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Canciones, Poemas y Romances para Niños by Federico García Lorca

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Federico García Lorca

Canciones,
poemas y romances
para n1nos
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.____ OCTAEDRO
Federico García Larca

Canciones, poemas
y romances para n1nos
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Ilustraciones de Daniel Zarza


Prólogo de Manuel Ruiz Amezcua

OCTAEDRO
Primera edición: abril de 2004

© Herederos de Federic o García Larca


© De las ilustraciones Daniel Zarza
Selección de Juan León y M. R. Amezcua

© Derechos exclusivos de esta edición


Ediciones OCTAEDRO, S.L.
Bailen, 5 - 0801 O Barcelona
Tel.: 93 246 40 02 - Fax: 93 231 18 68
e .111ail: octaedro@octaedro. c on1

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares


del Copyriy./1t, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier n1edio
o proc edinüento, c on1prendidas la reprografia y el trata111iento infonnátic o.

ISBN: 84-8063-678-5 (O ctaedro)


ISBN: 0-439-68097-2 (Scholastic)
Déposito legal: B. 15.829-2004

Irnpreso en Lirnpergraf, s.l.

hnpreso en España
Pri11tcd in Spai11
Prólogo

Alma antigua de niño

A veces nos llega un grito


De 1m 1111mdo descono cido para el !10111brc.

Luis PIMENTEL

¿El poeta nace, o el poeta se hace? ¿Las dos cosas juntas?


.
Decía Rafael Alberti que lo ideal para un poeta era nacer y
crecer en un pueblo, y acabar viviendo en una gran ciudad.
Si hacemos caso a esto, nadie como Federico cumplió tan
plenamente este itinerario, tan geográfico como vital.
Nacido en Fuentevaqueros, en plena vega granadina, a los
5 o 6 años se traslada con su familia a Valderrubio (entonces
se lla1naba Asquerosa, nada menos), junto al río Cubillas. Así
pues, toda su poesía -y la n1ás joven, n1ás aún- está reple­
ta de Naturaleza. «Que soy An1or, que soy Naturaleza», dice
uno de sus versos más hermosos. En el prólogo de su Libro
de Poemas lo explica él muy bien: «Tendrá este libro la vir­
tud de recordarme en todo instante una infancia apasionada
correteando desnuda por las praderas de una vega sobre un
fondo de serranía». En una entrevista declaró una vez:
«Siendo niño viví en pleno ambiente de naturaleza. Con10
todos los niños adjudicaba a cada cosa, n1ueble, objeto, árbol,
piedra, su personalidad. Conversaba con ellos y los an1aba. En

3
el patio de mi casa había unos chopos. Una tarde se me ocu­
rrió que los chopos cantaban. El viento, al pasar por entre sus
ramas, producía un ruido variado en tonos, que a mí se me
antojó musical. Y solía pasarme las horas acompañando con
mi voz la canción de los chopos ... Otro día me detuve asom­
brado. Alguien pronunciaba mi nombre separando las sílabas
como si deletreara «Fe .. . de ...ri . ..co ... » Miré a todos lados y
no vi a nadie. Sin embargo, en mis oídos seguía chicharrean­
do n1i nombre. Después de escuchar largo rato, vi que eran
las ramas de un chopo viejo que, al rozarse entre ellas, pro­
ducían un ruido monótono, quejumbroso, que a mí me pa­
reció mi nombre».
Hasta los 1 1 años, día a día, Federico se empapa de Na­
turaleza y se siente unido a ella por lazos muy antiguos. Pero,
también, se va a empapar de la cultura que ha pasado de boca
en boca a través de los siglos, la cultura de la tradición popu­
lar, tan in1portante, o n1ás, que la otra, la de los libros. Todo
esto lo aprende en su infancia de la gente pobre y trabajado­
ra, de criadas y criados, de arrieros y gañanes que llevaban a
las casas de los ricos (la suya era una de ellas) las nanas infan­
tiles, los ron1ances, las canciones, los cuentos, los refranes y
tantas otras forn1as de la tradición.
En 1909 se va a Granada con su familia y co1nienza su
contacto con una ciudad pequeña, pero con gran tradición
cultural y universitaria. A esta ciudad le dedicó una vez D.
Antonio Machado las siguientes palabras: «Granada, una de
las ciudades n1ás bellas del n1undo, y cuna de espíritus ilustres,
es tan1bién -hay que decirlo- una de las ciudades n1ás beo­
cias de España, n1ás entontecidas por su aislan1iento y por la
influencia de su burguesía irren1ediablen1ente provinciana».A
esta burguesía «irren1ediablen1ente provinciana», Federico le

4
llamará «la peor burguesía de España» y desde niño entrará en
conflicto permanente con su forn1a de pensar y con la mane­
ra, y los modos, que esta burguesía tenía de enjuiciar, y de tra­
tar, a las personas. Lorca va a estar sie1npre con los des­
favorecidos, con los marginados, los apartados, los desplazados
'

de este mundo: los niños, los negros, las n1ujeres, los gitanos,
/ . /

y tant1s1mos 1nas.
Pero el contacto con Granada l� va a servir, tan1bién, para
hacer amistad con lo n1ejor de la intelectualidad granadina
del 1nomento: Falla, D. Fernando de los Ríos, el profesor Do­
mínguez Berrueta ...
En Granada vive Lorca hasta 19 19, año en que se traslada
a Madrid.Allí vivirá, hasta Julio de 1936, los años que le que­
dan de vida. En Madrid va a entrar en contacto con nuevas
amistades, va a asimilar de las gentes, de los libros, de las ideas,
de las ideologías, de las técnicas, y de todo y de todos: era co­
mo una esponja, que se empapa de todo. La curiosidad del
niño, y su capacidad de ason1bro, la mantuvo intacta toda su
vida. La gran ciudad pone en sus n-ianos otro tipo de cultura
y de vida que lo va a enriquecer con10 persona y con10
poeta.
Y para con1pletar este enriquecin1iento, y hacerse n1ás
universal, en 19 29 se embarca para Nueva York, donde pasa­
rá casi un año.Tan1bién vivirá unos meses en Cuba. El cho­
que entre culturas, y entre Naturaleza y civilización, le va a
dar a su obra una nueva riqueza, una nueva din-iensión. La
1nezcla sien1pre ha sido buena para las culturas del n-iundo.
Ninguna cultura ha vivido aislada: tarde o te1nprano acaba
mezclándose con otras culturas. Las razas, y sus culturas, han
vivido sien1pre desplazándose, n1ezclándose: ayer y hoy. Decir
lo contrario es desconocer la Historia.

