Este documento es la transcripción de una Hora Santa celebrada en una iglesia. Comienza con la bienvenida y oraciones de los fieles, quienes piden por los creyentes y no creyentes. Luego hay lecturas y reflexiones bíblicas sobre la Última Cena de Jesús, donde instituyó la Eucaristía. Finalmente, los fieles contemplan el amor ardiente de Jesús y piden vivir en su amor.
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Este documento es la transcripción de una Hora Santa celebrada en una iglesia. Comienza con la bienvenida y oraciones de los fieles, quienes piden por los creyentes y no creyentes. Luego hay lecturas y reflexiones bíblicas sobre la Última Cena de Jesús, donde instituyó la Eucaristía. Finalmente, los fieles contemplan el amor ardiente de Jesús y piden vivir en su amor.
Este documento es la transcripción de una Hora Santa celebrada en una iglesia. Comienza con la bienvenida y oraciones de los fieles, quienes piden por los creyentes y no creyentes. Luego hay lecturas y reflexiones bíblicas sobre la Última Cena de Jesús, donde instituyó la Eucaristía. Finalmente, los fieles contemplan el amor ardiente de Jesús y piden vivir en su amor.
Este documento es la transcripción de una Hora Santa celebrada en una iglesia. Comienza con la bienvenida y oraciones de los fieles, quienes piden por los creyentes y no creyentes. Luego hay lecturas y reflexiones bíblicas sobre la Última Cena de Jesús, donde instituyó la Eucaristía. Finalmente, los fieles contemplan el amor ardiente de Jesús y piden vivir en su amor.
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Hora Santa.
Canto para la exposición.
LECTOR. Iniciamos esta Hora Santa En el Nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. TODOS. Amén. Señor Jesucristo, otro jueves más nos congregamos junto a ti en esta Iglesia que nos concedes bondadoso cada semana. Somos tus amigos, Señor. Tú nos amas, y queremos corresponder a tu amor. Somos los creyentes de esta comunidad cristiana. Tenemos hambre de ser santos, aunque somos pecadores. Y sentimos tu llamada a ser apóstoles entre nuestros hermanos. Creemos, Señor, que Tú eres el camino único que conduce al Padre. Pero son muchos los hombres, hermanos nuestros, que andan perdidos sin saber que han sido creados por Dios y para Dios. Ignoran que Tú los has rescatado con el precio de tu Sangre. No atinan a dar sentido a su vida, y no aspiran a ocupar el lugar que Tú les tienes preparado en tu gloria. Por nosotros, los creyentes, y por los que no te conocen, venimos a rogarte, Señor. Canto: Te agradecemos el regalo de la vida y el tesoro de la Fe; la alegría y la Esperanza que arraigas en nuestros corazones; el don del Amor y la ilusión que nos das de ayudarte en la salvación de nuestros hermanos. Venimos a adorarte, Jesús, porque eres el Hijo de Dios, Uno con el Padre y el Espíritu Santo. Vives desde siempre y para siempre. Posees la plenitud de la gracia y eres la Sabiduría y la Verdad. Junto con el Padre creaste todas las cosas y te ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra. Eres digno de adoración, gloria y alabanza por siempre. Por eso te agradecemos que te hayas hecho hombre; que estés formado de nuestro mismo barro; que conozcas nuestra angustias, depresiones y miedos; que hayas saboreado nuestras mismas alegrías, ilusiones y éxitos. Maestro, háblanos al corazón, porque tu palabra nos alienta y nos perdona, ilumina nuestra vida y nos hace sabios con la sabiduría de Dios. Te queremos escuchar hoy con la atención de María de Betania; con la fe de los doce Apóstoles, con el amor de María tu Madre, que atesoraba en su corazón tus gestos y tus palabras, para meditarlos y hacerlos vida. Ayúdanos a mantenernos vigilantes y atentos como Ella en esta hora de adoración. Amén. Canto. Señor mío Jesucristo, que por amor a los hombres estás noche y día en este Sacramento, lleno de piedad y de amor, esperando, llamando y recibiendo a cuantos vienen a visitarte. Creo que estás presente en el Sacramento del altar. Te adoro desde el abismo de mi nada y te doy gracias por todas las gracias que me has hecho, especialmente por haberte dado Tú mismo en este Sacramento, por haberme concedido por mi Abogada a tu Madre amantísima y haberme llamado a visitarte. Adoro a tu Santísimo Corazón, y deseo adorarlo por tres fines. El primero, en