con palabras.
La desconcertante mezcla de enamorarse, sentir miedo, coraje y dolor[…] Reír[…] Tener
esperanzas, expectativas, incertidumbre, pérdidas[…]
Nueve años más tarde, en 1993, publicó Return to the Hiding Place, un
recuento personal de sus nueve meses escondido en el Beje.
Leendert Kip
Después de la guerra, Leendert enseñó matemáticas en la Dreefschool, una
primaria de Haarlem, y enseñó holandés y literatura en el colegio de
maestros en Bloemendaal.
Walter Süskind
Durante los 18 meses que Walter Süskind estuvo a cargo del Hollandsche
Schouwburg, él y los trabajadores de la Resistencia que reclutó pudieron
salvar a casi 1 000 bebés e infantes. En septiembre de 1943, Süskind y su
familia fueron arrestados y pasaron tres noches en la prisión de
Scheveningen. Walter fue liberado, pero su esposa y su hija no, y ambas
fueron enviadas a Westerbork. Cuando Walter se enteró el 2 de septiembre
de 1944 de que estaban programadas para su deportación al campo de
concentración de Theresienstadt, decidió unirse a ellos. Todos fueron
enviados a Auschwitz-Birkenau, y la esposa y la hija de Walter fueron
gaseadas a su llegada. Walter también moriría en Auschwitz, aunque se
desconocen los detalles de su muerte.
Notas:
1. En represalia por el ataque a Rauter, el general de las ss Karl Schöngarth ordenó la ejecución
de más de 250 prisioneros. Después de la guerra, Schöngarth fue juzgado por crímenes de
guerra por un tribunal militar británico el 11 de febrero de 1946. Fue declarado culpable y
ahorcado en la prisión de Hamelin un mes después (N. del A.).
2. La fecha de muerte de ambas niñas generalmente se marca a finales de febrero o inicios de
marzo de 1945 (N. del A.).
3. En el otoño de 1873, un abogado estadounidense y anciano presbiteriano, llamado Horatio
Spafford, había planeado unas vacaciones en Inglaterra con su esposa Anna y sus cuatro hijas:
Annie, de 12; Maggie, de siete; Bessie, de cuatro; y un bebé de 18 meses. Las demandas
comerciales tardías impidieron que Horatio se fuera con su familia y los envió, prometiendo
unírseles pronto. El 15 de noviembre, Anna y las niñas partieron hacia Inglaterra a bordo del
barco de vapor francés Ville du Havre. En mitad de la noche del 21 de noviembre, el Ville du
Havre chocó con el Loch Erne, un clíper de hierro británico, y se hundió en 12 minutos. Todos
los niños de Spafford, junto con otros 222 pasajeros, murieron.
Un barco estadounidense cercano, el Tremountain, rescató a Anna y a 86 personas más. Al
llegar a Inglaterra, Anna envió un telegrama a su marido que comenzaba con dos palabras:
«Salvada sola». Horatio partió para unirse a ella en el siguiente barco y le preguntó al capitán si
sabía dónde se había hundido el Ville du Havre. El capitán dijo que sí y Horatio pidió que le
avisaran cuando llegaran al lugar exacto. A altas horas de la madrugada el capitán despertó a
Horatio y le dijo que estaban en el lugar. Fue entonces, a la luz de las estrellas, que Horacio
escribió:
Cuando la paz del río viene hacia mí,
Cuando la pena se mueve como las olas del mar,
Como sea mi suerte, Tú me enseñaste a decir
Está bien, está bien con mi alma (N. del A.).
4. Su primer libro sobre Casper Ten Boom se llamó In My Father’s House y fue publicado en
1976 (N. del A.).
APÉNDICE
Los refugiados del Beje pueden dividirse en dos grupos —los de corto plazo
y los permanentes— y dos subgrupos: judíos y buceadores holandeses. Los
invitados de corto plazo usualmente estaban escapando y se quedaban solo
durante una o dos noches, mientras que los refugiados «permanentes»
generalmente se quedaban durante semanas o meses.
NOTA DEL AUTOR
Larry Loftis
1 de enero de 2022
AGRADECIMIENTOS
Prólogo
El teniente Hans Rahms, apuesto y de hombros anchos: Peter Van Woerden,
In the Secret Place, 98; Corrie Ten Boom, A Prisoner and Yet, 43; The
Hiding Place, 147; Prison Letters, 89; «People We Meet: Hans Rahms», It’s
Harvest-Time, noviembre-diciembre 1964, 2-3. Ver también el folleto del
Museo Corrie Ten Boom, «Welcome to The Hiding Place», ubicado en
Papers of Cornelia Arnolda Johanna Ten Boom, 1902-1983, colección 78,
caja 1, fólder 8, Buswell Library Archives and Special Collections,
Wheaton College, Wheaton, IL (Buswell Library Collections).
sus papeles: Corrie Ten Boom, «People We Meet: Hans Rahms», It’s Harvest-
Time, noviembre-diciembre 1964, 2-3. Ver también el folleto del Museo
Corrie Ten Boom «Welcome to The Hiding Place», ubicado en la
colección 78, caja 1, fólder 8, Buswell Library Collections.
«Puede explicar»: Corrie Ten Boom, He Sets the Captive Free, 22-23; «A Rare
Recording of Corrie Ten Boom», vol. 1, audio en vivo, 2019; Prison
Letters, 89.
Capítulo 3: Persecución
complot de los generales: Fabian von Schlabrendorff, The Secret War Against
Hitler, 99-119, 149-204, 220-292; Peter Hoffmann, The History of the
German Resistance, 1933-1945, 38-96; Klemens von Klemperer, German
Resistance Against Hitler, 105-109; Louis L. Snyder, Encyclopedia of the
Third Reich, 135-136, 182-183, 192-193, 230-231, 256, 294-295; B. H.
Liddell Hart, The German Generals Talk, 33; Larry Loftis, The Princess
Spy, 87-92. Ver Hans Bernd Gisevius, To the Bitter End: An Insider’s
Account of the Plot to Kill Hitler 1933-1944, y Anton Gill, An Honourable
Defeat: A History of German Resistance to Hitler, 1933-1945.
decidido a disparar contra el propio Führer: Hoffmann, History of the German
Resistance, 129. Ver también entradas para Halder y «Halder Plot» en
Louis L. Snyder, Encyclopedia of the Third Reich, 135-136, y Liddell Hart,
The German Generals Talk, 33.
«teoría del retroceso»: Ibid.
coronel Hans Oster: Klemperer, German Resistance Against Hitler, 194.
La idea se le había ocurrido: Ibid.
mayor Gijsbertus Jacobus Sas: Ibid., 194-195. Para la relación y reuniones
considerables entre Oster y Sas, y las advertencias de Sas a Goethals,
véase también Harold C. Deutsch, The Conspiracy Against Hitler in the
Twilight War, 91-101.
3 de abril de 1940, Oster dio aviso: Klemperer, 195. Para antecedentes en
Müller, su relación con el Vaticano y sus advertencias al papa Pío XII,
véase Deutsch, The Conspiracy Against Hitler in the Twilight War, 112-
148, 319, 335-352.
«Querido amigo»: Ibid., 195; Walter B. Maass, The Netherlands at War: 1940-
1945, 28; Deutsch, The Conspiracy Against Hitler in the Twilight War, 328.
«el cerdo»: Klemperer, 194.
«Mañana al amanecer»: Werner Warmbrunn, The Dutch Under German
Occupation, 1940-1945, 7; Maass, The Netherlands at War, 29.
Georges Goethals: Klemperer, 194-195; Deutsch, 91-101.
29 veces: Agostino von Hassell y Sigrid MacRae, Alliance of Enemies, 79; I. C.
B. Dear y M. R. D. Foot, eds., The Oxford Companion to World War II,
785.
lamentable: Hassell y MacRae, 79; Dear y Foot, 785.
