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Vida de Garcilaso

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VIDA

DEL CÉLEBRE POETA

GARCILASO DE LA VEGA.
VIDA

DEL CELEBRE POETA

GARCILASO DE LA M A ,
ESCRITA

POR D. EUSTAQUIO FERNANDEZ DE NA VARRETE.

MADRID.

IMPRENTA DE LA VIUDA DE CALERO.

1850.
El retrato de Garcilaso de la Vega se ha sacado del que grabó
D. Manuel Salvador Carmona, y el fac-similé de una carta suya
autógrafa, que se halla en el archivo de Simancas legajo de E s -
tado—Genova—N.° 1369.
ADVERTENCIA PRELIMINAR.

LA Academia española en 1817 nombró de la comisión para la


edición de nuestros clásicos á los señores Valbucna, Navarrele,
Clemencin, González, Tapia y Arrieta; y fruto de este nombra-
miento fué la vida de Cervantes, presentada por el Sr. Navarrete
que hacia mas de 20 años andaba recogiendo materiales para escri-
birla. Impresa y recibida con aceptación, pensó seguir su tarea
componiendo la de Garcilaso, con cuyo objeto le remitió varios d o -
cumentos el Sr. González, que arreglaba de Real orden el archivo
de Simancas; pero solo llegó á formar de ellos un extracto en cua-
tro pliegos á media margen, y á bosquejar la breve introducción
que copiamos. Faltaba aun lo principal del trabajo. Como Garci-
laso , acompañando al Emperador, tuvo parte en los principales
sucesos de su siglo, si se habia de escribir bien su vida, era indis-
pensable, para enlazarla con los grandes hechos de tan glorioso pe-
ríodo, examinar cuantas obras lo ilustran. Así, pues, cuando el
zelo de nuestros amigos nos animó á dar á conocer el poeta, des-
pués de aprovecharnos de los documentos que se publican adjun-
tos , emprendimos el examen de la historia de Carlos Y de Sando-
val; de la Pontifical de lllcscas; de la jrtc Ñapóles de Giannone; de
la de Francia del P. Daniel; déla vida de S. Francisco de Borja do
Cienfuegos; del Cario famoso de Zapata; del Cortesano y de las
obras poéticas de Boscan; de Paulo Jovio; del cardenal Bembo y
VIII
tíiifinde los tres comentadores de Garcilaso; y tomamos de ellos
cuanto podía convenir á la aclaración de la Vida, atendiendo siem-
pre á que la importancia de los sucesos, que teniamos necesidad
de tocar, no ahogase ú oscureciese con su grandeza al personaje
principal. Sobre el análisis de las obras del autor no bailamos apun-
tación alguna; por lo cual en este punto nos dejamos guiar por las
ideas que nos sugirió una meditada lectura, unida á los conocimien-
tos que debemos á una afición constante á las buenas letras. Nada
hemos perdonado para dar toda la novedad é interés posible á
nuestro escrito y hacerlo digno del asunto á que se consagra; si no
lo hemos logrado debe culparse no á nuestra falta de diligencia, sino
á la escasez de nuestros talentos.
VIDA DE GARCILASO,

" Príncipe de los poelus castellanos llamaron a


Garcilaso los escritores mas eminentes de su siglo,
y este título de honor y de excelencia lo ha conser-
vado sin mancilla ni contradicción hasta nuestros
tiempos. Amado durante su vida por sus nobles
prendas, por su valor militar, por su florido ingenio,
en la corte mas magnífica y lucida de su siglo; aplau-
dido de nacionales y extranjeros por su cultura- y
buen gusto en la poesía y humanidades: comentadas
y glosadas sus obras con erudita doctrina por los mas
hábiles poetas y humanistas de su siglo, ninguno sin
embargo se dedicó de propósito á escribir su vida,
recogiendo solo de ella algunos sucesos generales
que conservó la fama, ó la tradición por su i m p o r -
tancia; pero que ni bastan á satisfacer todo el i n t e -
10

res que inspira un hombre tan ilustre, ni á dar cla-


ridad á muchas alusiones de sus preciosas obras.
Nuestro aprecio procuró adelantar las investigacio-
nes de su vida no solo para ilustrar con ellas algu-
nas de sus composiciones y satisfacer la curiosidad
de los literatos, sino para difundir el buen gusto y
la afición á nuestra literatura y el cultivo y p e r f e c -
ción del idioma castellano." Con estas palabras c o -
menzó D . Martin Fernandez de Navarrete la vida
que meditaba de Garcilaso, Útil hubiera sido y opor-
tuno que el sabio que sacó del polvo las memorias
del inmortal Colon, el genio mas extraordinario de
nuestros siglos, y vengó de la injusticia de los c o n -
temporáneos á Cervantes, el mas ameno y profundo
de nuestros escritores, tomase también á su cargo
el asegurar la gloria de< mas elegante de nuestros
poetas; pero ya que el tiempo no favoreció sus d e -
seos, séanos lícito suplir en lo que podamos con
nuestras débiles fuerzas la falta de este monumento,
que después de acopiados preciosos materiales, no
logró ni aun bosquejar su acreditada pluma.
Entre las familias con que se honraba Toledo,
que aun conservaba gloriosos rastros de su pasada
grandeza, una de las principales era la de Laso de
la Vega ( 1 ) . Sintiendo circular por ella la sangre de
nuestros reyes y enlazada con cuantos nobles caba-
lleros se distinguieron en los siglos anteriores en ar-
mas y letras, no tenia que envidiar á ninguna el es-

(1) Yéase Ilustración 1, Gnvcalagia de Garcilaso.


11

malte que daba en aquel siglo la circunstancia de un


esclarecido origen. Blasón de este linaje fué G a r c i -
laso ( 1 ) , hijo segundo del señor de los A r c o s , Pero
Suarez de Figueroa y de Doña Blanca de Sotomayor,
educado en su juventud en la casa Real de Castilla
en servicio de la Reina Doña Juana, segunda m u -
jer de Enrique IV. Batalló en servicio de los Reyes
Católicos en las guerras contra Portugal y Grana-
da; fué maestresala de estos insignes monarcas y su
embajador cerca del Papa Alejandro V I , ' cuyo d e s -
tino desempeñó tan á satisfacción que mereció que
Luis X I I Rey de Francia alabase sus talentos para
negociar, y el Papa le concediese el derecho de pa-
tronato de los beneficios de las iglesias de Batres,
Cuerva y demás pueblos suyos: y obtuvo los cargos
de regidor de T o l e d o , alcaide de Gibraltar, pueblo
que por su intervención quitaron los Reyes á Don
Juan de Guzman, III duque de Medina-Sidonia, in-
corporándolo á la corona; y últimamente el de co-^
mendador mayor de León en la orden de Santiago.
Por disposición de la Reina Católica casó con Doña
Sancha de Guzman, hija de Pedro de Guzman,
IV señor de Batres, y de Doña María de Rivera de
la casa de los señores de Malpica. Era nobilísima en
Castilla esta estirpe de los Guzmanes, de donde di-
manaron poderosos linajes (2). De ella provinieron
no solo el glorioso patriarca de la religión domini-
cana y el defensor de Tarifa, sino también el severo

(1) Véase Documento núrn. 1.


(2) Véase Ilustración I , Genealogía de Guzman.
12

y juicioso escritor de las Generaciones y semblanzas


Fernán Pérez de Guzman, señor de Batres, abuelo
de la madre de nuestro poeta; para que en su fami-
lia no faltase ningún género de modelos á su imita-
ción. El matrimonio de Doña Sancha con Garcilaso
produjo ricos y abundantes frutos. El cielo que les
daba pródigo la sucesión no les escaseó tampoco los
medios de sostenerla concediéndoles, además de los
empleos de que gozaban, que Doña Sancha por
muerte de su hermano mayor Pero Suarez de G u z -
man heredase sus señoríos y fuese V I señora de B a -
tres. El segundo de siete hijos que tuvieron nació
en 1503 en Toledo y se llamó Garcilaso como su pa-
dre. Este fué el gran poeta que siguiendo los nobles
ejemplos de su familia acabó de ilustrar el claro
nombre que su progenitor dejaba escrito con honra
en los fastos de Castilla.
A los nueve años quedó el niño Garcilaso h u é r -
fano de padre. Los desvelos de este caballero, que
se cifraron en dejar á su familia un decente pasar,
atendieron á este hijo nombrándole heredero del ser-
vicio ó montazgo de que le hicieron merced en Ba-
dajoz los Reyes Católicos, con facultad de traspasar
la gracia al que quisiese de sus hijos. Reducíase á
un derecho de travesío de todos los ganados (I) que
entraban á herbear en la ciudad de Badajoz y su
término, cuyo arbitrio dejaba mas de 80,000 mrs.
de renta líquida, con la cual pudo la madre sin gra-

(1) Véase Documento núm. 10.


13

vámen propio atender á los primeros gastos de la


educación de Garcilaso.
Esta fué tan esmerada como correspondía á su
clase. Estudió las buenas letras y artes liberales, y
cultivó su lengua nativa con el auxilio de las lenguas
sabias. Hablaba el griego mas culto y ático, el l a -
tín, el toscano y el francés, inspirándole las musas
susgracias desde los tiernos años de la niñez. Si esta
primera educación la recibió al lado de sus p a -
dres (1), ó en la casa Real de Castilla, lo ignoramos.
Es muy probable fuese en palacio al abrigo de la
regia protección según se acostumbró en aquel tiem-
po con los hijos de los nobles ( 2 ) , y acaso tuvo por
maestro al célebre Pedro Mártir de Anglería, como
su hermano mayor D . Pedro Laso de la Vega. L o
cierto es que Garcilaso el padre cuando el Rey C a -
tólico pasó á Flándes 6n 1506 no le acompañó en
este viaje por quedarse al servicio de los nuevos R e -
yes, y esta conducta tan sensible al Católico., que
despojó á Garcilaso de su privanza, debió ser agra-
dable á los nuevos monarcas y proporcionarle sus
gracias. Por otra parte vemos á Garcilaso el hijo
acompañando ya al Emperador en 1520 cuando iba
á celebrar las famosas cortes de Santiago para dis-

(1) Herrera, Anotaciones, pag. 1 4 , dice que se crió en. Toledo


hasta.que tuvo edad para servir al Emperador; Tamayo de Vargas
en las suyas, folio 3, dice " q u e fué singular ornamento la fama
de G. Laso adquirida en nuestra ciudad (en Toledo) aun en sus tier-
nos años hasta que tuvo edad para servir al Emperador." Pero hay
motivos para dudar de estas noticias.
(2) Véase Glemencin, Ilustraciones al elogio de ia Reina Católica.
Memorias de la Academia|de la Historia.
14

poner en seguida su viaje á Flándes, y uno y otro


antecedente dan materia á sospechar fuese admitido
á educarse entre la flor de nuestra nobleza en la m o -
rada de los soberanos de Castilla.
De todos modos es cierto que á los 17 años e s -
taba ya al lado del Emperador. En su brillante corte
se hizo consumado en todos los ejercicios de c a b a -
llero, singularmente en manejar la espada y sujetar
un caballo; adquirió la distinción de modales que
hacian mas atractiva su hermosura, bebió el d e l i -
cado gusto que caracterizó su trato y sus o b r a s , y se
captó la benevolencia y amistad de los mas elevados
personajes, formando relaciones y vínculos que du-
raron lo que su vida. Entonces debieron formarse
los estrechos que le unieron con la familia de los
Toledos, y entonces nacer la singular amistad que
profesó á Juan Boscan ( 1 ) , caballero barcelonés, que
siguiendo la milicia en su juventud y luego la corte
de Carlos V se aprovechó de sus viajes para cultivar
su entendimiento, y llegando á ser consumado tanto
en las letras humanas como en la difícil arte de la
corte, obtuvo la dirección del heredero de la casa
de Alba D . Fernando; espinoso encargo que cumplió
tan á satisfacción que á su sabia y prudentísima en-
señanza se atribuyen particularmente las altas pren-
das que adornaron á este magnate. Garcilaso se
valió de la instrucción de su amigo para imponerse
en las bellezas de la literatura latina, y tomar c o -

(1) Sobre Boscan véase la Ilustración VI.


15

nocimiento de la italiana: con él estudiaba las obras


de Virgilio y Horacio ; las de Dante y Petrarca: con
él analizaba sus primores y se imbuía en su espíritu;
siendo este estudio, en que le sostenía Boscan, el
origen de la restauración de la elegancia y formas
antiguas en nuestra poesía, que se debió á los e s -
fuerzos de ambos. Hizo también otra amistad., la de
D . Francisco de Borja marqués de Lombay ( 1 ) , que
nacida por la semejanza de sus estudios y ejercicios
se estrechó cada dia mas por la uniformidad ó sim-
patía de los caracteres. Siendo el marqués muy afi-
cionado al estudio de las ciencias exactas y de la
historia, y no insensible á los halagos de la música,
juntos engrandecían sus almas con el estudio de v e r -
dades eternas y la lectura de los ilustres hechos de
sus mayores, y para descansar de estas tareas se e n -
tregaban al agradable entretenimiento de la música;
pues Garcilaso tocaba con rara habilidad el harpa y
la vihuela, y cantaba con gracia sus propios versos.
Así gratamente ocupados pasaran dulcemente su j u -
ventud, si las desgracias y revueltas de su patria,
que pusieron en agitación sus familias, no vinieran
á distraer sus ánimos y contristar sus corazones.
Conocidas son las alteraciones que causaron en
Castilla la ausencia del Emperador, la rapacidad de
los flamencos, su obstinación en desoír las represen-
taciones de los honrados castellanos, y su orgullo en
querer oprimir un pueblo que no se acostumbra á

(1) Cardenal D. Alvaro Cienfuegos, Vida de S. Francisco de


Borja, lib, II, cap. i . °
16

sobrellevar paciente el yugo extranjero. El E m p e -


rador partió para Galicia con ánimo de celebrar allí
las cortes castellanas y exigir á los pueblos servicios
y contribuciones con que emprender su viaje á A l e -
mania á recibir la corona del imperio. La ciudad de
Toledo comisionó á D . Pedro Laso hermano mayor
de nuestro poeta para que representase al E m p e r a -
dor lo que mas convenia al reino , y ni en Valladolid
consiguió audiencia, ni en Villalpando, Benavente y
Santiago respuesta satisfactoria á sus justas preten-
siones. Llevaba por compañeros D . Pedro Laso al re-
gidor Alonso Suarez de Toledo, y los dos jurados Mi-
guel de Hita y Alonso Ortiz. Viendo, pues, la mala
le de la corte y los manejos de X e v r e s , se unieron
con los demás procuradores, y tratando de atraer-
los á su opinión levantaron la voz para que las c o r -
tes no se celebrasen fuera de Castilla; pero el E m -
perador quiso tenerlas á la lengua del agua, imbuido
en esta idea por X e v r e s , que tenia miedo á los cas-
tellanos. El 1.° de abril de 1520 se comenzaron con
asistencia del Emperador, que pidió le socorriesen
con el servicio acostumbrado para hacer su jornada
á Alemania, y en compensación de los gastos que ha-
bia hecho en venir á estos reinos, en armadas c o n -
tra infieles, y en el viaje del infante D . Fernando.
Opusiéronse los de Salamanca que no quisieron h a -
cer la solemnidad del juramento sin que primero su
Majestad otorgase las cosas que le habian pedido.
D . Pedro Laso dijo que traia instrucciones de Toledo
sobre lo que habia de hacer; que S. M . podia v e r -
17

las, pero que no le mandase exceder un ápice de


ellas porque antes consentiría en que le cortasen la
cabeza ó le hiciesen cuartos que en cosa perjudicial
á la ciudad y el reino. A esta enérgica respuesta se
arrimaron los procuradores de Sevilla, Córdoba, Sa-
lamanca , Toro y Zamora, y Sancho Cimbrón p r o -
curador de Avila. Suspendiéronse por cuatro dias las
cortes. Al volverse á abrir resultaron nuevas c o m -
plicaciones y disgustos, porque los de Galicia p r e -
tendieron tener diputados en ellas, por lo cual irri-
tado el conde de Villalba dijo que se uniría á D . P e -
dro Laso, y pagó su audacia con ser desterrado de
la corle.
Tuvo empeño el Emperador que Toledo r e v o -
case los poderes dados á D. Pedro Laso y á Alonso
Juárez, revistiendo de otros cumplidos á I ) . Juan de
Silva y Aguirre; y no pudiéndolo lograr, antes bien
sabiendo que los bandos crecían en la ciudad, man-
dó venir algunos regidores que contradecían sus de-
seos, y envió allá otros mas complacientes que a n -
daban en la corte. Suplicóse de estas providencias;
la cizaña cundía aun al rededor del Emperador, pues
generalmente se aprobaba lo que pedían Laso y
Juárez, quienes, no siendo admitidos en las c o r -
tes , requirieron á estas, unidos con los de Salaman-
ca , que siendo ellos desechados y no habiendo aun
venido los otros procuradores de Toledo, nada se
determinase hasta hallarse presentes unos ú otros, y
que sino protestaban de todas sus decisiones. Sabido
^sto por el Emperador envió á su secretario Cobos
-2
18

y á Juan Ramírez, que lo era del Consejo, á intimar


á Juárez que al otro dia saliese de la corte, y d e n -
tro de dos meses estuviese sirviendo la capitanía de
hombres de armas, que tenia, y á Laso que m a r -
chase en el mismo término, y en el de cuarenta dias
fuese á residir en la tenencia y fortaleza de Gibral-
tar que era suya y de su mayorazgo; imponiéndo-
les graves penas si fallasen. A los jurados también
se los desterró de la corte. Acudieron á palacio y
conferenciaron dos horas c o n X e v r e s , quien fingién-
dose arrepentido de lo mandado, concertó con ellos
que por mostrarse obedientes saliesen á cuatro ó
cinco leguas de Santiago. Dejando, pues, á Ortiz
por apoderado salieron al Padrón que dista cuatro
leguas de la ciudad, y Ortiz volvió á hablar con X e -
vres, el cual le dijo que no habiendo logrado alcan-
zar gracia del Emperador no tenian otro remedio
que obedecer: replicó Ortiz, y Xevres insistió aca-
lorado en lo mismo: buscáronse los nías poderosos
empeños, y no bastando á que se les alzase el des-
tierro > Juárez viéndolo todo perdido cumplió lo
mandado y lo mismo hizo D . Pedro Laso, aunque
mas tarde (1). En estas inquietudes se pasó la P a s -
cua que este año fué el 8 de abril. Llegó un correo
de Toledo con pliegos, á cuya causa Ortiz tuvo
nueva conferencia con Xevres sobre ellos y los des-
terrados, también sin adelantar nada. Las cortes se
trasladaron á la Coruña donde se continuaron y con-

(1) Véase sobre estos sucesos la Ilustración II.


19

cluyeron; y entretanto las cosas empeoraban en


Toledo, levantábase el pueblo, crecíanlas altera-
ciones fomentadas por Hernando Dávalos y Juan de
Padilla, y preparábanse los ánimos á una confla-
gración general.
El sábado \k de abril llegó el Emperador á la
Coruña, y sin embargo de su enojo con D . Pedro
Laso, debia estar muy satisfecho de su joven h e r -
mano Garcilaso cuando en 26 del mismo le nombró
contino (1) de su real casa con ración y quitación
anual de 45,000 mrs., mandando además que mien-
tras estuviese ausente de estos reinos se le libra-
sen 30,000 cada año para ayuda de costa; gracia
muy especial, puesto que la renta ó acostamien-
to de estos distinguidos oficios no excedía e n t o n -
ces de 30,000 á 35,000 mrs. Instituyó la guardia
de los cien continos hijosdalgo en Castilla el Rey
D . Juan II nombrando por primer capitán suyo á
D . Pedro de Luna, hijo del condestable D . Alvaro.
Era muy parecida esta guardia á la de los cien c a -
balleros que se instituyó con su alférez para la s e -
guridad y continua asistencia de la persona Real.
La gran calidad del oficio de contino se reconoce en
haberle tenido los mayores caballeros de Castilla.
Escritores hay que opinan correspondía á lo que
después los de la cámara; siempre eran elegidos
para él los que por su sangre, valor y virtud eran
mirados como dignos de estar continuamente en

(1) Documento núm. 2.


20

guarda y servicio de los Reyes; y muchos grandes


caballeros no consiguieron este título sino después
de señalados servicios.
La gratitud á estas consideraciones y el fami-
liar afecto con que Garcilaso trataba al Emperador
le empeñaron en el partido Real, mientras su h e r -
mano D . Pedro era uno de los principales caudillos
de las comunidades. No permitiéndole sus cortos
aiíos comprender los justos motivos de queja que
los pueblos podían tener contra un monarca, á quien
amaba tiernamente, lamentaba en el alma ver á su
hermano en el partido de los descontentos, y se dis-
puso á sacrificar las inclinaciones de la sangre á los
deberes de la lealtad. Sin embargo no se olvidó de
su hermano. Viendo que entretenia su tiempo en el
Padrón y Santiago desobedeciendo abiertamente la
orden del Emperador, temió que irritado este prín-
cipe con la resistencia y con el mal semblante que
las cosas iban presentando en Toledo, tomase una
severa providencia, y uniendo sus ruegos con los
del Condestable de Castilla pidió ahincadamente al
jurado de Toledo, contino del R e y , encargase á
D . Pedro se ausentase, pues solo le faltaban cinco
dias de los cuarenta que se le habian concedido
para estar en Gibraltar. Entonces fué cuando Don
Pedro al ver cuan enconados estaban los negocios
se puso en viaje para el punto de su destierro; pero
al llegar á su lugar de Cuerva se encontró con los
de Toledo que venian por él y le llevaron en triunfo
á su ciudad, Garcilaso probablemente regresó á
21

Castilla luego que Carlos V se embarcó y dio la vela


en la Coruña para Flándes, pues consta que sirvió
continuamente en las guerras contra los c o m u n e -
ros (1). Peleó en estas contiendas como buen c a -
ballero y servidor del R e y , saliendo herido en el
rostro en la jornada de Olías y mereciendo por su
valor y conducta nuevos premios y mercedes.
El desgraciado término del empeño de los c a s -
tellanos en Villalar dejó al partido real en disposi-
ción de oponerse á los franceses que invadían la
Navarra. Francisco I que se creía autorizado por el
tratado de Noyon á apoyar las pretensiones de los
hijos de Juan de Álbrit para recuperar este reino,
aprovechando la ocasión de estar Carlos tan distante
y ocupadas sus tropas en apaciguar las alteraciones
de Castilla, comenzó la guerra en nombre de Enri-
que de Álbrit (2). Sospechan algunos que los comu-
neros le impulsaron también á este ataque q u e -
riendo de este modo distraer las fuerzas del R e y ,
que los apuraban por ser ya cortos en número y
poco disciplinados: pues la nobleza y muchas de las
ciudades que de buena fe entraron en la comunidad
viendo que socolor del bien público levantaba la
cabeza la gente soez que no buscaba sino el robo y

(1) Documento núm. 3.


(2) Sandoval, Historia ele la vida de Carlos V—Le P. Daniel,
Hist. de France, tome 111, colum. 7 1 : " L e Roi de France, dice,
ne pouvait pas avoir une plus belle ocasión de s'emparer de la Na-
varre; il reçut même des lettres des bourgeois de Tolède, et de
donna Maria Pacheco par les quelles ils le conjuraient de ne pas
laisser échapper une si heureuse conjoncture et de les prendre sous
sa protection quant il serait maître de la Navarre."
22

el saqueo, y hombres ambiciosos que solo preten-


dían sus personales ventajas, se habian allanado al
R e y , creyendo menor mal soportar sus desafueros
que los excesos y crímenes del populacho desenca-
denado. El ejército francés venia al mando de A n -
drés de Foix de Lesparre, joven sin talentos y sin
experiencia. Por no haber hallado tropas á que
combatir se apoderó en pocos dias de todo el reino
de Navarra sin otro obstáculo que el que opuso la
cindadela de Pamplona que no pudo ser grande; por-
que sobre ser entonces no muy segura por no estar
aun concluida su fortificación, el Virey, fiado en la
paz que existia entre España y Francia, habia e n -
viado su artillería á Castilla al socorro de los gober-
nadores. Dueño de la Navarra quiso pasar sus lími-
tes y penetrar en territorio castellano; y como para
esta invasión tenían que buscar otro pretesto, p e -
netró el ejército francés apellidando la comunidad.
Logroño con resistencia heroica detuvo sus pasos y
su ambición. Sofocadas ya las parcialidades interio-
res acudieron los castellanos de ambos partidos á
evitar el general peligro; unos para borrar con este
zelo la memoria de una conducta que se reputaba
como criminal estravío, otros por añadir á la gloria
de haber reducido los insurrectos la de rechazar los
enemigos extranjeros. Los franceses viendo tanto
vigor y fuerza trataron de retirarse; aventura-
ron imprudentemente una batalla que perdieron, y
puestos en derrota, abandonaron en manos de los
españoles la Navarra en menos tiempo que la h a -
23

bian conquistado. Garcilaso ya distinguido en la


guerra partió á contener los enemigos que p e n e -
trando por Castilla intentaban alentar las alteracio-
nes ya extinguidas ó promover otras nuevas. Con
este motivo en este año de 1523 estuvo en V a -
lladolid, en Burgos, en L o g r o ñ o , en Pamplona y
en Fuenterrabía dando tan relevantes pruebas de su
persona que el Emperador después de su regreso á
España mandóle formar asiento de su gentil-hombre
en los libros de la casa de Flándes (1) desde 1.° de
octubre de aquel año, cesándole el oíicio de c o n -
tino en los asientos de la de Castilla. Parece que
desde entonces continuó sus servicios al lado del
Emperador, pues quiso este remunerarlos dirigien-
do una cédula á los contadores mayores en agosto
de 1525 concediéndole 60,000 mrs. anuales para
toda la vida, que debían librársele desde l . ° de
enero del año siguiente (2).
En el de 1526 á los 24 de su edad trató Garci-
laso de buscar con quien compartir los honores y d i -
chas con que le brindaba la fortuna, y se desposó
con Doña-JElena de Zúñiga, señora muy principal, da-
ma de la hermana de Carlos V , Madama Leonor,
Reina que fué de Francia. Era Doña Elena hija de
Iñigo de Stúñiga, primo hermano del conde de M i -
randa y maestresala de la Emperatriz Doña Isabel,
muger de Carlos V , y de Dofía Ana de Salazar, m o -

(1) Documento núm. 5.


(2) Documento núm. i .
24

radores en Aranda de Duero (1). No pudo Garcilaso


gozar mucho tiempo tranquilo de los cuidados de la
esposa que eligió su cariño, pues á pesar de su nuevo
estado y obligaciones siguió siempre al lado del E m -
perador la vida errante á que sujetaban á este P r í n -
cipe su carácter activo, la separación de sus exten-
sos estados y los zelos de sus enemigos.
Acompañóle especialmente en la jornada de I t a -
lia cuando á 28 de julio de 1529 partió de Barcelona
para Genova á recibir la Corona Imperial de mano
del Papa y sacar las ventajas que le ofrecía la s u p e -
rioridad que había logrado en Italia. Llegó el Empe-
rador á Genova, pasó á Plasencia, y desde allí á B o -
lonia , donde le coronó el Papa el dia de S. Matías
de 1530, el mismo en que viniera al mundo 30 años
antes. Las fiestas de la coronación fueron según los
escritores las mas magníficas y brillantes que h a -
bían visto los hombres (2). Hubo justas entre i t a -
lianos , flamencos y españoles, en que quizá Garci -
laso lució su gallardía y habilidad en las armas. El
lujo que ostentaron los príncipes y caballeros, d i s -
tinguiéndose sobre todos los españoles, en vestidos
de brocado de oro, plata y telas finas, en recamos de
orfebrería y piedras preciosas, en las lucidas y c o s -
tosas libreas de criados y servidores carecían hasta
entonces de ejemplo. El Papa insinuó mañosamente

(1) Ilustración 111.


(2) La relación de estas fiestas puede verse en Sandoval, Histo-
ria de Carlos V, lib. XVIII, § 7 . ° ; y en Illescas, Historia Pontifi-
cal y Católica, tomo II, lib. V I , cap. X .
25

al poderoso monarca dies-e la investidura del ducado


de Milán á Francisco Esforzia, que tenia preso en
Brescia, y que supuesto que habia liga entre todos*
los príncipes cristianos ayudase con sus soldados á-
reconquistar la soberanía de Florencia en favor de
los Médicis, á cuya familia pertenecía el Pontífice.
Nada negó el César de lo que se le pedía; la gloria
de que estaba rodeado y los preparativos para su
viaje le hacían aparecer desinteresado y modesto.
Permitió á Esforzia venir á verle á su c o r t e , y junto
con el perdón le dio la investidura pretendida, y por
esposa una hija del Rey de Dinamarca su sobrina;
consintió que el duque de Ferrara tomase posesión
de todos sus dominios, y terminó todas las diferen-
cias entre el duque y el Papa; se avino á un acomodo
definitivo con los venecianos, y en cambio de t a n -
tas concesiones, exigió sumas considerables., con las
cuales pudo continuar su viaje con magnificencia.
En tan general alegría solo no quedaron contentos
los florentines contra quienes preparaba la guerra
que dejó encargada á sus capitanes; y é l , atrave-
sando por tierra de Venecia, pasó á Alemania, pues
los progresos del Sultán que desde Hungría habia pe-
netrado en Austria y sitiado á Viena con un ejército
de 15,000 combatientes, le obligaban á reunir todas
sus fuerzas para resistir este torrente ; y aunque el
valor de los alemanes, la conducta prudente de F e r -
nando y la traición del Visir obligaron muy pronto á
Solimán á abandonar la empresa, su presencia no era
menos necesaria para deterger el curso y los p r o g r e -
26

sos sensibles de las turbaciones, excitadas por las


disputas religiosas.

(campaña
Quedóse Garcilaso en Italia para servir en la
contra los ílorentines, quienes lejos de con-
sentir en el establecimiento de los Médicis, artículo
á que se había comprometido el Emperador, se d i s -
ponían á defender su libertad con el mas desesperado
esfuerzo. Los imperiales mandados por el príncipe
de Orange tomaron á Menaria, Monteflascon y A s i -
s i o , y pusieron sitio sobre Híspelo donde al primer
asalto murió desgraciadamente el famoso Juan de
Urbina, uno de los mejores soldados de España.
Rindióse Híspelo pon otros pueblos, y el general Flo-
rentin Malatesta se replegó á la capital del estado,
á donde apresuradamente le llamaban. Puso el Prín-
cipe cerco sobre Florencia, después de haber e s p e -
rado á que los de la ciudad entrasen en concierto
con el Papa. La ciudad estaba bien provista de gente
y el ejército sitiador era grande ; con lo cual había
frecuentes escaramuzas y estaba en continuo juego
la artillería. En esta forma se pasó el verano y otoño
del año 30. Con el invierno comenzaron los sitiados
á sentir falta de bastimentos, y á perder ánimo y
fuerzas, al paso que crecían las de los sitiadores.
Conservaban los ílorentines algunos pueblos á su d e -
voción ; como Volterra que era de ellos se les suble-
vase, enviaron desde Einpoli á reducirlo al capitán
Ferrucio que entró en él; y si bien acudieron los e s -
pañoles á desalojarle, se defendió tan valerosamente
que conservó su puesto haciendo gran estrago en los
27

contrarios. Este mismo capitán llamado para d e f e n -


der á Florencia se encontró con el príncipe de Oran-
ge que salió á estorbarle la entrada, y peleó tan d e -
sesperadamente que aunque quedó vencido dejó al
Príncipe muerto en el campo, atravesado de dos b a -
lazos. Los florentines dominados por un partido aca-
lorado y terrible que llamaban de los rabiosos, aun
persistieron algún tiempo en su obstinación; pero al
cabo llenos de cansancio y faltos de socorro se entre-
garon y obtuvieron una capitulación honrosa, R e c i -
bió el Emperador la noticia en Augusta donde c e l e -
braba la dieta en que fué creado Rey de romanos y
sucesor del Imperio D. Fernando su hermano, Rey
de Hungría, y desde allí usando de la libertad conce-
dida en el primer capítulo de la p a z , por el que se le
permitía ordenar y disponer la república á su a g r a -
do , abolió la antigua forma de gobierno y puso en
las manos de Alejandro de Médicis el mismo poder
absoluto que su familia habia ejercido anteriormente
en aquel estado. Garcilaso en remuneración de lo
que sirvió en esta jornada de Italia obtuvo en lugar
de los gajes que tenia por gentil-hombre 80,000 ma-
ravedises anuales de por vida, librándosele de tres en
tres años con la ventaja de disfrutar esta pensión,
pudiendo estar en su casa sin obligación de servir ni
residir en la corte (1). Acabada la campaña volviq
gustoso á los brazos de su esposa.
Preparábase entonces la boda de Doña Leonor,

(1) Documento núm. 6.


28

Reina de Portugal, hermana de la Emperatriz, con


el Rey Francisco de Francia, que debia verificarse
al mismo tiempo que la entrega de los príncipes fran-
ceses que habían quedado en rehenes por su padre
hasta que este pagara su rescate. El 10 de marzo
de 1530 llegó á Bayona el mariscal de Montmorency
escogido para recibirla, acompañado del mariscal de
Tournon y de mucha nobleza (1). La Reina llegó á
Francia el 1.° de julio ; el Rey que esperaba en B u r -
deos á su esposa, sabida la llegada, salió á su r e c i -
bimiento y se encontraron en una abadía entre R o -
quehort de Marsan y Captieux donde se desposaron.
Después de las solemnes bodas en París fué c o r o -
nada en la iglesia de S. Dionisio con todo el aparato
y magnificencia que sabia dar á estos actos F r a n -
cisco I, quien mostrándola todo el amor que sus vir-
tudes merecían, se dio en honor de la esposa que
le hacia amable el sosiego, á favorecer los estudios
y artes de la paz. Encantada la Reina del porte de
su esposo, escribía á la Emperatriz ponderándole la
dicha en que su corazón rebosaba por el cariño del
Rey y el esmero conque era servida de los franceses.
Creyendo la Emperatriz que el conservar esta buena
inteligencia podia ser causa de cimentar la paz,
escribió con fecha de 16 de agosto á su marido, d i -
ciéndole que siendo oportuno enviar á visitar a l a
Reina su hermana, tenia prevenido que Garcilaso (2)

(1) Daniel, Histoire de France, tomo 111, col. 2G8—Sandoval,


Historia de Carlos V, lib. X I X , § 2 3 .
(2) Documento núm. 7.
29

partiese de Madrid por la posta con este objeto. La


elección no podia ser mas acertada, y manifiesta el
singular tino que la imaginación femenil suele tener
para este género de asuntos. No solo debía causar
placer á la Reina Leonor la visita de un antiguo
amigo, casado con una de las damas que le habían
servido antes de su matrimonio, sino que este, en
una corte tan galante y caballerosa, y con un Rey
que obtuvo el título de Padre de las letras, favore-
ciendo á los poetas de Italia y animando á los que
despuntaban en Francia, tenia que captarse el r e s -
peto y admiración como el mas gallardo mancebo y
elegante poeta de España, dando á los franceses una
idea muy ventajosa de la cultura española y de la
corte del Emperador, y preparando los animosa la
benevolencia para asegurar el efecto del viaje. L l e -
vaba además prevención secreta de averiguar por
medio délos embajadores lo que en París se p e n s a -
ba , y de examinar lo que se hacia en las fronteras,
aunque por entonces no habia bullicio ni aparien-
cias de guerra.
Visitó pues la corte del Rey Francisco, en que
la princesa Margarita hermana del Rey habia culti-
vado las bellas letras y favorecido á los que las s e -
guían , antes de casarse con el señor del Bearn; y
donde brillaban entonces como excelentes poetas
Guillermo de Saluste, señor de Sartas, y el gracioso
Marot que ha conservado mejor su reputación. C o -
noció á los hombres sabios que rodeaban al Rey, el
cual queriendo emplear el reposo de la paz en b e -
30

ñeficio de ía ilustración, comenzó á formar una b i -


blioteca, juntando de todas partes manuscritos Cu-
riosos por medio de Juan Lascaris, griego de ilustre
cuna, que se habia refugiado en Francia; establecía
una imprenta R e a l ; fundaba en la universidad de
París cátedras de lengua griega y hebrea, y otras de
lengua latina, matemáticas, filosofía y medicina, y
meditaba un magnífico colegio en frente del Louvre,
que pensaba dotar con 10,000 libras de renta para
la educación gratuita de 600 escolares; pensamiento
de que le separó el canciller de Prat representándole
debia economizar estos fondos por la posibilidad de
un rompimiento con el César (1).
Desempeñada esta comisión, pasó Garcilaso á
Italia en 1531. Estaban temerosos de nuevas g u e r -
i ras en aquellos estados ( 2 ) , pues no habia nada que
esperar de la buena fe de los Reyes de Inglaterra y
Francia, y se susurraba que este último estaba en
tratos con el Gran Turco. El Virey de Ñapóles avisa-
ba á la Emperatriz haberse visto hasta 150 velas de la
armada turquesca en aquel reino cerca de Taranto,
que echaron gente en la Pulla y combatieron á Cas-
tro , que se les rindió. Temíase que el Rey de Fran-
cia viendo á los turcos en las costas de Italia volviese
sus armas contra España; y así la Emperatriz mandó
á los grandes y señores estar apercibidos; y e s p e -
cialmente á D . Alonso de Granada prevenir la gente,

(1) Daniel, Histoire de France, tomo III, colum. 2G9.


(2) Sandcval, Historia de Carlos V, lib. 19, pág. Ikk.
31

que el Emperador antes de su partida le habia escrito


tuviese á punto, proveyendo este caso. Garcilaso^j
á pesar de sus pocos años, cansado de vida tan a g i -
tada, y apeteciendo vivir en el seno de su esposa,
entregado al comercio de las musas que aman el s i -
lencio y retiro, pidió un regimiento de Toledo (1)
para volverse á su casa, creyendo que sus anteriores
servicios le hacian acreedor á esta gracia; mas no lo
debió conseguir. Sin duda no quiso el Emperador
que tan relevantes prendas se enterrasen en su m e -
jor sazón en una ciudad de Castilla, y volvió á E s -
paña, donde ya estaba en aquel verano, á p r e p a -
rarse á nuevas fatigas. -
La Providencia que queria elevar á Carlos V
hasta la mas alta cumbre déla gloria, habia dispuesto
para que mas realzasen sus heroicas prendas que los
mayores tronos del mundo estuviesen ocupados por
grandes hombres, sus émulos y enemigos. Ocupaba
el trono de Francia Francisco I, príncipe gallardo^
valeroso, entendido y con grandes dotes para man-
dar en paz y en guerra. Enrique VIII, no menos c é -
lebre por sus disidencias religiosas que por sus gran-
des talentos, gobernaba á los ingleses; y hasta en
el imperio de los Turcos asombraba el mundo y ater-
raba la Europa, Solimán, hombre extraordinario que
con sus numerosos ejércitos y la audacia de sus e m -
presas devastaba la tierra, mientras Barbaroja su lu-
garteniente era con sus galeras el espanto de los

(1) Documento núm. ~.


32

mares. El Príncipe turco, que dos años antes habia


sojuzgado la Hungría y puesto aunque infructuosa-
mente cerco sobre Viena, salió segunda vez de Cons-
tantinopla con innumerables gentes, mientras el Em-
perador estaba en Ratisbona entendiendo en las c o -
sas d e L u t e r o , que, introduciendo la desunión entre
los cristianos, daba al enemigo común esperanza de
la victoria. Venia socolor de proteger al Rey Juan de
Hungría contra el Rey de Romanos, D . Fernando,
que teniendo en su apoyo al Emperador hubiera de
abrumarle, abandonado el contrario á sí propio;
pero armado en su favor el Sultán, las fuerzas se
equilibraban, contando cada uno con un poderoso
defensor. El mundo viendo dividida en contrapues-
tos bandos toda su potencia quedó en suspenso e s -
perando que fuese del vencedor toda la redondez de
la tierra. Si todos los príncipes cristianos hubiesen
acudido hacia donde el interés de su culto los llama-
b a , no era dudosa la preponderancia de las fuerzas
cristianas; pero ladeándose de parte del Sultán los
Reyes de Francia y de Polonia, que se holgaban en
abatir y cansar al Emperador, á quien envidiaban y
temían, la balanza parecia inclinarse en su contra.
Este al ver la gran tempestad que sobrevenía pidió
auxilio á la dieta; escribió al marqués del Vasto para
que recogiese toda la infantería española que a c a -
baba de poner fin á la guerra de Florencia, y j u n -
tase mas italiana ; avisó á los hombres de armas o r -
dinarios de Flándes y Borgoña, y pidió á los grandes
y ciudades de España apercibiesen hombres de a r -
33

mas y todo recaudo, preparándose á sostener solo


este glorioso e m p e ñ o , en que ni el Rey de Francia
ni el de Inglaterra quisieron ayudarle.
Los españoles tuvieron esta guerra por de r e l i -
gión, y así luego se determinó la mayor parte de los
grandes á ponerse en camino para aquellos países
vendiendo y empeñando sus haciendas para proveer-
se de armas y gente (1)./En esta ocasión abando-
nando el regalo de su esposa Doña María Enriquez,
con quien hacía poco se hallaba enlazado, comenzó
á distinguirse D . Fernando Alvarez de T o l e d o , c o -
nocido después bajo el nombre del gran duque de
A l b a , que le ganaron sus talentos, su carácter y
las hazañas que en Italia, en el levantamiento de
los Países Bajos y en la conquista de Portugal ilus-
traron su fama. Tenia solos 25 años y ya daba
muestra de que con el tiempo habia de ser uno de
los primeros hombres de España. La casa de Alba
en el colmo entonces de la grandeza (2) por su p a -
rentesco con la casa Real de Castilla y mas que lodo
por la serie de héroes que produjo, viendo con c o m -
placencia las brillantes disposiciones del joven h a -
bia tratado de cultivarlas, proporcionándole los m e -
jores maestros que pudo encontrar en las letras y
en las armas] Roscan, el íntimo amigo de Garcilaso,
fué, como ya hemos dicho, el encargado de encami-
nar su espíritu, y de ilustrarle con el mejor estudio

(1) Sanrloval, Historia de la vida de Carlos V—Illescas, Historia


Pontifical y Católica.
(2) Véase Ilustración IV.
3
34

de las buenas letras. Su afecto hacia los sabios, su


gentileza, su cortesanía fueron prendas que mamó
en esta escuela; y aun mas que estas la gravedad del
trato, la integridad y la severidad de costumbres,
que degenerando tal vez en dureza, ha sido causa de
la enemiga con que le han mirado los historiadores
extranjeros, que ya que no pueden negar sus altas
dotes quisieran oscurecerlas. De su valor guerrero
dio desde bien temprano tales indicios que á la edad
de 17 años llamó ya la atención de Pedro Mártir de
Anglería (1). Ansioso de pasar á Alemania buscó por
compañero de viaje á Garcilaso, á quien amaba c o r -
dialmente y de quien era con igual amor correspon-
didoi El Duque con la perspicacia de su talento c o -
nocia todo el precio de los méritos de sd amigo, y
este con la prontitud de imaginación de un poeta
veia cuanto del Duque tenia que esperar su patria.
Soló 29 años contaba el héroe cuando murió Garci-
laso, quien no llegó á verle en el lleno de su gloria,
y sin embargo en el extenso elogio que hace de él
en la Égloga II, se conoce adivinaba hasta donde p o -
día arribar la grandeza de su ánimo, si la muerte no
cortaba el vuelo á sus hazañas. Las relaciones de f a -
milia , tan estrechas en un tiempo en que estando
en su mayor auge los pensamientos aristocráticos las
casas solares eran miradas con veneración, y todos
los que provenían de una misma protegidos como
hermanos por los mas poderosos de ella, contribu-

(1) Ilustración IV.


35

yeron á dar mas solidez á esta amistad; pues r e c o -


nociendo los Toledos á Garcilaso por pariente, no
solo por descender ambas familias del mismo tron-
co , sino por otros enlaces mas modernos que habia
entre Toledos y Guzmanes (1), lenian, tanto el D u -
q u e , como su t i o D . Pedro de Toledo el gran m a r -
qués de Villafranca , un interés muy vivo en f a v o r e -
cerle y acrecentarle.
Partieron el Duque y Garcilaso atravesando la
España ; mas llegados á Tolosa de Guipúzcoa h u b i e -
ron de detenerse por un desagradable incidente, que
produjo á este último largos sinsabores. Intentábase
por su familia el casamiento de Doña Isabel de la
Cueva, dama de la Emperatriz, sobrina del duque
de Alburquerque é hija de D . Juan de la Cueva , ya
difunto, y de Doña Mencía Bazan, con Garcilaso de
la V e g a , hijo de D . Pedro Laso y sobrino carnal
de nuestro poeta. Opusiéronse fuertemente á ello el
duque de Alburquerque, su hermano D . Alonso, y
todos los del linaje de la Cueva practicando para
evitarlo las mas esquisitas diligencias, y suplicando
al Emperador no permitiese este enlace por ser Doña
Isabel sucesora de aquella casa , cuyo interés era se
desposase de modo que no se perdiese el nombre y
la memoria de ella. El Emperador, que se hallaba
en Flándes, noticioso del asunto por el comendador
mayor de L e o n , despachó una cédula desde B r u -
selas á 4 de setiembre de 1 5 3 1 , dirigida á l a E m -

(1) Véase la misma Ilustración IV.


36

peratriz, mandando á Doña Mencía de Bazan que


no casase su hija sin previa noticia y mandamiento
de S. M . , y encargaba á su esposa hiciera proveer
que esto se cumpliese con exactitud. Tomó el E m -
perador tan á pechos el n e g o c i o , que con la misma
fecha despidió otras cédulas, una al Consejo Real y
otra particular al arzobispo de Santiago, presidente
de él.
La familia Laso que tenia grave interés en e n -
grandecerse con los estados de Alburquerque se dio
tal prisa en el desposorio que ya estaba celebrado
cuando se recibieron estos despachos. Hízose en
Avila en 1531 y Garcilaso asistió á él. Según su d e -
claración, un dia después de comer le llamó un paje,
y fué á la iglesia en cuya claustra encontró á Doña
Isabel de la Cueva con una dueña suya, llamada
Doña María Olio, á Garcilaso su sobrino, al ayo de
este llamado Simancas, á un clérigo y á un tal F o n -
seca, criado de Doña Mencía (1) Manuel, y en una
capilla de dicha iglesia le pareció que el clérigo tomó
las manos á su sobrino y á Doña Isabel y que estos
se las dieron en muestras de desposorio. Por el sen-
tido de estas palabras parece que Garcilaso fué c a -
sualmente testigo del a c t o ; pero no cabe duda que
era no solo sabedor del secreto, sino cómplice en el
designio; y valiera mas haberlo negado t o d o , que
hacer una declaración á medias con circunstancias
tan inverosímiles; mas al paso que no quería mos~

(1) Guarda de las damas de la Emperatriz, y madre de Doña


Mencía.
37

trarse culpado, repugnaba á su caballerosidad tener


que echar mano de la mentira.
El hecho quedó tan reservado que nada se tras-
cendió hasta principios del año siguiente, cuando ya
caminaba para Alemania. Apenas llegado á T o l o -
sa (1), se le presentó el licenciado L u g o , corregidor
de Guipúzcoa, que en Azpeitia habia recibido dos
Reales cédulas, mandándosele en la primera le r e c i -
biese juramento y declaración al tenor del interro-
gatorio , que se le remitía, y que lo que dijese se
enviase legalizado y con secreto por aquel correo.
En la segunda se autorizaba á Garcilaso para jurar
y contestar á lo que se le preguntase, bajo las p e -
nas que el juez le impusiese, pues según las r e -
glas de la orden de Santiago, á que pertenecía, nin-
gún caballero podia prestar juramento sin licencia
de S. M. Estaba Garcilaso en la posada del duque de
A l b a , y allí el corregidor le requirió y tomó decla-
ración ; la cual dio él de un modo evasivo. Dijo que
conocia las personas y que entre Doña María M a -
nuel , guarda de damas de la Reina y Doña Mencía
su hija se hizo un concierto, que firmaron con Don
Pedro Laso de la Vega y este testigo para que
cuando fuesen de edad competente se casasen Doña
Isabel, y Garcilaso, hijo de D . Pedro, condicional-
mente, si en cierto tiempo no tomaba por esposo al
hijo del conde de Siruela, pero que esta capitulación
fué simple firmada de los dichos, sin otros testigos,

(1) Documento núm. 8.


38

hecha antes que viniese la cédula de S. M . ; que no


habia objeto malicioso en haber celebrado aquellos
desposorios por ser inválidos, respecto á la corta
edad de los contrayentes; y anadia que ignoraba en
poder de quien estaba el contrato y que después que
vino la Real cédula ni supo ni fué parte, ni tuvo n o -
ticia de que se practicase diligencia alguna. Viendo
esto el corregidor le intimó otra Real orden en que
se mandaba, que como no declarase que se halló pre-
sente ó fué testigo del desposorio lo detuviese, t o -
mándole juramento de que no saldria de la posada,
ó parte donde le pusiera, hasta que S. M . proveyese
lo conveniente. Dióle por prisión la villa de Tolosa,
pena de perdimiento de bienes y privación de su en-
comienda y hábito, si la violaba. Hubo contestacio-
nes de ambas partes. Quejábase el encausado que el
corregidor se excedía de lo que se le mandaba, pues
solo en el caso que se hubiese hallado presente ó sido
testigo en el desposorio tenia licencia de detenerle;
mucho mas cuando iba á servir á S. M . en Flándes
y Alemania, á donde le mandaba que estuviese por
ser su criado, y estar muy obligado á sus mercedes;
á lo que respondía el juez que declarase menos con-
fusamente y observaría lo que le mandaban. Infor-
mada la Reina, contestó que estaba maravillada de
que exigiéndoselo su Reina no declarase Garcilaso
abiertamente como era obligado; envió cartas para
el duque de Alba en que le decia que en su presen-
cia no era razón usase G. Laso semejante manera;
é intimó al corregidor le preguntase de n u e v o , si se
39

halló en el desposorio, qué otras personas concurrie-


ron , en qué parte fué , y cuánto tiempo hacia: que
si declaraba que no se halló le dejase ir ; pero que sí
estuvo presente le desterrase del reino, le mandase
no entrar en la corte del Emperador sin su licencia
imperial, y en caso de desobediencia volviese á t o -
marle declaración y le prendiese y custodiase sin p o -
nerle prisiones, enviándole á su costa á la fortaleza
de Salvatierra, cuyo alcaide lo tuviese á buen r e c a u -
d o , hasta nueva disposición.
Entonces declaró la escena que ya se ha referido
de la iglesia de Avila, y en su consecuencia el juez
le impuso las penas que se contenian en la Real c é -
dula. El duque de A l b a , que hasta entonces había
sido testigo imparcial de los procedimientos, no aban-
donó en este trance á su amigo. Cansado de verle pa-
decer, y no pudiendo conformarse á verle desterrado
y proscrito, escribió á la Emperatriz que aunque iba
á Alemania, llamado por el Emperador, á servirle,
no pasaría adelante si Garcilaso no le acompañaba y
que así le mandase dar libertad. La Emperatriz d e -
bió ceder á la energía del Duque, pues no queda
duda que lo llevó consigo y lo presentó en la corte
de Carlos V á pesar del mandamiento del juez.
Prosiguieron pues el viaje en el cual iremos s i -
guiendo el itinerario que nos dejó trazado el mismo
Garcilaso (1). Pasaron los montes Pirineos en medio
del invierno hollando nieves y hielos, y el poeta

(i) Final de la Égloga II.


40

contempló admirado la sombría magnificencia que


presenta la naturaleza en esta estación sobre sus ele-
vadas cumbres, y después la describió en sus obras.
Como pasadas estas asperezas recibiese orden el D u -
que de caminar con mas rapidez, dejó su escolta y
comitiva, y solo con Garcilaso atravesó por la posta
la Francia hasta París, donde cayó enfermo, acaso
de las fatigas del viaje. Su amigo le asistió esmera-
damente, hasta que ya convalecido, pudieron ambos
continuar adelante, atravesar el Rin y embarcados
en sus aguas llegar á Colonia. Siguiendo por A l e -
mania hasta tocar las márgenes del Danubio, volvie-
ron á embarcarse en este rio y con próspera navega-
ción llegaron á Ratisbona, donde estaba convocada
la dieta. Recibió el Emperador al duque con los bra-
zos abiertos; conversó con él de la presente guerra
de Hungría, y se prometió con su auxilio nuevos
triunfos; pero no hizo la misma acogida á Garcilaso.
Noticioso por la Emperatriz de lo que resultaba del
proceso que se le formó en Tolosa no dio oidos al
memorial que le presentó por medio de D Pedro de
Toledo marqués de Villafranca en que se quejaba de
la providencia de destierro del reino, y privación de
entrar era la corte: antes bien en consulta que tuvo
S. M . en 14- de marzo sobre el casamiento de Doña
Isabel de la Cueva dispuso que fuese preso á una isla
del Danubio (1). A Doña Isabel se la depositó en el
monasterio de Madrigal al cuidado de la priora, que

{i} Documento núro. 8 .


