Crisis y Apología de La Fe
Crisis y Apología de La Fe
Crisis y Apología de La Fe
La situación de nuestros días ha sido un proceso que se ha ido gestando durante mucho
tiempo atrás. Los padres del lado oscuro de nuestra cultura son, en orden, Comte, Feuerbach,
Nietzsche y el Círculo de Viena. Con Auguste Comte surge el antiteísmo científico, base del
humanismo endiosado que posteriormente se irá dando. El pensamiento comtiano afirma que es
inútil la búsqueda de causas y la definición de conceptos metafísicos, el único criterio de realidad
será el que brinda el método positivo, es decir, la mera captación de los hechos: «no se trata de
explicar nada, sino de constatar todo». Por lo tanto, Dios queda fuera de escena, sustituido por la
humanidad, «de la que 'la hipótesis de la Encarnación' es confuso preanuncio». Posteriormente,
sobre esta base, Feuerbach endiosa al hombre, anunciándolo como el único ser real: «el ateísmo
sólo cree en la verdad y en la divinidad del ser humano», «en realidad, todos los predicados que
las religiones han endosado a la divinidad son determinaciones de la esencia humana», por lo que
«el verdadero sentido de la teología es la antropología».
Cabe mencionar que este autor, al igual que Comte, verdaderamente, excluye a Dios de su
sistema, pero lo cimienta sobre la praxis del hombre. Es el turno de Nietzsche, quien siente una
gran atracción por los ideales comtianos y, al menos en sus primeros pasos, por los de Feuerbach.
Antes de la llegada de Nietzsche la muerte de Dios pintaba un gran horizonte para el ser humano,
ya que se creía que por fin el hombre sería libre logrando su autoafianzamiento y su máximo
progreso. Sin embargo, Nietzsche proféticamente anuncia la desgracia de la humanidad: la muerte
del Ser Supremo no brinda seguridad al ser finito, como se pensaba, sino que «la muerte de Dios
sume a su asesino en una honda crisis de sentido», es decir, quitando a Dios de la realidad, ésta
misma es afectada por el sinsentido. Ante esta grave situación, Nietzsche propone al superhombre
como única salida, empero, también reconoce que es algo sumamente difícil. Entonces, sólo
queda tomar una postura: el nihilismo. No existen ya cosas buenas o malas, todo es sinsentido,
por lo que lo único cierto y verdadero es lo que aparece ante nosotros, lo que se percibe por
medio del análisis científico, experimental, positivo; y así, el neopositivismo, con el Círculo de
Viena, se proclamará amo y señor de la realidad reduciéndola drásticamente.
Ante la carencia de sentido, la filosofía que surge a partir de este momento será
sumamente pesimista causando que la razón viva algo no visto con anterioridad: la crisis. El
pensamiento, de ahora en adelante, será un pensamiento débil, light, a la carta. Las consecuencias
de la filosofía de la sospecha más positivismo, de las que la cultura occidental participa son
analizadas en una sociedad particular: la situación española.
Es cierto que la ciencia es una gran brecha en el aporte del conocimiento humano, pero
también es cierto que si es absolutizada provoca muchas averías en la concepción realista que
pueda tener el ser humano: esto es el cientificismo. Una sociedad cientificista reduce la sociedad
solamente a lo que se puede verificar por medio de la experiencia física; por tanto, Dios no existe y
el ser humano es nada más que un cúmulo de materialidad, el mundo no tiene creador sino que el
azar es lo que ha ido construyéndolo. El ser cultural de esta manera rechaza toda religión y
metafísica, pues lo único que existe es lo fáctico, lo que aparece frente a nosotros, lo que es
percibido por los sentidos, lo físico.
Por último, hace una propuesta para que el cristianismo responda a la situación que
acontece: una praeparatio evangelii, que consiste en promover la re-humanización
(evangelización) por medio de los siguientes elementos:
1. Re-definición de la racionalidad.
Se sintetizar esta praeparatio en la palabra kerigma. Sólo de esta manera se podrá salvar la
barca de la humanidad que pareciera ser que se está hundiendo.