TiempoDeFamilia PDF
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DEDICATORIA
A mi marido, Víctor, y a mis hijos:
Josefina, Ana y Francisco.
A ellos mis gracias cotidianas por el sentido
que le dan a mi vida.
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ANALÍA BOYADJIÁN
TIEMPO DE
FAMILIA
Nosotros y la búsqueda
de sentido
Boyadjián, Analía
Tiempo de familia. Nosotros y la búsqueda de sentido - 1ª ed. - Buenos Aires: San Pablo,
2020
Con las debidas licencias / Queda hecho el depósito que ordena la ley 11.723 / © SAN
PABLO, Riobamba 230, C1025ABF BUENOS AIRES, Argentina.
E-mail: director.editorial@sanpablo.com.ar
Versión E-PUB 2, mayo 2020 / Industria Argentina.
ISBN: 978-987-09-0119-8
I. Psicología. 2. Logoterapia. I. Título
CDD 150
Transitando este nuevo milenio, con sus desafíos, por un lado positivos y,
por otro, con la crisis de valores que nos lastima, se impone una profunda
reflexión sobre la condición y el valor de la familia.
Conectarme con el título que elegí para este libro me implicó acercarme al
lugar que, entiendo, todos necesitamos “volver”. A ese espacio lleno de
significados, buenos o no, que tramó miles de caminos que fueron tejiendo
una y varias historias: la nuestra propia y la de nuestros familiares. Y que,
con avances y retrocesos, llanuras y sinuosidades, conforma el lugar donde
nacimos, donde crecimos, del cual nos fuimos y al que regresamos
(metafóricamente o literalmente), de tanto en tanto, para reconectarnos
con nuestras raíces.
Merece un punto y aparte señalar la familia actual o la que formamos
desde nuestra libre elección, como una de las metas más deseadas por la
persona y que nos demanda el resto de la vida en cuanto a deseos, esfuerzo,
trabajo, constancia, y nuevos deseos, y sigue la rueda…
Por eso, “tiempo de familia” es un intento de desterrar lo que otros han
dado en llamar “la muerte de la familia”, para recuperar lo que de nosotros
hayamos perdido en el camino. Realidades dolorosas, por supuesto que las
hay: padres “adolescentizados”, padres ausentes, padres confundidos,
rechazo a la maternidad-paternidad, hijos abandonados, hijos
desorientados, son algunas de las fotos que conforman el cuadro de una
sociedad que perdió el rumbo, justamente por perder los anclajes.
Hoy se plantean dos grandes interrogantes para la familia argentina y del
resto del mundo: el desafío de conservar su virtud esencial (darnos las
matrices de aprendizaje para el resto de la vida) y la búsqueda de una mejor
calidad de vida familiar como sostén personal y como capital social.
Tal escenario nos demuestra, de distintos modos, el impacto que ejerce
sobre la realidad familiar, a veces probándola, otras desfigurándola y otras
hasta destrozándola.
La familia es la primera vivencia del amor humano que marcará una
búsqueda de por vida de los otros y del mundo. Un hambre de vinculación,
ya sea desde la experiencia necesaria del recibir como desde la vivencia
enriquecida para el dar, que registrará momentos de alegría y encuentro, y
situaciones de soledad y frustración. Esta es la vida, y, para darle el “sí” a
esta historia, tenemos que preparar a nuestros hijos y fortalecerlos.
Si entendemos a la familia como una escuela de afectividad, como cuna
de lo fundamental, asumiremos nuestra misión de educar a los hijos con la
intención de superarnos en el día a día y de apostar a la capacidad de
oposición del espíritu humano.
Tal vez el reto es educar en positivo, resaltando la esperanza, la solidez en
las propias convicciones y el valor de intentar cambiar lo que sí se pueda
cambiar.
Para ser más y mejores, comenzamos siendo “dos”. La pareja inaugura el
espacio de la “nostridad”, con un proyecto de futuro y de crecimiento. Pero
¿de qué estilo vincular hablamos en este caso?