41

era hija natural del Rey Católico, y á Garcilaso el no-


vio, que se habia escapado á Portugal y á los demás
cómplices, se mandó perseguirlos en justicia.
Antes de aparecer los documentos que acreditan
estos hechos sospecharon algunos que el destierro de
Garcilaso en la isla del Danubio era una patraña ori-
ginada acaso de su estancia en la isla con las tropas
que la guarnecían. Mas abajo de Presbourg (1), ciu-
dad de la Hungría occidental, se divide el Danubio en
dos brazos, los cuales no se reúnen hasta Komorn,
plaza fuerte de la Hungría oriental, y forman una
gran isla á la que se ha dado el nombre de Schut.
Previendo Carlos V que Solimán podia traer emban-
cados por el rio víveres y pertrechos de guerra, para
estorbarlo envió algunas tropas á esta isla con orden
de formar en ellas cuantas baterías se juzgasen nece-
sarias al intento. Poco tiempo después fué nombrado
comandante del puesto Pedro Zapata, oficial de mu-
cho espíritu y de conocimientos militares, quien llevó
consigo cincuenta soldados españoles y otros tantos
italianos. Esto daba verisimilitud ala sospecha; pero
después del hallazgo de los documentos no cabe duda
en la verdadera causa de la permanencia de G a r c i -
laso en la isla, cuya frondosidad y hermosura c e l e -
bra en la canción I I I , en que llora su destierro.
Mientras Garcilaso dulcificaba su soledad con los
acentos de su lira, el Emperador deliberaba los m e -

(1) Véase Sepúlveda, De robus gestis Caroli V, lib. X , y con es-


pecialidad desde el núm. XV que comienza: Est autem Possido-
nium etc. Possidonium es Presboury.
42

dios de oponerse al Gran Turco, que con tanta arro-


gancia y tan crecidas fuerzas venia á desafiarle. Una
derrota compromelia la suerte de toda la cristiandad.
Salió (1) en seguida de Ratisbona con la caballería
flamenca y un lucido tren de artillería, pasando por
el Danubio á Linz, seguido de numerosa comitiva
en barcas construidas al efecto, con el nombre de
nasadas, cuya dilatada hilera formaba una escuadra
de sorprendente vista. El Turco desde Belgrado, d e -
jando el Danubio á la derecha , entróse por la Stiria
y se apoderó de Guinz donde tuvo algún tiempo sen-
tado su campo. En vista de su marcha el Emperador
partió con todo su ejército á socorrer á Viena, que
creyó amenazada. Noticioso de esto el Sultán, y no
olvidado de las victorias con que Carlos V habia
asombrado la Europa, se estremeció considerando
las aguerridas tropas con que tenia que venir á las
manos; no queriendo arriesgar con ellas una batalla,
marchó con su retaguardia, desviándose de Viena
lo mas que podia, mientras la vanguardia caminaba
la vía de Mura, y causando en la tierra cuantos ma-
les pudo volvióse á Belgrado con mas de 30,000 cau-
tivos, dejando á sus capitanes que estragasen y d e -
solasen el pais que se extiende entre el Danubio y
las montañas. Cuando supo el Emperador que se ha-
bia retirado sobre Gracia (Gratz) ciudad á tres j o r -
nadas de Viena, mandó acudir á Linz todos sus capi-
tanes á fin de deliberar. Volvió luego á Viena donde

(1) Sandoval, Historia de Carlos V—Illescas, Historia Pontifical


y Católica.
43

hizo reseña de su gente y quedó de ella muy c o n -


tento, que aunque era la mitad en número de la que
se contaba traia el Sultán, su superior disciplina le
aseguraba el triunfo contra mas poderosas fuerzas.
Bien lo conoció Solimán, que sin -volver atrás la
vista retrocedió hasta Constantinopla. Así se disipó
esta oscura nube que formada en el oriente amena-
zaba desolar el occidente, norte y mediodía. El du-
que de Alba sirvió con su valor y consejo en esta
campaña, tomó á su sueldo toda la gente que pudo
y se captó el amor de los alemanes, flamencos, itar-
lianos y españoles, comenzando á manifestar las
grandes dotes de mando que le adornaron. A c o m -
pañó al Emperador en el viaje á Linz , estuvo en la
persecución de algunos de los capitanes enemigos, y
anhelando teñir su espada en sangre turca, sintió
que la suerte no preparase á los imperiales mas d i -
fíciles triunfos (1).
Quizá no permitió á Garcilaso tomar parte en
ellos su prisión , si bien no debió ser larga ; pues,
hallándose el Emperador tomando baños en una a l -
dea cerca de Ratisbona tuvo otra consulta en 25
de j u n i o , en la que entre otros negocios se le dio
cuenta del de su destierro. Decíase en ella, que pues
confesaba la culpa que tuvo y pedia su perdón, p o -
diásele enviar por el tiempo que el Emperador fuese
servido á un convento, ó á algunas de las fronteras
de África, ó al armada que se aprestaba, ó á N á -

(1) Garcilaso, Égloga II, Elogios de la casa de Alba.


u
poles para la defensa de aquel reino, si ya no q u e -
ría , q u e , guardando hasta que el Emperador salga
al campo, la carcelería que tiene, sirviese en esta
jornada contra el Gran Turco. Recomendaba el d u -
que de Alba esta instancia con la entereza y férrea
voluntad de que usaba en los negocios (1), que t o -
maba á su cargo. Con tan poderoso empeño y tan
justificada propuesta se resolvió fuese á Ñapóles á
servir por el tiempo que S. M . quisiera, y que si esto
no le convenia se retirase al convento que mas le
agradare.
j No podia Garcilaso titubear en la elección y mas
yendo en este tiempo por Visorey á Ñapóles, D . P e -
dro de T o l e d o , primer marqués de Villafranca, su
mayor favorecedor y amigo. El cariño con que le
acogió nos impele á dar á conocer á este magnate,
no tanto por lo merecedor que sus heroicos hechos
le hacen de este recuerdo, como por lo que resulta
en honra del protegido las altas cualidades del p r o -
tector. Hijo segundo de D . Fadrique de Toledo d u -
que de Alba y de Doña Isabel de Zúñiga, hija del
duque de Bejar, nació para dar nuevo lustre á la
casa de los Toledos, y proporcionar á este apellido
nuevos estados que rivalizasen en opulencia y g r a n -
deza con los que poseia la linea principal. Empleá-
ronse los mas hábiles maestros en instruirle en las
bellas letras; pero pronto dio á entender que la n a -
turaleza lo criaba mas para la agitación de los n e -

(1) Documento núm. 8.


45

gOcios del mundo, que para las tranquilas e s p e c u -


laciones de la escuela. Nombrado paje del Rey C a -
tólico, estudió en este príncipe el arte de gobernar
con previsión y prudencia; exacto en sus deberes,
se distinguía entre todos los cortesanos; y hábil en
los ejercicios de caballero, manifestaba tal esfuerzo
y destreza en los torneos que le llamaban el Gran
justador. Aunque segundo de sucasa^ se dio el conde
de Benavente, conociendo sus prendas, por muy
honrado en que casara con su nieta Doña María
Osorio, poseedora del marquesado de Yillafranca,
que por su hermosura y riquezas podia aspirar á los
mas ilustres enlaces, y el tiempo acreditó cuan a c e r -
tada fué la elección, pues gobernó á sus vasallos con
tal prudencia y benignidad, que se hizo digno de sus
mas sinceras bendiciones. En las comunidades aliado
del Duque su padre, hizo señalados servicios al E m -
perador , quien conociendo su valía le quiso tener
siempre cerca de su persona, le llevó á los viajes
que hizo á Flándes y Alemania, le respetó y c o n s i -
deró mas que á otro alguno de sus cortesanos, y le
dio el vireinato de Ñapóles en momentos de peligro,
en que vio que este gobierno debia estar en manos
de personas de gran valor y superior capacidad. Allí
encontró D . Pedro el estado en la situación mas d e -
plorable ; Ñapóles casi despoblada por la peste y las
calamidades; las casas arruinadas, las campiñas d e -
siertas, oprimida y abandonada la justicia: á todo
proveyó de remedio, haciendo nacer por todas par-
tes la prosperidad y la abundancia. Como la justicia
46

es el primer elemento de la dicha y la prosperidad


de los reinos, le mereció sus primeros desvelos; y
reformando todos los tribunales y arreglándoles un
palacio digno de aposentarlos, dio lustre á la m a -
gistratura y decoro á los que se dedican á su sagrado
ministerio. Refrenó los abusos y demasías de la n o -
bleza, aun á costa de hacerse aborrecible de los que
veian abatido su orgullo; hizo con su actividad pro-
digiosa y recta administración mas magnífica, mas
sana, mas abundante la capital del reino ; construyó
un Real palacio con hermosos jardines, que destinó
para la habitación del Virey, de donde hizo partir
la mas ancha y hermosa calle de la ciudad, que con
el nombre de calle de T o l e d o , ha conservado á la
posteridad la memoria de su fundador; duplicó la
estension del arsenal, dándole tal grandeza, que p o -
dían en él los obreros trabajar diez y seis galeras á
un tiempo; adornó la ciudad con gran cantidad de
fuentes de mármol, construidas por los mas diestros
artífices; edificó y renovó gran número de suntuosas
iglesias y cómodos hospitales, objetos que no podían
quedar olvidados por el V i r e y , que junto con su
amor á la magnificencia tenia una verdadera a d h e -
sión y un profundo respeto á las cosas santas; e m -
baldosó las calles cuyo piso no correspondía á uno
de los pueblos mas hermosos del mundo ; y tomando
por los demás pueblos del reino los mismos cuida-
dos que por la capital, concluyó obras á las que pa-
rece no podían bastar los tesoros de muchos reyes
y las fatigas de largas generaciones. Pero empleado
47

en estas obras de comunidad ó de lujo no se olvidó


de las útiles y necesarias. La infección que causaban
en el aire los pantanos que se extendían desde el ter-
ritorio de Ñola hasta la mar producían grandes e s -
tragos en la provincia de Labor. D . Pedro hizo abrir
en medio de estas llanuras un canal grande y p r o -
fundo en que reunidas todas las aguas marchasen al
mar con la precipitación de un r i o , y Ñapóles y sus
alrededores disfrutaron de una salubridad antes des-
conocida. Ideó medios y formó reglamentos para
proveer la ciudad, cuya población dé dia en dia se
aumentaba. Fortificó y puso en pie de guerra para
defenderse de los turcos la costa, levantó de nuevo
el castillo de R e g i o , los de Castro, Otranto, Lecca,
Galipoli, Trani, Barletta, Monopoli y Manfredonia;
cercó de baluartes y murallas la villa de Cortona, y
colocó torres y atalayas de trecho en trecho en las
orillas del mar para evitar las sorpresas y propor-
cionar abrigo á los habitantes de los pueblos a c o m e -
tidos. En veinte años que gobernó á Ñapóles no hubo
uno que no se distinguiese por algún proyecto en
beneficio del reino. Si expelió de él los judíos, si
empeñado en introducir la inquisición tuvo subleva-
ciones que reprimió con extremada severidad^ si su
altivez con la nobleza originó la rebelión del prín-
cipe de Salerno, y las persecuciones que ejerció con-
tra sus partidarios le hicieron odioso á los ojos de
muchas personas, no son estas faltas que puedan
oscurecer los grandes actos de su gobierno, y Ñ a -
póles agradecida y asombrada le distingue aun con
48

el título del Gran Virey (1) porque fué superior ár


todos, á pesar de que entre ellos hubo personajes tan
excelentes como el duque de Osuna, amigo de Que-
v e d o , y el conde de L e m o s , noble Mecenas de Cer-
vantes. Tal era el hombre insigne que con cariño
paternal tomó bajo su protección á Garcilaso.
No se encargó á D. Pedro de Toledo el gobierno
de Ñapóles para elevarle á nuevos honores, sino por
creerle apto para protejer este reino contra los a t a -
ques del Turco, cuya flota estaba en el mar y se
temia tuviese designio de atacar sus costas. Con este
temor se hizo volver á Italia á Andrea Doria, que
con la suya asolaba y conquistaba las plazas de Gre-
cia, para tratar de distraer de este modo á S o l i -
man de la guerra de Hungría. El nuevo Virey pasó á
Italia y en su tránsito recibió los mayores o b s e -
quios (2) de todos los pueblos y señores, especial-
mente en R o m a , donde le trataron con toda magni-
ficencia el Papa, los Cardenales y otros personajes
en los diez dias que permaneció en aquella capital.
En ellos examinó Garcilaso los venerandos restos de

(1) No hemos exagerado en esta pintura de D. Pedro de Toledo.


Todo lo aquí apuntado en breves palabras, se encuentra á la larga
en la Historia de Ñápales, (tomo IV de la edición francesa ) , que
escribió Pedro Jiannone, quien en su calidad de escritor extran-
jero no puede ser tachado de parcialidad. Después de narrar con
elogio los actos de su gobierno, y decir que su muerte se atribuyó
aunque sin probabilidad á veneno que le dio su yerno Cosme de
Médicis añade: "Quoiqu'il en soitD. Pierre de Tolède gouverna le
royaume de Naples pendant vingt ans, cing mois et huit jours avec
tant de prudence, qu'il fut de beaucoup supérieur á tout les pré-
cédents gouverneurs, et que c'est á juste titre que d'un commun
consentement on le nomma le G R A N D V Î C Ë Î Î O I . " Lib. 32 cap. 7.
(2) Documento núm. 9.
49

Roma antigua y admiró los monumentos con que


adornó la nueva la grandeza de León X , ayudada
de los grandes talentos de Miguel-Ángel y Rafael;
y engrandecido su espíritu á vista de tantas mara-
villas, perfeccionaba su gusto y natural elegancia
de que nos dejó un modelo en sus preciosas obras
literarias por la íntima unión que tienen entre sí
las artes liberales y las bellas letras. El 30 de agosto
salió de Roma con el Virey, el cual desde Sena y
otras partes dio continuos avisos al Emperador que
aprobó todas sus operaciones y le dio noticias é
instrucciones para el buen gobierno de su vireinato
por cartas fechas en L i n z , en Vilach, en Mantua,
en Genova y últimamente en Barcelona (1). En Ña-
póles fueron recibidos con júbilo; la fama que los
habia precedido anunció á los napolitanos los g r a n -
des talentos del Virey ; así es que todos esperaban
que gobernaría con justicia y tino, reformada los
abusos introducidos y pondría un freno á la insolen-
cia de la nobleza.
La protección del Virey proporcionó á Garcilaso
en Ñapóles muchos amigos, si bien aun sin este auxi-
lio hubiera sabido conquistárselos con su talento y
su trato. Los mas ilustres caballeros napolitanos bus-
caban su amistad y admiraban su ingenio. Deben
contarse entre ellos, Julio César Caraciolo, de la
distinguida casa de este apellido en aquel reino, á
quien dirigió el soneto X I X ; F a b i o , hijo de V i n -

(1) Documento núrn. 9.


4
50

cencio Belprato, conde de Aversa, y Mario Galeota


á quien escribió desde Túnez el soneto X X X I I I ,
dándole aviso de las heridas que habia recibido en
aquella campaña, y en favor del cual se cree hizo
una de sus mas lindas composiciones. Aun de a q u e -
llos que no miraban con buenos ojos al Virey p o r -
que odiaban en él la severidad con que los tenia
sujetos encontró buena acogida, y en especial fué
amado con predilección de D . Alonso de Avalos
marqués del Vasto, uno de los famosos capitanes
que mas contribuyeron á las victorias de Carlos V ,
el cual se unió estrechamente con nuestro insigne
poeta por la conformidad de edad ( 1 ) , de caracteres
y de estudios. Entre las señoras trataba á todas las
de la principal nobleza; pero distinguía por sus
talentos á Doña María de Cardona marquesa de la
Padula, hija de D . Juan de Cardona hermano del
duque de Colisano gran condestable de Ñapóles:
señora de claro entendimiento, hábil poetisa, la cual,
aunque según los autores de aquel tiempo no era
muy hermosa, agradaba por su gracia y donaire.
Mario Leo escribió en su obsequio el Amor preso,
á imitación del Cupido crucifixo de Ausonio, el G e -
sualdo la dedicó sus Comentarios al Petrarca, Min-
turno la celebró en el libro V de sus epístolas, y
Garcilaso en fin añadió la última piedra á la diadema
de su gloria, consagrándole el vigésimo cuarto de sus
sonetos, y algunos creen que también la Égloga III,

(1) Véase la Ilustración V—Herrera, Comentarios á G< L., pá-


gina 15—D. Tomás Tamayo de Vargas, id. 10.
51

si bien otros con mas verisimilitud opinan que fué


dirigida á Doña María de la Cueva madre de D . P e -
dro Girón, primer duque de Osuna. Fué Doña María
de Cardona además de marquesa de la Padula, con-
desa de Avelino, ciudad antigua no lejos de Ñola,
estuvo casada con D . Artal de Cardona conde de
Colisano, su primo; por muerte del cual contrajo
mas adelante segundas nupcias con D . Francisco de
Este hermano del Duque de Ferrara. |
Viviendo entre seducciones en una ciudad desde
muy antiguo considerada como la mansión predilecta
del deleite, su corazón no podia estar ocioso; ni á
la vista del sepulcro del gran Virgilio y bajo el cielo
que le inspiró los mas hermosos pasajes de sus i n i -
mitables obras era creible que su fantasía perma-
neciese muda y tranquila. La blandura del amor
derritió su corazón, y se confiesa enamorado á B o s -
can en el soneto X X V I U y á César Caraciolo se
lamenta en otro de estar ausente de su amada. E n -
tonces dice el Cardenal Cienfuegos ( 1 ) , cantó su
amor á la que él llamo Sirena del mar napolitano;
pero si nos han quedado composiciones que testifi-
quen la realidad de esta pasión, se han perdido
todas las que se escribieron á la que fué su objeto.
Tampoco se ha conservado la noticia de quien fué
tan favorecida señora; Garcilaso se contentó con
decir á su amigo Boscan que jamás corazón fué
consumido de tan hermoso fuego, que no le pregunta-

(1) Vida daS. Francisco de Borja, lih. II, cap. IY, § 3.


52

sen mas porque á lo demás permanecería mudo (1).


Hay indicios para creer que la muerte puso antes
de tiempo desgraciado fin á estos amores; pues en
el soneto X X V lamenta dulcemente el fallecimiento
de su amada. No bastándole exhalar en sus rimas
su propia llama, empleaba los sonidos de su lira en
favor de los amores de sus amigos. Servia Mario
Galeota sin ser correspondido á Doña Catalina S. Se-
verino (2) hermana del Príncipe de Bisignano y viu-
da del duque de Traggeto, que en la rebelión del
reino de Ñapóles cuando murió Lautrech en el cerco
de la ciudad fué degollado por los españoles. G a r -
cilaso la dirigió para persuadirla á ser menos esqui-
va la canción V que por alusión al cuartel ó barrio
en que vivía esta señora tituló Flor de Gnido, be-
llísima composición del gusto horaciano á la cual, á
juicio de grandes críticos ( 3 ) , nada faltó si acertó
con su alhago á conseguir lo que antes no pudieran
los rendimientos y obsequios del galán. El Virey,
aficionado á lo que en cualquier género sobresalia de
la esfera vulgar, le estimulaba en estos ejercicios.
Quien protegiendo la literatura italiana tenia á Luis
Tansilo, poeta el mas excelente de Ñapóles con el
oficio de contino de su casa, no habia de dejar sin

(1) Soneto XXVIII.


(2) Algunos creen que la canción se escribió á favor de Fabio
Galeota que según fama servia á Violante SanseverinOj y se apoyan
en que el verso Convertido en viola parece aludir al nombre de la
dama; pero Herrera dice que D. Antonio Puerto Carrero yerno del
poeta afirmaba que se hizo á favor de Mario. (Herrera, Comenta-
rios, pág. 2 6 6 )
(3) Quintana, Colección de poesías selectas castellanas.
53

apoyo la poesía castellana; su amor nacional estaba


interesado en que los españoles que en todo lo d e -
más eran entonces la primera nación del mundo lo
fuesen también en la amena literatura, dejando de
pagar en este punto vasallaje á la Italia, y no deja-
ría conocer que el talento de Garcilaso era el solo
capaz que podia libertarlos de su dependencia. Así
en pago de sus favores le dedicó este la Égloga I,
que estando la corte en Toledo escribió á la muerte
de la hermosa dama portuguesa Doña Isabel Freiré
mujer de D . Antonio de Fonseca, si bien no es
probable que como piensa Tamayo de Vargas (1) le
introdujese en ella con el nombre de Salicio; y en
la segunda en una dilatadísima digresión tejió en
agradecimiento á lo mucho que debia á los Toledos
los elogios é historia de la casa de Alba, que era la
de la varonía del Virey.
Pero no consintió este que por dedicarse á la
poesía le quedasen cerrados otros caminos para arri-
bar á la gloria. Ocupóle en asuntos de su gobierno,
y porque el Emperador le tuviese presente se valió
de él para que llevase á S. M. noticias reservadas
de los graves negocios que ocurrían en su vireinato.
El Emperador después que Solimán abandonó la
Hungría, no siendo su presencia necesaria en este
reino, dio la vuelta á Italia con el ejército, cuya
vanguardia compuesta de la caballería ligera m a n -

(l) Anotaciones á G. L.
54

daba Hernando Gonzaga, el centro el marqués del


Vasto, mientras el duque de Alba iba en la r e t a -
guardia de general de los hombres de armas e s p a -
ñoles y de la infantería tudesca. Llegó á Mantua
el 8 de noviembre, tuvo en Bolonia una conferencia
con el Papa en la que descubrió que el Pontífice,
además del parentesco contraído con el Rey de Fran-
cia habia entrado con él en liga; y en seguida en la
flota de Andrea Doria pasó á Barcelona donde llegó
en abril de 1533. A esta ciudad vino de orden del
Virey á encontrarle Garcilaso en 28 del mismo mes,
y á la satisfacción de desempeñar comisión tan i m -
portante unió el placer de ver este hermoso pueblo
y sobre todo de poder abrazar á su antiguo amigo
Boscan, que retirado en él y casado con Doña Ana
Girón de Rebolledo vivía entregado á las dulzuras
de la vida doméstica, consagrando sus ocios á la
filosofía y á las Musas (1).
La amistad entre ambos poetas no se habia r e s -
friado con la ausencia, porque no hay vínculos mas
permanentes que los que se fundan en un igual an-
helo de instruirse. Desde Italia emporio entonces
de las artes y ciencias donde acudían los españoles
á aumentar sus riquezas literarias, como antigua-
mente los romanos á Grecia, comunicaba Garcilaso

(1) Véase la Epístola de Boscan á D. Diego Hurtado de Mendo-


za que comienza
Holgué, señor, con vuestra carta tanto
(Lib. III, fol. 134 de la 1. edicionde sus Poesías)
a
55

á su amigo noticias de todos los adelantos que se


hacian y obras de mérito que se publicaban. Así le
envió la del Cortesano compuesta por el conde B a l -
tasar Casteglion, libro que nacido digámoslo así en
las manos de la marquesa de Pescara señora la mas
instruida de Italia, como lo prueba su erudita c o r -
respondencia con el cardenal B e m b o , corrió el mun-
do con aprecio, acreditando á su autor de entendido
ó ingenioso. Boscan lo leyó con cuidado y diligen-
cia, ya por la curiosidad que le inspiró el título, ya
por el gran concepto en que tenia á quien se lo en-
viaba, y parecióle tan bien que por esto y por la
insinuación de Doña Gerónima Palova y Almogávar
se determinó á traducirle. Garcilaso que no se habia
atrevido á proponerlo sabiendo su repugnancia al
oficio de traductor, cuando vio por tales manos
puesto tan buen libro en idioma castellano, c e l e -
brólo mucho: pues habiéndose lamentado hasta e n -
tonces de que fuese tal nuestra desventura, que
apenas se hubiese escrito en él sino lo que se podía
excusar, miraba como un beneficio que se le e n c o -
mendasen cosas dignas de ser leídas; y trabajó con
Boscan para que diese su traducción luego á la i m -
prenta, atajando la presteza que los que escriben
mal suelen tener en publicar sus borrones. Por darle
gusto, que no quiso enmendar el manuscrito sin que
antes lo revisase y le advirtiese los defectos, estuvo
presente á todas las corecciones, y quedando c o n -
tento de ellas escribió á Doña Gerónima Palova y
Almogávar una elegante carta, único monumento
56

que nos ha quedado del estilo de su prosa ( 1 ) , en


que, después de darla el parabién por deberse á
ella este trabajo, elogia el acierto con que su amigo
Jo habia desempeñado. En tan gratas ocupaciones
pasó el tiempo de esta visita que la suerte quiso pu-
diera hacer al amado compañero de sus estudios (2).
Repitió este viaje al año siguiente de 1 5 3 4 , año
para el reino de Ñapóles de temores y peligros que
requirieron toda la energía y actividad del Virey.
Con ánimo de restablecer en el reino de Túnez á
Ariendin Baroso en perjuicio de su hermano Muley
Hassen y de asolar la Sicilia y Calabria; dio Soli-
mán el mando de una escuadra de 80 galeras á H a -
riadeno Barbaroja, capitán que de pequeños princi-
pios habia llegado á hacerse señor de Argel y t e m i -
ble en los mares por sus afortunadas piraterías. Las
victorias conseguidas sobre D . Hugo de Moneada
junto á Cerdeña, y sobre el capitán Portundo, cuan-
do venia de llevar á Carlos V á Bolonia para su c o -
ronación, acrecentaron su poder, y vino á tener tanto
número de galeras que pudo competir con Andrea
Doria, á quien también venció sobre Cércelo. Tales
hechos movieron á Solimán á llamarle á su corte y
á darle por su mano las insignias de su capitán gene-
ral. Salió Barbaroja de Constantinopla en la prima-
vera de 1 5 3 4 , y doblando el Faro de Mesina en el
mes de julio, quemó algunos bajeles que allí e n -

(1) Está publicada esta carta en las ediciones del Cortesano y en


algunas de las obras de Garcilaso.
(2) Ilustración VI.
57

conlró, pasó luego á Calabria, saqueó á S. Lúcido


y llevó cautivos todos sus vecinos; abrasó el asti-
llero de Citrario con siete galeras, que el Virey h a -
cia construir en é l ; presentóse en fin á la vista de
Ñapóles; y si saltara en tierra temen los escritores
del tiempo (1) que se apoderara de ella porque se
hallaba sola y sin defensa. De allí guió su rumbo á
la isla Prócida, y saqueó la ciudad; saltó al puerto de
Gaeta, y en laSpelunca, pueblo cercano, hizo mas
de 1,200 cautivos. Llegó á tanto su descaro que sa-
biendo que en Fundi estaba la hermosísima Julia
Gonzaga ( 2 ) , nuera de Próspero Colona, entró la
ciudad de.noche con 2,000 turcos, con ánimo de
prenderla para presentársela de regalo al Sultán, y
solo su buena suerte y la diligencia con que huyó á
caballo, casi desnuda, pudieron libertarla. R o b ó l a
ciudad de Terracina con la misma crueldad que la
de Fundi, y aterrado el gobierno pontificio, temien-
do que la ciudad santa padeciera la misma suerte,
encargó al cardenal de Médicis el cuidado de defen-
der la patria, pero no fué menester; porque Barba-
roja llevaba otro designio, y de repente se puso s o -
bre el África para coger á Muley Hassen descuidado.
Al tiempo que Roma se ponia en defensa los ñ a p o -

(1) Illescas , Historia •pontifical, pag. 551.


(2) De la singular belleza de esta señora hace mención el Arios-
to en el Orlando furioso; é Illescas dice en su Historia pontifical
que " pasaba por una de las mas hermosas y agraciadas señoras que
<( se habian visto en el mundo en sus tiempos, y que así se lo ha-
« bia oido decir á quien la conoció, siendo averiguado que por todo
« e l mundo volaba la fama de su eslraña hermosura."
58

lítanos irritados por los daños padecidos, y q u e -


riendo preservar las costas del reino de otros n u e -
vos, tuvieron el 20 de agosto una junta general en
que determinaron hacer al Emperador, á fin de que
los libertara de tan temible enemigo, un donativo
de 150,000 ducados, de los cuales 50,000 pagaría
la nobleza y el resto recaería sobre el pueblo.
Días antes que se tomase esta determinación sa-
lió Garcilaso para Barcelona con orden de informar
al Emperador de todo el suceso de la armada t u r -
quesa después que entró en aquellos mares, y de
otras cosas concernientes al bien general, según lo
dice el Yirey en carta al Emperador fechada en Ña-
póles el 15 de agosto, añadiéndole que por no saber
como se ofrecerán las cosas va con creencia por ser
tan buen servidor de S. M. y tan bien entendido que
toda cosa se puede fiar de é l ; y suplicándole en fin
que dándole crédito en todo cuanto le pida en su
nombre le despache pronto y se acuerde de hacerle
merced pues lo merecen sus servicios y su p e r s o -
na (1). A principios de setiembre estaba ya en E s -
paña y consta que entre otros negocios graves de
aquel reino informó personalmente al Emperador so-
bre la armada de Barbaroja, sobre el orden que pen-
saba dar el Virey para que los barones del reino de
Ñapóles ayudasen con 100,000 ducados por via de
socorro extraordinario, y sobre el auxilio que n e c e -
sitaba el lugar de Sancto Luchito que era de F e d e -

(1) Documento num. 9.


rico Carrafa á causa de haber quedado destruido por
la armada de Barbaroja, de cuyas resultas le p e r -
donó el Emperador diez años de pagamentos fiscales.
El dia 1.° de octubre se puso en retorno por
tierra, no siendo acaso prudente ir por mar á causa
de las naves de Barbaroja que lo infestaban, y atra-
vesó por la posta la Provenza, hermosa patria de los
trovadores, aun sembrada en aquel tiempo por t o -
das partes de poéticos recuerdos. El dia 12 estaba
en Vauclusa y bajo el mismo cielo que Petrarca e x -
halaba su pasión por Laura, Garcilaso rendia tributo
á otro sentimiento mas suave escribiendo á Boscan
cuan sincera y desinteresada es su amistad hacia él,
en una epístola compuesta en versos sueltos, con li-
gereza y naturalidad sin ostentación de retóricos
adornos. En medio empero de este abandono se r e -
conoce la erudición del poeta y lo empapado que e s p -

iaba en la lectura de los grandes filósofos, pues t o -


das las observaciones que hace sobre la amistad c o n -
frontan con la opinión que sobre este sentimiento
del ánimo expresa Aristóteles en el libro VIII de su
ética como juiciosamente lo observó el señor C o n -
ti (1). Quéjasele en seguida del estado de los caminos
y posadas de Francia, nación bien distante en aquel
tiempo del adelanto y comodidades con que se e n -
vanece en el dia, principalmente en este hermoso
pais de la Provenza cuyas casas de campo y sobre

(1) El conde Juan Bautista Conti: Colección de poesías castella-


nas, traducidas en verso toscano ó ilustradas, 1. parte, tomo II,
a

página 345.
60

todo las de los alrededores de Niza están pobladas de


ingleses, de alemanes y de franceses del norte á quie-
nes sus riquezas permiten acudirá evitar en este
suave clima los rigores del invierno. Garcilaso no ha-
lló en este pais en su tránsito sino falsedad, malos
vinos, sirvientes feas, criados codiciosos, en fin por
todas partes malas postas y anhelo insaciable de son-
sacarle el dinero. Estas son las únicas circunstancias
de su viaje que han sobrevivido hasta nosotros.;
Antes de emprenderlo escribió al Emperador el
Virey para que diese á su favorecido la castellanía
de Rijoles que habia quedado vacante por muerte
del castellano D. Ártal de Alagon, y era tan i m p o r -
tante que convenia la tuviese un sugeto de entera
confianza (1). Suplicábale olvidase los motivos de
queja que podia tener con Garcilaso, en atención á
que siempre que convino servir á S. M . con su p e r -
sona y cortos haberes, lo habia hecho como c a b a -
llero ; le aseguraba que su gobierno en este castillo
seria mucha parte para que estuviese en toda s e g u -
ridad Ñapóles, porque lo tendría en toda fortificación
y buen orden , pudiendo prometerse que no haría lo
que otros castellanos que le habían precedido; ana-
dia que consiguiendo esta merced procuraría el que
trajese su muger para que se arraigase en el virei-
nato, sabiendo que sin falta cumpliría tan bien como
todos cuantos españoles servían en Ñapóles; y con-
cluía en fin que en nombre del interesado y suyo le

(1) Documento núra. 9.


61

hacia esta instancia con tanto encarecimiento que la


merced que á aquel se hiciese la agradecería como
suya propia. No debió el Emperador atender á esta
instancia sin duda por estar aun reciente el enojo que
recibió con el negocio de la boda de Doña Isabel de
la Cueva, pues es cierto que el joven poeta volvió á
Ñapóles sin lá tenencia. Nada prueba mejor la esti-
mación con que el marqués de Villafranca le honraba
que este deseo de buscar medios de retenerle á su
lado. Sabia que naturalmente afectuoso suspiraba
por los placeres de la vida doméstica, que á pesar
de algunos galanteos, ligeros estravíoá de su c o r a -
zón , ó tributo rendido á la galantería del siglo,
amaba á su mujer tiernamente, y cansado de dejarla
tanto tiempo en la soledad de su casa se retiraria á
ella en cuanto encontrase ocasión; y para que sin
separarse de él pudiese conseguir los goces que ape-
tecía trató de proporcionarle un destino que le obli-
gase á traer á Ñapóles su familia; no ignorando que
teniendo consigo su mujer y sus hijos ya no podia
haber en el mundo cosa que le incitase á alejarse de
su amigo y favorecedor.
A su vuelta á Ñapóles debió quedar el Virey tan
satisfecho, como antes lo estaba de su conducta,
pues siguió aprovechando cuantas ocasiones se ofre-
cieron de recomendarle; y no ya solo procuraba ser-
virle en lo que podia tener relación con su vida pú-
blica, sino que llevaba el interés hasta á sus negocios
particulares. Negábase la Mesta á pagarle el servicio
62

ó montazgo de la ciudad de Badajoz (1) que el Rey


Católico concedió á su padre, lo cual dio lugar á un
pleito que se seguía en la Cnancillería de Granada.
El Virey escribió al Emperador una carta fecha en
Ñapóles á 20 de enero de 1535 en que manifestando
los servicios de Garcilaso en aquel reino, é insis-
tiendo en su aptitud para servir en todo cuanto p u -
diera ofrecerse, suplica dé una cédula de suspensión,
durante la ausencia del interesado, ó por lodo el
tiempo que su Real agrado juzgase oportuno; súplica
á que no accedió el Emperador por no estar en uso
lo que se pedia, ni creerlo conforme con el ejercicio
de la justicia (2).
La venida de Barbaroja con la flota del Gran
Turco y su conquista de Túnez causó gran espanto
á la cristiandad, y el Emperador conocidos los g r a -
ves daños que sus reinos especialmente los de Sicilia
y Ñapóles recibieran si no se arrojaba de esta guari-
da á tan terrible enemigo, tomó á su cargo la e m -
presa. España, Italia y Alemania le proporcionaron
sus navios y sus mas aguerridos soldados. Acudió al
embarque del Emperador en Barcelona la flor de la
nobleza de los reinos de España, y entre los caballe-
ros que refieren las crónicas se leen los nombres de
D . Pedro Laso de la Vega y el del marqués de L o m -
bay. Calmado ya algún tanto el enojo del Empera-
dor con Garcilaso, le permitió servir en esta c a m -

(1) Documento núm. 10.


(2) Documento núm. 9.
63

paña y acudió sin duda con las tropas que llevó de


Italia el marqués del Vasto su amigo. La armada
imperial llegó á Cerdeña y de allí tomó rumbo al
África, y fondeó en la goleta donde desembarcó la
gente. Hubo varias escaramuzas, pues aunque el
Emperador mandó á sus capitanes que no saliesen á
ellas, temeroso de alguna celada, y no queriendo
perder soldados infructuosamente por pelear siem-
pre los moros entre los olivares y edificios caidos,
algunas sin embargo no podían excusarse, y el mismo
Carlos se metia entonces en el combate, animando
á unos, castigando á otros y poniendo concierto en
todo con manifiesto peligro de su vida (1). Peleaba
el Emperador con los gentiles-hombres y criados de
su casa y con las lanzas y caballeros castellanos, en-
tre los cuales quizá se hallaba Garcilaso.
El dia 22 de junio se trabó una muy reñida, pre-
sentándose 5,000 enemigos de á caballo y á pié para
impedir el paso y quitar á los cristianos el agua de
un rio que se llama Algecira, quedándose embos-
cados muchos mas de los que se presentaron. Suce-
dió este dia (2) que habiendo visto D . Alonso de la
Cueva al capitán Pedro Juárez, que la noche de an-
tes en la tienda del comendador mayor de León ha-
bía blasonado de sus valentías mas de lo j u s t o , c a -
pitán, le dijo, ahora es tiempo de que mostréis con
las obras lo que ayer sosteníais con las palabras. P i -
cóse del honor Pedro Juárez y poniendo espuelas á

(1) Sandoval, Historia de Carlos V—lllescas, Historia pontifical,


(2) Sandoval, id.
64

su caballo adelantóse determinado hacia los enemi-


g o s , sin que pudiese hacerle volver D . Alonso por
mas que le gritaba que estaba satisfecho de su v a -
lor. Eran 60 los enemigos que tenia enfrente, de los
cuales se adelantron cuatro; y se comenzó á e s c a -
ramucear con buena estrella al principio de parte de
Pedro Juárez que hirió malamente al u n o ; mas al
querer revolver sobre otro como diera en vago el
golpe de la lanza y cargarse mucho de un lado, se
aflojó la silla y dio con él en el suelo. D . Alonso de
la Cueva y otros dos caballeros que viendo su teme-
raria resolución acudian á socorrerle llegaron á tiem-
po de poderle ayudar á levantarse y salvarse. Tres
veces lo sacaron de la escaramuza, y él con un valor
desesperado tres veces volvió al combate hasta que
perdido el caballo y exánime de las heridas quedó
de suerte que, aunque los soldados lo sacaron de ma-
nos de los moros, murió al poco tiempo en el campo.
D . Alonso de la Cueva por libertarle se vio también
en gran riesgo; los moros le mataron el caballo, y
muriera él si nuestro Garcilaso no hiciera frente á
los enemigos, y peleando con denuedo, le ayudara
á retirarse. El encarnizamiento con que se combatió
en esta jornada fué extraordinario. El marqués del
Vasto que salió á recojer la gente que peleaba aun
en los acueductos de Cartago, se vio tan apretado
de los alárabes, que dejando en su poder el s o m -
brero y una medalla, solo pudo escapar por la lige-
reza de su caballo.
El 14 de julio se apoderó el ejército de la Goleta
65

que batida por mar y por tierra no pudo resistir á


la violencia del ataque á pesar de la pertinacia con
que la defendieron los que la guarnecían; mas no
por eso cesaron las escaramuzas arreciando á veces
en términos que faltó poco para que se pelease de
poder á poder. La suerte de estos reencuentros no
era siempre favorable á los españoles, porque sus ca-
ballos poco prácticos en este género de guerra no
podían resistir la fuerza de los que montaban los
alarbes y turcos, y carecían de su agilidad y d e s -
treza en sus movimientos y evoluciones (1). En uno
de los mas encarnizados que se tuvo á la vista de
Túnez estando á tiro de culebrina de la muralla q u e -
dó Garcilaso mal herido de dos lanzadas, una que le
atravesó la diestra y otra la b o c a , que le tuvieron
á los umbrales de la muerte. Con doce caballeros
españoles entre los cuales se hallaba otro ilustre p o e -
t a , D . Diego Hurtado de Mendoza, que disfrutando
mas larga vida llegó á ser un célebre estadista é his-
toriador , se atrevió á arrostrar ochenta caballos nú-
midas que los esperaban orgullosos. Peleando herido
y con pocos soldados veíase oprimido del número,
hasta que fué socorrido de Federico Carraffa c a b a -
llero napolitano, y del mismo Emperador que s a -
biendo el peligro en que se hallaba, partió espada
en mano con sus hombres de armas y peleó animo-

(1) Paulo Jovio, Historia de las cosas sucedidas en Alemania, Es-


paña, Italia, cap. XLU, pág. CXX1I de la traducción de Antonio
Juan de Villafranca, imp. 1562.
66

sámente mucho tiempo á su lado, sacando él mismo


de entre los pies de los caballos enemigos al bizarro
Andrés P o n c e , caballero andaluz.
Durante la curación de sus heridas debió tener
Garcilaso alguna aventura galante según parece i n -
dicarlo el cardenal Cienfuegos (1), aunque ignoramos
las circunstancias. Túnez fué entrada y saqueada el
20 de julio, y sojuzgado el reino por las armas i m -
periales en poco mas de dos meses (2), entregó el
Emperador su posesión con ciertas condiciones á
Muley Hassen ó Muleasés, como algunos le llaman,
dejó por capitán general de la goleta á D . Juan de
la Cueva señor de Bedmar, y él pasó á Sicilia d e -
sembarcando en Trápana donde descansó algunos
dias. Desde esté pueblo Garcilaso fiel á la amistad
que con Boscan le ligaba, le dirige la elegía II en
que en lindísimos versos le entera de como con las
musas se distrae de sus afanes y fatigas, y le cuenta
como desde allí deben dirigirse á Ñapóles con cuyo
motivo recuerda los amores que en esta ciudad dejó;
teme que la ausencia haya hecho infiel á su amante,
y quejándose de que la suerte le obligue á una vida
tan azarosa y turbulenta, envidia el estado de su
amigo que en su patria, entre los brazos de quien

(1) Vida de S. Francisco deBorja, lib. II, pág. 50. El mismo


Garcilaso parece lo confiesa en el soneto X X X V .
(2) lllescas dice que solo duró 26 dias, pero no tiene razón;
por Sandoval consta que la expedición salió de España el 30 de
mayo y de Túnez el 12 de agosto.
67

bien le quiere, puede contemplar sin obstáculo al


caro objeto á quien ya procurando eterna fama en
sus inmortales escritos (1).
De Trápana se encaminó la corte á Palermo
donde fué el Emperador recibido con servicios y
congratulaciones de la victoria. Dio algún descanso
á su gente, que harto lo necesitaba, pues aunque
la campaña habia sido tan breve, los padecimientos
fueron grandes ya por la naturaleza del terreno, que
es arenoso y falto de aguas, ya por los ardentísimos
calores de la estación y del clima. De resultas m u -
rió en Palermo (2) el gallardo joven D . Bernardino
de Toledo, hermano del gran duque de Alba Don
Fernando, suceso que colmó el tierno corazón de
Garcilaso de tristeza y amargura porque se amaban
entrañablemente. Cuando se mitigó algún tanto su
pena compuso una elegía para levantar el ánimo del
Duque que la fuerza del dolor tenia abatido.
Después de descansar algunos dias en Palermo,
pasó el Emperador por el estrecho á Rijoles y por
tierras del Príncipe de Salerno (3) á Ñapóles. G a r -
cilaso convalecido ya de sus heridas le acompañó á
esta ciudad, mansión de delicias mas propia para
reparo de las fatigas pasadas que la isla encantada

(1) Elegía II que empieza: Aquí, Boscan, donde del buen Tro-
yano etc.
(2) Argote de Molina en su Nobleza de Andalucía estampó erra-
damente que murió en Túnez, lib. II, c a p . X X l l , Sandovallib. XXII,
§ 4-6, dice que en Trápana camino de Palermo.
(3) Segunda parte de la Historia Pontifical y Católica del d o c -
tor Gonzalo de lllescas, tom. I!, pag. 561—Sandoval, Historia de
la vida del Emperador Carlos V, lib. X X I I , § 48.
68

en que según fábula de Camoens premió Venus á los


intrépidos conquistadores de la India. Aquí recibió
el victorioso monarca los parabienes del Papa y d e -
más potentados de Italia, dispuso el matrimonio de
su hija natural madama Margarita con Alejandro de
Médicis, duque de Florencia, y asistió á las fiestas y
regocijos con que le agasajó el Virey del reino, el
gran D . Pedro de Toledo. Hubo fuegos, torneos,
justas y banquetes (1). El mismo Emperador jugó
cañas en los dias de carnaval, corrió toros vestido á
la morisca á uso de España con su cuadrilla, y acu-
dió á los saraos y banquetes con máscara por c o m -
placer á las damas napolitanas que se lo suplicaron.
Estaba Ñapóles en aquellos dias mas brillante que
jamás se ha conocido (2). Además de los señores
españoles del ejército de Africa, el duque de Alba,
conde de Benavente y otros grandes y gentiles-
hombres, habían acudido todo lo mas ilustre de las
dos Sicilias y muchos capitanes y personajes extran-
jeros á visitar al Emperador; de cuyo número f u e -
ron el duque de Urbino, el de Florencia en cuya
compañía vinieron desde Roma D . Fernando y Don
Juan de la Cerda, hijos del duque de Medinaceli, y
D . Francisco de Toledo de la casa de Alba; Pedro
Luis Farnese, hijo de Paulo I I I ; cuatro embajado-

(1) Segunda parte de la Historia Pontifical y Católica del d o c -


tor Gonzalo de lllescas, tomo 11, pág. 561 — Sandoval, Historia de
la vida del Emperador Carlos V, lib. X X I I , § 48.
(2) Pierre Jiannone, Histoire du royanme de Naples, imp. a
l'IIaye chez Pierre Gosse et Isaac Beauregard MDCGXLII, tom. 1Y,
lib. X X X I I , cap. II, pág. 83.
69

res de Venecia; D . Fernando Gonzaga Principe de


Molfette ; los cardenales de Siena y Cesarini como
legados del Papa, otros cuatro cardenales y D . Fran-
cisco de Este marqués de la Pádula.
Pero lo que mas contribuía á la hermosura y
explendor de la ciudad eran la reunion de damas
distinguidas por su nacimiento ó por su belleza, por
sus talentos ó por sus gracias; reunion que era pre-
ciso resultado de la de tantos poderosos príncipes.
Brillaban entre ellas la marquesa del Vasto, Doña
María de Aragon, dama de real presencia y c o n t i -
nente á cuya superior belleza igualaban sus talentos
y discreción, como si el Criador, dicen los escrito-
res italianos, se hubiese esmerado en derramar en
ella todos sus dones á manos llenas (1); Doña Juana
de Aragon su hermana, mujer de Ascanio Colona,
que fuera la primera en todo si no existiera la mar-
quesa ( 2 ) ; Doña Isabel Villamarino, princesa de Sa-
lera o ; Doña Isabel de Capua, princesa deMolfette,
mujer de D . Fernando Gonzaga; la princesa de B i -
signano; Doña Isabel Colona, princesa de Sulmona;
Doña María de Cardona, marquesa de la Pádula ( 3 ) ;

(1) On remarquait entr'autres D . Marie d'Aragon, marquise du


a

Vaste, dame d'une prestance royale et dont l'esprit et le jugement


non le cédaient en rien au chef-d'œuvre de la nature qui s'était
épuisé a répandre sur elle toutes les grâces ressemblées. (Jiannone,
Histoire du royaume de Naples, lova. IV, lib. X X X H , cap. 11, pág. 83)
(2) D. Jeanne d'Aragon, sa sœur, femme d'Ascagne Colonne
a

qui pouvait presque aller de pair avec elle. (Id. id.)


(3) Dice Jiannone que era mujer de Fernando de Este, pero d e -
bió decir Francisco pues este nombre le da poco mas arriba y así le
llama también Herrera en el comentario del soneto X X I V . Tam-
bién se equivoca en suponerla ya casada con este caballero, pues,
70

Doña Clarisa Ursina, princesa de Síigliano; la prin-


cesa de Schilace; Doña Robería Carrafa duquesa
de Madalona y hermana de la princesa de Stiglia-
n o ; Doña Dorotea Gonzaga, marquesa de Bitonto;
Doña Leonor de Toledo hija del Virey que mas ade-
lante casó con Cosme de Médicis, primer gran d u -
que de Toscana ( 1 ) , y otras varias señoras tituladas
del reino; y en fin la famosa Lucrecia Scaglione,
que aunque no pertenecía á tan elevada clase se dis-
tinguía entre todas por su belleza y peregrinos t a -
lentos. Mostraban los caballeros sus galas y preseas
y hacian ostentación no menos que de gallardía de
la agudeza de sus ingenios para cautivar las v o l u n -
tades de tan ilustres damas, siendo en general los
mejor recibidos los españoles, no solo porque su
galantería con razón celebrada en aquel siglo servia
de norma á todas las naciones del mundo, sino por
ser la nación á que mas las inclinaban sus simpa-
tías ( 2 ) ; ora fuese por una natural inclinación naci-
da de la semejanza del clima, ora porque siendo
nuestra mas antigua conquista, y teniendo una n o -
bleza cuya flor y nata era de origen español, esta-
ban mas amoldadas á nuestros usos y costumbres.
Asistió á todas estas fiestas Garcilaso, y pocos

según escribe Antonio Minturno, no se efectuó este enlace hasta el


año 1538, y cuando el Emperador estuvo en Ñapóles estaba casada
con D. Artal de Cardona, conde de Colisano su primo. (Herrera,
Comentario, pág. 187)
(t) Salazar de Castro, Glorias de la casa Fámese, pág. 58G.
(2) De lo bien que se avenía la nación napolitana con la espa-
ñola habla el doctor Cristóbal Suarez de Figueroa en su Pasagero,
fol. 30.
71

había en disposición de disputarle la palma del fa\or


con las damas. El mismo Herrera confiesa que no
pasó á Italia español mas bien quisto y amado (1).
A lo esclarecido de su nacimiento unia la gallardía
de su persona á que daba un gran realce la exten-
sión de su ingenio y la suavidad de su trato. H a -
cíanle aun mas interesante las recientes heridas,
claro testimonio de su denuedo, y aunque la que
recibió en la boca hubiese desfigurado la belleza de
sus facciones y entorpecido su lengua, dicen que
como si la suerte quisiese añadirle de gracia lo que
le quitaba de hermosura, la dificultad misma de su
pronunciación le daba cierto acento infantil que
anadia á la dulzura de su hablar un singular atrac-
tivo.
Las distracciones sin embargo no disiparon su
espíritu en términos que le hiciesen olvidar de su
afición al estudio. Por este tiempo recibió del c a r -
denal Bembo que residía en Padua, una carta en
que le da este purpurado las gracias por unos v e r -
sos que le dirigió; y augurándole la gloria que dará
á su patria si sigue el camino comenzado, le a s e -
gura el trabajo que tienen que invertir los italianos
para no ser vencidos por él en el cultivo de la p o e -
sía. En la misma le recomienda á Honorato Fasci-
tel, monje casinense, que iba á Ñapóles á negocios
de familia, sugeto de agudo ingenio y muy instrui-
do en las buenas letras con quien desea entable

(1) Herrera, Comentario, pág. 15.


amistad á causa de lo mucho que le amaba el m i s -
mo Honorato, sin conocerle mas que por la fama.
Esta carta y otra (1) que el cardenal dirigió ante-
riormente á Fascitel son el testimonio mas irrefra-
gable del cariño con que era apreciado Garcilaso en
Italia y de la admiración que infundía á sus litera-
tos, los cuales buscaban y seguian con aprecio su
censura y consejos. Scipion Capicio docto napoli-
tano consultó con él si publicaria la interpretación
á Virgilio de Servio el gramático; y como por su
aprobación y mandado la diese á luz en este año
de 1535 se la dirigió con una honorífica carta dedi-
catoria en que le da el título de varón doctísimo (2).
Cuando así ayudaba con sus auxilios y afecto á los
escritores italianos no se olvidaba de los españoles:
por entonces mismo proporcionaba á Juan Ginés de
Sepúlveda para que sirviesen de luz á sus escri-
tos (3) los Comentarios de la guerra de Túnez que
escribió Luis de Avila. El tiempo que pasó en Ñ a -
póles fué acaso de los mas placenteros y gratamente
ocupados de su vida, y solo tuvo de malo el no ser
de mas larga duración.
Mientras en lo exterior parecía que en esta capi-

(1) Ambas pueden leerse en la Ilustración VII.


(2) Puede leerse esta carta in Addilionibus ad Bibliothecam Ni-
colai Topii, pág. 1 2 8 , en que se hace mención de Joviano Pon-
tano.
(3) Dos obras escribió sobre Carlos V ; ' primera titulada De
a

rebus gestis Caroli V imperatoris, obra latina muy alabada de D. N i -


colás Antonio que solo conocia de ella algún trozo; y la otra De
bello Áfrico á Casare gesto que se conservaba ms. en el colegio de
jesuítas de S. Pablo de Granada.
73

tal solo se pensaba en fiestas y regocijos, en lo secre-


to se preparaba Carlos para abandonar las delicias de
corte tan escogida y responder á las provocaciones
de la Francia. El duque de Milán Francisco S f o r -
zia murió por este tiempo y sus estados debían r e u -
nirse al imperio por haber muerto sin hijos. Pidió
al Emperador, Francisco I , con muchas embajadas
y aun buscando por medianero al Papa Paulo III la
investidura de aquellos estados para su hijo, y como
no se la concediese de grado trató de arrebatársela
por la fuerza. Declaró la guerra al duque de S a h o -
ya, su tio, con especiosos pretextos, pero en reali-
dad para poder aproximar sus tropas al ducado de
Milán, Su general el almirante de Francia ganó sin
trabajo todos los lugares del de Saboya, pasó hasta
Turin en el Piamonte y no se detuvo hasta Vercelli,
cuya conquista estorbó Antonio de Leiva con su
gente. Llevaba términos de apoderarse de gran
parte del ducado de Milán si no se pusiera de por
medio el cardenal de Lorena, que le requirió no
quebrantase la paz entre el Emperador y R e y , i m -
pidiendo los conciertos que en Flándes se trataban
entre los dos por medio de las reinas Leonor y M a -
ría, hermanas del César. Este movia tratos de paz
con Venecia, enviaba dineros al Rey de Romanos
para que levantase gente en Alemania, hacia repar-
timientos á Sicilia, Ñapóles y Milán y pedia un sub-
sidio á Castilla, previniéndose de todos modos para
la guerra. Hechos estos apercibimientos salió de
Ñapóles á fines de marzo de 1536 y dirigióse hacia
74

R o m a , siendo recibido de todos los pueblos del


tránsito con la mas solemne pompa y expresivas
aclamaciones. Con no menor fausto hizo su entrada
en Roma donde pasó la semana santa acudiendo á
los oficios y visitando las estaciones, y el dia de R e -
surrección asistió en público á la misa del Pontífice
vestido á la usanza antigua de los Césares.
Parece que Garcilaso no le acompañó por un su^-
ceso raro, referido por Luis Zapata, autor que con
mas difusión que elegancia escribió en verso la vida
del Emperador (1); y aunque las relaciones de los
poetas no sean la autoridad mas segura, y la de este
suceso mas que un hecho verdadero parezca una de
las fabulosas proezas de Amadis de Gaula, ó de Don
Belianís de Grecia, no debe pasarse en silencio, en
primer lugar porque en él se ve retratado á lo vivo
el espíritu del siglo, que animaba á los caballeros á
hacer con su valor invencible aparecer pequeñas las
mas inverosímiles hazañas de los libros caballeres-
cos ; y en segundo lugar porque prueba el concepto
de extraordinario denuedo que disfrutaba Garcilaso,
cuando un escritor contemporáneo le supone actor
de tan portentosa aventura. Refiere pues Zapata que
antes de abandonar á Ñapóles el Emperador, mandó
á Garcilaso á enmendar alegremente un tuerto por
cierta usurpación que le hacia un caballero pariente
suyo; y mal herido en casa de la dueña que era o b -
jeto de la querella, detúvose á curar ocho ó diez

(1) Ilustración VIII.


75

días. Sin querer recibir otra paga que un caballo por


otro que habia perdido en la demanda, y una lanza
por la que había roto en la acción, aun no bien con-
valecido de sus heridas, partió para Roma á reunirse
con el Emperador. Entregó la lanza á su escudero y
se puso en camino, sufriendo las incomodidades de
los alojamientos y de las intemperies. Encontró
una dama que extrañando verle ir solo por tan e s -
puestos parajes le aconsejó dejase aquel camino, ó
aguardase para hacerle á ir en compañía, por los
riesgos que en él habia. Preguntó cuales eran y con-
testóle que de Ñapóles á Roma no osaban ir solos
ni aun ochenta caminantes porque de los bosques
salian multitud de facinerosos mas fieros que leones,
en tal número que á veces se juntaban hasta mil, y
quitaban vida y hacienda á los pasajeros por lo cual
jamás osaban caminar por aquellos montes menos
de 500, y estos bien armados. Agradeciendo el aviso
manifestó su resolución de no volver atrás, teniendo
por afrenta lo contrario llevando consigo su espada.
Aquella noche albergó en una pobre venta y el hués-
ped le expuso también el peligro que corría en pro-
seguir en su temeridad. En efecto siguiendo su c a -
mino al atravesar cerca de Veliíre (1) notó su e s -
cudero , que menos valiente llevaba erizados los
cabellos, salir humos de unos encinos y resonar sil—
vos, cuernos y bocinas, con cuyo son se convocaban
los salteadores al verlos entrar por aquellas florestas.

(1) Asi dice; acaso es Veletri.


76

Mas de trescientos bien armados se reunieron en lla-


no, y rodeáronlos aunque con gran desorden. Garci-
laso enristra su lanza, parte firme en su silla, mien-
tras su escudero se aparta á mirarle y ohservarle;
y acometiendo á los foragidos mata á uno, tien-
de tres y deja heridos mas de veinte. Saca luego la
espada é hiriendo á unos, matando á otros y revol-
viéndose mas ligero que una onza hace tal destrozo,
que no osando ya ninguno de ellos acercársele, l o -
gró que amedrentados se escondiesen en la espesura.
Entonces alzando la cabeza vio á su escudero ente-
ramente desnudo colgado á un árbol de un pié. A c u -
dió con su caballo, le descolgó, le dio el vestido de
uno de los muertos en la pelea, prosiguió su camino,
en el cual aunque asaltado con grandes rebatos no
fué acometido de n u e v o , y llegó salvo y con fama
á Roma al lado del Emperador. En medio de la exa-
geración de este relato que debe dimanar de algún
hecho verdadero, se saca siempre de cierto la o p i -
nión de valiente que se habia conquistado el poeta,
como si no podia ocurrir álos contemporáneos con-
vertir al autor de tan apacibles cantos pastoriles en
un denodado caballero de la tabla redonda.
El dia 18 de abril dejó á Roma el Emperador y
fué desde Sena á Florencia donde su yerno é hija
le tenían preparado un solemnísimo recibimiento, y
costosísimas fiestas. Garcilaso, que le acompañó, ad-
miró la riqueza y monumentos de aquella ciudad,
vio la fortaleza que á la sazón estaba construyendo
el gran Duque y disfrutó de los obsequios que se hi-
77

cieron á la comitiva del excelso huésped. En medio


de estos festejos traia divertido el ánimo del Empe-
rador , el modo de arrojar de Italia el ejército del
Rey de Francia, é ideaba el reunir á las tropas que
ya tenia, otras que con sus trenes y provisiones
correspondientes debían venir de Alemania, y p r o -
curar distraer la atención del enemigo á muchas
partes, ya por Alemania, ya por Flándes por la
parte del Luxemburgo, ya por Italia y por el mar
para causarle mas perjuicios y ponerle en mayores
aprietos. Para tratar de este plan de campaña con
Andrea Doria y Antonio de Leiva que eran los prin-
cipales capitanes que habían de ponerle en ejecución
no encontró sugeto mas de su confianza que Garci-
laso, á quien con instrucción dada en Florencia á 4
de mayo de 1536 (1) envió á Genova á comunicar á
Doria sus proyectos, y á decirle que para enterarle
mejor fuera con algunas galeras á Sarzano para el
10 de mayo, dia en que el Emperador llegaría á este
punto según el itinerario que se habia propuesto.
De aquí marchó Garcilaso á Milán á conferenciar
de lo mismo con Antonio de Leiva, capitán general
cesáreo de la liga ofensiva de Italia; y volvió á Geno-
va á esperar la llegada de las galeras de España que
debian venir muy en breve con 3,000 españoles de
infantería, de que S. M. le nombraba maestre de
campo, para que sirviese en aquella jornada. L l e -
vaba también orden de despachar un correo á Man-

(1) Documentos núm, 11.


