Violence">
Campesinado Andino y Violencia Balance de Una Década de Estudios
Campesinado Andino y Violencia Balance de Una Década de Estudios
Campesinado Andino y Violencia Balance de Una Década de Estudios
«Tierra o muerte» fue el grito que entre 1958 y 1964 sirvió de fondo
sonoro al movimiento campesino más importante por esos años en América
del Sur. Cientos de miles de campesinos y trabajadores agrícolas se organiza-
ron y movilizaron a lo largo del país, rescataron cientos de miles de hectáreas
en manos de latifundios e hirieron de muerte al gamonalismo. Sin embargo, en
todos esos años fallecieron sólo 166 personas3, menos que en los primeros
diez días de agosto de 1991.
4 En 1965 las guerrillas del MIR y del ELN y la consiguiente represión estatal añadieron varias
decenas más de personas a esa lista fatal. Escapa a los límites de este balance analizar esos
movimientos.
414
CAMPESINADO ANDINO Y VIOLENCIA
Ni una palabra sobre la violencia política. Eso fue en 1982. Varios años
después, en su libro Lucha por la tierra, reformas agrarias y capitalismo en el
Perú del siglo XX, terminado en 1986 y publicado en 1989, Rodrigo Montoya
pone más énfasis en la lucha contra el capital que por la democracia. En el
capítulo «¿A dónde va el campo andino?», afirma: «la escena política de la
lucha de clases en el campo muestra nuevos enemigos: el mercado capitalista
y su expresión política en la clase comercial y el Estado como eje articulador
del capital» (1989:227). Pero a pesar de que Sendero Luminoso ya se encon-
traba por entonces en su fase de «conquistar bases», casi nada dice sobre la
violencia campesina, ni sobre la guerra senderista5.
5 La única vez en que Montoya se refiere explícitamente a la violencia campesina ésta aparece
definida por sus manifestaciones tradicionales (1989: 249; véase cita en la p. 428 del presente
ensayo), que por lo menos desde las tomas de tierra de la década de 1960 no constituían ya la
expresión principal de violencia en el campo. En cuanto a la vinculación de SL con el campe-
sinado y la de éste con la lucha armada considera que: «no es posible disponer hoy de una
información suficientemente confiable» para saber si la relación es tan débil y frágil como en
experiencias anteriores (1989: 114). En otro momento afirma sin embargo que: «la presencia
campesina dentro de las filas de Sendero <es> probablemente más importante que en cualquier
otro movimiento político armado en la historia del Perú» (1989: 102). Pero en general para
Montoya: «el conflicto armado iniciado por Sendero Luminoso en 1980 está aún lleno de som-
bras porque se sabe muy poco sobre él».
6 Una crítica del trabajo de los «senderólogos» norteamericanos se encuentra en Poole y Rénique
(1991).
7 Véanse, entre otros, los de Raúl González en Quehacer (1982, 1983, 1984a, 1984b); los de
Gorriti en Caretas (1981,1983a, 1983b) y los de Degregori en El Diario de Marka
(1981,1983a,1983b, 1983c). Menciono sólo algunos artículos de los autores que después prosiguieron
415
DEGREGORI
estudiando el tema. Soy juez y parte en este balance por lo cual me referiré por lo general en
tercera persona a mis trabajos.
8 El Periodista John Bennet trabaja un libro en el cual a través de entrevistas a uchuraquinos
muestra que éstos tenían un mayor conocimiento de la coyuntura regional que aquél que sinchis,
tal vez senderistas y sin duda la Comisión Vargas Llosa tenían sobre ellos.
9 Vargas Llosa repitió ese error en su campaña presidencial de 1990. Considerar al conjunto de
416
CAMPESINADO ANDINO Y VIOLENCIA
417
DEGREGORI
carreteras, alimentos, escuela, sino algo más etéreo pero que paradójicamente podía justificar
los mayores sacrificios: todo el poder. De los más desheredados, de los más pobres (los reclutas
predilectos) sería el futuro luminoso. La región de Ayacucho había sido asolada por una cadena
de sismos. Algunos creyeron entender que la pachamama no soportaba más sufrimiento sobre
la tierra; que el mundo debía cambiar. Pueblos enteros enarbolaron las banderas rojas y se
volvieron ‘luminosos’, dispuestos a marchar hasta Huamanga y Lima, no para pedir limosna
sino para expulsar a los explotadores y fundar un nuevo orden» (1987: 330). Posteriores estu-
dios de campo ofrecieron una versión bastante más completa y matizada de ese período.
