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CONTENIDO
PRESENTACIÓN
ENTREVISTAS
la paz
Paz y defensa de los derechos humanos. Entrevista con Irma Alma Ochoa Treviño
María Elena Hernández Lara
Paz y juventud. Entrevista con Gabrielle John
Andrés Allán Sánchez Osorio
COMUNICACIONES INDEPENDIENTES
El papel de las emociones en la respuesta al cambio climático
Alice Poma
RESEÑAS
Cultura de paz: una utopía posible
Anayely Santiago García
Economía solidaria: local y diversa
María Ivette Ayvar Acosta
la paz
Contenido / Contents
¾¾ Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Presentation. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6
¾¾ Editorial
Investigaciones sobre la paz desde América Latina:
interdisciplinariedad con perspectiva crítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Peace research from Latin America: Interdisciplinarity
with critical perspective
Pierre Gaussens y María Ivette Ayvar Acosta
Dosier / Dossier
Entrevista / Interview
Presentación
Ricardo Mansilla
Editor
INTERdisciplina Volumen 6 | número 15 | mayo–agosto 2018
doi: http://dx.doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2018.15
Presentation
The history of our civilization, which according to K. Marx has been the history
of the class struggle, has had an ubiquitous element in all its stages, the violent
resolution of conflicts between human groups. Wars have been the inseparable
companions of humanity’s journey through all their long and tortuous develop-
ment.
Thus, each interval of peace between conflicts seems like an oasis where hu-
6 man beings are repaired from the traumas of the previous conflict, vow not to
fall back into the temptation of violence and end up justifying without remedy
the relevance of the next conflict. As Aeschylus said, truth is the first victim of
all war.
All of the above confirms the convenience of analyzing the phenomenon of
peace in the broadest possible context. This number is undoubtedly a remark-
able contribution to this effort. In the pages of his dossier, readers will find a
wide spectrum of interdisciplinary contributions to the different facets of this
concept. Below you can read the interviews with Irma Alma Ochoa, a prominent
defender of the rights of women, girls and adolescents, as well as withGabrielle
John, Secretary of the United Nations Study on Progress on Youth, Peace and Se-
curity.
There are also a couple of essential works of great relevance: Culture of
peace: a possible utopia, by Anayeli Santiago, and, Solidarity economy: local and
diverse, by Ivette Ayvar.
This number is an essential reading for all those interested in knowing the
different perspectives of studies on peace.
Ricardo Mansilla
Editor
EDITORIAL
Pierre Gaussens*
María Ivette Ayvar Acosta**
Investigaciones sobre la paz desde América
Latina: interdisciplinariedad con
perspectiva crítica
Peace research from Latin América: Interdisciplinarity
with critical perspective
Gaussens, Pierre y María Ivette Ayvar Acosta. «Investigaciones sobre la paz desde América Latina: interdisciplinariedad
con perspectiva crítica.» Interdisciplina 6, no 15, (mayo–agosto 2018): 7-16.
doi: http://dx.doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2018.15.63831
INTERdisciplina Volumen 6 | número 15 | mayo–agosto 2018
doi: http://dx.doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2018.15.63831
EDITORIAL
cialmente dedicado a la interdisciplina, el Centro de Investigaciones Interdisci-
plinarias en Ciencias y Humanidades (ceiich). A su vez, es desde este espacio de
reflexión colectiva que surge la propuesta y es organizada la elaboración del
presente número de la revista INTERdisciplina, sobre la temática de la paz, pues
en él colaboran los mismos participantes a dicho seminario, entre especialistas
invitados y asistentes regulares, por lo que este número refleja, en cierta medi-
da, tanto los logros como los límites de los aprendizajes y las enseñanzas que
hemos podido desarrollar en ese espacio académico. Con esta publicación,
nuestro objetivo es simple: dar a conocer algunas de las problemáticas relacio-
nadas con la cuestión de la paz.
El presente número se divide en dos grandes bloques, correspondientes a
dos tipos de contribuciones que pueden ser agrupadas y distinguidas entre, de
un lado, las que tratan de paz negativa, es decir, de la paz puesta en relación
con la guerra, la violencia, el Estado y el capital, y, del otro, las que versan sobre
la paz positiva, o sea, sobre las condiciones favorables a la construcción de pro-
cesos de paz. En el primer grupo se encuentran los artículos de John Saxe-Fer-
nández, de Angélica Giraldo y Adrián Gutiérrez, de David Benítez, de Pierre
Gaussens y de Guadalupe Alvear Galindo; mientras que en el segundo grupo es-
tán los artículos de Claudio Lara, de Leticia Ventura y Yanith Torres, y de Leonar-
do Olivos y Luz Alejandra Barranco, así como las dos entrevistas y las dos rese-
ñas que acompañan al dosier. A continuación, presentaremos cada una de las
contribuciones, no por estricto orden serial sino más bien lógico.
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tiples violencias, más allá de su extremo, la guerra, para analizar los principales
límites a la construcción de procesos de paz. De esta evolución existe hoy un
relativo consenso acerca de cómo la violencia representa el mayor obstáculo
para la paz, y cómo su estudio pasa en primera instancia por su segmentación
en dos grandes tipos, entre: de un lado, una violencia visible y tangible, que es
la de las armas, las agresiones y los golpes, y, del otro, una violencia invisible,
a menudo no reconocida como tal, que se esconde detrás de las apariencias de
la normalidad. Siguiendo a autores como Žižek (2007), Galtung (2003) y Bour-
dieu (1997), respectivamente, la primera se conoce como violencia subjetiva,
directa y física, mientras que la segunda se refiere a una violencia objetiva, es-
tructural y simbólica, que es la de las relaciones de dominación de unas clases
o grupos sociales sobre otros. Estos dos grandes tipos de violencia, no obstante,
resultan ser indisociables al momento de sus expresiones concretas, alimentán-
dose mutuamente el uno al otro.
La mayor parte de los estudios sobre la paz que buscan analizar las violen-
cias lo hacen en relación con la primera de ellas, la violencia física. En la actua-
lidad de América Latina, uno de los principales elementos de esta última es re-
presentado por el fenómeno delictivo, cuya violencia criminal vulnera la
convivencia de las sociedades y exacerba su conflictividad. Basado en el caso
mexicano, el tema de la delincuencia es introducido por Pierre Gaussens, en su
artículo: “Cuando hablar de violencia es violento: los problemas del discurso
dominante sobre el crimen organizado”, pero de manera heterodoxa y crítica, es
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decir, no equiparando violencia con delincuencia, ni mucho menos paz con se-
guridad, como sistemáticamente lo hace el discurso oficial, tanto de los Estados
nacionales como de la onu, sino al contrario, demostrando que este discurso
dominante en sí es violento, y que, tras la visibilidad mediática de la violencia
criminal y el motivo aparente de luchar en su contra, en realidad se esconde un
nexo político-criminal que relaciona el campo de la delincuencia con el Estado,
así como profundas transformaciones en el ejercicio del poder político.
Por su lado, la violencia estructural o simbólica, inscrita en la objetividad de
las relaciones sociales de dominación, es ilustrada por el artículo de Guadalupe
Alvear Galindo, “Violencia y salud pública: reflexiones en torno al enfoque de
riesgo”, en la medida en que este último, al centrarse en el acto violento en sí y
en la medición de los factores de riesgo relacionados con él, impide contextua-
lizar las condiciones sociales en las que se inscribe la violencia física. Es más, la
perspectiva estrictamente médica que predomina en la salud pública, sus insti-
tuciones y sus profesionales, conduce a la invisibilización de las violencias de
orden estructural que en parte determinan dicho acto y, por lo tanto, tiende a
estigmatizar a los individuos agresores, como únicos responsables de sus actos 11
y culpables de su violencia, contribuyendo así a producir una violencia simbó-
EDITORIAL
lica que se ejerce desde el mismo sector de la salud pública en detrimento de
sus usuarios, y particularmente, sobre los más desfavorecidos de ellos.
Ahora, después de ver durante mucho tiempo a la paz de manera negativa,
a través de la guerra, el conflicto y la violencia, a partir de los años setenta, los
estudios sobre la paz han desarrollado una producción teórica en torno a con-
cepciones positivas de la paz, con el fin de analizar las condiciones que hacen
posible su realización. Consecuencia de ello ha sido que el ejercicio de defini-
ción de la paz perdiera el relativo consenso que había alcanzado en la posgue-
rra, a raíz del proceso de creación de la onu, para entrar al debate de una crítica
que relacionara a la paz, tanto con la hegemonía de las potencias a nivel inter-
nacional (Pax Britannica, Pax Americana) como con el orden de la dominación en
cada sociedad (paz pública, “pax priista”), y que cuestionara toda “pacificación”
que, como actualización de la teología de la guerra justa, solo busca justificar la
guerra so pretexto de paz (Neocleous 2016).
Esta necesaria crítica a una concepción hegemónica de paz es el motivo del
texto de Claudio Lara, “La paz universal como mecanismo de dominación en el
sistema internacional”, en el que, desde una perspectiva histórico-cultural, es
cuestionado el paradigma dominante de paz tal como ha sido construido por el
sistema inter-estatal de las Naciones Unidas y la industria del mantenimiento de
la paz. Al presentar casos de estudio considerados como marginales, como el
ruandés y el somalí, el autor demuestra cómo la concepción universalista de
paz, promovida desde la onu, en realidad no es más que la universalización ins-
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acento sobre la necesidad de incorporar a los jóvenes a las políticas y los progra-
mas de construcción de paz. Una muestra de esta nueva orientación se encuentra
en la Resolución 2250 sobre Juventud, Paz y Seguridad, tomada en 2015 por el
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la cual tiene como principal obje-
tivo “aumentar la representación inclusiva de los jóvenes en todos los niveles de
adopción de decisiones de las instituciones y los mecanismos […] de prevención
y solución de conflictos”. Asimismo, en su punto 20, dicha Resolución “solicita al
Secretario General que lleve a cabo un estudio sobre los progresos logrados en
relación con la contribución positiva de la juventud a los procesos de paz”. Es
por eso que Allán Sánchez Osorio habló con la secretaria encargada de dicho es-
tudio, Gabrielle John, cuya entrevista da a conocer algunas estrategias de la onu
para garantizar la participación de los jóvenes en procesos de paz.
Ahora bien, una arista de la paz que, a pesar de su relevancia, poco ha sido
estudiada, se relaciona con la cuestión del género, pues ¿cómo hablar de paz en
el caso de sociedades históricamente patriarcales, en las que se ejerce a diario
una violencia de género, tanto en contra de las mujeres, como en contra de quie-
nes no encajan dentro de los patrones dominantes de la división sexual del tra- 13
bajo? En este sentido, la entrevista a Irma Ochoa, feminista y defensora de de-
EDITORIAL
rechos humanos en el estado de Nuevo León, realizada por Elena Hernández
Lara, permite ir relacionando la construcción de paz con el respeto a los dere-
chos humanos, y, en particular, a los de las mujeres, niñas y adolescentes, den-
tro de una realidad mexicana que, en las últimas décadas, ha sido marcada por
el fenómeno creciente del feminicidio. Además, esta entrevista revela la gran
dificultad que encuentra el activismo frente a gobiernos omisos, para hacer
cumplir al Estado sus obligaciones legales, como en el caso ilustrativo del largo
camino que tuvo que ser recorrido para lograr la implementación de la Alerta
por Violencia de Género en aquella entidad.
La necesidad de relacionar la investigación sobre la paz con los estudios de
género se ve reforzada por el artículo de Leonardo Olivos y Luz Alejandra Ba-
rranco, “Construcción de paz y crítica a la masculinidad hegemónica”, al de-
mostrar que, si la violencia se encuentra en el fundamento de la dominación
masculina, la construcción de paz necesariamente presenta una dimensión ge-
nérica, pasa por el cuestionamiento de muchas prácticas socialmente conside-
radas como masculinas o femeninas, e implica la transformación de los patro-
nes culturales que rigen las relaciones entre hombres y mujeres. El artículo
también ilustra cómo ambos campos de estudio pueden beneficiarse mutua-
mente en el cruce de sus líneas de investigación, en la medida en que los estu-
dios de género pueden complementar sus análisis centrados en la violencia de
género con otros ahora orientados hacia el potencial no-violento y pacificador
de la disidencia genérica (como en el caso de otros tipos de masculinidad), así
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como los estudios sobre la paz, con un enfoque de género que solo puede con-
tribuir a enriquecerlos.
Finalmente, desarrollar investigaciones sobre la paz implica su aplicación a
casos de estudio. En el dosier se encuentran dos casos, entre los más represen-
tativos a nivel latinoamericano: el mexicano y el colombiano. El primero de
ellos, con el artículo de David Benítez sobre “El Estado en la encrucijada: justicia
social y paz en México”, explica toda la dificultad de tratar la paz en el caso de
una sociedad gangrenada por la violencia criminal, debido a la profunda crisis
de un Estado mexicano, hoy incapaz de garantizar el ejercicio de los derechos
más fundamentales. Mientras que el segundo estudio de caso, desarrollado por
Angélica Giraldo y Adrián Gutiérrez, “Violencia y paz en Colombia: una mirada
desde la reproducción del capital en América Latina”, trata de la relación histó-
rica que une la violencia de carácter estructural con la profundización de la acu-
mulación capitalista, y de los complejos vínculos que hoy existen entre el pro-
ceso de paz y los intereses económicos dominantes, en el marco de la actual
implementación de los Acuerdos de Paz firmados entre el Estado colombiano y
14 las guerrillas.
Ambos casos son tratados de manera separada pero coincidente, en la me-
EDITORIAL
dida en que los dos artículos exploran las condiciones estructurales de la paz,
tanto en relación con los procesos históricos de construcción del Estado, como
con los de la acumulación del capital, desde una perspectiva analítica comparti-
da, de impronta marxista. A su manera, ambos textos son representativos de las
investigaciones sobre la paz desde América Latina, las cuales, en comparación
con sus homólogas de origen europeo o norteamericano, además de una siste-
mática interdisciplinariedad, también se caracterizan por una mayor perspecti-
va crítica, no por una supuesta episteme latinoamericanista, sino porque son
producidas desde espacios académicos, más autónomos del Estado y el merca-
do, que no necesariamente buscan constituirse en una oferta experta para satis-
facer las demandas de la industria de la paz. Dicho de otra manera, si los estu-
dios sobre la paz gozan de cierta libertad en América Latina (quizás ahora, con
la excepción de Colombia), es porque (aún) no son políticamente rentables ni
han sido convertidos en un negocio, como sí lo son en otras latitudes.
En el continente de las venas abiertas, donde el capitalismo es ante todo si-
nónimo de desigualdad social y depredación ambiental, difícilmente podría eva-
dirse la dimensión económica de la paz, pues una vez más, ¿cómo hablar de paz
para unos países cuyas economías se rigen por el principio de la competencia,
por la lucha de todos contra todos? Si concebimos la paz como plena satisfac-
ción de las necesidades humanas, entonces su construcción pasa, primero, por
el cuestionamiento crítico de estas mismas necesidades (Pérez-Viramontes
2014); segundo, por la búsqueda y generación de modos alternativos al sistema
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EDITORIAL
condiciones de su realización dependerá estrechamente de las capacidades de
movilización de la sociedad civil organizada. Y siguiendo la adecuación enuncia-
da por David Benítez en las conclusiones de su artículo, según la cual “no habrá
paz verdadera y duradera, sin justicia social real”, entonces, en el capitalismo
globalizado de hoy, la paz es más que nunca sinónimo de revolución.
Referencias
Bourdieu, Pierre. Razones prácticas, Barcelona: Anagrama, 1977.
Espinar, Eva y Hernández, María Isabel. «El periodismo de paz como paradigma
de comunicación para el cambio social.» Cuadernos de Información y Comu-
nicación, 17, España: Universidad Complutense de Madrid, 2012.
Galtung, Johan. Peace by peaceful means, Londres: Sage, 1996.
———. «Violencia cultural.» Documento de trabajo 14, Centro de Investigación
por la Paz, Fundación Gernika Gorgoratuz, España, 2003.
Jiménez, Francisco. «Hacia un paradigma pacífico: la paz neutra.» Convergencia.
Revista de Ciencias Sociales, 16, Toluca, México: uaem, 2009.
Lopera, Felipe. «El conflicto social, un concepto necesario en la educación para la
paz.» en Ra Ximhai, 10(2), Universidad Autónoma Indígena de México, 2014.
López Becerra, Mario Hernán. «Teorías para la paz y perspectivas ambientales
del desarrollo como diálogos de imperfectos.» Luna Azul, 33, Manizales, Co-
lombia: Universidad de Caldas, 2011.
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John Saxe-Fernández
El torrente militarista desde el 11/s:
características y costos
The militaristic torrent since 9/11: Characteristics and costs
Resumen | Bajo el concepto de torrente militarista, este artículo analiza los acontecimientos
acaecidos a raíz del 11 de septiembre de 2001 (11/S) y su complejidad a la luz de revelacio-
nes recientes, desde las autorizaciones para el uso de la fuerza militar a su expresión en
guerras de agresión contra Afganistán, Iraq y un total de siete naciones, según el testimonio
del General Wesley Clark. También se incluye una sección sobre las vastas operaciones gol-
pistas (regime change) de Estados Unidos, con base en el ejemplo de la operación “Venezue-
la Freedom 2”, las cuales son guerras y operaciones por los recursos naturales, ante enemi- 17
gos reales o imaginarios, internos o externos, en el contexto de una economía —y
sociedad— en permanente movilización de guerra, que presenta altos costos fiscales para
la propia economía estadounidense.
Palabras clave | Estados Unidos de América, 11/S, torrente militarista, guerra, terrorismo,
contratismo cost-plus.
Saxe-Fernández, John. «El torrente militarista desde el 11/s: características y costos.» Interdisciplina 6, n° 15 (mayo–
agosto 2018): 17-39.
doi: http://dx.doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2018.15.63837
INTERdisciplina Volumen 6 | número 15 | mayo–agosto 2018
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Abstract | Under the concept of a militaristic torrent, this article analyzes the events that
took place in the wake of 9/11 and its complexity in the light of recent revelations, from the
authorizations for the use of military force to its expression in wars of aggression against
Afghanistan, Iraq and a total of seven nations, according to the testimony of General Wesley
Clark, as well as a vast Southern Command´s “regime change” operation against the Vene-
zuelan government. They have been wars and operations over natural resources, against
real or imaginary enemies, internal or external, through a permanent mobilization for war
with high fiscal costs for the US economy.
Keywords | United States of America, 9/11, militarist torrent, war, terrorism, cost-plus con-
tracting.
Así se expresó el senador Rand Paul luego de que el Senado de Estados Uni-
dos de América (EUA) rechazó, el 12 de septiembre de 2017, una enmienda suya,
con endoso de un colega demócrata, a la Ley de Defensa Nacional 2018, en la
que se formalizaría el finiquito, en seis meses a partir de su aprobación, de la
Autorización para el Uso de la Fuerza Militar (aum, por sus siglas en inglés) de
2001 y 2002. Esta aumf, totalmente fuera del Derecho Internacional, de la Carta
de las Naciones Unidas y de su Consejo de Seguridad, se “formalizó” al calor de
los no aclarados ataques del 11 de septiembre de 2001 (11/S) a las Torres Geme-
las y al Departamento de Defensa (DoD, por sus siglas en inglés) o Pentágono.
Las dos Cámaras, por medio de la aumf 2001, “autorizaron” al Ejecutivo, en
aquel momento encabezado por George Bush II y Richard Cheney, a “usar toda
la fuerza necesaria y apropiada contra aquellas naciones, organizaciones o per-
sonas que [el presidente] determine que han planeado, autorizado o cometido
o ayudado en los ataques terroristas que ocurrieron el 11 de septiembre 2001
o que han dado abrigo a tales organizaciones o personas”.2 Bajo la primera de
1 Senador Rand Paul, citado por Sheryl Gay Stolberg: “Senate rejects bipartisan effort to end
9/11 military force.” The New York Times, 13-09-2017, https://www.nytimes.
com/2017/09/13/us/politics/senate-rejects-rand-paul-effort-to-end-military-force-decla-
ration.html
2 En solo 60 palabras, la aumf dice: “The President is authorized to use all necessary and
appropriate force against those nations, organizations, or persons he determines planned,
authorized, committed, or aided the terrorist attacks that occurred on September 11, 2001,
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esas aumf, el Pentágono, con apoyo y participación británica por decisión del
Primer Ministro Tony Blair, inició, el 7 de octubre de 2001, el bombardeo contra
Afganistán, seguido de su ocupación militar. Posteriormente, con la aumf 2001
y 2002, EUA lanzó la guerra de agresión contra Iraq el 19 de marzo de 2003,
bajo el argumento de que Iraq poseía y estaba dispuesto a usar armas de des-
trucción masiva.3 Esta narrativa, según inspectores de las Naciones Unidas, re-
sultó falsa y fue ineficaz para concitar apoyo alguno de Alemania y Francia (ver
más adelante).
DOSIER
nico (cca) está en curso, es de lo más significativo por ominoso, teniendo en
cuenta que se trataría de recursos tan vitales como el agua, la biodiversidad, la
alimentación, los minerales y los metales. Un cuadro global se perfila con clari-
dad si los letales combustibles fósiles y los intereses vinculados con la máquina
de combustión interna siguen lanzando anualmente a la atmósfera la friolera de
40,000 millones de toneladas de CO2 equivalente (GTy).
Los ataques del 11/S, todavía sin aclaración pública, fueron utilizados tanto
para obtener los mencionados “poderes de guerra” (aumf), como el posterior
despliegue de acciones militares no solo sobre Afganistán y en marzo de 2003
contra Iraq, sino sobre un total de siete naciones en Oriente Medio y Norte de
África, según declaró en entrevista con Amy Goodman en Democracy Now el Ge-
or harbored such organizations or persons, in order to prevent any future acts of internatio-
nal terrorism against the United States by such nations, organizations or persons.” Texto de
la aumf 2001, citado por Mary Louise Kelly: “15 Years later: When the US Military Strikes,
White House Points to a 2001 Measure.” Parallels, 06-09-2016, http://www.npr.org/sec-
tions/parallels/2016/09/06/492857888/when-the-u-s-military-strikes-white-house-points-
to-a-2001-measure
3 Luego de los ataques del 11/S, Bush demandó que los Talibanes entregaran a Osama Bin-
Laden y expulsaran a Al-Qaeda de Afganistán. Ellos declinaron la extradición a menos de
que se entregara evidencia del involucramiento de Bin-Laden en los ataques. Igual exigen-
cia en relación con Al-Qaeda. EUA consideró que la solicitud de evidencia era una táctica
dilatoria y, el 7 de octubre 2001, inició la operación “Enduring Freedom” junto con el Reino
Unido (con Tony Blair en papel estelar).
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4 General Wesley Clark, “Wars were planned. Seven countries in five years.” Democracy
Now, 11-09-2011, https://www.youtube.com/watch?v=9RC1Mepk_Sw. La traducción y cur-
sivas son mías JSF.
5 Thomas E. Donnelly, Donald Kagan y Gary Smitt, Rebuilding America´s defenses, strategy,
forces and resources for a new century. A report of The Project for a New American Century,
septiembre 2000, http://web.archive.org/web/20020923154604/http://www.newamerican-
century.org/RebuildingAmericasDefenses.pdf
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conectadas a una Pax Americana lanzada desde agosto de 1945 por Harry Tru-
man, en poco minutos haciendo ceniza y radiando a la población e infraestruc-
tura de las ciudades japonesas Hiroshima y Nagasaki.
Una viuda del 11/S, desde el Hufftington Post, sintetizó un aspecto nodal de
los atentados, una vez que Barack Obama, a mediados de 2016, desclasificó 29
páginas de la Investigación Conjunta del Legislativo sobre los Ataques del 11 de
Septiembre. Estas páginas fueron declaradas “secreto de Estado” y colocadas
bajo vigilancia en una bóveda en el sótano del Congreso, con acceso solo a se-
nadores y diputados y sin autorización de llevar cámaras fotográficas, plumas,
papel o tomar notas. Arabia Saudita y altos, medios y bajos cargos de su diplo-
macia fueron nombrados en esas reveladoras páginas de la Comisión ahora pú-
blicas, aunque todavía con párrafos censurados. Al respecto, la viuda escribió:
El presidente Bush no quiso que el reino de Arabia Saudita fuera investigado. El presi-
dente Bush tiene lazos profundos con el reino y su familia real y solo quería proteger
al reino. El presidente Bush quería hacer la guerra contra Iraq, no contra Arabia Saudita
[…] Las 29 páginas mencionaban términos como ‘Saudi’ y ‘Bandar’ en lugar de ‘Hussein’ 21
6
e ‘Iraq’. Entonces esas 29 páginas fueron un gran problema para el presidente Bush”.
DOSIER
Hubo una concertación de esfuerzos del Buró Federal de Investigaciones
(fbi, por sus siglas en inglés) y del gobierno de Bush para mantener cualquier
evidencia incriminatoria de los sauditas, fuera del foco de atención de la inves-
tigación de la Comisión. Ni Iraq, ni nación alguna de las siete mencionadas por
el general Clark, aparecen en la investigación. Pero fue bajo el impacto del 11/S
y el despliegue de fuerza contra una nación sin conexión con el 11/S,7 que la
presidencia de Bush II obtuvo esos “poderes de guerra” para cubrir con un man-
to de “legalidad” insostenible bajo el Derecho Internacional y el mismo Derecho
Constitucional de los EUA,8 que se procedió contra Afganistán e Iraq, con el ar-
gumento de que el gobierno de Sadam Hussein tenía y contemplaba el uso de
“armas de destrucción masiva”, planteamiento que resultó falso.
Bajo el halo del 11/S, EUA practica de manera intensa una unilateralidad
bélica vinculada con el pico petrolero (peak oil) y, años después, a lo que Ri-
6 Kristen Breitweiser, “29 Pages revealed: Corruption, crime and cover-up Of 9/11.” The
Huffinton Post, 17-07-16, https://www.huffingtonpost.com/kristen-breitweiser/29-pages-
revealed-corrupt_b_11033068.html
7 Saxe-Fernández J., Terror e Imperio, Debate (Random House), México, 2006
8 Saxe-Fernández J., “The US Imperial Presidency: Global impacts in Iraq and México.” En
Han Günther Brauch et al. (ed.), Globalization and environmental challenges. Reconceptua-
lizing security in the 21ST-century, Springer, Berlín-Heildelberg-Nueva York, 2008.
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xico, Canadá y Venezuela, esta última nación sometida a una brutal intervención
golpista desde el Comando Sur del Pentágono (ver adelante) y los grandes me-
dios corporativos (cnn, dw, agencias noticiosas excepto TeleSur) en pos del con-
trol y usufructo de su vasta reserva, bajo registro de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (opep) de ser la de mayor magnitud mundial.
Al lado del tlcan, hay acuerdos de facto que acoplan a México con los prin-
cipios de la política exterior y de seguridad de los EUA. ¿Qué principios? 1) Ava-
lar la doctrina de “autodefensa anticipatoria” o guerra preventiva, en desacato al
derecho internacional, y, 2) aceptar la doctrina straussiana contra la función de
defensa nacional, desviando las fuerzas armadas hacia funciones policiales. Re-
cordemos que el Estado de excepción interno se estableció en EUA bajo la Ley
Patriota y, luego, la Ley Marcial John Warner Defense Authorization Act, de 2007,
que permiten al Ejecutivo usar a los militares en tareas propias del Ministerio
Público. Con una partida de 3,000 millones de dólares y un Felipe Calderón en
Los Pinos, se puso en marcha la Iniciativa Mérida, arreglo de facto fuera del De-
recho Internacional y de la jurisdicción y vigilancia legislativa mexicana. Hoy, la
Ley de Seguridad Interior de pri y pan, nos homologaría con las leyes del De-
partment of Homeland Security (dhs) en el contexto de operativos del Comando
DOSIER
partitura de esa operación que desnudó cómo se fragua el gran saqueo contra Ve-
nezuela. Los sucesos diarios hacen patente una diplomacia de fuerza, parte y par-
cela del acelerado desplome hegemónico de una potencia ante los riesgos exis-
tenciales de hoy, sin sustento moral y científico en los altos puestos de mando.
Si la Operación Venezuela Freedom 2 deja ver el complot Kelly-Almagro-mud
al servicio del big oil, no nos limitemos a explicar al belicismo de EUA o a Trump,
como resultado de una aberración fascistoide. Es peor que eso. Se trata del des-
plome hegemónico del capitalismo monopólico-financiero lanzado a la explota-
ción de los recursos, incapaz de frenar el arrastre de los poderes fósiles al abis-
mo. El golpismo de Kelly/Exxon por el crudo venezolano va al lado del
negacionismo de Trump. La cada vez más delineada demolición controlada de
las Torres Gemelas, las carnicerías de EUA y el ascenso de los generales, aceleran
el desplome. En un mundo multipolar y calentándose sin control, la ruta es otra.
10 Almirante Kurt W. Tidd, “Operación Venezuela Freedom 2.” Red Voltaire, 25-02-2016,
http://www.voltairenet.org/article191879.html
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Obama también usó la aumf 2001 para participar en la ofensiva de la otan (con-
cebida y articulada desde su inicio por EUA) contra Libia, precisamente el 19 de
marzo, pero de 2011. La Operación de EUA se denominó Odyssey Dawn. En otra
ocasión, nos referimos al proceso detectado desde el gobierno de Truman (1945-
1953), que se fue perfilando junto al ascenso del aparato de seguridad militar en
EUA, consignado en la Ley de Seguridad Nacional de 1947 y el análisis socioló-
gico de C. Wright Mills11 hasta la administración de George W. Bush (2001-2009),
en la paulatina transformación de la “presidencia imperial” en autocracia.12 Ya a
finales de 2005, cuando la opinión pública mundial recibe múltiples informes
de los horrores que se perpetraban diariamente contra la población iraquí, la
instauración de un vasto programa de campos de concentración y de tortura en
bases militares, como Guantánamo y buques de guerra de EUA, fue calificado
por Amnistía Internacional, en su informe sobre derechos humanos en el mun-
do de 2005, como un “gulag estadounidense” (American gulag), diseminándose
la percepción de un régimen de Pax Americana abiertamente dictatorial.
Pese al rechazo mundial a este esquema criminal, la guerra de agresión, la
24 ocupación militar, la represión y el intervencionismo se mantuvieron con Obama
(2009-2017) y adquirieron rasgos de creciente intensidad y todavía mayores ries-
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gos a la paz y las naciones del mundo y la región latinoamericana con el arribo
de Donald Trump, en enero de 2017. Ahora no son tan infrecuentes las adverten-
cias sobre el asentamiento de una “junta militar” en la Casa Blanca, en particular
por la prevalencia de generales en la articulación de la política internacional,
acompañados por un ex-gerente de la principal petrolera de EUA: Rex Tillerson,
ex-ceo de Exxon/Mobil. El resto del gabinete vinculado con la seguridad interna-
cional incluye al jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Joseph Dunford; al
secretario de Defensa James Mattis; al Consejero de Seguridad Nacional H.R. Mc-
Master; y al nuevo Chief of Staff de la Casa Blanca, el general John Kelly.13
Para tranquilidad de los grandes capitalistas, el 0.1%, es decir, los altos in-
versionistas en el sector bélico-industrial, en la industria de los combustibles
11 Wright Mills C., La elite del poder, México, fce, [1961] 2013.
12 Cabe recordar que la “presidencia imperial”, como noción básica de la historiografía de
Estados Unidos, se desenvuelve bajo el ímpetu desestabilizante de la centrifugación capi-
talista y de la centralización y concentración en la Casa Blanca de poder policial militar y
de “inteligencia”, utilizada para restablecer una estabilidad suficiente que garantice otro
ciclo de inversión/explotación, en particular en la periferia capitalista. Sobre este concepto
se puede consultar, entre muchos otros: Arthur Schlesinger, Imperial Presidency, Houghton
Mifflin, Nueva York, 1973; John Saxe-Fernández “Trump en la Presidencia Imperial”, Memo-
ria, No. 264, México, 2017-4, pp. 20-26; Charlie Savage: Take over: The return of the impe-
rial presidency, Nueva York, Boston, Londres, Little, Brown & Co, 2007.