3 a. m. del 10 de mayo: Warmbrunn, Dutch Under German Occupation, 7;
Dear y Foot, 784; William Shirer, The Rise and Fall of the Third Reich, 721;
Maass, Netherlands at War, 30 et seq.; John Thompson, Spirit over Steel: A
Chronology of the Second World War, 72-74; Richard J. Evans, The Third
Reich at War, 123.
solo 72: Dear y Foot, 785. Ver también Maass, Netherlands at War, 16
(colocando los números del 116 y 23, respectivamente).
El plan de Hitler: Shirer, The Rise and Fall of the Third Reich, 721.
«Dios, danos fuerzas»: Corrie Ten Boom, In My Father’s House, 179.
la reina Wilhelmina fue a la radio: Guillermina Reina de Países Bajos, Lonely
but Not Alone, 151.
mañana del 12 de mayo: Shirer, 721-722.
Hoek Van Holland: Wilhelmina, 153. Para un resumen general de la línea de
tiempo de la invasión, ver Marcel Baudot et al., eds., The Historical
Encyclopedia of World War II, 529.
«El poder de resistencia»: Shirer, 722.
el destino de Varsovia: James S. Corum, «The Luftwaffe’s Campaigns in
Poland and the West, 1939-1940», Security and Defence Quarterly, 173.
el número de muertos en la ciudad fue de 2 100: Shirer, 721-722; Maass,
Netherlands at War, 38-42; Richard J. Evans, The Third Reich at War, 123;
Thompson, Spirit over Steel, 74; Jong y Stoppelman, The Lion Rampant, 1-
12; Dear y Foot, 785. Para el recuento de un testigo de los primeros días
de la Guerra, ver también Diet Eman, Things We Couldn’t Say: A
Dramatic Account of Christian Resistance in Holland During World War
II, 27-36.
«La hora más oscura»: Corrie Ten Boom, In My Father’s House, 180.
doctor Arthur Seyss-Inquart: Shirer, 332; Dear y Foot, 783, 998; Baudot et al.,
11, 30; Robert S. Wistrich, Who’s Who in Nazi Germany, 233-234; Snyder,
Encyclopedia of the Third Reich, 320-321; Israel Gutman, ed., Encyclopedia
of the Holocaust, vol. 4, 1344-1346. Ver también Jacob Presser, Ashes in
the Wind: The Destruction of Dutch Jewry.
Hanns Albin Rauter: Warmbrunn, The Dutch Under German Occupation, 30-
32; Dear, 783; Nikolaus Wachsmann, KL: A History of the Nazi
Concentration Camps, 305, 369; Gutman, ed., Encyclopedia of the
Holocaust, vol. 3, 1046. Para detalles sobre la carrera completa de Rauter,
ver Presser, Ashes in the Wind.
compañeros arios: Warmbrunn, 23, 83. Para un resumen del movimiento
nacionalsocialista en Países Bajos, ver Gutman, vol. 3, 1026, 1032-1033;
Jong y Stoppelman, The Lion Rampant, 129-130, 160-163, 248-251, 258;
Presser, Ashes in the Wind, 232-233, 356, 369, y Maass, Netherlands at
War, 52-54, 57, 79, 132, 141.
Hermann Goering les prometió: Warmbrunn, 69.
las tiendas locales experimentaron un enorme auge: Robert Matzen, Dutch
Girl: Audrey Hepburn and World War II, 52.
«Los soldados visitaban con frecuencia»: Corrie Ten Boom, The Hiding
Place, 65
«Los alemanes intentaban ser»: Matzen, 27, 50.
«Una nación que tiene vitalidad»: Wilhelmina, 171.
los funcionarios y profesores judíos: Hans Poley, Return to the Hiding Place,
11; Dear y Foot, 782; Gutman, ed., Encyclopedia of the Holocaust, vol. 3,
1047; entrevista de historia oral con Louis de Groot, U. S. Holocaust
Memorial Museum, número de acceso: 1999.A.0122.805 | RG Number:
RG-50.477.0805.
Universidad Tecnológica de Delft: Hans Poley, Return to the Hiding Place, 11;
Warmbrunn, 105. Para antecedentes de la persecusión nazi en las
universidades holandesas, particularmente en la Universidad de Leiden,
así como sobre las reacciones de estudiantes y profesores, ver Jong y
Stoppelman, The Lion Rampant, 252-261; y Presser, Ashes in the Wind,
28-29, 58-89.
Universidad de Leiden: Entrevista de historia oral con Louis de Groot; Dear y
Foot, 782; Warmbrunn, 105.
Los estudiantes comenzaron a boicotear sus clases: Poley, 11; Gutman, vol. 3,
1047; Jong y Stoppelman, 252, 256-258.
Delft y Leiden cerraron temporalmente: Poley, 11; Dear y Foot, 782; Gutman,
vol. 3, 1047; Jong y Stoppelman, 253-55.
redadas en las universidades de todo el país: Poley, 11.
médicos, abogados y arquitectos: Dear y Foot, 782.
tarjetas de identidad: Poley, 9-10; Presser, 39; Ana Frank, The Diary of a
Young Girl, 8.
se reportó a las filas para recibir una estrella de David: Corrie Ten Boom,
Father Ten Boom, 67.
el racionamiento de alimentos: Warmbrunn, The Dutch Under German
Occupation, 11.
los holandeses tuvieron un gran excedente de exportación: Dear y Foot, 782.
redirigió todas esas exportaciones: Ibid.; Baudot et al., 349.
«largos y prometedores reportajes»: The Hiding Place, 65.
«Esta es la única radio»: Ibid., 66.
El 28 de julio, Radio Oranje: Matzen, Dutch Girl, 53.
«Medida para la Protección»: Ibid., 53-54.
No se servirá a los judíos: The Hiding Place, 67.
«Padre»: Ibid., 68.
Fundada en 1940, la soe: Para la fundación y antecedentes de la soe ver
Loftis, Code Name: Lise, 6-7. También M. R. D. Foot, S. O. E.: The Special
Operations Executive, 1940-1946; M. R. D. Foot, soe in France, xx, y
William Mackenzie, The Secret History of soe: The Special Operations
Executive 1940-1945 (acerca de Holanda, 302-308).
«prender fuego a Europa»: Hugh Dalton, The Fateful Years: Memoirs, 1931-
1945, 366.
«terroristas»: Foot, S. O. E., 69; Philippe de Vomécourt, An Army of
Amateurs, 66.
Thys Taconis, experto en sabotaje, y H. M. G. Lauwers: Hermann Giskes,
London Calling North Pole, 68-80; Foot, S. O. E., 179; Mackenzie, The
Secret History of soe, 305.
febrero de 1942, el otro se perdió en el mar: Mackenzie, 305.
no fue de Lauwers: Giskes, London Calling North Pole, 68-80; Mackenzie,
305; Foot, S. O. E., 179-180.
Capítulo 4: Razias
mayor Hermann Giskes: Giskes, 39, 44-45, 51; Foot, S. O. E., 179.
Ridderhof: Giskes, 39, 44-45, 51; Foot, S. O. E., 179.
6 de marzo, Lauwers: Giskes, 64-80; Foot, 179.
Corrie, Betsie y Opa fueron a un servicio: Corrie Ten Boom, The Hiding
Place, 74; Peter Van Woerden, In the Secret Place, 16-17.
«Mi espíritu patriótico»: Van Woerden, 17.
había enviado 56 agentes: William Mackenzie, The Secret History of SOE,
304; Pieter Dourlein, Inside North Pole: A Secret Agent’s Story, 170.
Muchos lloraron: The Hiding Place, 75; Van Woerden, 17.
46 «Cantamos»: The Hiding Place, 75.
46 el recién nombrado alcalde nazi de Velsen: Van Woerden, 21.
46 «¡Peter! Despierta»: Ibid., 20-21.
47 «Peter»: Ibid., 21, 31.
47 Oh, envuélvenos eternamente: Ibid., 23-24.
48 «listo Mels»: Ibid.
48 «¡Opa! ¡Tante Corrie!»: The Hiding Place, 76.
48 «Mi nombre es Kleermaker»: Ibid.
48 «En esta casa»: Ibid., 77.
49 «Se está volviendo más difícil»: Ibid., 77-78.
50 «Hay forma de»: Ibid., 79.
50 «La prisión bajo un régimen nazi»: Van Woerden, 28-30.