78

tua con cartas de Doria, de Leiva y del comendador


Figueroa para el comendador mayor de Alcántara
D . Pedro de la Cueva, capitán general de la artille-
ría. Cumplió exactamente con tan interesantes e n -
cargos. El 6 antes de amanecer entregó al embaja-
dor D . Gómez Suarez de Figueroa las dos cartas de
S. M . y el memorial de lo que se habia de proveer;
el mismo dia platicó con Doria sobre lo que contenia
su instrucción, y este se preparaba á odedecer; y
el 8 Leiva estaba enterado de todo y contestaba des-
de Rivarota á S. M. largamente, suplicándole m a n -
dase lo que habia de hacer, para ejecutarlo con la
mayor diligencia. A esta carta acompañaba una
instrucción de lo que Garcilaso habia de contestar
á S. M. sobre los puntos que le prevenía, relativos
á la campaña próxima.
El 10 de mayo llegó Garcilaso á Sarzano donde
ya estaba la corte. A los pocos dias lo mandó á Ge-
nova el Emperador, el cual escribió á Doria que
desde Alejandría daria orden de lo que deberían ha-
cerse los 3,000 hombres que se esperaban en las g a -
leras de España; pero que si venian antes que su
regia persona llegase á esta plaza que los hiciese
pasar entre ella y Genova (1). Previno á Garcilaso
siguiese las órdenes de Doria, y para que pudiese
desempeñar mejor el cargo con que le honraba, le
concedió tener una compañía de dicha infantería sa-
cándola por igual de cada una de las que componían

(1) Documentos núm. 11.


79

los 3,000 hombres, de suerte que quedasen todas


con la misma fuerza respectiva, invistióle del cargo
de capitán de ella con los emolumentos y preemi-
nencias anejas á este oficio, y dispuso que en v a -
cando cualquiera de las compañías se consumiese
para no proveerse, y se repartiese la gente entre
las que quedaren. El 20 escribió el nuevo maestre
de campo al Emperador (1) que Doria había deter-
minado que la gente que venia, lucida y buena s e -
gún afirmaban cuantos la habian visto, desembar-
case en Baya ó en Saona y de allí tomase el camino
de Alejandría pasando entre esta ciudad y Genova,
y que él se adelantaba á Saona para tener provisto
todo lo necesario al desembarco. El 19 aportaron
veinte y cinco galeras en que venían diez capitanes
con los 3,000 hombres, habiendo salido de Málaga
el 27 de abril.
En ellas venia el marqués de Lombay, m a y o r -
domo mayor de la Emperatriz, que de su orden traia
ciertos encargos á su esposo, y cumplida su c o m i -
sión , debia quedarse en el ejército para servir en
esta empresa como leal caballero (2). También se
habia embarcado en las mismas Garcilaso el sobrino,
y aunque el Emperador noticioso del embarque man-
dó á su embajador en Genova Gómez Suarez de F i -
gueroa le notificase bajo pena de la vida y perdi-
miento de bienes que no viniese, ni entrase en la

(1) Ilustración núm. IX.


(2) Ilustración núm. X .
80

c o r l e , ni en el ejército, ni permaneciese en ninguno


de sus reinos y señoríos; y le encargó advirtiese á
D . Alvaro de Bazan, á Andrea Doria y á los capita-
nes de las galeras que no lo recibiesen ni consintie-
sen entrar en ninguna de ellas, se presentó en G e -
nova con ánimo de hallarse en servicio de su patria
en la nueva guerra que se emprendía. Andrea D o -
ria compadecido de su suerte escribió al Emperador
que viniendo decidido á comportarse de modo que
hiciese cambiar la opinión que de él se tenia, y h a -
biéndole enviado á decir que servirá voluntario en
las galeras, cosa que á él le parece harto castigo á
su falta, no ha querido contestarle, hasta ver si la
propuesta del joven conviene con la voluntad de
S. M . ; pero el Emperador que ya tenia dada orden
al Virey de Ñapóles para que no le dejase entrar en
aquel reino permaneció inflexible y mandó de nuevo
que no se le recibiese en ninguna galera de sus e s -
cuadras (1). Severidad excesiva si no tenia otra causa
que una desobediencia disculpada por los pocos años
y digna de olvido, por su falta de resultado; pues
parece no llegó á casar con Doña Isabel de la Cueva,
puesto que esta señora fué después condesa de San
Esteban (2), y él en Augusta ciudad de Alemania
trató y concertó casamiento en 1548 con Doña A l -
donza Niño de Guevara , hija del señor Rodrigo Ni-
ñ o , vecino de Toledo, Comendador de Lorquí en la

(1) Documentos núm. 19.


(2) Tamayo de Vargas, Anotaciones d Garcilaso, fol. 7 vuelto.
81

orden de Santiago , y de Doña Teresa de Guevara.


Mas tarde se reconcilió con él el Emperador hasta
el punto de hacerle testigo de su último codicilo, y
de emplearle en otras comisiones de importancia.
Antonio de Leiva salió el dia 6 de Moncaller con
el ejército, y á Fabricio maestre de campo de la i n -
fantería italiana que estuvo allí, aunque su gente aun
no era llegada, y á Garcilaso dej6 comunicadas las
órdenes de lo que deberían hacer en este punto.
Agradó al Emperador que Garcilaso con sus 3,000
españoles y Fabricio con los infantes italianos queda-
sen en Moncaller, confiado en que ambos darían bue-
na cuenta de sus personas. Desde Aste donde estaba
pasó á Sabillan deseoso de ver el pueblo de Fosan, á
que Antonio de Leiva habia puesto sitio con 15,000
infantes alemanes é italianos v muv buena caballe-
ría, y en Sabillan (1) celebró consejo de Estado y
guerra á que asistió Leiva, para determinar los pun-
tos principales de la expedición. Allí se acordó el
orden y formación que habia de llevar el ejército (2).
En el mismo pueblo, á los dos días de rendido F o -
san , que se entregó el 6 de j u l i o , se celebró otro
consejo de guerra en que se lomaron providencias
para partir sobre Niza. Entre tanto el conde de Na-
sau entraba en Francia por la parte de Flándes. Otro

(1) Documento núm. 11.


(2) Así consta por carta del Emperador fecha en Aste á 5 de
junio, véanse los Documentos núm. 1 1 ; pero la fecha debe estar
equivocada, pues es contestación á una del 6 ; si en estos días estaba
ya el Emperador en Aste, erró Sandoval cuando dijo que no llegó
á este pueblo hasta el 2 2 , Historia de Carlos V, l i b . 2 3 , § 6. "
6
82

ejército estaba en expectación de la conducta de los


suizos para evitar que auxiliasen al Rey Francisco.
Con grandísimo trabajo despeñándose muchos caba-
llos y acémilas pasó el Emperador con su numeroso
campo los montes, llegando á Niza el dia de San-
tiago. Apoderóse de Frejus, donde desembarcó la
artillería, que por los malos caminos no había p o -
dido venir por tierra. Otros varios lugares de menos
consideración también se le rindieron; mas siguiendo
la via de Marsella halló los pueblos desamparados y
sin bastimentos, porque asilo habia mandado el R e y .
Irritados los imperiales del mal recibimiento saquea-
ron á Bruñóla, y por los que allí se prendieron se
supo que el Rey Francisco estaba en Aviñon, sin
propósito de salir á pelear hasta que le llegaran las
tropas suizas, que esperaba en su auxilio. Andrea
Doria tomaba el puerto de Tolón y su castillo, mien-
tras el Emperador con el grueso de su campo se s i -
tuaba en Aix á las puertas de Marsella, que se creía
entraría en tratos. Pero habiendo salido fallida esta
esperanza, enfermando la gente por el mucho calor,
mal régimen y escasez de vituallas, y aumentándose
las fuerzas de los franceses al paso que las de los
imperiales disminuian, el negocio de la guerra e m -
peoraba; y muchos capitanes conociendo que no p o -
dían hacer cosa importante en Francia, opinaban
que se desistiese de la empresa.
El 3 de setiembre se reunió consejo de guerra
en que se resolvió que atendido lo -adelantado del
tiempo, enfermedades del ejército, falta de víveres
83

y de dinero, se retirase el campo á Italia, á pesar


de las felices nuevas de las tropas de Nasau, que
adelantándose victoriosas se hallaban á punto de p o -
ner cerco á Perona (1). Antonio de Leiva que habia
sido el consejero de la empresa sucumbió el 8 á sus
enfermedades, encrudecidas por la melancolía y aba-
timiento en que le postró el mal éxito de sus p r o -
yectos. El marqués del Vasto, que todo lo disponía
desde que Leiva cayó en cama, fué quien cuidó de
esta retirada. El 13 se levantó el campo y el 20 llegó
el Emperador con la vanguardia á Frejus, á donde
con tres dias de anticipación habían llegado las g a -
leras genovesas y españolas. En todos estos dias no
se vieron mas enemigos que treinta ó cuarenta c a -
ballos descubiertos por la caballería ligera que c a -
minaba detrás de la retaguardia. Se halló alguna vi-
tualla en la tierra por donde pasaron las tropas, y
con la que se sacó de la armada junto á Marsella,
vinieron suficientemente provistas y aun con sobras
para su marcha hasta Niza á donde llegaron el 2 5 .
Pero dos dias antes de esta partida sucedió al
ejército imperial una desgracia que debia poner el
sello á todas las anteriores. Hay á cuatro millas de
Frejus yendo de poniente para levante un lugar p e -
queño de la orden de S. Juan á cuyo lado se eleva
una torre llamada de Muey , desde donde cincuen-
ta (2) villanos, la mayor parte arcabuceros, que en
ella se habían hecho fuertes, molestaban al ejército

(1) Sandoval, Historia del Emperador Carlos V.


(2) Según Zapata eran solo Irece, véase la Ilustración X I .
84

hiriendo malamente algunos soldados con piedras y


otras armas arrojadizas. Irritado el Emperador de
tan insultante audacia mandó combatirla torre, y
arrimadas dos piezas de artillería luego quedó abier-
ta brecha por una banda. Tardando sin embargo en
entregarse, divulgóse por el campo que el E m p e -
rador estrañaba que batida de este modo no la e n -
trasen sus tropas al primer golpe, y al instante pidió
escalas todo el campo. Picóse mas que nadie Garci-
laso que como maestre de campo de la infantería
destinada al objeto, creyó que á él tocaba la recon-
vención y se dirigió á subir osadamente por una es-
cala sin que le pudiesen detener los ruegos de sus
amigos, que al verle desarmado, asidos de él p r o -
curaban estorbar su temeridad. Desprendióse de
ellos, y sin coraza ni casco, con espada y rodela en
m a n o , arremetió hacia el muro seguido de D . A n -
tonio Portocarrero de la V e g a , primogénito de la
casa de Palma que después casó con su hija, y de
un capitán de infantería española que al ver su ar-
rojada decisión no quisieron abandonarle. Llegaba
ya al último peldaño de la escala cuando despeñaron
de lo alto una gran piedra, que alcanzándole en la
rodela con que se cubría le hirió en la cabeza con
su misma arma defensiva. A tan violento impulso
cayó de espaldas en el fosOj envolviendo en su caida
á los dos que le seguian. Alzóse en el campo un cla-
mor general á tan lamentable espectáculo, y muchos
de los caballeros acudieron á socorrerle entre ellos
el marqués de Lombay que hizo con él, dice su his-
85

toriador (1), finezas de amigo y oficios de cristiano.


El Emperador centelleando de ira mandó asaltar con
mucha gente la fortaleza, que se demoliese desde
cimientos para que no quedase sobre la haz del suelo
este padrón de ignominia y que se ahorcase á los
cincuenta franceses actores del atentado. No estaban
aun comunicadas estas órdenes y ya trepaban por la
torre D . Guillen, hijo de D . Hugo de Moneada, uno
de los jóvenes lucidos pajes del Emperador y D . G e -
rónimo de Urrea, caballero del linaje de la casa de
Aranda, que aficionado á las bellas letras tradujo el
Orlando furioso de Ariosto (2), pero mas digno de
fama por sus prendas militares que por sus méritos
poéticos. Ambos hicieron rendir los villanos, y el
Emperador que no queria oir palabras de piedad
mandó á D . Luis de la Cueva que los ahorcase á t o -
dos de las almenas: rigor desacostumbrado en el áni-
mo benigno de tan gran Príncipe, que nos muestra
bien el exceso de dolor y rabia, con que destrozó
su alma tan trágico suceso.
Garcilaso fué conducido á Niza en los Reales y
asistido esmeradamente por los médicos y cirujanos
del Emperador. Lisonjeáronse al principio con e s -

(1) Cienfuegos, lib. II, cap. IV.


(2) Orlando furioso de M. Ludovico Ariosto. Traducido de l e n -
gua toscana en española, por D. Gerónimo de Urrea. Poseemos
una edición hecha en Bilbao por Matías Mares año 1583, en de
que habla D. Nicolás Antonio. La traducción es mediana, por lo
cual Hernando de Acuña satirizó su estilo en unas estrofas en que
parodió la canción de la Flor de Gnido de Garcilaso, pág. 209 de
la edición hecha por Sancha, 1804. Sedaño la publicó también en
el Parnaso Español, tomo II, pág. 52.
80

peranzas de su recobro, pero al séptimo dia se cono-


ció que las heridas eran mortales, y comisionaron al
marqués de Lombay para que le diese tan triste
nueva, que escuchó con una serenidad admirable.
Las muestras de cariño y de interés que recibió del
Emperador, del duque de Alba y todo lo mas ilustre
y florido del ejército debieron enternecer su corazón
y servir de dulce consuelo á sus últimos momentos.
El marqués de Lombay en especial no se separó un
punto de su lado hasta que recogió su postrer s u s -
piro , pues aunque le faltaba valor para ver los p a -
decimientos de su amigo , no queriendo este quedar
privado de su amada compañía, se sobrepuso á su
dolor, y el afligido caballero (1) recordando las pren-
das admiradas y el noble espíritu del doliente, sus
años vestidos de las mas halagüeñas esperanzas, su
ingenio, su valor, su cortesanía, las proezas de su es-
pada y los lauros de su elocuencia, en fin aquel he-
chizo con que atraia á sí los corazones de t o d o s ; y
contemplando desangrado en sus brazos este objeto
de las larguezas de la naturaleza y la fortuna, á este
digno poseedor de cualidades tan divinas, abrió al
desengaño su pecho y se preparó á aquella carrera
de virtud y abstracción á que acabó de decidirse,
cuando en Granada vio convertida en asqueroso c a -
dáver la belleza mas celebrada del siglo; y abando-
nando sus riquezas subió desde el retiro á ser vene-
rado en los altares entre los héroes de la religión

(1) Cienfuegos, lib. TI, cap. IV.


87

cristiana, con el nombre de S. Francisco de Borja.


Después de cumplir con todos los deberes de c a t ó -
lico murió Garcilaso el 1 í de octubre á los treinta
y tres años de su edad, y á los veinte y un (1) dias
de recibido el golpe. Depositaron su cuerpo en el
convento de Santo Domingo de Niza y dos años des-
pués lo trasladaron á Toledo para ser sepultado en
el convento de Dominicos de S. Pedro Mártir (2) en
la capilla del Cristo con la cruz á cuestas, á mano d e -
recha de la m a y o r , antiguo sepulcro de los señores
de Batres, sus antecesores. Sobre su túmulo c o l o -
caron un busto de mármol que representaba su ima-
gen (3). Andando el tiempo la misma losa cubrió el
cuerpo de su hijo Garcilaso, que con el nombre del
padre heredó sus prendas y menguada suerte, m u -
riendo también desgraciadamente en la flor de sus
años.
Era el gran poeta tan imprematuramente muerto
el caballero mas hermoso y gallardo de cuantos c o m -
ponían la brillante corte del Emperador: su esta-
tura mas bien aventajada que mediana, los m i e m -
bros en justa proporción, las facciones de una re-
gularidad agradable, que daban á su rostro una
belleza varonil: dilatada y majestuosa su frente,
sus ojos rasgados y vivísimos, aunque con dulzura,
y tenia tal distinción y nobleza en su continente y
modales que solo con verle se le juzgaba hombre

(1) Véase Ilustración X I .


(2) Herrera, Comentarios, D. Tomás Tamayo de Vargas, id.
(3) Cienfuegos , Vida de S. Francisco de Borja.
88

ele elevada alcurnia y de ánimo esforzado. Aunque


su rostro debió quedar desfigurado por las heridas
disimulaba sus cicatrices bajo su hermosa y p o b l a -
da barba que siempre llevó crecida, al paso que usó
cortado á raiz el cabello según la moda de aquel
tiempo, que originada de la necesidad en que se vio
el Emperador de cortárselo en Barcelona al salir
en 1529 para la expedición de Italia, por ciertos
achaques que padeció de cabeza, se hizo en poco
tiempo general, á pesar del sentimiento que m u -
chos tuvieron de despojar de este adorno sus c a b e -
zas ( 1 ) : mas las costumbres ó caprichos de los prín-
cipes son una ley invariable para los cortesanos. El
alma de Garcilaso era digna del hermoso cuerpo en
que se albergaba. Su agudo ingenio, su instrucción,
su lucimiento en todos los ejercicios de un caballe-
r o , la madurez de su juicio, su galantería sin a f e c -
tación, la apacibilidad de sus costumbres, la suavi-
dad de su trato y la dulzura irresistible de su hablar
acababan por cautivar el afecto de los que podian
resistir á los atractivos de su figura; y no solo era
amado y favorecido de las damas, sino lo que es
mas de los caballeros sus superiores é iguales, de
los españoles y de los extranjeros, sin que jamás la

(1) Es curiosa la candidez con que Sandoval refiere estos p o r -


menores, Historia del Emperador Carlos V, lib. XVIII, § 1. " Con
todos estos caballeros salió el Emperador de Barcelona donde por-
que él se cortó el cabello largo que hasta entonces se usaba en Es-
paña, por achaque de un dolor de cabeza, se le quitaron todos los
que le acompañaban con tanto sentimiento que lloraban algunos. Y
ha quedado en costumbre que no se usó mas el cabello largo, que
los primeros siglos tanto preciaban."
89

envidia ocupase en sus corazones el lugar destinado


á la admiración y al aprecio. Cosa es digna de n o -
tarse que siendo pública la particularidad de las mer-
cedes con que un gran monarca con frecuencia le
honraba, á pesar de las ambiciones de los cortesa-
nos, nunca tuvo émulos ni detractores: prueba evi-
dente de que el amor que inspiraba era superior á
los incentivos de toda emulación bastarda. El c o n -
cepto que umversalmente se tenia de su mérito,
lograba que nadie se juzgase agraviado al verle pre-
ferido; y su modestia y consideración con todos,
haciendo que no saliese de sus lahios respiración que
empañase la fama agena ni se tifíese su pluma en la
amarga tinta de la sátira, eran causa de que en n a -
die engendrase odio el sentimiento de su superiori-
dad. Los mas grandes hombres que produjo su siglo
fueron sus amigos. El Emperador vertió lágrimas
en su muerte, y las musas exhalaron un prolongado
gemido en su irreparable pérdida. Boscan le lloró
en dos dulces y afectuosos sonetos cuyo mérito obli-
gó á decir á Fernando de Herrera (1), severo juez
en materias literarias, que si hubiese escrito m u -
chos iguales, sus obras deberían colocarse en mas
distinguido lugar que el que ocupan: el dolor de su
alma suavizó la natural rudeza de su musa, y la e s -
pansion de su corazón dio mayor dulzura y a r m o -
nía á sus versos. Honra sobremanera el carácter
de Boscan que los mejores que compuso fuese el

(1) Anotaciones, pág. 21.


9J0

puro sentimiento de la amistad quien los inspirase.


Volvamos por un momento á los reales de Niza.
El Rey Francisco, usando de aquel ardid tan común
en la guerra de desacreditar al enemigo para h a -
cerle perder la opinión, propalaba por toda Europa
que el Emperador huia vergonzosamente vencido,
rebajando así la fama que acompañaba su nombre.
Mas sentido este de semejante v o z , que del mal éxi-
to de sus planes, despachó desde Niza pliegos á t o -
dos los ministros, notificándoles que los franceses
no se habían acercado á su retaguardia ni con dos
jornadas, y en prueba de la falsedad de las noticias
que el Rey de Francia esparcía de que el campo im-
perial caminaba en desorden, aseguraba que para
andar las treinta leguas que hay desde Zaes á Niza
habia empleado quince dias, sin mas encuentro ni
desgracia que el haber sido salteados y desbalijados
por los villanos algunos alemanes, que por el c a n -
sancio se quedaron rezagados, y no queriendo pasar
el rio que divide á Italia y Francia pernoctaron en
un lugarejo de la frontera (1); pero sentido el r e -
bato por la retaguardia que estaba de la otra banda
fueron socorridos y los villanos castigados. En la
misma ciudad cuidó de proveer de jefe á los solda-
dos de Garcilaso y les dio por maestre de campo á
Juan de Vargas, ordenando que 2,000 de ellos per-
manecieran en Niza (2). La compañía de que era
capitán se disolvió reasumiendo su gente en las otras

(1) Documento núin. 9.


(2) Id.
9 1

del tercio que tenian menos número (1), y lo mismo


se hizo con la que mandaba Rodrigo de Ripalda,
afamado capitán que se acreditó en Túnez defen-
diendo el bastion y baluartes del campo español, y
murió en esta retirada de Marsella. Dejando al mar-
qués del Vasto por gobernador y capitán general de
Lombardía, pasó el Emperador á Genova, falto de
salud por los padecidos afanes; allí se embarcó para
Barcelona con su corte y comitiva, y fué á Valla-
dolid donde la Emperatriz le esperaba y le recibie-
ron sus subditos con indecible alegría.
Los que le acompañaban se separaron de él para
ir á abrazar á sus esposas y parientes. Quien c o -
nozca el consuelo que ocasionaría volverse á ver
después de tantos peligros de unos, y de tantas con-
gojas de otros, y poder escuchar de los labios de
quien bien se quiere la relación de tantas arriesga-
das aventuras y de tantas sangrientas jornadas, de
que por milagro escaparon, podrá calcular la pena
acerba de la infeliz familia, que cuando prevenía
sus brazos para estrechar al objeto de su cariño se
ve herida por la infausta nueva de que una bala ene-
miga ó los estragos de la peste se lo ha arrebatado
para siempre en una tierra extranjera. De tan a g u -
do cuchillo de dolor vio atravesado su corazón la
esposa de Garcilaso Doña Elena de Zúniga, que e s -
perando alegre la venida de su esposo, prevenía su
casa y la adornaba ricamente para recibirle como

(1) Documento num. 13.


92

convenia. Toledo, que sabia el triste suceso veia


con lástima y angustia los preparativos de la infeliz
señora que lo ignoraba. Al fin Lope de Guzman,
amigo y deudo de su marido y Rodrigo Niño resol^
vieron sacarla de su agradable engaño. Doña Elena
que comenzaba á recelar y entristecerse al ver la
tardanza de su esposo, aseguróse en sus sospechas
cuando vio entrar á sus amigos con semblante triste
y pesaroso, y anunciando con su negro traje el luto
que llevaban en el corazón. Cayó en tierra sin color
y sin aliento, y vuelta de este primer parasismo
fueron tales sus extremos de dolor, de abatimiento
y desesperación que se temió por su vida (1).
Alivió el Emperador su pena dispensándola su
protección y tratando de premiar en ella y sus hijos
los méritos de su malogrado marido. No solo au-r
mentó 150,000 mrs. á los 60,000 de pensión, que
ya disfrutaba en el partido de Ecija, sino que la fa-
cultó para que pudiese traspasar ambas cantidades
á la persona que ella nombrase en su vida, ó al
tiempo de su fallecimiento (2), en cuya virtud eligió
á su nieta Doña Leonor María, hija legítima de
D . Antonio Portocarrero y Doña Sancha de Guz-^-
man. A su hijo D . Pedro de Guzman concedió que
tuviese por merced en su casa vitalicios 80,000 (3)
mientras no le diere otra cosa ó igual pensión, y en

(1) Todos eslos pormenores los da Zapata en su Cario famoso.


Véase Ilustración XI.
(2) Documento núm. 18.
(3) Documento núm. í i .
93

la misma forma los otorgó á Garcilaso (1), en quien


con el nombre parece revivían parte de las prendas
del padre y de sus talentos poéticos. Pero este d e s -
graciado joven no disfrutó largo tiempo de esta gra-
cia, pues entrando al socorro dé Ulpian con D . Ma-
nuel de Luna y otros caballeros ( 2 ) , como con mas
intrepidez que prudencia, no reparando en el p e -
ligro extremo de su vida, se arrojase contra una
balería de franceses, halló en ella su última hora no
cumplidos aun los 25 años de su edad.
Muerto este sin casarse v entrado en la religión
dominicana su hermano D . Pedro de Guzman c o l e -
gial de S» Gregorio de Valladolid y caballero de há-
bito j que en el claustro mudó su nombre en el de
Fr< Domingo en memoria del fundador de la orden,
su pariente, y murió en Alcalá con fama de e m i -
nente predicador, pasaron los derechos de esta casa
á Doña Sancha Laso de la Vega y Guzman, esposa
de D . Antonio Portocarrero su primo hermano,
señor de la rica dehesa de la Monclova en Ecija,
hijo de D . Pedro Fernandez Portocarrero, conde
de Palma, y de su segunda mujer Doña Leonor de
la Vega hermana del poeta. Así extinguida la suce-
sión masculina desapareció tan honroso apellido en
esta línea á vista de Doña Elena, que sobrellevó
resignada estas desgracias y disgustos domésticos
por espacio de largos años, dilatándose su vida has-
ta el 3 de febrero de 1563. Diósela tierra en S. P e -

(1) Documento núm. 15.


(2) Sandoval, Historia de Carlos V, tomo I I , lib. X X X I I .
94

tiro Mártir en la misma capilla en que descansa su


esposo, y á pesar de que el nombre de este volaba
en alas de la fama, el capricho del uso hizo que
desde entonces fuese conocida con el nombre de
Capilla de Doña Elena.
Hablan también algunos autores (1) de otro hijo
de Garciiaso, sin duda natural, pues Garibay no le
nombra entre su sucesión legítima, llamado D . L o -
renzo de Guzman. No desmintió su procedencia en
el talento; pero con él no debió heredar el carácter
dulce del padre, pues cuentan que su genio cáus-
tico le abrevió sus dias. El sabio D . Antonio A g u s -
tín, prelado no menos ilustre por su dignidad que
por su doctrina dice, que desterrado á Oran como
autor de una picante sátira no pudo resistir esta per-
secución, y murió en el camino en medio de sus
esperanzas. No permitía el cielo que de árbol tan
vigoroso se lograse ningún renuevo.
Si Garciiaso se hubiese contentado con ser un
caballero pundonoroso y un militar valiente, su me-
moria se hubiera oscurecido entre la de tantos h é -
roes, como en aquel siglo de valor y heroísmo tra-
taron con sus proezas de ilustrar su patria. Pero
habiendo superado las tinieblas del olvido por sus
cualidades de escritor, no queda completa su vida
si no examinamos detenidamente los títulos que le
abrieron las puertas del templo de la inmortalidad.
Para hacer como conviene este examen fuerza es

(i) Gienfuegos, Vida de S. Francisco de Borja, lib. I I , cap. IV.


95

que retrogrademos á ver cual era el estado de las


letras en los tiempos que le precedieron, único m e -
dio de investigar qué es lo que él debió á las luces
de su siglo y este ganó con sus talentos é instruc-
ción; así estimaremos en su verdadero precio los
escritos del grande hombre; pues obras que consi-
deradas en abstracto no cautivan hoy nuestra admira-
ción son á veces asombrosas concretándose al tiem-
po en que se hicieron. Habrá por ejemplo quien
prefiera á Fr. Luis de León y Fernando de H e r r e -
ra, como poetas líricos; pero si advierte cuanta mas
diferencia existe entre Juan de la Encina y Garci-
laso, que entre este y los otros dos eminentes p o e -
tas, habrá de confesar cuanta mayor fuerza de t a -
lento y de gusto se necesita para dar el paso de
gigante que separa á l o s primeros, que para perfec-
cionar lo que el cantor de Salicio y Nemoroso dejó
tan adelantado.
La destrucción del imperio romano por la irrup-
ción de los bárbaros y el abandono de su lengua c u -
brieron con el espeso velo de la ignorancia todos los
ámbitos de la Europa. Los nuevos idiomas que se
formaron de las ruinas del latino, ó no se emplea-
ron sino en los agrestes cantos que inspiraba el ins-
tinto á pueblos sin cultura, ó si fueron manejados
en asuntos mas nobles por hombres de mas estudios,
como Berceo, se resentían de su selvatiquez y r u d e -
za. Los metros que ponían en uso solo podían sonar
bien á oidos no acostumbrados á mas armoniosas
combinaciones. Cuando la sociedad hizo nuevos pro-
9G

gresos, el arle de trovar se consideró como una de


las prendas que debían adornar á un caballero; pues
prescribiéndosele por las leyes de la caballería la
obligación de buscar una dama que fuera señora de
sus pensamientos, no era honroso careciera de los
talentos de agradarla, expresándola su amor en e s -
tudiadas trovas. Así en la corte de D . Juan II m o -
delada por las de los señores de Provenza todos los
señores sabian componer decires rimados, ó prote-
gían á los que los componían. Coplas hacia el c o n -
destable D . Alvaro, coplas el Almirante de Castilla,
coplas el duque de Arjona, coplas el marqués de
Santularia : el marqués de Villena escribía el arte de
formarlas y el mismo Rey inteligente en este ejerci-
c i o , corregía (1) las que Juan de Mena hacia por
captarse su benevolencia. Pero dedicados la mayor
parte de estos metros á la galantería y el amor, i g -
norando los que los componían el verdadero secreto
del arte, y careciendo muchos del talento indispen-
sable para practicarlo dignamente, eran un tejido de
conceptos alambicados que podían contribuir á s u a -
vizar las costumbres y al adelanto de la lengua, mas

(1) Bachiller Cibdareal, epístola 2 0 : " L a muy policía e erudita


obra de vuestra merced, dice, que leva por nombre La segunda or-
den de Mercurio ha placido asaz al Rey que por deporte la leva a
los caminos e a las cazas. . . . El Rey ha loado, e repite a menudo
el metro Que muchos Entelles fagamos ya Dares,—e muchos tam-
bién de Dares Entelles; e diz el Rey que vos diga que su señoría
os represe este metro e diz que sonaría mas polido Que muchos
Entelles fagamos ya Dares — e muchos de Dares fagamos Entelles. El
Rey se recrea de metrificar; e por ende vos desembargadamenle
deberiades acuciarle, ca a cojera vuestros metros asaz de grado,
anque sean aborridos de los insipientes daquí."
97

en que nada podia ganar la verdadera poesía. Vino


después el reinado de los Reyes Católicos, época
gloriosa en que reunidas en una las distintas provin-
cias de la monarquía, arrojados los árabes del r e i -
no de Granada y cimentada la tranquilidad interior
se encontró la España con los mayores elementos de
prosperidad y progreso. La prosa llegó en este tiem-
po en manos de Hernando del Pulgar á un alto grado
de gravedad y de energía, pero el arte poética, si
bien mas cultivada y atendida, estuvo lejos de llegar
á esta perfección. Mas joven que Pulgar, Juan de la
Encina escribió un cancionero en que si se vé natu-
ralidad y pureza de dicción se echan de menos arte.,
elegancia y estilo. La lengua aun se mostraba dura
y rebelde, la versificación falta de armonía.
En este último tercio del siglo X V se preparaba
á la Europa su gran revolución política y literaria.
Al tiempo que las naves de Colon cruzando el Atlán-
tico descubrían un Nuevo Mundo, que habia de va-
riar la riqueza, las costumbres y las relaciones c o -
merciales del antiguo, los griegos que abandonaban
á Constantinopla, ocupada por los turcos, trayendo
consigo los restos de la cultura de los antiguos,
abrían en su estudio un Nuevo Mundo á la inteli-
gencia. Por todas partes se buscaban y admiraban
las obras de la sabia antigüedad ; la imprenta , que
inventada poco hacia, comenzó entonces á genera-
lizarse , las propagaba y difundía; en España, Ne-
brija introducia el estudio de la pura latinidad y de
la lengua griega; no habia quien no anhelase cono-
7
98

cer tan admirables idiomas; el marqués de Denia,


cual otro Catón, dice Clemencin, comenzó ya casi
sexagenario á cultivar las letras latinas, como el ro-
mano las griegas; y hasta la gran Reina Doña I s a -
b e l , buscando por maestra á Doña Beatriz Galindo
conocida con el nombre de la latina, quiso aprender
los primores del idioma de Virgilio é infundía en sus
damas la afición á ocupaciones que tan extrañas
nos parecen de su sexo. Se multiplicaban las traduc-
ciones de los escritores antiguos; dejando á un lado
por ser de época anterior las que Pero López de
Áyala hizo de las obras de Tito Livid y otros libros,
y las emprendidas en su juventud por el gran Car-
denal de España, para auxiliar en sus estudios á su
padre el marqués de Santillana, que no sabia latín*
Diego López de Toledo comendador de Castelnovo
traducía los Comentarios de César; Diego Guillen de
Avila los Estratagemas de Frontino; Juan de Molina
y Diego de Salazar á Apiano; Alonso de Palencia
conocido por sus décadas las Vidas de Plutarco;
Jorje de Bustamante á Justino; Francisco López de
Villalobos el Anfitrión de Plauto; Juan de la Encina
las Églogas de Virgilio, y F. Alberto de Aguayo á
Boecio. Los sabios de mas fama empleaban sus vigi-
lias en confrontar y corregir los textos de sus a u t o -
res favoritos para que se imprimiesen libres de los
errores con que los afearon los copiantes, y se e s -
cribian extensos comentarios, e"n que los interpreta-
ban , reverenciando como cosa sagrada la menor de
sus cláusulas. Para dar gusto á un público nutrido,
99

digámoslo así, con esta leche, era menester que la


literatura moderna se vistiese de las galas y p r i m o -
res de los antiguos.
Ignoramos el rumbo que esta hubiera tomado á
perderse del todo cuanto hicieron griegos y latinos;
seguramente hubiera sido mas original y acomodada
á las costumbres de los pueblos modernos, y no
abandonando el camino que en los anteriores siglos
había abierto, nos hubiera evitado la revolución á
que con el nombre de romanticismo nos ha c o n d u -
cido el cansancio de la exagerada imitación antigua;
pero nunca hubiera arribado á la elegancia y pureza
de gusto á que por ella se elevó en el siglo X V I .
Si este nuevo giro que se dio á la literatura fué un
bien ó un mal, ni es fácil decidirlo, ni de este lugar
averiguarlo; baste saber que era inevitable, desde
el momento en que el hallazgo de tan grandes m o -
numentos inspiró nuevas ideas á la sociedad, y en
que los hombres á fuerza de estudiar la antigüedad
se connaturalizaron con ella. Cuando se desenterra-
ban trozos de estatuas antiguas para estudiar en sus
contornos las bellezas de la escultura, cuando se
examinaban las ruinas de los palacios romanos para
elevar á su imitación las cúpulas de S. Pedro, no era
ya posible que la literatura se satisfaciese con los g ó -
ticos acentos que tan bien sonaban á los oidos de
nuestros mayores.
La Italia fué la primera que hizo progreso en
esta revolución. Centro del catolicismo, nunca h a -
bia sido completa su barbarie ; y dividida posterior-
100

mente en multitud de repúblicas enriquecidas por el


comercio contaba con tantos núcleos de cultura cuan-
tas eran las capitales de estos pequeños estados. La
competencia de sus príncipes entre sí fomentaba
el lujo y la ilustración, y hasta sus discordias intes-
tinas cooperaban al desarrollo de los grandes talen-
tos ; así Florencia produciendo en medio de sus r e -
voluciones á Dante y al Petrarca llevó la lengua
toscana á una perfección que tardaron siglos en al-
canzar los demás pueblos. La riqueza, pues, y la
afición á las letras presagiaban á los emigrados de
Constantinopla buena acogida en Italia, y á este pais
se dirigieron la mayor parte á sembrar en su bien
preparada tierra las semillas de mas extensas ideas.
La España, que poseyendo á Ñapóles entre sus pro-
vincias estaba en frecuente comunicación con Jos
naturales de aquel pais, tenia que participar de sus
frutos; y siendo el pueblo mas poderoso del mundo
por sus conquistas y descubrimientos estaba llamado
á grandes adelantos, si habia de elevar su literatura
al nivel de su poderío.
Para que la poesía fuese digna de tan gran pue-
blo se necesitaba un hombre que hiciera entonar un
canto nuevo á las musas castellanas; y este h o m -
bre hallóse en Garcilaso. Los metros hasta entonces
usados exigían reforma ó variación, Los versos l a r -
gos llamados de arte mayor eran monótonos y des-
agradables por carecer de la flexibilidad y multitud
de cadencias, que en una lengua como la nuestra
.podían tener; los cortos, suficientes para escribir
101

serranas y villanescas, descripciones populares y


canciones eróticas, adolecían de falta de dignidad
para asuntos mas graves y dignos de la poesía. A n -
drés Navajero embajador de la república de V e n e -
cia en España, estando un dia en Granada c o n v e r -
sando con Boscan sobre cosas de ingenio y letras,
especialmente sobre la variedad de idiomas, le acon-
sejó, que supuesta la analogía del español y toscano,
probase á introducir en nuestra lengua la versifica-
ción y combinaciones métricas de Italia, no dudando
que en ello ganaria mucho la poesía castellana (1).
Agradóle la idea y comenzó á ejecutarla; mas aun-
que salia bien de su empeño confiesa él mismo que
no hubiera tenido constancia de permanecer en él
largo tiempo, si Garcilaso con su juicio que no solo
en su opinión, son palabras de Boscan, sino en la de
todo el mundo ha sido tenido por regla cierta, no
lo confirmara en esta demanda. Alabóle al principio
este propósito y después lo autorizó con su ejemplo,
dicidiéndose así otros caballeros á ocupar en él sus
ratos ociosos.
Pero los que aferrados en sus costumbre anti-
guas y siguiendo á ciegas las máximas de sus mayo-
res miran con horror cualquier innovación , por ven-
tajosa que sea, se amotinaron por la audacia con que
sacudían el yugo de las antiguas prácticas. Q u e j á -
banse algunos de que en estos metros, quedando á
mas largas distancias los consonantes no herian tanto

(1) Poesías de Boscan, Dedicatoria ú la duquesa de Soma.


102

el oido como en las coplas castellanas ; argüían otros


que escribiéndose los versos para mujeres habia una
inútil afectación en usar combinaciones difíciles y
desusadas y en emplear la poesía en cosas de mas
substancia de las que hasta entonces habia tratado;
en fin concluían otros diciendo que las composicio-
nes italianas que se querian imitar, expresaban los
pensamientos por medio de amplificaciones y rodeos
inútiles, y que á nuestra lengua, aficionada á la sen-
cilla brevedad, repugnaba tal hojarasca. El corifeo
de este partido era Cristóbal de Castillejo, escritor
de fácil vena y castizo lenguaje, á quien su estancia
en la corte y la amenidad del trato daba opinión e n -
tre los poetas. Este, en las sátiras que escribía con-
tra los petrarquistas, que así llamaba á los innova-
dores , los acusaba de reos de lesa poesía, y compa-
raba la reforma que trataban de introducir en ella,
á la que Lutero predicaba entonces en la f e : deste
modo aun en cuestiones de poco momento la pasión
traspasa todos los límites de la racionalidad. Se-
guíanle Garci Sánchez de Badajoz, y Bartolomé de
Torres Naharro y D . Juan Fernandez de Heredia, á
quienes imitó Gregorio Silvestre (1) no solo en c o m -
poner rimas españolas, sino en mofarse de Boscan y
sus partidarios. No era extraño que estos poetas, y
en especial Castillejo, desconociesen la necesidad de
un nuevo sistema de versificación para sacar de la
infancia nuestra poesía. A este último dotado d e g r a -

(1) Véase Ilustración núm. XII.


103

cia y de agudeza, pero desnudo de numen y de i n -


vención, bastábanle nuestras coplas para la e x p r e -
sión de los conceptos ingeniosos de que abundaba;
y estaban para él de mas los recursos de una poesía
en que podían campear las imágenes altas y anima-
das, la grandeza de pensamientos, la variedad, el ca-
lor y la armonía, dotes todas distantes de la esfera
de su talento. Autorizaba además esta oposición lo
poco afortunados que fueron los innovadores en sus
primeros ensayos. Nótase en Boscan, D . Diego. H u r -
tado de Mendoza y Fernando de Acuña una versi-
ficación dura y escabrosa y en general un estilo seco
y descarnado; concluían sus versos en acento agudo,
descuidaban la dicción, no eligiendo las palabras mas
sonoras y corrientes, hacian dificultosa y áspera la
pronunciación con repetidas diéresis y sinalefas, t o -
maban en fin otras libertades, que destruyendo la
armonía y quitando el agrado á sus versos, daban
ocasión á que el público atribuyese al sistema los
que eran defectos de los que lo practicaban. E n c o n -
trándose mas facilidad y tersura en los que seguían
el método antiguo, contaban estos con mas número
de partidarios, siendo claro que solo el partido que
presentara obras de mérito mas generalmente r e -
conocido , podia pretender que se le adjudicase la
victoria.
Nunca se hubiera esta decidido, ó hubiera á lo
menos tardado mucho mas tiempo, á favor de los
petrarquistas, si Garcilaso mostrando en sus obras
todas las cualidades que á sus compañeros faltaban,
104

no la hubiera inclinado de su parte, excitando sus


versos, aun antes de publicarse, la admiración de sus
contemporáneos y conquistándole campeones aun
entre las huestes de sus enemigos. Gregorio Silves-
tre, uno de sus mas encarnizados contrarios, v i e n -
do el aplauso que merecian, no solo compuso con
acierto algunos en el mismo género, sino que intentó
poner medida en ellos como habia hecho en Italia
el cardenal Bembo, y los dio á conocer en Granada
donde habia nacido la primera idea de su introduc-
ción. Así se probó que en materias literarias la m e -
jor contestación á las sátiras es componer obras,
que conquistando con su mérito la benevolencia del
público, las aniquilen é impongan silencio. Efecti-
vamente por mas que gritaran los partidarios de los
versos españoles, ni en las obras de Juan de Mena,
ni en las de Jorje Manrique, ni en las que ellos e s -
cribían, podian encontrar nada que oponer á la
elegancia continuada de Garcilaso, á la amenidad
de su estilo, á la armonía de su versificación, á la
riqueza de su fantasía; y ante tan clara luz tenian
que disiparse todos sus argumentos.
Tal es el triunfo que lograron los talentos de
Garcilaso. El cielo le había adornado de una ima-
ginación viva y delicada, de una nobleza de pensar
grande, de una feliz flexibilidad de talento, y de una
facilidad de elocución admirable, cualidades todas
inapreciables en un poeta que ha de fijar su lengua
y sacar de la infancia la poesía de su patria. Con
tan felices disposiciones se entregó desde la mas
105

tierna infancia á un meditado estudio de los anti-


guos; y para comprenderlos no podia darse alma
mas á propósito que la suya en que parece se habia
trasladado la delicadeza de sentimientos y la sensi-
bilidad melancólica de Virgilio. Connaturalizóse con
los escritos de la antigüedad, y no solo llegó á i m -
buirse del espíritu de sus ideas, sino que aun supo
robarles el elegante modo de expresarlas. Al mismo
tiempo no olvidaba el estudio de Petrarca, el mas
hábil de los modernos, en quien tenia que estudiar
los secretos de la versificación nuevamente introdu-
cida, y el arte admirable, con que por una c o l e c -
ción de poesías eróticas supo granjearse un nombre
inmortal y crear una escuela que desde Italia se e x -
tendió después á todos los confines de la Europa
culta. Hechos estos estudios, cuando á fuerza de
aplicación se creyó en estado de medir armas con
sus modelos, escribió sus poesías, las cuales pue--
den dividirse en dos clases; una en que campea el
gusto antiguo, otra en que se inclina mas á la imir-
tacion de Petrarca.
A la primera pertenecen las Églogas y la c a n -
ción de la Flor de Guido. La poesía pastoral, naci-
da en los deliciosos climas de oriente cuando sus
pueblos eran pastores, se trasladó á los de Grecia
y Sicilia, paises de dulce clima en que el campo pre-
senta atractivos de amenidad y frescura, y en que la
suavidad del cielo convida al amor y á la poesía;
pero este género no se perfeccionó hasta que e n -
cerrados los hombres en las ciudades la imaginación
106

comenzó á presentarles con mas hermosos colores


las delicias de que estaban privados. Por un c o n -
traste, que nada tiene de extraño en el espíritu
humano, cuando el mundo ha sido teatro de los su-
cesos mas trájicos y sorprendentes, entonces los
poetas se han refugiado en el seno de las musas
campestres, como para consolarse y olvidar los ma-
les de la sociedad en que viven con los recuerdos
apacibles de la edad dorada. Cuando los horrores
de las proscripciones romanas diezmaban la pobla-
ción, sembrando el llanto y esterminio por las c i u -
dades y aldeas; cuando los bárbaros soldados délos
triunviros desposeían de sus haciendas á los p r o p i e -
tarios de Italia, que vagaban indigentes por países
extraños, y nadie tenia segura su vida y hacienda;
cuando el mundo dividido entre dos ambiciosos era
en fin presa d é l a sagacidad de Octavio, entonces
Virgilio nos retrata la envidiable tranquilidad de
una vida en que solo se da entrada á dulces senti-
mientos, como para mostrar á sus contemporáneos
cuan loca es la ambición que busca en la matanza
y la guerra una felicidad que solo se encuentra en
la moderación de los deseos. Cuando Francia y E s -
paña batallaban sobre la posesión de Italia, y la
ambición de sus pequeños príncipes y repúblicas la
destrozaba y conmovía, Sannazaro, culto y florido
poeta, con maravillosa destreza y ventura com-
ponía sus Églogas piscatorias y su bellísima A r c a -
dia, cuya general aceptación produjo imitaciones
sin cuento y dio origen á las novelas pastorales. A
107

ejemplo de Virgilio y Sannazaro, Garcilaso en m e -


dio del estruendo de los campos, entre el ostentoso
fausto de la coronación del Emperador y de las mag-
níficas fiestas con que se le recibía y agasajaba, se
retraía en sí mismo, y huyendo de tan vano aparato
buscaba en su imaginación los goces de la vida reti-
rada y sencilla porque anhelaba, y que la suerte no
le permitía abrazar. Por eso pinta con tal interés y
agrado los campos y las flores, las fuentes, los arro-
yos y todo cuanto contribuye á hermosear la natu-^
raleza campestre. La Égloga I es la mejor composi-
ción que hay en su género en castellano, y Herrera
no encontraba en Italia otra que pudiese compa-r
rársele. La destreza con que en ella están fundidos
los mejores trozos de la poesía antigua, la natura-
lidad que hay en las imágenes, la pureza de la d i c -
ción, la fluidez de los versos y la rotundidad de las
estrofas, que usadas entonces por primera v e z , las
levantan á un estado que es ya difícil perfeccionar,
serán siempre objeto del asombro y observación de
los hombres de delicado gusto. Nada hay en esta
Égloga de afectado é impropio, nada de poco natu-
ral ó forzado: su estilo marcha con la misma s u a -
vidad y limpieza que las corrientes aguas puras
cristalinas que canta Nemoroso. La demasiada e x -
tensión de la Égloga II es causa de su desigualdad;
pero en ella se encuentra la narración en tercetos
de los amores de Albanio, narración delicadísima,
llena de sencillez y ternura. Las octavas en que
está escrita la tercera son las primeras bien h e -
108

chas que se encuentran en nuestra lengua, y el her-


moso diálogo imitación de la Égloga VII de Virgilio
con que concluye, iguala si no sobrepuja á su m o -
delo. Para la canción que tituló Flor de Guido tomó
en sus manos la lira de Horacio, y es lástima que
no la volviese á tomar para otras composiciones;
pues nuestra lírica entonces le debiera su perfec-
ción, como la poesía bucólica: todo en ella es dulce
y apacible, todo artístico y hermoso, versificación,
estilo v contextura.
%j

