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El Tema de Las Asambleas de Dios - El Reino de Dios

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EL REINO de DIOS
(ADOPTADA POR EL PRESBITERIO GENERAL EL 9-11 DE AGOSTO DEL 2010.)

Los términos reino de Dios y reino de los cielos frecuentemente se


encuentran en las Santas Escrituras y en el uso contemporáneo
cristiano. Sin embargo, hay gran desacuerdo sobre el significado y
aplicación de estos términos. Parte de este desacuerdo es un
asunto sencillo de interpretación de los puntos menores, pero
otras partes son cruciales, desafiando aun los principios
fundamentales de las creencias tradicionales evangélicas y
pentecostales. Por esta razón, es apropiado articular los aspectos
esenciales del reino de Dios que sostiene las Asambleas de Dios.

SIGNIFICADO LINGÜÍSTICO DEL TÉRMINO REINO


El significado principal de malkuth (hebreo) y basileia (griego) es la
autoridad o reinado de un rey. El territorio, súbditos, y
funcionamientos del reino son significados secundarios.

El reino de Dios es la esfera del reinado de Dios (cf. Salmos


22:28). Pero aun así el hombre pecaminoso participa de la
rebelión universal contra Dios y su autoridad (1 Juan 5:19,
Apocalipsis 11:17,18). Por medio de la fe y la obediencia, el
hombre puede volver la espalda a su rebelión, ser regenerado por
el Espíritu Santo, y llegar a ser parte del Reino y su
funcionamiento. Aunque la participación humana en el reino es
voluntaria, el reino de Dios está presente, sea o no reconocido y
aceptado por la gente.
El Reino es descrito de varias maneras, como “reino de los cielos”
(Mateo13:11), “reino de Dios”, “el reino de Cristo y de Dios”
(Efesios 5:5), y “reino de nuestro Señor y de su Cristo”
(Apocalipsis 11:15). Jesús muchas veces habló del reino como “mi
reino” ( Lucas 22:30). Pablo, refiriéndose a Jesucristo, lo llamó
“reino de Cristo Jesús” (2 Timoteo 4:1). Todos esto términos se
refieren al reino de Dios.

EL REINO DE DIOS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO


“El reino del Señor” aparece una vez en el Antiguo Testamento:
malkuth Yahvé (1 Crónicas 28:5). Obviamente el “reino” aparece
muchas veces para significar un territorio o dominio aquí en la
tierra. “Dominio” o “reinado” es a veces la traducción de la idea de
la autoridad y el poder de Dios (Salmos 22:28; 45:6; 66:7; 103:19;
145:11–13;). A través del Antiguo Testamento (pero
especialmente en los Salmos y profetas) la idea de Dios como el
Rey que gobierna sobre su Creación y sobre Israel se expresa
claramente. Aunque el reino inmediato de Dios es evidente en el
Antiguo Testamento, también hay un fuerte énfasis en el futuro
cumplimiento del reino universal de Dios. Esta anticipación
frecuentemente coincide con las expectaciones mesiánicas de la
primera y la segunda venida (cf. Isaías 9:6,7; 11:1–12; 24:21–23;
45:22–23; Zacarías 14:9). Daniel 4:34 describe el reino de Dios
como “dominio...sempiterno” y un “reino por todas las edades”.

EL REINO EN EL NUEVO TESTAMENTO


Mientras que la idea del reino universal de Dios penetra el Antiguo
Testamento, el reino de Dios tiene un significado e importancia
adicional en las enseñanzas y en el ministerio de Jesús. Este
ministerio empieza con la proclamación “el reino de los cielos se
ha acercado” (Mateo 3:2; 4:17; Marcos 1:15). Aunque Jesús nunca
definió específicamente el reino, Él lo ilustraba por medio de
parábolas (Mateo 13; Marcos 4) y demostraba su poder en su
ministerio. Enseñaba a sus discípulos a proclamar el reino al
mandarlos a participar en el ministerio misionero (Mateo 10:7;
Lucas 9:2; 10:9,11). Cada descripción de Jesucristo como Señor es
un recordatorio de que Él es el soberano del reino de Dios.