acción de gracias por este glorioso beneficio de la Eucaristía. En segundo lugar, para recompensar por todas las injurias que recibes de tus enemigos en este Sacramento. Y finalmente, porque deseo adorarte con esta Hora Santa en todos los lugares de la tierra donde estás sacramentado con menos culto y más olvido. Me pesa de haber ofendido tantas veces a tu divina bondad en mi vida pasada. Propongo con tu gracia no ofenderte más en adelante. Y ahora, por más miserable que me vea, me consagro enteramente a ti; renuncio a mi voluntad y te la entrego por completo, con mis afectos, deseos y todas mis cosas. De hoy en adelante, haz de mí, Señor, todo lo que te agrade. Yo solamente quiero y te pido tu santo amor, la perseverancia final y el perfecto cumplimiento de tu santa voluntad. Té encomiendo las almas del Purgatorio, especialmente las que fueron más devotas del Santísimo Sacramento y de la Virgen María. Te encomiendo también la conversión de todos los pobres pecadores. Finalmente, amado Salvador mío, uno todos mis afectos y deseos a los de tu Corazón amorosísimo, y así unidos los ofrezco a tu Eterno Padre y le suplico, en nombre tuyo, que por tu amor los acepte y escuche. amen. Canto. Aquí me tienes, Jesús. Vengo a hacerte un rato de compañía. Para alabar contigo al Padre. Para agradecerle sus gracias sobre nosotros. Para pedir perdón por el mundo pecador. Para suplicarle sus favores por mediación tuya Creo que estás aquí presente, Señor Jesús. Y creo en ti, y te adoro y te amo. Vengo a verte porque me estás esperando. Porque me amas, y me quieres ver contigo. Porque te amo, y no sé pasar sin ti. Eres mi Dios, y te adoro. Eres mi Maestro, y te escucho. Mi Hermano y mi Amigo, y te quiero. Mi Señor y mi Rey, y te sirvo. Dejo de lado por un rato mis quehaceres para estar a tus pies, como María de Betania, mirándote, escuchándote, amándote. Después, regresaré a mis obligaciones o al nido de mi hogar, pero será con el corazón lleno de tu alegría y con mucho más amor. Jesús, creo en ti. Jesús, te quiero. Jesús, te bendigo. Canto. 1. "ARDIENTEMENTE HE DESEADO" Reflexión bíblica. Lectura. Lectura del Santo Evangelio según San Juan. "Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en este mundo, los amó hasta el fin" (Juan 13,1-2). "Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles y les dijo: Ardientemente he deseado comer esta pascua con ustedes antes de padecer; porque les digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios" "Y mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió, y dándoselo a sus discípulos, dijo: Tomen, coman, esto es mi cuerpo. Tomó luego una copa y, habiendo dado gracias, se la pasó diciendo: Beban de ella todos, porque esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por todos para el perdón de los pecados” “Hagan esto en conmemoración mía". PALABRA DEL SEÑOR. El Corazón de Cristo vibra en la Última Cena con unos sentimientos sublimes, imposibles de expresar ni comprender. Jesús nos abre su alma de par en par. Esta noche, ante el odio de los enemigos que han jurado su desaparición, parece como si Jesús dijera: Los hombres me quieren echar del mundo, ¡pues yo no me quiero ir! Los hombres me gritan: ¡Fuera!... Y yo les respondo: ¡No me voy! ¡Con los míos me quedo!... Es entonces cuando toma el pan y agarra la copa, mientras nos dice: -Yo les doy esto; me doy yo, y no por un instante, no por esta noche nada más, sino para siempre, hasta que vuelva a ustedes al final del mundo. Encargo que recogió San Pablo: "Por lo mismo, cada vez que coman este pan y beban este cáliz, anuncien la muerte del Señor hasta que vuelva" (1 Corintios 11,16) Y aquí tenemos nosotros a Jesús, en forma de pan y de vino, como Víctima en el Altar, como comida en la Comunión, como compañero en el Sagrario. Jesús no permite que nos presentemos ante Dios con las manos vacías, y se nos pone en ellas sobre el Altar como la Víctima del Calvario ya glorificada, para que podamos tributar con esta Víctima al Padre, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria... Jesús no quiere que en el peregrinar pasemos hambre, y, quien es en el Cielo el pan que sacia a los Ángeles, se nos da a nosotros en comida por la Comunión para henchirnos de la vida de Dios... Jesús no tolera una separación definitiva de nosotros, y en el