13 Lucas Robinson, “Trump is running a military junta.” Indiana Daily Student, 29-08-2017,
http://www.idsnews.com/article/2017/08/column-trump-is-running-a-military-junta
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El torrente imperialista: antes y ahora
Como indicamos en otra oportunidad,16 el “torrente imperialista” no es asunto
menor ni nuevo, como se ilustra en la larga lista de violentos golpes de Estado:
desde el perpetrado por la diplomacia de fuerza de EUA, en pos de la riqueza de
la Anglo-Iranian Oil Company nacionalizada por Mohamad Mossadegh, cuyo go-
bierno fue derrocado por la Agencia Central de Inteligencia (cia, por sus siglas
en inglés) y por el espionaje británico en 1953;17 el golpe contra el gobierno gua-
temalteco de Jacobo Arbenz, inspirado por la United Fruit Company en 1954;
los golpes que se dieron contra los regímenes democráticos y legítimos del do-
14 Andrea Germanos, “Endless war continues as Senate kills effort to repeal 2001 authori-
zation.” Common Dreams, 13-09-2017, https://www.commondreams.org/news/2017/09/
13/endless-war-continues-senate-kills-effort-repeal-2001-authorization
15 Redacción: “Trump amenaza con intervención militar en Venezuela.” Proceso, 11-08-
2017, http://www.proceso.com.mx/498620/trump-amenaza-intervencion-militar-en-ve-
nezuela
16 Sobre el factor doméstico en los ataques del 11/S, ver John Saxe-Fernández, “Torrente
Imperialista.” La Jornada, 31-08-2017, http://www.jornada.unam.mx/2017/08/31/
opinion/022a1eco
17 Kinzer S., All the Sha´s men_An American coup and the roots of Middle East terror, Nue-
va York, John Wiley & Sons, 2003.
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ton-Bush-Obama-Trump de guerras múltiples permanentes, incrementando las
confrontaciones con Rusia, China, Irán y Venezuela, la desregulación de la eco-
nomía estadounidense por parte de Trump y recortes fiscales masivos para los
grandes negocios.”26
Aunado a lo anterior, es necesario agregar que ese torrente imperialista, con
alto riesgo de intensificación bélica y por estar en medio de los accesos al petró-
leo/gas natural convencional, junto al negacionismo climático de Trump, es de
grave riesgo para la biota global, pues la actitud de Trump está dirigida a corre-
22 Como Bush, Cheney está vinculado con la industria petrolera. Antes de asumir la vice-
presidencia, se desempeñó como gerente de Halliburton, principal firma proveedora de
servicios petroleros.
23 Mark Mazzetti, Anne Barnard y Eric Schmith, “Military success in Siria gives Putin upper
hand in US proxy war.” The New York Times, 06-08-2016, https://www.nytimes.
com/2016/08/07/world/middleeast/military-syria-putin-us-proxy-war.html
24 Site Staff, “U.S. enters Syrian civil war without Congressional approval.” Police State USA,
23-09-2014, http://www.policestateusa.com/2014/us-enters-syrian-civil-war/
25 La intervención rusa contra Al Nosra, solicitada por el gobierno sirio, a decir de analis-
tas de un conocido instituto semi-oficial al New York Times, parece haber frenado el dete-
rioro del Estado sirio, en apariencia un objetivo straussiano de peso para la Secretaría de
Defensa con Rumsfeld, Wolfowitz y sus sucesores.
26 James Petras, “¿Quién gobierna América? La élite del poder en tiempos de Trump.” Resu-
men Latinoamericano/Aporrea, 10-09-17, http://www.resumenlatinoamericano.org/2017/
09/11/quien-gobierna-america-la-elite-del-poder-en-tiempos-de-trump-por-james-petras/
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gir, censurar o reprimir a la comunidad científica, pero solo cuando las cifras y
conclusiones apuntan a peligros de corto, mediano o largo plazo que chocan
con negocios y tecnologías (motor de combustión interna) y ganancia de la que-
ma de combustibles fósiles, eje de las riquezas acumuladas por ExxonMobil,
Chevron/Texaco o bp, y, al mismo tiempo, pieza fundamental en la vulnerabili-
dad de ciudades como Houston, naciones del Caribe o Florida, ahogadas por hu-
racanes que, a decir de climatólogos, han sido de una inédita intensidad. Sin
embargo, según el DoD, sus socios corporativos de los combustibles fósiles per-
manecerán en función hasta mediados de siglo xxi,27 para cuando la catástrofe
climática/ambiental será irreversible. El alto capital va por la ganancia hasta la
extinción de las especies.
de los Países Bajos, para liberar a personal de EUA detenido y bajo custodia de
la cpi.28
El 11/S se esgrimió como fundamento para inducir el voto del miedo que
contribuyó a la reelección de Bush y que, desde entonces, ha sido un caballo de
Troya, con su aumf 2001 y 2002. Es, en medio del torrente imperialista, desen-
cadenado por el 11/S, que emanó la perorata del “nacional-trumpismo” con su
supremacismo blanco, anti-latino/mexicano, anti-inmigrante, racista y militari-
zado hasta la coronilla. Es gracias al senador Rand Paul que se supo, en su ex-
presión presupuestal, de la magnitud y contexto de la militarización de EUA,
junto con el creciente peso de ciertos personajes, tales como: Steven Mnuchin,
que cabildea por Wall Street desde el Departamento del Tesoro; John Kelly, ex
jefe del Comando Sur, quien preparó la primera etapa del esquema de desesta-
bilización golpista contra Caracas, conocido como “Operación Venezuela Free-
dom 1 y 2” e impulsado por el aparato del espionaje de EUA (cia, dia, nsa, usaid
y su “Oficina para las Iniciativas de Transiciones (oti, por sus siglas en inglés)
contra el gobierno bolivariano”.
Todos ellos, con Tillerson, ahora secretario de Estado, constituyen con 29
Trump una suerte de “junta”, cúpula militar que decide en torno a las proyeccio-
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nes de fuerza sobre Afganistán, Irak, Libia, Siria y Venezuela. Se detectan expre-
siones dentro de esa cúpula de interés para hacer más fortuna, realizando ajus-
tes de tipo outsourcing (tercerización), ya en boga en el vasto programa de
contratos de la época Bush/Cheney. En aquel entonces, la empresa Halliburton
lideró, desde su entonces subsidiaria Kellog, Brown and Root, los grandes con-
tratos de la administración pública.29 Ahora, la tercerización opera en su estam-
pa neofascista, bajo inspiración de entes mercenarios tipo Blackwater, como
ocurrió en las guerras de Afganistán e Iraq.
28 Aaron Glantz, “Bush and Saddam both should stand Trial”, OneWorld, Global Forum 25,
agosto, 2006, https://defence.pk/pdf/threads/bush-and-saddam-should-both-stand-trial.
1982/
29 Saxe-Fernández J., Terror e Imperio, Debate (Random House), México, 2006.
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fin de la Segunda Guerra Mundial, y a lo largo del siglo xx y lo que va del xxi,
el gobierno federal de EUA ha gastado más de la mitad de sus ingresos fiscales
en el financiamiento de guerras pasadas, presentes o futuras.30 Escribe Sey-
mour Melman que:
DOSIER
presupuestan recursos para 740,000.34 Muchas categorías para establecer el or-
den específico de la vasta expansión militar en curso no están más disponibles
al público. Pero estos aumentos indican un alto incremento en los contratos
para la industria militar, misma que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial
fue receptora del 70% del presupuesto total del Pentágono (DoD). Además, un
número considerable del aumento en “personal” se refiere no solo a nuevos cua-
dros administrativos para la expansión bélico-industrial, sino también a “con-
tratistas-soldados mercenarios” de distintas nacionalidades que usualmente re-
ciben salarios menores y no se erogan partidas para seguros médicos, de salud
y de jubilación como es la costumbre con los soldados ciudadanos de EUA. La
guerra global contra el terrorismo tiende, como se indicó en el apartado ante-
rior, a la subrogación y tercerización de la tropa. Las “guerras de agresión son
masacres que devastan poblaciones inermes e infraestructura, una tendencia
del “capitalismo del desastre”, para usar un término de Naomi Klein35, repleto de
contratos cost plus.36 La subrogación de guerras como la de Afganistán, a través
33 Saxe-Fernández J., Terror e Imperio, Debate (Random House), México, 2006, 97-148.
34 Office of Management and Budget, Analytical Perspectives: Budget of the U.S. Govern-
ment, Fiscal Year 2018, Washington, DC: U.S. Government Printing Office, 2017.
35 Klein N., La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre, Paidós, México,
2007.
36 Para los cálculos sobre los costos de estas guerras, ver Joseph E. Stiglitz y Linda J. Bil-
mes, “Estimating the costs of War: Methodological issues, with applications to Iraq and
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Afghanistan.” En Michelle Garfinkel y Stergis Skaperdas (eds.), Oxford Handbook of the Eco-
nomics of Peace and Conflict, Oxford University Press, Oxford, 2012, http://www.socsci.uci.
edu/~mrgarfin/OUP/papers/Bilmes.pdf.
37 US Budgetary Costs of post-911 Wars, Watson Institute, Brown University, noviembre 2017,
http://watson.brown.edu/costsofwar/figures/2017/us-budgetary-costs-post-911-wars-
through-fy2018-56-trillion
38 Wright Mills C., The causes of World War Three, Simon & Schuster, Nueva York, 1958.
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raciones que chocan con las Convenciones de Ginebra sobre el trato inhumano
de prisioneros o el uso de la tortura.
A su vez, esta ampliación presupuestal, para la masiva proyección militar
de EUA, se dirige al mundo en general y a la periferia capitalista en particular,
sede de localizaciones estratégicas con grandes y codiciados yacimientos mi-
nerales, y de los combustibles fósiles que, advierte la comunidad científica
mundial al 97%, gestan el calentamiento global atmosférico. Entre otros paí-
ses, Venezuela, Iraq, Libia, México, Canadá, Nigeria, etc. Es un diseño de su-
brogación vinculado con el interés corporativo por el intenso contratismo que
acompaña a programas como el de “reconstrucción y estabilización”, puesto
en práctica luego de la brutal devastación de población e infraestructura en
Iraq y de la “estabilización” lograda con brutal represión. En sus inicios, el di-
seño estuvo a cargo de Carlos Pascual, ex-embajador de EUA en Ucrania y Mé-
xico. Ahora, el contratismo vincula la administración del gasto militar al lema
trumpista del America First, por medio de la subrogación de las guerras de
agresión, puesta en marcha en Iraq y Afganistán donde el uso de ejércitos mer-
cenarios, constituidos como firmas contratistas, se vinculó con saqueos y ma- 33
tanzas.
DOSIER
El imperio en estado de “diplomacia de fuerza”.
¿Hacia una intervención militar “humanitaria” contra Venezuela?
La Operación “Venezuela Freedom 2” indica en afirmativo. Tengamos presente
que Venezuela es el país con la mayor reserva petrolera del mundo. Como se in-
dica en otro estudio,39 tiene como recursos probados 292,000 millones de barri-
les, esto es, casi 8.5 veces las reservas probadas de EUA, calculadas en 36,000
millones de barriles. De ahí el interés de EUA en derrocar al gobierno de Vene-
zuela ante la expectativa de controlar esta vasta riqueza energética, frente a los
limites geológicos y financieros de la llamada “revolución shale”. Consideremos,
además, que ante el acoso de sanciones económicas de EUA, el gobierno vene-
zolano decidió comercializar su petróleo en rublos, yuanes y euros.
El actual gobierno brasileño autorizó despliegues militares de EUA en el
Amazonas, una política vinculada con el escenario militar descrito en la Ope-
ración Venezuela Freedom 1 y 2, para ir cerrando el cerco sobre los recursos
estratégicos de Venezuela en particular, y de la región en general. La vía mili-
tar para el acceso al petróleo y el gas natural se perfila con grandes riesgos
DOSIER
Estados Unidos, representada por la situación en Venezuela”; c) haber logrado
“reforzar el aislamiento internacional y la descalificación de Venezuela como
sistema democrático” (sin mencionar que el Instituto Carter, que vigila los pro-
cesos electorales, certificó la validez de los procesos para la elección e instala-
ción de una Asamblea Constituyente Nacional); d) haber generado un clima pro-
picio para la aplicación de la Carta Democrática de la oea, en contubernio con
Luis Almagro; y, e) que “se colocó en la agenda la premisa de la crisis humanita-
ria que permita una intervención con apoyo de organismos multilaterales, in-
cluyendo la onu.” Ahí calzan las palabras sobre el sufrimiento y el hambre, que
anteceden la amenaza militar de Trump. Ya en la fase 2 de la Operación Vene-
zuela Freedom, se habla del uso del “desabasto” como medida de presión políti-
ca, un desabasto no obstante extraño, que se traduce en una enorme abundan-
cia de víveres y artículos de primera necesidad en la frontera de Colombia con
Venezuela, para el lucro de siete grandes empresas de dentro y fuera, incluyen-
do transnacionales estadounidenses.
En esta misma fase 2, el componente militar se acentúa y explicita, ya que
incluye la planeación de “operaciones especiales” conformadas por componen-
tes operacionales del cs: Comando de Operaciones Especiales Sur, Joint Task
Force-Bravo y Fuerza de Tarea Conjunta Interagencial Sur Jiatfs. “Los elementos
42 Ibidem.
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común, que incluye un escenario abrupto que puede combinar acciones ca-
llejeras y el empleo dosificado de la violencia armada. Por supuesto, hay
que seguir impulsando como cobertura el referéndum o la enmienda que se
apoya en el texto constitucional y que sirve para censar, movilizar y organi-
zar una masa crítica para la confrontación […] la responsabilidad en la ela-
boración, planeación y ejecución parcial (sobre todo en esta fase-2) […] des-
cansa en nuestro Comando, pero el impulso de los conflictos y la generación
de los diferentes escenarios es tarea de las fuerzas aliadas de la mud […] no
asumiremos el costo de una intervención armada en Venezuela […] [emplea-
remos] recursos y medios para que la oposición pueda llevar adelante las
políticas para salir de Maduro”;
b) “Bajo un enfoque de “cerco y asfixia”, también hemos acordado con los so-
cios más cercanos de la mud, utilizar la Asamblea Nacional como tenaza
para obstruir la gobernanza: convocar eventos y movilizaciones, interpelar
a los gobernantes, negar créditos, derogar leyes”;
c) “Hay que insistir en el gobierno de transición y las medidas a tomar después
de la caída del régimen, incluyendo la conformación de un gabinete de
emergencia”;
d) “Hemos propuesto […] aplicar las tenazas para asfixiar y paralizar, impi-
diendo que las fuerzas chavistas se puedan recomponer y reagrupar […]
para debilitar doctrinariamente a Maduro, colocando su filiación castrista y
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sionar”, demandando a la comunidad internacional una intervención huma-
nitaria para mantener la paz y salvar vidas”;
h) “Hay que insistir en la aplicación de la Carta Democrática, tal como lo hemos
convenido con Luis Almagro Lemes, Secretario General de la oea”;
i) “No se puede dejar a un lado el esfuerzo que hemos venido haciendo para
vincular al gobierno de Maduro con la corrupción y el lavado de dinero. En
esto debemos apoyarnos en el trabajo que vienen haciendo las Unidades de
Inteligencia Financiera (Grupo Egmont), el Grupo de Acción Financiera (gafi)
y el Comité de Expertos sobre la Evaluación de Medidas contra el Blanqueo
de Dinero y la Financiación del Terrorismo (moneyval)”;
j) “Atención a la cuestión militar […] existe una alta probabilidad de que los
mandos identificados con el chavismo duro ofrezcan resistencia, sobre todo
en unidades de élite que históricamente se han alineado con el régimen. Por
eso, hay que sostener el trabajo para debilitar ese liderazgo y anular su ca-
pacidad de mando”;
k) “Lectura similar es necesaria hacer en relación con el empleo que va a hacer
el gobierno de las llamadas milicias y colectivos armados […] se convierten
en obstáculos para las movilizaciones de calle de fuerzas aliadas y grupos
opositores […] un impedimento para el control efectivo de instalaciones es-
tratégicas. De allí la demanda de su neutralización operativa en esta fase
decisiva”;
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l) “Si bien en este terreno foco de la situación militar, no podemos actuar aho-
ra abiertamente, con las fuerzas especiales aquí presentes hay que concre-
tar lo ya anteriormente planificado para la fase 2 (tenaza) de la operación.
Los entrenamientos y aprestos operacionales de los últimos meses, con la
Fuerza de Tarea Conjunto Bravo en la base de Palmerola, en Comayagua,
Honduras, y la Fuerza de Tarea Conjunta Interagencial Sur –Jiatfs, permiten
colocar tales componentes en condiciones de actuar rápidamente en un
arco geoestratégico apoyado en las bases militares de “control y monitoreo”
en las islas antillanas de Aruba (Reina Beatriz) y Curazao (Hato Rey); en
Arauca, Larandia, Tres Esquinas, Puerto Leguízamo, Florencia y Leticia en
Colombia; todo ello como Lugar de Operaciones de Avanzada (fol, con pro-
yecciones sobre la región central de Venezuela donde se concentra el pode-
río político-militar). En este aspecto, debemos mantener la vigilancia elec-
trónica sobre esta zona de influencia, sobre todo en la fachada atlántica,
manteniendo las incursiones de los RC-135u combat equipados con siste-
mas electrónicos que han permitido recientemente recolectar inteligencia,
38 interceptar y bloquear comunicaciones, tanto del gobierno como de contin-
gentes militares (Ver informe confidencial respectivo). También se debe po-
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ner OK el Primer Batallón 228 del Regimiento del Aire con sus 18 aviones y
los helicópteros UH-60 Blackhawk y CH-47, aproximándolos al terreno, pre-
feriblemente las instalaciones de Hato Rey en Curazao. Ya hemos estableci-
do las directivas y órdenes vinculantes”;
siendo la tarea del día de esta Junta Evaluativa, por lo que ordeno la mayor
atención y esfuerzo en la reunión”.
(Disponible en: Almirante Kurt W. Tidd, “Operación Venezuela Freedom 2”, Red
Voltaire, 25-02-2016, http://www.voltairenet.org/article191879.html).
Referencias
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Nueva York: John Wiley & Sons, 2003.
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Melman, S. Profits without productivity. Philadelphia: University of Pennsylvania
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Press, 1987.
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xico.» En Han Günther Brauch et al. (eds.), Globalization and environmental
challenges. Reconceptualizing security in the 21ST-Century. Berlin-Heildel-
berg-New York: Springer, 2008.
———. Terror e Imperio. México: Debate (Random House), 2006.
——— y César Díaz Olín. «Geo-economía y geopolítica del Bloque Energético de
América del Norte.» (En prensa, José Luis Calva (coord.), 2018).
Selser, G. De cómo Nixinger desestabilizó Chile. Hernández Editor, 1975.
Wright Mills C., La elite del poder. México: fce, [1961] 2013.
———. The causes of World War Three. Nueva York: Simon & Schuster, 1958.
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Abstract | This article seeks to reflect on the dominant paradigm of peace in the internation-
al system. From the historical analysis that demonstrates the evolution of the concept of
peace, it is intended to understand the current formation of a paradigm of universal peace
based culturally, politically, economically and socially by particular interests. A paradigm
that represents an essential part of the power structure among the States, although it is not
written in any international legal instrument. Critically, and based on two African experi-
ences, it is proposed to leave behind the idea of a universal peace to consider a concept of
heterogeneous peace that allows us to understand that peace is as diverse as the cultures
that make up our world.
Keywords | peace, domination, security, violence, heterogeneous peace.
Introducción
En 1795, Immanuel Kant publicó su libro Sobre la paz perpetua. De forma inno-
vadora, Kant abriría el camino al estudio de la paz y no de la guerra, como en el
Lara Angelino, Claudio Rene. «La paz universal como mecanismo de dominación en el sistema internacional.» Interdisci-
plina 6, n° 15 (mayo–agosto 2018): 41-59.
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las condiciones para establecer una paz duradera, sino periodos de paz momen-
táneos que básicamente servían como una etapa de preparación para una guerra
en el futuro. Un ejemplo claro de ello fue el periodo de la llamada “paz armada”
(1871-1914) y el sistema de alianzas en Europa, previo al estallido de la Primera
Guerra Mundial.
Precisamente, el fin de este conflicto y la creación de la Sociedad de Nacio-
nes, el 28 de junio de 1919, pondrían nuevamente sobre la mesa las ideas de
Kant de crear una Confederación de Estados basada en el respeto a un Derecho
Internacional, ante el temor de que se diera nuevamente una guerra mundial de
igual o peores dimensiones y consecuencias. Esta propuesta sería planteada y
desarrollada por las potencias vencedoras de la “Gran Guerra”, aunque ahora se-
ría complementada con un nuevo elemento: los 14 puntos del presidente esta-
dounidense Woodrow Wilson.
Para este periodo histórico, el Estado seguía siendo el actor preponderante
de las relaciones internacionales. No obstante, la idea de una paz perpetua aún
no era clara en los objetivos del recién creado organismo, debido a que desde
un inicio, su objetivo general fue establecer un mecanismo de resolución de
conflictos por medios pacíficos y fundar un ente capaz de garantizar la creación
y permanencia de condiciones de seguridad entre los Estados, pero no la paz
por sí misma, como puede comprobarse en el Pacto de la Sociedad de Naciones.
Asimismo, la determinación de que Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña
fueran las potencias encargadas de establecer el nuevo orden mundial seguía
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creando un clima de insatisfacción por parte de los países derrotados y del res-
to de los Estados. Para ellos, la Sociedad de Naciones representaba un organis-
mo parcializado y dominado por los intereses de las grandes potencias que es-
tablecía un sistema de relaciones interestatales frágil y una paz tan endeble que
en cualquier momento podría fragmentarse otra vez.
Esta visión de la paz en las relaciones internacionales perduraría solo por
20 años y la Sociedad de Naciones presenciaría su propio fracaso con el inicio
de la Segunda Guerra Mundial en 1939. En ese momento, resultó evidente para
todos los países que los esfuerzos de la Sociedad de Naciones, desde su crea-
ción, no habían sido lo suficientemente fuertes como para impedir un nuevo
conflicto de mayores dimensiones. Por lo tanto, instituir una paz duradera sería
una labor no de un grupo de potencias, sino de toda una comunidad internacio-
nal fundamentada en la igualdad de derechos.
Es así como, tras el término de la Segunda Guerra Mundial y la firma de la
Carta de las Naciones Unidas el 26 de junio de 1945, surge oficialmente la Orga-
nización de las Naciones Unidas (onu), el 24 de octubre de 1945. Finalmente, el
idealismo de Kant se vería materializado en la letra de los primeros dos puntos 43
del primer artículo de la Carta de Naciones Unidas, que expresan como objeti-
DOSIER
vos de este organismo:
Mantener la paz y la seguridad internacionales, y con tal fin: tomar medidas colecti-
vas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz, y para suprimir actos de
agresión u otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios pacíficos, y de con-
formidad con los principios de la justicia y del derecho internacional, el ajuste o arre-
glo de controversias o situaciones internacionales susceptibles de conducir a que-
brantamientos de la paz; y
Fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto al principio
de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos, y tomar otras
medidas adecuadas para fortalecer la paz universal. (onu 1945, 1).
uno solo, sin definir previamente lo que significa una u otra. De las 40 ocasiones
en las que se menciona en la Carta la palabra “paz”, en 26 de ellas se hace refe-
rencia al mantenimiento de la paz (peacekeeping); en 5, a amenazas o situacio-
nes de peligro para la paz; en 4, al quebrantamiento de la paz; y, en 4 más, a
restablecer, fomentar o promover la paz. Por lo tanto, no existió (ni existe) refe-
rencia alguna que defina lo que la comunidad internacional entendería por paz
desde 1945 en adelante, aun cuando en dicho contexto parecía que, epistemo-
lógicamente, era evidente lo que esta significaba.
No obstante, el mayor problema es la marcada relación entre paz y seguri-
dad, siendo esta última palabra repetida en la Carta en 138 ocasiones; 104 de
ellas para referirse al papel del Consejo de Seguridad en el mundo, encargado
de velar por la paz y la seguridad internacional. Precisamente, el hecho de que
5 de los 15 miembros del único órgano coercitivo de Naciones Unidas sean per-
manentes (con base en el artículo 23 de la Carta), y que a su vez, estos posean
un derecho de veto, pone en duda la imparcialidad de sus decisiones en favor
de esta supuesta paz y seguridad internacionales.
A pesar de que el derecho de veto no se encuentra escrito en la carta de la 45
onu, los cinco miembros permanentes (China, Francia, Rusia, Reino Unido y Es-
DOSIER
tados Unidos) acordaron establecer esta estructura en la toma de decisiones del
Consejo. Esto significa que, además de los 9 votos favorables de sus miembros
no permanentes, para adoptar una resolución respecto a una amenaza a la paz y
la seguridad internacional se necesita el consentimiento de estos llamados “cin-
co grandes”. La justificación de que se incluyera este mecanismo desde la funda-
ción de la onu fue el rol fundamental de esos países en el mantenimiento de la
paz y la seguridad internacional, así como en la creación del citado organismo.
En otras palabras, la creación del Consejo de Seguridad y las imprecisiones
epistemológicas de lo que se entiende por paz, o incluso por seguridad, son re-
sultado de un contexto político internacional enmarcado por la Guerra Fría, y el
establecimiento de una nueva balanza de poder en términos del realismo políti-
co, a la cual se sujetaron jurídicamente el resto de los Estados, estratégicamen-
te o no, con el fin de la Segunda Guerra Mundial. No solo eso, la creación de la
onu representó un evento icónico en la conceptualización “universal” de lo que
hoy en día se entiende por paz (en términos de mantenimiento) entre los Esta-
dos. Es decir, que hablar de mantenimiento de la paz implicaba dar por hecho
que la paz ya existía en el mundo, y por ende, el problema sería solo saber con-
servarla.
Al ser aceptada y aprobada en consenso por los Estados, se estableció una
paz universal, idéntica y compartida por la comunidad internacional, aun cuan-
do no se explicaba exactamente en qué consistía esta paz, cómo se lograba, o,
incluso, aceptando que ya existiera, cómo se preservaba. Lo cierto es que desde
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la nueva agenda de seguridad impuesta por Estados Unidos después de los aten-
tados del 11 de septiembre de 2001.
Dicha transformación se ha hecho evidente con la transición de una estrate-
gia de pacificación que pasó de conformar fuerzas de interposición, a fuerzas de
mantenimiento o incluso de imposición de la paz. De esta forma, las omp se han
transformado para responder a situaciones de conflicto que, por ejemplo, han
dejado de ser predominantemente entre Estados para dar pie a conflictos en su
interior, y con ello, a nuevas formas de combate y a nuevos actores beligerantes
que suponen un reto a una visión dominante de paz de corte estatocéntrico. Así
pues, elaborando una definición con información del Departamento de Opera-
ciones de Mantenimiento de la Paz de Naciones Unidas, las omp actualmente se
podrían definir como:
DOSIER
2017).
48
DOSIER
DOSIER
militar. Dichas acciones son autorizadas para restaurar la paz y la segu-
ridad internacional en situaciones donde el Consejo de Seguridad ha
determinado la existencia de una amenaza a la paz, quebrantamiento a
la paz o acto de agresión.” En este sentido, el Consejo tiene las faculta-
des para utilizar agencias y organismos regionales para llevar a cabo
estas acciones bajo su autoridad.
5. Consolidación de la paz (peacebuilding), que “involucra una serie de me-
didas específicas para reducir el riesgo de caer o recaer en conflicto me-
diante el fortalecimiento de las capacidades nacionales en todos los ni-
veles de gestión de conflictos, y sentar las bases de una paz duradera y
el desarrollo”. Esta consolidación funciona evaluando y conociendo las
causas estructurales de los conflictos violentos de forma amplia. Las
medidas de consolidación de la paz dirigen los problemas centrales que
afectan el funcionamiento de la sociedad y busca mejorar las capacida-
des del Estado para llevar a cabo de forma efectiva y legítima sus fun-
ciones básicas.
te. ¿Es posible que la paz se implante por medios violentos? La Real Academia de
la Lengua Española señala a la imposición como una “exigencia desmedida con
que se trata de obligar a alguien” o como una “carga, tributo u obligación que
se impone” (rae 2016). Nuevamente nos situamos en la discusión de saber
quién o quiénes, y bajo qué autoridad y facultades se encuentra para decidir
que la paz (y tipo de paz) debe imponerse violentamente. Asimismo, la impar-
cialidad con la que se decide en el Consejo de Seguridad qué situaciones de
conflicto pueden asumirse como amenaza o quebrantamiento a la paz, y acto
de agresión.
Finalmente, la consolidación de la paz (peacebuilding) reconoce la impor-
tancia del conocimiento de las causas estructurales de los conflictos. Sin embar-
go, centra su atención en la creación de capacidades estatales (no humanas)
para ejercer su poder sobre la sociedad; y vuelve a la problemática de conside-
rar al conflicto como un elemento que debe prevenirse y evitarse a toda costa
con el fin de establecer una paz duradera y un desarrollo dentro del paradigma
dominante.
El mantenimiento de la paz universal y sus cinco fases representa en reali-
dad la imposición de un orden basado en ideas, principios y valores particula-
res de una estructura de poder legitimada por el Consejo de Seguridad y apro-
piada por el resto de la comunidad internacional. Las bases sobre las cuales se
asientan las omp se encuentran efectivamente obstaculizadas por concebir los
conflictos de forma homogénea, como si todos tuvieran las mismas causas, las
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mismas consecuencias, y como si para todos hubiera una solución única dentro
de este paradigma. Fuera de ella, en un área gris, no existe solución ni paz alter-
nativa alguna como se demuestra en el siguiente esquema:
51
DOSIER
Fuente: Elaboración propia.
perpetrado por la mayoría étnica hutu, sus milicias y el ejército ruandés sobre
la minoría tutsi y los hutus moderados.
En el mismo sentido, abordaremos el caso somalí y su estructura de organi-
zación política y social basada en clanes como una alternativa a la resolución de
conflictos occidental frente al devenir de la guerra civil que inició en 1991 y cu-
yos estragos aún perduran. En ambos casos, el objetivo primordial es lograr en-
tender la paz como un concepto que, más allá de definiciones o principios, con-
tiene experiencias y respuestas a necesidades concretas y en diferentes
contextos. En otras palabras, hablar de una paz heterogénea, no universal ni
dominante, conformada por elementos de distintas características pero que, al
mismo tiempo, forman un camino compartido por todos como humanidad.
El caso ruandés
El Tribunal Penal Internacional para Ruanda se estableció el 8 de noviembre de
1994 para enjuiciar a los culpables de genocidio y crímenes de lesa humanidad.
Entre ellos había funcionarios políticos como el Primer Ministro, Jean Kamban-
da y el ex alcalde de la ciudad de Taba, Jean-Paul Akayasu. Asimismo, los tribu-
nales nacionales desempeñaron un papel importante para condenar a las per-
sonas acusadas de planear el genocidio. Sin embargo, lo que representó un
cambio en el proceso de reconciliación en Ruanda fue el establecimiento de
juicios comunitarios, mejor conocidos como Tribunales Gacaca (pronunciar
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der a los tribunales Gacaca desde este enfoque, dado que estos se fundamenta-
ron en un sentimiento comunitario generalmente entendido en sociedades afri-
canas como Ubuntu. Es decir, una filosofía que refleja el sentido de pertenencia
de cada persona a su comunidad y que va más allá de la concepción occidental
de individuos.