5
En Nueva York, Federico va a percibir una nueva realidad
social que exige una nueva for1na de mirar: los niños, junto a
los negros, son las mayores víctimas de una civilización sin
misericordia para con los débiles.
A la voluntad de niñez que hubo siempre en Lorca le lla­
maba Jorge Guillén «hondura de infancia: esa edad de oro del
aln1a que en Federico no se vio sustituida, como en la mayo­
ría de las personas, por la malicia y el desengaño de la edad
adulta».
Federico, como los niños, nunca perdió su capacidad de
juego. En él, la imaginación se confundía con la vida misma:
encuentra en las cosas todo lo primitivo y todo lo eterno a
través del aire, el agua, la tierra, el fuego... Comprendió
siempre a los n1ás indefensos y a los n1ás n1arginados. A los
más pequeños les llamó «la carne n1íniina del nlundo».
Las preguntas esenciales, que suelen ser las que no tienen
respuesta, casi siempre las hacen los niños. Como ellos, Fede­
rico puso siempre de manifiesto en sus poemas todo el n1is­
terio que encierra el mundo, y la extrañeza ante todo, ante
todos y ante uno mismo. Gustaba de repetir que «la poesía es
el niisterio que tienen las cosas, y todas las cosas tienen su
. .

misterio».
La verdad es la verdad, la diga quien la diga, escribió D.
Antonio Machado. El poeta dice la verdad es el título de uno
de los Sonetos de a111or de Federico García Lorca.Y la verdad,
aquí, la dicen los niños en los labios del poeta. Nos alcanza a
todos, y en todas partes.Van1os a oírla.

Manuel RUIZ AMEZCUA

6
Canciones
Canción china de Europa

A mi ahijada Isabel Clara

La señorita
del abanico
va por el puente
del fresco río.

Los caballeros
con sus levitas
miran el puente
sin barandillas.

La señorita
del abanico
y los volantes,
busca marido.

Los caballeros
están casados,
con altas rubias
de idioma blanco.

Los grillos cantan


por el Oeste.

(La señorita,
va por lo verde. )

8
Los grillos cantan
bajo las flores.

(Los caballeros,
van por el Norte. )

9
Cancioncilla sevillana

A Solita Salinas

An1anecía
en el naranjel.
Abejitas de oro
buscaban la miel.

¿Dónde estará
la miel?

Está en la flor azul,


Isabel.
En la flor,
del ron1ero aquel.

(Sillita de oro
para el moro.
Silla de oropel
para su mujer. )

Amanecía
en el naranjel.

10
Canción tonta

Mamá.
Yo quiero ser de plata.

Hijo,
tendrás mucho frío.

Mamá.
Yo quiero ser de agua.

Hijo,
tendrás mucho frío.

Mamá.
Bórdame en tu almohada.

¡Eso sí!
¡Ahora mismo!

11
Caracola

A Natalita Jiménez

Me han traído una caracola.

Dentro le canta
un mar de mapa.
Mi corazón
se llena de agua
con pececillos
de sombra y plata.

Me han traído una caracola.

12
El lagarto está llorando

A Made111oiselle Teresita Guillén


tocando un piano de seis notas

El lagarto está llorando.


La lagarta está llorando.

El lagarto y la lagarta
con delantaritos blancos.

Han perdido sin querer


s� anillo de desposados.

¡Ay, su anillito de plomo,


ay, su anillito plomado!

Un cielo grande y sin gente


n1onta en su globo a los pájaros.

El sol, capitán redondo,


lleva un chaleco de raso.

¡Miradlos qué viejos son!


¡Qué viejos son los lagartos!

¡Ay cómo lloran y lloran,


¡ay! ¡ay! cón10 están llorando!
Canción cantada

En el gris,
el pájaro Griffón
se vestía de gris.
Y la niña Kikirikí
perdía su blancor
y forma allí.

Para entrar en el gris


me pinté de gris.
¡Y cón10 relumbraba
en el gris!

14
Paisaje

El campo
de olivos
se abre y se cierra
como un abanico.
Sobre el olivar
hay un cielo hundido
y una lluvia oscura
de luceros fríos.
T ien1bla junco y penumbra
a la orilla del río.
Se riza el aire gris.
Los olivos,
están cargados
de gritos.
Una bandada
de pájaros cautivos,
que mueven sus larguísimas
colas en lo sombrío.

15
Los encuentros de un caracol aventurero

Diciembre de 1 9 1 8
(GRANADA)
A Ramón P. Roda

HAY dulzura infantil


En la mañana quieta.
Los árboles extienden
Sus brazos a la tierra,
Un vaho tembloroso
Cubre las sementeras,
Y las arañas tienden
Sus caminos de seda
-Rayas al cristal limpio
Del aire-.

En la alameda
Un manantial recita
Su canto entre las hierbas.
Y el caracol, pacífico
Burgués de la vereda,
Ignorado y humilde,
El paisaje contempla.
La divina quietud
De la Naturaleza
Le dio valor y fe,
Y olvidando las penas
De su hogar, deseó
Ver el fin de [la] senda.

16
Echó andar e internóse
En un bosque de yedras
Y de ortigas. En medio
Había dos ranas viejas
Que tomaban el sol,
Aburridas y enfermas.