11 Para explicar los posibles límites al avance senderista Flores afirma: «Todas las comunidades
no eran como Chuschi <donde SL inició sus acciones armadas el 17.5.80>. El rechazo al
progreso y la civilización occidental pueden ser compatibles con pueblos atrasados en los que
persiste la reciprocidad, gobiernan los wamanis y los curanderos, pero no necesariamente entre
comuneros que como los de Huayopampa (Chancay), Muquiyauyo (Jauja) o Puquio (Lucanas)
han tenido acceso a la modernidad y han optado por la escuela occidental, la luz eléctrica, la
carretera y el camión; para ellos el progreso puede ser una realidad palpable y el poder, en
cambio, una ilusión. Tienen algo que conservar» (1987: 333).
Chushi no rechazaba «el progreso y la civilización occidental» también había «optado» por la
escuela, la carretera y el camión, y no abrazó unánime y entusiastamente el senderismo. Por
otro lado, ya en 1967, una monografía sobre Huayopampa se titulaba: «Estructuras tradiciona-
les y economía de mercado» (Fuenzalida y otros 1967). Es decir, persistía la reciprocidad y la
institución comunal se fortalecía con el mercado; la modernidad no obliteraba la tradición.
418
CAMPESINADO ANDINO Y VIOLENCIA
12 Esta línea de investigación y denuncia va a ser desarrollada en los años siguientes por diversos
organismos de defensa de los derechos humanos. Entre los extranjeros destacan Amnistía In-
ternacional y America’s Watch. Entre los nacionales: IDL, CEAPAZ, CAJ. IPEDEHP,
APRODEH, COMISEDH y otros agrupados en la Coordinadora Nacional de Derechos Huma-
nos.
13 La problemática de los desplazados internos comienza a ser asumida por el Alto Comisionado
de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Entre los organismos nacionales que
estudian el tema y trabajan con desplazados se encuentran: CEPRODEP e IDS.
419
DEGREGORI
14 Este tema había sido tratado antes por Millones en su trabajo para el Informe Uchuraccay.
Asimismo la oposición puna-valle fue mencionada inicialmente en el trabajo de Fuenzalida y
Ossio para la misma Comisión.
15 Al analizar las características sociales de los condenados por terrorismo, un estudio posterior
de Denis Chávez de Paz (1989) corroboraría este perfil de los cuadros senderistas.
420
CAMPESINADO ANDINO Y VIOLENCIA
cierre de las ferias no afectaría tanto, como podría pensarse, a los campesi-
nos más mercantiles de los valles, que pueden agenciarse productos de
otras formas, sino a los que viven en las punas. Ellos, al cerrarse las ferias,
vuelven a depender para sus intercambios de los odiados habitantes de la
quechua, que los miran despectivamente y contra los cuales han luchado
durante décadas para independizarse a través de la creación de distritos ... o de
las propias ferias (Favre 1984:30).
Degregori asocia el éxito de SL, entre otras causas, a la poca tradición de
organización de las comunidades ayacuchanas en instituciones gremiales tipo
CCP o CNA (Ibíd.: 43) y deduce que en zonas de mayor densidad organizativa
SL encontraría mayores dificultades de asentamiento. Tanto Favre como
Degregori niegan el carácter indio, milenarista y/o indigenista de SL. Pero en
ambos artículos el análisis de la participación campesina en la guerra es
sumario. Este tema, así como el de las estructuras de clases y los actores
sociales presentes en la escena rural, van a ser desarrollados en un conjunto de
estudios de caso que aparecen en los años siguientes. A partir de ellos, se
pueden analizar además las diferencias locales y regionales, tanto en el accio-
nar senderista como en las respuestas campesinas.
