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Leccion 1 Nadie Es Perfecto Grupo 18 A 25 Años

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NADIE ES PERFECTO

GUÍA CLASE Nº 1 “La raíz del problema y la nueva identidad queme ofrece Cristo”
GRUPO (18-25 AÑOS)
Estudio personal del líder

Para comenzar este tiempo dedica unos minutos para orar. Agradécele a Dios por su Palabra
y por siempre querer comunicarse contigo y porque lo puedes conocer más. Pídele que te
ayude a comprender por medio del Espíritu Santo los versículos que estaremos estudiando,
exprésale tu deseo de querer hacer los cambios en tu vida a la luz de lo que hoy estudiarás.

El pasaje que hoy estudiaremos se encuentra en Romanos 7:14-24. Lee todo el capítulo 7
para tener una mejor comprensión de los versículos 14-24. Lee estos versículos en varias
versiones. Dios envió a su Hijo para que fuera el camino a la libertad eterna del dominio del
pecado (Lucas 4:18-19). Si hemos confesado y puesto toda nuestra confianza en la obra de la
muerte y resurrección de Jesucristo para perdón de nuestros pecados, hemos decidido andar
por el camino que nos da la libertad sobre el pecado. Esto quiere decir que ya no somos
esclavos del pecado, ya no tenemos por qué someternos a sus demandas. Pero la realidad
también es que hasta que Cristo vuelva otra vez tendremos que lidiar con la presencia del
pecado. La lucha contra el pecado continúa mientras estemos en esta tierra. Al leer una vez
más Romanos 7:14-24, ¿en qué versículos encuentras descrita esta lucha? ¿Por qué?

Al leer los versículos 15 y 19, ¿te unes tú a esta declaración que hace Pablo? ¿Qué son esas
cosas que haces que aborreces? ¿De dónde viene esta lucha? ¿Por qué no debemos confiar
en nuestra naturaleza pecaminosa? Lee el versículo 18. ¿Puede salir algo bueno de ella? El
pecado ya no nos controla por completo, como es el caso de aquellos que aún no han
reconocido a Jesús como su Señor y Salvador, sin embargo, el pecado contamina y trabaja
para frustrar el deseo que tiene el creyente de obedecer la voluntad de Dios. Lee el versículo
23.

Lee los versículos 17 y 21. En estos dos versículos encontramos la raíz del problema, ¿cómo
se manifiesta ese “pecado que habita en mí”? Lee Efesios 4:22-32; Colosenses 3:5-14. Haz
dos columnas: en una escribe qué hace la naturaleza pecaminosa (viejo hombre) y en la otra
escribe qué hace la nueva naturaleza (el nuevo hombre). Lee también Gálatas 5:16-17. Toma
un momento para volver a leer las dos columnas y pídele al Espíritu Santo que te ayude a
evaluar tus pensamientos, tus palabras y tus acciones. ¿Cuál de las dos columnas está
rigiendo tu vida?

El versículo 22 nos trae buenas noticias, noticias de esperanza. El nuevo hombre que habita
en nosotros, el que ha sido justificado por Dios ya no puede estar de acuerdo con el pecado.
Es más, encuentra deleite en obedecer la ley de Dios que va en contra del pecado. Lee
Salmos 119:14, 47, 77, 105 y 140; tu deleite ¿en dónde está?, ¿en hacer la voluntad de Dios o
en complacer los deseos de la carne?
John MacArthur escribe esto sobre el versículo 24, “Con frustración y tristeza Pablo se
lamenta por su pecado. Un creyente percibe su propia pecaminosidad en proporción directa
a la claridad con la que ve la santidad de Dios y la perfección de su ley. ‘Librará’… esta
palabra significa “rescatar del peligro” y se usaba para aludir a un soldado que sacaba a su
compañero herido del campo de batalla. Pablo anhelaba ser rescatado de su carne
pecaminosa.”