«Estos cantos modernos,


-Murmuraba una de ellas-,
Son inútiles. » «Todos,
Amiga, -le contesta
La otra rana, que estaba
Herida y casi ciega-.
�uando joven creía
Que si al fin Dios oyera
Nuestro canto, tendría
Compasión.Y mi ciencia,
Pues ya he vivido mucho,
Hace que no lo crea.
Yo ya no canto más . . . »
1

Las dos ranas se quejan


Pidiendo una limosna
A una ranita nueva
Que pasa presumida
Apartando las hierbas.

Ante el bosque sombrío


El caracol se aterra,
Quiere gritar. No puede.
Las ranas se le acercan.

17
«¿Es una mariposa?»,
Dice la casi ciega.
«T iene dos cuernecitos,
-La otra rana contesta- .
Es el caracol. ¿V ienes,
Caracol, de otras tierras?»

«Vengo de mi casa y quiero


Volverme muy pronto a ella. »
«Es un bicho muy cobarde,
-Exclama la rana ciega-.
¿No cantas nunca?» «No canto»,
Dice el caracol. «¿Ni rezas?»
«Tampoco: nunca aprendí. »
«¿Ni crees en la vida eterna?»
«¿Qué es eso?»
«Pues vivir siempre
En el agua más serena,
Junto a una tierra florida
Que a un rico manjar sustenta.»

«Cuando niño a mí me dijo


Un día n1i pobre abuela
Que al morirme yo n1e iría
Sobre las hojas n1ás tiernas
De los árboles n1ás altos. »

«Una hereje era tu abuela.


La verdad te la decin1os
Nosotras. Creerás en ella»,
Dicen las ranas furiosas.

18
«¿Por qué quise ver la senda?
-Gime el caracol-. Sí creo
Por siempre en la vida eterna
Que [me] predicáis ...»
Las ranas,
Muy pensativas, se alejan,
Y el caracol, asustado,
Se va perdiendo en la selva.

Las dos ranas mendigas


Como esfinges se quedan.
Una de ellas pregunta:
«¿Crees tú en la vida eterna?»
«Yo no», dice muy triste
La rana herida y ciega.
«¿Por qué hemos dicho, entonces,
Al caracol que crea?»
«Por qué ... No sé por qué
-Dice la rana ciega-.
Me lleno de emoción
Al sentir la firmeza
Con que llaman mis hijos
A Dios desde la acequia ...»

El pobre caracol
Vuelve atrás.Ya en la senda
Un silencio ondulado
Mana de la alameda.
Con un grupo de hormigas
Encarnadas se encuentra.
Van muy alborotadas,

19
Arrastrando tras ellas
A otra hormiga que tiene
Tronchadas las antenas.
El caracol exclama:
«Hormiguitas, paciencia.
¿Por qué así maltratáis
A vuestra compañera?
Contadme lo que ha hecho.
Yo juzgaré en conciencia.
Cuéntalo tú, hormiguita. »

La hormiga medio muerta


Dice muy tristemente:
«Yo he visto las estrellas. »
«¿Qué son estrellas?», dicen
Las hormigas inquietas.
Y el caracol pregunta
Pensativo: «¿Estrellas?»
«Sí -repite la hormiga-,
He visto las estrellas;
Subí al árbol más alto
Que tiene la alameda
Y vi miles de ojos
Dentro de mis tinieblas. »
El caracol pregunta:
«¿Pero qué son estrellas?»
«Son luces que llevamos
Sobre nuestra cabeza. »
«Nosotras no las ven1os»,
Las horn1igas con1entan.

20
Y el caracol: «Mi vista
Sólo alcanza a las hierbas. »

Las hormigas exclaman


Moviendo sus antenas:
«Te mataremos; eres
Perezosa y perversa.
El trabajo es tu ley. »

«Yo he visto a las estrellas»,


Dice la hormiga herida.
Y el caracol sentencia:
«Dejadla que se vaya,
Seguid vuestras faenas.
Es fácil que muy pronto
Ya rendida se muera. »

Por el aire dulzón


ha cruzado una abeja.
La hormiga, agonizando,
Huele la tarde inmensa,
Y dice: «Es la que viene
A llevarme a una estrella.»

Las demás hormiguitas


Huyen al verla muerta.

El caracol suspira
Y aturdido se aleja
Lleno de confusión
Por lo eterno. «La senda

21
No tiene fin, -exclama- .
Acaso a las estrellas
Se llegue por aquí.
Pero mi gran torpeza
Me impedirá llegar.
No hay que pensar en ellas. »

Todo estaba brumoso


De sol débil y niebla.
Campanarios lejanos
Llaman gente a la iglesia,
Y el caracol, pacífico
Burgués de la vereda,
Aturdido e inquieto,
El paisaje contempla.

22
Canción primaveral

28 de n1arzo de 1 919
(GRANADA)

1
Salen los niños alegres
de la escuela,
poniendo en el aire tibio
del abril canciones tiernas.
¡Qué alegría tiene el hondo
silencio de la calleja!
!Jn silencio hecho pedazos
por risas de plata nueva.

11

Voy camino de la tarde,


entre flores de la huerta,
dejando sobre el camino
el agua de mi tristeza.
En el monte solitario,
un cementerio de aldea
parece un ca1npo sembrado
con granos de calaveras.
Y han florecido cipreses
como gigantes cabezas
que con órbitas vacías
y verdosas cabelleras

23
pensativos y dolientes
el horizonte contemplan.
¡Abril divino, que vienes
cargado de sol y esencias,
llena con nidos de oro
las floridas calaveras!

24
El lagarto viejo

26 de julio de 1920
(VEGA DE ZUJAIRA)

En la agostada senda
he visto al buen lagarto
(gota de cocodrilo)
meditando.
Con su verde levita
de abate del diablo,
su talante correcto
y su cuello planchado,
tiene un aire muy triste
. . .

de viejo catedrático.
¡Esos ojos marchitos
de artista fracasado,
cómo miran la tarde
desmayada!