Nadie duda de que la dinámica de la pareja hoy ha sufrido modificaciones.
Los roles de varón y mujer se han enriquecido: él se acercó al hogar, y ella se
animó a salir del hogar.
Transitamos una época en la cual la comunicación pretende ser la gran
protagonista en materia de vínculos, sobre todo, en la historia de amor
entre un hombre y una mujer. Por esto, en el capítulo 3, planteo esta
postura: tenemos la gran oportunidad de que hoy la pareja pueda ser “más
pareja que nunca”.
Los dos siguientes capítulos analizan los cambios que se vienen dando en
el devenir de la construcción del estilo femenino y del varonil.
Así, nos resulta fácil entender que hasta las metas de la mujer se han
modificado. Nuestras abuelas soñaban, junto con el romanticismo literario
de la época, con el día en que se casaran. Toda su ilusión se concentraba en
su futura vida matrimonial y en lo que sería la educación de sus hijos.
Hoy las jóvenes sueñan con ser modelos, estrellas de telenovelas o
especialistas en marketing. ¿Dónde queda el deseo de casarse y tener hijos?
El gran interrogante es si la imagen tradicional de ser mujer, con su
abanico de cualidades específicas, tiene que extinguirse o no porque hoy la
mujer cumple, al mismo tiempo, el papel de esposa, madre, trabajadora,
profesional, o política.
En ese entramado vincular, el hombre, ¿dónde y cómo se ubica?
La nueva masculinidad nos acerca un paisaje interesante (según desde
dónde se lo analice): los varones ya no son proveedores materiales por
excelencia, no los avergüenza demostrar sus sentimientos, ni siquiera llorar
cuando lo sienten. Algunos están aprendiendo a disfrutar del cuidado de sus
hijos, pero otros no encuentran su norte frente a tantos cambios…
El hombre actual, ¿se está acomodando a su nuevo perfil o resiste
confundido ante la mujer que avanza con más seguridad que antes?
El capítulo 7 pretende abrir un espacio para pensar las características de
la subcultura adolescente como un espejo en el cual vemos lo que estamos
entregando (los adultos como modelo y referentes), lo que nos agrada y lo
que nos disgusta.
Esta situación aparece muy a menudo en la vida hogareña con hijos
adolescentes: por un lado, el hijo enfurecido corre a refugiarse a su
habitación o se aísla con sus amigos fuera de su casa. Por el otro lado, sus
padres perplejos, desesperados, impotentes… ¿Qué hacer entonces?
A estas alturas, nadie duda de que los valores nos orientan cuando se
trata de despejar la confusión que sentimos al educar, por ejemplo.
Elegimos trabajar el compromiso, ya que es un pilar decisivo en la relación
con las personas y con la vida: “Cada día vivimos las consecuencias de las
decisiones que tomamos”. Intentaremos demostrar la relación que existe
entre las funciones básicas que debe cubrir la familia (afecto, nutrición,
cuidados, cobijo) y el valor vital de su cumplimiento. Y analizaremos modos
sanos de comprometernos. Sabemos que, ante su ausencia o negligencia, se
pierde el verdadero sostén que impulsa el sano desarrollo de las personas, y
es lo que conocemos como “abuso emocional” y “abandono”.
En este encuadre, si la familia es cuna de la afectividad, de los primeros
encuentros y los primeros aprendizajes, constituye también el espacio en
donde se adquiere la responsabilidad para la participación social y el
ejercicio de la ciudadanía.
El capítulo 9 continúa con otro valor que entendemos es fundamental
para vivir y superarnos: la esperanza. El ser humano nace con su cuota de
indefensión e inseguridad, entonces la búsqueda de la seguridad se
transforma en un leit motiv durante toda la vida. Pero el temor, la
inseguridad que vivimos aquí y ahora agravan esa condición existencial…
La esperanza es un remedio contra el temor paralizante. Por eso, un buen
modo de transitar el camino del sufrimiento sin desfallecer consiste en
vislumbrar, en primer lugar dentro de la propia familia, que el futuro es
cierto, que el crecer es posible, es bueno y que entre todos podemos
hacerlo.