Al leer el versículo 25 encontramos nuestra esperanza y la respuesta a la pregunta que Pablo


nos plantea en el v. 24. Pablo está seguro de que Cristo lo rescatará cuando vuelva otra vez.
Mientras tanto, sigamos consientes de la lucha que hay entre nuestra vieja naturaleza y la
nueva. Que verdaderamente nuestro deleite sea obedecer las normas perfectas de Dios.

Lee y estudia 2 Corintios 6:11 a fin de entender un poco más nuestra nueva identidad. Allí
encontramos tres acciones:

1. Lavado: se refiere a que hemos recibido una nueva vida mediante la limpieza y
regeneración (renovación de la persona) espiritual. Lee Juan 3:3-8; 2 Corintios 5:17; Efesios
2:10; Tito 3:5. Hay una nueva vida que se genera y es la de Cristo mismo. Cristo pasa a morar
en el creyente. Lee Gálatas 2:20, Juan 14:23; Apocalipsis 3:20.

2. Santificados: el dominio que tenía el pecado sobre nosotros es totalmente quebrantado y


es reemplazado por un nuevo patrón de obediencia a Dios y de santidad. Es como que Dios
nos da una nueva y mejor dirección. El ser santos implica que estamos totalmente apartados
de toda clase de mal e impurezas. Lee Romanos 6:17-22; 1 Pedro 1:14-16; 2 Pedro 1:4.

3. Justificados: esto se refiere a la nueva posición que tenemos delante de Dios en Cristo. En
cuya muerte recayó todo nuestro pecado y culpa, de tal modo que, así como por el pecado
de un hombre todos fuimos imputados por el pecado, también por uno todos los que hemos
creído con toda confianza en Jesús y su sacrificio, fuimos imputados por su justicia. Debido a
que somos justificados ahora somos declarados no culpables. Lee Romanos 3:22-25;
4:22-25; Romanos 5:18-19; 2 Corintios 5:21; 1 Pedro 3:18.

GUIA PARA LA CLASE

Apertura (10 minutos):

• Nuestro tema de hoy trata acerca de “la raíz del problema”.


• Para romper el hielo entre los asistentes, iniciaremos nuestra reunión dialogando y
proponiendo la pregunta: ¿Qué delitos o pecados son los más comunes en nuestra sociedad?
Luego de tener acceso a las distintas respuestas, pregunta nuevamente: ¿Por qué crees que,
existiendo tantos cristianos en nuestro país, aún tenemos una sociedad violenta, indiferente
a las necesidades de otros, con inmoralidad sexual, criminalidad o corrupción?
• Trata de escribir los pecados, inmoralidades o transgresiones a la ley que citen todos en
una pizarra, la cual puedas compartir previamente con todos para que puedan ir
respondiendo y observando las respuestas de los demás.
• Luego muéstrales todas las respuestas generadas y compara algún dato estadístico del país
sobre la cantidad de cristianos existentes y haz la pregunta a manera de reflexión individual
¿Por qué si somos el ____ % de cristianos nuestro país sufre principalmente de_________?
• Luego invítales a buscar en su Biblia digital o física Romanos 7:14-24 y lee con ellos el
pasaje, especialmente en la Nueva Versión Internacional.

El tema (30-45 minutos):

Abordemos juntos la raíz del problema:

1. La ley como guía

Cuando nos preguntamos: ¿Por qué existe tanta maldad en medio de una sociedad en
donde se predica a Cristo o donde existe un alto porcentaje de personas que le siguen?
Pareciera que la respuesta es compleja, pero no lo es. Los cristianos no seguimos los
mandatos de Dios como Él lo ha establecido. El verso 7 nos muestra que sin la ley no
podríamos darnos cuenta de lo que es pecado. Recordemos que pecado es toda obra o
pensamiento que va en contra de la santidad de Dios. Es decir que, la Biblia con sus
principios (esa ley dada a nuestra vida) es una guía para nuestro actuar, es un parámetro,
una referencia para nuestra vida. La Escritura nos señala el camino a seguir, nos proporciona
las directrices necesarias para decidir cómo actuar ante la tentación.