La razón principal que sustenta esta práctica histórica (no tradicional) en las
sociedades africanas subsaharianas, es “la capacidad en una cultura africana
para expresar compasión, reciprocidad, dignidad, humanidad y mutualidad en
el interés de construir y mantener comunidades con justicia y cuidado mutuo”
(Mawere y Mubaya 2016, 97) o, en términos simples, la idea de que una persona
es una persona por y a través de las otras personas. Por lo tanto, en esta visión
podemos reconocer que la responsabilidad de los crímenes no es solo de las
personas que los cometieron sino también de su comunidad. La visión que sur-
ge de este enfoque sugiere que las personas juzgadas están de alguna manera
“enfermas” y que, por lo tanto, existe la responsabilidad y necesidad de reinte-
grarlas a su colectividad para su sanación en ella, haciéndolas recuperar así su
humanidad.
De inicio, podemos notar que esta filosofía es diferente a la idea occidental
de la responsabilidad individual de la acción criminal y el tratamiento carcelario
de su castigo (Foucault 2002). Un ejemplo son las palabras del Premio Nobel de
la Paz sudafricano, Desmond Tutu, quien refiere acerca del concepto de Ubuntu,
su vinculación con la humanidad y la justicia: “mi humanidad está atrapada, li-
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El caso somalí
La experiencia de Somalia ofrece una prueba más de que la paz puede abordarse
desde diferentes visiones. En este país del Cuerno de África, la estructura histó-
rica del parentesco se basa en un tipo de linaje paternal o agnaticio conocido
como clan, al cual pertenecen sus miembros según el antepasado de quien pro-
vienen. El clan forma una especie de contrato social que define los términos de
la unidad colectiva dentro y entre los clanes, y en el que la responsabilidad de
las acciones de los individuos es asumida por la colectividad del clan, con quie-
nes todo individuo comparte compromisos en términos de deberes y derechos.
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estructura mayor y hace referencia a miembros pertenecientes a un gru-
po de 10 generaciones (Gundel 2009).
3. Linaje primario: se trata de una estructura particular del clan que des-
cribe el sentimiento de pertenencia de sus miembros a un determinado
linaje, por lo general dentro del marco de 6 y 10 generaciones.
4. Grupos Mag: es la unidad más básica, funcional e importante del clan
para cada uno de sus miembros. Se trata de un pequeño grupo de per-
sonas (perteneciente a un linaje en particular) que se compone de unos
cientos a unos pocos miles de personas que se identifican con un ances-
tro común, alrededor de 4 a 8 generaciones. Estos grupos regulan sus
relaciones sociales y políticas a través de los contratos Xeer, que no son
más que las leyes consuetudinarias históricas de Somalia aplicables
dentro y entre los grupos Mag (Gundel 2009).
guerra civil en 1991 hasta la actualidad, como consecuencia del contexto de vio-
lencia e inestabilidad producto de las disputas internas y de las fallidas estrate-
gias de imposición de la paz ejecutadas por la Unión Africana y su omp desple-
gada desde 2008, así como a otros factores tales como la pérdida de ganado
producto de las sequías y la degradación ambiental.
En suma, se ha generado una situación cuyas características generales no
solo imposibilitan la resolución de conflictos entre los somalís, sino que des-
mantelan un mecanismo histórico de contención de la violencia y abren la puer-
ta a la comisión de delitos como el homicidio, sin asumir la responsabilidad de
los actos ni individual ni colectivamente. Por ejemplo, a inicios de 1993, los ni-
veles de violencia eran tan altos que hicieron que las fuerzas de mantenimiento
de la paz de la onu, desplegadas en la misión onusom i, y de las de Estados Uni-
dos, desplegadas en la misión Fuerza de Tarea Unificada (unitaf) se hicieran
víctimas de constantes ataques, robos y saqueos en sus instalaciones y en los
corredores internacionales de ayuda humanitaria.
La onu, consciente de que las operaciones militares serían poco fructíferas
56 sin un proceso de diálogo, coadyuvó a la realización de unas conferencias que
facilitaran el proceso de negociación de la paz. Estas se desarrollaron del 4 al 15
DOSIER
Los nómadas, que deberían estar contentos de que la comunidad mundial haya deci-
dido “ayudarlos”, tuvieron que adaptarse a los caminos occidentales y hacer la paz de
una manera civilizada, es decir, no reclinándose durante meses bajo los árboles, com-
poniendo poemas y hablando de guerras pasadas, sino sentándose en las mesas de
las habitaciones con aire acondicionado y poniendo sus firmas en el fondo de un pe-
queño pedazo de papel.
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Las asambleas de clanes y entre clanes, así como las deliberaciones de los
ancianos quienes las presiden, obedecen a otras prácticas y lógicas, así como a
otros tiempos y espacios fuera del paradigma de paz universal. Para Prunier,
esta distancia explica cabalmente la falta de compromiso de las partes en las
negociaciones impuestas por la onu, dado el desconocimiento o deliberada in-
tención de no cumplir con lo acordado en las conferencias de paz, ni lo que la
comunidad internacional esperaba de estos acuerdos, ya que su firma en dichos
“papeles” no les confería ningún sentimiento de compromiso.
En consecuencia, como era de esperar, los tres acuerdos no generaron los
resultados esperados por Estados Unidos y la onu. En la evaluación de sus ac-
ciones, encontraremos que, erróneamente, tomaron con ingenuidad el contexto
en el que se desenvolvían los combates y la naturaleza del conflicto, creyendo
que los problemas de inseguridad se resolverían manteniendo la paz con mili-
tares y equipo militar, y, finalmente, que la operación carecía de conocimiento
sobre las formas de organización social y política de la sociedad somalí, así
como sus mecanismos más importantes en la resolución de sus conflictos.
57
DOSIER
Conclusiones
Definir la paz representa todo un reto para la academia y para nuestras socieda-
des. El vacío que existe actualmente en este concepto ha propiciado la creación
de estructuras de poder político, económico, social y cultural en el mundo, mis-
mo que ha forjado una serie de valores y principios que suelen asociarse erró-
neamente con un concepto de paz universal. El orden mundial forjado desde la
creación de la onu y las respectivas transformaciones que sufrió durante la se-
gunda mitad del siglo xx, y comienzos del siglo xxi, consiguió que a través de
los Estados asumiéramos una idea de paz ligada estrechamente a la seguridad
de unos cuantos Estados que por su poderío en el sistema internacional han im-
puesto sus intereses y su visión de orden como sinónimo de paz.
En efecto, a nivel internacional tiene mayor peso la aceptación y el recono-
cimiento de un Estado sobre el gobierno de otro Estado, que el reconocimiento
de la satisfacción de las necesidades básicas de su población. Aquellas luchas
sociales en busca de justicia respecto del orden político, económico o cultural
que la subyuga, se reprimen o se ignoran bajo la idea de que transgredir el or-
den equivale a transgredir la paz dominante. Es por esta relación tan compleja
que algunos conflictos en el mundo aún no se han resuelto o simplemente no
son objeto de atención mediáticamente hablando.
En este sentido, las experiencias africanas ofrecen solo una de muchas apro-
ximaciones al concepto de paz. Tal vez podría parecer que los juicios Gacaca
son demasiado diferentes a los métodos de resolución de conflicto occidenta-
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les, como han informado algunas ong’s; o que los mecanismos de resolución de
conflictos basados en el Xeer, el Mag y en la organización tribal tienen un carác-
ter ajeno o “atrasado” al funcionamiento de nuestras sociedades. No obstante,
estas diferencias más allá de ser un obstáculo para su comprensión representan
una posibilidad y un paso muy importante en el reconocimiento de prácticas y
filosofías alternativas al paradigma de paz dominante en el que se fundamenta
el sistema internacional en su conjunto.
Es por eso que tal vez ha llegado el momento de entender que la paz es el
reconocimiento de nosotros mismos como seres humanos y de nuestra capaci-
dad como colectividad para resolver nuestros conflictos y vivir en armonía en-
tre nosotros y el entorno que nos rodea. Por supuesto, no podemos olvidar que
cada acción pequeña o grande hacia la paz seguirá siendo vulnerable si no nos
comprometemos con la propiedad de nuestro futuro.
Es tiempo de pensar en la paz no como una paz universal, sino como una
paz heterogénea, llena de experiencias y posibilidades que podemos compartir.
Es momento de retomar nuestra importancia como seres humanos y colectivi-
58 dad frente a los mecanismos del poder estatal, y escuchar y compartir lo que
nuestras sociedades en el mundo tienen por decir y que ya han silenciado por
DOSIER
tanto tiempo.
Referencias
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Volumen 6 | número 15 | mayo–agosto 2018 INTERdisciplina
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DOSIER
Abstract | In the current context of the implementation of the Acuerdos de la Paz in Colom-
bia, it is relevant to elaborate reflections that allow an integral comprehension of the chang-
ing processes that had determined the violence in this country, and the identification of its
bases in the set of the contemporary society. In that way, the objective of this document is
to make explicit the relation between Colombian violence and the concrete forms that has
assumed, from the nineteenth century to the present, the reproduction of capital in Colom-
Giraldo Durán, Angélica y Adrián Gutiérrez Álvarez del Castillo. «Violencia y paz en Colombia: una mirada desde la repro-
ducción del capital en América Latina.» Interdisciplina 6, n° 15 (mayo–agosto 2018): 61-81.
doi: http://dx.doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2018.15.63841
INTERdisciplina Volumen 6 | número 15 | mayo–agosto 2018
doi: http://dx.doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2018.15.63841
bia. Based on this, we propose, in first place, an approach to the specificities of violence in
two moments that are linked to the establishment and change of the patterns that has fol-
lowed the capital for its reproduction in the country; in second place, we analyze the devel-
opment of the Colombian armed conflict in the current context; and finally, we identify the
common aspects, the divergences and the interests that underlie the treatment of violence
an peace in the political projects of the last two governments.
Keywords | Colombia, violence, reproduction of capital, discourse, war, peace.
posibilite dirigir sus finalidades a la expropiación del trabajo social para la acu-
mulación y la reproducción del capital, así como a la imposición e interioriza-
ción social de las condiciones que reclama su proyecto civilizatorio.
Sin embargo, ya que el capital presenta distintos niveles de abstracción y de
concreción, el análisis de su movimiento y de la violencia que lo dinamiza en
situaciones concretas, implica considerar un mayor número de determinaciones
históricas y sociales e, incluso, reconocer los matices derivados de la incidencia
de la lucha de clases local. Pues el modo en el que las tendencias generales de
la reproducción del capital se sintetizan “en espacios geoeconómicos (econo-
mías centrales o dependientes) y momentos históricos específicos [...] no solo
reproduce la relación social capital-trabajo, sino que también reproduce y re-
crea formas específicas de aquella relación” (Osorio 2014, 85).
En ese sentido, consideramos que la noción de patrón de reproducción del
capital, elaborada en Latinoamérica por diversos teóricos marxistas de la
dependencia,1 constituye una herramienta teórico-metodológica de relevancia
para el análisis de los diferentes países que conforman la región, ya que da
1 Cfr. Marini, Ruy Mauro. Dialéctica de la dependencia. México: Era, 1973; Marini, Ruy Mau-
ro. “Sobre el patrón de reproducción de capital en Chile”, Cuadernos cidamo, 7: 1-31, 1984;
Osorio, Jaime. Teoría marxista de la dependencia. México: Ítaca, 2015; Sotelo, Adrián. “El
capitalismo contemporáneo en el horizonte de la teoría marxista de la dependencia”, Argu-
mentos, 26(72): 77-95, 2013.
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Pues a pesar de que desde mediados del siglo pasado la violencia colombiana ha
sido tema de polémicas teóricas y políticas, así como de discusiones cotidianas
entre investigadores, instituciones, organizaciones civiles y la sociedad en gene-
ral, muchas veces se han analizado sus causas, sin considerar la relación que guar-
dan con la historia del capitalismo en la región y, más aún, con el proceso propio
de la reproducción del capital en el país, el cual subyace en sus diferentes mani-
festaciones y determina, de alguna u otra forma, el contexto en el que se desarro-
lla, los objetivos que persigue y la participación de los sujetos implicados en ella.
Cabe mencionar que desde mediados del siglo pasado las aproximaciones a
la violencia en Colombia han sido diversas, tanto en enfoques, temas y metodo-
logías, como en el énfasis de su definición y de sus variaciones históricas. Es
por ello que en un esfuerzo por sistematizar la heterogeneidad de fuentes sobre
el tema, Gonzalo Sánchez (2015) las distingue y caracteriza en dos grupos: el
primero, que enmarca textos de comienzos y mediados del siglo xx, comprende
la literatura apologética de la violencia elaborada por las élites y las institucio-
nes asociadas a ellas; la literatura testimonial constituida por las narraciones de
sus protagonistas o de víctimas en periodos muy cortos y en lugares específi-
cos2 y los nuevos estudios sobre la violencia que giraron en torno a la reinter-
2 Por ejemplo, el relato de 1955 titulado “Las guerrillas del Llano” del guerrillero Eduardo
Franco Isaza. Medellín: Lealon, 1986.
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explícito o implícito de por lo menos tres aspectos: 1) del papel del Estado y la
configuración bipartidista de su aparato que, desde el siglo xix hasta la actuali-
dad, caracteriza, por una parte, las disputas entre los proyectos de las diferen-
tes fracciones de la clase dominante y el constante conflicto con los dominados
y, por otra, los diferentes medios (coercitivos o consensuales) para saldar las
rivalidades; 2) de la emergencia de una de las más grandes insurrecciones con-
temporáneas en Colombia, producto de las contradicciones de lucha de clases a
mediados del siglo xx, como proceso determinante de la guerra continua entre
grupos armados: guerrilla, paramilitares y poder político-ejército, con tensio-
nes y/o vínculos complejos; y, 3) de las diferentes manifestaciones de la violen-
cia, ya sea por su connotación escalar (nacional, regional o local), por las estra-
tegias y los impactos de los grupos implicados, o bien por la caracterización
cuantitativa o cualitativa de su brutalidad.
Aunque estos aspectos han estado presentes en varios momentos de la his-
toria y la historiografía colombianas, consideramos que es pertinente profundi-
DOSIER
(fuente principal de la riqueza extraída hasta antes de 1850) y una demanda cre-
ciente de producción agrícola (tabaco, algodón, quina, añil y, sobre todo, café y
plátano) por parte de los mercados externos, la cual se dio junto al incremento
de las importaciones de bienes de consumo (LeGrand 2015). A decir de Renan
Vega (2002), aunque este proceso se inició en ciertas regiones y ciudades, hacia
1870 y 1930 se extendería por todo el territorio, apoyado de la construcción de
infraestructura de transportes (ferrocarriles, puertos, carreteras) y de la implan-
tación de “enclaves imperialistas”, en los cuales se produciría petróleo, banano
y caucho en las condiciones de trabajo extremas que definen las formas que
asumió la violencia cuando el patrón de la reproducción del capital en Colombia
giraba en torno a la exportación agro-minera. Pues estos sectores, como es el
caso de la producción cauchera (emplazada en la Amazonía colombiana), solo
pudieron sostenerse por el sometimiento de una gran número de indígenas a un
“sistema esclavista y criminal de trabajo que [terminó por aniquilarlos] por
completo no solo de Colombia, sino de otros países de la cuenca amazónica”
(Vega 2002,16).
Todo ello estableció la pauta para la reproducción del capital en el país has-
ta las primeras décadas del siglo xx, en términos de una triple dimensión que
cambiaría más adelante: “de los valores de uso en los que encarna, de los proce-
sos de explotación que establece, y de la subordinación y dependencia en que
se mueve frente a los capitales de las economías imperialistas” (Osorio 2005, 4).
De manera que, en un segundo momento, uno de los más álgidos en la historia
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Ello condicionó, por una parte, “la insuficiente capacidad de respuesta de la
producción agrícola frente a las demandas de materias primas y alimentos pro-
pias del proceso de industrialización” y, por otra, la emergencia de “dinámicas
de relación espacial a través de procesos de toma de tierras y de colonización
campesina, los cuales, además de ampliar la frontera agrícola, terminaron so-
metidos a la activación recurrente de dispositivos de violencia y despojo de las
tierras así valorizadas” (Estrada 2015, 7). Esto dio pie a la insurrección y al con-
5 Los diversos intentos por modificar la estructura agraria durante el siglo xx (aunque en
aras de favorecer el desarrollo capitalista) fueron truncados, en general, por los sectores
terratenientes o latifundistas conservadores. Entre esos intentos estuvo el establecimiento
de la ley 200 de 1936 o “Ley de Tierras” que buscaba regular la propiedad agraria, pero que
fue ampliamente debilitada por dichos sectores conservadores mediante presiones políti-
cas y luego a través de la confrontación armada en el contexto de La Violencia. Posterior-
mente, con el patrocinio del gobierno norteamericano y en el marco de la Alianza para el
Progreso, fue planteada la ley 135 de 1961 que establecía la Reforma Social Agraria; medida
que fue rechazada de manera frontal por los grandes terratenientes y empresarios agríco-
las (Fajardo 2014).
6 En 1954 “1) de 800,000 propietarios rurales, más de la mitad solo poseían parcelas con
una superficie promedio inferior a 2 hectáreas y ocupaban no más del 3.5% de la superficie
ocupada en ese momento; 2) menos del 60% de la población rural activa, cerca de 1,200,000
campesinos carecían de tierra; 3) al mismo tiempo, no más de 25,000 propietarios, el 3% de
ellos, monopolizaban el 55% de las tierras utilizables ‘no trabajadas en su gran proporción
o utilizadas solo extensivamente con ganadería o mediante cultivos con aplicación de sis-
temas medievales’.” (Toro 1985 citado en Fajardo 2014, 42).
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A partir de entonces, la violencia que se había ejercido con especial rigor
contra el campesinado tomó un sentido distinto que, siguiendo el estímulo po-
lítico de los levantamientos socialistas y comunistas que se desarrollaron en
otros puntos de Latinoamérica durante ese periodo, estuvo dirigido “a la contes-
tación armada, en la forma de autodefensa y de guerrilla campesina” (Estrada
2015, 10). Indudablemente, el ejemplo más significativo de ello lo constituye la
conformación en 1964 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(farc) y del Ejército de Liberación Nacional (eln), que elaboraron planes milita-
res con una fuerte impronta de transformación agraria y de empoderamiento
campesino, justamente en un momento en el que el patrón industrial que había
asumido la reproducción del capital en el país estaba por entrar en un nuevo
proceso de reestructuración que parecía reposar en el deterioro aún mayor de
las condiciones de vida no solo de los campesinos, sino del conjunto de la fuer-
za de trabajo colombiana.
aquellos que garantizaban parte del consumo interno, que ahora debe ser satis-
fecho en buena medida con la importación de mercancías.
En especial, la cuestión de las drogas permite develar otro de los elementos
fundamentales en el desarrollo de la violencia en Colombia: la intervención im-
perialista de Estados Unidos en la supuesta lucha contra el narcotráfico. En este
sentido, en 1999 se concibe el Plan Colombia como un acuerdo bilateral entre el
gobierno colombiano y estadounidense con el objetivo aparente de combatir la
producción y comercialización de drogas. No obstante, consistió realmente en
un amplio programa de contrainsurgencia que buscaba el fortalecimiento de las
fuerzas militares colombianas para la lucha contra las guerrillas, bajo la excusa
de su nexo con el negocio de las drogas,9 pero que además, ocultaba otros inte-
reses geopolíticos por parte de Estados Unidos; ante todo de control de la re-
gión latinoamericana y sus recursos,10 y de establecimiento de alianzas políti-
cas que derivaran en beneficios económicos (como la firma del tlc con Colombia,
y los beneficios comerciales obtenidos por los productores de armas estadouni-
denses a los que el país realizaba compras importantes) (Vega, 19-03-16). De
esta manera, la injerencia de Estados Unidos y, en general, la bandera de la lu- 71
cha contra el narcotráfico en Colombia, fue un elemento central en el recrudeci-
DOSIER
miento del conflicto armado en la década de los noventa, e incluso ha manteni-
do su centralidad en la actualidad; un indicador de ello es el espacio que la
lucha contra el narcotráfico ha tenido, tanto en la política de Seguridad Demo-
crática del gobierno de Álvaro Uribe, como en los Diálogos de Paz encabezados
por el gobierno de Juan Manuel Santos.
Estas nuevas tendencias geopolíticas y de producción, que rigen la forma
actual en que se reproduce el capital en Colombia, han ocasionado el despliegue
de una reorganización territorial de la que se hablará más adelante y cuyos fines
principales son: adecuar el territorio nacional para la producción, extracción y
exportación de los bienes estratégicos para el capital mundial —a los ya mencio-
nados se suman otros como la biodiversidad, el oxígeno y el agua, cuya conso-
lidación como ejes de reproducción apenas se empieza a poner en marcha (Es-
trada 2010)—, y, de manera simultánea, establecer las condiciones más
favorables para la acumulación, con el objetivo de atraer la inversión de capital
extranjero necesaria para el desarrollo de esas actividades económicas centra-
les, en pocas palabras, constituir al país en un “lugar óptimo” para la acumula-
ción de capital.
9 En el contexto del Plan Colombia, “el gobierno norteamericano creó la figura de la “narco-
guerrilla” para promover nuevas versiones de la guerra contrainsurgente” (Fajardo 2014, 61).
10 Se cree que, con este fin, fueron establecidas siete bases militares estadounidenses en
territorio colombiano.
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Las condiciones antes expuestas dan cuenta de una nueva configuración del
Estado capitalista colombiano, que coincide con la emergencia generalizada de
lo que Joaquim Hirsch denomina “Estado nacional de competencia”, un Estado
“cuya política y estructuras internas son determinadas decisivamente por las
presiones de la ‘competencia internacional por el lugar óptimo’” (2000, 100) y
que implica dos hechos: en primera medida, que la principal función del Estado
es ahora configurar las condiciones óptimas para el proceso de acumulación de
capital en el marco de un proceso global en el que compite con otras naciones
que buscan ser “lugares óptimos”, por lo que ya no tiene en cuenta los intereses
sociales y políticos al interior de la nación, el bienestar material de la sociedad,
ni el crecimiento de la economía nacional; y, en segunda medida, que son nece-
sarias modificaciones estructurales, principalmente un proceso de “des-demo-
cratización”, pues la política estatal queda supeditada a las presiones del capital
internacional, los movimientos del mercado mundial, y en especial a los intere-
ses del capital transnacional, por lo que las decisiones políticas importantes
son desvinculadas de los procesos democráticos (aunque estos siguen funcio-
72 nando, cada vez tienen una menor injerencia real) y de los intereses de la socie-
dad al interior de la nación. Por ello, el Estado nacional de competencia presen-
DOSIER
11 En este mismo sentido, Henri Lefebvre (1976), refiriéndose a la reforma del Estado en el
marco del proceso de mundialización, menciona que ahora, mientras que al interior de
cada Estado se busca que los intereses individuales estén sometidos, a través de la ideolo-
gía o de la fuerza, a una estrategia conjunta (entendiendo estrategia como la forma que
adopta la ideología para intervenir en el espacio), a escala global las estrategias se confron-
tan en la disputa por la plusvalía global.
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que ésta se construye: la guerra en el primer caso y la paz en el segundo. Dichos
pilares se vieron materializados en la Política de Defensa y Seguridad Democrá-
tica por un lado, y en el proceso conocido como Diálogos de Paz por el otro.
La Política de Defensa y Seguridad Democrática consistió en la implementa-
ción, con la ayuda de Estados Unidos, de una amplia y sistemática ofensiva mi-
litar contra los grupos insurgentes y otros grupos armados ilegales, que debía
ir acompañada de un apoyo activo de la sociedad civil en las tareas de los órga-
nos de seguridad del Estado12, con el fin de lograr la consolidación del control
estatal del territorio, la protección de la población y la eliminación del narcotrá-
fico en Colombia. Por su parte, los Diálogos de Paz hacen referencia a las con-
versaciones que se desarrollaron entre el gobierno nacional y las Fuerzas Arma-
das Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (farc-ep) desde septiembre
de 2012. Su resultado fue la firma del Acuerdo de Paz en noviembre de 2016 y
el proceso de implementación del mismo, que se adelanta en la actualidad en
los seis frentes que fueron discutidos para acordar la terminación del conflicto
armado: política de desarrollo agrario integral, participación política, fin del
conflicto, solución al problema de las drogas ilícitas, víctimas, e implementa-
ción, verificación y refrendación.
DOSIER
subjetiva que se presentan como desligados del conflicto y que persistirían una
vez superado este último.13 En este sentido, el fin del conflicto armado, y espe-
cialmente de las guerrillas como uno de sus protagonistas centrales, no significa
la consecución de una paz completa y absoluta, estable y duradera como ha sido
el eslogan del gobierno de Santos; aunque justamente es en esa apariencia de
paz absoluta que crea el discurso, en donde radica el éxito del mismo, pues,
como veremos más adelante, logró centrar la atención de la sociedad en el con-
flicto armado y en el “enemigo subversivo” como los principales problemas para
conseguir la paz, así como el desarrollo económico y por lo tanto el bienestar
social. Hecho que, entre otras cosas, facilitó a los dos gobiernos el cumplimiento
de las funciones del Estado de competencia, es decir, el establecimiento, dentro
de un marco aparentemente democrático, de las condiciones óptimas para la lle-
gada y reproducción del capital extranjero, aunque esto implicara un detrimento
de la situación de los trabajadores colombianos y del grueso de la población.
Es así como, durante estos periodos presidenciales, fueron implementadas
diversas medidas en el ámbito laboral y tributario para favorecer los intereses
del capital, como la reforma laboral efectuada por el gobierno Uribe en el año
2002, que tenía como fin flexibilizar la contratación y disminuir los costos labo-
13 Muestra de ello son los asesinatos sistemáticos de líderes sociales durante los Diálogos
de Paz y de manera posterior a la firma de los Acuerdos, que solo en lo corrido del año
2017, suman más de 60 (TeleSur, 10 de octubre de 2017).
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14 Entre otras cosas, la reforma ocasionó la reducción del pago de horas extras y el sobre-
costo que para el empleador tiene el trabajo dominical y festivo, la posibilidad de ampliar
la jornada de trabajo a diez horas y la reducción de la indemnización por despido.
15 Ver “Política de Defensa y Seguridad Democrática”, Presidencia de la República y Minis-
terio de Defensa Nacional, 2003.
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negociación con las farc (efe, 23-02-14), ni en el otro proceso que se mantiene
en la actualidad con el eln. De igual forma, Santos resaltó los beneficios econó-
micos de la paz, como el incremento permanente del pib entre 1.5 y 2.5 puntos
adicionales, el aumento de la inversión extranjera y la productividad, hechos
que hasta el momento no habrían sido posibles por el obstáculo que representa
el conflicto armado.
Al ratificar la necesidad de la terminación de la confrontación armada para
el correcto funcionamiento del sistema económico capitalista al interior del
país, por un lado se hace explícito el objetivo de establecer el orden social en el
territorio como parte de las “condiciones óptimas” necesarias para la reproduc-
ción del capital nacional y extranjero, aunque con el disfraz de la búsqueda del
bienestar social; y, por otro lado, se desconoce el origen histórico, político, so-
cial y económico del conflicto, que como fue esbozado líneas más arriba, en el
caso colombiano adoptó una forma violenta, en la medida en que las clases sub-
alternas acudieron a la rebelión armada como respuesta a los mecanismos con-
trainsurgentes a los que ha recurrido el Estado para la preservación del orden
social y económico capitalista a lo largo de la historia (Estrada 2015), sobre 77
todo, cuando dicho orden ha tomado una forma particular en Colombia, atrave-
DOSIER
sada, entre otras cosas, por una estructura de concentración de la tierra y por la
disputa entre diferentes fracciones y clases dominantes por mantener sus res-
pectivos proyectos políticos. Pese a esta realidad histórica, tanto el discurso
político de Uribe como el de Santos —aunque el primero de manera más contun-
dente— muestran al Estado como un ente desarticulado del conflicto armado y
no reconocen su responsabilidad en la conformación de lo que Estrada denomi-
na “estructuras complejas de contrainsurgencia”,16 ni en el establecimiento de
políticas económicas, sociales y de seguridad que han contribuido a perpetuar
y agudizar el conflicto. De esta manera, son discursos que tienden a vaciarse de
contenido histórico y, por tanto, de sentido político, enfatizando el elemento
ofensivo de la subversión y relegando el elemento defensivo de la misma.
Una vez que son velados estos determinantes políticos y económicos, es
cuando el conflicto armado puede ser presentado como el mayor obstáculo para
el “desarrollo económico y social” —y no como una manifestación de la lucha de
clases—, bajo un discurso que busca obtener consenso y unir a toda la sociedad
(incluyendo las clases dominadas) en torno a la lucha contra un enemigo co-
mún: el “enemigo subversivo”, que debe ser derrotado por la vía de las armas o
desmovilizado mediante el diálogo. Estos discursos así construidos, y sobre
17 La política de Seguridad Democrática fue reforzada por el Plan Patriota y por su segunda
fase denominada Plan Consolidación, cuyos objetivos respectivamente eran recuperar, de la
influencia de las farc, los cascos urbanos y las vías de comunicación, así como desarticular
la presencia de la guerrilla en las zonas rurales. En otras palabras, el fin principal era la re-
cuperación del territorio urbano y rural cooptado por las farc. Estos planes son considera-
dos como la última etapa o la continuación del Plan Colombia, en la medida en que también
contaron con la financiación del gobierno estadounidense.
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cooptada por los grupos armados al margen de la ley, pero esta vez a través de
un acuerdo negociado, y con el claro interés de poner dicho territorio al servicio
del capital trasnacional y la burguesía agroindustrial y financiera. Estas inten-
ciones quedan en evidencia con hechos como la visita durante el proceso de ne-
gociación con las farc de Gustavo Grobocopatel, cabeza del grupo agroindus-
trial Los Grobos (Lewin, 20-03-16), caracterizado por producir bajo el modelo de
agricultura por contrato (especialmente en Argentina), lo que se conjugó con la
aprobación paralela de la Ley de Zonas de Interés de Desarrollo Rural Económi-
co y Social, que precisamente contribuye al establecimiento de las condiciones
necesarias para el desarrollo de este modelo agroindustrial. Incluso, en el actual
proceso de implementación de los Acuerdos, resaltan las Alianzas Productivas
como una de las estrategias ampliamente promovidas para la producción en el
campo, las cuales permiten vincular a los pequeños productores con los de ma-
yor tamaño, trayendo beneficios sobre todo a estos últimos, con el abaratamien-
to de los costos de producción.
79
A modo de conclusión
DOSIER
Es posible encontrar una parte importante de las raíces del conflicto armado
colombiano y de sus cambios a través del tiempo, en la forma en la que se ha
concretizado la reproducción del capital en Colombia en diferentes momentos
históricos, así como en los requerimientos políticos, económicos, sociales y
territoriales de la misma. Es por esto que el conflicto armado constituye una
expresión de la violencia estructural, pero al mismo tiempo oculta su esencia
con los actos de la violencia subjetiva. En este sentido, la paz que proponían
alcanzar los proyectos políticos aparentemente disímiles de Álvaro Uribe y
Juan Manuel Santos, y sus respectivos discursos, no es una paz completa o in-
tegral, en la medida en que no busca el fin de las relaciones violentas que sus-
tentan el orden social. Así, la terminación del conflicto armado no implica au-
tomáticamente la consecución de paz, lo que se reafirma con la violencia
subjetiva que continúa aún durante la implementación de los Acuerdos de Paz.