51 «De pronto parecía»: Ibid., 33-34.
51 «Mi amigo representó»: The Hiding Place, 79.
52 «Toma tu bicicleta»: Ibid., 81.
52 Herman Sluring: Ibid., 10, 17; Van Woerden, 69.
52 «la jefa de una operación»: The Hiding Place, 82.
53 «Nuestra Libertad fue»: Ana Frank, The Diary of a Young Girl, 1-8. Para
una mirada más completa del Holocausto en general, ver el cuarto
volumen del trabajo de Israel Gutman, ed., Encyclopedia of the Holocaust.
El 15 de junio: Van Woerden, 37-38. El 15 de junio es una fecha aproximada;
Peter fue encarcelado el 12 de mayo y escribe que había estado en prisión
«poco más de un mes».
Bulbos de tulipanes: Ibid., 49-50.
«Guárdate»: Ibid., 51-52.
Capítulo 5: Buceando
«Señor, solo un momento»: Van Woerden, 52.
«los agentes de la Gestapo que se encargaban de “reclutar”»: Ibid., 56.
onderduikers: Ibid., 69; Marcel Baudot et al., eds., The Historical Encyclopedia
of World War II, 350; Werner Warmbrunn, The Dutch Under German
Occupation 1940-1945, 187-188.
a deportar a los judíos a Alemania: For a summary of the deportation of
Dutch Jews, ver Israel Gutman, ed., Encyclopedia of the Holocaust, vol. 3,
1051-55.
la Zentralstelle: Warmbrunn, 166-67.
«Mi madre me llamó»: Frank, 21.
263 de Prinsengracht: Ibid., 25.
«No poder salir me molesta»: Ibid., 28.
«Anexo secreto»: Ibid., 23.
«Iba a la estación»: Robert Matzen, Dutch Girl: Audrey Hepburn and World
War II, 128-129.
Hans Poley: Hans Poley, Return to the Hiding Place, 11.
Frank, 54-55.
«Con gran atención»: Wilhelmina Reina de Países Bajos, Lonely but Not
Alone, 188.
«Noche tras noche»: Frank, 72-73.
«debido a la falta de carbón»: Poley, 11-12.
deportar a huérfanos, ancianos y enfermos: Warmbrunn, 169.
«Afuera están sucediendo cosas terribles»: Frank, 82-83.
todo lo que había era betabel, bulbos de tulipán: Ibid., 57.
«La batalla contra»: Poley, 12-13.
su pequeña radio: Carole C. Carlson, Corrie Ten Boom: Her Life, Her Faith,
82.
«Quiero hacer una protesta enérgica»: Wilhelmina, 188.
fin de mes: Poley, 12.
«Puede quedarse con nosotros»: Ibid., 13.
señora Helena T. Kuipers-Rietberg: Warmbrunn, 188.
Landelijke Organisatie: Ibid., 187-188.
63 Tío Herman: Van Woerden, 69.
63 enviada a un campo de concentración alemán: Warmbrunn, 188.
Capítulo 8: Terror
«¿Peter?»: Van Woerden, 67.
«Yo me encargaré de eso»: Poley, 54-55.
70 segundos: Corrie Ten Boom, A Prisoner and Yet, 20; The Hiding Place,
101.
«¡La alarma! ¡Los alemanes se acercan!»: Poley, 57-58.
«¡Invasión en Italia!»: Ibid., 60.
Henk Wiedijk: Ibid., 64. Henk Wiedijk no se menciona en The Hiding Place,
pero claramente fue un residente del Beje. Además del testimonio de
Henk, aparece en varias fotos junto con los Ten Boom y otros refugiados;
su altura hace fácil identificarlo. Ver, por ejemplo, la fotografía de julio de
1943, él con Leendert, Eusi, Henk Wessels, Hans, Mary, Betsie, Opa,
Corrie y Thea, en Poley, Return to the Hiding Place (en sección fotográfica
sin numeración) y la fotografía en el techo de él, Thea, Hans, Mary y Eusi
en Emily S. Smith, More Than a Hiding Place: The Life-Changing
Experiences of Corrie Ten Boom, 81.
Jop: Corrie Ten Boom, The Hiding Place, 99, 115. La fecha exacta de la
entrada de Henk Wiedijk y Jop al Beje no se especifica en ningún relato,
pero ambos parecen haber llegado después del 14 de julio y antes de la
llegada del señor De Vries el 19 de julio. Según una referencia al 14 de
julio, Hans Poley escribió que «[p]or los próximos días[…] Llegaron
varios invitados nuevos[…] Llegó Henk Wiedijk[…]». Hans no
menciona a Jop, pero aparentemente fue uno de los «varios invitados
nuevos». Poley, 64.
construido para esconder a ocho: A Prisoner and Yet, 19; Van Woerden, 72-
73.
Hans enseñaba astronomía: Poley, 65-66.
«La mayoría de ustedes sabe»: Ibid., 66.
los visitaba Peter: Poley, 67-68; Van Woerden, 70-71.
sonido de un rasguño: Poley, 67.
«No se den la vuelta»: The Hiding Place, 108. En The Hiding Place el evento
del limpiador de ventanas ocurre en septiembre, pero el diario de Hans
Poley revela que ocurrió a mediados de julio, antes del arresto de Nollie.
Los refugiados permanentes del Beje: Poley, sección fotográfica sin número de
página. Una fotografía similar tomada alrededor de este tiempo se
localiza en la colección 78, Papeles de Cornelia Arnolda Johanna Ten
Boom, 1902-1983, caja 1, Buswell Library Archives and Special
Collections, Wheaton College, Wheaton, IL (Buswell Library
Collections).
«Actúen como si todo fuese normal»: Poley, 67; The Hiding Place, 108.
«¿Qué está haciendo?»: The Hiding Place, 108.
«A menudo iba»: Poley, 68-69.
«Dos rayos de reflector»: Ibid., 70.
«No sé dónde»: Ibid., 71-72.
Corrie les aseguró que los ángeles: Ibid., 73. La suposición de Corrie de que el
Beje estaba siendo protegido por ángeles probablemente surgió del pasaje
bíblico favorito de su padre —y tal vez también suyo—: el salmo 91, que
pidió que se leyera en la estación de policía cuando arrestaron a la familia
(ver capítulo 14). Fue este salmo el que Corrie expuso en la exhibición
conmemorativa de su padre el 8 de mayo de 1945 (ver capítulo 27), y a
partir de este salmo tituló su lanzamiento de 1971, The Hiding Place.
La versión de Jacobo del salmo 91 dice de modo pertinente:
«[1] El que habita en lugar secreto del Altísimo morará bajo la sombra
del Todopoderoso… [5] No temerá por el terror de la noche; ni por la
flecha que vuela de día… [7] Caerán 1 000 a tu lado, y 10 000 a tu
diestra; pero a ti no llegarán… [11] Porque a sus ángeles encargará que
te guarden en todos tus caminos».
Después del arresto de la familia el 28 de febrero de 1944 —al ver que
Corrie estaba conmocionada porque los ángeles no los habían protegido
—, Betsie corrigió el malentendido de su hermana de las promesas de
Dios. Sin mencionar las ejecuciones de Juan el Bautista, Pablo o la
mayoría de los doce discípulos, Betsie le dijo a Corrie que la protección
de Dios es para sus almas, no para sus vidas o su bienestar físico. Ver
Poley, 148.
«El norte de Ámsterdam»: Ana Frank, The Diary of a Young Girl, 115.
700 bombarderos aliados: John Thompson, Spirit over Steel: A Chronology of
the Second World War, 352. Véase también William Shirer, The Rise and
Fall of the Third Reich, 996.
la raf bombardeó Hamburgo: Thompson, 354. La redada en Hamburgo fue
una serie de redadas, con la raf bombardeando durante la noche del en
julio 24, 27 (con bombas incendiarias, causando tormentas de fuego), 29
y el 2 de agosto, mientras que los bombarderos estadounidenses
realizaron incursiones diurnas el 25 y 26 de julio, I. C. B. Dear y M. R. D.
Foot, eds., The Oxford Companion to World War II, 523.
