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Doble Vida - Osvaldo Rebolleda

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Doble

Vida

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Doble
Vida

Osvaldo Rebolleda
1
Este libro No fue impreso
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Leído o bajado en:
www.osvaldorebolleda.com

Provincia de La Pampa

rebolleda@hotmail.com

Todos los derechos de este material son reservados para el


Señor, quién los ofrece con la generosidad que lo caracteriza
a todos aquellos que desean capacitarse más y lo consideran
de utilidad.
No se permite la transformación de este libro, en cualquier
forma o por cualquier medio, para ser publicado
comercialmente.
Se puede utilizar con toda libertad, para uso de la enseñanza,
sin necesidad de hacer referencia del mismo.
Se permite leer y compartir este libro con todos los que más
pueda y tomar todo concepto que le sea de bendición.
Edición general: Portales de Gracia
Revisión literaria: Edith del Carmen Saldivia
CAP - Centro de Adoración Patagónica (Sarmiento)
Diseño de portada: EGEAD
Todas las citas Bíblicas fueron tomadas de la Biblia versión
Reina Valera, salvo que se indique otra versión.

2
CONTENIDO

Introducción………………………………………………5

Capítulo uno:

Nacidos por primera vez…………………………………9

Capítulo dos:

Nacidos por segunda vez………………………………...20

Capítulo tres:

¿Cristianos carnales? …………………………………...33

Capítulo cuatro:

Dependientes del Espíritu Santo………………………..45

Capítulo cinco:

Funcionando en la vida de Cristo……………………….56

Capítulo seis:

Como locos pero bien cuerdos…………………………..69

3
Capítulo siete:

Un enemigo escondido…..……………………………….81

Capítulo ocho:

Viviendo el Reino………………………………………..95

Reconocimientos………………………………………..106

Sobre el autor…………………………………………...108

4
Introducción

“Pide entendimiento y busca la sabiduría como si


buscaras plata o un tesoro escondido. Así llegarás a
entender lo que es obedecer a Dios y conocerlo de verdad.
Solo Dios puede hacerte sabio; solo Dios puede darte
conocimiento…”
Proverbios 2:3 al 6 TLA

Tener una doble vida parece algo propio de misteriosos


personajes que trabajan para la CIA, agentes secretos, o
espías del gobierno que se infiltran en otras naciones. Pueden
ser los fantásticos personajes de Hollywood como Clark
Kent, que trabajaba en un periódico, pero cada tanto se ponía
el traje de Superman, o Bruce Wayne, que supuestamente era
un hombre normal, pero al cambiar sus ropas se convertía en
el hombre murciélago.

Por otra parte, y saliendo de la fantasía, no es tan raro


que personas terriblemente normales escondan secretos
increíbles a sus familiares, amigos, o compañeros de trabajo.
Muchos de ellos pueden parecer absolutamente normales,
pero en algunos casos, esconden terribles secretos.
Realmente hay mucha gente que vive simulando ser lo que
en realidad no es, o vive escondiendo cosas que no desean
que nadie sepa de ellos.

5
Hoy en día, hay muchas personas viviendo vidas
paralelas, con doble parejas o hijos en diferentes hogares.
También pensemos en algunos políticos, que después de una
vida pública, vendiendo honestidad, se descubre que
simplemente es un corrupto más. Pensemos en líderes
religiosos, que después de una vida hablando de santidad, se
le descubre como ladrón o como abusador sexual.

Pero en este libro, no me voy a referir a estos casos.


Tampoco me enfocaré en las patologías de trastornos
disociativos de la identidad, eso que la ciencia identifica con
el nombre de “personalidades múltiples”. Más bien voy a
referirme a personas que estando en pleno uso de sus
capacidades cognitivas, emocionales y sociales, mantienen
dos vidas distintas, no solo a través de pensamientos o
conductas, sino de naturaleza, lo cual es mucho más profundo
y complejo.

Al pensar en una doble naturaleza o una doble


genética, surgiría la posibilidad de hablar de vampiros u
hombres lobos, o de personajes como Hulk, quienes por
causa de la genética sufrían terribles trastornos de
personalidad. Pero tampoco me referiré a estos personajes,
cuyas historias pueden ser muy entretenidas, pero son
simples productos de la imaginación literaria.

Me voy a referir a personas reales, ciertamente


extrañas y complejas, personas que dicen tener una misión en
la tierra como representantes de Dios. Personas que dicen ser

6
luz y ser sal, personas que dicen tener una vida natural y otra
espiritual. Están esparcidos por todo el mundo, todos tienen
familias diferentes, y la mayoría ni se conoce, pero todos
dicen que tienen al mismo Padre y viven en un solo Ser.

Voy a referirme a gente rara, que dice poder ver al Dios


invisible y hablar con Él. Todos creen en las palabras de un
libro, por el cual dicen poder morir. Ninguno sabe muy bien
de donde salió, ni quienes realmente lo escribieron, pero
dicen que es la única verdad. Voy a referirme a esta gente que
en el mundo, no pasan desapercibidos, de hecho han causado
muchos conflictos, guerras, persecuciones y muchas muertes.

Voy a sumergirme en una tarea nada fácil, porque la fe


que dicen tener ciertamente es muy compleja. De hecho,
dicen tener un Dios, que son tres, pero que solo es Uno.
Bueno, en definitiva, tampoco tienen problemas que los
traten como locos, porque incluso asumen cierto grado de
locura.

Yo sé que esta tarea que pretendo en este libro, no es


nada común, porque esta gente que dicen llamarse cristianos,
suelen hablar de ellos mismos, como si fueran otros, y hablan
de otros como si fueran ellos mismos ¿No sé si entienden a
quién escribió esto? En realidad parecen locos ante el mundo,
pero cuerdos ante Dios. Parecen personajes de película, pero
son gente común, quiénes Dios mismo salvó por la locura de
sus predicaciones.

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Son extraños, dicen estar madurando espiritualmente,
aunque biológicamente están más cerca de morir que otra
cosa, pero bueno, dicen que no les importa, porque aunque
los sepultan en un cementerio, dicen que son eternos. No sé,
haré lo posible por comprenderlos un poco más, y escribir
sobre ellos.

Pero no se preocupen, estoy seguro que este libro será


de bendición, porque de ahora en más, trataré de usar mi
cuerpo para escribir, pero apelaré a la mente de Cristo y al
Espíritu Santo que habita en mí. Bueno, denme una
oportunidad… ¡Perdonen mi locura! Yo trataré de explicarles
lo que se siente al vivir el evangelio del Reino.

“Ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo


no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a
bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que
creen…”
1 Corintios 1:21

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Capitulo uno

Nacidos por
Primera vez

“¡Te alabo porque soy una creación admirable!


¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien!
Mis huesos no te fueron desconocidos cuando en lo más
recóndito era yo formado, cuando en lo más profundo de
la tierra era yo entretejido.
Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya
escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando,
aunque no existía uno solo de ellos.
¡Cuán preciosos, oh Dios, me son tus pensamientos!
¡Cuán inmensa es la suma de ellos!”
Salmo 139:14 al 17 NVI

La Biblia expresa desde el principio que Dios es el


Creador de todas las cosas, y reitera esta comprensión de los
orígenes desde Génesis hasta Apocalipsis. Las enseñanzas de
la Biblia acerca de la creación son fundamentales para
nuestra fe. Tal vez, dicho asunto no debería ser tan complejo,
porque resulta evidente y lógico que la tierra, así como los
cielos inefables y profundos, es el resultado de una creación
divina, no de una explosión casual.

9
Hoy en día, el avance de la ciencia, no representa el
avance de la sabiduría o de la moral, por eso muchas personas
creen en la teoría del Big Bang, como la realidad capaz de
explicar el surgimiento, la naturaleza y la evolución del
universo. Sin embargo, la Palabra de Dios, que es nuestra
única verdad, nos enseña a través de los relatos de la creación
de Génesis, y a través del Antiguo y Nuevo Testamento, que
Dios es el Creador, no sólo de la tierra y de sus habitantes,
sino de todo lo que existe (Nehemías 9:6; Apocalipsis 4:11).

Es muy curiosos que muchas personas, puedan creer


fácilmente en una incomprobable teoría, y no en la existencia
de un Creador. Expreso esto, porque en realidad la Biblia dice
que deberían creer, tan solo con ver la naturaleza: “Porque
desde la creación del mundo las cualidades invisibles de
Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se
perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que
nadie tiene excusa” (Romanos 1:20).

Sólo Dios, es el artífice y Creador del universo y de la


vida. Las Escrituras, de principio a fin, identifican a Dios
como el Creador. “Por la fe entendemos haber sido
constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que
lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Hebreos 11:3).
Todo fue creado por Él y por los dichos de Su boca: “Porque
él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió” (Salmo 33:9).

Por otra parte, por medio de Su creación, Dios ha


determinado manifestar Su propósito. Él creó todas las cosas
para sí mismo (Proverbios 16:4), y para su gloria (Isaías

10
43:7). Él es Dios, el que formó la tierra, para que fuese
habitada por sus criaturas animadas (Isaías 45:18). Por ende,
toda la creación es una expresión de Su voluntad, de Su poder
y de Su persona.

La luz puede ser algo glorioso, pero si no tiene donde


reflejarse, toda su esencia simplemente se pierde. Si salimos
a la calle con una linterna súper poderosa, y apuntamos al
cielo en pleno medio día, la linterna simplemente parecerá no
alumbrar absolutamente nada. Dios es glorioso, pero para
reflejar Su gloria está Su creación. Si Dios no hubiese creado
nada, Él seguiría siendo el Todopoderoso, pero Su poder no
se reflejaría con toda su dignidad.

La Biblia también describe a los seres humanos como


la culminación de Su actividad creadora en la tierra. Por ser
creados a la imagen de Dios (Génesis 1:26 y 27), los seres
humanos somos libres y racionales, tenemos la capacidad de
apreciaros a nosotros mismos, de expresarnos con sentido
intelectual, moral y espiritual. Fuimos creados para tener
comunión con Dios y entre nosotros.

Es cierto que la imagen de Dios grabada de manera


divina en los seres humanos fue dañada por el pecado
(Génesis 3), pero Jesucristo fue destinado antes de la
creación del mundo (1 Pedro 1:20), para redimir a la
humanidad caída y a toda la creación (Romanos 8:21; 1
Corintios 15:20 al 28). Su plan y Su diseño, ciertamente son
gloriosos. Lamentablemente los seres humanos, no logramos
comprender por nosotros mismos lo que Dios ha hecho.

11
El apóstol Pablo enseña claramente sobre esto al
escribir en su carta a los Efesios, antes de ser alcanzados por
la gracia, éramos hijos de la ira por naturaleza (Efesios 2:3).
Es decir que no nos convertimos en pecadores después de
haber pecado por primera vez, sino que pecamos porque ya
somos pecadores por naturaleza.

Dios creó originalmente a Adán y Eva sin una


naturaleza pecaminosa, y les dio el libre albedrío para que
pudieran tomar voluntariamente la decisión de obedecerle. El
amor y la adoración auténticos, solo son posibles si tenemos
la liberad para manifestarlos. Cuando Adán pecó, las
consecuencias resultaron fatales, la naturaleza misma de la
humanidad fue corrompida, y a partir de ellos, tal como
árboles malos, que solo pueden producir frutos malos, los
seres humanos, no podemos dejar de pecar.

Todos los pensamientos, las actitudes y las decisiones


de los seres humanos sin Dios, fluyen desde una naturaleza
pecaminosa. Desde la caída, los seres humanos, ya no
tenemos libre albedrío tal como algunos enseñan. Si lo
tuviéramos podríamos elegir no pecar, pero no podemos,
porque somos pecadores y solo podemos producir frutos
conforme a esa naturaleza.

Es decir, todos podemos elegir, pero no podemos


hacerlo tal como Adán en su tiempo, sino que podemos
hacerlo desde una naturaleza cautiva por las tinieblas, y sin
verdadera vida espiritual (Efesios 2:1). Este es un tema

12
complejo para algunos, por lo tanto lo explico extensamente
en mi libro titulado “Salvados por Su gracia”.

La verdad es que solo los que en determinado


momento fuimos alcanzados por la gracia, recibimos
verdadera libertad, y solo la libertad nos permite elegir.
Parece una cuestión absolutamente lógica, sin embargo
muchos discuten este asunto, pero ¿Cómo podrían tener libre
albedrío quienes no son libres? En realidad, lo que las
personas pueden hacer, es elegir libremente, dentro de los
límites de la esclavitud que padecen. Esto les hace pensar a
todos que son libres, pero en realidad esa es una virtud que
solo Cristo puede otorgar.

Los que recibimos la vida, que es la luz que nos


alumbra, y que hemos sido liberados de la esclavitud del
pecado, tenemos verdadero libre albedrío (Juan 1:4 y 8:32).
Ahora sí podemos elegir, porque vemos y conocemos, tanto
el bien como el mal, y no de forma moral tal como cualquier
persona, sino en el marco de la voluntad de Dios.

“He aquí, En maldad he sido formado,


Y en pecado me concibió mi madre”
Salmo 51:5

En este pasaje, David no está diciendo que nació del


pecado de su madre. El Salmo 51 fue escrito después del
pecado de David con Betsabé, y su enfoque estaba en su
propia pecaminosidad. El contexto deja en claro que David

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está diciendo que su pecado fue el resultado directo de una
naturaleza pecaminosa heredada de sus padres.

Por supuesto, David no fue el único en este sentido,


todas las personas nacemos con una naturaleza pecaminosa.
Los niños son un ejemplo perfecto. Ningún padre ha
necesitado nunca enseñar a su hijo a pecar. Los niños
encuentran formas de pecar por sí mismos sin instrucción,
porque todas las personas tenemos una naturaleza
pecaminosa. Por más que intentemos criarlos en ámbitos
sanos y con buena educación, igualmente pecarán, porque
eso está intrínseco en el ADN.

Todos nacemos alejados de Dios como resultado del


pecado (Colosenses 1:21 al 23). Cualquiera que no tenga fe
salvadora en Jesucristo existe en un estado caído fuera de la
comunión con nuestro Señor. Las Escrituras describen este
estado de existencia como oscuridad (Efesios 5:8). Los que
caminan en la oscuridad no tienen esperanza de llegar a la
salvación por sus propios esfuerzos.

Nuestra naturaleza pecaminosa genera tinieblas en


nuestras mentes, y nos hace imposible recibir la Palabra de
Dios (2 Corintios 4:4), y mucho menos podemos vivir
conforme a la perfecta voluntad de Dios (Romanos 8:6 y 7).
Al igual que un árbol malo, no puede producir frutos buenos,
los pecadores no pueden vivir vidas piadosas, porque sus
juicios fluyen desde su naturaleza pecaminosa, y no pueden
dejar de producir frutos de pecado (Mateo 7:18).

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Aparte de la obra sobrenatural y regeneradora del
Espíritu Santo, como pecadores, todos los seres humanos
somos incapaces de llegar por nuestros medios, a la fe
salvadora en Cristo. Todos los que ahora somos cristianos,
debemos reconocer de manera absoluta, que si no hubiese
sido por la obra soberana del Espíritu Santo, quién nos
alumbró a través de la Palabra, y nos trajo convicción de
pecado, jamás habríamos reconocido el Señorío de Cristo.
Sin la obra del Espíritu Santo, el evangelio simplemente es
como una idea absurda, porque no somos capaces de
comprenderlo (1 Corintios 2:14).

Muchos se confunden con esto, porque piensan que las


personas, tienen una amplia medida de bondad, y que muchos
optan ciertamente por vivir de manera muy piadosa. Es difícil
pensar que esas personas no encuentren salvación. Sin
embargo, las Escrituras son claras, que más allá de toda
medida de bien que las personas puedan expresar, todos
necesitamos de la justicia de Jesucristo. Nadie es lo
suficientemente justo para alcanzar salvación.

“Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay


quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se
desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo
bueno, no hay ni siquiera uno…” (Romanos 3:10 al 12),
“Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia
de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia
de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que
creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos
pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo

15
justificados gratuitamente por su gracia, mediante la
redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:21 al 24).

Dios ha permitido varios medios para restringir nuestra


naturaleza pecaminosa, y alentar el buen comportamiento,
como las leyes civiles, las expectativas sociales, familiares, y
los conceptos adquiridos a través de la conciencia humana.
De esa manera, hay una educación moral que limita la
perversa naturaleza de pecado. De todas maneras, una buena
moral, no implica una vida santa a partir de una naturaleza
Santa, pura y justa, tal como es la de Jesucristo.

La educación moral, puede proporcionar buenas


influencias para contener la naturaleza pecaminosa y permitir
que la sociedad funcione todos los días, con una medida
aceptable de convivencia. Sin embargo, vemos la injusticia y
la maldad por doquier. La bondad de los buenos, pueden
hacernos pensar que las personas no son tan malas como
podrían ser, pero el problema no radica en las acciones, sino
en la naturaleza.

Cuando hablo de naturaleza, me refiero que incluso las


buenas obras realizadas por los no creyentes, están
corrompidas por el pecado y no pueden agradar a Dios. Pablo
nos dice que los que están en la carne no pueden agradar a
Dios (Romanos 8:8). Sin embargo, ¿cómo puede ser esto?
¿Podemos realmente decir que alimentar a los hambrientos,
tratar a los enfermos y educar a los niños son acciones
pecaminosas, si es que las hace una persona que no es salva?
Bueno, lo que podemos decir con certeza, es que nada que no

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surja de Cristo mismo, puede ser absolutamente bueno ante
la mirada del Padre.

