Federico Garcia Lorca - La Casa de Bernarda Alba
Federico Garcia Lorca - La Casa de Bernarda Alba
Federico Garcia Lorca - La Casa de Bernarda Alba
años. Tan riguroso que ni siquiera podrán salir de casa, frustrando así las
necesidades de sus cuatro hijas, ”en edad de merecer”. Después de haber
negado a Martirio como prometida a un Humanes «por ser gañán»,
compromete a Angustias con Pepe «El Romano».
La aparición de este personaje desencadena una serie de acontecimientos
que degenera en una confrontación entre la madre y las hijas y sobre todo
entre éstas últimas. Poncia, una de las criadas de confianza de la casa, trata
de advertir a la señora sobre las consecuencias de una disciplina tan rígida.
Pero Bernarda rechaza todas las críticas; primero para no perder su aparente
seguridad y, segundo, porque no puede aceptar consejos de una persona que
está a su servicio.
Federico García Lorca
ePub r1.6
Titivillus 03.12.2018
Título original: La casa de Bernarda Alba
Federico García Lorca, 1936
Retoque de portada: Smoit
(Sale la Criada)
LA PONCIA.- ¡Quisiera que ahora, que no come ella, que todas nos
muriéramos de hambre! ¡Mandona! ¡Dominanta! ¡Pero se
fastidia! Le he abierto la orza de chorizos.
CRIADA.-(Con tristeza, ansiosa) ¿Por qué no me das para mi niña,
Poncia?
VOZ.- ¡Bernarda!
CRIADA.- ¡Mujer!
CRIADA.-(Llevando el canto) Tin, tin, tan. Tin, tin, tan. ¡Dios lo haya
perdonado!
CRIADA.- Tin, tin, tan. ¡Qué nos espere muchos años! Tin, tin, tan.
CRIADA.- Por la puerta se va a la calle. Las sobras de hoy son para mí.
BERNARDA.- Ayer.
MUJER 1.-
Hace años no he conocido calor igual.
(Pausa. Se abanican todas)
BERNARDA.- Que salgan por donde han entrado. No quiero que pasen
por aquí.
MUCHACHA.- Me pareció…
TODAS.-
¡Descansa en paz!
BERNARDA.-
TODAS.-
¡Descansa en paz!
BERNARDA.-
TODAS.-
¡Descansa en paz!
BERNARDA.-
TODAS.-
¡Descansa en paz!
TODAS.-
Amén.
BERNARDA.- ¿Y tú?
BERNARDA.- Pues busca otro, que te hará falta. En ocho años que dure
el luto no ha de entrar en esta casa el viento de la calle. Haceros
cuenta que hemos tapiado con ladrillos puertas y ventanas. Así
pasó en casa de mi padre y en casa de mi abuelo. Mientras,
podéis empezar a bordaros el ajuar. En el arca tengo veinte
piezas de hilo con el que podréis cortar sábanas y embozos.
Magdalena puede bordarlas.
ANGUSTIAS.- A nadie.
ANGUSTIAS.- Yo…
BERNARDA.- ¡Tú!
ANGUSTIAS.- ¡A nadie!
LA PONCIA.- Ella, tan conforme. Dicen que iba con los pechos fuera y
Maximiliano la llevaba cogida como si tocara la guitarra. ¡Un
horror!
LA PONCIA.- ¡Claro!
BERNARDA.- Ésa sale a sus tías; blancas y untosas que ponían ojos de
carnero al piropo de cualquier barberillo. ¡Cuánto hay que sufrir
y luchar para hacer que las personas sean decentes y no tiren al
monte demasiado!
LA PONCIA.- ¡Es que tus hijas están ya en edad de merecer!
Demasiada poca guerra te dan. Angustias ya debe tener mucho
más de los treinta.
CRIADA.- (Entrando.) Ahí está don Arturo, que viene a arreglar las
particiones.
MARTIRIO.- Es lo mismo.
AMELIA.-De todo tiene la culpa esta crítica que no nos deja vivir.
Adelaida habrá pasado mal rato.
MARTIRIO.- No, pero las cosas se repiten. Y veo que todo es una
terrible repetición. Y ella tiene el mismo sino de su madre y de
su abuela, mujeres las dos del que la engendró.
AMELIA.-¡Ay!
(Entra Magdalena.)
MARTIRIO.- Aquí.
AMELIA.- ¿Y tú?
MARTIRIO.- ¿Y Adela?
ANGUSTIAS.- ¿Tanto?
AMELIA.- No.
MAGDALENA.- ¡Vamos!
MARTIRIO.- ¡Ah!
ADELA.- No.
MAGDALENA.- Ya te acostumbrarás.