Comando de Bombarderos de la raf arrojó 16 000 toneladas: Thompson,
346.
nazis estaban enviando judíos: Poley, Return to the Hiding Place, 79.
la mañana del 14 de agosto arrestaron a Nollie: Idem.; Van Woerden, 63;
Corrie Ten Boom, The Hiding Place, 105; Father Ten Boom: God’s Man,
140; Carole C. Carlson, Corrie Ten Boom: Her Life, Her Faith, 83.
Capítulo 9: Resistencia
«¡Katrien!»: The Hiding Place, 104-105; Hans Poley, Return to the Hiding
Place, 79-80 (Hans recuerda que el nombre de la sirvienta es Marja).
los otros judíos a los que escondían: Peter Van Woerden, In the Secret Place,
63; Father Ten Boom: God’s Man, 140; Carlson, 83, 85.
escapó por el techo: Carlson, 83.
«Mantente lejos»: Poley, 80.
«¡Jesús Vencedor!»: Father Ten Boom, 141.
«¿Cómo puedes cantar?»: Ibid.
Hans llevó a Mary a su casa: Poley, 81.
de los Leeuws: Ibid., 82.
Nollie fue transferida: The Hiding Place, 106.
La Gestapo les ofrecía libertad: Poley, 82.
policías, soldados: Carlson, 84-85.
«La gente no se da cuenta»: The Hiding Place, 107.
«¿Cómo están sus perros?»: Carlson, 85.
Italia se rindió: John Thompson, Spirit over Steel: A Chronology of the Second
World War, 364; I. C. B. Dear y M. R. D. Foot, eds., The Oxford
Companion to World War II, 1332; Marcel Baudot et al., eds., The
Historical Encyclopedia of World War II, 537.
Nollie salió de prisión: Van Woerden, 63; Poley, 83. Nótese que la memoria
de Corrie es un poco inexacta en torno a la liberación de Nollie: piensa
que su hermana estuvo encarcelada durante nueve semanas y que fue
liberada la segunda semana de octubre. The Hiding Place, 112.
Hans, Mary, Eusi y Henk: Poley, 85-86.
Mirjam de Jong, de 18 años: Ibid., 86.
«Bien, bien»: Ibid.
El padre de Henk Wessels: Ibid., 87.
«Y él aún no lo sabe»: Ibid., 89-90.
«Esa es la respuesta»: Ibid., 90-91.
Los nazis ejecutaron a 19: Ibid., 92.
le entregó ropa nueva: A Prisoner and Yet, 169; The Hiding Place, 204.
la señora Waard y la señora Jensen: A Prisoner and Yet, 169.
su dinero, su reloj y el anillo de oro de su madre: Ibid., 169; The Hiding Place,
204.
como los cupones de alimentos: A Prisoner and Yet, 170; The Hiding Place,
204.
en la terminal de Berlín: A Prisoner and Yet, 170-171; The Hiding Place, 205.
Viktor Frankl observó, después de la guerra, que la tasa de mortalidad en
Auschwitz entre el día de Navidad de 1944 y el Año Nuevo de 1945 fue
anormalmente alta. Recordó que el médico jefe del campo había sugerido
que no se debía a un trabajo más duro o a menos comida, sino
simplemente a que la mayoría de los prisioneros habían vivido con la
esperan-za de estar en casa para Navidad. La decepción y la
desesperación causadas por esta fecha, sostuvo el médico, redujeron
significativamente la capacidad de resistencia y las ganas de vivir de los
prisioneros. Frankl vio esto como una confirmación del axioma de
Nietzsche: «Quien tiene un por qué vivir puede soportar casi cualquier
cómo». Frankl, Man’s Search for Meaning, 76.
«¡Esa es historia pasada!»: The Hiding Place, 205.
posibilidad de conseguir comida: A Prisoner and Yet, 172.
Bad Nieuweschans: The Hiding Place, 206; A Prisoner and Yet, 175; Tramp for
the Lord, 24.
«La hermana Tavenier no puede venir»: A Prisoner and Yet, 175-176; Tramp
for the Lord, 24-25; The Hiding Place, 206.
«¿A dónde irá?»: A Prisoner and Yet, 177; Tramp for the Lord, 26.
«¡Truus Benes!»: A Prisoner and Yet, 177; Tramp for the Lord, 26.
«Nunca había visto a nadie»: A Prisoner and Yet, 178; Tramp for the Lord, 27.
«¡Cinco minutos más!»: A Prisoner and Yet, 178-179; The Hiding Place, 206-
207; Tramp for the Lord, 27.
el silbido de un barco: A Prisoner and Yet, 179; Tramp for the Lord, 28.
Epílogo
World Wide Pictures lanzó: Ver el memorándum de Walter G. Gastil para la
Junta de Directivos Cristianos, Incorporado el 24 de julio de 1975, y su
«Repost of Status of ‘The Hiding Place’ Motion Picture», 1 de septiembre
de 1975, ambos ubicados en la colección 78, Papeles de Cornelia Arnolda
Johanna Ten Boom, 1902-1983, caja 1, fólder 3, Buswell Library Archives
and Special Collections, Wheaton College, Wheaton, IL («Buswell
Library Collections»).
En su carta a los directivos, reportó el éxito de las primeras
presentaciones: «La respuesta a “The Hiding Place” ha sobrecogido a
World Wide Pictures. Por ejemplo, en Mineápolis, se han llenado cinco
salas de cine, se expandieron a nueve y aún no era posible manejar a las
multitudes. Ninguna película había recibido tal avalancha de solicitudes
de entradas pagadas por adelantado en la historia de la industria
cinematográfica».
Ver también el anuncio del estreno a sus amigos del ministerio en
1975, también localizado en la Colección 78, caja 1, Buswell Library
Collections.
Para antecedentes sobre la película y fotografías de la producción, ver
Robert Walker, «The Hiding Place Revisited», Christian Life, enero de
1975, 16-17. Para fotografías de la producción fílmica, el cartel oficial de
la película y fotografías del estreno, ver la edición de invierno de 1975
de la revista The Hiding Place que se encuentra en la colección 78, caja 3,
Buswell Library Collections.
Para recuerdos preciados de Corrie interactuando con los miembros
del elenco y producción, ver «On the Set with Corrie and Bill Brown»,
revista The Hiding Place, primavera de 1974, 4-7, y «On the Set with
Corrie and Bill Brown», revista The Hiding Place, invierno de 1974-
1975, 6-7, ambas ubicadas en la colección 78, caja 3, Buswell Library
Collections.
Teatro Beverly Hills: Carole C. Carlson, Corrie Ten Boom: Her Life, Her Faith,
sección fotográfica sin número de página.
«Estoy tan feliz de que Dios»: Ellen de Kroon Stamps, My Years with Corrie,
24.
«busca en el escritorio»: Ibid., 124.
«Mi queridísima Ellen»: Ibid.
«Para Ellen de Kroon»: Ibid., 125.
«Gracias, Señor»: Ibid.
En 1977, a los 85 años: Ver Corrie Ten Boom, «New Beginnings», revista The
Hiding Place, enero-febrero de 1978, 10-11, y Emily S. Smith, More Than
a Hiding Place, 86. Para fotografías de Corrie y Pamela Rosewell en la
casa en Placentia, ver el archivo fotográfico en la colección 78, caja 1,
Buswell Library Collections; revista The Hiding Place, verano de 1977,
colección 78, caja 3, Buswell Library Collections, y Smith, More Than a
Hiding Place, 86-87.
Birmingham Hippodrome Theatre: Colección 78, caja 2, fólder 2, Buswell
Library Collections. Nótese que este fólder contiene el plan de negocio
del musical, tratamiento, presupuesto de producción, elenco principal,
bocetos de escenas, cartel oficial, reseñas y el guion completo de Nigel
Swinford (director y compositor musical).
Christians, Incorporated : Para el certificado de constitución de la
organización, los estatutos, la lista de funcionarios y directores originales,
la estructura, las actas de la reunión anual, las actas de la junta directiva y
los estados financieros, ver colección 78, caja 1, fólders 7 y 8, y caja 2,
fólder 2, Buswell Library Collections. Para nombres y fotografías de los
directivos en 1973, ver revista The Hiding Place, verano de 1973, 13,
colección 78, caja 3, fólder «Publications: The Hiding Place 1973-1982»,
Buswell Library Collections.
