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Unicidad de Dios
Unicidad de Dios
Unicidad de Dios
Algunos tratan de explicar la doctrina del Dios único con la palabra UNIDAD; sin embargo,
el DRAE define esta palabra como UNIÓN (entre otros significados), es decir, juntar dos o
más cosas entre sí, haciendo de ellas un todo; por tal razón es incorrecto utilizarla.
La doctrina unitaria calza muy bien en la llamada santísima trinidad ya que, según la
definición de esta última (trinidad), son tres personas distintas que forman un solo Dios
verdadero; es decir que es el producto de la unión de tres partes (Padre, hijo y Espíritu
Santo) para formar un todo (Dios).
DIOS ES ESPÍRITU
Sabemos que nuestro Dios no es una mezcla o unión, “Dios es Espíritu…” (Juan 4:24) él
no es persona, él es ÚNICO, INDIVISIBLE, sin otro de su sustancia o esencia como
dice 1Timoteo 6:16 “el ÚNICO (del griego monos: solo o solitario) que tiene inmortalidad,
que habita en luz inaccesible…”, esta es la DOCTRINA DE LA UNICIDAD DE DIOS.
3) Un misterio que había sido oculto desde hace mucho (Efesios 3:8-12; Colosenses 1:28)
4) Dios mismo viniendo a los suyos para salvar a su pueblo (Isaías 35:3-4; Mateo 11:2-6)
5) La manifestación de la gloria del Dios del antiguo testamento, la gloria de Jehová (Isaías
40:5; Apocalípsis 1:7)
7) Dios participó de carne y sangre por cuanto los hijos participaron de lo mismo (Hebreos
2:14)
Podríamos continuar mencionando términos que hacen referencia a la unicidad de Dios,
pero con lo anterior es suficiente como ejemplo de lo que enseña la doctrina de la
unicidad de Dios.
En Génesis 1:2 leemos: “… el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” y si
“Dios es Espíritu” y es SANTO podríamos decir que el Espíritu Santo se movía en esas
aguas (DIOS MISMO).
Cuando Dios habló y dijo “…hágase la luz…” hizo una función de padre ya que engendró
por medio de su palabra. Engendrar no solamente es procrear, el DRAE también
menciona que es causar, ocasionar y formar; y siendo así Dios es el causante, el
ocasionador y formador de todo lo que existe. A él se le conoce como el PADRE en la
creación y mientras se movía sobre la faz de las aguas era Dios expresándose para que
por medio de la palabra fueran creadas todas las cosas.
Jesucristo le dijo a Nicodemo “si os he dicho cosas terrenales y no creéis, ¿Cómo creeréis
si os dijere las celestiales?”, dicho de otra manera, Jesús está diciendo que usa términos
terrenales para explicar los celestiales; por tal razón Dios se atribuye un título terrenal
(PADRE) para que podamos entenderlo.
Isaías 64:8 dice: “…Jehová, tú eres nuestro padre…”, también salmo 33:6 expresa: “por la
palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de
su boca”, esto nos explica la razón por la cual ese Santo Espíritu (Jehová del antiguo
testamento), es llamado PADRE; pues “en el principio CREÓ (ENGENDRÓ: CAUSÓ,
FORMÓ) Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). El Padre es el Espíritu Santo que se
movía sobre la faz de las aguas.
En Juan 1:1 dice: “En el principio era el verbo, y el verbo era con Dios, y el verbo era
Dios”, el verbo es la palabra de Dios, esa voz que se escuchó en la creación; pero también
se nos hace mención de que esa palabra o verbo “era CON Dios”, esta conjunción (con)
une y hace énfasis en lo inseparable de Dios y su verbo (palabra).
Por medio de la innovación tecnológica nuestra voz puede ser escuchada en cualquier
parte del mundo y nadie puede decir que esa voz tiene una identidad diferente a la de
nosotros ya que fluye de nuestro interior, es CON nosotros, es inseparable de nosotros;
y aunque sea capturada en un CD u otro medio no podemos decir que es otro ser distinto,
por eso Juan expresa, inspirado por el Espíritu, que el verbo (la palabra) “era Dios”.
