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Hora Santa Pastoral Liturgica

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CANTO INICIAL:

OFRECIMIENTO
Guía: Iniciamos esta Hora Santa En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo.
Todos: Amén.
Guía: Señor Jesucristo, otro jueves más nos congregamos junto a ti en esta
audiencia que nos concedes bondadoso cada semana.
Todos: Somos tus amigos, Señor. Tú nos amas, y queremos corresponder a tu
amor. Somos los creyentes de esta comunidad cristiana. Tenemos hambre de ser
santos, aunque somos pecadores. Y sentimos tu llamada a ser apóstoles entre
nuestros hermanos.
Guía: Creemos, Señor, que Tú eres el camino único que conduce al Padre. Pero
son muchos los hombres, hermanos nuestros, que andan perdidos sin saber que
han sido creados por Dios y para Dios. Ignoran que Tú los has rescatado con el
precio de tu Sangre. No atinan a dar sentido a su vida, y no aspiran a ocupar el
lugar que Tú les tienes preparado en tu gloria. Por nosotros, los creyentes, y por
los que no te conocen, venimos a rogarte, Señor.
Todos: Te agradecemos el regalo de la vida y el tesoro de la Fe; la alegría y la
Esperanza que arraigas en nuestros corazones; el don del Amor y la ilusión que
nos das de ayudarte en la salvación de nuestros hermanos.
CANTO:

Guía: Venimos a adorarte, Jesús, porque eres el Hijo de Dios, Uno con el Padre y
el Espíritu Santo. Vives desde siempre y para siempre. Posees la plenitud de la
gracia y eres la Sabiduría y la Verdad. Junto con el Padre creaste todas las cosas
y te ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra. Eres digno de adoración,
gloria y alabanza por siempre.
Todos: Por eso te agradecemos que te hayas hecho hombre; que estés formado
de nuestro mismo barro; que conozcas nuestras angustias, depresiones y miedos;
que hayas saboreado nuestras mismas alegrías, ilusiones y éxitos.
Guía: Maestro, háblanos al corazón, porque tu palabra nos alienta y nos perdona,
ilumina nuestra vida y nos hace sabios con la sabiduría de Dios.
Todos: Te queremos escuchar hoy con la atención de María de Betania; con la fe
de los doce Apóstoles, con el amor de María tu Madre, que atesoraba en su
corazón tus gestos y tus palabras, para meditarlos y hacerlos vida. Ayúdanos a
mantenernos vigilantes y atentos como Ella en esta hora de adoración. Amén.
CANTO:
- Guía: Señor mío Jesucristo, que por amor a los hombres estás noche y día
en este Sacramento, lleno de piedad y de amor, esperando, llamando y
recibiendo a cuantos vienen a visitarte.
- Todos: Creo que estás presente en el Sacramento del altar. Te adoro
desde el abismo de mi nada y te doy gracias por todas las gracias que me
has hecho, especialmente por haberte dado Tú mismo en este Sacramento,
por haberme concedido por mi Abogada a tu Madre amantísima y haberme
llamado a visitarte.
- Todos: Adoro a tu Santísimo Corazón, y deseo adorarlo por tres fines. El
primero, en acción de gracias por este insigne beneficio de la Eucaristía. En
segundo lugar, para desagraviarte por todas las injurias que recibes de tus
enemigos en este Sacramento. Y finalmente, porque deseo adorarte con
esta Hora Santa en todos los lugares de la tierra donde estás sacramentado
con menos culto y más olvido.
- Todos: Me pesa de haber ofendido tantas veces a tu divina bondad en mi
vida pasada. Propongo con tu gracia no ofenderte más en adelante. Y
ahora, por más miserable que me vea, me consagro enteramente a ti;
renuncio a mi voluntad y te la entrego por completo, con mis afectos,
deseos y todas mis cosas.
- Todos: De hoy en adelante, haz de mí, Señor, todo lo que te agrade. Yo
solamente quiero y te pido tu santo amor, la perseverancia final y el
perfecto cumplimiento de tu santa voluntad.
- Todos: Te encomiendo las almas del Purgatorio, especialmente las que
fueron más devotas del Santísimo Sacramento y de la Virgen María. Te
encomiendo también la conversión de todos los pobres pecadores.
- Todos: Finalmente, amado Salvador mío, uno todos mis afectos y deseos a
los de tu Corazón amorosísimo, y así unidos los ofrezco a tu Eterno Padre y
le suplico, en nombre tuyo, que por tu amor los acepte y escuche. Así sea.
CANTO:

PRESENTACIÓN AL SEÑOR
Aquí me tienes, Jesús.
Vengo a hacerte un rato de compañía.
Para alabar contigo al Padre.
Para agradecerle sus gracias sobre nosotros.
Para pedir perdón por el mundo pecador.
Para suplicarle sus favores por mediación tuya.