El análisis de la economía y la sociedad campesina en perspectiva históri-
ca ha sido indispensable para una explicación cabal de los movimientos cam-
pesinos y la violencia rural o revolucionaria, como puede verse en los trabajos
de Wolf, Hobsbawn, Moore, Scott, Paige, entre otros. En esa línea se inscribe
un primer estudio de campo que aparece en 1986. Se trata de un artículo de
Ronald Berg, desgraciadamente nunca traducido al castellano, sobre SL y el
campesinado de Pacucha, Andahuaylas. Berg realizó trabajo de campo en
Pacucha entre 1981 y 1982 y luego pudo volver a la zona en 1985.
SL llega a la zona cuando la contradicción comunidades-haciendas, que
había movilizado al campesinado de la provincia en los años 70, había sido
reemplazada por los conflictos del campesinado contra las cooperativas surgi-
das de la reforma agraria y contra los comerciantes, en un contexto de deterioro
de la economía comunera. SL aprovecha ciertos conflictos de la sociedad
campesina de Andahuaylas, incluyendo una oposición histórica a los comer-
ciantes y al Estado. En esos años, el resentimiento contra el Estado era grande,
por haberlos privado de su derecho a la tierra al crear cooperativas que sólo
beneficiaban a un sector minoritario y se hallaban plagadas de problemas
administrativos. SL explota también el resentimiento contra los comerciantes
(el número de tiendas en Pacucha había pasado de cuatro en 1970 a treinta en
1981). Los más importantes eran acusados de acaparar tierras y de no cumplir
421
DEGREGORI
422
CAMPESINADO ANDINO Y VIOLENCIA
16 Sobre el tema del orden, volveremos al tratar el caso de las rondas campesinas de la sierra
norte.
423
DEGREGORI
17 Manrique rechaza este paralelo entre mistis y senderistas en tanto: «los senderistas no preten-
den usufructuar el viejo orden sino destruirlo radicalmente: no sería verosímil atribuirles como
motivación la intención de montar un sistema de explotación de la fuerza de trabajo indígena
en su beneficio particular (... motivación central que subyace en la organización del orden
gamonal del cual los mistis forman parte)» (1989: 196). Pero no se debe confundir las intencio-
nes de los actores con su práctica. El viejo orden gamonal lo destruyeron, o en todo caso «lo
dejaron maltrecho» (Flores 1987), los campesinos organizados en las décadas de 1950-70. Si
bien SL dice que destruirá el orden actual, nada garantiza que el nuevo orden que pretenden
construir no se parezca mucho al que fue resquebrajado en las décadas previas. Por el contra-
rio, de los propios datos de Manrique brota esa posibilidad. Por otro lado, al plantear esa
semejanza no me refiero a la dimensión económica del dominio misti, sino a la política...
aunque después de lo sucedido en los «socialismos reales», nada garantiza que, de triunfar, SL
explote la fuerza de trabajo indígena en su beneficio.
424
CAMPESINADO ANDINO Y VIOLENCIA
medios urbanos, constituyen un frente procomunero, que propone una vía comu-
nera de reestructuración democrática, en oposición tanto a los gerentes de las
empresas, empecinados en mantener la gran propiedad, como a la reestructuración
burocrática propuesta por el gobierno aprista y la destrucción y reparto impulsado
por SL. El frente procomunero tiene incluso una propuesta regional. De la lectura
del artículo de Rénique se deduce que el factor decisivo del bloque lo constituye
el factor político: el PUM. Tanto es así que cuando dicho partido se bloquea,
arrastra en su crisis al conjunto del frente.