En el verso 12 Pablo nos muestra que la ley es santa y que el mandamiento es santo, justo y
bueno. Pero ¿qué significa esto para nuestra vida? Primeramente, que es santa porque
proviene de Dios mismo. Dios la ha inspirado, es decir la ha “respirado” de su boca. Es más,
Dios mismo es la Palabra revelada al hombre, puesto que en la Palabra se nos revela a Cristo
mismo como esperanza de salvación, perdón de pecados y como hacedor de nuestra vida,
según lo establece Juan 1:1-5.

Así mismo, el mandamiento es santo, es decir que todos los mandamientos de Dios reflejan
su santidad, en ellos no hay pecado alguno. Ningún mandamiento hace mal al prójimo, al
contrario, nos invitan a no robar, no asesinar, no mentir y sobre todo no codiciar que es el
origen de todos los demás.

También nos invitan a honrar a nuestros padres, lo cual es maravilloso si piensas en la


unidad familiar que esto genera, pero, sobre todo, los mandamientos nos invitan a
reconocer a Dios como nuestro único Dios. Por lo tanto, los mandamientos contenidos en la
Escritura son santos y justos.

Dios no hace acepción de personas, por lo que manda a toda criatura a honrarle, a no
asesinar, a no mentir y por consecuencia, los mandamientos se convierten en buenos para
todos. De igual manera los mandamientos nos llevan a tener una moral alta, que protege no
solo al prójimo, sino también a nosotros mismos.

En el verso 13 Pablo señala que los mandamientos nos muestran lo extremadamente malo
que es el pecado, pues si analizamos cada uno de los mandamientos contenidos en la
Palabra de Dios, estos nos libran de sufrir y llevar el pago que implica transgredir la ley de
Dios, por lo que los mandamientos nos libran de convertirnos en criminales, malos hijos,
violadores de la ley, de los bienes ajenos e inclusive de quitarle la vida a otros.

Seguir la ley de Dios no solo implica estar en paz con Dios, sino también nos permite
experimentar su bondad, su armonía para con otros, el amor y la libertad que nos provee la
santidad de Dios.

2. El pecado que habita en mí

Pablo, en el verso 18, reconoce que su naturaleza es pecaminosa, que nada bueno habita en
él. ¿Alguna vez te has sentido como Pablo? ¿Sientes que el pecado te abruma? ¿Sientes que
la maldad en ocasiones se apodera de ti y que no tienes la fuerza para vencerla? De una u
otra manera todos hemos pasado por esta terrible sensación de que el pecado es más
poderoso que nosotros. En este pasaje vemos a Pablo de igual manera, reconociendo su
lucha entre el pecado y el deseo de cumplir la ley de Dios.

¿Existe una lucha constante en tu corazón por agradar a Dios? ¿Te sientes tentado a caer?
Santiago 1:14 nos dice que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia
pasión, lo que significa que lo que para algunos no es una tentación, para otros desde su
más baja pasión, lo seduce a pecar. Por lo que vale la pena preguntarnos: ¿Puede vivir un
cristiano constantemente en santidad, sin sentir esa persistente guerra mental entre pecar o
agradar a Dios?

Nuestra naturaleza es pecaminosa, tendemos más a sentirnos tentados a pecar y dar rienda
suelta a nuestras pasiones que a adorar a Dios con nuestra mente, cuerpo y acciones. Por
ello dice Pablo que, en él, en su naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Al punto que
Pablo considera que, aunque desea hacer lo bueno, no es capaz de hacerlo. Por lo tanto,
¿qué debe hacer el cristiano? ¿Hay esperanza en medio de nuestra tentación?

Todo aquel que ha pasado por una tentación muy fuerte sabe que tal situación desestabiliza
nuestra propia mente, cuerpo y forma de vida. Nuestras emociones, sentimientos,
percepción y buen juicio se alteran; podemos incluso entrar en un estado de ansiedad,
preocupación excesiva, pérdida o aumento del apetito, alteraciones de sueño, calores o
sudoraciones en frío, entre muchas otras; por lo que, sentirse tentado a fallarle a Dios no es
para nada fácil de sobrellevar.

3. Jesucristo es mi libertad
Pablo en el verso 24 se dice a sí mismo “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo
de muerte?” ¿Quién podría librar a Pablo? Si la ley lo que hace es mostrar lo
extremadamente malo que es el pecado, ¿quién entonces podrá librarnos de la tentación y
del pecado? Pablo responde a esta angustiante pregunta en el verso 25 diciendo: “Gracias
doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro”.

En el capítulo 8 Pablo declara que ya no hay ninguna condenación para los que están unidos
a Cristo Jesús, es decir que a pesar de que yo me siento tentado y la ley evidencia en mí que
algo es pecado, yo puedo encontrar en la Escritura a Cristo como mi libertador.

En Romanos 8:5 Pablo declara que los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa
ponen su mente en los deseos de tal naturaleza. Y tú, ¿cómo estás viviendo? ¿En dónde
tienes tu mente y corazón? ¿Reflejan tus actos acciones contrarias a la santidad de Dios? ¿O
puedes concluir como Pablo que los que viven conforme al Espíritu ponen su mente en los
deseos del Espíritu? ¿Es tu deseo agradar a Dios con todo lo que dices, eres y haces? ¿Es tu
deseo agradar a Dios en la manera en que tratas a otros?, ¿en la forma en que estudias,
trabajas, te relacionas?

En el capítulo 8 verso 13 Pablo nos dice que por el Espíritu daremos muerte a los malos
hábitos del cuerpo y, por lo tanto, viviremos. Vivir tentados constantemente y vivir en
pecado, no es vivir. Dios nos ha llamado pese a nuestras pasiones, pese a nuestra tentación,
pese a lo que la ley de Dios condena, a vivir libres; pero esta libertad solo es posible en
Cristo.

Solo viviendo en el Espíritu, habiendo entregado todo nuestro ser a Cristo, buscando
agradarle constantemente, podemos ser libres del pecado; y ¡sí!, sí existe completa libertad
en Cristo, aún de las tentaciones sexuales, que tienden a ser bastante fuertes en la vida
humana. Sí se puede vivir completamente libre porque Cristo es nuestro libertador. Cristo
mismo es nuestra libertad, por cuanto hemos creído en Él somos restaurados de nuestra
vana manera de vivir.

Cuando nuestra vida se encuentra con Cristo la misma no puede ser igual. Cristo nos hace
nuevas criaturas. Lee 2 Corintios 5:17, donde Pablo nos muestra que somos nuevas criaturas,
nuestra naturaleza ya no es más pecaminosa, es santa, nuestra mente se va renovando a tal
punto que buscamos las cosas de arriba, es decir el honrar a Dios, el ser de Cristo. Al ser
nuevas criaturas también venimos a ser justificados en Cristo, el Padre no nos ve como un
trapo sucio, lleno de inmundicia o pecado, sino que nos mira justos, blancos y apartados del
mal. ¿Crees esto? ¿Crees que Cristo realmente te ha perdonado y te ha limpiado? ¿Puedes
vivir de acuerdo al regalo que Cristo te ha dado?

En 2 Corintios 6:11 encontramos tres acciones que nos llevan a tener nuestra nueva
identidad: una identidad en Cristo. Nota que todas están en tiempo pasado, “ya habeís…”. Es
por eso que el versículo 11 inicia diciendo que las acciones mencionadas en los versículos
anteriores, entre otras, eran de cuando no habíamos sido lavados, santificados ni
justificados. Es por eso que ya no tenemos por qué regresar a los antiguos hábitos
pecaminosos. Quien siga practicándolos y vuelve a su antigua manera de vivir solo evidencia
que nunca fue salvo.

