El Territorio Ausente (Versión Actualizada) PDF
El Territorio Ausente (Versión Actualizada) PDF
El Territorio Ausente (Versión Actualizada) PDF
L A U R E N M E N D I N U E TA
JAIME MANRIQUE
EF R A Í N V IL L A N U E VA
FA DIR DELGA DO
Aluvión, 2022
©2022, Aluvión
www.proyectoaluvion.com
Barranquilla – Colombia
E L T E R R ITO R IO AUS E N T E
I S B N : 9 7 8 -9 5 8 - 5 2 3 3 8 -8 - 1
Este libro digital fue posible gracias al proyecto Seis Voces Migrantes
del Caribe Colombiano, ganador de la Beca de Crítica Cultural y
Creativa 2021 del Ministerio de Cultura de Colombia.
PA R T E 1 – P O E S Í A
EL ORIGEN
Cuerpo de astronomía — 13; Imágenes — 15; Tierra de nadie — 17; Nombrar
la infancia — 18; Mi ancestra — 19; Metamorfosis — 20; El país que ya no es
mío — 22; La noche que vigila a los perros — 23; Destino del Muntú — 26; Casa en
obras — 28; Algunos recuerdos de la casa — 30; Rituales — 31; Los hospitales están en
todas partes — 32; Rogativa — 34; Mi casa es oscura aunque — 35;
Los gritos adultos — 36; Refugio — 38
EL EJERCICIO DE NOMBRAR
Iniciación — 41; Desgarramiento — 43; Secuestraron el cosmos — 44; Lengua de
invocación — 45; Lo que en verdad pesa — 46; Ostras en mi lengua — 49
EXTRANJERÍAS
A Non-Fiction Poem — 51; Intento de retorno — 55; Irse es irse y quedarse es
quedarse — 56; Una mujer que conozco vuelve a su patria — 57; Amenaza de
aborto — 58; El extranjero — 60; El regreso — 62; Quedarse — 63;
El clima de las campanas — 64
DE VUELTA A LO ESENCIAL
Amor de interné — 74; Cachemira — 76; Soy — 77; Lunes — 78; Ser — 79
P A R T E 2 – N A R R A T I VA
La enfermedad | C U E N T O | — 97
FADIR DELGADO
PA R T E 3 – C R Í T I C A
Fuentes — 166
Prólogo
J U L I O P E N E N R E Y N AVA R R O
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número considerable de poemas, cuentos y fragmentos de novelas
pertenecientes a narradores y poetas del Caribe colombiano
contemporáneo en condición de extranjería en diversas partes del
mundo. La selección tiene forma de tríptico: i) una primera parte
dedicada a la poesía, organizada siguiendo una línea temática que va
desde los orígenes hasta la vuelta a lo esencial de las cosas y el ser;
ii) la segunda parte se concentra en la narrativa, en los relatos cortos
y en fragmentos de historias de más largo aliento. A cargo de las
curadoras y antólogas, iii) la tercera parte completa las últimas piezas
de este armazón, introducidas a manera de textos críticos (muy del
tipo del ensayo personal y menos próximo al estudio académico),
donde se permiten analizar la obra de estos autores y autoras desde
su condición de migración y de migrantes literarios. De manera que,
acostumbradxs mayormente a las antologías de cuento y poesía de las
últimas décadas en la región, indispensables para pensar la evolución
de estos géneros y mapear el temple artístico de sus cultivadores,
veremos que El territorio ausente se concentra más en la figura del
autor(a) y menos en la del género, sin que este termine siendo pieza
decorativa. Interesa, particularmente, la raigambre mixta del autor(a)
migrante (el “allá-aquí”, el “dentro-fuera” del territorio) que determina
dos aspectos: i) la configuración poética de sus producciones artísticas;
y ii) el punto de enunciación y la distancia crítica, permitida por la
diáspora, desde los cuales repiensa el paisaje local.
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a la memoria de la infancia (casa, jardín, fotografías, álbum familiar,
pájaros) y al Caribe no idealizado, pero sí definido en su ausencia. En
Laura Estrada Márquez, poeta y feminista fanzinera, el lenguaje vuelve
a ser animal salvaje, no doméstico, capaz de renombrar las cosas y
desvestido de una antigua violencia naturalizada. Jaime Manrique
Ardila sigue siendo, tanto en su poesía como en su narrativa, ave mixta
(con referencias de “aquí” y de “allá”) o, como mejor lo expresa uno de
sus versos, “una invitación al éxtasis y a la muerte”. En cada historia de
Fadir Delgado Acosta hay un dragón de signo oculto tras la cotidianidad
del espacio y del objeto. Los poemas de Ashanti Dinah Orozco son un
telar cósmico vinculante, de ancestros presentes, de Orishas emisarios
de Olodumare y de la sangre-memoria negra caribeña. La escritura
de Efraín Villanueva, especialmente en Tomacorrientes inalámbricos
y en su diario pandémico, tiene un carácter contemplativo y el sentido
(de todo) explota desde el interior de las cosas y los personajes.
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PA R T E 1 – P O E S Í A
- POESÍA -
EL ORIGEN
CUERPO DE ASTRONOMÍA
Entre átomos,
soy una constelación en miniatura.
Y mi cuerpo naciente,
aún tibio por las manos de Olodumare
late con el ruido que creó la vida.
13
Por eso, cuando me preguntan:
¿De qué se compone el sistema planetario?
Respondo: “De nosotros mismos”.
14
IMÁGENES
15
Mi abuelo parece escrutar el infinito, hermoso
como un buey gris; y mi tía Emilia, con sus trenzas,
parece intuir la tristeza de la vida.
Estoy seguro de que para esa época yo no había nacido
pero aun si hubiera sido adulto,
¿podría ayudarlos con el conocimiento que ahora tengo
de sus vidas? ¿Podría haberlos prevenido de sus éxitos,
de sus fracasos— podría haber profetizado sus muertes?
De cuerpos esbeltos y sanos,
los hombres con sus figuras de esgrimistas—
siento nostalgia al mirar esta foto.
¡Cuánta energía irradia de sus poses!
¿En qué momento dejaron de boxear con la vida?
¿En qué asalto se dieron por vencidos;
en cuál campanada intuyeron lo inmutable?
No hay nada que pueda hacer para sacarlos de esta foto,
ni para saber qué pensaban ellos en ese instante.
Este es mi pasado, estas mis raíces,
Pero al revisarlo en esta tarde lluviosa
¿por qué no logro organizarlo en una escena coherente?
JAIME MANRIQUE
16
TIERRA DE NADIE
L AU R E N M E N D I N U E TA
17
NOMBRAR LA INFANCIA
Árbol de magnolias,
te conocí el día primero de mi infancia,
a lo lejos te confundes con la abuela, de cerca, eres el aparador
de donde ella sacaba el almíbar y las tazas.
MAROSA DI GIORGIO
No temblar
ante la voz del pasado.
Poder nombrar mi infancia
dándole un nombre nuevo a las cosas.
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MI ANCESTRA
Quienes la conocieron,
la recuerdan columpiándose en su mecedora de mimbre.
Tranquila, como si no la acechara el vértigo de la muerte
frente al alba.
19
METAMORFOSIS
20
Ahora, cuando comes estas frutas
deleitándote con las semillas en tus encías,
aquel niño de ayer
te urge a que las devores
para que el milagro ocurra
metamorfoseándote en nido, rama, fruta.
JAIME MANRIQUE
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EL PAÍS QUE YA NO ES MÍO
L AU R E N M E N D I N U E TA
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LA NOCHE QUE VIGILA A LOS PERROS
Agua
para las flores
Agua
para la niebla
Agua
para el hijo muerto
23
Han abierto las puertas a los perros, abuela
pero nadie viene a abrir la tumba de tu hijo
Nadie viene a abrir tus ojos
Se acercan las mujeres que rezan en voz alta por las calles
Se acercan las mujeres que rezan en voz alta por las calles
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Créeme
No te miento
Créeme
FA DIR DELGA DO
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DESTINO DEL MUNTÚ
26
Y no olvides, Dinah, que somos nudo forjado desde el inicio del círculo.