¿Es este su paseo


crepuscular, amigo?
Usad bastón, ya estáis
muy viejo, Don Lagarto,
y los niños del pueblo
pueden daros un susto.
¿Qué buscáis en la senda,
filósofo cegato,
si el fantasma indeciso

25
de la tarde agosteña
ha roto el horizonte?

¿Buscáis el azul limosna


del cielo moribundo?
¿Un céntimo de estrella?
¿O acaso
estudiasteis un libro
de Lamartine, y os gustan
los trinos platerescos
de los pájaros?

(Miras al sol poniente,


y tus ojos relucen,
¡oh dragón de las ranas! ,
con un fulgor humano.
Las góndolas sin remos
de las ideas cruzan
el agua tenebrosa
de tus iris que1nados.)

¿Venís quizá en la busca


de la bella lagarta,
verde como los trigos
de mayo,
coni_o las cabelleras
de las fuentes dorn1idas,
que os despreciaba, y luego
se fue de vuestro can1po?
¡Oh dulce idilio roto
sobre la fresca juncia!

26
¡Pero vivir! ¡qué diantre! ,
me habéis sido simpático.
El lema de «Me opongo
a la serpiente», triunfa
en esa gran papada
de arzobispo cristiano.

Ya se ha disuelto el sol
en la copa del monte,
y enturbian el camino
los rebaños.
Es hora de marcharse,
dejad la angosta senda
. / .

y no cont1nue1s
meditando.
Que lugar tendréis luego
de mirar las estrellas
cuando os coman sin prisa
los gusanos.

¡Volved a vuestra casa


bajo el pueblo de grillos!
¡Buenas noches, amigo
Don Lagarto!

Ya está el campo sin gente,


los montes apagados
y el camino desierto;
solo de cuando en cuando
canta un cuco en la umbría
de los álani_os.

27
Primera página

A Isabel Clara) mi ahijada

Fuente clara.
Cielo claro.

¡Oh, cómo se agrandan


los pájaros!

Cielo claro.
"
Fuente clara.

¡Oh, cl o relumbran
las naranjas!

Fuente.
Cielo.

¡Oh, cómo el trigo


es tierno!

Cielo.
Fuente.

¡Oh, cón10 el trigo


es verde!

28
Luna y panorama de los insectos

(El poeta pide ayuda a la Virgen)

Pido a la divina Madre de Dios,


Reina celeste de todo lo criado,
me dé la pura luz de los animalitos
que tienen una sola letra en su vocabulario,
animales sin alma, simples formas,
lejos de la despreciable sabiduría del gato,
lejos de la profundidad ficticia de los búhos,
lejos de la escultórica sapiencia del caballo,
criaturas que aman sin OJOS,
. . .

con un solo sentido de infinito ondulado


y que se agrupan en grandes montones
para ser comidas por los pájaros.
Pido la sola dimensión
que tienen los pequeños animales planos,
para narrar cosas cubiertas de tierra
bajo la dura inocencia del zapato;
no hay quien llore porque comprenda
el millón de muertecitas que tiene el mercado,
esa rnuchedumbre china de cebollas decapitadas
y ese gran sol amarillo de viejos peces aplastados.
T ú, Madre siempre temible. Ballena de todos los cielos.
Tú, Madre siempre bromista.Vecina del perejil
[p[r] stado (sic).
Sabes que yo comprendo la carne mínima del mundo.

29
, Poemas y cantares
populares
La tarara

La Tarara, sí;
la Tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.

Lleva mi Tarara
un vestido verde
lleno de volantes
y de cascabeles.

La Tarara, sí;
la Tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.

Luce mi Tarara
su cola de seda
sobre las retamas
y la hierbabuena.

Ay, Tarara loca.


Mueve la cintura
para los muchachos
de las aceitunas.

32
Los re yes de la baraja

Si tu madre quiere un rey,


la baraja tiene cuatro:
rey de oros, rey de copas,
rey de espadas, rey de bastos.

Corre que te pillo,


corre que te agarro,
mira que te lleno
la cara de barro.

Del olivo
-

me retiro,
.

del esparto
yo me aparto,
del sarmiento
me arrepiento
de haberte querido tanto.

33
Tengo los ojos puestos
t(>
t(>
Tengo los ojos puestos
en un n1-uchacho,
delgado de cintura,
moreno y alto.
A la flor,
a la pitiflor,
a la verde oliva,
a los rayos del sol
se peina la nifia.

34
Canción del jinete

Córdoba.
Lejana y sola.

Jaca negra, luna grande,


y aceitunas en n1i alforja.
Aunque sepa los caminos
yo nunca llegaré a Córdoba.

Por el llano, por el viento,


jaca negra, luna roja.
La muerte me está mirando
� desde las torres de Córdoba.

¡Ay qué camino tan largo!


¡Ay mi jaca valerosa!
¡Ay que la muerte me espera,
antes de llegar a Córdoba!

Córdoba.
Lejana y sola.

35
[Arbolé arbole1

Arbolé arbolé
seco y verdé.

La niña del bello rostro


está cogiendo aceituna.
El viento, galán de torres,
la prende por la cintura.

Pasaron cuatro jinetes,


sobre jacas andaluzas,
con trajes de azul y verde,
con largas capas oscuras.
«Vente a Córdoba, muchacha. »

La niña no los escucha.


Pasaron tres torerillos
delgaditos de cintura,
con trajes color naranja
y espadas de plata antigua.
«Vente a Sevilla, muchacha.»
La niña no los escucha.
Cuando la tarde se puso
ni.orada, con luz difusa,
pasó un joven que llevaba
rosas y n.i irtos de luna.
«Vente a Granada, n.i uchacha»
Y la niña no lo escucha.

