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S /reseñas: A A R R, L, M, C I D e (Cide) /F C e (Fce), 2008, 244
S /reseñas: A A R R, L, M, C I D e (Cide) /F C e (Fce), 2008, 244
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Solo libros/Reseñas
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litud casi cinematográfica entre el arrastre de los Alfaro y la del conde Ruiz
de Castilla. Además, es muy probable que los más avezados y sanguinarios
soldados y artesanos que lideraron aquella turba –junto con el clérigo Serrano
y el fraile Bravo de La Merced– hayan sido vecinos de San Roque” (p. 165).
San Roque es, en la pluma del autor, de una colectividad escandalizada,
que se moviliza al vaivén de grupos e intereses externos a ella; una comu-
nidad a ratos inconsciente, que “se deja llevar” sin mayor esfuerzo y por
influencia de otros hasta la orilla de lo execrable.
Así, la obra que se anuncia como un esfuerzo por devolver a la escena
de la historia a los sectores subalternos, por medio del relato histórico de su
activa participación en la vida política de la urbe (mediante la protesta y la
rebelión urbana) termina deformando esos mismos actores, a través de una
construcción superlativa, casi ficcional de su intervención de aquellos hechos,
recurriendo a bibliografía y fuentes históricas no como ejercicio de confron-
tación del relato histórico tradicional de los sectores populares de Quito y su
injerencia en la historia local y nacional (para averiguar, en su tratamiento
cuáles fueron las motivaciones o el marco situacional que dio origen a cada
crisis); sino, más bien, como un recurso efectista que le permite al autor
construir un relato de tono esencialista sobre un sector (que no el único) de
la ciudad y sus avatares en la historia.
Por otro lado, nos parece que el esfuerzo del autor por reivindicar a los ha-
bitantes de San Roque como paradigma de la insumisión y la protesta popular,
a partir de criterios fenotípicos o de conductas rebeldes innatas, termina cari-
caturizando la historia de las movilizaciones urbanas populares ocurridas en
Quito, en las que sus actores se muestran como seres inestables, cuya insumi-
sión reside más bien en un mestizaje problemático que a lo largo del tiempo se
alimenta de diferentes vertientes culturales y sociales entre las cuales sobresale
un supuesto “pasado inca”, remitiéndonos al candoroso cuento de la “resisten-
cia de Rumiñahui” ante el avance de los conquistadores sobre el quitu.
Se aprecia, además, una total ausencia de diálogo con estudios considera-
dos clásicos de la historia obrera de la ciudad de Quito, ineludibles –nos pare-
ce– para el estudio de los sectores subalternos en el siglo XX.2 Haberlos tomado
sistema de poder anterior a las reformas agrarias y que hacía viable la extrac-
ción de renta: examinó en detalle el funcionamiento de la hacienda como una
estructura política, como un modo de dominación organizado alrededor de la
lucha por la distribución de la producción agraria. Hacia el fin de ese período
de trabajo, el académico se encontró y se vio marcado por el levantamiento
indígena del año 1990 y por el notable protagonismo autónomo de un po-
deroso movimiento social. A la luz de esa realidad presente, buscó mostrar
cómo el período de los años 1960 y 1970 marcó no solo una transformación
en las estructuras socioeconómicas, sino el inicio del fin del poliedro de po-
der local que dominó la Sierra ecuatoriana durante más de un siglo. Abrió
los cauces que llevaron a una transformación secular: los indígenas hablaban
ahora con voz propia, con sus propios dirigentes, formulando sus propias
reivindicaciones, y se sentaban con autoridad en la mesa grande de la nego-
ciación política pública. Era definitivamente un hecho revolucionario.