Creo que estás aquí presente, Señor Jesús.


Y creo en ti, y te adoro y te amo.
Vengo a verte porque me estás esperando.
Porque me amas, y me quieres ver contigo.
Porque te amo, y no sé pasar sin ti.
Eres mi Dios, y te adoro.
Eres mi Maestro, y te escucho.
Mi Hermano y mi Amigo, y te quiero.
Mi Señor y mi Rey, y te sirvo.
Dejo de lado por un rato mis quehaceres
para estar a tus pies, como María de Betania,
mirándote, escuchándote, amándote.

Después, regresaré a mis obligaciones


O al nido de mi hogar,
pero será con el corazón lleno de tu alegría
Y con mucho más amor.

Jesús, creo en ti.


Jesús, te quiero.
Jesús, te bendigo.

CANTO:

EL JESÚS DEL ALTAR


Del profeta Malaquías. 1,11.
¿Quién de ustedes cerrará las puertas del templo para que no vengan más
ustedes a encender mi altar inútilmente? Pues ustedes ahora sólo me molestan,
les dice Yavé de los Ejércitos, y me desagradan totalmente sus ofrendas. Desde
donde sale el sol hasta el ocaso, en cambio, todas las naciones me respetan y en
todo el mundo se ofrece a mi Nombre tanto el humo del incienso como una
ofrenda pura. Porque mi Nombre es grande en las mismas naciones paganas, dice
Yavé de los ejércitos.
PALABRA DE DIOS.

Dios estaba harto de los sacrificios rituales ofrecidos sin espíritu, y anuncia el
sacrificio del Mesías que vendrá. Sacrificio que empieza al entrar en el mundo el
Hijo de Dios y asumir un cuerpo mortal en el seno de María. Por eso exclama: "No
has querido sacrificio ni oblación, pero me has formado un cuerpo. No te han
agradado holocaustos y sacrificios por el pecado. Entonces dije: ¡He aquí que
vengo para hacer, oh Dios, tu voluntad!" (Hebreos 10,5-7)

Y cuando llegó la hora..., tomó el pan, dio gracias y se lo dio diciendo: "Esto es mi
cuerpo, que se entrega por ustedes... Este cáliz es la nueva Alianza en mi sangre,
que por ustedes es derramada" (Lucas 22,14-20)

Jesucristo ofreció un solo sacrificio, y "de una vez para siempre" (Hebreos 10,10).
Pero se hace presente en el altar para aplicarnos todos los frutos de la Redención,
y para que nosotros realicemos con El nuestro propio sacrificio: "Les recomiendo
que se ofrezcan como víctima viviente, santa, agradable a Dios" (Romanos 12,1),
nos encarga San Pablo.

El Jesús del Cielo es el mismo que el de la Cena y el de la Cruz. Es, por lo tanto,
el mismo sacrificio el del altar que el del Calvario. Porque es el mismo Sacerdote y
la misma Víctima. Aunque entonces sufría todos los horrores de la crucifixión, y
ahora es la Víctima que está glorificada en el Cielo, aceptada por el Padre y
premiada para siempre.

¿Y para qué sigue Jesús ofreciéndose hoy? Para conseguirnos del Padre y
aplicarnos las mismas gracias que nos mereciera en la Cruz. Jesús, que está en el
Cielo "siempre viviente para rogar por nosotros" (Hebreos 7,25), se pone en
nuestras manos para que lo ofrezcamos al Padre, como sacrificio único de la
Iglesia. Y el Padre, al recibir por Cristo "todo honor y toda gloria", se muestra
aplacado y nos "otorga el perdón hasta de los pecados más grandes", nos dice el
Concilio de Trento.
Por eso, el Papa Juan Pablo II pudo decir, durante una visita pastoral a Milán, que
"una sola Misa puede más que todo el mal del mundo".

Nosotros estamos convencidos de que la Santa Misa, por ser el mismo Sacrificio
de Jesús en el Calvario, es lo máximo que ejerce nuestro sacerdocio real, lo más
grande que ofrecemos a Dios, lo que más nos santifica a los que participamos en
la Misa, lo más eficaz que realizamos para bien del mundo.

CANTO:

Hablo al Señor.

Todos: Señor Jesucristo, que en la cruz te ofreciste por mí en sacrificio para


pagar por mis pecados y salvarme. En el altar sigues renovando tu oblación para
atraerme todas las gracias de Dios. Yo me ofrezco al Padre contigo: que mi
oración, mi amor, mi pureza, mis deberes, todo lo que hago y vivo cada día, sean
la ofrenda mía que yo llevo al altar junto contigo para gloria de Dios, santificación
mía y bien del Reino.

