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Imperio Romano
Imperio Romano
Imperio Romano
Te explicamos qué fue el imperio romano, sus características y las dinastías que reinaron. Además,
la caída del imperio y sus rasgos culturales.
Este período fue considerado como “los siglos de oro” por los historiadores clásicos, debido
a que Roma se consagró como potencia dominante sobre el Mar Mediterráneo, norte de África,
oeste de Asia y suroeste de Europa.
El Imperio romano se caracterizó por un gobierno autócrata en el que los poderes administrativo,
político, militar y religioso estaban en manos de un emperador. A lo largo de la historia imperial,
diferentes dinastías heredaron la sucesión de gobierno e impusieron su estilo en la sociedad
romana.
Antecedentes
Durante el período republicano, los romanos llevaron a cabo una serie de campañas de
conquista y se impusieron como una potencia en la región mediterránea. Este período estuvo
marcado por un gobierno senatorial. En el siglo I a. C., los conflictos internos y las disputas de
poder llevaron a una crisis política, en la que los generales del ejército romano fueron obteniendo
mayor poder, en detrimento de la aristocracia senatorial.
Julio Cesar fue el primer general que logró imponerse a los senadores y exigir poderes
extraordinarios: fue nombrado dictador perpetuo, incorporó a muchos de sus partidarios en el
Senado y suprimió algunas magistraturas (cargos de funcionarios). Se ocupó de ser reconocido a lo
largo de todos los territorios de los romanos y buscó tener el apoyo de la población. Para ello
organizó juegos y celebraciones en su honor, construyó estatuas y acuñó monedas con su efigie.
En el 44 a. C., una conspiración de senadores lo asesinó.
Tras su muerte, se formó un triunvirato que gobernaba con el Senado, integrado por Lépido,
Marco Antonio y Octavio. En 27 a. C., Octavio logró imponerse sobre los otros miembros, sometió al
Senado y se hizo proclamar princeps (“primer ciudadano del Estado” en latín).
El Imperio romano de Oriente continuó siendo una potencia hasta que, en 1453, su capital
Constantinopla fue conquistada por el Imperio Otomano.
Además, gobernaron otras tres dinastías más pequeñas que conformaron el período denominado el
Bajo Imperio. Estas fueron:
La economía del Imperio romano se basó en la gestión de los variados recursos que se podían
obtener en su amplio territorio. A través del sistema de tributación y del comercio, los romanos
aprovecharon las diferentes regiones ecológicas para obtener una gran variedad de
recursos: trigo, vino, aceite, hierro, oro, plata, estaño, cobre, caballos y otros animales de tiro,
esclavos, cerámica, mármol, madera, piedras preciosas y objetos artesanales de lujo, como
perfumes, telas y pieles.
El mar Mediterráneo era el eje del comercio y el traslado de bienes. Sus puertos más
importantes fueron Ostia (en las cercanías de Roma, península itálica), Marsella (Galia), Gades
(Hispania), Cartago (Numidia), Lepis (Cirenaica), Alejandría (Egipto), Antioquía (Siria) y Bizancio
(Asia Menor/Grecia). Desde aquellos puertos partían rutas terrestres hacia el interior de las
provincias. Además, desde Antioquía se entraba a la ruta de la seda que llegaba hasta China y,
desde Alejandría, a la ruta de las especias que alcanzaba la India.
Durante el periodo imperial, se utilizaron diversas monedas de oro, plata, bronce y cobre.
Algunas regiones tenían sus propias monedas para los intercambios locales.
Además, los romanos construyeron una extensa red de carreteras que, en forma radial,
convergían en la ciudad de Roma. Su construcción era planificada y estudiada, de manera que los
caminos perduraran y no atravesaran zonas inundables o pantanosas. Estas carreteras servían
tanto para el transporte de bienes y el comercio, como para el traslado de tropas imperiales.
La mayor diferenciación social tenía que ver con los ámbitos de la civitas (palabra latina para
“ciudadanía”): el ámbito urbano y el ámbito rural. La vida urbana se dedicaba a las actividades
comerciales, artesanales y de gobierno. La vida rural se organizaba en torno al núcleo urbano y
lo proveía de materias primas. La mayoría de la población vivía del cultivo de sus pequeñas
propiedades, que trabajaba en conjunto con su familia.
La sociedad romana era esclavista. Los esclavos eran comprados principalmente para trabajar en
las tierras de los grandes propietarios. Podían lograr la manumisión (liberación) y acceder a la
condición de libertos.