Las poesías que hizo por el gusto del Pretarca


no alcanzan el mismo mérito ; el talento de Garci-
laso se avenia mejor con la elegante naturalidad de
la musa antigua, que con la artificiosa metafísica
del escritor italiano. Sin embargo siempre se a d -
vierte en ellas la superioridad de su pluma. La m e -
tafísica , que reinaba en todo en tiempo del Petrar-
c a , se extendió también sobre el amor, y este poeta
separándose del modo con que habían pintado esta
pasión los antiguos la dio un tono mas ideal y mas
sublime, convirtiéndola en una especie de culto del
corazón en que tomaban poca parle los sentidos. El
espiritualismo de nuestra religión, que en aquellos
siglos de tinieblas habia extendido sus conquistas
aun entre los héroes de la caballería, fué quien dio
este colorido al amor. La física antigua estudiando
atentamente la acción del cuerpo, olvidó del todo
la del alma, y este amor purificado de la escoria de
la materia, pasó como una quimera inventada por
Sócrates y por Platón, ó como un honesto velo para
109

cubrir los excesos de la concupiscencia. Mas c o n s i -


derando la naturaleza de la virtud, se vé que no
está reñida con ella la honesta participación del pla-
cer , y que entre almas de un temple superior el
amor puede buscar mas bien los goces de la razón
que los de los sentidos. Concíbese que un corazón
ele nobles sentimientos, cuando encuentra la b e -
lleza del alma unida á la del cuerpo se inflame por
la primera, que la sola razón le descubre, no sir-
viendo la belleza física sino como auxiliar para in-
fundirle una natural inclinación; y que entonces d e -
seando identificarse con el objeto amado por medio
de un mutuo lazo haga esfuerzos por conseguir con
la razón, sin mezcla de ningún sentimiento terreno,
la entrada en el alma del objeto que se ama. Estos
esfuerzos y las agitaciones que los acompañan h a -
cen nacer fuegos mas intensos, zelos mas delicados
que los de los amantes vulgares; cuanto mas r e p r i -
midos se encuentran los pensamientos y los deseos,
mas labran interiormente y mas penetrantes se h a -
cen; y la opinión que se forma de un objeto sagra-
d o , á quien no se osa empañar ni aun con la mas
pequeña idea que no respire pureza, lo eleva casi
á la esfera de la divinidad. Estos principios del amor
platónico, mas fáciles de sentirse que de expresar-
se, rara vez los abandona Petrarca en la colección
de sus versos, que hizo agradables con la viveza de
su talento; pues como la pintura de las pasiones está
en proporción no solo de la sensibilidad del que las
experimenta sino de su ingenio para diseñarlas, el
110

aprecio, la admiración y los comprimidos deseos que


Laura inspiró á Petrarca, expresados con una v a -
riedad, con una elegancia, con una riqueza inimi-
tables , hacen justo el respeto que le han tributado
los siglos que le sucedieron. Pero para seguir este
gusto se necesita no solo un talento de su temple
sino una cabeza organizada como la suya; pues de
lo contrario, ó se da lugar á una metafísica ininte-
ligible, á un alambicamiento de conceptos tan d i s -
tantes de la verdad como déla naturaleza, ó a h o -
gado el numen por la dificultad de la materia pierde
la lozanía de la expresión y las galas del estilo. Esto
parece encontrarse en las obras en que Garcilaso
se entregó á tal gusto; sin embargo aun en sus s o -
netos, que en nuestro concepto son las menos p e r -
fectas de sus composiciones, se encuentra al autor
siempre que la sensibilidad hace vibrar las cuerdas
de su talento poético.
Dos circunstancias brillan principalmente en este
poeta dignas del reconocimiento de cuantos a p r e -
cien la literatura española, ambas admirables si se
tiene en cuenta la época en que floreció. La una es
el incontestable mérito de la versificación. El fué el
primero que se aventuró á escribir en los metros
italianos ¿qué puede pedirse mas en la feliz traba-
zón de los versos, en la armonía, en la rotundidad á
las estrofas de la Égloga I ? ¿ Dónde se encontrarán
tercetos mas acabados, mas llenos de jugo, de sensi-
bilidad y de melancolía que en la descripción de la
caza y de los amores de Albanio, ni narración mas
111

fácil y amena? ¿dónde octavas mas artísticamente


dispuestas y mas agradablemente cadentes que las
de la Égloga I I I ? El ritmo que inventó para la Flor
de Gnido es el mas gracioso y apacible que se c o -
noce entre nuestras combinaciones métricas; y fray
Luis de L e ó n , que lo adoptó para sus odas, pocas
veces lo usó con igual facilidad y gallardía. La otra
circunstancia es la sorprendente perfección de su len-
guaje y estilo. Resentíase aun la lengua de c i e r -
tos resabios de su pasada barbarie, y aunque la m a -
nejaron escritores de mérito que se hicieron ilustres
con sus obras, no supieron desprenderla de la esco-
ria que se hallaba adherida á su acendrado tesoro.
Con el instinto de armonía y de belleza que tan en
alto grado poseía Garcilaso, la pule, la perfecciona^
suprime las palabras mal sonantes, toma del lalin
otras que por su agradable sonido debieran estar in-
troducidas, y fija en fin la lengua; pues la posteridad
consagrando con su aprobación todos los modismos
y frases que usó, quiere que como mas propioSj cas-
tizos y elegantes se conserven en el lenguaje, j u z -
gando que en ello consiste el que se sostenga en el
alto punto de su perfección. Privilegio es este solo
de aquellos escritores de primer orden que con el
indisputable mérito de sus escritos dan el sello á una
lengua y la hacen popular, colocándola á una altura
de donde no puede moverse sin perder, como hizo
Homero con el idioma griego, Cicerón con el lati-
n o , y con el italiano Petrarca. Muchas de las pala-
bras y modismos que usaron los escritores que a n -
112

tecedieron á Garcilaso lian sido olvidadas y expeli-


das del idioma; la misma suerte han tenido otras de
los que vinieron después, entrando en este número
Fr. Luis de L e ó n , Rivadeneira, Cervantes, llama-
dos con razón los patriarcas de nuestra lengua; solo
el lenguaje de Garcilaso se conserva vivo y flore-
ciente, conservando su dicción tal frescura, que pa-
rece imposible que date de los primeros años del
siglo X V I . Fr. Antonio de Guevara y D . iilonso de
Ercilla, el uno en la prosa y en el verso el otro,
son los autores que mas se le acercan en esta c u a -
lidad, pues también sus idiotismos han sobrevivido
á las alteraciones que traen consigo los siglos; y
como ambos, aunque en distintas épocas, pasaron
como Garcilaso lo mejor de su vida en la corte del
Emperador, podemos creer que la corte de los R e -
yes de España, no tanto era centro de nuestra gran-
deza, como de la cultura y propiedad del lenguaje.
A pesar de tan relevantes méritos ha habido c e -
ñudos críticos que sin atreverse á negar á Garcilaso
la gloria que le cabe como reformador de nuestro
Parnaso, han tratado de rebajarla con cargos infun-
dados. Cúlpanle algunos de que mostrase una admi-
ración tan ciega por los antiguos, que sacrificase sus
propias ideas y sentimientos por traducir los ágenos;
y queriendo dejar traslucir que provienen de falta
de imaginación y sequedad de ingenio, reprueban
las continuas imitaciones que se encuentran en sus
obras. Solo los que con un alma insensible á las
bellezas de la poesía no gocen de ver á un joven
113

luchar con armas desiguales con los mas grandes


hombres de la antigüedad, dejando indecisa la v i c -
toria, y competir teniendo que crearse la versifica-
ción y la lengua con admirables autores, que ya las
encontraron perfeccionadas, pueden reprobar que
nuestro poeta presentase estos trofeos ganados en
el campo de la literatura romana. Para algunos de
estos que fijan todo el mérito de una obra en la i n -
vención y en nada tienen el desempeño, no hay dn
ferencia alguna entre las elocuentes cláusulas de
Garcilaso y los balbucientes acentos de Juan de la
Encina. No saben distinguir lo que debe exigirse de
un autor que abre una nueva carrera, y lo que se
pide á los que caminan por un sendero ya conocido
y trillado. El que siendo el primero en un arte no
encuentra modelos que seguir en su propia nación
y toma á su cargo enriquecerla con todos los recur-
sos que ofrece, si no quiere descaminarse y perderse
por entregarse á su propia imaginación, tiene que
estudiar los autores que lograron fama en otras n a -
ciones consideradas como dechados de perfección; á
la manera del que camina en las tinieblas por un pais
desconocido necesita una luz que ilumine sus pasos
si ha de evitar caer en los precipicios. En la traduc-
ción y el análisis de lo bueno han de aprenderlos
que comienzan lo que sus sucesores aprenderán del
uso ; entonces, p u e s , cuando el primer trabajo eslá
ya hecho, cuando la costumbre de escribir bien ha
arraigado en una nación el buen gusto, teniendo ya
muy poco que trabajar el escritor en este punto debe
8
114

aspirar á cosas mayores; entonces puede entregarse


con libertad á sus propios sentimientos é ideas; e n -
tonces el público puede no satisfacerse con que e s -
criba bien, si no se le escriben cosas originales y
nuevas.
La molicie de los versos de Garcilaso, la dulzura
de su dicción y la continuada elegancia de su estilo
ha movido á otros mas prontos á vituperar á un autor
por las cualidades que juzgan que le faltan, que á
elogiarle por ías^émirientes que le adornan, á echar
de menos en el príncipe de nuestros poetas el v i -
gor y la osadía, la elevación y fortaleza. Ignoran es-
tos por cuan distintos caminos se puede llegar en las
artes á la cumbre de la perfección ; que casi tan dis-
tintas como son las fisonomías de los hombres lo son
las cualidades de su talento, y que con dotes diversas
y aun opuestas como se posean en un grado sobre-
saliente, pueden dos autores aspirar á igual gloria.
Las reglas de la poesía, como arte, no son otras que
las que obedecen las que llamamos liberales. D i s -
tinto es en la pintura el estilo de Rafael y el de M i -
guel Ángel, el de Murillo y el Españoleto, y á nadie
que esté dotado de fino tacto le ocurre culpar la
dulzura de las vírgenes de Rafael porque en ellas no
se encuentre el colosal aspecto que daba Miguel Án-
gel á sus figuras; ni á Murillo porque para sus apa-
cibles imágenes no se valió del severo y tétrico pin-
cel de Ribera: á todos se los admira, aunque difie-
ren entre sí, teniendo en cuenta que á pesar de esta
diferencia cada cual en su género es eminente. Solo
115

es reprensible el autor que desconociendo la v e r -


dadera índole de su talento, se aventura á cultivar
géneros para que no ha nacido; pero aquel que en
su género sigue derrama todas sus bellezas de que su
asunto es susceptible, merece mas bien elogios por
el sabio discernimiento que manifiesta en no afear-
lo con adornos extraños. Querer que Garcilaso e s -
cribiendo Églogas y canciones eróticas no se c o n -
tentase con ser dulce, expansivo y armonioso, sino
que se le quiera enérgico y elevado es tan absurdo
como sostener que la Venus de Médicis no es una
estatua perfecta porque no se vé en ella la recia mus-
culatura de un Hércules, ó las estudiadas contorsio-
nes del grupo de Laoconte.
Es un error vulgar, pero por desgracia general,
el creer que para producir esos rasgos enérgicos que
rayan en lo sublime, esas bellezas que nacen de la
energía del alma, se necesita mas fuerza de talento
que para ser continuamente puro, elegante y c o r -
recto. El estilo enérgico, elevado y lleno de atrevi-
das figuras tiene, es cierto, mas partidarios como que
sorprende mas. Siendo los escritores que lo usan na-
turalmente desiguales, porque se elevan demasiado
para poder sostenerse, el vulgo cuyas percepciones
son poco delicadas, conoce mejor sus primores á
causa de estar en resalto y ofrecer un contraste con
lo que no es tan bueno; como las bellezas de un
pais en que entre grandes arenales se presentan mag-
níficas vegas, saltan mas á los ojos que las de una
hermosa llanura, que toda está igualmente culti-
116

vacia, toda igualmente frondosa y amena. Para los


que no tienen ojos sino para bellezas fuertemente
pronunciadas, el estilo claro, sencillo, elegante y
castizo es sinónimo de flojo, desnervado, sin color y
sin vida, pero no juzgan así las personas de un gusto
íino á quienes ofrece un delicioso halago. El estilo
nervioso representa la fuerza, el segundo simboliza
la gracia, y á medida que los hombres tienen el en-
tendimiento mas cultivado prefieren en todo la gra-
cia á la robustez. La prueba de la superioridad que
presenta la gracia ó la elegancia, es la mayor difi-
cultad que en todas las artes ofrece el atinar con
ella; dificultad que no logra vencerse sin un gusto
muy seguro y ejercitado, á pesar de que muchos lo
procuran, por conocer que las producciones que
causan un placer mas durable, son las que llevan su
sello. Ella es la que ha hecho que Virgilio y Racine
sean los poetas de los hombres de gusto; ella la que
ha elevado á Rafael al primer asiento entre los pin-
tores ; ella la que da á las estatuas antiguas una s u -
perioridad tan notable sobre todas las obras de la
escultura moderna. Pero por lo mismo que es tan
difícil llegar á conseguirla, lo es también el compren-
derla. A pocos hombres causa una impresión viva, y
solo el que ha reflexionado mucho sobre las p r o -
ducciones del ingenio, sabe cuantas cualidades r a -
ras es preciso reunir para ser siempre claro, exacto,
sencillo y elegante; para hermosear el pensamiento
sin disfrazarlo; para llevar al lector de una idea á
otra naturalmente y sin esfuerzo, y para dar á cada
117

una el orden, la extensión y la luz que debe tener si


ha de producir el efecto que el autor se propone.
Es mas fácil caminar, digámoslo así, por saltos, exa-
gerar los sentimientos y la expresión, multiplicar
los tropos y las comparaciones y presentar repenti-
nos contrastes, y aun puede ser mas útil cuando se
quiere entusiasmar la multitud, ó enardecer los es-
píritus en una circunstancia importante, pero la
exactitud solo y la elegancia conducen á la inmor-
talidad. La violencia y la audacia deslumhran por el
pronto; mas esta impresión primera se debilita con
la reflexión, mientras la elegancia y el gusto, que no
conmueven tan fuertemente, causan una sensación
dulce y agradable que se aumenta cada vez que se
vuelve á la misma lectura. El gusto de la poesía
bucólica ha muerto entre nosotros que cansados de
tantas églogas, letrillas y romances pastoriles como
nos presentan nuestras colecciones de versos, mira-
mos con prevención cuanto despide olor de campo.
¿En qué consiste que á pesar de la repugnancia que
nos inspira el género, leemos con gusto una y mil
veces las Églogas de Garcilaso, cuando no p o d e -
mos disimular nuestra aversión hacia las de otros
autores?
Pero nos opondrán los críticos que si su talento
en vez de distinguirse por la delicadeza se hubiera
distinguido por la robustez y energía, el gran paso
que dio en la poesía bucólica se hubiera dado en la
lírica, elevada en la dramática ó epopeya con gran
ventaja de la poesía castellana, que hubiera tomado
118

entonces otro tono y otro carácter. Falta saber si


un hombre de una imaginación altiva y violenta era
á propósito para dar el paso debido á Garcilaso. Ima-
ginaciones de este temple no pueden sujetar su f o -
gosidad á numerar sílabas, buscar la mas propia c o -
locación á las palabras, elegir las mas hermosas y
combinar sus sonidos, ocupación casi mecánica para
la que se necesita mas tranquila fantasía. Si pusié-
ramos á Juan de Mena en lugar de Garcilaso, s e -
guramente echara mano de todos los recursos que da
de sí la lengua, y creara otos nuevos; pero sin c o m -
binarlos , sin dar al estilo los últimos toques, si bien
nos dejara su talento grandes bellezas que admirar,
nos atrevemos á afirmar, que no una versificación
y una lengua que pudiera servir de norma á sus su-
cesores. Aun colocando en su lugar á Herrera con
sus estudios y su tenaz aplicación, dudamos que sus
esfuerzos hubieran obtenido resultados mucho mas
grandes que los que hizo en tiempos posteriores;
porque su estilo y su lenguaje por demasiado eleva-
dos y apartados del uso común no hubieran llegado
á hacerse populares. En todas las naciones han sido
hombres de otro género de talentos los que han fi-
jado las lenguas y el estilo. Las cualidades análogas
á este trabajo son un tacto fino para distinguir la
belleza, una aplicación infatigable para no parar
hasta encontrarla, una reflexión acendrada, y en fin
por hablar en términos técnicos, un cuidado por la
forma del escrito, aun mayor que el que se emplea
en el fondo ó en las ideas. Con estas dotes perfec-
119

cionó Flechier la prosa de la elocuencia francesa,


y facilitó á Bossuet un medio seguro para sublimarse
hasta el cielo; y con las mismas Boileau logró el
concepto de maestro de la poesía francesa arreglando
la versificación, y purificando el estilo que sirvieron
á Racine para sus elegantes tragedias. Si nuestras
epopeyas son malas, si en el teatro no se llegó en
mucho tiempo á la perfección que se podia, no fué
por cierto porque Garcilaso no cultivara estos géne-
ros , sino porque olvidaron los grandes talentos que
le siguieron la noble dicción y pureza de estilo de
que les dio plausibles modelos.
Mas aunque todo lo dicho hasta aquí fuera de
poco peso, hay una circunstancia que debe imponer
silencio á la crítica. Su temprana muerte, cuando
su talento iba adquiriendo madurez con los años y
su estilo mas aplomo y firmeza con el ejercicio, nos
privaron de los sazonados frutos que eran de e s -
perar en la virilidad de quien en su juventud llevó
tantas ventajas á sus contemporáneos. De fijo no
sabemos cuando escribió cada una de sus mejores
composiciones, pero por las alusiones que algunas
veces hace vemos que la Égloga I I , la tercera, la
oda á la Flor de Guido, la elegía á la muerte de
D . Bernardino de Toledo y los mejores sonetos fue-
ron obra de los postreros años de su corta vida. La
seguridad que hay en estos trozos que no recibie-
ron la última lima del autor, y la facilidad de su
elocución son claro indicio de la perfección que iba
adquiriendo su talento. ¿Quién sabe lo que hubiera
120

llegado á hacer dándole el cielo mas largos dias?


¿Quién sabe si el que en lo que hasta entonces c o m -
puso se mostró dulce y apacible, no hubiera e n -
contrado en lo sucesivo nuevos recursos en la flexi-
bilidad de su ingenio para sobresalir en la epopeya
ó el drama? Un pasaje de la Égloga II en que c o n -
versan dos amantes nos revela las felices disposicio-
nes que tenia para el diálogo; las narraciones de
que está sembrada la misma, cuales los encantos
con que sabia adornar la poesía narrativa. ¿Por qué
no hemos de creer que si entre sus manos no se
perfeccionaron géneros mas importantes se debió,
mas que á la índole de su talento, á la fatalidad de
haberle perdido las letras, cuando comenzaba á e s -
parcir una luz mas esplendorosa? A la edad en que
las Musas perdieron á Garcilaso no habia escrito
Virgilio mas que las Églogas: ¿si entonces hubiera
muerto, hubiérase podido sospechar que el que tan
bien supo retratar la llaneza y sencillez pastoril ha-
bia de dar no solo lecciones del cultivo del campo en
el poema didáctico mas perfecto que se conoce, sino
lo que es mas tener vigor para empuñar la trompa
épica y cantar las peregrinaciones de Eneas, y la
fundación de su reino en Italia? ¿Quién podia figu-
rarse que la imaginación que produjo las Églogas
habia de dar colorido y vida á la incomparable d e s -
cripción del saco de Troya, ni al sublime libro en
que describiéndose la bajada de Eneas á los infier-
nos se da en admirables versos tan exacta idea de la
filosofía de los antiguos? Pues no habia dado Virgi-
121

lio á los 33 años esperanzas mas fundadas que Gar-


cilaso en poco mas de diez que mediaron entre su
muerte y el pensamiento de introducir la versifica-
ción italiana y gusto clásico en nuestras letras; y si
en estos diez años no dedicados á la quietud del es-
tudio y la observación de los buenos modelos, sino
distraído en largos viajes, destierros y penosas guer-
ras, nos da la versificación y lengua perfecciona-
das, supóngasele llegar á una edad avanzada, y no
hay obra por admirable que sea superior á quien
tanto hizo en tan poco tiempo y con tales contra-
dicciones de la suerte.
Injusto, pues, parecerá tachar en el escritor algu-
nas faltas para cuya desaparición se necesitaba m e -
nos talento que para crear las bellezas que en él
admiramos; sin embargo queremos especificar los
dos cargos que pueden hacerse con mas justicia á
sus obras, yapara prueba de nuestra imparcialidad,
ya para advertencia de los jóvenes que se entreguen
á su lectura. El primero y principal es la falta de uni-
dad de plan que se advierte en la disposición de sus
Églogas. Una obrita de esta especie es un drama de
cortas dimensiones, y debe estar en todo sujeto á
sus reglas, según se advierte en las de Virgilio,
quien como gran conocedor del arte no se descuidó
en este punto; por el contrario Garcilaso; ni en la
primera, el canto de Salicio tiene conexión alguna
con las lágrimas de Nemoroso; ni en la segunda,
que es la mas defectuosa, está tan enlazada con el
asunto como debiera la larga historia y elogios de
122

la casa de Alba que de todos modos por su excesiva


extensión nunca guardarían la debida proporción
con el resto del poema; ni en la tercera, la descrip-
ción del Tajo y de las labores de sus ninfas tiene
que ver con la altercación de los pastores Tirreno y
Alcino. Cualquier trozo de los notados puede supri-
mirse sin que el resto padezca, siendo un poema
distinto sin mas enlace con la composición, de que
forma parte, que el capricho del autor. Otro r e p a -
ro aunque de menos importancia es la novedad que
hizo en la Égloga IT de colocar el consonante en
medio del verso á imitación de los árabes, ó de los
poetas del tiempo de la barbarie, inventores de los
versos leoninos: novedad en que fué poco feliz y
menos imitado. Es raro que un poeta que mostró en
todo lo demás tan delicado gusto y fino discerni-
miento, no advirtiese que obligando esta c o m b i -
nación á recaer indefectiblemente la cesura en la
séptima sílaba, destruye la variedad ele las caden-
cias, incurriendo el verso en una monotonía mas
insoportable que los de arte mayor desechados por
este defecto.
¿Pero quién puede fijar su atención en tales m e -
nudencias? ¿Son tan pocos los méritos de Garcilaso
que en obsequio de ellos no se pudieran perdonar
mayores faltas? Fijó nuestra lengua como hemos
visto, dando tal hermosura á su dicción, que apeo-
nas puede sustituírsele un vocablo sin que pierda
en ello la frase. Perfeccionó el estilo de suerte que
nada puede en sus buenas obras añadirse ni quitarse
123

á sus períodos, salidos de su pluma con un senti-


miento de dulzura y armonía que se graba profun-
damente en el alma. Introdujo un nuevo sistema
de versificación y lo hizo adoptar con preferencia
al antiguo, por la destreza con que supo manejarlo,
produciendo con él bellezas muy superiores á todas
las de la poesía hasta entonces conocida en Castilla.
Supo dar cierta agradable molicie al estilo, que no
debe confundirse con la debilidad, por cuyo medio,
embelesado el lector, goza sin acordarse del traba-
j o de escudriñar el arle y los resortes de la c o m p o -
sición , en fin es el poeta español que mas se acerca
á la perfección de Virgilio en los géneros que c u l -
tiva; y eclipsando todo lo que le ha precedido, no
puede en muchas partes ser aventajado por los que
le siguen.
Hombre tan admirable justamente debe ser con-
siderado como el príncipe de los poetas de la n a -
ción , y así en mas de tres siglos que han pasado
desde su muerte nadie se ha atrevido á negarle este
dictado, ni á profanar con indignas críticas el sagra-
do de sus escritos. El elogio y la veneración por el
contrario han acompañado siempre su nombre, y
hasta los italianos, que orgullosos con su primacía
en las letras, miraban con desden á los que en otras
naciones las cultivaban, no pudieron ser insensibles
á tanto mérito. Hemos visto los encarecimientos que
hace de la elegancia y dulzura de su estilo el c a r -
denal Pedro B e m b o , cuya aprobación debió ser
muy lisonjera á Garcilaso y sus amigos por ser la
124

de un gran crítico y eminente poeta. Jo vio en el


libro X X I V y al fin de sus Elogios habla con entu-
siasmo de nuestro escritor. Aun después de trascur-
rido un siglo, cuando las musas cobraron nuevos
vuelos y el gusto varió de rumbo, Juan Bautista M a -
rini, poeta de vivaz imaginación y singular agudeza,
puso á Garcilaso en lugar honorífico, entre los insig-
nes varones, con que vistió su galería, y adornó su
retrato con un ingenioso madrigal. La luz de P o r -
tugal el gran Luis de Camoens en su epístola á Don
Antonio de Noroña envidiaba su dulzura, manifes^
tando que solo los hombres superiores pueden c o -
nocer todo el precio de las obras de sus iguales.
Aun la Francia tan atrasada entonces en las sendas
del Parnaso encontró una voz que celebrase al can-
tor de Salicio. Guillermo de Saluste, señor de B a r -
tas , conocido entonces con el título de príncipe de
los poetas de aquel reino, nombre que se eclipsó
después ante el explendor de Corneille y Racine, al
paso que el dictado del nuestro mas merecido c o -
braba nueva fuerza con el trascurso de los siglos,
lo elogió entre los hombres mas eminentes que han
producido los tiempos y naciones; y Simón Goulart
corrobora esta opinión en los comentarios que puso
á las obras de este autor. Seria largo referir aquí
los testimonios de admiración que ha debido á e s -
critores españoles, é inútil pudiendo consultar quien
quiera verlos á Fernando de Herrera y D . Tomás
Tamayo de Vargas; solo no puede pasarse aquí en
silencio que cuando el culteranismo como fatal con-
125

tagio pervirtió del todo la literatura española, aun]¡


fué respetada la Musa de Garcilaso ; y Góngora cuya
índole de ingenio era tan opuesta á la natural e l e -
gancia y magestuosa sencillez del padre de nuestra
poesía, compuso unas enfáticas liras á su sepulcro,
que si no respiran ciertamente el espíritu del autor
á quien van dirigidas, son un testimonio de la admi-
ración y respeto que consagraba á sus escritos.
Para mayor muestra de estos sentimientos tres
grandes literatos, Francisco Sanchez de las B r o -
zas, Fernando de Herrera y D . Tomás Tamayo de
Vargas se emplearon en comentarlos, honor ape-
nas concedido hasta entonces mas que á las f a m o -
sas obras de los antiguos. El primero, catedrático
de letras de Salamanca y el mejor gramático y h u -
manista de su tiempo, se esmeró en manifestar en
sus anotaciones los pasajes de los poetas que imitó,
como Macrobio y Paulo Ursino hicieron con Virgi-
lio. Gentes hubo que no recibieron bien esta obra
del Brócense, creyendo que se oscurecía la gloria
del poeta, descubriendo sus hurtos. Pero estos tales
no sabian que luchar con los grandes poetas extran-
jeros y trasladar sus bellezas á una lengua que no
las posee es digno de la mayor aprobación; y que
solo debe mirarse en este caso si las imitaciones des-
merecen del original, pues cuando logran c o m p e -
tir con é l , aunque no lo mejoren, es prueba de i n -
disputable mérito por ser tan difícil, según decia
un antiguo, robar un verso á un buen poeta como
126

arrancar á Hércules su clava. El inconveniente del


método del Brócense es el de persuadir que siem-
pre fueron estas imitaciones cuidadosas y adverti-
das. Un autor imbuido del espíritu de otros, que le
sirven de norma, imita muchas veces por reminis-
cencia, y hace tan propias las ideas agenas, que cree
con frecuencia que su propia imaginación le sugiere
pensamientos, que no son otra cosa que recuerdo
de sus lecturas. Con frecuencia también dos a u t o -
res coinciden en las mismas ideas sin tener c o n o c i -
miento el uno del o t r o , porque en circunstancias
dadas puede ser natural en varios hombres una mis-
ma ocurrencia; y en este caso ¿para qué suponer
que un poeta de felicísimo ingenio no pudo encon-
trar sin auxilio ageno cosas que sin dificultad á c u a l -
quier otro de suyo se le ofrecieran?
Fernando de Herrera con un estudio igual á su
talento, familiarizado con las lenguas latina, griega
y hebrea, y trabajando sin cesar la castellana, e m -
pleó todo su conato en dar á esta última mas subli-
midad, mas pompa, mas riqueza. Nadie conoció mas
profundamente los principios del buen gusto, ni t o -
dos los recursos que ofrece al buen decir la r e t ó -
rica. Provisto de tales elementos, entró á investigar
las bellezas que contienen las obras de Garcilaso,
explicando los tropos y figuras que se hallan en sus
versos sin que se descuidase al mismo tiempo de
descifrar sus alusiones históricas, y referir, cuando
pudo averiguarlo, los motivos que ocasionaron su
127

composición y los sugelos á quienes fueron dirigidas.


Seria digno de andar en manos de todos este c o -
mentario , si Herrera hubiera sabido contenerse en
los verdaderos límites de comentador; pero c o n f o r -
mándose en él al gusto de su tiempo quiso decir en
su obra todo lo que sabia, y esta falta de sobriedad
lo hacen pesado é indigesto. Además la exageración
de hallar en todas partes artificio retórico, le p e r -
suadió sin duda que no hay tropo en sus versos que
no esté empleado con arte, después de Consultar á
su memoria y sus libros, como si la expresión de
los afectos naturales no obedeciese mas bien á la
inspiración de la naturaleza que á las combinaciones
de la retórica. Este es el defecto general de los pre-
ceptistas , defecto q u e , seduciendo á los que se d e -
dican á las letras sin grandes talentos, les hace i n -
currir en el error de creer que pueden arribar á ser
grandes escritores ¡ llenando su cabeza de metáfo-
ras, antítesis y metonimias sin estudiar su uso a d e -
cuado en la naturaleza, que es la mejor maestra de
la expresión d é l o s pensamientos y afectos; pues,
como dice Tamayo de Vargas, " e l l a sola ayudada
de la causa que los excitó los representa, y el dis^
curso favorecido de las circunstancias los p u l e , los
dilata y perfecciona." La severidad de Herrera no
perdonó ninguno de los defectos que creyó e n c o n -
trar en el autor que comentaba, por lo cual Don
Pedro Fernandez de Velasco, condestable de C a s -
tilla, creyendo volver por el decoro del poeta, e s -
cribió un papel curioso y erudito, que á principios
J28

del siglo XVII andaba en manos de todos bajo el


nombre de Prele Jacopin (1).
Aunque ni el Brócense ni Herrera se descuida-
ron en castigar en lo posible el texto de las obras de
Garcilaso, que por no haber podido ser corregidas
por el autor y correr en esta disposición maltratadas
cada vez mas por los copiantes, tenían necesidad de
una mano maestra que lo restituyese á su pureza,
creyó D . Tomás Tamayo de Vargas que no estaba
de mas un nuevo comentario con este objeto, y él,
como toledano, quiso rendir este obsequio al que
tanto honraba su patria. Para este trabajo, dice,
trató de fundarse en conjeturas, apoyadas con r a -
zones sino verdaderas á lo menos verosímiles, parte
sacadas de las lecciones varias, enmiendas y adver-
tencias de hombres doctos, parte de papeles c u r i o -
sos que pueden tenerse casi como originales. No
contento solo con la corrección del texto se e x t e n -
dió á veces á observaciones de otro género; pero
quedó muy lejos de igualar á los dos comentadores
que le habían precedido, si bien me parece duro el
dictamen de Azara ( 2 ) , que asienta que sus notas
son el mejor dechado de despropósitos. Era D . T o -
más Tamayo sugeto muy versado en todo género de
erudición, conocedor de las lenguas griega y latina,

(1) De este tratado se hallaba el original en casa del conde del


Águila en Sevilla, según el colector del Parnaso Español, que trató
de incluirlo en el tomo VIII; pero añade que por no estar com-
pleto, por no hacer tan abultado el tomo, y por otras causas d e -
sistió del pensamiento.
(2) Prólogo ele su edición <!e Garcilaso.
maestro en la historia tanto antigua como moderna,
tanto nacional como extranjera: á los 20 años se
distinguió escribiendo contra el P. Juan de Mariana,
ya célebre en el orbe literario, y luego se hizo digno
con las muchas obras que publicó, y con otras que,
por su muerte á edad aun no provecta, quedaron
incompletas, de ser nombrado secretario de la e m -
bajada de Venecia, cronista mayor de Castilla por
falta de Antonio de Herrera, y de Indias por la de
Luis Tribaldos de Toledo ; pero floreciendo en época
en que la literatura estaba decadente y pervertida,
carecía de la crítica y gusto necesarios para comen-
tar dignamente á un poeta distinguido por su pureza
y elegancia.
A estos siguieron otros ilustradores. En la Biblio-
teca Real de Madrid (1) se conservan manuscritos
unos apuntamientos sobre Garcilaso que no hemos
visto, aunque sabemos que en ellos se da noticia de
los originales griegos y latinos que imitó, y se cita
á veces el dictamen de D . Diego de Mendoza y de
Sánchez, que será el Brócense.
Últimamente un caballero aragonés, bien c o n o -
cido en la corle de Roma por su amor á las artes, por
su fausto y magnificencia, y bien digno del aprecio
de su patria por su juicio y acierto en el desempeño
de los mas espinosos asuntos diplomáticos, D . José
Nicolás de A z a r a , quiso también seguir las huellas de

(1) Códice M. 82, folio 1 3 4 : son cinco hojas en 4.° de letra


muy metida.
9
130

tan beneméritos escritores, y publicó en 1765 una


nueva edición ilustrada con algunas notas, extrac-
tadas de sus comentarios con discernimiento y gusto,
y precedida de un discurso regularmente escrito en
que apunta las causas de la decadencia de la lengua
castellana. Su objeto fué contener sus efectos, y r e -
primir los estragos de los libros franceses que nos
inundan, introduciendo en nuestro lenguaje voces
bárbaras, y trastornando su índole por la falta de
estudio que tienen los traductores del idioma del pais
en que nacen; para lo cual no encuentra mejor a n -
tídoto que presentar á la vista los modelos de nues-
tros buenos autores. Juzga con varios sabios una
necesidad dar fijeza á nuestra lengua, en cuanto
puede fijarse una lengua viva; y al señalar la época
que debiera elegirse no halla otra mas á propósito,
que aquella en que la ostentó Garcilaso con toda su
pureza, tersura y gallardía.
Estos son los comentarios que en los tres siglos
que han corrido se han hecho de nuestro autor; pero
en los primeros tiempos de su aparición no solo se
le comentaba, también se le glosaba y se formaban
centones de sus versos. Sebastian de Córdoba , v e -
cino deUbeda, hombre piadoso, redujo á conceptos
espirituales sus palabras igualmente que las de Juan
Boscan componiendo de este modo un libro, que
dedicó al presidente D . Diego de Covarrubias y
Leiva, y se imprimió en Zaragoza año de 1577; cuyo
ejemplo siguió después D . Juan de Andosilla Larra-
131

mendi, que en su poema de Cristo nuestro Señor en


la Cruz (1), entretejido con versos de Garcilaso á la
manera que las poetisas Eudoxia, griega, y Proba
Falconia, romana, entretejieron los suyos con los de
Homero y de Virgilio, dejó una muestra de su devo-
ción no menos que de aprecio al poeta, de donde
como de rico minero sacaba sus materiales.
Al unánime respeto de los literatos ha corres-
pondido la no desmentida aceptación del público de
que son claro testimonio el gran número de e d i -
ciones que los aficionados á la buena poesía han
consumido. Los versos de Garcilaso después de su
muerte se entregaron á su íntimo amigo Boscan. En
aquel tiempo aun se imprimía poco, y la vanidad de
los autores no habia llegado al extremo de no poder
dejar descansar sus borradores un dia sin correr por
el mundo en alas de la imprenta, como sucede al
presente, abultando de este modo las bibliotecas con
obras inútiles, indignas ó perjudiciales. La gravedad
de aquel siglo hacia mirar con tal indiferencia las
obras de imaginación que ninguno de nuestros gran-
des poetas trató de publicar sus obras. Boscan tardó
mucho á resolverse á dar este paso con las suyas y
las de Garcilaso, y solo forzado de los ruegos de
muchas personas respetables, y conociendo el peli-
gro á que se exponía de que alguno se adelantase á

(1) El título del libro e s : Cristo nuestro Señor en la Cruz,


hallado en los versos de Garcilaso de la Vega sacados de diferentes
partes, y unidos con ley de centones—Madrid 1628 en k." (Véase
D. Nicolás Antonio).
132

imprimirlas, afeadas con los yerros de los traslados


que circulaban, se dejó vencer y se determinó á la
impresión. Juntó sus papeles, los corrigióy coordinó
en cuatro libros; en los tres primeros colocó sus
obras; el cuarto lo reservó todo para los de su ma-
logrado amigo j que son las que conocemos, si bien
debió dejar otros muchos borradores que no llegaron
á sus manos. La seguridad del estilo de las que se
conservan son claro indicio de que su pluma estaba
muy ejercitada, para lo cual necesitó escribir m u -
cho mas de lo que se nos presenta como suyo. El
cardenal Cienfuegos nos habla de los versos que
compuso á la que llamaba Sirena del mar napolitano;
Bembo nos da razón de una oda que hizo en su elo-
gio, la cual prefería este eminente crítico á todas las
composiciones incluidas en un cuaderno, que le r e -
mitió; unas y otras obras se han perdido; y la suerte
de estas habrán experimentado otras muchas de que
no tenemos noticia. Sin embargo debe creerse que
lo que llegó á poder de Boscan seria lo mas selecto;
y que si el resto desapareció, fué por el abandono
con que los escritores excelentes miran aquellas
obras que no han podido llevar á la perfección por-
que anhelan.
Pensaba Boscan dedicar su colección á la d u -
quesa de Soma, y ya tenia escrita la carta dedicato-
ria, cuando plugo al cielo llevárselo con gran p e r -
juicio de la edición proyectada, pues se sabe tenia
resuelto corregir muchos defectos que por falta de
tan hábil mano hubieron de dejarse en la impresión.
133

La mujer y herederos de Boscan creyendo que era


menor inconveniente el imprimirlas con ellos, que
el que quedasen guardadas y escondidas, sin que el
público gozase de ellas por no condescender con al-
gunas faltas, ó bien que corriesen tan mal c o n c e r -
tadas y escritas como suelen andar las copias de
mano, pidieron licencia para imprimirlas y se les
otorgó para Castilla por espacio de 10 años con f e -
cha en Madrid á 9 de febrero de 1543. Por el m i s -
mo tiempo se les concedió para los demás reinos y
señoríos el 18 del mismo mes y año, imponiendo la
pena de mil florines de oro á los que las imprimie-
ren subrepticiamente. En esta licencia se hace men-
ción circunstanciada de las obras que se querían im-
primir, pero confundidas y entreveradas las de los
dos poetas. El título que se puso á la colección e s :
Las obras de Boscan y algunas de Garcilaso de
la Vega repartidas en 4 libros en Medina del Cam-
po por Pedro de Castro, impresor, á costa de Juan
Pedro Museti, mercader de libros vecino de Me^
dina del Campo. Acabáronse á 4 dias de agosto
año MDXL1II1. Un tomo en 4.° de 239 folios.
Siguiéronse á esta edición otras muchas (1) que
seria pesado referir. España, Portugal, Italia, Flán-
des ocupaban sus prensas en propagar y repetir
tan elegantes escritos, siendo tal en pocos años el
número de las ediciones que antes del último tercio
del siglo X V I , confesaba el impresor Martin Nució,

(1) Ilustración XIU.


134

que ninguno de ios libros vulgares habia merecido


tan repetidas veces los honores de la impresión. Sin
embargo el arte tipográfico aun no ha rendido á
Garcilaso el tributo á que su gloria le hace merece-
dor. Todas las naciones se han esmerado en tener
lujosas impresiones de sus clásicos. Un patricio por-
tugués ofreció á su patria el poema de Camoens im-
preso en casa del célebre Didot con toda la magni-
ficencia de que son capaces los adelantos del arte en
el presente siglo. La Bélgica ocupó en el XVII á
sus famosos impresores en darnos las obras de Gón-
gora y del príncipe de Esquilace con mas lujo del
que acaso merecian sus autores. En el siguiente, Va-
lencia vio salir de la imprenta de Monfort soberbias
ediciones del sabio Luis Vives y del austero Juan de
Mariana. El aprecio que los ingleses hicieron de la
inmortal novela del Quijote y la hermosa edición de
Londres, que fué su resultado, suscitó en el m a r -
qués de la Ensenada la idea de repetirla en España,
y aunque entonces no tuvo efecto, años después la
Academia española no perdonó gasto ni diligencia
para la suntuosa que se hizo en Madrid en casa de
D . Joaquin Ibarra en cuatro tomos en 4 . mayor, la
o

cual por la hermosura de sus tipos, la tersura de sus


tintas y la perfección de su estampado es el asombro
de lodos los inteligentes y el título de gloria que
hará que el nombre de Ibarra sea puesto con r e s -
peto al lado de los Didots, Nucios, Plantinos y E l -
zevirios. Solo Garcilaso no ha obtenido este honor.
Si cuando en medio de sus ocupaciones políticas y
135

literarias el magnífico Azara costeaba generosa-


mente , y ayudado de otros literatos amigos suyos
cuidaba de la corrección de las soberbias ediciones
de los dos príncipes de la lírica y épica antiguas,
Horacio y Virgilio, que publicó en Parma impresas
por el célebre Bodoni ( 1 ) , hubiera empleado parte
de sus cuidados en obsequio del mas simpático de
nuestros líricos, no careciera su fama de tan m e r e -
cido monumento. Acaso esperan nuestros editores á
que alguna nación extraña, excitando su emulación,
los saque de su natural inercia, para hacer esta jus-
ticia al primero que hizo hablar á las musas e s p a -
ñolas un lenguaje puro, armonioso y elegante, que
no desdice del que emplearon las de Atenas y el
Lacio.

(1) La de Horacio se hizo el año 1791 en un lomo, y la de Vir-


gilio en 1793 en d o s : ambas en folio grande, excelente papel y
hermosos caracteres. Serán siempre muy buscadas y apreciadas
estas ediciones por los pocos ejemplares que se tiraron y por su
corrección y lujo. Sobre Azara véase la Biblioteca de Escritores de
los Colegios mayores por Rezábal, pág. 17.
ILUSTRACIONES

ILUSTRACIÓN I.

Ilustre ascendencia de Garcilaso.

El apellido Laso de la Vega no era el de su varonía,


pues su abuelo paterno se llamó Suarez de Figueroa ; mas
habiéndolo adoplado su línea con preferencia á este últi-
mo, pondremos aquí su genealogía. Así al tiempo que
examinamos los motivos que hubo para esta adopción , da-
remos á conocer las relaciones que unieron á Garcilaso,
no solo con grandes capitanes sino con aquellos excelentes
caballeros cuya aplicación y luces formaron el crepúsculo
que precedió á la aurora de la restauración de nuestras
letras. En nuestras indagaciones seguiremos á Ambrosio
de Morales, Salazar de Mendoza, Sandoval, Méndez de
Silva y Salazar de Castro.
El solar de la Vega está en Asturias de Santillana en
•la ribera del Vesaya, una legua de Santillana y otra de
138

la mar, en una vega muy amena. La casa tenia dos torres


hermosas y fuertes y al rededor 70 casas de vasallos. Los
demás eran unos ochocientos diferentes de los del marque-
sado de Santillana. Los proseedores de esta casa de quie-
nes se tiene mas cierta noticia son :
Don Pedro Laso de la Vega rico-home y almirante del
Bey D. Alonso el Sabio en el mar Océano.
Garcilaso, hijo del anterior, á quien mataron los de
Soria: sirvió al Rey D. Alonso el XI y fué su rico-home
y adelantado mayor de Castilla.
Garcilaso su hijo, á quien mandó matar el Rey D. Pe-
dro en su palacio Real de Burgos. Este y su hermano Gon-
zalo Ruiz de la Vega fueron los primeros que pasaron el
rio Salado cuando el Rey 1). Alonso XI ganó la célebre
batalla que lleva este nombre. Garcilaso mató al moro que
traía el Ave María á la cola de su caballo, y puso en letras
azules en su escudo liso de oro La celeste Ave María que
se ganó en el Salado. Desde entonces usaron de estas armas
sus descendientes, y el almirante Diego Hurtado las tuvo
en tanto que las puso en las suyas en lugar de las 20 pa-
nelas de que usaron sus progenitores.
Este Garcilaso tuvo por hijo otro del mismo nom-
bre que casó con Doña Mencía Cisneros. Esta señora fué
abuela del marqués de Santillana , y en su proemio sobre
la poesía de su tiempo (1) la nombra el marqués diciendo:
« acuerdóme , señor muy magnífico, siendo yo en edad no
«provecta, mas asaz mozo pequeño, en poder de mi
« abuela Doña Mencía de Cisneros entre otros libros haber
« visto un grant volumen de Cantigas serranas e decires
« portugueses e gallegos etc."

(1) Sánchez, Colección de poesías anteriores al siglo XV, tomo I,


p'.g. LVII1.
139

Tuvieron estos señores por hija á Doña Leonor de la


Vega, que casó con Diego Hurlado, hijo de Pero Gonzá-
lez de Mendoza y de Doña Aldonza de Ayala hermana del
Canciller Pero López de Ayala juicioso cronista y sabio
literato. Pero González también fué famoso metrificador,
y á su valerosa muerte en la batalla de Aljubarrota se es-
cribió el romance: El caballo vos han muerto etc. Diego
Hurtado su hijo fué mayordomo mayor de D. Juan I, como
su padre , alférez mayor , y almirante de los reinos de Cas-
tilla, León, Galicia y Asturias por el Rey Enrique III. Con
este oficio desbarató la armada de Portugal y después
ganó la villa de Miranda de Duero. Casó dos veces; la
primera con Doña María de Castilla, hija del Rey D. En-
rique II y hermana del Rey D. Juan I; y la segunda con
la dicha Doña Leonor de la Vega, por cuyo casamiento
quedó incorporada en la casa de Mendoza la de la Vega
con todos sus señoríos y vasallos en Asturias de Santillana
y en la villa de Carrion de los Condes.
üe este último matrimonio hubo D. Diego dos hijos;
el célebre marqués de Santillana, que conservó el apellido
del padre, y Doña Elvira, que tomando el de la madre,
se llamó Lasso, de quien desciende este linaje. Del mar-
qués de Santillana todo está dicho, así excusamos hacer su
elogio. Su hermana Doña Elvira casó en 1408 con Don
Gómez Suarez de Figueroa primer señor de Zafra, Feria,
Villalba, etc., alcaide de Badajoz, mayordomo mayor de
!a Reina Doña Catalina de Lancastre, hijo de D. Lorenzo
Suarez de Figueroa, señor de la Torre de Monturque,
maestre de la orden de Santiago, cuyo elogio hace Fer-
nán Pérez de Guzman en el cap. XVI de las Generaciones ij
semblanzas.
Pedro Suarez de Figueroa , hijo de D. Gómez, fué se-
140

ñor de Cañaveral y tuvo por hijo segundo á Garcilaso que


con la libertad que le daba la costumbre de aquellos s i -
glos tomó el apellido de su abuela Doña Elvira Laso, ora
porque se hubiese casado á su lado, ora porque no se ex-
tinguiese tan ilustre apellido que solo se conserva en su
línea. Aquí conviene deshacer una equivocación de San-
doval, quien hablando de D. Pedro Laso el de las comuni-
dades, hijo de este caballero, dice que los abuelos de Don
Pedro fueron D. Gómez Suarez de Figueroa padre del pri-
mer conde de Feria y Doña Elvira Laso de la Vega. Por
los papeles que poseemos resultan abuelos Pero Suarez de
Figueroa y Doña Blanca de Sotomayor; y refiriéndose los
papeles al testamento de estos señores deben hacer mas
fe que el dicho de Sandoval, por lo cual sospechamos que
este historiador confundió los abuelos con los bisabuelos :
sospecha que redujo á evidencia la genealogía que trae
de la casa de Feria Salazar y Castro en las Glorias de la
casa Fámese.
Garcilaso de la Vega casó con Doña Sancha de Guz-
man y fué padre de nuestro poeta, por cuyo título nos
merecerá mención mas circunstanciada. Sus padres le cria-
ron en su juventud en la casa Real de Castilla en servicio
de la Reina Doña Juana, segunda mujer de D. Enrique IV,
como lo dicen en su testamento , asegurando haber gastado
en esto con él 200,000 mrs. Cuando estuvo de embajador
cerca del Papa Alejandro VI, manejó con tal pulso los ne-
gocios de su corte que escribiéndole Luis Xíl de Francia
le intituló Embajador de los Reyes y Rey de los Embaja-
dores. Tuvo de su matrimonio con Doña Sancha de Guz-
man los hijos siguientes:
1.° Don Pedro Laso de la Vega y Guzman que llevó la
casa, caballero del hábito de Santiago, alcaide de Gibral-
141

lar, regidor de Toledo, sugeto instruido, y noble de con-


dición. Sandoval da muchas noticias suyas en la Historia
del Emperador, principalmente en el tomo I, lib. V, § 2 3 .
Murió en Toledo por octubre de 1554.
2.° Garcilaso de la Vega, el poeta.
3.° Gonzalo Ruiz de la Vega profesor de letras, que mu-
rió en Salamanca.
4.° Don Francisco de la Vega y Mendoza, maestre-
escuela y canónigo de Badajoz.
5.° Don Fernando de Guzman que murió en Ñapóles
cuando la sitió Mr. Lautrecb con e! ejército francés.
6.° Doña Leonor de la Vega, que fué segunda mujer
de D. Luis Fernandez Portocarrero, conde de Palma y cor-
regidor de Toledo.
7.° Doña Juana de la Vega, que murió soltera.
Por merced de los Reyes Católicos, despachada en Sa-
lamanca á 30 de marzo de 1502, fundaron Garcilaso y su
esposa el mayorazgo de Cuerva, por escritura otorgada
en Cuerva á 13 de marzo ante el escribano Juan Gómez de
Cuerva.
Cuando el Rey Católico en 1506 se fué á Flándes no
le acompañó Garcilaso sino que se quedó al servicio de los
nuevos reyes: cosa que le fué muy sensible al Católico,
tanto que cuando volvió no le admitió en su privanza.
Vino á heredar el mayorazgo de Arcos, fundado por sus
padres. Murió en el monasterio benedictino de Burgos
año 1512 por el mes de setiembre, y su cuerpo fué llevado
á Cuerva y enterrado en la capilla de la iglesia parroquial
de Santiago de la misma villa.
Pasando ahora rápidamente la vista sobre los diversos
personajes de esta genealogía vemos que el famoso mar-
qués de Santillana fué hermano de la bisabuela de Garci-
142

laso el poeta; Pero González de Mendoza su cuarto abuelo


y el canciller Ayala hermano de su cuarta abuela: perso-
najes todos que fueron de los mas apreciables de sus siglos
por el cultivo de las letras. [Véase el árbol núm 1.")
No era menos distinguida su ascendencia por la parte
de su madre Doña Sancha de Guzman. El sabio y se-
sudo caballero Fernán Pérez de Guzman en el capí-
lulo 10 de las Generaciones y semblanzas habló del orí-
gen de este linaje con mas prudencia y circunspección que
Rodrigo Méndez de Silva en sus obras genealógicas.
" E l fundamento é naturaleza, dice, de este linaje es
en el reino de León, ca vienen ciertamente del conde
D. Ramiro. Dicen que este conde D. Ramiro, ó por ca-
samiento ó por amores ovo una hija del Rey de León y
del y della vienen los de Guzman. Otros dicen en esta otra
manera: que cuando los Reyes de Castilla é de León co-
braban la tierra del poder de los moros, muchos extran-
jeros de diversas naciones por servicio de Dios y por no-
bleza de caballería venian á la conquista, é muchos dellos
quedaban en la tierra: é dicen que entre otros vino un
hermano del duque de Bretaña, que llamaban Gudeman,
que en aquella lengua quiere decir buen hombre. Este her-
mano del duque casó con el linaje del conde D. Ramiro; é
según esto parece que, errando el vocablo, por Gudeman
dicen Guzman; como quier que deslo no hay escritura nin-
guna, salvo lo que quedó en la memoria de los hombres;
pero porque los de Guzman en la orladura de sus armas
traen armiños , que son armas de los duques de Bretaña,
quiere parescer que es verdad lo que se dice."—El en-
grandecimiento de esta familia dio margen á los poetas
para ocupar las Musas en sus elogios. Miguel de Silveira
autor de gran talento y numen , aunque de estilo enfático
143

y campanudo, trae en el libro XV de su poema del Maca-


beo, que dedicó al duque de Medina de las Torres, una
genealogía de los Guzmanes y se expresa de este modo
acerca de su origen:

Mira otro jaspe donde el curso leve


del cielo imprime imágenes perfetas,
Las armas que en recíproca luz sediento bebe
del duque
de Medina
la lumbre universal de los planetas;
de las Tor- como la ley del tiempo no se atreve
res.
á condenar , por causas mas secretas,
la torre de Aveados , que en decoro
ostenta en campo azul calderas de oro.

Suena la voz, que al tronco descendiente


de Bretaña darán mármoles frios,
Fr. Pruden-
cio de San- donde Bóreas opuesto al austro ardiente
doval dice enlaza en yelo el curso de los rios;
que viene
de los du- de Gundimaro estirpe floreciente
ques de In- veo con soberanos señoríos
glaterra.
dispuesta á gobernar la regia popd
por dilatados términos de Europa.

Advierte en estos orbes circunstantes,


como el eco dudoso de la fama
publica al mundo en ecos resonantes
Que viene de helada Gocia su nativa cama.
de los Go-
dos. Verás, que en los imperios dominantes,
es de Fruila generosa rama,
que da á su sangre en bélicos ensayos
del nombre flores, si del pecho rayos.
144

Mira que varia la canora trompa


suena, por estos cercos de cristales,
que el imperio alemán con regia pompa
Do los
emperado- le da sus ascendientes inmortales.
res de Ale- 1

Mas porque voz de hierro el aire rompa,


mania.
ordenáronlos orbes celestiales
que conserve de España la nobleza
en los ampos de armiño su pureza.

Contempla con divinos resplandores


/
escrita portentosa maravilla,
que es el (ronco fatal que engendra flores
progenie de los condes de Castilla;
de Fruila inmortales sucesores
de Europa ocuparán la regia silla,
dilatando el dominio de su imperio
Que -vie-
nen de los, por climas del antartico emisferio.
condes de No procede de Reyes; mas proceden
Castilla.
soberanos imperios de su cuna
á cuyo excelso honor los orbes ceden,
que girau variedad de la fortuna.
Los hados por misterio le conceden
que escrita por los cercos de la luna
con los rayos del sol su claro nombre,
que ilustra de Guzmanes el renombre.

En seguida habla de Santo Domingo de Guzman, y


prosigue haciendo mención de tres Reinas, una de Cas-
tilla y dos de Portugal, del linaje de Guzman, de esta
manera.
145

Tres flores que en sus orbes Cipria encierra


porque de su belleza no declinen,
darán á Europa Reyes que en la guerra
TresReinas
los términos del mundo predominen;
de la casa de
Guzman. producirán asombros de la tierra,
que de su pesadumbre el eje inclinen,
Leonor del regio trono Castellano,
\ Teresa con Beatriz del Lusitano.

La genealogía de los Guzmanes hasta los señores de


Batres puede -verse en el tirbol núm. 2, y no damos noti-
cias mas circunstanciadas de ella, pues el que quiera tener-
las puede consultar el Discurso sobre el linaje de Sanio Do-
mingo , que escribió Ambrosio de Morales publicado en el
tomo X de su Crónica , edición en 4.° hecha en Madrid en
la oficina de Benito Cano en 1 7 9 2 , donde hallará no solo
buenas noticias sino citas de otros autores, que ilustraron
el mismo asunto. Aquí solo hablaremos de los señores de
Batres por ser los ascendientes mas próximos á Garcilaso.
(Véase árbol 3)
Pedro Suarez de Toledo y Doña María Ramírez de Guz-
man, primeros señores deBatres, tuvieron por hijo segundo
á Pedro Suarez de Guzman que dejando el apellido de su
varonía, Toledo, usó el de la madre como era frecuente en
lo antiguo. Este caballero, que fué notario mayor de A n -
dalucía y segundo señor de Batres, casó con Doña Elvira
de Ayala, hija de Hernán Pérez de Ayala y Doña Elvira
Ceballos y hermana del gran canciller Pero López de
Ayala; de suerte que siendo cuñado de Pero González de
Mendoza, cuarto abuelo de Garcilaso el poeta, tenia este
por la línea materna igual parentesco con el canciller que
por la paterna. El segundo señor de Batres tuvo por hijos
10
146

á Hernán Pérez de Guzman y Toledo, y á Doña Aldonza


de Guzman de quien descienden ilustres casas.
Hernán Pérez de Guzman y Toledo , tercer señor de
Baíres, fué uno de aquellos personajes ilustres que en el si-
glo XV unieron el manejo de la espada con el cultivo de
las letras. Su vida está escrita por D. Eugenio Llaguno y
Amírola y publicada al frente de las Generaciones y sem-
blanzas , que este laborioso literato reimprimió juntamente
con el Cenlon epistolario del Br. Fernán Gómez de Cibdá-
real, y los Claros Varones y las Letras de Fernando del Pul-
gar, en Madrid en la imprenta Real de la Gacela 1775 , en
un tomo en 4.° Se halló en el combate de Pinos contra los
moros; después sintiendo mal del predominio que D. A l -
varo de Luna ejercía sobre el Rey, y reprobando la ambi-
ción de los infantes y grandes que solo por envidia y no por
amor al bien público trataban de separar al privado, se
cree se retiró á Batres por cuya causa no se halló en la
batalla de Olmedo año 1 4 4 5 : de algunos párrafos de sus
obras se infiere que esta retirada no fué voluntaria. En el
ocio de su casa se dedicó al estudio de la filosofía, en la
que puede conjeturarse tuvo por director á D. Alonso de
Cartagena obispo de Burgos. Entre sus contemporáneos
tuvo fama de excelente metrificador. Los modernos han
dado justamente la preferencia á sus obras en prosa, entre
las cuales las mejores son la Compilación de la Crónica de
D. Juan IIy las Generaciones y semblanzas. Su estilo, que
es ün reflejo de su carácter grave y severo, no adolece de
las transposiciones y afectación pedantesca de todos los
otros autores, que en su tiempo pasaban por sabios, como
Juan de Mena y el marqués de Sanlillana. Debió morir an-
tes de 1470. Estuvo casado con Doña Marquesa de Ave^
llaneda, y en segundas nupcias con Doña Catalina de Gal-
147

damez, señoras muy principales, y de ambas hubo ilustres


sucesiones.
Del primer matrimonio le nació Pedro de Guzman cuar-
to señor de Batres , regidor perpetuo y alcaide de la ciudad
de Toledo, que casó con Doña María de Bivera, hija de>
Payo de Rivera, señor de Malpica y mariscal de Castilla, y
de su mujer Doña Marquesa de Guzman tuvieron por
hijos,
A Pedro Suarez de Guzman y Doña Saucha de Guzman.
Muerto sin sucesión Pedro Suarez de Guzman , quinto se-
ñor de Batres, heredó esta casa su hermana Doña Sancha,
que casó con Garcilaso de la Vega, comendador mayor de
León en la órdeu de Santiago, de cuya sucesión ya se ha
hablado.

ILUSTBACION II.

D. Podro Laso y las comunidades.

Por no alargar demasiado en este punto el texto de la


Vida, hemos dejado para esta ilustración algunas noticias
sobre el origen de las comunidades y carácter de D. Pedro
Laso. Los capítulos que se dieron á este caballero por la
ciudad de Toledo para que juntamente con sus compañe-
ros los presentase al Emperador , cuando este Príncipe ve-
nia de Aragón para Valladolid, fueron que no saliese de
estos reinos: que no diese oficio ni cargo en ellos á nin-
gún extranjero: que los dados se les quitasen: que no se
sacase moneda del reino: que en las Cortes próximas no se
148

pidiese servicio alguno, y mas si S. M. se ausentaba: que


las Cortes se dilatasen y se hiciesen en Castilla y no en
Galicia: que los oficios y regimientos no se diesen por di-
nero : que se reformase la Inquisición y nadie fuese agra-
viado: que á los particulares agraviados de estos reinos
se los desagraviase. Esto es lo que Toledo pedia por bien
general del reino , aunque después aumentó las peticiones
á proporción de lo que crecieron los movimientos. Llega-
ron D. Pedro y sus compañeros á Valladolid cuando sus
procuradores y regidores se juntaban para suplicar al Em-
perador algunas cosas de su servicio. Quisieron ponerse
de acuerdo con ellos para impedir la ida del Emperador , y
prender á Xevres; mas al fin Valladolid no quiso unir sus
súplicas con los de Toledo. Presentáronse estos al Empe-
rador después de la célebre conferencia que tuvo con Don
Pedro Girón. No los quiso oir, mandándoles ir primer lu-
gar adelante de Tordesillas, camino de Santiago, donde
los oiria. Fueron á Villalpando, y al paso , después de ha-
ber intentado Xevres privarles de la audiencia, la obtu-
vieron. Díjoles el Emperador que fuesen á Benavénte y
allí les daria la respuesta; pues allí estaban los de su con-
sejo. Acudieron exactos; y el Emperador les contestó, oido
su Consejo de Justicia y Estado, que no se tenia por ser-
vido de lo que hacian: que si no mirara cuyos hijos eran
los mandaría castigar gravemente; y que acudiesen al
Presidente del Consejo. Este les dijo que dejasen de enten-
der en aquellas cosas, y en las Cortes que se iban á tener
en Santiago los procuradores que Toledo enviase hiciesen
preséntelo que habían suplicado y el Emperador provee-
ría lo conveniente. No desistieron y caminaron á Santia-
go , en cuyas Cortes sucedió con ellos lo que hemos visto.
El enojo del Emperador y de los ministros fué grande por
149

su decidida oposición, y corrieran gran riesgo sin la inter-


vención del Condestable y Garcilaso.
Su hermano D. Pedro siguió de buena fe la comunidad
mientras las pretensiones de esta se limitaron á lo que s e -
gún las leyes del reino podia pretenderse del Monarca;
pero cuando la gente soez levantó la cabeza y las ciudades
alucinadas con el ejemplo de las libertades que gozaban
las de Italia quisieron despedazar la monarquía, eximién-
dose de todo yugo , y se volvieron contra los grandes y
señores que habian sido los primeros que levantaron la voz
en favor suyo , entonces D. Pedro, conociendo que la r e -
volución traspasaba los límites de la justicia y aun de la
conveniencia pública, se arrepintió de haber dado pretex-
to á tales desórdenes, y trató de presentarse á partido.
Las negociaciones que para el efecto mediaron con los go-
bernadores pueden verse en Sandoval Historia de la vida de
Carlos V, lib. IX. El mismo autor hace en el V la siguien-
te pintura de las cualidades de este caballero Don
Pedro era un caballero de sanas entrañas y sin malicia,
y junto con esta bondad, amigo de justicia y del bien del
reino, y por eso se metió lanío en eslos bullicios. Y el que
supiere quien era, entenderá ser esto así, y que la sangre
generosa que tenia no le dejara caer de lo que sus pasa-
dos hicieron que fueron de los grandes de España: ( aquí
pone la genealogía y sigue]: Tal era D. Pedro Laso, y así
se ha de entender que serian tales sus pensamientos y de-
seos de servir á su Príncipe, como lo entendieron adelante
el Emperador y su hijo el Rey D. Felipe, pues en tiem-
pos bien turbados cuando eran menester hombres de va-
lor y de lealtad, hicieron embajador cerca de la persona
de Paulo IV á Garcilaso de la Vega, hijo de D. Pedro
Lasso, y le encomendaron negocios gravísimos, cuales los
150

hubo con aquel Pontífice de tan recia condición." De este


Garcilaso se hace larga mención en los documentos de la
presente obra por el negocio de su desposorio en que sa-
lió complicado su tio, el poeta.