El autor de Hebreos nos dice que es imposible agradar


a Dios si no tenemos verdadera fe (Hebreos 11:6), y la
verdadera fe, solo puede ser proporcionada por Dios mismo.
Por esta razón, cada vez que un pecador hace algo, por bueno
que sea, sigue siendo pecaminoso, porque sus acciones
provienen de un corazón incrédulo, e idólatra. Nuestra
naturaleza pecaminosa, hace que sea imposible poseer la fe
verdadera y también hace que sea imposible no pecar
(Romanos 3:9 al 18).

Todos los creyentes de hoy, por más que algunos


hayan tenido la fortuna de nacer en hogares cristianos, todos
sin excepción, necesitamos ser alcanzados por la vida de
Cristo. Esa es la gracia de Dios. No es correcto decir, que
nosotros somos salvos, por aceptar a Cristo como el salvador.
Los esclavos no son libres para elegir, los muertos en delitos
y pecados, no pueden levantar sus manos para elegir lo que
no pueden ver por causa de las tinieblas.

La verdad es que al momento en que alguien nos


predica el evangelio, el Espíritu Santo obra en nuestras vidas
trayéndonos convicción de pecado, de justicia y de juicio
(Juan 16:8). En nuestra confesión, Él nos imparte la vida que
está en la sangre (Levítico 17:11; Hebreos 9:22), y la vida
que es la luz de los hombres (Juan 1:4), nos permite
comprender la obra consumada de Cristo y el llamado de la
gracia.

17
Cuando esto se produce, recibimos la vida de Cristo, y
es esa vida, la nueva vida de la cual enseñaré en los siguientes
capítulos. Ahora necesito mencionarla porque el gran tema
que debemos analizar para el avance de nuestra vida
espiritual, es cómo continúa operando nuestra naturaleza de
pecado, a la par de la nueva naturaleza recibida.

Es decir, después de ser salvos, todavía podemos


pecar, porque nuestra naturaleza pecaminosa permanece. Sin
embargo, la buena noticia para los hijos de Dios, es que ya
no somos esclavos de nuestra naturaleza pecaminosa, por lo
que Cristo hizo por nosotros (Gálatas 5:13 al 16). Ahora
tenemos la opción de no pecar, porque hemos sido liberados
y tenemos el libre albedrío, porque podemos ver la luz y
también conocer el mal que hay en las tinieblas.

Todos los que creemos en el Evangelio, no solo


estamos destinados a la eternidad, sino que también se nos ha
dado ahora, la capacidad de vivir vidas santas (Gálatas
2:20). La santidad otorgada en Cristo, es una realidad
inmediata para todos los hijos de Dios (1 Juan 5:11 y 12), no
necesitamos esperar un cuerpo glorificado para vivir
conforme a la voluntad de Dios.

Por esta razón, las cartas apostólicas animaban


continuamente a la iglesia a no pecar, sino a vivir una vida
santa (Romanos 8:13; Colosenses 3:5 y 6; 1 Pedro 4:2 y 3).
El llamado de Dios a ser santos es una tarea abrumadora, pero
nuestro maravilloso Señor, no nos ha dejado solos. Es
precisamente dentro de nuestra amorosa comunión con el

18
Espíritu Santo, que el Señor nos da los medios para ser
efectivamente santos. Y eso es lo que estaremos viendo en
cada capítulo de este libro.

Trágicamente, todos los hijos de Dios, todavía


pecamos cada día. La diferencia es que ya no estamos en paz
con el pecado, y nos esforzamos por crecer en santificación,
porque somos nuevas criaturas en Cristo, y eso es lo que por
naturaleza deseamos (2 Corintios 5:17). Afortunadamente,
nuestro Salvador perfecto, ha prometido que nunca nos
dejará (Romanos 8:31 al 39).

Un día nosotros nacimos biológicamente, pero nuestra


naturaleza de pecado, nos mantuvo alejados de Dios. Un día,
nos alcanzó con Su gracia y nos impartió Su vida. Ahora
tenemos la certeza de haber sido perdonados y justificados en
Cristo. Su Espíritu Santo nos guía a toda verdad y justicia
(Juan 16:13), y nos pone el querer como el hacer por Su
buena voluntad (Filipenses 2:13). Ahora podemos vivir en
victoria y a pesar de haber nacido de nuestros padres con una
naturaleza de pecado, tenemos la vida de Dios para vivir
conforme a Su voluntad, solo debemos aprender a gestionar
esa vida.

“Pero Dios, que nos ha amado, nos hace salir victoriosos


de todas estas pruebas”.
Romanos 8:37 BLPH

19
Capitulo dos

Nacidos por
Segunda vez

“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y


vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean
guardados perfectos”.
1 Tesalonicenses 5:23

Algunas personas hoy en día, enseñan que la


composición humana, solo debe dividirse en dos. Es decir, el
alma y el cuerpo, pero la Biblia nunca confunde el alma y el
espíritu humano, sino que menciona claras diferencias, por lo
cual podemos decir que los seres humanos somos tripartitos,
y es bueno diferenciar estas partes para aprender sobre
nuestra dinámica de vida.

A la carne, se la menciona como la vida “bios” o


biológica, la Biblia la denomina en hebreo con la palabra
“basar”, y en el griego con el término “sarx”. El alma por
su parte, es mencionada con la palabra hebrea “nephesh” y
la palabra griega “psique”. El espíritu se distingue de manera
absoluta con la palabra hebrea “ruaj”, y la palabra
“pneuma” en el griego del Nuevo Testamento.

20
Yo he explicado, en muchas ocasiones, que es bueno
diferenciar las partes que componen nuestro ser, para poder
comprender sus virtudes y funciones, pero que obviamente
los seres humanos nos expresamos de manera integral. Nadie
puede enviar su carne a trabajar, su alma a estudiar y su
espíritu al culto. Funcionamos de manera integral, pero la
riqueza de nuestro ser, puede ser bien comprendida al
separarla, lo cual se torna en algo ciertamente útil para una
efectiva vida de Reino.

En el principio vemos que Dios formó al hombre del


polvo de la tierra. Desde entonces todos los seres humanos
nacemos de nuestros padres, y más allá de la genética, todos
conservamos esta naturaleza biológica, que nos vincula con
la tierra. El cuerpo de carne, es lo que nos permite expresar
la vida interior y movernos en el ámbito de la tierra. Cuando
el cuerpo de carne muere, los seres humanos continuamos
con nuestra vida interior, pero no tenemos el medio para
expresarla en la tierra. Diría que el medio legal de la
manifestación de la vida en la tierra, es el polvo del que
fuimos formados.

Con una mentalidad de Reino diría que lo que Dios


quería gobernar era la tierra, por lo tanto creó al hombre,
formándolo con la sustancia de aquello que deseaba
gobernar. Por otra parte, Él deseaba que el hombre pudiera
desarrollar su propósito bajo Su autoridad, por eso le sopló
su aliento divino. Esto quiere decir que le impartió Su
Espíritu, lo cual es Su naturaleza.

21
A la misma vez, el hombre más allá de ser formado y
soplado, fue creado como un alma viviente (1 Corintios
15:45). Esa es la característica que nos hace únicos y
especiales en carácter, emociones, sentimientos y
personalidad.

Como mencioné anteriormente, al nacer, lo hacemos


con cuerpo, alma y espíritu. La gran diferencia con Adán, es
que él fue creado sin pecado, y en esa condición determinó
libremente pecar. Nosotros nacemos con una naturaleza
pecaminosa que ineludiblemente nos conduce a la rebelión y
no podemos evitar el pecado.

El pecado nos genera una separación de Dios (Isaías


59:2). La única manera de sostener la comunión con Dios, si
es que nacimos en un hogar cristiano, u obtenerla si es que
nunca la tuvimos, es a través de la justificación en la persona
de Cristo, tal como escribió el apóstol Pablo: “Por tanto,
habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con
Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo…” (Romanos
5:1).

La justificación no es un simple acto soberano en el


cual Dios determina perdonar al hombre y declararlo justo.
La paga del pecado es muerte, si Dios hubiese perdonado sin
ejecutar la condena, solo hubiese cometido una injusticia, por
tal motivo, Jesús tuvo que morir en la cruz del Calvario,
cargando los pecados de todos nosotros.

22
Por otra parte, si Dios tratara a un injusto como si fuera
un justo, solo estaría cometiendo una injusticia. Si Dios
declarara que un pecador es justo, sin la justificación
obtenida por Jesucristo, solo tendríamos una falsa
declaración, porque Dios estaría declarando algo, que
simplemente no sería cierto.

La enseñanza correcta sobre la justificación es que


Dios creó al Nuevo Hombre, en verdadera justicia y santidad,
y lo declaró justo porque ese Nuevo Hombre es real y
absolutamente justo de verdad. Dios no obra con una justicia
ficticia. Cuando Jesucristo murió, nosotros morimos en Él,
pero cuando Jesucristo resucitó, nosotros resucitamos en Él,
para vida nueva (Romanos 6:4). Esa vida nueva, debe ser
vivida en el Nuevo Hombre que es Cristo, por eso nosotros
somos Su cuerpo (Efesios 2:15).

Es en esta instancia, en la que se nos debe revelar el


nuevo nacimiento. Dios solo puede justificar a los que nacen
de nuevo (Juan 3:3). Este nuevo nacimiento, no es solo una
expresión de fe, sino que es literal. Quienes hemos sido
alcanzados por la gracia, somos engendrados según Dios,
esto significa que Él cambió nuestra condición (1 Pedro 1:3
y 23). No es que Dios nos invita a creer que podemos ser
justos, portándonos bien; sino que nos otorga una nueva
naturaleza que es santa.

Es muy importante que entendamos esto, porque los


que enseñan la santidad producida por obras de justicia, solo
están metiendo a la gente en religión. El Señor ciertamente

23
nos demanda santidad, pero Él mismo nos otorga la
naturaleza, y Su Espíritu Santo, para producir en nosotros, el
querer como el hacer por Su buena voluntad (Filipenses
2:13).

No es que antes de conocer la verdad, no creíamos en


nada, y ahora nos portamos bien porque creemos. Nuestra
condición es completamente diferente, a la que teníamos
cuando todavía no habíamos recibido la vida de Cristo. Antes
de creer, estábamos sujetos al poder de las tinieblas y,
después de ser metidos en la vida del Nuevo Hombre, somos
trasladados al Reino del Hijo (Colosenses 1:13).

Solo aquellos que hemos muerto en Jesucristo, hemos


sido justificados del pecado. La Biblia demuestra que tanto
judíos como gentiles somos salvos por la gracia de Dios,
revelada en Cristo Jesús. No por obras de justicia que
podamos realizar (Efesios 2:8 y 9). Solo Jesús es el
fundamento firme de nuestra justificación (Colosenses 1:21
y 22).

Sin regeneración no hay justificación, y no hay


justificación aparte de la regeneración. Cuando nacemos por
primera vez, y vivimos según la carne, influenciados por las
decisiones del alma, existe un solo veredicto de parte de
Dios: “culpables”, esto no como una simple resolución
soberana, sino porque esa condición primaria nos lleva al
pecado de manera inevitable. Por otra parte, cuando somos
regenerado, el veredicto que Dios nos da es: “justificados”,
porque en Cristo, pasamos a ser verdaderamente justos.

24
Muchas veces escucho a predicadores hablar del
perdón, pero pocos enseñan sobre la justificación. Para
declarar al hombre libre de pecado, primero debe morir,
porque si no muere, nunca podrá vivir para Dios, “Porque el
que está muerto es justificado del pecado” (Romanos 6:7).
Esto es muy diferente a un simple perdón basado en el amor
misericordioso de Dios.

Cuando Jesús le dijo a Nicodemo que para ver el Reino


o entrar en el Reino, era necesario nacer de nuevo, lo dijo
considerando que Dios nunca declararía a los nacidos según
la carne, como libres de culpa. Por eso mismo, Él murió por
todos los pecadores. Esto es el justo por los injustos, y si
nosotros queremos ser justificados, debemos participar de Su
muerte.

“Porque también Cristo padeció una sola vez por los


pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios;
mortificado, en verdad, en la carne, pero vivificado por el
Espíritu”
1Pedro 3:18

Otro paso fundamental para comprender la


justificación, es entender que en el nuevo nacimiento,
recibimos una nueva naturaleza creada en verdadera justicia
y santidad. “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue
crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del
pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al
pecado” (Romanos 6:6).

25
La Justificación no proviene de nuestra fe, sino de un
acto creativo de Dios, mediante el cual somos metidos en la
vida del Hijo, que es el Nuevo Hombre. Lo cual ciertamente
recibimos por gracia, y podemos vivir por medio de la fe.
Dios declara justo al hombre en la persona de Cristo y por tal
motivo no hay condenación. Es decir, salvación no solo es
haber creído, sino haber recibido una nueva naturaleza santa
y eterna.

Cuando Pablo escribió su carta a los hermanos de


Colosas expresó: “Porque ya estás muerto, y tu vida está
escondida con Cristo en Dios” (Colosenses 3:3), esto es
muy trascendente, porque estaba enseñando que los
cristianos somos absolutamente justificados de todo pecado,
es decir, muertos al pecado, y vivos para Dios “Así que
fuimos sepultados con él por el bautismo en la muerte; para
que, como Cristo resucitó de los muertos, por la gloria del
Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida”
(Romanos 6:4).

Jesús fue enviado por el Padre, para morir por el


pecado de la humanidad, porque es necesario que los
hombres mueran al pecado para poder vivir para Él. Por eso
resucitó al tercer día, para que los predestinados para alcanzar
Su gracia, podamos ser declarados justos ante Él. Sin muerte
no hay resurrección, sin resurrección no hay justificación

“El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y


resucitado para nuestra justificación”.
Romanos 4:25

26
Ahora bien, la nueva vida espiritual que recibimos, se
funde con nuestro ser. Ahora somos de arriba y somos de
abajo. Tenemos una naturaleza de pecado, pero también
tenemos una naturaleza santa. Tenemos un cuerpo de muerte,
pero a la misma vez, somos eternos. Somos hijos de nuestros
padres biológicos, pero a la misma vez, somos hijos de Dios.

Esto genera permanentes conflictos internos que


complican nuestra gestión de vida. Por este motivo,
determiné titular este libro como “Doble vida”, porque creo
que desarrollar la comprensión de este asunto, puede
ayudarnos mucho para una vida de Reino efectiva.

Examinemos el siguiente ejemplo: si ponemos café en


una taza y luego le agregamos leche, ambos elementos se
mezclarán dando lugar a la creación de un nuevo elemento
llamado café con leche. De hecho, podemos decir que el café
sigue siendo café, y podemos decir que la leche sigue siendo
leche, pero mezclados llegan a ser una tercera sustancia única
y diferente.

De la misma manera, nosotros tenemos una vida de


carne mortal, y una naturaleza pecaminosa. Cuando somos
alcanzados por la gracia, recibimos vida espiritual, y el
Espíritu Santo viene a nosotros para hacer morada en nuestro
ser. La fe recibida, nos permite comprender y creer en la obra
integral de Cristo, en el perdón y la justificación.

Ahora sabemos que la Sangre de Cristo nos ha


limpiado de todo pecado, y que el poder de la cruz, nos

27
permite tratar con el pecador. Ahora sabemos que somos
hijos de Dios, santos, justos, eternos, sacerdotes, reyes,
herederos y poseedores de todas las virtudes de Cristo.

Pablo escribió “Con Cristo estoy juntamente


crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que
ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el
cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas
2:20). Por la fe, en Él vivimos, nos movemos y somos cada
día (Hechos 17:28). Este es un hecho, es una realidad
espiritual, es una verdad eterna.

Aun así, aplicando el poder de la fe en el poder del


Espíritu Santo. Tratando de vivir conforme a la voluntad de
Dios en todo, encontramos que aun fallamos, que aun surge
en nosotros pensamientos indebidos, deseos incorrectos,
sentimientos egoístas, y hechos pecaminosos. Esto nos hace
sentir muy mal. Ciertamente no queremos ser así, pero de
pronto nos encontramos fluyendo desde la esencia de pecado.

Creemos absolutamente en quienes somos en Cristo, y


todo lo que tenemos en Él. Sabemos que ahora somos libres,
que estamos bajo el gobierno del Espíritu, y que el
conocimiento de la Palabra nos puede guiar correctamente.
Sin embargo, y a pesar de amar profundamente a Dios,
fallamos muchas veces.

Pablo vivió en carne propia lo que produce la


naturaleza pecaminosa, más allá de la vida santa. Por eso
relató esta circunstancia en la carta a los romanos, diciendo:

28
“Nosotros sabemos que la ley viene de Dios; pero yo no soy
más que un simple hombre, y no puedo controlar mis malos
deseos. Soy como un esclavo del pecado…”

“La verdad es que no entiendo nada de lo que hago,


pues en vez de hacer lo bueno que quiero hacer, hago lo malo
que no quiero hacer. Pero, aunque hago lo que no quiero
hacer, reconozco que la ley es buena. Así que no soy yo quien
hace lo malo, sino el pecado que está dentro de mí…”

“Yo sé que mis deseos egoístas, no me permiten hacer


lo bueno, pues aunque quiero hacerlo, no puedo hacerlo. En
vez de lo bueno que quiero hacer, hago lo malo que no quiero
hacer. Pero si hago lo que no quiero hacer, en realidad no soy
yo quien lo hace, sino el pecado que está dentro de mí…”

“Me doy cuenta entonces de que, aunque quiero hacer


lo bueno, sólo puedo hacer lo malo. En lo más profundo de
mi corazón amo la ley de Dios. Pero también me sucede otra
cosa: hay algo dentro de mí, que lucha contra lo que creo que
es bueno…”

“Trato de obedecer la ley de Dios, pero me siento como


en una cárcel, donde lo único que puedo hacer es pecar.
Sinceramente, deseo obedecer la ley de Dios, pero no puedo
dejar de pecar porque mi cuerpo es débil para obedecerla.
¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo, que me hace
pecar y me separa de Dios? ¡Le doy gracias a Dios, porque
sé que Jesucristo me ha librado!” (Romanos 7:14 al 23
Biblia Lenguaje Sencillo).