36
La niña del bello rostro
sigue cogiendo aceituna,
con el brazo gris del viento
ceñido por la cintura.

Arbolé arbolé
seco y verdé.

37
La Lola

Bajo el naranjo lava


pañales de algodón.
Tiene verdes los ojos
y violeta la voz.

¡Ay, amor,
bajo el naranjo en flor!

El agua de la acequia
iba llena de sol,
en el olivarito
cantaba un gorrión.

¡Ay, amor,
bajo el naranjo en flor!

Luego, cuando la Lola


gaste todo el jabón,
vendrán los torerillos.

¡Ay, an-1 or,


bajo el naranjo en flor!

38
39
Adelina de paseo

La mar no tiene naranjas,


ni Sevilla tiene amor.
Morena, qué luz de fuego.
Préstame tu quitasol.

Me pondrá la cara verde


-zumo de lima y limón-,
tus palabras -pececillos­
nadarán alrededor.

La mar no· tiene naranjas.


Ay, amor.
¡Ni Sevilla tiene amor

40
41
Galán

Galán,
galancillo.
En tu casa queman tomillo.

Ni que vayas, ni que vengas,


con llave cierro la puerta.

Con llave de plata fina.


Atada con una cinta.

En la cinta hay un letrero:


«Mi corazón está lejos.»

No des vueltas en mi calle.


¡Déjasela toda al aire!

Galán,
galancillo.
En tu casa queman to1nillo.

42
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Hospicio

Y las estrellas pobres,


las que no tienen luz,
¡qué dolor,
qué dolor,
/

que pena.' ,
están abandonadas
sobre un azul borroso.

¡Qué dolor,
qué dolor,
qué pena!

43
Recuerdo

Doña Luna no ha salido.


Está jugando a la rueda
y ella misma se hace burla.
Luna lunera.

44
Una

- Aquella estrella romántica


(para las n1agnolias,
para las rosas) .
Aquella estrella romántica
se ha vuelto loca.
Balalín,
balalán.
(Canta, ranita,
en tu choza
de sombra.)

45
Dos lunas de tarde

A Laurita) amiga de 1ni her111ana

La luna está muerta, 1nuerta:


pero resucita en la primavera.

Cuando en la frente de l<?s chopos


se rice el viento del Sur.

Cuando den nuestros corazones


su cosecha de suspiros.

Cuando se pongan los tejados


sus sombreritos de yerba.

La luna está muerta, muerta:


pero resucita en la primavera.

46
2

A Isabelíta) n1í her111ana

La tarde canta
una berceuse a las naranjas.

Mi hermanita canta:
La tierra es una naranja.

La luna llorando dice:


Yo quiero ser una naranja.

No puede ser, hija mía,


aunque te pongas rosada.
Ni siquiera limoncito.
¡Qué lástin1a!

47
Corredor

Por los altos corredores


se pasean dos señores

(Cielo
nuevo.
¡Cielo
azul! )

. . . se pasean dos señores


que antes fueron blancos monjes

(Cielo
medio.
¡Cielo
morado! )

. . . se pasean dos señores


que antes fueron cazadores

(Cielo
VleJO.
¡Cielo
de oro! )

. . . se pasean dos señores


que antes fueron . . .
Noche.

48
49
Cortaron tres árboles

A Ernesto Halffter

Eran tres.
(V ino el día con sus hachas.)
Eran dos.
(Alas rastreras de plata.)
Era uno.
Era ninguno.
(Se quedó desnuda el agua.)

50
Campana

BORDÓN

En la torre
an1arilla,
dobla una can1pana.

Sobre el viento
amarillo,
se abren las campanadas.

E11 la torre
amarilla,
cesa la campana.

El viento con el polvo,


hace proras de plata.

51
Cazador

¡Alto pinar!
Cuatro palomas por el aire van.

Cuatro palomas
vuelan y tornan.
Llevan heridas
sus cuatro sombras.

¡Bajo pinar!
Cuatro palon1as en la tierra están.

52
53
Agua, ¿dónde vas?

Agua, ¿dónde vas?

Riyendo voy por el río,


a las orillas del mar.

Mar, ¿adónde vas?

Río arriba voy buscando


fuente donde descansar.

Chopo, y tú ¿qué harás?

No quiero decirte nada.


Yo ... ¡temblar!

¿Qué deseo, qué no deseo,


por el río y por la mar?

(Cuatro pájaros sin run1bo


en el alto chopo están.)

54
Balada amarilla

En lo alto de aquel monte


hay un arbolito verde.

Pastor que vas)


pastor que vienes.

Olivares soñolientos
bajan al llano caliente.

Pastor que vas)


¿ pastor que vienes.

Ni ovejas blancas ni perro


ni cayado ni amor tienes.

Pastor que vas.

Como una sombra de oro,


en el trigal te disuelves.

Pastor que vienes.

55
Agosto

Agosto.
Contraponientes
de melocotón y azúcar,
y el sol dentro de la tarde,
como el hueso en una fruta.

La panocha guarda intacta


su risa amarilla y dura.

Agosto.
Los niños con1en
pan moreno y rica luna.

56
Mariposa

Mariposa del aire,


qué hermosa eres,
ni.ariposa del aire
dorada y verde.
Luz del candil,
mariposa del aire,
¡que"date ah"1, ah"1, ah"li. . . .
No te quieres parar,
pararte no quieres.
Mariposa del aire
dorada y verde.
- Luz de candil,
ni.ariposa del aire,
¡que"date ah"1, ah"1, ah"ll....
¡Quédate ahí!
Mariposa, ¿estás ahí?