MARTIRIO.- ¡Calla!
CRIADA.-
(Apareciendo.) Pepe el Romano viene por lo alto de la calle.
(Amelia, Martirio y Magdalena corren presurosas.)
ADELA.- No me importa.
BERNARDA.- Sí.
BERNARDA.- ¡Angustias!
ANGUSTIAS.- Madre.
BERNARDA.- ¡Encerradla!
Telón
ACTO SEGUNDO
MAGDALENA.- Desde luego hay que reconocer que lo mejor que has
tenido siempre ha sido el talle y la delicadeza.
ANGUSTIAS.- Afortunadamente pronto voy a salir de este infierno.
ANGUSTIAS.- ¡Claro!
MARTIRIO.- ¿Y tú?
LA PONCIA.- Luego se portó bien. En vez de darle por otra cosa, le dio
por criar colorines hasta que murió. A vosotras, que sois
solteras, os conviene saber de todos modos que el hombre a los
quince días de boda deja la cama por la mesa, y luego la mesa
por la tabernilla. Y la que no se conforma se pudre llorando en
un rincón.
AMELIA.- Tú te conformaste.
AMELIA.- No exageres.
ADELA.- Sí.
MARTIRIO.- ¿Entonces?
ADELA.- ¡Calla!
ADELA.- ¡Calla!
LA PONCIA.- ¡Velo! Para que las gentes no escupan al pasar por esta
puerta.
ADELA.- Trae cuatro mil bengalas amarillas y ponlas en las bardas del
corral. Nadie podrá evitar que suceda lo que tiene que suceder.
ADELA.- ¡Y chitón!
LA PONCIA.-¡Lo veremos!
(Entran Martirio, Amelia y Magdalena)
LA PONCIA.- Estos encajes son preciosos para las gorras de niño, para
mantehuelos de cristianar. Yo nunca pude usarlos en los míos. A
ver si ahora Angustias los usa en los suyos. Como le dé por
tener crías vais a estar cosiendo mañana y tarde.
CORO.-
AMELIA.- ¿Sí?
MARTIRIO.- Amelia.
MARTIRIO.-Nada.
(Pausa.)
MARTIRIO.- Ninguna.
ANGUSTIAS.- ¡Éstas!
ANGUSTIAS.- Sí.
LA PONCIA.- Estaba…
BERNARDA.- ¡Adela!
BERNARDA.- ¡Perversa!
ANGUSTIAS.- ¡Madre!
BERNARDA.- ¡Silencio!
BERNARDA.- Habla. Siento que hayas oído. Nunca está bien una
extraña en el centro de la familia.
LA PONCIA.- Siempre has sido lista. Has visto lo malo de las gentes a
cien leguas. Muchas veces creí que adivinabas los pensamientos.
Pero los hijos son los hijos. Ahora estás ciega.
BERNARDA.- No me parece.
LA PONCIA.-
(Con intención.) Adela. ¡Ésa es la verdadera novia del
Romano!
LA PONCIA.- ¡Pero lo que son las cosas! A su edad. ¡Hay que ver el
entusiasmo de Angustias con su novio! ¡Y él también parece
muy picado! Ayer me contó mi hijo mayor que a las cuatro y
media de la madrugada, que pasó por la calle con la yunta,
estaban hablando todavía.
MARTIRIO.- Entonces…
BERNARDA.- No habrá nada. Nací para tener los ojos abiertos. Ahora
vigilaré sin cerrarlos ya hasta que me muera.
BERNARDA.- (Bajo el arco.) ¡Acabar con ella antes que lleguen los
guardias! ¡Carbón ardiendo en el sitio de su pecado!
Telón
ACTO TERCERO
(En el centro, una mesa con un quinqué, donde están comiendo Bernarda y
sus hijas. La Poncia las sirve. Prudencia está sentada aparte.)
LA PONCIA.-Todavía no.
(Prudencia se sienta.)
PRUDENCIA.- Igual.
PRUDENCIA.- No la ha perdonado.
BERNARDA.- Al amanecer.
ANGUSTIAS.- ¡Claro!
BERNARDA.- ¡Vamos!
ADELA.- Yo creo que no. Las cosas significan siempre lo mismo. Los
anillos de pedida deben ser de diamantes.
BERNARDA.- Con perlas o sin ellas las cosas son como una se las
propone.
MARTIRIO.- Y yo.
ANGUSTIAS.- Sí.
ANGUSTIAS.- ¡Ojalá!
ANGUSTIAS.-Está dormida.
(Entran Adela, Martirio y Amelia.)
MARTIRIO.- Pero estas cosas nada tienen que ver con nosotros.
BERNARDA.- ¡Magdalena!
BERNARDA.- ¡A la cama!