Hasta entonces la mayoría de análisis, no sólo académicos sino políticos y
periodísticos, incluyendo a quien esto escribe, habían sobreestimado la capaci-
dad de las organizaciones campesinas per se para frenar el avance senderista
(véase, por ejemplo, Degregori 1985). La Federación Departamental de Campe-
sinos de Puno y las rondas campesinas de Cajamarca y Piura aparecían
sustentando esta afirmación. En el caso de analistas vinculados a la izquierda,
este optimismo tenía que ver con el énfasis en el denominado «protagonismo
popular» y con una identificación excesiva entre movimiento popular y demo-
cracia. Por otro lado, subestimamos la capacidad política de SL para expan-
dirse en un contexto de crisis general y desgaste de las organizaciones sociales,
que incrementaba la necesidad de orden y seguridad, que SL ofrecía por la vía
autoritaria. Y la capacidad de ese grupo para compensar la falta de apoyo
popular por medio de un terror exacerbado, asesinando dirigentes sociales para
así paralizar por el miedo a las organizaciones.
Completa esta línea de análisis de realidades regionales un trabajo de
Degregori (1991b) sobre jóvenes y campesinos ante la violencia política en
Ayacucho18. El trabajo enfatiza la brecha generacional existente en el campo,
provocada por la educación y la migración; y presenta a SL como posible
canal de movilidad social dentro del ‘nuevo Estado’, que se abre precisamente
cuando se obturan los canales de movilidad social existentes a través del
mercado, la migración, la educación. En el nuevo contexto de crisis, la opción
senderista puede resultar atractiva para mujeres y jóvenes.
Mientras que en los casos presentados por Manrique y Rénique, la colum-
na guerrillera senderista aparecía más violenta que los cuadros locales, Degregori
425
DEGREGORI
Para completar este panorama diremos que recién en 1990 aparecen los
dos primeros libros de autores peruanos sobre Sendero Luminoso, de Gorriti y
Degregori19. Ninguno de los dos trata directamente de la violencia campesina
en los 80. El libro de Degregori se centra en el contexto regional ayacuchano
en el cual surge SL durante las décadas de 1960 y 1970 y sirve para compren-
der las raíces de la actual violencia. El trabajo aporta una perspectiva histórica
19 Un año antes había aparecido el trabajo de Biondi y Zapata (1989), que hace un análisis
semiótico del discurso senderista. No toca, por tanto, temas rurales.
426
CAMPESINADO ANDINO Y VIOLENCIA
427
DEGREGORI
ras Chavín, con Mama Huaco, la esposa guerrera de Ayar Manco, Micaela
Bastidas, compañera de Túpac Amaru II, y con la lideresa senderista Edith
Lagos (Macera 1984). Ante una tradición tan pesante, poco podemos hacer: el
futuro pertenecería indefectiblemente a SL y las fuerzas armadas. Con varia-
ciones y matices, esta imagen esencializada del Perú trasciende los marcos
académicos y, alimentada por la crisis y las promesas incumplidas de la
democracia política, fomenta una suerte de «fatalismo de las estructuras»,
favorece la parálisis y nos monta sobre los rieles que conducen hacia la
profecía autocumplida.
Sin embargo, los trabajos empíricos nos muestran un mundo andino
heterogéneo, contradictorio y cambiante. Diferencias ecológicas y regionales.
Variaciones en el comportamiento de los actores de acuerdo a la doble
estratificación, étnica y clasista. Modificaciones en el comportamiento de un
mismo actor a través del tiempo. Habría que comenzar por preguntarse enton-
ces quiénes son violentos, dónde y cuándo.
Ello no anula cierto nivel de generalizaciones. Un alto grado de vio-
lencia existió siempre en el campo peruano, marcado por la violencia estruc-
tural: pobreza, injusticia, explotación, opresión, desprecio étnico, racis-
mo, humillación. Los abusos de la policía y las autoridades eran también
cotidianos. Frente a esa situación, el campesinado respondía a veces con
violencia:
«Ha sido siempre en situaciones límites de grandes abusos y dominacio-
nes excesivas que ha surgido una violencia campesina indiscutible. Los
campesinos han matado a algunos gamonales, ciertas autoridades y a
muchos abigeos, luego de haberlos denunciado muchas veces ante el
poder judicial sin haber conseguido ningún castigo legal. Luego, la acción
de justicia por sus propias manos fue solidariamente compartida con el
argumento conocido de Fuenteovejuna. En esta violencia campesina no
han intervenido los partidos y los gremios pues han sido arreglos de
cuentas puntuales y locales» (Montoya 1989:249).