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CASA EN OBRAS
Del blanco sacudimos
los restos de pintura
tras los secretos
que nadie le preguntó a las paredes
si querían escuchar.
FÁT I M A V É L E Z G I R A L D O
siempre
al borde
del derrumbe.
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Debajo de esta escombrera
hay una pequeña cicatriz,
un corte,
un fragmento
de una casa dividida en hemisferios.
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ALGUNOS RECUERDOS DE LA CASA
L AU R E N M E N D I N U E TA
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RITUALES
31
LOS HOSPITALES ESTÁN
EN TODAS PARTES
Te diré:
No pueden hacerlo
32
Por eso hay gente condenada a dormir con sus muertos
Les prenden ventiladores en las orillas de las camas
Les abren los ojos y las bocas para llenárselas de hielo
Te diré:
FA DIR DELGA DO
33
ROGATIVA
34
MI CASA ES OSCURA AUNQUE
haga sol
en puntos álgidos de la mañana
me encuentro diciéndome a mí misma
que hoy voy a ser piedra rosa
extracto mineral o mármol despierto
a veces el proceso de reafirmación piedra se detiene
porque yo soy un animal que huye cuando se asusta
y sólo he conocido el sol
estando al borde del orgasmo junto a dos cuerpos tendidos
que creemos siempre muertos
vociferando en tempos de dos en dos
la luz
es
lo que haces de ella
35
LOS GRITOS ADULTOS
Para Silvia Favaretto
36
Cada uno con su necesidad del otro porque el yo no basta.
No tiene por qué bastar.
L AU R E N M E N D I N U E TA
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REFUGIO
Like a tropical storm, I, too, may one day
become ‘better organized’.
LY D I A D AV I S
Exenta de poder
aliento a estos objetos a escucharme.
A establecer diálogos que desborden simpleza
sobre un cuerpo remordido
en una bolsa inundada de saliva.
Todo cayó y se expandió
como un gran vulgo de pequeños terremotos.
Me mantuve firme,
recostada en las flores de mi altar de muertos
para no doblegarme
ante lo único que siempre
he tenido seguro:
38
Un espacio
en el trayecto
de la cama
a la cocina.
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- POESÍA -
EL EJERCICIO
DE NOMBRAR
INICIACIÓN
IYAWORAJE
Yo pedí vencimiento,
y Oggún, el artesano de la manigua,
se crispó de verde monte
y cubrió las nervaduras de mi piel.
Yo pedí salud,
y Ochosi, el cazador de la morada de barro,
conjuró las raíces en el amanecer del bosque.
Abrigó con plumas la hierba de mi ombligo.
Yo pedí sabiduría,
y Obatalá, soberano de las velas blancas,
descendió su semblante de lirio
sobre la comarca de mis pensamientos.
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Yo pedí fuerza,
y Aggayú, guardián del fuego,
inundó como un volcán
la corteza de mis músculos.
Yo invoqué a la justicia,
y Shangó, silbato del trueno,
estremeció el aire con una hoguera
encabritada en su pecho.
Yo pedí bienestar,
y Yemayá, la Madre de los peces,
enjuagó las arterias de mi útero
entre los pliegues invisibles del mar.
Yo pedí armonía,
y Oshún, reina de las aguas dulces,
peinó mis angustias en sus espejos de vapor.
Talló mi vientre con su mantra fluvial.
Yo pedí transformación,
y Oyá-Yansá, hacedora de lluvias,
agitada por la danza de los astros
lanzó soplidos que rizaron el pelo del viento.
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DESGARRAMIENTO
FA DIR DELGA DO
43
SECUESTRARON EL COSMOS
44
LENGUA DE INVOCACIÓN
Resonancias,
lenguas de mis ancestros,
hoy hablen por mí:
las invoco.
Resonancias,
lenguas de mis ancestros,
resurjan de la savia como la semilla naciente
bajo el follaje de la tierra.
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LO QUE EN VERDAD PESA
46
Afuera una brisa delicada,
una bandada de pájaros emigrando hacia el sur,
el aire tibio del Caribe
envolvente como un útero.
Mis días eran de blanco hielo,
mis noches
amarillo tormento.
Pero resistí.
Sobre los hombros
un pájaro ensangrentado.
Mi espalda se curvaba
bajo el peso de mis delitos,
y el verdugo cumplía solícito
su tarea macabra.
Con mis propias manos
aprendí a apartar el cabello,
a entregar el cuello con gesto delicado.
Mis manos besaron las manos del verdugo,
acariciaron su rostro,
palparon su sexo con amor.
Un día y una noche, uno tras otra:
mis delitos, mi verdugo, mi hacha.
¿Cómo pude resistirlo?
Pájaros decapitados.
¿Cómo logré liberarme
de su peso infernal?
Hachas inocentes.
Para recuperar la cabeza
fue preciso morir mil veces.
Abrazar mil veces a la muerte.
Un día, despacio,
como una hija inocente y cruel
la poesía brotó de mi herida
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y me envolvió en su río de sangre.
Mis días y mis noches
ni blanco hielo ni amarillo tormento.
La poesía reemplazó con su hacha al verdugo,
en su altar purificó mis delitos,
sin vacilar
echó sobre mis hombros todo su peso
y en un milagro de contradicciones
aligeró mi carga.
Bajo su presencia imperiosa
he vuelto a mirar de frente.
Ahora lo sé: estoy viva porque resistí.
Escribo poesía para acostumbrarme a vivir.
L AU R E N M E N D I N U E TA
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OSTRAS EN MI LENGUA
49
- POESÍA -
EXTRANJERÍAS
A NON-FICTION POEM
51
Había cientos de ellos
de las Américas,
de África, de Asia;
ellos no hablaban mi idioma
o el lenguaje
de su nueva casa.
Yo estaba decidido
a hacer mi papel
de poeta empático,
me dije a mí mismo
Walt Whitman abriría
sus brazos para recibir a
a estos niños huérfanos, madres solteras
a los enfermos y hambrientos
los perseguidos de la tierra.
Yo los entendía
yo había llegado a los Estados Unidos
muchos años antes
con mi madre
mi hermana y unas maletas
donde cargábamos nuestra historia.
52
Yo los entendía
porque ellos venían
de un lugar conocido para mí
aunque yo nunca conocí
un hambre como la suya.
53
y habían caminado
por medio año hasta
los Estados Unidos, los ocho:
los viejos, los fuertes
los niños, el bebé.
El anciano se sentó.
Yo estaba listo
para ofrecerles a los inmigrantes
clichés que pudieran,
por unos cuantos segundos,
hacerlos olvidar el miedo y la oscuridad
que llevaban en sus huesos.
JAIME MANRIQUE
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INTENTO DE RETORNO
Yo era joven
e imaginaba por entonces realizar un viaje definitivo
sólo para intentar el retorno.
Qué grande era mi soberbia de esos días.
En los libros descubrí que mis viajes serían cortos
y aunque fueran largos nada nuevo encontraría en mi
destino.
No porque me quedara en casa no iba.
Al final me fui y no regresé.
Si no regresé tampoco me fui, es cierto.
Cada domingo las campanas tañían
para recordarnos la resurrección de la carne,
el penoso vacío de nuestro espíritu.
Las sábanas ondeaban en el patio
como las blancas lonas de impasibles navíos
y sin pretenderlo
eran un vestigio de la incómoda realidad.
La ruta del viaje estaba trazada.
Lo aprendimos demasiado tarde.
L AU R E N M E N D I N U E TA
55
IRSE ES IRSE Y
QUEDARSE ES QUEDARSE
El pacto
nos esquiva cuando empieza a ser.
Qué fugaz este encuentro
de masas color carne.
Este es mi misil plagado de voluntad:
ser un orificio enorme
en la punta de tu cabeza.