Asociación de Trabajadores Penitenciarios Cristianos: Ver «The Association
of Christian Prison Workers Launches Nationwide Training», revista The
Hiding Place, enero- febrero de 1979, 4-5; y 30 de junio de 1979,
correspondencia de Duane Pederson, presidente de los Voluntarios
Cristianos de Prisión, et al., a la junta de directivos, Asociación de
Trabajadores Penitenciarios Cristianos, colección 78, caja 2, fólder 2,
Buswell Library Collections.
murió en su casa: Para el certificado de defunción de Corrie, ver la colección
78, caja 5, Buswell Library Collections. Ver también la edición
conmemorativa de la revista The Hiding Place, abril de 1983, que incluye
notas especiales de Ruth Graham (esposa de Billy Graham), William R.
Barbour Jr. (jefe de la compañía Fleming H. Revell, publicista de Corrie),
Jeannette Clift George (quien actuó como Corrie en la película de The
Hiding Place), y Pamela Rosewell, ayudante de Corrie, junto con otros,
que se encuentra en la colección 78, caja 2, fólder 3, Buswell Library
Collections. Para fotografías del servicio funerario, ver colección 78, caja
1, fólder «Corrie’s Funeral Services 1983», Buswell Library Collections.
60 países: Ver los pasaportes de Corrie, 1948-1972, colección 78, caja 3,
fólder 5, Buswell Library Collections. En enero de 1977, Corrie escribió
que había visitado su país número 64: Suecia. Ver la revista The Hiding
Place, primavera de 1977, 4, en la colección 78, caja 3, Buswell Library
Collections. Ver también Smith, More than a Hiding Place, 61, 72, 76, 78-
79, 94-95, y Carlson, Corrie Ten Boom, 124, 166-178, 182-205.
estudiantes en Uganda… trabajadores de fábricas: Corrie Ten Boom, The
Hiding Place, 219; Smith, 88, 94-96, 107. Corrie pasó un tiempo
considerable en Uganda, como lo revelan sus archivos de
correspondencia. Ver, por ejemplo, la carta de Corrie desde Kampala,
Uganda, dirigida a Beste Anne el 15 de diciembre de 1965, ubicada en la
colección 78, caja 1, fólder 3, Buswell Library Collections; y la
correspondencia del 8 de diciembre de 1976 a Pamela Roswell (asistente
de Corrie) referente a la iglesia de Uganda, ubicada en la colección 78,
caja 1, fólder 7, Buswell Library Collections.
aldeanos en Siberia: Carlson, 191.
prisioneros en San Quintín: Ibid., sección fotográfica sin número de página.
Corrie habló con los prisioneros en San Quintín (cerca de San Francisco)
el 25 de septiembre de 1977, cuando tenía 85 años, Smith, 107.
funcionarios del Pentágono: Ver correspondencia de Corrie Ten Boom al
Hermano Andrew el 3 de noviembre de 1976, ubicada en la colección 78,
caja 1, fólder 7, Buswell Library Collections.
colonia de leprosos: Corrie Ten Boom, «The Paddle of God’s Love», It’s
Harvest-Time, septiembre-octubre de 1961, 4 et seq.; «Dear Friends», It’s
Harvest-Time, noviembre-diciembre de 1961, 1. Ambas publicaciones se
ubican en la colección 78, caja 3, Buswell Library Collections.
nombrada caballero por Juliana: https://www.biography.com/activist/corrie-
ten-boom.
adoptada como hermana india: Ver la carta evangélica para sus seguidores
fechada el 8 de agosto de 1977, que se encuentra en la colección 78, caja
1, fólder 8, Buswell Library Collections; «Lomasi», revista The Hiding
Place, enero-febrero de 1980, 15, ubicada en la colección 78, caja 3,
Buswell Library Collections; y la carta de Pamela Rosewell a Anne
fechada el 15 de septiembre de 1977 (con una foto de Corrie con el
tocado indio), colección 78, caja 1, Buswell Library Collections.
doctorado honoris causa: el certificado de Corrie, junto con las fotografías de
la ceremonia, pueden verse en la revista The Hiding Place, verano de
1976, 4, ubicadas en la colección 78, caja 3, Buswell Library Collections.
abdicó al trono: S. A. R. Wilhelmina, princesa de Países Bajos, Lonely but Not
Alone, 236-237. En 1959, nuevamente como princesa de los Países
Bajos, Wilhelmina publicó sus memorias.
El resto de la historia
Doctor Arthur Seyss-Inquart: I. C. B. Dear y M. R. D. Foot, eds., The Oxford
Companion to World War II, 998; Israel Gutman, ed., Encyclopedia of the
Holocaust, vol. 4, 1344-1346; Werner Warmbrunn, The Dutch Under
German Occupation, 1940-1945, 11, 30; William Shirer, The Rise and Fall
of the Third Reich, 1143. Para detalles sobre la carrera de Seyss-Inquart en
las ss, ver de manera general, Jacob Presser, Ashes in the Wind.
Hanns Albin Rauter: Warmbrunn, The Dutch Under German Occupation, 30-
32.
Otto, Edith, Margot y Ana Frank: Ana Frank, The Diary of a Young Girl, 339-
340.
brote de tifus: Corrie Ten Boom, A Prisoner and Yet, 149.
Audrey Hepburn: Robert Matzen, Dutch Girl: Audrey Hepburn and World
War II, fotografías y subtítulos entre las páginas 192-193.
Fritz Sühren: Larry Loftis, Code Name: Lise, 242, 259-260.
miles de mujeres: En KL: A History of the Nazi Concentration Camps (628),
Nikolaus Wachsmann estima la cifra entre 30 000 y 40 000, mientras que
The Oxford Companion to World War II (929) sugiere que el número
pudo ser de hasta 92 700.
El padre de Corrie fue aceptado: Yad Vashem: The World Holocaust
Remembrance Center. Casper fue aceptado en 2007, y el dato puede
encontrarse en la lista de holandeses en
https://www.yadvashem.org/yv/pdf-drupal/netherlands.pdf.
a una calle de Haarlem se le puso su nombre: Emily S. Smith, More Than a
Hiding Place, 107.
Betsie fue aceptada: Yad Vashem: The World Holocaust Remembrance
Center. https://www.yadvashem.org/yv/pdf- drupal/netherlands.pdf.
«Está bien… con Kik»: Corrie Ten Boom, The Hiding Place, 218.
It Is Well with My Soul: El manuscrito original y completo puede verse en
spaffordhymn.com.
Ville du Havre: «Run Down: Midnight Collision Between the Ville Du Havre
and the Loch Erne», Chicago Tribune, diciembre 2, 1873, 1.
«Salvada sola»: Telegrama de Western Union enviado de Anna a Horatio
Spafford, 1 de diciembre de 1873.
Willem Ten Boom: Esta foto se encuentra en la colección 78, caja 1, Buswell
Library Collections.
« ¿Conoces el nombre Ten Boom?»: Corrie Ten Boom, Father Ten Boom:
God’s Man, 108-109; Peter Van Woerden, «For Love of Israel», revista The
Hiding Place, primavera, 1974, 2-3, 13 (resumido del artículo completo
que publicó Peter en la revista Jerusalem Post, 8 de marzo de 1974),
ubicado en la caja 3, fólder «Publications: The Hiding Place 1973-1982»,
Buswell Library Collections.
escuela Ten Boom en Maarssen: Smith, More Than a Hiding Place, 107.
Durante los siete años posteriores a la guerra: Carole C. Carlson, Corrie Ten
Boom, 89; The Hiding Place, 218. Nótese que el recuerdo de Corrie fue
que Kik murió en el campo de concentración de Bergen-Belsen, el campo
donde Kik aparentemente fue prisionero en primer lugar. Dada la
tardanza en descubrir qué había ocurrido con Kik, sin embargo, parece
más plausible el recuento de Carlson de que murió en un campo de
trabajos forzados en Rusia.