En el marco de esa evolución temática, los artículos de esta nueva com-
pilación hacen la disección del modo de funcionamiento del sistema de do-
minación étnico previo a las transformaciones reformistas de mediados del
siglo XX, pero ya no en su sede de nacimiento y en su sostén estructural, la
hacienda, sino en las estructuras locales del Estado, esas estructuras que pre-
cisamente se vieron desplazadas por la delegación de su poder de administra-
ción de las poblaciones indígenas a los espacios privados regidos por el pa-
trón. El problema de fondo que Guerrero se plantea a lo largo de las páginas
de estos artículos es cómo un Estado que no puede reconocer oficialmente
la existencia de la dominación étnica, pues está comprometido formalmente
con la igualdad ciudadana, la ejerce y la reproduce. Para hacerlo, el enfoque
de los artículos del libro opera en un triple movimiento.
Primero, estudia las ramificaciones periféricas del Estado, sus estructuras
más descentralizadas, parroquiales, allí donde se vuelven neblinosas las dis-
tancias entre lo público y lo privado y donde, por defecto y error, emergen a
veces, inadvertidamente, los ocultos modos de administración étnica. Segun-
do, analiza el trabajo de los intermediarios que caminan en los linderos de la
representación de quienes están vedados de hablar por sí mismos: los ventrí-
locuos y los que “transescriben” al lenguaje estatal las inaccesibles demandas,
voces y búsquedas escondidas de los dominados. Tercero, se preocupa de
aquellas fisuras en la malla de la dominación nacida del perfil hacendatario:
los intereses de los comuneros autónomos (los “indígenas sueltos”, tan impor-
tantes en Otavalo), de los artesanos, de los mestizos pueblerinos, de las resis-
tencias que emergen inevitablemente en los intersticios de toda dominación.
En el primer artículo, “Curagas y tenientes políticos”, se fijan los límites
y contornos de la temática: toda ella gira alrededor de un hecho decisivo, la
abolición del tributo en 1857, es decir, el fin del reconocimiento oficial de
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pero ante todo como peones de una lucha contra los conservadores, donde
lo que interesa no es tanto la situación que se denuncia, sino el debilitamien-
to del adversario político: una imagen manipulada en los juegos de poder de
élites blanco-mestizas. Si el período liberal representó un intento de seguir
ampliando las fronteras de la intervención estatal al prestar oídos a las quejas
contra los hacendados, al legislar sobre los jornales en las haciendas, y al eli-
minar simbólicamente el concertaje, dejó sembrada la imagen degradada de
un sujeto indio sin voluntad propia, necesitado de protección.
El libro cierra con un análisis contemporáneo donde Guerrero compara
la situación de los indios ecuatorianos del siglo XIX con la de los inmigrantes
africanos en la España del siglo XXI. El punto a resaltar es que junto a las
nociones y prácticas jurídicas de ciudadanía oficial, existen otras ciudadanías
configurada por el “sentido común”. Así, bajo la forma de convencimientos
colectivos, se sitúa a determinadas personas, asociadas a ciertos rasgos exte-
riores, a la forma de vestir, a la lengua hablada (quichua o árabe), o la tenen-
cia o no de “papeles” en regla, como interpares, como ciudadanos iguales,
mientras otros no lo son. En este texto, además, se resumen varios de los
argumentos anteriores, se señalan los problemas del archivo, se ubican los
conceptos básicos del análisis teórico: las narraciones modélicas, la ciudada-
nía del sentido común, la administración de poblaciones, la representación y,
se añade uno, el discurso y la propuesta de la “inclusión”.
El libro retoma, aclara y detalla los modos de administración y de domi-
nación social que Andrés Guerrero ha venido trabajando en los últimos 25
años. Pero esta vez, mucho más que en sus obras anteriores, el autor desen-
traña las incertidumbres y frustraciones de quien quiera estudiar la historia
social de los sectores subalternos. Faltan fuentes, se recorren archivos, se leen
miles de legajos y apenas se puede exprimir una gota de información útil, en-
marañada en la voz y la intervención de los intermediarios. El intento merece
reconocimiento y también la prudencia en las conclusiones y los argumentos:
el autor no imagina un subalterno contrahegemónico siempre dispuesto a la
contestación. Restituye su agencia contradictoria y su constante vaivén entre
la adaptación y la resistencia.
Pablo Ospina Peralta
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador