Jacques Maurice - El Anarquismo Andaluz
Jacques Maurice - El Anarquismo Andaluz
Jacques Maurice - El Anarquismo Andaluz
EL ANARQUISMO ANDALUZ
Campesinos y sindicalistas,
1868‒1936
Traducción castellana de Bernat Hervás
http://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/biblioteca.html
CONTENIDO
PRÓLOGO
ADVERTENCIA
SIGLAS Y ABREVIATURAS
INTRODUCCIÓN
CONCLUSIONES
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
PRÓLOGO
Parece más bien que fuese poca cosa. Los pujantes proyectos
de sindicatos revolucionarios campesinos, fraguados al inicio de
la década de los años setenta, apenas representan, veinte años
después, una vaga sombra de lo que decían querían ser.
A. M. BERNAL
ADVERTENCIA
5 Hobsbawm, p. 100.
6 Kaplan, pp. 25 y 233‒235.
7 Calero (1976), pp. 74‒76.
Ya desde su aparición, en 1929, la Historia de las agitaciones
campesinas andaluzas fue recibida por Nicolás Alcalá, amigo
del autor, como una obra «única en su género» que daba a
conocer una Andalucía auténtica, muy distinta de la imagen
edulcorada que los viajeros de la época romántica habían
propagado por el resto de España. 8 Ya no se trataba de
personajes pintorescos como en la Carmen de Mérimée o de
Bizet, sino que los protagonistas eran los campesinos de carne
y hueso y sus amos, los «señoritos», «con sus vicios y ‒¿por
qué no?‒ con sus virtudes». Lo más esencial se sugiere nada
más, pues en la época de Primo de Rivera se sometía la prensa
a censura. Desde el prólogo, Díaz del Moral erige al «obrero
consciente», al militante, en sujeto autónomo, considerándolo
como actor de la historia o, para emplear los términos de
Tuñón de Lara, «eleva a la categoría del conocimiento histórico
a los hombres del trabajo y a las organizaciones por ellos
mismos creadas». 9 Eso mismo constituye una novedad,
tratándose de un observador que no pertenecía al movimiento
obrero. Muy pocos intelectuales se habían aventurado
anteriormente en este terreno. Baste recordar al castellano
Constancio Bernaldo de Quirós, que en 1919 había publicado El
espartaquismo agrario andaluz, buen ejemplo de aquel tipo de
criminólogos positivistas que, a decir de Hobsbawm, tenían
tendencia a considerar los movimientos revolucionarios como
«fenómenos psicopatológicos». En la España de los años 1920
el anarquismo aparecía como un peligro para la sociedad; para
el historiador, era más una anomalía que un objeto de estudio.
14 Ibid., p. 22, n. 5.
15 Ibid., p. 286.
16 Ibid., pp. 20, 45, 186.
17 Ibid., pp. 211‒213, n. 40.
partir de las desamortizaciones del siglo XIX, sólo tenían un
objetivo: el reparto igualitario de la tierra.18
23 Ibid., p. 360.
24 Ibid., pp. 17 y 269.
25 Ibid., p. 326, n. 49.
26 Ibid., p. 155, n. 8.
Al aludir a la Nueva Política Económica (NEP), Díaz del Moral
añade que el «Estado ruso» ha debido «resucitar» el
capitalismo en la agricultura para poder enderezar la situación;
con ello, también ha resucitado el proletariado... El sentido de
su discurso es claro: el mundo del «trabajo muscular» debe
acabar con la utopía si quiere realmente crear una sociedad
más justa, cohabitando con otra categoría de trabajadores
igualmente respetables. 27 Pero, precisamente por ello, era
necesario que los políticos y las clases dirigentes no se
equivocasen de adversario:
27 Ibid., p. 26.
28 Ibid., p. 364.
el régimen, que pretendía autorizar a las universidades
privadas católicas a conceder títulos oficiales. Los días de la
dictadura estaban contados y la monarquía, que la había
avalado, se encontraba ante un futuro incierto. En tales
circunstancias, Díaz del Moral propone nuevos elementos de
reflexión a la opinión pública, simplemente para preparar el
futuro. Tiene buen cuidado en anunciar sus intenciones
añadiendo un subtítulo a la obra: «Antecedentes para una
reforma agraria». Dos años más tarde, ya proclamada la
Segunda República, sale elegido en su Córdoba natal para las
Cortes Constituyentes, dejando muy lejos al segundo de lista, el
socialista Juan Morán Bayo. 29 Miembro de un grupo de
intelectuales liberales, la Agrupación al Servicio de la
República, dirigido por el filósofo José Ortega y Gasset, llega a
ser presidente de la comisión parlamentaria encargada de
preparar ni más ni menos que la reforma agraria. Rebasados
los sesenta años de edad, el notario de Bujalance se convertía a
su vez en actor de la historia.
41 Ibid., p. 20. Sobre Marvaud y Lorin, pp. 19 (n. 1), 221 (n. 52) y 515.
Poner al descubierto los presupuestos de este libro singular
nos permite una lectura más fructífera, menos unilateral que
aquella que únicamente se queda con los juicios de valor, el
aspecto más subjetivo, sobre el milenarismo y el mesianismo
de las masas campesinas. Gracias a la utilización sistemática
que hace Díaz del Moral de las fuentes del movimiento obrero,
el investigador actual se siente incitado a considerar al
anarquismo de otro modo, no como la expresión circunstancial
de un ánimo difuso de revuelta permanente de la sociedad
española contra los atropellos del poder.42 El anarquismo, en
tanto que corriente estructurada, se articuló desde el principio
alrededor de dos tipos de organización distintos, aunque
estrechamente ligados: el grupo de afinidad constituido sobre
una base ideológica y la sociedad de resistencia constituida
sobre una base de clase. Al hacerse y deshacerse
incesantemente los grupos, la organización de masas permite
medir con mayor precisión la influencia del anarquismo, pues
su existencia está mejor documentada.
44 Bernal (1974), p. 172. Lamberet, en Nettlau (1969). Calero (1976), pp. 20‒21, 26,
31, 33 y 85.
basta con diferenciar el componente urbano y el rural: es
necesario medir el nivel de implantación entre el pequeño
campesinado, para así poder precisar la intervención de sus
representantes en la vida y las directrices de la organización
anarquista.
45 Congreso FTRE (1882), pp. 73‒93. CNT, Congresos, 1919, pp. 9‒34; 1931, pp.
222‒241. S.O. (6 y 8 de mayo de 1936).
46 UTC.: R.S. (29 de diciembre de 1881) Aut. (28 de octubre de 1883). R.S. (1 de
mayo de 1884), Cors. (31 de enero de 1892), FSRRE: Sup. RB (20 de octubre de 1900, 9 y
16 de noviembre de 1901). Imp. (14, 15 y 17 de mayo de 1903). Lib. Sev. (16 de mayo de
1904). T. y L. (25 de mayo de 1905).
47 Díaz del Moral (1973), apéndices 3‒8.
falta de una cuantificación continua, delimitar las localidades y
comarcas rurales en que se mantiene la organización
anarquista, apreciando de este modo la solidez de su
implantación.
54 En 1882 Andalucía se divide en tres «comarcas»: Andalucía del Oeste, del Sur y
del Este.
La afiliación a la CNT de las organizaciones rurales se efectuó
con los mismos desequilibrios que en tiempos de la Primera
Internacional, aunque en esta ocasión la población cordobesa
de Bujalance precedió a Jerez y Carmona. Pero hasta 1919 la
CNT no penetró masivamente en los campos de Cádiz, Córdoba
y Sevilla. En los años precedentes, la FNOA, federación de
campesinos asalariados, sólo se arraiga en dos zonas: la
comarca de Jerez y los campos meridionales y orientales de
Córdoba. La constitución de una regional andaluza permite
extender la implantación de la CNT en la provincia de Sevilla, a
lo largo del curso medio del Guadalquivir. Allí se encontrarán
en los años siguientes las secciones de agricultores más
numerosas, pues la provincia de Sevilla contaba con 22
secciones, mientras que la de Cádiz sólo tenía 13. Pero la
mayoría (16.443) de los 31.063 afiliados rurales pertenecía a
«sociedades de oficios varios», muchas de las cuales, es cierto,
eran predominantemente campesinas: en la provincia de
Córdoba, este tipo de organización constituye la regla general.
57 Drain (1977), I, p. 343: «La Banda Morisca s’allonge d’El Coronil á Estepa».
Una fuerza de atracción limitada
61 Gramsci (1975), pp. 497‒498: «A partir del grado de desarrollo de las fuerzas
materiales de producción se crean los reagrupamientos sociales, donde cada uno de ellos
representa una función y una posición dadas en la producción. Esta relación es así: es una
realidad rebelde...».
la débil media provincial: 41,2. Antes de resaltar «las
implicaciones sociológicas» de la cuestión, López Ontiveros
resume perfectamente este rasgo demográfico: «La Campiña
forma parte de ese gran conjunto meridional de mayor
densidad, superior notablemente a la media de España y a la
provincial, e incluso también a la media de Andalucía
Occidental».62
¿Preeminencia sevillana?
75 Drain (1977), I, pp. 249 ss.; todavía hoy, la influencia de Sevilla en el mercado de
trabajo agrícola no se ejerce más allá de un radio de 50 kilómetros.
HOMBRES SIN TIERRA
¿SUBEXPLOTACIÓN DE LA TIERRA?
86 Bernal (1985), pp. 243‒248: «Las zonas latifundistas no se ven afectadas [por la
emigración] sino que se convirtieron en zona de atracción de la mano de obra».
87 Los pasajes sobre producción remiten a las figuras de las páginas 92‒99.
meteorológicas reducían la producción de aceitunas, el costo
para el empleo era muy alto, como sucedió en 1930.88 En esos
lugares las masas rurales, tanto más numerosas cuanto que no
había grandes ciudades en la provincia, pasaron a la UGT,
influenciadas por los núcleos socialistas de la zona minera de
Linares.
88 Sobre los perjuicios de este monocultivo, véase Bernaldo de Quirós, CAA, «Datos
sobre la crisis agrícola de Jaén», y López Quero, O.T., n° 120, 5 de mayo de 1934.
89 CAP, t. 4, n.° 290, Sociedad Económica de los Amigos del País de Málaga:
destrucción por la filoxera de las cinco sextas partes de un viñedo de 120.000 hectáreas.
90 Concuerdan Liga de Contribuyentes de Medina Sidonia y Consejo provincial:
CAP, t. 2, n.° 66 y t. 5, n.° 499.
91 Quevedo: el 40 por 100 de la superficie provincial pertenecía a terratenientes
forasteros.
hectárea es del orden de los 10 quintales y la precoz
mecanización de la siega y la trilla reduce la oferta de trabajo
en las explotaciones mayores, las que empleaban alrededor de
doscientos trabajadores.92 Volvemos a encontrar muchos de
estos rasgos negativos en las comarcas malagueñas de
agricultura extensiva, aunque en algunas ocasiones se vean
atenuados por la rápida extensión del olivar, como sucedía en
Antequera, por citar un ejemplo.93
en el último decenio».
102 AMAE, CCC, Sevilla, t. 5, 8 de marzo de 1873.
103 Camón (1975), pp. 336‒337. Drain, 1977, I, pp. 153‒153 bis.
extensión de la explotación directa de oeste a este, de Sevilla a
Córdoba, mientras este modo de explotación estaba menos
desarrollado en la provincia de Málaga y seguía siendo
minoritario en la de Cádiz.104 Por otra parte, la explotación
directa no excluía un tipo precario de aparcería en zonas a las
que poco antes había llegado la irrigación: una aparcería
destinada a evitar la división de la tierra en cuanto a su
propiedad y, también, a mantener el control de la producción,
al conservar el propietario la elección de los cultivos más
rentables.105
111 R.S. (15 de marzo de 1883), «Los trabajadores del campo de Vélez‒Málaga»:
«para algunas pesetas el trabajador empeña el azadón al manijero, el cual cobra luego un
real de alquiler siempre que aquél utiliza el útil...».
112 Concuerdan AMAE, CCC, Cádiz, t. 113, 31 de mayo de 1883, y GaMFo (16 de
septiembre de 1883), pp. 654‒656.
sustraen a ello. Pero, al contrario que los viajeros de la época
romántica, no buscaban emociones fuertes sino que deseaban
estudiar aquella «otra Sicilia» que era Andalucía. 113 Así se
explica la interpretación de Costedoat‒Lamarque, un
universitario francés que inmediatamente después del trienio
bolchevista pudo trazar un panorama prácticamente idéntico al
de sus predecesores. 114 Como ellos, resaltó el carácter
seminómada del jornalero, obligado a continuos
desplazamientos con el fin de encontrar trabajo y que, según
él, eran causa del extendido celibato. Simultáneamente, el
sevillano Guichot se fijaba en el elevado porcentaje de
nacimientos ilegítimos,115 que no podían deberse únicamente a
los «señoritos» o a la libre unión que preconizaban los
anarquistas: es una historia de la vida cotidiana que aún está
por escribir.
113 Andalucía, «la Sicilia de España» según Marvaud (1975), p. 94, de quien lo toma
prestado Hobsbawm.
114 Costedoat‒Lamarque, pp. 86 ss.: «L’existence du Jornalero».
115 Guichot: 11,18 por 100 en Cádiz, 8,82 por 100 en Sevilla, que siguen a
Pontevedra, 12,45 por 100, y La Coruña, 11,28 por 100
116 Carrión (1975), pp. 300‒301.
especialmente en la siega, en la provincia de Sevilla. 117 Para los
cultivadores, contratar a mujeres y niños para trabajos que no
requiriesen una especial cualificación era un negocio redondo.
Sería preciso datar esta creciente utilización del ejército de
reserva para saber cuál fue su factor determinante. Pese a ello,
precisemos que en noviembre de 1918 se tiene noticia de la
aparición, en Montoro, de la figura de las «medias mujeres»:
niñas de 10 a 14 años que cobraban una peseta por día,
mientras que las mujeres percibían dos pesetas y los hombres,
tres o tres con veinticinco céntimos.118 Esta división técnica del
trabajo agrícola se asemeja mucho a la que, según Lenin,
caracterizaba las explotaciones del sur de Rusia a fines del siglo
XIX.119 Y, probablemente, donde se hallaba más arraigada era
en las eras de los grandes cortijos: desde el mecánico de la
máquina de vapor (la locomóvil) hasta el «rempujero», el
muchacho que recogía las espigas, pasando por el «sabanero»,
esforzado trabajador que llevaba pesadas balas de paja hacia el
almiar.
120 Díaz del Moral (1973), p. 213, n. 40: «Cuando hablan [los obreros militantes] del
hambre ‒y esgrimen esta arma siempre que hay ocasión‒, lo hacen como instrumento de
combate para poner de su parte a la opinión o a las autoridades o para estimular las
rebeldías...» (las cursivas son mías).
una falsedad. Así las cosas, en una sociedad bloqueada por el
monopolio de la tierra, se iban a desarrollar las luchas
campesinas por el derecho al trabajo, por el salario y por la
reducción del tiempo de trabajo; imbricándose las unas con las
otras, poco a poco iban a modificar la imagen convencional,
difundida por la ideología dominante, que caracterizaba al
campesino andaluz. De ser tosco y resignado, acabaría por
convertirse en el rebelde que lucha solidariamente por
conquistar su dignidad y por enderezar el rumbo de la
sociedad.
III. EL PROBLEMA DE LA TIERRA Y LAS LUCHAS POR LA
DEMOCRACIA
¿Qué revolución?
147 AMAE, CPC. Cádiz, t. 82 y CCC, Sevilla, t. 5. AIT, Actas, II, 11 y 15 de agosto de
1873. Véase también Drochon, Martínez Shaw y Moreno Aparicio.
visitas de marzo de 1877, octubre de 1879 y febrero de
1882.148 Por otra parte, en los años 1880 la prensa anarquista
multiplicó sus advertencias a los comités federalistas,
«pactistas», que a su entender se esforzaban por impedir que
los trabajadores se organizaran de una forma autónoma en su
propia federación, la FTRE. No fue casual que, en febrero de
1886, los internacionalistas de Barcelona sintiesen la necesidad
de resaltar el «inmenso abismo» que les separaba del partido
republicano federal, «el único partido liberal que solicita el
apoyo de las masas populares». 149 En cualquier caso, las
relaciones entre anarquistas y republicanos no se vieron
siempre marcadas por el signo de la rivalidad. En Cádiz,
Salvochea fue un precursor al unir a unos y a otros en una
sociedad, el «Círculo librepensador de Guillén Martínez», cuyo
declarado objetivo era combatir el oscurantismo. A fines de
siglo, una mujer, Belén Sárraga, militante del librepensamiento,
representó un papel parecido en Córdoba y Málaga: fue la
impulsora de un periódico y la consejera de círculos como «Los
Amigos del Progreso», donde se codeaban «librepensadores,
republicanos y ácratas».150
La espada y la cruz
171 Ibid. (22 de febrero de 1902) y Bernaldo de Quirós (1973), 2.a ed., pp. 173‒176.
172 Proceso, III, pp. 6 y 77‒78. El Día (23 de marzo de 1883).
173 AMAE, Cádiz, t. 98, 2 de mayo de 1890.
en una nueva limitación de las libertades. En Cádiz, Salvochea
fue objeto de un arresto preventivo la víspera del Primero de
Mayo de 1891, con lo que se abortó la manifestación prevista
para ese día. Fue puesto en libertad poco después y
nuevamente detenido a fines del mes de agosto, en razón de
unas explosiones producidas en la ciudad durante las semanas
precedentes.174 En Jerez, las autoridades aplicaron de un modo
muy restrictivo la ley de 1887 sobre las asociaciones,
negándose a autorizar sociedades de socorro mutuo entre los
vendedores del mercado central (la plaza de Abasto) y los
hortelanos. Pero los grupos anarquistas proliferaban en la
sombra y la difusión de El Productor, principal diario obrero de
la época, avanzaba a buen ritmo.175 Ese era el pesado clima en
que, una noche de invierno, se produjo un episodio totalmente
insólito.
179 Imp. (5 de febrero de 1892) y Los Sucesos de Jerez, 1893. Salvochea fue
condenado a 12 años de reclusión por otro consejo de guerra celebrado en diciembre de
1892.
mes de mayo precedente; consistía en tomar Jerez en una
tenaza desde tres puntos distintos, con la intención de
establecer la anarquía «con todas sus consecuencias». Sin
embargo, estas presuntas declaraciones de Zarzuela estaban
cuajadas de contradicciones, ya que se podía leer que el
movimiento proyectado no era anarquista. No importaba: se
trataba de justificar a posteriori la ejemplaridad del castigo.
183 N. S.: circulares de Moret (24 de junio de 1902) y Maura (12 de diciembre de
1902).
A continuación, las autoridades judiciales intentaron
revalidar la archiconocida tesis según la cual había una
asociación obrera que, al abrigo de una fachada legal, no tenía
más objetivo que proceder al reparto de los bienes.
184 Según Gistau, las autoridades judiciales sospechaban de dos zapateros, J. García y
M. Suescum Guinda.
LA ESTRECHA VÍA DE LA REFORMA AGRARIA
185 BA (octubre de 1930): «En cada país tiene la Agricultura el trato que merecen los
agricultores».
donde el Casino de Labradores defendía, desde 1859, los
intereses de sus socios. 186 En conjunto, los grandes cultivadores
‒especialmente los de la provincia de Cádiz‒ pertenecían
anteriormente a grupos de presión, las Ligas de
Contribuyentes. Aunque estaban mezclados con los
industriales y los comerciantes, aprovecharon la ocasión de la
encuesta abierta en 1887 por el gobierno de Sagasta para
presentar sus propias quejas, exigiendo la elevación de los
aranceles, la reducción a la mitad de la contribución territorial,
el refuerzo de los efectivos de la Guardia Civil y el desarrollo de
las vías de comunicación.
189 BCAJ (28 de febrero de 1899): «Para la regeneración»; y ACo (24 de marzo de
1900): «La Asamblea de Zaragoza».
190 ACo (30 de septiembre de 1903): ponencia de F. Llera (Badajoz).
191 Díaz del Moral (1973), pp. 366‒367.
los labradores lo hacen como máximo hasta el nivel de la
provincia. Seguramente lo hacen estimulados por los poderes
públicos, que en 1919 se esforzaron por institucionalizar las
estructuras de concertación entre patronos y obreros en el
ámbito local y reorganizaron las Cámaras Agrícolas. También
debió ser así por la falta de unidad del movimiento
huelguístico. O incluso porque la neutralidad de España en la
guerra mundial fue muy beneficiosa para los grandes
cerealeros. Más profundamente, quizá, porque las
contradicciones existentes en el seno de la burguesía agraria se
agudizaban bajo los efectos de los proyectos de ordenación de
la propiedad privada de la tierra, que desde el ascenso de
Canalejas al poder, en 1910, se sucedían sin interrupción. 192 En
materia de fiscalidad, por ejemplo, algunos labradores se
declaraban en favor de la terminación del catastro contra el
que Torres‒Cabrera batallaba a principios de siglo. Otros
aprobaban la proposición del vizconde de Eza, presidente del
Instituto de Reformas Sociales, en el sentido de extender a la
propiedad privada la obra de colonización emprendida por la
ley González Besada de 1907, sin excluir la expropiación de
tierras de bajos rendimientos. Y otros, por el contrario,
compartían la opinión de la nobleza terrateniente: se oponían a
la parcelación y eran escépticos en lo concerniente a la eficacia
de la pequeña propiedad.193
197 Gastalver, «La ciudad y el campo» e «Ideal andaluz», en Cortines Torres, n.os 42 y
851.
pueblo sojuzgado por feudales y caciques, pero que supo
permanecer insumiso. Restituirle la tierra que le ha sido
arrebatada es el único medio de insuflarle «la conciencia
colectiva» sin la que no puede tener personalidad regional.
Infante, que inicialmente esperaba que el Ateneo de Sevilla
asumiese el liderazgo de una cruzada cívica, se aparta de él,
crea Centros Andaluces y acaba desplazando la dirección de su
revista semanal, Andalucía, de Sevilla a Córdoba. La
colaboración de concejales radicales (Eloy Vaquero) y de
sindicalistas socialistas (especialmente tipógrafos) constituye
un ambiente más favorable que la «pseudointelectualidad»
sevillana, tanto más vituperada cuanto Infante había creído
poder contar con ella.198
203 Calero (1976), doc. n.° 19, y Ríos, «El problema agrario en España».
204 Camón (1975), cap. 17 y Apéndice.
¿El antídoto contra la revolución?
207 Se remite para el estudio pormenorizado del tema a Malefakis, 2.a parte, y a
Maurice (1975). Véase también el cuadro de la p. 150.
208 Maurice (1975), p. 16.
aunque las autoridades oficiales no empezaron a tomar
medidas hasta que se produjo el movimiento huelguístico de
1918‒1920, época en que el número de parados en algunos
pueblos de los campos cordobeses era particularmente
elevado. Hay una anécdota que sugiere que siguió siendo así
durante la dictadura. El alcalde de Lucena tomó la iniciativa de
tasar a ciertos labradores, con la intención de crear una «Caja
de paro» pero la Cámara Agrícola logró anular la medida.209 En
1930, la combinación de una sequía excepcional y una pésima
cosecha de aceitunas puso de manifiesto el carácter estructural
del subempleo en las zonas de monocultivo extensivo: 100.000
parados, repartidos en partes iguales por las provincias de Jaén
y Sevilla, según Bernaldo de Quirós; 200.000 en toda la baja
Andalucía, según Carrión.210 En 1932, en Casas Viejas, sólo un
jornalero de cada cinco tenía trabajo.
213 Sobre Casas Viejas, véase Brey‒Maurice (1973 y 1976), Ramos Espejo y Relaño.
214 B1RA, n.° 9, pp. 41‒51; n.° 15, pp. 183‒185; n.° 28, p. 942. O.T. (14 de octubre y
9 de diciembre de 1933).
contra de la reforma agraria, como repetía hasta la saciedad El
obrero de la tierra, el órgano de la FNTT? ¿O quizá la
confirmación del carácter ilusorio de la estrategia de los
dirigentes reformistas de la UGT, preocupados, según decían,
en preparar progresivamente al obrero agrícola para
convertirlo en un buen gestor? Pues, si el objeto de la reforma
era producir más y mejor, no de dar trabajo, como había
declarado Domingo, era lógico aplicar rigurosamente el criterio
de la rentabilidad financiera.
EL MAESTRO: SALVOCHEA
Fermín Salvochea
La construcción de la leyenda
El período madrileño
Le Révolté.
260 Sup. RB (24 de junio de 1899): «La propiedad», y (7 de octubre de 1899):
«Comunismo e individualismo».
261 Ibid. (14 de abril y 19 de mayo de 1900).
262 T. y L. (26 de abril de 1902).
263 Vallina, p. 107.
extranjera los artículos que se relacionaban indirectamente con
la experiencia de la guerra colonial que acababa de vivir
España, para con ello mejor mostrar la dimensión universal del
combate antimilitarista; se trata de las exacciones de Gallieni
en Madagascar, de la explotación de la mano de obra indígena
en Argelia o de la feroz resistencia de los bóers a una potencia
que a sus 38 millones de habitantes unía sus vastas colonias. 264
En general, Salvochea invoca a aquellos que por su palabra,
pluma y acción son autoridades, para fundar en razón la «idea»
y el carácter ineluctable de su «triunfo».
264 Sup. RB (10 de junio de 1899): «El general Gallieni»; (2 de diciembre de 1899):
«El robo». Salvochea, pp. 11‒13, Freedom.
265 Brey et al., (1987): «inventaire de la production journalistique de Salvochea
(1899‒1902)».
un paso más, y libre será el desheredado
en el seno amoroso de la madre anarquía.266
273 Imp. (14 de mayo de 1903) y Lib. Sev. (17 de mayo de 1904).
se limitaba a desarrollar la idea según la cual el establecimiento
de nuevas relaciones interpersonales era un paso previo a la
transformación de las relaciones sociales, en el camino hacia la
sociedad del futuro. El anarquismo español no llegó a esta
etapa en vida de Salvochea. El objetivo no era tanto convencer
a los dubitativos como fortalecer a los convencidos. En el
discurso de Salvochea, el anuncio de nuevos tiempos y la
denuncia del orden establecido y de sus servidores cumplían la
misma función. La ética que debe guiar al luchador importa
más, en definitiva, que la descripción de la sociedad por la que
se lucha. Lo esencial era saber defender la propia dignidad
como lo había hecho Salvochea ante las groseras
provocaciones de un juez de Jerez.274 Este mensaje era tanto
más explícito cuanto que correspondía a la experiencia
ordinaria de numerosos militantes, víctimas del aparato policial
y judicial del Estado represor.
275 Díaz del Moral (1973), pp. 249‒252; p. 337, n. 70; pp. 348‒349, n. 92; p. 354, n.
101.
y con el consiguiente desarrollo de la organización, el congreso
de Sevilla aumentó a tres el número de sus comarcas: la
Andalucía del Oeste, la del Sur y la del Este. Pero el declive de
la Federación y el agravamiento de las tendencias centrífugas
condujeron a sus dirigentes a reemplazarla por una estructura
más ligera, la del «Pacto de unión y solidaridad» entre las
organizaciones locales. Unicamente la Andalucía del Oeste,
bajo la égida del gallego Ricardo Mella y de su semanario La
Solidaridad (1888‒1889), rechazó la disolución de las
comarcas; se trataba de una batalla de retaguardia que,
empero, finalizó, el 12 de julio de 1890, con la constitución de
un centro obrero en Sevilla.276 No podríamos afirmar que éste
sobreviviese durante la última década del siglo, época en que
las organizaciones obreras fueron víctimas de una fuerte
represión; sólo sabemos que, a fines del año 1900, numerosas
sociedades de resistencia sevillanas suscribieron un «pacto
federativo de unión y de mutua defensa», que muy pronto fue
puesto a prueba, con ocasión de la huelga general de octubre
de 1901.277
284 Díaz del Moral (1973), pp. 511‒513, menciona El Productor y La Anarquía, que
se publicaron en 1919 y 1920.
285 BCNT (octubre de 1931), p. 6.
último tomó una decisión que modificaría profundamente el
tipo de organización tradicional, fundamentada en las
secciones de oficios, que a partir de entonces se vieron
reemplazadas por el «Sindicato único»: no sólo se trataba de
tener en cuenta los nuevos datos estructurales ‒aparición de
las grandes empresas y reforzamiento de la organización
patronal‒ propios de Cataluña, sino que todo ello se
conformaba también con la voluntad de los fundadores de la
CNT, en el sentido de hacer una organización verdaderamente
confederada, que coordinase las luchas de las diferentes
regiones y profesiones.286 Hasta donde sabemos, este aspecto
no se abordó en el congreso de Sevilla de mayo de 1918, aun
cuando se tomaron decisiones como la fijación de una cuota
mensual de todos los afiliados o la remuneración del secretario
general, que tendían a estructurar mejor la organización
regional.
Un agitador
Pedro Vallina
317 BCNT (julio de 1932), pp. 10‒11 (segunda entrevista). Alcón y Peña eran faístas:
véase Gómez Casas, pp. 132 y 147.
318 La Tierra (11 y 16 de junio de 1932).
«El asunto Vallina»
Pero esta hipótesis es, hoy por hoy, indemostrable, pues los
numerosos documentos por él escritos no fueron publicados
por la CNT. Pero no hay duda de que la Confederación lo utilizó
como chivo expiatorio: en su décima sesión, el congreso
andaluz de marzo de 1933 escuchó el largo alegato que había
enviado Mendiola tras su sanción, pero, después, rechazó la
posibilidad de reemprender el debate.325
326 S.O. (1 de octubre de 1930): «Los grandes comicios de la CNT» (J. Elizalde).
Miguel Mendiola
329 S.O. (27 de octubre de 1931). En carta del 23 de mayo de 1933 dirigida al ministro
de Gobernación, el gobernador civil de Málaga traza la biografía de Domingo Miguel
González (a) Domingo Germinal. Oriundo de Burgo de Osma (Soria), nació D. Germinal
en 1880 y era perito mecánico. Residió 25 años en Cuba, donde fue dirigente del grupo
anarquista “Tierra”, escribiendo en el periódico del mismo nombre que se editaba en La
Habana y del cual se conservan ejemplares sueltos y en pésimo estado en los fondos de la
antigua Sociedad Económica de los Amigos del País de dicha ciudad. De Germinal se han
encontrado varios artículos en los números de enero‒febrero de 1913 de /Tierra!
330 BCNT (noviembre de 1931), pp. 7‒17.
Regional andaluza en dos plenos nacionales: el de los días 13 y
14 de diciembre de 1931, que fue el último presidido por
Pestaña; y el del 13 al 16 de abril de 1932, dominado por el
fracaso del movimiento insurreccional del alto Llobregat
(«acontecimientos de Figols»). En ambos casos tuvo frecuentes
intervenciones, lo suficientemente numerosas como para que
hoy en día se pueda determinar en qué filas se alineaba dentro
de la CNT, que entonces estaba dividida entre
anarcosindicalistas moderados ‒«treintistas»‒ y extremistas
‒«faístas».331
345 Vicente Pérez Viche (1900 - ?), fue conocido como Vicente Pérez Combina, Convina o Conviña. [N. e.
d.]
en la que, por otra parte, había algunos miembros acusados de
recibir estipendios de la dirección del puerto.346 El congreso
que acababa de destituir a Mendiola encargó al comité
regional una encuesta pormenorizada sobre la situación en
Huelva, para que a partir de ella tomase las medidas más
oportunas. En julio, una circular firmada por Ballester
informaba a los lectores de CNT que, después de una asamblea
general, ya estaba en marcha la reorganización sindical de
Huelva.347
348 S.O. (6 de abril de 1933): «Mitin mostruo de clausura del congreso de la Regional
andaluza y extremeña».
349 CNT (1 de abril de 1933), tema 16.
350 S.O. (6 de abril de 1933), 9.a sesión.
disensiones internas habían sido reconocidas por su sindicato
de la Construcción? En cualquier caso, acabó aceptando el
cargo que el congreso le confiaba.
360 S.O. (11 de enero de 1936), Carmona. Campo Libre (21 de diciembre de 1935),
Morón.
práctica inexistencia de la Regional andaluza. Su comité sólo se
manifestó en una ocasión, mostrando su sorpresa de que el
comité nacional pretendiera ignorar los resultados del reciente
congreso de la Internacional anarquista. No se oyó en ninguna
de las grandes cuestiones en debate: reintegración de los
sindicatos de oposición, octubre de 1934, alianzas
revolucionarias o comunismo libertario. Como si, con la fuerza
de sus 150.000 afiliados, sus 217 sindicatos y sus 146
delegados, la Regional andaluza hubiese sido simplemente un
gigante acéfalo. Aquel mutismo contrasta con el primerísimo
papel que jugaron sus delegados campesinos en la discusión
del problema agrario. Sólo se vio interrumpido por algunas
voces solitarias, entre las que se distinguía la de Vicente
Ballester.
362 Hiraldo, p. 50. La relación más completa del discurso de Ballester, en Diario de
Cádiz (25 de mayo de 1936).
363 Rosado, p. 118.
de oficios‒ tenían como respectivas funciones poner en jaque
al Estado opresor y a la burguesía explotadora, con la intención
de reemplazarles, una vez aniquilados, en sus tareas de
gobierno y administración. Aquel esquema ideal implicaba una
prioridad del refuerzo cuantitativo y cualitativo de la
organización, quedando la acción reivindicativa, acción
defensiva en estricto sentido, subordinada a aquel objetivo
mayor. Pero la realidad subvirtió aquel plan desde el principio.
Al reconocerse las libertades y ser el aparato del Estado menos
represor, se extendió la práctica de la huelga en el mundo del
trabajo, a pesar de las reiteradas advertencias de la FRE.
364 Cors. (28 de marzo de 1895): «Necesidad de la unión y bases para la misma»,
Merlino.
365 A. Lorenzo, t. 2, cap. II. Nettlau, cap. XIV.
crisis del modelo colectivista no era únicamente la de un tipo
de organización a la que le faltaban cuadros dirigentes; era
también la de una concepción que situaba la primacía de la
conciencia de clase por encima de la libertad individual. En un
país poco desarrollado y socialmente polarizado en los
extremos, esta concepción había sido objeto de una
interpretación sectaria, obrerista, llevando la desconfianza en
los intelectuales hasta aquellos que ejercían funciones
dirigentes en la organización, de modo que éstos se vieron
eliminados uno tras otro. 366 De continuar por aquel camino, el
anarquismo difícilmente se hubiese distinguido del socialismo
marxista de la época.
371 I. Puente, «Cómo debe ser nuestra revolución», en T. y L. (22 de abril de 1932).
La autoafirmación anarquista consistió, para la Regional
andaluza, en afirmar su identidad durante tres años en una
huida hacia adelante que tuvo como efecto la disminución de
su fuerza de atracción, la reducción de su capacidad de
convocatoria, el cuestionamiento de su papel dirigente. El
tardío retorno a un cierto realismo fue sólo aparente, pues la
unidad de acción con la UGT no se había pensado en términos
de alianza entre fuerzas distintas, que actuaran conjuntamente
con el objetivo de establecer un régimen representativo de los
intereses de todos los trabajadores.
377 El País (6 de junio de 1982): recensión de la obra de Paniagua por Álvarez Junco.
en septiembre de 1871, en la conferencia secreta de Valencia,
aplicando las decisiones de principio tomadas en junio de 1870
en Barcelona, por parte del congreso constitutivo de la
Federación de la Región Española.
390 AIT, CC, libro 4.°, circular n.° 14 del 5 de mayo de 1873.
391 Ibid., libro 5.°, circular n.° 20 del 15 de junio de 1873.
Así, a partir del mes de agosto, el proceso de
descentralización iniciado en Córdoba ganó a las Uniones de
Oficios, con la decisión del congreso de la Unión
Manufacturera, que se comprometía a devolver a sus
federaciones la autonomía de organización y de acción,
concluyendo cada una de ellas un «pacto de unión y de mutua
defensa» con las otras. 392 El mes siguiente, en Ginebra, la
Internacional anarquista consideraba, vista «la experiencia
adquirida en España», que las Uniones descentralizadas eran el
mejor modo de fortalecer la autonomía de las secciones y
federaciones de oficio. 393
400 A. Lorenzo, pp. 263 ss. (Zaragoza), y Díaz del Moral (1973), p. 387 (Córdoba).
personas», con colectivizar las pequeñas industrias y comercios
para modernizarlos mejor y organizarse en consecuencia,
escapando de la tutela de los partidos burgueses. Este
optimismo «metódico» puede parecer hoy en día demasiado
ingenuo, pero se debe tener en cuenta que Lafargue no poseía
ni la cultura de Marx ni un conocimiento tan profundo de la
sociedad española como el que su ilustre suegro podía tener de
la sociedad británica, ni tampoco contaba con colaboradores
de la talla de Engels. Por muy esquemático que fuese su
informe, tenía un rigor intelectual y una coherencia que
difícilmente se podían encontrar en el otro.