428
CAMPESINADO ANDINO Y VIOLENCIA
429
DEGREGORI
430
CAMPESINADO ANDINO Y VIOLENCIA
21 Es cierto lo que afirma Orin Starn: en las rondas norteñas existen aspectos autoritarios y un
recurso -castigos violentos- que no han sido tratados por los analistas del fenómeno: « ... baños
nocturnos en lagunas heladas... horas rondando descalzos o incluso quemaduras con una
petromax o latigueras con alambre de púas» (Starn 1991b: 64). Según él, varios de esos méto-
dos han sido aprendidos de la policía (Ibíd.; 64) Sin embargo, la diferencia más notoria se
431
DEGREGORI
que no sólo reaccionan ante iniciativas ajenas (véase: Stern, 1990). Esto es
importante para analizar no sólo las rondas norteñas sino los «comités de
defensa civil» surgidos en las zonas de emergencia de Ayacucho, sierra central
y selva central.
Pensando en futuros estudios, digamos que si consideramos a los campesi-
nos como actores, es decir como sujetos activos, y si tenemos en cuenta su
heterogeneidad, entonces analizar los diferentes alineamientos campesinos en
el escenario de la guerra requiere tener en cuenta múltiples diferencias: ricos
pobres, indios-mestizos, puna-valle, más educados-menos educados. No todas
ellas aparecen simultáneamente en todos los casos. Pero es necesario tomar
además en cuenta las acciones y objetivos de los dos contendientes centrales:
SL y las FF.AA., especialmente el primero de ellos, que en términos militares
tiene la iniciativa táctica y, por consiguiente, mayor libertad de acción.
Si estamos hablando de estudios futuros, quiere decir que hemos llegado
a la interrogante inicial/final. ¿Por qué las ciencias sociales demoraron en en-
trar al tema y hasta hoy no logran analizarlo a cabalidad? En general, estuvi-
mos demasiado inmersos en lo que podemos llamar paradigma expansivo de
las décadas previas que tenía como ejes, sucesivamente: la consolidación de
una estructura de clases, el problema nacional, el cambio revolucionario, el
protagonismo popular, los nuevos movimientos sociales, la modernidad, la
democracia. Quienes trataron de salir de esa temática demasiado optimista,
cayeron en el otro extremo: el recurso a la historia y a la sicología, pero con
ribetes esencialistas presentes en la utopía andina; y con un fatalismo estructu-
ral que nos deja atrapados entre pesadillas y fantasmas coloniales.
En realidad, los estudios sobre violencia y campesinado en el Perú están
todavía en sus inicios, y ello dice mucho sobre la situación del país. Falta
llenar innumerables vacíos. Así por ejemplo, nada se dice sobre el MRTA en
este balance, porque nada existe escrito, salvo algunos artículos de Raúl
González en Quehacer (1988a, 1988b, 1991) y un acápite sobre el MRTA en
la sierra central, en el mencionado artículo de Nelson Manrique (1989). Tal vez
porque su presencia entre el campesinado es menor, y su accionar más previsi-
ble. En todo caso, la única vez que el MRTA dio una ‘sorpresa’ asesinando a
un jefe asháninka, apareció un artículo de Margarita Benavides (1990), que
provocó incluso una breve polémica. Tampoco existen trabajos desde las
ciencias sociales sobre las etnias amazónicas frente a la violencia. Aparte del
mencionado artículo de Benavides, sólo existen informes periodísticos. Más
sorprendente aún, tampoco existe casi bibliografía sobre la violencia política
en las zonas cocaleras. Nuevamente la excepción la constituyen los artículos
432
CAMPESINADO ANDINO Y VIOLENCIA
de Raúl González (1987, 1988b, 1991, entre otros) y uno de José Gonzales
(1989:207-222). La casi totalidad de estudios se refiere a aspectos económi-
cos y jurídicos del problema. Por último, excepto en los informes de grupos de
derechos humanos, tampoco se ha estudiado la participación de los militares en
los escenarios rurales a partir de 1983. Referencias mínimas se encuentran en
los trabajos de Mauceri (1989), Granados (1987) y Obando (1991). Incluso los
estudios sobre las rondas de Cajamarca y Piura son muy escasos. Alabadas y a
veces sobreestimadas como ejemplo de organización democrática campesina y
barrera contra SL, reconocidas finalmente por el Estado, las rondas han dado
lugar apenas al puñado de estudios ya mencionados, la mayoría a cargo de
autores extranjeros22.