Nos pareció interesante dedicar el capítulo 10 a lo que me refiero como
un gran “distractor” del sentido, a lo que hoy trata de colarse como el
placebo de muchas inquietudes: mantenerse bello y joven, que destruye los
reales anclajes de una sana autoestima. La valoración social de la belleza va
cambiando según las épocas y las latitudes. En nuestra cultura, el mito de la
silueta perfecta y la obsesión por disimular el paso del tiempo, en el cuerpo
y en la cara, condicionan cada vez más los profundos intentos de lograr ser
uno mismo.
Nuestra propuesta es la siguiente: ¿cómo podemos entonces luchar por la
aceptación de este cuerpo que somos, de este cuerpo modelado por la vida
que vivimos o que no vivimos, procurando que no se instalen las arrugas en
el alma?
En el capítulo 11 intento plantear la relación entre la persona, la familia y
la sociedad.
La psicología social postula que los individuos y la sociedad se determinan
recíprocamente. Entonces es bueno detenernos a analizar la relación entre
la salud de las personas y los indicadores de la llamada “salud social”.
El siguiente capítulo nos introduce en el foco de la crisis vincular y nos
permite vislumbrar su aprovechamiento para la maduración y crecimiento.
Así se plantea el “acuerdo” como un camino, un proceso de búsqueda que
va desde la escucha abierta hasta la planificación de estrategias de
resolución de conflictos.
Y llegamos al último tema, la resiliencia, que Frankl nombra como la
“capacidad de oposición y reacción del espíritu humano”. No ocurre sin
intención el cerrar con este abordaje de esperanza nuestra propuesta, ya
que es justamente frente a las grandes pruebas de la vida cuando la libertad
personal cobra solidez para dar su respuesta única.
Decir “persona” es decir “ser familiar”, “ser social”… Por eso, es fundante
el valor de la experiencia familiar, como ese primer espacio dador de
sentido, del alimento, que luego salimos a intercambiar con el mundo.
Vamos a proponer, como dieta elemental, cuidar el adentro para llevar al
afuera lo mejor de nosotros.
A ver si así, entre todos, logramos construir un mundo mejor…
“Por la familia... comencemos el cambio” fue el lema de nuestra primera
propuesta editorial que se convirtió en revista. En el año 2001, en medio de
tanta penuria social, nos llegó la musa inspiradora, como suelen llegar
algunas buenas ideas. Para los que hicimos ese sueño una realidad, resultó
un ejemplo más de esos espacios creativos que transforman lo catastrófico
en hechos positivos.
Una estrofa de lo que es la vida misma. Comprendimos que lo primero es
lo primero, y es justamente la familia (real) o la imagen de familia que
construimos con otras personas importantes y significativas de nuestra
historia. Es este el templo donde preparamos el bolso con todo lo que
necesitaremos durante cada jornada (y en toda nuestra vida) para salir a la
calle.
CAPÍTULO 2
¿QUÉ ES LA FAMILIA?
Transitando este nuevo milenio, con sus desafíos y con la crisis de valores
que nos lastima, se impone una profunda reflexión sobre la condición y el
valor de la familia.
Detenernos a considerar la familia en sus aspectos más esenciales, como
fuente de vida y de bien, nos obliga a recorrer una línea de pensamiento que
apunta al eje mismo de esa primera vivencia fundante y dadora de sentido.
Nos estamos refiriendo a ese primer espacio de pertenencia que puede
ofrecer, además de un nombre y un apellido, el mejor sostén desde donde
ver el sol o desde donde afrontar las tormentas: nuestro núcleo familiar.