De los varios contextos de la palabra reino en los Evangelios, el


reinado de Dios se ve como (1) un presente reino o esfera en el
cual las personas están entrando ahora, y (2) un futuro orden
apocalíptico en el cual los justos entrarán al fin del mundo.
Entonces el reino de Dios es tanto una realidad actual como una
promesa de un cumplimiento futuro. El Reino estuvo presente en
la tierra en la persona y los hechos de Jesús durante el tiempo de
su encarnación. Después de la resurrección, el Cristo resucitado
está presente por su Espíritu, y donde esté su Espíritu, el Reino
está presente. La plenitud del reino espera la llegada final
apocalíptica al fin de esta era (Mateo 24:27,30,31; Lucas 21:27–
31).

EL ESTADO DEL REINO AHORA


Así como algunos que seguían a Jesús “pensaban que el reino de
Dios se manifestaría inmediatamente” (Lucas 19:11), algunos hoy
están esperando que los cristianos transfieran la plenitud del
reino a un reinado terrenal. Cuando los fariseos preguntaron a
Jesús la hora en que vendría el reino de Dios, Él respondió, “el
reino de Dios está entre vosotros” (Lucas 17:21). El restaurado
reinado de Dios pronto sería una realidad, porque Aquel que
reclamaría el territorio usurpado estaba ya en la tierra para
cumplir su obra de redención. La victoria sobre el dominio de
Satanás ya empezó.

Hoy, la obra redentora está terminada, aunque la realidad del


reino último es limitada. En la era presente, el poder del Reino no
detiene el proceso de envejecimiento y muerte. Aunque Dios a
veces subyuga las leyes naturales por un acto soberano o en
respuesta a la oración y fe de los creyentes, el Reino todavía
funciona por medio de seres humanos falibles. La iglesia no
cambiará finalmente el mundo antes de la Segunda Venida. Las
acciones políticas y sociales justas son importantes, pero el
énfasis principal del Reino es la transformación espiritual de los
individuos que componen el cuerpo de Cristo. El Milenio y la
última expresión del Reino no vendrán sin el regreso físico de
Jesucristo a la tierra (Lucas 21:31). El Reino ya está presente, pero
no está completo. Es tanto presente como futuro.

El período entre la primera y la segunda venida de Cristo (esta era


presente) está marcado por el enfrentamiento violento entre el
poder del Reino y el poder que domina al mundo en esta era
presente. El conflicto divino con lo demoníaco caracteriza la era
presente. Es la era de conflicto como también la era del Espíritu.
Los creyentes tienen que combatir las fuerzas del mal (Efesios
6:12).
No tenemos la garantía del buen éxito total e instantáneo en este
conflicto. Cada victoria sobre la enfermedad, el pecado, la
opresión, o lo demoníaco es un recordatorio del poder actual del
reino y de la victoria final venidera, una victoria asegurada por la
resurrección. Estamos llamados a combatir la enfermedad, pero
enfrentamos la realidad de que no todos aquellos por los que se
ora serán sanados. Estamos en armonía con los propósitos de
Dios en esta era al enfrentar la enfermedad de toda manera
posible; nos regocijamos con las victorias notables pero no
estamos perplejos cuando algunos no son sanados. No nos
rendimos al mal ni a las luchas del tiempo actual; pero tampoco
nos enfurecemos con Dios ni culpamos a otros cuando toda
petición no es concedida.

La esencia de la vida llena del Espíritu es combatir las fuerzas del


mal, completamente conscientes de que la liberación total
siempre es una posibilidad pero no viene inmediatamente en cada
situación (cf. Romanos 8:18–23). Algunos de los héroes de la fe
(Hechos 12:2; 2 Corintios 11:23–12:10; Hebreos 11) sufrieron o
murieron, posponiendo su liberación a un tiempo futuro. No nos
rendimos a los estragos del mal; no nos rendimos a la lucha.
Como instrumentos del Reino en esta era presente, fielmente
debemos combatir contra el mal y el sufrimiento.

EL ESPÍRITU SANTO Y EL REINO DE DIOS


Como pentecostales reconocemos la función del Espíritu Santo
en la inauguración y en el continuo ministerio del Reino. En su
bautismo, Jesús fue ungido con el Espíritu (Mateo 3:16; Marcos
1:10; Lucas 3:22). Sus actos de poder, vigorizados por el Espíritu
de Dios, trajeron sanidad a los enfermos y restauración espiritual
a los hombres y mujeres pecaminosos. El descenso del Espíritu en
su bautismo fue un punto significativo en el ministerio de Jesús.
“Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado
por el Espíritu al desierto” (Lucas 4:1). La obra del Espíritu en el
ministerio de Jesús demostraba la presencia del Reino.