En cuanto a temas, hacen falta más estudios regionales y locales que
permitan afinar comparaciones. En esa misma línea, falta ubicar la experiencia
peruana en perspectiva comparada: andina, latinoamericana y mundial. Un
conjunto de problemas permanecen casi inexplorados: mujeres y violencia
política; etnicidad y violencia; economía de la violencia; el impacto de la
violencia en las organizaciones campesinas, los gobiernos locales y las institu-
ciones rurales en general; campesinado, FF.AA. y comités de defensa civil,
entre otros. Finalmente, nos hallamos todavía lejos de haber elaborado una
teoría que sea relevante para comprender el fenómeno e incidir en el rumbo de
la guerra, contribuyendo a diseñar una estrategia democrática de pacificación.
encuentra en la moderación de las rondas, no sólo para evitar cargos legales sino también
porque en ellas: «predomina... un real sentido de los límites y la ausencia de ese sadismo
gratuito, tan común entre muchos policías y militares latinoamericanos» (Ibíd..; 64-65)
22 Existe también una bibliografía sobre rondas elaborada por el CIPCA en 1988. De 37 títulos,
prácticamente todos son informes de eventos, de trabajos de promoción o artículos periodísti-
cos.
433
DEGREGORI
BIBLIOGRAFÍA
ANDERSON, James
1983 Peru’s Maoist Guerrillas. Londres, Control Risks. Ltd.
ANSION, Juan
1982 «¿Es luminoso el camino de Sendero?’. En: El Caballo Rojo N` 108.
Lima, 6.6.82, pp. 4-5.
BENAVIDES, Margarita
1990 «Levantamiento de los asháninkas del río Pichis». En: Diario Página
Libre. Lima.
BERG, Ronald
1986 «Sendero Luminoso and the Peasantry of Andahuaylas». En: Journal
of Interamerican Studies and World Affairs, invierno 1986-1987, pp.
165-196.
1988 Explaining Sendero Luminoso. Program in Latin American Studies,
Occasional Papers Series N’ 22, University of Massachusetts at
Amberst
BIONDI, Juan y ZAPATA, Eduardo
1989 El discurso de Sendero Luminoso: contratextos educativos. Lima,
CONCYTEC.
CIPCA-Centro de Investigación y Promoción del Campesinado
1988 Bibliografía seleccionada sobre rondas campesinas. Piura, Centro
de Documentación-CIPCA.
COTLER, Julio
1969 «La mecánica de la dominación interna y de cambio social en el Perú».
En: Perú Problema N’ 1. Lima, IEP, pp. 153-197.
CHAVEZ DE PAZ, Denis
1989 Juventud y terrorismo. Características sociales de los condenados por
terrorismo y otros delitos. Lima, IEP.
DEGREGORI, Carlos Iván
1981 «Rebeldes primitivos y modernos gamonales». En: El caballo Rojo
N’ 76. Lima, 25.10.81, p. 3.
1983a «En la selva de Ayacucho: no una sino muchas muertes» En: El
Diario de Marka. Lima,22.1.83, pp. 8-10.
1983b «Cuando Ayacucho nos alcance». En: El Caballo Rojo N- 161. Lima,
12.6.83, pp. 4-5.
1983c «Apocalipsis Mao. Las raíces de Sendero Luminoso». En: El Ca-
ballo Rojo No 176. Lima, 25.9.83, pp. 6-7.
434
CAMPESINADO ANDINO Y VIOLENCIA
435
DEGREGORI
436
CAMPESINADO ANDINO Y VIOLENCIA
GUZMAN, Abimael
1988 «Presidente Gonzalo rompe el silencio. Entrevista en la clandestinidad».
En: El Diario, Lima, 24.7.88.
