La Danza Es Mi Única Meta
La Danza Es Mi Única Meta
La Danza Es Mi Única Meta
CUERPO Y EMOCIONES
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En La experiencia espiritual del cuerpo, Ghislain Lafont afirma que toda emoción, si es
verdaderamente humana, es también e inseparablemente, una experiencia corporal. Sea
cual fuere la naturaleza exacta de la experiencia emocional, ésta se manifiesta en y por la
corporalidad, modificando así los campos de la sensibilidad, de las actitudes y de todas
las acciones humanas.
De esta manera, el cuerpo resignificado artísticamente en la danza modelaría por sí
mismo su propia ética y estética, de forma que las mismas actividades que tienen en él su
origen se convertirían en obras de arte y de espíritu.
El cuerpo experimentado de este modo es fuente de una atención que hunde sus propias
raíces en lo profundo del ser, llevándolo más allá del mismo cuerpo, es decir, a una
experiencia de abstracción y de totalidad; a una apertura al misterio que nos rodea como
espacio plausible de creación y de transformación.
En consecuencia, cada persona poseería sus propias experiencias emocionales que, por
acción del cuerpo, culturalmente construido y atravesado por el significante social, son
también, inseparablemente, experiencias de intersubjetividad.
La danza contemporánea actual ha encontrado una renovadora vertiente en la danza
teatro de Pina Bausch, ampliando así sus alcances y posibilidades interpretativas.
Pina murió el 30 de junio de 2009 a la edad de 68 años. Su danza permanecerá por
siempre en los legados de quienes también comprendemos a la danza como una práctica
poderosamente revolucionaria.
Cuando la danza nace de nuestra autonomía emocional, es capaz de crear nuevas
significaciones imaginarias sociales, invitando al espectador a "reaprender" a ver el
mundo y de este modo, transformarlo.
-"¿Hago teatro o hago danza? Una pregunta que no me planteo jamás. En todo caso, la
respuesta puede que esté en la definición de mi compañía: se denomina de teatro y danza.
Las dos disciplinas van juntas. Yo, lo que trato, es de hablar de la vida, de las personas, de
nosotros, de las cosas que se mueven.
Mi suerte llegó cuando la Folkwang Schule se instaló en Essen, una ciudad a unos 30
kilómetros de mi casa.
En 1955 entré a estudiar ballet con Kurt Jooss, su director y uno de sus fundadores. Él era
un nombre esencial en la danza contemporánea; yo tenía quince años. Me fui empapando
de todas las disciplinas: era una escuela peculiar que combinaba ópera, teatro, música,
escultura, pintura, fotografía, pantomima, artes gráficas.
Ese contacto con todas las artes me abrió los ojos y ha influido poderosamente en mi
creación. Hasta el día de hoy no concibo una danza divorciada del resto de las expresiones
artísticas. Con Jooss tuvimos una relación muy cercana, puedo decir que fue un poco como
mi segundo padre y, durante un tiempo, hasta viví en su casa. También era su asistente,
alguna vez dirigí sus ensayos, ordenaba sus agendas de trabajo.
Teníamos una relación muy personal que ni siquiera recuerdo cómo se fue
profundizando, pero que hizo de Kurt la influencia más fuerte en mi carrera: me marcó a
fuego. Me enseñó que lo esencial es encontrar el propio camino. Yo quería -y quiero–
solamente bailar.
Por eso, nunca pensé en ser coreógrafa. La danza es mi única meta. Pero, a fines de los
años ‘60, sentí que me sobraba tiempo. Me faltaba algo, no sabía qué. Entonces empecé a
escribir con mi cuerpo. Me salían pequeños textos envolventes, profundos, otros
divertidos o esperanzados.
El humor ha sido siempre muy importante en mi escritura. Escribía con mis brazos, con
mi vientre, con mi espalda. Así nació Fragmento en 1968 y mi rol de Ifigenia. Pero el punto
de partida fue siempre la danza. Lo hice por mí: yo era quien quería bailar. De a poco,
algunos compañeros quisieron integrarse a mis invenciones, me pedían pasos,
movimientos.