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La Unicidad de Dios

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LA UNICIDAD DE DIOS

Cuando a Jesús se le preguntó que cuál es el primer mandamiento de todos, su


respuesta fue: “…oye Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor UNO es” (Marcos 12:29).
Esto es monoteísmo (creencia en un solo Dios) y para describir esta doctrina
utilizamos la palabra UNICIDAD.

Sabemos que nuestro Dios no es una mezcla o unión, “Dios es Espíritu…” (Juan 4:24)
él no es persona, él es ÚNICO, INDIVISIBLE, sin otro de su sustancia o esencia como
dice 1Timoteo 6:16 “el ÚNICO (del griego monos: solo o solitario) que tiene
inmortalidad, que habita en luz inaccesible…”, esta es la DOCTRINA DE LA UNICIDAD
DE DIOS.

Unicidad es el término teológico que utilizamos para referirnos a Dios como un ser
indivisible, pues solamente hay un Dios como dice Gálatas 3:20 “…Dios es uno”, es
decir, que no se concibe a Dios como si fuera tres personas distintas (doctrina de la
trinidad) sino uno solo, absolutamente uno e indivisible (Esto es la doctrina de la
unicidad de Dios)

La unicidad de Dios explica la manifestación de Dios en carne, siendo Jesús la


manifestación de Dios al ser humano, esto lo conocemos como el misterio de la
piedad: “Dios fue manifestado en carne…” (1Timoteo 3:16)

1) El misterio de la voluntad de Dios (Efesios 1:3-14)


2) Dios fue quien vino al mundo según (Juan 1:9-10
3) Un misterio que había sido oculto desde hace mucho (Efesios 3:8-12; Colosenses
1:28)
4) Dios mismo viniendo a los suyos para salvar a su pueblo (Isaías 35:3-4; Mateo
11:2-6)
5) La manifestación de la gloria del Dios del antiguo testamento, la gloria de Jehová
(Isaías 40:5; Apocalípsis 1:7)
6) Dios estaba en (dentro) de Cristo (2 Corintios 5:19)
7) Dios participó de carne y sangre por cuanto los hijos participaron de lo mismo
(hebreos 2:14)
En Génesis 1:2 leemos: “… el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” y si
“Dios es Espíritu” y es SANTO podríamos decir que el Espíritu Santo se movía en esas
aguas (DIOS MISMO).

Cuando Dios habló y dijo “…hágase la luz…” hizo una función de padre ya que engendró
por medio de su palabra. Engendrar no solamente es procrear, el DRAE también
menciona que es causar, ocasionar y formar; y siendo así Dios es el causante, el
ocasionador y formador de todo lo que existe. A él se le conoce como el PADRE en la
creación y mientras se movía sobre la faz de las aguas era Dios expresándose para que
por medio de la palabra fueran creadas todas las cosas.

Jesucristo le dijo a Nicodemo “si os he dicho cosas terrenales y no creéis, ¿Cómo


creeréis si os dijere las celestiales?”, dicho de otra manera, Jesús está diciendo que usa
términos terrenales para explicar los celestiales; por tal razón Dios se atribuye un
título terrenal (PADRE) para que podamos entenderlo.
Isaías 64:8 dice: “…Jehová, tú eres nuestro padre…”, también salmo 33:6 expresa: “por
la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el
aliento de su boca”, esto nos explica la razón por la cual ese Santo Espíritu (Jehová del
antiguo testamento), es llamado PADRE; pues “en el principio CREÓ (ENGENDRÓ:
CAUSÓ, FORMÓ) Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). El Padre es el Espíritu
Santo que se movía sobre la faz de las aguas.

En Juan 1:1 dice: “En el principio era el verbo, y el verbo era con Dios, y el verbo era
Dios”, el verbo es la palabra de Dios, esa voz que se escuchó en la creación; pero
también se nos hace mención de que esa palabra o verbo “era CON Dios”, esta
conjunción (con) une y hace énfasis en lo inseparable de Dios y su verbo (palabra).

Por medio de la innovación tecnológica nuestra voz puede ser escuchada en cualquier
parte del mundo y nadie puede decir que esa voz tiene una identidad diferente a la de
nosotros ya que fluye de nuestro interior, es CON nosotros, es inseparable de
nosotros; y aunque sea capturada en un CD u otro medio no podemos decir que es otro
ser distinto, por eso Juan expresa, inspirado por el Espíritu, que el verbo (la palabra)
“era Dios”.