Contemplación afectiva

Vamos a responder: Gracias, Señor Jesús.

Porque te ofreciste como Sacrificio en el Calvario.


Gracias, Señor Jesús.
Porque nos salvaste con el precio de tu Sangre.
Gracias, Señor Jesús.
Porque renuevas en el Altar cada día tu Sacrificio.
Gracias, Señor Jesús.
Porque nos dejaste la Misa, memorial de tu Pasión.
Gracias, Señor Jesús.
Porque confiaste a tu Iglesia tú mismo Sacrificio.
Gracias, Señor Jesús.
Porque nos comunicas con la Misa toda tu gracia.
Gracias, Señor Jesús.
Porque nos otorgas dar a Dios toda gloria.
Gracias, Señor Jesús.
Porque eres nuestra perfecta acción de gracias.
Gracias, Señor Jesús.
Porque eres la remisión plena de nuestros pecados.
Gracias, Señor Jesús.
Porque nos aceptas en un sacrificio contigo.
Gracias, Señor Jesús.
Porque nos haces participar de la Hostia Santa.
Gracias, Señor Jesús.
Porque con la Misa nos enriqueces sin medida.
Gracias, Señor Jesús.

Todos: Señor Jesús, Víctima por nuestros pecados en el Calvario y sacrificio


perenne de tu Iglesia. Hazme una sola hostia contigo. Sobre el Altar, en el que
haces presente tu oblación, pongo yo también mi vida entera para que sea
siempre agradable a Dios.

Madre María, que asististe al sacrificio de Jesús en la cruz y allí te mantuviste


firme, inmolando con Él tu Corazón. Que en cada Misa sepa yo verme a tu lado,
con los mismos sentimientos que te animaban a ti mientras Jesús moría.

En mi vida.

Si la Santa Misa es la acción más grande que realiza la Iglesia, ¿se explica la
apatía de muchos cristianos, que ni cumplen con la obligada del domingo?... Y yo,
¿la aprecio como debo? ¿Participo en ella poniendo en la misma toda mi alma?...
¿Sé llevar al altar mis sacrificios de cada día, mi trabajo, mis pesares, mis dolores,
mis alegrías, mi amor, a fin de que todo se haga un solo sacrificio con el de Cristo,
para gloria de Dios?... Si puedo, aunque sea con algún esfuerzo, ¿tengo
generosidad con Dios, y no me contento con las Misas obligadas, sino que
participo en muchas más?...

CANTO:
Preces

Con una confianza grande en nuestro Sacerdote y Mediador Jesucristo, que vive
siempre a la derecha de Dios intercediendo por nosotros, nos dirigimos por Él al
Padre, y le decimos: ¡Padre, escucha nuestra oración!

- Padre nuestro, por Jesús en el Espíritu Santo te ofrecemos el único


Sacrificio que te agrada, tu Hijo inmolado en la Cruz. Oremos.
- Derrama por Él en nosotros la abundancia de todos tus dones, la remisión
de los pecados y la gracia de una santidad excelsa para todos tus hijos. Si
en el mundo abunda el mal y sube hasta ti el clamor de tantas culpas.
Oremos.
- Por la Sangre de tu Hijo muerto en la Cruz y ofrecido ahora en el Altar,
salva a los pecadores más necesitados de tu misericordia. Oremos.
- Al ofrecerte, Padre, tu Hijo en sacrificio agradable a tus ojos, y al ofrecernos
nosotros con Él; haz que nuestra vida entera sea una alabanza perfecta a
tu Nombre y un testimonio de nuestra fe para todo el mundo. Oremos.

Se dice Padre nuestro.

Guía: Señor Sacramentado, gracias por haber dejado a tu Iglesia este memorial
de tu Pasión y Muerte redentoras. Haznos vivir el misterio de la Misa. Que
adoremos en ella contigo al Padre. Que nos sepamos unir a tu sacrificio redentor.
Que por ti alcancemos para el mundo todas las gracias de Dios. Así sea.

CANTO:

DESPEDIDA

Todos. Señor, ha llegado el momento de la despedida. Pero aquí, junto a tu


Sagrario, como lámpara encendida en tu amor, quedará nuestro corazón. Antes de
partir, queremos agradecerte las inspiraciones y enseñanzas que ha suscitado en
nuestras almas esta Hora feliz. Señor, bendice a nuestros familiares, amigos y
bienhechores. Bendice de una manera especial a los que estamos aquí presentes,
y que, formando comunidad cristiana, deseamos que todos los hombres te
conozcan, te alaben y te amen y te confiesen como Creador y Señor. Amén.

CANTO FINAL:

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