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Dossier Etica Aplicada 2022
Dossier Etica Aplicada 2022
Dossier Etica Aplicada 2022
ADELA CORTINA
Universidad de Valencia
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2" Para la fundamentación y aplicación de la ética del discurso ver Karl-Otto Apel, La transo
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Karl-Otto Apel/Adela Cortina/Julio De Zan/Dorando Michelini (eds.), Ética comunicativa y demo-
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chos humanos, ética y moral, Santa Fe de Bogotá, Fundación Sical, 1995.
)1 K. O. Apel, La transformacián de la filosofía. JI, pp, 380 Y38L
En este texto Apel reconstruye desde una perspectiva dialógica dos con-
ceptos ya clásicos en la ética occidental: los conceptos de persona y de igualdad.
La persona se nos presenta ahora como un interlocutor válido, que como tal
debe ser reconocido por cuantos pertenecen a la comunidad de hablantes;
la idea de igualdad se torna ahora comunicativa, en la medida en que ninguna
persona, ningún interlocutor válido puede ser excluido a priori de la argu-
mentación cuando ésta versa sobre normas que le afectan. 0, por decirlo en
palabras de Habermas:
«Sólo son válidas aquellas normas de aCClOn con las que podrían estar
de acuerdo todos los posibles afectados como participantes en un discurso
práctico» 22.
a este principio «principio de la ética del discurso» y le denomina «principio del discurso», alegando
que la justificación de normas en general exige seguir un principio normativo, moralmente neutral,
que expresa el sentido de la imparcialidad, mientras que la moral está ligada a un tipo específico
de normas. En cualquier caso, para lo que aquí nos importa, sigue siendo válido que, desde
el punto de vista de una conciencia moral critica, situada en el nivel postconvencional, son válidas
las normas con las que podrían estar de acuerdo todos los afectados por ellas como participantes
en un discurso práctico, porque satisfacen intereses universalizables,
23 Citado por Apel, en «Diskursethík Val' der Problematik von Recht und Politik», en K.-O.
Apel/M, Kettner (Hrgs.), Zur Anwendung der Diskursethik in Politik; Recht und Wissenschaft, p. 36.
3.2. Sin embargo, frente al modelo de aplicación propuesto por Apel quisiera
recordar al menos tres cosas:
1) El necesario uso de estrategias es un factor importante en determinados
ámbitos de la ética aplicada, como son el de la empresa o la política, pero
no tanto en otros, como el de la bioétíca.
2) En aquellos campos en los que es un factor importante, no es el único.
Que la empresa, por ejemplo, pueda y deba hacer uso de estrategias todavía
no dice nada sobre cuáles son los valores por los que la empresa ha de orientarse
(corresponsabilidad, calidad, equidad, etc.), Es decir. no dice nada sobre cómo
en ese ámbito social el reconocimiento de los afectados corno interlocutores
válidos da lugar a unos valores específicos de ese mundo.
3) La distinción de niveles (A y B) da la sensación de que descubrimos
un principio y tenemos que diseñar un marco para aplicarlo a los casos concretos,
cuando en realidad se trata de descubrirlo en los distintos ámbitos y averiguar
cómo debe modularse en cada uno de ellos.
2.0. Ahora bien, ¿cómo descubrir en cada campo de la ética aplicada las
máximas y valores que en ese ámbito son exigidas por el reconocimiento de
eada persona como interlocutor válido? Diversas respuestas son posibles pero,
en principio, todas coincidirían en reconocer que no nos las habemos con éticas
individuales. Precisamente una de las razones del nacimiento de la ética aplicada
es el descubrimiento de que la ética individual es insuficiente, porque la buena
voluntad personal puede, sin embargo, tener malas consecuencias para la colec-
tividad. La época de la buena intención, la época «moralista» según G. Lípo-
vetsky, da paso a éticas aplicadas en que es más importante la inteligencia
que la buena voluntad 27. Por eso es necesario transitar de la lógica de la acción
individual a la de la acción colectiva, es decir, «moralizar» las instituciones
y las organizaciones, de suerte que las consecuencias sean beneficiosas 28.
Sin embargo, si nos fijamos en cuáles son los ámbitos de la ética aplicada,
nos percataremos -a mi juicio- de que en todos ellos es preciso contar con
instituciones, pero que les une algo más profundo. En efecto, tales campos
serían, en principio: el sanitario (medicina y enfermería) 29, la investigación
biotecnológica 30, la economía, la empresa 31, la ecología 32, los medios de comu-
'El G. Lipovetsky, op. cit.
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grafies del Consell Valencia de Cultura, 1990.
Para estas cuestiones ver, también la Revista de Derecho y Genoma Humano, Universidad
de Deusto, Bilbao.
" O. Gélinier, Ética de los negocios, Madrid, Espasa-Calpe, 1991; M. T. Brown, La ética en
la empresa, Barcelona, Paidós, 1992; Rafael Termes, Antropología del Capitalismo, Barcelona, Plaza
2.1. En principio, para analizar qué sea una actividad social voy a servirme
de un modelo aristotélico, concretamente, del concepto de «práctica» tal como
MacIntyre lo reconstruye en Tras la Virtud. Práctica es una actividad cooperativa,
que cobra su sentido, su racionalidad específica, de perseguir determinados
bienes internos, lo cual exige el desarrollo de determinados hábitos por parte
de quienes participan en ella. Esos hábitos recibirán el nombre de «virtudes»
precisamente porque son los que nos permiten alcanzar el bien.
Trasladando esta caracterización a las actividades sociales, podríamos decir
que el bien interno de la sanidad es el bien del paciente; el de la empresa,
la satisfacción de necesidades humanas con calidad; el de la política, el bien
y Janés, 1992; Antonio Argandoña, Ética de la empresa, Madrid, Instituto de Estudios Económicos,
1994; Adela Cortina/Jesús Conill/Agustín Domingo/Domingo García Marzá, Ética de la empresa,
Madrid, Trotta, 1994; José Luis Fernández, ÉJica para empresarios y directivos, Madrid, ESIC,
1994; Santiago García Echcvarría, Introducción a la economía de la empresa, Madrid, Díaz de
Santos, 1994; Jesús de Garay, El juego. Una ética para el mercado, Madrid, Díaz de Santos, 1994;
Eugenio M. Recio/Josep M. Lozano (eds.], Persona y empresa, Barcelona, Hispano Europea, 1994.
" Karl-Otto, Diskurs und Veranrwortung, Suhrkamp, 1988; Agustín Domingo,Ecologül y Solio
daridad; Madrid, Sal Terre, 1991; Hans Jonas, El principio responsabilidad, Madrid, Círculo de
Lectores, 1994; Nicolás Martín Sosa, Ética ecológica, Madrid, 1990.
,; Enrique Bonete (coord.), Éticas de la Información y Deontologías del Periodismo.. Madrid,
Tecnos,1995.
" José Luis FernándeziAugusto Hortal, Ética de las profesiones, Madrid, Universidad Pontificia
Comillas, 1994.
3' B. Barber, Strong Democracy, U niversity of California Press, 1984, pp. 120 Yss.
36 Adela Cortina/Jesús Conill/Agustín Domingo/Domingo García Marzá, Ética de la empresa,
cap. 1.
2.2. Para alcanzar los bienes internos de cada actividad y éste es el segundo
punto de referencia al que hemos aludido es preciso contar con los mecanismos
específicos de esa sociedad; en nuestro caso, con los mecanismos propios de
sociedades modernas. Y aquí entra en juego frecuentemente la necesidad de
recurrir a estrategias, como exige una ética de la responsabilidad,
Por ejemplo, la actividad empresarial, dentro del contexto económico, per-
sigue un bien interno, la satisfacción de necesidades humanas, aunque para
alcanzarlo ha de contar con mecanismos, como son el mercado, la competencia
y la búsqueda del beneficio, y realizar valores peculiares, como la búsqueda
de calidad, la habilidad para hacer uso de los recursos, muy especialmente
los recursos humanos, etc. Ciertamente, el heeho de que para alcanzar su fin
tenga que recurrir a medios corno la búsqueda del beneficio o la competitividad,
despierta la sospecha de que es una actividad intrínsecamente inmoral. Sin
embargo, no es así: se trata más bien de que el bien por el que cobra su
sentido y legitimidad social no puede alcanzarse en una sociedad moderna
si no es a través de esos mecanismos 38, Otra cosa es que el medio se convierta
en fin: en tal caso la actividad es inmoral, o más bien, está «desmoralizada».
" A. MacIntyre, After Vlrtue, London, Duckworth, 1985, 2.a ed., cap. 14 (trad. casto Barcelona,
Crítica, 1987).
)1; A. Cortina/J. Conill/A, Domingo/D. García Marzá, Ética de la Empresa.
2.3. Por otra parte, la legitimidad de cualquier actividad social exige atenerse
a la legislación vigente, que marca las reglas de juego de cuantas instituciones
y actividades tienen metas y efectos sociales y precisan, por tanto, legitimación.
En una sociedad democrática debe atenerse al marco constitucional y a la
legislación complementaria vigente.
Sin embargo, cumplir la legislación jurídico-política no basta, porque la
legalidad no agota la moralidad. Y no sólo porque el marco legal puede adolecer,
de lagunas e insuficiencias, sino por dos razones, al menos: porque una cons-
titución democrática es dinámica y tiene que ser reintcrpretada históricamente,
y porque el ámbito de lo que ha de hacerse no estará nunca totalmente juri-
dificado ni es conveniente que lo esté. ¿Cuáles son entonces las instancias
morales a las que debemos atender?
petados. Esta indagación nos lleva a una moral critica, que tiene que propor-
cionarnos algún procedimiento para decidir cuáles son esos valores y derechos.
Hasta ahora hemos estado tratando del marco propio de una ética aplicada,
que trata de orientar la toma de decisión en los casos concretos. Estas decisiones
han de ser tomadas por los afectados, que pueden contar, por supuesto, con
el asesoramiento de expertos en el ámbito ético correspondiente (comités éticos
hospitalarios, consulting ético de empresas, etc.) y con códigos éticos elaborados
ad hoc 43, Ahora bien, en la torna concreta de decisiones no basta con el marco
deontológico (<<kantiano») que considera a cualquier afectado como interlocutor
válido, ni tampoco con el de una ética de las actividades sociales (marco «aris-
tótelico»), porque los argumentos que se aporten al diálogo procederán de
distintas tradiciones éticas.
Estos argumentos han de tener en cuenta: la actividad de la que nos ocu-
pamos (médica, económica, ecológica) y la meta por la que esa actividad cobra
su sentido; los valores, principios y actitudes que es menester desarrollar para
alcanzar la meta propia, y que surgen de la modulación del principio dialógico
en esa actividad concreta; los datos de la situación, que deben ser descritos
y comprendidos del modo más completo posible; y las consecuencias de las
distintas alternativas, que pueden valorarse desde diversos criterios, entre ellos,
el utilitarista. El momento consecuencialista es, pues, imprescindible, pero siem-
pre dentro del marco de justicia exigido por la ética dialógica.
" Adela Cortina, Ética de la Sociedad Civil.; sobre todo cap. 7.
" Puesto que resulta imposible aquí exponer y justificar esos derechos, remito a los lugares
en que he realizado esa tarea: Ética sin moral, cap. 8; Ética aplicada y democracia radical, parte IJI;
A. Cortina/J. Conill/A. Domingo/D. García Marzá, Ética de la empresa.
" A. Cortina/J. Conill/A, Domingo/D. García Marzá, Ética de la empresa; sobre todo cap. 6;
José Luis Fernández/Augusto Hortal (eds.), Ética de las Profesiones.
4. Conclusión
2. Sustancialismo
- 33 -
A través de este fondo, de las tres fases del desarrollo lógico del
concepto de virtud (práctica, unidad narrativa y tradición moral), puede
hacerse inteligible la virtud. MacIntyre afirma que la moral que no es
moral de una sociedad en particular no se encuentra en parte alguna
(MacIntyre, 1981: 324). Para él, no existe, ni puede existir una moral en
abstracto, sino que más bien existen morales concretas situadas en
tiempos y espacios determinados, en culturas y entornos sociales
específicos. De hecho para MacIntyre las filosofías morales, aunque
aspiren a más, siempre expresan la moralidad de algún punto de vista
concreto social y cultural (MacIntyre, 1981: 228).
- 35 -
- 37 -
- 38 -
3. Procedimentalismo
- 44 -
- 47 -
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- 50 -
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- 54 -
Dentro del nivel ético material crítico, supone nuestro autor que
se produce la negación originaria, real y empírica de las víctimas, esto
es, se presenta como hecho o realidad la perdida de la libertad del
esclavo, la subsunción efectiva del trabajo asalariado del obrero en el
capital, entre otros hechos, en los cuales el sufrimiento es el efecto real
indiscutible de la dominación o exclusión material (y aun formal), como
contradicción de la afirmación del sistema de eticidad vigente. Una vez
dada la negación originaria, surge la crítica ética propiamente dicha,
ésta emerge como el ejercicio de la razón ético-crítica que inicia su
movimiento desde la afirmación ética radical de la vida, expresada por
el deseo y la lucha por vivir y desde el reconocimiento de la dignidad de
la víctima como el otro, como la alteridad material o formal que el
sistema niega. Y que ante la negación se descubre con conciencia ético-
crítica, a partir del dolor de la corporeidad inmolada, la negación de la
vida y su simultánea posición asimétrica o excluyente en la no
participación discursiva. Sólo desde la negación y la conciencia de ésta
puede enunciarse el juicio ético crítico negativo con respecto a la
norma, acción, institución o sistema de eticidad, que se descubren
como perversos o injustos, por ser la causa de las víctimas en cuanto
tales. (Dussel, 1998:309-379)
- 58 -
- 60 -
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;• ·;:.' :,,.~,{:.;;.:......... . . '• - .. ·... : ......:~ ..
"Los peligros pe~cibldos ~bre~ ~ la decisión social unos automatismos al parecer
completamente bloqueados. Lit que· los :cfirectivqs y científicos trataron ·y decidieron
injustificadamente a puerta cérrada debe justificarse ahora qe repente en todC!.s sus
consecuencias en el foro de las controversias públicas. ( ..) la tecnocracia del peÚgro
produce involuntariamente un contraveneno político con su propio discurrir -y contra
él-... " (Beck, 1998, 70-71) · ·
La noción de riesgo precipita y urge la recombinación de principios que parecían
destinados · a su neta separación: vida privada y vida pública, convicción y responsabilidad,
solidaridad y justicia. La idea misma de democracia exige depuraciones y ampliaciones, y el
ciudadano deviene, en tanto su correlato, una figura necesariamente transmutada. El respeto por
su dignidad, la atención a su vulnerabilidad y la realiiación de su autonomía dependen hoy
dramáticamente de su participación activa en la coµcreción de una política más é~ica y una ética
más política. · < ·• · · ·•
De este modo, importantes líneas de las Ciencias Sociales asumen con)o tarea empírica
una larga tradición de crí6ca filosófica. Ta~. como Habermas afirma:
"Esta dialéctica de poder y voluntadse cumple hoy deforma no reflexiva, al servicio de
intereses para los que ni se exige ni se permite una justificación pública. " Habennas,
1984, 129). .
De allí la importancia, si no la dramática necesidad, de una refundación filosófica de las
ciencias con abordaje múltiple, cualitativamente abierto, cuantitativamente riguroso y
eficientemente interesado acerca del ser, el poder ser y el deber ser del acontecer humano.
A la vez amenaza y desafio, la desestabiliz~gión de .Jas certezas reubica a Ja Filosofía
Práctica en el campo de la acción, le exige efü:ienciá, y ésta, a.su vez, un mapeo riguroso de la
realidad social y de los nuevos int~rrogarttes; coµflictos y dilemas que Ja complejidad de Jos
· sistemas plantea a los ciudadanos, los expertos, ,\o.s profesionales. Como contrapartida, la relación
· directa con argumentaciones múltiples h~ce.· presente la pluralidad de voces que construyen la
verdad ' social . ' y . nos obliga" al 'diálogo . ,intersubjetiva . y a fuertes procesos de
deslegitimación/relegitime.eión. de institucióne~, prácticas, teorías y demandas. El correcto
armado de las BJ-ezas del nuevo rompecabézas; la eyaluación reali~ta de las fuerzas en juego, la
distinció_!! de-niveles y temporalidades de Jos·cambios constituyen el núcleo de la responsabilidad
saeta! ·exigida hoy a todo saber. Al mismo tiempo, la reivi_ndicacióil de la compasión y el cuidado
junto al reconocimiento de ,la .autonomía personal forman parte de una demanda dirigida a la
ciencia en su aplicación, Jo cual requiere releer toda Ja tradición del pensamiento ético occidental
en clave de reencuadramiento·'del sabet. teórico. En otras palabras, se reclama una verdadera
praxis fundada en el análisis consistente, no sesgado por el prejuicio, abierto a lo desconocido y
·lo insospechado, convencido de la complejidad de Jos fenómenos,. Esta renovada confluencia
secular entre Ciencia y Filosofía nos conduce a lo que Alcira Bonilla, retomando una expresión
de Husserl, denomina el "giro ético", en tanto:
"... revela una crisis en la creencia in.~tituyente de las legalidades autónomas de los
·ámbitos político, científico y económicp y la emergencia de una arena común, la ética,
para la detección, tratamiento y solución de los conflictos de mayor envergadura social.
(..) ha de convertirse en motor de U/1 proyecto de convivencia .nuevo, de otras
costumbres y hábitos de pensamienlo y de acción, de un lugar propio, un ethos en su
sentido más antiguo de morada y cobijo, construido para todos (los hombres y los
demás vivienles d~ nuestro pla~etci azul)." (Bonilla, 2006, 73) · ·
El "giro ético" implica un reto para las disciplinas, que deben reconsiderar el lugar y el
aporte que sus saberes expertos tienen dentro de! horizonte de una discusión democrática. Pero .
interpela también a la ética misma con la exigenci_a de un "giro aplicado"' en tanto construcción
de up saber práctico interdisciplinario, capaz· de enfrentarse al saber puramente técnico, para dar
respuestas "con altura humana" a ios problemas de la sociedad de riesgo, Por eso destaca Adela
Cortina que si la ética pretende orientar la acción, deberá.
".,. adentrarse en cada uno de los ámbitos de que tratemos e intentar' caplar en e'llos su ·
propi(} lógica y la modulación de /os principios éticos qµe les es p eculiar, y eSI? sólo .
pueden hacerlo los expertos en cada campo en estrecha colaboración con quienes se
ocupen de la ética: los economistas y los políticos, el personal sanitario y los genetistas,
los periodistas y quienes trabajan en inÚituciones y organizaciones." (Cortina, '1993,
17~ .
De este modo se inaugu~a un capítulo decisivo dentro de la Ética, el de la ltica Aplicada. L
• · II- La tradición éti~a·y la ;étic~ apli~ada ·
En el pensamiento filosófico, y tal como se plantea en el pensarnienlo aristotélico, se entiende por práctico
todo saber referido a la acción hÚmana (Ética, Politica, Economía) ·
Se retoma en este sentido la distinción entre ética de la responsabilidad y ética de la convicción que Max .
Weber desarrollara en su célebre trabajo "La político como vocación".
3
ámbito práctico. Recurre entonces a p~i~cipios que ha logrado establecer en el campo de las
ciencias teóricas. La Filosofia Primera aporta para este p~oblema dos nociones fundamentales: ·
:·' . . ·~ '; " ..
,. •' :
~' ~·
- causa como principio explicativo de la5 gcisas en sus cuatro sentidos: material (aquello de lo
cual algo está hecho), eficiente (aquello~tie)e 'producé un cambio), formal (su paradigma y
definición esencial), final (su supremo bien,'. su acabamiento) (Aristóteles, Metafísica, Libro
V) . . . . '. ~,,.(z./,.;_,: ·. , ,, , .. . ·. . .
- acto o actividad como "existenda p!6ná dé la cos.a" en tanto despliegue de su potencia y da
cumplimiento a su causa formal y final (Aristóteles, Metafísica, Libro IX)
' . : - •. ¡ ,l . . ~ . . . . '
Asimismo, ert' el tratado Acerca dél ~/~a :;c"otro texto teóri~o) se ha establecido que la
forma, principio de movimiento y finalidad '!dé un cuerpo natural q1,1e tiene en potencia la vida"
es el alma. (Aristóteles, Acerca del alma, Libro II !). Pero como los vivientes son ·de distinto tipo,
el álma también reconoce diversos grados que darán la forma y finalidad específica a los diversos
vivientes. 'M;iC<ntras 19 propio de las plantas reside en la nutrición y el crecimiento (alma
vegetativa), en los animales se agrega la sensación y el movi¡niento lo'cal, con la correspondiente
posibilidad de búsqueda de placer. y huida.' del dolor (alma ' sensitiva). Pero hay otro tipo de
vivientes ·que; sin carecer de facultades nutritivas y sensitivas, no se definen sin embargo por
ellas. Estos vivientes tienen como forma· propia ·el iilma racional, tanto en. su aspecto teórico
(conocer según conceptos) cuanto ·prácticos (perseguir sus fines por medio de la· deliberación)
(Aristóteles, Acerca del alma, Libro I! 2). La distinción entre tipos de alma permite entonces a
Aristóteles piantear que caracteriza al hombre como tal es ·que "En vez de sensaciones; el alma
discursiva utiliza imágenes. Y cuando afirma y niega (de lo imaginado) que es bueno o malo,
huye de ello o lo persigue" (Aristóteles, Acerca del ritma, Librn III 7). La capacidad de
deliberación acerca de lo bueno y lo malo es lo que distingue al intelecto práctico, como voluntad
que delibera respecto de un fin, y lo diferenciá 4e1 simple deseo inmediato propio del alma
sensitiva. Sin embargo el apetito también está presente, aunque no sea lo propio y definitorio de
lo humano. Por eso se da el conflicto por "pluralidad de motores" respecto de la acción:
"Y puesto que se producen deseos mutuamente encontrados "-esto sucede cuando la
razón y el apetito son contrarios; lo que, á su vez, tiene lugar en aquellos seres que
tiene percepción del tiempo: e/intelecto manda resistir ateniéndose al futur.o, pero el
apetito se atiene a lo inmediato; y es que ;el placer inmediato aparece como placer
absoluto y bi.en absoluto pqrque se pierde de vista el futuro ... " (Aristóteles, Ética .. .,
Libro III l O)
Vemos así cómo las ciencias teóricas, aquellas que acceden a lo que es de un modo
necesario, brindan a Aristóteles la clave para salvar el problema de la polisemia de la felicidad
·que "resulta ser una actividad del alma según su perfección [virtud o arelé]; y si hay varias
perfecciones, según la mejor y más perfecta, y todo esto, además, en una vida completa"
(Aristóteles, Ética ... , 1977, Libro I 7). Sabemos de un modo necesario .cuál es la forma específica
del hombre, cuál es su fin, cuál el motor de la acción que resulta más propio a su forma y cuáles
serán las más altas de sus perfecciones: Jas virtudes racionales. En este punto preciso vemos .
entonces entrelazarse el fin-bien (télos de la felicidad) con la virtud (perfección, arelé) como el
modo~ de alcanzar el bien y el ejercido mismo de este bien. De este modo, Aristóteles propone
analizar la cuestión de la virtud como la maflera más' 'adecuada de esclarecer el terna de. la
felicidad. Y dado que la razón se despliega tanto en el conocer como en el actuar, habrá virtudes
de ambos tipos:
¿Pero en qué consisten la valentía, o la templanza, o cualquier otra de las virtudes éticas?
En "la posición intermedia entre dos vicios, el uno por exceso y el otro por defecto". Como
.hábito selectivo, la virtud ética "encuentra y elige el término medio". Y esto no sólo debe
declararse en general; sino "aplicarlo a casos particulares'', Por eso ."ser virtuoso es tod-0 una
obra" y decidir "con respecto a quién y cuánto y cuánto y por qué y cómo, ya no es cosa de todos
y nada fácil". 3 . . .rf...:>- . · · · .·
Puesta en claro Ja .enorme complejidad ·.del caso particular, los múltiples aspectos que
cuentan para Ja consideración del ".término medjf(, el problema ahora recae en cómo determinar ,
cuál será el término medió en cada situación~ ptfesto que :•semejante ei:mnciado, po; verdadero y. . :~
. . ,,,.·. : .. '
Nicomaquéa .
lo
que lo lleva más allá del simple "t:goísmo ético'.' o del
e) La respuesta .deontológica
.
y el imperativo categórico
. .
~ } ;
por la idea de la dignidad de un ser racional que no obedece a riinguna 9tra ley que aquella
que él se da a sí mismo" (Kant, 48), es decir, que la dignidad de Ja persona reside en su
. autonomii:i como ser sometido a la ley que se da a sí mismo y nó a una ºregla en vista de un 'fin
ajeno a sí mismo:
La voluntad buena en absoluto será entonces la que -someta toda regla a la prueba de
validez del imperativó: respeto universal sin excepción .a la dignidad de todos y la autonomía de
cada uno. Esta condición incondicionada se coloca en calidad de juez .soberano por encima de
cualquier actuar teleológic::o (heterónomo), que "podrá darnos una máxima, pero no una ley". Y
entonces "La acción que pueda compadecerse con la autonomía de !¡¡ voluntad es permitida; la
que no concuerde con ella es prohibida" (Knat, 51 ). .
La revol ución kantiana aporta la idea de que hay deberes y prohibiciones válidos por sí mismos y
no corpo medios (heterónomos) para un fin, más allá de las consecuencias que su cumplimiento
. acarree. Como vimos en el punto anterior, Stuart Mil! interpretó el imperativo categórico como la
· formulación engañosa de la búsqueda de "beneficios para el interés colectivo". Sin embargo~ los
principios kantianos de legitimación son diametralmente opuestos al crite.d o consecuencialista y 1
han contribuido, en épocas posteriores a Kant, para una discusión profunda con el pensamiento 'T
utilitarista.
f~
d. La actualidad de la discusión
Se denomina, de modo muy general, contractuo/ista a una teoría que funda la legitin:iidad de la unión
polltica, la autoridad, las leyes en la libre aceptaci,ón de quienes estarán sometidos a ellas (contratantes? .
l ,.
participantes del pacto). · ·
Los referentes fundamentales de la ética discursiva son Kart-Otto Apel y Jurgen Habermas. (En este
apartado se trata la obra ~abermasiana).
8
Los principios de libertad individual e igualdad universal pueden considerarse el piso
común sobre el que se han asentado las teorías ético-políticas modernas. A pesar de las profundas
diferenciaS que separar a unas de otras, ninguna puede dejar de remitir a este punto de partida.
Por eso, uno de sus grandes problemas ha sido cómo ·conciliar la dimensión individual con 1a '
colectiva, la pluralidad con la universalidad, lo privado con lo público. Desde hace unas décadas,
la creciente complejidad social ha elevado unvalor que se suma a los anteriores y que complic¡;¡
aún más la discusión: la difere.ncia como demanda de reconocimiento y como límite del
igualitarismo homogeneizante. La trilogía libertad-iguale/ad-diferencia produce .en el
pensamiento contemporáneo ya Ja crítica profunda de los principios modernos, ya la relectura y
redefir:iición de aquellos planteas considerados valiosos. Pone además en primera línea Ja.