LA PONCIA.- Eso te importa a ti, que eres su madre. A mí, con servir
tu casa tengo bastante.
BERNARDA.- ¡Segurísima!
CRIADA.- Es tan orgullosa que ella misma se pone una venda en los
ojos.
CRIADA.- Bernarda cree que nadie puede con ella y no sabe la fuerza
que tiene un hombre entre mujeres solas.
CRIADA.- Hay quien cree que habló muchas noches con Adela.
LA PONCIA.- Es verdad. (En voz baja) Y otras cosas.
CRIADA.- Ahora.
(Sale Adela.)
LA PONCIA.- Vámonos.
MARÍA JOSEFA.-
MARÍA JOSEFA.- Ya sé que es una oveja. Pero ¿por qué una oveja no
va a ser un niño? Mejor es tener una oveja que no tener nada.
Bernarda, cara de leoparda. Magdalena, cara de hiena.
MARTIRIO.- No dé voces.
MARTIRIO.- De seguro.
MARTIRIO.- Ese hombre sin alma vino por otra. Tú te has atravesado.
ADELA.- Vino por el dinero, pero sus ojos los puso siempre en mí.
MARTIRIO.- Lo sé.
ADELA.- Por eso procuras que no vaya con él. No te importa que
abrace a la que no quiere. A mí, tampoco. Ya puede estar cien
años con Angustias. Pero que me abrace a mí se te hace terrible,
porque tú lo quieres también, ¡lo quieres!
ADELA.- Aquí no hay ningún remedio. La que tenga que ahogarse que
se ahogue. Pepe el Romano es mío. Él me lleva a los juncos de
la orilla.
MARTIRIO.- ¡Calla!
ADELA.- Sí, sí. (En voz baja.) Vamos a dormir, vamos a dejar que se
case con Angustias. Ya no me importa. Pero yo me iré a una
casita sola donde él me verá cuando quiera, cuando le venga en
gana.
ADELA.-¡Déjame!
(Aparece Bernarda. Sale en enaguas con un mantón negro.)
BERNARDA.- Quietas, quietas. ¡Qué pobreza la mía, no poder tener un
rayo entre los dedos!
MAGDALENA.- ¡Adela!
(Salen la Poncia y Angustias.)
LA PONCIA.- Maldita.
MAGDALENA.- ¡Endemoniada!
LA PONCIA.- (Se lleva las manos al cuello.) ¡Nunca tengamos ese fin!
(Las hermanas se echan hacia atrás. La Criada se santigua.
Bernarda da un grito y avanza.)
BERNARDA.- No. ¡Yo no! Pepe: irás corriendo vivo por lo oscuro de
las alamedas, pero otro día caerás. ¡Descolgarla! ¡Mi hija ha
muerto virgen! Llevadla a su cuarto y vestirla como si fuera
doncella. ¡Nadie dirá nada! ¡Ella ha muerto virgen! Avisad que
al amanecer den dos clamores las campanas.
FIN
FEDERICO GARCÍA LORCA, (Fuentevaqueros, 5 de junio de 1898 —
Víznar, 19 de agosto de 1936). Poeta y dramaturgo español.
En 1915 comienza a estudiar Filosofía y Letras, así como Derecho, en la
Universidad de Granada. Forma parte de El Rinconcillo, centro de reunión
de los artistas granadinos donde conoce a Manuel de Falla. Entre 1916 y
1917 realiza una serie de viajes por España con sus compañeros de estudios,
conociendo a Antonio Machado. En 1919 se traslada a Madrid y se instala
en la Residencia de Estudiantes, coincidiendo con numerosos literatos e
intelectuales.
Junto a un grupo de intelectuales granadinos funda en 1928 la revista Gallo,
de la que sólo salen 2 ejemplares. En 1929 viaja a Nueva York y a Cuba.
Dos años después funda el grupo teatral universitario La Barraca, para
acercar el teatro al pueblo, y en 1936 vuelve a Granada donde es detenido y
fusilado por sus ideas liberales.
Escribe tanto poesía como teatro, si bien en los últimos años se volcó más
en este último, participando no sólo en su creación sino también en la
escenificación y el montaje. En sus primeros libros de poesía se muestra
más bien modernista, siguiendo la estela de Antonio Machado, Rubén Darío
y Salvador Rueda. En una segunda etapa aúna el Modernismo con la
Vanguardia, partiendo de una base tradicional.
En cuanto a su labor teatral, Lorca emplea rasgos líricos, míticos y
simbólicos, y recurre tanto a la canción popular como a la desmesura
calderoniana o al teatro de títeres. En su teatro lo visual es tan importante
como lo lingüístico, y predomina siempre el dramatismo.