29
Veamos que Pablo plantea su problema, tal como una
lucha interna surgida entre el bien y el mal. Algunos teólogos
atribuyen esta lucha de Pablo a una simple etapa de
inmadurez espiritual sufrida por el apóstol, pero de manera
personal, yo no creo eso. Primero porque Pablo no escribió
esto, tratando de relatar una experiencia de su pasado.

Tampoco estaba viviendo en inmadurez en el


momento en el que escribió esta carta. Además no creo que
haya sido así, porque Pablo no planteó esa lucha, como algo
irresuelto que lo tiene en fracaso espiritual, sino que en el
mismo pasaje, terminó expresando su gratitud a Jesucristo,
leamos esto en la versión Reina Valera: “¡Miserable de mí!
¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a
Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con
la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del
pecado” (Romanos 7:24 y 25).

Aquí es claro que, así como Pablo reconoce su


problema, también plantea la revelación de cómo
sobrellevarlo. Es más, en el capítulo siguiente amplia la
forma en la que se puede llevar de manera efectiva, esta lucha
entre la naturaleza pecaminosa, y la santa naturaleza
espiritual, que todos los cristianos tenemos.

Quienes vivimos el evangelio con intensidad y


buscamos apasionadamente vivir bajo la voluntad de Dios,
sabemos muy bien que muchas veces no nos resulta fácil
asumir nuestros pensamientos, sentimientos, deseos,
acciones o reacciones que preferiríamos no tener. Todos

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luchamos contra algunos aspectos de nuestro ser. Todos
desearíamos ser absolutamente como Jesucristo, pero a la
misma vez, todos terminamos reconociendo que todavía nos
queda lejos Su maravilloso ejemplo.

No debemos descalificarnos, frustrarnos, ni rendirnos


por esto. Lo que nos ocurre es normal, porque a veces no
sabemos cómo gestionar la fe, no sabemos cómo funciona la
cruz, ni cómo vivir efectivamente bajo el poder del Espíritu
Santo. No es que no queremos, es que a veces no sabemos
cómo hacerlo, pero estamos a tiempo para aprender.

Todos en algún momento, parecemos café, en otro


momento parecemos leche, y muchas veces somos café con
leche. Quisiéramos encontrar un interruptor, capaz de apagar
definitivamente nuestro yo, y encender a Cristo en nosotros,
de tal manera, que podamos reflejarlo claramente, a través de
los dones, los frutos y todas sus virtudes. Quisiéramos ser
absolutamente humildes, sabios y puros, pero cada día, algo
nos recuerda que todavía estamos en un cuerpo de muerte.

Los hijos de Dios, ciertamente deseamos ser


embajadores del cielo, claros exponentes del amor de nuestro
Padre. Sin embargo, todavía lloramos nuestras miserias. Aun
así, debemos perseverar, porque nada es en vano. Solo
estamos aprendiendo a vivir plenamente en Cristo, sin
aceptar livianamente una doble vida.

“Por eso, ya no vivan ni se conduzcan como antes, cuando


los malos deseos dirigían su manera de vivir. Ustedes

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deben cambiar completamente su manera de pensar, y ser
honestos y santos de verdad, como corresponde a personas
que Dios ha vuelto a crear, para ser como Él…”
Efesios 4:22 y 23 BLS

32
Capitulo tres

¿Cristianos carnales?

“Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados;


sólo que no uséis la libertad como pretexto para la carne,
sino servíos por amor los unos a los otros”.
Gálatas 5:13

Esta expresión de cristianos carnales, es bastante


común en el seno de las congregaciones, pero ¿Qué significa
realmente? ¿Es posible que haya cristianos carnales? ¿Qué
significa eso en realidad? ¿Somos carnales cuando
evidenciamos debilidades de la carne, o consiste en algo
más? Para responder a esta pregunta tenemos que considerar
correctamente el fundamento del evangelio del Reino.

Como hemos visto en el capítulo anterior, los hijos de


Dios, somos justificados mediante la obra redentora de
Cristo, y hemos sido unido en la comunión con Su Espíritu,
y en Su cuerpo. Somos hijos de Dios porque hemos sido
alcanzador por la gracia del Señor, en lo que llamamos la
“regeneración”. Entonces somos insertados a una realidad
espiritual y moral impulsada por la vida y no por la razón.

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La comunión con todos los santos y la vida en
comunidad que expresa la Iglesia, es el simple resultado de
esa misma conducción del Espíritu, y no de una imposición
religiosa. Al menos no debería serlo. Esta realidad que nos
convierte en verdaderos discípulos también es expresada por
la llamada “santificación”. De modo que en la vida cristiana
la justificación por la fe y la santificación son el resultado de
una misma esencia.

Esto es muy importante comprenderlo, porque la vida


espiritual, o la vida carnal, no son el resultado de simples
conductas. Los hechos no generan la espiritualidad o la
carnalidad. Sino que por el contrario, los frutos espirituales,
o los frutos de la carne, son el resultado de una naturaleza y
nunca al revés.

Jesús dijo que “No puede el buen árbol dar malos


frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos” (Mateo 7:18).
Cualquiera puede enseñar que debemos dar frutos buenos,
pero la verdad es que así como no le podemos pedir
corderitos a una cabra, tampoco podemos enseñar a dar
frutos, desde la educación intelectual.

Un inconverso puede ser educado, pero solo será un


pecador educado, nunca un santo dando frutos espirituales.
De la misma forma, un santo producirá buenos frutos por
causa de su esencia. Así como un pecador puede portarse
bien, un santo puede llegar a pecar, pero esa no es su esencia.
Por eso Juan, dice: “Sabemos que todo aquel que ha nacido
de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue

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engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca” (1
Juan5:18).

Lo que Juan está diciendo es que los hijos de Dios,


llenos del Espíritu Santo, no deseamos la práctica de pecados.
Eso no implica que nunca pequemos. Una cosa es que en una
conversación expresemos algo inexacto, lo cual es una
mentira, y otra cosa muy diferente es que seamos mentirosos.
No deberíamos mentir en nada, eso es un hecho, porque
sabemos que eso no le agrada a nuestro Padre, pero casi de
manera inevitable en algo siempre fallamos, sea una mala
palabra, un mal pensamiento, una falsedad, un chisme, o
cosas semejantes+.

La verdad es que no seremos completamente libres del


pecado hasta que muramos, o hasta que Jesús venga de nuevo
y experimentemos la transformación gloriosa. Sin embargo,
llegar a ser cristianos, resulta de una vida nueva, y no de un
cúmulo de buenas acciones (2 Corintios 5:17). Una persona
salva, pasará de hacer los deseos de la carne (Gálatas 5:19),
a manifestar el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22), al
entregarnos humildemente al gobierno del Espíritu Santo que
mora dentro nuestro, permitiendo que Él, ejerza su autoridad
en todas las áreas de nuestra vida.

Este cambio, no se produce instantáneamente, ni por


simple educación, sino que ocurre a través del tiempo como
desarrollo natural de nuestra vida con Dios. Si una persona
que dice ser cristiana, no demuestra frutos de la regeneración,
probablemente sea porque no es un verdadero hijo de Dios.

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Por causa de descuidos, por la operación de las
tinieblas, o por dar rienda suelta a las propias
concupiscencias, los cristianos también podemos llegar, a
cometer graves pecados. La historia está repleta de cristianos
que no han guardado sus pasos, y que han llegado a cometer
terribles pecados. Esto no debería ser así, tenemos al Espíritu
del Señor, para no caer en tan tristes experiencias, pero
debemos reconocer que eso puede pasar. Pablo advirtió: “Así
que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1
Corintios 10:12).

Jesús murió por todos nuestros pecados, y esto no


diferencia los pequeños pecados de los grandes. El pecado es
pecado y punto, pero Su amor y Su gracia, son más que
suficientes, como para no cometer ninguna transgresión a la
voluntad de Dios. En 1 Corintios 6:9 al 11, el apóstol Pablo
describe el tipo de vida pecaminosa del cual los creyentes
hemos sido librados. El versículo 11 dice, “Y eso eran
algunos de ustedes. Pero ya han sido lavados, ya han sido
santificados, ya han sido justificados en el nombre del
Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios”.
Notemos la palabra “eran”.

Los creyentes de Corinto solían hacer las cosas


enumeradas en los versículos 9 y 10, antes de ser salvos,
fornicación, idolatría, adulterio, perversiones sexuales,
robos, avaricia, borracheras, calumnias estafas, etc. Pero
ahora eran diferentes, ya no practicaban estas cosas, porque
la vida de Dios operaba en ellos, y ahora vivían bajo el
gobierno de Dios. Lo mismo acontece en nosotros.

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Pablo no les estaba enseñando esto como una amenaza,
sino que les estaba diciendo que si vivían Reino, estas cosas
no podían ser parte de sus vidas, porque los que practican
teles cosas, no tienen parte en el Reino, y nunca la tendrán,
porque no están viviendo la vida de Cristo, pues quienes
viven en Cristo, no desean practicar tales cosas.

Por lo tanto, lo que regula nuestra espiritualidad,


comienza con nuestros deseos, no con nuestros hechos. Si
deseamos lo correcto, es porque nuestro corazón está
operando bajo el gobierno del Espíritu Santo. Eso no nos
hace infalibles, pero puede librarnos de pecar. Y si alguna
vez pecamos, no solo nos ayudará a levantarnos, sino que nos
irá perfeccionando hasta que podamos manejar con autoridad
toda tentación.

La pregunta que deberíamos hacernos es: ¿Puede un


individuo que es adúltero, borracho, homosexual, abusador o
asesino, ser salvo? Sí, no importa el grado de pecaminosidad,
ni lo que una persona haya podido hacer en su vida. Si es
alcanzado por la gracia de Dios, será salvo, pero ¿Puede un
cristiano vivir practicando estos pecados y ser salvo? En
realidad, si es cristiano, no puede practicar estas cosas, esa es
la gran cuestión que debemos comprender.

La salvación no es el resultado de lo que hacemos, sino


el resultado de lo que somos. Cuando nos convertimos en
cristianos, nuestras vidas cambiarán por naturaleza, no por
acuerdo mental. Cualquier persona que vive una vida
pecaminosa y afirma ser un cristiano está mintiendo, se

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engaña a sí mismo, o realmente es un creyente que va a
experimentar el juicio y la disciplina de Dios, porque es
inmaduro, o no ha entendido lo que el Reino significa
(Hebreos 12:5).

La diferencia entre un incrédulo pecador, y un hijo de


Dios que comete un pecado, es que uno ama su pecado,
mientras el otro, aunque no lo haya podido evitar, lo odia
profundamente. El creyente que tropieza en su caminar,
ciertamente lo lamenta, lo confiesa, y desea que no se repita,
Busca apropiarse del poder de Dios y de Su gracia para
evitarlo. En ocasiones lo logra fácilmente y en ocasiones, no
sabe que está haciendo mal, o por qué no le está funcionando,
pero de manera absoluta, no desea practicar el pecado, sino
deshacerse de él (1 Juan 3:6).

Ahora bien, cuando hay personas que son identificadas


como cristianas, pero asumen un estilo de vida que no parece
estar en conformidad con los patrones de vida descritos en la
Biblia, se los denomina como “cristianos carnales”. Esta
forma de nombrarlos, procura describir las inconsistencias
que sufren, entre la confesión de su fe y las prácticas que
realizan en sus vidas.

En realidad, no hay una definición formal de esa frase,


y muchas personas la usan de diferentes maneras, para
algunas personas, ser un cristiano carnal, es ser alguien que
ha determinado no seguir las reglas o las tradiciones de su
congregación. Para otros, se refiere a un cristiano que no ha
tenido una experiencia real de conversión. Para otros es

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alguien convertido, pero que no muestra evidencia de un
cambio moral, ni produce frutos espirituales.

En realidad, se espera que los hijos de Dios, discípulos


de Jesucristo, practiquemos las buenas obras preparadas de
antemano para que andemos en ellas (Efesios 2:10). Estas
obras incluyen tanto deseos como acciones, crecer en el fruto
del Espíritu, renunciando radicalmente a los deseos de la
carne, los deseos de los ojos, y las vanaglorias de la vida (1
Juan 2:16). Es decir, cuando un cristiano vive más, bajo el
gobierno de la carne que bajo el gobierno del Espíritu,
podemos decir que es más carnal que espiritual.

“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la


carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del
Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el
ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto la mente
carnal es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la
ley de Dios, ni tampoco puede; y los que viven según la
carne no pueden agradar a Dios. Más vosotros no vivís
según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu
de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu
de Cristo, no es de Él…”
Romanos 8:5 al 9

Estos versículos contrastan a aquellos que son de


mente carnal con los que son de mente espiritual.
Observemos atentamente el versículo seis. “Porque el
ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del
Espíritu es vida y paz…” (Romanos 8:6). Este concepto

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también es interpretado por muchos, para decir que un
cristiano carnal simplemente no existe, ya que es carnal o es
cristiano. Lo cual también tiene mucha lógica.

Ellos dicen que ser de mente carnal, significa estar bajo


el control de la carne, y como dice Pablo, el ocuparse de la
carne es muerte. Por lo tanto definen que la idea de que hay
cristianos carnales es totalmente moderna y falsa. El
renombrado Dr. Lloyd-Jones explicó lo que para él significa
ser de mente carnal.

“Significa que es solo temporal, no tiene nada que ver


con lo eterno. Su referencia es a la vida sólo en este mundo,
a la vida limitada por el cuerpo y las diversas cualidades y
atributos de la mente carnal... Ocuparse de la carne incluye
intereses políticos sin Dios, intereses sociales sin Dios,
intereses culturales sin Dios. Eso es lo que significa la
expresión. Pablo tiene en mente las actividades más altas del
hombre, su filosofía, su arte, su cultura, su música, que
nunca llegan más allá de la carne. Dios está fuera de todo,
Él es excluido de allí...ellos pueden escribir con elocuencia
acerca de la formación de una especie de utopía, pueden
producir obras maestras del arte y de la literatura y de la
música; pero no hay alma allí, no hay Dios allí, no hay
Espíritu allí. Todo es según la carne” (Lloyd-Jones, ibid.,
pág. 6).

Debo mencionar esto, porque el doctor Lloyd-Jones,


no es el único que piensa de esa manera, y yo comprendo
muy bien lo que pretenden decir. Estoy de acuerdo en el

40
hecho de que un cristiano no debería dejarse guiar por ningún
deseo de la carne, ni por sentimientos puramente almáticos,
y por supuesto no pretendo justificar livianamente los malos
comportamientos de quienes toman como poco la voluntad
de Dios.

Lo que pretendo exponer, es que hay procesos y


situaciones que pueden hacer, que un verdadero cristiano,
legítimamente renacido, tenga pensamientos, o actitudes
pecaminosas, tanto en la inmadurez de su vida espiritual,
como en momentos de conflictos y debilidad.

Por ejemplo, Pablo expone en su carta a los corintios,


que la carnalidad puede ser el estado momentáneo de los
cristianos inmaduros: “Os di a beber leche, y no vianda;
porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía,
porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros
celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis
como hombres?” (1 Corintios 3:2 y 3). Otras versiones
como la NVI, en lugar de decir “carnales” dice
“inmaduros”. Es claro que en este pasaje Pablo está
haciendo un incisivo contraste entre creyentes maduros y
hermanos que provocaban divisiones por sus prácticas
egoístas.

Pablo se refiere a quienes tenían comportamientos


capaces de fracturar la comunión entre los hermanos, como
personas carnales. Ciertamente muchas otras actitudes,
prácticas o vicios pueden llegar a ser consideradas como
“carnales”, pero en esa ocasión Pablo esperaba que el

41
resultado de su exhortación sea la reforma personal a través
de la madurez.

Los hermanos de Corinto realmente eran renacidos, de


hecho, era claro por las cartas de Pablo, que funcionaban en
todos los dones espirituales. Sin embargo, eran inmaduros y
no comprendían muy bien las dimensiones que el evangelio
del Reino les estaba proponiendo. Esto es algo muy frecuente
hoy, y lamentablemente no me estoy refiriendo a los dones,
sino a la inmadurez espiritual de los creyentes.

Es por esto, que la expresión de cristianos carnales,


puede ser aceptada por algunos, o rechazada por otros.
Incluso utilizada de manera muy diferente. Yo simplemente
creo que hay cristianos verdaderos y otros que se dicen
cristianos, pero que no han experimentado la regeneración.
En ambos casos puede haber hechos pecaminosos. En el caso
de los no renacidos, es lógico que esto ocurra, porque son
practicantes de una religión, pero carecen de la verdadera
vida espiritual.

En el caso de los cristianos verdaderos, no debería


ocurrir, eso es real, pero todos vivimos en un proceso de
crecimiento y la inmadurez es la evidencia de no estar aún,
viviendo completamente bajo el gobierno del Espíritu Santo.
Por otra parte, los que ya somos maduros, podemos vivir
procesos, conflictos, dificultades, tentaciones, o ataques de
las mismas tinieblas, que nos hagan caer en pensamientos,
sentimientos o en acciones pecaminosas.

42
Cuando esto ocurre, prefiero no decir que tal hermano
es un carnal, sino más bien es alguien que se ha dejado llevar
por sus propias concupiscencias, o que no han sido lo
suficientemente fuertes para hacer lo correcto.

Solo consideraría a un hermano como alguien carnal,


cuando adopta como normal, actitudes pecaminosas a las que
determina voluntariamente, no asignarles ninguna gravedad.
Son renacidos, pero llegan a creer que Dios acepta cierto
grado de pecaminosidad. Se asumen imperfectos, pero dicen
que aman a Dios, y que Dios entiende muy bien que ellos son
de esa manera.