Pero, ¿cómo logramos ser lavados, santificados y justificados? Por el Espíritu. El Espíritu
Santo es el agente de la transformación que nos garantiza salvación, una nueva identidad. Es
por eso que ya no podemos seguir viviendo como si no fuéramos lavados, santificados y
justificados. Seguiremos teniendo el deseo de regresar a nuestra antigua manera de vivir,
pero podemos recordar que el pecado ya no nos define. Cristo nos define.

Recientemente una persona tuvo la experiencia de tener COVID-19 y cierto día los médicos
le dijeron que ya estaba “curado”, ya que la infección había pasado. Pero ¿sabes? esta
persona aún se sentía exactamente igual de mal, porque la inflamación del cuerpo aún
estaba allí y le llevaría un tiempo a su cuerpo aprender que ya no tenía más que defenderse
del virus.

A veces como cristianos nuestro sistema “inmunológico espiritual” sigue luchando “en la
carne” por tener el control, peleando con los demás, siendo egoísta y complaciendo sus
deseos; pero esa batalla ya fue ganada en la cruz. Justamente es lo que Pablo trata de
decirles a los Corintios: ¿por qué ustedes siguen usando sus viejos hábitos (propios de una
identidad “expirada”) cuando ya no lo necesitan? Es interesante que, en griego, Pablo dice
literalmente: “Algunos (de ustedes) estaban-siendo-estos”. Piensa por un momento, ¿cuáles
hábitos pecaminosos todavía batallan en tu mente, aun cuando sabes que ya no los
“necesitas” estando en Cristo? Puedes pensar en la lista de Pablo, pero esta parece ser una
lista de los pecados que había oído que se cometían mucho en Corinto, así que fácilmente
puedes agregar otros hábitos pecaminosos a la lista.

Triple proceso: Pasteurizados, Empacados y Certificados

Te invito a que busques una caja de leche o bebida preparada e identifiques qué proceso
usaron para purificarla y empacarla. Habrás visto que varias de ellas pasan por procesos
distintos para descontaminarse y evitar que se descompongan dentro del envase antes de
ser consumidos.

Es interesante que Pablo usa tres términos distintos: “Lavados, santificados y justificados”,
eso suena como “pasteurizados, empacados al vacío y certificados”. No son lo mismo, pero
son complementarios para obtener una “certificación de calidad de Dios”. Dios separó el
pecado de nuestra naturaleza dejándonos “limpios”, nos separó (santificó) para evitar que
nos involucremos de nuevo en la contaminación y nos “calificó o certificó” como aprobados.
Es justo como las cajas de comida que dicen: “Este producto fue avalado por la asociación de
comida sana y cumplió con un proceso sanitario de acuerdo a los estándares”. ¡Así es!
Aunque hayas estado antes metido en los negocios del mundo, hoy eres un producto
certificado y tu propósito ya no tiene nada que ver, sino con el reino de Dios, que es tu
marca. Y si es así: no solo tu identidad debe cambiar, sino también tu envoltura, tu conducta
externa, debe decirlo.

La decisión de vivir en santidad no es fácil, es más fácil sentirnos como Pablo y concluir como
él al decir que lo que no queremos hacer es lo que hacemos. Pero si nos aferramos a Cristo,
también podemos decir como Pablo en Gálatas 2:20 “Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en
la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”.

Cierre (10 minutos):

• Nuestra naturaleza es pecaminosa, pero en Cristo podemos morir al pecado.


• La Escritura es nuestra guía, nuestro parámetro de vida. En ella encontramos nuestro
deleite, nuestra paz y las herramientas para buscar y hacer la voluntad de Dios conforme a
su Espíritu.
• Si es posible vivir libre del pecado, no existe pecado alguno mayor que el sacrificio de
Cristo, no existe más ninguna condenación, culpa, vergüenza ni temor para aquellos que
estamos en Cristo.

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