57
Vals en las ramas

Cayó una hoja


y dos
y tres.
Por la luna nadaba un pez.
El agua duerme una hora
y el mar blanco duerme cien.
La dama
estaba muerta en la rama.
La monja
cantaba dentro de la toronja.
La niña
iba por el pino a la piña.
Y el pino
buscaba la plumilla del trino.
Pero el ruiseñor
lloraba sus heridas alrededor.
Y yo también
porque cayó una hoja
y dos
y tres.
Y una cabeza de cristal
y un violín de papel
y la nieve podría con el nl' undo
una a una
dos a dos
y tres a tres.

58
¡Oh duro marfil de carnes invisibles!
¡Oh golfo sin hormigas del amanecer!
Con el numen de las ramas,
con el ay de las damas,
con el croo de las ranas,
y el geo amarillo de la miel.
Llegará un torso de sombra
coronado de laurel.
Será el cielo para el viento
duro como una pared
y las ramas desgajadas
se irán bailando con él.
Una a una
alrededor de la luna,
dos a dos
alrededor del sol,
y tres a tres
para que los n1arfiles se duern1an bien.

59
Tío-vivo

A José Be1:ga111Í11

Los días de fiesta


van sobre ruedas.
El tío-vivo los trae,
y los lleva.

Corpus azul.
Blanca Nochebuena.

Los días abandonan


su piel, como las culebras,
con la sola excepción
de los días de fiesta.
/

Estos son los mismos


de nuestras madres viejas.
Sus tardes son largas colas
de moaré y lentejuelas.

Corpus azul.
Blanca Nochebuena.

El tío-vivo gira
colgado de una estrella.
Tulipán de las cinco
partes de la tierra.

60
61
Escuela

MAESTRO
¿Qué doncella se casa
con el viento?
NIÑO
La doncella de todos
los deseos.
MAESTRO
¿Qué le regala
el viento?
NIÑO
Remolinos de oro
y mapas superpuestos.

MAESTRO
Ella ¿le ofrece algo?
NIÑO
Su corazón abierto.
MAESTRO
Decid có1no se llama.
NIÑO
Su no1nbre es un secreto.
(La ventana del colegio tiene
una cortina de luceros.)

62
El niño mudo

El niño busca su voz.


(La tenía el rey de los grillos. )
En una gota de agua
buscaba su voz el niño.

No la quiero para hablar;


me haré con ella un anillo
que llevará mi silencio
en su dedo pequeñito.

En una gota de agua


buscaba su voz el niño.

(La voz cautiva, a lo lejos,


se ponía un traje de grillo. )

63
Torrijos, el general

Torrijos, el general
noble, de la frente limpia,
donde se estaban mirando
las gentes de Andalucía.

Caballero entre los duques,


corazón de plata fina,
ha sido muerto en las playas
de Málaga la bravía.

Le atrajeron con engaños


que él creyó, por su desdicha,
y se acercó, satisfecho
con sus buques, a la orilla.

¡Malhaya el corazón noble


que de los malos se fia! ,
que al poner el pie en la arena
le prendieron los realistas.

El vizconde de La Barthe,
que n1a- ndaba las milicias,
debió cortarse la mano,
antes de tal villanía,
con10 es quitar a Torrijos
bella espada que ceñía,
con el puño de cristal,
adornado con dos cintas.

64
Muy de noche lo mataron
con toda su con1pañía.
Caballero entre los duques,
corazón de plata fina.

Grandes nubes se levantan


sobre la tierra de Mijas.
El viento mueve la n1ar
y los barcos se retiran
con los remos presurosos
y las velas extendidas.

Entre el ruido de las olas


sonó la fusilería,
y muerto quedó en la arena,
sangrando por tres heridas,
el valiente caballero
con toda su compañía.

La muerte, con ser la n1uerte,


no deshojó su sonrisa.
Sobre los barcos lloraba
toda la marinería,
y las rr1ás bellas mujeres,
enlutadas y afligidas,
lo iban llorando también
por el limonar arriba.

65
De casa en casa

V ámonos; de casa en casa


llegaremos donde pacen ,
los caballitos del agua.
No es el cielo. Es tierra dura
con muchos grillos que cantan,
con hierbas que se menean,
con nubes que se levantan,
con hondas que lanzan piedras
y el viento como una espada.
¡Yo quiero ser niño, un niño!

66
«Cuando se abre en la mañana»

Cuando se abre en la mañana


. /

roja como sangre esta;


el rocío no la toca
porque se ten1e quemar.
Abierta en el mediodía,
es dura como el coral;
el sol se asoma a los vidrios
para verla relumbrar.
Cuando en las ramas empiezan
los 'pájaros a cantar
y se desmaya la tarde
en las violetas del mar,
se pone blanca, con blanco
de una mejilla de sal.
Y cuando la noche toca
blando cuerno de metal
y las estrellas avanzan
mientras los aires se van,
en la raya de lo obscuro
se comienza a deshojar ...

67
Romances populares
70
Los pelegrinitos

Hacia Roma caminan


dos pelegrinos,
a que los case el Papa,
porque son primos.
.

Sombrerito de hule
lleva el mozuelo,
y la pelegrinita,
de terciopelo.

Al pasar por el puente


de la V ictoria
tropezó la madrina,
cayó la novia.

Han llegado a Palacio,


suben arriba
y en la sala del Papa
los desaminan.

Le ha preguntado el Papa
cómo se llaman.
/

El le dice que Pedro


y ella que Ana.

Le ha preguntado el Papa
que qué edad tienen.

71
Ella dice que quince
y él diez y siete.

Le ha preguntado el Papa
de dónde eran.
Ella dice de Cabra
y él de Antequera.

Le ha preguntado el Papa
gue si han pecado.
El le dice que un beso
que le había dado.

Y la pelegrinita,
que es vergonzosa,
se le ha puesto la cara
como una rosa.

Y ha respondido el Papa
desde su cuarto:
¡Quién fuera pelegrino
para otro tanto!

Las cani_panas de Roni_a


ya repicaron
.

porque los pelegrinos


ya se casaron.