«Ayer Marina me llevó»: Guillermo Font, Kik Ten Boom: The Clockmaker’s
Grandson, 43, 271-272.
se llama Ten Boomstraat: Font, Kik Ten Boom, 26; Smith, 107.
escultura de bronce: Font, 26.
grupo de canto familiar: The Hiding Place, 219. Ver también Peter Van
Woerden, «Just So You Understand», It’s Harvest- Time, enero de 1958
(edición inaugural), donde Peter explica cómo es que él y Corrie se
juntaron para coproducir la publicación. Colección 78, caja 3, Buswell
Library Collections.
Peter y su familia al piano: Esta fotografía es parte del artículo de Peter
«Greetings from Geneva», It’s Harvest-Time, enero-febrero-marzo de
1960, ubicado en la colección 78, caja 3, Buswell Library Collections.
ayudó a Corrie con su segundo: Father Ten Boom: God’s Man, 15. Nótese
también que Peter visitó el Museo Ten Boom en noviembre de 1975 y
firmó el libro de visitas, que puede encontrarse en el libro de visitas del
Beje, vol. 1 (de 4), colección 78, caja 2, fólder 2, Buswell Library
Collections. Los Hermanos de Peter: Cocky, Aty y Noldy hicieron una
visita más tarde, firmando el 20 de octubre de 1976.
Debajo del retrato de Casper: Esta fotografía se ubica en la colección 78, caja
1, Buswell Library Collections.
la Cruz Conmemorativa de la Resistencia Holandesa: Hans Poley, Return to
the Hiding Place, 207.
obtuvo un doctorado: Ibid.
Eusi, Corrie y Hans: Esta fotografía de la reunión en el Beje de Eusi, Corrie y
Hans en 1974 puede encontrarse en Poley, Return to the Hiding Place,
sección fotográfica sin número de página, y en Smith, More Than a
Hiding Place, 81.
enseñó matemáticas en Dreefschool: Poley, 200.
«¿A quién debemos advertir?»: Ibid., 201.
«Mary fue arrestada»: libro de visitas del Beje, vol. 1, colección 78, caja 2,
Buswell Library Collections; Poley, 203 (con una traducción al inglés).
Mirjam de Jong: Poley, 200.
«Su amistad enriqueció»: Ibid.
no sobrevivió: Ibid., 200-201.
«een van hen die in de engelenbak»: Libro de visitas del Beje, vol. 2,
encontrado en la colección 78, caja 2, fólder 2, Buswell Library
Collections.
casi 1 000 bebés e infantes: Mark Klempner, The Heart Has Reasons: Dutch
Rescuers of Jewish Children During the Holocaust, 130-132; Warmbrunn,
The Dutch Under German Occupation, 170; «The Story of Walter
Suskind», http://
www.holocaustresearchproject.org/survivor/suskind.html.
que salvaron a los refugiados: Smith, 82, 105.
Eusi fue arrestado: Poley, 201.
«Voy a cumplir mi promesa»: Ibid., 204.
el libro de visitas: Este volumen del libro de visitas del Beje es el 1 de 4, y se
ubica en la colección 78, caja 2, Buswell Library Collections.
«Hoy, tras 30 años de haber estado escondido»: Poley, 202-203 (traducción
al inglés de Hans de los comentarios de Eusi).
Eusi firmando el libro de visitas: El comentario de Eusi en holandés se
encuentra en el libro de visitas del Beje, vol. 1, colección 78, caja 2,
fólder 2, Buswell Library Collections.
Ede
Ederveen, Theo
Eisenhower, Dwight D.
Eman, Diet
escasez de comida. Ver también tarjetas de racionamiento bloqueo alemán
bulbos de tulipán como comida
campos de concentración
desviados hacia Wehrmacht
operación Maná
prisiones
Gastil, Walter G.
Gazan, Ronnie
alias gentil
cumpleaños de Mies
en dramatis personae
huida del Beje y retorno
llegada al Beje
redada al Beje por la Gestapo
«General, la» (cruel guardia de la prisión de mujeres)
George, Jeannette Clift
Gerard (prisionero)
Gestapo
arresto de Hans Poley
arresto de la familia de Frank
arresto de Spieker
asesinado por la Resistencia
campo de tránsito Amersfoort
deportación de judíos
ejecuciones de la Resistencia
investigaciones del plan de Hitler
métodos de tortura
redadas a casas en Haarlem
redadas a universidades
redada del Beje
tácticas de interrogación
venganza y represalias
vigilancia a Willem ten Boom
Gilbert, Martin
Giskes, Hermann
Goebbels, Joseph
Goering, Hermann
Goethals, Georges
Goudsmit-Oudkerk, Betty
Graham, Billy
Griffith, Aline
Grote Kerk. Véase San Bavo, iglesia
Grynszpan, Berta
Grynszpan, Herschel
Guarida del Lobo
Haag, Vince
Halder, Franz
Halverstad, Felix
Hammerstein, Kurt von
Händel, Georg Friedrich
Harris, Irving
Harris, Julie
Hartog, Piet
Hase, Paul von,
Hendriks, señor y señora
Henley, Paul
Henny. Véase Van Dantzig, Henny
Hepburn-Ruston, Adriaantje (Audrey Hepburn)
Hermandad Luterana de María
Het Apeldoornsche Bosch
The Hiding Place (Corrie ten Boom) como biografía autorizada
año de publicación
Hans Poley omitido de
musical
título
ventas
versión fílmica
Himmler, Heinrich
Hindenburg, Paul von
Hischemöller, señor
Hitler, Adolf. Véase también Alemania; nazis
antipatía por parte de Hindenburg
batalla de las Ardenas (del Bulge)
canciller electo
cervecería, putsch de la
complots para asesinar a
diplomacia internacional
golpe y complot en su contra
Guarida del Lobo
hambriento de tierras
holandeses como compañeros arios
invasión de los Países Bajos
invasión de Polonia,
Mein Kampf
orden de destruir París
persecución de cristianos
persecución de judíos
promoción de Seyss-Inquart
reglamentos de las Juventudes Hitlerianas
reocupación de Renania
Rommel en tanto héroe
reunión con Mussolini
Holanda. Véase Países Bajos
Hollandsche (Joodse) Schouwburg
hopi, tribu
Hoü (relojero)
Hurt, Susannah
Iglesia confesante
Iglesia Reformada holandesa
Ineke, señor
Institutum Judaicum,
invierno del hambre
Itallie, Mary. Ver Van Itallie, Mary
It Is Well with My Soul («Está bien con mi alma») (himno de Spafford)
It’s Harvest-Time (publicación periódica)
Jans, Tante
Jensen, señora
judíos. Véanse también personas y organizaciones específicas
arribos al Beje
bebés rescatados de la guardería
boicot de negocios
Casper ten Boom y
censos
colocados en escondites por la lo
como la niña de los ojos de Dios
comunidad de Ámsterdam
deportaciones
desapariciones
ejecuciones
Estrella de David
Kristallnacht, Leyes de Núremberg
negocios ocupados por alemanes
número de judíos holandeses deportados y asesinados
prohibiciones de empleo
prohibiciones de matrimonio
retirados de Haarlem
tarjetas de racionamiento
ten Boom ruegos por los
transportados a campos de concentración
vedados de escuelas públicas
vedados de espacios públicos
Jodl, Alfred
Joodse (Hollandsche) Schouwburg
Jop
Juliana, reina
Jungmaedel (Chicas Jóvenes)
Jungvolk (Juventudes)
Justo entre las Naciones
Juventudes (Jungvolk)
Juventudes Hitlerianas
Kan, señor
Kapteyn (agente de la Gestapo)
Karel (el primer y único amor de Corrie)
Katrien (sirvienta de Nollie y Flip)
Keitel, Wilhelm, 32n, 183nKip, Leendert
como refugiado permanente del Beje
dejando el Beje
llegada al Beje
redada alemana temida como inminente rescate de bebés de la guardería judía, simulacros de
emergencia en el Beje, sistema de alarma del Beje
sobre los ten Boom y el mentir
vida de posguerra
vida diaria en el Beje
Kleermaker, señora
Kooistra, doctor
Koornstra, Fred
Kotälla («verdugo de Amersfoort»)
Kristallnacht (noche de los cristales rotos)
Kuipers-Rietberg, señora Helena T.