Por supuesto, yo no dudo del amor de ellos, ni del amor


de Dios, pero recordemos que el Padre, aunque amó de
manera perfecta a Su Hijo, lo envió a la cruz del Calvario.
Que Dios nos ama es un hecho innegable, pero Él nos ha dado
todas las herramientas para que podamos vivir conforme a Su
perfecta voluntad.

Es verdad que todos luchamos contra nuestro egoísmo


interno, todos tenemos un grado de orgullo y de vanidad.
Todos tenemos un cuerpo de muerte, que demanda
incansablemente ser complacido. Sin embargo, y a pesar de
todo, debemos aborrecer el pecado, nos deben doler los
errores, nos debe resultar amargo el orgullo de corazón. Nos
deben producir arrepentimiento genuino, los pensamientos,
los dichos y los hechos ajenos a la santidad.

43
No necesitamos, descalificarnos, ni acusarnos unos a
otros, no debemos frustrarnos por nuestra incapacidad, solo
debemos ser conscientes de que tenemos dos naturalezas, una
celestial y otra terrenal, una de arriba y una de abajo, una
santa y una pecaminosa. Es lógico que existan luchas en
nuestro ser. No nos conformemos con la mediocridad, no nos
acostumbremos a nuestras debilidades, llenémonos del
Espíritu Santo y vivamos como Jesús.

Yo sé muy bien que esto no es fácil, hoy vivimos


tiempos muy demandantes. El sistema procura absorbernos
con afanes laborales, familiares y económicos. Es difícil para
muchos hermanos, encontrar tiempos de calidad para cultivar
una profunda comunión con Dios. Pero créanme que es
necesario. Si deseamos vivir una verdadera vida de Reino,
necesitamos administrar correctamente nuestros tiempos.

Jesús fue alguien capaz de encontrar tiempos de


intimidad con el Padre, a pesar de las demandas de toda la
gente que lo seguía. Personalmente, creo que eso fue lo que
le permitió alcanzar un sano equilibrio emocional, y llegar a
vivir efectivamente como el Hijo de Dios, y no simplemente
como el hijo del carpintero.

“Pero, si el Espíritu de Dios vive en ustedes, ya no tienen


que seguir sus malos deseos, sino obedecer al Espíritu de
Dios. El que no tiene al Espíritu de Cristo, no es de
Cristo”.
Romanos 8:9 BLS

44
Capitulo cuatro

Dependientes del
Espíritu Santo

“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la


carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del
Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el
ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los
designios de la carne son enemistad contra Dios; porque
no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden…”
Romanos 8:5 al 7

Si queremos vivir bajo el gobierno del Espíritu Santo,


necesitamos comprender cuán mala es nuestra carne.
Necesitamos comprender que siempre está en enemistad con
Dios, que no puede agradarlo, que no se sujeta a Su voluntad,
sino que se rebela contra el Reino. Por consiguiente, no
debemos tratar de complacerla, sino sujetarla al gobierno del
Espíritu Santo.

Según el apóstol Pablo escribió a los gálatas, tenemos


que crucificar la carne (Gálatas 5:24). Pablo nos dice que
debemos comprender que en la carne no existe el bien, que

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está llena de pecado y de muerte. No debemos pensar que
tenemos algo bueno, o que tenemos alguna posibilidad de ser
buenos en nosotros mismos. Si hemos de glorificar a Dios es
a través de Su misma esencia.

Debemos ser iluminados para ver que nuestra carne


solo es útil bajo el gobierno del Señor. No debemos tener
ninguna esperanza positiva en cuanto a nuestra carne,
excepto en el hecho de que nos sirve para expresar la vida
que portamos. Por tal motivo, cuidar la carne en el sentido de
salud es sabiamente necesario, pero no necesitamos
complacerla en sus caprichos.

La debilidad de nuestro ser, es útil cuando cultivamos


la humildad, porque eso nos hace dependientes y nos obliga
a volvernos a la necesaria operación del Espíritu Santo. El
riesgo siempre está ahí, la carne nunca se torna
absolutamente confiable, no debemos engañarnos al
respecto.

Lo peor que podemos hacer, es llegar a pensar que por


el tiempo transcurrido en nuestra vida de fe, llegamos a tener
control de nuestro ser. El Señor dijo a través del profeta
Jeremías: “Yo, el Dios de Israel, declaro: ¡Maldito quien
confía en los demás! ¡Maldito quien confía en sí mismo!
¡Maldito quien se aleja de mí!” (Jeremías 17:5 BLS). Es
claro que la maldición persigue a nuestra vieja naturaleza y
que la bendición solo se produce en Cristo, que es el Nuevo
Hombre.

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En la cruz Jesucristo le puso fin a todas las cosas, pero
si la carne es tan ingobernable podríamos preguntarnos ¿Por
qué nos dejó en este cuerpo de muerte? Parece que cuanto
más oramos para deshacernos de la carne, más somos
perturbados por ella, y más activa se vuelve. Tal vez por eso
Pablo dijo: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este
cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24).

En realidad la carne nos permite la expresión de la vida


de Dios en la tierra, y es nuestra legalidad. Solo tierra redime
tierra, y nuestro cuerpo es la herramienta legal para la
expresión de la vida. La debilidad de la misma, no debe
frustrarnos, porque no debemos tratar de controlarla con
nuestras fuerzas, sino que debemos volvernos a Dios en
humildad y permitir que el poder del Espíritu Santo, ponga
en nosotros el querer como el hacer por Su buena voluntad
(Filipenses 2:13).

Llegará el día, en que este cuerpo mortal será revestido


de inmortalidad, y la corruptibilidad de nuestra carne, será
reemplazada por la incorruptibilidad de un cuerpo glorificado
tal como el del Señor, después de la resurrección (1
Corintios 15:53). Entonces la muerte perderá su poder y la
eternidad se manifestará definitivamente en nosotros.

Es por esta revelación, que Pablo luego de sentirse


miserable y preguntar ¿Quién me librará de este cuerpo de
muerte? Da la respuesta agradeciendo a Jesucristo (Romanos
7:25). Ahora vivimos en Él, y a pesar de las luchas que puede
generar nuestra vieja naturaleza, no vivimos en condenación,

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porque estamos en Cristo, y no andamos conforme a la carne,
sino conforme al Espíritu.

Tenemos que comprender la dinámica del Reino,


porque los deseos de la carne y la voluntad del Espíritu está
muy cerca. Romanos 8:6, dice que poner nuestra mente en
la carne es muerte, y que poner nuestra mente en las cosas del
Espíritu es vida y es paz. El versículo 4 dice que nuestra
decisión debe ser clara, tenemos que andar según el espíritu,
y no según la carne.

Romanos 8:10 dice que si Cristo está en nosotros, el


cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, más el
espíritu vive a causa de la justicia. Pero ¿Qué significa esto
realmente? Bueno, la frase “a la verdad” es clave, porque
conlleva la idea de conceder revelación y seguridad. Es decir,
es verdad que nuestro cuerpo es de muerte, y en consecuencia
su redención aún está incompleta, pero si Cristo está en
nosotros por Su Espíritu inmanente, aunque nuestros cuerpos
tengan que pasar por la experiencia de la cruz diaria, y la
muerte definitiva por causa del pecado, nuestro espíritu lleno
de vida, nos mantiene inmortales, y en justicia absoluta, de
manera que recibiremos total redención. Esta es la verdad y
nuestra absoluta esperanza.

Debemos estar claros en que no importa cuántos años


llevemos ya de renacidos. No importa cuántos años de sana
comunión espiritual podamos tener, de todos modos estas dos
naturalezas están en nosotros. La carne y el Espíritu están en
nosotros proponiendo desde su esencia. El Espíritu es el que

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reina y la carne es un esclavo que debe cumplir con
obediencia la voluntad del Rey. Si nos rendimos a Él con
humildad, todo nuestro ser puede expresar adoración (Salmo
103:1).

Por un lado, padecemos nuestra carne, pero por otro


lado, alabamos al Señor por la ayuda que recibimos de la
carne. Personalmente debo confesar que desde el día que
descubrí que mi carne era un caso perdido, tuve temor de mí
mismo, y empecé a acudir al Señor y a volverme al Espíritu
en todo lo que hacía. Mi enseñanza cambió por completo,
porque la debilidad me reveló la dependencia que debemos
procurar.

Esto fue en expansión, y llegué a comprender que si


pretendemos una vida de Reino, necesitamos la operación de
Dios en todo, absolutamente en todo, desde los deseos de
nuestro corazón, hasta el dominio propio para consumar las
obras de Su voluntad. El autor a los hebreos lo dice
claramente:

“Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro


Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la
sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena
para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo
que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea
la gloria por los siglos de los siglos. Amén”.
Hebreos 13:20 y 21

49
Me di cuenta con el tiempo, que no éramos nosotros
haciendo cosas para Dios, sino que era Él, haciendo Su
voluntad a través nuestro. Que la expresión del Nuevo
hombre, no estaba basada en portarnos bien, o hacer obras de
justicia para Dios, sin permitir que el Espíritu Santo, que es
la vida de Dios, opere en nosotros, poniendo la voluntad del
Padre y haciendo Él a través de nosotros Su deseo.

Entonces también comprendí, que el evangelio no se


vive con nuestras fuerzas, no es con nuestro sacrificio.
Debemos disfrutar a Cristo, debemos disfrutar una profunda
comunión con el Espíritu Santo y gozarnos en Sus obras.
Entonces funcionamos como canales para la expresión
divina, somos como espectadores de Su gloria.

Yo sé que los maestros éticos y moralistas, enseñan


cómo vencer y controlar la carne. Pero la Biblia solamente
revela que esto es imposible para nosotros, que de la misma
manera que no pudimos salvarnos haciendo algo, no
podemos vivir el evangelio por hacer algo con nuestras
fuerzas. Solo debemos rendirnos humildemente a Él,
reconociendo nuestras absolutas limitaciones, para que Él
haga en nosotros lo que nosotros no podemos.

“Sin embargo, no depende de la edad entender lo que es


justo; no son los muchos años los que dan sabiduría.
Lo que nos hace sabios es el espíritu del Dios
todopoderoso, ¡y ese espíritu vive en nosotros”
Job 32:8 BLS

50
La vida cristiana parece ser muy misteriosa y abstracta,
pero Pablo la presentó como algo práctico al hablar sobre la
carne en el aspecto negativo y sobre el espíritu humano en el
aspecto positivo. La carne humana y el espíritu humano son
la clave para la gestión de la vida cristiana. Si queremos
experimentar la vida en una manera práctica, tenemos que
entender claramente lo que son la carne como enemiga, y
nuestro espíritu humano, en donde podemos mantener la
comunión con el Espíritu Santo.

En mi experiencia personal como maestro, con muchos


años viajando y ministrando en diferentes iglesias, diría que
un gran porcentaje de hermanos, no entienden claramente la
dinámica de nuestra vida espiritual. Debo reconocer también
que la religión y las estructuras de las diferentes
congregaciones, han realizado un trabajo enorme, para
mantener a la gente en ignorancia espiritual. No digo que eso
ha sido generado a propósito, pero así es la religiosidad, y las
instituciones están impregnadas de ella.

La instrucción bíblica o teológica, puede contribuir al


conocimiento de la Palabra y en la formación bajo algunas
doctrinas que ciertamente son fundamentales, pero no
contribuyen en la revelación de la vida espiritual y su
gobierno. Es decir, puede que hayamos leído y estudiado
sistemáticamente el libro de romanos, y aún que estemos
familiarizados con sus términos, pero no necesariamente
tendremos una clara revelación del Reino por eso.

51
Muchos cristianos han leído Romanos 8 y han visto
allí al Espíritu Santo, pero no han visto que también se
menciona al espíritu humano. Por ejemplo, el versículo 16
dice: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con
nuestro espíritu”. Este versículo habla del Espíritu Santo,
pero también habla de nuestro espíritu, que es el espíritu
humano.

No podemos comprender al Espíritu Santo sin nuestro


espíritu humano, porque en él, radica el centro de la
comunión con Dios. No importa cuán maravilloso sea el
Espíritu Santo, de todos modos necesitamos el órgano
apropiado, nuestro espíritu humano, para poder estar
conscientes de Él y para comprender Su voluntad.

Si no tuviéramos ojos, no podríamos ver nada de lo que


hay en nuestro entorno, porque los ojos son los órganos
apropiados para percibir estas cosas. Si no tuviéramos oídos,
no podríamos oír ningún sonido, porque los oídos son las
herramientas necesarias para captar los sonidos. Dios es
Espíritu (Juan 4:24), si no tuviéramos espíritu, no podríamos
percibirlo a Él, porque lo espiritual debe ser recibido
espiritualmente (1 Corintios 2:14).

Por este mismo motivo Jesús le dijo a Nicodemo que


para ver el Reino y para entrar en él, era necesario nacer de
nuevo. Nicodemo era un maestro de la Ley y sin embargo, no
comprendía lo que Jesús le estaba enseñando, y eso era
lógico, porque estaba sufriendo la causa de ese mismo
principio. Nicodemo podía conocer muy bien las Escrituras,

52
pero no tenía vida espiritual, como para recibir revelación de
la Palabra.

Jesús le dijo: “Lo que es nacido de la carne, carne es;


y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles
de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento
sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de
dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido
del Espíritu” (Juan 3:6 al 8).

La genética natural, resultado de nuestro primer


nacimiento, por causa del pecado, se vuelve absolutamente
incapaz de comprender el evangelio del Reino. La genética
espiritual recibida en el segundo nacimiento de parte de Dios
(Juan 1:13), es el medio por el cual, el Señor Se revela y
revela Su plan a nuestras vidas.

“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios,


éstos son hijos de Dios”.
Romanos 8:14

Hay hermanos que se sienten orgullosos si alguna vez


escucharon la voz audible del Señor, pero en realidad Dios es
Espíritu, y si alguna vez les habló a la carne, cosa que puede
hacer en determinado momento, es porque primero habló al
espíritu, y quién debió escuchar, no fue capaz de hacerlo. En
otras palabras, si Dios nos habla a la carne, es porque sabe
que tenemos más desarrollado ese oído, que el oído
espiritual.

53
En el Antiguo Testamento, no había regeneración, ni
el Espíritu Santo hizo morada en ningún creyente. Lo que
ocurría era que el Espíritu Santo descendía sobre sacerdotes,
reyes o profetas, cuando Él determinaba y es por eso que en
muchas ocasiones, también habló audiblemente a esos
hombres, pero en Cristo no es así. Tampoco creo que fue así
en el principio.

Es decir, en el caso de Adán, yo creo que Dios hablaba


con Él tal como lo hizo con Jesús y lo hace con nosotros hoy.
En los días de la encarnación, el Padre habló audiblemente
solo en un par de ocasiones, pero lo hizo para la gente en
general y para que sus discípulos creyeran. Así lo hizo en el
día del bautismo, o en el monte de la transfiguración, pero
con Jesús hablaba a través de Su Espíritu Santo, y con
nosotros lo hace de la misma manera.

El motivo por el cual digo que con Adán ocurría lo


mismo, es porque Adán fue creado a imagen y semejanza de
Cristo, y antes de pecar, fue un hombre lleno del soplo de
Dios, que era el Espíritu Santo. Por tal motivo, cuando peco
y Dios le habló, él se escondió con mucho miedo. El Señor le
preguntó dónde se escondía y Adán le respondió: “Es que oí
tu voz en el huerto y tuve miedo…” (Génesis 3:10).

Yo creo que Adán nunca había escuchado la voz


audible de Dios, solo escuchaba la voz del Espíritu, pero
cuando pecó, perdió esa comunión interna, y solo quedó
como un carnal, con la única posibilidad de escuchar a Dios
a través de sus sentidos físicos. Es por eso que las personas

54
sin Dios, no logran percibir Su presencia, no logran
comprender Su verdad, no logran ver a Dios, ni aun en Su
imponente creación.

Así ocurrió con nosotros, pero ahora, quienes hemos


sido alcanzados por la gracia, quienes hemos recibido la vida
espiritual, tenemos sentidos espirituales, para oír a Dios, para
ver el Reino, para escuchar Su voluntad, para entender Sus
diseños y para comprender las maquinaciones de las
tinieblas.

No tenemos excusa para una vida plena, pero no


debemos buscarla en la carne, sino en la vida espiritual. No
debemos procurar vivir el evangelio a través de nuestros
sentidos naturales, porque eso solo genera frustración y
conflictos. Debemos comprender que en lo natural, no
tenemos nada especial, pero en el espíritu somos semejantes
a Cristo, debemos definir, bajo que naturaleza vamos a vivir.

“Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a


Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a
Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales
por su Espíritu que mora en vosotros”.
Romanos 8:11

55
Capitulo cinco

Funcionando en
La vida de Cristo

“La gracia de nuestro Señor Jesucristo


Sea con vuestro espíritu”.
Gálatas 6:18

Esta expresión de Pablo, que suele pasar


desapercibida, porque es el versículo despedida de la carta a
los gálatas, contiene una profunda revelación. Ciertamente
Pablo tenía la capacidad de descargar toda su batería de
conocimiento, en cada palabra que escribía.

La gracia es absoluta e inclusiva respecto de nuestro


ser, pero hay dimensiones que debemos entender. La gracia
está sobre nuestra carne, porque Dios permite que nuestro
cuerpo, aunque sea barro, porte un tesoro glorioso (2
Corintios 4:7). Esa gracia no evita nuestra muerte física, sino
que se prolongará a través de un nuevo cuerpo glorificado y
eterno.