Jesús describió la función o ministerio del Espíritu Santo en el


reino de Dios. Como parte del cumplimiento de la profecía del
Antiguo Testamento, Él dijo a sus discípulos: “Seréis bautizados
con el Espíritu Santo” (Hechos 1:5). El poder del Reino,
manifestado en la Cruz, la resurrección, y la ascensión, fue
transmitido a todos los que serían llenos del Espíritu. La era del
Espíritu es la era de la iglesia, la comunidad del Espíritu. Por
medio de la iglesia, el Espíritu continúa el ministerio del reino de
Jesús mismo.

EL REINO COMO UNA REALIDAD FUTURA


El carisma bíblico, proclamación ungida de la Palabra, y la
confirmación de señales y milagros son signos distintivos de que
el reino de Dios está obrando ahora mismo. El reino de Satanás ya
ha sido invadido por Jesús en el poder del Espíritu (Mateo 12:25–
29; Colosenses 1:13; 2:15). Pero la destrucción final de Satanás y
la victoria completa sobre todo mal es parte de una futura
consumación escatológica (Apocalipsis 20:10).

Creemos en el regreso premilenario de Cristo, eso es, antes del


período de mil años descrito en Apocalipsis 20. Creemos que
estamos viviendo en los últimos días de la era presente; el
próximo cumplimiento importante de la profecía bíblica será el
rapto, o el arrebatamiento físico, de la iglesia de la tierra (1
Corintios 15:51–52; 1 Tesalonicenses 4:14–17). Creemos que el
rapto de la iglesia es inminente (Marcos 13:32–37), que sucederá
antes de la gran tribulación (1 Tesaloni-censes 4:17,18; 5:9), y que
es “la esperanza bienaventurada” (Tito 2:13) que esperamos aun
cuando las señales de los cielos y la tierra muestran el fin
venidero de esta era (Lucas 21:25–28).

La segunda venida de Cristo incluye el rapto físico de los santos


seguido por la venida visible de Cristo con sus santos para reinar
sobre la tierra por mil años (Zacarías 14:5; Mateo 24:27,30;
Apocalipsis 1:7; 19:11–14; 20:16). Satanás será atado y estará
inactivo por primera vez desde su rebelión y caída (Apocalipsis
20:2). Este reinado milenario de Cristo traerá el establecimiento
de la paz universal (Salmos 72:3–8; Isaías 11:6–9; Miqueas 4:3,4)
por primera vez desde la caída del hombre. Como lo prometen las
Escrituras, “luego todo Israel será salvo” (Romanos 11:26) y traído
al reino milenario ( Ezequiel 37:21,22; Sofonías 3:19,20; Romanos
11:26,27).

EL REINO Y LA IGLESIA
El reino de Dios no es la Iglesia. Pero hay una relación inseparable
entre los dos. La iglesia invisible y verdadera es el cuerpo
espiritual del cual Cristo es la cabeza (Efesios 1:22,23; Colosenses
1:18). Incluye a todos los que han creído, o creerán, en Cristo
como Salvador desde el inicio de la Iglesia hasta el tiempo en que
Dios la lleve del mundo.

El reino de Dios existía antes del principio de la Iglesia y seguirá


después de que la obra de la Iglesia sea terminada. Por lo tanto, la
Iglesia es una parte del Reino, pero no es todo. En la era presente,
el reino de Dios está obrando por medio de la Iglesia. Cuando la
Iglesia haya proclamado el evangelio del Reino “en todo el mundo,
para testimonio a todas las naciones” (Mateo 24:14), el drama de
los sucesos de los últimos días comenzará. Finalmente, Cristo
reinará en majestad sobre su reino eterno, que incluirá a la Iglesia
glorificada.

EL REINO DE DIOS Y LOS REINOS DE LA TIERRA


Actualmente el reino de Dios y los reinos de este mundo existen
lado a lado. No obstante, estos reinos no serán uno mismo hasta
que Cristo venga y los reinos de este mundo pasen a ser los
reinos “de nuestro Señor y de su Cristo” (Apocalipsis 11:15). El
reino de Dios puede trabajar dentro de cualquier sistema político
actual pero no está identificado con ninguno. Los creyentes llevan
el evangelio del Reino al mundo para que los individuos puedan
escoger voluntariamente el señorío de Jesucristo.