Organización Nacional para la Ayuda de Fugitivos. Véase Landelijke Organisatie voor Hulp aan
Onderduikers
Países Bajos
ataques de la Luftwaffe en Inglaterra
bajas de guerra
deportación de judíos a Alemania
donaciones en apoyo a los judíos
expulsión de judíos
fuerza militar
himno nacional
invasión alemana
muertes por hambre
ocupación alemana
persecución nazi de judíos
racionamiento
recriminaciones contra colaboracionistas en la posguerra
redadas, razias
rendición alemana
Primera Guerra Mundial
Patton, George S.
Paulus, Friedrich
Philips, fábrica
Pickwick. Véase Sluring, Herman
Piet (prometido de Aty Van Woerden)
Pimentel, Henriëtte Henriques
Poley, Anneke
Poley, Hans (Johannes)
arresto
arresto de Nollie
atestiguando la venganza de la Gestapo
certificado de clero
código del timbre en el Beje
como refugiado permanente del Beje
cumpleaños en el Beje
Delft, Universidad Tecnológica de
diario
disfrazado como mujer
encuentro con Corrie después de Ravensbrück
en el campo de tránsito Amersfoort
en la lucha contra el nacionalsocialismo
en la prisión de Amstelveenseweg
en la prisión de Scheveningen
Eusi y
fecha de muerte de Betsie
fe en Dios
guarida de los ángeles
guarida de Zelanda
huida del Beje y regreso
libro de visitas del Beje, limpiador de ventanas del Beje
llegada al Beje
Mies, correspondencia con
Mies, matrimonio con
Mies, romance con
Mirjam y
omitido de The Hiding Place
pilotos derribados y
portación de armas
reconocimientos y honores
redada alemana temida como inminente
redada de la Gestapo a la casa de Poley
rescate de bebés de la guardería judía
Resistencia
Return to the Hiding Place
reunión en el Beje (1974)
simulacro de emergencia en el Beje
sobre cambios radicales para los cristianos holandeses
sobre la llegada de visitas al Beje
sobre la redada de la Gestapo al Beje
sobre la visita al Beje desde Ermelo
tarjeta de identificación falsificada
tarjetas de racionamiento
techo del Beje
vida de posguerra
vida diaria en el Beje
visita navideña de Mies
Poley, Mies. Véase Wessels, Mies
Poley, señor (padre de Hans)
Poley, señora (madre de Hans)
«Polo Norte» (operación Abwehr)
Popov, Dusko
Portheine, Willem
Posthuma, F. E.
Princip, Gavrilo
Quisling, Vidkun
racionamiento, tarjetas de. Véase también escasez de comida
radio bbc
familia ten Boom
mensajes de la reina Wilhelmina
operadores soe
prohibida por autoridades nazis
Radio Oranje
Rahms, Hans
en dramatis personae
entrevistas con Betsie
entrevistas con Corrie
entrevistas con Peter
encuentro posguerra con Corrie
encuentro posguerra con Peter
lectura del testamento de Opa
liberación de Corrie, esfuerzos posteriores
Ranz des Vaches, reloj
Rauter, Hanns Albin
Ravensbrück, campo de concentración
atención médica
baños y plomería
barraca de castigo
Biblia traficada de Corrie y Betsie
cámara de gases
centro de procesamiento
comandante
condiciones de sueño
crematorio
crueldad
cuidados para mujeres liberadas
descripción
ejecución de mujeres mayores de
epidemia de tifus
esperanza de los prisioneros en la victoria de los aliados
evangelio de Corrie para mujeres jóvenes
examinaciones médicas
experimentos médicos
grupo de tejido
hambruna para mantener el servilismo
incremento en las ejecuciones
juicios por crímenes de guerra
liberación de Corrie
muerte de Betsie
muertes diarias
nivelar el terreno, como trabajo forzado
«Noche y niebla», barraca de castigo
número de muertes
oscuridad de las celdas
programa de ejecuciones
pulgas y piojos
sentencia de muerte de Corrie
servicios de adoración
servicio memorial
tarjetas rojas
trabajos en la fábrica Siemens
transporte de pacientes al crematorio
transporte de prisioneros a las cámaras de gas, transporte hacia
vida diaria
razias (programa de trabajos forzados)
El relojero/The Watchmaker, (grabado)
Resistencia y operaciones clandestinas
agentes alemanes asesinados por
agentes de la Gestapo asesinados por
asesinatos por
búsqueda de escondites
contribuciones de Hepburn
ejecuciones de la Gestapo de
el Beje como centro de la
encuentros
en dramatis personae
grupo de buceadores
invasión alemana a los Países Bajos
líderes de la nsb asesinados por
papel de Hans Poley
precauciones de seguridad
redadas a casas por la Gestapo
rescate de pilotos británicos derribados
rogando por dinero
tarjetas de racionamiento
traidores asesinados por
Resistencia holandesa. Véase Resistencia
Reydon, Hermannus
Ridderhof (agente de la Abwehr)
Rietti, Robert
Roenne, Freiherr von
Rolf (policía de Haarlem)
Rommel, Erwin
Rosewell, Pamela
Real Fuerza Aérea (raf)
bombardeos
operación Maná (envío aéreo de comida)
pilotos derribados
Ryan, Cornelius
Rundstedt, Gerd von
Taconis, Thys
Tavenier, hermana
ten Boom, Arnolda Johanna «Nollie» arresto (redada del Beje)
arresto (redada de la casa Van Woerden)
arresto de Peter
Betsie, correspondencia con
concierto de Peter para recaudar dinero para los judíos
con sus hermanos (1910)
Corrie, correspondencia con
Corrie, regreso de Ravensbrück
cumpleaños 84 de Opa
en dramatis personae
en la prisión de Scheveningen
escondite en la casa
fe en Dios
liberación de Scheveningen
mentir como pecado
nacimiento e infancia
ten Boom, Casper «Opa»
Altschuler y
arresto
arresto de Hans y, arresto de Peter
atestiguando la expulsión de los judíos
asistencia a la iglesia
carta a Bob Van Woerden
con «invitados» del Beje
cumpleaños
cumpleaños de Flip, cumpleaños de Henny, cumpleaños de Mies
directivos de Dreefschool
en dramatis personae
en la prisión de Scheveningen
entretenimiento en el Beje
fe en Dios
Herinneringen van een Oude; Horlogemaker (Memorias de un viejo relojero)
lectura de su testamento
libros sobre
matrimonio y familia
memorial
Mirjam y
muerte y entierro
nacimiento
Navidad
pasaje favorito de la Biblia
política de puertas abiertas del Beje
premios y honores
retrato
radio
recepción de los judíos en el Beje
redada de la Gestapo al Beje
retrato fílmico
rutina diaria en el Beje
sobre la muerte como «ir a casa»
sobre los judíos como los elegidos de Dios, solidaridad con los judíos
tienda de relojes
Wilhelmus (himno nacional)
ten Boom, Christiaan Johanes «Kik»
arresto
deportación
en dramatis personae, legado
llegada al Beje
muerte
novela histórica sobre
Resistencia
retrato
sobre el crematorio de Scheveningen
ten Boom, Cornelia Arnolda Johanna, «Corrie» «Tante Kees». Véase también The Hiding Place; A
Prisoner and Yet
Altschuler y
archivos
arresto
arresto de Hans
arresto de Nollie
arresto de Peter
asistencia a la iglesia
atestiguando la expulsión de los judíos
Beje tras Ravensbrück
bombardeos alemanes de La Haya
Christoffels y
con «invitados» del Beje
con Peter
cumpleaños de Hans
cumpleaños de Henny
Ellen de Kroon y, encuentro con Rahms tras la guerra, dramatis personae
en la Diaconía (casa de la diaconesa)
en la iglesia de San Bavo
escondiendo a judíos en el Beje
escondiendo a los buceadores en el Beje
escondiendo a soldados alemanes en el Beje
escondite en el Beje
Eusi y
evangelización en Alemania
evangelización en Bloemendaal tras la guerra, evangelización en los Estados Unidos tras la