ILUSTRACIÓN III.

Genealogía de Loria Elena de Zúiliga, mujer de Garcilaso.

La esposa de Garcilaso Doña Elena de Stuñiga ó Z ú -


ñiga provenia también de ilustre linaje. Era nona-nieta de
D. Forlun Ortiz señor de Stúñiga y Mendavia, rico-home
de Navarra que según constante opinión se halló año de
1212 en la batalla de Jas Navas, y lomó para sus armas
la cadena. Su genealogía puede verse en el árbol núm. 4.
Honraron esta familia, Iñigo Ortiz de Stúñiga, señor de
Stúñiga, mayordomo mayor del Infante D. Pedro regente
de Castilla, que en 1315 hizo hermandad con muchos ca-
balleros y pueblos para servir al Rey D. Alonso: otro Iñi-
go Ortiz señor de Alesanco , las Cuevas, etc., guarda ma-
yor y camarero mayor de la Reina Doña Blanca , que casó
con Doña Juana Orozco hija de Iñigo, segundo señor de
Escamilla : Diego López de Stúñiga, primer señor de B e -
jar, alcaide de Burgos, justicia mayor de Castilla y valido
de Enrique III, de quien se habla en el capítulo VIII de
las Generaciones y semblanzas; y el mariscal Iñigo Ortiz
de Stúñiga, señor de Nieva y otros pueblos, que casó con
Doña Juana, bija natural del Rey Carlos III de Navarra.
151

Habla de él el Bachiller Cibdá-real, epístola 1 0 3 , y fué


bisabuelo de Doña Elena. Los padres de esta señora fue-
ron Iñigo de Stúñiga maestresala de la Emperatriz Doña
Isabel, mujer de Carlos V, y Doña Ana de Salazar, que
moraron en Aranda de Duero.
De su matrimonio con Garcilaso tuvo Doña Elena los
hijos siguientes:
1.° Garcilaso de la Vega , que murió niño.
2.° Garcilaso de la Vega sucesor en el mayorazgo, que
murió de 25 anos en el socorro de Ulpiano. Francisco de
Figueroa lloró su muerte en un soneto, que imprimió el
Brócense al frente de las anotaciones á las obras del pa-
dre. Los sucesos de su corta vida pueden verse largamente
en el lib. 32 de la Historia de la de Carlos V por San-
doval.
3.° Fray Domingo de Guzman, dominico, que en el
mundo se llamó D. Pedro y fué caballero de hábito y co-
legial en S. Gregorio de Valladolid. Tuvo fama de emi-
nente predicador y murió en Alcalá.
4.° Doña Sancha Laso de la Vega y de Guzman, que
sucedió á su hermano segundo y casó con D. Antonio Por-
tocarrero su primo hermano, señor de la rica dehesa de
la Monclova en Ecija, hijo de D. Pedro Portocarrero,
conde de Palma y de su segunda mujer Doña Leonor de
la Vega, hermana de Garcilaso el poeta.
Tanto estas noticias como las del enterratorio de Doña
Elena se encuentran en Garibay, tomo V, lib. 32, tit. 5.",
obras mss.
Por un proceso de la Inquisición ha llegado á nuestra
noticia que Doña Elena tuvo una hermana, casada con
Antonio de Baeza. Doña Antonia de Branches, mujer de
D. Luis Portocarrero, á 16 de abril de 1558 ante el licen-
152

ciado Guigelmo inquisidor presentó una delación en que


dijo:
" Mas una hija del fiscal llámase Doña Catalina Viuda
(y desto no sabe su madre ni su hermana): Doña Fran-
cisca de Zúñiga también está engañada, y la madre no
sabe cosa alguna: es su madre hermana de Doña Elena de
Zúñiga mujer de Garcilaso de la Vega." Mas adelante re-
sulta que la dicha Doña Francisca es hija de Antonio Bae-
za. (Proceso de Francisco Vivero).

ILUSTRACIÓN IV.

Noticia genealógica de los Toledos y sus cüucxkines con la familia de


Garcilaso.

Además de lo interesante que en esta historia debe ser-


nos la casa de Alba por la protección que dispensó á Gar-
cilaso, las honrosas relaciones de parentesco que unian á
este con tan ilustre familia, acaso lamas poderosa y céle-
bre desde el reinado de los Reyes Católicos hasta los tiem-
pos de Felipe II, nos impele á dar algunas noticias de su
genealogía. El apellido de los de Alba fué Toledo. Los To-
ledos pretenden descender de Rodrigo Armildez, padre de
Gutierre Ruiz de Toledo. Este último fué camarero del
conde D. Sancho de Castilla, murió en 1027, y se sepultó
en Oña, donde según Garibay, libro 10, cap. 18 de su
Compendio Historial se conservaba su sepulcro y epitafio.
Biznieto de este supone el conde de Mora fué D. Pedro
Gutiérrez de Toledo que se halló con el Rey D. Alonso VI
en la conquista de la ciudad de su nombre. Otros lian que-
rido fuese descendiente de los Emperadores de Constanti-
nopla, haciéndolo hijo de Isacio Commeno, César y nielo
de Isacio que tuvo el trono imperial en 10S7 ; y de esta
última opinión es Salazar de Castro en el índice de las glo-
rias de la casa Farnese. Casó con Doña Gimena, bija de
Ñuño Alfonso, príncipe de la milicia de Toledo, y de estos
señores es ya mas auténtica la genealogía.
De cuatro de sus hijos descienden las mas ilustres fa-
milias de España. Del segundo Suer Pérez provino Pedro
Suarez de Toledo, como puede verse en el árbol núm. 7,
el cual, casándose con Doña María Ramírez de Guzman,
fué progenitor de los señores de Batres : del cuarto Ulan ó
Julián Pérez descienden los duques de Alba, como se de-
muestra por sus respectivos árboles; con lo cual vemos
que los de Batres y los de Alba reconocen por tronco c o -
mún á D. Pedro Gutiérrez de Toledo. Posteriormente hubo
en estas casas otras conexiones. El padre del primer señor
de Batres que se llamaba Fernán Pérez de Toledo cama-
rero mayor de Fernando el I V , fué hermano de Doña
Mencía de Toledo , que casó con el abuelo del primer señor
de Valdecorneja, de suerte que el padre del primer señor
de este título era primo carnal del de Batres. Por esta ra-
zón Fernán Pérez de Guzman el autor de las Generaciones
y semblanzas, núm. 4, del árbol de los señores de Balres,
cuando persiguieron al obispo D. Gutierre de Toledo, fué
incluido en la persecución como pariente, suponiéndose
que como tal seguiría su opinión, aunque por no averi-
guarle nada fué luego puesto en libertad.
El primero de los señores de Valdecorneja fué García
Alvarez de Toledo maestre de Santiago, y por su valor y
154

conocimientos militares favorecido del Rey D. Pedro: des-


pués, venido á Toledo D. Enrique su sucesor, supo gran-
jearse de tal suerte su aprecio , que dejando el maestrazgo
de Santiago á D. Pedro Mejía que lo deseaba, obtuvo del
Rey en cambio á Oropesa y Valdecorneja , que se compone
de las cuatro Villas del Barco de Avila; con lo cual aun-
que al principio era caballero de medianos haberes, quedó
rico. Por su hijo Hernán Alvarez de Toledo descendieron
de él los señores de Oropesa. El señorío de Valdecorneja
1 0 heredó su hermano, núm. 2 del árbol núm. 6 .
Hernán Alvarez de Toledo señor de las casas que po-
seyeron después sus descendientes los señores de Higares,
se llamó el Tuerto por haber perdido un ojo en la guerra.
Sirvió al Rey D. Pedro en cuantas ocasiones se ofrecieron,
y después al señor D. Enrique II, de quien fué muy vali-
do. Por muerte de su hermano Garcí Alvarez quedó tutor
de su sobrino Hernán Alvarez , y por la misma fué segun-
do señor de Valdecorneja. Obtuvo las dignidades de ma-
riscal mayor de Castilla y alguacil mayor de Toledo, y ha-
biendo casado con Doña Leonor de Ayala, hija de Hernán
Pérez de Ayala y Doña Elvira Cevallos y hermana del gran
canciller Ayala, fué cuñado de Pedro Suarez de Guzman,
11 señor de Balres, progenitor de Garcilaso el poeta, que
estaba casado con otra hermana del mismo canciller. T u -
vieron por hijos á
Garci Alvarez de Toledo que heredó la casa. A D. Gu-
tierre de Toledo obispo de Palencia, después arzobispo de
Sevilla y últimamente de Toledo, que sirvió al Rey Don
Juan el II, y en la batalla de Olmedo trajo en su favor
mucha gente á su sueldo, por lo cual el Rey le hizo mer-
ced de la villa de Alba de Tormes y sus aldeas. Esta villa
habia sido del infante D. Fernando de la Cerda, y después
155

de D. Pedro conde de Trastamara, hijo del maestre Don


Fadrique, á quien la quitó el Rey D. Juan I para darla
al infante D. Dionis de Portugal año de 1 3 8 6 , de donde
vino á poder de D. Juan infante de Aragón. El tercer hijo,
de Hernán Alvarez de Toledo se llamó como su padre y de
él descendieron los señores de Higares. Garci Alvarez de
Toledo el primogénito de esta sucesión , tercer señor de
Valdecorneja, floreció en tiempo de los Reyes D. Juan I y
D. Enrique III, y casó con Doña Constanza Sarmiento,
hija de Pedro Ruiz Sarmiento, adelantado mayor de Gali-
cia y de Doña Juana de Guzman, su mujer, y esta es una
nueva conexión con la familia de los Guzmanes. Garci
Alvarez hubo tres hijos : el mayor fué
Hernán Alvarez de Toledo, valeroso caballero, que
heredó la casa. Fué tronco de los de Alba, y su descenden-
cia es interesante si se ha de comprender el final de la
Égloga II de Garcilaso, que como tan obligado á esta fa-
milia forma en ella encarecidamente sus elogios.
La casa de Alba llegó en poco tiempo al colmo de la
grandeza. Las hazañas de D . Hernán ó Fernand Alvarez
de Toledo, hicieran que D . Gutierre el arzobispo que fué
Toledo, á pesar de tener otros sobrinos en igual grado le
dejase heredero universal de todos sus bienes , entre los
cuales le dio su villa de Alba de Tormes de la que el Rey
D . Juan II le dio título de conde. En todas las guerras y
diferencias del reino fué de los principales caballeros de
que se hacia cuenta y estimación; mas luego á instiga-
ción del condestable D . Alvaro de Luna, el Rey le hizo
prender juntamente con otros condes y caballeros en la
villa de Tordesillas y le embargó parte de sus bienes. El
Rey D . Enrique IV le puso en libertad y le restituyó su
hacienda. De este Hernán Alvarez de Toledo hace men-
156

cion el bachiller Fernán Gómez de Cibda-real y Hernando


del Pulgar lo incluye entre sus Claros Varones, tit. V.
Su hijo D. García que después fué primer duque de
Alba , hizo mucha guerra al Rey D. Juan por la prisión de
su padre , principalmente desde la fortaleza de Piedrahita
que está á diez leguas de Bejar. Estuvo casado con una
hija del almirante , hermana de la madre del Rey Católico.
A D . García siguió D. Fadrique de Toledo segundo
duque de Alba, casado con Doña Isabel Pimentel de la casa
de Benavente, y fueron también marqueses de Coria. V i -
viendo su padre fué general de los cristianos en la frontera
de Granada. Mandó luego el ejército que conquistó la N a -
varra. Su hijo mayor se llamó
Don García, que por su valor temerario murió de 23
años en la jornada de los Gelves : de otra mujer, Doña Isa-
bel de Zúñiga bija del duque de Bejar, tuvo al gran D. Pe-
dro de Toledo primer marqués de Villafranca. No heredó
D. García la casa por haber muerto en vida de su padre.
Tuvo de Doña Beatriz Pimentel bija del conde de Bena-
vente á
Don Fernando Alvarez de Toledo, conocido con el
nombre de gran duque de Alba. Nació en Piedrahita villa
de la diócesis de Avila. Pruébalo una obra de Juan Bravo,
doctor en medicina y catedrático de esta facultad en la uni-
versidad de Salamanca, impresa en el año de 1592 , é in-
titulada: De simplicium medicamentorum deleclu, etpra>pa-
ralione. La dedicó á Piedrahita, su patria, y en la dedica-
toria dice así: " Viros habet Pelrafila ad orane disciplina-
rum genus propensos, íamque paci quam bello idóneos,
quorum unius tanlum D. Ferdinandi Toleli, Albai ducis et
Vallls Comica} domini meminisse sufficiat: qui Petrafita ex
D. Garúa Tolelo, ducis D. Federici filio et ex D. Bea-
157

trice Pimentela comitis Benavente filia natus est. Cujus


praiclara gesta tam nota apud omnes sunt, et ea ipsorum
dignilas, et in omnium hominum occulis tam expósita co-
rum magnitudo, ut inter egregias illorum laudes lime vel
in primis prweipua sit habenda, quod nullius allerius lau-
dibus nullius commendatione indigeni, ipsis sibi suo splen-
dore et amplitudine abundé magnani varienlibus laudem.
Quo fit, ut Petrafitm nairiai ingentes gratias referre de-
beamus quòd tantum sibi alumnum, et dominum tantum-
que deditiis suis ducem prcebuerit."
Vino al mundo en 1507 como lo prueban 1.°: el testimo-
nio de Pedro Mártir de Anglería que en carta, que en 1524
escribió al arzobispo de Cosencia, hablando del duque de
Alba D. Fernando dice que aun no tenia 17 años : Jtiven-
culus est annos nondum natus septemdecim. Si de los 24 se
quitan 17, quedan efectivamente 7. 2.° El mismo duque
de Alba en carta dirigida á D. Juan de Austria año 1571,
publicada entre las de otros españoles por Mayans, escribe
que tenia 64 años de edad, lo cual da por resultado el mis-
mo año. Ambos testimonios confirman la exactitud de los
versos de G. Laso, que dicen que el Duque cuando fué á
la guerra contra Solimán en 1532 tenia 25 años.

Sabe que en cinco lustres de sus años


hará tantos engaños á la muerte,
que con ánimo fuerte habrá pasado
por cuanto aquí pintado del han visto.
(Egloga IIJ

En esta guerra comenzó á servir el Duque como se vé


por los comentarios de las de Flándes por Alonso de Ulloa,
en que se dice que al comenzarla rebelión en 1567, lleva-
158

ba el Duque 30 años de servir en la milicia, de lo cual r e -


sulla exactamente que empezó sus servicios en 1532.
De las eminentes cualidades que habian de adornarle,
dio sin embargo muestras desde bien temprano acudiendo
á la toma de Fuenterrabía sin permiso de su abuelo, como
se ve por dos trozos de las epístolas de Anglería. El pri-
mero es tomado de la epístola 93, libro 37, dirigida al ar-
zobispo de Cosenza, y dice: " Hostibus dimissis et comi-
tatis in tutum D. Fernando a Tolelo , Alba? ducis, ex Dom.
Garúa filio, quem nosli peremptum a mauris in insula
generisi e syrlibus una; nepoti comestabilis, de capienda
loci et arcis possesione dedit negotium, quod is esset in
exercilu e proceribus non vulgaris ob ducatus illius expec-
tationem, licet nullum adhuc ipse titulum, avo vivente, sit
assecutus. Juvenculus est annos nondum natas seplemde-
cim, animosus imagine patris, uti de Prjrrho Sulmonensis
noster eludit.— Viclorice . . . IV nonas Mar Iii 1 5 2 4 . "
En el mismo libro 3 7 , epísiola 7 9 2 , dice al marqués
de Mondejar. " D. Fernandus a Tolelo D. Garsim condis-
cipuli quondam lui flius, magnanimi adolescenlis com-
missit saltum avo duce Albce inscio. Cwsarem adivit, ut
ad castra liceat cum bona venia profxcisci petit supplex.
Avum esse consulendum prius suasit rex. Venia non Con-
silio sibi opus esse inquit. Hese dicens, avo insalutato, per
equos dispositos, quos habebat, ad castra evolavit. Avus
amans et dorn. Garsics filii Femandi patris exemplo, pau-
lisper cunclatus moleste rem primo audito sensit ; sedato
mox animo, cum familiaribus obseculuris qua¡ necessaria
fare indieavil, ad nepolem missil. Vale. Ex Alavensi Vic-
toria idibus januariis 1 5 2 4 . " Al mismo suceso alude Don
Luis Zapata en una octava del canto XV del Carlo famoso,
folio 7 7 .
159

No nos dilatamos en apuntar las hazañas de este per-


sonaje porque deben ser harto conocidas de los que han
leido la Historia de los reinados de Carlos V y Felipe II.
Murió en Lisboa á 11 de diciembre de 1582, á los 75 años
de edad.

ILUSTRACIÓN V.

Sobre el marqués del Vasto D, Alonso Dávalos.

Sobre este gran capitán dice Luis Zapata en su Cario


famoso, canto X X , año 1524, fol. 104.

Trujo este (*) un sobrino , que tomaba


la primer vez la lanza ahora en la mano;
que la barba, del arte le apuntaba
que el vello al nuevo fruto del manzano;
este el marqués del Gasto se llamaba
que fué el mas gentil hombre, el mas lozano,
que desde el mar bermejo al agua helada
nunca espuela calzó, ni ciñó espada.

Comenzó , pues, el marqués del Vasto á servir cuando


en 1 524 los franceses vencidos y derrotados abandonaron
á Milán y se refugiaron en Novara, y al fin, herido el

(*) El marqués de Pescara.


160

general almirante y muerto el famoso Bayardo, fueron


arrojados de toda Italia. Si este año de 24 apenas le apun-
taba el bozo debia tener 21 años de edad cuando mas, y
haber nacido por lo tanto hacia el año 1503, el mismo en
que Garcilaso. Desde muy joven comenzó á mandar en
jefe las tropas imperiales. Luis Zapata sigue hablando de
él en su poema, atribuyéndole aventuras romanescas y
lances estraños; pero el que quiera noticias mas exactas
de este personaje que examine la Vida de Carlos V por
Sandoval.
Hernando de Acuña caballero contemporáneo de Gar-
cilaso y uno de los primeros poetas que dieron lustre á la
introducción de los metros italianos compuso varias poesías
en honor del marqués del Vasto, á saber: un soneto incluso
en la página 199 de la edición de Sancha en 1804, dán-
dole el parabién por su esfuerzo en resistir los golpes de la
fortuna ; y otros cuatro á su muerte, página 149 y siguien-
tes: el primero habla con la marquesa y la consuela de tan
gran pérdida; el segundo con el marqués de Pescara su
heredero , y presenta como dechado á su imitación las vir-
tudes del muerto - los otros dos son epitafios, el uno diri-
gido á la cámara en que murió , y el otro para esculpirse
en su sepultura. El Soneto XXI de Garcilaso que empieza

Clarísimo marqués, en quien derrama


el cielo cnanto bien conoce el mundo . . . .

piensan algunos que se hizo por el del Vasto; otros dicen


que fué por el marqués de Villafranca, D. Pedro de T o -
ledo ; á ambos puede convenir el contesto de él, pues no
se encuentra en él una sola frase que particularice á cual
de ambos personajes pudo ser dirigido
161

ILUSTRACIÓN VI.

De Juau Boscau y sus obras.

Se ignora á punto fijo el año que nació Boscan, aun-


que de la circunstancia de haber sido elegido ayo del du-
que de Alba, que tenia poco menos tiempo que Garcilaso,
puede conjeturarse excediese á este en unos diez años de
edad. Sin embargo le sobrevivió cuatro no habiendo muerto
hasta 1540 , en que le atacó la última dolencia en Perpi-
ñan yendo en compañía del duque de Alba, según consta
de la siguiente instancia hecha á 6 de octubre de 1542, y
recomendada por el duque.
" D o ñ a Ana de Rebolledo , mujer que fué de Boscau,
suplica á V . M . se le haga merced de aquellos 50,000 mrs.
que V. M. á suplicación del duque Dalba mandó dar por
merced al dicho su marido en su casa, y de un oficio de
conservador de las marcas de Cataluña que él tenia con
salario de treinta y cinco ducados, en persona de Juan
Bonaventura de Gualves para entretenimiento suyo y de
sus hijos."
"Supp." el duque Dalba, y murió el dicho Boscan
volviendo de Perpiñan donde le tomó la dolencia yendo en
compañía del duque. Y paresce que se le debe dar el ofi-
cio; en lo de los mrs., V. M. verá lo que será servido."
El Rey dio el siguiente decreto: " 5 . M. le hace mer-
ced del oficio para que se ponga en persona de Juan Bo-
naventura. Los mrs. están consumidos y no hay disposi-
ción para hacer otra cosa de presente—A 6 de octubre de
1542." (Copiada del original)
1 1
162

Boscan comprendió sus poesías en tres libros; el pri-


mero del género antiguo español, y del italiano que él in-
trodujo los dos últimos. El mérito de estas poesías es cor-
to , pues su estilo es duro y su versificación escabrosa; de
suerte que Fernando de Herrera con su severidad natural
criticó á Boscan que se atreviese á traer las joyas del Pe-
trarca en su mal compuesto vestido. Sin embargo, el res-
peto que le granjearon su saber y el mérito de sus cuali-
dades personales, unidas con las consideraciones que me-
recía por ser el primero que abrió este camino, hizo mas
indulgentes á otros críticos, y muchos de sus contemporá-
neos, así italianos como españoles, le tributaron encareci-
dos elogios. " Hizo á nuestra poesía, dice Ambrosio de
Morales en su Discurso sobre Id lengua castellana, no deber
nada en la diversidad y majestad de la compostura á la
italiana, siendo en la delicadeza de los conceptos igual
con ella, y no inferior en darlos á entender y expresar-
los, como alguno de los mismos italianos confiesa." Uno
de estos es Ludovico Dolce en la Apología del Arioslo.
El libro del Cortesano que tradujo del conde Baltasar
Castiglioni es un tratado en que se dan lecciones para
ser un cumplido caballero, según las ideas de aquel siglo.
Los nobles acostumbraban unirse á la casa de algún gran
señor con objeto de aprender en su escuela el arte de la
caballería; y los grandes señores los admitían gustosos, no
solo por ostentación sino porque queriendo engrandecerse,
ó cuando menos mantenerse en sus dominios , necesitaban
el auxilio de yalerosos brazos. Así, pues, la fama merecida
de valor personal, era un medio seguro de arribar con los
favores de los príncipes á la cumbre de la fortuna. Pero
como no siempre habia de ocuparse en la guerra el caba-
llero cortesano, era preciso estuviese adornado de otras
1G3

prendas que le hiciesen agradable en la paz, y que con-


quistándole los halagos de las damas y el respeto de la
multitud, le proporcionase por otros medios los adelantos
de la guerra. En ninguna parte era tan necesario poseer
estas prendas como en Italia, dividida en multitud de pe-
queñas cortes, que rivalizando entre sí en el lujo y o s -
tentación, daban gran importancia á los dotes de ingenio
y á la amenidad del trato. Por esta causa emprendió su
obra el conde Castiglioni. Para hacerla mas amena supuso
que era un diálogo tenido en la corle de Urbino, célebre
en SQ tiempo por las virtudes del duque Guidubaldo de
Monlefieltro, y por la reunión de hombres sabios que la
adornaban , como eran Octaviano Fregoso , Micer Fede-
rico su hermano, Julián de Médicis, Micer Pedro Bembo,
Micer César Gonzaga, el conde Ludovico de Canosa, Gas-
par Paravicino, Ludovico Pió, Aretino, y otros caballe-
ros, que ya estaban allí de continuo, ya acudian á pasar
temporadas en tan agradable sociedad.
El libro pareció tan bien, que cuando Garcilaso fué á
Ñapóles corria manuscrito en esta ciudad con grande acep-
tación, y así luego que se imprimió, remitió un ejemplar
á su amigo Boscan, que era maestro en la materia. Aun-
que este vio en él cosas que le parecieron muy buenas, y
el asunto era según su juicio no solo provechoso y de gus-
to sino necesario, tardó en decidirse á traducirlo por su
aversión á las traducciones, como se explica en el prólogo.
"Aunque muchas cosas, dice, me movian á hacello,
otras muchas me detenian que no lo hiciese; y la mas
principal era una opinión que siempre tuve de parecerme
vanidad baja y de hombres de pocas letras andar roman-
zando libros. Que aun para hacerse bien, vale poco, cuan-
do mas haciéndose tan mal, que ya no hay cosa mas lejos
164

de lo que se traduce, que lo que es traducido. E assí tocó


muy bien uno, que hallando á Valerio Máximo en roman-
ce , y andando revolviéndole un gran rato de hoja en hoja
sin parar en nada, preguntado por otro qué hacia, res-
pondió que buscaba á Valerio Máximo. Viendo yo aques-
to , y acordándome del mal que he dicho muchas veces de
aquellos romancistas (aunque traducir aqueste libro no es
propiamente romanzalle , sino mudalle de una lengua vul-
gar en otra quizá tan buena) no se me levantaban los bra-
zos á esta traducción." j Qué diria Boscan si hubiera vivido
en este siglo en que la lengua perece víctima de los inep-
tos traductores que inhumanos la martirizan! Determinóse
por fln á su empresa por persuasión de la señora Doña
Gerónima Palova de Almogávar , según lo dice en un pró-
logo á ella dirigido, y lo confirma Garcilaso en la carta
que escribió á la misma señora, dándola las gracias de que
por su influjo hablase el Cortesano en la hermosa lengua
de Castilla, y entretejiendo al mismo tiempo algunos elo-
gios de la traducción y de su amigo. " Siendo á mi pare-
cer, la dice, tan dificultosa cosa traducir bien un libro
como hacelle de nuevo, dióse Boscan en esto tan buena ma-
ña , que cada vez que me pongo á leer este su libro , ó por
mejor decir vuestro, no me parece que le hay escrito en
otra lengua. Y si alguna vez se me acuerda del que he vis-
to y leido> luego el pensamiento se me vuelve al que tengo
entre las manos. Guardó una cosa en la lengua castellana
que muy pocos le han alcanzado, que fué huir de la afe-
tacion sin dar consigo en ninguna sequedad; y con gran
limpieza de estilo usó de términos muy cortesanos y muy
admitidos de los buenos oidos, y no nuevos ni al parecer
desusados de la gente. Fué además de esto muy fiel tra-
ductor, porque no se ató al rigor de la letra, como hacen
165

algunos, sino á la verdad de las sentencias; y por dife-


rentes caminos puso en esta lengua toda la fuerza y el or-
namento de la otra." Imprimióse esta obra en Toledo en un
volumen en 4.°, año 1 5 3 9 , edición que sin duda por una
errata de imprenta puso el obispo de Astorga en su Biblio-
teca de Escritores catalanes en 1 5 5 9 : en 1542 se reim-
primió sin lugar de impresión en un tomo en 4.°, en letra
de tortis; y en 1561 en Amberes, en casa de Martin
Nució.
A pesar de estas ediciones, se ha hecho mas rara de lo
que por su mérito seria de desear; pues es de los buenos
libros que en el primer tercio del siglo XVI se imprimie-
ron en lengua de Castilla, y no son exagerados los elogios
que le tributa Garcilaso. Morales dijo que " el Cortesano
no habla mejor en Italia donde nació que en España donde
le mostró Boscan por extremo bien el castellano." Al ver
la gran ventaja que su elegante y castiza prosa lleva no
solo á los duros y penosos versos del autor, sino aun á la
de los prólogos que acompañan sus poesías, hemos sospe-
chado que en esta perfección debió tener parte la mano de
Garcilaso. Este por empeño de Boscan estuvo presente á la
última lima, y aunque por modestia nos diga que asistió mas
como hombre acojido á razón que como ayudador de ningu-
na emienda, no cabe duda de que sus consejos y adverten-
cias serian de grande utilidad al traductor. Nos dice ade^
más que él tomó á su cargo la copia que se remitió á Doña
Gerónima; y en ella su gusto y conocimiento de la lengua
es posible corrigiesen todo aquello que ofendiese á sus de-
licados oidos, dando así á esta obra un sabor de elegancia
de que carecen las obras de Boscan.
166

ILUSTRACION VII.

Cartas del cardenal Fedro Bembo.

A DON HONORATO FASCITEL , MONACO CASSINESE A V I N E G I A .

Ho veduto la lettera del Reveren. Pad. maestro Giro-


lamo Seripando : la qual mostra bene esser vero tutto que-
llo, che voi mi scrivete di lui: et parmi haber fatto senza
mia opera un grande acquisto: havendo un tanto huomo
cosi amico; come veggo che io ho. Di che ne gli rendo
quelle maggiori gralie che io posso. Et priego voi che mi
doniate tutto allui : accioche egli conosca che io non sia in-
grato a si chiara cortesia, come la sua è. Quanto alle tre
cose che egli mi ricerca ; rispondo : che quella medaglia
della mia effigie, che egli vide in Roma non istà punto
bene. Etpercioche io ho dato ordine di farne fare un a l -
tra , che sarà forse più vera, vorrei che egli si contentasse
d'aspettar questa. La quale se tarderà a farsi: io gli man-
derò quella che io ho tale quale ella é. Delle inscrittione
poi, lequali egli vorrebbe, harei caro, che egli mi man-
dasse uno essempio diciascuna di loro; per veder che cosa
esso vorrebbe che si dicesse: et i nomi et le altre parti,
che io da me saper non posso. Che poscia m'ingegnerò di
sodisfarlo secondo il poter mio, che e tuttavia debole, ol-
tre che è impedito assai. Ma per S. P. sarà sempre libero.
La terza cosa e delle ode del S. Garcilasso, che egli mi
manda. Nella quale molto agevolmente et mollo volontieri
posso sodisfarlo, dicendogli che quel gentile huomo e an-
ello un bello et gentil poeta; et queste cose sue tutte mi
sonno sommamente piaciute: et meritano singoiar com-
167

raendatione et l a u d e . E t h a quello h o n o r a t o spirito s u p e -


rato di g r a n l u n g a tutta la nation s u a ; et p o t r a a v e n i r e ,
se e g l i n o n si stancherà nello studio et nella diligenza, c h e
e g l i supererà a n c h o d e l l ' a l t r e , c h e si t e n g o n o maestre d e -
lla p o e s i a . M a i o s o p r a tutto h o c o n lui questo v a n t a g g i o :
c h e á me p a r e , c h e l ' o d a , c h e e g l i a m e scrive , sia e t i a n -
d i o più v a g a e più e l e g a n t e et m o n d a et sonora et d o l c e ,
c h e le altre tutte n o n s o n o , c h e in q u e f o g l i s o n o . N o n mi
m a r a v i g l i o se il S . M a r c h e s e del V a s t o l'ha v o l u t o s e c o , et
hallo c a r i s s i m o , c o m e mi narra il Padre M a e s t r o . V i p r i e -
g o a p i g l i a r c u r a p e r m e ; di f a r e , c h e q u a n d o che s i a , il
S. Garsilasso c o n o s c a c h e i o l ' a m o et slimo g r a n d e m e n t e ;
et d i s i d e r o esser da cosi c h i a r o i n g e g n o a m a t o ; si c o m e
g i à v e g g o , che i o s o n o . Q u a n t o a quelli s i g n o r i ; apresso i
quali il detto R . P . s c r i v e , c h e i o s o n o in a m o r e et in g r a -
tia c h e d e b b o i o dire a l t r o , se non c h e i o m e ne t e n g o ben
c o n t e n t o . A quali v o g l i o , c h e v o i operiate c h e il P . M a e s -
t r o m i r a c c o m a n d i et p r o f e r a p e r tutto quel p o c o c h e io v a -
g l i o et s o n o . S c r i v e r e i forse più a l l u n g o per q u e s t a ; se n o n
fosse c h e io s o n o o c c u p a t i s s i m o et m e n o allegro c h e n o n
v o r r e i . State s a n o . A X d ' A g o s t o M D X X X V . Di P a d o v a .
Esta carta se halla en la p á g . 3 3 2 , l i b . X I I , t o m . I, i n -
titulado Delle lettere di M. Pietro Bembo. Primo volume, se-
c o n d a i m p r e s s i o n e . Con p r i v i l e g i . In V i u e g i a M D L I I en 8 . "
E l m i s m o P e d r o B e m b o e s c r i b i ó á Garcilaso la s i g u i e n -
te e p í s t o l a l a t i n a .

NEAPOLIM.

P. B. GARCILASSO HISPANO S . P . Ü.

E x iis c a r m i n i b u s quaì ad m e p r i d e m scripsisli, et quan-


tum m e a m a r e s , libentissimè p e r s p e x i , q u i ñ e q u e f a m i l i a -
168

rem tibi hominem, neque de facie cognitum tam honori-


ficè appellavisses, tanlisque ornares laudibus: et quantus
ipse esses in lyricis pangendis, quantumque praestares in-
genti luminibus, amabilitaleque scribendi facile cognovi.
Quorum alterum ejusmodi est, ut nihil mihi potuerit acci-
dere jucundius. Quid est enim quod possit cum praestanlis-
simi poetse amore atque benevolentia comparari? Reliqua
enim omnia, qua? honesta et chara homines habent, una
cum iis qui ea possident brevi tempore inlereunt; poetee
uni vivunt, longsevique ac diuturni sunt, eamdemque vi-
tam ac diuturnilatem quibus volunt impartiuntur. In altero
illud perfecisli, ut non solum hispanos tuos omnes qui se
Apollini Musisque dediderunt, longè numeris superes et
praecurras tuis, sed italis etiam hpminibus stimulum addas,
quo magis magisque se excitent, si modo volent in hoc abs
te certamine atque his in sludiis ipsi quoque non proete-
riri. Quem quidem meum de te sensum atque judicium,
alia tua nonnulla ejusdem generis mihi Neapoli nuper
missa scripta confirmaverunt. Nihil enim legi fere hac
eetate confectum, aut elengantius aut omninò probius et
purius aut certe majori cum dignitate. Ilaque quod me
amas, mihi verissime juslissimèque laìlor ; quod egre-
gius es vir atque magnus cum libi in primis gratulor,
tum vero plurimum terras Ilispauiae, patria^ atque altrici
tuae, cui quidem est hoc nomine amplissimus bonee lau-
dis atque gloria? cumulus accessurus. Tametsi est etiam
aliud quod quidem auget magnoperè laMitiam ex te con-
ceptam meam. Nam cum nuper mecum Iìonoratus mo-
nachus, quem libi fama nolum esse video, in eum ser-
monem esset ingressus, ut quid de tuis carminibus sen-
tirem , me interrogavisset, ego vero iliì meum judicium
patefecissem, quod quidem accidil ei par atque simuli-
169

mum suo (est aulem peracri vir ingenio atque in poeti-


cis sludiis pererudito) ea mihi de tuis plurimis maximisque
virtutibus, de morum suayitate, de integritate vitae, de
humanilate tua dixit, qua; amici ei sui per lilteras signifi-
cavissent, ut hocadderet, omnium Neapolitanorum qui te
novissent, sermonibus atteslalionibusque confirmari, his
temporibus, quibus maxime Ilaliam veslrae nationis refer-
serunt, quern omnes plane homines te uno ardenlius a m a -
verint, cuique plus tribuerint, illam ad urbem exHispania
venisse porrò nullum. Quamobrem magnum me fecisse
lucrum slatuo, qui nullo meo labore i n tuam benevolen-
liam pervenerim, tuque ita m e complexus s i s , u t etiam or^-
nes musae tuse praeconio tam illustri. Quibus quidemfitr e -
bus, ut nisi te contra ipse quamplurimum et amavero e t
coluero, hominem profeclò esse m e nequaquam pulem. Sed
amoris erga te mei atque observantiœ Studium testatum tibi
facere hoc ab initio decrevi, ut eumdem Honoralum, de
quo supra commemoravi, qui t e impensè diligit ad teque
i n praesentiaproficiscitur, summa tibi diligentia commenda-
rem. Ut hinc potissimùm cognosceres, quid d e me tibi ipse
polliceri possis, cum me videas i d abs te audere petere,
quod mihi esse maximum maximeque expetendum statuis-
sero. Illius fratrum, hominum innocentium, e t piane bono-
rum Patrimonium , quemadmodum nulla ipsorum culpa i n
gallici belli praeda fuerit scire t e arbitror. Itaque de e o nihil
dicam. Nunc aulem cum h i ab Carolo Imperatore, omnium
qui unquam nati sunt, regum atque principum optimo i n -
juste amissa repetere statuerint, si te unum ejus rei ad-
jutorem habebunt, sperant se, quod honeslè cupiunt, eliam
facile consequi posse : ea tua est et apud Imperatorem i p -
sum gratia et apud illos qui ei diarissimi sunt, auctoritas,
familiaritas, necessitudo. Quare magnoperè te rogo, ut rem
170

suscipias , fralresque illos acque familiam in pristinum for-


tuna? statuirà tua cura procurationeque restituas. Homines
honestissimos tuique studiosissimos libi in perpetuum de-
vincies. Mihi vero tana gralum feceris ut ilio ipso patri-
monio me abs te iri auctum et ornalum putem. Honora-
tum enim tam diligo quam si meus esset frater : tanti f a -
ció ut iequè perpaucos: tam ili i cupio hac in re tuo bene-
ficio et usui et voluptati esse ut ipse cujus fratrum interest,
magis idem cupere non possit aut magis animo laborare,
quam ipse piane labore Sed hunc laborem meum tu, qui
me tua sponle diligis, dexteritate illa tua qua excellis,
et ingenio, quo te charum et peramabilem apud omues ho-
mines reddis, mihi, ut spero, celeriter eripies. Quod ut
facias, natura, bonilati ac lenitati confisus tuae, non jam
ut novus libi amicus pudenter atque subtimidè sed que-
madmodum veleres necessarii solent etiam atque edam
abs te peto. Vale. VII Calend. Septemb. anno MDXXXV.
Patavio.
Está copiada de una edición de las epístolas del Bembo
con este título: Petri Bembi Patricii veneti epistola? omnes
quotquot exlant, latina? puritatis studiosis ad imitandum
utilissima?: quarum libri sexdecim Leonis X Pont. Max.
nomine scripti sunt, sex autem reliqui familiares epístolas
conlinent—Paulo III Pontifici Max. dicati. La dedicatoria
tiene esta fecha: Idibus januarii MDXXXV. Patavio—La
carta anterior á Garcilaso está en el libro VI, pág. 6 9 0 . El
libro es un tomo en 8.° sin año ni lugar de impresión, aun-
que parece ser edición de Venecia y de aquel mismo tiem-
po : se halla un ejemplar en la Biblioteca de los Estudios
Reales de S. Isidro.—Insertóla Conti en su Colección de
traducciones al frente de las que hizo de Garcilaso.
171

ILUSTRACIÓN VIII.

Sobre la liazaüa de Garcilaso yendo desde Ñapóles á Roma.

Don Luis Zapata, oriundo de Madrid , mejor caballero


que poeta, escribió una obra con el titulo: Cario famoso
á la católica real magestad del rey D. Felipe II nuestro
señor: á gloria y honra de nuestro Señor , so protección y
corrección de la sania madre iglesia. Con privilegio real:
impreso en la muy insigne y coronada ciudad de Valencia
en casa de Juan Mey, año MDLXVI.
Veinte y un años dice Zapata sirvió á S. M., y en todo
este tiempo procuró reunir materiales para escribir un li-
bro en honor del Emperador cuyos grandes hechos admira-
ba. Retirado á su casa por no poder seguir mas tiempo en
un servicio activo, tomó por objeto principal de sus ocu-
paciones lo que hasta entonces habia sido un desahogo, y
empleó sus ocios en la composición de su obra. Escribióla
en verso tanto por su natural inclinación á la poesía, se-
gún dice, como por haber tantas y tales obras sobre la
materia escritas en prosa, que en este género no juzgaba
posible hacer cosa nueva. Mas cuanto es de agradecer el
buen deseo de Zapata, es de lamentar su pésima ejecu-
ción. Nuestro pobre versificante no hizo mas que poner en
detestables versos lo que Sandoval y Pedro Mejía dijeron,
este en superior y el otro en regular estilo. Sin ingenio,
sin numen ni pluma propúsose seguir las huellas de V i r -
gilio y continuamente le imita; pero si los cantos de Vir-
gilio son los de un ruiseñor que embelesa los sentidos, los
de Zapata son los graznidos de un buho que los ofenden.
172

Por una mala inteligencia de las reglas poéticas mezcló con


la relación insulsas é inoportunas fábulas diciendo, que
escribir poesía sin tales adornos es lo mismo que si un pin-
tor hiciese la contrariedad que dice Horacio de pintar un del-
fín en el monte y un jabalí en las aguas; como si el atrac-
tivo de la poesía estuviera en atestarla de vulgares con-
sejas. Sin embargo tuvo el juicio de en todo lo que toca
á los casos y jornadas del Emperador seguir estrictamente
la verdad, y protesta que en esta parte á ningún historia-
dor en prosa concederá ventaja.
Este es el escritor que refiere la portentosa hazaña de
Garcilaso en el viaje de Ñapóles á Roma. Aunque sus cir-
cunstancias son inverosímiles, la existencia de esas n u -
merosas cuadrillas de facinerosos que interceptaban el
paso desde las fronteras de los estados romanos se encuen-
tra confirmada por la historia. En la vida de Petrarca se
lee que habiendo querido ir á Roma no se atrevió á pasar
de Capraníca por miedo de caer en sus manos. Las palabras
del autor son las siguientes: Llegado á Capranica se de-
tuvo con el señor del lugar el señor Orso, no atreviéndose
á pasar adelante por los riesgos que presentaban los cami-
nos públicos, cuya seguridad habían destruido los largos
disturbios de las familias romanas que no cesaron hasta el
feliz pontificado de Sislo V. Colona enterado de los moti-
vos que obligaban á detenerse al viajero, voló en compa-
ñía de su hermano Esteban á la cabeza de 100 ginetes
para quitar obstáculos y escoltar á Petrarca como si fuese
un príncipe; y resguardado así, lo condujo á sus propias
casas de Roma." (Les vies des hommes et femmes illuslres
d'Ilalie depuis le retáblissement des sciences et arts. lverdon
1768, tomo I, pág. 13.) Si esta inseguridad de los caminos
duró hasta Sisto V, es decir hasta el reinado de Felipe II,
173

subsistía aun en el de Carlos V, en cuyo tiempo es muy


probable que con los desertores de los ejércitos, que las
continuas discordias hicieron pasar á Italia, y con la cor-
rupción y aGcion al pillaje , que engendran las guerras, se
aumentasen estas bandas de foragidos.

ILUSTRACIÓN IX.

Entre las cartas de Carlos V á D. Alvaro de Bazan, hay


una del tenor siguiente:
" El Rey—D. Alvaro de Bazan nuestro capitán g e -
neral de las galeras de Spaña. Por cartas del príncipe An-
drea Doria y de nuestro embajador en Genova, habernos
entendido la vuelta de sus galeras á aquella ciudad, y
como las que vos traéis á cargo quedaban cerca della; y se
esperaban que llegarían luego de que mucho hemos hol-
gado, porque su venida era muy necesaria para en lo que
estamos. Cierto somos que la dilación no ha sido á culpa
vuestra, y habéis puesto la diligencia que por vuestra
parte era menester para venir presto y os lo agradescemos.
El miércoles primero llegaremos a Alejandría, á donde ha
de venir el príncipe Andrea Doria, y scribimos que ven-
gan los 3,000 españoles que habéis traido en las galeras,
los cuales ha de recibir y traer Garcilaso de la Vega, y el
contador Albornoz con el dinero que trae á su cargo, y
desde allí os scribirémos lo que habéis de hacer; entre-
tanto sperad en Genova con todas las galeras que traéis,
proveyendo que se aderescen de lo que ovieren menester
para que estén en la orden que convenga—Fecha en Po-
174

termro á 19 de mayo de 1536 años—Yo el Rey—Por


mandado de S. M. —Cobos comendador mayor.
(Se halla original en el archivo del marqués de Santa Cruz,
leg. 6, núm. 3.)

El 20 del mismo mes escribió Garcilaso al Emperador


la siguiente carta.

En el sobre dice: A la S. C. C. M. del Emperador Rey


nuestro Señor.

+
S. C. C. M'.

La orden que el Principe a dado en el caminar de la


gente es que se desembarquen en baya ó en saona y de
allí tomen el camino la via de alexandria y paren en me-
dio desta ciudad y de alexandria lo qual se pone luego
en obra y yo me parto delante para tener provisto lo neces-
sario en saona.
El capitan Sabajosa va a lo que el principe y el emba-
xador escriven. La gente que viene según todos afirman
es muy buena. Nuestro Señor la S. persona de v. m . guar-1

de con acrecentamiento de nuevos Reinos y señoríos. De


genova X X de mayo 1 5 3 6 . — S . C. C. M . — Criado de
l

v. s. mi — Garcilasso.
fEsta carta es la misma, cuyo facsimile sacado del originai va
al principio de este tomo).
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175

ILUSTRACIÓN X .

Sucesos del marqués deLombay en 1 5 3 6 .

El P. Rivadeneira en la vida que escribió de este ca-


ballero, que trocó el arnés por la sotana de jesuita, en
el lib. I, cap. V dice:
" Sucedió en el año de 1536 la guerra de Proenza en la
cual el Emperador entró en persona con grande ejército.
A esta guerra fué el marqués muy lucido , llevando en su
compañía á Rui Gómez de Silva (que después fué prín-
cipe de Evoli y gran privado del Rey D . Felipe II) y á
Jorge de Meló, que eran grandes amigos suyos y deudos
de la marquesa su muger ( era Doña Leonor de Castro
dama de la Emperatriz, señora portuguesa de ilustre lina-
je.) Acabada aquella guerra envió el Emperador al mar-
qués para dar cuenta á la Emperatriz de su salud y de
todo lo que en ella habia sucedido."
Sobre los sucesos del marqués en este año, bay dos
cartas de la Emperatriz á D. Alvaro de Bazan, que sacó
del archivo del marqués de Santa Cruz D. Martin Fernan-
dez de Navarrete para incluirlas en su Colección de ma-
nuscritos existente en el Depósito Hidrográfico.
En la primera después de encargarle que partiendo
de Gibraltar tocase en Málaga á embarcar en sus galeras
3,000 infantes y bastimentos para llevarlos con toda bre-
vedad á Genova y otras prevenciones sobre víveres y re-
meros, le dice en el último párrafo :
" Ya sabéis como os screvimos que el marqués de
Lombay mi caballerizo mayor, ha de pasar en esas gale-
176

ras y que se partirá luego á Valencia para estar en orden,


cuando vos pasásedes para embarcarse en ellas, y que me
avisásedes en que puerto os esperaría , porque no se erra-
se ; á lo cual no me habéis respondido; y porque él está
ya en Valencia y se le escribe que os vaya á esperar á
Denia, avisadme con este correo si os esperará allí en De-
nia , ó en otro puerto de aquel reino, y para que dia pen-
sáis seréis allí; porque se dé dello aviso al dicho marqués,
el cual irá ahorrado porque toda su casa envia en una nao
á Genova , y aunque yo sé que no será menester encomen-
daros su buen acogimiento y tratamiento, todavía me ha-
réis mucho placer y servicio en que tengáis especial cui-
dado dello. De Madrid á 16 de abril de 1536 años—Yo la
Reina—Por mandado de S. M.—Juan Vázquez."

La segunda dice así:

" La Reina—D. Alvaro de Bazan nuestro capitán ge-


neral de las galeras de España. En la carta de negocios
que lleva este correo os escribo lo que veréis sobre lo que
toca á llevar al marqués de Lombay en esas galeras; y
aunque soy cierta que aquello porneis en obra sin ser ne-
cesario deciros mas, todavía nos ha parescido escribiros
esta para encargaros y mandaros que así lo hagáis porque
yo envió con él ciertas cosas á S. M. que conviene que
lleguen con brevedad, y no querría que en esto oviese
falla, en lo cual me haréis placer y servicio. De Madrid á
16 de abril de 1536—Yo la Beina—Por mandado de S. M.
—Juan Vázquez."
(Originales en el Archivo de Sania Cruz, Legajo 6, núm. 5)
177

ILUSTRACIÓN XI.

Sobre la muerte de Garcilaso.

La muerte de Garcilaso de la Vega y el dolor de su


esposa los refiere de la siguiente manera Luis Zapata ,
Cario famoso canto 4 1 : convertiremos en prosa sus malos
versos para alivio de los lectores.
" Dice; que como el Rey de Francia no venia, y el
ejército se moria esperando, el Emperador dio la vuelta
por la via de Genova con sus tropas en orden; y caminan-
do por la ribera de Genova llegó un dia á tín lugar donde
en la marina babiauna pequeña torre.
Era mediodía, y allí á par de una fuente se colocaron
las mesas del Emperador , donde se reunieron á comer sin
reparar que en la torre, junto á la cual estaban, habia
enemigos. En efecto estaban dentro recogidos viendo pa-
sar el campo ó ejército trece villanos que, sin ser sentidos,
empezaron desde allí á ofender á las tropas imperiales, hi-
riendo á algunos malamente con piedras y otros tiros no
livianos. Viéronlos del campo y se irritaron, y en particular
el Emperador que con gran enojo mandó que se comba-
tiese aquel torreón roquero. Pusieron dos piezas de artille-
ría, con la que abrieron luego brecha por una banda, y
estábanlo viendo muchos de los principales del ejército y
entre ellos Garcilaso con su compañía , burlándose del que
muriese en tan vil empresa. Divulgóse la voz de que el
Emperador estaba enojado de que batida así la torre de un
solo golpe, no hubiesen ya entrado en ella sus tropas: y
así al instante fueron pedidas escalas por todo el campo.
12
178

Garcilaso, cual si esto le tocara por ser maestre de campo


de su gente, se dirigió á subir osadamente á la torre por
la escala, mientras sus amigos le detenian , abrazados de
él, porque le veian desarmado. Soltóse de ellos, corrió
allá, subió ligero por la escala que estaba arrimada al
muro, tomando una ruin gorra de un soldado que acaso
pasaba por allí en lugar de la de acero que no tenia á ma-
no, y casi llegaba ya al escalón postrero, cuando una
grande almena que bajaba, con gran dolor del campo del
Emperador que presenciaba la acción, le envió mortal á
tierra. Fué grande el sentimiento que mostró el duque de
Alba D. Fernando , el campo todo , el Emperador y toda
España. El Emperador, centelleando de ira por esta
muerte, vio ya trepado á lo alto de la torre á D. Guillen
con su librea, que era hijo de D . Hugo de Moneada, y uno
de los muchos jóvenes lucidos, pajes del Emperador. Su-
bido á la torre D. Guillen de Moneada con D. Gerónimo
de Urrea hicieron rendir los villanos. El Emperador no
quiso darles partido , y llamando á Di Luis de la Cueva le
encargó los hiciese ahorcar al instante. D. Luis quiso sal-
var á uno ó dos de ellos por mas jóvenes, y se lo dijo al
Emperador, añadiéndole que eran trece en todos; pero el
Emperador no quiso sino que todos muriesen y D. Luis los
hizo ahorcar de las almenas de la torre.
Tan lamentable caso esparció la fama. El Emperador
llegó á Genova, se embarcó allí, desembarcó en Barcelona
con su corte y comitiva ; fué á Valladolid , donde la Em-
peratriz le esperaba y donde fué recibido con indecible
alegría. Los que le acompañaron se esparcieron por E s -
paña donde eran esperados de sus familias y esposas. Doña
Elena esperaba á Garcilaso vanamente con gran placer,
habiendo aderezado su casa y adornádola ricamente para
179

mejor recibirle. Espárcese por Toledo la triste nueva con


gran dolor y angustia, y notan el engaño de Doña Elena
que la ignoraba, pues mientras ella aparejaba donde hos-
pedar á su esposo alegremente, otros preparaban piezas
de duelo y luto. Al fin Lope de Guzman deudo y amigo de
ellos, unido con D. Rodrigo Niño, se resuelve á dar á
Doña Elena la infausta noticia que ya empezaba á recelar
notando la demora de su esposo. Aseguróse dello luego
que los vio entrar con semblante triste y pesaroso, y sa-
bida la noticia la cogió un desmayo con que cayó en tierra
sin color y sin aliento. Recobrada, fueron extremos su do-
lor, su abatimiento, sus lágrimas y desesperación basta
quererse echar por una ventana; por lo que la pusieron á
cargo de Doña Brianda, la cual sabia, gentil y humana la
colocó en su lecho y la proporcionó cuantos consuelos ca-
bían en su situación."
Algunos, dice el cardenal Cienfuegos, piensan que la
muerte de Garcilaso acaeció á los diez y siete dias de ha-
ber sido herido; pero no fué sino á los veinte y uno, como
vamos á demostrar. Que murió el dia 14 de octubre se
sabe por las cuentas de las tercias del obispado de Cór-
doba de 1534 á 1538 donde se halla la partida copiada en
el Documento núm. 14. Que debió ser herido antes del 28
de setiembre se prueba porque el Emperador en consejo
de guerra que tuvo este dia en Niza, entre otras cosas
se acordó, que en la misma ciudad de Niza quedaran
2,000 españoles de los que postreramente vinieron de Má-
laga, y por maestre de campo de ellos Juan de Vargas
(Véase el núm 11 de los Documentos) Esta era la tropa
que Garcilaso tenia á su cargo, y á no estar ya herido no es
probable que se les hubiera dado otro maestre de campo.
Debió ser herido antes del 2 5 , porque según consta por
180

los despachos dados por el Emperador á sus ministros con


fecha del 2 4 , al siguiente dia salia el campo para Niza
con toda la diligencia que buenamente se pudiera. Llegó
á Niza el 27. De suerte que teniendo que haber sucedido
el golpe de Garcilaso el 23 de setiembre, y habiendo
muerto el 14 de octubre sale exacta la cuenta de los que
opinan que vivió veinte y un dias herido. Por otro docu-
mento [véase el núm. 15) parece que murió el 1 3 ; pero
esto solo acarrea una diferencia de horas.

ILUSTRACIÓN XII.

Gregorio Silvestre.

La vida de este autor y sus obras son poco conocidas;


pero habiendo sido al principio acérrimo enemigo de la
innovación de Boscan y su atinado propagador después^
será conveniente dar de él algunas noticias para mayor
esclarecimiento de la historia de la revolución métrica,
que á principios del siglo XVI dio un nuevo giro á nues-
tra poesía.
Gregorio Silvestre nació en Lisboa en 1520, entre los
dos últimos dias del año, por lo que le impusieron los nom*-
bres de los santos que en ellas se veneran. Su nacimiento
fué al poco tiempo de haber ido sus padres desde Zafra,
donde residían, á la ciudad de Lisboa, á causa de haber
sido llamado su padre Juan Rodríguez por médico del Rey
de Portugal, en cuyo servicio estuvo hasta 1527, en que
viniendo la infanta Doña Isabel á casar con Carlos V, la
181
acompañó como su médico, trayendo á Gregorio Silvestre
de 7 años. El Emperador les dio privilegio de hidalguía
para ellos y sus descendientes. A los 14 años entró Gre-
gorio Silvestre al servicio del conde de Feria, casa llena
de curiosidad y literatura, donde como en baluarte seguro
se habian refugiado las antiguas rimas castellanas, á pe-
sar de ser el conde, tio de Garcilaso, el mas temible de los
innovadores. Allí pudo estudiar las poesías de Garcí Sán-
chez Badajoz el mejor poeta de aquel tiempo en las coplas
españolas, y no sé si conocer y comunicar á su autor;
pero dedicado en su juventud á la música de tecla no se
dio á conocer entre los rimadores hasta la edad de 28 años.
Entonces sea por inclinación propia ó por amor y respeto
á Garcí Sánchez, Bartolomé de Torres Naharro y D. Juan
Fernandez de Heredia, se aficionó tanto á la composición
de nuestros versos cortos, que no solo miró con desprecio
los italianos, sino que habló mal de ellos en su Audiencia

de amor, diciendo así:

Unas coplas muy cansadas El subyecto frío y duro,


con muchos pies arrastrando, y el estilo tan oscuro
á lo toscano imitadas que la dama en quien se emplea.
entró un amador cantando duda, por sabia que sea,
enojosas y pesadas. si es requiebro, ó si es conjuro.
Cada pié con diez corcobas Ved si la invención es basta;
y de peso doce arrobas pues Garcilaso y Boscan
trovadas al tiempo viejo: las plumas puestas por asta
Dios perdone á Castillejo cada uno es un Roldan;
que bien habló de estas trovas. y con esto no le basta.
Dijo amor; donde se aprende Y o no alcanzo cual engaño
este metro tan prolijo te hizo para tu daño
que las orejas ofende? con locura y desvarío
por este metro se dijo meter en mi señorío
algarabía de aliende. moneda de reino extraño.
182

Con dueñas y con doncellas, Sentencio al que tal hiciere


dijo Venus, que pretende que la dama por quien muere
quien le dice sus querellas le tenga por cascabel,
en lenguaje que no entiende y que haga burla del
él, ni y o , ni v o s , ni ellas? y de cuanto le escribiere.