Cuando caigo,
digo: soy
un algo que cuelga,
una bestia
que entiende el olvido.
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UNA MUJER QUE CONOZCO
VUELVE A SU PATRIA
L AU R E N M E N D I N U E TA
57
AMENAZA DE ABORTO
Muchacho
58
Tienes que saberlo
Este no eres tú
No bajes
No golpees la puerta
Detente
Dejas algo importante
Olvidas
tu propio cuerpo.
FA DIR DELGA DO
59
EL EXTRANJERO
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Yo no vine a Orán buscando a Camus
quien es odiado aquí.
“Tal vez él estaba del lado equivocado de la historia, tal vez no”
estoy a punto de decirle
a mi acompañante cuando,
muy tenuemente al principio, puedo escuchar una voz,
no dirigida a nosotros,
sino a los cielos, una oración con música de flauta
que sale de la bocina colocada
en la punta dorada de la mezquita.
Acaso la oración canta la aparición de la estrella polar
en el cielo color vino tinto.
En cuatro días, mi madre
estará muerta.
JAIME MANRIQUE
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EL REGRESO
L AU R E N M E N D I N U E TA
62
QUEDARSE
63
EL CLIMA DE LAS CAMPANAS
L AU R E N M E N D I N U E TA
64
- POESÍA -
EL ARTE DE CONTAR
LAS HORAS
EL LLAMADO DEL TABACO
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ESPERA CONTINUA
L AU R E N M E N D I N U E TA
67
MIÉRCOLES
E F R A Í N V I L L A N U E VA
68
OLOR A CAFÉ
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EL MUELLE DE PUERTO COLOMBIA
Para mi abuela Mercedes
L AU R E N M E N D I N U E TA
70
VIERNES
E F R A Í N V I L L A N U E VA
71
ENCUENTRO
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- POESÍA -
DE VUELTA A LO ESENCIAL
AMOR DE INTERNÉ
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cuarto con más luz que este no se puede pedir
ni abrázame más fuerte por las noches
que me gusta que me duela
sólo un poco
que la dureza sea estrujo del amor en la espalda
pero es Tinder
el lugar de los corazones salvajes
y muertos
el refugio de las que aún visitamos la infancia
con la esperanza de no ser cuerpos amarillos por la radiación
polvo eléctrico
ni cielo rojo
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CACHEMIRA
Mohanad ahora
tomaré la siesta
como hago con frecuencia
en las tardes
de mi vejez
y sueño
con árboles de jade
en tu pueblo
el deterioro tropical
los ríos manchados de nubes
donde el tigre sorbe
los reflejos
de las mezquitas resplandecientes
como soles hechos de oro
para saciar su sed.
JAIME MANRIQUE
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SOY
a los vecinos
no los escucho comer
ni hablar
aun así
reconozco su presencia
entre esta soledad plástica
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LUNES
almorzamos en el balcón
Sabeth señala con su índice
a Hot Yoga Girl detrás de su ventana
mira lejos
pero no a nosotros
E F R A Í N V I L L A N U E VA
78
SER
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P A R T E 2 – N A R R A T I VA
Tomacorrientes inalámbricos
| FRAGMENTO DE NOVELA |
E F R A Í N V I L L A N U E VA
L A GR IETA
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algunas pocas motos y de algunas pocas camionetas por la carretera
contribuirían al crecimiento de la grieta hasta convertirla en un
descomunal vacío cavernoso, alargándose por carreteras y andenes
aledaños, acercándose furtivamente ―la grieta, ahora convertida
en una red de grietas y cavidades subterráneas― a los pilares que
sostienen el icónico e inmenso estadio, a solo unos pocos metros de
donde estoy, y con un esfuerzo perseverante, auxiliado por la inercia,
crearía un hueco inmenso, cuan largo es el campo de juego, que
engulliría el sistema de drenaje, la tierra y la grama, pero también la
laca de las líneas, los jugadores y los técnicos y los asistentes de los
técnicos y el personal de seguridad y los fotógrafos de la prensa y los
jueces de línea, los avisos publicitarios de Huawei, de Evonik, de Real
y de Playstation, las porterías, los micrófonos de transmisión de la
televisión, los asientos de los equipos, las mallas y redes que separan
el campo de las tribunas, las cuatro pantallas esquineras que durante
años ofrecieron gloriosas repeticiones y finalmente las tribunas y
los espectadores, en un sobrecogedor espectáculo concéntrico que
terminaría en forma de una grieta gigante que algún día cobraría tanta
fama como el estadio al que reemplazó.
83
Con la escasa luz que la cámara logra capturar, la grieta se ve más
oscura de lo que es; el ángulo desde el que la observo falla en presentar
los detalles que la convierten en
Permanezco.
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mancha de suciedad se niega a abandonar la blusa. Me sonrojo en
una mezcla entre halago y vergüenza. Agradezco el piropo, devuelvo
el protector sobre el lente y les propongo una foto.
85
mi cámara, los veo sonreír, disparo, arrastro. Él se desilusiona por no
poder ver sus imágenes inmediatamente, pero le entusiasma saber
que todavía existan cámaras de negativos. Él tiene una costosísima,
me asegura, fue lo único que le quedó después de la guerra.
SA L A DE ESPER A
86
dedos enlazados. Diez pasos más adelante, con un movimiento
sutil, Alirio reduce la conexión a un abrazo de sus meñiques que, sin
embargo, no ofrece un alivio considerable a los treinta y dos grados de
temperatura. El sol de diez de la mañana se siente como de mediodía.
Del tercer piso del edificio cuelga una bandera de Colombia. No ondea. A
primera vista, parece enredada con la asta, pero en realidad está sujeta
a ella con una cuerda, a propósito. El consulado comparte el edificio
con un consultorio odontológico. No sabe uno, dice Sabeth, qué es más
doloroso: una limpieza dental o una diligencia en oficina pública. Que
se rían de un chiste tan malo demuestra la necesidad de ambos de
sacudirse la fatiga de las tres horas de conducción en la Autobahn 45.
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mujeres rubias: una de alrededor de cincuenta años, habla en alemán;
la otra, de no más de treinta y cinco, acuna a un bebé. Alirio detalla
la redondez de sus tetas debajo de su blusa verde, reclina su cabeza
contra la pared y cierra los ojos. ¿Es tetona por naturaleza o su tamaño
es producto de la lactancia? Ser madre aumenta su femineidad y por
ello es mucho más atractiva, ¿no? ¿Qué tan lascivas son estas ideas? Un
niño de trece años, desgarbado, de cabello negro al ras, y piel morena
interrumpe, en español, la conversación de las rubias. La joven madre
mira al bebé, lo refresca con una revista y responde, en español, Sí,
pobrecito, hace mucho calor hoy.
88
En su celular, Sabeth lee las reacciones a la noticia que conmociona
Europa desde ayer: el Brexit es una realidad. La BBC reporta que,
después de los resultados de la votación, las dos búsquedas con
mayor tendencia en Inglaterra en Google fueron: “¿Qué es Brexit?” y
“¿Qué ocurrirá cuando el Reino Unido abandone la Unión Europea?”.
Guarda el celular, mira a su alrededor, sujeta la mano de Alirio, acerca
su boca al oído de él y le susurra las conversaciones en alemán que
ocurren en la sala.
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―Todavía no, la negociación continúa ―responde antes de que
llamen su turno.
***
90
―No, yo por allá no puedo volver ―sentencia con dolor profundo y el
silencio cubre ahora a la sala por completo.
***
Los ojos de la oficial consular son cafés, bastante claros, pero parecen
negros por el brillo apagado que irradian. El intento de proyectar
una imagen más alegre con una blusa de colores chillones, un par
de pulseras doradas en cada muñeca, una sonrisa fabricada con
pintalabios y una colonia dulce, es un fracaso. Está sentada en una
silla ejecutiva azul, detrás de un amplio escritorio de madera en el que
solo hay un computador, una pantallita como la de los datáfonos de
los supermercados y una bandeja de papeles. Alirio le entrega una
declaración impresa, la oficial la lee con detenimiento, mira a Alirio
con curiosidad, vuelve a leer el papel por una segunda vez.