411 Ibid., p. 359 [Aut. (14 de enero de 1884)] y p. 336 [Aut. (10 de noviembre de
1883)].
412 Ibid., p. 321.
413 Ibid., p. 337 [Aut. (10 de noviembre de 1883)].
414 R.S. (6 y 20 de diciembre de 1883, 31 de enero de 1884), Sants; (10 de enero de
1884), Lora del Río.
entonces sobre sus viñedos, y que en los campos de Jerez,
grandes y pequeños propietarios tenían cada vez más
tendencia a arrendar sus fincas. De fuente oficial, aquello era
una práctica extendida en la gran viticultura y podía incluso
suceder que la explotación de los viñedos no se confiase a un
individuo sino a un grupo de trabajadores.415 A partir de ello se
comprende mejor que la idea de institucionalizar aquella
práctica procediese de la delegación de Puerto de Santa María,
donde eran numerosos los obreros viticultores organizados.
Aquella solución podía ser también conveniente para las
delegaciones de campesinos arboricultores y horticultores, que
se dedicaban a los cultivos intensivos.
417 Bandera Social (24 de mayo de 1885) y Soc. (15 de julio de 1887).
418 R.S. (16 de julio de 1885).
menos y vivir mejor. Creían que su organización tenía cosas
mejores que hacer que acariciar una utopía y que, con una
propaganda adaptada a trabajadores en general iletrados,
lograría llevarlos a la acción, al menos en el ámbito de una
comarca. 419 No se les escuchó y su derrota se tradujo en su
exclusión del consejo de la UTC, cuya sede se transfirió a La
Campana, pequeña población situada a medio camino entre
Lora del Río y Carmona.
419 Álvarez Junco (1979), pp. 340 y 359 [Aut. (2 de diciembre de 1883 y 14 de enero
de 1884)].
420 La Solidaridad (20 de octubre y 4 de noviembre de 1888).
en Córdoba los representantes de veinte localidades, todas
ellas andaluzas ‒a excepción de Zaragoza‒ y de las cuales la
mitad eran sevillanas. El resumen que el semanario El Corsario
nos ha dejado de este congreso de «agricultores» apenas nos
permite vislumbrar quiénes fueron sus promotores y qué
objetivos se fijaban.421 Nada nos indica, por ejemplo, qué razón
conducía a aquellos anarquistas andaluces, en las condiciones
de la época, a reafirmar «por todos los medios» su identidad;
sólo podemos pensar que se debió a la insistencia de la
delegación de La Campana, argumentando la ventaja que
supondría para los trabajadores del campo una forma de
organización «no autoritaria», calcada del modelo catalán del
«pacto», de la unión voluntaria entre secciones, imponiéndose
como regla el pago de una cotización fija. Se logró la
unanimidad sobre el primer punto, pues se dividieron las
opiniones en lo concerniente a la propuesta de La Campana,
donde en 1884 se había instalado, como ya hemos dicho, el
consejo de la UTC. Lo mismo sucedió en cuanto a la actitud que
se debía adoptar ante el Primero de Mayo: unos se
pronunciaban por la huelga y otros se opusieron abiertamente;
finalmente, cada organización tuvo libertad para conmemorar
aquella «fiesta» a su modo. En cuanto a la unanimidad lograda
respecto a la necesidad de abolir el trabajo a destajo,
embrutecedor y degradante, nos parece un tanto artificiosa, ya
que no sabemos nada del largo debate que desembocó en una
decisión esencialmente motivada por consideraciones éticas.
423 Lafargue (1970), pp. 152‒153 (sobre «la conquista de los municipios»).
GÉNESIS Y DESARROLLO DE UNA ORGANIZACIÓN DE CAMPESINOS
ASALARIADOS: LA «FEDERACIÓN NACIONAL DE OBREROS
AGRICULTORES» (1913‒1919)
Una novedad
Díaz del Moral fue sin duda el primero que llamó la atención
hacia aquella federación campesina que ocupa en la historia
del anarquismo español un lugar aparte, ya que se mantuvo
orgánicamente independiente de la CNT hasta el momento en
que se dejó absorber, pese a su gran afinidad ideológica con
aquella confederación. El simple hecho de haber incluido en su
libro las actas de sus congresos es suficiente para discernir la
importancia que le concedía. Pero ésta no aparece en el cuerpo
del estudio, que subraya ante todo las debilidades de aquella
federación, sus dificultades para hacer sobrevivir un bimensual,
La Voz del Campesino, y su incapacidad para organizar acciones
de conjunto.424 Por otra parte, un cierto provincianismo ciega
al notario de Bujalance hasta tal punto que presenta al último
congreso como «casi exclusivamente cordobés», cuando sus 24
‒y no 29‒ localidades representadas lo estaban únicamente
por 4 delegados, ante las 35 localidades y 47 delegados del
Levante... Aparte del expeditivo modo en que Díaz del Moral
trata a la Federación Nacional de Agricultores, lo que cuenta
son los materiales que ha dejado para la apreciación de sus
lectores.
441 Guad. (14 de julio de 1914) y AMJ, legajo 3262: informe policial sobre la reunión
del 20 de julio de 1914.
justamente acababa de reafirmar el congreso de Valencia, al
condenar a los tribunales de arbitraje...442
Diego Martínez
448 T. y L. (12 de noviembre de 1903): «El seco en los cortijos». AMJ, legajo 508, 16
de junio de 1912.
punto de vista de la burguesía expresado en la prensa cotidiana
‒y de un modo especial el influyente diario El Guadalete‒ como
la reacción de los medios populares manifestada por sus
organizaciones. Había encontrado la palabra justa para
caracterizar su actitud: no era un «ilusionista». Forzando un
poco las cosas, podríamos afirmar que era el anti‒Salvochea.449
495 Ibid., pp. 314‒315 (carta de Algaba). La Tierra (27 de mayo de 1932): nota de la
Federación Local de Córdoba.
acuerdo, como en Córdoba y Sevilla, se limitaba a los trabajos
de la siega. No regulaba la utilización de las máquinas, aun
cuando precisaba muy detalladamente los horarios y las
remuneraciones de sus operarios. Y, sobre todo, introducía una
norma de rendimiento que ligaba el monto del salario al
mínimo de trabajo que cada día debía aportar el segador. Esta
disposición, que fue objeto de un regateo entre ambas
delegaciones, fue finalmente aceptada en el curso de una
asamblea general de la AGTA, que veía reconocida su
representatividad por parte de las organizaciones patronales;
también se comprometía, como ya había hecho en 1918, a
someter las diferencias a una comisión paritaria. 496
515 Guad. (12 de junio de 1933), bases de trabajo. CNT (19 de julio de 1933): AGTA.
516 CNT (3 y 30 de octubre, y 20 de noviembre de 1933).
manifestando así, con su práctica, su desacuerdo con la política
de «todo o nada» de su dirección. La experiencia se prolongaría
durante dos largos años, pero no sería del todo inútil.
517 Campo Libre (21 de diciembre de 1935): «Circular n.° 1. Morón, nov. 1935». S.O.
(11 de enero de 1936): «La Rinconada. En tomo al problema campesino».