La aversión hacia esta novedad era común entonces


entre cuantos poetas conocia y comunicaba Silvestre. Aun
el mismo D. Diego Hurtado de Mendoza, que por residir
en aquellos años en Granada se hizo su amigo, á pesar
de que hacia canciones al gusto italiano, y escribia á Bos-
can epístolas en tercetos, dejándose llevar de su carácter
socarrón y maligno se burlaba de la importancia que este
daba á su introducción. Así decia en una carta manuscrita
que cita D. Tomás Antonio Sánchez en la Vida del mar-

qués de Santularia. " N i tampoco habrá entre ellos un


Boscan, que fué el primero que trajo los sonetos italianos
á España. ¡Maravillosa caridad de hombre! Otro fué por
cierto esto que llevar mucho trigo de Cicilia á España en
tiempo de carestía; porque antes vivíamos como unas bes-
tias , que no sabíamos hacer coplas sino de ocho sílabas ó
doce; y él de puro ingenio las hizo de once; y estaba en
propósito de componer una obra donde diera á entender
que las tales eran muy mejores coplas, aunque fuesen tan
frias como suyas, que las buenas siendo de ocho ó doce."
Mas adelante viendo el asunto con ojos menos preo-
cupados , varió Silvestre de dictamen; y conociendo las
ventajas de los versos italianos, se aplicó á la composi-
ción de sonetos, tercetos y octavas que eran los metros
que mas se habian divulgado en España : las muestras que
nos dejó indican que si viviera mas, habria cultivado con
tanta felicidad estas rimas como las españolas, en que fué
sobresaliente por su facilidad y pureza. Pero no se arrojó
183

á este nuevo género sin un estudio previo. Hasta enton-


ces no era conocido el artificio ó combinación de los ver-
sos italianos; y así Castillejo creyó eran iguales á los de
arte mayor que usó Juan de Mena, sin mas de que algu-
nos tienen once sílabas, todo por no conocer la distinta
cantidad de los pies. Silvestre trató de reducir á medida
los nuevos endecasílabos, como lo habia intentado el car-
denal Bembo en Italia, y fué el primero, que hallando
podian medirse por jambos , comenzó á perfeccionarlos su-
jetándolos á reglas ciertas. Los suyos son armoniosos y
mejor formados de lo que en general se habían hecho
hasta entonces; y si no pueden granjearle el nombre de
gran poeta, porque aunque fáciles y castizos no se distin-
guen por la imaginación y poesía de estilo, le deben con-
quistar al menos el de excelente versificador.
Los trabajos de Silvestre vinieron á auxiliar á las obras
de otros grandes ingenios para el triunfo de los metros
italianos, y al poco tiempo fué tan completo que ya el año
de 1581 decia Hernando de Hoces en su dedicatoria al
duque de Medina-Celi de la traducción de los Triunfos del

Petrarca, que hizo en tercetos como el original: " D e s -


pués que Garcilaso de la Vega y Juan Boscan trajeron á
nuestra lengua la medida del verso toscano, han perdido
con muchos tanto crédito todas las cosas hechas ó tradu-
cidas en cualquier género de verso de los que antes en
España se usaban, que ya casi ninguno las quiere ver,
siendo algunas, como es notorio, de mucho precio." De
este modo dejaron de leerse y fueron desapareciendo las
poesías de Cartagena, Garcí Sánchez Castillejo y aun las
del mismo Silvestre, cuya mayor parte son en el género
antiguo.
Murió este poeta en 1570 siendo de 50 años, poco des-
184

pues de la rebelión de Granada, de una calentura pesti-


lencial con tabardete, según dice Pedro de Cáceres, á quien
debemos parte de estas noticias, y del mismo mal murió
el mayor de sus hijos. Añade el dicho autor que en su
tiempo aun vivia el menor y sus hijas, una admitida sin
dote en la Corona de Aguilar por su habilidad en el ó r -
gano, y las otras en Guadix en compañía de su madre,
que era natural de esta ciudad. La pintura que Cáceres
nos hace délas prendas físicas y morales de Silvestre, es
en compendio la siguiente. Fué de agudo ingenio, como
se vé en las sátiras donosísimas que compuso , y muy dis-
creto en la conversación, lo que comprueba con varios
ejemplos. Aunque de estatura mediana, fué de tan fea
catadura que le llamaban el monstruo; contribuyendo á
hacer mayor su fealdad el desaliño de su persona. Tuvo
por Mecenas y favorecedores de sus escritos á D. Alonso
Portocarrero, hijo del marqués de Villanueva , á D. Alonso
Vanegas y al marqués de Villena; y por amigos á lo mas
distinguido que hubo en su tiempo en Granada, como al
singular abogado Luis Berrio, á los ilustres señores Don
Diego de Mendoza y D. Fernando de Acuña, al gran tra-
ductor Gaspar de Baeza, al maestro Juan Latino, al ba-
chiller Pedro de Padilla, habilidad rara y única en decir
de improviso, y á pocos inferior en escribir de pensado, al
licenciado Luis de Castilla, á Luis Barahona de Soto, au-
tor de la Angélica, al licenciado Josefo Fajardo, hombre
muy insigne en las matemáticas y lenguas latina, griega,
hebrea , caldea y arábiga, de quien hay sonetos en elogio
de Gregorio Silvestre, á los licenciados Juan Mexía de la
Cerda y Macías Bravo, y en fin otros muchps que hicieron
en su loor algunos versos.
Escribió Silvestre muchas obras principalmente mísíi-
185

cas, así por su afición á este género, como por ser orga-
nista de la iglesia mayor, donde se obligó con partido á
hacer cada año nueve entremeses, y muchas estancias y
chanzonetas. Sus predecesores en este oficio el maestro
Pedro de la Mota, complutense, y el Licenciado Jiménez,
autor del Hospital de Amor, impreso como suyo por Luis
Hurtado de Toledo, también tuvieron á su cargo escribir
estos, entremeses ; pero á ambos se aventajó sin compara-
ción alguna; y los que después le han sucedido tampoco
le han podido igualar. Tiene tan particular ingenio para
glosar, que él mismo solia decir que no era poeta sino
glosador, á pesar de que entre sus contemporáneos pasó
como introductor de la buena poesía en Granada; y Luis
Barahona de Soto le llamó Restaurador del hético Parnasso.

Entre sus glosas hizo una á las coplas de Jorge Manri-r


que, Recuerde el alma dormida, que no sé si liego á pu-
blicarse.
Las poesías que vieron la luz se imprimieron con el tí>
tulo de Xas obras del famoso pocla Gregorio Silvestre. Re-

copiladas y corregidas por diligencia de sus herederos y de

Pedro de Cáceres y Espinosa. Dirigidas por los mismos he-

rederos al Illmo. y Rmo. señor D. Juan Méndez de Salva-r

tierra, Arzobispo de Granada, ele. Con licencia impresas

en Lisboa por Miguel de Lira. Año 1592 en 12.° Aproba-


das por F. Bartolomé Ferreira, se dio la licencia para la
impresión en Lisboa á 4 de abril de 1590 por Antonio
de Mendoza y Diego de Sousa. Llevan una aprobación sin
fecha de Pedro Lainez que dice: " Estas obras de Grego--
rio Silvestre he visto y pasado con atención, y apartando
dellas las que van señaladas por desiguales de las otras,
las demás me parecen dignas de salir á luz, donde el mun-
do goce de la fertilidad del ingenio del autor, que en el
186

estilo que siguen, mas ordinario hasta ahora, es de los


primeros que en él merecen aventajado lugar. Lo que sus
herederos pretenden, que es comunicar estos estudios y
trabajos al mundo, es con justa razón, y así me parece
que con ella se les puede concederla gracia que piden.—
Pedro Laines." A esta aprobación siguen dos sonetos al
arzobispo de Granada, uno de D. Gaspar de Avalos, y
otro de Luis Barahona de Soto, y otros varios versos ya
en elogio del arzobispo, ya en recomendación de la obra.
Luego la .Dedicatoria al mismo señor hecha y firmada por
Joana de Cazorla y Palencia, viuda de Gregorio Silves-
tre , en que dice que por muerte de su marido quedaron
estas obras perdidas y derramadas en malas y viciadas co-
pias , y para que en manos de las gentes no degenerasen,
las hizo juntar y poner en orden. " Y díle, añade, á cor-
regir (el libro) al hombre mas amigo que Silvestre tuvo
en vida, y de quien él adevinaba grandes cosas en esta
facultad, para que corregido de su mano se pudiese lla-
mar hijo de quien es." Este amigo parece que era Pedro
Lainez, según él lo indica en la aprobación. En seguida
de la dedicatoria está un breve discurso sobre la vida y
costumbres de Gregorio Silvestre, escrito por Pedro de
Cáceres y Espinosa.
Las obras se dividieron en cuatro libros: los tres pri-
meros comprenden las coplas del género español antiguo:
las lamentaciones, coplas, glosas, villanescas y villanci-
cos el primero; el segundo, Apolo y Dafne, Píramo y

Tisbe, fábulas imitadas de los antiguos, y la Audiencia y

Residencia de amor, fácil y gracioso poema; el tercero las


obras morales y de devoción. En el cuarto y último libro
se incluyeron las obras que hizo en versificación italiana,
que son diversidad de sonetos, algunas canciones y epís-
187

tolas, y la fábula de Narciso en estancias. Van juntas to-


das estas composiciones sin separación las amorosas de las
morales, y entre ellas se incluyeron algunas que le remi-
tieron amigos suyos. Al fin de este libro hay un poemita
de Silvestre á la Ascensión del Señor, para cuya composi-r
cion echó mano de las ideas que Fr. Luis de Granada d e -
senvuelve en elocuente prosa en la meditación al mismo
asunto, que incluyó en el libro de la Oración y meditación.

Este con otros dos que tenia escritos, uno á la Pasión de

Cristo, y otro al Quebrantamiento de los infiernos y libertad

de las almas que componían entre todos 300 octavas, los


llamaba el autor el Temo; y cree Cáceres que en esta di-
visión y número de estancias trató de imitar el orden del
Dante y el número de las de Juan de Mena. Habiendo des-
aparecido estos dos últimos poemas se juzga que debió
mandarlos quemar cuando murió por no estar tan corregí-:
dos como quisiera.
Sus poesías amorosas tuvieron por objeto una señora,
llamada Doña María, cuya calidad no quiso Cáceres refe-
rir, según dice, por razonables respetos. Murió esta señora
mes y medio antes que Gregorio Silvestre, el cual medi-
taba hacer á imitación del Petrarca muchas canciones á su
muerte, y aun se cree hizo una ó dos; pero como la sí-
guió tan pronto, no pudo pasar adelante.
Nada decimos de Garcí Sánchez de Badajoz, Castille-
jo y Bartolomé de Torres Naharro, porque son mas co-
nocidos.
188

ILUSTRACIÓN XIII.

Noticia bibliográfica de las ediciones liedlas de las poesías de Garcilaso.

Muy difícil es averiguar todas las ediciones que se han


hecho de las poesías de Garcilaso, ya sueltas, ya unidas
á las obras de Roscan ; pero referiremos aquellas que han
llegado á nuestra noticia, que después de la primera de
que se dio razpn en el texto son las siguientes:

1549—OBRAS DE ROSCAN Y BE GARCILASO DE LA VEGA;


se reimprimieron en L¡eon de Francia en 1 5 4 9 según Don
Félix Torres Amal en su Biblioteca de Escritores Cata-
lanes.

1 5 5 3 — E n Venecia en 1 2 ° en la oficina de Giolitli, ser


gun D, Nicolás Antonio.
1 5 5 3 — E n Valladolid, " V a n , (dice la portada) en
este libro muchas obras añadidas y mejor corregidas, y
en mejor orden que hasta agora fueron impresas."—Por
Alejo de Herrera, en Medina del Campo, 12° prolongado.
1 5 7 4 — O b r a s de Garcilaso con anotaciones de Fran-
cisco Sánchez Brócense, en casa de Pedro Laso, en 1 6 ? ,
según P. Nicolás Antonio.
1 5 7 7 — O t r a edición en Salamanca de la cual da razón
A catalogue spanish and porluguese boohs, by Vincent Salva,
London, 1826.

1 5 8 0 — O b r a s de Garcilaso de la Vega con auotacio-


nes de Fernando de Herrera—La licencia para la impre-
sión está dada en Madrid á 5 de setiembre de 1 5 7 9 . La
aprobación es de D. Alonso de Ercilla, y por su brevedad
189

y buen gusto puede servir de modelo de este género de


escritos. Dedicaba Herrera sus anotaciones al Illmo. y
Excmo. señor D. Antonio de Guzman, marqués de Aya-
monte , gobernador del estado de Milán y capitán general
de Italia, por gratitud á la merced y favor que solió ha-
cer en otro tiempo á los primeros ejercicios de su ingenio;
y habiendo muerto mientras se imprimia la obra* la diri-
gió á su hijo D. Francisco de Guzman con una carta en
que lamenta tan sensible pérdida. A ella sigue un Discurso

á los lectores del maestro Francisco de Medina, en que


después de quejarse del abandono en que yacia la lengua
castellana, abandono tanto mas de notar, cuanto que to-
das las naciones, que como la nuestra habían sojuzgado
el mundo con sus armas procuraron la dilatación de su
t

lengua, para que lo que conquistaban los brazos lo conser-


vase el idioma j se extiende en los elogios de Garciiaso y
Herrera que conceptúa como felices excepciones de esta
regla. La elocuencia con que está escrito este discurso, la
armonía de sus períodos, la riqueza y propiedad de su
dicción, muestran cuantos derechos asistian al maestro
Medina para declararse censor de sus contemporáneos, al
mismo tiempo que nos llena de rubor y lástima el ver los
quilates que ha perdido nuestro maltratado idioma desde
aquel siglo; y la pluma se cae de nuestras manos cono-
ciendo por la comparación cuantas cualidades nos faltan
para cumplir honrosamente con el intento de escribirlo.
Adornó además Herrera su comentario con un epítome de
la vida de Garciiaso y con copia de los siguientes elogios
que le dedicaron los poetas: el epitafio que le aplicó la
famosa Laura Terracina, sacado del canto XVI de Arios-
to; dos sonetos de Luis Tansilo, elogios en poesía latina
de Francisco Pacheco, de Francisco Medina y Jacobo Gi-
190

ron, los cuales dos últimos mezclan á las alabanzas del


poeta las del comentador; una elegía de Cristóbal Mos-
quera de Figueroa, quien anotó además las anotaciones
con la traducción en versos castellanos de algunos de los
trozos de poetas latinos que en ellas se acotan ; otra ele-
gía de Luis Barahona de Soto ; una canción en honra de
Garcilaso de la Vega y Hernando de Herrera del maestro
Francisco Medina ; un soneto de Pedro Diaz de Herrera, y
finalmente un soneto y una Égloga que el ilustre comen-
tador sevillano compuso en sus primeros años. Al fin lleva
el libro un índice alfabético de las principales cosas que
en él se contienen.
1581—Las obras de Garcilaso de la Vega con ano-
taciones de Francisco Sánchez de las Brozas, impresas en
Salamanca, 16.° Tenemos á la vista un ejemplar de esta
edición, en que se halla la dedicatoria del impresor L u -
cas Junta allllmo. Sr. D . Ascanio Colona, abad de Santa
Sofía, el mismo á quien Cervantes en 1584 dedicó su
Galalea; sigue el prólogo de Sánchez en que con buenas
razones se defiende del cargo, que algunos le hacian, de
que con sus notas daba mas afrenta que honra al poeta,
descubriendo y manifestando los hurtos que antes estaban
encubiertos; y en seguida refiere los auxilios que se pro-
porcionó para la corrección del texto , entre los cuales el
principal fué un muy antiguo ejemplar de mano que le
facilitó el Sr. Tomás de Vega, criado de S. M., por el
cual, además de emendar los lugares de que se hace men-
ción en las anotaciones, se restituyeron y completaron
algunos versos que fallaban en los impresos. Ultimamenle
lleva antes de comenzar el texto un epigrama latino en
elogio de Garcilaso, que Juan Cristóbal Calvete de la Es-
trella dirigió á Pedro Fernandez Cabrera y Bobadilla, los
191

dos sonetos de Boscan á la muerte de su amigo, otro de


Francisco de Figueroa á la muerte de. Garcilaso el hijo, y
otro italiano y dos epigramas latinos de J. D. Florencio
romano en elogio del padre.
1589—Obras de Garcilaso con anotaciones del mismo
Francisco Sánchez, en casa de Diego Lasso, en 16°, según
D. Nicolás Antonio.
1597—Las obras de Boscan y algunas de Garcilaso de
la Vega repartidas en cuatro libros; emendadas agora
nuevamente y restituidas á su integridad; en Anvers en
casa de Martin Nució, en 1 2 ° .
Esta edición lleva una dedicatoria del editor é impre-
sor, Martin Nució, dirigida á D. Juan de Heredia, fe-
chada en Amberes á 5 de enero de 1556. Si esta fecha no
está equivocada , lo cual no es probable, debió hacerse á
mitad del siglo XVI una edición de la cual es reimpresión
la presente; pues ni es posible que la dedicatoria para esta
estuviese escrita con 41 años de anticipación, ni la persona
á quien iba dirigida en disposición de poderla admitir des-
pués de una interrupción de tantos años. A ser cierta la
fecha de la dedicatoria sabemos que para el año de 1556
se habían hecho muchas ediciones de estas obras, pues
se expresa en estos términos: "Queriendo imprimir las
obras de Boscan y de Garcilaso de la Vega, y conside-

rando que tantas veces habían sido impresas que a gran

pena se halla autor vulgar que se les iguale, ni que tan

acepto sea a todos, parecióme que merecían autores tan


buenos que se mirase mucho en la impresión dellos, y así
hice lo que pude corrigiéndolos y emendándolos en infini-
tos lugares, de tal manera que, quien quisiere cotejar
todas las impresiones con esta nuestra, conocerá la dife-
rencia , y que tengo mas razón de hacer saber mi dili-
192

gencia hecha que gana de loarme por ella." No cono-


ciendo mas que cuatro ediciones anteriores al año 1556,
y siendo cierto que Garcilaso era el autor vulgar que con
mas frecuencia habia obtenido el honor de la reimpresión,
debemos suponer que en este intermedio se hicieron mu-
chas impresiones que han burlado nuestras diligencias.
En esta de que hablamos se permitió Nució hacer alguna
variación en la ortografía; pero no sin la aprobación de
muchos hombres doctos y hábiles en el idioma castellano.
1612—Obras de Garcilaso de la Vega con notas del
Brócense, Madrid.
1622—Obras de Garcilaso de la Vega, natural de To-
ledo, príncipe de los poetas castellanos, con anotaciones
de D. Tomás Tamayo de Vargas. Madrid en casa de Luis
Sánchez, en 32.°
Las aprobaciones están dadas por D. Juan de Zaldierna
Navarrele ; Licenciado D. Juan Mejía de Gomara, canó-
nigo de Toledo y vicario de Madrid y Lope de Vega Car-
4

pió: las tres en Madrid y en 1 6 1 9 ; con fecha de 26 de


julio la primera, de 1*° de agosto la segunda y de 12 del
mismo mes la tercera: la licencia, firmada en Madrid por
Martin de Segura Olalquiaga, es de 18 de agosto, y la
tasa del mismo, de 26 de febrero de 1622. La dedicatoria
es á D. Luis Laso de la Vega y Guzman, conde de Año-
ver, primogénito del conde de los Arcos y de la antigua
casa y solar de Guzmanes deBalres, Cuerva etc. Era este
D. Luis biznieto de D. Pedro Laso de la Vega, hermano
mayor del poeta. Gozaba el honor de gentil-hombre de
Felipe IV : estuvo casado con Doña María Pacheco, hija
mayor de D. Alonso Tellez Girón y Doña Isabel de Men-
doza, condes déla Puebla de Montalvan, y murió en 1632
en lo florido de su edad. En calidad de deudo y sucesor de
193

la casa nativa del poeta juzgó Vargas que á nadie mas


digno podia consagrarse su trabajo, como tan interesado
en la gloria del que fué el principal blasón de su familia.
También va acompañado este comentario con un epítome
de la vida del autor en que, aunque sin orden ni discer-
nimiento, se dan muchas noticias, principalmente délos
autores que le han celebrado.
Anterior á 1765—Obras de Garcilaso; edición de Es~
tella. No tenemos mas noticia de esta edición que su exis-
tencia, según Azara en el prólogo de la suya.
Anterior á 1765—Edición de Lisboa: también la tuvo
presente Azara para la corrección del texto de la suya.
Acaso es una, de que tenemos noticia de oidas, hecha en
esta ciudad en 18°, con un epítome de la vida del autor
escrito por Luis Briceño.
1765—Obras de Garcilaso de la Vega, ilustradas con
notas; en la imprenta Real de la Gaceta. Esta es la edi-
ción que hizo D. José Nicolás de Azara, corrigiendo cui-
dadosamente el texto y formando un pequeño comentario
de lo mejor de Sánchez y Herrera.
1782—El conde Juan Bautista Conti tradujo al italiano
las obras selectas de los mejores líricos de España, que im-
primió con el texto castellano en una colección intitulada:
Scelta di poesie casligliane tradolte in verso toscano dall....

D'ordine de la corle, cuatro tomos en 4.° El II tomo de


esta primera parte lo ocupan todo traducciones de lo s e -
lecto de Garcilaso.
El señor Conti hizo con esta obra un servicio inaprecia-
ble á nuestra literatura. Los extranjeros, que cuando mas
cultivaron su estudio fué en la época en que Góngora y sus
secuaces pervirtieron los verdaderos principios del gusto,
juzgaban que nuestra poesía solo era notable por sus exa-
13
194

geraciones y extravagancias; y nosotros nada hacíamos


por sacarlos de este error. El señor Con ti qniso hacer ver
á los que tan mala opinión formaban de nuestras letras,
que la poesía castellana tenia odas escritas con la elegan-
cia y gusto de Horacio, otras con la gracia de Anacreon-
te, y muchas con la nobleza y gallardía de Petrarca; que
en todos géneros la lírica española rivalizaba con los gran-
des maestros y se distinguía por perfecciones originales,
por cuyos méritos la poesía castellana riierecia ocupar un
lugar preeminente entre las poesías de las mas cultas len-
guas vivas; y que si en la épica no llegó á igual perfec-
ción y en la dramática ha suscitado grandes cargos, toda-
vía en la primera suministra trozos dignos de particular
alabanza, y en la segunda se hace admirar por la prodi-
giosa fecundidad de la fantasía. Pero conociendo que para
los preocupados en contra serian paradojas sus opiniones
si no las confirmaba con hechos reales; rompiendo por los
obstáculos que le intimidaban, determinó formar una co-
lección de lo mas selecto de nuestros poetas, animado por
D. Francisco Pésaro embajador de Veneeia en Madrid, y
por el Excmo. Sr. conde de Floridablanca, á cuyo maduro
discernimiento, dice, sujetó el plan de su obra. Pensaba
dividirla en tres partes; la primera comprensiva de la
poesía lírica; la segunda de los mejores pedazos de los
principales épicos y algunos poemitas heroicos, á cuyo
lado debían tariibien hallar lugar los didácticos y jocosos;
y la tercera se reservaba á la poesía dramática. De este
vasto plan solo llevó á cabo la parte correspondiente á la
lírica. Comienza por Boscan como primer reformador dé
esta poesía y sigue sucesivamente por otros autores, guar-
dando el orden de antigüedad. A cada uno precede un
breve compendió de sú vida, y á todos una sucinta noli-
195

cia de la poesía castellana hasta el siglo X V í . También


acompañan á cada composición unas reflexiones en que se
procura ilustrar su doctrina y analizar su mérito poético.
Las traducciones en general son excelentes; pero á pesar
del talento del señor Conli y de la flexibilidad de la len-
gua italiana , única capaz de trasladar con ventaja las be-
llezas de la nuestra, creemos (acaso nos cegará el amor
patrio) que todos los recursos del traductor y del idioma
no han bastado para igualar la elegancia y dulzura de
nuestro delicado Garcilaso, si bien la versión de la Églo-
ga primera logró gran aceptación en Italia, y puede mi-
rarse como un modelo.
1788—Obras de Garcilaso etc., ilustradas con notas:
impresas en casa de Antonio Sancha eft 16°. Debe ser
reimpresión de la edición que hizo Azara en 1765.
1796 — Obras etc. Madrid por D. Gabriel Sancha,
reimpresión de la anterior en el mismo tamaño.
1804'—Obras poéticas de Garcilaso. Barcelona. (A ca-
talogne of spanish and portuguese books by Vincent Salva,
Londo7i, 1826). Small 8vo.
1817—Obras de Garcilaso, ilustradas con notas: se-
gunda edición. Madrid en la imprenta de Sancha; un
tomo 12°—Reimpresión de la edición de Azara.
1821—Obras poéticas de Garcilaso, Madrid (París)
18mo. (A catalogue of spanich and portuguese books by Vin-

cent Salva, London 1826)


Estas son las ediciones de que tenemos noticia, y es-
tamos lejos de haber dado razón de la mayor parte. A es-
tas pueden añadirse para completar esta enumeración b i -
bliográfica los siguientes códices.
El que sirvió para la primera edición que hizo Boscan.
196
El que facilitó al Brócense para la suya el señor T o -
más de Vega.
El que aprovechó Azara, que según se explica, ya en
1765 tenia 150 años de antigüedad.
No dejaremos también de hacer mención de otras dos
obrillas que se insertaron en otros libros, pues las que
nos dejó Garcilaso son tan pocas que cualquiera cosa que
se conserve de su pluma, debe sernos preciosa. La primera
es la Carta d la muy magnífica señora Doña Gerónimo, Pa-

lova de Almogávar sobre la traducción del Cortesano que


hizo Boscan, de que ya hemos hablado, publicada al lado
del prólogo en las ediciones de este libro, en la edición de
las Poesías de Garcilaso con anotaciones de Tamayo de Var-
gas, folio 110 vuelto, y en el Parnaso español de Sedaño
tomo VIII, pág. XXXVI.
La segunda es un bello epigrama latino en alabanza
del libro que tradujo su grande amigo Hernando de Acu-
ña, con el título de El caballero determinado. Este epi-
grama, muestra irrecusable de su gran conocimiento de
la lengua latina, acompaña la sobredicha obra, y se r e -
cogió también en algunas de las ediciones de las poesías
de su autor, como por ejemplo en todas las que se han he-
cho por la de Azara.
DOCUMENTOS

RELATIVOS Á GARCILASO DE LA VEGA, EL POETA, RE-

MITIDOS D E S D E SIMANCAS Á D . M A R T I N FEKNANDEZ D E NAVARUETE

POR D . TOMÁS G O N Z Á L E Z , ENCARGADO D E DICHO R E A L ARCHIVO.

AÑO 1823.

DOCUMENTO N.° 1.°

Garcilaso de la Vega padre del poeta.

Por un albalá, fecho á 20 de diciembre de 1471 , el


Rey D. Enrique IV le hizo merced de 40,000 nirs. de juro
de heredad en las rentas de estos reinos al dicho Garcilaso
de la Vega en atención á los muchos servicios que su pa-
198

dre Garcilaso (*) babia hecho cuando el mismo Rey estuvo


sobre la ciudad de Baza contra los moros, haciéndoles muy
grande sangre é estrago en el combate, donde á presencia
del Rey fué herido de una saeta de que murió, y en aten-
ción á los grandes servicios que los de su linaje hicieron
siempre á los Reyes.
Por Real despacho de la Reina Católica , fecho (no ex-
presa donde) á 29 de setiembre de 1 4 7 9 , refrendado de
Hernán Alvarez de Toledo, hizo merced á Garcilaso de la
Vega su maestresala por sus muchos é buenos é continuos

(*) D. Tomás González pone entre renglones las palabras sub-


rayadas; pero constando que el padre de este Garcilaso fué D. P e -
dro Suarez Figueroa, es una errata manifiesta. ¿ Qué relaciones
tenia el Garcilaso muerto en Baza con el poeta? La genealogía que
hemos dado de este último en la Ilustración 1, está comprobada
con los testimonios mas fidedignos de nuestra historia, y no h e -
mos podido entroncarle en ella, á pesar de que no nos cabe duda
de que era individuo de la misma familia. Pulgar le dedica el tí-
tulo XV de sus Claros Varones, y Gómez Manrique compuso una
obra en su elogio con el nombre de Defincion del noble caballero
Garcilaso, que se lee en su Cancionero, manuscrito. (Véase la edi-
ción del Pulgar hecha por Llaguno.J Por el primero de ambos au-
tores sabemos q u e , criado desde su menor edad en el oficio de las
armas, ninguno tenia mejor tiento para hacer golpe seguro en el
enemigo; que era hombre callado, sofrido, esencial, amiyo de efec-
tos y enemigo de palabras, y que tuvo tal gracia, que todos los caba-
lleros de su tiempo desearon remedar sus costumbres. Por el segundo
que murió á 21 de noviembre del año 1455; que venia del linaje
del primero que pasó el Salado, es decir de Garcilaso de la Vega,
quinto abuelo del poeta , ó de su hermano Gonzalo Ruiz de la Vega,
y que era sobrino del noble marqués señor de Buitrago, el cual fué
el marqués de Santularia hermano de la bisabuela del poeta. Por
estos antecedentes pueden averiguar los genealogistaa, qué puesto
le cabe entre los ascendientes del cisne de Toledo. Entretanto nos-
otros aventuraremos alguna conjetura. El marqués de Santillana,
además de su hermana Doña Elvira de la Vega, que casó en 1408
con D. Gómez Suarez de Figueroa , tuvo un hermano llamado Gon-
zalo Ruiz de la Vega, señor de Valdelozoya (Vida del marqués de
Santillana por Sánchez, pág. XIV del tomo I de la Colección de poesías
castellanas , anteriores al siglo XV). De este pudo ser hijo el Garci-
laso que murió sobre Baza.
199

é leales servicios, y en alguna emienda é remuneración


de los que habia servido y gastado en la guerra de Portu-
gal , del servicio y montadgo de todos los ganados que en-
trasen á herbajar en Badajoz é su tierra é término por juro
de heredad.
Fué nombrado contino de los señores Beyes Católicos
con asiento de 50,000 mrs. cada año en los libros de la
casa de Castilla desde 1,° de enero del año de 1481, cuyo
empleo sirvió hasta el año de 1488.
Por otro despacho , dado en Córdoba á 2 de agosto de
1 4 8 2 , le hicieron los Reyes merced de por vida de paga-
dor de los ciento de á caballo de la ciudad de Badajoz con
el salario de 4,500 mrs. cada año, en cuyo oficio sucedió
su hijo D. Pedro Laso.
Por Real despacho, fecho en Almazan á 15 de julio
de 1 4 9 6 , le hizo la Reina merced de la tenencia de Jerez
de la Frontera con 250,000 mrs. de salario que gozó hasta
su muerte.
Fué nombrado alcaide de la fortaleza de Vera el año
1501 con 160,666 mrs. de salario al año, la cual gozó
hasta su muerte.
Por otro Real despacho, firmado de los Reyes fecho
en Toledo á 10 de junio de 1 5 0 2 , refrendado de Gaspar
de Gricio, se hizo merced de la tenencia y alcaidía de la
fortaleza y capitanía de Gibraltar con 250,000 mrs. de sa-
lario que gozó hasta su muerte.
Las tres tenencias ó alcaidías anteriores las disfrutó
después su hijo mayor D. Pedro Laso.
Por Real despacho fecho en Toledo á 6 de setiembre
de 1 5 0 2 , firmado de la Reina y refrendado de Gaspar de
Gricio, fué nombrado del consejo con 100,000 mrs. de
quitación al año, que se le libró hasta el año de 1512.
200

En el título de Consejero del año 1502, no se le nom-


bra todavía Comendador mayor de Leon.
En la nómina general no se le nombra Comendador
mayor de Leon hasta el año de 1504.
Por otro despacho del mismo señor Rey fecho en l ú -
dela de Duero á 12 de agosto de dicho año 1506 le nom-
bró ayo del infante D. Fernando, refrendado del mismo
secretario con 500,000 mrs. de quitación al año.
Por otro despacho de igual fecha le nombró el es-
presado Rey camarero mayor del mismo infante D. Fer-
nando con 100,000 mrs. de quitación al año.
La plaza de consejero se la confirmó el Rey D. F e -
lipe I por despacho fecho en Tudela de Duero á 20 de
agosto de 1 5 0 6 , refrendado de Juan Perez.
Por testimonio de Antonio Rodriguez escribano de Cá-
mara dado en Burgos á 8 de setiembre de 1512, en pre-
sencia de Alvar García y de Juan Gailan, criados del s e -
ñor D. Garcilaso de la Vega Comendador mayor de Leon,
consta que el expresado D. Garcilaso falleció en el monas-
terio de S. Juan extramuros de la ciudad de Burgos el ex-
presado dia.
Las anteriores notas ó apuntaciones resultan fielmente
de los libros, registros y asientos que obran en este ar-
chivo general de Simancas en los negociados de Cominos,

Quitaciones de corte, Tenencias ij Mercedes, artículos Gar-


cilaso y Laso de la Vega. Simancas 25 de abril de 1821-?-
Tomás Gonzalez.
201

DOCUMENTO N.° 2."

26 de abrü de 1520.

Nombramiento de CONTINO de Garcilaso de la Vega.

" N o s el Rey de Romanos, Emperador semper augusto


y la Reina su madre y el mismo Rey su fijo facemos saber
á vos, los nuestros Contadores mayores, que nuestra mer-
ced é voluntad es de tomar é recibir por contino de nues-
tra casa á Garcilaso de la Vega, hijo de Garcilaso de la
Vega, comendador mayor que fué de Leon, ya difunto, é
que haya é tenga de Nos de ración é quitación en cada un
año 45,000 mrs. Porque vos mandamos que lo pongades
é apunledes assi en los nuestros libros è nóminas de las
quitaciones que vosotros tenedes , é le libredes los dichos
45,000 mrs. este presente año, desde el dia de la data de
este nuestro albalá para en fin de él ; é dende en adelante
en cada un año, segund, é como é cuando libraredes á
los otros conlinos de nuestra casa los semejantes mrs. que
de Nos tienen : é ejecutad el treslado de este nuestro a l -
balá en los dichos libros é sobrescrito é librado de dere-
chos oficiales, este original tornad al dicho Garcilaso para
que lo él tenga. E non fagades ende al—Fecha en la Co-
runa á 26 dias del mes de abril de 1520 años — Yo el
Rey—Yo Francisco délos Cobos, secretario de su Cesárea
é Católicas Magestades la fize escribir por su mandado."
202

26 de abril de 1520.

" E l Rey: mis Contadores mayores yo vos mando que


demás de los 4-5,000 mrs. que Garcilaso de la Vega, hijo
de Garcilaso de la Vega comendador mayor de León, ya
difunto, tiene de Nos de acostamiento en cada un año por
contino de nuestra casa, le libredes este presente año
desde el dia de la fecha desla mi merced e dende en ade-
lante en cada un año, todo el tiempo que yo estuviese
absenté de estos mis reinos y fasta que placiendo á nuestro
Señor vuelva á ellos, 30,000 mrs. de que yo le fago mer-
ced en cada un año para ayuda de su costa, los cuales le
librad en parte cierta, donde le sean bien pagados etc. Si-
guen las fórmulas de estilo. Fecha en la Coruña á 26 dias
del mes de abril de 1520 años—Yo el Rey—Por mandado
del Rey—Francisco de los Cobos.

DOCUMENTO N.° 3.°

11 de abril de 1522.

Por Real cédula hecha en Victoria á 11 de abril de


1522, firmada del Almirante y del Condestable de Casti-
lla, gobernadores del reino, y refrendada de Pedro de Zua-
zola, se mandó á los Contadores mayores , que constando
que Garcilaso de la Vega habia servido en la guerra de
Toledo, le librasen su quitación y ayuda de costa de los
años 1520 y 2 1 .
203

Para acreditarlo presentó Garcilaso la siguiente certi-


ficación.
12 de mayo de 1522.

" Y o D. Juan de Rivera capitán general en este reino


de Toledo por sus Magestades y del su Consejo digo y doy
fee como el señor Garcilaso de la Vega después que el Rey
nuestro señor embarcó en la Coruña para se partir á Flán-
des, siempre ha estado commigo en servicio de sus Mages-
tades , y ha servido muy bien y muy continuamente hasta
el dia de hoy y en todas las cosas pasadas se ha hallado y
ha peleado; y lo ha fecho como muy buen caballero y ser-
vidor de sus Magestades, y en la de Olias salió herido de
una herida en el rostro, y en todo lo pasado y presente lo
ha fecho tan bien y con tanta voluntad y trabajo de su
persona, que demás de se le librar y pagar sus quitacio-
nes tiene muy bien merecido y servido que sus Magestades
Je hagan mercedes; y porque esto pasó así y es verdad doy
esta feé firmada de mi nombre—Fecha en Toledo á 12
dias del mes de mayo de 1522 años—D. Juan de Rivera—
Por mandado de D. Juan mi señor-^-Bernardino de Ca-
margo."
El mismo Garcilaso de la Vega además de la certifica-
ción antecedente presentó una información de testigos, en
que declararon como tales D. Diego de Solomayor, Anto-
nio Canelas y Gonzalo Nuñez, y en que deponen lo mismo,
que D. Juan de Rivera, y que Garcilaso acompañó á Car-
los V hasta la Coruña el año 1520.
Lo mismo declararon D. Manrique de Silva, añadiendo
que vio á Garcilaso el año 1523 en Valladolid, en B u r -
gos, en Logroño, en Pamplona y en Fuenterrabía, y de
consiguiente sirvió en la guerra contra los franceses.
204

DOCUMENTO N.° 4.°

25 de agosto de 1525.

"EL REY—Contadores mayores de la Católica Reina


mi señora é mios: sabed que acatando los servicios que
Garcilaso de la Vega me ha hecho y espero que me hará
de aquí adelante, mi merced y voluntad es que haya é
tenga de Nos por merced 60,000 mrs. en cada un año,
para en toda su vida para él librados de tres en tres años;
por ende yo vos mando que libréis al dicho Garcilaso de
la Vega los dichos 60,000 mrs. desde 1.° dia del año v e -
nidero de 526 años, y los dos años venideros de 527
é 528 juntamente, é dende en adelante en cada un año
para en toda su vida, los cuales le librad en cualesquier
rentas de estos nuestros reinos y señoríos, donde le sean
ciertos é bien pagados; é para la cobranza dellos de los
dichos tres años primeros le dad é librad las cartas de l i -
bramientos é otras provisiones que oviere menester; é
cumplidos aquellos en adelante en cada un año para en
toda su vida, como dicho es, por la dicha orden de tres
en tres años solamente por virtud de esta mi cédula sin es-
perar en ningún año otra mi carta ni mandamiento alguno,
y entiéndase que si el dicho Garcilaso de la Vega falle-
ciere antes de cumplidos los tres años que le fueron libra-
dos que sus herederos no han de gozar de esta merced,
sino por rala hasta en el dia que falleciere; é asentad el
traslado de esta mi cédula en los nuestros libros , que vos-
otros tenéis, ésta original sobrescripta de vosotros volved
al dicho Garcilaso de la Vega, para que la él tenga; é non
205

fagades ende al—Fecba en Toledo á veinte é cinco dias


del mes de agosto de mil é quinientos é veinte é cinco
años—Yo el Rey—Por mandado de S, M . — Francisco de
los Cobos."

DOCUMENTO N.° 5."

20 de noviembre de 1526.

Por certificación de Enrique Esterque, maestro de la


Cámara de Carlos V en la casa de Flándes, fecha en Gra-
nada á 20 de noviembre de 1 5 2 6 , consta que á Garcilaso
de la Vega se le asentó y contó en los libros y Acroes de
dicha casa de Flándes, por gentil-hombre del Empera-
dor desde el dia 1.° de octubre de 1 5 2 3 , y desde enton-
ces le cesó el asiento de contino en los libros de la casa de
Castilla.

DOCUMENTO N . ° : 6 . °

17 de abril de 1530.

" E L REY—Contadores mayores de la Católica Reina


mi señora é mios: sabed que acatando lo que García Lasso
de la Vega gentil-hombre de nuestra casa nos ha servido,
especialmente en esta jornada de Italia, y en emienda y
remuneración de ello y en recompensa de los gajes que
tiene asentados en los nuestros libros de Flándes por gen-
206

til hombre de nuestra casa, de los cuales no ha de gozar


de aquí adelante, nuestra merced é voluntad es, de le ha-
cer merced de 80,000 mrs. en cada un año, para toda su
vida, é hasta que le hagamos merced, ó sea por Nos pro-
veído de otra cosa, que rente en cada un año los dichos
80,000 mrs., y que se le libres de tres en tres años, es-
lando en su casa sin obligación de servir, ni residir en
nuestra corte. Por ende yo vos mando que le libréis los
dichos 80,000 mrs. este presente año, lo que de ellos
óviere de haber por rata desde el dia que os contare por
fé del maestro de nuestra cámara, que le está testado de
ellos, de los libros de Flándes del dicho asiento de gentil-
hombre , para no gozar de los gajes de él, y los dos años
venideros de quinientos é treinta é uno, é quinientos é
treinta é dos, juntamente en cada uno de ellos, los d i -
chos 80j000 mrs., y aquellos cumplidos, dende en ade-
lante, en cada un año para toda su vida, ó hasta que le
hagamos merced, ó sea proveido de otra cosa, que rente
en cada un año otra lanía cantidad, como dicho es , de tres
en tres años; los cuales le librad en las rentas de esos rei-
nos, los mas cercanos á su casa que ser pueda, donde le
sean ciertos é bien pagados; é para la cobranza de los
tres primeros años le dad é librad desde luego las cartas
de libramiento y otras provisiones que oviere menester; y
aquellos cumplidos, dende en adelante en cada un año para
en toda su vida, ó hasta que le hagamos merced, ó sea
por Nos proveido de otra cosa que rente los dichos 80,000
maravedís y por la misma orden de tres en tres años según
dicho es, ó por virtud de esta mi cédula sin esperar para
ello en ningún año otra mi carta, ni mandamiento alguno;
y entiéndase qui si el dicho Garcilaso de la Vega falleciere
antes de cumplido los tres años que así le übráredes, ó le
207

hiciéremos otra merced que rente la dicha cantidad que él


ni sus herederos no han de gozar de esta merced, sino por
rata hasta el dia que falleciere, ó fuere proveido , ó se le
haga merced de otra cosa, como dicho es, y asentad el
traslado de mi cédula en los vuestros libros, que vosotros
tenedes, y esta oreginal sobrescripta de vosotros, vol-
ved al dicho Garcilaso de la Vega para que él la tenga,
y lo en ella contenido haya efetb — Fecha en Mantua 17
dias de abril de 1530—Yo el Rey—Por mandado de su
Magestad^-Cobos, comendador mayor; (Mere* Inv.°

art." Laso de la Vega).

DOCUMENTO N . ° 7."

16 de agosto de 1530.

La Emperatriz Doña Isabel én carta á su marido Car-


los V, fecha en Madrid á 16 dé agosto de 1 5 3 0 , entre
otras cosas le dice lo siguiente:
' ' Lo de la Cristianísima Reina nuestra hermana, y del
Doulfin y duque de Urliens, y como Alvaro de Lugo reci-
bió el dinero y las otras cosas, que el Rey de Francia ha-
bía de cumplir al tiempo dé la entrega, y donde había de
venir con ello, porque con el correo que partió de aquí á
9 del pasado lo escrebí á V. M. particularmente , será ex-
cusado tornallo á repetir aquí: y así no diré mas en esto
de que estoy muy alegre del contentamiento, que la Reina
me escribió que tenia después de haber casado, y de la
208

relación, que Benavides me trujo, de cuan servida era


en Francia y bien tratada del Rey su marido. Nuestro Se-
ñor lo lleve adelante, que yo espero en él que esto ha de
ser causa para que la paz se conserve. Y porque me pare-
ce que es ya tiempo de enviar á visitar á la Reina , be acor-
dado que vaya Garcilaso de la Vega el cual partirá de aquí
por la posta al tiempo que éste ( de aquí adelante en cifra)

y va bien prevenido de saber de los embajadores, que


V. M. tiene en Francia, lo que allí hoviere, é asimismo
de mirar lo que se hace en la frontera, para que tenga-
mos de todo aviso, en la cual al presente no hay bullicio
de guerra ninguno." ( Estado, Castilla núm. 20)
En el año 1531 resulla que estaba en la jornada de
Italia y solicita un regimiento de Toledo.
Por Real cédula de 21 de agosto de 1530, se libraron
á Garcilaso de la Vega 500 ducados de oro (187,500 mrs.)
para el gasto del viaje á visitar á los Reyes de Francia.

DOCUMENTO N.° 8.°

Causa formada á Garcilaso do la Vega, ol poeta, por la parte que tuvo


en el desposorio de su sobrino Garcilaso de la Vega y Girauan.

k de setiembre de 1531.

Habiéndose intentado casar á Doña Isabel de la Cueva,


sobrina del duque de Alburquerque, hija de D. Juan de la
Cueva , ya difunto , y de Doña Mencía de Bazan, con Gar-
209

cilaso de la Vega, hijo de D. Pedro Laso de la Vega, y


sobrino carnal del poeta, se opuso á ello fuertemente el
Duque y practicó las mas exquisitas diligencias para ello
con Carlos V , que á la sazón estaba en Flándes; á conse-
cuencia de lo cual se despachó la Real cédula siguiente:
" Serenísima, muy alta é muy poderosa Emperatriz
é Reina, mi muy cara y muy amada muger. Como quiera
que con el despacho que se hace en respuesta de lo que
allá me está escripto, respondo á lo que al Comenda-
dor mayor de León, mi secretario, escribió que me di-
jese del casamiento que se habia comenzado á tratar con
Doña Isabel de la Cueva , su dama , hija de D. Juan de la
Cueva, con hijo de D. Pedro Laso, porque con el último
correo que de allá vino por carta del 25 del pasado es-
criben que se continuaban y despachaban ya las faculta-
des para la conclusión dello , y porque por parle del duque
de Alburquerque y de D. Alonso de la Cueva, hermano
del dicho D. Juan, y de todos los del linaje de la Cueva,
me ha seido suplicado no dé lugar á que la dicha Doña
Isabel por ser sucesora de aquella casa, de donde depen-
den todos, se case de manera que el nombre y memoria
della se pierda, y yo envío á mandar á Doña Mencía de
Bazan, su madre, que no la case sin hacérmelo primero
saber y tener licencia y mandamiento mió para ello , afec-
tuosamente le ruego, Señora, mande proveer que esto se
cumpla, porque así conviene al bien de todos y á nuestro
servicio. De Bruselas á 4 de setiembre de 1531—Yo el
Rey—Cobos."
En el mismo sentido , y con la misma fecha se despa-
charon otras cédulas, una al Consejo Real y otra parti-
cular al Arzobispo de Santiago, presidente de él. (Cédu-

las, de la Cámara del año 1531)

H
210

Cuando se recibieron estos despachos ya parece que


estaba hecho el desposorio, y que habia asistido á él Gar-
cilaso, el poeta, como resalta de los siguientes docu-
mentos.
En la villa de Azcoitia á dos dias del mes de febrero
del año del nascimiento de nuestro Señor Jesu-Crislo de
1532 años, el noble señor Licenciado Lugo, corregidor
de esta muy noble é muy leal provincia de Guipúzcoa por
su Magestad en presencia de mí Rodrigo de Ydoyaga, es-
cribano de sus Magestades é su notario público en la su
corte é en todos los sus regnos é señoríos, é del audien-
cia del corregimiento de la dicha provincia por Martin
Pérez de Ydiaaiz, escribano principal de ella por su Ma-
gestad é testigos yuso escriptos dijo: que su Magestad le
habia inviado dos cédulas Reales , firmadas de su Real
nombre é refrendadas de Juan Vázquez, su secretario,
cuyo tenor de las cuales es este que se sigue:—La Reina
—Nuestro Corregidor ó otra cualquier nuestra justicia
que esta mi cédula viérédes—Yo vos mando que estando
en vuestra jurisdicción, Garcilaso de la Vega, recibáis del
juramento en forma é so cargo del le toméis su dicho por
las preguntas que con esta mi cédula irán señaladas de
Juan Vázquez de Molina nuestro secretario, é lo que di-
jiese é depusiere, sinado del escribano ante quien pase,
cerrado é sellado en manera que haga fée me lo invieis
con este correo, lo cual haced con la menos publicidad
que se pueda, é teniendo dello vos y el dicho escribano
el secreto que la calidad del caso requiere : é non fagades
ende al—Fecha en Medina del Campo á 30 dias del mes de
enero de 1632 años—Yo la Reina—Por mandado de su
Magestad—Juan Vázquez.
La Reina—Por cuanto conforme á los estableeimien-
2 1 1

los de la Ordea de Santiago, cuya administración perpe-


tua tiene el Emperador é Rey mi Señor, ningún caballero
della puede jurar sin licencia de su Magestad, por la pre-,
senté la doy en su nombre á Garcilaso de la Vega, caba-
llero de la dicha Orden, para que pueda jurar é decir su.
dicho sobre lo que por otra mi cédula envío mandar que
se le tome é le mando que por las preguntas que fuere
preguntado jure é declare lo que supiere en el dicho caso,
sin poner en ello excusa ni dilación alguna , so pena de in-
currir en las penas que sobre ello le pusiere el juez, qué
por nuestro mandado le ha de tomar el dicho—é non faga
ende al—Fecha en Medina del Campo á 30 dias del mes
de enero de 1532 años—Yo la Reina—Por mandado de
su Magestad—Juan Vázquez.
Las cuales dichas cédulas Reales suso incorporadas el
dicho señor Corregidor las tomó en sus manos é puso so-
bre su cabeza, é las besó é dijo que las obedecía é obe-
deció con todo humil é devoto acatamiento como á cartas
ó cédulas Reales de su Magestad ; é en cuanto á su cum-
plimiento estaba presto de las complir é para ello ir á la
hora á la villa de Tolosa donde decían que el dicho Garci-
laso habia de ser esta noche, siendo testigos á todo ello
Francisco Hernández é Ventura.
E después de lo susodicho en la dicha villa de Tolosa
á tres dias del dicho mes de febrero, año susodicho, el
dicho señor Corregidor dijo que conforme á lo que su
Magestad por las dichas cédulas le mandaba él habia v e -
nido á esta dicha villa á complir lo contenido en ellas, é
así en su complimiento fué á la posada del señor duque de
Alba, é así ido halló en ella al dicho Garcilaso de la Vega,
al cual requirió en virtud de las dichas cédulas Reales
para que las viese, é vistas obedeciese é compílese lo que
212

por ellas sn Magestad le inviaba á mandar é sobre jura-


mento declarase su verdad acerca de las preguntas que por
él le serian fechas conforme á las dichas cédulas, é luego
el dicho Garcilaso dijo que obedeciá las dichas cédulas
Reales con toda debida reverencia; é cuanto á su com-
plimiento estaba presto de hacer el dicho juramento é de-
cir su verdad sobre ello, que le preguntase, é ansí el di-
cho señor Corregidor conforme á las dichas cédulas re-
cibió juramento en forma de derecho del dicho Garcilaso,
haciéndole poner corporalmente su mano derecha sobre la
señal de la cruz t é palabras de los Evangelios para que
en lo que le fuese preguntado diria la verdad , é que si así
hiciese, nuestro Señor le ayudase en este mundo é en el
otro, y sino le demandase mal é caramente é le llevare á
las penas infernales , el cual dicho Garcilaso respondiendo
á la dicha confesión del dicho juramento dijo—sí juro—
é amen—siendo testigos los dichos.
El tenor de las preguntas por do el dicho Garcilaso
por el dicho señor Corregidor fué preguntado en uno con
lo que por el dicho Garcilaso fué respondido á ellas, es
este que se sigue:
Lo que se ha de preguntar á Garcilaso de la Vega,
hermano de D. Pedro Laso.
Primeramente si conoce á Doña María Manuel, guar-
da de las damas* é á Doña Mencía su hija, é á Doña Isa-
bel de la Cueva, hija de la dicha Doña Mencía é de Don
Juan de la Cueva, y á D; Pedro Laso su hermano, é á
Garcilaso su hijo.
ítem, si sabe que estaba ó está concertado y asentado
que la dicha Doña Isabel de la Cueva se case con el dicho
Garcilaso, hijo del dicho D. Pedro Laso, y que sobre ello
se hicieron capitulaciones y escripturas-—Declare qué con-
213

cierto é qué capitulaciones se hicieron, y qué personas las


hicieron y ante que escribanos é testigos pasaron.
ítem, si sabe quel dicho Garcilaso, hijo de D. Pedro
Laso, está desposado con la dicha Doña Isabel de la Cueva
—Declare quien los desposó, y ante que testigos, é en que
casa é lugar, é cuando se desposaron, é si fué por poder
ó por escriptura ó de palabra ó en otra manera, é si se
halló él presente al tal desposorio, ó fué testigo dello.
El dicho Garcilaso de la Vega caballero de la Orden
de Santiago susodicho por virtud de las dichas cédulas
Reales de su Magestad tomado por el dicho señor Corre-
gidor, habiendo jurado é preguntado por las preguntas
susodichas que venian con las dichas cédulas Reales, dijo
lo siguiente:
A la primera pregunta respondiendo dijo: que conoce
á los en ella contenidos.
A la segunda pregunta dijo: que lo que della sabe es
que entre Doña María Manuel é Doña Mencía, su hija, se
hizo cierto concierto firmado de las dichas Doña María é
Doña Mencía, é D. Pedro Laso é deste testigo para que
cuando fuesen de edad la dicha Doña Isabel se casase con
el dicho Garcilaso, hijo de D. Pedro Laso, condicional-
mente si en cierto tiempo no se casase la dicha Doña Isa-
bel con el hijo del conde de Siruela, la cual capitulación
fué simple, solamente firmada de los que dicho ha, sin
que mas testigos fuesen en ello, é esto todo pasó antes
que viniese cédula de su Magestad en que mandaba sus-
pender el negocio como paresceria por la fecha de la di-
cha escriptura de concierto susodicho, la cual no sabe en
cuyo poder está; é que esto es lo que sabe de lo conte-
nido en la pregunta.
A la tercera pregunta dijo: que á que propósito se ha-
214