La gracia está sobre nuestra alma, porque a pesar del


egoísmo y de las debilidades de nuestro yo, somos

56
alcanzados por el proceso de redención. Es decir, la
redención es un suceso consumado en la cruz del Calvario,
pero hoy por hoy, nosotros caminamos en un proceso que
podemos llamarlo, de redención permanente.

Recordemos que la redención es un concepto cuya raíz


etimológica se encuentra en la palabra “redemptio”, un
vocablo de la lengua latina que describe la acción y la
consecuencia de redimir, de rescatar a alguien de
determinado castigo o esclavitud. Eso fue concretado en la
obra y pasión de Jesucristo, pero en nosotros es un proceso
que se va produciendo a través de la iluminación.

Jesús dijo: “Conocerás la verdad y la verdad los hará


libres” (Juan 8:32), esto quiere decir que nuestra libertad,
siempre será proporcional a la verdad que se nos haya
revelado. Considerando que ninguno de nosotros conoce toda
la verdad, podemos decir que hay medidas de libertad en
nuestra vida.

Por otra parte, la verdad no es conocimiento teológico,


la verdad es Jesucristo (Juan 14:6), y nadie puede decir que
conoce de manera absoluta a Jesucristo, porque ciertamente
nos llevará toda una eternidad, y aun así, conoceremos solo
un poquito más de Él. En otras palabras, nuestra libertad
actual, no tiene comparación con lo que llegaremos a vivir
eternamente.

De todas maneras, no hay dudas que hay una gran


porción de Su gracia sobre nuestra alma, porque cada día el

57
Señor, a través de la Palabra impartida por Su Espíritu, nos
revela un poco más de Él, y nos va liberando para gobierno.

Si deseamos vivir una verdadera vida de Reino,


debemos comprender que los esclavos no gobiernan, y si lo
hacen solo crearán ámbitos de mediocridad. La creación toda,
espera ser libertada de la esclavitud de corrupción, a través
de la libertad gloriosa de los hijos de Dios (Romanos 8:21),
por eso es fundamental que procuremos avanzar en la Luz.

Proverbios 4:18 dice que “La senda de los justos es


como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el
día sea perfecto”. En otras palabras, nuestro caminar con
Cristo, nos va iluminando, nos va liberando y nos va
perfeccionando en la libertad gloriosa de Su Reino. Eso debe
afectar nuestros ámbitos y hasta lo último de la tierra. Esa es
la expansión de la gracia.

Por otra parte, la gracia está sobre nuestro espíritu, que


no ha sido redimido, sino renacido, y que debe ir madurando
para alcanzar también esa libertad gloriosa. Pablo escribió a
los gálatas: “Entre tanto que el heredero es niño, en nada
difiere del esclavo, aunque es señor de todo; sino que está
bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el
padre. Así también nosotros, cuando éramos niños,
estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo…”
(Gálata 4:1 al 3).

Como vemos, en nuestro espíritu también hay medidas


de libertad, y esa libertad, no está basada en el conocimiento,

58
sino en la madurez. Nuestro espíritu humano, está en plena
comunión con el Espíritu de Dios. Logrando lo que Pablo
dice “El que se une al Señor, un espíritu es con Él” (1
Corintios 6:17).

Esta comunión nos permite contener la verdad, porque


Él es la verdad. Eso no implica que podamos entender todo.
Lo que necesitamos es que se nos corra el velo de la
revelación, para que nuestra alma, pueda ser informada de los
diseños de Dios. Cada Palabra que se nos revela, es un poco
más de Dios, que pasa de la dimensión del Espíritu a la
dimensión de nuestro entendimiento.

Como vemos, la gracia está sobre nuestro cuerpo,


sobre nuestra alma, y sobre nuestro espíritu. El motivo por el
que Pablo menciona de manera especial a la gracia sobre
nuestro espíritu, es porque desde ahí viene el manantial de
vida que debe inundar todo nuestro ser, y expandirse a través
de nosotros, a todo lugar.

“Nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra


carne, haciendo la voluntad de la carne y de los
pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo
mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en
misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun
estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida
juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y
juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar
en los lugares celestiales con Cristo Jesús…”
Efesios 2:3 al 6

59
El diseño y la composición de nuestra carne son
biológicamente admirable, pero aun así, es limitada porque
morirá y es imperfecta, porque está en corrupción
permanente. Nuestro espíritu humano también es una entidad
compuesta, pero es una composición en el buen sentido.
Jesucristo está en nuestro espíritu y ya es eterno. En 2
Timoteo 4:22 dice: “El Señor esté con tu espíritu”.

Podemos decir que el Señor está en nuestro espíritu,


pero en nuestra vida diaria no lo aplicamos como deberíamos.
Es como si alguien nos hubiera regalado un automóvil último
modelo, y nosotros persistiéramos en viajar utilizando un
pequeño burro. Sinceramente no estamos usufructuando el
inagotable potencial que Dios nos ha confiado en Cristo.

Pablo dice que debemos ser hallados como


administradores fieles (1 Corintios 4:2), y es lógico que nos
advirtiera algo así, porque lo que Dios nos ha entregado es
incalculable y glorioso. Aun así, no es comparable lo que Él
ha preparado para nosotros en la eternidad (1 Pedro 1:4).

Muchos de nosotros hemos oído mensajes en cuanto al


hecho de que Jesucristo está en nuestro espíritu. Quizá nos
entusiasmemos con ello, pero en nuestra vida diaria, lo
olvidamos. Somos como personas que andan en la penumbra
y en las sombras de la vida, teniendo a disposición toda la luz
del Sol de justicia.

60
No estamos acostumbrados a la comunión permanente
con el Espíritu Santo, generalmente actuamos como si Dios
estuviera lejos de nosotros y oramos, como si tuviéramos que
elevar la voz al tercer cielo para ser escuchados. Muchas
veces actuamos como si Dios no supiera lo que estamos
viviendo, o como si Él no pudiera hacer nada para cambiar
nuestra realidad.

Tenemos por entendida la doctrina de que el Señor está


en nuestro espíritu, pero no practicamos de continuo esa
realidad, porque no estamos habituados a consultarlo o
recibir su percepción diariamente, más que nada porque no
enseñaron a conectarnos con Él en oración, y entendemos la
oración como un momento determinado en el cual dejamos
todo para hablarle a Él. Eso es correcto, pero Pablo también
enseñó que debemos vivir orando en todo tiempo con toda
oración y súplica en el Espíritu (Efesios 6:18). Él no se estaba
refiriendo a estar todo el día de rodillas o encerrados en una
habitación, él hablaba de la vida en comunión con el Espíritu
Santo, en todo tiempo y en todo lugar.

Para nosotros es muy normal, enfrentar la vida con


nuestras propias fuerzas, ideas y recursos, pero no
dimensionamos lo que significa vivir con Dios dentro de
nosotros. Cuando no comprendemos esto, vivimos como
cualquier persona sin Dios. La gran diferencia la provocamos
cuando comprendemos y vivimos en la revelación de un Dios
presente, que interviene y nos guia sabiamente en todo.

61
Reitero, puede que hayamos oído muchos mensajes
acerca del espíritu humano en comunión con el Espíritu
Santo, pero no siempre practicamos lo que hemos oído,
porque no estamos acostumbrados a hacerlo de manera
continua. Hace varios años ya, que predico el evangelio del
Reino, y mi objetivo fundamental, en todas las enseñanzas,
es la guianza del Espíritu, porque esa es Su autoridad
manifiesta, y Su gobierno sobre nuestra vida.

Lo que debemos comprender, es que si nos dejamos


gobernar por el Señor, entonces también obraremos en
autoridad y será manifiesto Su poder en nosotros. Esto no es
mística, tal como algunos pretenden, ni algo que podamos
realizar a través de métodos. Simplemente es despertar la
consciencia a la presencia de Dios en nosotros.

Practicar la presencia de Dios, requiere de un


entendimiento claro, una revelación completa, de Su vida en
nosotros. Dios no está buscando reformar nuestra moral para
que nos portemos bien. Él desea que vivamos para Él y por
Él, de manera que Sus valores y Su voluntad, sean ejecutadas
en la tierra. Él quiere que estemos llenos de Su vida, y quiere
llevarnos a Su plenitud (Colosenses 2:9 y 10).

Enseñanzas como estas, puede que ofendan a quienes


fundamentan la fe en conceptos éticos y morales. Pero
necesitamos comprender que las Escrituras revelan que Dios
no desea ni reformar nuestra ética, ni profundizar nuestra
moral. Lo que Él desea es que Su corazón esté en nuestro
corazón y que podamos pensar con Su mente. Cuando Su

62
vida fluye a través de nosotros, es lógico que todo sea
trastocado, pero el objetivo no es generarlo, sino
simplemente vivir a Cristo con intensidad.

En Juan 15 el Señor enseña que Él es la vid verdadera


y que nosotros somos Sus pámpanos. La pregunta sería:
¿Dónde termina la vid y dónde comienzan los pámpanos? Es
decir, Su idea es que estemos fundidos en Él. Cuando
tocamos la rama de un árbol, no decimos “toqué la rama pero
nunca toqué el árbol…” Eso es simplemente imposible.
Cuando alguien nos toca una mano, no puede decir: “he
tocado tu mano pero no te he tocado a ti…” Eso es imposible,
porque yo y mi mano somos uno.

Este es el glorioso diseño de Dios, los pámpanos y la


vid, son uno, por eso también dijo: “Separados de Mí nada
podéis hacer…” Ante esto, alguien podría alegar que en
realidad podemos amar, ayudar y hacer muchas obras,
estando separados de Él, pero Jesús no se estaba refiriendo a
poder o no hacer cosas, sino a poder hacer las cosas del
Reino, lo cual es muy diferente.

Cuando vivimos en plena comunión con Dios y


conscientes de Su presencia, todo lo que hagamos será
trascendente. No me refiero a la realización de obras
fantásticas, me refiero al hecho de que Dios se manifestará a
través de nuestras vidas constantemente. No porque estemos
predicando o hablando de Él, sino porque la unción
permanece en nosotros, y aunque estemos estudiando o

63
trabajando normalmente, las personas percibirán algo
diferente en nosotros.

Lamentablemente hoy en día, muchos cristianos se ven


como tales en las reuniones, pero no en la vida diaria.
Algunos trabajan rodeados de gente durante años y nadie
sabe que son cristianos. Eso es muy triste, pero está
ocurriendo hoy en día. Nosotros somos embajadores de
Cristo, y debemos ser diferentes. La unción nos hace
diferentes y esto debería notarse.

Si nos relacionamos con otras personas, en plena


comunión con el Señor, sus vidas serán tocadas
inevitablemente. Algunos se enojarán sin tener motivos y se
sentirán molestos con nosotros, mientras que otros se
volverán totalmente receptivos y nos buscarán para hablarnos
abriendo su corazón. Eso es lo que ocurría con Jesús, había
gente que lo amaba profundamente y otros lo odiaban con la
misma intensidad.

Separados de Cristo no podemos hacer nada que sea


reconocido por el Padre celestial y nada que pueda ser
recibido por la gente como bendición. Como vemos, la vida
cristiana no es un asunto de ética ni de moralidad. Si así fuera,
algunas culturas del mundo no necesitarían la justificación ni
la obra redentora de Cristo. Muchas personas pueden tener
una educación y una formación moral muy buena, pero todos
sin excepción necesitamos de Cristo, y eso es lo que nosotros
podemos ofrecer.

64
Jesús les dijo a sus discípulos y a través de ellos a
nosotros: “A quienes remitiereis los pecados, les son
remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos”
(Juan 20:23). Nosotros debemos reaccionar, nuestra misión
en la tierra es verdaderamente trascendente, pero no puede
ser hecha desde la buena voluntad, sino desde la unidad.

Para que esto ocurra con efectividad, debemos ser


humildes con Dios, debemos buscar una profunda y
permanente comunión con el Espíritu Santo, debemos tomar
nuestra cruz para someter la carne y hacerlo todo bajo la
autoridad y el poder del Señor. Luego debemos vivir con
sencillez, pero ungidos, de manera tal que seamos de
bendición para muchas personas.

Pero ¿Qué ocurre cuando no podemos hacer esto?


¿Qué pasa cuando procurando ser mejores personas para
representar a Dios, o cuando deseamos estar ungidos y no lo
logramos? ¿No será esto un buen deseo imposible de
concretar, o que a pesar de nuestra buena voluntad no lo
lograremos jamás? Bueno, este es el sincero problema de
muchos hermanos, y tengo una respuesta para darles.

Quiero decirles que Dios mismo espera que no


podamos. Esto puede sonar muy duro, pero es verdad.
Nuestro problema no es querer hacer las cosas bien, sino el
querer hacerlas con nuestras capacidades, sin la dependencia
absoluta del Espíritu Santo. Eso no es posible, ni glorifica a
Dios, pero nos abre la puerta para la dependencia.

65
Muchos cristianos de buena voluntad, se esfuerzan
mucho, procuran estudiar la Biblia, ir a las reuniones, orar
todos los días y servir a Dios en lo que puedan, pero aun así,
no solo no se sienten efectivos, sino que tampoco se sienten
plenos en la vida. La verdad es que lo están intentando de la
manera incorrecta. El evangelio del Reino, no se puede vivir
con nuestras fuerzas, no somos nosotros haciendo cosas para
Dios, es Dios haciendo Su voluntad a través de nosotros.

La frustración de fallar continuamente, no debería


producir otra cosa que volvernos a Dios con quebranto y
humildad. Seguir intentando todo con nuestras fuerzas, puede
ser nada más que orgullo religioso. Dios mismo espera que
no podamos, para que roguemos por Su intervención. Él
quiere hacerlo, pero no lo hará, si no nos rendimos
voluntariamente ante Su poder.

Yo conocí a una hermana, que era muy voluntariosa y


servicial. Ella participaba activamente de la obra, haciendo
todo lo posible para Dios. Increíblemente, le ocurrían cosas
inexplicablemente adversas. Yo era su pastor, y aunque ella
no pedía explicaciones de sus males, yo me sentía con la
obligación de darle algún motivo. Sinceramente, viéndola
que hacía todo bien, y que le salía todo mal, deseaba darle
alguna noble explicación, pero la verdad es que no la tenía.

Esta hermana, en lugar de frustrarse y renegar de la fe,


se hacía cada vez más fuerte, y decía que todo lo hacía en el
nombre del Señor. Sin embargo, un día sufrió una desgracia
familiar muy difícil de sobrellevar. Ella se fue al fondo de su

66
casa y se largó a llorar amargamente. Nadie supo de ese
quebranto, pero un tiempo después el Señor le habló.

Le dijo “Conozco tu corazón y sé, que haces todo para


agradarme, pero ya no quiero que lo intentes con tus fuerzas.
Él día que estabas en el fondo de tu casa, el día que dijiste:
¡No puedo más! Ese día que te alcanzó el quebranto, fuiste
admirable en los cielos, porque es ahí, en esas dimensiones
donde mi poder se puede manifestar por causa de tu
debilidad…”

Esto me pareció tremendo, y entonces pude


comprender, que muchas veces, cuando procuramos hacer
todo bien, cuando nos hacemos fuertes en nosotros, para
seguir adelante, para superar dificultades, o para vencer
nuestras debilidades, Dios solo está esperando que fallemos
y no lo hace porque quiere nuestro fracaso. Todo lo contrario,
lo hace esperando que recurramos a Él, porque sin Él nada
podemos hacer de manera efectiva.

El evangelio no debe ser una carga para nosotros, debe


ser absolutamente disfrutable. Debemos gozarnos en la
presencia del Señor. Yo comprendo que nos cuesta mucho
dejar de hacer las cosas con nuestras fuerzas. Lo sé, porque
yo lo he padecido muchas veces, y me he frustrado muchas
veces. Pero creo que he crecido en la comprensión de la
dependencia que necesitamos para vivir el Reino, y por eso
me atrevo a enseñarlo.

67
Todavía lucho contra mi carne, y todavía me frustro,
pero cuando reacciono, y me doy cuenta que soy yo, y no el
Señor en mí, me arrepiento, le pido perdón y le ruego Su
querer en mí y Su poder a mi favor. Solo entonces recibo paz,
y logro ver, verdaderos resultados.

“Por eso, con respeto y devoción a Dios, dedíquense a


entender lo que significa ser salvado por Dios. Porque es
Dios quien los motiva a hacer el bien, y quien los ayuda a
practicarlo, y lo hace porque así lo quiere”.
Filipenses 2:12 y 13 BLS

68
Capitulo seis

Como locos
Pero bien cuerdos

“David tuvo mucho miedo de que el rey Aquís fuera a


hacerle daño. Entonces empezó a rasguñar los portones de
la ciudad y a babear, como si estuviera loco.
Aquís les reclamó a sus consejeros: ¿Para qué me trajeron
a este loco? ¡Ya tengo en mi palacio suficientes locos,
como para que me traigan otro loco más!”
1 Samuel 21:12 al 15 BLS

En este pasaje, vemos a David haciéndose pasar por


loco, para que los filisteos no descubrieran quién era, que no
supieran de su verdadera condición, y para que no atentaran
contra su vida. Sin dudas fue una situación forzosa y solo lo
mencioné como un dato curioso, pero aquí quisiera analizar
las consecuencias de una doble vida.

Después de que David venciera a Goliat, y ante la


admiración de la gente, Saúl comenzó a celarlo, a ponerse
violento contra él, y a perseguirlo con las peores intenciones.
Entonces David, huyó de la presencia de Saúl, y se fue a

69
Aquis rey de Gat (1 Samuel 21:10). En realidad David pudo
consultar la voluntad de Dios a través del efod, pero no lo
hizo y se fue con los filisteos sin dirección divina. Dios le
había prometido Su protección, y David lo reconoció
claramente, sin embargo, cuando tuvo temor, creo que tomó
una decisión apresurada.