―En el Ausländerbehörde.
91
―¿Para la extensión de permiso de estadía?
―Sí.
―Uno sabe que a donde sea que lo manden será temporal así que… ―
encoge los hombros.
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―Mire el lado bueno, a usted por lo menos le pusieron aire
acondicionado, a los alemanes no les gusta usarlos ―dice Alirio.
―¿Y acaso qué es lo que le gusta a esta gente? ―responden la voz y los
ojos apagados.
Lo que para Alirio significa jugar al papel del sordo. Su cara curiosa
demuestra su esfuerzo por entender, pero solo alcanza a comprender
palabras sueltas que le ayudan a concebir la idea general de lo que
se discute. Los gestos de los rostros y las manos, la disposición de los
cuerpos y el tono de las voces de sus interlocutores le proporcionan el
resto de la información. El tema es el de moda: la crisis de refugiados y el
inusual tiroteo de hace solo unos días que llevó al país a sentirse parte
93
de una transmisión regular de las noticias estadounidenses. Alirio
percibe el optimismo de la conversación y quisiera tener las palabras
para decirles que la esperanza funciona mejor en dosis moderadas ―
como colombiano, sabe que siempre lo peor está por pasar.
Alirio también juega al papel del mudo. Arroja una que otra palabra o
preposición pobremente pronunciada o un verbo mal conjugado (en
tiempo presente, el único tiempo verbal que ha aprendido. Pero está
bien, no extraña el pasado y tampoco ha necesitado el futuro). Alirio
se percata de que cada vez que decide hablar en alemán no logra
decir lo que quiere decir, sino lo que el idioma quiere que diga. Sabeth
suele traducirle, pero a Alirio le reconforta el aislamiento en el que lo
sumerge el desconocimiento del idioma, excusa perfecta para evadir
la convención social de interactuar con otros.
94
la atención de Alirio. Es el reflejo de la luz de la lámpara que cuelga del
techo, pero también hay un no-sé-qué-no-sé-cuándo-no-sé-cómo
que evidencia atracción. Alirio podría equivocarse, tal vez discuten
las hemorroides insanables del Comediante. Pero a María la delata la
posición de su cuerpo inclinado hacia él, su pierna derecha cruzada
que roza la del Comediante. Alirio le susurra su teoría a Sabeth y ésta
afirma que justo estaba pensando lo mismo.
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en español, al Alirio que no logra mantenerse callado por un segundo,
al Alirio que siempre tiene una opinión para cualquier tema, al Alirio
que habla casi gritando y suena como si estuviera peleando, al Alirio
que habla con brazos y manos. Que alguien le hable en español es más
problemático para él: se convierte en el centro de atención, como si
hubiesen encendido un reflector sobre él, y termina convertido en el
inmigrante que no habla el idioma local, sino en una lengua exótica, y
le impone la necesidad de hablar despacio, de vocalizar y reemplazar
coloquialismos y regionalismos con palabras neutrales que él
jamás usaría. En inglés, por lo menos, ambos están en igualdad de
condiciones, ambos conversan en una lengua que no es su primaria,
da igual si alguien pronuncia mal o utiliza una palabra incorrecta.
96
La enfermedad
| CUENTO |
FA DIR DELGA DO
***
97
los rayos del sol. Le agrada ver a la gente, contar a los carros, ver el
perro de en frente que corre detrás de las motos que pasan, y les ladra,
hasta que desaparecen al doblar la esquina. Su madre no le dijo que
se quitara el uniforme del colegio, pero debe hacerlo. Qué extraño,
piensa. Eso es lo primero que le ordena cuando se enferma los jueves.
Rafaela prefería esa imposición, antes que ponerse ella a pensar sobre
las vestimentas adecuadas. A veces el azar se salía con la suya: lograba
unas combinaciones precisas que su madre aplaudía y le celebraba
con una torta de zanahoria, para recompensarle el esfuerzo por haber
seleccionado bien la ropa. Ella se comía la torta en honor al azar.
98
Regresa a la cama. Escucha los pasos de su madre en el corredor.
Siente cómo limpia los adornos y cómo mueve las sillas. Quizás barre,
dice. Quizá lame las paredes para cerciorarse de la limpieza de la casa.
***
Este jueves finge un dolor de cabeza. Se pega muy fuerte con las manos
para sentir dolor. Se va a la cama y se aprieta la cabeza con la almohada
mientras estruja los dientes. Su madre entra a la habitación. Rafaela la
mira con esa mirada brillante que solo puede hacer los jueves.
Ve en los ojos de la madre lo que parece ser una telaraña. Estira las
manos para tocárselos.
99
hizo, y sintió que ella era quien asustaba a las muñecas con sus ojos
irritados y natosos. Su madre, al verla, creyó que tenía conjuntivitis. Le
ordenó que se quedara en casa. Era jueves. No pudo fingir la catarata,
pero el azar le regaló una enfermedad nueva.
—No. Eso que tienes en los ojos. Debe ser raro mirar así.
—¿Cómo sigues?
100
—¿Sabe cada cuánto los abanicos hacen ruido? —le pregunta a su
profesora mientras hace el examen.
Rafaela alza los ojos hacia los ventiladores, encoge los hombros y
continúa la evaluación. Eso de hacer sola los exámenes tiene su
encanto para ella. Cuando los realiza con sus compañeros no soporta
las miradas sobre su espalda, los cuchicheos y el correr de los papeles
sobre los pupitres. Esos pequeños sonidos sí que dan dolor de cabeza.
Una de las ventajas de no ir los jueves a clases es tener el privilegio de
hacer las evaluaciones sin compañía.
***
—Es la catarata.
101
Cierra los ojos y se duerme con el sonido de aquella palabra. Al
levantarse, corre hacia la ventana y ve una pareja debajo del semáforo
de la esquina. El hombre le toma las manos a la mujer, y ella se las suelta
de manera violenta. Toma su libreta para escribir todo lo que dicen,
pero el ruido de los carros no la deja escuchar. Entonces, comienza
a inventarles un diálogo. Al rato, se cansa de escribir. El hombre y la
mujer aún discuten. Cierra la libreta y se concentra esta vez en el señor
de la correspondencia que llega a la casa ubicada en frente de la suya.
102
arropada con una montaña de sábanas. Le tocó la cara caliente, y ella
misma, sacó los brazos para que se cerciorara más de su estado de
salud.
—Por Dios, niña, estás que hierves. Te voy a traer una infusión con las
hojas del árbol para ver si te curas… y tendré que llamar de nuevo al
colegio.
Igual que esa vez cuando su madre le preguntó cómo seguía, y ella le
dijo:
***
Una de ellas baja las muñecas que están colgadas en las paredes del
baño para limpiarlas. Ese día su madre se enoja tanto, que la estadía
para ellas ya no fue tan cómoda y toman la decisión de marcharse.
103
Rafaela se queda inquieta y preocupada, pero no por lo del baño.
Para ella mejor que bajaran esas muñecas. Está intranquila porque
los ruidos de la visita no le permitieron pensar en la enfermedad del
próximo jueves.
—Deja de caminar de un lado para otro. ¿No tienes tareas que hacer?
—le dice su mamá al verla inquieta rondando la casa.
Ella saca del bolsillo de su falda un pañuelo y se limpia la cara. Son las
siete de la mañana, y ya el sol se hunde fuerte sobre la ciudad. Piensa
104
que el día será bien caluroso. Alguien le toca el hombro derecho y le
dice: Salúdame a tu madre.
Al llegar a la casa del frente, alza los ojos hacía la frondosidad del árbol,
respira profundo y comienza a treparlo. Se siente como los ladrones
que vio aquella vez. Avanza. Las ramas le rasgan las piernas y una
hormiga dorada le muerde el brazo izquierdo. Al intentar quitársela,
se resbala un poco. Del árbol, comienzan a caer unas cuantas hojas.