Juan 1:14 dice: “y aquel VERBO FUE HECHO CARNE, y habitó entre nosotros”, Jesús es
el verbo hecho carne; 1 Juan 1:1 lo menciona diciendo: “… lo que hemos visto con
nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al verbo
de vida (Jesús hecho carne).

La palabra es la expresión de Dios. El mismo escritor de Hebreos menciona que “en


estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Hebreos 1:2), quien es la palabra
hecha carne.

El Espíritu de Dios (Dios mismo porque “Dios es Espíritu”) se hizo carne, Jesús es Dios
manifestado en carne, así lo declara el apóstol Pablo en 2 Corintios 5:19 “Dios estaba en
Cristo reconciliando consigo al mundo”, por eso el apóstol Pablo dice que “en él habita,
corporalmente, toda la plenitud de la deidad” (Colosenses 2:9).

Se puede decir Dios (Espíritu) y el verbo hecho carne (su humanidad) no se pueden
separar, Dios y su verbo o palabra son inseparables; pues como alguien en cierta
ocasión expresó: “la palabra es el vehículo del pensamiento”, y en el pensamiento de
Dios, su plan de salvación, estaba el redimirnos manifestándose en un cuerpo a quien
el mundo conoció con el nombre de Jesucristo, esto es, Dios manifestado en carne, algo
explicado bíblicamente en la doctrina de la unicidad de Dios.

Jesucristo no era otra persona, era Dios encarnado, un hombre. En Isaías 35:4 se profetizó:
“… vuestro Dios viene…Dios mismo vendrá, y os salvará…”, habría señales de su
venida tales como: “los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se
abrirán… el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo…” (v5-6); Jehová del
antiguo testamento prometió venir y no enviar a otro.

Juan el bautista mandó a preguntarle a Jesús: “¿Eres tú aquel que había de venir (Jehová), o
esperaremos a otro?”, siendo la respuesta del señor: “Id, y haced saber a Juan las cosas que oís
y veis (hechos y no palabras) los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados
(señales profetizadas por Isaías) y a los pobres es anunciado el evangelio” (Mateo 11:3-5).

Con estas palabras Jesús está citando la escritura y afirmando que él es Jehová del
antiguo testamento, quien prometió venir y salvar a su pueblo. 1 Timoteo 3:16 dice: “E
indiscutiblemente grande es el misterio de la piedad: DIOS FUE MANIFESTADO EN
CARNE”, Dios se dio a conocer (se manifestó) en un cuerpo humano, “por cuanto los
hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo…” (Hebreos
2:14).

Nuestro Dios “se despojó asimismo” de su trono, de su gloria “tomando forma de


siervo, hecho semejante a los hombres”, porque antes de ser humano es Dios
(Filipenses 2:7).

Pablo dice que “estando en la condición de hombre, se humilló asimismo, haciéndose


obediente hasta la muerte…” (Filipenses 2:8), al estar en la condición de hombre y no
de Dios, se sometió a su propia palabra, humillándose asimismo, por ejemplo al orar;
pues su palabra lo manda al decir: “Tú oyes la oración, A TI VENDRÁ TODA CARNE”
(Salmo 65:2) y siendo carne tenía que sujetarse (ser obediente) a lo que estaba escrito.

Jesús tomó el título de Hijo de Dios. La razón por la cual se le otorgaría la manifiesta el
ángel Gabriel al decirle a María: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra; Por lo cual también el santo ser que nacerá, será
llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35).

Es el poder de su Espíritu (Dios mismo) el que engendra o causa la formación de este


ser dentro del vientre de María. Ese ser, es Dios hecho carne, un hombre en el cual
habita "corporalmente, TODA LA PLENITUD DE LA DEIDAD” (Colosenses 2:9). Una
unificación de la Deidad y la humanidad en el hombre Cristo Jesús.

Su gloria es como la del unigénito, es decir, único engendrado o nacido (Juan 1:14),
porque es el único con una naturaleza humana y divina, esto es lo que se conoce como
la doble naturaleza de Cristo.

Como hombre sintió hambre (Mateo 4:2), pero como Dios alimentó a multitudes
(Mateo 14:21); como hombre se cansaba (Juan 4:6), pero como Dios él nos da el
descanso (Mateo 11:28); como hombre tuvo sed (Juan 4:7), pero como Dios él nos da el
agua de vida (Juan 4:14); como hombre lloró en la tumba de Lázaro (Juan 11:35), pero
como Dios lo resucitó (Juan 11:43-44).

Pablo dice: “de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo
(naturaleza humana), el cual es Dios (naturaleza Divina) sobre todas las cosas, bendito
por los siglos. Amen”.

Cuando Felipe le dijo a Jesús “muéstranos al padre y nos basta”, el señor dejó clara su
respuesta al contestar: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has
conocido, Felipe? el que me ha visto a mí ha visto al padre; ¿Cómo, pues, dices tú:
muéstranos al padre?” (Juan 14:8-9). Se deduce, por la misma palabra, que Jesús es el
padre en su Divinidad y que al mismo tiempo es Dios manifestado en carne. Esta
es la doctrina de la unicidad de Dios.

En Juan 11:39 encontramos lo siguiente: “…aún no había venido el Espíritu Santo,


PORQUE JESÚS NO HABÍA SIDO AÚN GLORIFICADO”, hasta que Jesús fuera resucitado
podía derramarse el Espíritu Santo, porque Jesús es ese Espíritu.

2 Corintios 3:17 dice: “porque el señor (Jesús) es el Espíritu…”, Tomás llamó a Jesús
“Señor mío, y Dios mío” (Juan 20:28) y no fue reprendido por esto, pues, “este ES SEÑOR
DE TODOS” (Hechos 10:36).

Siendo así, Jesucristo es el Espíritu Santo, él mimo lo expresó en Juan 14:17-18 “el
Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce; pero
vosotros le conocéis (conocían a Jesús), porque mora con vosotros (Jesús moraba con
ellos), y estará en (dentro de) vosotros. No os dejaré huérfanos (como padre), vendré a
vosotros (como Espíritu Santo)”.

Con esto entendemos lo que dice Pablo: “…Jesucristo está en (dentro de) vosotros” (2
Corintios 13:5). En 1 Pedro 1:10-11 se nos da a entender que el “Espíritu de Cristo” estaba
en los profetas del antiguo testamento. Jesucristo es ese Espíritu que se movía sobre
la faz de las aguas, se hizo carne y mora dentro de nosotros.

esucristo cumplió con esto al decir: “He manifestado (dado a conocer) tu nombre a los
hombres…” (Juan 17:6) y lo vuelve a declarar en el versículo 26: “…les he dado a
conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún”. Jesucristo afirmó no traer su propio
nombre al decir: “Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere
en SU PROPIO NOMBRE, a ése recibiréis”; sin embargo, los religiosos de aquel tiempo
lo rechazaron y decían a los apóstoles “que no hablasen en el nombre de Jesús”
(Hechos 5:40), “ni enseñasen en el nombre de Jesús” (Hechos 4:18).

Hoy nos damos cuenta que el maravilloso nombre de Jesús es un nombre “sobre todo
nombre” (Filipenses 2:9) y que “no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres,
en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12) porque “la piedra que desecharon los
edificadores, ha venido a ser cabeza del ángulo” (Hechos 4:11) y nosotros lo hemos
recibido le conocemos y declaramos que JESÚS ES DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS,
bendito por los siglos. Amen (Romanos 9:5).

En vista de que la palabra de Dios nos enseña que debemos estar “…siempre
preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que
os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15), es importante
conocer las objeciones de aquellos que están siendo segados por la doctrina de la
llamada santísima trinidad, así como también, las respuestas que nos dan las sagradas
escrituras para que podamos, con la ayuda de nuestro Dios, proclamar la revelación que
Jesucristo ha dado a su iglesia acerca de su Deidad.

El apóstol Pablo escribió a Timoteo diciéndole “Ten cuidado de ti mismo y de la


doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te
oyeren” (1Timoteo 4:16), cuando dice “A LOS QUE TE OYEREN” es porque se supone que
debemos transmitir lo que hemos aprendido y entendido, motivo por el cual Pablo
escribe “…habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina” (Tito 2:1); pues cuando se
nos demande la explicación de una objeción trinitaria debemos exponer de forma clara
este mensaje de Jesucristo como “..Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos.
Amén” (Romanos 9:5).

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