Si David hubiese sido enviado por el Señor, por más


hostil que hubiera sido el ambiente, David podría haber
ingresado con la frente en alta y con absoluta protección de
Dios. Sin embargo, se dejó llevar por las ideas de su propio
corazón, y eso provocó ciertos riesgos. Por supuesto que
Dios, a pesar de eso, lo guardó en todo momento.

La pregunta sería: ¿Por qué David se fue a esa tierra


sabiendo que el gigante Goliat había sido de Gat? (1 Samuel
17:4).Bueno, se cree que David ha pensado que siendo
perseguido por Saúl, y sabiendo que Saúl, era enemigo de
Aquis rey de Gat, se pondría en una buena posición
defensiva. Por otro lado, algunos historiadores creen que
David, se vio acorralado territorialmente, que no le quedaba
otra alternativa que pasar por la ciudad de Gat, y sin desearlo
se encontró con Aquis. Consideran que en realidad David
tomó esa decisión por simple temor a Saúl, y que no evaluó
las consecuencias.

De hecho, los siervos de Aquis reconocieron a David


y le preguntaron al rey: “¿No es éste David, el rey de la
tierra? ¿No es éste de quien cantaban en las danzas,
diciendo: Hirió Saúl a sus miles, Y David a sus diez miles?”

70
(1 Samuel 21:11). Lo que dijeron de David los siervos de
Aquis fue halagador y adulador, pero a la misma vez
generaron un gran peligro para la seguridad de David.

Entonces vemos que “David puso en su corazón estas


palabras, y tuvo gran temor de Aquis rey de Gat”. No era un
temor cobarde, sino un obvio temor por causa de su
seguridad. Esto lo hizo volverse a Dios con todo el corazón,
de hecho, en esa ocasión escribió el Salmo 56:

“Ten misericordia de mí, oh Dios, porque me devoraría el


hombre; Me oprime combatiéndome cada día.
Todo el día mis enemigos me pisotean;
Porque muchos son los que pelean contra mí con
soberbia…” (Versos 1 y 2)
“Se reúnen, se esconden,
Miran atentamente mis pasos,
Como quienes acechan a mi alma.
(Verso 6)

Pero a pesar de la situación, David, que sabía


perfectamente quien era Dios, declaró en los versículos 3 y 4
su confianza en el Señor. Y es precisamente por esa
confianza en Dios mismo que, en medio de persecuciones,
traiciones y huidas, y a pesar de su angustia a causa de ello,
exclamó: “En el día que temo, Yo en ti confío. En Dios
alabaré su palabra; En Dios he confiado; no temeré; ¿Qué
puede hacerme el hombre?”.

71
David clamaba a Dios, sabiendo que la ayuda divina le
rescataría de cualquier amenaza hecha por el hombre. Apeló
a la misericordia de Dios, no descansando en lo que él mismo
pudiera o no merecer. Él había matado a Goliat, y había sido
un victorioso capitán del ejército de Israel, sin embargo, no
negó la presencia del temor, pero sabía qué hacer con ese
miedo, por eso en el Salmo, proclamó audazmente su
confianza en Dios.

Aun así, cambió su manera de comportarse delante de


los filisteos, y se fingió loco entre ellos, y escribía en las
portadas de las puertas, y dejaba correr la saliva por su barba
(1 Samuel 21:13). Él fingió ser la persona que no era para
proteger su vida. Se hizo pasar por loco, pero estaba
absolutamente cuerdo.

De la misma forma, nosotros sabemos que estamos


ungidos con el Espíritu del Señor, sabemos que Dios está con
nosotros, y estamos obligados a estudiar, trabajar y
desarrollar nuestras vidas en el sistema que nos rodea. La
Biblia dice que el mundo entero está bajo el maligno (1 Juan
5:19), pero es ahí donde debemos desarrollar nuestra vida, y
está bien que así se, la Iglesia es un diseño para penetrar el
sistema, no para aislarnos de él.

Jesús oró al Padre diciendo: “Yo les he dado tu


palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del
mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los
quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del
mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu

72
verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al
mundo, así yo los he enviado al mundo…” (Juan 17:14 al
18).

Aquí encontramos algunos principios fundamentales


del Reino. En primer lugar, vemos que Jesús afirmó no ser
del mundo, y es lógico, la Biblia lo presenta como al Creador
increado, porque dice: “Todas las cosas por él fueron
hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”
(Juan 1:3). Esto implica que Él no puede venir del mundo,
sino que el mundo llegó a ser por Él.

En el principio, Él no fue creado o hecho, porque Él


es el principio mismo (Apocalipsis 1:8). Al respecto, Juan
mismo escribió: “En el principio era el Verbo, y el Verbo
era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1). Por su parte,
el apóstol Pablo escribió: “ÉL es antes de todas las cosas, y
todas las cosas en Él subsisten” (Colosenses 1:17).

Cristo no es del mundo, porque Él ya era, antes que el


mundo fuera creado. Dios creó al hombre para ejercer Su
gobierno en la tierra a través de Él. La caída sacó al hombre
del Reino, pero no lo sacó de la tierra. Cristo encarnó en el
niño nacido en Belén llamado Jesús. Él vino al mundo, pero
no era del mundo. Él vino a redimir al hombre para volverlo
a Su Reino, al igual que toda la creación.

Él le dijo a Pilato: “Mi reino no es de este mundo; si


mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para
que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es

73
de aquí…” (Juan 18:36). Lo que nosotros debemos asumir,
es el segundo principio, que al ser regenerados en Él,
nosotros tampoco somos de este mundo, porque tenemos Su
esencia y ahora Su Reino es nuestro Reino.

En tercer lugar, como no somos del mundo, el mundo


nos aborrece. No debemos sorprendernos de las hostilidades
que debamos afrontar. Algunos hermanos piensan que al ser
cristianos, somos buena gente, y por tal motivo, nadie debería
aborrecernos, por el contrario, todos deberían amarnos. Eso
es un gran error, o mejor dicho, una ignorancia espiritual.

Cristo fue crucificado, los apóstoles fueron asesinados,


la iglesia del primer siglo fue perseguida, encarcelada y
torturada, y en estos más de dos mil años, millones y millones
de hermanos en el mundo, han padecido diferentes
persecuciones. Por ejemplo, los historiadores dicen que tan
solo en las diferentes inquisiciones, fueron asesinados más de
cien millones de cristianos protestantes.

La historia de la Iglesia está impregnada de dolor y


muerte. No debería extrañarnos en absoluto que Jesús haya
orado por nosotros al Padre, diciéndole que el mundo nos
aborrecería por Su causa. Juan escribió: “Hermanos, no os
maravilléis si el mundo os odia…” (1 Juan 3:13), Por su
parte, Pedro también escribió: “No os sorprendáis del fuego
de prueba que en medio de vosotros ha venido para
probaros, como si alguna cosa extraña os estuviera
aconteciendo; antes bien, en la medida en que compartís los
padecimientos de Cristo, regocijaos, para que también en la

74
revelación de su gloria os regocijéis con gran alegría…” (1
Pedro 4:12 Y 13).

Aun así, Jesús le pidió al Padre que no nos quite del


mundo. La Iglesia es inseparablemente humana y a la misma
vez divina. Quienes somos parte de ella, vivimos y actuamos
en el mundo, pero no somos del mundo, por eso nuestro fin
y nuestra fuerza no están en la tierra, sino en el Reino de Dios.
La Iglesia está en la tierra con propósito, y no deberíamos
estar pensando en irnos, sino en consumar efectivamente
nuestra tarea.

Por eso Jesús al orar al Padre dijo que así como Él


había sido enviado al mundo, ahora nos tocaba a nosotros, y
así como Él, no fue quitado sino por muerte, nosotros
también debemos enfrentar toda adversidad, con tal de
consumar nuestro propósito. Cristo fue enviado por el Padre,
nosotros fuimos enviados por Cristo para ser sus
embajadores.

Él nos ha dado Su vida, Su cuerpo, Su Espíritu y en Él,


todas Sus virtudes, capacidades y poder. Además, le pidió al
Padre que nos guarde de todo mal, lo cual tampoco significa
que no tengamos problemas, o que no debamos pasar por
ciertas aflicciones por causa de la fe. Hoy en día hay
hermanos que se apartan del camino, por ciertos problemas
personales que incluso, nada tienen que ver con el Reino.

El evangelio motivacional, no ha contribuido a la


revelación de la fortaleza espiritual que debemos cultivar en

75
el Reino. Tener una doble vida, una natural y una espiritual,
nos debe sostener en alerta, para no utilizar el evangelio, en
pos de complacer al natural, en lugar de madurar al espiritual.

Cuando los maestros buscan la motivación, en lugar de


procurar una impartición espiritual, brindando la posibilidad
de la revelación, solo terminan dando un mensaje para el
alma, pero no para el Nuevo Hombre. Jesús también dijo:
“Yo les he dado tu palabra, tu palabra es verdad…”

Si como hijos de Dios, no caminamos aferrados a la


Palabra en este tiempo, no lograremos ser efectivos en la
penetración del sistema. Lo primero que debe provocar la
Palabra, es nuestra santificación, es decir, nuestro desarrollo
espiritual para soportar toda hostilidad y en medio de ella, ser
de bendición para muchas personas.

Gracias a Dios, no todos los cristianos vivimos en


países en los cuales el evangelio está prohibido. En mi caso,
vivo en un país en el que tenemos absoluta libertad para
predicar y manifestar libremente nuestra fe. Sin embargo, la
hostilidad vendrá igual. No por ser perseguidos o
encarcelados, sino tan solo con rechazo, por ser portadores
de la unción.

Bueno, lógicamente que los cristianos que no viven


llenos del Espíritu Santo, no son rechazados por la unción,
simplemente porque no se les nota. No dan frutos y no fluyen
en sus dones espirituales. En algunos casos, ni parecieran ser

76
cristianos. Sienten, piensan, hablan y actúan como simples
personas que dicen creer en Dios.

En concreto ¿Por qué podemos llegar a padecer


rechazo u hostilidad? Bueno, ante todo debo aclarar que la
gente no es consciente de esto, hay algo que les irrita de
manera insoportable, pero ellos no comprenden los motivos.
Esto se potencia en gran manera, cuando las personas que
tratan con nosotros, están afectadas por espíritus inmundos.

El motivo es la unción, es la presencia de Dios, lo que


produce aceptación y amor en muchos, a la vez que produce
rechazo y odio en otros, tal como le ocurrió a Jesús. Por otra
parte, lo que más les molesta es la luz producida por la
Palabra predicada con unción.

Cuando alguien está en oscuridad durante años y de


repente otro enciende la luz, lo primero que generará es
molestia, y en muchos casos, rechazo absoluto. Incluso Jesús
dijo: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra;
no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido
para poner en disensión al hombre contra su padre, a la
hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los
enemigos del hombre serán los de su casa…” (Mateo 10:34
al 36).

Hay hermanos que piensan que al recibir la vida de


Cristo, todos los problemas en su familia, se resolverán como
por arte de magia, pero la verdad es que lejos están de la
verdad. En una primera instancia, puede que ocurra todo lo

77
contrario, porque la unción y la luz, pueden producir en
nuestra familia el efecto contrario.

Lógicamente, esto puede ser así durante un tiempo, por


eso no debemos detenernos en nuestro avance espiritual. Si
persistimos en la fe, a pesar de cualquier hostilidad,
terminaremos alumbrando nuestro hogar, de manera que el
Reino llegue a cubrirlo todo.

¿Qué debemos hacer mientras tanto? Bueno, volvamos


al ejemplo de David. Somos ungidos, Dios está con nosotros
para guardarnos, pero si debemos convivir en ambientes
hostiles, nos encontraremos más de una vez, actuando como
locos, pero siendo absolutamente cuerdos.

Pablo enseñó que para la gente natural, el evangelio es


locura, porque ellos no pueden comprenderlo (1 Corintios
1:18). Por lo tanto, cuando nos escuchen hablar de Cristo,
muchos nos subestimarán y pensarán que somos pobres
crédulos, convencidos por algún perverso líder espiritual.
Muchos pueden burlarse de nosotros o menospreciar nuestras
palabras, pero debemos tener en claro, que lo mismo le
ocurrió a Jesús con sus familiares. No debemos claudicar, lo
importante es tener en claro nuestra cordura espiritual.

Esto no es fácil para muchos, porque al tener una doble


naturaleza, nuestra propia mente suele gritarnos que lo que
estamos haciendo es una locura. Es decir, no solo somos
incomprendidos por nuestro entorno, sino que además, hay

78
algo dentro de nosotros que también nos grita que estamos
locos.

Viviremos como locos para el mundo, pero cuerdos


para Dios. De hecho, Él nos ama y nos salva por medio de la
locura de la predicación (1 Corintios 1:21). Ese estado de
aparente locura, pero impregnados en la sabiduría de Dios,
puede llegar a causar mucho dolor en nosotros, pero es mejor
vivir como sabios para Dios y como ignorantes para el
mundo, que permanecer supuestamente sabios para la gente
y necios ante el Señor.

Al final, la verdadera locura no es la nuestra, sino la de


ellos. El Señor dijo a través de Pablo: “Destruiré la sabiduría
de los sabios, Y desecharé el entendimiento de los
entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba?
¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha
enloquecido Dios la sabiduría del mundo?” (1Corintios
1:19 y 20).

Hoy en día, cada vez más gente va al psicólogo. La


confusión y los conflictos de la vida, están produciendo una
gran desorientación en las personas. Hay conflictos,
complejos, dolores y malestar, porque así son las tinieblas y
lo que producen las injusticias de la vida.

Una persona loca es alguien falto de juicio, y eso no es


lo que padecemos nosotros, sino el mundo. Nosotros vivimos
en justicia, en paz y en gozo del Espíritu Santo, porque así es
la vida del Reino (Romanos 14:17). Esta es la única verdad,

79
todo lo demás son razones. Por lo tanto, es probable que en
muchas ocasiones parezcamos locos para el mundo, pero
seremos cuerdos para Dios.

Al final, y después de la locura fingida, David terminó


gobernando y el pueblo que se burló de él, terminó bajo su
gobierno. Así es el Reino de Dios, alguien pudo golpear a
Jesús, y aun crucificarlo, pero al final, terminó sentado en el
trono de justicia, reinando sobre toda la creación. Alguien
pudo apresar a un Pablo, o aun cortarle la cabeza, pero lo
único que lo alcanzó, fue una corona de justicia para reinar
con Cristo.

Puede que nosotros recibamos algún desprecio, alguna


burla, y algún rechazo, pero no debemos olvidar que al final,
solo somos más que vencedores (Romanos 8:37). Además
Jesús dijo claramente:

“Bienaventurados los que padecen persecución por causa


de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y
os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros,
mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es
grande en los cielos; porque así persiguieron a los
profetas que fueron antes de vosotros”.
Mateo 5:10 al 12

80
Capitulo siete

Un enemigo escondido

“Pues desconociendo la justicia de Dios y procurando


establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de
Dios”.
Romanos 10:3

En la Iglesia, lidiamos con un enemigo silencioso, que


parece agazapado y ciertamente es muy destructivo, su
nombre es “Hipocresía”. La definición de la palabra
hipocresía dice que es el acto en que un individuo se
comporta de forma contraria a los valores sostenidos por el
mismo individuo, o de actuar en consonancia a principios que
al mismo tiempo se critican. En otras palabras, es declarar
una cosa, pero actuar de manera contraria.

En el capítulo 23 de Mateo, Jesús llamó a los


religiosos hipócritas en ocho ocasiones, cinco veces los llamó
ciegos y dos veces serpientes y víboras. En Juan 8:44, les
dijo que eran hijos del diablo. Jesús fue muy duro con los
religiosos, Él nunca habló duramente o con desprecio a un
pecador, pero sí lo hizo con los religiosos, de hecho los

81
enfrentó con un azote de cuerdas, y le derribó la mesa de las
negociaciones a los cambistas (Juan 2:15).

La persona hipócrita siempre manifiesta una doble


vida, y quienes vivimos por la fe, debemos tener mucho
cuidado de no caer en esa trampa. Esto suele ocurrir, cuando
en lugar de madurar espiritualmente, y manifestar la vida de
Reino en las capacidades de Cristo, procuramos discipular a
nuestro “yo”, educándolo para que haga la voluntad de Dios.

Es cierto que todos debemos de ser obedientes, pero


ahí tenemos una línea muy fina, que no debemos atravesar,
ya que esto se puede lograr en el poder de Dios, o con
nuestras propias fuerzas. Aunque esto sea difícil de detectar,
la diferencia es muy grande, porque la vida espiritual, en
plena comunión con Dios, recibe la impartición de Su vida,
Su luz y Su poder, para querer y para hacer Su voluntad.

En cambio, la vida natural, puede ser instruida en


teología, intimidada y manipulada para la obediencia, y aun
puede que desde su propia consciencia procure obedecer. El
problema es que en realidad no lo desea, sino que se sacrifica
porque cree que Dios se lo demanda y entre el temor y el
amor, solo intenta cumplir con su deber.

Quienes actúan de esa manera, no es extraño que fallen


obscenamente, pero en otros casos, logran mantener lo que
ellos consideran como su “fidelidad”. El problema es que
nunca llegan a ser felices. No conocen el gozo del Espíritu,

82
porque todo lo hacen desde la imposición y la disciplina
religiosa, pero no desde la vida del Espíritu.

Un estudio reciente realizado entre jóvenes


estudiantes, reveló que el ochenta y cinco por ciento de los
encuestados, jóvenes cuyas edades iban entre los dieciséis a
los veintinueve años, expresaron que consideraban a los
cristianos como hipócritas. Yo comprendo que la mayoría de
esos jóvenes opinan desde una percepción externa y desde la
falta de conocimiento verdadero, pero creo que igualmente
deberíamos preguntarnos por los motivos.