Rafaela se detiene un momento para verlas chocarse con el suelo.
Continúa. Trepa. La cara se le humedece por el calor. Siente un
cosquilleo cuando las gotas de sudor le recorren las mejillas. Llega por
fin arriba. Se oculta entre las ramas. Mira hacia abajo y ve al perro de
siempre correr detrás de una moto. El animal regresa, rasga el tronco
del árbol y le ladra. Rafaela vuelve a respirar hondo. Seca el sudor de
la frente con la palma de su mano. Abre los brazos y sonríe. Cierra los
ojos y se lanza desde lo alto.
105
Adentro, todo. Afuera... nada
| F R A G M E N TO D E D I A R I O PA N D É M I C O |
E F R A Í N V I L L A N U E VA
M A RTES
106
las vajillas y los mesones de las cocinas. Las decoraciones, las mesas
de exteriores de los jardines y balcones son de IKEA. Las camas y los
ganchos para colgar la ropa son de IKEA. Los sofás, las estanterías de
libros, los muebles de las pantallas de entretenimiento son de IKEA.
La cortina y las toallas de baño son de IKEA.
Para los alemanes, las visitas a IKEA son un paseo familiar. Cruzar
el umbral de uno de estos almacenes es adentrarse en una casa
descomunal en la que, para ir de la sala al baño, o del baño al estudio,
es necesario recorrer pasillos serpenteantes, confusos y hasta
desorientadores, pero en los que el cuerpo se desplaza con eficiencia
y coherencia y, entre más se avanza en ellos, mayor familiaridad
provoca en el visitante, quien pronto se encuentra refrescado, rendido
ante el flujo rítmico al que es desplazado no por sus pies, sino por la
fuerza de la cartografía cuidadosamente planeada por arquitectos y
mercadotécnicos. Los carritos de compra se colman de porta-cepillo
de dientes, de marcos para nuevas fotos, de cortinas programables,
de armarios y escritorios. Satisfechas las necesidades de adquisición,
los visitantes se forman en línea para pagar, primero, y luego para
saciarse de perros calientes, de Köttbullar, tradicionales albóndigas
suecas y de bebidas no alcohólicas sin fondo, al mejor estilo gringo.
107
productos cuyo diseño no solo fuese llamativo, sino que se adaptara
de la mejor manera a su función, y que fuesen también asequibles sin
sacrificar calidad o elegancia. Por supuesto, IKEA no es la Bauhaus,
no importa cuán fiel intente ser a los conceptos de Gropius. IKEA
también crea necesidades previamente inexistentes y muchos de sus
productos son rediseños de variaciones insignificantes.
108
M IÉRCOL ES
109
JU EV ES
He decidido
entonces
asumir un enfoque diferente
110
V IER N ES
111
M IÉRCOL ES
Leo intranquilo.
112
para reducir mi tamaño, pero también para pedir misericordia. Entre
mi escritorio y el ángulo de la pared hay un espacio diminuto en el que
apenas podría acomodar una pila de libros, pero es hasta allí a donde
me arrastro, en donde me encojo, me desvisto hasta que no soy nada,
solo huesos, y me desparramo mientras desesperados chorros de aire
caliente entran y salen de mi cuerpo y los tentáculos que antes eran
palabras se fusionan para convertirse en fantasmas que pueblan mis
ojos hasta que los sacian y no les queda otra que derramarse.
***
DOM I NGO
113
primeros en recibirla, quiénes serán los primeros ciudadanos a los
que se les aplique, cuánto costará.
Insisto en recordarle que los muertos no son solo números. Son personas,
como él y como yo, que un día fueron al supermercado, olvidaron usar
el tapabocas apropiadamente o tocaron una superficie contaminada
y se frotaron los ojos antes de lavar sus manos. O siguieron todas las
recomendaciones y aun así se descubrieron infectados.
114
El día que Carmen Maura me besó
| CUENTO |
JAIME MANRIQUE
Iba de camino al Hotel Algonquin para tomar una copa con mi amigo
Luis, a quien no había visto desde hacía años. Eran las cuatro de la tarde
de un día de mediados de junio, y al mirar hacia arriba en el cañón
vertical formado por los edificios de Midtown Manhattan, pude ver
cómo una neblina lúgubre y plomiza, que amenazaba lluvia, cubría la
parte alta de los rascacielos. Al pasar frente a Sardi’s, mis ojos se fijaron
en una composición de grupo formada por tres hombres, cámaras de
televisión y una mujer. Lo cierto es que, al vivir en Times Square, estoy
acostumbrado a ver equipos de televisión rodando en mi vecindario a
todas horas. Sin embargo, que no hubiera ningún curioso merodeando
el rodaje hizo que aminorara el paso. Los cuatro miembros del equipo
tampoco eran estudiantes: se trataba de gente de mi edad. También
advertí que hablaban en castellano. Fue entonces cuando, para mi gran
asombro, la vi: “la divina” Carmen Maura, como solíamos llamarla con
mis amigos. La superestrella, la diva de Almodóvar, estaba filmando
un programa con aquellos tres hombres frente a Sardi’s. No es que no
esté acostumbrado a ver estrellas de cine de cuerpo presente. El Bar
O’Donnell, que está justo debajo de mi casa, se suele alquilar como
localización para películas. De hecho, justo la semana pasada, al llegar
a casa me topé con Al Pacino en aquel antro de mala muerte. Está
bien, me fascina el mundo de las estrellas; y soy el primero en admitir
que fue mi amor por las películas el que me trajo a los Estados Unidos.
115
Pero después de vivir diez años en la Octava Avenida con la calle 43, mi
sed de gloria está plenamente satisfecha.
116
en la que se podía leer “Florida” junto a una imagen de dos guacamayos
besándose. Así pues, Carmen difícilmente me podría tomar por algún
vagabundo callejero.
Tomé dos pasos hacia ella y me quité las gafas de sol, para que pudiera
leer toda la emoción pintada en mi cara. Sonreí. Los ojos de Carmen
eran tan enormes, líquidos y pasionales que el resto del mundo dejó
de existir. Por un instante sentí que mi existencia se reducía a estar en
su campo visual. Me di cuenta de que, al verme, su cuerpo se tensó y
en su cara apareció una mueca de desconcierto que jamás había visto
en ninguna de sus películas. Carmen intercambió miradas con sus
hombres, que se pusieron en estado de alerta, dispuestos a defender
a su estrella ante cualquier peligro o amenaza.
117
repente, una cierta ansiedad. Decidí dar por finalizado el encuentro
antes de hacer algo estúpido o de aburrirla. Me pareció ridículo pedirle
un autógrafo, así que, como despedida, solté:
–Eres la criatura más sublime que jamás haya pisado la faz de la tierra.
Hice una reverencia a la japonesa (¡Dios sabe por qué!) y salí corriendo
por la calle. En la esquina entre Broadway y la calle 44, me giré y vi
que Carmen y su equipo habían retomado la grabación. Mi corazón
quería salirse del pecho. Me sentía sin aire, casi hiperventilado. Sentí
una euforia extraña. Consciente de la sonrisa imbécil que debía llevar
clavada en el rostro, me puse las gafas de sol. Crucé la calle aunque el
semáforo estaba en rojo, y un taxi a toda pastilla por poco me atropella,
pero ya todo me daba igual: en aquel momento me hubiera sentado en
la silla eléctrica con una sonrisa en la cara. En la islilla que hay entre
Broadway y la Séptima Avenida, tuve que detenerme a pensar por un
momento para recordar adónde me dirigía y por qué. “Espera a que
Luis se entere”, pensé.
118
Mi amigo Luis es director de cine y un fanático de las películas; de
hecho, fue nuestro amor por el cine lo que nos juntó. Había hecho sus
estudios en los Estados Unidos, y de hecho se graduó en cine en Los
Ángeles. Nos habíamos conocido en Bogotá, a principios de la década
de 1970. En aquellos momentos me ganaba la vida como crítico de
cine y dando clases de historia del cine en la Cinemateca Colombiana.
