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Mane Tatulyan-Cultura Digital-Informe
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EL MUNDO DIGITAL
El mundo digital no para de dilatarse. Está en todas partes, pero en ninguna parte a la
vez. No tiene ni peso ni volumen, pero aun así crece descontroladamente sin límites a esa
expansión. El mismo planeta Tierra se trata como una célula, encapsulada, escaneada,
informatizada y vigilada por satélites de Google (sin olvidar que la creación de la versión
original de Google Earth, EarthViewer 3D, fue nanciada por la Agencia Central de
Inteligencia de los Estados Unidos). Todo ya parece informatizable, todo acontecimiento
parece tener su equivalente en código digital. Dice Larry Page, el cofundador de Google:
«Todo lo que hayas escuchado, visto o experimentado se podrá buscar. Toda tu vida se podrá
buscar» (Zubo , 2019, 70). Ya no hay acontecimiento que pueda escapar de su potencial
informatización para volverse reproducible. Decía Rousseau que la gran ciudad era el mundo,
y que lo que queda fuera de la ciudad es un mundo que desapareció. Hoy podemos decir que el
ordenador es el mundo, y todo lo que quedó fuera de él es un mundo desaparecido. Los
acontecimientos –incluso el comportamiento humano– se evalúan en términos de buen
funcionamiento, de rendimiento económico y de informatización, sin considerar su
complejidad y su singularidad. La cultura digital, como extensión lógica de este nuevo mundo,
se encuentra en la encrucijada de la losofía, la ética y la tecnología, por lo que es un requisito
fundamental para entender nuestras sociedades hoy en día.
La informatización del mundo esconde una dilema epistemológico. Si la totalidad del
mundo puede informatizarse, entonces la totalidad del mundo puede conocerse. Para esta
lógica, si el mundo puede informatizarse, es porque existe en lo natural una esencia digital.
Todos los esfuerzos conllevan a la informatización del mundo, a la construcción de una capa
cifrada arti cial que media nuestra relación con los hechos y las cosas. El problema está en que
toda esta fantasmagoría se ofrece como una una visión objetiva del mundo; que no es más que
una forma de manipularlo, de programarlo. La información no es la realidad, sino una parte de
la realidad. Toda esta lógica hace creer que vivimos en un mundo construido con una lógica
bottom up, es decir, de partes simples que se agregan para conformar los organismos y las cosas.
La informatización aplasta la complejidad de lo vivo y lo vuelve unidimensional, pues se
«el objeto de una Enciclopedia es reunir los conocimientos humanos dispersos por
toda la super cie de la tierra; exponer el sistema general a los hombres con quienes
vivimos y transmitirlo a los hombres que vendrán después de nosotros, a n de que los
trabajos de los siglos pasados no hayan sido inútiles para los silos siguientes y que
nuestros nietos, siendo cada vez más cultos, sean al mismo tiempo más virtuosos y más
felices y que no muramos sin haber merecido pertenecer al género humano» (Diderot,
1976, 174).
Esta nueva anatomía social ha sido recurrentemente comparada al famoso modelo del
«panóptico» de Bentham, derivado de la arquitectura carcelaria. El panóptico era, ante todo,
una geometría simple y económica, un sistema arquitectónico que sin rejas ni cerraduras
formidables resultaba, como había desarrollado Foucault, en una construcción
incomparablemente e ciente. Su mecanismo radicalizaba, por la disposición de las celdas y de
la torre de vigilancia, la premisa de «ver y no ser visto». Lo interesante resulta en que, los
prisioneros, al no saber cuando son vigilados, desarrollan un estado persistente de auto-
vigilancia. Con el advenimiento de la informatización y la dilatación del mundo digital, el
panóptico se adapta a las nuevas tecnologías para convertirse en un «panóptico de la
información», en la última versión del sistema capitalista, como lo denomina Zubo , el
«Capitalismo de Vigilancia»; pues si los inventos de Ford habían revolucionado la
producción, los inventos de Google revolucionaron la extracción (Zubo , 2019, 62).
Por ejemplo, en 2010, la Comisión Federal Alemana para la Protección de Datos
anunció que la operación de Google Street View camu aba un barrido masivo de datos y que,
en realidad, los coches de Street View recopilaban secretamente información personal de los
hogares a través de las transmisiones de wi . Cuando el escándalo se hizo viral, Google se vio
obligado a admitir que había interceptado y almacenado «datos de carga útil» (en otras
palabras, información personal obtenida de transmisiones wi no encriptadas) y confesar que
incluso, en algunos casos, se habían capturado correos electrónicos y URL completos, así
como contraseñas. Expertos técnicos en Canadá, Francia y los Países Bajos descubrieron que
los datos de carga útil incluían nombres, números de teléfono, información crediticia,
contraseñas, mensajes, correos electrónicos y transcripciones de chat, así como registros de
citas en línea, pornografía, comportamiento de navegación, información médica, datos de
ubicación, fotos y archivos de vídeo y audio. Llegaron a la conclusión de que esos paquetes de
datos podrían unirse para obtener un per l detallado de una persona identi cable (Zubo ,
2019, 98) o, en otras palabras, que podrían llevar a cabo la reconstrucción informática de cada
individuo, pues toda la lógica del big data y del dataísmo gira entorno a la premisa de que la
información extraída es equivalente al humano. Cuando la experiencia humana se convierte en
mercancía informática, inaugura una nueva fase de la economía de la información, en donde el
ujo incesante de los megadatos resulta un instrumento e ciente para la radiografía integral
del cuerpo social, un conocimiento de dominación que permite operar a nivel de la psiquis y
obtener un pronóstico sobre el comportamiento humano para elaborar per les de conducta.
La paradoja es que toda esta red digital, primero celebrada como el medio ideal para la
libertad ilimitada, terminó convirtiéndose en un mecanismo de control y vigilancia totales.
2
LA FILOSOFÍA
¿Por qué es hoy importante volver a tener una re exion losó ca sobre el mundo
digital y, sobre todo, sobre el lugar del ser humano en ese mundo digital? Porque es
fundamental pensar, entender y de nir el mundo en que vivimos, para construir el mundo que
vendrá luego de nosotros. Vivimos rodeados de objetos, libros, diseños, creaciones, teorías,
etc. que otras han dejado para nosotros, hoy nos toca replantearnos qué mundo dejaremos
luego nosotros. No olvidemos que la losofía no es, como se cree hoy día, una disciplina de un
grupo de académicos en las altas universidades del mundo, o una re exión que funciona por
fuera de la vida o de la historia. Por el contrario, la losofía es una herramienta increíblemente
útil para el ejercicio de moral, ético, epistemológico, etc. de nuestras sociedades; es el motor
que activa los diversos procesos sociales, porque es precisamente un re ejo del pensamiento.
En un mundo donde predomina el auge de la pretensión de derechos, es necesario volver a
marcar nuestras obligaciones. Y, sobre todo, desde la educación, tenemos una obligación
primordial: la universidad es, justamente, la fuente del conocimiento, el lugar donde se
sistematizó la ilustración de los hombres y la cuna donde se gestó este proceso de
racionalización del que somos herederos.