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Divina comedia

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La Divina Comedia
de Dante Alighieri Ver y modificar los datos en Wikidata

Género Epopeya Ver y modificar los datos en Wikidata


Ambientada en Infierno, purgatorio, cielo y Cielos del Paraíso Ver y modificar
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Idioma Toscano e italiano Ver y modificar los datos en Wikidata
Texto en español La Divina Comedia en Wikisource
Contenido
Infierno
Purgatorio
Paraíso
Vergine Madre, figlia del tuo figlio
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Domenico di Michelino, Dante y la Divina comedia, 1465. Florencia, Catedral de


Santa María del Fiore
La Divina comedia (en italiano moderno: Divina Commedia, en toscano: Divina
Comedìa), también conocida simplemente como Comedia, es un poema escrito por Dante
Alighieri. Se desconoce la fecha exacta en que fue redactado aunque las opiniones
más reconocidas aseguran que el Infierno pudo ser compuesto entre 1304 y 1308, el
Purgatorio de 1307 a 1314 y, por último, el Paraíso de 1313 a 1321, fecha del
fallecimiento del poeta. Se considera por tanto que la redacción de la primera
parte habría sido alternada con la redacción del Convivium y De vulgari eloquentia,
mientras que De monarchia pertenecería a la época de la segunda o tercera etapa, a
la última de las cuales hay que atribuir sin duda la de dos obras de menor empeño:
la Cuestión de agua y La Tierra y las dos églogas escritas en respuesta a sendos
poemas de Giovanni de Regina.

Es la creación más importante de su autor y una de las obras fundamentales de la


transición del pensamiento medieval (teocentrista) al renacentista
(antropocentrista). Es considerada la obra maestra de la literatura italiana y una
de las cumbres de la literatura universal.

Características

Dante y Beatriz a orillas del Leteo (1889), de Cristóbal Rojas.


Dante Alighieri llamó sencillamente Commedia a su libro, pues, de acuerdo con el
esquema clásico, no podía ser una tragedia, ya que su final es feliz. Fue el
escritor y humanista Giovanni Boccaccio quien añadió el adjetivo "divina" durante
la época en la que se encargó de leerla y comentarla públicamente por diferentes
ciudades italianas, también por ser un poema que canta a la cristiandad. El libro
suele presentarse actualmente con un gran cuerpo de notas que ayudan a entender
quiénes eran los personajes mencionados. Estos comentarios incluyen
interpretaciones de las alegorías cristianas o significados místicos que contendría
el texto. Miguel Asín Palacios, por otra parte, destacó la importancia de la
escatología musulmana en la estructura del Infierno dantesco.1

La Divina comedia se considera una de las obras maestras de la literatura italiana


y universal. Dante resume en ella todo el amplio conocimiento acumulado durante
siglos, desde los antiguos clásicos hasta el mundo medieval; su fe religiosa y sus
convicciones morales y filosóficas. El estilo de la obra posee un rico lenguaje
lleno de símbolos y frecuentes referencias a personajes históricos y de la antigua
mitología. Numerosos artistas de todos los tiempos crearon ilustraciones sobre
ella; destacándose entre ellos las de Sandro Botticelli, Gustave Doré, Salvador
Dalí, William Blake, William Adolphe Bouguereau y Miquel Barceló. Dante Alighieri
la escribió en dialecto toscano, matriz del italiano actual, el cual se usó entre
los siglos XI y XII. Dante finaliza cada una de las cánticas utilizando la palabra
estrellas; conectándolas, a pesar de sus marcadas diferencias.

Aunque la Divina comedia es principalmente un poema religioso, que discute el


pecado, la virtud y la teología, Dante también discute varios elementos de la
ciencia de su época,2 como por ejemplo: las implicaciones de una Tierra esférica y
las estrellas visibles en el hemisferio sur o analiza la importancia del método
experimental en la ciencia, en las líneas 94-105 del Canto II del "Paraíso".