72
Romance de Don Boy so

Can1ina Don Boyso


mañanita fría
a tierra de moros
a buscar a1niga.
Hallóla lavando
en la fuente fría.
-¿Qué haces ahí, mora,
hija de judía?
Deja a mi caballo
� beber agua fría.
-Reviente el caballo
y quien lo traía,
que yo no soy mora
ni hija de judía.
Soy una cristiana

I' •

que aqu1 estoy cautiva.


-Si fueras cristiana
yo te llevaría
y en paños de seda
yo te envolvería;
pero s1 eres mora
.

yo te dejaría.

Montóla a caballo
por ver qué decía;
en las siete leguas
no hablara la niña.

73
Al pasar un campo
de verdes olivas
por aquellos prados
qué llantos hacía.
-¡Ay prados! ¡Ay prados!
prados de mi vida.
Cuando el rey mi padre
plantó aquí esta oliva,
él se la plantara,
yo se la tenía,
la reina mi madre
la seda torcía,
mi hermano Don Boyso
los toros corría.
-¿Y cómo te llamas?
-Yo soy Rosalinda,
/ .

que as1 me pusieron


porque al ser nacida
una linda rosa
n' el pecho tenía.
-Pues tú, por las señas,
mi hermana serías.
Abra la mi madre
puertas de alegría,
por traerle nuera
le traigo su hija. ·(

74
Romance de Don Boy so

Arn1onizado por Federico García Lorca

C- 111i - na d.oo

de mo - roe

de mo - ros a bus- ce.r

Ha - UÓ - a la - vao - do en la !uen - te trf - ..

75
I� . •
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De - ja a --

76
I

Santiago

(Balada ingenua)
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25 de julio de 1 9 1 8 • • Cl •

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(Fuente Vaqueros, Granada)
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Esta noche ha pasado Santiago

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su camino de luz en el cielo. ...
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Lo comentan los niños jugando .'f :� ..

con el agua de un cauce sereno.


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¿Dónde va el peregrino celeste oº "



d>

por el claro infinito sendero?


Va a la aurora que brilla en el fondo
en caballo blanco como el hielo.

¡Niños chicos, cantad en el prado


horadando con risas al viento!

Dice un hombre que ha visto a Santiago


en tropel con doscientos guerreros,
iban todos cubiertos de luces,
con guirnaldas de verdes luceros,
y el caballo que monta Santiago
era un astro de brillos intensos.

Dice el hombre que cuenta la historia


que en la noche dormida se oyeron
tremolar plateado de alas
que en sus ondas llevóse el silencio.

77
¿Qué sería que el río paróse?
Eran ángeles los caballeros.

¡Niños chicos, cantad en el prado


horadando con risas al viento!

Es la noche de luna menguante.


¡Escuchad! ¿Qué se siente en el cielo,
que los grillos refuerzan sus cuerdas
y dan voces los perros vegueros?

-Madre abuela, ¿cuál es el camino,


madre abuela, que yo no lo veo?

-Mira bien y verás una cinta


de polvillo harinoso y espeso,
un borrón que parece de plata
o de nácar. ¿Lo ves?
-Ya lo veo.

-Madre abuela. ¿Dónde está Santiago?


-Por allí marcha con su cortejo,
la cabeza llena de plumajes
y de perlas muy finas el cuerpo,
con la luna rendida a sus plantas,
con el sol escondido en el pecho.

Esta noche en la vega se escuchan


los relatos brumosos del cuento.

¡Niños chicos, cantad en el prado,


horadando con risas al viento!

78
79
Otros poemas
Balada de un día de julio

Julio de 1919

Esquilones de plata
llevan los bueyes.

-¿Dónde vas, niña mía,


de sol y nieve?

-Voy a las ni_argaritas


del prado verde.

-El prado está muy lejos


y rniedo tienes.

-Al airón y a la sombra


ni_1 amor no teni_e.

-Teme al sol, niña ni_Ía,


de sol y nieve.

-Se fue de 1nis cabellos


ya para siempre.
.

82
-¿Quién eres, blanca niña?
¿De dónde vienes?

-Vengo de los ainores


y de las fuentes.

Esquilones de plata
llevan los bueyes.

-¿Qué llevas en la boca


que se te enciende?

-La estrella de mi amante


que vive y muere.
.

-¿Qué llevas en el pecho,


tan fino y leve?

-La espada de mi amante


que vive y muere.
.

-¿Qué llevas en los ojos,


negro y solemne?

-Mi pensamiento triste


que siempre hiere.

-¿Por qué llevas un manto


negro de muerte?

-¡Ay, yo soy la viudita,


triste y sin bienes,
83
del conde del Laurel
de los Laureles!

-¿A quién buscas aquí,


si a nadie quieres?

-Busco el cuerpo del conde


de los Laureles.

-¿T ú buscas el amor,


viudita aleve?
T ú buscas un amor
que ojalá encuentres.

-Estrellitas del cielo


son mis quereres,
.

¿dónde hallaré a mi amante


que vive y muere?

-Está muerto en el agua,


niña de nieve,
cubierto de nostalgias
y de claveles.

-¡Ay! , caballero errante


de los cipreses,

una noche de luna


n1i alma te ofrece.

-¡Ah Isis soñadora!


Niña sin n1ieles,
84
la que en boca de niños
su cuento vierte.
Mi corazón te ofrezco.
Corazón tenue,
herido por los ojos
de las mujeres.

-Caballero galante,
con Dios te quedes.
Voy a buscar al conde
de los Laureles.


--Adiós, mi doncellita,
rosa durmiente,
tú vas para el amor
y yo a la muerte.

Esquilones de plata
llevan los bueyes.

Mi corazón desangra
como una fuente.

85
Puerta abierta

Las puertas abiertas


dan siempre a una sima
mucho más profunda
si la casa es vieja.

La puerta
no es puerta
hasta que un muerto
sale por ella
y mira doliente, crucificada,
a la madrugada sanguinolenta.