La paz buscada se limita al restablecimiento del orden público, entendido
como el fin de las acciones insurgentes que resulta necesario para la reproduc-
ción del capital en el territorio colombiano. En cambio, la consecución de una
verdadera paz, que implique el fin de la violencia estructural y subjetiva, solo
es posible con la construcción de otro orden social que no esté determinado
por la violencia inherente a las relaciones de poder y dominio que priman en
la actualidad, y en donde sea posible la construcción de una comunidad real,
no ilusoria.
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DOSIER
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pressions of modernity, to then be able to account for the impact that this relationship has
on the orientation and transformation of government structures and subjectivities. In this
sense, violence appears as an expression of the construction of a new legitimacy in State
and capitalist domination. Thus, peace cannot be restricted to the mere cessation of crimi-
nal violence. Its search necessarily goes through the question of social justice.
Keywords | Mexico, violence, justice, State, peace.
Introducción
En México, el tema de la paz es relativamente nuevo. Adquirió un grado impor-
tante de pertinencia en la última década, a raíz de que el entonces presidente,
Felipe Calderón, en diciembre de 2006, decidiera declarar la llamada “guerra
contra el narcotráfico”, como una forma de hacerse de legitimad luego de haber
llegado a la presidencia a través de una elección altamente cuestionada. Esta lla-
mada guerra, lejos de representar una solución real a los crecientes problemas
de violencia relacionados con el crimen organizado, que desde el sexenio ante-
84 rior habían comenzado, la incentivaron de una manera exponencial. Aunque si
bien es cierto que la violencia creció de manera importante a partir de la decla-
DOSIER
DOSIER
abandono de una política social, orientada desde un eco lejano proveniente de
la Revolución de 1910, se intenta enmarcar los acontecimientos nacionales en
un proceso de transformaciones a escala mundial, a partir de la reconfiguración
estatal que se da en las últimas décadas del siglo xx. Ante ello, resulta necesario
partir de una comprensión general de la relación intrínseca que existe entre ca-
pitalismo y Estado como expresiones de la modernidad, para luego poder dar
cuenta del impacto que esta relación tiene en la orientación y transformación de
las estructuras de gobierno y en las subjetividades.
En este sentido, la violencia aparece como una expresión necesaria a la
construcción de una nueva legitimidad en la dominación estatal capitalista. A
la par, la idea de la paz se configura como una demanda que se va ampliando y
que se enuncia desde distintas posiciones. Si bien esta demanda tiene un im-
portante sesgo en la actualidad, como exigencia del cese de la violencia subje-
tiva (aquella que aparece como violencia descarnada y atroz), esta paz se debe
entender como insuficiente. En efecto, dicha exigencia tendría que acompañar-
se de una demanda del cese de la violencia objetiva, aquella que no se ve pero
que opera como parte consustancial del sistema estatal capitalista. Es decir, se
hace obligatorio pensar la paz no en su dimensión más básica, como paz nega-
tiva, sino elevar la reflexión y la expectativa a la obtención de una paz en sen-
tido positivo. Este planteamiento adquiere mayor notoriedad a la luz del análi-
sis de la realidad política en México y la forma en cómo el Estado se configuró
en el siglo xx.
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que el capitalismo ha logrado desenvolverse de manera más amplia.
El hecho capitalista, como el modo de darse de una forma histórica, no se
presenta como una estructura externa a los sujetos, ni como una instancia a la
que pueda accederse o sustraerse por simple decisión individual. El hecho capi-
talista se muestra como una realidad infranqueable, una especie de destino trá-
gico del que ningún tipo de acción se escapa, es decir, nada puede estar fuera
de él, articula todas y cada una de las relaciones de esta forma histórica deno-
minada modernidad. Pareciera como si nada humanamente asequible pudiese
existir (dentro de la modernidad capitalista) sin contribuir en mayor o menor
medida a la lógica de la reproducción ampliada del hecho capitalista. Si nada
escapa de dicha lógica, entonces, todo lo cotidiano se vuelve pretexto para su
reproducción, como si, para que algo pueda existir dentro de esta modernidad
capitalista, fuese necesario que suponga, al menos en parte, el soporte a dicha
existencia de la reproducción del capital.
La sociedad capitalista se caracteriza materialmente por sostenerse y desa-
rrollarse sobre la base de la producción privada, el trabajo asalariado y el inter-
cambio de mercancías. Obtiene su coherencia y dinámica de la apropiación pri-
vada, mediatizada por el mercado y el intercambio, del plusvalor producido, es
decir, del proceso de valorización del capital. Impulsado por la coerción de
maximizar la ganancia, la acumulación del capital determina de manera esencial
las estructuras y desarrollos sociales, las condiciones de la división del trabajo,
la forma del progreso tecnológico, entre otras (Hirsch 2001, 35). La historia de
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tinuo), en su particular concreción, en su manera de darse y organizarse a lo
largo del tiempo y en sus distintos espacios territoriales, muestra diversos ma-
tices o rostros. Desde sus orígenes, las diferentes maneras de manifestación del
Estado se han estructurado de acuerdo con las distintas transformaciones que
el modo de producción capitalista ha sufrido, muchas de ellas resultado del im-
pacto de las sucesivas crisis, del empuje de los movimientos sociales, de las re-
voluciones científicas y tecnológicas, así como de las transformaciones cultura-
les y las diferencias entre países centrales y periféricos. Así, el régimen de
acumulación capitalista ha adquirido diversos modos de organización que per-
miten su reproducción. Dicha organización representa una transformación de la
forma social Estado, es decir, una adecuación indispensable para la reformula-
ción de las bases políticas que posibilitan la producción y el dominio del capital.
Luego de la quiebra de la bolsa de Nueva York en 1929 y del consecuente
colapso del mercado financiero mundial, la caída de precios en el sector prima-
rio y la caída de la producción del sector secundario provocaron la imperiosa
necesidad de reorientar la economía capitalista. La crisis económica repercutió
paralelamente en una crisis mayor, que puso en entre dicho los preceptos polí-
ticos y por supuesto económicos del liberalismo. La necesaria reorganización
política y económica estatal, puesta de relieve por la crisis del 29, recibió un
impulso con el inicio del conflicto bélico internacional de 1939. La Segunda Gue-
rra Mundial estimuló la industrialización de los países periféricos, particular-
mente en América Latina, donde el empuje generado por la demanda de produc-
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En lo político, el giro diplomático de EUA, aunado a las pretensiones de in-
tegración panamericana y de “defensa hemisférica”, frente al ascenso del fascis-
mo primero y luego del internacionalismo socialista (González 1979, 21), per-
mitieron consolidar un discurso democrático en oposición al totalitarismo que
justificara la política imperial en América en aras de la defensa de un “mundo
libre”. En este contexto, la organización política en América Latina se revistió de
un disfraz democrático, consolidándose gobiernos estables y fieles a los intere-
ses estadounidenses. En lo social, el nuevo modo de regulación logró un creci-
miento económico sólido y estable que pronto permitió el aumento de los sala-
rios (González 1979, 108), elevando el poder adquisitivo y propiciando el
consumo y la circulación de mercancías. La industria rápidamente tuvo un cre-
cimiento nunca antes visto. Las ciudades se transformaron en polos industria-
les de atracción para un sinnúmero de individuos, sobre todo del sector rural.
El sector obrero, ocupado en el ámbito fabril dentro de las ciudades, se acrecen-
tó considerablemente debido al aumento de la demanda de fuerza de trabajo.
Como resultado de esta incorporación masiva, producto de la industrialización,
se consolidó, al menos en apariencia, una especie de igualdad social dependiente
en lo absoluto del desenvolvimiento mundial del capital.
La estabilidad lograda hizo necesaria la aparición de un sistema de seguri-
dad social promovido desde el aparato estatal. No en aras de proteger a los tra-
bajadores frente al capital, tendiente siempre a la sustracción de plusvalor para
su reproducción ampliada, sino en pro de la conservación del nivel de consumo
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rar una economía nacionalista ad hoc, con políticas económicas proteccionistas
que buscaban revertir la crisis económica mundial de 1929. Para la segunda mi-
tad del siglo xx, la incentivación de la inversión privada aumentó, se limitó el
reparto agrario, se dio por terminada la aplicación de la “educación socialista” y
se llevó a cabo una política de oposición sistemática de las demandas de los tra-
bajadores (Garrido 1982, 461). Paralelamente se abrió paso a la conformación
de un proyecto “integrador”, que buscaba subordinar los sindicatos obreros y
campesinos. Evidentemente, las masas populares continuaron relegadas de
toda participación política real. Incluso los cargos de elección popular fueron
atribuciones correspondientes al presidente a partir de este proceso.
La consolidación del dominio político se fortaleció a partir de factores ex-
ternos, como la imposibilidad de los países participantes en la Segunda Guerra
Mundial de satisfacer la demanda de productos del sector secundario. Esto per-
mitió el desarrollo de una política interna de “sustitución de importaciones” y
de fomento a las exportaciones que impulsó una industrialización relativa en el
país, sobre todo a partir de la participación del Estado en sectores considerados
estratégicos y en el rescate de empresas a fin de conservar los niveles de em-
pleo. Entrada ya la segunda mitad del siglo xx, México experimentó un creci-
miento industrial importante tanto en el sector público como en el privado —en
parte derivado del aumento de la inversión extranjera y el auge en los precios
del petróleo—, aumentando con ello los índices de exportación. La industria, a
la par que crecía, se diversificó y, para la década de 1970, este crecimiento re-
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neda de referencia para las transacciones internacionales, lo que finalmente
obligó al gobierno de EUA a desistir de la garantía en oro de su moneda, llevan-
do al colapso del sistema Bretton-Woods a comienzos de los años setenta. Con
ello, se sustrajo un sustento decisivo a la regulación política del mercado mun-
dial. El sistema de cambios fijos, controlado por instituciones internacionales,
se disolvió (Hirsch 2001).
El colapso del sistema estabilizador de los tipos de cambio permitió que el
manejo internacional del dinero cayera en manos de los bancos, creando una
subordinación económica creciente de los Estados a los intereses privados. El
Fondo Monetario Internacional (FMI) dejó de fungir como órgano regulador para
convertirse en una especie de “cancerbero” del capital financiero, sobre todo
frente a las naciones deudoras, ante las que logró imponer condiciones para ne-
gociar la deuda. Entre estas últimas se encuentran la reducción del sistema de
seguridad social, con todo lo que ello implica, y la cancelación de derechos la-
borales ganados a partir de largas luchas, hasta llegar a la denominada flexibili-
zación laboral. Asimismo, se comienza un férreo desmantelamiento de las aún
sobrevivientes estructuras campesinas tradicionales. Este proceso de restructu-
ración estatal, definido como “Estado nacional de competencia”, se caracteriza
por la mundialización dirigida por el capital financiero (Almeyra 2002, 300).
Contrario a la idea de globalización —que implica esencialmente una refe-
rencia a la idea de una aldea global donde las fronteras se diluyen, las identida-
des se unifican en la conformación de una identidad global—, la idea de mundia-
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palabras, “los mercados no son fenómenos naturales, sino circunstancias cons-
truidas política e institucionalmente” (Hirsch 2001, 144). La mundialización
“adelgaza’’ y desgasta a los Estados, pero no los hace desaparecer sino que los
somete francamente al capital financiero internacional. La pérdida de soberanía
internacional y, al mismo tiempo, de consenso popular, debilita los Estados,
convirtiéndolos cada vez más en maquinarias burocráticas autistas (Almeyra
1997).
La descentralización y la desregulación adoptadas por una mayoría de go-
biernos, por recomendación (forzada) de instituciones políticofinancieras como
el fmi, la Organización Mundial de Comercio (omc) o el Banco Mundial (bm), jun-
to con la presión de los gobiernos de los países centrales sobre los países de-
pendientes (Almeyra 2004), apuestan por la reducción del papel del Estado en la
economía y la apertura de los mercados nacionales, en los que las proyecciones
a futuro dependen del comportamiento de los mercados mundiales. Paralela-
mente a este proceso, surgen nuevos productos, nuevas tecnologías de produc-
ción y de comunicación; cambian las formas de organización fabril; se flexibili-
zan las relaciones laborales, dentro de una continua transformación industrial
(Hirsch 2001, 122). Del mismo modo, y con la finalidad de restablecer la acumu-
lación de capital y la generación de riqueza, los organismos financieros interna-
cionales han presionado a los países dependientes para lograr una reducción de
los costos salariales, un incremento de los tiempos de trabajo y una intensifica-
ción del uso de las plantas fabriles. Estas condiciones han dado pie a una fuerte
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El tercer momento importante lo marca el alzamiento del Ejército Zapatista
de Liberación Nacional (ezln) el 1 de enero de 1994. Este suceso atrajo la aten-
ción de la opinión pública nacional e internacional al exponer la miseria y la se-
rie de injusticias que afectan a los pueblos indígenas en el país justo en el mo-
mento en que desde el discurso oficial del gobierno salinista, México estaba en
el umbral del primer mundo, muestra de ello era la firma del Tratado de Libre
Comercio con América del Norte. La aparición del ezln mostró al mundo la rea-
lidad que en México los distintos gobiernos habían pretendido ocultar u obviar,
la situación de miseria y atraso social que viven las comunidades indígenas des-
de hace siglos y que representa una deuda histórica no saldada, pero sobre
todo, exhibió la indolencia de los distintos gobiernos priistas, que aún, arrogán-
dose la herencia de los ideales revolucionarios, no habían logrando hacer la mí-
nima justicia a estos sectores de la sociedad, mostrando que el pacto de domi-
nación solo fue parcial, que el arribo de México al primer mundo era un ardid
propagandístico y que en el país había un hondo abismo de marginalidad en los
sectores rurales e indígenas.
El cuarto momento se da para las elecciones del año 2000, cuando el enton-
ces presidente, Ernesto Zedillo, renuncia públicamente a su capacidad de desig-
nar a su sucesor como había sido tradición dentro del presidencialismo de cor-
te priista. Esta renuncia a la tradición, sumada a un hartazgo social consecuencia
de las sucesivas crisis, la inflación, la caída del peso y el aumento del desem-
pleo, la posibilidad de alternancia —que comenzó a gestarse con la serie de re-
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así, la alternancia del partido en el poder a partir del año 2000, no logró generar
una nueva base de legitimidad.
Finalmente, un quinto momento puede identificarse en el fraude electoral
de 2006, que llevó a otro panista, Felipe Calderón, a la presidencia. La contro-
versial elección del 2006, en la que el candidato del pan se hace del Poder Eje-
cutivo frente al candidato de la Alianza por el Bien de Todos, Andrés Manuel
López Obrador, con una mínima diferencia de menos de un punto en el porcen-
taje de votos, así como la negativa por parte del Instituto Federal Electoral (ife)
y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (tepjf), de abrir los
paquetes electorales para realizar un conteo de los votos boleta por boleta ante
los reclamos y señalamientos por las irregularidades detectadas durante el pro-
ceso de campañas y la elección, terminaron por derrumbar la ya de por sí frágil
legitimidad estatal. Así, la presidencia de Felipe Calderón, desde su inicio estu-
vo marcada por la sombra del fraude electoral y un enorme vacío de legitimi-
dad. Frente a esta ausencia de legitimidad, el nuevo presidente panista se lanzó
a una aventura bélica. Como uno de sus primeros actos como presidente, Calde-
rón declara la “guerra contra el narcotráfico”, con esta declaración designa a los
narcotraficantes como el enemigo interno a vencer. Despliega al ejército a lo lar-
go y ancho del país para realizar actividades de tipo policial, claramente contra-
rias al papel que constitucionalmente tienen reservadas las fuerzas armadas.
Con el ejército en las calles comienza a darse un fenómeno doble, no solo la
violencia vinculada con el narcotráfico no disminuye, sino que crece exponen-
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cialmente, a la par que crecen también las violaciones a los derechos humanos
de la mano del ejército, que sin ningún marco legal claro que acote sus funcio-
nes, comienza a actuar de manera discrecional afectando a la población civil y
particularmente a luchadores sociales y miembros de organizaciones de defen-
sa de los derechos humanos.1
La llamada “guerra contra el narcotráfico” lejos de acabar con la violencia, la
exponenció a tal grado que en el sexenio calderonista la cifra de muertos llegó
a más de 120 mil (de acuerdo con datos del inegi) y en el sexenio de Enrique
Peña Nieto, esta se continuó, sumando un número de muertos relacionados con
hechos violentos que para el último año del sexenio, ronda cifras similares a las
del sexenio anterior. La fallida estrategia de combate al narcotráfico se ha man-
tenido pese a su evidente fracaso. Así, al desmantelamiento del Estado benefac-
tor, o lo que fue su expresión mexicana, se suma la creciente violencia, generan-
do una combinación de elementos que dificulta poder pensar la paz como una
aspiración posible a corto plazo.
Pensar en la construcción de paz en el contexto mexicano implica pensar en
las condiciones que han posibilitado su inexistencia. Implica pensar esa posibi- 101
lidad atravesada por una doble condición. Por un lado, aquella que deriva de lo
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que se denomina violencia objetiva y que tiende a no ser percibida de igual ma-
nera que como la violencia subjetiva lo es (Žižek 2007). La violencia objetiva,
por su condición sistémica, tiende a ser naturalizada e integrada rápidamente
en el paisaje, al grado de pasar inadvertida y considerarse como normal. Este
tipo de violencia está representada para este caso, en el desmantelamiento del
Estado benefactor y la orientación neoliberal de los últimos seis gobiernos fede-
rales, que han logrado dar al traste con una parte importante de los derechos
sociales recién conquistados hace menos de un siglo, convirtiendo estos dere-
chos en mercancías valorizables en el mercado como cualquier otro producto,
accesibles solo para aquellos que pueden pagarlos. Este proceso de desregula-
ción estatal debe reconocerse en el marco de una de las fases del capitalismo
más agresivas y violentas, la de la acumulación por desposesión (Harvey 2003),
que desde los años 70 del siglo pasado comenzó a implementarse bajo la pre-
sión de organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional
(fmi), Banco Mundial (bm) y el Banco Interamericano de Desarrollo (bid), como
una medida de renegociación de la deuda externa. Este viraje, implicó una feroz
cotráfico con el apoyo de los Estados Unidos, hizo estallar el número de muertes
relacionadas con armas de fuego, mismas que, como lo mostró el caso de las
operaciones “Receptor Abierto” y “Rápido y Furioso” fueron introducidas a Méxi-
co por parte de agencias estadounidenses, como la Agencia Norteamericana de
Control de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (atf, por sus siglas en
inglés), de manera ilegal, bajo la intención de seguir las rutas que el mercado ne-
gro de armas en México tenía para poder dar con los líderes de los grupos crimi-
nales. No obstante, estas armas, lejos de permitir la captura de los líderes de los
cárteles, fueron usadas contra civiles, como lo reveló la cadena Univisión en el
caso de la masacre de Villas de Salvárcar, Chihuahua, en enero de 2010, cuando
hombres armados irrumpieron en una fiesta de estudiantes y asesinaron a 16
personas e hirieron a otras 12.
La violencia subjetiva en México no es un resultado azaroso, por el contra-
rio, se ha convertido en una estrategia gubernamental, una razón de Estado para
ejercer control sobre el territorio, los recursos y las personas desde diciembre
de 2006. Con esta apuesta, la implementación del neoliberalismo entró en una
nueva fase, de mayor agresividad y violencia. Desde la llegada al gobierno de 103
Calderón y continuando con el sexenio de Peña Nieto, se ha dado prioridad en
DOSIER
el gasto de los recursos públicos al supuesto combate al crimen organizado, sa-
crificando el gasto social en salud y educación por la compra de armamento y el
despliegue de un dispositivo castrense por todo el país. La “lucha contra el nar-
cotráfico” se ha convertido en el pretexto perfecto para enviar al ejército a las
calles a realizar labores anticonstitucionales, en franca violación de los dere-
chos humanos, como medio de amedrentamiento y de instauración de un régi-
men de miedo que busca desmovilizar a la sociedad civil, como puede verse en
el número de violaciones, abusos, muertes y la desaparición de líderes sociales,
miembros de movimientos sociales, defensores de los derechos humanos y pe-
riodistas.
Frente a este escenario, la necesidad de paz no se puede restringir al mero
cese de la violencia criminal, sino a la búsqueda de una paz más amplia, en su
sentido positivo, pues tanto la violencia objetiva como la subjetiva son las dos
caras de una misma moneda. El rezago social existente en diferentes regiones
del país, particularmente en las zonas habitadas por poblaciones indígenas y
campesinas, así como los miles de pobres que se concentran en las zonas urba-
nas, representan una deuda que el Estado tiene para con su población. La com-
placencia con la que los gobiernos, en una actitud neoliberal, han dado carta
abierta a la inversión privada y han dejado hacer y pasar, niega las condiciones
para toda justicia social, pero también ha abierto el camino para la aparición y
operación de poderes extra-gubernamentales que de facto operan como instan-
cias paraestatales.
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Referencias
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Pierre Gaussens*
Cuando hablar de violencia es violento:
los problemas del discurso dominante
sobre el crimen organizado
When talking about violence is violent: The problems
of the dominant discourse on the organized crime
Resumen | El discurso dominante sobre la crisis de seguridad en México se basa en una re-
presentación oficial que equipara los grupos criminales con mafias, como supuestos “pode-
res paralelos” cuyos intereses “infiltran” el Estado. En contra de esta visión mediática, es
preciso deconstruir las categorías que hacen del “cártel” un enemigo fantasmal, la “plaza”
un territorio imaginario y el “narco” un mito, para poder entender de manera crítica un fe-
nómeno delictivo cuyo nexo político-criminal es funcional, tanto para el orden social en el 107
Estado como para la acumulación del capital en el mercado.
Palabras clave | Estado, grupo criminal, tráfico de drogas, nexo político-criminal.
Abstract| The dominant discourse on the security crisis in Mexico is based on an official rep-
resentation that compares criminal groups with mafias, as some “parallel powers” whose in-
terests “infiltrate” the State. Against this vision, it´s necessary to deconstruct the categories
that make the “cártel” a phantom enemy, the “plaza” an imaginary territory and the “narco” a
myth, in order to be able to understand critically a criminal phenomenon whose political nex-
us is functional to the social order in the State and the accumulation of capital in the market.
Keywords | State, criminal group, drug trafficking, political-criminal nexus.
Gaussens, Pierre. «Cuando hablar de violencia es violento: los problemas del discurso dominante sobre el crimen orga-
nizado.» Interdisciplina 6, n° 15 (mayo–agosto 2018): 107-124.
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prano, las pláticas diarias terminan refiriéndose a ello, sea con respecto a la ocu-
rrencia de alguna situación o la suerte de algún individuo. El “narco” se ha
constituido en uno de los principales ejes de la vida pública del país. En forma
difusa, está en la mente de muchos. Por lo general, su sola mención suele bastar
para concluir una discusión o dar por sentada la demostración de cualquier argu-
mento. Su recurso retórico se ha convertido en una especie de sentencia lógica.
Si “fue el narco”, todo queda sobrentendido. Se cierra la explicación, no hay más
vuelta atrás y el silencio se torna cómplice. Hablar más se pone peligroso. Con
solo mencionarlo, todo queda con la apariencia de ser resuelto, entendido, expli-
cado, aunque no se diga nada en realidad. “Fue el narco”, “el narco lo hizo”, “está
con el narco”, “aquí manda el narco”, “la mano del narco”, son unas entre tantas
otras expresiones con las que los discursos ordinarios cierran el análisis sobre lo
cotidiana que se ha vuelto la violencia, la frecuencia con la que se dan los homi-
cidios, la recurrencia con la que salen a relucir las armas, la banalidad de que una
persona desaparezca, o la facilidad con la que termina derramándose la sangre.
Esta situación no es fortuita, sino producto de un largo y sistemático traba-
108 jo mediático de propaganda. Si hoy el “narco” está en nuestras cabezas, es por-
que primero estuvo en los discursos oficiales y apareció en las primeras planas
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narcovideo narcoconquista narcolaboratorios narcodólares
1 “Sin lugar a dudas, esta disponibilidad no es infinita, y sería falso conferir al lenguaje
político el poder de hacer existir arbitrariamente lo que él mismo designa: la acción de
manipulación tiende a circunscribirse a determinados límites, puesto que se puede estar
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dójicas que el pensamiento crítico se impone (e impone a sus lectores) suelen
aparecer al sentido común como desencantadas y, al mismo tiempo, cercanas a
la burla. Sus constataciones “implacables” pueden pasar inclusive por una pro-
vocación, un cinismo o una especie de radicalismo irresponsable, suerte de po-
lítica de lo peor que se complacería en tomar contrapiés gratuitos sobre los te-
mas más polémicos.
En cambio, creemos que si los agentes que tienen interés en el orden esta-
blecido no gustan de la crítica científica, es porque esta última introduce una
libertad en contra de la adhesión primaria al orden social, que hace que la con-
formidad misma tome formas de herejía, ironía o sarcasmo. Los lectores tam-
bién pueden sentirse atacados a nivel de sus más íntimas convicciones. Por lo
tanto, una de las estrategias que ellos utilizan contra los efectos de desmitifica-
ción del pensamiento crítico consiste en invocar la sensatez contra el desafío al
sentido común y así, intentar reducir la crítica científica al estado de una simple
sátira o de un chisme malicioso. Esta reducción es facilitada, además, por las
dificultades inherentes a la comunicación de la empresa de desmitificación ha-
cia unos lectores parcialmente mitificados. Y este obstáculo, ilustrado por la at-
mósfera de permanente sospecha que rodea a la empresa sociológica, es aún
más grande cuando la investigación tiene como objeto espacios sociales domi-
nantes, como en el caso de los espacios del nexo político-criminal, los cuales se
caracterizan, tanto por el hecho de pensarse a sí mismos como excepciones de
sus propios análisis, como por su pretensión al monopolio de su propia objeti-
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Estos tres grandes enfoques son los que movilizaremos en este texto, el cual
se dividirá entonces en tres partes: en un primer momento, desde el ámbito or-
ganizativo, defenderemos la idea de una delincuencia en realidad desorganiza-
da, lejana a la ficción que representa el modelo dominante de la mafia; en un
segundo tiempo, desde la esfera económica, mostraremos que los fantasmales
“cárteles” se asemejan en los hechos a pequeñas empresas familiares; y, en un
tercer momento, trataremos de explicar por qué el fenómeno delictivo no puede
entenderse contra el Estado, sino al contrario, a través de la importancia cre-
ciente que adquiere el nexo político-criminal que une a funcionarios con delin-
cuentes.
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de manera mitológica […]. Nada más fácil y cómodo que abordar problemáticas
como la mencionada con esquemas maniqueos, que se ignoran como tales, ali-
mentados por el pensamiento sustancialista y las categorías de percepción del
sentido común. Sin duda, una especialidad rentable para escribas de “empresa-
rios morales” y aspirantes al mandarinato en el campo académico” (Astorga
1995, 14).
Si en lo básico, se trata de delinquir para lucrar, esta nueva imagen se cons-
truye dando por hecho una serie de presupuestos: la existencia de una organi-
zación interna; una estructura burocrática; una división del trabajo; control te-
rritorial; trabajo en redes; disciplina en la cadena de mando; códigos de honor;
tecnología de punta; producción industrial; economías de escala; estrategias de
diversificación; alianzas regionales; mercadeo; ramificaciones globales, y, sobre
todo, ganancias multimillonarias. Estas son las partes del mito del “narco”. El
modelo dominante de la mafia, al equiparar los grupos criminales con burocra-
cias clandestinas, “tuvo un gran impacto en la percepción pública de la delin-
cuencia profesional. Su influencia persiste hasta ahora y puede apreciarse en el
tratamiento que frecuentemente brindan a este fenómeno los medios de comu-
nicación” (Flores Pérez 2009, 73).
En contra de esta visión mediática, planteamos que no existe ese llamado
“crimen organizado”, sino que, en la realidad concreta de los territorios locales
donde pueden operar grupos criminales, estos conforman más bien una delin-
cuencia desorganizada (Reuter 1983). Esto por varias razones. La primera de
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ellas, la más obvia, es que el carácter ilícito de las actividades criminales hace
que sus condiciones de realización presenten altos costos de transacción, debi-
do, tanto a la volatilidad de la escasa confianza que caracteriza las relaciones
comerciales en los mercados ilegales, como a la contingencia e incertidumbre
que implica toda posible represión u oposición en su contra. Es decir, la condi-
ción ilegal de las actividades delictivas afecta dramáticamente la forma en la
que ellas son llevadas a cabo, en la medida en que tiende a frenar automática-
mente toda posibilidad de consolidación o proceso de expansión, hacia una ma-
yor sostenibilidad o mayor escala de las operaciones criminales.
Clandestinidad implica invisibilidad. La ilegalidad condena lo micro. Enton-
ces, “los grupos que se dedican a actividades delictivas suelen ser relativamente
pequeños, inestables y de escasa organización; las condiciones en que actúan,
la precariedad de las relaciones predatorias y la naturaleza de los mercados ile-
gales, hacen difícil la existencia de organizaciones mayores, de estructura com-
pleja” (Escalante 2012, 107). Es así como difícilmente pueden llegar a integrarse
organizaciones que logren tener una membresía numerosa y estable, una buro-
114 cracia interna y un control real sobre amplias zonas geográficas. Los miles de
participantes atribuidos a los “cárteles” son fantasmas, sus códigos unas fábu-
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logos en su funcionamiento. También lo son los empresarios del lado y del otro
lado de la ley. En ambos casos, por igual se encuentran mercancías, costos, pre-
cios, vendedores y compradores, impuestos, intermediarios, mayoristas y mi-
noristas, ganancias, consumidores finales, importadores y distribuidores. Es
más, “el gran traficante como símbolo empresarial parecería una herejía y, sin
embargo […], son los grandes traficantes quienes encarnan el ethos empresarial
idealizado por el neoliberalismo en boga y han sido también los pioneros de la
apertura comercial “moderna”. En esta lógica, el tráfico de drogas viene a ser
una forma contemporánea de acumulación originaria” (Astorga 1995, 32).
Entre los mundos empresariales y criminales, la principal diferencia es mar-
cada por la sanción de la ley. Solamente. Mientras que en los mercados legales,
para su rentabilidad las empresas buscan las rentas que genera la constitución
de monopolios, en los mercados ilegales, las rentas diferenciales descansan en
el costo de la ilegalidad, es decir, es la prohibición en sí la que hace rentables
los negocios ilícitos. Ahora, los posibles productos sancionados por la ilegali-
dad son diversos y varían de un país a otro. En México, “aunque los delitos tipi-
ficados por la ley son varios, hablar de delincuencia organizada es referirse ge- 115
neralmente a organizaciones cuya renta criminal se obtiene principal pero no
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exclusivamente del tráfico de drogas ilegales” (Astorga 2015, 153).
En el país, la historia del tráfico de drogas es relativamente larga. Hoy es
vieja de al menos un siglo (Astorga 2016). No cabe aquí adentrarnos en esta his-
toria, sino simplemente recalcar la importancia que tienen para los grupos cri-
minales las rentas generadas por el tráfico de las drogas ilegales.3 Se trata de la
marihuana, la amapola (y sus derivados), la cocaína y las drogas sintéticas,
como las metanfetaminas. En las últimas décadas, el auge del tráfico de drogas
ilegales se explica por un complejo conjunto de factores, presentes en tres es-
calas de análisis: en lo local, con la permanencia de estructuras caciquiles de
gobierno,4 conjugada con los flujos migratorios del éxodo rural; a nivel nacio-
nal, con la crisis de la economía campesina provocada por la apertura al capital
todos pertenecen a las organizaciones más grandes y fuertes. […] Hay subcon-
tratación de servicios y organizaciones más pequeñas dedicadas a labores pro-
pias” (Astorga 2007, 52).