En realidad, la hipocresía es una cuestión simplemente


humana, no se limita a una religión, a una raza, o a un género
sexual. Espiritualmente la vemos en el pueblo de Israel, y la
seguimos viendo en la Iglesia. Desde que el hombre es
hombre, la hipocresía ha sido parte de su esencia. Sin
embargo, en el Nuevo Hombre no existe la hipocresía, ni hay
lugar para ella, por eso el Señor demanda humildad.

“Revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los


soberbios, Y da gracia a los humildes…”
1 Pedro 5:5

No se puede vivir en Cristo, ni procurar su plenitud


siendo hipócritas. La humildad es lo único que nos puede
mantener bajo el gobierno del Espíritu Santo. Todos los
cristianos en algún punto, hemos visto actitudes hipócritas
dentro de la Iglesia, y por supuesto, no estoy excluyendo al
liderazgo.

83
La mayoría de nosotros puede resaltar un sinnúmero
de ejemplos de incoherencias similares en la sociedad: El
líder político que vive como un millonario mientras que el
pueblo vive en terribles índices de pobreza. El que habla de
moralidad y tiene una doble familia, el que critica duramente
a los ladrones, pero que también roba con sus negociados, el
que dice amar a ciertas personas, pero luego habla mal de
ellas, y muchos otros ejemplos como estos.

Ante este panorama ¿Es de extrañar que algunos


cristianos pudieran caer en hipocresía? Bueno, esto no
debería ocurrir, porque un verdadero cristiano, es alguien que
ha sido regenerado y en su nueva vida, que es el Espíritu de
Cristo en él y él en el cuerpo de Cristo, debe convertirse en
una persona honesta, íntegra y santa.

Ahora bien, en la Iglesia pueden pasar dos cosas que


produzcan hipócritas. En primer lugar, que haya gente solo
convencida de su fe y que practique la religión. Esas
personas, acceden a la Iglesia para sentirse mejor, o para
recibir ayuda sobrenatural, y lo hacen como cualquier otra
persona, accediendo a una religión diferente como los
mormones, los testigos de Jehová, budistas, hinduistas, etc.

Esta gente no comprende que la verdadera Iglesia de


Cristo nada tiene que ver con una religión. No comprenden
que la Iglesia no es una organización religiosa, sino un
organismo vivo. No comprenden la regeneración, ni reciben
revelación alguna, solo practican el culto, y las liturgias

84
cristianas, tal como cualquier otra persona tiene la convicción
de realizar ciertas prácticas religiosas.

Por ejemplo, un testigo de Jehová, es una persona


convencida de la enseñanza que recibe. Puede congregarse,
cantar a Dios, orar, ofrendar y predicar casa por casa, pero en
realidad ni es renacido, ni tiene al Espíritu Santo morando en
él. Esta gente, hace todo desde una honesta convicción
mental, o desde el temor que le infundan sus líderes, pero al
final, no practican su fe con pasión espiritual, porque no
pueden hacer tal cosa.

Si trasladáramos a un testigo de Jehová, y lo


metiéramos en una congregación cristiana, tal vez nadie se
daría cuenta que no es una persona renacida, porque lo verían
congregar, cantar, orar, ofrendar, predicar y tener incluso,
una gran preparación teológica, pero convengamos que si no
hay vida espiritual, no habrá en él, fruto del Espíritu.

Esta gente, no sería más que un hipócrita convencido


de su honestidad. Es decir, el religioso se esfuerza mucho en
vivir de manera correcta, él no cree que hace nada
falsamente, puede jurar que está convencido y es verdad, no
está mintiendo. Está honestamente convencido, pero no está
viviendo el verdadero evangelio del Reino, que no viene por
convicción, sino por conversión soberana.

En la época de Jesús, había religiosos absolutamente


convencidos de sus prácticas y de sus conocimientos, pero
como le dijo Jesús a Nicodemo, era y es necesario para toda

85
persona nacer de nuevo para ver y para entrar a una vida de
Reino (Juan 3:3 al 5).

Por esa forma de vivir la fe, el Señor los trató de


hipócritas, porque los religiosos pueden no ser conscientes de
la hipocresía, pero hacen todo desde la motivación falsa he
incorrecta de un alma no redimida. La vida del Reino, no
puede ser vivida por quienes quieren, sino por quienes son
alcanzados por la gracia y reciben la vida de Cristo. Solo en
Él se puede recibir redención y vida espiritual.

No se puede vivir el Reino sin la vida de Dios. Se


puede practicar una religión. Alguien se puede congregar,
pero no ser parte del cuerpo de Cristo, puede orar, pero no
hablar con el Padre, puede cantar u ofrendar, pero no puede
adorar, porque como hemos visto, carece del organismo
capaz de realizar dichas cosas.

Una de las características de los religiosos, es que


suelen esforzarse mucho para vivir lo que creen que Dios les
exige, por tal motivo no solo no tienen gozo, sino que
realizan una especie de sacrificio, que los hace pensar que
son merecedores del bien y la misericordia. Estas personas se
vuelven juzgadoras de los demás, y son de condenar
fácilmente a otros, porque no comprenden la gracia.

Esta gente no cree que la gracia otorga todo, ellos creen


que Cristo hizo su parte, pero todo lo demás lo tienen que
hacer ellos, por lo tanto, creen que son socios de Dios
respecto de su salvación. Ellos pagan el precio, y cuanto más

86
caro pagan, más derechos creen que tienen. No comprenden
que Dios no acepta nada que provenga de nosotros, ni de
nuestra vieja naturaleza de pecado. El Padre solo acepta lo
que proviene de Cristo.

Si al congregarnos, no manifestamos a Cristo, no sirve.


Si al cantar o dar, no es glorificado Cristo, no sirve. Si al leer
la Palabra, no recibimos la luz de Cristo, no sirve. Nada es
productivo fuera de Cristo. El evangelio se vive en Cristo y
por Cristo, no hay nada fuera de Él, y no hay nada en nosotros
que sea agradable al Padre, excepto Cristo.

Cuando alguien no comprende esto, puede volverse


como un pecador educado, en lugar de un santo renacido. El
problema de ser un pecador educado, es que el pecador, desea
pecar. Como es educado, sabe que no debe, sabe que no
puede y tratará de controlarse, pero en realidad, es lo que
desea. Eso es un hipócrita.

Un verdadero hijo de Dios, tiene al Espíritu Santo


morando en su interior. Es alguien cuyo corazón es
regenerado, no desea pecar, no piensa pecaminosamente. Si
algo así le surge, lo detecta y él mismo lo rechaza, porque lo
identifica con lo que ya no es. Ahora es honesto en su deseo
de vivir conforme a la voluntad de Dios, y se goza en la
santidad verdadera. Puede que en algunas ocasiones, luche
con una tentación, pero no desea ofender a Dios y descubre
al enemigo que lo habita en la carne.

87
Cuando enseño, suelo dar un ejemplo personal, porque
yo fui un pecador, que había escuchado la historia de Jesús,
pero no había recibido Su gracia. Creía en Dios a mi manera,
pero no lo conocía, no tenía vida espiritual, estaba muerto en
mis delitos y pecados. No había forma de controlar algunos
deseos, y tampoco lo intentaba, porque ni siquiera veía mal
algunas cosas que hacía en acuerdo con otras personas.

Cuando recibí la vida de Cristo, mi corazón cambió,


mis gustos cambiaron, mis deseos cambiaron. Ya no quería
hacer ciertas cosas, y algunas me parecían sinceramente
horribles. Cada día estaba deseoso de agarrar la Biblia y
disfrutarla, cada día deseaba orar, ir a las reuniones, cantar a
Dios, etc. Nada de eso me fue impuesto, yo simplemente
deseaba hacerlo de manera apasionada.

Una parte de mí, llegaba a pensar que estaba


volviéndome loco, incluso me preguntaba: ¿Qué estoy
haciendo con mi vida? ¿Por qué me siento así? ¿Qué estoy
haciendo acá en la Iglesia? La otra parte de mí, estaba llena
de luz, llena de buenos deseos. Era criticado por amigos,
incomprendido por mi entorno, y despreciado por algunos,
pero yo me sentía incomprensiblemente feliz con lo que
estaba viviendo.

Desde entonces y hasta hoy en día, esa pasión no ha


desaparecido. Todavía me pregunto cada tanto ¿Por qué lo
hago? ¿Por qué vivo y enseño algo que racionalmente parece
absurdo? El problema es que no nos hacemos ciertas
preguntas, pero la Biblia está llena de historias que una

88
persona inteligente, culta, y racional, puede ver como simple
locura ¿Y saben qué? ¡Tienen absoluta razón! Para ser un
verdadero cristiano, debe haber en nuestro interior un
inquisidor que pretenda llevarnos a la razón, y un renacido
que se goza en la locura de la fe y el evangelio del Reino.

Esa es la doble vida. Algunos comienzan a escuchar


demasiado a su mente carnal y comienzan a cuestionar todo
con intensidad, de manera que suelen inclinarse en esa
dirección. Se vuelven cristianos tibios, que pueden haber sido
regenerados, pero no tienen una profunda comunión con el
Espíritu Santo, por lo tanto no se impregnan de Él, de Su vida,
de Sus deseos, y comienzan a vivir como cristianos
convencidos. Dejan de disfrutar a Cristo, puede que sigan
haciendo lo que creen que les demanda la fe, pero poco a
poco, se vuelven unos hipócritas.

Hay un enemigo agazapado dentro de nosotros, está


escondido y no es el diablo. Es nuestra vieja naturaleza que
añora el gobierno que tuvo y pretende volver a reinar.
Amados, no podemos tenerle misericordia a esa naturaleza.
Cristo la llevó a la cruz, y no fue para complacerla, sino para
matarla y que en Él, podamos vivir una vida nueva
(Romanos 6:4).

Ambas naturalezas existen en nosotros


simultáneamente. Por tanto, el conflicto es constante. Esto es
similar a cuando Esaú y Jacob estaban en el vientre de
Rebeca. Cada uno era diametralmente opuesto al otro, y
pugnaban entre sí aun dentro del vientre de su madre. Cuando

89
el Hijo de Dios estuvo en la tierra, todas las potencias
terrenales confabulaban para matarlo. Asimismo, mientras el
Hijo de Dios viva en nuestro corazón como nuestra nueva
vida, todos nuestros deseos carnales pugnarán por disputar
Su gobierno.

Reitero esto, porque es la clave de esta enseñanza: La


vieja naturaleza es nacida de la carne. Así que, en ella no
mora el bien (Romanos 7:18). Por su parte, la nueva
naturaleza procede de Dios, y por tanto no desea pecar (1
Juan 3:9). La nueva naturaleza y la vieja naturaleza difieren
por completo y luchan en nuestro interior. La Sangre de
Cristo nos ha limpiado de todo pecado, pero es la revelación
de la cruz, lo que puede vencer al pecador.

La vieja naturaleza es la carne, y los que están en la


carne no pueden agradar a Dios (Romanos 8:8). La nueva
naturaleza es espiritual y Dios es Espíritu, por lo tanto, los
que deseamos adorarlo, es necesario que le adoremos desde
esa naturaleza (Juan 4:23).

Esto es imposible de comprender, si no se ha recibido


la vida nueva. La vieja naturaleza solo es puesta en evidencia,
cuando llega la verdad que ampara la vida de Cristo en
nosotros. La razón nunca comprende estas cosas, y lo peor
que nos puede pasar en la Iglesia, es tener líderes que llegaron
a posicionarse como tal, sin haber recibido primero la vida.

En contraste con la nueva naturaleza, resulta evidente


que la vieja naturaleza está viciada, es maligna, y puede ser

90
influenciada de manera demoníaca. La nueva naturaleza, por
su parte, es santa, celestial y divina. Ambas se oponen y están
dentro de nosotros, esto genera conflictos que deben ser
resueltos con el poder del Espíritu. Estas naturalezas no
deben mezclarse, ni lograr una amigable convivencia, sino
que se requiere en nuestra experiencia, que esta vieja
naturaleza sea despojada de todo su gobierno.

La vieja naturaleza, no debe ser como los espinos que


ahogan el crecimiento de la verdadera vida. Debido a que
ambas naturalezas se oponen entre sí, cuando viene la
tentación, debemos estar firmes, porque experimentaremos
duros conflictos que pueden causarnos mucho mal. Si
permitimos que la vieja naturaleza se haga fuerte, en lugar de
fortalecer la vida espiritual, seremos absorbidos por el mal,
haciendo aquello que estando bien no deseábamos hacer, y
dejaremos de hacer, lo que hacíamos con verdadera pasión.

Todos los verdaderos hijos de Dios, padecemos estos


conflictos internos, y es necesario que eso ocurra. De hecho,
es la evidencia de haber sido regenerados. Hay una doble
vida en nosotros y hasta que venga lo perfecto, debemos
absorber con la luz, lo que proviene de las tinieblas, con el
bien, lo que procede del mal, lo que es de Cristo, con lo que
es simplemente nuestro.

Hay una metáfora que escuché en la Iglesia muchas


veces y en verdad, nunca pude comprobar fehacientemente
quién es su autor, pero dice que la vida del cristiano, es como
si dentro de nosotros tuviéramos un perro blanco y un perro

91
negro. Estos perros se pelean constantemente entre sí, y que
el ganador de ellos es el que nosotros alimentemos más. Si
alimentamos nuestro espíritu seremos gobernados por la
verdad y la vida, pero si alimentamos más la carne, solo
terminaremos siendo simples carnales.

El apóstol Pablo escribió: “Porque el deseo de la


carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la
carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que
quisiereis” (Gálatas 5:17). ¿Cuál es la naturaleza que ganará
en nuestras vidas, la carne o el espíritu? Es cierto que
tenemos asegurada nuestra salvación, porque no la
generamos por nuestros méritos sino por la obra de Cristo en
la cruz, pero la cuestión es: ¿Dejaremos atrás nuestra vieja
vida de pecado para vivir la plenitud de Cristo? Espero que
sí, porque tenemos de parte de Dios, todo lo que necesitamos
para lograrlo.

“Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el


Espíritu…”
Gálatas 5:25

Deberíamos ver esta situación tal como Pablo mismo


la explica unos versículos antes. “Estad, pues, firmes en la
libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez
sujetos al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1). Esto lo está
diciendo Pablo, porque algunos estaban tratando de volver a
los preceptos que la ley de Moisés establecía y ponían sobre
sí mismos, y sobre otros, cargas muy pesadas que realmente

92
Cristo no los había llamado a llevar, y que lo único que harían
es mantener el perverso sentido de justicia propia.

Algunos llegan a creer, que si vencen o no, depende de


si son capaces de enfrentarse a su naturaleza pecaminosa, la
cual es la carne. La operación del Espíritu Santo, en la obra
consumada de Cristo en la cruz, conforma la única manera en
la que podemos vencer la naturaleza pecaminosa. La obra
consumada como suceso, y los procesos de la sangre y de la
cruz en nuestras vidas, son la única manera de alcanzar la
victoria. Aparte de esta revelación, cualquier resolución
humana, voto o determinación, está destinada al fracaso.

¿Cómo conseguimos experimentar ese proceso en


nuestras vidas? Bueno, debemos hacerlo por medio de la fe.
Romanos 6:11 dice: “Así también vosotros, consideraos
muertos al pecado”. Cuando Pablo menciona el pecado, se
está refiriendo a nuestra naturaleza pecaminosa, la cual es
nuestra carne.

Dijimos que no debemos pretender realizar esto por


nosotros mismos o con nuestras propias fuerzas. La única
manera de lograrlo es considerarnos muertos conforme a la
verdad. Pero para considerarnos muertos, debemos ejercitar
nuestra voluntad y nuestra fe. Esto implica la dependencia
absoluta del Espíritu Santo. Debemos creer que la Palabra de
Dios es absoluta verdad, de eso se trata el evangelio. Dios
afirma que nuestra carne fue crucificada juntamente con el
Señor Jesús, por tanto, debemos creer firmemente que
nuestra carne ha sido verdaderamente crucificada. Por un

93
lado, tenemos fe en que estamos muertos, por otro lado,
adoptamos una actitud de negación a nosotros mismos. Si
hacemos esto, tendremos la genuina experiencia de morir al
pecado.

Si somos honestos y humildes ante Dios, si


reconocemos nuestro pecado y nuestras debilidades, si nos
reconocemos incapaces de hacer lo que nos demanda, y le
rogamos que gobierne sobre todo nuestro ser, haciendo Él, lo
que es agradable delante de Él, por medio del Espíritu Santo,
en la persona de Cristo, veremos cómo la cruz nos libera y
cómo la carne pierde su poder (Hebreos 13:20 y 21).

Si todos los hermanos, en lugar de intentar con sus


fuerzas, simplemente se rindieran ante Dios, disfrutarían el
evangelio y se gozarían ante el poder manifiesto del Señor.
Si en lugar de auto imponerse pesadas cargas, entregaran toda
carga al Señor, se sorprenderían cuan grato y liviano es su
yugo. ¡Ciertamente hallarían verdadero descanso para el
alma! (Mateo 11:29).

“despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y


corramos con paciencia la carrera que tenemos por
delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador
de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la
cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del
trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal
contradicción de pecadores contra sí mismo, para que
vuestro ánimo no se canse hasta desmayar”
Hebreos 12:1 al 3

94
Capitulo ocho

Viviendo el Reino

“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los


deseos de la carne”.
Gálatas 5:16

Hemos visto que dos naturalezas surgen en nuestro ser.


