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El Sueño de Albert Einstein

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El sueño de Albert Einstein

A finales del siglo XIX se respiraba un clima de euforia en el entorno de la física. Las leyes de
Newton permitían comprender y predecir el movimiento de todos los objetos, desde los
planetas hasta las hojas de los árboles. Y el físico británico James Maxwell había presentado
sus ocho famosas ecuaciones que describían la naturaleza de la luz, el magnetismo y la
electricidad. Parecía que con estas dos exitosas teorías se podía interpretar cualquier
fenómeno físico.

Sin embargo, en 1879 nació en Ulm, Alemania, el genio responsable de la transición más
abrupta de la historia de esta disciplina. Albert Einstein era el primogénito de una familia de
judíos y no era un niño muy diferente del resto. Quizá lo más destacable de su personalidad
era su carácter más bien solitario, pero, sobre todo, la enorme curiosidad que manifestaba por
entender el orden misterioso que existía en la naturaleza. Esa misma curiosidad le llevó a
estudiar física en Zúrich. Allí profundizó en las teorías de Maxwell y Newton y se dio cuenta de
que no coincidían en aspectos relativos a la velocidad de la luz. Muy pronto iba a revolucionar
el mundo entero.

Éxito de la relatividad

Einstein formuló la teoría de la relatividad espacial, publicada en 1905, con una intuición
excepcional. Comprobó que Newton se equivocaba al considerar que el tiempo y el espacio
eran constantes mientras que Einstein demostró que cuanto más rápido nos moviésemos, más
lento pasaría el tiempo. En la década de los setenta se pudo demostrar este supuesto con la
ayuda de relojes de gran precisión.

Su teoría propuso la ecuación más famosa de la historia: la energía es igual a la masa por la
velocidad de la luz al cuadrado (E=mc2). Einstein demostró que la masa de un objeto des-
plazándose a gran velocidad aumentaba. Eso conducía a la idea de que materia y energía eran
intercambiables, dos estados de la misma cosa. Fue una deducción que enseguida permitió
entender fenómenos inexplicados hasta el momento, como por qué cuando el uranio
radioactivo se desintegraba, su peso disminuía a cambio de generar una enorme cantidad de
energía. Lamentablemente, también abría la puerta a las armas atómicas.

Después de 1905, su reputación como físico empezó a crecer. Pero Einstein no estaba del todo
satisfecho con su teoría de la relatividad, porque no incluía la fuerza de la gravedad, y
sospechaba que la ley de la gravitación de Newton también estaba equivocada. Su antecesor
proponía que el Sol ejercía una fuerza invisible de acción inmediata que mantenía en órbita a
la Tierra, pero esto contradecía algunos principios básicos de la relatividad.

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