Lian de desposar los contenidos en la pregunta no siendo


de edad, ni habiendo de valer el desposorio; é mas dijo
que después que vino la dicha cédula de su Magestad por
do mandaba suspender este negocio, nunca mas en poco
ni en mucho supo ni fué parte ni tuvo noticia de diligen-
cia alguna que en este caso se hiciese ni sabia dar razón
dello.
Fué requerido que declarase si hobo algún desposorio
entre los sobredichos en caso que no valiese—Respondió é
dijo: que después que vino la cédula de su Magestad él no
tiene noticia de cosa que sobre este caso haya pasado, é
que antes ellos no eran de edad para que cosa que ellos
hiciesen saliese : é que esta es la verdad por el juramento
que hizo é firmó de su nombre. E tornado á leer se rati-
ficó en lo dicho—El Licenciado Lugo-—Garcilaso.
El tenor de otra cédula Real de su Magestad quel di-
cho señor Corregidor entregó á mí el dicho escribano con
lo que se hizo sobre su cumplimiento es este que se sigue:
" L A REINA—Nuestro Corregidor ó otra cualquier jus-
ticia nuestra que esta mi cédula viéredes, yo vos mando
que si por el dicho que tomárades á Garcilaso de la Vega
por virtud de otra mi cédula, que con esta vos será mos-
trada , declarase que se halló presente ó fué testigo del
desposorio que allí se trata, le detengáis tomando del fée
y pleito-homenaje é juramento é fianzas bastantes que no
saldrá de la posada é parte donde le pusiéredes, y espe-
rará allí fasta que por Nos sea visto su dicho é mandemos
proveer en ello lo que convenga, lo cual se proveerá con
brevedad en volviendo este correo—é non fagades ende
al—Fecha en la villa de Medina del Campo á 30 dias del
mes de enero de 1532 años—Yo la Reina—Por mandado
de su Magestad—Juan Vázquez."
215

En la dicha villa de Tolosa dia, mes é año susodi-


chos luego á la hora notificó el dicho señor Corregidor la
sobredicha cédula Real de su Mageslad al dicho Garcilaso
de la Vega, contenido en ella en su persona, é le leyó,
é leida le mandó de parte de su Magestad é por virtud de
la dicha cédula Real, que hasta en tanto que su Mages-
tad sobre ello otra cosa provea, tenga esta villa de T o -
losa por posada, é non salga della so pena de perdimiento
de todos sus bienes para la cámara de su Magestad é pri-
vación de la encomienda é hábito que de su Magestad
tiene, en las cuales penas, lo contrario haciendo, desde
agora le condenaba é condenó, é demás dello le mandaba
é mandó que le diese su fée é pleito-homenaje de así
lo complir conforme á la dicha cédula Real, siendo testi-
gos á lodo ello Francisco Hernández é Juan Pérez de
Alayzeta.
E luego el dicho señor Garcilaso de la Vega dijo:
que por cuanto la cédula de su Magestad no mandaba al
dicho señor Corregidor que le detenga, sino hallando por
su dicho que se halló presente é fué testigo desle dicho
desposorio, é que no mandaba que de otra manera nin-
guna le detenga, no embargante quél no depusiese ni
jurase conforme á la dicha cédula, ni dijiese su dicho,
é que por ello pues en su dicho no parece haberse halla-
do présenle, ni haber seido testigo en el dicho desposo-
rio, que le requeria que por cuanto él iba á servir á su
Magestad á Flándes é Alemania é do quiera que su Ma-
gestad estuviese, como es obligado por ser su criado ó
haber recibido del mercedes, no le detuviese; pues por
la cédula de su Magestad, ni por la comisión que en este
negocio le daba, parecía que ecedia de lo que por ella le
mandaba, é que donde no lodo lo que á él se le recreciere,
216

é la culpa que su Magestad le echare, é la falta que él


por ventura poca ó mucha allá hiciere, sea á su cargo,
como de juez que ecediendo de la comisión hace de h e -
cho lo que quiere, é esto pedia por testimonio para lo
inviar á Flándes con correo propio—E luego el dicho
señor Corregidor dijo: quél dicho señor Garcilaso de la
Vega no habia querido declarar conforme á la pregunta
que le fué fecha en razón del dicho desposorio, sino con-
fusamente: que declare la dicha pregunta é que vista su
declaración él está presto de guardar la dicha cédula, é
de no hacer ningund agravio, porque su Magestad le ter-
nía por negligente é hombre que no sabia preguntar al
dicho señor Garcilaso. E luego el dicho señor Garcilaso
dijo: que conforme á las preguntas que le habia hecho él
habia declarado todo lo que sabia, por complir el manda-
miento de su Magestad é por veer claramente que de su
dicho no resultaba cosa para que de razón le hubiese de
detener; é que requería al dicho señor Corregidor no le
detuviese, como le tenia requerido, é dello pedia testi-
monio para lo que é como de suso tenia dicho—Testigos
los dichos.
E luego el dicho señor Corregidor dijo: que mandaba
é mandó al dicho Garcilaso que luego á la hora declare
clara é abiertamente si hobo desposorio é se halló en él;
é si no lo quiere declarar le habia por confeso en lo con-
tenido en la pregunta, é mandaba lo mandado compliendo
la cédula de su Magestad—E luego él dicho Garcilaso res-
pondiendo dijo: que en lo que ha dicho le parece que
tiene declarado de manera que no hay causa por donde
detenerle, é que le requería de la manera que le tenia
requerido, siendo testigos los dichos--E yo Rodrigo de
Ydoyaga escribano de su Magestad é su notario público
217

sobredicho, en uno con el dicho señor Corregidor é tes-


tigos presente fui á lo que de suso dicho es é de mí se
hace mención del dicho Garcilaso: é por mandado del di-
cho señor Corregidor fice sacar é escrebir lo susodicho
de los originales que en mí quedan en estas cuatro hojas
con esta en que va mió signo é va firmado del dicho s e -
ñor Corregidor, é va concertado, é rubricadas las hojas
con mi rúbrica al pie de cada plana, é fice aquí este mío
signo á tal—Licenciado de Lugo—En testimonio de ver-
dad—Rodrigo de Ydoyaga.
L A REINA—Licenciado Lugo nuestro Corregidor de la
provincia ele Guipúzcoa—Vi vuestra letra é la deposición
de Garcilaso que con ella me enviasles, y estoy maravi-
llada mandándole vos de mi parle que declarase abierta-
mente si se halló presente al desposorio, no lo haber cum-
plido como era obligado: por ende luego como este cor-
reo llegare dad las cartas que van con esta al duque de
Alba é decilde que no es razón que en su presencia Gar-
cilaso tenga semejante manera, y tornaréis á mandarle de
mi parte que sin embargo de sus excusas clara é abierta-
mente responda é declare si se halló á ello presente al di-
cho desposorio, y qué otras personas estuvieron á ello y
en que parle fué y el tiempo que há; y si os respondiere
qué no se halló presente, dejarleheis ir sin hacer otra di-
ligencia; pero si os constase por su confesión que fué tes-
ligo del dicho desposorio y se halló en él, deslerrarleheis
del reino conforme á la ley que en esto dispone, y man-
darleheis de mi parle que no entre en la corte del E m -
rador y Rey mi señor, sin su licencia é mandado, so las
penas que sobre ello le pusiéredes, las cuales por la pre-
sente le habernos por puestas para ser ejecutadas en su
persona é bienes: é en caso que fuese tanta su desobe-
218

diencia, lo que no creemos, que todavía no quiera obe-


decer lo que de nuestra parte le mandáredes cerca de la
dicha declaración que ha de tornar á hacer, prenderleheis
el cuerpo, é á buen recabdo, sin ponerle prisiones, lo en-
viaréis á su costa á la fortaleza de Salvatierra de Alba,
que con esta os mando enviar la cédula que veréis para
que el alcaide le reciba é tenga á buen recabdo hasta que
Nos le enviemos á mandar otra cosa— De Medina
del Campo seis de febrero de 1532 años—Yo la Reina—
Por mandado de su Magestad—Juan Vázquez.
En la villa de Tolosa á ocho dias del mes de febrero,
año del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo de mil é
quinientos é treinta é dos años, el noble señor Licenciado
Lugo Corregidor desla muy noble é muy leal provincia de
Guipúzcoa, vista la sobredicha cédula Real de su Mages-
tad, dijo: que obedecía é obedeció la dicha cédula Real,
poniendo sobre su cabeza é haciendo cerca ello la reve-
rencia debida, é conforme á lo que por ella su Magestad
le enviaba á mandar en presencia de mí Rodrigo de Ydo-
yoga, escribano de su Magestad é su notario público en la
su corte, é en todos los sus reinos é señoríos, é testigos,
rescibió juramento en forma debiba de derecho de Garci-
laso de la Vega que presente estaba, haciéndole poner
corporalmente la mano derecha sobre la señal de la cruz f
é echándole la confusión acostumbrada é so cargo de él
seyendo preguntado conforme á la dicha cédula Real, que
diga é declare si se hizo el desposorio entre Garcilaso , hijo
de D. Pedro Laso, é Doña Isabel de la Cueva, hija de
Doña Mencía Manuel é nieta de Doña María Manuel, é si
se halló presente al dicho desposorio, é que otras personas
estuvieron á ello presentes, é en que parle pasó el dicho
desposorio, é cuanto tiempo ha que pasó; el cual dicho
219

Garcilaso de la Vega, so cargo del dicho juramento, que


así del recibió el dicho señor Corregidor, respondiendo á
las dichas preguntas dijo: que antes de agora tenia de-
clarado ante el dicho señor Corregidor lo que sabia acerca
de lo contenido en las dichas preguntas, é mas de lo que
tenia declarado antes, declaraba lo siguiente:—Que en la
cibdad de Avila este verano pasado cree que por el mes de
agosto poco mas ó menos, no se acuerda á cuantos del di-
cho mes, un dia después de comer, este que declara, lla-
mado por un paje sin decirle á qué ni quien le llamaba,
sino que le llamaba una persona, fué a l a iglesia mayor de
la dicha cibdad, é entró en la claustra della donde halló á
Doña Isabel de la Cueva, é con ella una dueña, é á Garci-
laso su sobrino de este que declara, é á un clérigo, é á un
/ hombre que llaman Simancas é á otro hombre que llaman
Fonseca: é en una capilla de la dicha iglesia el dicho clé-
rigo le pareció á este que declara que les tomó las manos
á los dichos Garcilaso é Doña Isabel de la Cueva.
Fué preguntado la dueña que estaba con la dicha Doña
Isabel, cómo se llama. Dijo: que se llama María de Olio
que es de la dicha Doña Isabel, é que los dichos hombres,
que dicho ha, el uno que se llama Simancas es ayo del di-
cho Garcilaso, é el otro que se llama Fonseca es criado de
la dicha Doña Mencía Manuel.
Fué preguntado sí este que declara vio como se dieron
las manos al tiempo del dicho desposorio los dichos Gar-
cilaso é Doña Isabel—Respondió é dijo: que le pareció
que sí.
Fué preguntado el dicho clérigo quien era ó cuyo era;
dijo que no le conocía ni sabe como se llama.
Fué preguntado si hubieron á lo susodicho otros al-
gunos. Dijo que no mas que los que dicho ha. E esta es la
220

verdad por el juramento que hizo, é tornado á leer, el di-


cho Garcilaso se ratificó en lo dicho é firmó de su nom-
bre— E mas dijo é declaró el dicho Garcilaso que lo que
de suso habia declarado pasó ciertos dias antes que la c é -
dula Real de su Mageslad por donde mandaba que no se
entendiese en el dicho desposorio fuese venida, ó des-
pués que vino la dicha cédula Real del Emperador nuestro
señor, en dicho ni en hecho no entendió él en cosa nin-
guna ni ha seido presente á olía cosa. E esta es verdad é
firmó de su nombre — Garcilaso.
E luego á la hora visto lo susodicho el dicho señor Cor-
regidor dijo: que conforme á la dicha cédula Real de la
Emperatriz nuestra señora , que le desterraba é desterró al
dicho Garcilaso de la Vega del reino de su Magestad, con-
forme á la ley queslo dispone : é que le mandaba é mandó
al dicho Garcilaso por parte de su Magestad que no entre
en la corte del Emperador é Rey nuestro señor, sin licen-
cia é mandado de su Magestad so pena de perdimiento de
todos sus bienes para la cámara de su Magestad, é de ser
desterrado perpetuamente destos reinos é señoríos de su
Mageslad, en las cuales penas desde agora le condenaba é
le habia por condenado para que se ejecuten en su per-
sona é bienes, conforme á la dicha ley Real de su Mages-
tad ; lo cual mandaba atenta la sobredicha confesión é de-
claración que á la hora ante él habia hecho, é conforme
á las palabras declaradas en la dicha cédula Real de su
Magestad é aquellas compliendo é goardando; é que salga
del dicho reino dentro de seis dias primeros siguientes. E
luego el dicho Garcilaso dijo que obedecía é obedeció en
todo lo suso dicho á su Magestad é el dicho Corregidor
en su nombre é de su parte de suso le mandaba; é firmólo
de su nombre—Garcilaso—E yo Rodrigo de Ydoyaga es-
221

cribano de sus Magestades^é su notario público susodi-


cho, en uno con el dicho señor Corregidor presente fui á
lo susodicho: por ende por mandado del dicho señor Cor-
regidor los fice sacar estos treslados de los Originales, que
en mí quedan, punto por punió é van firmados al pie del
dicho señor Corregidor, é sacados en estas dos hojas de á
medio pliego de papel con mas esta en que va mi signo é
van rubricadas con mi rúbrica, é fice aquí este mió signo
que es á tal—en testimonio de verdad—Licenciado de
Lugo—Rodrigo de Yddyaga. (Cámara de Castilla, nú-

mero 224,/.
La Emperatriz en carta á Carlos V fecha en Medina
del Campo á 10 de febrero de 1 5 3 2 , remitió relación de
la anterior información , y hablando de la detención que
habia mandado hacer de Garcilaso dice: escribióme el du-

que (de Alba) que porque no pasaría adelante (iba á Ale-


mania á servir al Emperador llamado por él,) sin Garci-

laso le mandase dar libertad.

Y en efecto no queda duda de que Garcilaso, á pesar


del mandamiento del juez Lugo para que no entrase en la
corle del Emperador sin licencia suya, se presentó en ella
con el duque de Alba.
En consulta tenida con el Emperador en Ralisbona á
14 de marzo de 1532 resulta que el marqués de Villa-
franca presentó á su Magestad un memorial en nombre de
Garcilaso , quejándose de la providencia de destierro del
reino y privación de entrar en la corle. La referida con-
sulta versa toda sobre el negocio del casamiento de Doña
Isabel de la Cueva, y de ella aparece que á esta se la de-
positó en el monasterio de Madrigal al cuidado de la prio-
ra , que era hija natural del Rey Católico ; que á Garcilaso
el sobrino del poeta que se habia escapado á Portugal y á
222

los testigos que se hallaron al desposorio, se les mandó


perseguir en justicia, y á nuestro poeta ponerle preso en
una isla del Danubio.
Posteriormente estando el Emperador tomando baños
en una aldea cerca de Ratisbona, se tuvo con él otra con-
sulta en 2a de junio de dicho año 1532 sobre negocios de
Estado y de particulares, entre los cuales se le dio cuen-
ta del estado de Garcilaso por estas palabras:
" En lo de Garcilaso paresce, que pues confiésala
« culpa que tovo , y pide á V. M. perdón della, que V. M.
«le podrá enviar por el tiempo que fuese servido á su
« convento, ó á alguna de las fronteras de África, ó en el
« armada que se hace, ó á Ñapóles para la defensión del
« reino, ó mandarle servir á V. M. en esta jornada, guar-
« dando la carcelería que tiene, hasta que V. M. salga
« para ir al campo—Suplícalo el duque de Alba con tanta
«instancia cuanta V. M. sabe."

(Resolución marginal de mano del Secretario Cobos.)

Que vaya á Ñapóles á servir allí por el tiempo que fuere

la voluntad de su Magestad, ó al convenio que mas él qui-

siere.

Habiendo nombrado el Emperador por el mismo tiem-


po visorey de Ñapóles al marqués de Villafrauca partió
con él Garcilaso, y no se halla mención suya hasta el año
1534. (Estado.- Negociado de Castilla núm. 24.)

RELACIÓN BREVE DEL PROCESO MATRIMONIAL QUE PENDE E N T R E

GARCILASO Y DOÑA ISABEL D E L A CUEVA.

Articúlase y pruébase que entre Garcilaso de la Vega


siendo mayor de catorce años y Doña Isabel de la Cueva
223

siendo de once años y cuatro meses se contrajo matrimo-


nio por palabras de presente en la iglesia mayor de la ciu-
dad de Avila á catorce de agosto de 1531 años, y después
se tornó otra segunda vez celebrar en la dicha iglesia,
y confiésanlo ambos.
Dicen tres testigos que oyeron que después desto en el
mes de octubre desle año en Medina del Campo se torna-
ron á desposar tercera vez—Niégalo Dona Isabel—Solo
uno dice que lo oyó á Doña Mencía, su madre, y á Pero
Fernandez, clérigo que los habia desposado, y á todos se
preguntó porque ansí está en el interrogatorio á diez y
nueve preguntas, y el otro dice que él vido un día subir á
una sala en Medina del Campo á D. Pero Laso, y á Gar-
cilaso, y á Doña Mencía y á Doña Isabel su hija, y que oyó
decir que para efeto de ratificar el desposorio—No dice
sino que lo oyó estando en Medina mas no á quien.
Garcilaso con juramento afirma que conosció carnal-
mente ala dicha Doña Isabel su esposa estando en la villa
de Medina—Niégalo ella con juramento. Dicen dos testi-
gos criados del D. Pedro Laso y singulares en sus deposi-
ciones que vieron juntos en una cámara á los dichos des-
posados en una casa de Medina del Campo, y el uno, que
es una muger, dice que estando ansí juntos oyó llorar á la
dicha Doña Isabel, y que á esto vino Doña Mencía su ma-
dre y entró do estaban, y salió diciendo que no era nada,
sino que el Garcilaso habia asido de la pierna á la dicha
Doña Isabel—No se prueba otra cohabitación á parte de
los dos desposados.
Paresce un instrumento público signado de uno que se
dice escribano público y su nombre Bartolomé de Molina,
fecho en el monasterio de la villa de Madrigal á diez y
seis dias del mes de abril de 1532 por el cual dice que
224

Doña Isabel de la Cueva dio poder á Lorenzo Rodríguez,


vecino de Ratres, para que en su nombre ratificase el ma-
trimonio entre Garcilaso y ella y de nuevo lo contrajese
como se hizo en Batres primero de mayo de 1532—Este
poder no se prueba que sea verdadero ante el escribano
que lo hizo: dice que no se acuerda haber pasado ante él,
puesto que está probado plenamente ser de su letra y sig-
no y ser escribano Real; y de tres testigos instrumenta-
les que dice que fueron presentes, los dos lo niegan y di-
cen que es falso, y el otro es fallecido. No se prueba por
testigo alguno que lo viese en Madrigal, ni en el monaste-
rio do dice que se otorgó : pruébase que era Bartolomé de
Molina, secretario de las galeras de D. Alvaro de Bazan.
Parescen cartas escritas de su mano de Doña Isabel
y firmadas de su nombre y por ellas reconocidas que es-
cribió á Garcilaso de las cuales va aquí el traslado sacado
del original, y por las dos dellas paresce que era ya cum-
plida la edad de los doce años, porque de lo que tiene pro-
bado arriba los cumplió el mes de abril de 1532, y la una
dice la fecha postrero de abril, y la otra á ocho de mayo,
y dendel monesterio de Madrigal, y otras carias suyas á
este propósito, cuyos traslados van aquí.
Paresce un acto público ante escribano y testigos y
reconocido por tal, fecho en la villa de Batres primero
dia del mes de mayo año de 1532 en la forma siguiente:
E luego el dicho Lorenzo Rodriguez en nombre de la
dicha señora Doña Isabel de la Cueva su parle, dijo: que
requería al dicho señor Garcilaso de la Vega que présenle
estaba que se declarase si quería ratificar el matrimonio
contraído por la dicha señora Doña Isabel de la Cueva y
permanecer en él, y el dicho señor Garcilaso de la Vega
dijo que era verdad que él se habia desposado por pala-
22 o

bras que hicieron verdadero matrimonio de presente con


la dicha señora Doña Isabel de la Cueva su esposa y mu-
ger , y después acá lo habia ratificado enviando el uno al
otro muchas cartas y joyas y que agora á mayor abunda-
miento ratificaba y ratificó y habia é bobo por bueno el
dicho casamiento que habia fecho por palabras de pre-
sente con la dicha señora Doña Isabel de la Cueva su es-
posa y muger—Y pídolo por testimonio.
Articúlase y pruébase por parte de Doña Isabel que si
ella escribía á Garcilaso ó manifestaba que era su esposo
lo hacia por complacer á Doña Mencía su madre y que.le
era muy subiecta, y que la dicha su madre le enviaba las
cartas escritas, para que ella las trasladase y las enviase
de su mano y firma, y que las que con ella estaban en el
monasterio parala servir, la inducían á que ansí lo hiciese
y dijese.
Pruébase y por su confesión de Doña Isabel consta que
estando en el dicho monasterio y entrando el doctor A l -
faro médico á curar le dijo que de su parte dijese al IIus-
Irísimo Cardenal de Toledo que, pues su Señoría Reve-
rendísima tenia el cargo de administración de la justicia
del reino, la hiciese sacar de allí donde estaba presa é
detenida, porque era esposa y muger del dicho Garcilaso
de la Vega.
Articúlase que estando Doña Isabel en el monasterio
de Tordesillas Garcilaso la habló por la red y él lo jura—
Confiesa ella que le habló ciertas palabras sobre unas per-
rillas, y que estando un dia al torno un criado de su ma-
dre le dijo que le mostrase la mano para ver que tal tenia
un dedo de una cuchillada, y ella la sacó y que se la tomó
Garcilaso que estaba de fuera con el mozo, y como ella lo
sintió retiró su mano.
15
226

A doce de febrero de 1532 paresce una escritura pú-


blica de reclamación que hizo Doña Isabel del dicho ma-
trimonio ó desposorio diciendo que lo habia fecho por in-
ducimiento y siendo menor de edad y no queria estar por
él—Fué ante el alcalde Herrera.
Paresce otra escritura privada, firmada de su mano
de la dicha Doña Isabel, en que hace mención desta recla-
mación y dice que la hizo por justo temor y amenazas que
le hizo el dicho alcalde, y ratifica el dicho matrimonio y
paresce de su letra escritas estas palabras : no me pesa sino

porque no va todo de mi mano. Va aquí el traslado.


Después desto á quince del dicho mes de febrero pa-
resce otra escriplura privada y firmada de la dicha Doña
Isabel, en que protesta como por ella paresce que va aquí
el traslado y tres renglones en fin della escriptos de mano
de la dicha Doña Isabel.
Es copia literal del papel original, que obra en este Real A r -
chivo de Simancas en un legajo de la Secretaria de Estado, seña-
lado con el núm. 38 de la Correspondencia y despacho de Castilla
del año 1536—Y lo firmo en el expresado Real Archivo á siete de
noviembre de 1823—Tomás González.

CARTA DE DOÑA ISABEL DE LA GÜEVA A GARCILASQ DE LA

VEGA (1).

SEÑOR=Bien creo que estara Vra. md. henojado comi-


go porque no jure que heramos desposados; si lo hice , hi-
celo por miedo de la Emperatriz mas vos Señor sois mi
Esposo y es verdad que yo me despose con vos y nunca
sera otro mi marido y aunque yo lo niegue no es sino por

(1) Estas cartas están copiadas literalmente; así van sin pun-
tuación ni ortografía.
227

miedo de la Emperatriz y V. m. me perdone porque lo


niego que no lo hago si no por miedo. Dios sabe quanto
me pesa de ver lo que V. m. pasa por mi, mas yo lo ser-
vire a V . m. quando estemos velados y en nuestra casa y
de miedo no me vea nadie no oso hacer esto cada dia muy
mas largo = Vesa las manos de V. m. mi coraron vuestra
esposa e servidora Doña Isabel de la Cueva = A mi señor
Garcilaso de la Cueva y de la Vega.

A GAKCILASO DE DONA ISABEL.

SEÑOR—Paresceme que no me quieren venir a tomar


el dicho de miedo que no os pida por mi marido como lo
sois; si pudiese daros mil escripturas y poderes para que
mas seguro estoviesedes yo os quiero por marido os las
daria; mas estas cartas que escribo escribo con mas tra-
bajo de lo que podéis pensar y en esta torno a decir que
sois mi esposo y que no tengo de tener otro marido si no
a vos mi marido y Señor—Anme dicho que dicen los de
la Cueva que por la renunciación que hice en Tordesillas
piensan que estoy desatada; que gentiles necios! viendo
que aquello que hice fue estando presa y de miedo de la
Emperatriz y de las amenazas que el alcalde Herrera me
hacia pues agora es en fin de abril pues yo os demando
por esta por marido y como tengo dicho no tengo de t e -
ner otro mientra viviere: querría escrebir a V. m. cada
vez dos pliegos mas no tengo lugar, esposo mió, veso las
manos de V. m.—Fecha postrero de abril, vuestra esposa
y servidora Doña Isabel de la Cueva.=A mi señor Gar-
cilaso de la Cueva y de la Vega.
228

A GARCILASO DE DOÑA ISABEL.

Señor mio=Vueslra carta recibí y holgueme tanto que


no lo sabría decir en pensar que estabades tan cerca de mi
escribeme V. m. que pregunte por vos a fray García eso
es lo menos que yo haré por vuestra merced yo porne la
hecha como V. m. manda / estábamos anoche Vázquez y
yo hablando en V. m. y deciame Vázquez que si quiera por
hechizos nos llevasen a mi y a ella alia mira que tanto
deseo tengo de veros mi Señor y todo mi bien que no sera
otro mi marido mientra yo viviere. Peral tica os besa las
manos y Vázquez y yo = fecha á ocho de mayo vuestra es-
posa y servidora Doña Isabel de la Cueva.
No dice á quien va, que no tiene sobre escriplo, mas

Garcilaso la tenia y la presentó.

D E D O Ñ A I S A B E L A SU M A D R E .

Señora: Espinosa vino agora y holgueme mucho con el


trayendome dos pares de servillas y chapines y alvarcoques
y cermeñas que me enviaba mi Señora: escribeme V. m.
que esta esperando a Jorge de Meló y que espera en Dios
que traerá muy buen despacho; yo estoy muy buena / hago
saber a V. m. como su Illustrisima Señoría esta ya muy
mejor de la tos / yo tengo tanto deseo de ver a V. ni. que
no lo sabría decir/Señora ahí lleba Espinosa una bolsa
para Garcilaso mi Señor dicen las letras si oporluerit me

mori tecum. tu Señor ¡ estas letras me hizo su Señoría mer-


ced de mandarme hacer poner porque este Garcilaso mi Se-
ñor mas seguro que no lo negare. / hizola la Señora Doña
Juana de Salazar /la obra de V. m. se hace/ yo aprendo
a hacer bolsas suplico a V. m. que escriba a Garcilaso mi
229

Señor que le beso las manos su Señoría se encomienda en


V. m. / la Señora Doña Francisca de la Fuente y la Señora
Doña Juana de Salazar y la Señora Doña Maria besan las
manos de V. m. encomiendome en Maria de Orio / estoy
muy buena la obediente hija de V. m, Doña Isabel de la
Cueva. / esto de la bolsa sea muy secreto porque ya ve Se-
ñora lo que me va en ello que no lo hago si no por os dar
placer—queme V. m. luego esta carta. ¡

DE DOÑA ISABEL Á Sü MADRE.

Muy magnifica Señora: No sabria decir la pena que


tengo del mal de corazón de V. m. que no lo podria decir
suplico a V. m. que me envié a decir que tal esta / tomóme
tanta hira con D. alonso porque pensase el traidor que
por desterrar a V. m. habia de aborrecer a Garcilaso mi
señor y a D. Pero Laso mi señor pues no piense D. alonso
que tengo de negar a mi esposo y todo mi bien / suplico a
V . m. que no tenga pena que yo quiero tanto a Garcilaso
mi señor que aunque me maten no sera otro mi marido /
mucho holgué con saber que estaba aqui la de Fonseca /
no tenga V. m. pena de este vellaco que no es posible si
no que Dios haga justicia pues en la tierra no la hace /la
obediente hija de V. m. Doña Isabel de la Cueva = A la
magnifica Señora Doña Mencia Manuel.

DE DOÑA ISABEL Á SU M A D K E .

Muy magniGca Señora / La carta de V. m. recibi y hol-


gueme mucho con ella y con mi tio que no lo podria decir /
beso las manos de V. m. por el ropón que venia muy lindo
en extremo mas no me lo dio Espinosa hasta que habia
230

visto a mi Tio y por esto DO me lo vesti y parecióme muy


bien y es muy bien hecho, /escribeme V. m. que se enojo
mucho de lo que escribí a mi Señora que no lo sabré decir-
si yo supiera que henojaba á Y . m. antes supiera morir-de
aqui adelante la serviré pues V. m. lo manda yo diré a
Vázquez lo que V. m. manda / dijome mi tio que habia de
llevar á D. Pero Laso mi señor al andalucia para que se
holgase con la Condesa de Teba y la Señora Doña Ana y
holgué tanto que no lo sabré decir-escribame V. m. si
comió los peces que la envié y diga V. m. a mi Señora que
estoy muy enojada porque me han dicho que no hace si
no llorar que yo prometo a su md. que si se que recibe
pena y que llora que tengo de estar mas mal con ella que
agora y muy presto saldré de aqui. / también me dice mi
lio que le habia escrito Garcilaso mi señor y que esta muy
bueno y también me holgué en extremo de saber del y que
estaba muy bueno. / una merced tengo de suplicar á V m.
me haga que deje a mi hermana con mi agüela porque no
quede tan desconsolada y a V. m. podra ser que me venga
a ver algún dia. / ay envió a V. m. un crestelico de cera
de monserrate el mayor y mejor hecho de todos y a mi
agüela en su almohadila y a mi hermana estos creslelicos
que todo vino de monserrate y a mi agüela esta media do-
cena de cucharas hechas de mano de aquellos Santos her-
mitaños de guadalupe y esa ymagen de plata de nuestra
Señora de Loreto y la otra que va con ella de papel que
es de monserrate a V. m. y estas quatro candelas que son
buenas para quando este de parto suplico a V. m. que me
las guarde, / la Señora superiora me hizo merced de una
bolsa y la bolsa muy grande y un bolsico también, muy
lindo y djlo a mi Tio suplico a V. m. me envié una yma-
gen de ]a Concepción de nuestra Señora que luego la ha-
231

liara entre los pintores y si no la hallere mándela V. m.


hacer y también suplico a V . m. me mande para pagar al
templador, la muestra lleba Espinosa, / su Señoría no es-
cribe a V. m. porque esta purgada y sangrada a D. Pero
Laso mi señor beso las manos y a Garcilaso mi señor Váz-
quez y Peraltica besan las manos de V. m. y de mi agüe-
la y de mi hermana y yo las de V. m. la obediente hija
de V. m. Doña Isabel de la Cueva. A la magnifica Señora
Doña Mencia Manuel.

A DON PERO L A S O D E DOÑA ISABEL.

Muy magnifico señor—No se como pueda acabar de


decir el placer que obe con la carta de V. m. suplico a
V. m. que cuando pudiere me escriba que tal esta y las
cosas que tengo de hacer y avíseme de todo porque no me
tome de sobresalto y yo no sepa lo que tengo de responder
y por esto es bueno tener estas cosas que V. m. me avisa
yo lo haré ansi como V. m. lo manda-a lo que V. m. dice
que si determinaron hacer lo que V. m. me escribe aun-
que estuviese loca no haria lo que V. m. me manda dice
que si de aqui a un mes si no me vinieren a tomar el di-
cho que suplique a la Priora que escriba a la Emperatriz
yo prometo a V. m. que yo lo haga como V. m. me lo
mauda y si ansi no lo hiciere que me tenga por la mas
mala muger del mundo-escribeme que no miente a otra
persona si no a Garcilaso mi señor antes que V. m. me lo
escribiere lo hago y el otro dia preguntáronme dos de la
Cueva que estaban aqui cuya era esta sortija y quien me
la habia dado yo digeles que mi esposo y que suyo era
quanto yo tenia y otra vez dige yo a su hermana en que
andaban los de la Cueva pues que soy casada que no ten-
232

go de casar ya con otro aunque mas hagan y por vida suya


que yo no juro otra vida si no la suya y ansi lo haré de
aqui adelante /dicerne que como me trata-a mi bien me
trata mas si yo me salgo de orden do ella esla luego esta
mal comigo yo no puedo estar alli que es una camarita / a
lo que dice V. m. que si quiero que traiga una descomu-
nión para que me vaya donde quisiere si a V. m. le pa-
resce que es bueno haga lo que fuere servido. / yo después
que vi a mi madre no ha entrado alegría en mi de pensar
que había yo de ver a mi madre por red yo mas querría
que nos fuésemos para Toledo y dice V. m. que si me ha-
blare en que sea monja yo les digo quando esto dicen que
ya estoy desposada y no quiero ser monja. / y beso su calva
de V. m. su obediente hija Doña Isabel de la Cueva, / al
muy magnifico señor Don Pero Laso, mi señor y todo mi
bien y padre y defenso mió.

PROTESTA.

Yo Doña Isabel de la Cueva, hija de D. Juan de la


Cueva ya defunto y de DoñaMencia Manuel vecinos de la
ciudad de Ubeda digo que por quanto yo me case legíti-
mamente con Garcilaso de la Vega e de Guzman mi señor
e marido, hijo de D. Pedro Laso de la Vega e de Doña Ma-
ría de Mendoza ya defunla, vecinos de la ciudad de Toledo
por mandado de la dicha Doña Mencia Manuel mi señora
y con su expreso consentimiento y voluntad y mío, la qual
conlraxo el dicho casamiento con voluntad de la Empera-
triz nuestra señora juntamente con la señora Doña Maria
Manuel mi señora agüela e aunque el dicho casamiento se
hizo legítimamente por mano de clérigo ante suficiente nu-
mero de testigos según y como manda la madre Santa Igle-
233

sia fue sin ser sabidora dello S. M. y por tanto yo me temo


que por estar en su Real casa y palacio me harán decir ó
hacer cosa que sea contra el dicho matrimonio que yo ansi
tengo fecho, por tanto yo protesto desde agora para en-
tonces de mi voluntad espontanea sin ser a ello inducida ni
atraida que lodo lo que ansi hiciere e digiere o hobiere di-
cho o fecho contra este dicho matrimonio hasta aqui o de
aqui adelante sea en si ninguno y de ningún valor e efecto
como fecho e dicho por fuerza e miedo contra mi propia vo-
luntad e mas por reverencia e acatamiento del lugar donde
estoy si lo hiciere o digere que no de mi voluntad porque
todo lo contradigo y deshago e doy por de ninguno según
dicho es por ende por la présenle yo la dicha Doña Isabel
de la Cueva declaro que mi intención e animo deliverado es
de seguir en esto el dicho mandamiento e voluntad de la di-
cha Doña Mencia Manuel mi señora y madre, y consenti-
miento mió en el dicho matrimonio y hecho y de tener y
haber desde ahora para siempre jamas por mi marido y
esposo al dicho Garcilaso de la Vega e de Guzman mi ma-
rido e señor como agora lo es, y por no poder hacer esta
protestación y declaración de mi animo e voluntad ante
escribano publico por razón del lugar donde estoy, lo de-
claro ansi delante de Leonor Vázquez y Catalina Hernán-
dez a las quales ruego que de ello sean testigos y en su
presencia lo Grmo de mi nombre—Fecha en Medina del
Campo en quince dias del mes de hebrero de 1532 años—
Isabel de la Cueva—Debajo desta firma están escriplos tres
renglones e un poco que dicen " asi amor mió de mi cora-
zón y de mi alma yo quisiera que esta fuera de mi mano,
mas como presa no puedo hacer mas."
Yo Doña Isabel de la Cueva, muger legitima de Gar-
cilaso de la Vega mi señor digo: que por quanto en doce
234

dias del mes de hebrero que paso de esle presente año de


1532 años estando yo presa por mandado de la Empera-
triz nuestra Señora en el aposento de la marquesa de Lom-
bay en la villa de Tordesillas el alcalde Herrera vino por
mandado de S. M. al dicho aposento y donde yo estaba
presa y estoy y me mando de parte de la Emperatriz nues-
tra Señora so grandes penas e con mucho afincamiento que
diese por ninguno el casamiento que yo conlrage con el
dicho Garcilaso de la Vega, mi señor e marido con licen-
cia e mandado de mi madre e agüela e otro cualquier con-
cierto que hobiese pasado sobre el dicho casamiento, e yo
respondí que yo no lo queria hacer ni quise y aunque qui-
siera no pudiera dar por ningún matrimonio perfecto e
acabado como esle ni la Emperatriz nuestra Señora man-
dallo según he sido informada de letrado y el dicho al-
calde Herrera se levanto con mucha soberbia poniéndome
grandes temores e miedos que nunca saldría de la prisión
en que estaba e jurando que me haria azotar muy igno-
miniosamente y queriendo poner por la obra compulsa y
apremiada con temor o miedo contra mi voluntad y con
muchas lagrimas llorando dije que lo daba por ninguno
con tanto que cumpliendo doce años su merced me man-
dase poner en libertad para que yo digese hiciese lo que
quisiese y porque mi voluntad entonces y desde que el di-
cho matrimonio contrage fue de tener por marido al dicho
Garcilaso mi señor e ahora lo es y sera e conformándome
con la voluntad de mi madre agüela puesto que lo que yo
entonces dige es de ningún efecto por lo haber dicho con
miedo estando presa porque no pueda venir en dubda digo
que el dicho Garcilaso mi señor es mi marido e lo sera e
qualquiera cosa que yo oviere hecho dicho contra esto no
valga como dicho e fecho contra mi voluntad e porque yo
235

estoy presa e no puedo haber escribano ante quien declare


mi voluntad hice esta carta firmada de mi nombre—Doña
Isabel de la Cueva. " No me pesa sino porque no va lodo
de mi mano."
Es copia til eral. Simancas 7 de noviembre 1823.—Tomás Gon-
zález.

DOCUMENTO N.o 9.

Residencia de Garcilaso en Ñapóles.

1532.

El marqués de Villafranca llevó consigo á Garcilaso


cuando partió de Alemania á mediados del año 1532, con
el cargo de Visorey de Ñapóles. (Llegó á Ñapóles el 4 de
setiembre de 1532.) Fué muy obsequiado el Marqués de
todos los pueblos y señores de Italia á su paso, y en Roma
fué recibido y tratado por el Papa , cardenales y señores
con toda magnificencia. Salió de Roma el 30 de agosto:
estuvo allí diez dias según avisó desde Marino el mis-
mo día. El Emperador recibió continuos avisos suyos des-
de Sena y otras parles, y le aprobó todas sus operaciones
en carta fecha en Linz el 21 de setiembre, que comien-
z a — " Mucho habernos holgado con vuestra carta de 30
de agosto, habiendo por ella visto todo lo que hasta vues-
tra partida de Roma habíades hecho, muy conforme á
nuestra voluntad , y á lo que de vuestra prudencia esperá-
bamos."—En el mismo despacho le hace saber la retirada
del Turco, dándole puutual noticia de lodo el suceso. Su-
236

cesivamentc le fué comunicando todo lo que convenia al


gobierno de Ñapóles, agradeciéndole siempre sus oficios y
prudencia y confiando á ella la decisión de'los negocios
mas arduos en cartas fechas enVilach, en Mantua, Genova
y posteriormente en Barcelona donde desembarcó el E m -
perador—Llegó á esta ciudad Garcilaso en 26 de abril de
1533 con cartas del Marqués visorey dando cuenta de los
graves negocios que allí ocurrian , á las que respondió
S. M. en despacho fecho en Barcelona el 27 de dicho mes
que dice a s í — " Estando escrita la otra que va con esta
llegó Garcilaso y he visto las cartas que trujo."
En el año siguiente vino también Garcilaso á España
á fines de agosto ó principio de setiembre á informar al
Emperador personalmente de cosas graves de aquel reino.
Con él escribió el marqués al Emperador la carta si-
guiente :

CAUTA DEL MARQUÉS DE VILLAFRANCA AL EMPERADOR

CARLOS V.

Sacra Cesárea Católica Magestad—Garcilaso va á dar


cuenta á V. M. de todo el suceso de la armada turquesca
después que entró en estos mares y de todo lo demás que
parece convenir al servicio de V. M. y del sentimiento
que de todas partes se tiene, y por no saber como se
ofrescerán las cosas va con creencia por ser lan buen ser-
vidor de V. M. y tan bien entendido que toda cosa se
puede Gar de él —Supp.™ á V. M. le mande dar crédito
así en esto como en lodo lo demás que de mi parte su-
plicará á V. M . , y le mande dar breve despacho, man-
dándose acordar de hacelle merced, pues sus servicios y
persona lo merecen—Nueslro Señor la vida de V. M. por
237

tan largos años aumente como yo deseo y la cristiandad


ha menester—De Ñapóles á 15 de agosto de 1 5 3 4 — S a -
cra Cesárea Católica Magestad—Vasallo y criado de V. M.
—El marqués de Villafranca. (Estado -^-Ñapóles—1017)
Resulta su recibo de un despacho imperial, fecho en
Madrid á 2 de noviembre que d i c e — " Con Garcilaso os
respondimos á 29 de setiembre á vuestras cartas hasta
entonces recibidas"—En otro de último de octubre desde
Madrid—"En hacer armada gruesa para la primavera para
la resistencia y ofensión de la de los enemigos, estamos
determinando, como os lo escribimos con Garcilaso"—
Otro despacho de 29 de setiembre fecho en Falencia—" A
4 del presente os escribimos últimamente con Puertocar-
rero como habéis visto — Después llegó Garcilaso y le
oimos todo lo que de vuestra parte nos dijo ansí locante á
la armada de Barbaroja como en las otras cosas—Muy
bien nos ha parecido la orden que Garcilaso nos ha dicho
de vuestra parte que entendéis dar con los barones de ese
reino para que ayuden con 100,000 ducados por via de
socorro extraordinario — Garcilaso nos suplicó de vues-
tra parte por el lugar de Santo Luchito que es de Fede-
rico Caraffa y queda destruido por el daño que en él hizo
la armada de Barbaroja"—Le perdonó diez años de pa-
gamentos fiscales.
El marqués de Villafranca dando cuenta á Carlos V en
15 de setiembre de 1534 de haber fallecido el Castellano
de Rijoles D. Artal de Alagon y en atención á la impor-
tancia del sitio y posición del castillo, recomienda mucho
que se dé la tenencia de él á un sugeto de toda confianza,
añadiendo. " La persona que se me ofresce acá en quien
me paresce estaría bien empleada es Garcilaso que es quien
V. M. sabe ; y aunque ha dado algunos enojos á V. M., en
238

el tiempo que era razón de servir con su persona y lo poco


que tenia lo hizo como caballero y como era obligado al
servicio de V. M.—Dicho Garcilaso es persona para ser-
vir en todo lo que se le encomendare, y con hacerle
V. M. esta merced, yo haré que traya á su muger y se
arraigue acá, porque sin falta él sabrá servir tan bien
como todos cuantos acá están; y teniendo Garcilaso dicho
castillo, pues V. M. ama tanto aquella cibdad, será mu-
cha parle para que esté en toda fortificación y buena or-
den porque no hará lo que otros castellanos han hecho—
Esto suplicamos á V. M. dicho Garcilaso y yo tan humíl-
mente y con tanta instancia cuanto podría encarecer que
lo estimaré por tan propia merced como lo es haciendo
merced della V. M. (Estado Ñapóles, núm. 1017)
En carta del Emperador al mismo Virey, fecha en Bar-
celona en 14 de abril de 1535, dice : " E n lo que toca á lo
que Nos suplicáis que mandemos suspender un pleito que
trae Garcilaso en la audiencia de Granada, ya sabéis que
no acostumbramos suspender semejantes cosas, ni conviene
á la buena administración de justicia." (Estado, n.° 1557)
La carta escrita por el Virey es la siguiente:

A la S. C. C. Majestad del Emperador y Rey nuestro

Señor.

S. C. C. M.

" Garcilaso de la Vega sirve á V. M. en este reino en


todo lo que se ofrece, y es para servir en todo lo que se
podrá ofrescer como otras veces he dado cuenta á V. M.,
el cual trae un pleito en cnancillería de Granada, el cual
es sobre que la Mesla pretende no quererle pagar el ser-
239

vicio y montadgo de la cibdad de Badajoz, el cual tiene por


merced del Rey Católico de gloriosa memoria ahuelo de
V. M. del cual hizo merced á su padre; y pues el dicho
Garcilaso sirve en estas partes suplico á V. M. le haga
merced de una cédula de suspensión para el dicho pleito
por el tiempo que estuviere ausente de esos reinos, pues
sirve en estos; y sino sea por el tiempo que mas fuere
servido que yo recibiré tan gran merced en ello como si
en cabsa mia propia me la mandase hacer V. M., cuya im-
perial Persona nuestro Señor por tantos años acreciente
como yo deseo y la cristiandad lo ha menester. De Ñapó-
les 20 de enero de 1 5 3 5 — S . C. C. M.—Vasallo y criado
de V. M . — E l Marqués." (Secretaría de Estado, Nego-

ciado de Ñapóles, núm. 1022)

DOCUMENTO N.° 10.

Sobre el servicio ó montazgo de Badajoz.

1533.

Garcilaso de la Vega tiene el servicio é montadgo del


travesío de lodos los ganados que entraren á herbejar en
la ciudad de Badajoz é su tierra por su vida, é del hijo ó
hija que él quisiere—Porque se solían suspender 120,000
maravedís.
En la villa de Madrid á 3 de febrero de 1533 , se asen-
taron al pié del privilegio ciertas escrituras, por donde
parece que el dicho Garcilaso de la Vega nombró á Gar-
240

cilaso de la Vega su hijo para que gozase del servicio é


montazgo del dicho travesío por toda su vida: é así se
mandó al pié del dicho privilegio con tanto, que después
de los dias del dicho Garcilaso se consuma para no hacer
merced de ellos á persona alguna—Tasóse para pagar los
derechos en 85,000 mrs. de renta cada año—(Al margen
dice) Falleció el dicho Garcilaso el año 1 5 3 6 , y está con-
sumido este travesío y se cobra para S. M.; y para desde
principio de 1539 se arrendó juntamente con el servicio
y medio.
Copiado literalmente de un libro de Situado y salvado

de la letra G. en la antigua escribanía mayor de rentas.


Con efecto los Reyes Católicos hicieron merced del
dicho travesío á Garcilaso de la Vega padre del poeta,
que nombró á este para que lo gozase por vida. (Véase

Documento núm 1.°, y el núm. 12)

DOCUMENTO N.° 1 1 .

Instrucción que se (lió á Garcilaso en Florencia el 4 de mayo de 1S3G


para hablar á Andrea Doria y Antonio de Lciva, y otros pormenores
de la guerra de Frovenza.

EL R E Y .

Lo que vos Garcilaso de la Vega habéis de decir de


nuestra parte al Príncipe Andrea Doria es lo siguiente :
Que visto el parecer que los (lias pasados nos envió
cerca de la guerra con el Rey de Francia y el del Príncipe
241

Antonio de Leiva que fué conforme al suyo , y lo que des-


pués el dicho Príncipe Antonio de Leiva ha platicado y
comunicado con D. Fernando de Gonzaga, cuya copia
lleváis con esta para mostrarlo, habernos determinado de
cargar por la parte de Italia todo lo que se pudiese para
echar della el ejército del Rey de Francia, y hacerle daño;
y para esto, demás de la gente y provisiones que están ya
juntas y llamadas, habernos proveido y proveemos que
con la mayor diligencia que sea posible bajen de Alemania
30,000 alemanes con los que están ya en Lombardía , y la
gente de caballo y los caballos necesarios para menear y
llevar la artillería, municiones'y otras cosas necesarias—
En la ejecución de esto y de todo lo que mas conviniere
se usa y usará de toda la diligencia que se pudiere—Y
que allende de esto teniendo en Alemania apercibido ma-
yor número de gente y considerando que conviene entre-
tenerla , por no desesperallos y no dejarles ocasión que
vayan á servir al Rey de Francia y que á se juntar ma-
yor número de los dichos 30,000 alemanes en Italia, seria
confusión y que ninguna cosa puede ser mas provechosa
que divertir las fuerzas del enemigo y darle trabajo en
muchas partes, teniendo para este propósito en Alemania
hasta 100,000 escudos y otros tantos en Flándes, los cua-
les para lo de acá no nos harian falta, habernos acordado
que se junten los dichos alemanes, que tenemos apercibi-
dos, demás de los que han de bajar á Italia, como dicho
es, y con ellos y con lo que para este efecto proveimos
que se aderece en Flándes, para lo cual tornamos á en-
viar allá nuestro mayordomo mayor á solicitar y poner en
orden lo que será menester, y también para que se procure
haber de Alemania alguna ayuda de gente como otras ve-
ces se nos ha ofrecido , y podiéndose hacer á tiempo que
IC
242

allende tiesto se junte con los demás; y sino con los di-
chos alemanes y con lo de Flándes el conde de Nassao, ó
el dicho nuestro mayordomo mayor, entren en Francia
por la parte de Luxemburk hacia Muson y hagan el mas
daño que ser pudiere: que esto en un tiempo juntamente
con lo que por esta parte de Italia y por la mar se hará,
no será de poco provecho, para apretar y damnificar al
enemigo y ponerlo en mayor necesidad—Que ge lo hace-
mos saber para que sea informado de todo.
Y que porque así para dárgelo á entender mas parti-
cularmente, como para comunicarle sobre todo, y decla-
rarle nuestra voluntad, y entender mejor su parecer y re-
solvernos con él en lo que se ha de hacer especialmente
en lo de la mar, deseamos verle, le rogamos mucho se
disponga á tornar trabajo de venir por mar con algunas
galeras y hallarse en Sarzano el miércoles primero, que
serán 10 del presente, á donde Nos llegaremos aquel dia
placiendo á nuestro Señor, según verá por el memorial
que lleváis de las jornadas que haremos hasta allá.
Esto todo le diréis juntamente con nuestro embajador,
encargando á ambos el secreto.
Y pasaréis luego á Milán á comunicar lo mismo con el
Príncipe Antonio de Leiva.
Y" porque las galeras que han de venir de España en
las cuales vienen los 3,000 españoles, de los cuales os ha-
bernos creado maestre de campo, para que nos sirváis en
esta jornada, deberán llegar muy pronto, esperaréis allí
la llegada de las dichas galeras y recibiréis la dicha gente
para servirnos con ella como se os ordenare.
Habéis de despachar un correo á Mantua con las car-
tas del Príncipe, y embajador Figueroa, y del Príncipe
Antonio de Leiva al comendador mayor de Alcántara (Don
243

Pedro de la Cueva, capitán general de la artillería)." (Co-


piado de las minutas originales de papeles de Estado del

año 1536. Secretaría de Estado, núm. 1560)

En otra minuta de la misma fecha y data dice el Em-


perador en carta ostensible al Príncipe Doria lo siguiente:
"Remitiéndonos en lo que de presente se ofrece, á lo
que Garcilaso de la Vega que enviamos para esperar allá
la venida de las galeras de España y recibir los 3,000 in-
fantes que han de venir en ellas, de los cuales ha de ser
maestre de campo, os dirá de nuestra parte." (En el mis-

mo legajo)

Don Gómez Suarez de Figueroa embajador cesáreo en


Genova en carta al Emperador fecha allí el 6 de mayo le
dice lo siguiente: " Con Garcilaso de la Vega recibí dos
cartas de V. M. hoy dia de la fecha antes que amaneciese,
y con ellas el memorial de las cosas que aquí se han de
proveer—Garcilaso platicó con el Príncipe (Andrea Doria)
lo que se contenia en su instrucción, y él se adereza para
cumplir lo que V. M. le envió á mandar."
En otra carta del mismo embajador Suarez de Figue-
roa con la misma fecha al comendador mayor de León,
Francisco de los Cobos, secretario de Estado del Empe-
rador, dice así:
" Dos horas antes que amaneciese recibí dos cartas de
vuestra señoría con el señor Garcilaso de la Vega , hechas
á 4 del presente, y lo que toca á negocios verá vuestra
señoría por la que escribo á S. M." (Secretaria de Estado,

correspondencia de Genova, núm. 1369)

El Príncipe de Ascoli Antonio de Leiva, capitán gene-


ral cesáreo de la Liga ofensiva de Italia, con fecha en R i -
varrota escribe al Emperador lo siguiente—" Sacra Cesá-
rea Católica Magestad—Con Garcilaso de la Vega recibí
244

una carta de V. M. de cuatro del presente y vi lo que traia


en comisión de decirme en su instrucción, y pues á todo
se le lia respondido largamente , en esta no me queda que
decir mas de remetirme á su relación, suplicando á V. M.
me envíe mandar lo que en todo se ha de hacer, porque
en ninguna cosa se faltará de muy buena diligencia. Y
nuestro Señor la imperial Persona de V. M. guarde y en
mayores reinos y señoríos acreciente como dessea. Deste
l'elicíssimo ejército á Rivarrotta en campaña á ocho de
mayo 1536—De V. M. humilde vasallo que sus imperia-
les pies besa—Antonio de Leiva." (Está firmada de estam-

pilla) Y dentro de esta carta la instrucción siguiente :


" Lo que vos señor Garcilasso habéis de decir á S. M.
es lo siguiente:
Lo primero que he visto las provisiones que S. M.
manda hacer por via de Flándres y por la mar contra los
enemigos, las cuales me parecen muy bien si los dineros
lo sufren.
A lo que yo hablé con D. Fernando Gonzaga por un
criado mió he tornado á ratificar á S. M. lo mismo que al
dicho D. Fernando dije. Agora digo mas adelante que ha-
biendo visto la creencia que vos señor traéis de la buena
disposición, digo que me parece que S. M. no puede ha-
cer mejor cosa que con el ejército que se hace juntarse
con este y reparlillo en dos partes, según la orden que yo
os he dicho. Paréceme que hiciéndose de esta manera, se
romperán los desiños á franceses, ó á la mayor parte de-
llos, y no se consentirá que se fortifiquen sus tierras ni las
avituallen, que no es de poca importancia: y pues S. M.
está determinado de seguir sus enemigos, seria mucho
perder de tiempo y aun hacer mucho gasto trasordinario
que S. M. se detuviese con ese ejército que trae en algu-
245

na parle ó partes de Lombardía, porque esto no podría


ser sino para esperar las fuerzas que de Alemana le vinie-
sen ; las cuales es mucho mejor esperallas haciendo daño
á sus enemigos, y podría succeder cosa de que V . M. fuese
mas servido. Assí que por lodos respetos me parece y
aquel ejército conviene mucho y que sea muy presto , pero
entiéndese en lo de su persona tuviendo dineros.
Yo os he dicho particularmente donde quedan los ene-
migos, y á donde me pienso poner y lo que se podrá ha-
cer con este ejército que aquí S. M . tiene y con el que
S. M. viene.
Conviene mucho que S. M . si le parece que esa gente
ha de venir acá, que sea luego sin perder tiempo.
Diréis á S. M . lo que hemos hablado sobre las cosas
del dinero.
Diréis lo del Puente en que términos queda.
Lo del artillería.
Que suplico á S. M. que se acuerde de socorrerme
para la paga de esta gente, pues vuestra merced sabe en
la necesidad que della me dejais. Firmado (de estampi-

lla)—Antonio de Leiva." (Secretaría de Estado, Nego-

ciado de Milán y el Piamonte, núm. 1183)

El dia 10 de mayo llegó Garcilaso en la corte que


estaba dicho dia en Sarzano.

A GENOVA.