Luis, que era rico y no tenía necesidad de trabajar, publicaba una
revista de cine y hacía documentales. Los dos éramos de izquierdas
(aunque ambos detestábamos la izquierda colombiana, estalinista
y pro-soviética). Juntos habíamos fumado montones de marihuana
de la sierra de Santa Marta, habíamos tomado quilos de setas, y no
era extraño que viéramos tres o cuatro películas al día. Éramos los
jóvenes rebeldes del cine colombiano; le habíamos declarado la
guerra a las generaciones anteriores de directores del país, a quienes
considerábamos unos mediocres aburguesados. Estoy hablando, en
otras palabras, de mi juventud. Más tarde, me fui a vivir a Europa, y
después me trasladé a Nueva York, donde en la actualidad me gano
la vida como profesor de universidad. Hoy en día, me persigue aquel
refrán argentino que dice: “De jóvenes tiran bombas; a los cuarenta, se
vuelven bomberos”. Luis, por su parte, se había quedado en Colombia,
donde continuaba haciendo documentales y largometrajes que se
distribuían en la América Latina pero que jamás habían llegado a los
Estados Unidos. Poco a poco, la vida nos había separado, y él ya nunca
me llamaba cuando venía a Nueva York. Pero aquella mañana, cuando
escuché su voz, los años que habían pasado se olvidaron de sopetón y
había aceptado con alegría su invitación a tomar algo en el Algonquin,
como en los viejos tiempos, cuando vestíamos con chaqueta y
corbata para poder entrar en el salón y observar a los críticos de cine,
directores y estrellas a las que idolatrábamos y que por aquel entonces
frecuentaban aquel lugar.
119
Cuando me encontraba a pocos metros de la marquesina del hotel
comenzaron a caer unas gotas enormes. Arranqué a correr para que
no se me mojaran la chaqueta y los zapatos.
En ese sentido, éramos como los rusos del siglo XIX, que hablaban
francés entre ellos.
120
–A que no sabes a quién me acabo de encontrar
–dije mientras tomaba asiento.
121
larga y descendía hasta sus pechos postizos. A Luis le sentaba bien
su extremada delgadez, la delicadeza de sus rasgos y que tuviera
una complexión física maravillosamente fina. Sus ojos color de jade,
enmarcados por unas pestañas profusas y finas, eran irresistibles.
Luisa podría haber sido tomada por una estructuralista experta en
arte precolombino, o por una antropóloga del Amazonas, o por una
fotoperiodista en plena labor de inmortalizar las antiguas ciudades del
Yemen u otro lugar similar. Me llevó unos cuantos segundos recordar
las dinámicas de nuestra amistad: Luis y Luisa eran más pasivos,
oyentes que esperaban mis bromas para reírse. Por mi parte, yo era el
bufón de la corte.
Estaba claro que no iba a sacarle más jugo al encuentro con Carmen
Maura del que ya le había sacado. El camarero me rescató de la perorata
al servirnos las coca colas y preguntarnos si queríamos algo más. Se
fue, sin acabar de comprender nuestros hábitos de bebida.
122
–No. Es para mí. Pero ábrela –me retó.
De repente, me pareció que aquella caja tenía algo tétrico. Sentí cierto
desasosiego.
–No, ábrela tú –dije, pensando que iba a gastarme una de sus bromas
pesadas.
123
convertido en una militante de la izquierda. Si habíamos resistido a
la tentación allá a principios de los setenta, cuando la presión había
sido intensa, me negaba a aceptar que veinte años después Luisa
hubiera sucumbido, finalmente, al marxismo-leninismo. Por otra
parte, me habían contado que había colombianos capaces de pasarse
al socialismo tras recibir una llamada telefónica.
–¿Pero por qué te han enviado esta… cosa? ¿Te has afiliado al Partido?
124
–Claro que no. Pero eso cuéntaselo a ellos. Trata de explicarles que me
visto en drag por… necesidades artísticas. Como hacía Duchamp. O
Chaplin.
Luisa sonrió.
Me puse a la defensiva.
–Pero háblame de ti. ¿Eres feliz? ¿Qué has hecho en todos estos años?
125
en una capital tercermundista, como Bogotá. Y cómo los Estados Unidos
se habían vuelto una sociedad de clases, como Bogotá. ¿Pero cómo podía
contarle cuáles eran mis intereses hoy en día: el ejercicio; una dieta
vegetariana; abstinencia del sexo, la nicotina y la mayoría de substancias
estupefacientes? ¿Cómo podía explicarle que mis amigos actuales no
creían en la revolución, no pretendían cambiar el mundo, sino que
estaban metidos en la bioenergía, la reencarnación, el Zen, el budismo,
los círculos curativos, las reuniones cuáqueras, la santería, los estudios
de brujería, el neopaganismo y otros fenómenos New Age?
Pasamos a temas más triviales mientras apurábamos coca cola tras coca
cola. Cotilleamos sobre viejos conocidos y amigos en común, sobre la
industria cinematográfica en Colombia, nuestros enemigos del pasado,
y nuestras películas preferidas. Y finalmente, quedamos en que iríamos
a ver una película antes de que Luisa se marchara a España.
Eran pasadas las seis cuando salimos del Algonquin, que por aquel
entonces estaba repleto de todo tipo de personalidades artísticas y
pseudo-artísticas hablando de negocios.
126
rosáceo del cielo despejado sobre la metrópolis. El sol todavía debía
de brillar en algún lugar justo encima del Hudson, empujado hacia
poniente por la noche que se abría paso. Los edificios y rótulos
iluminados relucían como una aurora boreal ultramoderna. Al
pasar frente a Sardi’s, me fijé en su letrero verde esmeralda, y en
el buzón junto al cual me había quedado observando a Carmen, y
en la farola de al lado, que ahora emitía un haz de luz circular, entre
roja y dorada. Me disponía a continuar mi camino cuando, al otro
lado de la calle, me di cuenta de que Carmen y su equipo todavía
estaban grabando su programa. Me quedé inmóvil, consciente de la
calle que nos separaba, y de los coches que fluían por el asfalto, y de
los habitantes de Manhattan escurriéndose entre las calles, y de los
turistas impolutos frente a los teatros que se sucedían a lo largo de
la calle 42. Ninguna de aquellas personas parecía interesada en mi
Carmen. Era como si en la pantalla, esta mujer hubiera sido creada
para disfrute universal y, sin embargo, en las calles de Manhattan
solo yo era capaz de verla. También sabía que la magia del momento
en el que nos habíamos cruzado ya había pasado; que hubiera sido
desconsiderado volverla a interrumpir, o saludarla, o recordarle que
apenas un par de horas atrás me había besado. Como si quisiera
inmortalizar para siempre la imagen, cerré los ojos ante aquella
escena y retomé el camino a casa, sin volver a mirar atrás.
127
Subí las escaleras de dos en dos, tomando aire, a la vez feliz y triste.
Nunca antes había tenido esta sensación de felicidad y de tristeza al
mismo tiempo. Tristeza por todo aquello que era triste en este ancho
y misterioso mundo por el que transitamos; y la inexplicable felicidad
producida por los destellos de oropel en los sueños glamurosos que
me habían llevado hasta América y por los cuales había tenido que
esperar muchos años antes de que, brevemente, con su fugacidad
desazonadora, se volvieran realidad.
128
No es el agua que hierve
| CUENTO |
FA DIR DELGA DO
129
tiempo. El olor la adormece. La despierta un ruido de agua que hierve
en la estufa. Baja la olla y apaga el fuego. Abre las ventanas para que
las moscas se dispersen un poco. Se aleja de espalda y cierra la puerta
de la cocina como si cerrara un baúl.
130
de calor sobre su nuca, igual que la respiración de él cuando está
recriminándole, cuando va a abofetearla.