Estructura

Detalle de infierno: Mosaico que representa el Juicio Final por Coppo di


Marcovaldo, Museo Baptisterio de San Juan.3 El poeta Dante Alighieri fue bautizado
en este lugar.
Cada una de sus partes (Infierno, Purgatorio y Paraíso) está dividida en cantos,
cada uno consta de treinta y tres cantos, y más el canto introductorio suman 100
cantos en total. Cada canto fue compuesto por tercetos entrelazados endecasílabos o
terza rima que, se dice, él mismo inventó.

El poema se ordena en función del simbolismo del número tres, que evoca la
Santísima Trinidad (el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo), el equilibrio, la
estabilidad y el triángulo, las tres proposiciones que componen el silogismo, lo
que se sumaba al cuatro, que representaba los cuatro elementos: Tierra, aire, fuego
y agua, dando como resultado el número siete, como siete son los pecados capitales.
Finalmente, el Infierno está dividido en nueve círculos, el Purgatorio en siete y
el Paraíso queda formado por nueve esferas que giran como los planetas en torno al
Sol.

Toda la obra está llena de símbolos que remiten al conocimiento y al pensamiento


medievales; religión, astronomía, filosofía, matemáticas, óptica, etcétera, que se
encarnan en personajes, lugares y acciones.

El poema cuenta con un personaje principal: Dante, que personifica a la humanidad,


y representa la tentación del pecado. Luego cuenta con dos personajes secundarios:
Beatriz, que personifica la Fe y lleva a Dante a cada una de las esferas del
paraíso, hasta el Empíreo, espacio inmóvil, donde contempla la Rosa mística formada
por Dios y sus elegidos; y Virgilio, que hace otro tanto con la razón.

El Paraíso representa el saber y la ciencia divina. El Infierno representa al ser


humano frente a sus pecados y sus funestas consecuencias. El Purgatorio, la lenta
purificación de sus culpas hasta la liberación. En esta obra el autor narra con
extraordinario realismo un maravilloso viaje durante el que se encuentra con las
almas de grandes y terribles personajes de la historia; es un canto a la humanidad
que sólo en la fe en Dios encuentra su felicidad.

La estrofa por su parte está compuesta por tres versos, y cada una de las cánticas
cuenta con treinta y tres cantos, más el canto introductorio, de manera que la obra
completa se compone de cien cantos. Se usa un tipo de rima original, la "terza
rima".

Nel mezzo del cammin di nostra vita


mi ritrovai per una selva oscura,
ché la diritta via era smarrita.
Ahí quanto a dir qual era è cosa dura
esta selva selvaggia e aspra e forte
che nel pensier rinova la paura!
Dante también utiliza el número diez tanto como cabalístico que como número
pitagórico, que se aprecia en los cien cantos de la comedia, compuestos por los
treinta y tres de cada reino, más el de introducción. También es notable la
importancia decimal en los diez niveles del infierno, que son nueve círculos más el
anteinfierno, donde se encuentran los ignavi, es decir, los indiferentes.

La estructura matemática de la Divina comedia, por otra parte, es mucho más


compleja de lo que aquí se esboza[cita requerida]. El poema puede leerse según los
cuatro significados que se atribuyen a los textos sagrados: literal, moral,
alegórico y anagógico. En este poema, Dante hace gala además de un gran poder de
síntesis que es característico de los grandes poetas.

La estructura también afecta a los registros lingüísticos: en el infierno se


utiliza un lenguaje vulgar, el texto del "Purgatorio" está lleno de citas bíblicas
y el del "Paraíso", de himnos y cantos litúrgicos.

Antes de emprender el viaje hacia los tres mundos, Dante despierta en una selva
oscura sin saber por qué llegó ahí. Cuando se habla de selva oscura se hace
referencia a algo malo, a lo contrario a Dios, ya que esa selva era oscura, era
mala. En esa selva se describe un paisaje inicial en el cual se ve el sol, las
estrellas, la playa y la colina. El sol en representación de la divinidad, de Dios,
la colina es el camino que debe subir para llegar a Dios, y Dante no puede llegar a
esa luz porque en el camino se encuentra con tres fieras que son obstáculos para
él, cada fiera representando un pecado. Ahí se encuentra con Virgilio y después de
una conversación con este, comienza su viaje.

Infierno
Artículo principal: Infierno (Divina comedia)

Infierno, Canto I (por Gustave Doré).