· discusión acerca de lo justo y lo correcto corno claves para lá ·teoría moral, renovando las más
importantes tradiciones filosóficas. También dentro de la tradición kantiana y cbntractuaiista,
Jürgen Haberinas (1929) elabora una potente síntesis entre el planteo deonto!ógico, la .Teoría
Social Crítica y la Filosofía del Lenguaje. Con ello se trata deidár respuesta a un nue.vo plant~ .
del problema ético: cómo encontrar un núcleo normativo universal que asuma tantq la di\rersicf'ad . ·
y diferencia cultural cuanto la importancia de la ..construcción
. histórico-social .·en' la. construcción "' ... . t·.; .
. .
conjunta de Jos criterios morales. Así se lleva a cabo un impoFtanté can;i.bio de par;idigma que ·' ·n .
abandona la "filosofía de Ja conciencia" hacia una de )a intersubjetividad. Desde este punto de ".;-': ·
vista., la contraposición se • realiza entre "acción teleol_ó-gíca':. . Y.•.. ','acci9n . orientada · al · :.
entendimiento" y el imperativo kantiano vuelve a ubicarse, en .'este c.aSo al ~gua! que. en eL ·'
esquema de Rawls, básicamente en el mundo de·lo públicq. Pero es.im119i;ta,nt~ t¡na _qiferencia: el "
criterio de "racionalidad" es ampliado en
el'senti<lo de una di_mensión' comzmicativa, es decir, que
debe entenderse como aquello que es "susceptible de fundamentación y de crítica"; que los
agentes son racionales en la medida en que tienen "disponibilidad a exponerse a .la crítica,. y, en
caso necesario, participar formalmente ,en ai¡gumentaciones": · ' ·
"En virtud de esta susceptibilidad r;le crítica, las manifestaciones o emisiones racionaleS
son también ·susceptibies de corrección. Podemos corregir las te,ntativas fallidas si
logramos Identificar los erro~es que hemos cometido. ·Elconceplo ~e .fundamentncióh va ·
íntimamente UIJ.ido al de aprendizaje." (Habe.rinas,'1987, p.'3?) . ,·::. '.;. · .:. ; ' « ,< .·
Vemos que, esta "ampliación" de. la :razÓÍ{~~s as~ vez \1~a· :rii~~a crític~ de la razón: '
ninguna posición ñormativa del sujeto, abstracto y desligado de una• comunicación intersubjetiva,
podría tener "pretensiones de validez universal", sino _que ellas se construyen en el campo de la
crítica, la argumentacion, la corrección de los errores y.el aprendizaje. La relectura discursh'a del
imperativo categórico implica' copcebir al sujeto autónomo como participante de un diálogo para
la discusión y el establecimiento de normas: .
"En la ética del discurso el lugar del imperativo categórico 'lo ocupa el procedii,;iento
de la argumentación moral. Y así cabe establecer á partir de él el principio 'D' que ·
dice: · · ·
-sólo pueden pretender validez aquellas normas que pudiesen contar con ei asentimie~to
de todos los afectados como participantes en un discwso práctico. " (Habermas, 1991,
101)
La diferencia kantiana entre lo que simple~ente es y lo que debe ser sigue presente en la
ética discursiva. Al igual que en Kant, la idealidad del principio,.uo es mengua para su validez,'
sino que, al contrario, Je provee todo su potencial evaluativo para juzgar críticamente; 'como ':
correctos .o incorrectos, los hechos empíricos. Pero, a diferei;icia de la soledad del sujeto kantiano,
la "condición incondicionada" está aquí representada por Ja situación ideal de habla en la cual Jos
"afectados" por Ja norma "participan como iguales y libres en la búsqueda cooperativa de _la ·
verdad en la .que no puede admitirse otra coerción que la resultante de Jos mejores argumentos"
(Habermas, . 1991, 104). La "voluntad buena" que "descubre" el imperativo universal de la
racionalidad se transforma entonces· en "voll,mtad común" de participantes autónomos de un
diálogo, en el cual se "construye" colectivainente . Jo que pretende validez ·universal.' Esa
construcción cooperativa de la verdad práctica adquiere Ja forma del consenso: 'posibilidad ideal :
de aceptación y obediencia, de todos los afectados que exponen y ponderan la totalidad de los
intereses en juégo, de Jo que se legitima sin otra fuerza que Ja del mejor argumento. ·
El concepto intersubjetivista de autonomía implica que:"el libre despliegue de _la.
personalidad de cada uno depende de Ja realización de la libertad de todas las personas"
(Habermas, 1991, 121). No alcanza entonces con la tolerancia pública a Ja diversidad privada,
sino que la diversidad misi:na, la diferencia entre culturas y grupos que conviven en un· mismo
ámbito público, debe ser puesta eh juego en la construcción cooperativa de "lo justo"._Por eso se C.
recalca que Ja ética, en su forma discursiva, "supera el planteamiento puramente interno, -.
' '. ·) .·, .:'l..l.:.i:\'!l'.0· ..
~'*' ~ ·· ,,-
is
Plui:alismo, simetría, deliberación, equidad .. . oíl. estos los únicós modos de hacer frente
a la diferencia en términos justos? ¿Cómo asumir la proximidad con el otro, en tantó que hombre
"de sangre y carne"? Levinas (1906-1995) trata de mostrar que el origen de toda ética reside en
una relación asimética, no-indiferente, ante la mortalidad del otro:
"La alteridad del otro es ·la expresión e~irema del 'no matarÓs' y , en mí, el temor por
todo aquello que en mi exisrir, pese a la .inocencia de sus intenciones, corre peligro de
convertirse en violencia y usurpación. (... ) de ese temor por otro hombre sé desprende
una responsabilidad ilimitada, de la que jamás podremos iibrarnos, que no cesa ni
siquiera en el último momento del prójimo (. ..) incluso aunque la responsabilidad no
consista en ta/ caso sino en responder -arrostrando .ifnpotentemente la muerte del otro-
'heme aquí', o bien en la vergüenza de sobrevivir rumiando el recuerdo de las propias
culpas. (. ..) Esta responsabilidad contien.e sin duda el secreto de la socialidad, cuya
total gratuidad -aunque en último extremo fuera vana- se llama amor al prójimo ... "
(Levinas, 1993, 199)
La vulnerabilidad extrema reflejada en el rostro del prójimo que nos interpela, funda un
modo más radical del imperativo, previo a toda libertad, que obliga a responder gratuitamente, sin
esperar reciprocidad. Responder para otro, hacer frente. El mandamiento "No matarás" no es·
simplemente prohibitivo, sino que expresa un sentido. absoluto de Ja responsabilidad: la vida del
otro ~iene que ver conmigo, sin reciprocidad,. con un amor que rompe el. equilibrio. Las figuras
bíblicas de la i.duda, el huérfano, el extranjero ponen en cuestión la soberanía <;!el yo y plantean la
heteronomía del mandato que resiste y a la vez funda.cualquier copcep~o de libertad.
Este llamado angustioso al amor fue consecuencia de la experiencia ei<trema de crueldad y
humillación de que nuestra época fue capaz. Asimismo nos mostró la urgencia.del "giro ético" y
del "giro aplicado" enfrentándonos a nuevos interrogantes: ¿Cómo asumir el tema de la
diferencia cuando ella refiere a situaciones de vulnerabilidad? ¿Qué sentido puede tener la
autonomía del ciudadano y, consecuentemente, la .democracia como sistema, en momentos en que
el saber ha ampliado. desmesuradamente su poder en tiempo. y espacio? ¿Qué garantías asisten a
la vida individual y colectiva cuando en la tecnología contemporánea se aúnan indisolublemente
promesa y ~menaza? ¿Qué tipo de ética podrá regir los ·acto's que tendrán efectos remotos e
· irreversibles sobre generaciones futuras? Al decir de Hans Jónas (1903- 1993) (lonas, 19.95), tina
heurística del temor por el propio peligro que prevemos es lo que servirá de guía a una étic'a c¡ue
instruya acerca de "las reglas de 'bondad' ;y 'maldad' 'a las que las modaiidades enteramente
nuevas del poder y de sus posibles creaciones han de someterse." Más allá de una ética de la ·
prudencia, debe avanzarse hacia una ética del respeto. Y este respeto se hace efectivo en. el
cuidado según el principio de responsabilidad: ' · · ' ·· · , . · ,. ·· .: .. · · J., ~:i
"Responsabilidad es el cuidado, reconocido como deber, por 'otro ser, cuidado que,
dada la amenaza de su vulnerabilidad, se convierte l!n' 'preocupación '.· (...) El respeto y ~ 0.· ·
·el estrem~cimlento, que nos .protegen de caminos err.a1os de nuestro poder (P.or
ejemplo, de experimentar con la condición humana), son cosas que 'hemos de volver a
aprender." (Jonas, 1995, 357-358)
El primer imperativo de. esta responsabilidad se formula de forma drani.ática: "que haya
humanidad". Y este imperativo entra en la órbita de la política pública más que_en la de la vida . · ··
privada, porque trata sobre las acciones del Todo colectivo en lo real de"su eficacia. Frente a los ·: "
desarrollos de la biomedicina, Jonas se pregunta por el futuro de la autonomía y su resguardo.
¿Cómo y quiénes decidirán acerca de la diferencia entre· "enfermedad mental" e "incomodidad
social", y cómo podrá evitarse la manipulación de las cónduc~as? iQuiénes podrán r.spirar a la
longevidad y a costa de qUiénes? ¿Quiénes tendrán derecho ~1 diseño genético, sob1·e quiénes y
contra quiénes? En la interacción pública entre legos y expertos, vulnerables y responsables, se ·
juega la verdadera radicalización de la democracia y .la ampliación de la ctudadanía; En e~ie
escenario se superaría el patemalismo del cuidado por una práctica .de la, protección constructora
de autonomía. " · .. ·
Esta idea está implícita en la formulación de Paú! Ricoeur (1913-2005} acerca, la
autonomía como idea-proyecto, desideratum de un ser vulnerable, cuya fragilidad no ' es
patológica, sino intrínseca. "Porque el ser humano es por hipótesis autónomo, debe llegar a serlo"
a partir de la superación política, intersubjetiva, de sus múltiples fragilidades (Ricoeur, 2008,
Cap. "Autonomía y vulnerabilidad"). En tanto que d~be transformarse en una tarea de superación
de vulnerabilidades, es necesario analizar la autonomía de un ser ·frágil como un haz de
capacidades en peligro de no realizarse. La solución de esta paradoja requiere una "práctka
combatiente" en la· esfera social para hacer efectiva la igualdad de oportunidades en~¡ despliegué'
pleno de la condición humap.a: '· . . ;
. . .
Teniendo en cuenta los múltiples aportes que Ja tr~dición fil0sófica ha hecho a lo largo de
su historia, Adela Cortina nos propone seis hipótesis para la constitución de una ética aplicada
(Cortina, 1993, 174-177):
' • ~~~ ·f.. .:"'. ..~ ... •• : .
. . " •
1.. ~~~!~nalidad prud~ncial p~ra ~¡ re~exión_so~~~}º~ .casos de aplicació~ .dc;:' !9s principios_ -4 A·
. .• "
2. Hermenéutica crítica que module difefenciadam~nte los principios éticos según los
diversos contextos sociales y disciplinares de aplicación .
3. Procedimientos de ética dialógica para la toma de decisiones, teniendo en cuenta meta
valores, principios prima/acle y actitudes en.referencia a los datos de la situación. · '
4. Lugar fundamental del afectado en la consideración de la corrección de la decisión
5. Concurrencia de diversos modelos éticos para dar cuenta de la complejidad del fenómeno,
~obre el telón de fondo de los principios del Discurso.
6. Etica Aplicada como ética cívica que se expresa en diversos ámbitos disciplinares y forma
parte de un proceso de democracia radical. auténtica. .
Pero esta exposición triádica de intereses no adquiere su potencial crítico más que
desplegando el concepto· de reflexión que lo .sustenta. La "empresa positivista" restringía esta
capacidad· reflexivá a los expertos y al control técnico. Frente a ella, un reviva] de los valores y
las tradiciones puede retrotraemos a ·1a censura dogmática del saber. De allí que Habermas
encuentre en la simetría de la "situación ideal de habla" y.en la figura del "afectado" como sujeto
de diálogo la clave de bóveda de un criterio formal de reflexión. Por otra parte, este principio
. ético contrafáctico es inmediatamente político, y, por su propia fuerza nonnativa, requiere
realización efectiva en instituciones deliberativas y democráticas. La discusión pública y
plura!Ísta de fines y medios no es entonces un elemento extraño :a la ciencia misma, sino el modo
en que ella recobra su verdadero sentido vital y social. ., ·; . ~: "
Cuando la ética ciudadan.a es asumida desde la: específica situación del profesional, ésta
reconoce una densa trama· de demandas y correspondientes obligaciones que superan en
exigencias al del ciudadano común. Más allá del trato contra¡;:tual entre iguales, fundamento de la
relación democrática entré los hombres, se impone Ja figura de la responsabilidad en tanto que
prescripción de respuesta ante la vulnerabilidad. La sociedad compleja tiene la característica de
ampliar el horizonte 'de las oportunidades pero, al mismo tiempo, de crecientes vulnerabilidades a
las que todos nos ve~os expuestos. Correlativamente, el saber construido por las disciplinas y el
acerbo de experiencias y prácticas puestos a disposición de los expertos, constituyen el medio
apropiado para que las "sociedades de riesgo" se reconviertan en comunidades cada vez más
igualitarias, libres y justas. Frente a las tentaciones de discriminación, segregación y
criminalización con que cierta lógica de estabilización intenta paliar la crisis contemporánea, el
gran desafio del conocimiento en todas sus expresiones consiste . en asumir el mandato de
imaginación, _sensibilidad y reflexión. ética como fundamento, tanto de la -elaboración teór.ica
cuanto de la práctica profesional. El impulso que la Ética Aplicada ha tomado en las últimas
décadas es un indicador del cambio de escala de los problemas a los que se enfrenta el
profesional consciente de su lugar social y comprometido· con la construcción de un destino
mejor para la comunidad, cuando las ilusiones positivistas de la ciencia han mostrado su fracaso,
su insuficiencia y su peligro. En una compleja dialéctica entre Autonomía y. V>!lnerabilidad, íos .
conflictos y dilemas éticos que acechar¡ el quehacer profesional se tornan aún má~ agudos y "
dramáticos cuando la vulnerabilidad presente parece destinada a determinar formas de exclusión
y hasta "criminalidad" futura. Menores, reclusos, pobla:cionés · · margin¡iI¡zf!.das enca,rmtn de
maneras diversas y múltiples los modos en que la vulnerabilidad de todo sujeto se reduplica y .·
consolida, al punto de negar toda esperanza de Autonomía y participación social.
Tem¿tizaciones radicales afectan a los criterios y demandas de Justicia, de identi.dad, de
Democracia, del rol del Estado, del vafor y pertinencia de las disciplinas sociales, deJa continua
reformulación y ampliación de los derechos. La enorme complejidad del fenómeno hace
imprescindible un trabajo multidisciplinario que permita abordar, desde un lugar esp,ecífico de
pertenencia y responsabilidad social, la diversidad de crisis y reconfiguraciones prbdu~ldos en el
nivel subjetivo, intersubjetivo y 'objetivo. Dichas crisis y reconfiguraciones reconocen dos ejes
fundamentales, frutos a su vez de la revolución científico- tecnológica de la segunda mitad del
. siglo XX: el lugar preponderante del saber en el ordenamiento social, y la reyolucióa ·que el
mismo saber imprime al ámbito de la existencia, con el consecuente 'dis locamiento de las
"naturalizadas" categorías de vida, cuerpo, muerte, prójimo/lejano, bienestar, .:alidad de vida,
nece.iidades, derechos.
¿Cuáles son los criterios de legitimidad y Justicia válidos en la s.oCi"edad del nuevo ·
milenio' y. cuáles son las propuestas político-sociales y académicas adecuad.as para hacerlos :
·efectivos? ¿Qué nuevos modos de vulnerabilidad psíquica y social se vuelvc;ri.'cruciales para ¡~
convivencia igualitaria? ¿Cómo construye democracia y ciudadanía el de'zi.tlfrco desde su
responsabil.idad específica? Estas preguntas son un desafio tanto .a los marcos epistemológicos de
las ciencias· cuanto a las prácticas que, en la defensa de los Derechos Humanos, reclaman una · '";ih ·\, '
respuesta eficaz. · La propia noción de eficacia réquerida· a""las dÍsciplinas e*.ige' una revisipn
rigurosa.
Pero estas preguntas radicales han sido y serán propias de un campo . externo a las
disciplinas mismas: el campo de la Filosofía. Por eso . no es ocioso indagar acerca de I'll
pertinencia de una aparente impertinencia: reconocer los problemas éticos presentes en el seno de .
las disciplinas y elaborar las respuestas filosóficas. de una ética integrada a los". apórt<-S de Iás '. .
ciencias particulates. Sólo esta doble articulación entre filoso
ha y di.3cipiinas -puede '.y debe evitar, , .. :·
ya el mero tecnicismo, ya la declaración infructuosa · de buenas 'inte.n ciones arite los desafíos·'
contemporáneos. · ·· · ·
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LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LAS N O R M A S
MORALES
Mario Heler *
moral, éste tiene menos que ver con el descubrimiento o la invención de nuevos
La cuestión del ethos moderno estriba, por ende, en la libertad de todos*.
Y ello implica asegurar un espacio de libertad para cada cual donde pueda
elegir su modo de ganarse la vida en este mundo (en el sentido de obtener el
sustento y darle un sentido a su existencia). La autonomía moral se propone
entonces como la auto-imposición de normas compartidas para la regulación
de una convivencia donde se defienda ese espacio de libertad individual.
Los hombres tienen el derecho, que es también deber, de consentir por sí
mismos a las limitaciones que requieren las interacciones con sus congéne-
res, a la espera de que todos harán lo mismo guiados por las mismas o simi-
lares consideraciones. Esta expectativa de cumplimiento recíproco constituye la
base sobre la que se hacen obligatorias las normas para una moral seculari-
zada, acosada siempre por el miedo a los parásitos que pueden aprovecharse
de esa expectativa en provecho propio y en desmedro de la libertad de to-
dos.
Las normas morales, a diferencia de las reglas que cada uno estipula
para el desarrollo de la forma de vida individualmente elegida (autonomía
personal)5, exigen entonces ser compartidas. Y a diferencia de las normas
jurídicas, no dependen de la coacción externa —no poseen órganos específi-
cos de institución y sanción (con el respaldo de la violencia monopolizada
por el Estado)-, sino que el individuo debe encauzar internamente su con-
ducta siguiendo las obligaciones morales. La dificultad de la moderna auto-
nomía moral radica en este doble aspecto de las normas morales: ser autoim-
puestas y a su vez compartidas6.
El aspecto de la auto-imposición fue privilegiado en las articulaciones
del ethos moderno. En respuesta al problema teológico de la modernidad,
fue planteado pensando en un criterio o principio que cada individuo aplicaría
principios que con la inclusión bajo los antiguos de hombres y mujeres previamen-
te excluidos" (Walzer, M., Interpretación y crítica social\ Bs. As., Nueva Visión, 1993, p.
31).
4 Y en ello no parece haber diferencia entre las dos tendencias típicas de la moder-
10 Cfr. Baier, K., The moralpoint of view. A rational Basis o/Ethiks, Ithaka, New York,
1964.
11 En la modernidad, desde Descartes, se confía en la distribución igualitaria de la
XVII: Hirschmman, A. O., Las pasiones j los intereses. Argumentos políticos en favor del
capitalismo antes de su triunfo, México, FCE, 1978.
13 Cfr. Doménech, A., De la ética a la política. De la rayón erótica a la rayón inerte, Bar-
162 y 383.
16 La parte "B" de la ética del discurso de Apel parece responder a este problema.
Cfr. Heler, M., "Conflictos y racionalidad en el ethos moderno", op. cit., pp. 285-7.
cuestión, ya que el sentido que orienta la institución de las leyes positivas
arraiga en los consensos morales de la sociedad17.
tión moral es general en su forma porque se refiere tanto al código mínimo como
a los significados sociales, mientras que la legal es más específica porque se refiere
solamente a los significados sociales establecidos en la ley" (Walzer, ob.cit., p. 30).
Los "significados sociales establecidos en la ley" son una parte de los que toman
las cuestiones morales. Por su parte, Habermas sostiene la "complementariedad"
de las normas jurídicas y morales, en tanto las primeras contribuyen a compensar a
las segundas en ciertas cuestiones prácticas, dado que las morales presentan "inde-
terminación cognitiva" (pues el procedimiento de la moral, esto es, el que la ética
del discurso prescribe para evaluar si una norma "podría encontrar un asentimiento
no coercitivo, es decir, racionalmente motivado, de todos los afectados", "no ga-
rantiza ni la infalibilidad, ni la univocidad, ni la obtención del resultado en el plazo
deseado"), una "incertidumbre estructural adicional" (que proviene de la aplicación
de "reglas sumamente abstractas a situaciones complejas -que hay que describir de
la forma más adecuada posible en lo que se refiere a sus aspectos relevantes—") y
"debilidad motivacional" (porque las normas morales "desconectadas de la eticidad
concreta de la vida cotidiana no cuentan sin más con la fuerza motivacional nece-
saria que torne también eficaz en la práctica los juicios morales", y "cuanto más se
interioriza la moral y cuanto más autónoma se vuelve, más se retira al ámbito de lo
privado"). Resulta entonces que: "en todos aquellos ámbitos de acción en que
conflictos, problemas funcionalmente importantes y materias de relevancia social
exijan tanto una regulación unívoca como a plazo fijo, y que además resulte vincu-
lante para todos, sean las normas jurídicas las encargadas de resolver las inseguri-
dades que se presentarían si todos esos problemas se dejasen a la regulación pura-
mente moral del comportamiento" (Habermas, J., "¿Cómo es posible la legitimidad
por la vía de la legalidad?", en Escritos sobre moralidad y eticidad, Barcelona, Paidós,
1991, pp. 164-165). Por otro lado, para Habermas: "la racionalidad procedimental
[moral], emigrada ya parcialmente al derecho positivo, constituye (tras el desmoro-
namiento del derecho natural racional) la única dimensión que queda en la que
puede asegurarse al derecho positivo un momento de incondicionalidad y una estructura
sustraída a ataques contingentei' (Ibid., p. 159, la cursiva me corresponde).
tal fundamento se reduzca a un procedimiento y deba admitir su falibilidad y
falta de univocidad). Por el otro, se expresan en el anhelo de un orden moral
similar al orden divino, que ofrezca cohesión y homogeneidad, disminuyendo la
heterogeneidad y la disgregación que ocasionarían individuos liberados de
toda tutela. Ambos aspectos de las expectativas reafirman las visiones in-
compatibles operantes en las sociedades modernas: la visión de la multiplicidad
y variedad de formas de vida que rompe con todo la%o social y la de la imposición de una
totalidad represiva que ahoga toda diferencia.
Además, se incluye como presupuesto de dichas expectativas la idea
de una causalidad mecánica y lineal cuyo saber otorgaría el poder de disponer a
voluntad el orden social, bajo el recaudo de que tal voluntad coincida con la
razón. En relación con tal presunción se asienta la confianza en el estable-
cimiento de un Reino de la Libertad impuesto por sobre el Reino de la Ne-
cesidad18. Estos elementos constitutivos de las expectativas que conllevan
las articulaciones del ethos moderno mantienen hasta hoy su vigencia19, si
bien muestran su conexión con la situación histórica de origen, también
señalan las diferencias con nuestras circunstancias actuales.
El problema teológico de la modernidad prosigue entonces operando y pa-
rece impedir la consideración de la construcción de la moralidad a través de
procesos sociales que aunque no se acerquen a la excelsitud de la voluntad
divina, sean capaces de brindar alguna armonía a la convivencia en las so-
ciedades contemporáneas. Pese a las críticas que pretenden refutar la posibi-
lidad de reconstruir el ethos moderno desde una perspectiva genética-histórica20, la
génesis histórica provee, no obstante, una perspectiva que se muestra apropia-
da para dar cuenta de una moralidad secular. Pero tiene el inconveniente,
18 Cfr. Heler, M., Filosofía Sodai & Trabajo Sodai. Eluddadón de un campo profesional,\
Buenos Aires, Biblos, 2002, capítulo V, §8, pp. 112-118.
19 Aun en los casos de posiciones críticas de la moralidad moderna se juzga usual-
mente a partir de las mismas expectativas. Aunque también es cierto que esta es
una tendencia predominante, pero no la única.
20 La referencia a la génesis histórica de los deberes se percibe o bien como su
derivación falaz a partir de los hechos, o bien como una cuestión instrumental-
estratégica que degrada a la moral y conserva cierta obligatoriedad mientras se
mantengan las condiciones de miedo o de utilidad que las ocasionan, o bien como
resultado de la arbitrariedad de las relaciones de poder.
desde las expectativas antes mencionadas, de ubicar la cuestión de la mora-
lidad en el plano de la contingencia, en el nivel de las respuestas ultramun-
danas a los problemas de convivencia en las sociedades modernas, con sus
virtudes y sus carencias, con su necesidad de conservar alerta el espíritu
crítico.
Si se adopta un punto de vista genético-histórico, por el cual las articula-
ciones o reconstrucciones del ethos tenemos que comprenderlas "en los tér-
minos del contexto histórico de la tradición, del orden social y del conflicto
del cual cada una ha surgido"21, entonces se trata de dar cuenta del proceso
histórico de la modernidad y atender a nuestra actualidad como resultado de
esa evolución.
y la creación son procesos sociales" (Walzer, M., op. cit., pp. 20-24).
significaciones que a su vez los individuos contribuyen a reproducir23. La
moralidad es así común, sus normas y valores son compartidos; genera
expectativas de cumplimiento recíproco24.
23 En este sentido propongo una interpretación (no teísta) de los "marcos referen-
ciales" que considera Taylor necesarios para una ética actual. Cfr. Taylor, Ch.,
Fuentes del yo. Ea construcción de la identidad moderna, Barcelona, Paidós, 1996, p. 42-43.