Cuando nos descalzamos de la agitación, las presiones y las angustias de
un día laboral, el hogar suele ser ese lugar en donde podemos ser nosotros
mismos, sin maquillajes o camuflajes. Cuán necesario se hace “llegar a casa”,
oler nuestros afectos y ponernos las pantuflas.
Tal vez todos tengamos alguna idea al hablar de la familia en general, o de
la propia especialmente. El hecho de haber nacido en ese medio nos habilita
a contar nuestra propia novela y a ensayar diferentes teorías conforme a
como la entendemos.
Tiempo de familia
Atravesando una época que se caracteriza por el ruido de lo light, el
zapping y la falta de verdaderos encuentros, se hace necesaria una profunda
reflexión sobre la condición y el valor de la familia. Como sociedad, nos
enfrentamos permanentemente al vértigo de lo próximo, de lo
desconocido... Por eso, es tan necesaria una plataforma con raíces que, por
lo menos, nos indique “desde dónde” planificar el futuro y que no
desaparezca por más conjuros que se reciten.
Creo que hoy es un tiempo que, justamente por quebrar muchas
pretendidas seguridades, despeja el sitio de lo importante. He aquí una de
las aristas positivas de los momentos difíciles. Sucede generalmente cuando
el sufrimiento suena fuerte (Lewin describía el sufrimiento como “el
megáfono de Dios”): se impone repensar las prioridades. Tal vez este sea un
tiempo propicio para resignificar nuestra valoración sobre la condición
humana y su gran referente: la familia.
¿Qué valores nos definen como familia?
¿Contribuyo a la armonía de mi hogar aprendiendo a comunicarme
cada vez mejor?
¿Ofrezco tiempo real a mis seres queridos?
¿Ensayo modos de convivencia cada vez más eficientes?
¿Entiendo a mi familia como la primera misión?
Desde la literatura
Las obras, clásicas o modernas, contribuyen a describir épocas y
características particulares de la familia, en lugares distintos.
Así, mutaciones sociales a lo largo de la historia han ido conformando
configuraciones familiares diferentes o parecidas, aunque (según algunos
autores) siempre que se tratase de un orden de enlace de la convivencia, la
sexualidad y la procreación.
Los Mirasoles, obra costumbrista del teatro nacional, de Julio Sánchez
Gardel, nos ofrece una pintura del medio provinciano argentino en 1910
(tiempo del primer centenario de la Revolución de Mayo). Este libro se
inscribe en los años en que (de 1895 a 1914) la población de la República se
elevó de cuatro a ocho millones de habitantes, debido especialmente al gran
aumento en el número de inmigrantes.
Desde la época de la Colonia, el modelo que primó fue el de la tradición
cultural occidental, en virtud de la gran inmigración europea.
Familias de inmigrantes que, al llegar a un lugar desconocido, solamente
se tenían unos a otros. Entonces su concepción de familia estaba mucho
más ligada al idioma, los afectos, las costumbres, el procesamiento del
destierro…
Juntos podemos
Sí, podemos ser felices en pareja si entendemos que la felicidad se
construye, de a dos, todos los días; si aprendemos a mirar la vida desde una
actitud positiva, afirmativa, reconciliadora. Podemos reivindicar la calidad
del vínculo amoroso si sacamos a relucir la cultura del esfuerzo, la cual a
veces dejamos en la baulera. Podemos ser más dignos si comprendemos que
el buen amor se “aprende”, que el amor noble se ejercita con constancia,
paciencia, comprensión y fe.
Kierkegaard, un filósofo existencialista, decía acerca de los que creen: “El
que espera siempre lo mejor envejece en las decepciones; quien espera
siempre lo peor se gasta temprano. Pero quien cree conserva la juventud
eterna”.
Pensar que hoy se anhela otro estilo de eterna juventud: todo lo que tiene
que ver con meras apariencias. ¡Hasta se pretende colocar tales apariencias
en lugar de las eternas verdades! Vaya plagio.
Noto que son cada vez más los jóvenes gerentes o empresarios que se
capacitan en las mejores escuelas de negocios en busca de optimizar su
gestión en la empresa, ampliando sus conocimientos, por ejemplo, de
nuevas estrategias de resolución de conflictos, cuyo tema principal es la
comunicación institucional. Se vuelven expertos. Solamente en eso, claro.
Hace poco vino a consultarme un hombre de treinta y cuatro años,
casado, sin hijos, exitoso profesional de la Administración de Empresas.
Había sido promovido por la estrategia que implementó frente a una crisis
que vivió su empresa el año pasado. Sin embargo, traía como motivo de
consulta la incapacidad para comunicarse bien con su esposa. No lograba
hacer, desde el sentido común, lo que llamamos en Ciencias de la Educación
la “transferencia de aprendizajes”. En esto se basó su tratamiento.
Una amiga (en una cena entre matrimonios), que es mamá de un nene de
tres años, nos contaba (sorprendida y agradecida) que la maestra les había
hecho llevar, tanto a las nenas como a los varoncitos de sala de tres, un
muñeco bebé para que jugaran a bañarlo y secarlo. Obviamente, la charla de
esa noche se tejió a partir de ese hecho y abrió las puertas a un interesante
debate. Que si era bueno o no que los niños jugasen con los muñecos, que si
las pautas anteriores eran más claras, que si las maestras tenían tendencias
feministas, que “por qué no” considerar ese juego como algo bueno para
preparar a una generación de hombres nuevos...
El hombre ha aceptado el discurso de la igualdad, aunque todavía más en
el plano teórico que en la praxis. Este es un dato que resulta de diferentes
investigaciones.
Las últimas de UNICEF, por ejemplo, nos indican que en casi veinte años
se duplicaron los hogares donde ambos padres trabajan afuera, y aquellos
donde las mujeres aportan más que sus maridos al ingreso familiar. Así, los
cambios dentro del hogar se traducen en transformaciones de la sociedad,
lo que implica cuestionar los paradigmas establecidos en cuanto a roles de
género y división del trabajo. Sus consecuencias las seguimos estudiando
atentamente desde las distintas disciplinas.
Pese a que ha estado ausente durante mucho tiempo la figura del padre,
la paternidad hoy es reivindicada como el complemento natural de la
maternidad.
El rol paterno creció en los últimos años. Se está produciendo, a partir de
nuestra generación, una participación cada vez más auténtica del padre en
el hogar y fundamentalmente en el cuidado de los hijos.
El padre acompaña a la madre en el curso de preparación para el parto, en
las consultas al obstetra, incluso opta por presenciar y colaborar durante el
parto.
Se alternan con su esposa en los cuidados diarios del bebé: bañarlo,
hacerlo dormir, llevarlo a los controles médicos y, más tarde, también al
colegio, a los cumpleaños, de paseo…
El padre pasó a ser mucho más que aquel que trabaja fuera de casa para
sostener económicamente a la familia, o quien instala la ley (como lo venía
señalando la psicología dinámica).
El abanico de funciones que despliega hoy va más allá de aquellas
definiciones.
Así, el sostén del hijo pasa (cada vez en más hogares) por ambas
versiones: padre y madre.
La falla, ausencia o abandono (neglect) de cualquiera de ellos provoca
grandes sufrimientos en el hijo.
El aspecto nutricio de los afectos de ambos, madre y padre, son únicos e
irreemplazables. Cada uno aporta su modo de ser y de hacer, su visión del
mundo, así como también sostienen estilos educativos propios y definidos
para criar a los chicos.
En las cuestiones de avance y progreso de la humanidad, el lugar que
comienza a ocupar el varón se vuelve cada vez más rico.
Ayer y hoy la paternidad consistió y consiste en acompañar al hijo en el
camino de “hacerse persona”. Aunque la función paterna se ejecutó, en
cada época y en cada cultura, de modos diferentes, nadie duda de que el
padre (en este estilo más tierno de conexión con sus hijos) gana en
posibilidades y crece en tanto su actitud habilita un estilo de comunicación
más flexible e interactiva.
El diálogo padre-hijo se hace posible por ser más honesto y abierto, y
utilizar como instrumento privilegiado el compartir, el escuchar, el juego, el
transcurrir más tiempo juntos.
Se trata de nuevas experiencias, de nuevos aprendizajes, como venimos
sosteniendo. A través de estos caminos, este estilo nuevo de hombre va
ensayando nuevas conductas y actitudes que propician el lenguaje
emocional y el corporal.
Es obvio que el hecho de ser padres influye en la vida profesional de las
personas, por lo cual, habría que propiciar políticas laborales y sociales que
contemplen esta realidad que se extiende más y más...
Los padres (no solamente las madres que trabajan en la esfera pública)
tienen derecho a que esta situación se vea reflejada en las condiciones
laborales y en todo lo que les asegure una plena participación tanto en su
hogar como fuera de él.
La coincidencia, generalmente, del período más intenso de trabajo de los
padres con la época de cimentar la carrera profesional exige que se facilite
el equilibrio entre ambos planos.
Anselm Grüm, en su libro Luchar y amar(2) realiza una creativa propuesta
de como el varón debe buscarse a sí mismo para realizarse en su identidad
masculina. A la luz de diferentes figuras bíblicas masculinas, analiza los
arquetipos que el hombre puede integrar para encontrar su propia
identidad, sobre todo desde la lucha y el amor. Al respecto expresa: “Quien
solamente lucha corre el peligro de volverse duro e insensible. Quien
solamente ama propende a potenciar solo su parte afectiva de ternura. Las
dos virtualidades pertenecen a la masculinidad. Como luchador, el hombre
es capaz de amar. Y su lucha necesita el amor para que no se convierta en
un combate rabiosamente ciego”.
La crianza compartida
Se trata de compartir… Ser compañeros en las buenas y en las malas. Vivir
activamente la crianza de los hijos.
Al analizar el reparto de las responsabilidades de hogar e hijos, las
encuestas arrojan los siguientes datos: las mujeres seguimos cargando con
la mayor parte del peso, aunque las distancias se vayan acortando.
Ese cambio hacia una cultura de reparto de tareas en la casa va exigiendo
niveles de buen diálogo e intención cada vez más firme de aprender a
comunicarse mejor para realizar buenos acuerdos (o negociaciones, como
prefieran llamarlo).
Aceptar que la vida es un proceso de crecimiento y aprendizaje continuo
nos sitúa en un marco de apertura mental para plantear desde allí el debate.
Para hablar del acercamiento que considero necesario entre varón y
mujer, señalemos primero la misión que tendría semejante empresa. Se
trata de aprender a acordar, valiéndonos de los recursos internos (probados
en ocasiones anteriores), y de descubrir (con apoyo terapéutico, cuando sea
necesario) otras herramientas imprescindibles para lograr con éxito los
objetivos planificados.
Convenimos en aceptar los nuevos paradigmas (que venimos analizando y
que hacen a los signos de estos tiempos) que hoy transitan el binomio
varón-mujer, así como la urgencia por orientar verdaderos y plenificantes
encuentros entre ambos.
Viene al caso plantear algunas de las cualidades internas que se evalúan al
hablar de “inteligencia emocional”: flexibilidad, iniciativa, optimismo,
adaptabilidad.
Vamos a integrar estas capacidades con la intención de acercarnos a la
noción de “aptitud emocional”, como una capacidad aprendida.
El enfoque correcto de la búsqueda del equilibrio entre vida hogareña y
trabajo nos compromete desde una postura antropológica específica, en
tanto el sujeto de la vida familiar y de la vida laboral es el ser humano
personal, varón o mujer.