131
otro lado, ese mismo otro lado, a donde no pudo llevar a su hermano
menor una tarde en que salían del colegio.
Ella murmura:
132
con rabia al charco de agua que dejó el florero. Detrás de la puerta
de la cocina escucha ruidos como si un animal se arrastrara en el
suelo. Se caen las ollas y cree que se ha vuelto a caer la silla en donde
se había sentado hace un momento. Corre, y con fuerza, mueve un
estante de madera que tuvo algunos adornos, pero que también se
rompieron hace un tiempo. Con el estante sella la puerta de la cocina
para no dejar salir lo que está dentro.
133
parece verla. El único que siempre corre a saludarla es el loco Bilbao;
pero esta vez, cuando la ve, no lo hace.
Debe regresar pronto. Tiene que volver a la casa a recoger todo del
suelo. Observa a lo lejos la iglesia. Se detiene en el medio de la calle y
deja que la gente la sobrepase, hasta que se queda sola y las personas
de los carros le gritan para que se aparte. Ahora no la protege la
procesión, es ella y la calle.
134
Ve la casa desde lejos. Nota que la luz de la sala está encendida. Ya
debe estar allí, piensa. Detiene el paso poco a poco y la respiración se
le corta. Se toca el pecho.
Las moscas se han ido, las estanterías y las alacenas están vacías.
Todo está sobre el piso y ella se abre paso entre platos rotos, sartenes
y cacerolas.
135
PA R T E 3 – C R Í T I C A
Lauren
Mendinueta / PORTUGAL
138
Aplazar el olvido en un poema:
Lauren Mendinueta
A. JULIANA ENCISO
139
la violencia primera. En pocas palabras los colombianos somos de esa
gente que se va sin partir. Tal como lo afirma en “Intento de retorno”:
“Si no regresé tampoco me fui, es cierto”.
140
Hace unos años nos daba mucha ilusión ser considerados uno de los
países más felices del mundo. En Barranquilla las paredes amarillas
eran motivo de orgullo porque éramos la ciudad más feliz, del segundo
país más feliz. Pero la felicidad tiene sus grietas. Ser feliz implica
olvidar el color de la voz personal y ajustarse, como quien se quita
un brazo, a una caja de cemento. La poeta nos recuerda que más allá
de la moldura sonriente del “cógela suave” hay dislocaciones, tejidos
rotos que no se han podido sanar y que siguen irresueltos, aunque
estén protegidos por el mito nacional de la familia extendida. Su guiño
consiste en regresar al mito de origen (casa, finca, jardín, cuarto), y
dejar espacios de pausa en sus poemas para que nuestras soledades
colectivas afloren.
141
Como el verso del jamaiquino Ishion Hutchinson: “The beauty of the
trees stills her;/ she is stillness staring at the leaves”, la belleza de su
poesía migrante se sostiene en su capacidad de contemplar en sosiego
el filo que abrió su herida como prima, hija, hermana, madre del Caribe,
así como las capas de su gozo como observadora del mundo. Es este
reconocimiento contemplativo de lo particular lo que transforma su
trabajo en álbum emocional del Sur Global hispánico inmigrante y
en uno de los referentes más poderosos para todos los que tenemos
como patria una lengua de soles ardientes.
142
Efraín
Villanueva /ALEMANIA
143
El abrazo íntimo
de Efraín Villanueva
FA RIDE S LUGO
144
Efraín Villanueva afirma que su gran tema de escritura es la vida
misma, y se nota que entrega gran parte de su experiencia personal al
ejercicio de la autoficción para “escarbar la basura de lo personal” en
busca de esas pequeñas iluminaciones que tienen lugar bajo nuestro
techo y que mucho revelan de nuestra condición humana: un abrazo
silencioso de dos cuerpos en crisis tendidos en su cama, un ataque de
pánico en el estudio después de semanas de bloqueo escritural, una
pesadilla de viajes repetitivos y sin ningún destino que rebela que ya
estábamos perdidos mucho antes de la pandemia, etc.
145
inocentes: los diferentes perfiles de migrantes en una oficina consular
renovando documentos, el aislamiento de una persona que no domina
bien un nuevo idioma en eventos sociales, la amenaza xenófoba, el
comportamiento de los consumidores en las grandes plataformas
de ventas, el miedo y el absurdo que ha traído consigo la pandemia
por el COVID-19, al punto de celebrar fiestas donde los asistentes
solitarios bailan con tapabocas en círculos trazados en el piso. Cada
tema propuesto en este tipo de escenas “exteriores” nos despierta
de inmediato el sentido crítico y la aparente neutralidad con que se
narran hace que el hecho, el dato, el contexto explote en su propia
tensión ante nuestros ojos. Yo nunca dejé de sonreír mientras lo leía.
146
Jaime Manrique
Ardila / EE. UU.
147
El desprecio de los Jaimes Manriques
A. JULIANA ENCISO
148
La obra de Jaime Manrique dista de ser el trabajo de un colombiano
ilustre, o el de un exiliado tocado por el éxito en la industria editorial
norteamericana. Al contrario, su universo creativo es una búsqueda
del malestar como una forma de reflexionar sobre nuestros deseos y
miedos recurrentes, tomando como referente las pasiones humanas
en gran medida cultivadas alrededor de Colombia como país de
origen. No busca complacer ni suavizar el lenguaje para ajustarse
a la pretensión de lo bien dicho tan afín a las buenas costumbres y
los modos de una poesía que no desea estorbar. Leerlo nos lanza a
ese territorio agorafóbico de los escritores intimistas como Sharon
Olds, Albert Camus, Vivian Gornick y Emily Dickinson. Entre la ficción
de lo autobiográfico y la veracidad de los sentimientos intensos de
sus narradores, sus historias nos expulsan del lugar seguro de lo
moralmente “correcto” para obligarnos a recorrer las zonas más
difíciles del autorreconocimiento personal.
149
la conciencia de la escena como un espacio para pulir plasticidad de
la lengua; es difícil decir que Manrique es un colombiano que solo
escribe en inglés o un poeta norteamericano que traduce al español. Su
literatura es un proyecto entre mundos: entre la costa Este y los palos
de mango y ciruela; entre la pasión por Melville y Blake y la devoción
por Luis Cernuda; la fascinación por la belleza árabe y la sabiduría del
Siglo de Oro español.
150
y el odio hacia la geografía primera que tenemos en lo profundo de los
huesos. En ese sentido, su escritura es la de un artista preocupado por la
sinceridad. Y su sinceridad es el obsequio de su escritura.
151
Laura Estrada
Márquez / E S PA Ñ A
152
Un techo amenaza con caerse:
Laura Estrada Márquez y su poética en
descomposición
TAW N Y M O R E N O B A L O C O
siempre
al borde
del derrumbe,
153
Patios interiores es el primer libro publicado por Estrada, quien nació
en Barranquilla a principios de los años noventa y tuvo una infancia
marcada por las mudanzas y la migración. En su obra, las casas tienen
vida propia: respiran, crecen, se enferman, gritan y patean, al igual
que los objetos que las pueblan. Los poemas de Estrada Márquez
pueden ser leídos como puertas y ventanas a través de las cuales nos
adentramos en la intimidad de un hogar. Un hogar roto y maltrecho,
lleno de costras y heridas abiertas… pero suyo, a pesar de todo.
Otra escena que se posó ante mis ojos después de haber leído la obra
de Laura, corresponde a un poema de John Templanza Better, autor
caribeño. El poema se titula “Casa/Crimen”. En él, el protagonista
sale a la calle con su casa al hombro, con la intención de venderla al
mejor postor. Al poco tiempo, una multitud se trepa por su espalda y
se instala en el interior de la casa. Un crimen ha ocurrido allí dentro,
y ahora nadie quiere salir. Al hombre no le queda más remedio que
echar llave y seguir caminando con su casa a cuestas. Las metáforas
alrededor de la multiplicidad que nos habita y las analogías entre el
cuerpo y el hogar están presentes tanto en esta pieza de Better como
en toda la obra de Estrada Márquez.