Por lo general, la sanción de la ilegalidad implica toda una serie de fuertes
limitaciones para la organización empresarial del delito, que hacen que las em-
presas criminales carezcan de los elementos más básicos de la microeconomía,
tales como: escrituras, garantías contractuales, seguridad jurídica, representa-
ción legal, burocracia central, reglamentación, contabilidad, entre otros. Ade-
más, en los mercados ilegales, las estrategias comerciales de diversificación en
la comisión de los delitos, mediante la integración de las empresas criminales
(vertical u horizontal), pronto se ven frustradas por el aumento exponencial que
estas estrategias pueden implicar para los costos de transacción de las activida-
des delictivas, debido a los mayores niveles de exposición pública que requiere
la coordinación de tareas entre múltiples niveles, áreas y zonas. En este sentido,
“no es sencillo ni frecuente el salto de una clase de delito a otro, ni la articulación
de diferentes clases de delito en una misma organización; […] ese denominador
común es relevante para el código penal, nada más” (Escalante 2012, 109). 117
La amenaza permanente de la represión u oposición en su contra impide
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que las empresas criminales puedan contar con una inversión a largo plazo,
condenándolas a lógicas cortoplacistas menos rentables. También pasa lo mis-
mo con la escala en el espacio, pues el riesgo proporcional a la distancia de las
comunicaciones tiende a restringir el alcance de las actividades delictivas a lo
local. A pesar de los avances de la técnica, particularmente en los medios de co-
municación y transporte, “los cambios tecnológicos no han sido lo suficiente-
mente importantes como para modificar las limitaciones impuestas por el hecho
de la ilegalidad” (Paoli 2013, 153). De igual manera, la imposibilidad de toda
publicidad comercial, orientada a la construcción de marcas, limita fuertemente
el potencial de las economías de escala para las mercancías ilícitas. Por todas
estas razones y otras más, a diferencia de la economía formal, “es poco probable
que emerjan grandes empresas provistas de una organización jerárquica al ser-
vicio de las transacciones económicas dentro de los mercados ilegales” (Paoli
2013, 149).
En suma, la ilegalidad condena los mercados de bienes y servicios ilícitos a
un estado tan lejano de la industria como cercano al pequeño artesanado y la
manufactura, con unidades de producción y comercio limitadas, siempre locali-
zadas, no diversificadas, fragmentadas y efímeras. “De allí la inutilidad de la in-
sistencia obsesiva y estéril de etiquetar como “cárteles” a grupos que no lo son
y nunca lo han sido. […] Lo que hay son simples organizaciones criminales de
diferente tamaño y capacidad” (Astorga 2015, 181). Es más, si la sanción de la
ley condena la pequeñez, los grupos delictivos que operan en los mercados ile-
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actividades de la organización pueden ser detectadas por las distintas institu-
ciones del Estado, en la medida en que este reglamenta muchos de los rubros
legales imprescindibles para la operación del tráfico de drogas” (Flores Pérez
2009, 128).
Sin embargo, en el terreno minado del nexo político-criminal, no se trata de
buscar la “verdad” de la corrupción o el “ser” de la criminalidad, ni de romper el
sello del secretismo para descubrir los vínculos precisos, con nombre y apelli-
do, que unen a los delincuentes con los funcionarios, siendo este conocimiento
reservado a los iniciados y pudiendo ser mortal para los profanos. Más bien,
desde la ciencia social, se trata de explicar los procesos históricos que subyacen
a las contradictorias relaciones que mantienen las instituciones del Estado con
los grupos criminales. Así, en el caso mexicano, “de norte a sur, de frontera a
frontera, de principios de siglo a finales del mismo y en lo que va del nuevo mi-
lenio, de gobernadores hasta la familia presidencial, lo que ha permanecido es
el señalamiento constante de la relación entre el poder político, policiaco, o am-
bos, y el tráfico de drogas” (Astorga 2016, 228-229). Entonces, debe partirse del
reconocimiento del hecho histórico de que en el país, desde sus orígenes a ini-
cios del siglo xx, en la época de la adopción de las primeras políticas prohibicio-
nistas, el tráfico de drogas “nació a la sombra de intereses del campo político y
supeditado a él. Así continuó durante décadas” (Astorga 2016, 203). En México,
el narcotráfico es ante todo un asunto político. Más que a los grupos delictivos
que operan en este mercado, el tráfico de drogas ilegales remite al Estado y sus
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de los funcionarios son institucionales. Esta ventaja fundamental, que hace del
nexo político-criminal un intercambio desigual, es la que permite a los funcio-
narios extorsionar a los grupos criminales a cambio de su protección. Aquí los
papeles se invierten. Son los delincuentes los extorsionados, y el delito pasa a
ser cometido por quienes deben combatirlo, los funcionarios.
Por esta razón, las expectativas de estos últimos para imponerse en la relación de
protección del negocio ilícito son, en principio, superiores […]. De ahí se deriva la
probabilidad de que las reglas informales de operación de diversos negocios ilícitos
puedan imponerse desde las estructuras del aparato estatal. Esta consideración no
presupone tampoco que, cuando los funcionarios públicos prevalecen en el vínculo
de contubernio, se encuentran necesariamente dirigiendo todos los aspectos de la ca-
dena de producción y mando del negocio ilícito. Se trata únicamente de la capacidad
de imponer lineamientos generales de desarrollo de la actividad ilegal […]. [Al contra-
rio], un delincuente poderoso puede coaccionar a un determinado grupo o grupos de
ellos. Puede incluso eliminarlos. Sin embargo, tarde o temprano, las fuerzas del Esta-
do suelen imponerse a ese criminal, sea con un propósito legal o de extorsión. Ejem-
plos sobran. (Flores Pérez 2009, 134-135).
DOSIER
es el municipio el que representa el orden más propenso para el desarrollo de
este nexo. En lo local, el posible financiamiento de las campañas electorales por
el dinero del tráfico de drogas hace más vulnerables a los funcionarios del cabil-
do municipal. Inclusive, el nexo puede ir más allá de un apoyo puntual, al utili-
zar la estructura partidaria local para promover la candidatura de algún indivi-
duo directamente vinculado con actividades ilícitas. Frente a esta situación, el
discurso dominante presupone un interés de los grupos criminales para la polí-
tica. Esta es la última parte del mito.
Como a menudo pasa con el “narco”, aunque falten datos y pruebas, “hay
campo libre para los rumores, los ataques, las descalificaciones, las sospechas,
la imaginación, las fantasías, los mitos, la literatura. Este tipo de financiamiento
no es improbable, pero dada la reconfiguración del poder político en México y
la menor concentración de poder en partidos y funcionarios, parecería ser más
útil, menos costosa y más rentable como estrategia de los traficantes, la de in-
vertir en instituciones operativas, como las policiacas y militares, y no en el te-
rreno político” (Astorga 2007, 43-44). Aunque hasta la fecha, no se ha publicado
nunca ningún manifiesto político por parte de ningún traficante o grupo crimi-
nal, la mitología necesita atribuir a los grupos criminales una voluntad natural
de competir en el terreno de la política. Para operar plenamente, el mito del
“narco” requiere presentar a los grupos delictivos como, respectivamente: unas
empresas transnacionales con ingresos multimillonarios que compiten con los
mercados legales; unos referentes culturales que orientan las subjetividades co-
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lectivas, y, sobre todo, unos poderes fácticos opuestos al Estado, que llegan a
controlar territorialmente unas amplias geografías.
Con este relato, los delitos son convertidos en los medios ilegítimos de nue-
vas elites que, en su insaciable búsqueda de poder, estarían disputando al Esta-
do la soberanía sobre el territorio nacional. De allí la necesidad de fortalecer el
poder estatal sobre regiones enteras cuyos territorios estarían controlados por
los poderes fácticos del narcotráfico. Aquí, la idea de una supuesta disputa por
el control territorial es clave. Por un lado, da una apariencia de explicación a la
violencia desatada entre los grupos criminales, quienes “pelean plazas”. Por el
otro, queda justificada la militarización como única opción y último recurso en
el combate al crimen, pues ya no se trata de mantener el orden público o perse-
guir la comisión del delito, sino de llevar a cabo una guerra para reconquistar el
territorio usurpado por un enemigo llamado “narco”.
des estatales ha perdido la relativa estabilidad de la que gozaba hasta ese enton-
ces, con base en el control centralizado y piramidal del Estado, para pasar a una
nueva configuración, de tipo “atomizado-multidireccional-incremental” según
Flores Pérez (2009), que se caracteriza por: 1) la dispersión del poder del Estado,
en el marco de unas políticas neoliberales de descentralización administrativa
que agudizan la competencia institucional de los diversos niveles de gobierno
por el control sobre la protección política a las actividades criminales, y por las
ganancias derivadas de este vínculo corrupto; 2) la contienda permanente y di-
námica entre funcionarios y delincuentes para la definición de las reglas del jue-
go a favor de unos u otros en la relación clientelar que los une, y, 3) el aumento
de los niveles generales de violencia, entendida como el último recurso y medio
coactivo de regulación de los crecientes conflictos que oponen, tanto a los fun-
cionarios entre sí como a los funcionarios con los delincuentes, para el control
sobre el mercado de los negocios ilegales y sus rentas diferenciales.
El fortalecimiento de los grupos delictivos radica en la crisis de legitimidad
del Estado mexicano. Después de varias décadas de implementación sistemática
de políticas neoliberales, el profundo descrédito al que llegó el sistema político 123
nacional permite que, en la actualidad, exista una dinámica que está reorientan-
DOSIER
do la polaridad del nexo político-criminal en un sentido favorable a los intere-
ses criminales. La autonomía relativa respecto del poder político que están ga-
nando los agentes de los mercados ilegales tiene mucho que ver con la
desarticulación contemporánea, en el cambio de siglo, de los viejos mecanis-
mos de control e intermediación que habían sido construidos a lo largo del siglo
anterior desde el Estado posrevolucionario. En efecto,
[...] se dan las condiciones para que los traficantes expresen de manera más abierta
su espíritu de revuelta, su voluntad de poder y autonomía, su voluntad de sacudirse
la tutela histórica, pero no para tomar el lugar de la fuerza política al amparo de la
cual crecieron y se fortalecieron, sino para ser considerados bajo nuevas reglas del
juego, dada la modificación de las relaciones de fuerza. Esto con el fin de lograr las
mejores condiciones posibles en la reorganización y repartición del negocio, pues
saben que este no desaparecerá mientras siga imperando la visión jurídico-policiaca,
y ahora militar. (Astorga 2000, 112).
El ocaso del régimen de partido único, sumado al giro neoliberal de las po-
líticas económicas, provocó la transformación del nexo político-criminal desde
una tradicional subordinación hacia una nueva autonomía relativa de los gru-
pos criminales con el Estado. En las dos últimas décadas, esta reconfiguración
se ha expresado en el aumento generalizado de los niveles delictivos, los homi-
cidios, la violencia armada y la violación a los derechos humanos. Hoy, lo que
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Castañeda, Luz y Henao, José. «El elemento compositivo narco- en los medios
DOSIER
Resumen | Los resultados obtenidos mediante el Enfoque de la Salud Pública (esp) para el
estudio de la violencia son limitados y, en la práctica, conducen a la estigmatización y cri-
minalización de la pobreza. En este texto se reflexiona sobre dicho marco interpretativo
para explorar sus alcances y límites. Desde el esp, la violencia se entiende como un simple
acto violento pero no como un fenómeno social. Su categorización reduce el estudio a su
medición y asociación con factores de riesgo, a partir de quién es el receptor del acto vio-
lento o cuál es el tipo de acto ejercido, imposibilitando su contextualización. Como resulta- 125
do, la interpretación de la violencia pierde de vista los procesos sociales de los que ella
forma parte.
Palabras clave | violencia, enfoque de salud pública, modelo ecológico, tipología.
Abstract | The results obtained through the Public Health Approach (pha) for the study of
violence are limited and, in practice, lead to the stigmatization and criminalization of pov-
erty. This text reflects on this interpretive framework to explore its scope and limits. From
the pha, violence is understood as a simple violent act but not as a social phenomenon. Its
categorization reduces the study to its measurement and association with risk factors, from
who is the recipient of the violent act or what is the type of act exercised, making impossi-
ble to contextualize it. As a result, the interpretation of violence loses sight of the social
processes of which it is a part.
Keywords | violence, public health viewpoint, ecological model, type of violence.
Alvear Galindo, María Guadalupe. «Violencia y salud pública: reflexiones en torno al enfoque de riesgo.» Interdisciplina
6, n° 15 (mayo–agosto 2018): 125-135.
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Introducción
Desde el Enfoque de la Salud Pública (esp) han sido sugeridas algunas explica-
ciones y prácticas preventivas de la violencia, pensadas casi siempre desde la
conducta individual y a partir de atributos personales. La Organización Mundial
de la Salud (oms)1 afirma que “es posible prevenir la violencia y disminuir sus
efectos, de la misma manera en que las medidas de salud pública han logrado
prevenir y disminuir las complicaciones relacionadas con el embarazo, las lesio-
nes en el lugar de trabajo, las enfermedades infecciosas y las afecciones resul-
tantes del consumo de alimentos y agua contaminados en muchas partes del
mundo” (Krug 2003, 3). Los resultados obtenidos desde esta propuesta son des-
alentadores. Es evidente la necesidad de reformular esta problemática y cons-
truir nuevas miradas. Buscamos plantear maneras de acercarnos al estudio de la
violencia desde el campo de la salud para ejercer posturas que no descarten el
carácter político del problema.
En este sentido, el objetivo de este trabajo es pensar el marco explicativo
que se utiliza para estudiar la violencia desde el esp y explorar sus alcances y
126 limitaciones; intentar otras maneras de acercarnos a esta como problema de
salud pública, y, traducir su carácter político y su práctica, para lo cual prime-
DOSIER
1 En este trabajo, se analiza parte del amplio planteamiento propuesto por la oms y se
resumen algunos elementos y actores relevantes para la discusión. El informe completo se
puede encontrar en Krug (2003).
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petrador, se le pone en la misma escala de intervención en todos los hechos.
Con esta idea, se contribuye a obviar y desvanecer las posibles responsabilida-
des que podrían tener factores de orden estructural así como instituciones so-
ciales concretas.
Por otro lado, se advierte en el esp que “la definición lleva implícitos otros
aspectos de la violencia que no se enuncian en forma explícita. Por ejemplo, ti-
pifica los actos violentos como públicos o privados, reactivos o activos, con ca-
rácter delictivo o no, asumiendo que “cada uno de estos aspectos es importante
para comprender las causas de la violencia y elaborar programas de prevención”
(Krug 2003, 6). Desde esta óptica son elaborados programas de prevención bajo
una lógica de criminalización. Por ejemplo, en estudios empíricos sobre violen-
cia, “la intencionalidad de las lesiones de causa externa tiene una fuerte asocia-
ción con consumo de alcohol y otros psicotrópicos” (Castro, Rendón, Rojas, Du-
rán y Albornoz 2006, 2), como si las sustancias por sí mismas fueran el motor
que impulsara al sujeto a ejercer la acción violenta, desligándola de los proce-
sos sociales que en realidad la originan.
En cambio, consideramos que explicar la violencia con el enfoque de riesgo,
como sugiere Skolbekken (1995, 291), equivale a “enmarcarla desde la “epide-
mia del riesgo”, la cual refleja las construcciones sociales de una cultura en par-
ticular en un momento determinado de la historia”. A su vez, es otorgarle a la
probabilidad y a la técnica la capacidad de explicar el origen de la violencia e
identificar los elementos sociales que entran en juego para que esta ocurra y se
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proyecte en la sociedad. Como señala Ulrich (1998, 504), “el riesgo no parece ser
más que parte de un cálculo esencial, un medio de sellar fronteras a medida que
se invade el futuro. El riesgo vuelve previsible lo imprevisible”.
No se valora la violencia como un acto sistémico, resultado de un entrama-
do fenomenológico y contextual. Mucho menos se relaciona la violencia en su
dimensión política, es decir, con la cuestión de su monopolio por parte del Es-
tado y sus instituciones, a pesar de que “la violencia estatal desempeña un pa-
pel central en el proceso de reconfiguración hegemónica, a su vez, ella misma
se reorganiza y lo hace principalmente bajo dos modalidades, que se han carac-
terizado como guerras: a) la llamada guerra antiterrorista […], y, b) el combate
contra la inseguridad y el crimen organizado, que ha proporcionado la exten-
sión y reorganización del sistema penitenciario” (Calveiro 2012, 59). En suma,
el acto violento desde el esp se muestra como parte del crimen. Considerar la
violencia desde este enfoque es partir de la epidemiología, en términos genera-
les. Es identificarla con el enfoque de riesgo, desde la probabilidad como deter-
minante del daño a la salud. Sin duda alguna, la explicación de lo que es la vio-
128 lencia desde este enfoque implica enmarcarla y contenerla bajo ciertas formas
que, a su vez, desconocen otras visiones.
DOSIER
se parte de que ningún factor por sí solo explica por qué algunos individuos tie-
nen comportamientos violentos hacia otros, o el motivo por el cual la violencia
es más prevalente en algunas comunidades que en otras. Se asume que bajo el
modelo ecológico, el origen de la violencia se produce en cuatro niveles de aná-
lisis: el individual, el relacional, el comunitario y el social. En este sentido, “el
modelo explora la relación entre los factores individuales y contextuales y con-
sidera la violencia como el producto de muchos niveles de influencia sobre el
comportamiento” (Krug 2003, 13).
En el primer nivel (individual), se pretende identificar factores biológicos y
personales en general, “como la impulsividad, el bajo nivel educativo, el abuso
de sustancias psicotrópicas y los antecedentes de comportamiento agresivo o
de haber sufrido maltrato” (Krug 2003, 14). En este nivel, la violencia se sitúa en
cada persona o para una persona, se destacan los factores biológicos y se centra
la atención en las características del individuo, las cuales aumentan la probabi-
lidad de ser víctima o perpetrador de actos violentos. Se conjuga el ingrediente
biológico resumido en “predisposición a la agresión”, materializado en factores
de riesgo. El contexto social lo transforma en características personales, como, 129
por ejemplo, ser pobre. En general, la explicación se centra en “conductas de
DOSIER
riesgo”, como conductas patológicas o conductas delictivas. “Abordar el proble-
ma a nivel individual tiene implicaciones distintas de las que tienen los estu-
dios a nivel poblacional. Es considerar las variables tratadas como característi-
cas de individuos y no de grupos” (Pellegrini 1999, 220). En consecuencia, el
nivel individual termina apuntando hacia la predisposición de las personas a
ser violentas, criminalizando y estigmatizando la pobreza.
En el segundo y tercer nivel, el modelo ecológico indaga el modo en que
las relaciones sociales cercanas —por ejemplo, con los amigos, con la pareja y
con los miembros de la familia— aumentan para el individuo el riesgo de con-
vertirse en víctima o perpetrador de actos violentos. “En general, el estrato so-
cioeconómico bajo de la familia se asocia con violencia futura” (Krug 2003,
14). Finalmente, a nivel social, el análisis incluye las políticas sanitarias, edu-
cativas, económicas y sociales que mantienen niveles altos de desigualdad
económica o social entre distintos grupos. Socialmente, se “crea un clima de
aceptación de la violencia que reduce las inhibiciones contra esta, y que crean
y mantienen las brechas entre distintos segmentos de la sociedad o generan
tensiones entre diferentes grupos o países” (Krug 2003, 14). Bajo este razona-
miento, la violencia se tornará en conductas patológicas/conductas delictivas.
El modelo ecológico reduce el componente social en factores familiares, comu-
nitarios, culturales y “otros agentes externos”, haciendo hincapié en que la so-
cialización es un elemento clave. Asimismo, postula que la violencia compren-
de dimensiones organizativas, institucionales y culturales que pueden
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víctimas y, a la vez, los primeros culpables” (Wacquant 2010, 28). Estas formas
de entender la violencia, la salud pública las asumió como propias, en calidad de
desasosiegos por resolver.
DOSIER
mente se abordará desde una posición política e ideológica. Entonces, más vale
reconocerlo. Por eso, Butler (2011, 16) afirma que, en todo análisis, “no hay un
solo marco y los marcos no son precisamente estáticos [...]. El marco no simple-
mente contiene o exhibe lo que contiene, sino que participa activamente en una
estrategia de contención, produciendo y haciendo cumplir de un modo selecti-
vo lo que se contará como realidad”. Bajo esta idea, desde el esp podemos decir
que la elección de los factores de riesgo y su asociación con la probabilidad es-
tán permeadas por cuestiones ideológicas (como por ejemplo, pensar en violen-
cia de pareja y no en violencia de género, o separar la violencia de pareja de la
violencia sexual). Al clasificar “causas” o “riesgos” de violencia en grupos, se
contribuye a imaginar que, “como todos los fenómenos sociales, los enemigos
simbólicos son construidos y reconstruidos cada día en la interacción cotidiana
siguiendo no una lógica racional, sino la lógica del discurso social, del sentido
común, de la mitología social (Tinessa 2010, 40).
Con la tipología de la violencia propuesta por la oms, los factores individuales y con-
textuales se sintetizan en comportamientos organizados en diferentes “cajones”. Se
establecen como los causantes de la violencia y se adecuan los factores de riesgo al
tipo de violencia del que se trate, sin más. Partir de esta clasificación es formar parte
de la política desde donde “las estrategias de control social radican, en suma, en la
gestión de determinados grupos, de determinadas categorías de sujetos hacia los
cuales se dirige la vigilancia, la incapacitación y la intimidación. [...] Se ubica al mis-
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Consideraciones finales
A partir de la definición misma que da a la violencia, la oms toma una postura
ideológica que contribuye a considerarla como resultado del accionar del sujeto
individual, aislado de su contexto político y económico, y no de determinismos
sociales, hoy caracterizados por “el ahondamiento de las desigualdades y la ge-
neralización de la precariedad salarial y social como consecuencia de las políti-
cas de desregulación y de la deserción económica y urbana del Estado” (Wacquant
2010, 73). En general, el Enfoque de Salud Pública oscurece el hecho de que el
origen de la violencia es ante todo estructural. Al utilizar factores de riesgo
como manera de explicar la violencia, “las causas colectivas se rebajan aquí al
rango de “excusas” para mejor justificar sanciones individuales que, en la segu-
ridad de carecer de influencia sobre los mecanismos generadores de conductas
delictivas, no pueden tener otras funciones que las de reafirmar en el plano sim- 133
bólico la autoridad del Estado (en procura de legitimación) y reforzar en el pla-
DOSIER
no material su sector penal, en detrimento de su sector social” (Wacquant 2010,
66). Es decir, el modelo dominante de salud pública, en torno al Estado y sus
instituciones de salud, contribuye a la construcción de la lógica de castigar al
pobre-violento/delincuente.
Como ejemplo de ello, el modelo ecológico, como representación explica-
tiva del hecho violento, da lugar a plantear niveles progresivamente incluyen-
tes de factores involucrados, basados en la noción de riesgo, y resulta suma-
mente atractivo para el esp en la medida en que se presta para construir
sofisticadas ecuaciones que establecen relaciones estadísticas que, a su vez,
pulverizan la participación de otros factores que no se establecen dentro del
terreno de la conducta individual violenta. Por lo tanto, explicar la violencia
desde dicho modelo es encontrar las razones de la violencia, pero de manera
totalmente desarticulada, al fragmentar la realidad social y encubrir los fac-
tores de la violencia sistémica, como principal determinismo político, econó-
mico y social de la simple violencia directa. De esta manera, “se invierten […]
las causas y las consecuencias para mejor suprimir cualquier vínculo entre
delincuencia y desocupación, inseguridad física e inseguridad social, aumen-
to de los desórdenes públicos e incremento de las desigualdades” (Wacquant
2010, 65).
Colocar la responsabilidad de la violencia sobre los individuos y plantearla
como inmanente trae como efecto una fractura en los lazos comunitarios, al
convertir al otro en posible agresor y a uno en posible víctima, arrojándonos a
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DOSIER
DOSIER
Resumen | En este artículo se analiza cómo la violencia constituye uno de los ejes articula-
dores de la identidad masculina dentro de un mundo signado por la supremacía de los hom-
bres y lo masculino. No obstante, este dispositivo se ha empleado fundamentalmente para
describir e impugnar aquello que bajo la denominación violencia de género se ha concentra-
do en develar la violencia que los hombres ejercemos sobre las mujeres, violencia que ade- 137
más privilegia el espacio doméstico como aquel en donde se escenifica una amplia y diversa
gama de actos y omisiones que buscan perpetuar el poder masculino.
En este texto se bosqueja el potencial de la violencia de género en tanto categoría para
arrojar luz sobre otros fenómenos que, si bien son protagonizados por hombres, rara vez
se leen desde una perspectiva que reconoce su trasfondo genérico. Eventos como la guerra,
la delincuencia organizada o el pandillerismo por citar algunos de estos acontecimientos
cuyas motivaciones tendrán, cada uno, su propia historicidad pero que se producen confa-
bulados en la construcción social de la masculinidad.
Una vez planteada esa primera cuestión, se abre el entretelón para colocar la necesidad
de revisar profunda y críticamente el modelo normativo de la masculinidad como un ele-
mento fundamental para procurar, a distintas escalas, procesos de pacificación sostenibles.
Palabras clave: masculinidad, género, violencia y paz.
Abstract | This article analyzes how violence constitutes one of the articulating axes of mas-
culine identity within a world marked by the supremacy of men and masculinity. However,
this mechanism has been used primarily to describe and challenge, what under the name of
gender violence has focused on uncovering, the violence that men exert on women, violen-
Olivos Santoyo, Leonardo Felipe y Luz Alejandra Barranco Vera. «La construcción de la paz y la crítica a la masculinidad
hegemónica: exploraciones sobre una relación poco iluminada.» Interdisciplina 6, n° 15 (mayo–agosto 2018): 137-156.
doi: http://dx.doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2018.15.63839
INTERdisciplina Volumen 6 | número 15 | mayo–agosto 2018
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ce that also creates privileges or favors domestic spaces in which a wide and diverse range
of acts and omissions seek to perpetuate male power.
This text outlines the potential of gender violence as a category to shed light on other
phenomena that, although carried out by men, are rarely read from a perspective that re-
cognizes their generic background. Events such as war, organized crime or gangs cite some
of these events whose motivations will each have their own historicity but which conspire
within the social construction of masculinity.
Once this first question is posed, it is opened to place the need to profoundly and criti-
cally review the normative model of masculinity as a fundamental element to seek, at diffe-
rent scales, sustainable processes of pacification.
Keywords: masculinity, gender, violence and peace.
Introducción
La tesis central del trabajo consiste en develar las implicaciones y consecuen-
cias que guarda el concepto de violencia de género para reconocer en su origen
138 el mismo entramado de donde se construye la identidad génerica de los hom-
bres, las relaciones entre mujeres y hombres y las relaciones que mantienen los
DOSIER
sujetos al interno de cada uno de estos campos. Una postura que abreva de la
aspiración contenida dentro de la perspectiva de género que permite pensar
que, en tanto productos sociales e históricos, la violencia así como las condicio-
nes de desigualdad y de opresión genérica son factibles de desmontar.
Una de las ideas que hilvana la exposición de lo que aquí se presenta reco-
noce que, pensar críticamente la violencia masculina tiene una genealogía que
lo liga indiscutiblemente con el pensamiento y la acción feminista. Sin embargo,
es una postura tributaria tambien de diversas corrientes que a lo largo de la his-
toria han pensado y contestado críticamente a la inevitabilidad de la violencia.
Así, para argumentar estas premisas, la exposición está pensada en tres sec-
ciones. La primera de ellas refiere a la gestación, en condición de poca o nula
visibilidad, de aquellas manifestaciones que en distintos momentos se han ges-
tado para pensar en formas no violentas de convivencia, expresiones que mira-
rán críticamente desde asuntos concernientes con los vínculos más proximos
hasta eventos macros como las guerras.
El segundo apartado refiere al proceso de tematización de la violencia con-
tra las mujeres y el arribo de la perspectiva de género. Recogo la propuestas que
desde este campo se realiza para reconocer la violencia como un recurso del
poder, esgrimible en el momento en que los consenso se agotan. Por eso, lejos
de ser eventual o fortuita, tiene un carácter estructural.
Finalmente, la última parte del escrito se centra en reconocer como atributo
y requerimiento de la masculinidad el ejercicio de la violencia, y por tanto se
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argumenta que toda violencia es una violencia de género, pues la violencia está
intrísecamente vinculada al proyecto de masculinidad patriarcal. Pensar en la
implicaciones que la violencia cobra en la vida de los hombres, pensada en pri-
mera persona, ya sea a través de las guerras, los enfrentamientos pandilleros, el
narcotráfico y otras, puede abrir horizontes para desheroizar una narrativa que
amplia y hondamente coloniza la subjetividad de los hombres.
Esa es la aspiración, a continuación presentamos los argumentos.
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tos discursos ha dejado signos perdurables en la identidad de las naciones y
por tanto en la cultura popular. Basta recordar los festejos que marcan el ca-
lendario cívico en la mayoría de nuestros países. Conmemoramos y celebra-
mos victorias, conquistas, derrotas y revoluciones, expresiones todas elo-
cuentes de una violencia vuelta hito y fuerza dinamizadora del trascurrir de
los pueblos.
En la heurística de la violencia confluyen cantos exaltados y otros tantos
que ontologizan su condición, transformándola en inevitable y necesaria, pero
también coexisten con lecturas que paradójicamente la tornan invisible, la velan
y la convierten en tabú. Frente a este estado, las perspectivas que han pujado
por convertirla en problema, colocarla en el centro de la reflexión crítica así
como aquellas experiencias colectivas que procuran una vida libre de violencia
navegan viento en contra. Continúan como expresiones marginales en medio de
un mar de turbulencias que antojan hundir toda perspectiva alternativa que as-
pire a la pacificación humana.
Particularmente, dentro de un contexto en el cual las dimensiones porno-
gráficas de la violencia tapizan las topografías humanas, arrojar luz sobre las
miradas críticas, desencializadoras y propugnantes de otro tipo de vínculo pue-
de resultar un esfuerzo ingenuo y de escasa sonoridad. No obstante, el argu-
mento de la precariedad y la falta de viabilidad no las hace menos necesarias ni
tampoco borra los esfuerzos diversos que desde tiempos remotos se han reali-
zado para vislumbrar un mundo sin violencia.
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sujetos de la guerra y las mujeres los de la paz. A esta cuestión volveremos con
mayor aliento en páginas subsecuentes.