guerra, evangelización en Uganda tras la guerra
evangelización mundial tras la guerra
Father ten Boom: God’s Man
fe en Dios
gripe y pleuresía
Hans y Mies, reunión posterior a Ravensbrück
Hans y Mies, visita posterior a la guerra
It’s Harvest-Time (publicación periódica)
Jop como mensajero
lema de evangelización tras la guerra
legado
limpiador de ventanas del Beje
llegada de Hans al Beje
memorial de Opa
mentir como pecado
Mies y
mintiendo a los alemanes
Mirjam y
muerte
muerte de Betsie
muerte de Opa, nacimiento e infancia
oficio de relojera
perdón a enemigos
Pickwick y
piloto británico y
planes de evangelización tras la guerra
policía de Haarlem y
premios y honores
radio
Ravensbrück
Ravensbrück, Biblia
Ravensbrück, enfermedad, Ravensbrück, equipo de tejido
Ravensbrück, evangelización
Ravensbrück, liberación
Ravensbrück, llegada a
Ravensbrück, sentencia de muerte
Ravensbrück, trabajo en la fábrica
Ravensbrück, transporte hacia, Ravensbrück, viaje a casa desde
razias, redadas en
redada alemana temida como inminente
redada de la Gestapo al Beje
redada de la Gestapo a la casa de Willem
rescate de bebés de la guardería judía
Resistencia, encuentro
Resistencia, notas
retiro
retrato fílmico
reunión en el Beje (1974)
Scheveningen, celda
Scheveningen, confinamiento en solitario
Scheveningen, correspondencia
Scheveningen, cumpleaños
Scheveningen, enfermedades
Scheveningen, entrevistas
Scheveningen, evacuación
Scheveningen, Evangelios
Scheveningen, guardias
Scheveningen, lectura del testamento de Opa, Scheveningen, llegada
Scheveningen, tiempo afuera
simulacros de emergencia en el Beje
sistema seguro/no seguro del Beje
sobre el Beje protegido por ángeles
sobre el control alemán de los periódicos
sobre la invasión alemana de los Países Bajos
sobre la muerte de Kik
solidaridad de Opa con los judíos
tarjetas de racionamiento
trabajo con personas con retraso mental
trabajo de Hans en la Resistencia
traicionada y entregada a la Gestapo
tras la guerra
vida diaria en el Beje
visitante de Ermelo al Beje
Vught, asesinatos en masa
Vught, campo de concentración
Vught, correspondencia
Vught, enfermedad
Vught, esfuerzos de liberación
Vught, trabajo en la fábrica
ten Boom, Cornelia «Cor» Luitingh (madre de Corrie)
ten Boom, Elisabeth Bell (abuela de Corrie)
ten Boom, Elisabeth, «Betsie», «Tante Bep» (hermana de Corrie)
Altschuler y
arresto
arresto de Hans y, 125 asistencia a la iglesia, bombardeos alemanes, cumpleaños de Flip,
cumpleaños de Henny, cumpleaños de Mies
en dramatis personae
escondiendo judíos en el Beje
Eusi y
fe en Dios
interrogatorio de la Gestapo
limpiador de ventanas del Beje
Mirjam y, muerte
nacimiento e infancia
Pickwick y
planes de evangelización posteriores a la guerra
premios y honores
problemas de salud
radio
Ravensbrück
Ravensbrück, Biblia, Ravensbrück, equipo de tejido
Ravensbrück, llegada
Ravensbrück, servicios de adoración
Ravensbrück, tarjeta roja
Ravensbrück, trabajo en la fábrica
Ravensbrück, transporte hacia
redada de la Gestapo al Beje
retrato fílmico
Scheveningen, correspondencia
Scheveningen, entrevistas
Scheveningen, evacuación
Scheveningen, lectura del testamento de Opa
Scheveningen, llegada
solidaridad de Opa con los judíos
vida diaria en el Beje
visitante en el Beje de Ermelo
Vught, campo de concentración
ten Boom, Geertruida Van Gogh
ten Boom, Tine Van Veen
ten Boom, Willem (hermano de Corrie)
administración del asilo, arresto
como autor
con sus hermanos (1910)
cumpleaños 84 de Opa, disertación doctoral
en dramatis personae
en torno a la falta de respeto a los mayores por parte de los alemanes
escondiendo judíos
estudios sobre el antisemitismo
evangelización
legado
muerte
nacimiento e infancia
preocupación en torno al destino de Kik
preocupación en torno a los pogromos contra judíos
prisión de Scheveningen
redada de la Gestapo al Beje
redada de la Gestapo a su casa
regreso de Corrie desde Ravensbrück
retrato
retrato fílmico
tarjetas de racionamiento, 49 tuberculosis
ten Boom, Willem (abuelo de Corrie)
«teoría del retroceso»
Theresienstadt, campo de concentración de
Tiny (prisionera de Ravensbrück)
Toos, señor
Tresckow, Henning von
Trommer, Richard
tropas de asalto. Véase Sturmabteilung
tulipán, bulbos como comida
Waard, señora
Wachsmann, Nikolaus
Wagner, Eduard
Wehrmacht
batalla de las Ardenas (del Bulge)
complots contra Hitler
desertores en el Beje
invasiones por la
rendición en Holanda
ss despreciadas por la
Welczeck, Johannes von
Wertheim, Johannes Gustaaf (Jobs)
Wessels, Henk
como refugiado permanente del Beje
dejando el Beje
llegada al Beje, madre
padre
redada alemana temida como inminente
rescate de bebés de la guardería judía
simulacros de emergencia en el Beje
vida diaria en el Beje
Wessels, Mies
cumpleaños
educación
encuentro con Corrie tras Ravensbrück
Hans, correspondencia con
Hans, matrimonio con
Hans, romance con
libro de visitas del Beje
reunión en el Beje (1974)
vida en la posguerra
visita en Navidad
Westerbork, estación de tránsito
Wiedijk, Henk
altura
arresto de su madre
en dramatis personae
huida del Beje y retorno
llegada al Beje
redada de la Gestapo al Beje
reunión posguerra, 269vida diaria en el Beje
Wilhelmina, reina
abdicación
con el corazón roto por la barbarie en contra de los judíos
confianza de posguerra
evacuación hacia Inglaterra
invasión alemana de los Países Bajos, memorias
mensajes por radio
plan de captura de Hitler
sobre Hitler
Wilhelmus (himno nacional)
Wilkerson, David
Willemse (agente de la Gestapo)
Winkelman, H. G.
Witteveen, Dominee (ministro de la Iglesia Reformada holandesa)
Witzleben, Erwin von
Acerca del autor
Derechos reservados
La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad
intelectual (Arts. 229 y siguientes de la Ley Federal de Derechos de Autor y Arts. 424 y siguientes del
Código Penal).
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Protección y Fomento de los Derechos de Autor, http://www.cempro.org.mx).
Las hermanas Mitford
Benedict, Marie
9786073915083
376 Páginas
Cuando eres más pequeña y frágil que los demás tu vida corre
peligro, porque los dragones no se vinculan con humanos débiles;
de hecho, los incineran. Sumado a esto, con más jinetes que
dragones disponibles, buena parte de los candidatos mataría a
Violet con tal de mejorar sus probabilidades de éxito; otros, como el
despiadado Xaden Riorson, el líder de ala más poderoso del
Cuadrante, la asesinarían simplemente por ser la hija de la
comandante general. Para sobrevivir, necesitará aprovechar al
máximo todo su ingenio.
Día tras día, la guerra que se libra al exterior del Colegio se torna
más letal, las defensas del reino se debilitan y los muertos
aumentan. Por si fuera poco, Violet sospecha que los líderes de
Navarre esconden un terrible secreto.
Nadie dijo que crecer sería fácil, pero Jules no esperaba que fuera
tan abrumador: la relación de sus mejores amigos está dañada, su
mamá no está lista para soltar el pasado y los problemas con su
novio Evan parecen no acabar.