Juan 1:14 dice: “y aquel VERBO FUE HECHO CARNE, y habitó entre nosotros”, Jesús es
el verbo hecho carne; 1 Juan 1:1 lo menciona diciendo: “… lo que hemos visto con
nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al verbo de
vida (Jesús hecho carne).
La palabra es la expresión de Dios. El mismo escritor de Hebreos menciona que “en estos
postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Hebreos 1:2), quien es la palabra hecha
carne.
El Espíritu de Dios (Dios mismo porque “Dios es Espíritu”) se hizo carne, Jesús es Dios
manifestado en carne, así lo declara el apóstol Pablo en 2 Corintios 5:19 “Dios estaba en
Cristo reconciliando consigo al mundo”, por eso el apóstol Pablo dice que “en él habita,
corporalmente, toda la plenitud de la deidad” (Colosenses 2:9).
Se puede decir Dios (Espíritu) y el verbo hecho carne (su humanidad) no se pueden
separar, Dios y su verbo o palabra son inseparables; pues como alguien en cierta
ocasión expresó: “la palabra es el vehículo del pensamiento”, y en el pensamiento de Dios,
su plan de salvación, estaba el redimirnos manifestándose en un cuerpo a quien el mundo
conoció con el nombre de Jesucristo, esto es, Dios manifestado en carne, algo explicado
bíblicamente en la doctrina de la unicidad de Dios.
UNICIDAD DE DIOS, DIOS MANIFESTADO EN
CARNE
Jesucristo no era otra persona, era Dios encarnado, un hombre. En Isaías 35:4 se
profetizó: “… vuestro Dios viene…Dios mismo vendrá, y os salvará…”, habría señales
de su venida tales como: “los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos
se abrirán… el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo…” (v5-
6); Jehová del antiguo testamento prometió venir y no enviar a otro.
Juan el bautista mandó a preguntarle a Jesús: “¿Eres tú aquel que había de venir
(Jehová), o esperaremos a otro?”, siendo la respuesta del señor: “Id, y haced saber a
Juan las cosas que oís y veis (hechos y no palabras) los ciegos ven, los cojos andan, los
leprosos son limpiados (señales profetizadas por Isaías) y a los pobres es anunciado el
evangelio” (Mateo 11:3-5).
Con estas palabras Jesús está citando la escritura y afirmando que él es Jehová del
antiguo testamento, quien prometió venir y salvar a su pueblo. 1 Timoteo 3:16 dice: “E
indiscutiblemente grande es el misterio de la piedad: DIOS FUE MANIFESTADO EN
CARNE”, Dios se dio a conocer (se manifestó) en un cuerpo humano, “por cuanto los hijos
participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo…” (Hebreos 2:14).
Nuestro Dios “se despojó asimismo” de su trono, de su gloria “tomando forma de siervo,
hecho semejante a los hombres”, porque antes de ser humano es Dios (Filipenses 2:7).
Pablo dice que “estando en la condición de hombre, se humilló asimismo, haciéndose
obediente hasta la muerte…” (Filipenses 2:8), al estar en la condición de hombre y no
de Dios, se sometió a su propia palabra, humillándose asimismo, por ejemplo al orar; pues
su palabra lo manda al decir: “Tú oyes la oración, A TI VENDRÁ TODA CARNE” (Salmo
65:2) y siendo carne tenía que sujetarse (ser obediente) a lo que estaba escrito.
Jesús tomó el título de Hijo de Dios. La razón por la cual se le otorgaría la manifiesta el
ángel Gabriel al decirle a María: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo
te cubrirá con su sombra; Por lo cual también el santo ser que nacerá, será llamado
Hijo de Dios” (Lucas 1:35).
Es el poder de su Espíritu (Dios mismo) el que engendra o causa la formación de este ser
dentro del vientre de María. Ese ser, es Dios hecho carne, un hombre en el cual habita
"corporalmente, TODA LA PLENITUD DE LA DEIDAD” (Colosenses 2:9). Una unificación
de la Deidad y la humanidad en el hombre Cristo Jesús.