Más cercano a nuestro tiempo y teniendo como escenario lo que Lenin deno-
minó la etapa imperialista del capitalismo, el movimiento socialista nucleado en
torno a la Segunda Internacional hizo una lectura de las conflagraciones que a
fines del siglo xix y principios del xx sacudían Europa. El consenso al interno de
la organización caracterizó dichos conflictos como disputas imperiales por la
posesión colonial dentro y fuera del viejo continente. El capitalismo era un sis-
tema que inevitablemente conducía a la confrontación armada y el movimiento
obrero, por tanto, debía propugnar por la paz y encabezar los esfuerzos por
desbocar la carrera armamentista y los discursos chovinistas que hacían de las
otras naciones, enemigas a las que se debía someter. En las postrimerías de la
Primera Guerra Mundial las corrientes más radicales dentro de la socialdemo-
cracia europea impulsaron campañas para boicotear eso que ya se vivía como
inminente. No solo emprendieron manifestaciones públicas que habrían de en-
lazar hombro con hombro a quienes tiempo después se enfrentaron en las trin-
cheras sino además impulsaron iniciativas contrarias a los bonos de guerra, al
enlistamiento obrero en los ejércitos y a las políticas militaristas de sus esta-
dos. Advirtieron lo que muy prontamente se volvió una realidad: el engrosa-
miento de las huestes armadas con la presencia mayoritaria del proletariado y
el costo que para esta clase tendrían los efectos de un evento de las dimensio-
nes que esta guerra anunciaba. A pesar de las razones esgrimidas, los tambores
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trado burgués. A su exclusión de la ciudadanía y en general de la condición de
sujetos sociales, portadores de derechos políticos, sociales y civiles. Así, ante
las constricciones de una vida que se decantaba en la inmanencia1 del espacio
privado, las sufragistas demandaron para las mujeres aquello que la moderni-
dad burguesa colocó como promesas de los nuevos tiempos y que tendría en el
ámbito de lo público un lugar preponderante por los recursos que ahí se ponían
en juego tanto materiales como simbólicos. Es altamente significativo que jus-
to en la disputa por su pertenencia al mundo de lo político, de la razón y los
derechos, recursos apropiados monopólicamente por los hombres, las sufragis-
tas haya incorporado al quehacer en torno a la cuestión pública formas de actua-
ción que no persiguieron la destrucción, la marginación o el sometimiento de
sus antagonistas, horizontes que fraguaban la actuación de numerosos movi-
mientos sociales contemporáneos y que marcaron también el tono de una polí-
tica que durante el siglo xix y buena parte del xx aún no conocía de la institucio-
nalidad democrática. En sintonía con esos matices, las sufragistas innovaron las
formas de expresión a través de las cuales hicieron saber al mundo de sus de-
mandas. No solo se lanzaron a las calles masivamente, sino que lo hicieron tea-
tralizando la protesta, generando desfiles que a manera de grandes performan-
2 Este concepto, acuñado por Bety Friedan, describe la sintonía de diversos procesos socia-
les empleados para conducir el retorno masivo de las mujeres al espacio doméstico des-
pués de haber sustituido la mano masculina en el espacio laboral debido a que estos fueron
a luchar en contra de los países del eje durante la Segunda Guerra Mundial. Estrategias de
convencimiento para desmantelar la memoria y la aspiración de las mujeres a ser indepen-
dientes, tener un trabajo y aspiraciones más allá del hogar y la familia. Lo utilizo como un
recurso descriptivo para dar cuenta de esos metadiscurso que de manera reiterada durante
la modernidad asentarán la idea de una naturaleza femenina cuyas características esencia-
les marcarán su destino exclusivo como madres y esposas.
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fuesen el factor relevante en el resultado de dicha disputa. La apuesta por la paz
pareció tender posibilidades históricas.
En los años sesenta del siglo xx, este aprendizaje rindió frutos en otro lado
del mundo, retomado por otros sujetos sociales. Durante esa década, las y los
jóvenes en los Estados Unidos y Europa articularon movimientos masivos que
apropiándose de los insumos aportados por las sufragistas y los independentis-
tas indios construyeron una forma de ver la guerra que por vez primera pareció
adquirir un amplio y profundo consenso contrario al que había prevalecido en
el corazón mismo de las metrópolis. Así, en lugar de la exaltación al poderío bé-
lico, develaron las consecuencias devastadoras de las armas nucleares y acusa-
ron a los líderes de las grandes potencias, a los complejos militares y a la indus-
tria ligada a la carrera armamentista de encaminar a la humanidad a un
holocausto de dimensiones civilizatorias. Eran los tiempos de la guerra fría y de
un mundo atrapado en la bipolaridad de bloques que política, ideológica y eco-
nómicamente se disputaban la hegemonía histórica. Hegemonía que tendría
como puntal el descubrimiento y la producción masiva de artilugios mortales
que alimentaron guerras devastadoras, escenificadas convencionalmente en las
naciones periféricas.
En ese marco, los pacifismos europeos y estadounidense marcharon en con-
tra de la guerra en Vietnam e intercambiaron flores por armas. De forma masiva
los reclutas se negaron a sucumbir ante las seductoras promesas del Tío Sam y
se transformaron en objetores de conciencia. Este movimiento tiene diversas
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nes que se negaron a prestar su servicio militar. Estos actos masivos tienen rele-
vancia no solo por lo que implicó específicamente en el proceso de descrédito de
esa guerra sino como un hito en la historia de las masculinidades. En efecto, la
insuflación de valores que había movilizado la participación de los hombres en
las guerras resultaron vacíos para los jóvenes de esa generación para quienes la
patria, la valentía, el honor y la misma violencia carecieron de significado y de
asidero identitario. Las flores y el cabello largo simbolizaban la acogida de signos
feminizados, adoptados en ese periodo para procurar modulaciones distintas de
ser hombre menos hostil y más suave, menos dominante y más empático. Esos
jóvenes dejaron en el imaginario estético y ético modelos alternativos de ser hom-
bre que con mayor y menor éxito serán acogidos por las próximas generaciones.
Esas formas alternativas de lo masculino representarán uno de los acicates
para colocar dentro de la reflexión crítica la masculinidad dominante o hegemó-
nica que, como veremos en las próximas páginas, tendrá en la violencia uno de
los ejes de problematización. Pero aunado a ello, en términos históricos, esta
experiencia representó un parteaguas para el florecimiento de la profesionaliza-
ción por la paz. Así, algunos segmentos de la bucólica juventud de los sesenta,
además de reivindicar la bondad natural de los hombres3 se transformaron al
3 De acuerdo con Johan Galtung, en la primera oleada pacifista de los años sesenta uno de
los componentes esenciales del movimiento provenía justo de grupos religiosos que dota-
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la violencia. Uno de los ejemplos sobresalientes se expresó durante el VI Simpo-
sio Internacional acerca del Cerebro y la Agresión celebrado en Sevilla durante
1986 con la Declaración sobre la Violencia. Documento elaborado por 20 desta-
cados científicos y científicas provenientes de diversas disciplinas y países del
globo.4 A pesar de las intenciones explícitamente no políticas de sus autores, la
propuesta ha regalado a los movimientos en contra de la violencia, sean cuales
sean las dimensiones de su lucha, de la autoridad de sus creadores. Quienes sus-
criben el documento contradicen una a una las afirmaciones hechas desde sus
propias disciplinas que fundamentan en el orden biológico y psíquico la agre-
sión, la guerra y la destrucción humana. Es científicamente incorrecto decir, ini-
cian cada uno de sus alegatos, que la guerra y la violencia tengan su sustento en
el legado evolutivo, en los genes, las mentes o que parta del instinto. Concluyen
afirmando que “la biología no condena a la humanidad a hacer la guerra –esta– se
podría librar de la esclavitud del pesimismo biológico y tener la confianza para
realizar las tareas de transformación que se necesitan para este Año Internacio-
nal de la Paz (1986) y los años venideros” (Genovés Santiago 1996, 23-27).
ban a la política por la paz de evocaciones morales ciertamente cristianas como la bondad
de los hombres o la idea de la otra mejilla (Galtung Johan, 1984).
4 La declaratoria ha sido adoptada por más de 100 organizaciones científicas y ha apareci-
do publicada en diversas revistas de todo el mundo, la Unesco la acogió e hizo suya en
1986. (Genovés Santiago 1996, 23).
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Este otro movimiento sentó claves para releer la violencia desde visiones
ajenas a las racionalizaciones que naturalizaron su propiedad. Dentro de estos
aportes la distinción analítica entre violencia y agresividad, que solían conside-
rarse sinónimos, ha resultado relevante. Xabier Lizarraga (2015), desde la antro-
pología del comportamiento, retoma la agresividad como un imperativo com-
portamental enmarcado en dinámicas adaptativas, de supervivencia y
sobrevivencia que hacen posibles reacciones, acciones, actividades y conductas
por parte del individuo.
En contraste, para John Galtung el concepto de violencia resulta un proceso
en el que “los seres humanos están influidos de tal forma que sus realizaciones
afectivas, somáticas y mentales, están por debajo de sus realizaciones potencia-
les” (1984, 30), identifica mediante el triángulo de la violencia tres tipos: cultu-
ral, estructural (ambas con manifestaciones invisibles ya que están inmersas en
estructuras sociales, culturales, económicas y políticas) y directa (manifestacio-
nes directas). La violencia está encaminada a someter e imponer por medio de
la dominación, da cuenta de un contexto histórico y disminuye la escala en me-
146 dida que el sujeto la interioriza, naturaliza y la emplea en sus relaciones coti-
dianas.
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zan a realizarse estudios médicos, enfocados en dar seguimiento a manifesta-
ciones recurrentes en los cuerpos de niños menores de 5 años: hematomas, ci-
catrices y fracturas. Las pesquisas develaron el origen de dichas alteraciones y
concluyeron que se derivaban del maltrato físico intencional. Las investigacio-
nes pioneras del doctor Henry Kempe, determinantes para configurar el cuadro
de lo que a partir de entonces se denominó Síndrome del Menor Maltratado, se
replicaron en todo el mundo con resultados relativamente similares. En esta pri-
mera fase de problematización, el fenómeno quedó en manos de los profesiona-
les de la salud y son las clínicas y hospitales infantiles los encargados de obser-
var y detectar las dimensiones del maltrato. Posteriormente, con la incorporación
de visiones más amplias provenientes de la antropología, la sociología y la psi-
cología crítica, se enriquecieron los conocimientos y se logró descentrar de la
familia la problemática, ubicando los vínculos de esta en contextos sociales más
amplios (González et al. 1993). Con los datos recabados y la posibilidad de es-
5 Una de las batallas emblemáticas por las cuales hoy celebramos el 8 de marzo como el día
internacional de la mujer fue protagonizada por costureras norteamericanas. En 1908,
40,000 costureras industriales de grandes fábricas se declararon en huelga demandando el
derecho de unirse a los sindicatos, mejores salarios, una jornada de trabajo menos larga,
entrenamiento vocacional y el rechazo al trabajo infantil. Durante la huelga, 129 trabajado-
ras murieron quemadas en un incendio en la fábrica Cotton Textile Factory, en Washington
Square, Nueva York. Los dueños de la fábrica habían encerrado a las trabajadoras para for-
zarlas a permanecer en el trabajo y no unirse a la huelga (ver www.lfsc.org/march8-s.htm).
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La violencia contra las mujeres
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tro de la sagrada familia. En ese sentido, Stuart Mill reclamará la generación de
leyes para castigar e impedir los abusos del poder masculino perpetrados en el
ámbito de lo íntimo y de las relaciones familiares.
Si bien, es de destacar la aparición intermitente del tema en la literatura,
como dato en sí mismo puede sugerir la presencia regular de los abusos en la
vida de las mujeres. Pero no será hasta los años sesenta y setenta del siglo xx
cuando se cuente con una explicación alternativa que permita reinterpretar esa
regularidad en el marco de una teoría que dará cuenta de la dimensión estructu-
ral. Una lectura a partir de la cual se comprenderá que la concurrencia de sus ma-
nifestaciones no son hechos aislados y mucho menos obedecen a la mala fortuna
de alguna incauta, sino son expresiones generalizadas que se producen como re-
sultado de las relaciones desiguales y opresivas entre mujeres y hombres.
Durante la oleada feminista de aquellos años, la violencia emerge como una
preocupación central. Esta comienza a develarse a través de las experiencias
acontecidas en los llamados grupos de reflexión, espacios creados por las jóve-
nes feministas en donde se fraguan ejercicios de autoconciencia en torno a la
opresión vivida y la revisión crítica y colectiva del significado de ser mujeres en
un mundo. En ese momento apareció con nitidez la idea de la violencia, nombra-
da de esa forma, en tanto vivencia que cruzaba la vida de todas las mujeres, in-
cluso de aquellas que no la habían experimentado de forma directa. En todos los
casos emergía como una posibilidad fáctica y latente, vivida como un miedo que
de tan introyectado y naturalizado la mayoría de las veces pasa desapercibido,
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aun cuando este medio marcaba y alteraba las rutas de acción de las mujeres,
su capacidad de movimiento física y personal tanto en los espacios públicos
como en los privados.
De tal suerte, al mismo tiempo que mujeres implicadas en el activismo fe-
minista, realizaban acciones y generaban documentos estrictamente políticos,
muchas comenzaron a reflexionar y procurarse un espacio en las universidades
y en los centros de producción de conocimiento. En esa sincronía elaboraron
una teoría propia para explicar el origen y los mecanismos sistémicos de la
opresión femenina. Es en ese contexto en donde se recupera la noción de pa-
triarcado para describir e impugnar esa estructura de poder que marca las posi-
ciones de mujeres y hombres y por supuesto sus relaciones.
Kate Millet (1995), una de las más destacadas intelectuales del aquel mo-
mento, reconoció en el patriarcado un sistema de poder que precedía en el tiem-
po y sobre todo estructuraba al resto de los sistemas de opresión. Pero quizá
una de sus contribuciones más relevantes fue colocar la violencia como un me-
canismo indispensable para la reproducción del mismo. Al hacer una analogía
150 con el poder político, Millet consideró que el patriarcado descansa fundamen-
talmente en su capacidad de generar consensos, de colonizar la mente y el espí-
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ritu de las mujeres, pero agregará algo más, dirá, al igual que sucede con aque-
llos regímenes que se erosionan en su legitimidad, que el patriarcado puede
experimentar momentos en que deja de hacer sentido y de convocar adhesio-
nes. En esas circunstancias el recurso de la fuerza se pone en marcha para ga-
rantizar la prevalencia del estado de cosas.
De esa perspectiva se desprenden al menos dos reflexiones que ayudarán a
comprender el carácter de la violencia y por tanto a su erradicación. La primera
de ellas, enunciada en páginas anteriores, refiere al poder como precondición
necesaria de las diversas expresiones de la violencia. Esta no ocurre en el vacío,
no son respuestas espontáneas que aparecen simplemente porque resultan de
una pulsión ingobernable o por la presencia de drogas, alcohol, la falta de edu-
cación, la marginación social y otros factores que podrían formar parte de epi-
sodios concretos. La violencia contra las mujeres develó con nitidez el funcio-
namiento de esta no solo para las relaciones entre los géneros sino, en general,
para todo tipo de vínculo humano. Las diferencias naturales convertidas en des-
igualdades sociales representaron un espejo que con toda plasticidad permitió
acceder al registro donde la violencia emerge convertida en prerrogativa de
quienes detentan las posiciones de superioridad. Es, por tanto, una de las posi-
bilidades, uno de los recursos que devienen de la existencia de posiciones des-
iguales que marcan el devenir entre los sujetos individuales y colectivos. Este
rasgo puede leerse con facilidad al compararse mujeres con hombres y observar
las dinámicas que establecen, en donde la hegemonía de los discursos de géne-
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valían de los recursos emocionales para someter y lesionar, así como manifes-
taciones que hicieron de la economía y el patrimonio herramientas de control.
Asimismo, se comprendió el continuo de espacios y relaciones sociales en los
cuales se verificaba la violencia contra las mujeres, un continuo que no garanti-
zaba ningún territorio libre de la misma. De tal suerte, se develó cómo la calle,
la escuela, el trabajo, el partido o la iglesia representaban territorios en donde
el riesgo acechaba y, como siempre se supo, justo a partir de ese momento se
denunció y documentó con precisión, cómo el hogar y los conocidos, incluso
familiares cercanos igualmente se encontraban entre los victimarios de muchas
niñas, adolescentes y mujeres adultas.
Si bien el tema ya había circulado con anterioridad, durante las últimas dé-
cadas del siglo xx, la violencia familiar, intrafamiliar o doméstica, como se le ha
denominado indistintamente se colocó como el referente conceptual que subsu-
mió las diversas manifestaciones e incluso las causas mismas de la violencia. Si
bien esas décadas son también momentos de una febril construcción de institu-
cionalidad global6 y local para eliminar todas las formas de violencia contra las
7 Refiere aquí, fundamentalmente, a la Ley General de Acceso a una Vida Libre de Violencia,
publicada en el Diario Oficial en 2007.
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otras posiciones dentro de la trama genérica no se definen ni se contienen cada
uno en sí mismos. La producción de esta dimensión definitoria de la humanidad
resulta siempre de un juego especular en donde cada uno de los términos exis-
te y se comprende, en relación con aquello que se presenta como lo otro, distin-
ción que la propia ideología de género ha anclado en eso que se considera como
la irrefutable y evidente distinción sexual.
De tal suerte, en el tránsito conceptual de la violencia contra las mujeres a
la violencia de género, el énfasis fue colocado para dar cuenta de las relaciones
que mujeres y hombres sostienen, pero con ello también se gestó una ranura
para mirar la función de este dispositivo en la edificación y consolidación de las
relaciones intragenéricas. Particularmente, este movimiento conceptual se vol-
vió relevante para acceder al campo de la masculinidad y reconocer, en primer
término, cómo este resulta un genérico que, con toda precisión desiguala siste-
máticamente a los hombres. La condición racial, étnica, etaria, religiosa, nacio-
nal y las preferencias sexuales constituyen algunas de las posiciones que mar-
can el hilado de esa jerarquía, misma que se aceita con el uso de la violencia
como una mediadora de los vínculos que se establecen entre varones. A eso re-
gresaremos en próximos párrafos.
Antes debemos mencionar que si bien el género emerge como una categoría
para revelar la presencia de las mujeres en el mundo y, por tanto, la necesidad
de pensar sus relaciones con los hombres, la misma ha fungido como mirador
que posibilita observar eso que definimos como la producción social de los
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textos sociales que, además, tienen un marco histórico. Esto ha sido capital para
el movimiento de mujeres y todas sus propuestas para erradicar la violencia
contra ellas; sobre la premisa del origen aprendido, se ha supuesto igualmente
la posibilidad de generar formas que desalienten, castiguen y erradiquen com-
portamientos opresivos. Pero como categoría también auxilió a descentrar del
espacio doméstico la atención casi exclusiva en la violencia contra las mujeres
y permitió acceder a esos otros registros en las que esta también acontecía.
Sin embargo y quizá aquí radica la tesis sustancial del presente trabajo, esta
perspectiva replanteó la necesidad de volver a pensar la violencia en general,
esa que se explica por un sinnúmero de variables y contextos como acciones
que no se producen al margen de la constitución de la masculinidad. En conse-
cuencia, fenómenos como la guerra, la delincuencia organizada, los enfrenta-
mientos entre pandillas o bien aquellas escenas que encuentran a perfectos des-
conocidos liándose a golpes en la calle, todos ellos, así como la cultura que
tolera, heroiza u oculta se encuentran imbuidos completamente de género. A
pesar de que no logren tematizarse de esa manera.
Michel Kaufman (1998), en uno de sus textos más sugerentes, planteará la 155
idea de la violencia de género vista como una triada indisoluble. Dirá que la vio-
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lencia en contra de las mujeres, asunto central sobre el cual se expresó con urgen-
cia la crítica a la violencia, nunca aparece aislada de otras manifestaciones que,
como insistirá, también se fraguan en la producción genérica de los hombres. Una
de estas serán aquellas expresiones múltiples que desencuentran a los hombres
en conflictos que lesionan y vulneran su vida, su integridad y su dignidad.
La violencia entre hombres, como hemos mencionado anteriormente, cons-
tituye una de las mediaciones sistemáticas que cruzan los vínculos cercanos y
de lejanía, individuales y colectivos, institucionalizados o bien producidos en
condiciones de ruptura del tejido social, tal como acontece en nuestro país y en
muchas partes del mundo. El hecho de que los hombres son quienes protagoni-
zan de forma aplastante esos episodios podría resultar un fenómeno que de tan
obvio parezca intrascendente, pero justamente aquí radica una pista para sos-
pechar del modelo de masculinidad y trazar las rutas de ese enlazamiento con
la violencia. De tal suerte, tal constante habla de esa configuración que con ma-
yor contundencia política e investigaciones que la respalden problematicen las
pautas que han hecho de los hombres el sujeto de las energías tanáticas y des-
tructivas, mismas que no solo lesionan la vida de las mujeres sino también la de
los hombres.
En este momento en donde las fuerzas que dinamizan la economía se nu-
tren de jóvenes varones quienes, ante el agotamiento de la idea del futuro como
promesa y frente a la marmita del tesoro ubicada aquí y ahora, el negocio de la
sangre parece potenciar los valores más tradicionales y riesgosos de esa mascu-
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linidad. Así en esta sinergia entre el capitalismo gore y las fuerzas de patriarca-
do, parece insuflarse la valentía, el arrojo, el riesgo, y, por otra, el sometimiento
cuando no la destrucción de quienes se convierten en enemigos. En estos mo-
mentos de saturación de sangre, la urgencia por construir la paz y por hacerla
sostenible se presenta también como algo aspiracional honda y sentidamente.
En su construcción, los hombres tendrán que poner en marcha su papel, por-
que, en su doble condición —de víctimas y victimarios de la violencia—, habría
intereses propios para erradicar la violencia en todas sus dimensione y espa-
cios. Pero justo la contribución desde este vector genérico requiere de esa revi-
sión crítica y del desmantelamiento de pautas de sociabilizarse como hombre
en los cuales la jerarquía y el dominio resulten fuertemente indeseables.
Referencias
Castaño Sanabria, Dennirys. «El feminismo sufragista: entre la persuasión y la
disrupción.» Polis. Revista Latinoamericana. (Noviolencia, Resistencias y
156 transformaciones culturales), 43, 2016.
Corsi, Jorge (comp.). Violencia familiar. Una mirada interdisciplinaria sobre un
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Ventura Soriano, Leticia y Yanith Betsabé Torres Ruiz. «Hacia la construcción de una cultura de paz en las escuelas.»
Interdisciplina 6, n° 15 (mayo–agosto 2018): 157-169.
doi: http://dx.doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2018.15.63835
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Introducción
El clima de violencia que vivimos en México invade los espacios y uno de ellos
es la escuela, ante lo cual se presenta el desafío de construir espacios de convi-
vencia en la escuela que promuevan la cultura de paz. Esta necesidad tiene diver-
sas respuestas, entre las que se encuentra un señalado Nuevo Modelo Educativo
(2017) que contempla, además de la formación académica, el desarrollo integral
de los estudiantes, tanto en lo personal como en lo social, en relación con el tema
de la convivencia. El diálogo, la expresión y la escucha, el abordaje de los conflic-
tos, la participación y el reconocimiento de la diferencia son otros temas que se
encuentran presentes y en espera de ser abordados y desarrollados en dicho mo-
delo, para que deje de ser simple enunciación y convertirse en procesos vivos.
El concepto de paz ha ido evolucionando, desde un concepto relacionado
con la guerra, hasta llegar a la violencia en el hogar y en la escuela. La concep-
ción de paz vigente o que se toma en este artículo como punto de partida es la
teoría de Galtung (1998), quien entiende la paz en dos categorías: la paz negati-
va o la no guerra y la paz positiva o la no-violencia. Sin duda, uno de los ante-
158 cedentes más relevantes que han impulsado el interés por la construcción de
una cultura de paz fue la Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura
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mentado de manera generalizada en México, pues la escuela no es una institu-
ción aislada.
El papel que desempeñan los profesores en la construcción de procesos que
promueven cultura de paz y convivencia en las escuelas es de suma importan-
cia, y representa un posible punto de partida para poder echar a andar propues-
tas. Por lo anterior, han surgido diversos programas que buscan contribuir a esta
cuestión desde distintas posiciones. Se han creado manuales, proyectos, cursos
o talleres, promovidos desde la propia Secretaría de Educación Pública (sep),
como el Proyecto a favor de la Convivencia Escolar (pace). Cada una de las apor-
taciones se orienta a una amplia necesidad, que no se resuelve con una sola res-
puesta, pues la escuela enfrenta un conjunto de problemas de convivencia. Por
otro lado, en las universidades, concretamente en algunos programas de posgra-
do, se busca formar sujetos capaces de responder a dichas problemáticas.
Un ejemplo es la Universidad Pedagógica Nacional, unidad Ajusco, que ofre-
ce la Maestría en gestión de la convivencia en la escuela: violencia, derechos
humanos y cultura de paz (mgce). Dicho programa busca apoyar la profesiona-
lización de docentes y profesionales de la educación en el tema de la conviven-
cia desde un enfoque de cultura de paz en la Ciudad de México. Este programa,
de reciente creación, ha apostado por ofrecer a docentes herramientas teóricas,
metodológicas y prácticas para echar a andar procesos formativos que permitan
innovar la labor docente construyendo una cultura de paz en las escuelas. El lu-
gar de los profesores y de la escuela cobra en este contexto gran importancia
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dado que es ahí, con sus protagonistas, donde se forman los futuros ciudada-
nos, quienes para enfrentar los múltiples desafíos que presenta la sociedad ac-
tual, requieren participar, comprometerse y desarrollar una capacidad reflexiva
y crítica que les permita conformar nuevos espacios relacionales.
Por lo anterior mencionado, lo que se busca con este artículo es mostrar y
argumentar la importancia de la educación como herramienta para la construc-
ción de la paz, repensando su papel y el de sus protagonistas. En este caso, se
retoman algunos aspectos para considerar a los docentes como promotores de
este proceso, con ello no se pretende centrar al docente como actor principal,
sino como un medio para abordar las problemáticas de las escuelas, que mues-
tran la necesidad de ir hacia la construcción de una cultura paz en las escuelas.
Un insumo importante para la elaboración de este artículo es la experiencia de
primera mano, en el acompañamiento de estrategias de intervención que han
llevado a cabo los docentes en sus escuelas.
actualmente se ofrece en la escuela suenan cada vez más alto, haciéndose pre-
sentes con mayor frecuencia. Especialmente, cuando se reconocen sus limita-
ciones para apoyar los procesos de transformación al interior de las escuelas,
así como en la construcción de una sociedad más democrática. Si bien, desde
hace ya varios años, se han venido proponiendo cambios en el modelo educati-
vo y en lo curricular, sigue haciéndose evidente la dificultad para modificar de-
terminadas prácticas que, sedimentadas a través de los años, han contribuido a
crear y recrear ciertos modos de ser y de convivir que no están alineados con la
necesidad actual de la expresión de la diferencia en un marco de participación
democrática, y mucho menos la experiencia de ser reconocidos como sujetos de
derecho. Se trata de un problema complejo, pues, de manera general, las pro-
puestas e iniciativas para impulsar la democratización y la construcción de una
cultura de paz en las escuelas chocan con frecuencia con concepciones muy
arraigadas en torno al convivir, que oponen resistencia a la entrada de nuevas
propuestas. Al observar lo que sucede con los procesos de transición y apropia-
ción, es posible encontrar un panorama poco alentador. En ocasiones, los prota-
gonistas de la escuela se ven obligados a asumir una simulación, mientras se
continúa haciendo lo mismo, por lo que abordar el tema de la convivencia resul-
ta necesario, pues se requiere no solamente eliminar cualquier tipo de violen-
cia, sino construir espacios activos y promotores de una cultura de paz. Abor-
dar el tema de convivencia implica no centrarse solamente en respuestas de
carácter restringido y punitivo, como el control, la vigilancia, las sanciones,
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y planes bajo esta línea.
Construir una cultura de paz para la convivencia en la escuela requiere la
participación activa de sus protagonistas. En lo referente al Modelo Educativo
de México, recientemente presentado en 2017, se encuentra presente con mayor
fuerza el saber ser y el saber convivir, dando a la escuela un papel fundamental
para posibilitar y ayudar a desarrollar dichas habilidades. Sin embargo, en la
práctica no se hace visible dicho trabajo, entre otras cosas porque no se han
construido las posibilidades de desarrollarlo. La propuesta curricular, presente
en los Planes y Programas para Educación Básica, busca articular a estudiantes,
docentes, padres de familia y comunidad con el propósito de dinamizar y hacer
más integral el proceso pedagógico. Se vuelve necesario, entonces, que los pro-
tagonistas del proceso educativo se comprometan y desarrollen conciencia res-
pecto a promover dinámicas de convivencia diferentes, fundamentadas en un
enfoque de cultura de paz. De ahí que nuestro sistema educativo emerja como
pieza clave en la construcción de los nuevos ciudadanos, encontrándose frente
a un enorme reto: formar y preparar a las nuevas generaciones para que puedan
afrontar con éxito, insertarse y transformar la realidad social. Es entonces tarea
de las instituciones educativas ofrecer una educación integral y de calidad que
considere el saber y el saber-hacer, pero en la misma medida, el saber-ser y el
saber-convivir.
Una vez más, el papel de los docentes en la construcción de una cultura de
paz en las escuelas es importante. Para que los docentes se involucren en dicha
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México. Por ser un programa de reciente creación, con apenas una generación de
egresados, aún no se cuenta con los resultados del estudio de impacto. Sin em-
bargo, se puede identificar que su trabajo está beneficiando a las escuelas, sobre
todo de educación básica. En este sentido, el programa de maestría sugiere in-
dagar más sobre la gestión de la convivencia, la cultura de paz en las escuelas,
la violencia y los derechos humanos. En este posgrado se apuesta por la posibi-
lidad que tienen los docentes para incidir en sus entornos laborales. Muestra la
noción de una cultura de paz en la que los sujetos son capaces de transformar
su realidad inmediata. Hasta la fecha, la primera generación de este programa
dio como resultado la intervención en catorce escuelas de la Ciudad de México.
El trabajo se desarrolló mayoritariamente en escuelas primarias y secundarias,
demostrando que es posible echar a andar una espiral de transformación que
inicia desde los mismos profesores.
La importancia de un programa que da respuesta a la necesidad de construir
ambientes pacíficos, específicamente en las escuelas, radica en el impacto que
las acciones e iniciativas de los implicados llegan a provocar en su realidad in-
mediata: fomentar el diálogo, abrir nuevos espacios para convivir, transitar de
la autoridad vertical a una más horizontal, generar espacios para la dimensión
socioafectiva (de gran importancia para la convivencia), entre otros, represen-
tan acciones que dan prueba tangible de que es posible construir nuevas diná-
micas de convivencia desde la escuela. Por otro lado, también contribuye a que
los implicados, en este caso los profesores, desmonten, analicen y comprendan
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cial”. Convivir es una forma de estar en contacto, de tejer relaciones y resulta
básico para cualquier sociedad. Ocurre de manera permanente en la dimensión
personal y social, implicando un proceso de construcción, siempre dinámico y
cambiante, que se refleja de distintas maneras cada una con alcances e implica-
ciones diferentes. Convivir implica respeto, aceptación del otro y de lo otro.
Cuando ocurre de manera positiva, satisfaciendo las necesidades básicas y ofre-
ciendo condiciones favorables para el desarrollo, entonces los valores y normas
sociales pueden asimilarse y llevarse a la práctica. En los distintos contextos de
convivencia, los seres humanos en correspondencia con su cultura desarrollan
diferentes estilos para relacionarse, tal como señala Martínez Guzmán (1999,
86): “La cultura es la manera humana de comportarse, de organizar las relacio-
nes, de distribuir los recursos, de cultivar la propia vida humana, como la agri-
cultura es el cultivo del campo”.
Desafortunadamente, como bien lo ha planteado Joan Galtung, hay factores
de una violencia más estructural, como la pobreza, la desigualdad, la violación
a los derechos humanos o la corrupción, entre otros, que también intervienen
amenazando la paz. Estas y otras formas de violencia están presentes en los dis-
tintos espacios de convivencia. Una de las implicaciones dereivadas de esta si-
tuación de violencia estructural es que la gente viva con temor constante, sufra
inseguridad, discriminación y/o exclusión.
También es cada vez más común la promoción del consumismo, la compe-
tencia, el individualismo, llegando a expresarse en comportamientos sexistas,
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intolerantes y violentos. De manera sutil y sin darnos cuenta, esta corriente nos
va arrastrando hacia una sociedad hueca y materialista. De acuerdo con Muñoz
y Ramos (2009, 3) “dentro de los males característicos de las sociedades actua-
les encontramos el individualismo radical, la fragmentación social, la segrega-
ción por niveles sociales y por generaciones, ciudadanía pasiva consumista y
demandante de soluciones a las instituciones”. Lo anterior da como resultado la
negación de lo humano y da pie a un preocupante individualismo de las perso-
nas, problema que se acentúa por los efectos más negativos de la globalización.