¡Qué trabajo nos cuesta


traspasar los umbrales
de todas las puertas!
Vemos dentro una lámpara
ciega
.

o una niña que teme


las torn1entas.

La puerta es siempre la clave


de la leyenda. ,, /¡
'
"lfll''
-

Rosa de dos pétalos


que el viento abre
y cierra.

86
Sorpresa

Muerto se quedó en la calle


con un puñal en el pecho.
No lo conocía nadie.
¡Cómo temblaba el farol!
Madre.
¡Cómo temblaba el farolito
de la calle!

Era madrugada. Nadie


p�do asomarse a sus ojos
abiertos al duro aire.
Que muerto se quedó en la calle
que con un puñal en el pecho
y que no lo conocía nadie.

87
Preciosa y el aire
A Dá111aso Alonso
Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene,
por un anfibio sendero
de cristales y laureles.
El silencio sin estrellas,
huyendo del sonsonete,
cae donde el mar bate y canta
su noche llena de peces.
En los picos de la sierra
los carabineros duermen
guardando las blancas torres
donde viven los ingleses.
Y los gitanos del agua
levantan por distraerse,
glorietas de caracolas
y ramas de pino verde.
*

Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.
Al verla se ha levantado
el viento, que nunca duerni_e.
San Cristobalón desnudo,
lleno de lenguas celestes,
n1ira a la niña tocando
una dulce gaita ausente.
Niña, deja que levante
tu vestido para verte.
Abre en ni_is dedos antiguos
la rosa azul de tu vientre.

88
Preciosa tira el pandero
y corre sin detenerse.
El viento-hombrón la persigue
con una espada caliente.
Frunce su run1or el mar.
Los olivos palidecen.
Cantan las flautas de umbría
y el liso gong de la nieve.

¡Preciosa, corre, Preciosa,


que te coge el viento verde!
¡Preciosa, corre, Preciosa!
¡1V1_íralo por dónde viene!
Sátiro de estrellas bajas
con sus lenguas relucientes.
*

Preciosa, llena de n1-iedo,


entra en la casa que tiene,
más arriba de los pinos,
el cónsul de los ingleses.
Asustados por los gritos
tres carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros en las sienes.

El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
que Preciosa no se bebe.
Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, n1uerde. 89
Son de negros en Cuba

Cuando llegue la luna llena


iré a Santiago de Cuba.
Iré a Santiago.
En un coche de agua negra.
Iré a Santiago.
Cantarán los techos de palmera.
Iré a Santiago.
Cuando la palma quiere ser cigüeña.
Iré a Santiago.
Y cuando quiere ser medusa el plátano.
Iré a Santiago.
Con la rubia cabeza de Fonseca.
Iré a Santiago.
Y con el rosa de Romeo y Julieta.
Iré a Santiago.
Mar de papel y plata de monedas.
Iré a Santiago.
¡Oh Cuba, oh ritmo de semillas secas!
Iré a Santiago.
¡Oh cintura caliente y gota de madera!
Iré a Santiago.
¡Arpa de troncos vivos, cain1án, flor de tabaco!
Iré a Santiago.
Siempre dije que yo iría a Santiago
en un coche de agua negra.
Iré a Santiago.
Brisa y alcohol en las ruedas.
Iré a Santiago.

90
Mi coral en la tiniebla.
Iré a Santiago.
El mar ahogado en la arena.
Iré a Santiago.
Calor blanco, fruta muerta.
Iré a Santiago.
¡Oh bovino frescor de cañavera!
¡Oh Cuba! ¡Oh curva de suspiro y barro!
Iré a Santiago.

91
Canzón de cuna pra Rosalía Castro, morta

¡Erguete) miña amiga)


que xa cantan os galos do día !
I

¡Erguete) miña amada)


porque o vento muxe co1na unha vaca!

Os arados van e ven


dende Santiago a Belén.
Dende Belén a Santiago
un anxo ven en un barco.
Un barco de prata fina
que trai a door de Galicia.
Galicia deitada e queda
transida de tristes herbas.
Herbas que cobren teu leito
e a negra fonte dos teus cabelos.
Cabelos que van o mar
onde as nubens teñen seu nidio pon1bal.
I

¡Erguete) miña amiga)


que xa cantan os galos do día !
I

¡Erguete) miña amada)


porque o vento 1nuxe coma unha vaca!

92
Pró l og o 3

Ca n c i o n es 7
Canción china en Europa 8
C ancioncilla sevillana 10
C anción tonta 11
C arac ola 12
El lagarto está llo rando 13
Canción cantada 14
Paisaj e 15
Los encuentros_ de un carac ol aventurero 16
Canción primaveral 23
El lagarto viej o 25
Primera página 28
Luna y panoran1a de los insectos 29

Poe m a s y ca nta res po p u l a res 31


L a Tarara 32
Los reyes de la b araj a 33
Tengo los oj os puestos 34
C anción del j inete 35
[Arbolé arbolé] 36
La Lola 38
Adelina de paseo 40
Galán 42
Hospicio 43
Recuerdo 44
Una 45
D os lunas de tarde 46
C orredor 48
Cortaron tres árb oles 50
Can1p ana 51
Cazador 52
Agua, ¿ dónde vas ? 54
B alada an1arilla 55
Agosto 56
Mar ip osa 57
Vals en las ramas 58
Tío-vivo 60
Escuela 62
El niño mudo 63
Torrij os, el general 64
D e c asa en casa 66
Cuando se abre la mañana 67

Ro m a n ces po p u l a res 69
Los p elegrinitos 71
Romance de D o n B oyso 73
Música del romanc e de D o n B oyso 75
Santiago. Balada ingenua 77

Otros poe m a s 81
Balada de un día de j ulio 82
Puerta abierta 86
S orpresa 87
Pre ciosa y el aire 88
S on de negros en Cuba 90
Canzón de cuna pra Rosalía Castro, n1orta 92

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