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0 12 - Infinito en Una Tela

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¡El juego ya empezó!

Jugamos por encontrarnos, conocernos, alegrarnos.


Sin importar cuándo termine.
Desde el inicio nos jugamos la vida.
Jugar por jugar.

La llegada de un bebé a la vida familiar y comunita-


ria está plena de asombro, alegría e incertidumbre.
¿Cómo será su forma de ser, qué cosas le gustarán,
qué hará que se fastidie? Se despiertan muchísimas
preguntas y todo está por descubrirse.

Si tuviéramos que elegir una acción que reúna al


asombro, la alegría, la incertidumbre, el hacernos pre-
guntas y el descubrir, ese hacer sería, sin lugar a duda,
¡jugar! Aunque a veces cueste reconocerlo, desde el
inicio jugamos toda la vida. Nos reímos y lloramos,
teatralizamos situaciones, desdramatizamos pesares,
cumplimos roles, repartimos tareas, acordamos re-
glas, nos sentamos alrededor de una mesa, nos senti-
mos en equipo… Así mismo, la crianza es un profundo
y valioso juego que se atesora para siempre, tanto en
el bebé como en las personas adultas que lo cuidan.

A jugar se aprende, y aprendemos jugando. Llevar el


juego a la vida cotidiana desde los primeros meses
2 nos acompaña y ayuda a llevar adelante los desafíos
que cada día las niñas y niños nos traen. A su vez, a
ellas y ellos el juego los estimula en su sano desarro-
llo, expresión y comunicación. Es importante recupe-
rar y defender el hecho de jugar, porque jugar es cosa
seria y puede convertir cualquier tela que tengamos a
mano, una sábana, un mantel, en una puerta abierta
al infinito.

El capullo paseandero
Desde hace mucho tiempo, incluso las civilizaciones
más antiguas, diversas culturas en todo el mundo po-
nen en práctica el porteo de bebés. Se trata de una
sabia costumbre ancestral que consiste en cargar con
telas o tejidos a las niñas y niños pequeños en el pe-
cho, espalda o cintura de la mamá, papá o persona a
cargo de su amoroso cuidado. Distintas esculturas, re-
lieves, pinturas y obras de arte realizadas miles y cien-
tos de años atrás dan cuenta de esto. Todas ellas son
escenas de la vida y la labor cotidiana, principalmente
de mujeres, que las llevan a cabo mientras cuidan a
sus bebés con las telas de porteo. Hoy, tanto mujeres
como varones se suman a esta propuesta que, lejos
de ser actual y moderna, es parte de la historia de la
humanidad.
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El porteo colabora y acompaña en las horas de trabajo
y en las múltiples tareas de cuidado que involucran
a la crianza. Por otra parte, al tener las manos dispo-
nibles nos podemos preparar algo rico para tomar y
comer, que reconforta y renueva las fuerzas. Al estar
en contacto con la piel y el latido del corazón el bebé
logra la calma, y también permite descansar a ambos.
Además, con el porteo se abren distintas posibilida-
des de paseos, caminatas, mandados, danzas y sua-
ves movimientos que traen nuevos aires a la rutina y
nos invitan a jugar. Así, como un capullito paseandero
que con resguardo y protección explora el aire de su
nuevo mundo, recordando la comodidad y confianza
de su vida acuática dentro del útero.

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De crisálida a mariposa
La mejor opción de “porta bebé” es aquella que sea
respetuosa y protectora de las formas del cuerpo y
movimientos acordes a su desarrollo y que, a su vez,
permita ir modificándose y acompañando el creci-
miento, ya que no es lo mismo portear a una niña de
tres meses que a una de un año.

Una alternativa casera, económica, que permite múl-


tiples metamorfosis, es una tira larga de modal. Su
elasticidad permite llevar al bebé de diferentes for-
mas, desde pequeñitos y hasta que son más grandes
e incluso ya caminan. Para las niñas y niños de 0 a 12
meses lo importante es que vayan con su rostro sobre
el pecho, no mirando hacia afuera.

Quizás alguna persona conocida ya la usó y te la puede


compartir, o puede ser un regalo de bienvenida para el
bebé entre amistades y familiares, o puede proponer-
se como proyecto en los centros comunitarios y llevar
adelante algún emprendimiento que permita obtener
estas mágicas telas para las niñas y niños pequeños
del barrio.

En YouTube hay montones de videos que enseñan las


diferentes formas de colocar la tela para el porteo, po- 5
dés encontrarlos con las palabras claves: porteo, pa-
ñuelo porta bebés, fular.
Nidos
Así como el porteo da contención y seguridad al bebé
mientras hacemos otras tareas, armar un nidito de te-
las a su alrededor antes de acostarlo también ayuda a
crear ese gesto de cobijo y protección.

Muchos tejidos con lanas, hilos, telas y fibras natura-


les buscan en distintas culturas emular la imagen del
nido de las aves para los seres humanos. Nidos como
abrigos, como hamacas, como bolsos extensibles para
llevar ropa, cambiador, pañales, algodón, oleo calcá-
reo, toalla, un juguetito, ¿qué más?
Está el nido moisés, el nido cuna, el nido lámpara para
bajar las luces cuando se esconde el sol.

Un puñado de pañuelos y retazos de tela pueden con-


vertirse en un juego de nidos y aves de colores. Juga-
mos con ellos a ocultar nuestro rostro y volver a apa-
recer, como los pichones que se asoman al borde de
sus casitas. Jugamos a levantarlos por el aire y dejar-
los caer, animando al bebé que siga con su mirada ese
vuelo mágico.

Observar el cielo, los árboles, las aves en las plazas,


salir a descubrir nidos, a encontrar plumas, nos traen
alegría y bienestar a adultos, niñas y niños. Escuchar
6 sus sonidos y cantos y tratar de imitarlos es algo que
nos puede dar mucha risa.
Tu propio espacio
La fuerza poética del nido nos trae este doble registro
de los tiempos y espacios en la crianza. Por un lado,
aporta la contención, el calor, el cuidado. Por el otro,
el vuelo cada tanto para salir en búsqueda del alimen-
to, y volver.

El juego entre este ida y vuelta es muy importante de


lograr mantenerlo en equilibrio, más aún con las ma-
más lactantes con toda su disponibilidad corporal e
integral. Cuidar a quienes cuidan es fundamental, cui-
dando a quienes más tiempo pasan con las niñas y
niños pequeños también estamos cuidando a ellas y
ellos.
Entonces, va este juego dedicado para quienes crían.
Con la ayuda de otra persona, sobre la vereda o bal-
dosas con una tiza, sobre tierra o arena con un palito,
o sobre un papel afiche o de almacén con fibrones o
lápices, vas a sentarte con las piernas en canastita y
dibujar a tu alrededor una gran circunferencia que te
rodeé. Permanecé un momento allí, respirando pro-
fundo, cerrando los ojos, sintiendo que ese espacio te
abraza, te cuida y contiene a vos y a tu bebé. Luego,
poco a poco, te parás y salís a buscar o a dibujar qué
cosas “del mundo del afuera”, te nutren, te hacen bien
y te ayudan a sostener la gran y noble labor de criar. 7
Y lo ponés allí también, en palabras, en dibujos, con
objetos, como quieras. Luego, podés decorar y embe-
llecer ese propio espacio, que por ahora es también
el espacio compartido con tu bebé. Cuando termi-
nes observá tu obra y compartí con la persona que te
acompaña sensaciones y palabras.

Mecer
Ahora, la tela larga de porteo se convierte en una ha-
maca, donde despacito y con cuidado regalamos al
bebé el gran tesoro de mecer y ser mecido.

Las sillas mecedoras que solía haber en las casas de


las abuelas guardan esta sabiduría. Ese continuo vai-
vén, como olas calmas de un mar o un río, nos recuer-
da a nuestra vida intrauterina, nos relaja, logramos
descansar y conciliar el sueño. Y esto es así para be-
bés, adolescentes, adultos, ancianos, ¡nadie se resiste
al encanto de la hamaca mecedora o de una hamaca
paraguaya bajo el fresco de las estrellas!

8 Ir a la plaza y sentarse en una hamaca, hacer upa y


mecer en brazos, cantar un arrullo, alivia y nutre las
almas.
Arrorró para
tu niña y niño interior
La fuerza poética del nido nos trae este doble registro
¿Te acordás cómo era cuando te mecían?
Bueno, si no te mecieron o no lo tenés presente, va este
nuevo juego para vos. Otra vez, necesitamos de alguien
que cuide a quien cría y tenga brazos dispuestos.
Esa persona se sentará cómodamente, en una silla
o sillón. Luego, te hará upa, te contendrá y mecerá
como a un bebé. Ojalá también te regale una canción
de cuna o una poesía. Vos, sólo tenés que abrirte a
recibir este amoroso y ancestral gesto de ser mecido.
Claro que sí, ¡totalmente merecido!

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Dirección editorial:
Alejandro Morlachetti, especialista en Protección de Derechos de UNICEF

Coordinación general:
Analía Colombo, Oficial de Protección de UNICEF

Revisión:
Matías Bohoslavsky, Comunicación de UNICEF

Redacción:
Yamila Frison

Supervisión de textos:
Chiqui González

Diseño gráfico integral:


Esteban Goicoechea

Coordinación del proyecto:


Cecilia Nieto

Ilustraciones del portal:


Estrellita Caracol

Ilustraciones de las publicaciones:


Caren Hulten

© Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF)

Primera edición abril de 2024

Se autoriza la reproducción total o parcial de los textos aquí publicados, siempre y cuando no sean alterados,
se asignen los créditos correspondientes y no sean utilizados con fines comerciales.

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