Es en este contexto que la violencia continúa creciendo, y gana fuerza de mane-
ra perniciosa dentro de los espacios básicos de convivencia, como la familia y
las instituciones educativas.
En la actualidad, tanto en la dinámica familiar, como en la escolar y la comu-
nitaria, se encuentra presente una forma de relacionarse desde la violencia, la
cual ha existido sobre todo ante la manifestación del conflicto. Lo que llega a ser
preocupante y alarmante es que con frecuencia se mira a la violencia como la
única vía para resolver problemas y desacuerdos presentes en la vida cotidiana.
164 Dado que la violencia se encuentra presente y latente en los distintos contextos
de convivencia, es necesario tomar una postura que permita mirar lo que ocurre
DOSIER
Los espacios comunes que comparten los estudiantes, como el salón de cla-
ses, por caso, están envueltos en ambientes violentos, muchas veces normaliza-
dos o invisibilizados a tal grado de crear una resistencia adaptativa por parte de
los estudiantes. Vale la pena señalar el hecho de que en la convivencia el conflic-
to siempre estará presente; sin embargo, es posible y deseable que la violencia
en sus distintas manifestaciones no sea la salida al conflicto. ¿Cómo? Precisa-
mente educando en una cultura de paz.
DOSIER
Ianni (2002, 1): “La escuela, como institución educativa, es una formación social
en dos sentidos: está formada a partir de la sociedad y a la vez expresa a la so-
ciedad. Lo que se habla en cada escuela, es el lenguaje particular de la sociedad;
por tal motivo, no es ajena a la profunda crisis sociopolítica en la que estamos
inmersos y que como ciudadanos nos afecta”. Es así como la escuela debe asu-
mir este rol como promotora de la cultura de paz, mostrándose abierta a todos
los integrantes de la sociedad, proporcionando las condiciones para lograr que
sus protagonistas puedan desarrollarse integralmente en las distintas dimen-
siones que conforman lo humano. Una propuesta es hacer énfasis en realizar
una práctica docente dirigida a crear una cultura de paz en el aula, desde el re-
conocimiento de la dignidad humana (Pérez 2017)
Más que la idea de escuela apartada y lejana a la sociedad, se trata de enten-
der la escuela como formadora en el ser y el saber convivir. Si se aprovecha el
escenario que esta despliega día tras día con sus actores, donde se vive la exclu-
sión, la marginación, la agresión y se mira el conflicto como la oportunidad de
proponer nuevas formas de relacionarse, estaremos en el camino hacia la cons-
trucción de la paz. No hay que perder de vista que, así como se manifiesta la
violencia de múltiples maneras al interior de la escuela, también se presentan
valores como la solidaridad, el respeto y la amistad en su seno. Estos y otros
valores manifiestos dentro de la escuela también se aprenden y sirven como
contrafuerza ante la violencia. Es en este sentido que se han desarrollado múl-
tiples planes, proyectos y programas orientados a educar para la paz, abriendo
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Reflexiones finales
Construir una cultura de paz en las escuelas debe ser una apuesta que marque
pautas para crear mejores relaciones en una sociedad, como una respuesta a la
expresión de la violencia, lo cual es una necesidad innegable. Sin embargo, no
se debe esperar a que la violencia llegue a la escuela para crear acciones que
contribuyan positivamente a la convivencia. Como se señaló al principio de este
artículo, se trata de crear procesos en distintos aspectos: valores, actitudes,
comportamientos y estilos de vida. Tampoco se trata de crear recetas o guías
para responder a las problemáticas que se presentan en las escuelas. La aporta-
ción de este texto radica en compartir algunas líneas abiertas a considerar en la
construcción de una cultura de paz en las escuelas, surgeridas a partir de las
experiencias prácticas del trabajo con docentes.
La apuesta a la construcción de una cultura de paz, entre otras cosas, es
porque se puede lograr una mejor convivencia en la escuela. Esta cultura de-
manda enfrentar distintos retos como son: a) hacer partícipes a los diversos ac-
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cioeconómicas de desigualdad que permea el conjunto del sistema educativo
mexicano, la educación para la paz en las escuelas se enfrenta a una serie de
dificultades que contradice la propia propuesta. Frente a ello, no se trata de re-
nunciar a crear otras posibilidades de cambio, sino a crear las condiciones bási-
cas para hacer cambios. La responsabilidad de la escuela es enorme ante el pa-
norama que se vive en México. Las escuelas hacen sus aportaciones, pero se
debe considerar también un trabajo fuera de ellas, en otras instituciones que
puedan contribuir a la construcción de paces. En este sentido, una propuesta de
cultura de paz en la escuela debe ir más allá de la participación y convivencia
del círculo inmediato de la escuela. No se trata de plantear propuestas que solo
caben y se desarrollan en un espacio específico, y que fuera de este perderían
validez. La apuesta es a una transformación social más amplia, que implica un
trabajo más allá de las instituciones educativas y con el deber de interpelar a la
sociedad en su conjunto.
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del país. Entre 1990 y 2017 se calcula la comisión de más de 440,000 homici-
dios, es decir, casi medio millón de personas ha perdido la vida a causa de la
violencia armada en México.2 La guerra iniciada en el sexenio de Calderón, ha
continuado sin tanta cobertura mediática en el sexenio de Peña Nieto; empezó
siendo un combate armado contra el llamado crimen organizado. Sin embargo,
los hechos y las estadísticas nos dicen que las principales víctimas son inte-
grantes de grupos históricos, tanto excluidos del sistema político como explo-
tados por el sistema económico: pobres, migrantes, mujeres, niñas, niños, ado-
lescentes y jóvenes.
En este contexto, a medidos de los años noventa, en el norte del país comen-
zaron a aparecer los primeros casos de feminicidio, particularmente en Ciudad
Juárez, Chihuahua, pero, paulatinamente, el problema fue extendiéndose (o
solo fue haciéndose más claro) en otras entidades de la república, como Nuevo
León y el Estado de México. La evidente incapacidad de las autoridades públicas
para atender esta problemática ha generado la movilización de diversos actores
sociales, que buscan influir en la toma de las decisiones públicas para frenar el
172 aumento de estos crímenes y obtener acceso a la justicia para las víctimas direc-
tas e indirectas. El caso Campo Algodonero (Chihuahua 2002) marcó un parte
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2 http://www.proceso.com.mx/503749/mara-cuarto-siglo-feminicidios-en-mexico
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oriundo de Cadereyta Jiménez, Nuevo León, y de Irma Alma Treviño de la Peña,
nacida en Monterrey. Soy esposa de Rómulo Ruiz Jerezano y madre por decisión
de Alejandro y Rómulo Ruiz Ochoa. Soy feminista por convicción y defensora de
derechos humanos por vocación. Tengo formación en trabajo social, egresada de
la Universidad Autónoma de Nuevo León, y con estudios en derechos humanos
por la Universidad de Monterrey (udem) y la Suprema Corte de Justicia de la Na-
ción (scjn). Tengo una especialidad en equidad de género en educación, por la
Universidad Pedagógica Nacional (upn), y soy maestra en género y políticas públi-
cas, cursada en la Facultad de Filosofía y Letras de mi Alma Mater.
¿Cómo inicia su trabajo como defensora de derechos de las mujeres y las niñas?
Inicié mi trabajo como defensora de derechos humanos desde niña, pero en ese
tiempo no se conocía popularmente dicho concepto. Comencé defendiendo mis
propios derechos, como niña trabajadora empeñada en no dejar su derecho a la
educación. Trabajé primero en un molino de maíz, barriendo el piso y la ban-
queta y lavando el molino. Yo lloraba mucho, no quería trabajar ahí, mi mamá
me llevaba cuando aún estaba oscuro. Entraba a las 4:30 de la mañana, porque
las mujeres llevaban el nixtamal a moler muy tempranito. Gracias al apoyo de
mi tía Edna, médica de profesión, mis padres aceptaron que continuara estu-
diando una carrera técnica en el English Commercial Institute, para luego entrar
a la educación secundaria.
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diante y trabajadora.
Más tarde, en el año 1965 fui contratada por un laboratorio que impulsaba
las pastillas anticonceptivas, para promoverlas en las plazas públicas y en bri-
gadas casa por casa. Varias veces me corretearon las buenas conciencias por es-
tar promoviendo la “promiscuidad”, cualquier cosa que eso signifique. Desde
que era estudiante, me involucré en proyectos para mejorar la calidad de vida
de grupos con derechos vulnerados. Durante tres meses participé en un progra-
ma de alfabetización en el Penal del Topo Chico, pero no concluí el proyecto,
primero porque no había suficiente transporte público que me acercara al lugar
(mi papá me llevaba y, transcurridas tres horas, regresaba por mí); segundo,
porque hubo un motín y como yo aún no era mayor de edad, papá me prohibió
regresar. Posteriormente, trabajé haciendo encuestas relacionadas con la pros-
titución en la zona roja de la ciudad.
A principios de la década de los noventa, al jubilarme de mi trabajo como
administradora en una notaría pública, fundé junto con otras colegas la Asocia-
ción Nuevoleonesa de Trabajo Social A. C. Rosalinda Robledo (†) era la presi-
denta y yo la vice presidenta. Hicimos trabajo de desarrollo de la comunidad,
de gestoría y acompañamiento a las niñas, niños, adolescentes y mujeres vícti-
mas de lesiones y malos tratos (aún no se tipificaba la violencia familiar). Hici-
mos varias brigadas a diversas colonias en el área metropolitana y en la zona
sur del estado (Zaragoza, Aramberri, Galeana, Iturbide y Dr. Arroyo). Rosalinda
lograba apoyos en el sector salud, con oculistas, médicos generales, dentistas,
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¿Por qué ser feminista en un estado como Nuevo León?
Porque es donde habito, o como dice Cristina Pacheco, es donde me tocó vivir. A
principios de los años noventa, junto con otras colegas recibí muchas ofensas.
Mucha gente hablaba muy mal de quienes nos decíamos feministas. Había mu-
jeres en puestos públicos de alto nivel que decían “yo soy femenina, no feminis-
ta”, sin tomar en cuenta que el camino para que ellas estuviesen donde estaban
había sido desbrozado por las luchas feministas que nos antecedieron.
Dado que Arthemisas cuenta en sus filas con dos abogadas, hemos presen-
tado diversas solicitudes, iniciativas y propuestas de ley por modificación o adi-
ción, entre ellas: a) solicitud para reconocer las diversas estructuras familiares
en la propuesta de Ley de Familia; b) solicitud para incorporar en el Código Pe-
nal sanciones para quienes cometen el delito de trata de personas; c) solicitud
para agilizar la aprobación de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una
Vida Libre de Violencia (lgamvlv); d) solicitud para incorporar un lenguaje in-
cluyente en las reformas a la Ley de Educación en el estado; e) propuesta de ley,
por modificación, para aumentar la sanción privativa de la libertad cuando el
responsable sea un servidor público; f) propuesta de ley para agregar el capítu-
lo “Violencia Feminicida” en el Código Penal del estado de Nuevo León; g) pro-
puesta de ley para eliminar el perdón del ofendido en casos de violencia fami-
liar y, en ningún caso, aplicar la mediación o conciliación; h) propuesta de ley
para modificar el Código Civil en relación con el derecho a la identidad (aproba-
da en mayo y publicada en septiembre de 2009); i) iniciativa para tipificar el fe-
minicidio, reformando los códigos penal y de procedimientos penales (aproba-
176 da y publicada en junio de 2013); j) proyecto de iniciativa de Ley de Derechos
de Niñas, Niños y Adolescentes (junio 2015).
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incluyente, en donde las mujeres no seamos consideradas las otras en el pacto
social, ni seamos consideradas ciudadanas de segunda clase, sino que seamos
consideradas sujetas de derechos, de todos los derechos, en igualdad de condi-
ciones a los que ya tienen los hombres, sin importar las diferencias genéricas
(entre e inter género).
Para caminar en este sentido, ¿cuáles serían los primeros pasos que se deberían
dar para cesar la violencia contra las mujeres y niñas en Nuevo León?
Informar, desde la primera infancia, sobre la perspectiva de género, el enfoque
de derechos humanos y la importancia de respetar el derecho de las mujeres a
vivir sin violencias.
Nos comentaste al inicio que eras “feminista por convicción y defensora de derechos
humanos por vocación”. ¿Cómo se relaciona la lucha por la eliminación de la
violencia contra las mujeres con la lucha por los derechos humanos?
Se relacionan con el derecho que las mujeres y las niñas tenemos a vivir libres
de violencias. Este derecho no es aislado sino que está vinculado con los dere-
chos fundamentales a la vida, la libertad, la salud, la salud sexual y reproducti-
va, la información, la libre expresión, a ser escuchadas, a la no discriminación, 179
a ser tratadas con respeto, como personas con iguales derechos, el derecho al
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acceso a la justicia, etcétera.
Para concluir acerca de las condiciones para construir la paz con perspectiva
de género y derechos humanos, ¿cómo se diferenciaría esta de cualquier otro
tipo de paz que se haya promovido o se esté promoviendo en el estado?
Al igual que la violencia, la paz es un constructo aprendido. Debemos aprender
a construir la paz. Por el tema que Arthemisas trabaja, la violencia feminicida,
es muy importante el acceso a la justicia. Mientras este no exista, la violencia
contra las mujeres y las niñas seguirá impune y en aumento.
En una reunión para diseñar el Plan Estatal de Desarrollo, a la que fui invita-
da, se habló de la necesidad de fortalecer el pacto social entre Estado y socie-
dad, como una de las condiciones para construir la paz. Si bien el pacto social
del que hablaba Rousseau implica democracia, en el siglo xxi sigue vigente pero
con variaciones, pues hemos de trascender la democracia griega y la impulsada
180 tras la Revolución francesa. Ahora demandamos una democracia en la que sean
incluidas todas las personas sin exclusión alguna. Además, se requiere de go-
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nal funde y motive la negativa a investigar o, en su caso, anular la
resolución del 8 de febrero.
27-06-12. Se sobresee la demanda de amparo. El juez consideró que la quejosa
no está legitimada, al no ser tercero perjudicado, a defender los de-
rechos humanos.
08-07-14. Arthemisas presenta amparo de revisión.
18-08-14. Se turna el expediente al Primer Tribunal Colegiado de Circuito del
Centro Auxiliar de la región, asignándosele al magistrado José Ma-
nuel Villeda Ayala, para la formulación del proyecto de sentencia.
10-2014. El Tribunal Auxiliar se declara competente para conocer y resolver el
recurso de revisión, de acuerdo con lo establecido en la Ley de Am-
paro derogada en virtud de haber sido presentada la demanda cuan-
do estaba vigente la ley. Asimismo, considera lo siguiente:
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Sánchez Osorio, Andrés Allán. «Paz y juventud. Entrevista con Gabrielle John» Interdisciplina 6, n° 15 (mayo–agosto
2018): 185-190.
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Estas son algunas de las formas generales en las que la resolución lo exige.
Luego, el Estudio del Progreso tendrá que dar más líneas de información en for-
mas concretas sobre cómo cada una de esos elementos va marchando.
Relacionado con otra de sus preguntas, sobre cuándo podría implementar
el país la Resolución, o si hay algún tipo de guía sobre las formas generales en
que la Resolución debería implementarse, te comento que las pautas concretas
se irán dando después de la implementación por los Estados miembros. Obvia-
mente, el gobierno de cada Estado deberá proporcionar a las instituciones y a
las organizaciones juveniles los recursos para que ellas los usen en la construc-
ción de la paz. La apuesta está en el poder de cambio de los jóvenes y de la so-
ciedad civil.
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zaciones de jóvenes. En este sentido, las resoluciones del Consejo de Seguridad
a menudo pueden parecer desafiantes para los gobiernos nacionales, lo cual
puede dificultar su implementación, por lo que es muy importante el papel de
las organizaciones sociales en la implementación de la Resolución 2250, la mis-
ma que fue impulsada por los jóvenes con base en su trabajo social. Por lo tan-
to, los propios jóvenes deben verse a sí mismos como factores importantes para
asegurarse de que la Resolución se está implementando.
Al final, tú mismo ya lo estás haciendo, así que te doy las gracias por ser
parte de ello. Esto merece la atención, dentro de tu contexto y en tu país.
¿Cuál es el propósito del Estudio del Progreso sobre Juventud, Paz y Seguridad?
¿Cuáles son los principales elementos por estudiar y qué sigue después
de este estudio?
El Estudio del Progreso, como lo he mencionado, fue dispuesto en el punto 20
de la Resolución 2250. El objetivo del mismo es estudiar las contribuciones de
los jóvenes a la construcción de la paz positiva.
Para la construcción del propio estudio, se pueden hacer recomendaciones
a nivel local, nacional e internacional. Por eso, yo diría que el estudio en sí mis-
mo se basa en una metodología donde se encuentran maneras para asegurar la
inclusión, así como promover la participacion de las y los jóvenes en la cons-
trucción de la paz, ya que ellos son realmente los principales constructores del
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creamos las síntesis del informe, las y los participantes han tenido la oportuni-
dad de revisarlas y validar si reflejan o no las discusiones dadas a nivel de las
consultas regionales, antes de que el documento esté finalizado. Esta retroali-
mentación es una parte muy importante del proceso.
¿Qué es lo que sigue después del estudio? Es una gran pregunta. Pienso que
lo que esperaríamos es que potencialmente se adopte la Resolución para que las
palabras plasmadas en el estudio se vuelvan realidad. Actualmente, el estudio
se encuentra en la fase de análisis de datos, en donde estamos analizando toda
la información que se recopiló a lo largo de este proceso. Ahora estamos con la
compleja tarea de asegurarnos de que realmente somos fieles a lo que los jóve-
nes han dicho, de que capturamos lo que los jóvenes tienen en mente y así es
como valdrá la pena para los términos del estudio.
están hablando y que son importantes para ellos. Pienso que en el caso de Amé-
rica Latina y el Caribe, es realmente interesante por la diversidad de las perso-
nas jóvenes, y en las palabras que hemos escuchado de ustedes, los jóvenes que
trabajan en la construcción de la paz.
Por ejemplo, en América Latina y el Caribe, hay muchos jóvenes que traba-
jan en la educación, que enseñan a otros jóvenes marginados para que ellos
puedan participar y conseguir un empleo, o que están promoviendo la educa-
ción no formal a favor de los jóvenes que no pueden acceder a la educación for-
mal, o quienes realizan un trabajo dedicado a los derechos y la justicia median-
te las artes y los deportes. Pienso que esta es una realidad particular de
Latinoamérica; una de las razones que demuestra una gran afinidad y habilidad
para usar las artes y los deportes como herramientas de mucha fuerza, pues así
los jóvenes pueden trabajar y divertirse, al mismo tiempo, de una manera pací-
fica, por ejemplo, usando el arte para hablar sobre temas de vulnerabilidad que
se consideran tabú, como en el caso de la promoción de la salud sexual, o me-
diante un trabajo con diferentes grupos sociales, como en el caso de las perso-
nas y comunidades afrodescendientes en Colombia. 189
Hay problemáticas muy graves en las que estamos trabajando, particular-
E N T R E V I S TA
mente en Estados Unidos, temas como la equidad de género, pues la región atra-
viesa una situación muy fuerte; promoviendo y abogando por los derechos de
las mujeres jóvenes, como por los derechos de las comunidades lgbtq, en esta
región y en Europa occidental, ya que esta necesidad derivó de las conversacio-
nes con los mismos jóvenes.
Hay muchos otros desafíos que fueron identificados por los jóvenes y aso-
ciaciones en América Latina y el Caribe. Se ha mencionado mucho el estigma y
la discriminación que los jóvenes experimentan. Increíblemente, las cosas se
relacionan como resultado de las normas sociales que están en vigencia en las
sociedades latinoamericanas, en torno al acceso a los recursos y a la seguridad
personal, a las cuestiones judiciales, así como a la falta de oportunidades eco-
nómicas que los jóvenes enfrentan con fuerza en todos los ámbitos.
Gran parte de las contribuciones de las personas jóvenes para el Estudio del
Progreso ayudó a identificar dónde están los problemas, así como el trabajo que
están haciendo ellos para la consolidación de la paz, y las limitaciones o las ma-
neras con las que se inhibe su capacidad para participar en la construcción de
la paz y la seguridad.
En resumen, los principales insumos del estudio son las recomendaciones
que todos los jóvenes participantes elaboraron en torno a la seguridad, la parti-
cipación política, la legislación, el acceso a la información, entre otras cuestio-
nes. Es cierto que no sabemos exactamente qué es lo que va a pasar con ello y
cómo garantizar la participación de los gobiernos nacionales, junto con las ins-
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doi: http://dx.doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2018.15
190
E N T R E V I S TA
COMUNICACIONES INDEPENDIENTES
Alice Poma*
El papel de las emociones en la respuesta
al cambio climático
The role of emotions in the response to climate change
Abstract | Climate change is putting humanity in front of ethical choices that will define the
(quality of) life of future generations and other species that inhabit the planet. Although
the knowledge about climate change is increasingly accurate and the effects, despite being
uncertain, can already be predicted, climate change response is still insufficient and inef-
fective.
This paper shows how this lack of response has been elaborated in sociology as a collective
process of social construction. The aim of this article is to reflect on the lack of response to
climate change from some sociological contributions and the results of an ongoing research
in Mexico City.
Poma, Alice. «El papel de las emociones en la respuesta al cambio climático.» Interdisciplina 6, n° 15 (mayo–agosto
2018): 191-214.
doi: http://dx.doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2018.15.63843
INTERdisciplina Volumen 6 | número 15 | mayo–agosto 2018
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Crossing the results of the literature with in-depth interviews with eight members of the
General Assembly of Villages, Communities, Neighborhoods, and Hills of Coyoacan, which
has been denouncing water wastage in Mexico City, I will analyze emotions that influence
climate change responses, as well as some strategies that could be improved to overcome
the difficulties generated by these uncomfortable emotions.
Keywords | climate change, emotions, perception, responses.
Introducción
El cambio climático es un problema socioambiental de gran relevancia y urgen-
cia, no solo por las consecuencias que genera en las actividades humanas, sino
también porque nos obliga, como especie, a tomar conciencia de nuestro propio
impacto en la naturaleza.
El hecho de que como seres humanos somos causantes y víctimas del cam-
bio climático —aunque no todos de la misma forma— dificulta el proceso de
aceptación y respuesta al problema.
192 La falta de respuesta al cambio climático es un tema que ha generado deba-
te en las ciencias sociales y sigue sin comprenderse del todo. Entre las razones
COMUNICACIONES INDEPENDIENTES
propuestas para comprender por qué las personas no estamos actuando contra
un problema de tal magnitud y urgencia encontramos la falta de información y
la falta de interés de los ciudadanos. La psicología también ha contribuido me-
diante el análisis del proceso de negación del problema por parte de los indivi-
duos. A lo largo del texto, veremos cómo este proceso ha sido elaborado suce-
sivamente en sociología como un proceso colectivo, proporcionando, además,
elementos críticos a la falta de información y de interés como elementos expli-
cativos para la escasa acción contra el cambio climático.
El objetivo de este artículo es reflexionar sobre la falta de respuesta al cam-
bio climático a partir de algunas aportaciones sociológicas y los resultados de
una investigación en curso en la Ciudad de México.
La hipótesis defendida en el presente artículo es que algunas emociones que
los sujetos sienten al recibir información y pensar en el cambio climático influ-
yen en su respuesta al problema. A partir de esta primera hipótesis, se mostrará
cómo gracias a herramientas proporcionadas por el estudio de los movimientos
sociales y la sociología de las emociones se pueden sugerir estrategias para en-
frentar este problema.
Los resultados de investigación presentados se basan en entrevistas en pro-
fundidad con miembros de un colectivo de ciudadanos que defiende el agua en
la Ciudad de México. Gracias a la disponibilidad de estos sujetos de compartir
su sentir hacia el problema del cambio climático ha sido posible empezar una
reflexión que lejos de acabarse en este artículo, se propone poner atención al
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COMUNICACIONES INDEPENDIENTES
una serie de reflexiones finales donde, más que cerrar, se propone abrir puertas
en el campo de la investigación social sobre el cambio climático.
COMUNICACIONES INDEPENDIENTES
cómo ven el mundo y en sus emociones, las cuales se consideran en sociología
como construcciones sociales y culturales, como veremos a continuación.
pera que sintamos y/o expresemos en distintas ocasiones. Una regla del sentir
muy común es el ser felices durante una fiesta, como puede ser el día de una
boda. El hecho de que el ser humano pueda sentir otras emociones diferentes de
las esperadas lo hace sentir incómodo, expresando sentimientos que en reali-
dad no siente con tal de ser aceptado socialmente. Este esfuerzo de adaptación
se ha definido como manejo o trabajo emocional, y puede ser superficial, cuan-
do solo expresamos la emoción esperada, o en profundidad, forzándonos a sen-
tir la emoción “correcta”.
El que muchas emociones no sean algo universal sino algo cultural se pone
de manifiesto cuando personas con diferentes culturas pueden sentir la misma
emoción, como la vergüenza, por ejemplo, en contextos totalmente diferentes.
Esto sucede porque desde niños somos socializados, en la familia o en otras ins-
tituciones como la escuela, a sentir determinadas emociones en determinados
contextos. Estas se fortalecen en la interacción social, construyendo marcos de
interpretación de la realidad coherentes con las reglas del sentir. Emociones
como el respeto a la autoridad y el orgullo nacional son el resultado de la edu-
196 cación y la cultura que el ser humano recibe. La diferencia en que, por ejemplo,
se sienta desprecio o compasión hacia un pobre, depende de cómo interpreta-
COMUNICACIONES INDEPENDIENTES
mos la pobreza, si como una culpa del individuo que no ha hecho lo suficiente
para salir de su condición o como una consecuencia de la desigualad producida
por el sistema económico y social.
El hecho de que estas reglas sean socialmente construidas hace que se pue-
dan desafiar o cambiar. Entonces, encontramos que gracias a movimientos so-
ciales que consiguieron un cambio cultural, como el movimiento feminista o el
movimiento por los derechos de las personas con preferencias sexuales diferen-
tes, la vergüenza de ser homosexual se haya convertido, por ejemplo, en orgullo
(gay pride), o el sentimiento de culpabilidad por no ser una buena ama de casa,
en satisfacción por ser una mujer feliz, a pesar de no tener hijos o no estar ca-
sada. Asimismo, en México, el movimiento zapatista en Chiapas hizo que mucha
gente sintiera orgullo en lugar de vergüenza por ser indígena.
Estos casos muestran la dimensión colectiva de las emociones, es decir, el
hecho de que las emociones no solo son parte de la psique del ser humano, sino
que se socializan. Compartir emociones con otras personas nos acerca a ellas, y
puede fortalecer una identidad colectiva. Además, también se ha mostrado
cómo el ser humano puede reflexionar sobre lo que siente o sentir a partir de lo
que piensa. Por ejemplo, podemos sentir vergüenza por haber pensado algo que
consideramos inoportuno, o enfadarnos con nosotros mismos porque sentimos
esa vergüenza, que entra en contradicción con nuestros valores. De este modo,
también se ha demostrado que la cognición y las emociones están siempre inter
relacionadas.
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Según este enfoque constructivista social, lo que los seres humanos senti-
mos lo interpretamos, y el resultado de nuestra interpretación es lo que nos
hace actuar. Esto desmiente la idea de que las emociones son la causa de la ac-
ción irracional del ser humano sino que, más bien, son parte de nuestra racio-
nalidad.
Sentir, pensar y actuar son tres acciones inescindibles, a pesar de que el
dualismo entre emociones y racionalidad no esté del todo superado y de la es-
tigmatización de las emociones como elementos desestabilizadores y amenaza-
dores de la racionalidad humana.
La supresión de las emociones con el fin de parecer más objetivos o racio-
nales —que es en realidad una estrategia de manejo emocional construida cul-
turalmente y que refleja la visión del mundo positivista— condujo a que las
emociones fueran excluidas de las ciencias sociales como la sociología, hasta
hace unas pocas décadas. Esta estrategia también se utiliza para desprestigiar a
actores sociales que manifiesten públicamente sus emociones, como ha sido el
caso de las víctimas de abusos sexuales en los EUA (Whittier 2001), o el uso de
la etiqueta NIMBY (no en mi patio trasero), que desacredita a los ciudadanos que 197
se oponen a instalaciones en sus territorios identificándolos como egoístas,
COMUNICACIONES INDEPENDIENTES
irracionales o ignorantes. La racionalidad como estrategia de trabajo emocional
es una técnica que tiene el objetivo de evitar la capacidad movilizadora de las
emociones, principalmente recurriendo a evidencias científicas, desacreditando
las experiencias narradas por las personas, tachándolas de “histéricas” y ridicu-
lizando a quien utiliza un lenguaje emocional.
Para concluir el presente apartado, comprender el papel de las emociones
para discernir las acciones humanas, tal como la respuesta al cambio climático,
es un reto que enfrentamos actualmente y aunque “el análisis del cambio climá-
tico se complica más si agregamos los factores psicológicos y sociales” (Urbina
2012, 45), es evidente la necesidad de enfoques que incorporen la subjetividad
y la dimensión emocional para comprender la percepción del cambio climático.
Mostraré en esta primera parte los elementos que hacen percibir el cambio
climático a estos sujetos como un problema, pasando sucesivamente a analizar
por qué a pesar de esto, el cambio climático no es un tema debatido colectiva-
mente y no está en su agenda de lucha. Elementos que permitirán contribuir a
la comprensión de la falta de respuesta al cambio climático.
El hecho de que estos sujetos perciban el cambio climático como un proble-
ma se debe a sus valores, visión del mundo y experiencia en defensa del agua y
del territorio, más que a los efectos del mismo o al conocimiento que tienen del
problema.
En cuanto a la información, no se observa una falta absoluta de la misma, sino
como en otras investigaciones (Norgaard 2011), existe cierta confusión y mucha
heterogeneidad en la información de los entrevistados sobre el tema, indicador
de que el cambio climático no es un tema que se discute colectivamente. Cabe se-
ñalar también que la mayoría de los entrevistados no buscan información sobre
el tema, sin embargo, todos expresaron su interés en recibir más información.
A diferencia del caso de Norgaard (2011) donde la disminución de la nieve
198 en una comunidad rural de Noruega afectaba tanto la economía local como la
identidad y la cultura, en el caso de la Ciudad de México los entrevistados per-
COMUNICACIONES INDEPENDIENTES
Yo creo que en la ciudad no lo vemos tan cotidiano, porque no somos los que sembra-
mos, no somos los que vemos cómo el campo ya no da, cómo los ríos se secan, no lo ve-
mos tan cotidiano. Los que lo ven más cotidiano son los que viven con la naturaleza. E6
lo asocian con el cambio ambiental global, que pueden observar en su vida co-
tidiana comparando el territorio en el que viven con el pasado, o con efectos en
el mismo como el aumento de la contaminación del aire y las enfermedades de-
rivadas de la misma, la pérdida de biodiversidad, de fuentes de agua y de cober-
tura forestal o de árboles.