154
de los cuerpos demandan nuestra atención. Barrigas flácidas,
vaginas hambrientas, axilas húmedas, entrepiernas peludas, codos
resecos y cicatrices demasiado visibles. Toda la descomposición y
la belleza de la carne viva, de lo orgánico que nos une. En contra de
las representaciones que idealizan a los cuerpos femeninos, Estrada
Márquez se compromete con una poética de lo sucio y lo desencajado.
De allí el diálogo tan íntimo que Laura sostiene con la obra de Fátima
Vélez Giraldo, una autora colombiana que se ha caracterizado por
explorar poéticamente la decadencia y la fragilidad de los cuerpos.
155
Fadir Delgado
Acosta / C O S TA R I C A
156
Sangre y palabra: Fadir Delgado
FA RIDE S LUGO
Tuve que empezar este pequeño comentario crítico con una anécdota
personal, pero a veces los textos se empeñan en nacer de cierta
forma específica. Hace unos años mandé uno de mis cuentos para
posible publicación a El Heraldo. El editor cultural de ese entonces
me respondió que era un buen texto, pero que ellos le apostaban
a cuentos que “hicieran volar”, que no fuesen tan tristes. “Cola de
cerdo” salió poco después en Universo Centro de Medellín, ciudad
que sí se ha atrevido a narrar las tinieblas urbanas. Esto siempre lo
tengo presente porque en Barranquilla, mi ciudad, es el único lugar
donde me han rechazado un texto para publicación. Y más allá de la
anécdota personal, esto es apenas un ejemplo que muestra cómo el
medio influye y presiona para que unos temas sean públicos y otros,
no. Los gustos e intereses particulares pueden funcionar también
como censuras que invisibilizan ciertas narrativas.
157
No es el agua que hierve en una casa de Barrio Abajo. De inmediato lo
pedí prestado y leí con mucha expectativa cada uno de sus cuentos.
Se sumaba, además, el interés que significa encontrar a otra mujer-
escritora-contemporánea que le apostara a la narrativa en la ciudad.
Como lectora de narrativa me fue mucho más fácil aproximarme a su
escritura desde allí, y no desde la poesía que era lo que Delgado venía
publicando antes de 2018. Concluí que ese libro de cuentos era una
joya escrita por alguien supremamente inteligente y talentosa. Pero,
para que mi anécdota personal cobre sentido en este texto, remato
compartiendo con ustedes que Fadir Delgado es una escritora que no
sucumbe ni satisface el gusto barranquillero. Y eso me alegra mucho.
158
Isabel Rueda) o desde la narrativa (John Templanza Better), pero no
haber tenido noticias de Fadir Delgado en esta misma línea. Sin el
deseo de etiquetarla como autora, propongo esta reflexión porque es
importante leer a las y los autores en su contexto, en diálogo con sus
líneas vecinas o hermanas, es decir, hacer la tarea de pensar la riqueza
de la intertextualidad.
159
Dinah Orozco
Herrera / EE. UU.
160
Una lengua de selva:
Ashanti Dinah y su crepitar de hojas secas
TAW N Y M O R E N O B A L O C O
161
a limitar la selección de nuestras autoras y autores, dándole prioridad
a aquellos cuyas obras dialogaran mejor con la noción de “diáspora
colombiana” que andábamos construyendo. Sin embargo, algo no
terminaba de encajar: mientras más leíamos sobre la historia y los
significados de aquella palabra, menos convencidas estábamos de
la posibilidad de afirmar la existencia de una “diáspora colombiana
de escritores”. Incluso, en aquella entrevista trenzada de El Tiempo
la mayoría de las autoras y autores se mostraban confundidos frente
al concepto. Al cabo de un par de semanas de intensas discusiones
y lecturas, decidimos dejar de utilizar la palabra “diáspora” como eje
central del proyecto, y terminamos optando por la “migración” como
elemento aglutinante.
162
de su palabra y la coincidencia de su reciente tránsito hacia el Norte
nos hicieron sentir que podíamos darnos la licencia de incluir a esta
potente escritora en El territorio ausente. Al fin y al cabo, todas las
antologías y selecciones operan bajo un margen de “caprichosidad”.
Dicho todo esto: sumerjámonos en las aguas afroatlánticas de esta
joya de la literatura contemporánea.
Las semillas del Muntú es la primera parte de una trilogía que abraza
el legado del escritor Manuel Zapata Olivella, el Ekobio Mayor,
consignado en su gran epopeya negra Changó, el gran putas (1980). En
su ópera prima, Dinah Orozco Herrera se reconoce a sí misma como
“tataranieta del Muntú”, una filosofía que recoge la sabiduría y las
enseñanzas de los pueblos yoruba, congo bantú, y otras civilizaciones
del África Occidental. En palabras de Zapata Olivella, la “prédica mayor”
del Muntú “va dirigida a la enseñanza de los principios fundamentales
de convivencia” entre nuestra especie y el universo que la sostiene. Lo
humano se encuentra trenzado a lo animal, lo vegetal, lo mineral y lo
celestial, y entre todos estos elementos se teje una relación de íntima
familiaridad. Estos principios de humanidad africana son los que
Ashanti condensa en piezas como “Cuerpo de astronomía” y “Destino
del Muntú”, donde las figuras del nudo, la constelación y el cordón
umbilical son centrales.
163
los muertos siempre anteceden a los dioses y a los Orishas. En palabras
de Ashanti: “El muerto parió al santo”. Y este poemario puede ser leído
como un gran canto de alabanza a los ancestros, esos que hicieron
posible que hoy ella pueda transitar los caminos de la palabra.
Una de las piezas que más me conmovió se titula “Dualidad del tiempo”.
Allí la poeta desarrolla una profunda reflexión sobre la imposibilidad
de entender la vida y la muerte como contrarios irreconciliables. Entre
el cielo y la tierra, entre el adentro y el afuera, “no hay separación”,
nos dice. Considero que, en la escritura anudada de Las semillas del
Muntú, Dinah Orozco Herrera expone una epistemología que se rebela
en contra de las lógicas oposicionales de la razón occidental. Este
poemario es una celebración de la ciclicidad y la unidad orgánica del
mundo. Con cada palabra, la autora trastoca “la sintaxis colonial”, y nos
enseña que el día y la noche no son más que máscaras de un mismo
rostro, “extractos de una misma sangre”. En diálogo con el escritor
antillano Kamau Brathwaite, el poemario de Ashanti traza su propia
marealéctica, y el movimiento de vaivén de las olas, al igual que el de
las caderas al son de una cumbia, se entiende como representación
de los trazos circulares que marca el tiempo.
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Hace algunos años, el poeta nigeriano Wole Soyinka afirmó: “Un
tigre no proclama su tigritud. Simplemente salta sobre la presa”.
Con su escritura trenzada, Ashanti le responde a Soyinka desde
esta latitud, y está convencida de que, si hay tigritud, ella ostenta
orgullosa una panteritud caribeña, una ferocidad que no le tiene
miedo a sacar el machete y lanzarnos sus versos de rompesaragüey
directo a las venas.
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Fuentes
L AU R EN M EN DI N U ETA
JA I M E M A N R IQU E
166
L AU R A ESTR A DA
ASH A N TI DI NA H
167
EFR A Í N V IL L A N U EVA
FA DIR DELG A DO
168
E S T E L I BRO S E T E RM INÓ DE EDITAR EN MARZ O DE 2 0 2 2 . CON
L AS E S PAL DAS Y M ENTES CANSADAS DESP UÉS DE DOS AÑOS
D E E N C I E RRO PAN D ÉMICO, P ERO CON LA PASIÓN INTACTA P OR
L OS P ROY E C TOS C U LTURALES E INFINITAS GANAS DE SEGUIR
C ON S T RU Y E N D O EN COLECTIVIDAD DESDE EL CARIBE.