24 También Habermas especifica que va a llamar "morales": "a todas las institu-
ciones que nos informan acerca del mejor modo de comportarnos para contrarres-
tar mediante la consideración y el respeto la extrema vulnerabilidad de las perso-
nas. Pues, desde un punto de vista antropológico, la moral puede entenderse como
un mecanismo protector que sirve de compensación a la vulnerabilidad estructu-
ralmente inscripta en las formas de vida socioculturales. Vulnerables en este
sentido y, por tanto, moralmente necesitados de atención y consideración, son los
seres que sólo pueden individuarse por vía de socialización". Y agrega: "los sujetos
capaces de lenguaje y acción sólo se constituyen como individuos porque al crecer
como miembros de una particular comunidad de lenguaje se introducen en un
mundo de la vida intersubjetivamente compartido. En los procesos comunicativos
de formación se forman y mantienen cooriginariamente la identidad del individuo y la
del colectivo. Pues con el sistema de pronombres personales, el uso del lenguaje
orientado al entendimiento, que caracteriza a la interacción socializadora, lleva
inscripta una inmisericorde coerción que obliga al individuo a individualizarse; y es
a través de ese mismo medio que representa el lenguaje cotidiano como a la vez se
impone la intersubjetividad que sirve de soporte al proceso de socialización"
(Habermas, "¿Afectan las objeciones de Hegel a Kant también a la ética del discur-
so?", en Escritos sobre moralidad y eticidad, pp. 105-106). Pero Habermas limita la
interacción moral a los procesos comunicativos orientados al entendimiento, esto
es, a la búsqueda de acuerdos a través de una discusión motivada racionalmente,
basados sólo en la fuerza de los argumentos. Por el contrario, quiero defender la
idea de que en tales procesos de coordinación de la acción los argumentos son sólo
una parte de la interacción lingüística y suponen otros elementos cuya participación
no perturba ni perjudica ese proceso de coordinación, sino que son constitutivos
de ella.
solidaridad"25. Se trata de una solidaridad no identificable con la de la co-
munidad premoderna. Remite a la vez a la autonomía y a la dependencia del
individuo respecto de la sociedad:
curso?", p. 106.
27 Cfr. Heler, "Conflictos y racionalidad en el ethos moderno", en Etica, Discurso,
los define, no se emplean para producir normas: "yo entiendo el discurso práctico
como un procedimiento que no sirve a la producción de normas justificadas sino al
examen de la validez de normas ya existentes, pero que al haberse tornado proble-
máticas, se abordan en actitud hipotética" (Habermas, "¿En qué consiste la «racio-
nalidad» de una forma de vida?", en Escritos sobre moralidady eticidad, p. 72). En cam-
bio, Walzer explica los cambios y la imposición de nuevas normas tomando de
Marx la idea de "la relación metafórica de la nueva sociedad desarrollándose en las
entrañas de la antigua"; lo nuevo emerge de lo antiguo "por medio de la interpre-
tación y la revisión" (Walzer, op. cit., pp. 60 y 46, respectivamente).
31 "La inventiva del filósofo sólo consiste en convertir a la realidad moral en un
tipo ideal" (Walzer, op. cit., p. 22). Claro que no siempre la idealización da cuenta
cabalmente de esa realidad ni siempre es admitida como adecuada, ya sea parcial o
totalmente.
32 Cfr. Bourdieu, P., Ramones prácticas. Sobre la teoría de la acción, Barcelona, Anagrama,
1999, p. 222.
normas imperantes en un orden social particular (a la que llamaré "crítica
moral"). En cuanto al segundo aspecto de la objeción, en las sociedades
modernas el principio de la igualdad habilita una crítica más radical ("crítica
ética") que puede poner también en cuestión las regulaciones vigentes33.
En este sentido, tiene razón Walzer cuando sostiene que la crítica es
siempre una "reflexión-desde-dentro", es autocrítica, "discusión interna"34.
Claro que de esta manera sus criterios no poseen absoluta validez universal,
no son principios "intraspasables" que están más allá de la contingencia
histórica, no representan un momento de total incondicionaüdad. Son arte-
factos sociales e históricos, que en todo caso son reconstruidos adjudicán-
doles esas características, debido a su permanencia y su predominancia. Son
productos humanos y no pueden por ende dejar de ser contingentes, aunque
su fortaleza y persistencia dejen imaginar lo contrario.
En la crítica moral, el agente considera sus actos y los de con quien se
relaciona directa o indirectamente, actual o potencialmente, de tal manera
que el otro, más o menos cercano o lejano, debe ser tratado como un ser
libre e igual, que posee su propia identidad. Las interacciones deben basarse
por tanto en el libre consentimiento, aunque se obtenga bajo coerciones
incorporadas en los individuos (disposiciones a obedecer incorporadas —in
corpore-). Resulta entonces que se trata de preocuparse por los efectos de
una acción sobre los demás y no solamente en relación consigo mismo.
Quien se encarga de ello no es el yo (el "N° 1", tal como lo denomina Wal-
zer) simplemente involucrado, comprometido, parroquial (ubicado en la
perspectiva de la primera persona, entendida a su vez como egocéntrica), ni
el yo (el "N° 2") apartado, desapasionado, imparcial (ubicado en la perspec-
1995, p. 42.
los actos y haciéndose cargo de las consecuencias de los mismos. Tal justifi-
cación se vincula con el hecho de que en la consideración de la dimensión
ética, los "hechos morales" tienen que "ser «leídos», traducidos, interpreta-
dos, glosados, dilucidados, y no meramente descriptos"39. Para ello es nece-
saria la reflexión moral. Esta le permite al agente moral determinar qué es lo
correcto para afrontar los conflictos morales que se le presentan; y ello de la
mejor manera posible, aunque exista incertidumbre acerca de cuál sea la
posibilidad óptima. Pero siempre en el marco de lo socialmente aceptado e
incorporado en los miembros de la sociedad. Se responde ante quienes
comparten el mismo ethos y por tanto, actúan de acuerdo a las mismas
normas, las usuales y acostumbradazas. En la reflexión moral, la lectura se
mueve en el horizonte del orden social establecido. La responsabilidad se
asume mediante respuestas socialmente reconocidas. Respuestas acordes
con matrices de interpretación que predominan en un mundo de la vida.
Estas matrices de interpretación40 y sus connotaciones suministran los criterios
de la crítica moral. Las disputas morales las reproducen con variaciones que
no alteran el status quo.
En cambio, llamo crítica ética a aquella que en nombre de la igualdad
pone en discusión estas respuestas reconocidas, en tanto justifican y conva-
lidan las desigualdades y opresiones que se impone a partes de la sociedad, a
partes que no son partes, que no cuentan. Es cierto que las articulaciones de
sentido que operan en el entendimiento colectivo de una sociedad requieren
reinterpretaciones; tienen que ser leídas, traducidas, interpretadas, glosadas,
dilucidadas. "Todos somos intérpretes de la moralidad que compartimos",
todos somos "lectores" de las articulaciones de sentido que vertebran nues-
tra existencia41. Pero la crítica ética pretende romper con las lecturas que sólo
sólo son un público intermediario. La interpretación de una cultura apunta a todos los
hombres y las mujeres que participan en esa cultura -los miembros de los que
podríamos llamar una comunidad de experiencia-." Walzer, ob. cit., nota 21, p. 34, la
cursiva me corresponde.
42 Cfr. Heler, M. JUrgen Habermas. Modernidad, radonalidad y universalidad, Bs. As.,
Biblos, 2007, pp. 143-154.
tencias activas en contra de desigualdades y opresiones43. Más aún, haciendo
un uso estricto de los términos, habrá que analizar en cada caso cuándo la
elaboraciones realizadas desde la filosofía constituyen un reflexión moral o
una reflexión ética. Esto es, hasta qué punto se mueven dentro de la moral
(respondiendo a los usos y costumbres establecidos), o bien establecen al-
guna diferencia que no convalida simplemente el orden dado.
La expücitación de las articulaciones de sentido del ethos que realizan
los especialistas constituye elaboraciones depuradas y consistentes de las
creencias del mundo de la vida, aunque también ellas son una interpreta-
ción, un desarrollo desde una perspectiva (como también lo es la que aquí
propongo). Contribuyen a adensar y completar el entendimiento de una
sociedad, señalando tensiones, conflictos y hasta contradicciones en las
redes de significaciones y en su relación con las prácticas. Pero aún así su
papel no puede ser otro que el de contribuir a la construcción social de esas res-
puestas. Y esta construcción social puede estar orientada a la defensa del
status quo o a cuestionar las distorsiones del ethos44
Resumen
En nuestro presente, los cambios sociales afectan a nuestro ethos, así como
abundan los cuestionamientos y disputas sobre las concepciones éticas tradiciona-
les y también sobre las actuales propuestas que intentan dar respuestas éticas a las
nuevas situaciones. Con el objeto de explorar una posibilidad de pensar nuestra
actualidad, trataré aquí de precisar la matriz de interpretación con la que se ha
articulado el ethos moderno y que perdura con modificaciones hasta nuestros días.
A partir de tal precisión, avanzaré por un camino de indagación que se abre cuando
no nos ubicamos en la perspectiva del "ojo de Dios", esto es, cuando dejamos
de centrar la reflexión en el que he llamado problema teológico de la modernidad, para
ocuparnos del problema de la construcción social de las normas morales. El intento por dar
cuenta de una moral secular que no quede lastrada con presupuestos de los inicios
de la modernidad, llevará a diferenciar entre la moral, entendida como los usos y
costumbres de un grupo humano, y la ética como crítica de la moral establecida. En
la tensión entre moral y ética sostendré que se juega la construcción de las normas
morales.
43 Cfr. Heler, M., "El orden moral-policial y la dimensión ético-política", ob. cit.
44 Cfr. Rancière, J. ob. cit., passim.
Palabras clave: normas morales, construcción social, individuo autónomo, crítica
moral, crítica ética.
Abstract
In present times, social changes affect our ethos; it is a time plenty of issues
and disputes on traditional ethical conceptions as well as on present ones which try
to give ethical responses to new situations. With the aim of exploring a possibility
of thinking our present, I will here try to explore the interpretation matrix with
which modern ethos has been articulated, and which -with some modifications-
still finds its way into present times. Starting from this precision, I will move
forward along a route of inquiry which opens up to us when we do not place
ourselves from the point of view of "God's eye", i.e., when we cease to focus our
reflections on what I have called the theological problem of modernity, and instead deal
with the problem of the social construction of moral norms. The attempt to give reason of a
secular moral position -freed from the presuppositions of the beginnings of
modern times- will lead to the distinction between moral, understood as a human
group's customs and habits and ethics as the critique of established moral. I will
hold that the construction of moral norms comes into play in the tension between
moral and ethics.
I) El caso del preso evadido.- Un hombre fue sentenciado a 10 años de prisión. Después
de un año, sin embargo, se escapó de la cárcel, se fue a otra parte del país y tomó el nombre falso
del señor Cruz. Durante 8 años trabajó mucho y poco a poco ahorró bastante dinero para montar
un negocio propio. Era cortés con sus clientes, pagaba sueldos altos a sus empleados y la mayoría
de sus beneficios los empleaba en obras de caridad. Ocurrió que un día la señora Trévelez, su
antigua vecina, lo reconoció como el hombre que había escapado de la prisión ocho años atrás, y
a quien la policía había estado buscando.
¿Debe o no la Sra. Trévelez denunciar al Sr. Cruz y hacer que vuelva a la cárcel? ¿Por
qué?
II) El dilema de Heinz.- En Europa hay una mujer que padece una grave enfermedad y va
a morir pronto. Hay un medicamento que los médicos piensan que la puede salvar. Es una forma
de radio que un médico de la misma ciudad acaba de descubrir. El medicamento es caro, pero el
farmacéutico está cobrando diez veces lo que le ha costado a él hacerlo. Él pagó 200 dólares por
el radio y está cobrando 2000 dólares por una pequeña cantidad del medicamento. El esposo de la
mujer enferma, Heinz, acude a todas las personas que conoce para pedir prestado el dinero, pero
sólo logra reunir 1000 dólares, que es la mitad de lo que necesita. Le dice al farmacéutico que su
esposa se está muriendo y le pide que le venda el medicamento más barato o que le permita pagar
más tarde. El farmacéutico se niega, pues quiere ganar dinero con su descubrimiento. Heinz está
desesperado y piensa en atracar el establecimiento para robar la medicina para su mujer.
¿Qué alternativa debe escoger Heinz, robar el medicamento o no hacerlo? Justifica tu
respuesta.
I) El caso del preso evadido.- Un hombre fue sentenciado a 10 años de prisión. Después
de un año, sin embargo, se escapó de la cárcel, se fue a otra parte del país y tomó el nombre falso
del señor Cruz. Durante 8 años trabajó mucho y poco a poco ahorró bastante dinero para montar
un negocio propio. Era cortés con sus clientes, pagaba sueldos altos a sus empleados y la mayoría
de sus beneficios los empleaba en obras de caridad. Ocurrió que un día la señora Trévelez, su
antigua vecina, lo reconoció como el hombre que había escapado de la prisión ocho años atrás, y
a quien la policía había estado buscando.
¿Debe o no la Sra. Trévelez denunciar al Sr. Cruz y hacer que vuelva a la cárcel? ¿Por
qué?
II) El dilema de Heinz.- En Europa hay una mujer que padece una grave enfermedad y va
a morir pronto. Hay un medicamento que los médicos piensan que la puede salvar. Es una forma
de radio que un médico de la misma ciudad acaba de descubrir. El medicamento es caro, pero el
farmacéutico está cobrando diez veces lo que le ha costado a él hacerlo. Él pagó 200 dólares por
el radio y está cobrando 2000 dólares por una pequeña cantidad del medicamento. El esposo de la
mujer enferma, Heinz, acude a todas las personas que conoce para pedir prestado el dinero, pero
sólo logra reunir 1000 dólares, que es la mitad de lo que necesita. Le dice al farmacéutico que su
esposa se está muriendo y le pide que le venda el medicamento más barato o que le permita pagar
más tarde. El farmacéutico se niega, pues quiere ganar dinero con su descubrimiento. Heinz está
desesperado y piensa en atracar el establecimiento para robar la medicina para su mujer.
¿Qué alternativa debe escoger Heinz, robar el medicamento o no hacerlo? Justifica tu
respuesta.
Referencia de este artículo (APA): Torres, J. M., Galván, G. & Hernández, O. I. (2016). Ética del discurso de Habermas:
como propuesta teórico-práctica en la solución de problemas práctico-morales. En Justicia, 29, 13-27. http://dx.doi.
org/10.17081/just.21.29.1230
* PhD. en Filosofía. Profesor Investigador Universidad Cooperativa de Colombia sede Montería. jairo.torres74@hotmail.com
** PhD. Profesor Investigador Universidad Cooperativa de Colombia. galvan.patrignani@gmail.com
*** Doctorante en Derecho de la Universidad Santo Tomás, sede Bogotá, Colombia. Magíster en Derecho de la Universidad del Norte.
Abogada de la Universidad Libre, seccional Barranquilla. Docente de la Facultad de Derecho de la Universidad Cooperativa de
Colombia-Montería. oonaisabel@hotmail.com
Justicia, No. 29 - pp. 13-27 - Junio 2016 - Universidad Simón Bolívar - Barranquilla, Colombia - ISSN: 0124-7441
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14 Jairo Miguel Torres Oviedo, Gonzalo Galván Patrignani, Oona Isabel Hernández Palma
Por ello, a continuación abordaremos el pen- cibe el principio de la ética del discurso.
samiento habermasiano, que gira alrededor de
la ética del discurso. Para este autor es necesa- Ética del discurso
rio explicar el significado de la verdad moral, A continuación se realizará una presentación
distinguiendo las pretensiones de validez de los de la ética del discurso, su carácter deontológi-
enunciados descriptivos (constatativos o ase- co, cognitivista, formalista y universalista; su
verativos, los cuales se pretende son juicios de pretensión en el campo de la teoría moral y de
hecho), de los enunciados normativos (prescrip- qué manera es una alternativa en la solución
tivos, prácticos, que deberían ser distinguidos de de problemas práctico-morales y su incidencia
los juicios de valor; los primeros, en este caso en la convivencia social. Reconociendo que el
los constatativos tienen pretensión de verdad, ejercicio que trata de llevar a cabo la ética del
los segundos, es decir los normativos tienen pre- discurso lo hace sobre los fundamentos teóricos
tensión de rectitud o verdad moral. aportados por la teoría de la acción comunicati-
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Ética del discurso de Habermas: como propuesta teórico-práctica en la solución de problemas práctico-morales 15
va en la que se propone que el entendimiento y dada por un ejercicio racional de carácter comu-
el acuerdo son posibles siempre y cuando estén nicativo en el que se exponen argumentos, vale
basados en razones sobre cuestiones normativas. decir, razones y motivos con los que se intenta
De esta forma, la ética del discurso pretende convencer al interlocutor o interlocutores sobre
ser una reformulación de la teoría moral en lo la conveniencia o no-conveniencia de una nor-
que respecta al problema de la justificación de la ma social o punto de vista moral; este ejercicio
norma, en términos de una teoría de la comuni- o procedimiento dado por la ética del discurso
cación lingüística. Es de anotar que la ética del permitiría que en los procesos deliberativos la
discurso, no hará uso del imperativo categórico única violencia admitida sea la del mejor argu-
para la fundamentación de las normas morales, mento. Por ello, al adentrarnos en la ética del
sino que su ejercicio teórico estará centrado en discurso, es necesario plantear su tesis principal,
la cual establece que “Todo el que emprenda
el procedimiento de la argumentación moral,
seriamente el intento de participar en una argu-
mediante el establecimiento de un principio dis-
mentación acepta implícitamente presupuestos
cursivo, el cual manifiesta que: “Solo pueden
pragmáticos universales que poseen un conteni-
reivindicar lícitamente validez aquellas normas
do normativo; el principio moral se puede deri-
que pudiesen recibir la aquiescencia de todos los
var entonces del contenido de esos presupuestos
afectados en tanto que participantes en un dis-
de la argumentación, con tal que sepa qué signi-
curso práctico” (Habermas, 1987, p.16). Sola-
fica justificar una norma de acción” (Habermas,
mente mediante un ejercicio intersubjetivo, en el
1987, p.16). Cuando hacemos referencia a la
que los participantes expresan sus pretensiones
justificación de las normas, estamos expresando
de validez mediante argumentos, se construyen
nuestras pretensiones de validez sobre algo en
los acuerdos o normas que serán validados para
el mundo mediante argumentos, en el momento
todos, al mismo tiempo que se hace uso del Prin-
que nos expresamos estamos diciendo implícita-
cipio de universalidad <<U>>, que en los dis-
mente que es posible la construcción de acuer-
cursos prácticos asume el cometido de una regla
dos a partir de esas pretensiones; ahora bien, no
de argumentación. “En las normas válidas, los necesariamente los acuerdos que se deriven de
resultados y los efectos secundarios que se deri- la argumentación tendrán el reconocimiento o
ven de su seguimiento universal para la satisfac- aceptación de todos los afectados.
ción de los intereses de todos y cada uno tienen
que poder ser aceptados por todos sin coacción Punto de vista moral
alguna” (Habermas, 1987, p.16). Hasta el momento hemos explicado una idea
Es decir, en un discurso práctico en el que general sobre la ética del discurso, las caracte-
se problematice una determinada norma social rísticas teóricas, pragmáticas y comunicativas
o punto de vista moral, su intervención estaría que contiene; y el papel que desempeña la teoría
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Ética del discurso de Habermas: como propuesta teórico-práctica en la solución de problemas práctico-morales 17
tos en la cultura pública de las sociedades demo- su identidad y personalidad; por ello, antes de
cráticas modernas y, de este modo, como dice juzgar un comportamiento, hecho o fenómeno
Rawls, no logra ser verdaderamente universal” social, se deben tener en cuenta dichas precom-
(Vásquez, 1994, p.4). De esta forma, el ejercicio prensiones, con el propósito de generar procesos
expuesto por la ética del discurso e implícito en dialógicos en los que los involucrados traten de
la teoría de la acción comunicativa, hace posi- entenderse mutuamente; es decir, puedan parti-
ble la puesta en práctica de nuestras intuiciones cipar en actitud realizativa frente a un conflicto
morales, con la pretensión de que sean escucha- moral, para de esta forma adquirir o asumir una
das, discutidas y aceptadas como válidas por actitud comprensiva frente al asunto en litigio.
los participantes en un discurso práctico; claro Volviendo a Habermas el procedimiento del dis-
está, teniendo en cuenta el procedimiento prag- curso práctico expuesto por la ética del discurso
mático-formal dado por la ética del discurso en puede lograr la puesta en escena de las preten-
pro de construir los acuerdos que sean válidos siones de validez que expresan los implicados en
para todos y con pretensión de universalidad. En un discurso práctico, ello es posible debido a la
cambio la posición original solo trata de dar ex- idealización que los participantes exponen en su
presión a principios e ideales implícitos en las ejercicio de argumentación. Además el discurso
sociedades democráticas modernas; principios práctico genera procesos de entendimiento entre
estos que no son el resultado de un ejercicio de- las personas que expresan su forma de pensar y
liberativo, y en consecuencia, sus pretensiones ver las cosas; en este sentido observamos cómo
no tienen alcance de universalidad; es decir, la mediante el discurso práctico se transforma la
posición original solo se encarga de dar cuenta asunción ideal de roles y desaparece el carácter
de la existencia y divulgación de dichos princi- ficticio de la posición original.
pios e ideales. Al comparar los modelos teóricos de Rawls
Por otro lado, se recomienda una “asunción (1997) en lo que tiene que ver con la aclaración
ideal de roles que exige que el sujeto que juz- o explicación del punto de vista moral, se puede
ga moralmente se ponga en el lugar de todos inferir o comprender cómo mediante el proce-
aquellos que serían afectados por la realización dimiento aportado por la ética del discurso, es
de una acción problemática o por la puesta en posible explicar el punto de vista moral y su im-
vigor de una norma controvertida” (Habermas, parcialidad y en consecuencia, expresar adecua-
1987, p.17), lo que pretende este procedimiento damente nuestras intuiciones morales; “enten-
es mostrar que las personas cuando juzgan un diendo por <<morales>> todas las intuiciones
hecho o comportamiento social, lo hacen deter- que nos informan acerca de cuál es la mejor for-
minados por su precomprensión del mundo, la ma en que debemos comportarnos para contra-
cual ha sido el resultado de un proceso de so- rrestar mediante los miramientos y el respeto la
cialización que ha contribuido a la formación de extrema vulnerabilidad de las personas” (Haber-
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18 Jairo Miguel Torres Oviedo, Gonzalo Galván Patrignani, Oona Isabel Hernández Palma
mas, 1987, p.18). Recordemos que antropológi- sino una razón comunicativa y discursiva como
camente hablando, la moral se convierte en un propósitos fundamentales del principio discursi-
dispositivo que protege nuestra vulnerabilidad; vo que expone la ética del discurso.
vale decir, las normas morales lo que intentan La ética del discurso nos muestra que los
es proteger la vulnerabilidad de las personas que principios de justicia y solidaridad nos remiten
adquieren una identidad y personalidad a través al origen de la moral, en cuanto que la vulnerabi-
de un proceso de socialización; en consecuen- lidad de los seres humanos necesita ser compen-
cia, están obligadas a solucionar dos problemas sada mediante procesos de socialización en los
de una sola vez: “hacer valer la inviolabilidad cuales se establecen relaciones intersubjetivas,
de los individuos exigiendo igual respeto por donde los individuos generan procesos de enten-
la dignidad de cada uno de ellos, pero en esa dimiento y acuerdos que posibilitan una convi-
misma medida proteger también las relaciones vencia civilizada, por ello, no se puede hablar de
intersubjetivas de reconocimiento recíproco la existencia de derechos para las personas si no
en virtud de las cuales los individuos se man- existe un bienestar colectivo para la comunidad
tienen como pertenecientes a una comunidad” a la que uno pertenece. En este contexto, la éti-
(Habermas, 1987, p.20). Estos dos problemas ca del discurso posibilita de manera hipotética
que pretende solucionar la moral, se realizarán la reconstrucción de las competencias práctico-
mediante dos principios, el principio de justicia morales, en el sentido que durante el proceso de
y el de solidaridad. La justicia hace referencia socialización los individuos expresan sus pre-
al respeto y reconocimiento de los derechos de tensiones de validez con el propósito de generar
los individuos (Estado de Derecho), la solidari- procesos de entendimiento mutuo sobre temas
dad exige reconocimiento y preocupación por el en litigio, en los que interviene el procedimien-
bienestar de los otros (Estado Social). to discursivo de la ética del discurso. “Todas las
En consecuencia, la moral requiere de los normas morales giran alrededor de la igualdad
principios de justicia y solidaridad que hagan de trato, la solidaridad y el bien común, pero
posible que los individuos se sientan reconoci- estas son ideas básicas que se pueden remitir a
dos, partícipes y participantes en una comunidad las condiciones de simetría y a las expectativas
que se convierte en el ambiente protector de su de reciprocidad del actuar comunicativo, esto
fragilidad. Este sería el escenario social propi- es, que se puede encontrar en las imputaciones
cio que generaría procesos de comunicación y mutuas y en las suposiciones comunes de una
deliberación, que a su vez permitiría la puesta praxis cotidiana orientada por el entendimiento
en práctica de una racionalidad comunicativa, mutuo” (Habermas, 1987, p.20). El ejercicio co-
entendida como una facultad inherente a la ra- municativo del lenguaje, donde los sujetos que
cionalidad humana que haría posible la recons- interactúan expresan sus pretensiones de validez
trucción de la razón; no una razón monológica, reconociéndose mutuamente, teniendo en cuenta
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Ética del discurso de Habermas: como propuesta teórico-práctica en la solución de problemas práctico-morales 19
la unidad del fenómeno moral, en los que princi- moniza, contribuyendo al reconocimiento de los
pios de justicia y solidaridad, solo son válidos en derechos y dignidad de las personas que hacen
el espacio del mundo de la vida de determinado parte de un grupo social, pero igualmente tene-
grupo social o comunidad que ha considerado mos que reconocer que una comunidad requiere
incluirlos como obligaciones morales de carác- que en sus procesos de socialización y de con-
ter normativo. vivencia se articulen los aspectos de derecho y
De esta manera, la estrategia que utiliza la dignidad, que son necesarios e indispensables
ética del discurso para reconstruir los contenidos pero no suficientes en cuanto “la calidad de la
de una moral universal a partir de los presupues- convivencia no se mide solamente por el grado
tos de la argumentación, tiene grandes posibili- de solidaridad y por el nivel de bienestar, sino
dades de lograrlo, en cuanto que el discurso se también atendiendo hasta qué punto los intereses
convierte en un instrumento de comunicación de cada individuo particular se tienen en cuen-
exigente, que supera los límites del mundo de ta por igual en el interés general” (Habermas,
la vida, en el que los presupuestos de validez 1987, p.23). De esta forma, el procedimiento in-
orientados al entendimiento mutuo se universa- tersubjetivo de carácter dialógico ofrecido por
lizan y en esa medida, se amplían a una comuni- la ética del discurso permite el diálogo, median-
dad ideal de comunicación en la que intervienen te el cual todos los implicados participan en la
todas las personas capaces de habla y de acción. construcción de un ideal de justicia y vida buena
Siguiendo con el análisis se puede inferir que que posibilite la convivencia social, sin recurrir
en el discurso se encuentran de manera explíci- a presupuestos metafísicos.
ta e implícita los elementos que hacen posible
la puesta en práctica de la racionalidad humana Ética del discurso como parte de la teoría
con ello, la existencia y puesta en ejercicio de moral
lazos sociales de coopertenencia a pesar de las Hemos anotado anteriormente que las éticas
contradicciones y diferencias que se puedan pre- clásicas se ocuparon de todos los aspectos de la
sentar en proceso de entendimiento, en ningún vida buena; la ética de la Ilustración por el con-
momento impiden el acuerdo, por el contrario lo trario, efectuó un corte en el ámbito práctico y
favorece, lo reafirma como tal. El procedimiento pretendió limitarse estrictamente al conjunto de
del discurso práctico aclara la imparcialidad del juicios normativos susceptibles de fundamenta-
juicio moral, posibilita la articulación interna de ción. La ética del discurso, por su parte, tiene un
ambos aspectos “a la autonomía del individuo carácter deontológico, cognitivista, formalista
que no puede delegar su representación en nadie y universalista, que comparte con la ética kan-
y a su inserción en formas de vida compartidas tiana; pero se diferencian en el procedimiento
intersubjetivamente” (Habermas, 1987, p.23). utilizado para justificar el punto de vista moral.