518 Campo Libre (4 de abril de 1936).
sindicalistas.
543 AMAE, CPC, Cádiz, t. 99, 12 de septiembre de 1892. BCAJ (enero de 1896).
los incendios «predominan en un foco anarquista muy
localizado de la provincia de Huelva y en los grandes pueblos
andaluces en los que eran tradicionales, tales como Jerez de la
Frontera, Carmona, etc.». 544 Pudo ser una coincidencia, sin que
hubiese una relación de causa‒efecto entre incendios y
anarquismo. De un modo general, conviene verificar si el
incendio, como acto intencional, se mantiene como una
práctica extendida cada vez que la situación política permite a
una fracción apreciable del proletariado rural organizarse.
546 GaMFo (30 de julio de 1879), pp. 358‒359; (16 de agosto de 1880), pp. 368‒369;
(16 de septiembre de 1885), pp. 663‒664.
547 Tuñón de Lara (1972), p. 619; (1978), pp. 78‒79. Díaz del Moral (1973), p. 337.
Eloy Vaquero, diputado radical de Córdoba, tenía sus razones
al fustigar con mordaz ironía el papel que había jugado la
prensa madrileña en el montaje de «la película» sobre el tema
de los trigales en llamas, en la elaboración de un mito del que,
de entrada, subrayaba el trasfondo político y económico:
AHN, Gobernación, 57 A n.° 26, Sevilla (15 de julio de 1919); n.° 13, Cádiz (18 de julio
de 1919); n.° 20, Jaén (16 de julio de 1919).
548 And. (17 de septiembre de 1919): «El mito de los incendios».
gobernantes, patronos y caciques ya se habrían encargado de
propagarlo a los cuatro vientos.
556 Sup.RB (17 de febrero de 1900), Sevilla, y (11 de mayo de 1901), Montejaque.
N.O. (10 de abril de 1901), Moreno Mendoza.
mayo‒junio de 1901 a julio de 1903. Al principio, parecía
localizado en tres núcleos principales: Lebrija‒Trebujena,
Bornos‒Villamartín y Carmona. A lo largo de los meses
siguientes se fue extendiendo progresivamente hacia la «banda
morisca» y los campos de Jerez: huelga de cuatro semanas en
El Coronil a principios de invierno de 1902, breve huelga
general en Morón a mediados de mayo y huelga de ocho días
en junio en Jerez y sus alrededores. En otoño rebrota el
movimiento: en octubre, en Jerez, donde la huelga se prolongó
durante cinco semanas, y en noviembre, en Carmona. En 1903
el movimiento se generalizó de mayo a julio. Además de los
campesinos cordobeses (Bujalance, Villafranca, Castro del Río y
Fernán Núñez), se pusieron en huelga los trabajadores de las
provincias de Cádiz (Bornos, Villamartín, Jerez, Medina Sidonia
y Lebrija), Sevilla (Carmona, El Coronil y Marchena) y Málaga
(Cuevas del Becerro). Podemos asimismo considerar que la
represión del motín de Alcalá del Valle puso fin a aquella
primera secuencia de huelgas agrícolas del siglo XX.
557 N.O. (10 de abril y 28 de julio de 1901). Sup.RB (16 de junio y 25 de agosto de
1900); (11 de mayo y 1 de junio de 1901): tarifa Carmona.
558 N.O. (13 de junio de 1901). N.S. (2 de julio de 1902). Guad. (23 de junio de 1903).
En opinión del francés Marvaud, aquello era un plan
cuidadosamente preparado para efectuar un reparto de
tierras, con la eliminación física de los propietarios.559
561 El Baluarte (30 de junio de 1902). N.S. (28 de junio y 3 de julio de 1902).
Con el activo concurso del alcalde liberal, lograron apaciguar el
conflicto, concediendo ligeros aumentos y la posibilidad para el
trabajador de percibir su salario íntegro en metálico ‒«a
seco»‒. Tierra y Libertad consideró que fue un gran éxito,
teniendo en cuenta la debilidad de la organización ‒78
asociados‒, los chanchullos de Moreno, la competencia de los
segadores portugueses, las presiones y amenazas de la policía y
los trágicos antecedentes de 1883 y 1892.562
564 Guad. (16 y 19 de junio de 1903): Jerez; (22 de junio de 1903): Arcos; (8 de julio
de 1903): Carmona; y (21 de junio de 1903): Villamartín.
565 lbid. (21 y 25 de junio de 1903).
no se interrumpió en ningún lado. En Carmona se solucionó el
conflicto gracias a la concesión que los obreros acabaron
haciendo sobre la duración de la jornada de trabajo: siempre
que el viento se levantase tarde, no abandonarían su trabajo
‒la «aventa» del trigo‒ hasta media hora después de la puesta
de sol.566
570 Ibid., pp. 269 y 334. Tuñón de Lara (1978), pp. 82‒83.
Reformas Sociales ni la prensa local recojan huelgas agrícolas.
Allí donde se producían eran breves y fracasaban: tal fue el
caso de Marchena, en mayo de 1919, cuando 2.800
trabajadores reemprendieron el trabajo después de tres días
de huelga, sin haber obtenido nada en el empeño. No muy
lejos de allí, en Utrera, se logró un acuerdo al mes siguiente
gracias a la solidaridad de los comerciantes y tras la
intervención del gobernador civil. En la provincia, tuvo lugar
una huelga general en Alcolea del Río, pequeño pueblo de
2.500 habitantes, en junio de 1920, es decir, en una fecha
tardía. 571 En realidad, las autoridades de Sevilla habían
reaccionado preventivamente ante la extensión del
movimiento huelguístico de la provincia, utilizando
alternativamente la represión y la disuasión: a principios del
mes de mayo de 1919, el ministro Ossorio acudió a Sevilla;
durante los días siguientes, el gobernador civil recibió
delegaciones obreras, en ocasiones dirigidas por alcaldes; y a
fines de octubre, el conde de Salvatierra hacía detener a Pedro
Daza, considerado como «el presidente de los campesinos
andaluces».572
571 BIRS, n.° 191 (marzo de 1920) y n.° 193 (mayo de 1920). Lib. Sev. (10 de junio de
1919).
572 Lib. Sev. (10, 27, 28 de mayo y 30 de octubre de 1919). AHN, Gobernación, 57 A,
n.° 26, Sevilla, 30 de octubre de 1919.
alcanza, aproximadamente, el mismo nivel que en el período
en que el movimiento estaba en su apogeo en los campos
cordobeses: los meses de noviembre de 1918 y mayo de 1919.