CAPÍTULO 6
“EL ACTUAL DESAFÍO
DE SER PADRES”
Érase una vez una madre –así comienza esta historia encontrada en un
viejo libraco de vida de monjes, y escrita en los primeros siglos de la
Iglesia–. Érase una vez una madre –digo– que estaba muy
apesadumbrada, porque sus dos hijos se habían desviado del camino en
que ella los había educado...
Y bien. Esta madre fue un día a desahogar su congoja con un santo
eremita que vivía en el desierto de la Tebaida... A él acudían cuantos se
sentían atormentados por la vida o los demonios difíciles de expulsar.
Esta madre se encontró con el santo monje en su ermita y le abrió su
corazón contándole toda su congoja. Su esposo había muerto cuando sus
hijos eran aún pequeños, y ella había tenido que dedicar toda la vida a su
cuidado. Había puesto todo su empeño en recordarles permanentemente
la figura del padre ausente, a fin de que los pequeños tuvieran una
imagen que imitar y una motivación para seguir su ejemplo. Pero, hete
aquí, que ahora, ya adolescentes, se habían dejado influir por las
doctrinas de maestros que no seguían el buen camino y enseñaban a no
seguirlo. Y ella sentía que todo el esfuerzo de su vida se estaba
inutilizando.
Lo peor era que ella ya no sabía qué actitud tomar respecto a sus
convicciones religiosas y personales. Porque si estas no habían servido
para mantener a sus propios hijos en la buena senda, quizá fueran indicio
de que estaba equivocada también ella...
Cuando terminó su exposición, el monje continuó en silencio mirándola.
Se levantó de su asiento y la invitó a acercarse a la ventana, que daba
hacia la falda de la colina donde solamente se veía un arbusto, y atada de
su tronco una burra con sus dos burritos mellizos.
—¿Qué ves? —le preguntó a la mujer, quien respondió:
—Veo una burra atada al tronco del arbusto y a sus dos burritos que
retozan a su alrededor sueltos. A veces vienen y maman un poquito, y
luego se alejan corriendo por detrás de la colina, donde parecen perderse,
para aparecer enseguida cerca de su burra madre.
—Has visto bien —le respondió el ermitaño—. Aprende de la burra. Ella
permanece atada y tranquila. Deja que sus burritos retocen y se vayan.
Pero su presencia allí es un continuo punto de referencia para ellos, que
permanentemente retornan a su lado. Si ella se desatara para querer
seguirlos, probablemente se perderían los tres en el desierto. Tu fidelidad
es el mejor método para que tus hijos puedan reencontrar el buen camino
cuando se den cuenta de que están extraviados.
Sé fiel y conservarás tu paz, aun en la soledad y el dolor —diciendo esto
la bendijo, y la mujer retornó a su casa con la paz en su corazón dolorido.
Todavía soñamos…
En la familia se inaugura (o debería hacerse) el aprendizaje del
compromiso. Desde situaciones tan elementales como son la protección de
la vida por nacer hasta la protección de la vida por morir.
Haber recibido la vida nos introduce en el mundo con un gesto de
generosidad, con un compromiso implícito con la vida misma. Y, desde allí,
la tarea de construir el mejor de los mundos.
Revisando mochilas...
Es indiscutible que las huellas que más nos constituyen son las de
nuestros padres (o sustitutos), quienes nos criaron y delinearon nuestras
matrices de aprendizaje.
Es incuestionable también que nuestros padres, cuando éramos
pequeños, prepararon la mochila con la que salíamos de casa. Primero
decidiendo solamente ellos lo que necesitábamos y por qué. Luego
consultándonos a nosotros (cuando ya teníamos voz, pero no voto), si esas
galletitas nos gustaban o no, por ejemplo.
Ahora la mochila es responsabilidad absolutamente personal. Si tenemos
la suerte de que papá y mamá sigan cerca, a lo sumo acudirán a ayudarnos
ante un pedido expreso nuestro o, en su defecto, aceptarán resignados que
no elijamos lo que ellos hubiesen preparado para nuestro equipaje, pero
sabiendo que las frustraciones y los errores personales son también buenos
compañeros de ruta. Que son necesarios para aprender.
La mochila se compone ahora de todo eso que la persona elige, que
decide que es buena parte de su vida y que tiene mucho aún por aprender,
valorando el peso de la historia que lo conforma y que le da sentido a su
hoy.
También encuentra todo aquello que ya no le sirve, que va a descartar de
la mochila de viaje: todo aquello de los modelos (sobre todo de sus padres)
que no quiere repetir, sus propias pertenencias (algunas son máscaras) que
ya no necesita, sentimientos que no le permiten ser libre (rencores,
frustraciones, reproches).
Hasta aquí, esta breve referencia a situaciones vitales comunes y
corrientes.
¿QUIÉN MUERE?
Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo
todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no arriesga
vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.
Muere lentamente quien hace de la televisión su gurú.
Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre el
blanco y los puntos sobre las “íes” a un remolino de emociones, justamente
las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los
tropiezos y sentimientos.
Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el
trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño,
quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos
sensatos.
Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música,
quien no encuentra gracia en sí mismo.
Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja
ayudar.
Muere lentamente quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de
la lluvia incesante.
Muere lentamente quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, no
preguntando acerca de un asunto que desconoce o no respondiendo cuando
le indagan sobre algo que sabe.
Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo
exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar.
Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida
felicidad.
PABLO NERUDA
CAPÍTULO 10
“LA BÚSQUEDA FRENÉTICA
DE LA BELLEZA”
Podemos comenzar como lo hacen las personas y los grupos que reúnen
voluntades y compromisos sociales válidos: aceptando las circunstancias
concretas y aspirando a un bien posible. Uno por vez. Invertir esperanza
cuando nos hacemos protagonistas en el trabajo a conciencia. Poner el
hombro y el alma en la misión de abrazar la vida.
CAPÍTULO 12
FAMILIA Y CRISIS:
LA BUENA OPCIÓN
Aprender a acordar
Partimos de cuatro presupuestos básicos que trabajo en los tratamientos
matrimoniales y de familia:
a) varón y mujer tienen estilos diferentes para comunicarse;
b) desarrollar la empatía es esencial para entablar el diálogo entre
ambos;
c) es fundamental la comunicación de los afectos;
d) es necesario definir a priori reglas claras de convivencia
(funciones) entre los cónyuges para prevenir problemas en la
comunicación.
Solo se puede acordar con quien se sostiene un vínculo de confianza. En
una relación interpersonal, confiar es creer que el otro tiene buenas
intenciones y que es capaz de actuar según esas buenas intenciones.
A modo de graficar el proceso del acuerdo entre esposa y esposo,
podemos diferenciar los siguientes pasos que hemos trabajado en la terapia
de Raúl y Fabiana:
✔ expresar el deseo de llegar a un acuerdo;
✔ asegurarse que el otro también esté dispuesto;
✔ admitir la existencia de zonas que necesitan ser revisadas para
mejorar;
✔ aceptar que el acuerdo al que se pretende llegar requiere un
trabajo en conjunto;
✔ escuchar activamente;
✔ tratar de empatizar;
✔ distinguir los valores y creencias subyacentes;
✔ evaluar los posibles beneficios de un cambio;
✔ comprender que un acuerdo precisa ajustes en el tiempo;
✔ transferir este aprendizaje logrado a otras circunstancias futuras.
5) Fabbri, E., Alegría y trabajo de hacerse hombre, Buenos Aires, Latinoamérica Libros,
1979, p. 51.
6) Álvarez de Mon Pan de Soraluce, S., Desde la adversidad, Madrid, Pearson, 2003, p.
125.
8) Mandela, N., Long Walk to Freedom, New York, Back Bay Books, 1995.
Índice
Dedicatoria
TIEMPO DE FAMILIA
Nosotros y la búsqueda del sentido
***