La primera parte describe cómo Dante se halla perdido en un bosque oscuro en su
mediana edad y entra en una cueva al pie del monte Sion, cerca de Jerusalén. Tres
animales alegóricos le salen al paso: una pantera, una loba y un león. Estos
animales representan los pecados que pueden atacar a Dante. La pantera representa
la lujuria y la ciudad de Florencia que lo ha exiliado. La loba es, según los
comentaristas, el pecado de la codicia, y más allá de esto el poder temporal del
Papa en Roma. El león representa la soberbia, y el poder de Francia, que pretendía
dominar Italia. Después se narra el descenso del autor al infierno, acompañado por
el poeta latino Virgilio, autor de la Eneida, a quien Dante admiraba y que, en la
Edad Media, tenía una curiosa fama de mago, particularmente en Nápoles. Acompañado
por su maestro y guía, desciende al infierno, que tiene forma de cono con la punta
hacia abajo y que, como indica Agnelli en la obra, se indican diez giros a la
izquierda, infiriendo que cada uno es de 36°, formando así una circunferencia
completa al final.4
En el infierno, los poetas se encontrarán con los que están siendo sometidos a
castigo, según la gravedad de los pecados cometidos en vida. En las puertas, se
advierte: "Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate" / "Quien entre aquí, abandone
toda esperanza".

El primer círculo corresponde al limbo, donde se encuentran las almas inocentes de


los que obraron bien, pero desconocieron el mensaje de Jesucristo porque nacieron
antes que él. Esas almas no sufren, pero no pueden participar del Paraíso. Allí se
encuentra un grupo de cinco grandes poetas, entre los cuales Virgilio es aceptado
como el sexto.

Dante encuentra en el infierno a muchos personajes antiguos pero también de su


época (muchos de ellos, enemigos de Dante o que colaboraron en su destierro), y
cada uno de ellos narra su historia brevemente a cambio de que Dante prometa
mantener vivo su recuerdo en el mundo; cada castigo se ajusta a la naturaleza de su
falta (contrapasso) y se repite eternamente. Jorge Luis Borges5 cita como los
mejores pasajes la historia de Paolo y Francesca, amantes adúlteros que se
conocieron al leer en el libro de Lanzarote los amores de la reina Ginebra y
Lanzarote, que fue motivo de inspiración y homenaje por poetas románticos y
contemporáneos, así como la historia del conde Ugolino da Pisa, que se comió a sus
propios hijos, y del último viaje de Ulises. Son también impresionantes el tránsito
por el bosque de los suicidas, la travesía del desierto donde llueve el fuego,
donde Dante se encuentra a su maestro Brunetto Latini, y la llanura de hielo de los
traidores, considerados los peores pecadores entre todos. En el último círculo
"judesco", el Canto trigésimo cuarto, Dante se encuentra en la cuarta zona del
noveno círculo, en el hielo del Cocito, donde son castigados los traidores de los
benefactores, durante la noche del 9 de abril de 1300 (Sábado Santo), o, según
otros comentadores, del 26 de marzo de 1300. Los traidores están sumergidos en
hielo y, al llorar, las lágrimas les cortan los ojos. Se describe a Lucifer como un
demonio de tres cabezas; dentro de su boca principal se hallaba Judas, al cual
mordía con sus filosos colmillos como un juguete, mientras éste gritaba de dolor;
en las otras, mordía a los asesinos de Julio César, Marco Junio Bruto y Casio.

Agarrados al pelaje de Lucifer van descendiendo pero, de repente, se encuentran


subiendo, porque han pasado el centro de la Tierra y se encaminan a las antípodas.
Allí vuelven a ver las estrellas.

Purgatorio
Artículo principal: Purgatorio (Divina comedia)
En esta segunda parte, Dante y Virgilio atraviesan el Purgatorio, una montaña de
cumbre plana y laderas escalonadas y redondas, simétricamente al infierno. En cada
repisa o escalón se redime un pecado, pero los que allí habitan están contentos
porque poseen esperanza y saben que su pena es finita y acabará. Dante se va
purificando de sus pecados en cada nivel porque un ángel en cada uno le va borrando
una letra de una escritura que le han puesto encima. Allí encuentra a famosos
poetas, entre ellos a Publio Papinio Estacio, autor de la Tebaida.

El primer canto del Purgatorio, ilustrado por Gustave Doré.


Esta parte comienza propiamente con la salida del infierno a través de la natural
burella. Dante y Virgilio llegan así al hemisferio sur terrestre (que se creía por
completo bajo las aguas), donde en medio de ellas se halla la montaña del
Purgatorio, creada con la tierra utilizada para crear el abismo del Infierno,
cuando Lucifer fue expulsado del Paraíso tras rebelarse contra Dios. Tras salir del
túnel llegan a una playa, donde encuentran a Catón el Joven, que se desempeña como
guardián del Purgatorio. Teniendo que emprender el ascenso de la empinada montaña,
que resulta imposible escalar, es tan empinada que Dante tiene que preguntar a
algunas almas cuál es el pasaje más cercano; éstos pertenecen al grupo de los
negligentes, los muertos en estado de excomunión, que viven en el Ante-purgatorio.
Un personaje notable de este lugar es Manfredo de Sicilia. Junto a los que por
pereza tardaron en arrepentirse, los muertos violentamente y a los principios
negligentes, de hecho, esperan el tiempo de purificación necesario para poder
acceder al Purgatorio propiamente dicho. En la entrada del valle donde se
encuentran los principios negligentes, Dante, siguiendo las indicaciones de
Virgilio, pide indicaciones a un alma que resulta ser el guardián del valle, un
compatriota de Virgilio, Sordello, que será su guía hasta la puerta del Purgatorio.

Tras llegar al final del Antepurgatorio, tras un valle florecido, los dos cruzan la
puerta del Purgatorio, que custodia un ángel con una espada de fuego, que parece
tener vida propia. Está precedido por tres jardines, el primero de mármol blanco,
el segundo de una piedra oscura y el tercero y último de pórfido rojo. El ángel,
sentado en el solio de diamante y apoyando los pies en el escalón rojo, marca siete
"p" en la frente de Dante y abre la puerta con dos llaves, una de plata y otra de
oro, que San Pedro le dio, y los dos poetas se adentran en el segundo reino.

Dante y la montaña del Purgatorio.


El Purgatorio se divide en siete cornisas, donde las almas expían sus pecados para
purificarse antes de entrar al Paraíso. Al contrario del infierno, donde los
pecados se agravan a medida que se avanza en los círculos, en el Purgatorio la base
de la montaña, es decir la cornisa I, alberga a quienes padecen las culpas más
graves, mientras que en la cumbre, cerca del Edén, se encuentran los pecadores
menos culpables. Las almas no son castigadas para siempre, ni por una sola culpa,
como en el primer reino, pero expían una pena equivalente a los pecados durante la
vida.

Dante en el infierno
En la primera cornisa, Dante y Virgilio encuentran a los orgullosos, en la segunda
a los envidiosos, en la tercera a los iracundos, en la cuarta a los perezosos, en
la quinta a los avaros y a los pródigos. En esta encuentran el alma de Cecilio
Estacio tras un terremoto (que se produce cada vez que se libera un alma) y un
canto Gloria in excelsis Deo. En vida este personaje fue en exceso pródigo. Tras
años de expiación siente el deseo de guiarlos hasta la cumbre, a través de la sexta
cornisa, donde expían sus culpas los golosos, que lucen delgadísimos, y la séptima,
donde se encuentran los lujuriosos, envueltos en llamas. Dante recuerda que Estacio
se convirtió gracias a Virgilio y a sus obras, en particular la Eneida y las
Bucólicas, que le mostraron la importancia de la fe cristiana y el error de su
vicio. En ese sentido, Virgilio lo iluminó permaneciendo él en la oscuridad.
Virgilio fue un profeta sin saberlo, pues llevó a Estacio a la fe pero él, pudiendo
tan solo entreverla, no pudo salvarse, y deberá habitar hasta la eternidad en el
Limbo. Es en esta repisa de los lujuriosos donde se encuentra Dante a sus amigos
poetas de lo que él mismo bautiza como dolce stil novo ("Purgatorio", canto XXIV,
v. 57). En la séptima cornisa, los tres tienen que atravesar un muro de fuego, tras
la cual hay una escalera, por la que se entra al Paraíso terrestre. Dante se
muestra asustado y es confortado por Virgilio. Allí, donde vivieron Adán y Eva
prima del pecado, Virgilio y Dante tienen que despedirse, porque el poeta latino no
es digno de conducirlo en el Paraíso. Pero Beatriz sí.

Aquí Dante se encuentra con Santa Matilde, la personificación de la felicidad


perfecta, precedente al pecado original, que le muestra los dos ríos, Lete, que
hace olvidar los pecados, y Eunoe, que devuelve la memoria del bien realizado, y se
ofrece a reunirlo con Beatriz, que pronto llegará. Beatriz le llama severamente la
atención a Dante y después le propone verla sin el velo. El poeta, por su parte,
busca a su maestro Virgilio, que ya no se encuentra con él. Tras beber las aguas
del Lete y del Eunoe, que hacen olvidar las cosas malas y recordar las buenas, el
poeta sigue a Beatriz hacia el tercer y último reino, el del Paraíso.
Paraíso
Artículo principal: Paraíso (Divina comedia)

Paraíso III, 16. Dante y Beatriz en el cielo de la Luna. Grabado de la serie de


Gustave Doré.
Libre de todo pecado, Dante puede ascender al Paraíso, lo que hace junto a Beatriz
en condiciones que desafían las leyes físicas, encadenando milagros, lo cual es más
bien natural dado el lugar en el cual se desarrolla el poema. Dentro del recorrido
será de hecho de gran importancia que el nombre de Beatriz signifique "dadora de
felicidad" y "beatificadora", pues en esta sección de la Comedia ella releva a
Virgilio en la función de guía. En efecto, a través de este personaje, el autor
expresa en los treinta y tres cantos de la sección varios razonamientos teológicos
y filosóficos de gran sutileza.

Sin embargo, el poeta expresa desde un principio la gran dificultad que significa
transmitir el recorrido emocional y físico de trashumanar, es decir ir más allá de
las condiciones de la vida terrenal. Sin embargo, confía en el apoyo del Espíritu
Santo (el buen Apolo) y en el hecho de que pese a sus falencias, su esfuerzo
descriptivo será emulado y continuado por otros (canto I, 34). En la introducción
del canto II, el autor reitera que para entender las alegorías de la obra es
indispensable tener de antemano muy amplios conocimientos en las materias que se
van a tratar (II, 1-15).

El Paraíso está compuesto por nueve círculos concéntricos correspondientes a los


nueve órdenes angélicos de la Jerarquía celestial / Περὶ τῆς οὐρανίου ἱεραρχίας,
obra compuesta por Pseudo Dionisio Areopagita (ángeles, arcángeles, principados,
potestades, virtudes, dominaciones, tronos, querubines y serafines), en cuyo centro
se encuentra la Tierra. En cada uno de estos cielos, en donde se encuentra cada uno
de los planetas, se encuentran los beatos, más cercanos a Dios en función de su
grado de beatitud. Pero las almas del Paraíso no están mejor unas que otras y
ninguna desea encontrarse en mejores condiciones que las que le corresponden, pues
la caridad no permite desear más que lo que se tiene (II, 70-87). De hecho, a cada
alma al nacer Dios le dio cierta cantidad de gracia según criterios insondables, en
función de los cuales gozan aquellas de los diferentes grados de beatitud. Antes de
llegar al primer cielo el poeta y Beatriz atraviesan la Esfera de fuego.

Canto XIV, 85-87. El cielo de Marte.


En el primer cielo, que es el de la Luna, se encuentran quienes no cumplieron con
sus promesas (Angeli), como la madre de Federico II, Constanza I de Sicilia. En el
segundo, el de Mercurio, residen quienes hicieron el bien para obtener gloria y
fama, pero no dirigiéndose al bien divino (Arcangeli). En el tercero, de Venus, se
encuentran las almas de los "espíritus amantes" (Principati). En el cuarto, del
Sol, los "espíritus sabios" (Potestà). En el quinto, de Marte, los "espíritus
militantes" de los combatientes por la fe (Virtù). En el sexto, de Júpiter, los
"espíritus gobernantes justos" (Dominazioni).

En el séptimo cielo, de Saturno, de los "espíritus contemplativos" (Troni), Beatriz


deja de sonreír, como lo había hecho hasta entonces. Desde ese punto en adelante su
sonrisa desaparece, pues por la cercanía de Dios su luminosidad resultaría
imposible de contemplar. En este último cielo residen los "espíritus
contemplativos". Desde allí Beatriz eleva a Dante hasta el cielo de las estrellas
fijas, donde no están más repartidos los beatos, sino las "almas triunfantes", que
cantan en honor a Cristo y María, a quien Dante alcanza a ver. Desde ese cielo,
además, el poeta observa el mundo debajo de sí, los siete planetas, sus movimientos
y la Tierra, muy pequeña e insignificante en comparación con la grandeza de Dios
(Cherubini). Antes de continuar, Dante debe sostener una especie de "examen" de las
tres virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad, por parte de tres profesores
particulares: San Pedro, Santiago y San Juan. Por lo tanto, después de un último
vistazo al planeta, Dante y Beatriz ascienden al cielo, el Primo Mobile o
Cristallino, el cielo más externo, origen del movimiento y del tiempo universal
(Serafini).

Canto XXXI. Llegada del protagonista al Empíreo. Por Gustave Doré.


En este lugar, tras levantar la mirada, Dante ve un punto muy luminoso, rodeado por
nueve círculos de fuego, girando alrededor de ella; el punto, explica Beatriz, es
Dios, y a su alrededor se mueven los nueve coros angelicales, divididos por
cantidad de virtud. Superado el último cielo, los dos ascienden al Empíreo, donde
se encuentra la "rosa de los beatos", una estructura en forma de anfiteatro, en el
cual, sobre la grada más alta está la Virgen María. Aquí, en la inmensa multitud de
los beatos, están los más grandes de los santos y las figuras más importantes de la
Biblia, como San Agustín, San Benito de Nursia, San Francisco, y también Eva,
Raquel, Sara y Rebeca. Cada alma es un pétalo de esa rosa.

Desde aquí Dante observa finalmente la luz de Dios, gracias a la intervención de


María a la cual San Bernardo (guía de Dante de la última parte del viaje) había
pedido ayuda para que Dante pudiese ver a Dios y sostener la visión de lo divino,
penetrándola con la mirada hasta que se une con Él, viendo así la perfecta unión de
toda la realidad, la explicación de toda la grandeza. En el punto más central de
esa gran luz Dante ve tres círculos, las tres personas de la Trinidad, el segundo
del cual tiene imagen humana, signo de la naturaleza humana y divina al mismo
tiempo, de Cristo. Cuando trata de penetrar aún más el misterio su intelecto
flaquea, pero en un excessus mentis6 su alma es tomada por la iluminación, la
armonía que da la visión de Dios, en el canto XXXIII (145), del amor que mueve el
sol y las otras estrellas (L'amor che move el sole e l'altre stelle). Por la
grandiosa luz del último cielo, Dante queda ofuscado, concluyendo así la Divina
comedia.

Véase también: Anexo:Personajes del Paraíso


Traducciones
Como clásico de la literatura universal, la Divina comedia ha tenido traducciones,
en varias épocas, en al menos 25 lenguas. Cabe destacar:

La primera traducción al castellano fue la medieval de Enrique de Villena. La


primera impresa la hizo Pedro Fernández de Villegas y fue parcial: solo el Infierno
(Burgos: Fadrique de Basilea, 1515). Después hubo que esperar hasta el siglo xix,
cuando se vertió ocho veces completa y directamente del italiano al español (Manuel
Aranda San Juan, Pedro Puigbó, Cayetano Rosell, José María Carulla, J. Sánchez
Morales, Juan de la Pezuela, J. A. R. y Enrique de Montalbán). En tercetos
encadenados lo hizo Juan de la Pezuela, Conde de Cheste, y Ángel Crespo en el siglo
xx; por lo menos diecinueve nuevas se hicieron al español en los siglos xx y xxi a
fecha de 2018. Entre las nuevas traducciones de nota publicadas desde finales de
los años 70, está la de Ángel Crespo en tercetos encadenados (Seix Barral, 1977),
galardonada con el premio nacional de traducción, la de Luis Martínez de Merlo para
Editorial Cátedra (1988, revisada en 2013), en endecasílabos blancos de ritmo
yámbico, marcadamente fiel al original, y la de Abilio Echeverría para Alianza
Editorial (1995), en tercetos encadenados. Son beneméritas también la de Bartolomé
Mitre, en tercetos, pero incompleta y decimonónica, y la de Nicolás González Ruiz.
En prosa la más actual es la del romanista Ángel Chiclana, publicada en 1993, en
realidad, una revisión de la de Enrique Rodríguez Vilanova y Francesc Sales
Coderch, publicada por Bruguera en su colección Joyas Literarias en 1968 y,
posteriormente, por Espasa-Calpe en varias reediciones. En 2018 vio a la luz una
nueva traducción de José María Micó para Editorial Acantilado, en una versión que
el editor presenta como "legible, cercana y fiel".78 En 2021 se publicó una edición
bilingüe vertida en endecasílabos blancos a cargo de Juan Barja y Patxi Lanceros
para Abada Editores, que incluye 300 páginas de notas y comentarios, bibliografías,
índices de nombres, el ensayo iconográfico de Juan Calatrava Cosas notables y la
reproducción por primera vez de las ilustraciones de Sandro Botticelli para la
Commedia.910 En 2021 vio la luz también la magistral traducción de Jorge Gimeno,
publicada por el prestigioso sello Penguin Clásicos, la cual obtuvo el Premio
Nacional de Traducción (2022) del Ministerio de Cultura de Italia;11 se trata de
una versión en endecasílabos blancos de gran altura poética, más fiel al original
que la de Micó, y que devuelve a Dante su frescura original; las notas y
comentarios de Gimeno, situadas al final de cada uno de los tres volúmenes, son
iluminadoras y facilitan la lectura, lo mismo que los prólogos y la introducción
general. En catalán se dispone de varias versiones, la primera de 1429, en verso,
por Andreu Febrer, y las modernas de Josep Maria de Sagarra y Joan Francesc Mira.
Antoine de Rivarol (1753-1801) y Lamennais (1782-1854) hicieron sus respectivas
traducciones al francés.1213
Henry Wadsworth Longfellow (1807-1882) fue el primer estadounidense en traducirla
al inglés, en endecasílabos blancos, completando su obra en 1867.14
Giovanni Peterlongo (1856–1941) la ha traducido al esperanto.15
Mons. Pádraig de Brún (1889-1960) logró una versión en gaélico irlandés, publicada
póstumamente.16
La primera traducción al latín fue la de Giovanni Bertoldi da Serravalle, obispo de
Fermo y de Fano, durante el Concilio de Constanza. La traducción se culminó en 1417
y su primera impresión recién en 1891.17
Mihály Babits (1883-1941) hizo la primera traducción al húngaro entre 1913 y 1923.
El estadista argentino Bartolomé Mitre (1821-1906) hizo una traducción al
castellano en 1894.18
El italianista español Ángel Chiclana (1935-1998) realizó una retraducción en prosa
al castellano, basada en una previa de la editorial Bruguera (1968).19
Julio Úbeda Maldonado: traducción de la obra al castellano en verso, por primera
vez en la historia, utilizando tercetos de rima asonante. Primera edición realizada
en diciembre de 1983 y la segunda en ese mismo mes de 1996.
Influencia en otras obras literarias y musicales
El poemario Siete caminos para Beatriz, de Ernesto Pérez Zúñiga (Fundación José
Manuel Lara-Vandalia), está basado en la figura de Beatriz de la Divina comedia.20
El poemario El Dante en Toledo, de Juan Antonio Villacanas, igualmente estructurado
en Cantos, toma a la Divina comedia y a Dante como punto de partida del recorrido
lírico, histórico y social del poeta toledano por su ciudad natal.21

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