" E L REY—Garcilaso de la Vega maestro de campo de


los tres mil españoles que han de traer las galeras que
agora vienen de España: porque Nos escribimos al Prín-
cipe Andrea Doria que llegando las dichas galeras antes
que Nos lleguemos á Alexandría haga pasar los dichos
246

tres mil españoles entre essa ciudad y Alexandrfa, para


que llegado allí, mandémoslo que han de hacer, haréis
cerca de esto y seguiréis con la dicha gente la orden que
el dicho Príncipe os diere; y si las dichas galeras tarda-
ren mas en llegar ahí que Nos á Alexandria, llegado allí
mandaremos lo que ha de hacer la dicha infantería.
Porque para que vos Nos podáis servir mejor en el di-
cho cargo habernos acordado y es nuestra voluntad que
tengáis una capitanía de infantería en la dicha gente, por
la presente os mandamos que saquéis de lodo el número de
los dichos 3,000 españoles y de cada compañía de ellos,
que quedando aquellas reducidas en igual número en los
que assí sacáredes haya el mismo que quedará en cada una
de las dichas compañías, de los cuales por la presente os
creamos y hacemos nuestro capitán y les mandamos que
os obedezcan y acaten como á tal, y que gocéis del salario
y preeminencias que por razón de la dicha capitanía debéis
gozar, como todos los otros capitanes; y mandamos que
vacando cualquiera de las dichas capitanías de la dicha
gente se consuma para no se proveer á persona ninguna,
y que sucediendo este caso, se iguale el número de los sol-
dados de las compañías que quedaren—Fecha en Fornovo
á 17 de mayo de 1536 años—Yo el Rey—Cobos, comen-
dador mayor." (Copiado del regislro original, Secretaria de

Estado, núm. 1560)

A consecuencia del anterior despacho, pasó otra vez


Garcilaso á Genova , desde donde escribió al Emperador la
carta siguiente toda de su letra [Véase en la Ilustración IX,

pág. 174).
El Príncipe Andrea Doria, el embajador Figueroa,
D. Alvaro de Bazan, capitán general de las galeras de Es-
paña , y el contador Rodrigo de Albornoz escriben al Em-
247

perador con fecha de Genova 20 y 21 de mayo que el 19


aportaron allí las 25 galeras en que venian dos capitanes
con 3,000 españoles, que habian salido de Málaga el 27 de
abril, y que Garcilaso iba á preparar el desembarco.
Antonio de Leiva en carta al Emperador, fecha en Mon-
caller en el felicísimo ejército á 6 de junio del mismo año
entre otras cosas le dice lo siguiente: " Yo me partiré de
aquí con este ejército', de aquí á dos ó tres horas, aunque
no sea llegada la gente de Fabricio (era maestre de cam-
po de infantería italiana.) Pero él ha venido aquí y se le ha
ordenado á él y á Garcilaso lo que han de hacer." (Secre-

taria de Estado, negociado de Milán, núm. 1183y 1

El Emperador en despacho fecho en Asle á 5 de junio


del mismo año 1536, dirigido al ilustre Príncipe de Asculi
Antonio de Leiva, le dice lo que sigue: " Bien nos parece
lo que decís que en Moncaller quede á Garcilaso como á
maestre de campo cargo de los 3,000 españoles y á Fabri-
cio de los italianos que allí han de quedar, ordenando y
encargando á ambos lo que han de hacer, que Nos confia-
mos que darán buena cuenta dcllo." (Secretaría de Estado

registro de despachos, núm. 1559)

El ocho de julio en consejo de guerra, tenido en Sabi-


llan delante del Emperador, se determinó que la caballe-
ría se dirigiese á Niza, precediendo la caballería ligera al
mando del señor Fernando Gonzaga—tras ella la gente de
armas de Ñapóles al mando del duque de Alba; en seguida
la casa y corte—luego los caballos de Sistan—después la
caballería alemana.
La infantería iba en cuatro escuadrones; dos de la ale-
mana, uno de la española y otro de la italiana. La espa-
ñola iba en la vanguardia.
En 25 y 26 de junio habia habido también en Sabillan
248

otro consejo de estado y guerra, presente Antonio de


Leiva, para acordar los puntos capitales de la empresa.

El ejército se formaba del modo siguiente:

18,000 alemanes.
10,000 españoles.
10,000 italianos.
1,500 suizos.

El Principe Doria para la empresa de mar.

4,000 alemanes.
8,000 italianos.
300 caballos.

Gente sobre Turin.

3,000 alemanes.
6,000 italianos.
300 caballos ligeros.

Estado general del ejército.

36,500 infantes con el señor Antonio.


5,000 caballos idem.

Mas la corte y casa del Emperador

CAPITANES QUE LLEVÓ D O K U . Infantería. Caballería.

Agustín Espíndola. . . . . . . . 3,000 »


Juan Tomás Galera 2,000 »
Conde S. Segundo 2,000 150
Conde Sala. . . . 500 120
Hipolito Correzzo. 500 »
249

Antonio deLeiva en 14 compañías 10,600 infantes.


De infantería italiana en 5 compañías 7,700.
Hombres.

Habian de ir con el Emperador 10,000


Quedaban en Turin 6,000
Llevaba Doria . 8,000
Quedaban en Pavía y Alejandría. . . . . . 1,600
En Verceli 200

Total 25,800

15 de mayo de 1536.

A Garcilaso de la Vega cien escudos para el gasto del


viaje que va al Príncipe Antonio de Leiva por cédula y
pago 15 de mayo de 1536.
(La cédula fué fecha dicho dia en PontemoliJ.

A Gerónimo de Ayala correo ocho mil escudos para


que los lleve al dicho D. Lorenzo Manuel comisario del
ejército que esta sobre Fosan, para con que acabe de pa-
gar un mes de sueldo á las once capitanías de infantería
española sobre 3,282 que tienen rescibidos: los 3,000
escudos que los dio Garcilaso y los 282 escudos Alonso
de Aguilar, con que están pagados hasta 10 de agosto de
1 5 3 6 , y se dieron por cédula de 6 de julio de dicho año.
A Garcilaso de la Vega 3,000 escudos que se le en-
viaron con Pedro de los Santos, correo al campo de sobre
Turin por nómina 12 de junio de 1 5 3 6 , de que dio carta
de pago á 13 de él, y fueron para las cosas siguientes:
Para D. Alonso de Quesada 250 escudos; los 220
para socorrer otros tantos soldados, y los treinta para su
salario y el de sus oficiales.
250

Doscientos diez y ocho escudos para el capitán Juan


Pérez y su gente y oficiales.
Para el capitán Juan de Avellaneda 246 escudos.
Para Alonso de Villaroel 277 escudos.
Para Pedro de Jaén y su gente 307 escudos.
Para el capitán Bocanegra 308 escudos.
Para el capitán Machín de Muuguia y su alférez 270
escudos.
Para el capitán Videa 311 escudos.
Al capitán Juan Pérez 271 escudos.
Al dicho Garcilaso como capitán, para él y su gen-
te 260 escudos.
Las partidas anteriores están copiadas de las cuentas del teso-
rero general Pedro de Zuazola, del año, 1536—Contaduría mayor de
Cuentas—Inventario 1.°—Legajo núm. 505.

En las cuentas de Alonso de Aguilar, pagador de la expe-

dición de Túnez y del ejército que entró en la Provenza

sobre Marsella, se hallan las partidas siguientes:

Agosto de 1536.

A Garcilaso de la Vega capitán y maestro


de campo del tercio de las banderas que
vinieron últimamente de España en las
galeras, quinientos y diez y seis escudos
y medio para su media paga y oficiales de
su compañía, é socorrer con un escudo y
medio á cada soldado de ella, entrando
en ellos su media paga de maestro de
campo y sus oGciales, que ha de tener
con el dicho cargo en cuenta de lo que
251
Escudos.

han de haber de su sueldo desde diez del


presente mes de agosto (año 1536) en
adelante 516—m.°

La glosa marginal de contadores á esta partida dice


así:

LA VICHA NÓMINA (del dicho marqués del Guasto sentada

en los libros del sueldo con fé de paga.)

25 setiembre 1536.
Escudos.

Al capitán y maestro de campo Garcilaso de


la Vega y á doscientos catorce soldados
de su compañía nuevecienlos y cuarenta
y un escudos que ovieron de haber del
dicho tiempo (de un mes que comenzó á
correr á los 25 de agosto y se cumplió á
los 25 de setiembre de dicho año) con la,
paga de capitán , y maestro de campo,
y ventajas de alférez, y sargento, y pí-
faro, y atambores , y cabos de escuadra,
y coseletes y arcabuceros 941

La glosa marginal de contadores dice así:

L A D I C H A N Ó M I N A (del dicho marqués del Guasto con fé de-

paga, por la cual yurece que el dicho Aguilar lo pagó).

De estas cuentas resulta que la infantería española


del tercio de Málaga en que sirvió Garcilaso en la expe-
dición sobre Marsella, se componía de once banderas
mandadas por los sugetos siguientes:
252
Soldados.

Pedro Videa capitan con . . . . 230


Macliin de Murguia id . . 240
Jorje Sanchez de Sahajosa id 202
~D: Alonso de Quesada id . . . 235
Zambrana id 172
Juan Avellaneda id. . . . . . . . . . . . . . . 200
Garcilaso de la Vega capitan y maestre de
campo con 214
Juan de Bocanegra capitan 246
Pedrp de Jaen capitan 256
Juan Perez id. 227
D. Alonso de Villaroel id . . . . . . . . . . . 223

La expresada paga fué lucha sobre Asaes el 6 de setiembre

del expresado año de 1536 con intervención de Fran-

cisco Duarte y Juan de Vergara contadores del sueldo:

Habia en dicho ejército también seis banderas espa-


ñolas del tercio de Lombardía , á saber:
Soldados.

D. Gerónimo de Mendoza capitán y maestre


de campo con . . . 276
D. Pedro de Acuña capitan con 187
Hurlado de Mendoza id 215
Fernando de Figueroa id 206
Toribio de Santillana id . 205
Juan de Vargas capitán y maestre de campo. 231

Militaba también otro tercio de infantería española


llamado de Ñapóles y Sicilia en la forma siguiente:
253
Soldados.

Cristóbal de Quevedo capitán con 179


Rui Sánchez de Vargas id. 215
El conde de Nobelau id 225
El alférez de la compañía de Alcocer. . . . 127
Alvaro de Grado capitán y maestre de cam-
po. . 224
Charles de Esparza capitán ¡ 194
Francés Pelús id , 138
Luis Quijada id; 196
Melchor de Saavedra con 221
Hernando de Vargas id 177
Alonso Carrillo id . . . . . . . . . . . . . ¿. 145
Francisco Sarmiento id . . . ¡ . . 203
Cristóbal de Morales id . 152
Luis Pizaño id . . . . . . . . . . . 215
Gregorio de Lezcanó id 178
Alonso de Hermosilla id 248

Escudos de
paga al mes.

Juan Navarro, sargento mayor 30


Cristóbal Arias id. . Id.
Alonso de Lara , furrier . . ......... Id.
Julio, camarero del marqués del Guasto, por
el sueldo mensual de capitán general á
dicho marqués 300
Veinte gentiles-hombres de dicho marqués
cada uno al mes 10
Hipólito Quincio, auditor de la infantería. 15
Juan Bautista Balodio, ingeniero 12
2 5 4 .

Escudos de
paga al mes.

Juan de Simancas, barachelo de campaña. 30-m.°


Once de á cahallo que llevaba consigo con
dicho cargo de barachelo 100

Concuerda lo copiado literalmente con las partidas que obran


en las referidas cuentas originales del expresado Alonso de Aguilar
y se custodian en este Archivo general (Contaduría mayor de cuen-
tas—Inventario 1."—Libros—Números 515 y 841) y lo firmo en
Simancas á 3 de febrero de 1822—Tomás González.

En el campo de Zaes el 3 de setiembre se tuvo otro


consejo de guerra, en el cual se resolvió volverse á Italia
en razón de lo adelantado del tiempo, falta de vituallas,
atrasó de pagar á la gente y demás causas que son noto-
rias. No levantó el campo el Emperador hasta el dia 13 y
llegó con la vanguardia el 20 á Frejús, y la artillería y la
retaguardia el 2 1 , habiendo llegado allí con anticipación
de tres dias las galeras genovesas y españolas.
En los despachos á los ministros de todas las cortes,
fechos en Frejús el 24 de setiembre, dice estas palabras:
" Enemigos no se han visto ningunos en todos estos dias,
mas de algunos caballos hasta cuarenta ó cincuenta que
dos dias descubrieron los caballos ligeros de nuestro ejér-
cito, que caminaban después de la retrogoardia. Victualla
se ha hallado alguna en las tierras por donde se ha pasa-
do , con la cual y con la que proveímos que se truxiese de
la que se sacó de la armada cerca de Marsella , el campo
ha venido suficientemente proveido, y así se llevará de
aquí la provisión nescesaria basta Niza para donde parti-
remos mañana, y desde allí seguiremos nuestro camino
255

para Lombardía, con toda la diligencia que buenamente


se puede hacer."
En Niza despachó pliegos para todos sus ministros con
fecha 3 de octubre , asegurando que no se habian acerca-
do franceses á su retaguardia , ni con dos jornadas, y que
en prueba de la falsedad con que el Rey de Francia espar-
cía la voz de que el campo imperial caminaba en desor-
den , aseguraba que desde Zaes á Niza que son treinta le-
guas , habian hecho quince dias: que no babia ocurrido
otro rencuentro ni desgracia " sino que en un lugarejo en
el confín de la otra parte del rio que divide á Italia y Fran-
cia se quedaron el dia que lo pasamos con nuestro ejér-
cito , y venimos aquí algunos alemanes rezagados, que ha-
llándose cansados del camino no quisieron pasar el rio, y
á la noche fueron salteados de los villanos de la tierra y
desalijados algunos; pero siendo sentido lo que pasaba de
la gente de la retrogoardia de nuestro ejército , que estaba
alojada de esta parte del rio, fueron socorridos. Esto es
cuanto hay que decir hasta salir de Francia."
Habiendo llegado á Niza el Emperador el 27 de setiem-
bre tuvo consejo de guerra y estado allí el siguiente dia
2 8 , y entre otras cosas se acordó " que en la misma ciu-
dad de Niza quedasen 2,000 españoles de los que postre-
ramente vinieron de Málaga, y por maestre de campo de
ellos Juan de Vargas."
Según aviso del duque de Alba al Emperador desde
cabe Marsella del mismo año 1536 Antonio de Leiva fa-
lleció á 8 de setiembre.
Por despacho del Emperador para el ilustre marqués
del Guasto que quedó por capitán general de Italia des-
pués de la retirada de Marsella, fecho en Genova á 29 de
octubre de 1 5 3 6 , se vé entre otras cosas lo siguiente:
256

" Pnes la compañía de Rodrigo de Ripalda está vaca


por su fallecimiento, debéis mandar luego que se consu-
ma, y que la gente della se reparla entre las otras com-
pañías de españoles que tuvieron menor número de gen-
tes , y lo mismo se. hará en Niza de la compañía que tenia

Garcilaso de la Vega, pues asimismo es fallecido."

(Secretaría de Estado, registro de despachos núm. 1559)

DOCUMENTOS RELATIVOS A GARCILASO

DESPUÉS DE SU MUERTE.

DOCUMENTO N.° 12.


5 de diciembre de 1536.

Luego que en España se tuvo noticia de la muerte de


Garcilaso, los contadores mayores de cuentas despacha-
ron provisión, fecha en Valladolid á 5 de diciembre de
1536, para que el corregidor de Badajoz recibiese infor-
mación del estado en que tenia Garcilaso el derecho de
aquel travesío, cómo lo arrendaba, y á quien y cuanto
producía; y por la información hecha por el magnífico
señor Suero Alonso de Solis, corregidor y justicia mayor
de la ciudad de Badajoz, resultó que eran arrendatarios
257

Francisco Méndez y Francisco Meleno por arrendamiento


que les habia hecho Doña Elena de Zúñiga muger de Gar-
cilaso, y el precio de 8 4 , 0 0 0 mrs. cada año; que el a r -
rendamiento no concluía hasta S. Juan de junio de 1537.
—Qué los derechos del travesío eran " en entrando en el
término de Badajoz pagar mil vacas, seis de servicio y
montazgo Real, y de cien puercos, uno el mejor, y ansí de
ovejas."
La información pasó por testimonio de Juan de Cáce-
res escribano, no principió á evacuarse hasta 4 de abril y
se finalizó en 2 de junio del dicho año 1537, por lo cual
se ve que se trató de servir á Doña Elena—El Corregidor
puso en fieldad dicho derecho hasta S. Juan de junio de
1538 — Y dende dicho dia entró en el arrendamiento
general del servicio y montazgo del reino—(Así resulla
exactamente de un libro de relaciones de rentas de la an-
tigua escribanía mayor de rentas del año 1 5 3 6 , artículo
Servicio y montazgo travesío de Badajoz)

DOCUMENTO N.° 13.

1536.

En el mismo año de 1536 Pedro Méndez de Sotoma-


yor, vecino de Málaga, alférez de la compañía de Garcilaso
de la Vega, presentó un memorial diciendo que porque pol-
la muerte de Garcilaso se habia deshecho su compañía, y
17
258

él habia venido de Niza donde residía con la dicha com-


pañía , se le hiciese merced de colocarlo en otra cosa en
que sirviese.

DOCUMENTO N.° 14.

5 de abril de 1538.

En las cuentas de las tercias del obispado de Córdoba


del año 1534 á 1538 de que fué recabdador mayor Fer-
nando Hurtado, y dio por él la cuenta su hijo Diego, de
que se dio finiquito en Valladolid á 5 de abril de 1538, se
halla la partida siguiente entre la data del año 1 5 3 6 : — A
los herederos de Garcilaso de la Vega 4 8 , 0 0 0 mrs., que
el dicho Garcilaso ovo de haber, desde 1.° de enero de
1536 hasta 14 de octubre del dicho año en que falleció,
de los 6 0 , 0 0 0 que de sus Mageslades tienen de merced en
cada un año para en toda su vida para les ser librados en
tres años.

(Nota marginal de los contadores á esta partida)

Carla é testamento é testimonio del dia en que falleció é

pagó — (Contaduría mayor de cuentas—Inventario 1.°—


Legajo núm, 829)

Aunque en las cuentas de las tercias del partido de


Córdoba se dice que Garcilaso de la Vega falleció en 14
de octubre del año 1 5 3 6 , habiendo reconocido los libros
de relaciones de rentas de dicho año, en uno de ellos en
el pliego de las tercias de Yepes, en cuya renta tenia li-
259

brados 80,000 mrs. al año, de su merced de por vida, se


halla una ñola original de contadores, clara y sin enmien-
da ninguna, de la cual resulla que falleció el dia 1 3 ; y
en efecto se le libran 62,885 mrs. de su haber con los
que le corresponden en aquel año, que fué bisiesto, á ra-
zón de 219 mrs. por dia , y partiendo con él la mitad se-
senta y cinco avos que resultan de pico.

DOCUMENTO N.° 15.

4 de setiembre de 1537.

Acatando el Emperador los muchos y buenos servicios


que Garcilaso de la Vega, genlil-hombre de su casa, ya
difunto, le hizo , y que falleció en su servicio en la enlra-
da que hizo en el reino de Francia en el año 1 5 3 6 , y en
alguna emienda y remuneración de ello, concedió á su
hijo D. Pedro de Guzman que tuviese por merced en su
casa 80,000 mrs. cada año para en loda su vida, ó hasta
tanto que le hiciese otra merced equivalente.
Otra igual á su madre Doña Elena de Zúñiga de
60,000 mrs. al año—Ambas por despacho fecho en Mon-
zón á 4 de setiembre de 1537.
Otra igual á Garcilaso, hijo del difunto poeta—Por cé-
dula fecha en Toledo á 21 de junio de 1539. (Libro de

cédulas de contadores núm. 285)


260

D O C U M E N T O N.° 16.

21 de diciembre de 1538.

Doña Elena de Zúñiga, muger de Garcilaso, acudió en


el año 1538 á la contaduría mayor para que se la liquidara
la cuenta de lo que se la debia á su difunto marido de sus
quitaciones y ayudas de costa, porque algunas libranzas
le habían salido inciertas: y en efecto habiéndose liqui-
dado la mencionada cuenta, y resultando de ella debér-
sele 74,541 mrs., por cédula Real de 21 de diciembre de
1 5 3 8 , fecha en Toledo, se le mandó pagar dicha canti-
dad , en las rentas del derecho de la seda del reino de Gra-
nada, para lo cual se le dio libranza formal despachada por
la contaduría mayor, la cual recogió Nicolás Sánchez T o -
fiño , criado déla expresada Doña Elena. [Libros de Con-

tinos , letra G, artículo Garcilaso de la Vega)

DOCUMENTO N.° 17,

21 de junio de 1539,

EL EEY-^-Nuestros contadores mayores: sabed que te-


niendo consideración y respeto álos muchos y buenos ser-
261

vicios que Garcilaso de la Vega, gentil-hombre que fué de


nuestra casa, ya difunto, nos hizo, y que falleció en nues-
tro servicio, nuestra merced y voluntad es: que Garcilaso
de la Vega, su hijo, haya é tenga de Nos de merced ochenta
mil mrs. en cada un año para en toda su vida, ó hasta
tanto que le hagamos otra merced equivalente á esta, ó le
demos asiento en la nuestra casa de la dicha cantidad ó
mas : librados en rentas de la provincia de Castilla por una
libranza para en toda su vida—Por ende yo vos mando que
lo pongáis é asentéis así en los nuestros libros que voso-
tros tenéis, y le libréis los dichos ochenta mil mrs. este
presente año de 539 lo que dellos hubiere de haber por
rata desde el dia de la fecha de esta mi cédula, fasta en
fin de él, é dende adelante en cada un año para en toda su
vida, ó hasta tanto que le hagamos otra merced equiva-
lente á esta, ó que tenga asiento en nuestra casa de la di-
cha cantidad ó mas como dicho es:—Los cuales le librad
en cualesquier rentas á Nos pertenecientes de la dicha pro-
vincia de Castilla, donde le sean ciertos é bien pagados,
solamente por virtud de una nuestra carta de libramiento
para que los arrendadores é recabdadores mayores, re-
ceptores, fieles é cogedores de las rentas de la dicha pro-
vincia donde se los libredes , le recudan con los dichos
ochenta mil mrs. en cada un año para toda su vida, ó
basta tanto que le hagamos otra merced equivalente á esta,
ó que tenga asiento en nuestra casa de la dicha cantidad
ó mas, según dicho es, solamente por virtud de la dicha
carta de libramiento que le darédes (1) é librarédes ó de
su treslado sinado de escribano público, mostrándoles tesli-

( 1 ) Diéredes eForiginal.
262

monio de como es vivo, y no se le ha fecho otra merced,


ni asiento en nuestra casa en fin de cada tercio , sin haber
de llevar para ello otra nuestra carta ni libramiento en
ningún año, con tanto que después de los dias del dicho
Garcilaso de la Vega, ó haciéndole otra merced equiva-
lente á esta, ó teniendo asiento en nuestra casa de la dicha
cantidad ó mas , los dichos ochenta mil mrs. se consuman
para Nos y para nuestra corona Real, para no hacer mer-
ced dellos á persona alguna—é non fagades ende a l — F e -
cha en Toledo á 21 dias del mes de junio de mil é qui-
nientos é treinta é nueve años—Yo el Rey—Por mandado
de S. M.—Juan Vázquez—Está copiada literalmente d
la cédula original que obra entre los papeles de la cáma-
ra de Castilla del año 1539. Simancas á 3 de febrero
de 1822—-Tomás González.

DOCUMENTO N.°. 18.

22 de mayo de 1563.

Doña Elena de Zúñiga, muger que fué de Garcilaso de


la Vega, difunto, tenia 60,000 mrs. de merced de por vida
por carta de libramiento dada en Valladolid á 5 de n o -
viembre de 1537 años, y pareció por fe de los contado-
res de relaciones de S. M. que la dicha Doña Elena falleció

en tres de hebrero de 1563 , y su Magestad por su albalá


hizo merced á la dicha Doña Elena para que estos 60,000
263

maravedís juntamente con otros 150,000 de por vida que


tenia en el partido de Ecija, que son por lodos 210,000
los pudiese pasar en la persona que ella nombrase en su
vida, ó al tiempo de su fallecimiento , por su testamento ó
por otra qualquier escritura que hiciese, conforme á lo
cual ella nombró en su testamento á Doña Leonor María su
nieta, hija legítima de D. Antonio Puerto Carrero y Doña
Sancha de Guzman, su muger, para que gozase de los
dichos 2 1 0 , 0 0 0 , después de su fallecimiento en toda su
vida; por virtud de la cual dicha cédula y nombramiento,
que por virtud de la dicha Doña Elena hizo en la dicha
Doña Leonor María, se les dio libramiento en Madrid á 22
de mayo de 1563 en adelante en cada un año para en toda
su vida y por su fin se consuman, y los 60,000 que la di-
cha Doña Elena ovo de haber el dicho año de 1562 reci-
bió Miguel de Madrid, vecino de Toledo, por poder de la
dicha Doña Elena. (Contaduría mayor de Cuentas, 2.° in-

ventario, núm. 1407, Cuentas de Ecija de 1563)


264

ADICIÓN SOBRE GARCILASO DE LA VEGA (EL SOBRINO).

DOCUMENTO N.° 19.

Garcilaso de la Vega y Guzman (el sobrino)

17 de mayo de 1536.

"EL REY—Comendador Gómez Suarez de Figueroa,


nuestro embajador en Genova: porque somos informados
que en las galeras que agora han de venir de España á
esa ciudad viene Garcilaso de la Vega, el cual por algu-
nas causas, estando Nos en España, fué por nuestro man-
dado desterrado de nuestra corte y de nuestros reinos, os
mandamos que si viniere en las dichas galeras le notifi-
quéis de nuestra parte que Nos por la presente le manda-
mos, so pena de la vida y de perdimiento de bienes que no
venga ni entre en nuestra corle , ni en nuestro ejército, ni
vaya ni esté en ningún reino ni señorío nuestro, con de-
claración que hacemos, que contraviniendo á esto en cual-
quiera manera mandaremos ejecutar las dichas penas; y
así mismo os mandamos que digáis de nuestra parle á
D. Alvaro de Bazan, nuestro capitán general de las g a -
leras de España, y á los otros capitanes de las galeras,
que están á nuestro servicio, que no reciban , ni consien-
265

tan estar, ni andar en ninguna dellas al dicho Garcilaso:


y diréis de nuestra parle al Príncipe Andrea Doria que lo
mismo provea que hagan los capitanes de sus galeras. De
Fornovo á 17 de mayo de 1536—Yo el Piey—Cobos, c o -
mendador mayor."

Al Virey de.Ñapóles de Fornovo á 17 de mayo de 1536.

' ' Porque por la que va con estas se os escribe lo que hay
que decir, esta no es para mas que avisaros, que siendo
informado que Garcilaso de la Vega, hijo de D. Pedro Laso
de la Vega, el cual como debéis tener entendido fué por
nuestro mandado, estando Nos en España, desterrado de
nuestra corte y de nuestros reinos , viene en las galeras
que agora se esperan de España en Genova, enviamos á
mandar á nuestro embajador en aquella república , que de
nuestra parle le notifique y mande que no enlre en nues-
tra corte, ni en nueslro ejército, ni vaya ni eslé en nin-
gún reino ni señorío nueslro, ni ande en nuestras galeras
ni en las que están en nuestro servicio: para que si fuese
á ese reino sepáis que nuestra voluntad es, que no se per-
mita ni dé lugar que pueda estar en él; y así os lo encar-
gamos que se cumpla y que en ninguna manera se haga
otra cosa."
(Copiado literalmente de los registros originales de los despa-
chos—Secretaría de Estado—Legajo núm. 1560)

A L L Á SACRATISSIMA CESÁREA CATÓLICA MAGESTA.

" Garcilaso de la Vega de Guzmano, qual é venuto in


queste parte per rilrovarse al servizio di V. M . l i
et ope-
266

rarsi di sorte che quella habesse de cambiar la oppinione


che sente di lui, é capitato ad una certa villa qui appresso,
et mi ha fatto dire che voluntier venirebbe con le galere à
servir V. M . tà
in questa impressa al che non ho voluto
dar altra risposta se prima non son chiara della volunta di
quella—Pero quando V. M . tà
sia contenta lassarlo purgar
il suo peccato in galera, mi persuado li debbia esser assai
conveniente penitentia. Et cusi aspetto che la M . l i
V. mi
facia comandare il suo bon volere, la qual prego N. S.
Dio que felicemente conservi. Data in Genova alli 8 di
Guigno 1536—Di V. Sacr. ma
Ces. C a — M . tà
— Humil. m0

servitor et vasallo qual sue mani basa—Andrea Doria."


(Copiado de la carta original—Secretaría de Estado, Legajo nú-
mero 1458)

Respuesta del Emperador en despacho, fecho en Aste on 14

de junio.

4
' A Garcilaso de la Vega holgaremos que proveáis que
no sea recibido en vuestras galeras, ni en ninguna de las
otras, ni en el armada, porque assi conviene á nuestro
servicio."
(Copiado del registro original del mencionado despacho—Se-
cretaría de Estado, núm. 1560.

Este Garcilaso de la Vega de Guzman señor de las v i -


llas de Cuerva y Batres, y de los Arcos, parece que no lle-
gó á casar con Doña Isabel de la Cueva, pues se halla una
escritura auténtica otorgada en Augusta en Alemania á 17
de junio de 1 5 4 8 , de la cual consta que entre Don Her-
nando Niño patriarca de las Indias, obispo de Sigüenza,
267

presidente del Consejo Real, y su hermano el señor Rodri-


go Niño, vecino de la ciudad de Toledo, comendador de
Lorqui, de la orden de Santiago, por sí y en nombre de
Doña Teresa de Guevara, su muger, de la una parte, y
de la otra el muy ilustre señor D. Pedro Laso de Vega é
de Guzman se trató é concertó desposorio é casamiento de
Garcilaso de Vega hijo de D. Pedro Lasso, con Doña A l -
donza Niño de Guevara, hija y sobrina de los expresados
D. Rodrigo y D. Hernando.
Asi resulta del'libro 195 de Mercedes, articulo Lasso de

la Vega.

Garcilaso de la Vega (el sobrino).

1558.

De los papeles de Estado del año 1558 señalados con


los números 1 2 8 , 129 y 130 de la Correspondencia de
Castilla, resulta que debió aplacarse el enojo que contra
él tuvo el Emperador Carlos V en el año de 1 5 3 6 , de
resultas de haberse intentado casar con Doña Isabel de la
Cueva. Probablemente lograria entrar á servir en el ejér-
cito de Alemania por la calidad de su persona, y quedó en
Flándes cuando Carlos abdicó el imperio y los reinos;
pues al año siguiente 1558 resulta que el Rey D. Feli-
pe II le envió con una comisión particular para dar cuenta
á su padre de la rota de Mons. de Termes y promover la
ida de la Reina de Hungría Doña María á aquellos esta-
dos : medida que se contemplaba útilísima para su con-
servación, cuando hubiera de venirse Felipe. La muerte
de aquella Reina en el mismo año frustró el proyecto.
268

Partió de Bruselas el 16 de julio de 1558 con salvo


conducto por tierra. Llegó á Valladolid el 10 de agosto.
En el mismo dia el secretario Juan Vázquez de Molina,
que despachaba la secretaría de Estado en Valladolid con
la Princesa gobernadora Doña Juana, participa al Empe-
rador por medio de correo volante la llegada dé Garci-
laso , y remite los despachos que traia de mano del Bey
Felipe II para su padre, dándole cuenta de la rota de
Mons. de Termes, y participándole la misión y encargo
que traia relativa á la ida de la Reina de Hungría Doña
María á Flándes.
El mismo Garcilaso en la carta á Felipe II datada en
Valladolid á 7 de setiembre de dicho año dice que habia
llegado el 9 : (seria muy tarde de modo que no podria ver
aquella noche al ministro)
Se detuvo en Valladolid cinco dias; pasados los cuales,
fué á Yusle á dar al Emperador personalmente cuenta de
todo. Este le recibió cariñosamente é hizo mucha con-
fianza de su persona, pues aunque habia allí muchos ne-
gocios pendientes de gravedad, todos mandó que se detu-
vieran hasta la llegada de Garcilaso.
El Emperador le mandó volver á Valladolid y á Ciga-
les á hablar y tratar personalmente con la Reina Doña
María, que estaba en aquel pueblo, sobre el referido ne-
gocio : y lo manejó tan bien que se decidió á marchar á
Flándes la Princesa, á pesar de la gran repugnancia que
habia manifestado siempre á ello, negándose á las insi-
nuaciones de Carlos V y de la Princesa gobernadora, pre-
textando su salud y el voto que habia hecho de no vol-
verse á mezclar en negocios.
Con la resolución favorable, ó aquiescencia de dicha
269

Reina volvió Gareilaso á Yuste donde llegó en gran di-


ligencia; pues el 7 de setiembre escribe al Rey desde
Valladolid, y el 8 á las cuatro de la tarde ya estaba en
Yuste.
Fué uno de los testigos que asistieron al otorgamiento
del codicilo y postrimera voluntad de S. M. Imperial, fecho
el 9 del mismo mes ante Martin de Gaztelu, secretario
cerca de su Cesárea Persona, y que de ordinario residía
en Cuacos—Y en efecto está la firma de Gareilaso de la
Vega de Guzman en la diligencia del codicilo cerrado.
A pesar de la indisposición del Emperador que ya se
iba agravando por momentos, y de que falleció el 21 de
setiembre de dicho año, por la mañana recibió á Garei-
laso , el cual le informó menudamente de todo el nego-
cio con la Reina Doña María y " acabado que ovo de dar
á S. M. su relación de todo, le dio licencia para que se
vaya á casar y ansí se partió á noche." Cuyas palabras son
literales de una carta de Luis Quijada, mayordomo y con-
fidente de Carlos V, al secretario Juan Vázquez, fecha en
Yuste el 10 de setiembre de 1558.
El habérsele encargado por Felipe II un negocio de
tanta gravedad, el modo y circunstancias del recibimiento
que le hizo el Emperador, y los términos en que la Reina
María, la Princesa gobernadora, los secretarios y todas las
personas de la corle, tanto en Cigales como en Valladolid
y en Yuste, hablan de la persona de Gareilaso dan alta idea
de él, no menos que el haber sido uno de los siete testi-
gos del último codicilo del Emperador—Estos testigos fue-
ron Garcilasso de la Vega de Guzman—el doctor Cornelio,
médico de la corte que en la última enfermedad de Carlos
fué en diligencia desde Cigales á Yuste—Luis Quijada su
270

mayordomo—F. Juan de Regla—Enrique Malisio, m é -


dico ordinario del Emperador—Guillelmo Molinés, otro
médico—y el licenciado Murga.
Garcilaso era Comendador de Belvis y de Navarra en
la orden de Alcántara.
Por testimonio de Alonso Sotelo escribano del número
de la ciudad de Toledo consta que en el año de 1559 mu-
rió dicho Garcilaso. (Mercedes núm. 171, art. Niño de

Guevara )

Esta partida y aun los sucesos que se notan anterior-


mente y se refieren al año 1558 están en contradicción
con la siguiente partida de las cuentas de la mesa maes-
tral de la orden de Santiago del año 1555 que se custo-
dian en el Real archivo de Simancas.
"Garcilaso de la Vega (hijo de D. Pedro Laso) vecino
de Toledo, caballero de la orden de Santiago, falleció en
4 de octubre del año 1 5 5 5 , según resulta de información
judicial practicada en Toledo." (Dicho año Contaduría ma-

yor de cuentas, 2.° inv., núm. 4783)

NOTA. La contradicción que halló González en estos documen-


tos desaparece reflexionando un poco y haciéndose cargo de que
son dos personajes distintos. El primero era Comendador de Belvis
y de Navarra en la orden de Alcántara ; este era el hijo de D. Pe-
dro Laso; el segundo era caballero de la orden de Santiago y no
era hijo sino de su hermano el poeta, según vamos á demostrar.
Este último según ya se ha dicho tuvo un hijo que como él se llamó
Garcilaso, el cual nació en 1530, y según los escritores contemporá-
neos murió de 25 años, lo que da exactamente el año de 1555, de
la partida que se halla en las cuentas de la mesa maestral del orden
de Santiago. Sábese además que este joven murió en la defensa de
Ulpian como puede verse en Sandoval Historia de la vida de Car-
los V, lib. X X X I I , donde después de hablar largamente de él y del
271

suceso, refiere asi su muerte en el ^ 26. " Habian los españoles


dejado á un lado de la trinchera una abertura á forma de puerta
para pasar de una parte á otra y tan estrecha que apenas cabía
un hombre armado, y apretando los traseros á los delanteros, e m -
barazándose con las picas y armas cayeron algunos^ y cerrando
aquel angosto paso con miserable principio, fué causa, que cayendo
unos sobre otros fuesen cruelmente muertos de los franceses, y si
algún francés queria salvar alguno, los que venian detrás se lo ma-
taban. Murió allí Garcilaso de la Vega y casi de los primeros, p o r -
que pareciéndole fea tal retirada de que habia sido causa, y retirán-
dose mas de espacio que lo que en caso tan perdido le convenia,
siendo alcanzado y habiéndosele caido un morrioncillo negro á
prueba de arcabuz, que traia, le dio un france's una cuchillada en la
cabeza al través que se la abrió toda.". . . La época de está desgra-
cia que fué precisamente en octubre de 1555, se conforma con los
otros datos, de modo que no deja duda de que la última partida de
defunción es la del hijo del poeta.

Lo copiado concuerda literalmente, y lo extractado resulta con toda


fidelidad de los libros, registros y demás papeles que quedan citados y
se custodian en este Real archivo de Simancas; y para que se puedan
tener presentes estos hechos y noticias al escribir la vida del célebre
poeta Garcilaso de la Vega, en uso de la autorización general que tengo
para semejantes cosas del Rey nuestro Señor, lo firmo en este expresado
Real archivo á 28 de octubre de 1823—Tomás González.
ARBOLES GENEALÓGICOS

para mejor inteligencia de las ilustraciones I , III y IV en que se


trata de la familia de Garcilaso y de sus conexiones con otros
distinguidos linajes.

Gomo la ciencia genealógica tiene en la vanidad uno de sus


principales fundamentos, no hay ninguna en que se haya delirado
mas á mansalva; pero á pesar de esto podemos asegurar que los
árboles siguientes presentan todos los caracteres de veracidad que
pueden apetecerse. Para su formación nos hemos valido de Hernán
Pérez de Guzman, Morales, Sandoval, Salazar de Mendoza, el
conde de Mora, Méndez de Silva, y sobre todo del príncipe de
nuestros genealogistas Salazar de Castro, autores todos acreditados
como amantes de la verdad. La circunstancia de ser históricas todas
las familias de que en ellos se trata, hace mas diücil la introducción
de la mentira, que suele nacer y propagarse fácilmente cuando la
oscuridad la favorece.

18
275

ÁRBOL PRIMERO.—Genealogía de Garcilaso por la línea paterna.

D. Pedro Lasso de la Vega,


rico-home y Almirante.

Garcilaso, quo murió en


Soria.

Garcilaso, á quien mató en


Burgos el Rey D . P e d r o .

Garcilaso, que casó con


D. a
Mencia Cisneros.

Doña Leonor de la Vega,


que casó con el Almiran-
te D . Diego Hurtado de
Mendoza.

D. Iñigo Lopez de M e n -
doza , marqués de Santi- Doña Elvira Lasso, que
llana, casó con D . Cata-
a
casó con D . Gómez Sua-
lina, hermana de Gómez rez de Figueroa.
Suarez de Figueroa.

Pero Suarez de Figueroa, D. Lorenzo Suarez de F i -


que casó con D . Blancaa
gueroa, primer conde de
Sotomayor. Feria, con D . María M a -
a

nuel.

10 11

D. Gómez, segundo C o n -
Garcilaso de la Vega, que de de Feria, con D . M a -
a

casó con D . Sanclia de


a
ría de T o l e d o , hija de
Guzman. D. García, primer duque
de Alba.

13 '12 Mi

D. Pedro Lasso de la Vega,


Garcilaso de la Vega, el
de donde descienden los D. Lorenzo, tercer conde
poeta, con D . Helena de
a

condes de Arcos y A ñ o - de Feria, sigue la línea.


Zúñiga.
v e r , señores de Batres.

15

Garcilaso de la V e g a , el
encausado por su despo-
sorio con D . Isabel de la
a

Cueva.
277

ÁRBOL SEGUNDO.—Genealogía de Garrilaso por la línea materna.


Descendencia de los Guzmanes hasta los señores de Batres.

Conde, D. RodrigoINuñez
de Guzman, rico-homo
del Emperador D. A l o n -
so Y11I.

2 V_

Alvaro Ruiz de Guzman,


Felix de Guzman, casó
casó con D . Sancha de
a

Castro. con D . Juana de Aza.


a

Santo Domingo de. Guz-


D. Pedro Ruiz de G u z -
man, 1'undador de la o r -
man, casó con D . Elvira
a

den de Predicadores: na-


Gomez Manzanedo.
ció 1170.

6 ^

D. Ñuño Perez de G u z - Guillen de Guzman, casó


man, con D . Urraca de
a
con D . Elvira líuiz, hija
a

Sosa: se halló en la bata- de los señores de los Ca-


lla de las Navas. meros.

9
Pero Nuñez, su hijo s e -
Pero Nuñez de Guzman,
gundo, casó c o n ! ) . urra-
4

rico-home de D. A l o n -
ca Alonso, hija bastarda
so X , con María García
del Rey de León: no tuvo
do Roa.
sucesión de ella.

10
II
Juan Perez de Guzman, Alonso Perez de Guzman.
con Maria Ramirez de C¡- no legitimo, defensor de
íuenles, por quien eulró Tarifa de quien descien-
en la casa de Guzman la den los duques de Medi-
de Toral. na Sidonia.

12

Juan Ramirez de Guz-


(a) Doña María de Toledo man, vico-home, casó con
descendía por línea recta de J).
a
María Garcia de T o -
Helen Pérez de Toledo, hijo ledo (a): padres del n ú -
mayor del conde D. Pedro. mero I." de los señores
de Batres.

13,

Pedro Nuñez de Guzman,


de quien desciende la ca-
sa de Toral, duques de
Medina de las Torres.
279

ÁRBOL TERCERO.—Genealogía de Garcilaso por la línea materna.

Guzmanes. Árbol 2—Descendencia de los de Batres.

Juan Ramirez de G u z -
man, señor de Aviados, y
D. María (le T o l e d o , ú l -
1

timos del árbol anterior,


tuvieron á

Doña María de Guzman,


que casó con Pedro Sua-
rez de Toledo (a), prime- (a) Sobre la ascendencia de
ros señores de Batres. Pedro Suarcz de Toledo véase
el árbol núm. 7.

Pero Suarez de Guzman,


casó con D . Elvira de
a

Ayala, hermana del c a n -


ciller.

Hernán Pérez de G u z -
man y T o l e d o , casó en
primeras nupcias con D o -
ña Marquesa Avellaneda:
en segundas, con D . Ca- a

talina Galdamcz: tuvo de


la primera á

Pedro Guzman y Toledo,


que casó con Doña María
Rivera.

Pedro Suarez do Guzman, Dona Sancha de Guzman,


cuyos señoríos, por haber que casó con Garcilaso
muerto sin sucesión, h e - de la Vega, Comendador
redó su hermana. mayor de Leon.

D. Pedro Lasso, el de las Garcilaso de la Vega, el


comunidades, que llevó poeta, que casó con D o -
la casa. ña Elena de Zúñiga.
281

AHBOL CUARTO.—Genealogía de Dona Helena de Zúuiga, esposa de Garcilaso.

Forlun Orliz, señor de


Slúñiga v Mcndavia.
1212.

D.Oi'tun Orliz de Zúfliga,


casó con D . Teresa, hija
a

de D. Gil de Rada. 1234.

Iñigo Ortiz. fué el que


pasó á Casulla. 127'i.

Iñigo Orliz de Stúñiga, ma-


yordomo del Infante Don
P e d r o , floreció en 1315.

Diego Lopez de Slúñiga,


señor de Alesanco, casó
con l ) . Toda, hija de Don
a

Diego Hurlado.

Iñigo Orliz, camarero de


la Reina D . Blanca, casó
a

c o n D . Juana de Orozco.
a

Diego Lopez de Slúñiga,


primer señor de Bejar,
casó con I X Juana Gar-
a

cía de Lciva.

10

D. P e d r o , conde de P l a - El mariscal Iñigo Orliz


sencia, señor de Ilejar, de Slúñiga, casó con D o - D. Sancho, señor de B a -
que casó con D . Isabel
a
ña Juana de Navarra, hija ñares, mariscal de Casti-
de Guzman, señora de Gi- ilegitima del Rey Car- lla, murió sin sucesión.
braleon (a). los 111.

II

(a) Siguen los de Bejar. Juan Lopez de Slúñiga,


vecino de Valladolid, con
D. Leonor de Avellaneda.
a

12

Iñigo de Slúñiga, con D o -


ña Ana Salazar.

i
I Doña Elena de Slúñiga,
con Garcilaso, el poela.
ÁRBOL QUINTO.—Genealogía de los Toledos, según el conde de Mora. Primer árbol.

Rodrigo Armildez.

Gutierre Ruiz de Toledo,


camarero del conde Don
Sancho.

oo
Tell Gutierrez, que casó
con D . Toda. a

D. Gómez Gonzalez, c o n -
Hernán Tellez de Toledo, de d e C a r r i o n , que casó
que confirma en un p r i - c o n D . María Fernandez
a

vilegio del año 1107. de Toledo.

Conde D. Pedro Gutier-


rez de T o l e d o , casó con
D. Gimena Muñiz, hija
a

de Munio Adefonso.

s12 . 13

Doña Urraca Doña Mayor Ulan Perez, casó con D o - Melen Perez Suer Perez de Lampader P e -
Hernán Perez.
Fernandez. Fernandez. ña Teresa Bermui. de Toledo. Toledo. rez de Toledo.

Pedro Ulan, con Urraca


Pérez de Cuadros.

Ulan Perez, con D . Frol- a

la Nuñez.

D. Esteban Ulan de T o -
ledo, con D . Luna. a

18 17 19

Doña Luna, que casó con


Hernán Pérez de Toledo, D. IllanEstóvanez de T o -
GutierreEstévanez de T o -
de quien descienden los Juan Estévanez de T o l e - ledo, de quien descienden
ledo, cuya sucesión se ha
señores de Batres., los de do, con D . Juana Obinal.
a
los señores de la casa de
oscurecido.
de Casarubios, Magan y la Gallinería.
otros.

Alvar Fañez ñe Toledo,


con D . Juana García.
a

22

Garci Alvarez de Toledo,


con D . Mencia Tellez de
a
ta
Toledo.
os
'23^ - X 25 . 26

Hernán Alvarez de T o l e - Doña Catalina Alvarez de


Pedro Alvarez de Toledo, do, se ignora con quien D. Gutierre Alvarez de T o l e d o , que casó con L o -
dean de la iglesia de T o - casó: fué padre de los pri- T o l e d o , cardenal de E s - pe Alonso de Hinojosa, de
ledo. meros señores de Valde- paña. donde vienen los H i n o -
corne'ja. josas.
285

ÁRBOL SESTO.—Árbol de los señores de Valdecorncja y de sus sucesores los


duques de Alba hasta el grau duque D. Fernando II de los Tole-dos.

Gavci Alvarez de Toledo,


Hernán Dalvarez de T o -
maestre de Santiago ; pri-
ledo, que casó con Doña
mer señor de Valdecor-
Leonor de Avala, tuvie-
ncja, heredó el señorío su
ron por hijos
hermano.

Garci Alvarez de Toledo, D. Gutierre de Toledo, ar- Hernán Alvarez de T o l e -


que casó con D . Cons-
a
zobispo de T o l e d o , señor do, do quien descienden
tanza Sarmiento. de Alba. los señores de lugares.

Hernán Alvarez de T o l e -
do, que casó con D . M e n -
a

cia Carrillo de Toledo.


Por donación de D. G u -
tierre su l i o , fué conde
de Alba.

D. García Alvarez de To-


l e d o , primer duque de
A l b a , casó con una hija
del Almirante, hermana
de la madre del Rey Ca-
tólico.

D. Fadriquc de Toledo,
con D . Isabel Pimentel.
a

10
D. García de Toledo, mu- D. Pedro de T o l e d o , pri-
rió en los Gclvcs, vivien- mer marqués de Villa-
do aun su padre, y no lle- franca, gran Virey de Ña-
gó á heredar. póles.

II

D. Fernando Alvarez de
T o l e d o , gran duque de
Alba.
287

1RB0L SÉTIMO.—Ascendencia de Pedro Suarcz de Toledo, que casó con


Doña María de Guzman.

Conde D . Pedro Gutier-


rez, que casó con D . Te- a

resa Muñiz.

.4

Melón P é r e z , de quien
Ulan ó Julián P é r e z , de
Suer Perez de Toledo, descienden los señores
Lampadcr Perez. quien descienden los d u -
coperò mayor del Rey de M o c e j o n , Mejorada y
ques de Alba. Véase el
D. Alonso VI. Talavera la Vieja, y los
árbol núm. 5.
de Villaminaya.

Gutierre Suarez, Prínci-


pe de la milicia toleda-
na en 1099 á 1104.

Gutierre Perez , que flo-


reció en 1150.

D. Pedro Gutierrez, 1175.

Fernán Perez de Toledo,


que casó con D . Luna
a

Ulan.

10

Pedro Fernandez, alcal-


de mayor de Toledo en
1221, que casó con Doña
Urraca Palomeque.

11

D. Gomez Perez de T o l e -
do, que casó con D . Ora-
a

buena.

12 13

Fernán Gómez de T o l e - D. Mencia, que casó con


a

do, camarero mayor de Garci Alvarez de Toledo,


Fernando IV, con Teresa abuelos de los primeros
Vázquez de Acuña. señores de Valdecorncja.

14 15

Pedro Suarez de Toledo, Hernán Alvarez de T o l e -


señor de Galvez, con Do- do, padre de los primeros
ña María Ramirez de Guz- señores de Valdecorneja,
m a n , y es el primero de y los primeros señores de
los señores de Balres. iiatres, primos carnales.
ÍNDICE

DE LA VIDA DE

GARCILASO BE LA VEGA.

V I D A D E GARCILASO—Familia de Garcilaso—Su educa-


ción—Relaciones que hizo en sus primeros años—Comunida-
des de Castilla—Es nombrado Contino—Sigue el partido del
Rey—Guerra de Navarra—Es nombrado gentil-hombre—Cá-
sase con Doña Elena de Zúñiga—Acompaña al Emperador á
su coronación—Sirve en la guerra de Florencia, y son p r e -
miados sus servicios—Es enviado por la Emperatriz á visitar
á su hermana la Reina de Francia—Descripción de la corte
del Rey Francisco 1.°—Marcha á Italia—Pretende vanamente
un regimiento de Toledo—Prepárase la guerra de Hungría—
Pónese en viaje el duque de Alba con Garcilaso—Causa que se
forma á este—Prosiguen su viaje hasta Alemania—Es dester-
rado Garcilaso á una isla del Danubio — Concluyese la guer-
ra de Hungría — El marqués de Villafranea nombrado Virey
de Ñapóles, se llevó á Garcilaso—Retrato del Virey— A m i -
gos que hace Garcilaso en Ñapóles, y noticia de algunas de
sus composiciones—Es enviado dos veces al Emperador con
pliegos, y eficazmente recomendado—Visita en Rarcelona á
su amigo Roscan, y examina su traducción del Cortesano—
Campaña de Túnez—Es en ella mal herido—Vuelve el E m -
perador á Ñapóles, y fiestas con que se le recibe—El carde-
nal Bembo y otros literatos respetan los talentos de Garci-
laso—Marcha el Emperador á Roma—Aventura extraordinaria
290

que cuentan de Garcilaso—Asiste á las fiestas con que obse-


quian al Emperador los duques de Florencia—Guerra de Pro-
venza—Garcilaso nombrado maestre de campo—Vienen con
las galeras en que se embarcó su tercio el marqués de Lom-
bay y Garcilaso el sobrino, al cual no se permite permane-
cer—Es enviado con instrucciones á Doria y Leiva—Mándale
Leiva quedarse con su gente en Moncaller—Mal éxito d é l a
jornada de Provenza—Retíranse las tropas—Es herido Garci-
laso—Asístele el jnarqués de Lombay, y muere—Descripción
de su persona—Sentimiento de su esposa—Mercedes del E m -
perador á su familia—Noticia de sus hijos—Análisis de sus
obras— Estado de las letras hasta su tiempo—Necesidad de un
nuevo camino para la poesía—Introducción del verso italiano
—Razones porque encontró oposición—El mérito de Garcilaso
la vence—Cualidades de este autor—Mérito de las obras en
que imitó á los antiguos—Inferioridad en lo que imita de Pe-
trarca—Perfección de su lenguaje y estilo—Cargo injusto que
le hacen por su propensión á imitar—Otro mas infundado
porque no dedicó su pluma á géneros mas altos—Error de
creer mas difícil la elevación que la elegancia—Las fantasías
vehementes y enérgicas malas para crear un gusto puro y
fijar una lengua—La temprana muerte de Garcilaso debe im-
poner silencio á la crítica—Dos cargos justos á sus églogas—
Resumen de los méritos del autor—Elogios que le han tribu-
tado los literatos—Comentadores que ha tenido—Francisco
Sánchez Brócense—Fernando de Herrera—D. Tomás Tamayo
de Vargas—Anónimo—D. José Nicolás de Azara—Sebastian
de Córdoba y Juan de Andosilla Larramendi válense de sus
versos para formar obras místicas—Primera edición de las
obras de Garcilaso—Falta que hay de una edición digna del
autor

ILUSTRACIONES.

I. Genealogía de Garcilaso
II. Don Pedro Laso y las Comunidades
291
P<¡9-

III. Genealogía de Doña Elena de Zúñiga, mujer de Garci-


laso 150
IV. Noticia genealógica de los Toledos y sus conexiones con
la familia de Garcilaso 152
V . Sobre el marqués del Vasto D. Alonso Dávalos . . . . 159
VI. De Juan Boscan y sus obras 161
VII. Cartas del Cardenal Pedro Bembo, una á D. Honorato
Fascitel moñaco casinese, y la otra á Garcilaso de la Vega. 166
VIH. Sobre la hazaña de Garcilaso yendo de Ñapóles á
Roma 171
IX. Carta del Emperador á D. Alvaro de Bazan, y otra de
Garcilaso al Emperador sobre asuntos del tercio que d e -
bía mandar Garcilaso 173
X . Sucesos del Marqués de Lombay en 1536 . 175
X I . Sobre la muerte de Garcilaso 177
XII. Sobre Gregorio Silvestre 180
XIII. Noticia bibliográfica de las ediciones hechas de las poe-
sías de Garcilaso 188

Documentos remitidos a D. Martin Fernandez de Navarrete,


desde Simancas, por D. Tomás González, encargado del
archivo 197

I. Extracto de los nombramientos de empleos y oficios de


Garcilaso de la Vega el padre Id.
II. Nombramiento de Contino de Garcilaso el poeta 201
III. Certificación de haber servido en la guerra de Toledo. . 202
IV. Merced que se hizo en 1525 de 60,000 mrs. de pensión.. 204
V . Noticia de una certificación de Enrique Esterque por don-
de consta su nombramiento de gentil-hombre 205
VI. Pensión de 80,000 mrs. por los servicios que hizo en
Italia en 1530 Id.
VII. Carta de la Emperatriz á su marido, anunciándole que
ha pensado enviar á Garcilaso á visitar á la Reina Cristia-
nísima, su hermana, 1530. . . . v 207
VIII. Causa formada al poeta por la parte que tuvo en el
292
Pdg.

desposorio de Garcilaso de la Vega y Guzmau con Doña


• Isabel de la Cueva 208
I X . Residencia de Garcilaso en Ñapóles 1532 y siguientes . 235
X . Sobre el servicio ó montazgo de Badajoz 239
X I . Instrucción que se dio á Garcilaso en Florencia á 4 de
mayo de 1536, para hablar á Andrea Doria y Antonio de
Leiva, y otros pormenores de la guerra de Provenza. . . . 240
XII. XIII у X I V . Resultas de la muerte de Garcilaso en las
pensiones que disfrutaba 256
X V . Mercedes del Emperador á su mujer é hijos 259
XVI. Liquidación hecha en 1538 por Doña Elena de Z úñiga
de lo que se adeudaba á su ma rido 260
XVII. Cédula concediendo á Garcilaso, hijo del poeta, 80,000
maravedís de pensión Id.
XVIII. Testimonio de que por muerte de Doña Elena pasa­
ron á su niela Doña Leonor María 21,000 mrs. de pensio­
nes que disfrutaba 262
X I X . Extracto de algunos documentos sobre Garcilaso el so­
brino 263
Arboles genealógicos de las familias Laso, Guzman, Z úñiga,
y Toledo 273
ERRATAS.

*3©§>t>

Pag. Lí'n. Dice. L6ase.

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•115 4 su género sigue derrama el género que sigue d e r -
todas sus bellezas rama todas las bellezas
117 29 lírica, elevada lírica elevada,
1/(0 4 casado criado
1.48 16 ir primer ir al primer
183 29 Garci Sánchez Castillejo Garci Sánchez, Castillejo
190 3 anotó exornó
206 6 libres libren

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