GUZMAN, Virginia y VARGAS, Virginia
1981 El campesinado en la historia Cronología de los movimientos
campesinos, 1956-1964. Lima, Ideas ed.
HUBER, Ludwig y APEL, Karin
1990 «Comunidades campesinas en Piura». En: Boletín del IFEA, Vol.19, pp.
165-182.
IDEOLOGIA
1987 «Testimonios urbanos y rurales sobre la violencia». En: Ideología, Re
vista de Política y Cultura Nº 10, IER «J. M Arguedas»
ISBELL, Billie Jean
1988 The emerging Patterns of Peasent’s Responses to Sendero Luminoso.
Nueva York. Columbia-NYU, Latin American, Caribbean and Iberian
occasional papers Nº 7, diciembre
KIRK, Robin
1991 La década del chaqwa. Los desplazados internos en el Perú. Lima, CND
/ US Comité for Refugies.
MACERA, Pablo
1986 «Sendero y Mama Huaco», fragmento de intervención en Simposio so
bre mitología Andina realizado en la Universidad Católica en 1984 pu
(1984) blicado en: Cambio Nº 20. Lima, 28.8.86, p. 9.
MANRIQUE, Nelson
1989 «La década de la violencia». En: Márgenes Nº 5, Lima, pp. 137-182.
MAUCERI, Philip
1989 Militares: insurgencia y democratización en el Perú, 1980-1988. Lima,
IEP.
McCLINTOCK, Cynthia
1983 «Democracies and Guerrillas: The Peruvian Experience». En:
International Policy Report. Washington D.C, Center for International
Politics.
1984 «Why Peasants Rebel, The Case of Peru’s Sendero Luminoso», En: World
Politics, Vol. 37. Nº 1, octubre, pp. 48-84
MILLONES, Luis
1983 «La tragedia de Uchuraccay. Informe sobre Sendero». En: Vargas Llosa y
otros. Informe de la comisión investigadora de los sucesos de Uchuraccay.
Lima, Edit. Perú, pp. 85-102.
437
DEGREGORI
438
CAMPESINADO ANDINO Y VIOLENCIA
SAID, Edward
1979 Orientalism. Nueva York, Vintage Books.
SANCHEZ, Rodrigo
1981 Tomas de tierra y conciencia política campesina, las lecciones de
Andahuaylas. Lima, IEP.
SCOTT, James
1976 The Moral Economy of the Peasant: Rebelion and Subsistence
in Southeast Asia. Yale University Press, New Haven.
STARN, Orin
1991a «Missing the Revolution: Anthropologists and the War in Peru». En:
Cultural Anthropology 6 (1), febrero, pp. 63-91.
1991b «Sendero, soldados y ronderos en el Mantaro», En: Quehacer Nº 74.
Lima, nov-dic., pp. 60-69
1991c Reflexiones sobre rondas campesinas y nuevos movimientos sociales.
Con los llanques todo barro. Lima, IEP.
STERN, Steve
1990 «Nuevas aproximaciones al estudio de la conciencia y las rebeliones cam
pesinas: las implicancias de la experiencia andina». Introducción a: Steve
Stern compilador: Resistencia, rebelión y conciencia campesina en los
Andes, siglos XVIII al XX. Lima, IEP, pp. 25-41
TAYLOR, Lewis
1983 Maoism in the Andes. Sendero Luminoso and the Contemporary Guerri
lla Movement in Peru. Liverpool, Center for Latin American Studies,
Working Paper Nº 2.
VALDERRAMA, Ricardo y ESCALANTE, Carmen
1990 «Nuestras vidas (Abigeos de Cotabambas)». En: Aguirre y Walker edito
res: Bandoleros, abigeos y montoneros. Criminalidad y violencia en el
Perú, siglos XVIII-XX. Lima, IAA.
VARGAS Llosa, Mario y otros
1983 Informe de la comisión investigadora de los sucesos de Uchuraccay.
Lima, Editora Perú.
WERLICH, David
1984 «Peru: The Shadow of Shining Path». En: Current History Nº 83,
febrero, pp. 78-90.
439