Cuando esto se realiza, la convivencia se ar- Podemos decir, que la ética del discurso es deon-
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tológica, en el sentido que establece una distin- tivo categórico lo ocupa el procedimiento de la
ción en el ámbito de lo práctico entre normas y argumentación moral tendiente a la consecución
valores, entre cuestiones normativas y cuestio- de acuerdos, mientras que se logra que la teo-
nes evaluativas. Este aspecto procura establecer ría moral tenga validez universal, sosteniendo
la relación entre lo justo y lo bueno o, para ser el principio moral como algo a priori en nues-
más precisos, la relación entre una norma social tra razón. “La ética del discurso no proporciona
y un juicio moral, donde lo justo pretende encar- orientaciones de contenido, sino solamente un
nar los intereses de todos y por ende, su cons- procedimiento lleno de presupuestos que deben
trucción implica la participación de todos los garantizar la imparcialidad en la formación del
afectados. Dicha participación es el resultado de juicio. El discurso práctico es un procedimiento
un proceso de justificación de la norma en cues- no para producción de normas justificadas, sino
tión, con el propósito de alcanzar consenso sobre para la comprobación de la validez de normas
la norma en litigio. Por otra parte, lo bueno hace postuladas de modo hipotético” (Habermas,
referencia a las preferencias o inclinaciones de 2000, p.143). Es precisamente el procedimien-
un determinado grupo de personas; mientras lo to formal establecido por la ética del discurso
justo representa los intereses de todos, por ejem- el que permite establecer lo bueno y lo malo a
plo, cuando se garantiza iguales libertades para través del diálogo, no aporta contenidos, sino
todos, lo bueno es la preocupación de un deter- que examina normas que ya tienen un conteni-
minado grupo, pero no de todos; lo bueno es el do; este procedimiento hace posible establecer
resultado de la forma como hemos construido la discusión sobre asuntos normativos con el fin
nuestros juicios de valor, los cuales, son el re- de buscarle solución dialogada a los conflictos;
sultado de la influencia de la cultura en nuestro convirtiéndose en uno de los aspectos más im-
proceso de socialización. En consecuencia el portantes, que la diferencia de las otras éticas
carácter deontológico de la ética del discurso, cognitivistas, universalistas y formalistas.
hace referencia a las cuestiones de justicia, las En este orden de ideas, podemos decir que
cuales tienen prioridad sobre las cuestiones de la ética del discurso retoma la ética kantiana a
vida buena. “La ética deontológica entiende la través de la teoría de la comunicación; es decir,
corrección de la norma o mandatos por analo- la ética del discurso es una interpretación de la
gía con la verdad de una proposición asertórica. teoría moral, por medio del discurso o comu-
Con todo, no es lícito asimilar la verdad moral nicación lingüística. A partir de lo anterior po-
de las proposiciones deónticas a la validez aser- demos preguntarnos: ¿Cuál es la pretensión de
tórica de las proposiciones enunciativas, como la ética del discurso en el terreno de la teoría
hacen el intuicionismo o la ética de los valores” moral? En el contexto de las éticas normativas,
(Cortina, 1995, p.245). la ética del discurso constituye una alternativa
En la ética del discurso, el lugar del impera- que muestra una teoría de la racionalidad, en la
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Ética del discurso de Habermas: como propuesta teórico-práctica en la solución de problemas práctico-morales 21
que se pretende demostrar que no solo la cien- sión de discutir y buscarle salidas a los proble-
cia y la tecnología son actividades racionales, mas práctico-morales.
sino también el derecho, la moral y la política;
puesto, que así como en la ciencia, los sujetos se Ética del discurso y convivencia social
ponen de acuerdo en razones de verdad, también En apartes anteriores nos formulamos el inte-
esto es posible en el mundo social, en lo refe- rrogante: ¿cómo cumplir el principio fundamen-
rente a las ideas jurídicas, morales y políticas tal de la ética del discurso? En particular cuando
con el propósito que los sujetos puedan cons- esta exige en cada caso la aquiescencia de todos,
truir acuerdos basados en cuestiones de rectitud cuando vivimos en una sociedad en condiciones
modernización social. De esta forma, la ética del permanentes; pregunta que intentaremos res-
ponder a continuación.
discurso se convierte, en el escenario de la teoría
Todos los aspectos característicos y propios
moral en un referente teórico válido mediante el
de la ética del discurso son un desafío teórico,
cual se pretende desarrollar un concepto de ra-
filosófico, práctico y político en cuanto todas sus
zón comunicativa, un intento por mostrar que
idealizaciones teóricas están expuestas a la críti-
los sujetos que interactúan comunicativamente
ca de gran parte de las corrientes ético-filosóficas
aceptan implícitamente la posibilidad de esta-
que existen actualmente y que consideran que
blecer acuerdos sobre cuestiones de rectitud nor-
es imposible una argumentación de las normas
mativa. En este sentido, la ética del discurso in-
morales y mucho menos aceptan la articulación
tenta clarificar o hacer explícito un concepto de
entre el aspecto universalista y formalista de la
razón dialógica, que mostraría cómo es posible
ética del discurso. “Se considera que el princi-
la convivencia social, sobre la base de procesos
pio discursivo y consensual es políticamente
de entendimiento y de diálogo. Por ello, la éti-
peligroso e inadecuado para una solución justa
ca del discurso se encuentra entre las propuestas
de las cuestiones prácticas, éticas, y políticas
más frecuentes de la ética normativa cuya tarea
actuales de alcance mundial” (Michelini, 1991,
consiste en fundamentar proposiciones prescrip- p.326). A pesar de ello, se evidencia, que la ética
tivas o evaluativas, encargada de demostrar de- del discurso a través del principio discursivo es
terminadas obligaciones válidas para todos. una alternativa, una posibilidad para la solución
En este orden de ideas, la pretensión de la de problemas sociales, prácticos y morales. Es
ética del discurso consiste en poder conservar la decir, posibilita que los miembros de una de-
moral en ámbitos de discusión racional, sin te- terminada comunidad, mediante el principio en
ner que acudir a fundamentaciones metafísicas, mención generen procesos de entendimiento y
puesto que inicia, como una actividad cotidiana acuerdo que contribuyan a solucionar sus con-
del ser humano, la comunicación, con la preten- flictos en contextos morales o sociales. El mo-
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delo de acción estratégica es una estructura o mente, buscando un consenso con el grupo con-
forma de acción que se dirige al éxito, el modelo trario, y que se atenga a lo consensuado aunque
de acción orientada al entendimiento tiene que no pueda saber con certeza si los interlocutores
especificar las condiciones para conseguir un procederán de igual modo? No se trata de desca-
acuerdo comunicativo según el cual alter pueda lificar a los interlocutores a priori, sino de “de-
ajustar sus acciones a las de ego. Por ello, K.O. terminar hasta qué punto es moralmente exigible
Apel (1999) considera que “el concepto de ac- actuar como si todos siguieran el principio de la
ción comunicativa está pensado de tal manera ética comunicativa, teniendo en cuenta las con-
que los actos del entendimiento que vinculan los secuencias desastrosas que pueden derivarse del
planes de acción de diversos participantes y que hecho de que solo una parte de los interlocutores
resumen las acciones orientadas a un objetivo en lo cumpla” (Cortina, 1995, p.208).
una relación interactiva, no puede retrotraerse, Como vemos, el principio discursivo de la
por su parte, a una acción teleológica” (p.158). ética del discurso hace posible la legitimación
El propósito de los procesos de entendimien- democrática de una sociedad, en la medida que
to es construir los acuerdos que sean el resultado muestra los criterios y principios generales vá-
de la aceptación racional y motivada al conte- lidos, a través de los cuales las personas reco-
nido de una aseveración. No se puede imponer. nozcan las normas éticas y políticas que hagan
“No es posible imponer el acuerdo a la otra parte, posible la convivencia entre los seres humanos;
ni se le puede imponer al interlocutor mediante “ello puede ser posible, por medio del principio
una manipulación. Lo que se produce a la vista formal-procedimental, que señala la compatibi-
mediante la influencia externa no puede contar lidad de los principios y normas ético-discursi-
como acuerdo. Este descansa siempre sobre una vas con la idea de un orden social, ético y po-
convicción conjunta. El establecimiento de con- lítico basado en la libertad, la igualdad y en la
vicciones puede analizarse como una oferta de interacción responsable y solidaria” (Cortina,
acto de habla, según el modelo de la adopción 1995, p.328). Al garantizar este escenario social,
de actitudes. El acto de habla del uno alcanza su o mejor, para hacer posibles estas condiciones,
objetivo solamente cuando el otro acepta la ofer- se requiere de la existencia de un estado de de-
ta en él contenida, en la medida en que este otro recho que, como señala Apel, sería una instancia
toma posición afirmativa frente a una pretensión no contingente para todo acuerdo práctico, ético
de validez que es fundamentalmente discutible” y político.
(Habermas, 2000, p.158). Por otra parte, Ade- (…) en el principio discursivo que es también el
la Cortina citando a Apel ilustra esta cuestión principio de formación del consenso cosmopolita
con un ejemplo sumamente actual: el ejemplo y democrático –está contenido tanto el recono-
del desarme ¿Puede exigirse moralmente a un cimiento fundamental de todos los ciudadanos y
grupo que resuelva este asunto argumentativa- de todos los hombres como personas con iguales
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Ética del discurso de Habermas: como propuesta teórico-práctica en la solución de problemas práctico-morales 23
derechos y deberes, como así también la consi- de los principios morales de la ética del discur-
guiente disposición y obligación moral para la so es posible realizar o materializar en distintas
solución pacífica y justa de los conflictos (Cor- instancias o esferas sociales, en que se requiera
tina, 1995, p.328). El principio discursivo de la resolver conflictos sociales de manera responsa-
ética del discurso haría posible la argumentación ble. El principio sería una guía para asumir res-
racional de carácter intersubjetivo de las normas ponsablemente los conflictos al interior de una
morales. Lo anterior es una posibilidad realizable sociedad, igualmente sería útil en el escenario
en el mundo actual. Podríamos preguntarnos si el de las relaciones entre los Estados. Puesto que
principio discursivo que hace posible la solución la realidad que viven las sociedades democrá-
de problemas y conflictos es viable en un mundo ticas modernas muestra, que no tienen presente
dominado por sistemas estratégicos e ideológi- la posibilidad expuesta por la ética del discur-
cos de intereses y de poder “los cuales –al menos so y prefieren centrarse en el éxito inmediato y
como están fácticamente establecidos contradi- en sus propios intereses particulares o los inte-
cen todos los puntos clave de la ética discursiva reses de una determinada clase o grupo social,
de responsabilidad solidaria como por ejemplo la lo que se manifiesta en decisiones irracionales
exigencia de ausencia de condiciones asimétricas, e injustas; ejemplo de ello, cuando se asumen
de violencia abierta y solapada” (Cortina, 1995, determinadas decisiones políticas tendientes a
p.239). favorecer a unos sectores sociales determinados,
Cuando el principio discursivo se realiza excluyendo a la gran mayoría de los beneficios
hace posible la construcción de una moral uni- de una acción. El ámbito internacional no es la
versal que se expresa objetivamente en el reco- excepción, expresada la invasión permanente de
nocimiento de los derechos humanos y la digni- Estados poderosos sobre otros Estados, como la
dad humana, luego se establece e incorpora en acción ejercida por Estados Unidos sobre Irak
las Constituciones de los Estados de Derecho en la que se desconoció el principio discursivo.
moderno que para Habermas en términos de Es así como el principio universal de la ética
Cortina es “el único ejemplo histórico de rea- del discurso ayudaría a crear relaciones sociales
lización de los discursos prácticos” (Cortina, más racionales, participativas e incluyentes ne-
1995, p.329), luego entonces, la ética del dis- cesarias para el mundo moderno, especialmente
curso arranca a partir de ese principio a priori en los países latinoamericanos, en particular Co-
presupuesto y materializado en las instituciones lombia, donde es indispensable generar proce-
actuales. sos de diálogo y entendimiento, como alternati-
Dando inicio al proceso de reconstrucción, va distinta para solucionar nuestras diferencias.
con el propósito de construir un proceso de ar- El Principio, para ser implementado, requiere de
gumentación y entendimiento sobre problemas algunos aspectos: “el principio ético discursivo,
prácticos y morales. Se observa cómo a partir el cual no puede ser aplicado de forma directa,
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Ética del discurso de Habermas: como propuesta teórico-práctica en la solución de problemas práctico-morales 25
dad solidaria; sin estos principios no es posible principio discursivo de la ética del discurso que
hablar de bienestar material y mucho menos de devuelva la confianza, para la reconstrucción
derechos humanos. de la sociedad, donde el consenso alrededor de
Se necesita, “un concepto de legitimación nuestras diferencias sea posible.
que no ignore las normas éticas básicas de con-
vivencia, debe tener necesariamente en cuenta CONCLUSIONES
los principios fundamentales de imparcialidad, En conclusión, podemos decir que el uso de
responsabilidad, de justicia y de universalidad una racionalidad comunicativa en la que se cen-
características de las éticas discursivas” (Corti- tra la ética del discurso, abre el espacio de las
na, 1995, p.337). Por consiguiente, su ejercicio relaciones intersubjetivas de carácter lingüístico
práctico debe estar centrado en la comunidad mediante lo cual es posible generar procesos de
de argumentación, puesto que por medio de la entendimiento para construir acuerdos válidos
argumentación discursiva como ejercicio proce- para todos, con ello, se reemplazan los esfuer-
dimental es posible la resolución de conflictos, zos de una racionalidad unidimensional e instru-
y con ello, darle reconocimiento a las preten- mental característico de la racionalidad moder-
siones de validez intersubjetivas que posibili- na clásica, por una racionalidad intersubjetiva
ten la convivencia social. El ejercicio formal y y comunicativa. Hoy más que nunca tenemos
procedimental que aporta la ética del discurso, que apostarle a una racionalidad comunicativa
permitiría una sociedad pluralista en la que los que haga viable la implementación del principio
individuos expresen sus deseos, aspiraciones y discursivo, en especial en países caracterizados
pretensiones de validez, es decir, posibilitaría por la pluralidad y las diferencias de todos los
procesos de inclusión social, entendimiento y matices y formas, que solo podrían ser regula-
acuerdos a través del discurso y actuar conforme das mediante un principio discursivo, que hicie-
al acuerdo establecidos por parte de los partici- ra posible que los sujetos se expresaran en for-
pantes en un discurso práctico. ma comunicativa, dialogal y discursiva. En este
De conformidad con lo expuesto y ante la contexto se requiere de procesos de aprendizaje
pregunta: ¿Cómo la ética del discurso puede que formen ciudadanos democráticos; es decir,
contribuir a la convivencia ciudadana? Se podría construir o mejor reconstruir sociedades en la
decir que la ética del discurso es una posibilidad que sean vivible las competencias ciudadanas.
en cuanto haría posible la discusión argumen- La animación o idealización de este tipo de so-
tativa de nuestras diferencias y por ende sería ciedad, es realizable mediante la reflexión y el
una alternativa en la solución pacífica y justa de diálogo entre las distintas culturas, ideologías,
los conflictos por parte de los sujetos involucra- clases sociales, religiones, etc. Necesitamos sa-
dos, ante lo cual, se requiere construir un orden lir de una cultura de expertos instrumentalizada
social que haga viable la puesta en práctica del y teleológica y colocarnos en un diálogo perma-
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nente con el mundo de la vida. A través de una más que todos tienen iguales oportunidades de
cooperación intercultural en el ámbito nacional hacer uso de esos derechos, que están dispuestos
e internacional, se referiría a la construcción de a sacrificar sus intereses particulares en aras del
una confederación de Estados en el ámbito inter- bien común, que cualquiera tiene las competen-
nacional que haga viable y posible la paz entre cias necesarias para discutir cualquier tipo de
los Estados y sobre todo el poder discutir, argu- problemas, todo lo cual está lejos de coincidir
mentar, debatir públicamente sobre cuestiones con lo que sucede en las condiciones reales bajo
sociales y morales. las cuales usualmente tiene lugar la argumenta-
El propósito de la teoría de la acción comuni- ción. Para encontrar una salida a esta dificultad
cativa o, quizás mejor, de la dimensión filosófica la teoría de la acción comunicativa propone una
de esa teoría, es precisamente desarrollar un con- cooperación entre Ciencias Sociales y filosofía
cepto de razón comunicativa que nos muestre si donde la propuesta de carácter normativo se vea
en realidad y, en caso de serlo, cómo es posible en la necesidad de responder a las objeciones,
que los miembros de un grupo social encuentren por lo general de tipo escéptico. Se trata enton-
ellos mismos soluciones aceptables a sus pro- ces de mostrar cómo sería posible la solución de
blemas. Si la realidad social tiene una estructura los problemas sociales sobre la base de procesos
normativa y si son las propias normas las que de entendimiento en las condiciones de una so-
eventualmente generan conflictos entre sus des- ciedad moderna. En último término, se trataría
tinatarios, entonces la cuestión es averiguar si y de averiguar cómo es posible todavía la reali-
cómo podrían los miembros de un grupo social zación de los ideales de autodeterminación de-
dirimir sus diferencias en torno a aquellas nor- mocrática propios de la cultura moderna en las
mas que se han tornado problemáticas. La teoría condiciones de una sociedad caracterizada por
de la acción comunicativa pretende primero pro- los hechos de pluralismo y la complejidad.
bar esa posibilidad y luego, bajo el supuesto de Por último, habría que decir que la filoso-
que ello es posible, propone el discurso racional fía procede de manera reconstructiva y que lo
como mecanismo para la búsqueda de solucio- hace por dos vías que vale la pena diferenciar.
nes a esos problemas. Por una parte, está la dimensión propiamente fi-
El discurso racional como mecanismo para la losófica de la teoría en la que se trata de hacer
búsqueda de soluciones a los problemas sociales explícito un saber implícito, de llevar a concepto
es sin embargo solo una propuesta de tipo pura- un saber intuitivo, y que conduce al desarrollo
mente normativo que, como tal, contiene fuertes de un concepto de razón comunicativa que da
idealizaciones. No solo supone que, como par- cuenta de la posibilidad que existe en principio
ticipantes en discursos racionales, los sujetos se de encontrar soluciones a los problemas socia-
conceden iguales derechos y tienen un interés les sobre la base de procesos de entendimiento.
común en la solución de los problemas, sino ade- Por otra parte, está la cooperación entre Ciencias
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LA ÉTICA UTILITARISTA: ¿UNA
RESPUESTA A SITUACIONES
LÍMITE?
José Enrique López Jiménez. Teniente Coronel. Ingenieros.
Nicolás Maquiavelo
El 5 de julio de 1884, un pequeño barco, el enfermo y débil porque había bebido agua de
Mignonette, naufragaba en un temporal a unas mar. A la mañana siguiente propusieron a Brooks
1.600 millas del cabo de Buena Esperanza. Los echar a suertes quién debía morir pero este se
cuatro miembros de la tripulación —el capitán volvió a negar. La sed y el hambre hacían me-
Thomas Dudley, el timonel Edwin Stephens, el lla en los debilitados náufragos. Con el nuevo
marinero Edmund Brooks y el grumete Richard amanecer, Dudley comentó a Stephens y Brooks
Parker— se vieron forzados a subir a un bote en que lo mejor sería que el joven Parker muriera,
el que quedaron a la deriva sin más reservas de pero una vez más se encontró con la oposición
víveres y agua que dos latas de remolachas en de Brooks. El grumete era el único que no tenía
conserva que habían podido salvar en el último esposa e hijos. Cuando Parker dormía indefenso
momento. Durante tres días, los cuatro marinos y muy debilitado, Dudley con la anuencia de
racionaron las remolachas. La madrugada del Stephens se acercó a aquel, ofreció una plegaria
cuarto, lograron pescar una tortuga con la que y diciéndole al muchacho que había llegado
se alimentaron un par de semanas más. Algo de su hora le clavó un cuchillo en la garganta y lo
lluvia que consiguieron retener les sirvió para mató.
saciar la sed, pero pronto la comida y la bebida Aunque Brooks no había intervenido en el
se terminaron. El decimoctavo día, Dudley y crimen también participó finalmente en el sinies-
Stephens plantearon a Brooks que uno de ellos tro festín y los tres hombres se alimentaron con
debía sacrificarse para que su cadáver alimenta- la carne y la sangre del desdichado grumete. Al
ra a los demás. Brooks se opuso. Parker estaba cuarto día del asesinato, el bote fue avistado por
EL UTILITARISMO
Este famoso caso de la jurisprudencia británica
nos servirá de introducción para entender lo que
es y puede llegar a significar en determinadas
situaciones la ética utilitarista. El utilitarismo es
una doctrina filosófica cuyo fundador y principal
exponente es el filósofo inglés Jeremy Bentham
(1748-1832).
Para Bentham el mayor principio moral con-
Jeremy Benthan, padre del Utilitarismo siste en maximizar la felicidad, es decir, que
el placer supere al dolor. El ser humano debe
ÉTICA UTILITARISTA VERSUS hacer todo aquello que maximice la utilidad,
DERECHOS HUMANOS. entendiendo como tal cualquier cosa que pro-
¿Era ético y moralmente aceptable lo que duzca placer o felicidad y evite el dolor y el
hicieron Dudley y Stephens o el asesinato es sufrimiento. El principio utilitario de búsqueda
reprobable en cualquier circunstancia aunque del placer y la felicidad, y rechazo del dolor es
los beneficios (la vida de tres hombres, padres la base de toda moral y de toda cuestión ética.
de familia) superen los costes (el asesinato del El legislador debe buscar la máxima utilidad
joven grumete)? de la sociedad en su conjunto, pues, a fin de
cuentas, la sociedad solo es la suma de los in- esa nación se encuentra en misión internacional
dividuos que la forman. protegiendo un campamento de refugiados con
Esta filosofía tan atrayente en muchos aspec- miles de desplazados (principalmente ancianos,
tos, aporta argumentos a infinidad de campos mujeres y niños). Durante el desempeño de
del pensamiento académico como el económi- sus cometidos, soldados de la unidad arrestan
co, la gestión empresarial, la política, etc. a un terrorista quien asegura que ha colocado
un dispositivo nuclear en un punto del campa-
ARMAGEDÓN mento que la unidad tiene que proteger. No hay
En el presente, uno de los grandes peligros tiempo para llevar a cabo la evacuación de los
que acecha a las sociedades libres es la pro- refugiados y la detonación producirá miles de
liferación de armas de destrucción masiva en muertos, entre ellos posiblemente cientos de
países autoritarios que no se rigen por principios soldados. La situación la podemos complicar
democráticos. Nadie nos asegura que un arte- todo lo que queramos. Por ejemplo, el detenido
facto nuclear, que en la actualidad puede ser declara que es el jefe de una célula terrorista y
transportado en una simple mochila, no acabe que uno de sus hombres, infiltrado en la nación
en manos de un grupo terrorista. del supuesto, ha colocado la bomba nuclear en
Imaginemos una nación del mundo occiden- una ciudad de ese país que imaginamos. Él sabe
tal cuya constitución recoge la protección de los dónde está y cómo desactivarla, pero se niega
derechos humanos y su código penal tipifica co- a facilitar la información. Si la proporciona,
mo delito el maltrato de detenidos o prisioneros. se puede evitar el Armagedón que causará la
Supongamos ahora que una unidad militar de explosión.
CONCLUSIÓN
Quizás la solución se encuentre en la teoría Las críticas a su teoría no se han hecho
del Mal Menor del profesor canadiense Michael esperar. Ha sido acusada de respaldar la guerra
Ignatieff. Denostada y vilipendiada en multitud preventiva y la invasión de Irak. Es considerada
de ocasiones, alabada y reconocida en otras una apología del «Leviatán Hobbesiano» (un
tantas, la teoría de Ignatieff sostiene que las contrato entre hombres libres para consolidar su
democracias actuales se enfrentan a peligros seguridad aunque suponga ceder libertad) frente
para los que no tienen respuesta. El caso de una a la premisas del filósofo Immanuel Kant (1724-
inminente explosión nuclear podría ser uno de 1804) para quien el respeto de la libertad y la
los que exigen actuaciones contundentes. ¿Pero dignidad humanas son condiciones sine qua non
qué propone Ignatieff? para la vida en civilidad. Pero al igual que Stuart
Para el profesor canadiense «en las Mill, Kant no conocía las armas de destrucción
democracias liberales el uso de la fuerza masiva ni el Armagedón que puede poner fin a
coercitiva, no solo en los periodos de emergen- las sociedades libres.
El Presidente Obama siguiendo la operación contra Bin Laden y en la que este terminó ejecutado
En matemáticas, uno más uno siempre son dos Al militar solo le queda obedecer el mando
(aunque algún filósofo de la ciencia nos pueda político, conocer y cumplir escrupulosamente
hacer dudar de ello), pero en la lucha contra el la legislación vigente y el derecho internacional,
terror, uno más uno no siempre son dos, es más, pero ante todo y sobre todo actuar en conciencia.
la mayoría de las veces no lo es. Ignatieff no ad-
mite en ningún caso la «guerra sucia» contra el NOTAS
terrorismo sino que busca una camino intermedio 1
Ignatieff, Michael. El Mal Menor. Ediciones Tau-
para que las democracias occidentales puedan rus. Madrid, 2005. Pág. 8.
defenderse, aunque esto conlleve la suspensión 2
Ignatieff, Michael. Op. Cit. Pág. 16.
de derechos por tiempo limitado, sometiéndolos
en todo momento a revisión contradictoria de los BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES
parlamentos, tribunales y prensa libre. − Ignatieff, Michael. El Mal Menor. Ediciones Taurus.
Volviendo a nuestro jefe de unidad que España. 2005.
apresa a un terrorista con que empezamos − Bentham, Jeremy. Tratados de Legislación Civil y
nuestro trabajo, el militar no se puede convertir Penal. Editora Nacional. Madrid, 1981.
en decisor último de situaciones extraordina- − Stuart Mill, John. Sobre la libertad. Editorial Akal.
rias. Tales escenarios deberían estar recogidos Madrid, 2014.
en las legislaciones democráticas como una − Stuart Mill, John. El Utilitarismo. Alianza Editorial.
defensa de su propia existencia. La tortura de Madrid, 2014.
un detenido no puede estar justificada, pero − Rey Pérez, José Luis. El Discurso de los Dere-
tenemos que saber (y poder) dar respuesta a una chos. Una Introducción a los Derechos Humanos.
situación crítica. Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, 2011. n
Stuart Mill, John, El utilitarismo, selección del capítulo II, Alianza Editorial, Madrid 1984.
EPÍGRAFES:
I.- Primeras aclaraciones: El utilitarismo plantea, como fundamento de la moral, la utilidad o la
felicidad derivada de las acciones, y no constituye una teoría ética ni excesivamente austera ni
demasiado voluptuosa.
II.- [El utilitarismo distingue entre diferentes tipos de placeres y da preferencia a los mentales sobre
los corporales, por lo tanto, no puede ser calificado de indigno o despreciable.]
III.- [La dignidad humana obliga a preferir los placeres más elevados y, además, el juicio de
conocedores experimentados así lo confirma.]
IV.- [El criterio de la moralidad lo constituyen las reglas que aseguran una existencia feliz, en la
mayor medida, a todos los seres humanos.]
V.- [Algunos objetan que el fin racional de la vida y de la acción humana no puede constituirlo la
felicidad, por ser algo inalcanzable y prescindible. Sin embargo, alcanzar la felicidad es posible, ya
que muchos males de la vida son superables, y prescindir de ella, aunque posible, no es un bien en
sí mismo.]
VI.- [Los críticos del utilitarismo no reconocen que lo correcto en una acción es la felicidad que
produce a todos los afectados y no al agente.]
VII.- [Algunos críticos consideran las normas del utilitarismo demasiado elevadas para la humanidad
por exigir que se actúe buscando el interés general de la sociedad. Sin embargo, en la búsqueda del
interés particular, está presente el interés general.]
VIII.- [Otros critican el utilitarismo porque hace a los seres humanos fríos, calculadores y carentes de
afectividad. Sin embargo, los utilitaristas que han cultivado sus sentimientos morales y su capacidad
de empatía, no incurren en esta falta.]
IX.- [Otra interpretación errónea del utilitarismo es aquella que lo cataloga como doctrina atea. Sin
embargo, si Dios quiere la felicidad para sus criaturas, esta interpretación no puede sostenerse.]
X.- [Otros critican el utilitarismo por considerarlo una ética de la conveniencia. Sin embargo, si se
entiende bien lo que es conveniente, convienen las acciones útiles para la humanidad y no las
dañinas.]
XI.- [Otros objetan que es imposible calcular los efectos de una acción en la felicidad general. Sin
embargo, para evitar esto contamos con la experiencia acumulada de la humanidad y con los
corolarios derivados del principio de utilidad.]
XII.- [Por último, algunos esgrimen, en contra del utilitarismo, el posible recurso a la excepción en el
cumplimiento de una norma y el acomodo a las circunstancias cuando existen consideraciones en
conflicto. Sin embargo, toda teoría ética que reconoce la complejidad de los asuntos humanos,
concede cierto margen de acción en casos conflictivos.]
JOHN STUART MILL, EL UTILITARISMO, selección. 2
Capítulo II
¿Qué es el utilitarismo?
II.- [El utilitarismo distingue entre diferentes tipos de placeres y da preferencia a los mentales sobre
los corporales, por lo tanto, no puede ser calificado de indigno o despreciable.]
Ahora bien, tal teoría de la vida provoca en muchas mentes, y entre ellas en algunas de las más
estimables en sentimientos y objetivos, un fuerte desagrado. Suponer que la vida no posea (tal como
ellos lo expresan) ninguna finalidad más elevada que el placer -ningún objeto mejor y más noble de
deseo y búsqueda- lo califican como totalmente despreciable y rastrero, como una doctrina sólo
digna de los puercos, a los que se asociaba a los seguidores de Epicuro en un principio, siendo, en
algunas ocasiones, los modernos defensores de esta doctrina igualmente víctimas de tan corteses
comparaciones por parte de sus detractores alemanes, franceses e ingleses.
Cuando se les atacaba de este modo, los epicúreos han contestado siempre que no son ellos, sino
sus acusadores, los que ofrecen una visión degradada de la naturaleza humana; ya que la acusación
JOHN STUART MILL, EL UTILITARISMO, selección. 3
supone que los seres humanos no son capaces de experimentar más placeres que los que puedan
experimentar los puercos. Si esta suposición fuese cierta, la acusación no podría ser desmentida,
pero ya no sería un reproche, puesto que si las fuentes del placer fueran exactamente iguales para
los seres humanos y para los cerdos, la regla de vida que fuera lo suficientemente buena para los
unos sería lo suficientemente buena para los otros. Resulta degradante la comparación de la vida
epicúrea con la de las bestias precisamente porque los placeres de una bestia no satisfacen la
concepción de felicidad de un ser humano. Los seres humanos poseen facultades más elevadas que
los apetitos animales, y una vez que son conscientes de su existencia no consideran como felicidad
nada que no incluya la gratificación de aquellas facultades. Desde luego que no considero que los
epicúreos hayan derivado, en modo alguno, de forma irreprochable su teoría de lo que se sigue de
la aplicación del principio utilitarista. Para hacerlo de un modo adecuado sería necesario incluir
muchos elementos estoicos, así como cristianos. Con todo, no existe ninguna teoría conocida de la
vida epicúrea que no asigne a los placeres del intelecto, de los sentimientos y de la imaginación, y de
los sentimientos morales, un valor mucho más elevado en cuanto placeres que a los de la pura
sensación.
Debe admitirse, sin embargo, que los utilitaristas, en general, han basado la superioridad de los
placeres mentales sobre los corporales principalmente en la mayor persistencia, seguridad, menor
costo, etc. de los primeros, es decir, en sus ventajas circunstanciales más que en su naturaleza
intrínseca. En todos estos puntos los utilitaristas han demostrado satisfactoriamente lo que defendían,
pero bien podían haber adoptado la otra formulación, más elevada, por así decirlo, con total
consistencia. Es del todo compatible con el principio de utilidad el reconocer el hecho de que
algunos tipos de placer son más deseables y valiosos que otros. Sería absurdo que mientras que al
examinar todas las demás cosas se tiene en cuenta la calidad además de la cantidad, la estimación
de los placeres se supusiese que dependía tan sólo de la cantidad.
Si se me pregunta qué entiendo por diferencia de calidad en los placeres o qué hace a un placer
más valioso que a otro, simplemente en cuanto placer, a no ser que sea su mayor cantidad, sólo
existe una única posible respuesta. De entre dos placeres, si hay uno al que todos, o casi todos los
que han experimentado ambos, conceden una decidida preferencia, independientemente de todo
sentimiento de obligación moral para preferirlo, ese es el placer más deseable. Si aquellos que están
familiarizados con ambos colocan a uno de los dos tan por encima del otro que lo prefiere, aun
sabiendo que va acompañado de mayor cantidad de molestias, y no lo cambiarían por cantidad
alguna que pudieran experimentar del otro placer, está justificado que asignemos al goce preferido
una superioridad de calidad que exceda de tal modo al valor de la cantidad como para que ésta
sea, en comparación, de muy poca importancia.
Ahora bien, es un hecho incuestionable que quienes están igualmente familiarizados con ambas
cosas y están igualmente capacitados para apreciarlas y gozarlas, muestran realmente una
preferencia máximamente destacada por el modo de existencia que emplea las capacidades
humanas más elevadas. Pocas criaturas humanas consentirían en transformarse en alguno de los
animales inferiores ante la promesa del más completo disfrute de los placeres de una bestia. Ningún
ser humano inteligente admitiría convertirse en un necio, ninguna persona culta querría ser un
ignorante, ninguna persona con sentimientos y conciencia querría ser egoísta y depravada, aun
cuando se le persuadiera de que el necio, el ignorante o el sinvergüenza pudieran estar más
satisfechos con su suerte que ellos con la suya. No cederían aquello que poseen y los otros no, a
cambio de la más completa satisfacción de todos los deseos que poseen en común con estos otros.
Si alguna vez imaginan que lo harían es en casos de desgracia tan extrema que por escapar de ella
cambiarían su suerte por cualquier otra, por muy despreciable que resultase a sus propios ojos. Un
ser con facultades superiores necesita más para sentirse feliz, probablemente está sujeto a
sufrimientos más agudos, y ciertamente los experimenta en mayor número de ocasiones que un tipo
inferior. Sin embargo, a pesar de estos riesgos, nunca puede desear de corazón hundirse en lo que él
considera que es un grado más bajo de existencia.
III.- [La dignidad humana obliga a preferir los placeres más elevados y, además, el juicio de
conocedores experimentados así lo confirma.]
Podemos ofrecer la explicación que nos plazca de esta negativa. Podemos atribuirla al orgullo,
nombre que se da indiscriminadamente a algunos de los más y a algunos de los menos estimables
sentimientos de los que la humanidad es capaz. Podemos achacar tal negativa al amor a la libertad y
la independencia, apelando a lo cual los estoicos conseguían inculcarla de la manera más eficaz. O
JOHN STUART MILL, EL UTILITARISMO, selección. 4
achacarla al amor al poder, al amor a las emociones, cosas ambas que están comprendidas en ella
y a ella contribuyen. Sin embargo, lo más indicado es apelar a un sentido de dignidad que todos los
seres humanos poseen en un grado u otro, y que guarda alguna correlación, aunque en modo
alguno perfecta, con sus cualidades más elevadas y que constituye una parte tan esencial de la
felicidad de aquellos en los que este sentimiento es fuerte, que nada que se le oponga podría
constituir más que un objeto momentáneo de deseo para ellos. Quien quiera que suponga que esta
preferencia tiene lugar al precio de sacrificar la felicidad –que el ser superior es, en igualdad de
circunstancias, menos feliz que el inferior- confunde los dos conceptos totalmente distintos de
felicidad y contento. Es indiscutible que el ser cuyas capacidades de goce son pequeñas tiene más
oportunidades de satisfacerlas plenamente; por el contrario, un ser muy bien dotado siempre
considerará que cualquier felicidad que pueda alcanzar, tal como el mundo está constituido, es
imperfecta. Pero puede aprender a soportar sus imperfecciones, si son en algún sentido soportable.
Imperfecciones que no le harán envidiar al ser que, de hecho, no es consciente de ellas, simplemente
porque no experimenta en absoluto el bien que hace que existan imperfecciones. Es mejor ser un
humano insatisfecho que un cerdo satisfecho; mejor ser un Sócrates insatisfecho que un necio
satisfecho. Y si el necio o el cerdo opinan de un modo distinto es a causa de que ellos sólo conocen
una cara de la cuestión. El otro miembro de la comparación conoce ambas caras.
Puede objetarse que muchos que son capaces de los más elevados placeres, en ocasiones, a causa
de la tentación, los posponen frente a los inferiores. Pero esto es del todo compatible con una
apreciación completa de la superioridad intrínseca de los más elevados. Los hombres, a menudo,
debido a la debilidad de carácter, eligen el bien más próximo, aunque saben que es el menos
valioso, y esto no sólo cuando se trata de elegir entre un placer corporal y otro mental, sino también
cuando hay que hacerlo entre dos placeres corporales. Incurren en indulgencias sensuales que
menoscaban la salud, aun sabiendo perfectamente que la salud es un bien preferible a aquellas
indulgencias.
También puede objetarse que muchos que al principio muestran un entusiasmo juvenil por todo lo
noble, a medida que adquieren más edad se dejan sumir en la indolencia y el egoísmo. Sin
embargo, yo no creo que aquellos que experimentan este cambio, muy habitual, elijan
voluntariamente los placeres inferiores con preferencia a los más elevados. Considero que antes de
dedicarse exclusivamente a los primeros han perdido la capacidad para los segundos. La capacidad
para los sentimientos más nobles es, en la mayoría de los seres, una planta muy tierna que muere
con facilidad, no sólo a causa de influencias hostiles, sino por la simple carencia de sustento; y en la
mayoría de las personas jóvenes se desvanece rápidamente cuando las ocupaciones a las que les ha
llevado su posición en la vida o en la sociedad en la que se han visto arrojados, no han favorecido el
que mantengan en ejercicio esa capacidad más elevada. Los hombres pierden sus aspiraciones
elevadas al igual que pierden sus gustos intelectuales, por no tener tiempo ni oportunidad de
dedicarse a ellos. Se aficionan a placeres inferiores, no porque los prefieran deliberadamente, sino
porque o ya bien son los únicos a los que tienen acceso, o bien los únicos para los que les queda
capacidad de goce. Puede cuestionarse que alguien que se haya mantenido igualmente capacitado
para ambos tipos de placer haya jamás preferido de forma deliberada y ponderada el más bajo,
aunque muchos, en todas las épocas, se hayan destruido en un intento fallido de combinarlos.
Considero inapelable este veredicto emitido por los únicos jueces competentes. En relación con la
cuestión de cuál de dos placeres es el más valioso o cuál de dos modos de existencia es el más
gratificante para nuestros sentimientos, al margen de sus cualidades morales y de sus consecuencias,
el juicio de los que están cualificados por el conocimiento de ambos o, en caso de que difieran, el
de la mayoría de ellos, debe ser admitido como definitivo. Es preciso que no haya dudas en aceptar
este juicio respecto a la calidad de los placeres, ya que no contamos con otro tribunal ni siquiera en
relación con la cuestión de la cantidad. ¿Qué medio hay para determinar cuál es el más agudo de
dos dolores o la más intensa de dos sensaciones placenteras excepto el sufragio universal de
aquellos que están familiarizados con ambos? ¿Con qué contamos para decidir si vale la pena
perseguir un determinado placer a costa de un dolor particular a no ser los sentimientos y juicio de
quien los experimenta? Cuando, por consiguiente, tales sentimientos y juicio declaran que los
placeres derivados de las facultades superiores son preferibles como clase, a parte de la cuestión de
la intensidad, a aquellos que la naturaleza animal, al margen de las facultades superiores es capaz
de experimentar, merecen la misma consideración respecto a este tema.
JOHN STUART MILL, EL UTILITARISMO, selección. 5
IV.- [El criterio de la moralidad lo constituyen las reglas que aseguran una existencia feliz, en la
mayor medida, a todos los seres humanos.]
Me he detenido en este punto por ser un elemento necesario para una concepción perfectamente
adecuada de la Utilidad o Felicidad considerada como la regla directriz de la conducta humana. Sin
embargo, no constituye en modo alguno una condición indispensable para la aceptación del criterio
utilitarista, ya que tal criterio no lo constituye la mayor felicidad del propio agente sino de la mayor
cantidad total de felicidad. Si puede haber alguna posible duda acerca de que una persona noble
pueda ser más feliz a causa de su nobleza, lo que sí no puede dudarse es de que hace más felices a
los demás y que el mundo en general gana inmensamente con ello. El utilitarismo, por consiguiente,
sólo podría alcanzar sus objetivos mediante el cultivo general de la nobleza de las personas, aun en
el caso de que cada individuo sólo se beneficiase de la nobleza de los demás y la suya propia, por lo
que a la felicidad se refiere, contribuya a una clara reducción del beneficio. Pero la simple mención
de algo tan absurdo como esto último hace superflua su refutación.
Conforme al Principio de la Mayor Felicidad, tal como se explicó anteriormente, el fin último, con
relación a la cual todas las demás cosas son deseables (ya estemos considerando nuestro propio
bien o el de los demás), es una existencia libre, en la medida de lo posible, de dolor y tan rica como
sea posible en goces, tanto por lo que respecta a la cantidad como a la calidad, constituyendo el
criterio de la calidad y la regla para compararla con la cantidad, la preferencia experimentada por
aquellos que, en sus oportunidades de experiencia (a lo que debe añadirse su hábito de auto-
reflexión y auto-observación), están mejor dotados de los medios que permiten la comparación.
Puesto que dicho criterio es, de acuerdo con la opinión utilitarista, el fin de la acción humana,
también constituye necesariamente el criterio de la moralidad, que puede definirse, por consiguiente,
como “las reglas y preceptos de la conducta humana” mediante la observación de los cuales podrá
asegurarse una existencia tal como se ha descrito, en la mayor medida posible, a todos los hombres.
Y no solo a ellos, sino, en tanto en cuanto la naturaleza de las cosas lo permita, a las criaturas
sentientes en su totalidad.
V.- [Algunos objetan que el fin racional de la vida y de la acción humana no puede constituirlo la
felicidad, por ser algo inalcanzable y prescindible. Sin embargo, alcanzar la felicidad es posible, ya
que muchos males de la vida son superables, y prescindir de ella, aunque posible, no es un bien en
sí mismo.]
Se presentan contra esta doctrina, sin embargo, otra clase de objetores que afirman que la felicidad
no puede constituir, en ninguna de sus formas, el fin racional de la vida y la acción humana. En
primer lugar porque es inalcanzable. Preguntan despectivamente, ¿qué derecho tienes a ser feliz?
Cuestión que el señor Carlyle remacha al añadir: ¿Qué derecho tenías, hace poco, ni siquiera a
existir? Luego añaden que los hombres pueden pasarse sin la felicidad, que todos los seres humanos
nobles han pensado así y que no podrían haber llegado a ser nobles sino aprendiendo la lección de
la Entsagen o renunciación, lección que una vez que ha sido del todo aprendida y aceptada, afirman
ellos, es el comienzo y condición necesaria de toda virtud.
La primera de estas objeciones alcanzaría la raíz de la cuestión si estuviera bien fundada, ya que si
los seres humanos estuviesen incapacitados para experimentar la felicidad en modo alguno su
consecución no podría constituir el fin de la moralidad ni de ninguna conducta racional. Sin
embargo, incluso en tal caso, se podría defender en algún sentido la doctrina utilitarista, ya que la
utilidad incluye no solo la búsqueda de la felicidad, sino la prevención y mitigación de la infelicidad,
y si el primer objetivo resultase quimérico, mayor importancia adquiriría el segundo, existiendo una
necesidad más imperiosa del mismo en tanto en cuanto la humanidad considerase adecuado el
seguir viviendo y no refugiarse en la acción alternativa del suicidio recomendada en cierta
circunstancias por Novalis. Cuando, sin embargo, se afirma de este modo positivamente, que es
imposible una vida humana feliz, se trata sino de una especie de juego de palabras, sí por lo menos
de una exageración. Si por felicidad se entiende una continua emoción altamente placentera, resulta
bastante evidente que esto es imposible. Un estado de placer exaltado dura sólo unos instantes, o en
algunos casos, y con algunas interrupciones, horas o días, constituyendo el ocasional brillante
destello del goce, no su llama permanente y estable. De esto fueron tan conscientes los filósofos que
enseñaron que la felicidad es el fin de la vida, como aquellos que les vituperan. La felicidad a la que
se referían los primeros no es la propia de una vida de éxtasis, sino de momentos de tal goce, en una
existencia constituía por pocos y transitorios dolores, por muchos y variados placeres, con un
JOHN STUART MILL, EL UTILITARISMO, selección. 6
decidido predominio del activo sobre el pasivo, y teniendo como fundamento de toda la felicidad no
esperar de la vida más de lo que la vida pueda dar. Una vida así constituida ha resultado siempre, a
quienes han sido lo suficientemente afortunados para disfrutar de ella, acreedora del nombre de
felicidad. Y tal existencia, incluso ahora, ya le ha tocado en suerte a muchas personas durante una
parte importante de su vida. La desafortunada educación actual, así como las desafortunadas
condiciones sociales actuales son el único obstáculo para que sea patrimonio de todo el mundo.
Quienes ponen objeciones a esto tal vez pondrán en duda el que los seres humanos, si se les enseña
a considerar la felicidad como el fin de la vida, se puedan sentir satisfechos con una porción tan
moderada de felicidad. Sin embargo, gran número de personas se han contentado con mucho
menos.
Los principales factores de una vida satisfactoria resultan ser dos, cualquiera de los cuales puede por
sí solo ser suficiente para tal fin: la tranquilidad y la emoción. Poseyendo mucha tranquilidad muchos
encuentran que pueden conformarse con muy poco placer. Con mucha emoción, muchos pueden
tolerar una considerable cantidad de dolor. Con toda seguridad, no existe ninguna imposibilidad a
priori de que sea factible, ni tan siquiera para la gran masa de la humanidad, el reunir ambas cosas,
ya que éstas, lejos de ser incompatibles, forman una alianza natural, siendo la prolongación de cada
una preparación para la excitación del deseo de la otra. Sólo aquellos para quienes la indolencia se
convierte en un vicio no desean emociones después de un intervalo de reposo. Sólo aquellos para
quienes la necesidad de emociones es una enfermedad experimentan la tranquilidad que sigue a las
emociones como aburrida y estúpida, en lugar de placentera en razón directa a la emoción que la
precedió.
Cuando las personas que son tolerablemente afortunadas con relación a los bienes externos no
encuentran en la vida goce suficiente que la haga valiosa para ellos, la causa radica generalmente
en la falta de preocupación por lo demás. Para aquellos que carecen de afectos tanto públicos como
privados, las emociones de la vida se reducen en gran parte, y en cualquier caso pierden valor
conforme se aproxima el momento en el que todos los intereses egoístas se acaban con la muerte;
mientras que aquellos que dejan tras de sí objetos de afecto personal, y especialmente aquellos que
han cultivado un sentimiento de solidaridad respecto a los intereses colectivos de la humanidad,
mantienen en la víspera de la muerte un interés tan vivo por la vida como en el esplendor de su
juventud o su salud. Después del egoísmo, la principal causa de una vida insatisfactoria es la
carencia de cultura intelectual. Una mente cultivada –no me refiero a la de un filósofo, sino a
cualquier mente para la que estén abiertas las fuentes del conocimiento y a la que se ha enseñado
en una medida tolerable a ejercitar sus facultades- encuentra motivos de interés perenne en cuanto le
rodea. En los objetos de la naturaleza, las obras de arte, las fantasías poéticas, los incidentes de la
historia, el comportamiento de la humanidad pasada y presente y sus proyectos de futuro. Por
supuesto que es posible que todo esto le resulte a uno indiferente, e incluso sin haber utilizado la
milésima parte de ello. Mas eso sólo ocurre cuando uno carece desde un principio de interés moral
o humano para estas cosas y sólo ha buscado en ellas la gratificación de la curiosidad.
Ahora bien, no hay nada en la naturaleza de las cosas que justifique el que todo el que nazca en un
país civilizado no disfrute como herencia de una cultura intelectual suficiente que le proporcione un
interés inteligente por estos objetos de contemplación. Como tampoco existe una necesidad
intrínseca de que ningún ser humano haya de ser un ególatra ocupado sólo de sí mismo, carente de
toda suerte de sentimientos o preocupaciones más que las que se refieren a su propia miserable
individualidad. Algo muy superior a esto es lo suficientemente común incluso ahora, para
proporcionar amplias expectativas respecto a lo que puede conseguirse de la especie humana. Es
posible que todo ser humano debidamente educado sienta, en grados diversos, auténticos afectos
privados y un interés sincero por el bien público. En un mundo en el que hay tanto por lo que
interesarse, tanto de lo que disfrutar y también tanto que enmendar y mejorar, todo aquel que posea
esta moderada proporción de requisitos morales e intelectuales puede disfrutar de una existencia que
puede calificarse de envidiable. A menos que a tales personas se les niegue, mediante leyes nocivas,
o a causa del sometimiento a la voluntad de otros, la libertad para utilizar las fuentes de la felicidad
a su alcance, no dejarán de encontrar esta existencia envidiable, si evitan los males positivos de la
vida, las grandes fuentes de sufrimiento físico y psíquico –tales como la indigencia, la enfermedad, la
carencia de afectos, la falta de dignidad o la pérdida prematura de objetos de estimación.
El verdadero meollo de la cuestión radica, por tanto, en la lucha contra estas calamidades de las que
es infrecuente tener la buena fortuna de eludir. Calamidades que, tal como están las cosas en la
actualidad, no pueden ser obviadas y que, con frecuencia, no pueden ser mitigadas materialmente
en grado alguno. Sin embargo, nadie cuya opinión merezca la más momentánea consideración
JOHN STUART MILL, EL UTILITARISMO, selección. 7
puede dudar de que la mayoría de los grandes males positivos de la vida son en sí mismos
superables y que, si la suerte de los humanos continúa mejorando, serán reducidos, en último
término dentro de estrechos límites. La pobreza, que implique en cualquier sentido sufrimiento, puede
ser eliminada por completo mediante las buenas artes de la sociedad, en combinación con el buen
sentido y la buena previsión por parte de los individuos. Incluso el más tenaz enemigo de todos, la
enfermedad, puede ser en gran medida reducido en sus dimensiones mediante una buena educación
física y moral y el control adecuado de las influencias nocivas, al tiempo que el progreso de la
ciencia significa la promesa para el futuro de conquistas todavía más directas sobre este detestable
adversario.
Cada uno de los avances en esta dirección nos pone a salvo de los obstáculos que no sólo acortan
nuestras vidas sino, lo que nos importa todavía más, de los que nos privan de aquellos que nos
proporcionan la felicidad.
En cuanto a las vicisitudes de la fortuna y otros contratiempos que tienen que ver con las
circunstancias mundanas, éstos son el efecto, principalmente, o bien de graves imprudencias o de
deseos mal controlados, o de instituciones sociales nocivas o imperfectas. En suma, todas las fuentes
del sufrimiento humano son, en gran medida, muchas de ellas eliminables mediante el empeño y el
esfuerzo humanos, y aunque su supresión es tremendamente lenta –aunque perecerán en la empresa
gran número de generaciones antes de llevarse a cabo la conquista y este mundo llegue a ser todo
aquello en que sería fácil que se convirtiese, de no faltar voluntad y conocimiento-, con todo, toda
mente suficientemente inteligente y generosa para participar, aunque sea en pequeña e insignificante
medida, en la tarea, derivará un noble goce de la propia contienda, al que no consentirá a renunciar
mediante ningún chantaje en forma de indulgencia egoísta.
Todo lo anterior nos lleva a la apreciación adecuada de lo que dicen los objetores respecto a la
posibilidad y obligación de aprender a prescindir de la felicidad. No cabe duda de que es posible
prescindir de la felicidad. Diecinueve de cada veinte seres humanos lo hacen involuntariamente,
incluso en aquellas zonas de nuestro mundo actual que están menos hundidas en la barbarie; y a
menudo se lleva a cabo voluntariamente por parte del héroe o del mártir, en gracia a algo que
aprecia más que su felicidad individual. Pero este algo, ¿qué es sino la felicidad de los demás, o
alguno de los requisitos de la felicidad? Indica nobleza el ser capaz de renunciar por completo a la
parte de felicidad que a uno le corresponde, o las posibilidades de la misma, pero, después de todo,
esta auto-inmolación debe tener algún fin. Ella misma no constituye su propio fin. Y si se nos dice
que su fin no es la felicidad sino la virtud, lo cual es preferible a la felicidad, yo pregunto: ¿se llevaría
a cabo el sacrificio si el héroe o el mártir no creyesen que ello garantizará el que los demás no
tengan que llevar a cabo sacrificios parecidos? ¿Lo realizarían el héroe o el mártir si pensaran que la
renuncia a su felicidad no producirá ningún fruto para ninguno de sus semejantes, sino que
contribuirá a que la suerte de los demás sea semejante a la suya, y los ponga en situación de tener
también que renunciar a la felicidad? Merecen toda suerte de alabanzas los que son capaces de
sacrificar el goce personal de la vida, cuando mediante tal renuncia contribuyen meritoriamente al
incremento de la suma de la felicidad del mundo. Pero quien hace esto mismo, o mantiene hacerlo,
con alguna otra finalidad, no merece más admiración que el asceta subido a su pedestal. Puede
constituir una prueba indicativa de lo que los hombres pueden hacer, pero, con toda seguridad, no
un ejemplo de lo que deben hacer.
Aunque sólo en un estado muy imperfecto de la organización social uno puede servir mejor a la
felicidad de los demás mediante el sacrificio total de la suya propia, en tanto en cuanto la sociedad
continúe en este imperfecto estado, admito por completo que la disposición a realizar tal sacrificio es
la mayor virtud que puede encontrarse en un hombre. Añadiré que en estas circunstancias sociales,
aunque parezca paradójico, la capacidad consciente para prescindir de la felicidad es la que
asegurará mejor la posibilidad de consecución de tanta felicidad como sea obtenible. Porque nada
más que la conciencia puede hacer que un apersona se eleve por encima de los avatares de la
existencia, convencida de que por adversos que sean el hado y la fortuna carece de poder para
dominarla; sentimiento que, una vez experimentado, libera al hombre del exceso de ansiedad acerca
de los males de la vida y le permite, al igual que a numerosos estoicos en los peores momentos del
imperio romano, cultivar en paz las fuentes de satisfacción que le son accesibles, sin preocuparse de
la incertidumbre de su duración como tampoco de su inevitable final.
Entre tanto, no deben dejar de proclamar los utilitaristas la moralidad de la abnegación como una
posesión a la que tienen tanto derecho como los estoicos o los transcendentalistas. La moral
utilitarista reconoce en los seres humanos la capacidad de sacrificar su propio mayor bien por el bien
de los demás. Sólo se niega a admitir que el sacrificio sea en sí mismo un bien. Un sacrificio que no
JOHN STUART MILL, EL UTILITARISMO, selección. 8
incremente o tienda a incrementar la suma total de la felicidad se considera como inútil. La única
auto-renuncia que se aplaude es el amor a la felicidad, o a alguno de los medios que conducen a la
felicidad, de los demás, ya bien de la humanidad colectivamente, o de individuos particulares, dentro
de los límites que imponen los intereses colectivos de la humanidad.
VI.- [Los críticos del utilitarismo no reconocen que lo correcto en una acción es la felicidad que
produce a todos los afectados y no al agente.]
Debo repetir nuevamente que los detractores del utilitarismo raras veces le hacen justicia y reconocen
que la felicidad que constituye el criterio utilitarista de lo que es correcto en una conducta no es la
propia felicidad del agente, sino la de todos los afectados. Entre la felicidad personal de la gente y la
de los demás, el utilitarista obliga a aquel a ser tan estrictamente imparcial como un espectador
desinteresado y benevolente. En la regla de oro de Jesús de Nazaret encontramos todo el espíritu de
la ética de la utilidad: “Compórtate con los demás como quieras que los demás se comporten
contigo” y “Amar al prójimo como a ti mismo” constituyen la perfección ideal de la moral utilitarista.
Como medio para alcanzar más aproximadamente este ideal, la utilidad recomendará, en primer
término, que las leyes y organizaciones sociales armonicen en lo posible la felicidad o (como en
términos prácticos podría denominarse) los intereses de cada individuo con los intereses del conjunto.
En segundo lugar, que la educación y la opinión pública, que tienen un poder tan grande en la
formación humana, utilicen de tal modo ese poder que establezcan en la mente de todo individuo
una asociación indisoluble entre su propia felicidad y el bien del conjunto, especialmente entre su
propia felicidad y la práctica de los modos de conducta negativos y positivos que la felicidad
prescribe; de tal modo que no sólo no pueda concebir la felicidad propia en la conducta que se
oponga al bien general, sino también de forma que en todos los individuos el impulso directo de
mejorar el bien general se convierta en uno de los motivos habituales de la acción y que los
sentimientos que se conecten con este impulso ocupen un lugar importante y destacado en la
experiencia sentiente de todo ser humano. Si los que rechazan la moral utilitarista se la presentasen
ante su intelecto en este su auténtico sentido no sé qué cualidades por cualquier otra moral podrían
afirmar en modo alguno que echaban en falta, o qué desarrollo más armónico o profundo de la
naturaleza humana puede esperarse que propicie algún otro sistema ético, o en qué motivaciones no
accesibles al utilitarismo pueden basarse tales sistemas para hacer efectivos sus mandatos.
VII.- [Algunos críticos consideran las normas del utilitarismo demasiado elevadas para la humanidad
por exigir que se actúe buscando el interés general de la sociedad. Sin embargo, en la búsqueda del
interés particular, está presente el interés general.]
No siempre puede acusarse a los detractores del utilitarismo de representarlo desde esta perspectiva
que lo hace poco apreciable. Por el contrario, aquellos de entre los que poseen algo aproximado a
una idea clara de su carácter desinteresado a veces consideran un defecto el que sus normas sean
demasiado elevadas para la humanidad. Afirman que es una exigencia excesiva el pedir que la gente
actúe siempre inducida por la promoción del interés general de la sociedad. Pero esto supone no
entender el verdadero significado de un modelo moral y confundir la regla de acción con el motivo
que lleva a su cumplimiento. Es tarea de la ética la de indicarnos cuáles son nuestros deberes o
mediante qué pruebas podemos conocerlos, pero ningún sistema ético exige que el único motivo de
nuestro actuar sea un sentimiento del deber. Por el contrario, el noventa y nueve por ciento de todas
nuestras acciones se realizan por otros motivos, cosa que es del todo correcta si la regla del deber
no los condena. Resulta totalmente injusto hacer objeciones al utilitarismo en base a lo anteriormente
mencionado cuando precisamente los moralistas utilitaristas han ido más allá que casi todos los
demás al afirmar que el motivo no tiene nada que ver con la moralidad de la acción, aunque sí
mucho con el mérito del agente. Quien salva a un semejante de ser ahogado hace lo que es
moralmente correcto, ya sea su motivo el deber o la esperanza de que le recompensen por su
esfuerzo. Quien traiciona al amigo que confía en él es culpable de un crimen, aun cuando su
objetivo sea servir a otro amigo con quien tiene todavía mayores obligaciones. Pero si nos limitamos
a hablar de acciones realizadas por motivos de deber y en obediencia inmediata a principios, es
interpretar erróneamente el pensamiento utilitarista el imaginar que implica que la gente debe fijar su
mente en algo tan general como el mundo o la sociedad en su conjunto.
La gran mayoría de las acciones están pensadas no para beneficio del mundo sino de los individuos
a partir de los cuales se constituye el bien del mundo y no es preciso que el pensamiento del hombre
JOHN STUART MILL, EL UTILITARISMO, selección. 9
más virtuoso cabalgue, en tales ocasiones, más allá de las personas afectadas, excepto en la medida
en que sea necesario asegurarse de que al beneficiarles no está violando los derechos, es decir, las
expectativas legítimas y autorizadas de nadie más. La multiplicación de la felicidad es, conforme a la
ética utilitarista, el objeto de la virtud: las ocasiones en las que persona alguna (excepto una entre
mil) tiene en sus manos el hacer esto a gran escala, en otras palabras, ser un benefactor público- no
son sino excepcionales; y sólo en tales ocasiones se le pide que tome en consideración la utilidad
pública. En todos los demás casos, todo lo que tiene que tener en cuenta es la utilidad privada, el
interés o felicidad de unas cuantas personas. Sólo aquellos cuyas acciones influyen hasta abarcar la
sociedad en general tienen necesidad habitual de ocuparse de un objeto tan amplio. Por supuesto
que en caso de las omisiones, es decir, las cosas que la gente deja de hacer a causa de
consideraciones morales, aun cuando las consecuencias de un caso particular pudieran ser
beneficiosas, sería indigno de un agente inteligente no percatarse conscientemente de que la acción
es de un tipo tal que, si se practicase generalmente sería generalmente dañina, y que éste es el
fundamento de la obligación de omitir tal acción. El grado de consideración del interés público
implícito en este reconocimiento no es mayor que el que exigen todos los sistemas morales ya que
todos aconsejan abstenerse de aquello que es manifiestamente pernicioso para la sociedad.
VIII.- [Otros critican el utilitarismo porque hace a los seres humanos fríos, calculadores y carentes de
afectividad. Sin embargo, los utilitaristas que han cultivado sus sentimientos morales y su capacidad
de empatía, no incurren en esta falta.]
Estas mismas consideraciones sirven para rechazar otro reproche hecho a la doctrina utilitarista, que
se funda en una concepción todavía más burdamente errónea de la finalidad de un criterio de
moralidad y del propio significado de las palabras “correcto” e “incorrecto”. Se afirma a menudo
que el utilitarismo hace a los hombres fríos y carentes de afectividad, que entibia sus sentimientos
morales hacia las personas particulares, que les hace tomar en cuenta solamente las consideraciones
secas y duras de las consecuencias de las acciones sin contar, a la hora de la estimación moral, con
las cualidades que dan origen a dichas acciones. Si esta afirmación significa que no permiten que
sus juicios concernientes a la corrección o incorrección de una acción se vean influidos por las
cualidades de la persona que la realiza se trata de una queja que no afecta sólo al utilitarismo, sino
a cualquier criterio de moralidad en absoluto, ya que, ciertamente, ningún criterio ético conocido
decide que una acción sea buena o mala porque sea realizada por un hombre bueno o malo, y
menos todavía porque sea realizada por un hombre amable, valeroso, benevolente, o todo lo
contrario. Estas consideraciones son relevantes no para la estimación de las acciones sino de las
personas.
No hay nada en la doctrina utilitarista que niegue el hecho de que hay más cosas que nos interesan
con relación a una persona que la corrección o incorrección de sus acciones. Es cierto que los
estoicos con el paradójico abuso del lenguaje que formaba parte de su sistema, y mediante el cual
trataban de elevarse por encima de toda preocupación por nada que no fuese la virtud, gustaban de
afirmar que quien la posee tiene a su alcance todo lo demás, que esa persona, y sólo esa persona,
es rica, hermosa, regia. Sin embargo, la doctrina utilitarista no pretende hacer tal descripción del
hombre virtuoso. Los utilitaristas son perfectamente conscientes de que existen otras posesiones y
cualidades aparte de la virtud, y están completamente dispuestos a concederles todo su valor-
También son conscientes de que una acción correcta no indica generalmente una persona virtuosa, y
de que acciones que son condenables proceden con frecuencia de cualidades que merecen elogio.
Cuando esto resulta patente en cualquier caso particular, ello modifica la estimación que ellos
tienen, no del acto ciertamente, sino del agente. Puedo asegurar que, no obstante, consideran que, a
la larga, la mejor prueba de que se posee un buen carácter es realizar buenas acciones, y que se
niegan por completo a considerar buena ninguna disposición mental cuya tendencia predominante
sea la de producir una mala conducta. Esto hace que gocen de mala fama entre mucha gente, pero
es una mala fama que tienen que compartir con todo el que considere la distinción entre lo correcto
y lo incorrecto seriamente, tratándose de un reproche que un utilitarista consciente no tiene por qué
estar deseoso de eludir.
Si todo lo que se quiere decir mediante tal objeción es que muchos utilitaristas se centran en la
moralidad de las acciones, conforme al criterio utilitarista, con una atención demasiado exclusiva, de
modo que no toman suficientemente en consideración otras cualidades del carácter que contribuyen
a que el ser humano sea amable o admirable, la objeción puede admitirse. Los utilitaristas que han
cultivado sus sentimientos morales, pero no su capacidad de empatía, ni su percepción artística,
JOHN STUART MILL, EL UTILITARISMO, selección. 10
cometen, efectivamente, dicha falta, e igualmente la cometen todos los demás moralistas que se
encuentren en el mismo caso. Cuanto pueda decirse en descargo de los demás moralistas también
puede decirse en el suyo, a saber, que de cometerse un error es mejor que sea en este sentido.
En realidad podemos afirmar que se da entre los utilitaristas, al igual que entre los defensores de
otros sistemas, todo grado imaginable de rigidez y laxitud en la aplicación de su criterio. Algunos son
incluso puritanos severos mientras que otros son todo lo indulgentes que posiblemente podrían
desear pecadores y sentimentales. Sin embargo, en conjunto, cualquier doctrina que destaque de
forma prominente hasta qué punto interesa a la humanidad reprimir y evitar las conductas que violen
la ley moral posiblemente no esté en peores condiciones que otra que haga lo mismo, en lo que se
refiere a conseguir que la opinión pública sancione negativamente tales violaciones. Es cierto que la
pregunta: ¿Qué es lo que viola la ley moral? Es una cuestión sobre la que probablemente difieran de
vez en cuando los que admiten criterios distintos de moralidad. Pero la diversidad de opiniones
respecto a las cuestiones morales no fue introducida por primera vez en el mundo por parte del
utilitarismo. Por lo demás, dicha doctrina puede proporcionar un modo de decidir entre opciones
diferentes si no siempre fácil, sí en cualquier caso tangible e inteligible.
Quizás no sea superfluo el poner de relieve unas cuantas más interpretaciones erróneas habituales
de la ética utilitarista, incluso las que son tan evidentes y burdas que pudiera parecer imposible que
fuesen hechas por parte de persona alguna con sensibilidad e inteligencia. Dado que las personas,
incluso las dotadas de considerable capacidad mental, a menudo se preocupan muy poco de
comprender las consecuencias que se siguen de cualquier opinión contra la que mantienen algún
prejuicio, y dado que los hombres en general son poco conscientes de que esta ignorancia voluntaria
constituye un defecto, es por lo que nos encontramos con las más ramplonas deformaciones de las
doctrinas éticas en los escritos reflexivos de personas con las máximas pretensiones tanto por lo que
a lo elevado de sus principios como a su filosofía se refiere.
IX.- [Otra interpretación errónea del utilitarismo es aquella que lo cataloga como doctrina atea. Sin
embargo, si Dios quiere la felicidad para sus criaturas, esta interpretación no puede sostenerse.]
No es infrecuente que escuchemos cómo se cataloga a la doctrina de la utilidad como una doctrina
atea. De ser necesario salir al paso de algún modo a tan simple presupuesto, podemos afirmar que
la cuestión depende de la idea que nos hayamos formado del carácter moral de la divinidad. Si es
verdad la creencia de que Dios desea, por encima de todo, la felicidad de sus criaturas, y que éste
fue su propósito cuando las creó, el utilitarismo no sólo no es una doctrina atea sino que es más
profundamente religiosa que otra alguna. Si lo que se quiere decir es que el utilitarismo no reconoce
la voluntad divina revelada como suprema ley moral, mi respuesta es que el utilitarista que cree en la
bondad y sabiduría absolutas de Dios necesariamente cree que todo lo que Dios ha considerado
oportuno revelar sobre cuestiones morales debe cumplir los requisitos de la utilidad en grado
supremo. Sin embargo otros, además de los utilitaristas, han sido de la opinión de que la Revelación
Cristiana tenía como fin, y para ello estaba capacitada, dotar a los corazones y las mentes de los
humanos de un espíritu que les permitiese encontrar por sí mismos lo que es correcto y les inclinase a
obrar conforme a ello cuando lo encontrasen, más que a indicárselo, a no ser en un sentido muy
general, a lo que se añade la necesidad reconocida de una doctrina ética, meticulosamente
desarrollada, que nos interprete la voluntad de Dios. Es superfluo discutir aquí si esta opinión es o no
es correcta, ya que cualquier tipo de ayuda que la religión Natural o revelada pueda prestar a la
investigación ética puede beneficiar tanto al moralista utilitarista como a cualquier otro. Puede hacer
uso de ella el utilitarista como aval divino de la utilidad o daño de cualquier tipo determinado de
actuación, con el mismo derecho que otros pueden utilizarla para indicar que existe una ley
trascendental que no guarda conexión con la utilidad o la felicidad.
X.- [Otros critican el utilitarismo por considerarlo una ética de la conveniencia. Sin embargo, si se
entiende bien lo que es conveniente, convienen las acciones útiles para la humanidad y no las
dañinas.]
También se repudia a menudo la doctrina de la utilidad como doctrina inmoral dándole el nombre
de doctrina de la “conveniencia”, aprovechándose del uso popular del término que la opone a los
principios morales. Pero lo conveniente, en el sentido en que se opone a lo correcto, generalmente
significa lo que es conveniente para los intereses particulares del propio agente, como cuando un
ministro sacrifica los intereses de su país para mantenerse en su puesto. Cuando significa algo mejor
JOHN STUART MILL, EL UTILITARISMO, selección. 11
que esto significa lo que es conveniente para algún objetivo inmediato, algún propósito pasajero,
pero que viola una regla cuya observancia es conveniente en un grado muy superior. Lo conveniente,
en este sentido, en ves de ser lo mismo que lo útil es una rama de lo dañino. De este modo, a
menudo puede ser conveniente decir una mentira con objeto de superar alguna situación incómoda
del momento, o lograr algún objetivo inmediatamente útil para nosotros u otros. Mas, el cultivar en
nosotros mismos un desarrollo de la sensibilidad respecto al tema de la verdad es una de las cosas
más útiles, y su debilitamiento una de las más dañinas, con relación a aquello para lo que nuestra
conducta puede servir. Por otra parte, cualquier desviación de la verdad, aun no intencionada,
contribuye en gran medida al debilitamiento de la confianza en las afirmaciones hechas a los seres
humanos, lo cual no solamente constituye el principal sostén de todo el bienestar social actual, sino
que cuando es insuficiente, contribuye más que cualquier otra cosa al deterioro de la civilización, la
virtud y todo de lo que depende la felicidad humana en gran escala. Por ello consideramos que la
violación, por una ventaja actual, de una regla de tal trascendental conveniencia, no es conveniente
y que quien, por motivos de conveniencia suya o de algún otro individuo, contribuye por su parte a
privar a la humanidad del bien, e infligirle el mal, implícitos en la mayor o menor confianza que
pueda depositarse en la palabra de los demás, representa el papel del peor de los enemigos del
género humano. Con todo, el hecho de que esta regla, sagrada como es, admita posibles
excepciones, es algo reconocido por todos los moralistas, siendo el principal caso excepcional aquel
en que al ocultar algún hecho podamos salvar a un individuo de un grande e inmerecido mal -
especialmente cuando se trate de otro individuo que no seamos nosotros mismos -, como ocurre
cuando le ocultamos información a un malhechor o malas noticias a una persona gravemente
enferma, y cuando la ocultación sólo puede ser realizada mediante la negación. Sin embargo, a fin
de que lo excepcional no se extienda más allá de lo necesario, y con objeto de que produzca el
menor efecto posible en el debilitamiento de la confianza en la veracidad, lo excepcional debe ser
estipulado y delimitado, si es posible. Y si el principio de la utilidad sirve para algo, debe servir para
comparar estas utilidades en conflicto y señalar ámbito dentro del cual cada una de ellas predomina.
XI.- [Otros objetan que es imposible calcular los efectos de una acción en la felicidad general. Sin
embargo, para evitar esto contamos con la experiencia acumulada de la humanidad y con los
corolarios derivados del principio de utilidad.]
También se da el caso de que los defensores de la utilidad se ven llevados a menudo a dar réplica a
objeciones como la que sigue: no hay tiempo, con anterioridad a la acción, para calcular y medir los
efectos de una línea de conducta sobre la felicidad general. Esto es exactamente igual a afirmar que
es imposible guiar nuestra conducta de acuerdo con los principios cristianos por no disponer de
tiempo en todas las ocasiones en las que ha de llevarse algo a cabo, para leer en su totalidad el
Viejo y el Nuevo Testamento. La respuesta a tal objeción, es la de que se ha dispuesto de mucho
tiempo, a saber, todo lo que ha durado el pasado de la especie humana. Durante todo ese tiempo,
la humanidad ha estado aprendiendo por experiencia las tendencias de las acciones, experiencia de
la que depende tanto toda la prudencia como toda la moralidad de nuestra vida. Se habla como si
hasta el momento este curso de la experiencia no hubiese comenzado y como si, en el instante en
que un hombre se sintiese tentado a interferir en la propiedad o la vida de otro tuviera que empezar
a considerar por primera vez si el asesinato y el robo son perjudiciales para la felicidad humana.
Incluso en tal caso no creo que encontrase que la pregunta era muy difícil de contestar; pero, en
cualquier caso, se encuentra con este trabajo ya hecho. Resulta, realmente, una presunción
caprichosa la de que cuando la humanidad se pone de acuerdo en considerar la utilidad como el
criterio de la moralidad, no llegue a acuerdo alguno respecto a lo que es útil, y no cuente con
medios para hacer que las nociones sobre esta materia sean enseñadas a los jóvenes e inculcadas
mediante la ley y la opinión pública. No es difícil demostrar que cualquier criterio ético funciona mal
si suponemos que va acompañado de la estupidez universal. Pero de acuerdo con cualquier hipótesis
en la que no se incluya esto último, la humanidad debe haber adquirido ya creencias positivas con
relación a los efectos de algunas nociones sobre su felicidad. Creencias que así generadas son las
reglas de moralidad para la multitud y también para el filósofo hasta que consiga mejores hallazgos.
El que los filósofos puedan lograr esto fácilmente, incluso ahora, con relación a muchos tema, el que
el código tradicional de la ética no es en modo alguno de derecho divino y que la humanidad tiene
mucho de aprender con relación a los efectos de las acciones sobre la felicidad general, es algo que
admito, o mejor aun que mantengo sin reservas.
JOHN STUART MILL, EL UTILITARISMO, selección. 12
Los corolarios del principio de la utilidad, al igual que los preceptos de todas las artes prácticas, son
susceptibles de mejoras sin límite, y en un estado de progreso de la mente humana su mejora
continúa indefinidamente. Pero una cosa es considerar las reglas de la moralidad como no
conclusas, otra es pasar por alto enteramente estas generalizaciones intermedias y dedicarse a
probar la moralidad de cada acción recurriendo directamente al primer principio. Es algo extraño el
que se pueda considerar que el reconocimiento de un primer principio no es compatible con la
admisión de principios secundarios. El informar a un viajero con relación al lugar de su destino final
no significa prohibirle el que se guíe por señales o letreros en su camino. La proposición de que la
felicidad es el fin y el objetivo de la moralidad no significa que no pueda establecerse ninguna vía
conducente a tal objetivo, o que a las personas que allí se encaminan no deba advertírseles que
sigan una dirección en vez de otra. Los hombres deberían realmente dejar de afirmar cosas absurdas
sobre este tema que no consentirían en decir ni escuchar sobre otras cuestiones de interés práctico.
Nadie argumenta que el arte de la navegación no esté fundado en la astronomía porque los
marineros no puedan esperar a calcular por sí mismos la carta de navegación. Siendo criaturas
racionales salen a la mar con ésta ya calculada. Del mismo modo, todas las criaturas racionales se
hacen a la mar de la vida con decisiones ya tomadas respecto a las cuestiones comunes de
corrección e incorrección moral, así como con relación a muchas de las cuestiones mucho más
difíciles relativas a lo que constituye la sabiduría y la necedad. Y, en la medida en que la previsión es
una cualidad humana, se supone que así continuará sucediendo. Cualquiera que sea el principio
fundamental de la moralidad que adoptemos, precisamos de principios subordinados para su
aplicación. Dado que la imposibilidad de funcionar sin éstos se da en todos los sistemas, no puede
servir tal hecho como argumentación en contra de un sistema en particular. Por lo demás,
argumentar seriamente como si no fuese posible disponer de tales principios secundarios, como si la
humanidad hubiera permanecido hasta ahora, y hubiera de permanecer por siempre, sin derivar
conclusiones generales de la experiencia de la vida humana, es el absurdo mayor al que jamás se
pudiera llegar en las disputas filosóficas.
XII.- [Por último, algunos esgrimen, en contra del utilitarismo, el posible recurso a la excepción en el
cumplimiento de una norma y el acomodo a las circunstancias cuando existen consideraciones en
conflicto. Sin embargo, toda teoría ética que reconoce la complejidad de los asuntos humanos,
concede cierto margen de acción en casos conflictivos.]
Los restantes argumentos que restan por examinar en contra del utilitarismo, consisten en su mayoría
en achacarle la mayor parte de los males comunes de la naturaleza humana y las dificultades
generales con que tropiezan las personas conscientes al configurar su actuación a través de la vida.
Se nos dice que el utilitarismo será capaz de hacer de su propio caso una excepción a la regla moral
y que, cuando sucumba a la tentación, verá mayor utilidad en la violación de la norma que en su
observancia. Pero, ¿es el utilitarismo el único credo que nos permite presentar excusas para obrar
mal y engañar a nuestra propia conciencia? Estas excusas son suministradas abundantemente por
todas las doctrinas que reconocen como un hecho dentro de la moral el que existan consideraciones
en conflicto, cosa que reconocen todas las doctrinas que han sido aceptadas por personas cabales.
No es culpa de ningún credo, sino de la complicada naturaleza de los asuntos humanos, el que las
reglas de la conducta no puedan ser elaboradas de modo que no admitan excepciones y que,
difícilmente, ningún tipo de acción pueda establecerse con seguridad como siempre obligatoria o
siempre condenable. No existe ningún credo moral que no atempere la rigidez de sus leyes
concediendo un cierto margen, bajo la responsabilidad del agente, para el acomodo de aquéllas a
las peculiaridades de las circunstancias. Y en todos los credos, una vez hecha esta concesión, se
introducen el auto-engaño y una casuística desaprensiva. No hay sistema moral alguno dentro del
cual no se originen casos de obligaciones conflictivas. Éstas son las dificultades reales, los puntos
dificultosos, tanto en la teoría ética como en la guía consciente de la conducta personal. Puntos que
son superados, en la práctica, con más o menos éxito, conforme a la inteligencia y virtud del
individuo. Pero es difícil pretender que alguien pueda estar peor cualificado para superarlos por
poseer un criterio último al que puedan referirse los derechos y deberes en conflicto.
Si la utilidad es la fuente última de la obligación moral, puede invocarse la utilidad para decidir entre
derechos y obligaciones cuando las demandas de ambos son incompatibles. Aun cuando la
aplicación del criterio pueda ser difícil, es mejor que carecer de criterio, pues ocurre que en otros
sistemas, al pretender todas las leyes morales autoridad independiente, no existe un poder común
autorizado para poner orden entre ellas. Las pretensiones que estas leyes tienen de independencia
JOHN STUART MILL, EL UTILITARISMO, selección. 13
entre sí no se basan en nada mejor que en sofismas y, a menos que estén determinadas, como
ocurre generalmente, por la reconocida influencia de la toma en consideración de la utilidad,
proporcionan un campo propicio para el predominio del desee personal y la parcialidad.
Debemos recordar que sólo en estos casos en que aparecen principios secundarios en conflicto es
necesario recurrir a los primeros principios. No existe ninguna obligación moral que implique
algún principio secundario. Cuando se trata de uno solo pocas veces puede haber dudas verdaderas
acerca de cuál es, en la mente de las personas que reconocen el principio en cuestión.
JOHN STUART MILL, EL UTILITARISMO, selección. 14
GLOSARIO
EPICURO (341-270 a. C.): Nació en Samos. Se estableció en Atenas donde fundó su escuela,
llamada el Jardín, famosa por las enseñanzas del maestro y por el cultivo de la amistad en la que
participaban tanto hombres como mujeres. Las enseñanzas de Epicuro partían de una doble
necesidad: por una parte, la de eliminar el miedo, para lo cual afirmaba que los dioses existen pero
están más allá del alcance del ser humano y son indiferentes a los destinos de los hombres; por otra
parte, la de deshacerse del miedo a la muerte, para lo cual sostenía que cuando se está muerto no
hay sensación alguna. Así, el fin de la vida es la felicidad, que se consigue cuando se alcanza la
autarquía, es decir, la autosuficiencia, y, por medio de ella, la ataraxia, estado de ausencia de
temor, de dolor, de preocupación y de pena. El sabio debe suprimir los obstáculos que se oponen a
la felicidad y cultivar las verdaderas necesidades del ser humano, necesidades tanto materiales como
espirituales o afectivas. El sabio ha de buscar el placer cultivando la salud del cuerpo y ejercitando
las facultades de la mente con la filosofía. Epicuro afirma que la felicidad consiste en vivir conforme
al placer sereno y duradero, material y espiritual. Epicuro recomienda no ocuparse de los asuntos
políticos que alteran el ánimo y originan muchos problemas.
Nuestro autor, J.S.Mill se considera heredero de la tradición iniciada por Epicuro al afirmar que el
fundamento de la moralidad es la felicidad que proporcionan nuestras acciones, que buscan el
placer y la utilidad, y que consideramos universalizables. Sin embargo, contrariamente a Epicuro, se
interesó y participó, tan activamente como pudo, en la vida política de su tiempo.
BENTHAM, Jeremy (1748-1832): Nació en Londres y estudió en Oxford. Es considerado uno de los
principales representantes del “radicalismo filosófico” inglés, que defendía la libertad de expresión y
las profundas reformas jurídicas y educativas. Fundó en 1824 la Westminster Review.
Es considerado el fundador del utilitarismo al formular como primer ley moral el principio del interés,
según el cual, los seres humanos se rigen buscando el placer y evitando el dolor. Placer y dolor son
los “dos maestros soberanos” que la naturaleza ha impuesto en el ser humano. El principio del
interés es equivalente al principio de la felicidad, pero no ha de aplicarse solamente a la esfera
individual, sino a toda la sociedad. Este principio debe asegurar la mayor cantidad posible de
felicidad a la mayor cantidad posible de individuos. El principio de utilidad, según Bentham, afirma
que debemos promover el placer, el bien o la felicidad, y evitar el dolor, el mal y la desdicha. Para
elegir lo correcto es necesario establecer un cálculo de los placeres según los siguientes criterios: su
intensidad, su duración, su mayor o menor posibilidad, su proximidad o alejamiento, su fecundidad,
su pureza y su alcance, esto es, el número de personas afectadas. Se puede calificar a la ética de
Bentham de hedonismo social o colectivo. La influencia ejercida por Bentham en su época fue más
política que filosófica y sus opiniones contribuyeron a fijar las ideas de algunos constitucionalistas
europeos en las primeras décadas del siglo XIX. Entre estas influencias puede citarse la ejercida sobre
algunos delegados de las Cortes de Cádiz de 1812.
J.S.Mill, conocedor de primera mano de la obra de Bentham, es seguidor de muchos de los
planteamientos políticos, educativos y éticos defendidos por éste. J.S.Mill sigue la tradición utilitarista
basada en el principio de la utilidad pero añadirá una importante clasificación de los placeres
atendiendo a su calidad y no sólo a su cantidad.
El utilitarismo inglés tiene como precedente a Helvétius (1715-1771), quien aplicó el empirismo de
Locke (1632-1704) a las cuestiones morales y políticas. Helvétius afirmaba que la vida del ser
humano está dominada por el deseo de felicidad y por la voluntad de evitar el dolor, y mantenía la
importancia de la educación de los seres humanos para contribuir a su progreso y a su felicidad.
El utilitarismo inglés fue llamado a menudo “radicalismo filosófico” (Philosophical Radicalism) y fue
Bentham quien promovió esta corriente a través de la Westmisnter Review, publicación que defendía
abiertamente una política liberal y democrática. Para Bentham la base de la reforma de la sociedad
es el reconocimiento de que la naturaleza nos ha colocado bajo el dominio de dos maestros
soberanos, el placer y el dolor, y que lo correcto e incorrecto se establece teniendo en cuenta qué
acciones tienden a aumentar o disminuir la felicidad del individuo y de la sociedad.
J.S.Mill tiene muy en cuenta las ideas arriba mencionadas pero destacó el carácter cualitativo, y no
sólo cuantitativo de los placeres: algunas clases de placer son más deseables y valiosas que otras, y
los placeres del intelecto, de la imaginación y de los sentimientos morales son superiores a los
placeres de la sensación. De esta manera, J.S.Mill acaba con el malentendido que relaciona el
utilitarismo con la búsqueda individual y egoísta de placeres materiales, y subraya que su utilitarismo
promueve la búsqueda universal, e incluso altruista, de todo tipo de placeres y, especialmente, de los
más elevados. En el texto que nos ocupa J.S.Mill se dedica a contestar a las distintas objeciones que
pueden hacerse al utilitarismo.
Recientemente algunos autores como J.J.C.Smart han querido desarrollar y fundamentar la ética
utilitarista. Así, es frecuente distinguir entre el utilitarismo de los actos (Act Utilitarianism), que
mantiene que lo correcto o incorrecto de una acción debe juzgarse por las consecuencias, buenas o
malas, útiles o no, de tal acción, y el utilitarismo de la regla (Rule Utilitarianism), que defiende que lo
correcto o incorrecto de una acción debe juzgarse en virtud del tipo de reglas en que pueda
encuadrarse, siendo un acto correcto si la regla en la que se encuadra es útil. J.S.Mill combina
ambos tipos de utilitarismo.
También se han realizado otras distinciones dentro del utilitarismo: 1.Utilitarismo hedonista, según el
cual la corrección de una acción depende totalmente de la cantidad de placer que produce y de la
cantidad de dolor que evita. El utilitarismo de Bentham sería hedonista, pero no el de J.S.Mill, quien
al considerar unos placeres más elevados que otros, hace entrar en juego el criterio de calidad de
los placeres, cosa que complica, o imposibilita, la suma de los placeres.
2.Utilitarismo de la preferencia, según el cual, la corrección de una acción depende, directa o
indirectamente, de la satisfacción de las preferencias o inclinaciones de los individuos. Cuantos más
individuos obtengan lo que quieren, mejor. J.S.Mill, participaría de este tipo de utilitarismo,
combinando las nociones de satisfacción suficiente y satisfacción máxima.
3.Utilitarismo positivo, que recomienda la promoción o maximización de los valores basados en la
utilidad; y utilitarismo negativo, que recomienda la reducción o minimización de los valores
contrarios a la utilidad. J.S.Mill defiende más abiertamente el primero que el segundo.
5.Utilitarismo indirecto o restrictivo, que afirma que un agente tenderá a actuar correctamente
cuando se desarrollen en él actitudes, hábitos y principios correctos, y no tanto cuando calcule el
valor de las consecuencias antes de decidirse a actuar. Se denomina indirecto porque se basa en las
acciones sólo indirectamente. Podemos decir que J.S.Mill no es partidario de este tipo de utilitarismo,
a pesar de su enérgica defensa de la necesaria educación de los sentimientos morales de los
individuos.
6.Utilitarismo idealista, que afirma que la maximización del placer o de la felicidad no es la única
finalidad de la moral, y que lo que es preciso fomentar son los valores basados en la experiencia
estética y la amistad. Algunos autores consideran a J.S.Mill como un utilitarista “semi-idealista”.
7.Utilitarismo teológico, que, aceptando la existencia un Dios bueno, considera que éste desea la
felicidad de sus criaturas, y que su deseo es una orden para nosotros. J.S.Mill, educado en la
tradición ilustrada, crítica y agnóstica, no defendería este utilitarismo y, sin embargo, en el texto que
nos ocupa se encarga de afirmar con rotundidad que el utilitarismo por él mantenido no es
necesariamente ateo y desarrolla la idea fundamental del utilitarismo teológico.
JOHN STUART MILL, EL UTILITARISMO, selección. 16
UTILIDAD (Utility): En general, se llama “útil” a todo lo que puede servir para algo, y útiles pueden
ser ciertas cosas, pero también ciertas acciones. El concepto de utilidad desempeña un papel
importante en la economía y en la ética. Algunas teorías éticas, especialmente el utilitarismo, giran
entorno al concepto de utilidad y estiman que lo útil es lo placentero, ya que todo lo que satisface
una necesidad o un deseo tiene que producir forzosamente algún placer. Si se considera lo útil como
un valor, puede servir para fomentar valores considerados como “superiores”.
J.S.Mill afirma que el fundamento moral es la utilidad: las acciones son correctas en la medida en
que tienden a promover la felicidad, y son incorrectas en la medida en que tienden a producir
infelicidad. Utilidad, por tanto, no es algo distinto de felicidad, de interés o de placer en un sentido
más amplio que en el que suele entenderse. El principio de la utilidad recomienda, en primer lugar,
que las leyes o organizaciones sociales armonicen en lo posible la felicidad o los intereses de cada
individuo con los intereses del conjunto, y, en segundo lugar, que la educación y la opinión pública
utilicen el gran poder que tienen en la formación humana para establecer en todos los individuos
una asociación indisoluble entre su propia felicidad y el bien del conjunto. La teoría ética de la
utilidad defiende el placer y la liberación del dolor, y en esto consiste aquello que se denomina
felicidad.
PLACER (Pleasure): Con carácter general, puede afirmarse que el placer consiste en la satisfacción
de necesidades, en la ausencia de malestar y en la existencia de bienestar, en cierta sensación de
euforia, del cuerpo, de la mente, o de ambos. Es un tanto problemática la frecuente distinción entre
placeres corporales o físicos y placeres psíquicos, mentales o espirituales, ya que no es siempre fácil
distinguir entre unos y otros: el placer corporal en los organismos biológicos relativamente
desarrollados presupone un “sentimiento” de ese placer, sentimiento que es psíquico y no físico; y
por otro lado, no hay placer puramente psíquico o mental en el sentido de ser totalmente
independiente de los estados físicos del organismo. Esta dificultad está presente en el utilitarismo de
J.S.Mill cuando insiste en distinguir tipos de placeres. Según él, ninguna finalidad es más elevada,
ningún objeto más noble que el placer, pero asigna a los valores del intelecto, de los sentimientos,
de la imaginación y de los sentimientos morales un valor mucho más elevado que el de los placeres
de la pura sensación. Esta superioridad de los placeres mentales sobre los corporales se basa en la
mayor persistencia, seguridad, menor costo, etc. de los primeros. Esta introducción del criterio de
calidad de los placeres marca una clara diferencia con Bentham, para quien los placeres eran
considerados teniendo en cuenta su suma aritmética. J.S.Mill afirma que, entre dos placeres, si hay
uno al que todos o casi todos los que lo han experimentado conceden decidida preferencia, ése es el
placer más deseable. Y añade que pocas criaturas humanas consentirían en convertirse en un animal
inferior ante la promesa del completo disfrute de los placeres de una bestia.
La tradición ética basada en el uso racional de los placeres se conoce como tradición ética hedonista
y J.S.Mill es heredero de la misma proponiendo un hedonismo universalista.
JOHN STUART MILL, EL UTILITARISMO, selección. 17
ESTOICOS (Stoic): El estoicismo es una escuela filosófica griega y grecorromana, iniciada en el siglo
III a. C. y continuada hasta el siglo II d. C. Algunos de sus más destacados representantes son Zenón
de Citio, Posidonio, Séneca, Epicteto y Marco Aurelio. La ética del estoicismo se basa en la felicidad,
pero ésta no consiste en el placer, sino en el ejercicio constante de la virtud, en la autosuficiencia
que permite a los hombres desasirse de los bienes externos. El primer imperativo ético es vivir
conforme a la naturaleza, es decir, conforme a la razón, pues lo natural es racional. La felicidad se
alcanza aceptando el destino y luchando contra las pasiones que nos intranquilizan. La resignación
defendida por los estoicos no les impidió ejercer una crítica social y política, y abogar por reformas
basadas en sus ideales cosmopolitas.
J.S.Mill considera que, para la correcta aplicación del principio utilitarista, sería necesario incluir,
además de ideas de los epicúreos, algunos elementos estoicos y cristianos.
CRISTIANOS (Christian): El cristianismo constituye una religión revelada, es decir, manifestada por
Dios al hombre en un momento histórico determinado, y que desde sus orígenes, ha sido
institucionalizada. Como ocurre en otras religiones, se trata de un conjunto de creencias fundadas en
una tradición que comporta la revelación de Dios al hombre y, además la encarnación de Dios en
Jesucristo. En el cristianismo es importante la predicación del amor y de la salvación del hombre. En
el texto que nos ocupa, J.S.Mill cita expresamente la regla de oro de Jesús de Nazaret, en la que
encuentra todo el espíritu de la ética utilitarista: “Ama al prójimo como a ti mismo”. Por otra parte,
J.S.Mill responde a la crítica que se hace al utilitarismo de ser una ética atea: si es verdad la creencia
de que Dios desea, por encima de todo, la felicidad de sus criaturas, el utilitarismo no sólo no es una
ética atea, sino que es más profundamente religiosa que otras.
J.S.Mill considera que, para la correcta aplicación del principio utilitarista, sería necesario incluir,
además de ideas de los epicúreos, elementos cristianos y estoicos.
LIBERTAD (Liberty): El término de “libertad” tiene muchos sentidos: puede entenderse como
posibilidad de autodeterminación, capacidad de elección, acto voluntario, liberación de y para algo,
etc.
La libertad personal consiste en la autonomía y la independencia del individuo respecto de las
presiones o coacciones procedentes de la sociedad o del estado. La libertad política consiste en la
autonomía y la independencia de los individuos respecto de la posibilidad efectiva de participar en
los asuntos de la comunidad y dirigir su destino. Ver libertad.
J.S.Mill en su obra Sobre la libertad (1859) trata fundamentalmente de la libertad social o civil, cuya
forma esencial es la libertad de pensamiento, que carece de relieve social sin la libertad de
expresión, y que se concreta socialmente como libertad de asociación. Estas libertades necesitan ser
reguladas, pero nunca para disminuirlas sino para reforzarlas. El estado no debe limitar estas
libertades ni con el pretexto de la protección de los individuos: se trata de establecer los límites de la
acción del estado en relación con las libertades del individuo en cuanto actor social. J.S.Mill, parte
de una idea netamente liberal y de una clara defensa de la individualidad, que no del individualismo.
INTERÉS (Interest): El concepto de “interés” es muy amplio y se refiere a todo aquello a lo que nos
orientamos y que procuramos. Se habla de intereses vitales, sociales, económicos, etc. Este concepto
tiene importancia en la ética y se basa, por una parte, en el principio de búsqueda del placer y de
evitación del dolor y, en segundo lugar, en la estimación de que hay una coincidencia entre los
intereses del individuo y los intereses de la comunidad. De esta manera, los beneficios individuales
contribuyen armónicamente al bienestar de toda la sociedad. J.S.Mill interpreta, en numerosas
ocasiones, la “felicidad” como sinónimo de “intereses”: la felicidad podría denominarse, en términos
prácticos, intereses individuales y colectivos.
MOTIVO (Motive): Con carácter general, motivo suele significar causa o razón por la cual algo
sucede o se realiza. La motivación es el conjunto de factores que regulan la conducta. J.S.Mill afirma
que la mayor parte de las acciones las realizamos por motivos distintos a un supuesto sentimiento del
deber. El motivo no tiene nada que ver con la moralidad de la acción, aunque sí con el mérito del
agente. La ética utilitarista analiza las consecuencias de la acción moral y no los motivos que la
produjeron.
JOHN STUART MILL, EL UTILITARISMO, selección. 19
CRITERIO MORAL (Moral Standard): Constituye la característica mediante la cual una acción es
reconocida como buena o mala, correcta o incorrecta. Estableciendo un criterio, se distinguen las
acciones que pueden ser aprobadas o que pueden ser desaprobadas. El utilitarismo establece la
utilidad como criterio para distinguir las acciones correctas de las incorrectas, y para este objetivo
analiza las consecuencias beneficiosas o perniciosas de las acciones para el mayor número de
personas. J.S.Mill establece así el criterio del utilitarismo lo constituyen las reglas y preceptos de la
conducta humana mediante la observación de los cuales puede asegurarse una existencia libre de
dolor y rica en goces, por lo que respecta tanto a la cantidad como a la calidad, para todos los seres
humanos.
DIGNIDAD (Dignity): Constituye una cualidad que todos los seres humanos poseen, que guarda
relación con sus facultades más elevadas y que, por ser una parte esencial de la felicidad, todo lo
que se le oponga no será más que un objeto momentáneo de deseo. La dignidad humana obliga a
preferir los placeres más elevados. J.S.Mill también utiliza el concepto de “auto-respeto” o “Self-
respect” al referirse a la dignidad, y lo entiende como un sentimiento de exaltación o degradación
personal que funciona independientemente de la opinión de los demás, e incluso contra ella.
Voces y contextos
1. Introducción
1
Elster, Justicia Local, pág. 204-205
1
Otoño, núm. II, año I, 2006
Voces y contextos
Muchos filósofos creen que Rawls hizo una importante contribución a la filosofía política.
Otros encuentran que el trabajo de Rawls no es convincente y está muy alejado de la praxis
política. Sin embargo, hay un consenso general en que la publicación de Teoría de la
Justicia conllevó una reactivación de la filosofía política. La obra de Rawls es
multidisciplinar, y ha recibido especial atención por parte de economistas, politólogos,
sociólogos y teólogos. En este sentido, se puede decir, que la teoría de Rawls es
probablemente la obra de filosofía moral y política más importante del siglo pasado. Rawls
reinstaló el rol central de la teorización sobre la justicia en las ciencias sociales.
A grandes rasgos la teoría de Rawls considera que los principios de justicia que son objeto
de un acuerdo entre personas racionales, libres e iguales en una situación contractual justa,
pueden contar con una validez universal e incondicional. Él mismo denominó a su teoría
justicia como: imparcialidad, apoyado en la idea de que solamente a partir de condiciones
imparciales se pueden obtener resultados imparciales. La imparcialidad de la situación
contractual a la cual él llama posición original se garantiza por un velo de ignorancia que
impide a los participantes del acuerdo observar y tener todos los conocimientos
particulares, entre ellos los relacionados con su propia identidad y con la sociedad a la cual
pertenecen. De este modo, se depura el acuerdo de la influencia de factores naturales y
sociales que Rawls considera contingentes desde el punto de vista de la justicia, y a la vez
se asegura el tratamiento equitativo de las distintas concepciones del bien.
El objetivo de este trabajo es describir los aspectos más importantes de la teoría de Rawls y
sus principales críticos, así como hacer un acercamiento muy superficial a su influencia en
las sociedades democráticas modernas en materia de justicia social.
Para ello, inicialmente se describirán las ideas principales y elementos que dan coherencia a
la justicia como imparcialidad, la posición original, el velo de ignorancia y los principios
de la teoría de Rawls, aunque no se abordarán las especificaciones que este autor hace sobre
las respuestas a las conjeturas que pueden resultar de estos planteamientos. Posteriormente,
se abordarán algunas de las reacciones más importantes acerca de la teoría de Rawls. Se
eligieron solamente tres aunque la ola de argumentaciones generales y específicas sobre
esta teoría incluye a cientos de autores. Describiremos la argumentación de Nozik debido a
que es el autor cuya obra ha tenido mayor impacto, la argumentación de Ackerman porque
2
Rawls, Teoría de la Justicia, pág. 17
2
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Voces y contextos
es quien aborda la critica sobre la posición original que es uno de los elementos más
discutidos de Rawls, y la argumentación de Elster en el sentido de la necesidad de ir más
allá de los planteamientos de Rawls en la aplicación de la justicia local.
Rawls plantea que la idea principal del utilitarismo es que cuando las instituciones más
importantes de la sociedad están dispuestas de tal modo que obtienen el mayor equilibrio
neto de satisfacción distribuido entre todos los individuos pertenecientes a ella, entonces la
sociedad está correctamente ordenada y es justa.3
En este sentido, no hay, en principio, razón por la cual las mayores ganancias de algunos no
han de compensar las menores pérdidas de otros, o lo que es más importante, por qué la
violación de las libertades de unos pocos no pudiera ser considerada correcta por un mayor
bien compartido por muchos. Rawls plantea que, sin embargo, en un estado
razonablemente avanzado de civilización, la suma mayor de ventajas no se alcanza de este
modo ya que sin duda lo estricto de los aspectos de justicia del sentido común tiene cierta
utilidad para limitar las propensiones humanas a la injusticia y a las acciones socialmente
dañinas, aunque los utilitaristas crean que es un error afirmar esta severidad como un
primer principio de la moral.
3
Rawls se refiere al utilitarismo clásico, aunque reconoce que no existe sólo una teoría del utilitarismo sino
todo un pensamiento utilitario con refinamientos en diferentes aspectos, pero cuyo planteamiento de fondo es
exactamente el mismo
3
Otoño, núm. II, año I, 2006
Voces y contextos
La principal crítica que Rawls hace al utilitarismo es su falta de respeto por los individuos
ya que en la versión más clásica, una persona no es considerada como valiosa y digna de
protección por derecho propio. En lugar de ello es sólo una gota en el océano de la utilidad
social general. Esto significa que algunas veces tendríamos que aceptar niveles muy bajos
de utilidad para algunas personas si eso forma parte del esquema que maximiza la utilidad
total.5
Rawls plantea que, al contrario de lo que ocurre con el utilitarismo, las personas aceptan
por anticipado un principio de igual libertad y lo hacen sin un conocimiento de sus fines
más particulares y convienen en adecuar las concepciones de su bien a lo que requieren los
principios de la justicia o, al menos, en no insistir en pretensiones que los violen
directamente. En palabras de Rawls “Un individuo que se dé cuenta de que disfruta viendo
a otras personas en una posición de menor libertad entiende que no tiene derechos de
ninguna especie a este goce. El placer que obtiene de las privaciones de los demás es malo
en si mismo: es una satisfacción que exige la violación de un principio con el que estaría
de acuerdo en la posición original”.6
Así pues, Rawls construye una teoría alternativa que da respuesta al utilitarismo y, a la vez
critica la falsedad detrás de los conceptos utilitaristas que no necesariamente resultan
éticamente correctos y que mientras apelan al principio de mayorías, dejan fuera a muchos
miembros de la sociedad (las minorías por ejemplo) lo cual es contraintuitivo en las
democracias liberales modernas caracterizadas por el pluralismo.
4
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Voces y contextos
Para Rawls, la sociedad es una asociación más o menos autosuficiente de personas que en
sus relaciones reconocen ciertas reglas de conducta como obligatorias y que en su mayoría
actúan de acuerdo con ellas. Estas reglas especifican un sistema de cooperación planeado
para promover el bien de aquellos que toman parte de él. Se trata de una empresa
cooperativa para obtener ventajas mutuas, caracterizada por el conflicto y la identidad de
intereses. El conflicto surge de la diversidad de los intereses enfrentados de individuos que
desean los mayores beneficios posibles en tanto éstos son medios para alcanzar sus propias
metas, y la identidad tiene que ver con el reconocimiento de que la cooperación posibilita
un mejor modo de vida que el que tendríamos si tuviéramos que valernos solamente de
nuestros propios esfuerzos.7
Rawls reconoce que el concepto de estructura básica es algo vago. No está siempre claro
qué instituciones o cuáles de sus rasgos deberán ser incluidos. Sin embargo, basta que se
apliquen a los casos más importantes de justicia social.
En el marco de la estructura básica de la sociedad concebida por Rawls, las reglas que los
asociados comparten están dictadas por instituciones como la constitución política o las
principales disposiciones económicas y sociales. Tales instituciones definen cargos y
posiciones, cargas y beneficios, poderes e inmunidades, para todos aquellos que se rigen
por ellas. Una teoría de justicia social como la de Rawls se ocupa, pues, de la adecuada
distribución de derechos y deberes por parte de las instituciones que conforman la
estructura básica de la sociedad.
7
Rawls, Teoría de la Justicia, pág. 18
5
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Voces y contextos
Diversos autores tales como Margarita Cepeda8 consideran que Rawls admite dos
limitaciones de su teoría. La primera es la presunción de la sociedad como un sistema
cerrado, aislado de otras sociedades. La segunda es la de su carácter ideal ya que sólo
contempla los principios que regularían una sociedad bien ordenada, es decir, una sociedad
en que todos actúan justamente y cumplen con el mantenimiento de instituciones justas.
Como teoría ideal parte de la pregunta: ¿cómo sería una sociedad perfectamente justa?
Rawls considera que la teoría ideal proporciona una base adecuada para una comprensión
sistemática de problemas, ya que sólo una vez formulados los principios que caracterizan
una sociedad justa, puede uno preguntarse por principios para afrontar las inevitables
limitaciones y contingencias de la vida humana y la injusticia. Una teoría de un estado
ideal de los hechos es entonces relevante en la medida en que proporciona un cuadro claro
de lo que es justo, a partir del cual pueden juzgarse las instituciones existentes.
Para concretar tal estado ideal Rawls recurre a un marco contractual. Así pues, la idea
principal de su teoría es la de que los principios de justicia son el resultado de un acuerdo
original. El acuerdo reemplaza a la noción tradicional de contrato, y no se lleva a cabo
efectivamente, sino que es hipotético. Se trata de un acuerdo al que llegarían personas libres
y racionales interesadas en promover sus propios fines en una situación inicial de igualdad.
8
Gran parte de este apartado esta basado en el trabajo de Cepeda, Rawls y Ackerman: presupuestos de la
teoría de la justicia.
6
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Voces y contextos
El problema de escoger los mejores principios para la sociedad no significa dejar de elegir
lo mejor para los propios individuos. Pero ¿cuál es la base con la cual contamos en la
posición original para realizar cálculos que nos lleven a una elección que redunde en
ventaja nuestra?
Rawls habla de unos bienes sociales primarios como de aquellos bienes que se presume que
todo ser racional desee, cualquiera que sea su plan racional de vida. Entre ellos figuran
derechos, libertades, oportunidades, ingresos, riqueza, y el autorespeto. Esos bienes son el
denominador común en el cual puede basarse la escogencia en la posición original, sin que
ninguno de los participantes sea tratado injustamente.
Puesto que todos saben que los bienes primarios son medios para lograr los fines, buscarán
la manera de obtener la mayor cantidad posible de esos bienes. Las personas en la posición
original, aún privadas de los rasgos que las diferencian de las demás, siguen considerándose
personas dispuestas a hacer valer sus propias pretensiones y a buscar su propio beneficio.
Pero, si elegimos lo mejor para nosotros y la sociedad, eso no garantiza que hayamos
elegido lo justo, por ello, en este punto de la teoría vale la pena preguntar ¿cómo estar
seguros de que la posición original nos lleve a principios de justicia y no a otra clase de
principios? ¿qué razones se pueden arguir a favor de las características definitorias
concretas de esta situación hipotética? ¿por qué optar por la posición original y no por otra
situación inicial de elección?
9
Rawls, Teoría de la Justicia, pág. 30
7
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Voces y contextos
La concordancia que se logra entre las condiciones de la posición original, los juicios
derivados de ella y nuestros juicios morales ponderados, obedece a un proceso de mutuo
ajuste en la construcción de la teoría, y es denominada por Rawls equilibrio reflexivo: “En
la búsqueda de la descripción más favorecida de esta situación10 trabajamos desde los
extremos. Empezamos por describirla de tal modo que represente condiciones
generalmente compartidas y preferentemente débiles. Vemos entonces si estas condiciones
son suficientemente fuertes como para producir un conjunto significativo de principios. Si
no, buscamos ulteriores premisas igualmente razonables. Y si es así, y estos principios
corresponden a las convicciones meditadas que tenemos acerca de la justicia, entonces
mucho mejor. Es de suponer, sin embargo, que habrá discrepancias. En este caso tenemos
que elegir. Podemos, o bien modificar el informe de la situación inicial, o revisar nuestros
juicios existentes, ya que aún los juicios que provisionalmente tomamos como puntos fijos
son susceptibles de revisión. Yendo hacia atrás y hacia delante, unas veces alterando las
condiciones de las circunstancias contractuales, y otras retirando nuestros juicios y
conformándolos a los principios, supongo que eventualmente encontraremos una
descripción de la situación inicial que a la vez exprese condiciones razonables, y produzca
principios que correspondan a nuestros juicios debidamente conformados y adaptados. Me
referiré a este estado de cosas como ‘equilibrio reflexivo’. Es un equilibrio porque
finalmente nuestros principios y juicios coinciden; y es reflexivo puesto que sabemos a qué
principios se ajustan nuestros juicios reflexivos y conocemos las premisas de su
derivación”11
El velo de la ignorancia12 es un concepto utilizado por Rawls para llegar a los dos
principios de la justicia. El velo de la ignorancia consiste en que cuando las personas
eligen los principios de la justicia no saben cuáles van a ser sus circunstancias específicas
(que posición social ocuparán). Como los principios que emergerán no son diseñados para
la ventaja o desventaja de los individuos en un particular escenario, los principios que
emergen del velo de la ignorancia pueden ser considerados justos.
El objetivo de la idea del velo de la ignorancia es el de utilizar este concepto como un test
sobre la equidad de los principios de la justicia. Los principios que no emergieran del velo
de la ignorancia no serían aceptables. Los principios que se propondrían si las
circunstancias futuras de un individuo se supieran, se deben excluir.
Las personas en la posición original están interesadas en alcanzar sus propios objetivos y
como seres racionales buscan los mejores medios para ello. Además de ello no están
interesadas en los intereses de los otros, es decir, no son ni envidiosas ni altruistas, sino
10
Rawls se refiere a la situación inicial de los juicios sobre los que tenemos duda.
11
Rawls, Teoría de la Justicia, pág. 32
12
El concepto de velo de la ignorancia no fue inventado por Rawls, sin embargo su teoría ha sido la que ha
permitido la difusión amplia de este concepto.
8
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Voces y contextos
sencillamente personas que no están dispuestas a sacrificarse por el bien de los demás. A
esto lo llama Rawls el mutuo desinterés.
Todas ellas se encuentran cubiertas por un velo de ignorancia, que les impide conocer sus
circunstancias particulares, entre estas, su propia concepción del bien, sus atributos
naturales y su posición social, si bien les permite conocer hechos generales como leyes de
psicología, de economía, teoría social, etc. Los individuos saben que tienen intereses y fines
que quieren fomentar pero ignoran cuáles sean. Así, al escoger principios para el fomento
de sus propios intereses elijen aquellos principios que protegen todo tipo de intereses, pues
no saben cuáles sean los suyos. Actuar tras el velo de ignorancia en ventaja propia implica
actuar en ventaja de todos. De esta manera nadie desatiende sus propias pretensiones pero
tampoco pisotea las de los demás, no por razones altruistas sino por razones del cálculo
general que se aplica. El velo de ignorancia sitúa así a las personas en pie de igualdad y
asegura que las contingencias naturales y sociales no den a nadie ventajas ni desventajas al
escoger los principios.
Como dijimos antes, la existencia del velo de ignorancia tiene implicaciones redistributivas.
De esta forma dependiendo del grueso o las capas de ignorancia que reconozcamos
podemos llevar a cabo acciones a favor de la sociedad y de nosotros mismos en el futuro.
Según Elster, podemos inferir la existencia de por lo menos tres velos imaginarios. El
primero, y más delgado, es la concepción meritocrática de la justicia. En este caso
suponemos que las personas conocen sus habilidades y preferencias, pero no su medio
social y por lo tanto habría que compensarlos por su mala suerte o transferir recursos de los
ricos a los pobres. El siguiente nivel es el de ignorar las aptitudes y habilidades innatas. En
este caso ello puede suceder por la existencia de dones desiguales (mayor o menor
inteligencia) pero también puedes suceder que no se desarrollen habilidades por una
preferencia estrictamente personal (por ejemplo no ser empleado especializado de una
empresa que se considera explotadora). Es claro que la existencia de dones desiguales no
es terreno para la igualación, sino para la compensación, y que las preferencias no lo son de
ninguno de los dos tipos.
13
Elster, Justicia Local, pág. 221
14
Aunque escapa a los objetivos de este trabajo valdría la pena preguntarnos si en la medida en que la
sociedad global avanza no poseemos cada vez más información de forma tal que el velo de ignorancia se hace
más delgado.
9
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Voces y contextos
Como hemos visto, para Rawls es posible la existencia perdurable, durante un tiempo
prolongado, de una sociedad justa y estable de ciudadanos libres e iguales, los cuales
permanecen profundamente divididos por doctrinas razonables, religiosas, filosóficas y
morales, debido a que existe un procedimiento de naturaleza contractualista en el cual
conviven una serie de individuos sobre los cuales ha caído un grueso velo de ignorancia
situándolos en una posición original donde nadie sabe quién es, y lo único que conservan,
además de la capacidad de razonar, son las nociones económicas (bienes escasos) y
sociológicas (clases sociales) más elementales. Así, mediante un contrato social hipotético,
establecerán la estructura básica de la sociedad en que vivirán. Así pues, por medio de este
hipotético contrato se establecerán los principios de justicia que regirán la vida social, a
través de un método que es justo por sí mismo.
Es decir, Rawls establece a partir de su lógica contractual, dos principios que deben
caracterizar a una sociedad justa. Estos dos principios están basados en la posición original
según la cual los individuos bajo un velo de la ignorancia elegirían los principios de la
justicia.
15
Elster, Justicia Local. Pág. 224
16
Rawls, Teoría de la Justicia, pág. 67-68
10
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De acuerdo con el primer principio, todos deben tener igual derecho a estas libertades, ya
que son prerrequisito para lograr la realización o modificación de cualquier plan de vida y
son condición necesaria para el autorespeto. Sin ellas uno no podría tener el sentido del
valor propio ni la capacidad de llevar a cabo las propias intenciones. Rawls considera que
las libertades básicas son un bien de tal importancia, que las personas en la posición
original no estarían dispuestas a arriesgarlas. Es por eso que, dada su ignorancia de sus
circunstancias particulares, establecerían libertades iguales para todos. La regla de prioridad
de la libertad tiene su origen en el hecho de que nadie aceptaría una libertad desigual o
menor a cambio de mayores beneficios económicos. Solamente en caso de conflicto con
otras libertades básicas sería restringida una libertad, es decir, se haría desigual o menos
extensa de lo que podría ser.
Revisemos ahora el segundo principio. Según Rawls, las personas en la posición original
optarían, una vez garantizadas las libertades básicas y la justa igualdad de oportunidades,
por una distribución desigual de los otros bienes primarios como son la riqueza, la
autoridad y el ingreso, si esta distribución desigual mejorara las expectativas de los menos
favorecidos, es decir, les otorgara mayor bienestar que el que obtendrían con una
distribución equitativa. El principio dice que las desigualdades estarían justificadas si
incidieran a favor de los peor situados. Con el segundo principio, es decir, la combinación
11
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Voces y contextos
Este segundo principio da, además, prioridad a la justicia sobre la eficacia, aunque es
compatible con ella. El principio de eficacia o criterio de Pareto dice que el bienestar de un
grupo está en su punto óptimo cuando es imposible que ninguno de sus integrantes mejore
sin que al menos otro se vea perjudicado. Este principio de eficacia permite grandes
desigualdades y por lo tanto distribuciones injustas como las que se darían, por ejemplo, en
el caso de un sistema de servidumbre que no pudiera ser reformado para mejorar la
condición de un siervo sin empeorar la condición de un terrateniente. El principio de la
diferencia impediría estas desigualdades profundas al hacer trabajar toda desigualdad a
favor de los menos favorecidos, optando por una distribución eficaz, a saber, aquella que no
es posible reformar sin empeorar las expectativas de al menos uno; el peor situado. La
igualdad de oportunidades, por su parte, garantizaría la justicia de esta distribución.
Como todo autor clásico. Rawls generó repercusiones positivas y negativas. Los liberales
conservadores (o libertaristas) con Nozick a la cabeza, rechazaron enérgicamente la idea de
la lotería natural, y arguyeron que, si Rawls hubiera sido consistente, hubiera debido
aceptar la redistribución no sólo de recursos y oportunidades, sino también de órganos: un
Estado rawlsiano extraería riñones y ojos para implantárselos a enfermos y ciegos.
Los utilitaristas, por su parte, le reprochaban la arbitrariedad con la que derivaba sus
principios de justicia en la posición original. Para ellos, en una situación de incertidumbre,
lo racional no es preocuparse por la posición de los que están peor, sino simplemente
12
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3.2. Nozick
La obra de Rawls recibió su réplica por parte del libertario Robert Nozick. De hecho
actualmente “Teoría de la justicia” de Rawls y “Anarquía, estado y utopía” de Nozick son
obras que se examinan conjuntamente para analizar los puntos en desacuerdo entre los
social-liberales y los libertarios.
Nozick plantea que los derechos de propiedad y libre cambio son indisponibles, no
aceptando ninguna intervención en ellos, ni siquiera para mejorar su eficiencia. De este
modo, Nozick encabeza aquellas ideas situadas en el ala derecha que ven a las teorías de la
justicia igualitarias como insuficientemente liberales, proponiendo una alternativa
libertaria.
A fin de justificar la existencia del Estado, Nozick recurre a la teoría del Estado naturaleza,
con el objeto de dar respuesta a la pregunta: ¿es necesario el Estado o es posible la
convivencia en anarquía? Para Nozick el tránsito del Estado de naturaleza al Estado sólo es
posible si en el proceso de construcción no se violan los derechos que los individuos tienen
en el Estado de naturaleza. Para Nozick la formación del Estado no es el producto de un
pacto o consentimiento mutuo, sino un proceso de mano invisible a través del cual se llega
a un resultado con independencia del designio intencional del conjunto de los individuos,
que se limitan a actuar individualmente en defensa de sus derechos.
Nozick ofrece una teoría de los derechos, presidida por el principio de justicia en las
pertenencias, compuesto a su vez por tres principios: i) el principio de justicia en la
adquisición, ii) el principio de justicia en las transferencias y iii) el principio de
rectificación. En esta teoría los dos primeros principios son los medios legítimos que
permiten que una distribución sea justa, por tanto, se adquiera el derecho de propiedad
13
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sobre los bienes distribuidos, pues cualquier distribución que resulte de transferencias libres
a partir de una situación justa es justa en sí misma. Por su parte, el principio de
rectificación se encarga de resolver las injusticias en las pertenencias producidas por
actuaciones ilegítimas pasadas.
¿Por qué no es posible para Nozick una teoría de la justicia distributiva pautada o de estado
final, como puede ser la de Rawls? Porque estas sólo se pueden llevar a cabo a través de
intervenciones continuas en la vida de las personas, tales como la prohibición de
transacciones o las confiscaciones de bienes.
Por el contrario, Nozick aun aceptando una situación semejante a la posición original
expuesta por Rawls, considera bastante improbable que todos decidan actuar
constantemente según una pauta final de corte igualitario, pues la misma se mostraría
altamente inestable y fácilmente derrocable por las acciones voluntarias realizadas por los
individuos a lo largo del tiempo. Sólo pueden ser estables las pautas de comportamiento
que están limitadas por los derechos individuales, de modo tal que estos no impliquen la
posición de una alternativa o la posición relativa de dos alternativas en un ordenamiento
social, sino que limiten las opciones que el ordenamiento puede llevar a cabo. Incluir una
pauta de resultado final igualitario en la estructura jurídica de una sociedad –Estado
igualitario o más que mínimo-, sin tener en cuenta la voluntad de cada persona, comporta
reconocer derechos de copropiedad sobre las personas.
Para Nozick la principal objeción que se le puede realizar a la teoría de la justicia de Rawls
es que la misma exige que en una sociedad en la que la cooperación entre individuos es
habitual debe contener una pauta para decidir como dividir el producto total de la
cooperación, sin tener presente que tal pauta puede entrar en conflicto con los derechos
individuales que son aplicables en esa situación. De ahí, que Nozick centre su atención en
refutar el principio de diferencia descrito por Rawls, para quien dicho principio es uno de
los principios de justicia básicos que deben existir en una sociedad que pretende la igualdad
entre sus miembros, y que implica que las mayores ventajas obtenidas por los mejor
dotados son justificables sólo si las mismas forman parte de un esquema que mejora las
expectativas de los menos aventajados de la sociedad.
3.3. Ackerman
14
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La dificultad con la que se enfrentaría toda teoría contractual cuando es interrogada acerca
de las razones para optar por una descripción determinada de la situación de elección, es
denominada por Bruce Ackerman, en su obra “La Justicia Social en el Estado Liberal”, el
problema de caracterización”.17Para mostrar en qué consiste. Ackerman empieza por
describir lo que él considera la estructura básica del argumento contractual: de un modo u
otro, todos los contractualistas quieren convencernos de abordar el problema de la justicia
como si nosotros fuéramos alguna persona hipotética con un conjunto particular de
preferencias confrontando alguna situación hipotética que nos fuerce a escoger una entre un
número de opciones abiertas a nosotros.
Una vez que él ha decidido entre una caracterización de (1) el elector ideal y (2) el conjunto
de opciones apropiado, el argumento contractual es obvio: dados (1) y (2), él desea
demostrar que los electores rechazarían ciertas políticas incluidas en el conjunto de
escogencia a favor de otras políticas abiertas a ellos. Son éstas políticas las que serán
inscritas en el contrato social que estructurará la interacción social subsecuente entre las
partes.
Rawls supone que los electores otorgan prioridad a la preservación de las libertades básicas,
lo que tiene por consecuencia necesaria la elección de un principio que asegure éstas
libertades. Este es uno de los casos más claros de la presuposición de lo que se quiere
probar en la posición original, y que ilustraría lo que al parecer de Ackerman es la típica
concentración de los teóricos contractuales en algún conjunto de derechos individuales
básicos, que ellos buscan generar a partir de la situación de elección correspondiente.
¿Son, no obstante, estos derechos fundamentales, algo más que preferencias personales de
los contractualistas, en el caso de Rawls? ¿Es posible caracterizar al elector hipotético y al
conjunto de opciones de algún modo que no resulte arbitrario?
Ackerman muestra que una posible defensa frente a estas objeciones, no puede darse dentro
del marco contractual, pues entonces el problema se volvería infinito: Su tesis es que es
imposible montar una defensa seria y permanecer dentro del marco contractual. La única
cosa que un contractualista no puede esperar definir de un modo contractual es el elector y
el conjunto de opciones que estructura el argumento contractual. Sería simplemente fútil
decir que una respuesta al problema de la caracterización fuera generada ella misma por (1)
17
Citado por Cepeda en Rawls y Ackerman: presupuestos de la teoría de la justicia, en línea.
15
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Voces y contextos
3.4. Elster
Elster plantea que sus ideas no constituyen una teoría, sino una serie de hipótesis no
probadas sobre los principios de justicia sostenidos por economistas, abogados y políticos
que no son filósofos profesionales.18
A estos planteamientos Elster los denomina “La concepción que el sentido común tiene de
la Justicia”. De inicio, aclara que no son instituciones sobre casos particulares como la
inmoralidad de la tortura de niños, sino instituciones de alto nivel como la idea de que la
distribución debería ser sensible a la ambición, pero no a los talentos.
Una vez aclarado el punto de la ambición, Elster enuncia cuatro proposiciones sobre el
bienestar.
2) Apartarse de esa meta si es necesario para asegurar que todos alcancen un nivel
mínimo de bienestar.
18
Este apartado esta basado en el capítulo Justicia local y global del libro Justicia Local de Jon Elster.
16
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Voces y contextos
Los conceptos que el sentido común tiene de los derechos existen en dos niveles: la fuente
de los derechos y el contenido de los derechos. Elster plantea que existen derechos
naturales (derecho de los padres sobre los hijos) y los derechos adquiridos políticamente.
Aquí se incluye el derecho a las partes del propio cuerpo, pero acotadas desde la
perspectiva de un acuerdo político que puede incluso prohibirlos (tal es el caso también del
derecho a venderse uno mismo como esclavo). También se puede analizar el derecho,
aparentemente natural de la libertad en el sentido de Rawls a elegir la utilización de los
propios talentos. Es decir alguien puede elegir utilizar o no sus talentos y nadie podría
considerarlo injusto. Sin embargo en términos de los derechos políticos probablemente se
llegue a acuerdos en donde se pueden generar impuestos positivos o negativos a quien
decida ocuparse en actividades socialmente poco valoradas, dependiendo de lo que se
pretenda impulsar como sociedad.
Una acotación importante de Elster es referente al derecho de mantener todo el fruto del
trabajo propio. Plantea que el sentido común no aceptaría esto como un derecho natural
sobre uno mismo ya que la necesidad obvia de cobrar impuestos para financiar los bienes
públicos anula esta idea filosófica. Así, el sentido común considera a los impuestos, a las
restricciones sobre la propiedad privada como asuntos meramente pragmáticos, que deben
resolverse considerando el bienestar y no los derechos.
En términos de equidad, Elster plantea que su enfoque se dirige no a la idea filosófica, sino
al requisito de igual tratamiento a igual contribución. Por un lado, las personas deben ser
tratada igualitariamente (todos los que ocupen un riñón deberían tener derecho a uno, una
vez que se cumplan con los requisitos). Aquí es importante notar la percepción de la
justicia basada en expectativas legítimas (si el gobierno otorga un beneficio que después
considera que no obtuvo los resultados esperados podría considerar eliminarlo, sin embargo
ya generó expectativas que las personas consideran como un derecho legítimo). Por otro
lado, las personas deben contribuir en partes iguales (es decir si tengo que cumplir con
alguna obligación debo hacerlo, como el caso del servicio militar). Aquí es necesario
considerar que los sorteos podrías ser una solución a la obligatoriedad, pero socialmente no
es considerado tan justo como si establecemos un criterio con reglas claras para que todos
las cumplan incluyendo la obligatoriedad total.
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Retomando a Cristina Ambrosini19 podemos decir que Rawls plantea que el principal
problema de la justicia es la elección del sistema social. El sistema social ha de
estructurarse de tal manera que la distribución resultante sea justa. Para ello, es necesario
establecer una política adecuada e instituciones legales que establezca un proceso
económico y social. Sin esta estructura, el proceso distributivo no será justo por falta de
imparcialidad. En esta marco, la igualdad de oportunidades no será sólo una igualdad
formal. Esto significa que el orden social deberá ofrecer iguales oportunidades de
enseñanza y cultura a personas similarmente capacitadas, también reforzará y subrayará la
igualdad de oportunidades en las actividades económicas y en la libre elección de
ocupación. Por su parte, el gobierno debería garantizar un mínimo social, bien por
asignaciones familiares y subsidios o por medios tales como un impuesto negativo sobre la
renta. Según Rawls, la teoría de la justicia como equidad no favorece, por sí misma, una
economía de mercado o un régimen socialista. La decisión de qué sistema de distribución
es el mejor depende de circunstancias, instituciones y tradiciones históricas.
“Las expectativas más elevadas de quienes están mejor situadas son justas si y sólo si
funcionan como parte de un esquema que mejora las expectativas de los miembros menos
favorecidos. La idea intuitiva es que el orden social no ha de establecer y asegurar las
perspectivas de los mejor situados al menos que el hacerlo sea en beneficio de aquellos
menos afortunados”20 y además, continua Rawls “El principio de la diferencia representa
en efecto, un acuerdo en el sentido de considerar la distribución de talentos naturales, en
19
Para una mayor explicación véase a La fraternidad III. John Rawls y la justicia como equidad por Cristina
Ambrosini.
20
Rawls, Teoría de la Justicia, pág. 80-81
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En este planteamiento Rawls acepta la distribución natural y la generada por los procesos
de intercambio del mercado, si es que se comprueba la externalidad correspondiente, a
saber, que los más desfavorecidos también se beneficien. Esto refuerza una vez más la
afirmación de Rawls sobre que su teoría ni justifica ni está en contra de cualquiera de los
sistemas económicos del siglo pasado o del actual. Sin embargo, todavía debemos verificar
si su teoría resiste la prueba del intercambio entre los más y menos exitosos.
Alberto Benegas, sostiene que Rawls no acepta la transmisión que se produce en los
procesos de mercado entre los más y menos exitosos, por lo que recurre al principio de la
compensación que, según Rawls, indica que “Este principio afirma que las desigualdades
inmerecidas requieren una compensación; y dado que las desigualdades de nacimiento y
dotes naturales son inmerecidas, habrán de ser compensadas de algún modo (…) La idea
es compensar las desventajas contingentes en dirección hacia la igualdad”22 y sigue “La
distribución natural no es justa ni injusta, como tampoco es injusto que las personas
nazcan en una determinada posición social. Estos son hechos meramente naturales. Lo
que puede ser justo o injusto es el modo en que las instituciones actúan respecto a estos
hechos (…) La estructura básica de estas sociedades incorpora la arbitrariedad de la
naturaleza. Sin embargo, no es necesario que los hombres se sometan a estas
contingencias. El sistema social no es un orden inmodificable colocado más allá del
control de los hombres, sino un patrón de la acción humana”23
Según Benegas, Rawls tiene una total incomprensión del proceso de mercado, ya que parte
de que los procesos de producción y distribución son independientes y deja de lado el
hecho de que el sistema de precios permite asignar de mejor modo los factores de la
producción, precisamente para ofrecer el mejor nivel de vida a todos, dadas las
circunstancias imperantes. No me detendré en describir mayormente el planteamiento de
Benegas ya que empíricamente estamos viviendo en una sociedad en la que justamente el
mercado no ha hecho la labor que todos esperábamos que hiciera y el bienestar no está en
sus objetivos inmediatos. Sin embargo lo importante es que hemos descrito cómo los
gobiernos actuales pueden, si lo desean, encontrar una justificación teórica que moral y
éticamente permite tomar acción sobre las condiciones de injusticia social.
Siguiendo nuevamente a Rawls, podemos decir que este principio implica otorgarle a las
personas más desaventajadas de la sociedad un gran poder de influencia o de negociación
sobre las instituciones y políticas públicas ya que sus intereses asumen una prioridad
21
Rawls, Teoría de la Justicia, pág. 104
22
Rawls, Teoría de la Justicia, pág. 103
23
Rawls, Teoría de la Justicia, pág. 103
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En este sentido, interpretando a Rawls, Felipe Jiménez Pérez24 sostiene que el Estado debe
elegir la política que se considere justa tal y como la evaluaría un observador ecuánime e
imparcial oculto tras un velo de ignorancia. Esto significa en consecuencia que al formular
la política pública debemos aspirar a mejorar el bienestar de la persona que se encuentra en
la peor situación dentro de la sociedad. Es decir, en lugar de maximizar la suma de la
utilidad total de la sociedad, como haría un utilitarista del siglo XIX, Rawls maximizaría la
utilidad mínima.
Estas ideas fueron y son discutidas intensamente, desde derecha e izquierda, desde el
utilitarismo y la meritocracia. Desde la derecha, los libertarios critican a Rawls el que la
equidad tenga prioridad, como criterio de distribución, sobre el talento natural. Para Robert
Nozick una visión como la de Rawls es inmoral porque contraviene el concepto de
autonomía y respeto por la persona, principio que se supone está al centro de esa teoría de
la justicia de Rawls. El punto de vista de Nozick es que los seres humanos tenemos
derechos inalienables sobre el producto de nuestro trabajo, nuestros esfuerzos y nuestra
inventiva.
Otros que se distancian de los principios de Rawls dicen que el criterio que debe regir la
distribución del ingreso es el mérito: el esfuerzo, las decisiones que una persona toma en la
vida o su contribución al proceso económico. Una de las dificultades con esta postura es
saber qué es lo que cada quien contribuye a la creación de riqueza, en sociedades con
procesos productivos complejos.
24
Para una mayor descripción véase: La Filosofía Política del Presente, de Felipe Jiménez Pérez
25
Para una mayor explicación véase: El ingreso y la moral, de Carlos de la Puente.
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Sin embargo, la teoría de Rawls parece todavía presidir cualquier debate sobre justicia
distributiva. Cabe preguntarse, ¿ha tenido alguna resonancia esta discusión?
Lamentablemente, plantea Carlos de la Puente, el lado ético de la discusión sobre
distribución aparece encubierto tanto en la derecha como en la izquierda. El pensamiento
predominante parece, por momentos, compartir el espíritu con los libertarios y prefiere más
bien centrarse en la eficiencia, en la creación de riqueza y en la estabilidad de la sociedad.
Mientras que otras voces han optado por un discurso según el cual lo más importante sería
discutir el “rol del Estado” antes que señalar los criterios de lo que sería una distribución
justa.
5. Conclusiones:
Rawls propone una teoría ideal y, por lo tanto, normativa de la justicia. Decidir cuál sería
la distribución justa de bienes y servicios sobre la base de la información acerca de las
preferencias y demandas reales de las personas excede las posibilidades de una teoría ideal
aunque es necesario establecer y administrar imparcialmente un sistema justo de
instituciones.
Rawls plantea que, en la práctica, se elige entre varias situaciones injustas y se busca, en
una teoría no ideal, la solución menos injusta posible buscando un equilibrio de
imperfecciones, un reajuste de injusticias compensadas. El mérito de una teoría ideal,
puramente procedimental, residiría en la posibilidad de contar con alguna noción de lo que
es justo para, desde allí, evaluar la gravedad de las imperfecciones reales y establecer el
mejor modo de acercarse a ese ideal.
La teoría de Rawls fue una reacción contra el relativismo y el escepticismo ético, que
niegan la posibilidad de afirmar la verdad o falsedad de las afirmaciones sobre lo justo o lo
correcto. Marcó un renacimiento del realismo moral, según el cual la argumentación en
materia de justicia es una actividad fructífera, en la que es posible distinguir mejores y
peores respuestas.
Sin embargo, podemos concluir que la aportación más importante de la teoría de Rawls ha
sido reinstalar la importancia de las teorías sobre la justicia en las modernas ciencias
sociales.
6. Bibliografía:
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Ambrosini, C., (2005). “La fraternidad III. John Rawls y la justicia como equidad” (En
línea), disponible en http://www.fractal.com.mx/F16armes.html
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Económica.
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