También podemos constatar que las huelgas son mucho más
frecuentes en la segunda mitad del año 1919, especialmente
en otoño. Pero la distribución por provincias (véanse los
cuadros de las pp. 364‒365) muestra que las de Sevilla,
Córdoba y Jaén, o sea la Andalucía del Guadalquivir, no se ven
afectadas simultáneamente ni en las mismas proporciones más
que en dos casos, en mayo de 1919 y en mayo de 1920. Dicho
de otro modo, el movimiento reivindicativo del proletariado
agrícola andaluz se extendió sobre unos dos años y medio y no
se desarrolló de un modo uniforme. En un principio, se localizó
en los campos de Córdoba y luego se fue desplazando
progresivamente hacia el oeste y el este. También quedó
concentrado geográficamente, sobre todo alrededor de las
capitales. Así, en la provincia de Sevilla se produjeron 15
huelgas en las localidades de su partido judicial, y 9 y 7,
respectivamente, en los partidos contiguos de Sanlúcar la
Mayor y Lora del Río: ello representa 31 huelgas de un total de
55 huelgas registradas. En la provincia de Jaén, las tres cuartas
partes de las huelgas, 31 de 42, se produjeron en cinco partidos
judiciales, entre ellos los de Andújar (7), Martos (8) y Alcalá la
Real (6), que limitan con la provincia de Córdoba, sin duda la
que llevó a cabo el movimiento huelguístico de máxima
extensión geográfica; esta constatación aparece con mayor
claridad cuando se establece el cuadro de las localidades en las
que los campesinos se declararon en huelga al menos tres
veces:
El carácter planificado del movimiento reivindicativo es
también un fenómeno propio de los anarcosindicalistas
cordobeses. Efectivamente, cada vez que se registra un
elevado número de huelgas en las provincias de Sevilla y Jaén
podemos observar que rara vez son simultáneas, sino que, por
el contrario, se producen a lo largo de varias semanas: tal es el
caso de Sevilla en mayo y octubre de 1919 y en mayo de 1920,
y de Jaén en diciembre de 1919 y en mayo de 1920. Esto
significa que a partir de la primavera de 1919 no hubo una
dirección unificada de las luchas campesinas. La FNOA había
renunciado a ejercerla antes de disolverse y no había razón
para que la Regional andaluza de la CNT ‒minada por sus
disensiones y debilitada por la represión‒ pretendiese
asumirla. Así las cosas, fue la organización rival, la UGT, la que
se dedicó en la misma primavera de 1919 a estructurar un
movimiento reivindicativo pujante. Lo hizo a nivel provincial,
organizando congresos en Córdoba (17 a 19 de abril), Sevilla (4
a 7 de mayo) y más tarde, a principios de otoño, en Jaén (29 de
septiembre a primero de octubre). Estos congresos tenían
como rasgo común su intención de reunir a todas las
organizaciones no federadas de todos los oficios,
prescindiendo de su orientación ideológica. Gracias a ello, la
UGT pudo construir inmediatamente unas federaciones
agrarias provinciales, elaborar una plataforma reivindicativa y
esbozar un programa de reforma de la propiedad: éste, sin
duda, fue otro de los nuevos rasgos del trienio, que hasta el
presente no ha sido justamente valorado más que por Calero.
573 Lib. Sev. (4 de mayo de 1919): «Congreso agrario y obrero: Sesión inaugural»; (5
de mayo de 1919): «Quinta sesión».
574 Ibid. (6 de mayo de 1919): «Sexta sesión»; y Díaz del Moral (1973), pp. 309‒310.
inversa, ya que su asamblea regional del día 8 de julio de 1923
proclamó que, mientras la tierra no se cultivase en común,
«[era] preferible el salario a la parcelación».575
576 BIRS, n.° 201 (enero de 1921) y n.° 208 (agosto de 1921).
577 E.N. (13 de noviembre y 10 de diciembre de 1918): Antequera.
del pan se había doblado en relación a 1916: el kilogramo
oscilaba entre 0,76 y 1 peseta. El hecho más notable, con
mucho, lo constituyó el que el alza fue netamente superior en
la España rural. La diferencia entre pueblos y capitales de
provincia no cesó de aumentar de octubre de 1917 a
septiembre de 1920, período que, a grandes rasgos,
corresponde al movimiento huelguístico de la agricultura.
Según Roldán y García Delgado, el alza de los precios al detalle
en el medio rural fue, entre 1914 y 1920, del orden del 120 por
100.578
585 Ibid., n.° 185 (noviembre de 1919); n.° 191 (marzo de 1920); n.° 201.
defensiva y ofensiva. Al principio, es cierto que luchaban contra
la desvalorización de su fuerza de trabajo, logrando en ese
campo algunos éxitos limitados y precarios. Una vez la acción
en marcha, su dinámica les condujo a luchar contra la
intensificación del trabajo diario, por cuyo medio los patronos
se esforzaban en compensar el alza de los costes salariales.
Pues cuanto más breve fuese la jornada efectiva,
especialmente en invierno (alrededor de seis horas), mayores
serían las posibilidades de contratación. En este sentido, el
contrato colectivo firmado el primero de julio de 1918 en Jerez
representó un cambio capital: pues, aparte del paso de las 5 y
media a las 7 como hora de inicio del trabajo en verano, la
duración de la jornada de trabajo en invierno estaba
estrictamente regulada, contrariamente a lo que siempre
habían pretendido los patronos hasta aquel momento y que
volvieron a rechazar en 1923.586 Encontramos de nuevo este
tipo de cláusulas en los contratos firmados para los trabajos de
invierno por las organizaciones de las principales localidades
cordobesas: en Baena, en noviembre de 1918, y en Montilla, en
septiembre de 1919, donde la duración total de las pausas se
mantuvo ligeramente por debajo de la de Jerez.587
Salvador Cordón
603 Ercoli (1935). Tuñón de Lara (1972), p. 796. CAA, pp. 19‒20.
604 Pérez Yruela, pp. 123‒124.
605 Ibid., pp. 132 y 137‒138. Pascual Cevallos, p. 86.
expresamente indicadas en Córdoba y en Jerez; y, finalmente,
imponían a los patronos una limitación parcial del empleo de
las segadoras, que en ningún otro lugar estaba regulado. Es
cierto que aún se estaba lejos de la jornada de cinco horas que
exigía la federación provincial y el salario mínimo (5,75
pesetas) seguía siendo inferior a la tarifa propuesta (7 pesetas).
Pero la CNT no intentó negociar estos puntos. El casus belli fue,
según Pascual Cevallos, un decreto gubernamental que
garantizaba la libertad de contratación de los propietarios al
derogar, en aquel caso, la ley sobre empleo de mano de obra
forastera. Un buen ejemplo de inconsecuencia por parte de
una organización cuyos sindicatos, en muchos lugares,
continuaban oponiéndose a la contratación de los no
residentes y que, diez meses más tarde, exigiría con la mayor
energía la abrogación de la ley en cuestión. 606 En realidad, lo
que quería la CNT en los lugares que dominaba era el
monopolio de contratación para sus afiliados.
UN SOLO FÚNEBRE
I. MANUSCRITOS
Gobernación serie a
— Cádiz
— Sevilla
1. Vigilancia. 1:
__ Asociaciones:
— Huelgas:
2. Estadística. 6. Censos:
Castillo, S., «La actividad del PSOE en el campo: los casos de Alcalá de
los Gazules y Grazalema, 1887‒1889», La cuestión agraria en
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Cruells, M., Salvador Seguí, El noi del sucre, Ariel, Barcelona, 1974.
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spécificité populaire?, suplemento del n.° 28 de Cahiers
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Oyuelos, R., Proyecto de Caja nacional del Paro forzoso, Madrid, 1917.
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Soria Medina, E., Sevilla. Elecciones 1936 y 1977, prólogo de José María
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Tastet Díaz, A., «Semblanza sobre la vida y obra de don Juan Díaz del
Moral», Revista de Estudios Regionales, Málaga, n.° 4.
Adiciones
Nuevas adiciones
Calatayud Giner, S., «La crisis agraria de finales del siglo XIX en
Europa», Agricultura y Sociedad, n.° 43, (abril‒junio de 1987),
pp. 163‒179.
a) Prensa diaria
b) Prensa anarquista
b) Prensa socialista
1. Periódicos oficiales:
2. Prensa patronal:
3. Diversos: