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Cuestion Social

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Cuestión social y el derechoala ciudad

Alicia Ziccardi*1
Una introducción:la cuestión urbana y la cuestión social

La cuestión social surge a finales del siglo xix cuando las organizaciones sindicales
incorporan a sus luchas demandas para mejorar las condiciones de vida de la clase
trabajadora industrial. Según Robert Castel (1997) apareció con el divorcio casi total que
se dio entre un orden jurídico-político fundado en el reconocimiento de los derechos del
ciudadano y un orden económico que suponía miseria y desmoralización masivas. La
consolidación de los estados nacionales, la diferenciación de la sociedad en clases, la
creación de una institucionalidad gubernamental burocrática y el germen del estado
benefactor que asume la responsabilidad de proveer bienes y servicios básicos al conjunto
de la población, serán los principales rasgos de la relación estado-sociedad que finalmente
se consolida después de la segunda Guerra Mundial. A partir de este momento se crean
nuevos modelos de seguridad social que sustentan el estado de bienestar asumiendo
diferentes modalidades en los países europeos; un modelo que nunca se desarrolló
plenamente en América Latina. En la década de 1970 la crisis fiscal de la sociedad salarial
llevó al diseño e imposición de políticas económicas neoliberales y al desmantelamiento
del estado de bienestar. Esto afectó profundamente la cohesión social al generalizarse las
situaciones de precariedad e informalidad laboral dejando en la desprotección a un
número creciente de trabajadores, incrementándose los elevados niveles de pobreza y
desigualdad y nuevas prácticas sociales discriminatorias por razones de género, edad,
lugar de residencia. En este sentido, la cuestión social es activada por las malas
condiciones de vida que prevalecen en las ciudades y puede decirse que la cuestión urbana
es consubstancial a la cuestión social porque la ciudad en la época de la manufactura es
el espacio de localización de la producción, de la fábrica y de la habitación de la fuerza
de trabajo y en la sociedad global es el espacio donde se localizan las actividades del
sector moderno de la economía —financieras, bancarias, informáticas. Reconocer lo
urbano como espacio de reproducción de la fuerza de trabajo es el núcleo de la llamada
cuestión urbana que es el sugerente título del libro que Manuel Castells escribió en los
últimos años de la década de 1970, donde realiza un profundo y sistemático análisis en el
que redefine el objeto de estudio de la sociología urbana funcionalista. Este autor analizó
críticamente la producción de la Escuela de Chicago, los estudios de ecología humana y
de la comunidad de sus fundadores quienes crearon, desde mediados de los años veinte,
una especialidad dentro de la sociología estadounidense. Con estos desarrollos
conceptuales se trataba de otorgar contenido social a los estudios de la “ecología
humana”. Robert E. Park era su principal pensador y realizó un conjunto de
investigaciones cuyo objeto de estudio era la ciudad señalando los efectos sociales que
producen los procesos de urbanización. La principal crítica que se formuló a esta
producción académica fue la de identificar ciudad y sociedad, con lo cual se cuestionó la
propia especificidad del análisis (Bettin, 1982: 72-73). Manuel Castells afirmó que los
trabajos de la Escuela de Chicago demuestran que: “su tema central no es tanto ‘todo lo
que sucede en la ciudad’ como […] los procesos de desorganización social e inadaptación
individual, la persistencia de ciertas subculturas autónomas, desviantes o no, y su

* Investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales y Directora del Programa


Universitario de Estudios sobre la Ciudad de la Universidad Nacional Autónoma de
México.
resistencia a la integración” (Castells, 1976: 21); puesto que su unidad de análisis era el
individuo. Por ello, Castells se encargó de redefinir la llamada cuestión urbana, formulada
en la práctica social y en las teorías sociológicas y urbanísticas, al considerarla una
cuestión “ideológica en el sentido preciso de que confunde, en un mismo discurso, la
problemática de las formas espaciales, la que concierne al proceso de reproducción de la
fuerza de trabajo y la de la especificidad cultural de la ‘sociedad moderna’” (Ibid.: 472).
Así, apoyándose en el instrumental conceptual del marxismo, introdujo en los estudios de
la sociología urbana los conceptos de estructura urbana, sistema urbano y movimientos
sociales urbanos, partiendo del concepto central de modo de producción. Interesa resaltar
que la producción académica de Castells orientó y signó la investigación urbana
latinoamericana. Sus trabajos en Chile, en la década de 1970, y la traducción de sus textos
al español hicieron de este autor una referencia obligada para la sociología urbana de la
región. La política urbana, entendida como las acciones del Estado capaces de incidir en
las formas de ocupación y uso del suelo urbano, y los movimientos sociales urbanos,
como verdaderos agentes de cambio social con una capacidad de producir efectos en la
estructura urbana y en la estructura social, dieron origen a una relación de estudio
privilegiada por la investigación social latinoamericana. Pero esta forma de abordar la
cuestión urbana en las sociedades dependientes connotaba entre otro fenómeno de central
importancia que es la marginalidad y que aludía a las condiciones de vida de masivos
sectores sociales que no lograban insertarse de manera plena en el sistema productivo y
que vivían en las favelas, villas miserias, colonias populares, ranchos, campamentos y
poblaciones, denominaciones que reciben en distintos países latinoamericanos las formas
habitacionales precarias (Brasil, Argentina, México, Venezuela, Chile). En realidad las
teorías de la marginalidad se estructuraron alrededor de las matrices conceptuales de la
sociología de aquella época: la funcionalista y la marxista. Gino Germani (1967) y la
desal chilena, desde una perspectiva funcionalista, retomaban la marginalidad psicosocial
de la escuela de Chicago poniendo el énfasis en las características del hombre marginal.
Pero Germani, a diferencia de aquella escuela, más que analizar los factores de la
desintegración social estaba interesado en conocer el papel de la ciudad como mecanismo
de integración social. Este autor observaba que podía existir crecimiento económico, pero
que lo ineludible eran los elevados niveles de pobreza y que además el sector marginal
urbano puede ser políticamente importante sin perder marginalidad cultural y económica.
Desde una perspectiva muy diferente y en el marco de la sociología de la dependencia,
desarrollada por Fernando H. Cardoso, Enzo Faletto, Teotonio Dos Santos y Aníbal
Quijano (1968) estudiaron las causas y los efectos de los procesos de urbanización
dependientes en América Latina, considerando que la urbanización era más “un proceso
que ocurre en la sociedad, que un proceso de la sociedad”, una dimensión de la estructura
económica, social, ecológica-demográfica, cultural psicológico-social y política. Paul
Singer, desde una visión diferente, afirmaba que no era precisamente el carácter
dependiente del proceso sino las propias modalidades del desarrollo capitalista de
nuestros países las causas que generan procesos de urbanización periféricos y
paupérrimos. Más precisamente, se señalaba que nuestras economías generaban
abundante y barata mano de obra que no lograba insertarse plenamente en el aparato
productivo y que debía soportar miserables condiciones de vida en el medio urbano. Con
ello se definía en el contexto latinoamericano un punto de encuentro entre la cuestión
urbana y la cuestión social, ya que la preocupación por la urbanización se articulaba a la
teoría de la marginalidad urbana, en su doble matriz conceptual: funcionalista y marxista.
Por otra parte surge, en cambio, la noción de exclusión social que ampliaba el concepto
de pobreza agregando otras dimensiones no económicas de este fenómeno y estaba
vinculado al de marginalidad. La incorpora la sociología francesa cuando se observa que
existe un desempleo de larga duración, que un número considerable de personas no tienen
vivienda, que existen nuevas formas de pobreza entre inmigrantes, mujeres y jóvenes, que
el estado benefactor se reestructura ante la crisis fiscal y que los sistemas de la seguridad
social ceden paso a la solidaridad para atender la cuestión social (cfr. Rosanvallon, P.,
1995; Castel, 1997). Aunque suele reconocerse que la noción de exclusión social la acuñó,
a mediados de la década de 1970, René Lenoir (1974), en el libro Les Exclus, ésta
comenzó a ser adoptada más recientemente en los años noventa en el análisis social de la
sociología urbana francesa y en el discurso de la Unión Europea para hacer referencia a
nuevas prácticas económico y sociales que surgen de las modalidades que adquiere el
empleo y el nuevo régimen social. La misma pretende describir situaciones generalizadas
de privación de bienes y servicios para los trabajadores y sus familias derivadas
principalmente de la inestabilidad, la flexibilidad y la degradación de las condiciones
prevalecientes del mercado del trabajo urbano y de las mayores restricciones que presenta
la acción social del Estado. En este sentido, la pobreza urbana es una forma de exclusión
multidimensional económica, social y cultural. Este pensamiento tiene puntos de
encuentros y preocupaciones conceptuales próximas a las del debate marxista sobre la
marginalidad. Por ello, en años recientes José Nun (2001) retoma la discusión, la
recontextualiza e introduce en los nuevos planteamientos elaborados por Castel, Beck,
Offe, Rifkin, que en este mundo globalizado los desocupados son el componente social
más dramático y visible pero de ninguna manera el único. La crisis de la sociedad salarial
en la que el trabajo asalariado era el pilar de la cuestión social ha transformado la misma
sociedad. Desde esta perspectiva sociológica, lo que está en juego es la idea del fin del
trabajo asalariado, estable y bien remunerado como perspectiva real y alcanzable por una
gran parte de la mano de obra disponible, predominando en cambio la precariedad laboral
y los bajos ingresos, incidiendo negativamente en el ejercicio de los derechos ciudadanos
y en las posibilidades de profundizar y consolidar los procesos democráticos que viven
actualmente los países latinoamericanos. Por ello, puede decirse que la cuestión social en
América Latina ha estado siempre vinculada a la marginalidad, a la pobreza urbana y la
exclusión social y no sólo a las condiciones del mercado de trabajo.

La pobreza urbana, la desigualdad social y la segregación territorial.

La pobreza urbana es un estado social de privación asociado a condiciones de empleo,


subempleo e informalidad que coloca a los trabajadores y a sus familias en una situación
de precariedad. Los trabajos de Marx y Engels, realizados a fines del siglo xix, explicaron
las principales causas de la pobreza y de las pésimas condiciones de vida que soportaban
los trabajadores ingleses en los albores del capitalismo. Ellos hallaron la clave en los
procesos de generación de la plusvalía que era apropiada por la burguesía durante el
proceso de producción de mercancías, encontrando la principal explicación en la
determinación del precio de la fuerza de trabajo, el cual se hallaba por debajo de su valor
pero garantizaba al trabajador y a su familia, a través del salario, el nivel de sobrevivencia
física. Sin embargo, Barnes, M. (2002) atribuye a Rowntree, S. (1901) ser el primer
científico social que estudió sistemáticamente la pobreza en York, desde una visión
pragmática que consideraba pobres a todos aquellos que son incapaces de lograr una
sobrevivencia física. Según este autor, su principal aportación fue ofrecer una medida
absoluta de pobreza al determinar el nivel de ingreso que provee un estandarizado mínimo
de vida basado en la satisfacción de necesidades biológicas de comida, agua, ropa y
vivienda, es decir, un mínimo que garantice la eficiencia física. Lo cierto es que la
cuestión social y la urbana nacen vinculadas entre sí, son parte del mismo proceso de
producción capitalista. En un análisis del Reino Unido, Townsend (1970) introdujo la
noción de pobreza relativa como un estándar de vida generalmente aceptado en una
sociedad y un tiempo dado. Es una definición que se centra en la distribución de los
recursos y no en los ingresos, que pone el énfasis en que los individuos necesitan
participar con patrones o trayectorias de vida, costumbres y actividades particulares
propios de la sociedad en que habitan. Así, se define una línea de pobreza debajo de la
cual se sitúan individuos que son incapaces de participar plenamente en la sociedad a la
que pertenecen. A principios de la década de 1980, Amartya Sen (1983) crítica las
nociones puras de pobreza relativa argumentando que hay un núcleo irreductible en la
idea de pobreza y que está dado por el hambre y la inanición. La perspectiva que inaugura
este autor es bastante original puesto que su reflexión se basa no en la posesión de bienes
que tienen las personas sino en la falta de capacidades para satisfacer necesidades básicas
las cuales varían ampliamente según el momento de la vida y las diferentes condiciones
sociales y comunitarias que existen en una sociedad. En esta perspectiva, los activos, el
ingreso y los bienes de consumo son medios para alcanzar ciertas capacidades, mientras
que las características personales y el contexto social definen la forma de transformar
estos insumos en capacidades específicas. Pero la pobreza urbana está estrechamente
vinculada a la desigualdad económica, social y urbana que es un concepto relacional que
obliga a considerar a los individuos y colectivos sociales, los barrios o las zonas de una
ciudad en una escala de distribución de bienes, recursos y servicios que se localizan en el
territorio. Daniela Soldano (2008) intenta explicar el impacto de los procesos de
reestructuración económica sobre la estructura social y espacial de las ciudades, a través
del concepto de “insularización” que supone un proceso de fabricación de “territorios
diferenciales”, donde coexisten: “formas de vida antitéticas y de conexiones complejas:
la segregación autoinducida de sectores de altos ingresos —la vida en las urbanizaciones
cerradas— y la segregación estructural de los sectores pobres —asentamientos y villas
miseria—. Y entre uno y otro, la consolidación de zonas intermedias entre ricos y pobres,
caracterizadas por estilos de ‘atomización privatizadora’ que desestructuran la vida
cotidiana tradicional en la ciudad”. La expresión “división social del espacio residencial
(dser)” es introducida por Emilio Duhau y Ángela Giglia (2008) para referirse a las
“formas espaciales que adopta la distribución residencial intraurbana o intrametropolitana
de los distintos estratos socio-económicos que conforman la población de una
aglomeración urbana”, y denominan “estructura socio-espacial (ese)” al conjunto de las
formas que adquiere dicha división. De tal modo que la división social del espacio
residencial será producida o transformada por agentes tanto públicos como privados. Esto
se vincula con los procesos de segregación social del espacio urbano o residencial que
corresponde a la aglomeración de familias de una misma condición social en el espacio,
más allá de cómo sean definidas las diferencias sociales. “En América Latina la atención
ha estado centrada en la segregación socioeconómica […] pasando por alto otras formas
de separación social del espacio urbano” (Sabatini, 2006). Lo anterior se explica debido
a que “las fuertes desigualdades sociales, de ingreso y de rango o clase social, representan
tal vez la característica más saliente de la estructura social de los países de América
Latina” (Idem). Este autor, hace una diferenciación de las dimensiones que implica el
concepto, distinguiendo dos dimensiones objetivas de la segregación: el grado de
concentración espacial de los grupos sociales y la homogeneidad social que presentan las
diferentes áreas internas de las ciudades; y una dimensión subjetiva: “el prestigio (o
desprestigio) social de las distintas áreas o barrios de cada ciudad” (Idem). Esta última
dimensión adquiere centralidad en los procesos de las ciudades latinoamericanas, debido
a que por una parte “la segregación figura como condición importante en muchos de los
negocios residenciales importantes” mientras que por la otra, “la ‘nueva pobreza’ que está
surgiendo en las ciudades está asociada al surgimiento o reforzamiento de los estigmas
territoriales” (Idem). Así, se configuran territorios segregados que son indicadores de la
“nueva pobreza” y la creciente debilidad de los vínculos de los pobres con el mercado de
trabajo y su aislamiento respecto a otras clases sociales (Kaztman, 2003). Es decir, la
ciudad se expresa hoy espacialmente en un conjunto de segmentos entre los que se
encuentran territorios pobres con colonias populares y barrios que revelan su estructura
social, espacios que dejan al descubierto la creciente polarización de la distribución
territorial de una población con características sociales, económicas, políticas y culturales
distintas a las del pasado (Blanco, Fleury y Subirats, 2012; Mier y Terán, Vázquez y
Ziccardi, 2012). Un rasgo más es que se impulsan procesos de descentralización de
funciones —no siempre de recursos— del gobierno central a los gobiernos locales, los
cuales comienzan a asumir la provisión de las infraestructuras sociales pero que
demuestran tener marcadas limitaciones para ampliar la acción social de este ámbito de
gobierno. Pero este debate comienza a darse justamente en el contexto de procesos de
democratización política, los cuales, para construir nuevas bases de gobernabilidad,
incorporan el tema de los derechos económicos, sociales y culturales (desc), lo cual
supone una ampliación de la dimensión social de la ciudadanía.

Tomado de: Fernando Carrión y Jaime Erazo coordinadores.Eel derecho a la ciudad en


américa latina.visiones desde la política#23. Pp.23-40.

1. Explique el contexto histórico en el que surge la cuestión social en la sociedad


europea.
2. ¿por qué la cuestión urbana, finalmente, es una cuestión social?
3. ¿por qué la ciudad latinoamericana se convirtió en un problema u objeto de estudio
de las Ciencias Sociales?
4. ¿ Qué argumentos o ideas pueden sustentar que la pobreza y la exclusión social son
procesos de reproducción del sistema capitalista?
5. ¿ A qué se debe que la ciudad de hoy, especialmemte en Latinoamérica, sea un
espacio profundamente fragmentado?

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