Aunque todos los gobiernos humanos están actualmente, hasta


cierto punto, bajo la influencia del maligno (Daniel 10:13,20; Juan
12:31; 14:30; Efesios 6:12), la Biblia enseña que el gobierno es
ordenado por Dios para que a su vez mantenga el orden y
castigue a los malhechores (Romanos 13:1–7). Las autoridades
gubernamentales son siervos de Dios, (Romanos 13:6) lo
reconozcan o no. Los ideales de justicia y decencia hallados en el
gobierno y en la sociedad son el legado de la gracia de Dios en el
mundo (Romanos 1:20; 2:14). Aunque estén en rebelión, los
reinos del mundo son aún responsables ante Dios y tienen que
dar cuenta por los actos de injusticia y maldad.

Aunque el reino de Dios no es una entidad política actual, sus


súbditos son responsables de ejercer una influencia positiva en su
sociedad. La Biblia no da instrucciones claras a los cristianos
sobre cómo combatir los males sociales arraigados en las
estructuras de nuestra sociedad, y los creyentes sinceros
diferirán en los métodos, pero es claro que los cristianos deben
ser sal y luz (Mateo 5:13,14). Deben preocuparse por los
necesitados (Santiago 1:27; 2:16) y los oprimidos (Santiago 5:4–
6). Llenos del Espíritu, y con la oportunidad de influir en la
sociedad, están obligados a denunciar las leyes injustas (Isaías
10:1,2) y buscar justicia y bondad (Miqueas 6:8; Amós 5:14,15).

A la misma vez, y sin contradecir el rol de siervos, los hijos de


Dios deben estar en el mundo, pero no ser del mundo (Juan
17:11,14,16). El reino de Dios (el reinado de Dios en nuestra vida)
se demuestra en nosotros y por medio de nosotros mediante “la
justicia, la paz y el gozo en el Espíritu Santo”(Romanos 14:17).

El reino de Dios no es un plan detallado para un cambio cultural


radical basado en alguna agenda carnal, teocrática, o
revolucionaria, sino que radicalmente cambia la personalidad y la
vida humana. Por medio de los hombres y mujeres que reconocen
su autoridad y viven por sus normas, el reino de Dios invade el
curso de la historia. Este proceso comenzó con la primera venida
del Mesías, ha progresado durante la era de la Iglesia, y será
completado con el dominio de Cristo al final de los tiempos.

OPINIONES ERRÓNEAS ACERCA DEL REINO DE DIOS


Las doctrinas respecto al reino de Dios tienden a errar hacia uno
de dos extremos. Un extremo asume que el Reino logra muy poco
durante la era de la iglesia. El otro mantiene que el Reino logra
demasiado. Algunos enfatizan en la naturaleza celestial del Reino,
y esperan poca expresión sobrenatural en la tierra. Debido a que
el cumplimiento del Reino es todavía futuro la Iglesia podría
retractarse de responsabilidades sociales y cívicas. Otros ubican
al Reino primariamente en la tierra. Ellos claman que la mayor
parte del poder sobrenatural de Dios está disponible actualmente
a una iglesia militante y que el cumplimiento del Reino ocurrirá
durante la era de la iglesia. Ambos extremos deben ser evitados.

VENGA TU REINO
Cristo enseñó a sus discípulos que oraran, “venga tu reino”
(Mateo 6:10). El Reino ya está entre nosotros porque ha invadido
el dominio de Satanás y ha asegurado la victoria final. De alguna
manera el Reino viene cuando la persona recibe a Cristo como
Salvador, es sanada o liberada, o es tocada de una manera divina.
Pero la futura consumación del reino de Dios – el tiempo cuando
todo mal y rebelión serán eliminados – es la esperanza ferviente
del cristiano. Entonces con los discípulos oramos, “venga tu
reino” – tanto ahora como cuando Cristo regrese.
El rapto de la iglesia, la venida de Cristo por los suyos, pondrá en
marcha la consumación y realidad del reino eterno completo. El
ángel declarará: “Los reinos del mundo han venido a ser de
nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los
siglos” (Apocalipsis 11:15). Con Juan el amado revelador decimos,
“sí, ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20).

NOTAS
1 El Texto Bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera Ó1960
Sociedades Bíblicas en América Latina; Ó renovado 1988
Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.

Descargar: El Reino de Dios (PDF)


(/-/media/AGORG/Beliefs/Position-Papers/El-reino-de-Dios.pdf)

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