Una es la llamada natural, pecaminosa, carnal, o almática, la
cual es la naturaleza que nos identifica con el primer Adán, y
la otra es la vida espiritual, el nuevo hombre, cuya naturaleza
es la de Cristo. Obviamente esto genera conflictos en tres
áreas fundamentales de nuestra vida, En el plano espiritual,
con el enfrentamiento de la Luz con las tinieblas. En el plano
natural, con la convivencia entre personas, y en nuestro
interior, entre los viejos pensamientos y los nuevos conceptos
del Reino.

Nosotros ya hemos sido regenerados. Ahora,


coexistimos con dos naturalezas y eso nos vuelve como barro
con un tesoro dentro. Nos sabemos ricos, pero a veces nos
sentimos pobres. Nos vuelve como una fuente de la cual solo
debe surgir agua de vida, y de pronto hayamos que suele
surgirnos agua amarga. Nos vuelve como árboles de buen

95
fruto, que a veces nos sorprende dando algún fruto malo.
Inevitablemente estas dos naturalezas son causa de
innumerables conflictos en nuestro interior, y resolver este
conflicto es el gran desafío espiritual.

Por tal motivo, en este libro, como en ninguno de mis


otros libros, he repetido una y otra vez los principios de vida
espiritual, que pueden ayudarnos. Yo sé que algunos lectores
tal vez sintieron estar leyendo, páginas repetidas, pero esto
ha sido producido con un motivo fundamental: “La repetición
es la clave principal de la enseñanza, y es muy importante
que comprendamos estas cosas”.

Estar con los pies en la tierra y el corazón en el Reino,


no es fácil. Abajo podemos ser débiles, pero arriba somos
absolutamente fuertes, abajo podemos estar presos, pero
arriba somos verdaderamente libres, abajo podemos estar
atribulados en todo, pero arriba somos más que vencedores.
Nuestra mente debe elaborar pensamientos de arriba, a la vez
que debemos deshacernos de los pensamientos de abajo.

“Ya no vivan como vive todo el mundo. Al contrario,


cambien de manera de ser y de pensar. Así podrán saber
qué es lo que Dios quiere, es decir, todo lo que es bueno,
agradable y perfecto”.
Romanos 12:2 BLS

Nosotros podemos ir a Jerusalén y recorrer sus


polvorientas calles, podemos sacarnos fotos y disfrutar de los
lugares que transitó Jesús, o la Iglesia del primer siglo, pero

96
en realidad, nosotros somos de la Jerusalén de arriba y no de
la de abajo (Gálatas 4:26). Nosotros tenemos una ciudadanía
terrenal que nos identifica, pero esa identidad es limitada, y
nos aporta pequeños beneficios. La verdad es que somos
principalmente ciudadanos del Reino (Filipenses 3:20).

Creo que en la Iglesia, hemos desperdiciado


demasiado tiempo enseñando al de abajo. Hemos tratado de
enseñarle al hombre natural, como triunfar en la vida, cuando
en realidad debemos revelar al de arriba su victoria. Las
metas que persigue el de abajo son las mismas que las de los
impíos, pero el de arriba, tiene sus ojos en el galardón eterno.
El de abajo siempre tendrá que enfrentar derrotas, pero el de
arriba, a pesar de cualquier situación, siempre será más que
vencedor (Romanos 8:37).

Si vivimos más enfocados en los problemas de abajo,


que en las resoluciones del Reino, viviremos llenos de
frustraciones y fracasos. Jesús abajo fue un carpintero, pero
arriba el Rey de reyes. Abajo Él podía fabricar una puerta,
una mesa, o una silla, pero arriba es quién gobierna el
universo. De hecho, cuando los religiosos lo veían abajo, lo
consideraron un demonio, o el hijo de Satanás, pero en
realidad era el Santo y verdadero Hijo de Dios. Todo depende
de quién lo observara, y con qué entendimiento lo hiciera.

Si hubiéramos vivido en la época de Pedro, y


llegábamos a conocerlo en persona, tal vez le podíamos
comprar un pescado, porque para muchos, solo fue un
pescador, pero si alguien lo veía desde la revelación del

97
Reino, Pedro no era un pescador, sino un apóstol. Todo
depende desde donde lo pudiéramos observar.

Si conocíamos a Pablo, tal vez le podíamos encargar


que nos hiciera una tienda, porque fabricaba algunas para
vivir, pero eso hubiera sido un desperdicio, porque en el
Reino, Pablo fue un apóstol, poseedor de extraordinarias
revelaciones del Reino. Abajo era muy débil, pero arriba era
muy fuerte, abajo estuvo preso, pero arriba siempre fue libre.
Todo depende en donde pudiéramos verlo.

De la misma forma, podría ilustrar con la vida de todo


santo, despreciado abajo y valorado arriba, pero la idea, solo
es despertar nuestro entendimiento. Es que podamos vernos
como Dios nos ve y no como nos ve el mundo. Eso es lo más
importante para vivir efectivamente el Reino, saber quiénes
somos en Cristo y vivir por ello.

Nosotros estamos abajo, y tal vez tengamos algún


trabajo que no sea el que más nos gusta, tal vez no vivamos
en el mejor vecindario, ni en la casa más bonita, tal vez no
tengamos muchos recursos, ni mucha belleza física, pero
Dios no nos identifica por eso. El mundo puede que sí,
nuestro entorno puede que sí, la mayoría puede vernos abajo,
pero en realidad, para Dios, nosotros estamos sentados en
lugares celestiales en Cristo (Efesios 2:6).

Abajo tal vez podamos ser comerciantes, mecánicos,


albañiles, o pintores, pero en el Reino, somos reyes y
sacerdotes para Dios (Apocalipsis 1:5 y 6). La gente puede

98
que nos subestime, que nos menosprecien o nos maltraten,
pero eso no es algo extraño en el sistema que vivimos. Lo
importante es que nosotros no creamos esas mentiras, sino
que podamos vivir por la verdad.

Uno de los primeros libros que escribí se tituló


“Adoración, la honra de los despreciados”, es un libro
pequeño, pero muy estimado para mí. En él, recuerdo lo que
me implicó descubrir mi verdadero valor. Antes de conocer
al Señor, yo creía que no valía nada, por eso intenté quitarme
la vida. Nadie tira a la basura, algo que considera de valor.

Yo me sentí despreciado, lo que implica ser alguien de


poco precio, y me lo creí. Por eso casi me tiré a la basura,
porque llegué a creer que no valía nada. Sin embargo, cuando
fui alcanzado por la gracia del Señor, comprendí que para Él,
yo valía más que todo el oro del mundo. Qué error fatal el
mío… Qué error fatal, el de tantas personas que creen no
valer nada, porque abajo, el sistema les ha hecho creer que
son seres sin importancia. Sin embargo, la verdad es que
Cristo murió por nosotros, porque consideró que valemos el
precio de Su vida.

Es una honra para gente despreciada por el mundo,


saberse apreciada por el mismo Dios. No debemos permitir
que el diablo nos diga a través de la personas, lo poco o lo
mucho que valemos. Debemos escuchar a Dios, solo a Dios,
porque Él es el único que nos dice la verdad. ¡La pura verdad!

99
“…Yo te amo; tú vales mucho para mí. Para salvarte la
vida y para que fueras mi pueblo, tuve que pagar un alto
precio, para poder llamarte mí pueblo…”
Isaías 43:3 BLS

Las dos naturalezas que portamos, son la clave para


comprender el enigma de una vida en constantes luchas. El
hecho de que experimentemos conflictos internos y
sentimientos de culpa, comprueba que hemos sido
regenerados. Si no sufriéramos conflictos, sería muy
preocupante. Es lógico que ocurra así, solo debemos
resolverlos correctamente.

Cuando no hay regeneración, no hay lucha entre el


viejo hombre, del cual debemos despojarnos (Efesios 4:22),
y la nueva naturaleza que tenemos en Cristo Jesús. Reitero,
las personas pueden tener conflictos morales, éticos,
sentimentales, o mentales, pero no están vinculados a una
vida superior. Todo en ellos, queda en el plano terrenal.

Nosotros no vamos al psicólogo porque no nos


entendería. Nuestros conflictos a resolver, están vinculados
al Nuevo Hombre, si resolvemos eso tendremos toda la
claridad necesaria para resolver todo lo demás. Nosotros no
deberíamos echar mano a las herramientas de abajo, porque
tenemos los principios del Reino, que son absolutamente
efectivos.

Hoy en día, hay hermanos que son criticados y sin


importar quién haya dicho algo sobre ellos, se sienten

100
automáticamente ofendidos. Estamos sonando en una
frecuencia tan baja, que nuestro corazón se ensucia con
estupideces. El Señor dijo: “Dame, hijo mío, tu corazón, y
miren tus ojos por mis caminos” (Proverbios 23:26). Eso
parece no estar sucediendo.

Es fácil para muchos hermanos, decir que aman al


Señor, y que sus corazones les pertenecen a Él, pero en la
vida diaria, se enredan tanto en cuestiones absurdas, que no
hay lugar para Él en sus sentimientos. Es fácil para muchos,
decir que creen en la Palabra de Dios, pero a la hora de mirar
sus caminos, van al culto, oran, o sirven a Dios, solo si tienen
algo de tiempo libre.

Si la Iglesia pretende ser efectiva abajo, debe tener su


corazón arriba. Jesús fue claro: “Mi Reino no es de este
mundo…” Nosotros deberíamos aprender de Él. Hay
muchos tutoriales en YouTube, sobre como tener éxito en la
vida, pero si queremos verdaderos resultados, debemos
volvernos a la Palabra de Dios.

El apóstol Pablo nos ha enseñado sobre el conflicto que


existe entre la nueva y la vieja naturaleza. Lo hemos visto
valerse de su propia experiencia, para describir vívidamente
la clase de vida que llevamos al estar inmersos en tal conflicto
(Romanos 7 y 8). Si bien la nueva naturaleza quiere hacer la
voluntad de Dios y aborrece el pecado, la vieja naturaleza es
demasiado fuerte durante la inmadurez o la tibieza espiritual,
y muchas veces termina pecando.

101
Pero aferrémonos a la gracia, porque el Nuevo Hombre
en quién hemos sido bautizados, no puede pecar, por eso
Pablo dijo: “De manera que ya no soy yo quien obra
aquello, sino el pecado que mora en mí” (Romanos 7:17).
El primer sujeto en el que se posiciona Pablo, corresponde a
la nueva naturaleza, mientras que “el pecado” es otro nombre
dado a la vieja naturaleza. Por tanto, este versículo significa
que quien peca no es la vida en el Nuevo Hombre, sino la
naturaleza pecaminosa que aún nos habita.

Por supuesto, esto no nos exime de la responsabilidad


de despojarnos de esa vieja naturaleza (Efesios 4:22). De
hecho el Señor no dice “Te despojaré…” sino que dice:
“Despojaos…” Es nuestra tarea y nuestra responsabilidad,
pero como he tratado de explicar en este libro. La clave está
en no intentarlo con nuestras fuerzas o capacidades, sino en
la autoridad y el poder del Espíritu Santo.

Pablo también describe las contradicciones que existen


entre la naturaleza pecaminosa y la vida espiritual, como la
experiencia que debe enfrentar todo cristiano. Todos
deseamos ser como Cristo, pero hayamos que somos
incapaces de resolver aun pequeños problemas emocionales.
Nuestro ego nos golpea duramente con una cruel realidad de
que el pecado mora en el “yo”.

Cuando algunas tentaciones vienen, cierto poder que


Pablo denomina como una “ley”, ataca nuestro anhelo de
santidad. Como resultado de ello, pensamos lo que no
debemos, hablamos lo que no debemos y hacemos lo que no

102
deberíamos hacer. A pesar de tantas resoluciones y promesas
hechas al Señor, somos incapaces de evitar que tal poder se
filtre en nuestras vidas, y vez tras vez, nos deja en evidencia.

“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del


Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí,
para que no hagáis lo que quisiereis”
Gálatas 5:17

No deberíamos explicar los caprichos de la carne, y


mucho menos, considerarla víctima de alguna situación. Si
cerramos nuestros ojos, y somos capaces de ver tan solo una
escena en esa cruz levantada en el monte Calvario,
comprenderemos que esa es la consideración que Dios le
tiene a nuestra vieja naturaleza de pecado.

Satanás le dijo a Adán, que si comía de la fruta


prohibida sería igual que Dios. La vieja naturaleza aún tiene
sus propios deseos de poder, no debemos subestimarla. En el
fondo de nuestro corazón habita la rebelión, y no debemos
ignorar eso. Algunos religiosos creen que son justos y que no
hay impureza en ellos, pero ese es el mayor engaño. El “yo”
tiene que morir cada día, porque si hoy le tenemos piedad,
mañana puede ser el causante de nuestra ruina.

Cuando el Señor mandó al rey Saúl, a destruir Amalec,


le dijo: “Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que
tiene, y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños,
y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos” (1
Samuel 15:3). Al pedirle que destruyera a los amalecitas,

103
Dios en Su sabiduría, puso a Saúl en un aprieto a fin de
probarlo. Esos amalecitas, para nosotros, pueden ser una
clara figura de la carne, el enemigo principal de nuestras
vidas.

Entonces Saúl mató a filo de espada a todo el pueblo


amalecita, pero perdonó al rey Agag, y a lo mejor de las
ovejas y del ganado mayor, de los animales engordados, de
los carneros y de todo lo bueno (1 Samuel 15:7 al 9). Esta
decisión le costó el reino a Saúl, porque fue desobediente.
Dios le dijo a Samuel que se arrepentía de haber puesto por
rey a Saúl, porque éste no había cumplido Sus palabras (1
Samuel 15:10 y 11).

Esto no concluyó con Samuel hablando con Saúl, sino


que después de anunciarle que su reino le sería quitado,
Samuel pidió que le trajeran al rey Agag, quién vino a al
profeta alegremente, diciendo: “Ciertamente ya pasó la
amargura de la muerte…” (1 Samuel 15:32). Sin embargo
Samuel mató al rey y lo cortó en pedazos delante del Señor
en Gilgal (1 Samuel 15:33).

La crónica acerca de esta desobediencia de Saúl, debe


ser una advertencia para nosotros, de no dejar viva nuestra
carnalidad, con la idea de operar a través de ella. Debemos
temer a Dios y tener presente que el Hijo de Dios crucificó la
carne, y que vino a nosotros para regenerar nuestro espíritu y
solo la nueva vida puede agradar al Padre.

104
El Señor habita nuestro espíritu, y actúa en nosotros,
edificando Su Cuerpo. Nos conduce conforme a la voluntad
del Padre por Su Espíritu, para que podamos manifestar Su
Reino. No debemos procurar nuestra propia monarquía a la
vez que decimos vivir en el reino de Dios. Debemos aprender
la lección de Saúl, a la carne hay que matarla, porque si le
tenemos misericordia, se nos puede volver en contra.

Debemos aprender la lección de la cruz y crucificar


nuestra carne con sus pasiones y deseos (Gálatas 5:24).
Además, debemos ejercitar fielmente nuestro espíritu para
seguir al Señor, quien es el Espíritu vivificante y consumado
que mora en nuestro espíritu, y que es uno con nosotros. De
esta manera se edificará el reino de Dios, el cual es la iglesia
como Cuerpo intrínseco de Cristo. ¡Ruego a Dios que
podamos comprender todo esto!

“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas


de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con
Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste,
entonces vosotros también seréis manifestados con él en
gloria”.
Colosenses 3:1 al 4

105
Reconocimientos

“Quisiera agradecer por este libro a mi Padre celestial,


porque me amó de tal manera que envió a su Hijo Jesucristo
mi redentor.
Quisiera agradecer a Cristo por hacerse hombre, por morir
en mi lugar y por dejarme sus huellas bien marcadas para
que no pueda perderme.
Quisiera agradecer al glorioso Espíritu Santo mi fiel amigo,
que en su infinita gracia y paciencia,
me fue revelando todo esto…”

“Quisiera como en cada libro agradecer a mi compañera de


vida, a mi amada esposa Claudia por su amor y paciencia
ante mis largas horas de trabajo, sé que es difícil vivir con
alguien tan enfocado en su propósito y sería imposible sin
su comprensión”

106
Como en cada uno de mis libros, he tomado muchos
versículos de la biblia en diferentes versiones. Así como
también he tomado algunos conceptos, comentarios o
párrafos de otros libros o manuales de referencia. Lo hago
con libertad y no detallo cada una de las citas, porque tengo
la total convicción de que todo, absolutamente todo, en el
Reino, es del Señor.

Los libros de literatura, obedecen al talento y la


capacidad humana, pero los libros cristianos, solo son el
resultado de la gracia divina. Ya que nada, podríamos
entender sin Su soberana intervención.

Por tal motivo, tampoco reclamo la autoría o el


derecho de nada. Todos mis libros, se pueden bajar
gratuitamente en mí página personal
www.osvaldorebolleda.com y lo pueden utilizar con toda
libertad. Los libros no tienen copyright, para que puedan
utilizar toda parte que les pueda servir.

El Señor desate toda su bendición sobre cada lector y


sobre cada hermano que, a través de su trabajo, también haya
contribuido, con un concepto, con una idea o simplemente
con una frase. Dios recompense a cada uno y podamos todos
arribar a la consumación del magno propósito eterno en
Cristo.

107
Pastor y maestro
Osvaldo Rebolleda

El Pastor y maestro Osvaldo Rebolleda hoy cuenta con


miles de títulos en mensajes de enseñanza para el
perfeccionamiento de los santos y diversos Libros de
estudios con temas variados y vitales para una vida
cristiana victoriosa.
El maestro Osvaldo Rebolleda es el creador de la Escuela de
Gobierno espiritual (EGE)
Y ministra de manera itinerante en Argentina
Y hasta lo último de la tierra.

rebolleda@hotmail.com

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