monumento del Jueves Santo, o expuesto muchas veces en la custodia, y siempre en el sagrario, se queda para hacer a la Iglesia de la Tierra la misma compañía que hace a la Iglesia del Cielo: allí entre los esplendores de la gloria, aquí en las sombras y en el ámbito de la fe..., pero tan realmente en la Tierra como está en el Cielo. Así será hasta el fin. Hasta que Jesús responda definitivamente al grito de su Iglesia: "¡Ven, Señor Jesús!" (Apocalipsis 22,20) Canto. Mi Señor Jesucristo, mi Señor del Jueves Santo. Quiero penetrar en los sentimientos de tu Corazón. Al darte Tú en la Eucaristía, estás ardiendo en amor por mí. Yo quiero también arder de amor por ti. Quiero que tu Altar, tu Mesa y tu Sagrario sean el centro donde gravite mi vida entera. Contigo me ofrezco como hostia al Padre. Con tu Cuerpo y tu Sangre sacio mis ansias de ti. Y en tu Sagrario, tu tienda de campaña entre nosotros, yo me encierro para estar siempre contigo, Señor. Contemplación afectiva. Alternando con el que dirige Señor, mi Señor de la Última Cena. Te amo ardientemente, Jesús. Señor, que en la Ultima Cena te nos diste sin reserva. Te amo ardientemente, Jesús. Señor, que te pusiste en nuestras manos como Víctima santa. Te amo ardientemente, Jesús. Señor, que nos haces una hostia contigo. Te amo ardientemente, Jesús. Señor, que nos diste tu Cuerpo como alimento celestial. Te amo ardientemente, Jesús. Señor, Pan que por mí bajas del Cielo. Te amo ardientemente, Jesús. Señor, Pan que me llenas hasta saciarme con la vida de Dios. Te amo ardientemente, Jesús. Señor, que me embriagas con tu Sangre divina. Te amo ardientemente, Jesús. Señor, que en la Comunión me unes estrechamente contigo. Te amo ardientemente, Jesús. Señor, que por mí te quedas siempre en el Sagrario. Te amo ardientemente, Jesús. Señor, que me esperas de continuo para darme tu amor. Te amo ardientemente, Jesús. Señor, mi Señor de la Ultima Cena. Te amo ardientemente, Jesús. Canto. Señor Jesús, Tú nos amaste siempre, pero en la última noche hiciste llegar tu amor hasta el fin. Es imposible contemplarte en la Ultima Cena y no abrasarse de amor por ti. "¡Permanezcan en mi amor!", nos dijiste emotivamente. Y en tu amor yo quiero vivir y morir. Madre María, Tú nos diste a Jesús, fruto de tus entrañas, y nos lo sigues dando como un latido de tu Corazón. Haz que yo lo sepa recibir y encerrar dentro de mí con el mismo amor con que lo recibías Tú cuando te lo alargaban las manos de los Apóstoles, en espera de la comunión eterna del Cielo. En mi vida. Autoexamen Ardientemente deseó Jesús celebrar aquella Cena para dárseme del todo a mí. ¿Siento yo por Él lo mismo que Él sintió por mí?... Si su Corazón arde tan intensamente por mí, ¿arde el mío de igual manera por Él?... ¿Es la Misa la cumbre hacia la que tiende y de la que deriva mi vida entera?... ¿Me acerco con hambre insaciable cada día, o cada semana al menos, a la mesa de la Comunión?... El Sagrario del templo, donde Jesús espera, ¿me deja indiferente?... ¡Mi Señor Jesucristo, conforma mi corazón con aquel Corazón tuyo de la Ultima Cena! PRECES Nos dirigimos en estos momentos a Jesucristo, que nos dijo: "Lo que me pidan en mi propio nombre, yo se lo daré", y le decimos con fe profunda: Escúchanos, Señor Jesús. Al darte gracias por el amor inmenso con que nos amaste al instituir la Sagrada Eucaristía; haz que tanto amor te lo paguemos con un gran amor de nuestros corazones. Tú que renuevas sobre el Altar tu sacrificio del Calvario, une nuestros sacrificios de cada día a tu misma oblación para gloria del Padre, bien de nuestras almas y salvación del mundo. Cuando te das a nosotros en la Comunión, llénanos de tu vida divina y enséñanos a darnos también sin reservas a los hermanos que nos necesitan. Porque Tú permaneces en el Sagrario con presencia viva entre nosotros, concédenos a nosotros permanecer siempre unidos a ti, hasta que nos lleves contigo a tu Reino glorioso, sin que nos arranquen de tu Corazón las cosas de este mundo que pasan. Padre nuestro. Señor Sacramentado, no permitas que tu presencia en la Eucaristía resulte estéril por nuestra apatía y desamor. Haz que cada uno de nosotros te ame. Que te desee. Que te reciba. Que te haga compañía constante. Si deseaste con ardor darte a nosotros, ardientemente también queremos nosotros estar contigo. Amen.