AL preguntar a los entrevistados si se sentían afectados por el cambio cli-
mático, una de las entrevistadas de mayor edad contestó: “Sí, claro, eso es lo
que nos acarrea las enfermedades también. El cambio climático trae enfermeda-
des (...) a los bronquios, una pulmonía” (E1), y otra mujer de mediana edad, con-
testó con estas palabras:
Claro, por supuesto. A todas partes lo vemos. (…) donde había un árbol hoy hay un
poste, donde había una jacaranda hoy hay banquetas, donde había un riachuelo hoy
hay departamentos. Inclusive en la provincia, en las carreteras, salía uno y veía tanto
verde, tantos árboles, a las orillas de las carreteras ya no hay nada. E2
COMUNICACIONES INDEPENDIENTES
van y perciben como una consecuencia del modelo de desarrollo capitalista que
critican. Esto hace que los responsables del cambio climático sean identificados
en la clase política y empresarial, como afirma esta mujer al contestar qué pien-
sa del cambio climático:
[El cambio climático] es producido igualmente por los poderosos, no les interesa ha-
cer crecer sus grandes empresas sacrificando lagos, lagunas, árboles, bosques com-
pletos, montañas. Masacran todo lo que pisan, todo lo que tocan. E2
Tanto sus creencias y valores como el apego al lugar que caracteriza a estos
sujetos, permiten superar las dificultades de percibir el cambio climático rela-
cionadas con la falta de información, en donde se circunscribe el tener que en-
tender las ciencias climáticas, o manejar la información difundida por los es-
cépticos acerca del problema. Como dijo uno de los jóvenes más informado
sobre el tema:
De que estamos afectando y alterando los ecosistemas, y que esto se está viendo re-
flejado en el incremento de la temperatura con el calentamiento global que determina
el cambio climático, yo sí le veo lógica. E4
que el cambio climático, asociado con el cambio ambiental global sea percibido
como un problema. Esto confirma las ideas de investigadores como Read et al.
(1994) quienes afirmaron que la dificultad de las ciencias climáticas no es un
impedimento insuperable si por ejemplo el cambio climático se asocia con las
emisiones de CO2 —producto de la combustión fósil— y que se pueden percibir
fácilmente en áreas urbanas e industriales.
Además de sus creencias y valores, el apego al lugar es una emoción que con-
tribuye a la percepción del problema. Como resultado del estudio de los conflic-
tos socioambientales (Poma 2017, Poma y Gravante 2017a), el apego al lugar
puede ser un vínculo afectivo movilizador para la defensa del territorio y el de-
sarrollo de prácticas proambientales. En las zonas urbanas esto se complica
pues la movilidad laboral y el estilo de vida urbano no propician el desarrollo de
vínculos afectivos entre el lugar y sus habitantes (Giuliani 2004) y esto puede
generar un desapego o desinterés hacia los cambios que pudiera sufrir el territo-
rio. A eso se añade la dificultad para los habitantes de las ciudades de mantener
un conocimiento de los ciclos naturales, y “percibir los sistemas urbanos como
200 ecosistemas” (Pérez et al. 2006, 124) que impiden percibir los cambios ambien-
tales globales y la gravedad de su impacto en el territorio urbano.
COMUNICACIONES INDEPENDIENTES
Cuando pregunté a una entrevistada qué sintió cuando talaron los árboles
del área donde ahora están construyendo unos edificios y produciendo el des-
perdicio de agua que la Asamblea está denunciando, ella contestó:
Es que fue un corajísimo [sic], e impotencia, y es lo que yo creo que nos tiene aquí, y
creo también porque estamos dice y dice [sic] que queremos a nuestros patos.1 Somos
gente, yo creo, sensible a todos los cambios climáticos. E3
El cambio climático es un problema bastante grande y eso sí para todo el planeta. (…)
Todo esto se percibe, mira, aquí tiraron muchos árboles, en Reforma e Insurgentes
han tirado, en Álvaro Obregón también, y vemos cómo tiran árboles, y los niditos de
los pájaros, allí mueren los pajaritos. Todo esto daña el planeta, todo. (…) Cielo, mar
1 Las imágenes de los patos que acudieron al sitio donde el agua surgió dentro del área de
la construcción se han convertido en un símbolo para los miembros de la Asamblea.
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y tierra son los que nos dan la vida a la humanidad. Pero el día que nos sanemos como
humanos, ese día va a ser de armonía para todos. E1
Los testimonios de estas dos mujeres, una mayor y otra de mediana edad,
son ejemplo de cómo la sensibilidad hacia el medio ambiente puede mante-
nerse aun viviendo en la ciudad, y cómo eso influye en la capacidad de perci-
bir el cambio climático, a pesar de no ser todavía tan evidente como en otros
contextos.
En conclusión, este apartado ha podido mostrar de qué manera los entrevis-
tados perciben el cambio climático como un problema, pero no explica todavía
por qué, no obstante eso, no hablan colectivamente del mismo y no es parte de
su agenda de lucha. Para ello, en el siguiente apartado analizaré algunas emo-
ciones generadas al recibir información sobre el cambio climático y que podrían
ser factores explicativos para comprender la falta de respuesta al problema.
COMUNICACIONES INDEPENDIENTES
paso para comprender la respuesta al mismo, pero no es suficiente solo conocer
si es percibido como un problema pues hay muchos problemas ambientales, so-
ciales y personales que por varias razones no se enfrentan o no tienen solución.
Entonces, el paso sucesivo de la investigación ha sido explorar la dimensión
emocional de la construcción del problema, es decir, las emociones que los su-
jetos sienten al pensar en el cambio climático, o asociadas con el mismo.
El tema del cambio climático genera diferentes emociones en las personas,
algunas ocasionadas por la información acerca del problema, otras como resul-
tado del lugar que las personas sienten ocupar respecto al problema, como cau-
santes y/o víctimas, y a sus relaciones sociales, que incluyen las emociones ha-
cia otros actores, sean estos las generaciones venideras o los tomadores de
decisión quienes implementan las medidas para mitigarlo.
Por ejemplo, una encuesta llevada a cabo por el Center for Climate Change
Communication de la Universidad de Yale, muestra diferentes reacciones al
cambio climático, que incluyen desde el estar interesados, al estar disgustados
y preocupados, y entre las emociones y estados de ánimo emergen el optimis-
mo, la impotencia, la rabia, la tristeza, el miedo, la depresión y la culpa.
Norgaard (2011), en una investigación etnográfica en Noruega, muestra que
el cambio climático generaría emociones “incómodas” como miedo, impotencia
y culpa, que relaciona con la negación al problema, considerado como un pro-
ceso social que se consigue a través de diversas estrategias de trabajo emocio-
nal (Hochschild 1979, 1983) en respuesta a estas emociones incómodas.
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Por otra parte, la literatura también ha mostrado que las emociones son
centrales para la aceptación de las medidas contra el cambio climático en dos
direcciones: la primera es la relación entre ciudadanos y autoridades, la segun-
da es el no considerar las emociones en la producción de las políticas y medi-
das. Burley et al. (2007), por ejemplo, muestran cómo el no considerar el apego
al lugar en la restauración de un tramo de costa en el Reino Unido, aunado a no
haber sabido construir una relación con los residentes y haber ignorado el co-
nocimiento local, generó un sentimiento de alienación. En la misma línea, Agye-
man et al. (2009) defienden la idea de que las políticas de adaptación e interven-
ción deberían incluir los vínculos afectivos con el lugar, pues al no considerar
la dimensión emocional de los sujetos que viven en el territorio cualquier inter-
vención podría llevar a una oposición de las poblaciones locales.
En este apartado mostraré algunas emociones que emergen en las entrevis-
tas llevadas a cabo con los miembros de la Asamblea y que, siguiendo la pro-
puesta de Norgaard (2011), influyen en la respuesta al cambio climático: la im-
potencia, el miedo, que veremos son diferentes, la culpa, la rabia o la frustración,
202 y, finalmente, las emociones hacia las autoridades.
A pesar de que todos los entrevistados contesten que el cambio climático es
COMUNICACIONES INDEPENDIENTES
Este mismo entrevistado sugiere que sería necesario tener más información
sobre las alternativas, para revertir esta impotencia que él siente. El hecho de
que el cambio climático sea un problema a gran escala, asociado con diversa in-
formación acerca de eventos atmosféricos extremos y a desastres naturales
frente a los que las personas se sienten impotentes alimenta la creencia de que
no haya solución.
Los datos proporcionados por los científicos del clima y las noticias acerca
de desastres como huracanes, sequías, etc. hacen ver lo más devastador del
cambio climático que, junto con el fracaso de la diplomacia climática y de la ac-
titud de países como Estados Unidos, no genera esperanza. Uno de los retos de
la comunicación del cambio climático es empezar a reflexionar sobre los efectos
de la información que se difunde entre las personas, y pensar cómo se puede
alertar y generar preocupación sin llegar a generar impotencia y miedo. 203
El efecto que genera la información sobre el cambio climático, y que des-
COMUNICACIONES INDEPENDIENTES
miente la hipótesis de que a más información sobre el problema haya más res-
puesta, se observa en investigaciones que muestran la falta de correlación entre
mayor información y respuesta al cambio climático (Immerwahr 1999, Norgaard
2011). Eso pasaría porque la información sobre el cambio climático puede tener
un efecto negativo en la preocupación y la responsabilidad personal sentida ha-
cia el problema. Los más informados se sienten menos responsables (Immerwahr
1999) y pueden también sentirse abrumados por la información que tienen, si
no manejan las emociones que dicha información genera. Así, uno de los entre-
vistados más informados, por ejemplo, afirma:
de los jóvenes, que ven con pesimismo su futuro, sino también en la negación
del problema. Este miedo al futuro se observa en los entrevistados jóvenes que
se encuentran en la década de los treinta, y que ya están viendo su proyecto de
vida alterado por este sentimiento de inseguridad. Una de las entrevistadas, por
ejemplo, identificó en esta inseguridad una de las razones por las que no ha te-
nido hijos, mientras otro joven así lo expresa:
Pues justamente que me empiezo a cuestionar qué tipo de futuro voy a tener. Mi fu-
turo no a cincuenta años, sino en la próxima década. Y también los que vienen atrás
de mí, gente que conozco, familiares que tengo, que son menores de edad, y yo digo
“¿y entonces a ellos qué les va a tocar enfrentar?” Si a mí ya me está tocando enfrentar
esto, ¿a ellos qué les va tocar enfrentar? Entonces esto es como el motor de involu-
crarme en hacer algo. Por ejemplo, luchar, informarme, entender cómo funcionan las
cosas. Cómo se pueden remediar. Qué está pasando. Como un pequeño diagnóstico,
por qué llegamos a esto. Y ahora cómo lo podemos resolver o enfrentar, mitigar, o
como sea. E4
204
Este extracto es ilustrativo porque permite ver que la información que este
COMUNICACIONES INDEPENDIENTES
Allí es que viene también un poco lo que es la idea dominante de que el cambio está
en uno mismo, la hacemos nuestra. Cuando sí, el cambio está en uno mismo, pero
también junto con otras, junto con otros, y eso es lo importante. Las personas que
están alrededor pueden poco a poco no gastar tanto el agua, o que no se tire tanto el
agua, tener lombricomposta, o composta en diferentes zonas de sus casas, o espacios
de sus casas, intentan comprar menos ropa, o menos plástico, pero eso siempre es 205
potenciado cuando uno puede estar organizado. Y creo que eso es todavía lo que hay
COMUNICACIONES INDEPENDIENTES
que vislumbrar más allá, el estar organizado para no creer que únicamente tirando
menos agua se puede [enfrentar el cambio climático], cuando Nestlé o Quiero Casa
tiran millones y millones [de litros de agua]. E7
Yo cuando les daba clase a mis alumnos decía cuánto se gasta o cuánto destruimos
para tener una cosa de estas (muestra el celular) y estoy dispuesto a decir en aras del
cambio climático para que ya no siga afectándonos deshagámonos de estas cosas tan
contaminantes, y así muchas. (…) Porque pues uno se ha acostumbrado a cierta como-
didad, a final de cuentas. Entonces yo creo que para mí este es el principal dilema: si
vamos a estar dispuestos a hacer este sacrificio y en el tiempo que se requiere, porque
ya es de ya, no es de mañana, en diez años. Por lo que yo he leído es en esta década
que está por terminar, o si no, nos vamos a tener que atener a las consecuencias. E4
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El día que me vaya yo de este mundo, me voy con satisfacción de haber puesto mi
granito de arena, para que no haya tan cercana una hecatombe ecológica, pero estos
la están acelerando. A ver cómo se van de este mundo. Porque todos vamos al mismo
agujero, aunque tengan millones de pesos. E2
Como todos los proyectos del gobierno los siento como que usan un problema real
para hacer un negocio para ellos. Las medidas que toman y lo que hacen, no vemos
que de verdad enfrenten el problema, porque lo del “hoy no circula” ¿qué haces? Que
los que venden carros, vendan más, no venden menos. Que el que tenga, que la gente 207
vea ya por tener un carro que circule diario, o si no tiene uno que no circula un día,
COMUNICACIONES INDEPENDIENTES
tener otro para suplir el día que no circula. O sea, no se genera conciencia. E6
nan, a los que no les interesa cómo vive el pueblo, y en esa construcción se aso-
cian diferentes emociones a diferentes actores, como muestra este testimonio:
A ellos los enajena el poder y la ambición. Ellos están posicionados por eso. No mue-
ven un hilo si no es por poder o por ambición. Y nosotros, la diferencia es que el pue-
blo mueve los hilos por dignidad, por convicción, por amor. E3
Otra entrevistada más joven, también expresa su sentir hacia los tomadores
de decisión y afirma:
Yo siento que ellos nunca van a la raíz de las cosas, que todos son paliativos chiqui-
tos, que intentan… simular, o para hacer ver que están preocupados por el cambio
climático, cuando en realidad no están preocupados, porque si no ya hubieran parado
esto (el desperdicio de agua en avenida Aztecas 215). E5
Bueno, hoy ya nos preocupamos por comer mejor, por dejar grasas, harinas, y no sé
cuántas cosas químicas, y volver un poco hacia lo natural, y eso ya es un gran avance.
Si empezamos ya a comer diferente, empezamos a consumir diferente, entonces el
día de mañana vamos a pensar diferente, porque ya somos diferentes. E2
Hay formas de evitar este desalentador futuro o, cuando menos, hacerlo mucho me-
nos aciago. El problema es que todas ellas implican también cambiarlo todo. Para no-
sotros, grandes consumidores, implican cambiar cómo vivimos y cómo funcionan
nuestras economías, e incluso cambiar las historias que contamos para justificar
nuestro lugar en la Tierra. La buena noticia es que muchos de esos cambios no tienen
nada de catastróficos. Todo lo contrario: buena parte de ellos son simplemente emo-
cionantes. (Klein 2015, 17). 209
COMUNICACIONES INDEPENDIENTES
La información sobre las alternativas al cambio climático puede generar es-
peranza que permite superar la impotencia.
Otra acción que permite superar la impotencia es organizarse y participar
en actividades colectivas contra el cambio climático. La impotencia va de la
mano con la soledad, mientras el ver que hay más personas que están actuando
o están interesados en enfrentar el problema puede animar, como mostró este
joven al compartir su experiencia de participación en la reunión alternativa a la
COP13 de Cancún en 2016:
Fue una experiencia inolvidable, una experiencia que retroalimenta y aparte esperan-
zadora. Porque no piensas que hay tanta gente movilizándose para frenar esto, y de
repente platicas con una persona que viene de Alemania, otra que viene de Argentina,
otra que viene de Taiwán. Varias partes del mundo donde estamos luchando para fre-
nar el cambio climático, es algo esperanzador. Y es una experiencia que retroalimenta
porque hay bastante discusión también allí, entonces, esta discusión que enriquece,
y que te llevas experiencias desde la autonomía, pasando por el anarquismo, y lo que
se hace llamar el socialismo del siglo xxi. Entonces todas estas discusiones con estas
cabezas que están todo el tiempo pensando y repensando otro mundo es una expe-
riencia que sí, retroalimenta bastante. E7
que construir confianza entre los actores sociales. Para eso, habría que mostrar
que se han implementado medidas dirigidas a la raíz del problema e informar
de sus impactos, que no sean motivadas por intereses personales, que tomen en
cuenta la desigualdad presente en la sociedad distribuyendo los esfuerzos a los
sectores y actores que más contribuyen al problema, en lugar de afectar a los
que ya viven en condiciones de vulnerabilidad.
Conclusiones
El cambio climático está poniendo a la humanidad frente a elecciones éticas de
las que dependerá la (calidad de) vida de las generaciones venideras. A pesar de
que el conocimiento alrededor del cambio climático es cada vez más preciso y
los efectos aunque inciertos ya se pueden prever, la respuesta al cambio climá-
tico es todavía insuficiente e ineficaz. La cantidad de gases de efecto invernade-
ro en la atmósfera continúa en aumento, superando las 400 partes por millón,
mostrando el fracaso de la diplomacia climática y la insuficiencia de los esfuer-
zos nacionales e internacionales. 211
Esta situación hace necesario reflexionar sobre la razones detrás de esta fal-
COMUNICACIONES INDEPENDIENTES
ta de respuesta. Desde el estudio de los movimientos sociales y la sociología de
las emociones, lo que se está sugiriendo es que se ponga atención al papel de
algunas emociones “incómodas” que permitirían comprender la falta de res-
puesta, resultado de un proceso de negación socialmente construido.
En este artículo se ha mostrado cómo las emociones de impotencia, miedo
al futuro, frustración, culpa y sentimientos de alienación estarían dificultando
la respuesta al cambio climático en actores empoderados y sensibles al medio
ambiente en la Ciudad de México. Al contrastar los resultados de la literatura
con la experiencia de algunos miembros de la Asamblea General de los Pueblos,
Barrios, Colonias, y Pedregales de Coyoacán que están defendiendo el agua en
la Ciudad de México, también se han analizado algunas estrategias que podrían
implementarse para superar las dificultades generadas por estas emociones in-
cómodas.
Si bien los resultados presentados en este artículo solo representan un va-
lioso punto de partida para profundizar en esta problemática, dichos resultados
dan la pauta para empezar a debatir, con estos y otros sujetos, cómo poder su-
perar las dificultades que impiden una respuesta colectiva, eficaz y compartida
al cambio climático, y cómo poder generar en el mediano y largo plazo un cam-
bio social y cultural hacia la sostenibilidad, el cual resulta necesario para en-
frentar el cambio climático.
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doi: http://dx.doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2018.15.63843
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RESEÑA
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Santiago García, Anayely. «Reseña del libro: Cultura de paz: una utopía posible. David Adams: México: Herder, Traducción
y edición de Roberto E. Mercadillo, 2014, 427 pp.» Interdisciplina 6, n° 15 (mayo–agosto 2018): 215-216.
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la utópica” (I have seen the promised turales que conforman una conducta
land: an utopian novella). ciudadana que dota a la sociedad civil,
El libro trata de la paz y la violen- tanto de la consciencia como de la ca-
cia como culturas y no como concep- pacidad para construir una democracia
tos. De entrada, se hace manifiesta la participativa, como movimiento global
preocupación del autor por demostrar capaz de promover la paz.
que la legitimación utilitarista de la Para el autor, la evolución de la
violencia para el mantenimiento de la cultura no debe pensarse en términos
paz no es válida. Igualmente, la apela- biológicos, ya que, de hacerlo, se legi-
ción a la naturaleza agresiva del ser timaría el dominio y poder de una mi-
humano como la supuesta responsa- noría recurriendo al argumento de la
ble de la guerra y la violencia no tie- selección natural y desconociendo así
nen sentido alguno, pues no hablamos el carácter cultural de las relaciones
de un fenómeno biológico heredado sociales que sustentan las desigualda-
sino de un fenómeno cultural. des entre individuos y grupos. A su
Para la construcción de aquella vez, estas últimas no pueden ser supe-
216 cultura de paz, Adams apuesta a lo que radas mediante el uso de la violencia,
él llama “actuación de la ciudadanía”, que solo las reproduce, sino mediante
RESEÑA
RESEÑA
Ayvar Acosto, María Ivette. «Reseña del libro: Economía solidaria: local y diversa. Laura Collin Harguindeguy: Tlaxcala,
México: El Colegio de Tlaxcala A. C., 2014, 200 pp.» Interdisciplina 6, n° 15 (mayo–agosto 2018): 217-221.
INTERdisciplina Volumen 6 | número 15 | mayo–agosto 2018
doi: http://dx.doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2018.15
RESEÑA
ción, esfuerzo, interés y una red social pras, habitante de los centros
que permita satisfacer todas las nece- comerciales, mientras que otra econo-
sidades humanas. Con ello, se eviden- mía implicaría valorizar, más que al
cia que al convertir las necesidades en dinero el buen vivir, más que a las
negocio, se mercantiliza la vida y se mercancías las relaciones sociales,
crean necesidades falsas. A final de más que al consumismo la creatividad,
cuentas, lo que importa es el negocio, la sociabilidad y la convivialidad.
no la satisfacción, encontrando eco en Es así como el libro nos lleva a dos
la famosa frase de los “mercadólogos”: caminos posibles: la reproducción am-
“Un cliente feliz no es rentable”. pliada del capital, de un lado, y la lógi-
Los valores de una sociedad son ca reproductiva de la vida, del otro.
los que guían las acciones de sus Ambos caminos son divergentes. En el
miembros. De allí la urgencia de con- primero, se busca producir y vender
ceder valor a lo que realmente vale, y mercancías, ser más productivo, ex-
quitárselo a aquello que es impuesto plotar la fuerza del trabajo vivo y la
como imagen de felicidad. Cuestionar naturaleza para alimentar la carrera
a qué le concedemos valor es lo que sin fin de la competencia por la acumu-
puede permitir el cambio de nuestras lación, siguiendo la sentencia de Vivia-
acciones, pero también cuestionar la ne Forrester: “Para creer que algo pue-
forma de producir y la razón por la de crecer indefinidamente, hay que
que se produce, ya sea para hacer di- estar loco o ser economista.” En el se-
nero o para satisfacer necesidades. gundo camino, se busca la satisfacción
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RESEÑA
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doi: http://dx.doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2018.15
Pierre Gaussens
Profesor-investigador del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de
México (ces-Colmex). Doctor en sociología por la Facultad de Ciencias Polí-
ticas y Sociales de la unam. Ha sido becario posdoctoral en el ceiich de mar-
zo de 2017 a febrero de 2018, y coordinador del Seminario Interdisciplina-
rio de Estudios para la Paz, en el mismo Centro, entre agosto y noviembre
de 2017. Autor del libro: Tomar el poder sin cambiar el mundo. El fracaso de 223
la izquierda latinoamericana, publicado en 2017 por la editorial Yecolti y la
asociación civil Prodecuc A.C., ambas dedicadas al trabajo social.
John Saxe-Fernández
Doctor en estudios latinoamericanos por la Facultad de Filosofía y Letras,
investigador del ceiich y profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y So-
ciales de la unam. Investigador Nacional Nivel III; Premio Universidad 2000
en docencia; Primer Premio Nacional de Periodismo 2008; Premio Jesús Sil-
INTERdisciplina Volumen 6 | número 15 | mayo–agosto 2018
doi: http://dx.doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2018.15
LOS AUTORES
María Guadalupe Alvear Galindo
Profesora de salud pública y epidemiología en el Departamento de Salud
Pública de la Facultad de Medicina de la unam. Doctora en ciencias biológi-
cas de la uam-Xochimilco; maestra en salud pública por el Instituto de De-
sarrollo de la Salud (La Habana, Cuba); especialista en salud ambiental por
la Escuela Nacional de Salud Pública de México; y, licenciada en medicina
por la uam-Xochimilco. Ha participado en encuentros científicos naciona-
les e internacionales. Autora de artículos en libros y revistas sobre proble-
mas de salud colectiva, relacionados con el ambiente y el trabajo, así como
con factores de riesgo para enfermedades crónicas en población adoles-
cente. Actualmente, trabaja sobre violencia y salud pública.
civil.
LOS AUTORES
Alice Poma
Investigadora asociada ‘C’ de tiempo completo en el Instituto de Investiga-
ciones Sociales de la unam. Doctora en ciencias sociales por la Universidad
Pablo de Olavide (Sevilla, España). Autora del libro: Defendiendo territorio
y dignidad. Emociones y cambio cultural en las luchas contra represas en
España y México (eduepb, 2017); y de varios artículos en español, inglés e
italiano sobre el papel de las emociones en los conflictos y los movimien-
tos sociales. Sus principales líneas de investigación son: cambio climático,
emociones, movimientos sociales y conflictos socioambientales.
228
LOS AUTORES
Guía para autores
INTERdisciplina es una revista de acceso abierto, Referencias
publica artículos que son resultado de investi- —— Citas: se deben presentar acorde al Manual
gación interdisciplinaria y reflexión crítica me- de Estilo Chicago 15ª edición. Estas deben
diante la interacción entre las ciencias y las hu- estar incorporadas en el texto señalando,
manidades, sobre los grandes problemas entre paréntesis, en el siguiente orden:
nacionales y mundiales generando propuestas Apellido de las y los autores y el año de pu-
para su solución. Reflexiones argumentadas so- blicación. En el caso de citas textuales, se
bre las implicaciones del trabajo interdiscipli- indicará la página de la referencia.
nario desde una perspectiva teórica, epistemo- Ejemplos:
lógica, metodológica y/o práctica. Análisis de (Hobsbawm 1995, 140)
las ideas de transformación de las formas de (Dagnino, Olvera y Panfichi 2010, 220)
pensamiento y organización del conocimiento —— Referencias bibliográficas: se deben pre-
y los saberes en el siglo xxi. Análisis críticos so- sentar al final del artículo, en orden alfabé-
bre el proceso de integración del conocimiento. tico acorde al primer apellido de las y los
autores.
Aplicación de criterios éticos —— Notas a pie de página: fuente Times New
Esta publicación se adhiere a la declaración y Roman, 10 puntos e interlineado sencillo.
normas del Committee on Publication Ethics Ejemplos:
(cope). i. Libro de un autor: Hobsbawm, Eric.
Historia del siglo xx. Barcelona: Crítica,
Revisión de pares 1995.
229
Los artículos son sometidos a revisión por es- ii. Libro de dos o más autores: Dagnino,
pecialistas en el tema, en la modalidad de do- Evelina, Alberto Olvera y Aldo Panfichi. La
ble ciego. disputa por la construcción democrática en
Los artículos se deben enviar en formato América Latina. México D.F.: Fondo de Cul-
Word a través de la dirección electrónica: tura Económica, 2010.
rev.interd@unam.mx iii. Sección de libro: Álvarez, Sonia E.
«Los feminismos latinoamericanos se glo-
Características y estructura balizan: tendencias de los 90 y retos para
Los artículos deben ser inéditos y no deben el nuevo milenio.» En Arturo Escobar, Sonia
estar en proceso de evaluación de otra publi- E. Álvarez y Evelina Dagnino (eds.), Política
cación. cultural y cultura política. Una nueva mira-
—— Extensión: el texto no debe exceder 60,000 da sobre los movimientos sociales latinoame-
caracteres (25 cuartillas: página tamaño ricanos. Bogotá: Taurus; icanh, 2001, 345-
carta, fuente Times New Roman, 12 pun- 380.
tos, interlineado de 1.5 líneas, márgenes iv. Artículo de revista: Levitsky, Steven y
2.5 × 2.5 × 2.5 × 2.5 cm). Lucan Way. «Elecciones sin democracia. El
—— Resumen: los artículos escritos en español surgimiento del autoritarismo competitivo.»
o un idioma distinto deberán presentar tan- Estudios Políticos, (5)24: 159-176, 2004.
to el resumen como el abstract en inglés. La v. Artículo de periódico: Reuter. «Renun-
extensión máxima será de 200 palabras. cia Benedicto xvi “por falta de fuerzas”.» La
—— Palabras clave: los artículos escritos en es- Jornada, 11 de febrero, 2013: 1-2.
pañol o un idioma distinto deberán presen-
tar tanto las palabras clave como las key Figuras e ilustraciones
words en inglés. Estas deben tener un Deben entregarse en un archivo anexo indi-
carácter temático. cando las páginas en las que deben insertarse.
—— Datos del autor(es): deben incluir nombre y Las imágenes deben señalar el autor(a) y la
apellidos, correo electrónico, adscripción fuente. Las tablas y gráficas deben entregarse
institucional, así como la formación aca en archivo Excel indicando las páginas en las
démica. que deben insertarse.
Guidance for authors
INTERdisciplina is an open access journal that should be included in text, followed in
publishes articles wich are the result of inter- brackets by, in the following order:
disciplinary research and critical reflection surname(s) of the author(s) and year of
involving the interaction between science and publication. In the case of verbatim quotes,
the humanities, concerning major national page of reference should be indicated.
and global issues, and generating proposi- Examples:
tions for their solution. Also, reasoned re- (Hobsbawm 1995, 140)
flections on the implications of interdisciplin- (Dagnino, Olvera and Panfichi 2010, 220)
ary work from theoretical, epistemological, —— Bibliographic references: should be enlist-
methodological and practical points of view, ed at the end of the paper, in alphabetical
and analyses of conceptions of the transfor- order, according to the first surname of the
mation of thought forms and organization of author(s).
knowledge and learning in the twenty first —— Footnotes: numbered or not, as necessity
century. Critical analyses of processes in- dictates, should be entered at the bottom
volved in the integration of knowledge are of each page. Font: 10 point Times New Ro-
also welcome. man, with single spacing.
Examples:
Application of ethical criteria i. Book by one author: Hobsbawm, Eric.
This publication adheres to the declaration Historia del siglo xx. Barcelona: Crítica,
and standards of the Committee on Publica- 1995.
tion Ethics (cope ). ii. Book by two or more authors: Dagni-
230
no, Evelina, Alberto Olvera and Aldo Panfi-
Peer review chi. La disputa por la construcción demo-
The articles are subject to review by special- crática en América Latina. México D.F.:
ists in the subject, double-blind mode. Fondo de Cultura Económica, 2010.
Papers should be submitted in Word for- iii. Section of a book: Álvarez, Sonia E.
mat to rev.interd@unam.mx «Los feminismos latinoamericanos se glo-
balizan: tendencias de los 90 y retos para
Characteristics and structure el nuevo milenio». En Arturo Escobar, Sonia
Papers should be unpublished and not in any E. Álvarez y Evelina Dagnino (eds.), Política
evaluation process by other journals. cultural y cultura política. Una nueva mira-
—— Length. Text should be no longer than da sobre los movimientos sociales latinoame-
60,000 characters (25 A4 pages, in 12 point ricanos. Bogotá: Taurus; icanh, 2001, 345-
Times New Roman font, with 1.5 line spa- 380.
cing and 2.5 × 2.5 × 2.5 × 2.5 cm margins). iv. Article in a journal: Levitski, Steven
—— Summary. Papers written in Spanish or any and Lucan Way. «Elecciones sin democra-
other language should enclose a summary cia. El surgimiento del autoritarismo com-
both in Spanish and in English. Maximum petitivo». Estudios Políticos, (5)24: 159-176,
length of same should be 200 words. 2004.
—— Keywords. Papers written in Spanish or any v. Article in a newspaper: Reuter. «Renun-
other language should present keywords in cia Benedicto xvi “por falta de fuerzas”». La
both languages. These should be thematic. Jornada, febrero 11, 2013: 1-2.
—— Author information. Should include au-
thor’s full name and surnames, email, insti- Figures and illustrations
tutional affiliation, as well as academic de- Should be presented in a separate file, indicat-
grees. ing the pages in which they must be inserted.
All images must mention the author and the
References source. Tables and graphs should be present-
—— Quotes. Should be presented according to ed in an Excel file, indicating the pages in
the Chicago Style Manual, 15th Ed. Quotes which they must be inserted.
ISSN 2448-5705
CONTENIDO
PRESENTACIÓN
ENTREVISTAS
la paz
Paz y defensa de los derechos humanos. Entrevista con Irma Alma Ochoa Treviño
María Elena Hernández Lara
Paz y juventud. Entrevista con Gabrielle John
Andrés Allán Sánchez Osorio
COMUNICACIONES INDEPENDIENTES
El papel de las emociones en la respuesta al cambio climático
Alice Poma
RESEÑAS
Cultura de paz: una utopía posible
Anayely Santiago García
Economía solidaria: local y diversa
María Ivette Ayvar Acosta