Su gloria es como la del unigénito, es decir, único engendrado o nacido (Juan 1:14),
porque es el único con una naturaleza humana y divina, esto es lo que se conoce como la
doble naturaleza de Cristo.
Como hombre sintió hambre (Mateo 4:2), pero como Dios alimentó a multitudes (Mateo
14:21); como hombre se cansaba (Juan 4:6), pero como Dios él nos da el descanso
(Mateo 11:28); como hombre tuvo sed (Juan 4:7), pero como Dios él nos da el agua de
vida (Juan 4:14); como hombre lloró en la tumba de Lázaro (Juan 11:35), pero como Dios
lo resucitó (Juan 11:43-44).
Pablo dice: “de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo
(naturaleza humana), el cual es Dios (naturaleza Divina) sobre todas las cosas, bendito
por los siglos. Amen”.
Cuando Felipe le dijo a Jesús “muéstranos al padre y nos basta”, el señor dejó clara su
respuesta al contestar: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has conocido,
Felipe? el que me ha visto a mí ha visto al padre; ¿Cómo, pues, dices tú: muéstranos al
padre?” (Juan 14:8-9). Se deduce, por la misma palabra, que Jesús es el padre en su
Divinidad y que al mismo tiempo es Dios manifestado en carne. Esta es la doctrina
de la unicidad de Dios.
2 Corintios 3:17 dice: “porque el señor (Jesús) es el Espíritu…”, Tomás llamó a Jesús
“Señor mío, y Dios mío” (Juan 20:28) y no fue reprendido por esto, pues, “este ES
SEÑOR DE TODOS” (Hechos 10:36).
Con esto entendemos lo que dice Pablo: “…Jesucristo está en (dentro de) vosotros” (2
Corintios 13:5). En 1 Pedro 1:10-11 se nos da a entender que el “Espíritu de Cristo” estaba
en los profetas del antiguo testamento. Jesucristo es ese Espíritu que se movía sobre
la faz de las aguas, se hizo carne y mora dentro de nosotros.
La Biblia declara que Jesús, en su humanidad, es “un poco menor que los ángeles”
(Hebreos 2:7); pero también, en su humanidad, es mayor que ellos por “cuanto heredó un
más excelente nombre que ellos” (Hebreos 1:4), Jesús como hombre heredó el nombre
de lo Divino (Su Espíritu).
Estaba profetizado: “…mi pueblo sabrá mi nombre por esta causa en aquel día; porque
yo mismo que hablo, he aquí estaré presente” , Jehová del antiguo testamento daría a
conocer su nombre, él mismo lo haría porque su palabra dice “estaré presente”.
Jesucristo cumplió con esto al decir: “He manifestado (dado a conocer) tu nombre a los
hombres…” (Juan 17:6) y lo vuelve a declarar en el versículo 26: “…les he dado a conocer
tu nombre, y lo daré a conocer aún”. Jesucristo afirmó no traer su propio nombre al decir:
“Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en SU PROPIO
NOMBRE, a ése recibiréis”; sin embargo, los religiosos de aquel tiempo lo rechazaron y
decían a los apóstoles “que no hablasen en el nombre de Jesús” (Hechos 5:40), “ni
enseñasen en el nombre de Jesús” (Hechos 4:18).
Hoy nos damos cuenta que el maravilloso nombre de Jesús es un nombre “sobre todo
nombre” (Filipenses 2:9) y que “no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en
que podamos ser salvos” (Hechos 4:12) porque “la piedra que desecharon los
edificadores, ha venido a ser cabeza del ángulo” (Hechos 4:11) y nosotros lo hemos
recibido le conocemos y declaramos que JESÚS ES DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS,
bendito por los siglos. Amen (Romanos 9:5).
El apóstol Pablo escribió a Timoteo diciéndole “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina;
persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren”
(1Timoteo 4:16), cuando dice “A LOS QUE TE OYEREN” es porque se supone que
debemos transmitir lo que hemos aprendido y entendido, motivo por el cual Pablo escribe
“…habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina” (Tito 2:1); pues cuando se nos
demande la explicación de una objeción trinitaria debemos exponer de forma clara este
mensaje de Jesucristo como “..Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén”
(Romanos 9:5).