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Leopoldo Marechal en Primera Plana

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Leopoldo Marechal en Primera Plana:

el periodismo en el proceso de relocalización de un “autor depuesto”

Julián A. Fiscina (UNMDP, Celehis)

La figura de autor: el caso Marechal

Esbozar la figura de autor de Marechal puede resultar una tarea compleja,

especialmente porque en la doxa académica conviven miradas teñidas de prejuicios

simplificadores y desconocimientos. Vanguardista, católico, peronista, podría enunciarse;

cada uno de estos adjetivos supondría iniciar una serie de reparos. Sin embargo, si nos

atenemos a los hechos, podríamos señalar entre otras encrucijadas interesantes la compleja

relación del autor con el campo intelectual argentino por su explícita adhesión al peronismo

(radicalmente opuesta a la que protagonizara durante las vanguardias literarias), a la que

hay que sumar la igualmente confusa vinculación con el justicialismo incipiente primero

como simpatizante y luego como funcionario de segunda línea. Es conocida la manera en

que estas cuestiones extraliterarias gravitaron en el proceso de recepción de su primera

novela, Adán Buenosayres, publicada en 1948 pero concebida desde la década del 30.

La simpatía de Marechal por el primer gobierno justicialista, en el que veía

representado el movimiento de cambio y reivindicación de los sectores más populares de la

sociedad que esperaba, lo llevó a aceptar un cargo de menor jerarquía al que desempeñaba

antes de la llegada de Perón a la presidencia: de Director General de Cultura del Ministerio

de Educación, pasó a ocuparse de la Dirección de Enseñanza Artística. Según expresa

repetidas veces, su participación en el gobierno justicialista nunca fue de militancia, sino

más bien de humilde colaboración. Respecto del trabajo de escritura, el período fue fecundo

para su dramaturgia, aunque hacia 1950 Marechal expresa en una carta a su amigo el poeta
Francisco Luis Bernárdez que el “ambiente [es] depresivo para la creación artística” con

una “indiferencia del medio, cada vez mayor”, a lo que añade casi proféticamente: “Me

parece que nos ha llegado otra vez la hora de la ‘torre de marfil’ o de la ‘catacumba’”

(Marechal, 174). Es que esa experiencia de alejamiento tendría lugar inmediatamente

después de la Revolución Libertadora de 1955, hecho que lo relegaría a una extraña

situación de apartamiento a la que la crítica ha denominado insilio o exilio interior

(Martínez Pérsico 14): se recluye en su departamento de la calle Rivadavia junto a Elvia

Rosbaco. Allí recibe visitas discipulares y continúa trabajando en varios proyectos de

escritura, entre los cuales destacan varios poemas extensos y su segunda novela, El

Banquete de Severo Arcángelo, cuya publicación marca el retorno de Marechal a la vida

pública y la recolocación de su obra, particularmente sus novelas, en los circuitos de

consagración y canonización.

La operación que se realizó desde el semanario Primera Plana tuvo como objetivo

habilitar el retorno de Marechal al campo intelectual y literario argentino, el cual le había

sido esquivo hasta el momento. Para eso los redactores, liderados por Tomás Eloy

Martínez, iniciaron un proceso de revaloración y rescate de su obra y su figura de autor.

Sobre la noción de valor

Álvaro Fernández Bravo al introducir un dossier sobre el tema señala que “el

problema del valor en el campo literario ha despertado en los últimos años un interés

creciente, disparado en el caso latinoamericano por el avance de la industria cultural y la

integración de la región al régimen del mercado mundial de bienes simbólicos” (4). En el

caso de Marechal, la noción de valor permite atravesar las complejas relaciones que su

figura de autor y sus textos han establecido con los campos intelectuales de las diversas
coyunturas en que emergen sus novelas1. Pensar en el valor literario resulta especialmente

útil para leer la operación llevada adelante desde el semanario Primera Plana en el

contexto del boom y de la interpretación del peronismo.

La noción de valor es problemática. Se relaciona directamente con la consagración y

los circuitos editoriales, pero también con las lecturas que se hacen desde los círculos

académicos y con los procesos de producción y recepción de la obra. Permite reabrir

discusiones sobre la autonomía de la literatura y su contacto con las esferas económicas. En

este sentido, David Throsby señala que “el valor puede ser visto como un punto de partida

en el proceso de conectar dos campos, es decir, como la piedra fundamental de una

consideración conjunta de la economía y la cultura” (citado por Fernández Bravo, 3). El

valor es, entonces, un dispositivo construido socialmente en el marco del proceso por el

cual las obras de arte devienen mercancía y que habilita diversas lecturas críticas de la obra

en su vinculación con el contexto en que surgen.

Al analizar la relación entre la noción de valor y la tarea del crítico, Northrop Frye

afirma: “Las estimativas comparativas de valor son realmente inferencias, más válidas

cuando silenciosas, de la práctica crítica, no principios expresados que guían su práctica”

(citado por Fernández Bravo, 3). Sin embargo, lo que se lee no necesariamente está en el

texto, sino que suele estar en la mirada: en la medida en que los criterios de esta mirada se

hagan más explícitas, la noción de valor/es será más clara (Avelar 2009; Laera 2010).

1
Un análisis crítico pendiente es la consideración de la figura de Marechal poeta después del 55, no
visibilizada en la operación de Primera Plana pero que gravita poderosamente sobre la producción
lírica de los sesenta en Argentina. En este sentido, el estudio realizado por Horacio Víctor Zabala en
la biblioteca privada del autor y el libro de Marisa Martínez Pérsico ya citado son aportes iniciales
muy valiosos para el estudio del período en la escritura de Marechal y sus relaciones intelectuales
con discípulos, entrevistadores y poetas.
Al analizar las literaturas postautónomas (cfr. Ludmer 2010), Alejandra Laera

afirma que “la noción de valor (cultural y literario) ha profundizado sin retorno la tendencia

a su economización” (6); en esta línea, Álvaro Fernández Bravo señala que “el valor no es

ya más asignado por árbitros asociados con la república de las letras, sino por el mercado”

(14). Sin embargo, en el Buenos Aires de la década del 60 podemos considerar también al

nuevo periodismo como una voz que comienza a formar lectores. Al considerar la

operación de Primera Plana respecto de la relocalización de Marechal en el panorama

cultural, nos interesa particularmente observar cuáles son los valores a partir de los que se

configura esta propuesta de relectura desde el periodismo, es decir, qué se estima y qué se

mira en la figura de autor y en sus textos.

Primera Plana: periodismo y formación de lectores

El semanario Primera Plana, creado en noviembre de 1962, forma parte del grupo

de revistas que en los años sesenta se insertaron rápidamente en el tejido social buscando

explicar o interpretar los procesos que se estaban generando en el país, las cuales tuvieron

un lugar central en los espacios de lectura y discusión (Montrucchio 2000). Primera Plana

escribía pensando en un lector modelo “profesional, de clase media o alta, interesado por la

política, la economía y la cultura”, ante el cual “supo consagrarse como guía de orientación

del gusto” (Fangmann, 74). Promotor de la no ficción como género periodístico, no tendía

tanto a la exactitud rigurosa de los hechos o declaraciones como a la verosimilitud que

contribuya a generar; centrado en el estilo del periodista, la legitimidad de lo escrito estaba

dada por la medida en que sintonizaba con los valores y las creencias que estaban

incorporadas en el conjunto social: o reforzaba esas tendencias o polemizaba con ellas

invirtiendo el sentido de las significaciones socialmente aceptadas (Montrucchio 2000).


En tanto oráculo formador de la opinión pública y difusor de las nuevas

modalidades de conducta, las páginas de Primera Plana marcaban “la pauta de la

modernidad” en la vida cotidiana de sus lectores (Fangmann, 74). En este sentido, al estilo

de las revistas norteamericanas como la Newsweek, apoyó las novedades, las vanguardias,

todas las formas artísticas y culturales de renovación dentro y fuera del país (Montruccio

2000). En el ámbito literario, “críticos como Ángel Rama, Emir Rodríguez Monegal y

Adolfo Prieto acuerdan en subrayar el importante papel de Primera Plana en la difusión y,

más aún, en la gestación del fenómeno del boom” (Fangnamm, 75)

En su afán de tomar distancia para mirar lo real, Primera Plana mantuvo una

relación distante y extraña con el peronismo ya que “discutía con una versión del

peronismo construida por los peronistas” (Montrucchio, 59); sin embargo, según afirma

Plotkin, “contribuyó en el proceso de rediscusión del peronismo promoviendo su

aceptación” (citado por Monstrucchio, 58).

En este proyecto periodístico, cultural y político (Piñeiro 2006) se inserta la

operación de relocalización de la figura y la obra de Marechal que, como veremos, permite

articular lo que para Oscar Terán son las dos preocupaciones cosmopolizantes centrales de

la revista: por un lado, traer el mundo y leerlo con ojos argentinos; por otro, llevar a los

argentinos al mundo (citado por Montrucchio, 50).

Leopoldo Marechal: del exilio a Primera Plana

Hacia 1965, Primera Plana ya contaba con un amplio número de lectores

habituados a su escritura distanciada y estetizante, expectantes de interpretaciones políticas

y novedades. En julio de ese año, aparecía en la revista una nota titulada “El retorno de

Adán Buenosayres”. Se trata de la crónica de una entrevista realizada a Leopoldo Marechal


en su departamento de la calle Rivadavia al 2300. Los agentes de la entrevista y de la

redacción de la nota están ocultos bajo el nombre del semanario. El título de la nota explota

su ambigüedad: expone el proceso de relectura crítica de Adán Buenosayres, “casi

unánimemente reconocida como la mejor novela escrita en la Argentina” (3), a la vez que

inicia una operación periodística de visibilización del autor quien desde hace diez años se

ha “convertido en una susurrada leyenda que, a veces, conduce a una interrogación cruel:

‘¿Cómo? ¿Todavía vive?’” (2). El motivo de la entrevista parece haber sido la próxima

aparición de su segunda novela, El Banquete de Severo Arcángelo, entregada ese mismo

día a la Editorial Sudamericana; pero la nota se dirige rápidamente a considerar, por un

lado, el éxito comercial del que goza hoy la primera novela del autor (con datos precisos de

cantidad de ejemplares, páginas y precio de venta) y, por otro lado, a recordar el vínculo de

Marechal con el peronismo y su influencia en la primera lectura del Adán…: “el

acercamiento del autor al peronismo provocó el silencio y el desdén de sus colegas” (4). La

nota reconstruye la rutina de Marechal en su departamento y recoge el testimonio del autor

respecto del peronismo y el círculo de escritores en el cual se movió luego de las

vanguardias.

La imagen de autor de Marechal se construye en esta nota como la del escritor

proscripto, incomprendido, que elige la soledad y el silencio como un refugio ante el

desdén; pero es también el escritor activo a quien las nuevas lecturas de su novela y las

decisiones editoriales han redescubierto: “la aparición de El banquete coincidirá con una

reedición popular de Adán Buenosayres; en 1965, en la Facultad de Filosofía y Letras se

han presentado cinco tesis sobre la primera novela de este alejado” (13). En este retorno de

Marechal a la escena pública, la operación periodística de Primera Plana valora en el autor

el reconocimiento académico, el éxito comercial, las preferencias editoriales, la opción por


el género novela, la cercanía con las propuestas vanguardistas; pero también gravita

poderosamente sobre la operación la vinculación del autor con el peronismo, tan

problemática y crítica como la de la revista misma. Las cuestiones de valor literario se

resuelven en el cruce de múltiples variables estéticas, académicas, editoriales, económicas,

políticas que reconfiguran una figura de autor de Marechal habilitando su retorno, su

vigencia y su modernidad.

En octubre de 1965, la tapa del N° 155 de Primera Plana presenta a sus lectores una

fotografía de Leopoldo Marechal que coincide con la descripción escénica de la entrevista

realizada tres meses antes: biblioteca elegante de fondo, pipa en la boca. En el editorial, se

habla de El banquete como de “una de las mayores y más prodigiosamente experimentales

[novelas] que haya conocido la Argentina” (3). En la nota central del número, Tomás Eloy

Martínez, jefe de redacción, presenta “El estado de la literatura en la Argentina”, donde se

elabora una serie de títulos que coloca en centro de la escena a El banquete. Como

corolario de esta operación, se publica la reseña de la novela. El texto se titula “El Banquete

de Severo Arcángelo y Adán Buenosayres” y su autoría corresponde también a Tomás Eloy

Martínez. Entre los aspectos que organizan la reseña, señalaremos dos: por un lado, la

reivindicación de la opción por la novela como género para la experimentación ya que en el

país “después de Adán, solo Rayuela de Julio Cortázar alcanzó a transformar esos supuestos

injertos en material dramático valioso” (38); en segundo lugar, el desafío al lector, dado que

“no es fácil escribir novelas que exijan la complicidad del lector, que apelen a su

inteligencia recreadora” (38).

El magisterio de Leopoldo Marechal en el ámbito de la poesía era conocido: dentro

de los títulos que hoy conforman la biblioteca privada de Leopoldo Marechal hay varias

decenas de libros de poetas argentinos, españoles y latinoamericanos dedicados y


autografiados para “el gran maestro” (Zabala 2008)2. La operatoria de Primera Plana hace

foco en su figura de autor como novelista, poniéndola en obvia sintonía con las propuestas

del boom, refiriéndose a la estructura, el lenguaje y la relación con el mito (aspectos que

serían expuestos por Carlos Fuentes en 1969 para referirse a la nueva narrativa

latinoamericana) y destacando las diferencias y continuidades con su primera novela desde

el punto de vista de la experimentación formal. La operatoria periodística concluye,

entonces, descubriendo a Marechal como “maestro” también de la novelística: “la clave [de

la novela] está en el lenguaje (…) y es allí, en ese territorio hasta hace poco tan arisco para

los argentinos, donde Marechal se revela con un maestro” (38).

El Premio Forti Glori que recibe en 1966 por El banquete cierra el ciclo de su

consagración como novelista. Después de eso, es convocado a formar jurados de

importantes concursos literarios de novela como el Casa de las Américas en Cuba, asiste al

estreno de sus propias obras dramáticas y viaja por el país brindando conferencias.

Marechal muere en 1970. Su obra narrativa (más recientemente también la dramática) fue

traducida al francés, al inglés, al italiano, y es estudiada profusamente en universidades

extranjeras. Si pensamos un momento en la figura de autor que tenemos hoy de Marechal

tal vez podamos encontrar cómo esos valores literarios que cimentaron la operación de

Primera Plana siguen fuertemente vigentes.

2
La “biblioteca privada de Leopoldo Marechal”, situada actualmente en la Universidad Nacional de
Rosario, es problema de múltiples aristas que debe ser abordado por la crítica especializada. En este
sentido, la lectura completa del citado artículo de Horacio Víctor Zabala y el denodado esfuerzo de
la Fundación Marechal (a cargo de sus hijas, María Magdalena y María de los Ángeles) por la
recuperación y resguardo de la obra del autor puede ampliar el panorama y marcar fecundos
caminos críticos como el desarrollado por Marisa Martínez Pérsico.
Bibliografía

Avelar, Idelber (2009) “La construcción del canon y la cuestión del valor literario”. Aisthesis N°46,
Santiago, dic. 2009; 213-221. Versión on-line:
http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-71812009000200011
Fangmann, Cristina (2009) “Primera Plana: la renovación de la crítica periodística en los años 60”.
Actas de I Jornadas de Historia de la Crítica en la Argentina, Universidad de Buenos Aires, 3
y 4 de diciembre de 2009; 73-78.
Fernández Bravo, Álvaro (2010) “Introducción: Elementos para una teoría del valor literario”.
Boletín de literatura argentina N° 15, Rosario.
Laera, Alejandra (2010) “Entre el valor y los valores (de la literatura)”. Boletín de literatura
argentina N° 15, Rosario.
Ludmer, Josefina (2010). Aquí América latina. Una especulación. Buenos Aires: Eterna Cadencia.
Marechal, María de los Ángeles (2016) “Bio-cronología de Leopoldo Marechal”. Marechal,
Leopoldo (2016), Descenso y Ascenso del Alma por la Belleza. Buenos Aires: Vórtice; 149-
195.
Martínez, Tomás Eloy (1965) “El Banquete de Severo Arcángelo y Adán Buenosayres”. Primera
Plana, Año III, N° 155, 26 de octubre de 1965, Buenos Aires; 38.
Martínez Pérsico, Marisa (2013) Leopoldo Marechal, entre la cuerda poética y la cuerda
humorística. Con 62 fichas inéditas de Adán Buenosayres y dedicatorias de época. Cittá de
Castello: Edizioni Nuova Prhomos.
Montrucchio, Marisa (2000) “Hojeando al peronismo en Primera Plana: una historia sui generis en
los años sesenta” [en línea]. Sociohistórica. Cuadernos del CISH N°8, La Plata, segundo
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Piñeiro, Elena (2006) “El semanario ‘Primera Plana’ (1962-1969): prensa y modernización del
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Primera Plana (1965) “El retorno de Adán Buenosayres”. Año III, N° 140, 13 de julio de 1965,
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Zabala, Horacio Víctor [2014(2008)] “El expolio del legado de un escritor argentino: Leopoldo
Marechal”. Buenos Aires: Folletos Literarios. LX Peña del Libro “Trenti Rocamora”.

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